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This article is included in: “Pagan and Christian women in Tasso and Sarrocchi” in Atti as

part of the Fourth International Seminar of the Writers and Writings Research Group. Of the
sacred, and of the profane: Women behind/between/without barriers. University of Seville,
ArCiBel Editores, Seville 2008, pp. 11-18. ISBN: 978-84-96980-26-6

“MUJER PAGANA, MUJER CRISTIANA EN TASSO Y SARROCCHI”

Juan Aguilar González

Universidad de Bérgamo

Lanfranco Caretti (1961), siguiendo la estela de la crítica desanctiana, constataba

hace ya unos años el “bifrontismo espiritual” presente en la producción poética de

Tasso, especialmente en la que fue su gran obra, la Gerusalemme liberata. Entendía el

crítico el citado “bifrontismo” como el desdoblamiento, tanto ideológico como

psicológico, que acompañó al poeta de Sorrento tanto en su vida personal como en su

poesía y que se reflejó de manera clara en los mundos contrapuestos que se dieron cita

en la Gerusalemme: cristiano-pagano, bien-mal, magia blanca-magia negra, por citar

algunos.

Afortunada interpretación ésta, pues ponía de manifiesto no sólo las inquietudes

de un poeta genial como fue Tasso, sino el modo de vida que pareció reinar durante una

entera época, que no fue otra que la Contrarreforma. El “bifrontismo espiritual”

establecía una relación entre los datos de la escritura y el contexto ideológico, el cual

evolucionó (o degeneró, según se quiera ver) en manos de la iglesia contrarreformista en

el maniqueísmo religioso reinante en la época.

Mientras tanto, la concepción de la mujer había comenzado a cambiar ligeramente.

En el recorrido que Marina Zancan (1986) hace de la mujer desde Dante hasta la edad

moderna, observa cómo a partir de Boccaccio la interpretación de la figura femenina se


convirtió en uno (ya no el único) de los posibles caminos para la lectura de los textos y

en una de las partes de la trama narrativa y/o poética.

No obstante, y pese a un cambio más que evidente, la mujer siguió ocupando un

puesto privilegiado como figura de alto valor simbólico y metafórico, aunque ésta sólo

alcanzó notoriedad dentro de grandes textos literarios como fueron el Orlando furioso y

la citada Gerusalemme liberata de los maestros Lodovico Ariosto y Torquato Tasso

respectivamente. En dichos textos, la figura de la mujer se hizo portavoz de las

tensiones de la época y los nuevos acontecimientos.

Junto a estos grandes literatos comenzaron a proliferar también mujeres que se

adentraron en el mundo de las bellas letras. No fue ésta la novedad, ya que mujeres

escritoras las encontramos desde la edad clásica, si bien hasta el siglo XVI fue un

fenómeno esporádico. Lo realmente importante es que fue en esta época cuando se

formó un corpus verdaderamente importante de escritoras. Así nos lo hace saber

Dionisotti (1967) cuando afirma que “soltanto nella letteratura del medio Cinquecento

le donne fanno gruppo. Non prima né poi. I dati bibliografici sono inequivocabili”.

Una de esas mujeres fue la napolitana Margherita Sarrocchi (1560-1618), autora

de un poema heroico titulado La Scanderbeide. Éste es un poema épico que constó de

14 cantos en su primera e incompleta edición de 1606, publicada por Lepido Facij, y 23

en su edición definitiva. El género elegido para dar forma a la obra fue el poema

heroico, por entonces en boga gracias a Tasso, punto de referencia ineludible para todo

aquél que quisiera componer una obra similar. De hecho, decía Croce (1931) que en el

Seicento parecía indispensable para el decoro de un literato componer un poema

heroico, como si la redacción de una obra al más puro estilo tassiano fuera la

demostración y culminación del arte de un poeta. Así, Marino acometió la redacción de


la Gerusalemme distrutta, Tassoni de Oceano y Testi de Costantino, por citar algunos

ejemplos.

El título toma el nombre del protagonista, Giorgio Castriota Scanderberg

(Iskander Bey en turco), héroe nacional albanés que se convirtió al cristianismo y llevó

la guerra a los propios turcos, por aquel entonces amenaza de la religión católica.

Podemos decir que Sarrocchi supo elegir el personaje, ya que como bien observa

Pezzini (2005), el protagonista se adaptaba perfectamente a las exigencias de la épica de

la Contrarreforma: una figura de frontera encarnada por el héroe, un campeón del Islam

providencialmente arrepentido que regresa al occidente cristiano y que se convierte en

paradigma de un plan celeste, recomponiendo los destinos individuales y la esfera

temporal de lo existente. El elemento de la conversión, cuya fascinación ejerció una

gran influencia en el reino de la épica post-tassiana, hace del personaje histórico de

Scanderberg el protagonista perfecto de un poema heroico.

Centrándonos en los personajes masculinos protagonistas de la obra de Tasso,

encontramos lo que podríamos llamar una triple identificación en ellos: Goffredo di

Buglione, Rinaldo y Tancredi d’Altevilla son hombres, cristianos y héroes. Esta triple

identificación tiene igualmente su reflejo inverso en la obra: Armida, Clorinda y

Herminia son mujeres, paganas y villanas. A lo largo de la obra, el elemento pagano

personificado en las mujeres debe ser vencido por los caballeros de la cristiandad, bien

de una manera, bien de otra.

En la Gerusalemme, Herminia es un personaje compuesto con unos versos

extremadamente dulces, que nos recuerdan a Petrarca cantando a la ya desaparecida

Laura. Es una princesa pagana que sufre por no ser correspondida por Tancredi, que a

su vez ama a Clorinda, y que no dudará en arriesgar su vida para protegerle, tanto en el

campo de batalla como fuera de él.


Clorinda representa el elemento de la conversión. Durante gran parte de la obra es

una aguerrida mujer capaz de luchar en el campo de batalla y masacrar a todo cristiano

al que se enfrente, excepto a uno: Tancredi. El canto que narra la muerte de Clorinda a

manos del hombre que la ama, recordado como uno de los más trágicos y hermosos de

la literatura, puede ser visto en una óptica más propagandística, si así se quiere decir:

sólo después de haber recibido el bautismo y haberse convertido al cristianismo,

Clorinda experimenta la felicidad:

Mentre egli il suon de' sacri detti sciolse,

colei di gioia trasmutossi, e rise;

e in atto di morir lieto e vivace,

dir parea: "S'apre il cielo; io vado in pace."

(Canto XVII, 541-544)

Pero sin duda el personaje más recordado de la Liberata es el de la maga Armida,

mujer de una hermosura sin igual. Armida es, obviamente, una pagana enemiga de los

caballeros de la cristiandad que haciendo uso de sus encantos y su poder siembra el

desconcierto en el ejercito cruzado. Especialmente afectado resulta el héroe Rinaldo,

que llega incluso a matar a un compañero cruzado y a abandonar el campo de batalla.

Con el tiempo, el personaje de Armida será copiado o reinventado con pocos cambios

en sucesivos poemas, aunque siempre con el mismo rol: mujer pagana que con su

belleza casi demoníaca aleja a los justos caballeros de su santa misión.

La maga representa la antítesis de Rinaldo: ella es pasión erótica, posesiva,

orgullosa y soberbia, mientras que Rinaldo es un virtuoso cristiano, generoso, paciente y

justo. Igualmente, representa el elemento diabólico que en la obra va unido al islamismo


e incluso, si se quiere ir más allá, a la mujer. Esta afirmación no carece de fundamento

si tenemos en cuenta que el periodo en el que Tasso escribió su gran obra fue uno de los

más duros en un fenómeno eminentemente misógino como fue la caza de brujas. Así lo

demuestran los datos: Sallman (2000) reporta que el 91% de los casos fueron mujeres,

ya que según la creencia popular éstas eran más proclives a ser seducidas por el mal,

dada su débil naturaleza.

Rinaldo, hechizado por la belleza sin igual de la maga, sucumbe durante un

tiempo a sus encantos, los cuales están siempre revestidos de una evidente sexualidad,

aunque al final consigue deshacerse de su captora. Armida, tras una larga serie de

vicisitudes que incluyen amor y odio a partes iguales, será vencida por el amor puro de

Rinaldo, convirtiéndose a la fe cristiana y sometiéndose a Rinaldo con las palabras

“ecco l’ancilla tua”.

Las palabras de Armida están cargadas de significado, ya que mientras la Armida

pagana era una hermosa y fuerte maga, la Armida convertida a la fe cristiana es una

mujer que no duda en proclamarse esclava de su enamorado. El pasaje resulta bastante

significativo del concepto que el cristianismo en general tenía de la mujer respecto al

hombre: el de alguien sometido a la voluntad del varón, sea padre, hermano o marido.

Los principales personajes femeninos de Sarrocchi tienen en común con los de

Tasso que son paganos y que poseen una belleza física espectacular, algo que usan

como arma para apartar a los justos caballeros cristianos del recto camino. Esto no es

algo nuevo: la belleza, unida a la sexualidad que rezuma la mujer tanto en el Furioso

como en la Gerusalemme, fue para los contrarreformistas ejemplo de los estragos que

una mujer hermosa podía causar en el hombre. Curiosamente, el desorden que provoca

la presencia de la mujer es culpa exclusivamente de ella, mientras que el hombre

aparece como víctima. De la misma manera que sucede en el Furioso, en la


Gerusalemme la mujer es sinónimo de desorden y caos, mientras que el hombre

simboliza la razón. Es esta visión de la mujer la que daría lugar a la extensa colección

de obras teóricas en torno a cuestiones como la del matrimonio o familia y que estaría

presente además en multitud de poemas heroicos de la época.

Sin embargo, y de seguro ésta es la parte más importante, pues la distingue de los

epígonos tassianos, con el poema épico de Sarrocchi se asiste a una general absolución

de los personajes femeninos (Pezzini 2005). Es innegable que La Scanderbeide tiene

muchas similitudes con la Gerusalemme, pero estas similitudes están referidas a las

situaciones más que a los personajes. En el poema de Sarrocchi existe como en el de

Tasso el necesario elemento de la conversión del pagano que encuentra la recta vía, es

decir, la del cristianismo, con la novedad de que en esta ocasión hay también un hombre

que se convierte. La cristiana Sofía hace que el anciano capitán musulmán Ariodeno se

convierta al cristianismo, introduciendo así un cambio de roles dentro de una misma

situación.

La única muerte destacable de una pagana es la de la joven musulmana Armilla,

aunque como dice Pezzini (2005) “la sua morte è necessaria ad attivare il pathos che

permetta l’identificazione del lettore con il versante pagano dell’azione”. Ella es la

heredera de los clichés existentes en la épica post-tassiana. Es cierto que otra pagana,

Silveria, también muere, pero su muerte no tiene las connotaciones religiosas que

existen en la de Armilla. No obstante, y pese a que su muerte puede ser comparada con

la de Clorinda, Silveria muere no a manos de un enemigo, sino en un incidente aislado,

y lo que es más importante, su conversión al cristianismo no adviene como

consecuencia de un enamoramiento, sino de un acto de fidelidad a Rosmonda.

Glicera es otro personaje que ilustra bien la diferencia en el personaje femenino en

el poema Sarrocchi: una de las hijas de Amuratte, musulmana hasta la médula, es la


protagonista de una historia de amor que pese a algún contratiempo, termina felizmente.

Tras sus escarceos amorosos con Erifilio, hijo de la reina de Persia, recibirá las críticas

de su padre, pero al final todo se resolverá de la mejor manera posible, es decir,

casándose con el propio Erifilio. Ella es también por momentos consejera de su padre,

lo que le da en el poema una situación de prestigio. En lo que refiere a su religión, no se

convertirá al cristianismo y “a pesar” de ello vivirá felizmente.

Al igual que la Armida tassiana, el personaje más recordado de La Scanderbeide

es Rosmonda, aunque las diferencias con la misma son notables. Ella es otra hija de

Amuratte, una fuerte guerrera que por mano del destino se convierte en la captora del

héroe cristiano Vaconte. Tras una serie de vicisitudes, ella voluntariamente se convertirá

al cristianismo y se casará felizmente con el héroe cristiano. A pesar de que la acción

nos recuerda a la de Armida, Rosmonda está lejos de ser una mera copia de la heroína

tassiana.

Una de las principales diferencias es que con Rosmonda la magia negra no está

identificada ni con la mujer ni con el islamismo. La atracción de Vaconte por la guerrera

no es fruto ni del Diablo ni de la magia, es algo que sucede de manera natural, por lo

que Sarrocchi despoja al paganismo de su naturaleza demoníaca. Ha de quedar claro, no

obstante, que el cristianismo es la religión “verdadera”, de esto no hay duda, la

diferencia es que Sarrocchi no carga al enemigo islamista con una naturaleza maléfica

como lo hace Tasso.

El tema siempre presente de la conversión se produce en Rosmonda de una

manera distinta a como sucede en la Gerusalemme. En la obra de Sarrocchi, la heroína

pagana no sólo se convierte al cristianismo por amor, sino como consecuencia de las

disputas con su padre. Este alejamiento del padre, unido al amor que siente por Vaconte,

hará que la joven cambie su religión. Lo más interesante es que la mujer no ve


modificado su rol: Rosmonda era una fuerte guerrera pagana, tras casarse seguirá siendo

una temible guerrera cristiana que luchará en el campo de batalla al lado de su marido.

¿Por qué son diferentes los personajes? La primera razón es nuestro entender tan

obvia que podría parecer intrascendente: Tasso era hombre y Sarrocchi mujer. Este

argumento ha sido y es denostado hoy en día por eruditos que parecen no prestar

atención al marco histórico-cultural en el que se desarrolla un acontecimiento, sea del

tipo que sea. El anteriormente citado Croce, a pesar de contar con agudas

interpretaciones de algunos textos, habla de los mismos en multitud de ocasiones como

si estos surgieran “ex novo”, cosa que raramente sucede, pues un texto es la obra de un

autor que vive en cierto tiempo con determinadas características.

Ciñéndonos a nuestro caso en concreto, la condición de mujer de Sarrocchi influyó

en la realización de su obra. No hablamos de mera condición física, no banalicemos con

argumentos tan simples la diferencia entre autor y autora. Hablamos de que si una mujer

en el Seicento se decidía a componer una obra, (¡un poema heroico, nada menos!), sabía

que tendría que “enfrentarse” a un mundo en el que el hombre era dueño y señor. Si a

esto añadimos la misoginia predominante en una época dominada por una institución

tan tradicionalmente misógina como la Iglesia, no podemos más que llegar a la

conclusión de que su condición de mujer influyó en el punto de vista que le dio a su

obra.

Recuérdese también que nos movemos entre dos siglos claves en la “querella de

las mujeres” y así lo demuestran las cientos de obras a favor y en contra de la dignidad

de la mujer. Con títulos tan elocuentes como I Diavoli delle Donne (1573) de Giacopo

Boero Gorretta, es fácil comprender la marea de opiniones no siempre positivas que

rodeaban a la mujer, algo a lo que Sarrocchi no pudo estar ajena, así como no lo estuvo

Tasso. Y es que el propio Tasso contribuyó a la querella, o mejor dicho, a las querellas,
visto que dependiendo del argumento a tratar adoptaron un nombre u otro. El autor de la

Gerusalemme participó activamente en la amplia tratadística con varias obras: Dello

ammogliarsi piacevole contesa (1593); Discorso della virtù femminile e donnesca

(1582); Il padre de famiglia (1582); Discorso in lode del matrimonio, et un dialogo

d’amore (1586); A l’illustre Sig. Hercole Tasso (risposta), in Delle lettere fammiliari,

Libro secondo (1588).

En sus obras en torno a la cuestión del “prender moglie” y sobre la mujer en

general, Tasso se mostró en absoluta sintonía con Aristóteles, con todo lo que esto

conllevaba: para Tasso, así como para el Estagirita, la mujer era por naturaleza inferior

al hombre y debía estar sometida al marido, tal como hace saber en Il padre di famiglia.

Teniendo esta concepción del sexo femenino, es perfectamente lógico que sus tres

personajes femeninos principales, Armida, Herminia y Clorinda, acaben traicionando

sus ideales por el amor de sus respectivos hombres y no duden, como en el caso de

Armida, en proclamarse esclavas de los mismos.

Por otra parte, Tasso era un hombre tremendamente religioso y esto se refleja en

su obra de una manera más que evidente. A pesar de que Caretti (1961) afirma sobre la

base del citado “bifrontismo espiritual” que existe un “generoso tentativo di

conciliazione del classicismo con la moderna ansietà religiosa”, es difícilmente negable

que Tasso fue poco menos que un portavoz de las ideas contrarreformistas que tomaron

forma en sus personajes. Dice bien Giovanni Ipavec cuando sostiene que “le vicende dei

personaggi, dunque, rispondono a un preciso intento educativo e ammaestrativo in senso

cristiano, frutto di un’esperienza e di una disciplina che l’autore ha imposto in primo

luogo a se stesso”1.

1
Texto consultable en http://www.classicitaliani.it/intro_pdf/intr0284.pdf
Sarrocchi sin embargo tuvo una educación distinta: fue también una mujer de

cultura (algo en absoluto corriente), muy de su siglo si tenemos en cuenta su gran

interés por las ciencias, cuya casa materna fue punto de encuentro entre artistas de

diversos campos. Si a esta vida le unimos sus diferentes y sonados amores, algunos de

los cuales acabaron ciertamente mal (caso de Marino) es fácil comprender por qué

algunos dijeron en su tiempo que fue una cortesana.

A pesar de los insultos de algún amante despechado, Margherita Sarrocchi fue una

poetisa cuanto menos correcta para un crítico tan poco dado a halagar mujeres como fue

Croce, capaz de despojar en su obra al entonces enemigo de la religión católica de su

naturaleza demoníaca y hacernos ver que, aún siendo mujer y profesando otra religión,

se puede tener un final feliz.


Bibliografía

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CROCE, B., “Donne letterate del Seicento”, in Nuovi saggi sulla letteratura italiana del

Seicento (1931), Bari, 1949, pp. 159-177.

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PEZZINI, S., Ideologia della conquista, ideologia dell’accoglienza: La Scanderbeide di

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pp. 190-222. (Se puede consultar en

http://muse.jhu.edu/login?uri=/journals/mln/v120/120.1pezzini.html)

SALLMAN, J.M., “La bruja” en Historia de las mujeres. Del Renacimiento a la Edad

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SCRIBANO, M. E., Morale tra Seicento e Settecento, Loescher, Torino 1979.

TASSO, T., Gerusalemme liberata, Garzanti, Milano 2000.

TASSO, T., Il padre di famiglia, in Prose, a cura di E. Mazzali, Milano-Napoli 1959,

citado por Marina Zancan en “La donna”, en Letteratura italiana, vol V., le Questioni,

Torino,1986, pp. 765-827.

ZANCAN, M., “La donna”, en Letteratura italiana, vol V., le Questioni, Torino,1986,

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ZANCAN, M., Il doppio itinerario della scrittura. La donna nella tradizione letteraria

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