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£3 es un tas-
trumento de comprensión de la. historia^ ha descubierto el pa
pel que las clases sociales, sus intereses y sus luchas, tieaeai en
el devenir social. Consecuentemente ha señalado la misión que
a la clase obrera le corresponde desempeñar en la sociedad ac
tual, como dase interesada, objetivamente en la Revolución So
cialista, como agente de la transformación del régimen, capi
talista. /
luchas de clases, hasta ahora, habían sido inconscien
tes medios del desarrollo social. Mas, ahora, el marxismo, hit he
cho que la clase obrera adquiera <k>nciencia de su papel revolu
cionario y le permite,dirigir, entonces, conscientemente su ac
etó» política. Por eso, la Lucha de Clases, entre proletariado y
burguesía es La lucha de clases por excelencia, la Lucha de Cla
ses con mayúsculas, la única lucha de clases emprendida cons
cientemente por una de ellas: el proletariado, provisto de una
-conciencia teórica acerca de sí y de su fondón histórica, qué no
otra cosa es él marxismo, que la teoría revolucionaria de la
ctaee obrera.
13 marxismo es, pues, el “momento” teórico de la praxis
social y al núsmo tiempo la suprema teoría de esa misma praxis.
Marx expresó este pensamiento fundamental suyo en su
famosa frase: “Los filósofos hasta fetho*a no han hecho obra
cosa que interpretar al mundo, ahora les correeponde transfor
inarlo”. Lenin lo confirma con su no menos conocido aforismo:
"Sin teoría revolucionaria no hay acción revolucionaria” (103).
De ahí por qué Mondolfo, con justa razón, propone para el
marxismo la denominación de teoría crítico-práctica deja: his
toria, expresión que denota el rasgo característico de su; pensa
miento que acabamos de comentar.
S3 marxismo, de acuerdo con k> anterior,,no debe ser con-
(160) ‘‘En esta antinomia la burguesía es la tesis, el proletariado lia ^ntii-
' tesis; de manera que el proletariado es la clase capaz de superar la
antinomia, es el momento 'dialéctico que debe crear la síntesis, es la
-palanca de la revolución liberadora que sobrepasará, que superaré la
contradicción' fundando la sociedad sin clases; pero para precipitar y
dirigir esta solución necesaria es indispensable que el proletariado
adquiera conciencia dé su existencia de clase y de su papel histórico
burguesía",
de “sepulturero de la que pase del ser en si a.la concien
cia de si”. _ ■
pág.
René Maublanc, ob. cit., 61.
"Cuando él proletariado, por medio de la luriba de clases, cambia,
su posición en la sociedad y, por tanto, toda suestructura social, al
conocer ese cambio de la situación social,eá. decir, de sí mismo, se
encuenrtra no sólo frente a un 'nuevo objeto dfe comprensión, sino que
cambia su posición de sujeto cognoscente. fca teoría sirve para pro
porcionar al proletariado la conciencia de su posición social, es decir,
conisderarse a si mismo a la vez como objeto y sujeto en el proceso
social” . (lyuokáes, Geschiehte und Klaásenbewusstsein, citado por Karl
Mannheim, “Ideología y Utopia”, pág. 112).
“La teoría revolucionaria es la generalización de las experiencias
del movimiento proletario en todos los paises. Pierde naturalmente su
propia esencia si no entra en relación con la práctica revolucionaria,
lo mismo que la práctica camina a tientas si no la ilumina la teoría
revolucionaria, .pues ella sola puede dar confianza al movimiento, ser
virle de guia, prestarle vigor, y hacerle comprender las relaciones
internas que existen entre los acontecimientos, y sólo él ayuda en la \
práctica a aclarar el proceso y la dirección de los movimientos de
/clase en la actualidad y en próximo futuro”
(José Stalin, “Cuestiones del LenWüsno", pág. 23)............
siderado como un justificativo para que la clase obrera se eva
da de actuar frente a las condiciones reales y novedosas que en
cada momento crea el devenir social y se niegue a construir una
adecuada actitud frente a todos y a cada uno de los problemas,
de la vida social, por menudos que ellos sea», para refugiarse
en la contemplación estática y estéril de' la “revolución- socia
lista ideal”.
Por el contrario, el marxismo debe servir de instrumento
para que la clase obrera afronte realistamente todas las contin
gencias de la vida social, y de garantía que frente a ella adopte
una actitud concreta en función de sus objetivos de dase, sin
caer tampoco en un menguado oportunismo practicista que pier
da de vista la linea laxga del movimiento.
“El comunismo, dice Marx, no es para nosotros una condi
ción que habrá de establecerse, ni un ideal al habrá de aco
modarse la realidad. Damos el nombre de comunismo al movi
miento real que suptíme las condiciones actuales. Las condicio
nes bajo las cuales procede ese movimiento son el resultado de
las que prevalecen ahora,” (104).
(104) KaTl Marx, citado por Kart Matmfegtei "ftiMtagía y tftopi** pí¡g. n i.
CAPITULO V
INTERVENCIONISMO, COKPOlíATIVISMO Y FASCISMO
1 .—Reacción burguesa frente a la crisis capitalista.
Planteada la lucha de clases, por el proletariado, en un
plano consciente y revolucionario se organizó a lo largo de la
segunda mitad del pasado siglo el movimiento obrero, en forma
de movimiento político socialista.
La organización social capitalista y su Estado democrático-
liberal se encontraron entonces ante dos grandes problemas,
para afrontar a los cuales, no contempla su estructura social ni
su pensamiento, ninguna solución acorde con ellos mismos: por
un lado la crisis cada vez más profunda de su sistema económi
co manifestada en la anarquía de la producción (105); por otro
lado, la presencia, cada vez más combativa y poderosa, del so
cialismo revolucionario, que surgió de su interior con fuerza
arrolladora y que pretende destruir la esencia misma del ré
gimen.
Las complicaciones que estos hechos produjeron y produ
cen en el funcionamiento típico del sistema económico y políti
co del capitalismo, son trascendentales. Ellas demuestran que no
adviene espontáneamente el “bien común” gracias al libre jue
go de los intereses individuales, y que el movimiento obrero or
ganizado sindical y políticamente, viene a ser una negación de
la forma mecánica e idílica con que la teoría política liberal pre
tendía que se gestara el Estado y se realizara su acción “per
omitendo”.
Las clases ligadas al orden social existente, que hasta la
primera guerra mundial conservaban todavía su optimismo res
pecto al funcionamiento y porvenir del sistema capitalista, co
menzaron a perderlo, producida aquella catástrofe. (En Esta
dos Unidos se conservó ese estado de ánimo hasta la gran cri
sis del año 1929).
La expansión creciente de los mercados y la penetración im
perialista en las colonias y semi colonias, que había logrado con
anterioridad a 1914, disimular e impedir las manifestaciones de
(105) “La anarquía de la producción, esto es, la multiplicidad de producto
res que decidían autónomamente lo que debía producirse, y el hecho
de ser un sistema de producción no con propósitos sociales conscien
temente determinados, sino de lucro”. (Maurice Dobb, Economía Polí
tica y Capitalismo, pfeg 83).
las crisis orgánicas del sistema, se vieron bruscamente conver
tidas en otras tantas causas de -trastornos bélicos entre poten
cias imperialistas entre si ]y, entre ias potencias coloniales y ios
movimientos nacionales de liberación de los países dependientes.
La burguesía empezó a perder la connanza en sí misma
y en su “orden”. La que antaño fuera una ciase pujante, pro
gresiva, confiada en ios destinos del hombre, con le en las cien
cias, la razón y el progreso indefinido de la humanidad, se vio
de improviso presa de una angustia sombría por su porvenir. El
mundo que ella había creado en función de la razón, de la cien
cia y del progreso, se mostraba díscolo, violentamente irracio
nal y anticientífico y amenazaba en una de sus horribles contra
dicciones económicas y bélicas, arrastrar a la humanidad a un
caos en el que el progreso, tan penosamente conquistado por
ella, podía ser defmitivamente destruido.
¿Se produjo, así, la desintegración espiritual de la burgue
sía; ahora ya 110 cree en la razón, en la ciencia y el progreso,
hoy se entrega a toda clase de irracionalísimos, se convierte a
cualquiera religión, por más inverosímil que sea, cree en cual
quier mito, por más ilusorio y falaz que parezca.
En el campo filosófico surgen ahora toda suerte de irra-
cionalismos, desde el pragmatismo de James, hasta el intuido-
msmo de Bergson, pasando por las oscuras filosofías de la an
gustia, las tremebundas doctrinas que hacen la apología de la
guerra y de la violencia, que veneran la sangre y la raza, y las
que dirigen sus ojos hacia el ocultismo, la astrología, y las mís
ticas prácticas de oriente.
La causalidad ahora no existe, el mundo no puede ser co
nocido por el hombre, la técnica es una invención diabólica, y la
civilización moderna es una monstruosa desviación, que hay
que destruir luego si no queremos que ella nos aniquile a nos
otros.
Siente nostalgia la desintegrada burguesía contemporánea
por la vida pastoril y bucólica de los campesinos, añora y sueña
con una nueva Edad Media, se aíerra a cualquiera cosa que le
dé fe, confianza, no ya en su porvenir en esta tierra, sino des
pués de la muerte, en la otra vida.
¡Qué diferencia entre esta burguesía decadente de hoy en
día con. la clase impetuosa y altiva de hace cien o doscientos
años atrás, la de Newton, Laplace y Robespierre!
En el campo político y de la actividad del Estado, esta nue
va situación y característico estado de ánimo de la burguesía,
halla su correspondientes traducción.
Entre las múltiples variedades de pensamiento y organiza
ción política, con que ella pretende afrontar las nuevas condicio
nes sociales, nos referiremos sólo a tres, en las que pretende
mos incluir a las más interesantes, tanto por su significación
teórica, como por su importancia práctica.
2. —El Intervencionismo.
La actitud que llamamos intervencionismo, es la más po
bre en su contenido teórico pero, al mismo tiempo, la más so
corrida de las respuestas con que el Estado democrático liberal
aborda la crisis social y política contemporánea.
— 129 —
El intervencionismo no implica ni supone un sistema cohe
rente de pensamientos que le sirva ú© ideario. INIo hay mía filo
sofía del intervencionismo. Este no es sino el producto de la ac
ción esporádica y circunstancial del Estado cierno-liberal para
solucionar los problemas inmediatos que se le presentan.
Los fines que se persigue con la intervención del Estado en
la vida económica podemos sintetizarlos en ios siguientes:
a) Elevar el standard de vida, y la seguridad social de las
clases que viven de un¡ sueldo o de un salario, por medio de una
legislación del Trabajo que consulte las pertinentes medidas
sobre salarios, seguros sociales, asignaciones familiares, ñidem-
nizaciones por accidentes, condiciones de trabajo, regulación de
precios, etcétera.
b) Elevar la productividad del trabajo de un país, y ace
lerar su industrialización mediante la llamada política de fo
mento a la producción: créditos, enseñanza técnica, creación de
nuevas industrias, etc.
E sta segunda modalidad de la acción del Estado interven
cionista se desarrolla particularmente en los países de escasa
capitalización, y tiene por consiguiente, caracteres muy especia
les que la distinguen de la modalidad aludida en primer lugar.
En efecto, la política de protección de los trabajadores y
que signamos con la letra a ), es producto, por una parte, de la
presión de las clases populares para conseguir mejores condicio
nes de vida, y por otra, de concesiones hechas por la clase ca
pitalista para afirmar su sistema social y evitar mayores tras
tornos que lo destruyan.
La política de fomento a la producción es, por el contrario,
una actividad por la que' el Estado coadyuva en ei hecho a la
función capitalizadora, que históricamente le corresponde a la
burguesía. La circunstancia de que esta política de fomento es
tá inspirada en sólo propósitos le lucro capitalista o que per
siga conscientemente desarrollar la producción en función de la
satisfacción de las necesidades reales de un país, depende de la
medida en que el criterio político y económico socialista y la
presión de las organizaciones populares influya en su orienta
ción. En todo caso, una política de fomento a la producción, en
mayor o menor grado es objetivamente progresista e interesa a
los propósitos históricos de la ciase obrera y al socialismo.
Lo que caracteriza esencialmente a las dos modalidades de
política intervencionista es que ésta no afecta las relaciones ca
pitalistas de producción, se mantiene siempre dentro de los
moldes clasistas, y no intenta su destrucción, aun cuando se
proponga “dirigir integralmente la economía de un país”, pro
pósito que necesariamente tiene que frustrársele por no ser con
ciliables una adecuación integral de la economía a las necesida
des sociales, con las relaciones capitalistas de producción. Lo
que no obsta para que las conquistas obtenidas mediante esta
política sirvan de punto de apoyo para conseguir medidas más
revolucionarias en su contenido, como las nacionalizaciones y
otras de esta índole, que pueden ir condicionando la transfor
mación del capitalismo en socialismo.
Desde el punto de vista de la teoría política, lo que carac
teriza al Estado interventor es que éste no realiza concepción
alguna racional y coherente de sí mismo. Es el mismo Estado
— 130 —
liberal el que entra a realizar las nuevas funciones, sin altera
ciones substanciales en su estructura. No existe una teoría po
lítica del Estado interventor, ni existe tampoco una estructura
propia e institucional del mismo.
Como en la construcción del Estado liberal no se encuen
tran los materiales adecuados para servir de medios a las nue
vas funciones sociales y económicas que las circunstancias exi
gen del Poder Político, resulta que es necesario “parchar su es
tructura” y crear dentro de su mecanismo interno, reparticio
nes destinadas a efectuar dichas tareas, ya sea dentro del po
der ejecutivo, en forma de ministerios y oficinas, ya sea como
instituciones semi autónomas, como las llamadas semi fiscales
que tienen a su cargo tareas específicas, pero con cierta depen
dencia del poder ejecutivo.
Las clásicas asambleas parlamentarias se ven cada día, así,
más al margen de la nueva actividad estatal. Y como la agita
ción “política” gira, en gran parte, alrededor de las luchas elec
cionarias para elegirlas, resulta que se produce, en último tér
mino, un divorcio entre la función del Estado mediante la cual
interviene en el mundo económico, y la actividad tradicional
mente “política” que se orienta casi en su totalidad en función
de la generación de los clásicos poderes del Estado.
Se crea, de esta manera, en forma más o menos desorde
nada y al margen de las instituciones tradicionales del Estado,
un complicado mecanismo de instituciones semi autónomas de
acción económico-social que escapan a un control organizado y
consciente de parte del Estado y de los poderes en que se tra
duce la lucha electoral y partidista.
Para poder armonizar la actividad de los Poderes Públicos
y la de las referidas instituciones se han ideado, dentro de los
marcos del Estado liberal, varios procedimientos. Nos referire
mos a los dos principales:
El primero consiste en asesorar a las comisiones parla
mentarias, en que se dividen las Cámaras para el estudio de las
materias sometidas a su consideración, con elementos técnicos
y representativos de la actividad económica del país.
El otro procedimiento consiste en crear un Consejo de Eco
nomía Nacional, en el que los referidos elementos técnicos y
económicos, estén representados, para que ejerza tina función
rectora sobre toda la actividad económica social del Estado.
Prescindiendo de las corruptelas y prácticas viciosas que en
los Estados demo-liberales modernos dificultan todo intento de
organizar sistemáticamente el aparato clásico del Estado con las
instituciones de acción económico-social, podemos encontrar una
razón de fondo que impide que las medidas señaladas más ade
lante y otras semejantes, sean verdaderamente eficaces.
Como dentro del mecanismo del Estado liberal, la soberanía
reside en el pueblo y se expresa mediante el sufragio universal,
resulta que si no se quiere abandonar aquel sistema, todas las
comisiones técnicas asesoras de las Cámaras y los Consejos de
Economía, sólo pueden llegar a tener un papel meramente con
sultivo y en definitiva secundario en la orientación de una polí
tica definida de los Poderes del Estado, ya que la facultad de
“decisión”, lo compete sólo, en el sistema liberal, a los órganos
representativos de la “voluntad popular”. Lo que no obsta para
V
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que en el hecho tales órganos pooo o nada se preocupen de
acordar semejante tarea.
Esto quiere decir que no será el criterio del organismo téc
nico consultivo el que prevalecerá en último término, sino el de
las fuerzas y “combinaciones políticas” con mayor influencia en
el poder legislativo, lo que significa quitarle toda efectividad
a la labor de las referidas comisiones o consejos en la dirección
de la economía de un país.
Cabe entonces concluir que ios intentos para organizar la
política económico-social en un Estado liberal mediante la in
tervención decisiva de los parlamentos, no obstante los conse
jos o comisiones que pudieran asesorarle, no pueden corregir las
deficiencias y desarmonías que ha producido en la vida econó
mica de los países, la intervención esporádica de las diferentes
reparticiones e instituciones creadas accidentalmente para di
rigirlas .
Esto quiere decir que dada la estructura del Estado demo-
liberal, éste es incapaz de asimilar orgánicamente y de contener
en su seno las nuevas funciones de intervención en la vida eco
nómica de un país que ias exigencias sociales le han impuesto
realizar.
Significa lo anterior que toda la política económica desa
rrollada por un Estado liberal es absolutamente ineficaz y que
no cabe por su intermedio realizar una política eficiente y pro
gresista? No. En La medida que en el seno de las mismas insti
tuciones liberales, en el ejecutivo y en el parlamento, asi como
en el resto de las instituciones exista y prime un criterio socia
lista organizado, en la medida en que la acción de esos organis
mos esté conscientemente inspirada en la transformación orgá
nica de la sociedad, en esa misma medida, la intervención en la
economía ejercida por un Estado liberal puede y debe constituir
un punto de apoyo para nuevas y más penetrantes conquistas
y llegar a significar una fase de la lucha integral por la trans
formación del régimen capitalista en socialista.
En la medida en que el Estado pase a ser un instrumento
del interés de la clase obrera, por la naturaleza de su acción ob
jetivamente revolucionaria, en esa misma medida deja de ser
ya expresión de la “voluntad soberana de la nación” para deve
nir instrumento de la voluntad de la clase obrera (106). Toda
la organización liberal clásica y sus instituciones parlamentarias
pueden llegar a ser, así, una caparazón artificial y mixtificado
ra que debe ser destruida y reemplazada por una nueva organi
zación del Estado que conscientemente se defina como instru
mento de la clase obrera y que adecúe a ésta su función, su es
tructura y su organización interna.
Esto quiere decir que la intervención del movimiento socia
lista en la política económica de un Estado liberal para “solu
cionar” sus “problemas”, aislada y esporádicamente, sin más
mira que el resultado inmediato, sin perspectiva revolucionaria
(106) .cuando""el Estado refleja, según la expresión del opúsculo sobre
Feuerbach. “todas las necesidades de la sociedad civil”, éste no es el
instrumento de la clase que tiene el dominio económico: es el reflejo
de las necesidades de las distintas clases, en la medida en que éstas
logren hacer valer su propia voluntad, y fuerza”. (Rodolío Mondolío,
“El Materialismo Histórico en Federico EngeLs”, pág. 303).
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en su acción, y sin comprenderla como “momento” en el proce -
so de integral transformación social, es sólo un oportunismo
menguado que no tiene de socialista sino el nombre, y que ob
jetivamente significa una traición a la misión revolucionaria del
proletariado.
Una intervención estatal en la economía dirigida conforme
lo exige la voluntad política de la clase trabajadora es más que
una simple intervención, significa en realidad una planificación
de la economía de acuerdo con los objetivos políticos que le in
teresan como clase. Esta planificación no persigue sólo organi
zar la economía por organizaría, sino hacerlo desde un punto de
vista revolucionario que ve en la planificación un medio para
poder transform ar la estructura económica del sistema. Una in
tervención planificadora de esta naturaleza es cualitativamente
diferente de la simple acción esporádica y circunstancial del Es
tado liberal para afrontar accidentales contingencias; una in
tervención de esta especie es un “momento” en el proceso revo
lucionario, una posición conquistada en la batalla por el Socia
lismo.
3 .—K1 Corporativistno.
No lia escapado a los teóricos de la política en ios medios
vinculados al orden capitalista ia impotencia orgánica del insta
do liberal para ejercer funciones de planificación e Intervención
en el desarrollo económico de la sociedad.
Los teóricos han reparado en que un Estado construido so
bre el supuesto de que el bienestar común surge automática
mente del libre ejercicio de la actividad económica privada, no
puede sin contradecirse consigo mismo, realizar una política eco
nómica que limite la libertad de los individuos y que pretenda
inconscientemente imponer por ese modo un orden, no ya es
pontánearnente producido, sino directamente querido y realiza
do por la voluntad del poder político.
Ha llegado la teoría política de esos sectores, a decantar
el concepto, objetivamente correcto por lo demás, que un Esta
do activo en lo económico-social y que pretenda influir y deter
minar en ese plano, no puede consecuentemente estar basado en
el supuesto de un “pueblo” como conjunto indiferénciado de in
dividuos en quienes se omite totalmente su calidad económica
y funcional en la sociedad.
El Estado demo-liberal no ha sido concebido como idea, ni
realizado como institución, para intervenir, orientar y dirigir la
economía. La crisis política contemporánea no es sino el resul
tado de la yuxtaposición accidental dentro del Estado demo-li
beral, de órganos que ejercen esa función.
De aquí nace la necesidad de idear un nuevo tipo de Es
tado que en su conformación interna sea capaz de cumplir eí
nuevo cometido histórico que se le ha impuesto. Para ello es
preciso que ese Estado represente, no ya al “pueblo soberano”,
sino a las efectivas y reales funciones económicas y no econó
micas que hacen la vida y la actividad concreta de un pueblo
determinado.
Esta tendencia teórica y práctica que trata de sustraer ai
“pueblo” su calidad de titular de la “soberanía”, para otorgar-
eslo, en mayor o menor grado, a las diferentes agrupaciones
—Corporaciones—, de individuos que ejercen, ya sea como obre
ros, empleados, patrones, profesionales, etc., una función en la
sociedad, es la que recibe el nombre de Corporativismo o Cor-
poratismo.
Estamos en presencia de otra de las respuestas con que la
sociedad actual pretende solucionar la crisis en que se encuen
tra. Se diferencia el Corporativismo del Intervencionismo, des
de luego, en que el primero es una tendencia que envuelve una
teoría, un pensamiento nuevo acerca del Estado y que pretende,
en consecuencia, reemplazar al Estado liberal por otro, que ten
ga la característica señalada poco más arriba, mientras que el
intervencionismo es sólo una actitud práctica, no conceptualiza-
da y que se ejerce por medio del mismo Estado demo-liberal, no
teniendo un sentido en sí, sino a través del resultado del pro
ceso a que conduce.
Detengámonos brevemente en los conceptos de Corporación
y soberanía corporativa que son los esenciales dentro del es
quema teórico que analizamos.
La sociedad, para el Corporativismo, no está mecánicamen
te compuesto de individuos aislados, sino lo está de agrupacio
nes de individuos que realizan las variadas funciones con que se
satisfacen las necesidades sociales. Estas funciones son algunas
de naturaleza económica, como la de proveer a la sociedad de
alimentación o vestuario, y otras, de naturaleza no económica,
como aquellas relativas a la defensa exterior del Estado, al man
tenimiento del orden interno, a la educación nacional, etc.
Dentro de este criterio la Iglesia, la Familia, el Ejército, la
Magistratura, etc., son otras tantas realidades sociales que
cumplen determinadas funciones y que integran orgánicamente
el todo social.
Alrededor de cada una de estas funciones se agrupan los
miembros dfHn sociedad según sea la naturaleza de su actividad.
Cada una de las agrupaciones funcionales que componen la
socieded está dotada naturalmente de la facultad de regirse en
su actuación, es depositaría, pues, de “soberanía” propia. Esta
agrupación profesional, gremial o funcional, en cuanto se cons
tituye en organismo que ejerce su propia “soberanía”, recibe el
nombre de Corporación. En estos organismos corporativos re
side, entonces, la “soberanía”, que se extiende hacia todo aque
llo que dice relación con su función social, tanto en sus relacio
nes internas,, como en sus relaciones con el resto de la sociedad.
La Corporación de la Salud Pública, por ejemplo, debiera re
gir autónoma mente su constitución interna y normar las condi
ciones de trabajo de sus componentes (soberanía interna), y al
mismo tiempo, regir a todos los ciudadanos del país en lo refe
rente a sus relaciones con la autoridad sanitaria y los derechos
y obligaciones que tengan en. esta materia (soberanía exteran).
La Corporación debe ser, pues, el poder legislativo de la función.
No reconoce el Corporativismo el principio de la soberanía
popular unitaria, y lo reemplaza por el de la soberanía social
múltiple de las diferentes Corporaciones representativas de las
actividades nacionales. La función social es para el Corporati
vismo la fuente de toda autoridad y de todo derecho.
Si cada Corporación, económica o no económica, es titular
— 134 —
¿6 “soberanía”, cabe preguntarse cuál será para el Corporativis-
mo, la naturaleza específica del Estado.
El Corporativismo considera al Estado desde un doble pun
to de vista.
En primer lugar considera al Estado como una Corpora
ción, semejante a las demás, cuya función consistiría en el man
tenimiento del orden público externo y en el manejo de las re*
la dones exteriores, en el aspecto internacional.
En segundo lugar, considera al Estado como una Super
Corporación que tiene por objeto armonizar en un plano supe
rior, las actividades de las Corporaciones y determinar, en ge
neral. la orientación político-económica de la nación. Para tales
efectos el supremo órgano legislativo del Estado debe reunir
en su seno a los personeros de todas las Corporaciones repre
sentativas de la vida social, en una especie de Parlamento Cor
porativo .
Todo el poder político, en síntesis, reside en último térmi-
r.o en las agrupaciones profesionales y entidades sociales cons
tituidas en Corporación.
Tal concepción del Estado recibe el nombre de Corporati
vismo puro o integral. Pero también se han ideado fórmulas de
transacción entre esta especie de Estado Corporativo y el Es
tado demo-liberal. La una, llamada por Mainoiescu, Corporati
vismo mixto, consulta, al lado de una cámara legislativa, elegi
da por sufragio universal, y representativa de los partidos po
líticos, otra, elegida por las Corporaciones y representativa de
las agrupaciones económicas y culturales. El supremo poder le
gislativo reside, en este caso, en ambas cámaras, cuyo funcio
namiento, debiera ser semejante al de las Cámaras de los E sta
dos demo-liberales con Parlamento bi-cameral.
La segunda modalidad transaccional consulta un órgano re
presentativo de las agrupaciones profesionales, económicas y
culturales, pero sólo con carácter consultivo y no decisorio. Es
la modalidad, llamada por Mainoiescu, Corporativismo subordi
nado. Estamos aquí en presencia, creemos nosotros, de una sim
ple especie del Estado demo-liberal a la que ya aludimos al re
ferirnos a los intentos de hacerlo más apto para realizar una
política económica, pero sin alterar en lo substancial, su estruc
tura, ni los supuestos teóricos en que descansa. En efecto, en
el presente caso, el poder resolutivo del Estado continúa radi
cado en un organismo que representa la “voluntad soberana del
pueblo” y que es elegido por sufragio universal.
La concepción corporativista del Estado prescinde absolu
tamente de los partidos políticos. Y no sólo prescinde de consi
derarlos, sino aún más, presupone su supresión, como entes per
judiciales e inoperantes, carentes de toda eficaz significación
en el mecanismo de acción política.
Justifica la doctrina corporativista este aserto en la si
guiente forma. Para ella, la sociedad es un todo convergente en
el que sus diferentes organismos deben estar dispuestos de ma
niera que armonicen los unos con los otros, en función de la idea,
del bienestar común, del destino nacional, o de otros conceptos
semejantes. El logro de estos motivos centrales de la existencia
política, exige que a ellos se subordinen jerárquicamente, los
diversos organismos sociales, y exige también, en ellos, un reco
— 135 —
nocimiento implícito de esta manera de ver las cosas, a fin de
que se dispongan en conjunto a reáüzar aquellos objetivos.
Los partidos políticos, son, precisamente, entidades que por
definición, podríamos decir, están en contradicción con estos
principios. Ellos no son organismos cuya acción converja a un
mismo punto y se subordine a una idea común. Por el contra
rio, las partidos políticos representan intereses e ideologías
opuestas las unas de las otras, representan líneas divergentes en
el actuar humano y luchan por distintos objetivos, todo lo cual
se contrapone a la idea de la sociedad como un todo orgánico al
que deban subordinarse intereses y pensamientos particulares.
Si el organismo político tiene por objeto homogeneizar la
vida social con el fin de poder realizar, ya sea el bien común o
el destino nacional, es lógico que los individuos no se agrupen
políticamente en función de sus intereses e ideas que los opo
nen los unos a los otros, como lo son los partidos, y por el con
trario, es conveniente que se agrupen en función de aquello que
los une y aglutina, como lo son las diferentes profesiones y ac
tividades en que se divide e integra el trabajo común y solida
rio de la sociedad. Esta es la razón por qué los grupos funciona
les y las Corporaciones son más convenientes que los partidos
para servir de base política en la que se afirme el Estado Corpo
rativo. Si desde el punto de vista económico las agrupaciones
corporativas funcionales, incluyendo patrones y obreros, repre
sentan lo unificador y lo convergente, las agrupaciones sindica
les y políticas clasistas representan lo disociador y lo divergen
te en el organismo social. Los intereses, por ejemplo, de obre
ros y patrones de la industria X, en cuanto juntos integran de
terminada categoría funcional resultante de la división del tra
bajo, no se oponen sino que se complementan entre sí-, Pero los
mismos obreros y patrones de aquella industria, en cuanto per
tenecen a distintas clases con intereses opuestos, se encuentran
en posición contradictoria. Por eso el Corporativismo, por una
parte, acepta a los sindicatos obreros y patronales, como inte
grantes y subordinados a la Corporación respectiva, y les niega,
por otra, el derecho de organizarse nacionalmente con autono
mía e independencia.
El Corporativismo no advierte, dentro de la limitación de
su perspectiva, que en esa oposición clasista que trata de disi
mular y armonizar, se esconde en el fondo una lucha entre el
verdadero interés organizador de la. sociedad ba jo las condicio
nes creadas por el capitalismo, que lo es aquél del proletariado,
y el interés capitalista, representativo del desorden de la socie
dad actual. No advierte que las causas profundas del caos que
trata de combatir se encuentran en la estructura capitalista de
la sociedad a la que precisamente trata, en último término, de
defender. Y decimos que la trata de defender porque desde lue
go, el sistema corporativista, al desconocer la existencia de las
agrupaciones políticas obreras y al quitarles independencia a los
organismos sindicales,'subordinándolos al interés de la función
económica respectiva, liquida así a las fuerzas que luchan por
transform ar el régimen capitalista. Ello significa limitar la ac
ción de los obreros a una defensa particular de sus intereses in
mediatos, dentro de la Corporación que integran, restándole to
da trascendencia revolucionaria a su actividad. Para ello esta-
— 136 —
blece y enmarca jurídicamente la acción sindical obrera dentro'
de esos estrictos moldes. Carecen, pues, los obreros, dentro de
una Corporación, de toda significación política, en cuanto ésta
implica una acción suya en pro de la liquidación de las relacio
nes burguesas de producción. Para consolidar esta situación
propugna el Corporativismo porque la dirección económica de
cada, rama industrial, agrícola o comercial, quede en poder de
los capitalistas y la reafirma aún más, dando representación al
Estado en su composición, con lo que termina por dejar en des-
cuíbietro su carácter objetivo de teoría reaccionaria al servicio
del capitalismo.
Todo esto, sin perjuicio de que dentro de una Corporación
puedan llegar los obreros a obtener mejores condiciones de vida
que las que gozan en un régimen de absoluta y libre concurren
cia. El Corporativismo está construido sobre el supuesto que
capitalistas y proletarios deben sacrificar algo de sus preten
siones en aras de un interés superior al de ambos, el interés de
la sociedad, o el interés de la nación, considerados como entes
más valiosos que el de los hombres mismos que la constituyen.
Tal apreciación, hermana indisolublemente al Corporativismo
con las teorías fascistas, como veremos más adelante.
Al intentar el Corporativismo substituir el sistema demo
crático liberal por otro, que signifique una más efectiva inter
vención de los hombres y de las fuerzas sociales, como entes
concretos en el Estado, desconoce precisamente en los hombres
y en las fuerzas sociales, aquella calidad que los convierte en
representantes y agestes de los verdaderos intereses cuyo pre*
dominio, en definitiva, sirven para definir el carácter y la .natu
raleza de trna sociedad determinada.
Pero al mismo tiempo que desconoce la existencia del inte
rés de las clases, recurre y erige en supremo interés el de un
ente que como tal, no tiene interés alguno, el de la nación o el
de la sociedad. Mas, si liquidar al movimiento político obrero
revolucionario, por una parte, y al afirmar el interés nacional
por la otra, lo que defiende objetivamente en definitiva es el
interés de la sociedad capitalista, es el sistema de relaciones de
propiedad y producción contra cuya existencia impide luchar.
Llegamos así, lo que no es por lo demás muy difícil, a de
terminar el real carácter de la teoría política corporativista,
que no es el que ella tiene de sí misma, sino el que su función
objetiva revela en el plano de la política contemporánea.
El Corporativismo, como teoría, no ha tenido otro papel que
el de servir de armazón teórico-política a los movimientos reac
cionarios de los sectores interesados en mantener el régimen
capitalista. Los casos de Portugal, Italia y España abonan nues
tra afirmación. Y aún. en nuestro mismo Chile se acude al Cor
porativismo para mostrarlo como el régimen político ideal cuan
do en el fondo se persigue un objetivo reaccionario. Así, en el
folleto “El Corporativismo”, de don Guillermo González Eche-
nique. el autor señala como único medio de evitar el nredomi
nio cada vez mayor de la masa “inculta y amoral” en los pode
res del Estado, a aue couduce necesariamente el sufragio uni
versal, al Corporativismo, entendido como sistema que dé re
presentación decisiva a las entidades culturales, morales y re
ligiosas en las funciones públicas. Propicia el señor González la
— 137 —
representación paritaria de patrones y obreros en los poderes
públicos. Los Corporaciones no económicas de la naturaleza ya
señalada, decidirían con sus votos las divergencias que pudie
ran producirse.
Tienen él misimo carácter los intentos de reemplazar el su
fragio universal por un sistema de voto calificado en el que las
personas de mayor riqueza, instrucción, etc., reúnen mayor po
der electoral que el ciudadano que carece de esas calidades. To
das estas teorías, no son objetivamente otra cosa, que armas
defensivas del capitalismo en contra del movimiento obrero so
cialista, lo que no obsta para que muchos de sus propugnadores
no adviertan este sentido reaccionario en sus postulados. La li
mitación conceptual, la falta de perspectiva y la dependencia
que la situación social y la formación intelectual producen en
ciertas personas, es mucho mayor que lo que generalmente se
cree (107).
En resumen, nosotros afirmamos que el valor del Corpora-
tivismo como fuerza actuante en el devenir social contemporá
neo. estriba en su carácter objetivo de pensamiento político con
trarrevolucionario.
Nace el Corporativismo como un pensamiento crítico del
Rstado liberal burgués en decadencia, como tal, pretende res
ponder, en cierto modo, a la crisis y a la inquietud espiritual de
nuestra época. Pero, en el hecho, por no expresar teóricamente
el interés de la única clase eme puede superar esa crisis y orien
tar esa inquietud, existe solamente, en la historia contemporá
nea. en cuanto sirve y es utilizado para la defensa del régimen
capitalista,
4 .—El Fascismo.
El Corporativismo es primordialmente una teoría política,
una nueva concepción acerca de lo que debe ser la naturaleza,
formación v funciones del Estado. El breve comentario que nos
ha merecido, ha sido formulado, precisamente, por el conteni
do teórico y conceptual que encierra. Mas, en este carácter de
esquema teórico y conceptual, su potencialidad histórica ha sido
prácticamente nula. No ha sido en el mundo de los hechos el
Corporativismo, una de aquellas ideas-fuerzas que mueven a los
hombres a la acción y que con su presencia moldean el pano
rama social y político contemporáneo. Por el contrario, cuando
algún movimiento político ha, usado como plataforma de lucha
fundamental ]a substitución del Estado demo-liberal por otro de
índole corporativista, o simplemente ha pretendido dar repre
sentación en los organismos directivos del Estado a las fuerzas
v “culturales” o “morales” de la nación, o ha patrocinado un sis
tema de voto calificado, lo que ha ocurrido es que fácilmente
se ha advertido el móvil reaccionario que en el fondo han alber
gado tales actitudes. En estos casos las masas populares han
intuido con rapidez el carácter reaccionario de tales propósitos,
destinados a coartarles la influencia que mediantet el mecanismo
del sufragio universal han logrado tener en la marcha del E s
tado .
(107) Ver Karl Manmheim, ob. cit.
— 138 —
Loe vastas sectores sociales que sienten la ineficacia del
Estado ceno--i be ral para abordar las cuestiones que se le ofre
cen por solucionar, han permanecido en general indiferentes,
sin emoargo, irente a los esquemas lógicamente depurados que
¿es presentan los teóricos corporativistas para reestructurar el
organismo político.
Y es que la crisis social contemporánea no es sólo una cri
sis política. Es también una crisis del sistema económico social,
de toda una ideología, de toda una manera de pensar y de toda
una manera de vivir.
La crisis del capitalismo en escala mundial, como sistema
económico, y de su ideología, como superestructura que apoya y
justifica ese sistema, produce por una parte las condiciones de
su solución en el movimiento social que usa como arma teórica
de comprensión y de transformación de la sociedad al marxis
mo; y produce en todos los sectores sociales que no se colocan
en ese punto de vista, una estado de anarquía y de disolución
ideológica y espiritual, correlato de la anarquía y de la disolu
ción del capitalismo como sistema económico.
Ya aludimos al estado de ánimo en que esta situación se
tradujo y se traduce en los sectores burgueses y vinculados a
ellos. Estos ya no confían en sí mismos, no creen en el porvenir
de su sistema, al observarlo peligrosamente tambalearse ante
los embates violentos de sus propias contradicciones internas y
ante los no menos poderosos ataques que le dirige el movimien
to obrero.
La convergencia mental de los espíritus, de la que hablaba
Comte, y que se produjo en cierta medida a mediados del siglo
pasado alrededor de las ideas de Progreso, Ciencia, Democracia
y Libertad, se ha desvanecido ya completamente al observarse
los frutos irracionales que ha producido la organización social
apoyada en tales supuestos e ideas.
El fenómeno en referencia no afecta sólo a la burguesía co
mo clase económica propiamente dicha. La ideología burguesa
ha sido hasta ahora la ideología, prácticamente, de toda la so
ciedad. Las clases medias y aún las mismas masas proletarias
han vivido durante largo tiempo, en función del sistema de va
lores engendrado por la acción histórica de la burguesía. Toda
la sociedad ha sido cultora, de las ideas de Libertad y de Pro
greso, de Democracia y de Igualdad, toda la sociedad ha pen
sado al sistema de vida en función del lucro personal y utilita
rio. como la única manera de vivir. Ello no obstante, como lo
adelantamos en capítulos anteriores, la gran mayoría de los
hombres no han podido realmente vivir en esa forma, dada su
condición de proletarios.
Sólo han escapado a esta situación anínima y psicológica,
los muy reducidos sectores obreros que han alcanzado una gran
cultura política y que han comprendido racionalmente al m ar
xismo, como teoría de la praxis social, y los núcleos también
reducidos, y mucho más de lo que se cree, de intelectuales que
«e han colocado en el punto de vista de la ciase obrera revolu
cionaria, a través de su asimilación del pensamiento socialista
marxista.
La sociedad burguesa en disolución —y al decir sociedad
burguesa comprendemos a todas las capas medias y proletarias
— 139 —
que han pensado y vivido en función de un sistema de valores
creados por la burguesía—, ha requerido violentamente para
subsistir, sobre todo después de la primera guerra mundial y
durante la crisis subsecuente que le siguió, de una fe en nue
vos valores, de nuevas ideas fuerzas que la animen y le den al
gún sentido a su existencia angustiada.
Este clima espiritual de desesperación es particularmente
grave en las clases medías que, vinculadas estrechamente en
forma ideológica y económica al pensamiento y a los intereses
de la burguesía, se debaten en una aflictiva situación, que hace
aún más desconcertante su desgarramiento interno. El desdén
por el pueblo organizado y sus concepciones políticas, la limita
ción intelectual y las estrechas perspectivas que caracterizan a
la pequeña burglesía, le impiden situarse en el único punto de
vista que puede ofrecer alguna salida a su problema y al de to
da la sociedad: el punto de vista del socialismo revolucionario.
Se produce entonces, en toda la sociedad y particularmente
en sus sectores medios, como respuesta a la crisis porque atra
viesa, un renacimiento notorio de la religiosidad, una atracción
irresistible hacia todo lo irracional y místico, en general, una
actitud anímica ansiosa y necesitada urgentemente de algún
mito que la oriente, de alguna idea en la que pueda creer, de al
gún fetiche en el cual confiar.
El panorama que presentamos, si bien tiene proyecciones
universales, en cuanto universal es la crisis del capitalismo, al
canza particulares relieves en algunos países, que por situacio
nes especiales, han visto agudizarse los problemas que aquejan
a toda la sociedad. Es así como, en los países derrotados o pseu-
do-victoriosos en la primera guerra mundial. Alemania e Ita
lia especialmente, donde la crisis interna se manifestó con ca
racteres violentísimos, se tradujo la actitud anínima que comen
tamos, en un movimiento político alrededor de un mito, refle
jo político de tal actitud, que es lo que en esencia define al Fas
cismo .
Entendemos por mito fascista, todo ente concebido y apre
ciado por los sectores de la sociedad, cuya situación comenta
mos. como de trascendencia y valor absolutos, que proporciona
móviles intelectuales y emocionales y da un sentido a la exis
tencia humana, y alrededor del cual deben subordinarse todos
los intereses, y organizarse todas las instituciones sociales.
La emergencia del mito fascista, como idea fuerza agluti
nadora de los sectores sociales a que hemos hecho referencia, y
la constitución en función suyo, de un movimiento político de
importancia, como para llegar a adquirir por la fuerza o el con
sentimiento el control del aparato del Estado, dependen de va
rios factores de distinta índole.
En primer lugar dependen de la intensidad con que la cri
sis económica, política y moral afecte a un país. Así es como,
en los países de Europa Central, en los que la crisis de post
guerra alcanzó pavorosos caracteres, fué donde apareció el fas
cismo y donde su camino hacia el triunfo le fué grandeemnte
facilitado.
Dependen también de la mayor o menor fuerza orgánica del
capitalismo para resistir dentro de los marcos democráticos
burgueses, la crisis social. Un país en el cual el capitalísimo se
— 140 —
1.—Planteamiento preliminar.
En el capítulo anterior hemos examinado las tendencias
sociales que se producen en el seno de la sociedad capitalista pa
ra solucionar la crisis orgánica por que atraviesa. Tendencia la
una, obrera y socialista que tiende a subvertir el orden social
existente y reemplazarlo por una sociedad sin clases; tenden
cias las demás, que en una forma u otra defienden, en el fondo,
los supuestas fundamentales del orden capitalista.
Correspéndenos, ahora, estudiar el aspecto teórico-político
de la Revolución Socialista, entendiendo con esto dos series de
cuestiones: las unas relativas a las relaciones del movimiento
socialista con el Estado, dentro del marco capitalista, y las
otras, relativas a la forma y a la suerte que corre la institu
ción estatal durante y después de la Revolución Socialista, Am
has series de cuestiones, por lo demás, profundamente vincula
das entre sí.
En el transcurso lleno de variadas alternativas, siempre
nuevas e imprevistas, del movimiento social, han aparecido en
contradas opiniones y tendencias, no ya con respecto al conte
nido mismo de la Revolución Socialista, en lo que todos están
de acuerdo, sino con respecto, precisamente, a los problemas
que nosotros abordaremos: las relaciones del movimiento socia
lista con el Estado capitalista, y el carácter de las formas po
líticas que utilizará el Socialismo en y después de la Revolución,
Fara defender cada una de estas opiniones, se ha acudido prin
cipalmente, por sus sostenedores a la exégesis erudita de los
textos clásicos del marxismo, pretendiendo cada cual, ser el ver
dadero intérprete del pensamiento de los fundadores del Soeia
hsmo científico. Los documentos expresivos de las querellas en-
tre revolucionarios y reformistas, entre stalinistas, trotzkistas
y socialistas, en cuanto dicen relación con estas materias, se en
cuentran plagados de “citas” a ios textos “sagrados”, lo que
hace su estudio cansado y aiburridor, a la vez que de un rendi
miento muy escaso.
Nosotros, para desarrolar el tema de la teoría de la Revo
lución en su aspecto político, o sea en lo relativo al Estado, que
es aquel en que principalmente inciden las disputas referidas,
no usaremos ese procedimiento, sino que emplearemos otro mé
todo, que entramos a explicar y que, en substancia, es el mis
— 148
—
V
— 151 —
En estas condiciones, deja también, la iniciativa privada, de ser
el motor decisivo del desarrollo de las fuerzas pi'oductivas, des
de que las garantías a la actividad económica privada se ven
considerablemente disminuidas por el derecho económico.
La intervención del Estado en la economía significa, pues,
en los países capitalistas, un factor que ha impedido que el ca
pitalismo se desarrolle hasta el máximo de sus posibilidades,
pues la libre concurrencia, que es el mecanismo mediante el cual
se desenvuelve, sufre visibles restricciones.
En Tos países semi coloniales y dependientes, a los que el
capitalismo adviene en forma imperialista, la tendencia subyu
gante y monopolizadora del capital, se ve resistida con mayor
o menor potencia, por los movimientos nacionales de liberación
que procuran sacudir el yugo extranjero, imponiendo condiciones
al capital imperialista, gravándolo con fuertes impuestos, exi
giendo garantías para los obreros nativos, fomentando por me
dio del Estado el desarrollo de las industrias y capitales nacio
nales, etc.
Este segundo factor, aunque en menor proporción que el
anterior, también influye en que no se desarrolle al máximo, en
escala mundial, la tendencia monopolizadora del capitalismo.
Por último, en la sexta parte del mundo, Rusia y sus de
pendencias, con la Revolución de Octubre y la socialización sub
secuente de los medios de producción, cesan de regir, por lo
menos en considerable grado, las leyes económicas capitalistas,
rompiéndose así, por este nuevo factor, el imperio mundial del
capitalismo y de sus normas clásicas de convivencia social.
Hemos calificado a estos factores como “ajenos en cierto
sentido al capitalismo”. ¿Por qué decimos “ajenos” ? Porque de
Iüs leyes mismas del funcionamiento económico del capitalismo
no resultan necesariamente los fenómenos indicados. Pero sólo
,''on “ajenos en cierto sentido”, porque la causa que produce y
genera la aparición de los hechos sociales indicados, está en úl
timo término también condicionada por el capitalismo. Expli
quémonos. Las tres situaciones sociales que hemos señalado co
mo interferientes en el desarrollo capitalista, son a su vez reac
ciones que el mismo capitalismo ha generado cuando alcanza
ciertos niveles en su expansión. No son estas situaciones, pues,
ajenas en forma absoluta al capitalismo; son productos del mis
mo capitalismo, que lo modifican, opacan algunos de sus rasgos,
y neutralizan algunas de sus consecuencias necesarias.
¿En qué sentido interfieren estos factores a las tendencias
del capitalismo? Para contestar esta pregunta es necesario es
tudiar cuál es la naturaleza y los caracteres de la sociedad ca
pitalista integral, en cuanto ella realiza totalmente las posibili
dades que encierra el sistema, con prescindencia de los efectos
modificantes que han producido en ella las situaciones a que
hemos aludido.
Las tendencias propias del desenvolvimiento de una socie
dad capitalista pura, nos indican y definen la dirección del mo
vimiento, la trayectoria del sistema.
El carácter del proceso de circulación capitalista, nos seña
la desde ya, el primer rasgo esencial de su sistema económico,
a la vez que nos evidencia su tendencia principal: la expansión
indefinida del valor, en el circuito D-M-D, y su consecuencia, la
acumulación progresiva de riqueza. Esta tendencia se convierte
en el fin de la circulación y en el móvil de la acción del capi
talista en cuanto actúa como tal. Nosotros, ahora, supondremos
que su actividad se realiza integralmente con este carácter, re-
sultando así, que el proceso inacabable de la obtención de ga
nancias es el exclusivo fin subjetivo que persigue, y la acumu
lación incesante de riqueza, el único resultado objetivo que ob
tiene. Si reparamos que el movimiento económico capitalista ha
cia el acrecentamiento del capital se realiza por la acción de los
intereses privados en libre y despiadada competencia entre sí,
nos es posible advertir las siguientes tendencias en la evolución
del capitalismo:
1) Tendencia hacia el progreso cuantitativo y cualitativo
de las fuerzas productivas y de la técnica empleada en ellas.
Esto significa que el sistema capitalista tiende a aumentar
cada vez más la capacidad productiva de la sociedad y su ap
titud para satisfacer las necesidades humanas.
2) Tendencia hacia el aumento indefinido en la extensión
de los mercados de consumo. Uno de los medios de mantener
y hacer txiunfar una actividad capitalista es la incorporación de
siempre nuevos mercados para sus productos, arrebatándoselos
a empresas y monopolios rivales.
3) Tendencia hacia el monopolio, es decir, tendencia a ia
concentración cada vez en más pocas manos de la propiedad y
dirección de las actividades económicas, en la medida que la li
bre concurrencia va dejando al margen del proceso productor a
las empresas económicamente débiles y técnicamente deficientes.
4) Tendencia hacia la proletarización, es decir, tendencia
a que todos los individuos que no han podido vencer en la li
bre concurrencia —los pequeños industriales y prestadores de
servicios—, se conviertan en asalariados de las cada vez menos
y más poderosas empresas monopolistas.
Esto quiere decir que el desarrollo del capitalismo tiende a
diferenciar a los hombres nítidamente en dos clases, una cada
vez más numerosa de proletarios, y otra cada vez más reducida
de capitalistas.
Si suponemos ahora que estas cuatro tendencias esenciales
del capitalismo se realizan hasta sus últimas consecuencias, se
nos ofrecerá el siguiente cuadro de la sociedad capitalista inte
gralmente desarrollada.
1) En primer lugar, se han desenvuelto las fuerzas pro
ductivas en el seno de la sociedad, hasta sus máximas posibili
dades. Esto quiere decir que desde el punto de vista de la téc
nica y del capital, se dan en este tipo de sociedades todas las
condiciones para satisfacer las necesidades humanas.
2) En segundo lugar, se ha producido la unificación mun
dial en un solo mercado consumidor de las actividades pro
ductoras .
3) En tercer lugar se ha producido la concentración de la
propiedad de las fuerzas productivas en el mínimo número de
personas posibles. Se llega así aT monopolio absoluto de la in
dustria.
4) En cuarto lugar, se ha producida la proletarización del
máximo número de personas posibles, adquiriendo todas, el ca
rácter de asalariadas del capital monopolista.
El acrecentamiento incesante del capital y su capacidad de
obtener siempre mayores utilidades, considerado este último
— 153 —
factor como el móvil de la actividad económica capitalista, es
una posibilidad que existe y se realiza, mientras dura la libre
competencia entre los mismos capitalistas para obtener nue
vos mercados y para satisfacer las necesidades siempre mayo
res, de los cada vez más extensos mercados, que van cayendo en
la órbita del monopolio triunfante. En efecto, desde el momen
to en que un concurrente se ve derrotado por otro que lo ab
sorbe, el mercado del primero va a incrementar el cíel último,
proporcionándole a éste la condición y el móvil para subsistir,
para hacer utilidades. Pero desde el momento en que el último
concurrente cae vencido y su mercado es absorbido por el del
triunfador, la libre concurrencia se destruye a sí misma. “Es el
momento en que el combate termina por falta de combatientes,
el resultado, evidentemente; es un monopolio para quien no tie
ne rivales” (109).
Si bien, mientras la Ufare concurrencia entre múltiples ca
pitalistas ofrece la posibilidad de existencia de un mercado
efectivo para los artículos producidos —dado que en este caso
se cuenta con un poder comprador, ya de los mismos capitalis
tas, ya de los asalariados cuando el nivel de salarios se eleva
por sobre lo necesario para la subsistencia del trabajador—,
cuando la libre competencia cesa, por el monopolio absoluto so
breviniente, entonces la posibilidad de existencia de ese merca
do desaparece. En efecto, al unificarse la economía mundial en
un solo mercado de un solo monopolio, que al mismo tiempo es
el único comprador de trabajo, se opera la vigencia absoluta
de la ley de bronce de los salarios, y el precio del trabajo entra
a determinarse por la cantidad de dinero necesaria para la sub
sistencia biológica del proletario. Y en tales condiciones, el m er
cado para los productos de la gran industria desaparece. En
este momento las fuerzas productivas alcanzan un desarrollo
suficiente para satisfacer todas las necesidades humanas, y al
mismo tiempo, la demanda efectiva de artículos en el mercado
monetario se coloca muy por debajo de esa capacidad de pro
ducción .
Esto significa que el circuito de circulación D-M-D se inte
rrumpe fatalmente; no hay dinero para comprar las mercan
cías: la mayor parte del dinero ha ido a engrosar el capital, que
por definición y por estar en poder del mínimo número de per
sonas posibles, se encuentra en la imposibilidad de traducirse
en el mercado.
Cortado el circuito de circulación capitalista, el sistema se
encuentra delante de una crisis orgánica, insuperable dentro de
sus propios límites estructurales. Su consecuencia lógica es la
paralización del proceso productor, el fin de toda actividad eco
nómica. Sólo la destrucción de las fuerzas productivas y el re
torno a etapas económicas ya con mucho superadas, es capaz
de sslvar al capitalismo en tan críticas condiciones.
Veamos ahora cuáles son las implicancias políticas del desa
rrollo integral del capitalismo y de sus crisis orgánica defini
tiva. Examinemos cómo estos hechos afectan al Estado.
Durante la vigencia del sistema de la libre competencia por
los mercados y por las materias primas, se mantienen las con
diciones que parcelan políticamente al mundo capitalista en di-
(109) Gabriel Devilíe, ‘Principios Socialistas”, pág. 123.
— 154 —
ferentes Estados. Señalaremos varios factores que concurren a
producir este efecto.
1) La oposición de intereses entre las burguesías en lucha
de loe diversos países capitalistas, oposición que puede hasta
asumir caracteres bélicos. El Estado aparece aquí como el ins
trumento de realización de esta oposición. El Estado existe —en
cuanto cumple esta función—, en virtud de la oposición entre
las categorías amigo-enemigo, de que habla Schmitt.
2) La oposición de intereses entre el capitalismo de ios
países de capitalismo avanzado y el de los países dependientes
que tienden a desarrollarse autónomamente. Se trata aquí de la
oposición entre el imperialismo y los movimientos nacionales de
liberación.
La acentuación de las diferencias entre las diferentes na
cionalidades, correlato de estas oposiciones, proporciona la base
psicológica y emocional que requiere la parcelación del mundo
en Estados distintos.
3) En general, el desigual desarrollo del capitalismo en
el período de la vigencia real de la libre concurrencia, que se
traduce en diferentes estructuras clasistas, diferentes niveles
de vida y condiciones de trabajo y, en consecuencia, distintas si
tuaciones sociales expresivas de las múltiples diferencias de los
países entre sí.
Llegado el momento de la cesación de la libre concurrencia,
con la victoria absoluta del monopolio capitalista único, que
derrota y absorbe a los demás monopolios, con la unificación
mundial del mercado de consumo, con la proletarización del ma
yor número de personas y su sometimiento a las mismas con
diciones de vida y trabajo impuestas por el funcionamiento au-
mático de las leyes económicas capitalistas, llegado ese momen
to, desaparecen las condiciones que mantienen la parcelación
política del mundo.
A la unificación y centralización económica a través de un
gigantesco monopolio, corresponde la unificación y centraliza
ción política en un solo Estado.
La función política que distingue como Estado a este pro
ducto necesario de la evolución económica capitalista es la de
ser la fuerza organizadora de la sociedad en los marcos capi
talistas. El derecho en que se expresa el Estado y que norma
las relaciones sociales en este sistema, no es sino la forma de
organización de la sociedad al servicio del interés de la clase
capitalista.
Si analizamos la significación del Estado en las condiciones
supuestas, podemos advertir fácilmente su esencia misma, ya,
que en él se realiza plenamente su función distintiva, y desapa
recen las notas accidentales con que aparece revestido en las
diferentes circunstancias históricas, y que son las que produ
cen las discrepancias teóricas, cuando se trata de precisar su
contenido esencial.
E s así como la función de realizar, como afirma Schmitt,
la oposición de un conglomerado humano con otro, representar
sus intereses y defenderlos, no es posible que se presente en el
Estado mundial capitalista que analizamos. Aquí no cabe que
realice esa función, pues no hay sino un solo Poder Político, que
no puede por lo tanto oponerse a otros, inexistentes.
Es así como, también, el carácter de agente del interés so-
— 155 —
eial de la comunidad, del bien comn, que para muchos es la nota
distintiva del Estado, no puede tampoco presentarse en las cir
cunstancias supuestas. Al casar la libre concurrencia y al ha
berse desarrollado ai máximo las posibilidades económicas y téc
nicas de la sociedad, el interés privado y la propiedad privada
de los medios de producción, no retienen ni conservan ningún
papel progresivo. Ya la iniciativa privada ha dado todo lo que
podía dar de sí. El Poder Público, que interpreta en el caso su
puesto ai interés privado y mantiene la propiedad monopolista
sobre los medios de producción, aparece nítidamente como un
aparato de coerción destinado a mantener las relaciones propie
tarias de producción que favorecen a ese interés. Interés, repe
timos, que en las supuestas circunstancias, no sólo no cumple
ninguna función social, sino que por el contrario, ha producido
la crisis orgánica y definitiva del sistema, el que se encuentra
destruido internamente por la paralización del proceso produc
tor, impidiendo así la utilización racional de las energías pro
ductivas de la sociedad. En otras palabras, no sólo el Estado no
se nos aparece como agente del bien común, sino que precisa
mente aparece como causa directa y exclusiva del caos social.
Sólo le queda al Estado, como función positiva, en el es
quema conceptual que analizamos, en el momento mismo de la
crisis orgánica y definitiva del capitalismo, la de ser instru
mento de opresión de la sociedad proletarizada por el capital
monopolizado al máximo, la de ser instrumento de opresión de
una clase —-en este caso el capital abstracto e impersonal—,
sobre otra —en este caso, la humanidad entera.
Esto no significa que en otras circunstancias el Estado no
haya en realidad servidio objetivamente de agente de progreso,
no obstante su papel opresor; como en realidad lo fué durante
el período ascensional del capitalismo a pesar de ser órgano de
dominio de la burguesía sobre el proletariado. Pero esto sí sig
nifica, que el carácter progresivo del Estado no es de su esen
cia, pues puede faltar en algunas circunstancias, como lo son
aquellas a que nos venimos refiriendo, y que el carácter de opre
sor clasista, no le puede faltar nunca, ya que en el caso en co
mento, es la única función que desempeña. Y aún más. En el
momento en que el Estado expresivo de la sociedad capitalista
integralmente desarrollada, alcanza su máxima realidad como
fuerza organizadora en un plano mundial, en ese mismo momen
to, el Estado alcanza también su máxima realidad como ins
trumento de opresión, convirtiéndose sola y absolutamente en
un gigantesco aparato de esclavización de toda la humanidad
por el interés inhumano, impersonal y abstracto del capital,
propietario y beneficiario único del sistema económico mundial.
Repárese en que el capital, en las condiciones supuestas, es in
humano e impersonal en forma absoluta: su interés no es el de
ninguna persona concreta, pues a todas las ha reducido a pro
letarios, y sólo sigue existiendo como sujeto atributivo de la vo
luntad política del Estado, mas no de una clase compuesta de
personas de “carne y hueso”.
Repárese también, que en las condiciones supuestas, rige
plenamente la ley de bronce del aslario, en cuya virtud, no obs
tante la potencia de las fuerzas productivas, el proletariado
—en e.jte caso toda la humanidad—, está sometido a las míní-
— 156 —
mas condiciones de vida posibles, compatibles con su sola sub
sistencia biológica.
La sociedad capitalista que describimos, como concepto, se
nos aperece como inevitablemente empujada a su autodastruc-
ción, como única salida a la crisis orgánica que ha producido la
plena realización de su contradicción interna. Sin embargo, ese
trágico desenlace para la sociedad capitalista, se concibe como
inevitable si suponemos que continúa regida por las relaciones
de producción capitalistas. Mas, ios mismos efectos producidos
por el desarrollo integral del capitalismo y que determinan su
bancarrota absoluta, son al mismo tiempo las condiciones que
permiten superar esa bancarrota, sobre la base de un nuevo ti
po de relaciones de producción. Estas nuevas relaciones de pro
ducción hacen posible la utilización racional de las fuerzas pro
ductivas, con miras, no ya al lucro capitalista, sino con miras
a la satisfacción de las necesidades humanas.
¿Cuáles son las condiciones creadas por el capitalismo que
posibilitan la substitución de las relaciones de producción basa
das en la propiedad privada y en el lucro privado, por un siste
ma de relaciones de producción basado en nuevas formas pro
pietarias ?
La primera condición que posibilita este cambio es el alto
nivel de productividad del trabajo alcanzado durante el capita
lismo. Esta condición asegura la posibilidad de satisfacer las ne
cesidades humanas con los medios económicos y técnicos crea
dos por el capitalismo.
La segunda condición que posibilita ese cambio, es la exis
tencia de necesidades humanas a las cuales satisfacer con el
aparato económico heredado del capitalismo. Esta condición ase
gura la presencia de un mercado para consumir los artículos
producidos. La clase obrera, con la cual prácticamente se con
funde, en las circunstancias supuestas, la humanidad toda, por
su mismo carácter de productora de aquello que se trata de
consumir, aparece lógicamente interesada en su consumo, inte
rés que no logró satisfacer durante el capitalismo. Ello se com
prende más, si en un plano más real y menos abstracto, pensa
mos que la clase obrera, por su mismo género de vida se en
cuentra en íntimo contacto con la civilización y siente en sí la
necesidad de vivir en forma distinta y superior de lo que lo pue
de hacer con los medios de que dispone.
Lo que en la sociedad capitalista impide que se relacione or
gánicamente la producción con el consumo, es la existencia de
relaciones de producción que tienen por fin el lucro, y no el uso;
el acrecentamiento del capital, y no la satisfacción de las nece
sidades humanas. Esto se traduce en que la capacidad adqui
sitiva de la clase obrera, en el mercado capitalista, sea mínima,
con relación a su capacidad efectiva de absorción de productos
en el mercado de las necesidades humanas. No necesitamos ex
plicar que este fenómeno es la consecuencia lógica de la vigen
cia, en una sociedad capitalista típica, de la ley de bronce del
salario.
De las circunstancias anotadas se desprende que, en una
sociedad capitalista como la que analizamos, la clase obrera se
encuentra objetivamente interesada en colocar a las fuerzas
productivas en situación de satisfacer sus necesidades, lo que
implica necesariamente, que .se encuentra también interesada en
— 157 —
cambiar las relaciones de producción capitalistas, por otras que
permitan la utilización racional de las energías humanas. Ello
se consigue, haciendo pasar los medios de producción del patri
monio privado del monopolio único, al de la sociedad entera; en
otras palabras, expropiando, absoluta y definitivamente, ai ca
pital. Ello permite el empleo de los medios de producción en be -
neficio de la sociedad. Pierden éstos su carácter de “capital”,
o sea, de instrumentos de explotación del trabajo humano, y
pasan a ser instrumentos del dominio y utilización de la natu
raleza por el hombre.
La conciencia de la clase obrera de la necesidad social de
socializar los medios de producción para emanciparse del capi
talismo, unido a la posibilidad física de realizar ese acto por la
unidad y potencia que le da su condición de tal, constituyen las
condiciones subjetivas de la Revolución.
Analizaremos a continuación, el significado político de la
Revolución Socialista, como acto político, obrero y revoluciona
rio por excelencia, acto que surge de la conjunción de las con
diciones objetivas y subjetivas ya señaladas.
Decimos que la socialización de los medios de producción, o
sea, que la Revolución Socialista es un acto político, por cuan
to los caracteres de este acto son aquéllos que definen, precisa
mente, lo esencial en la acción del Estado, lo esencial en la ac
ción política. Recordemos cuáles son esos caracteres y veamos
si inciden en el acto revolucionario.
En primer lugar, la acción del Estado consiste en “organi
zar” la sociedad en determinada forma. El acto revolucionario
socialista es un medio de organizar la sociedad sobre la base de
nuevas relaciones de producción: la propiedad de los medios de
trabajo no pertenece ya al patrimonio privado, sino que pasa
a pertenecer al patrimonio social; el móvil de la actividad pro
ductora no es yá él lucro personal, sino el beneficio social di
recto. La socialización de los medios de producción en las con
diciones supuestas, constituye, pues, una organización de la so
ciedad en función de las nuevas situaciones económicas, técni
cas y humanas creadas por la organización capitalista, que ha
bía devenido en desorden absoluto.
Hacemos notar su carácter de desorden absoluto, por cuan
to al definir el orden, dijimos que consistía en la disposición de
elementos conforme a un fin determinado. Ahora bien, en el
caso de la sociedad capitalista integralmente desarrollada, su
finalidad objetiva, el acrecentamiento del capital, es ineoncilia
ble con la disposición de los medios, vale decir, con las relacio
nes capitalistas de producción, dado que estas relaciones impli
can el que no se pueda consumir el producto de la actividad
económica, imposibilitándose, por lo tanto, todo proceso pro
ductor y, en consecuencia, todo aumento de capital.
En segundo lugar se caracteriza la acción del Estado por
ser de naturaleza coactiva, es decir, por imponerse la organiza
ción social, utilizando la fuerza como medio de sujeción. El ac
to revolucionario es contradictorio con relación al propósito ob
jetivo de la sociedad capitalista; se opone al interés de la bur
guesía como clase, en este caso, al interés del monopolio único,
en el que la burguesía está reducida a su mínima expresión, y
subsiste más como un centro de imputación de actos, que como
agregado social. Pues bien, así como la existencia de cualquier
— 158—
&
res de esta “teoría”, que la libertad, como objetivo final del socialis
mo, sólo puede existir en la sociedad sin clases; y que mientras ésta
no se realice totalmente, la libertad no es sino el instrumento que de
be ponerse al servicio de la lucha revolucionaria, careciendo fuera de
esa lucha de toda significación y trascendencia.
El mismo comentario nos merece la tesis, a todas luces reformis
ta, de quienes definen el movimiento socialista contemporáneo, contra
poniéndolo al sovietismo totalitario, como un intento de llegar al co
lectivismo, sin lesionar ni tocar la libertad. A nuestro juicio no se tra
ta de “hacer concesiones” a la libertad, ni menos aún de evitar su sa
crificio, como si fuera una deidad que se ofende y mal mira con el
movimiento revolucionario. Se trata, por el contrario, de darle un con
tenido a la libertad, que antes y en principio no tenía, fuera de ser
libertad de explotación; se trata de incorporarla como elemento vivifi
cador, como fuente de creación y de energía, como garantía de serie
dad en la lucha y en el Estado revolucionario. Sólo la libertad “diri
gida” hacia la Revolución tiene sentido al constituir un “momento” en
la conquista progresiva de la ¡Libertad, con mayúscula, en la medida
qtue ésta se conquista progresivamente, momento a momento durante
la construcción de la sociedad sin clases.
— 207 —
se presentó en Rusia luego del triunfo de la Revolución, y que
es una consecuencia necesaria de la toma del Poder en forma
revolucionaria.
La segunda modalidad de relación entre la organización po
lítica revolucionaria y el órgano de poder, se produce cuando ía
primera es tan fuerte, y su influencia es tan poderosa en las ma
sas, que éstas pueden democráticamente elegir a sus represen
tantes en el Poder, sin que ello desvirtúe los fines revoluciona
rios. E sta modalidad se observó en Rusia desde 1918 en adelan
te, cuando el partido bolchevique logró el control absoluto de los
Soviets, elegidos democráticamente por los trabajadores. Se dió
tíe esta manera una forma regular a la generación del Poder.
Quedan al margen de toda intervención en este mecanismo de
generación de los órganos de poder, los elementos adversos y
contrarios a los propósitos revolucionarios. La primera consti
tución soviética, de 1918, consagra este principio al privar de
derecho a sufragio público, a los burgueses y terratenientes.
La tercera modalidad a través de la cual la organización
política revolucionaria impone su voluntad en el Estado propia
mente dicho, consiste en la generación de los órganos de poder
mediante el sufragio universal. Supone este procedimiento que,
o la burguesía haya sido totalmente liquidada como clase, o que
el control de hecho de la organización revolucionaria sobre la
población sea de tal naturaleza que quede excluida la utiliza
ción contrarrevolucionaria del derecho a sufragio. Este meca
nismo de generación de los órganos de poder es el que preten
de encontrarse en vigencia en la U. R. S. S. hoy en día,, y que
fué estatuido por la Constitución de 1936.
Repárase en que estas dos últimas situaciones utilizan el
mecanismo del sufragio; pero no como expresión de ninguna
soberanía, sino sólo como un mero resorte técnico, adecuado en
ciertos casos, y no en todos, para dar oportunidad al pueblo de
intervenir directamente en la determinación de las personas que
realicen su política de clase. Es así como estas elecciones no
significan una manifestación de la “voluntad de la nación”, ni
de las opiniones políticas de los sufragantes. La línea política
general se discute, se crea y elabora democrática y orgánica
mente en el seno de la organización política revolucionaria; y,
el electorado, que con el sufragio elige a los miembros de los
órganos de poder, sólo determina la persona de sus represen
tantes, pero no confiere mandato político alguno. Como se ve,
para que estas consultas democráticas armonicen con el resto
del sistema se requiere que la organización revolucionaria ten
ga la confianza de las masas y pueda así dirigirlas naturalmente,
sin recurrir a medios coactivos.
Repárase también que, cualquiera que sea el mecanismo
ideado para relacionar la voluntas obrera, objetivada en su or
ganización política, con el Estado, ningún papel les correspon
de a este respecto a los sindicatos. Estos, como ya lo analiza
mos al examinar las relaciones entre la acción política y la sin
dical, representan los intereses gremiales, que carecen de toda
proyección política. En la U. R. S. S. jamás se ha confundido
a los sindicatos, organismos representativos de los particulares
intereses gremiales, con los Soviets, organismos que, por lo me
nos teóricamente, son los representantes de los intereses ge
nerales de los trabajadores. ^
— 208 —
Esto no significa que los sindicatos no puedan intervenir
orgánicamente en la Administración. Por el contrario, la Ad
ministración debe estar integrada por los representantes de laa
actividades económicas agrupados en sindicatos. Pero esta re
presentación no es política, no dice relación con las cuestiones
que requieren un punto de vista clasista para solucionarlas, si
no con ias cuestiones de orden técnico u organizativo que no im
plican ni originan posibilidades distintas de solución, según sea
el punto de vista clasista, y por ende, político, en que se coloque.
Si los órganos de poder han de ser instituciones especial
mente creadas al efect», en el Estado Proletario, como lo fue
ron los Soviets rusos, o si han de encontrar sus raíces y oríge
nes en alguna institución existente, es cuestión que sólo la pra
xis revolucionaria resolverá definitivamente, aprovechando y
tomando en cuenta los factores especiales de cada caso.
Los órganos de poder, cualesquiera que sea su modalidad
accidental, constituyen la institución esencial del Estado Pro
letario. A ellos les incumbe:
a) Dar vigencia jurídica y promulgar las leyes que le sir
ven ae medios para realizar los objetivos revolucionarios. El
contenido de estas leyes traduce la línea política elaborada por
la organización política revolucionaria.
Lor órganos de poder del Estado Proletario son el asiento,
pues, del Poder Legislativo, en cuanto promulgador de las le*
yes. Como hemos dicho la inspiración de la legislación la reco
gen los órganos de poder de la voluntad obrera, objetivizada en
la línea política de su organización revolucionaria.
b) Hacer cumplir las leyes revolucionarias, sancionando
su violación, por medio de un aparato ejecutivo y jurisdiccional.
Los órganos de poder son, pues, el asiento de los llamados
Poderes Ejecutivo y Judicial.
Además de estas funciones legislativas, ejecutivas y juris
diccionales, los órganos de poder del Estado Proletario ejercen
la dirección de la actividad administrativa y gobiernan su rea
juste a las nuevas condiciones políticas.
La Administración bajo el sistema capitalista es consecuen-
eialmente, en cuanto favorece el desenvolvimiento económico ca
pitalista, un instrumento político. Ya esclarecimos el punto al
tratar en los primeros capítulos de las relaciones del Estado con
la Administración. Al socializarse la economía la funció» ad
ministrativa se extiende considerablemente y las actividades an
tes ejercidas privadamente se convierten en verdaderos servicios
públicos, con lo que se asimilan a la Administración. E sta se
desarrolla cada vez más en la medida que se cumple la tarea #
socializadora. El desarrollo de la Administración se opera, pues,
al mismo ritmo y en inversa relación con la liquidación del sis
tema económico capitalista. De aquí se desprende el por qué
en este período de transformación social la actividad adminis
trativa debe estar sujeta a un control político del Estado Pro
letario, ya que la extensión de la Administración viene a con
fundirse con la realización de los objetivos políticos socializa-
dores.
Esta necesaria subordinación de lo administrativo a lo po
lítico en las condiciones del Estado Proletario, y en tanto éste
exista, no significa que la Administración pierda su especifici
dad, su naturaleza en sí, independiente del Estado. No, la es-
)
— 209 —
pecificidad de ia Administración en las condiciones del Estado
Proletario se traduce en que ella puede y debe integrarse aten
diendo sólo a la calidad técnica de las personas y con interven
ción de los intereses funcionales organizados en sindicatos, sin
que haya necesidad de reparar en la calidad política de las per
sonas, o en su pertenencia a la organización política revolucio
naria .
Hacemos notar especialmente que todos los miembros de
la sociedad, en cuanto desempeñan una actividad social útil de
terminada, tienen derecho a través de sus respectivos organis
mos sindicales a participar en la gestión administrativa. La
“capitis diminutio” que en el aspecto político sufren algunas
•personas en las condiciones del Estado Proletario, no afecta
su derecho a intervenir en la marcha administrativa de la so
ciedad.
La especificidad de lo administrativo con relación a lo po
lítico, se manifiesta también en las condiciones del Estado Pro
letario, en que mientras más el Estado deja de ser, en cuanto
realiza su tarea política, aproximándose a la sociedad sin cla
ses, en esa misma medida ia administración se desarrolla, y se
gobierna con más autonomía.
Señalamos más atrás los objetivos del Derecho Político en
el Estado Proletario: la organización del poder en tal forma que
pudiera cumplir' sin tropiezos su tarea revolucionaria, y aña
dimos a este objetivo, otro, que es su consecuencia lógica y
complementaria y que, hasta cierto punto está, comprendido en
el anterior: la imposición de un mecanismo jurídico que impi
da la degeneración del Estado Obrero, que mantenga las con
quistas revolucionarias, las proyecte en sentido libertario y per
mita la constante superación democrática de la sociedad.
Las variedades de estos mecanismos político-jurídicos, que
llamamos, de control del poder, dependen con mucho de la tra
dición política e institucional del país de que se trata, del gra
do de su desenvolvimiento económico y de su adelanto cultu
rad. En países de arraigada tradición y convicciones democrá
ticas, como Inglaterra la importancia de los mecanismos de
control del poder durante el proceso revolucionario aparece un
tanto limitada. No ocurre lo mismo en países pobres, incultos
y de ninguna tradición democrática. En éstos, la garantía de
de que el proceso revolucionario conduzca a un fin progresivo
y no degenere a la manera soviética u otra que pueda apare
cer, ia constituye precisamente la existencia de un eficaz sis
tema institucional de control del poder. La trágica experien
cia de la U. R. S. S. se debe en no pequeña medida a la inefi
cacia e inoperancia de los referidos organismos.
Hemos hecho mención, ya, a dos básicas instituciones po
líticas de la Dictadura del Proletariado: la organización polí
tica revolucionaria y los órganos de poder. Los mecanismos po
líticos de control, constituyen el tercer pilar del edificio de la
Dictadura Proletaria.
Como la voluntad política obrera se expresa a través del
trabajo combinado de la organización política de la clase obre
ra y de los órganos de poder, estrictamente hablando, los me
canismos de control deben tanto aplicarse a la una como a los
otros. Para la organización política revolucionaria, los referi
dos mecanismos forman parte de su propia estructura interna
— 2 10 —
y deben velar por el correcto desenvolvimiento democrático en
su seno. Pero puede hasta ser necesario, según los casos, que
un órgano independiente de la misma organización se preocu
pe por el fiel respeto de la democracia interna. En los partid
dos revolucionarios existen para cumplir esta función los “Tri
bunales de Disciplina” u organismos similares, que pueden has
ta poner en jaque a las autoridades ejecutivas del Partido (143).
Ello no obstante la función capital de los mecanismos de
control debe ejercitarse sobre los órganos de poder —especial
mente los ejecutivos— del Estado.
La función propia de los mecanismos de control debe ser
la de exigir el cumplimiento de la legalidad revolucionaria. De
ahí se desprenden sus atribuciones fiscalizadoras, su misión de
salvaguardia!' el respeto a las normas procesales, especialmen
te el llamado derecho de “habeas corpus”, su facultad de exi
gir el reconocimiento y el respeto a la libertad espiritual, al
derecho a la crítica, etc. y su facultad de acusar a las autori
dades tanto estatales o partidarias, su derecho a la investiga
ción y a exigir que se rinda cuenta por todos los organismos v
funcionarios responsables de violaciones a la legalidad y de
atropello a las garantías individuales establecidas.
A los organismos políticos de control corresponden funcio
nes que hoy en día se encuentran diseminadas en una serie de
instituciones. Así en el caso de Chile, la facultad fiscalizadora
reside esencialmente en la Cámara de Diputados; la de obser
var la legalidad de los decretos y de examina,r las cuentas, en
la Contraloría General de la República; la de acusar a ciertos
altos funcionarios en el Congreso; la de velar por la libertad
individual, en las ¡Cortes de Apelaciones, etc.
Obsérvese que en principio la misión que asignamos a las
instituciones de control, no es propiamente jurisdiccional o ju
dicial, la que sólo es un aspecto de la función ejecutiva que in
cide cuando es discutido el sentido de la aplicación de la ley.
Los tribunales de justicia, son pues, órganos de poder, no de
control. Ello sin perjuicio de que necesiten de la debida inde
pendencia en sus funciones frente a otros órganos de poder pa
ra poder actuar con libertad e imparcialidad. El modo de poder
hacer efectiva esta independencia de los órganos de poder ju
diciales, condición indispensable para que todo el aparato del
Estado funcione regularmente, es un problema de técnica cons
titucional que no interesa para nuestros efectos.
Parecerá quizás arbitrario que elevemos nosotros a la ca
tegoría de institución política fundamental, en la misma jerar
quía que la organización política revolucionaria y los poderes
del Estado, a estos mecanismos de control. Pero no es así. He
mos repetido con insistencia que la defensa de la libertad, co
mo instrumento de creación revolucionaria, y como producto
de la acción revolucionaria es la condición necesaria para que
todo el proceso no se desvirtúe. De ahí la importancia de la
función que comentamos, de ahí su carácter objetivamente re
volucionario .
(143) En la Unión Soviética la función de velar por la unidad y el respeto
a todos los derechos en y íoiera del Partido bolchevique» estaba encar
gada a la Comisión de Control, que desde 1923 en adelante se convir
tió en un organismo carente de todo poder real.
— 211 —
Del carácter objetivamente revolucionario de la función
política de control, fluyen naturalmente dos interesantes notas
suyas de apreciable interés teórico y práctico.
En primer lugar es interesante reparar que si bien la fun
ción de control, como herramienta de la Dictadura Proletaria,
es parte del aparato político del Estado Obrero y en último
término coadyuva al correcto funcionamiento suyo, no es me
nos cierto que dicha función, considerada independientemente,
no tiene en sí un contenido de clase determinado y, en conse
cuencia, no cabe atribuirle sólo al proletariado organizado po
líticamente, el patrimonio exclusivo de su ejercicio.
En efecto, la función de control no implica imposición de
ninguna clase de normas que puedan tener un carácter políti
co; esta tarea queda reservada a los órganos de poder en rela
ción con la organización política revolucionaria; éstos últimos
son instrumentos del interés obrero, en los que no cabe inge
rencia alguna en materia política de quienes se oponen o no
tienen conciencia de ese interés.
Mas, no es ésta la situación de las instituciones de control.
Por el contrario, tanto más eficaz será su labor, cuanto mayor
sea su independencia. Esto significa que en la generación de los
órganos de control no existen las limitaciones que afectan a
la de las otras instituciones políticas del Estado Proletario.
Es también consecuencia de la naturaleza especial de esta
función y condición para su buen funcionamiento el que las per
sonas por intermedio de las cuales se realice, estén dotadas de
un “fuero” que les permita desempeñar libre e independiente
mente su cometido.
En resúmen, es posible que los “diputados” aforados que
ejerzan esta función puedan ser elegidos por sufragio univer
sal, sin limitaciones, y puedan ser contrarios en su actitud po
lítica a la orientación del Estado. Todo esto no obsta para que
puedan cumplir su misión, sino al contrario asegura su celo pa
ra desempeñarla.
Es claro que los referidos “diputados” no representan po
der político alguno, ni son depositarios de soberanía de ningu
na especie; constituyen en cuanto realizan su función, uno de
los resortes del Estado Obrero, utilizados por él para salva-
guardiar en último término el sentido democrático y liberta
rio de su trayectoria.
Es interesante observar que en este período de convulsión
política y de reajuste institucional en que vivimos, las Cáma
ras Populares o de diputados, en las que están representados
•los diversos sectores de la opinión pública, han devenido en el
hecho en instituciones principalmente fiscalizadoras y de con
trol político, dejando de lado su función legislativa, que en el
hecho la realiza casi exclusivamente el Ejecutivo.
CAPITULO IX
LA SOCIEDAD COMUNISTA SIN CLASES Y SIN ESTADO
1.—La sociedad socialista y la sociedad comunista»
Hemos analizado en los capítulos anteriores cómo de las
entrañas mismas de la organización capitalista de la sociedad
nacen los supuestos y condiciones de la sociedad comunista sin
clases y sin Estado. Al mismo tiempo, hemos reparado en que
las características concretas en que se desenvuelve la sociedad
capitalista contemporánea, imponen una etapa de organización
social previa al comunismo y que guarda en sí todavía aprecia-
bies residuos de los regímenes clasistas: la sociedad socialista.
A modo de resumen haremos un esquema de los caracte
res de estos dos regímenes sociales, para señalar después sus
proyecciones políticas.
Caracteres de la sociedad socialista:
a) Sistema de producción planeado con fines de uso. —
Esto significa que el fin de la actividad económica querida v
desarrollada por los hombres es la satisfacción de las necesi
dades humanas. Por consiguiente, bajo las condiciones de Ha so-
eiedad socialista, la producción se orienta conscientemente para
servir en forma directa aquellas necesidades. A diferencia de
este sistema, en la organización social capitalista el móvil v
fin directo de la producción es el lucro personal de los posee
dores de los bienes de producción, estando así, sólo mediata
mente relacionada la actividad productora con el consumo, a
través del mercado monetario. Este mercado no expresa las ne
cesidades reales de la sociedad, sino las necesidades de los po
seedores del dinero, de los dueños del capital.
b) Propiedad colectiva de ios medios de producción.—'Es
ta característica de la sociedad socialista es la que hace posible
la planificación racional de la economía. El sistema capitalis
ta está basado, por el contrario en la propiedad privada de los
medios de producción.
c) Distribución de la riqueza según la cantidad y calidad
del trabajo empleado.
Este sistema de distribución no es sino una aplicación del
aforismo “de cada cual según su capacidad, a cada cual según
su trabajo”. La, norma socialista de repartición contiene un
fuerte ingrediente capitalista, aún cuando constituye, ello no
— 214 —
obstante, una aproximación a las normas comunistas de re
partición .
Caracteres de la sociedad comunista.
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PROLOGO ..................................................... 3 CAPITULO V
INTRODUCCION ........................................ 7
El. ESTADO i" LA ADMINISTRACION
PRIMERA PARTE 1.—Naturaleza de la Administración ...
REALIDAD. S<5CIEDAD Y 2.—Las clases sociales y la Administra
ESTADO ción
31.—Relaciones entre Estado y Adminis
CAPITULO I tración: actividad política y aativi-
dad administrativa ...............................
ANTECEDENTES FILOSOFICOS
CAPITULO VI
1.—El Marxismo y sus aspectos. El Ma
terialismo D ialéctico........................... 11 EL ESTADO Y EL GOBIERNO
2.—El M aterialismo.................................... 12
3.—La Dialéctica ....................................... 14 1.—Noción de Gobierno. Diferencias
4.—Materialismo, dialéctica y metafísica 16 con el E stado.........................................
CAPITULO II CAPITULO VII
LA SOCIEDAD HUMANA EL ESTADO Y LA AUTORIDAD
1.—Especificidad de lo social ............ 17 1.—Noción de autoridad. Sociedades au
2.—ÍES. hombre y la sociedad. 18 toritarias y saciedades políticamente
3.—La realidad social concebida como organizadas............................ ................
un to d o .......................................... 20 2.—El Estado ¡y la autoridad en el pen
4 .—Los orígenes de la naturaleza hu samiento de S eh m itt...........................
mana: el Trabajo.......................... ... 21
5 .—La concepción materialista de la CAPITULO VIII
h istoria............................ ..................... . 26
CAPITULO III EL ESTADO Y LA NACION
EL ESTADO Y LO POLITICO 1.—Importancia del te m a ..........................
2.—Naturaleza de las nacicnalidades ...
1. —Generalidades. El Estado como ente 3.—Relaciones entre lo político y lo na
cultural. Objeto do nuestro trabajo 31 cional
2.—Condiciones de existencia y origen CAPITULO IX
del E stado............................ ... ... 35
CAPITULO IV EL ESTADO COMO DICTADURA
DE CLASE
EL ESTADO Y EL DERECHO
I .—.El Estado y los antagonismos so
1. —Orden social y re-den jurídico . . ... 49 ciales ........................................................
2.—Naturaleza del D erech o.................... 51 2.—Sentido de la dictadura clasista ...
3.—Derecho y Errnom ía........................ 54 3.—Proyección del sentido clasista del
4.—Relaciones c :c Estado y Derecho 56 Estado c i la política externa............
SEGUNDA PARTE 8.—La Dictadura del Proletariado, la
democracia y la libertad ... .. . ... 183
EL ESTADO DEMOCRATICO LI
BERAL. LA DICTADURA DEL CAPITULO VII
PROLETARIADO Y LA SOCIEDAD LA REVOLUCION Y EL ESTADO CA
81.\ CLASES Y SEN' ESTADO PITALISTA EN LAS CONDICIONES
CAPITULO I HISTORICAS DE LA SOCIEDAD
CONTEMPORANEA
EL ESTADO EN LA EDAD MEDIA 1.—Consideraciones p rev ia s.................. 169
1.—A claración p re lim in a r ............................ 99 2.—Condiciones reales de la sociedad
2.—-Naturaleza de la Edad M edia.......... 109 3.—La capitalista contemporánea................ 170
3 .—Lo político en la Edad M e d ia ....... 101 obrera. Lc-s organización política de lá clase
partidos de cía a ........ '.72
CAPITULO II 4.—Acción política y acción sindical ... 177
5.—El Estado capitalista y el novimiea-
LA SOCIEDAD CAPITALISTA Y EL to revolucionario. El problema de
ESTADO DEMOCRATICO LIBERAL las “reformas” .................................... 181
6.—El Estado capitalista y el movimien
to revolucionario. El problema de
1.—El capitalism o y su función social 103 “la colaboración” ................................ 183
—-Forma,.ion cei E¿iaao dem ocrático 7.—-El Estado capitalista y el movimien
l i b e r a l ............................................................ 107 to revolucionario. El problema del
¿ . —Teo-'ia burguesa del Estado dem o “legalismo” ..................................... 185
crático l i b e . a l .......................................... 109 8.—La esencia revolucionaria del movi
4 .—V aloración y critica de ia teoría po miento político de la clase rbrera.
lítica liberal burguesa ........................ 113 El problema de “la violencia ’ ... 187
CAPITUliO III
I CAPITULO VIII
LA CIUSIS DELCAPITALISMO 119 FL ESTADO PROLETARIO EN LAS
CONDICIONES HISTORICAS DE LA
CAPITULO IV SOCIEDAD CONTEMPORANEA: EL
ESTADO SOCIALISTA Y LA SO
EL SOCIALISMO CIEDAD SOCIALISTA
1.—El Socialismo como respuela de la 1.—Generalidades acerca de la forma y
sociedad a la crisis capitaLsta ... 121 contenido del Estado Proletario en
2.—La clase cbreia como ageniu del so las condiciones históricas de la so
cialismo .................................. ..... .. . 122 2.—Contenido ciedad contem poránea.................... 189
3.-—El marxismo como arma teórica del político del Estado prole
socialismo y del movimiento obrero tario en las condiciones históricas de
revolucionario ........................................ 123 la sociedad contemporánea: el Esta
do Socialista y la Sociedad Socialista 19JJ
CAPITULO V 3.—-Determinación del carácter proleta
rio de un Estado. La degeneración
INTERVENCIONISMO, CORPORA- del Estado Socialista. El caso sovié
TIVISMO Y FASCISMO tico .................................... .................... 200
4.—Forma institucional del Estado Pro
letario. La organización política de
1.—Reacción burguesa frente a la crisis la clase obrera, los órganos rie poder
capitalista................................................ 127 y los mecanismos decon trol............ 204
2.—£1 Intervencionismo.................. 128
3.—Ei Carporativismo .............................. 132 CAPITULO 1JÍ
4.—-El Fascism o.................................... 137
LA SOCIEDAD COMUNISTA SIN
CAPITULO VI CLASES Y SIN ESTADO
LA REVOLUCION SOCIALISTA 1.—La Sociedad Socialista y la Sacie
IDEAL Y EL CONCEPTO IDEAL dad C om unista................................. ... 213
DEL ESTADO PROLETARIO 2.—Significación de la Sociedad Comu
nista 214
1.—Planteamiento preliminar ............. 147 3.—Derecho, Estado y Administración
2.—La Revolución Socialista ideal y sus en la SociedadComunista ................ 215
formas políticas: la Dictadura del
Proletariado........................................... 150 BIBLIOGRAFIA.................._ . ............. 221