El estructuralismo fue un movimiento filosófico, científico y crítico-literario que, desarrollado principalmente en Francia durante la década de 1960, extendió a la antropología, a la crítica literaria, al psicoanálisis, al marxismo y a la epistemología las teorías y los métodos del estructuralismo lingüístico, denegando así la primacía a un saber histórico-humanístico que tenía a J.P. Sartre como símbolo. La crítica estructuralista dirigirá, principalmente, su foco hacia la fenomenología y la historia, proponiéndose antihistoricista, antihumanística y antiesencialista, sustituyendo el primado de la historia, del hombre, de la subjetividad de la conciencia y del individuo, por el primado de la estructura. El movimiento estructuralista se propone comprender los fenómenos sociales y culturales desde el interior, reconstruyendo su hacerse histórico a través de la acción consciente y potencialmente libre de los individuos, los estructuralistas prefirieron tratar el mundo humano como otro campo cualquiera investigado por la, ciencias naturales, y descubrir desde el exterior qué relaciones sistemáticas y constantes (o estructuras) mediaban entre los fenómenos socioculturales y entre qué límites, a menudo inconscientes, se hallaba constreñida la acción de los individuos. Desde el propio campo de la filosofía la mejor manera de definir el estructuralismo es poniéndolo en contraste con las filosofías a las que se opone: 1) Con el atomismo lógico; para los estructuralistas no existen, en ningún campo fenoménico, elementos primeros determinables y conocibles en su estado aislado, fuera del sistema de relaciones que median entre ellos; lógicamente la relación precede a sus términos la forma precede al contenido; 2) Con el empirismo; la estructura es un modelo explicativo y simplificativo de lo real, pero no pertenece ella misma al plano de la realidad; la constante de un campo fenoménico cualquiera no es directamente observable por comparación y abstracción de las semejanzas de las diferencias, sino viceversa, mediante la aplicación a la realidad de una regla de transformación que reduzca matemáticamente las diferencias observables a variantes de una misma combinatoria. 3) Con el historicismo y el humanismo; no tanto porque el estructuralismo conceda privilegios necesariamente a la estática social con respecto a la dinámica, sino porque no admite diferencia de método entre ciencias sociales y naturales e, incluso, considera los acontecimientos humanos del mismo modo que los naturales; no existe, por tanto, desde esta perspectiva, ningún círculo hermenéutico, ninguna comprensión interna del hombre por parte del hombre que otorgue privilegios a la dimensión del tiempo como aquélla en que los acontecimientos históricos adquieren un significado propiamente humano, negado a quien pretenda observarlos desde el exterior; el estructuralismo refuta, en suma, por ambos lados la ecuación en base a la cual sólo el hombre es un ser histórico y sólo la historia es propiamente humana.