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la música interior
Hacia una hermenéutica de la expresión sonora
Primera edición: noviembre de 2015
© Claudio Naranjo
© Ediciones La Llave, 2015
Fundación Claudio Naranjo
Zamora, 46-48, 6º 3ª
08005 Barcelona
Tel. +34 933092356
Fax +34 934141710
www.edicioneslallave.com
info@edicioneslallave.com
www.fundacionclaudionaranjo.com
info@fundacionclaudionaranjo.com
ISBN: 978-84-16145-17-1
DL nº: B 17509-2015
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instrucciones para el uso de este libro
Claudio Naranjo
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índice
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prólogo
Hay ojos que saben leer conversaciones en los labios de las figuras de
porcelana; donde otros solo encuentran niebla, descifran cuadros como
si fueran libros y descubren mundos enteros escondidos en poemas; ol-
fatos con memoria de elefante capaces de recordar epopeyas completas;
y gustos con aires de laboratorio. Existen oídos que pueden escuchar
susurros a través de las paredes, oír crujidos entre la maraña de un bos-
que, distinguir una humilde nota falsa en el fortísimo de una orquesta,
descifrar mensajes en las melodías y sentir deseos irrefrenables de acom-
pasar los ritmos a las palabras. Oídos, en fin, que siempre encuentran el
hilo de Ariadna en los laberintos musicales. Claudio Naranjo posee to-
dos estos oídos. Su brújula certera le permite orientarse en cualquier zi-
gurat sonoro, en los naufragios sabe localizar la balsa de salvación: es
como si siempre poseyera la llave maestra de la caja de los secretos. Tols-
toi escribió que «la música es la taquigrafía de la emoción». Claudio es el
taquígrafo que desvela en sus análisis los secretos a los que los oídos
desorientados no pueden acceder. Avezado en reflexionar e investigar
aquello que está más allá de los sonidos, su escucha curiosa, dispuesta a
exponerse sin protección, siempre está lista para iniciar un viaje, para ir
en pos del silencio y medirse con lo desconocido. Claudio considera que
la música llena ciertos vacíos interiores, o sea, opera como un espejo que
nos hace darnos cuenta de lo que nos pasa. En efecto, la música no solo
es un juego estético, contiene otros muchos fenómenos que interesa co-
nocer. En este libro tan singular nos introduce en ese proceso místico de
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Schubert, que «muere antes de morir»; en «el viaje del héroe», que no es
otro que Beethoven; en Bach, «el corazón de la música»... Ahondando
más y más en los compositores «imprescindibles», nos conduce por un
camino de sabiduría y pasión, que culmina en la incomparable sensa-
ción de «escuchar de verdad».
Disponemos de muchas posibilidades para escuchar música que
combinamos de forma aparentemente casual en cada momento, y nues-
tra atención vagabunda nos permite pasar de una a otra según el interés
que nos mueve la obra. Como la mente decide, al final acabamos siendo
esclavos de nuestras propias reiteraciones: hay quien encuentra placeres
supremos degustando cierto tipo de ruidos (los fanáticos de las motos,
sin ir más lejos, disfrutadores exclusivos de sus propios detritus), mien-
tras que otros se extasían en la contemplación de un simple sonido repe-
tido ad infinitum; los hay que, aquejados de extraños estrabismos
sonoros, encuentran paraísos en los sonidos de la selecta alta fidelidad
(huyendo de la incomodidad de la música en vivo); incluso quienes solo
disfrutan comparando versiones de sus intérpretes favoritos, sin intere-
sarse demasiado en las obras, por muy apabullantes que sean; conozco a
ingenieros de sonido que pueden percibir un débil clic en una grabación
con docenas de pistas, pero incapaces de distinguir dónde hay una
buena canción; del mismo modo que existen productores de pop que
consiguen hacer diana en los gustos reinantes, si bien se quedan fríos
ante una sinfonía de alta graduación. En el camino contrario, es decir,
en el de las escuchas más profundas, misteriosas y provechosas, Claudio
nos descubre la figura de Tótila Albert, el poeta que, en una especie de
trance, sentía la necesidad de transcribir las palabras que oía cuando es-
cuchaba música sublime. Tótila no escribía, sino que descubría; la pro-
pia lógica de los sonidos le dictaba las palabras, lo que le llevaba a decir
que había asumido el papel de secretario de Beethoven. Como mencio-
na el pensador Simon Leys, «los pintores, los filósofos, los poetas, pero
también los novelistas —incluso los inventores y los sabios— alcanzan
todos la verdad por los atajos de la imaginación». En ese terreno traba-
jan Tótila y Claudio: si la labor poética del maestro es un fascinante
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indias sino hablar con un lenguaje muy cercano al vocal, como los tam-
bores parlantes de Senegal o los silbidos de la isla de la Gomera? En
cierto modo toda música opera de manera similar: comunicación a tra-
vés del tiempo.
Aunque no existe ninguna pureza química en las generalidades,
cuando un compositor toma un poema para convertirlo en canción, el
poeta se siente orgulloso, elegido (si no es Goethe, claro); entiende que
sus letras serán elevadas a un arte superior, pues, como tantas veces se
dice, todas las artes aspiran a ser música. No obstante, parte de la labor
del compositor será la de acortar el espectro rítmico del lenguaje de los
versos para ofrecer una vía personal; también limitará la melodía intrín-
seca de los poemas —siempre cambiante, según sea su lectura— por
una concreta; introducirá énfasis donde lo considere, aunque el poeta
no lo haya tenido en cuenta; y jugará de igual modo con el resto de los
parámetros. Si el convertidor musical es Schubert, el poema alcanzará sin
duda una dimensión artística insospechada, pero si no hay tanta suerte
la reducción expresiva que propinará al poema nos hará añorar los ver-
sos vírgenes desprovistos de otros añadidos supuestamente artísticos.
Como vemos, el trabajo de unir fuerzas para transformar poemas en
canciones, que se viene haciendo desde hace siglos, es aplaudido por una
mayoría. Cosa que no ocurre con la labor contraria, que goza de cierto
desprestigio: aplicar un poema a una melodía preestablecida es causa de
estupor entre la «policía académica», dado que, según ella, el carácter
abstracto de la música queda «jibarizado», simplificado y encajonado en
un significado semántico solitario. Es obvio que no se tiene en cuenta
que puede ocurrir algo similar a la dirección contraria que he menciona-
do: una melodía puede ser mejorada con un texto adecuado, del mismo
modo que el ritmo de un buen relato puede añadir interés a una música
anodina. Que la música no fuera creada para ese fin no quiere decir que
no se pueda utilizar como soporte de un texto. Lo pretenda o no, toda
música canta y cuenta (afortunadamente, el desprejuiciado mundo del
jazz no se anda con remilgos y trabaja con igual entusiasmo en ambas
direcciones: en el repertorio conviven tanto una infinidad de melodías
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Fernando Palacios
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breve nota a los lectores
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a manera de introducción:
música, significado y cura
1. Trivium significa en latín «tres vías o camiños»; agrupaba las disciplinas relacionadas con la
elocuencia, según la máxima Gram. loquitur, Dia. vera docet, Rhet. verba colorat («la gramática ayuda
a hablar, la dialéctica ayuda a buscar la verdad, la retórica colorea las palabras»). Así comprendían la
gramática (lingua: «la lengua»), dialéctica (ratio: «la razón») y retórica (tropus: «las figuras»).
(http://es.wikipedia.org/wiki/Trivium#Las_siete_artes:_Trivium_et_Quadrivium).
2. Eduard Hanslick (Praga, 11 de septiembre de 1825 - Viena, 6 de agosto de 1904) fue un
musicólogo y crítico musical austriaco. Fue defensor del formalismo en la música, en contraposición
al idealismo romántico de la época. Su elegante prosa le reportó una gran reputación, a la par que
sus ideas le provocaron varias disputas con otros músicos y críticos musicales. Su obra más impor-
tante es Vom Musikalisch-Schöenen (De lo bello en la música), editada por primera vez en 1854.
(http://es.wikipedia.org/wiki/Eduard_Hanslick).
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protosemántica musical
y el juego del color tonal en el tiempo
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espressif et doloreux
3 3 3 3 3 3
piú
Ce rhytme doit avoir la valeur sonore
d´un fond de paysage triste et glacé
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(respuesta) 2.4
(sujeto)
Pero no me extenderé más sobre el lenguaje del ritmo (que merecería ser
tratado más bien por un conocedor del tambor africano o de la tabla
hindú) aparte de señalar que ciertos elementos rítmicos se combinan
con las notas de la escala y a veces con armonías, formando algo así
como moléculas musicales llamadas motivos, que podemos también
considerar protomelodías.
Nunca me he preocupado por inventariar los ritmos elementales,
pero está a la vista cuáles son los átomos musicales melódicos, según la
frecuencia de los grados sucesivos de las escalas musicales.
En la música clásica ha llegado a dominar el uso de solo dos escalas
o modos musicales, por más que en el medievo, en la antigua Grecia,
en la civilización china clásica y en la India se hayan utilizado otras.
Pero en todos los casos se observa el fenómeno de la repetición de las
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2.6
Este intervalo nos da una sensación muy clara de elevación desde un es-
tado de reposo a uno de tensión. En cambio, si consideramos ahora el
intervalo entre el Do con la quinta precedente, el Fa,
2.7
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percibimos este intervalo como una caída que nos deja una sensación de
pasar a un estado de mayor reposo. Y aun cuando este Fa se escuche por
encima del Do,
2.8
2.9
La Marsellesa
2.10
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T sT T T sT Ta sT
I II III IV V VI VII I
2.12
Escala Mayor
T T sT T T T sT
T sT T T sT Ta sT
I II III IV V VI VII I
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2.15
3a.m 6a.m
Por último, escuchemos el contraste entre una tercera mayor y una ter-
cera menor:
2.16
3a.M 3a.m
2.17
6a.M 6a.m
Pareciera que las diferencias de colorido entre las notas musicales fuesen
demasiado sutiles como para merecer un comentario —pero espero de-
mostrar a continuación que debemos ver en tales sutiles protosignifica-
dos los átomos de los cuales, al constituirse moléculas musicales, se
construyen significados más específicos y aparentes.
Conviene que introduzca ya una mayor precisión: hablar de notas
musicales no es lo mismo que hablar de sonidos aislados, pues lo que
solemos llamar notas musicales son los tonos en el contexto de una esca-
la de la que forman parte, e implícitamente guardan relación tales soni-
dos con la nota fundamental de tal escala. Se puede decir que esta nota
fundamental de la escala se halla en el oído o en la memoria auditiva de
quien las escucha, lo que se puede traducir en que tales notas implican
intervalos respecto a dicha tónica. Y al decir que las notas musicales son
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como los átomos del mundo melódico, deberíamos, con más precisión,
decir que tales átomos son los intervalos: los intervalos de los tonos res-
pecto a la nota fundamental de la escala, y más ampliamente también
los intervalos entre un tono y el tono sucesivo.
Parecería que el colorido de los tonos musicales dependiese simple-
mente de su mayor o menor frecuencia, de manera semejante a cómo
depende de la frecuencia de la luz su colorido. Pero no es así en el mundo
acústico, como vengo de explicar, pues no es de la frecuencia de un soni-
do sino de la relación entre esta frecuencia y otra que dependerá su con-
tenido expresivo.
De manera semejante, podemos suponer que a partir de los motivos
y sus microsignificados se construyen pensamientos musicales no solo
más extensos, sino que más densamente llenos de significado —hasta
que podemos llegar a decir, por ejemplo, cosas tan específicas y aparen-
temente extramusicales como que Beethoven desafía a Dios, o que
Schubert se enfrenta a la intuición de una muerte prematura.
Si queremos comprender, entonces, cómo el mundo del sonido se
hace vehículo de un flujo de vivencias, debemos comenzar por el análisis
de estos protosignificados, tan elementales que los podemos comparar a
colores o sabores; calidades expresivas que no anticiparíamos a partir de
la consideración de sus frecuencias, pero sí de ciertas relaciones entre
frecuencias. Y aunque en nuestra actual escala cromática, representada
en el teclado de un piano por la sucesión de las teclas blancas y negras,
son once los posibles intervalos ascendentes y once los descendentes a
partir de la nota que designemos como fundamental, dos de ellos son de
una importancia principal: los que se sitúan a la distancia de una quinta
por encima o por debajo de tal nota de referencia. Correspondiente-
mente, son tres las notas principales en las escalas musicales de la mayor
parte del mundo: la nota fundamental misma, su quinta superior, y la
que se sitúa en el cuarto grado de la escala —que corresponde también a
la que se sitúa una quinta por debajo de la fundamental.
Vamos ahora a examinar las notas restantes, y empezaré con la sép-
tima nota: Si, la cual está un semitono debajo de la tónica y parece
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2.18
2.19
y eventualmente un Mi,
2.20
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2.21
Fa mayor (Fa+La+Do)
2.22
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2.24
2.25
T S D T
2.26
T D T
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T S T
2.28
S D T
2.29
D S T
nos llama la atención cuanto menos convincente nos suena esta se-
cuencia.
Cualquier intervalo melódico, entonces, sugiere una progresión
oculta de acordes y tiene un carácter por sí mismo, de modo que las
notas de la escala no se diferencian solo por la frecuencia, sino por el
carácter (color) que les es dado por su relación respecto al primer grado
o Do.
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1. Marius Schneider (1903-1982), musicólogo alemán cuyas obras destacan por su original
enfoque basado en intuiciones antropológicas y cimentado sobre profundos conocimientos de sim-
bología y mitología antiguas. Su obra fundamental es El origen musical de los animales: símbolos en la
mitología y la escultura antiguas, donde propone un sistema de correspondencias simbólicas basado
en la sinestesia y el pensamiento analógico que puede resultar revelador para los estudios estéticos.
Elémire Zolla definió esta obra como «la única completamente iniciática del siglo XX». Schneider
fue maestro de Juan Eduardo Cirlot. (http://es.wikipedia.org/wiki/Marius_Schneider).
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2. Hugo Riemann (1849-1919), musicólogo y pedagogo alemán. Riemann tuvo una reputa-
ción mundial como escritor de temas musicales. Entre sus obras más conocidas se incluyen Mu-
siklexikon, un diccionario completo de música y músicos, el Handbuch der Harmonielehre, trabajo
que estudia la armonía, y el Lehrbuch des Contrapunkts, sobre contrapunto. (http://es.wikipedia.org/
wiki/Hugo_Riemann).
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2.30
I II III IV V VI VII I
Así como en la escala mayor son mayores los acordes que se forman
sobre la nota fundamental, la subdominante y la dominante, se trata de
acordes menores en el caso de estas notas sobre los grados segundo, ter-
cero y sexto, que ahora comentaremos. Y, en cada caso, estos acordes,
que se sitúan una tercera por debajo de aquellos respecto a los cuales son
el «paralelo», tienen dos notas en común con aquellos.
3. Círculo de quintas (o círculo de cuartas). En teoría musical, representa las relaciones entre
los doce tonos de la escala cromática, sus respectivas armaduras de clave y las tonalidades relativas
mayores y menores. Concretamente, se trata de una representación geométrica de las relaciones en-
tre los doce tonos de la escala cromática en el espacio entre tonos. Dado que el término «quinta»
define un intervalo o razón matemática que constituye el intervalo diferente de la octava más cerca-
no y consonante, el círculo de quintas es un círculo de tonos o tonalidades estrechamente relaciona-
dos entre sí. Los músicos y los compositores usan el círculo de quintas para comprender y describir
dichas relaciones. El diseño del círculo resulta útil a la hora de componer y armonizar melodías,
construir acordes y desplazarse a diferentes tonalidades dentro de una composición.
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III VI
Escala menor
III VI
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do - sol
do-sol do -do-mi-sol
mi - sol
Do Mayor
Do Mayor
Do menor Do menor
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Pero dejemos ya esta digresión sobre la armonía para volver al tema más
simple de los intervalos en su expresión melódica, retomando la cues-
tión de los intervalos de tercera y, especialmente, el intervalo de una
tercera desde la nota fundamental o tónica —es decir, el Mi.
Antes de volver al tema del carácter expresivo de la tercera, quiero
mencionar un hecho físico-matemático y acústico: por más que se diga
que todas las notas de la escala musical se generan a partir del círculo de
quintas, no es tan cierto en relación con el Mi, que se sitúa a una distan-
cia de demasiadas quintas respecto al Do para que su vibración sea audi-
ble. Las terceras, que nos resultan tan armoniosas, derivan más bien de
la división de una cuerda en cinco partes, y ello al parecer les da su parti-
cular belleza y dulzura, de modo que constituyen el intervalo preferido
cuando se quiere improvisar el acompañamiento de una voz por otra en
el canto popular.
Escuchemos ahora el intervalo melódico de Do a Mi.
2.35
466a.M
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2.36
6a.M 6a.m
El paso de Do a Sol es como aquel desde la tierra a la cumbre de una
montaña, y el paso de Do a Fa es un ascenso a una meseta en que pode-
mos reposar, pero en ambos casos sentimos que hemos llegado a alguna
parte —que es como decir que se trata de intervalos que percibimos
como estables. Por más que la dominante sea una nota/acorde que tien-
de a la tónica, y ello sea algo que percibimos como una cierta medida de
tensión que busca una descarga, ello no contradice el que en esa cumbre
podemos sentirnos relativamente arraigados. Pero cuando, en vez de sal-
tar del Do a la quinta superior, saltamos solo a la tercera, es dudoso que
podamos decir que hemos llegado a alguna parte; más bien nos senti-
mos a mitad de camino hacia alguna parte.
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2.38
2a.m 2a.m2a.m
2a.m
2.39
2a.M
2a.M
2.40
2.41 Allegro
Allegro
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( )
( )
2.43
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2.44
2a.M 7a.m
2a.M 7a.m
2a.m
2a.m 7a.M
7a.M
En todos estos casos, sentimos cierta afinidad entre los intervalos com-
plementarios, de modo que los de segunda y séptima son disonantes, los
de cuarta y quinta consonantes y los de tercera y sexta comparten un
carácter particularmente armonioso, suave o dulce.
El carácter expresivo de la sexta ascendente contiene esa dulzura,
pero además nos resulta una transposición o metáfora afectiva de su
misma amplitud, de modo que podríamos traducirlo a través de la idea
de generosidad, dadivosidad, amor o empatía —como en la famosa Ca-
vatina del cuarteto op. 130 de Beethoven, donde el impulso dadivoso
de la sexta ascendente (que se alza desde el quinto grado de la escala al
tercero) se prolonga aún más allá en la continuación de la melodía.
2.45
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2.46
Valse
Op.64 n.2
Tempo giusto
«j
ˆ«« «j
ˆ««
4. Apoyatura. En música, es un signo que se conoce como adorno musical. También es deno-
minada apoyatura larga en contraposición a la apoyatura breve que es la acciacatura. Una apoyatura
musical supone el hecho de esquivar la nota que vendría exigida por la estructura melódico-armóni-
ca y en vez de interpretarla inmediatamente, se llega a ella de forma indirecta, aun a riesgo de produ-
cir una disonancia. El término proviene del verbo italiano appogiare, que significa «apoyar».
(http://es.wikipedia.org/wiki/Apoyatura)
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3
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5
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5. Tónica: primera nota (o grado) de la escala. Así también se denomina la nota que define la
tonalidad de un acorde y que por lo tanto le da parte de su nombre. El acorde de tónica tiene fun-
ción de reposo en el sistema tonal. La tónica es el punto de partida y de retorno y a ella hacen refe-
rencia todos los demás acordes del discurso musical. (http://es.wikipedia.org/wiki/Tonica_musica).
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3.5
Como se puede apreciar, consiste este final una vez más de dos secuencias
de cuatro notas sucesivas, solo que ahora en forma de escalas descendentes.
3.8
Así como venimos de escuchar dos cuartas ascendentes que nos parecieron
ramas en que se reflejaba la estructura de un tronco, ahora también estas
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Este intervalo de una cuarta ascendente que se inicia un tono más aba-
jo que el ya escuchado nos sugiere un recular para avanzar; y su conti-
nuación, que responde simétricamente al mismo semitono ascendente
(al fin de la semifrase que hemos escuchado) con el semitono descen-
dente Si bemol-La nos resulta tan satisfactorio como una exhalación
tras una inhalación, particularmente porque esta segunda semifrase
siguiente de la melodía, que completa la anterior, nos lleva de regreso
al punto de partida.
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Y escuchemos ahora una vez más las cuatro unidades melódicas que es-
cuchamos al comenzar: las dos unidades melódicas hasta ahora analiza-
das, que componen lo que se suele llamar el «antecedente», y las dos
siguientes, que completan una sentencia musical y suelen designarse
como el «consecuente».
3.16
3.17
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hasta ahora. Nos resulta esta tercera frase (tanto por la altura de su inicio
como por la altura melódica a la que se remonta, así como por la varia-
ción rítmica, que percibimos como una aceleración) algo como una in-
tensificación máxima de lo que se viene diciendo —algo así como en las
series de adjetivos comparativos de la gramática, en las que el último
término es un superlativo.
3.18
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»
3.19
¿Y qué nos sugiere la metáfora musical? Algo como «incluso en este caso»,
diría yo. Y ello le presta un significado especial a la cuarta frase concluyente.
Es como si alguien que ha expresado su amor a través de la mirada
implorante y adorante en la primera frase, y luego a través del gesto más
expansivo de la segunda —casi como de insinuar un abrazo—, quisiera
ahora comunicar que su amor seguirá siendo constante siempre. Esta frase
final entonces nos llega como la declaración de amor propiamente tal.
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3.20
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3.21
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música que fluye de tal manera que evoca un proceso eterno y omnipre-
sente. Y, sin embargo, lo hace sin llevarnos a la exaltación, sino al repo-
so. Diríamos que el tao nos habla en esta música en su aspecto yin
—como una presencia femenina que invita nuestra pasividad receptiva.
¿Cómo puede ser esto posible?
Indagaré a continuación acerca de cómo los elementos básicos de la
música —tiempo, ritmo, notas e intervalos, armonías, progresiones
armónicas, modulaciones y contrapunto— pueden en esta obra de Bach
trasmitir tal «paisaje emocional».
Comienzo por la primera frase, que ocupa los primeros dos compases:
3.22 ««
ˆ«
k «k
ˆ««
3.23
6. Inversión: Cualquier nota de un acorde puede ser cambiada de una octava a otra, en un pro-
ceso llamado inversión. A través de este proceso de inversión se logra una variedad de texturas. Cada
inversión viene definida por el bajo (nota más grave) de las que forman el acorde. Son irrelevantes
para cada inversión, por consiguiente, tanto el orden de las notas, como su aparición o no en el acor-
de, con excepción de la más grave. En acordes de tres notas existen solamente tres tipos de inversio-
nes: Estado fundamental: realmente no es una inversión sino el acorde en su estado natural, con la
tónica en el bajo. Primera inversión: con la tercera en el bajo. Segunda inversión: con la quinta en el
bajo. (http://es.wikipedia.org/wiki/Acorde)
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7. Apoyatura: El término proviene del verbo italiano appoggiare, que significa «apoyar». En
música, es un signo que se conoce como adorno musical. También es denominada apoyatura larga
en contraposición a la apoyatura breve que es la acciaccatura. Una apoyatura musical supone el he-
cho de esquivar la nota que vendría exigida por la estructura melódico-armónica y en vez de inter-
pretarla inmediatamente, se llega a ella de forma indirecta produciendo una disonancia.
(http://es.wikipedia.org/wiki/Apoyatura).
8. Corchea: una de las figuras rítmicas de la teoría musical. El ritmo musical se define como la
organización de pulsos y acentos. Un ritmo puede tener un pulso constante y los acentos generan la
métrica y los compases de 2, 3 y 4 tiempos. Si tomamos una figura rítmica como unidad de pulso o
tiempo, definimos las proporciones rítmicas. Las figuras rítmicas básicas son la redonda (4 tiempos),
la mínima (2 tiempos), la semínima (1 tiempo) y la corchea (½ tiempo).
(http://es.wikipedia.org/wiki/Ritmo, http://es.wikipedia.org/wiki/Corche).
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3.25 F1
««k
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9. Dominante: en teoría musical, corresponde al quinto grado de una escala tonal diatónica.
Según el contexto puede hacer referencia bien sencillamente a la quinta nota de la escala, o bien al
acorde que se forma sobre dicha nota y/o a la función tonal y sonoridad correspondientes. El con-
cepto de dominante se entiende en el ámbito de la armonía funcional en la música tonal. En la ma-
yoría de las ocasiones, la dominante se refiere a la función dominante (tensión o inestabilidad) que
por oposición a la función tónica (reposo) se genera por la existencia de la sensible en acorde forma-
do sobre el quinto grado. (http://es.wikipedia.org/wiki/Dominante_musica).
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3.26
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F3 3.27
«« ««
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67
La música interior
3.28 F4 = G
Jœ»»»
Jœ»»»
Solo ahora se nos hace visible que la forma de las cuatro frases en su con-
junto no es la simple estructura binaria convencional de F1/F2, F3/F4,
sino algo que escuchamos como (F1, F2, F3) → G, designando como
«G» a una frase que a primera vista no reitera a las anteriores sino que,
planteando algo diferente, parece responderles conjuntamente.
F1 F2
3.29 «k
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ˆ«
««
ˆ«
j
F3 F 4 (G)
«« «
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ˆ«
68
La música interior
3.30
Jœ»»»
Jœ»»»
11. Cadencia perfecta: en el estudio de la armonía tonal, el término cadencia significa una serie
de acordes (o fórmulas melódicas) que suele coincidir con el fin de una sección en una obra. La ca-
dencia perfecta se produce por la sucesión de los grados V (dominante) a I (fundamental), produ-
ciendo una clara sensación de reposo. (http://es.wikipedia.org/wiki/Cadencia).
12. Subdominante: en teoría musical es la cuarta nota de una escala. El acorde de subdominan-
te se simboliza con el número romano IV. Su expresión armónica deriva de su alejamiento de la tó-
nica, creando un movimiento de fuerzas que lleva naturalmente al acorde de dominante, el pico de
la fuerza y que contiene el ímpetu de retorno al acorde de tónica.
(http://es.wikipedia.org/wiki/Subdominante).
69
La música interior
3.31
3.32
««j
ˆ« «j
ˆ««
70
La música interior
Dijo alguna vez Beethoven que esta Cavatina era lo más sagrado que
había compuesto, y nos basta con escuchar su frase inicial para estar de
acuerdo.
71
La música interior
Cavatina
3.33Cavatina
Adagio
Adagio molto molto espressivo
espressivo
sotto voce
sotto voce
sotto voce
sotto voce
72
La música interior
Œ Œ
13. Anacrusa (del griego ἀνάκρουσις [anákroːsis], retroceso) en música hace referencia a la
nota o grupo de notas sin acento que preceden al primer tiempo fuerte de una frase, por lo tanto va
colocada antes de la barra de compás. (http://es.wikipedia.org/wiki/Anacrusa).
73
Cavatina
La música interior
Adagio molto espressivo
sotto voce
sotto voce
sotto voce
En el marco del canto del segundo violín con el cello y la viola (que
pudiera equipararse a la voz de un narrador que empieza por algo así
como «érase una vez») comienza el canto propiamente tal con esta sex-
ta ascendente del primer violín ya comentada, y pudiera decirse que la
esencia de la frase que sigue es simplemente el descenso del Sol al Fa,
solo que esta resolución del Sol al Fa se ve ornamentada y retardada
por un breve ascenso y descenso melódico, que sugiere fuertemente
un suspiro y acentúa la intensificación emocional; pues, después de la
expresiva sexta, la continuación de la melodía en un ascenso nos hace
sentir un «ir aún más allá» de su gesto amoroso que sugiere incluso un
anhelo de continuar el ascenso hacia la octava superior, un «ir así hasta
el fin» —solo que vuelve a descender, y no solo al Sol sino más abajo,
hasta el Fa.
3.36
sotto voce
74
La música interior
3.38
Las tres notas ascendentes que siguen comienzan una tercera más arriba
de lo ya alcanzado por la melodía, y subrayan el gesto de alzarse, particu-
larmente porque la frase no se detiene en la tónica sino que la sobrepasa.
Es como si uno que ha dicho «me levanto» dijera ahora «y más: me yer-
go (heróicamente) hasta mi límite».
75
La música interior
3.39
3.40
La caída La bemol Sol se nos hace eco de las dos caídas precedentes y
nos comunica a través de su altura (un tono más elevado que aquella al
fin de la frase inicial) que la actitud de erguirse ha dejado al individuo
en un nivel de mayor satisfacción o plenitud. Solo ahora volvemos a oír
la progresión Sol-Fa original, que se continúa con una frase en la que
aquello que era fondo se hace figura como parte de la frase conclusiva
de una primera sentencia.
3.41
76
La música interior
3.42
Esta frase resume lo dicho hasta ahora, reiterando la frase inicial y con-
cluyéndola, en esencia, con la conclusión de la sentencia anterior. Es
como si en vez de decir: «Sufro, me yergo con entereza y quedo en paz»,
(ahorrándonos el proceso por el cual ha llegado a ello) después de sinte-
tizar lo esencial de lo expresado en una sola frase, sigue adelantado con
el desarrollo de su pensamiento, pero apenas terminada esta primera
77
La música interior
3.43
que nos hacen sentir que, en cierto modo, quien las enuncia se pone
«manos a obra» en vez de detenerse para gozar el reposo de la tónica,
pero continúa el gesto descendente, que del reposo pasa ahora a evocar
una búsqueda de mayor profundidad, algo así como un volverse hacia
dentro, y en seguida de este volverse hacia dentro surge un gesto expan-
sivo que parece prolongado con la misma naturalidad con que se pro-
longa una exhalación con una inspiración. Pero en tanto que la pequeña
frase (¿o palabra?) descendente ha pasado por la tónica, la frase ascen-
dente que constituye, en esencia, su inversión, nos sorprende con un Mi
natural que soslaya la tónica y encamina el pasaje modulatoriamente a la
tonalidad de Fa.
3.44
78
La música interior
3.45
Pero aún se repite una vez más el gesto ascendente del Sol al Si bemol en
el compás siguiente, y se vuelve a repetir en forma variada como un as-
censo algo más amplio al pasar del Sol al Si.
Escuchemos ahora el conjunto de lo que hemos venido comentan-
do en forma fragmentaria para apreciar la progresiva intensificación del
gesto ascendente que sigue como inversión al motivo suspiroso del se-
mitono descendente con que se ha iniciado esta parte de la segunda
frase; intensificación que desciframos implícitamente como metáfora de
un erguirse progresivamente de uno que viene de adoptar una actitud de
entereza ante el sufrimiento.
79
La música interior
3.46
cresc cresc
3.47
80
La música interior
3.48
81
La música interior
segundo violín
3.49
cresc cresc.
3.50
cresc
cresc cresc.
cresc cresc
cresc cresc
82
La música interior
83
La música interior
3.53
cresc
cresc.
cresc.
cresc.
El Bolero de Ravel
84
La música interior
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(Frase B)
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85
La música interior
3.57
Esta cuarta frase constituye una variante rítmica de las anteriores, que
en contraste con la anterior comienza por ascender y luego desciende,
pero no termina directamente en el Do, sino que prolonga su llegada a
este retrocediendo al Mi.
3.58
86
La música interior
3.59
la do
3.60
(4) (5)
87
La música interior
3.61
luego la subdominante,
3.62
3.63
88
La música interior
Veamos qué nos dice todo esto analizando «palabra por palabra», por así
decirlo. Si la frase inicial del Bolero nos ha sugerido una celebración de
lo Divino, ¿cómo nos suena el comienzo de este segundo enunciado en
su discurso?
A pesar de que el foco melódico empiece por ser el Re en vez del
Do, la analogía nos sugiere «más de lo mismo»; es decir, la reiteración
del giro melódico celebrativo, un grado más arriba nos suena un poco a
«y también en este caso, vale lo dicho», o bien a «así como he rendido
homenaje al Do, rindo ahora homenaje al Re» (el tono que sigue al Do
en la escala ascendente, que es a la vez emblemático del acorde que
sigue en importancia y en círculo de quintas al de Do —a saber, el de
dominante).
Pero además de haber en el comienzo de esta segunda frase en el Re
una reiteración, con su sugerencia de «también es el caso», el hecho de
que se trate de una nota superior sugiere intensificación, y la mayor di-
sonancia del Re respecto al pedal del Do nos llega también como una
insistencia en su afirmación, que constituye algo así como un desafio a
89
La música interior
(4) (5)
90
La música interior
3.66
3.68
91
La música interior
3.69
en «10»,
3.70
92
La música interior
3.72
Lo que hace Ravel en vez de eso es responder a 6+7+8+9 con una frase
binaria 10+11 en que la primera mitad puede entenderse como una
«suspensión estructural»: un «adorno» que, intercalado en el discurso
musical, nos hace esperar un poco más la ya esperada cadencia de domi-
nante y tónica.
Hemos llegado al fin de una macroestructura A (de cinco frases bre-
ves), B (formada por siete unidades melódicas menores), y ahora escu-
charemos su repetición. Una vez más escucharemos el contraste entre lo
inmóvil y fundamental y un movimiento en que lo enunciado pareciera
fragmentarse así como la luz blanca se quiebra en una serie de colores,
que en este caso suceden tan orgánicamente, que evocan un vaivén in-
trínseco a la ley de la vida.
Continúa el Bolero, después de esto con una tercera parte, de estruc-
tura también binaria, y todo ello se repetirá diecisiete veces hasta desem-
bocar en una espectacular coda —pero ya no proseguiré el comentario
detallado de la obra; solo llamaré la atención a cómo la frase con que
comienza esta tercera parte, eco de la que encabeza la primera (glorifica-
ción de lo fundamental) y de la que encabeza la segunda que alude a una
glorificación del Re, y por ende de lo que procede de, sigue a, y también
contrasta con la (y lo) fundamental, significa una vez más un «también
en este caso», así como una reiteración (ya establecida como glorifican-
te) con respecto a una nota (o situación) más distante aún de la tónica:
un Si bemol, séptimo grado de la escala.
93
La música interior
3.73
Sentimos con ello, que, más que con el simple Re de la segunda senten-
cia o el Si bemol de la tercera, el que canta y por tanto celebra, extiende
su gesto celebratorio a todo, por remoto que sea de la tonalidad (reitera-
da siempre por el pedal rítmico).
Escuchemos la tercera sentencia completa, que en la prolongación de
su descenso evoca una vez más una ruptura progresiva de la simplicidad.
3.75
Y nuevamente el final del Bolero, como una coda (con un salto abrupto
de la tonalidad al Mi mayor) reiterará este significado de ruptura de
94
La música interior
95
4
la construcción de significados
a través de la forma musical
97
La música interior
4.2
98
La música interior
99
La música interior
4.3
poco cresc.
ß
Í
100
ß
Í
La música interior
4.5
4.7
101
La música interior
4.8
dolce
dolce
el Mi que anuncia con su acorde de tónica
la tonalidad
de
Mi menor,
del tema
nota
que corresponde también a la primera sobre
todo
el cual
este cuarto movimiento de
lacuarta sinfonía
es una serie de variaciones.
4.9
poco cresc.
4.10
102
La música interior
22 4.11
1
4.12
comienza
(Fa
en
un grado
una al-
más elevado
Se continúa con otra frase que
sostenido), casi sugiriendo con ello solo la intención de alcanzar
tura mayor. Y efectivamente, llega más alto esta nueva frase, solo que,
sorprendentemente, más allá de lo que pudiéramos haber esperado, y
ello nuevamente se traduce en un efecto expresivo, que ahora nos sugie-
re la intensidad de ese anhelo de elevación ya mencionado. Pero no se
sostiene la altura alcanzada a través
impulsivamente deesa intensa
aspi-
ración, ya que la continuación del pasaje nos sugiere que el caminante
que tan esforzadamente ha llegado hasta tal altura comienza a deslizarse
hacia abajo como uno que ya ha llegado al máximo de su energía.
4.13
103
La música interior
Una vez más, la frase siguiente constituye una imitación rítmica de las
precedentes, y ello nos lleva a percibirla en referencia a aquellas. Pero así
ß
4.14
poco cresc.
ß
Í
4.16
poco cresc.
poco cresc.
104
La música interior
que viene de decirse para establecer lo que fue un final para un nuevo
comienzo, se repite al pasar del primer bloque sonoro de este fragmento
al segundo. Así, la nota Si con que termina el primero al repetirse al co-
mienzo del segundo se establece como punto de partida para otro salto
hacia las alturas, que llegará más alto que lo hasta ahora alcanzado por la
melodía.
Y una vez más, el siguiente episodio de esta secuencia ascendente
que se modela según la melodía ascendente de la Passacaglia, constituye
un eco de algo escuchado con anterioridad; solo que en vez de:
escuchamos ahora:
Pero una vez más, el salto ascendente del buscador sediento terminará
en un suspiro, y será seguido por ese deslizamiento cromático de la me-
lodía, y así como el tema de la Passacaglia retorna a la tónica, sentimos
en esta variación que el caminante vuelve a casa. Y como en el tema,
también regresa satisfecho, pues ya no vive como una frustración el no
haber alcanzado el infinito, sino que siente que ha hecho lo que ha podi-
do y está bien.
El hecho de que el patrón rítmico de las frases ya no sea el de cinco
notas seguidas de otras cinco, sino siete más tres, contribuye a nuestro
sentir que, habiendo ya el imaginario caminante alcanzado la satisfac-
ción que buscaba, desciende hacia su lugar de reposo en forma más
105
La música interior
4.19
106
La música interior
Claudio Arrau a sus alumnos que se deben tocar las sonatas de Mozart
con un espíritu semejante al de la ópera, y entiendo que tal afirmación
equivale a decir que aun en el piano se debe hacer sentir el espíritu del
bel canto, lo que significa que no solo conviene tocar de manera expresi-
va, sino como si la melodía estuviese diciendo algo.
Hay estudiantes de piano que abordan las sonatas de Mozart como
ejercicios de poco contenido humano, tal como imaginamos en general
el Rococó como una era de frivolidad y afectación. Así como se aburren
al tocarlas, una interpretación demasiado mecánica de Mozart nos
puede resultar aburrida a quienes la escuchamos, y por ello el comienzo
de la Sonata en Si bemol K333 (o K315c) podría resultarnos como una
música apenas decorativa:
Pero nada nos impide tocar lo mismo imaginando que alguien está can-
tando o diciendo algo.
107
La música interior
4.22
««j
ˆ«
por lo que si se tratase de un aria en una ópera, esas cinco notas agrega-
das podrían decir «para servirte», o algo semejante.
Reiterando, alguien ha dicho: «¡Alegremente vengo…
4.25
…para servirte!»
108
La música interior
4.26
4.27
109
La música interior
4.29
4.30
O, en forma más abstracta: «Lo dicho también es válido para una cir-
cunstancia diferente».
Veamos ahora cómo continúa el enunciado musical:
4.31
110
La música interior
««j
ˆ« 4.32
en este caso podemos observar que la frase está constituida por tres par-
tes; primero:
4.33
ß
Í
111
La música interior
4.35
4.36
ß
Í
4.37
ß
Í
Y dos veces se repite esta repetición, pues dos veces se repite, en forma
variada, la frase que la contiene.
Antes de tomar en cuenta la tercera parte de esta frase ternaria, sin
embargo, observemos que las dos primeras, que son un eco algo con-
densado y variado de las que ya hemos escuchado y comentado, parecen
comunicar una confirmación entusiasta de lo anteriormente dicho,
como si expresaran: «¡Cualquier día que tú digas!»
112
La música interior
4.38
Después de lo cual, se hace obvio que la escala ascendente con que co-
mienza la frase tercera y final es un equivalente a: «¡Porque yo estaré
muy contento! ¡Muy contento! ¡Me entusiasma!»
4.40
«j
ˆ««
113
La música interior
4.42
4.43
4.44
Luego:
4.45
114
La música interior
Y por último:
4.46
Es claro que en esta estructura binaria, uno,
«« 4.47
j
ˆ«
dos,
4.48
4.49
ß
Í
115
La música interior
dos,
4.50
ß
Í
tres,
4.51
Es decir: se nos presenta una cosa, luego otra cosa simétrica y, como
conclusión, una secuencia de tres frases musicales, y me parece que esta
introducción de una forma ternaria, que rompe un esquema que hasta
ahora ha consistido en frases en espejo, nos hace sentir que estamos en
un metanivel de lenguaje: no estamos hablando de lo mismo, o es como
si entrara una tercera persona que dijera: «Mi conclusión es esta».
Así, si entendemos la primera frase como: «Aquí vengo muy
contento,
4.52
dispuesto a servirte»,
116
La música interior
4.53
la tercera nos llega como la voz de otro personaje, que dice: «Cada vez
que pasa esto…
4.55
4.56
117
La música interior
4.57
4.58
118
La música interior
4.61
119
La música interior
4.63
4.64 1 2 3
esta última fuese como la voz de alguien que dijera: «En síntesis…». El
contenido de esta tercera proposición ya no está en el mismo terreno
que las anteriores, ni en el diálogo, sino que constituye una especie de
reflexión retrospectiva, un intento de pasar a algo más universal.
Me parece que opera en estos ejemplos de estructura sintáctica ter-
naria la enigmática universalidad de un ritmo que se usa mucho en las
calles, cuando la gente quiere vocear un mensaje político: «Uno, dos,
uno, dos y tres», como en: «¡El pueblo unido, jamás será vencido!», que
podemos encontrar en innumerables variaciones.
Expresa este ritmo un pensamiento implícito en que se combina la
simple enumeración con una recapitulación, de modo que después de
que se dice «uno» y luego «dos», ocurre como si alguien explicase:
«Ahora, antes de continuar, vamos a recapitular»; es decir, «vamos a
mirar panorámicamente para captar en su conjunto lo que se viene di-
ciendo». Y hay en ello algo así como una perspectiva musical.
A veces la música no solo reitera, sino que reitera de manera implíci-
ta, como en el comienzo de la primera sonata de Beethoven.
Primero, dice la frase inicial:
120
La música interior
la melodía podría compararse a lo que dice uno que recapitula sin citar
de manera literal lo que ya se ha dicho (lo que sería repetir las dos frases
completas que hemos escuchado); alude más bien a lo dicho, citando de
121
La música interior
cada una de las dos frases solo el final, antes de ir más allá con una extra-
polación de ambas.
4.70
Allegrocon
Allegro conbrio
brio
escuchamos una afirmación; luego oímos la famosa respuesta desafiante,
4.71
y con ello tenemos algo así como dos pilares, entre los cuales fluirá una
tercera cosa. Y ¿qué es esa tercera cosa que fluye? Tiene tres partes, de las
cuales la primera es:
la segunda:
123
La música interior
Entre los intervalos musicales, como hemos visto, la sexta es muy expan-
siva, y tiene algo dulce; diríamos que no es como saltar a una roca, sino
a una pradera:
4.77
Aunque la sexta menor, que está solo medio tono por encima de la quin-
ta, que es más estable, no es un lugar donde el compositor se vaya a
quedar mucho tiempo:
4.78
124
La música interior
4.79
Nos es fácil imaginar al padre que tiene sobre las rodillas a un niño pe-
queño al que le quiere explicar cómo es el mundo que él aún no conoce,
un mundo más allá de su actual horizonte.
Luego, la segunda parte de la composición, construida sobre un in-
tervalo de segunda ascendente (que evoca un ir) es más activa, ya que no
expresa tanto el anhelo del conocimiento sino el entrar en la aventura:
1
un salirle al encuentro al mundo.
4.80
125
La música interior
4.81
4.82
Hay ahora una conciencia mayor de estar en casa que cuando se estaba
pendiente de una inminente aventura. Y si nos preguntamos por qué es
126
La música interior
una forma tan universal esta de ABA, podríamos responder que cuando
se vuelve al comienzo después de haberlo dejado atrás, la vuelta a casa ya
no es lo mismo que antes de salir.
El matiz nuevo que le da al significado musical la vuelta al comienzo
después de un episodio intercalado puede ser diferente de lo que en el
ejemplo precedente he llamado una «vuelta a casa», como podemos ver
en la siguiente Mazurca de Chopin (Opus 63, nº 2), que también se 1
ajusta a la forma ABA y comienza así: 4.83
Lento
Lento 4.84
Ya nos hemos topado varias veces en nuestros análisis con esta sexta me-
nor como un intervalo que sugiere anhelo.
Pero observemos también que se acompaña esta sexta nota de la es-
cala con una armonía que identificamos como la dominante, que cons-
tituye un acorde de tensión sobre la tónica —es decir, uno que
percibimos como queriendo caer sobre la tónica. Además, observemos
que entre el Do que escuchamos en el bajo antes que ninguna otra nota,
y que seguimos oyendo cuando entra la melodía con ese Re bemol, se
produce una fuerte disonancia,
127
La música interior
4.85 Lento
que no es precisamente de medio tono sino de dos octavas más un me-
dio tono (pero que consideramos equivalente a un semitono) y que nos
hace sentir, por su disonancia, como una punzada que podríamos tra-
ducir en palabras con un «¡ay!» Y ya que se prolonga esta nota inicial de
la melodía durante dos tiempos y algo más, lo que le da un carácter muy
cantado, podemos precisar que se trata de un «¡ay!» cantado más que de
un «¡ay!» gritado; y como donde hay canto hay amor, sentimos que aquí
el canto abarca, y que de alguna manera ha asimilado el dolor.
Escuchemos a continuación de este brevísimo «¡ay!» melodioso, una
caída melódica,
4.86
Lento
4.87
128
La música interior
Lento 4.88
129
interior
La música
4.91
130
La música interior
riten. a tempo
131
La música interior
Así, aunque termina la mazurca con sollozos, por el solo hecho de que
llegan estos después del episodio intermedio alegre, como una repeti-
ción, se ven elevados a un cierto carácter monumental. Es como decir:
«Aquí estoy yo sollozando, y en ello hay una nobleza». En esta vuelta de
la música a sí misma, entonces, no solo hay una reafirmación, sino una
transformación del significado que deriva de que la escuchamos como
una conclusión. Ese carácter de conclusión transmite la condición de
132
La música interior
Largo
pesante
dim.
133
La música interior
4.96
Por último, parece resumirse aún más ese gesto de suspiro (por parte de
uno cuyo anhelo no ha alcanzado la satisfacción que buscaba) en una
Moderato
que
nos
venido
ha
brevísima frase de solo
tres notas
suena
como
si
el
que
de aspiración,
ascendente
hablándonos de de esa onda
sí mismo a través
de resumen,
la vida».
agregara, a manera
un «así es
4.97
termina
en un dulzura
acorde muy
que
Es esta una frase cuya
dulce, está
en la disonancia de una nota (Mi bemol) que recuerdo a un entusiasta
de Chopin llamar «la nota azul»:
134
La música interior
4.98
Se trata de una armonía muy chopiniana, que supongo nadie había uti-
lizado antes (aunque falta en algunas ediciones, tal vez por una correc-
ción demasiado académica). Es como un «¡ayyy!», esa disonancia que
solo acentúa la dulzura de la armonía, a semejanza de ciertos olores pú-
tridos que usan los perfumistas para intensificar la fragancia de otros
agradables.
Pero todo esto no ha sido sino la introducción al primer tema de la
Balada, que escucharemos a continuación: 1
Moderato
135
pesante
La música interior
dim.
Se repite la sucesión de la frase ascendente, suspirosa, y las dos notas si-
guientes,
el mismo
ritmo en diferentes configuraciones
pero melódi-
cas y armónicas,
en
siempre
pero
con
un deseo de resignación, como si nos
dijese cada vez la repetición del «motivo
suspiroso» algo como: «¡Así es
la vida!»
4.101
Moderato
136
2
La música interior
Esa filigrana melódica que introduce Chopin al fin del primer compás
en este
pero
es más bien el
último
pareciera
pasaje un puro
virtuosismo,
equivalente de
una explosión emocional en que la densidad del conteni-
do
se traduce
no
solo en intensidad,
sino que nos una
sugiere
gran
sensi-
bilidad
—comparable tal vez a la de una
madre que le da toda su
atención a un niño muy precioso y querido. Pero termina la frase, una
vez más, en un suspiro en cierto modo equivalente a los suspiros y gestos
de resignación que hemos escuchado. En otras palabras, el gran amor de
ese pasaje ornamental no cambia la atmósfera de «así es», «tan triste,
¡aunque tan lleno de amor!»
137
La música interior
ritenuto
Sentimos que pertenece esta música a la misma categoría que ese género
en
4 la poesía española antigua que se llama pastoril, en que dialogan el
pastor y la pastora como arquetipos de seres que podemos interpretar
como idealizaciones de un estado natural y paradisiaco de la vida.
4.108
4
tema
este como apacible vuelve
se
Comienza
y
pacífico,
pero
pronto
también celebratorio,
4
4.109
como si se
a la felicidad!»
Y se
incluso
extático
dijese:
«¡Cantemos
vuelve
el canto:
4.110
el tema se alcanza una exaltación mayor siempre
Al repetirse
—aunque
dentro de la atmósfera serena de lo pastoril—, pero concluye
con algo
de resignación:
139
La música
interior
cresc.
140
La música interior
141
La música interior
4.116
Un nuevo intermezzo separa
lo que
hemos escuchado
de una nueva rea-
parición
del primer tema de Balada,
la y podríamos preguntarnos
si aca-
so pretende
Chopin una
reexposición del tema o la introducción de una
idea
novedosa.
más Muy pronto llegaremos
a saberlo, pues en esta reite-
ración del tema ya escuchado parece que algo no anduviese bien. Al co-
mienzo solo escuchamos la reiteración del tema en Sol menor, pero
142
La música interior
10
meno mosso
sempre sotto voce
cresc.
10
cresc.
mosso
el
comparar sentido
expresivo
del al
sentir de uno que
meno
Podríamos pasaje
dado cuenta está y al
encerrado, no lograr recuperar li-
se ha
de que
su
sotto voce «¡Déjeme
de
grita:
bertad sempre
salir
aquí!»
cresc.
4.118
cresc.
como
queda
ya hemos escuchado, el obstáculo por fin
atrás, y su
Pero,
presencia solo lleva a que el
sentido de superación del fenómeno
explo-
resulte aún triunfal del mismo
nos
sivo
más que la aparición anterior
tema. Y es esa la carga emocional de la coda de la Balada: un puro
143
La música interior
4.119 apassionato poco ritenuto
il piú forte possibile
Presto com fuoco
144
11
La música interior
ritenuto accellerando
ritenuto accellerando
poco
ritenuto
accellerando
145
La música interior
146
5
Preludio
147
La música interior
148
La música interior
nos suena mucho a Haydn y Mozart. Pero más tarde, aunque use las
mismas formas musicales, sentimos un cambio que va más allá de lo
que se puede describir en términos puramente formales, o siquiera
musicales.
Además, sabemos que poco antes de componer la Eroica estuvo a
punto de quitarse la vida, aunque se decidió por fin a no hacerlo. Lo sa-
bemos porque nos dejó un documento conmovedor acerca de ese mo-
mento de transición en su vida: el Testamento de Heiligenstadt. Y es
difícil no relacionar el contenido de este documento con su música de
aquella época —particularmente con la Tercera y la Quinta Sinfonía,
que comenzó a escribir poco después.
También coinciden los críticos en caracterizar la segunda etapa de la
carrera beethoveniana como «heroica». Es como si Beethoven hubiese
expresado en términos musicales lo que en el mundo verbal de la mito-
logía y de los cuentos fabulosos ha sido llamado el mito del héroe —pro-
ceso arquetípico invariable a través de lugares, épocas y personas, que
parece encarnar la estructura del «viaje de la vida», es decir, la estructura
del desarrollo humano completo.
¿Por qué no habría de encontrar una expresión musical este mitolo-
gema del cual se recogen tantas variaciones en la historia de la
mitología?3 Si queremos buscar la expresión musical de este mito del
héroe, en ninguna parte hemos de encontrarlo tan vívida y evidente-
mente como en la Eroica y en la Quinta Sinfonía de Beethoven.
J. N. Sullivan4 escribió un magnífico libro sobre Beethoven en que
atiende a su proceso espiritual y dice que en este periodo central de su
obra son dos las experiencias fundamentales que lo caracterizan: la del
sufrimiento y la del desafío.
Bien sabemos que el principal sufrimiento en la vida de Beethoven,
por aquel entonces, fue el de su sordera, y pienso que es muy difícil
3. Como expliqué en Cantos del despertar. El mito del héroe en los grandes poemas de Occidente,
también en los grandes poemas épicos se puede discernir el mismo contenido.
4. John William Navin Sullivan (1886-1937), periodista y escritor científico inglés, fue el
autor de Beethoven: His Spiritual Development, Mentor Books, Nueva York, 1927.
149
La música interior
150
La música interior
151
La música interior
152
La música interior
153
La música interior
primera de las cuales incluye usualmente dos temas. Esta parte inicial
del «movimiento de sonata» podría compararse a la primera parte de
una ópera, en que se nos dan a conocer los personajes —y así como en la
ópera los personajes principales son un hombre y una mujer, se solía
llamar a los dos temas de la exposición de una sonata «masculino» y
«femenino».
Veámoslos en la Primera Sonata de Beethoven, cuyo primer tema ya 1
he empleado como ilustración de un asunto sintáctico musical:
5.1
Allegro
1
Ludwig van Beethoven: Sonata para piano op.2, nº 1, primer movimiento,
Beethoven. Sonata p. piano op.2, n.1 - 1o mov. - tema 1
tema 1
5.2
Beethoven. Sonata p. piano op.2, n.1 - 1o mov. - início del desarrollo
Ludwig van Beethoven: Sonata para piano op.2, nº 1,
primer movimiento. Inicio del desarrollo
155
La música interior
Ludwig van Beethoven: Sonata para piano op.2, nº 1, primer movimiento – reexposición
5 Thomas Stearns Eliot, conocido como T. S. Eliot (St. Louis, Misuri, 26 de septiembre de
1888 - Londres; 4 de enero de 1965) fue un poeta, dramaturgo y crítico literario anglo-estadouni-
dense. Representó una de las cumbres de la poesía en lengua inglesa del siglo XX.
(http://es.wikipedia.org/wiki/T.S._Elliot).
156
La música interior
157
La música interior
nuestro propio cuerpo de experiencia, y una vez que nos hemos hecho
música, podemos dejarnos guiar por el compositor a través del siguiente
tramo de la forma sonata que sigue a la exposición —el desarrollo, a
través de la cual una tercera configuración integra las dos gestalten que
habíamos conocido por separado. Seguir vivencialmente este proceso
entraña un natural remontarse a una conciencia más englobadora, y ex-
perimentar en cierto modo una síntesis.
Trátese del contraste entre la agresión y el afecto o de lo masculino
fecundante y lo femenino receptivo, o de aquel entre la tonalidad mayor
afirmativa y la tonalidad menor triste (como en el primer movimiento
de la Novena de Beethoven), puede pensarse que uno de los atractivos
de la forma sonata es que nos sirve como artefacto mágico para reflejar
un proceso dialéctico entre nuestro yang y nuestro yin internos. Y así
como se ha demostrado que los sueños sirven a nuestra salud mental
independientemente de que los recordemos, puede ser que el que escu-
cha una sonata se beneficie de su virtud terapéutica más de lo que sabe
—pues al hablar de su experiencia musical todo se le hace un simple
«placer de escuchar» o un «gusto por la música».
Como ya he explicado, después del desarrollo se repite en la forma
sonata la exposición, pero con cambios que nos hacen sentir este regreso
como un fin de viaje. Lo que ahora escuchamos es algo que ya conocía-
mos, pero que conocíamos mientras estábamos de viaje, por así decirlo;
en tanto que ahora lo reconocemos como el suelo en el cual nos hemos
de quedar, y tal vez como un suelo al que presentimos que entregaremos
nuestros huesos.
Escuchar la recapitulación después del desarrollo de la forma sonata
nos suena como un retorno al nivel arquetípico o primario desde el cual
el desarrollo ha procedido —solo que ahora nos llega tal vez como algo
percibido desde una distancia serena, sin la tensión dramática que había
introducido la dominante. En este punto, nos suena el tema como más
neutro, más objetivo, con menor sensación de suspenso; más bien como
si un narrador estuviese diciéndonos algo que «es así».
Entre la exposición y la recapitulación sentimos que ha tenido lugar
158
La música interior
5.5
con espressione
Beethoven. Sonata para piano op.2, n.1, primer movimiento – coda
159
La música interior
La forma sonata que hemos examinado solo nos lleva hasta al fin del
primer movimiento de los tres o cuatro que usualmente comprenden la
mayor parte de las sonatas y obras de cámara, conciertos y sinfonías.
Pero así como hemos preguntado por el porqué de la forma sonata,
debemos preguntar también por el porqué de la estructura sinfónica,
que llegó a imponerse de igual manera como una forma ideal. Incluiré
este tema, sin embargo, junto a una reflexión más detenida del sentido
metafórico de la forma sonata, en el próximo capítulo.
160
6
161
La música interior
6. Ver el capítulo titulado «El viaje del héroe como teología mística», en Cantos del despertar,
Ediciones La Llave, Barcelona, 2013, 4ª ed.
162
La música interior
163
La música interior
164
La música interior
165
La música interior
166
La música interior
167
La música interior
168
La música interior
169
La música interior
170
La música interior
Allegro
6.1
171
La música interior
6.3
172
La música interior
Culmina
en lo que pudiera decirse un gesto de liberación
el primer tema
al famoso dibujo
y a la vez de plenitud, comparable
de Leonardo da
Vinci
de un hombre desnudo, de pie y con los brazos en cruz, que nos
sugiere al ser humano en plenitud:
173
La música interior
Es como si Beethoven, a través de este primer tema, nos dijera: «Lucha-
mi furia en la conquista de los hasta
1
ré, avanzaré, pondré obstáculos
plenamente como
un ser libre».
poder erguirme
Allegro con brio
6.6
cresc
.
174
La música interior
175
2 La música interior
Escuchemos una vez más este pasaje, que pudiéramos comparar con
lo que en los mitos es el típico encuentro del héroe con el dragón, en el
que a cada embate queda el héroe más maltrecho; tengamos presente
que la figura melódica que se va desmembrando es el motivo de las seis
notas que escuchamos durante la exposición en el corno, y que hemos
descrito como
2
expresión de la plenitud que alcanza el héroe después de
haber logrado erguirse ante el desafío del fatídico llamado del destino:
6.9
176
La música interior
178
La música interior
Constituye este un episodio lírico que nos sugiere que el héroe vencedor
no solo llevará ahora un penacho simbólico de su victoria, sino que en
este héroe renacido hubiese una voluntad de cantar. Y hay también en
tan breve pasaje la sugerencia de una mayor reflexividad, una actitud
más amorosa y también algo elegiaco, como si el héroe no fuese insensi-
ble al costo de su victoria.
Pero no termina la forma sonata con la reexposición, sino con lo
que se llama la coda: una cola o agregado final, que en la Quinta Sinfo-
nía de Beethoven es de inusitada extensión, comparable a la del desarro-
1
llo mismo, y que pudiera equipararse a un segundo desarrollo.
6.16
1
codas de los movimientos en forma sonata algo así como la
Sugieren las
apertura
o,
dimensión
de una nueva después del cierre del ciclo espiral;
en otras
palabras,
la continuación
del movimiento
espiral
hacia
un
espa-
desconocido
cio
—como
suele
ser
el
caso enel curso
de la
vida
misma,
siempre abierta a una futura.
evolución
Lo escuchado
nos da la idea
de un más allá por la inversión de la
descendente
tercera que ha
hasta ahora
dominado
el movimiento.
6.17
179
La música interior
6.19
Significativamente, además, termina el movimiento con una reiteración
de su tutti inicial que ya no percibimos
como amenazante, ya que a tal
Pasemos ahora a un examen del primer movimiento de la Tercera Sin-
comenzar, tanto desde el punto de
fonía, por la que hubiera sido lógico
vista cronológico como porque su nombre
mismo la señala como la ilus-
tración más pertinente del tema de este capítulo. No lo he hecho así
porque la sinfonía Eroica, con que se inicia un nuevo periodo no solo en
180
La música interior
6.22
181
La música interior
182
La música interior 1
cresc
.
cresc
.
Aunque espero que sirvan estos
comentarios sobre el comienzo
de la
Eroica como contexto a nuestro presente tema de la muerte y renaci-
miento
del héroe,
no procederé ahora a un análisis completo
de la
exposición de la Tercera Sinfonía, sino que paso ya al desarrollo, y
más específicamente a ese momento en el desarrollo que se pudiera
entender como una analogía del mítico encuentro del héroe con el
dragón.
Ocurre este momento en el desarrollo de la Eroica después de una
fuga, cuya coherencia —como es habitual en las fugas que Beethoven
inserta en sus sinfonías— nos lleva a sentir que la experiencia del com-
positor ha llegado a un alto grado de integración, y es tal estado de feliz
coherencia que implícitamente lo percibimos como uno de sintonía con
un orden cósmico, que viene a interrumpir un desorden y estridencia de
proporciones también cósmicas, ante las cuales ya perdemos el sentido
de melodía y ritmo.
Me parece que nada tan agresivamente contrario a los usos rítmicos
y armónicos de la música hubiese sido compuesto antes de este pasaje de
Beethoven, y tal vez ni siquiera después de él hasta Stravinsky. He aquí
el pasaje en cuestión:
183
La música
interior
6.26
7. En música, hemiola es la ratio métrica 3:2. Consta de dos compases de tres tiempos (como
el compás de 3/4, por ejemplo) ejecutados como si fuesen tres compases de dos tiempos (como el de
2/4). Al ejecutarlos alternadamente da como resultado el patrón rítmico de 1-2-3, 1-2-3, 1-2, 1-2,
1-2, etc. Otra manera de analizarlo es como la alternancia entre un compás de 6/8 (1-2-3, 1-2-3) y
un compás de 3/4 (1- 2, 1-2, 1-2). En ritmo, hemiola hace referencia a tres pulsos de igual valor en
el tiempo normalmente ocupado por dos pulsos. (http://es.wikipedia.org/wiki/Hemiola).
184
2
La música interior
6.27
decresc.
Finalmente, cesa el asalto del
caos, y las notas
reiteradas de las cuerdas
nos sugieren que el héroe ha sobrevivido,
y sentimos que su sola supervi-
vencia
al embate de un poder tan avasallador
nos ha revelado la medida
de su propia fuerza.
ahora el comentario
Dejo
del primer movimiento de la Eroica para
abordar el tema más amplio de la estructura
sinfónica. Diríamos que el
primer movimiento de la Eroica es comparable al otoño entre las cuatro
estaciones: una época en la que algunas especies fructifican y se cosecha
el fruto; una época de madurez en que también se percibe el comienzo
de una declinación.
Aunque sentimos el verano como un máximo, en cierto sentido el
otoño es aún más que el verano a la vez que es el comienzo de una caída.
Pues a pesar de que caen las hojas de los árboles, caen en una sinfonía de
colores de singular belleza, y a pesar de que se acerca el invierno, senti-
mos también un máximo de la maduración. Se nos ofrece por ello el
otoño como una metáfora natural de esa fase de la vida interior en que el
héroe, aunque glorioso por su encuentro con la luz, intuye el comienzo
de su viaje por la noche.
El movimiento siguiente de la Eroica —como de costumbre, un
adagio— fue llamado por Beethoven «Marcha fúnebre por la muerte de
un héroe», y diríamos que se corresponde con el Invierno. Y así como el
primero es eco de la experiencia iluminativa en el camino interior, el
185
La música interior
«j
ˆ««
sotto voce
««j
ˆ«
cuerdas pizz. sempre e legato
186
La música interior
1. 2.
dim.
dim.
187
La música interior
staccato sempre
188
La música interior
sempre
violines
bassi e viola sempre
sempre
violines y maderas
violas y clarineta
2o violin
189
La música interior
191
7
Podría haber titulado este capítulo como «La experiencia de morir antes
de morir en Schubert», si no fuese porque tal experiencia de «morir an-
tes de morir» pudiera parecer un juego de palabras. Pero estas palabras
las pronunció Mahoma, sin ningún ánimo de jugar con el lenguaje, y
también el místico cristiano Angelus Silesius, quien afirmó que «aquel
que no muere antes de morir, después de morir se pudre»; es decir, que
vivir la muerte antes de la muerte física es una manera de acceder a la
trascendencia. Y en todas las tradiciones místicas se encuentra uno con
el concepto de una gran luz que llega con una muerte interior, ya sea
que hable de «morir en Dios», como en el cristianismo, nirvana, «ani-
quilación» en el budismo, o faná en la tradición sufí, que también se
traduce como «aniquilación».
Cuando la mente ordinaria desaparece, se abre la conciencia a una
nueva dimensión, y no es una novedad decir esto en el contexto del
misticismo o el chamanismo. Cuando los antropólogos estudiaron a
los chamanes, que pudieran decirse los inventores de la música —pues
todas las culturas arcaicas estuvieron muy vinculadas con la música a
través de los ritos, algunos de curación, otros religiosos—, encontra-
ron que en el seno de toda cultura chamánica es muy común aquello
que en otras religiones se presenta como realidad mítica. Se habla de
Cristo que muere y renace, por ejemplo, o de Osiris que hace un viaje
193
La música interior
1. Joseph John Campbell (26 de marzo, 1904 – 30 de octubre, 1987) fue un mitólogo, escri-
tor y profesor estadounidense, mejor conocido por su trabajo sobre mitología y religión comparada.
Su obra es vasta, abarcando muchos aspectos de la experiencia humana. Una de sus principales
obras, The Hero with a Thousand Faces (El héroe de las mil caras) trata del mito en varias culturas.
(http://es.wikipedia.org/wiki/Joseph_Campbell).
2. Roald Engelbregt Gravning Amundsen (Borge (Østfold), Noruega, 16 de julio de 1872 –
Mar de Barents, 18 de junio de 1928). Fue un explorador noruego de las regiones polares. Dirigió la
expedición a la Antártida que por primera vez alcanzó el Polo Sur. También fue el primero en surcar
el Paso del Noroeste, que unía el Atlántico con el Pacífico, y formó parte de la primera expedición
aérea que sobrevoló el Polo Norte. (http://es.wikipedia.org/wiki/Roald_Amundsen).
194
La música interior
195
La música interior
7.1
7.2
196
La música interior
Nos parece que Schubert luego respondiera a ellas con una afirmación
simétrica:
7.3
una frasemás
Como en la Quinta Sinfonía de Beethoven, escuchamos
bien agresiva, precisa, implacable. Parte la frase desde arriba, y más pre-
cisamente del quinto grado de la escala, llamada la dominante, que es la
más distante de la nota fundamental en cuanto a tensión sonora, o sea,
la que nos hace sentir tensión máxima respecto a la tonalidad del cuarte-
seguida por ese ritmo de tres notas breves y una
to. Esa nota superior
larga
su «llamada del destino»,
7.5
Allegro con brio q = 108
197
La música interior
con esta realidad
de encontrarse
Después tan
dura, ¿qué nos dice Schu-
bert?
1
Allegro
escuchamos una pregunta, como la de quien no da completo
Ante todo,
a lo que viene de saber, o busca saber más. Y parece
también im-
crédito
plorar, o tal vez
llorar.
Y se prolonga su actitud en las frases siguientes,
como uno que afligidamente quiere saber cuándo y cómo:
7.8
trági-
hace frente a su circunstancia
Por fin, dándose ya por enterado, le
ca, comenzando a «digerirla», o, podríamos decir, preparándose ante lo
inevitable.
198
La música interior
7.9
cresc
.
.
cresc
7.10
Allegro molto moderato
vl I y II
2
vla y cello
¿cómo?»),
luego las preguntas («¿de veras?,
¿cuándo?,
7.11
199
La música interior
vla y cello
200
La música interior
201
1
La música interior
Allegro moderato
7.13
7.14
Pareciera
que lo que escuchamos de quien se pregun-
es el estado mental
si es en verdad tan terrible como le parece su situación:
ta ¿es mortal? Y
no tiembla, sino que vacila,
solo
en un estado ambivalente, encaminán-
dose en una dirección y luego en la opuesta.
202
La música interior
7.15
7.16
203
La música interior
sigue el diálogo entre el
Luego individuo y la voz oracular de lo que po-
concebir como un Yo
dríamos superior. Y sentimos que este le exige
al joven tímido y dulce que aún no conoce lo
terrible, como si le
coraje
«¡Hazte hombre!»
dijera:
7.18
cresc
204
.
música interior
La
cresc
.
frentarse a la muerte
a
la vista de la serenidad de
su
cósmica.
perspectiva
7.19
cres
c.
7.20
206
La música interior
3
207
La música interior
4
Amenaza y desarrollo
7.21
cresc
.
208
5
La música interior
sf
f
decresc
.
Escribió Schubert
dos movimientos:
el allegro
y el adagio.
Escuchemos
1
ahora el principio del segundo:
Andante con moto
7.22
209
La música interior
7.23
Andante con moto
210
La música interior
211
La música interior
7.24
vor den
Am Brun - nen
cresc
.
man - chen sus - - - sen Traum Ich schnitt in sei - ne Rin - - den so man - ches lie - be
Wort;
212
La música interior
De su corteza me llegaban
muchas dulces palabras
alegre o triste que estuviera
continuamente me llegaban
213
La música interior
2
Die kal - ten Win - de blie - sen mir
grad ins An - ge- sicht der Hut flog mir vom
cresc
.
wen
Kop - fe ich - de - t
decresc
.
decresc
.
214
La música interior
215
La música interior
4
Dru - sen hin - tern Dor- fe steht ein Lei - er- mann, und mit star - ren Fin - gern
dreht er, was er kann. Bar-fuss auf dem Ei - se wankt er hin und her,
und sein klei-ner Tel- ler bleibt ihm im - mer leer,
und sein klei -ner Tel -ler bleibt ihm im -mer leer.
216
La música interior
Pienso que la última fase (unitiva) del camino interior, que se asocia a la
experiencia de la completud, se corresponde con lo que Stanislav Grof,5
psicólogo checo conocido por su investigación de las experiencias indu-
cidas por el ácido lisérgico, llamaba la «fase volcánica» en la secuencia de
las «matrices perinatales».
Explica Grof que las cuatro fases en el curso del nacimiento biológi-
co se corresponden con cuatro estados interiores característicos que se
observan en el curso de tales experiencias, de modo que asocia lo que
llama la primera «matriz perinatal» al recuerdo de la vida intrauterina
antes del comienzo de las contracciones de parto, durante la cual todo
va bien en la paz del vientre materno y la persona se siente como en el
paraíso.
Luego viene el momento de las contracciones uterinas, en que aún
no comienza la dilatación del cuello del útero, y el feto se siente sin espa-
cio, sofocado, sin posibilidad de movimiento, y es para él como un in-
fierno; habla Grof de una segunda matriz perinatal en referencia a
estados interiores en el adulto que semejan a esa condición por la que
todos atravesamos antes de nacer.
Cuando empieza el camino a través del canal del parto, sin embar-
go, a pesar de que haya presión, el feto avanza, y diría que la tercera
matriz perinatal, en la que sufrimos pero sentimos la esperanza de pro-
gresar, corresponde con lo que el cristianismo ha concebido como un
purgatorio.
Grof describe la última etapa del nacimiento biológico como la más
espectacular, y como aquella en que la madre pierde sangre y se pueden
romper tejidos; pero la situación es tal que hay algo superior al dolor;
como en el caso de un volcán que explota. Vivencialmente, esta cuarta
matriz perinatal es una en que se vive un éxtasis explosivo, que puede
acompañarse de visiones de contenido titánico.
217
La música interior
7.27
Allegro Vivace
cres
c.
218
La música interior
7.31 Allegro ma non troppo
veamos cómo responde
Ahora
Schubert a esta especie de «llamada del
destino».
7.32
.
vla
dim
.
cello II y II
cresc
.
cresc
.
cresc.
decresc
.
decresc
.
221
La música interior
decresc
.
decresc
.
Segundo
movimiento,
porción
idílica.
también el momento
Pero no es todo
aceptación
y paz en este
segundo
movimiento.
Llega
de la desesperación,
y ello
nos dice
que
coexisten
en Schubert el que ha llegado a la serenidad y la dulzura, y aquel que
aún
no ha superado su personalidad humana.
222
La música interior
1
7.35
vl.I
cello I
vl.II
viola
cello II
cresc.
cresc.
cresc
.
cresc.
cresc.
cresc.
223
La música interior
1
7.36
vl Iy II
vla
cell I y II
cresc.
cresc
.
cresc.
224
La música interior
1
7.37
Scherzo
presto
vl I, cello I
vla, vlII
cello II
Este fragmento
hace pensar
me
en lo que escribe
Dostoievski
cuando,
en El idiota,
describe experiencia
una
personal
de cuando estaban
por
fusilarlo,
en Siberia, y vio a lo lejos la luz del sol reflejada en una cúpula
dorada.
Es tal la intensidad
belleza
y la de la
vida, que se
pregunta:
«Si
ahora siguiera viviendo, ¿cómo sería posible vivir con esta intensidad?»
Y llega el indulto, el perdón del zar. Y se entera de que todo estaba pre-
parado, que era para darle una lección, para provocarle el pánico y casti-
garlo a través de esta amenaza. La escena de su novela hace alusión a esta
experiencia, que tuvo una influencia definitiva en su vida. Es como si
con esta intensidad en el sentido de la vida ordinaria hubiese superado el
encuentro con su mortalidad.
225
La música interior
1
7.38 T rio.
Andante sostenuto
vl I
vla
cello II
decresc
.
.
decresc
decresc
.
226
La música interior
ffz
cresc.
cresc. ffz
cresc.
ffz
227
La música interior
vl I
vl II
vla
cell I y II
228
8
Johannes Brahms vivió a fines del siglo XIX, y se dio a conocer algo des-
pués de Robert Schumann, que a su vez fue algo así como el sucesor de
Beethoven por su prestigio dentro de Alemania.
Schubert fue contemporáneo de Beethoven, de modo que vivieron
en Viena al mismo tiempo el coloso que fue Beethoven, quien transfor-
mó la música en algo diferente de lo que había sido hasta entonces, y el
genio de Schubert, quien admiró profundamente a Beethoven pero, al
parecer, fue demasiado tímido como para presentarse ante él.
Se dice a veces que con el periodo heroico de la música de Beetho-
ven comienza el Romanticismo en la música, y con el Romanticismo
comienza la música a servir de vehículo a la expresión personal de los
compositores. Pero más importante aún que el comienzo de la música
como autoexpresión es el hecho de que ya no fuese un eco de la «músi-
ca de las esferas», como se decía en la Edad Media (en referencia a la
idea de que era esta una expresión sonora de leyes universales), sino
más bien un eco de la vida humana, con sus pasiones e incluso con el
reflejo de su ser biológico. Sentimos como si Bach hablara del cosmos,
y que en su música se reflejasen las órbitas circulares de los cuerpos ce-
lestes. Pero cuando se abre Beethoven a una inspiración nueva, ya su
música no es solamente expresión de leyes universales, sino que más
específicamente de la experiencia humana.
229
La música interior
6. Hans Guido Freiherr von Büllow (Dresden, 8 de enero de 1830 – El Cairo, 12 de febrero
de 1894) fue un maestro, pianista y compositor alemán del periodo romántico. Fue director artísti-
co y maestro titular de la Filarmónica de Berlín en el periodo de 1887 a 1892. Su actuación fue
crucial para el éxito de algunos de los mayores compositores de su tiempo, como Richard Wagner.
Entre 1851 y 1853 estudió piano bajo la orientación de Liszt en Weimar.
(http://pt.wikipedia.org/wiki/Hans_von_Bulow).
7. El compositor barroco Johann Sebastian Bach escribió las iniciales «SDG» al inicio y al fi-
nal de sus composiciones religiosas, y también lo hizo en otras, pero no en todas, composiciones se-
culares. Esta dedicatoria fue utilizada también por un contemporáneo de Bach, George Friedrich
Händel, por ejemplo, en su Te Deum. En el siglo XVI, el místico y poeta español San Juan de la
Cruz utilizó una frase similar «Soli Deo honor et gloria» en sus Precautiones y Consejos.
230
La música interior
decirse que Dios tiene «mil caras», o por lo menos tantas caras como
individuos. Y así, cuando en su frase más bien humorística habla von
Büllow de Beethoven como el Hijo, resulta perfectamente adecuada tal
afirmación como alusión al ser humano; o, más exactamente, al ser hu-
mano como expresión de lo divino: lo humano cuando el individuo,
habiéndose encontrado a sí mismo, realiza su potencialidad divina.
En cierto modo, ya Mozart había sido un «niño divino», en cuya
música el amor no es tanto devocional, como en Bach, sino humano, y
más específicamente se expresa ternura (como es el amor del niño, y es-
pecialmente el amor entre el niño y la madre). Por ello, aunque Mozart
haya compuesto misas y otras obras de música devocional, fue sobre
todo en la ópera que se reflejó su genio característico y en el que se ex-
presó su personalidad —la ópera es ante todo la expresión dramática de
las relaciones humanas. Pero si Mozart es para nosotros un «niño divi-
no», Beethoven es un adolescente o un adulto: un hijo que ya no es un
niño, y para quien Dios no es aquel al que se rinde culto de rodillas en
las iglesias. Recordemos que, acertadamente, el guionista del filme Co-
piando a Beethoven8 le atribuye las palabras «Dios y yo trabajamos es-
palda contra espalda» —afirmación que parecería arrogante, pero que se
puede comprender como la expresión de un estado espiritual particular,
poco conocido en la cultura cristiana, de uno en quien la relación con lo
divino no es la del hijo obediente con el padre.
En la mística oriental se concibe la escala de la devoción como una
en que la persona empieza por amar a Dios como un niño al padre;
luego progresa a una mayor intimidad, en que se siente ante Dios como
ante su madre, y posteriormente a un amor como el de los amantes. De
manera semejante, en la relación con los maestros espirituales se recono-
cen diversas formas del amor que se suceden a través de las etapas de la
maduración espiritual, hasta que desaparece el desnivel entre la concien-
cia del discípulo y la del maestro, y se dice que ya la relación del uno con
231
La música interior
232
La música interior
9. Las obras literarias de Wagner sobre la raza y su antisemitismo reflejan algunas tendencias
del pensamiento en Alemania durante el siglo XIX. En 1850 publicó en la revista Neue Zeitschrift für
Musik bajo el seudónimo K. Freigedank (K. Librepensamiento) su ensayo «El judaísmo en la músi-
ca» (Das Judentum in der Musik). En él, atacaba a sus coetáneos (y rivales) judíos Felix Mendelssohn
y Giacomo Meyerbeer, deploraba lo que consideraba «la judaización del arte moderno», además de
acusar a los judíos de ser un elemento dañino y extraño en la cultura alemana.
233
La música interior
años yo mismo (ya que he superado a los ochenta y fui músico desde
muy joven) he podido ser testigo del descubrimiento progresivo de la
grandeza de Brahms.
Aunque diría que fui descubriendo a Brahms a través de mi expe-
riencia de la música como joven pianista, tal descubrimiento fue refor-
zado fuertemente por una influencia extramusical: la de Tótila Albert. Y
así como influyó Tótila Albert en mi comprensión personal de Brahms,
pienso que está a mi alcance el traspasar a otros algo de la dimensión
interior y sutil de Brahms que llegué a apreciar a través de un conjunto
de obras de Tótila Albert al que se refería como su Dictado Musical.
Como ya he repetido de diversas maneras, hablar del mundo viven-
cial de un músico es algo que no ha sido muy apreciado en los círculos
musicales académicos, ya que entre los profesionales de la música conti-
núa vivo el prejuicio de que la música es simplemente música y no se
debe intentar interpretarla o traducir su presunto contenido a palabras.
Por ello reiteraré mi convicción de que, sabiéndolo o no, los músicos
son más que músicos. Diría que ya al llamar «música» a la música, la es-
tamos en cierto modo empequeñeciendo, pues con ello la transforma-
mos en un objeto estético, y lo estético es algo de menos alcance que lo
que la música suele ser para nosotros.
Así como la música surgió con el chamanismo para llevar la con-
ciencia humana a una mayor elevación o una mayor profundidad, pasó
con el tiempo a convertirse en un bien cultural, y sigue sirviendo en
nuestra sociedad consumista principalmente para que «nos guste».
Beethoven deploró tal superficialidad, y pienso que cuando los vieneses
llegaron a reconocer en Brahms una prolongación del espíritu beethove-
niano, sintieron implícitamente que estaban ante una música de la
misma naturaleza misteriosa y profunda que la de su hasta ahora incom-
parable predecesor.
Al constituir la música un vehículo potencial para la comunica-
ción de la conciencia, sea esta una conciencia trivial (como es habi-
tualmente el caso en la que acompaña a los dibujos animados) o una
conciencia profunda (como es el caso de la gran música), pienso que
234
La música interior
los grandes músicos han sido precisamente aquellos que nos trasmiten
una conciencia profunda, y es por ello que han constituido, lo sepa-
mos o no, una influencia espiritual sobre el mundo. En el curso de los
últimos siglos, especialmente, los músicos han venido produciendo un
alimento que nos llega por el oído y nos nutre sin que nos demos
cuenta muy bien de lo que nos sucede a través de ello, y es que nos
trasmiten sus obras la vivencia de formas elevadas del amor que van
aparejadas a la vida espiritual. Así sucede sin que por ello se piense en
relacionarla con el ámbito de la religión, y sin que siquiera nos demos
cuenta de la existencia de un lenguaje musical que nos trasmite tales
emociones superiores, que nos llegan directamente al inconsciente.
Como he planteado, Beethoven y Schubert vivieron un desarrollo
de la conciencia comparable al que se expresa en el simbolismo verbal
a través el mito del héroe, y que aunque los místicos hablan de tales
cosas, las palabras nunca pueden transmitir tan efectivamente como la
música y más ampliamente el arte la evolución de la conciencia. Al
hablar en este capítulo del «mundo vivencial de Brahms a la luz de la
obra de Tótila Albert», propondré que también Brahms fue uno que
vivió esa transformación interior que lleva a un ser humano ordinario
a las regiones celestiales de la experiencia mística, y que por ello pu-
do convertirse en una fuente de alimento espiritual para quienes lo
escuchamos.
Ya he dicho que Brahms fue considerado un retrógrado durante
muchos años; pero, en compensación providencial, hubo alguien que ya
durante su juventud se percató perfectamente bien de quién era, y este
fue nada menos que Schumann —quien era para muchos la mayor au-
toridad musical de su tiempo, aparte de los entusiastas de Wagner y
Liszt. Fue Schumann quien dio a conocer póstumamente al tímido
Schubert, que solo había llegado a dar un concierto hacia el final de su
vida (sin que llegara a ser, por lo demás, un buen pianista) y que no llegó
a ser conocido más que por sus canciones, que eran para los vieneses
algo así como un arte popular. Después de la muy prematura muerte de
Schubert a los 31 años de edad, fue Schumann quien se interesó en
235
La música interior
10. Junto a amigos e intelectuales de la época, fundó, en 1834, el Neue Zeitschrift für Musik
(Nueva revista para la música), un periódico dedicado a la música. En los diez años en que estuvo al
frente de este, tuvo una rica producción artística. (http://pt.wikipedia.org/wiki/Schumann)
236
La música interior
237
La música interior
11. Brahms inició la composición en 1854, pero se quedó insatisfecho con el potencial sinfóni-
co de los esbozos, utilizándolos en el Primer Concierto para Piano y en el Réquiem alemán. Com-
pletó su Primera Sinfonía en el verano de 1874 y tomó dos años más de labor en revisiones antes de
firmar y datar la partitura de su Primera Sinfonía en septiembre de 1876.
(http://www.kennedycenter.org/calendar/?fuseaction=composition&composition_id=2650).
238
La música interior
239
La música interior
12. Friedrich Salomon Perls (8 de julio de 1893, Berlín, Alemania – 14 de marzo de 1970,
Chicago, Estados Unidos), conocido como Fritz Perls, médico neuropsiquiatra y psicoanalista, fue
el creador de la terapia gestalt. Tras huir de la Alemania nazi en 1933, Perls se estableció en Johan-
nesburgo, Sudáfrica, y desarrolló una forma de terapia que definía como «psicoanálisis revisado» y
que, más adelante, con su traslado a los EE.UU, definiría como terapia gestalt. Hacia finales del de-
cenio de 1950 y comienzos del decenio de 1960, Fritz Perls se traslada a California y en 1964 proce-
de a asociarse al Instituto Esalen de California. (http://es.wikipedia.org/wiki/Fritz_Perls)
13. Carlos Castaneda (segun la revista Time, nacido en Cajamarca, 25 de diciembre de 1925-
Los Angeles, 27 de abril) fue un escritor y antropólogo formado por la Universidad de California en
Los Angeles (UCLA); se dio a conocer con la publicación, en 1968, de su tesis doctoral titulada Las
enseñanzas de Don Juan. Una vía yaqui de conocimiento.
(http://pt.wikipedia.org/wiki/Carlos_Castaneda)
240
La música interior
241
La música interior
242
La música interior
243
La música interior
apesadumbrada: «Yo creo que el mundo está tan loco que si sigue así
corre el riesgo de autodestruirse».
Estábamos aún en la década de los cincuenta, y si alguien ya había
expresado esta preocupación (que desde los años ochenta en adelante se
ha hecho tan presente) no tenía yo noticias de ello; pero no tan solo por
el contenido inusitado de las palabras de Tótila, sino por algo en su acti-
tud, sentí fuertemente que estaba ante alguien que sabía lo que decía; o,
mejor dicho, simplemente sabía: era un sabio, cuyo saber no provenía
de simples razonamientos o cosas escuchadas, sino de una fuente más
profunda. Y en virtud de esta percepción que tal vez no habría podido
explicar tan explícitamente entonces como ahora, empecé, en cierto
modo, a seguirlo. O, como decía entonces, a «ordeñarlo»; pues me pare-
cía que con mis preguntas quería extraerle ese saber que pertenecía a una
conciencia diferente a la que compartimos el resto de los mortales, hecha
de simples impresiones sensoriales, razonamientos y opiniones ajenas, y
que solo de un modo imperfecto se podía explicar con la razón, de ma-
nera semejante a como un cuerpo tridimensional solo puede ser descrito
parcialmente a partir de su proyección sobre un plano o a través de un
determinado ángulo de visión.
Durante mi tiempo en el colegio estuvo de moda un juego en que
combatíamos lanzando proyectiles imaginarios sobre ciertos puntos de-
finidos por coordenadas matemáticas, intentando hundir barcos igual-
mente imaginarios e invisibles para nosotros en el mapa de nuestros
contrincantes. De manera semejante sentía yo que con las respuestas de
Tótila a mis preguntas iba formándome una imagen de lo que él podía
ver claramente pero escapaba a mi posibilidad de percepción simultá-
nea, e intentaba así concebir cómo comprendía las cosas uno que puede
percibir directamente ciertas cosas que ordinariamente no se perciben a
través del simple razonamiento.
Cuando leí El banquete de Platón me encontré con algo parecido a lo
que sentía cuando Apolodoro explica cómo seguía a Sócrates y aprendía
de todo lo que hacía y decía, aunque se tratase de algo tan simple como la
manera de amarrarse las sandalias. Diría yo que se fue transformando
244
La música interior
Tótila para mí en un modelo implícito; solo que no fue él uno que busca-
se discípulos, ni le habría gustado que yo me refiriese a él como un maes-
tro. Además, fui el único discípulo que tuvo.
En su tierra fue Tótila un profeta ignorado, y habría pasado a la his-
toria como un escultor más si no hubiera sido por nuestra amistad y
porque, en vista de mi afán de comprender su visión de las cosas, llegó a
delegar en mí no solo sus manuscritos sino su misión. Ello ocurrió algu-
nos días antes de su muerte, durante la última vez que lo vi en su casa;
pues muy pronto, después de aquel encuentro, un infarto mesentérico
determinó su hospitalización y el fin de su vida.
Llegada a su fin mi visita, me había acompañado amablemente hasta
la puerta, como solía hacer en esta época en que por su hemiplejia ya no
podía encaminarse hacia mi casa, y se despidió de mí con las palabras
«Hasta luego, Tótila», en un tono de voz que más hubiera podido co-
rresponder a un «nos vemos la próxima semana» que a un «esta será la
última vez que me verás apoyado sobre mis pies».
Me dejó desconcertado que me hubiese llamado por su nombre, y
en vista de su apoplejía de unos años atrás, me pregunté si acaso por su
condición neurológica se habría confundido; percibiendo entonces mi
perplejidad, aclaró mi duda: «No: ahora tú serás Tótila, y yo me voy».
Le dije entonces que me gustaría poder ser su continuador, pero que
él era uno que había muerto y renacido, en tanto que yo apenas llegaba a
comprender esa y otras experiencias suyas que no había conocido de pri-
mera mano. «Tú eres uno que se siente portador de un mensaje, al que te
refieres como el mensaje de los tres; en tanto que yo, que a través de los
años he tratado de comprenderte, sigo sin llegar a la experiencia de mi
trinidad interior». ¿Cómo, entonces, podía ser merecedor de su nombre?
Me dijo entonces: «¡Ya te llegará todo eso! Lo más importante es no
empujar: todo te vendrá solo». Y como yo no parecía satisfecho con lo
que me decía, agregó: «Solo te falta una cosa, y esa, desgraciadamente,
no necesita ser buscada: el sufrimiento».
Pero como seguía poco convencido y sin palabras, agregó: «Te va a
llegar a los trenta y siete años».
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La música interior
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La música interior
247
La música interior
14. Johann Jakob Bachofen (1815-1887) fue un jurista y antropólogo suizo. Bachofen se tornó
un importante precursor de las teorías del siglo XX sobre matriarcado, tal como la teoría de la Anti-
gua Cultura Europea postulada por Marija Gimbutas en los años cincuenta y el campo de la teología
feminista y de los Estudios sobre el Matriarcado. (http://pt.wikipedia.org/wiki/J._J._Bachofen)
15. Georges Ivanovich Gurdjieff (Imperio Ruso, 1866 -Neuilly-sur-Seine, 1949) fue un místi-
co y maestro espiritual armenio. Enseñó la filosofia del autoconocimiento profundo, a través del
recuerdo de sí, transmitiendo a sus alumnos, primero en San Petersburgo, después en París, lo que
aprendiera en sus viajes por Rusia, Afganistán y otros países. Gurdjieff fue quien introdujo el cono-
cimiento del eneagrama en Occidente. (http://es.wikipedia.org/wiki/Gurdjieff).
248
La música interior
249
La música interior
maderas
espr. e legato
y cornos
legato
timbales,
cello y contrafagot
pesante
los primeros acordes,
Desde
sentimos que hemos entrado
en una obra
monumental,
cuyo contenido o aquello, sino
no es esto el mismo Todo
250
La música interior
—el Cosmos. Sentimos una masa sonora que pulsa, y la melodía indica
un movimiento expansivo.
Oigamos este fragmento inicial una vez más:
8.2
Johannes Brahms: Sinfonía nº 1 en Do menor, Op. 68, primer
movimiento.
Son las palabras «salir de mí» las que acompañan ese gesto explosivo
en la música que tal vez ya esperábamos después de la trabajosa expan-
sión que hemos venido acompañando al son de los golpes regulares del
timbal, y que probablemente nos han sugerido implícitamente el fuerte
latido del corazón durante un parto.
Pero si la música nos sugiere fuertemente un parto, también evoca en
nosotros algo de proporciones cósmicas, y la conjunción de ambas cosas
evoca una especie de parto universal, una cosmogénesis o Big Bang.
Todas las culturas han tenido sus mitos de la creación. Pero ¿por
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La música interior
252
La música interior
8.5
Adagio
violines
maderas
violas, cellos y bassos
Johannes Brahms: Sinfonía nº. 1 en Do menor, Op. 68, cuarto movimiento. C. 1-3
violines y violas
253 dim.
maderas y cornos
(cls y cors)
(fls)
(fgts)
La música
Adagio
interior
lo que sigue como parte del proceso del duelo, que
Podemos interpretar
al comienzo
es un estado de desolación. Escuchamos en primer lugar en
esta música la vivencia
cuerdas de la muerte que se asocia a las tumbas y a lo té-
a la depresión,
trico, la oscuridad, el empobrecimiento y el sobresalto
—como en el encuentro con lo fantasmal.
8.6
violines
pizz
stringendo poco - - - - a poco cresc. tempo
viola y cello
(viola)
pizz tempo1
contrabasso stringendo poco - - - - a poco cresc. (cello)
pizz
- - - - a poco cresc. tempo
stringendo poco
nº. 1 en Do menor, Op. 68, cuarto movimiento. C. 6-12
Johannes Brahms: Sinfonía
Hay también la añoranza de lo que se ha perdido:
cuerdas
8.7
maderas y cornos
(fls)
(cls y cors)
(fgts)
violines y violas
dim.
cellos y bassos
dim.
Johannes Brahms: Sinfonía nº. 1 en Do menor, Op. 68, cuarto movimiento. C. 12-15
Pero
llega un momento
en que el sufrimiento y la desesperación desem-
bocan en la conexión con algo superior;
ción
como si en medio de la desola-
se abriera el Cielo.
254
maderas
violas, cellos y bassos
La música interior
8.8
a tempo
bassi y violas
contrabassos y contrafagot
cresc.
cresc. poco a poco
cresc. dim.
Johannes
Brahms: Sinfonía nº. 1 en Do menor, Op. 68, cuarto movimiento. C. 20-29
Y al seguir escuchando, nos parece como si una voz celestial le infundie-
esperanza
ra
al que está de duelo, y ello lo dejara en paz.
flautas 8.9
cornos
cuerdas
fagot
bassi
255
tbni
corno
cuerdas
bassi
La música
fagot
interior
1
tbni
corno
fagot
dim.
nº. 1 en Do menor,
Brahms: Op. 68, cuarto
movimiento. 30-46
Johannes Sinfonía
C.
Los trombones parecen comunicar la paz de los muertos, o una intui-
ción de
la eternidad:
Johannes Brahms: Sinfonía nº. 1 en Do menor, Op. 68, cuarto movimiento. C. 47-51
1
Esta paz, sin embargo, se encamina
hacia algo nuevo, que nos hace sen-
8.11
un estado interior está por
tir que desembocar en el canto:
poco f espr
cresc.
dim.
Johannes Brahms: Sinfonía nº. 1 en Do menor, Op. 68, cuarto movimiento. C. 51-60
256
La música interior
trombones y fagots
Y por fin escuchamos el canto anunciado, que es un canto a la plenitud,
la plenitud. Suelo
«el Canto
y desde
llamarlo
del Bodhisattva», en refe-
rencia a la concepción mahayánica de que aquel que termina su camino
dolce
se vuelve un salvador que se ocupa de ayudar a los que
aún trabajan
por
su
liberación.
Allegro non troppo, ma con brio 8.12
(cuerdas, fagots
ycornos)
poco f
Johannes Brahms: Sinfonía nº. 1 en Do menor, Op. 68, cuarto movimiento. C. 61-77
Estoy convencido
de que fue principalmente
esta melodía la que llevó a
que,
al estreno de esta sinfonía,
el público vienés reconociera
a Brahms
como el continuador de Beethoven. Y me parece que aunque haya cierta
semejanza entre esta y la del movimiento coral de la Novena de Beetho-
ven, la semejanza más significativa entre ambas sea vivencial: en ambos
casos nos parece escuchar, más que la voz del compositor, la voz de un
«nosotros» —o la voz, podríamos también decir, de uno que se ha vuel-
to un portavoz del «nosotros» por su profundo sentido de identificación
solidaria con la humanidad.
Después de terminar Tótila su trabajo con la Primera Sinfonía de
Brahms, procedió a «auscultar» la Segunda, y luego la Tercera y la Cuar-
ta; después trabajó en el Doble Concierto para Violín y Cello —una
obra de dimensiones sinfónicas que según su Dictado Musical represen-
ta aún otro salto de nivel de conciencia, expresado como un atravesar el
arcoíris. Y abordó también Tótila el Primer Concierto para Piano de
257
La música interior
258
1
La música interior
8.14
Allegro
8.16
espress.
259
La música interior
8.18
cresc.
crescendo ed agitato
(8va acima -----------------------)
260
La música
interior
dim.
La música interior
dim.
1.
2.
Johannes Brahms: Cuarteto de cuerdas nº 1 en Do menor, op. 51, nº 1,
tercer movimiento. Trío, c. 1-24
262
La música interior
8.22
Dictado Musical
Johannes Brahms: Cuarteto de cuerdas nº 1 en Do
menor, op. 51, nº 1, cuarto movimiento.
264
La música interior
265
La música interior
266
La música interior
267
La música interior
1
8.23 Intermezzo Op.117, No.1
Schlaf sanft mein kind, schlaf sanft uns schön!
Mich dauert´s sehr, dich weinen sehn.
268
2 La música interior
Piú Adagio
sempre ma
molto espressivo
269
3
La música interior
270
9
16. Parte del pequeño congreso «Diálogos sobre la música», que tuvo lugar en el Palacio de
Congresos de Vitoria el 28 y 29 de noviembre de 2009, con Fernando Palacios y Ramón Andrés,
por iniciativa de Patxi del Campo y bajo el auspicio de su escuela de musicoterapia.
271
La música interior
272
La música interior
17. Leonard B. Meyer (Enero 12, 1918 – Diciembre 30, 2007) fue un compositor, escritor y
filósofo. Contribuyó en sus trabajos en el campo de la estética y la teoría de la música.
(http://en.wikipedia.org/wiki/Leonard_B._Meyer)
273
La música interior
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La música interior
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La música interior
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La música interior
277
La música interior
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La música interior
279
La música interior
El vínculo original del niño con el padre es algo más sutil que el de
recibir la nutrición y ternura materna, y consiste más bien en un mirar
hacia quien su madre mira. Con ello, el padre se vuelve para el niño un
punto de referencia. Si la madre ama al padre, el niño también, a través
de una identificación con su madre. ¿Pero cómo? A través de una recep-
tividad que lo convierte en un ideal, un modelo o guía respecto a lo que
tiene valor.
Así como entre los pájaros el pollito sigue a la gallina, en nuestra
especie ocurre como si nuestro polluelo —el bebé— siguiese al padre al
tomarlo como modelo, y se constituye de esa manera el progenitor en
una figura de autoridad primigenia. Desgraciadamente, el padre se va a
tomar la autoridad, y con ello abusará de la misma, transformando su
influencia espontánea en un mando autoritario. Pero el origen de la
autoridad no está en los mandatos del padre, sino en el impulso a se-
guir del hijo; el impulso a modelarse de acuerdo a un ejemplo: una
imitación que se vuelve impulso a aprender. Cuando admiramos algo,
280
La música interior
281
La música interior
282
La música interior
ideal. Puede por cierto decirse también que hay música que no tiene
nada de sagrado, o que es decididamente profana. La música que escu-
chamos en los ascensores o en los aeropuertos no es muy sagrada y resul-
ta incluso difícil mantener un espíritu elevado en un ambiente de
muzak. Y existe hoy en día una industria de música envasada, que según
los expertos sirve para vender más, así como también se vende más con
buena iluminación. Pero, aun en tales casos, podemos decir que lo que
se ofrece es un derivado del amor, solo que ciertas personas prefieren los
derivados y sustitutos del amor al amor verdadero —tanto en la música
como en la vida.
Todas las neurosis son perversiones del amor, y aparte de la agre-
sión y el terror no existe en nuestro mundo emocional otra cosa que el
amor y sus perversiones. En todas las emociones, seguramente, encon-
tramos derivados del amor o de la sed de amor, y así como se busca a
veces el amor en el fetichismo o donde simplemente no está, el factor
curativo por excelencia es el que en vez de buscar el amor aprendamos a
generarlo.
Y nada como la música nos enseña a generar el amor apreciativo. Si
el objeto de la vida es llegar a algo más allá de la vida misma (pues la vida
no solo es vivir más, sino más que vivir) y no nos basta con movernos en
un plano horizontal, sino que también está en nuestra naturaleza un
crecimiento vertical, en busca de trascendencia, es de suma importancia
que recuperemos la sed de trascendencia que nuestra cultura ha olvida-
do y en su ignorancia invalida.
Ya no hay un lugar, ni en el vocabulario de la educación ni en el de
las burocracias, para referencias a lo divino, o siquiera para los eufemis-
mos de lo divino; pero el resultado es que se nos educa para vivir vidas
insignificantes. La gente ya ni siquiera busca el sentido de la vida, por-
que no llega a darse cuenta de su propia insignificancia. A veces, como
decía Kierkegaard, a lo que más aspira la gente es a experiencias estéti-
cas, como sustituto de lo significativo; como si uno, al no vivir una vida
con sentido, pudiera asomarse por algunos momentos a la vivencia del
sentido a través del cine o de la música.
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286
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9.1
ante todo, el acorde menor inicial en un registro bajo nos hace saber que
quien habla (o, más bien, canta) está triste; en seguida, el salto ascen-
como un volverse hacia el cielo en un gesto com-
la arquitectura de una iglesia gótica. Y aunque la
dente nos impresiona
parable al que sugiere
premisa implícita de la cultura musical contemporánea (de que la músi-
ca es solo música) basta para que percibamos este salto de un acorde al
otro como bello, es suficiente
con que hayamos planteado que la música
fue para Bach un acto devocional para que, a la luz de este diferente pa-
radigma, el mismo gesto musical se nos convierta en un equivalente a
hacia lo divino.
levantar la mirada interna
En otras palabras, me parece que basta con la premisa de que esta-
mos por escuchar algo de naturaleza devocional para que se nos haga
primeros acordes, su gesto
transparente, ya en
los
tres de elevación hacia
lo divino. Pero continuemos ahora con nuestra
escucha. Después
que percibimos como un acto de elevación, oímos
de los
tres acordes iniciales
ahora otros tres acordes cuya semejanza métrica nos lleva a percibir en
referencia comparativa a los primeros. Constituye esta segunda afirma-
ción musical lo que se llama una secuencia —es decir, una trasposición
variada— que comienza desde el punto de llegada de la frase anterior y
se remonta algo más arriba en el espacio sonoro. Escuchemos ahora la
sucesión del motivo inicial y esta primera variación suya:
9.2
287
La música interior
Más que el salto inicial hacia lo alto, este salto adicional que nos lleva un
poco más arriba aún nos hace sentir una voluntad de elevación, y dada
la correspondencia simbólica natural entre lo alto y lo superior, lo ideal
y lo divino, percibimos esta voluntad de elevación como una de profun-
dización en el contacto con lo divino. Esta primera frase de la Chaconne
concluye con un gesto de vuelta hacia sí, pero en la reiteración del mis-
mo pasaje en la frase musical siguiente no se conforma Bach con estos
dos saltos ascendentes sucesivos, y allí lo que sigue nos hace sentir que
estos han sido solo una preparación para ir más alto aún. Y más que
nunca, su enunciado musical se nos vuelve análogo a la forma de esas
agujas de la arquitectura gótica que tan obviamente simbolizan la aspi-
ración de los humanos a lo divino.
1
Escuchemos ahora la frase musical completa, de la cual hasta ahora
hemos escuchado los dos primeros fragmentos:
9.3
Si no lo hemos percibido anteriormente, se nos hace evidente al llegar a
este punto que el impulso a lo divino que ha venido animando la melo-
día desde su comienzo no es de ninguna manera el gesto de un mendigo
plañidero, pues nos trasmite gran dignidad.
No es un «¡ay, que sufro porque estoy lejos de ti, oh Dios!», sino la
voz de uno que ya se siente cercano a lo divino, y a pesar de su satisfac-
ción y gratitud sigue mirando hacia lo alto. Es decir, se trata de una rela-
ción con Dios por parte de quien, pese a su sufrimiento, se siente
básicamente bien y agradecido. Y es que, en la esfera de lo devocional,
caben muchos sabores; tal vez infinitos.
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290
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el enojo sigue a las injurias sin que nuestra voluntad pueda hacer más
que reprocharnos o aceptarlo.
Pero existe en nosotros la posibilidad de la compasión, que es una
gracia que escapa a nuestra existencia mecánica y condicionada. El amor
de Dios es ya Dios, y también la compasión es un don divino que nos
puede llevar más allá de nuestra mecanicidad. Cuando dice San Juan
que «Dios es amor», es a este tipo de amor que se refiere, y aunque poda-
mos sentirlo por momentos los humanos, es también algo de naturaleza
espiritual, que escapa a nuestro limitado «aparato» y a la operación pre-
decible de sus programas y circuitos. Al mismo tiempo, sin embargo, es
profundamente humano, puesto que, en realidad, mientras no tenemos
la capacidad de perdonar somos autómatas —es decir, un conjunto de
reflejos condicionados. El salto al perdón, entonces, es un salto que deja
atrás el pasado, y ya no juzga, y para remontarse a esta experiencia tan
preciosa y profunda, la música puede ser de considerable ayuda.
He preguntado muchas veces en mis conferencias o talleres: ¿cómo
se puede llegar a perdonar? y ¿cómo puede desarrollarse una actitud más
compasiva? Nadie menciona la música, que es un importantísimo estí-
mulo para ello. Y pienso que no circularía tanto la música en el mundo
si no fuera porque necesitamos su estímulo amoroso. Y es que la música
está entretejida de amor, y no solo hay en ella amor devocional, sino
también «amor humano» —que es empático, benévolo y compasivo.
Invito a mis lectores a escuchar ahora una de las arias de la Pasión
según San Mateo de Bach como estímulo para entrar en un estado de
compasión, y ya bastaría con solo escucharla para elevar momentánea-
mente nuestro nivel de compasión, pues está la música tan henchida de
este sentir que basta con que nos dejemos llenar por ella para que tal
estado emocional penetre en nosotros en cierta medida. Pero haremos
un ejercicio algo más complejo que el de la simple escucha; un ejercicio
que comprenderá una serie de etapas sucesivas que explicaré antes de
comenzar, para no interrumpir la audición con demasiadas explicacio-
nes escritas. Una vez que haya explicado estas etapas, bastará con que
escriba unas breves palabras entre un segmento y otro de la grabación,
291
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292
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J. S. Bach: La pasión según San Mateo, aria «Erbarme dich». Christa 9.5
Ludwig.
Parte 1
293
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294
1
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Andante
9.10
Soprano
Solo
Alto
Be - ne - di - ctus, qui
Tenor
Bajo
Piano
Solo
in
Be - ne - di -ctus, qui ve - nit in no- mi ne
- - Do mini,
ve - nit in no - mi -ne Do - mini!
- mi - ni Bene - di - ctus qui ve
no - mi - -ne Do - nit Bene
Bene
- di -ctus qui ve - nit
in no -mi-ne Do - mi - ni Be-ne - di -ctus, qui
Solo
Be--ne - di -ctus,
qui ve -nit,
Solo
Be- ne - di - ctus qui ve- nit in no -mi- ne Do - mi
295
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Más obvio, sin embargo, que el eros que se expresa en el placer del mo-
vimiento, del ritmo y de la intensidad, y que el eros de la actitud acari-
ciante de la gentileza, es el eros que se nos hace presente en la música de
los que llamamos «románticos».
Dijo Chopin en una carta que en su música escribía con semen, y
no nos es difícil entender que pusiese en su música la misma libido que
en su enamoramiento. Es frecuente en Chopin encontrar pasajes en que
sentimos que se acerca a un clímax de manera análoga a quien se acerca
con su deseo a un orgasmo.
Pero es tan obvia esa analogía, que me parece más interesante
296
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comentar algo menos evidente, cual es que tales pasajes que se encami-
nan a un clímax pueden ser interpretados también como parte de un
proceso de liberación por parte de uno que busca una salida de su depre-
sión neurótica.
En el siguiente pasaje de la Tercera Balada, por ejemplo, se avanza
con un sentimiento de búsqueda hacia la plenitud,
9.14
Frédéric Chopin: Balada para piano nº 3. Arthur Rubinstein.
297
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Después, abriendo los ojos, los invito a que se permitan encarnar más
la emoción de la música en el propio rostro. Si se vive plenamente esta
música que es como la recuperación del paraíso perdido, no es natural
que se permanezca sin sonreír, por lo que los invito a que se pongan
ante el propio reflejo como un amante extático, tal vez imaginándose
también como si se fuese del sexo opuesto (así como en la lectura de
ficción nos podemos identificar con personajes de cualquier sexo). In-
tensificaremos tanto el amor a la belleza como el deleite de la belleza
sonora, y por último intentaremos, como en el ejercicio anterior, irra-
diar nuestro goce de la belleza musical a través de la mirada, como para
infundirla en el ser que tenemos ante nosotros —y así contrarrestar
algo del espíritu represivo de la cultura en que nos movemos, que nos
ha enseñado a ocultar el gozo hasta sepultar la espontaneidad de nues-
tro niño interior.
9.15
298
La música interior
Espero, entonces, que este capítulo deje a mis lectores con una
mejor comprensión de cuánto depende de cada uno de nosotros entrar
en una verdadera comunión con la música que escuchamos, encarnán-
dola en nuestro sentir profundo y en nuestro cuerpo mismo.
Para terminar, invito aún a quien me está leyendo a una comunión
musical con el comienzo del primer movimiento del sexteto Op.18
No.1 de Brahms, en que, a pesar de cierto predominio del amor mater-
no, se puede decir también lleno de goce y nobleza, de modo que esta
integración de los tres amores nos hace sentir una densidad de experien-
cia particularmente abundante.
299
10
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Dictado Musical
Johannes Brahms: Sinfonía nº 1, segundo
movimiento.
Dictado Musical
Franz Schubert: Sinfonía nº 8 en Si menor, D 759,
Inconclusa, segundo movimiento.
Dictado Musical
Ludwig van Beethoven: Cuarteto de cuerdas nº 16 en
Fa mayor, Op. 135, tercer movimiento.
302
La música interior
Con esta miniantología doy por terminado mi libro, esperando que mis
reflexiones acerca del contenido vivencial de la música clásica europea
hayan servido para neutralizar en cierta medida el antagonismo de algu-
nos, no solo respecto a la existencia misma de tal contenido, sino tam-
bién respecto a la idea de que, a pesar de que sea tolerable que un
compositor le ponga música a un poema, no está bien agregarle un texto
a una obra musical preexistente. Comprendo que tal opinión haya sur-
gido como respuesta a la mediocridad habitual de las melopeas que fue-
ron la moda en el siglo XIX, pero pienso que debería ser suspendida
ante textos de tanta grandeza como los de Tótila Albert.
Espero, por fin, que la ilustración del Dictado Musical de Tótila
que aporto en este capítulo a través de algunos movimientos lentos (y
por ende fáciles de leer) estimule en los lectores el deseo de conocer
mejor su legado poético-musical. Por mi parte, he producido algunos
DVDs artesanales con la mayor parte de los textos de Tótila en sincronía
con las interpretaciones que escogió en su trabajo en el curso de los años
cincuenta y sesenta, en las que se puede comprender la forma en que se
coordinan texto y música y que, por ello, pueden servir de guía a quien
quiera producir versiones más profesionales de este repertorio.
Me anima la convicción de que tales obras permitirán a muchos
ahondar en el sentido interior de la música, y estoy también convencido
de que, independientemente de cuál sea la correspondencia de los textos
de Tótila a la experiencia de sus respectivos compositores, se trata de
obras de gran valor artístico de un arte nuevo: un arte sacramental que
para algunos resultará el vehículo de una bendición.
303
índice de temas musicales citados 1
1. C1. Claude, Debussy: Prelude nº 6 livre 1, Des pas sur la neige. Al-
fred Cortot.
2. Bach, Johann Sebastian: Das wohltemperierte Klavier (El clave bien
temperado), libro 1. Wanda Landowska.
3. Anónimo: Rex Caeli, Domine Maris (Musica enchiriadis). Capella
Duriensis del monasterio de São Pedro da Ferreira.
4. Chopin, Frédéric: Vals in C Sharp minor, opus 64, nº 2. Alicia de
Larrocha.
5. Beethoven, Ludwig van: Sinfonía nº 5 en do menor, opus 67. Wil-
helm Furtwängler.
6. Händel, Georg Friedrich: «Lascia ch’io pianga», Rinaldo. Philippe
Jaroussky.
7. Beethoven, Ludwig van: Cuarteto de cuerda nº 13 en Si bemol ma-
yor, opus 130, Cavatina. Wilhelm Furtwängler.
8. Ravel, Maurice: Bolero. Leonard Bernstein.
9. Brahms, Sinfonía nº 4 en Mi menor, opus 98, cuarto movimiento.
Otto Klemperer Philharmonia Orchestra.
1. Todos los ejemplos de audio utilizados en este libro han sido interpretados expresamente
para el mismo por el compositor Eduardo Ribeiro, o han sido parcialmente digitalizados a partir
de grabaciones antiguas en distintos formatos pertenecientes al archivo personal del autor, y solo
tienen validez como guía para el lector, pudiendo este realizar su selección personal atendiendo a
sus propios criterios y desde su biblioteca musical. En ningún caso forman parte de la publicación.
(N. del E.)
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sobre el autor
Trayectoria
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