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Las sexualidades y las ideologias Fatima Flores Palacios Lonenia Parada Ampudia No el amor, sino los alrededores es lo que vale_la pena... ‘La represin del amor ilunina sus fendmencs con mica mas claridad que la misma experenca Hay virginidades de gran entendimiento, Hacer compensa pero confunde. Solo la idea aleanza, sin corromperse, el conocimiento de la realidad. FERNANDO PESSOA Resumen E ESTE trabajo sé plantea la relacidn entre séxualidad e ideologia como conceptos y redes que sé tejen'y entretejen en el imaginario social. Se reflexiona sobre algunas categortas que constituyen la sub- Jetividad de los seres humanos, retomando ciertos planteamientos de la teoria psicoanalitica y se discute de manera implicita en torno al sistema sexo/género. En el primer apartado se revisan algunos de los principales temas foucaultianos que han influido para el estudio y conceptualizacion de las sexualidades.occidentales. En el segundo apartado, se expone el debate entre la ‘sexualidad y el poder para llegar a wn tercer apartado que pretende ejemplificar la construccién del universo sim- Bélico a tréves de las relaciones sociales. El cuarto'apartado’ se refiere bdsicamente al-resullado que el sistema sexo/género tiene en la subjetividad de varones y mujeres. Enel quinto y iltimo apartado, se plantean los lineamientos del consenso ideoldgico y las representaciones sociales en torno a la sexualidad: Ideologis« historia de la sexunlidad © 205 Introduccién LA SEXUALIDAD como uno de los componentes basicos del ser humano ha sido objeto de miltiples reflexiones tanto en el terreno cientifico como en el espacio politico y social. No es por casualidad que se Ie ha dado importancia y un lugar en el debate del conocimiento, sino que éste obedece a sus multiples implicaciones en el funcionamiento de Ja sociedad, en la manera en que constituye el motor de accién de las relaciones entre los individuos y evidentemente las formas tanto subjetivas como sociales que confluyen en ella. La sexualidad la define Weeks, J. (1993) como una experiencia historica y personal a la vez, que no puede entenderse si se observan solamente sus componentes “naturales”, ya que éstos sélo pueden adquirit significado en interrelacién con procesos inconscientes y culturales. El intento de identificar aquellos factores que nos caracterizan como raza humana y que paralelaménte son resultado, bien de la herencia biolégica, bien de Ia herencia cultural, es atin una tarea iresuelta. ‘Sin embargo, como sefiala Ansart (1993), lo que aparece como innato en los seres humanos son una serie de sefiales y de gestos universales etoldgicamente presentes, desde el nacimiento, en todas las sociedades; pero.su combinaci6n social, su significado y.su-modo de integracién en conductas asumidas, permitidas y obligadas, pertenece ya al mundo de la ideologfa, dela cultura y de la politica: El anélisis tanto de la sexualidad como de la ideologia nos sumer- gen inevitablemente en Ja reflexién de estas méltiples significa- ciones, deo imaginario, entendido como el registro intemo.del sujato que se constituye a partir de los reflejos de los otros y el propio hacia Jos demds. El imaginario, es creaci6n incesante y esencialmente in- determinada de figuras, formas e imdgenes a partir de.lo social, lo hist6rico y lo psiquico. Permite al sujeto crear y recrear.sus fantasfas para interactuar en el: mundo de las relaciones. El concepto de ima- ginario social nos refiere entonces, al conjunto de “evidencias” im- plicitas, normas y valores que aseguran lacierta interacci6n y movilidad de las relaciones sociales. Toda accién social conlleva relaciones de cooperacién 0 de conflicto y éstas se realizan dentro de estructuras-de sentido, dentro de.signi- 204 «Fitna Flones Palacios /“Lonenia Parada Ampudi ; i i ficaciones que hacen posible la conformidad o la resistencia del sujeto, Las relaciones humanas suponen pues una permanente produccién de significaciones que convocan a la legitimizaci6n de objetivos y-valores que proponen Ia accién:comtn, Si se entienden las ideologias como sistemas de pensamientos, eteencias y normas que participan’en la regulacién social y que se reproducen por instituciones:y por personas, podemos entonees ana~ lizarlas como sistemas de control social que permiten una institucio- nalizacién de los poderes y en ello se esfuerzan por crear un sentido, este sentido toma forma desde Ja sujecién del sujeto, tanto en su estructura psiquica como en su mundo social. Elsentido debe ser continuamente recordado y con esto legitimado, porque las complementaciones y las diferenciaciones sociales no estén aseguradas. Los conflictos en relacién con la reparticién desigual de os derechos, los prestigios’y los poderes amenazan constantemente con: tesurgir y se Contienen de manera’potencial en la arbitrariedad cultural de'las reparticiones. La sexualidad como experienvia historica y personal se constituye en nuestra época en una zona bésicamente conflictiva. Inserta en el campo de la accién social, contiene relaciones de cooperscién y con- flicto; batallas morales y politicas que tienen que ver con la herencia de milltiples tradiciones y précticas sociales que se juegan en drdenes tanto econémicos, como juridicos, religiosos, cientificos y familiares, Ja despenalizaci6n y legalizacién del aborto serfa un ejemplo de estas batallas. Una mirada a la historia Foucautr, M. (1984) desde su proyecto de una Historia de la sexua: lidad marca,en- gran medida un vuelco interpretativo de las, teorfas sexuales tradicionales. apegadas en su mayoria al determinismo bio- l6gico. La obra de este autor tiene como objetivo comprender Ia. se- xualidad como una experiencia en Ja interaccién con Ia cultura, el campo del saber, su relaci6n con el poder, los lineamnientos normativos por supuesto las formas de subjetividad, Wologia « histonia de ta soaalidad © 205 Para Foucault es determinante incluir el deseo y al sujeto de deseo en el campo de la historia, no limitarse a la explicacién causal de una relaci6n individuo-sociedad y donde elementos de construcci6n sub- jetiva adquieren un lugar importante. Nos parece fundamental este aspecto porque delimita un campo de conocimiento y una responsa- bilidad por parte del sujeto a reconocerse como sujeto de deseo. El objetivo decfa el filésofo francés, es “examinar y analizar el deseo y no s6lo los actos del individuo” (Foucault,. 1976). En un intento de resumir y tratar de articular las ideas centrales foveaultanas de la sexualidad, aparece como primer elemento a for- mas de poder y la regulacién nde sy price y fi final- ‘mente las formas.segiin Jas cuales los individuos pueden_y deben reconocerse como sujetos de_esa.sexualidad. Si reflexionamos en tomo a estos tres elementos de formacién de Ja sexualidad, comprenderemos la importancia que el.conocimiento acerca de Ja sexualidad adquiere como un. saber, como el poder de -imiente propio, como la posibilidad de acercamiento para des- cubrir Jas articulaciones del placer puestas en el-cuerpo y en la mente no sélo desde el conocimiento “cientifico”, sino también desde la sensaciGn y la percepeién de la existencia de un “otro” simbolizado. En cuanto a la regulaci6n de la sexualidad por part i de poder, es evidente que la fuerza de coercién subjetiva y social que Se ejerce, se traduce-en una sujecién y control del placer que eviden- cnsiones del 2 sexualidad, adapta su fun margen de la procreaci6n, En Sonora, jamaners én ‘que los individuos se reconocen como sujetos sexuales. Desde este planteamiento entendemos la ubicacién que Foucault le da al individuo como snjeto pensante y desafiante de un entramado ¥- dispositive social que le organiza su subjetividad, su, propio deseo, ‘el reconocerse como sujeto deseante, implicard un conflicto de “conducta moral” y un “desdoblamiento psiquico” que el sujeto tendré que definir a partir de su propia experiencia social. Puleo, A. (1992) comenta que con Foucault; pasamos de una se- xualidad con jerarqufa de fundamento ontol6gico, a una sexvalidad 206 « Fivina,Flones Palacios / Lonenia Parada Aupudia : definida, no s6lo como construccién cultural (tesis que inicia Margaret Mead), sino como estrategia de poder para controlar la sexualidad. Hasta aquf comentamos algunos elementos ‘bésicos del. proyecto de la Historia de la sexualidad, que nos asegura como antecedente la discusiGn de dos categorias centrales en el paradigma de la sexualidad, nos referimos a la ideologia y al poder. Sexualidad y poder La WOLOGIA funciona como un sistema de control en el seno del grupo y permite una institucionalizacién de los poderes; la investigacion sobre el poder comenta Théfiez, T. (1989) se ha centrado fundamen- talmente en un modelo que se basa en el intercambio negociado (san- ciones contra cesiones), y que se fundamenta en el intercambio cocrcitivo (amenaza contra obediencia). Por nuestra parte agregariamos que. en los estudios sobre cl poder, no podemos omitir desde un interés particular el poder disciplinari que se inscrihe en el cuerpo mismo de! sujeto, y en su propia mente, las exigencias del poder, 1a naturalizacién de las imposiciones, sea Porque se asientan en “fundamentos de verdad” desde el discurso Gientifico, o porque sean el resultado de los procesos de normalizacién, | 1a modificacin material del estado de las alternativas disponibles para el sujeto en un nivel intemo de su propia construcciGn.|Estas moda- lidades desde el paradigma del poder, adquieren una importancia que se fundamenta en la consideracién del sujeto desde una relacién de interaccién con su medio ambiente. De-acuerdo con Ibafiez (1982) el poder es un concepto relacional ternario que implica dos entidades y un contenido, una telaci6n: de poder, siempre tiene un objeto o Ambito sobre el cual se ejerce. Carecerfa de sentido el suponer un funcionamiento en el vacfo, y de Ia misma forma que la donacién implica necesariamente un donante, un desti- natario y “una cosa para dar”, De esta manera “el poder sobre” es simulténeamente “poder de”, es un ejercicio que se practica en relacién con.un “otro”, en. donde interviene un tercer elemento que puede ser como ejemplo, la ideologia, Ideologia Wistonia de te sexuslidad ¢ 207 constitutiva de la relaci6n a la que-aludimos, en este sentido consi- deramos que traspasamos el andlisis del poder como una relacién causal. En conclusién el supremo ejercicio de poder consiste en conseguir que los demés tengan los deseos que.“otro™ quiere que tengan, con Jo cual la ausencia de desacuerdo no excluye un ejercicio de poder. En este sentido y desde una visién social y un planteamiento poli- tico y femninista sin duda la relaci6n sexualidad-ideologia y poder, tiene una importancia capital, porque partimos de que es a.través de esta relacin de donde emerge en gran parte Ja diferencia social de los ‘g6neros femenino y masculino. Afirmamos esto en funcién de que la sexualidad femenina se ha visto determinada y reducida a Jo largo de la historia a Ja funcién de reproduccién'que atafie directamente a las mujeres desde su conformacién biolégica, organizando a partir de‘ello una ideologia patriarcal que detenta y organiza el poder. A. través de un conjunto de précticas, representaciones colectivas, simbolos, va~ or y elaboraciones subjetivas e ideoldgicas sobre los gé- neros masculino y femenino. 7 Cada sociedad desarrolla sus sistemas de género.a partir de la diferencia sexual entre hombres y mujeres. Es decir, los seres humanos adjudican caracteristicas intelectuales, morales, y psicoldgicas dife- rentes segtin se haya nacido, hombre o mujer. Estos rasgos socialmente asignados e interpretados como masculinos 0 femeninos son vistos como “naturales”, pero en realidad son construidos socialmente, ‘Durante los siglos xvi y x1x se hizo evidente la influencia de un saber desde Ia medicina tradicional, la filosofia, Ia psiquiatria, en donde la funcién de la sexualidad se consideraba como la reproduccién entre hombres y mujeres, y la mujer en tanto sujeto slo estaba delimitada a la reproduccin, este supuesto saber sé consolid6 y tom6 forma en un pensamiento social que fue avalado y consensuado a través de miltiples vias ya no solamente sociales, sino’ también juridicas y éticas como el matrimonio, Gnica “Iegalidad” de una yelaci6n entre dos.personas. De esta manera la sujecién del pen- samiento social se fue trasmitiendo de generacién en generacién hasta la evidericia de que en nuestros dias los planteamientos de los siglos Xvmi y XIX no son muy diferentes en tanto pensamiento consensuado y directivo de una sociedad. 208 » Fivins Flones Palacios / Lovenia Panda Aupudia En el mismo sentido tendrfamos que considerar que la inscripeién de los determinantes sociales y éticos tradicionales han dado paso a Ja configuracién de una subjetividad delimitada por las normas y va- lores establecidos como medio de coercién, dispositive de poder y dé intimidacin cuando ef d ol sen. elplacer, Potencial pelguizo ind miento de tina subjetividad alienada.al-orden social. EL poder, entonces, tiene implicaciones en tuna ideologga sexual que se ha ido Sonfermant poe sedi. dde-repro- sentaciones sociales, de una subjetividad, un per Por otto lado, Dio, E. (1992) desde una postura psicoanalitica comenta que el-gran valor del concepto de género, es que introduce una posibilidad de pensar una identidad femenina © masculina que surge de la mujer o del var6n, pero que se construye a través de identificaciones con sus iguales a partir de su experiencia de sociali- zaciGn. Es decir, la identificacién con el otro, esta asignada funda- mentalmente por la semejanza. ‘En este sentido, Ja identificacién en el caso de la nifia va a estar dada por la semejanza a la madre mucho més que por-la diferencia al padre, De esta manera comprendemos que el hecho de que exista una feminidad propia de la mujer, propia de la nifia que tiene que ver con esta identificaci6n a la-madre, a sus determinantes lingtisticos y. sociales, permite postular una feminidad primaria ideal, Ia madre es la todopoderosa, Ia que tiene el poder, es el momento de la fascinacién por su igual, aunque més tarde vendré cierto colapso narcisista cuando se descubra que no es omnipotente y que carece de ese poder en el mundo que se le habia otorgado. De ahi se desprenden las diferencias y las conjeturas del imaginario, desde una postura psiccanalitica y una Visidn de género, las mujeres crecen con cierto narcicismo derrotado que habré que reconstruir desde nuevas identificaciones, apartar la reconsteuccién del narcicismo de la funcién materia y desplegar una sexualidad gozosa alejada del proceso de reproduccién. Proponemos tna vuelta, una de-construccién Fdcologia € hisvoria de la sownlidad © 209 e de la subjetividad marcada por las identificaciones, por las repre- sentaciones de “legitimidad” social que permita una reconstruccién de Ia subjetividad femenina, considerando nuevos elementos de las relaciones sociales, Ios caminos para llevar a cabo esta deconstruc- cidn-reconstruccién pueden ser multiples. Universo subjetivo y sujeto deseante Srpartimos de la premisa de que el pode: la Jey y que daa conocer la regla mediante la cual el sujeto se_conducird revelaréo someterd, nos enfrentamos a la necesidad ubrir quién tien el dictamen de la ley y desde qué lugar se ejerce dicha imposicién, sea simbélica o real. El poder en tanto dominio fuerza y ejercicio tiene una funcién de represor, cuida el orden estipulado sometiendo al individuo como sujeto social a una moral impuesta y escasamente decidida por su propia persona, esta moral que en principio es social, se organiza a Tolargo de la historia del sujetoy pasa a constituir una parte fundamental del psiquismo humano, “lo exterior deviene interior” (Moscovici, 1989), dando paso a la conformacién de lo que el psicoandlisis ha nombrado como el supery6. Fsta instancia psfquica es reconocida como Ja parte critica que forma parte del complejo aparato psfquico del ser humano; se en- carga de interpretar y valorar Ja realidad externa-e interna, en el espacio que cada sujeto ocupa y la manera como interioriza la nor- matividad cultural. Espacio que cada individuo se representa y al cual le daré un significado. La definicidn clasica que Freud desarroll6 de supery6 nos plantea la posibilidad de derivar interpretaciones interrelacionadas desde el imaginario individual, en la confluencia del mundo social que circunda las diversas representaciones culturales y morales que el individuo va interiorizando y asumiendo en un eterno didlogo y desaffo con su propia interpretacién-y amoldamiento de su realidad subjetiva. Es decir que el supery6, en tanto identidad psiquica y social ocupa un determinante en la estructuracién de 1a subjetividad humana y 210 « Farina Flones Palicios / Lonenia Parada Aupudia fundamentalmente, delimita y filtra el deseo, de ahi que merezca la pena reflexionar en su funciGn. La conciencia moral, es decir, el supery6 intimamente relacionada con el complejo de Edipo, juega un papel determinante por la equi- paracién entre el objeto amado y Ja renuncia al mismo, la madre, por inoperante socialmente generando deseos, miedos y reproches que sucumben en lo inconsciente. De ahi la interrelaciGn que se establece entre poder-ley-supery6. Mayer, H. (1989) comenta que el individuo nace sin poscer inhibicién alguna, sin tener prejuicio ante sus propios impulsos, diriamos que se encuentra exento de la delimitacién placentera, y que de conservarse deesta manera, el destino de la humanidad en colectivo tendria realidades muy distintas. De hecho Ia explicacién del complejo de Edipo y la renuncia al objeto primario de satisfuccién desde el planteamiento psi- coanalftico, ha servido como una orientacién normativa de seleccién y supervivencia. Fl supery6 en este sentido es muy importante desde Ta identificacién y el reconocimiento de la autoridad. El superyé como instancia reguladora entre el yo y el inconsciente adquiere una connotacién importante porque serfa quien de alguna manera determine el grado de conflicto y contradiccién entre lo acep- tado por la regla, por la instauracién de una ley y Io deseado fuera de cualquier restricci6n prejuiciada. ‘Comprendemos como deseo desde una aproximacién lacaniana, a aquelllo que nace de la separacién entre necesidad y demanda y por su propia naturaleza exige ser reconocido (Laplanche y Pontalis, 1971), es decir, el deseo no puede reducirse a la demanda porque en su origen no tiene relacién con un objeto, el deseo se teje en el inconsciente, tiene una relacién fantasmética. Baudrillard, J. (1986) meneiona que el deseo no se sostiene tampoco mds que con ta carencia, cuando se agota en la demanda, cuando opera sin restricci6n, se queda sin realidad al quedarse sin imaginario, Deja de existir como deseo y pasa a un orden generalizado que poco tiene que ver con el placer del deseo. De aqui se desprende una discusiGn con respecto al imaginario de lo femenino y lo masculino, a la via por la cual varones y mujeres socializados legan al deseo en tanto posibilidad de lograrlo. Ideologis ¢ histonia de la sexualided @ 211 Segiin Baudrillard, existe la diferencia en ventaja para el colectivo femenino a partir de que la seduccién como elemento de deseo rep- resenta el dominio del universo simbélico, mientras que el poder que es masculino representa slo el dominio del universo real y concluye diciendo que Ja soberanfa de la seducci6n no tiene medida comtin con la detentaci6n del poder politico o sexual. Si bien es cierto que la seduccién puede ser un arma del deseo, también es cierto que en el mundo real (mundo falocratico) la seduceién en tanto que efecto regularmente femenino convulsiona y revoluciona el orden de lo real, no tiene Los efectos felices y roménticos a los que Baudrillard alude. La presencia de Ia histeria femenina.es un “rebote” que ejemplifica la demarcacién de la sancién, Ademas de que la seduccién tiene un sentido mioral punitivo, esté fuertemente identificado al deseo sexual y este deseo sexual para el mundo femenino regresa en contra de su propio deseo, por el atrapamiento de la sexualidad femenina a la reproduccién. El panorama se torna pesimista, parecierd entonces que-el cum- plimiento del deseo en las mujeres se queda anclado al inconsciente ¥ €8 ahi donde se-ejercita, porque-en el pasaje de Io inconsciente a jo consciente corre el peligro de agotarlo desde la supremacfa de una estructura superyoica definida que tiene su correlato como ya adver- timos, en la maternidad, dejando de ser deseo al convertirse en una demanda. De esta manera las mujeres en tanto deseantes, se quedan en el nivel del imaginario porque el paso a lo real las confronta con su funcién anat6mica biol6gica, mientras que para los varones no suponic tuna confrontacién con su biologia, y sf una ganancia que le otorga sentido y supremacfa del ganador, aumenta su narcicismo y le provee de una identidad satisfactoria en su rol social. Bien es cierto que la construccién del superyé no es nica, cada persona desarrolla su propio supery6 a partir de su historia y de las instancias de socializaci6n que tierie desde su desarrollo, sin embargo, consecuentemente con lo que hiemos venido enunciando, no podemos dejar de reconocer que existe una socializacién ¢ interaccién cultural que se puede convertir en el eje regulador para el género femenino desde su correlacién con el poder del padre. 212 © Fitna Flones Palacios / Lonenia Parada Ampudia La negacién a que est4 sometida la mujer opera en su subjetividad y va desencadenando una ubicacién fuera del poder de las decisiones, colocéndose en las ausencias y en las carencias. La mujer en'un mundo faloonitico esté condenada a la carencia del valor, de fortaleza'y de autoridad. Esté fuera de los mérgenes de presencia y Jejana de la palabra propia. El narcisismo femenino derrotado Estamos convencidas de que las mujeres ya no sélo se reivindican a través de la matemnidad, ni se sienten necesariamente incompletas por Ia falta de un hijo, pero la voz femenina de su verdadero deseo se pierde en, la confusién, no se escucha por las trampas sociales y el dispositivo de poder subjetivo que existe en la contencidn y supresion de los deseos. En este sentido debemos explorar cémo se genera por un lado, la desigualdad subjetiva entre varones y mujeres y c6mo la castracién | simb6lica de la mujer, no obedece a la falta de un 6rgano genital sino /” a la carencia de poder, al sometimiento de su palabra, a la ausencia + de representacién y en mucho a la imposibilidad de realizacién en un mundo masculino, en conclusién a un narcicismo derrotado. La mujer como bien decia Freud, no desarrolla un supery6 como el hombre, ejercita otra forma anclada a su condicién de desventaja. Bila encarna una ley que no es la suya, que es la del otro. La madre félica finalmente.s6lo es la portadora de una moral que. gue no ha sido construjda desde sus propias fantasfas 0 necesidades, obedece a una estructuracion articulada desde el fantasma patriarcal y desde el deseo del otto. “Ea onsiruccién de la subjetividad en la infancia para varones y mujeres, se introduce en el mundo de los adultos/as al ser marcada por Ja ley que prohfbe, que determina el deseo y constituye un deter- minismo en su conducta social. Luego entonces, la legitimizacién de la. préctica sexual en las mujeres es distinta a la de los varones, la socializaci6n en tanto roles, Weologis historia de la sexunlidad © 213 constituye una diferencia que marca su comportamiento y que delimita su propio deseo en funcién de su pertenencia a un sexo determinado (Flores, 1993). En todo momento, la organizacién de In feminidad tiende a un control de la sexualidad, la sexualidad debe ser contenida, inhibida y ser puesta bajo Ia conveniencia de la oportunidad, es decir, Ja sexualidad en Ja mujer tiene que estar legitimada por el amor. Es la condiciGn, sefiala Dio: “por la cual la prictica sexual refuerza, legitima y positiviza la sexualidad femenina”. En el varGn la sexualidad no atraviesa necesariamente por la demanda del amor, no se contiene en su deseo, no necesita de la legitimizacién psiquica como individuo a partir de un otro, porque socialmente ost legitimado por si mismo y por sus pares. Por otro lado, consideramos que la renuncia que los varones hacen del objeto primario conlleva un proceso doloroso que se inscribe en el imaginario del sujeto y que cuidard, con mucho esfuerzo, de no caer en la trampa de Ja fascinaci6n primaria, su relacién con la madre, este mecanismo de defensa, de organizaci6n, le permite parad6jicamente relaciones con mayor distancia, pero también le supone menos posibi- lidades de disfrutar la fascinaci6n del amor. El interrogante en este ‘momento es ,qué pasa cuando el vardn rompe la defensa de la distancia y se introduce en el camino del enamoramiento, de la fascinacién? En conclusi6n, la subjetividad femenina se encuentra organizada desde tna identificacin primaria que nace derrotada, desde una funci6n social que ejerce poder en su imaginario y desde una preocupacién alienada hacia el cuidado de las relaciones. Todo esto tiene poco que Yer con sus procesos inconscientes, con sus deseos, con su necesidad de gozar su propio cuerpo, de erotizar sus relaciones hasta conseguir el plus de placer extraviado pero fuertemente deseado. En cuanto a la subjetividad masculina, tenemos también una derrota simbélica, s6lo que ésta no se da por una identificacién con el objeto primario, sino por la renuncia que se ve obligado a hacer y la amenaza del padre, su igual, con quien tendré que hacer una Mlianza hist6rica que le permita colocarse en el mismo terreno de autoridad, de ley. En todo este andamiaje, existen grados de sufti- miento, de renuncias, de exigencias que el varén tendra que claborar desde su propia experiencia. 214 « Farina Flones Palacios / Lonenia Pawada Ampudia

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