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Todo indica que Alejandro Magno era insaciable en lo que a conquistas militares se refiere,
no conformándose sólo con la conquista de territorios. Ya puesto, en su afán por apoderarse
del mundo, también ambicionó poseer el fondo de los mares. Para conquistar el sótano de la
creación, Alejandro Magno se hizo construir un caldero de vidrio transparente que, colgado
de un cable y puesto boca abajo, le permitiría conquistar la parte más oculta del mundo.
Para hacernos una idea, el invento de Alejandro Magno era lo más parecido a un vaso
gigante en posición invertida, donde se podía permanecer el tiempo que permitiera el aire
que se juntaba en la parte superior del recipiente por acción de la propia presión del agua.
Esta idea no fue suya, sino que la tomaría de su mentor Aristóteles que, en su momento,
describió cómo la citada lebeta mantenía el aire y no dejaba entrar el agua, convirtiéndose
tal invento en el prototipo de la primera campana húmeda. Tras la experiencia, Alejandro
Magno escribiría una carta a su mentor Aristóteles en la que apuntaba que “bajo el mar
ocurren cosas que mis ojos han visto sin que mi mente pueda comprender. Todo parece
regido por la magia y los caprichos demenciales de dioses monstruosos”.
Relieve expuesto en el Museo Británico.
Con todo, Alejandro Magno no fue el primer hombre que utilizó la inventiva para practicar
la inmersión. En un relieve que se encuentra en el Museo Británico y que data del siglo IX
antes de Cristo, se muestra una escena donde tres hombres escapan de los arqueros que los
están apuntando con su arco. Uno de ellos nada mientras que los otros dos sujetan entre sus
brazos unos odres de piel. Todo indica que se servían de los citados odres para poder
respirar bajo las aguas.
Heródoto cuenta la aventura que vivió Escilias "el mejor buzo que entonces se conocía”.
Según el historiador griego, el tal Escilias, “echándose al mar, y partiéndose de Efetas, no
paró hasta llegar a Artemisio, pasando bajo del agua, como si nada fuera, 80 estadios de
mar” algo así como 15.000 metros. Una vez llegado a su destino, dio el aviso a los griegos
de lo que la flota de Jerjes tenía planeado contra los griegos. Heródoto pensaba que todo
esto era fábula y que Escilia hizo la travesía en barca aunque tal vez utilizase una especie
de tubo respirador, muy parecido al actual esnórquel y al que también hizo alusión
Aristóteles en sus escritos.