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Eso se parece a la tasa del flujo de agua en un tubo, que depende no sólo de la
diferencia de presión entre los extremos del tubo, sino también de la resistencia que
presenta el tubo mismo. Un tubo corto presenta menos resistencia al flujo del agua
que uno largo: cuanto mayor sea el diámetro del tubo, su resistencia será menor.
LONGITUD: Los alambres más largos tienen más resistencia que los más cortos.
De igual forma sucede con los cables que llegan a nuestra casa desde una central
eléctrica, los cuales deben recorrer muchos kilómetros, por eso tienen que estar
construidos con materiales que ofrezcan la menor resistencia posible. En este caso,
también se recurre a otros métodos para minimizar al máximo la resistencia, como
incrementar el diámetro del conductor, o jugar con los valores de voltaje y corriente en
la central y a su llegada al punto de abonado.
Se trata de una argucia técnica para reducir al máximo el problema que representa la
resistencia eléctrica y el nivel del flujo de corriente a tales distancias.
GROSOR: es otro importante factor que afecta a la conducción. Los alambres gruesos
tienen menos resistencia que los delgados.
Cuanto mayor sea, menor será la resistencia y por tanto mayor será el flujo de
electrones.
Tiene fácil explicación lo que sucede dentro del conductor: cuando aplicamos una
fuerza electromotriz los electrones libres disponibles en el material intentan llegar de
la carga negativa a la positiva, y para ello van saltando de un átomo a otro en el espacio
que tienen disponible.
Si aumentásemos el grosor del conductor al doble, tendríamos ahora el doble de
electrones para conseguir la misma corriente, lo que significa menos esfuerzo para
llegar de la carga negativa a la positiva; dado que ahora el camino a recorrer es el
doble de ancho, la resistencia se ha reducido a la mitad.