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población armenia, no controlarla para que no protestara como se realizó hasta ese
momento sino exterminarla.
“La enemistad entre armenios y turcos es de muy larga data. La nación armenia es la
única de entre los pueblos conquistados por los turcos, que no sucumbió ante la
exigencia del gobierno turco de que abjurara de su religión y se convirtiera en
musulmana… Es una nación de grandes comerciantes. Comercian con facilidad y
son perspicaces en toda relación financiera… Los soldados se sentían con derecho a
saquear a estos infortunados y esto ocurrió durante siglos…”. Ohanián, P., Turquía
Estado Genocida, Akian, Bs.As, 1986, pág. 108.
“Si esta liquidación no llega a ser general y definitiva, desde el punto de vista práctico
solo nos ocasionará trastornos. Es necesario que la nación armenia sea desarraigada,
que no quede en nuestro territorio un solo armenio. Estamos en guerra; jamás se nos
presentará mejor oportunidad. Las intervenciones y las protestas de las grandes
potencias serán olvidadas e intrascendentes ante el hecho consumado. Esta vez al
aniquilamiento de los armenios será total”.
“Aunque el exterminio del elemento fue ya decidido con anterioridad, las circunstancias
no nos permitieron llevar a cabo este sagrado deber, ya que los armenios, durante
siglos han deseado la destrucción de nuestro imperio y se han convertido en un peligro
inminente… Recomendamos altamente que no se deje Ud. presionar por sentimientos
de piedad, a la vista del martirio; trata con todo empeño de borrar hasta por el
exterminio, el nombre de Armenia de nuestro imperio”. Ohanián, P., Turquía Estado
Genocida, Akian, Bs.As, 1986, pág. 43-44.
“Las decapitaciones debían de ser masivas y las víctimas debían de formar fila
esperando su turno; si la cantidad fuera muy grande, debía de apilarse a las víctimas
de a dos, de modo de poder darles muerte de un solo hachazo…”. Ohanian, Pascual,
Turquía, Estado genocida 1915 – 1923, Tomo I, Ed. Akam, Bs.As.
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2.5.- Testimonio de Antonio Scarfoglio1 sobreviviente que cuenta la destrucción de un
pueblo de Asia Menor:
“En una casa de campo habían sorprendido a toda la familia de Burdikian, compuesta
del marido, la mujer, dos varones y una niña de seis años. La mujer de 28 años de
edad habíase arrojado a sus pies, implorando piedad. Ellos habían contestado
sonriendo: Tendremos piedad, ya verás… Después ataron al marido al pie de una
cama; desnudaron a la mujer y con tres clavos la clavaron a la pared, un clavo en cada
mano y uno para los pies. Con un cuchillo dibujaron en el vientre uno de los símbolos
cristianos; mientras ella callaba, loca de terror, trajeron al marido frente a ella, le
sacaron la ropa, lo bañaron con petróleo y lo encendieron como una antorcha.
Mientras tanto, bailaban los turcos y cantaban himnos cristianos. Los niños lloraban en
un rincón. A la mujer, después le sacaron las uñas, le cortaron los dedos y le
despedazaron la nariz, le quemaron el cabello. Por último, bajo sus ojos agonizantes,
aserraron las cabezas de sus hijos varones, sacaron el hígado y el corazón de los hijos
y llenaron con ellos la boca de la madre, gritando: Virgen Santa, sálvalos. Es su
corazón! Sabes? Que tú comes el corazón de tus hijos, tus hijos tan queridos, a los
que tanto amabas, tan hermosos, tan rubios! Concluyeron con ella a hachazos”.
3.- Rafael Lemkin, un abogado polaco de origen judío, fue el primero que tomando
ejemplo del hecho de 1915 creó un nuevo concepto jurídico para definirlo: genocidio.
El término no existía antes. En 1933 Lemkin en una conferencia de juristas en Madrid
propuso la necesidad de medidas legales para proteger grupos, pero su propuesta no
recibió apoyo. En agosto de 1941, hablando de los crímenes nazis, Winston Churchill,
declaró “Estamos en presencia de un crimen sin nombre”. En 1944 Lemkin en su libro
El régimen del Eje en la Europa ocupada, utilizó por primera vez el término genocidio
(del griego geno = raza o tribu, y del latín cidio = matar) y le dio un claro contenido. El
9 de diciembre de 1948, horas antes de la Declaración Universal de Derechos
Humanos, las Naciones Unidas aprobaron la Convención para la prevención y la
sanción del delito de genocidio. Lo define como, “cualquiera de los actos mencionados
a continuación, perpetuados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un
grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal: a) matanza a los integrantes del
grupo. b) lesión grave a la integridad física o mental de los integrantes del grupo. c)
sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear
su destrucción física, total o parcial. d) medidas destinadas a impedir los nacimientos
en el seno del grupo. e) traslado por fuerza de niños del grupo a otro grupo.
4.- Mucho más cercano en el tiempo el autor argentino Daniel Feierstein, en estudios
publicados desde fines de la década del 90 y en especial en Seis estudios sobre
genocidio. Análisis de relaciones sociales: otredad, exclusión, exterminio del año 2000
y en El genocidio como práctica social. Entre nazismo y la experiencia argentina del
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Nélida Boulgourdjian, Genocidio Armenio, Arzobispado de la Iglesia Apostólica Armenia, Bs. As., 2009,
pág. 40 -41.
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año 2011 nos ilustra muy bien sobre los necesarios pasos o fases en la concreción de
este crimen.
La tesis central del autor parte que los procesos genocidas no fueron sucesos
excepcionales en la historia contemporánea, productos de meros arrebatos o el
retorno del salvajismo y la irracionalidad, sino ejemplos de peculiares tecnologías de
poder. Como tales, no se limitaron al aniquilamiento de colectivos humanos; también
fueron capaces de “reorganizar” las relaciones sociales hegemónicas mediante la
construcción de una otredad negativa. Intentó un abordaje sociológico que se propone
analizar el genocidio como una práctica social, un modo de configurar las relaciones
entre los hombres y los grupos sociales en los Estados – Nación de la modernidad.
Utilizando categorías de autores como Michel Foucault, Antonio Gramsci, Jean Piaget,
Theodoro Adorno o Hannah Arendt, se pretende avanzar en la comprensión de las
relaciones genocidas (la construcción de sujetos sociales – victimas, asesinos, testigos
-, las etapas implementadas para su realización, las configuraciones territoriales y
simbólicas que volvieron posible este tipo de prácticas, los mecanismos psicológicos y
sociológicos utilizados para “quebrar” la resistencia material y moral de los cuerpos
victimizados). Así mismo nos introduce al debate de las posibles formas de realización
de un poder contra hegemónico en los difíciles momentos históricos de los sucesos del
terror y el miedo estatal – criminal.
El autor en estudio ve al genocidio como un proceso, el cual se inicia mucho antes del
aniquilamiento y concluye mucho después, aún cuando las ideas de inicio y conclusión
sean relativas para una práctica social, aun cuando no logre desarrollar todos los
momentos de su propia periodización.
“La práctica social genocida”, nos afirma Daniel Feierstein en su libro El genocidio
como práctica social, “es aquella tecnología de poder cuyo objetivo radica en la
destrucción de las relaciones sociales de autonomía y cooperación y de la identidad de
una sociedad, por medio del aniquilamiento de una fracción relevante (sea por su
número o por los efectos de sus prácticas) de dicha sociedad y del uso del terror,
producto del aniquilamiento para el establecimiento de nuevas relaciones sociales y
modelos identitarios”2.
2
Daniel Feierstein, El genocidio como práctica social. Entre el nazismo y la experiencia argentina, Fondo
Cultura Económica, Argentina, 2011. Pág. 83.
3
Daniel Feierstein, Seis estudios sobre genocidio. Análisis de las relaciones sociales: otredad, exclusión y
exterminio, EUDEBA, Argentina, 2007. Pág. 36 y ss.
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culpables”4. Se construyó, en todos los casos, dos campos claramente diferentes, por
un lado los iguales, sector mayoritario, y por otro lado aquellos que no quieren ser
como todos y, por lo tanto, no deben ser. Se produce una ruptura drástica con el
criterio liberal del Estado y las relaciones sociales que sostiene que todos nacen
iguales y por ende con derechos.
b) Hostigamiento.
c) Aislamiento espacial.
El objetivo de esta etapa fue delimitar el espacio (social, geográfico y político) por el
cual puede transitar la fracción “diferente” y, al mismo tiempo, quebrar los lasos
sociales entre la fracción negativizada y el conjunto social.
d) Debilitamiento sistemático.
e) Exterminio.
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Mariano Saravia, El Grito Armenio. Crónica de un genocidio y de la lucha por su reconocimiento, El
Emporio Ediciones, Argentina, 2010. Pág.9.
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Mariano Saravia, El Grito Armenio. Crónica de un genocidio y de la lucha por su reconocimiento, El
Emporio Ediciones, Argentina, 2010. Pág.9.
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f) Realización simbólica de las prácticas genocidas.
Nos plantea el autor analizado que las prácticas sociales genocidas no culminan con
su realización material (es decir, el aniquilamiento de una serie de fracciones sociales
vistas como amenazantes y construidas como “otredad negativa”), sino que se realizan
en el ámbito simbólico e ideológico, en los modos de representar y narrar dichas
experiencias traumáticas. No cualquier representación permite construir nuevos modos
de relación social. No cualquier modo de memoria es suficiente para ello, así como no
cualquier modo de olvido. No será el olvido absoluto la fórmula más efectiva para la
realización simbólica. La construcción de la negatividad de ciertos grupos se vincula
con su potencial acción perturbadora o su no interés de integrarse en un determinado
y hegemónico proyecto de orden social (situación que compartían los judíos
“internacionalista”, con los dispersos grupos gitanos desafectos a la propiedad privada,
con los que mostraban opciones diferentes para su normalización sexual o con todos
aquellos con tendencias autonómicas en sus relaciones sociales que no encajaban en
el marco de un proyecto político cerrado, conservador y con hondo significado
nacionalista impuestos por la fuerza como fue el nazismo por ejemplo). Para
desmontar esta construcción negativa y recuperar la identidad social de las víctimas,
como intento de preservarlas en la memoria y en la historia, resulta ineludible
recomponer en qué términos fue ideado su exterminio. Esta búsqueda debería permitir
una reapropiación de las víctimas en tantos sujetos sociales. El proceso contrario lleva
a la realización simbólica del genocidio: esos cuerpos eliminados materialmente
también son borrados simbólicamente, se pierde hasta la capacidad de recuperar su
memoria. Sostener que las víctimas de un genocidio fueron inocentes significa que
hubo culpables sobre quienes hubieren merecido ese trato inhumano. Y precisamente
fueron víctimas porque optaron ser como quisieron ser y vivir.