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El poeta, la amada y la musa JOSEPH BRODSKY ‘Traduccién de Juan Almela ‘AIDEA DEL. POETA como un inveters- 3 de acunacién relativamente reciente. Al ‘muchos conceptos muy difundidos en la ima- spular, parece ser un subproducto de la revolu- ial, la cual, merced a sus saltos cudnticos en lo ‘acumulacién humana y alfabetizacién, generé el fe- ‘mismo de la imaginacién popular. Por decirlo de ante, pero del cual nada sabia el piblico de entonces. Aparte de que por cada Byron siempre os toca un Wordsworth. ‘Como el siglo XX ha sido el timo periodo de coherencia social, con el consiguiente fiisteismo, fue responsable de lo esencial de las nociones y actitudes que hoy alimentamos o que hoy nos guian. En poesia, dicho siglo pertenece rotun- damente a Francia, y ao mejor la expansividad gestual y as afinidades exéticas de los roménticos y simbolistas france- ses contribuyeran a la turbia imagen del poeta, no menos ‘que ala generalizada visiéa vulgar de los franceses como in- moralistas impenitentes. Ea conjunto, por debajo de esta ‘censura de los poetas reside el deseo instintivo de todo or- ‘den social —sea democracia, autocracia, teocracia,idiocra- cia 0 mediocracia— de comprometer 0 empequetiecer la aautoridad de la poesia, la cual, a mas de rivalizar con la del Estado, planta un punto de interrogacida sobre el individuo ‘mismo, sobre sus logros y seguridad mental, sobre su signi- ficacion misma. Aste respecto, e siglo XIKsencillamente se agregé al club; cuando de poesia ve trata, cualquier bur- studs es un Platén, En conjunto, sin embargo, la actitud de la antiguedad ha- cin el poeta era, ala vex, més exaltada y més razonable. Esto tenia tanto que ver con el politelsmo como con el hecho de {que el pablico habia de contar con los poetss para entrete- nerse, Salvo por sus pedradas mutuas —usuales en el queha- cer literario de toda época—, pocas veces fueron tratados con desdén los poetas en ia antigedad. Eran reverenciados come figures préiximas 2 lo divino: en laimaginacién pablica caian mas 0 menos entre los adivinos y los semidioses. In- clusive ls propias deidades figuraban 2 menudo en su aud torio, segin lo atestigua el mito de Orfeo. [Nada més alejado de Platon que este mito, partcularmen- te esclarecedor,asimismo, a propésito de la visién antigua de |a integridad sentimental del poeta. Orfeo no es ningén Don Juan, Tanto lo perturba la muerte de su esposa Euridice, ENERO DE 1996 * {que sus lamentos ablandan a los Olimpicos, quienes lo auto- rizan para descender al mundo inferior a buscarla. Que sea en vano el viaje (seguido, en poesia, por descensos parec dos en Homero, Virgilio y, sobre todo, Dante), sélo demues- tra la intensidad de los sentimientos del poeta hacia su amada —aparte, claro esta, de la captacion por los antiguos

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