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El agua, tópico literario

Marcela Vidal V.
“…y aunque cierre los ojos y me cubra el corazón enteramente,
veo caer un agua sorda,
a goterones sordos.”
-Pablo Neruda

El agua… Es de conocimiento de todos que el agua es el elemento esencial para


la vida; sin ella ni el ser humano ni los demás seres de la naturaleza podrían vivir; es
más, nuestro planeta está cubierto en más de un 60% por este elemento, lo mismo que
nuestros cuerpos… Como bien dice una frase cliché, el agua, literalmente, ES VIDA.
Por lo anterior, el agua se vuelve un tema importante no solo para la biología,
sino también para la ecología, la industria alimenticia, la salud y todos los ámbitos en
los que se usa este vital elemento. Por su parte, la literatura, no escapa a este influjo,
siendo un área en donde el agua se vuelve un elemento simbólico potente, al que han
recurrido los escritores a lo largo de toda la historia para transmitir, de manera
metafórica, distintas emociones.
Agua clara que corre, vida que avanza alegremente; lluvia copiosa y fría,
símbolo de pesadumbre y desamparo; agua estancada y oscura, representación de
muerte y depresión, son algunas de las imágenes que adquiere este elemento. Es así
como, por ejemplo, Ulises, en La Odisea1, debe surcar mares infinitos para llegar a su
hogar. Aquí el agua, en la figura de un mar inconmensurable, a veces plácido, casi
siempre embravecido, es el medio en el que el barco de Ulises, de forma similar a una
endeble cáscara de nuez, debe avanzar penosamente, sufriendo innumerables
naufragios. El mar representa así tanto un obstáculo para llegar al hogar, como la
posibilidad cierta de la muerte por naufragio, consecuencia de la venganza de los
dioses. Así se lamenta Ulises “¡Ay de mí que todavía debía enfrentarme con las nuevas
calamidades que el dios que sacude la tierra iba a enviarme, lanzando sobre mí los
vientos para cerrarme el camino y lanzando sobre mí un mar tempestuoso! Mientras yo
gemía desesperado , las olas me arrancaban de la balsa […] hube de echarme a nadar y
abrirme paso sobre el revuelto abismo hasta que el viento me impulsó hacia vuestras
costas…iba a ponerme de pie en ellas cuando, con todas sus fuerzas, el oleaje me lanzó
contra una gran roca”2.

1 Poema épico de origen griego, originalmente transmitido a través de la oralidad, se


le atribuye la autoría a Homero.

2Homero. (Edición 1981), La Odisea, Barcelona: Edaf .Traducción de Alberto


Bernabé. P. 165.
En otro contexto, también con guiños claros a la mitología griega, tenemos que
en La Divina Comedia3, libro de comienzos del siglo XIV, escrito por el italiano Dante
Alighieri, el agua, ahora en forma de río, adquiere vital importancia. El río Aqueronte,
limite entre el infierno y la tierra, punto de “no retorno” para las almas que deben
bajar al infierno (o deciden hacerlo como en el caso de Virgilio) se describe así: “A
otro lado tendí la vista mía,
 y vi gente a la orilla de un gran río que en tropel a su
margen acudía. ‘¿Puedo saber, por qué tanto gentío, interróguele, ‘al paso se
apresura 
según columbro en este sitio umbrío?’ Y él: ‘Lo sabrás, cuando la orilla
oscura del Aqueronte triste, la ribera 
pisemos con la planta bien, segura’” (P.18)
Ahora bien, a pesar de ser un río, es decir, agua que avanza, que corre, ese elemento
vital, en este libro, es sinónimo de muerte, desesperanza y dolor de las almas que allí
moran.

Otro de los tantos ejemplos literarios en donde podemos ver agua en los
diversos estados, es en Cien años de soledad4, del colombiano Gabriel García Márquez.
En esta novela contemporánea, que narra la vida de la estirpe de los Buendía,
destinados a desaparecer producto del pecado, no solo “original” sino también por
aquellos cometidos por los descendientes, se ve presente también el agua como
símbolo. Por una parte, la zona geográfica en la que se funda Macondo, está cerca de
un río de aguas claras de las que el pueblo se sirve para sobrevivir “Al día siguiente
convenció a sus hombres de que nunca encontrarían el mar. Les ordenó derribar los
árboles para hacer un claro junto al río, el lugar más fresco de la orilla, y allí fundaron al
aldea” (P. 36) Aquí el agua es símbolo de vida, por eso en torno al río se construye la
ciudad y, a lo largo de la historia, se percibe su evolución y decadencia. Por otro lado,
hay otras aguas, las ciénagas, líquido estancado que rodea Macondo (fundado en
medio de la selva) cuyo significado ya no es vida, sino estancamiento, negación del
avance y la evolución. En el libro son varios los intentos que realiza Aureliano Buendía
por conectar a Macondo, a través de la tecnología, con el exterior. Sin embargo, llega a
la conclusión de que es imposible debido a que están rodeados de agua “Carajo – gritó
– Macondo está rodeado de agua por todas partes” […] Aquí nos hemos de pudrir en vida
sin recibir los beneficios de la ciencia” (P. 23)
Ahora bien, en poesía el agua también es tema recurrente. Por ejemplo,
Gabriela Mistral, en Dulzura, uno de sus tantos poemas, asigna al agua connotaciones
sanadoras: el hablante (el hijo) es rocío refrescante y sanador que, con amor y
delicadeza se cobija en los brazos de la madre pero no solo en busca de afecto, sino
que en un acto dialógico de entrega mutua “ Juega tú a ser hoja/y yo a ser rocío:/y en

3 Alighieri, Dante (Edición 1922)La Divina Comedia, Buenos Aires: Centro de cultura
Latium. Traducción en verso ajustada al original dirigida por Nicolás Besio Moreno.
4 García Márquez Gabriel(2010), Cien años de soledad, Barcelona: Random House.
tus brazos locos/ tenme suspendido. /Madrecita mía, todito mi mundo, déjame
decirte /los cariños sumos”5.
En síntesis, señalar que el agua, como tema literario, es un recurso reiterado y
que cuenta con múltiples acepciones e interpretaciones: el agua que corre, como un
río límpido y puro, símbolo de vida que sigue su curso natural; el agua del río oscuro
y tétrico, ruta que lleva a las almas desafortunadas y pecadoras al averno, lugar de
espiación y castigo perpetuo; el agua inconmesurable, mar a veces castigador a
veces amable que, a su antojo, conduce al hombre, dificultando el regreso a casa; el
agua sanadora, el rocío para el alma, la protección y el amor recíproco; el agua
estancada en la ciénaga, que representa las limitaciones, la imposibilidad de ser parte
de la modernidad y la ciencia. Así, podemos decir que el agua es elemento vital, no
solo para el cuerpo, sino también para el alma.

5 Mistral, Gabriela (1924) Dulzura. En Ternura.

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