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La llave del alma


por sadvalerie

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Capítulo o Historia

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1. Parte I
Notas de la historia:

Esta historia tiene una versión larry, pero fue pensada como ficción original en principio. Agradezco infinitamente a mi
profesor de Comunicación y Lenguaje por ayudarme a desarrollar y darme tantas ideas dentro del universo.

¡Sin más, lean!

Notas del capítulo:

Tuve que dividirlo en dos por el tamaño del texto, pero se supone que es una única parte.

El polvo y la suciedad nos ciegan lentamente, pero nos hacen sentir bien. Y aunque duele, seguimos escalando porque nuestras
adicciones nos atrapan desde el interior.

Diríamos lo que sea sólo para escuchar lo que queremos, correcto o equivocado, después mentimos para ser perdonados.

Venderíamos cualquier cosa para simplemente comprar lo que no somos, a cualquier costo.

Kill Our Way To Heaven, Michl

HERI exhaló despacio antes de colocarle al hombre frente a él el collar pesado que usaba en su muñeca como pulsera. El tipo
gritó algo inteligible bajo la mordaza y movió todo su cuerpo hacia atrás, tratando de alejarse del calor que emitía la joya, pero
sus movimientos eran en vano, tenía las manos atadas entre sí y a la silla. El collar resplandeció por unos segundos, la luz azul
brillante aumentaba de a poco, obligando a Heri a cerrar los ojos como era ya costumbre y los gemidos y gritos provenientes del
hombre subieron de volumen, convirtiéndose en una cacofonía hiriente.

De repente, hubo un silencio atronador y Heri se dio un par de segundos más con los ojos cerrados, tarareando una melodía baja
para distraerse del olor a quemado y repitiendo en su cabeza una sola línea una y otra vez. Este es un pueblo peligroso para una
cara tan bonita, cariño. Sonrió débil y abrió los ojos, la botella en el centro del círculo de sal estaba llena de una luz compacta
que se movía de un lado a otro, pero las runas pintadas en su base impedían que ésta escapara. Usó su zapato para despejar una
línea gruesa del círculo y poder entrar y se agachó para sellar la botella, sacudiendo con ligereza el contenido, luego la guardó en
el maletín que había al lado suyo antes de levantarse.
Miró la cascara vacía que antes solía ser el hombre y torció la boca en una mueca. Su rostro no daba la impresión de que una vez
estuviera vivo, la mordaza se había quemado alrededor de su boca, dejando ver unos labios negros por la magia y la piel era de un
color pálido innatural, los ojos opacos, sin vida.

Heri se inclinó sobre el cuerpo, retirando el collar con algo de esfuerzo pues el material se había pegado a la piel al quemarse, él
sacudió la cabeza con molestia y lo guardó en un pañuelo que metió en un bolsillo de su chaqueta negra, haciendo una nota
mental de abastecerse de joyas en vez de usar las propias en los rituales.

Quemó los restos del ritual, cuerpo incluido, con fuego blanco y se marchó del lugar sin mirar atrás, la botella con el alma del
hombre segura en su maletín.

****

La Asociación Gubernamental para la Obtención Nacional e Internacional de Almas, AGONÍA, era la corporación energética más
grande de Ibano, con sucursales en cada población mayor del país, suministrando energía eléctrica continua a precios bajos a
través del uso de un compuesto especial que no necesitaba recargarse ni reciclarse, y cuyo ciclo de utilización era eterno, aunque
limitado.

Todo comenzó con la escasez de recursos para generar energía que pudieran soportar a una población cada vez más grande y con
mayores demandas de consumo. Ninguna opción natural funcionaba ya y aunque la idea de usar magia para abastecer las grandes
compañías parecía descabellada y poco viable, la Junta de Gobiernos aceptó ponerla a prueba a pesar de los detractores, pero los
costos eran demasiado altos y los magos y brujas existentes no podían sostener una demanda que crecía con cada día que pasaba.

Finalmente, un grupo de empresarios originarios de Covalina, la isla más pequeña del norte, presentó ante la Junta un plan
revolucionario al que le tomaría años desarrollarse por completo: energía eléctrica a bajos costos a partir de una fuente no
perecedera. Así surgió el negocio más lucrativo del país, la comercialización de almas humanas.

Heri trabajaba para esta empresa como recolector. Sus labores iniciaban en el momento en que recibía un contrato expirado, cuyo
precio era un alma que debía cosechar. Heri mismo había tenido uno de esos, pero la suerte le había sonreído en el último
momento y ahora, ocho años después, seguía vivo, tenía un trabajo e ingresos estables, sin mencionar que estaba a dos años de
retirarse del negocio y comenzar una vida nueva.

La idea lo emocionaba bastante, no era que odiara su trabajo como tal, pero se había convertido en una actividad repetitiva y eso
lo llevaba a sentirse amarrado a una rutina que ya no lo satisfacía. Las únicas veces en las que disfrutaba más cosechando era
entrenando nuevos recolectores o cuando algún contrato resultaba particularmente difícil.

Su última asignación era un buen ejemplo, Heri tuvo que reconocer que el hombre era inteligente, le había perdido la pista en tres
ocasiones y tuvo dos semanas de inactividad mágica, lo que lo llevó a sospechar que el hombre sabía que un circulo de tierra
peruana virgen desactivaba cualquier tipo de magia rastreadora, pero para su mala suerte, Heri conocía a la única persona en todo
Ibano que la vendía y, además, ella le debía un par de favores.

Ahora el alma del hombre iba camino al Cuarto Oscuro, la cámara sagrada en la que procesaban las almas y de la que no salía
nada, y él retozaba en el salón de descanso de la compañía con un café en su mano y su revista de chismes paranormales favorita
extendida en sus rodillas mientras esperaba que alguno de sus jefes le diera el siguiente trabajo.

A veces pensaba que era hora de retirarse, a pesar de que su contrato estipulaba diez años de servicio continuo, éste tenía una
cláusula que indicaba un paz y salvo si cosechaba cierto número de almas, cantidad que Heri ya había sobrepasado, pero luego
recordaba que a su cuenta del banco le faltaban unos cuantos ceros para poder comprar la granja que quería y desistía, la paga por
alma no era tan lucrativa como algunos creían. Él se merecía una buena jubilación y si tenía que romperse la espalda, los dedos y
apestar a magia por siempre, lo haría.

La marca en su cuello ardió y él cerró la revista y se terminó el té. Era hora de cosechar.

***

—¿Qué está sucediendo? —preguntó Heri a Jeff, uno de sus compañeros de trabajo más cercano, cuando llegó a una sala de
juntas repleta de personas y murmullos alrededor.

—Amigo —dijo él agitado—, Rolando huyó con el contrato de alguien más.

Heri frunció el ceño y vio que Rita, la encargada del área de asignación estaba ausente, en su lugar, Pixie, la asistente de Irvin
Bell, unos de los socios senior de la compañía, revisaba el archivo base mientras fruncía el ceño y se quitaba con exasperación el
flequillo rubio de los ojos.

—¿El de quién se llevó?

—El rumor es que era un contrato gordo y que Rolando quería un pedazo de él y engañó a Rita para que se lo diera y cuando ella
se negó, la golpeó en la cabeza, lo tomó y se fue.

—¿Te sorprende? —resopló Heri—. Rolando es un cerdo grosero.


Jeff sonrió y se encogió de hombros e iba a decir algo cuando la sala se quedó en silencio y la puerta se abrió, revelando a Irvin
en su traje de negocios azul oscuro de costumbre, caminaba con su bastón reluciente, la espalda recta y la mirada fija.

—Rolando Cavas ha robado un contrato importante para esta compañía asignado a uno de nuestros mejores recolectores —su voz
era suave como el terciopelo y se derramaba sobre la piel de todos mientras recorría todo el lugar, Heri se preguntaba si usaba
magia para lograr ese efecto o si es que Irvin era así de bueno con las personas—. Los directores y yo hemos llegado a la decisión
de que él puede rastrear al objetivo solo si lo desea, pero se le dará la oportunidad al recolector original de decidir si quiere tomar
el contrato de igual forma o si desiste de ello.

Un murmullo se alzó por el lugar, nadie estaba muy seguro de a quién se le había asignado el contrato, había unos cuantos
recolectores veteranos en la compañía que podían hacer cualquier trabajo de forma eficiente, incluyendo a Heri, quien no supo
por qué, pero se encontró deseando no tener nada que ver con el asunto, sentía algo raro en el estómago que no describiría como
nervios, más bien como inseguridad o quizás terror.

Irvin se detuvo frente a él y se le formó un nudo en la garganta que le era imposible deshacer. —Quédese para ponerlo al día con
el trabajo, Obelyn —luego se giró hacia el resto de las personas, abarcándolos con su mirada—. Vuelvan a sus puestos. Pixie está
a cargo de las funciones de Rita por el momento.

Heri se quedó quieto mientras los ojos de todos los empleados le pasaban por encima, algunos con simpatía y palmaditas en la
espalda y otros con recelo y muecas en el rostro, como si les costara enfrentarse al hecho de que era valioso para la compañía, a
pesar de que su nombre había figurado en puesto del cuadro de honor de empleados varias veces, detrás de personajes legendarios
en la historia de la compañía.

Cuando Jeff, el último en salir, cerró la puerta tras suyo, Heri se acercó a Irvin, que se había sentado en la mesa central y se sentó
sin invitación. Había una jarra con agua sobre ella y se sirvió un vaso con lentitud.

Irvin lo observaba en silencio, evaluándolo y una de sus comisuras se alzó cuando acabó el escrutinio.

—Este contrato es importante y lo que hizo Cavas fue una idiotez —soltó a bocajarro el hombre mayor—. Hay una razón por la
que se lo asignamos, después de todo.

—¿De quién es el alma?

—Jonas Zeeb.

Heri silbó en voz baja. No era un simple contrato, era El Contrato.

Zeeb había sido el mejor recolector de su generación, con la tasa anual de cosechas más alta en la última década, Heri nunca
había llegado a trabajar con él, pero lo había observado mucho y lo admiraba en secreto por sus habilidades inusuales de rastreo
que incluían criaturas modificadas con magia. Era una mente prodigiosa y un mago poderoso. Él nunca supo con certeza que lo
había llevado a desaparecer de AGONÍA sin dejar rastro, no creía que nadie lo supiera, un día se reportó con su última cosecha y
al siguiente, los socios anunciaban que el hombre se había esfumado con su contrato aún vigente. Desde eso, los recolectores
habían estado a la espera del momento en que alguno tuviera que salir a cosechar su alma, y la hora había llegado por fin.

—Así que así está el asunto —dijo el hombre—. Puede escoger no tomar el contrato y se le asignará otro o puede tomarlo y
rastrear a Zeeb en una carrera de tiempo contra Cavas.

—¿Cuánto tengo para decidir? —preguntó Heri.

—Dos horas.

Asintió vagamente, bebiendo del vaso con agua y tratando de calmar el nudo de nervios en su estómago.

—Sabemos que es el mejor, Obelyn, y el alma Zeeb es una prioridad, por eso estamos dispuestos a ofrecer algo más como
incentivo —Irvin sacó un papel de su chaqueta y lo deslizó hacía Heri. Era un cheque—. Si no me equivoco, esto es lo que le
hace falta para comprar la granja que quiere —él tomó el papel con manos temblorosas y miró a Irvin—. Traiga a Zeeb y lo
firmaré, su contrato quedará sellado y usted saldrá de aquí como un hombre libre.

***

—Es una buena oportunidad —le dijo Jeff cuando terminó de contarle.

—Lo sé, pero me siento como una marioneta.

Estaban en la pequeña oficina de Jeff, era un ejecutivo junior que investigaba posibles clientes. Su puesto no merecía más que un
pequeño cubículo deprimente igual a las otras docenas en el tercer piso de la compañía, pero era el hijo de Irvin y de algo tenía
que servir esa conexión.

—¿Qué es ser una marioneta comparado con tu libertad y dinero? —preguntó él—. ¿Acaso eso no es lo que has querido desde
que cambiaste un contrato de alma por uno de recolector?

Heri sabía que tenía razón, pero eso no quitaba el hecho de que estaba reluctante a aprovechar esa oportunidad, le parecía que era
demasiado buena como para ser cierta. No estaba seguro si era la sensación de estar siendo usado o si era que no le cabía en la
cabeza traicionar a uno de los suyos, sin importar que éste hubiera huido.
—No sé… —él fijó la mirada en un póster ridículo de gatos que Jeff tenía pegado en una de las paredes.

—Mira, Heri —el tono de Jeff ya no tenía ese toque burlón que lo caracterizaba y eso hizo que quisiera prestarle atención, así que
volvió a mirarlo—, lo entiendo. Es un compañero, una leyenda, una inspiración y, con toda probabilidad, habita los sueños
húmedos de muchos en este edificio, pero Jonas se fue, tú aún estás aquí y tu mayor deseo es empezar otra vida lejos; esta es tu
oportunidad, no la desperdicies por una tontería.

Heri tiró la cabeza hacía atrás, sintiéndose derrotado, pero de alguna forma esperanzado. Las palabras de su amigo eran ciertas,
ese contrato era con una puerta endeble con seguro y él sólo tenía que encontrar la llave que la abriera, o patearla hasta que
cediera, lo que sucediera primero.

—Vale, sí —dijo él, exhalando con lentitud—. Lo haré.

—Ese es mi chico —declaró el otro hombre, dándole palmaditas en una mejilla.

Heri dejó a Jeff en su oficina con un dedo roto y una respuesta en la punta de la lengua.

***

La sangre que hubiera usado para conjurar la ubicación de Zeeb se había perdido cuando Cavas se llevó el contrato, pero Heri
conocía otras formas de rastrear personas, además, no creía que Zeeb fuera tan estúpido como para no esconderse tras miles de
amuletos y hechizos ilocalizables.

Estaba usando una de las salas de conjuración porque era más cercana que ir hasta su casa y aunque el tiempo apremiaba,
extrañaba sus ingredientes y el olor familiar a limón de sus paredes. Aquí, en cambio, olía a sudor mezclado con azufre y algo
que, sospechaba, era salsa de tomate.

La pócima que iba a usar requería una uña de topo en una solución aceitosa simple, comino, una fotografía de la persona a ubicar
y una recitación. Heri terminó de girar la cuchara en el caldero y añadió siete semillas de comino, una detrás de la otra.

—Uti fortitudo mea, invenire.

El líquido burbujeó y cambió de gris a rojo, luego a amarillo y por último, virando al naranja. Heri consultó su grimorio,
constatando que era el color correcto y sirvió dos cucharadas en un vaso de vidrio que se bebió en un trago.

La sensación era extraña y el frío recorrió su cuerpo en un viaje constante, por su cabello, su piel, su sangre, sentía que se
congelaba y tuvo que agarrarse del borde la mesa para evitar irse de bruces, luego eructó y unas diminutas partículas naranjas se
esparcieron sobre el mapa de la ciudad que había extendido en la superficie, danzando entre sí y buscando un lugar definitivo en
el cuál posarse.

Heri frunció el ceño cuando las partículas se dividieron en dos y luego en cuatro y luego en ocho, no se suponía que eso
sucediera, las partículas rastrearían la esencia de la persona a la que buscaba, ubicándose juntas sobre el lugar exacto, pero éstas,
en cambio, actuaban de forma errática, dividiéndose en grupos de partículas cada vez más pequeñas. Tendría que hacer algo más
radical.

Sacó su navaja del bolsillo de sus jeans y la presionó contra su palma cerrada, derramando la sangre sobre el grupo más grande de
partículas.

—Ostendit enim hominem.

Las partículas se detuvieron al mismo tiempo y comenzaron a juntarse despacio, Heri ató un pañuelo en su muñeca para detener
la sangre después de descartar la navaja y esperó con paciencia mientras las partículas se ubicaban en dos puntos del mapa. No
era perfecto, pero serviría.

***

La primera ubicación estaba cerca de las instalaciones de AGONÍA, en las afueras de la ciudad, una zona desierta con
extensiones de campo no trabajado y una única carretera polvorosa y descuidada; la casa no era lujosa, los dos pisos lucían
destartalados y la pintura se caía a pedazos, el porche estaba desecho en uno de los extremos y en el pequeño jardín delantero no
había ni una sola planta viva. Por su aspecto, parecía que el lugar llevaba tiempo deshabitado, excepto que había una camioneta
estacionada con descuido frente a él.

Heri dejó que su propio vehículo siguiera su curso por unos cuantos kilómetros antes de girar en una carretera secundaria que lo
llevaría a la parte trasera de la propiedad, estacionaría su auto en los límites de la misma y haría el camino a la casa a pie.

Contó en su mente la artillería que llevaba consigo, una espada corta de doble filo fijada en la funda de su espalda, con el mango
justo en el inicio de su cuello, dos dagas pequeñas de plata a las que podía acceder con facilidad en su cintura, un par de pócimas
para cegar y aturdir y un amuleto protector que su abuela le había dado de pequeño y que repelería algunos hechizos básicos al
crear un escudo flexible que se movería con él con fluidez. No era mucho, pero no solía llevar más cosas consigo para no
restringir sus movimientos en caso de tener que pelear cuerpo a cuerpo.
Hizo el camino de forma metódica, repasando las estrategias que podría usar una vez dentro del lugar, en caso de que el frente no
tuviera en glamour y el interior estuviera tan en mal estado, con pisos derrumbados o podridos y estructuras debilitadas; la
precaución debía estar en su mente en todo momento.

Cuando alcanzó a divisarla, supo que había algo extraño en ella, la puerta no estaba cerrada o abierta de par en par, como él
hubiera pensado, sino que estaba ajustada y quieta a pesar del aullido del viento que le tiraba los rizos a los ojos y hacía que su
abrigo se moviera sobre sus rodillas. La magia se sentía pesada en su lengua, opresora en su pecho.

Había alguien dentro. Lo supo un segundo antes de que la daga silbara en el aire y se incrustara en la madera de la puerta por la
que había acabado de entrar, rasgándole la mejilla. La sangre comenzó a correr, pero él la ignoró, moviéndose para ponerse a
cubierto tras un sofá.

Otra daga cruzó su camino, distrayéndolo, y una cuerda invisible se enredó en una de sus piernas antes de caer al suelo y
arrastrarse tras el sofá. Él se sentó y tocó la pierna en el lugar en que sentía la presión por la cuerda y dibujó con su dedo una
simple línea vertical a ella, imprimiéndole fuerza, la presión cedió de inmediato y explotó en partículas multicolores.

Estas personas eran magos entrenados, capaces de realizar hechizos sin siquiera pronunciarlos, Heri no podría vencerlos en ese
terreno, él mismo tenía un nivel de magia en su sangre demasiado bajo como para hacer algo más que hechizos simples y pócimas
con ayuda del grimorio de su abuela. Por eso, tendía a usar más sus habilidades físicas y su cerebro que la magia como una
ventaja frente a magos expertos que olvidaban que esas cualidades también eran efectivas en un ataque de contacto.

Heri revisó su cinturón y localizó una pócima cegadora que, si se inhalaba directamente, haría los ojos arder, lo que le daría un
par de minutos para analizar cuántos eran y en dónde estaban. Quitó la tapa y la lanzó por encima del sofá, el líquido amarillo se
derramó un poco sobre su piel e hizo una mueca por el ardor, no tendría mayores efectos dado que se había comido una raíz de
eléboro durante la caminata a la casa, pero el escozor le duraría varias horas.

Escuchó algunos gritos y maldiciones por parte de hombres y se levantó de su escondite, enfrentando el área general de la casa.
Sacó una de sus dagas y dibujó rápidamente una estrella de siete puntas en su mano, murmurando con cuidado una simple
palabra, "locat"; la estrella se separó de su mano, flotando en el aire y haciéndose más grande, tres de las puntas estaban
iluminadas y una pequeña de color blanco se desprendía de ellas, mostrando la ubicación de todo ser vivo en el lugar.

Heri siguió la línea enfrente de él y llegó a la cocina donde los gemidos desesperados de un hombre se hacían más evidentes,
rodeando la mesa de desayuno, lo vio tirando en el suelo en posición fetal, apretándose las manos contra el rostro. No podía
distinguirlo bien, pero estaba seguro de que no era Zeeb, el tono de su piel era más oscuro y su cabello oscuro tenía unas mechas
grises producto de la magia negra. Sacó otro vial de su cinturón y lo esparció sobre la entrada de la cocina, el líquido comenzó a
burbujear y del humo se formó una red transparente que, aunque no impediría el paso de otras personas, le avisaría si alguien
intentaba entrar.

Él se dirigió, entonces hacía el hombre en el suelo y usó su pierna para voltearlo, presionando su estómago con ella, él se tensó,
sus gemidos incrementaron de volumen y apretó sus manos contra sus ojos con más fuerza.

Heri sacó la espada e hizo un círculo con la punta en el aire, abarcando gran parte del cuerpo del hombre y una red de luz se
formó en su torso y brazos, inmovilizándolo contra el suelo. Escuchó un chasquido y él se giró por instinto, levantando la espada
sobre su rostro antes de que unas cadenas gruesas se enredaran sobre ésta.

Un hombre rubio vestido de negro estaba frente a él, sus ojos se veían rojos por la pócima y parpadeaba más rápido de lo normal,
pero Heri ya sabía que el efecto de ésta estaba pasando. El hombre jaló la cadena hacía él con fuerza, desestabilizando a Heri,
quien logró afianzar su cuerpo al plantar sus pies en el suelo con firmeza y resistir el agarre, el hombre enrolló una porción de la
cadena en su brazo y antebrazo y jaló con tanta fuerza que hizo que Heri soltara la espada sólo para evitar irse de cabeza contra el
suelo. No perdió el tiempo y sacó una de las dagas, lanzándola hacia el hombre que se movió fuera de su trayectoria, pero no lo
suficientemente rápido como para esquivarla por completo y cortar su piel, dejando que la sangre fluyera libremente por la
extensión desnuda de su brazo derecho.

Sintió un peso sobre su espalda, unas piernas enredándose en su torso y un brazo apretándole la garganta que agarró como reflejo,
pero la otra mano se presionó sobre su hombro y una corriente eléctrica lo sacudió, lanzándolo de cara al suelo, paralizado. El
peso en su espalda desapareció y alguien lo giró, el tercer hombre tenía una sonrisa sádica y ojos oscuros y brillantes, su cabello
rubio pintado con líneas rojas iguales a las de Heri sólo que más gruesas y prominentes, este era un hombre que practicaba magia
de sangre en exceso.

—Cavas nos dijo que eras peligroso —dijo el hombre rubio—, pero a mí me pareces más como un gatito inofensivo.

Si hubiera podido, Heri le habría escupido, pero tenía la lengua entumecida al igual que el resto de su cuerpo.

—Átalo, Magnus —el segundo hombre apareció en su visión, la herida en su brazo ya no sangraba, pero aún se veía tierna, recién
curada—. Voy a seguir buscando rastros en la casa, asegúrate de desarmarlo por completo.

—Será un placer, Nick —Magnus sonrió aún más y se acercó a Heri, sus manos se movieron lentamente, formando el símbolo
para conjurar una cuerda y el aire a su alrededor se cubrió de chispas, luego empujó con sus manos y Heri sintió la presión en
diferentes partes de su cuerpo a pesar del cosquilleo que comenzaba a desvanecerse. Magnus se acercó a él y tocó su pierna y la
cuerda se hizo corporal y lo apretó aún más.

Heri probó a mover sus dedos discretamente y presionarlos en la cuerda para romperla como la anterior, excepto que esta vez no
sucedió nada, quizás porque era sólida. Movió la muñeca lo suficiente para alcanzar el ángulo en el que se encontraba el mango
de la daga, pero sus dedos, aún sin su función motora al completo, se resbalaban sin un agarre concreto y tuvo que parar cuando
Magnus se cernió sobre él.
—Dime —dijo lamiéndose los labios—, ¿qué se siente estar bajo merced de un depredador? —Magnus sacó una de las dagas de
Heri de la funda y le acarició la mejilla con ella—. ¿Sientes que tu corazón se acelera, la sangre fluye pesada y rápida y el sudor
se acumula en tu piel? ¿Te has puesto a pensar que quizás es así cómo se sienten tus víctimas, las personas a las que les has
quitado el alma? —presionó el cuchillo con ligereza y lo bajó hasta la línea de su mandíbula, peligrosamente cerca de su cuello
—. Eso es lo que me imagino que le pasó a mi hermana cuando cosechaste su alma. Aunque no puedo preguntárselo dado que
está muerta.

Heri lo miraba fijamente, no hablaría pues, aunque pudiera, no sabría qué responderle, jamás se había cruzado con alguien que
conociera de primera mano a uno de los cosechados y Magnus, a pesar de la aparente fortaleza y amenaza en su voz, estaba
herido, se le notaba en los ojos y el ligero temblor en la mano que sostenía el cuchillo contra su cuello.

—Te voy a acabar, Heri Obelyn, te lo ju-

No pudo terminar, no cuando una figura encapuchada se le lanzó encima, enredando los muslos en su cuello, Magnus hizo un
sonido ahogado y el encapuchado encorvó su espalda concentrando la fuerza en sus muslos e inclinándose hacia atrás para tirarlo
al suelo. Magnus se desplomó, no sin antes enterrar la daga en el muslo del encapuchado que gritó de dolor y lo golpeó en el
rostro con el codo, noqueándolo.

Heri mantuvo un ojo en el encapuchado, quien se quitó la daga y dibujó un círculo en su muslo, presionando el dedo en el centro,
la sangre paró de manar y se levantó, girándose hacia Heri. Dio un paso en su dirección y una piedra pasó volando entre sus
piernas y, antes de tocar el suelo, soltó una corriente eléctrica que lo lanzó sobre sus rodillas, el encapuchado la tomó entre sus
manos y apretó con fuerza, neutralizando la energía. La piedra cayó al suelo, inerte.

Nick salió entonces de su escondite y cargó hacía el encapuchado, éste agarró la daga que había tenido enterrada y la hundió en el
vientre de Nick antes de voltearla sobre su eje, profundizando la herida. Nick se desplomó al suelo, aún vivo pero incapaz de
hacer algo más que retorcerse de dolor.

La sensación de entumecimiento había bajado lo suficiente para que Heri girara su muñeca y agarrara la daga que le quedaba y
tenía la intención de usarla para cortar la cuerda y liberarse, pero el encapuchado se dirigió a él lentamente y le pisó la mano con
una de sus botas.

Se bajó la capucha y Heri, que esperaba que fuera Zeeb, se sorprendió al ver a una mujer rubia mirándolo con una ceja arqueada.

—¿Y se supone que eres de los mejores recolectores?

Ella le pateó la cara con fuerza y la oscuridad llegó.

****

—¿Estás segura de que eso era lo único que tenían con ellos?

Heri estaba mareado y había una voz suave flotando sobre su cabeza, se sentía entumecido y como si tuviera algodón en sus
oídos, había una pizca de consciencia en su mente que se aclaraba con cada segundo que pasaba, pronto se dio cuenta que estaba
acostado sobre su estómago y que sus manos y piernas estaban atadas.

—No había nada más en la casa que fuera ajeno a ella —era la voz de una chica, la que lo había golpeado en la cara—. Ya está
despierto.

Heri, entonces, abrió los ojos y giró la cabeza, la chica estaba sentada en una silla frente a él, ya no tenía la capa puesta y pelaba
una fruta con una daga, una de sus dagas, notó él al entrecerrar sus ojos.

—Eso es mío —fue lo único que pudo decir.

Ella se encogió de hombros. —Ahora mismo, no lo necesitas.

—Charlie —esa era la voz de un hombre a sus espaldas, Heri giró la cabeza todo lo que pudo y, de alguna forma, no se sorprendió
tanto como pensó que lo haría al ver a Jonas Zeeb parado allí con los brazos cruzados—. Eres Heri Obelyn, ¿no?

—¿Cómo sabes mi nombre? —preguntó Heri, dudaba que Zeeb supiera quién era, después de todo, nunca trabajaron juntos y
Heri llevaba muy poco tiempo en AGONÍA cuando el hombre se marchó.

Zeeb hizo un gesto hacia la esquina de la habitación y Heri miró hacía allí, su espada estaba recostada contra la pared. —Esas
runas de propiedad son cosa inteligente, evitarás que alguien más la use y te la robe.

Heri sólo lo miró sin ninguna expresión. No era ajeno a los cumplidos, pero no sabía si esto era una táctica delusoria o no.

—¿Qué hacías en la casa? —espetó de repente la chica, Charlie, y él dirigió su atención a ella—. ¿Y quiénes eran esos hombres?

—Charlotte —le advirtió Zeeb, sin quitar sus ojos de Heri—. ¿A ti te dieron mi contrato?

Heri asintió y se lamió los labios. —No trabajaba con ellos.

—Eso es obvio dado que te tenían cogido de las pelotas.


Zeeb la volvió a mirar y ella se encogió sobre sí misma. Claramente, lo respetaba (¿o lo temía?) lo suficiente para saber cuándo
era mejor no seguir tentando su suerte.

Él se sentó en la cama, cerca de Heri y puso una mano en su brazo, Heri se tensó de inmediato, listo para sentir algo terrible en la
zona, quizás picazón o una corriente eléctrica. O calor. Dicen que a él le gustaba el fuego. Pero nada sucedió, sólo era una mano
cálida, algo sudorosa, pero no había nada extraño en ella.

—Te robaron el contrato —dijo, con la cabeza inclinada y expresión concentrada—. Sin embargo, quieres algo que ellos están
dispuestos a darte. Lo quieres lo suficiente como para que no te importe competir contra alguien más.

—¿Cómo…? —preguntó Heri, confundido.

Zeeb le dio una sonrisa de medio lado. —Percepción, paciencia y buen oído.

Heri sólo frunció el ceño y flexionó los dedos, los sentía entumecidos. —¿Podrías quitarme esto?

—Claro, ¿y quieres una taza de café, pancito y de paso un cuchillo para que nos mates? —soltó Charlie exasperada—. ¿Nos crees
estúpidos o qué?

Ella dio un chillido cuando su silla comenzó a moverse en dirección a la puerta que se estaba abriendo y se la llevó del lugar. —
¡Jonas!

Zeeb suspiró. —Tendrás que disculpar a mi hermana, no tiene mucha práctica socializando con personas —él quitó su mano del
brazo de Heri y la puso sobre sus dedos, tocándolos uno a uno con lentitud—. ¿Esto se siente mejor? —Heri asintió, una
sensación fresca comenzó a extenderse de las puntas de los dedos hasta los hombros, aliviando el entumecimiento. Zeeb sonrió—.
Bien. No puedo soltarte, por obvias razones, pero no hay motivo para que la pases mal mientras decidimos qué hacer contigo.

—¿Me vas a matar?

El otro hombre inclinó la cabeza y lo observó fijamente. —¿Es eso lo que dicen de mí en AGONÍA? ¿Qué voy por ahí matando
gente?

—¿Lo haces? —replicó Heri sin pensarlo.

Él se rio, aunque tenía un toque amargo y no dijo nada, sólo se levantó de la cama y se dirigió a la puerta abierta.

—Vendré a traerte de comer en un par de horas, descansa.

Y Heri no supo por qué, pero la palabra se metió en su cabeza y lo recorrió por completo y, por algún extraño motivo, los ojos se
le cerraron por voluntad propia a pesar de que no tenía sueño. Luego, no tuvo tiempo de pensar más en eso. Ya estaba durmiendo.

****

La siguiente vez que Heri se despertó no fue por una voz, era la certeza de que alguien lo observaba.

Abrió los ojos de par en par y los enfocó al frente de él. Había dos niñas pequeñas idénticas, de no más de doce años, que lo
miraban en silencio.

—¿Viniste a matar a nuestro hermano? —preguntó una de ellas.

—¿Qué? —preguntó Heri, confundido.

—¿Qué si viniste a matar a nuestro hermano? —preguntó la otra.

—Ehh… ¿no? —no era una mentira, no exactamente, pero no creía que fuera prudente decirles a unas niñas pequeñas esa clase
de cosas con tan poco tacto.

—Entonces, ¿por qué estás atado? —preguntó la primera.

—No lo sé.

—¿Quieres que te desatemos? —esa era la segunda, o tal vez la primera. Heri no lo sabía, sus rostros eran idénticos y usaban la
misma ropa y la luz no era muy buena y alguien le había pateado la cabeza, lo más probable era que tuviera una concusión.

Otra persona entró en la habitación y Heri se dio cuenta, aliviado, que era Zeeb. Traía un plato en una mano y en la otra un vaso
de vidrio con un líquido amarillo dentro, una bandeja con viales venía levitando tras él.

—Amanda, Ruby, ¿qué les he dicho de molestar a los invitados?

—Nada —dijo una de ellas, encogiéndose de hombros.

—Nunca tenemos invitados —continuó la otra.

Zeeb sacudió la cabeza con una sonrisa divertida. —¿Qué hay de la privacidad?

—¿Eso es como cuando Charlotte nos dice que nos larguemos de su cuarto…
—… porque tiene muchas cosas que hacer cuando en realidad está…

—… besando posters de cantantes?

Heri alzó una ceja y trató de enmascarar la risa que se le precipitaba por la garganta con una tos, Zeeb alzó una ceja en su
dirección y luego rodó los ojos. Depositó los platos en una mesa, la bandeja posándose al lado, y él puso una mano en un hombro
de cada chica y los apretó ligeramente.

—Lárguense, demonios.

Las niñas sonrieron, pero salieron corriendo de la habitación, sus pasos pesados se escucharon hasta desvanecerse al igual que sus
voces, aunque no eran muy claras. Sin embargo, era obvio que se estaban burlando de su hermano.

—Son lindas —dijo Heri una vez que el silencio se había alargado demasiado.

—Cuando no están haciendo travesuras, sí —él se sentó de nuevo en la cama y tocó su brazo—. ¿Cómo sientes el cuerpo?

Heri lo pensó un momento, no había razón para mentir, no cuando claramente estaba en desventaja. —Pesado, pero bien.

Zeeb asintió y trató de darle uno de los viales. —Es para la concusión —dijo, cuando Heri giró la cabeza—. Puedes tomarlo o te
lo puedo inyectar como los otros que ya te he suministrado.

Él entrecerró los ojos y decidió ceder, de nuevo, no había mucho qué hacer. Recibió los otros viales, uno azul—para minimizar
los daños por la parálisis mágica o un veneno lento—y uno rosa que sólo podía ser un revitalizador.

Se sorprendió un poco cuando el hombre hizo ademán de desatarlo, ¿de seguro no era tan estúpido?

—Te tatúe una runa de vinculación —explicó cuando vio la confusión en tu rostro—. Si intentas matarme, morirás
instantáneamente.

Heri parpadeó rápidamente, la incredulidad y el asombro llenándolo. —Eso es increíblemente inteligente.

—Gracias —dijo el otro hombre, obviamente complacido.

Zeeb desató sus manos primeros y luego las piernas, le dio la espalda para llevarle el plato con comida y Heri lo analizó rotando
las muñecas para activar la circulación; era la primera desde que se despertó en que podía verlo bien, sin la poca visión que le
otorgaba tener la cabeza inclinada hacia atrás. Era mucho más bajo que él, con una contextura ligera, pero de movimientos
flexibles y precisos, no parecía débil ni en mal estado físico, quizá un poco fuera un poco lento en comparación con Heri, pero de
seguro lo compensaba con una mente ágil y perspicaz y habilidades mágicas que iban más allá de las que el propio Heri conocía,
si los trucos con la percepción y lo de las tazas eran una indicación.

Recibió el plato y comió en silencio, bajo los ojos penetrantes del otro hombre que parecían leer mucho más de Heri que lo que
simplemente mostraba. No tenía ni la menor idea de lo que pensaba, pero no creía que fuera algo intrínsecamente malo, tal vez
con un borde de calculador, sí, pero hasta ahora, no le había dado razones para pensar que lo mataría sin una pelea justa.

—¿Sabías que convertí a los otros hombres que estaban en la casa en figuras de porcelana?

Heri se congeló con la cuchara a medio camino de su boca y lo miró fijamente. —¿No sabía?

Zeeb chasqueó la lengua. —Charlie los trajo, por supuesto, porque odia dejar desorden en la otra casa, pero yo no me podía dar el
lujo de dejarlos despertar, se notaban que eran muy peligrosos.

—¿Y yo no lo soy? —dijo en voz baja Heri.

—Claro, sólo que en una forma diferente. Ellos eran extremadamente hábiles con la magia y podrían liberarse en cualquier
segundo, exponiendo este lugar —explicó tranquilamente él—. Tú, por el contrario, pelearías físicamente y tendrías una ventaja
sobre mi hermana y quizás sobre mí, también, pero no podrías abandonar esta casa, no tienes suficiente magia en las venas.

—¿Entonces soy el menor de dos males?

—Sí —declaró como si nada—. Y tu energía es más interesante que la de ellos, ansias la libertad de una forma que no había visto
en mucho tiempo.

—¿Esto tiene algún punto, Zeeb?

—Jonas y sí, tiene un punto —dijo él—. Yo sé perfectamente lo que es ser un recolector por obligación, mis padres me entregaron
a AGONÍA como seguro cuando tenía trece años y cada alma que coseché era un peso menos en el contrato de ellos. Pero ese
trabajo cansa, como estoy seguro que sabrás y, más pronto que temprano, comienzas a darte cuenta que no sabes ni siquiera por
qué lo haces, cuál es el propósito de acumular tanta energía mágica si no se va a aprovechar, ellos nunca te dicen que hacen
exactamente con la magia residual que queda de las almas que nosotros cosechamos, pero te ves obligado hacerlo porque tienes
una deuda que debes pagar.

—Las almas son para generar energía eléctrica —señaló Heri—, eso no es un secreto.

—No estoy poniendo eso en duda, pero, por si nunca lo notaste, la mayoría de los contratos pertenecen a personas con
habilidades mágicas, cuando cosechas el alma, esa magia es energía que queda y que no puede ser usada para generar
electricidad, ni transferida a otro ser —él sonrió amargo, de repente pensativo—. Te hace preguntarte qué hacen con ella, ¿no
crees?
Heri mantuvo la boca cerrada.

—También te hace preguntarte por qué cambian contratos de almas por los de recolectores sólo a ciertas personas, los más
selectos, los más valiosos —hizo una pausa y se miró las manos—. Los más poderosos.

—Yo no tengo suficiente magia —dijo Heri y se señaló con la mano.

—No dije que fuera necesariamente en esa área —replicó él con una ceja alzada—. Revisé los viales que tenías y no muchos
serían capaces de realizarlas, no yo ciertamente.

—Seguir las instrucciones de un grimorio no es la gran cosa.

—¿No lo es? —rebatió Jonas—. En todo caso, AGONÍA no es una compañía transparente. Mi deuda desapareció cuando mis
padres murieron en un accidente e ingenuamente creí que me dejarían irme, pero la transfirieron sobre mi hermana y agregaron
una cláusula a mi contrato de recolector: trabajaría diez años con ellos y ambos seríamos libres, excepto que yo no estaba
dispuesto a pagar el precio por eso. Con cada alma que cosechaba, sentía que la mía se consumía y tenía miedo, así que hui y me
escondí con mi familia y no hay un día en que lamente esa decisión —Jonas se tocó el pecho, por encima de su corazón—. Tu
alma está sufriendo, Heri y si no te liberas, no va a quedar nada por salvar.

Heri lo miró fijamente. —No soy como tú, no quiero huir y tener que estar mirando sobre mi hombro todo el tiempo,
preguntándome si este será el día en que vengan por mí. Este contrato es mi boleto de salida, de conseguir la libertad de forma
legal, sin quedar expuesto al miedo por el resto de mi vida.

Jonas se rio, pero era un sonido agrio. —Eso es lo que te quieren hacer creer, pero AGONÍA es una prisión, ellos no dejan que
nadie se vaya a no ser que sea en un ataúd, si me llevas, te dirán que hay un problema en tu contrato una y otra vez y cuando
menos lo pienses habrás pasado toda tu vida a la merced de ellos.

—¿Tu vida es perfecta? —preguntó Heri, tenso—. ¿Acaso te enorgullece vivir en completa paranoia, negándoles a tus hermanas
la normalidad que merecen? Una de ellas me pateó en la cabeza por diversión y las otras dos me preguntaron si voy a matarte en
vez de estar viendo televisión o jugando con sus muñecos —no sabía en qué momento se había exaltado tanto, pero ahora estaba
gritando—. ¡¿Es esto lo que quieres para ellas, que vivan con miedo todo el tiempo, resintiendo a todos los que las rodean?!

Un torbellino rubio se lanzó sobre él de repente.

—¡No te atrevas, estúpido! —Charlie estaba llorando, sus puños conectaban con su pecho, sin embargo, no había fuerza tras
ellos. Jonas la agarró de los brazos y trató de abrazarla y alejarla, pero la chica se soltó y volvió hasta Heri, apuntándolo con un
dedo—. No tienes ni la menor idea de lo que ha hecho para protegernos, de todo lo que ha sacrificado de sí mismo. No pretendas
echarle la culpa de esto cuando en el fondo sabes que los responsables están sentados en este momento en una maldita oficina
discutiendo formas de engañar a personas inocentes y robarles sus almas mientras en su tiempo libre se dedican a medirse los pies
y hablar de cosas insignificantes. No tienes el derecho de juzgarlo, tú no sabes nada.

—Charlotte, vamos, es suficiente.

Jonas estaba pálido y lloroso y hacía lo que podía para tratar de contener a la bomba de tiempo que era su hermana, ella cedió
finalmente y se dejó abrazar. Las gemelas estaban paradas en la puerta, una de ellas le había pasado el brazo por encima de los
hombros a la otra que lloraba silenciosamente.

Heri tragó saliva.

—Yo… —comenzó a decir.

—No —lo cortó Jonas—, ahora no. Vamos, niñas, salgamos de aquí.

Él sacó a Charlotte de la habitación y las más pequeñas lo siguieron obedientes, la puerta se cerró suavemente y Heri se desplomó
sobre las almohadas, conmocionado por las palabras de la chica. Miró sus manos y se asqueó, estaban manchadas de sangre, de
dolor y sufrimiento, de todos los actos deplorables que había cometido en el nombre de un contrato y una ideología en la que ni
siquiera creía, recordó el rostro de Magnus y las palabras de Charlotte, y supo que ella tenía razón, ¿quién se creía que era para
juzgar a Jonas cuando él mismo estaba tan manchado?

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Recopilatorio Gratis "9 sonatas literarias!
Vamos a celebrar el Día del Trabajador con un nuevo libro homoerótico escrito por varias grandes autoras, algunas de las cuales las conocéis
porque han publicado algunos de sus trabajos en slasheaven.

Son relatos cortos en los que hay de todo, misterio, romance, aventura… y todos y cada uno de ellos relacionado con una canción.

El título del recopilatorio es “9 sonatas literarias” y aquí os dejo los enlaces desde los que podéis descargarlos gratuitamente. Repito: ES GRATIS.
Así que no sé a qué estáis esperando.
9 sonatas literarias

9 sonatas literarias

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--Administrador en 01/05/14 - 09:03 pm 29 Comentarios


Guiones nick
Os pedimos que no utilicéis los guiones a la hora de poneros un nick, ya que está dando problemas cuando se ingresa en la cuenta y hay que
cambiar el seudónimo eliminándolo.

Gracias por vuestra ayuda

--Administrador en 06/06/13 - 11:37 am 33 Comentarios


Nuevo libro:
Os queremos anunciar la publicación de un nuevo libro. Una historia original que está realmente bien y que merece que le demos un empujoncito

Esta es la web donde podéis encontrar el booktrailer y también los links donde se puede adquirir “Sangre y acero”

Os dejo un extracto del resumen, para ir abriendo boca: “En Fuego y Acero, la distancia entre el orgullo y el honor, la fuerza y la tiranía, el
amor y el odio, queda reducida a cenizas por las intensas pasiones de sus protagonistas, que desafiarán incluso a su propio corazón para
forjar su destino."

Fuego y Acero en Third Kind

--Administrador en 31/01/13 - 07:54 pm 102 Comentarios

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