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En la evaluación del funcionamiento familiar es importante considerar los elementos que nos
propone Juan Luis Linares (2002), y a saber, son los componentes de la nutrición relacional:
En la comprensión del abuso es indispensable hacer uso del cuadrante de Linares (2002),
donde expone los aspectos de la conyugalidad y la parentalidad. La conyugalidad en una pareja con
vocación de familia se fundamenta en una reciprocidad cognitiva, emocional y pragmática. En
general en un reconocimiento y valoración. La parentalidad es el resultado de la confluencia de los
aportes de ambos miembros de la pareja, la conyugalidad disarmónica puede acabar deteriorando
secundariamente la parentalidad.
Conyugalidad
Armoniosa
Espacio de
Exigencia-Rechazo bienestar familiar
Deprivación
Hiposociable Espacio de NO
Hipersociable maltrato o abuso
Sin triangulación
Parentalidad Parentalidad
Primariamente Primariamente
deteriorada Familias Espacio de Maltrato conservada
Multiproblemáticas con Triangulación:
Caos relacional - Desconfirmadora
Evitación - Evitación - Equivoca
Evitación – Rechazo - Manipulatoria
- Complementaria
Conyugalidad
Disarmónica
Tenemos que identificar que son necesarias tres generaciones para llegar a ejercer violencia contra
el propio niño. En las familias maltratantes se identifica en las respectivas familias de origen, los
vínculos intensos y frustrantes que ellos mantenían con uno u otro progenitor, la competencia y los
celos todavía vivos hacia algún hermano o hermana considerado como favorito, esto de hereda
integro a la nueva generación de la familia que maltrata. Por ello es simbólica la dinámica
incestuosa, es decir, en la familia que abusa se establecen formas más o menos complementarias, por
un lado es protegida por el silencio de los dos protagonistas parentales, y por el otro por la
complicidad de los familiares tanto de la familia extensa como de los hermanos testigos de los
abusos (Cirillo 1994). La profecía del incesto tarde o temprano se cumple, ya que la victima ha sido
intrumentalizada en la intimidad de la pareja. El precio a pagar en un primer momento es ansiedad e
irritabilidad, para después manifestar ansiedad y miedo, y continuar con furia, agresividad,
hostilidad incluso fuera de la familia o dirigir esta hostilidad hacia sí mismo/a (bulimia, anorexia,
depresión).
FIN