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La Colombia del posacuerdo:

retos de un país excluido por


el conflicto armado

Ricardo García Duarte


Jaime Andrés Wilches Tinjacá
Hugo Fernando Guerrero Sierra
Mauricio Hernández Pérez

Editores
© Universidad Distrital Francisco José de Caldas
© Centro de Investigaciones y Desarrollo Científico
© Ricardo García Duarte, Jaime Andrés Wilches Tinjacá,
Hugo Fernando Guerrero Sierra, Mauricio Hernández Pérez
(Editores)

Primera edición, julio de 2018


ISBN: 978-958-787-023-7

Dirección Sección de Publicaciones


Rubén Eliécer Carvajalino C.
Coordinación editorial
Miguel Fernando Niño Roa
Nathalie De la Cuadra
Corrección de estilo
Nathalie De la Cuadra
Edwin Pardo Salazar
Miguel Fernando Niño Roa
Diagramación
Astrid Prieto
Diego Abello Rico
Diseño de cubierta
Diego Abello Rico

Editorial UD
Universidad Distrital Francisco José de Caldas
Carrera 24 No. 34-37
Teléfono: 3239300 ext. 6202
Correo electrónico: publicaciones@udistrital.edu.co

La Colombia del posacuerdo : retos de un país excluido por el


conflicto armado / Ricardo García Duarte y otros. --
Bogotá :
Universidad Distrital Francisco José de Caldas, 2018.
598 páginas ; 24 cm. -- (Colección ciudadanía y democra-
cia)
ISBN 978-958-787-023-7
1. Conflicto armado - Colombia 2. Postacuerdos de paz -
Colombia 3. Proceso de paz – Colombia 4. Acuerdos de paz -
Colombia I. García Duarte, Ricardo, autor II. Serie.
303.6609861 cd 21 ed.
A1596601

CEP-Banco de la República-Biblioteca Luis Ángel Arango

Todos los derechos reservados.


Esta obra no puede ser reproducida sin el permiso previo escrito de la
Sección de Publicaciones de la Universidad Distrital.
Hecho en Colombia
Contenido

Capítulo a manera de prólogo


Entre la guerra que se va y la paz que no llega 11
Ricardo García Duarte

Introducción
De la paz signada hacia los retos de un país
excluido por el conflicto armado 25
Mauricio Hernández Pérez
Jaime Andrés Wilches Tinjacá
Hugo Fernando Guerrero Sierra

Primera parte
La institucionalidad de la paz 33

Transformaciones críticas de la ruralidad en Colombia


y los desafíos institucionales para la construcción de
un modelo económico incluyente 35
Gina Paola Rico Méndez
Leslie Hossfeld

Las víctimas ante el reto de la paz:


de las negociaciones al cumplimiento de los acuerdos 57
Néstor Calbet Domingo

De las políticas públicas del posacuerdo a la evolución


institucional para una paz estable en Colombia 85
David González Cuenca
Ana María Montes Ramírez
Carlos Antonio Pinedo Herrera
Fortalecimiento del Estado colombiano como reto clave de la
construcción de paz 109
Javier Fernando Torres Preciado

La paz desde concepciones y discursos pontificios:


Francisco y el caso colombiano 127
Laura Camila Ramírez Bonilla

Segunda parte
La región olvidada, el territorio potenciado 161

Minería criminal en Colombia. Necesidad de su


construcción como amenaza en la agenda de
seguridad y defensa del posacuerdo 163
Alexander Emilio Madrigal Garzón
Catalina Miranda Aguirre

Las Zonas Veredales Transitorias de Normalización como


una apuesta por la transición de las FARC a la vida civil 187
Jhenny Lorena Amaya Gorrón

Grupos ambientales juveniles como constructores de paz


ambiental: caso Brigada Ambiental de la Policía Nacional
en Leticia (Amazonas) 221
Emilmar Sulamit Rodríguez Caldera
Douglas E. Molina O.
Ana Milena Molina

Espacialidades de resistencia en Colombia: el pacto de paz


de los indígenas de Gaitania (Tolima) y la construcción de
territorialidades campesinas en los Llanos del Yarí 241
Erika Andrea Ramírez
Camilo Ernesto Gómez Alarcón

Prácticas de memoria y paz de las víctimas


del conflicto armado en Tumaco (Nariño) 263
Karen Betancourt
José Luis Foncillas
Freddy A. Guerrero

Tercera parte
El acuerdo y sus partes, la paz y sus actores 287

Funciones y retos de la sociedad civil organizada


“pro-paz” en el escenario de vida cotidiana en Colombia 289
Mauricio Hernández Pérez
Jaime Andrés Wilches Tinjacá
Reflexiones para el escenario del posacuerdo: desencuentros con la
política de reintegración social y económica en Colombia a través
de las voces de sujetos desmovilizados entre 2008-2016 323
Marisol Raigosa Mejía
Alba Lucía Cruz Castillo

Las variables psicológicas y su incidencia en la expansión de


capacidades esperadas en el proceso de reintegración del conflicto
armado en Colombia 353
Marcela Gaitán Forero
Luz Dary Sarmiento
Lucas Uribe Lopera

Los retos de la justicia contencioso administrativa


ante el desplazamiento forzado.
En busca de razones para una jurisdicción especial de víctimas 381
Miguel Andrés López Martínez

La asociatividad en la construcción de paz en Colombia 403


Amanda Vargas Prieto

Marcos, aprendizaje social y la percepción de justicia en


el proceso de paz entre el Gobierno colombiano y las FARC 417
Claudia M. Pico
Álvaro A. Clavijo

Cuarta parte
Comunicar la paz:
hacia la reconstrucción del relato nacional 435

Estilo de liderazgo de Uribe y Santos:


¿rasgo de la personalidad o estrategia política? 437
José Manuel Rivas Otero

Una paz ¿colombiana?, imaginarios políticos reforzados


por los medios de comunicación 465
Nathalia Bonilla Berríos

Reflexiones sobre el conflicto armado en Colombia


a partir del cine 477
Martín Agudelo Ramírez

¿Cómo nos estamos comunicando? El reflejo de las


interacciones sociales en el humor memético colombiano 493
Irene del Mar Gónima Olaya

9
Quinta parte
La paz, un asunto local, una preocupación global 519

De Plan Colombia a Paz Colombia: el abordaje al conflicto


armado desde la subordinación selectiva en las relaciones
Colombia – Estados Unidos y el neoconservadurismo en la
política exterior estadounidense 521
Hugo Fernando Guerrero Sierra
Camila Andrea Fúquene Lozano
Federico Lozano Navarrete

La triple frontera entre Colombia, Brasil y Perú.


Una mirada en torno al posacuerdo
desde la seguridad ambiental 547
María Eugenia Vega
Hadrien Lafosse

Implementando la paz: la ONU y el monitoreo


del acuerdo de La Habana 573
Alexander Arciniegas Carreño

10
Prácticas de memoria y paz de las
víctimas del conflicto armado en
Tumaco (Nariño)
Karen Betancourt*
José Luis Foncillas**
Freddy A. Guerrero***

Introducción
La paz implica condiciones de orden estructural, por supuesto con direcciona-
miento estatal en tanto que este es el último responsable de ese derecho supre-
mo que se asocia al papel clásico de garantizar la seguridad en sus contornos
interestatales, así como al interior del territorio mismo. Sin embargo, esta paz
estructural redunda en abstracciones si no son materializadas en lo local y en
las experiencias concretas, y si además de las condiciones materiales que la
harían posible no se aborda en contextos específicos, con los procesos comuni-
tarios, en las prácticas de enfrentamiento a las violencias presentes; también si
no se consideran las expectativas de futuro diferenciadas culturalmente.

* Magíster en Derechos Humanos y Cultura de Paz de la Pontificia Universidad Javeriana de


Cali. Especialista en Políticas Públicas del CLACSO. Abogada de la Universidad Santiago de
Cali. Dirección electrónica: karentati@gmail.com
** Magíster en Derechos Humanos y Cultura de Paz de la Pontificia Universidad Javeriana de
Cali. Teólogo de la Universidad Urbaniana de Roma. Pedagogo del Instituto Superior Juan
XXIII de Lima. Coordinador de la Casa de la Memoria de Tumaco. Dirección electrónica: jose-
luisfoncillas@gmail.com
*** Magíster en Estudios Políticos de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá. Antropólogo
de la Universidad Nacional de Colombia. Docente del departamento de Ciencias Sociales de
la Pontificia Universidad Javeriana de Cali. Dirección electrónica: faguerrero@javerianacali.
edu.co

263
Prácticas de memoria y paz de las víctimas del conflicto armado en Tumaco (Nariño)

Uno de los aspectos fundamentales en el actual periodo del posacuerdo,


luego de las negociaciones de paz entre el Estado y las Fuerzas Armadas Re-
volucionarias de Colombia (FARC), es el reconocimiento de lo que pasó, para
comprender así los ciclos de violencia en el país y a partir de allí dignificar a
las víctimas, reconocer las causas del conflicto y crear condiciones para la no
repetición y la convivencia.
Es así como el acuerdo final firmado entre las partes crea en el punto 5.1.1.1.
una comisión para el esclarecimiento de la verdad, la convivencia y la no re-
petición. Sin duda un aspecto importante para el posacuerdo es la articulación
de esta propuesta con los procesos regionales y locales de memoria, los cuales
en sus múltiples sentidos aún se mantienen en el marco de nuevas violencias o
el reciclaje de las anteriores, o bien han pasado la página del conflicto armado
cuando el contexto lo ha permitido.
Estas memorias locales y regionales no resultan ser un ejercicio meramente
simbólico, además de ello se presentan en un sentido pragmático asociado a
demandas tanto del pasado como aquellas vigentes y asociadas a los derechos a
la verdad, la justicia y la reparación presentes. Son estas memorias las que man-
tienen la denuncia y la esperanza actualizadas aún en condiciones estructurales
de inequidad y exclusión; las que requieren ser superadas junto al desarme o la
presencia de los actores armados en los territorios.
Así, la propuesta de este escrito parte de una investigación acerca de las
prácticas de memoria histórica en una región olvidada pero con acciones loca-
les importantes de resistencia y encaramiento de la marginalidad y la violencia
del conflicto armado. Esta región es el municipio de Tumaco, en el departamen-
to de Nariño, considerando para ello que los procesos de justicia transicional,
arraigados en la búsqueda de condiciones de paz y posacuerdo, vinculan como
determinante de estos escenarios los derechos a las víctimas, y entre estos, el
derecho a saber o el de la memoria. Este último no es tomado aquí como un
espacio neutral y de consensos, sino como un escenario de horizonte de tensio-
nes, entre ellas las que delimitan la demanda de la memoria como mecanismo
que más allá de lo judicial aplica una sanción social y moral contra los agreso-
res, y que en categorías técnicas apropiadas socialmente, reclaman desde sus
diversos sentidos por justicia. Por otro lado, la tensión se configura en el senti-
do de la construcción de la memoria como mecanismo de reconciliación y por
lo tanto una condición para avanzar a escenarios de paz.
Esta indagación muestra las disposiciones sociales sobre la paz, pero además
de ello exhibe discursos y prácticas socioculturales de memoria que demandan
justicia social, que sin un sentido de cumplimiento difícilmente contribuirán a
construir las condiciones materiales y simbólicas de los escenarios de paz loca-
les, regionales y nacionales.

264
Karen Betancourt • José Luis Foncillas • Freddy A. Guerrero

En este sentido, pensar la paz de forma multidimensional es posible al con-


ducir la mirada sobre la dimensión de la experiencia cotidiana; para ello resulta
fundamental la aproximación a la construcción de la memoria histórica como
antecedente fundante de los procesos contemporáneos de transición, así como
la apuesta subyacente de paz que se encuentra arraigada en la misma.
La memoria ha sido abordada desde diferentes dimensiones; algunas pro-
puestas filosóficas la posicionan como imperativo ético asociado con la justicia,
haciendo eco de las propuestas de Walter Benjamin y Theodor Adorno respecto
del para qué de la memoria (Mate, 2008; 2009). Estas reflexiones desarrolladas
por ese hito histórico de la Segunda Guerra Mundial, en el fenómeno del Ho-
locausto judío o la Shoah, ubican la memoria como componente esencial en la
posibilidad de representar la experiencia de la deshumanización y la injusticia
(Agamben, 2005; Sánchez, 2008).
La memoria como leiv motiv de las transiciones ha sido a su vez abordada
como política de Estado, tomando como referencia las comisiones de la verdad,
un mecanismo en gran parte extrajudicial que, sin recurrir a los efectos legales
y penales de la denuncia, asume el testimonio como forma de justicia simbólica
y debeladora de las causas estructurales generadoras de la barbarie, una situa-
ción que no en pocos casos se presume como garante de la no repetición. Los
estudios comparados o los énfasis en comisiones o mecanismos específicos de
construcción de la verdad y la memoria, sustentados en fuentes documentales
y testimoniales, dan cuenta de los procesos de construcción de memoria institu-
cional, sus alcances y limitaciones (Beristain, 2003, p. 20; Cuya, 1996; Jaramillo,
2012; Orozco, 2009).
La memoria no solo se ha limitado al papel institucional, sino a las múltiples
relaciones y tensiones en su construcción, configurándose a partir de lo que
Jelin formuló como un trabajo de memoria. Para Jelin (2002, pp. 14-16) los tra-
bajos de la memoria requieren de una condición activa y productiva, en la que
se transforma al mundo y a sí mismo; contrario a la idea de la memoria como
un ejercicio compulsivo de repetición y actuación del pasado, lo que desde la
categorización de Todorov se denominó memoria literal (2000).
Este trabajo de construcción colectiva de la memoria implica por lo tanto
diversos actores que además de colocar a la memoria en la esfera simbólica,
también promueven la acción y la construcción de nuevas identidades cultu-
rales agregadas en torno de los traumas convertidos en experiencia pública
(Alexander, 2012).
En Colombia, las experiencias de construcción de memoria se han sistema-
tizado en la documentación de las violaciones de derechos humanos, las in-
fracciones al Derecho Internacional Humanitario y la violencia sociopolítica.
En esto ha sido paradigmático el trabajo del banco de datos Noche y Niebla del

265
Prácticas de memoria y paz de las víctimas del conflicto armado en Tumaco (Nariño)

Centro de Investigaciones y Educación Popular (Cinep), cuyos 55 números pu-


blicados hasta la actualidad han recogido testimonios, declaraciones y docu-
mentación sobre las categorías señaladas, ampliando la perspectiva sobre las
causas y las motivaciones de los hechos de violencia (Cinep, 2016). De igual
forma, el proyecto Colombia Nunca Más reúne varias organizaciones de dere-
chos humanos desde los noventa con el ánimo de documentar los crímenes de
guerra y de lesa humanidad en el contexto de la violencia y el conflicto armado
colombiano.
Los anteriores esfuerzos podrían denominarse desde la reflexión de Jelin
como trabajos de la memoria, o durante la década pasada desde la perspectiva
de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación (CNRR) como inicia-
tivas de memoria; más específicamente desde el Grupo de Memoria Históri-
ca, hoy transformado en el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH),
establecidos con la intención de entender que dichos proyectos “miran hacia
adelante sin ignorar la catástrofe, afirman en el presente un futuro abierto que
al mismo tiempo restaura y renueva las formas de vida comunitaria” (Grupo de
Memoria Histórica, CNRR, 2009).
Considerando esta perspectiva sobre las iniciativas, es dable abordar múl-
tiples de ellas en el país, por un lado las generadas por el mismo CNMH, que
compila tanto investigaciones de orden estructural como manuales pedagógi-
cos y otras herramientas destinadas a apoyar los procesos regionales de memo-
ria histórica, por el mandato legal que la crea y por el impulso de los miembros
de dicha comisión (CNMH, 2017); por otro lado, iniciativas regionales asocia-
das a la construcción de narrativas vinculadas a las memorias regionales; aque-
llas motivadas por organizaciones, comunidades o iniciativas individuales o
las que articulan esfuerzos interorganizacionales, como la red de lugares de
la memoria, esta última compuesta por organizaciones que han generado es-
pacios de memoria regionales y que se asocian con la misión de “fortalecer,
articular, visibilizar y proteger lugares y territorios de memoria en Colombia”
(Red colombiana de lugares de la memoria, 2017). Es entonces visible notar la
existencia de diversas iniciativas y mecanismos que evocan el pasado con moti-
vaciones de diferente orden y se articulan de acuerdo con propósitos comunes
y en función de los contextos de los que hacen parte.
El presente texto identifica las principales prácticas de memoria que fueron
realizadas por parte de la población víctima en una región específica, el mu-
nicipio de Tumaco, en el suroccidente de Colombia, durante el periodo 1999 y
2015. La intención es explorar los reclamos realizados a través de estas prácticas
de memoria y las posibilidades de configurarse en un mecanismo conducente a
lograr un escenario de paz. Es importante señalar que se toma como referencia
la investigación desarrollada en el marco del trabajo de grado de la Maestría
de Derechos Humanos y Cultura de Paz de la Pontificia Universidad Javeriana

266
Karen Betancourt • José Luis Foncillas • Freddy A. Guerrero

de Cali, titulada Prácticas de memoria de las víctimas del conflicto armado en el mu-
nicipio de Tumaco, en la que se indaga el derecho a la memoria y el sentido de
construcción social de la misma por parte de algunas víctimas del municipio
de Tumaco.
Se parte de considerar que efectivamente el tema de la memoria adquiere re-
levancia en cuanto que las medidas de reparación simbólica han sido diseñadas
en Colombia, principalmente desde enfoques y conceptualizaciones jurídicas
y psicológicas configuradas por profesionales, muchos de ellos del centro po-
lítico administrativo y académico del país, lejos de las zonas de conflicto. Esto
significa que se corre el riesgo de que al ser aplicadas no sean relevantes para
las víctimas y por tanto no lleguen a ser aceptadas ni crear condiciones para la
convivencia como fundamento de una paz asociada a la reconciliación (riesgo
que debe afrontar la Comisión para el esclarecimiento de la verdad, la convi-
vencia y la no repetición) y cuyos sujetos, eje de ese resurgimiento de condicio-
nes de paz y democracia, son precisamente las víctimas.
Aproximarse a las prácticas de memoria de las víctimas del conflicto arma-
do en Tumaco, hace visible las significaciones que los tumaqueños expresan
por diversos dispositivos para dar sentido a las preguntas sobre qué pasó, el
porqué de lo sucedido, y de forma paralela, realizar reclamos públicos sobre
justicia y no repetición; sin duda, exigencias desde un contexto y características
culturales propias. Se pretendió indagar entonces sobre las prácticas de memo-
ria que han sido efectuadas por las víctimas de Tumaco y que resultan signifi-
cativas para ellas, así como de otras prácticas que no han podido ser ejecutadas
pero que serían deseables, proponiendo futuros diálogos entre la población
víctima y el Estado para encontrar medidas de reparación simbólica adecuadas
para remediar lo dañado y fundamentar desde allí escenarios de paz posibles.
La investigación fue desarrollada atendiendo a la metodología cualitativa,
con el método fenomenológico. No se parte de una hipótesis a demostrar, sino
de una pregunta problema de referencia: ¿cuáles son las prácticas de memoria
de víctimas del conflicto armado en el municipio de Tumaco y su relación con
la construcción de escenarios de paz (cultura de paz)? Por supuesto, el inte-
rrogante anclado a los derechos de las víctimas obliga al uso de categorías de
los derechos humanos (DD.HH.), aunque esto no impide la atención sobre las
categorías que van emergiendo a lo largo de la indagación, las cuales resultan
fundamentales para las interpretaciones sobre el sentido de estas prácticas.
Un aspecto importante en esta pesquisa remite también al sentido de satis-
facción de estas prácticas, considerando que las acciones de reparación sim-
bólica y material no solo deben llevar al cumplimiento de formalidades, sino
a generar un contexto de complacencia que permita condiciones y en donde
parte de la justicia sea alcanzada en el reconocimiento de la injusticia misma.

267
Prácticas de memoria y paz de las víctimas del conflicto armado en Tumaco (Nariño)

Todas las manifestaciones de memoria de las víctimas de Tumaco que se ex-


ponen en este escrito, se refieren a prácticas de memoria de las víctimas viven-
ciadas en el municipio; estas se entienden como acciones realizadas para evocar
y actualizar el significado de situaciones, sentimientos, experiencias y personas
del pasado que sufrieron las consecuencias del conflicto armado; prácticas a su
vez que se desarrollan desde un presente que les da sentido y que determina los
alcances y las limitaciones en su puesta en escena y circulación pública.
Los tumaqueños están inmersos en un contexto de conflicto en el que la
intimidación y el miedo infundido por los actores armados son una constante.
Pese a esto, han hallado la posibilidad de dignificar la memoria de sus seres
queridos y realizar un duelo individual y colectivo que ha permitido que esas
memorias sueltas hoy se encuentren en un camino de pluralidad de voces y de
acciones colectivas que les han ayudado a resistir, continuar viviendo, constru-
yendo y demandando experiencias de paz desde la comunidad.
La relación entre las prácticas de memoria y paz permite adicionalmente
una reflexión acerca del sentido otorgado a la memoria, pues esto implica ade-
más de aspectos psicosociales, fundamentales en la reparación del daño indi-
vidual y colectivo, una intencionalidad que externa a la reparación misma, que
conduce a pensar en si estas memorias contemplan o no la reconciliación o
el perdón como componentes asociados a la paz. No obstante, considerando
que esta memoria muestra un contexto de violencia permanente, parecería más
cercano su sentido a la denuncia de la injusticia que un camino que marque un
pasar la página y entroncar su sentido con el discurso posconflictual.
Por último, como resultado de esta tarea académica, se culmina con unas
conclusiones que destacan los elementos principales que ayudarían a que los
derechos de las víctimas, en especial el derecho a la verdad, la memoria, la dig-
nidad y el buen nombre, se hagan realidad, y aporten a la reparación del daño
colectivo y a fundamentar escenarios de paz.

Prácticas de memoria
En la indagación sobre las prácticas de memoria se identificaron un conjunto de
ellas que fueron sistematizadas de acuerdo con el tipo de práctica; se consideró
la definición ya dada y se incluyeron aquellas que parecieran en principio más
vinculadas a las prácticas cotidianas ajenas a la memoria. No obstante la inten-
cionalidad de la memoria les daba el sentido, como por ejemplo la oración, que
se constituye de esta forma no solo en dispositivo religioso y psicosocial para
el encaramiento del duelo, sino que configura un mecanismo de representación
mnemónica importante para una parte de los entrevistados.
En segunda instancia se clasificó, de acuerdo con el hecho, si estas prácti-
cas circulan en el ámbito público o privado. Esto sirve como indicador de las

268
Karen Betancourt • José Luis Foncillas • Freddy A. Guerrero

intenciones de la memoria en tanto su forma de denuncia pública o de forma


individual de afrontar el recuerdo de la pérdida, lo que en todo caso se vincula
a las condiciones del contexto; se podría señalar que en una situación de violen-
cia e impunidad las prácticas de memoria privada serían la tendencia, mientras
que las prácticas de circulación pública estarían más vinculadas a procesos de
resistencia (para el caso del mismo contexto).
Tercero, una descripción que se toma como síntesis de la práctica en térmi-
nos de su desarrollo y sentido; esto de acuerdo con la información brindada a
través de las entrevistas por las víctimas o por las observaciones generadas du-
rante la investigación. Finalmente, se identifican las expectativas asociadas con
la práctica que además del sentido atribuido a las mismas buscan de manera
consciente o semiconsciente un fin asociado al mecanismo de memoria.

Tabla 1. Prácticas de memoria


Práctica de
Privada Pública Descripción Expectativas
memoria
Se realiza en el ámbito privado.
Es una comunicación personal
Bienestar
Oración. X con Dios, al que se le suele pedir
emocional.
ayuda para superar el dolor de la
pérdida.

Colocar Se sitúan en las casas, en lugares Recuerdo.


fotografías del X significativos, a veces en la cama Bienestar
difunto. del difunto. emocional.
Los familiares y un círculo
cercano de amigos asisten a una
celebración religiosa en el aniver- Bienestar
Acudir al sario anual o en el cumpleaños de emocional.
X
cementerio. la víctima asesinada. Después lo
visitan en el cementerio, donde Respaldo social.
en ocasiones también hacen una
breve oración.
Se invita a los familiares y a los
Reuniones Bienestar
amigos del difunto y se realiza
sociales íntimas emocional.
X una comida o cena acompañada
en el aniversario
de música y licor en ocasiones. Se Respaldo social.
de su muerte.
cuentan historias del difunto.

Declamadas públicamente por Dignificar a


Composición de la persona
poetas locales, algunos son
poesía y décimas. asesinada.
X X también víctimas. Le componen a
Presentación en
la memoria de sus seres queridos Pedido de
espacios públicos.
asesinados. justicia.

269
Prácticas de memoria y paz de las víctimas del conflicto armado en Tumaco (Nariño)

Grupos de Se reúnen semanalmente a tejer,


mujeres realizar actividades de auto cui-
tejedoras que dado (masajes, relajación) y desa- Bienestar
X X
hacen memoria, rrollar actividades puntuales de emocional.
“Mujeres Tejiendo memoria en fechas significativas
Vida”. (Semana por la Paz, 9 de abril).
Utilizado en su mayoría por
Publicaciones población adolescente; a través
de fotos y de aplicaciones como Facebook y Dignificar el
X
narraciones en WhatsApp exteriorizan sus sen- nombre.
redes sociales. timientos por causa de la muerte
de sus seres queridos.
Son mayoritariamente misas
católicas a las que se invita a un
Rituales: misas público amplio. Es un rito religio-
de cabo de año so y además social.
para conmemorar Los arrullos con cantos tradicio-
el aniversario nales letánicos se hacen durante
de la muerte, toda la noche y antes del día del
X Respaldo social.
congregaciones entierro. Si se efectúan el día de
religiosas el día la muerte se llaman alabaos; son
del nacimiento, rituales tristes y no usan instru-
arrullos y mentos. Si son de aniversario se
alabaos. emplean instrumentos africanos,
bombos y cununos, y cantos más
alegres.
Generar
X conciencia
Iniciativa teatral que narra las
Teatro por la paz. social y hacer
situaciones de las víctimas.
un pedido de
justicia.
Murales con Generar
mensajes alusivos conciencia
Elaborados por jóvenes que per-
a la memoria y la X social y hacer
tenecen a grupos juveniles.
paz hechos por un pedido de
jóvenes. justicia.

En el aniversario anual del


difunto, cuando fue un personaje Dignificación del
socialmente relevante, se hace un nombre.
Conmemoracio-
X acto en las calles, con la participa-
nes de los líderes. Pedido de
ción de autoridades y su acompa-
ñamiento con actos culturales de justicia.
la región.

En algunos casos de asesinatos,


la institución a la que pertenecía Dignificación del
Placas. X
la víctima ha colocado placas del nombre.
líder.
En casos de asesinato de líderes, Dignificación del
las organizaciones a las que per- nombre.
Libros,
X tenecían han realizado documen-
documentales. Pedido de
tales y editado libros que recogen
su vida. justicia.

270
Karen Betancourt • José Luis Foncillas • Freddy A. Guerrero

Caminatas numerosas que se rea-


lizan por las calles principales el Pedido de
Marchas por la 9 de abril de cada año y durante justicia.
X
paz. la Semana por la paz en septiem-
bre (liderada por la diócesis de Respaldo social.
Tumaco).
Espacio de conmemoración, con
un museo y una sala dedicada
al recuerdo de las víctimas del
Casa de la Dignificación del
X conflicto, con fotografías. Las
Memoria. nombre.
víctimas llevan las fotos a este
espacio. Hay aproximadamente
500 fotografías.

Fuente: elaboración propia.

Las prácticas de memoria identificadas se realizan desde la sociedad civil,


siendo muy pocos los eventos planeados desde el Estado (conmemoración del
“Día nacional de las víctimas”). En una caracterización de las prácticas se en-
cuentran aquellas que se desarrollan en lo privado y otras que lo hacen en lo
público, por supuesto estas utilizan mediaciones de la memoria basadas en la
palabra o en mecanismos materiales o intangibles que despliegan los relatos
sobre lo sucedido. Esta compartimentación entre lo público y lo privado es solo
analítica, pues algunas de esas prácticas péndula entre uno y otro ámbito, por
ejemplo las fotografías son expuestas en el hogar pero explotan su contenido
sobre la mirada pública de algún evento o conmemoración colectiva, o bien, los
escenarios colectivos pueden congregar sobre una memoria colectiva y repre-
sentativa del pasado y de sus protagonistas, pero a su vez poseer contenidos y
representaciones privadas en los dolientes o en quienes hacen remembranza.
Las prácticas de memoria se mueven a su vez en otro espectro asociado con
mecanismos culturales tradicionales como las poesías, las décimas, la asisten-
cia al cementerio, los aniversarios; pasando por el uso de productos culturales
incorporados a la Modernidad como las fotografías, o bien en el uso de tecnolo-
gías de la información como WhatsApp o Facebook. La memoria presenta múl-
tiples mediaciones y soportes que se asocian en forma y contenido con roles,
condiciones etarias, de género y étnicas que expresan las particularidades y la
diversidad marcada por el contexto.
Las prácticas de la memoria a su vez poseen una materialización temporal;
algunas performativas, como las oraciones o acudir al cementerio, u otro tipo
de ritualizaciones, que se configuran como acontecimiento y que se difuminan
con el pasar del acto, este puede ser irrepetible por su singularidad, así se re-
produzca el mismo de forma regular en aniversarios o en momentos significa-
tivos para el acto mnemónico.

271
Prácticas de memoria y paz de las víctimas del conflicto armado en Tumaco (Nariño)

Pero como rituales, estas prácticas de memoria despliegan una complejidad


de sentidos, objetos significativos y relaciones entre los conmemorantes y el
conmemorado: en lo privado, la oración enuncia el nombre del ausente y se
dirige la mirada a la imagen fotográfica o a la mediación icónica, lo que permite
una conexión trascendente.
Los rituales memorísticos son la evocación del ausente, a su vez de encuen-
tro entre el pasado y el presente, tornándose así en el evitamiento de lo que
Benjamin considera la doble muerte hermenéutica basada en el olvido (Mate,
2012), pues esta reiteración de lo singular, el ritual memorístico, es revitalizar la
demanda de justicia en un contexto de injusticia irresuelto. Pueden ser entonces
privados e involucrar múltiples registros mnemónicos (lo oral, las imágenes,
las poesías, las décimas y las oraciones); a su vez estos rituales, más amplios,
como marchas y conmemoraciones, así como los lugares de la memoria, como
la Casa de la Memoria, se configuran en espacios de catarsis pública, allí la ima-
gen pretende el despliegue de la demanda de justicia a través de una memoria
compartida, reiterada y reactualizante.

Los efectos reparadores de la memoria para las víctimas


Es de resaltar que en Tumaco se hace memoria en medio del conflicto. Este es un
dilema que ha sido analizado por Guerrero (2009) en el Alto Sinú, concluyendo
que la excepcionalidad producto del conflicto armado limita la posibilidad de
representación pública de la memoria. Y sin duda la limita, ya que al existir la
presencia de actores armados en el contexto tumaqueño, la prudencia y el mie-
do confabulan de manera que no es posible decir públicamente todo lo que se
quiere decir, evocar y denunciar. Como aporte a este debate, esta investigación
constata que las víctimas y la sociedad civil de Tumaco están efectivamente
haciendo memoria en medio del conflicto.
A continuación, se analizará en qué sentido esa memoria ha sido satisfacto-
ria o no a partir de la caracterización definida por expectativas, motivaciones
o deseos de las prácticas de memoria. En lo que sigue se abordará la memoria
como deseo de dignificación del nombre, deseo de hacer perdurar la memoria
de los líderes y deseo de justicia y no impunidad.

Deseo de dignificación del nombre


Analizando las enunciaciones verbales y no verbales manifestadas por las víc-
timas sobre la complacencia, la pertinencia y el agrado de los ejercicios de me-
moria realizados en Tumaco, las víctimas entrevistadas manifestaron un fuerte
deseo de que las prácticas públicas de memoria promuevan una dignificación
de la persona asesinada o desaparecida. Resaltan que esas prácticas de memo-
ria son una oportunidad para hacer pública la buena imagen del recuerdo de la

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Karen Betancourt • José Luis Foncillas • Freddy A. Guerrero

persona asesinada, mostrar que la víctima fue un buen padre, un buen esposo,
un buen hijo. En palabras de Miriam Paloma, cuya madre fue asesinada por
paramilitares cuando tenía cuatro años: “Me gustaría que la sociedad conociera
y recordara a mi madre, para que sepan que ella era una buena madre y una
buena persona” (entrevista a Miriam Paloma, 9 de agosto de 2015).
Amalia, cuyo padre fue asesinado por Los Rastrojos, al hacer memoria insis-
te en que su papá era una buena persona: “Recordamos a mi padre como una
excelente persona, buen padre, buen hijo, buen marido, buen vecino, le gustaba
servir a la comunidad, perteneció al Comité nacional de cacaoteros durante
siete años y él luchaba por el gremio” (entrevista a Amalia, 2 de septiembre de
2015).
Este mismo anhelo de hacer memoria pública se encuentra en la buena ima-
gen del familiar asesinado; en el deseo de Salomón de que la historia de su hijo
desaparecido sea recordada y que otras personas lo recuerden como alguien
bueno. Con setenta años, manifestaba en tono sereno y complacido: “Es muy
bonito cuando colocan las fotografías en el parque (en la Galería fotográfica de
la Memoria) y después algunos vecinos o conocidos nos dicen: ‘vi a tu hijo en
el Parque Nariño, y me recordé de él y de cómo era’ y nos narran algún detalle.
Eso nos da alegría porque vemos que la gente se acuerda de él” (entrevista a
Salomón, 26 de noviembre de 2015).
Estas funciones de la memoria se muestran satisfactorias para sus promoto-
res en tanto la práctica misma da cumplimiento a este deseo y por lo tanto su
ejecución misma lo garantiza; es una suerte de performatividad, pues al reali-
zar la práctica se conoce y se recuerda a la madre, al padre, al hijo.
En la mayoría de los casos se generó una doble victimización, asesinaban
y se justificaba el hecho al atribuirse a la víctima acusaciones respecto de su
pertenencia o de simpatía con los bandos armados contrarios al del perpetra-
dor. Las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), autoras del mayor número
de asesinatos desde 1999 hasta 2007 en Tumaco, argumentaban sus asesinatos
diciendo que esas personas tenían vínculos con la guerrilla; este ha sido un es-
tigma muy doloroso para muchos de los familiares.
Estas versiones de los actores victimizantes se difundieron ampliamente en
un contexto social donde esos grupos armados eran muy poderosos, tanto en lo
criminal como por sus vínculos con la institucionalidad y la fuerza pública. Es
por ello que sus argumentos se difundieron masivamente y fueron asimilados
por muchas personas desinformadas como verdaderos, llegando a convertirse
en algo que se daba como un hecho, incluso en los casos donde los actores vic-
timizantes no dieron ninguna justificación del asesinato. Se escuchaba la frase
usual que había sido promovida por los grupos armados: “En algo andaría
metido, a nadie lo matan por nada” (diario de campo, 17 de marzo de 2015).

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Prácticas de memoria y paz de las víctimas del conflicto armado en Tumaco (Nariño)

Fueron tan difundidas esas versiones que como mínimo sembraron la duda en
la población en general y el dolor y la doble victimización en los familiares de
las víctimas.
Las personas entrevistadas en este proyecto vivieron en Tumaco y por eso
sienten este estigma social que flota, aún hoy, en el ambiente. Es también por
ese estigma generalizado que los familiares tienen el deseo de dignificar el
nombre en el ámbito público. El testimonio de Miriam Paloma, cuya madre fue
asesinada, es elocuente en este sentido:

También quiero que el que le disparó a mi mamá se retracte, pues en una de-
claración dijo que mi mamá era una guerrillera como para que le bajaran la
pena y eso empañó el nombre y la memoria de mi mamá y de alguna manera
la mía. Creo también que es importante decir que el Estado tuvo que ver con
la muerte de mi mamá puesto que los señores del Ejército fueron los que ven-
dieron declaraciones de mi mamá, quien estaba colaborando con la justicia,
por tanto, deben investigar al que manejaba el batallón en esa época para que
también pague. (Entrevista a Miriam Paloma, 29 de agosto de 2015)

Este estigma se reforzó involuntariamente con las audiencias de los Tribunales


de Justicia y Paz, durante 2006 a 2014, en las que los postulados en sus ver-
siones libres siguieron justificando sus asesinatos afirmando que sus víctimas
tenían vínculos con la guerrilla. Además, el espacio físico de dichas audiencias
fue poco afortunado, los postulados en Tumaco se ubicaron en un estrado, un
metro por encima de las víctimas, y a su derecha estaba la mesa de los magistra-
dos. La sensación era que la palabra de ellos era la palabra oficial, y la palabra
de las víctimas, que hablaban desde un micrófono ubicado en la parte de abajo,
era marginal. Estas formas de verdad judicial y memoria social en su dimensión
simbólica tienen un profundo efecto social y una eficacia simbólica establecida
en contextos en los que el pasado, las víctimas y los agresores entran en tensión,
reproduciendo en el plano de la memoria la permanencia de la injusticia.
En la audiencia de afectaciones del Tribunal de Justicia y Paz, realizada en
Tumaco el 31 de enero de 2014, donde se juzgaba al Bloque Libertadores del
Sur, muchas de las víctimas, en el momento en que fueron llamadas a hablar
por la magistrada Uldi Jiménez, clamaron de forma dramática, entre el miedo
y el coraje, con voces entrecortadas, que lo que querían era que se limpiara el
nombre de su familiar; pedían la verdad sobre los motivos de la victimización,
confrontando los argumentos justificadores de los victimarios. La esposa de
Jaime Enrique Angulo, víctima del Bloque Libertadores del Sur, habló así a los
postulados de dicha audiencia:

Lo que queremos saber, todos los que estamos aquí, es el verdadero móvil que
causó la muerte a nuestro familiar. ¿Ustedes se pueden imaginar todo el daño
que causaron a mi familia cuando asesinaron a Jaime Enrique Angulo?, un ser

274
Karen Betancourt • José Luis Foncillas • Freddy A. Guerrero

muy conocido en la comunidad tumaqueña, un ser en lo personal tan afectuo-


so y tan servicial… la plata sirve, pero la plata no repara el gran vacío y el gran
daño material e inmaterial. Cada día se renueva más ese dolor. La gente aquí
quiere escuchar que ustedes dicen que aceptan que lo hicieron por esto, por
esto y por esto. Pero todas las veces ustedes han dicho que los mataron por
guerrilleros… entonces Tumaco está plagado de guerrilleros, ¡qué problema
con ustedes! ¿Ustedes se pueden imaginar todo el daño que causaron a mi
familia, cuando un niñito de 6 años tuvo que crecer sin la orientación de su
padre? ¿Y cuándo un 7 de diciembre de 2013, con 16 años, el muchacho recibió
su diploma y lloraba porque su padre no estaba ahí para felicitarlo? ¿Ustedes
pueden imaginar todo el dolor de una niña de 13 años que estaba estudiando,
y todo el apoyo que tuvo que recibir de las psicólogas para superar ese dolor?
¿Ustedes se pueden imaginar todo lo que me tocó para que esa chica fuera una
chica de bien y no quisiera vengarse de ustedes? Ustedes no pueden entender
el dolor que han causado a mi familia. ¡Ustedes no entienden! Nosotros lo que
queremos escuchar es, el móvil de la verdad. Pero no lo van a decir. Por eso
no quiero escuchar, señora Magistrada, a ninguno de estos señores, porque en
ellos no está la verdad. Ellos repiten la versión aprendida en este tiempo que
han estado en la cárcel, no se les ve arrepentimiento. (Testimonio recogido de
las grabaciones solicitadas al Tribunal de Justicia y Paz, 31 de enero de 2014)

Este testimonio expresa con elocuencia ese deseo de las víctimas de que se lim-
pie el nombre manchado de su familiar y que se narre la verdad, algo que va-
loran como necesario para su satisfacción. Es a su vez representativo, pues si
los mecanismos judiciales de justicia y verdad permitieran idealmente reparar
a las víctimas, se observaría que la demanda de la verdad está sustentada por
la plenitud de la verdad, por el arrepentimiento de los victimarios y el recono-
cimiento de los efectos del daño; lo que se demanda, por las conclusiones del
testimonio, no satisface lo deseado, por lo tanto la insatisfacción se da no solo
en el plano judicial, sino en el personal: “Por eso no quiero escuchar, señora
Magistrada, a estos señores”.

Durante la audiencia de imputaciones del Tribunal de Justicia y Paz, realizada


en Tumaco en 2012, Guillermo Pérez Álzate, máximo responsable del Bloque
Libertadores del Sur de las AUC, afirmó que la razón de la victimización de Yo-
landa Cerón, religiosa y directora de la Pastoral Social de la diócesis de Tumaco,
asesinada en el 2001 por las AUC, fue el tener vínculos con la guerrilla. Ante
esta afirmación, Gustavo Girón Higuita, obispo de Tumaco, afirmó con vehe-
mencia que eso era falso. Argumentó cómo Yolanda Cerón fue su mano derecha
por ocho años y que la conocía como nadie más, por eso daba fe ante el Tribunal
de que eso era falso. Esto causó impacto en toda la audiencia. Fue significativo
que en las siguientes audiencias Guillermo Pérez Álzate modificó su versión y
no volvió a mencionar que ese fue el móvil de dicho asesinato, su nueva versión
fue que Yolanda, con sus denuncias, se oponía a los intereses de las AUC.

275
Prácticas de memoria y paz de las víctimas del conflicto armado en Tumaco (Nariño)

Otro ejemplo que ilustra este tema es el caso de Manuel Rodríguez, que
desde el asesinato de su hijo, Dubian David Rodríguez, en 2013, ha insistido
en escenarios públicos en que se limpie el nombre de su hijo. Fue significativo
que en un acto de memoria organizado en Tumaco por la Corte Constitucional,
el 5 de noviembre de 2013, Manuel tomó el micrófono y le reclamó al alcalde
Víctor Gallo, presente en ese momento junto a los Magistrados de la Corte, que
se retractara del pronunciamiento radial donde afirmó que la muerte de su hijo
había sido por un ajuste de cuentas, versión mantenida por la Policía Nacional
y que el alcalde había repetido en un medio local.
Manuel Rodríguez es uno de los pocos casos en Tumaco que ha vencido el
miedo, ha seguido el caso en la Fiscalía y ha perseverado en la búsqueda de jus-
ticia por el asesinato de su hijo. Esto lo hace a pesar de haber recibido múltiples
amenazas en su contra; lo más significativo es que manifiesta que lo hace por-
que su anhelo es que se conozca la verdad. Es un caso excepcional de valentía,
pero no es excepcional lo que, a nivel de satisfacción expresa, un deseo de que
se conozcan las verdaderas causas del asesinato de su hijo, “que se limpie el
nombre de mi hijo”.
Pero detrás de esta estigmatización de las víctimas como supuestos miem-
bros del grupo armado contrario hay una lógica perversa que justifica los ase-
sinatos, y es el argumento de que, si la persona pertenecía a un grupo armado
ilegal, entonces sí era lícito su asesinato. Esta lógica también ha sido utilizada
en Tumaco por las FARC y por la fuerza pública. Fue muy esclarecedora en este
sentido la intervención de la magistrada Uldi Jiménez en uno de los momentos
de la ya mencionada audiencia de febrero de 2014. Cuando el postulado Jorge
Enrique Ríos respondió a una de las víctimas, argumentando que había asesi-
nado a su esposo porque pertenecía a la guerrilla, la magistrada lo interrumpió
y afirmó enfáticamente que nada justificaba un asesinato, además le pidió que
no siguiera justificando ningún homicidio diciendo que fue perpetrado por te-
ner vínculos con la guerrilla.
Esa argumentación perversa de los grupos armados se ha instaurado en el
inconsciente colectivo. Es común escuchar en las calles la frase “lo mataron
porque pertenecía a un grupo armado”, denotando cierta aceptación del asesi-
nato de personas pertenecientes a algún grupo ilegal. Como manifestó la Corte
Constitucional: “La dignidad humana (es) entendida como intangibilidad de
los bienes no patrimoniales, integridad física e integridad moral, vivir sin hu-
millaciones” (sentencia T-881 de 2002).
Los asesinatos o las desapariciones cometidas fueron en primer lugar un
daño físico, el peor que se puede realizar, quitar el bien más precioso, que es
la vida, y nada puede justificar ese hecho. Pero en segundo lugar es un daño a
la “integridad moral”, a su nombre, a su memoria, a su dignidad, acusándole

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Karen Betancourt • José Luis Foncillas • Freddy A. Guerrero

falsamente de tener vínculos con un grupo ilegal y justificando que ese es un


motivo suficiente para ser asesinado. La satisfacción pasará precisamente para
los familiares por devolver la integridad moral del ser querido asesinado, en
una memoria que haga honor a la verdad.
Lo anterior indica que el argumento que atribuye la pertenencia de la víc-
tima a algún grupo contamina en el plano simbólico la inocencia atribuida a
la víctima y condona simbólicamente el daño realizado por el agresor, esto
a pesar de que judicialmente se reconozca el argumento como invalido y sea
disminuido en los estrados. Por eso la tensión de la memoria sucede entre el
enaltecimiento de los dolientes al contraargumentar la justificación del agresor
y su desconexión moral y por el reivindicar y dignificar desde el carácter y
significado humano, familiar y comunitario a la víctima y lo que se condensa
en su nombre.
Estos reclamos de las víctimas en Tumaco coinciden con los tres tipos de
daños y de reparaciones apuntadas por Mate (2012). Frente al daño personal,
solicitan justicia y memoria; frente al daño político, exigen reconocimiento del
carácter de ciudadano, de ser humano de la víctima; y frente al daño social,
piden una educación hacia la no repetición. La verdad y la memoria reclamada,
en casos como el de Tumaco, donde la impunidad es altísima y la reparación ha
sido precaria, se puede considerar como un instrumento de justicia. Una jus-
ticia incompleta, sin duda, pues la memoria no es suficiente, pero es necesaria
para la dignidad de la víctima, para hacer justicia con su carácter de ciudadano
con derechos y decir que esa persona era importante para la sociedad.
Pero además la situación alerta sobre las polarizaciones sociales y políticas
que provoca la exclusión de ciertos grupos, al punto que hicieron que su muer-
te fuera justificable. Este análisis se presenta relevante para el caso de Tumaco,
ya que en ese pedido de justicia se lee cómo están reclamando lo que Mate
menciona como carácter ciudadano de la víctima, independientemente de su
afiliación social y política.
El deseo manifestado por las víctimas de recuperar la buena imagen del
familiar asesinado, y el deseo de limpiar el nombre en los casos en que fue
mancillado, responden a un mismo deseo de recuperar el carácter de ciudada-
nía de la víctima, el carácter de ser humano que era digno de seguir viviendo y
por lo tanto un deseo de que se reconozca públicamente que lo sucedido fue un
acto ilícito e injusto. Las víctimas afirman sentir bienestar cuando esto se logra,
como en el caso de la madre del líder Miller Angulo.
Complementando lo anterior, tres de las personas entrevistadas manifestaron
que consideraban positivas las iniciativas de memoria, no solo en cuanto hacen
mención de la persona asesinada, sino también por visibilizar el dolor de familia-
res y allegados tras la muerte de su pariente. Una de las víctimas declaraba sentir

277
Prácticas de memoria y paz de las víctimas del conflicto armado en Tumaco (Nariño)

bienestar cuando las prácticas de memoria permiten “que otros tomen concien-
cia del daño que se produjo a su familia” (diario de campo, 12 de septiembre
de 2015). Es un deseo sentido por los allegados el que la sociedad conozca lo
que vivieron los familiares de la víctima, el dolor por el que tuvieron que pasar,
como una manera de disminuir la indiferencia y generar solidaridad, con la
esperanza de que eso contribuya a la no repetición.
Otro deseo relacionado con la satisfacción, manifestado por siete de las víc-
timas (diario de campo, agosto y septiembre de 2015), es el que los victima-
rios conozcan las consecuencias que provocaron sus actos violentos, desde un
convencimiento de que, si conocen esas consecuencias dolorosas a través de
fotografías y relatos, esto puede redundar en un cambio de actitud y una de-
jación de las armas. En una primera oportunidad esta afirmación pareció sor-
prendente durante la investigación, no obstante al ser repetida por diferentes
personas se encuentra que puede tener una base objetiva y pragmática, ya que
las víctimas conocen a los victimarios, muchos viven en sus mismos barrios de
habitación, por esto es probable ponderar los efectos que la memoria puede
tener sobre ellos.

Deseo de hacer perdurar la memoria de los líderes


La memoria de los líderes comparte todo lo mencionado en el apartado ante-
rior, pero además añade una intencionalidad: “para que los ideales y pensa-
mientos de esa persona perduren” (entrevista a Alberto, 2 de septiembre de
2015). Se recoge en los repertorios de la memoria la gran importancia de este
aspecto para los familiares de Miller Angulo y los compañeros de trabajo de
Yolanda Cerón. Ahora se profundizará cómo ello produce satisfacción en los
familiares y allegados de las víctimas.
Doña Nereida, madre de Miller Angulo, manifiesta sentir satisfacción tras
organizar varias prácticas de memoria en conjunto con la Mesa Municipal de
Víctimas: “Yo me sentí muy contenta porque mucha gente asistió y se reconoció
lo que él era” (entrevista a Nereida, 3 de septiembre de 2015). Siente además
satisfacción en que la foto y la historia de su hijo esté expuesta en la Casa de la
Memoria, porque “es un reconocimiento a lo que hizo” (entrevista a Nereida,
3 de septiembre de 2015). Es entonces un reconocimiento a Miller como un ser
parte de la vida de su madre, del orgullo que encarna su parentesco y sus afec-
tos; además es un reconocimiento a Miller en tanto un desdoblamiento de su
figura como representación colectiva a partir de su rol público y social.
El caso de Yolanda Cerón es un ejemplo donde se percibe que sus compa-
ñeros y familiares han deseado mantener viva su memoria y los ideales por los
que ella luchó. Las placas colocadas en el lugar donde fue asesinada, las conme-
moraciones anuales el día de su muerte, las publicaciones de libros y la difusión
de documentales en redes sociales, manifiestan la gran importancia que para

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Karen Betancourt • José Luis Foncillas • Freddy A. Guerrero

las personas que trabajaron con ella reviste el mantener viva la memoria y los
ideales de esta líder nariñense.
La actual directora de la Pastoral Social de la diócesis de Tumaco, afirma:

La razón que nos mueve a hacer memoria es el deseo de rescatar lo valioso de


la vida de Yolanda como persona entregada a las causas de los afrocolombia-
nos, de los negros del Pacífico. Es un querer resistir y oponernos a los que la
mataron, es un no querer abandonar su causa, algo que pretendían conseguir
las personas que la asesinaron. Recordar su memoria, resaltar su trabajo, es
para nosotros un estímulo para seguir trabajando en lo mismo que ella nos en-
señó, a pesar del miedo que a veces nos invade. Es también un deseo de contar
lo que sucedió y resaltar que esa muerte fue una gran injusticia, un enorme
daño que sigue impune y clama por justicia. (Entrevista a Dora Vargas, 7 de
diciembre de 2015)

En estas prácticas hay una fuerte intencionalidad pedagógica, que tiene el obje-
tivo de educar a las nuevas generaciones desde la indignación sobre los hechos
violentos. Pero además, tanto en Yolanda como en Miller, sus propósitos de jus-
ticia y defensa del bien común trascienden la persona misma y se constituyen
en afrenta a las ideas y prácticas que representaban y representan.
Estas prácticas de memoria denotan un deseo de que ese crimen no quede
en el anonimato y la impunidad (CNMH 2013), entendiendo que esta se ubica
en el orden moral y no jurídico; en el sentido de lo que afirma Wiesel (1990): “la
memoria del mal debe ser un escudo contra el mal”, una herramienta pequeña
pero poderosa que tienen las víctimas en su lucha contra la impunidad. Esto
se ha dado en Tumaco, ya que las prácticas de memoria han empoderado a los
familiares de las víctimas, moldeando actitudes que han contribuido a fomen-
tar los derechos humanos, impidiendo justificar la violencia. Un ejemplo de la
fuerza que puede tener ese repudio moral es que las propias AUC afirmaron
que fue el repudio social e institucional tras el asesinato de Yolanda Cerón, el
que ocasionó su decaimiento en Tumaco y puso un freno a sus hechos delictivos
(testimonio del postulado Jorge Enrique Ríos en la audiencia de afectaciones de
Justicia y Paz, enero de 2014).
Los líderes y lideresas víctimas se constituyen así en unas figuras que apelan
y construyen la memoria colectiva, son la bisagra que vincula las representa-
ciones privadas con las públicas, son el referente simbólico y alegórico que con-
densa tanto el conjunto de hechos de violencia como la demanda igualmente
múltiple de justicia, son en cierto sentido la figura inversa del chivo expiatorio,
a este se le sacrifica para resolver simbólicamente la crisis, en nuestro caso estos
líderes y lideresas son los receptores en sus existencias de la crisis del conflicto;
su sacrificio no se torna reparador sino demandante de justicia.

279
Prácticas de memoria y paz de las víctimas del conflicto armado en Tumaco (Nariño)

Deseo de justicia y no impunidad


Yo sí quiero que se sepa lo que le pasó, para que sea como un reclamo, que no
quede invisibilizada su muerte y quién sabe, tal vez en el futuro haya justicia.
(Entrevista a Salomón, 24 de noviembre de 2015)

Las palabras de Salomón coinciden con las de otros entrevistados que quieren
verdad y justicia. Otras entrevistas recogidas, afirman: “las fotos de las víctimas
que se exponen en la Casa de la Memoria son para mí un reclamo de justicia”
(diario de campo, 21 de agosto de 2015). A pesar de que muchas de las víctimas
no creen que se vaya a llegar prontamente a una verdad judicial, el hecho de
hacer públicas esas historias es un reclamo asertivo de ese deseo; como afirma
Mate (2011), es para ellas justicia, porque se hace público que lo que pasó no
fue justo.
El deseo de justicia desborda los alcances que la memoria puede otorgar,
por lo que no satisface suficientemente el deseo; aunque estas prácticas no con-
lleven la reparación material del daño, sí son reparación simbólica, porque re-
conocen la vigencia del derecho de las víctimas, a pesar de que pase mucho
tiempo y nunca sea posible una reparación total (Mate, 2011). Es de notar que
en otros casos del país, como la masacre de Trujillo, la memoria ha sido un ins-
trumento de denuncia que ha permitido que muchos años después se llegara a
condenas judiciales, por lo que la memoria es un instrumento que puede llevar
a la consecución de la justicia esperada.

A manera de conclusión: retos para una política de


memoria regional
Los hallazgos de la investigación coinciden con lo planteado por la psicología
social, específicamente por Gaborit (2006), cuando afirma que la solución a los
hechos victimizantes pasan por reparaciones de corte social y no meramente
individual, y que la memoria, lejos de anclarse en los relatos victimizantes,
contribuye a la salud mental de la sociedad, moldeando actitudes prácticas,
cognitivas y afectivas que posibilitan la reconciliación social, sentando bases
para el respeto a los derechos humanos.
Se encontró que las prácticas de memoria, especialmente las rituales, contri-
buyen a reconocer públicamente la pérdida y honrar la memoria de la víctima,
generando solidaridad (Beristain, 1999) y escalando el afrontamiento indivi-
dual a uno comunitario y político por parte de la sociedad (Villa, 2010), lo cual
posiciona los relatos de las víctimas fuera de ellos mismos, forjando un mar-
co ético subjetivo que dificulta a los violadores seguir operando impunemente
(Lira, 2010).

280
Karen Betancourt • José Luis Foncillas • Freddy A. Guerrero

La investigación con las víctimas ha mostrado la importancia que tiene para


la satisfacción el hecho de que los relatos sean narrativos desde la cosmovi-
sión afrocolombiana y no sean meramente jurídicos (Saunders, 2014). Nuestros
hallazgos coinciden con Cyrulnik (2001) en que los relatos devuelven la dig-
nidad y los sentidos de lo sucedido, contribuyendo a una regulación afectiva;
encontramos también coincidencia con la investigación de Millán (2007) de que
una motivación fundamental para las víctimas es construir empatías sobre lo
vivido. Las prácticas de memoria encontradas tienen esa función transversal de
pedagogía social que la CNMH apuntaba y que favorece a que no se repitan las
violaciones en el futuro.
Por lo pronto, Colombia vive un proceso de paz con las FARC que ha llega-
do a un acuerdo de terminación del conflicto armado en 2016. En contraste con
anteriores diálogos con la insurgencia, las iniciativas de memoria y los recla-
mos de las víctimas hacen que este país hoy sea distinto, porque esta multipli-
cidad de voces no existía en años pasados.
Las prácticas de memoria individuales y colectivas contribuyen a la sa-
lud mental de la sociedad, permitiendo a través de la denuncia y el sentido
de futuro o expectativas construidas desde las mismas, horizontes colectivos
fundamentados en el respeto de la dignidad humana y los derechos huma-
nos, incluyendo aquellos vulnerados en el marco del conflicto, así como los
generados por causas estructurales. Por lo tanto un escenario de posacuerdo
implica el abordaje de la victimización, la atención y la asistencia de sus da-
ños individuales, constituyendo el trauma cultural al que alude Alexander
(2012) o el trabajo activo de memoria señalado por Jelin (2002); también unos
cambios de las políticas y prácticas institucionales en las que las condiciones
de marginalidad, exclusión y desigualdad sean asumidas como una dimen-
sión sin la cual los ciclos de violencia y victimización del conflicto, de po-
brezas históricas y las condiciones de una ciudadanía plena se posterguen
indefinidamente.
Se entiende por lo tanto por qué las víctimas de Tumaco entrevistadas no se
consideran satisfechas por las acciones de memoria realizadas por el Estado,
muchas de ellas afirman con vehemencia que el Estado no ha hecho nada en
ese sentido. Existe un desafío, ya que las acciones estatales han sido insuficien-
tes, poco difundidas y no llegan a satisfacer las expectativas de las víctimas en
cuanto a la memoria histórica y a la acción en otros campos de los derechos
humanos en la región.
La contracara de estas percepciones se encuentra en algunos funcionarios en-
trevistados, quienes consideran que las víctimas tienen un interés casi exclusivo
en las reparaciones económicas. Sin embargo, las entrevistas realizadas a las víc-
timas muestran la importancia que para ellas tiene la reparación simbólica y en

281
Prácticas de memoria y paz de las víctimas del conflicto armado en Tumaco (Nariño)

especial los ejercicios de memoria. Para las víctimas es necesaria una repara-
ción material, pero si se limita a lo económico puede tener efectos degradantes,
como un trato meramente paternalista que los convierte en meros receptores de
ayuda. Se hace por tanto necesaria una simultaneidad entre medidas económi-
cas y simbólicas.
La construcción de la memoria es una oportunidad para crear puentes entre
el Estado y la sociedad civil, y así fortalecer y recuperar la confianza en la ins-
titucionalidad y en un Estado Social de Derecho. Trabajar de manera conjunta
para reestablecer escenarios, diseñar herramientas, rutas y políticas públicas,
en vista a hacer memoria recogiendo la mirada de las víctimas y su dignifica-
ción, es un camino para construir paz y respeto a los derechos humanos. De
las experiencias relatadas se hace evidente que en los procesos de memoria las
iniciativas y las acciones de las comunidades han precedido las estatales. De
ahí la importancia que el Gobierno reconozca, valide y acoja estas prácticas,
máxime con la puesta en marcha en 2017 de la Comisión para el esclarecimiento
de la verdad, la convivencia y la no repetición como mecanismo del más tardío
proceso de justicia transicional en Colombia.
Al igual que las mujeres de la Asociación Nacional de Familiares de Secues-
trados, Detenidos y Desaparecidos (Anfasep) en Perú, reclamaban al Estado y
a la sociedad ser reconocidas no solo como víctimas indefensas y frágiles, sino
como personas ciudadanas activas defensoras de los derechos humanos y la
justicia, es de considerar que la memoria en Tumaco tiene capacidad de posi-
cionar políticamente a las víctimas como agentes de una sociedad sin violencia,
reconociendo en ellas sus luchas y apoyando las consignas que adelantan. Es
necesario cambiar el imaginario que se tiene de las víctimas y empezar a con-
siderarlas actores en la construcción de una cultura de paz y de respeto a los
derechos, entre otras maneras, a través de sus trabajos de memoria.
Una política pública de memoria para Tumaco no puede ser elaborada desde
el centro del país, debe ser un ejercicio territorial donde participen directamen-
te las víctimas. Es insuficiente reducir la memoria a la creación de monumen-
tos, que muchas veces son pensados desde parámetros ajenos a los territorios y
sin ser consultados con las poblaciones afectadas.
Estas iniciativas se deben construir en clave de pluralidad, pues cada terri-
torio ofrece unas características y modos de vida particular. No es lo mismo la
memoria de la zona andina del departamento de Nariño, con población mestiza
e indígena, que de la zona costera, donde la población es mayoritariamente
afrocolombiana, pues utilizan distintos lenguajes o códigos para representarse
y realizar las exigencias al Estado. Solo de esta manera las medidas que se lle-
guen a adoptar tendrán un sentido reparador.

282
Karen Betancourt • José Luis Foncillas • Freddy A. Guerrero

Retos estatales asociados con las políticas de


memoria regional
Vale destacar que el Estado debe propender por la garantía de los derechos de
las víctimas en torno de la reparación simbólica; se ha constatado que una de
las necesidades es el deseo de dignificación y honra de la memoria de los que
perdieron la vida. Es en primer lugar necesario evitar más daños en este aspec-
to, en especial en los discursos de la fuerza pública, porque algunas explicacio-
nes sobre las victimizaciones pueden ser interpretadas como una justificación
de los hechos.
En segundo lugar, en cada municipio debe existir concertación entre los fun-
cionarios y las víctimas para diseñar e implementar prácticas de memoria que
vayan al encuentro de esa necesidad de dignificación. Se ha visto la gran varie-
dad posible; en ciertos casos podrían ser fotografías en el espacio público, actos
conmemorativos afines a la cultura y la tradición oral del Pacífico, plataformas
virtuales, documentales, libros u otras. Pero siempre consultadas con las vícti-
mas, para no escoger esas medidas a priori, porque entonces en el país se verán
lugares sin memoria, monumentos abandonados de los que la sociedad no re-
conoce su significado, y placas en paredes como resultado de mandatos legales
pero vacíos de apropiación social.
Aunque no sea una práctica de memoria, es importante señalar por la insis-
tencia que le dan las víctimas, la necesidad de mejorar el acompañamiento del
Estado en la gestión del duelo. Será necesario evaluar con las víctimas la nece-
sidad de programas de asistencia psicológica y de profesionales de las ciencias
humanas, desde una articulación institucional y de la sociedad civil, que bajo
los principios de coordinación y complementariedad gestionen y promuevan
procesos comunitarios que fortalezcan el tejido social dañado.
Para que la memoria tenga espacio social es necesario que cuente con espa-
cios físicos. Existen en Colombia iniciativas conocidas como lugares de memo-
ria que están forjando procesos sociales de memoria en los cuatro extremos del
país. En Tumaco, la Casa de la Memoria ha permitido iniciar diferentes trabajos
de memoria con víctimas, adultos y especialmente con población estudiantil. Se
hace necesario que los entes territoriales apoyen o incluso asuman estas iniciati-
vas. Estos espacios nacidos desde la sociedad civil tendrían además el potencial
de ser plataformas capaces de articular al Estado con las víctimas y la sociedad
civil en iniciativas de reparación simbólica.
Es importante que los entes territoriales organicen con las víctimas actos
de memoria para recordar a los líderes asesinados en la región, estudiándose
diferentes posibilidades, como actos públicos, arrullos, monumentos, nombres
de calles, nombres de colegios o establecimientos públicos. La voluntad política
de los mandatarios de turno juega un papel determinante. Su actitud frente a

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Prácticas de memoria y paz de las víctimas del conflicto armado en Tumaco (Nariño)

las víctimas que piden dignificación será clave para que realmente se produzca
o no. Además de diseñar correctamente un instrumento de política pública se
debe contar con los recursos para su ejecución. En la etapa del posacuerdo, esta
se convierte en una oportunidad de acercarse a la realización de este propósito
en la construcción de los planes de desarrollo, quedando como objetivo del ente
territorial la contribución a los procesos de reparación simbólica de las víctimas
de Tumaco.
Es importante recalcar que el Congreso de la República expidió la Ley 1734
de 2014, por medio de la cual se crea la Cátedra de la paz, de carácter obligatorio
en los establecimientos educativos del país; no obstante es necesario hacerla via-
ble en los currículos escolares y universitarios. Es imperioso crear herramientas
pedagógicas que permitan obtener la comprensión del porqué de las condiciones
que han hecho posible la violencia, esto con el propósito de la no repetición. Las
víctimas esperan así que la sociedad que supere el conflicto armado sea erigida
sobre el duelo compartido (Hite, 2013). Un equipo de profesionales deberá darse
a la tarea de construir instrumentos pedagógicos de memoria y trabajar temas
como la dignificación de las víctimas y la memoria de los líderes.
Si bien el énfasis en las prácticas de memoria y las recomendaciones tienen
un componente de demanda de justicia, no es esta de carácter vengativa o retri-
butiva, sino parte de las condiciones de construcción de paz; una paz positiva
con justicia social y materialización de oportunidades para el desarrollo de una
cultura de paz desde la cual están comprometidas las prácticas de memoria de
gran parte de los pobladores de Tumaco.
Finalmente, para investigaciones regionales en el suroccidente colombiano
implica considerar iniciativas que cruzan variables, como hechos victimizantes,
enfoques diferenciales y contextos que hacen posible cierto tipo de prácticas de
memoria, así como su apropiación pública y los efectos en términos de movi-
lización y demanda de transformaciones y resistencias. Estos aspectos permi-
tirán reconocer los márgenes estatales y las posibilidades de transformación
en territorios que han sido víctimas del conflicto, pero también de la exclusión
histórica y social.

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