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TEST Y MASCULINIDADES

1. ¿Sientes que tu pareja constantemente te está controlando?


2. ¿Te acusa de infidelidad o de que actúas en forma sospechosa?
3. ¿Te prohíbe reunirte o hablar con familiares, amistades o
compañeras/os de trabajo o estudios?
4. ¿Te critica y humilla, en público o en privado, sobre tu
apariencia, tu forma de ser, el modo en que haces tus tareas
hogareñas?
5. ¿Controla estrictamente tus ingresos o el dinero que te entrega,
originando discusiones?
6. Cuando quiere que cambies de comportamiento, ¿te presiona
con el silencio, con la indiferencia o te priva de dinero?
7. ¿Tiene tu pareja cambios bruscos de humor o se comporta
distinto contigo en público, como si fuera otra persona?
8. ¿Sientes que estás en permanente tensión y que, hagas lo
que hagas, se irrita o te culpabiliza?
9. ¿Te ha golpeado con sus manos, con un objeto o te ha lanzado
cosas cuando se enoja o discuten?
10. ¿Te ha amenazado alguna vez con un objeto o arma, o con
matarse él/ella, a ti o a algún miembro de la familia?
11. ¿Sientes que cedes a sus requerimientos sexuales por temor
o te ha forzado a tener relaciones sexuales?
12. Después de un episodio violento, se muestra cariñoso y
atento, te regala cosas y te promete que nunca más volverá a
golpearte o insultarte y que "todo cambiará" .
13. ¿Has buscado o has recibido ayuda por lesiones que te ha
causado? (primeros auxilios, atención médica, psicológica o
legal).
14. ¿Es violento/a con los hijos/as o con otras personas?
15. ¿Ha sido necesario llamar a la policía o lo has intentado al
sentir que tu vida y la de los tuyos han sido puestas en peligro
por tu pareja/familiar?
¡ATENCIÓN!
El problema de la violencia no se resuelve solo. Pide apoyo.
Existen muchas instituciones que te pueden ayudar.
TESTIMONIO
Alejandro
Mi problema fue la violencia hacia mi pareja, violencia que yo traigo
desde hace mucho tiempo y la apliqué desde mi primer matrimonio,
el actual es mi segundo matrimonio.
Yo me sentía con toda la libertad de gritar, ofender y hacer sentir menos
a mi pareja porque yo sentía que era el que mandaba, el que gobernaba,
y que toda la gente podía hacer lo que yo quisiera, yo los amedrentaba
mediante violencia, gritos, golpes y amenazas. Así me sentía importante…
que todo lo podía y todos debían hacerme caso, en especial mi pareja.
Tenerla amedrentada de alguna manera era para mostrarle quién
mandaba en la casa, quién era superior; que se tenía que hacer mi
voluntad sin pensar en sus sentimientos. No me importaba nada de
ella sino imponer mi voluntad y aunque sentía que estaba mal ser
violento, no me importaba y si ella me lo permitía, yo me sentía más
grande y era más mi necesidad de seguir siendo así .
Mi actitud empezó en la adolescencia; mi madre siempre usó los golpes
como una medida de corregirnos y para mí eso justificaba todo lo que
yo hacía con violencia, porque crecí con eso, arreglando las cosas
Pasaron dos sucesos muy importantes en mi vida. En mi primer divorcio
yo golpeé a mi pareja y cuando nos separamos me dijo: “gracias a
Dios que me libré de ti” y yo dije “¡ah, cabrón! ¿tan mal estoy?”, y me
dije que esa violencia podía cambiar pero lo tomé muy a la ligera.
Luego inicié una nueva relación con la persona que estoy actualmente
y amo mucho, pero empezaron los problemas de insultos, amenazas
y golpes, de todo, hasta que sentí que ella ya no me aguantaba. Ya ni
siquiera me tenía miedo, tampoco respeto. Se había acabado la confianza
y decidió separarse de mí y fue hasta entonces que yo comprendí que
Ellos también
rompen el silencio
estaba haciendo todo mal en mi
vida.
Ella me puso un alto y yo dije:
“¿por qué, si yo mando aquí (en
la relación)?” y me dijo que no,
que sobre ella nadie mandaba y
había llegado el momento de
dejarme solo.
Cuando me vi solo en mi hogar,
con todos los golpes, las marcas
que dejé en la casa, en su ropa,
en sus cosas donde yo descargaba
mi violencia me di cuenta que algo
pasaba en mí. Mi corazón y mi
mente estaban cerradas a la ayuda
porque consideraba que dentro de
esa violencia todo estaba bien en
mí, que no pasaba nada y me di
cuenta que la gente me tenía
miedo y se empezaron a alejar de
mí, mis amistades, todos me
tenían en el mismo concepto.
El proceso de cambio es muy difícil,
pero muy satisfactorio, cada día
es un reto personal decirte que es
bueno y es sano cambiar, sobre
todo para ti mismo y luego por tu
pareja.
Empiezas a ver todo lo que hiciste
mal y, si lo digieres, es cuando
empiezas a sentir la necesidad de
cambiar. Cuesta mucho trabajo y
tiempo y lo peor es que ya no
esperas nada de nadie, ni de tu
pareja ni de tus amigos, pero
tienes que salir adelante por ti
mismo.
Es una pena saber cómo eras
antes, una vergüenza, pero queda
la esperanza de que puedes salir
adelante

Marco Antonio
Mi problema es que soy muy violento con mi pareja
y con mis hijos. Me enojaba muy fácilmente, varias
veces mi pareja se fue de
mi lado y la cuarta vez fue
porque yo tenía unos celos
enfermizos, le checaba su
celular, su agenda, todo.
Como t rabajábamos
juntos, el exceso de trabajo
me i n c omo d a b a y
empezaba a discutir por la
nada con ella y, como soy
comerciante, también me
violentaba mucho con los
clientes.
Cuando ella se fue con mi hija yo hice lo de siempre,
pedir perdón y buscar que regresara, pero esa cuarta
vez yo sentí que estaba conmigo por miedo y no por
amor, entonces fui con una psicóloga que me
recomendó venir a las reuniones donde me ayudan
a controlar mis impulsos y, aunque es muy difícil,
hay que hacerlo.
Incluso yo ahorita, 26 de noviembre, tengo 2 años
y medio separado de mi pareja, estoy en proceso
de divorcio, tengo tres demandas por pensión
alimenticia, divorcio y violencia familiar y el proceso
me está siendo muy difícil,
pero no pierdo la esperanza
de regresar con ella,
aunque lo veo difícil porque
mi relación está súper
deteriorada… pero yo
quisiera tratar de controlar
mi forma de ser y me han
ayudado bastante aquí.
Espero con ansia que llegue
el lunes para venir.
Cuando me hablaban de
que tomara terapia para
cambiar mi forma de ser,
yo era muy renuente. A mí me cayó el veinte como
a la quinta sesión del grupo, yo decía “yo no estoy
loco, yo no estoy zonzo” y mucha gente piensa eso
del grupo, pero cuando acudes te das cuenta que lo
necesitas y quieres cambiar. Los problemas no se
arreglan a la segunda sesión, pero todo se puede
con la constancia y poniéndole ganas.
El proceso de cambio es muy
difícil, pero muy satisfactorio,
cada día es un reto personal
decirte que es bueno y es sano
cambiar, sobre todo para ti
mismo y luego por tu pareja.
- El
En días pasados, escuché el cuestionamiento acerca de que si la violencia es una
característica de la
hombría. Si bien estuvo planteado como pregunta, no deja de alarmarme que se
piense que ser hombre
es ser violento. Recordemos lo que dijera Jaques Lacan, el pensamiento no es
inocente, en cada imagen
mental y cada palabra hablada impregnamos buena cantidad de material que
emerge del inconciente, de
ahí que el colectivo femenino esté suponiendo que violencia y hombría sean una
díada indisoluble, con lo
cual no estoy de acuerdo, ya que esta postura nos deja, a los hombres, fuera de
toda posibilidad de
resignificación de la condición masculina, o, como dice Martha Rosler en Decade
Show en Nueva York-1990;
No hay fragmentos donde no hay un todo. (Braidotti, 2000)
TODAS Y TODOS / SOCIEDAD VIOLETA 15
De pronto, en algunos escenarios, tengo la impresión
de que al hablar de género se estuviera hablando
exclusivamente de las mujeres, como si la
masculinidad fuera un ente invisible y sin sentido al
que no se le debería considerar como <la otra parte>
de la especie humana. Esta sensación me queda
cuando escucho canciones con letras que hacen del
hombre una rata de dos patas o cosas por el estilo,
despertando la risa y aplausos de los mismos hombres
que la escuchan, asumiendo con ello una actitud de
aceptación y de desprecio, que con el paso del tiempo
acumulará tal cantidad de tensión, la cual sin duda,
emergerá contra cualquiera de los actores cercanos
y en condiciones de mayor debilidad a la de estos
hombres que se asumen públicamente como
simpáticos y desinteresados. La raíz de la violencia,
está en no expresar oportuna y asertivamente los
desacuerdos y agravios, de las dos partes ahora sí,
de los dos géneros, de las dos subjetividades que
permitirán a ambos, mujeres y hombres, expresarse
en plenitud y confianza, en un todo incluyente y en
un trabajo conjunto. Esta actitud, que evitaría la
violencia, es expresada con mucha claridad por Mabel
Burin; …[existen] dos ejes de análisis imprescindibles
cuando analice la violencia familiar: por una parte
las relaciones de poder entre los géneros y las
generaciones, y por otra, los vínculos afectivos que
entrelazan, a menudo contradictoriamente, a los
miembros de la familia. (Burin-Meler, 1999)
Ese antagonismo que raya en rivalidad y conduce
sin duda a la violencia, ha sido creado, históricamente
por las culturas. Las culturas particulares que
amalgaman una gran cultura patriarcal extendida
por todo el planeta, con sus variantes regionales e
individuales, formando subgrupos que no solamente
ejercen violencia sobre las mujeres y los más
desprotegidos, sino aún entre los mismos integrantes
del género, el masculino para este artículo.
Despertando la competencia despiadada intergénero,
así como el desprecio por todos aquellos que no
gustan de participar de acciones que marcan a los
subgrupos por la arrogancia y la prepotencia,
características propias de un mundo en el que ser
hombre, es sinónimo de éxito, poder, dominio,
competencia, supremacía; con ello también,
aislamiento de espacios más amplios de participación,
de afectividad, de encuentro, de relación, de
presencia, de apertura, de cariño y, finalmente dar
la imagen de agresividad y poder, que se traduce en
ser observados como violentos. Dentro de este
contexto, las relaciones de poder en la cultura
patriarcal suponen roles de género en el interior de
la familia donde existe un jefe de familia en el cual
se concentra el poder y la autoridad, y este estatuto
es vehiculizado a través de su condición de proveedor
económico y del hecho de que la inserción en el
ámbito público le suministra un conjunto de saberes
que hacen que sea percibido como el más capaz
para cumplir el rol de autoridad en la familia. (Burin-
Meler, 1999)
Daría pues la impresión de que los hombres
estaríamos destinados, por cultura, a no realizar un
solo cambio en nuestras vidas, y esto, es un terrible
error. Los hombres podremos modificar nuestra
relación con las mujeres, en primer lugar, en tanto
hagamos un reconocimiento de nuestra propicondición masculina. Recorrer el
camino de ser
hombre no es solamente el camino que nos
ensañaron, ese camino aprendido ha demostrado
que conduce al ejercicio de la violencia y la
agresividad. Tenemos que replantearnos una nueva
manera de ser hombre hoy, una nueva manera de
ver nuestras masculinidades, nuestras relaciones de
género entre hombres, nuestras relaciones de género
con las mujeres y nuestras relaciones de género con
todas aquellas personas que han optado por una
preferencia distinta.
En esto cabe no sólo el replanteamiento de la
masculinidad aprendida y que
parece estar cada día más
alejada de una realidad que nos
rebasa; cabe también en el
replanteamiento de un nuevo
de ser persona-hombre que
cohabita y comparte con todos
los demás seres humanos, sin
imp o r t a r o r í g e n e s n i
competencias.
Hemos de plantear, desde los
hombres, cómo queremos ser
tratados, cómo queremos ser
respetados, cómo queremos ser valorados, cómo
queremos establecer relaciones y vínculos en los que
el poder no sea el eje, sino la relación que se establece
con los demás. Recordemos que el ser humano se
hace sujeto cuando entra en relación, una relación
abierta, total, sin dobles discursos, sin ataduras
históricas, sin compromisos culturales, sin tradiciones
que respetar y que fueron útiles en el pasado.
Todo indica que las estructuras jerarquizadas y
verticales se tambalean al no ser sostenibles en el
presente, a menos que se utilice la violencia;
emocional, psicológica y física, así como el uso y
abuso de un poder obtenido “de afuera”, cultural e
histórico, que se impone y subordina por una
costumbre patriarcal.
Muchos hombres cometen el error de pensar que
algún día todo estará realizado. Piensan <si trabajo
lo suficiente, algún día podré descansar>. O bien,
<un día mi mujer me entenderá y entonces estaremos
completos>. O bien, <esto lo hago por ahora, un
día podré realmente hacer lo que quiera en mi vida>.
El error masculino es pensar que algún día las cosas
serán diferentes de una manera fundamental. Eso
nunca pasará. Esto no tiene final. Siempre será un
así mientras vivamos. Los cambios creativos, los
juegos y el amor, se hacen en el momento actual,
es el único momento presente. (Deida, 2004)
Este párrafo de David Deida me ayuda a pensar, que las
masculinidades, encontrarán su propio camino de desarrollo,
de crecimiento, de creatividad, de paz y de respeto, en la
medida que los hombres vayamos siendo más participativos,
más concientes, más interesados en modificar lo roles
aprendidos, para que algún día, ojalá muy cercano, podamos
responder con dignidad: ¿Y los hombres?..... ¡¡¡TRABAJANDO!!!.
Bibliografía:

Estereotipos DE VIOLENCIA
La agresión es un instinto que se desencadena cuando
un individuo no logra sus pretensiones; es una
manera de atenuar la tensión del malestar de la
existencia. En su expresión extrema se aprecia en
la guerra, como hecho que permea la historia de
Occidente. Se conforma un órgano que dirima los
conflictos entre los individuos, grupos o estados; y
una de sus funciones es el control de la violencia;
lo cual logra el Estado convirtiéndose en el monopolista
del uso de la fuerza para imponer sus “razones”. El
otro componente en juego es el principio de autoridad
que en la religión se hace provenir de Dios, y en el
Estado de la enajenación de la voluntad de las
mayorías. El principio de autoridad sacraliza las
figuras, cuyas afirmaciones aparecen infalibles y su
omisión merece castigo. El Estado obra con la ley,
la policía y el ejército; mientras la religión lo hace
con la amenaza de la muerte o el fuego eterno. El
primero induce al rechazo, por lo que el ciudadano
dirige la agresión hacia afuera de sí; mientras que
en la religión la amenaza va asociada a la sensación
de culpabilidad que induce a la agresión contra sí
mismo.
La vida política, por definición, es la lucha por la
distribución del poder que viene a sustituir el modelo
de la agresión como manera de lograr lo que se
pretende. Dirimir los problemas por el acuerdo, la
negociación, es una manera de poner en juego la
razonabilidad de la personalidad humana; esto es,
la capacidad de ser permeable a los argumentos
del otro o a las evidencias de la realidad, y adecuar
la postura o criterio a esto, ya sea para modificarla,
reforzarla o igualarla con la del otro.

conforma por:
· Personajes que se sienten “autoridad”; que
pueden imponer su voluntad y construir una
realidad a su gusto.
· Se conduce de manera intolerante a las
posturas, la idiosincrasia o las propias
características del otro; como es la condición
de querer normar la conducta del niño con los
criterios del adulto.
· Es un individuo débil, insatisfecho en su vida.
· Con poca capacidad de inhibir su respuesta
motriz (manos, pies, lengua, actitud corporal).
No puede dejar de responder ante las
incitaciones del ambiente; no se puede mantener
en su sitio y responde a las incitaciones que
operan como provocaciones.
· No tolera el dolor, el sufrimiento o la
insatisfacción de la vida; tampoco el caos o la
incertidumbre de la vida, por lo que busca la
seguridad de disponer del amor, el poder, el
dinero, la influencia, etc., siempre y toda.
· Tiende a culpar a los demás del propio malestar;
ha resentido lo que ha sufrido y busca que los
demás paguen por ello.
· Busca dañar al otro por tener motivos para
castigarse a sí mismo; está presto a arrepentirse
y con el perdón se siente listo para volver a
empezar en un ciclo sin fin.
· Su “yo” resume su personalidad; por lo que
cualquier lesión a su amor propio remueve el
poco valor y aprecio que tiene por sí mismo y
reacciona con violencia contra el que atribuye
su malestar. En la violencia busca reforzar su
ego, su sensación de poder e importancia.
· Opera externalizando sus tendencias y agrede
al otro en el otro, en la medida que arremete
contra sí mismo.
· No es malo, la realidad lo ha vuelto malsano

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