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CONTENIDO

INTRODUCCION

ÉTICA ARISTOTÉLICA
Dos éticas fueron escritas por Aristóteles:

Ética a Eudemo que pone en evidencia algunas influencias platónicas y Ética a


Nicómaco que es la versión definitiva de la ética aristotélica puesto que
pertenece al tercer período.

La ética de Aristóteles, es, en primer lugar, una ética de la felicidad... pero


también es una ética de la virtud ya que ésta es el medio por excelencia para
alcanzar la felicidad.

La felicidad, consiste en el ejercicio perfecto de la actividad propia del hombre.


Tal actividad no es otra que la actividad del alma que para que sea perfecta debe
ser acompañada por todas las virtudes.

Hacia el final de la Ética a Nicómaco, Aristóteles afirmará que la actividad más


propia del hombre y la que mayor felicidad le proporciona es la contemplación
teórica: es decir, la sabiduría. Así es como el empirismo ético lo lleva a una
posición ecléctica: la felicidad consiste en equilibrar virtud, contemplación y
bienes exteriores.

ÉTICA A NICÓMACO
La Ética a Nicómaco comienza afirmando que toda acción humana se realiza en
vistas a un fin, y el fin de la acción es el bien que se busca. El fin, por lo tanto,
se identifica con el bien. Pero muchas de esas acciones emprendidas por el
hombre son un "instrumento" para conseguir, a su vez, otro fin, otro bien. Por
ejemplo, nos alimentamos adecuadamente para gozar de salud, por lo que la
correcta alimentación, que es un fin, es también un instrumento para conseguir
otro fin: la salud. ¿Hay algún fin último? Es decir, ¿Hay algún bien que se persiga
por sí mismo, y no como instrumento para alcanzar otra bien? Aristóteles nos
dice que la felicidad es el bien último al que aspiran todos los hombres por
naturaleza. La naturaleza nos impele a buscar la felicidad, una felicidad que
Aristóteles identifica con la buena vida, con una vida buena. Pero no todos los
hombres tienen la misma concepción de lo que es una vida buena, de la felicidad:
para unos la felicidad consiste en el placer, para otros en las riquezas, para otros
en los honores, etc. ¿Es posible encontrar algún hilo conductor que permita
decidir en qué consiste la felicidad, más allá de los prejuicios de cada cual?
No se trata de buscar una definición de felicidad al modo en que Platón busca la
Idea de Bien, toda vez que el intelectualismo platónico ha sido ya rechazado. La
ética no es, ni puede ser, una ciencia, que dependa del conocimiento de la
definición universal del Bien, sino una reflexión práctica encaminada a la acción,
por lo que ha de ser en la actividad humana en donde encontremos los
elementos que nos permitan responder a esta pregunta. Cada sustancia tiene
una función propia que viene determinada por su naturaleza; actuar en contra de
esa función equivale a actuar en contra de la propia naturaleza; una cama ha de
servir para dormir, por ejemplo, y un cuchillo para cortar: si no cumplen su función
diremos que son una "mala" cama o un "mal" cuchillo. Si la cumplen, diremos
que tienen la "virtud" (areté) que le es propia: permitir el descanso o cortar,
respectivamente; y por lo tanto diremos que son una "buena" cama y un "buen"
cuchillo. La virtud, pues, se identifica con cierta capacidad o excelencia propia
de una sustancia, o de una actividad (de una profesión, por ejemplo).
Del mismo modo el hombre ha de tener una función propia: si actúa conforme a
esa función será un "buen" hombre; en caso contrario será un "mal" hombre. La
felicidad consistirá por lo tanto en actuar en conformidad con la función propia
del hombre. Y en la medida en que esa función se realice, podrá el hombre
alcanzar la felicidad. Si sus actos le conducen a realizar esa función, serán
virtuosos; en el caso contrario serán vicios que le alejarán de su propia
naturaleza, de lo que en ella hay de característico o excelente y, con ello, de la
felicidad.
Si queremos resolver el problema de la felicidad, el problema de la moralidad,
hemos de volvernos hacia la naturaleza del hombre, y no hacia la definición de
un hipotético "bien en sí". Ahora bien, el hombre es una sustancia compuesta de
alma y cuerpo, por lo que junto a las tendencias apetitivas propias de su
naturaleza animal encontraremos tendencias intelectivas propias de su
naturaleza racional. Habrá, pues, dos formas propias de comportamiento y, por
lo tanto, dos tipos de virtudes: las virtudes éticas (propias de la parte apetitiva y
volitiva de la naturaleza humana) y las virtudes dianoéticas (propias de la diánoia,
del pensamiento, de las funciones intelectivas del alma).
Siendo, pues, de dos especies la virtud: intelectual y moral, la intelectual debe
sobre todo al magisterio su nacimiento y desarrollo, y por eso ha menester de
experiencia y de tiempo, en tanto que la virtud moral (ética) es fruto de la
costumbre (éthos), de la cual ha tomado su nombre por una ligera inflexión del
vocablo (éthos). (Aristóteles, Ética a Nicómaco", libro 2,1)
BIEN ÚLTIMO: LA FELICIDAD

Volvamos ahora a nuestra primera afirmación; y puesto que todo


conocimiento y toda resolución de nuestro espíritu tienen necesariamente en
cuenta un bien de cierta especie, expliquemos cuál es el bien que en nuestra
opinión es objeto de la política, y por consiguiente el bien supremo que podemos
proseguir en todos los actos de nuestra vida. La palabra que le designa es
aceptada por todo el mundo; el vulgo, como las personas ilustradas, llaman a
este bien supremo: felicidad, y, según esta opinión común, vivir bien, obrar bien
es sinónimo de ser dichoso. Pero en lo que se dividen las opiniones es sobre la
naturaleza y la esencia de la felicidad, y en este punto el vulgo está muy lejos de
estar de acuerdo con los sabios. Unos la colocan en las cosas visibles y que
resaltan a los ojos, como el placer, la riqueza, los honores; mientras que otros la
colocan en otra parte. Añadid a esto, que la opinión de un mismo individuo varia
muchas veces sobre este punto; enfermo, cree que la felicidad es la salud; pobre,
que es la riqueza; o bien cuando uno tiene conciencia de su ignorancia, se limita
a admirar a los que hablan de la felicidad en términos pomposos, y trazan de ella
una imagen superior a la que aquel se había formado. A veces se ha creído, que
por encima de todos estos bienes particulares existe otro bien en sí, que es la
causa única de que todas estas cosas secundarias sean igualmente bienes.

Indagar todas las opiniones sobre esta materia, sería un trabajo bastante
inútil; y así nos limitaremos a las más conocidas y divulgadas, es decir, a las que
al parecer tienen alguna verdad y alguna razón.

Por lo demás, no perdamos de vista, que hay mucha diferencia entre las
teorías que parten de los principios, y las que se elevan a los mismos. Platón
tuvo mucha razón para preguntar y para indagar, si el verdadero método consiste
en partir desde los principios o en subir hasta ellos, a la manera que en el estadio
se puede ir de los jueces a la meta, o, a la inversa, de la meta a los jueces. Pero
siempre es preciso comenzar por cosas muy notorias y muy claras. Las cosas
pueden ser notorias de dos maneras: o con relación a nosotros o de una manera
absoluta. Quizá deberemos comenzar por las que son notorias a nosotros, y he
aquí por qué las costumbres y los sentimientos honrosos son una preparación
necesaria para todo el que quiera hacer un estudio fecundo de los principios de
la virtud, de la justicia, en una palabra, de los principios de la política.
CONCLUSION
Finalmente, se puede deducir que la felicidad es un bien común que logra
mejorar las relaciones sociales entre los hombres, pero que no es algo fácil
porque la humanidad ha invertido las finalidades de las ciencias teóricas y
prácticas. Porque si alguna carrera técnica, tecnológica y profesional no genera
ganancias y rentabilidad económica para las empresas, recibe poca aceptación
por parte de las universidades, empresas e imaginarios colectivos. Por otra parte,
la sociedad se encuentra en una profunda crisis porque los valores se han
perdido, las universidades prohíben escribir en los trabajos el concepto de bueno
o malo, los políticos no se conforman con sueldos ostentosos,
el mercado comercial y económico trata de vender cualquier cosa por mala e
inmoral que sea.

BIBLIOGRAFIA
ARISTOTELES (1985). Ética a Nicómaco. Brasilia: Un. Política. Brasilia, 1988.

ARISTOTELES (1985). Ética a Nicómaco. Traducido Pietro Nassetti. São Paulo: ed.
Martins Claret, 2007.

ARISTÓTELES. Ética a Nicómaco. Trad. Pietro Nassetti. São Paulo: Martin Claret, 2006.

Pallí Bonet, J. (1985). Aristóteles, Ética Nicomaquea, Ética Eudemia. Madrid: Gredos.

Araujo, M.; y Marías, J. (1981). Aristóteles, Ética a Nicómaco. Madrid: Estudios Políticos.

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