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Sobre la santidad y el shabat

Extractos del libro El Camino del Árbol de la Vida

En la misma sección del libro del Levítico (Kedoshím) se formula como mitsvá lo que desde
nuestra perspectiva es el principio de más largo alcance para la meta que nos hemos propuesto: la
Santidad. Así, está escrito: “Santos seréis porque Santo [soy] Yo YHVH Elohejem (vuestro Dios)” (Lev
19:2) Y más adelante: “Y os santificaréis y seréis santos porque Yo soy YHVH vuestro Dios. Y
guardaréis mis estatutos y los haréis, Yo soy YHVH que os santifico”(Lev 20:7-8) O bien: “Y seréis
santos para Mí porque Santo soy Yo YHVH y os he separado de los pueblos para que seáis para Mí” (Lev
20:26)

Podemos preguntarnos en primer lugar qué es la santidad y los versículos anteriores nos dan
directamente la repuesta. Si Dios se define a Sí mismo como Santo, Kadosh, estamos hablando en
consecuencia de la cualidad de ser Divino.
Por otra parte, Dios es absolutamente trascendente. Hemos definido su esencia como Ayin,
Nada, respecto de todo lo creado. De ahí que la santidad conlleve el concepto de separación, y ese es el
significado comúnmente aceptado del término. Algo es santo si está separado, no en el sentido de
simplemente apartado o aislado, sino más bien de “trascendido” por su dedicación exclusiva a lo Divino
(“y os he separado de los pueblos para que seáis para mí”) La santidad es pues lo que justifica la elección
arquetípica de Israel, que es una separación y una dedicación (o consagración): “Y seréis para Mí un
pueblo de sacerdotes y una nación santa” (Ex 19:6)

En varios lugares hemos hablado de las fuerzas de la santidad, la kedushá, como sinónimo de la
energía positiva, contraponiéndola a las fuerzas negativas de la tumá o impureza. Hemos visto también
que la raíz última de ésta es el deseo de recibir sólo para sí, que es la fuerza de gravedad específica que
ata la conciencia a su objeto, creando un tipo de apego o dependencia llamada servidumbre.
Lo que hace que algo sea negativo no es el tipo de energía involucrada, sino la forma en que ésta
es contenida en la vasija. La naturaleza de lo divino por otra parte es deseo de dar, el cual apunta hacia la
trascendencia, siendo por tanto una fuerza liberadora.
Sin deseo de recibir la creación no existiría; simplemente quedaría anulada ante la realidad
absoluta de lo Divino. Cabe, sin embargo un punto de equilibrio, que hemos llamado recibir para dar
(compartir), o recibir “merecido” mediante el esfuerzo de transformación del deseo de recibir en deseo de
dar. Ésta es realmente es la única forma de dar al que todo tiene, o sea a Dios: aceptar libremente sus dones, en
esencia su propio Ser. Asimilándonos a Él cumplimos su voluntad de ser recibido plenamente.

La kedushá, por tanto, es la fuerza divinizante, asimilada en última instancia a la trascendencia,


es decir, a la naturaleza vacía de lo infinito, pero operando en el seno de la creación. Porque, y ésta es la
otra cara de la moneda, Dios no sólo está absolutamente separado. Está también e igualmente totalmente
unido (inmanencia) En Él no hay ni puede haber ninguna traza de oposición o dualidad. Él es la Unidad
absoluta.
En sentido estricto no puede haber entonces creación aparte de Él, salvo por una restricción u
ocultamiento de Sí en conciencia (Tsimtsum) “En conciencia” significa no que la realidad en sí sea
ilusoria, sino que lo es nuestra percepción de ella, que nos la presenta como algo que tiene existencia en
sí; como algo separado, aparte de lo Divino. Y esto también nos incluye a nosotros mismos.
Nuestro movimiento hacia la kedushá no consiste, por tanto, en un rechazo de lo real, sino de
nuestra presente relación con ello – una relación basada en la dependencia y la ocultación de la Luz – por
muy necesaria que sea esta fase en el desarrollo del Divino Plan.

La Realidad presenta entonces la doble cara de vacío y de lleno. Lo “vacío” indica la


trascendencia absoluta de Dios respecto de todo lo creado [“¿A quién me compararéis, de suerte que yo le
asemeje, dice el Santo?” (Isa 40:25)] Lo “lleno” indica la inmanencia completa de Dios en el seno de la
creación [“¡Santo, Santo, Santo es YHVH Tsebaot; toda la Tierra está llena de su Gloria!” (Isa 6:3)] Y si
en Dios no hay partes, y Él se halla presente en lo íntimo de las cosas una vez que se desgarra el velo
separador de la ilusión, entonces la naturaleza intrínseca de todo es gozo, plenitud y felicidad extremas
en su ser esencial en lo Divino. Dios es Santo y el estado de consumación es definido como Bodas
Místicas de ambas manifestaciones de la Deidad: el Santo, Bendito sea, y la Presencia Divina o Shejiná,
que también es Santa.
En ninguna parte se ve mejor esta integración de lo dual como en la celebración del Shabat, en
relación con el cual, por cierto, aparece por primera vez en el texto bíblico la palabra santidad 1:
“Vayebarej Elohim et yom hashevií vayekadesh otó ki bo shabat mikol melajtó asher bará Elohim laasot”.
“Y bendijo Elohim el día séptimo y lo santificó, porque en él descansó de toda su obra que creó Elohim
para hacer” (Gen 2:3)
En el Shabat nos separamos completamente de nuestra relación ordinaria con el mundo, de toda
la actividad positiva o creativa que ha sido descrita como “melajá” 2, y nos colocamos en posición de no
hacer, de recepción pasiva del ser, de participación en esa kedushá que está intrínsecamente dada pues
Dios declaró el Shabat santo desde el principio de la Creación.

En efecto, tanto en el judaísmo rabínico como en el propiamente cabalístico, la imaginería y


simbolismo de la liturgia shabática está llena de motivos nupciales, empezando por la lectura del Cantar
de los Cantares en la sinagoga antes de la recepción del Sábado y la formulación explícita en la estrofa
final del Lejá Dodí (comentado anteriormente): “Ven, oh Novia, Reina Shabat”, cuando los fieles se
vuelven hacia el Oeste (que simboliza la Shejiná) y se inclinan para recibir al Sábado.

El primer acto que marca la entrada y consagra el tiempo del Shabat es el encendido de las velas,
tradicionalmente realizado por la mujer. Esto indica dos cosas: en primer lugar la preeminencia de lo
femenino en el Shabat. Los seis días de la semana, a semejanza de las seis sefirot de Zeir Anpin (Tiféret),
son activos, masculinos, marcados por el hacer y la proyección de nuestra voluntad creadora sobre el
entorno. El séptimo es un día de no hacer, de recepción pasiva, de desconexión total de las actividades de
la vida cotidiana y de descanso; y esto último no en el sentido de parar de las fatigas de la semana y así
poder recuperarse para la siguiente – si así fuera uno podría decir: “yo como más descanso es cavando
hoyos”, actividad no permitida en Sábado (es decir, el descanso en sí tiene una componente subjetiva) –
sino con el significado preciso de cese de toda “melajá” o trabajo creativo, incluso de aquellos que
podríamos decir que nos descansan. El sentido es espiritual, no meramente físico.
En segundo lugar, puesto que lo tradicional es encender dos velas, dejamos claro que realizamos
en la Luz la unión de las polaridades. Se dice que una de las velas representa Shamor (Guarda) y la otra
Zajor (Recuerda), que son las dos expresiones con las que se introduce el mandamiento del Shabat en las
dos versiones del Decálogo (Éxodo y Deuteronomio). Shamor es femenina y representa Maljút. Zajor, de
la misma raíz lingüística que “masculino”, representa Tiféret. Ambos se unen en el misterio de Yesod, la
zivugá kadishá o santa cópula, en palabras del Zohar, enfatizando de nuevo el simbolismo sexual de esta
unión espiritual.

Hay que tener en cuenta que el Shabat no representa una mera interrupción del proceso de la
Creación en el Génesis, sino más bien su completitud y coronación. Como dice el Midrásh (Génesis Raba,
X 9): “Geniba dijo: ‘Es como un rey que se había hecho un baldaquino nupcial y lo había adornado y
embellecido. Y, ¿qué faltaba? La esposa que entrase en él. Asimismo, ¿qué le faltaba al mundo? El
Shabat’”.

Dios es a la vez masculino y femenino. La unión entre ambas manifestaciones de la Deidad dió
lugar a la creación del mundo. Pero, como sabemos, hay en sentido metafórico dos conjunciones,
representadas respectivamente por las dos primeras y las dos últimas letras del Nombre:
1)Yod He, Padre y Madre, cuyo resultado es, por así decir, la Creación arquetípica, siendo Yod,
Jojmá, la energía de Bereshit, y He, Biná, su despliegue en los treinta y dos senderos del primer capítulo
del Génesis (las treinta y dos veces que aparece el Nombre Elohim)
2)Vav y He, Tiféret (los seis) y Maljút, se unen en el Shabat y esta unión produce la Creación
actual, el despliegue de los mundos, con sus astros, soles, almas y espíritus.

De ahí que haya en el Génesis dos relatos de la Creación3, empezando el segundo con la
expresión: “Estas son las generaciones de los Cielos (Tiféret) y la Tierra (Maljút) en su creación

1
Y hay un principio interpretativo según el cual si queremos averiguar el significado de una palabra debemos ir a
su primera presentación en el Tanaj.
2
Es un concepto más complejo que el simple trabajo ordinario.
3
Ambos están unidos en el Nombre de Dios. De ahí que las iniciales de las dos últimas palabras del primer
capítulo (Yom HaShishí = día sexto) y las de las dos primeras del segundo (Vaijulú HaShamaim = Y fueron
acabados los cielos) formen el Tetragrama YHVH.
(Behibarám)”. Ahora bien, en el texto hebreo estándar, en esta última palabra la letra He aparece de un
tamaño menor que el habitual, porque se refiere a la última He del Nombre, o sea Maljút. Behibarán
puede interpretarse entonces como “Creación en o con la He”, la Madre efectiva o causal de todo lo
creado4. Y el versículo continúa: “En el día que hizo YHVH Elohim la Tierra y los Cielos”. Es decir, que
aparece por primera vez el Nombre unido y completo.
Esta es también la interpretación de Éxodo 31:17, en la que se formula el mandamiento del
Shabat justo antes de la entrega de las dos Tablas del Testimonio: “UVaYom HaShevií Shabat
VaYinafash; Y en el día séptimo cesó y descansó”. La palabra Vayinafash también significa que hizo o
produjo almas, siendo el término néfesh indicativo de ambos conceptos, lo que nos llevó en su momento a
interpretar el alma néfesh como el punto en el que el Hálito Divino alcanza reposo y estabilidad.
Así, leemos en el Bahir (57,58): “¿Qué significa Vayinafash? Nos enseña que el Shabat sustenta
a todas las almas. Otra interpretación: Nos enseña que es de aquí de donde surgen (vuelan) las almas”. Es
decir, que esta perpetua y renovada corriente de creación surgida de la unión interna de la Deidad es el
fundamento (yesod) o base de la vida de la vida de los mundos, en su creación y en su perpetuación.

Así, pues, en esta segunda creación anímica o espiritual, Dios crea el séptimo día y descansa los
seis días de la semana. Y este es el secreto (también encerrado en la palabra vayinafash) del alma
adicional (neshamá yeterá) que recibe en el sábado la persona que santifica el Shabat, y que le capacita
para la percepción directa e inmediata de las realidades espirituales.
El regalo del Shabat consiste en la conexión con la raíz profunda del alma en la Shejiná, tal como
está escrito en el Midrásh (Génesis Raba XI 8): “R. Shimón Bar Yojai enseñó: ‘Dijo el Shabat en
presencia del Santo, Bendito sea: “Soberano del Mundo, todos tienen una consorte, mas yo no tengo”. Le
dijo el Santo, Bendito sea: “La Asamblea de Israel, ella es tu consorte”.’” Porque el ser humano es el
representante de Zeir Anpin en la Tierra, tanto a nivel individual como colectivo. Y a la unión celeste
corresponde la unión terrestre5.

El misterio de los tres Rostros de Dios, Atiká Kadishá (el Santo Anciano), Zeir Anpín (el
Pequeño Rostro) y el Jakal Tapujim Kadishin, se halla prefigurado en las tres comidas prescritas en el
Shabat.
Como dice el Zohar: “Rabí Judá dijo: ‘Hay que deleitarse en este día y tomar tres comidas en el
Shabat, para traer satisfacción y deleite al mundo en este día.’ Rabí Abba dijo: ‘Es para traer bendiciones
a los días [Sefirot] del mundo superior. En este día la cabeza de Zeir Anpin se llena del rocío que
desciende de Atiká Kadishá, el más recóndito de todos, y envía el rocío tres veces sobre el campo de las
manzanas sagradas, una vez que el Shabat ha comenzado, de forma que todo pueda ser bendecido. Por
tanto, el hombre debe experimentar deleite en esas tres ocasiones, porque la fe celestial [el Árbol
sefirótico] depende de Atiká Kadishá, Zeir Anpin y el Campo de las Manzanas, y hay que regocijarse y
deleitarse en ellos’... Rabí Simeón dijo: ‘Si el hombre completa estas tres comidas en el Shabat, surge una
voz y hace una proclamación sobre él, diciendo: “Entonces te deleitarás en YHVH” – ésta es una comida,
la que representa a Atiká Kadishá, el más santo de los santos – “y te haré cabalgar sobre los lugares
elevados de la tierra” – ésta es una segunda comida que representa el Campo de los Manzanos Sagrados –
“y te alimentaré con la herencia de Jacob, tu padre” (Isaías 58:14) – ésta es la perfección que es
completada en Zeir Anpín’... Rabí Eleazar preguntó a su padre: ‘¿Qué orden siguen esas comidas?’ Le
respondió: ‘Respecto a la víspera del Shabat está escrito: “Te haré cabalgar sobre los lugares elevados de
la tierra” En esa noche la consorte junto con todo el campo de los manzanos es bendecida, la mesa del
hombre es bendecida, y se le da un alma adicional. Esta noche es la alegría de la consorte, y hay que
regocijarse y comer el banquete de la consorte. Respecto al día del Shabat, la segunda comida, está
escrito: “Te deleitarás en YHVH” – literalmente sobre YHVH (Al YHVH) – porque en ese momento se
revela Atiká Kadishá y todos los mundos se regocijan y se hacen completos. Preparamos la alegría de
Atiká, y es sin duda esta comida. Respecto de la tercera comida del Shabat está escrito: “Y te alimentaré
con la herencia de Jacob tu padre” Esta es la comida de Zeir Anpín, que está completo, y los seis días de
esa compleción son todos bendecidos. Hay que regocijarse en su comida y completar las tres, porque
constituyen la santa semilla de Israel.”6

4
Maljút es llamada la Madre Inferior, por contraste con Biná, la Madre Superior.
5
También prefigurada en la unión sexual de los esposos la noche del Viernes, la cual, realizada propiamente,
puede traer al mundo almas de una elevada espiritualidad.
6
Zohar II 88 a y b.
El Shabat no sólo tiene una connotación metafísica de recuerdo de la Creación. Es también
conmemoración de la salida de Egipto y, por tanto, un ritual de liberación. Así, está escrito (Deut 5:12-
15): “Guardarás (Shamor) el día del Shabat para santificarlo... Acuérdate de que fuiste siervo en la tierra
de Egipto y que YHVH tu Dios te sacó de allí con mano poderosa y brazo extendido. Por consiguiente,
YHVH tu Dios te ordena hacer el día del Shabat”
Con nuestro no hacer7, con nuestra desconexión de las actividades ordinarias al nivel del
pensamiento, la palabra (cesando también toda charla banal y relativa a las preocupaciones mundanas) y
los actos, proclamamos nuestra rebeldía contra el dominio exclusivo del plano material 8 y alcanzamos un
estado de libertad de mente y de cuerpo apto para la recepción del espíritu, que es la verdadera libertad.

De la coalescencia en la Torá (Ex 31 y 35) entre el precepto del Shabat y la construcción en el


desierto del Tabernáculo, dedujeron los sabios que las actividades prohibidas en el Sábado (las melajot o
trabajos creativos, que no están especificados en el texto) eran las mismas que los trabajos utilizados en la
propia construcción del Tabernáculo (Templo arquetípico, morada de la Shejiná, en correspondencia con
el Bereshit o las fases de la Creación, y a su vez prototipo del Templo interior que la persona hace de sí
misma)
Enumeraron así 39 trabajos tipo o avot, número que coincide con el de la palabra Tal = ìè =
Rocío, término que designa justamente la influencia suprema que desciende. Si además admitimos que la
Caída del Hombre tiene lugar al nivel del Adam Yetsirático, vemos que 39 es el valor numérico de las
tres primeras letras del Tetragrama en Yetsirá (åàå àä ãåé), tal como está escrito (Cant 5:2): “Mi cabeza
está llena de rocío”, lo que se interpreta diciendo: “Mi Nombre estará completo con ‘Tal’”.
Quiere esto decir que cuando el influjo espiritual de estas letras (Sefirot de Zeir Anpin) se une a
la àä de la Shejiná en exilio en el plano material, el Nombre está completo y fluyen los manatiales de
todas las bendiciones, manifestándose (Petijat Eliahu) el secreto de la Unidad Divina. Los 39 trabajos que
dejamos de hacer son así los cables que nos conectan y permiten canalizar esta influencia divina.

La práctica del Shabat no se centra exclusivamente en determinadas acciones prescritas que se


hacen o se dejan de hacer. Estas son sólo instrumentos para entrar y permanecer en un determinado estado
de conciencia. Fundamental es, por tanto, la actitud correcta cuya ausencia invalida lo que es el
cumplimiento de unos actos más o menos ritualizados.
Un Shabat que carezca de alegría, buen humor, paz interior, relaciones interpersonales amistosas,
goce y placer, no puede considerarse un verdadero Shabat. Rabí Zalman Schachter-Shalomi, un maestro
jasídico contemporáneo, habla de un lenguaje corporal, emotivo y rico en imaginería afectiva, que pone
en juego un despertar parasimpático, en contraste con el modo normal de funcionamiento del sistema
nervioso simpático propio de los días de la semana.
Para ayudar a entrar en este modo de conciencia sabática, R. Zalman propone un programa
tentativo (totalmente tradicional, por otra parte) que, por su interés y relevancia al tema que nos ocupa
reproducimos aquí9:

“1. Esfuerzo apresurado. Ésta es una preparación. La mente tiene que llenarse de urgencia.
¡Pronto será Shabat! Se trabaja10 hasta sudar. No se toma una comida completa al mediodía a fin de tener
hambre y no meramente apetito. Sacar ese sudor, según algunos de nuestros autores espirituales, se
considera mucho más purificador que unos días de ayuno, porque por ese ejercicio muscular el cuerpo
entero se pone al servicio de Dios.
2. Limpia la casa, aunque ya esté limpia o quede muy poco que ordenar. Antes de eso, si puedes,
date un chapuzón en el lago o en una piscina.
3. Ahora baja el ritmo deliberadamente. Tararea lentamente una melodía. Cámbiate de ropa,
eligiendo algunas ropas que sólo te pongas en Shabat. Prepara algo de dinero para tsedaká (caridad) para
depositarlo en una caja de tsedaká11 antes de encender las luces del Shabat.

7
Y el de nuestro entorno, incluido el de aquéllos a nuestro servicio.
8
S.R.Hirsh, en su Jorev, afirma que “al vincular la creación del mundo con la libertad del hombre, el judío declara
a la esclavitud y a la opresión pecados mortales contra los fundamentos mismos del universo”. Citado de El ser
judío, de R. Donin, p.73.
9
El Primer Paso. Guía para un nuevo espíritu judío. Ed. Era Naciente. Argentina. Pag. 141 y ss. También
incorporado en Entre Meditación y Psicoterapia, del Dr. Claudio Naranjo. Ediciones La Llave. La versión
reproducida aquí contiene aspectos de ambas.
10
En los preparativos. Todo, incluyendo las tres comidas, debe estar preparado antes del comienzo del Shabat.
11
Que se suele tener en la casa.
4. Siéntate donde estés a solas, sin hablar. Haz teshuvá (arrepentimiento) por los sucesos de la
semana. Permite que los acontecimientos de la misma pasen ante tus ojos. Separa los buenos de los
malos. Muestra estos últimos a Dios y pide perdón. Si hay alguien con quien te hayas enojado durante la
semana, búscalo y pide disculpas, reconcíliate con el hombre y con Dios. Respira profundamente,
recógete aún más y concéntrate en la forma parasimpática de conciencia. Cuida de cambiar tus sentidos al
modo del Shabat con sentimientos como ‘Oh, éxtasis, estoy vivo’. Practica lo que Abraham Yoshúa
Heschel llama ‘pasmo radical’: ver lo cotidiano como lo milagroso que en verdad es.
5. Enciende las velas, estudia un poco la Torá. Si algún personaje histórico te intriga
especialmente, invítalo a ser tu huésped en espíritu para el Shabat.
6. Acepta someterte a la regla de no-charla-de-entre-semana: no cumplidos, no frases hechas. Si
es posible, habla en hebreo. Franz Rosenzweig encontraba especialmente útil en el Shabat la práctica de
‘no-charla-de-entre-semana’.
7. Ve temprano al servicio religioso y antes que comience, ora para tener capacidad de servir a
Dios durante el mismo.
8. Sirve, participa, responde, lee en voz alta, no en silencio. Dirígete a Él. Durante los momentos
de tranquilidad sé pasivo, no fuerces ninguna meditación en particular acerca del Shabat. Esto es
adecuado para los días de la semana. Permite que te hable la liturgia, dale tu consentimiento invirtiendo
energías en cantar, leer, permanecer en silencio.
9. Intenta entrar en el Kiddush (santificación del Shabat con vino) dando así testimonio de la
Bendita Creatoriedad de Dios. Bebe el vino como un don especial de la Madre Shabat. Antes de sentarte a
la mesa, lava tus manos y come la jalá (pan trenzado) tras la bendición. Saborea la comida como una
mitsvá sumergiendo primero el pan en la sal. Come con poca charla excepto de cosas que tienen que ver
con el Shabat, la Torá y la oración. Canta lenta y amistosamente. Durante la comida intenta ser como un
sacerdote que ofrece los reinos, animal, vegetal y mineral a Dios. Imagina que tú eres la ofrenda y la mesa
el altar. Disfruta la comida masticando lentamente, agradecido con la sensación de placer que Dios brinda
a tu cuerpo.
10. Canta algunos himnos en la mesa del libro de oraciones. Recita luego las gracias tras las
comidas lenta y reconocidamente. Estate presente en cada palabra del Birkat HaMazón (acción de
gracias). Date un paseo silencioso con algún amigo.
11. Cuando la noche termine, recita las oraciones previas a ir a la cama. Una vez que hayas
pronunciado “En tus manos (encomiendo mi espíritu)”, no hables hasta despertar a la mañana siguiente.
En tus pensamientos agradece a Dios por el Shabat. Instálate en un sueño relajado mientras permaneces
consciente de que estás sostenido por los ‘Brazos Eternos’”. (Fin de la cita)

El texto anterior capta bastante bien el espíritu del Shabat. Todo lo que en él se incluye es
realmente básico, si bien cada uno, en los aspectos que no estén prescritos, hará las adaptaciones
oportunas de acuerdo con su nivel de conciencia y con su sintonización particular al Oneg Shabat (el
deleite del Shabat)

Ya hemos hablado antes del simbolismo de las dos velas. El servicio religioso del viernes por la
noche viene precedido de lo que se llama la Kabalat Shabat, la recepción del Sábado. Los cabalistas de
Safed (S. XVI) y de Jerusalén compusieron un elaborado ritual de acogida que en los aspectos
devocionales se conserva. Ellos salían en procesión al campo abierto (símbolo del Campo de las
Manzanas Sagradas) vestidos de blanco para recibir a la Shejiná, la Novia. Cantaban una serie de Salmos
(del 95 al 100) e himnos (como el Lejá Dodí) que se siguen recitando hoy en día y, aunque no se va a los
campos a saludar a la Reina Shabat, al término del Lejá Dodí la congregación se vuelve hacia el Oeste
(punto simbólico de la Shejiná) y se inclina ante la esperada Presencia.

En la sinagoga, antes de la Kabalat Shabat propiamente dicha, se lee el Shir HaShirim (Cantar de
los Cantares)12, el libro más santo de toda la Biblia, en palabras de Rabí Akivá. Si no se puede leer
completo, al menos se recitarán estos cuatro versículos 13 que condensan su significado para esta noche:

1:2: “Béseme él con besos de su boca, porque mejores son tus amores que el vino”.

4:16: “Despiértate, viento del norte, y ven tú, viento del sur, orea mi jardín para que se
desprendan sus aromas. Venga mi amado a su huerto y coma de sus frutos deliciosos.”

12
Particularmente durante el periodo entre Pésaj y Shavuot.
13
Es costumbre leerlos al terminar la Kabalat Shabat, para que toda la congregación esté presente.
2:8: “¡La voz de mi amado! He aquí él viene saltando por los montes, brincando sobre los
oteros.”

5:1: “Vine a mi huerto, hermana mía, novia; he cogido mi mirra con mis aromas. He comido mi
panal con mi miel, mi vino y mi leche he bebido. Comed, amigos; bebed y embriagaos, oh amados.”

Después de la lectura de los Salmos referidos antes (seis en total), se recita el 29º, ‘Habú
LAdonai’, que hace realmente de puente entre el Shabat y los días de la semana. Este Salmo contiene
siete veces la expresión “Kol YHVH, Voz de YHVH”14, en correspondencia con las siete Sefirot
inferiores del Árbol de la Vida (Zeir Anpin y Maljút), así como con los siete días de la Creación (y por
tanto con los días de la semana) y con las siete voces que se veían en el Monte Sinaí (Ex 20:18). Con cada
uno de los Tetragramas se visualiza la vocalización propia de la sefirá en cuestión, aunque se pueden
añadir otras kavanot, como la parte correspondiente del Nombre de Dios de 42 letras15.

El Salmo 29 es seguido de la oración Ána BeJóaj, compuesta por Rabí Nejuniá Ben HaKaná, y
que consta de cuarenta y dos palabras. Sus iniciales constituyen el Nombre de 42 letras antes aludido.
Este Nombre opera la unión entre Yetsirá y Asiá, elevando por tanto nuestras plegarias (y nuestra
conciencia) del mundo de la acción al siguiente mundo (de la formación, también llamado plano astral) 16.
Recitar el Ána BeJóaj es pronunciar, por tanto, el Nombre de una forma segura.

A continuación se canta el himno Lejá Dodí, cuya estructura se ha estudiado en el capítulo de la


oración analítica, y que ya nos introduce totalmente en el mundo del Shabat. Le sigue, por tanto, el Salmo
92, que comienza con las palabras: “Salmo Cántico para el día del Sábado” y que era cantado en el
Templo por los levitas a la hora de la ofrenda del Shabat.
La Tradición afirma que Adam entonó este cántico de alabanza a la salida del sol del primer
Sábado, el primer día después de su expulsión del jardín del Edén. Se dice que Adam fue creado a última
hora de la tarde del sexto día y a continuación transgredió y fue juzgado y expulsado. Pasó, pues, una
larga y oscura noche de transición del sexto al séptimo en la que pensaba que no volvería a ver la Luz.
Entonces, con los primeros rayos del sol tuvo la visión profética del sentido del caminar humano a través
de este arquetípico séptimo día de la Creación en dirección al Mundo Futuro, el cual ha sido en sí mismo
definido como el Día que será siempre Shabat.

La Recepción del Sábado termina con el Salmo 93, en el que se celebra la eternidad del reinado
Divino por encima de los embates de la temporalidad, simbolizados por las muchas aguas agitadas. En
nuestro viaje a través de las dimensiones del mundo, el principio espiritual, aunque oculto, siempre nos
acompaña. Notamos la progresión ascendente desde el Lejá Dodí, en el que se celebra la Presencia
espiritual de Maljút, pasando por Yesod, que es llamado el Justo y que es comparado con la palmera en el
Salmo 92, hasta la afirmación del principio Tiferético en el 93º, salmo que consta de 45 palabras, según el
número de Adam y de la expansión Mah del Tetragrama.

Se pasa después al Arbit u oración de la noche propiamente dicha, en la que la principal


modificación es, como se dijo al estudiar el servicio de oraciones, la sustitución de las trece bendiciones
intermedias de la Amidá por una única de santificación del Shabat.
Este tipo de cambio también tiene lugar en las Amidot de la mañana y tarde siguientes, pero la
bendición sustituida es diferente en cada ocasión. En Arbit se celebra fundamentalmente el Shabat de la
Creación, y el texto de la berajá alude a este concepto. En la oración del Sábado por la mañana se
conmemora el Shabat de la Revelación y por eso se habla de la entrega de la Torá y del Sábado como
Pacto perpetuo (conexión eterna) Por último, la bendición intermedia de la Amidá de la tarde habla en
términos del Sábado del Mundo Futuro, concebido como unidad, alegría y descanso perfectos. Es la
misma progresión que hemos observado antes, y se halla también en correspondencia con el simbolismo
de las tres comidas del Shabat que tienen lugar a continuación de cada una de las oraciones prescritas.

14
El Tetragrama aparece además otras 11 veces en este Salmo; en total 18, según el número de Jai, Vida.
15
Ver a continuación.
16
Tradicionalmente el Nombre de 42 letras es el Nombre de la Creación (manifestado en las 42 letras que hay
entre la Bet de Bereshit y la Bet de Bohu en los dos primeros versículos del Génesis). Encierra el secreto de la
unión del espíritu a la materia, y por tanto de la elevación de la materia a los mundos espirituales.
El ritual de la comida de la noche del Sábado comienza con el Shalom Alejem, un cántico de
bienvenida y bendición dedicado a los ángeles del Sábado17 y que se entona alrededor de la mesa. Le
sigue el Eshet Jayil (Prov 31: 10-31), cántico de alabanza e invocación de la Shejiná y, a través de ella, de
las energías del Árbol de la Vida mediante la apertura de los 22 Canales. Eshet Jayil es un himno
alfabético y cada versículo exalta una cualidad de la Shejiná y abre su Sendero correspondiente.
Se leen después los párrafos del Zohar (II 88 a – 88 b) en los que se establece explícitamente el
sentido de las tres comidas en términos de los Rostros Divinos, tal como se ha explicado en las páginas
anteriores. Parafraseando las palabras de Rabí Shimón se invita a la Shejiná a participar en el festín con su
Esposo y el Santo Anciano: “Preparad el banquete de la fe perfecta, que es la alegría del Rey Santo.
Preparad el banquete del Rey. Este es el banquete del Jakal Tapujin Kadishin, y el Zeir Anpin y el Atika
Kadisha vienen para comer en él”. A continuación se recita el himno Azamer Bishvajin, compuesto en
arameo por Rabí Isaac Luria, el máximo representante de la cábala de Safed, según Gershom Scholem
una de la pocas composiciones auténticamente suyas18:

“Cantaré en alabanzas
para entrar por las puertas
del Campo de Manzanas
que son sagradas.

Preparémosle ahora
la buena mesa
con un buen candelabro
que alumbra las cabezas.

Entre izquierda y derecha


hay una novia;
camina con adornos,
con joyas y con galas.

La abraza su marido,
su Fundamento,
satisfacción le causa
y aprieta fuertemente.

Lamentos y aflicciones
cesan, desaparecen;
ahora nuevos semblantes,
espíritus y almas.

Mucha alegría le viene


con doblada medida,
un luminar le alcanza
y bendición a chorros.

Acercaos, padrinos19,
haced preparativos,
aderezad viandas,
pescados y volátiles.

Haciendo espíritus
y almas renovadas
en treinta y dos [senderos]
y en las tres ramas.

17
Ver Talmud, tratado Shabat 119.
18
La versión que aquí se da es la propia de Scholem (La Cábala y su simbolismo. Ed. Siglo XXI. Pag. 157-58).
Los tres cánticos de Luria, correspondientes a las tres comidas del Sábado pueden también encontrarse en el Sidur
HaMercaz, editado por el Centro Educativo Sefaradí de Jerusalem.
19
Estudiantes de la Cabalá.
Setenta coronas tiene
y por encima el Rey,
que todos se coronan
en el Santo de los Santos.

Marcados y cerrados
están todos los mundos;
el Anciano de los Días
¿no los está batiendo?

Ordenaré hacia el Sur


las luces de lo oculto
y la mesa con panes
la dispongo hacia el Norte20.

Con el vino en las copas


y ramajes de mirto
para el novio y la novia,
enrécianse los débiles.

Hagámosles coronas
de palabras preciosas
con la coronación de los setenta
que están sobre cincuenta.

La Shejiná se adorna
con seis panes por lado,
con dos Vav se perfuma
y todo lo reúne.

Ociosos y anulados
quedan los repulsivos del infierno,
encadenados los angustiadores
y todos los diablos.”

Después se reza lo siguiente:


“Sea del agrado ante el Atiká Kadishá, el Santísimo, el Oculto más que todo lo que hay de
oculto, que sea traído el rocío superior para llenar la cabeza del Zeir Anpin y lanzarlo al Jakal Tapujín con
la faz iluminada, con agrado y alegría de hacer todo, y sean atraídos delante del Atiká Kadishá, el
Santísimo, el Oculto más que todo lo que hay de oculto, la benevolencia, las piedades, la gracia y la
bondad, con iluminación superior, con agrado y regocijo para mí y toda la gente de mi casa, para todos
los que me acompañan y para todo Israel, su pueblo.”

A continuación se realiza el Kidush o santificación del Shabat. Consiste esencialmente en una


bendición que se pronuncia sobre una copa de vino, precedida de la berajá ordinaria de consagración del
vino, más un preámbulo que conmemora el Shabat de la Creación. 21 Si bien las lecturas y recitaciones
anteriores son opcionales, el Kidush es un ingrediente esencial de la liturgia del Sábado, constituyendo
uno de sus puntos culminantes: expresa en una acción concreta el precepto Divino de “Acuérdate del
Shabat para santificarlo”.
El pasaje bíblico de apertura (Gen 2: 1-4) consta de 35 palabras y también la segunda Berajá –
específica de santificación del Sábado – tiene otras 35 palabras. Hay así dos partes que representan la
unión de Tiféret y Maljút (Zeir Anpin y Nukva) constitutiva del sentido espiritual y cósmico del Shabat.
También representa la unión de la derecha y la izquierda y, siendo el vino un símbolo de la elevación e

20
Es la disposición del Candelabro de siete brazos o Menorá y de la Mesa con los doce panes de la proposición en
el lugar Santo del Templo. En el centro estaba el altar de oro donde se quemaba el incienso.
21
El kidush de la mañana consta esencialmente de sólo la berajá usual de consagración del vino en virtud de que
ya se está inmerso en la santidad del día. No así la santificación del viernes por la noche que requiere una Berajá
especial en virtud de la elevación de Maljút.
iluminación de la izquierda, se le añade un poco de agua que encarna la fuerza o iluminación de la
derecha (Jasadim, las misericordias que emanan de Zeir Anpin). El número 35 expresa en sí mismo la
santificación del Sábado con los treinta y dos senderos de Sabiduría y la acción de los tres pilares (Jésed,
Guevurá y Tiféret, que son los tres niveles de los Manzanos Sagrados en Maljút). Por otra parte, el
número total de 70 alude a los setenta rostros de la Shejiná (y la palabra Yayin, ïéé, Vino, tiene asimismo
una guematria de 70) y a los setenta y dos Nombres de Dios que expresan el control Divino de las leyes
de la naturaleza. Hay que tener en cuenta que, en la fórmula del Kidush, a las 35 palabras del principio del
capítulo dos del Génesis (que empiezan por Vaijulú HaShamayim) se añaden las dos últimas del versículo
anterior (Yom HaShishí), lo que completa el número de palabras a setenta y dos. Y además, como ya se
ha dicho en otros lugares, las iniciales de esas cuatro palabras (las cuatro primeras de la fórmula del
Kidush), forman el Nombre de Dios, YHVH, lo que canaliza el influjo Atsilútico. Recordamos, también,
que la expansión de Atsilút del Tetragrama, éä åéå éä ãåé, tiene un valor numérico de 72.
El vino significa alegría en la Torá y el Zohar puntualiza que: “Este vino hace que el Rey se
regocije y este vino adorna al Rey con sus coronas... porque la santidad no puede existir sin el vino” 22. La
alegría del Rey se refiere a la alegría de la cópula, ya que también afirma el Zohar 23 que el Kidush sobre
el vino pretende bendecir y santificar al novio y a la novia 24 (como también en la ceremonia de la boda se
pronuncian las bendiciones sobre la copa de vino)25.

Después del Kidush, y tras el lavado ritual de manos, se procede a la bendición sobre el pan. El
pan es el alimento por antonomasia y simboliza la Providencia Divina constante sobre toda la Creación,
satisfaciendo las necesidades de todos los seres, necesidades espirituales incluidas. Pan es sinónimo de
bendición y, de hecho, la palabra hebrea Léjem, íçì, tiene un valor numérico de 78, igual a tres veces el
Tetragrama (26  3 = 78) Esto alude a las tres veces que aparece el NombreYHVH en la bendición
sacerdotal (Num 6:24-26), lo cual se refiere a la bendición de las tres columnas.

El pan de Shabat tiene un nombre especial, Jalá, äìç, y como se usan dos hogazas, hablamos de
Jalot, en plural. Su valor numérico es 444 (úåìç = 400 + 6 + 30 + 8), el mismo que el de la expresión
ùã÷î, que puede leerse como Mikdash, Templo, o Mekudash, santificado. Volvemos a tener un símbolo
de dualidad que es llevado a la unidad (ya que en la bendición propiamente dicha se juntan ambas jalot
formando un todo único)
La interpretación tradicional es que, durante la marcha por el desierto, el viernes se recogía doble
porción de maná, ya que era una tarea prohibida en Sábado (y, en consecuencia, no caía del cielo). La
explicación cabalística, que no contradice la anterior, es que ambas hogazas representan Tiféret y Maljút,
que se llevan a unión explícita en el día del Shabat. De hecho, se coloca una sobre la otra, y se parte y se
come de la inferior, porque lo femenino, Maljút, vuelve a tener preponderancia. El Zohar profundiza aún
más sobre lo anterior y afirma que las dos hogazas representan las dos letras Yod, inicial y final del
nombre compuesto éäðåãäàé (conjunción26 de YHVH y Adonai, Nombres de Dios en Tiféret y en Maljút,
respectivamente), “porque en los seis días de la semana Adonai está separada de su marido, pero en los
seis días de la semana Éste desciende sobre Ella”27. Como está escrito (Hab 2:20): “Mas YHVH está en
su santo templo (Heijal = 65 = Adonai), que toda la Tierra guarde silencio delante de Él”.

A continuación tiene lugar la comida propiamente dicha, en la que, como se ha dicho antes, es la
atmósfera espiritual la que tiñe la conversación y los ritmos. El altar es la mesa y los alimentos las
ofrendas ante la Deidad manifestada en los comensales, que son la encarnación de Zeir Anpin en Asiá.
El comer tiene una doble significación: Por una parte es transmutación de lo inferior a la
vibración de una esencia superior, con lo que se lleva de vuelta al origen. Por otra es destilación de la
experiencia, que es asimilada e incorporada a la propia sustancia como potencial de nuevas fases
evolutivas.

22
Zohar III, 95 a.
23
Tikuné Zohar, Tikun 24, 69 a. Ver Tishby, The Wisdom of the Zohar, pag 1235 y nota 216. También, señala
Tishby, hay una interpretación de la expresión “LeJayim”, “Por la Vida”, en el sentido de una vinculación con el
Árbol de la Vida, “y no al Árbol de la Muerte, que es el árbol con el que Adam pecó”. [Recordamos que Noé
tampoco pudo superar esta iluminación de la izquierda, cuando se embriagó y se descubrió su desnudez, prueba
que si superaron los tres Patriarcas en Egipto, Filistea y Jarán, respectivamente].
24
Compárese con el primer versículo de los Cantares: “Mejores son tus amores que el vino”.
25
El Kidush de la mañana consta esencialmente de sólo la berajá
26
Cuya guematria es 91, que, entre otras cosas, es el valor numérico de Maná (Mem, Nun, Alef, en arameo).
27
Zohar III, 273 a (Raya Mehemna).
La comida es física, energética y espiritual a un tiempo. Si constituye un modo de canalizar
kedushá – y en esto el judaísmo es específico – es porque vuelve a unir las dos componentes esenciales de
permanencia y trascendencia, ser y vacío, confiriendo la alegría y la plenitud de la consumación final.
Así, es la Sabiduría la que invita al convite de la Creación, a la participación del misterio de la
existencia: “La Sabiduría ha edificado su casa, ha labrado sus siete columnas, ha matado sus víctimas, ha
mezclado su vino, y también ha preparado su mesa. Ha enviado a sus criadas, clama sobre las cimas de
las alturas de la ciudad: Quien sea simple que entre aquí. Y al falto de corazón le dice: Venid, comed de
mi pan y bebed del vino que he mezclado. Abandonad a los simples y viviréis, y andad por el camino del
entendimiento” (Prov 9:1-5)
También el estado de realización final es míticamente concebido como un banquete de los
Tsadikim en el que Dios les da a comer el Leviatán, que por guematria es lo mismo que decir Maljút, es
decir, toda la experiencia de la existencia material es asimilada, integrada y espiritualizada, antes de pasar
a una nueva fase de evolución cósmica.

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