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 Bibliografía: Eric Weitz, La Alemania de Weimar. Capítulo 3.

III. El mundo de la política


El Káiser se había ido, y en consecuencia, los alemanes tenían ante sí un amplio
abanico de posibilidades, no se hablaba otra cosa por la calle. Durante la época de
Weimar la política se hacía en voz alta, y para mayor sorpresa, democráticamente. Las
mujeres que acababan de conseguir el derecho al voto, se unían a organizaciones
políticas. La política se convirtió así en un fenómeno de masa, algo desconocido hasta
aquel momento. Y probablemente ningún otro país que Alemania, disfrutaba de
semejante libertad de expresión.
No obstante, durante los primeros años de la República, la violencia desmedida
llevada a la práctica por la derecha, tomaba lugar todos los días. Este era el conocido
terror blanco que se vivenció entre 1919 y 1923. En la extrema derecha, se gestó una
política que idealizaba la violencia y el antisemitismo por motivos raciales, mientras
que la izquierda, optó por métodos militaristas.
El tratado de paz de Versalles había alimentado el odio y el resentimiento del
pueblo alemán, que echó la culpa de todos sus males sobre los hombros de la República.
Al mismo tiempo, la clase política de la República, parecía antigua y apegada a viejos
modos de hacer política, incapaz de afrontar los nuevos problemas que planteaba la
posguerra. Y, además, desde el punto de vista político, Alemania continuaba dividida.
La historia política de la República de Weimar se resume en tres grandes
periodos, con dos momentos de crisis, que arrojaron como resultado una quincena de
años de relativa estabilidad. Estas fases fueron:
1. De 1918 a 1923: Alemania estuvo presidida por una coalición de centro
izquierda.
2. De 1919 a 1924: Presidida por un gobierno de derecha.
3. De 1930 a 1933: La derecha autoritaria se hizo con el poder.
Los dos primeros periodos bastaron para demostrar que las promesas de Weimar sólo
era un reflejo de los males que aquejaban a la propia república y ambos concluyeron en
una catástrofe económica y crisis política. Por lo tanto, todo intento de gobernar en
coalición, resultó en fracaso.
La constitución establecía un sistema político claramente democrático: sufragio
universal y libre, reparto proporcional de escaños y libertades políticas fundamentales.
El partido Socialdemócrata (SPD) tuvo en sus políticas, como socios a: el
partido democrático alemán (DDP) y el partido centro católico. Los tres, eran conocidos
como la Coalición de Weimar.
La república surgió como consecuencia de los movimientos de masas de 1918 y
1919 y de la decisión adoptada por los partidos de la Coalición de Weimar. De los tres
que formaban la coalición, era el SPD el que contaba con más apoyos. Era un partido
comprometido con la democracia y en sus orígenes había sido el partido de los obreros
de las industrias. Todos sus símbolos eran de color rojo, y esto reforzaba la creencia que
muchos alemanes tenían de que existían lazos entre socialdemócratas y comunistas,
metiendo así a los dos partidos marxistas en la misma bolsa, cuando en realidad,
profundas diferencias los separaban.
El DDP era un partido de orientación liberal progresista que contaba con muchos
simpatizantes en la clase media. Éste, abogaba por el justo medio, es decir, por buscar
un equilibrio entre política y sociedad. Era contrario tanto a los monopolios como a la
socialización, y apoyaba sin reservas la iniciativa del individuo. Reclamaban así mismo,
la instauración de una milicia nacional en sustitución del antiguo ejército autoritario.
Insistía en que había que estrechar los vínculos con los alemanes que vivían fuera del
país, e idéntica protección exigían para las minorías en Alemania. Pero sólo tuvo un
cierto respaldo popular para las elecciones para la Asamblea Constituyente, y luego de
eso, inició un lento declive que terminó por hacerlo un partido prácticamente
irrelevante.
El partido centro católico quedaba por su parte, reducido a la religión. Pero
recordemos que para 1920, Alemania era un país mayoritariamente protestante, y los
católicos quedaban de lado. Aún así, durante la época de Weimar, las escuelas y la
educación fueron las principales preocupaciones del catolicismo. El Centro defendía
con vigor el derecho de la Iglesia a impartir enseñanza religiosa en los centros públicos,
y no ocultaban su preocupación por la depravación moral de la juventud, y reclamaban
al estado que protegiera a los jóvenes de la inmundicia y la basura. El partido imponía
una imagen de unidad con la Iglesia, pero en realidad, internamente tenía divisiones
entre: liberal-sociales reformistas y el ala más conservadora y autoritaria.
Durante la primera fase de la República, los comunistas participaron en
alzamientos armados contra el Estado en tres ocasiones: enero de 1919, marzo de 1921
y octubre de 1923. Todas terminaron en fracaso. Revueltas y huelgas sirvieron sin
embargo para evidenciar algunos asuntos de importancia, como por ejemplo:
 El enorme descontento de un segmento de la clase obrera, que apoyaban al
partido Comunista de Alemania (KDP).
 El extenso poder que tenía la derecha, siendo los principales partidos: el
Partido Nacional Popular Alemán (DNVP) y el Partido Popular Alemán
(DVP). Lo fundamental para el DVP, era que hubiese una clase media
independiente que garantizase la estabilidad del país y fomentase el
crecimiento económico. El DVP se encargó de organizar el antisemitismo
latente en Alemania.
Pero los grandes ataques contra la república, llegaron de la mano del DNVP,
un partido con fuerte implantación entre la vieja nobleza de terratenientes
prusianos, algunos sectores empresariales y oficiales del ejército. Durante las
tres fases de la República, no dejaron de barajar la idea de algún tipo de
solución autoritaria, preferiblemente militar, reacios a la democracia,
abrazaban y practicaban una ética facistoide.
Algunos eslóganes eran muy efectivos para la derecha y la derecha radical:
 La leyenda de la puñalada en la espalda que el Alto
Estado Mayor había difundido durante las semanas
posteriores al armisticio: Alemania no había sido
derrotada sino traicionada por judíos y socialistas.
 Eslóganes antisemitas.
A pesar de todos estos factores, el verdadero enemigo de la República, resultó ser la
derecha. La coalición de Weimar sufrió su primera derrota en la primavera de 1920
cuando al prohibir las huelgas y las milicias obreras, perdió los apoyos que tenía de la
izquierda. Sumado a esto, cada uno de los gobiernos que conformó la República, tuvo
que vérselas con las conferencias diplomáticas para resolver las compensaciones de
guerra, y de éstas no salió nunca nada limpio. Lo peor de todo, fue la inflación que
inició en 1914 y que era ya para 1919 una hiperinflación, y llegó a alcanzar niveles
estratosféricos en 1923, debido a la presencia de tropas francesas y belgas en regiones
económicas clave como la cuenca del Rhur. Para septiembre de aquel año, la República
consintió que individuos privados, con intereses económicos propios, negociaran en
nombre del país, para reducir la inflación. Para noviembre, el gobierno creó una nueva
moneda: el Rentenmark (antes eran los Marcos), una osadía que pagaría cara.
Para 1924, era el Centro el partido con un electorado más estable, pero sus
discrepancias internas se hacían cada vez más evidentes. En 1928, la derecha se alzó
con el poder, pero la política se fragmentaría aun más, existiendo 6 partidos
mayoritarios y 8 minoritarios representados en el Reichstag. El personaje más destacado
fue Gustav Stresseman del DVP, ministro de asuntos exteriores, siendo su primer gran
triunfo la firma de los Tratados de Locarno en 1925, por los cuales, Alemania, Francia y
Bélgica renunciaban al uso de fuerza para modificar las fronteras que los separaban.
Alemania además recibió con estos la promesa de que entraría a formar parte de la
Sociedad de las Naciones, aspiración que vería satisfecha en 1926. Stresseman sería
incluso, junto con Briand (Ministro de Relaciones exteriores francés) galardonado con
el Premio de la Paz por la consecución de aquellos acuerdos.
Con todo esto, es posible afirmar que hacia el final de la segunda fase de la
segunda república los alemanes podían considerar la posición internacional de su país
con cierto optimismo. Nada de esto satisfizo, sin embargo, a la poderosa derecha
alemana, que siempre mostró mucha afinidad por los usos militares. Con esto, había en
Alemania hacia 1920, más de doscientas agrupaciones paramilitares, al final, los nazis
acabarían por hacerse cargo de todos estos grupos, dándoles una orientación ideológica
mucho más precisa.
Además de las formaciones paramilitares, el Ejército alemán seguía siendo una
institución vitoreada, animada y muy influyente. El tratado de versalles le había
impuesto drásticas limitaciones: Alemania sólo podía contar con 100.000 hombres y no
podía tener fuerza aérea. Los jefes del ejército intentaron soslayar estas condiciones, y
así, reclutaron en secreto nuevos hombres y construyeron fábricas de armamento y
campos de instrucción en suelo ruso.
La figura clave durante casi la mitad del periodo de Weimar, fue el jefe del
Estado Mayor del Ejército, Hans von Skeeckt, un oficial representativo del Reichswehr1
que había ascendido y servido durante el antiguo régimen. Su ambición era restaurar el
poder del ejército para que Alemania volviese a ser una gran potencia. Fue destituido en
1926 por los descontentos de las multitudes que se generaron por que él posibilitó la
instrucción militar del ex príncipe heredero. A finales de aquel año la prensa sacó a la
luz la relación del Reichswehr con la Unión Soviética lo cual bastó para mostrar la gran
fragilidad de la República.
Skeeckt no fue el único militar que adquirió notoriedad pública. Desde 1925, el
presidente de la República fue Paul von Hindenburg. Con él, la tradición conservadora y
autoritaria del estamento militar alemán impregnó la sociedad y la política de Weimar.
Con el hundimiento de la bolsa de Estados Unidos en octubre de 1929, que
desembocó en una crisis del sistema financiero y productivo, se produjo la crisis
económica mundial y sus efectos no tardaron en sentirse en Alemania, porque gran
parte del resurgimiento económico durante la república de Weimar se había dado por
inyecciones de capital norteamericano.
¿Cómo iba a ganarse la república la confianza de los ciudadanos alemanes tras
Revolución, Versalles, intentos golpistas, hiperinflación y crisis mundial? Así, la crisis
económica dio pronto paso a una crisis de legitimidad del sistema político. Y la
financiación del sistema de cobertura de desempleo, que había sido una de las grandes
conquistas de la segunda fase de la república, se convirtió en el eje central del debate
político. Ante la falta de acuerdo, cayó el gobierno. El presidente Hindenburg designó
como canciller al conservador del Partido del Centro, Heinrich Brüning y a la vista de la
situación, el presidente recurrió a la constitución, que permitía al canciller gobernar por
decreto.

1 Nuevo nombre del ejército alemán.


Durante los tres años siguientes, hasta que los nazis se hicieron del poder,
Alemania quedó en manos de una dictadura presidencial. Era una dictadura muy
peculiar, que ejercía porque la democracia no funcionaba, no porque se hubiera hecho
con el poder y abolido la Constitución. Oficialmente seguía existiendo la Reública de
Weimar, pero vacía de contenido.
En 1932, en lo más hondo de la depresión, Alemania vivió dos elecciones
legislativas, dos presidenciales, y numerosas elecciones locales y regionales; tres
cancilleres se hicieron cargo sucesivamente del gobierno. Ningún partido reunía
mayorías. Brüning procedió a recortes sustanciales del gasto público, especialmente en
materia de derechos sociales y a despedir funcionarios civiles o recortarles el salario,
medidas que sólo sirvieron para agudizar el malestar entre la población. Así, la
depresión económica, la fragmentación política y la parálisis institucional acabaron con
la escasa confianza de los alemanes hacia el régimen instaurado en Weimar. Era una
situación perfecta para los adversarios de la república, y los nazis tomaron el mando.
Con todo esto, el principal obstáculo que hubo de sortear la República, fue
probablemente la herencia recibida de la Primera Guerra Mundial, que dificultó
cualquier avance y sirvió en bandeja innumerables argumentos a los enemigos de la
democracia.

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