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13 de septiembre 1847 Niños Héroes

Argumentando que México había cometido violaciones territoriales en la zona de Texas, que aún pertenecía a
nuestro país, los Estados Unidos le declararon la guerra a su vecino del sur el 13 de mayo de 1846, con la intención
de apoderarse de la Alta California, Nuevo México y otros territorios del norte del país.

Parte del ejército estadounidense atacó por el norte del país y otro contingente estadounidense desembarcado
en el puerto de Veracruz para avanzar hacia la capital mexicana.

En aquel entonces, en el "Cerro de Chapulín" (Chapultepec en idioma náhuatl) se encontraban las instalaciones
del Colegio Militar comandado por el general José Mariano Monterde, en este recinto se encontraban más de 50
cadetes, que tenían entre 12 y 18 años.

Al estar situado en un punto prominente en el poniente del Valle de México, era uno de los últimos lugares que
restaban en la defensa de la capital; el punto estaba a las órdenes del general Nicolás Bravo, quien dio la orden
que los cadetes menores de edad se retiraran, pero la mayoría no lo hizo.

Durante la madrugada del 12 de septiembre de 1847 las baterías estadunidenses iniciaron un intenso bombardeo
sobre el Castillo, el efecto fue devastador. Al amanecer del día 13 nuevamente bombardearon el Castillo, pero a
las nueve de la mañana el fuego cesó, y los soldados estadunidenses iniciaron el ascenso del cerro, por la parte
oeste.

La lucha se libró cuerpo a cuerpo, los mexicanos combatieron con fiereza, pero los invasores ganaban terreno y
lograron llegar al Castillo por el lado occidental. Al llegar los norteamericanos al Castillo sólo unos cuantos
soldados y cadetes permanecían en el edificio.

La historia señala que seis de ellos a quienes se les recuerda como los Niños Héroes: el teniente Juan de la Barrera,
Vicente Suárez, Fernando Montes de Oca, Francisco Márquez, Agustín Melgar y Juan Escutia, ofrendaron su vida
en el asalto estadounidense al Castillo de Chapultepec, el 13 de septiembre de 1847. Juan Escutia fue conocido
por envolverse en la bandera mexicana al sentir la batalla perdida y arrojarse al vacío para impedir ser capturado
como enemigo.

Estos cadetes, permanecieron en su puesto esperando enfrentar al enemigo (Estados Unidos) y durante la batalla
pelearon como verdaderos hombres, manteniendo en peligro al ejército norteamericano hasta la muerte.

Cuentan que cuando todo había acabado, un oficial norteamericano observando el rostro de los cadetes muertos,
sorprendido exclamó: "¡Pero si son apenas unos niños!", fue a partir de esta expresión que se les llama "Los niños
héroes".

Fue el Presidente Benito Juárez el primero en honrar oficialmente la gesta de los Niños Héroes, al decretar el 13
de septiembre día de luto nacional, en memoria de estos cadetes.

La verdadera Historia de los “Niños Héroes”

La historia oficial se encargó de reducir la batalla de Chapultepec exclusivamente al sacrificio de los jóvenes
cadetes, pero aquel 13 de septiembre había poco más de 800 soldados mexicanos, que fueron apoyados por el
batallón activo de San Blas con 400 hombres más y medio centenar de cadetes del Colegio Militar, no sólo 6.
Al término de la jornada las cifras eran escalofriantes: cerca de 400 soldados habían desertado; alrededor de 600
murieron y de los cadetes 6 perdieron la vida. Cada 13 de septiembre cuando en la ceremonia cívica se escucha
el grito: “¡Murió por la Patria!”, habría que pensar en todos los caídos y no sólo en los “niños héroes”.

Se dice que los niños héroes, “ni eran niños ni eran héroes”. Ésta es una verdad a medias. Indudablemente no
eran niños: en septiembre de 1847, Francisco Márquez y Vicente Suárez andaban por los 14 años; Agustín Melgar
y Fernando Montes de Oca tenían 18; Juan de la Barrera 19 y Juan Escutia 20.

Sin embargo, no queda lugar a dudas que sí fueron héroes por varias razones –aunque el concepto en sí mismo
es excesivo-: por haber tomado las armas para defender el territorio nacional; porque no tenían la obligación de
permanecer en el Castillo por su condición de cadetes y decidieron quedarse voluntariamente; porque con escasas
provisiones y pertrechos militares, resistieron el bombardeo de más de un día, bajo el fuego de la artillería
enemiga que hacía cimbrar Chapultepec entero. Frente a estos hechos, la edad poco importaba.

Quizás el mayor mito que rodea a los “niños héroes” es la conmovedora escena en la cual, Juan Escutia -que no
era cadete del Colegio Militar-, toma la enseña tricolor y decide arrojarse desde lo alto del Castillo de Chapultepec
antes que verla mancillada por los invasores. Escutia no murió por un salto ni envuelto en una bandera, cayó
abatido a tiros junto con Francisco Márquez y Fernando Montes de Oca cuando intentaban huir hacia el jardín
Botánico. La bandera mexicana fue capturada por los estadunidenses y fue devuelta a México hasta el sexenio de
José López Portillo.

Por razones políticas, la historia de los niños héroes adquirió la dimensión de un “cantar de gesta” durante el
periodo del presidente Miguel Alemán. La razón era sencilla, en marzo de 1947 el presidente de Estados Unidos,
Harry Truman, realizó una visita oficial a México cuando se conmemoraban 100 años de la guerra entre ambos
países.

Para tratar de agradar a los mexicanos colocó una ofrenda floral en el antiguo monumento a los niños héroes en
Chapultepec y expresó: “un siglo de rencores se borra con un minuto de silencio”. La frase de Truman y el
homenaje tocaron las fibras más sensibles del nacionalismo mexicano y desató el repudio hacia el vecino del norte,
a tal grado que, al caer la noche, cadetes del Colegio Militar retiraron la ofrenda del monumento y la arrojaron a
la embajada estadunidense.

El monumento a los niños héroes fue construido bajo el gobierno de Miguel Alemán y aloja los supuestos restos
de los niños héroes.

Para apaciguar los ánimos y resaltar los egregios valores de la mexicanidad sobre la amenaza exterior, el gobierno
decidió recurrir a la historia. Poco después de la visita de Truman se dio a conocer una noticia que ocupó las
primeras planas de los diarios. Durante unas excavaciones al pie del cerro de Chapultepec se encontraron seis
calaveras que se dijo pertenecían a los niños héroes.

La supuesta autenticidad fue apoyada por varios historiadores y por el Instituto Nacional de Antropología e
Historia. Nadie se atrevió a contradecir la “verdad histórica”, avalada por el presidente, con un decreto donde
declaró que aquellos restos pertenecían indudablemente a los niños héroes.

¿Quién podía cuestionar la autoridad histórica del presidente de la República? ¿Si la fundamentación era muy
sólida? Seguramente en septiembre de 1847, en medio de la batalla, algún profeta o un vidente se tomó el tiempo
para hallar, entre los 600 muertos que yacían regados por todos lados, los cuerpos de los seis cadetes que cayeron
en distintos sitios y los sepultó juntos esperando que un siglo después fueran encontrados para gloria de México.
A partir de ese momento los “niños héroes” adquirieron otra dimensión y se transformaron un mito. En 1952 se
inauguró su nuevo monumento –conocido hoy como el altar a la patria- y ahí fueron depositados los restos óseos
de seis desconocidos pues nunca se comprobó científica y documentalmente que efectivamente eran los cadetes.
Por lo que se verificó, flagrantemente, un fraude óseo.
15 de septiembre 1810

El Grito de Dolores es el nombre que se le dio al primer acto de la Guerra de la Independencia de México. Se le
llamó Grito de Dolores porque se produjo en Dolores, municipio actual de Dolores Hidalgo, Guanajuato, México.

El 16 de septiembre de 1810, el cura y ahora héroe mexicano Miguel Hidalgo y Costilla, que había sido instigado
por Miguel Domínguez, Josefa Ortiz de Domínguez, Ignacio Allende, Juan Aldama y Mariano Abasolo durante la
Conspiración de Querétaro, animó a todos sus feligreses a rebelarse contra el Virreinato de Nueva España.
Además, se dice que facilitó armas a la población.

El Virreinato de Nueva España se creó tras la Conquista de Tenochtitlan, actual Ciudad de México. Creado el 8 de
marzo de 1535, dicho virreinato llegó a controlar las posesiones del Imperio Español en Norteamérica,
Centroamérica, Asia y Oceanía. Se dividió políticamente en reinos y capitanías generales y llegó a tener mucho
poder, pero en el siglo XIX, comenzó a tener problemas debido a la invasión napoleónica de la Península Ibérica.
Hidalgo sabía esto y por tanto sabía que el momento revolucionario había llegado.

Sin embargo, a pesar de que parece demostrado que Miguel Hidalgo arengó a todo el que pudo desde la
madrugada del 16 de septiembre de 1810, a día de hoy se desconoce a ciencia cierta qué dijo; cuánta gente acudió
a la llamada; a cuánta gente pudo armar y a qué hora se produjo la arenga…

En si, la historia básica es bien conocida. La guerra con la que México obtuvo su independencia respecto del
Imperio Español comenzó el 16 de septiembre de 1810 y concluyó el 27 de septiembre de 1821.

A grandes rasgos, los libros de texto de educación básica enseñan que el sacerdote Miguel Hidalgo y Costilla da el
llamado Grito de Dolores, y es 11 años después que el Ejército Trigarante, encabezado por Agustín de Iturbide y
Vicente Guerrero, entra a la Ciudad de México.

¿Celebrar el 15 o el 16?

Tradicionalmente, la celebración de esta fiesta patria empieza el 15 de septiembre, cuando –alrededor de las
23:00 horas– el presidente de la República da el Grito de Independencia desde Palacio Nacional y hace sonar la
campana de Dolores, la misma que sonó durante la arenga que pronunció el cura Hidalgo... aunque esto ocurrió
cerca de las dos de la madrugada del 16 de septiembre de 1810.

Existe la creencia de que el inicio del festejo es obra de Porfirio Díaz, quien habría movido el Grito a la noche del
15 para hacerlo coincidir con su cumpleaños. La realidad es que, desde la década de 1840, cuando el general tenía
apenas 10 años de edad, la fiesta cívica ya iniciaba el día 15 con una serenata, bandas de música, fuegos artificiales
y fuego de salvas de artillería.

¿Qué gritó Miguel Hidalgo?

Los testimonios coinciden en que el cura Hidalgo pronunció “vivas” a la Virgen de Guadalupe, a la religión católica
y al rey Fernando VII, así como algunos “muera” al “mal gobierno”, durante el discurso con el cual arengó a la
población a levantarse en armas.

La arenga o convocatoria de Miguel Hidalgo a la lucha armada no fue un llamado totalmente libertador, a la hora
de la hora él dijo: “Muera el mal gobierno”, en referencia a los franceses, que por aquella época tenían invadida
España, agregó: “Viva Fernando VII”, y por último: “Viva la Santa Religión”. O sea, de Independencia ni habló

No obstante, estos registros consignan varias versiones por lo que no se cuenta con un “grito oficial”.
Pero no tocó la campana de Dolores

El personaje que tocó la campana de Dolores fue José Galván, el campanero de la parroquia, y no Miguel Hidalgo,
como algunos creen.

El 27 de septiembre de 1810, el Virrey Francisco Javier Venegas mandó publicar un bando en el que ofrecía 10 mil
pesos de recompensa por “las cabezas” (así textual) de Miguel Hidalgo, Ignacio Allende e Ignacio Aldama.

Miguel Hidalgo y Costilla fue fusilado a las siete de la mañana el 30 de julio de 1811 en Chihuahua, a su cadáver
se le cercenó la cabeza, que quedó junto a las de Ignacio Allende, Juan Aldama y Mariano Jiménez, en las esquinas
de la Alhóndiga de Granaditas, en la ciudad de Guanajuato, el 14 de octubre de 1811. Así se estilaba en la época
para darle un escarmiento a los ciudadanos rebeldes. Y miren que bien lo aprendieron los malhechores de ahora.

Las últimas palabras de Hidalgo

“No me tengas lástima, sé que es mi último día, mi última comida y por eso tengo que disfrutarla; mañana ya no
estaré aquí; creo que eso es lo mejor, ya estoy viejo y pronto mis achaques se van a comenzar a manifestar,
prefiero morir así que en una cama de hospital”, fueron algunas de las últimas palabras del cura Hidalgo,
expresadas el 29 de julio de 1811, horas antes de ser fusilado en Chihuahua por el Ejército Realista, según un
manuscrito citado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

¿Adiós a la castidad?

El 2 de mayo de 1808, una mujer acusó al cura Miguel Hidalgo y Costilla ante el comisario inquisitorial de
Querétaro por haber vivido en amasiato con ella por varios años y comportarse como un “fornicario
consuetudinario”. El 4 de junio se guardó el expediente por falta de pruebas.

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