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FABULA EL LEÓN Y EL MOSQUITO

Érase una vez un león, se encontraba


muy tranquilo en la selva, cuando un
mosquito muy grande decidió hacerle la
vida imposible.

"¡No creas que por ser más grande que


yo te tengo miedo!", dijo el mosquito
desafiando al león, conocido como el
rey de la selva.

Luego de esas palabras, el mosquito ni


corto ni perezoso, empezó a zumbar le
la cabeza al león volando de un lado a otro, mientras que el león buscaba el mosquito
como loco.

El león rugía de la rabia ante el atrevimiento del mosquito y a pesar de sus intentos por
matarlo, el mosquito lo picaba en diferentes partes del cuerpo, hasta que el león
demasiado cansado se derrumbó en el suelo.

El mosquito sintiéndose victorioso, retomó el camino por donde vino. En poco tiempo el
mosquito se tropezó con una tela de araña y vencido se vio también.

Moraleja: No existen nunca peligros pequeños, ni tropiezos insignificantes.

FABULA EL BUEN TIEMPO Y LA LLUVIA

“Nunca llueve a gusto de todos” así dice el refrán, y la


historia que sigue parece darle la razón. Había una secuela
muy hermosa en un pueblo apartado. A la escuela iban
tres perritos y tres ranitas. Ellos vivían muy cerca y eran
buenos amigos. A menudo iban juntos a clase, eran muy
puntuales.

Muchas veces antes de llegar a la escuela peleaban. Si el


día amanecía con lluvias las ranitas se ponían felices, a
diferencia de los perritos ya que se ponían rabiosos.

"¡Wiii! Que feliz estoy, nos daremos un buen baño en las


charcas que la lluvia está formado." - Decía una de las ranitas.

"Que feo es cuando llueve, es un día perdido para mi, me deprime tanto la lluvia." - Dijo
uno de los perritos con una cara triste.

Cundo el día amanecía soleado un con radiante sol, sucedía todo lo contrario; los perritos
no se cambiaban por nadie, se sentían felices. En cambio las ranitas estaban sin ánimos,
ya que se imaginaban el calor y la sequedad que iba a torturarlas. Sé que todos se
estarán preguntando que día estarían contentos los perritos y las ranitas. ¡Muy fácil! Los
días que amanecían grises y fríos pero sin lluvia, que pocos días amanecía así.

Moraleja: Debemos aceptar la vida tal cual como se presenta, de esta manera nunca
se sentirán infelices.

FABULA EL LOBO Y EL PASTOR

Había una vez un lobo, al que le pareció una


buena idea departir con un pastor, para
demostrarle que no era tan malo como todo el
mundo afirmaba. A pesar de que sus razones
estaban muy bien fundamentadas, el
pastor continuaba mirándolo con el mismo
recelo de siempre.

Sin otra alternativa, comenzó a relatarle todas


y cada una de las virtudes que tenían las
diferentes partes de su cuerpo.

De su piel le indicó que es capaz de ayuda a curar muchos males humanos y que ningún
insecto es capaz de penetrarla. En sus uñas, dijo que estaba el secreto para curar el mal
del ojo y que con sus dientes se podían realizar un sinfín de cosas.

Cansado de escuchar tan cansino parloteo, el pastor se levantó airado y le contesto:

- ¡Malvado animal! ¿Cómo te atreves a estar hablando tan animadamente conmigo?


Después de todo el daño que me han causado los de tu especie a mis animales, poco o
nada me interesa las virtudes que puedan tener tus uñas o dientes.

MORALEJA

No intentes tapar tus errores con buenas palabras

LA ZORRA Y EL HOMBRE LABRADOR

Había un labrador que despreciaba bastante a una


zorra porque le ocasionaba algunos daños frecuentes.

Luego de varios intentos, pudo al fin atraparla, y buscando


vengarse por todo lo ocasionado, en su cola le amarró una
mecha humedecida de aceite y le prendió fuego.

De repente, Zeus decidió llevar la zorra al lugar donde


cultivaba el labrador.
En ese entonces, el terreno estaba listo para cultivar y el labrador al ver la zorra se
dispuso a intentar nuevamente capturar, pero se percato con llanto y frustración que
donde seguía la zorra se quemaba toda la producción.

MORALEJA

Procura ser comprensivo e indulgente, pues siempre sucede que el mal que
generamos, tarde o temprano se regresa en contra nuestra.

LA GALLINA DE LOS HUEVOS DE ORO

Estaba una mañana la mujer del granjero recogiendo la puesta de sus gallinas cuando
advirtió que una de ellas había puesto un huevo de oro. Con gran júbilo corrió a
comunicárselo a su marido y ambos celebraron su buena fortuna.

Al día siguiente, la mujer del granjero volvió a encontrar otro huevo de oro puesto por la
misma gallina y de nuevo se felicitaron por su buena suerte.

Pasaron las semanas y cada día la gallina


seguía ofreciéndoles aquel regalo, con lo que el
granjero y su esposa pudieron comprar más
tierras y más vacas.
Ambos, convencidos de que la gallina debía
contener un buen número de huevos de oro en
su interior, pensaron que si en lugar de esperar a
que cada día pusiera uno, la abrían en canal,
podrían tomar todo el oro y disfrutar de aquellas
riquezas de inmediato. Su sorpresa vino cuando, al matar a la gallina y abrirla, vieron que
no era distinta de cualquier otra, y que lejos de encontrar oro, todo lo que de allí sacaron
fueron sus vísceras.

“Oh señor, tú me diste sustento y riqueza para el resto de mis días y la avaricia ha sido mi
castigo”
MORALEJA

No rompas el saco por tu avaricia ni te dejes llevar por la codicia

CUENTOS

SANTILÍN

Santilin es un osito muy inteligente,


bueno y respetuoso. Todos lo quieren
mucho, y sus amiguitos disfrutan
jugando con él porque es muy divertido.
Le gusta dar largos paseos con su
compañero, el elefantito. Después de la
merienda se reúnen y emprenden una larga caminata charlando y saludando a las
mariposas que revolotean coquetas, desplegando sus coloridas alitas.
Siempre está atento a los juegos de los otros animalitos. Con mucha paciencia trata de
enseñarles que pueden entretenerse sin dañar las plantas, sin pisotear el césped, sin
destruir lo hermoso que la naturaleza nos regala.
Un domingo llegaron vecinos nuevos. Santilin se apresuró a darles la bienvenida y
enseguida invitó a jugar al puercoespín más pequeño.

Lo aceptaron contentos hasta que la ardillita, llorando, advierte:

- Ay, cuidado, no se acerquen, esas púas lastiman.

El puercoespín pidió disculpas y triste regresó a su casa. Los demás se quedaron


afligidos, menos Santilin, que estaba seguro de encontrar una solución.

Pensó y pensó, hasta que, risueño, dijo:

- Esperen, ya vuelvo.

Santilin regresó con la gorra de su papá y llamó al puercoespín.

Le colocaron la gorra sobre el lomo y, de esta forma tan sencilla, taparon las púas para
que no los pinchara y así pudieran compartir los juegos.

Tan contentos estaban que, tomados de las manos, formaron una gran ronda
y cantaronfelices.
FIN
POLVOS DE HADA

Érase una vez, un lugar encantado en el que


vivían unas bellísimas hadas. Sus alas eran
preciosas, de muchos colores, y brillaban tanto
que cualquiera las podía ver cuando volaban en
el cielo.

De todas ellas, había dos que destacan por


encima del resto. Una de ellas se llamaba Alina
y la otra Gisela. Ambas tenían las alas más
grandes y brillantes de todo el lugar. Tanto que
el resto de hadas las admiraban
profundamente.

No muy lejos de aquellas hadas vivía Úrsula, la reina de los mundos oscuros. Una
hechicera muy fea, llena de verrugas y con la cara muy arrugada.
Cuando la vieja bruja observaba a las hadas pensaba:

- ¡Algún día os robaré vuestros polvos de hada para convertirme en la hechicera más
bella del lugar!

Úrsula era tan envidiosa que era capaz de todo. Y así lo demostró el día que las hadas
organizaron una fiesta.

Ese día, todas las hadas se pusieron muy guapas y volaron en el cielo mostrando todos
sus encantos. Alina y Gisela eran las más brillantes de todas y ese día estaban
especialmente bellas.

Cuando Úrsula las vio, no dudó en ordenar a sus cuervos malvados que fuesen a
secuestrarlas. Y, mientras Alina y Gisela revoloteaban en el cielo los pájaros se lanzaron
a por ellas.

- ¡Cuidado! ¡Cuidado! ¡Mirad esos pájaros tan feos! – gritaban el resto de las hadas desde
el suelo.

Las hadas volaron y volaron para intentar escapar, pero los cuervos pudieron raptar a
Gisela.
- ¡¡¡Noooooo!!! ¡¡¡Soltarla!!! – gritaban las hadas

Pero los cuervos se la llevaron a los mundos oscuros donde la bruja Úrsula le robó sus
polvos de hada y la encerró en una jaula.

- ¡Ja, ja, ja! ¡Por fin tengo mis polvos de hada! Ahora me convertiré en la más bella
hechicera! – gritaba Úrsula triunfal

La pobre hada se quedó apagada y triste sin sus polvos mágicos. Además la pobre ya no
podía volar.

El resto de hadas no podían permitir lo que estaban pasando y entre todas pensaron un
plan para salvar a Gisela.

Entonces, decidieron enfrentarse a la malvada bruja. Y así fue. Todas las hadas volaron
hacia los mundos oscuros. Fue un viaje muy duro y , aunque las hadas estaban agotadas,
sabían que era necesario para ayudar a su compañera. Se esforzaron mucho,
sobreviviendo a las peores tormentas, pero por fin encontraron a Úrsula.
- Venimos a rescatar a Gisela y no nos moveremos de aquí hasta que le devuelvas sus
polvos de hada – dijeron

Úrsula no podía parar de reír. Ahora que tenía sus polvos de hada no daría un paso atrás.
Pero las hadas, no se movieron de allí y fue entonces cuando Alina dijo:

- ¡Espera! ¡Yo te daré mis polvos si la liberas!

Úrsula sabía que los polvos de Gisela eran más poderosos que los de esa hada, así que
se rió aún más.
El resto de hadas se dieron cuenta del gesto que había tenido su compañera y tuvieron
una idea:

- Espera. Todas te daremos algo de nuestros polvos si liberas a Gisela. Somos más de
cien hadas. Así conseguirás los polvos que necesitas.

Úrsula se dio cuenta de que así conseguiría mucho más polvo del que tenía y acabó
aceptando el trato.

Las hadas le hicieron prometer que nunca más las molestaría y entre todas consiguieron
salvar a Gisela. Todas sabían que si perdían parte de sus polvos de hada ya no serían tan
brillantes, ni volarían tan alto, ni serían tan espectacularmente bellas, pero también sabían
que era la única manera de ayudar a su amiga y entre todas hicieron el esfuerzo y
devolvieron a Gisela la magia de sus alas.

EL NUEVO AMIGO

Erase un crudo día de invierno. Caía la nieve, soplaba el


viento y Belinda jugaba con unos enanitos en el bosque. De
pronto se escucho un largo aullido.

¿Que es eso? Pregunto la niña .

Es el lobo hambriento. No debes salir porque te devoraría le


explico el enano sabio.

Al día siguiente volvió a escucharse el aullido del lobo y


Belinda , apenada, pensó que todos eran injustos con la fiera. En un descuido de los
enanos, salio, de la casita y dejo sobre la nieve un cesto de comida.

Al día siguiente ceso de nevar y se calmo el viento. Salio la muchacha a dar un paseo y
vio acercarse a un cordero blanco, precioso.

¡Hola, hola! Dijo la niña. ¿Quieres venir conmigo?

Entonces el cordero salto sobre Belinda y el lobo, oculto se lanzo sobre el, alcanzándole
una dentellada. La astuta y maligna madrastra, perdió la piel del animal con que se había
disfrazado y escapo lanzando espantosos gritos de dolor y miedo.

Solo entonces el lobo se volvió al monte y Belinda sintió su corazón estremecido, de


gozo, más que por haberse salvado, por haber ganado un amigo.

EL CONEJITO SOÑADOR

Había una vez un conejito soñador que vivía en una casita en medio del bosque, rodeado
de libros y fantasía, pero no tenía amigos. Todos le habían dado de lado porque se
pasaba el día contando historias imaginarias sobre hazañas caballerescas, aventuras
submarinas y expediciones extraterrestres. Siempre estaba inventando aventuras como si
las hubiera vivido de verdad, hasta que sus amigos se cansaron de escucharle y acabó
quedándose solo.

Al principio el conejito se sintió muy triste y empezó a


pensar que sus historias eran muy aburridas y por eso
nadie las quería escuchar. Pero pese a eso continuó
escribiendo.

Las historias del conejito eran increíbles y le permitían


vivir todo tipo de aventuras. Se imaginaba vestido de
caballero salvando a inocentes princesas o sintiendo el
frío del mar sobre su traje de buzo mientras exploraba
las profundidades del océano.

Se pasaba el día escribiendo historias y dibujando los


lugares que imaginaba. De vez en cuando, salía al
bosque a leer en voz alta, por si alguien estaba
interesado en compartir sus relatos.

Un día, mientras el conejito soñador leía entusiasmado su último relato, apareció por allí
una hermosa conejita que parecía perdida. Pero nuestro amigo estaba tan entregado a la
interpretación de sus propios cuentos que ni se enteró de que alguien lo escuchaba.
Cuando acabó, la conejita le aplaudió con entusiasmo.

-Vaya, no sabía que tenía público- dijo el conejito soñador a la recién llegada -. ¿Te ha
gustado mi historia?

-Ha sido muy emocionante -respondió ella-. ¿Sabes más historias?

-¡Claro!- dijo emocionado el conejito -. Yo mismo las escribo.

- ¿De verdad? ¿Y son todas tan apasionantes?

- ¿Tu crees que son apasionantes? Todo el mundo dice que son aburridísimas…
- Pues eso no es cierto, a mi me ha gustado mucho. Ojalá yo supiera saber escribir
historias como la tuya pero no se...

El conejito se dio cuenta de que la conejita se había puesto de repente muy triste así que
se acercó y, pasándole la patita por encima del hombro, le dijo con dulzura:
- Yo puedo enseñarte si quieres a escribirlas. Seguro que aprendes muy rápido
- ¿Sí? ¿Me lo dices en serio?
- ¡Claro que sí! ¡Hasta podríamos escribirlas juntos!
- ¡Genial! Estoy deseando explorar esos lugares, viajar a esos mundos y conocer a todos
esos villanos y malandrines -dijo la conejita-

Los conejitos se hicieron muy amigos y compartieron juegos y escribieron cientos de


libros que leyeron a niños de todo el mundo.
Sus historias jamás contadas y peripecias se hicieron muy famosas y el conejito no volvió
jamás a sentirse solo ni tampoco a dudar de sus historias.

LA TORTUGA Y LA COMETA VOLADORA

Érase una vez, un conejito, una ardilla y un ratón que vivían en una aldea muy soleada del
bosque. Casi siempre brillaba el sol y todos los animalitos salían a jugar entre las flores y
los arbustos con sus juguetes.

El conejito tenía una pelota con la que jugaban a muchos juegos divertidos, la ardilla tenía
una cuerda con la que todos saltaban a la comba y el ratón tenía unos cuentos que leía a
sus amiguitos cuando todos descansaban después de jugar.

Pasaban las tardes jugando y siempre estaban riendo. Nunca se enfadaban unos con
otros, se ayudaban en todo lo que podían y les gustaba compartir sus juguetes y divertirse
juntos. Pero un día, todo cambió…

Una familia de animalitos llegó a la aldea. Eran unas tortugas que venían de otro lugar y
que buscaban un nuevo sitio donde vivir. La tortuga más pequeña era de la misma edad
que ellos y tenía un juguete que nunca habían visto por la aldea. Era un juguete volador
con una forma muy extraña. La tortuguita lo hacía volar por toda la aldea mientras los
animalitos miraban extrañados. Hasta que un día todos se acercaron a preguntar:
¡Tortuguita, Tortuguita! ¿Qué es ese juguete?

La tortuguita los miró y respondió:

Es una cometa voladora

El conejito, la ardilla y el ratón se sorprendieron de ver aquella cometa y todos querían


jugar con aquel juguete tan divertido así que le dijeron:

¡Tortuguita, Tortuguita! ¿Quieres venir a jugar con nosotros y enseñarnos cómo jugar con
tu cometa?

Pero la tortuga, muy enfadada, les dijo:

¡No! La cometa es sólo mía. Vosotros no podéis jugar con ella.

Todos los animalitos se entristecieron y se fueron a jugar con sus juguetes mientras veían
como la tortuga se divertía con su cometa voladora. No entendían por qué la tortuguita no
quería jugar con ellos.

Todas las tardes salían juntos a jugar con la pelota del conejito y la cuerda de la ardilla y
siempre terminaban escuchando los cuentos del ratón. La tortuguita no se acercaba a
ellos y jugaba sola con su cometa.

Un día, mientras todos los animalitos jugaban juntos, observaron como la tortuga se
divertía con su cometa, pero algo ocurrió. De repente, la cometa salió volando y se fue
muy muy muy muy lejos y la tortuguita se quedó triste porque no la encontraba por ningún
sitio.

El conejito, la ardilla y el ratón vieron como la tortuguita se iba a su casa triste y se dieron
cuenta de que en los días siguientes la tortuguita no salió a jugar como acostumbraba.

Todos los animalitos pensaron que la tortuga estaría muy disgustada porque había
perdido su juguete así que pensaron que entre todos podrían hacer algo para ayudarla.
Una tarde, en vez de salir a jugar con sus juguetes, decidieron salir a buscar la cometa de
la tortuguita. Buscaron y buscaron y pidieron ayuda a todos los animalitos del lugar para
encontrarla lo más rápido posible hasta que por fin vieron que la cometa estaba en un
árbol.

Llamaron a los pajaritos de la aldea para que volaran hasta la cima del árbol y entre todos
consiguieron la cometa voladora así que, muy contentos, fueron a buscar a la tortuguita
para darle una gran sorpresa.

Cuando llegaron a la casa de la tortuga, todos la llamaron para que saliera:


¡Tortuguita, Tortuguita! ¡Sal con nosotros! ¡Tenemos una sorpresa para ti!

La tortuga salió con el resto de su familia y todos


vieron que los animalitos de la aldea habían tenido un
gesto muy bello con ellos. La tortuguita, muy feliz, dijo:
¡Es mi cometa voladora! ¡La habéis encontrado!

Los animalitos devolvieron a la tortuguita su juguete


tan preciado y muy contentos por lo que habían hecho
fueron a jugar.

La tortuguita se quedó jugando con su cometa hasta


que sus papás se acercaron y le dijeron:
Tortuguita, los animalitos de la aldea te han ayudado a
encontrar tu cometa y se han portado muy bien
contigo. ¿Por qué no juegas con ellos y les dejas jugar
con ella?

La tortuguita se dio cuenta de que sería mucho más divertido jugar con el resto de
animalitos y que a todos los animalitos les haría muy feliz jugar con su cometa voladora
así que se acercó a ellos y les agradeció el bonito gesto que habían tenido.

Desde ese momento, todos los animalitos de la aldea jugaron con la tortuguita y
compartieron sus juguetes y la tortuga, muy feliz, les enseñó a jugar con su cometa
voladora.

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