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–Tortuga, ¡ven por favor!

–¿Qué quieres de mí, escorpión?


–Pequeña tortuga, tengo una urgencia y debo cruzar hacia el otro lado del río, ¿serías tan
amable de llevarme sobre tu lomo?
–No puedo, eres un escorpión y en cuanto me acerque a ti me picarás y moriré.
–En verdad necesito cruzar al otro lado y no tengo tiempo para rodear el río; es una pena
que no me quieras ayudar sólo por que soy un escorpión, yo no tengo la culpa de ser lo
que soy.
–Lo siento mucho, pero no puedo ayudarte o me matarías.
–Por favor espera, te propongo lo siguiente. Acércate a la orilla del río y yo subiré a tu
lomo mediante un salto, de ese modo estarás segura. Además, si yo te pico nos
hundiríamos los dos, si tu mueres yo moriría también.
La tortuga lo pensó una y otra vez, hasta que la explicación del escorpión la convenció de
ayudarlo.
–Está bien, te llevaré al otro lado.
Justo cuando cruzaban sobre la mitad del río ella sintió un pinchazo en el cuello y
mientras todo su cuerpo se adormecía alcanzó a preguntar:
–¿Qué pasó? ¿Por qué lo hiciste?
–Lo siento, no pude evitarlo, está en mi naturaleza…

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