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¿Sorprendente? En absoluto.
Los cursos de trabajo en equipo son de los más demandados por las empresas que
desconocen que esa competencia no se puede enseñar, pero si aprender, que es distinto.
La contradicción es inexplicable: mientras el colegio presiona de manera angustiosa
haciendo de la educación un proceso individual y competitivo y despreciando la
práctica, la empresa se desgañita reclamando habilidades de colaboración y no le
interesa la teoría.
¿Cuánto tiempo de la vida de un niño desperdiciamos enseñando cosas que no hacen
falta - y que por si fuera poco se olvidan- y dejando de enseñar cosas imprescindibles?
Es vergonzoso que lo que consideramos importante que nuestros hijos aprendan, no
forme parte de los currículum educativos. Increíblemente no están ni los 5 más
mencionados ni la mayoría de los 117 de la lista. No nos engañemos, que exista la
asignatura de inglés, no significa que los niños salgan del colegio hablando inglés.
Entonces ¿Quién está capacitado para enseñar esas “cosas”? Si hoy formasen parte del
currículum, los profesores actuales tendrían serios problemas porque son expertos en
contenidos - geografía, física, matemáticas, gramática, etc.- pero no fueron “entrenados”
para asegurarse que tu hijo sepa colaborar con otros, sea proactivo, piense de forma
crítica, descubra lo que le apasiona en la vida o sea curioso.
Es fácil culpar a los profesores pero no hay que olvidar que están condenados a enseñar
dentro del marco de lo que el currículum les permite y para lo que ellos, a su vez, fueron
formados.
La educación es de máxima prioridad para el ciudadano de a pie, sólo tras la salud (no
sirve ser una persona educada sin gozar de salud para vivir).
La educación está pésimamente evaluada y la epidemia tiene carácter mundial. Waiting
for Superman es una película que evidencia que Estados Unidos, el país más avanzado
del planeta, reconoce tener gravísimos problemas con su sistema educativo. En
Inglaterra, otra película refleja exactamente el mismo diagnóstico.
Cuando viví en México, el refrán que más me impresionó se lo escuché a un amigo
entrenador de basket: “No hagas cosas buenas que parezcan malas ni cosas malas que
parezcan buenas”. Todos los gobiernos comparten la preocupación por el grave estado
en que se encuentran postrados sus sistemas educativos. La mayoría de las medidas que
adoptan para tratar de remediar la situación no sólo no la mejoran, la empeoran.
Drucker decía “no hay nada más inútil que hacer eficientemente algo que no debiese
hacerse”. Las autoridades creen que la mejor solución consiste en dar pedales cada vez
más rápido sin caer en la cuenta que cuanto más pedalean, más se alejan del objetivo. A
nadie se le ocurre pensar en girar el manillar y cambiar de dirección… ¿Por qué no nos
hacemos las preguntas adecuadas? Antes de entrar al colegio, los niños hacen un
promedio de 100 preguntas al día. Una vez integrados en la enseñanza básica, ya apenas
preguntan. No dejan de preguntar porque pierden el interés sino que pierden el interés
porque dejan de preguntar ¿Cuánto espacio hay para preguntar en un aula con 30 niños,
una planificación de contenidos tiránica y una perniciosa obsesión por las
calificaciones? Recientemente, el Ministerio de Educación ha adoptado una serie de
medidas desafortunadas que han provocado generosos editoriales de prensa: Establecer
un sistema de semáforos para distinguir a los colegios en función de su rendimiento
académico o crear liceos de excelencia, entre otras. Cómo indiqué al comienzo, la que
resulta especialmente preocupante es la que ofrece acceso gratuito a la carrera de
pedagogía a los alumnos con buenos resultados académicos. Este “obsequio” asume que
gran parte de la culpa de los deficientes resultados que arrojan los indicadores por los
que miden la educación, se achaca a la mala calidad de los profesores. Se deduce que si
tuviésemos mejores profesores, la realidad sería distinta. Pero no sirve de nada inyectar
más dinero mientras se siga gastando en medidas equivocadas. Sigue faltando el coraje
necesario para acometer la renovación pendiente, lo que exige derribar algunos mitos
absolutamente contestables:
2.- Los niños que sacan mejores notas son más inteligentes (y por tanto serán mejores
profesores). Hoy el colegio funciona exactamente igual que el circo: Los niños, como
los leones, las focas o los caballos, son amaestrados por sus profesores para ejecutar un
amplio repertorio de piruetas. ¿A qué me refiero con piruetas? Khan Academy, es una
celebrada iniciativa educativa que provee una amplia colección de videos donde un
profesor explica contenidos de matemáticas, ciencia, historia, etc. Aquí hay un ejemplo
sobre cómo balancear ecuaciones químicas. Admirable pero inútil. ¿Cuántas veces en tu
vida profesional has balanceado ecuaciones químicas? Cuánta gente balancea
ecuaciones químicas en su trabajo ¿1 de cada 1.000? Para quienes lo hacen, no es un fin
en sí mismo sino que es un medio porque en realidad persiguen descubrimientos
científicos, avances médicos, desarrollos en el mundo de la alimentación, de la energía,
innovaciones tecnológicas, etc. El propio concepto de “estudiar” no tiene sentido. Todos
debiésemos aprender las matemáticas o la química más básicas pero solo quien lo
requiera y cuando lo necesite, debiera poder profundizar en ello todo lo que desee.
Los “buenos” colegios amaestran mejor a los niños que los malos colegios, pero a fin de
cuentas, siguen enseñando las mismas piruetas sólo que de forma más eficiente y
cobrando mucho más caro a los padres. Algunos profesores son más diestros en enseñar
esas piruetas pero la mayoría están aburridos de enseñar siempre las mismas y de
comprobar que a sus alumnos no les interesan lo más mínimo y las olvidan al poco de
haberlas aprendido. Algunos niños son más rápidos en aprenderlas y a otros les cuesta
más trabajo (algunos no lo logran y son expulsados). No importa si esas piruetas que
aprendes te serán útiles en el futuro o si te interesan ya que el objetivo es pasar a la
siguiente etapa y para eso necesitas complacer a tu profesor ejecutándolas tal y cómo
espera que lo hagas (y no como a ti se te ocurra aunque te parezca más divertido o
innovador) y a tus padres que podrán verificar tu habilidad con las piruetas mediante las
notas. La forma de evaluar a los niños es por lo bien que son capaces de repetir esas
piruetas pero, ojo, siempre por escrito. Jamás importa si dominan alguna de las 5
“cosas” de la encuesta inicial. ¿El mejor abogado, profesor o medico será el que
mejores notas sacó durante su etapa escolar? No existe ningún predictor que lo asegure.
Varios de mis amigos, que jamás se distinguieron por su brillantez académica, han
desarrollado carreras profesionales envidiables. Algunos de los líderes más reconocidos
(Bill Gates, Steve Jobs, Amancio Ortega, Pavarotti o el Presidente Lula) nunca hubiesen
superado el proceso de selección para incorporarse a nuestras empresas por carecer
incluso de título universitario.
Estoy convencido de que el 99% de los niños tienen básicamente las mismas
capacidades, otra cosa distinta es si las desarrollan en toda su plenitud. En ese proceso
influyen múltiples factores que incluyen a la familia, el contexto cultural y social, las
experiencias de vida, la educación, etc. ¿Cómo le pedimos a un joven de 18 años que
decida a qué se quiere dedicar en el futuro cuando no tiene ni idea? No podemos culpar
sólo al domador de lo que ocurre en el circo ya que hace lo que le ordenan y cuando se
aparta del plan, recibe una severa reprimenda.
3.- La importancia del profesor. Mucha gente conoce el experimento Hole in the Wall
iniciado por Sugata Mitra en la India a finales de los años 90. Su conclusión es
aplastante: los niños, a partir de su curiosidad natural y por su cuenta, son capaces de
aprender de un computador, mediante exploración y apoyo de sus pares y sin tener
ningún conocimiento ni entrenamiento previo de tecnología. Y lo más importante: sin
intervención de ningún profesor. Todos los padres han sido testigos de cómo sus hijos
aprenden centenares de cosas sin estudiar, sin necesidad de que los padres tengamos que
obligarles ni juguemos un rol protagonista. Antes de que intervenga un profesor, existen
2 elementos que resultan esenciales para aprender:
Walter Scott “La parte más importante de la educación del hombre es aquella que él
mismo se da”. Tú eres tu mejor profesor sobre todo debido a la energía que te provee la
motivación. Si el niño tiene interés, entonces la educación ocurre. La acusación más
severa que se puede formular a la educación es su capacidad de anestesiar el hambre
que todos los niños traen por aprender.
Albert Einstein “La experiencia es el mejor profesor”. Nada mejor que tú experiencia,
algo que no se compra sino que se vive, se adquiere con el tiempo y la práctica, fuera de
las aulas. Piensa en las cosas que sabes hacer y el rol que jugaron las decenas de
profesores que has tenido en que las aprendieses.
No hablo de eliminar al profesor sino de aceptar que su rol ya se ha transformado y que
el mejor legado que puede dejar a sus alumnos no es lo que sabe sino asegurarse de
enseñarles a aprender. Se aprende más rápido y mejor si contamos con alguien a nuestro
lado que nos ayude y que no se limite a recitar contenidos y hacer tests. Que se
preocupe de que nos hagamos preguntas y no de que le entreguemos respuestas. Esto
sólo funciona, si tenemos desafíos y actividades que resolver -y no contenidos que
memorizar- y a un maestro que acepte que solamente nos debe ayudar cuando tengamos
problemas que no podemos resolver. Las aulas y los profesores actuales nunca fueron
pensados bajo esta lógica. Actuamos creyendo que la enseñanza se convierte
automáticamente en aprendizaje y no es así de simple.
4.- Los profesores son los grandes responsables de la mala calidad de la educación. A
finales de 2007, escribí 2 artículos tratando de responderme esta pregunta ¿Quién quiere
ser profesor?. Los profesores siguen teniendo un miedo atávico a ser sustituidos por la
tecnología. Tal vez esta predicción de Bill Gates sea exagerada, pero no cabe duda de
que la principal revolución que impone Internet es la relevancia que adquiere el
aprendizaje. Hoy toda la maquinaria educativa sigue obsesionada con entrenar a los
niños a aprobar exámenes. Evaluar la calidad de la educación mediante tests nos está
causando un daño irreparable (el número de niños con stress y tomando medicamentos
es aterrador). Mientras no arreglemos lo que ocurre en las aulas, el liderazgo o la
gestión de los directivos no tendrá ningún impacto. Los profesores son guardianes de
temas irrelevantes para los jóvenes y saben que son vistos por sus alumnos como el
obstáculo que se interpone ante su meta de obtener un título. Si no involucras a un niño,
resulta muy difícil conseguir que aprenda. La cualidad más importante de un profesor es
su capacidad de entusiasmar. Muchos transmiten hastío y cansancio por la profesión que
alguna vez fue su vocación.
¿Cuáles son entonces las propuestas? Hay que reinventar la educación, atreverse a
derribar lo incontestable. Daniel Pink expone un caso, a mi juicio, todavía muy
conservador. Veamos ejemplos más drásticos:
Lo que está pasando con la mina que tiene atrapados a 33 mineros en Copiapo desde
hace 2 meses es un buen ejemplo: Hay que cerrarla de una vez. En el caso de la
educación, el edificio se está desmoronando, se cae a pedazos y las autoridades,
torpemente, siguen poniéndole parches que la mayoría celebra como buenas ideas. No
podemos seguir demorándonos, hay que atreverse a tirar el edificio abajo de una vez por
todas y empezar a construir desde cero un edificio nuevo para un mundo distinto y un
ciudadano diferente. ¿Quién tiene el valor que hace falta?