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En la dinámica universal y constitutiva de la vida hay un tiempo para buscar y un tiempo para perder. Toda
separación es una pérdida, un morir a un modo de ser, de vivir, de estar en relación para abrirse a nuevos
modos de ser, a nuevas relaciones, a nuevos desafíos
El crecimiento de una persona está ligado a su capacidad de manejar de manera constructiva las pérdidas
de la vida.
Existen dos tipos de pérdidas: físicas o tangibles que incluyen las pérdidas perceptibles de una posesión
valorada o un ser querido y psicosociales o simbólicas como por ejemplo, el divorcio, la pérdida de status,
de empleo, etc. Generalmente, estas últimas no suelen registrarse como pérdidas de tal forma que no nos
concedemos el tiempo necesario para elaborarlas ni reconocemos los sentimientos que nos generan, pero
de todas formas, las pérdidas simbólicas al igual que las tangibles inician un proceso de duelo.
La dimensión y la intensidad del duelo estará en proporción al significado altamente personal que lo
perdido tenga para cada cual. Reconocer e identificar estas pérdidas muchas veces desatendidas, es un
importante factor preventivo para la salud de la persona.
La pérdida de la salud:
Vivimos en un cuerpo maravillosamente entretejido y sumamente vulnerable. Basta un incidente, un
descuido, una caída, costumbres dietéticas perjudiciales, situaciones de estrés mal manejadas para que
se desarrollen trastornos que condicionan la salud, el trabajo, el futuro.
La pérdida física de un miembro, de un seno, de un pulmón, de la vista, el oído, representa la pérdida de
una parte de sí. Cualquier enfermedad o limitación se ven como una amenaza al propio bienestar y
desencadenan un abanico de reacciones según la gravedad o intensidad del mal.
Bowlby se plantea como interrogante central ¿qué es lo que une a las personas? ¿Qué motivación hace
que las personas mantengan relaciones no solamente de afecto sino continuas o relativamente continuas
en el tiempo? Es decir ¿Por qué un hijo esta con la madre?, ¿Por qué una pareja se mantiene?, ¿Por qué
después los hijos mantienen relaciones con los padres?, ¿Cuál es el elemento que une esas relaciones?
Bowlby, para desarrollar su teoría, recurrió a ciertas experiencias que son de la etología, como son las
experiencias de impronta, estudiada por Konrad Lorenz y las experiencias de Harlow con los monos
Rhesus.
En la noción de impronta, imprinting o impresión (Konrad Lorenz), la conclusión que se saca es la
siguiente: los polluelos de pato o ganso pueden establecer una relación con una figura específica, aunque
no medie la nutrición; pueden seguir al investigador Lorenz sin haber alimentación de por medio, pues
habían establecido con él una relación. Entonces, la impronta, es la relación con una figura específica, con
la cual se establece un lazo, pero que es relativamente independiente de la nutrición, le indicaba que había
un lazo que iba más allá de la misma.
Las experiencias de Harlow también confirmaron eso. Llevó a cabo una experiencia muy conocida con
monos Reshus. Puso dos monas de alambre, una con mamadera y la otra sin mamadera pero cubierta
con un paño peludo. A través de la experiencia se vio que, si bien los monos se alimentaban de la
mamadera, se pasaban la mayor parte del tiempo con la mona de alambre peluda, y más aún, cuando
había situaciones de angustia o tensión corrían hacia la madre peluda. Entonces, empezó a perfilarse la
idea de que había algún motivo de relación que iba más allá de la nutrición y el sexo; y que tenía alguna
función: la protección.
La teoría del apego de Bowlby ofrece una manera de conceptualizar la tendencia de los seres humanos a
establecer fuertes lazos emocionales con otras personas y una manera de entender las fuertes reacciones
emocionales que se producen cuando dichos lazos se ven amenazados o se rompen.
El apego se puede definir como el deseo de una persona de establecer cercanía y contacto con una figura
que tiene un carácter protector: el niño con la madre, un esposo con la esposa, un amigo con otro. El
apego no se reduce a la relación hijo madre sino que en la infancia es más intenso y decrece un poco con
el tiempo, pero se mantiene toda la vida.
La tesis de Bowlby es que esos apegos provienen de la necesidad que tenemos de protección y
seguridad: se desarrollan a una edad temprana, se dirigen hacia unas pocas personas específicas y
tienden a perdurar a lo largo de gran parte del ciclo vital. Cuando la figura del apego desaparece o se ve
amenazada, la respuesta es de inmensa ansiedad y fuerte protesta emocional. Si el peligro no desaparece
sobrevendrá el rechazo, la apatía y el desespero.
Bowlby, afirma que el apego es una disposición preprogramada, quiere decir que es una tendencia a, no
es un instinto; requiere del ambiente y de la experiencia para organizarse y desarrollarse; es
preprogramada, y biológica, como predisposición. El modo en que se encamine y organice esta tendencia
va a depender de las experiencias, y podrá dar lugar a tres formas de apego según Mary Ainsworth: apego
seguro, apego ansioso o desapego.
Apego seguro: se refiere a cuando una persona se siente con suficiente confianza interior como para
poder establecer relaciones, poder separarse y después juntarse con alguien emocionalmente. Es
consecuencia de experiencias con padres que les han otorgado a los niños suficiente sentimiento de
confianza o una base suficientemente segura, como diría Bowlby, de modo que estos desarrollan un
apego seguro. Se lo puede tomar en términos de confianza/desconfianza o seguridad/inseguridad.
Apego ansioso: cuando, por ejemplo, los padres han sido contradictorios, han brindado afecto, apoyo y
una base segura pero al mismo tiempo han tenido acciones contradictorias como ambivalencia,
abandonos, etc., de manera que crean un estado de inseguridad. Se caracteriza por el aferramiento a la
figura de apego y gran angustia de separación o sea el temor a que la figura de apego se vaya.
Apego elusivo o desapego: las conductas de rechazo, de maltrato o desafectivas de los padres han sido
muy continuas y reiteradas; entonces la persona llega a crear un estado de desapego en el sentido de que
evita el apego. Los casos más extremos son considerados los de narcisismo, falso self; básicamente, las
personas autosuficientes podrían ser un buen ejemplo de estos casos.
FICHA Nº 3
¿QUE ES EL DUELO?
En el tiempo del duelo todas las dimensiones de la persona pueden ser alteradas: física, emocional,
conductual, espiritual, intelectual y social. Toda la persona se resiente. El conocer estas distintas
reacciones nos permiten vivirlas con más calma, alivio, paciencia y conciencia, sabiendo que son parte de
un proceso.
A nivel físico: Palpitaciones, Dolor de cabeza, Sensación de falta de aire, Temblores, Dificultad
para tragar, Visión borrosa, Opresión en la garganta, Nauseas, Boca seca, Nudo en el estómago,
Fatiga y cansancio, Dolor de espalda, Mareos, Oleadas de calor, Hipersensibilidad al ruido,
Opresión en el pecho.
Este es el llamado duelo del cuerpo y siempre es recomendable realizarse un chequeo médico.
A nivel emocional: Se alteran los sentimientos y emociones. Hay un primer momento de Shock,
aturdimiento, pánico, incredulidad, anestesia emocional, donde nada parece real, piensas y actúas
como si tu ser querido continuara vivo.
Siguen oleadas de Rechazo, ira y enojo, esto forma parte del duelo y no debemos luchar contra él.
Ira disminuyendo gradualmente.
Es habitual sentir culpa por asuntos que han quedado pendientes, por cosas no hechas o dichas,
por no haber perdonado, por no haber agradecido, por no haber hecho más de lo que se hizo o por
no haber muerto en su lugar.
La tristeza es prolongada con distintos tipos de llanto. Es el sentimiento más común. No llorar no
significa no sentir tristeza. Algunas personas la expresan con aislamiento, apatía o enojo. Los niños
suelen expresar su tristeza con un comportamiento irritable.
También hay resentimiento, ansiedad y angustia.
El deseo de seguir compartiendo las situaciones más cotidianas con nuestro ser querido sumado,
muchas veces, a la sensación de falta de comprensión del resto, hace que sintamos una profunda
soledad, con la sensación de que el mundo se hubiera acabado tras la pérdida.
El ánimo está deprimido y el miedo puede ir desde un ligero temor hasta un permanente estado de
alerta. Es muy normal experimentar miedo por el futuro, por la salud propia y de otros seres
queridos, miedo a la vida misma, miedo con respecto a la propia muerte.
También en algunas situaciones se puede sentir alivio, por ejemplo cuando la persona fallecida
pasó por un proceso de enfermedad largo y doloroso, o cuando se trató de una relación conflictiva.
Muchas veces acompañado con sensación de culpa.
A nivel mental: Pensamientos repetitivos, imágenes y recuerdos que nos invaden. Falta de
concentración, distracciones, olvidos. Soñar con la persona que ha muerto.
A nivel conductual: Llamarlo en voz alta o buscarlo, Evitar recordatorios, o por el contrario,
atesorar objetos. Fumar o beber más de lo habitual. Alteraciones del sueño, insomnio o dormir más
de lo habitual. Alteraciones de la alimentación, falta de apetito o comer en exceso. Hablar
constantemente de la persona fallecida o, por el contrario negar su existencia.
A nivel espiritual: Surgen preguntas sobre el porqué, sobre el sentido de la vida, sobre el sentido
del amor, sobre un posible reencuentro, sobre el misterio de la muerte, etc.
Es habitual también, que ante semejante dolor, cuestionemos nuestra fe y creencias religiosas.
A nivel social: molesta la risa y la cotidianeidad de la gente. Surgen deseos de aislamiento social,
a veces surge fastidio porque los otros no comprenden el dolor. Puede producir resentimiento hacia
los demás, hacia los allegados, hacia los que quieren ayudar y no saben cómo. Distanciamiento
familiar, discusiones, enfados o en ocasiones necesidad de mayor compañía.
Características y cronología:
No es un proceso que siga unas pautas universales. A pesar de la enorme variabilidad que se refiere a la
experiencia personal de la pérdida, se puede describir, a grandes rasgos, la evolución del duelo a lo largo
del tiempo, fragmentando el proceso de duelo, en “etapas”, “fases”, “momentos” (según ha sido
subdividido por diversos investigadores y teóricos el duelo), reuniendo características que ayuden a
comprender lo que le sucede al doliente.
Esos momentos bien pueden alterar su aparición o reiterarse, hay flujos y reflujos, avances, retrocesos,
cambios, todos ellos muy propios del proceso de duelos.
Fase 1: Shock Inicial: El momento inmediato a la pérdida (duelo agudo) es un tiempo de shock y
parálisis. La persona no se da cuenta todavía de la realidad de la muerte. También hay
aturdimiento y automatismo donde se concretan acciones que después no se recuerdan.
“En las primeras fases del duelo es importante que el doliente pueda
aceptar la realidad de la muerte de su ser querido y facilitarle la
expresión de sus pensamientos, emociones, su dolor y sufrimiento”
Predecir cuanto tiempo nos llevará superar una pérdida es difícil. Algunos podrán hacerlo en meses, otros
requerirán años. El conocido mito de que “el tiempo lo cura todo” supone que el dolor mejorará con el paso
de los días, pero el paso del tiempo por sí solo, no cura las heridas. En el duelo, este no suele ser el caso,
a medida que van pasando los días el dolor se va agudizando.
Habitualmente la duración mínima, es de un año, mínimo período necesario para vivir las fechas
especiales sin la persona amada.
El duelo es ante todo un trabajo, un proceso que no es lineal, implica un período incierto con un
desarrollo que presenta altos y bajos.
Es un proceso a largo plazo y su culminación no será un estado como el que tenía antes del mismo.
Aceptar la realidad de la muerte y aprender a desapegarse del ser querido que falleció:
Desapegarnos no significa olvidar ni dejar de amar, sino llevar adelante el propio proyecto de vida.
Es saludable expresar y comunicar todo aquello que se sienta y se piense: El camino para
liberar el dolor es darle voz a nuestras emociones.
Permitirnos llorar.
El duelo es un proceso largo que tiene altibajos, avances y retrocesos: es importante saber
que no se resuelve de un día para otro, por lo tanto, no es bueno crearnos expectativas mágicas.
Intentemos amar incluso nuestras preguntas, no busquemos las repuestas que no se nos
pueden dar. Vivamos las preguntas porque quizás, sin darnos cuenta, estemos elaborando las
respuestas.
Debemos ser comprensivos y pacientes con nosotros mismos
Reconocer que en éste período somos más susceptibles a los problemas emocionales y físicos.
Si es posible intentemos posterga las decisiones importantes
Por ejemplo vender la casa, dejar el trabajo, o deshacernos apresuradamente de objetos y
recuerdos.
Aprender a perdonarnos: Quizás haya cosas que hubiéramos hecho de otra manera,
perdonarnos significa aceptar las propias imperfecciones, hacer la paz con nosotros mismos y
encauzar el sentido de culpa para mejorar el presente.
Alimentarnos bien y descansar lo suficiente.
Practicar ejercicio moderadamente.
Evitar el abuso de tabaco, alcohol o tranquilizantes, tomar medicamentos para “no sentir” puede
contribuir a cronificar el duelo.
Acudir a la propia fe: la fe no nos protege del dolor pero nos ayuda a afrontarlo.
Busquemos y aceptemos el apoyo de los demás: Es recomendable que expresemos
concretamente lo que necesitamos, quienes nos rodean pueden querer ayudarnos pero no saben
cómo hacerlo.
Creer en nosotros mismo: La confianza se promueve retomando actividades dejadas o bien
comenzando a asumir roles nuevos.
Permitirnos establecer nuevas relaciones
Es sano y necesario volver a sonreír, a disfrutar y, si es posible, divertirnos
No hay motivo para privarnos de encontrar pequeños espacios de bienestar. Es recomendable
retomar, paulatinamente, aquellas actividades que nos resultaban placenteras.
Tal vez nos ayude pensar anticipadamente cómo afrontar fechas especiales (aniversarios,
cumpleaños) y con quién compartirlas.
La familia. La pérdida de un ser querido nos afecta a todos como familia y es en ella donde
podemos encontrar nuestra mejor ayuda, en momentos de crisis la familia debe permanecer aún
más unida y compartir su dolor conjuntamente.
Salud: Durante el duelo debe seguirse un control médico periódico para prevenir, tratar a tiempo o
controlar ciertas enfermedades que pueden aparecer o empeorar.
RECOMENDACIONES PARA LA FAMILIA Y AMIGOS DE QUIENES ESTAN EN DUELO
Los primeros momentos: Ayudar con los trámites y los rituales funerarios. Tanto participar del
funeral, como ver el cuerpo del fallecido puede llegar a ser muy doloroso pero son las formas de
que disponemos para decir adiós. Sugiérele que asista.
El funeral: Ayuda a hacer real la pérdida, brinda la oportunidad de expresar pensamientos y
sentimientos respecto al fallecido, permite la reflexión sobre la vida de la persona que se ha ido,
tiene el efecto de tender una red de apoyo social a la familia que puede ser extremadamente útil
para facilitar el duelo.
Estar presentes. Tomando la iniciativa de llamarlo o visitarlo en lugar de esperar a que el doliente
la busque. No ayuda decir “llámame si precisas algo”.
Ofrecer ayuda concreta: : Entre las cosas prácticas que pueden ayudar los primeros días del
duelo están: Lavado de la ropa y planchado, arreglo y mantenimiento de la casa, mercado y
preparación de los alimentos, pago de impuestos, servicios públicos, trámites, compras diversas,
animarle a escribir un diario, regalarle un libro, cuidado de los niños.
Evitar decir frases hechas y los consejos no pedidos: Estos hieren mucho y dan la sensación
de distanciamiento emocional con la persona que sufre. Se dice más y se ayuda más, con una
mirada, una sonrisa, un apretón de manos o con un abrazo, que con una frase hecha.
Darle tiempo Es importante acompañar sin poner expectativas cada persona tiene un tiempo
distinto para reponerse de la pérdida.
Alentar la expresión de las emociones: Lo que más necesita en ese momento es tu presencia y
expresar su dolor, esto ayuda a que la persona, pueda sentirse más aliviada y liberada. A veces
cortamos las emociones del otro para protegernos de las nuestras. No hay nada de malo en
mostrar tu pena por lo que le ocurre.
Permitir que hable del ser querido que ha muerto, Recordar a la persona amada es un consuelo
y no aporta mayor tristeza como muchos creen. Permítele que hable todo el tiempo y todas las
veces que lo necesite. Evocar los recuerdos es parte del camino que tienen que recorrer.
Respetar y comprender las diferencias: El duelo es una experiencia universal, pero es vivida de
modo extremadamente personal. El ritmo de recuperación y tiempo que se necesita para superar la
situación de duelo o al menos para conseguir una situación más satisfactoria, no es el mismo en
todas las personas afectadas por una pérdida.
Pasados unos meses: fomenta y anima cualquier iniciativa de reincorporación a las relaciones con
familia, amigos, actividades sociales y religiosas que mantenía antes e incentiva proyectos de
futuro.
Ayudando a Los Niños, que tienen necesidad y derecho a la verdad por más dura que ésta sea.
Siempre hay una explicación adecuada a la capacidad de comprensión del niño. Ellos necesitan
Sinceridad, Claridad, y Contención.
La primera tarea del duelo es llegar a aceptar plenamente la realidad de que la persona está muerta y no
volverá. La creencia y la incredulidad son intermitentes mientras se intenta resolver esta tarea.
Llegar a aceptar la realidad de la pérdida lleva tiempo porque no solo implica una aceptación intelectual
sino también emocional. La persona en duelo puede ser intelectualmente conciente de la finalidad de la
perdida mucho antes de que las emociones le permitan aceptar plenamente la información como
verdadera.
Una señal de que la persona en duelo empieza a aceptar la perdida se tiene cuando comienza a hablar del
difunto en términos de “muerte” y de “soledad personal”. Cuando la pérdida se vuelve real, el sufrimiento
por estar solos y tener que hacer frente a cada nuevo día sin el compañero, empieza a sentirse y
expresarse.
LO QUE FACILITA
Hablar de la muerte alivia. La descripción de los momentos finales, de la muerte, será
espontáneamente reiterativa por parte del doliente. La repetición del relato pormenorizado de la
muerte quita intensidad a la emoción, es catártico, lava, purga, libera, ordena y estructura el
pensamiento, hace de la muerte una parte de nosotros mismos, la normaliza.
Ir al cementerio
El funeral:
Ayuda a hacer real la pérdida.
Brinda la oportunidad de expresar pensamientos y sentimientos respecto al fallecido.
Permite la reflexión sobre la vida de la persona que se ha ido.
Tiene el efecto de tender una red de apoyo social a la familia que puede ser extremadamente útil
para facilitar el duelo.
LO QUE OBSTACULIZA
Negar la realidad de la pérdida: Puede variar en el grado, desde una ligera distorsión a un
engaño total. La negación le permite recobrarse al doliente y, con el tiempo, movilizar otras
defensas, menos radicales. Generalmente la negación es una defensa provisional y pronto será
sustituida por una aceptación parcial. La mayoría no llevan la negación al extremo. Pueden hablar
brevemente de la realidad, y de repente, manifestar su incapacidad para seguir viéndola de un
modo realista.
-Hablar en presente de la persona fallecida
-“Momificación”, guardar posesiones del fallecido en un estado momificado, preparadas para usar
cuando él o ella vuelva. Esto no es extraño a corto plazo, pero se convierte en negación si continúa
durante años.
- “Distorsión”, Ver al fallecido personificado en uno de sus hijos. En un principio sirve para
amortiguar la intensidad de la perdida pero dificulta la aceptación.
Negar el significado de la pérdida: de esta manera la pérdida se puede ver cómo menos
significativa de lo que realmente es.
-Acabar con todos los recuerdos del fallecido es lo opuesto a la “momificación” y minimiza la
perdida. Es como si los supervivientes se protegieran a sí mismos mediante la ausencia de objetos
que le hagan afrontar cara a cara la realidad de la pérdida.
-Ver la pérdida como menos significativa: Ej. “no era buen padre”, “no estábamos tan unidos”.
-Olvido selectivo
Negar la irreversibilidad de la muerte:
- Una estrategia usada para negar la finitud de la muerte es el aferrarse a la esperanza crónica de
reunión con el ser querido.
Es necesario reconocer y trabajar los sentimientos y el dolor, tanto físico como emocional de lo contrario
este puede manifestarse mediante algunos síntomas o formas de conducta disfuncionales. Parte del
trabajo del duelo es elaborar este dolor emocional y cualquier cosa que permita evitar o suprimir de forma
continua este dolor es probable que prolongue el curso del duelo.
Algunos de los sentimientos más problemáticos son: miedo, impotencia, enfado, culpa y ansiedad.
LO QUE FACILITA
Llamar por su nombre los que se siente: “me siento triste”, “estoy enojado”, “me siento inseguro y
con temor”. Tomar conciencia de las emociones y sentimientos permite ejercer un cierto control
sobre las emociones, en vez de sentirse dominadas por ellas.
El doliente necesita aceptar esos sentimientos. Necesita comprenderlos, no enjuiciarlos o
marginarlos.
Lo que garantiza un sano desarrollo del dolor es la capacidad de dar espacio a la variedad de
sentimientos, liberándolos y expresándolos de manera constructiva.
LO QUE OBSTACULIZA
Negación de trabajar el dolor,
-No sentir: Bloquear sus sentimientos y negar el dolor que está presente. Evitan pensamientos dolorosos y
estimulan solo los pensamientos agradables.
-Idealizar al fallecido
-Usar alcohol o drogas
Intentar cura geográfica, viajan de un lugar a otro buscando cierto alivio a sus emociones.
LO QUE OBSTACULIZA
Negarse a desarrollar nuevos roles y habilidades: Cuando la persona lucha contra sí mismo, no
asumiendo las exigencias del medio.
Fomentar su propia impotencia
Pérdida de Identidad: La muerte confronta no solo con el aprendizaje de nuevos roles sino
también con el propio sentido de sí mismo, por ejemplo este el caso de las mujeres que definen su
identidad a través de sus relaciones.
Aislarse del mundo
LO QUE FACILITA
Ir más allá de las preguntas que se refieren al pasado y al dolor “¿Por qué a mí?” para abrirse a las
posibilidades del futuro “Ahora que he vivido esta pérdida ¿Qué puedo hacer?”. De la misma manera, el
verdadero desafió no es preguntarse “¿de dónde viene esta tragedia?” sino “¿a dónde me puede guiar?”.
Quien da una respuesta a este interrogante está en el camino hacia la sanación.
LO QUE OBSTACULIZA
- Mantener el apego del pasado y no crear un nuevo futuro. Ej. Algunas personas encuentran la perdida
tan dolorosa que hacen un pacto consigo mismos de no volver a amar nunca más.
Cuando hablamos de afrontamientos nos referimos al repertorio de pensamientos o actuaciones que los
individuos utilizan para responder a las demandas externas o internas de situaciones estresante. Son
estrategias que la persona asume para ir integrando y adaptándose progresivamente a la situación de
pérdida.
En situaciones de duelo, las personas se enfrentan al trauma de la muerte o a la ausencia de su ser
querido y experimentan un malestar que activa sus capacidades de respuesta. Las distintas reacciones
que vivirán a lo largo del proceso van a ser intentos de procesar la nueva situación y se consideran
respuestas de afrontamiento.
Las estrategias de afrontamiento no tienen un carácter rígido, sino que son procesos activos y cambiantes
cuyo objetivo es manejar de la mejor manera posible el dolor de la experiencia traumática.
Las respuestas de afrontamiento en el duelo emergen como un intento de manejar el impacto emocional y
son independientes de los resultados. Una estrategia concreta de afrontamiento no predice por sí misma el
resultado del duelo.
Los modos de afrontamiento en el duelo oscilan entre el contacto y la evitación, esto se traduce en que el
doliente no puede estar permanentemente conectado con la pérdida, y tampoco sería bueno que evite
siempre todo aquello que tenga que ver con ella.
Este proceso oscilatorio, se da de forma natural entre la necesidad de conectar con la perdida y todos los
recuerdos y sentimientos asociados y la necesidad de manejar la intensidad de este dolor mediante
espacios de tiempo de desconexión, en los que el doliente se da un respiro.
Podemos identificar los modos de afrontamiento según su función de regulación del nivel de contacto en: