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"Saber Y Deseo Del Analista.

"

(*) Jornadas Efba 2010. Acto E Interpretación.

Patricia Leyack

En la clase del 15/2/1977, seminario XXIV, L`insu, Lacan, con 76 años, hace una confesión.
El, que raramente habla de su propia clínica y menos aun de cosas personales, cuenta un
episodio que, evidentemente, lo marcó. Su hermanita Madelaine, 2 años y medio menor que
él, se planta un día ante su hermano y le dice, refiriéndose a ella en tercera persona,
“Maneine sabe”. Esta contundencia en la posición enunciativa deja a su hermano perplejo:
Maneine exhibe un saber cerrado sobre sí mismo, que incluye la condición de no cambiar.
¿Qué encubre este recuerdo o qué devela, mejor? De él parece desovillarse la pregunta que
lo trabajó a Lacan en relación al saber. ¿Cómo hacer para agujerear ese saber que se
presenta, a veces, inhoradable en los analizantes? Especificando un poco más la pregunta,
ésta sería, cómo operar con ese saber que soporta el analista. No el que alcanza en los
textos (aunque no es sin los textos), sino ese saber del que se hace depositario y al que le
dirige sus preguntas, al que hace hablar, al que acoge en su sillón (1).
La operatoria analítica que da inicio al análisis, tal como Lacan la presenta en el seminario XV,
imprime un corte en aquello que se presenta como un continuum, que enlaza realidad y
fantasma (2). Se trata de un acto de corte que inscribe el significante de la transferencia, el
Sujeto supuesto Saber. La intervención analítica afecta ese continuum, lo problematiza,
instituyendo un antes y un después: tocado el fantasma, el futuro analizante hace la
experiencia, conmocionante, de un saber que le concierne presente en ese encuentro con el
analista. El como sujeto ha sido implicado por un decir que atañe a sus marcas.
Me interesa ver cómo Lacan fue dando distintas respuestas a algunas mismas cuestiones a
lo largo de diversas épocas de su producción. Voy a detenerme en las operatorias analíticas
en relación a los inicios, en relación al sostenimiento de la transferencia y a cómo dirigir la
cura para que el saber sea operativo.
Lo que a la altura de la “Dirección de la Cura” ubicaba como Rectificación Subjetiva,
rectificación de la posición enunciativa del sujeto, operatoria que ponía en juego el inconciente
y habilitaba entonces, la interpretación, es retomado, a la altura del seminario XV, desde la
perspectiva del acto. Como dije un poquito antes, lo que habilita el comienzo es especificado
ahora como un acto que opera un corte en ese continuum realidad-fantasma. Y es la

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conmoción operada mediante este acto lo que inscribe el Sujeto supuesto Saber de la
transferencia.
En el mismo escrito sobre la dirección de la cura Lacan puntualiza que es en el manejo de la
transferencia que reside el resorte de la cura. A la transferencia no sólo, entonces, hay que
hacerla operar en su función de corte desde el comienzo para que inicie el amor al saber que
la sostendrá, sino que habrá que saberla manejar, maniobrar con ella, sobretodo cuando de
operar con el objeto se trate. Otra vez la transferencia queda enlazada al saber, al saber
manejarla. Pero, y lo repito, no se trata del saber teórico, aunque no es sin él.
¿Cuáles serían algunas de las modalidades del saber del analista en la transferencia,
teniendo siempre en el horizonte, al acto? Es el saber no hacer contra transferencia,
recibiendo lo que viene del analizante sin hacerle frente sino alojándolo en su singularidad, no
desoyendo o contradiciendo lo que viene del lado de su analizante, aquello que en el XI llamó
Lacan la hipnosis al revés. Recordemos una vez más y aprendamos del fructífero y honesto
error freudiano con Dora. La vehemencia de su posición que sólo le indicaba el camino hacia
el Sr. K, arrojó a Dora fuera del análisis. Quedaba desoída la pregunta de Dora por la
femineidad.
Aunque no lo planteara en esos términos, a la altura del mismo escrito sobre la dirección de la
cura ya Lacan daba las condiciones para que el saber en el lugar del analista, sea un saber
que toque la verdad del sujeto. Ubicaba allí tres pagos, uno a nivel de lo Imaginario, que es
dejar que su persona se preste a ser soporte de los fenómenos singulares de la transferencia.
Un pago simbólico, el pagar con sus palabras si estas quedan elevadas al efecto de
interpretación. Y finalmente, un pago real. En este me quiero detener porque es, me parece, lo
que traza una línea que lo conecta con lo que en el sem. XV trabaja en relación al acto. Dice
respecto de este pago que el analista debe suspender su juicio más íntimo para “mezclarse
en una acción”, y acá sugiero que no nos confundamos, una acción puede ser una
interpretación, no se refiere necesariamente a una acción motora, entonces, retomo,
“mezclarse en una acción que vaya al corazón del Kern unseres Wesen”, al carozo de
nuestro ser.
Es también en este mismo texto sobre la dirección de la cura que Lacan produce un fructífero
golpe de timón al ubicar las resistencias en el analista. Ahora, desde la perspectiva del acto,
éstas quedan especificadas como resistencias del analista al acto, una de sus modalidades
podría ser la resistencia del analista a jugar su presencia. (Dejo esto en suspenso y después
lo retomo)
En relación a la caída del Sujeto supuesto Saber al final, si en su lugar, en su sillón, el analista
acogió el objeto de la transferencia, tiene una lógica muy precisa que al final ese objeto sea
resto de la operación transferencia, resto del que hay que apartarse. En tanto lo que
predomina del lado del sujeto es una desconsistencia del a, una caída del falso ser en que
consistía para que en su lugar, castración mediante, advenga el a como causa de la división
del sujeto.
Ahora bien, en el seminario XVII, con la formalización de los discursos, el a, que había

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quedado caído en el lugar del analista en el XV, retoma su potencia, y desde el discurso del
analista, comanda en el lugar del agente, lo que hace que el saber esté en el lugar de la
verdad. Llegamos entonces al meollo de lo que quiero plantear. El operador de ese saber que
toca la verdad, agrego, la verdad del goce, no es el saber teórico, es la función deseo de
analista, es el analista animado en su función por un deseo que es deseo de analizar, de
hacer producir ese saber del que es depositario, de no encarnar el lugar del ideal, única
condición para que el a encuentre alojamiento en la transferencia. Y es comandado por ese
deseo puesto en función que el analista podrá eventualmente inventar, poner en juego,
operaciones que apunten al objeto. Retomo acá lo de la presencia. Sólo si le damos su
verdadera dimensión a aquello de que el analista forma parte del inconciente (3), podremos
hacer jugar la presencia, ofrecer nuestra presencia como sostén del objeto. Y para ello,
sostener la transferencia con intervenciones significantes que muerdan un borde real o con
intervenciones en acto, inventadas al calor de la transferencia singular que tenemos a cargo,
intervenciones desde distintas cuerdas, que pueden tocar cierta dimensión de la invención, del
juego a veces, del humor. No quiero perder de vista que todo esto que estoy desarrollando
está en la línea del recuerdo encubridor-develador de Lacan: la línea de provocar, promover,
el despliegue del saber que no se sabe, en la línea de horadar la consistencia de las
Maneines, que ostentan un saber infructuoso.
Si en una punta está Maneine con su saber inhoradado, que inicia quizás en Lacan su
pregunta sobre el saber, en la otra punta está el homenaje al saber que Lacan realiza en la
figura de Marguerite Duras. Dice de ella que ella sabe sin él lo que él enseña. Lo que luego
dará lugar a la famosa frase de que los artistas están adelantados en un paso a los analistas.
Y a este saber que él sabe leer en Duras, no lo analiza sino que lo homenajea. Su agudo ojo
clínico nos informa que ella no debe saber lo que sabe, eso la perdería, nos advierte. Lo que
homenajea Lacan respecto del saber de M. Duras es el buen uso que ella hace de su
inconsciente para la práctica de la letra que es la escritura. Quiero traer estos comentarios de
Lacan al interior de la transferencia. Me parece que no otra cosa es la posición del analista
como aquél que realiza su acto: éste resulta del deseo del analista puesto en función. Es eso
lo que mueve la posición subjetiva del analizante.
En el sem. XVII Lacan dirige su wo es war soll ich werden al analista. Y dice que si éste trata
de ocupar el lugar del a, del agente de su discurso, es porque no estaba ahí en absoluto por sí
mismo. Ahí estaba el a como plus de goce del analizante. Y sólo mediante el acto
psicoanalítico el analista puede allí llegar. Entonces sería: donde Eso, el objeto en tanto plus
de goce estaba, el analista, por su acto, y agrego, afincado en su deseo de analista, puede
llegar.
Nuestra debilidad mental nos lleva a separar saber significante por un lado y objeto a, goce,
por el otro, como si fueran dos entidades independientes. Quiero subrayar lo que Lacan dice
claramente en el sem.XVII, “el saber es medio de goce”. El a resulta de la articulación
significante. Y es en el trabajo de la articulación de saber que producen los significantes que
captamos algo del goce, siempre en la dimensión de la pérdida. Escuchamos, desde el inicio,

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un entramado de significantes y goce. Diría entonces que no se trata de que el psicoanalista
informe de una verdad sino que en su acto él es esa verdad, la verdad del objeto a en juego.
Con esto quiero decir que si bien el acto es incalculable y sorprende a veces al propio
analista, esta es la sorpresa que deviene de haberse dejado tomar por el objeto, el haber
hecho los pagos necesarios, el haber dejado que el objeto reine en nuestro lugar.
Quiero, para terminar, traer una pequeñísima viñeta, para poner en juego, entre todos, el “al
menos dos”. Una analizante, que había estado largo tiempo melancolizada por
desencontrarse con su deseo, me envía un mensajito de texto informándome que va a llegar
unos minutos tarde por problemas de tráfico. Le respondo: “te espero”. Cuando toca el timbre
y le abro, me dice, haciendo gala de un recién estrenado humor, “¿No empezaste sin mi,
verdad?”. Una risa franca, que dejé que se fuera convirtiendo en carcajada, me tomó. ¿Sabía
o no lo que estaba haciendo? Diría que mientras seguía festejando ruidosamente su chiste,
iba “sabiendo” que eso nuevo que venía de su lado, iba recibiendo sanción y alojamiento en
la transferencia. Al tiempo, me anuncia su primer embarazo.

NOTAS:
(1) Esta figura del sillón la presenta Lacan en su escrito “Posición del inconsciente”.
(2) Esto ya lo venía planteando desde el seminario anterior, el XIV, el de “La lógica del
fantasma”. Y debo este planteo a Ilda Levin, que así lo articuló en la clase que dio en el
seminario de Escuela sobre el acto.
(3) Escrito: “Posición del Inconciente”.

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