Você está na página 1de 6

Se termina el 2015 y se me dio por compartir-les lo que a mi gusto fueron los mejores álbumes de

dicho año. Creo que es la primera vez que lo hago de una forma más metódica, organizada y
gráfica, y es por eso que no la concibo al fin y cabo como una lista de la que nos podamos fiar al
100%, ya que siempre queda algo nuevo por escuchar y de redefinir. La música nos despierta
emociones, profana sentimientos y nos acompaña en los mejores momentos o en la simple rutina.
Son sonidos que nos invitan a soñar en cualquier lado. No creo que en la música haya ganadores,
ni mejores ni peores, sino que al final los gustos y su dinamismo prevalecen. Y eso está bueno.

#15. Disclosure – Caracal

El esperadísimo segundo álbum de los hermanos Lawrence nos invitó a bailar este año a lo largo
de 11 tracks llenos de sonidos laser y beats narcolépticos que parecen salidos de naves espaciales
en combinación de percusiones neo-tribales que en definitiva terminan de marcar un estilo propio
concretando así un carácter de estudio y en vivo más humano que robótico. Injustamente
infravalorado por la crítica tal vez por no resquebrajar de lleno la escena electrónica como hace
dos años con su anterior placa, esta vez se sirven de un desfile de estrellas contemporáneas como
Lorde, The Weeknd, Miguel, y (quizás el tercer Disclosure) Sam Smith, además de los emergentes
muy destacables LION BABE y Kwabs, entre otros. Sentenciados por su acercamiento al
mainstream y por ser esta vez más conservadores, no se dejó ver que este dúo llegó con
intenciones de quedarse en la pista de baile y que todavía tienen mucha tela para cortar,
incorporando a la electrónica más que sintetizadores y arenga al público como cualquier DJ que
aspira a la Creamields o Tomorrowland. Los Disclosure demuestran su faceta de rockstars
insurgentes pero sin ningún apuro, más cercano a los últimos Daft Punk que a cualquier David
Guetta. Curioso que el mejor track sea Jaded, en el cual el más joven de los Lawrence se hace
cargo de las voces, una apuesta que resulta más explosiva y rítmica que cualquier otra.

#14. The Libertines – Athems for youth.

Vamos al corazón del problema: Pasaron 11 años de silencio discográfico para que las personas de
Pete Doherty, Carl Barat y cía limaran sus asperezas y se juntasen a componer nuevos temas. El
resultado, fruto de su estadía en Tailandia (donde el propio Doherty realizo su última
rehabilitación) no podía ser más fiel a su estilo: Autoreferencias conflictivas, viejos fantasmas,
pedidos de redención, recaídas esporádicas, influencias literarias espirituales y palos por doquier
bajo la sombra del farmakón. Si bien el romanticismo tiene su lugar (La más clara, You’re my
Waterloo, en su versión definitiva) la búsqueda incansable del nirvana que nunca llega se hace
más que presente. Las ráfagas de acordes y los pequeños riffs vuelven a funcionar en canciones
melódicas, permitiéndose semi baladas de playa (Iceman) que terminan por explotar y también lo
que mejor saben hacer: himnos para estadios y borracheras culposas (Heart of the Matter, Fame
and Fortune). En esta ocasión cambian al ex The Clash Mick Jones por productor Jake Gosling
(quien produjo los popstars juveniles Ed Sherann y One Direction) en búsqueda de frescura, pero
más bien le termina asegurando un sonido mucho más limpio y firme a sus jadeos que sus placas
predecesoras sin caer en empalagosas manotazos para ganarse espacios radiales. En el 2015 The
Libertines siguen siendo The Libertines así haya pasado una década, bandas paralelas, estén de
pepa o con resaca. Athems for Youth parece hablarle a su propia juventud perdida, echándose
culpas pero sin traicionarse artísticamente. Ya no son tiempos para héroes, atrás quedaron las
fiestas con modelos y las horas en prisión. Son tiempos de tregua, en búsqueda del cariño que
nace de las ganas de seguir tocando y girando con amigos.

#13. Viet Cong

Los canadienses presentaron su debut homónimo casi desde las sombras y terminaron dando la
vuelta al globo por distintos festivales. El mismo nos invita a una especie de selva impenetrable,
vertiginosa, de la que difícil se puede salir sin recibir un buen colapso de sonoridad intensa.
Sonidos de agua turbia, barro, calor, y ecos de marchas ancestrales. En contraste con su EP de
2014. Viet Vong da un salto de calidad en cuanto a la producción, rica en relieves donde las
guitarras rabiosas se hacen cargo del mando y los estruendos de percusión aportan el motor en
todo el álbum, tanto que en ciertos cuelgues de distorsión uno se piensa a la deriva, entregado a
grotescas melodías muy bien trabajadas aunque no lo aparente. Con aires de Interpol y sin duda a
Joy división (por más que la misma banda afirma no haberlos escuchado jamás), el post-punk
encarna en Viet Cong una gran apuesta, esta vez más compleja y sin caer el viejas fórmulas o
clichés; la voz del bajista y cantante principal Matt Flagel pisa fuerte y sin miedo, incluso más cerca
de Bowie que de Curtis y sus ataques. Por su osadía y carácter sin duda para mi uno de los
descubrimientos del año.

#12. Wilco – Star Wars.

Dejamos el country de lado. El Ci-fi también. No se trata de un disco compuesto por el oscarizado
John Williams sino por los viejitos comandados por Jeff Tweedy que gustan de hacer cada vez más
lo que les pinta. Lo sacaron gratis, la tapa del disco es de un cuadro que Jeff tiene en su casa y el
nombre elegido para el disco fue prácticamente al azar ya que el líder de Wilco ha confesado no
haber visto las películas. Lo cierto es que es un gran álbum lleno de gajes del oficio que deja de
lado un poco el eclecticismo que los caracteriza. Bastante “rockero” me permito decir, cancionero
y mucho más sólido. La tranquila “You Satellite” deja tranquilos a los fans más conservadores y el
single “Random Name Generetor” los convence de seguir tomando una pinta más y de que nada
puede ser tan malo ya que la banda está de vuelta. Sin ser fan de la banda puedo advertir que de
alguna forma la sencillez del disco termina marcar un camino seguro y de calidad. Slides van
acordes vienen los muchachos se entretienen. Por si quedaba alguno por convencer (aunque
tampoco creo que sea la idea) queda demostrado que estos “chicos” no son ningunos
improvisados; Star Wars resulta otra muestra de talento artístico sin pretensiones de más. Mis
favoritas: “Taste de Celling”, “Where Do I Begin”, capaces de despertar emociones hasta una
piedra.
#11. Beach House – Depression Cherry

El dúo oriundo de Baltimore sorprendió este año al lanzar dos álbumes contundentes —
Depression Cherry en agosto y Thank Your Lucky Stars en octubre— satisfaciendo a todos los que
esperábamos “lo nuevo” de ellos. Desde su debut en 2006 que Beach House viene deleitandonos
álbum tras álbum con capas de melodías volátiles y ecos de ensueño. Sus últimas dos placas les
han conseguido un lugar entre los grandes (¿? del indie, de la mano del productor Chris Coady,
experto en el género. Si bien no son una banda que llenaría estadios, su preocupación pasa por las
composiciones de calidad, ni una nota falta ni ningún golpe de percusión está de más. Son el
perfecto soundtrack de un romance entre adolescentes que sueñan con volver a reencontrase
mientras leen revistas en habitación esperando que sus padres los llamen para comer. En el sexto
track, “PPP” Victoria Legrand nos pregunta "Are you really ready for this life?" dejando claro que
no se refiere al Plan Primer Paso, sino de un otro paso gigantesco, el de la vida misma. Depresión
Cherry es sutileza, más humilde que sus predecesores que iban en ascenso como cañita voladora
pero sin embargo no pasa desapercibido. Letárgico como ningún otro, esperanzador dentro de
alucinaciones indescifrables, nos invita a sumergirnos al mundo de los sueños diurnos donde los
arpegios y la pasión que emana del órgano y voz de Victoria Legrand preparan un festín para
dejarnos K.O. pero con el corazón contento. Como comentó un amigo a través de Facebook,
Depression Cherry “está miamor”.

#10. Wavves – V

Entre sus múltiples intervenciones artísticas Nathan Williams nos trae de vuelta lo que mejor sabe
hacer: canciones pop pasadas por el filtro mugriento del punk y la playa. Si bien hay que
considerar este año el gran trabajo en conjunto con Cloud Nothings, “No Life For Me”, elijo a “V”
por su elegancia para escupirnos en la cara 11 tracks llenos de deliciosas canciones llenas de
power pop-punk-whatever. Sin pensar mucho en nada, jugando al GTA, escabiando con amigos,
contando chistes previos o post chapusón veraniego es como debería ser deglutido V, que si bien a
mí personalmente no me llega de la misma forma que en su momento King Of The Beach (2010),
deja de lado las sombras y lo grotesco por lo grotesco de su último álbum Afraid To Heights (2013)
y se entregan de vuelta a los incinerantes rayos de sol y a la velocidad de una chata yéndose a la
playa (o al rio/pileta en el caso de nosotros cordobeses). Al igual que Best Coast, Wavves no
intenta revolucionar el panorama de la música surf californiana, sino que se limitan a tener lindas
y simples canciones para reventar el escenario (ninguna supera los tres minutos y medio de
duración). No aspiran a ser los Beach Boys de su generación, pero estos chicos terminan
adueñándose de lo que les pertenece: las playas y las calles desafiando la demanda del éxito
comercial con melodías y canticos de resaca, delirium, éxtasis y una vez que el caos haya pasado,
salir a reventarse nuevamente en una oda adolescente sin fin. Temas clave: Heavy Metal Detox -
Way Too Much (el arranque perfecto) – My Head Hurts.

#9. All We Are – All We Are.

Aquí he de reivindicar a uno de mis álbumes favoritos de este año: justicia por All We Are.
Si no fuese porque vivimos un mundo hiperglobalizado quizás jamás los hubiésemos escuchado
sonar ni hablar de ellos, créditos a la radio Apolo que fue donde los escuché por primera vez.
Compuesto, producido y grabado en parte en Inglaterra en el Liverpool Institute For Performing
Arts —donde los miembros se conocieron—, en montañas de noruega y al norte de Gales, el disco
no viene a ofrecernos una mixtura propia de conjugación de los orígenes de sus miembro sino un
catarata de sonidos hechos canción que oscilan entre el funk, soul y chillwave. Como ellos mismos
señalan, sus coros recuerdan a una especie de Bee Gees perdidos en un campamento hippie, pero
con acceso a Wi Fi. También coquetean con sutilezas al estilo The XX sin llegar a rompernos el
corazón, y bellas estructuras musicales al estilo Wild Beast. Unos de mis temas favoritos, Keep Me
Alive parece un llamado al reconocimiento, al deseo, una venenosa necesidad de cariño que se
confunde con el llanto de niño a través de capas de notas y notas donde lo digital se adueña de la
naturaleza o viceversa (¿los acodes iniciales no recuerdan a “Puente” de Gustavo Cerati?), una
sensación que prevalece en todo el disco, a veces acentuada a lo bailable, otras veces más del lado
del relax, el sillón y el café. Con aires también a The Withest Boy Alive y Metronomy, All We Are
no parece salido de otro mundo ni viene a traernos una revolución musical, pero que estos
muchachxs saben hacer música de calidad para mantenernos contentos es digno de
reconocimiento. Aplausos, medalla y beso.

#8. Jamie xx – In Colour

Por fin Jamie Smith está teniendo el reconocimiento que se merece fuera de The xx. Sin dudas a
este álbum color le sobra. En su debut como solista, el joven londinense arremete contra distintos
géneros de electrónica y tiene vía libre para hacer de todo ese “color” grandes esquemas
musicales, dibujando además con las voces de sus compañeros de banda Romy Madley Croft y
Oliver Sim, combinando la sutileza y pasión desgarradora de The xx con beats neo-esquizofrénicos
en atmosferas que van desde la oscuridad virtual hasta acordes minimalistas que incitan a tirar
unos pasos al estilo Drake. O por qué no, coquetear también con el hip hop galopante para animar
cualquier fiesta, pasando guiños al reggae y momentos netamente instrumentales que recuerdan
a los hipnóticos The Knife musicalizando algún film de Xavier Dolán. Si bien admito que a la
primera escucha no me voló la peluca —quizás por no tener el oído lo suficientemente entrenado
para la música electrónica— con las siguientes entendí que se trataba de un gran trabajo, brillante,
pulido y no un capricho experimental del disidente de The xx. Siguiendo el juego de sintetizadores
y algunas guitarras low-arpegi, el álbum llega a su punto más alto en “Loud Places” que vuelve a
acompañar en guitarra y voz Romy haciendo gala de su sensualidad envuelta mínimos de bajos y
percusión que concluye en un pegadizo coro, termina por acreditar para mí el mejor tema del
álbum. Le sigue el hit “I Know There’s Gonna Be (Good Times)” feat Young Tugh y Popcaan, el que
cuenta con más difusión y swang, demuestra que este muchacho no le hace asco a nada. El track
#10 “The Rest Is Noise” —el titulo habla por sí mismo— regresa a lugar de partida y pide otra
ronda. La última “Girls” es una fantasía de samples y coros que atraviesa como un rayo distintas
aguas, y de esta manera teme a seguir marchado entre la psicodelia y los bajos funk en clave
House y Sinth-pop. Definitivamente un álbum para coleccionar.
#7. Kendrick Lamar – To Pimp A Butterfly

Totalmente aclamado por la crítica y el público anglosajón a Kendrick Lamar ya se le adjudica el


título de “Leyenda” del rap y el hip hop al lado de otros gigantes como 2Pac y Notorius B.I.G. Esto
gracias a su tercer álbum To Pimp A Butetterfly, el cual se nos presenta de forma conceptual
encarnando una devastadora critica a la sociedad estadounidense. Por un lado atacando al
racismo recalcitrante que históricamente oprime al pueblo afroamericano (en distintas
manifestaciones se escuchó a la gente marchar y cantar el estribillo de “Alright”) también
desafiando a las pandillas que azotan la costa oeste, criticando los estereotipos positivos de
violencia, machismo, ostentación del dinero y consumo drogas, que después son exhibidos por
otros raperos famosos. Musicalmente inclasificable, poética, llena de mixturas, controvertida, hay
quienes ya realizan análisis socioculturales sobre esta obra —al escritor ganador del Pulitzer,
Michael Chabon se dispuso a analizar algunas canciones— y por la veta comercial, si se puede
considerar así, Kendrick ha recibido 11 nominaciones en total a los próximos Grammys incluyendo
disco del año, canción del año y mejor interpretación de rap. Inclusive Barack Obama eligió a “How
Much A Dollar Cost” como su canción faorita de este año (¿?. Describir y analizar este álbum es sin
dudas una empresa difícil de cometer, más aún para quien no pertenece a una sociedad donde el
género no está desarrollado/explotado, es decir no familiarizado con estos artistas, y más aún no
maneja un buen inglés. En todo caso no hay que pasar por alto este acontecimiento ni dejar de
seguir a este artista que seguramente seguirá dando mucho que hablar.

#6. Kurt Vile - b'lieve i'm going down...

Kurt Vile nos trae con el presente álbum un puñado de canciones folk que parecen emerger de una
mente oscura y siniestra con el fin de proyectarse a plena luz del día a 40°C a la sombra. Durante
una hora y un minuto de duración, ese calor nos transporta en una especie de raod movie sin
destino en melodías complejas y notas circulares las cuales despilfarra de esa guitarra maldita. En
busca de su propia persona, intentando reconocerse frente al espejo, Vile no deja de tocar su
guitarra mientras tanto, cosa que por el momento lo mantiene vivo, como una suerte de Bob
Dylan psicodélico, en las nubes, atareado. Si bien el viaje musical despega con el hit “Pretty
Pimpin”, la joya del disco, se sitúa un par de canciones adelante en una meseta de arpegios que
como cascabeles acompañan los bostezos y gruñidos del ex The War On Drugs. “That's Life, Tho
(almost hate to say)” y “Weelhouse” son fieles muestras de ello. Momentos de ensueños de
simple guitarra acústica y voz tienen su lugar con “All In A Daze Wolrd”, mientras que en “Lost my
Head There” literalmente pierde la cabeza al cambiar las guitarras (¡!) por pianos y bajo, dejando
en claro que no se conforma con ser un prolífico guitar hero sino al fin y al cabo un gran
songmaker. Retoma cual síndrome de abstinencia a las cuerdas para por fin volver a su casa de
fantasía en un bosque perdido, regalándonos la preciosa “Wild Imgination”. Con mucha textura,
momentos oscuros y de armoniosa fragilidad, Kurt Vile brilla y convierte todo lo que toca en oro,
extraño y particular, pero muy valorable al fin. Como quien dice, un loco lindo.
#5 - Elliot – Highspeeds

¿Qué sabemos de Elliott Moss? Poco, poquísimo, pero basta con escuchar en Spotify su único
álbum Highspeeds para convencernos de que no se trata de un niño jugando a mezclar
instrumentos en su habitación sino de un trabajo sólido, maduro, dispuesto a despertar
emociones a troche y moche. Vertiginoso, sensual, plástico, dinámico. El multiinstrumentista
neoyorkino de 22 años es sin dudas una de las revelaciones de este año, si bien algunos singles ya
se conocían con anterioridad, el conjunto de tracks que integran el álbum ofrecen una gestlat-
producto contundente e intrigante. Su voz puede que nos recuerde a Thom Yorke un tanto más
sedado y en sus cabales, los distintos ambientes instrumentales (tocados y grabados por el mismo
en gran parte) nos ofrecen sombríos paisajes donde predomina un clima noir, gótico, futurista,
cyberpunk. Y es aquí donde el sentimentalismo vale oro, donde reconstruir las pasiones se vuelve
una necesidad. Detrás de luces de una metrópolis, engranajes y tecnología hi-fi, un mar de
emociones rompe con la aparente indiferencia y apatía de la maquinaria, y es ahí donde se puede
visualizar el florecimiento del canto e instrumentos más convencionales que nunca dejaron de
existir en este contexto binatural. Esperemos que Highspeeds no haya sido un error de la Matrix y
que la joven promesa nos traiga de nuevas trovas para un mundo que se viene abajo.

#New Order - Music Complete.

Você também pode gostar