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NATURALEZA, MUJER, TRABAJO, CAPITAL: LA MAS PROFUNDA CONTRADICCION Arie! Salteh! 1, LA RESISTENCIA DE LAS MUJERES: UN MATERIALISMO CRITICO. En la década de 1960, empezé un movi- miento social muy diverso, desde los desa- fios legales de las mujeres contra las grandes ‘empresas nucleares de los Estados Unidos, a las protestas de quienes se abrazaban alos drboles contra las empresas madereras del norte de la India, Estas acciones marcaron una politica nueva, basada materialmente en. las concepciones que surgen del trabajo dia- tio de las mujeres para satisfacer las necesi- dades de la vida. A pesar de las diferencias culturales, estas acciones reflejaban la intui- cién comiin de que la lucha para que la «voz de las mujeres» sea ofda tiene relacién con Ja lucha por el ambiente como fuente de vi- da, La palabra compuesta «eco-feminismo» —que surgié esponténeamente en varios continentes en la década de los 70— ence- Traba este doble contenido politico. A fina- les de Ia década de los 80, el ecofeminismo expresaba un desafio explicito contra la es- tructura transnacional de la opresién capi- talista; es decir, contra la econom{a global Ja que las llamadas sociedades avanzadas tienen una dependencia de rapifia de los re- cursos y del trabajo de las «sociedades sub- desarrolladas». Este articulo completa este diagnéstico ! En Martin O'Connor (ed.) Zs Sustainable Capita- lism Possible? (Nueva York, Guilford Publications «De- ‘mocracy and Ecology», 1994). Ariel Salleh es una activista ecofeminista, actuslmente est4 acabando un |ibro sobre tas convergencias y las contradicriones en- ecofeminista del capitalismo, estudiando la forma en que las experiencias del trabajo de las mujeres incluyen las «bases» para una. critica ecopolitica y también los «modelos» de practicas sustentables. En la segunda par- te se discute el bajo valor dado a la «natu- raleza» y a las «mujeres» bajo el capitalismo, y como la explotacién de am- bas se intensifica con la globalizacién eco- némica. Et nexo naturaleza-mnujer-trabajo se examina més de cerca en la tercera y la cuar- ta partes, donde se propone que se conside- re como la contradiccién primaria del capitalismo. La quinta parte hace un anéli- sis profundo para mostrar como esta con- tradiccién activa la resistencia, es decir, analiza los agentes histéricos. Hay distintas estructuras bajo las que las mujeres se enfrentan en el modo de produc- cién capitalista. Mientras por un lado pare- ce que el «crecimiento» econdmico proporciona beneficios materiales a algunos hombres y mujeres de! Norte, por otro lado se puede decir que casi todas las mujeres vi- ven en el Sur. La anexién del trabajo de las mujeres esta reforzada por la industrializa- ign y el consumismo, ya sea de ordenado- res, aparatos para ahorrar trabajo o nuevas tecnologias reproductivas. Mientras tanto, en las zonas «en vias de desarrollo», la ex- Propiacién de tierras de cultivo para dedi- ‘tre el socilismo, el ferinismo y Is ecologia. Es direc- tora del Centro de Educacién Ambiental de la Mujer, ‘en Sydney, Australia, y profesora visitamte ocasional ‘del Programa de Educacién para la Conservaci6n del ‘Ambiemte, en la Universidad de Nueva York. Ecologta Politica - 35 - carlas a Ja agricultura de mercado, las «re- voluciones» tecnocréticas, y ahora las paten- tes genéticas por las empresas, destruyen los medios de trabajo de las mujeres para lograr la subsistencia. La continua acumulacién de capital y la reciente hegemonia de las empresas trans- nacionales agudizan el sometimiento de las mujeres y de la naturaleza. Esto no quiere decir que el capitalismo haya sido la tinica fuente de esta opresién, ni que el capital no haya explotado a los hombres. Se trata mas bien de hacer visible algo que ha sido calla- do en los andlisis tedricos existentes, al se- falar io especifico en las respuestas ambientales de las mujeres, pues las relacio- nes de las mujeres con la naturaleza y por tanto con el «capital» y el «trabajon, son cualitativamente diferentes de las de los hombres. Existen cuatro grandes diferencias. La primera de estas diferencias nace de las experiencias mediadas por los érganos del ‘cuerpo femenino en la dura pero sensual in- teraccién de los trabajos de dar a luz y ama- mantar. La segunda es la asignacién histérica de los trabajos de cuidar y mante- ner a los demas seres de la especie, trabajos que sirven para «unit» a los hombres con la naturaleza, La tercera esté relacionada con el trabajo manual de las mujeres que pro- ducen bienes al ejercer de agricultoras, teje- doras, herbolarias, alfareras. La cuarta ‘experiencia diferente es la creacion de repre- sentaciones simbolicas de la relacién «feme- _ nina» con la «naturalezan — en poesia, pintura, filosofia, y en el habla de cada dia. A través de este abanico de trabajos, las mu- jeres estan orgénicamente y discursivamen- te implicadas en actividades que dan o refuerzan la vida, y desarrollan conocimien- tos especificos de su género fundados en es- ta base material. El resultado es que, frente ala crisis global, las mujeres de todas las cul- ‘turas han empezado a expresar perspectivas diferentes de los hombres. Las respuestas de 2 Este enfoque en términos de materialism critico ‘aparece en Ariel Salleh, «On the Dialectics of Signif- ying Practicen, Thesis Eleven 5-6 (1982), pp. 72-84. La ‘Postura es parecida a la que recientemente articulé San dra Harding desde un punto de vista epistemolégico: ‘The Science Question in Feminism (Ithaca: Cornell Uni- 36 - Ecologia Politica 4 4 Jos hombres han sido la ética ambiental, 0 el ecologismo, o simplemente un poco de pintura verde en fas empresas. Las mujeres han dado otras respuestas. Lejos de basarse en las simples polarida- des de masculino y femenino, cultura y na- turaleza —como han argumentando algunos crtiticos del ecofeminismo— estas respuestas femeninas descansan en una desconstruccién dialéctica de estos dualismos heredados. Son ‘compromisos politicos basados en la margi- nacién econémica de las mujeres y en la do- Jorosa conciencia de contradiccién o falta de identidad que les ocasiona su lugar enel ne.” x0 naturaleza-mujer-trabqjo. El dar aqui un privilegio estratégico a la voz marginal esta Justificado empfricamente y no es un capri- cho trans-hist6rico 0 «esencialista». La po- litica ecofeminista, formulada como un materialismo critico, alcanza el comin de- nominador més bajo de todas las opresio- nes. Como tal, abre nuevas posibilidades de didlogo entre las clases y los movimientos so- ciales de resistencia al capital’. ” 2. EL VALOR Para las ecofeministas, el capitalismo se presenta como una forma moderna de rela- ciones patriarcales, én la que la mayoria de las mujeres experimenta una realidad social muy diferente de la que experimentan sus hermanos con relacién al capital o al traba- Jo. Relativamente pocas mujeres poseen bie- de las Naciones Unidas pueden esconder el escindalo global de Ia marginacién femeni- na: las mujeres s6lo poseen el 1 % de la pro- piedad mundial y hacen las dos terceras partes del trabajo mundial por un 5% de los. salarios que se pagan®, De hecho, el lugar ° de las mujeres en este sistema depredador es- {4 entre «recurso natural» y «condicién de versity Press, 1986). . 3 Cifras de la OIT adoptadas por las NNUU en 1980. Originalmente el porcentaje estimado de salarios por la OIT fue el $e, en publicaciones posteriores de as NNUU ta cifra aumenté al 10%, producciénn‘, Las mujeres son tratadas pues como una «externalidad» econémica, de igual modo que han sido una external dad histdrica en las instituciones politicas li- berales burguesas’, Una mirada a la coyuntura posterior ala ‘Segunda Guerra Mundial justifica estas que- Jas. La activista Selma James sefiala en su obra clisica, The Global Kitchen (1985): En los Estados Unidos en 1979, s6lo el 51 % de las mujeres adultas eran «fuer- de trabajo (remunerada)», el 48% en China y Francia; s6lo el 14% del total de Ja poblacién femenina de América Lati- na se consideraba trabajadora en 1975. Actualmente en Gran Bretafia e! 40% de las mujeres son fuerza de trabajo remunerada®. La neozelandesa Marilyn Waring actuali- za estos indicadores en Counting for Not- hing (1988). Pero mientras un floreciente sector de servicios en el Norte, y una explo- sién de zonas de libre comercio en el Sur, aumentan esas estadisticas un poco, la esen- cia de la explotacién femenina permanece in- tacta debido a la globalizacién y en consecuencia a la reestructuracién de los lu- sgares de trabajo. Las mujeres aumentan las listas de trabajos con jornada partida y de contratos temporales sin seguridad social, oportunidades de promocién o jubilacién. ‘Son raros los programas de trabajo que ten- gan en cuenta el cuidado de los bebés y las bajas por maternidad. Esta divisién sexual del trabajo inamovible es fundamental para _ el tejido de la sociedad capitalista. Dos dé- cadas después de la «revolucién sexual» y a implantacién de esquemas «afirmativos» de empleo, las mujeres asalariadas de las nacio- nes industrializadas reciben todavia una me- 4 La nocién de condiciones de produccién» fue l- lizada pot James O'Connor, «Capitalism, Nature, So- cialism: a Theoretical Introduction», CNS 1(1), 1988 (en castellano en Ecologia Politica, 1, 1991, N. del E.). Une los recursos fisicos, el rabajo humano y Is infraes- tructura local, Este articulo sugiere que estas catego- ras requieren un andlisis ms diferenciado para poder ‘explicar el nexo mujeres-naturaleza-trabajo como una ‘contradiceién primaria del capitalismo, dia de dos terceras partes del salario medio de los hombres. Mas significativo aiin, la mayor parte del trabajo de las mujeres esté excluido de! célculo del Producto Nacional Bruto. ‘Sin embargo, un ama de casa del mundo «desarrollado», a menudo dedica 70 horas al trabajo no remunerado cada semana — decir el doble que una semana laboral ti- pica australiana de 35 horas. Utiliza habili- dades de subsistencia y produce «valor de uso» al cocinar, coser, limpiar, mantener la casa y el huerto. Las mujeres del Sur que no viven en zonas metropolitans, cultivan la ‘mayor parte de los alimentos necesarios pa- ra la comunidad, También existen tas intan- gibles obligaciones sin limites fijos del trabajo de las mujeres: cuidar a los nifios y nifias, atender a las personas mayores y a los ‘enfermos, reparar el ego y desahogar sexual- mente al hombre de su vida (si hay alguno) y posiblemente cargar con los bebés que es- to implique. Mary Mellor del Reino Unido, describe todos estos trabajos como un «em- leo biolégico del tiempon®, Ademés mu- chas mujeres de clase media toman fuertes responsabilidades de forma voluntaria en or- ganizaciones como Amnistia Internacional, ‘© campatias vecinales, La mujeres emigran- tes o refugiadas utilizan una energia extra absorbiendo nuevas tensiones en la familia y reconstruyendo la comunidad, a menudo después de un dia en la cadena de montaje. Los servicios no remunerados que propor- cionan las mujeres bajo el capitalismo pue- den, en principio, ser remunerados. Algunos ejemplos son la prostitucién, los estableci- mientos de comida répida, las lavanderias profesionales. Estos ejemplos muestran que no es naturalmente necesario organizar el sis- tema econémico de esta forma— que s6lo Como seftala Selma James: $ Carole Pateman, The Sexual Controct, Cambrid- ge: Polity Press, 1988, Selma James, The Global Kitchen, Londres: How- sewives in Dialogue Archive, 1985, p. 1. 7 Marilyn Waring, Counting for Nothing, Sydney: Alen and Unwin, 1988. * Mary Mellor, Breaking the Boundaries, Londres, Virago, 1992. Ecologia Politica - 37 +. la mujer que esta limpiando su casa no esté «trabajando», pero el militar que tira una bomba sobre ella, si. Es més, 1 trabajo de la misma mujer, si fuese contratada por su marido, se contaria en el PNB, EI paternalismo de la ordenacién econé- mica capitalista ¢s tal que incluso cuando el trabajo doméstico de las mujeres es recom- pensado en la forma de subvenciones para madres, o ayudas para cuidar a los mayo- res, estos pagos se consideran un «regalo» de la caridad o del estado del bienestar: nun- ca como un «intercambio econdmico» entre ciudadanos libres, como en el contrato en- tre el «trabajo» como tal y el capital. Utilizando criterios econémicos habitua- Ies, es facil demostrar la significacién de la contribucién de las mujeres a la economia capitalista. James, Waring y otras, entre llas Hilka Pietila, una ecofeminista de Fin- Tandia, han comprobado que si asignamos las horas de trabajo doméstico a las respec- tivas categorias de trabajo y aplicamos el sa- lario correspondiente suméndolo todo, veremos que el trabajo doméstico estd entre una tercera parte y la mitad del PNB!®, Pe- 10 siel trabajo doméstico se tiene que intro- ducir asi en frio, dando al «trabajo de las mujeres» un lugar en la «economia formal» — con las redistribuciones masivas en ren- tas y oportunidades econémicas que eso implica— ,significard esto que las mujeres tendrdn mds valor por si mismas en la so- ciedad? La mayoria de las feministas lo po- nen en duda, Ia opresién de tas mujeres no ¢s s6lo econdmica. En cualquier caso, defen- der esta reforma es suponer que el sistema capitalista y la familia patriarcal son ambas instituciones que hay que preservar. En resumen, el trabajo de las mujeres ha- ce posible la acumulacién para todas las cla- ses de hombres; y el wexcedenten que generan las mujeres es crucial en la opera- 9 Selma James, Global Kitchen, op.it pp. 10-11. 18 James, The Global Kitchen, op cit, Waring, ‘Counting or Nothing, op. cit; ilka Pietila, «Women aan Alternative Culture Here and Nowe, Development 4, 1984, (Ver en Expatia el trabajo de Cristina Carras- ©9, N. del E). 38 + Beologia Politica tak ta kak kk at Me at a ts a et a Mca athena a cién del patriarcado capitalista. Esta afirma- cidn es relativamente aceptada, al menos en- tre las mujeres, y durante la década de los 1970 y los 1980 hubo un importante inter- cambio entre las feministas socialistas acer- cade la interaccion de los sistemas capitalista y patriarcal!', Pero no se ha llegado a un acuerdo sobre la formulacién precisa de la subordinacién de las mujeres. La coinciden- cia de la explotacién femenina con la etnici- dad, la raza o el eje Norte/Sur ha sido tratada s6lo marginalmente. Las ecofeminis- tas han abordado «la cuestién de la natura- leza», lo cual vuelve a abrir el debate en otros términos. Al introducir el nexo naturaleza-mujer- trabajo como una contradiccién fundamen- tal, el ecofeminismo afirma ta primacia de una divisién del trabajo basada en una ex- plotacién de género, y simultdineamente lle- va el andlisis hacia una problemdtica ecoldgica. Mientras las feministas liberales se contentarian simplemente con la comple- taigualdad a los hombres enel sistema exis- tente, el ecofeminismo aspira a la sustentabilidad global tanto como a la jus- ticia entre géneros: de hecho ve los dos as- pectos como intrinsecamente relacionados. Por ejemplo Berit As, de Noruega, dice que el crecimiento econémico en una economia orientada por los hombres solo afiade nue- vas cargas a la vida de las mujeres!2. El di- nero que deberia ser para las mujeres que tienen que mantener una familia, se dedica a.armamentos, salarios de ejecutivos, o ala especulacién. Bajo el patriarcado capitalis- ta, son los hombres que estan en el gobier- no, los negocios, los sindicatos, las universidades, las agencias internacionales, quienes tienen la mayoria de posiciones de toma de decisiones, y optan por las priori- dades que les son més cémodas. La presen- cia de unas cuantas mujeres ejecutivas tiene poco impacto mientras las prioridades mas- culinas no cambien. Por ejemplo, conside- " Lydia Sargent (ed.), Women and Revolution, Bos- ‘ton: Southen Press, 1981. '? Berit As, «A Five Dimensional Model for Social ‘Changen, Women’s Studies International Quarterly, 4, 1981. Temos los consejos econémicos convencio- nales de algunas mujeres a los gobiernos na- cionales, 0 la OECD 0 al promover la Ronda ‘Uruguay del GATT, olvidando que la explo- tacién es mas intensiva a causa de la desre- gulacién de los mercados. ‘Sin embargo no es sdlo la calidad de vida de las mujeres lo que se discute aqui; de igual modo, el ambiente natural es externalizado y diezmado por estas prioridades. La estruc- tura entrelazada de ta explotacién de las mu- jeres y la depredacién de la naturaleza, es el camino del Hamado «desarrollo». Etiopia sufre desertificacién y hambre en tanto que los hombres Jes quitan a las mujeres las tie- tras porque las quieren whacer rentables». En los Estados Unidos, las mujeres que tra- bajan en companias electrénicas exponien- do su piel, sus pulmones y su sistema nervioso a contaminantes téxicos, sufren da- fos en los fetos. La importacién de tracto- tesa Sri Lanka causa degradacién en el suelo y el agua, y obliga a las mujeres a recoger el algodén dos veces més répido de lo nor- ‘mal, para mantener sus salarios al mismo ni- vel. Después de los fracasos de ingenieria en Chernobyl, madres de media Europa pade- cen los costos de la radiacion nuclear en fa salud publica, El turismo de sexo, un comer- cio organizado y orientado por hombres, sir- ve para los «balances de pagos» del Sur, abrumado por deudas incurridas al comprar simbolos de status masculino ecolégicamente desastrosos como las armas, las represas, el petréleo. Para el patriarcado capitalista, que ‘no valora lo que no produce, los seres vivien- tes se pueden malgastar!?, Las hermanas del Norte y el Sur tienen més cosas en comin que lo que muchas de cllas piensan; y estas coincidencias aumen- tan cuando el mismo juego econdmico se amplia al Norte y al Sur. El papel de! géne- ro en todas las culturas y para todas las mu- jeres es: maximas responsabilidades, minimos derechos. Asi, mientras la transfe- rencia de tecnologia desde el centro de los "3 trenen Dankelman y Joan Davidson (eds) Wo- ‘men and Environment in the Third World, Londres, Earthscan, 1968; Lin Nelson, « Fersnists Turn to Work place, Environrnental Health», Women and Global Cor- rations 7, 986; Cynthia Enloe, Bananas, Bases and poderes industriales, especialmente Estados Unidos, Alemania y Japén, introduce una era de neo-colonialismo en la periferia, el «desarrollo» también causa la infravalora- cién del trabajo de las mujeres. Vandana Shiva piensa que existe un pacto implicito ‘entre los consejeros del norte y la élite local de hombres, siendo el resultado proyectos de modernizacién y programas de ajuste estruc- tural que trasladan los costes del crecimiento. ‘econémico a las mujeres y a la naturaleza'*, Las jévenes de los pueblos se convierten en. esclavas de talleres de piezas de informati- ca, mientras la pérdida de los derechos tra- dicionales de uso de la tierra al crecer los cultivos comerciales priva a sus madres de la autonomia cultural y el control econémi- co sobre sus medios de produccién. En a India, las técnicas cientificas impor- tadas que imponen una «l6gica» lineal re- duccionista inapropiada para el flujo ciclico de la naturaleza, han menoscabado un me- tabolismo mujer-naturaleza culturalmente sustentable, Shiva dice: Ei bosque esté ahora separado del rio, el campo’esta separado del bosque, los animales estan separados de los cultivos. Cada uno se desarrolla por separado y el delicado equilibrio que asegura la susten- tabilidad ... se destruye. Esos cortes dra- méticos y rupturas se consideran «progreson's, La experiencia de las mujeres indigenas durante cientos de afios, el conocimiento de las semiltas, de las propiedades de conser- vacién de agua en los sistemas de raices sub- terrdneas, la dependencia de ta fertilidad de! ganado de la de los bosques; las medicinas ymétodos de contracepcién caseros, se han perdido. La naturaleza se ha truncado; las necesidades humanas son insatisfechas; las sociedades y las culturas se desimegran cuan- do los hombres de las comunidades rurales dejan las familias a cambio de las luces de Beaches, Londres, Pandora, 1989. 4 Vandana Shiva, Staying Alive: Women, Develop- ‘ment and Ecology, Londres, Zed Press, 1989 (trad. cas- tetlana, Integral, Barcelona). 15 Ibid. p. 45. la ciudad, y la promesa de un sueldo. Entre tanto, los hombres de la clase compradora y sus modelos del Banco Mundial publican trayectorias anuales de la demanda de tra- -bajo humano en ingenieria, contabilidad, quimica, cuyas habilidades exacerban la en- tropia. Las ecofeministas han defendido durante ‘mucho tiempo que una identificacién con la naturaleza define el trabajo de las mujeres tanto en el Norte como en el Sur. Veamos las tareas que las amas de casa asumen bajo el patriarcado capitalista —satisfaccién se- xual, nacimiento y alimentacién de los be- és, transportar a los mds jOvenes, proteger sus cuerpos y socializarlos, cultivar y prepa- rar los alimentos, mantener la vivienda y lim- piarla, lavar y coser la ropa, ocuparse de las basuras, y actualmente reciclarlas. El comin denominador de estas actividades es un tra- bajo «en mediacién con la naturaleza», en beneficio de los hombres. Esta funcién con- timtia existiendo a pesar del reconocimiento legal de la «igualdad de las mujeres» por los estados. Estas formalidades son meros ador- nos en el «acuerdo» subyacente entre los go- biernos, el capital y el trabajo para garantizar a cada hombre su trozo corres- pondiente del «segundo sexo», 3. CONTRADICCION La posicién tradicional de las mujeres en- tre los hombres y la naturaleza es una con- tradiccién primaria del capitalismo, y tal vez ta contradiccién mds profunda y fundamen- tal de todas. En términos antropolégicos, formados por intereses androcéntricos, los ‘cuerpos de las mujeres son tratados en pri- mer lugar, como si fueran un «recurso na- tural», ef dtero como érgano en el que se origina e) nacimiento se considera el origen material del «trabajo formal» como tal. La imagen europea de la «Madre Naturaleza» '6E.AJ. Johnson, Predecessors af Adam Smith: ‘The Growth of British Economic Thought, Londres, Nueva York, P.S. King & Son, Prentice-Hall, 1937, pp. 139-140, - 17 John Locke, «An Essay Concerning the True Ori- ‘sin, Extent and End of Civil Governments, cirea 1688, 40-- Ecologia Politica y la antigua nocién hindi de Prakriti, son algo mas que simples metdforas, pero bajo Ja hegemonia cientifica del capitalismo, el re- conocimiento del poder de las mujeres dis- ‘minuye mucho en favor del reconocimiento de la productividad de los hombres ayuda- da por la tecnologia. En la mitologia europea, los discursos so- bre la riqueza producida, Ia naturaleza y el trabajo empiezan a tomar sus formas mo- dernas durante el siglo XVII mas o menos, Cuando el pensamiento religioso medieval ce- did frente a una visién secular de la natura- leza. Se considera a la tierra como la madre de la riqueza, y al trabajo como su padre's. El mundo entero es un mar inmenso de re- cursos disponibles para los hombres en co- min por Ja Divina Providencia. Pero la Tiqueza propiamente es un producto del tra~ bajo de los hombres. Cada hombre, dice John Locke, «tiene una propiedad en su mis- ma persona», y por tanto podemos decir que €l «trabajo de su cuerpo y el trabajo de sus manos, son de su propiedad». Si en sentido providencial, la Naturaleza ¢s la «madre co- min», de forma inversa es a través de su tra- bajo que un individuo se apropia de los frutos de la Naturaleza, «con lo que se con- vierten en su derecho privadon'?. Por lo que respecta al trabajo, es pues un mundo de hombres. Parece como si el trabajo do- méstico y de reproduccién de las mujeres fueran «regalos» para los hombres, como compensacién a los frutos de sus trabajos. Mientras bajo el sistema capitalista los ‘cuerpos de las mujeres nunca han Ilegado a ‘obtener una renta como la que tiene la tie- ra, estén sin embargo convertidos en «re- cursos» por el capital para proporcionar nuevas generaciones de trabajo que se pue- da explotar. En consecuencia, dado que las ‘Mujeres son realmente seres humanos, hay un profundo antagonismo entre la «mujer» ‘como matriz reproductiva objetivada, y las mujeres como sujetos de la historia en pro- en Sit Emest Barker (ed.), The Social Contract: Essays by Locke, Hume, Rousseau, Oxford University Press, 1971, en especial la parte V, pdrrafos 25-51, pp. 16-30. Las citas son de a p. 17 yp. 18 respectivamente, el su- Dbrayado es del original. pio derecho. Actualmente esta tensin se ex- presa en el debate sobre los derechos repro- ductivos; hay nuevos argumentos en torno al alquiler de vientres y la posibilidad de un «contrato industrial» para la gestacién de bebés en un mundo de «valor ahadido». La linea que se puede dibujar entre la mujer co- ‘mo «recurso natural» y la mujer «como al- 0 que no es propiamente un trabajador» es infinitamente flexible. ‘Ademés de ser un «recurso natural, las “mujeres que usan sus manos y esfuerzo pa- ra realizar trabajos de cuidar, son subsumi- das en el patriarcado capitalista como «condiciones de existencian, en el sentido de oikos o habitat, necesarias para que exista la productividad humana creativa. Los cuer- pos de las mujeres son utilizados por los hombres que trabajan para abastecerse dela infraestructura habitual diaria, permitiendo la realizacién de! trabajo masculino. El he- ‘cho de que, en general, los hombres se mo- Jesten mas relativamente por la pérdida de una esposa que por el nivel de su salario, de- muestra el valor de ésta como «condicién de produccién» -sexual, psicolégica, y econd- mica. Al mismo tiempo, como Jas mujeres «no son propiamente trabajadoresn, se en- * __ cuentran ellas mismas en contradiccién con el atrabajo como tal», y esta contradiccién continia incluso cuando se convierten en tra- bajadoras remuneradas. Las tensiones entre las mujeres y el «trabajo formal» surgen en la familia y el lugar de trabajo, con el tra- bajo formal defendido por el movimiento sindicalista masculino. Las mujeres estan objetivizadas doble- mente por estas dos formas de violencia es- tructural. Como la naturaleza, estén disponibles; y como Ia naturaleza, bajo el patriarcado capitalista casi no tienen subje- tivided. Entre tanto, como observa Naomi Scheman, los hombres son libres de imagi- narse que pueden auto-definirse, pero slo porque las mujeres mantienen el mundo so- cial intimo'®. Las mujeres, que realmente son objetos en la Hamada «division del tra- bajo», a menudo han sido intercambiadas '8 Naomi Scheman, «Individualism and the Objects of Psychology», en S. Harding y M. Hintikka (eds.), Discovering Reofity, Boston, Reidel, 1983, p. 234. entre los hombres, del padre al marido, del chulo al cliente, de un empresario a otro. Es- te intercambio de recursos femeninos puede haber constituido la primera forma de co- mercio de «mercancias», Asimismo, los hombres se apropian de los bebés que las mujeres producen y les dan sus apellidos. Es més, como las mujeres empie- zan de nuevo a controlar su fertilidad, los hombres utilizan nuevas tecnologias repro- ductivas para volver a tener ellos el control de estos «recursos». El iiltimo movimiento en este frente es la patente empresarial de DNA, por la que se establecen derechos de propiedad» sobre los bloques basicos para formar la vida misma. Y esto abarcaré no s6lo las intervenciones «genéticasn en la re- produccién humana para remediar enferme- dades hereditarias, sino que también se harén combinaciones transgénicas entre la vida animal y vegetal. Las mujeres también «producen bienes», para utilizar en el trabajo doméstico no vi- sible, asi como para intercambiar en la agri- cultura campesina, o como mercancias en trabajo a destajo 0 en las fébricas. Sin em- bargo también estas mercancias se las apro- pian normalmente los hombres —maridos, intermediarios transnacionales. La ecofemi- nista alemana Maria Mies, en su libro Pa triarchy and Accumulation (1986) estudia este proceso de desposesién, y observa co- mo la violencia impregna todas las facetas de la interaccién hombre/mujer bajo el ca- pitalismo. Esto quiere decir que los hombres son a la vez agentes del capital y de ellos mis- mos como trabajadores, al mantener a las mujeres intimidadas y doblegadas”. Aunque la opresién del hombre por el hombre en términos de clase y raciales esta bien documentada, la extraccién de capaci- dades productivas de la naturaleza y las mu- Jeres es muy anterior al robo del valor a la clase trabajadora. Ademés, la explotacién de la naturaleza y el género permanece a través, y bajo el abuso capitalista de los trabajado- es asalariados, este proceso se ha agravado con la expansién global, a pesar de la reté- '9 Maria Mies, Patriarchy and Accumulation on @ World Scale, Londres, Zed Press, 1986. Ecologia Politica - 41 rica moderna dela emancipacién femenina. Hasta ahora el socialismo ha puesto més én- fasis en la teoria del proletariado y ha des- truido la consciencia de la existencia de formas diferentes de explotacién social”. El andlisis ecofeminista afirma que la clausura y la privatizacién de las mujeres — la infravaloracién del tiempo, la energia y las capacidades de las mujeres— en la fami- lia patriarcal y el trabajo exterior, son igua- les a la explotacién del trabajo por el capital; y al mismo tiempo hacen posible esta explo- tacién. La posicién de las mujeres como «mediadoras de la naturaleza» es la condi- cién previa para la transacci6n que tiene lu- gar entre los hombres capitalistas y trabajadores —Ios grandes hombres y los pe- quefios. En el discurso androcéntrico de la economia, la contribucién material de las mujeres ha sido silenciada durante mucho tiempo de! mismo modo que a la contribu- cién material de la naturaleza se le ha dado un valor cero. El trabajo de las mujeres es «dado libremente», 0 escondido bajo las cor- tinas del decoro doméstico. Todo aquello que las mujeres se ven obligadas a hacer ‘agratisn, ya sea relacionado con los naci- mientos o la subsistencia, se llama «repro- ducciémm, en oposicién a la produccién. Sin embargo, la palabra «reproducir» aqui con- nota una actividad secundaria o menor, dis- tinta de la actividad primaria histéricamente de la produccién. Desde el momento en que alla reproduccién no se la considera «prima- ria» no puede ser vista como generadora de «valor, Mediante un simbélico juego de manos a veces llamado «razén», el trabajo de las mujeres es ocultado en un sistema de acumulacién que descansa sobre un «exce- dente que ellas mismas han creado, C'est la chaude loi des hommes ‘Du raisin ils font du vin font du feu font des hommes _ 2 La necesidad de «auto-critiea» en esta vision es se- ‘alada por los socialistas italianos Valentino Psrtato y Glovanna Ricoveri, en una comunicacién reciente so- ‘bre «The second contradiction in the Italian experien- ce», manuserito, Roma, 1993. 42 - Ecologia Politica s4 4 Une loi vieille et nouvelle Qui va se perfectionnant ‘Du fond du coeur de l'enfant Jusqu’a la raison supréme” 4, DECONSTRUIR LA NATURALE- ZA/MUJER Para entender cémo funciona esta raz6n, es titil un andlisis de la ontologia del patriar- cado capitalista. Este depende de una «légi- ca» clasica dualista que impregna la filosofia tanto como el habla diaria. E1 simbolismo de estos emparejamientos consabidos reite- rala morfologia del sexo, borra la humani- dad de las mujeres, y mantiene a las mujeres y a la naturaleza subordinadas a los hom- bres. Las principales afirmaciones del discur- so del capital son las siguientes: —una distincién artificial entre «historian y «naturaleza», — el supuesto que los hombres son suje- tos hist6ricos activos y las mujeres son «ob- Jetos» pasivos, — la afirmacién de que la accién histéri- ca.es necesariamente «progresiva» y que las actividades basadas en la naturaleza son ne- cesariamente «regresivasn, +++ la asociacién de la masculinidad con el orden histérico mediante la «produccién» y la asociacién de la feminidad con el orden natural mediante la «reproduccién». — Ia «valorizacién» de las actividades productivas y la «desvalorizacién» de las reproductivas™, ‘Obviamente, no tiene sentido hablar de si Ja naturaleza es de alguna manera previa a la historia, pues el tiempo es una condicion de todo lo existente. Pero lo que también fal- tan estas formaciones discursivas, es cual- quier reflexién para entender los fundamentos de estas categorias construidas. En términos epistemolgicos, el pensamiento patriarcal-capitalista simplemente estd en el aire. El «orden natural» solo se puede co- 31 Raymond, Jean, Paul Eluard par lubméme, Edi tions du Seuil, Paris, 1968, p. 173. 2 Ariel Salleh, «Contribution tothe Critique of Po- litical Epistemology, Thesis Eleven 8, 1984, nocer a través de la historia, es decir, por los sujetos vivientes en un medio de lenguajes y précticas socialmente generadas. El capi- talismo esconde su dimensién histérica con la fuerza de su maquina ideolégica — de tal forma que hoy en dia la gente cree que la tealidad es asi, de forma universal. La reli- gidn, la ética, la economia € incluso la so- ciobiologia dependen de estos dualismos esenciales. Incluso parte de.pensamiento cri- tico de izquierdas, y algunas variedades del feminismo, también estén infectadas, ya que asumen el contenido de estos supuestos duales. Se necesita sin duda una deconstruccién cuidadosa de las categorias de pensamiento ‘esencialista convencionales, pero es innega- ble que las mujeres y los hombres tienen exis- tencialmente diferentes relaciones con la «naturaleza» porque tienen cuerpos diferen- tes. Pero esto no quiere decir que las muje- res estén ms «cerca» de la naturaleza que los hombres en algin sentido ontoldgico. Es mas, recuerda simplemente la idea de Marx de que Ja consciencia humana se desarrolla de forma dialéctica mediante la interaccién sensitiva del cuerpo con el ambiente mate- Igual que alguien que esté privado del sentido de Ia vista puede desarrollar una consciencia propia, los hombres y las muje- res, con posibilidades fisicas diferenciadas, piensan y sienten de forma diferente sobre su situacién en el mundo como resultado de sus actuaciones. Estamos hablando de un ti- po de conocimiento que depende de las po- tencialidades del cuerpo. ‘Sin embargo, la gente no conoce nunca su potencial en un sentido puro ya que las acti- vidades corporales, incluyendo el trabajo, es- tan medidas por el lenguaje y las ideologias incluidas en éste. Por tanto, el intercambio sensual de las mujeres con el habitat no es directo sino a través de roles sociales que las obligan a «ser mediadoras de la naturaleza para los hombres». Atrapadas histricamen- teen la légica de la razén masculina, el dis- frute sensual de las mujeres y la reciprocidad creativa con su ambiente tienen una consi- deracién negativa, al asociarse de forma ar- tificial y obligatoria con la naturaleza. En estas tareas, las mujeres pierden la sustan- cia de sus cuerpos, experimentando una en- tropia como la que experimenta la naturaleza enel proceso de acumulacién. Curiosamen- te, mientras el valor de su trabajo no se tie- ne en cuenta en la contabilidad nacional, su deterioro si. El estado capitalista da una plé- tora de programas de limpieza —refugios para mujeres destrozadas, consultorios pa- ra las adictas a las drogas—que tiene un pa- ralelo en los esfuerzos ambientalistas de reciclar los recursos y restaurar las tierras contaminadas. En la construcci6n del discurso sobre el trabajo segiin el género, las actividades mi- neras o de ingenieria hechas por los hombres son vistas como una transaccién con el am- Diente, Pero este trabajo esté simbéticamente tipificado como positivo, y refuerza la iden- tidad masculina productiva y progresiva, se- parada de la naturaleza. En contraste, la palabra que tipifica el trabajo de las muje- res — ureproduccién»— lo degrada junto a la naturaleza. Esta pseudo-ontologia abusi- va estd legitimada por todas las institucio- nes del patriarcado capitalista —la iglesia y elestado, el mercado y los sindicatos, la tec- nologia y la ciencia, En consecuencia, cuan- do las mujeres cambian este status quo para compartir los privilegios de los hombres co- mo el «trabajo», encuentran armas ideolé- gicas como el acoso sexual o los maltratos Para «reinstaurar» su status femenino como parte de la naturaleza. Esta dindmica es ine- vitable, puesto que el «trabajo formal» pue- de comprar el progreso bajo el capitalismo s6lo transfiriendo la mayor explotacién so- bre las mujeres y la naturaleza. Por supuesto, bajo el capitalismo también se abusa de los hombres de la clase trabaja- dora como «condiciones de produccién», pero esto no es raz6n suficiente para olvi- dar la significacién tinica de la explotacion de las mujeres, E/ ecofeminismo pide una ‘ampliacién de la critica de la degradacién ca- Pitalista de las «condiciones de produccién», basada en el reconocimiento del nexo naturaleza-mujer-trabajo como una contra- diccién fundamental. El trato hacia las mu- jeres se vuelve abusivo cuando el complejo. de trabajos especificamente femeninos se considera como algo auxiliar y lateral en fa- vor del proletariado histéricamente privile- giado. Como dice Giovanna Ricoveri, sélo si hay una apertura hacia la «diferencia» se puede esperar: Ecologia Pottice - 43 una alianza, o un conjunto de alianzas, que no se limite a combinar ... algunos componentes politicos, ni la standariza- cién de tas culturas, ni ponga limites ala libertad de cada grupo o tendencia para experimentar con total libertad, sino que sea una «superacién» hegeliana, la crea- cién de una nueva politica que contenga elementos fuertes de los verdes, los rojos, el feminismo, etc., pero que no se parez- ca a ninguna de estas tendencias bien definidas®. Pero hasta que la ceguera politica hacia Jos aspectos de género sea vencida, las mu- jeres necesitan estar en guardia permanente ‘contra una fosilizacién tedrica prematura en alguna nueva globalizacién. Por tanto, hay una razén especial para priorizar estratégi- camente la voces ecofeministas en este momento, 5. FALTA DE IDENTIDAD Y DIA- LECTICA ecofeminismo, como un consenso in- cipiente entre las mujeres, esta sobredeter- minado en el sentido estructuralista. Pero Para entender que mueve al agente individual tras este nuevo movimiento, con sensibilida- des particulares en juego, es necesario un andlisis materialista més profundo — que su- pere la divisién patriarcal entre naturaleza historia, un materialismo que afirme el tra- bajo como practica sensitiva y que Io lleve més alld a la consideracién de una dialécti ca interior entre las energias corporales y el discurso. Esto implica el reconocimiento de que los ‘estados somaticos hacen y deshacen la sub- jetividad. Después de todo el sujeto indivi- ‘dual es un cuerpo con intenciones. Al estar Mena de significados contradictorios, esta subjetividad se transforma en un campo ac- tivo, Julia Kristeva, en lo que ella llama se- 23 Giovanna Ricoveri, «Culture of the Left and Green Culture: The Challenge of the environmental Re- volution in Ttaly», CNS 4 (3) n. 15, 1993, p. 119. % Julia Kristeva, Polylogue, Paris: Edition du Seuil, 1978, Catexis es un termine psicoanalftico que implica lun gasto de energia nerviosa que se invierte en algo. 44- Ecologia Politica (sik th RAO a A Som a mA a sa name alse it ‘mandiisis, postula un estado especial de aprehension en el que, bajo el stress, los i pulsos del cuerpo y sus ideaciones se desin- tegran y se vuelven a unir. Esta matriz de aprehensiones —o chora— es el niicleo de Ja consciencia histérica, y se renueva siem- pre, a través de multiples catexis que alimen- tan la unin entre significante y significado*. Bajo el patriarcado capitalista las muje- res se encuentran situadas dentro/fuera de las relaciones de produccién de forma con- tradictoria ¢ insoportable. Diariamente se encuentran divididas en la contradiccién que las sittia «més cerca de la naturaleza». Las mujeres son seres humanos, pero tratadas ain por el sistema social como simples lu- gares de reproduccién, 0 como mercancias, que se pueden usar ¢ intercambiar como cualquier otro «recurso natural». Al «no ser Propiamente trabajadoras», no pueden con- seguir igualdad (ni ideoldgica ni monetaria) en la fuerza de trabajo. Al no tener apenas subjetividad, sus voces permanecen sin ser escuchadas, al menos para el coro del dis- ‘curso masculino con sus dualismos dogma- ticos, que reafirma el propio papel insignificante de tas mujeres. 4Cémo encuentra la mujer su camino pa- 1a salir de esta doble atadura, y actuar favor de un cambio social? He dicho en al- ‘gin lugar que es a través de la crisis y la fal- ta de identidad que las mujeres encuentran nuevos significados en su situacién, un po- tencial histérico escondido ... Esta «dialéc- tica negativan descansa en la distincién entre la esencia y la apariencia, donde la parte po- sitiva de la percepcién —los hechos inmediatos— son simplemente manifestacio- nes temporales ¢ incluso distorsiones de una realidad inmanente o de una esencia ain por explorar’5, . La violencia sexual, la marginacién eco- némica y cultural, son suficientes para rom- per la identidad de una mujer. El objeto/sujeto femenino, anulado por signi- 2 Ariel Salleh, «On the dialectics of signifying prac- tice», op. cit. Esta utilizaci6n de wdialéctica negativay esde Theodor Adomo, Negative Dialects, (Londres: Routledge, 1973), y Minima Moratia (Londres: New Left Books, 1969). ficaciones contradictorias, realiza una «adecatexis» (0 desinversion) de energias so- maticas que le atan a las relaciones so- ciales existentes. Cuando llega a ser libre de su calteridadn, un sujeto en proceso, em- pieza a fundar otra relacién con la totalidad. Parafraseando a Kristeva: cuando la he- terogencidad violenta de la contradiccién destruye el frdgil equilibrio de la conscien- cia, el cuerpo vuelve a un estado de diferen- cia, pesado, errante, disociado. Es en este momento de anihilacién y descomposicién de sentido de la unidad subjetiva, un mo- mento de fuerte angustia y confusién que- eva a una nueva unidad productiva, y rea- firma el sujeto como significacién activa en proceso. ‘Siempre en la linea de frente de los impac- tos ambientales, erosionada como la natu- raleza lo es, la dis/locacién de las mujeres eventualmente rompe el sentido comin de la realidad del capitalismo, como si fuera un laser fenomenolégico. Las nacientes energias y las significaciones milltiples del chora ofre- cen nuevas posibilidades para combatir la anulacién masculina. Desde este lugar de no- identidad, las ecofeministas audacmente re- construyen el nexo mujer-naturaleza, reva- lorando to que ha sido problemdtico en un orden unidimensional estancado. Algunas feministas liberales e incluso socialistas, que aun hablan de la contradiccién dualista mu- jer/naturaleza, no ven esta «superacién» dialéctica, y tachan al pensamiento ecofemi- nista de «esencialista», Esto no es sorpren- dente, ya que la hegemonia cientifica del capital no puede manejar la ironia, el mo- mento de tensién cuando un significado es- td entre dos sentidos que compiten entre sf, Es més, el poder del realismio burgués es tal que el mismo término «esencia», esté atra- ado por el positivismo, perdiendo su fun- cién negativa, desenmascadora. Lejos de tas certezas complacientes del po- sitivismo, la dialéctica negativa mantiene que existe una relacién inversa entre el poder y la consciencia histérica. No son los intelec- tuales liberaies independientes los que tienen tun acceso privilegiado a la percepcién criti- ca, ni tampoco es adecuada una teoria de % Negative Dialects, op. cit., p. 203; y Minima consciencia de clase, para entender la con- tradiccién material que ata a las mujeres y la naturaleza contra los hombres del traba- Jo y del capital. Es-més, la perspectiva eco- feminista esté guinda por la «ausenci impuesta sobre aquellas que no son «hum: nos» ni «naturalezan. En patabras de Ador- no, la no-identidad, es wel malestar somitico que hace que el conocimiento se mueva», el deber del dialéctico ¢s ayudar a que consiga Sus propias razones™*_ 6. POLITICA Y SUSTENTABILIDAD Asi pues, con un razonamiento dialécti- 0, las ecofeministas introducen una onto- - logia alternativa en el discurso politico; una alternativa que acaba con los dualismos asustados producidos por la negacién mas- culina de la mujer y la naturaleza. El ecofe- minismo propone que: — Lanaturaleza y la historia forman una unidad material — La naturaleza, las mujeres y los hom- bres son a la vez sujetos activos y objetos pasivos — el metabolismo mujer-naturaleza tiene la clave del progreso histérico — las tareas de reproduccién son mode- los validos de sustentabilidad. Al unit la percepcién politica y la moti- vacién del sufrir, la fenomenologia de de- ‘construccién que experimentan las mujeres lleva a una «epistemologia desde abajo» fun- damentada materialmente. Preocupado por Ja igualdad entre todas las formas de vida, €1 ecofeminismo es un sociatismo en el més profundo sentido de la palabra. Pero se de- “be sefialar que el ecofeminismo «espiritual» también refleja estos mismos supuestos on- tolégicos. Esta vor de las mujeres es cada vez més apropiada para la ecologia, pues hasta os hombres empiezan a considerar la mis- ma naturaleza como un sujeto con necesi- dades propias. Las mujeres, a la vez dominadas pero fortatecidas con un nuevo poder, estén bien preparadas en esta coyun- tura, para hacer de portavoces de «otros» Moralia, op. cit., p. 73. seres vivos. De nuevo, esto no quiere decir, desde una simplista perspectiva esencialista, que las mujeres de alguna forma estén «més cerca de la naturaleza», como podria man- tener una ideologia patriarcal para mante- ner a las mujeres en su lugar. Més bien es percatarse de la compleja diferencia de sexo y género socialmente construida, que privi- legia a las mujeres en este momento como agentes histérieos por excelencia. La tarea politica més urgente y fundamen- tal es desmantelar las actitudes ideolégicas que han cortado a los hombres de su senti- do de pertenencia a la naturaleza; y esto, a ‘su vez, s6lo puede ocurrir cuando la natu- raleza deje de considerarse en un sentido fi- jo, como un objeto, fuera y separada de los humanos. Las reificaciones de este tiltimo ti- po son endémicas en el discurso capitalista, empezando por el «derecho burgués» de par- ticipar en el proceso democrético con una identidad y un status fijos. También el so- cialismo ha atribuido tradicionalmente un carécter permanente al proletariado como agente histérico. Pero los universales 0 las esencias como «humanidad», «clase», «mu- Jer, «naturaleza, son abstracciones estd- ticas que violentan a quienes viven bajo la contradiccién. La concepcién ecofeminista alternativa de subjetividad como significa- cién en proceso, forméndose y reformando- se permanentemente en colisién con la totalidad social, se basa en un materialismo que desafia los limites de la epistemologia burguesa. Contra las nociones tedricamente simples del patriarcado capitalista, la consciencia ecofeminista esta reflexivamente de- centrada, Caminando sobre esta primera contradiccidn del capital, las mujeres acti- vistas deben emprender una carrera dialéc- tica en zig-zag entre (1) su trabajo feminista liberal de establecer el derecho de las muje- res para conseguir voz politica, (2)su traba- jo feminista radical y socialista de menoscabar la base de esa misma vindica- cién politica al desmantelar la relacién ca- 7 Parn una explicacién mds detallada: Ariel Saleh, «The Ecofeminism/Deep Ecology Debate: a reply 10 patriarchal reason», Environmental Ethics, 14, 1992. 28 Ariel Salleh, «Deeper that Deep Ecology, Envi- 46 - Ecologia Politica ah a ak ell canta tot is aw ama mme le ats ameieectnsains shes Alaina nine | pitalista patriarcal de los hombres con la na- turalezas y (3) su trabajo ecofeminista de de- mostrar como las mujeres, y por tanto también los hombres, pueden vivir de una forma diferente con la naturaleza”. Al revés que el patriarcado capitalista di- rigido a la ganancia a corto plazo, tas vidas de las mujeres que abarcan el nexo naturaleza-mujer-trabajo estan incrustadas en un contexto de conservacién de fa natu raleza. Mas alld de los limites de la ideolo- {a del capital y socialista, +» Sila experiencia vivida de las mujeres estuviera legitimada en nuestra cultura, podria proporcionar una inmediata base social «viva» a la consciencia alternativa que (los hombres radicales) estan tratan- do de formular como una abstractacons- truccién ética”®. Gracias al capital y sus contradicciones, las mujeres comunes, que son la mayoria del mundo, ya son un modelo de sustentabili- dad en su ciclo de trabajos reproductivos. El trabajo de las amas de casa finlandesas, descrito por Pietila™, o de las agricultoras indias, lo ejemplifica. En la practica, son ‘maneras de solucionar las necesidades de la comunidad con una baja incidencia sobre el ambiente, y con una dependencia minima de la economia monetaria deshumanizada. De- volviendo el «regalo» de la naturaleza, es- tas mujeres trabajan con tal independencia, dignidad y gracia, que quienes buscan mo- delos sustentables podrian aprender de ellas. ‘Como nos recuerda Shiva: La pobreza percibida culturalmente no tiene que por qué ser una pobreza mate- rial: las economias de subsistencia que sa tisfacen las necesidades basicas mediante el autoaprovisionamiento no son pobres cen el sentido de sufrir privaciones,... los ccereales bésicos son nutricionalmente su- periores a la comida tecnolégicamente procesada, las casas construidas con ma- ronmental Ethics, 6, 1984, 340. 2 Piatla, «Women as an Alternative Cultures, op. eit teriales locales estan ... mejor adaptadas al clima local...3°. A diferencia del trabajo de las mujeres, a economia de mercado esté desconectada de las realidades fisicas diarias, sus impera- tivos operacionales no guardan relacién con las necesidades de la gente; su trayectoria de «crecimiento» exponencial acaba con sus Propias opciones para el futuro. A medida que el capital global se centraliza cada vez ‘més por el control transnacional de los flu- Jos de informacién, los estados nacionales pierden poder y los trabajadores son cada vez mds marginales en una fuerza de traba- jo segmentada por sindicatos de empresa 0 Ja subcontratacién. La situacién de las amas de casa en las sociedades industrializadas avanzadas» llega a un punto en el que ellas ya no controlan sus medios de produccién © su fertilidad. Las funciones de manteni- miento doméstico de las mujeres continian siendo el «puente hacia la naturaleza» de los 2% Shiva, Staying Alive, op. cit., p. 10. hombres, pero ellas pierden sus habilidades” y su autonomia a causa de! consumismo, mientras los aparatos que se supone que aho- tran trabajo, destruyen ef habitat. Las ecofeministas niegan la idea de que el «trabajo necesario» sea una carga que se deba pasar a la naturaleza a través de la tecnologia. Igualmente niegan una estrate- gia de «compafierismo» con el movimiento sindical en una economia inviable. Maria Mies reivindica una nocién de trabajo como placer y reto*', La mayoria de ecofeminis- tas buscan unas relaciones de produccién auto-suficientes, descentralizadas, donde hombres y mujeres trabajen juntos en reciprocidad con la naturaleza externa, ya no alienados o disminuidos por una di- visi6n del trabajo por géneros y por la acu- mulacién intemacional. El ecofeminismo significa una transvaluacion de valores; es- pecialmente significa escuchar de una mane- a diferente las voces de las mujeres que aman y trabajan. 31 Mies, Petriarehy and Accumulation, op. cit. LLIBRERIA FOTOGRAFIA GALERIA D'ART CANUDA, $5 - TEL 3018181 - BARCELONA-2 Ecologia Poltica - 47

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