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RESEÑA N°1.

LA MULTIPLICIDAD DE LOS DISCURSOS ANTROPOLOGICOS

J.Y. JOLIF

Laura Avril Muñoz Alarcón

Cuando hablamos acerca de la esencia humana, lo que realmente queremos encontrar es la

respuesta a una pregunta inicial inexistente, o que en lo mayor de su garantía, no es posible

concretar, ante esto, la antropología busca en su trabajo unir los fragmentos relacionados al

hombre en todo su esplendor para llegar a ello, por lo tanto, en su trayectoria imprime categorías

decisorias para un estudio profundo de la naturaleza humana. Pero, ¿qué sucede cuando el

problema resulta de la posición científica de la llamada antropología filosófica?, más aun cuando

nuestra era nos permite conocernos en diferentes aspectos como seres humanos, y de esa forma,

ese acceso ha hecho que el hombre no quiera ignorar dicha información, entonces Jolif afirma:

“el hombre no se contenta ya con vivir; quiere comprender su existencia sometiéndola a las

normas objetivas del conocimiento científico” (p. 124). Entonces, ¿realmente hay un problema

en la antropología como ciencia? ¿La minimización de la importancia y un posible rechazo del

poder de las ciencias positivas realmente implican un desconocimiento del hombre?

Jolif, en Multiplicidad de discursos antropológicos, realiza una descripción de una disputa

habitual habida entre las ciencias humanas positivas y la filosofía, que además, se ve

acompañado de una inseguridad estructural en la relación de verdad con respecto al contenido de

la antropología filosófica, por ello, encontramos que un imperialismo frecuente se enmarca

alrededor de las ciencias positivas al hacer posible comprobar la información que

específicamente quiere encontrar el ser humano con respecto a sí mismo. De esta forma, muchos

y por mucho tiempo han considerado la filosofía como un estudio especulativo al que no es
posible aplicársele las herramientas lógico-matemáticas y/o empíricas que las ciencias positivas

utilizan como medio hacia resultados objetivos y por ende, no es posible una comprobación

correcta, oportuna y objetiva de su contenido, indicando per se, una continuidad en la

incredulidad con respecto a la filosofía, dado que incluso el uso de los medios técnicos de las

ciencias positivas la pondrían en una posición de especulación en proceso. No obstante, el

hombre ha otorgado a la filosofía antropológica un carácter abstracto, que no necesariamente es

especulativo, sin embargo, la existencia de un abstracto implica un correlato concreto –siendo

estas las ciencias humanas-.

Si el hombre tiene la necesidad de buscar su esencia, debe empezar por el sentido de su

misma materia de estudio, es entonces cuando Jolif habla acerca del absurdo de la minimización

de una u otra rama, dado que hay una codependencia necesaria para la existencia solvente de una

y otra, no es ilógico aludir la existencia del pensamiento y de la razón aun cuando no eran

escritos o cuando no era posible dar demostraciones científicas como se hace en la práctica

contemporánea. Así, el recuento histórico nos muestra que el pensamiento, humano y los

estatutos epistemológicos se remontan a un inicio, a un vacío del positivismo donde el mismo fue

creado junto con sus normas y convenciones, por ende, hay un inicio filosófico innegable. Por lo

tanto, es preciso decir que las ciencias positivas tendrán una línea de inicio en un fundamento

específico que sería no solo su objeto de estudio, sino la razón de la afirmación verdadera de su

estudio, es decir, toda ciencia se remonta a un pasado únicamente filosófico que da validez a su

presente y futuro, por ende, damos por cierto que aquello que Jolif imprime como

interdependencia, es efectivo, puesto que las ciencias humanas si encuentran su fundamento en la

filosofía, y por otro lado, el carácter abstracto debe seguir su trayectoria y avance que contempla
su base fundamental en las ciencias humanas, por lo tanto, la realización de un trabajo filosófico

que segregue la ciencia humana y ubicándose como verdad absoluta, no tendrá fundamento.

Ahora bien, ¿cómo puede llegar el hombre a conocerse ciertamente, sin admitir una

cohabitación de las ciencias positivas y la antropología filosófica? Efectivamente, no puede, la

yuxtaposición de las ramas otorgará un conocimiento parcial insatisfactorio. El reconocimiento a

las ciencias humanas es un evento real que no puede desconocerse, pues su estudio es un gran

aporte para un avance hacia el conocimiento auténtico que abastece a la filosofía para su

desarrollo, ante esto Jolif dice:

Del mismo modo que estamos persuadidos de que las ciencias físicas proporcionan el

único acceso a un auténtico conocimiento de la naturaleza y que la filosofía solo puede

hablar del cosmos haciendo suyas las determinaciones de la ciencia, así también se estima

que no hay otra forma de aproximación al hombre que la que nos proporcionan las

ciencias humanas y que la filosofía debe primeramente atenerse a la disciplina científica.

(Jolif, s.f., p. 141).

De la misma forma, no podemos desconocer un papel fundamental dado a la filosofía para

con los otros conocimientos –las ciencias positivas-, pues “esos otros conocimientos sólo pueden

darse por valederos admitiendo también ellos la autenticidad del discurso filosófico” (p. 137).

Las ciencias no pueden desconocer su fundamento y de esta forma, debemos prever que estamos

presentes ante un hecho que involucra una multiplicidad de discursos que no pueden ser unidos

ni monopolizados por una rama particular, y tampoco pueden ser eliminados, puesto que todos

constituyen la totalidad del ser humano, por ende, a pesar de no ser posible la aplicación de

herramientas de comprobación positiva –que sus propias fallas tiene-, no podemos descartar el

carácter científico de la antropología filosófica por tal hecho, ya hemos dicho que el carácter
abstracto de la filosofía antropológica no está destinado a quedarse eternamente, esta consigue

una concreción en el correlato de las ciencias positivas.

Así, ¿podemos negar la calidad de humano? Posiblemente, cuando renunciamos a los

estatutos distribuidos por las diferentes ciencias humanas que nos dicen exactamente qué es el

hombre, entonces, tendríamos que negar nuestras cualidades anatómicas que nos diferencian ante

las especies animales de la misma forma como pasa con las otras especies, negaríamos los dedos

oponibles, también nuestro valor productivo evaluado por la economía, o la capacidad intrínseca

de relacionarnos con el medio y hacer que nuestro comportamiento se deduzca de dicho medio y

el conductismo sería falso. Hay muchas calidades humanas a las que deberíamos renunciar para

negar la calidad de ser hoy un ser humano –aunque hayan muchos más estatutos que

posiblemente no se hayan mencionado o aun no existan que sean del humano-. Si bien es cierto

que el imperio científico puede parecer demasiado en la actualidad, donde la era está llena de la

introspección del ser y la igualdad cósmica, abandonar los estatutos y principios científicos,

podría significar un esfuerzo por renunciar a un conocimiento básico que ha debido tenerse en

cuenta, no podemos partir únicamente de la filosofía para darnos un significado como seres

humanos. Muchos discursos dependen de la anatomía, física, matemática, y renunciar a aceptar

su existencia y validez, es dar un completo retroceso (p. 124), dado que la renuncia de ello, lleva

en sí la renuncia a la misma filosofía que le da fundamento. La clara rivalidad, no ha llevado solo

a la incomprensión, segregación o una especie de partidismo, sino también a una especia de amor

irracional por querer desconocer algo.

Finalmente, advertimos que el discurso del ser humano se ubica hacia la búsqueda de su

ser integral y por ende, ha dejado de sólo vivir y se ha ocupado de conocer de sí, de esta forma,

se han originado las posiciones de como el hombre satisface esta necesidad, sea como una
seguridad científica, o como un rechazo a la importancia de las ciencias humanas. Ante estas

situaciones, fueron formuladas las siguientes preguntas. Primero, ante ¿qué sucede cuando el

problema resulta de la posición científica de la llamada antropología filosófica?, hablamos acerca

de la habitual rivalidad existente entre la filosofía y las ciencias humanas, dado que estas últimas

tienen una característica especial y es la comprobación mediantes herramientas lógico-

matemáticas y empíricas propias de su medio, que dan eficacia y confianza para aquel sujeto

curioso que pretenda saber acerca de sí mismo y su propia naturaleza, que, contrario sensu, la

filosofía no sólo no dispone de estas herramientas, sino que su aplicación resultaría en el proceso

de una especulación, por ende, hay un imperialismo y una superioridad en las ciencias humanas.

Segundo, cuando preguntamos: ¿realmente hay un problema en la antropología como ciencia?,

advertimos que no hay dicho problema dada la interdependencia que existe entre una y otra rama

para llegar a un auténtico conocimiento del todo humano, que además, a pesar de ser la filosofía

una abstracción, esta se resuelve con las determinaciones de las ciencias humanas que le otorgan

un fundamento lógico y así consigue su concreción. Por último, fue necesario tocar como punto

importante esta pregunta: ¿La minimización de la importancia y un posible rechazo del poder de

las ciencias positivas realmente implican un desconocimiento del hombre?, resolvimos que

ciertamente, este desprecio es absurdo y esta renuncia implicaría dejar atrás también los

postulados filosóficos –dada la interdependencia-. No solo las ciencias encontraron su origen en

la filosofía, la filosofía resuelve su validez en medio de las ciencias, y desconocerlas, equivale a

desconocer lo que cualquier filósofo pueda decir sobre el hombre, dado que encontramos que el

papel de la filosofía no es la creación sino la reflexión y explicitud de lo dado por las ciencias

humanas. La interdependencia y el problema de la filosofía como ciencia, fue así resuelta como

una trinidad que reafirma la imposibilidad de la verdad absoluta.


REFERENCIAS

Jolif. J.Y. (2004). Título. Lugar de publicación. Editorial.

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