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Antes de que el Alma Divina descendiera a este mundo físico para habitar un
cuerpo, ella existía en el estado más santo y elevado concebible. Sin embargo
deja ese estado de pura Santidad y se vuelve parte de una existencia burda y
material. ¿Por qué ese ente tan elevado desciende tan abajo? ¿Por qué baja a
este mundo inferior?
Así, se explica que el propósito del descenso del alma no es para su beneficio o
logros personales, sino para refinar y elevar el cuerpo físico y por extensión todo
el mundo material2. El propósito último de la creación es traer aquí abajo la
Divinidad para que habite y permee a todo este mundo físico, material 3. En las
palabras del Midrash4: "crear un lugar para que Di-s habite en este mundo". La
razón de esto es que Di-s deseó5 habitar y permear, no sólo los mundos
espirituales de arriba, sino también este mundo material y terrenal, y hacer así de
este mundo un lugar Divino. Podemos lograr este objetivo deshaciendo (por así
decirlo) lo que Di-s ha hecho. Di-s creó este mundo físico de la nada Ex-Nihilo
"MeAin, LeIesh"6, y nosotros tenemos la tarea de deshacer y hacer de este
"algo", "nada".
El Talmud nos dice10 que al recitar y proclamar en la víspera de Shabat que Di-s
creó el mundo nos convertimos en "socios de Di-s en la creación". Él crea de la
nada una existencia física y nosotros transformamos la existencia física en nada,
en espiritualidad. Más aún, el Talmud dice: "la obra y los logros de los justos son
aún más grandes que los logros del Creador"11. De ahí que la intención del
descenso del Alma Divina a este mundo es elevar el cuerpo que ella habita,
elevar y transformar lo físico, lo material del mundo en santidad.
El propósito último del descenso del alma es la elevación del cuerpo físico, que
ella habita; esta es la misión del alma y su razón de ser. Es así que Di-s
recompensa al alma por cumplir con su misión, ya que Di-s asigna a cada
creación su apropiada recompensa. Como expresa el Talmud 12: "Di-s no retiene
la recompensa de ninguna criatura viviente". La recompensa del alma es su
elevación. Más aún, la elevación que ella recibe como recompensa es una
elevación aún más grande, que la eleva a alturas espirituales aún más excelsas y
elevadas que las que tenía cuando estaba arriba. ¿A qué nos referimos cuando
hablamos de la elevación del alma y cómo se logra ello?
La Cabalá13 explica que el propósito del descenso del Alma Divina a este mundo
es el Tikún, rectificación. Cuando hablamos del "Tikún" estamos hablando de
compleción. No significa que el alma tenga faltas y necesite rectificación y
purificación sino más bien el Tikún en este caso quiere decir que el alma alcanza
una realización14 aún más grande, volviéndose más completa que cuando estaba
en los mundos espirituales arriba. Está escrito que la elevación que logra el alma
es una nueva forma de unión revelada entre el alma y Di-s15. Cuando el Alma
Divina habitaba en los reinos espirituales, estaba en su hábitat natural. La
conexión con la Divinidad que el alma tenía en ese estado era natural e instintiva,
porque sólo existe santidad en los mundos espirituales de arriba y no hay desafío
a esa conexión. El nivel de unión que el alma tiene en los reinos espirituales es
casi un hábito.
Sin embargo, cuando el alma desciende a un mundo que proclama: "No tengo
creador, mi existencia proviene de mí", y allí el alma sirve y permanece
conectada a Di-s, entonces ella revela una nueva y más profunda relación con
Di-s. Porque el alma ahora demuestra que, aun en un medio hostil, ella
permanece muy apegada a la Divinidad. Y este vínculo se demuestra al servir a
Di-s elevando todo lo físico de uno y todo el medio físico a la espiritualidad.
Hay una parábola que ilustra la idea antes mencionada: un niño nació y se crió
en una comunidad religiosa situada en una isla remota. La práctica común en
esa comunidad era que todos sirvieran al maestro, el santo, porque él era su
maestro y su gobernante. El maestro era para ellos todo lo que necesitaban y
querían en la vida. El niño del que hablamos también fue educado desde su
nacimiento a amar y reverenciar al maestro. Cuando el niño creció, al maestro se
le ocurrió una idea: decidió mandar a este joven muy lejos en un viaje por
diferentes culturas y civilizaciones para que el joven ganara mayor experiencia
del mundo en general y fuera un ser humano más completo. Además, este viaje
le serviría al joven como prueba para ver si verdaderamente y con todo su
corazón quería y reverenciaba a su maestro. En la isla todo el entorno era de
amor y reverencia por el maestro; era natural que el niño hiciera lo mismo. Sin
embargo, en tierras lejanas, el entorno no promovía estos sentimientos. Si el
joven continuara amando y reverenciando al maestro como lo hacía en la remota
isla, ello sería prueba de la absoluta devoción por el maestro.
Lo mismo ocurre con respecto al descenso del alma a la tierra. Las ventajas de
este descenso son dobles: primero, las dimensiones agregadas del mundo físico
hacen que el alma sea más completa y abarcadora; segundo, el alma puede
probar su fuerte conexión a la Divinidad a través de su servicio a Di-s, aun en un
mundo físico. A través de este descenso el alma se vuelve en cierto sentido
infinita.
Sin embargo, una vez que el alma desciende y se da cuenta de cuánto puede
lograr espiritualmente y el nivel de elevaciones posibles en este universo inferior,
llora cuando su tiempo en este mundo se ha acabado y debe separarse de su
cuerpo. Por eso es que la Mishná dice: "contra tu voluntad mueres". (Debe
observarse que la elevación que el alma recibe en este mundo es sólo aplicable
a los niveles inferiores del alma: el Nefesh, elRúajy la Neshamá, y que el nivel
de Jaiá y especialmente el de Iejidá no necesitan ni tampoco pueden tener
ningún tipo de Tikún20).
La Cabalá explica que así como Adám fue el padre y madre físicos de la
humanidad, también fue el padre y madre espiritual de ella. El alma de Adám es
el alma general "de donde emanan todas las almas" 31. La estructura física de
Adám, la forma de su cuerpo, era en cierto sentido análoga a su forma espiritual.
Las dimensiones físicas del cuerpo de Adám eran paralelas a la estructura de su
alma, que es el "alma general". Por lo tanto, la Cabalá enseña que hay almas
cuyo origen está en la cabeza de Adám, hay almas cuyo origen está en las
manos de Adám, etc.
(En términos prácticos esto quiere decir que aquellas almas cuyas raíces
provienen de la cabeza de Adám son las partes intelectuales del alma general y
por lo tanto se inclinan hacia el intelecto, y aquellas almas cuyas raíces se
originan en las manos del alma general, se inclinan más hacia la actividad física,
etc.) El Talmud dice: "cuando Adám fue creado, medía desde los cielos arriba
hasta la tierra abajo, pero cuando Adám pecó, Di-s achicó su cuerpo"32, lo que
significa que sus dimensiones físicas -su cuerpo-como sus dimensiones
espirituales -su alma-se achicaron. En sentido espiritual, esto quiere decir que las
partes de su alma que se correspondían a las partes de su cuerpo que se
achicaron, también se achicaron, y estas almas "se desprendieron de su cuerpo
y cayeron en lo no-santo". A estas almas se las llama "almas viejas". A las partes
de su alma que permanecieron "unidas" a su cuerpo (hablamos aquí en términos
antropomórficos) se las denomina en la Cabalá "almas nuevas", y las almas que
están por encima de Adám se denominan "almas verdaderamente nuevas".
Estos son los tres tipos de alma. Las almas de la mayoría de los seres humanos
hoy en día son "almas nuevas"33. Estas "almas nuevas" provenientes del alma de
Adám, fueron luego divididas en dos partes, correspondientes a los dos hijos de
Adám. Una parte es el alma conectada con Abel, que contiene las almas cuyo
origen es Jésed -bondad, gracia y benevolencia- y la otra parte contiene las
almas conectadas con Caín, que corresponden a Guevurá -fuerza, poder,
predominio. Para que estas "almas nuevas" alcancen el siguiente nivel de alma,
el de Rúaj, primero tienen que elevar la total dimensión de su Nefesh. Más aún,
estos alcances superiores del alma se pueden lograr sólo a través de grandes
dificultades. Por otro lado, aquellos que poseen el nivel de "almas viejas" pueden
alcanzar el siguiente nivel superior del alma, Rúaj, aun sin elevar
el Nefesh entero. (Sin embargo, para que esto suceda, primero tienen que recitar
la "plegaria del arrepentimiento" con gran concentración34.)
Esta es la ventaja de las "almas viejas" por sobre las "almas nuevas", ya que las
primeras pueden elevar el nivel de Rúaj antes de que el Nefesh haya sido
refinado. Pero incluso estas almas no pueden alcanzar el nivel siguiente
deNeshamá hasta tanto no eleven su nivel entero de Rúaj35. (Existe todavía otro
nivel de alma que es el alma de un converso36, que una vez convertido, recibe un
Alma Divina, un alma cuyo origen es la santidad37.)
Hemos hablado del descenso del alma al mundo físico y su travesía de Tikún. La
búsqueda delTikún es ardua y formidable. Muchas personas viven su vida entera
sin experimentar nunca una elevación total del alma. Si uno ha vivido toda una
vida y no ha elevado su alma a todos los niveles posibles, entonces para lograr
su completa elevación el alma debe reencarnarse en otra forma humana hasta
que llegue a elevarse completamente. Es importante hacer hincapié en que
cuando el alma desciende a este mundo para elevarse, esta elevación es la
recompensa, y no el propósito de su descenso. El propósito del descenso es
elevar el cuerpo, lo físico. Las elevaciones del alma son sólo una recompensa
por descender a elevar lo físico.
NOTAS AL PIE
1. Véase Rabí Schneur Zalman de Liadi, Tanya (New York: Kehot Publication Society, 1965), cap. 37.
3. Véase Rabí M. M. Schneerson, Likutei Sijot (New York: Kehot Publication Society, 1972), vol. 6. parshat Shemot, 2 pág.
21, donde se explica que según todas las razones que figuran en la Cabalá como propósito de la creación, por ejemplo: a
fin de que los humanos - criaturas no-Divinas independientes- sirvan a Di-s [véase Zohar Parshat Bo, 44:2], o a fin de que
el hombre reconozca Su grandeza [véase Etz Jaím, Sháar Hakelalim en el comienzo]; todas concuerdan en que el
propósito último de la creación de este mundo físico, material, es crear una morada para Di-s en este mundo inferior.
5. Rabí Saadiá Gaón en Emunot VeDeot, final del primer Maamar. Véase también Rabí Shalom Dovber, el quinto Rebe
de Jabad, en Sefer HaMaamarim 5666 (New York: Kehot Publication Society, 1971), Iom Tov Shel Rosh Hashaná, págs.
7 y 8.
6. Midrash HaGadol, Génesis, en el comienzo; Ramban, Génesis 1:1; Rambam, Guía de los Perplejos (Jerusalem:
Mossad Harav Kook, 1977), parte 3, cap. 10; Rabí Schneur Zalman de Liadi, Tanya, Sháar Haijud VaHaEmuna (New
York: Kehot Publication Society, 1965), cap. 2.; Rabí Don Itzjak Abarbanel, Génesis en el comienzo, "explicación del
mundo creado"; Mifalot Elokim (Jerusalem: Otzer Hapaskim, 1993), Maamar 2, cap. 5; Rabí Jaím de Volozhin, Nefesh
HaJaím (Bnei Brak: 1989), Sháar 1, cap. 13, en la nota.
7. Rabí Moshé Cordovero, Pardes Rimonim (Jerusalem: 1962), Sháar 23, cap. 1.
8. Véase Rabí Schneur Zalman de Liadi, Tanya (New York: Kehot Publication Society, 1965), Igueret HaKodesh, carta 20.
9. Dado que el hombre tiene el poder de lo infinito, el poder del Ein Sof, puede, por lo tanto, desarmar -por así decirlo- lo
que el Ein Sof creó. Rabí M. M. Schneerson, Likutei Sijot (New York: Kehot Publication Society, 1977), vol. 12, parshat
Tazria (2), pág. 74.
10. Talmud, Shabat 119b. Véase Shuljan Aruj HaRav, Oraj Jaím 268:1.
11. Véase Talmud, Ketubot 5a. Véase Rabí Iosef Itzjak, el sexto Rebe de Jabad, Sefer HaMaamarim 5685 (New York:
Kehot Publication Society, 1986), pág. 141.
12. El Talmud en varios lugares. Por ejemplo, Bava Kama 38b, Nazir 23b.
13. Sefer Sháar HaGuilgulím, Hakdamá 16; Sefer HaGuilgulím, cap. 4: Shuljan Aruj HaRav, Hiljot Talmud Torá, cap. 1,
Halajá 4.
14. Sefer Sháar HaGuilgulím, Hakdamá 1.
15. Véase Rabí Meyer Eben Aldavia, Shevilei Emuná, Netiv Teshií, pág. 379 (Jerusalem: 1990). Véase Rabí Iosef Itzjak,
el sexto Rebe de Jabad, Sefer HaMaamarim 5706 (New York: Kehot Publication Society, 1986), pág. 101. Véase Rabí M.
M. Schneerson, Likutei Sijot (New York: Kehot Publication Society, 1980), vol. 15, pág. 247. Véase también Rabí
Menashe Ben Israel, Nishmat Jaím, Maamar 2, cap. 6.
16. Véase Rabí Schneur Zalman de Liadi, Likutei Torá (New York: Kehot Publication Society, 1996), parshat Shelaj, pág.
37d. Véase también Midrash Kohelet, parsha 3, cap. 11:3. Talmud, Pesajim 50a; Sefer HaBahir, número 10. Rabí Don
Itzjak Abarbanel, Mifalot Elokim (Jerusalem: Otzer Hapaskim, 1993), Maamar 8, cap. 7. Rabí Avraham HaMalaj (1739-
1776), Jesed LeAvraham (Jerusalem: Sifsei Tzadikím, 1995), parshat Emor.
17. Rabí Schneur Zalman de Liadi, Likutei Torá (New York: Kehot Publication Society, 1996) Parshat Reé, pág. 29a.