Escolar Documentos
Profissional Documentos
Cultura Documentos
Silvia Ons
Vayamos ahora a lo que Lacan considera acerca del goce genital masculino. La
tumescencia y detumescencia peneana signan a ese placer que se consuma al llegar
al límite. “Petit morte”: “pequeña muerte” dicen los franceses para aludir al
momento refractario posterior a tal culminación. Esa función evanescente, en la que
el máximo goce coincide con su fin, se revela mucho más directamente en el
orgasmo del varón. Así, se trata de un momento en el que sale a la luz la distancia
entre el goce masculino y el femenino, de ahí el lamento de muchas mujeres acerca
del dormir de algunos compañeros luego del coito. En el acto sexual, los cuerpos se
abrazan al unísono, para luego separarse revelándose heterogéneos. Lacan ubica al
desfallecimiento fálico como esencial en la experiencia masculina y como aquello
que hace comparar a ese goce con la pequeña muerte, localizando en esa deflación,
a la castración presente en el encuentro entre los cuerpos. La castración no será
pensada al modo freudiano como una amenaza de parte del padre, lejos de ser algo
temido como posibilidad, ella se localiza a nivel del cuerpo en tanto caída de la
turgencia fálica. El verbo “acabar “expresa la cercanía del orgasmo con el fin que, al
igual que el “consumar” indica que algo se realiza encontrando un límite.
GÉNERO Y SEXO
La violencia contra las mujeres está lamentablemente a la hora del día y, si bien ella
no es nueva, cabe ubicarla bajo la perspectiva de ciertos ángulos de esta época. Su
empleo se utiliza fundamentalmente para aquella dirigida del hombre hacia la mujer
y no distingue la palabra “sexo” de la palabra “género”. Así, muchas veces,
encontramos estos términos indiferenciados o bien empleos en los que el vocablo
“género” suprime al de “sexo”. La “Comisión Nacional Coordinadora de Acciones
para la Elaboración de Sanciones de La Violencia de Género”, lleva el término
“género” y lo adosa en su sigla: CONSAVIG.
Para el psicoanálisis el cuerpo tiene una dimensión real que lo hace éxtimo al yo, el
sexo jamás puede identificarse con lo que percibe la conciencia Por ello el
psicoanálisis cuestiona el punto de la ley de la de identidad de género en el que se
homologa al sexo con lo “auto percibido”.
La afirmación freudiana “la anatomía es el destino” que fue tantas veces criticada,
merece una adecuada atención. ¿Cómo pudo el creador del psicoanálisis, aquel que
consideró la importancia de las identificaciones en la conformación de la sexualidad
y que hacen que el sexo no sea un dato primero, hacer luego suya la sentencia de
Napoleón tan repudiada por los estudios de género? El psicoanálisis demostró con
Freud la existencia del polimorfismo de la sexualidad infantil y se afanó por
considerar a la homosexualidad como un destino posible como el de la
heterosexualidad. ¿La anatomía entonces como destino? Quizá con esto quiso decir
que, pese a las diversas orientaciones sexuales, pese a la constitución del objeto
sexual que no puede afirmarse como ya dado, el cuerpo es marca insoslayable.
Tanto Freud como Lacan aludieron a las manifestaciones sociales de su época, Freud
se refirió a la “angustia social” y Lacan al “síntoma social”. La guerra atravesó la
vida del creador del psicoanálisis, dejando su impronta también en su escritura. En
su célebre trabajo “Psicología de las masas y análisis del yo” describe al fenómeno
de masa que está en la base de la conformación de los grupos sociales. La cohesión
de estas formaciones proviene de una identificación entre los individuos que la
conforman, cuya base reposa en que todos ellos comparten el mismo ideal
personificado por el líder. Así los sujetos identifican entre sí su “yo” en tanto todos
ellos tienen idéntico ideal del yo encarnado por quién dirige al grupo, esos lazos
otorgan fuerzas a estas formaciones y las preservan de su disolución. Freud nos dice
que cuando declina la figura del líder también caen las identificaciones de los
integrantes y este quiebre dará lugar al pánico, ya que al desaparecer los lazos
recíprocos, se libera una gran angustia desencadenada por sentimientos de
indefensión:
“Lo caracteriza el hecho de que ya no se presta oídos a orden alguna del jefe, y cada
uno cuida por sí sin miramiento por los otros. Los lazos recíprocos han cesado y se
libera una angustia enorme, sin sentido”.
Lacan aludió al síntoma social y dijo de él: “Solo hay un síntoma social, cada
individuo es realmente un proletario, es decir no posee ningún discurso con el que
hacer vínculo social, dicho de otro modo, semblante”.
Tal síntoma guarda una estrecha relación con la violencia ya que ella aumenta allí
donde falta la palabra. Ya en 1954 Lacan esbozó tal definición bajo la forma de una
pregunta:
“¿No sabemos acaso que en los confines donde la palabra dimite empieza el dominio
de la violencia, y que reina ya allí, incluso sin que se la provoque?”.
Notablemente Lacan vincula este síntoma con el capitalismo, ya que ser proletario
se liga con no poseer ningún discurso con el que hacer lazo. Ser un proletario
equivale a valer en el mercado exclusivamente como valor de cambio, carecer en
definitiva de otro valor que no sea el fijado por el intercambio. Interesar, en suma
como una moneda que aún está en circulación, lograr estima por ese precio, obtener
buena cotización por la taza de beneficios. Para Lacan no es sólo proletario aquel
clásicamente considerado como tal sino cada individuo y no cada sujeto. Esta
afirmación se comprende si pensamos que el proletario ha perdido por su inserción
en el mercado al valor de uso que es justamente el valor subjetivo. Ya, en la primer
parte del Capital, Marx muestra cómo la relación entre los mismos hombres adopta
“la forma fantasmagórica de una relación entre cosas”. Tal inserción anula la
capacidad discursiva que es la que posibilita los lazos, entonces las relaciones entre
los hombres estarán determinadas por los lugares que ocupen en el intercambio. La
caída del discurso amo signa nuestra contemporaneidad, tal descenso tiene estrecha
vinculación con la violencia:
“Si el discurso del amo constituye el lecho, la estructura, el punto fuerte en torno
del cual se ordenan varias civilizaciones, es porque el resorte es allí, pese a todo, de
un orden distinto que la violencia”.
Vemos entonces que aquello que Lacan considera como síntoma social, se
corresponde con lo que Freud nomina “angustia social”, en el sentido en que ambos
conciernen a la ruptura del lazo social. Pero también se imponen las diferencias. En
Freud tal quiebre estaría producido por la pérdida del líder en la medida en él
favorecía las identificaciones recíprocas, su disolución deja a la intemperie a los
sujetos. En Lacan es la inclusión en el mercado como proletario la que hace que las
relaciones estén determinadas por los valores de cambio siendo entonces similares a
las mercancías que-podríamos agregar-son desechadas ni bien devienen obsoletas.
Muchas veces la violencia contra el cuerpo de una mujer implica transformarlo en un
objeto cuyo destino será la bolsa de basura como en tantos casos de femicidio.
EL GOLPEADOR Y SU PARTENAIRE
“Si para hacer salir a alguien de mi habitación, debo emplear la fuerza, debo
cambiar mi propio comportamiento para realizar el acto en cuestión y de esa manera
demuestro que no tengo autoridad”.
La autoridad, entonces, excluye la fuerza y exceptúa la violencia pero para operar
debe ser reconocida, debe tener una causa, una justificación, una razón de ser. Y
ella no está engendrada por el ser que la posee sino por sus actos. El argumento
esgrimido por este filósofo nos lleva a concluir que el aumento de violencia en la
época actual es coetáneo con la declinación de la autoridad. La primera se
acrecienta a medida en que la segunda se debilita:
Pero: ¿qué hace que muchas mujeres permanezcan junto al hombre violento a pesar
de que el acto agresivo sea usual, repetido, esperado y hasta corriente? Gustavo
Dessal describe que cuando la violencia de ETA castigaba a España, un policía
encargado de dar protección por orden judicial a mujeres amenazadas por sus
parejas, confesaba que su labor le causaba mucha más ansiedad que la de ocuparse
de la custodia de personas amenazadas por el terrorismo. Basaba su llamativa
observación en el hecho de que estas últimas cumplían a rajatabla con todos los
protocolos de seguridad que se les indicaba, mientras que muchas mujeres
escapaban de su guardaespaldas para mantener encuentros clandestinos con aquellos
hombres a los que los jueces habían aplicado una orden de alejamiento. Hace unos
años, una jueza se vio enfrentada a un problema ético, le fue requerido el permiso
por parte de una mujer para casarse con su agresor, encarcelado por acciones
violentas dirigidas hacia ella misma.la jueza negó ese permiso y esa mujer la acusó
de no respetar la libertad de elección En nuestro país, fue famoso el caso del
hombre que mató a una de las hermanas gemelas y la otra se casó con él cuando
estaba en la cárcel. ¿Porqué tantas mujeres persisten de este modo al lado del
golpeador? La igualdad da lugar a la pérdida de la singularidad, por ello cuando
Lacan se refiere al síntoma social dice: “todo individuo es un proletario” y en ese
“todo” permanece indistinto varón y mujer. Considero así, que algunas mujeres
tratan de suplir la singularidad faltante, bajo la forma de ser “únicas” para él ya que
el hombre violento las entroniza como irremplazables, excepcionales, insustituibles.
Gustavo Dessal ubica el “Tu eres la que me seguirá” como esa voz irresistible y letal
donde el hombre encarna al superyó más feroz en la que ella será la elegida. Es la
razón por la cual existen casos de “vuelta atrás” luego de que estas mujeres hicieran
la denuncia, debido a la atracción hacia ese partenaire que les otorga sentido a su
vida con el que se entrelazan un embeleso cautivo y un terror fascinado ¿Cómo
entender tal necesidad de ser única aún con el precio de morir? Es que la igualdad es
un caro reto a la singularidad y cuando la mujer no puede encontrarla “ser única
para él”, intenta restituirla.