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KESSLER, GABRIEL

DESDE ABAJO
La transformación
de las identidades sociales

Maristella Svampa
(editora)

Javier Auyero
Alejandro Isla
Gabriel Kessler
Daniel Lvovich
Denis Merklen
Pablo Semán
Maristella Svampa

ÍNDICE

Introducción, por Maristella Svampa ................................................................................. 9


La transformación de las identidades sociales, 9 - Desde abajo:
los contenidos de este libro, 18

Redefinición del mundo social en tiempos de cambio. Una tipología


para la experiencia de empobrecimento, por Gabriel Kessler .............................................. 25
El dilema. 25 - La redefinición del inundo social, 27 - La construcción
de la tipología, 31 - "Meritocráticos": el refuerzo identitario, 32 –
"Solidarios": el refuerzo grupal, 35 - "Luchadores": la reducción
temporal, 38 – "Encapsulados": la reducción espacial, 40 –
"Conversos": e1 cambio de valores, 42 - "Pragmáticos": la dispo-
sición estratégica, 45 - Conclusiones, 47
Colgados de la soga. La experiencia del tránsito desde la clase media a
la nueva pobreza en la ciudad de Buenos Aires, por Daniel Lvovich ..................................... 51
"Subsistir, nada más...", 54 - "No tengo un peso, no me queda
una moneda...", 60 - "¿Qué nos quedaba a nosotros. que éramos
un porotito?". 65 - "...A los treinta y ocho ya sos viejo para el tra-
bajo", 71 - La experiencia del descenso social, 77

Vivir en los márgenes: la lógica del cazador. Notas sobre sociabilidad


y cultura en los asentamientos del Gran Buenos Aires hacia fines
de los 90, por Denis Merklen ........................................................................................... 81
Javier, la radio y el barrio, 82 - "Mi viejo es un tipo que está fue-
ra de tiempo", 87 - "Yo no veo que gente de mi edad pueda conse-
guir un laburo estable". 90 - "Puedo seguir estudiando porque mi
vieja me banca a veces el boleto", 92 - Marcelo y su tío Manuel,
102 - De la marginalidad y del modo como las instituciones mo-
delan la vida social, 109

Identidades astilladas. De la patria metalúrgica al heavy metal,


por Maristella Svampa ................................................................................................... 121
Introducción, 121 - En busca de perfiles sociales generacionales,
125 - El tiempo de las identidades fuertes: la vieja generación de
metalúrgicos. 125 - El viejo militante sindical histórico, 125 - EL
viejo trabajador integrado, 129 - La identidad deteriorada: la ge-
neración intermedia, 134 - El militante Metalúrgico crítico tradi-
cional, 135 - E1 trabajador metalúrgico crítico-escéptico, 138 - El
tiempo de las identidades fragmentarias: los jóvenes trabajado-
res, 140 - El joven trabajador "integrado", 143 - El joven trabaja-
dor "tribal", 146 - Conclusión, 150

El pentecostalismo y la religiosidad de los sectores populares,


por Pablo Semán ............................................................................. ........................... 155
Introducción, 155 - El pentecostalismo, 159 - Cultura religiosa
en Villa L., 162 - Dos supuestos distorsionan la comprensión de
la religiosidad popular, 168 - El pentecostalismo: síntesis y con-
densación de la religiosidad popular, 170 - Conclusiones, 178

Cultura política, destitución social y clientelismo político en Buenos Aires.


Un estudio etnográfico, por Javier Auyero ............... ........................................................... 181
La red de resolución de problemas: clientes y mediadores, 185 -
El punto de vista del cliente, 189 - EL mismo acto: distintas inter-
pretaciones, 190 - Actos como "demostración de gratitud", como
"colaboración", 192 - Nuestros amigos, los sacrificados punteros,
197 - La. política "útil", cotidiana resolución de problemas, o la po-
lítica como "sucia", ocasional, 199 - La narrativa estatal del barrio
versus la versión épica. ¿Estamos hablando del mismo asfalto?,
202 - ¿De dónde provienen las diferencias?, 204 - Coda: recon-
siderando el "clientelismo", 207

Los apoyos de Bussi. Valores domésticos, espacios públicos en el


presente tucumano, por Alejandro Isla ................... ........................................................... 209
Historias y hechos, 214 - El voto en Tucumán, 217 - Discursos y
nociones, 222 - Casos y textos, 224 - A modo de conclusión, 239

Bibliografia ................................................................................................................... 243


Noticia sobre los autores................................................................ ................................ 251

REDEFINICIÓN DEL MUNDO SOCIAL

EN TIEMPOS DE CAMBIO

Una tipología para la experiencia de empobrecimiento

Gabriel Kessler

EL DILEMA

En el Barrio Necochea de José León Suárez (Provincia de Buenos Aires) dos vecinas, Ana Latezza
y Eva Simmons, se enfrentan al mismo dilema. Despojadas de la obra social cuando sus maridos
pierden la condición de asalariados, deben tomar una decisión respecto de la cobertura médica
familiar. Ambas comparten tanto una limitación creciente de los ingresos familiares como
innumerables dudas sobre un tema complejo como la salud. Ana y Eva barajan las mismas
opciones: adoptar el hospital público o asociarse a una de las coberturas privadas de bajo costo de
las que se ofrecen en la zona. Se hallan enfrentadas a un problema inédito: hasta entonces, para
bien o para mal, la obra social había sido la forma de cobertura de la salud familiar. La pérdida del
derecho ligado a la condición de asalariado genera no sólo una nueva carencia sino también
incertidumbre. Ana y Eva toman finalmente decisiones opuestas: la primera elige un servicio
privado, la segunda decide confiar en el hospital público. Abrumadas por información de planes,
programas, servicios médicos y demás, no basan finalmente sus decisiones en criterios técnicos sino
en consideraciones generales sobre la naturaleza de lo público y lo privado en la Argentina de hoy.
Ana me explica:

Cuando yo trabajaba, el sistema de medicina de OSECAC era .bastante bueno. Teníamos sanatorios
buenos. Después ha decaído muchísimo. Si conseguís un lugar para que te internen es bueno. Al nene lo
tuve por OSECAC lo iba a tener en el Instituto Médico de Obstetricia y al final lo tuve en Mataderos
porque tenían un conflicto con OSECAC ese día y no me atendieron, de ahí me derivaron al Mitre y del
Mitre a Mataderos. Después nació el nene, lo atendí un año por OSECAC, pero empecé a tener problemas
porque primero lo atendía con un pediatra que después no atendía más. Lo máximo fue un día que el nene
tenía cuarenta grados de fiebre y no pude conseguir ningún lado donde me lo atendieran por la obra
social. Fui al Garrahan, estuve tres horas y media en el Garrahan y no me atendieron, el nene se
empezaba a poner morado y a nadie le importaba un cuerno. Fui a la Casa Cuna y ahí me lo vieron.
Después de eso decidí que prefería dejar de comer pero que iba a tener un lugar donde vaya corriendo y
que como pagas una cuota, aunque no sea muy alta, por lo menos en un término aceptable me atiendan...

Este testimonio trasluce una visión del mundo. Ana -y otros nuevos pobres como ella, que
algunas páginas más adelante llamaremosLuchadores- realiza una equivalencia total entre
sociedad y mercado. El "como pagás" muestra que sólo el lazo mercantil autoriza a esperar una
contrapartida en forma legítima, razón par la cual es imposible confiar en un servicio público. Eva, a
la que veremos entre los solidarios, no piensa de este modo.

-Y también puedo llegar a desconfiar de la metodología de los privados.


-¿Por qué?
-Porque especulan. Quieren gente sana y no con enfermedades. Para un chiquito que es asmático, te hacen
hacer una auditoría médica para ver si te lo aceptan o no, porque si son enfermedades caras ellos no
quieren hacerse cargo. En ese sentido me da más confianza el [Hospital] de Niños... Como que está todo
más a la vista... No sé si hay obras sociales que te cubran todo, absolutamente todo. Este tipo de obras
sociales te cubre a los primeros treinta días una cosa, a los sesenta otra y así. Después, por ejemplo, no te
cubre el material quirúrgico, te cubre el arancel médico, pero no el material, tenés que pagarlo también.
Te cubre internación hasta determinados días: tenés tantos días de internación, si pasás esos días, tenés
que pagarlos también. Aparte hay otro problema: muchos médicos te insisten con el asunto de los
laboratorios confiables, yo no sabía de eso, pero uno me preguntaba a qué laboratorio iba a ir, porque
parece que todos no son confiables. Sí son confiables en determinados hospitales, pero en las obras
sociales esas...

-¿Qué te parece que podría pasar en esas obras sociales?


-Y tenés miedo de que, por ejemplo, te intervengan quirúrgicamente cuando no corresponde o que no sea
tan necesario, o un período de intervención más largo, para que te puedan cobrar el plus. Por lo menos en
el hospital no van a gastar de más porque no les conviene, no te van a retener de más porque tampoco les
conviene, porque no tienen presupuesto. En este sentido te evitás mucho la especulación.

A diferencia de su vecina, Eva considera que la mercantilización de la atención sanitaria


vuelve a los servicios privados poco confiables. Al fin de cuentas y a pesar de todas sus
carencias, el hospital le merece más confianza, pues rige allí una "lógica estatal" de gastar lo
mínimo posible, que le asegura al menos que no especulen con su salud.

LA REDEFINICIÓN DEL MUNDO SOCIAL

El dilema de las vecinas es uno de los muchos ejemplos en los que la definición del mundo
cobra un lugar capital en un período de cambio. La grilla de legibilidad de lo social de Ana y
Eva las conduce a implementar prácticas estratégicas distintas. Frente a la dificultad de establecer
juicios en un dominio tan complejo como el de la salud, ellas realizan una inferencia, trasladando
ideas generales sobre lo social hacia un dominio específico de actividad. Impulsadas a tomar una
decisión, nociones generales sobre el mundo se transforman en un esquema
interpretativo y motivacional para la acción.
Es probable que esto no sea exclusivo de un proceso de pauperización, pero cobra allí una
importancia central. P. Berger y T. Luckmann(1982) señalan que en situaciones normales la
definición del mundo pertenece a las zonas normalizadas de la vida social, por lo que no es
problemática ni interesa particularmente a cada actor. Pero la pauperización no es una situación
normal. Los individuos la experimentan simultáneamente como una dislocación personal
y como una desorganización del mundo social que los rodea. Esta doble percepción lleva a que
no pueda producirse una "adaptación" en un sentido clásico del término: el acomodamiento a un
contexto nuevo definido o definible. Los nuevos pobres no dudan de que todo ha cambiado, pero
ignoran dónde están y cuál es la naturaleza de ese nuevo mundo al que han llegado sin saber muy
bien cómo ni por qué.
El empobrecimiento afecta intensamente la vida cotidiana, trastornando el universo de sentido de
los individuos. Todas y cada una de las prácticas habituales, directa o indirectamente relacionadas
con lo económico, son evaluadas, modificadas y a veces suprimidas. Tal alteración de prácticas
rutinarias arrastra consigo tramos de sentido sedimentados -es decir, ideas, creencias, expectativas,
categorías de percepción, etc.-, hasta entonces considerados evidentes, que no resisten la
dislocación de la cotidianidad. Partes sedimentadas del mundo cotidiano se desnaturalizan sin
que la cultura les ofrezca un nuevo marco de legibilidad. Los nuevos pobres deben dotar
de significación a una situación para la que no encuentran respuestas ni en las "reservas
de experiencias comunes" de la sociedad[1] ni en la propia historia familiar. Esto es,
a nuestro entender, lo que le otorga a la pauperización su carácter excepcional en la
historia argentina moderna. El empobrecimiento de una parte importante de la clase media
marcó un corte abrupto con el modelo generacional y el modelo histórico- cultural hasta entonces
vigente. Ni la socialización familiar ni la cultura, ni las estrategias más cotidianas y ni
siquiera sus peores pesadillas los preparaban para el empobrecimiento definitivo, sin
retorno. Por ende, tampoco en la reserva de experiencias comunes de la sociedad argentina había
disponibles estrategias adecuadas para hacer frente a tal situación, como sí las había para el tipo de
crisis habitual; la inflación.[2]
En un período de desorganización personal y social para implementar cualquier arreglo
o práctica estratégica, es precisa unaredefinición del mundo exterior- a fin de poder
establecer una nueva manera de relacionarse con él. Al redefinirlo, se lo normaliza, se
restablece alguna certidumbre y, por ende, una posibilidad de control sobre él. Se
restablecen sus límites: aquello que -se puede y de aquello que no se puede hacer, prever ni
intentar; y aun un mundo tipificado como peligroso es preferible a la indefinición. Las urgencias
prácticas los impulsan a la redefinición. Los nuevos pobres implementan recursos adaptativos a
partir del capital cultural y social acumulado en el pasado (Kessler 1998a, 1998b). Según
Bourdieu (1966, 1980b), en las trayectorias sociales se acumula un capital social que responde a
una"estrategia de inversión social" tendiente a establecer relaciones "utilizables" a corto o a
largo plazo (utilizables con relación a una estrategia de ascenso social o, al menos, de conservación
de la posición). Pero acá estamos frente a una situación totalmente distinta. Al empobrecerse, el
escenario cambia completamente; la situación exige una modificación radical de toda
estrategia social, permutando la búsqueda de la movilidad ascendente por la
amortiguación de los efectos de la caída. Y, al cambiar la estrategia, el valor del capita!
social y el capital cultura! acumulado también será puesto en cuestión.
Veamos primero lo que sucede con el capital social. Imaginemos un profesional en búsqueda de
progreso laboral. Un capital interesante en tal situación incluiría un importante número de colegas.
Si el profesional en cuestión se empobrece y busca adoptar una estrategia de amortiguación, ese
capital acumulado no tendrá el mismo valor. Cuando se trata de cubrir necesidades insatisfechas, es
más útil una diversidad de perfiles profesionales, sinónimo de una amplia gama de eventuales
prestaciones. Además, a partir de ahora los favores a demandar serán de naturaleza muy diferente
(por ejemplo, pasar de un pedido de recomendación a uno de dinero). No se puede prever si quien
accedía a brindar los servicios de otrora, aceptará satisfacer la nueva demanda o si e1 "necesitado"
-considerando que tal demanda es ilegítima renunciará por propia voluntad a realizar el pedido. EL
capital social acumulado para una. determinada estrategia no puede ser fácilmente
reconvertido para una estrategia distinta, de lo que era consciente una abogada entrevistada
que afirmaba en un tono mordaz: "Si hubiera sabido todas las cosas que me iban a hacer falta, en
lugar de hacerme amiga de tantos abogados, me habría hecho un grupo con un plomero, un gasista,
el dueño de una boutique y el de una peluquería".

Durante el empobrecimiento, no sólo hay una reducción del capital económico sino que
también el capital social anterior entra en una fase de suspenso. Todo capital social es
entonces potencial, es decir, sugiere la posibilidad pero de ningún modo la certeza de
obtener beneficios de la red de conocidos. En cada caso se debe realizar una operación
de valorización para que una relación determinada se transforme en capital social efectivo. Tal
operación es particularmente compleja y riesgosa en el empobrecimiento. Los nuevos pobres
deben intentar reconvertir relaciones de parentesco, amistad, vecinazgo, colegas de
trabajo, lazos establecidos en un pasado, con otras condiciones y otros objetivos en
eventuales prestadores de bienes o servicios en condiciones ventajosas.
En lo que respecta al "capital cultural", tal concepto da cuenta de una serie de ventajas que los
nuevos pobres obtienen en instituciones públicas como escuelas, hospitales u obras sociales;
particularmente evidentes cuando se compara en una misma institución su desempeño con el de los
pobres estructurales. Por su parte, Bourdieu acuña este concepto para explicar las
desigualdades en el rendimiento escolar de niños provenientes de distintas clases
sociales. Relaciona el "éxito escolar", es decir, "los beneficios específicos que los niños de
diferentes clases sociales y fracciones de clase pueden obtener. en el mercado escolar",
con la distribución del capital cultural entre las clases y las fracciones de clase (1979:
3). El capital cultural existe bajo tres formas, de las cuales nos interesa una: como estado
incorporado.[3] "es decir, bajo la forma de disposiciones durables del
organismo" (ídem), en la que "disposiciones" hace referencia a "actitudes, inclinaciones a
percibir, sentir, hacer y pensar interiorizadas por los individuos a partir de sus
condiciones objetivas de existencia y que funcionan entonces como principios
inconscientes de acción, de percepción y de reflexión" (Accardo y Corcuff, 1986: 229).
Los lugares de valorización del capital cultural son las instituciones públicas. Los empobrecidos
tratan de obtener ciertos bienes y beneficios adicionales, de sortear barreras burocráticas
y, cuando la situación se les vuelve intolerable, intentan dirigir sus quejas personalmente
hacia niveles administrativos elevados. La mayoría de las negociaciones son de carácter
conflictivo. En general, el usuario intenta imponer su definición de la institución y del buen
cumplimiento del rol del personal. Al igual que lo que sucede con el capital social, ningún atributo es
capital cultural ni deja de serlo antes de probar su suerte. No hay atributos de eficacia probada. El
diploma, la posición profesional, una vaga referencia al derecho o a la ciudadanía o todo atributo
que los diferencie y eleve por encima de la masa de usuarios puede transformarse en capital
mediante una operación de valorización exitosa.
Es evidente que gran parte de lo que caracterizamos como el capital social de un
individuo empobrecido no era antes para él recursos sino amigos, familiares o vecinos.
Las competencias lingüísticas o la capacidad argumentativa que ofician ahora de capital
cultural, en la situación anterior ni siquiera estaban en un nivel consciente, o a lo sumo se
las consideraban como "facilidad de palabra", "poder de convencimiento". En suma, un
elemento no puede ser definido como capital social o capital cultural a priori.; sólo podrá
ser considerado como tal por sus efectos, por haber permitido obtener beneficios de algún
tipo. La nueva pobreza pone en evidencia la incertidumbre sobre el valor de los
eventuales recursos, cuya utilidad y, por ende, su definición como capital, no se verificará
hasta la realización de una operación de valorización determinada.
A los nuevos pobres no se les escapa lo que sucede con sus antiguos capitales, hecho que
refuerza la necesidad de redefinición. En una dirección, tiene una incertidumbre sobre relaciones,
trabajos, arreglos, instituciones públicas; diversos elementos que, para probar si constituyen
recursos, deben incluirse en el "mundo a mi alcance" (Schutz, 1987), tipificados previamente como
accesibles y beneficiosos. En la dirección contraria, hay prácticas habituales, necesidades, relaciones
que se suprimen, se reducen al mínimo, a veces se olvidan, para lo cual hay que excluirlas
legítimamente de ese mundo.
De ningún modo se trata de la reconstrucción minuciosa de cada dimensión de la vida
social. No son individuos hiperestratégicos que hacen prueba a cada momento de una extrema
racionalidad, ni tampoco hay una exigencia de coherencia total entre cada acción y esa definición.
En una etapa de desorganización social, toda definición del mundo, aun cuando sea muy general,
adquiere un fuerte poder orientador. Se trata de inferencias generales, una primera definición
de la realidad que ayuda a delinear un campo de acción, un contexto donde desarrollar las
experiencias de ensayo y error necesarias para transformar atributos en capitales.
En resumen, los nuevos pobres no pueden evitar la incertidumbre sobre el calor del capital
cultural y social que poseen. Cada redefinición del mundo es al mismo tiempo un nuevo
contexto de valorización de los capitales, implicando alguna hipótesis sobre qué
elementos, en ese mundo, constituyen ahora capital y cuáles no.

LA CONSTRUCCIÓN DE LA TIPOLOGÍA

La tipología que presentamos a continuación da cuenta, justamente, de la relación


entre definición de la situación y elaboración de prácticas estratégicas. Llegamos a ella al
intentar establecer regularidades y diferencias en las prácticas de consumo, salud y educación de
los distintos nuevos pobres. Al ir buscando factores explicativos de las diferencias y similitudes,
vemos que en el interior de cada tipo se delineaba una redefinición del mundo semejante. Esta grilla
de lectura los llevaba a una movilización de recursos a su alcance, con el objetivo de tener un
control sobre la nueva situación personal y familiar.
A continuación se presentan para cada tipo, en primer lugar, los rasgos principales de la
experiencia de pauperización, las características socioprofesionales dominantes y la redefinición del
mundo social, así como la visión de lo político. Luego nos centramos en la movilización de los
recursos potenciales. Allí se muestra la relación entre redefinición del mundo y el despliegue de
estrategias. En este punto el factor determinante es la percepción del riesgo. Luego
aparecen las hipótesis sobre el capital cultural y el capital social. Por último, se presenta
el grado de autonomía individual que define los márgenes de maniobra para la
implementación de acciones.

"Meritocráticos ": el refuerzo identitario

El quiebre de una sociedad meritocrática es una de las claves de lectura más difundida de la crisis
de la clase media. Hay un grupo de empobrecidos en el que tal ruptura adquiere una importancia
capital. El núcleo de la experiencia es el fracaso de una estrategia de ascenso social a la que habían
dedicado todos sus esfuerzos. Viven en el abismo creado por los sacrificios realizados -noción central
en este tipo- y lo escaso que han obtenido a cambio. Son profesionales, obreros especializados o
pequeños comerciantes o industriales, de cualquiera de los dos sexos y más de cuarenta y cinco
años. Sus orígenes son obreros o medios-bajos, accedieron a la educación superior en los años 60 o
realizaron una carrera en una empresa y fueron paulatinamente mejorando su posición hasta que
comenzaron a caer. El caso paradigmático son los profesionales, en los que la distancia entre
esfuerzo y logro alcanza su máxima expresión.

Hice endocrinología, pero como es una especialidad cara no la pude desarrollar. Es lo que me
gustaba. Recibirse no es hacer plata... Ser profesional en este país no sirve para nada. Lo que pasa
es que acá no se valora al profesional. En otros países se valora al profesional argentino: vos decís
que estás recibido en la UBA y te abren las puertas, ese título vale mucho. El único lugar donde no
vale es en nuestro país.

Pueden ser considerados como la encarnación del fracaso del ideal de la clase media argentina,
que prometía un progreso individual conjunto. Ellos no dudaban de que el medio para progresar era,
indiscutiblemente, el estudio y el trabajo duro. Sin carecer de fallas e injusticias, la
Argentina era un país meritocrático. Pero una vez que ya habían realizado sus opciones y el
camino estaba trazado, se dan cuenta de que las reglas del juego cambiaron: de una meritocracia
imperfecta se pasó a la entronización del favoritismo, el oportunismo y la
corrupción.Cuando una sociedad deja de ser meritocrática ya no cuenta ni la intensidad de
los sacrificios ni el camino elegido; todo está condenado al fracaso. Sólo triunfan los que
usan los medios acordes a las nuevas reglas de juego (corrupción, "palanca", acomodo,
etc.). Los “meritocráticos” confían en que no se han equivocado ni tampoco les queda hoy otra
opción, pues cambiar sería ganar el otro campo; su orgullo es el de no haberse apartado nunca del
camino correcto
Yo considero que a mí la vida me tendría que haber asegurado un mejor porvenir. Porque yo respeté todo
en función de que me tendría que haber asegurado un mejor porvenir. Yo trabajé, yo hice todo a la
perfección. En treinta y cinco años que tengo en esta empresa no he faltado ni un solo día. No me he
tomado todas las vacaciones que me pertenecen. Soy donador de sangre desde el año 1958, he dado
sangre desde ese año y nunca he dejado de trabajar el día que di sangre, aunque ese día me pertenece. Por
el contrario, el día que doy sangre, pierdo el tiempo ese porque yo soy pagado por hora. Fíjese como soy
y lo que pretendo de la vida.

Sin embargo, tanto han adherido a una visión individualista del ascenso social que,
cuando éste fracasa, inevitablemente se interrogan sobre la parte de responsabilidad
personal.

Se debe haber equivocado otro, yo no. O me hicieron equivocar, no sé... Yo hice las cosas como tenía que
hacerlas. ¿No le parece a usted? O sea, se equivocó otro y yo sufrí las consecuencias.

El fin de la meritocracia va moldeando un mundo nuevo. Al desaparecer un sistema


equitativo de adjudicación de premios y castigos, el desempeño de los roles sociales
queda librado a la mera búsqueda de beneficio personal en perjuicio del interés general.
Observan un desajuste generalizado entre las expectativas normales de los roles sociales y su
desempeño efectivo. Así, la calle se convierte en un lugar peligroso porque la policía no sólo no
protege sino que hasta se dedica a robar. Los empresarios prefieren vaciar sus empresas en lugar
de generar trabajo y riqueza social. En la cúspide, los políticos encarnan la máxima expresión de la
sustitución del bien común por el interés personal. Al producirse un desfase generalizado entre
sus expectativas y el desempeño efectivo de los roles sociales, el mundo exterior se
vuelve caótico, tanto las instituciones públicas como las privadas. Sólo en la esfera
doméstica reina el orden y el control.

Mi hija tiene diploma de modelo de pasarela. El otro día fue por un trabajo de vendedora al Shopping
Uspallata... y bueno, el tipo le dijo que si era modelo, que, bueno... tenía que adaptarse a todo... porque en
un estudio de televisión también iba a tener que desnudarse. ¡Es una chica de familia! ¡Es tímida, va a
cumplir veinte años! No sé qué es lo que buscan. Ponen un aviso en el diario, es el Shopping Uspallata,
¡un lugar conocido! Yo le digo que trate de trabajar o hacer algo en casa. Algo para lo cual no tenga que
salir de acá.

Todo es inseguridad. La segunda vez que me robaron estuve cinco horas en la comisaría... ¡cinco horas!
¿(,quién es el delincuente, ellos o yo? ¿Y para qué? ¡Para nada! ¿Sabe cómo terminamos? Compré un
revólver. Llego a encontrar una persona que está abriendo la puerta o que se mete en el patio y le pego un
tiro. Estoy en mi casa. Tengo derecho. Ésa es la inseguridad que tiene el pueblo. No podés salir a la
calle... Hemos escuchado y ha salido en los diarios que más de una vez han encontrado a un policía
robando... Contra todo eso no se hace nada, se libera a un montón de gente que mató y torturó. ¿Que
confianza podemos tener? Ni radical, ni peronista, ni menemista. Yo no soy nada en este momento. Yo
quiero vivir bien con mi familia. Vivir tranquilo y tener una vida decente.

La identidad perdida persiste como en ningún otro tipo. El grupo de pertenencia pasado del
que hoy están prácticamente excluidos sigue siendo el grupo de referencia. En realidad, tales grupos
de referencia son ciertos caracteres estereotipados que determinan las fronteras de los
comportamientos, limitando las opciones posibles ("un profesional como yo no puede..."). Es la
forma específica de este grupo de mantener la adhesión a un grupo de referencia en la
pauperización. En una situación normal, los grupos de referencia guían las prácticas concretas; en la
crisis, los meritocráticos pugnan por permanecer a través del rechazo de aquellas acciones
consideradas contrarias a las normas grupales, cuya realización seria la confirmación de que la
temida expulsión ha tenido lugar.

Yo sigo comprando el mismo tipo de ropa que antes. El problema es que ya casi no compro más. Yo
siempre usé ropa de calidad, aunque tenga que pagar un poco más. Yo soy alguien que sólo compra ropa
de calidad. Por ejemplo, yo sólo me compro los trajes en González. El problema es que ahora no me los
puedo comprar más.

En general se ha estudiado el capital cultural ligado a la elección de prácticas y consumos, en


tanto "gusto". Éste es el reverso de la medalla, cuando la situación no permite realizar "elecciones
positivas" y actúa como principio de "elección negativa", como disgusto. Prefieren la nada antes que
aceptar un bien o un servicio que no se corresponda con sus parámetros de exigencia. Respecto del
capital social, si éste es potencialmente importante -pues provienen de posiciones más o menos
privilegiadas-, pocas veces realizan las operaciones necesarias para transformarlo en recursos.
Evidenciar el estado de necesidad y pedir ayuda está excluido de las normas de sus grupos de
referencia; la vergüenza que les acarrearía sería también un decreto de expulsión.
El grado de autonomía de los meritocráticos es muy bajo, puesto que las normas del grupo de
referencia limitan las operaciones de valorización del capital social y del cultural. La visión de un
mundo dislocado legitima el repliegue en la esfera privada, único refugio donde los roles sociales son
todavía respetados.

El control de la situación pasa por el refuerzo identitario. Se trata de una identidad que, en
realidad, se ha reconstruido durante la caída, pero a la que se le atribuye un pasado de vieja data,
clave de su eficacia simbólica presente. Tal identidad obstaculiza el despliegue de estrategias,
impide flexibilizar necesidades o implementar recursos. La. inmovilidad parece ser el precio que
pagan para conservar lo más preciado que aún se mantiene en pie y que los meritocráticos se
niegan a dejar caer: la identidad social.

“Solidarios": el refuerzo grupal

La pauperización se experimenta y se intenta controlar en tanto miembro de una


categoría colectiva. Al igual que para los meritocráticos, hay una expectativa de progreso no
cumplida; a diferencia de ellos, se trataba de una promesa colectiva cuya ruptura también se vive
colectivamente. Son individuos con una inserción de larga data en un mismo grupo de pertenencia,
lo que les ha permitido una elaboración colectiva de la experiencia de caída. El caso
paradigmático son los empleados públicos que, además de la depreciación salarial, sufren
la amenaza de desempleo por la reducción del Estado y la estigmatización del trabajador
público. El grupo de trabajo es un remanso de lazos comunitarios frente a los embates del exterior.
Allí, sin importar las diferencias jerárquicas, reinaría la confianza y la solidaridad.

¿Ve ese hombre que va ahí? Es mi jefe. Viene acá a las 7 de la mañana y a las 8 de la noche todavía está
acá. Trabaja, labura y labura y por mil pesos y sin pedir nada, porque jamás pidió ni una coima, un
negociado ni nada por el estilo. Sin embargo, lo primero que se dijo fue que acá se recibían coimas. Que
éramos corruptos. No conocen el esfuerzo de toda esta gente que está acá. Acá nadie es. político. Acá
venimos a trabajar nada más. No hacemos política. Venimos a cumplir con la gente que es la que paga los
impuestos. Sin embargo, todo lo que se recibe son palos y palos. Nos quieren reventar, como si fuéramos
los culpables de la deuda externa, de la cual no se le preguntó a nadie nada. Pero los palos son siempre
para los de abajo.

En este grupo que tenemos hay mucha solidaridad, tratamos de cuidarnos, de que no nos perjudiquen los
funcionarios de turno que no conocen el trabajo y no conocen el trato con la gente. Tratamos de
ayudarnos unos a otros. Yo, a pesar de ser jefe de dirección, no hago ningún tipo de diferencia, soy un
obrero más. Nuestros directores también. Más arriba ya cambia. Hace un rato, antes que usted viniera,
salimos un ratito a jugar al fútbol... bueno, ésa es nuestra gente.

Lógicamente, la oposición entre "nosotros" y "ellos" es una poderosa organizadora de


su realidad. Ellos son responsables -la noción de responsabilidad es central-, cumplen una función
social; al atacarlos se está perjudicando los servicios que prestan a la comunidad. En oposición a la
responsabilidad que los caracteriza, la Argentina se ha degradado por la creciente
desresponsabilización del Estado en salud, educación, seguridad, entre otras.

La administración municipal está descuidando los intereses de los vecinos, no está cuidando la ecología,
que es tan importante. La salud, la educación... inclusive no cuida a su propia gente. Expulsa a su propia
gente. Al expulsar, digo, que al dar un mal salario... uno se va desmoralizando, sigue trabajando, pero
cada vez con más trabas, uno ve que no puede progresar, no puede mantener a su familia...

Los solidarios critican a los políticos actuales, pero no a lo político en general. Su causa es
la defensa del Estado, amenazado por los “políticos de turno”, pero al mismo tiempo
necesitan de ellos para funcionar. El discurso político es heterogéneo. Combinan elementos
considerados habitualmente "progresistas", referidos a los derechos del trabajador y del ciudadano,
con una distinción entre pobres "meritorios" y "no meritorios", ligados a la centralidad de la noción
de responsabilidad. Hay una clara presencia de la cultura política peronista -aun entre
aquellos que se proclaman no peronistas-. En la organización ideal de familia, trabajo y
sociedad se percibe una referencia a la "comunidad organizada": una estructura donde cada
uno ejerce armoniosamente su rol, cuyo rumbo está asegurado por su líder natural (el padre, el
jefe).

El futuro les preocupa mucho. Un mundo sin regulación estatal no será un mercado equilibrado
sino una "selva donde el gato se come al ratón y el león al gato". De todos modos, ellos "van a
aguantar", "ya están jugados", se inquietan por sus hijos, en especial por su formación.

Con la desmoralización, con la falta de interés y de ideas claras que veo en cuanto a las pautas políticas,
morales, económicas; con el problema de la droga, las enfermedades del tipo del sida... veo que se
pierden generaciones, como se perdieron generaciones con la represión militar. Nosotros tenemos un
bache tremendo de jóvenes que han sido eliminados totalmente, y nos ha quedado un salto. Temo que se
produzca otro bache más, no por represión, pero sí por enfermedades, por drogas, por corrupción. Éste es
el gran problema, quizá sea más devastador que la guerra.

El mundo exterior en general y las instituciones públicas en particular sufren en el


presente déficits de regulación: son caóticas pero no necesariamente peligrosas. Allí
donde uno va, debe intentar imponer su control. Confían en el valor del propio capital
cultural, no tanto basados en la posesión de un saber específico sino de un saber "cívico":
conocen sus derechos, están dispuestos a quejarse, a "no dejarse pisar". Son los que se
sienten más cómodos para establecer conflictos o relaciones de complicidad en el interior
de las instituciones públicas, seguramente por ser muchos de ellos estatales.
Los solidarios transforman todas las relaciones del grupo en recursos. Aunque
potencialmente su capital social no es muy diversificado ni muy alto, realizan un uso
intensivo de recursos bien delimitados. El grupo es una zona de mediación entre lo privado y lo
público, que ayuda a manejar las relaciones con el mundo exterior. Al mismo tiempo, las normas
grupales imponen ciertas restricciones a la autonomía personal. En particular, la noción de
responsabilidad y una fuerte condena del individualismo los disuade de poner en práctica algunas
estrategias de búsquedas de recursos. Por el contrario, no hay trabas para la disminución de nece -
sidades o para la flexibilización de los parámetros de exigencia sobre la calidad de bienes o
servicios.

Nos ayudamos en la comida, por ejemplo, ponemos un poco cada uno y compramos una hamburguesa, un
asado a veces. Cuando hay mucho trabajo, uno ayuda al otro. Nos contamos problemas personales.
Fundamentalmente hablamos mucho del problema económico, el sueldo que no alcanza, y de problemas
de salud y familiares; de los hijos también hablamos. Algunos muchachos se tratan de asociar, de hacer
sociedades de amistad, pequeños emprendimientos, cómo para tratar de tener un ingreso un poquito más
amplio.

El control de la situación pasa por el refuerzo grupal. El grupo permite realizar la construcción de
sentido de la situación, la reinscripción de la experiencia individual en una categoría colectiva y
también brinda la mayor parte de los recursos alternativos. EL grupo se transforma en una
mediación - a la vez simbólica y real- entre la esfera privada y el mundo exterior.

"Luchadores": la reducción temporal

El rasgo más evidente del mundo en el que viven es que cada uno debe arreglárselas
como puede, sin contar con la ayuda de nadie. Más allá del núcleo familiar, no hay
ninguna instancia a la que recurrir. Para sobrevivir, se lucha -noción central en este tipo-
completamente solo. El empobrecimiento es para este tipo una situación que se debe sobrellevar de
forma individual, sin contar con el apoyo de nadie, pero al mismo tiempo sin ninguna restricción a la
acción individual impuesta por reglas externas.
El caso paradigmático son los cuentapropistas (por ejemplo, taxistas, comerciantes). Algunos lo
han sido desde siempre, otros son ex asalariados que se han vuelto cuentapropistas en las últimas
décadas. Hay, también asalariados pero que, a diferencia del tipo anterior, no tienen un grupo
laboral de pertenencia (por ejemplo, viajantes de comercio, empleados en pequeños comercios). La
visión del empobrecimiento está centrada en lo económico: antes había más dinero, ahora
hay menos, por lo cual su situación ha empeorado.

Antes había más plata. La plata la tenías en el bolsillo. Ahora no. Cuando la tenés, la tenés ya ubicada.
Ahí está la diferencia. Ahora no hay mucho dinero. No hay poder adquisitivo. Yo veo que estamos en una
pobreza.

La lucha por la sobrevivencia absorbe todas las energías. Sus obligaciones en tanto jefes
de hogar y padres es asegurar la subsistencia cotidiana, prefieren no planificar el futuro y olvidar lo
que no es urgente. La manera específica de que ese mundo sea controlable es reduciendo
sus límites temporales. Así, por ejemplo, dimensiones como la estrategia de formación de sus
hijos escapan -conscientemente- a su campo de acción.

Se necesita mucha plata para todo... ¿El futuro de mis chicos?... depende de ellos... espero que se
defiendan solos... Si fuera pesimista, estaría muerto.

El desinterés por el otro alcanza a todos los roles sociales. Observan que el médico no se
preocupa por sus pacientes, los maestros por sus alumnos, el obrero por su trabajo. No es la
imagen de una guerra abierta de todos contra todos, sino más bien de una sociedad donde los lazos
sociales se han relajado al máximo, atomizándose al extremo la gestión de lo cotidiano. Los
conflictos se generan no porque el prójimo intente deliberadamente perjudicarte sino que, al no
existir reglas, puede simplemente arrollarte en el camino hacia sus fines. Si la agregación de tales
conductas produce un mundo hostil, no queda otra opción que salir a "luchar".
Como es de imaginar, la crítica hacia lo político en general y los políticos en particular es
importante, aunque un poco atenuada por la referencia a la culpabilización colectiva.

Fíjese esta estadística. Cuando se fue Isabelita, debíamos 7.500 millones de dólares; cuando se
fueron los militares debíamos 40.000 millones de dólares; cuando se fue Alfonsín, 65.000 millones
de dólares... La responsabilidad es de todos en general. La Argentina somos todos. Los funcionarios
son argentinos, no extranjeros. Nosotros no nos preocupamos. Cada uno está en la suya.

En rigor, su visión de la sociedad se conformaría por dos vertientes. En la base está la


creencia mítica en la sociedad de argentinos egoístas e individualistas que impiden todo
proyecto de nación. Éste parece haber sido el punto de anclaje para un discurso neoliberal
posterior, visible en la reducción de la sociedad al mercado. No es tan extraño porque en ambos
casos la dinámica social es similar, aunque la valoración sea opuesta. En efecto, lo que en el primero
son argentinos movidos sólo por su egoísmo consuetudinario, en el segundo son actores guiados por
su interés racional. En los últimos años se produjo una legitimación "desde lo alto" de esa visión de
la sociedad. Un indicador es que el "cambio de mentalidad colectivo" -apelación recurrente en
investigaciones realizadas antes de 1990 como única forma de superar definitivamente los vicios de
esa sociedad (Sigal y Kessler, 1998)- casi no aparecerá mencionado posteriormente. Todo sucede
como si la hegemonía neoliberal poshiperinflacionaria hubiera llevado a normalizar lo que
hasta entonces aparecía como una anomalía de larga data.
El desinterés generalizado por el prójimo los lleva a descreer de la eventual eficacia del
propio capital cultural: en un mundo semejante, no tiene sentido ir. a quejarse o intentar
negociar, porque "nadie te escucha". Algo similar sucede con el capital social. Hay una
escasa utilización de redes sociales, a excepción de la familia cercana. Aun en los casos en
que posean un capital social potencial de importancia, donde prima el egoísmo social nadie te
brindará su ayuda. La única ventaja de la atomización social es la falta de restricciones para las
estrategias individualistas. Experimentan un alto grado de autonomía para la flexibilización de
necesidades y de obtención de recursos, pero siempre restringido a estrategias individuales.

Cuando me quieren hacer una multa con el taxi, yo nunca coimeo. Eso no! Yo jamás he arreglado. Porque
aparte te viene la boleta igual. Yo le digo que me haga la boleta, pero le pido el número de credencial,
nombre, apellido y el rango. Porque el día que me venga la boleta, yo lo hago citar por estar en
desacuerdo con la infracción. Como él sabe que si lo cito pierde el día de trabajo, que después se lo
descuentan, la boleta no te llega nunca.

Desbordados por lo cotidiano y sin ninguna ayuda para hacer frente a innumerables
necesidades, la manera específica de que ese mundo sea controlable es la reducción
temporal, es decir, concentrarse en el día a día, intentando suprimir toda planificación
futura.

"Encapsulados": la reducción espacial

Para este tipo la inseguridad está omnipresente, el hogar es la única fortaleza frente a
un mundo exterior peligroso. Los peligros se ciernen principalmente sobre los hijos, sobre
los que se debe extremar el control. Son los nuevos pobres que provienen de orígenes
más bajos, poco provistos de capital social y cultural. El caso emblemático son ex pobres
estructurales que en el pasado pudieron escapar de la miseria y que por motivo de la crisis vuelven
a caer en ella.

A mí me da miedo que, por ejemplo, los chicos que se drogan dejen las jeringas tiradas por ahí, ése es el
problema. A veces hasta hay preservativos. Es un desastre. Antes de que juegue tengo que ir a mirar el
terreno. Si el nene quiere agarrar el pasto y justo agarra eso con sangre... está la jeringa y en la aguja hay
sangre...

-No nos gusta salir, por la parte económica... y por los chicos.
-¿Qué les da miedo por los chicos?
-Y... que se enteren, que nos vean salir, o que pase algo... no sé, yo sé que en este barrio hay gente capaz
de cualquier cosa.

Los chicos se enojan porque yo no los dejo salir. Me encantaría que ellos salieran, porque yo lo hice y me
encantaba. Pero me da miedo porque todo es terrible. Se les vende alcohol a los chicos cuando van a
bailar. Hay boliches donde parece que van a bailar homosexuales y todas esas cosas...

La experiencia generalizada es la de una trayectoria ascendente interrumpida por un cambio de la


situación global. La coacción exterior está muy presente, más que en todos los otros tipos, quizá
porque el escaso capital social y cultural de base dificulta particularmente la creación de recursos. Es
el tipo más fatalista, para el que hay menos posibilidad de influir en el curso de los acontecimientos.
Como los luchadores, limitan su mundo para intentar restablecer e! control. Pero si para éstos el
recorte es básicamente temporal (concentrarse en el corto plazo), para los encapsulados es espacial
(retraerse a los límites del hogar). Esto hace que, a diferencia del tipo anterior, haya una fuerte
dedicación a todo lo que concierne al futuro de sus hijos.

La educación de los chicos me lleva mucho tiempo. Me ocupo mucho. Consulto con mamás que envían a
los chicos a otros colegios. Porque cada colegio es distinto, tiene su tipo de enseñanza. A mí lo que me
interesa mucho es la parte disciplinaria.

Siempre tratamos de buscar lo mejor... Tratar de darles dentro de mis posibilidades todo lo que se pueda a
los hijos. Sobre todo a nivel estudio... que sigan una carrera. Que tengan una base firme. Y si en este país
no encuentran su camino, tal vez que puedan buscarlo afuera.

Fatalismo, peligro y encierro se retroalimentan: cuanto menos ese mundo es controlable, más se
vuelve temible; más peligroso es, más recomendable es el encapsulamiento que, a su vez,
acrecienta el distanciamiento y el desconocimiento del mundo exterior. Encerrados en la casa, la
visión de lo público es muy negativa, sin juicios claros, sólo imágenes generales. Se declaran
totalmente desinteresados y ajenos a la política que, en una visión espacializada de la realidad, se
ubica en las antípodas del hogar. No obstante, hay quienes pueden tener juicios positivos sobre el
gobierno, a veces por una tradición peronista que perdura, por ser beneficiarios de ciertas políticas
públicas asistenciales en el Gran Buenos Aires o, tan sólo, porque el nivel de expectativas sobre la
acción estatal es muy bajo.

-No salgo, me siento cómoda en mi casa. Es que veo mucha droga acá, es terrible, me da miedo. Si te
asomás por la ventana del living, verás a los chicos drogándose... huelen cocaína. Dicen que la venden
acá mismo. -fintes salía más? -Sí, pero ahora estoy tan metida acá que me cuesta salir. Además, veo a
todo tan mal, que prefiero quedarme en mi casa. -¿Qué ves mal? -La sociedad, todo...

También es habitual un deslizamiento entre inseguridad urbana e inseguridad económica.

-Hace diez años, me parece que las cosas estaban más accesibles económicamente... por ejemplo, las
salidas. Salías más, no había tanto miedo de salir y que te pase algo.

El peligro regula la relación con el mundo exterior. No se debe dejar la casa o a los chicos solos,
ni relajar el control sobre ellos. Por ende, se trata de evitar las salidas no imprescindibles y el
trabajo fuera del hogar. Nuevos pobres de orígenes sociales más modestos, poseen un escaso
capital cultural y no se consideran aptos para usarlo ni para entablar ningún tipo de negociaciones.
Tienen poco capital social de base y una baja integración barrial, máxime que, al restringir sus
movimientos, ni siquiera pueden transformar en capital alguna de sus escasas relaciones. La
autonomía personal es muy baja, pues las coacciones exteriores están muy presentes, más que en
otros tipos. Muy limitados en la búsqueda de nuevos recursos, el único camino que les queda es la
disminución de necesidades.
Contando con escasos recursos y poca posibilidad de maniobra, restringiendo al máximo sus
necesidades, intentan manejar la situación mediante la reducción espacial, encapsulándose en los
límites del hogar, único espacio que queda bajo su control.

"Conversos": el cambio de valores

Se trata de nuevos pobres que vivieron caídas muy traumáticas. Esto los condujo a un
"cambio de valores", noción central en este grupo. Habrían dejado de valorar lo material
para priorizar la unidad familiar, el bienestar afectivo y el progreso espiritual. No adoptan
un antimaterialismo militante, más aún, a veces añoran el bienestar material; la
transformación ha sido el resultado de un trabajo consciente para atenuar los perjuicios
de la crisis. El cambio de valores muestra la importancia que tuvieron los objetivos materiales:
para soportar su pérdida, deben rechazar de plano toda esa escala de valores. Se han "convertido"
gracias a la terapia psicológica -los de orígenes más elevados- y gracias a la religión -los más
humildes-. Si los otros tipos realizan una redefinición del mundo que, luego, se les impone
como real, los convertidos consideran que ellos han elaborado una nueva grilla a través
de la cual ven y actúan de manera distinta en ese mundo. Es interesante que el tipo que
pone más acento en los valores sea aquel que define explícitamente su comportamiento
como una "estrategia" para manejar la situación.

-La decisión más fea fue cuando tuvimos que vender la casa, para mí fue lo peor. Era una casa linda, no
muy grande porque somos tres solos; lo que yo quena era que se pudiera hacer un asado, para que pudiera
venir mi familia o la de mi esposo. Yo lloré mucho, pero después me puse a pensar... iba a enfermar al
nene. Me iba a enfermar yo e iba a enfermar a mi hijo. Empecé con una psicóloga muy buena que me
hizo entender otras cosas y salí a flote.
-¿Qué le hizo entender la psicóloga?
-Que el dinero no es todo. Es más importante la salud y la unión de la familia.
-Dejar el colegio privado fue traumático para todos. Me acuerdo que un día viene una señora y me dice
"qué feo es bajar un escalón". Eso me dolió muchísimo. Charlando con una amiga llegué a la conclusión
de que si me dolió era porque lo pensaba. Pero ahora pienso que fue al revés: que en realidad ascendí un
escalón. Porque ahora mi escala de valores es diferente, y la de mis hijos también.

Hay una mayor aceptación de la situación que en los otros tipos. Son los únicos que pueden
reinscribir las limitaciones materiales en opciones acordes a los nuevos valores. No dudan de que el
sentido de la trayectoria social ha cambiado para siempre. Más aún, creen que sus hijos
posiblemente conocerán una situación económica peor que la de ellos, pero que podrán afrontarla
gracias a los valores inculcados. Éstos moldean también su relación con ,e1 mundo exterior. No se
trata de un lugar peligroso, tan sólo se debe ser precavido. Se puede frecuentar los lugares
públicos, orientados por conocidos o, si no, tratando de encontrar "gente buena". La visión de la
política está mediada por tal tamiz: la crítica es menos virulenta que en otros grupos; como si
hubieran sido engañados también, pero pudieron perdonar .

...me gustaría que se arreglen muchas cosas, en el sentido de mejorar la vida. No me gusta ese papel que
hacen los jubilados, es gente que realmente trabajó, me da mucha pena... Tenemos muchos desengaños.
Se dan feos ejemplos... Hoy un ministro, mañana otro... Uno los ve en los programas de televisión y eso
no me gusta...

No utilizan mucho su capital cultural en negociaciones y tratan de evitar todo conflicto. Los
valores promueven la disminución de toda desavenencia, así como una aceptación de su suerte. Al
igual que en el caso de los solidarios, se reconstituye un pequeño grupo, bien delimitado, que los
provee de recursos intensivos. En general son miembros de la misma congregación religiosa o
simplemente parejas de amigos que han realizado una trayectoria similar. Comparten con ellos los
nuevos valores y han dejado conscientemente -tal como en una conversión- el antiguo grupo, por
pertenecer al universo valorativo pasado. El nivel de autonomía es bajo, pues está delimitado por
los nuevos valores que llevan a la aceptación de la situación, por lo cual imponen límites a la
búsqueda de recursos, aunque no a la disminución de necesidades.

Antes de conocer a Jesucristo, cuando había algún problema de plata y no se podía comprar esto o
aquello, había una discusión. Una vez, una persona me preguntó si mi situación había mejorado al
conocer a Jesús. Yo dije que económicamente estaba igual que antes, que tenía las mismas faltas
económicas que antes, pero que ahora lo veía de otra manera. Que antes era como de agarrarme los pelos
y ponerme a llorar, y que ahora no. No es que uno no se preocupe, pero mis valores están en otro lado.
Nosotros sabemos que el hecho de poder estar juntos, aunque en lugar de tener un pollo tomemos una
taza de té para compartir, es importante. En otra época le dábamos mucho valor a poder o no tener un
televisor. En cambio ahora nos damos cuenta de que estar juntos, tener salud, levantarnos cada día y
poder ir a trabajar, que los chicos estén contentos, son las cosas que nos interesan.

La situación se domina mediante el cambio de calores. Hay una mayor aceptación de la situación
que en los otros tipos porque pueden reinscribir las supresiones materiales en tanto opciones
acordes a los nuevos calores. El nuevo grupo de pertenencia, a su vez, provee recursos y refuerza el
cambio valorativo aunque, sin embargo, impone límites a la autonomía individual.

"Pragmáticos": la disposición estratégica

Dejamos por último a un tipo diferente de los demás, dado que no ha experimentado
personalmente el quiebre de una trayectoria social sino que la ruptura es de índole
intergeneracional. Decidimos de todos modos incluirlos porque presentan características muy
definidas. Son jóvenes de algo más de treinta años que entran en la vida adulta en pleno proceso de
pauperización; vivir en un mundo semejante es casi natural. Poseen una formación universitaria o
terciaria (maestros). Su infancia ha transcurrido durante el gobierno militar, tenían alrededor de
veinte años durante la reinstauración democrática y su adultez coincidió con el fracaso del Plan
Austral, la hiperinflación y el Plan de Convertibilidad de Carlos S. Menem.

Las cosas fueron cambiando de a poquito para mis padres y, bueno, cada vez tuvieron menos acceso... Por
ejemplo, yo veo cómo se vestía antes mi mamá y cómo se viste ahora y no tiene nada que ver.

La distancia entre expectativas y logros es menor que en los otros tipos . No sólo porque
la juventud los dispensa de este tipo de evaluaciones sino que el concepto mismo de objetivos y
expectativas se define como flexible y adaptable a las circunstancias.

Me casé a los 24. Yo me empecé a dar cuenta que la cosa se iba deteriorando en los 80... y ahora la veo
muy difícil... Gente de mi generación, que ha tomado por diversos caminos, a la que le es imposible tener
tranquilidad, hacer lo que le gusta... yo tampoco veo una posibilidad de hacer algo relacionado con el
cine, quizá el diseño gráfico sea una válvula de escape .

...yo nunca tuve un solo trabajo. [...1 trabajaba medio día en un lado y medio día en otro. Yo voy
buscando opciones para no pasar por el mismo momento que pasé cuando nació mi hija, en plena
hiperinflación. Trato de buscar alternativas, para no depender del sueldo de la universidad. Con él cubrís
un mínimo porcentaje, y lo demás lo vas cubriendo con otras cosas.

Prima una actitud pragmática que, sin embargo, no lleva a un individualismo a ultranza. Así, por
ejemplo, el interés por lo político es muy marcado. Si sus críticas a los políticos, en
particular a los del gobierno de Menem, son muy fuertes, no son apolíticos ni menos,
como otros tipos, "antipolíticos", es decir, lapidarios contra la política en general.
Reflexionan sobre la situación del país en términos de factores de poder, sectores
económicos, rol del Estado, sin juicios de tipo idiosincrásico ("los argentinos somos..."). A
simple vista, enarbolarían el discurso más "progresista" en términos clásicos. Sin
embargo, hay un factor sorprendente. Si lo político influye hasta en la vida cotidiana, por
el contrario, el individuo no tendría -a excepción del voto- posibilidad de influir en lo
político. No se está investido de derechos, no hay espacios de poder a conquistar ni lugar
para la acción ciudadana. Ni siquiera, como en otros tipos, hay secuelas de los "derechos del
trabajador" del peronismo; sólo alguna referencia a los derechos humanos, herencia de la transición
democrática.
Aun desprovistos de todo poder, no es un mundo peligroso. Están abiertos a distintos tipos de
bienes y servicios, de origen público y privado. En muchos casos, los servicios públicos son más
confiables que los privados, sin que tampoco los defiendan a ultranza. Pueden ser pesimistas o
escépticos a nivel global, pero más optimistas o esperanzados respecto de su futuro personal.

Espero estar más cómodo económicamente e ir encarando un rumbo en donde me sienta más a gusto.
Mejorar el nivel económico para tener cierta tranquilidad y, por otro lado, ir viendo ciertos proyectos
personales que están bastante dormidos, como por ejemplo el cine .

...los viajes está muy baratos, pero no para nosotros... pero seguimos pensando, en una de esas. A mucha
gente le pasa lo mismo, si no está caro un viaje a Europa, pero cuándo lo junto. Antes decías, un viaje a
Europa, ni siquiera preguntabas cómo era, ahora decís, bueno... a lo mejor.

El pragmatismo los ha llevado a desarrollar recursos. Son los que más provecho obtienen de un
capital social potencial. Sus redes les permiten una mejor gestión de lo cotidiano. No se trata de un
grupo de pertenencia o de referencia, son sólo recursos a partir de relaciones de distinto tipo. El
capital cultural está en consonancia. No les impone límites con relación a parámetros de calidad o de
otro género. Sus valores y creencias se refieren a la solidaridad, dar una mano, etc., por lo cual los
"favores" poseen toda legitimidad. Sin embargo, no enarbolan tampoco un discurso militante de la
solidaridad, ni se sienten obligados a justificar sus acciones. Posiblemente se deba a que la situación
está bastante naturalizada, con relación a otros tipos. Como es de esperar, el grado de autonomía
para el despliegue de todo tipo de acciones estratégicas es muy alto .

...vos no me decís nada, yo no te digo nada, pero el primero que da el pasito, una vez que da el pasito, hay
muchas cosas para hacer. Creo que crecimos, no quedarnos solamente en las quejas, como que la gente
está elaborando, como que podemos cambiar, que podemos hacer cosas. No paraliza más la
imposibilidad. No por ahí desde lo pensado, sino desde el acto. Vas y, bueno, le decís a alguien, che
fulana, vos sabés que necesito tal cosa...

La situación se mantiene bajo control mediante una actitud pragmática que permite actuar
constantemente sobre recursos y necesidades, intentar distintas oportunidades, sin prescripciones
normativas y con una valoración positiva de tales acciones

CONCLUSIONES

La tipología presentada muestra que la forma de controlar la situación se vincula con cuatro
dimensiones: la percepción del riesgo en el mundo exterior, la valorización del capital cultural, la
movilización del capital social y el grado de autonomía individual. Veremos en el cuadro siguiente un
resumen de tales dimensiones. A pesar de las diferencias existentes entre los tipos, a fin de
simplificar la tipología, damos sólo dos valores: el signo + para indicar un valor alto y el signo - para
indicar un valor bajo.

Uso del capital Valoración del Control Grado de


social capital cultural del riesgo autonomía
Meritocráticos - + - -
Solidarios + + + -
Luchadores - - + +
Encapsulados - - - -
Conversos + - + -
Pragmáticos + + + +

Dado que en las tipologías tomamos como unidad a los individuos y no a las familias, se plantea
el problema de la combinación de tipos entre los cónyuges. En algunos casos hemos entrevistado a
los cónyuges en forma conjunta o separada. Se puede establecer una tendencia combinatoria entre
los tipos. Los meritocráticos, los pragmáticos y los solidarios son tipos en general compartidos por
ambos cónyuges. La "conversión" parte en general de la mujer, y el cónyuge puede pertenecer a
otros de los tipos que parecen ser el estado anterior al cambio de valores: solidario, luchador o
meritocrático. Pero el converso tiene una actitud misional: intentará que su cónyuge comparta sus
valores. El encierro representa en general una tipología de mujeres que no trabajan, que se combina
con un cónyuge luchador. Hay entre ambos un acuerdo respecto de un mundo exterior considerado
peligroso, por lo que la división de tareas lleva a que el hombre salga a buscar el sustento y la
mujer se quede cuidando el hogar. Sin embargo, dado que se trata de una tipología basada en
elementos "subjetivos", los pasajes de uno a otro tipo son muy factibles. De hecho, en los distintos
relatos pudimos detectar distintos desplazamientos realizados en el pasado, y nada impide prever la
realización de otros en el futuro, según los cursos que sigan las distintas trayectorias.
Por último, es interesante ahondar en la forma en que los individuos realizan la articulación entre
el marco de legibilidad de lo social y la implementación de prácticas adaptativas. Con relación al
desajuste entre el valor pasado y el actual de ciertos capitales, Bourdieu utiliza el concepto de
"histeresis", que implica la movilización de capitales cuyo valor está perimido.

La presencia del pasado en esa suerte de falsa anticipación del futuro que opera el habitus no se ve jamás
tan bien, paradójicamente, como cuando el sentido del futuro probable se encuentra desmentido y las
disposiciones mal ajustadas a las chances objetivas en razón de un efecto de histeresis (es el ejemplo de
Don quijote, caro a Marx) reciben sanciones negativas porque el ambiente al que ellas se enfrentan
realmente está demasiado alejado del que ellas están objetivamente ajustadas. (Bourdieu, 1980b: 105)

Sin embargo, en ese proceso de desorganización y reorganización de la realidad que es el


empobrecimiento, los individuos se hallan inmersos en un constante proceso de reflexividad. No
repiten mecánicamente prácticas habituales y cada cambio les suscita una serie de
cuestionamientos. Tampoco intentan aplicar sin más el capital cultural del pasado ni creen que todo
el valor de su capital social se mantiene inalterable. En efecto, la idea de histeresis supone un cierto
automatismo social, propio de agentes que continúan actuando como en un tiempo acabado,
desprovistos de reflexividad en cuanto a sus carencias y a los resultados de sus acciones. Nuestro
trabajo nos aleja de tal concepción. En efecto, si aceptamos la idea de habitas como disposiciones
de base incorporadas durante el proceso de socialización, no pensamos que éstas conducen a los
individuos a realizar ciegamente "malas elecciones" o a repetir mecánicamente en contextos nuevos
prácticas del pasado. No observamos Don quijotes que perseveran en sus comportamientos de
antaño sin tener conciencia del cambio operado. Cuando persisten en sus hábitos, los nuevos pobres
son capaces de explicar por qué ellos no pueden, no deben o no quieren cambiar.
A nuestro entender, la dislocación de ciertas articulaciones entre medios-fines, roles-status,
expectativa-logro, que eran consideradas evidentes, repercute sobre categorías y creencias también
implícitas o incuestionables que están en la base de tales articulaciones. Lo implícito, al dejar de
serlo, pierde su naturalidad y, por ende, su fuerza como principio de clasificación. Por ello, en lugar
de histeresis acuñamos el concepto de "distanciamiento del habitas". Se trata de una nueva actitud
frente a lo que antes aparecía como incuestionable, en particular frente a límites implícitamente
infranqueables. Es un distanciamiento tanto respecto de creencias generales como de juicios muy
específicos, vinculados a gustos y a criterios de uso de bienes y servicios.
Sin proponérselo, sus trayectorias los llevaron a violar tabúes de larga data. Pero lo inconcebible
dejaba de serlo: había sucedido sin que sus consecuencias fueran tan desestructurantes como
hubieran podido suponer. Al fin de cuentas, podían pasar de tener mucama a trabajar de mucama,
de comer a su antojo a suprimir los postres, del orgullo a la vergüenza, de planificar cambiar el
coche cada tres años a reflexionar antes de subir a un colectivo, y sin embargo la vida continuaba.
Una vez repuestos del asombro, urgía fijar nuevos límites, entre lo "real" y lo "superfluo", superfluo
que a menudo no era sino aquello considerado "normal" en el pasado.
Llegados a este punto, podemos comprender cómo se maneja una de las tensiones propias del
empobrecimiento: la existente entre la coerción al cambio y la necesidad de estabilizar la
situación. En efecto, sí la redefinición de la situación responde a la necesidad de estabilizarla, la
coacción al cambio lleva al distanciamiento del habitus. Mediante la redefinición del mundo se
delineaba un campo de acción, se seleccionaban recursos, relaciones, instituciones a mi alcalice y
se excluían otros, imposibles o perjudiciales. El distanciamiento del habitas, al debilitar los criterios
de clasificación del pasado, contribuye a la realización de las nuevas categorizaciones. Lábiles en un
primer momento, esto es una ventaja en una situación difícilmente estabilizable, pues facilita la
eventualidad de nuevos cambios. Pero quedaba todavía establecer la nueva relación con los
elementos de la actividad cotidiana; allí nos referimos al proceso de reclasificación. Hablamos
de reclasificar y no de clasificar, porque se trata generalmente de un cambio en la relación con
elementos que, para ellos, son ya conocidos.
Una manera de ver el empobrecimiento es, entonces, como un proceso de constante
reclasificación de prácticas, personas, creencias y espacios. Corrimiento de fronteras o construcción
de nuevos clivajes, siempre oscilantes, entre bienes superfluos y necesarios, entre amigos que se
transforman en recursos y recursos que ya no tienen valor, entre instituciones seguras y peligrosas,
entre aquello que se puede demandar y aquello que no, lo que está a la altura de las exigencias y lo
que no alcanza el nivel mínimo, entre un futuro que puede ser dominado o que es sólo
incertidumbre.
Las reclasificaciones están en el centro mismo de la experiencia de pauperización, en parte
porque ellas permiten transformar coacciones estructurales en elecciones personales. En efecto,
nuestras entrevistas nos sugieren que los empobrecidos se esfuerzan por alcanzar un control
simbólico de la situación, lo que implica guardar intacto el lugar imaginario de un sujeto capaz de
mantener el control sobre las distintas dimensiones de la vida cotidiana, permaneciendo como sujeto
autónomo de decisión (aunque ésta sea permanecer encerrado en su casa). Operaciones delicadas,
ellas deben mantener un vínculo con características "reales" de ese mundo exterior: por medio de
las reclasificaciones se adjudican propiedades a instituciones, objetos y personas que, a su vez, se
les imponen como exteriores, legitimando entonces nuevas relaciones con ellos.
La lectura de los párrafos precedentes podría sugerir que la pauperización sólo genera la
búsqueda de la adaptación y el conformismo social. Lejos estamos de pensarlo, pero nada en
nuestro trabajo de campo nos autorizaría a apartarnos de esta visión. Ciertamente, el espíritu de los
tiempos no favorece perspectivas sociales muy osadas, pero hay algo más, intrínseco a la propia
experiencia de los nuevos pobres. Varias veces, a lo largo del trabajo, nos preguntamos por qué
ninguno, al reconstruir su mundo, se inclina por alguno que suponga transformaciones del existente.
Posiblemente, al estar obligados a redefinir simultáneamente su mundo y su relación con él, sólo
puedan armar uno "a medida", aunque sea el peor de los mundos, pero al menos les permite
orientarse, desplegar allí sus prácticas. Tratan de estabilizarlo, llegan a maldecirlo y creer que es el
más injusto de los mundos posibles, pero no parecen dispuestos a destruirlo, quizá porque no existe
en el horizonte social otro alternativo. Cuando más allá hay solamente un vacío, aun el infierno
ordenado sigue siendo. preferible al caos; sería tal vez demasiado exigente pretender que individuos
aislados construyan su propia utopía.

[1] Nos referimos al concepto de "reservas de experiencias" de A. Schutz (1987: 12) (stock of knowledge). El autor afirma que "toda
interpretación de este mundo está basada en una reserva de experiencias previas, las propias y aquellas transmitidas por nuestros parientes o
profesores; estas experiencias, bajo la forma de «conocimientos disponibles» funcionan como esquema de referencia". D. Cefai (1994: 112) se
refiere a aquellas situaciones en las que esta reserva de experiencias no provee elementos para interpretar una situación nueva: "Hay
problemas cuando el actor no sabe qué decir o qué hacer, no llega a comprender lo que le sucede y no logra establecer un acuerdo ni formas
de comprensión con los otros; fracasa en inscribir un tema en las estructuras de pertinencia vigentes hasta entonces. [...] El actor experimenta
la inadecuación de su «preestructura de comprensión.: su campo de anticipación interpretativa y motivacional no es apropiado para definir y
controlar la situación frente a laque se halla".
[2] Para las estrategias defensivas frente a la inflación y la hiperinflación en la Argentina, véase Sigal y Kessler (1998).
[3] Las otras dos formas del capital cultural son en tanto estado objetivado, es decir, bajo la forma de bienes culturales, libros, cuadros,
diccionarios, instrumentos, máquinas, que son las marcas de la realización de teorías o de críticas de teorías, de problemáticas, etc., y, por
último, como estado institucionalizado, forma objetivada del capital escolar, encarnada en los títulos escolares.

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