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CORTE PERMANENTE

DE ARBITRAJE
Disputas territoriales en el mar de China
Meridional: Caso Islas Spratly
(China v Filipinas)

Presidenta: Elba Mariana Botello Barzola


Vicepresidenta: Karen Castilla Miranda
Oficial de Conferencias: David Cossío Coutiño
UPAMUN XIV

Presentación

Establecida en el año 1899 para facilitar el arbitraje y otros métodos de resolución de


controversias entre Estados, la Corte Permanente de Arbitraje se ha convertido en una
institución de arbitraje moderna y diversificada, que se encuentra perfectamente situada en la
coyuntura entre el derecho internacional público y el derecho internacional privado, para
responder a las necesidades, en evolución acelerada, de la comunidad internacional en
materia de resolución de controversias (PCA-CPA, 2016).

La CPA ha expandido sus actividades hacia el ámbito privado y en la actualidad


conoce casos en los que se ven involucrados Estados, entidades estatales, Organizaciones
Intergubernamentales y partes privadas (Consulado, 2016).

La Oficina Internacional con su Secretario General a la cabeza es la encargada de dar


cumplimiento al mandato del Consejo Administrativo, el cual se reúne dos veces al año con
la participación de las representaciones diplomáticas ante este organismo. El Consejo
Administrativo determina el trabajo administrativo, las actividades futuras y aprueba el
presupuesto de la Corte (Consulado, 2016).

Introducción

Las islas Spratly son un archipiélago compuesto de aproximadamente 400 islas,


localizadas en el mar de China Meridional. Están situadas a 1.500 km de las costas chinas, a
400 km de Vietnam y a 300 km de las costas de Malasia o de Filipinas (Ríos, 2014). Esta es
una zona vital para el tráfico marítimo mundial y muy rica en recursos pesqueros, y se cree
que también podría albergar grandes depósitos de gas y petróleo (Arana, 2016). Actualmente,
estas islas se encuentran en disputa. China, Filipinas, Vietnam, Indonesia, Singapur, Taiwán y
Brunei son los países que reclaman para sí la soberanía y los derechos de explotación de esta
zona marítima, la mayoría de los cuales mantiene diálogos al respecto con China, mientras
que Filipinas interpuso una demanda en la Haya (ver Imagen 1).

Tras 17 años de negociaciones polìticas y diplomáticas, Filipinas decidió llevar el caso


al Tribunal Permanente de Arbitraje de La Haya a principios del 2013, en busca de un
acuerdo para resolver sus diferencias. En su demanda, Manila planteó que Pekín, con sus

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pretensiones territoriales, violaba la convención de la ONU sobre el derecho del mar


(Ambrós, 2016). Por otro lado China, que desde un principio rechazó participar en el proceso
y ya esperaba un veredicto contrario a sus intereses, no reconoce la jurisdicción del tribunal
en este caso y ha dicho que no piensa acatar la sentencia, además se ha reafirmado en sus
derechos de soberanía sobre los territorios en disputa (Arana, 2016).

Imagen 1. Conflictos marítimos en Asia Oriental


Fuente: Valencia, Mark J. (2011). La sombra de la rivalidad China-EEUU se cierne sobre los conflictos
marítimos. En Casa Asia, Fundación CIDOB y el Real Instituto Elcano (Ed), Anuario Asia-Pacífico
2010 (pp. 77-83).

Son tres puntos principales los que Filipinas alega. Primero pide que el Tribunal se
pronuncie respecto la naturaleza de las tierras emergidas sobre el mar. En segundo lugar que
determine con precisión qué reivindicaciones territoriales le corresponde en el mar de China
Meridional. Por último, pide al Tribunal que determine si China ha infringido sus derechos
territoriales con sus actividades de construcción, exploración o pesquerías en las mismas
zonas (López-Nadal, 2016).

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En cuanto a China, su postura tiene raíces históricas, así como motivaciones


económicas y un objetivo fundamentalmente geopolítico (López-Nadal, 2016). Sin embargo,
China se ha negado persistentemente a tomar parte en este litigio alegando que está en su
derecho de no hacerlo debido a que este asunto no tiene relación a lo establecido en la
Convención de las Naciones Unidas sobre Derecho del Mar (UNCLOS por sus siglas en
inglés), documento en el que Filipinas se ha fundamentado para hacer la demanda.

Después de más de tres años, el Tribunal Permanente de Arbitraje de La Haya ha


decidido dar la razón a Filipinas en su litigio con la República Popular China (RPC) sobre las
islas Spratly en el mar Meridional de China. El veredicto señala que no hay base legal para
que Pekín reclame “derechos históricos” sobre los recursos de las aguas. Este resultado
amenaza con elevar aún más la tensión en el mar Meridional de China, ya que cuestiona la
línea argumental de Pekín para reclamar su soberanía sobre prácticamente el 85% de las
aguas de la región (Ambrós, 2016). Por lo que Vietnam, Brunei, Taiwán y Malasia podrían
animarse a presentar reclamaciones ante la corte de La Haya.

Este comité propone la revisión del caso debido a que China no pretende acatar lo ya
establecido en la sentencia. Con el motivo de recrear dicho proceso jurídico las naciones
involucradas podrán presentar sus alegatos y posturas, los cuales se analizarán con cautela
para tomar así una decisión que podría producir resultados distintos a los ya producidos y de
la misma manera pueda favorecer al mantenimiento de las buenas relaciones entre todas las
naciones.

Antecedentes Históricos

El conflicto por la soberanía sobre las islas Spratly comenzó luego de la Segunda
Guerra Mundial, pues el acuerdo de paz de San Francisco de 1951 no definió claramente a
quién correspondía el archipiélago (Odgaard, 2001). Desde mediados de los setenta los
reclamos sobre la explotación de los recursos de las islas fueron acompañados de la voluntad
política de utilizar la fuerza, para forzar a las contrapartes a reconocer los derechos chinos
sobre el territorio (Gallagher, 1994). En 1974 se produjo el primer enfrentamiento de China
con la República de Vietnam (del Sur). El segundo enfrentamiento se produjo en marzo de
1988. Esta vez, la RPC se enfrentó con la República Democrática de Vietnam. La victoria
sobre este último le permitió a Beijing ocupar seis islas más y continuar su proyecto

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expansionista en el archipiélago. Este enfrentamiento de pequeña magnitud es relevante como


indicador de la voluntad china de sostener sus reivindicaciones territoriales en las islas, a
expensas de los Estados vecinos, incluso mediante el uso de la fuerza (Odgaard, 2001).

En 1995, China ocupó el arrecife y comenzó la construcción de infraestructura. Este


avance fue visto por los Estados de la ASEAN (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático)
con creciente preocupación, dado que parecía reflejar la intención china de ejercer su
soberanía sobre las islas mediante la fuerza y la imposición (Valencia, 2011).

A pesar de las medidas unilaterales tomadas a lo largo de los años por la RPC y los
Estados del ASEAN involucrados, desde 1991 se han implementado esfuerzos dirigidos a la
cooperación en torno al conflicto. El puntapié inicial de las negociaciones entre la partes es la
Declaración sobre el mar de China Meridional que realizó la ASEAN en 1992. En la misma
se enfatiza la necesidad de resolver los problemas de soberanía sobre las islas sin recurrir a la
fuerza, y también se decide estudiar las posibilidades de cooperación en la región respecto de
la navegación, las comunicaciones, la protección del medio ambiente, la lucha contra la
piratería y los robos, y la colaboración en la campaña contra el tráfico ilegal de drogas
(ASEAN, 1992).

En 1993 Vietnam y China firmaron un Código de Conducta por el cual se


comprometieron a no utilizar la fuerza y a abstenerse de cualquier acción que pueda empeorar
las relaciones (Acharya, 2001). Este código constituye el primer instrumento bilateral
territorial firmado por China y por Vietnam. China también firmó un Código de Conducta
con Filipinas, en agosto de 1995, con la intención de evitar futuros incidentes en el mar de
China Meridional e incrementar la cooperación marítima (Storey, 1999).

Además de estas negociaciones oficiales, se encararon iniciativas no oficiales de


diálogo entre las partes. En este sentido, y con auspicio del Gobierno canadiense, en 1990 se
establecieron talleres informales entre académicos y funcionarios gubernamentales sobre
cómo manejar potenciales conflictos en el mar de China Meridional (Odgaard, 2002).

El principal logro de estos foros fue trabajar sobre una base de conocimiento común,
permitiendo poner sobre la mesa propuestas para la cooperación en áreas de investigación
científica marina, seguridad de navegación, transporte y comunicación. En estos talleres se

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intentó definir qué áreas están abiertas para la cooperación y cuáles no. En las primeras dos
reuniones a las que asistió China, en 1991 y 1992, se identificaron las posibilidades de
cooperación. En las rondas siguientes, entre 1993 y 1996, se especificaron las áreas posibles
de cooperación, incluida la expansión de iniciativas científico-técnicas (Odgaard, 2001).

Diez años más tarde, la firma de la Declaración sobre la Conducta de las Partes en el
mar de China Meridional en Camboya, en 2002, puso en evidencia la escasa predisposición
china para negociar temas de soberanía de las islas en el ámbito multilateral. Una declaración
sin carácter vinculante para las partes. En ésta no se hace referencia explícita a ningún
archipiélago en particular. Esto se debió, principalmente, a la insistencia de Beijing de excluir
cualquier mención de las islas Paracel, reivindicadas por Vietnam pero actualmente ocupadas
por China (Acharya, 2003). Aún más, el documento hace referencia al mar de China
Meridional dejando la suficiente amplitud conceptual para que las disposiciones puedan
aplicarse a todas las islas allí contenidas (Valencia, 2011).

Situación actual del conflicto

En la actualidad, son seis los países involucrados en la disputa que reclaman para sí la
soberanía y los derechos de explotación de diferentes zonas marítimas: China, Filipinas,
Malasia, Vietnam, Brunéi y Taiwán. De estos seis países, sólo China, Vietnam y Taiwán
reclaman la totalidad del archipiélago (Acharya, 2001) (ver Imagen 2).

Como hemos visto a lo largo de los años, aunque la RPC no se ha negado a conversar
y cooperar en algunas áreas específicas, sí han minado los esfuerzos conjuntos por establecer
diálogos y mecanismos vinculantes multilaterales para la resolución del conflicto por la
soberanía. Mientras que la RPC ha firmado acuerdos y códigos de conducta bilaterales con
algunos de los Estados parte, en el plano multilateral los esfuerzos de ASEAN por alcanzar
un código de conducta con fuerza vinculante fueron desalentados por China. Las estrategias
bilaterales permiten al país tener un mejor posicionamiento relativo y, al mismo tiempo,
frustrar los intentos de aunar posiciones de los países de ASEAN que reclaman parte del
territorio, en torno a la resolución del problema de la soberanía (Valencia, 2011).

A pesar de lo anterior, se ha observado una mayor predisposición de China a


participar en procesos multilaterales, siempre que estos no deriven en compromisos

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obligatorios. Esto se ha convertido en un antecedente de la mayor predisposición de China de


involucrarse en conversaciones que superen los mecanismos bilaterales. Además de que el
estatus internacional que ha tomado la disputa y los crecientes lazos de interdependencia
económica entre China y la región actúan como desincentivos al uso de la fuerza y garantizan
cierta estabilidad en la zona (Valencia, 2011). Los pasos dados en la construcción de
confianza mutua a través de la Declaración de 2002 (Mely Caballero, 2002) sientan las bases
para dar continuidad al diálogo multilateral.

Imagen 2. Zonas en disputa por país


Fuente: Vidal Liy, Marcelina & Ferrer Isabel (23/07/2016). La Haya deja a China sin base legal para
su expansionismo marítimo. Pekín, La Haya: El País de España.

Aunque, en 2002 los contendientes llegaron a un acuerdo en la Declaración sobre la


Conducta de las Partes en el mar de China meridional que prohíbe cualquier acción que
pudiera agravar la situación, los incidentes y tensiones siguieron registrando altibajos. Se han

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producido varios incidentes que han afectado al entorno de seguridad en Asia: el


hostigamiento al buque de vigilancia naval de Estados Unidos Impeccable por parte de cinco
buques chinos cerca de Hainan en marzo de 2009; la declaración de China en el sentido de
que considera el mar de China meridional como un “interés fundamental”; la presentación
conjunta de Vietnam y Malasia a la ONU de una reclamación ampliada sobre la plataforma
continental en el mar de China meridional y la objeción formal de China al respecto; la
declaración de Estados Unidos de que el resultado de los conflictos es de “interés nacional”;
la oferta de la entonces secretaria de Estado de Estados Unidos Hillary Clinton para mediar
en el conflicto; el airado rechazo por parte de China a la declaración y oferta de Estados
Unidos; y, por último, la “moderación” de una declaración en la cumbre por parte de Estados
Unidos y la ASEAN sobre el mar de China meridional (Valencia, 2011).

A partir del 2011 Filipinas asumió una actitud antagónica ante China, a pesar de que
esta haya llamado al diálogo. Este comportamiento se vincula al fracaso en la captura de
pescadores chinos por parte de los filipinos, por lo que estos recurrieron al supuesto arbitraje
judicial con la intención de rehusar la reclamación territorial y los derechos e intereses
legítimos de China en el mar Meridional (Xiaoqi, 2016). En enero de 2013 el gobierno de
Filipinas presentó una demanda contra la República Popular de China ante la Corte
Permanente Internacional de Arbitraje, en La Haya, solicitando un dictamen sobre sus
derechos a explotar las aguas circundantes a las islas, atolones y arrecifes que ocupa
actualmente en el mar de China Meridional (López-Nadal, 2016).

Evidencias

El vacío legal, resultante de la Conferencia de San Francisco, por la falta de una


delimitación precisa sobre la pertenencia y administración de dicha zona de archipiélagos, así
como la ausencia de una jurisdicción adecuada en los procesos resolutivos en materia de
derecho internacional, permitió que los países ribereños presentaran reclamos de soberanía
justificados, ya que RPC y Taiwán no asistieron a la firma de esta Conferencia en la que
Japón renunció a sus derechos sobre Formosa (Taiwán), Hong Kong (una colonia británica),
las Islas Kuriles, las Islas Pescadores, las Islas Spratly, Antártida y la isla de Sajalín, esto ha
conducido tanto al conflicto de las Islas Kuriles como a la disputa de las islas
Diaoyutai/Senkaku.

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En 1947 China Nacionalista había ocupado algunas de las islas Spratly, después de
que los japoneses las dejaran vacantes, pero se retiró cuando comenzó el conflicto con el
Partido Comunista por el control de la parte continental. La presencia de Estados Unidos y,
luego, de la Unión Soviética en el Sudeste de Asia impidió que la República Popular China
ocupara efectivamente las Spratly (Buszynski & Sazlan, 2007).

El Gobierno de la República Popular China recurrió a mapas para hacer público su


reclamo, pero las dimensiones y coordenadas exactas nunca fueron definidas. De acuerdo con
Buszynski y Sazlan, la imposibilidad de respaldar sus reclamos de base histórica por medio
de la ocupación explica la frustración de China respecto al tema y la determinación de
recuperar los territorios (Buszynski & Sazlan, 2007).

Actualmente, Vietnam ocupa 21 islas, Malasia posee control sobre tres, y en una de
ellas construyó un hotel, y Filipinas ocupa ocho islas argumentando que no forman parte de
las Spratly y que estaban abiertas a reclamo (Global Security, 2009). La Declaración de 2002
deja claro a los ojos de la dirigencia del país que los Estados de ASEAN adhieren al
reconocimiento de la República Popular China como único gobierno legítimo de China, dado
que Taiwán fue la única parte reclamante que no firmó ni participó en la confección del
documento. Acharya vislumbra que, a partir de esta Declaración, hay una mayor disposición
de Beijing hacia el tratamiento multilateral del problema con ASEAN (Valencia, 2011).

Argumentos de la República Popular de China

China basa sus reclamos sobre las islas en razones históricas. Las mismas incluyen las
expediciones a las islas Spratly realizadas por la Dinastía Han en 110 d. C., y la Dinastía
Ming entre 1403-1433. Al mismo tiempo, pescadores y comerciantes chinos han trabajado en
la zona a lo largo del tiempo, y China, además, utiliza evidencia arqueológica para reafirmar
sus reclamos (Global Security, 2009). El eje en torno al cual gira el conflicto es justamente
que, en su resolución, de acuerdo con la Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho
del Mar, se ignora lo que China considera sus derechos históricos sobre el mar de China
Meridional, dando el control de los recursos a los Estados ribereños (Buszynski & Sazlan,
2007).

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China se ha negado persistentemente a tomar parte en este litigio, aludiendo que está
en su derecho a hacerlo de acuerdo con lo estipulado en UNCLOS. También se ha
manifestado con claridad, aduciendo que el caso va más allá de lo estipulado en UNCLOS y
advirtiendo reiteradamente que no reconocerá ni ejecutará las decisiones del tribunal arbitral.
La postura de China es atribuirse la soberanía "indiscutible e indisputable" sobre las islas y
aguas circundantes dentro del perímetro de la llamada "línea de nueve trazos", aunque acepta
mantener negociaciones bilaterales y separadas con los países ribereños con reivindicaciones
en la zona; Beijing no acepta negociar en marcos multilaterales y rechaza las "injerencias" de
los países "ajenos", como Estados Unidos, Japón, India, Australia u otros (López-Nadal,
2016).
Casi seis siglos después de la mítica expedición del almirante Zheng He por el
Océano Indico, en tiempos de la dinastía Ming, la China actual, esta vez bajo la dinastía del
Partido Comunista, busca emular la expansión marítima de entonces, frenada por siglos de
aislamiento. Se ha esforzado por encontrar nuevos mercados regionales y globales, a la vez
que financieramente empieza a extender su influencia a nivel planetario. La dominación
marítima del espacio próximo al Imperio del Medio se ha vuelto prioritaria (López-Nadal,
2016).

Argumentos República de Filipinas

En primer lugar Filipinas pide que el Tribunal se pronuncia sobre la naturaleza de las
tierras emergidas sobre el mar, si se trata de verdaderas islas, arrecifes, elevaciones
temporales con marea baja o bancos sumergidos. A primera vista parece una cuestión menor,
pero no lo es, ya que de acuerdo con la Convención de las Naciones Unidas sobre Derecho
del Mar cada una de estas formaciones emergentes atribuye distintos tipos de derechos sobre
las aguas circundantes. Es importante destacar que las islas artificiales construidas
recientemente por China no se pueden considerar auténticas “islas” a los efectos de lo
dispuesto en UNCLOS (López-Nadal, 2016).
En segundo lugar, Filipinas pide al Tribunal que determine con precisión qué
reivindicaciones territoriales le corresponden en el mar de China Meridional. Estas podrían
contradecir y potencialmente invalidar legalmente algunas de las reivindicaciones de China.
Finalmente, Filipinas solicita al Tribunal que determine si China ha infringido sus derechos
territoriales con sus actividades de construcción, exploración o pesquerías en las mismas
zonas (López-Nadal, 2016).

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Conclusiones Previas

La Declaración sobre la Conducta de las Partes en el mar de China Meridional


(Emmers, 2002) pierde capacidad para poner fin a los enfrentamientos en la zona porque el
Gobierno de la RPC se opuso a incluir un compromiso que frenara la construcción de
infraestructura en las islas (Valencia, 2011).

Los autores subrayan constantemente la escasa predisposición de China a realizar


concesiones respecto del reclamo total de soberanía sobre las islas Spratly y de sujetarse a
condiciones que limiten su accionar en la zona. No obstante, a pesar de no tener fuerza
vinculante y de respetar las objeciones presentadas por el Gobierno de Beijing, la Declaración
representa un paso importante en el diálogo de las partes hacia la resolución del conflicto
(Valencia, 2011).

El intento de ASEAN de acercar las posiciones entre la práctica de autonomía de


China y la de consulta que se desarrolló entre los miembros de la organización se ha visto
obsoleto, muchos temas que no pueden resolverse mediante el diálogo han quedado
pendientes, y, en consecuencia, los resultados no han sido inmediatos. Al mismo tiempo, los
condicionamientos impuestos por China han eximido a los Estados de tomar compromisos
vinculantes (Odgaard, 2001). Se suma a estos condicionantes la negativa de Beijing de llevar
a cabo negociaciones en las que se involucre a Taiwán (Acharya, 2001).

Documentos jurídicos a considerar:


● Comisión de las Naciones Unidas sobre el Derecho de Mar (CONVEMAR)
● Estatutos de la Corte de Justicia Internacional.
● Jurisprudencia de la Corte Internacional de Justicia.
● Sentencias de la Corte Internacional de Justicia (relacionadas con el tema a tratar).
● Premisas del Derecho Internacional Público.

Agenda de Temas:
● Primera Sesión: Desarrollo del procedimiento previo al juicio, es decir, la declaración
solemne, la presentación de la demanda y la aparición de la defensa; y presentación de
cuestiones preliminares por parte de las agencias.

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● Segunda y Tercera Sesión: Presentación de argumentos históricos, basados en los


“derechos históricos” sobre los recursos de las aguas.
● Cuarta y Quinta Sesión: Presentación de los argumentos jurídicos, que ofrezcan una
precisa delimitación para el proceso resolutivo (basados en el derecho internacional)
● Sexta y Séptima Sesión: Presentación de los argumentos finales, en la espera de la
deliberación final, así como la elaboración de la sentencia.

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