Escolar Documentos
Profissional Documentos
Cultura Documentos
EL ASALTO
A LA RAZON
La trayectoria del irracionalismo
desde Schelling hasta Hitler
Segunda edición
EDICIONES GRIJALBO, S. A.
Barcelona-México, D. F.
1968
título original
DIE ZERSTÖRUNG DER VERNUNFT
Traducido por
W enceslao R oces
de la 1.* edición en alemán di Aufbau-Verla«., Berlín, 1953,
para el Fondo de Cultura Bcotiómica, de México, p . V., que eed
ios derechos a Edicione» Orijalbc. S. A.
I mpreso en E spaña ,
P rinted in S pain
"rijo preten de este libro, en modo alguno, ser una historia de la filosofía
reaccionaria y, menos aún, un tratado en que se estudie su desarrollo.
El autor sabe perfectamente que el irracionalismo, cuya aparición y cuya
expansión, hasta llegar a convertirse en la corriente dominante de la filo
sofía burguesa, expone la presente obra, no es sino una de lasjjgadencias
importantes de la .f ilosof ía.burguesa reaccionaria; Y , aunque difícilmente
habrá una filosofía reaccionaria en que no se contenga una cierta dosis
de irracionalismo, no cabe duda que el radio de acción de la filosofía
burguesa reaccionaria es mucho más amplio que el de la filosofía irra-
cionalista, en el sentido propio y estricto de la palabra.
Pero tampoco esta delimitación es suficiente para circunscribir con toda
precisión nuestro tema. Hay que decir, además, que, aun reducido así el
círculo de los problemas que vamos a estudiar, no nos proponemos escri
bir aquí una historia extensa, amplia y completa del irracionalismo, sino
simplemente destacar la trayectoria fundamental de su desarrollo, anali
zando sus etapas principales y sus exponentes más típicos. Se trata de es
clarecer esta trayectoria fundamental de la filosofía a que nos referimos,
como la respuesta más característica y más resonante del pensamiento
reaccionario a los grandes problemas de la época en los últimos ciento
cincuenta años.
La historia de la filosofía, lo mismo que la del arte y la de la litera
tura no es — como creen los historiadores burgueses— simplemente la
historia de las ideas filosóficas o de las personalidades que las sustentan. /...
Es el desarrollo de las fuerzas productivas, el desarrollo social, el desen
volvimiento de la lucha de clases, el que plantea los problemas a la
filosofía y señala a ésta los derroteros para su solución. Y los contornos
fundamentales y decisivos de una filosofía, cualquiera que ella sea, no
pueden ponerse de relieve sino a base del conocimiento de estas fuerzas
motrices de orden primario. Quien intente descubrir la trabazón entre los
problemas filosóficos desde el punto de vista de lo que se llama el des
arrollo inmanente de la filosofía,, caerá necesariamente en una deforma
ción idealista de las conexiones más importante, aun cuando el historiador
que así proceda disponga de los conocimientos necesarios y ponga, sub
jetivamente, la mayor voluntad en el empeño por ser objetivo. Y huelga
decir que tampoco representa ningún progreso, en este punto, sino más
3
4 SOBRE EL «RACIONALISM O COMO FEN Ó M EN O IN TERN ACIO N AL
cuado. del nazismo. Y , caso de que llegara a tomar vuelo en una nueva
ofensiva filosófica aquel repliegue estratégico sobre Nietzsche o sobre
Spengler a que nos hemps referido, no cabe duda de que su protagonista
representará filosóficamente —-por la fuerza de la necesidad histórica—
un nivel todavía más bajo que el de un Rosenberg, sean cuales fueren sus
capacidades personales, sus conocimientos, etc. El nivel filosófico de un
ideólogo depende en última instancia de la_ profundidad con qu.e sepa
penetrar en los problemas de su tiempo, de su capacidad para saber ele
varlos a la altura suprema de la abstracción filosófica, de la medida en
que las posiciones de la clase cuyo terreno pisa, le permitan ahondar hasta
lo más profundo de estos problemas y llegar hasta el final de ellos. (N o
olvidemos que el cogito de Descartes o el deus sikve natura de Spi-
noza fueron, en su tiempo, planteamientos y respuestas extraordinaria
mente actuales y que abrazaban audazmente la causa de un partido.) La
"genial” arbitrariedad y superficialidad de un Nietzsche fueron algo , tan
socialmente condicionado, en su inferioridad con respecto a la filosofía
clásica como su superioridad, en comparación con las construcciones mucho
más vacuas y ligeras todavía de un Spengler, para no .hablar de_ la hueca
demagogia de un Rosenberg. Quien reduzca el enjuiciamiento del moderno
írracionalismo al plano de las diferencias de nivel intelectual, aisladas en
abstracto, retrocederá necesariamente ante la naturaleza y los resultados
político-sociales de sus últimas consecuencias. E, independientemente del
carácter político: de cualquier intento de éstos, hay que poner de mani
fiesto enérgicamente, como algo inseparable de ello mismo, su inevitable
esterilidad, precisamente en el sentido filosófico. (E n el Epílogo a esta
obra, tendremos ocasión de ver cómo se revela concretamente esto, en el
período de la posguerra.) \
Esta aseveración guarda una relación muy estrecha con nuestra segunda
observación. En las páginas de este libro nos esforzaremos por demostrar
que el desarrollo del irracionalismo no revela en ninguna de sus etapas
una cualidad esencial "inmanente”, como si ün planteamiento de los pro
blemas o una solución trajese necesariamente consigo la otra, por la fuerza
de la dialéctica interior del movimiento filosófico. Pondremos de mani
fiesto, por el contrarío, cómo las diferentes etapas del Írracionalismo
nacen como otras tantas respuestas reaccionarias a los problemas plan
teados por la lucha de clases. El contenido, la forma, el método, el tono,
etc., de sus reacciones en contra del progreso social no los determina, por
tanto, aquella dialéctica interna y privativa del pensamiento, sino qué los
dictan, por el contrario, el adversario, las condiciones de la lucha que a la
burguesía reaccionaria le vienen impuestas desde fuera. Conviene 'retener
e^~ a no prindpip fundamental que preside el desarrollo del irracio-
nalismo. Lo que no significa que el Írracionalismo, dentro de este marco
social así determinado, nó muestre una unidad ideal. Antes al contrarió.
SOBRE EL IRRACIONAUSMO COMO FEN OM ENO INTERNACIONAL 9
mucho más audaz, y resuelto que James, hasta convertirlo en una franca
proclamación de mitos; de otra parte, su filosofía se endereza mucho más
exclusivamente, por lo menos durante los años de su decisiva influencia
internacional, a criticar las concepciones de las ciencias naturales, a des
truir sus títulos de legitimidad para proclamar verdades objetivas, a
suplantar ideológicamente las ciencias naturales por problemas biológi
cos, erigidos también en problemas de la vida social. Es ya muy tarde
cuando aparece su libro sobre ética y religión, que no llega a alcanzar,
ni con mucho, la repercusión de sus mitos biológicos anteriores. La intui
ción bergsoniana se proyecta hacia el exterior como la tendencia encami
nada a destruir la objetividad y la verdad del conocimiento de las ciencias
naturales, y hacia el interior como la introspección del individuo parasi
tario del período imperialista, aislado y al margen de la vida social. (N o
es una coincidencia casual, ni mucho menos, el que fuese Proust, en lite
ratura, el autor más influido por Bergson.)
El contraste no sólo con James, sino sobre todo con Bergson, se aprecia
tangiblemente, si nos fijamos en los contemporáneos y admiradores ale
manes de estos dos pensadores. La "contemplación genial” de Dilthey,
también intuitiva, la intuición de Simmel y Gundolf, la "visión esencial”
de Scheler, etc., van dirigidas desde el primer momento a la sociedad, y del
alcance social de las ideas de Nietzsche y Spengler no hace falta hablar.
La aversión a la objetividad y a la racionalidad se revela aquí en seguida y
directamente como una toma de posición decidida contra el progreso
social. En Bergson, esto sólo se observa indirectamente, y aunque no
cabe duda de que su obra posterior de carácter ético y religioso tiene una
orientación marcadamente mística y reaccionaria, no llega ni con mucho,
en estas aberraciones, a los extremos del irracionalismo alemán por los
años en que vieron la luz aquellos libros del pensador francés. Lo cual
no significa, naturalmente, que no derivase también por estos derroteros la
influencia ejercida en Francia por Bergson; a este propósito, habremos
de referirnos en definitiva con cierto detalle a Sorel. Pero esta influencia se
manifiesta también en otras figuras, desde el viraje de Peguy hacia la reac
ción católica hasta los inicios del hoy agente degaulista R. Aron.
Insistimos, sin embargo, en que los ataques de la filosofía bergsoniana
s.afi dirigidos, en lo fundamental, contra la objetividad y la cientificidad
del conocimiento en las ciencias naturales. En el terreno epistemológico, la
i.intrn posición abstrarta-y escueta entre la racionalidad- y la intuición.Irra-
cíonalista llega a su apogeo, por lo que a Bergson se refiere, con el im
perialismo de anteguerra. Lo que en Mach era todavía algo circunscrito
a la teoría del conocimiento, lo que en James se había desarrollado ya
hasta convertirse en una fundamentación general de mitos individuales
subjetivos, cobra en Bergson la forma de una concepción del mundo
coherente, místico-irracional, que viene a contraponer un movido y abí-
22 SOBRE EL IRRACIONALISM0 COMO FENÓM ENO INTERNACIONAL
dente que no. fue algo puramente casual el hecho de que esta teoría del
mito soreliano, tan absolutamente vacío de contenido,. ofreciera, por lo
menos temporalmente, un punto de apoyo ideológico a Mussolini. Claro
está que el confusionismo espontáneamente irracionalista de Sorel se con
vierte aquí en una consciente demagogia. Pero semejante transformación
■— y esto es lo importante— pudo llevarse á cabo sin necesidad de una
reestructuración esencial en lo tocante al contenido y al método. El mito
'de Sorel es algo tan exclusivamente emocional y carente de contenido, que
podía convertirse sin esfuerzo alguno en el mito demagógicamente explo
tado por el fascismo. Cuando Mussolini dice: "Hemos creado nuestro
mito. El mito es una fe, una pasión. N o es necesario que sea una reali
dad. Lo que le infunde realidad es el hecho de que estimula, da fe e
inculca valor”, estamos oyendo hablar al mismo Sorel, a través del cual
se convierten en vehículo de la ideología fascista el pragmatismo y la
intuición bergsoniana.
En el vehículo de un fascismo, ciertamente, que, a pesar de sus horro
res, no llegó a alcanzar nunca la significación universal de aquel azote
que el hitlerismo fue para el mundo entero. (E s característico, por ejem
plo, que el fascismo de Horthy, en Hungría, que tan estrechas concomi
tancias mantenía con el italiano, tomara su ideología, sin embargo, de la
Alemania que entonces se hallaba todavía en la etapa prefascista.) Y es
cierto que también en este punto el entronque ideológico de Mussolini
con Bergson, James y Sorel fue mucho más tenue y más formal que el
que llegó a fraguarse entre Hitler y el irracionalismo alemán. Pero, hechas :
todas estas reservas, es evidente que este solo hecho ilumina claramente
lo que aquí y en lo sucesivo se trata de demostrar, a saber: que no existen ;
posiciones filosóficas "inocentes". Para los efectos de su responsabilidad
ante la humanidad es de todo punto indiferente el hecho de que la
ética y la filosofía de la historia de Bergson no condujesen directamente.
en él a copsecuencias fascistas, si tenemos en cuenta cómo Mussolini pudo
desarrollar a base de su filosofía, sin necesidad de falsearla ni retorcerla,/
una ideología del fascismo; del mismo modo que no puede alegarse en¡
descargo de Spengler o de Stefan George, como precursores ideológicos',
de Hitler, el que sus doctrinas no correspondiesen enteramente a los gustos;
personales del "nacionalsocialismo” ya instaurado. El simple hecho de los ;
entronques y las conexiones aquí señalados debiera ser un importante
disáte moniti (sabed que estáis advertidos) para todo intelectual honrado
del mundo occidental. Ello demuestra que allí donde levanta cabeza el
irracionalismo, en filosofía, lleva implícita ya, por lo menos, la posibili
dad de una ideología fascista, agresivamente reaccionaria. Cuándo, dónde
y cómo esta posibilidad — en apariencia inocente— llegue a convertirse
en una pavorosa realidad fascista, no puede decirlo ya la filosofía. Pero la
conciencia de estos entronques, lejos de embotar el sentido de la respon
28 SOBRE EL «RACIONALISMO COMO FENÓMENO INTERNACIONAL
joven M arx, Alemania ''compartió los dolores de este desarrollo, sin lle
gar a participar de sus beneficios, de su satisfacción parcial’’. Apreciación
a la que añade .la siguiente profética perspectiva: "A sí, pues, Alemania
se hallará una buena mañana al nivel de la decadencia europea, antes de
haberse elevado nunca hasta el nivel de la emancipación de Europa.”
Aunque es cierto que la minería, la industria y las comunicaciones se
desarrollaron considerablemente en la Alemania de fines de la Edad
Media y comienzos de la época moderna, no cabe duda de que su des
arrollo fue más lento que en Inglaterra, Francia u Holanda. Engels señala
comp uno de los factores esenciales desfavorables del desarrollo de Ale
mania, en aquella época, el hecho de que los deferentes territorios del
país se hallaran menos aglutinados por intereses económicos comunes que
las partes de los grandes países cultos del occidente de Europa. Así, por
ejemplo, los intereses comerciales de la Hansa en el Mar del Norte y en el
¡ Mar Báltico no guardaban apenas relación con los intefeses de las ciu-
' dades comerciales del sur y el centro de Alemania. Ert estas circuns
tancias, tenía que resultar, por fuerza, catastrófico el desplazamiento de las
I rutas comerciales como consecuencia del descubrimiento de América y
j del camino marítimo hacia la India, que trajo como resultado la anula
ción del comercio de tránsito por Alemania. Precisamente por los años
1 en que la Europa occidental, aunque también allí .las luchas de clases se
1 ventilaran bajo consignas religiosas, abrazaba resueltamente el camino del
' capitalismo, de la fundamentación económica y el despliegue ideológico
de la sociedad burguesa, vemos cómo en Alemania se mantiene en pie todo
lo que hay de miserable en las formas de transición de la Edad Media
a la época moderna. Y este carácter retardatario, pantanoso, de la reac
ción que en Alemania se manifiesta, se acentúa todavía más por virtud
de los elementos que deja tras sí, como poso, el contenido social de esta
transición: como resultado de la transformación de los grandes señoríos
feudales en un absolutismo de miniatura (sin su faceta progresiva,
la de servir de comadrona de la burguesía y ayudar a su fortalecimiento) y
de las formas acentuadas en la explotación de los campesinos, que en Ale
mania provocan, también una ola de vagabundos, un vasto sector de exis
tencias socialmente desarraigadas, como en el proceso de la acumulación
originaria de los países del occidente, pero sin que de estos elementos
puedan salir los plebeyos preproletarios por la falta de manufacturas,
lo que hace que fas vidas desarraigadas sigan siendo vidas de lumpenpro-
letarios, es decir, material humano bueno para ser enrolado en la solda
desca y en el bandolerismo.
Todos estos motivos dan como resultado que las grandes luchas de
clases de comienzos del siglo xvi, en Alemania, tengan un carácter com
pletamente distinto y, sobre todo, se traduzcan en consecuencias absoluta
mente diferentes que en los países occidentales. Desde el punto de vista
EL DESARROLLO HISTÓRICO DE ALEMANIA 31
sem ejantes a éstas se revelan tam bién en la lucha de C rom w ell contra
los "n ivelad o res” , aunque en u n a escala más b a ja , por supuesto, cóm o
correspond ía a las relaciones entre las clases entonces e x isten tes.) En
A lem ania, p o r e l contrario, y no sólo en 1 8 4 8 , sin o tam bién e n 1 9 1 8 ,
la lu ch a in icial contra el radicalism o d em ocrático-proletario de izquierda
m uestra la tendencia a d eja r en p ie, intacto o co n reform as n o esenciales'
y puram ente externas, todo lo p osible d el v ie jo orden, b a jo las form as
de la dem ocracia engendrada p o r la revolución. A s í, p o r eje m p lo , n in
gun a de las revoluciones alem anas lleva a cabo u n a verdadera reform a
agraria; ninguna afecta seriam ente a la dispersión del país en u n cúm ulo
de pequeños Estados; ninguna atenta-seriam ente contra los p rivilegios de
los ju nkers, y así sucesivam ente. .
Sería im posible, naturalm ente, exponer aquí, ni siquiera b a jo una fo r
m a muy resum ida, la historia alem ana del siglo x ix . N o podemps hacer
otra cosa que señalar, muy concisam ente, los aspectos m ás esenciales en el
desarrollo d e las tendencias de carácter social. L os sectores plebeyos de A le
m ania no tuvieron, durante este p eríod o, la fuerza necesaria para im poner
sus intereses p o r la v ía revolucionaria. D e este m odo, los progresos eco
nóm icos y sociales inevitables se lograron, bien b a jo la p resión de las
condiciones p o líticas exteriores, b ien com o resultado de la transacción
con las clases dom inantes. Las m ism as C onstituciones de los pequeños
Estados d el sur y el ce n tro de A lem ania, p u n to de partida de los movi-
m ientos y partidos dem ocráticos del p aís después del derrocam iento de
N apoleón, no fu eron arrancadas en la ju ch a in terio r de clases, sin o p o r
la necesidad de gob ern ar y adm inistrar con cierta unidad lo s territorios
que se h allaban e h un estado d e dispersión feu d al, que e n lo s tiem pos
de N ap o leó n se hab ían aglutinado hasta cierto p u nto y qué el C o ngreso de
V ien a m antuvo e n una relativa cohesión. A sí, vem os que la población
de W u rtem berg, p o r ejem p lo,.au m en tó en tiem po de N ap o leó n d e 6 0 0 0 0 0
alm as a m illó n y m edio, al sum arse a este Estado nada m enos que 7 8
señoríos territoriales. Las agrupaciones adm inistrativas de esta clase de
territorios, heterogéneos desde todos los puntos d e vista — el ejem p lo
de W u rte m b e rg es típ ico de este período1— fom entaron , naturalm ente, un
m ínim o de instituciones centralizadas, que, b a jo las condiciones del períod o
napoleónico y de las repercusiones de las luchas p o r la independencia,
no podían p o r m enos de contener ciertos elem entos de liquid ación de las
supervivencias m edievales, feudales y absolutistas. Lps pequeños príncipes
alem anes lucharon, ya b a jo la dom inación napoleónica, p o r reducir al
m ínim o estas concesiones; y, después de la d errota de N ap o leó n , este
m ínim o se vio todavía más reducido. Este carácter de tales concesiones
tra jo com o consecuencia el que no tuviesen raíces profun das en el pue
blo, e l que éste no pudiera consid erar las instituciones q u e así surgían
com o instituciones propias y creadas por él, razón por la cu al era muy
EL DESARROLLO HISTÓRICO DE ALEMANIA 45
llevaba e l viento, e l d ivorcio cada vez m ayor d e las. grand es m asas obreras
co n respecto a la repú blica de W e im a r, a l colocarse ésta, cada vez m ás
ostensiblem ente, b a jo la égid a d el capital m onopolista, la irritació n pro*
ducida p o r el pairo fo rzoso e n m asa, a consecuencia de la crisis d e 1 9 2 9 ,
e tc., engendraron y fo m en taron u n sentim iento anticapitalista cuyo radio
d e acción iba m ucho m ás a llá de la d a se obrera. Y e llo planteaba, al
m ism o tiem po, an te la reacción d el capital m o nop o lista u n nuevo p ro
b le m a: e l d e e xp lo tar precisam ente este sentim iento anticapitalista de
las m asas para afianzar su p ro p ia d o m in ad ó n ; e l de instaurar, apoyándose
e n este sentim iento ánticapitalista de las masas, u n régim en reaccionario de
nuevo tip o , en e l que se asegurase de u n m o d o d efin itiv o la d irecd ó n
absoluta d el capital m o nopolista en todos los cam pos de la vid a p o lítica
y social.
N o podem os p ro p on em o s n i siquiera esbozar, aqu í, esta trayectoria
p o lítica d e A lem ania. S i n os hem os creíd o obligad os a p o n er d e relieve
estos aspectos p o lítico s y sod ales, es p ara que las tendencias relacionadas
co n la concepción d el m undo que m ás tard e expondrem os y analizarem os
en d etalle e n nuestras consideraciones filo só ficas, se destaquen certera
m ente sobre su fo n d o social. A u nque qps lim item os a p lantear e l p roblem a
m ás arriba señalado, e l d e conseguir que las corrientes anticapitalistas de
m asas e incluso los m ovim ientos d e m asas se trocasen en la d om in ad ón
absoluta, pura y sim ple, del capitalism o m o nopolista ( l o q u e llev a estrecha
m ente aparejado el problem a de lo g rar que la in d ig n ad ó n , de suyo le
g ítim a y com prensible, de las grandes m asas contra e l d ictatorial tratado
im perialista de V ersalles se trocase en u n chovinism o agresivo-im peria-
lis ta ) , es evidente que sólo una con cep d ón d el m undo radicalm ente irra
cionalista p odía prestarse para fragu ar la "fu s ió n ” puram ente dem agógica
de tales tendencias contradictorias entre sí. Y asim ism o se com prende sin
d ificu ltad que e l irracionalism o que para esto se necesitaba, e l que venía
gestándose de largo tiem po atrás y que lle g ó a su sazón con la "co n cep
ción del m undo nacionalsocialista” , ten ía necesariam ente que distinguirse
de un m odo cualitativo del irracionalism o de la época anterior y posterior
a 1 8 4 8 . C laro está que, dada la especial receptividad d e la burguesía ale
m ana para todo lo que fuese irracionalism o, en la época que m ed ia entre
las dos guerras m undiales, ten ía que con tribu ir no poco a "ed u carlo ”
en este sentido el irracionalism o tradicional. P ero, si querem os com prender
sócialm ente la d ifu sió n vehem ente y en m asa de la nueva variedad, de la
variedad fascista del irracionalism o, tenem os que fija rn o s e n algunos
nuevos fenóm enos ideológico-sociales.
Y , orientados ya e n esta dirección, nos encontram os, ante todo, con
un cam bio operado en la clase obrera. Es sorprendente, en verdad, que
esta tendencia d irigid a contra la razón prenda en grandes m asas, in clu
yendo entre ellas a una parte considerable de la clase obrera, y que
EL DESARROLLO HISTÓRICO DE ALEMANIA 65
encuentren, ahora, los oídos prestos y el ánim o b ien dispuesto, entre
ios obreros, argum entos que antes se estrellaban, sin h ace r en e llo s n in
g u n a m ella. P ara las masas, el p ro blem a d e lo racional ó lo irracio n al es,
todav ía en m ayor m edida que p ara lo s intelectuales, un p ro blem a verda
deram ente v ital, y no un p ro blem a teórico, sim plem ente. L os grandes
p rogresos del m ovim iento obrero, la clara perspectiva que se abre ante
las victoriosas luchas p o r e l m ejo ram ien to de su situación y p o r el derro
cam iento p rev isib le d el capitalism o, h an llevad o a la clase obrera a v e r
en su p ro p ia vida y en su p ro p io d esarrollo h istórico un proceso racional
y regid o p o r leyes; todas las lu d ia s diarias coronadas p o r e l éxito, to d o /
paso dado para m antener a raya a , la re acd ó n (p o r e je m p lo , en lo s días .f ;
d e la ley con tra lo s so cia lista s), h a n id o fo rtalecien d o en la clase obrera i ‘
esta concepción d el m undo, la h an enseñado a despreciar desde una altura \
superior la propaganda, e n aquel tiem p o burdam ente relig io sa e irracio
nalista, d el cam po reaccionario.
L a victo ria d el reform ism o y la particip ació n de lo s reform istas e n el
sistem a d e W e im a r viniero n a m o d ificar sustancialm ente esta situ ad ó n .
L a m ism a n o d ó n d e lo nacional cam bió rad icalm ente d e acento. Y a B erri-
stein h ab ía tratado d e re b ajar com o alg o utópico la lu cb a revolucionaria
p o r la sod edad socialista, p o r la "m e ta fin a l” , op oniend o a estas aspira
ciones la triv ial y filiste a "racio n alid ad realista” d e la tran sad ó n con
la burgu esía lib eral, d e la ad ap tad ó n a la sod edad capitalista. D esd e
q u e la socialdem ocracia se conv ierte e n p artid o gobernante, d om ina en
e lla, e n su propaganda y, sobre to d o , e n sus hechos, esta "rad o n alid ad
realista” . Y , e n lo s prim eros años de la revolución, esta propaganda
se mezcló co n las prom esas dem agógicas d e una pro n ta socialización, d e la
realizad ó n d el socialism o p o r esta v ía "ra cio n a l!’, p o r o p o sid ó n a l aven-
turerism o "irracio n al” , a la "irre a l p o lítica catastró fica” d e lo s com unistas.
L a estabiíizad ó n relativa d io el p o d er ábsoluto a la "ra z ó n ” b em stein ian a
en la te o ría y e n la práctica d el refo rm ism o . Y la lín e a d e esta "racio n a
lidad re a lista " fu e m antenida e n p ie co n fé rre a en erg ía p o r e l re fo r
m ism o, en los años de la g ran crisis económ ica m u nd ial. A s í entendida,
la lín e a "ra c io n a l" sig n ifica, p o r tan to, prácticam ente, p a ra las m asas:
som eterse y no declararse e n h u elg a an te las re bajas d e salario s; abstenerse
d e toda m anifestación, de toda pro testa y d e to d a reacción enérgica, ante
la reducción de los subsidios d e p aro fo rzoso o la supresión d el derecho
de subsidio para masas cada vez m ayores d e ob rero s; y, ante las m ás san
grien tas . provocaciones d el fascism o, ceder, replegarse, n o d efen d er la
fuerza de la clase obrera y su derecho a d om in ar la ca lle ; o , p a ta d ecirlo
con las palabras tan' certeras d e D im itr o ff, d efin ien d o esta p o lítica, reh u ir
e l p elig ro p o r el cam ino d e n o h o stig ar a la bestia.
D e este m odo, la "razó n ” re fo rm ista n o só lo co n v irtió a la clase obrera
en una fuerza prácticam ente incapaz de op onerse e n la lu ch a a l capitalism o
66 EL DESARROLLO HISTÓRICO DE ALEMANIA
m
/
,,.***
d e q u e se d e je n arrastrar de buena gana, en su concepción del m undo, por
< ¿ * / l a s m odernas tendencias d el antirraciorialism o, del desprecio a la razón
/ y a la ciencia, para entregarse d e lle n o a la m ilag rería d el m ito :
N o quiere esto decir, naturalm ente, q u e estos jó v en es obreros, am ar
gados y desesperados, se conviertan e n lectores y adm iradores de N ietzsche
o Spengler. P ero , com o e n las m asas la contraposición entre la in teli
g en cia y e l sentim iento parecía b ro tar de la vid a m ism a, necesariam ente
te n ía que m anifestarse en ellos, tam bién desde el p u nto de vista ideoló
g ico , la actitud de asim ilación de esta doctrina.
E n cuanto a la intelectualidad y a la pequeña burguesía, trátase de
o tra clase de cam bio, no m enos im portante, sin em bargo, en las conse
cuencias que acarrea para su receptividad con respecto al irracionalism o
fascista: la desesperación com o estado de ánim o colectivo y, e n estrecha
relación con e llo , la credulidad, la esperanza en el m ilagro salvador.
N o cabe duda de que la d ifu sió n general de la id eo lo g ía de la deses
peración, en A lem ania, es, ante todo, u n a consecuencia de la derrota
e n la guerra, del tratado de V ersalles, de la pérdida de to d a perspectiva
nacional y p o lítica que e n estos círcu los iba unid a — consciente o incons
cientem ente— a lá victoria d el im perialism o alem án. C laro expo nente
d e este estado de ánim o fu e e l enorm e éxito alcanzado p o r Sp en g ler y que
rebasó, con m ucho, los círcu los de las gentes interesadas e n los problem as
EL DESARROLLO HISTÓRICO DE ALEMANIA 67
de la filo so fía . Los desengaños d el p e río d o d e la república d e W eim ar,
tanto entre las derechas, que esperaban una restauración, com o entre los
que se orientaban más hacia la izquierda, quienes con fiab an en una re
novación dem ocrática y hasta socialista de A lem ania, ten ían p o r fuerza
que ven ir a ahondar estos estados de ánim o, cuya cu lm inación se alcanzó
m ás tarde, con la g ran crisis económ ica d e 1 9 2 9 .
L os fundam entos o b jetiv o s de esta crisis son, pues, de carácter eco
nóm ico, p o lítico y social. P ero, si nos param os a investigar su extensión
tan vehem ente y repentina, que apenas si encontró resistencia, n o podem os
por m enos de descubrir tras e llo la im portancia de la trayectoria id eoló
gica, seguida hasta la prim era G u erra M u n d ial. Y esto, tanto en un sentido
positivo como en su aspecto negativo. D esd e el punto de vista negativo
ejerció una im portancia extraordinariam ente gran d e aquella id eología so
cial del desamparo y la sum isión del alem án educado en la atm ósfera del
"E stad o autoritario” . E l alem án m ed io — p o r muy capaz y hasta em inente
que pueda ser en su especialidad (en ten d ien d o p o r tal tam bién la filo so
fía , el arte, e t c .) — está acostum brado a esperar todas las decisiones, incluso
las que deciden en cuanto a su propia existencia, de "a rrib a ” , de las
"autoridades com petentes” del ejército , la p o lítica o lá ciencia, sin que
se le ocurra siquiera hacer valer n i p ararse a consid erar sus pro p io s
puntos de vista com o facto r llam ado a in flu ir tam bién e n la vida p o lí
tica, económ ica, etc., de su país. A sí se exp lica que, al derrum barse el
régim en de los H oh enzollern, cayese en un estado d e desam paro y des
orientación y se pusiera a esperar e l rem edio a sus m ales, b ien de las
"v ie jas autoridades consagradas” , lo m ism o que antes, b ien de la nueva
"h orn ad a d e je fe s ” , hasta que el fracaso de todos ellos, cada vez m ás
evidente, le sum ió de nuevo en un estado de com pleta desesperación.
E sta desesperación iba unida, sin em bargo, a' la esperanza de ver surgir,
com o el salvador, a un "n u ev o cau d illo” . A lo que no d ejaba m argen
— en la generalidad de los casos— era al firm e p ropósito de pararse
a reflex io n ar p o r cuenta p ropia sobre la situación, de ob rar p o r su cuenta
para salir de ella. Los estados de ánim o que h iciero n po sible e l frau d e
de masas del fascism o viéronse estim ulados de un m odo positivo p o r el
hecho d e que se abrieran paso aq u í las tend encias d e una filo s o fía ag
nóstica y pesim ista que m ás tarde habrem os dé analizar. C aracterística
com ún a todas ellas es la de que el pesim ism o y la desesperación co n sti
tuyen la actitud m oral del hom bre norm al ante los problem as d el presente.
P ero sólo, naturalm ente, en Jo que se re fie re a la élite del e sp íritu ; la
plebe p o d ía seguir creyendo en el progreso, su optim ism o es un o p ti
m ism o barato y despreciable, "d esalm ad o” , com o lo llam aba ya Schopen-
hauer.
En esa dirección se m ueve, com o verem os, la concepción del m undo
de los alem anes, desde N ietzsche hasta Sp en g ler y, m ás adelante, en e l
68 E L . DESARROLLO HISTÓRICO DE ALEMANIA
cepción d el m undo ten ga que pro vocar ahora, necesariam ente, acciones
directas, sino sim plem ente, de una parte, q u e arranca d e la sensación
personal d e p elig ro de la existencia individual d e que se trata (n o sólo
de la contem plación de una situación o b je tiv a d e la cu ltu ra ) y, de otra
parte, q u e la concepción del m undo se ve situada, así, an te exigencias
d e orden práctico, aunque sea b a jo u n a fo rm a en q u e de la estructura del
universo se derive "o n to ló g icam en te" la im posibilid ad de actuar.
E n todo caso, n o cabe duda de que las v ie jas fo rm as del irracionalism o
se revelan inadecuadas p ara resolver estos problem as. Y , en este punto, se
m an ifiesta la necesidad sobre la que habrem os de v o lv er reiteradam ente
e n las páginas posteriores, a saber: lá de que la dem agogia d el fascism o,
p o r m ucho que tom e, fo rm al e intrínsecam ente, de la id eo lo g ía reaccio
naria de v ie jo tip o , se orien te en cuanto a su m étod o a las m odernas
id eo lo g ías nacidas b a jo el im perialism o, las d esp o je d e to d o lo "ín tim o ”
y "esp iritu alm en te elevado” , para conv ertir lo que queda e n p ie de ellas
en u n a fo rm a tosca y audaz de engaño del pueblo.
H itle r y R osénberg se encargaron de llev ar a la calle, desde la cáte
dra, e l salón intelectual y el café, todo lo que encontraron de pesim ism o
irracion al en, la trayectoria de la filo s o fía que va desde N ietzsch e y D ilth e y
hasta H eid eg g er y Jaspers. Y hem os de ver cu ánto d e e llo es recogido,
en sus contenidos esenciales, p o r la m etod o log ía especial de este des
arro llo, a pesar o precisam ente a causa d e su achabacanam iento dem agógico
por o b ra d e la "id e o lo g ía nacionalsocialista” .
Pues bien, el p u nto de partid a d e este proceso, en la p sico lo g ía de las
masas, es precisam ente aquella desesperación a que nos referíam o s, aquella
credulidad y aquella fe en los m ilagros p o r p arte de las masas, sin exclu ir
a los intelectuales m ás calificad os e n e l p lan o de lo espiritual. Q u e la
desesperación fu e, en efecto , el eslabón p sicológico-social de engarce entré
el nacionalism o y las grandes masas lo revela e l hecho de que e l verdadero
auge d él m ovim iento, e l m om ento en que com ienza á p en etrar realm ente
en las m asas, coincida con la crisis económ ica de 1 9 2 9 , es decir, con e l
m om ento en que la actitud de la d esesperadón, que al p rin cip io no pasaba
de ser una actitud filo só fica, p o r d ecirlo así, va cobrando gradualm ente
form as sociales cada vez m ás concretas, trocándose e n una sensación d i
fusa de que p elig ra la existen cia individual y en que, p o r tanto, aquellas
n iras de acción práctica a que m ás arriba nos referíam o s ad quieren la
posibilidad de p o n er lo que v en ía siendo sim plem ente u n a filo s o fía
de la desesperación al servicio de una p o lítica desesperadam ente aventurera.
Y esta p o lítica, al surgir, se apoya en lo s v ie jo s instintos serviles y
"au toritarios” d e lo s alem anes, que la d em ocrad a de W e im a r h ab ía de
jad o en pie, casi intactos. Sin em bargo, el m étod o de la sum isión tien e
que ser, ahora, necesariam ente, u n m étod o nuevo, ya que, p o r p rim era
vez en la historia de A lem ania, no se trata de som eterse a un p o d er le g í
70 .EL DESARROLLO HISTÓRICO DÉ ALEMANIA
y otros métodos que en la época del hitlerism o. Y ello nos m ueve tam bién
a creer que el alcance de una historia de los problem as fundam entales
del irracionalism o va, hoy com o siem pre, más allá de lo puram ente h is
tórico.
D e la lección que H itle r dio al m undo, todo individuo y todo pueblo,
debe esforzarse p o r aprender alg o para su propia salud. Y esta respon
sabilidad tien en que sentirla, agudizada, los filó so fo s, obligados a velar
p o r la existencia y el desarrollo de la razón, en la m edida en que ésta
participa realm ente en e l desarrollo social '( s i n necesidad de exagerar
esta participación real e in n e g a b le ). Responsabilidad a la que no han
hecho h o n o r en A lem ania n i fu era de ella. Y si hasta ahora, pese a todo
lo sucedido, no se han hecho realidad en todas partes aquellas palabras de
M e fistó fe les al desesperado F au sto :
ello no constituye — m ientras las cosas no cam bien— , para ningún otro
país de econom ía im perialista, para ninguna otra cu ltu ra filo só fica bur
guesa puesta b a jo el signo del irracionalism o, la m en or g aran tía de que
no puedan verse arrastrados m añana p o r un nuevo dem onio del fascism o
ju n to a l cüal H itle r no sería, ta l vez, más que un principian te chapucero,.
A l lim itar el análisis a la trayectoria alem ana, a la filo s o fía alem ana, no
hacem os, p o r tanto, más q u e subrayar, y ése es precisam ente nuestro
propósito, aquel Discite mottiti. .
I
O bservaciones prelim inares de principio sobre la historia
del irracionalism o m oderno
* Hegel, Enzyklopädie, § 231, Sämtliche W erke, Berlín, 1832 ss., t. VI, p. 404.
5 Ibíd., t. IV, pp. 145 a
78 FUNDAMENTACIÓN DEL IRRACIONALISMO
P o r tanto, toda crisis im portante del pensam iento filo só fico , com o lu
ch a socialm ente condicionada que es entre lo que nace y lo que m uere,
provoca del lado de la reacción tendencias que podríam os designar con
el térm ino m oderno de "irracio n alism o ” . Es dudoso, sin em bargo, que el
em pleo de este térm ino con carácter gen éral resulte conveniente, desde
el punto de vista cien tífico . P or una parte, ello p o d ría dar la falsa sen
sación que el m oderno irracionalism o aspira a c re a r: la de que existe
una trayectoria irracionalista ún ica en la historia de la filo so fía . D e otra
parte, y p o r las razones que en seguida expondrem os, el irracionalism o
m oderno responde a condiciones de existencia tan esp ecíficas, determ i
nadas p o r las características de la producción capitalista, que un térm ino
g lobal envolvería fácilm en te el p eligro de borrar las d iferencias espe
cíficas ^ de m odernizar inadm isiblem ente viejas tendencias filo só ficas
qué nada o poco tien en que v er con las del siglo x ix . P o r lo dem ás, esta
últim a inclinación se hallaba bastante extendida ya de p o r sí en la h is
toria de la filo s o fía de la burguesía decadente: así, N ato rp nos presenta
un P lató n "k an tian o ” , Petzold un Protágoras "m ach ista” , y por ahí ade
lante. Y las diversas tendencias del m oderno irracionalism o se han en
cargado de nivelar en la inextricable y oscura m ad eja de la " filo s o fía de
la vida” o del existencialism o toda la historia de la filo so fía , desde H e-
rá d ito y A ristóteles hasta D escartes, V ic o y H egel.
A h o ra b ie n ,, ¿en qué consiste la n o ta-e sp e cífica .del irraciopalism o m o
d ern o ? C onsiste, ante todo, en que b ro ta sobre la base de lá producción
capitalista y de su lucha de c lis é s é sp ed fiea , p rim ero dentro d el m arco
de la lucha progresiva de la clase burguesa contra el feudalism o en torno
ál P o d er y, m ás tarde, en las condiciones dé su lucha d efensiva y reac-
cionariá en contra del proletariad o. A lo largo de todo este libro, se
pondrá de m an ifiesto de un m odo concreto qué sesgos tan decisivos han
provocado las d iferentes etapas de estas luchas de clases en el desarrolló
del irracionalism o, tanto en cuanto al contenido com o en cuanto a la
form a, y cóm o han ido haciendo cam biar su fisonom ía.
T ratan d o de resum ir ahora la sign ificació n fundam ental que encierra
la producción capitalista para nuestro problem a filo só fico , debem os se
ñalar, ante todo, la im portante d iferen cia existen te entre el desarrollo
capitalista y el precapitalista: el p roblem a del desarrollo de las fuerzas
productivas. E n las sociedades esclavistas, la contradicción entre las fu er
zas productivas y las relaciones de producción, en lo que se re fiere al
punto, para nosotros decisivo, de la crisis del sistem a, se m anifiesta en
el hecho de que las fuerzas productivas decaen, retroceden, degeneran
y abren, con ello, un proceso en el que va haciéndose, a la larga, im po
sib le la subsistencia del régim en esclavista, com o base económ ica y social
de la sociedad. B a jo el feudalism o, esta contrad icción se m an ifiesta ya
b ajo una form a considerablem ente d istin ta: en el seno de la sociedad
OBSERVACIONES PRELIMINARES 85
d e trab ajo ” ú til p ara la práctica cien tífica, aunque disputando a la ciencia
la autoridad necesaria p ara po stular alg o acerca d e la verdadera realidad
{ o sea, de la realidad r e lig io s a ). (C ie rto es q u e esta" trayectoria arranca
ya de la E d ad M e d ia co n la filo s o fía del nom inalism o; y su argum enta
ció n es ú n r e fle jo d el hecho económ ico ya señalado, a saber: e l de que el
d esarrollo de la clase burguesa b a jo e l feudalism o, a l lleg ar a u n a deter
m inad a fase, actúa com o elem ento de su descom posición in te r io r )
N o podríam os nosotros señ alar n i siquiera apuntar aqu í, p o r n o ser este
lu g ar adecuado, las fases d e esta trayectoria, sus crisis y sus luchas. T e n
drem os que lim itam o s, sim plem ente, a .un as cuantas observaciones de
. ord en general. E n p rim er lugar, debem os ind icar que este d esarrollo, com o
f la lucha d e la nueva im agen d el universo, antirreligiosa e n cuanto a su
* tendencia, contra la v ie ja relig ió n , se m an tien e y lle v a ad elante durante
! larg o tiem po — ya b a jo e l nom inalism o— com o u n a lu ch a in tern a entre
diversas religiones. A sí ocurre en las religiones burguesas, e n p arte incluso
en la fran cesa: basta citar el cu lto d el " S e r Suprem o” , institu id o p o r
R obespierre. L a burguesía, kcom o clase vista en su co n ju n to , n o se halty
siquiera en condiciones de acabar radicalm ente con la conciencia religiosa.
C uando sus ideólogos, p rincipalm ente los grand es m aterialistas d e lo s
siglos xvii y xv u i, ten ían la voluntad de hacerlo, el grado de d esarrollo
de las ciencias no era todavía lo suficientem ente avanzado para p oder
redondear realm ente su im agen del universo sobre la base de u n a visión
radical del m ás acá. E ngels dice, refirién d ose a esto : "H o n ra m uchísim o
a la filo s o fía de aquel entonces el que n o se d ejase extraviar p o r la
lim itación de los conocim ientos naturales d e su tiem po, el que — desde
Spinoza hasta los grandes m aterialistas f r a n c e s e s - se obstinase en explicar
el universo p o r si m ism o, d ejand o a cargó de las ciencias naturales del
fu tu ro la ju stificació n en cuanto al d etalle.” u
L a posibilid ad cien tífica de exp licar el universo p o r sí m ism o se agran
d a cada vez m ás, y en nuestros días se h alla a punto de alcanzar su cús
pide, al acercarse nuestros conocim ientos a las transiciones concretas en tre
la naturaleza orgánica y la inorgánica. L as hipótesis astronóm icas d e
K ant-L aplace, los descubrim ientos de la g eo lo g ía, é l darw inism o, el aná
lisis de la sociedad prim itiva por M o rgan, la teo ría establecida p o r E ngels
sobre el papel del trab ajo en la tran sform ación del m ono en hom bre, la
te o ría de Pavlov acerca de los re fle jo s condicionados e incondicionados
y del sistem a secundario de señales, el d esarrollo del d arv in ism o p o r
M itchu rin-L ysenko, las investigaciones sobre el nacim iento de la vida
p o r O parin. y Lepechínskaia, etc., son algunos de los ja lo n e s m ás im portan
tes que señalan este cam ino. S in em bargo, cuanto m ás avanza el desarrollo
de la ciencia burguesa, cuanto m ás se lim ita la burguesía a d efen d er sus
de la sociedad. E llo exp lica p o r qué e l tu rbu lento desarrollo de las cien
cias, la am pliación del cam po visual, del panoram a de los fenóm enos,
en am bos campos, plantea sin cesar una. serie de problem as dialécticos.
Y p o r qué, a pesar de este períod o, hasta los um brales m ism os de la
filo s o fía clásica alem ana, debido sobre todo a ese desarrollo cien tífico ,
se h alla dom inado por el pensam iento m etafísico, surgen p o r doquier
pensadores dialécticos de relieve, m uchas veces puram ente espontáneos y
se plantean y resuelven en las ciencias — con frecu encia de u n m odo
filo sóficam en te inconsciente— m ultitud de problem as dialécticos. H asta
pensadores cuya concepción g n osco ló gica es m etafísica, se libran muchas
veces,«en cuestiones concretas, d e estas ataduras, para descubrir e l nuevo
continente de la dialéctica. E ngels traza u n a im agen muy clara de esta
situación: " E n cam bio, la nueva filo so fía , aun teniendo algún q u é otro
brillan te m antenedor de la dialéctica (ta l, p o r e jem p lo , D escartes y Spi-
n o z a ), había ido cayendo cada vez m ás de llen o, in flu id a principalm ente
por los ingleses, en las llam adas especulaciones m etafísicas, de las que
tam poco se libraron en general, a lo m enos en las investigaciones filo só
ficas los autores franceses del siglo x v m . Fu era del cam po estricto de lá
filo so fía , tam bién los franceses sabían crear obras m aestras de la d ialéctica;
com o testim onio de ello, no hay m ás que citar El sobrino de Ramean
de D id ero t y el estudio de Rousseau Sobre el origen de la desigualdad
entre los hombres.” 13
T am b ién en este períod o sigue ventilándose el debate filo só fico fu n
dam ental entre el m aterialism o y e l idealism o. D espués de haberse ido
gestando ya en la Edad M ed ia ( a veces, b a jo fo rm as m ísticam ente re li
g io s a s ), el m aterialism o dio al idealism o la prim era b atalla abierta en las
discusiones en torno a las Meditaciones de D escartes, en las que tom aron
partido contra este filó so fo los más destacados pensadores m aterialistas
de la época, G assendi y H obbes. N o hace fa lta pararse a analizar de
cerca la afirm ación de que Spinoza vino a reforzar esta m ism a tendencia.
E l siglo x v m representó, principalm ente en Francia, el más alto flo re ci
m iento del m aterialism o m etafísico, el períod o de H o lb ach , H elv ecio y
D id erot, sin que deba olvidarse que tam bién en la filo s o fía inglesa había
destacados e influyentes pensadores m aterialistas o inclinados a l m ateria
lism o, aunque la corriente o ficia l im perante ( l a d e B erkeley y H um e,
conectada con las m ediocridades de L o c k e ) fuese una corriente agnóstica
e idealista, com o consecuencia de la transacción id eológica d e la "g lo rio sa
revolución” . Y los fam osos sím iles e n to rn o a la ilu sión idealista hum ana
del lib re a rb itrio revelan con cuánta fu erza se m anifestaba, inclu so en
pensadores que n o p ro fesaban e l {naterialism o , la convicción d e que la
conciencia se h alla determ inada por e l ser: no sólo la im agen del lanza-
m edad del día de las clases dom inantes, Pascal presenta, con frecuencia,
tantos puntos de afinidad con Schopenhauer.),
Y esta descripción filo só fica del desam paro, que fo rm a el nexo de
entronque más im portante con la filo s o fía irracionalista de tiem pos pos
teriores, constituye tam bién la base de las reflexio n es de Pascal en torno
a las relaciones del hom bre con la naturaleza. Pascal, m atem ático desco
llan te y lleno de inventiva, saca de la incipiente consideración "g eo m étri
ca” de la naturaleza consecuencias diam etralm ente opuestas de aquellas
a que llegan — habida cuenta de todas las demás diferencias— D escartes,
Spinoza y H obbes. Éstos descubrían aquí inagotables posibilidades en
cuanto al dom inio intelectivo y a la conquista práctica de la naturaleza
por e l hom bre. Pascal, en cam bio, v eía, en ello la transform ación del
cosm os hasta entonces poblado por seres antropom orfos, m ítico-religiosos,
en una in fin itu d vacía, extraña al hom bre e inhum ana. E l hom bre se halla
perdido, extraviado, en este pequeño e in sig n ifican te rincón del universo
en que lo han con fin ad o los descubrim ientos de las ciencias naturales; se
siente p erp lejo , desconcertado, ante los enigm as insohibles de los dos
abism os: e l de lo infin itam en te pequeño y el de lo in fin itam en te grande.
Y lo único que puede dar a su vida un sentido y una b rú ju la es la
vivencia religiosa, la verdad del corazón (e s decir, el cristia n ism o ).
Pascal percibe, p o r consiguiente, tanto las consecuencias deshum aniza-
doras del naciente capitalism o — envuelto todavía, entonces, b a jo las
fo rm as del absolutism o feudal— com o los resultados m etod ológicos ne
cesarios y progresivos de las nuevas ciencias naturales, qúe v ien en a des
tru ir el antropom orfism o de la im agen anterior d el universo y de la
nueva filo s o fía que brota de su suelo. V e los problem as, p ero da m edia
vuelta ante ellos, precisam ente allí donde sus grandes contem poráneos
avanzan o, p o r lo m enos, aspiran a avanzar en d irección de una dialéctica.
E ste salto atrás, este retroceso ya en las m ism as lind es de los p ro
blem as planteados p o r vez prim era es lo que hay d e com ún entre Pascal
y el nuevo irracionalism o. E n cam bio, se distingue d e éste que en é l es
incom parablem ente más fu erte el enlace intrínseco con la re lig ió n p osi
tiva, dogm ática: el verdadero c o n te n id o .d e su filo s o fía , la m eta que
persigue a l d isolver los conatos de la dialéctica en u n a p arad o ja deses
perada y p o r p rin cip io insolu ble, que le o b lig a a d ar el salto m o rtal hacia
ío religioso, es precisam ente e l cristianism o dogm ático, aunque sea b a jo
una fo rm a posluterana, la del jan senism o. A sí pues, lo q u e h ace d e Pas
cal uno de los antepasados d el irracionalism o m oderno no es tan to e l conte
n id o que afirm a com o su m étodo, la fen o m en o lo g ía afo rística d e la v i
vencia religiosa de la desesperación. S ó lo en este sentido y en este aspecto
podem os v er en él u n antepasado m ás o m enos leg ítim o de la filo s o fía
irracionalistá. Su fen o m en o lo g ía de la desesperación, en m ás d e u n sentido
"m od ern a” , con su m ira de consecución religiosa, conduce, com o hem os
OBSERVACIONES PRELIMINARES 93
hay que reconocer que la. salvación q u e nos o frece es bien p o b r e / '15 N o
cabe duda de que esta p o sició n d e Ja co b i establece cierta afin id ad entre
él y e l irracionalism o m oderno. C uanto m ás s e agudizan las contradicciones
sociales y m ás en p e lig ro se ve la concepción religiosa del m undo, con
m ayor energía niegan lo s irracionalistas que sea p o sible lleg ar a concebir
racionalm ente la realidad. E s la lín ea q u e arranca ya de Schopenhauer.
D e ahí que Ja co b i busque e l cam ino hacia e l "sa b e r inm ediato” . H e
aquí lo que acerca d e é l d ice, en la citada p lá tic a ; " S u m eta fin a l es la
que no puede exp licarse: lo insolu ble, lo inm ediato, lo sim p le.” 16 C on lo
cual toda la m etod o logía d el conocim iento filo só fic o se encarrila, evi-
dentem ente, p o r los cauces puram ente su bjetivistas. N o es la investigación
del m undo o b jetiv o , n i la esencia in terio r d e lo s o b je to s m ism os, lo que
según Jaco b i determ ina el m étodo d e la filo so fía , sin o que el o b je to
verdadero o fa lso de ésta brota, sen cillam ente, a to n o co n la actitud sub
je tiv a d el pensador (in fe re n c ia conceptual o conocim iento inm ediato, in
tu ic ió n ). P o r eso H e g el, ya en lo s escritos polém icos d e su juventud,
parangona la filo s o fía de Ja co b i con el idealism o su bjetivo de K a n t y de
F ich te. P ero, m ientras que estos pensadores se esfuerzan p o r lleg ar, par
tien do de su p u nto de vista subjetivo, a u n m étodo filo só ficam en te o b je
tivo d e conocim iento, Ja co b i p ro fesa abiertam ente, sin recato, el su b jeti
vism o extrem o.
Y no solam ente en el cam po de la te o ría d el conocim iento, sino tam
bién en e l de la ética. Ja co b i expresa este punto d e vista fre n te a F ich te
con u n a gran fu erza p lástica. Su co n fesió n reza a s í: " S í, yo soy el ateo
y el im pío, que da el m entís, m entirosam ente, a la voluntad que nada
quiere, com o Desdémona m en tía al m o rir; q u e se em peña en m e n tir y
engañar, com o Pilades, haciéndose pasar p o r O restes; que quiere m atar,
com o Tim oleón; que quiere violar la ley y el juram ento, com o Epami-
nondas, com o Ju a n de W it t ; que decide suicidarse, com o Otón; robar
sacrilegam ente el tem plo, com o D avid; más aún, arrancar las m ieses en
sábado, sencillam ente porqu e tengo hambre y porque la ley ha sido hecha
para el hombre, y no el hombre para la ley. Y o soy el im pío, y me
burlo de la filo so fía , que en castigo de ello m e acusa de im piedad,
m e burlo de ella y de su ser suprem o, pues sé, con la m ás sagrada de las
certezas que habla en m í, que el privilegium aggratiandi para esos c rí
m enes com etidos contra la letra pura de la ley absolutam ente general
de la razón es el verdadero derecho mayestático del hom bre, la im pronta de
su dignidad, de su divina natu raleza.” 17
15 Jacobi, Ueber die Lehre des Spinoza in Briefen an den Herrn Moses Men
delssohn, Munich, 1912, p. 66.
16 Ibid., p. 78.
17 Publicado en Die Schriften zu Fichtes Atheismusstreit, Munich, 1912, pá
gina 179.
96 FUNDAMENTACIÓN DEL «RACIONALISM O
co n tra Spinoza (y , con él, con tra Lessing y, m ás tarde, con tra la filo so
f í a alem ana c lá s ic a ). C o n e llo pone, com o es natural, directam ente, un
arm a en m anos d e la reacción. N o cabe duda de que esta filo so fía ,
en su lín e a fundam ental, com o un desarrollo de la dialéctica, es, nece
sariam ente, una espina clavada en el ojo de la reacción. L a acusación
d e ateísm o p o d ía constituir, por^ tanto, un recurso eficaz para reprim ir
esta filo s o fía . ( Y es el hecho que F ich te hu bo de abandonar su cátedra
en Je n a ante la denuncia de ateísm o, aunque no form u lad a directam ente
p o r Ja c o b i.) S in em bargo, desde el p u nto d e vista de la historia de Ja
filo s o fía , esta d efin ició n tan tajan te de Jaco b i encierra, p o r lo m enos,
el sign ificad o im portante de p o n er de relieve la incom patibilidad d e
principio entre u n a filo s o fía consecuentem ente sostenida y la religión,
poniendo enérgicam ente sobre e l tapete esta incom patibilidad. Y de tal
m odo, además, que, ahora, a la filo s o fía p rogresiva declarada necesaria
m ente atea, no se contrapone ya la filo s o fía cristiana o, p o r lo m enos,
la filo s o fía reaccionaria respetuosa del cristianism o, sin o un intuicionism o
escueto, un irracionalism o pu ro y sim ple, la negación d el pensam iento
filo sófico-co n cep tu al, es decir, del pensam iento racional en bloque.
C laro está que las consecuencias de esta brusca alternativa no se
pfóducen inm ediatam ente. H erd er y G oethe, quienes en la p olém ica en tre
JaCobi y Spinoza se ponen del lado de éste (y de L e s s in g ), siguen ate
niéndose al panteísm o y rechazan las conclusiones a que lle g a Ja co b i en
q ia n to al ateísm o. Y tam bién la filo s o fía de la naturaleza d el joven
S cb ellin g y de quienes le siguen, la filo s o fía de H e g el — p o r m uchas
veces que protesten en contra de f i l o y p o r m ucho que el p ro p io Jaco b i
acuse a S ch ellin g de ateísm o, com o m ás tarde acusará tam bién a H egel
la reacción rom ántica— , n o pasan, en este problem a, de su p ro p ia inter
pretación de Spinoza, e incluso retroceden algunos pasos co n respecto
a éste. Y no se crea que se trata sim plem ente de u n a actitud de prudencia
''d ip lo m ática” , im puesta por la fu erza del cristianism o occid ental en
aquellos días. C laro está que tam bién esta m otivación desem peña, con
harta frecu encia, u n papel im portante en la filo s o fía alem ana clásica.
Pero, e l problem a fundam ental estriba en que e l carácter necesariam ente
incom pleto e inconsecuente de la dialéctica idealista no p o d ía lleg ar a
superar nunca, en realidad, las supervivencias teológicas d e esta filo so fía .
P o r eso Feuerbach pudo decir, con razó n: " E l panteísm o es e l ateísmo
teológico, él materialismo teológico, la negación de la teología, pero
desde el punto de vista de la teología misma, pues convierte la m ateria,
la negación de D io s, en úñ predicado o atributo de la esencia divina.”23
Y , en relación co n esto, establece un paralelo^ en tre H e g e l y Spinoza:
" L a filo s o fía de la* identidad no se distingue de la filo s o fía spínozista
vista, d iferen cia esencial alguna, com o tam poco e l hecho d e que en la
im agen del universo de la m ayoría d e estos pensadores desem peñe D io s
un papel m ucho m ás positivo que en G oeth e. Recordem os, a títu lo de
e jem p lo solam ente, la fu nció n histórica de la "P ro v id en cia” e n V ico .
V ico d efin e la Providencia com o e l espíritu "q u e d e las pasiones d e los
hom bres (aten to s todos ellos solam ente a su interés personal y que, por
tanto, vivirían com o las bestias salvajes en el d esierto ) saca e l orden
civil, gracias al cual pueden vivir en sociedades hum anas” .2« Y casi
creem os estar oyendo a H e g el cuando V ico , al fin a l de su obra, resum e
claram ente este p ensam iento: "P u es sólo los hom bres m ism os h an creado
este m undo de los pueblos — tal es el prim er princip io incontrovertido
de esta ciencia— , p ero no cabe duda de que h a brotado de un espíritu
que se aparta, no pocas veces, de los fin e s particulares de lo s hom
bres, que a veces se opone a ellos y que está siem pre p o r encim a d e ello s;
que p one aquellos fin es lim itad os a l servicio de los suyos superiores y
sabe em plearlos siem pre para m antener el género hum ano sobre la
tierra.” 27
Com o m ás tarde en la "astu cia de la razón” de H eg el, es verdad que
se trata de una expresión m istificad a, pero detrás de ella se h a lla la
m anifestación de un vislum bre g en ial y bien elocuente, aunque no llegue,
ni m ucho m enos, a lo pro fu n d o d e la concatenación del universo, des
cubriendo un nuevo continente dialéctico y, al m ism o tiem po, m istifi
cando d e un m odo idealista esta concatenación. Q u ien lea a V ic o sin
preju icios, se apercibe claram ente de que este pensador se re fiere a una
historia hecha p o r los hom bres m ism os, p ro p ia de ellos y, p o r tanto,
a una historia racional y co g n o scib le y de que, aunque V ic o introduzca
el térm ino m istificad or d e la "P ro v id en cia”, lo determ ina en sus m ani
festaciones concretas de tal m odo, que sus notas determ inantes excluyen
la presencia de toda fuerza trascendente de la concatenación dialéctica
de la historia, concatenación racional, aunque ante el entendim iento
aparezca com o algo contradictorio y hasta paradógico. Y , a la vista de
esta tendencia fundam ental, n o puede extrañarnos que V ico — enem igo
declarado de la teo ría del conocim iento de D escartes— se acerque muy
directam ente a Spinoza en los problem as decisivos de princip io d e su
teo ría de las categorías. L a afirm ación de V ico cuando d ice: " E l orden
de las ideas tien e necesariam ente que progresar hacia el orden de los
o b jeto s” ,128 sólo se distingue de Spinoza en que V ico , de acuerdo con
sus aspiraciones históricas, se representa esta concepción m aterialista de
las categorías, d e un m odo m ás m ovido, m ás dinám ico q u e Spinoza
y en que, a tono con ello, m o d ifica y desarrolla la filo s o fía de éste en 20*
II
donde la trayectoria fu ndam ental sigue siendo todavía puram ente bur
guesa.
E ngels fo rm u la d e un m odo muy expresivo el punto central de esta
últim a crisis. L a Ilu stración, la preparación id eológica de la revolución,
aspiraba a conquistar p o r m ed io de e lla y en e lla " e l rein o de la razón” .
L a revolución triu n fó y se realizó co n e lla el reino de la razón a que se
aspiraba, pero "h oy, sabem os ya — dice E ngels— que ese reino de la
razón n o era m ás que el rein o idealizado de la burgu esía” .29 L o que
sig n ifica, dicho en otras palabras, que las contradicciones internas de la
sociedad burguesa, las cuales se vislum braban en la crítica cargada de
presentim ientos de más de un representante o contem poráneo de la Ilu s
tración ■— desde M an d ev ille y Ferguson hasta L in gu et y Rousseau— , pa
san a ocupar ahora el centro del interés, ante el em p u je de los hechos
reales.
Y el peso de estas experiencias se vio todavía realzado ante los re
sultados de la R evolución Ind u strial en In glaterra, si bien las prim eras
grandes crisis económ icas en las que m ás claram ente h abrían de tom ar
cuerpo las contradicciones del capitalism o, no .estallarían hasta la se
gunda década del siglo x ix . D esd e el punto de vista del d esarrollo ideo
lógico, todos estos hechos encierran, ante todo, un sen tid o: el de que el
carácter contrad ictorio de la sociedad burguesa, que antes apenas se vis
lum braba, salte ahora a la vista de todos com o el p roblem a central y
general de esta sociedad. Y esto hace que la filo s o fía de la sociedad
se torne, a p artir de ahora, en una filo s o fía histórica y dialéctica, en un
sentido muy distinto que el de ninguna o tra época anterior. L o que hasta
entonces sólo po d ía entreverse se convierte, de ahora en adelante, en un
program a consciente cada vez m ás vigoro so: la dialéctica histórica pasa
a ser el problem a central de la filo so fía .
E n esto precisam ente estriba la im portancia de la filo s o fía hegeliana.
E l p roblem a de la concepción histórica de la revolución desem peña un
papel decisivo en su m etod ología, y la solución de sus tareas en e l plano
del pensam iento adquiere una im portancia que rebasa con m ucho esta
cuestión concreta (e l trueque de la cantidad en cualidad, la nueva con
cepción de las relaciones entre el individuo y la especie, e t c .) . P ero
tam bién la crítica de derecha se ve obligad a a desplazarse a un nuevo
terreno, a la luz de los nuevos hechos. D esd e el rom anticism o y desde
la "E scu ela histórica” hasta Carlyle, vemos surgir una trayectoria to tal
m ente nueva de defensa de lo antiguo, de la época prerrevolucionaria
hasta muy atrás, hasta la Edad M ed ia, trayectoria inseparable de la irra
cionalización general de la historia.
E s claro que la gran crisis operada en el pensam iento de las ciencias
30 Ib íd ., p. x x ii , nota.
LA INTUICIÓN INTELECTUAL DE SCHELLING 107
K ant, b ajo una fo rm a extraord inariam ente d esfigu rada; y estas d eform a
c io n e s ejercen una in flu en cia tan decisiva sobre determ inados problem as
del naciente irracionalism o m oderno, especialm ente en el jo v en S ch ellih g ,
q u e n o tenem os m ás rem edio q u e señalarlos brevem ente aquí.
L o más im portante de todo es que K a n t id en tifica e l pensam iento — él
habla de "n u estro ” pensam iento, del pensam iento hum ano— con las fo r
mas del pensar de la m etafísica d e los siglos x v n y x v m . D e donde se
desprende, p o r ejem p lo e n el caso de la dialéctica d e lo gen eral y lo p ar
ticular, la siguiente d eterm inación: "N u estro entendim iento lleva, pues,
consigo, en lo tocante al ju icio , que en su conocim iento lo gen eral no
determ ina lo particular, ni esto puede, p o r consiguiente, derivarse de
aq u ello; no obstante, este alg o particu lar debe hallarse, dentro de la va
riedad de la naturaleza, en consonancia con lo gen eral (p o r m edio de con
ceptos y de leyes) y encuadrarse dentro de esto, consonancia que, en
ciertas circunstancias, será necesariam ente muy casual y no entrañará n in
gún princip io determ inado en cuanto al ju icio ” . 84
P ero, K a n t no se lim ita a id en tificar el pensam iento m e tafísico con el
pensam iento "h u m an o ” en gen eral, sino que, además, designa éste com o
un pensam iento "d iscu rsivo” , en ríg id o contraste con la contem plación
intuitiva. Y , en estas condiciones, sólo puede encontrar la solución en
el hecho de postular un "en ten d im ien to intuitivo", "q u e no proced e de lo
general a lo particu lar y a lo concreto (p o r m edio de con cep tos) y al que
no se le revela aquel carácter fo rtu ito de la consonancia en tre los p ro
ductos de la naturaleza y e l entendim ien to con arreglo a leyes especiales,
que h ace tan d ifíc il al nuestro e l lle g a r a cono cer toda la variedad de
aquélla” . . , 35 P or donde el pensam iento se convierte, según K a n t, en esta
"id e a ” de un intellectus archetypus, de un entendim iento intuitivo, idea
que n o encierra, a su m odo de ver, ninguna contradicción in terio r, pero
que no pasa d e ser, para el ju icio del hom bre, una sim ple idea.
N o es d ifíc il poner de relieve las fallas subjetivo-idealistas del plan
team iento kantiano del problem a, sobre todo la que lleva consigo la equi
paración de dialéctica e intuición, especialm ente en la trabazón, para él
insoluble, con sus consecuencias agnosticistas. N o es sólo la "id e a ” la que
ahora resulta abandoríada, no dada,' y p o r tanto inasequible, para el p en
sam iento hum ano, sino qué, adem ás, estos o b jeto s aparecen sustraídos a
las posibilidades de investigación p o r parte de las ciencias naturales.
K a n t pone esto expresam ente de relieve en lo tocante a la cognoscibilidad
de la evolución en la naturaleza: " E s absurdo p ara e l hom bre pensar
o esperar q u e pueda surgir un d ía un N ew to n que pueda hacer com
prensible el nacim iento de un ta llo de h ierb a cón arreglo á leyes natu
rales no ordenadas p o r ninguna ih t e n c ió n .. . ” 86
40 Der ¡unge H egel und die Próbleme der kapitaltstiscben Gesellschaft, Aufbau-
Verlag, Berlín, 1954.
41 Schelling, Op. cit., secc. I, t. IV, p. 3<Sl.
LA INTUICIÓN INTELECTUAL DE SCHELLING 117 ;
conocim iento del universo porque, para él, la esencia del arte es la cap
tación y la revelación del cosm os de las cosas en sí y porque, p o r consi
guiente, en su m odo de ver — aunque b a jo una fo rm a idealizada y m is
tificad a— , el arte es concebido com o el re fle jo de" la realidad ob jetiv a
del m undo de las cosas, tal y com o éstas son.
F ich te, en cam bio, se re fiere ya de pasada a esta conexió n. E n e l Sis
tema de la teoría de ¡as costumbres, habla de las relaciones en tre la
concepción trascendental y la concepción estética d el m undo, que deter
m ina en el sentido de que el arte "rep resen ta e l pu nto de vista trascen
dental con respecto al usual y corriente. L o que al filó s o fo le cuesta
esfuerzo adquirir, lo posee el esp íritu dotado del sentido de la b e l le z a .. .
sin necesidad de pararse a pensar en e llo ” .52 N o sabemos si Sch ellin g se
vería estim ulado o no p o r esta fo rm u lación de F ich te, escrita todavía
en la época de la íntim a colaboración entre am bos; lo cierto .es que, en lo
tocante a la conexión entre la estética y la filo s o fía — basada en la in tu i
ción intelectual— lleg a bastante m ás allá que F ich te. E n el Sistema del
idealismo trascendental encontram os com o títu lo del ú ltim o capítu lo de la
obra éste: "D ed u cció n de un órgano de la filo s o fía ” , que es precisam ente
lo que a S ch ellin g le interesa, aquí, dem ostrar. D ed u cció n que Sch ellin g
fo rm u la, consisam ente, en los siguientes térm inos: "T o d a la filo s o fía
parte y tiene necesariam ente que p artir de un princip io que, siendo el
principio absoluto, es tam bién, al m ism o tiem po, e l p rin cip io sen cilla
m ente idéntico. Y lo absolutam ente sim ple e idéntico n o puede concebirse
o com unicarse p o r m edio de la descripción ni, en gen eral, p o r m edio
de conceptos. Sólo puede sencillam ente, intuirse. Y esta in tu ición es el
órgano de toda la filo so fía . P ero esta intuición, q u e n o es una intuición
sensible, sino intelectual y que no tien e p o r o b je to lo o b je tiv o o lo subjetivo,
sin o lo absolutam ente idéntico, que n o es de p o r sí n i alg o su bjetivo ni
algo o b jetiv o, es de p o r sí una intuición in terio r, que sólo puede lle g a r a
ser ob jetiv a, no p o r sí m ism a, sino a través de una segunda intuición.
E sta segunda intuición es la intu ición estética.” 53 D eterm in ación que
viene a esclarecer e l p rin cip io gen eral de S ch e llin g : "E s ta objetividad
general de la intuición intelectual, generalm ente reconocida y que no
puede descartarse por m ed io de ninguna negación, es el arte m ism o. Pues
la intuición estética es, cabalm ente, la intuición intelectual o b jetiv ad a.” 54
D e este m odo, se conv ierte el arte, e l m odo de com portarse del g en io
creador, en el "o rg a n o n ” de la filo s o fía : la estética es el centro del m étodo
filo só fico , la descubridora de los verdaderos secretos del cosm os, del m un
do de las cosas en sí. " S i la intuición estética sólo es la intu ición intelectual
o b jetivad a, se com prende de p o r sí que el arte es el órgano y el docu
52 Fichte, Op. cit., t. II, p. 747. Fichte emplea la palabra "usual” (gemein)
en el sentido de "general”.
53 Schelling, Op. cit., secc. I, t. III, p. 625. 54 lbid. - ■
124 FUNDAMENTACIÓN DEL IRRACIONAUSMO
III
rado — como más adelante veremos, en esta" obrilla se contienen ya, por lo
menos en .germen, casi todos los aspectos esenciales de su "filosofía po
sitiva” de una época posterior— , que merece la pena detenerse algo más
en detalle en el examen de los problemas planteados aquí.
Por lo que se refiere al modo como se opera la trayectoria de Schelling
ya hemos indicado que, tanto al desprenderse del idealismo subjetivo dé
Fichte como al pasar al idealismo objetivo, lo hace de un modo parecido,
sin conciencia de ello. Hegel caracteriza este modo de ser peculiar de la
trayectoria schellingiana cuando dice que Schelling "se ha desarrollado
filosóficamente ante el público” y que su obra "no contiene una serie
de las partes elaboradas de la filosofía, unas tras otras, sino una suce
sión de sus fases de»desarrollo” .59 Pero, aunque ésta es una descripción
plástica del modo como aparecieron las obras de Schelling, no se contiene
en élla, a pesar de la condena tácitamente encerrada de la descripción,
uña crítica real en cuanto a la modalidad de la trayectoria de este
filósofo.
Modalidad que no consiste Solamente en el cambio espontáneo, no pocás
veces inconsciente, de las concepciones, sino en el hecho de que Schelling
siga empeñándose en sostener la unidad — puramente imaginaria y ficti
cia— • de su filosofía, aun después de haber abandonado de largo tiempo
atrás sus concepciones anteriores, y hasta de haberlas invertido. Y si, en
su juventud, al pasar del idealismo subjetivo al objetivo, todavía podía
concedérsele cierta bono, fides, a partir de ahora esta "falta de concien
cia” de ló que hace se convierte ya en una vana demagogia.
Detengámonos, ante todo, a examinar los problemas dé fondo más im
portantes que ^chelling estudia en su obra Filosofía y religión. N os encon
tramos aquí, ante todo, por debajo de todas las manifestaciones polémi
cas contra las ''falsas interpretaciones” de su pensamiento por parte de
Eschenmayer, con un claro desdoblamiento de la filosofía de Schelling,
en el que se dibujan ya nítidamente los primeros trazos de la que más
tarde habrá de ser su división entre la filosofía negativa y la positiva. Par
tiendo de lo absoluto y dé su tipo adecuado de conocimiento, llega a la
siguiente conclusión: "D e aquí también que el propósito de la filosofía,
en lo tocante al hombre, no consista tanto en darle algo como en apar
tarle con la mayor pureza posible de todos los elementos fortuitos de que
le rodean el cuerpo, el mundo de los fenómenos y la vida de los sentidos,
para hacerlo remontarse de nuevo a lo originario. Y de aquí, asimismo,
que toda inducción a la filosofía, anterior a aquel conocimiento, sólo pue
da ser negativa, en cuanto que pone de manifiesto la nulidad de todas las-
antítesis finitas, llevando al alma, indirectamente, a la intuición de lo
infinito. Y , entonces, al llegar a ésta, ella misma se encarga de abandonar50
insalvable dualidad, que sólo puede superarse por medio de un salto: "En
una palabra, entre lo absoluto y lo real no existe ninguna transición cons
tante; el origen del mundo de los sentidos sólo puede concebirse como una
completa ruptura con lo absoluto, a través de un salto.” 63 Muy signifi
cativamente, vemos cómo la especulación schellingiana cae aquí, inmedia
tamente, en los derroteros de lo totalmente místico, el representarse él ori
gen del mundo de los sentidos, no ya como un proceso de desarrollo, ni
siquiera como una creación, sino como una "ruptura” con Dios. De por
sí, esto podría ser para nosotros tan indiferente como para Lenin lo era
la diferencia entre un diablo rojo y otro amarillo, si esta concepción de
Schelling no envolviera, al mismo tiempo, una brusca ruptura con la idea
dél desarrollo de 1* filosofía de la naturaleza. A l final de este estudio a
que nos estamos refiriendo, niega el autor el desarrollo del hombre desde
la animalidad hasta la humanidad, el gran vislumbre dialéctico de Goethe
y de Hegel, que había desempeñado un papel decisivo en los comienzos
de la filosofía de la naturaleza, en la "Odisea del Espíritu” . Así como el
mundo todo nace, según él *—en una concepción místico-grotesca— de la
"ruptura” con Dios, vemos que, ahora, según Schelling, "los más remotos
y oscuros confines de la historia conocida revelan ya una cultura que ha
descendido de su altura anterior, los restos ya desfigurados de una cien
cia pasada, símbolos cuyo sentido parece perdido de largo tiempo atrás” .01
Y ?1 mito de la edad de oro se exhibe como una prueba de esta línea
descendente, antievolucionista, de la historia de la humanidad.
Veamos, pues, en qué problemas filosóficos tan decisivos rompe Schel
ling con el período de su juventud y cuán enérgicamente lo que al prin
cipio sólo era, en cierto modo, el irracionalismo puramente metodológico
de la intuición intelectual va convirtiéndose en la concepción intrínseca
del universo de la mística irracionalista. Y este cambio de rumbo se ma
nifiesta también en el hecho de que, mientras que en el período de Jena
y el anterior a él, la filosofía de la naturaleza ocupaba el lugar central
del pensamiento de Schelling y todos los demás campos de la filosofía,
con excepción de la estética, se trataban — por así decirlo— como com
plementos sistemáticos; el estudio de los problemas de la naturaleza que-
dgi totalmente relegado ahora a último plano, reduciéndose también los
problemas estéticos á un .lugar puramente episódico y convirtiéndose
la interpretación irracionalista del mito y la religión en centro de todo el
pensamiento schellingiano.
Habrán- de pasar, sin embargo, casi treinta años antes de que Schelling
presente, por lo menos en. sus cursos universitarios, toda su nueva filoso
fía, ;-la filosofía positiva, como la filosofía oficial de la reacción prusiana
romantizante agrupada en torno, a la figura de Federico Guillermo IV, an
tes de que se considere a este filósofo como el San Jorge llamado a abatir
al dragón de la filosofía hegeliana, principalmente la de su ala izquierda
radical.
Y si nos detenemos a recapitular, por lo menos en sus rasgos funda
mentales, esta etapa de treinta años, en una breve consideración intermedia,
no lo hacemos tanto porque nos interesen las fases de la trayectoria inte
rior seguida por la misma filosofía schellingiana como con vistas al cam
bio operado en la situación objetiva de Alemania y al consiguiente cambio
operado en los frentes de lucha entre las diferentes tendencias filosóficas.
D e una parte, ya exponíamos hace poco cómo el cambio de rumbo deci
sivo en cuanto a la meta, el contenido y el método de la filosofía de
Schelling se operó ya en 1804, razón por la cual tanto los principios
fundamentales permanentes como los cambios socialmente condicionados
pueden comprenderse sin esfuerzo a base de la mudanza histórica de los
tiempos, sin necesidad de entrar a analizar las etapas intermedias. Y , de
otra parte, el Schelling de la época posterior, que había desaparecido total
mente durante décadas enteras, sin desempeñar apenas ningún papel en el
desarrollo de la filosofía alemana, debe el lugar central que llega a ocupar
en las luchas filosóficas — aunque sólo de un modo episódico y transito
rio, cierto es— precisamente al cambio producido en el desarrollo social
objetivo de Alemania.
La obra de Schelling que lleva por título Filosofía y religión vio la luz
antes de que Hegel terminase de escribir su Fenomenología d el espíritu.
Y no cabe duda de que los ataques que en este libro se dirigen a la
intuición intelectual se refieren también a esta nueva fase de ella, prin
cipalmente a la conexión de lo "simple” con el concepto de lo absoluto,
aunque fundamentalmente, claro está, a la concepción general de la
intuición intelectual y al método de la construcción basado en la analogía,
derivado de ella. Hegel se manifiesta con mucha fuerza, aquí, contra "la
monotonía y la generalidad abstracta” de lo absoluto, contra "el abismo
del vacío que — en Schelling— se ahre ante la indagación especulativa” ; es
ésta — dice— "la n o c h e .. . en q u e .. . todos los gatos son pardos” . Y
reprocha a Schelling, principalmente, el que, según su modo de concebir,
"el sentirse descontento en ella {e s decir, en esta monotonía de lo abso
luto, G. L .} revela la incapacidad para situarse en el punto de vista ab
soluto y mantenerse en él” .C5
Se ve claramente aquí que la lucha de Hegel contra Schelling era la
lucha entre el desarrollo de la dialéctica y la evasión de ella, la huida
hacia el irracionalismo. Hegel plantea este problema, además, bajo una
forma histórica. La Fenomenología del espíritu parte del hecho de que
el .»hundo ha entrado en un nuevo período. En mi libro sobre Hegel, he65
puesto de relieve que lo nuevo, para él, residía en la R evolución fran ce
sa y en los, cam bios producidos en Europa por las guerras napoleónicas, en
la liquid ación de las supervivencias feudales, sobre to d o en A lem an ia. Se
g ú n e l m odo de H eg el, este alg o nuevo se m an ifiesta necesariam ente, de
m om ento, en un p lan o abstracto. Y , vista la cosa así, " l a p rim era m an i
festación d el m undo nuevo es, al p rin cip io , la d e la totalid ad envuelta
e n su sencillez, o su fu nd am ento gen eral” . D e aquí q u e parezca, á l p rin
cip io , "co m o si fu era p atrim onio esotérico de unos cuantos individuos so
lam en te’’. S in em bargo, es incum bencia histórica d e la filosofía el lle g a r
a cono cer lo nuevo e n su p ro p ia m ovilidad, en su determ inabilidad b a jo
todos los aspectos, es decir, d e una m anera concretam ente d ialéctica:
"S ó lo lo p erfectam en te, determ inado es, al m ism o tiem po, esotérico, com
prensible y susceptible de lleg ar a ser aprendido y de conv ertirse en p atri
m o nio d e todos. L a fo rm a com prensible de la ciencia es el cam ino hacia
ella o frecid o a todos e igual p ara todos, y el lleg ar p o r m edio d el enten
d im iento al saber racional constituye el postulado ju sto de la conciencia
que se sitúa ante la ciencia.” et L a po lém ica de H e g el contra la teoría ,
aristocrática del conocim iento de Sch ellin g — íntim am ente vinculadas con
su cam bio de rum bo hacia el irracionalism o— es, p o r tanto, algo tan in
separable d el p roblem a del m étod o concreto y cie n tífico o del m étodo
abstracto e irracionalista com o de la antítesis entre la perspectiva histórico-
social de am bos pensadores en la g ran crisis social de su época, del pro
blema' de si, en esta crisis, se o rien tan hacia adelante, hacia la liqu id ación
d e la* supervivencias feud ales o , p o r e l contrario, h acia atrás, h a d a la
restauración.
H a b ía sonado,, pues, la h o ra d e la p rim era g ran b atalla en tre la d ialéc
tica idealista o b je tiv a y e l irracionalism o. Y e n e lla salió derrotada la fo r
m a sch ellin gian a d el irracionalism o, tan to l a prim era, dualista todav ía y
enlazad a co n e l m étodo d el d esarrollo histórico en la filo s o fía d e la na
turaleza, com o la & gu nd a, ya abiertam ente religiosa y m ística: la fo rm a
h egelian a de la dialéctica com ienza ah ora a ocupar su p o sición pred om i
nante. S ó lo d e un m o d o gradual, ciertam ente, y n o sin su frir m o d ifica
ciones harto esenciales. A q u ella enérgica perspectiva d e avance del jo v en
H eg el, q u e apuntaba hacia el fu tu ro y v e ía e n e l presen te e l alborear de
un nuevo períod o de la historia hum ana, cae tam bién e n crisis co n e l de
rrocam iento de N ap o leó n y co n la instauración de la Santa A lian za. L a
filo s o fía de la h istoria d el H e g el d el p erío d o p o sterio r es u n a filo s o fía
resignada, m ucho m ás propensa a las com ponendas, que lo h a b ía sido
la de la Fenomenología del espíritu.*1 E l presen te ya n o es considerado
com o un com ienzo, sino com o e l fin a l d e un gran períod o de d esarrollo;
68 Ibíd., pp. 11 s.
67 Cfr. acerca de esto, G. Lukács. Der junge Hegel, Berlín, 1954, pp. 520«.
LA FILOSOFÍA POSTERIOR . DE SCHELLING 133
®8 Rosenkranz, Hegels Leben, Berlín, 1844, pp. .214 s; Hegel, Op. cit,, t. VIII,
página. 21.
134 FUNDAMENTACIÓN DEL IRRACIONAUSMO
interior, que la sociedad francesa, hacia 1789, distaba mucho de vivir bajo
un auténtico feudalismo, y menos aún bajo un feudalismo idealizado a la
manera de Novalis. Y si lías supervivencias feudales imponen la necesidad
de la revolución, al mismo tiempo, su descomposición'" y el continuo des
arrollo de los elementos capitalistas hacen que sea objetivamente imposible
el retorno a lo viejo. Pese a los desesperados esfuerzos de la Santa Alian
za por restaurar o mantener en pie las condiciones políticas anteriores a
la revolución, el proceso del capitalismo en Europa, con todas sus conse
cuencias ideológicas y políticas, sigue su marcha rápida e incontenible, ca
yendo en contradicciones constantes y cada vez más agudas, aun durante el
régimen de la Restauración, con la política y la ideología oficiales de
éste. Balzac es, en Francia, el gran historiador de este proceso, en el que
el poder del dinero triunfa y se entroniza sobre todas las fachadas de la
nobleza y los individuos aislados que se empeñan en tomar personalmente
en serio la ideología de la Restauración se ven convertidos en tragicómi
cos "Caballeros de la Triste Figura” .
Pues bien, estas contradicciones determinan igualmente la filosofía de
la Restauración en Alemania, aunque en este país el proceso del capitalis
mo discurre más lentamente que en Francia, lo que hace qué en Alemania
puedan moverse más desembarazadamente y hacer más ruido figuras de
reacionaxios mezquinos y fanáticos o de aventureros venales e inconscientes
como Gorres o Adam Müller. Las típicas son, sin embargo, aquellas que
tratan de compaginar Ja ideología de la Restauración con las nuevas ten
dencias de la ciencia y la filosofía, esforzándose por cambiar el sentido de
éstas de tal modo, que en ellas encaje la concepción oficial del mundo,
la ideología reaccionario-clerical. Esta clase de tentativas hemos podido
observarlas ya en Schelling; pero, en este punto, la figura más importante
de la filosofía alemana de este período es Franz von Baader.
Lo que da relieve, sobre todo, a esta figura, desde nuestro punto de
vista, es el hecho de que desenmascare la dualidad del idealismo objetivo
en lo tocante a la religión, de que saque a luz por doquier las tendencias
de ateísmo latentes en esta filosofía; es decir, formas de denuncia como
las que hemos podido percibir ya en un Jacobi. Pero Jacobi no opone
al ateísmo filosófico ninguna religión concreta, sino solamente su saber
inmediato, vacuo y abstracto; y ello hace que — bajo las condiciones de
la Restauración— le sea tan fácil a Schelling rechazar sus ataques. Baader,
en cambio, ofrece siempre, como contrapartida, una religiosidad concre
ta; la esencia de su filosofía consiste, como ya hemos apuntado, en agru
par los resultados de la trayectoria que va desde Kant hasta Hegel de tal
modo que resulten eliminados sus elementos ateos y revolucionarios, ade
rezando así una filosofía aceptable por igual para las gentes cultas y los
reacionarios ortodoxos.
Franz von Baader acusa a Fichte, por ejemplo, de ateísmo, por procla
136 FUNDÁMENTACIÓN DEL »RACIONALISM O
E sta tend encia sólo a m edias se apoya e n la v ie ja teo lo g ía de los tiem pos
anteriores a la 'c ris is ideológica, q u e se arrogaba tam bién pretensiones se
m ejan tes: a m edias, es asim ism o u n a concesión h echá a l proceso in icial del
capitalism o, a los com ienzos del proceso de aburguesam iento del períod o
de la Restauración, aunque e n e lla se m antenga, p o r supuesto, la supre
m acía de los elem entos telógico-aristocráticos. D e aquí que B aader p ro
teste enérgicam ente contra la filo s o fía alem ana clásica, que, a su ju icio,
fundam enta todavía m ás a fo n d o que los franceses y los ingleses " la dua
lidad entre la relig ió n y la ciencia” y aspira a "in o cu la r ya a la querida
juventud eí error radical de que la religión es p o r esencia irracional y la
razón, e n cam bio, esencialm ente irrelig io sa” .72
L a agudización de la lucha de clases en A lem ania no. repercute sola
m en te, com o es natural; sobre el m ovim iento radical de desintegración,
sobre e l h egelianism o d e izquierda; sino tam bién sobre las tendencias f i
losóficas d e la reacción. C uando, e l v ie jo S ch ellin g , diez años después
d e m o rir H eg el, es llam ado p o r la reacción rom antizante a B e rlín , para
aju star cuentas a llí a las tendencias ideológicas precursoras de la revolución,
en tra en un m undo en el q u e e l rom anticism o pu ro es todavía, a conse
cuencia del d esarrollo del capitalism o, m u cho m ás absurdo que en tiem pos
d e la Santa A lianza. Y si en F ran cia fu e el g ran escrito r B a lz a c qu ien
m ás claro vio esto en tre todos sus contem poráneos, en la A lem an ia de
lo s años cuarenta esta m ism a claridad de visión la encontram os — aparte,
naturalm ente, d e M a rx y E ngels— en e l m ás gran d e p o eta de la época,
e n E n riqu e H ein e. E n su cuento d e invierno titulad o Alemania, relata una
conversación sostenida en sueños con e l em perador B arb arro ja, en la que
expresa Sus ideas certeras y cortantem ente irónicas sobre las aspiraciones
perseguidas p o r F ederico G u illerm o I V y los que le rodean. H e aquí lo que
dice en, su alocución a esta fig u ra ideal de la restauración rom ántica:
88 Ibíd., p. 6.
81 Ibíd., p. 7. Schelling maneja aquí, adelantándose a ellos, lo que habrá de
ser una idea favorita del existencialismo moderno de Heidegger y Jaspers, la idea
de la incognoscibilidad fundamental del hombre.
88 Ibíd., secc. II, t. I, p. 230. 83 Ibíd., p. 2J8. 84 Ibíd., p. 239.
LA FILOSOFÍA POSTERIOR DE SCHELLINC 145
verdadero ateísm o. Y este e xtrav ío im pide, incluso, lle g a r sim plem ente
a com prender aq u ella d ifere n cia" [e s decir, la q u e m ed ia en tre la filo
s o fía negativa y la positiva, G. L : ] . 91 Y , a l m ism o tiem po, S ch e llin g se
cuida d e señalar q u e las ideas d e H e g el, "d espués de h ab er perd id o ya
vigencia ¿ n las capas cultas altas [ e n la burocracia p ru sia n a ], h an des
cendido á las capas b a ja s y siguen m anteniéndose en e lla s ".92
E sta denuncia d e la dialéctica, en la fo rm a m ás alta que hasta entonces
había alcanzado, com o una filo s o fía atea, revolucionaría y plebeya, estaba
llam ada a ten er una im portancia especial p o r e l h ech o d e que arrancaba
precisam ente d e S ch ellin g , d el com pañero de la juventud d e H e g el y
enfundados d e la d ialéctica idealista o b je tiv a, cuya filo s o fía anterior ( l a
que é l llam a ahora filo s o fía n e g a tiv a ) h ab ía sido, según e l pro pio H e g el,
e l ‘pu nto de entronque histórico directo p ara la construcción d el m étodo
d ialéctico h egeliano. S ch ellin g en ten d ía q u e la dem ostración d e q u e la dia
léctica hegeliana n o era m ás q u e u n a fa lsa concepción de la filo s o fía
n egativa representaba un g o lp e d em oled or para los partidarios d e H e g el
y atraería a éstos — co n excepción de lo s hegelian os ya irrem ediablem ente
radicalizados, es decir, de los lib erales m ás o m enos decididos— al cam po
reaccionario de F ederico G u illerm o IV .
P ero la sign ificació n d e la po lém ica de S ch e llin g contra H e g el n o se
reduce' a esta explotación d e la autoridad ya h istórica d e su filo s o fía
ju v en il. E s cierto que su ataque p rin cip al va d irigido contra e l lado p ro
gresivo d e la dialéctica hegeliana. P ero , en e l cu rso 'd e la p olém ica m ism a
aflo ra n ciertos m otivos que p o n en tam bién de m an ifiesto , muy h áb il
m ente, lo s lados endebles de H e g el. Y a verem os cóm o esta polém ica es,
por su m étodo, una p olém ica dem agógica y, p o r la fin alid ad perseguida,
un oscurantism o. N o d eja de ser instructivo, sin em bargo, observar q u e en
ella Se apuntan, com o decim os, ciertas debilidades reales, y m uy esenciales
además, de la dialéctica idealista o b jetiva, cuyo descubrim iento filo só
ficam ente certero podría muy bien conducir a* un desarrollo m ás alto de la
dialéctica. Y , en este punto, se revela cóm o las fases de evolución del irra
cionalism o no brotan de las propias tendencias de su desarrollo, sino que
el contenido y el m étodo de toda m odalidad del irracionalism o vienen
determ inados más bien por la problem ática concreta d el progreso de l a :
vida social y, por tanto, de la ideología, en cada época. E n la década del
cuarenta, el problem a puesto a la orden del d ía era el del paso de la d ia
léctica idealista a la m aterialista. D e aquí que, en el p lan o m etod ológico,
ocupara la crítica del idealism o o b je tiv o desde el cam po de la derecha
el cen tro de las tendencias irracionalistas y, con ayuda de esta crítica, el
esfuerzo por desviar la trayectoria de estas consecuencias, para encauzarla
hacia la m ística irracionalista, Y ya hem os puesto de m an ifiesto cóm o
Ibid., sect. II, t. I, p. 587. '» Ibid., secc. II, t. Ill, p. 161 ».
LA FILOSOFÍA POSTERIOR DE SCHELLING 149
Para comprender claramente esto que decimos, basta con echar una
rápida mirada a la concreción de las concepciones de Schelling a que
acabamos de referirnos. Al tratar de determinar de un modo más concreto
la característica esencial del ser independiente del pensamiento y que
condiciona éste, pasa a hablar, de un modo natural, de la cosa en sí de
Kant. Su crítica de la filosofía kantiana y de su posición a medio camino
no es, naturalmente, tan de principio como la de Hegel, a pesar de sus
limitaciones idealistas. Schelling dice, a este propósito: "Pues esta cosa
en sí o es una cosa, es decir, un ser, en cuyo caso es también algo
necesariamente cognoscible y, por tanto, no en sí — en sentido kantiano— ,
ya que por el 'en sí’ entiende Kant precisamente lo que cae fuera de
todas las determinaciones del entendimiento; o bien esta cosa en sí es real
mente en sí, es decir, algo incognoscible, no representable, y entonces
no es una cosa." 95 *
Sin embargo, cuando va más allá en la concreción, en la aclaración de
sus propias concepciones, llega a aquella dualidad del agnosticismo idea
lista subjetivo en el mundo del fenómeno y el puro irracionalismo en él
mundo del "noúmeno” que constituye la esencia de la filosofía schopen-
haueriana. (Como el propio Schopenhauer se hallaba muy influido por
Schelling, en este problema, destacamos esta afinidad solamente como
característica de la tendencia irracionalista, no como conexión histórica
entré el Schelling de la última época y Schopenhauer, conexión que
apenas si llegó a existir.) Conclusión de Schelling: "Nosotros decimos:
existe, indudablemente, un algo primario, de por sí incognoscible, el ser
en sí. carente de medida y determinación, pero no existe una cosa en sí;
cuanto es objeto para nosotros es ya algo afectado en sí mismo por
lá objetividad, es decir, algo estatuido ya, en parte, como subjetivo.” 99
Ahora bien, este deslizarse hacia abajo, hacia un idealismo subjetivo y,
al mismo tiempo, hacia un irracionálismo que flota en el vacío, no es
más que la consecuencia necesaria del método de Schelling, y no el resul-
| tado de su propósito consciente. Por el contrario, Schelling no pretende,
7. como hemos visto, borrar las tendencias del método dialéctico, que por
aquel .entonces atravesaba por una crisis de crecimiento, mediante un
irracionalismo radical, sino mediante la "razón superior” de la llamada
filosofía positiva, mediante un resuelto viraje hacia la teología, filosófi-
' camente fundamentado, al parecer. Por tanto, al indagar el paso concreto
de la filosofía negativa a la positiva, se esfuma la prioridad del ser sobre el
pensamiento, que antes se formulara de un modo tan categórico; o, mejor
dicho, el ser que allí se proclamaba de un modo vago y abstracto se con
vierte de improviso, sip^ la menor fundamentación ni ^mediación, en el
Dios situado más allá de la razón y sobrepuesto a ésta. "E s cierto — dice
sin en trar a exam inar dem asiado d etalladam ente el lu gar que ocupan en el
sistem a de la filo s o fía schellingiana.
B astará con apuntar de nuevo, muy brevem ente, que S ch ellin g , en con
tra de to d o aqu ello que asegura, vuelve la espalda, e n todos los problem as
esenciales, a las tendencias progresivas de su juventud y hasta las vuelve
d el revés y, en cam bio, donde qu iera que antes h ab ía abrazado ya una
ten d en cia reaccionaria, se m antiene fie l a e lla y la desarrolla. T a l, sobre
to d o , co n respecto a su po sició n aristocrática ante la te o ría del con o ci
m ien to . A ntes, el fu nd am ento aparente sobre que descansaba este aristo-
cratism o era la genialid ad del artista; ahora, pasa a ser la R evelación cris
tian a el "o rg a n o n ” de la selección de los elegidos, con lo que esta teo ría
retorna abiertam ente al m undo mágico que, históricam ente, había sido
su pu nto de partida. L a R evelación, dice S ch ellin g , "n o es ni una relación
originaria, ni una relación general, extensiva a todos los hom bres, ni es
tampoco una relación permanente y eterna".™*
Y aún apunta más llam ativam en te hacia el irracionalism o p o sterior la
con cep ción del tiem po sostenida p o r S ch e llin g . Y a hem os tratado de la ten
d en cia reaccionaria g en eral d e su teo ría de la h istoria y nos hem os re fe
rido, sobre todo, al abandono to tal de la idea d el d esarrollo m antenida
p o r él en su juventud. Para d ar a este v ira je una base en la te o ría del
conocim iento, n ieg a la o b jetiv id ad del tiem po, su b jetiv án d olo totalm ente
e id e n tificán d o lo con la vivencia del tiem po. Y , en este pu nto, se hace de
nuevo necesario d e ja r sentado que en tre los m om entos progresivos m ás im
portantes de la trayectoria que va de K a n t a H e g e l (in clu y en d o en ella,
por lo m enos en parte, la filo s o fía del jo v en S c h e llin g ) fig ü ra el haber
desentrañado la o b jetiv id ad del espacio y el tiem po, aunque claro está que
d en tro de los lím ites en que p o d ía hacerlo el idealism o.
A h o ra bien, cuando S ch ellin g , en sus obras posteriores, vuelve a sub-
je tiv ar el tiem po, conv iene destacar en ello dos cosas. E n p rim er lugar,
que esta subjetividad del tiem po no es, en m odo alguno, el sim ple re
to rn o al apriori de K a n t, sin o que representa, en cuanto a su tendencia
fu nd am ental — S ch e llin g elabora este p roblem a m ucho m enos que Scho-
penhauer, antes de él, y después de él K ierkegaard — , la desaparición
de to d a objetivid ad del tiem po en su vivencia su bjetiva. Y , en segundo
lugar, que S ch ellin g , p o r op osición a Schopenhauer, su b jetiv a p o r igual
el tiem p o y el espacio, con lo que salta hacia atrás de K a n t a B erkeley,
tratando de asegurar al tiem po un lugar p rivilegiad o en el sistem a del
cono cim iento filo só fico .
Y esta tend encia debe subrayarse de un m odo especial, porqu e co n ello
vuelve a aparecer S ch e llin g com o precursor del irracion al,sm o posterior.
E n e fecto , fo rm a parte de la esencia del irracionalism o el que la intuición,
IV
Schopenhauer
109 Engels, Der deutsche Bauemkrieg, Berlín, 1951, pp. 21 s. La alusión con
tenida en el texto se refiere a la obra de Engels, Zur Wohnungsfrage, Berlín,
1948, p. 45. Las razones sociales dé la influencia que Schopenhauer llegó a ad
quirir han sido certeramente estudiadas y expuestas por Franz Mehring, Werke,-
Berlín, 1929, t. VI, pp. 163 s.
110 Cfr. G. Lukács. Ski'zze e'tner Geschichte der neueren deutschen Uteratur.
Áufbau-Verlag. Berlín, 1953.
SCHOPENHAUER 161
león I I I n o llegó a ser, ni m ucho m enos, tan incond icional com ó la de los
alem anes ante los H ó h en zo llem y revela casos m ucho m ás im portantes
d e una oposición, p o r lo m enos, id e o ló g ica .) L a instauración de la un i
dad nacional italiana, tam bién “ desde arriba” (ten ien d o en cuenta, asi
m ism o, las m ú ltiples d ife re n c ia s), las fo rm as del aburguesam iento que
se dan e n la m onarquía austro-húngara y hasta el "p erío d o Victoriano” en
Inglaterra, com o consecuencia de la d errota del cartism o: todo ello indica
que la trayectoria seguida p o r A lem ania después de 1 8 4 8 , pese a sus
características nacionales esp ecíficas, no era sin o una m an ifestació n extre
m a d entro del cuadro general d e la trayectoria d e la sociedad burguesa
europea, en aquel tiem po. Y el p ro p io E ngels llam a la atención acerca
de estos rasgos com unes, al analizar la p o sición de la burguesía ante el
problem a del poder que se le planteaba al Estado ante la am enaza de
la clase o brera.111
Y esto sienta la base social necesaria para la in flu en cia internacional
de la filo s o fía de Schopenhauer: la base social para un irracionalism o
erigid o sobre e l ser social de la burguesía. L a filo s o fía alem ana asume,
en esta segunda gran crisis d e la sociedad burguesa, la dirección in te r
nacional, com o lo había hecho ya en la prim era crisis, con m otivo de la
R evolución francesa y a raíz de ella. P ero, con una d iferen cia muy im por
tante. E n la prim era crisis, la filo s o fía alem ana, p rincipalm ente p o r boca
d e H eg el, había form u lad o lo s pro blem as dialécticos de la época que
m arcaban e l cam inó hacia adelante. P arte in tegrán te de e llo era tam bién,
naturalm ente, com o hem os visto, la congruente reacción irracioñalista
de Sch éllin g, B aader y los rom ánticos. Y tam bién en este punto podem os
decir que la filo s o fía alem ana de aquel entohces llevaba, asim ism o, la voz
cantante en el terreno reaccionario, al plasm ar especulativam ente deter
m inados elem entos fundam entales del irracionalism o posterior, m ientras
que la m ayoría d e los ideólogos fran ceses e ingleses d e la contrarrevolu
ció n , d esde B u rk e hasta B o n ald y d e M aistre, seguían expresando, sus
tancialm ente, e n las fo rm as especulativas tradicionales e l contenid o leg i-
tim ista-reaccionario. (S in p erd er d e vista, ciertam ente, q u e tam bién a llí
h ab ía algú n q u e otro precursor del irracionalism o,, p o r e jem p lo , e n F ran
cia, un M a in e de B ira n y en In g laterra u n C o le rid g e .) S in em bargo, l a
filo s o fía alem ana d e esta época d ebió sq in flu en cia verdaderam ente in ter
nacional a sus tendencias dialécticas progresivas, a la teo ría del d esarrollo;
y no andaba descam inado C uvier cuando reprochaba a sus adversarios
evolucionistas la tend encia a introd u cir en la ciencia las corrientes “m ís
ticas” de la filo s o fía alem ana dé la naturaleza.
L a segunda crisis, la que surge en to m o al año 4 8 y después d e é l,
tien e yá u n carácter esencialm ente d istinto . C ierto q u e es precisam ente
entonces cuando alcanza su pu nto culm inante e l pensam iento alem án, con
el m aterialism o dialéctico e histórico de M arx y E ngels. P ero , con ello, el
pensam iento abandona ya el terreno burgués; se cierra así, al m ism o tiem
po, definitivam ente, la época progresiva del pensam iento de la burguesía,
e l p lanteam iento y la elaboración de los problem as del m aterialism o
m ecanicista y de la dialéctica idealista. E l fo rceje o de la filo s o fía burguesa
co n e l nuevo pensam iento llam ado a ser su enterrador, sus esfuerzos por
crear tipos de irracionalism o aún m ás reaccionarios sobre estas nuevas
báses d e existencia, en la nueva situación ideológica, corresponden ya
a un p erío d o posterior. E s verdad que la filo s o fía de la ú ltim a época
d e S ch e llin g y, m ás aún, com o verem os, la d e K ierkegaard , guardan una
ín tim a relación co n la d esintegración d el h egelian ism o ; sin em bargo, la
in flu en cia internacional d e este ú ltim o fen ó m en o cae ya tam bién dentro
d el períod o del im perialism o. E s , a l igual q u e la in flu en cia internacio
nal de Schopenhauer y N ietzsche, u n a especie d e anticip o d e las tendencias
decádentistas q u e m ás tardo habrán d e generalizarse. Y digam os ya desde
ahora, aunque sea ad elantam os a lo q u e m ás adelante se expondrá, que
co n N ietzsch e com ienza la verdadera lucha d efensiva del irracionalism o
burgués contra las ideas socialistas.
Schopenhauer escribió sus obras m ás im portantes cuando aún estaba
en su apogeo la filo s o fía hegeliaha. L o q u e Schopenhauer representa e n la
historia d el irracionalism o se adelanta a los acontecim ientos, p o r cuanto
q u e e n su obra se expresan aquellas tendencias que, com o consecuencia
d e la situación h istó rico -so d al q u e acabam os d e esbozar, sólo habrán de
im ponerse de u n m odo g en eral después d e la derrota d e la revolución
de 1 8 4 8 . E n consecuencia co n Schopenhauer com ienza la filo s o fía alem ana
a desem peñar su funesto papel de g u ia id eológico de la más extrem a
reacción.
C onio es natural, esta capacidad de anticiparse a su tiem po revela cierto
rango en el plano del pensam iento. Y no puede dudarse q u e tanto Scho
penhauer com o K ierkegaard y N ietzsch e poseen considerables dotes filo
sóficas : una alta capacidad de abstracción, y no én u n sentido puram ente
form alista, sino com o la capacidad para reducir a conceptos lo s fenóm enos
de la vida, para tend er un puente especulativo entre la vid a directa y el
pensam iento m ás abstracto, para dar relieve filo só fico a los fenóm enos
del ser« q ue en su tiem po no existían m ás que com o gérm enes, com o
tendencias que apenas apuntaban y que sólo décadas m ás tard e habrían
de convertirse en síntom as generales de un period o. E s verdad — y ello
distingue a los Schopenhauer, K ierk eg aard y N ietzsche d e los filó so fo s
realm ente grandes— que aquella corriente de la vida de que se nutrían
sus especulaciones y a cuya fu tura fu erza arrollad ora se ad elan taban 'co n su
pensam iento, era el ascenso de la reacción burguesa. P ero n o cabe duda
d e que d ieron pruebas de una notable sagacidad, de una gran viveza de
SCHOPENHAUER 16*
112 Schopenhauer, Sümtliche W erke, ed. Reclam, Leipzig, t. IV, pp. 173 s.
' SCHOPENHAUER 165
11* Ihid., t. V I, p.
114 Thomas Mann, Aátl dts Geistes, Estocóla», 1945, pp. 379 s.
118 IbUt., p. 463.
1 66 FUNDAMENTACIÓN DEL IRRACIONALISIMO
118 M a rx, El Capital, trad, esp añola de W . R oces, ed. Fon do de C u ltu ra E co
nóm ica, M é x ic o , 1 9 3 8 , t. I, p. X I X .
SCHOPENHAUER 1Ó7
L a o tra parte integrante del pesim ism o, cuyas raíces personales de clase
hem os puesto de relieve ya, es e l egoísm o individualista-burgués. E s algo
evidente y generalm ente sabidtí que no ppede e xistir una id eo lo g ía bur
guesa en la que este egoísm o no desem peñe im portante papel. S in em bar
go, m ientras la burguesía sigue luchando, com o d a s e revolucionaria, contra
e l feud alism o y la m o narqu ía absoluta, este egoísm o m uestra siem pre
una estrecha, aunque problem ática, vinculación co n las m etas progresivas
de renovación de la sociedad abrazadas p o r la clase burguesa. A n te todos’
los ideólogos burgueses se plantea el p roblem a de saber cóm o puede
com paginarse con la sociabilidad, con el progreso de toda la sociedad,
este egoísm o, que ellos conciben sen cillam ente com o una cualidad antro
po lógica del hom bre, incapaces com o son de penetrar en el carácter h is
tórico tran sitorio de la sociedad burguesa. N o podem os detenernos a
exam inar aquí, ni siquiera a esbozarlas, las diversas concepciones con que
e n este punto nos encontram os, desde la crítica irónica de la sociedad
p o r un M an d ev ille hasta el dualism o de la econom ía y la ética en A d am
Sm ith, hasta el "e g o ísm o ra c io n a r’ de los pensadores de la Ilu stración,
hasta la "so ciabilid ad in so cial" de K a n t o la "astu cia de la razón” de
H egel. Creem os que bastá con llam ar la atención hacia este entronque
general.
E s cierto que, en In glaterra, com ienza a operarse un cierto v iraje, a
p artir d e la llam ad a "g lo rio sa revolu ción” d e 1 6 8 8 : los teóricos de esta
ép oca com ienzan ya a desarrollar u n a ética para e l burgués victorioso,
p ata el sefio t de la sociedad burguesa; com ienzan a g lo rific a r las form as
burguesas d e vid a desde el punto d e vista de su estabilización. Y , com o
esto, dado el carácter d e la "g lo rio sa revolución” , n o pasa d e ser una
transación con las supervivencias feud ales, se produce u n d ebilitam iento
del im pulso revolucionario de otros días, de la im placable crítica ante
rio r de la sociedad, en la m ed id a en que la tó n ica v a desplazándose de la
sociabilidad de la conducta hacia la satisfacción de las propias necesi
dades, hacia la autarquía del individuo burgués cóm o particular.
Y nada tien e d e extrañ o que Schopenhauer encontrara aquí ciertos
puntos de contacto. V a le la pena h acer n otar desde e l p u nto d e vista
de la h isto ria de la filo s o fía y es una prueba d el carácter esencial
puram ente burgués d e su filo s o fía e l h ech o d e que, p o r oposición a los
rom ánticos del períod o de la R estauración, que se situaban todos sin
excepción en un p lan o de lucha ta ja n te contra la Ilu stración en su con
junto, Schopenhauer sim patice, en gen eral, con los pensadores d e este
período. A p arentem ente, se trata de una lín ea p aralela a la d el clasicism o
alem án, que o frece e n G o eth e y en H e g el una continuación, u n desarroUp
dialéctico de las tendencias de la Ilu stración. P ero sólo en apariencia. £ a
realidad es que Schopenhauer no se propone desarrollar la s tendencias
progresivas de la Ilu stración, es decir, continuar, b a jo las nuevas cond i
SCHOPENHAUER 171
ciones del períod o p o srrev o lu cio n ario ,. la lucha de aquella corriente del
pensam iento p o r la liquid ación de las supervivencias feud ales, sino que
trata, sim plem ente, de encontrar en los pensadores d§ la Ilu stración un
punto de apoyo para su fo rm u lación filo só fic a extrem adam ente radical
de la autarquía del individuo burgués. A sí pues, cuando m uestra ciertos
puntos aparentes d e contacto con determ inadas tendencias de la Ilu stración
y destaca y elo gia a algunos de sus representantes, oponiénd olos a los
pensadores del rom anticism o, lo que hace en realidad es tergiversar en un
sentido reaccionario las tendencias de la Ilu stración, al igual que las ten
dencias de la filo s o fía inglesa del siglo xv m , a que nos referíam os.
Es la m ism a tergiversación con que nos encontrarem os m ás tarde en N ietz-
sche b a jo la fo rm a d e cierta sim patía con los m oralistas franceses com o
L a R ochefo ucau ld e incluso V o lta ire y en la que se expresa, asim ism o,
aunque e n un p lan o reaccionario ya m ás desarrollado, el falseam iento
de las verdaderas tendencias de estos pensadores de la Ilustración.
E s cierto — y tam bién en e llo se revela la apologética indirecta de
Schopenhauer— q u e éste presenta el egoísm o burgués h abitu al com o un
fen óm en o m oralm ente negativo, aunque no com o socialm ente negativo,
es decir, n o com o u n a cualidad y una tendencia que d eban m o d ificarse en el
terren o d e la m o ral so cial; el egoísm o burgués habitu al es, en Schopen
hauer, u n a cualidad inm utable, cósm ica, " d e l” hom bre en g e n eral; más
aún, la cualidad cósm ica in m u ta b le de toda existencia. Schopenhauer
deriva de su teo ría del conocim iento y de su concepción del m undo, de
cuyos fundam entos pasarem os a ocuparnos en seguida, en el p lan o de los
p rincipios, la necesidad cósm ica de un egoísm o im placable de tip o capi
talista. H e aquí su razonam iento:
" D e aquí que cada cual lo quiera todo para sí, quiera poseerlo todo,
o por lo m enos dom inarlo todo, deseando destruir cuanto a e llo se op on
ga. Y a ello hay que añadir, en el ser de conocim iento, que el individuo
es el portad or del sujeto, cognoscitivo, y éste el portad or del universo; es
decir, que toda la naturaleza, fuera de él, y, por tanto, los dem ás individuos,
sólo existen en su representación, es decir, sólo cobran conciencia de un
m odo m ediato y com o algo dependiente de su propia esencia y existencia,
puesto que, con su conciencia, desaparece tam bién, necesariam ente, para
él, el m undo, o, lo que es lo m ism o, el ser o el no ser de éste son, para él,
sinónim os e in d ife re n cia b les. . . Y la m ism a naturaleza siem pre y donde
quiera verdadera le infun de, ya de un m odo origin ario e independiente
de toda reflex ió n , este conocim iento, com o algo sim ple e inm ediatam ente
cierto. A h ora bien, partiend o de aquellos dos criterios necesarios, se
exp lica que todo individuo, aunque desaparezca totalm ente dentro del
m undo in fin ito y se em pequeñezca hasta la nada, se considere, sin em bar
go, cóm o centro del universo, anteponga su propia existen cia y su b ie n
estar al de todos los demás y hasta, del m odo más natural del m undo, esté
172 FUNDAMENTACIÓN DEL »RACIONALISM O
dispuesto a sacrificar a ello todo lo dem ás, a destruir el universo sim ple
m ente para alargar u n poco la vida de su propio yo, de esta g o ta perdida
en el océano. Este m odo de pensar y d e sen tir es e l egoísmo, esencial e
inherente a todas las cosas de la naturaleza.” 117
L a m oral schopenhaueriana es, en apariencia, la elevación sobre este
egoísm o, su negación. P ero la repulsa del egoísm o burgués usual, cós
m icam ente in flad o , se opera tam bién, en él, en el individuo m entalm ente
aislado de la sociedad y entraña, incluso, una exaltación de este aisla
m iento. D esd e el goce estético hasta la estética de la santidad, vem os cóm o
en la aparente superación schopenhaueriana del egoísm o se g lo rific a m ás
y m ás la pura autarquía del individuo com o la‘ ú n ica actitud m oral arque-
tipica. C ierto es que este egoísm o "su b lim e” trata de hacerse pasar p o r
el reverso tajan te d el egoísm o usual, p o r la repulsa de las apariencias, del
"v e lo de M aya” (e s decir, de la vida so cial) en que se h alla envuelto
el egoísm o usual, com o la com pasión con toda criatura, gracias a la co n
ciencia de que la individuación e s una apariencia nada m ás y de que detrás
de esta apariencia se esconde la unidad de cuanto existe.
E sta contraposición schopenhaueriana entre dos tipos de egoísm o f i
gura entre los rasgos m ás refinad os de su apologética indirecta. E n . p rim er
lugar, el filó s o fo rodea esta actitud de la aureola del aristocratism o dé los
iniciados fre n te a la ceguera de la p lebe, que la llev a a entregarse al m undo
dé las apariencias. Y , en segundo lugar, esta elevación p o r encim a del
eg o ísm o usual no o b lig a a nada, precisam ente en virtu d d e su "su b lim e ”
generalidad cósm ico-m ística: d ifam a las obligaciones sociales y coloca
en su lu gar las sim ples efu sion es sentim entales, que, lleg ad o e l caso,
son perfectam ente com patibles con lo s m ás grandes crím enes contra la
sociedad. E n la m a g n ífica p e lícu la soviética Cbapaiev, la fig u ra del ge-:
neral contrarrevolucionario, hom bre zoológicam ente cruel, m im a y acaricia
a u n canario, al que se considera cósm icam ente un id o — a l m odo autén
ticam ente schopenhaueriano— , y se sienta a l p ian o, e n sus horas de ocio,
a to car sonatas d e B eethoven, cu m pliend o p o r tan to con todos lo s "su b li
m es” postulados d e la m o ral d e Schopenhauer. Y e l pro pio filó s o fo , com o
hem os visto, era en lo personal u n eje m p lo e lo q ien te d e esta m o ral pre
dicada p o r él.
E s verdad q u e Schop enhauer se p o n e d e antem ano a salvo de todo
reproche q u e en este sentido p u diera hacérsele. E s tam bién u n renovador
muy m oderno de la ética en cu anto q u e declara n o considerarse obligad o
e n lo m ás m ín im o a ajustarse a la m o ral preconizada y fundam entada
p o r su filo s o fía . " E n gen eral, resulta u n a extraña e xig en cia p ed ir a A n
m oralista que só lo aconseje las virtudes acreditadas p o r é l m ism o. 118
C o n e llo , s e g arantiza a l intelectual d e la burgu esía decadente e l m ás alto
119 lbid., t. Y , pp. 2 66 s. Cfr., tam bién el p asaje en qu e hab la de los "ob rero s
fab riles corrom pidos” y de los neohegeliano s, t. I I , pp. 5 4 4 ss.
129 lbid., t. I , p . 4 2 2 ,
SCHOPENHAUER 175
12
178 FUNDAMENTACIÓN DEL »RACIONALISM O
filo s o fía hacia e l idealism o.” 128 D esd e este p u nto de vista decisivo, toda
la filo s o fía clásica alem ana representa u n gran paso de retroceso, con
respecto a K a n t. Y a el m ism o F ich te procura, p ara em plear e l térm ino
d e L en in , "lim p ia r” la filo s o fía kantiana d e sus vacilaciones m aterialistas,
creand o u n idealism o puram ente su bjetivo. E n esta m ism a dirección se
m ueve p o r entero la te o ría d el conocim iento de Schopenhauer. T am b ié n
e lla vuelve a encauzar, com o verem os en seguida, las vacilaciones kantia
nas, h acia el idealism o su b jetiv o consecuente d e B erkeley.
P ero la p o sición de K a n t no es vacilante y tran sitoria solam ente en
cu anto a este problem a, sen cillam ente decisivo para la filo s o fía ; lo es tam
b ién en lo tocante a l p ro blem a de la d ialéctica. L as contradicciones que se
m an ifestaron al fin a l d el sig lo x v m e n e l cam po del pensam iento m ecani-
d sta-m etafísico (b asta pensar en D id e ro t, Rousseau, H erd er, e tc .) alcan
zan su pu nto cu lm inante e n K a n t. E n toda la o b ra d e su vid a encon
tram os com o tendencia — no llevada nunca hasta e l fin a l, no desarrollada
consecuentem ente— el p rin cip io d e la contrad icción com o pu nto d e p ar
tid a y com o base de la ló g ica y la teo ría d el conocim iento. E s cierto que
todos estos conatos term inan, p ara é l, en la restauración d el pensam iento
m etafísico , en u n agnosticism o filo só fic o . S in em bargo, a la luz d el e je m
p lo d el jo v e n S ch ellin g , hem os p odid o v e r cuán im portantes fu ero n tam
bién, com o puntos de partid a, estos conatos inconsecuentes p ara el des
arro llo de la dialéctica e n A lem ania.
Conocem os ya cu ál era la actitud d e Schopenhauer an te e l m aterialis
m o. A q u í, sólo nos interesa p o n er d e m an ifiesto q u e la actitud d e Scho
penhauer al "lim p ia r” a K a n t d e sus vacilaciones m aterialistas y a l llev ar
de nuevo la te o ría k an tian a d el con o cim ien to hacia lo s carriles de B e r
keley, no envuelve solam ente la fu nd am entación de un idealism o su b jetiv o
consecuente, sin o q u e entraña, adem ás, la tend encia a am putar d é la filo
s o fía kan tian a todos lo s elem entos d ialécticos, p ara p o n er en su lu g ar un
írtacion alism o basad o e n la intu ición, una m ística irracionalista. A s í pues,
Aunque exista una to tal congruencia en tre las tend encias d e Schopenhauer
y d e F ich te desde e l p u n to d e vista d el pro blem a decisivo d e la teo ría
d el ¡conocimiento, d el d ivorcio entire e l id ealism o y e l m aterialism o, m edia
tam bién en tre e llas u n a contraposición no m enos gran d e e n lo tocante
a l p ro blem a d e la d ialéctica. E n este respecto, n o cab e duda d e q u e la
concepción idealista su b jetiv a d e F ich te acerca de la relación en tre e l Y o
y e l Ñ o -Y o es u n in ten to encam inado a d esarrollar m ás consecuentem ente
las tendencias dialécticas d e K a n t. D e aq u í el im p ortante p ap el q u e F ich te
desem peña en e l nacim iento d e la d ialéctica idealista o b je tiv a d el jo v en
S ch e llin g ; y d e aq u í tam bién la actitud d e brusca repulsa d e Schoften-
hauer ante las tendencias dialécticas d e toda la filo s o fía alem ana clásica*
aunque su sistem a presen te ciertos puntos de contacto con las tendencias
irracionalistas latentes siem pre en S ch e llin g y aunque tom e de éste — sin
confesarlo, naturalm ente— n o pocas, en relación con eso.
E n su crítica de la filo s o fía kantiana, entra Schopenhauer con gran
decisión en el p roblem a central del idealism o subjetivo consecuente. R e
procha a K an t, sobre todo, el que " n o derive la existencia puram ente
relativa del fenóm eno de la verdad innegable, tan sim ple y tan evidente,
de que 'no hay objeto sin sujeto’, para de este m odo presentar ya en su
raíz el o b je to , puesto que éste no puede e xistir nunca, en absoluto, m ás
que en relación con el sujeto, com o dependiente de él, condicionado p o r
él y, por tanto, com o sim ple fenóm eno incapaz de poseer una existencia
propia, sustantiva e incond icion al” .121’ Es el m ism o pensam iento que
form ula, con m ayor rotundidad todavía, si cabe, en su obra prim eriza,
Sobre la cuádruple raíz del principio de la razón suficiente, en los
siguientes térm inos: "A s í com o con el sujeto se predica tam bién inm e
diatam ente el o b je to (p u esto que ni la m ism a palabra ten d ría sentido1
de otro m o d o ), y del m ism o m odo con el o b je to el sujeto, razón por la
cual el ser sujeto equivale exactam ente a tener un o b je to , y el ser o b je to
a ser reconocido p o r un sujeto, así al predicar un o b je to determinado del
modo que sea, se predica tam bién inm ediatam ente el Sujeto como cognos-
dente exactamente del mismo modo. E n este sentido, tanto da que yo
diga que los o b jeto s encierran tales o cuales determ inaciones peculiares
e inherentes a ellos com o que afirm e que el su jeto conoce de tales o
cuales m odos; lo m ism o da decir que los o b jeto s se dividen en ta
les o cuales clases com o afirm ar que al su jeto le son inherentes estas o las
otras capacidades distintas del cono cim iento .” 130
C om o vem os, Schopenhauer, en este respecto, retorna resueltam ente
a las posiciones de B erkeley y d efiend e a éste en contra de K a n t. É l
m ism o lo dice, con palabras inequív ocas: "A q u e lla im portante tesis había
sido convertida ya en piedra angular de su filo so fía p o r B erkeley, a cuyos
m éritos no hace ju sticia K a n t, conquistándose con ello un nom bre in
m ortal, aunque él m ism o no acertara a sacar las consecuencias adecuadas
de su tesis, bien porqu e no las com prendiera o porque no prestara la
su ficiente atención en ellas.” 131
H e aquí p o r qué Schopenhauer rechaza la segunda edición reelabora
da de la Critica de la razón pura com o una falsificació n de las verdaderas
tendencias de K a n t, ateniéndose siem pre, en su interpretación, a la p ri
m era. E sta n ítid a contraposición schopenhaueriana entre la prim era y la
segunda edición de la obra fu ndam ental de K a n t lle g ó a desem peñar im - 139
«« Ibíd., p. 214.
184 FUNDAMENTACIÓN DEL IRRACIONALISMO
con o cim ien to : "P e ro con ello n o averiguam os n i lo más m ín im o acerca
de la esencia in terio r de cualesquiera fenóm enos. Esta esencia se llama
fuerza natural y cae fu era del cam po d e t la explicación etiológica, que la
constancia inm utable de la m an ifestació n de esa fuerza cuando se dan
fas condiciones necesarias para eso y d e e lla conocidas, llam a ley natu
ral. E sta ley natural, estas cond iciones y la m anifestación de esta fuerza
en determ inados lugares y en determ inados tiem pos, es todo lo que la
etio lo g ía sabe y puede saber. L a fuerza m ism a que se m anifiesta, la esen
cia in terio r de los fenóm enos que se producen co n arreglo a aquellas
leyes, es y seguirá siendo eternam ente u n m isterio, alg o extraño y desco
n o cid o , tanto en el fenóm eno m ás sim ple com o en e l más c o m p le jo .. .
P o r donde aun la -más p erfecta explicación etio ló gica de la naturaleza
en su co n ju n to no pasaría de ser, en rigor, u n catálogo de las fuerzas
inexplicables y una indicación segura de las reglas con form e a las cuales
se presentan las m anifestaciones d e esas fuerzas en el tiem po y en el
espacio, se suceden y sustituyen las unas a las otras, pero sin que pueda
nunca explicarnos m ás allá de su m anifestación y d el orden en que p ro
cede, la esencia in terio r de las fuerzas que se m an ifiestan , ya que la ley
p o r la que se rige no apunta nunca en esta d irección.’' 1ST
Podem os ver claram ente aquí tanto el carácter puram ente burgués d e la
teo ría schopenhaueriana del conocim iento com o la energía con q u e se ade
lan ta a la trayectoria posterior de la filo s o fía irracionalista. L a m arcada
afin id ad de Schopenhauer con los filó so fo s ingleses del sig lo X vm , con
un B erk eley y un H um e, descansa, sobre todo, en el h e ch o d e que éstos
trataban de dar satisfacción a las necesidades ideológicas d e una burgue
sía que ten ia ya en sus m anos el p oder económ ico, p ó r virtud d e una
transacción co n la ‘cla se terraten ien te y con la$ concepciones religiosas de
los poderes del pasado, y de buscar, p o r esta razón, una te o ría d el cono
cim iento que, de una parte, no entorpeciera el lib re desarrollo de las cien
cias naturales, indispensable para la producción capitalista (co m o solían
hacerlo, por ejem p lo, las concepciones religiosas de la filo s o fía feud al o
sem ifeudal que afectaban a la ciencia m ism a ), pero q u e , de o tra parte,
rechazara todas aquellas consecuencias ideológicas del desarrollo de las
ciencias que pudieran prestarse a im ped ir la transacción de la burguesía,
inclinada en su m ayoría a la reacción, con las potencias dom inantes del
"an tig u o régim en” .
E l carácter puram ente burgués d e esta actitud lo revela el que el ar
gum ento decisivo para m antener alejadas tales consecuencias ideológicas
sea tam bién u n argum ento indirecto. N o se las rechaza, en efecto, p o r
que sean incom patibles con los dogm as de la relig ió n cristiana (co m o
lo hacia la filo s o fía feud al o s e m ife u d a l), sino p o r razón d e su "acien -
138 Ibid., t.I II , p. 67. 189 Ibid., t. i, p. 151. 140 Ibid., p. 157.
186 FUNDAMENTACIÓN DEL «RACIONALISMO
sirve de base. Schopenhauer extiende asi esta analogía, esta proyección
de la voluntad hum ana sobre todo e l cosm os: " D e b e tenerse e n cuenta,
sin em bargo, q u e aquí sólo em pleam os, ciertam ente, u n a denommatio a
potiori,que precisam ente p o r e llo da a l concepto d e voluntad una exten*
sión m ayor de la que hasta ahora ten ía. E l conocim iento d e lo idéntico
en fenóm enos distintos y d e lo d istin to en lo sem ejan te constituye cabal*
m ente, com o con tanta frecu encia hace notar P lató n , la cond ición de la
filo so fía . A h ora bien , hasta ahora no se h ab ía reconocido la identidad
de la esencia d e toda fu erza pu gnante y activa de la naturaleza con la
voluntad, lo que h acía que no se viera en los m ú ltiples fenóm enos lo que
realm ente son, d iferentes especies del m ism o género, sin o fenóm enos
heterogéneos, razón p o r la cu al n o se acertaba a encontrar tam poco la
palabra adecuada p ara designar este género. H e aquí p o r qué yo designo
e l género con el nom bre de la esp ecie m ás im portante d e todas y cuyo
conocim iento inm ediato y m ás asequ ible n os llev a al conocim iento m e
d iato de todas las d e m á s ." 141
Y este conocim iento analógico se obtiene, a su vez, evidentem ente, p o r
la vía intuitiva, a base de un saber in m ed iato : "A h o ra bien , él térm ino
voluntad, que pretende revelarnos, com o una palabra m ágica, la esencia
m ás intim a de cada cosa en la naturaleza, no d esigna en m odo alguno
una incógnita, alg o a que pueda llegarse p o r m ed io de deducciones,
sin o un alg o conocido de u n m odo absolutam ente directo, y hasta tal
punto conocido, que sabem os y com prendem os lo q u e es la voluntad
m acho m e jo r q u e cualquiera o tra cosa, sea la q u e fu ere. H asta ahota,
se encuadraba e l concepto d e voluntad den tro d el concepto d e fuerza; yo
hago exactam ente lo con trario, y trato d e q u e toda fu erza d e la natura
leza sea concebida como voluntad ." 142 Como se ve, Schopenhauer antro
p o lo g ía toda la naturaleza co n ayuda d e u n a sim p le analogía, que él
proclam a soberanam ente com o u n m ito y, p o r tan to, com o la verdad.
N o podem os n i querem os analizar aq u í en to d o s sus d etalles e l sistem a
filo só fico que así surge. N o s lim itarem os a p o n er d é reliev e aquellos
aspectos decisivos e n que cobra expresión e l nuevo irracionalism o sebo-
penhaueriano, tan extraord inariam ente preñad o d e consecuencias para la
filo s o fía d el sig lo x r x .
D e l retorno de Schopenhauer a B erkeley, ya señalado más arriba, se
deduce obligad am ente que, para él, el espacio, e l tiem po y la causalidad
son form as puram ente subjetivas del m undo de lo s .fenóm enos, que en
m odo alguno pueden aplicarse a las cosas en sí, a lo q u e Schopenhauer
entiend e p o r voluntad. L a p o sició n vacilante d e K a n t estribaba e n que,
aunque aspirase tam bién en este pu nto a u n a tajan te dualidad, en e l
curso de sus m anifestaciones cada vez m ás concretas pugnaba p o r librar*
se, una y o tra vez, de la cárcel de este dualism o m etafísico . Pues bien,
Schopenhauer liqu id a radicalm ente estos conatos, casi siem pre oscilantes
y equívocos, d e la concepción d ialéctica kantiana d el-fen ó m en o y la esen
cia (realid ad o b je tiv a y cosa en s í ) , valiéndose de un dualism o más
consecuentem ente m etafísico y antidialéctico para irracionalizar totalm ente
el m undo de las cosas en sí.
Pongam os un ejem p lo im portante, tom ado de la filo s o fía de la natu
raleza. " L a fuerza m ism a — dice Schopenhauer— se h alla totalm ente al
m argen de la cadena de las causas y los efectos que tien en com o prem isa
e l tiem po, puesto q u e sólo tien e sentido en relación co n éste, m ientras
que aquélla se da tam bién fu era del tiem po. L os cam bios concretos tien en
siem pre com o causa, d e la que son m anifestación, otros cam bios igual
m ente concretos, pero no una fuerza. Pues lo que presta su virtud a una
causa, constantem ente, cuantas veces pueda actuar, es siem pre una fuerza
natural, q u e en cuanto tal carece d e fu nd am ento, es decir, se h alla com
pletam ente al m argen de la cadena causal y es, p o r tanto, en general,
ajena al cam po de acción del p rin cip io del fu ndam ento, siendo conocida
filo só ficam en te com o la objetivid ad inm ediata de la voluntad, que es el
en sí de la naturaleza to d a.” 143
T o d a la naturaleza se convierte, así, en un m isterio, a pesar de que los
cam bios concretos necesarios para el capitalism o pueden ser captados en
su totalidad desde el punto de vista de las leyes causales y em pleados
para la producción. P ero, filo só ficam en te, todo es in exp licab le, irracio n al:
"P a ra nosotros, es alg o tan in ex p licab le el que u n a p ied ra caiga a l su elo .?’’' ...
com o e l que un anim al s e m ueva.” 144 Y , siguiendo consecuentem ente 'r'¿ > *
este pensam iento, Schopenhauer lle g a a resultados q u e se acercan m o d » / ¿ fir '
a la m ística reaccionaria de la filo s o fía im perialista d e la naturaleza y sé\¿ ^
adelantan m etodológicam ente a ella. R ecordem os aquellas m anifestacio nes ¿ \
determ inistas d e Spinoza cuando d ecía que una p ied ra cruzando e l a ir e \ J
se im aginaría, si tuviera conciencia, q u e recorría su trayectoria p o r propia
voluntad; es una im agen plástica co n que el filó so fo se p ro p onía ilu strar * ' " '* * " '
(a ilu sión del lib re arbitrio y cuyas analogías se encuentran tam bién, com o ’
hem os visto, en B ayle y L eibn iz. T am b ié n Schopenhauer se re fiere a este
sím il de Spinoza, pero invirtiend o totalm ente su sig n ificad o filo só fico ,
al añadir "q u e la p ied ra ten d ría tazó n. E l im pulso es para e lla lo que
para m í el m óvil, y lo que en e lla aparece, en el estado del que h ip o
téticam ente se parte, com o cohesión, gravedad y perm anencia, no es sino
lo que yo reconozco en m í com o voluntad y lo que tam bién ella, la
piedra, reconocería com o tal, si adem ás poseyera e l dón del conocim ien
to ” .145 Es claro que Schopenhauer no p o d ía conocer, en la época en que
vivió, la física atóm ica burguesa de nuestros días, p ero podem os estar
143 lbid., p. 188. 144 Ibid., p. 181. 145 Ibid., pp. 182 s.
188 F U N D A M E N T A C IÓ N D E L IR R A C IO N A L IS M O
i«® lbíd., t. I I , p . 5 2 0 .
SC H O PEN H A U ER 189
viduo com o potencia cósm ica y la sanción filo só fica del augusto desprecio
con que se contem pla toda actividad social.
Y este aspecto de la filo s o fía schopenhaeuriana se ye reforzado todavía
más p o r lo que constituye la parte m ás popular de su sistem a, por la esté
tica. T am b ién en este punto vemos cóm o la h isto rio g rafía burguesa p ro
cura b orrar el rastro, viendo eii la estética de Schopenhauer, sencillam ente,
la continuación de la de los clásicos alem anes. E xactam ente lo contrario
•de la verdad. La estética de G o eth e y de S ch iller, com o la del jo v en
Sch ellin g y la de H eg el en su períod o dé madurez, consideran el arte y
el conocim iento com o dos form as im portantes y coordinadas entre sí de la
captación del universo. G oeth e d ice: " L o b ello es una m anifestación desde
las leyes com unes de la naturaleza, que sin e lla perm anecerían eterna
m ente ocultas a nuestros o jo s .” 117 A p arentem ente, la estética schopenhaue-
riaria, con su entronque de las ideas platónicas y la consideración estética,
con su concepción de la m úsica com o una "im ag en de la voluntad
m ism a” , 147148 se acerca m ucho a esta m ism a concepción. P ero no olvidem os
que en los clásicos alem anes el conocim iento y el arte se enderezaban
hacia la mism a realidad y que en am bos buscaban soluciones distintas,
pero convergentes, para la m ism a dialéctica del fen óm en o y la esencia,
m ientras que Schopenhauer, p o r su parte, d efin e el arte precisam ente
como el modo de considerar las cosas independientemente d el principio
del fundamento.140 P o r tanto, para Schopenhauer, p o r op osición a la filo
so fía alem ana clásica, conocim iento y contem plación estética son dos p olos
diam etralm ente antagónicos.
Y la m ism a tajan te contraposición m edia, p o r d eb ajo de una sem ejanza
su p erficial y engañosa, en lo que se refiere a la estética, desde e l punto
de vista de la práctica. N o hay para qué pararse a exp o ner en d etalle el
que, desde el "s in interés” de K a n t hasta la "ed u cación estética” d e S ch il
ler se contiene en la estética clásica un m arcado elem ento de aislam iento
del arte, de evasión de la realidad y la práctica social. P ero solam ente
esto, u n elem ento. L a m ism a "ed u cación estética” se concibe, o rig in aria
m ente, com o una fase preparatoria, com o una etapa educativa de la
hum anidad para la conducta social. Es a l lleg ar Schopenhauer (y ya antes
de él, en los rom ánticos alem an es) cuando esta evasión se convierte e n el
problem a central d e la estética. T a m b ié n en esto es Schopenhauer u n im
portante precursor del p o sterior decadentism o europeo. N o cabe duda de
que esta to tal evasión de la conducta social lleva necesariam ente aparejad a
la d eform ación d el hom bre p o r esa clase de actitud estética. M ien tras
que e l ideal estético , de los clásicos alem anes era el hom bre norm al, Scho
penhauer estatuye una relación esencial e íntim a en tre la p ato lo g ía y la
157 Cfr. también las tesis sobre Feuerbach de Marx, en Marx-Engels, THá
deutscbe Ideología, Berlín, 1933, pp. 593 ss. [C. Marx y F. Engels, Obras esto*
gidas, Ed. ft i lenguas extranjeras, Moscú, 1952, t. II, pp. 376 rr.} y Lenin, PbU
losopbischer N aeblass, especialmente ed. cit., p. 133. Éste problema aparece
tratado en un capítulo especial de mi obra D er junga H egel, ed. cit., pp. 389 ss.
SCHOPENHAUER 193
13
194 FUNDAMENTACIÓN DEL IRRACIONALISIMO
creto, la ilusión de un cam bio constante. Q u ien posee una verdadera visión
filo só fica tien e que reconocer, sin em bargo, que, detrás d el abigarrado
velo d e los fenóm eno s y de los constantes cam bios q u e se m an ifiestan
en su superficie, se ocu lta u n m undo sin espacio, sin tiem p o y sin causa
lidad, con respecto al cual carecería d e sentido h ab lar de historia, de
d esarrollo y, m enos aún, de p rogreso. E l pensador iniciad o, dice Scho-
penhauer, " n o creerá com o la g e n te que e l tiem po produzca alg o real
m ente nuevo e im portante, que a través d e é l o en é l llegu e a cobrar
existen cia algo sen cillam ente r e a l . . . ” 149
A q u í están las raíces o b jetiv as del od io enconado que Schopenhauer
abriga contra H e g el. D espués de h aber tran sform ad o la filo s o fía kan
tiana en un radical antihistoricism o, hubo de v er cóm o el historicism o
d ialéctico de H eg el, no m enos decidido, se llevaba la palm a de la v ic
toria. H e aquí por qué casi siem pre fo rm u la en inju rio sas y furiosas
m anifestaciones polém icas contra H e g el esta doctrina suya: "F in a lm e n te,
por lo que se refiere a la tend encia a concebir la historia universal com o
una totalidad sujeta a un plan, tendencia que se debe, sobre todo, a esa
disparatada filo s o fía hegeliana que p o r todas partes ha venido a corrom
per el espíritu y a e m bru tecerlo . . . , direm os que esta tend encia descansa,
en rigor, sobre un tosco y rom o realism o, que reputa el fenómeno com o la
cosa en sí del universo, entendiend o que todo depende de él, de sus
fo rm as y sus acaecim ien tos. . . ” 1,0
D e esta concepción se sigue necesariam ente que Schopenhauer niega,
en la naturaleza, toda evolución. P o r oposición, a G o eth e, con e l q u e
parece m ostrarse de acuerdo en todos lo s. problem as, es, en el cam po de
las ciencias naturales, un adm irador de L in n eo y d e C u vier y n o se da p o r
enterad o de los intentos de sus grandes coetáneos de descubrir u n des
arro llo histórico en la naturaleza. C la ro está que tam poco é l puede pasar
por alto las gradaciones de la naturaleza (n atu raleza orgánica e in o r
gánica, seres vivos, esp ícies, e t c .) . P ero ve en ellas, sim plem ente, eternas
fo rm as de ob jetiv ación de la volu ntad , "fases de objetivación de la vo
luntad, que no son o tra cosa q u e las ideas platónicas".171 E stos arquetipos
perennes de to d a fo rm a o m anifestació n individual son, para é l, "a lg o
f i jo e inm utable, eternam ente existen te y n o devenido” . Y tam bién en
este respecto se advierte. claram ente cuán carentes de b ase y fru to de la ter-
giversad ó n d e las conexio nes reales eran aquellas concepciones de la h isto
rio g ra fía burguesa que v eían en Schopenhauer e l continu ad or d e la
trad ición goetheana. E n todo lo que h a b ía e n G o e th e de decisivo desde
e l p u nto de vista filo só fic o (e n lo tocante a la filo s o fía de la natura
le z a ), en lo que guardaba relación co n la actitud de op osición de aquél
K ierkegaard
I-A filosofía de K ierkegaard , com o la de Schopenhauer y la de N ietz-
sche, tardó en ad qu irir resonancia m undial. N o se puso de m oda hasta
lleg ar al períod o del im perialism o o, m ás exactam ente, entre la prim era
G u erra M u n d ial y la segunda. C ierto es que K ierk eg aard no era, en su
patria y durante su actuación com o escritor, una fig u ra tan ignorada,
n i m ucho m enos, com o la de Schopenhauer e n la A lem ania de antes de
1 8 4 8 . Sus prim eras obras im portantes, las únicas decisivas desde el punto
d e vista filo só fico , las obras publicadas b a jo seudónim o, p ro d u jero n
en seguida cierta conm oción, y tam poco careció de ciertos elem entos sen
sacionales su actitud fran ca y abierta p o sterior en contra d e la Ig lesia
protestante o ficia l. A lgunas décadas m ás tarde, lle g ó a ser, incluso, tem
poralm ente, decisiva su in flu en cia en los p aíses escandinavos. N o sólo
tenem os un e jem p lo de e llo en el poem a dram ático d e Ibsen titulado
Brand, sino que su in flu en cia se p ercibe tam bién en la literatu ra escan
dinava posterior. (B a sta rá con citar, en apoyo de ello , la novela de
Pontoppidan, La tierra prometida.)
Sin em bargo, y aunque ya antes viesen la luz en el extran je ro traduc
ciones de sus obras y ensayos sueltos sobre él, es lo cierto que K ierk e
gaard n o aparece com o una potencia espiritual dom inante, de in flu en cia
decisiva sobre la reacción filo só fica europea (y n o rteam erican a), hasta el
período que m edia entre las dos guerras m undiales, en vísperas del as
censo de H itle r al poder, posición que sigue afirm and o hasta los tiem pos
actuales.
E n térm inos generales, este anticipo discursivo de la trayectoria posterior
de K ierkegaard nos parece tan poco m isterioso com o el de un Schopen-
liauer o un N ietzsche. A h ora bien, para concretarlo sería necesario conocer
las relaciones y luchas de clases en la D in am arca del segundo cuarto del
siglo x i x más de cerca de lo que puede hacerlo el autor de la presente
obra. P referim o s, pues, d ejar en blanco el análisis concreto de este p ro
blem a en vez de proyectar sobre él una falsa luz, con generalizaciones
basadas en una argum entación insuficiente. L o cual nos o b lig a a enfocar
a K ierkegaard , desde el prim er m om ento, sim plem ente com o una figura
dentro de la trayectoria filo só fic a europea en g eneral, sin entrar en los
fundam entos sociales concretos de la doctrina co n que se adelanta en el
pensam iento a tendencias irracionalistas y reaccionarias muy posteriores
y que sin duda ten ían su razón de ser en la sociedad danesa de aquel
tiem po.
E s c i e r t o q u e e s t e m o d o d e t r a t a r e l p r o b l e m a t i e n e t a m b ié n c ie r t o s
K IE R K E G A A R D 203
179 Ibíd.
206 FUNDAMENTACIÓN DEL »RACIONALISMO
180 Cfr. acerca de esto, Kierkegaard. Gesammelte W erke, Jena, 1910 s., t. VI,
pp. 194 x.; véase también Hoffding, Kierkegaard ais Philosoph, Stuttgart, 1912,
p. 63, etc.
K IE R K E G A A R D 207
189 Trendelenburg cita, por ejemplo, el juicio de Chalybiius, quien llama a los
tránsitos dialécticos de Hegel "las enfermedades de los miembros” de su sistema,
ed. cit., t. I, p. 56 n. Engels califica esta clase de crítica de "simple ejercicio
escolar”; afirma que ''los tránsitos, de una categoría o una antítesis a la siguiente
son casi siempre arbitrarios”, pero añade que "sería perder el tiempo el urdir
sutilezas en torno a eso”. Carta a C. Schmidt, de 1, II, 1891, en Marx-Engels,
Ausgewahlte Briefe, Berlín, 1953, p. 525.
184 Kierkegaard, W erke, ed. cit., t. V, pp. 24 s.
K IE R K E G A A R D 209
m eram ente declarativas y no prueban nada, pero, a cam bio de ello , carac
terizan bastante bien la posición que K ierkegaard adopta ante los p ro b le
mas de la dialéctica. R epite, ante todo, la crítica de T ren d elen bu rg de que
el error de H eg el consiste en tratar este pro blem a en la lógica y, espe
cialm ente, com o un p roblem a del m ovim iento, y en una observación aña
dida a la anterior crítica trata de esclarecer la historia de este problem a.
Com o ya hiciera T ren d elen bu rg antes de él, K ierkegaard se esfuerza
aquí, al igual que en otros lugares, en presen tar la dialéctica espontánea
de los griegos com o único m odelo, valedero tam bién y decisivo para el
presente, lo que equivale a tratar de anular históricam ente todos los p ro
gresos logrados p o r la dialéctica en la filo s o fía clásica alem ana, y p rin
cipalm ente en H eg el. Se re fiere a la tendencia de Sch ellin g de exp licar
las diferencias cuantitativam ente, y concluye, acerca de H e g e l: " L a des
gracia d e H egel consiste, precisam ente, en que quiere y no quiere, al
m ism o tiem po, hacer valer la nueva cualidad, em peñándose en hacerlo
en la Lógica. P ero, tan p ro n to com o ello se reconoce, ésta tien e necesa
riam ente que ad quirir una nueva conciencia de sí m ism a y de su sig n i
ficació n .” 183
K ierkegaard no dice claram ente, aquí, ni p o d ría dem ostrarse, si se p er
cata de que no sólo com bate un princip io decisivam ente orig in al y
que coloca el desarrollo de la dialéctica muy p o r encim a d e la fase a que
había llegado la A ntigüedad, sino que rechaza precisam ente el principio
m ism o, que era para H e g el — nacido en el debate espiritual con la
R evolución fran cesa — -el m edio discursivo con que trataba de com pren
der la revolución, com o m om ento necesario de la historia. Y no debe
considerarse, ni m ucho m enos, com o casual el que el criterio del trueque
de la cantidad en cualidad surgiese precisam ente en relación con este
problem a, ya en e l p eríod o hegeliano de B e rn a : " A las grandes revolu
ciones que saltan a la vista tien e que preceder necesariam ente una revo
lución callada y ocu lta operada en e l esp íritu de la época y que no todo
o jo p e r c i b e .. . Y es la ignorancia d e estas revoluciones producidas en el
m undo de los espíritus lo que nos hace asom brarnos luego ante el resul
tado.” J -a Este entro nqu e del p roblem a de la cantidad y la cualidad con
lia captación discursiva de la revolución se m anifiesta tam bién en la trayec
toria u lterio r de H e g el y encuentra en la L ógica la fo rm u lación gen eral
del salto, com o m om ento necesario del cam bio, del crecim iento y del
m orir, en la naturaleza y en la historia.
Cuando conozcam os m ás de cerca el m undo de pensam ientos de K ie r
kegaard, veremos que la negación de este m om ento, el m ás im portante
14
210 F U N D A M E N T A C IÓ N D E L » R A C I O N A L IS M O
cativo, a este propósito, q u e fu era perdiendo cada vez más su sign ificació n
e l p roblem a filo só fico cen tral que el propio K ierkegaard se planteaba,’ el
d e la lucha contra H e g el. U n o y otro pensador aparecen, ahora, em pare
jad o s en un p lan o cada vez m ás conciliad or y fratern al; m ás aún, los
intérpretes "m od ern os” de H e g el deslizan en sus doctrinas, cada vez
e n m ayores dosis, elem entos tom ados de la filo s o fía existenciaíista-irracio-
n alista de K ierk eg aard .187
Y , a l hablar aquí de seudodialéctica, lo hacem os porque todo irracio
nalism o, cuando se ocupa de los problem as de la ló g ica — y, en u n grado
m ín im o p o r lo m enos, se ve obligad o a hacerlo— , recurre siem pre a la
ló g ica fo rm al fren te a la dialéctica. Schopenhauer p ro ced ía así abierta
m ente. E l sesgo p letórico de consecuencias que K ierkegaard im prim e a
su filo s o fía consiste precisam ente en que enm ascara este retorno a la
ló g ica fo rm al, a l pensam iento m etafísico, b a jo el ro p aje de la dialéctica
cualitativa, de la seudodialéctica.
E ste m ovim iento de retroceso orientad o hacia la ló g ica fo rm al m ás el
irracionalism o y disfrazado d e seudodialéctica, para im ped ir que el p e n
sam iento se rem onte p o r s o b re -la d ialéctica hegeliana, tien e que ir d iri
g id o , en prim erísim o térm ino, contra aquellos aspectos de H eg el en que
con sistía, en su tiem po, el carácter progresivo, idealistam ente inconsecuen
te, de e ste filó s o fo : contra la historicidad y la sociedalidad d el m étodo d ia
léctico. D e aquí que sea característico de K ierkegaard (y en ello no hace
tam poco más que seguir el cam ino trazado p o r T re n d e le n b u rg ) el hecho
de no criticar las form as abstractas de la dialéctica, las de la filo s o fía
griega, principalm ente las de H e rá d ito y A ristó teles, aspirando p o r el
contrario a encontrar en su afirm ación un arm a contra H e g el. M ientras
que M a rx y L en in descubrieron y desarrollaron los conatos de dialéctica
contenidos en A ristóteles, T ren d elen bu rg y K ierkegaard se esfuerzan por
encuadrarlos de nuevo dentro de los m arcos de la lógica fo rm al, para
b orrar del m undo las conquistas hegelianas de la dialéctica. Y m ientras
que el propio H eg el destaca nítid am ente las tendencias claram ente d ia
lécticas de H e rá d ito , con la m ira de desentrañar ya aquí el esqueleto abs
tracto de un m étodo dialéctico, y M arx y E ngels, por su parte, subrayan
593 B. Bauer, Die Posaune des jüngsten Gerichtes über Hegel, den Atheisten
und Antichristen, Leipzig, 1841, pp. 69 s.
193 Kierkegaard, ed. eit-, t. VI,. p. 234. Ibid., t. VII, p. 227.
K IE R K E G A A R D 215
" E l dram a de la historia universal se desarrolla con una lentitud in fin ita :
¿p o r qué D io s no se apresura, si quiere h acerlo? ¡Q u é lentitud tan
poco dram ática o, m e jo r dicho, qué prosaica y fastid iosa len titu d ! Y si
realm ente quiere que sea así, ¡qu é espantosa tiran ía la suya, al despil
farrar m iríadas de vidas h u m an as!’’ 193
E sto lleva, en el fo n d o , a una to tal negación d e la h istoricid ad : K ierk e-
gaard se h alla, en este respecto, m uy cerca de Schopenhauer. S in em bargo,
y p o r virtud de las circunstancias en que desarrolla su teo ría de negación
de la historicidad, luchando contra el historicism o de H eg el, la concep
ción de co n ju n to adquiere, aquí, una tónica d istin ta: existe una historia,
pero n o para el h om bre com o p artícip e de ella, sin o exclusivam ente para
D io s, com o único espectador que puede atalayar el proceso histórico en su
totalid ad. E l peculiar y com plicado problem a d el conocim iento histórico,
e l de que, a la p ar que somos los creadores activos de la historia, podam os
conocerla en cuanto a sus leyes objetivas, es decir, el de que aparezcan
íntim am ente entrelazadas la acción y la consideración históricas — p roblem a
q u e H eg el, es cierto, encauzó y entrevio m etodológicam ente, sin que pueda
decirse que en realidad lo resolviera— lo desarrolla K ierk eg aard hacia
atrás, regresivam ente, estableciendo una separación rigurosa en tre la ac
ción y la consideración, de tal m odo que el h om bre que actúa en un sector
concreto d e la historia y, p o r tanto, necesariam ente, m ás o m enos redu
cido, no puede, por principio, lleg ar a form arse una visió n de co n ju n to
acerca de ella. E l conocim iento de la h isto ria en su totalidad se h alla
reservada e xclu siv am en te-a D io s. JTCierkegaard d ice : "P erm itid m e p o n er
ahora de relieve, plásticam ente, p o r m edio de una im agen, la d iferen cia
en tre la ética y la historia universal, entre la actitud ética del individuo ante
D io s y la actitud ante D io s de la historia u n iv ersal. . . D iríam o s, p u es,
q u e el desarrollo ético del individuo es com o el pequeño teatro privado
e n q u e el espectador es D io s, pero tam bién, a veces, el hom bre individual,
aunque el papel de éste consiste, esencialm ente, en ser a c to r. . . L a historia
universal, en cam bio, es e l teatro real de D io s, en el que éste, y no -por
casualidad, sino esencialm ente, contem pla el espectáculo com o único es
pectador, p o r ser e l único que puede hacerlo. A este teatro n o tien e
acceso ningún esp íritu existente. Y si éste se im agina ser espectador en él,
es sencillam ente porqu e olvid a que su m isió n consiste en m overse en la
escena com o actor, incluso en aquel pequeño teatro de que hablábam os,
d ejan d o que el regio espectador y dram aturgo lo utilice en el dram a
r e g i o . . . com o m e jo r le parezca.” 190
C om o vem os, la d iferen cia entre Schopenhauer y K ierk eg aard se reduce,
e n este punto, a que el'se g u n d o no proclam a la clara carencia de sentido
del proceso histórico, lo que necesariam ente le llev aría tam bién a conclu-
197 lbíd., t. V I I , p . 2 2 7 .
K IE R K E G A A R D 217
d el pro ceso h istórico en su totalid ad. P ero debem os record ar nuevam ente,
aq u í, que la d ialéctica cualitativa d e K ierkegaard rechaza p o r princip io el
tránsito de la cantidad a la cualidad, es decir, el salto,, racionalm ente deri
vado p o r la v ía dialéctica y, p o r tanto, cien tíficam en te explicado. La
' 'fund am entación gnoseológica” de esta actitud de K ierkegaard ante la his
to ria se expone — enderezada, fundam entalm ente, hacia el problem a de la
cognoscibilid ad de la m anifestació n histórica de Cristo— en una extensa
polém ica contra el valor de todo saber basado en la aproxim ación. Y tam
b ién aquí se revela de qué m odo tan radical desm onta esta dialéctica
cu alitativa todos los m om entos esenciales de la dialéctica real.
U n a de las grandes conquistas de la dialéctica hegeliana fu e el haber
intentado fund am entar cien tíficam en te la interdependencia concreta entre
los facto res absolutos y relativos del conocim iento. L a tiran ía del carácter
aproxim ativo de nuestro conocim iento es la consecuencia necesaria de estas
aspiraciones: aproxim ación sig n ifica, en este contexto, que la presencia
in evitable del facto r relativo no cancela el carácter o b jetiv o , el carácter
absoluto de un conocim iento certero, sino que señala sim plem ente hasta
qué fase h a llegado, en el estadio de que se trata, nuestro conocim iento,
dentro de un proceso de aproxim ación progresiva. La base o b je tiv a de la
aproxim ación se h alla en que el o b je to que se m an ifiesta es siem pre
más rico, más p letórico de contenido que las leyes con ayuda de las cuales
tratam os de conocerlo. P o r tanto, la concepción h eg elian a de la ap ro xi
m ación que de aquí se sigue no llev a aparejad o el m enor relativism o; y
no lo lleva, sobre todo, en el d esarrollo m aterialista de este concepto a
través d e M arx, E ngels, L en in y S talin , en que e l r e fle jo de la realidad
o b jetiv a garantiza el carácter absoluto del conocim iento.
H e g el n o p u do lleg ar a ad qu irir una claridad d efin itiv a acerca de esto
p o r estorbárselo su p u nto de partid a idealistam ente m istifica d o : la id en ti
dad del su jeto -o b jeto . P ero, si com param os su versión de la aproxim ación
dialéctica con la idea kantiana dél progreso in fin ito de nuestro conoci
m iento, advertim os el extraord in ario avance que m edia entre una y otra.
Según K a n t, la incognoscibilid ad d e la cosa en sí hace que nos esté eter
nam ente vedado e l cam po de la verdadera realidad (in d ep en d ien te de
nuestra c o n c ie n c ia ); e l progreso in fin ito se mueve, aqu í, exclusivam ente
en el p lan o del m undo de los fenóm enos, separado de esta verdadera o b
jetivid ad. Y , pese a todos los esfuerzos que K a n t hace p o r introducir
en esta esfera el facto r del conocim iento o b jetiv o , la tendencia inm anente
hacia el subjetivism o y el relativism o es desarraigable, para la filo s o fía
de K an t, puesto au e la naturaleza (a p rio rístic a ) del su jeto del conoci
m iento sólo pu ed e b rind ar una g aran tía extrem adam ente problem ática
en cuanto a su objetividad :
E l cam ino que tam bién en este punto sigue K ierkegaard p ara com batir
a H e g el es el d e desgarrar la unidad d ialéctica viva dé- los m om entos
220 F U N D A M E N T A C IÓ N DEL IR R A C IO N A L IS M O
N o es ésta Ja prim era vez en que nos encontram os con que la crítica
de las fallas centrales y efectivas de la d ialéctica idealista son e l punto de
partida para un m ovim iento de regresión hacia el irracionalism o. Y , en este
punto, hay que decir que no está del todo desprovista de fu ndam ento la
crítica que se hace al v ie jo carácter contem plativo de la filo s o fía hege-
liana de la historia, aunque no es m enos cierto que K ierkegaard deform a
siem pre caricaturescam ente los puntos de vista de H e g el y borra p o r com
pleto las oscuras alusiones de su filo s o fía de la historia a la práctica.
A h ora bien, de esta crítica — relativam ente fundada— que hace de la
m era contem plación de la h is to ria ,. de una historia que nada tien e que
ver con los problem as decisivos de la vida de los hom bres, tom a pie
K ierkegaard para fundam entar su negación esp ecíficam ente irracionalista
de toda historicidad real.
En p rim er lugar, se en fren ta a la actitud contem plativa relativista, ca
rente de valor, el carácter absoluto de la "e x iste n cia” , de la "p ráctica” ,
del "in teresarse” ; carácter absoluto que tien e la pretensión de no encerrar
ni un solo elem ento de relatividad, de aproxim ación. L o absoluto y lo
relativo, la contem plación y la acción se convierten, así, en potencias m eta
físicas n ítid am en te separadas, escuetam ente contrapuestas: " E s cristiano
quien abraza la doctrina del cristianism o. A h o ra bien , si e l qué de esta
doctrina h a de decidir, en últim a instancia, s i es o no cristiano, la aten
ción se vuelve inm ediatam ente hacia el exterior, para averiguar qué es
hasta en sus m enores detalles la doctrina cristiana, puesto que ese qué
no ha de d ecidir lo que es e l cristianism o, sino si yo soy o no cristiano.,
Y en el m ism o instante com ienza la erudita, la preocupada, la angustiosa
com plicación del aproxim arse. Podem os alegar la aproxim ación cuanto
queram os y acabarem os olvidando a la postre, llevados de ella, la deci
sión acerca de si e l individuo es o no cristian o .” 1203
E n segundo lugar, no debem os fija rn o s solam ente, ante el p asaje que
acabam os de citar, en lo referen te a la m etod ología. E s cierto que ésta
encierra u n a im portancia decisiva en cuanto a la trayectoria del irracio
nalism o, pues in d ica cóm o, a cada paso que se da p o r el cam ino d e con
cretar la dialéctica cualitativa, se van elim inand o todas las categorías y
todos los entronques dialécticos, para volver de nuevo la dialéctica a los
carriles de la m etafísica (irracio n alism o más lóg ica fo r m á l). Este es el
m odelo m etod o lógico para m uchas de las corrientes del períod o im peria
lista, principalm ente p ara e l existencialism o, cuya filo s o fía se apoya cons
cientem ente en K ierkegaard . L a contraposición que aquí se señala entre
lo absoluto y lo relativo pasará a ser un fragm ento m edular de la filo s o fía
heideggeriana, aunque sin ninguna tendencia m an ifiestam en te teológica,
antes bien , dándose aires de ateísm o. S in em bargo, rem ontándose por
sobre esta m etod ología abstracta, aunque en íntim a relación con ella,
aparece la contraposición kierkegaardiana concreta: la que m edia entre la
única subjetividad "e x iste n te ” , la única subjetividad individual absoluta,
y la generalidad abstracta de la vida histórico-social, que se hunde y se
pierde necesariam ente en la nada del relativism o.
E sto abre un abism o de separación absoluta en tre la dialéctica cuantita
tiva de la sim ple aproxim ación en el conocim iento de la historia y la
dialéctica cualitativa del com portam iento hum ano esencial, "e x iste n cia l” ,
infin itam en te interesado. Es el abism o kierkegaardiano entre la teo ría
y la práctica, antagonism o que en nuestro caso lleva im p lícito el que
m edia entre la historia y la ética. K ierkegaard va tan allá en ia deter
m inación paradógica de esta contraposición, que llega a declarar: " E l
trato, constante con la historia universal nos incapacita para la acción.” f- 04
Para K ierkegaard , la acción sig n ifica un entusiasm o ético, en el que
no cabe pensar "s i con ello se consigue o no alg o ” . Y este antagonism o
conduce a una situación en la que lo -ético es absolutam ente incom patible
con toda tendencia del hon jbre a orientar su acción hacia la realidad his
tórica, hacia el progreso histórico, que, p ar lo dem ás, según Kierlcegaard,
no existe. Lo ético se desenvuelve en un m edio puram ente individual,
vuelto totalm ente hacia lo in te rio r;‘ toda referencia dé" la conducta a la
realidad h is tó r ic a — vista p o r la dialéctica cuantitativa— tiene, por tanto,
necesariam ente, que desviar al hom bre, alejarle de lo ético, destruir lo
que hay de ético en él. L a actitud ante la historia neutraliza " la distinción
ética absoluta entre el bien y el m al, convirtiénd ola en el criterio estético-
m etafísico de 'lo g ran d e’ o en el de 'lo im portante’ en el plano estético-his-
tóricouniversal” .-0-"’
Es ni más ni m enos que una im pugnación, " la im pugnación de soslayar
demasiadas cosas con la historia universal y que un día puede conducir
a que, puesto el hom bre a obrar, quiera que sus acciones entren en los
marcos de lo histórico-universal. Cuando uno se ocupa constantem ente de
aquel algo fo rtu ito y accesorio que da su relieve histórico-universal a las
figuras de esta historia, se siente fácilm ente la tentación de confund irla
con la ética y de andar coqueteando m alsana y cobardem ente con lo fo r
tuito y azacanándose por ello, en vez de preocuparse incansablem ente de lo
ético, en su propia existen cia” . D e aquí que K ierkegaard pueda escribir,
resum iendo su pensam iento: "L a inm anencia histórico-universal es siem
pre desconcertante para la ética, y, sin em bargo, el punto de vista histórico-
universal reside precisam ente en la inm anencia. Cuando el individuo ve
algo ético, es que la ética se halla dentro de él m i s m o .. . N o sería
exacto conclu ir que cuanto m ás éticam ente desarrollado se h alla un ind i
viduo más tien e que ver lo ético en la historia universal, sino exactam ente
207 M arx-E n gels, Die heilige Fam/lie and andere philosopbische Frühschrif-
leu, Berlín, 1953, p. 56.
K IE R K E Ó A A R D 225
208 Kierkegaard, ed. cit., t. II, p. 142. 209 Ibid., t. IV, p. 101.
15
226 F U N D A M E N T A C IÓ N D E L « R A C IO N A L IS M O
« * I t íd ., t. III, p. 51.
228 F U N D A M E N T A C IÓ N D E L IR R A C IO N A L IS M O
fu era de s í: " L o ético es, com o tal, lo general, lo valedero para todos;
o, vista la cosa desde otro aspecto: lo que vale en cualquier m om ento. D es
cansa de un m odo inm anente sobre sí nftsmo y no hay fu era de ello nada
que pueda considerarse com o su t é t a ? , sino que ello m ism o es el réXo? dé
todo lo que cae fuera de s í; una vez que se asim ila esto, ya no va m ás allá.”
Y pone fin a estas consideraciones con las siguientes significativas palabras:
" S i esto es lo más alto que se puede predicar del hom bre y de su existencia,
lo ético encerrará la m ism a sig n ificació n que la eterna bienaventuranza del
hom bre, que- es en toda la eternidad y en cualquier instante el T& 0 5 del
hom bre. Pues sería una contrad icción pensar q u e la eterna bienaventuran
za pudiera abandonarse, es decir, condicionarse teleológicam ente, ya que
el cond icionarla equivaldría, sencillam ente, a tom arla a c h a c o ta ..
P o r tanto, una ética que no trascendiera de lo general (y es evidente
que lo general no es, aquí, más que un sinónim o idealistam ente d efo r
m ado Me lo so cial) sería, para K ierkegaard , una ética ateísta. P o r dónde
viene a corroborar, en su m anera individualista e irracionalista extrem a, el,
v iejo problem a, frecuentem ente discutido en la ética burguesa desde B ayle,
de si puede adm itirse la posibilidad, de una sociedad de hom bres ateos,
posibilidad ética que K ierkegaard afirm a, aunque rechazándola escueta
m ente en su ju icio valorativo. Y aún añade — con palabras tam bién
características— que si la cosa fu era así, H e g el ten d ría razón cuando de
term in a com o lo hace las relaciones en tre e l individuo y lo gen eral, en tre
e l individuo y la sociedad.
P o r consiguiente, para K ierk eg aard la salvación de lo religioso, de la
fe , "só lo puede con sistir en que e l individ uó com o tal individ uo se h a lle
por encim a de lo g en eral ” .514 Se cuida d e añadir reiteradam ente, es cierto,
que su individuo n o p arte d e lo inm ediato y que, antes de elevarse a aquella
altura, debe pasar p o r la realización d e lo gen eral en la ética. P ero esto
n o pasa de ser una afirm ación vacua, que carece, en cuanto a la ética, de
toda sig n ificació n m etodológica. E n efecto, esta superación de lo ético
en lo religioso no d eja tras sí hu ella alguna: desde e l pu nto de vista del
individuo, del "cab alle ro de la fe ” , que vive en el plano de lo paradógico
— eternam ente inasequible para el pensam iento— , es de todo punto ind i
feren te el que haya pasado realm ente o no por la fase del predom inio
de lo general sobre lo individual. E n la m edida en que pueda establecerse
aquí alguna conexión, ésta descansa en el hecho de que la fase kierke-
gaardiana de la ética es ya m ucho m enos racional y social de lo que
parece indicarlo esta rígid a contrastación entre la ética, de una parte, y
de otra la religión.
Y a m ás'arrib a hem os señ alad o'qu e la ética kierkegaardiana no reconoce
tam poco ningún nexo com ún, ninguna com unidad real entre los hom bres,
* 14 I b íd ., p . 5 3 .
KIERKEGAARD 229
que los hom bres que en e lla actúan — con relación a lo éticam ente esen
cial, a la vida interio r, escuetam ente separada de la exterior— viven tam
bién en un incógnito insuperable. E l aum ento cuantitativo que así nace
entre la ética y la relig ió n y que luego se trueca en cualidad (consecuencia
ésta harto grotesca, para la dialéctica cu alitativ a) sólo parece descansar
en el hecho de que el solipsism o, e l in có g n ito en la ética, se h alla en
contrad icción con aquellas categorías trad icionales con ayuda de las cuales
fo rm u la K ierkegaard su ética y m uestra, p o r tanto, u n carácter vacilante
y relativo, m ientras que su sentim iento v ital encuentra en la fe , en la
parad oja, en el in cógn ito absoluto, e l m ed io adecuado. A sí pues, la fase
religiosa es, de una parte, una exaltación aristocrática de la ética, e n la
que, p o r virtud del predom inio de lo general, e l princip io aristocrático
de los individuos elegid os no puede m anifestarse de un m odo tan ade
cuado com o en el com portam iento religioso. Y , de o tra parte, la reali
zación d e lo general viene a ser, para el hom bre religioso de K ierkegaard ,
una especie de m áscara irónica, un com portam iento encubridor, externa
m ente filiste o , b a jo el que eternam ente se envuelve y oculta el pathos
del individuo religioso, del "cab alle ro de la fe ” .
Y si K ierkegaard se ve envuelto en esta m araña de contradicciones,
ello no se debe, evidentem ente, a la construcción arquitectónica tripartita
de su sistem a, al esquem a sistem ático de los tres "estad io s” , sino a ra
zones de orden social y relacionadas con su concepción del m undo. K ie r
kegaard estaba constantem ente em peñado en com batir a l tip o rom ántico-
ético de su tiem po, porqu e se daba cuenta d e que su p ro p ia fo rm a
esp iritu al era m uy profun dam ente a fín a la de éste. P ero esta áctitud
d efensiva es, en realidad, en el caso de que se trata, m ucho m ás que una
actitud sim plem ente p sicológica y de orden b io g ráfico . Se trata de algo
m ás real, m ás im p ortan te: de una p ro fu n d a afin id ad , socialm ente con d i
cionada, entre su concepción de la estética y su concepción de la religión.
P rin cipalm ente y sobre todo, desde el pu nto de vista m etod ológico.
S i no ha de concebirse la relig ió n com o algo o b je tiv o , com o una doc
trina — y ya verem os cuán apasionadam ente rechaza K ierkegaard cualquier
m étodo en este sentido— , no cabrá otro cam ino que e l intento de sal
varla partiendo de la subjetividad d el hom bre individual, d e la vivencia
religiosa, lo que hace ya de p o r sí inev itable una g ran aproxim ación a la
estética. E n am bos casos se trata, en efecto , de una parte, de una im agen
del universo em papada de fan tasía y cuya verdad y realidad sólo pueden
dem ostrarse a base de la pura subjetividad y, de otra parte, de un m odo
extrem adam ente su bjetivista de com portarse, cuya colisión con lo general
(e s decir, con lo ético, con lo so cia l) sólo podía resolverse, asim ism o, en el
plano d e la evidencia puram ente subjetiva.
Feuerbach, a quien K ierkegaard estudió muy a fo n d o y a quien tenía
en alta estim a, ve ya con toda claridad — aunque, naturalm ente, desde un
230 F U N D A M E N T A C IÓ N D E L IR R A C IO N A U S M O
afo rísticas con fesion es d el "e sté tico ” en O lo uno o lo otro com ienzan
así: "¿ Q u é es un p o eta? U n hom bre desdichado en cuyo corazón se alber
gan encendidos dolores que a los o íd os de otros suenan com o una m úsica
llena de belleza. L e sucede com o a aquellos desgraciados m artirizados a
fuego len to en el in terio r d el toro de bronce de F alaris y cuyos gritos
de d olor no p o d ían lle g a r hasta lo s o íd os d el tirano para am edrentarlo,
sino que eran para él una dulce m úsica.” 217 Y en la contrapartid a kierke-
gaardiana del Simposio de P lató n , en que se reúnen toda una serie de
representantes d el estadio estético para elucubrar acerca de sus actitudes
respectivas ante la erótica (a n te el p ro blem a central d el "a rte de la vida” ) ,
Ju an e l Seductor prorrum pe, después de h ab er escuchado todos los ale
gatos, e n los siguientes reproches contra sus cam aradas: "V e n erab les
com ilitones, ¿tenéis acaso el dem onio en el cu erp o? H ab láis com o los que
invitan a u n en tierro ; vuestros o jo s están en rojecid os d e llorar, y no del
vin o .” 218 T o d as las consideraciones estéticas de K ierk eg aard aparecen
inform ad as p o r diversos m atices de este estado de desesperación.
L a actitud relig io sa presenta, fre n te a esto, una exaltación cualitativa,
pero, al m ism o tiem po, u n estado d e desesperación aún m ás profundo,
una acentuación to dav ía m ayor del solipsism o y de la irracionalidad en el
su jeto atenido puram ente a sí m ism o. Pues, p ara, to m ar el caso paradig
m ático de K ierkegaard , lo que en el sacrificio de Isaac p o r A braham d ife
rencia a A braham d el héroe trágico (e s decir, d el héroe estético o é tic o )
reside precisam ente en la inconm ensurabilidad absoluta y de princip io
d e lo s m óviles d e su conducta, en la im posibilid ad sustancial de com u
nicar a nadie sus verdaderas y decisivas vivencias. L o que expresa, en
rigor, una to tal e xtin ció n (y no u n a su p eración ) d e lo gen eral de la ética
en la esfera religiosa. Y , cuando com para el sacrificio de A braham con el
co n flicto , exteriorm ente parecido, pero, visto en lo interio r, puram ente
trágico de A gam enón, cuando se le p id e el sacrificio de Ifig e n ia , dice
K ierk eg aard : "T a m b ié n el héroe trágico concentra lo ético, sobre lo que
se rem onta id eo ló g icam en te, en un m o m en to; pero, al hacerlo, se apoya
en lo gen eral. E n cam bio, el caballero de la fe se atien e ú n ica y exclu
sivam ente a sí m ism o, y esto es lo espantoso.” 219 E l A braham de K ierk e
gaard nada tien e de com ún con un héroe trág ico ; es "a lg o com pletam ente
d istin to : o un asesino o un creyente. L o que separa al uno d el o tro y
salva a l héroe trág ico no es aplicable a A braham ” .220
C om o vemos, lo q u e en K ierkegaard caracteriza tanto lo estético com o lo
religioso es la desesperación com o fu nd am ento aním ico, la irracionalid ad
com o contenid o y, en relación co n esto, la im posibilid ad p o r p rin cip io
de una com unión aním ica entre los hom bres, e l in có g n ito absoluto. P ara
que pueda surgir aquí, por lo m enos en apariencia y com o m ínim o, una
polaridad entre tendencias coherentes, y no una com pleta identidad, K ier-
kegaard, en su afán de poseer, a pesar dp todo, algo que sirva de separa
ción, se ve obligad o a ácentuar en la estética lo antiético y en la religión
el paso necesario a través de lo ético, a pesar de que esto no d eja tras sí
ninguna clase de huellas y es, p o r tanto, de todo punto irrelevante para
el tratam iento concreto de los problem as; a pesar de que lo trágico, pre
cisam ente en la exposición kierkegaardiana, crea una relación m ás íntim a
entre la estética y la ética de la que nunca ha existido, según él, entre
la ética y la religión. Pues, com o hem os visto, el héroe trágico busca y
encuentra su ju stificació n en lo general (e s decir, según K ierkegaard , en la
é tic a ) ; y K ierkegaard jam ás alcanza a encontrar entre la ética y la reli
gión un enlace intrínseco tan m arcado. T a n to más íntim o es, en cam bio, el
que m edia, según él, en tre la religión y la estética. Y el propio K ierkegaard
lo reconoce así, en su Diario. B a jo el e p íg rafe de "S o b re m i obra, vista en
su co n ju n to ” , leem os aq u í: "E n cierto sentido, se trata para nuestro
tiem po de una op ción ; hay que optar entre elevar lo estético a pensa-'
m iento to tal, explicándolo de este m odo, o tom ar lo religioso.” 221
Esta desesperada posición filo só fica de su filo s o fía de la desesperación
es la que, a nuestro ju icio, o b lig a a K ierkegaard a proclam ar de un
m odo vacuo una relación, que jam ás existe en él, entre la ética y la reli
gión. N o ten ía m ás rem edio que proceder a esta declaración carente de
todo contenido, a m enos de querer confesar la verdad o b je tiv a de que
su religión no era o tra cosa que un asilo para estetas decadentes salvados
del n au fragio. Y , com o K ierkegaard , gracias al período en que vivía, no
era todavía ningún H uysm ans, y no digam os un Cam us, capaces de encon
trar en la desesperación m ism a una vana y coqueta autosatisfacción, no
ten ía otro cam ino que recurrir a aquellas huecas construcciones, recono
ciendo con ello, inconscientem ente y de m ala gana, que la desocialÍ 2 ación
conceptual del hom bre entraña, al m ism o tiem po, la anulación de toda
ética.
C ierto es que en la obra de K ierkegaard encontram os, además, otro
m otivo aún más im portante, de naturaleza totalm ente distinta en lo e x
terno, pero que, visto objetivam ente, guarda, sin em bargo, una estrecha
relación con éste: la fu nció n social que pretend ía asignar a la religión,
al cristianism o. K ierkegaard ve cóm o va m adurando la crisis de su época
— no olvidem os que era un anticapitalista rom ántico— , y los aconteci
m ientos de 1 8 4 8 vienen a "estim u lar” su desarrollo (co m o "estim u lan ” el
de C arlyle, aunque la orientación social de éste fuese, originariam ente,
muy distinta de la suya, haciendo flo re ce r todos los gérm enes de la reac
ción que en él se albergaban. Y a en 1 8 4 9 , escribe en su Diario: " S i la
providencia envía al m undo nuevos pro fetas y nuevos jueces, será única
y exclusivam ente para ayudar al g o b iern o .” 222 A ñ os más tarde, dice, sin
andarse ya por las ram as: "T o d a m i obra es la d efensa d el orden exis
ten te.” 223 Y , p o r últim o, en 1 8 5 4 , cuando cree q u e la revolución “puede
llegar a estallar en cualquier m om ento” , ve la causa del desastre en el
hecho de que "s e ha abandonado el cristianism o com o el contrapeso regu
lad o r” .224 E l cristianism o kierkegaardiano debe eje rce r este papel de "c o n
trapeso” , al encerrar al individuo, com o tal individuo, en su incógnito, al
declarar com o absolutam ente carente de valor para él todo el m undo
Social que lo circunda, para concentrar su energía única y exclusivam ente
en la salvación de su alm a. " Y este contrapeso estaba calculado para
regular la tem poralid ad.”
Esta fu n ció n social del su jeto solitario, el in cógn ito com o pu nto de
apoyo d el orden existen te y del retroceso al pasado, no representa nada
radicalm ente nuevo en la historia del irracionalism o; ya en Schopenhauer
se encuentran conexiones muy análogas a éstas. L o único que K ierk e-
gaard añade com o pro pio y o rig in al es e l m atiz de la desesperación in d i
vidual, de la desesperación com o afirm ación exaltad a y signo de la
verdadera individualidad (p o r oposición al pesim ism o general abstracto,
genérico, de S ch o p en h au er), exaltando el pathos de su subjetividad y de
la nada enfrentad a a él com o o b je to adecuado hasta una altura ante cuya
sublim idad tien en que p alid ecer todas las "m ezqu in as” disputas de la
vida social. Y tam bién aquí resaltan claram ente sus afinidad es y d iferen
cias con respecto a Schopenhauer. E n am bos se presenta la nada b a jo una
fo rm a de m ito y m istificad a. P ero, m ientras que en Schopenhauer la nada
yes el contenido real de su m ito budista, en K ierkegaard , la nada, al irrum
pir y hacerse valer necesariam ente, refu ta y disuelve el m ito cristiano.
K ierkegaard se convierte, así, en el adelantado de una actitud reaccionaria
cuyas irradiaciones se perciben todavía hoy en las filo so fía s de H eid egger,
Cam us y otros.
H em os hablado de la nada com o del o b je to adecuado de la subjetividad
kierkegaardiana, pero ¿acaso no contradice esta afirm ación a la realidad
de los hechos ? ¿N o proyectarem os retrospectivam ente sobre K ierkegaard , de
un m odo injusto, al afirm ar esto, los resultados de los continuadores
im perialistas de su filo so fía , en una época po sterior? ¿N o era K ie rk e
gaard, en realidad, un cristiano creyente, un protestante o rto d o x o ? Si
hemos d e dar créd ito a sus palabras — sin entrar aquí en el problem a p si
cológico de hasta qué punto sean esas palabras to talm ente sinceras o
en qué m edida é l m ism o se engañe a sí m ism o, etc.— , no sólo tendrem os
que reconocer en él a un cristiano creyente y ortodoxo, sino incluso a un
hom bre preocupado por restaurar la perdida pureza del cristianism o.
diciendo, en las consideraciones que siguen d irectam ente a las palabras ci
tadas: "C o n tal de que el cóm o de esta actitud se h a lle en la verdad, se
hallará en la verdad el individuo, aunque se com porte tam bién d el m is
m o m odo con respecto a la ausencia d e verdad.” L o q u e revela claram ente
hasta qué punto era K ierkegaard m ás sincero que sus continuadores del
período im perialista. U n o y otros re flex io n aban sobre el acto subjetivo,
y no sobre el o b je to . P ero , m ientras que K ierkegaard saca d e e llo la
única consecuencia po sible de que p o r este cam ino no es p osible lleg ar
a ninguna clase de conocim iento, lo s existencialistas posteriores suprim en
los "p arén tesis” entre lo s que — de un m odo real o im aginario— co lo
caban el m undo o b jetiv o, sigu iend o el m étod o d e la fen om en o lo g ía
husserliana, al re flex io n a r sobre la subjetividad d el acto, y aseguran lleg ar
de este m odo a una "o n to lo g ía ” , a una verdadera objetivid ad . K ie rk e
gaard, p o r e l contrario, expresa con una gran claridad y b a jo una fó rm u la
teológica concreta lo que ya se con ten ía en sus reflexio n es filo só fica s
generales an teriores: "U n o s rezan en verdad a D io s, aunque eleven sus
plegarias a u n íd o lo , m ientras que otros, elevan sus p legarias en verdad
a un íd o lo , al rezar m entirosam ente al D io s verdadero.” 228
P o r tanto, K ierk eg aard tom a en serio su teoría, d irigid a contra H eg el
y contra todo cono cim iento o b je tiv o en g e n era l: " L a subjetividad — dice—
es la verdad.” A h o ra bien, ¿qué se hace en esta — supuesta— fundam en-
tación d e la existen cia d e la subjetividad religiosa, d e la relig ió n m ism a,
de D io s ? E n sus reflex io n es e n to m o a este problem a, K ierk eg aard vuelve
a h ab lar del carácter puram ente aproxim ativo de la captación d e toda
objetivid ad p o r el su jeto, es decir, d e todo conocim iento, y p o n e de relieve
la situación in sosten ible q u e de esto se deriva para e l existen te relig io so :
"P u es quiere usar a D io s en el m ism o instante y se h alla p erd id o durante
todo e l tiem po en q u e n o posee a D io s .” 229 Y , en n ota a estas palabras,
añad e: " D e este m odo, no cabe duda de que se convierte a Dios en un
postulado {subrayad o p o r m í, G. L . J , pero no en e l sentido ocioso que
suele darse a esta palabra. L e jo s de e llo , se ve claram ente que e l ú n ico
m odo en que u n existente en tra en relaciones con D io s es aquel en e l que
la contrad icción d ialéctica conv ierte la pasión en desesperación y en
que la 'categoría de la desesperación” ( l a f e ) le ayuda a captar a D io s.
P o r donde el postulado no es en m odo alguno lo arbitrario , sino cabal
m en te una legítima defensa, d e tal m odo que D io s no es un postulado,
sin o q u e es u n a necesidad e l q u e e l existen te postule a D io s ” .230 C om o
vemos, K ierkegaard se esfuerza aquí en em botar la p u n ta de sus propias
consecuentes conclusiones, atenuando el carácter de su D io s com o postu
lado, p ara conv ertirlo sim plem ente e n una característica, siq u iera.sea nece
saria, d el com portam iento subjetivo.
P ero, sem ejantes intentos no hacen cam biar para nada la situación de
hecho que se deriva necesariam ente de sus prem isas, y K ierkegaard es dem a
siado h ijo de su tiem po, dem asiado "m o d ern o ” , para entregarse seria
m ente y de un m odo concreto a la tarea de alterar nada sustancial en
estas conclusiones, intentand o dem ostrar, por ejem p lo, la realización e fe c
tiva de su postulado de D io s. K ierkegaard , com o pensador que vive en
los tiem pos de la desintegración del hegelianism o, tiene una conciencia
clara de lo que sig n ifica la crítica de la religión llevada a cabo por
Feuerbach, y hasta se siente fascinado por el m odo cóm o éste reduce la
relig ió n a la subjetividad hum ana, aunque se trate con ello, en realidad,
de desm ontar la religión. A F euerbach -alu d en estas palabras suyas: "P o r
otra parte, vemos a un espíritu satírico atacar a la religión y, al m ism o
tiem po, exponerla de m odo tan excelente, que constituye un placer leerle,
y quien se h alla en p erplejid ad de verla expuesta de un m odo concreto,
casi necesita recurrir a é l.” 2,1
Y esta sim patía por el pensador ateísta de su tiem po no tien e nada
de casual. N o sólo porque K ierkegaard ha llegado a com prender con la-
m ism a claridad que el propio Feuerbach la insostenibilidad de una defensa
cien tífica ob jetiv a de Ja religión, sino adem ás p o r que las condiciones
especiales que se dan en el re fle jo ideológico de la crisis p o lítico-social
de los años cuarenta determ inan una considerable aproxim ación en cuanto
al pensam iento de uno y otro. Y a hem os puesto de relieve reiteradas
veces, hasta qué punto la conm oción del idealism o o b jetiv o ocupaba el
centro m ism o de esta crisis y cóm o — m ientras no se llevase a cabo la su
peración dialéctico-m aterialista de H eg el— todo intento burgués de rem on
tarse revolucionariam ente sobre H egel ten ía que trocarse necesariam ente
en un subjetivism o filo só fico . A sí se revela, en efecto, abiertam ente, en los
casos de B ru n o B au er y M ax Stirner. Y tam bién en las fallas del antro-
pologism o de Feuerbach se contienen estos elem entos de subjetivación.
Feuerbach no tiene más rem edio que atenuar con frecuencia -— p o r falta
de una teoría dialéctica del r e fle jo — una teoría m aterialista consecuente, la
independencia del principio entre el o b jeto y el sujeto. Es cierto que,
personalm ente, Feuerbach se esfuerza siem pre p o r llevar adelante con
todo rigor esta lín ea m aterialista, pero sólo lo leg ra en la teoría del cono
cim iento en sentido estricto, pues e n ’todos los demás aspectos se advierten
en él, con m ayor o m enor claridad, com o han puesto de m an ifiesto M arx,
Engels y Lenin, las inconsecuencias de su antropologism o. En este sentido
subraya Stalin que e l m aterialism o filo só fico de M arx y E ngels no es
id én tico 'al de Feuerbach, exactam ente lo m ism o que la dialéctica m arxista
no debe confund irse con la dialéctica hegeliana.
2:11 lbíd., t. VII, p. 291. Y asimismo en las Etapas, acerca de Borne, Heine
y Feuerbach: "Saben con frecuencia muy bien lo que traen entre manos, cuando
pablan de relición.” t. IV, pp. 418 ir.
K IE R K E G A A R D 239
242 Ibid., pp. 345 s. 248 lbid ., pp. 368 s. 244 Ibíd., t. I, p. 373.
245 lbid., p. 384. Podríamos multiplicar cuanto quisiéramos las citas de pasa
jes de este tenor. Remitimos a los lectores que se interesen especialmente por esté
i aspecto biográfico de Kierkgaard a su conversación con Emil Boesen, sostenida
poco antes de morir el pensador danés, Tagebücher, t. II, p. 407, así como a los
recuerdos de su sobrina Henriette Lund, ibid., p. 413. Lo que a nosotros nos inte-
resan, aquí, no son los detalles biográficos, sino simplemente poner de relieve el
enlace entre una ética "sublime” y metasocial y la base financiera sobre que gene-
raímente descansa.
KIERKEGAARD 245
Solam ente dentro del contexto de todos estos hechos tenem os derecho
a afirm ar — sin d eform ar las verdaderas proporciones— que tam bién los
años de 1 8 7 0 -7 1 m arcan un p u nto de v jra je en la trayectoria ideológica.
E n prim er lugar, porque e n ellos se encierra la historia de los orígenes
de los grandes Estados nacionales del centro de Europa, con lo que se
realizan m uchos de los o b jetiv o s m ás im portantes de las revoluciones bu r
guesas; en todo caso, fin aliza con e llo el p eríod o de estas revoluciones
en la Europa occidental y central. Y si en A lem ania y e n Ita lia (y no
digam os en A ustria y en H u n g ría ) quedan todavía aspectos muy esen
ciales de la verdadera tran sform ación revolucionario-burguesa por realizar
y siguen en pie m uchísim as supervivencias absolutistas-feudales, ya sólo es
posible pensar en su liquidación cuando llegue el m om ento de la revolu
ción acaudillada p o r el proletariado.
La revolución proletaria, p o r su parte, m uestra ya en estos años su
clara fisonom ía, con la C om una de P arís. Los com bates de Ju n io fueron
el punto crítico de la revolución de 1 8 4 8 , y no sólo en Francia, sino, en
todo el panoram a europeo: su explosión vino a consolidar la alianza de la
burguesía con las clases reaccionarias y su derrota selló la suerte de toda
revolución dem ocrática durante estos años. La ilu sión de que estas victorias
de la burguesía habían restablecido d efinitivam ente el "o rd e n " , no tard ó en
derrum barse. T ras una breve pausa — breve, desde el punto de vista
histórico— , se reanim aron los m ovim ientos de masas de 'la clase obrera;
en 1 8 6 4 se fu nd aba la P rim era Internacional y en 1 8 7 1_ lograba el p ro le
tariado tom ar el Pod er, aunque sólo por un períod o relativam ente corto
y en una capital solam en te: surgía la Com una de P arís, la prim era
dictadura del proletariado.
Las consecuencias ideológicas de estos acontecim ientos tien en un a l
cance enorm e. Los tiros polém icos de la ciencia y la filo so fía burguesas
se d irigen más claram ente cada vez contra el nuevo adversario, contra el
socialism o. M ientras, que, en el períod o de su ascenso, la ideología bur
guesa había luchado contra el sistem a feudal-absolutista y las discrepancias
en cuanto a su orientación respondían al d iferen te m odo de concebir este
antagonism o, el enem igo principal es, ahora, la concepción del m undo
del proletariado. Y esto hace cam biar el o b je to y la fo rm a de expresión de
toda filo s o fía reaccionaria. E n el períod o de la lín ea ascerisiónal de la bu r
guesía, la filo s o fía reaccionaria d efen d ía el absolutism o feud al y, m ás tarde,
las supervivencias feudales, la R estauración. L a posición esp ecífica de
Schopenhauer se basa, com o hem os visto, en haber, sido el prim ero que
reclam ó una concepción del m undo m anifiestam ente reaccionario-burgue
sa. P ero sigue pisando, a pesar de todo, e l m ism o terreno que el reaccio
nario feudal Sch ellin g, en cuánto que am bos consideran com o el adversario
fu ndam ental las tendencias progresivas de la filo s o fía burguesa: el m a
terialism o y el m étodo dialéctico.
N IE T Z S C H E , FU N D A D O R D E L IR R A C IO N A L IS M O 251
y p o r las luchas de clases que surgen sobre esta base. L os filó so fo s saben
instintivar.cente lo que tien en que d efen d er y dónde está el enem igo.
S e percatan instintivam en te de las tendencias "p elig ro sa s” de su tiem po, e
intentan darles la batalla en el terreno de la filo sofía^ , .
E n los capítulos anteriores, hem os descubierto esta actitud d efensiva
de la reacción m oderna contra el progreso de la filo s o fía , contra el m é
todo dialéctico, y de este tip o de reacciones precisam ente hem os derivado
la esencia y la m etod o logía del irracionalism o m oderno. Y asim ism o h e
mos intentad o esbozar, en nuestras consid eraciones anteriores, p o r qué
razones sociales cam bió rad icalm ente la fiso n o m ía del enem igo y cóm o
se m an ifiesta filo só ficam e n te este cam bio.
A h ora bien, al exam inar. la época en que se desarrolla la actividad de \
N ietzsche, se ve claram ente la im presión tan p ro fu n d a que producen '
en él la Com una de París, el d esarrollo de los partid os socialistas de
masas, prin cip alm en te en A lem ania, y los m odos y el é xito de la. lucha
de la burgu esía en contra de ellos. E n los d etalles de esto y en su docu
m entación a la luz de las obras y d e la vid a d e N ietzsch e, entrarem os
más adelante. A q u í sólo se trata de p o n er de m an ifiesto , p o r el m om ento,
la posibilid ad g en eral de que tam bién para é l, com o p ara otros filó
sofo s d e esta m ism a época, se con v irtiera e l socialism o, com o m ovim iento
y com o concepción d el m undo, en el enem igo p rin cip al y d e q u e sólo
p artiend o de este sesgo d el fre n te social y d e sus consecuencias filo s ó
ficas resulta p o sible exp o ner en su verdadero en tro n qu e la concepción
niezscheana del m undo.
L a p o sició n especial que N ietzsch e ocupa en esta trayecto ria d el irra
cionalism o m oderno se debe, en parte, a la situación h istó rica existen te
en la época en que actuó y, en parte, a sus extraord in arias dotes perso
nales. E n cuanto a l p rim e r facto r, ya hem os alud id o b rev em ente a los
m ás im portantes acontecim ientos sociales producidos durante este p eríod o.
A ñádase a esto — com o hecho esp ecial con que las circunstancias favorecen
su desarrollo— que las actividades de N ietzsch e fin alizan p recisam ente en
vísperas d el p eríod o im perialista. E s d ecir que m ientras, p o r u n lado,
en la época bism arckiana, vive todas las perspectivas d e las luchas fu turas c
y es contem poráneo de la fu n d ació n d el Im p erio y de las esperanzas y los i
desengaños q u e trae consigo, de la caíd a de B ism arck y de la inauguración
del im perialism o abiertam ente agresivo p o r G u ille rm o I I , le toca tam bién
vivir los tiem pos de la C om una de P arís, del nacim iento d el gran partid o
de .'masas del proletariad o, de la ley contra los socialistas y de la heroica
lucha q u e los obreros libran en con tra de e lla ; pero, al m ism o tiem pq,
y por o tra parte, no lleg a ya a alcanzar, personalm ente, el p erío d o im p e
rialista. T o d o lo cual le brin d a la fav o rab le ocasión de p oder abord ar y
resolver b a jo una fo rm a m ítica — en e l sentid o de la burgu esía reacciona
ria— los problem as fund am entales de la época siguiente. Y esta form a
254 NIETZSCHE, FUNDADOR DEL IRRACIONALISMO
m ítica no sólo auspicia la influ encia adquirida por N ietzsche por ser la
form a de expresión filo só fica que va im poniéndose con fuerza cada vez
mayor en el período im perialista, sino, además, porque perm ite a aquél
plantear los problem as culturales, étiío s, etc., del im perialism o de un
m odo tan general, que puede m antenerse constantem ente com o el filó so fo
guía de la burguesía reaccionaria, a pesar de todas las vacilaciones de la
situación y, a tono con ellas, de la táctica de la reacción burguesa. Lo era
ya antes de Ja prim era G u erra M undial im perialista, y lo siguió siendo
tam bién después de la segunda.
Pero esta in flu en cia tan sostenida, cuya posibilidad ob jetiv a acabam os
de esbozar, jam ás habría llegado a convertirse en realidad, de no haber
contribuido a ello los rasgos específicos del talen to nada desdeñable de
N ietzsche. N o cabe duda de que éste poseía un sentido muy sutil para
anticiparse a los acontecim ientos, una sensibilidad especial, en el cam po
de la problem ática, para p ercibir aquello que Ja intelectualidad parasi
taria necesitaba en el períod o im perialista, lo que la agitaba e inquietaba,
el tipo de soluciones que más podían satisfacerla. E llo le perm itió abarcar
cam pos muy am plios de la cultura, ilum inar sus problem as candentes con
ingeniosos aforism os, satisfacer los instintos de descontento, y a veces
hasta de rebeldía, de estos círculos intelectuales parasitarios con gestos
aparentem ente hiperrevolucionarios y fascinadores, a la par que daba a
todos estos problemas, o por lo menos Ja sugería, una solución atenta
a todos los m atices y sutilezas del contenido robusto-reaccionario de clase
de la burguesía im perialista.
Este carácter de clase responde desde tres puntos de vista al ser social
y, por tanto, al m undo de los pensam ientos y los sentim ientos de este
sector. En p rim er lugar, la vacilación entre el más fin o sentido del m atiz,
la escogida supersensibilidad y los arranques súbitos y, no pocas veces,
histéricos de la brutalidad, es el signo característico esencial de toda
decadencia. Y , en estrecha relación con esto, se halla, en segundo lugar,
un profun do descontento con la cultura del presénte, ese "desasosiego de
la cultura” de que habla Freud, la rebeldía en contra de ella, pero una
rebeldía en que el "reb eld e ” no quiere en m odo alguno que se toque
a los propios privilegios parasitarios ni a su base social, y acoge, por
tanto, con entusiasm o el que el carácter revolucionario de este descontento
reciba una sanción filo só fica, aunque convirtiéndose al m ism o tiem po,
en cuanto a su contenido social, en una defensa contra la dem ocracia y el
socialism o. Finalm ente, y en tercer lugar, es cabalm ente en la época
de la influ encia de N ietzsche cuando el declive de la clase, la decadencia,
alcanza un grado tal, que tam bién su valoración subjetiva dentro de la
clase burguesa su fre un cam bio im portante: m ientras que, durante largo
tiem po, sólo los críticos de la oposición progresiva descubren y fustigan
los síntom as de la decadencia y la gran m ayoría de los intelectuales bu r
NIETZSCHE, FUNDADOR DEL IRRACIONALISMO 255
n
258 NIETZSCHE, FUNDADOR DEL »RACIONALISMO
II
■. \cs
Fantasm as com o io s de la dignidad del hom bre y la dignidad del
son lo s fru tos m ezquinos de una esclavitud que se esconde de sí
¡D esventurados tiem pos, éstos e n los que el esclavo em plea tales?,cqp-
ceptos, en que se le acicatea a m ed itar acerca d e sí m ism o y p o r e n q m á
de é l ! ¡D esdichad os seductores, estos que han echado a p erd er el estadov^e j
inocencia del esclavo con los fru to s del árbol del co n o cim ie n to !” 15
¿Q u é clase de élite es ésta, cuya restauración, m ediante el renacer de la
esclavitud, despierta en el jo v en N ietzsch e la esperanza utópico-m ística
de u n renacim iento de la cu ltu ra? E l hecho de que brota de un estado de
barbarie podría todavía.consid erarse com o la consignación de ciertos hechos
históricos. N ietzsch e la p in ta con los m ás vivos colores en su Torneo de
Homero ( 1 8 7 1 - 7 2 ) . P ero para p o d er com prender la cultura g rieg a — dice
N ietzsche, en su polém ica contra los ó rfico s, según lo s cuales "u n a vida
que ten ga com o raíz sem ejante im pulso no vale la pena de ser vivida—
debem os p artir de que e l g en io g rieg o d ejaba actuar y reconocía com o
legitimo este im pulso real, un d ía tan espantoso” .1* N o se trata, pues de la
superación, de la civilización y hum anización de lo s im pulsos bárbaros,
sino d e construir sobre ello s la. g ran cultura, encauzándolos p o r los c *- ,
nales adecuados. S ó lo en {e lació n con esto, y no desde el pu nto d e vista / y
de cu alquier "m eta física del artista” , es posible com prender y. valorar cer-/
teram ente el p rin cip io de lo dionisíaco. Y el p ro p io N icjtzsche dice con
razón, refiriénd ose a lo d ionisíaco, en un proyecto p o sterior de prólogo
a su o b ra prim eriza: " ¡Q u é d esafortunada tim idez, esta de te n e r que h ab lar
com o erudito de una cosa de la que habría podido hablar com o de alg o .
'vivid o’ !” 17
E l órgano de utilización social de los im pulsos bárbaros es, para el
jo v en N ietzsche, el torneo ( e l agón), que n o es, com o en seguida vere
m os p o r las m anifestaciones del p ro p io N ietzsche, sino la conversión en
m ito d e la com petencia capitalista. C ita, a este propósito, basándose en el
texto de Pausanias, el pasaje de H esíod o sobre las dos deidades de la E ris:
" L a E ris buena acicatea a l trab ajo hasta a l hom bre to rp e ; y cuando el
que carece de bienes ve al que es rico, tam bién él se apresura a sem brar
y p lan tar del m ism o m odo y a cu id ar b ien de su casa; el vecino rivaliza
con el vecino que labora por su bienestar. E sta E ris es b en é fica para el
hom bre. T am b ién el alfarero g ru ñ e al alfarero y e l carpintero a l carpintero,
el m end igo envidia al m end igo y el bardo a l b ard o .” 18 Y e n fre n ta a este
estado d e cosas la d egeneración actu al: "A q u í se tem e a la cod icia com o al
'm al e n s í’ ” , m ientras que "p a ra los a n tig u o s .. . la m eta de la educación
agonal es la prosperidad de todos, d e la sociedad organizada en el E s
tad o” .19 j
E l hecho d e que, desde esta atalaya, se contem ple la esclavitud retros-
pectivam ente com o supuesto fundam ento de toda auténtica cultura, indica
cuánto se adelanta a las ideas posteriores de su autor esta obra prim eriza,
aunque sea de u n m o penhauer
y W ag n e r, trazadas relación
con esto com o pretextos m itizados para expresar b a jo una fo rm a sem i-
poética, sem idiscursiva algo que todavía no ha m adurado p o r com pleto.
La autocrítica p o sterior de sus prim eras obras — especialm ente la del
Ecce H om o— se m ueve p o r entero en esta d irección : "Q u e lo que en
aquellos años o í a W a g n e r acerca de la m úsica no tiene absolutam ente
nada que ver co'n ésta; que, al describir la m úsica dionisíaca, d escribía lo
que yo h ab ía realm ente oíd o y que necesariam ente ten ía que traducir y,
tran sfigu rar de un m odo instintivo, dentro del nuevo espíritu, todo lo que
se albergaba en m í. L a prueba de ello, con toda la fuerza que una prueba
puede tener, son m is páginas tituladas W agner en Bayreutb: en todos
los pasajes que en este escrito tienen un valor psicoló gico decisivo se habla
solam ente de m í, y donde quiera que en el texto aparece el nom bre de
W a g n e r puede ponerse, sin preocupación, el m ío o el de "Z aratu stra” . .
Y el pro p io W a g n e r se dio cuenta de ello, pues no se reconoció en el
retrato .” 20 Y , aunque no con tanta fuerza, lo m ism o podríam os decir
de la im agen que se da de Schopenhauer en la obra ju v en il de N ietz-
sche. O tra cosa acontece con el tercer retrato — tam bién transfigurado
m itológicam ente— , el de Sócrates. Y a en la obra prim eriza de N ietzsche
se fo rm u la así la g ran contrap osició n: " L o socrático y lo d io n isíaco.” 21
C ontraposición qué — en el jo v en N ietzsche, prim ordialm en te y en p ri
m er lugar, desde el punto de vista estético— se am plía hasta convertirse
en la antítesis del in stin to y la razón. E n e l Ecce Hom o, los prim eros
atisbos se desarrollan ya hasta el fin a l: el descubrim iento de que S ó
crates es un "d ecad en te” y de que " la m ism a m o ral” debe reputarse
"co m o un síntom a de decadencia” , es considerado p o r el jo v en N ie tz
sche com o "u n a innovación, una originalid ad de p rim er rango, en la
historia del conocim iento” .22
Se suele hacer hincapié, com o lo fundam ental, en el desengaño cau
sado en él p o r W a g n e r, cuando se estudian en general las razones deter
m inantes del desarrollo u lterior de N ietzsche. P ero los puntos de vista
más arriba apuntados acerca de la actitud de N ietzsch e ante W a g n e r
indican que se trata m ás bien de un síntom a de su cam bio de posición
que de la verdadera causa. N ietzsche com bate en W a g n e r — y con fuerza
cada vez m ayor— e l arte del presen te alem án en nom bre del fu tu ro im
perialista. D esd e la p rim era G u erra M u n d ial sobre todo, se puso de m oda
el com batir la id eo lo g ía del siglo x i x (d e la "e ra de la seguridad” ) en
nom bre del x x ; pues bien, la repulsa de N ietzsche ante W a g n e r y su polé-
m ica p o sterior contra él, es e l "m o d elo ” m etod ológico de esa lucha. E l
hecho de que los portavoces ideológicos del hitlerism o, continuadores
de esta tradición, la con ju garan con la d eificació n de W a g n e r, n o prueba
nada. Su aversión contra la "seg u rid ad ” va un id a tam bién a la g lo rific a
ción de BiSm arck, a quien N ietzsche, en su ú ltim o períod o, parangona
casi siem pre con W ag n e r, para com batir a los dos. P ara e l N ietzsche
de una época posterior, W a g n e r es la m ás im portante expresión artística de
aquella decadencia que tien e, según él, su representante p o lítico más
d estacad o-en B ism arck. Y el m ism o cam ino sigue N ietzsche, al rem on
tarse p o r sobre la filo s o fía schopenhaueriana. N o olvidem os que ya el
jo v en N ietzsche distaba m ucho de ser un verdadero segu id or ortod oxo
de Schopenhauer, en lo tocante a su radical antihístoricism o. F lo ta ante él,
desde e l prim er m om ento, en vez d e la ahistoricidad to tal de su m aes
tro, la tend encia a m itifica r la historia. E sta tend encia se m an ifiesta ya en
El origen de la tragedia y se acentúa en la segunda d e las Conside
raciones extemporáneas. Y a esto hay que añadir la sig n ificació n cada
vez m ás m arcada que en N ietzsch e adquiere el activism o — an tu revolu
cionario— . D e este m odo, Schopenhauer va entrand o cada vez m ás — al
lado d e W a g n e r y de B ism arck— en el cam po de la decadencia que es
necesario superar. L o que n o im pide, naturalm ente, que, com o tam bién
habrem os de ver, N ietzsche se m antenga hasta el fin a l en e l terreno
d e la te o ría berkeleyana-schopenhaueriana d el conocim iento, aunque tra
tando d e acom odarla, ciertam ente, a sus fin es particulares.
A h o ra bien, ¿dónde deben buscarse lo s verdaderos fu nd am entos d e la
trayectoria u lterior de N ietzsche, lo s rasgos fu nd am entales del que suele
llam arse su segundo p erío d o ? D eb e n buscarse, a nuestro ju icio , en la agu
dización de aquellos antagonism os p olítico-sociales que dom inaban la
segunda m itad de la década del setenta ( e l Kulturkampf y, sobre todo,
la lucha contra los so cialistas). Y a hem os visto cuán vigorosam ente esta
ban las prim eras obras de N ietzsche in flu id as por la guerra de 1 8 7 0 -7 1
y p o r las esperanzas de una renovación general de la cu ltu ra; y hem os
podido ver, asim ism o, cuán confusas eran estas esperanzas del jo v en
N ietzsche y cuán apolíticas sus perspectivas, pese a su actitud gen eral en
fav or de la esclavitud, desde el punto de vista social y en el plano de la
filo s o fía de la historia. Pues bien, esto cam bia bastante radicalm ente al lle
gar la segunda m itad de los años setenta. N o querem os decir con ello , ni
m ucho m enos, que N ietzsche adquiriera, de pronto, ideas claras acerca
de la p o lítica y, sobre todo, acerca de la econom ía, que le sirve de base.
P ronto habrem os de com probar cuán sim plista era su ignorancia en cues
tiones de econom ía. P ero, pese a lo desfavorables que son los hechos y a
la con fu sión de las ideas, las reflex io n es nietzscheanas en e l cam po de la
filo s o fía de la cultura y de la historia tom an ahora un rum bo orientad o
de un m odo concreto hacia e l presenté y hacia el futuro.
268 NIETZSCHE, FUNDADOR DEL »RACIONALISMO
lib eral del Estado. M uchas vpces se h a citado su fam osa fra s e : " L a m o
derna dem ocracia es la fo rm a histórica del ocaso del Estado” P ero rara
vez se transcriben las p alabras con las# que sigue devanando este pensa
m ien to : " S in em bargo, la perspectiva que este seguro ocaso lleva consigo,
dista m ucho de ser una perspectiva de desventura en todos los órdenes.
E n tre todas las cualidades del hom bre, las m e jo r desarrolladas son la
astucia y el egoísm o; y cuando el E stado d e je d e acom odarse a ellas,
n o se producirá, n i m ucho m enos, el caos, sin o que triu n fará sobre ei
Estado una invención m ás e ficaz todavía de lo que éste h a sid o.” 29
Estas palabras indican b ien claram ente p o r qué N ietzsche abraza tales
ideas. Y a no considera e l socialism o, a la m anera de antes, com o un aliado
d el liberalism o y de la dem ocracia, com o el radical ejecu to r y la culm ina
ción d e éstos, com batiéndolos conjun tam ente, según antes hiciera. A h ora,
el socialism o es " e l fan tástico herm ano m en or del caduco despotism o” .30
Y p o n e fin a este afo rism o con palabras que hacen proyectarse ante
nosotros con toda claridad su posición d e otro tiem po con respecto al
E stad o : " E l socialism o puede ayudarnos a com prender de un m odo brutal
y acuciante el p elig ro de todo lo que sea acum ular poderes en el Estado e
infun dirnos, así, la desconfianza ante éste. Su áspera voz prorrum pe en
e l g rito de com bate: "¡La mayor cantidad posible de Estado!” P ero, aun
que al princip io este g rito parezca aturdir nuestros oídos, p ro n to resuena
con redoblada fuerza el g rito co n trario : "¡La menor cantidad posible de
Estado!” 31
N o vale la pena entrar a exponer en detalle el concepto concreto que
N ietzsche se fo rm a de esta dem ocracia. Estos detalles no hacen más
que evidenciar su sim pleza p o lítica y su ignorancia económ ica. Citarem os,
para poner punto fin a l a estas consideraciones, un pasaje de sus obras,
que revela ambas cosas a la vez y, a la par con ello, el constante leit motiv
de todas las etapas de la trayectoria del pensam iento nietzscheano: la lucha
contra e l socialism o, com o el gran enem igo. E n la segunda parte de Hu
mano, demasiado humano, dice N ietzsche que la dem ocracia será, de todos
los partidos, el que más se aproveche del m iedo general al socialism o,
para llegar a esta conclu sión: " E l pueblo es el que más alejad o se halla
del socialism o, com o doctrina d é la tran sform ación del régim en de la
propiedad; y, si alguna vez llega a tener en sus m anos el torniqu ete de los
impuestos, gracias a las grandes m ayorías de sus parlam entos, procurará
irles a la m ano, con el im puesto progresivo sobre las rentas, a los capita
listas, los com erciantes y los príncipes de la bolsa, para crear en realidad
una clase m edia a la que le será dado ya olvidarse del socialism o com o
de una enferm edad superada.” 32 Palabras en las que se condensa el
com o N ietzsche y Franz M eh rin g , para com prender más claram ente toda
v ía lo que la ley contra lo¿ socialistas y la resistencia del proletariado
alem án representaron para la crisis de la id eología burguesa. A m bos
pasaron — aunque partiendo ya entonces, ciertam ente, de puntos de vista
diam etralm ente opuestos y de razonam ientos n o m enos distintos— p o r un
período de perspectivas ilu so rias: M e h rin g escribe un fo lle to contra la
socialdem ocracia; N ietzsche entra en su p erío d o "d em ocrático” . L a cre
ciente y cada véz más victoriosa resistencia de los obreros provoca en
am bos pensadores una crisis, crisis que lleva a M e h rin g al cam po del
socialism o, m ientras que en N ietzsche, p o r el contrario, exalta hasta
el paroxism o el odio al socialism o y conduce a la definitiva, plasm a-
ción de su id eo lo g ía m ítica, con la que se adelanta a la barbarie im peria
lista. "¿Q u ién es son — dice N ietzsche en el Anticristo— aquellos a quienes
más odio, entre la canalla de hoy? L a canalla socialista, los apóstoles
chandalas, que m inan el instinto, el goce, el sentim iento de hartura del
obrero, que 1¿ hacen envidioso, que le inculcan la v e n g a n z a , . . L a in ju s
ticia no reside nunca en la desigualdad de derechos, sino en la pretensión
do derechos ig u ales.. 35 Y es muy característico que, en su períod o
fin a l, en El ocaso de los idolos, N ietzsche vuelva expresam ente a aquella
sentencia que citábam os m ás arriba, según la cuál la dem ocracia es la
fo rm a del ocaso del E stado; pero, ahora, en u n sentido resueltam ente
con d en ato rio .36
Resum iendo, transcribirem os aquí lo que en El ocaso de los ¡dolos
dice N ietzsch e acerca de su p o sición ante el p ro blem a o b rero : " L a estu
pidez y, en e l fo n d o , la degeneración de los instintos, que es hoy la causa
de todas las estupideces, radica en que haya una cuestión obrera. H ay
ciertas cosas acerca de las cuales no se pregunta: p rim er im perativo del
instipto. N o alcanzo a com prender qué es lo que se quiere hacer del obre
ro europeo, después de h aberlo convertido en una cuestión. Su situación es
dem asiado buena para no ir preguntando cada vez m ás, paso a paso y cada
vez co n m ayor soberbia. T ie n e a su fav or, después de todo, la fuerza
del núm ero. H ay que renunciar com pletam ente a la esperanza de que
llegue a form arse aquí, com o clase, u n tip o de hom bre m odesto y contento
de sí m ism o, una especie de chino, y esto sí habría tenido razón de ser, sí
habría sido cabalm ente una necesidad. P ero, ¿qué se h a h e ch o ? Se ha
hecho todo lo po sible p o r ahogar en germ en hasta la m ism a posibilid ad
de e llo ; se h an aniquilado hasta en su raíz, p o r la m ás irresponsable
fa lta de re flex ió n , los instintos gracias a los cuales es p o sible e l obrero
com o clase, se hace p osible a si mismo. Se h a im puesto a l o brero el deber
m ilitar, se le h a concedido e l derecho d e coalición y el derecho p o lítico
de sufragio :, ¿qué tien e, pues, d e extrafio q u e e l obrero de h oy sienta ya su
« T . V I I I , pp. 3 0 3 s. 36 Ib'id., p. 1 5 1 .
NIETZSCHE, FUNDADOR DEL »RACIONALISM O 273
existencia como una carga (y, hablando en términos morales, como una
injusticia)} ¿Qué es lo que se quiere?, volvemos a preguntar. Quien
(Quiere el fin tiene que querer también los medios. Y quien desee tener
esclavos es un necio si los educa paja señores.’’ 37 -
Dos puntos de vista hay que destacan, especialmente, en estas conside
raciones de Nietzsche. En primer lugar, el de que considera toda la
’'cuestión obrera” como una incumbencia puramente ideológica: según
é|l, depende de los ideólogos de la clase dominante el que la actitud de los
Obreros se desarrolle y oriente en una u otra dirección; a Nietzsche no se
la pasa siquiera por las mientes que este problema descansa sobre bases
Económicamente objetivas. Para él, lo decisivo es la actitud que adopten
|os "señores”; si éstos muestran la decisión necesaria, conseguirán lo que
desean. (En esta manera de pensar, Nietzsche es un precursor directo
de H itler.) En segundo lugar, el pasaje citado contiene, sin proponérselo,
«na síntesis histórica de la continuidad y los cambios con que nos encon
tramos en las ideas de Nietzsche ante este problema central. Se ve clara
mente que su ideal social constante es la "incubación” de un tipo de
esclavo a tono con las condiciones modernas y que su odio va dirigido
Contra quienes se interponen ante esta marcha de las cosas, es decir, contra
los socialistas. Pero, a la par con esto, vemos también con toda claridad el
Cambio operado: cuando Nietzsche critica tan duramente a sus cofrades
de clase, se critica también a sí mismo, se autocrítica y supera las ilu
siones de su período de lo Humano, demasiado humano.
Después del derrumbamiento de sus ilusiones "democráticas”, Nietzsche
prevé, desde luego, una época de grandes guerras, revoluciones y con
trarrevoluciones, de cuyos caos emergerá su ideal: el imperio absoluto
de los "señores de la tierra” sobre la "horda” convertida ya en dócil
rebaño, sobre los esclavos suficientemente amaestrados. Y a en sus apuntes
de la época de la Genealogía de la moral, leemos: "E l problema de
¿hada dónde marchamos? Será necesario un nuevo terrorismo.” 83 Y en los
materiales preparatorios para su obra Voluntad de poder, dice, refirién
dose a los "nuevos bárbaros”, a los futuros "señores de la tierra” : "N o
cabe duda de que sólo se harán visibles y se consolidarán después de tre
mendas crisis socialistas.” 83 En los gérmenes del futuro (del imperia
lism o), así percibidos, se cifran las perspectivas optimistas del Nietzsche
de la última época: "La contemplación del europeo de hoy me infunde
mucha esperanza: se está formando aquí una raza intrépida y dominante
sobre la anchura de una masa-horda extraordinariamente inteligente.” **
Y , al soñar en esta meta y en el camino que a ella conduce, surgen en su
mente, de vez en cuando, estampas del futuro que entrañan un anticipo
18
274 NIETZSCHE, FUNDADOR DEL »RACIONALISM O
d irecto de la leyenda h itle rian a: "L o s estam entos dom inantes podridos
h an echado a p erd er la im agen del dom inador. E l 'E stad o’ com o juez
es una cobardía, pues fa lta Migran hombre que sirva de pauta para m edir.
Peto, a la postre, será tan grand e la in seg u rid ad , que los hom bres sé
hu m illarán en el p olvo ante cualquier energía de la voluntad ordena*
d ora.” 41
P ara lleg ar a tener com pleta claridad acerca de la lín ea político-so cial
d e N ietzsche, queda sólo por esclarecer su posición ante B ism arck. Es ésta
cu estión que no carece de im portancia. E n realidad, la actitud de N ietz
sche ante la p o lítica bism arckiana ocupa un lugar central tanto en lo que
se re fiere a la in flu en cia de este pensador sobre círcu los de o p in ión en el
fo n d o izquierdistas com o en lo tocante a la im portancia que N ietzsche
h ab ría de adquirir para la id eología del fascism o.
* E l problem a, para el prim er grupo de personas, se planteaba a s í: N ietz
sche critica acerbam ente a Bism arck, luego no puede ser un reaccio
nario. Y com o d e lo que aquí se trata es de la falsa id en tificació n de una
crítica de derecha con una crítica de izquierda, nuestro m odo concreto de
tratar las relaciones B ism arck-N ietzsche contestará a esta cuestión en el
sentid o de que N ietzsche criticaba siem pre a B ism arck desde el punto
d e vista derechista, p o r considerar que su p o lítica no era suficientem ente
' im perialista y reaccionaria.
T am b ié n los ideólogos del fascism o parten de los antagonism os e n tre
N ietzsch e y B ism arck. S in em bargo, el "T e r c e r R e ich ” necesitaba d e una
(intesis dp todas las corrientes reaccionarias de la h istoria alem ana y, en
este sentido, po d ía perm itirse d lujo de considerarse a sí m ism o com o
una co n ju n ció n de N ietzsch e j B ism arck e n u n p lan o superior , (e s decir,
m ás re a ccio n a rio ). E n este sen tid o h ab la, p o r e jem p lo , FranZ Schauw ecker
d e la necesidad de reconciliar a N ietzsch e y a B ism arck en el "T e rc e r
R eich ” : "S e rá éste el im perio ( e l 'R e ich ’ ) que garantice el ord en d e fin i
tiv o del m undo. E l Im p erio e n que serán un o y lo m ism o F ed erico el
Prusiano y G o e th e e l A lem án. E l abrazo im posible, im pedido, entre B is
m arck y N ietzsche será, entonces, u n h ech o consum ado, contra e l que
se estrellará cualquier ataque de las potencias enem igas.” 42 Y e l id eólogo
filo só fic o o ficia l de H itle r, A lfre d B aeu m ler, se vale, a su vez, de la
crítica nietzscheana de B ism arck para d em ostrar— fie l en u n todo al sen
tid o del Mein Kam pf— la superioridad d el " T e r c e r R eich ” sobre e l Im
perio bism arckiano-guillerm ino. O lvid ánd ose de todas las m utaciones de
criterio y vacilad& nes d e N ietzsche, resum e su Opinión e n estas palabras:
" L a h isto ria del R eich se con v irtió en la historia de la d errota espiritual
d e B ism arck. E ste proceso se op eró ante lo s o jo s abiertos p o r e l espanto del
« lbid., p. 194.
4” fRtnz Schauwecker, "Ein Dichter und die Zukunft”, en Des deutschen Dtcb-
ters ¡sendung in der Gegenwart, Leipzig, 1933, p. 227.
NIETZSCHE, FUNDADOR DEL IRRACIONALISMO 275
III
de Nietzsche coa las viejas tradiciones progresivas. Bastará con! citar, para
poner fin a este punto, las palabras del propio Nietzsche sobre la relación
existente entre su "nueva Ilustración”, contó él la llama, y la "vieja”, pues
—en contraste con sus hipócritas intérpretes imperialistas— pone de mani
fiesto sus ideas con una franqueza que no deja, ciertamente, nada que
desear. He aquí sus propias palabras: "La nueva Ilustración — la vieja
era, a tono con el sentido de la horda democrática: la igualación de
todos. La nueva pretende mostrar el camino a las naturalezas dominan
tes, por cuanto que a éstas (como al Estado) les está permitido todo, para
lo que la horda no es libre.” 52
Muy al contrario de lo que entienden aquellos intérpretes de Nietzsche
que se empeñan en acercarlo a la Ilustración, su verdadera posición
—tras el breve episodio de una relativa aproximación, durante el "periodo
democrático” ya analizado por nosotros— es la de la más enconada lucha
contra los epígonos de la Ilustración, contra los M ili, los Guyau, etc.
Lucha en la que se expresa el desarrollo contradictorio que va implícito
en el periodo de decadencia de la ideología burguesa. La Ilustración,
llevada de la ilusión de instaurar el reino de la razón, había combatido
a la teología y al irracionalismo de las tradiciones feudales. El triunfo
de la burguesía en la gran Revolución francesa vino a realizar estos ideales,
pero, al hacerlo, resultó, como no podía ser menos, según dice Engels,*8
que el reino de la razón se revelaba como el reino idealizado de la bur
guesía, con todas sus insolubles contradicciones. Dice Marx certeramente,
refiriéndose a las diferencias entre Helvetius y Bentham: "Este se limita
a copiar sin pizca de ingenio lo que Helvetius y otros franceses del si
glo xvih habían dicho ingeniosamente.” 54 Pero el contraste entre el
ingenio y la falta de él no refleja, en este caso, simplemente, la diferencia
entre el talento de Bentham y el de Helvetius, sino que responde, sobre
todo, a dos fases distintas en la trayectoria del capitalismo y, por consi-
guiente, en la de la ideología burguesa. Helvetius podía ser ingenioso,
porque ponía alas a su pensamiento un odio visionario contra la podrida
sociedad absolutista-feudal, contra el oscurantismo de la Iglesia y la
religión y contra la hipocresía de las capas dominantes. Bentham, en cam
bio, no podía dar muestras de ingenio, porque defendía a todo trance
el capitalismo ya victorioso, y sólo podía hacerlo pasando por alto los
fenómenos más importantes de la sociedad o desfigurando bajo bellos
colores su esencia real. Y , en los epígonos del epígono Bentham, en los
positivistas M ili y Spencer, Comte y Guyau, al avanzar la decadencia de
(a burguesía, no podían por menos de acentuarse estas tendencias al.ado-
cenamiento y a la falta de ingenio. Y si Nietzsche pudo volver a ser2
55 T . X I , p. 34.
NIETZSCHE, FUNDADOR DEL IRRACIONALISMO 281
38 T. VIII, p. 88.
NIETZSCHE, FUNDADOR DEL »RACIONALISM O 283
(<que, p o r otra parte, dem uestran ser, los unos para con los otros, tan
nventivos en sus m iram ientos, su capacidad para dom inarse a sí m ism os,
su ternura, su lealtad, su am istad y su orgullo, al exterior, a llí donde
Comienza lo extraño, los extraños, no son m ejo res que las bestias de
presa sin el m enor freno . A q u í, se sienten libres de toda coacción social,
se resarcen, en el salvajism o, de la tensión en que han vivido b a jo el
largo encierro y e l largo apaciguam iento, en la paz de lá com unidad;
reinciden en la inocencia de su conciencia de bestias de presa, com o
m onstruos retozones, que salen tal vez de una sucesión de asesinatos,
’ ncendios, torm entos y violaciones con una a leg ría y un equ ilib rio de
«s T. XV, p. 11.
NIETZSCHE, FUNDADOR DEL IRRACIONALISMO 291
iv
SÓLO partiend o de su éticá podem os com prender la posición m antenida
p o r N ietzsch e ante los llam ados "p roblem as ú ltim os” de la filo so fía ,
ante la fe en D io s o el ateísm o. C om o es bien sabido, N ietzsche pro fesa
apasionadam ente el ateísm o y com bate, n o m enos apasionadam ente, toda
relig ión , y principalm ente el cristianism o. E sta actitud suya contribuyó
de un m odo muy im portante a su in flu e n cia entre la intelectualidad, g ran
des sectores de la cual van desentendiéndose cada vez más abiertam ente
d e las v iejas religiones.
S in em bargo, com o ya veíam os al estudiar a Schopenhauer, el m ovi
m ien to que así nace tom a rum bos com pletam ente distintos los unos de
los otros. D e una parte, el d el ^teísm o realm ente m aterialista, basado
principalm ente en el d esarrollo d e las ciencias naturales. E sta corriente
encuentra, de m om ento, un fu erte im pulso gracias a la teo ría darw inista
( E . H a e c k e l), pero su incapacidad para exp licar desde el punto de vista
m aterialista los fenóm enos sociales (y , p o r tanto, los. m orales, los p o lí
ticos, e t c .) , revela sus grandes fa lla s; incapaz de ver más allá del estrecho
horizonte burgués, oscila casi siem pre, sin base, ante estos problem as,
entre el pesim ism o y la apologética. N o hay ni qué hablar de una am plia
d ifu sió n del m aterialism o dialéctico e histórico entre la burguesía, pues
h a * t * en Ida partid os obreros — con excepción de Rusia— se vio cons-
tantem ente bastardeado, durante el períod o im perialista, p o r el revisionis
m o filo só fico . Y , de o tra parte, se refuerza constantem ente el "ateísm o
re lig io so ’’. L a fu n ció n d e estas corrientes del p e n sam ien td .n o .es otra que
la de satisfacer las necesidades religiosas de las capas de la sociedad
que han roto con las religiones positivas, adoptando para ello la fo rm a
de una polém ica muy violen ta a veces contra éstas, lo que da a sus sos
tenedores la apariencia de una actitud "in d ep en d ien te” , " n o con fo rm ista”
y hasta "rev olu cion aria” , pero m anteniendo al m ism o tiem po e se 'e sp íritu
de religiosidad que tan im portante es p ara, la existencia de la sociedad
capitalista. E l "ateísm o re lig io so ” es, p o r tanto, una fo rm a o m anifestación
m ás d e la apologética indirecta.
N ietzsche adopta ante esta trayectoria una actitud especial y lleva e l
ateísm o religioso hasta m ucho m ás a llá de la fase schopenhaueriana. E sto
s e revela, ante todo, desde el p u nto d e vista negativo, en *el hecho de que
convierta la fundam entación d e su ateísm o en un m ito, m ás m arcada
m en te todavía que Schopenhauer co n su budism o, de que se d esentienda
to dav ía m ás abiertam ente que. éste de todo entronqu e co n las ciencias
naturales y se jen fren te al ateísm o "v u lg a r” (e s decir, al ateísm o m ate
rialista y basado en la ciencia de la natu raleza) de un m odo aún m ás
señ alad ó y m ás consciente. U n fam ^ -« pasaje de La gaya ciencia d ice
NIETZSCHE, FUNDADOR DEL IRRACIONALISIMO 293
71 T . V , pp. 1 6 3 ss. 72 T . X I I I , p . 7 5 .
294 NIETZSCHE, FUNDADOR DEL IRRACIONAUSMO
para hacer del hom bre aquel inm oralista llam ado a convertirse en la capa
tiránicam ente dom inadora del futuro, fren te a la horda.
Cuando, de vez en cuando, resuena en N ietzsche el m otivo del "re to r
no a la naturaleza” , inm ediatam ente subraya su oposición con respecto a
Rousseau. Para N ietzsche, sólo en un caso puede representar esto algo
dotado de sen tid o: " L a naturaleza; es decir, atraverse a ser inm orales
com o e lla lo es.” 73 Y , asim ism o, sería falso querer parangonar estos pa
sajes nietzscheanos con el estado de naturaleza de H o b b es: para éste se
trata del punto de partid a de la evolución hum ana, de un "¿d e d ó n d e ?” ;
para N ietzsche, p o r el contrario, de la m eta que ha de alcanzarse, de un
"¿h acia d ó n d e?”
T am b ié n en este punto se destaca, pues, claram ente la contraposición
que m edia entre N ietzsche y la Ilu stración, a la que algunos intérpretes pre
tenden asim ilarlo, apoyándose precisam ente en su ateísm o. Los pensadores
de la Ilu stración trataban de p oner de relieve que la fe en D io s no podía
representar ninguna clase de acicate m oral para la hum anidad, que en
una sociedad de ateos los postulados m orales fu n cio n arían exactam ente lo
m ism o que en otra tutelada p o r D io s ( B a y l e ) . N ietzsche se propone de-1
m ostrar, p o r el contrario, que la abolición de la idea de D io s ( l a m uerte
de D io s ) traería consigo un renacim iento m oral, tal com o lo entiende,
según h a sido expuesto más arriba. P o r tanto, e independientem ente del
restante antagonism o que m edia entre la ética de la "v ie ja ” y la de la
"n u eva Ilu stración ” , acerca del cual conocem os ya tam bién la op inión de
N ietzsche, nos encontram os tam bién aquí con una contraposición con
respecto a la fu n ció n d e la relig ió n en el terreno de la m oral social. La
"v ie ja ” Ilu stración consideraba, la idea religiosa in d iferen te en cuanto a
la m oral, la conducta, las intenciones, etc., del hom bre, las cuales se
hallaban suficientem ente determ inadas, en realidad, en parte p o r la so
cied ad y en parte p o r la razón. N ietzsche, por el contrario — dando quince
y raya, en este punto, a todas las fallas de Feuerbach en cuanto a su
idealism o en el terreno de la filo s o fía de la historia— , considera el
rum bo hacia el ateísm o com o un v ira je decisivo para la m oral. (D ig a m o s
entre paréntesis que, en este aspecto, la concepción nietzscheana del m un
do tien e estrechos puntos de contacto con determ inadas tendencias de
D ostoyevski; no sé si, aparte de las Memorias de la casa de los muertos,
N ietzsche lle g aría a conocer otras obras del novelista ruso, pero cuanto
menos conociera en su co n ju n to la obra de D ostoyevski m ás sorprendente
resulta el paralelism o entre am bos, en lo tocante al ateísm o religioso y a
la m o ra l.)
D eb e destacarse este carácter idealista-su bjetivo extrem o del ateísm o de
N ietzsche, entre otras razones, porque su actitud constante e influyente,
ante los problem as m ás im portantes de la filo so fía , es la de un adversario
73 T. XV, p. 228.
NIETZSCHE, FUNDADOR DEL »RACIONALISMO 295
del idealism o. M á s adelante, •cuando estudiem os la estrecha afin id ad de
su te o ría del conocim iento con la de M ach y A venarius, verem os que
N ietzsche, al igual que é s k s , procuraba envolver su lucha fu nd am ental
contra el m aterialism o en aparentes y apasionados asaques antiidealistas,
esforzándose siem pre p o r alim entar la apariencia de que su filo s o fía re
presentaba algo nuevo, alg o así com o un "te rce r térm in o ” tanto fre n te
al idealism o com o fren te al m aterialism o. E n estas con d icio n es, conside
ramos necesario señalar el sorprendente paralelism o que se advierte tam
b ién en cuanto al p roblem a de D io s entre N ietzsche y el m achism o.
E n N ietzsche observam os la m ism a tend encia que se m anifiesta, p o r
ejem p lo, entre los m achistas rusos (L u n atch arski y o tr o s ), encam inada a
interpretar el ateísm o religioso en el sentido de la básquMh d e u n "n u ev o
D io s” , d é una construcción de D io s, sacando d e la m uerte nietzscheana
de D io s la consecuencia de su po sible resurrección b a jo u n a nueva fo rm a.
Su p o sició n es tam bién en este pu nto contrad ictoria y am bigua. D e una
parte, leem os en sus apuntes p ara el Zaratustra: " L o llam áis la autocrea-
ción de D io s, pero no es m ás q u e su m uda: D io s m uda d e p ie l m o ral.
Y p ro n to volvereis a verle, situado m ás allá d el b ien y d el m a l.” 74 Y
más tarde, en la Voluntad de poder: "D ig á m o slo u n a vez m á s: ¡cuántos
y cuántos dioses nuevos son to d av ía p o sib le s!” N o cab e duda de que
N ietzsche expresa aquí, en nom bre de Z aratustra, sus propias dudas p er
son ales: es — nos dice— "sim p lem en te un v ie jo ateo, q u e no cree n i en
los v ie jo s dioses n i en otros nuevos” . P ero , p o n e f in a este razonam iento
con las siguientes p alabras: " E l tip o de D io s calcado sobre el tip o de los
esp íritus creadores de los 'grandes h om bres’.” 75 O bservaciones q u e ya
de p o r sí revelan claram ente to d a la naturaleza esencial y la p o sición
h istórica del ateísm o nietzscheano. S in em bargo, y, p o r o tra parte, adver
tim os que, en sus últim as obras, e l reverso discursivo d el cristianism o y
del cru cificad o n o es el universo lib re d e to d o D io s, n o es e l ateísm o o ,
por lo m enos, n o es solamente éste, sino tam bién, com o verem os en
d etalle m ás adelante, el nuevo D io s, D io n iso s.
V em o s, pu$s, que este ateísm o tan "ra d ica l” b o rra p o r d oquier las
fro nteras ante la relig ió n y abre — dentro de ciertos lím ites, de lo s que
en seguida hablarem os— las puertas a las más d istintas tendencias relig io
sas. Y de nuevo se m an ifiesta aquí la característica p ecu liar d e la acción
de N ietzsche, consistente en crear u n a id eo lo g ía aglu tinad ora p ara todas
las tendencias decididam ente reaccionarias del p erío d o im perialista. Su
m ito es totalm ente unívoco en lo sócial y tam bién, p o r tanto, en lo ético,
pero en todos los demás aspectos com pletam ente confuso y equívoco, sus
cep tible de cuantas interpretaciones se le quiera d ar; pero sin que esta
vaguedad conceptual anule la fu erza sensible de sugestión d e los sím bolos
nietzscheanos. D e aquí que sea igualm ente p o sible descubrir en N ietzsch e
realidad social. Los pensadores de la Ilu stración com batían el que entonces
era el puntal ideológico fu nd am ental de la m o narqu ía absoluta; N ie tz
sche, en cam bio, lanza sus invectivas contra id eologías e instituciones
que son, en rigor, sus más seguros aliados en su lucha fundam ental, en la
■ lucha contra el socialism o y la dem ocracia.
, N o cabe duda de que en la d octrina cristiana se contienen elem entos y
en la trayectoria del cristianism o tendencias tran sitorias en que cobra acu
sada expresión la idea de la igualdad de todos los hom bres, tan odiada
i por N ietzsche. P ero la evolución de las Iglesias y la de la religiosidad im
perante m archa en o tra dirección, en la de hacer com pletam ente inocua,
desde e l punto de vista social, esa ¡dea igualitaria, dándole una interpre
tación que la to m a adecuada cabalm ente para to d o lo contrario, para servir
■ d e p u n to de apoyo al sistem a de opresión y exp lotación vigente en cada
m om ento. E n esto reside la base social d e p o r qué tan to E lisabeth F ö r
ster-N ietzsche com o Jaspers o K au fm an n se esfuerzan tan celosam ente en
• descubir los puntos de contacto en tre N ietzsch e y e l cristianism o, la Ig le
sia cristiana. L o cual es de todo pu nto leg ítim o, desde e l p u n to de vista
‘ social, ya que entre la ética d e N ietzsch e, aq u í esbozada, y la p o lítica
* práctica m antenida p o r el Papa, e l cardenal Spellm ann, etc., n o inedia
I ninguna d iferen cia sustancial; y el hecho d e que las m anifestaciones ético-
( teóricas que acom pañan a esta práctica repugnen el to n o fran co hasta el
cinism o de las d e N ietzsche, representa en realidad una cuestión secun
d a r ia , com parada con aquella coincid encia esencial. L a propaganda h itle-
rista, en cam bio, p o d ía apoyarse de un m odo directo precisam ente en
este aspecto d e la crítica nietzscheana d el cristianism o.
N o s lim itarem os ahora, después de lo d icho, a tran scrib ir brevem ente
i algunas citas decisivas tom adas de las obras de N ietzsche, en las que se
, contiene el claro testim onio d e que el m otivo señalado p o r nosotros no
es uno escogido entre otros igualm en te im portantes, sin o el punto m edu-
, lar del anticristianism o nietzscheano. Com enzarem os citand o algunas de las
frases fin ales del Ecce Homo. M uy significativam ente, sólo viene des
pués, en el texto, la antítesis tan decisiva para N ietzsch e, a l térm in o de
‘ sus actividades: "D io n iso s contra el C ru cificad o .” Y no es m enos carac
terístico el que el p asaje que vam os a citar en seguida term ine con la
fam osa frase de V o lta ire : "É crasez l ’in fá m e !” N ad a p o d ría aclarar más
de b u lto que el em pleo de esta frase el antagonism o extrem o entre lo que
según V o lta ire debe destruirse en e l cristianism o y lo que hay que destruir
en él según N ietzsche. H e aquí lo que escribe éste:
" E l descubrimiento de la m oral cristiana es un acontecim iento sin para
lelo, u n a verdadera c a tá s tr o fe .. . E l concepto de 'D io s ’ ha sido inventado
, com o e l concepto antagónico de la v id a: en él se condensa en una unidad
espantosa toda la m ortal hostilidad contra ésta, todo lo dañino, lo vene-
1 noso, lo calum nioso. E l concepto d el ’más a llá ’, del 'm undo verdadero’
298 NIETZSCHE, FUNDADOR DEL »RACIONALISM O
70 T. XV, pp. 125 s. En vista de que intérpretes como Kaufmann (por ejem
plo, op. cit., p. 329) relacionan el anticristianismo de Nietzsche con el de Heine,
señalaremos aquí, de pasada, que la meta y el contenido de la polémica de
Heine contra el cristianismo son totalmente inversos a los de Nietzsche. La seme
janza que Kaufmann pone de manifiesto es puramente externa, de carácter esti
lístico. Acerca de la concepción del mundo de Heine, cfr. mi estudio en Deutsche
Réalisten des 19■ Jahrhunderts, ed. Aufbau, Berlín, 1951, pp. 39 ss.
NIETZSCHE, FUNDADOR DEL 1RRACIONAUSMO 299
dad d e las alm as; y si es cierto q u e la fe en 'e l p riv ileg io de los m ás’
hace y seguirá haciend o las revoluciones, n o cabe duda de que es el cris
tianism o, de que son los ju icio s valorativos cristianos lo s que llevan la
revolu ción a la sangre y a l crim en. E l cristianism o es 4 a rebelión de todo
lo que se arrastra pegado al suelo con tra lo que descuella en las alturas; el
evangelio de los 'v iles’ envilece . . . " 80 Y , com o queriendo o frece r un com
p lem ento h istórico-tipo ló gico a esta doctrina, añade, u n poco m ás ad elante:
“ L a cond icionalid ad p ato ló gica d e su óp tica hace del convencido un
fan ático — un Savonarola, un Lutero, u n Rousseau, u n R obespierre,
un Sain t-Sim on — , e l tip o antagónico del esp íritu fu erte y liberado. Y la
g ran actitud d e estos espíritus enfermos, d e estos epilépticos del concepto,
in flu y e sobre la g ran m asa; los fanático s son pintorescos, y a la hum anidad
le gusta m ás recrearse en los gestos que detenerse a escuchar razones. . . ” 81
L a id ea cen tral no puede ser m ás clara: del cristianism o nació la R ev o
lución francesa, de ésta la dem ocracia y de la dem ocracia el socialism o.
P o r consiguiente, cuando N ietzsch e se presenta com o el A n ticristo, a lo
q u e en realidad a lo q u e aspira es a destruir el socialismo.
naturales” se m an ifiesta con una fran qu eza verdaderam ente cínica, sin
tratar de d isfrazarse de objetivid ad , b ajo un aparato seu d ocientífico.
S i el lecto r recuerda lo que m ás arriba exponíam os acerca d e la in te r
pretación de la sociedad antigua p o r N ietzsche, se percatará en seguida
de que concepciones com o las del agón, la Eris, y otras se h allan consi
derablem ente influ id as p o r las ideas del darw inism o social. Y , a tono
con e llo , vem os que N ietzsche destaca, en este períod o, d e un m odo
afirm ativo , las doctrinas de D arw in . R eprocha, por e jem p lo , a D . F . Strauss
el que, aun elogiand o el darw inism o, no ten ga el v alo r de aplicarlo co n
secuentem ente a los problem as m orales, sino que se refu gie, con respecto
a éstos, en el idealism o.84 Y , de vez en cuando y com o la cosa más natural
del m undo, aplica a la explicación de determ inados fenóm enos ciertas
im ágenes tom adas del d arw inism o: " E l darw inism o tien e tam bién razón
en cuanto al pensam iento por m edio de im ágenes: la im agen más vigorosa
devora a las más d éb iles.” 85
E n e l p eríod o d e Humano, demasiado humano, e l darw inism o desem
peña u n papel m ucho m enos im portante en e l pensam iento nietzscheano.
N o p olem iza con tra él, pero lo invoca cada vez m enos en sus exp lica
ciones. E sta relegación a segundo p lan o se com prenderá m ás fácilm en te
si se tien en en cuenta las tendencias evolucionistas d e este p eriod o de tran
sición, que m ás arriba señalábam os. A l sobreponerse a estas ilusiones,
N ietzsch e adopta una actitud de repulsa cada vez m ás d ecidida fre n te a
D arw in y el darw inism o. E n La gaya ciencia ironiza ya en to rn o a l dar
w inism o, echándole en cara su plebeyez: "S o b re to d o el darw inism o inglés
flo ta alg o asi com o el aire viciado de la superpoblación d e In g laterra,
com o el o lo r a hacinam iento y a m iseria que se respira en las casas d e los
p o bres.” A rgum ento ad hominem que sólo sirve para d ar paso a esta
repulsa de p rin cip io : " L a lucha p o r la existen cia es solam ente una excep
ción, una restricción tem poral de la voluntad d e v iv ir; la grand e y la
pequeña lucha g ira siem pre en to rn o a la suprem acía, a l crecim iento y a
la expansión, al poder, con form e a la voluntad d e poder, que n o es
sino la voluntad de vid a.” se
Sin em bargo, el verdadero contenid o de este g iro sólo puede estudiarse
en las m anifestaciones más detalladas d e las ú ltim as obras y notas del
autor, en las que N ietzsche expone co n su fran qu eza característica lo s m o
tivos reales que lo inspiran. E n El ocaso de los Idolos y en la Voluntad
de poder se m anifiesta claram ente e l m otivo decisivo d e su — nuevo—
antidarw inism o. T am b ié n aquí se révelan con bastante claridad la afinidad
y la d ivergencia de N ietzsche co n respecto a lo s "d a rv in is ta s sociales”
corrientes. C oinciden en que n in g u n o d e ello s se f i ja propiam ente en
los hechos de la evolución natural m ism a, sino que se lim itan a em p lear
" la frase de la lucha por la existen cia” (M a r x ) desde e l pu nto de vista
88 L. c.
N IE T Z S C H E , F U N D A D O R D E L » R A C I O N A L IS M O 305
100 T. XVI, pp. 396 s. 101 Ibíd., p. 101. U>2 Ibid., p. 155.
N IJB T Z S C H E , F U N D A D O R D E L » R A C I O N A L IS M O 309
VI
109 T. X , p. 32.
110 Que Nietzsche no tiene la menor idea de la diferencia entre entendimiento
y razón y emplea ambos términos como sinónimos, lo demuestra, no solamente su
ignorancia de los filósofos más importantes, que reconofe incluso Jáspers, sino
también, lo que tiene mucha más importancia, la ignorancia todavía más tosca
del irracionalismo imperialista, que desciende a un bajísimo nivel en cuanto a la
cultura del pensamiento. Kierkegaard, por ejemplo, combatía a Hegel con un apa
rato discursivo mucho más sutil.
111 T . IX, p. 197. 112 T. VIII, p. 77. 113 T. XV, p. 456.
NIETZSCHE, FUNDADOR DEL »RACIONALISM O 317
E l ser, p o r muy tenues que sean las hu ellas de su relación con una reali
dad independiente d e nuestra conciencia, debe ser desplazado p o r el
devenir (ig u a l a la re p re sen tació n ). P ero el ser, lib re de esta escoria, co n
cebid o puram ente com o ficció n , com o producto dé la voluntad de poder,
puede ser ya, p ara N ietzsche, a l m ism o tiem po, u n a categ oría superior
a la d el d ev en ir: la expresión d e la seud oobjetividad intuitiva d el m ito.
L a fu n ció n esp ecífica de esta determ inación del devenir y e l ser tien de,
en N ietzsche, a m antener en p ie la seudohistoricidad indispensable para
su apologética indirecta y, al m ism o tiem po, a destruirla, m ed iante la
co n firm ació n filo só fic a de que e l d evenir de la historia n o puede llegar
a crear nada nuevo, nada que vaya m ás allá del capitalism o.
S in em bargo, la sig n ificació n de la te o ría nietzscheana d el cono cim ien
to, com o instrum ento para construir la cohesión sistem ática de sus p en
sam ientos, trasciende de este caso concreto, aunque central, y se extien d e
a la totalidad de su m undo. D estacarem os aquí, com o com plem ento, o tro
ejem p lo im portante. P or op osición al neokantism o y al positivism o d e
aquel tiem po, cuya actitud fundam ental era la de un determ inado o b je
tivism o, la abstención de toda tom a de posición, de toda relación con la
práctica, actitud que se proclam aba com o la ún ica cien tífica, vem os que
N ietzsche coloca el entronque de la teo ría con la práctica, enérgicam ente,
en el centro m ism o de toda la teo ría del conocim iento.
T am b ién en este punto se adelanta N ietzsch e a sus contem poráneos,
sacando antes que ellos y de un m odo m ás radical todas las consecuencias
del agnosticism o y del consiguiente relativ ism o : rechaza todo otro criterio
d e la verdad que no sea el de la utilid ad para la supervivencia biológica
d el individuo (y de la e sp e c ie ), lo que hace de é l u n im portante precur
sor del pragm atism o del p eríod o im perialista. " S e h a olvidado siem pre
— afirm a— lo fu nd am ental, a saber: ¿por qué trata el filó so fo de cono
cer? ¿P o r qué coloca la 'verdad’ p o r encim a de la apariencia? Esta
valoración es anterior a todo cogito, ergo sum: aun partiend o de la p re
misa del proceso lógico, hay en nosotros algo que lo afirma y niega lo
contrario a él. ¿D ó n d e está la v e n ta ja ? T o d o s los filó so fo s se han o l
vidado de exp licar por qué aprecian lo verdadero y lo bueno y nadie ha
tratado de intentar lo contrario. Respuesta: lo verdadero es más útil (m ás
beneficioso para el o rg a n ism o ), aunque no más agradable de por si. En
una palabra, ya desde el p rim er m om ento nos encontram os con el orga
nism o com o un todo, dotado de 'fin e s’, hablando y, p o r tanto, v alo
rand o.” 116 Y , com o es natural, todo esto se re fiere en m edida todavía
superior a las verdades de la m o ral: "T o d o s los m oralistas em iten censu
ras com unes acerca de lo bueno y lo m alo, a tono con los im pulsos
sim páticos y egoístas. Consideram os bueno lo que sirve a un fin , pero
hablar de un 'fin b ueno’ sería absurdo. 'B u en o ’ sig n ifica siem pre algo
«S Ibíd., p. 379.
N IE T Z S C H E , F U N D A D O R D E L IR R A C IO N A LISIM O 323
Es p o sible que esto nos ayude a ver todavía co n m ayor claridad lo que
m ás arriba decíam os cuando afirm ábam os que la id eo lo g ía de la deca
dencia burgu esa.se ve obligada a colocarse a la defensiva. Es pro p io de la
naturaleza del pensam iento burgués el no poder salir del paso sin ilu sio
nes. A h o ra bien, cuando desde el R enacim iento hasta la R evolución fra n
cesa se trazaba com o el ideal que h ab ía que esforzarse en realizar la
im agen ideal, rica en ilusiones, de la po lis griega, form aban el m eo llo de
esta im agen ideal, ilusoria, una serie de corrientes reales de desarrollo, las
tendencias del desarrollo real de la naciente sociedad burguesa y, p o r
tanto, los elem entos del pro pio ser social y las perspectivas del propio
fu turo real. E n N ietzsche, p o r e l contrario, todo contenid o brota del
m iedo •— plasm ado en m itos— a la desaparición de la propia clase, de
la im potencia para m edir sus arm as, en el p lan o realm ente discursivo, con
el ad versario: son, todos ellos, contenidos tom ados del "te rre n o enem igo” ,
problem as y planteam ientos im puestos p o r el adversario de clase y que
determ inan en últim a instancia el contenid o de la filo s o fía nietzscheana.
Y la agresividad del tono, la aparente actuación a la o fen siv a en cada
caso concreto sólo alcanza a encubrir su perficialm ente esta estructura fu n
dam ental del pensam iento de N ietzsche. L a apelación gnoseológica al
irracionalism o m ás extrem o, a la negación to tal de la cognoscibilid ad del
m undo, d e toda razón; la apelación m o ral a todos los instintos bárbaros
y bestiales del hom bre, es la co n fesió n — inconsciente— de esta realidad.
Las dotes nada com unes de N ietzsch e se revelan en el hecho de que, en
los um brales del períod o im perialista, fu ese capaz de fo r ja r este m ito de
signo contrario, llam ado a in flu ir durante décadas enteras, Su estilo a fo
rístico se m anifiesta, visto así, com o la fo rm a adecuada de esta situación
h istórico-so cial: la podredum bre, la vaciedad y la falacia interiores de
todo el sistem a se envuelven en estos and rajo s de pensam ientos, b rilla n
tem ente tornasolados, q u e niegan fo rm alm ente toda cohesión.
C A P Í T U L O IV
contem plado a través de este prism a, todo m ovim iento histórico hecho
de contradicciones y antítesis, se revela com o un puro absurdo acien tífico ,
que debe, sencillam ente, rechazarse com o rid icu la utopía, sobre todo si se
tien e en cuenta que esta te o ría dialéctica del desarrollo se m anifiesta
com o la teoría del m ovim iento obrero revolucionario.
Y a hem os podido observar, a l tratar de N ietzsche, cóm o la experiencia
vivida del estrem ecim iento de este estado de "segurid ad ” repercutió sobre
el pensam iento filo só fico burgués e hizo cam biar radicalm ente todos sus
puntos de vista m etodológicos, en relación con esto. N ietzsche descubrió
claram ente al nuevo enem igo, a la clase obrera, y ello hizo que la dia
léctica no fuese ya, para él, ni m ucho m enos, un problem a teórico acadé
m icam ente liquid ado de largo tiem po atrás, com o lo era para otros- filó
sofos de su tiem po, quienes no veían en este adversario un enem igo tan
peligroso, hasta el punto de que su aplastam iento conceptual pudiera
lle g ar a ser la m isió n fundam ental de su vida y que, p o r tanto, se hacían
la ilu sión de p oder p rescin dir arrogantem ente de las form as de la d ialéc
tica (h e g e lia n a ) ya superadas p o r la m archa real de la historia, descono
ciendo con ello, al m ism o tiem po, ciertam ente, la sig n ificació n histórica
e intrínseca de lá dialéctica de H e g el. Y asim ism o hem os puesto de m a
n ifiesto más arriba cóm o N ietzsche no hizo m ás que percatarse d el p elig ro
(sin tién d o lo y viviéndolo más bien que penetrando conscientem ente en é l )
y descubrir al adversario, pero sin llegar, a estudiar realm ente su teo ría y
su práctica. P o r eso no se detiene a polem izar conscientem ente con la d ia
léctica, a la m anera com o lo nacen un Sch ellin g o un K ierkegaard . Se
lim ita a oponer a la dialéctica m aterialista y al m aterialism o histórico,
com o concepción contraria, un m ito irracionalista. P ero la estructura deci
siva de esta contraposición corresponde, evidentem ente, a la d e los ante
riores m ovim ientos irracionalistas de op osición contra la dialéctica. Y es
tam bién, com o ya hem os visto, fundam entalm ente an ticien tífica, intuitiva
e irracionalista, en lo tocante a su m étodo.
Com o el filó so fo que se adelanta discursivam ente a la crisis de la so
ciedad capitalista b ajo el im perialism o, N ietzsche sólo log ró encontrar
lectores y seguidores reales después de la revelación social y general de esta
crisis: después de la prim era G u erra M u nd ial y de la im plantación, en
Rusia, de la p rim era dictadura del proletariad o del m undo. L a historia
de la filo s o fía de la vida en sus relaciones con la dialéctica es la trayec
toria ideológica que va desde la crisis laten te a la crisis aguda. E llo explica
por qué este proceso, antes de la p rim era G u erra M u nd ial, se desarrolla
lentam ente, aunque a veces a saltos, y por eso tam bién la trayectoria a
que nos referim os discurre paralelam ente a d iferentes debates sociológicos
con el m arxism o, que en parte y p o r encim a de todo se proponen aplastar
"cie n tíficam e n te ” estas doctrinas, pero en parte tratan tam bién de in cor
porar a la concepción burguesa de la historia algunos de sus elem entos
E S E N C IA Y F U N C IÓ N DE LA F IL O S O F ÍA DE L A VIDA 331
intuición. L a filo s o fía de la vida pro fesa, p o r principio, una te o ría aris
tocrática del conocim iento.
T o d o s estos m otivos, en tre los cuales sólo hem os "enum erado los más
im portantes, contribuyen a asignar a la filo s o fía de la vida u n pap el p re
d om inante y a e xaltar su relativism o agnosticista hasta e l plano de
una nueva concepción d el m u nd o. A l p rin cip io , la filo s o fía o ficia l d e la
cátedra y las autoridades d el Estado adoptan ante estas tendencias
una actitud de escepticism o. P ero, poco a poco, la filo s o fía d e la vid a va
abriéndose paso e in filtrán d o se e n todo el pensam iento de la A lem ania
im perialista. E l m ás im portante precursor y fu nd ador de la filo s o fía im pe
rialista d e la vida, W ilh e lm D ilth ey , se expresa a veces en térm inos m ar
cadam ente program áticos acerca d e esta situación. Señ ala la g ran m isión
que la concepción filo só fica d el m undo h a cum plido en las luchas
p olítico-sociales d el pasado. Y añ ad e: " ¡G r a n enseñanza para el p o lític o !
P o r m u cho que quiera darse aires distinguidos la aversión d e lo s fu n cio
narios actuales y d e nuestra burgu esía p o r las ideas y su expresión filo só
fica , no es precisam ente u n signo d el sentido de la realidad, sino d e la
pobreza d e e sp íritu : n o son solam ente los sentim ientos naturales, sino
tam bién u n sistem a cerrado d e pensam ientos, los q u e aseguran la superio
ridad de la sodaldem ocracia y d el ultram ontanism o sobre las dem ás fuerzas
p olíticas de nuestro tiem p o.” 1
E n las páginas siguientes, nos proponem os estudiar en sus etapas fu n
dam entales la trayectoria q u e p arte d e aquí y que conduce, llevad a a sus
últim as consecuencias, a la "co n cep ció n nacionalsocialista d el m u nd o” .
L a 'l ín e a p o r nosotros esbozada n o q u iere d ecir, naturalm ente, que el
fascism o alem án haya abrevado exclusivam ente e n esta fu en te. M uy al con
trario. L a llam ada filo s o fía del fascism o tien e com o base fundam ental
la doctrina del racism o, sobre to d o b a jo la fo rm a que hu bo de darle
H . S t. C ham berlain, quien, p o r lo dem ás, n o d ejó de p o n er a contribución
para ello los resultados d e la filo s o fía d e la vida. P ero , p ara q u e una
"co n cep ció n del m undo” tan precaria en sus fu nd am entos y tan poco
coherente, tan profundam ente acien tífica y llen a d e u n diletantism o tan
tosco, pudiera lleg ar a im ponerse com o la predom inante, necesitaba de
una determ inada atm ósfera filo só fica, de una corrosión de la confianza
en la razón y el entendim iento, de la destrucción de la fe en el p ro
greso, de una actitud crédula ante el irracionalism o, el m ito y la m ística.
D e crear esta atm ósfera filo só fica se encargó ju sto la filo s o fía de la vida.
N o de un m odo consciente, p o r supuesto. T a n to m enos cuanto m ás nos
alejam os en el tiem po del hitlerism o. Sería rid ícu lo em peñarse en ver
en un D ilth ey o en un Sim m el los precursores conscientes del fascism o,
pues no lleg áro n la serlo ni siquiera en el sentido en que podem os llam ar
sus antecesores a un N ietzsche o un Lagarde. P ero no se trata, aquí, de un
1 D ilth ey , Gesammelte Schriften, L eip z ig -B erlín , 1 9 1 4 , t. I I , p . 9 1 .
33 6 LA FILOSOFÍA DE LA VIDA
II
2 Ibíd., t. V, p. 83.
22
338 LA F IL O S O F ÍA DE L A VIDA
son, en cierto m odo, las partes fija s que com unican su solidez a todos
los o b jeto s exteriores. L a voluntad, la lucha, el trab ajo , la necesidad, la
satisfacción, los elem entos m edulares, constantem ente reiterados, que fo r
m an el andam iaje del acaecer espiritual” ("R e a lid a d del m undo ex
te rio r” ) .
E l m undo representado p o r la teo ría diltheyana del conocim iento se
h alla tan puram ente determ inado p o r J a conciencia com o el de los neo-
kantianos, pues todas las categorías "p rácticas” que D ilth ey trae a colación
son otros tantos elem entos dei m undo del sujeto, ni más ni m enos que
aquellas categorías "p uram ente intelectuales” contra las que él polem iza
y que aspira a superar. L a suerte que corre este conato, m ovido por una
conciencia y dotado de una decisión realm ente raras para su época, de
captación de la objetividad de lo real, cuyo punto de partida es la intui
ció n de un entronque entre la práctica y la captación de la realidad o b je
tiva, revela precisam ente cuán exacta es nuestra concepción de q ije la
teo ría del conocim iento de la filo s o fía de la vida no se rem onta nunca,
por principio, sobre el idealism o subjetivo del p eríod o anterior.
P ero, cabalm ente en este punto, es necesario p o n er de relieve lo que
hay de d istintivo, de nuevo, en el planteam iento del problem a por la filo so
fía de la vida. D jjth e y pone fin a este razonam iento suyo con las siguientes
paíabras: "A q u í está la vida m ism a. Y ésta es constantem ente su propia
pru eba.” 3
Y , en otro lugar, añade que de este m odo se resuelven p o r sí m is
m os todos los problem as de la trascendencia que iban im plícitos en la
cosa en Sí de K a n t; "D e sd e el punto de vista dé la vida, no cabe la prueba
d e algo trascend ente en que se rebase lo que se contiene en la con
ciencia. N o s lim itarem os a analizar sobre qué descansa, en la vida m ism a,
la fe en e l ’ m undo exterior. Las premisas fundamentales del conoci
miento se dan en la vida, y el pensamiento no puede ir más allá de
ellas. Lo único que puede hacer es probarlas, contrastarlas, en cuanto a su
valor y a su alcance en la ciencia. P ero esto no quiere decir que sean
sim ples hipótesis, sino principios que brotan de la vida o prem isas que
entran en la ciencia com o los m edios a que aquéllos se h allan vinculados.
Si pudiéram os concebir una razón sin voluntad ni estados de ánim o, este
cosm os intelectual que sería una conciencia acusaría, probablem ente, d ife
rencias en cuanto a la dependencia en el m odo de m anifestarse y des
arro llar a través de ellas la regularidad que correspondería a la represen
tación causal y a la d iferencia entre el yo y los objetos, pero a la postre
y al cabo, la m ism a d iferen cia entre sujeto y o b je tó va adherida a las
funciones y, por tanto, a las actividades y a la im agen. Adem ás, el v alor
de conocim iento de la co n trap o sició n , que m edia entre el yo y el o b jeto
no es el de un hecho trascendente, pues el yo y el otro o lo exterior no
3 lbid., pp. 1 3 0 s.
DILTHEY 339
son, cabalm ente, o tra cosa que lo que se contiene, y se da en las exp e
riencias de la vida m ism a. Esto es toda realidad.” 4 .
T en em o s aquí, ante nosotros, en su estado puro, com o en un cultivo,
todo el fu nd am ento gnoseológico de la filo s o fía d e la vida. G raciás a la
id en tificació n — inconsciente— d e la vida y la vivencia, obtenem os ese
tornasolado claroscuro entre la objetivid ad — aparente— y la subjetividad
— real— que fo rm a la esencia m ism a de la seudoobjetividad de esta
filo so fía . Si D ilth e y lleváse hasta el fin , de u n m odo consecuente, su
propósito inicial de objetividad , te n d ría que percatarse e n seguida d e que
la "resisten cia” con que dice que tropiezan sus im pulsos, etc., es algo
más am plio y más vasto, alg o m uy d istinto que el sim ple lad o "o b je tiv ó ”
de la v id a; la vivencia se proyecta aquí sobre la realidad o b jetiv a, d e la
que la vida no es m ás que una parte, a m enos que — lo que D ilth ey
dista m ucho de hacer— se conciba toda la realidad o b je tiv a com o vida,
a la m anera de lo s hilozoístas. P ero e l p lanteam iento diltheyano d el p ro
blem a se atiene — aunque no llegu e a pensarla hasta e l fin a l, a analizarla
realm ente— a la unidad d e vivencia y vida. D ilth e y n o tom a en cuenta
para nada la realidad ob jetiv a, independ iente d e la conciencia.
Estam os ante una rem ota an alo g ía con la p ro blem ática d e la filo so fía
alem ana clásica, que indagaba tam bién y que d ecía h aber encontrado una
identidad su jeto -o b jeto parecida a ésta ( e l su jeto y la sustancia, e n la
Fenomenología del espíritu). S in em bargo, las d iferen cia son m ucho
m ás elocuentes, en este p u nto precisam ente, que las analogías. E n prim er
lugar, H e g el se rem onta consciente y decididam ente sobre e l sujetivism o
de la te o ría kantiana del conocim iento, m ientras que D ilth e y arriba a sus
corolarios neokantianos, aún m ás resueltam ente su bjetivistas. E n segundo
lugar, en la filo s o fía alem ana clásica, el lado o b je tiv o d e la identidad
pensante su jeto -o bjeto abarca toda la realidad, al paso que e l su jeto -o b jeto
diltheyano es, sim plem ente, la equiparación de vivencia y vida, con una
m arcada preponderancia de la p rim era sobre la segunda. E n aquélla, nos
encontram os, pues, con una especie de objetivid ad , aunque llev e consigo
toda la problem ática propia de la m ism a esencia del idealism o o b jetiv o,
m ientras que la de D ilth ey no pasa de ser, necesariam ente, una seudo
objetivid ad . E n tercer lugar, la solución dada p o r la filo s o fía alem ana
clásica consiente y hasta postula un conocim iento dialéctico-racional del
m undo; al convertir la sustancia en su jeto , H eg el descubre, al m ism o
tiem po, la acción om nicom prensiva de la razón en la realidad, llegand o
a todas^las profundidades; en cam bio, la fu sión inaclarada de la vivencia y
la vida p o r D ilth ey postula necesariam ente la esencia de la realidad así
captada com o algo por p rincipio irracional.
E l g ran descubrim iento de D ilth e y reside, p o r tanto, en sostener que
nuestra fe en la realidad del m undo exterior brota de la vivencia de la
nacista, m ientras que D ilth ey, aun intuyendo un p roblem a dialéctico real,
lo plantea y resuelve desde el p rim er m om ento de un m odo irracionalista
haciendo desaparecer su carácter dialéctico.
D ilth e y echa en cara, sobre todo, a la v ie ja p sicolo gía "e x p licativ a”
su incapacidad para resolver el problem a de las relaciones entre el m undo
aním ico y el m undo físico , el que una em brollada tram a de hipótesis
igualm ente im posibles de dem ostrar, bloquee en e lla el cam ino hacia la
realidad. T am b ién en este punto tiene una razón de ser relativa el descon
tento con la p sicolo gía positivista, que no se aviene a reconocer la depen
dencia m aterialista de los fenóm enos aním icos con respecto a los fe n ó
m enos físico-m ateriales, aunque procurando esquivar, por otra parte, una
actitud abiertam ente idealista. Sin em bargo, la solución propuesta p o r la
filo s o fía de la vida consiste, sencillam ente, en descartar, irracionalista-
m ente, el problem a real. Se nos dice que la vida debe m antener la unidad
de cuerpo y alma, pero com o la vida, para D ilth ey , según sabemos, sig
n ifica, en rigor, la vivencia, la solución radicalm ente subjetivista del
problem a se envuelve en una term in ología seudoobjetiva y la dualidad
de cuerpo y alm# se "su p era” haciendo que todos los o b jeto s de la p si
cología aparezcan proyectados sobre el plano de la "v iv en cialid ad ” . S e
pretende sustituir las hipótesis de la psicolo gía anterior p o r la sim ple des
cripción de los estados de hecho psíquicos, con lo que, al m ism o tiem po,
se relega a ú ltim o plano, en este terreno, todo conocim iento causal con
arreg lo a leyes y se abre un nuevo cam po al irracionalism o.
C on su planteam iento del problem a, D ilth ey se propone dar una nueva
fund am entación m etod ológica a las ciencias históricas. B a jo el p o sitivis
m o, estas ciencias habían ido degenerando poco a poco, en el sentido de
que la verdadera realidad de la historia iba quedando cada vez m ás rele
gada a ú ltim o plano ante Jos debates academ icistas con las ideas de lo s
eruditos en to rn o a las m anifestaciones de la historia, de la literatu ra
y del arte, de la filo so fía , etc. A la vista de este alejandrinism o, no d eja
de ten er cierta razón d e ser y estará tam bién llam ada a in flu ir bastante, en
lo porvenir, la oposición de D ilth ey , su "cam bio de rum bo hacia la cosa
m ism a” , que ya antes había m anifestad o en su concepto de la "p ra x is”
y que ahora fo rm u la sobre bases teóricas-m etodológicas. ( Y de fuentes
análogas bro ta la acción fecundadora del m étodo fen o m en o ló g ico .) E sto
convierte a D ilth e y en el fundador del "m éto d o de las ciencias del espí
ritu” . P ero, aun reconociendo la relativa legitim idad de su crítica del
positivism o academ icista, debem os subrayar una vez m ás, a este propósito*
que la "co sa m ism a” que D ilth e y y los fenom enólogos colocan en e}
centro de sus preocupaciones no es, ni m ucho m enos, la totalidad y
objetividad de la s m ism as cosas. N o es to tal, pues las verdaderas co n exio
nes y determ inaciones sociales desaparecen en ella ju n to a la "sin g u lari
d ad ” de los o b jeto s aislados, y cuando éstos aparecen entrelazados es co n
D IL T H E Y 343
"co m p ren d er” , que tien e "u n carácter adivinatorio, sin lle g ar nunca a
una certeza dem ostrativa” . Y , en otros pasajes, destaca que la interpre
tación, "co m o un Comprender recreador según las reglas del arte, entraña
siem pre, necesariam ente, algo g en ial” .® P o r tanto, la nueva psicología
co n stitu y e. de antem ano, según D ilth ey, un p riv ilegio, la doctrina secreta
de una determ inada aristocracia espiritual, estético-historicista.
E l lu gar m etod ológico central asignado en e lla a la intuición se des
prende necesariam ente del planteam iento diltheyano del problem a, el cual
expresa, com o hem os visto, una necesidad id eológica profundam ente sen
tida p o r la intelectualidad burguesa del p eriod o im perialista. Y , com o
ocu rre siem pre en la historia de la filo s o fía , cuando se busca una de
estas salidás desesperadas a una situación sin escape y se cree haberla
encontrado p o r m edio de un salto m ortal, no se entra a investigar las
verdaderas prem isas gnoseológicas y m etodológicas de sem ejante "so lu
ció n ” , y los que la propugnan n o descubren la tosca con fu sión m etodo
ló g ica que entfaña, sencillam ente porque la necesidad de sem ejante "s o
lu ción” se siente Con tanta fuerza, que todos los posibles reparos tí
ob jecio n es se esfum an ante ella.
E sta nueva "o b jetiv id ad ” presupone un nuevo órgano de conocim iento.
U n o de los problem as centrales de la filo s o fía im perialista consiste en
op on er a l pensam ientp conceptual, racional, esta nueva actitud d el cono
cim iento, esté nuevo órgano del conocer, que es la intuición. E n realidad,
la in tu ició n constituye un elem ento p sicoló gico d é todo m étod o cie n tífic o
á r tfftbkjo. Sup erficialm en te considerada la cosa, se tien e la im presión
d irecta d e q u e la intu ición constituye u n m étod o m ás concreto y m ás sin
tético q u e e l pensam iento discursivo abstracto, q u e op era p o r m ed io d e
conceptos. P e r o 'e s to n o pasa d e ser una apariencia, pues, psicológica
m ente, la intu ición n o es, en realidad, o tra cosa que la súbita revelación
an te la conciencia d e un proceso d e pensam iento q u e hasta entonces v en ía
desarrollándose, en parte, inconscientem ente. N o puede deslindarse, p o r
tan to, intrínsecam ente, del proceso dé trab ajo en su m ayor parte cons
cien te. Y , para u n pensam iento cie n tífico concienzudo, es un deber im
portante e irrenunciable, a la vista d e estos resultados logrados " i n t u i- .
tivam ente” , indagar, en prim er lugar, hasta qué p u nto pueden tam bién
m antenerse en p ie cien tíficam en te y, en segundo lugar, encuadrarlos o r
gánicam ente d entro del sistem a de los conceptos racionales, de tal m odo
que ya después no sea po sible d istinguir qué es lo descubierto p o r la
capacidad de razonam iento (co n scien tem en te) y qué p o r m ed io de. la intui
ció n (e n los um brales de la conciencia y llevado a ésta solam ente más
ta rd e ).
P o r tanto, en realidad, la intuición, situad a en el lu gar que le co
rresponde, com o m om ento p sicológico del proceso de trab ajo , es, de una,
® I b í d - , t. V, p. 278.
D1LTHEY 345
12 Ib íd ., p. 282.
DILTHEY 349
m ente, ninguna clase de cam bios decisivos, pues los cam bios que podem os
registrar en los pensam ientos, en los sentim ientos, etc., de los hom bres
son ya de carácter histórico-social. Para una teo ría o b je tiv a de la historia
— com o lo es el m aterialism o h istórico— , esto n o encierra ninguna an ti
nom ia, sino sim plem ente el com plem ento dialéctico m utuo de am bos
puntos de vista; y puede, incluso, sum inistrar o valorizar puntos de vista
antropológicos muy fecundos para el conocim iento histórico, y viceversa.
S in em bargo, en la teoría diltheyana de la vivencia estos dos puntos de
vista tien en necesariam ente que polarizarse en una antinom ia: el punto
d e vista antropológico conduce al carácter suprahistórico del hom bre y el
punto de vista histórico lleva a un ilim itad o relativism o, ante el que
no prevalece nada general.
Y , para D ilth ey , no hay tam poco salida posible a esta antinom ia: no
puede op tar p o r uno de estos dos puntos de vista, rechazando el otro.
Los necesita a los dos. E n parte, por la com prensible sensación del h isto
riador de que am bos principios se entrelazan inextricablem ente en la
realidad m ism a y, en parte, p o r las necesidades propias de la concepción
del m undo del im perialism o, para la que son igualm ente im prescindibles la
suprahistoricidad antropológica y el relativism o histórico. Y así, D ilth e y
no acierta a escapar de la antinom ia, aunque se percate de e l l a . . . (A u n
que este punto de vista no es, n i m ucho m enos, exclusivo de D ilth ey,
pues lo encontram os en casi todos los historiadores del períod o im peria
lista. A sí, vem os que toda la te o ría racial d el p erío d o im perialista descansa
sobre la — inventada— perm anencia d e la esencia d e la raza, que, aunque
pueda degenerar, no es p o r p rin cip io capaz d e d esarrollarse hacia otra
raza cualitativam ente d istin ta.)
D ilth e y tropieza constantem ente con este problem a, y trata d e d arle
las más varias y contradictorias soluciones. D ice , p o r e jem p lo , en una
p arte: " L a naturaleza del hom bre es siem pre la m ism a.” 13 Y , en otro
pasaje, analizando el "sistem a natu ral” de los siglos x v u y xviii, es decir,
polem izando contra la concepción de la historia de la Ilu stración, a firm a :
" E l tipo de hom bres se diluye y deshace en el proceso de la h isto ria.” 14 Y
sabe que este problem a es, para él, insoluble. M an ifiesta, en efecto, "q u e
el p ro blem a d e si los hom bres pueden considerarse, d en tro d e ciertos l í
m ites, com o los m ism os, en d iferentes épocas, en cuanto a la intensidad
de sus m óviles, es un problem a al que no podem os, por el m om ento, dar
solución” .15 C on lo cual se to rna problem ático el v alo r de toda la funda-
m entación p sicológico-antropológica d e las ciencias del esp íritu. Y , com o
la interpretación de todos los fenóm eno s históricos sociales partiend o de la
vivencia fo rm a la m édula d e la filo s o fía d iltheyana, con e llo se viene
a tierra com o ilusoria toda su concepción fundam ental.
T o d o lo que consigue D ilth ey es desacreditar y d esintegrar la p sico lo
-1 I b i d ... p. 272.
DILTHEY 355
sem ejan te de los tipos filo só fico s, a la m anera com o en el hom bre pueden
arm onizarse estas potencias físicas. P ero esto no pasa de ser un sueño,
entre otras razones, objetivam ente, porqu e esa fa lta de arm onía b a jo la
que su fre D ilth e y no responde prim ariam ente, ni m ucho m enos, a razones
de orden psicológico o antropológico, sino a la división social del tra
b a jo im perante b a jo el capitalism o, lo que sig n ifica que no puede llegar
a superarse, ni p sicológica ni filo só ficam en te, m ientras el capitalism o
siga en pie.
C om o tantas otras veces en D ilth ey , nos encontram os aquí con la d efo r
m ación idealista subjetiva de un p ro blem a que brota de la vida. Y n o cabe
duda de que su conciencia no se siente muy tranqu ila, intelectualm ente,
ante la m istificación que para e llo se ve obligad o a perpetrar. L o cierto
es que, al concretar este problem a, no procede ya, partiendo de su tip o
lo g ía, a una síntesis filo só fica, sino que é l m ism o se encarga de destruir
los fundam entos antropológicos abstractos d e su p ro p ia tip o lo g ía : con
fiesa que toda verdadera filo s o fía nace necesariam ente de la unidad de
entendim iento, sentim iento y voluntad. D esd e este m om ento, debería
consid erar com o m onstruos fo silizad os en la unilateralidad a todos los
filó so fo s anteriores a él o rechazar en b lo q u e su p ro p ia tip o lo g ía, repu
diación que, p o r o tra parte, partiend o de sus propias prem isas, n o habría
podido tam poco señalar el. cam ino hacia una concepción del m undo asen
tada sobre bases cien tíficas y filo só ficas.
C om o es natural, no encontram os en él ninguna de estas dos posiciones
extrem as. P ero sí percibim os claram ente la im posibilidad d e resolver este
problem a y, p o r ende, la precariedad y la endeblez de los fundam entos
sobre los que descansa su p ro p ia filo so fía .
L a exposición de esta concepción del m undo se lim ita, en la obra de
D ilth ey , a unas cuantas oscuras alusiones. Y es natural que sea así, pues
después de elevar el e n te n d im ien to ,. e l sentim iento y la voluntad, p o r
m edio de la hipóstasis, al rango de entidades independientes, h istórica
m ente eficientes, a los que corresponden tipos de concepción del m und o
que se contradicen escuetam ente y se excluyen los unos a lo s otros, no
se les puede convertir de nuevo en factores puram ente psíquicos sin echar
por tierra toda la construcción; n o es posible, sobre todo, p rivar de su
existen cia independiente a las tendencias que las concepciones del m undo
llevan consigo, para alcanzar la soñada arm onía.
C om o historiador de la filo s o fía , D ilth e y sólo acierta a registrar cien tí
ficam ente un com pleto relativism o, la lucha ininterrum p id a de unas co n
cepciones del m undo con otras, entré las que cabe establecer una deter
m inada selección, pero no adoptar una d ecisió n: "S u s grandes tipos [ l o s
de la filo so fía , G. L .] se levantan unos al lado de otros, cada uno con
su propia fuerza, indem ostrables e indestru ctibles.” 22 Y , alguna que otra:
22 íb íd ., t. V I I , pp. 8 6 s.
356 LA FILOSOFÍA DE LA VIDA
III
ellas, p o r muy evidente que sea, y m ostrando su to tal incom prensión para
los tiem pos que vendrán después. E n apoyo de la astrología y las cu ra
ciones m ilagrosas, de las b ru jerías y la eficacia de las oraciones se
ad u jero n en su tiem po pruebas no m enos 'efectivas’ y ’convincentes’
que las que hoy se invocan en pro' de la vigencia de las leyes generales
de la naturaleza, y no doy p o r descartada, ni m ucho m enos, la po sibi
lidad de que, a la vuelta de los siglos o de los m ilenios, cuando se reco
nozca com o el m eo llo y la esencia de todo fen óm en o concreto su in d i
vidualidad insolu blem ente unitaria y no reductible en m odo alguno a
‘leyes gen erales’, lleguen a considerarse tales generalidades com o una
superstición, ni m ás ni m enos que hoy hacem os nosotros con aquellas
creencias consideradas en otro tiem po com o artícu lo de fe . Si un d ía se
renuncia a la idea d e la verdad absoluta’, que no es tam poco, en rigor,
: más que una creación histórica, se podrá dar en la idea paradógica de
que, en el proceso continuo del conocer, la cantidad de verdades corres
ponde exactam ente a la cantidad de errores despejados; de que, com o en
un sube y b a ja incesante, son tantos los conocim ientos ’verdaderos’ que
suben p o r la escalera delantera com o los ’errores’ arrojados a patadas'
p o r la escalera de atrás.” 30
H em os citado fan p o r extenso estas palabras de Sim m el, para que se
vea con toda claridad la actitud de parcialidad del relativism o de la filo
s o fía de la vida. N o se trata, aquí, de uno de esos escepticism os extrem os
que pueden, en ciertas circunstancias, en la tendencia a la disolución de
una cultura ya reaccionariam ente estancada, ten er una fu n ció n progresiva
(co m o ocu rría, p o r ejem p lo, con e l nom inalism o m edieval o co n e l es
cepticism o d e lo s M o n taig n e, lo s B ayle, e t c .) . N o ; el escepticism o rela
tivista m oderno viene precisam ente a m in ar e l conocim iento cie n tífic o
-o b jetiv o , abriendo paso, qu iéran lo o n o sus iniciadores, al m ás d esenfre
nado oscurantism o reaccionario, a la m ística n ih ilista de la decadencia
im perialista. Y este proceso se d esarrolla con tanta rapidez, que, para
el lecto r de hoy, la perspectiva trazada aquí por Sim m el — la d e que,
a la vuelta de los siglos o los m ilenios, las leyes generales de la naturaleza
llegarán, tal vez, a ser consideradas co m o una superstición— tien e algo
d e cóm ico. Pues este lecto r sabe que, no ya a la vuelta de los siglos, sino
en e l m ism o año en, que m urió Sim m el, vio la luz el lib ro de Spengler, en
el que la filo s o fía de la vida abordaba ya d irecta y abiertam ente la
em presa de realizar aquella perspectiva, considerada com o una posibilidad
tan rem ota. E ste relativism o desintegrador no es, en rigor, sino la auto
d efensa d e la filo s o fía im perialista contra el m aterialism o d ialéctico ; y
esta tendencia, que e n Spengler se revelará de u n m odo claro y franco,
com o verem os, se contiene ya im p lícita en la filo s o fía d e Sim m el.
E l problem a de la fe , de la religiosidad y la religión, h ab ía preocupado
L a tendencia fundam ental que esto persigue no puede ser más clara:
consiste en in fla r hasta convertirlos en la tragedia ''etern a” "d e la ”
cultura general ciertos aspectos esp ecíficos de la época im perialista para
la situación del individuo (y , en particular, para la situación del inte
lectual vinculado a esta c u ltu ra ). Y esta "p ro fu n d izació n ” conduce a
consecuencias muy diversas, aunque todas ellas convergentes. L o más im
portante de todo es que, con ella, se desvía la atención de la situación
económ ica concreta, de las causas concretas de orden histórico-social. Se
dedican, cierto es, m uchas páginas a hablar de econom ía y sociología, pero
éstas pierden su sustantividad y, m ucho m ás aún, su p riorid ad ; se las
presenta m ás bien com o algo superficial, por sobre lo que incond icion al
m ente deben rem ontarse los hom bres "p ro fu n d am en te” dotados. Es muy
característico, p o r ejem p lo, el hecho de que Sim m el, falseand o la fiso
nom ía de am bos, d iga que tanto G o e th e com o N ietzsch e se m antuvieron
com pletam ente alejados de todos los problem as sociales.37
P o r m edio de esta generalización filo só fica, se pervierte b a jo la form a
d e la autarquía, la com placencia consigo m ism o y el r e fle jo de sí m ism o, el
descontento a n ticjp italista de lo s intelectuales. D espués de p oner de relie
ve toda la problem ática de una cultura del dinero, tal com o é l la ve,
Sim m el descubre precisam ente en esta problem ática lo que encierra de
positivo. " E l contenido intrínseco de la vida ■ — argum enta— se torna,
así, cada vez más intrínseco y más im personal para que, de ese m odo, el
resto de ella no susceptible de transacción se convierta en algo tanto más
personal, en un patrim onio tanto más indiscutible del yo.” !,s D e donde
se deduce que el dinero favorece a 'l a "p u ra interiorid ad ” ; el dinero se
revela nada m enos que com o " e l guardián de las puertas de la in terio
ridad, que ahora puede desarrollarse dentro de sus lím ites más genuinos” .
Y así, la "trag ed ia de la cultura” se descubre, a través de esta interpre
tación, com o la filo s o fía del parasitism o rentista del im perialism o. ( Y
digam os entre paréntesis que esta crítica sim m eliana de la cu ltu ra lleg ó
a ejercer una gran in flu en cia y encontró m ucho eco y resonancia. En
apoyo de ello , basta con citar a W a lte r R ath en au .)
A esta finalid ad sirve el kantism o de Sim m el, reelaborado a través
de la filo s o fía de la vida. E sta reelaboración de K a n t persigue, sobre
todp, el designio de elim in ar de su filo so fía , a fuerza de m anejos, com o
históricam ente superados, todos los elem entos revolucionario-burgueses
contenidos en su filo so fía . L a m oral kantiana, la "libertad de individuos
esencialm ente iguales en cuanto a carácter” , es para Sim m el algo muy
sem ejante al concepto m ecánicam ente intelectivo del universo. Y ha enve
jecid o y caducado a la p ar con él. D esd e G oeth e, Schleierm acher y los
rom ánticos, tenem os la ética de la "u n icid ad ” del individuo, que echa
34
370 LA F IL O S O F ÍA DE L A V ID A
IV
44 Scheler, Dcr Genius der Krieges und derdeutsche Krieg, Leipzig, 1915, p. 42.
374 LA F IL O S O F ÍA D E L A VID A
45 Spengler, Der Untergang des Abendlandes, 32* ed., Munich, 1920, t. I, pá.
gina 147. « 40 lb'ld., p. 4; 47 lbid., p. 9.
48 Spengler, Preussentum und Sozialismus, 74’ millar, Munich, 1925, p. 82.
49 Spengler, Untergang des Abendlandes, ed. cit., t. I, p. 139.
EL P E R ÍO D O D E G U E R R A Y D E PO SG U ERRA (S P E N G L E R ) 377
del conocim iento histórico, cuyo valor se acreditaba solam ente en la e xp li
cación de la realidad histórica. Spengler,- ah dar a sus tipos el nom bre
de "fen ó m en o s prim igen ios” hace algo más que introducir una innova
ción term in o ló g ica: proclam a la "fiso n o m ía ” de cada cultura com o fu n
dam ento real de todas sus m anifestaciones concretas, tanto las intrínsecas
com o las form ales, las estructurales com o las dinám icas; la construcción
cien tífica auxiliar se convierte, así, en un fu ndam ento real, aunque en un
fu ndam ento real irracionalista p o r principio y que sólo puede captarse
por la v ía de la intuición.
■D e donde se desprende, de por sí, que estas "fo rm a s” de la cultura,
encerradas en sí mismas, tienen que ser, necesariam ente, otras tantas
"m ón ad as sin ventanas” sobre el exterior, cada una de las cuales ¡sólo
puede captarse y describirse intuitivam ente dentro de su única y exclusiva
entidad. (S e trueca, aquí, en m ito la teoría w indelbandiana-rickertiana
de la historia, el m étodo individ ualizante.) P ero Spengler no aspira,
com o ya hem os visto, a detenerse en la sim ple descripción de sus " f o r
m as” únicas y exclusivas; después de haberlas enum erado excluyentem ente
unas ju nto 'a otras, trata de descubrir conexiones entre ellas. Pero, es
evidente que estos conexiones no pueden, en m odo alguno, tener un carác
ter cien tífico .
Spengler encuentra, creyendo resolver con ello el problem a, una
categoría — igualm ente intuitiva e irracionalista— en las peores tra
diciones anticientíficas del rom anticism o, y nos dice que los fenóm enos
de las distintas culturas sólo pueden com pararse entre sí por m ed io de la
analogía. Cabe, p o r ejem p lo, establecer una an alogía en tre la geom etría
euclidiana, com o m anifestación de la cultura antigua, y la geom etría no eu-
clidiana, com o éxponente de la cultura occidental. A h ora bien, la ,"m o r
fo lo g ía ” de la historia se encarga de señalar en cada desarrollo de la
cultura determ inadas etapas necesariam ente reiteradas: "T o d a cultura reco
rre las edades del hom bre individual. T od as pasan p o r su infancia, su
edad madura y su ancianidad.” 55
Y com o, según Spengler, esta trayectoria de desarrollo es fatalm en te
necesaria en cada cultura, surge una nueva categoría, decisiva para Spen
g le r: "L la m o simultáneos a dos hechos históricos cada uno de los cuales
se produce dentro de su cultura en una situación •— relativa— exactam ente
igual y que tienen, p o r tanto, un significad o exactam ente análogo.” 56
D esd e este punto de vista, podem os considerar, coetáneos, por ejem p lo,
a un A rqüím edes y un Gauss, a un P olign o to y un R em brandt. Spengler
convierte, aquí, la v iejísim a y trivial frase de las edades de la cultura,
en la que, antes de que apareciera el m aterialism o histórico, en un V ico , un
H erd er o un H eg el, brillaba ya, p o r lo m enos, el vislum bre de las fases
ascendentes y descendentes de las form aciones sociales con arreglo a ley,
te : la dom inación fatal, in con ten ible e inm inente, indisputada, llam ada
a durar hasta e l fin a l d el círcu lo de la cultura "fá u stica ” , de los " C é
sares” del capitalism o m onopolista sobre la m asa am o rfa de los fellahs-
proletarios.
Sp en gler concreta esta perspectiva, nacida del análisis pesim ista del
presente y tan sim pática a lo s o jo s de la reacción, en una obra especial,
bastante im portante para la id eología del fascism o : la titulad a Prusiaritsmo
y socialismo. L a idea "m o rfo ló g ica ” central se desarrolla aquí del siguiente
m odo. T o d a civilización tien e, según Spengler, su socialism o (lo s estoi
cos, el budism o, e tc.; e l socialism o actual es la form a fáustica de estas
m ism as m an ife stacio n e s). P ero, al afán spenglariano de las analogías no
le basta con esta generalización. N ecesita descubrir, además, el "v erd a
dero” socialism o, el cual no es otro que e l pru sianism o: los tipos del
o ficial, el em pleado y el obrero. Y el adversario de este "so cialism o ”
no es el capitalism o, sino In g laterra.59 (S p e n g le r desarrolla aquí las
ideas de los fo lleto s de guerra d e S ch eler y Som bart, el concepto de
"lo s m ercaderes y los héroes” , e tc .) Prusianos e ingleses representan dos.
grandes tipos en el desarrollo de la civilización. Son "d o s im perativos
m orales de signcf contrario, que h an ido desarrollándose lentam ente a
p artir del espíritu de los vikingos y del esp íritu de la O rd en de los
Caballeros Teutónicos. Los unos eran portadores de la idea germ ánica,
los otros la sentían por encima de s í: independencia personal y comunidad
suprapersonal. H oy, sé les da los nom bres de individualism o y socialis
m o” . C arlo s M arx y el socialism o obrero no han hecho más que em bro
lla r el problem a, y se ven descartados p o r la lógica fatal de la historia
del m undo. E l llam ado a triu n far es e l "so cialism o prusiano” , el "so cia
lism o” fundado p o r Federico G u illerm o I. Y sobre esta base surgirá
tam bién la verdadera In tern acio n al: "U n a auténtica Internacional sólo
es p osible m ediante el triu n fo de la idea de una raza sobre las d e m á s .. .
, La auténtica Internacional es el imperialismo.” 00 Este "so cialism o ” hará
\del obrero un em pleado de la econom ía y del patrono un fu ncionario
Responsable de la adm inistración. L a clase obrera alem ana se convencerá
„ d e que sólo este "so cialism o” cuenta con posibilidades reales. Para ello, no
/ hace falta ninguna ideología, sino que basta con "u n valiente escepti
cism o” y con "u n a clase de caracteres señoriales socialistas” .01
Es aquí donde se revela con toda claridad lo que hay de nuevo en
Spengler, con respecto a N ietzsche. Éste atacaba al socialism o — poco
conocido de él— de un m odo directo, fro n tal. N o hay razones para
afirm ar, ciertam ente, que Spengler conociera m ejo r la literatu ra socia
lista, pero su m odo de ataque es otro; consiste en eludir el problem a y en
recurrir a un truco d em agógico: el socialism o, se nos dice, triun fará, sólo
pasado es, objetivam ente, algo i <t posible. N o obstante — b ajo el m ante
n im iento de las nuevas condiciones creadas p o r la guerra y el desastre
y que determ inaban la politización de la filo s o fía de la vida y su tend en
cia a rem ontarse p o r sobre la resignación pacífico-parasitaria, escéptica y
com placida consigo m ism a, la resignación puram ente individualista del
períod o de anteguerra— , surge ahora un predom inio pasajero de pen
sadores y tendencias que, si nos fijam o s en ío sustancial de su concepción
del m undo y de su m étodo, siguen teniendo sus raíces en el períod o de
anteguerra, pero que intentan, ahora, con ciliar las tradiciones filo só ficas
dom inantes en el pasado con la nueva situación.
L a fig u ra m ás im portante de este períod o de transición es la de Max.
Scheler. Se trata de un pensador ingenioso, dinám ico y m u ltifacético, sin
convicciones firm es y que se d eja llevar dem asiado de las corrientes en
boga en cada m om ento, pero en el que se destaca, a pesar de todo, una
lín ea fu n d am en tal: la de salir fuertem ente al paso de las exigencias qüe
plantea la "estabilización relativa” . Su deseo es fundam entar una concep
ció n del m undo intrínsecam ente acusada, que se rem onte sobre el fo r
m alism o de los neokantianos, una firm e jerarq u ía de los valores apta para
desem peñar un papel im portante en la consolidación de la sociedad burgue
sa alem ana.
Se trata, en condiciones radicalm ente distintas, de reanudar el p ro
gram a de concepción del m undo que conocem os ya de D ilth e y Y no es
extrañ o que Scheler hable en térm inos muy elogiosos de la "p rev iso ra
g en ialid ad '’ de D ilth e y .H- L a afin id ad con estas tendencias se m anifiesta
tam bién en el- hecho de q u e S ch eler se h alle muy alejad o de aquel rela
tivism o abierto y fran co y rad icalm ente paradógico que Sp en g ler repre
sentaba, según veíam os, en la filo s o fía de la vida. A veces, h a podido
preguntarse, incluso, si hay razón para adscribir plenam ente a Scheler
a la filo s o fía de la vida en un sentido ortod oxo, teniendo en cuenta que su
je rarq u ía de los valores se rem onta constantem ente sobre la vida y cu l
m in a en valores m ás altos que ésta.
S ch eler com parte con D ilth ey , a quien trata de desarrollar y fu nd a
m entar con los m étodos discursivos de la fen o m en o lo g ía husserliana, la
convicción de q u e las categorías, las norm as, los valores, etc., h an de obr
tenerse y desarrollarse orgánicam ente, a base de la objetivid ad vivida d e
los o b jeto s filo só fico s, p o r m edio d e la "in tu ició n eid ética” . Y este
carácter intuitivo d el m étodo lo sitúa en la más inm ediata proxim idad a
la filo s o fía de la vida. H asta podríam os afirm ar que, p o r este cam ino,
incorpora Sch eler a la gran corriente del irracionalism o de la filo s o fía
de la vida la fen o m en o lo g ía de H usserl, que, a pesar d e la sim patía q u e
por e lla sen tía D ilth ey , perm anecía alejad a, hasta entonces, de las tenden
cias de concepción del m undo de la filo s o fía de la vida (p erso n alm en te, 02
H usserl rechazaba ésta y luchaba p o r una filo s o fía com o "cie n cia ri
gurosa” ).®3
N o debe exagerarse, claro está, el valor de esta repudiación de la filo
so fía de la vida p o r H usserl. É ste aparenta no querer m ezclarse en los
excesos agnosticistas de la filo s o fía de la vida. Pero, cuando entra a tratar
los problem as fundam entales de la teoría del conocim iento, en seguida
se ve que se h alla muy cerca del m achism o. S ch eler se lim ita, pues, a
tom ar de H usserl el m eollo irracionalista-relativista, un p oco escondido
en él. F ijém o n o s solam ente en las m anifestaciones husserlianas acerca de la
realidad del m undo exterio r: " E l problem a de la existencia y la natura
leza del 'm undo exterior’ es un p roblem a m etafísico. L a teo ría del con o
cim iento, com o explicación gen eral acerca del ser ideal y el sentido va
ledero del pensam iento cognosciente, abarca, cierto es, el problem a general
de si es posible, y hasta qué punto, un saber o un co n jetu rar racional de
o b jeto s o de cosas ’reales’ que trascienda p o r p rin cip io de las vivencias
cognoscientes y a cuyas norm as ten ga q u e acom odarse el verdadero sen
tido de tal saber; pero no e l p roblem a em píricam ente planteado de si
nosotros, los hom bres, a base de los datos de h ech o que nos son dados,
podem os alcanzar realm ente sem ejante saber, ni m ucho m enos la tarea
de llev arlo a cabo. L a teoría del conocim iento, tal com o nosotros la
concebim os, no es, propiam ente habland o, ninguna teoría. N o ' es una
ciencia, en el sentido acusado de una unidad basada en la explicación
teórica.” 61 Y la m ism a afinidad co n el m achism o presenta, com o en se
guid a verem os, el m étodo husserliano de "e lim in ar, p oniénd olo en tre
paréntesis” , el problem a de lo dado p o r la realidad.
S ch eler es una figura de transición, com o es tam bién un p erío d o de
transición aquel en que logra su filo s o fía una in flu en cia predom inante.
U n p erío d o de transición entre dos grandes crisis d e la dem ocracia en
A lem ania y sus ideologías, un períod o tran sitorio de respiro. L a vo lu bi
lidad d e Scheler y su propensión a d ejarse in flu ir fácilm en te contribuyen
a hacer de él, en este período, u n a fig u ra central. H abiend o sid o dis
cíp u lo de Eucken, se a filia más tard e a H usserl, pero intentand o al m ism o
tiem po ensanchar la fenom eno lo gía, así en lo tocante a l contenid o com o
e n cu anto a la concepción del m undo. E n sus obras m ás im portantes del
período de anteguerra lucha p o r una ética intrínseca, contra e l fo rm alism o
kantiano y p o r una jerarqu ía o b je tiv a de los valores. E ste aparente o b je ti
vism o conserva todavía, durante m ucho tiem po, tendencias jerárqu icas in
fluidas p o r la filo so fía católica, rem iniscencias del escolasticism o; tend en
cias que, por lo demás, venían acusándose en la m etod o logía ló g ica de la.
fenom eno lo gía ya desde B olzano y desde B rentano. E l catolizante S c h e le r 63
escrito en 1 9 1 3 . L a fenom eno lo gía, nos dice, es " e l nom bre que se da
a una actitud de contem plación intelectual que nos perm ite v er o vivir
algo que de otro modo permanecería, ocu lto ” .03 Y el pro pio Scheler
reconoce, aquí m ism o, francam ente, la to tal subjetividad de este m étod o:
" L o vivido y contem plado sólo aparece !dado’ en el acto m ism o de la
vivencia y la contem plación, al realizarse éste: se m anifiesta en él y sola
m ente en é l.” Su carácter fundam ental es: " É l más vivo, el m ás intensivo
y el m ás directo contacto de vivencia con el mundo m ism o.” Y polem iza
contra la conocida crítica que G u ille rm o W u n d t hace a H usserI, en la
que aquél satiriza el tip o husserliano de exposición, diciendo que H usserI
da u n a larga serie de d efin icio n es sobre lo que un concepto no es, para
acabar estableciendo una pura tau tología, al d ecir, p o r e jem p lo , que
" e l am or es el am or” . L a incom prensión d e W u n d t reside, según Scheler,
en que desconoce la "actitu d ” fenom eno ló gica, consistente en "llevar a la
contemplación del l e c t o r .. . alg o que, p o r su esencia sólo es susceptible
d e s e r contem plado” . T o d a la exp o sición an terio r es una sim ple prepa
ración, y la "tau to lo g ía” que aparece al fin a l, viene a d ecir: "A h o ra , ahí
lo tien es, m ira y lo verás.”
Estas m anifestaciones indican cuán acusadam ente se contenían ya en la
fen om en o lo gía, desde el prim er m om ento, los rasgos filo só fico -v itales e
irracionalistas. Scheler se m antiene a lo largo de toda su vida com o
un fie l y agradecido d iscípulo d el m étod o h u sserliano; se aju sta siem pre al
m étod o de trab ajo de la fenom eno lo gía, que, según la patente de H usserI
"p o n e entre paréntesis” todo o b je to que se trata de "co n tem p lar” , es
decir, prescinde de su realidad, para ob ten er así una "co n tem p lació n ”
de las "entid ades puras” o bjetivas sobre la que no grav iten lo s datos de la
realidad y poder, de este m odo, p roclam ar apodícticam ente dichas "e n ti
dades” b ajo una form a supuestam ente ob jetiv a.
E n este m étodo se revelan muy claram ente lo s dos aspectos de la tra
yectoria filo só fica general d el p e río d o im perialista, o sea la ín tim a tra
bazón del irracionalism o intuitivista co n la seud oobjetividad . Q u e el
m étodo se basa en la intuición es cosa b ien sabida, y Sch eler no trata
tam poco de ocultarlo, com o hem os visto. E n cuanto al fundam ental carácter
irracionalista, aparecía, en u n p rin cip io , encubierto p o r el hecho de que
H usserI y sus prim eros discípulos se habían ocupado, preferentem ente,
de problem as de lógica fo rm al, d e análisis d e sig n ificad o ; y e llo p odía
crear en e l p ro p io H usserI la ilu sión d e que h ab ía descubierto, con la
fen om en o lo gía, u n m étodo para tratar la filo s o fía com o una "cie n cia
rigurosa” .
P ero, ya a este propósito conviene observar que e l im portante lu gar que
la ló g ica ocupa en la m etod o logía no excluye, ni m ucho m enos, e l ¡ r a
cionalism o. P o r el contrario, lóg ica fo rm al e irracionalism o, filo só ficam en te 65
65 Scheler, Schriften aus dem Nacblass, ed. cit., pp. 266 ss.
390 L A F IL O S O F ÍA DE L A VIDA
considerados, aunque sean térm inos antinóm icos entre sí, son, no obstante,
dos m odos polarm ente coordinados de una actitud ante la realidad. E l
nacim iento del irracionalism o guarda siem pre una estrecha relación con
los lím ites de la captación del m undo desde el punto de vista de la lógica
fo rm al. U n tratam iento dialéctico de lo contradictorio, de las form as del
entendim iento, de las determ inaciones de la reflex ió n , supera, elevándolos
a categorías de razón, los elem entos de hecho invocados aquí com o punto
de partida, com o pruebas e ilustraciones del carácter irracional de la
, realidad. Y es precisam ente característico de las form as de transición
al extrem o irracionalism o el hecho de que esta antítesis, que antes se
m anifestaba, históricam ente, com o el antagonism o de dos corrientes e n
frentad as, desem peñe ahora un papel decisivo en la estructura interna
d e esta filo so fía . A sí, vem os cóm o tam bién en Scheler la je rarq u ía ética,
aun recibiendo d e la intuición su verdadera fundam entación intrínseca,
se construye y se deslinda en sus tipos, los unos con respecto a los otros,
con ayuda de consideraciones extraordinariam ente lógico-form ales. Este
papel que se asigna a la ló g ica fo rm al, que es el de ser, en cierto m odo,
el corpiño de la intuición y el irracionalism o, se observa en todos los
filó so fo s surgidos de la escuela de H usserl, incluyendo a H eid egger. P ero
en todos ellos es algo puram ente auxiliar. E l contenid o esencial de esta
filo s o fía es irracionalista en escala ascendente, e irracionalistas son, asi
m ism o, los principios estructurales decisivos, no los que sirven de apoyo
a la construcción externa.
L a tendencia a la seudoobjetividad se da en la fen om en o lo gía desde
e l p rim er m om ento. A h ora bien, en H usserl, la fen om en o lo g ía sólo
parece ser, al principio, una renovación de las tradiciones de B olzan o y
B ren tan o . E l problem a de la realidad o b jetiv a sólo surge en toda su
fuerza cuando los fenom enólogos abandonan el terreno p u ram en te-iogíco
y convierten en o b je to de la "eid ética” los fenóm enos de la vida social.
La trayectoria p o sterior de la fenom eno lo gía asume cada vez m ás .re
sueltam ente la pretensión de fundam entar una ciencia de la realidad, una
on tología. Pero, para ello, habría tenid o que plantearse — incluso dentro
de los m arcos de la fenom eno lo gía— el problem a de cuándo y en qué
condiciones pueden llegar a suprim irse "lo s paréntesis” entre los que se
colocan las "en tid ad es” fenom enológicam énte contem pladas, el problem a
de si la "e id é tica” capta, aquí, la realidad independiente de la conciencia
y de si la capta certeram ente.
S in em bargo, el "p o n er entre paréntesis” descarta radicalm ente esta
cu estión; la "e id é tica ” no sólo puede proyectarse sobre un entronque de
significad os, sino tam bién sobre una im agen puram ente fantasm al, lo
m ism o que sobre un re fle jo (e x a cto o fa ls o ) de la realidad. La esencia
del "p o n e r entre paréntesis” consiste, precisam ente, en que éstas form as de
pensam ientos, tan radicalm ente distintas las unas de las otras en cuanto
SC H ELER 391
a sus relaciones con la realidad, se reducen todas ellas, para los efectos
de la investigación fenom enológica, a un com ún denom inador, es decir,
son consideradas todas p o r la investigación com o de la m ism a na
turaleza.
Es, pues, evidente que, por este cam ino, resulta insoluble todo el p ro
blem a de la realidad, el problem a de saber si el o b je to que tenem os ante
nosotros después de "su p rim ir los paréntesis” , es un sim p le parto d e la
conciencia o el r e fle jo de algo que tien e un ser independiente de ella.
Y no d eja de ser altam ente interesante el que este g ran v ira je , de la
indagación de la conciencia a Ja ciencia del ser, de la fen om en o lo g ía a
la o n to lo g ía — el llam ado "v olv erse hacia las cosas” — , se haya operado
casi inadvertidam ente. T o d o consiste, sencillam ente, en declarar los o b je
tos fenom enoJógicos com o o b jeto s d e la on to lo g ía, tran sform an do así
la "e id é tica” , insensiblem ente, en una renovación de la "in tu ició n in
telectu al” .
Este proceso es característico d el reforzam iento, no pocas veces insen
siblem ente gradual, pero irresistible, del pensam iento orientad o hacia lo
m ítico , en el im perialism o de posguerra. Se d eja a la espalda, declara
tivam ente, la teo ría neokantiana del conocim iento del períod o de anteguera
(m anten iend o, en realidad, intacto su subjetivism o y su ag n o sticism o ),
a la vez que se co n fiere la evidencia evidente p o r sí m ism a del ser, a base
d e su captabilidad puram ente intuitiva, a la "réa lid a d ” irracional que
sólo puede captarse intuitivam ente.
P or el m om ento, nos hem os abstenido deliberadam ente de Criticar las
prem isas sobre que descansan la teo ría fenom eno ló gica del conocim iento
y el m étodo que de e lla se deriva, con o b je to de que se destacaran
claram ente toda su vacuidad y carencia de fu ndam ento. P ero, no cabe
duda de que la crítica debiera arrancar ya, en realidad, del "p o n e r
entre paréntesis” . L o único que este fam oso m étodo viene a decir, m a
nifiestam ente, es que en nada se d iferencian, en cuanto tales representa
ciones, por así expresarlo, la del hom bre y la del diablo. Pero de esta
identificació n puram ente fo rm al no es p osible extraer t —sin recurrir a
ardides lógicos— ninguna clase de construcciones de carácter intrínseco.
Y ésta es, precisam ente, la pretensión de la "e id é tica” .
Si los fenom enólogos se detuvieran a analizar un poco este punto cen
tral de su m étodo, necesariam ente se d arían cuenta de que sin apelar
a la realidad ob jetiv a es sencillam ente im posible investigar el contenid o
de u n a ' representación, ni por la v ía intuitiva ni por la discursiva. E l
contenido de una representación sólo se o b tien e’ com parando sus rasgos
concretos, sus entronques, etc., con la realidad o b jetiv a y, de este m odo,
m ediante este cotejo, enriqueciendo, com plem entando, rectifican do , etc.,
la representación originaria. Cuando Scheler, p o r ejem p lo, para volver
sobre el que él m ism o pone, proyecta su "e id é tica” sobre él am or, lo que
392 LA FILOSOFÍA DE LA VIDA
tien e que hacer es reunir, sum ar y com parar todos aquellos re fle jo s de
la realidad o b je tiv a en el pensam iento que fo rm an el fen óm en o am or,
elim inand o lo que cae fu era de él, propiam ente ( l a sim ple sim patía, la
am istad, e t c .) ; sólo entonces está en condiciones de llev ar a cabo su
"e id é tica ” . L o que, e n efecto , hace no es "p o n e r en tre paréntesis” la rea
lidad, sin o apelar constantem ente a ella. E l "p o n e r entre paréntesis”
sólo es un m étodo esp ecífico de la fen om en o lo g ía en cuanto que con
e llo se p o n e desde el p rim er m om ento a la arbitrariedad irracionalista,
idealista-su bjetiva, un seudónim o encam inado a fin g ir una objetivid ad que
no tien e: se destruye, no sólo gnoseológicam ente, isino tam bién en cuan
to al contenido concreto, la relación entre las representaciones y la rea
lidad objetiva, y se crea un "m éto d o ” que esfum a y hasta hace desaparecer
la d iferencia entre lo verdadero y lo falso, entre lo necesario y lo arbi
trario, entre lo real y lo que es, sim plem ente, fru to de las cavilaciones.
A sí, p o r ejem p lo, al "p on erse entre paréntesis” p o r igual al hom bre y al
d iablo, se elim ina, basándose para ello en que — en un plano psicológico
inm ediato— se trata en am bos casos de representaciones, la d iferen cia’
esencial de que, para determ inar el contenido de éstas, nos atenem os en
el p rim er caso a la realidad m ism a y en el segundo a la im aginación. D e
aq u í que la o n to lo g ía fenom eno ló gica no se pare tam poco a indagar el
dudoso derecho a "a b rir el p aréntesis” . P o r la sen cilla razón de que
sólo 1q h a cerrado para colocar en e l m ism o p lan o la verdad y la fic
ción , la realidad y el m ito, para tend er la cortina de hum o de una m ítica
seudoobjetividad. P o r donde llegam os a la conclusión de que el m étodo
q u e H u sserl declara com o "rigu rosam ente cie n tífic o ” equivale e n verdad
a esta declaración id ealista-su bjetiva: m is representaciones determ inan la
esencia de la realidad. L a aproxim ación gn oseológica de H usserl a M ach
no tien e, p o r lo tanto, nada de casual. E xiste, sin em bargo, una d ife
rencia, ya que a llí donde los m achistas y los kantianos intentan deduc
ciones, H usserl se contenta con la proclam ación de la certeza in
tuitiva.
Scheler, que se h alla todavía, ciertam ente, al com ienzo de esta trayec
toria, tiene, com o la escuela toda, la pretensión de h aber superado el
form alism o y el subjetivism o de los kantianos. Y a hem os visto hasta qué
punto este m étodo envuelve u n a arbitrariedad subjetivista q u e sobrepuja
incluso a l neokantism o. Y , para corroborar esto, pondrem os aquí un p e
queño e jem p lo , tom ado de la tem prana y volum inosa obra de Scheler
so b re filo s o fía m o ral. E n ella, leem o s: " L a institución de la esclavitud
n o era, p o r tanto, una institu ción que p e rm itía e l avasallamiento de per
sonas, sino p o r e l co n trario : si re g ía e l derecho a poder m atar al esclavo,
a venderlo, etc., era p o rqu e e l esclavo re representaba a sí m i s m o .. . no
como persona, sino solam ente, p o r e jem p lo , com o hom bre, com o Y o.
com o su jeto físico , etc., es decir, porqu e se representaba todavía com e
SC H ELER 393
trem o b ajo el nom bre de la "trag ed ia esencial” de todo ser personal fin ito
y de su (e se n c ia l) im perfección m o ral.01’ N in g u n a persona fin ita, nos
dice, puede ser al m ism o tiem po santo, héroe, g en io , etc. " D e aquí que sea
insoluble a través de una persona fin ita todo posible antagonismo de
voluntad, es decir, toda po sible 'pugna' entre ejem p lares de los tipos de
personas-valores (co m o arq u etip os) . . . Es trágica, p o r tanto, una pugna
en la que sólo podem os im aginarnos com o p o sib le ju ez para ventilarla
exclusivamente a la d ivinid ad.” E l pro pio S ch eler se da cuenta, com o
vemos, de que, para no desintegrarse en un com pleto relativism o, su
ética necesita un com plem ento, que no es otro que la "te o ría esencial de
D io s” . Y ya hem os visto cóm o el D io s de Scheler, fenom enológicam ente
concebido, se va disolviendo poco a poco, a m edida que se desarrolla la
trayectoria de su autor.
L a cosa es clara: tan prflnto com o el m undo social experim enta, una
conm oción real, se derrum ba necesariam ente la je rarq u ía supuestamente
o b jetiv a y eterna de los valores, e irrum pe victoriosam ente la tendencia
subjetivista, relativista y arbitraria. Esta tendencia a la disolución de su
propia filo s o fía la observam os en las obras del ú ltim o períod o de Sche-o
ler, donde los tipos hum anos no se hallan ya ordenados p o r una supuesta
objetividad eterna, sino que el filó so fo se ve obligad o a buscar para todo
una fundam entación francam ente antrop ológica: "T o d a s las form as del
ser dependen del ser del hom bre. T o d o el m undo o b jetiv o y sus m odos
•de ser n o son un 'ser en s í’, sino solam ente el im pacto y un fragm ento
de este ser en sí, adecuados a toda la organización espiritual y física del
hom bre. Solam ente partiendo de la im agen esencial, del h o m b r e .. . p o
dem os . . . sacar una conclusión con respecto a los verdaderos atributos del
fundam ento suprem o de las cosas.” 70 Scheler se acerca ya, aquí, al es
cepticism o nihilista de Spengler. Y no d eja de ser sign ificativo que, en
los años de la posguerra, rom pa ya con todas las tradiciones husserlia-
nas de la "rig u ro sa” cientificidad , para abrazar abiertam ente el cam ino
de la anticientificid ad más irracional. " L a cien tificid ad -^ d ic e en una
de sus obras de este períod o— no encierra sig n ificació n alguna, esen
cialm ente, para o b ten er y establecer una concepción d el m u n d o.” 71 P o r
donde Scheler, com o toda la filo s o fía de la vida, no acierta a rem ontarse
por sobre una tip o lo g ía relativista; tam poco la teo ría spengleriana de los
círculos culturales era o tra cosa que una tip o lo g ía pom posam ente in flad a
y, en realidad, históricam ente superficial.
E l m odo de ser personal d e S ch eler le p erm itió dar a la filo s o fía de
la vida un g iro que respondía a las necesidades de la "estab ilización
relativa” . E l nuevo eslabón interm edio que S ch e le r introduce a^üí, en 09
VI
26
402 LA FILOSOFÍA DE LA VIDA
81 Ibíd., p. 41.
HEIDEGGER Y JA SPERS 403
tro p olog ía, diciendo que si es cierto que no h a hab id o ninguna otra
época en que se haya sabido tan to acerca d el h om bre com o en la actual,
"e n n in g ú n tiem po se h a sabido m enos acerca de lo que el hom bre
es. E n ninguna época h a sido, e l hom bre tan pro blem ático com o en la
actual” .
Q ued a claram ente expresado, con ello , el carácter negativo de las
tendencias de la concepción del m undo de H eid eg g er. L a filo s o fía no es
ya, para él, la ciencia "rig u ro sa” e im parcial de H usserl, pero tam poco el
punto d e partid a hacia una concepción concreta del universo, com o lo era
la filo s o fía de la vida desde D ilth e y hasta Sp en g ler y Scheler. Su fu n
ción consiste m ás bien, según H eid eg g er, en " d e ja r abierta p o r m edio
de preguntas la investigación” .86 P osición que com enta así, con un pathos
a la m anera de K ierk eg aard : " ¿ T ie n e sentido, hay derecho a pensar que
el hom bre, p o rqu e e l fundam ento d e su ín tim a fin itu d le hace necesitar
de la 'o n to lo g ía’, es decir, d e la com prensión del ser, es 'cread or’ e ’in
fin ito ’, p o r lo tanto, a sabiendas de que la id ea de una ciencia in fin ita
no rechaza nada de sí ta n rad icalm ente com o la o n to lo g ía ? . . . ¿O som os
acaso víctim as de la locura de la organización, la agitación y la velocidad
a tal g rad o que ya no podem os ser am igos de lo esencial, de lo sim ple y
lo c o n s ta n te .. . ? ” 87
P o r tanto, lo que H eid eg g er llam a fen o m en o lo g ía y o n to lo g ía no
es, en . realidad, o tra cosa que u n a descripción antropológica de la exis
tencia hum ana con tendencias abstractas hacia e l m ito, lo q u e en s u í
descripciones fenom enológicas concretas se convierte insensiblem ente
en u n a pintu ra — -no pocas veces interesante y hasta cautivadora-— de
la existen cia del filiste o intelectual en la época d é crisis d el períod o im
perialista. Y , hasta cierto punto, el pro pio H e id eg g er lo reconoce así.
Su program a es m ostrar el ser " t a l com o es 'inm ed iata y regularm ente’,
en su 'cotid ianid ad ’ 'de térm ino m ed io’.” 88 Y lo que hay, en rigor,
de interesante en e l m odo de filo s o fa r de H e id eg g er es, en efecto , esa
descripción extraordinariam ente porm enorizada de cóm o " e l h om bre” ,
el su jeto portad or de la existencia, se desintegra y se pierde a sí m ism o,
"in m ed iata y regularm ente” , en ésta cotidianidad.
N o podem os trasladar aquí esta im agen held eggeriana, entre otras ra
zones p o r fa lta de espacio. D estacarem os solam ente un aspecto d e e lla :
el de q u e la fa lta d e verdad de la existen cia cotidiana, tal com o la ve
H eid egger, lo que é l llam a el "d erru m barse” d e la existen cia se debe
al ser social. L a sociabilidad d el hom bre es, para H e id e g g e r,. uno d e
* los "existen ciario s” de la existen cia, térm in o que en la esfera d e ésta
equ ivale, en la term in o lo g ía heid eggeriana, a lo que son las categorías
80 Ibíd., p. 201.
HEIDEGGER Y JA SPERS 409
la historia; tam poco en la de la filo so fía . E l sentim iento hum ano de retrai
m iento tien e en Schopenhauer y en H eid eg g er u n acento com pletam ente
d istinto y hasta opuesto. L a desesperación d e Heidegger n o co n fie re ya
al individuo, com o la de Schopenhauer, un m argen d e libertad para una
contem plación estética y religiosa "red im id a” . Su estado d e am enaza
abarca ya todo el cam po de la existencia individual. Y p o r muy d eform a
da que aparezca la im agen en su descripción p o r el solipsism o d el m étodo
fenom enológico, es a pesar de todo un hecho so cial: se trata de la situa
ción interior del individuo burgués (p rin cip alm en te, del in te le ctu a l) en
el período del capitalism o m onopolista en descom posición, ante la pers
pectiva de su hundim iento.
L a desesperación de H eid egger presenta, pues, una doble faz, de una
parte, presenciam os el inexorable desenm ascaram iento de la nulidad in te
rior del individuo en el períod o de crisis del im perialism o; de o tra parte
— al convertirse en fetiches las razones sociales de esta nulidad, situán
dolas fu era del tiem po y en un plano antisocial— , vemos cóm o el sen
tim iento que así nace puede trocarse fácilm en te en una actividad reaccio-,
naria desesperada. N o en vano la agitación de H itle r apelaba constan
tem ente al sentim iento de la desesperación. T ratán d o se de las m asas,
obreras, era, ciertam ente, la desesperación provocada p o r su situación eco
nóm ico-social. Pero no cabe duda de que, en cuanto a su in flu e n cia entre
los intelectuales, fu e aquel sentim iento de nulidad y desesperación, de
cuya verdad su bjetiva parte H eid eg g er y q u e este pensador reduce a con
ceptúa, e l que, filo só ficam en te esclarecido y canonizado com o "au tén tico ” ,
preparó e l terreno m ás pro p icio para q u e p rend iera la agitación h itlerian a.
E ste ser de la cotidianidad, del reinado d el "u n o ” , es, pues, e n rigor,
un no-ser. Y H eid egger determ ina, e n efecto , el ser, n o com o lo inm e
diatam ente dado, sin o com o lo m ás rem o to : " E l en te q u e som os en cada
caso nosotros m ism os es o to ló g ic a m e n te lo m ás le ja n o .” Y esto, lo que
hay de más verdadero en e l hom bre, se v e olvidado y soterrad o en la
cotidianidad; y la m isión de la o t o l o g í a reside, cabalm ente, en arrancar
lo a l olvido.
E sta actitud ante la vida (a n te la vid a social d e su tie m p o ) d eterm ina
todo el m étodo de H eid egger. Reiteradas veces nos hem os refe rid o ya
a l insuperable subjetivism o d e la fen om en o lo gía, a la seud oobjetividad de
la o t o l o g í a . P ero solam ente ahora, cuando tenem os ya ante nosotros,
tanto intrínseca com o estructuralm ente, fo n cierta c o n c re c ió n a la im agen
del universo de H eid egger, nos dam os clara cuenta d e q u e este m étod o
— pese a to d a su precariedad o b jetiv a— es e l ú n ico p o sib le para los
fin es q u e persigue. Pués, según la concepción d e H eid egger, e n la vida
social de los hom bres no se trata de una relación entre lo su bjetivo y lo
objetivo, de una interdependencia en tre el su jeto y e l o b je to , sin o de
lo "p ro p io ” y lo "im p ro p io ” dentro del m ism o su jeto. L a trascendencia
HEIDEGGER Y JA SPERS 411
92 Ib íd ., p. 157.
412 LA FILOSOFÍA DE LA VIDA
"e x iste n cia rio ” . D espués de lo que d ejam os dicho, a nadie puede sorpren
d er que se niegue resueltam ente la posibilid ad de que e l ‘'estado de re
su elto” cam bie en lo más m ínim o el entorno del h om bre; ni siquiera
se toca con ello al reinado "d e l u n o” : " N o es que se vuelva otro 'el
co n ten id o ’ del' 'm undo' a la m ano’, ni que se trueque e l círcu lo de los
o t r o s . . . E l 'estado de no resuelto’ del un o conserva sin em bargo el pre
d om inio, lim itánd ose a n o poder atacar a la existen cia resuelta.” 97
L a m eto d o lo g ía y el contenido heid eggerianos expresan aqu í, en una
term in o lo g ía extraordinariam ente com plicada (p e ro , sobre todo, a fe c ta d a ),
e l sentim iento de vid a del filisteo intelectual en una dura época de cri
sis: se trata de rechazar los peligros que am enazan la propia "e x iste n cia” ,
de tal m odo que el hom bre no se considere obligad o p o r ello a m odificar
las propias condiciones exteriores de vida y, m ucho m enos, a cooperar al
cam bio de la realidad social o b jetiva. P o r muy d ifíc il que resulte com
prender a H eid egger, este pensam iento contenido en su filo s o fía si fu e
captado certeram ente.
P o r tanto, lo único que se o btien e com o resultado es la conciencia
de que la existencia es culpable, en cuanto tal. Y la verdadera vid a del
hom bre resuelto consiste en prepararse para la m u erte; "c o rre r a l encuen
tro de la p o sibilid ad ” , se llam a esto, e n la term in o lo g ía heideggeriana.
Y vuelve a entreverse, aquí, la fig u ra de K ierk eg aard , aunque, p o r su
puesto, sin su teo lo g ía m arcadam ente protestante.
E sta teo lo g ía heideggeriana sin relig ió n positiva n i u n D io s personal
tien e que encerrar, evidentem ente, com o toda filo s o fía de la vida, una
nueva y p ropia te o ría del tiem po. E s ésta tam bién u n a necesidad m etodo
lógica. N o en vano la rígid a contraposición de espacio y tiem po cons
titu ía u n o de los lados más endebles del racionalism o no dialéctico. A h ora
bien, m ientras que la superación real de esta fa lla sólo puede encontrarse
en la interdependencia de espacio y tiem po basada en la realidad objetiva,
la filo s o fía irracionalista de la vida d irige desde hace m ucho tiem po,
desde siem pre, sus más enconados ataques contra el concepto de tie m M P ''^
del racionalism o, y — lo m ism o q u e en el cam po de la filo s o fía socuSpj^
contrapon e la cultura y la civilización— , nos presen ta el tiem po y e l',
espacio com o dos principios d iam etralm ente opuestos y hasta enem igos
entre sí. L a conqu ista del tiem po tien e, en un sentido p ositivo, m ucha
im portancia p ara la. filo s o fía de la vida — tal es el reverso de aquella
intención polém ica— porque la id en tificació n d e v iv e n a a y vid a (e x is
te n c ia ), indispensable para su seudoobjetivism o, sólo puede lograrse m e
diante una concepción subjetivada e irracionalista del tiem po que responde
a esa exigencia.
H eid eg g er da a esto una gran im portancia, T raza una nítid a raya de
97 Ibtd., pp. 3 4 2 , 3 4 4 .
414 LA FILOSOFÍA DE LA VIDA
C ierto es que, com o con frecu encia ocurre durante este período, K ie r
kegaard enlaza la filo s o fía de la vida a ciertos problem as no resueltos
de la dialéctica idealista burguesa. La endeblez de la filo s o fía hege-
liana de la historia, que conduce a la sim ple contem plación del proceso
histórico anterior, da pie para el planteam iento del problem a en K ierk e-
gaard, quien desacredita esta actitud contem plativa com o una posición
vuelta de espaldas a la vida, profesoral, inadecuada y hasta degradante
ante los problem as esenciales de la vida hum ana, contraponiendo a ella,
por lo m enos en apariencia, la posición de la práctica.
Esta práctica kierkegaardiana, que no pasa de ser una venganza iró
nica contra H egel, al m ostrarse éste incapaz de llevar a térm ino conse
cuentem ente la práctica histórica y que, al lleg ar al presente, la trocaba
en m era contem plación (e n el "b u h o de M in erv a” ) no tiene, en el
fondo, si nos fijam o s en su esencia real, nada que ver con la verdadera
práctica, la ún ica realm ente histórica. M ás aún, el hecho de que K ierk e
gaard, com o hem os visto más arriba, niegue enérgicam ente esta práctica
implica el que se pueda renovar, en su filo so fía , con cierta consecuencia
lim itada, el v ie jo dualismo de la filo s o fía teológica de la historia. T a m
bién para ella tien e la historia com o verdadero contenid o el cam ino
de salvación del alm a individual. P ero la v ie ja teo lo g ía, sobre todo la
católica, p o d ía aún em butir estos cam inos individuales d e salvación en una
historia teológica del cosm os y d e la hum anidad, para lle g a r así — en
un Bossúet, por ejem p lo— , dentro de su pro p io m arco, a una concepción
unitaria de la historia. C om o hem os visto, el cam ino de salvación de las
alm as es tam bién, en cuanto contenido de la historia, la base sobre que
descansa la concepción de la h istoria kierkegaardiana. P ero , com o, según
K ierkegaard , todo hom bre que busca su existencia, la salvación de su
.alm a, tien e necesariam ente que adoptar una actitud inm ediata y sólo
realizable p o r él m ism o ante C risto, ante la fu en te de la salvación y
como aquí, en la esfera de la verdadera existencia, se anula to d a h isto ri
cidad (p u es cualquier hom bre puede .consid erarse com o e l d iscípulo
directo d e C r is to ), tenem os que la h isto ria m ism a se hace totalm ente
trascendente; sólo en el reconocim iento de q u e los hom bres adoptaban,
antes del advenim iento de C risto, una po sició n sustancialm ente distinta
ante su p ropia existencia, se conservan las hu ellas d e u n a historicidad
teológica. P ero tam bién aquí se en fren tan y se contraponen, en últim a
instancia, dos "tip o s” d e com portam iento existen cial, cada un o de los
cuales es de p o r sí ahistórico, y la historicidad se determ ina ún ica y exclu
sivam ente p o r el advenim iento de C risto, que separa entre sí los p eríod os
y los dos tipos.
A q u ella venganza irón ica de K ierkegaard contra H e g el, a que nos re
feríam o s, só lo fu e p o sible po rqu e las cim as d e su filo s o fía de la h is to r
pese a sus enérgicos esfuerzos, en parte logrados, p o r interp retar la
420 LA FILOSOFÍA DE LA VIDA
toria sim plem ente com o un producto de la práctica hum ana, se perdían
entre la 'n ie b la de una teo lo g ía idealista, lo que daba com o resultado aque
lla actitud contem plativa, a la p ar "d iv in a ” y p ro feso ral, ante la historia,
en vez de proced er a una consideración teórica, que no es ni puede ser
otra cosa que la síntesis discursiva de las experiencias de la práctica
anterior, al servicio de una práctica futura, m e jo r y más consciente. N o
cabe duda de que la crítica de K ierkegaard ten ía cierta relativa razón
de ser, fre n te a esta actitud contem plativa de H eg el. Sim plem ente en
cuanto crítica, claro está, pues tan p ro n to com o esta crítica se concreta,
la vemos trocarse — p o r oposición a la teología racional de H egel, cu l
m inante en los conceptos— en una teo lo g ía irracional. Y aquella relativa
razón de ser de la crítica kierkegaardiana term ina a llí donde, p o r este
cam ino, el historicism o jjeg e lian o es desplazado p o r una negación fran ca
y abierta de la historia.
Pues bien, en H eid egger nos encontram os con una problem ática pare
cida a la de K ierkegaard , aunque sin D io s, sin C risto y sin alma. H eid eg
g er trata de crear una filo s o fía teológica de la historia apta para el
"ateísm o relig ioso” . D e aquí que desaparezcan, en él, todos los m om entos
intrínsecos de la teología, incluso los kierkegaardianos, quedando en pie
solam ente el and am iaje teológico, ahora co m p le^ m en te vacío. T am b ién
para K ierkegaard son las categorías de la vida perdida de la individualidad
aislada (d é l filis te o ), tales com o la angustia, la "cu ra ” , el sentim iento
de culpabilidad, el estado "d e resuelto” , etc., los "existen ciario s” de la
■realidad "p ro p ia ” .
P ero, m ientras que K ierkegaard , gracias a los restos de una filo s o fía
teológica de la historia, que le perm iten estatuir una historia real reser
vada a D io s, está, en condiciones de negar radicalm ente la historicidad
para el hom bre individual que busca la salvación de su alm a, H eid eg
g er se ve obligado, por el contrario, a d isfrazar esta existen cia ahistórica
com o la historia "p ro p ia ” , para obtener así el contraste con la nega
ción de la historia real (d e la historia "im p ro p ia” ) .
Y tam bién en esta oposición entre am bos pensadores irracionalistas
vemos que lo décisivo es el contenid o histórico-social. K ierkegaard , que
rechazaba filo só ficam en te el progreso dem ocrático-burgués, p o d ía ver abrir
se aún- ante él el cam ino d e retorno al m undo feud al de la relig ión ,
aunque en él esta concepción se hallab a ya sujeta, com o veíam os, a un
proceso de desintegración, b a jo la acción decadente de la burguesía.
Ú n filó so fo com o H eid egger, en cam bio, que actúa en e l p eríod o de
crisis del capitalism o m onopolista y en las cercanías de un Estado socia
lista cada vez m ás vigoroso y dotado de m ayor fu erza de atracción, sólo
p odía esquivar las consecuencias obligad as de este períod o d e crisis
degradando la historia real a l p lan o d e la historia "im p ro p ia” y recono
ciendo com o historia "p ro p ia ” solam ente e l d esarrollo d el alm a que, p o r
HEIDEGGER Y JA SPERS 421
109 Jaspers, Psychoiogie der W eltanschauungen, 2* ed., Berlín, 1922, pp. 254 s.
110 Jaspers, Vernunft und Existenz, Groninga, 1937, pp! 71 s.
HEIDEGGER Y JA SPER S 423
teo ría del "h abitácu lo ” , es lo esp ecífico de la filo s o fía de Jaspers. T o d o
conocim iento del m undo o b je tiv o no tiene, según su doctrina, más que
una utilidad puram ente técnica; lo único que encierra una sign ificació n
real, que afecta al ser, es el "esclarecim iento de lá existen cia” . Jaspers
se m anifiesta en los siguientes térm inos acerca de este punto m edular de su
perdería inm ediatam ente, si creyese
filo s o fía : " L a filo s o fía existen cial se
saber de nuevo lo que es el hombre. V o lv ería a sum inistrarnos los planos
para investigar en sus tipos la vida hum ana y la vida anim al, se convertiría
de nuevo en antropología, p sicolo g ía y sociología. A q u ella filo so fía
sólo puede ten er un sentido siem pre y cuando que carezca de base en su
objetividad . D esp ierta lo que no sabe; ilum ina y mueve, pero no plasm a
nad a.
" E l esclarecim iento de la existencia no conduce a ningún resultado,
pues carece de o b jeto . L a claridad de la conciencia entraña una exig en
cia, pero no le da realización. Y , com o sujetos cbgnosd entes, tenem os
que resignarnos a esto. Pues yo no soy lo que conozco, n i conozco lo que
soy. E n vez d e conocer m i existencia, sólo pu ed o in iciar e l proceso del
esclarecim iento.” 111
Y d e esta posición n ace en é l la tendencia kierkegaardiana, a fín en
tantas cosas a la heideggeriana, a v e r algo real solam ente en la in terio
ridad, én la propia alm a, en la actitud "e x iste n cia l” d el individuo
to talm en te aislado. H ay q u e reconocer, sin embargo, q u e H eid eg g er des
entraña este pu nto de vista co n cierto esp ecífico abstracto d e consecuencia,
y su triste filisteísm o só lo se p o n e al descubierto claram ente cuando sobre
esta base trata de descubrir la historicidad de la existencia. Jaspers, en
cam bio, pretende ofrecem o s, tom ando com o base su solipsism o kierke-
gaardiano, u n a am plia filo s o fía , u n a extensa crítica de la cultura, etc.,
llenas de contenid o y muy desarrolladas. P o r eso se le ve m ucho antes
el rostro de intelectual filiste o , la vana y filiste a infatu ación.
Jasp ers lle g a incluso a exig ir, conclusión absurda, según las prem isas
de que p aite , la actuación p o lítica y a cond enar tanto " e l apoliticism o
com o' la voluntad p o lítica ciega” D e donde se desprende en seguida el
siguiente ideal d el filis te o : "S ó lo u n a paciencia d e larg o alcance, conte
niend o la decisión d e in terven ir en p o lítica, u n am plio saber ante el que
se abran, p o r sobre la realidad im perativa, los vastos e in fin ito s espa
cios de lo posible, pueden cond u cir en este punto a alg o m ás que al
sim ple tum ulto, a la destrucción y a l to rb e llin o d e las cosas.” 112 P ostulad o
éste tanto m ás cóm ico cuanto que Jaspers, consecuente con su teo ría, rechaza
todo pronóstico, toda previsió n: " E l saber previsivo y considerador acerca
del curso de las cosas es un saber de posibilidades, entre las que no
111 Jaspers, D ie geislige Situation der Zeit, Berlín-Leipzig, 1931, pp. 146 s.
112 Ibíd., p. 78.
424 LA FILOSOFÍA DE LA VIDA
tien e p o r qué fig u ra r siquiera lo que lleg ará a ser re al.” 113 Y así, después
de todas estas excursiones infru ctuosas al m undo de la realidad, sólo
queda en pie la perspectiva k ierkegaard ian a: "C o m o la m archa del m undo
es im penetable y hasta hoy h a fracasado lo m e jo r y puede volver a
fracasar; com o, por tanto, la marcha d el mundo, a la larga, no es en
modo alguno lo único que importa que sea, debemos abandonar todos
los planes y toda la actuación en torno al rem oto porvenir, para dedicarnos
aquí y ahora a crear y anim ar la e x is te n c ia .. . H acer al presente lo au
tén tico es, en fin de cuentas, lo único que con certeza m e es dable
h acer.” 114
E sta suprem a sabiduría, muy a fín a la doctrina de H eid egger, engendra
en Jaspers una contradicción un tanto cóm ica. Jaspers ve en el hom bre de
hoy, atenido solam ente a sí m ism o, un progreso (u n d espojarse del "h a b i
táculo” , una superación dS las engañosas filo so fía s objetivas del pasado,
llevada a cabo con ayuda de K ierkegaard y N ie tz s c h e ); e n rigor, de
biera, pues, afirm ar el presente, que ha hecho surgir este hom bre y este
planteam iento filo só fico del p roblem a, el único considerado com o a u té n -,
tico, com o h acía Sim m el, m ucho más consecuente en esto con su su b je
tivism o. P ero, com o en Jaspers palpita un odio verdaderam ente zoológico
contra las masas, un m iedo pavoroso ante ellas, ante la dem ocracia y el
socialism o, vemos que la g lo rificació n rom ántica del pasado se em pareja
en él con la p olém ica contra el "h ab itácu lo ” . A sí, por éjem p lo , de
fien d e , de pasada, la Ig lesia com o "co n d ició n de existencia de la libertad
q u e en Cada m om ento se abre paso” ,115 olvidándose com pletam ente, al
d ecir esto, que, según su teoría, toda Ig le sia debiera ser necesariam ente
un "h ab itácu lo ” . T am b ié n en e ste punto vuelve a revelársenos la superiori
dad de los "clásico s” de la reacción filo só fic a sobre los e p íg o n o s: K ierk e
gaard, situándose en el punto d e vista de su protestantism o existencial,
fo rm u ló siem pre las más apasionadas denuncias contra la Ig lesia. Esta
contrad icción a que nos referim os hace de los gestos d e Jaspers, que él
pretende que sean sublim es, sim ples m uecas cóm icas, convencionales y
carentes de sig n ificació n . E l nih ilism o se trueca, una y o tra vez, cons
tantem ente, en un "ascetism o del m undo in terio r” , calvinizado y m oder
nizado a la m anera filiste a ; y surge, traducida a la filo s o fía de la vida, una
caricatura de la sociología relativista de M a x W e b e r.
H eid eg g er sólo lle g ó a la elaboración de su "ex iste n ciario ” . Jaspers,
e n cam bio, h a pu blicad o un gran sistem a de la filo s o fía en tres vo
lúm enes, con el títu lo entre orgulloso y m odesto de Filosofía. E n la
introducción a esta obra (o rie n tació n universal y esclarecim iento de la exis
te n c ia ) se expone p ro lijam en te lo q u e hem os intentado esbozar aquí.
Solam ente al lleg ar a la tercera parte (M e ta fís ic a ) surgé una "d o ctrin a
V II
110 Klages, Vom kosm ogonischen Bros, 2* ed., Munich, 1926, p. 63.
LA FILOSOFÍA DE LA VIDA PREFASCISTA Y FASCISTA 427
to, según su m odo ,de ver, la aparente antítesis del ser y la conciencia
encubre " lo que no es ni cogitare ni este, ni esp íritu ni m ateria y encie
rra, sin em bargo, una im portancia m ayor que uno y otra para los entes
tem porales, a saber: la v id a . . . E l espíritu sabe que el ser es, pero sólo
la vida vive’’.120
Este m odo de concebir la vida representa, hasta aquí, el punto culm i
nante del irracionalism o de la filo s o fía de la vida, pero entraña, al m ism o
tiem po, no ya una sim ple negación nihilista, com o hasta ahora, sino la
transform ación en un m ito directo. K lag es o frece una teo ría del conoci
m iento de su nueva m ito lo g ía, al desplegar la im agen fren te a la cosa.
L a cosa es un producto m uerto del espíritu, la im agen un fen óm en o
anim ado. Y a esta contraposición em palm a su teo ría del conocim iento,
característica a su vez d ^ la etapa m itológica de la filo s o fía de la vida
y que tien e su im portancia, a pesar de ser, de p o r sí, un puro sofism a.
E n efecto , K lag es acepta para el m undo del espíritu la g n oseolog ía de
los neokantianos y los positivistas, a las que en el m undo del alm a le con
trapone una concepción dem agógico-seudom aterialista del su jeto y el ob--
je to . " L a im agen — dice— tien e una realidad independ iente de la con
ciencia (p u es para nada le afecta el hecho de que, posteriorm ente, yo
m e acuerde o no de e l l a ) ; la cosa es traíd a al m undo p o r la conciencia
y sólo existe para una interioridad de entes personales.” 127 Sabido es que
la independencia del m undo m aterial constituye la base sobre que des
cansa la teoría del conocim iento del m aterialism o filo só fico . Y es bien
característico que K lag es aparente aceptarla precisam ente en lo más su b je
tivo d e todo, que es lo que se refiere a los productos de la fantasía.
E sta so fística es, cabalm ente, la que caracteriza al seudoobjetivism o de la
m ito lo g ía de la filo s o fía de la vida.
D e esta teoría del conocim iento convertida en m ito form a tam bién
parte, naturalm ente, su propia teo ría del tiem po, un descubrim iento del
"tiem p o real” tan radicalm ente distinto del tiem po del m undo intelectivo
com o el de B erg so n o el de H eid egger. L a po lém ica de K lag es se dirige
tam bién en este punto contra el futuro, que no es, según él, "n in g u n a
cualidad del tiem po real” . Es " la hum anidad prom eteica la q u e eleva
e l fu turo al mismo plano dé la realidad que el p a sa d o . . . L a hum anidad
heracleica d e la 'H isto ria universal’ h a destruido y destruye, con el fantas
m a cerebral del 'fu tu ro ’ la realidad de lo que ha s id o . . . , desgarra la
fecundadora trabazón de lo cercano con lo leja n o , para suplantarla por
la referencia ahasheveriana a aquel espectro de lo lejan o que llam am os
fu tu ro ” . 128 E l tiem po real es, por el contrario, "u n río que corre del
futuro hacia el pasado” .120 E n K lag es descubrim os tam bién, p o r tanto,
120 lbíd., pp. 137 ss. 127 Klages, Kosinogonischer Eros, p. 79.
128 lbíd.. pp. 137 ss. 120 lbíd., p. 140.
LA FILOSOFÍA DE LA VIDA PREFASCISTA Y FASCISTA 429
critican sin ninguna clase de m iram ientos este pacifism o y este individua
lism o de K lag es.
E n el tránsito de la filo s o fía de la vid a al fascism o, aparecen, pues,
diversos filó so fo s m ilitantes de la vida en cuyas obras se in terp reta ya
de un m odo social y p o lítico el antagonism o en tre la vida y la m uerte, en
las que la lucha p o r an iqu ilar la razón cobra u n a tó n ica social. E sta
etapa de la filo s o fía d e la vida surge, en la m ayor p arte de los casos, sobre
la base de aquellos pequeños grupos y alianzas que b rotan p o r do
q u ier en la segunda m itad de la década del veinte y cuyas tendencias
político-so ciales oscilan entre las sim patías, no pocas veces b ien in ten cio
nadas, co n el socialism o y la m ás estrecha afinidad con el nazism o, aunque
la m ayoría de las veces pred om ine en ellos esta segunda in c lin a c ió n ..
D e en tre la copiosa literatu ra d e este tip o sólo destacarem os a un
autor m uy característico y netam ente orientad o hacia la d erecha: E rn st
Jü n g e r. D e jo v en , Jü n g e r h ab ía tom ado parte en la p rim era G u erra M u n
d ial im perialista, relatando luego, en eficien tes narraciones n o carentes
d e valor, el espanto m aquinal de la guerra, com binado constantem ente
con aquellas exaltadoras "v iv en cias del fre n te ” , que, según la concepción
de la jo v en generación m ilitan te de los filó so fo s de la vida, sentaron los
cim ientos interiores para la fu tura renovación de A lem ania. E sta co n
ju n ción de las batallas de m áquinas y las vivencias d el fre n te hace de
Jü n g e r uno de los prim eros propagandistas de la llam ada "m o v ilizació n
to tal” .
E ste m odo de p lantear el p roblem a viene a desplazar el contenid o de
la antítesis entre lo vivo y lo inerte. Escritores del tip o de Jü n g e r al a fir
m ar la guerra m oderna, no tien en m ás rem edio que renunciar a rechazar
com o algo inerte, com o un "h ab itácu lo ” m uerto, todas las fo rm as y
m anifestaciones del capitalism o m oderno, a la m anera com o lo h a d a n
H eid egger, Jaspers y K lag es, quienes en este respecto se m antienen todos
en la m ism a lín ea. L a lín ea de dem arcación en tre la m uerte y la vida
discurre, según Jü n g er, entre el capitalism o pacifista burgués de la R epú
blica de W e im a r y la soñada renovación de un im perialism o agresivo
prusiano-alem án. Y aquí es donde se e n caja la dem agogia social, la
incorporación de la clase obrera a estos planes im perialistas. Precursoras
de esta nueva síntesis fu eron la literatu ra de guerra del tipo de Sch eler y
Som bart y, sobre todo, la obra de Spengler, Prusianismo y socialismo.
P ero es Jü n g e r el prim ero que interpreta desde el punto de vista de la
filo s o fía de la vida la antítesis de burguesía y proletariado, con o b je to
de ob ten er la am plia base social necesaria p ara la ansiada nueva guerra
im perialista, que viniese a relevar a la vida del m undo burgués m uerto.
E l irracionalism o de la filo s o fía de la vida asum e, así, fran ca y abier
tam ente, su m isión histórica reaccionaria, que es la de luchar directam ente
contra la concepción d el m undo del proletariado, contra el m arxism o-
LA FILOSOFIA DE LA VIDA PREFASCISTA Y FASCISTA 431
131 Jünger, Der Arbeiter. Herrschaft und Gestalt, 2* ed., Hamburgo, 1932,
p. 39.
132 Ibid., p. 40. Ibid., p. 204.
432 LA FILOSOFÍA DE LA VIDA
138 Baeumler, Nietzsche, der Philosoph und Politiker, Leipzig, 1931, p- 125.
139 Baeumler, Münnerbund und Wissenschaft, p. 63.
140 Ihid., p. 62.
141 Boehm, Anticartesianismus. Deutsche Philosophie im Widerstand, Leipzig.
1938, pp. 34 s.
436 LA FILOSOFÍA DE LA VIDA
142 Baeumler, "Der Mythos vom Orient und Occident”, Introducción a la edición
de las obras de Bachofen, Munich, 1926, pp. XC s.
143 Baeumler, Mannerbutid und Wissenschajt, p. 91.
LA FILOSOFÍA DE LA VIDA PREFASCISTA Y FASCISTA 437
nudo, enfrentand o la vida com o "h ech o cósm ico” al concepto de vida de
la b iolog ía. É ste tend ría que conducir, ciertam ente, al relativism o, m ien
tras que aquélla "o p o n d ría resistencia a toda relativac-ión” .144
V em os tam bién aquí cóm o la filo so fía fascista de la vida lleva a sus
consecuencias fin ales y aguza hasta el extrem o las tendencias anteriores.
H em os podido observar cóm o el concepto de vida de la filo so fía de la
vida fu e desprendiéndose poco a poco, cada vez más enérgicam ente, del
concepto de vida de la b io lo g ía; aquí, nos encontram os ya con una rigurosa
antítesis, enérgicam ente proclam ada, no sólo p o r B aeu m ler, sino tam bién
por K rie ck y otros. Para K rieck, las tesis de la b iolog ía, ni m ás ni m enos
que las de las otras ciencias, son tam bién parte del m ito .145 Y concibe
sim plem ente com o sím bolos incluso las categorías fundam entales del
fascism o ortodoxo, las categorías de raza y de sangre.146 P o r eso se p ro
cede muy consecuentem ente, al d efin ir com o sigue la nueva ciencia de la
vida: " E n la im agen que el hom bre se fo rm a de sí m ism o lleg a a su
punto culm inante la biología universal. Y esta im agen se describe p o r
m edio de una an trop ología p o lítico -racial-n acio n al. . . A n tro p o lo g ía que
pasa a ocupar el lu gar de la desgastada filo s o fía .” 147 Palabras a través de
las cuales puede verse claram ente a dónde te n ía n necesariam ente q u e
conducir, llevadas al fin a l, las consecuencias del p rin cip io antropológico
tím ida y vacilantem ente introducido p o r D ilth e y y cóm o "resu elv e” la
filo s o fía fascista de la vida el d ilem a para e lla insolu ble del antropolo-
gism o en la filo so fía .
C on lo cual llegam os ya a la exp licación real de lo que sig n ifica
aquello de la "v id a cósm ica” . B aeu m ler habla despectivam ente del " M ä g j?
lism o asim bólico” de los clásicos alem anes. Y añade com o co ntraste*?'.
com o expresión de lo filo só ficam en te p o sitiv o : "H itle r no es menos q u e /
la idea, sino que es más que ella, pues es real.” 148 Y K rie ck ilu stra cla
ram ente cóm o Se m anifiesta esta realidad de la v id a: " E l destino reclam a
el hom bre heroico del honor, que se som ete a todas las órdenes” 1415 ó r
denes que em anan, naturalm ente, del "F ü h re r” : " L a personalidad del
F üh rer elegid o es el palenque en el que se decide el destino de to d o .” 150
L o que e l F ü h rer y el m ovim iento nacionalsocialista quieren no es otra
cosa que una revelación religiosa. Y K rie ck sostiene con gran energía qué
tam bién en los tiem pos actuales es po sible esta clase de revelación : D io s
habla directam ente en nosotros, en una explosión nacion al.” 131
P o r donde todas las antinom ias del relativism o nih ilista de la filo s o fía
que tam bién sus ideas se fo rm aro n b a jo la in flu en cia de las m ism as co
rrientes im perialistas desintegradoras y parasitarias que en la élite de
la intelectualidad hicieron brotar la filo s o fía de la vida. Y la fa lta n ih i
lista de convicciones y la fe e n -e l m ilagro, com o dos polos coherentes,
determ inan tam bién la peculiaridad de la propaganda hitleriana. Es cierto
que, personalm ente, predom ina en H itle r el nihilism o cínico. P o r sus con
versaciones con R auschning, sabemos que hasta la teo ría racista era con
siderada por él com o un engaño, utilizado sin escrúpulos para sus fines
dé ban d id aje im perialista.134 L a atm ósfera gen eral de la agitación h itle
riana es, sim plem ente, una edición popular y vulgar de las tendencias
fundam entales de la filo so fía de la vid a: H itle r rechaza, en la agitación,
toda convicción intelectiva, pues para él sólo se trata de producir y m an
tener en p ie un estado de e m b ria g u e z ;154155 la agitación, para él, no es sino
un m ed io de "m enoscabar él lib re arbitrio d el-h o m b re ’’.150 Y , aunque la
técnica de la agitación hitleriana haya tom ado m ucho d e la propagandá
com ercial norteam ericana, en cuando a su contenid o no cabe duda de
que b ro tó del m ism o suelo en que germ in ó y nació la filo s o fía de la vida.
M ás directam ente se m an ifiesta la filo s o fía de la vida en Rosenberg.
C laro está que tam bién en éste prevalece, m anifiestam ente, un cinism o
carente de convicciones, aunque con el m atiz de que R osen berg estaba ya
predispuesto, com o secuaz de lo s guardias blancos rusos y d iscípu lo de
M ereskovski y otros reaccionarios decadentes, para la asim ilación d e la
filo s o fía alem ana de la vida. Su lib ro El mito del siglo xx no es o tra
cosa q u e una vulgarización d el períod o fin a l de la filo s o fía de la vida,
con fin e s de burd a agitación. ( Y é l m ism o se encarga de subrayar* pese
a todas sus reservas críticas, lo q u e to m a de Sp en gler y de K la g e s .) T a m
bién en él encontram os una m ítica h istoria ahistórica, una negación de la
h istoria universal, destinada a "d em ostrar” el p red om inio absoluto d e los
alem anes en e l m undo (y de los . nazis en A le m a n ia ) . T a m b ié n e n é l
nos encontram os con la antítesis, brutalm ente utilizad a en un sentido
m ilitan te, en tre la vida y la m uerte, entre la in tu ición y la razón; tam
b ién en é l vem os cóm o los ataques vehem entem ente dem agógicos contra
e l esp íritu y la ciencia fig u ran entre lo s puntos centrales de la funda-
m entación d el nuevo m ito. L a antítesis e n tre la vida y la m uerte se
m an ifiesta aquí com o e l antagonism o entre lo s germ anos y los ju d ío s,
en tre e l capital creador y el capital expoliad or, etc. L a te o ría aristocrática
d el conocim iento, ya acentuada e n D ilth éy , se convierte en la m ítica
in falib ilid ad d el "F ü h re r” . L a te o ría de los ciclos culturales de Spengler,
este solipsism o sociológico, se to rn a aquí en la teo ría de la. eterna entidad
El neohegelianismo
de ello s se orientaban ahora hacia el kantism o, que se afirm aba con fu er
za cada vez mayor, sin darse cuenta siem pre de que, con ello , rom pían
con e l m étodo hegeliano. (C on sú ltese, por ejem p lo, Ja crítica de Lassalle
sobre el lib ro de R o sen k ran z.) O tro s se acercaban cada vez más al p o si
tivism o, que tam bién p o r aquel entonces se hallab a en ascenso, y ya a
la sazón com enzaban a introd u cir en la filo s o fía las tendencias irracio
nalistas (trayectoria de F . T . V is c h e r ). L a crítica y la brusca repudiación
de la dialéctica, suplantada sobre todo p o r T ren d elen bu rg, Schopenhauer,
etc., va dom inando con fu erza cada vez m ayor la op inión pú blica
filo só fica. L a filo s o fía hegeliana es considerada com o una m etafísica
anticuada. M arx dice, con entera razón, que en la A lem ania de aquel
tiem po se trataba a H eg el com o a "p erro m u erto” , ni m ás ni m enos que
en su d ía a Spinoza.1
E l neokantism o, cada vez m ás en boga después d e la d errota de la
revolución de 1 8 4 8 , se encargó de proclam ar o ficialm en te la m uerte y
la inhum ación filo só ficas de H e g e l: la trayectoria de la filo s o fía alem ana
desde F ich te hasta H eg el es considerada com o un g ran extravío del p en
sam iento, que sólo puede rectificarse apartándose resueltam ente de esta
lín ea equivocada, para retornar sin reservas a la ún ica filo s o fía supues
tam ente cien tífica, es decir, a la filo s o fía kantiana (L ieb m an n , Kant und
die Epigonen, 1 8 6 5 ) . C oncepción que im peró en la filo s o fía alem ana
hasta lleg ar al períod o im perialista.
E n este períod o, se hace cada vez m ás m an ifiesto que el neokantism o
puram ente positivista no está en condiciones de resolver los problem as
que la época plantea a la filo so fía . E n la llam ad a escuela d e B ad en
(W in d e lb a n d -R ic k e rt) surge en seguida un m ovim iento de retorno a F ic h
te. L a in flu en cia d e N ietzsche aum enta constantem ente. Y , paralelam ente
con e llo , se observa en todos los cam pos d e las ciencias históricas una
revalorización fuertem ente positiva del rom anticism o, que n o se refiere
solam ente a la escuela rom ántica en sentido estricto, sin o que conduce,
además, a una renovación de las in flu en cias de S ch e llin g y Schleierm acher
(D ilth e y , R icarda H uch, e t c .) . T o d as estas tendencias guardan relación
con la "necesid ad de una concepción del m und o” , necesidad generalm ente
sentida por la burguesía alem ana en el períod o im perialista, a que ya nos
hem os referid o más arriba, con la conciencia de que, tom ando com o base
la filo s o fía fo rm alista del neokantism o, es im posible llev ar a cabo la
preparación ideológica de las grandes luchas interio res y, sobre todo,
exteriores de la época. E n este m ed io intelectual com ienza, en el períod o
de anteguerra, la reanim ación de la filo s o fía hegeliana. m
É l nacim iento de una nueva tend encia hegeliana en filo s o fía fu e anun
ciada ya desde antes por sus representantes o ficiales, sobre todo en e'
re fle jo s discursivos; en cam bio, los cam inos para su realización son m ucho
más com plicados, sinuosos y desiguales de com o el m ism o H e g el los
presenta. (A cerca de la trayectoria del propio H egel, perm ítasem e citar
m i lib ro Der junge Hegel, B e rlín , 1 9 5 4 .)
E bbinghaus, al estatuir una unidad de principio para el desarrollo que
va de K a n t a H egel, nivela y rebaja toda la filo s o fía clásica alemana,
al m ed irla p o r el rasero del idealism o subjetivo kantiano, anulando con
ello al m editar sus conquistas filo sóficam en te decisivas, y en especial el
descubrim iento del m étodo dialéctico, que en Ebbinghaus y en sus suce
sores queda reducido, sim plem ente, a un desarrollo orgánico de la filo so fía
trascendental de K an t, sin ir nunca, en principio, más allá de ésta.
V ista de este m odo, l a 'f ilo s o f ía hegeliana aparece com o la culm ina
ción de un proceso liso y sin rupturas de desarrollo del kantism o. Por
donde H eg el es retrotraído a Fich te y el idealism o o b jetiv o al su b je
tivo. E n el idealism o o b jetiv o, dice E bbinghaus, " e l no-yo se disuelve
totalm ente en el proceso del y o . . . E l o b jeto es, totalm ente y en absoluto,
saber” .7 L o que, en el m e jo r de los casos, no pasa de ser un F ich te ,
m odernizado y cruza de largo por delante de lo que la filo s o fía de la
naturaleza del jo v en S ch ellin g trae de nuevo, sin advertirlo siquiera,
ignorando todo aquello con que H eg el enriquece el conocim iento filo
sófico. Y estas tesis de Ebbinghaus dan la pauta para el desarrollo del
neohegelianism o .alem án en el períod o im perialista.
N o es ésta, sin em bargo, la única corriente que conduce a la renova
ción de H eg el, ni siquiera la principal. E l lib ro más im portante en re
lación con e l "renacim ien to h eg elian o” en A lem ania es la obra de los
últim os años de D ilth ey titulado La historia juvenil de Hegel ( 1 9 0 7 ) .
C laro está, que, en los problem as gnoseológicos decisivos, este cam peón
del renacim iento hegeliano, el más influ yente de todos, se h alla extraor
d inariam ente cerca del neokantism o. "L a s fro n teras m arcadas p o r K an t
siguen im poniéndose” ,8 dice categóricam ente D ilth ey , refirién d ose al m é
todo especulativo. Y asim ism o se solidariza con W in d elban d , pese a todas
las d iferencias que los separan, en su repulsa del m étodo dialéctico. D ice ,
analizando el m étodo especulativo: " L o m ism o ocurre con e l m edio que
se u tiliza para resolver esta cuestión falsam ente planteada, a saber, el
m étodo d iléctico, que es totalm ente in estim able.” 9 C om o se ve, p o r m u
cho q u e. discrepen en tre sí en otros aspectos las corrientes neohegelianas,
están acordes en cuanto al problem a central, ya que todas ellas coin ci
den en rechazar el m étodo dialéctico.
N o es en esto, sin em bargo, en lo que estriba la im portancia del lib ro
7 Ibíd., p . 69.
8 Dilthey, Gesammelte W erke, Leipzig;Berlín, 1921, t. IV, pp. 219 s. [H egel
y el idealismo, trad. española de E. Imaz, ed. Fondo de Cultura Económica, Mé
xico, 1944, p. 235]. 9 lbid., pp. 229 s. [trad. esp. pp. 246].
EL NEOHEGEUANISMO 447
29
450 EL NEOHEGELIANISMO
con todas las tendencias filo só ficas de su tiem po (lo s kantianos, Jaco b i, lo s
románticos, la Escuela histórica d el D erech o , Fríes, e t c .) ; y que tam poco
con respecto a l pasado buscaba una unidad e clé c tic a 'y exenta de crítica,
sin o q u e trataba, p o r el contrario, d e p o n er d e m an ifiesto cóm o había
id o desarrollándose la dialéctica, desde los prim eros inicios del pensa
m ien to hum ano hasta lleg ar a l a que él consideraba com o la fo rm a más
desarrollada y perfecta, la de su p ro p io sistem a. P o r tanto, H e g el sólo
nos o frece una síntesis de lás d iferen tes tendencias filo só fica s e n el
sentido de m ostrar, de una parte, que toda la historia d e la filo s o fía es
la lucha del esp íritu hum ano en to rn o al auténtico m étodo filo só fico , a la
d ialéctica; que, en el curso de esta evolución, lo s m ás diversos pensadores
— a to n o con su época, con su cultura y su personalid ad — , aun p lan
teando Iqs más d iferentes problem as, en cuanto al contenid o y a la fo rm a,
m uestran, sin em bargo, a través d e esta diversidad, u n a u n id ad : la unidad
o b je tiv a de la filo so fía , la unidad d el contenid o decisivo d e la filo s o fía ,
el cual no es otro que reproducir la realidad ta l y com o e lla es en sí, es
decir, dialécticam ente, la unidad de la fo rm a decisiva, la unidad del
m étodo dialéctico. D e otra parte, H e g e l consid era su p ro p ia filo s o fía com o
una especie de coronáción discursiva d e la evolución to tal, ya q u e esta
filo s o fía aspira a superar o, lo q u e es lo m ism o, a destruir en lo que
tien e de .insuficiente, todo lo que e l pasado h a producido en p u n to a
tendencias progresivas, especialm ente en e l d esarrollo d el m étod o d ialéc
tico, a l m ism o tiem po que lo conserva y lo eleva a u n n iv el m ás alto.
P e ro H e g e l n o p ensó jam ás, n i p o r asom os, e n u n a síntesis d e las corrien
tes filo só fica s d e su tiem po, p o r e jem p lo , en u n a síntesis d e su filo s o fía
con la d é K a n t o Schleierm acher. ' -
L o s neohegelianos, p o r el contrario, tratan de lle g a r a u n a u n ificació n
p acífica de todas las tendencias filo só fica s reaccionarias de su tiem po, a
una especie de "co n solid ació n ” filo só fic a y atribuyen esta idea, p o r d eb ajo
de cuerda, a H e g el Y lo que sirve d e b ase m etod o lógica a esta tend encia
es la com pleta elim inación de la d ialéctica d e su im agen d e H eg el. E l
m ovim iento contradictorio de la h istoria según la concepción hegelíana se
convierte, así, en la yuxtaposición pacifico-estática de u n a ecléctica ale
jan drina.
. T a l es la im agen que K ro n e r in ten ta trazar d e H e g el e n su discurso
con m otivo del centenario de la m uerte d el filó s o fo . E n é l, com para á\
H e g el co n A ristóteles y T o m ás d e A q u in o , com o si el prim ero hubiese
intentado nunca lleg ar a una síntesis d e sus ideas co n las de P lató n y
el segundo co n las de los representantes d e la re lig ió n ju d aica y las del
m ahom etism o, a la m anera de la que K ro n e r atribuye a H e g el con las
suyas. L a sim ple form u lación d el pro blem a m uestra m uy claram ente cuá
les son los propósitos d e K ro n e r : según él, la razón a q u e responde la
in flu en cia alcanzada p o r la im agen hegeliana del universo reside en q u e
452 EL NEOHEGELIANISMO
22 H. Glöckner, F. Th. V iscber und das 19. Jahrhundert, Berlín, 1931, pp.
155 ss.
458 EL NEOHEGEL1ANISMO
consiste cabalm ente en rem ontarse sobre ambos, descubriendo las deter
m inaciones concretas reales.
C laro está que H eg el no alcanzó a conocer el irracionalism o com o
problem a central de la filo so fía . Y cuando alguna vez em plea este tér
m ino es en su sentido m atem ático exacto ; p ero, cuando generaliza el
análisis de los problem as que aquí se plantean para el conocim iento,
da claram ente a entender que en aquellos hechos o bjetiv os y subjetivos
que el irracionalism o m oderno suele p oner a contribución para sus fines,
convirtiéndolos en estructuras fundam entales del ser, en "fen ó m en o s
prim igen ios” , en "e tern as” fronteras del pensar, sólo ve él, sencillam ente,
problem as, tareas que se le plantean al pensam iento racional, al pensa
m ien to dialéctico. D e aquí que H e g el vea en lo "irra cio n a l” de, la
m atem ática y la geom etría "u n com ienzo y una h u ella de racionalidad” ,29
es decir, un problem a planteado al pensam iento dialéctico, cuya "ir r a
cionalid ad ” (H e g e l consigna que en la term in ología usual se produce
una in v ersió n ) se supera, por supuesto, dialécticam ente. N ad a está, p o r
tanto, m ás le jo s del pensam iento de H eg el que la g lo rificació n neohege-,
lian a de lo irracional. E l punto de vista m antenido p o r K ro n er es, por
tanto, insostenible com o interpretación de H eg el, se halla al m argen de la
ciencia y constituye una verdadera tergiversación de las posiciones cien
tíficas de la filo s o fía hegeliana. E s; en cam bio, muy característico de la
tendencia fu ndam ental del neohegelianism o : la capitulación ante la co
rriente irracionalista central del períod o im perialista, ante la preparación
id eológica del fascism o. L o ú n ico que hay de o rig in al en el razonam iento
de K ro n er es que éste ya no presenta, al igual que D ilth ey , el irraciona
lism o com o un m ovim iento de reacción contra la dialéctica, sin o que
id en tifica pura y sim plem ente la dialéctica con el irracionalism o.
Lo cual es, sin duda alguna, un síntom a del ahondam iento de la cri
sis. C on frecuencia hem os podido observar cóm o el irracionalism o sur
ge com o una respuesta aparente a un problem a real planteado por la vida,
cóm o transform a ciertos elem entos del problem a real co n v irtién d o lo s. en
la totalidad de una respuesta falsa, reaccionaria. P ero este proceso se opera
en la generalidad de los casos, filo sóficam ente, com o una repulsa de la
dialéctica, ya que ello perm ite soslayar reaccionariam ente con mayor
eficacia el auténtico m ovim iento de avance que va im p lícito en el p ro
blem a real (e n la re a lid a d ). H asta que, en los años de crisis cercanos
al 1 8 4 8 , surge en K ierkegaard una seudodialéctica irracionalistam ente
dirigida contra el m étodo dialéctico. K ro n er sale del paso, naturalm ente,
sin tom arse tanto trab ajo com o K ierk eg aard : se contenta con bautizar con
el nom bre de dialéctica su propio irracionalism o, el irracionalism o m e
dio de la filo so fía de la vida. Los contenidos de K ro n er no van nunca 20
G lock n er, no debiera haber acogido este concepto com o pensador siste
m ático . . . La contradicción es un fen ó m en o lógico cen tral; debe ocupar
en el sistem a el lugar que le corresponde, pero no d eterm ina el m étodo.
T am b ién aquí se destaca e l carácter tajantem en te antidialéctico del
neohegelianism o en todos los problem as esenciales. C o n una reverencia
general e intrascendente ante la dialéctica, a la que se interna en el "p arqu e
natural alam brado” de la lóg ica (u n a . lógica, com o es natural, pura
m ente subjetiva, n e o k a n tia n a ), aleján d o la cuidadosam ente de toda realidad
social (d e m odo parecido a com o el neokantiano socialdem ócrata M ax
A d ler h abía "d ep u rad o” el principio de la contradicción de su contenido
rev o lu cio n ario ), se le niega todo derecho a ser aplicada a la realidad.
D e aquí que G lo ck n er trate de resum ir así los lados positivos y negati
vos de la filo s o fía hegeliana: "H e g e l intentó pensar concretam ente, filo
sofar objetivam ente, existir com o filó so fo sustancialm ente [a q u í se trata
de kierkegaardizar a H egel, e incluso de presentar com o lo auténtica
m ente h egeliano lo que se echa y necesariam ente debía echarse de m enos
en la dialéctica de H egel, vista a través de K ierkegaard y 'desde el
punto de vista de su existencialism o; una vez más se trata de 'salvar’
a H egel deslizando de contrabando en él, inadm isiblem ente, contenidos
que le son sustancialm ente ajenos, G. L .] , d ejar que la cosa im perase
por sí m ism a, situarse del lado de acá del realism o y ¿1 idealism o [e s
decir, abrazar Ja 'tercera v ía’ im perialista de la filo s o fía y convertirse,
por tanto, de jacto, en un idealista subjetivo de tipo m achista, G. £ . ] ;
y todo esto es tam bién lo que nosotros querem os hoy.” 30 L o que ocurre
es que H egel resolvió este problem a de un m odo dialéctico, es decir,
según G lockner, de un m odo m etodológicam ente falso.
V em os, pues, que los neohegelianos "an u lan ” la dialéctica de H egel,
con muchas carantoñas, pero no m enos resueltam ente que en su tiem po,
b ajo una form a abiertam ente polém ica, lo habían hecho H aym o
T rend elenbu rg. Y el único filó so fo m oderno que adopta ante la dia
léctica una actitud positiva, N ico lai H artm ann, es para m istificarla com ple
tam ente, con virtiéndola en un don m isteriosam ente divino del g e n io : "L a
dialéctica no puede separarse arbitrariam ente del acervo del pensam iento
h e g e lia n o . . . Sólo le es dada com o un dón divino a unos cuantos ind i
viduos, los cuales crean con e lla obras que los demás apenas pueden
com prender, estructuras discursivas en las que éstos sólo a duras penas
y m ediante rodeos penetran con su reflex ió n . E n esto, el dón del pensar
dialéctico es perfectam ente com parable al dón del artista, del genio.
A bunda poco, com o ocurre siem pre con los dones del espíritu, y no es
susceptible de ser a p r e n d i d o . . 37
T am b ién esta defensa hace de H eg el un "p erro m uerto” . T o d o el que 315
30
466 EL NEOHEGELIANISM'O
C laro está que tam poco en .esto son originales lo s ideólogos fascistas.
Y a conocem os la trad ición antihegelian a que va desde Schopenhauer hasta
C ham berlain, Y tam bién tien e v iejas raíces en la filo s o fía reaccionaria
la tesis d e que la lucha contra H e g el debe arrancar, históricam ente, de
D escartes. E l iniciad or de esta tesis es el v ie jo Schellin g, qu ien tiene
su continuador en Eduard von H artm ann y su escuela. Y los ataques de
B o eh m contra el concepto del progreso vienen a p o n er de m anifiesto
que lo que aquí se ventila son, en esencia, los m ism os problem as que ya
desde antes señalábam os nosotros com o los fundam entales. " E l progreso
— dice B o eh m — es el aum ento gradual de lo existen te. C o n ello, se niega
todo carácter creador al devenir histórico y se le inhabilita, en un m ons
truoso anticipo del fu tu ro ." 48 Com o ocurre siem pre en estas polém icas,
B o eh m ignora totalm ente el concepto dialéctico e histórico del progreso
en H e g el (y no digam os el d el m a rx ism o ), destacando en p rim er plano,
com o el único posible, el concepto vulgar del progreso.
A sí, pues, el neohegelianism o, con su H eg el aderezado a tono con las
exigencias del im perialism o y la reacción, no log ró hacer que prevaleciera
aquella "sín te sis” apetecida p o r él de todas las corrientes filo só ficas (co n
excepción de las p ro g re siv as). Se lim itó a vegetar al am paro de la to le
rancia de los nazis en un rincón de las universidades alem anas. Los
fru tos obtenidos p o r él en cuanto al desarrollo de la filo s o fía alem ana
equivalen a cero. Y todo el interés que puede despertar en la historia
d e la filo s o fía es un interés negativo: la historia del neohegelianism o
revela claram ente c u ín estériles son siem pre las transacciones en m ateria
d e filo so fía , cóm o se entrega el d ébil m ovim iento dé resistencia del pen-
-'sam iento, indefenso, en m anos de las corrientes reaccionarias fund am en
tales y cuán poco cuentan, en los grandes cam bios de la h istoria u n i
versal, los m atices, y las reservas. En este sentido, podem os decir que la
trayectqria del neohegelianism o es bastante aleccionadora, cóm o im agen
filo só fica re fle ja del papel que el liberalism o, cada vez más decadente
(c o n sus diversas v arian te s), h a desem peñado en la historia de los avances
reaccionarios, del proceso de fascización, y del que está llam ado a des
em peñar tarñbién en el futuro.
15 ibid., p. 99.
La sociología alemana del período imperialista
I
N acim ien to de la sociología
II
III
e llo , presen ta asim ism o una m ayor afin id ad con la ciencia progresiva del
O ccid en te. (V a le la pena indicar, en relación co n esto, que m ás tard e
escribirá una b io g ra fía d e H ob b es q ú e h ab rá de ad qu irir notoriedad in
te rn a cio n a l.) A ñ ádase a esto q u e T o en n ies es el prim ero, en A lem ania, que
se asim ila lo s resultados d e la investigación en to m o a la com unidad
prim itiva, sobre todo lo s d e M o rg an y, al m ism o tiem po, e l p rim er soció
lo g o alem án q u e n o rechaza a limine a M a rx , sin o q u e trata d e reela
borarlo, poniénd olo a contribución p ara sus fin e s burgueses. A s í, abraza
abiertam ente e l p u n to d e vista d e la te o ría d el v alo r p o r el trab ajo y
desecha la crítica burguesa usual que cree descubrir contradicciones in
solubles entre lo s tom os p rim ero y tercero d el Capital. L o cual n o sign i
fica, n i m ucho m enos, q u e T o en n ies reconozca e l m arxism o n i lo com
prenda. " Y o n o h e reconocido nunca com o exacta — dice— la te o ría
ricardiana-rodbertiana-m arxista d el valor, b a jo la fo rm a en que aparece
expuesta, pero sí su esencia y su pensam iento m ed ular.” 8 A firm ació n que,
unid a a la id en tificació n d e M a r x con R icard o y R odbertus, dem uestra
cuán m al com prendía T o e n n ies e l m arxism o.
A pesar de e llo , la in flu e n cia d e M a rx y d e M o rg an sobre esté soció
lo g o cala m ás hon d o d e lo que sé d e ja p ercibir a través d e las referencias
expresas que en su lib ro se contienen. L a contraposición entre la sociedad
prim itiva sin clases y el capitalism o, plasm ado en el curso d el desarrollo
económ ico-social, fo rm a la base de esta sociología. E s cierto que, para
e llo , T o e n n ies proced e a la refu n d ición de lo s pensam ientos centrales de
las fu entes en q u e se inspira. E n p rim er lugar, desaparece e n é l toda
econom ía concreta, aunque n o de u n m odo tan radical com o e n lo s so
ciólogos alem anes posteriores. E n segundo lugar, v o latiliza las fo rm acio
nes sociales históricas concretas, para convertirlas én "en tid ad es” supra-
históricas. E n tercer lugar, tam bién aquí se suplanta la base económ ica
o b je tiv a de la estructura social p o r un p rin cip io su b je tiv o : la voluntad.
Y , en cuarto lugar, la objetivid ad económ ico-social es deplazada p o r un
anticapitalism o rom ántico. C om o resultado de to d o ló cual vem os cóm o
en T o en n ies se convierten los resultados de las investigaciones d e M o rgan
y M a rx en la contraposición de "com un id ad ” y "so cied ad ” , q u e h abrá de
m anifestarse ya d e un m odo constante en toda la so cio lo g ía alem ana pos
terior. L a su bjetivación se lleva a cabo p o r m ed io de lo s conceptos m isti
ficados de la vo lu n tad : "P u es de todo esto se desprende cóm o la voluntad
esencial entraña las condiciones necesarias para la com unidad, m ientras
que la voluntad sobrepuesta engendra la sociedad.” 4 E stos dos conceptos
m istificados de la voluntad aparecen, en T o en n ies, com o los creadores de
las dos form aciones sociales.
7 Ibíd., p. 102.
480 LA SOCIOLOGÍA ALEMANA DEL PERÍODO IMPERIALISTA
de H obbes, com o e l estado en el que cada uno es, enem igo del otro y
en e l q u e solam ente la ley asegura un orden exterio r. Y añad e: " T a l e s . . .
e l estado d e la civilización social, en e l que la p a z y x l com ercio entre los
hom bres se m antienen gracias a la convención y a l tem or m utuo que en
e lla se expresa; situación que am para e l Estado y se d esarrolla p o r m e
d io de la legislación y la p o lítica y q u e la ciencia y la o p in ión p ú b lic a -
tratan, e n parte, d e co m p re n d e r'co m o necesarias y eternas y, e n parte,
de g lo rific a rla com o un progreso hacia la p erfecció n . P ero el m odo co
m ún de v id a y e l orden com ún son m ás b ien aquellos en los que se
m antiene lo nacional y su cultura...." 8 E l anticapitalism o rom ántico de
T o e n n ies se trasluce claram ente aquí.
T a m b ié n M o rg an y E ngels contrapon en al régim en de la com unidad
p rim itiva las sociedades de clase posteriores y señ alan — a pesar d e la
necesidad y el progreso que, en la trayectoria h istórica económ ico-social
representa su disolución— la decadencia m o ral y la degradación de las
costum bres que este progreso llev a fo rzosam ente aparejadas. Y esta co n
trap osición, en el m arxism o, n o se lim ita, ni m ucho m enos, a la que
m ed ia en tre e l régim en de la com unidad prim itiv a y la sociedad d e clase.
L a idea del desarrollo desigual trae necesariam ente consigo e l q u e la
altu ra a q u e se lleg a a veces en determ inados cam pos de la cultura, p o r
e je m p lo en ciertas ram as del arte y la filo s o fía , e incluso el nivel de la
cu ltu ra e n general, en las sociedades de clase, n o se com pagine, con
m ucha frecu encia, con el grado de d esarrollo d e las fuerzas productivas
m ateriales.'
M a rx h a puesto de m an ifiesto co n referen cia a la p o esía épica, y E n g els
con respecto a los períod os d e flo recim ien to d e la filo s o fía m o derna en
las distintas naciones que m archan a la cabeza, com o en ciertas y deter
m inadas circunstancias, las situaciones m enos desarrolladas son m ás fav o
rables, para un florecim iento p arcial d e la cultura, que las q u e m uestran
un desarrollo más avanzado.9 P ero la afirm ación d e estas conexiones, com o
resultado de un desarrollo desigual, tien e siem pre u n carácter h istórico
concreto. E l descubrim iento de las leyes sociales de la cu ltu ra q u e en
ellas se m anifiestan no consiente una ap licación sen cilla y d irecta a la
to talid ad de la cultura.
N o ocu rre lo m ism o con la cu ltu ra del capitalism o. M a rx señ aló repe
tidas veces que e l desarrollo de la econom ía capitalista suele traer conse
cuencias perju d iciales para ciertas ram as de la cu ltu ra (y , al d ecir esto,
se refiere al arte y a la p o e s ía ).10 Y aquí se encuentra el punto concreto
8 lb id .,-pp. 200 s.
9 Marx, Einleitung zu Grundrisse der Kritik der politiscben Oekonomie, Ber
lín, 1953, pp. 29 ss., y Engels, Carta a C. Schmidt de 27-X-1890, en Marx-Engels,
Obras escogidas, Moscú, 1952, pp. 465-66.
10 Marx, Historia critica de la teoría de la plusvalía, ed. cit., tomo I, pp. 270 ss.
31
482 LA SOCIOLOGÍA ALEMANA DEL PERÍODO IMPERIALISTA
IV
E l libro de T o en n ies tardó bastante tiem po en log rar cierta in flu en cia.
E n gen eral, la nueva sociología hu bo de seguir librand o, en las décadas
anteriores a la prim era G u erra M u n d ial im perialista, una lucha constante
p o r su reconocim iento com o ciencia. A l lleg ar a este períod o, cam bian,
sin em bargo, las condiciones y e l carácter d e la lucha. L a so cio lo g ía del
períod o im perialista, sobre todo, va renunciando cada v ez-m ás — dentro
de los m arcos internacionales— • a la p retensión de ser la heredera d e la
filo s o fía de la historia o de la filo s o fía en cuanto ciencia universal. E n
relación con el triu n fo del agnosticism o filo s ó fic o en todos lo s terrenós,
la sociología se convierte cada vez m ás conscientem ente en u n a d isciplina
especial y lim itada, al lado de las dem ás.
E n A lem ania, cobra este d esarrollo u n m atiz especial, p o r cuanto que
la so cio lo g ía se m uestra muy p ro p icia a recoger las concepciones rom án-
tico-irracionalístas de la historia contenidas en la trad ició n de R anke. Y ,
a to n o co n ello , vem os cóm o la te o ría de la ciencia del kantism o im pe
rante m an ifiesta cada vez más la disposición a co n ced er a la so cio lo g ía un
lu g ar m odesto y relegado, dentro d el sistem a d e las ciencias. É n este sen
tido, resulta instructivo com parar la crítica de la so cio lo g ía de u n R ick ert
co n la q u e encontrábam os en D ilth e y . Para R ick ert, n o entraña ninguna
contrad icción lógico-m etodológica e l considerar, en u n sentido "g e n e ra li-
zador, lo s fenóm enos sociales desde el punto de vista de la ciencia natu
ra l; este tip o de sociología es, p o r tanto, según él, perfectam ente posible,
aunque deba ponerse en duda, según sus palabras, "q u e esta ciencia pue
da decirnos cóm o se h a desarrollado realm ente la v id a de la hum anidad,
en su decurso individual e irrep etib le” .14 D ic h o en otros térm in o s: hay
sitio p ara u n a sociología, pero ésta no puede suplantar nunca a la‘
historia.
L a so cio lo g ía salva así, p o r tanto, su "in o ce n cia ” m etod ológica. Y los
propios sociólogos (p rin cip alm en te, M a x W e b e r ) subrayan que n o tie
nen, en m odo alguno, la p retensió n de p o n er de m an ifiesto el sentido
u n itario d el desarrollo histórico, sin o q u e la so cio lo g ía es m ás bien una
ciencia au x iliar d e la historia concebid a en e l sentid o diltheyano-rickertia-
no. E s m u y característica, en este sentido, la actitud adoptada p o r Sim -
m e l: éste p teconiza, de una p arte, d el m odo m ás rotundo, la p o sibilid ad
de una so cio lo g ía independiente y rigurosam ente fo rm alista, m ientras que,
tariado, e je rció una in flu en cia m uy grand e sobre ios sociólogos burgueses.
T a m b ié n para ellos venía a crear e l revisionism o una platafo rm a de co la
b o ració n : se abría ahora ante ellos — así lo creían , al m enos— la po si
bilidad de frag m en tar el m arxism o — que antes se había intentad o si
len ciar o refu tar en bloqu e, com o un sistem a unitario— , siguiendo en
e llo lo s pasos del revisionism o, para incorporar a la so cio lo g ía lo que
pudiera se r ú til para el régim en burgués.
Señalarem os solam ente algunos aspectos fu nd am entales de la m utación
que así se opera. A n te todo, hay q u e d ecir que, en el cam po de la
sociología, sigue m anteniéndose co n la m ism a e n erg ía que hasta ahora
la lucha con tra e l m aterialism o, es d ecir, contra la prioridad del ser social,
co n tra el papel determ inante d el d esarrollo de las fuerzas productivas.
S in em bargo, e l m etodologism o relativ ista a que conducen el neokantism o
y el m achism o perm ite introducir en la so cio lo g ía burguesa ciertas fo rm as
abstractas d e interdependencia en tre la base y la suprasestructura. E sto
hem os p odid o verlo claram ente al exam inar la Filosofía del dinero de
Sim m el. Y o tro tanto acontece con M a x W e b e r, qu ien analiza la interd e
pendencia entre las form aciones económ icas y las religiones, rechazando
categóricam ente la prioridad de la eco n o m ía: " U n a ética d e la econom ía
no es, sim plem ente, 'fu n ció n ' d e las fo rm as de la organización económ ica,
d el m ism o m odo que, a la inversa, no hace que éstas broten unívocam ente
d e e l l a . . . P o r muy profundas q u e hayan p o did o ser, en casos concretos,
las in flu en cias sociales, económ ica y p o líticam en te condicionadas, sobre
. una ética religiosa, son las fu entes religiosas m ism as las que prim ariam en
te le im ponen su sello .” 15
M a x W e b e r, partiend o inicialm en te de la interdepend en cia entre los m o
tivos m ateriales y la id eología, com bate e l m aterialism o histórico, el cual
afirm a, co n argum entos cien tíficam en te inadm isibles, según él, la p rio ri
dad d e lo económ ico. (N o se d ice que tam bién e l m aterialism o histórico
pone de m anifiesto , en la realidad social concreta, un ju eg o d e com p li
cadas acciones m utuas, en e l que los fu nd am entos económ icos sólo se
im ponen, según las palabras de E n g els, en ú ltim a in stan cia.)
S in em bargo, esta estructura de la interdependencia, que tan b ien cua
d ra al m oderno relativism o, no se m an tien e en p ie ; n o es m ás q u e el
p rolegóm eno polém ico contra el m aterialism o histórico. Los razonam ien
tos de M a x W e b e r van siem pre encam inados a atribu ir a los fenóm eno s
ideológicos (r e lig io s o s ), con fu erza cada vez m ayor, un desarrollo "in m a
nente” , nacido de su propia entraña, y esta tend encia acaba im poniéndose
siem pre, d e ta l m odo que dichos fenóm eno s afirm an , a la postre, su p rio
ridad causal sobre todo e l proceso.
18 Ibid., pp. 2 3 2 1 .
MAX W EBER , 489
17 Max Weber, Economía y sociedad, ed. FCE, México, 1944, t. II, p, 158.
18 Max Weber, Religionssaziologie, ed. cit., p. 37.
490 LA SOCIOLOGÍA ALEMANA DEL PERÍODO IMPERIALISTA
Creem os que basta con estos pocos ejem p los >para darse cuenta de cuál
es la m etod o logía de los sociólogos alem anes: lleg ar a com prender, apa
rentem ente, la esencia del capitalism o sin entrar en sus verdaderos pro
blem as económ icos (so b re todo, en el p roblem a de la p lusvalía, de la
e x p lo ta c ió n ). C ierto es que el hecho de la separación del obrero de sus
m edios de producción, la aparición del trab ajo libre, se señala y des
em peña un papel im portante, sobre todo en la so cio lo g ía de M a x W e b e r.
Pero ello no es obstáculo para que se insista en que la característica de
cisiva del capitalism o es la racionalidad, el cálculo. N o es sino la con ti
nuación del concepto de sociedad establecido p o r T o en n ies, aunque las
divergencias de d etalle con respecto a él sean num erosas. E sta concepción
trae necesariam ente com o resultado la inversión de los verdaderos térm i
nos de la econom ía capitalista, haciendo que los fenóm enos vulgarizados
de la superficie desem peñen el papel prim ario p o r sobre los problem as
relacionados con el desarrollo de las fuerzas productivas.
Esta d eform ación abstracta perm ite, adem ás, a los sociólogos alem anes
atribuir a las fo rm as ideológicas, p rincipalm ente al derecho y a la re li
g ión , una fu n ció n equivalente a la econom ía, y hasta asignarles uña
acción causal superior, L o que determ ina, a su vez, que, desde e l punto
de vista m etod ológico, las conexiones causales se vean desplazadas por
las analogías. A sí, p o r ejem p lo, M a x W e b e r establece una acusada analo
g ía entre el Estado m oderno y una em presa capitalista. P ero sin p a sa r.d e
una sim ple descripción analógica, puesto que, llevado de su posición ag
nóstico-relativista, rechaza e l p roblem a de la causación prim aria. Y , a
base de estas analogías, se establece la am plia platafo rm a de una critica
de la cultura que jam ás entra en los problem as fundam entales del capi
talism o, que da rienda suelta al descontento co n la cultura capitalista,
pero que, a pesar de ello, concibe la racionalización capitalista com o un
"d estin o ” (R a th e n a u ), lo que, pese a toda la crítica, equ ivale a ju stifica r
el capitalism o com o algo necesario e inexcusable.
Y estos razonam ientos culm inan siem pre en la dem ostración de la
im posibilidad económ ica y social del socialism o. L a aparente historicidad
de las consideraciones sociológicas tien de — aunque nunca se proclam a
abiertam ente así— a fund am entar el capitalism o com o un sistem a necesa
rio, que ya no es susceptible de su frir cam bios esenciales, y a poner de
m an ifiesto las supuestas contradicciones internas, económ icas y sociales,
del socialism o, que, según estos sociólogos, hacen im posible, tanto teó
rica com o prácticam ente, su im plantación. N o vale la pena de entrar aquí
en los argum entos aducidos en apoyo d e esto. E l hecho de que los soció
logos alem anes abracen, en e l terreno económ ico, e l punto d e vista de la
nueva econom ía v u lgar su bjetivista, les im pide lleg ar a conocer y a
com prender la econom ía m arxista, y m ás todavía, p o r supuesto, p o le
m izar contra ella. Se lim itan a extraer, com o ideólogos burgueses que
MAX W EBER 491
son, del períod o im perialista" todas las consecuencias contenidas en el
revisionism o de un m odo más consecuente de lo que éstos podían hacerlo,
por razones tácticas, derivadas de las posiciones que ocupaban en el m o
vim iento obrero'.
L a crítica de la cultura a que esto conduce adquiere en A lem ania un
m atiz especial. La sociología del im perialism o de anteguerra viene, en este
punto, a continuar, aunque con algunas m odificaciones, ciertam ente, las
corrientes anteriores: trata de dem ostrar la superioridad de la fo rm a ale
m ana de Estado y de la estructura social alem ana fren te a las dem ocracias
occidentales. Y el cam bio que en la. nueva so cio lo g ía se advierte es tam
bién, sim plem ente, un cam bio de m étodo. C om o es sabido, en este períod o
se acusan co n m ucha fuerza las contradicciones de la dem ocracia burguesa
occid ental, que encuentran una intensa repercusión literaria, no sólo en
los sociólogos antidem ocráticos reaccionarios, sin o tam bién en la teo ría
de una parte del m ovim iento obrero del O ccid ente (e n el sin d ica lism o ).
Pues bien, la sociología alem ana de este p eríod o se apropia todos los
resultados de esta crítica contra la dem ocracia, dándoles una fo rm a "p ro
fu n d a” , desde e l punto de vista filo só fic o y sociológico.
L a dem ocracia se hace aparecer ahora, debid o principalm ente a su ca
rácter d e masas, com o la form a necesaria a que se recurre para avasallar
m ecánicam ente la "v id a ” , la libertad y la individualidad. Y , en contraste
con ella, s e presenta el d esarrollo especial y la situación de A lem ania
com o un orden orgánico en fre n te de la anarquía m ecánica, com o el
m ando de je fe s com petentes y responsables fren te a la irresponsabilidad
de la dirección en manos de la "d em ag o g ia” dem ocrática. In flu yen tes obras
sociológicas de este período — com o, por ejem p lo , La democracia moderna
(D ie m oderne Dem okratie) de H asbach, no son o tra cosa que p anfletos
contra la dem ocracia, vestidos con un ro p a je cien tífico . L o m ism o que
antes la "escu ela histórica” de los econom istas alem anes g lo rificab a el
régim en bism arckiano com o una fo rm a superior de Estado y de sociedad,
así ahora hace la sociología alem ana la ap o logía del im perialism o
gu illerm ino.
M a x W e b e r ocupa, en esta trayectoria, un lugar especial. Sus fu nd am en
tos m etodológicos son, evidentem ente, m uy sem ejantes a los de otros so
ciólogos de su tiem p o; tam bién é l se hace eco de la crítica de los sociólogos
occidentales contra la dem ocracia m oderna. P ero su actitud ante ésta es la
inversa: a pesar de criticarla, considera la dem ocracia com o la fo rm a más
adecuada para la expansión im perialista de una g ran po tencia m oderna.
Y las fallas d el im perialism o alem án radican, segú n él, precisam ente en
la ausencia de un desarrollo dem ocrático en lo que a su p o lítica in terio r .
se re fie re : "Sólo un pueblo politicamente maduro puede ser u n 'pu eblo
señ orial’ . . . Sólo los pueblos señoriales tienen la misión d e intervenirl a
el mecanismo d e las ruedas d el desarrollo universal. S i in ten tan hac|ójfó| ¡
492 LA SO C IO L O G ÍA A L E M A N A D EL P E R ÍO D O IM P E R IA L IS T A
los pueblos que no poseen tal cualidad, no sólo se revela contra ello el
seguro instinto de las demás naciones, sino que, adem ás, aquéllos fraca
sarán tam bién interiorm ente en el in te n to . . . La voluntad de impotencia
en lo anterior que los literatos predican no es com patible con la 'voluntad
de p oder’ en el m undo, que tan clam orosam ente se g rita .” 19
E n las palabras anteriores se trasluce bien claram ente cuál es la fu ente
social del dem ocratism o de M ax W e b e r : este sociólogo com parte con
los dem ás, im perialistas alem anes la idea de la m isión p o lítica universal
(co lo n izad o ra) de los "p u eblos señoriales” . Pero ,se distingue de ellos
en que, no sólo no idealiza, sino que, p o r el contrario, critica violenta y
apasionadam ente el estado de cosas vigente en A lem ania b ajo el régim en
del seudoparlam entarism o. Entiend e que A lem ania — lo m ism o que In g la
terra o Francia— sólo puede lleg ar a ser un "p u eblo señ orial” al am paro
de la dem ocracia. Para ello, es decir, para que las am biciones im peria
listas de A lem ania sean realizables, debe procederse a la dem ocratización
in terio r del país y p rofun dizarla todo lo necesario para alcanzar aquella
m eta. , .
E sta posición de M ax W e b e r entraña una repulsa categórica del " r é
gim en personal” de lc*s H oh en zo llern y del poder de la burocracia, ín ti
m am ente vinculado a él. Ma.x W e b e r no sólo com batió siem pre p o lítica
m ente a este régim en, sino que, en su sociología, p in tó siem pre tam bién
la som bría perspectiva que abría ante el p aís. V u elv e las tornas, para
dem ostrar que un régim en com o el alem án no sig n ifica, en m odo a l
guno, la " lib e r ta d : orgánica” , sino, p o r e l contrario, la restricció n buro-
crático-m ecanizada de toda ¡libertad e individualidad. (P ersp ectiv a que
u tiliza tam bién, cierto es — dicho séa entre paréntesis— , para p o n er en
guardia contra e l socialism o, al que é l , consid era com o la m ás acabada
burocratízación de la y id a .)
M a x W e b e r critica la in ferio rid ad 4 e Ia p o lítica exterio r de A lem a
nia, que no radica, según él, en los errores de algunos, sino e n el sistem a
m ism o, y m antiene la idea de que sólo un poderoso parlam ento y un
régim en dem ocrático pueden hacer posible una selección acertada de los
dirigentes. C laro está que este dem ocratism o de M a x W e b e r presenta
m atices muy singulares, por el fundam ento im perialista sobre el que des
cansa. E n una conversación sostenida con L u d en d o rff, después de la guerra,
M a x W e b e r hizo, al parecer, si hem os de dar crédito a los recuerdos de sú
viuda, estas m an ifestacio n es: " E n la dem ocracia, el pueblo elige a su guía,
en quien deposita su confianza. D espués de lo cual, el elegid o d ice:
'¡A h o ra , a cerrar el p ic o ,y a dar el p e c h o !’ N i el p u eblo ni los partidos
tienen ya derecho a p ed irle c u e n ta ,s ... M ás tarde, el pueblo em itirá su
ju icio, y si el Führer se ha equivocado, ¡a la horca con é l ! ” N ad a tien e
25 M a x W e b e r, Wtstschaftslehre, p . 3 2 5 .
496 LA SO C IO L O G ÍA A L E M A N A D EL P E R ÍO D O IM P E R IA L IS T A
cada vez mayor, problem as de tipo dialéctico, éstos son incapaces por
razones sociales y, consiguientem ente, m etodológicas tam bién— de darles
una solución dialéctica. E l irracionalism o es la fo rm a que adopfa, com o
resultado de esto, la tendencia a esquivar la solución dialéctica de pro
blem as dialécticos. La aparenté cien tificid ad , la rigurosa ''lib ertad de va
lores” de la sociología es, p o r lo tanto, en realidad, la fase más alta
del irracionalism o a que hasta ahora se ha llegado. Y el co n seaien te
pensam iento de M a x W e b e r hace que estas consecuencias irracionalistas
se acusen en él co n m ayor claridad que en el neokantism o del períod o
im perialista.
Y adviértase qué M a x W e b e r es ün enérgico adversario de habitual
irracionalism o alem án, tan to del an terio r a él com o del im perante en su
tiem po. V e perfectam ente claro q u e algo sólo puede ser irracional con
referen cia a o tra cósa, es 'decir, relativam ente irracion al. Y desprecia el
irracionalism o de las vivencias de los pensadores' d e su tiem p o : "Q u ie n
busque 'v isiones’, que vaya al cin e .” ®8 A este propósito, n o d e ja de ser
curioso q u e excluya expresam ente d e esta acusación a Jaspers, el pensador
que m ás tarde dará la pauta a la filo s o fía existen cia!, y a K la g e s. E sto
quiere d ecir que su repulsa Crítica va d irigid a solam ente contra las form as
anticuadas y vulgares d el irracionalism o. Y , cóm o su propia m etod o logía
se h alla em papada de tendencias irracionalistas, nacidas de m otivaciones
esp ecíficam ente im perialistas y que para él resultan insuperables, m otiva
ciones nacidas del carácter contrad icto rio interno de su propia posición
ante el im perialism o alem án y ante la dem ocratización de A lem ania, M a x
W e b e r se ve obligad o1 a reconocer las form as nuevas y m ás refinad as
del irracionalism o, én parte determ inadas por su m ism a m etod o logía dual.
Y el h ech o de que seguram ente las habría rechazado de habérsele pre
sentado b a jo su fo rm a prefascista, y m ás aún b a jo su fo rm a fascista
desarrollada, nada dice eh contra de esta Conexión histórico-m etod oló-
gica. D e haber teñido que en fren tarse directam ente con el fascism o, se
habría en contrado artte él — mutatis mutandis— en una situación parecida
a la que hubieron de ad optar ante él S te fan G eo rg e o Spengler.
M ax W e b e r com bate el irracionalism o anticuado de la so cio lo g ía ale
m ana de los Roscher, los K n ie s y lo s T re itsch k e; se m an ifiesta en contra
del irracionalism o más m oderno, pero todavía sim plista, de un. M ein eck e
y se b u rla de él con las siguientes palabras: "S e g ú n esto, la conducta
hum ana encontraría su sentido esp ecífico en el hecho de ser inexplicable
y, por tanto, incomprensible.” 29 Y se expresa cón la m ism a actitud iró
nica acerca del concepto d e la personalidad del irracionalism o rom ántico*'
"q u e la 'persona’ comparte en absoluto con los anim ales” . 30 P ero esta
28 M a x W e b e r, Religionssoziologie, p. 14.
29 M a x W e b e r, Gesammelte Aufsätze zur Wissenscbaftslebre, p. 4 6 .
30 Ibid., p. 1 3 2 .
32
498 L A SO C IO L O G ÍA A L E M A N A D EL P E R ÍO D O IM P E R IA L IS T A
31 lbid., pp. 5 46 s.
MAX W EBER 499
d ía’ . Las cuales son claras y sencillás,- si cada uno sabe encontrar y escu
ch ar al dem onio que sostiene e l h ilo de su vid a.” 32 N o es d ifíc il ver que
M a x W e b e r lleva la carencia de perspectivas del "ateísm o relig ioso” ,
resueltam ente, m ás allá q u e D ilth e y y que el p ro p io Sim m el. C on esta
actitud puede entroncarse d irectam ente e l n ih ilism o de los pensadores
existencialistas, com o se entroncará, en efecto, al lleg ar a Jaspers.
P o r donde M a x W e b e r sólo expulsa al irracionalism o d e la m etod o lo
g ía, del análisis de los hechos concretos, para introd u cirlo com o la base
filo só fica de su concepción del m undo, con u n a d ecisión hasta entonces
desconocida en A lem ania. P o r otra parte, esta elim inació n d el irracio-
nalism o del cam po de la m etod o logía no es tam poco, ni m ucho m enos,
total.
P o r cuanto que la sociología de M ax W e b e r lo relativiza todo al
reducirlo a los tipos racionales, su tipo de Fü h rer no trad icional, que
adquiere este rango gracias a su "carism a” personal, es tam bién algo pura
m ente irracionalista.
P ero, aun prescindiendo de esto, no cabe duda de que los razonam ien
tos expuestos más arriba m arcan p o r vez prim era, con trazos reales, la
transición del neokantftm o im perialista a la irracionalista filo s o fía exis-
tencial. P o r eso no tiene nada de extraño que Jaspers descubra en M a x
W e b e r un nuevo tipo de filó so fo . C on cuánta fuerza expresa M a x W e b e r,
en este punto, la tendencia general de^'la intelectualidad alem ana más
cultivada (y , en lo p o lítico , orientada hacia la izqu ierd a) d el período
im perialista; hasta qué punto su rigurosa cien tificid ad n o es m ás que un
cam ino hacia la d efin itiv a instauración del irracionalism o en la concepción
del m u nd o; cuán ind efensos se hallaban, pues, los m ejo res intelectuales de
A lem ania ante el asalto d el irracionalism o, lo dem uestra — p ara p oner
solam ente un ejem p lo — e l sigu iente p asaje d e una carta de W a lte r R a-
th én au : "Q u erem o s lle g a r con el len g u aje y las im ágenes del intelecto
hasta las puertas d e la eternid ad ; n o para derribarlas, sin o para acabar
con el intelecto, al realizarlo.” 33 D e esta actitud al p red om inio absoluto
del irracionalism o no m ed ia ya m ás que un p aso : la renuncia resuelta
a este "ro d e o ” a través del intelecto y la cien tificid ad . Paso que no se
hará esperar m ucho. E n el fo n d o , Sp en g ler no hará m ás que construir,
con su estilo de diletante y su abierta m ito lo g ía, el m ism o tránsito del rela
tivism o extrem o a la m ística irracionalista qüe M a x W e b e r expone a
m anera de una con fesión , en su paso de la ciencia exacta a la concepción
del m undo.
-- lUd., p. 5 5 5 .
33 W a lte r R ath enau , Briefe, D resd e, 1 9 2 7 , p . 1 8 6 .
A LFRED W E B E R , M A N N H E IM 501
“5 lb'id., p. 23.
ALFRED W EBER, M A N N H E IM 505
repudiando radicalm ente ésta. P ero e l hecho de que haya sido precisam ente
e l capitalism o e l causante de esta racionalización constituye, a sus o jo s,
un "azar histórico, pues exactam ente lo m ism o h ab ría podido s e r . . . el
Estado e l que em prendiera la racionalización g e n eral” .3® (T a m b ié n en
este desprecio radical p o r la vida económ ica, p o r los m otivos económ i
cos, en el que, a su vez, se trasluce claram ente q u e el verdadero adversario
es, para él, el socialism o, el m arxism o, prepara A lfre d W e B e r el terreno
para la id eología fa scista .)
Y estas razones son las q u e le llevan a reclam ar fo rm as totalm ente nue
vas para la so cio lo g ía: al nueVo m étodo de la so cio lo g ía cultural intuitiva.
E sta nueva sociología descansa sobre e l hecho d e q u e el m undo aparece
desdoblado en tres cam pos con "d ife ren tes tendencias d e d esarrollo” : el
proceso de la sociedad, el proceso d e la civilización y el m ovim iento de
la cultura. A dviértase cuánta im portancia adquiere aquí la falsa contra
posición entre civilización y cultura, q u e T o en n ies fu e el prim ero e n situar
en u n lugar central. P ero tam bién hasta q u é punto esta contraposición se
ha ido desarrollando, desde lo s tiem pos de T o e n n ies, en un sentido reac-
cionário-irracionalista. La crítica rom ántico-anticapitalista de la cultura
del presente se ha convertido en la antítesis m ecánicam ente ta ja n te entre
la cultura y la vida económ ico-social, en la afirm ación de una to tal h ete
rogeneidad de la cultura con respecto a todas las dem ás tendencias y
fuerzas de d esarrollo de la . hum anidad, en u n fe tich e m istificad o para
intelectuales decadentes que se apartan m edrosa y artificialm en te de la
vida pú blica de la sociedad.
E l análisis del proceso de la civilización só lo conduce, según A lfred
W e b e r, a la continu ación de la trayectoria b io ló g ica de desarrollo d e la
hum anidad, "p b r m ed io de la cual sólo obtenem os y am pliam os nuestra
existen cia natural”.31 D e una parte, este d esarrollo nada tien e que ver,
por principio, con la cu ltu ra; ésta no brota ya com o la m ás alta floración
del desarrollo de la hum anidad, sino que se concibe com o algo radical
m ente independiente de la existen cia física y social de los hom bres. Y ,
de otra parte, el carácter de la cultura, com o la cúspide del ser hum ano, se
contrapone polém icam ente a todas las dem ás m anifestaciones de la vida.
A lfre d W e b e r es perfectam ente consecuente co n su criterio cuando sólo
considera com o form as de la cultura la obra de arte y la idea y al artista
y al p ro feta com o sus exclusivos exponentes. P ero com o, según hem os
de ver, esta sociología de la cultura, que proclam a com o verdadero con
tenido una total abstención de la conducta social y que, por tanto, no
puede penetrar nunca en la esencia del problem a, apela sin em bargo a
lo social, surge un im portante n exo espiritual de enlace entre A lfre d
W eber, lá escuela ,de S tefan G eo rg e y el h itle rism o : bastará con que H itle r
40 Ibid., p. 113.
ALFRED W EBER, M A N N H E IM 509
M ich els sobre la sociología de los partidos. Para rebajar la dem ocracia, y
especialm ente la dem ocracia obrera, se elevaban al plano de "leyes socio
lógicas” los fenóm enos introducidos p o r el reform ism o en los partidos
socialdem ócratas y en los sindicatos colocados b a jo su in flu en cia. D e un
fenóm eno esp ecífico correspondiente a una parte del m ovim iento obrero
en el períod o im perialista se deducía Ja "le y ” de que las masas no podían
destacar de su seno una capa adecuada de dirigentes.
H em os puesto de m anifiesto , en M a x W e b e r, la contraposición entre
la crítica concreta po lítico-h istórica, en la que señalaba, refiriénd ose a la
A lem ania guillerm ina, la incapacidad del absolutism o disfrazado de de
m ocracia para lleg ar a fo rm ar una capa de dirigentes, y su sociología
"carism ática” m ístico-irracionalista. E l m ism o o parecido antagonism o in
terno encontram os tam bién en A lfred W e b e r. C on la d iferen cia de que,
en éste, la crítica del atraso dem ocrático de A lem ania es puram ente epi
sódica, m ientras que la m ística irracionalista abarca, no sólo la selección
de los dirigentes, sino todo el problem a de la dem ocracia y su dirección.
A lfred W e b e r apela a la juventud, exig e que se separe, en la selección
de los dirigentes, la p^uta personal de las ingerencias de ios partidos, y
reclam a el establecim iento de "u n a norm a aristocrático-espirituál pletórica
de contenido y bien delineada en cuanto al carácter” .41 N o acierta a
decir, p o r supuesto, cuál sea el contenido de sem ejante norm a, toda vez
que el contenido, según su teoría, es in d efin ible, pura "v iv en cia” . P o r
donde el pretensioso vuelo de su nueva sociología viene a parar, a la
postré, en la sugerencia, carente de todo fundam ento, de la visión de
un nuevo rum bo, con confusas alusiones a una com pleta transform ación
en lo que a la concepción del m undo se re fiere y Con el llam am iento a
una "generación que no sería concebible sin N ietzsche, su m aestro” ,42
aunque un N ietzsche sin la "b e stia rubia” . H e aquí la "b a se ” sobre la
que los nuevos hom bres deberán crear la colaboración p acífica entre los
pueblos.
P o r muy confusas que sean estas consideraciones y muy pobres y ecléc
ticos los resultados discursivos que de ellas se derivan, es evidente que
sem ejantes intentos de una sociología de la dirección y de los dirigentes
tienen una im portancia nada desdeñable para la fo rm ación de una at
m ósfera espiritual fav orable a la creación de la m ística nazi del Führer.
Se sientan las bases m etodológicas para ello, al convertir todo este com
p lejo de problem as en el o b je to necesariam ente irracional de vivencias
subjetivas. N o cabe duda de que, sin esta atm ósfera, jam ás hab ría llegado
la teoría fascista del Führer ha encontrar acogida entre la intelectualidad.
Y en nada altera la conexión o b jetiv a en cuanto a la evolución de la
ideología alem ana hacia el fascism o el hecho de que el carácter vivencial-
Se nos dice que este, si qu iere ser consecuente, debe aplicarse tam bién a
sí m ism o; es decir, que si la teoría de las id eologías h a de ser acertada,
tien e que regir tam bién para la id eo lo g ía d el propietariado, para el m ar
xism o ; en consecuencia, si todas las id eologías tien en solam ente un valor
de verdad relativo, tam poco el m arxism o debe colocarse en un nivel su
perior. A rgum entación pretendidam ente irrefu table que nace, sencillam en
te, del hecho de que quienes lo em plean dan de lado tanto a la dialéctica
de lo absoluto y 1q relativo com o al desarrollo histórico y a su carácter
concreto, de lo que se desprende siem pre claram ente cóm o esta d ialéc
tica de lo absoluto y lo relativ o se m an ifiesta en el caso dado. Surge, así,
la consabida noche del relativism o en la que todos los gatos son pardos,
en la que todos lo s conocim ientos son puram ente relativos. E n realidad,
esta refu tació n del m arxism o n o es m ás que una variante sociológica de
la teo ría spengleriana de los ciclos de la cultura. T am b ié n M ann heim se
plantea, u n a vez m ás, e l p roblem a de la decisión de la verdad, pero
solam ente b a jo esta fo rm a : "q u é p o sición tien e las mayores posibilidades
para lleg ar a la verdad óp tim a” . . . 48 C on lo qüe el p roblem a del relati
vism o se viene a tierra, para M ann heim , com o un p roblem a anticuado.
E l entronque con M a x W e b e r aparece claram ente visible aq u í; sólo
que, en vez del neokantism o ricjcertiano, nos encontram os con una filo s o fía
existencial del tipo Jaspers-H eid egger, p o r cuanto que todo conocim iento
social se presenta, p o r p rin cip io , com o "v in cu lad o a la situación” y la
situación actual de crisis, del pensam iento se convierte en p u ntó d e p arti
da d e la teo ría del con o cim ien to y en base para rechazar la exigen cia
anticuada d e objetivid ad . M an n h eim fo rm u la en los siguientes térm inos
su p o sició n g n o seo ló g ica: " N o existe un 'pensar en g en eral’, sino que
cada ser d e determ inado tip o p ien sa d en tro de un m u nd o d e determ inado
tipo, para cu m p lir con una fu n ció n d e vid a determ inad a.” 47 Y va, inclu
so, tan a llá que lle g a hasta y er en e l postulado de la verdad absoluta en
e l pensam iento solam ente una especulación — de v a lo t in fe rio r— - en torno
a una "n ecesid ad de seguridad” .
C on lo cu al ‘este sociólogo se ve colocado' en una situación un tanto
incóm oda con respecto al m aterialism o histórico. H e id eg g er o Jasp ers
pueden contestar muy cóm odam ente a la apelación ál "h o m b re existen te” ,
influida p o r K ierkegaard , puesto que ven en todas las categorías sociales
nada más que un "h ab itácu lo ” profun dam ente irreal. P ero M an n h eim
es sociólogo, y el pensar vinculado p o r el ser ten d ría que sig n ificar para
él, consecuentem ente concebido, la determ inación de la conciencia p o r el
ser social. P ara salir de este atolladero, recurre al ju e g a de una so fística
48 7bid
47 Mannheim, Mensch und Gesellschaft im Zeitdter des Umbaus, Leiden, 1935,
p. 95.
514 LA SOCIOLOGÍA ALEMANA DEL PERÍODO IMPERIALISTA
48 Ibíd., p. 5.
Y 40 Mannheim, Id eo log ie und Utopie, pp. 90 y 95.
ALFRED W EBER, MANNHEIM 515
entrelazam iento de los diversos estilos d el pensar que hace po sible una
so cio lo g ía del saber. E l m aterialism o histórico, visto así, es una de las
m uchas particularidades, d entro de esta generalidad- y totalidad.
Partiendo de aquí plantea ahora M an n h eim los problem as del pensa
m ien to id eológico y utópico, de la p osibilid ad de una p o lítica cien tífica,
de la planeación, etc. E l resultado de estas investigaciones no puede ser
m ás p o bre. M ann heim se sitúa en un p u nto de vista tan extrem adam ente
form alista, que, partiendo de él, sólo cabe lo g rar una tip o lo g ía totalm ente
abstracta de las d iferentes posiciones que en cada caso pueden adoptarse,
sin la posibilid ad de decir nada esencial acerca de ellas, en cuanto al
contenido. Y esta tendencia abstracta de la tip o lo g ía va tan allá, en
M an n h eim , que sus diversos tipos abarcan las tendencias m ás heterogé
neas y contradictorias entre sí, solam ente para p oder p o n er de m an ifiesto
en la realidad histórico-social un núm ero resum ido y lim itad o de tipos
A sí, vem os cóm o identifica, p ara hacerlos en cajar en tipos únicos, h
socialdem ocracia y e l com unism o, de una parte, y de otra el liberalism o
y la dem ocracia. En este punto, le aventajará considerablem ente, com o ve
remos, un reaccionario tan descarado com o C . Schm itt, quien p o n e dc-
m anifiesto cóm o la contraposición entre dem ocracia y liberalism o entraña
un problem a im portante de nuestro tiem po.
Los resultados a que llega la "so cio lo g ía del saber” de M an n h eim son
poco más que una actualización de la te o ría m axw eberiana del "tip o
ideal” . M annheim , de haber sido consecuente, debiera haberse detenidc
en el agnosticism o cien tífico , d ejand o toda d ecisión en m anos de la in tu i
ción, de la vivencia, del "carism a” del individuo. P ero , en este punto, in
tervienen las ilusiones de la "estab ilización relativ a” . Se atribuye a la
intelectualidad "lib r e ” la posibilidad y la m isión de desentrañar de entre
la totalidad de las posiciones y de las actitudes vinculadas a ellas, la
verdad que corresponde a la situación actual. Esta intelectualidad se h alla,
según M ann heim , al m argen de las clases: "O cu p a un lugar interm edio,
pero no un lugar intermedio de clase.”
A h o ra bien, p o r qué el pensam iento de la "intelectu alid ad lib re ” no
se h alla ya "v incu lado a una situación” , p o r qué el "relacio n alism o ” no se
aplica, p o r lo que a é l se refiere, a sí m ism o, com o exig e que lo haga
el m aterialism o histórico, constituye un m isterio de la sociología del saber.
M ann heim afirm a que esta capa posee una sensibilidad social que la
capacita para "o rien tarse entre las fuerzas que dinám icam ente se com ba
ten” , pero esto no pasa de ser una vacua afirm ación, n o apoyada e n
ninguna prueba. Q ue esta capa social abriga la ilu sión d e estar p o r encim a
de las clases y de las luchas de clases es un hecho bien conocido, que
el m aterialism o histórico no sólo describe reiteradam ente, sino que, ade
más, explica p o r la existencia social de este sector. M an n h eim ten ía la
obligación de dem ostrar, en apoyo de su tesis, que para este sector de
516 LA SOCIOLOGÍA ALEMANA DEL PERÍODO IMPERIALISTA
53 Ibíd., p. 167.
518 LA SOCIOLOGÍA ALEMANA DEL PERÍODO IMPERIALISTA
VI
todas estas ideas p artiend o d e un sistem a filo só fico -so cio ló g ico que, aun
siend o extraord inariam ente reaccionario, se m antiene fie l a l sentido ca
tólico-escolástico (d e n tro d e los m arcos d el fascism o clerical au stría co ),
lo q u e lo hace incom patible con lo s p rincipios m ás im portantes d e la
d em agogia social d el fascism o alem án.
T am b ién Spann rechaza, com o toda la ciencia reaccionaria d el períod o
d e posguerra, la categoría d e la causálidad, pero no para sustituirla por
e l m ito irracionalista, sin o para instaurar la te o ría estáticam ente inerte,
escolástica, de la totalidad y la jerarqu ización. L o que lleva, en Spann,
a l sistem a d e un orden jerárq u ico estable a pr'tori. E ste punto de vista
"to ta lita rio ” com bate toda cien tificid ad progresiva, n i m ás ni m enos que
el fascism o, pero p ara crear un sistem a análogo a l del escolasticism o cató
lico m edieval, cim entado tam bién, p o r consiguiente, sobre una autoridad
trad icional y consagrada.
N o es, pues, casual el q u e Spann se apoye en el catolicism o, y en ello
reside una d e las p rincipales razones de que e l nacionalsocialism o le
repudie, com o repudia todo lo que sea católico. Y a e llo hay que añadir
e l hechó de que la te o ría de Spann rechaza to d a fo rm a de revolución, de
derrocam iento p o r la violencia, concepción que el nacionalism o d ifíc il
m en te p o d ía to lerar en el períod o de la tom a del poder. A sí, p o r ejem p lo,
cuando Spann polem iza contra H e g el porqu e sus categorías van de ab ajo
a arriba, y no a la inversa, porque su filo s o fía se basa e n la idea del
progreso, la "co n cep ció n nacionalsocialista del m undo” aún p odría acep
t a r éste punto de vista; pero, cuando opone al concepto de la "su p era
ció n ” la categoría puram ente conservadora de la ''conservación de la
inocencia” ,57 es decir, cuando trata de conservar autoritariam ente el esta
do de cosas actual, choca con las necesidades de la dem agogia social del
nacionalsocialism o. D e aquí que los ideólogos fascistas, 'que, en aras de
su dem agogia social, polem izan contra " e l fren te ro jo y la reacción” , se
m anifiesten tanto en contra de Spann com o de Spengler. Finalm ente, en la
jerarq u ía escolástico-católica de Spann no hay lugar ni para el racism o
ni para la m ística irracionalista del Füh rer. Spann estuvo muy de m oda du
rante algún tiem po entre todos los oscurantistas alem anes p o r razón de
sus tendencias generales reaccionarias, pero se vio desplazado m ás tarde
p o r e l fascism o hitleriano.
Figuras m ás im portantes p ara el tránsito a l fascism o son las de H .
Freyer y C . Schm itt. Freyer com ienza escribiendo sobre tem as históricos
y de ciencias especiales y en to rno a u n a filo s o fía ditirám bico-m ística. C on
ésta se entronca su intento d e construir u n a nueva sociología a to n o con
los tiem pos, partiend o de las tradiciones anteriores de la sociología ale
m ana, sobre todo m ediante una síntesis de la filo s o fía diltheyana d e la
nad a al capital m onopolista. Y e llo le p erm ite, a l m ism o tiem po, salir
a l paso de los anhelos directos de am plias m asas, p rincipalm ente entre la
pequ eña burguesía, al desplazar la "e ra de la econom ía” p o r u n períod o
"aecon óm ico” , d ibujand o la perspectiva de la "d om esticación de la eco
n o m ía” p o r el espíritu, p o r el Estado, etc. Freyer presenta la econom ía
( a la que, com o la m ayoría de lo s vulgarizadores, id en tifica con la técn i
c a ) "co m o el verdadero anarquista que se lev anta contra la to talid ad del
E stado” , com o una fu erza que, pese a toda su aparente po tencia, es, en
sustancia, totalm ente im p oten te: " e l m undo ilim itado de los sim ples m e
dios, aunque entrañe la fu erza de un progreso in fin ito , es im potente para
crear los espacios cerrados del destino en el cam po del esp íritu ” . D e ahí
que sea necesario im plantar la dictadura del Estado sobre la econ om ía:
" L a econom ía es rebelde y debe ser gobernad a p o r una m ano firm e .” 66
P o r tanto, el m aterialism o histórico tien e, en la sociología de Freyer,
la sig n ificació n de ser la expresión discursivam ente adecuada de la "e ra
de la econom ía” , del períod o de la decadencia. E l m aterialism o histórico,
com o exponente espiritual de la decadencia, sólo es capaz de comprfender
lo decadente, no lo ppsitivo. "E n las luchas d e clases se fu n d e un estilo,
pero no em erge de ellas. E l estilo brota del co n flicto estatuido p o r la
naturaleza entre las razas señoriales y las razas siervas.” 67 D e estas luchas
d e clases puede nacer en la historia, en ciertas condiciones, el Estado.
P ero este proceso parece hallarse todavía muy le jo s de haber term in ad o:
" T a l vez e l v ira je p o lítico del esp íritu en la h istoria d e la hum anidad
.n o Se haya consum ado to dav ía hasta el pu nto d e h ab er revelado su sen
tid o to ta l.” 68 Esté v ira je quedará reservado p ara H itle r, u n p o co m ás
adelante. E l E stado se desplegará, entonces, p ara fo rm ar e l " R e ic h ”, en
el q u e quedarán superadas todas las fo rm as anteriores.
E l cam ino inverso del E stado hacia e l esp íritu es, com o ya hem os dicho,
la repetición esp iritu al d el cam ino real. N o s lim itarem os a destacar aquí
solam ente los m om entos m ás im portantes d el razonam iento de Freyer.
A l tratar del Pod er, Freyer g lo rifica , com o era d e esperarse, la guerra y
la conqu ista: " N o só lo en e l p lan o d e la realidad, sino tam bién en
cuanto a l esp íritu, el E stado se fu n d a en la guerra y arranca de e lla .”
E l Estado "tie n e que conquistar, para lle g a r a ser” .6* Y con esto se enlaza
la g lo rificació n d e la raza: " L a sangre de la raza es el m aterial sagrado
d e que se fo rm a e l p u eb lo .” L a "sa n tifica ció n de la raza” 70 es, p o r tanto,
la m isión m ás im portante d el P o d er. L a etapa siguiente, la de la ley, trata
sobre todo, a to n o con las anteriores consideraciones, de la supeditación
a l Estado de la econom ía, que Freyer id en tifica siem pre con la técnica y
rechaza, com o el principio de la anarquía y de la m ecanización de la
71 Ibíd., p. 199.
72 Freyer, Soziologie ais Wirklichkeitswissenschaft, pp. 39 y 156.
72 Ibíd., pp. 83 y 87 74 Ibíd., p. 125.
526 LA SO C IO L O G ÍA A L E M A N A D EL P E R ÍO D O IM P E R IA L IS T A
V lo "m u e rto ” y lo "m ecán ico ” de Ja econom ía, a fav or de la "v id a viva”
¿síV ^ l Estado, el "Im p e rio ” y el pueblo. A sí, pues, m ientras que aquellos
A im ó so fo s se lim itaban a destruir ideológicam ente todas las armas espiritua-
]lás de d efensa de la burguesía contra la ofensiva del fascism o, Freyer va
■* *u-
í i f f s allá, pues construye a base de estos elem entos el cam ino positivo hacia
él hitlerism o.
P e ahí que fo rm u le en los siguientes térm inos la esencia d e la "situ a
ció n ” de la so cio lo g ía: " L a sociología surge com o la autoconciencia cien
tífic a de la sociedad burguesa que se siente com o una etapa crítica.
Surge, p o r tanto, desde el p rim er m om ento, com o una ciencia del presen
te .” E l pasado se estudia, según Freyer, "n o para evocar el pasado, sino
para ahondar en el conocim iento de la realidad presente y dar m ayor
hondura a las decisiones actuales, m ediante la clara conciencia de sus
prem isas” . Y con tin ú a: "U n a realidad de v alo r histórico un ívoco de si
tuación, la sociedad hecha autárquica y derrum bada con el Estado, se
convierte en e l centro d ialéctico del sistem a.” 75* E l error de las concep
ciones anteriores de la sociedad burguesa, sobre todo las de H eg el y
Toen n ies, radica en si^ esencia estática. Freyer trata de introd u cir la d iná
m ica en la sociolog ía; y, en relación con esto, reconoce la necesidad
histórica de las revoluciones. Y el m undo presente se halla, según él,
abocado a una de estas revoluciones. L a "p erip e cia” de la sociedad con
siste, según Freyer, en la "situación existencial en que se halla anclada la
sociología” .78
Freyer saca las conclusiones concretas derivadas de esta fundam entación
de la sociología, en algunos fo lleto s polém icos, com o el que lleva por
' títu lo Dominación y planificación (H em chaft und Planung) y, sobre
todo, en el titulado La revolución desde la derecha (Revolution von rechts).
E n este segundo opúsculo hace, desde el punto de vista de la filo s o fía de
la historia, un resum en de la trayectoria europea desde la R evolución
francesa. T rátase, nos dice, de un períod o de revolución perm anente, que
es siem pre, además, una revolución "d esd e la izquierda” . D ice , en sín
tesis, refirién d ose al siglo x i x : "S u s situaciones de equ ilib rio son m era
apariencia, sus pueblos luchas de c la se s. . . , su econom ía, erigid a sobre
crisis. E ste períod o es pura d ialéctica: el m aterialism o dialéctico es la
teoría que h a sabido penetrar más a fo n d o en la ley de su m o vim iento .”
L a filo s o fía m aterialista, aunque sea "u n m ito lo co ” , "u n a especie lo ca de
quiliasm o” "e s la prim era que h a com prendido íntegram ente la revolu
ción desde la izquierda” . P ero la revolución no se p ro d u jo . E l sig lo x i x
"s e liquid ó a s í m ism o” .77
E l gran v iraje lo trajo , según Freyer, el reform ism o. E l v ira je com ienza
cism o " n o es sin o la fase interm edia de lo estético entre el m oralism o del
siglo x v u i y el econom ism o del x i x ” .83 E l punto de partid a de esta p o
lém ica está en que Sch m itt considera que la esencia reaccionaria del ro
m anticism o h a quedado anticuada y que nuestro tiem po necesita de una
nueva id eo lo g ía reaccionaria. Su claro y decidido prefascism o se revela
ya en el hecho de que rechace todas las fo rm as anticuadas y caducas de
la reacción y de que todo su interés se orien te hacia la elaboración d e una
id eología reaccionariá m ás a to n o con la época. E llo le llev a a descubrir
la im portancia que tien e para la "h isto ria d el e sp íritu " la fig u ra de un
reaccionario español de m ediados del sig lo x ix , D o n o so Cortés. Im p o r
tancia que escriba, según Schm itt, en que este pensador reaccionario rom pe
con la id eo lo g ía de la restauración, dándose cuenta de que ya no hay
reyes n i puede haber, por tanto, una legitim id ad en e l sentido tradicional
de la palabra, lo que le lleva a preconizar, en contra de las fuerzas re
volucionarias, una dictadura fran ca y escueta. S chm itt cita tam bién, con
elogio, el ju icio de D on o so Cortés en que llam a a la burguesía una "cla se
discutidora” . L o ú n ico que encuentra criticable en este fav o rito suyo es
que d ir ija su polém ica contra P roudhon, sin ver lo s elem entos afin es que
en él se contienen, y que no supiera, en cam bio, descubrir al verdadero
enem igo, que era M a rx .84
S chm itt m antiene, al m ism o tiem p o * una violen ta p olém ica contra la
jurisprudencia neokantiana y su concepto de las norm as, que convierten,
segú n él, todo el Estado e n una tram a d e relaciones vacuas y form ales,
en la que e l Estado se reduce a una especie d e "ce n tro d e im putabilidad” .
Y dice, refirién d ose al neokantism o en la filo s o fía d el d erecho : "T o d a s
las representaciones esenciales de la esfera espiritual del hom bre son
existenciales, y n o norm ativas." E l neokantism o en la filo s o fía del derecho
no echa d e ver " la sim ple verdad cie n tífico -ju ríd ica de que las norm as
sólo rig en para las situaciones norm ales y de que la presupuesta n orm ali
dad de la situación es p arte in tegran te ju ríd ico -po sitíva' de su vigen
cia” .85
E ñ jo anterior va im p lícito , de una parte, un desarrollo de la concepción
de p oder d e M a x W e b e r y, d e otra parte, una crítica d e lo "m eta ju ríd i-
co” de Je llin e k y K elsen , en la que Sch m itt coloca en e l cen tro de la filo so
fía del derecho, com o e l verdadero p ro blem a de ésta, lo que el neokantism o
pretende situar a l m argen de ella, a sa b e r: cu ál es e l poder que estatuye
el derecho o lo deroga. E ñ este punto, S chm itt tien e razón fren te al neo-
kantism o liberal, com o la tien e tam bién, en térm inos generales, en su
ingeniosa p olém ica contra la sociología d el liberalism o. Situándose en el
34
530 LA SO C IO L O G ÍA A L E M A N A DEL P E R ÍO D O IM P E R IA L IS T A
sus m otivos— , va resueltam ente más allá que el liberalism o de los neo-
kantianos. "L a excepción — dice— es más interesapte que el caso nor
m a l. . ., pues en ella vemos cóm o la fuerza de la vida real rom pe la
corteza de una m ecánica estancada en la rep etición .” Y resum e así su
razonam iento: " E s soberano quien decide acerca de los estados de e x
cep ció n .” 88
E sta actitud m etodológica, este interés apasionado por la teo ría de la
dictadura guarda relación, en Schm itt, con el hecho de que se muestra
desde el p rim er m om ento irreductiblem ente h ostil fren te al sistem a wei-
m ariano. A l com ienzo, esta hostilidad se m an ifiesta en él com o una
crítica cien tífica, com o la exposición de la crisis de la id eología liberal
y, en relación con ello, del sistem a parlam entario. P o r oposición a K a rl
M ann heim , quien, com o veíam os, id en tificaba sen cillam ente el liberalism o
y la dem ocracia, Schm itt incorpora a su sistem a toda la p olém ica antide
m ocrática del siglo x ix , para p o n er de relieve el irred u ctible antagonism o
entre el liberalism o y la dem ocracia y dem ostrar cóm o la dem ocracia de
las m asas se convierte necesariam ente en la dictadura.
Sch m itt som ete a un análisis sociológico, ante todo, el sistem a parla
m entario. Y considera la hom ogeneidad social com o prem isa del par
lam en tarism o: " E l m étodo de la fo rm ació n de una voluntad p o r la sim ple
com probación de la m ayoría tien e u n sentido y u n a e ficacia cuando se
puede p a rtir de la hom ogeneidad sustancial de to d o el p u eb lo .” 89 P ero
sem ejan te estado de cosas no se h a dado nunca, naturalm ente, en la
sociedad de clase. Schm itt no para la atención en que el fu ncionam iento
del liberalism o parlam entario, si bien es cierto que descansa hasta cierto
punto, tal com o é l lo expone, en un cierto grad o de igualdad de intereses,
no presupone ésta precisam ente en todo e l pueblo, sin o entre las clases
dom inantes y presupone, adem ás, cosa que él no señ ala ni tien e en cuen
ta, la im potencia del resto del pueblo. D e ahí que sólo pueda determ inar
las tendencias de disolución de este sistem a de u n m odo extraord in aria
m ente abstracto: "T a n pronto com o term ina la prem isa d e una vigencia
igualm ente legal para ambas partes, que cond iciona la legalidad de este
sistem a, se cierra toda salid a.” 90 P ero esto n o es m ás que la descripción
de un síntom a externo, y no la explicación de la cosa m ism a, que sólo
puede encontrarse, p o r supuesto, a base del análisis concreto de la situa
ción de clase. A este estado de cosas descrito p o r S chm itt corresponde en
la realidad una larga época del parlam entarism o inglés, el p eríod o que
G u izo t llam aba del juste milieu y que tam bién él cita com o un ejem p lo
m odelo. Podríam os, si acaso y con grandes reservas, ver en la publicidad
tam poco un Estado dem ocrático” .93 L os partidos dem ocráticos de mas¿...
hacen que la dem ocracia m ism a se convierta e n u n a m era apariencia. N .
queda en p ie en ella, según Schm itt, n i siquiera la 'o p c ió n : " Aparece«
cinco listas de partidos, form adas de un m odo extraordinariam ente m iste
rioso y ocu lto, dictadas p o r cinco organizaciones. Las m asas se reparten,
por así decirlo, en cinco rediles previam ente preparados, y a los resultados
estadísticos de ello se les llam a elecció n’.” E sto sig n ifica que, en tales
circunstancias, la voluntad del p u eblo "ja m á s pu ed e vo lv er a fu nd irse en
una corrien te ún ica” .94 T o d a la m isión d el parlam ento se reduce, pues,
" a conservar un absurdo statu quo”.9S E n lo to can te a l parlam entarism o,
el pro pio Schm itt resum e así su con clu sión : e l parlam ento, se convierte
" e n el escenario en que se dividen de un m odo plu ralista lo s poderes
sociales organizados” .93 R epresenta una disolución d el Estado, d el m ism o
m odo que, en su día, el creciente p o d er de lo s p rín cip es representaba la
disolución del Im perio alem án. E ste estado d e desintegración, esta crisis
perm anente, engendra por sí m ism a la necesidad d el estado d e excepción,
de la dictadura del presidente del R eich . L as actividades p o líticas de
Schm itt antes de 1» subida a H itle r al p o d er se concentraron p rin cip al
m ente en to rn o a este pro blem a: fu eron dirigidas a ju stifica r la necesidad
de dicha dictadura.
E n este punto, se revela, a pesar del aparente antagonism o, la sustancial
afinidad de Schm itt con los ideólogos reaccionarios del Im p erio bism arc-
kiano y guillerm ino. Éstos d efend ieron a capa y espada e l statu quo exis
tente en su tiem p o; Schm itt, en cam bio, com bate apasionadam ente el
statu quo ante el que se encuentra. D e ahí los antagonism os form ales
y los que se revelan en la "h isto ria del esp íritu ” . E n el fo n d o , tanto éste
com o aquéllos luchan, b a jo circunstancias distintas, pero con la m ism a
violencia, contra la dem ocracia: el statu quo denostado es, concretam ente,
el de la R epública d é W eim ar y e l del T ratad o de V ersalles. Schm itt
com bate e l statu quo com o im perialista reaccionario, lo m ism o que los
im perialistas reaccionarios antecesores suyos d efen d ían el de su época.
A pesar de la obertura filo só fico -ex isten cial y a los constantes coque
teos con la "v id a ” , con la llam ada "co n creció n ” histórica, el m eollo p o siti
vo de la sociología ju ríd ica de Schm itt, al fin a l de toda esta polém ica, es
un patrón extraordinariam ente p o b re : la reducción de todas las relaciones
políticas, incluyendo, por tanto, las ju ríd icas y las estatales, al esquem a
"am ig o -en em ig o” . Com o corresponde a los fundam entos filo só fico -ex is-
tenciales de su pensam iento, se elim ina de este esquem a fundam ental to d a .
racionalidad y, con ella, todo contenid o con creto: "N in g ú n program a,
tico s: " E n las dem ocracias o ccid e n ta le s— escribe Schmitt-— todavía siguen
hoy planteándose y resolviéndose a la m anera de los tiem pos de Talleyrand
y de L uis F e lip e grandes problem as del siglo x x . E n A lem ania, en cam
bio, no ocurre eso, y ello hace que e l estudio de tales problem as desde
el punto de vista de la ciencia ju ríd ica se m uestre bastante m ás adelan-
tádo. H em os logrado esto a costa de experiencias no pocas veces duras
y am argas, pero la v entaja es ind iscutible.” 102 L a superioridad de que aquí
se habla es la del rapaz im perialism o. A h ora, Schm itt — extendiendo al
cam po de la p o lítica m undial su v ie ja tesis antagonística del am igo y
e l enem igo— razona filo sóficam en te e l Estado hitlerian o en los siguientes
térm in os: "E s en la guerra donde se contiene el m eollo de las cosas.
E l tip o de la guerra to tal determ ina e l tip o y la estructura de la to tali
dad del Estado. Y la guerra to tal deriva su sentido del enem igo to ta l.” 103
C om o se ve, Schm itt no se lim ita a apoyar la bestial dictadura h itle
riana en el terreno de la p o lítica interior, sino que, ya antes de que estalle
la segunda G u erra M u nd ial, durante el períod o de su preparación, se
convierte en el ideólogo ju ríd ico m ás descollante de los planes de con
quista m undial de la A lem ania de H itler. Lucha contra las pretensiones
"universalistas” de la Sociedad de N aciones y exig e que le sea aplicada
la doctrina M o n roe a A lem ania y a su órbita de intereses. C ita a este
propósito una frase de H itle r, y la com enta del siguiente m o d o : " S e ex
presa con ello, b a jo la m ás sim ple objetivid ad , la idea de u n deslinde
arbitral y p acífico de cam pos entre las grandes potencias, despejándose
la confusión con que el im perialism o económ ico h ab ía rodeado la doc
trin a M o n roe, al desviar la idea racional de u n deslinde d e cam pos para
convertirla en una pretensión ideológica d e in g eren cia en el m u nd o.” m
Esta teo ría descansa tam bién sobre e l dogm a fascista d el "Im p e rio ” :
"Llam am os 'Im p erios’, en este sentido, a las potencias fundam entales y
dirigentes cuya idea p o lítica irrad ia en una gran zona determ inada, exclu
yendo en ella, por principio, la ingerencia de cualesquiera otras potencias
extrañas.” 105 D e este reparto del m undo que garantizara a A lem ania
y al Jap ó n sus "grand es zonas” correspondientes, d ebería arrancar, según
Schm itt, el nuevo y m ás alto estado d el derecho, internacional, en el que
ya no había, com o antes, sim plem ente Estados, sino "Im p erio s” . Y Jas
consecuencias concretas derivadas d e e llo las establece S chm itt en otro
estudio, que lleva este títu lo harto revelad o r: ¡Ay de. los neutrales! y
donde se argum enta que la concepción de las "g ran d es zonas” llev a apa
rejad a la destrucción de la neutralidad.
A sí, pues, Schm itt escribe ya en 1 9 3 8 , adelantándose a los acontecim ien
tos, la apología de la agresión hitleriana desde e l punto de vista del
ordinariam ente acusados con la R evolución francesa, se rem onta muy atrás.
L a id eo lo g ía de la naciente clase burguesa lucha, a tono con sus propios
intereses de clase, p o r la igualdad de todos los hom bres (e s decir, por
su equiparación civil, ju ríd ico -fo rm a l) y critica violentam ente los p rivi
legios feudales existentes, la desigualdad feudal estam ental de los súbditos
d el Estado. Y com o, al agudizarse estas luchas, la dom inación de la nobleza
había sufrid o ya un serio quebranto, así en lo económ ico com o en lo
p o lítico , perdiendo con ello las verdaderas funciones sociales que durante
la Edad M ed ia había cum plido, para ad qu irir un carácter cada vez más
parasitario, surgía en ella la necesidad de ver ideológicam ente defendidos
sus privilegios.
D e estas luchas brota la teoría del racism o. Los ideólogos de la no
bleza com ienzan a d efender las desigualdades estam entales entre los hom
bres con el argum ento de que estos p rivilegios no son sino la expresión
ju ríd ica de la desigualdad que la p ropia naturaleza establece entre las
diversas clases de hom bres, entre las razas, razón p o r la cual form an
parte de la "n atu raleza” misma, contra la que ninguna institución puede
atentar sin atentar, al mismo tiem po, contra los más altos valores de la
hum anidad.
Y a a com ienzos del siglo x v m escribió el conde de B ou lainvilliers
( 1 7 2 7 ) un lib ro tratando de dem ostrar que la nobleza fran cesa era la
descendiepte de la antigua raza dom inante de los francos, al paso que
el resto de. la población llevaba en sus venas la sangre de los galos som e
tid o s.1 Se en fren taban , pues, dos razas cualitativam ente d iferen tes, y la
superioridad de los francos sólo p o d ía suprim irse a costa de acabar con
la civilización. P ero ya los publicistas franceses habían com batido apasio
nadam ente esta tesis. A sí, en 1 7 3 4 , el h istoriad or fran cés D u bos, para
no citar a otros, declaró que la conqu ista de F ran cia p o r los fran cos no
pasaba de ser una leyenda.2
É sta po lém ica cobra form as especialm ente agudas durante la R evolu
ción fran cesa. E l conde de V oln ey se burla, en sus Ruinas de Palmira,3
de la p retensió n de la nobleza de pasar p o r una raza escogida y pura.
Señala irónicam ente cuán extensa es la parte de la nobleza actual fo r
m ada p o r los nuevos ricos, p o r gentes que en su d ía ejerciero n la p ro fe
sión de com erciantes o m an ejaron una herram ienta com o artesanos, a
quienes la m onarquía ha vendido p o r dinero sus pergam inos de nobleza
y que, atendiendo a su "raza” son, p o r tanto, sim ples plebeyos. Y el des
collan te ideólogo de la burguesía fran cesa en los prim eros tiem pos de la
revolución, el abate Sieyès, com bate por razones de principio la doctrina
II
Y los grandes plantadores de los Estados norteam ericanos del sur no eran
— a pesar de la form a esclavista de su m odo de explotación— otra cosa
que capitalistas, productores de la m ateria prim a fu ndam ental em pleada
p o r la econom ía capitalista de aquel tiem po. L o que quiere decir que,
en las condiciones del siglo x ix y x x , la teoría racista sólo puede hacerse
revivir eficazm ente siem pre y cuando que se la convierta en un arma
ideológica puesta en m anos de la burguesía reaccionaria. T am b ié n la
teoría racista, desde G obineau hasta R osenberg, hubo de seguir la misma
trayectoria de aburguesam iento por la que, según hem os visto, pasó el
¡rracionalism o filo só fico general, partiendo de S ch ellin g y pasando por
Schopenhauer, N ietzsche, etc.
P unto de partida y tendencia fu ndam ental de G obineau es la lucha
contra la dem ocracia, contra la idea "co n traria a la ciencia” y "an tin atu
ra l” de la igualdad de los hom bres. Es lo que le critica T o cq u ev ille, ya a
raíz de su prim era lectura de la obra, señalando que, según G obineau ,
todo lo m alo de la historia em ana de la idea de la igualdad; s u .lib r o
— le dice— es un libro reaccionario, inspirado p o r un estado de ánim o
general de cansancio de la revolución. L e dice, además, que el resultado
a que la obra conduce es fatalista, com o el opio adm inistrado a un en
ferm o. Y hasta le hace ver de pasada — cosa que ofen d e especialm ente
a G obineau;— que su teoría racista es incom patible con el cristianism o y
con el catolicism o.6
E l fam oso historiad or T o cq u ev ille, hom bre de ideas liberales m odera
das, señala certeram ente en estas observaciones algunos de los rasgos de la
concepción p o lítica del m undo de G obineau . P o r ellas vem os ya clara
m ente que G obineau no es sino una fig u ra de transición en la historia
del racism o. D e una parte, da una fo rm a nueva, "adecuada a los tiem
pos” , es decir, sem iburguesa, a las v iejas chácharas reaccionario-feudales
sobre la desigualdad "n a tu ra l” de los hom bres. P ero, de o tra parte, no
le es dable todavía llevar radicalm ente hasta e l fin a l esta m odernización,
este aburguesam iento de la teoría racista. Se da aires de naturalista y
adopta e l gesto de la "au gusta im parcialidad” propia de éste; pero por
d eb ajo de la careta asom a en seguida el rostro contrarrevolucionario.
H e aquí algunas de sus p alabras: " A sus o jo s [e s decir, a los o jo s de la
ciencia de la naturaleza, G. Z ,.], el rebelde no será otra cosa q u e un hom
b re dañino, im paciente y am bicioso. T im o leó n , un asesino; R obespierre,
un v il crim in al.” 7
E ste dualism o en tre una objetivid ad "cie n tífico -n a tu ra l” adecuada y
un p anfletism o reaccionario-feu dal se m an ifiesta a lo largo de to d a la
obra de G o b in eau : éste es un reaccionario m ilitan te, y su te o ría racista
35
546 DARWINISMO SOCIAL, RACISMO Y FASCISMO
tam bién confuso y fa lto de exp licación cien tífica, no es más que un facto r
en tre m uchos o tro s.)
E ste carácter apodíctico, seu d ocientífico y al m ism o tiem po intuicionis-
ta, d e la doctrina de G obineau contribuyó en consid erable m edida a su
in flu e n cia; aunque tam bién es cierto que determ inó, p o r o tra parte,
sus propias lim itaciones. T am b ié n los teóricos racistas posteriores, cons
cientes y m ilitantes, los que con sus doctrinas allanaron el cam ino al
fascism o, reputaban censurable esta ostensible fa lta de cien tificid ad de un
G obineau. C ham berlain, que p o r lo dem ás tom a m ucho de G obin eau
sin decirlo, rechaza categóricam ente la obra de este autor, a qu ien echa
en cara no tener ni la más rem ota idea de lo que es la ciencia natujral.
H e aquí las palabras de C h am berlain : "U n a teo ría de la raza realm ente
ú til y digna de ser tom ada en serio no puede construirse sobre las, fá
bulas de Sem , Cam y Ja fe t ni sobre una serie de intuiciones, p o r muy
ingeniosas que ellas sean, m ezcladas con hipótesis absurdas, sin o sola
m ente sobre los conocim ientos extensos y a fo n d o que nos sum inistran
las ciencias natu rales.” 11 C rítica en la que se trasluce tam bién un anta
gonism o de confesión religiosa, ya que G obineau , com o cató lico ortod oxo
y creyente que era, se afanaba p o r p oner su concepción racista de la
historia en consonancia con el A n tigu o Testam ento, que C ham berlain,
p o r su parte, rechazaba com o una invención judaica.
G obineau se vio, no obstante, obligad o a plantearse el p roblem a de la
pureza racial. La pureza de la raza es, según él, un estado ideal, que
no lleg a a realizarse nunca p o r com pleto. "N o s equivocaríam os — dice—
si nos em peñáram os en sostener que toda m ezcla es m ala. S i se hubiesen
m antenido rigurosam ente separados los tres grandes tipos fúnd am entales
de razas, sin h aber llegado a m ezclarse nunca, n o cabe duda de que
h abrían afirm ad o su superioridad las ram as m ás herm osas de la raza
blanca y de que el tipo racial negro y e l am arillo h ab rían sucum bido
para siem pre b a jo las naciones m ás in ferio res de aquella raza. E sto habría
sido una especie de estado ideal, que la h istoria jam ás nos m uestra. Y sólo
podem os form arnos una idea d e él fiján d o n o s en la ind iscutible superio
ridad de aquellos grupos de nuestra raza que h an perm anecido m enos
m ezclad o s. . . E n todo caso, es evidente que las razas hum anas viven desde
tiem pos históricos e n estado de m ezcla.” 12
A esta concesión que G ob in eau se ve obligad o a h acer a l desarrollo
cien tífico d e su tiem p o corresponde su m ística dé la historia. G obineau
n o sabe lo que es la raza, no es capaz d e determ inar sus características
distintivas, sabe q u e los pueblos q u e conocem os d e la h istoria son el
fru to de m ezclas raciales; pero "sa b e ” tam bién a ciencia cierta cuándo,
m undo p o r vez prim era, ante todo, un p a n fle to seu d ocien tífico real
m en te eficaz contra la dem ocracia y contra la igualdad, basada en la teo
ría racista. E l lib ro d e G obin eau constituye, adem ás, e l p rim er intento
am bicioso de reconstruir toda la h istoria universal p o r m ed io de la teoría
racista, reduciendo a sim ples problem as raciales todas las crisis de la
historia, todos lo s co n flicto s y las d iferencias sociales. L o que equivale,
prácticam ente, a sostener que toda m o d ificació n de la estructura social
es "co n traria a naturaleza” , provoca la decadencia de la hum anidad y no
puede, p o r tanto, representar un progreso.
G o b in eau se expresa en los térm inos siguientes, refirién d ose a este
estado ideal del pu nto de p artid a: " Y a hem os visto cóm o todo orden
social se basa en tres clases originarias, cada una de las cuales representa
una variedad racial: la nobleza, im agen m ás o m enos fie l de la raza
venced ora; la burguesía, form ada p o r bastardos, cercanos a la raza p rin
cip al; y e l pu eblo, que vive esclavizado o , p o r lo m enos, en situación
muy hu m illada, integrado p o r una raza in fe rio r, producida en e l Sur p o r
la m ezcla con los negros y en el N o rte con los fin lan d eses.” 17 E sta form a
ideal, a la que p o d rían servir de esp ejo las castas indias o el feudalism o
europeo, fu e realizada exclusivam ente p o r lo s arios. L os sem itas no se
elevaron nuncfa a la m ism a altura. T am b ié n esta tend encia de G obineau,
vuelta exclusivam ente hacia el pasado, es rechazada p o r la teo ría racista
p o sterior; sin em bargo, la llam ad a perspectiva de fu tu ro de ésta no es
sino la renovación de los v iejo s estados bárbaros de cosas al que se in je r
tan ahora todos los horrores del im perialism o. Los racistas de un períod o
posterior, pese a su actitud de repudiación, relacionada con el u lterior
d esarrollo de las tendencias reaccionarias en el períod o im perialista, si
guen m anteniéndose desde m uchos puntos de vista en el m ism o terreno
^que los fundadores de la teoría racial m oderna.
G obin eau crea tam bién, en p u nto a la fundam entación de la "m e to
d o lo g ía” racista de la historia, alg o llam ad o a m antenerse en p ie en la
trayectoria posterior. A l hacer hincapié en la desigualdad sustancial d e los
hom bres, se rechaza, necesariam ente, la concepción m ism a de la hum a
nidad, y con ella desaparece una de las m ás altas conquistas de la ciencia
de los tiem pos m odernos: la idea del desarrollo de los hom bres com o una
unidad y en un proceso sujeto a leyes. Los ataques contra esta concepción
venían ya de muy atrás. Y asim ism o es sabido que el proceso de desarrollo
unitario de la hum anidad puede rom perse sin necesidad de h acerlo a
base de una teoría racista (a h í está, p o r ejem p lo, la doctrina de S p e n g le r).
P ero la sig n ificació n esp ecífica de la teo ría racial en la h istoria del p en
sam iento reaccionario de la época contem poránea reside en que esta ne
gación de la historia universal concentra todos los m om entos esenciales
17 I b í d ., p. 661.
550 DARWINISMÓ SOCIAL, RACISMO Y FASCISMO
III
puestos. G um plow icz enseña que "n o podem os lleg ar a form arnos la
m enor idea del desarrollo de la hum anidad com o un todo arm ónico, ya
que no tenem os una idea coherente acerca d el su jeto del m ism o” .33 El
d esarrollo dentro de cada m undo cultural, es, en G um plow icz, com o lo
será más tarde en Spengler y en la teo ría racista desarrollada, un ciclo :
"to d a nación, al lleg ar a su fase cultural más alta, m archa hacia la deca
dencia, decadencia a la que abren el cam ino los prim eros bárbaros que
se presen tan” . 34
N o es d ifíc il darse cuenta de que tam bién aquí estamos ante sim ples
analogías a que se atribuye, gratuitam ente, un carácter apodíctico. G u m
plow icz, com o m ás tarde Spengler, aplica a los m undos culturales, y
respectivam ente a los ciclos de la cultura, p o r analogía, pura y sim ple
m ente, las fases de la vida biológica del hom bre (in fa n cia , virilidad,
v e je z ). L a tajan te contraposición entre la in flu en cia progresiva y la
in flu en cia reaccionaria del darw inism o salta a la vista. M ien tras que los
descubrim ientos de D arw in ayudaron a M a rx y E ngels a com prender
la naturaleza y la sociedad com o un gran proceso histórico unitario,' el
darw inism o social desgarra discursivam ente la concepción de una historia
universal unitaria de la hum anidad, conquistada p o r la ciencia burguesa
progresiva.
E ste m étodo m ístico, m étodo radicalm ente falso y que, b a jo un d isfraz
m onista, ju ega a las analogías, lleva a conclusiones rem atadam ente equivo-
cadas aún allí donde parte originariam en te de observaciones sociales que
no s e h allan realm ente en contradicción con los hechos. A sí, p o r'e je m p lo ,
G um plow icz observa que el nacim iento del E stado guarda una íntim a
relación con la desigualdad social entre los hom bres. P ero, al no buscar
a esta desigualdad causas económ icas, sino causas cósm icas, tom adas de
unas seudociencias naturales, se deduce de una observación certera una
m ística reaccionaria. Y surge aquí la estrecha afinidad del darw inism o
social con la más reaccionaria teo ría racista, p o r cuanto que para G u m
plow icz. — lo m ism o que para Gobiríeau— la "d esiguald ad originaria”
de los hom bres constituye el punto de partida. R atzen h o fer dice, no m enos
categóricam ente que G obineau y la teo ría racista p o sterior: " L a desigual
dad e s . . . lo natu ral; la igualdad, lo antinatural y lo im p osible.” 35
Y lo m ism o que en G obineau , esta m istificación de los hechos eco
nóm icos basada en seudofundam entos tom ados de las ciencias naturales,
responde a una tendencia antidem ocrática general. L a gran d iferencia
consiste en que G obineau venía a restaurar e l v ie jo antidem ocratism o de
Ja aristocracia feud al, m ientras que e l darw inism o social re fle ja ya el
antidem ocratism o de la burguesía, del capitalism o victorioso, r e fle jo que
cobra su m ayor fuerza, com o e l natural, e n países com o A lem ania y Aus-
tria-H u n g ría, en los que esta d om inación económ ica no h a ido precedida
por una revolución burguesa triu n fan te.
H e ahí p o r qué G um plow icz se detiene a investigar la suerte que han
corrido las doctrinas de la igualdad a lo largo de la historia, exam en en el
que, cosa muy significativa, presenta com o tendencias absolutam ente igua
les (co m o m ás tarde hará tam bién la teoría racista) el judaism o, el
m ahom etism o, la Iglesia cristiana y la R evolución francesa. Y hace cons
tar que todas estas tendencias estaban condenadas al fracaso, "p o r la sen
c illa razón de que tales doctrinas son contrarias a la naturaleza hum ana,
por lo que su vigencia no pasaba de ser, en el m e jo r de los casos, pura
m ente nom inal. . . L o que de un m odo efectivo y permanente gobierna
de un m odo suprem o el m undo son otras teorías y otros princip io s com
pletam en te distintos, más a tono con la naturaleza elem ental del .hom bre.
N o son las doctrinas de Buda, ni las palabras de C risto, n i lo s "p rin c i
pios” de la R evolución francesa las q u e resuenan p o r sobre el estrépito
de las luchas de los p u eblos; e l g rito que aquí se escucha es este o tro :
¡A q u í los arios, aquí los sem itas, aquí los m ongoles, aquí lo s europeos,
aquí los asiáticos, aquí los blancos, aquí la gen te de color, aquí los
cristianos, aquí los m usulm anes, aquí lo s germ anos, aquí lo s latinos, aquí
los eslav o s! Y así sucesivam ente, en m il variaciones distintas. B a jo estos
gritos de b atalla se hace la historia, se derram a a torrentes la sangre de
los hom bres, para que se cum pla una ley natural histérico-universal que
todavía estam os muy le jo s de h ab er llegad o a cono cer” .86
G um plow icz dista todavía m ucho, com o se ve, d e la afirm ación entu
siasta de este "p roceso natural” ; pred ica fre n te a él, com o hem os visto,
una "racio n al resignación” . P e jo , con su p rim itiva construcción biolo-
gística de la historia, con su m istificació n de los hechos de la lucha de
clases para convertir ésta en una lucha de razas regid a p o r una "le y natu
ra l” , y con el propósito antidem ocrático que in fo rm a toda esta concepción,
va preparando la concepción fascista de la historia. N ad a tiene, pues, de
extraño qué reiteradam ente tribu te grandes elogios, con ciertas reservas,
a autores redom adam ente reaccionarios sostenedores de sem ejante concep
ción, com o un H aller, un L om broso o un G obineau . Y esta intención
antidem ocrática se m anifiesta to dav ía con m ayor fuerza en su discípulo
R atzen h o fer: "L o s tópicos de libertad, igualdad, internacionalism o no son
más qué fantasm as e n g a ñ o s o s ... L a idea de la revolu ción es anticien
tífic a .” 87
P artien d o de estas prem isas, se com prende fácilm en te por qué el p ro
blem a del Estado ocupa el centro en la so cio lo g ía de G um plow icz y de
36
562 DARWINISMO SOCIAL, RACISMO Y FASCISMO
IV
arios y germ ánicos que dorm itaban en m í, poderosam ente sedim entados
y que iban abriéndose paso, poco a poco, en dura lucha, se revelaban
abiertam ente con tra lo 'trad icion al', m anifestándose no pocas veces b a jo
form as muy peregrinas, con frecu encia de un m odo inform e, ya que apenas
se trataba m ás que de oscuras intuiciones, a veces agitándose inconscien
tem ente dentro de m í y pugnando p o r encontrar un cam ino. H asta que
lleg a usted y, con un golp e de su varita m ágica, po ne orden en el caos
y hace luz en las tin ieblas; m etas p o r las que hay que luchar y tra b a ja r;
esclarecim iento de los cam inos antes vagam ente intuidos que deben se
guirse, en bien de los alem anes y, p o r ello m ism o, en bien de la hum a
nidad .” 53
Esta am istad dura hasta la m uerte d e C h am berlain. E ste recibe la Cruz
de H ierro en prem io de sus publicaciones de instigación a la guerra, y la
am istosa correspondencia con el em perador se m antiene incluso después
d el derrocam iento de los H oh en zo llern . P ero, al m ism o tiem po. C ham
berlain tom a contacto y traba conocim iento con el nuevo je fe de la m ás
extrem a reacción: en 1 9 2 3 , se entrevista con H itle r y resume así la im pre
sión de este encuentro, en carta al fu tu ro F ü h re r: " M i fe en la causa
alem ana n o había decaído jam ás, aunque sí debo reconocer que m i es
peranza había sufrid o una depresión profun da. M i estado de ánim o se
siente ahora renacer, de pronto, gracias a usted. E l hecho de que A lem ania
haya podido engendrar, en la h o ra de m áxim o p elig ro , un H itle r, es una
p ru eba d e su. v italid ad ; y lo m ism o las consecuencias que de él em anan,
pues am bas cosas, la personalidad y las consecuencias, fo rm an una unidad.
¡ Y qué m aravillosa con firm ació n d e esto e l hécho de que el grandioso
L u d e n d o rff se adhiera abiertam ente a usted y abrace el m ovim iento que
usted en cabeza!” 54
Lagarde y sus pequeños continuadores (co m o , p o r ejem p lo, Langbehn,
el autor de la obra titulad a Rembr-andt, educador (Rembrandt ais Erzie-
her) son todavía hom bres m arginales, que sólo de un m odo p eriférico
e incidental pueden asociarse a la p o lítica reaccionaria en vigor. C ham
berlain ve en Lagarde "e l g en io p o lítico com plem entario de B ism arck ” .55
Los Escritos alemanes (Deutsche Schriften) de Lagarde fig u ran , según
C ham berlain, entre "lo s libros m ás preciosos” . Su gran M érito, nos dice,
consiste en haber sabido descubrir en el cristianism o los instintos religiosos
in feriores de la raza sem ita y Su dañina in flu en cia sobre la religión cris
tiana; es ésta una hazaña, "m ereced ora de adm iración y gratitu d ” . Lagarde
sostenía que todo el A n tigu o Testam ento debiera elim inarse de la doc
trin a cristiana, ya que, según él, "s u in flu en cia h a hecho fracasar el
Evangelio, e n cuanto ello era p o sible” .*6 A u nque C h am berlain critica
53 Ib id., p. 142. 6« f p i26.
S:> Chamberlain, Polittsche Ideóle, 3* ed., Munich, 1926, p. 114.
i(i Chamberlain, W e h r u n d G eg en w eh r, ed. cit., pp. 61 s.
H. S í. CHAMBERLAIN 567
161 Chamberlain, Die Grundlagen des 19- Jabrhunderts, 2* ed., Munich, 1900,
t. I, p. 265. «2 n,íd., p. 285.
63 Chamberlain, IVehr und Gegenwehr, ed. cit., p. 40.
64 Chamberlain, Die Grundlagen des 19- Jabrhunderts, ed. cit., t. I, pp. 271 r.
63 lbíd., p. 290.
570 DARWINISMO SOCIAL, RACISMO Y FASCISMO
fie sta con carácter gen eral en e l p eríod o im perialista, especialm ente en
A lem ania. E l agnosticism o se trueca en m ística, pero de tal m odo que
la m ística y el m ito cum plen ya en N ietzsch e una doble fu n ció n . Con
ayuda d e ellos, sobre todo, se reduce el conocim iento o b je tiv o a l nivel
d el sim ple m ito. E l em piriocriticism o, la filo s o fía del "co m o si” de los
neokantianos y e l pragm atism o operan continuam ente en el cam po de
la teo ría del conocim iento con un m étodo sem ejante. C h am berlain utiliza
concienzudam ente todas las conquistas de este neokantism o, a cuyos re
presentantes m ás destacados, com o C o hén o Sim m el, llen a repetidam ente
d e elogios ( a pesar de ser ju d ío s ) y llev a radicalm ente hasta e l fin a l
esta lín ea m ística. Y así, dice acerca de la teoría darw inista que es "s e n
cillam ente un poem a, una ú til ,y ben éfica quim era cerebral” .®® Según el
propio Cham berlain, "A ristó teles se lim itó a sustituir un m ito p o r o t r o . . .,
sencillam ente porque ninguna concepción del m undo puede arreglárselas
sin m itos, los cuales no son sim plem ente un recurso para salir del paso
y llenar lagunas, aquí y allá, sino el elem ento fundam ental, que lo in
form a to d o” .®7
E l verdadero punto de vista filo só fico consiste, a ju icio de C h am ber
lain, en ten er conciencia del carácter m ítico de todo pensam iento. E l
prim er período de florecim iento de la filo so fía , el de la antigua Ind ia,
veía claram ente esto; los filó so fo s indios "sab ían exactam ente que sus
m itos eran m itos” .®8 E sta sabiduría fu e perdiéndose en el curso del des
arro llo europeo posterior, hasta que K a n t vo lv ió a p o n er las cosas, filo só
ficam ente, en su p u n to : " K a n t es e l prim ero que in fu n d e a l hom bre
la conciencia de sus propias creaciones de m ito s.” 69 E n esto consiste,
según C ham berlain, " la hazaña copernicana” de K a n t. D e este m odo,
apacigua C ham berlain los escrúpulos de sus lectores agnósticos m oder
nos, diciéndoles que el desarrollo de las ciencias naturales queda en pie
(e n el detalle, en la investigación c o n c r e ta ); sólo hay p o r qué com batir la
pretensión de verdad ob jetiv a. Pues, según nos d ice C ham berlain, e lv a lo r
de la ciencia "n o está en su co n ten id a de verdad, que es puram ente
sim bólico, sino en su posibilidad m etod ológica d e ap licarla a la práctica
y en aquello en que contribuye a educar la fantasía, y el carácter” .7!*
L a apelación a la práctica la conocem os ya de N ietzsche y de D ilthey.
Se trata, en este caso, de una efectiv a necesidad so cia l. H a desaparecido
del pensam iento burgués norm al todo entronque con los grandes p ro ble
mas del desarrollo de la hum anidad y, p o r consiguiente, con la práctica
humana. L a ciencia y la filo s o fía académ icas, con su especialización, im
puesta por la división capitalista del trabajo , y su encajonam iento cada
vez mayor en ciencias particulares cada vez más rigurosam ente aisladas,
este punto, C ham berlain es, por tanto, el continuador tanto de N ietzsche
com o de Lagarde. Su solución es de una sencillez asom brosa: consiste,
pura y sim plem ente, en declarar com o la nueva religión aquella ruptura
con la razón, con la ciencia, que la filo s o fía de la vida proclam a com o una
refo rm a de la ciencia o de la filo so fía . P ero esta solución tan sim ple
— dem asiado sim ple— representa para el períod o de anteguerra, de una
parte, una ruptura dem asiado brusca con toda cien tificid ad y, de otra par
te, una solución dem asiado intransigente, fren te a las actitudes "tr á
gicas” del ateísm o religioso. E llo e xp lica por qué C h am berlain sigue
siendo, durante esta época — y precisam ente entre la élite intelectual—
una fig u ra m arginal. P o r eso precisam ente pudo el fascism o hacer de él el
clásico : C ham berlain eleva la filo s o fía de la vida cabalm ente a la fase
que el fascism o necesita.
P or lo anteriorm ente expuesto podem os ya darnos cuenta de cóm o este
problem a se entronca con la teoría racista. E l gran paso hacia la renova
ción de la concepción aria del m undo lo da C risto, solam ente en Europa,
al pro clam ar: el reino de D io s es puram ente interior. C on C risto "a p a
rece un nuevo tipo de hom bre” ; "só lo con él ha adquirido la hum anidad
una cultura moral”.u A C ham berlain se le planteaba en este punto, cier
tam ente, la d ificu ltad de "d em ostrar” que C risto nada tien e que ver
con la raza ju d ía. Su solución consiste en afirm ar que la d octrina de
C risto se hallaba racialm ente envenenada p o r el ju d aism o y el caos de pue
blos de la R om a agonizante. Fu e K a n t, com o hem os visto, el prim ero
que abrazó de nuevo el punto de vista ario-germ ánico, el prim ero en
dem ostrar que la religión es " e l alum bram iento de la idea de D io s desde
lo pro fu n d o del esp íritu” .75
L a interpretación cham berlainiana de K a n t sigue, en general, la lín ea
puram ente agnóstica del neokantism o im perialista, aunque con una dosis
todavía m ayor de m ística. H e aquí, p o r e jem p lo , lo que dice C ham berlain
acerca de la "co sa en s í” : " L a cosa no puede tratarse aparte del yo.
U n a cosa 'en s í’ desglosada de la razón o, dicho todavía m ás claram en
te, una cosa 'para ninguna razón’ es m ás b ien la negación del pensam iento
que la negación de la cosa, pues solam ente e l entendim ien to y la razón
crean la unidad en la variedad. E llo s y sólo ellos crean, p o r tanto, la
’cosa’. N o porque no exista nada fu era de la tazón, sino porqu e solam ente
la razón im prim e fo rm a.” 76
Solam ente una doctrina kantiana así concebida puede, a ju icio de C h am
berlain , d ar al m undo germ ánico una relig ió n adecuada, una verdadera
cultura religiosa. E n este respecto, im pera en Europa, nos dice, un atraso
espantoso: "L o s europeos nos encontram os hoy co n respecto a la religión, 71*
sobre poco más o m enos, donde se encuentran los hotentotes cón respecto
a la ciencia; lo que llam am os religión es una m ezcolanza em pírica y
nuestra teología (la de todas las co n fe sio n e s), segú n el ju icio de K an t,
'una linterna m ágica de quim eras cerebrales’.” 77 Este atraso es el que se
trata de liquidar. M ien tras en Europa reina este oscurantism o m ístico
proclam ado p o r Cham berlain, ante la raza aria se abre una perspectiva
de futuro.
P ero, ¿de dónde provienen estas inm ensas distancias? V em o s que la
antigua Ind ia se halla separada de C risto por una larga serie de siglos,
com o C risto de K an t. Y aquí es, precisam ente, donde entra en acción el
contenido esencial de la filo s o fía cham b erlain ian a: la lucha de razas.
Es la lucha del lum inoso pueblo ario-germ ánico contra las potencias ten e
brosas, el jud aism o y Rom a. La filo s o fía de C ham berlain, que hasta ahora
no se distinguía gran cosa, en su interpretación, de la filo s o fía de la
vida usual del períod o im perialista, adquiere al lleg ar aquí su g iro " o r i
g in a l”, que apunta al fu turo fascista. T am b ién C ham berlain repudia la
historia universal, tanto m etodológicam ente com o en cuanto al contenido.
D ic e : " T a n pronto com o hablam os de la humanidad en general, tan
pronto com o creem os ver en la historia un desarrollo, un progreso, una
educación, etc., de la ’hum anidad’, abandonam os el terreno firm e de
los hechos, para m overnos en vacuas abstracciones. Esa hum anidad sobre
la que tanto se ha especulado filo só ficam en te adolece, en efecto, de un
m al bastante grave y es q qe, sencillam ente, no existe.” 78 E xisten sola
m en te las razas. L a teoría de la hum anidad "e s to r b a . . . a to d a visión
certera de la historia” : "H a y que arrancarla cuidadosam ente com o la
m ala h ie r b a . . . , para p oder p roclam ar con cierta esperanza de ser escu
chados esta evidente verd ad : nuestra civilización y cultura actuales son
esp ecíficam ente germ ánicas, son exclusivam ente la obra del germ anism o.” 79
C h am berlain expresa aquí, sin el m en or recato, el punto d e vista de
que hay que acabar con todas las concepciones anteriores de la hum anidad
y el hum anism o para que pueda lleg ar a convertirse en una concepción
del m undo la "v erd ad evidente” de la d om inación m undial d e los g e r
m anos. C ham berlain, com o G obineau y com o el darw inism o social, es
consecuente a l reconocer el progreso y la decadencia solam ente en cada
raza. P ero se distingue de los racistas que lo preceden en que enlaza la
teo ría racial a una perspectiva histórica. C o n lo cual se sobrepone tanto
al pesim ism o racial de G obineau y de los dem ás racistas franceses com o al
m onism o cien tífico -n atu ral de lo s darw inistas sociales, cuya te o ría con
duce tam bién a una’ actitud de resignación ante el incontenible proceso
77 Ihíd., p. 749.
78 Chamberlain, Dte Grundlagen des 19- Jahrhunderts, ed. cit., t. II, p. 703.
79 Op. cit., t. II, p. 709.
H. ST. C H A M B E R L A IN 575
cósm ico. C laro está que C ham berlain, al proceder así, sólo trata de g lo ri
ficar el germ anism o, poniénd olo por las nubes, y de echar por tierra, en
bloque, todo lo que no es germ ánico. A l trazar esta ..perspectiva, C ham
berlain se acerca m ucho a la vulgar propaganda de los pangerm anistas.
Lo que le d iferencia de éstos es, de una parte, su estrecha afinidad con la
filo so fía de la vida, al paso que el pangerm anism o, desde el punto de vista
filo só fico , se halla m ucho más atrasado, es m enos m oderno; y, de otra
parte y en íntim a relación con esto, el que su teoría de la historia y su
perspectiva, aun siendo tan reaccionarias y tan enem igas del progreso
com o las de los pangerm anistas, no se h allan tan abiertam ente vinculadas
al statu quo de la Prusia-A lem ania de los ju nkers. Esto hizo que C ham
berlain perm aneciese, antes de la prim era guerra, en una posición un
tanto m arginal, pero es, al m ism o tiem po, precisam ente, lo que en el p e
ríodo de la posguerra lo entrelaza de un m odo directo con la nueva
reacción, con e l fascism o. Léase lo que dice C ham berlain, refiriénd ose
a la cultura actu al: "L o que en ella no es germ ánico e s . . . un elem ento
p a to ló g ico . . . o es m ercancía extran je ra que navega b a jo bandera ale
m an a. . . y que seguirá navegando b a jo ese p ab elló n m ientras no echem os
a pique esos barcos piratas.” so Pues " e l m ás sagrado de los d eb e res. . . es
servir al germ anism o” .81
C h am berlain m an ifiesta con el m ás brutal de los cinism os esta su p ro
fesió n de fe en el im perialism o alem án, que es su concepción del m u nd o:
"N a d ie p o d ría probar que el p red om inio del germ anism o represente una
d icha para todos los habitantes de la tierra; desde el prim er m om ento
y hasta e l d ía de hoy, vemos a los germ anos p asar a cu chillo tribus y
pueblos e n tero s. . . para poder ensancharse en e l m u n d o.” 82
C h am berlain reanuda aquí la lín ea nietzscheana de la apologética in
directa del im perialism o, la lín ea de la "b e stia ru bia” , que tantos adm i
radores liberales de N ietzsche p re fe riría n consid erar inexistente o no
esencial én su filo so fía . P ero aquí, precisam ente, nos dam os cuenta clara
m ente de cuán necesaria y cuán sustancial es esta lín ea para ambos, no
solam ente para C ham berlain, sin o tam bién para N ietzsche. Pues, p o r
m ucho que d ifieran el uno del otro y p o r grand e que sea la distancia
entre C h am berlain y N ietzsche, el g ran estilista y p sicólo go de la cultura,
am bos coinciden, fren te a los dem ás filó so fo s de la vida y teóricos de la
raza, en que pretenden o frecer una perspectiva h istórica para el períod o
im perialista, basada en una crítica pesim ista de la cultura; Pero, ¿qué
perspectiva puede ser esa, sino una perspectiva im p erialista? Y , si en
efecto lo es, ¿qué puede encerrarse en e lla — esencialm ente hablando—
sino e l m ito de la agresión im perialista y de la antihum anid ad ? A llí
donde fa lta esta perspectiva, sólo puede surgir un escepticism o rayano en el80
80 Op. cit., t. II, p. 725. 81 Op. cit., t. II, p. 721. 82 Op. cit., t. II, p. 726.
576 D A R W IN IS M © S O C IA L , R A C ISM O Y F A S C IS M O
3i
578 DARWINISMO SOCIAL, RACISMO Y FASCISMO
nico contra el Sur del caos de los pueblos no ha conducido hasta ahora
a una verdadera victoria. Los germ anos, a pesar de ser los legítim os
"señ ores del m undo” , com o el ú ltim o brote del tro n co ario, se encuen
tran todavía, en cuanto a sus pretensiones y p osibilid ad es de dom inación,
en una situación problem ática, que, según C h am berlain, sólo podrá re
solverse positivam ente m ediante una superación radical de los elem entos
del ju d aism o y del caos de los pu eblos en la relig ión , m ed iante la crea
ción d e u n a relig ió n germ ánica esp ecífica y genuina. P o r donde la teoría
racista s e convierte, en C ham berlain, en la "co n cep ció n del m undo u n i
versal” : en el instrum ento ideológico de las pretensiones agresivas de
d om inación del m undo del im perialism o gu illerm in o.
A n ad ie puede extrañarle, después de lo que queda dicho, que C ham
berlain desplegase, en la prim era guerra im perialista, una entusiasta pro
paganda pangerm anista y que, al ser derrotada A lem ania, se adhiriese
a H itle r. Sus m uchos fo lleto s de guerra añaden pocas cosas nuevas a lo
que d ejam os expuesto aqu í. A centú an co n m ayor fu erza to dav ía que sus
obras teóricas e l rasgo antidem ocrático fundam ental de sus tendencias.
A sí, ya antes de que la guerra estallara, sabem os que acon sejó a G u i
llerm o I I que clausurara e l R eichstag, para dar lib re curso a sus planes.
E n estos fo lleto s, se proclam a tam bién m ás desem bozadam ente que en
los escritos anteriores, com o el o b je tiv o central, la m isió n d e A lem ania
de dom inar el m undo, destacándose cada vez con m ayor fuerza, com o el
obstáculo interior que para ello h ab ía que elim inar, ju n to al problem a
central, que era el religioso-racial, e l régim en de la dem ocracia, instau
rando el gobierno de unos cuantos. Y asim ism o se subraya ahora con
trazos m ás enérgicos que antes la p rim acía de Prusia. H e aquí, p o r e je m
plo, lo que Cham berlain escribe, saliendo al paso del enfrentam iento de
W e im ar contra Potsdam , m anejado sobre todo en los círculos dem ocrá
ticos de In g laterra: " E l extran jero que aparenta am ar una A lem ania des-
prusianizada, o es un m entecato o es un g ra n u ja .” 90
Com o es natural, en estos escritos de guerra se m an ifiestan desem bo
zadam ente, sin tapujos "filo s ó fic o s ” , lo s aspectos germ ano-im perialistas
de la tend encia cham berlainiana. S e proclam a descaradam ente que se tra
ta de im poner la dom inación m u nd ial de A lem ania y que la lucha no
term inará con la victoria en Europa, sino hasta la sum isión del m undo
entero. L o que se ventila en esta lucha, según C h am berlain, es la dom i
nación d el m undo o la m u erte: la A lem ania que é l se representa sólo
puede ser un Estado im perialista agresiv o: " o dom ina e l m u n d o . . . o
desaparece del m apa; se trata de vencer o de m o rir” .91 L a concepción
cham berlainiana, teórico-racial, del m undo desem boca, consecuentem ente,
dose cada vez con mayor fuerza en la renovación del agresivo im perialism o
alem án.
E l segundo com p lejo , que aparece entrelazado p o r todas partes con el
prim ero y viene a reforzar la acción de éste, es el desengaño de las masas
ante los resultados sociales de la revolución de 1 9 1 8 . Las esperanzas de
las m asas, hasta muy adentro de la pequeña burguesía y de la in telec
tualidad, habían alcanzado p o r aquel entonces, una tensión extraord ina
ria. -Su desengaño, al com probar que e l régim en de la coalición de los
ju nkers y los grandes capitalistas, b a jo la bandera de la R epública de
W e im ar, seguía pesando sobre ellas tan abrum adoram ente com o antes,
no p o d ía p o r m enos de ser catastró fico. La gran crisis económ ica de 1 9 2 9
y la p o lítica económ ica y social resueltam ente reaccionaria desplegada por
la dem ocracia w eim ariana durante la crisis, im prim ió todavía m ayor vio
lencia a aquel desengaño. Pero, al m ism o tiem po, se reveló que todos
los m ovim ientos encam inados a restablecer sim plem ente el estado de cosas
anterior a la guerra (a la restauración de los H o h en z o llern ) no estaban
llam ados a ad quirir in flu en cia entre las masas. Surgió así, en el cam po
de la extrem a reacción, la necesidad de una dem agogia social: de enm as
carar las m etas del agresivo im perialism o alem án b a jo las form as de la
"rev o lu ció n nacional y social” .
L os hechos de H itle r y de sus cóm plices y auxiliares no fueron otra
cosa que la satisfacción de estas necesidades de existen cia de los círculos
más reaccionarios de los junkers y grandes capitalistas alem anes. E l h i
tlerism o dio satisfacción a estas necesidades, al sacar de los salones y los
cafés, para lanzarla a la calle, la id eología reaccionaria más extrem ista,
m odernizada a tono con las exigencias de los tiem pos.
L a ideología de H itle r es, sencillam ente, la utilización cínicam ente
refin ad a y extraordinariam ente h áb il de esta com binación de factores. E l
propio H itle r y sus más cercanos colaboradores se hallaban muy bien
dispuestos p o r su pasado para cum plir esta m isión. H itle r había sido, en
V ien a, uno de los seguidores de la dem agogia social antisem ita de Lueger
y más tarde, en A lem ania, espía de la R eichsw ehr. Su principal ideólogo,
R osenberg, fu e discípulo de las Centenas N egras en la Rusia zarista y,
con posterioridad, confid ente alem án tam bién. A m bos personajes, com o
tantos y tantos otros dirigentes del fa s c ism o ' alem án, eran m ercenarios
sin escrúpulos y sin conciencia del im perialism o alem án más reaccionario,
cam peones dem agógicos de la p o lítica prusiano-alem ana de agresión y
de opresión. Es inútil, por tanto, buscar en ellos ni un atisbo de buena
fe ideológica: se m antienen en una actitud perfectam ente cínica, escéptica
e in d iferen te ante su propia "d o ctrin a ” , de la que se valen — apoyándose
com o verdaderos virtuosos en las retardatarias y degeneradas cualidades
del pueblo alem án señaladas más arriba, fru to del d esarrollo histórico del
país— al servicio de los fines del capitalism o im perialista alem án, de los
586 D A R W IN IS M O S O C IA L , R A C IS M O Y F A S C IS M O
efectiv a acercá de la prehistoria de las tribus germ ánicas sea ésa o sea
otra. L a Ciencia procede de una hipótesis a otra, hipótesis que cam bian
cada dos o tres años. N o hay, pues, ninguna razón para que el partido
n o pueda establecer tam bién su propia hipótesis com o pu nto d e partida,
aunque se h a lle en contradicción con las ideas cien tíficas im perantes. L o
ú n ico im portante y por lo que el Estado paga a esas gentes [ a los p ro
fesores, G. L . } es que las ideas que se p ro fesen acerca de la historia
fo rtalezcan a nuestro p u eblo en su necesario o rgu llo nacional.” 98
B ié n sabido es, asim ism o, e l lu gar cen tral que el antisem itism o ocupa
en la "co n cep ció n nacionalsocialista del m u nd o” , en la propaganda h i
tleriana. S in em bargo, cuando R auschning, habland o de esto con H itle r,
se atrevió a preguntarle sim plistam ente si se p ro p onía exterm inar a los
ju d íos, el F ü h rer le contestó : "N o . S i los suprim iéram os, tendríam os que
volver a inventarlos. Es im portante tener siem pre d elante un enem igo v i
sible, corpóreo, y n o sim plem ente abstracto.” Y cuando, en la m ism a
plática, salió a relu cir el tem a de las célebres "A ctas de los Sabios de
S ió n ” , sobre los que tanto hincapié h acía la agitación p rogrom ista de los
hitlerianos, y com o quiera que Raus'chning m ostrara dudas acerca d e la
autenticidad de dicho docum ento, el F ü h rer re p licó : " S e m e da un ardite
de que el relato sea o no históricam ente cierto. S i no lo e s . . . m e jo r, pues
resulta tan to m ás conv in cente.” 99
N o sería d ifíc il seguir p o niend o ejem p lo s de éstos, aun a base del
lim itad o m aterial de que disponem os para docum entarnos acerca de las
conviccion es íntim as de los líderes d el hitlerism o. C reo , sin em bargo,
q u e basta y sobra con lo expuesto p ara ilu strar la cín ica actitud de H itle r
y sus cofrad es ante sus propias "te o ría s ” . A ñadirem os tan sólo que, tam
bién en u n a conversación con R auschning, H itle r n o tuvo em pacho en
ca lifica r d e to n tería y m entecatez o tra d e las tesis centrales de su propia
dem agogia social, el llam ado "so cialism o pru siano” .100
T o d o lo anterior perm ite ver claram ente cuáles son lo s fundam entos
de la "m eto d o lo g ía ” nacionalsocialista. Y n o es d ifíc il tam poco com ple
m entar sus rasgos recurriendo a las obras d e H itle r. N o s lim itarem os tam
b ié n e n esta cuestión a señalar algunos puntos fundam entales, a la luz de
los cuales se verá con claridad cóm o, p ara H itle r y los adláteres q u e le
rodean, n o se trata sim plem ente de teo rías falsas y p eligrosas, que deban
ser refutadas con ayuda d e argum entos intelectuales, sino d e u n a m esco
lanza d e la s doctrinas reaccionarias m ás diversas, am algam ada co n una
dem agogia desvergonzada y cuyo valor depende solam ente de la m edida
en que perm ita a H itle r aturdir a las masas.
Este tip o de propaganda parte, en H itle r, de u n desprecio soberano
por el pu eblo. ” E1 pueblo — dice H itle r— tiene, en su inm ensa m a
588 D A R W IN IS M O S O C IA L , R A C ISM O Y F A S C IS M O
yoría un tem peram ento y una actitud tan fem eninos, que su m odo de
pensar y de actuar no se gobierna tanto p o r la fr ía re flex ió n com o p o r
las reacciones sen tim entales.” 101 E n estas palabras del F ü h rer se expre
san, com o podem os com probar, los resultados de la "te o ría aristocrática
del conocim iento” del períod o im perialista y de la filo s o fía social de la
"d esorbitación ” , traducidos al len g u aje de la dem agogia práctica.
Y en este punto de vista se sitúa H itle r para elaborar sus m étodos de
propaganda. Se trata de sustituir el convencim iento p o r la sugestión,
de crear p o r todos los m edios una atm ósfera sofocante de fe ciega, de
histerism o de hom bres crédulos y desesperados. Y tam bién aquí vemos
cóm o la lucha de la filo s o fía de la vid a contra la razón — independ ien
tem ente de lo que H itle r llegara a conocer de ella— es la concepción del
m undo que sirve de base a la pura técnica de la dem agogia. L a "o r ig i
nalid ad ” de H itle r consiste en haber sido el prim ero a quien se le ocu rrió
aplicar la técnica de la publicidad norteam ericana a la p o lítica y la p ro
paganda alem anas. L o que se propone es aturdir y sed u cií a las masas.
E n el Mein Kampf con fiesa que persigue una m eta dem agógica: que
brantar el lib re albed río y la capacidad de los hom bres de pensar p o r
cuenta propia. Y lo único que le preocupa y que se detiene a estudiar
concienzudam ente es con ayuda de qué ardides puede conseguirlo.
P o r este cam ino, entra H itle r en todos los posibles detalles externos
de la sugestión y de la sugestionabilidad de las masas. Pondrem os, tam
b ién aquí, un solo e je m p lo : " E n todos estos casos — dice— , se trata
de m enoscabar la lib re voluntad del hom bre. Y esto se refiere ante todo,
com o es natural, a las asam bleas en que se reúnen personas d e orien ta
ción contraria y en las que se trata de fo rm ar, a todo trance, una voluntad
nueva. P o r la m añana e incluso de un d ía p ara otro, parece com o si las
fuerzas volitivas' de estos hom bres se resistiesen con todas sus fuerzas
contra el intento de im ponerles una voluntad ajen a y una op inión extraña.
P or la noche, en cam bio, se som eten m ucho más fácilm ente a la fuerza
dom inadora de una voluntad m ás vigorosa. Pues en verdad que toda
asam blea de esta clase es com o un palenque en que luchan dos fuerzas
contrapuestas. A l arte oratoria d escollante de un tem peram ento dom inante
de apóstol le será m ás fá cil gan ar para la nueva voluntad a hom bres cuya
fuerza de resistencia ha sido ya d ebilitada del m odo más natural que a
quienes se h allan todavía en plena posesión de sus energías espirituales
y v o litivas.” 102
Y con e l m ism o cinism o se m an ifiesta H itle r acerca del program a de
su p ro p io partid o. R econoce que, d e vez e n cuando, al cabo del tiem po,
puede ser objetivam ente necesario introd u cir en é l ciertas m odificaciones.
38
5f>4 DARWINISMO SOCIAL, RACISMO Y FASCISMO
talista que iba a buscar su pauta al pásado; pero, ahora, se trata de sacar
d el pro pio g ran capitalism o la fuerza capaz de sobreponerse a la anar
q u ía. T a l es ya la posición en que se sitúa C arlyle después de la revolución
d el Cuarenta y ocho. P ero la fo rm u lación m ás categórica de esta doble
tendencia contradictoria la da, en vísperas del períod o im perialista, com o
hem os visto, Federico N ietzsche.
D o s consecuencias se desprenden de esta situación social y de la si
tuación espiritual p o r ella determ inada. L a prim era es que hay que dis
tinguir, en el capitalism o, los "lad o s buenos” de los "m alo s” . E ste punto
d e vista lo encontram os ya en Proudhon, y los apologistas liberales vu l
gares se esfuerzan siem pre p o r presentar los lados "m a lo s” del capita
lism o com o aspectos casuales de este régim en, llam ados a desaparecer.
A h o ra bien, esta tendencia sólo puede lleg ar a convertirse en parte
integrante del an'ticapitalismo rom ántico al aparecer aquella apologética
indirecta que d efiend e el sistem a capitalista apoyándose precisam ente en
los "lad o s m alos” , de cuyo d esarrollo se espera que llegue a acabar un d ía
con la anarquía del capitalism o lib eral vulgar y traig a consigo un nuevo
"o rd e n ” ; es decir, en otras palabras, a l convertirse el anticapitalism o ro
m ántico en una id eo lo g ía del capitalism o im perialista. Y , en segundo lu
g ar — y en ín tim a relación con e l cam bio de rum bo anterior— , la repulsa
contra el socialism o se vincula a esta nueva p o sició n que se adopta ante
e l cap italism o: el socialism o se hace aparecer, ahora, com o la continu a
ció n y e l desarrollo d e aquellas tendencias anticulturales, h o s tile s 'a la
personalidad del hom bre, que se com baten y rechazan en el capitalism o
y coya elim inación real se co n fia en que llev e a cabo el im perialism o, el
capitalism o "reglam en tad o” .
C ontribuye a fa cilita r este g iro de las cosas el hecho de que, con el
derrum bam iento de la econom ía clásica, hayan desaparecido d el cam po
d e la intelectualidad burguesa, en m ateria de econom ía, to d o saber y
toda cultura. L a antítesis económ ica de capitalism o y socialism o cae, p o r
tanto, fu era de su órbita de conciencia, y com o :el socialism o trata d e
vencer al capitalism o en u n cam ino reservado a l fu tu ro, es decir, progre
sivam ente, en la lín e a d e u n d esarrollo superior d e las fuerzas produc
tivas, problem as q u e estos ideólogos sólo e n fo can desde el punto d e vista
d e la técnica y, cuando m ucho, en el p lan o d e la d ivisión d el trabajo ,
fá cilm e n te se lle g a p o r aquí a la id en tificació n del capitalism o (rech a-
zád o ) y el socialism o.
U n o d e lo s prim eros que fo rm u ló esta id entificació n, y d e un m odo
im p resio n an te p o r cierto, fu e D ostoyevski (e n su obra De entre las som
bras de una gran ciudad) . Y , e n el cam po filo só fico , tam bién N ietzsch e
h u bo d e p roclam ar co n m ucha e ficien cia ésta idea, a l en g lo bar b a jo el
nom bre d e dem ocracia to d o lo que h ab ía d e rep ro bable en e l capitalism o.
Y lo m ism o hicieron , sigu iend o sus hu ellas, Sp en g ler y otros. C om o ve
CONCEPCIÓN NACIONALSOCIALISTA DEL MUNDO 595
mos, tam bién en este punto recoge R osen berg la herencia de una larga
trayectoria de posiciones extraviadas, lo que le perm ite utilizar fácilm ente
estas actitudes al servicio de sus fin es d em agógicos.. A sí, R osenberg de
clara la guerra " a lós últim os caóticos exponentes d el im perialism o eco
nóm ico -liberal de los m ercaderes, cuyas víctim as, em pujadas p o r la deses
peración, hicieron el ju ego al m arxism o de los bolcheviques, para dar
cim a a la obra iniciada p o r la dem ocracia: exterm inar la conciencia de
la raza y de la nación” .108 Y en otro p a sa je : " L a autoridad arracial re
clam a la anarquía de la libertad. R om a y el jaco binism o, b a jo sus form as
antiguas y en sus m anifestaciones posteriores m ás puras, en B a b e u f y en
L en in , se condicionan, en su interio r, m u tuam ente.” 109
Esta concepción de la historia constituye, para R osenberg, el fu n d a
m ento id eológico de la dem agogia social. C on su lu ch a contra el capital,
el m arxism o, según R osenberg, falsea el verdadero planteam iento del
problem a y obra en interés del ju d aism o internacional. L a teo ría racista
debe, p o r el contrario, preguntarse " e n m anos de quién se encuentra este
capital y m ediante qué p rincipios es gobernad o, d irigid o o vigilad o. Esto
es lo im portante y lo decisivo” .110 L a teo ría racista p erm ite sim p lificar
todos los com plicados razonam ientos del anticapitalism o rom ántico, redu
ciénd olos al problem a de la raza a q u e pertenecen lo s capitalistas. L a
d em agogia social del fascism o se p ropone m antener en p ie el capitalism o
m o nopolista reaccionario alem án y salvarlo del p elig ro revolucionario a
que lo em p u ja la gran crisis económ ica. D e ahí la d istinción establecida
p o r R osen berg y de ahí tam bién la que F ed er traza entre e l capital des
calcador y el capital creador. D e este m odo, se encauza p o r los carriles
del antisem itism o, con ayuda de la dem agogia social d e la te o ría racista
y valiénd ose del hecho de que las m asas no proletarias ven su explotador
directo e n e l capital m onetario y com ercial, la ind ignación que en las
grandes m asas provoca su exp lotación p o r e l capitalism o m onopolista.
Y , al m ism o tiem po, la concepción cham berlainiana del caos de pue
blos sirv e com o fundam ento para ju stific a r la agresión im perialista. Se
presentan com o un "cao s racial” lo s Estados contra los que el im peria
lism o alem án abriga, sobre todo, apetencias de conquista. T a l, p rincipal
m ente, R usia. Y tam bién F ran cia aparece com o u n exponente de ese caos
d e p u éb lo s; "ap enas se la puede consid erar ya com o un Estado europeo,
pues es m ás bien , hoy, u n a p ro lo ngació n del Á frica, gobernada por ju
d íos” .111 Y tam bién H itle r considera a Fran cia com o " u n Estado african o
d entro d e E uropa” . C om o se ve, H itle r y R o sen berg "fu n d am en tan ” las
am biciones agresivas del im perialism o alem án basándose en los "p rin c i
p ios” d e la teo ría racista. Y tal vez ten ga cierto interés observar que la
108 Op. cit., p. 433. 109 Op. cil., p. 499. 110 Op. cit., pp. 547 s.
111 Op. cit., p. 606.
596 DARWINISMO SOCIAL, RACISMO Y FASCISMO
llam ada concepción del m undo de los fascistas es tam bién en este punto
un sim ple ardid pu blicitario y que, si se tratara de vender o tra m ercan
cía, se sustituiría este cartel de propaganda p o r otro de sign o contrario.
A sí, vem os cóm o R osenberg, p o r los días en q u e los nazis co n fiab an en
lle g a r a crear una coalición europea con tra R usia a base d el "p acto de las
cuatro potencias” , "o lv id ó ” , de la noch e a la m añana todo lo que había
escrito acerca de "n e g rifica ció n ” y el "en fan g am ie n to ” de los fran ceses;
de pronto, la Francia a la que quería atraerse com o aliado circunstancial
había dejad o de ser un país "bastard ead o” para convertirse en un p aís de
cam pesinos, cuyo rasgo fundam ental y decisivo era " la adoración de la
tierra” ,112 es decir, algo francam ente positivo, a los o jo s de la "co n ce p
ción del m undo nacionalsocialista” .
E n cuanto al segundo problem a, el de la regeneración de las razas,
H itle r la reconoce expresam ente. "E so im plica — dice el Mein Kampf —
un proceso natural, aunque len to, de regeneración, que va elim inando
poco a poco las contam inaciones raciales, m ientra quede un fo n d o racial
de elem entos puros y no se produzca un nuevo bastardeam iento.” 113 C on
lo cual el fascism o se adhiere a los teóricos optim istas del problem a ra
cial, com o Cham berlain y W o ltm an n . P ero, para éstos, el p roblem a de la
salvación de una raza pura era, sim plem ente, un co m p lejo de m edidas
higiénico-raciales. Estas m edidas (fiscalizació n y p rohibición de m atrim o
nios, e tc .) las hace suyas tam bién el fascism o, pero su aplicación se con
vierte, puesta en sus m anos, en instrum ento de una pavorosa y arbitraria
tiranía. H id e r sabe perfectam ente que con las m edidas craneanas, los
árboles genealógicos, etc., se puede dem ostrar todo lo que se quiera. D e
ahí que el sistem a de tales m edidas no sea, b a jo el hitlerism o, otra cosa
que un m edio de coacción y de chantaje. N o en vano dice E rnst K rie ck , el
teórico del racism o: " L a raza se m ide p o r el m odo y el grad o en que
se es capaz de servir a la com unidad vital de la raza y la nación.” 114 L o
que vale, tanto com o afirm ar que, en el sistem a fascista, la pureza racial
es, de una parte, condición necesaria para m edrar y hasta para llevar una
vida m edianam ente soportable y que, de otra parte, depende enteram ente
del capricho de los jerarcas fascistas el decidir quiénes han de ser consi
derados racialm ente puros y quiénes no. A los o jo s de un G oebbels, no
contaban para nada ni el aspecto más sospechoso ni el árbol genealógico
más oscuro; en cam bio, quien se atreviese a disentir o a m ánifestar la
: m enor duda ante cu alquier p roblem a era clasificad o inm ediatam ente com o
/ bastardo y se exp o nía a verse condenado sin más com o "ju d aizad o ” , des-
^ de el punto de vista espiritual y caracterológico.
Ibid., p. 59.
598 DARWINISMO SOCIAL, RACISMO Y FASCISMO
A lem ania m arch aría hacia la catástrofe, se hu nd iría en un caos totalm ente
carente d e carácter.” 118
E l exponente de esta sangre nórdica es, según Rosenberg, p o r supues
to, el m ism o m ovim iento nacionalsocialista; en él se h alla la "nueva
nobleza” ; está form ado p o r un 8 0 % de elem entos nórdicos; "co n ser
varse” en él sig n ifica bastante m ás que "la s estadísticas p e r c a p ita ” .117 Se
revela aquí, al m ism o tiem po, la m odernización de la reacción por la
teo ría racista. E l fascism o viene a salvar el predom inio de los junkers
prusianos, pero los convierte sim plem ente en una parte de la nueva n o
bleza, obligand o a los viejo s parásitos a com partir su parasitism o con
otros nuevos, con los jerarcas del m ovim iento nazi. Y para que ninguna
de las dos partes integrantes de esta nobleza racial salga perjudicada, el
fascism o procura extend er hasta el m áxim o la zona de explotación con
fiad a a ambas. T a l es la "n o b leza de sangre y de conducta” que R osen
berg proclam a, com o instaurada sobre la base de la pureza racial.
Y a en las anteriores líneas nos hem os referido, de pasada, a la verda
dera m eta, a la m eta superior del fascism o alem án : a la dom inación de
los alem anes sobre el m undo entero. E l fascism o hereda todas las v iejas
quim eras y pretensiones de dom inación fo rjad as p o r el peor chovinism o
alem án, pero para llevarlas m ucho más allá. Y , al exam inar este problem a
en relación con la "co ncepció n nacionalsocialista del m undo” , debem os
fija rn o s, ante todo, en su carácter aristocrático y en su fundam entación
seudobiológica. D ic e H itler, habland o de la teo ría racista, que esta teoría
p arte del valor superior o in fe rio r de las distintas razas. Y "se siente
o b ligad a p o r esté conocim iento, y co n fo rm e a la voluntad eterna que g o
biern a el universo, a im pulsar e l triu n fo de los m ejo res y los niás fuertes
y a e x ig ir la sum isión de los peores y los más débiles. R in d e con ello, y
p o r principio, h o m en aje a la concepción aristocrática de la naturaleza
y cree en la vigencia de esta ley hasta en el últim o de los seres vivos” .118
Y a en N ietzsche y en el darw inism o social era la fundam entación b io
lógica de la dom inación de las clases explotadoras y de los pueblos colo
nizadores una id eología de la inhum anidad, puesto que presentaba a los
oprim idos com o seres de una naturaleza distinta por principio, "b io ló
gicam ente” destinados a la explotación y a la esclavitud. Pues bien, esta
ten d en cia es llevada todavía más allá por H itle r. "U n a de las prem isas
más esenciales para la form ación de las culturas superiores es — dice
H itler— la existencia de hom bres in fe rio re s . . . ; es indudable que la p ri
m era cultura de la hum anidad no se debió tanto a la dom esticación de
los anim ales com o al em pleo de hom bres in ferio res.” 119
E l ario, el germ ano es, a los o jo s de la teoría racista, un ser cualitati-
110 Rosenberg, Der Mythus des 20. Jahrhunderts, ed. cit., p. 544.
117 Ibid., p. 559.
118 Hitler, Mein Kampf, ed. cit., t. II, p. 421. 119 Op. cit., t. I, p. 323.
CONCEPCIÓN NACIONALSOCIALISTA DEL MUNDO 599
vam ente distinto, desde todos los pu ntos de- vista, de las demás razas
hum anas. Estas no hablan una lengu a com ún en ningu no de los cam pos
de las actividades del hom bre; es p o r p rin cip io im posible que se en tien
dan, a m enos que sobrevenga una corrupción, una contam inación de la-
raza pura. C ualquier sentim iento de la m ás leve hum anidad para con los
enem igos del fascism o — que, según la te o ría in terio r de la raza, quedan
clasificad os eo ipso entre las razas in ferio res— constituye, en quien exp e
rim ente sem ejante em oción, un síntom a claro de im pureza racial. E l fa s
cism o educa, así, a todo el p u eblo além án, p o r principio , en la escuela
de la inhum anidad, o, m e jo r dicho — si recordam os nuestras m an ifesta- ¿)
d o n es anteriores— , coloca a todo el pueblo b a jo una presión despótica ¡
que o b lig a a todos a com portarse de u n m odo bestialm ente inhum ano, que
instituye prem ios a la inhum anidad y am enaza con p ro scribir de la "c o - I
m unidad n acio n al", poniendo precio a su cabeza, a cuantos incurran en ,
una conducta hum ana. J
E sta división cualitativa de los hom bres en razas superiores e in ferio res
in form a toda la "co ncep ció n n acionalsocialista del m u nd o” . E n el cam po
de la filo so fía , ya nos habíam os encontrado con esta te o ría en C ham -
berlain , y R osenberg se encarga de ap licar concienzudam ente sus suges
tiones en todos los campos de la te o ría d el conocim iento, de la estéti
ca, etc. P ero esto no es más q u e la fundam entación ideológica d e la
espantosa práctica seguida por el nacionalsocialism o, desde e l p rim er m o
m ento, e n contra de los m ejo res h om bres d el p u eblo alem án y d e otros
pueblos y que desde la guerra m u nd ial h a concitado con tra é l e l od io, el
asco y el pavor de toda la hum anidad. Y tien e absoluta razón R osen berg
cuando, después de destacar los m éritos de C h am berlain, d ice : " L a h is -^
toria universal, concebida com o h isto ria racial, es la renuncia actual a
esta te o ría decadente de la humanitas." 120
A lo que ello conduce es a que los alem anes consideren com o una
bestia á todo el que, de fronteras adentro, discrepe del fascism o y, de
fronteras afuera, a 'cu a n to s pertenezcan a otro p u eb lo ; unas veces, com o
bestias de tiro y otras veces com o reses destinadas al m atadero. E l tip o
hitleriano-rosenbergiano de la agresión im perialista alem ana instituye, por
tanto, b a jo la fo rm a de la teo ría racista, un verdadero canibalism o m o
derno, al que llam a su "co n cep ció n d el m undo” ; saca todas las posibles
consecuencias bárbaras contenidas en la reaccionaria doctrina de la des
igualdad de la teo ría racista, y las llev a hasta el extrem o de la m áxim a
bestialidad. D e aquí que H itle r y R o sen berg critiqu en continuam ente el
chovinism o y el nacionalism o de v ie jo tipo. C rítica que tiene, p o r otra
parte, m ucho de dem agogia para atraerse a las m asas descontentas con
el régim en de los H oh enzollern y a las que no sería fá cil convencer de la
120 Rosenberg, Der Mythus des 20. Jahrhunderts, ed. cit., p. 588.
ÓOO DARVINISMO SOCIAL, RACISMO Y FASCISMO
121 Hitler, Mein Kampf, ed. cit., t. II, p. 428. 122 Op. cit., t. II, p. 728.
H e aquí cóm o H itle r y R osenberg proclam an, con insuperable cinism o
la bestialidad de la conquista del m undo p o r A lem ania. Y , dentro de
A lem ania, las botas de los S. A. y lo s S. S. se encargarán de pisotear a
cuantos s e atrevan a oponerse a estos diabólicos p lan e s: en prim er lugar,
al m ovim iento obrero y, con él, a todo lo que represente aunque sólo sea
un atisbo de razón, de ciencia y de hu m anidad ./ Y , para crear la atm ós
fera necesaria en que pueda llevarse a cabo la 'e d u c a c ió n ” de las masas
alem anas para estas bestialidades, se extrae del pasado y se pone de nuevo
en circulación todo lo que hay en él de reaccionario, de chovinista y de
inhum ano. En relación con esto debem os ahora exam inar el tercer com
p le jo de problem as: la restauración del p lan cham berlainiano de la ade
cuada religiosidad germ ánica. L a dom inación despótica del nacionalsocia
lism o no puede to lerar ju n to a sí a ningú n otro poder ideológico. La
"co n cep ció n nacionalsocialista del m u nd o” debe necesariam ente conv er
tirse en un sustitutivo de la relig ión .
P ara e llo , es esencial, tam bién aqu í, la tendencia de m odernización que
se m an ifiesta ya en C ham berlain. R osenberg, que es personalm ente un
intelectual decadente y degenerado, posee un buen o lfa to para ventear
los extravíos ideológicos que apuntan en A lem ania, entre los intelectuales,
después de la catastrófica derrota que sigue a la p rim era G u erra M u nd ial
im p erialista: la crisis de las v iejas religiones y, a la par con ella, la apre
m iante necesidad de una nueva fe , una nueva superstición, cuyos signos
característicos son la credulidad, el oscurantism o y la búsqueda confusa.
P or eso escribe: "M illo n e s de gentes vagan, desorientados, entre las hues
tes del caos m arxista- y los creyentes de las Ig lesias: com pletam ente
destrozados por dentro' a merced de confusas doctrinas y am biciosos 'pro
fetas’, . pero en gran parte im pulsados tam bién por un vigoroso anhelo
de nuevos valores y nuevas fo rm as.” 123124 H asta un reaccionario de v iejo
cuño tan redom ado com o el destronado em perador había escrito en 1 9 2 3
a C h am berlain : "L a Iglesia ha fracasad o.” 121
E l m ovim iento nacionalsocialista afirm a, pues, por doquier su p reten
sión de fu nd ar una nueva religión. C laro está que, antes de la tom a del
poder, H itle r se muestra, en este punto, muy cauteloso, para no e n a je
narse a los devotos de las regiones históricas, a quienes trata de atraerse;
proclam a, p o r ello, la libertad religiosa, la neutralidad del movimiento^-'
nacionalsocialista en m ateria de relig ión . P ero, ya en el poder, dem uestrá®
d aram en te, con los hechos, con la opresión del catolicism o, con la o fe n
siva con tra la Ig lesia protestante, con la persecución desatada contra los
católicos y los ortodoxos protestantes reacios al hitlerism o, cóm o inter
preta éste la libertad religiosa.
123 Rosenberg, Der Mytbus des 20. Jahrhunderts, ed. cit., p. 564.
124 Chamberlain, Briefe, ed. cit., t. II, p. 265.
602 DARWñMISMO SOCIAL, RACISMO Y FASCISMO
123 Rosenberg, Der Mylhus des 20. Jabrhunderts, ed. cit., p. 566.
138 Ibíd. 127 lbíd., p. 570. 128 Ibid., pp. 575 s.
129 Rauschning, op. cit., pp. 49 s.
CONCEPCIÓN NACIONALSOCIALISTA DEL MUNDO 603
134 Ibid. 135 Op. cit., t. II, p. 501. 136 Op. cit., t. II, p. 479.
606 DARWINISMO SOCIAL, RACISMO Y FASCISMO
aún es, si cabe, m ás bru tal el cinism o con que R osen berg fo rm u la esta
doctrina de la desigualdad sustancial de los hom bres, con arreglo a la
teo ría racista. E n 1 9 3 2 , con m otivo del proceso Potem pa, en que fu eron
condenados a m uerte algunos bestiales asesinos de obreros del m ovim iento
nazi, a quienes H itle r expresó sus sim patías en un telegram a, R osenberg
d eclaró lo sigu iente: " S e revela claram ente aquí el abism o de d iferencia
que separa para siem pre nuestro pensam iento y nuestro sentim iento del
derecho de los del liberalism o y la reacción. C aracterístico del 'd erecho’
hoy vigente, contra el que se resisten todos los sanos instintos de co n
servación del pueblo, es el postulado de que un hom bre es igual a
o tro .” 137
Se trata, a prim era vista, sim plem ente de una charlatanesca y Vacua
dem agogia para exp lo tar la desilusión causada a las masas p o r el T ratad o
de V ersalles y espolearlas a la acción seudorrevolucionaria y en realidad
contrarrevolucionaria. Pero lo que aquí se ventila, es en rigor, algo
m ucho más im portante. E l Estado h itlerian o viene a dar realidad — una
realidad espantosa— a todos los sueños reaccionarios sobre la "o m n ip o
tencia” del Estado. Jam ás h a habido un Estado tan desm edidam ente
poderoso, que haya podido inm iscuirse de una m anera tan com pleta y
absoluta en todas las m anifestaciones de vida del hom bre. P ero, bien
entendido, que tam poco en este caso se trata de sim ples abusos arbitra
rios, sin o de la p ropia naturaleza d iabólicam ente tiránica del Estado
faecista.
E l orden popular nacionalsocialista — dice el Secretario de Estado
Studcart— "ab arca en am plias proporciones la existen cia terrenal del
hom bre alem án” . L o que qu iere decir, sin eufem ism os, que ese Estado
tien e derecho a ingerirse, a su an to jo , en todas y cada una de las m ani
festaciones de vida del individuo. Y el fascism o hitleriano rechaza p o r
principio toda p ro tección de lo s derechos individuales, toda g aran tía ju
rídica. E sto sería tam bién, a ju icio suyo, liberalism o. L a concepción lib e
ral del Estado — sigue diciendo Stuckart— "co lo caba al individuo y a la
sociedad en contraposición al Estado, p o r cuanto q u e . . . creía necesario
tom ar m edidas para liberar a la persona de las trabas de u n P oder estatal
dem asiado absorbente y garantizar sus derechos personales contra los abu
sos del estado” .138 E l fascism o alem án aniqu ila estas garantías ju ríd icas
personales del individuo.
La dem agógica y seudorrevolucionaria p olém ica contra las v iejas teorías
del Estado se trueca, pues, a la tom a del p oder p o r H itle r, e n la. instau
139 Rosenberg, Der Mytbus des 20. Jahrhunderts, ed. cit., p. 539.
140 Grundlagen, etc., cuad. 15, p. 25. 141 Ib'td., p. 18.
608 DARWINISMO SOCIAL, RACISMO Y FASCISMO
con los de abajo. Los elem entos de este tipo de hom bre los h ab ía ido
creando ininterrum pidam ente en el p u eblo alem án la consabida ''m iseria
alem ana” . Q u ien estudie la literatu ra alem ana progresiva, verá constante
m ente fustigad o en ella este rep elente tip o hum anor (B a s te citar com o
e je m p lo El súbdito, la novela d e H e in rich M an n , e n que se presenta, con
d em oledora sátira, al expo nente g u illerm in o de esa calaña de g e n te s.)
P ero lo que hasta ahora surgía, p o r así decirlo, espontáneam ente del
atraso alem án y de su idealización ideológica, se conv ierte con el. fascism o
en el producto consciente de la "ed u cació n ” hitleriana.
N o en vano H itle r y R osenberg, e n las obras q u e dan la pauta de la
"co n cep ció n fascista del m undo” , se ocupan p ro lijam en te de los p ro ble
mas d e la m oral y la educación. C h am berlain consideraba com o el cen tro
d e la m o ral ario-germ ánica, según hem os visto, e l concepto d e la lealtad ;
para R osenberg, este concepto card in al es e l d el h on or. Q u é entiend en
ellos p o r "h o n o r” se deduce claram ente de lo que llevam os expuesto. E l
"h o n o r” rosenbergiano es una frase grand ilocuente y vaga, que só lo sirve
para encubrir dem agógicam ente e l p erfe cto am oralism o d e lo s h itleria
nos. T am b ié n acerca de este am oralism o se expresa sin tap u jo s H itle r, en
sus conversaciones privadas con R au schning, recogidas p o r é ste : "L o s
lugares com unes de la m o ral son indispensables p ara las masas. N ad a
sería m ás erróneo para un p o lítico q u e adoptar la postura d el superhom
b re a m o r a l ... Y o no haré, p o r supuesto, una cuestión de p rin cip io el
o b rar am oralm ente, en el sen tid o convencional d e la palabra. L o que
ocu rre es que yo no m e atengo a ninguna clase de p rin cip io s; eso es
to d o .” 145
Gom o se representa H itler, concretam ente, su "o b ra educativa” lo ex
pone él m ism o de un m odo harto inequív oco, tam bién en sus. p láticas
con R auschning. Com o éste le expu siera algunos reparos acerca d e los
m alos tratos q u e .se daba a los recluid os en los cam pos de concentración,
H itle r le rep licó : "La brutalidad inspira respeto . . . E l hom bre com ún
y .corriente de la calle sólo respeta la fuerza brutal y la fa lta de co n cien
c ia . . . E l pueblo necesita ser m antenid o en un saludable tem or. Desea
tem er a a lg o . . . ¿P or qué m urm urar acerca de la brutalidad e indignarse
ante las torturas? Las masas lo desean. D esean algo q u e les
e scalo frío del p ánico.” 14C
W
P ero éste no es más que uno de los lados de. la "o b ra educativa” : del
hitlerism o, el lado que m ira a las grand es masas. P ara las altas jerarq u ías
fascistas, rige, b a jo H itler, otra consigna "m o ra l” , la consigna de la co
rrupción sin freno , la consigna de "¡E n riq u e c e o s !” T am b ién acerca de
esto sé expresa el "F ü h re r” co n to d a franqueza y todo cinism o, ante
R au sch n in g : " Y o concedo a los m ío s toda l ib e r t a d .. . H aced lo que se
H itle r y sus com padres y dem ostrar que ni siquiera ellos creían en las
doctrinas que dem agógicam ente predicaban y p o n ían en práctica, lejo s
de refu tar aquella afirm ación, no hace m ás que con firm arla. E n efecto, es
precisam ente esto lo que po ne de m an ifiesto de un m odo insuperable
la unidad dialéctica entre el cín ico nih ilism o y la aventurera credulidad
exenta de todo esp íritu crítico, la frív o la superstición, que todo irracio
nalism o lleva im p lícita y que encontró en H itle r, sim plem ente, una ex
presión inadecuada.
Sería re bajar la im portancia h istórica de la suerte de A lem ania (y con
e lla de la suerte de la filo s o fía irracio n alista) el hácér hincapié, al en
ju iciar a H itler, exclusivam ente en su b a jo nivel m oral e intelectual. Es
claro que sem ejante ju icio no fa lta ría a la verdad. P ero no debe perderse
de vista que este descenso de nivel responde, a su vez, a una necesidad
histórica. D esd e Sch ellin g y Schopenhauer, e l cam ino desciende v ertical
m ente, pasando p o r N ietzsche, D ilth ey , Spengler, etc., hasta lleg ar a H i
tle r y R osenberg. Pero este descenso vertical se lim ita a expresar adecua
dam ente la propia esencia y la necesidad de desarrollo del irracionalism o.
Y de esta necesidad fo rm a parte integrante e l adversario contra el que
se estrella prácticam ente y en el terreno p o lítico y m ilitar el nacionalsocia
lism o : la U n ió n Soviética socialista. A q u í, sólo nos interesa el lado f i
lo só fico del problem a. H itler, com o el realizador práctico del irraciona
lism o, fu e el ejecu to r testam entario de N ietzsche y de toda la trayectoria
filo só fica posterior a él y que arranca d e él. Y ya se puso de m anifiesto ,
en su lugar oportuno, hasta qué p u nto era necesario que el irracionalism o
se volviera, en N ietzsche, contra el socialism o. E n aquel lugar, quedó
esclarecido cóm o el irracionalism o te n ía que tropezar, al lleg ar a este
punto, con un adversario desconocido, in cognoscible para él e inasequible
a su com prensión. Por muy grande que fu era la d iferen cia de nivel espi
ritual y cultural entre el filó so fo N ietzsche y el dem agogo H itle r — d i
feren cia en la que se expresa tam bién, com o subrayábamos, la necesidad
del desarrollo histórico— , es precisam ente ante este problem a decisivo
donde se reducen y tienden a desaparecer las diferencias de nivel en
cuanto al conocim iento y la com prensión del adversario; hasta podríam os
decir que esas d iferencias son, aquí, nulas, com o lo revela la aplicación
práctica de la filo so fía irracionalista a través de la p o lítica de H itler.
E l aniquilam iento o la restauración de la razón no es problem a acadé
m ico para filó so fo s profesionales. A lo largo de este libro, hem os tratado
dé dem ostrar cóm o la actitud ante la razón, la tendencia a afirm ar o negar
ésta, el reconocim iento o la repudiación de su efectividad, se proyectan de
la realidad a la filo so fía , y no a la inversa, de la filo s o fía a la realidad.
La razón es negada o se proclam a su im potencia (S c h e le r) tan pronto
com o la realidad m ism a, la vida vivida por el pensador, no m uestra un
m ovim iento de avance hacia un fu tu ro digno de ser afirm ad o, ninguna
614 DARWINISMO SOCIAL, RACISMO Y FASCISMO
* Versos 6117-18.
EPÍLOGO
Hemos intentado, en las páginas anteriores, exp o ner en sus asp ectos'
fundam entales la trayectoria d el irracionalism o, desde la contraofensiva
ideológica reaccionario-feudal provocada p o r la -Revolución fran cesa hasta
el hitlerism o y su necesaria bancarrota, C o n e l derrocam iento d e H itle r,
este estudio, iniciad o ya en lo s días d e su p o d er y de su p o derío, h a
adquirido un carácter esencialm ente histórico. N o d el todo, sin em bargo.
N o creem os que nadie se atreva a sostener, hoy, que e l hitlerism o, tanto
su id eo lo g ía com o sus m étodos, pertenezcan ya íntegram ente al pasado
histórico. E s cierto que, al term inarse la guerra, una g ran parte de las
m asas, lib re de la pesad illa d el fascism o, se hizo la ilu sión de que iba a
abrirse un períod o realm ente nuevo de paz y libertad . P ero , apenas un
año después, C h u rchill se encargaba de desgarrar cruelm ente en F u lto n
todos aquellos sueños. D e entonces acá, son cada vez m ás quienes van
dándose cuenta de lo que los m ás perspicaces sabían ya desde u n p rin
cip io : que el fin a l de la guerra no h a sido sin o la preparación de otra
contra la U n ió n Soviética y que la acción ideológica sobre las masas, con
vistas a esta guerra, es un p roblem a capital para e l m undo im perialista.
H e aquí p o r qué, en m edio de esta enconada guerra fr ía en que vivim os,
no puede una obra p olém ica contra e l irracionalism o m ilitan te — aunque
esta obra tenga un propósito esencialm ente histórico— term inar con H i
tler, sino que tiene que p o n er de relieve, cuando m enos, los rasgos fu n
dam entales de la trayectoria del pensam iento desde el derrocam iento del
hitlerism o hasta hoy.
T a l es la finalid ad de este E p ílo g o . C on lo que queda dicho, natural
m ente, que estas páginas fin ales no tien en la pretensión de o frecer un
cuadro cien tífico com pleto y exhaustivo, n i en sentido extensivo ni en el
intensivo. Si tenem os en cuenta que, desde el térm ino de la segunda G u e
rra M u nd ial, la hegem onía de la reacción im perialista m undial h a ido
pasando cada vez más de llen o a m anos de los Estados U nidos, quienes
en este sentido han venido a sustituir a A lem ania, sería necesario, en
realidad, escribir la historia de la filo s o fía en aquel país para poder poner
de m anifiesto, con la m ism a precisión con que lo hem os hecho con res
pecto a A lem ania, de dónde provienen, desde el punto de vista social y
en el plano espiritual, las actuales ideologías del "sig lo norteam ericano” ,
dónde hay que buscar las raíces sociales y espirituales de estas ideologías
actualm ente en boga.
618
EPÍLOGO 619
F á cil es com prender que sem ejante em presa requ eriría un lib ro tal vez
de las m ism as proporciones que éste, y el autor no se considera, en m odo
alguno,' llam ado a escribir una o b ra de este tip o ( n i siquiera un esbozo
de e lla ) .
' E ste E p ílo g o no puede aspirar a o tra cosa que a bo squ ejar muy "a
grandes rasgos los aspectps nuevos más im portantes que se destacan en
las tendencias sociales d el períod o de la posguerra, poniendo de relieve
sus re fle jo s ideológicos a la luz d e algunos ejem p los especialm ente ca
racterísticos, con el fin de enlazar con e l presen te nuestras anteriores
consideraciones. L o que trae consigo, naturalm ente, el que nuestra exp o
sición se lim ite tam bién, en estas páginas com plem entarias, al panoram a
d e .A le m a n ia , de una p arte p o r razón del im portante papel que a los
alem anes se asigna en los planes del im perialism o norteam ericano y, de
o tra parte, p o rqu e en la ideología de la A lem ania occidental de hoy co
bran consid erable relieve ciertas fo rm as im portantes del prefascism o. S i
guiend o el p lan que nos hem os trazado, tam bién éstas habrán de exp o
nerse m ás b ien com o ilustración que de un m odo exhaustivo. Este E p ílo g o
no persigu e o tra finalid ad que la de señalar en las personas de sus exp o
nentes m ás caracterizados las tendencias fundam entales dom inantes en las
id eologías del períod o de la guerra fría .
II
d esd ibujan y confund en con harta frecu encia— con uh enérgico desarrollo
u lterio r del m achism o anterior, a tono con las exigencias ideológicas del
im perialism o norteam ericano actual. Se m antiene en p ie, intacta, la v ie ja
postura m achista de la "rig u ro sa cien tificid ad ” , p e to , a la p ar con ella, se
acentúa e l alejam iento de la realidad o b jetiv a, llevánd olo hasta m ucho
m ás a llá d e los lím ites anteriores. L a m isión de la filo s o fía n o consiste
ya en un "an álisis de las sensaciones” , sin o sim plem ente en e l d el sig n i
ficad o de las palabras y la estructura de las frases.
Y , paralelam ente con este acabado vaciam iento escolástico-form alista
d e contenido, aparece con m ucha m ayor fuerza que antes la fran ca y des
carad a apologética d irecta. E l m achism o h ab ía surgido, originariam ente,
com o un m edio filo só fic o d e lu ch a contra el m aterialism o, principalm ente
en el cam po de la teo ría del conocim iento de las ciencias natu rales; pero,
com o es natural, las fo rm as m odernas del agnosticism o que aq u í se fu e
ro n destacando constituían un buen punto de partid a para ciertas co
rrientes d el irracionalism o, al que e l m achism o p restó siem pre una eficaz
ayuda filo só fica.
A h ora, se m anifiesta claram ente la apologética d irecta gen eral. L a se
m ántica investiga enérgica y sistem áticam ente lo s conceptos generales de
la vida social y económ ica, para lleg ar a la conclusión de que so n , sim
plem ente, form as verbales carentes de sig n ificació n y de contenid o. E l
m arxista in g lés C o rn fo rth m uestra m uy claram ente esto ; h e aquí las p a
labras p o r é l citadas del lib ro d e B arrow s D unh am , Man against Myth:
"V e m o s, pues, claram ente, que n o existen perros en gen eral, que n o existe
e l g én ero hum ano, n i el sistem a d e ganancias, n i partidos, n i fascism o, ni
g en te s desnutridas, n i vestidos hechos d e harapos, n i verdad, n i ju sticia
social. Y , así las cosas, no existe u n pro blem a económ ico, n i u n p roblem a
p o lítico , n i u n p roblem a d el fascism o, ni u n p ro blem a alim enticio , n i un
p ro blem a s o c ia l. . . E n un ab rir y cerrar d e o jo s — concluye— , estos
filó so fo s b orran del m undo, com o p o r ensalm o, todos los problem as im
portantes que h an torturado a l g én ero hum ano a todo lo larg o de la-
h isto ria d e la hum anidad.”
A continuación, saca C o rn fo rth , co n m ucha claridad, las consecuencias
sociales d e sem ejante filo s o fía . H e aquí sus p alabras: "P a ra p o n er un
e je m p lo sen cillo, basta fija r s e e n las discusiones sostenidas co n tanta
frecu en cia entre obreros y patronos. ¿C u ál es la receta sem ántica para
d irim ir estas disputas? S e con tien e muy claram ente en las palabras del
p atron o, cuando d ice : 'D e je m o s a u n lado todas esas charlatanerías acerca
d e l 'trab ajo ’ y el ’capital’, la 'ganan cia’ y la 'exp lo tació n ’, cavilaciones
disparatadas de los agitadores p o lítico s, que se dedican a especular con
vuestras em ociones. H ablem os de hom bre at hom bre, com o de 'A d án ’ a
’A d án ’ y procurem os lle g a r a un acuerdo.’ A sí es, en realidad, cóm o
su elen argum entar lo s patronos, q u e eran ya sem ánticos m ucho antes d e
632 EPÍLOGO
que la sem ántica se hubiese inventad o.” Y C o rn fo rth extrae esta conse
cuencia necesaria contenida en el m étodo sem ántico, e l-p u n to .en-que esta
filo s o fía cum ple el encargo social que el capitalism o im perialista le con
fiere, tam bién etí relación con otros casos, p o r ejem p lo el del m althusiano
V o g t, quien resuelve sem ánticam ente todos los problem as agrarios, con
consecuencias muy parecidas a éstas desde el punto de vista de los in te
reses de clase.
E n V o g t, sin em bargo, Se trasluce tam bién claram ente el otro aspecto
d el m étod o : la revelación de la m ística irracionalista, que en el m achism o
se contiene de un m odo ocultó, im p lícito . E n efecto, al aplicar el m étodo
sem ántico al p roblem a agrario, este autor dice que la tierra es "u n a reali
dad inexpresable” . C on ello , va más allá del agnosticism o corriente. Para
él, la realidad n o só lo se h alla, sencillam ente, al m argen de toda cognos
cibilid ad, sino que es, al m ism o tiem po, un caos irracional,
P ero esta tendencia se expresa todavía con m ayor claridad en Stu art
Chase. Investigando el proceso de abstracción, pone com o ejem p lo la des
crip ción de un lápiz. Intenta, a pesar de todo, expresar de algún m odo
el fenóm eno no verbal qüe aquí se da en el esp ad o y en el tiem po. Y el
resultado de estos esfuerzos para expresar en palabras lo no verbal, es esta
d efin ició n del láp iz: "u n a danza loca de electrones” .
V em o s, así, ante nosotros el nuevo irracionalism o, com o la subjetivi-
zación, la antropologización y la m itificació n irracionalista m ás acabadas
d é los fenóm enos naturales. E n prim er lugar, la d efin ició n que da Stuart
C h ase no es, n i m ucho m enos, la del lápiz com o una parte especial de
la realidad o b jetiv a, unívocam ente determ inable p o r sus cualidades y fu n
ciones; lo q u é de él dice Stuart C h a íe p o d ría d ecirse exactam ente lo
m ism o y Con la m ism a razón de una casa, de una m esa, etc. P retend er
d escribir los o b jeto s de la realidad o b jetiv a, de la naturaleza y de la
sociedad (p u es el lápiz es tam bién, aparte de otras cosas un o b je to so cia l)
fiján d o se exclusivam ente en el m ovim iento de los electrones, es ya una
m ística irracionalista. Y , en segundo lugar, el m ism o m ovim iento de los
electrones sólo es u n a "d an za loca” para el im presionism o de una d eli
berada inm ediatividad; objetivam ente, no cabe duda de que este m ovi
m ien to tien e sus leyes, que la cien cia püede lleg ar a conocer racional
m ente, p o r lo m enos de un m odo aproxim ado. Stuart C hase envuelve su
d efin ició n en el ro p aje, hoy a la m oda, d e una "cie n tificid a d ” exacta
m oderna, p ero p o r d eb ajo de este d isfraz se percibe claram ente una des
enfrenad a m ística irracionalista.
Sin entrar en un análisis d etallado d e esta nueva varíente d el irracio-
halism o, tratarem os d e ilu strar brevem ente la m odalidad filo só fica gene
ral de esta corriente a la luz de algunos ju icios m etodológicos centrales
d e uno de sus p rincipales exponentes, W ittg e n stein . "L a s proposiciones
— dice este autor— pueden exp o ner toda la realidad, pero n o Jo que en
EPÍLOGO 633
ellas tien e que coin cid ir con la realidad para que esta exposición sea
posible, la form a lógica . . . Las proposiciones no pueden exponer la fo r
m a lógica, la cual se re fle ja en ellas. L o que se re fle ja en el len g u aje no
puede ser expuesto p o r éste. N o podem os nosotros expresar p o r m edio
del len g u aje lo que se expresa en él. Las proposiciones muestran la form a
lógica de la realidad. La ponen de m a n ifie s to . . . Y no es posible expre
sar lo que puede m ostrarse.”
T a l vez podam os rem itir a los lectores de este lib ro a lo que en su
lugar oportuno queda expuesto acerca del m étod o ' fén om en o ló gico ; espe
cialm ente, a las disquisiciones de M ax Scheler en torno a este m étodo,
para p oner de m anifiesto, con ello, la unidad — socialm ente condiciona
d a ^ que existe entre las diversas tendencias del irracionalism o m oderno
y la d iferen cia — tam bién socialm ente condicionada— d e sus etapas.
Scheler se rem ontaba tan enérgicam ente com o W ittg e n stein a este fu nd a«
m entó irracionalista inm ediato com o al fundam ento exclusivo y a l conte^ p
nido exclusivo de la filo so fía . C o n la d iferencia, sin em bargo, de q u e
consideraba todavía inexpresable este contenid o irracionalista; sólo al
lleg ar a la fase existencialista de la fen o m en o lo g ía se m an ifiesta co n toda
claridad el irracionálism o com o fundam ento. P ero , b ien entendido que,
a l trazar este paralelo, no pretendem os, ni m ucho m enos, afirm ar la in
flu en cia del existencialism o sobre W ittg e n ste in ; estos problem as m eto
d ológicos tien en u n fundam ento social, del que son re fle jo s discursivos
tanto la coincidencia com o la diversidad del m étod o y de las consecuen
cias. A sí se plantea e l p roblem a en lo tocante a la afinidad en tre M ach
y H u sserl con respecto a la teo ría del conocim iento, a la que nos hem os
referid o en otro lugar, y así se plan tea tam bién aquí, en lo q u e se refiere
a la q u e m edia entre W ittg e n stein y la trayectoria existen cialista posterior
de la fen o m en o lo g ía y la sem ántica. ( Y tam bién podríam os m encionar, en
con exió n con ello , ciertam ente, la "im p o te n cia de la razón” de S c h e le r.)
W ittg e n stein se ve, pues, obligad o a extraer las consecuencias d e esta
situación. D ice , en efecto, acerca de las relaciones entre la ciencia — se
m ántica— y la v id a: "Sen tim o s que, aunque hayamos resuelto todos los
problem as de la ciencia, no hem os tocado siquiera los p roblem a de la
vida. E s cierto que, entonces, n o quedará, en p ie u n solo problem a, y ésa
es precisam ente la respuesta. L a solución del p ro blem a de la vida la ve
m os en la desaparición del problem a. (¿ N o es ésta, acaso, la razón de
que los hom bres que han lograd o esclarecer el sentido de la vida n o estén
en condiciones de decir e n qué consiste este s e n tid o ? ) E n esto reside,
verdaderam ente, lo indecible. Se revela; es lo m ístico .”
N ad a tien e de extraño que u n ard iente adm irador de W ittg e n stein ,
Jo sé Ferrater M o ra, lo ensalce precisam ente com o e l filó s o fo d e la deses
peración. H e aquí lo que dice, com o Sem blanza gen eral de la época y de
este filó s o fo representativo de e lla : "H eid e g g e r, Sartre, K a fk a y Cam us
634 EPÍLOGO
d efin itiv o del socialism o, se pasó ya a la dem ostración a más largo plazo
del fracaso del "ex p erim en to ” socialista: al com ienzo de cada P lan qu in
quenal, se proclam aba éste com o irrealizable; las dificu ltad es de creci
m ien to d e la construcción socialista, en su etapa inicial, se presentaban
com o síntom as del fracaso inapelable, etc. Estos razonam ientos siguen m a
nifestándose todavía hoy a cada paso, naturalm ente. P ero el é xito p ro
pagandista de tales argum entos resulta ya cada vez m ás dudoso, pues su
contradicción con los hechos de la realidad se hace más y más palm aria.
L a victoriosa resistencia del E jé rcito soviético fre n te a la potencia m ilitar
m ás fu erte del m undo y su victoria aplastante sobre H itle r, las g ig an
tescas obras p acíficas d el períod o de posguerra, la capacidad de la
U .R .S .S . de produ cir tam bién bom bas atóm icas, etc., etc., ponen de m a
n ifiesto irrefu tablem en te ante el m undo entero el alto nivel económ ico y
técnico de la econom ía socialista y su curva de desarrollo sin cesar as
cendente.
T o d o esto d eja m al parada la propaganda del inm inente derrum ba
m iento. E sta propaganda no puede abandonarse, p o r supuesto, pero su
fuerza de convicción va constantem ente en declive y necesita sustituirse
por otros m edios. P ero estos otros m edios revelan aquí, donde se libran
en el terreno ideológico las batallas decisivas de la guerra fría , él nivel
sin cesar decreciente de la propaganda antisoviética. Los intentos de una
nueva ofensiva sólo pueden llevarse a cabo p o r la v ía de la calum nia
descarada, p o r m edio de los falsos testim onios de los agentes policiacos
a sueldo. P ara darse cuenta de esta b a ja de nivel, basta pensar que hace
unos treinta años era O tto B au er el principal id eólogo de las teorías del
derrum bam iento y la intim idación, m ientras que ahora los norteam erica
nos tienen que recurrir a los K raw tschenko. Y , com o aquí se trata del
problem a ideológico central, esto sirve de ín d ice exacto de cóm o h a des
cendido tam bién el nivel en los cam pos no directam ente propagandísticos,
com o los de la econom ía, la filo s o fía , etc.
N ad a revela m e jo r que la p olém ica m antenida entre Cam us y Sartre
cuán profundam ente h a calado e l "p rin cip io K raw tschenko” en las dis
cusiones filo só ficas que podrían parecer más abstractas. E l ú ltim o lib ro
d e Cam us fu e analizado en una crítica muy severa, pero o b jetiv a, de
Francis Jeanson, publicada en la revista de Sartre. Cam us escribió una
respuesta llen a de encono, en la que se rehuyen todas las argum entaciones
sustanciales, principalm ente en to rno al problem a de la historicidad, sobre
el que volverem os brevem ente m ás adelante, para colocar en el centro de
u n debate filo só fico la cuestión K raw tschenko y e l tem a de los campos
de trab ajo pu nitivo en la U n ió n Sov iética; y esto, en una p olém ica sobre
H eg el y M arx, sobre la revolución, sobre la necesidad histórica y la li
bertad del individuo. E n su réplica, Sartre se niega, y con razón, a entrar
en los dislates dem agógicos de Cam us. R e fu ta serenam ente sus argum en
EPÍLOGO . 637
III
reaccionaria hoy im perante. Y B urn ham proclam a tam bién esto con c í
nico descaro: "L o s Estados U n id os necesitan aliados; aliados, y no m er
cenarios. Y , sin em bargo, no es seguro quién es aliado suyo, quién puede
serlo y hasta qué g rad o .” E n la exposición dé Burnham , el cinism o hip ó
crita se expresa en el hecho de que contraponga los aliados a los m erce
narios, cuando la p o lítica exterio r va precisam ente encam inada a reclutar
m ercenarios, aunque dándoles el nom bre de aliados.
Estas dudas, que eran ya ju stificad as hace dos años, cuando B urnham
escribía lo que antecede, aparecen expresadas de un m odo m ucho m ás
claro y más concreto en un artículo publicado p o r Raym ond A ron dos
años después. T ratan d o de las relaciones entre N orteam érica y Francia,
habla este autor de los v iejo s y los nuevos colaboracionistas, "e s decir,
de aquellas gentes que se som eten a la dirección norteam ericana lo m ism o
que en los años pasados se som etían a la dom inación del T e rc e r R eich.
Y , desgraciadam ente, son tam bién, a veces, las m ism as personas” . Les
echa en cara a estas gentes — lam entándolo tam bién profundam ente—
" e l que precisam ente estos europeos occidentales no parezcan preocuparse
para nada de un predom inio ruso en el terreno cu ltu ral” . Y encuentra
— entre hom bres m arcadam ente no com unistas— la siguiente actitud: la
de los neutralistas; actitud que "n ie g a nuestra independencia y afirm a
pura y sim plem ente que los europeos tien en en sus m anos la posibilidad
de sacudir el llam ado predom inio de N orteam érica y. que el p elig ro de
guerra puede atenuarse, si no elim inarse totalm ente, tan pronto com o los
europeos se desem baracen totalm ente de sus poderosos protectores. Esta
concepción la encontram os b a jo su fo rm a extrem a, sobre todo, en F ran
cia, y especialm ente entre los intelectuales fran ceses” .
N o cabe duda de que todo esto es im portante en cuanto síntom a, pero
¿qué hay detrás de e llo ? Y a nos referíam os a esto hace unos m om entos,
al com entar los desahogos de B urnham acerca de los aliados y los m er
cenarios. E l que fu era ju rista o ficia l de H itler, C ari Schm itt, ya detalla
dam ente conocido de los lectores de este lib ro y que ahora no sólo ha
obtenido una am nistía total, sino que está a punto de verse elevado al
rango de teórico ju ríd ico del "sig lo norteam ericano” , ha dado la hasta
hoy m e jo r d efin ició n del princip io en que se inspira la p o lítica exterior
de los Estados U n id o s: cujus economía, ejus regio. Fórm ula que riva
liza en cinism o con la de Burnham , pero la gana en p recisión: en ella se
proclam a con in solente descaro la pretensión absoluta de los Estados
U nidos a la dom inación m undial. N o en vano es este apotegm a una va
riante, a tono con los tiem pos, del princip io de la paz religiosa de Augs-
burgo (cujus regio, ejus religio): en uno y otro se proclam an las rela
ciones escuetas de poder com o criterios absolutos, sólo que ahora, com o
es natural, en una fase más alta y, p o r tanto, con un contenido económ ico
y un alcance absoluto desde todos los puntos de vista.
EPÍLOGO 649
C laro está que la prepotencia económ ica era ya de largo tiem po atrás,
en el m undo capitalista, un m ed io para inm iscuirse en los asuntos inter
nos d e lo s Estados p o líticam en te independientes, aunque económ icam ente
som etidos. P ero , m ientras h ab ía d iferen tes grupos de potencias im peria
listas q u e rivalizaban entre sí, esta m ism a rivalidad se encargaba de p oner
lím ites a tales ingerencias. E l desenlace d e la segunda G u erra M u n d ial
hizo q u é los Estados U n id os se quedasen en la liza, p o r lo m enos durante
e l p eríod o que va transcurriendo, com o la ú n ica po tencia im perialista
realm ente independiente desde el punto de vista económ ico. L o que quie
re d ecir que la rivalidad entre los Estados im perialistas — que realm ente
sigue existiendo— no sólo se h a hecho extraordinariam ente desigual en
la- lín e a colon ial, sin o que, adem ás, las que hasta ahora venían siendo
potencias im perialistas van cayendo cada vez m ás b a jo la dependencia
económ ica de N orteam érica. Y es evidente q u e esta nueva situación se
acusa con fu erza cada vez m ayor en la supeditación de su p o lítica exterio r
e in te rio r y que, en lo exterior, la p o lítica d e los Estados U n id os se h alla
determ inada cada vez m as intensam ente p o r esta nueva base económ ica.
Y este estado d e hecho es el que expresa C ari S chm itt con la m ism a cín ica
fran qu eza con que en su d ía — cuando era el p eón ideológico de H itle r—
proclam aba el p rincipio de " ¡A y de lo s n e u tra le s!"
C om o e s ' natural, estos cam bios cualitativos operados en la situación
no pueden por m enos de cobrar sus re fle jo s ideológicos. L a fo rm a m ás
im portante de éstos es e l cosm opolitism o cada d ía más en boga, la co n
cepción de que la independencia de los Estados nacionales, su soberanía
nacional, ha pasado ya a la historia. (C la ro está que la boga del cosm o
politism o no sign ifica, ni m ucho m enos, que se haya apagado totalm ente
el g rite río chovinista; baste pensar, para darse cuenta de que no es así,
en la cam paña de instigación contra las fro nteras del O d er y el N eisse, en
la A lem ania occidental. Sin em bargo, la corriente del chovinism o queda
ahora relegada a un segundo p la n o .) E l desarrollo económ ico, p o lítico
y cultural, dicen los ideólogos del cosm opolitism o, acucia cada vez con
m ayor fuerza en el sentido de la integració n de los Estados, de la supe
ración de las soberanías nacionales y, en fin de cuentas, en la dirección
de un Estado m undial.
Podem os com probar aquí — com o ya en la id eología hitleriana— que
el pensam iento burgués deí períod o im perialista se ve obligad o a reco
nocer, tácitam ente, su derrota en el duelo espiritual con el m aterialism o
histórico por cuanto que, aun com batiéndolo públicam ente con m ayor en
cono todavía que antes, si cabe, sólo se revela capaz de levantar una
id eología propia fren te a él tom ando prestados elem entos suyós,
dos y retorcidos, para urdir así una con traid eología hecha de ret?
giversados del m aterialism o histórico. A sí se h ab ía urdido ya
lism o ” de H itle r; así se fabricó tam bién, con elem entos de éstos,
650 EPÍLOGO
IV
del estado estático al estado dinám ico. T am b ién Toyn bee recurre, para
describir este tránsito, a sím iles puram ente m itológicos, m étodo q u e trata
de razonar con las siguientes reflex io n es "g n o seo ló g icas” : "C o m o m ejo r
puede describirse dicho fenóm eno es p o r m edio de .estas im ágenes m ito
lógicas, las cuales no se ven alteradas p o r las contradicciones que se p re
sentan cuando se trata d e trad u cir la afirm ación a térm inos lógicos. En
la lógica, si el universo de D io s es p erfecto , no puede e xistir a su lado
un dem onio, y si éste existe, la p e rfecció n que el dem onio viene a corrom
per sería ya incom pleta p o r el sim ple hecho de su existencia. E sta con
tradicción lógica y lógicam ente insoluble, es trascendida intuitivam ente
por la fan tasía del poeta y del p r o f e t a .. . ” P o r donde la m ito lo g ía se
convierte, pero de una form a m ás burda y m ás prim itiva que en el
Sch ellin g de la últim a época, en " l a fo rm a intuitiva para com prender y
expresar las verdades universales” . C om o se vé, la elim inació n d el irra
cionalism o biológico de Spengler da com o resultado un d esbarajuste, si
cabe, todavía más caótico. E l descenso gen eral d e n iv el que observábam os
en Spengler, com parado con N ietzsch e y co n D ilth ey , se revela' tam bién
claram ente en Toyn bee con respecto a Spengler.
N o vale la pena, com o se com prende, de en trar en lo s d etalles de la
concepción de T oyn bee. D estacarem os solam ente, antes d e seguir ade
lante, un m om ento, donde se revela claram ente, en el punto decisivo de
su filo s o fía d e la historia, el entro nqu e en tre ésta y la q u e se apoya e n el
cristianism o. Toyn bee sólo ve la salid a a la crisis actual en la enseñanza
de C risto : "Q u ie n a h ierro m ata, a h ierro m u ere.” P ero su exho rtación va
d irigid a solam ente al proletariado, a l "e x te rio r” y al "in te rio r” (o tro
de los descubrim ientos q u e T o y n bee h ace en to d a la h isto ria y que no es
tam poco m ás q u e una grand ilocuente im itación d e la teo ría fascista de
las "n acio n es proletarias” ) , pero no a las clases d om inantes, cuyo em pleo
de la violencia es perfectam ente con ciliab le, al parecer, con el cristia
nism o. t
S i nos detenem os ahora a contem plar en su co n ju n to la situación ideo
lógica, tal com o queda esbozada, surge ante nosotros, p o r sí m ism a, esta
pregun ta: ¿qué m argen puede quedar aquí para ninguna clase de o rig i
nalidad, de profundid ad o de in flu e n cia ? Y la respuesta tien e q u e ser
to talm en te negativa. Y no se crea q u e som os nosotros solos quienes o p i
namos así. Escuchem os a un id eó lo g o d e la decadencia tan sig n ificad o y
tan am igo de los Estados U n id os com o D en is de R ou g em o n t: "D e s g ra
ciadam ente, esta rebelión de la cu ltu ra contra el m undo que nos rodea
no h a logrado, hasta hoy, ninguna repercusión directá. H a quedado cir
cunscrita a una pequeña m in oría de gentes escogidas, cada vez m ás ais
ladas de la generalidad y m ás al m argen de la realidad p o lítica, social
y económ ica, que obedece a sus pro pias leyes, cada d ía m ás inaceptables
para el espíritu. E n tre el hom bre d e negocios, el p o lítico o el p ro letario
42
658 EPÍLOGO
vez m ás, es muy otra cosa. Y o sé d e qué hablo, y siento m iedo por toda
una nación y todo un p u eb lo .”
N o cabe duda de que B ro m field y su héroe exageran un poco la sjlu d
de B abb it. Los lectores de am bas novelas saben que lo que destruye la
vida del héroe de B ro m fie ld se daba tam bién en la de B abb it, aunque
en ésta solam ente com o un episodio; los gérm enes de la desesperación
brom field iana, que en B a b b it no hacían m ás que apuntar, son contenidos
a llí todavía p o r la "lib ertad norteam ericana” (d esd e el boico t hasta la
ruina m aterial y m o r a l). Sea d icho esto en h o n o r a la verdad, aunque no
en contra de B ro m fie ld . C laro está que, desde el punto de vista de
M r. Sm ith, un B a b b it tien e que parecer" sano y robusto, y hay que re
conocer com o un m érito de este novelista e l haber sabido p in tar con
certeros trazos el trueque de un tipo, com o resultado del desarrollo social,
en otro cualitativam ente d istinto, debiendo tenerse en cuenta que d e este
proceso de acentuación cualitativa form a parte el hecho de que M r. Sm ith
no ten ga ni la más rem ota idea de las verdaderas causas que determ inan
su destino, ni siquiera las intuya, com o ocu rría con B abb it. E n ambos
personajes asistimos, sin em bargo, a una revuelta instintiva contra la
"u n ifo rm ació n ” esp ecíficam ente norteam ericana, contra la "n o rm ació n ”
— hasta p o r la fuerza, si fu ere necesario— de todos los pensam ientos y
sentim ientos. S in clair Lew is, que al escribir aquella novela ten ía una
conciencia más clara acerca de estos problem as que hoy B ro m field , dice,
refiriéndose a estas tendencias de la "b rav a L ig a de ciudadanos” (q u e
líquida las excursiones de B a b b it hacia lo e x c é n tric o ): " Y hacen cons
tar que la dem ocracia norteam ericana no sig n ifica, evidentem ente, la
igualdad de riquezas, sino, p o r el con trario, una sana u n iform id ad de
pensam ientos, de m anera de vestir, de m oral, d e pintu ra y de m odo de e x
presarse.” Sinclair Lew is — no asi B ab b it, p o r supuesto:— sabe, incluso,
que esta u n ifo rm ación b a jo las form as de la "d em ocracia” y de la "lib e r
tad” es un rasgo gen eral d el capitalism o, aunque en los Estados U nid os
se m an ifieste de u n m odo m ás enérgico que en ningún otro lugar del
m undo. T en em o s de nuevo claram ente ante nosotros el p roblem a Rausch-
ning, sobre todo cuando se trata d e d efen d er precisam ente este m undo
en nom bre d el derecho al " n o conform ism o” .
L o que, p o r tanto, se ventila en este desarrollo — ya lo sepa o lo ignore
B ro m field — es la suerte del hom bre m ed io b a jo el capitalism o en pu
trefacción . Y se Comprende perfectam ente que gentes dotadas de sanos
instintos vitales s e rebelen espontáneam ente contra sem ejante perspectiva
d e su existencia. E sta revuelta adopta frecuentem ente una fo rm a — gene
ralm ente, bastante confusa— d e anticapitalism o; ya veíam os cóm o se in
d ignaba Raym ond A ron al referirse a la d ifu sió n gen eral de tales estados
d e ánim o en Europa. P ero n o es, ni m ucho m enos, e l ú n ico en m ostrar
su indignación acerca dé esto. D . W . B ro g an , pro feso r d e C am bridge, ve,
EPÍLOGO 661
por ejem p lo, en estos sentim ientos anticapitalistas de m uchas gentes eu
ropeas la raíz de su antinorteam ericanism o. N o nos interesa el que el
p rofesor B ro g an quiera superar estos sentim ientos, y hasta diríam os que
precisam ente sus sim patías por los Estados U n id os dan a sus m anifesta
ciones u n valor especial. H e aquí sus palabras: "P u es si alguien rechaza
el m und o m oderno [q u ie re decir, el m undo capitalista, G. L .] , está en su
p erfecto derecho a rechazarlo b a jo su fo rm a más representativa, que es
necesariam ente, en la m ayoría de lo s casos, la norteam ericana. Y no p o r
que los norteam ericanos sean especialm ente depravados, sino porqu e ocu
pan u n a posición dom inante en el cam po d e la técnica, en el m undo
m oderno. Y si e llo lleva acaso consigo e l que se pueda lleg ar a conclu
siones desfavorables acerca de los Estados U n id os, nadie p o d ría evitarlo.
Q uien rechace, por las razones que sea, el m undo m oderno, h ace bien,
desde luego, en rechazarlo b a jo su fo rm a m ás acab ad a." E s cabalm ente la
suerte del M r. Sm ith, ante la que el hom bre m ed io europeo, sobre todo
el intelectual, retrocede instintivam ente, presa de pánico. Si sé siente ya
desconcertado, arrastrado a la desesperación, ante su pro pio capitalism o
m onopolista, relativam ente poco d esarrollado, ¿cóm o no va a sen tir terror
ante su apogeo norteam ericano?
H ay que reconocerle tam bién a B ro m fie ld el m érito de haber sabido
relacionar el arte m oderno decadente (h a sta el su rrealism o) con la deses
perada fa lta de perspectivas d e su M r . S m ith : vem os, en su novela, de
qué sentim ientos, de qué concepción d el m undo (o , m e jo r dicho, de qué
carencia de e lla ) nace la in flu en cia d e este arte. M r. Sm ith habla de un
v iaje h ech o p o r él a N e w O rléan s p ara olvid ar su am biente fam iliar
durante un p ar d e días de com ilonas y p ro stíbu lo s: "C u an d o pienso re
trospectivam ente en aquel v iaje, se m e representa com o si todas las im pre
siones se apelotonasen en m i m ente, a la m anera de uno d e aquellos cua
dros surrealistas en que toda la ciudad fo rm a una m araña de estrechas
calles ilum inadas por cegadores anuncios de gas n eón g ritan d o : '¡ A los
P la ce re s!’, '¡A l H om bre S a lv a je !’, com o una m escolanza de brazos y de
m anos sueltos, de un tro p el de fantasm as irrum piendo de las callejas, para
tirar d e la gente hacia las enceladas. Seguram ente, las m ism as im ágenes
que se deben de ver cuando se ha bebid o con exceso .”
L a vivencia de M r. Sm ith es una vivencia inconsciente, elem ental. P ero
no es d ifíc il ponerla en consonancia con las tendencias críticas que nos
revelan acertadam ente p o r qué el arte abstracto se cotiza hoy m ás q u e n in
gún o tro en los altos círculos de lo s Estados U n id o s y p o r qué m edios
ha lleg ad o a convertirse en el arte dom inante. E l m arxista S. F in k elstein ,
autor d e un ensayo en que se p onen palm ariam ente de m an ifiesto estos
m étodos, cita en él un artícu lo del New York Times, en el que A liñ e B .
Louchain escribía lo que sigu e: " E l hum anism o se rem onta a la filo so fía
antropoform a de los griegos, cuando el hom bre se sen tía en el m undo
662 EPÍLOGO
prom etían en sus prim eras creaciones. P o r lo dem ás, la actitud del "m u n
do lib re ” ante el realism o se re fle ja con toda claridad en el m odo com o
son tratados en los Estados U n id os artistas de la categoría de C haplin, de
H ow ard Fast y de P aul Robeson.
L a m ism a persecución del realism o en e l arte es ya algo m ás que un
problem a puram ente estético. P ero este fenóm eno revela ante nosotros
con claridad todavía mayor sus aspectos ideológico-sociales cuando nos
detenem os a considerar el contenid o hum ano que se expresa en la litera
tura decadente allí protegid a y en el que se revelan de un m odo bien
palm ario las consecuencias m orales de la decadencia. Y que n o se trata
del "antino rteam etican ism o” de cu alquier m arxista, lo dem uestran m an i
festaciones com o las que encontram os acerca de estos problem as en el p ro
fesor e historiador de los Estados U n id o s H . St. C o m m ager: "L o s tipos
de hom bre y de m u je r que en las obras d e Fau lkn er, C ald w ell, F arre l y
H em ingw ay, de W a ld o Frank, E velyn Scott y E ugene O ’N e ill, dan rienda
suelta d e un m odo ta n tu m ultuario a sus instintos naturales, son tan
am orales com o las b e s t ia s .. . N a d ie que haya estudiado la carrera de
Ezra Pound podrá dudar de que su búsqueda de lo oscuro guarda relación
con su odio contra la dem ocracia.” Y añade com o conclusión que el ataque
desplegado contra la razón en obras com o éstas "e s la m ás profun da de
gradación del hom bre” .
E l p roblem a del arte m oderno trascien de aquí — p o r m ediación de la
ética— a l cam po de la p o lítica. Y la p o lítica d e los Estados U n id o s en
m ateria de arte se cuida d e fo m en tar enérgicam ente este proceso. M ie n
tras que antes, sobre todo en E uropa, el desencadenam iento de los in s
tintos, com o contenido de una obra de arte, quedaba circunscrito al estre
cho círcu lo de una élite de la intelectualidad parasitaria decadente, hoy
este contenid o se populariza am pliam ente. L as fro nteras en tre e l arte
"eso térico ” y la ram p lonería e n m asa van b orránd ose cada vez m ás. El
cine, la radio, los Digest’s, lo s Cómics, etc., etc., se encargan de
d ifu n d ir en enorm es proporciones lo m ism o q u e en u n Faulkner, por
e jem p lo , se ensalza comio "a lta ” literatu ra: e l desenfrenado desencadena
m ien to de los más b a jo s instintos. Y el increm ento constante de la d elin
cuencia in fa n til, para poner un so lo e jem p lo , revela los frutos de sem e
jan te "p ed ag o g ía social” .
C laro está q u e sería falso buscar aquí las causas, pues se trata sim ple
m ente d e síntom as. E l K u -K lu x -K la n y otras organizaciones p ara el lin
cham iento pusieron en práctica el d esen fren o b estial d e los instintos ya
m ucho antes d e que la literatu ra en boga se sin tiera atraída p o r estos
teínas. (D ire m o s, para evitar todo po sible equívoco, que de lo que aquí
se trata es de la afirm ación, de la g lo rificació n del d esenfreno d e los
instintos en la literatura; nada tien e q u e ver con e llo el estilo realista de
exposición que llam a a las cosas p o r su n o m b re .) E s cierto q u e el cam ino
664 EPÍLOGO
A esto hay que añadir la "au tenticid ad ” d e sus revelaciones acerca del
com unism o, cuyo valor de propaganda aprecian los im perialistas sin pa
rarse a pensar si el renegado en cuestión, p o r su posición puram ente
p e riférica en el m ovim iento, está realm ente en condiciones de hallarse
inform ad o acerca d e éste. C o m o la propaganda anticom unista h a descen
dido, según hem os dicho, al b a jo nivel de los K raw tschenko, toda m entira
y to d a calum nia son buenas para ella, aunque aparezcan aderezadas d e la
m anera m ás burda. A dem ás, se consid era a lo s renegados com o gentes
especialm ente dignas d e crédito, -por la sen cilla razón d e q u e ya no les
queda, m irand o hacia atrás, ningú n otro cam ino abierto. B urn ham expre
sa esto m ism o, diciendo que son m ás inm unes al envenenam iento ideoló
g ico d el com unism o que los q u e n o h an pasado p o r la m ism a estación de
trán sito ; su " n o ” ante e l com unism o es m ás patético que el de los demás.
Su od io, su sentim iento de venganza, su resentim iento, son em ociones
altam ente cotizables e n el cam po d e la propaganda anticom unista. Y todo
e llo e xp lica p o r qué — p o r extraord in ariam ente b a jo que sea el nivel de
sus conocim ientos y d e sus talentos— se ven convertidos de la noch e a la
m añana e n verdaderos cam peones y en co rifeo s de la lu ch a ideológica
con tra e l com unism o. U n a p m eb a m ás de lo b a jo q u e h a caíd o hoy la
id eo lo g ía burguesa.
D e esta situación y d e la conciencia de la in ferio rid ad espiritual y m ora!
d e sus actuales patronos, brotan la soberbia y la in fatu ació n de los rene
gados. Crossm an relata una conversación con K o estler, en la que éste le
d ijo : "N o so tro s, lo s q u e fu im os com unistas, som os los únicos que, a
vuestro lado, sabem os qué es lo q u e realm ente se v e n tila.” Y S ilo n e llega,
en su infatu ación, a afirm ar " q u e la ú ltim a b atalla se lib rará en tre com u
nistas y ex-com unistas” . L o cual n o pasa de ser, naturalm ente, una brom a
bastante m ala, cuyo ú n ico v alo r es e l dem ostrar q u e S ilo n e h a olvidado
ya lo q u e cualquiera puede aprender en un curso elem ental d e introduc
ción. E ste chiste m alo es, sin em bargo, bastante sig n ificativ o , p o r cuanto
q u e h ace resaltar un aspecto de la actitud m oral-espiritual d e los rene
gados. E l o tro aspecto es un nuevo m atiz, u n a nueva acentuación de la
p sicolo gía y la m oral d e la decadencia. Y aquí es donde se encierra el m o
tiv o decisivo de la im portancia q u e estas gentes tien en para la burguesía
actual. É sta sólo puede servirse ya, en rigor, d e tu llid os m orales o de
gangsters. P o r eso los renegados son e l m e jo r m aterial hum ano que puede
m an ejar. Pues constantem ente se m an ifiesta en ello s e l fu nd am ento d e su
contextu ra aním ica, supercom pensado p o r la soberbia y decadentem ente
roto y desgarrado. " E l verdadero ex-com u nista -—afirm a Crossm an— ya
no pu ed e volver a ser nunca u n a personalidad coh eren te.” Y K o estler
c o n firm a este diagnóstico, haciend o p ro nu nciar a uno de sus personajes
— a u n poeta ex-com unista— las siguientes palabras acerca de sí m ism o:
"H a y u n a poesía lírica y una poesía sacra; existe tam bién una poesía del
568 EPÍLOGO
43
,674 EPÍLOGO
y adecuada tiene que ser una de las dos, pero no pueden ser am bas al
m ism o tiem p o .”
A h o ra bien, ¿hacia dónde va esta filo s o fía ? N o cabe duda de que re
tien e su irracionalism o extrem o de los tiem pos prefascistas. Cuando H e i
d egger d ice, hoy, que " e l pensam iento com ienza a llí donde caem os en la
cuenta de que la razón desde hace siglos g lo rificad a es 4a m ás tenaz co n
trad ictora del pensar” , no hace más que sacar las consecuencias extrem as
de lo que desde el p rim er m om ento se con ten ía im plícitam ene en la "eidé-
tica” husserliana. Y com o, según hem os visto, la fen om en o lo gía se halla
íntim am ente unida, en sus orígenes, al m achism o, a H eid egger no le cues
ta un esfuerzo dem asiado gran d e — en el fo n d o— ven ir a colocarse muy
cerca de la sem ántica. Su tozudez term inológica y su sutileza para las pa
labras son bien conocidas. P o r eso, hoy — y com o coronación del m achis
mo, de la fen om en o lo gía y de la sem ántica— , puede hacer del len gu aje
una m etod ología filo só fica. " E l pensam iento aglutina el len gu aje en el
sim ple decir. E l len g u aje es^ por tanto, el len gu aje del ser, com o las nubes
son Jas nubes del cielo. E l pensam iento abre, con su decir, surcos invisibles
en el lengu aje. M ás invisibles que los que el labrador traza, al recorrer
lentam ente la tierra que ara.” Es una sem ántica "p o ética” , com o matiz es
p ecífico alem án. P ero el abism o irracionalista es en ambos casos el m ism o,
ya se recurra deliberadam ente, com o fo rm a directa de expresión, a la
fo rm a "p o é tica” o a la form a fr ía y escueta d e la prosa.
P ero la aproxim ación m etod ológica apunta al acercam iento intrínseco.
E l ser heideggeriano (p o r op osición a l e n te ) n o se h alla muy lejos, d e 16
que, según W ittg e n stein , puede m ostrarse, pero n o expresarse. Y , p o r m é
todos sem ejantes se lle g a a consecuencias parecidas. H eid egger h ab ía salu
dado en H itle r el advenim iento d e una nueva era, con lo que — para de
cirlo con palabras suaves— quedó en u n a postura b ien poco airosa. H oy, se
m uestrá m ás cauteloso, p o r lo m enos en el m odo de expresarse, pero trata
d e agarrarse a los q u e m andan o cree é l que van a m andar, lo m ism o que
ayer se agarró a H itle r. Se expresa de u n m odo cauteloso y deliberada
m ente oscuros p ero a través d e esta penum bra d e ja traslucir, una vez más,
la idea d e una nueva e ra : "¿N o s.h a lla m o s, acaso, incluso en vísperas de la
m ás trem enda tran sform ación d e la tierra y del tiem po del espacio histó
ric o del que p en d e? ¿N os encontram os ante las prim eras som bras d e una
noch e que nos llevará a o tra aurora? ¿N os disponem os precisam ente a in
ternarnos en e l terreno histórico de este anoch ecer? ¿Será este territorio
crepuscular, en O rien te y en O ccid ente y a través de lo europeo, el esce
nario de la venidera y destinada historia inicial ? ¿Serem os ya nosotros,
hoy, gentes crepusculares, en un sentido que sólo se esclarecerá m ediante
nuestro paso a la noche del m u nd o? ¿ D e qúé nos siryen todas las filoso^
fía s de la historia calculadas sólo históricam ente, si no hacen m ás que
cegam os con lo que nuestra m irada puede abarcar en las m aterias histó
EPÍLOGO 677
i
ricam ente aportadas, explicarnos la h istoria sin entrar nunca a pensar los¿
fundam entos de sus razones explicativas a base de la esencia de la historia,;
y ésta a base del ser m ism o ? ¿Somos nosotros realm ente los hom bres ta r
díos q u e som os? ¿P ero som os tam bién, al m ism o tiém po, los h om bres]
prem aturos de la alborada de otra era com pletam ente distinta del m undo
que ha dejad o ya atrás nuestras actuales representaciones históricas de la
h isto ria ?”
La fo rm a interrogativa y las im ágenes de un estado de ánim o pesim ista
traslucen la situación actual de A lem ania. Son indispensables, pues el tono
pesim ista es, hoy, inseparable del deseo de in flu ir sobre la élite de la
intelectualidad, sobre todo de la alem ana. P ero, detrás de todo eso — es
condido en una deliberada penum bra— están, visibles o, por lo menos,
descifrables, los p e rfile s del "s ig lo norteam ericano” , del Estado m undial
b ajo la égida de los Estados U nidos. (C la ro está que, si eventualm ente
llegara a cobrar independencia un im perialism o alem án que aspirara de
nuevo a la dom inación m undial, estas palabras de H eid egger podrían in
terpretarse tam bién com o una "p ro fe c ía ” de é l.) A l parecer, H eid egger
no está todavía satisfecho con haberse puesto en evidencia b a jo H itle r y
aspira, incondicionalm ente, a un segundo fiasco. E l cual seria, sin duda, la
adecuada realización de su filo so fía de la historia, concebida com o la teo
ría del "e x tra v ío ” .
E n estas m anifestaciones de H eid eg g er lo m ás im portante es, natural
m ente — en un plano inmediato-— la perspectiva ya señalada por nosotros.
Pero, al lado de ella, no debe olvidarse tam poco, totalm ente, el m étodo. Y a
veíam os en su lugar oportuno cóm o H eid egger estatuye una historicidad
"ap ropiad a” , para poder así luchar m ás eficazm en te contra la h istorici
dad corriente, que él considera "v u lg a r” . Y esta tendencia se acentúa to
davía más en él en el períod o d e posguerra. El ser y el tiempo es todo
él, en esencia, una gran polém ica contra e l m arxism o, pero sin descubrir
este carácter ni a través de una sola alusión clara; pero, ahora, H eid egger
se siente ya obligado a llam ar a M arx p o r su nom bre. " L o que M arx
— dice— , en un sentido especial e im portante reconocía, partiendo de
H egel, com o la enajenación del hom bre, tien e sus raíces m ás profundas
en la carencia de patria del hom bre de los tiem pos m o d erno s. . . La con
cepción m arxista de la historia es superior a todas las demás, porque
M arx, al experim entar la enajenación, penetra en una dim ensión esencial
de la h istoria.”
C laro está que, en seguida — com o todos los vulgarizadores, burgueses
del conocim iento histórico— , reduce el m arxism o a la técnica. Pero, con
ello, proclam a ya abiertam ente que H eid egger considera el m arxism o com o
el fu ndam ental enem igo al que se trata de com batir. En todo esto se acusa,
de una parte, la batalla general de repliegue de la filo so fía.b u rg u esa fren te
al m arxism o. D el m ism o m odo que ya N ietzsche, después .de la negación
678 EPILOGO
VI
provocan una reacción y una resistencia tan rabosa por parte de la ciencia
y la filosofía burguesas reaccionarias. Por eso estas discusiones adoptan
cada vez más, en el "mundo libre” el carácter Krawtschenko. Cada vez se
habla menos de los problemas mismos que de las supuestas persecuciones
de que se hace víctimas en la Unión Soviética a los sabios y artistas "dis
crepantes”, "no conformistas” , tratando con ello de contrarrestar la fuerza
cada día más irresistible de atracción de la ciencia y el arte progresivos.
Claro está que, en estos procesos-Krawtschenko, se producen de vez en
cuando, inevitablemente, algunos curiosos "accidentes del trabajo” ; re
sulta técnicamente imposible, al parecer instruir a fondo a todos los agen
tes de cómo deben aprovechar al máximo todas las posibilidades de mentira
y de calumnia. Así, por ejemplo, a un senador W iley le ocurrió, no hace
mucho, el divertido contratiempo de que se lanzara a defender con santa
indignación, en nombre de la libertad de pensamiento, a los partidarios
del "lingüista Araktcheiev” perseguidos por Stalin, sin caer en la cuenta
dé que este personáje era un tristemente célebre general y político de los
tiempos del zar Nicolás I, cuyo nombre y cuyos métodos invocaba Stalin
precisamente para poner en evidencia a quienes entorpecían la libertad de
las discusiones científicas.
El otro aspecto nuevo en la defensa activa de la razón por las masas es
el movimiento de la paz. También este aspecto debemos considerarlo aquí
exclusivamente desde el punto de yista de nuestro problema: el aniquila
miento o la restauración de la razón. N o cabe duda de que también hoy,
como en su día bajo Hitler, la preparación de la guerra constituye la gran
fuerza social encaminada a destruir la razón; y, en la actualidad, su campo
de batalla- ideológico es la guerra fría. Esta significa la difusión de una
actitud de embotado fatalismo, de pánico, de miedo paralizador en la
gente del mundo entero. Tenemos acerca de esto el testimonio nada sos
pechoso y bastante fundado de Faulkner, quien dijo, en el discurso pro
nunciado por él al recibir el premio N obel: "L a tragedia de nuestro tiempo
es ese miedo general que domina al mundo. Venimos sintiéndolo desde
hace tanto tiempo, que ya podemos, incluso, soportarlo. Y a no existen
ninguna clase de problemas espirituales, ya no existe más problema que
el de saber cuándo saltará uno por los aires, hecho añicos.” Y , en términos
bastante parecidos, dice el escritor alemán Zuckmayer: "¿Cuál es, para nos
otros, la realidad de este mundo én que vivimos? P ara'la gran mayoría,
una horrible pesadilla. A mí me parece que el noventa por ciento de la
gente que hoy vive, repartida por todo el mundo, no quiere ni espera
lo que parece amenazar. Sin embargo, deja que vaya avanzando, sin la
posibilidad de contrarrestarlo, exactamente lo mismo que en las pesadillas
sabemos que soñamos algo horrible, y nos sentimos atormentados y aplas
tados por los sueños malos, sin ser capaces de quitárnoslos de encima, de
movernos, de gritar, de despertar a la realidad.”
688 EPÍLOGO
44
690 EPÍLO G O
Marx escribía, hace más de cien años: "Es evidente que el arma de la
crítica no puede suplir la crítica de las armas, que el poder material tiene
que ser derrocado por el poder material, pero también la teoría se con
vierte en un poder material, siempre y cuando que se adueñe de las masas."
Los marxistas sabemos que también en el terreno filosófico, la gran ba
talla decisiva entre la razón y la antirrazón, entre la dialéctica materialista
y el irracionalismo, después que esta lucha se ha convertido desde hace
mucho tiempo en la disputa en torno al marxismo, sólo llegará a su des
enlace final y victorioso qon el triunfo del proletariado sobre la burguesía,
con el derrocamiento del capitalismo y la instauración del socialismo. Y no
es necesario decir que todo esto es algo completamente ajeno a los fines
del movimiento de la paz. Por eso la aspiración, tan poderosa en esté mo
vimiento, a reponer a la razón en sus derechos, a restaurar el poder de la
razón, no podrá librar, ni siquiera en el terreno ideológico, la batalla final
y decisiva. Pero ello no menoscaba en lo más mínimo su importancia
histórico-universal. Ha abierto esta campaña con la marcha de seiscientos
millones de seres humanos, se dispone a movilizar a cientos de millones
más en la misma dirección y es el primer gran levantamiento de las masas
contra la locura de la sinrazón imperialista. Las masas, combatiendo por
la razón, han proclamado en medio de la calle su derecho a influir acti
vamente en la suerte del mundo. Y ya no renunciarán nunca a este dere
cho, al derecho a servirse de la razón en su propio interés y en interés de
la humanidad, al derecho a vivir en un mundo’ racionalmente gobernado
y no en medio del caos de la locura de la guerra.
Las obras citadas en el texto aparecen bajo el nombre de su autor. Los números
en cursiva remiten a las exposiciones más completas.
'»Adenauer, Konrad (n. 1876), 620, 669, 434, 435, 436, 437, 438, 469; N t e t z -
685 • se h e , d e r P h il o s o p h u n d P o l it ik e r , 275,
»Adler, Alfred (1870-1937), 517 435, 469
Adler, Max (1873-1937), 464 « Balzac, Honoré de (1799-1850), 135,
Agustín de Hipona (354-430), 578 137, 224, 282
Ammon, Otto (1842-1916), 564 Barrés, Maurice (1862-1923), 24
Andersen, Hans Christian (1805-75), Barth, Karl (n. 1886), 656
346 i Baudelaire, Charles (1821-67); 249,
Anschütz, Georg (n. 1886), 530 498; F l e u r s d u m a l [hay trad. esp.},
Apuleyo (n. c . 125 d. C.), 72 498
Araktcheiev, Alexei Andreievitch (1769- •Bauer, Bruno (1809-82), 13, 149, 206.
1834), 687 212, 213 s ., 218, 224, 238; D i e P o
- Aristóteles (384-322 a. c.)i 84, 148, s a u n e d e s jü n g s t e n G e r ic h t s , 213 t.
211, 223, 278, 315, 354, 414, 451, Bauer, Otto (1882-1938), 636
570 Bayle, Pierre (1647-1706), 80, 91, 187,
Aron, Raymond (n, 1905), 21, 624, 228, 294, 360
648, 660 ■Beethoven, Ludwig van (1770-1827),
* Arquimedes (c. 280-212 a. c .), 380
Avenarius, Richard (1843-96), 18, 22, 172
Belarmino, Roberto Francisco Römulo
181, 183, 193, 295, 312, 332, 382,
(1542-1621), 87
403; K r i t i k d e r f e in e n E r f a h r u n g ,
312; P h i l o s o p h i e a l s D e n k e n d e r W e lt Belinski, Wissarion Grigorievitch (1 8 1 L-
■ g e m ä s s d e m P r i n z i p d e s k le in s t e n
4 8), 616
K r a f t m a s s e s ( P r o l e g o m e n a z u e in e r
Bentham, Jeremy (1748-1832), 224,
K r i t i k d e r r e in e n E r f a h r u n g ) [hay 279, 280
trad. esp.], 312 Berdiaeff, Nicolai (1874-1948), 242,
654; D i a l e c t i q u e e x is t e n t ie lle d u d i v i n
Baader, Franz Xaver von (1765-1841), e t d ? l ’ h u m a in , 242
10, 108, 109, 121, 135, 136, 137, . Bergson, Henry (1859-1941), 14, 15,
141, 153, 161, 203, -218 20, 21, 22, 23, 24, 26, 27, 28, 93,
. Babeuf, François (1764-97), 43, 104, 197, 218, 232, 325, 337, 376, 414,
595 428, 501, 503
, Bacon, Francisco, barón de Verulam Berkeley, George (1685-1753), 90, 109,
(1561-1626), 72, 103, 452 155, 179, 180, 181, 182, 183, 184,
Bachofen, Johann Jacob (1815-87), 186, 191, 203, 312, 315, 316, 317,
158, 427; D e r M y t h u s v o n O r i e n t u n d 331, 333
O k z id e n t , 158, 436 Bernstein, Eduard (1850-1932), 25, 26,
Baeumler, Alfred (n. 1887), 75, 157, 65, 441, 463, 468, 486
158, 274 s ., 296, 306, 308, 310, 315, Bertram, Emst (n. 1884), 260
385, 4 3 4 -8 , 468, 469, 504, 505; B a c h Binder, Julius (1870-1939), 467
o fe n a ls M y t h o lo g e d e r R o m a n t ik , • Bismarck, Otto von (1815-98), 47, 48,
436; M ä n n e r b u n d u n d W is s e n s c h a f t , 52, 53, 58, 63, 70, 253, 267, 268
692
INDICE DE NOMBRES Y OBRAS 693
269, 274, 275, 276, 326, 328, 435, Calas, Jean (1698-1762), 164
448, 449, 456, 474, 476, 477, 488, ' Caldwell, Erskine (n. 1903), 663
540, 555, 566, 580, 581 •Camus, Albert (n. 1913), 234, 235,
Blanc, Louis (1811-82), 239 633, 635, 636, 637, 678
Blücher, Gebhard Leberecht, principe 1 Carlyle, Thomas (1795-1881), 105, 234,
(1742-1819), 60 264, 277,. 356, 593, 594
Bodin, Jean (1530-96), 680 Carnap, Rudolf (n. 1891), 630
Boehm, Franz, 435-6, 469, 470; Anù- Céline, Louis-Ferdinand (seudónimo de
cartesianismus, 435, 469 Louis Destouches, n. 1894), 407; Vo
Boesèn, Emil, 244 yage au bout de la nuit (hay trad,
Böhm-Bawerk, Eugen von (1851-1914), esp.], 407
477 César, Cayo Julio (100-44 a. c .), 508
Böhme, Jacobo (1575-1624), 72, 111 Cohen, Hermann (1842-1918), 260
Bolzano, Bernhard* (1781-1848), 387, 570
388, 390 Coleridge, Samuel Taylor (1772- 1834),
Bonald, Louis, vizcondc de (1754- 161
-1840), 14, 161
Commager, Henry Steele (n.*1902), 663
Borkenau, Franz (n. 1900), 666
Comte,' Auguste (1798-1857), 279, 471,
Bormann, Martin (1900-1945), 600
472, 475, 553
Börne, Ludwig (1786-1837), 238
Bossuet, Jacques Bénigne (1627-1704), ■Copérnico, Nicolás (1473-1543), 305
419 Comforth, Maurice, 631, 632
Boulainvilliers, Henri de (1658-1722), Courbet, Gustave (1819-77), 249, 615
539 Croce, Benedetto (1866-1952), 15, 16,
Bourget, Paul (1852-1935), 24 17, 28
Boutroux, Emile (1845-1921), 15 Cromwell, Oliver (1599-1658), 44, 61,
Brandes, Georg (1842-1927), 203, 256, 508, 680
260; Goethe in Dänemark, 203 Crossman, Richard (n. 1907), 667
■Brentano, Franz (1838-1917), 387, 388, Cusa, Nicolas de (1401-64), 212
390, 474 Cuvier, George (1769-1832), 101, 106,
Brogan, Denis William (n. 1900), 660. 145, 161, 199, 200
661
Bromfield, Louis (n. 1898), 642, 659, Chalybäus, Heinrich Moritz (1796-
660, 661; Mr. Smith (hay trad. esp.J, 1862), 208
659, 660, 661 ■ Chamberlain, Houston Stewart (1855-
Brüning, Heinrich (n. 1885), 63 •1927), 11, 289, 303, ЗЮ, 335, 379,
Bruno, Giordano (1548-1600), 80, 1 1 1 , 382, 467, 468, 470, 543, 544, 545,
125, 127 546, 551, 557, 565-80, 591, 592, 593,
Buckle, Henry Thomas (1821-62), 357 596, 597, 599, 601, 602, 604, 609;
Büchner, Ludwig (1824-99), 160, 328, Briefe, 565, 568, 570, 601; Die
332, 363 Grundlagen des 19 . Jahrhunderts,
Burckhardt, Jàkob (1818-97), 336, 535 468, 569, 573, 574, 575, 578; Po
Bürger, Gottfried August (1747-94), litische Ideale, 566, 579; Kant, 570,
34 573, 574, 577; Kriegsaufsätze, 579;
Burke, Edmund (1729-97), 14, 104, Wehr und Gegenwehr, 546, 566,
107, 161, 538 568, 569; Die arische Weltanschau
Burnham, James (n. 1905), 257, 638, ung, 572, 576 „
639. 640, 641, 642, 643, 644, 645, Chamberlain, Neville (1869-1940), 673
646, 647, 648, 650, .651, 659, 666, Chamfort, Nicolas Sébastian (1741-94),
667, 670; T h e Managerial Revolution. 261
638, 641 Chaplin, Charles (n. 1889), 663, 669
Busse, Ludwig (1862-1907), 467 Chase, Stuart (n. 1888), 625, 632, 634
694 ÍNDICE DE NOMBRES Y OBRAS
426, 433, 437, 438, 439, 443,, 446, Eluard, Paul (1895-1952), 669
i 447, 44«, 449, 456, 457, 458, 459, ■Engels, Federico (1820-95.), 5, 6, 30,
I 460, 475, 476, 485, 500, 325, 528, 32, 34, 42, 45, 50, 53, 60, 88, 90,
^ 565, 570, 576, 590, 592, 613, 657; 105, 106, 111, 133, 137, 138, 139,
B e it r ä g e z u r L ö s u n g d e r F r a g e v o m 140, 159, 160, 161, 162, 164, 191,
;t' U r s p r u n g u n s e r e s G l a u b e n s a n d ie 192, 203, 207, 208, 211, 212, 219,
g R e a lit ä t d e r A u s s e n w e lt [trad. esp. en 238, 239, 241, 252, 260, 279, 300,
el t. VI de las O b r d s , ed. FCE, pp. 312, 341, 463, 481, 487, 552, 554,
131-73], 337, 338; E i n l e i t u n g i n d ie 558, 581, 583, 584, 615, 672, 686;
G e is t e s w is s e n s c h a f t e n [t. I, ed. FCE], A n t i - D ü h r i n g [hay trad, esp.], 5, 90,
475; D i e . J u g e n d g e s c h ic k t e H e g e l s 105, 260, 463, 581, 672; D e r d e u t
ft. V, ed. FCE], 446; D a s L e b e n s c h e B a u e r n k r ie g [hay trad, esp.], 160,
S c h le ie r m a c h e r s , '351 161; D i a l e k t i k d e r N a t u r [hay trad,
Dimitroff, Georgi (1882-1949), 65, esp.], 88, 191; D i e h e ilig e F a m i l i e
604 [hay trad, esp.], 111; D i e d e u t s c h e
Dobroliubov, Nicolai Alexandrovitch I d e o l o g ie [hay trad, esp.], 83, 192,
(1836-61), 616 212, 213, 246, 603; K r i t i k d e s E r -
Donoso Cortés, Juan, marqués de Val- f u h r t e r P r o g r a m m s [hay trad, esp.],
degámas (1809-53), 529, 681 50, 583, 584; L u d w i g F e u e r b a c h u n d
Doriot, 666 d e r A u s g a n g d e r k la s s is c h e n d e u t
Dös Pairos, John (n. 1896), 666 s c h e n P h il o s o p h ie [hay trad, esp,], 6;
Dostoyevski, F e o d o r Michailovitch M a n if e s t d e r k o m m u n is t is c h e n P a r t e i
(1821-81), 241, 294, 363, 364, 365, [hay trad, esp.], 13, 326, 496, 686;
594, 645; Dos h e r m a n o s K a r a m a s o v , Z u r W o h n u n g s f r a g e [hay trad, esp.],
363; D e entra las s o m b r a s d e u n a 160
IN D IC E D E N O M B R E S Y O BRA S 693
Heidegger, Martin (n. 1889), 7, 10, 11, trad, esp.], 274, 439, 588, 596, 598,
14, 49, 69, 144, 157, 197, 232, 235, 6 0 0 ,6 0 4 ,6 0 5 .
243, 350, 362, 390, 397-421, 422, Hobbes, Thomas (1588-1679), 80, 90,
423, 424, 425, 428, 429, 430, 432, 92 , 294, 478, 481, 680
433, 436, 452, 458, 462, 482, 507, Höffding, Harald (1843-1931), 206;
513, 525, 527, 576, 590, 592, 633, Kierkegaard als Philosoph [hay trad.
645, 658, 669, 673, 674, 675, 676, esp.], 206
677, 678, 679, 682, 683; Kant und Holbach, Paul H. D. (1723-89), 90,
das Problem der Metaphysik [trad. 287
esp., FCE, Mexico, 1954], 404, 405, •Hölderlin, Friedrich (1770-1843), 34,
415; JVas ist Metaphysik? [hay trad. 108, 169, 351, 505, 616, 675
esp.], 412, 675; Sein und Zeit [trad. Homeco (c. 800 a. c .), 547; lltodo, 547,«
esp., FCE, México, 1951], 401, 402, Horthy von Nagybanya, Nikolaus
403, 405, 406, 407, 408, 409, 411, (n. 1868), 27
412, 413, 414. 415, 416. 417, 674, Huch, Ricarda (1864-1947), 443
677- Hugenberg, Alfred (1865-1951), 610
✓ Heine, Heinrich (1797-1856), 49, 133, Hugo, Gustav (1764-1844), 448 ■_
137 s., 238, 239, 298, 504, 505, 616 •Humboldt, Alejandro de (1769-1859), »
Helvecio, Claude Adrien (1715-71), 90, 611
279, 287 Humboldt, Guillermo de (1767-1835),
, Hemingway, Emest (n. 1898), 663 432
, Heräclito (r. 540-480 a. c .), 84, 211, . Hume, David (1711-76 ), 90, 184, 331
212, 262, 308, 315, 316, 317 Husserl, Edmund (1859-1938), 10, 243,
■Herder, Johann Gottfried (1744-1803), 350, 386, 387, 388, 389, 390, 392,
6, 34, 94, 98, 99, 101, 103, 104, 405, 633, 678; Logische Untersuchun
169, 179, 212, 380 gen [hay trad, esp.], 387; Philosophie
Herzen, Alejandro Ivanovitch (1812- als strenge Wissenschaft [hay trad,
70), 16, 442, 616 esp.], 387
Hesiodo (r. 700 a. c .), 265 Huxley, Aldous (n. 1894), 6 5 4 s.
Hess, M'oses (1812-75), 149 Huysmans, Joris Karl (1848-1907), 234
Heym, Stefan (n. 1913), 642
Hildebrandt, Kurt (n. 1881), 438 Ibsen, Henrik (1828-1906), 202, 408;
Himmler, Heinrich (1900-45), 586 Brand [hay trad, esp.], 202; Peer
Hindenburg, Paul von (1847-1934), 63, , Gynt [hay trad, esp.], 408
70 •Isatas, 499
Hippier, Wendel (c. 1525), 31
■Hitler, Adolfo (1889-1945), 4, 7, 9, Jacobi, Friedrich Heinrich (1743-1819),
10, 11, 14, 23, 24, 27, 69, 70, 71, 76, 91, 93, 94, 95, 96, 97, 98, 120,
72, 73, 74, 202, 243, 259, 273, 274, 135, l4 l, 447, 451, 459; Über die
277, 285, 289, 310, 315, 382, 399, Lehre des Spinoza. . . , 95, 97
409, 410, 425, 429, 431, 433, 434, Jacobi, Johann (1805-77), 46
435, 437, 438, 439, 467, 469, 506, Jacobsen, Jens Peter (1847-85), 363;
507, 516, 518, 519, 524, 527, 533. Niels Lyhne [hay trad, esp.], 363
534, 535, 536, 543, 544, 545, 563, » James, William (1842-1910), 14, 15,
566, 578, 579, 580, 383-613, 616, 17, 18, 19, 20, 21, 22, 26, 27, 28
618. 620, 621, 622, 623, 624, 628, Jaspers, Karl (n. 1883), 10, 69, 144,
630, 634, 636, 637, 638, 639, 640, 260, 296, 297, 299, 316, 398, 399,
641, 642, 643, 644, 646, 647, 648, 400, 407, 421-6, 430, 432, 436, 462,
649, 650, 651, 652, 653, 662, 664, 497, 500, 507, 513, 525, 590, 672,
665, 666, 670, 671, 672, 673, 674, 673, 683; Philosophie, 424; Psycho
675, 676, 677, 679, 680, 682, 683, logie der Weltanschauungen [haj
685. 686. 687, 690; Mein Kampf Гhav trad, esp.], 421, 422; D ie geistige Si
698 ÍNDICE DE NOMBRES Y OBRAS
tuation der Zeit £hay trad. esp.J, 423, O lo une о lo otro, 225, 227, 233;
424; Vernunft und Existenz, 422 Temor y temblor [hay trad. esp.],
Jeans, James (1877-1946), 136 227; Etapas en e l camino d e la-vida
Jeanson, Francis, 636 [hay trad. esp.], 225; Diario, 231,
Jellinek, Georg (1851-1911), 493, 529, . 240, 243, 245
530 Klages, Ludwig '(n. 1872), 10, 157,
Jordan, Wilhelm (1819-1904), 461 197, 351, 426-30, 431, 433, 438, 439,
.Joyce, James (1882-1941), 407 482, 497, 576, 590, 591, 592; Der
Jünger, Emst (n. 1895), 430-4, 435, Geist als Widersacher der Seele, 426-
436, 682, 683, 684; D er Arbeiter— 30; Vom kosmogonischen Eros., 426,
Herrschaft und Gestatt, 431, 682; He 428; D er Mensch und das Leben, 427;
liopolis, 683 Vom Wesen des Bewusstseins, 427,
429
- Kafka, Franz (1883-1924), 633, 635 Kleist, Heinrich von (1777-1811), 282;
. Kant, Immanuel (1724-1804), 12, 16, Michael Kohlhass [hay trad'. esp.],
24, 34, 49, 88, 95, 106, 109, 110, 282
111, 112, 113, 114, 115, 116, 117, Knies, Karl (1821-98), 474, 497
118, 120, 122, 124, 135, 150, 154, Koestler, Arthur (n. 1905), 257, 658,
155, 170, 176, 178, 179, 180, 181, 659, 666, 667, 670; The Age o f Long-
186, 188, 189, 190, 191, 192, 193, ing [hay trad. esp.], 658
194, 195, 200, 203, 219, 224, '259, Koltchak, Alexander Vasilievith (1874-
282, 315, 327, 329, 331, 336, 338, 1920), 644
343, 351, 357, 368, 369, 377 403, Krawtschenko, Viktor A. (n. 1905),
404, 414, 415, 441, 444, 445, 446, 636, 646, 666, 667, 668, 687
447, 451, 454, 455, 456, 458, 462, Krieck, Emst (n. 1882), 434, 437-8,
468, 504, 562, 570, 572, 573, 574, 591, 596, 597;- Völkisch-politische
577, 580, 581, 616, 673;Kritik der Anthropologie, 437, 438, 591, 596
Kroner, Richard (n. 1884), 451, 452,'
Urteilskraft [hay trad, esp.], I l l , 112,
113, 122; 190; Kritik der reinen Ver 453, 454, 455, 456, 457,' 458, 459,
nunft [Kay trad, esp.], 181, 414 460, 461, 462, 467, 514; Von Kant
Kapp, Wolfgang (1858-1922), 61 zu Hegel, 453, 454, 458; D ie Selbst
Kaufmann, Walter A., 260, 278, 296, verwirklichung des Geistes, 462
297, 298, 307, 634; Nietzsche, 278 Krupp von Bohlen und Haibach, Gus
. Kautsky, Karl (1854-1938), 449, 583 tav (n. 1870), 620
Keller, Gottfried (1819-90), 249 Kugelmann, Ludwig (1830-1902), 300.
Kelsen, Hans (n. 1881), 493, 529, 530; 553
Hauptprobleme der Staatsrechtslehre, Kuntze, Friedrich (1881-1929), 75; Die
493 Philosophie Salomon Maimons, 75
Keplero (1571-1630), 72
. Keynes, John Maynard (1883-1946), La Bruyère. Jean de (1645-96), 91
627 Lagarde, Anna de, 565
Keyserling, Hermann, conde (1880- Lagarde, Paul Anton de (1827-91), 10,
1946), 10, 374 75, 328, 335, 467, 504, 565,. 566, 567,
. Kierkegaard, Sören (1813-55), 6, 10, 572, 573, 580; Drei deutsche Schrif
12, 13, 14, 19, 73, 93, 119, 141, ten, 468, 566, 602
142, 154, 155, 162, 163, 192, 202- * Lamarck, Jean Baptiste de Monet de
48, 251, 252, 260, 316, 317, 326, 330, (1744-1829), 106
398, 399, 401, 404, 405, 411, 412, Lammers, H. H., 606
413, 417, 418, 419, 420, 421, 422, Lamprecht, Karl (1856-1915), 486
424, 425, 436, 452, 453, 460, 464, Langbehn, August Julius (1851-1907),
513, 581, 654, 674; Mensaje lite 257, 566; Rembrandt als Erzieher,
rario. 13; Migajas filosóficas, 217; 566
ÍNDICE DE NOMBRES У OBRAS 6У 9
Lange, Friedrich Albert ( 1828-75 ), 500, Lipmann, Walter (n. 1889), 624, 625
552, 553 626, 627, 635, 638, 655, 659, 666
s Laplace, Pierre Simon <1749-1827), 88, Locke, John (1632-1704), 90, 142
106, 377, 415 . ' Lombardi, Ricardo (n. 1909), 651
Lapouge, Georges Vacher de (1854-?,), Lombroso, Cesare (1836-1909), 559
562, 564 Louchain, Aline B., 66.1
Latenz, Karl (n. 1903), 467 Löwith, Karl (n. 1897), 12, 13, 204,
, La Rochefoucauld, François ( 16 13 -8 0 ), 213, 675; V o n H e g e l z u N ie t z s c h e ,5.
91, 171, 261, 280 12, 204; H e id e g g e r — D e n k e r in d iirj '
Lask, Emil (1875-1915), 10, 75, 76 t ig e r Z e i t , 675
■ Lassalle, Ferdinand (1825-64), -52, 53, Ludendorf 1, Erich (1865-1937), 492
262, 263, 442, 443 493, 566, 605
Lassen, Adolf (1832-1917), 442 Lueger, Karl (1844-1910), 544, 585
Lawrow, Peter Lawrovitch (1823-1900), Luis Felipe, rey de Francia (.1773-
300 1850), 536
' Le Bon, Gustave (1841-1931), 25; Psi 1 Lukács, Georg (n. 1885), 132, 160;
cología de las masas, 25 E x is t e n t ia lis m u s oder M a r x is m u s ?,
’ Leibniz, Gottfried Wilhelm (1646- 630; G o e t h e u n d s e in e Z e i t , 461;
1716), 80, 9L 94, 97, 134, 187 D e r ju n g e H e g e l, 116, 131, 132, 192,
* Lenin, Vladimir Ilich (1870-1924), 5, .209, 446, 447; K a r l M a rx u n d F r ie
d r ic h E n g e l s a ls L it e r a t u r h is t o r ik e r ,
25, 26, 36, 41, 52, 78, 8 5 ,1 3 0 , 156,
284; S k iz z e e in e r G e s c h ic h t e d e r n e u e
178, 179, 181, 192, 195, 211, 219,
238, 289, 311, 312, 361, 409, 509, ren d e u tsch e n L it e r a t u r , 160, 284;,
D e u t s c h e R e a lis t e n d e s 19 . Ja h rh u n
512, 581, 582, 583, 595, 602, 616,
d e rts , 298
656,’ 669, 686; M a t e r ia lis m o y e m p i
r io c r it ic is m o [hay trad, esp.], 5, 156,
Lunatcharski, Anatol Vasilievitch (1875-
179, 669; A u s d e m p h ilo s o p h is c h e n 1933), 295
N a c h la s s , 78, 192, 195; ¿ Q u é h a c e r ?
Lund, Henriette, 244
[hay trad, esp.], 509 Lutero, Martin (1483-1546), 299
Leo, Heinrich (1799-1878), 256 Luxemburg, Rosa (1871-1919), 61, 62
Lepechinskaia, Olga Borisovna (n. 1871) Lysenko, Trofim Denisovitch (n. 1898)
88 22, 82. 88
Lessing, Gotthold Ephraim (1729-81),
■MacArthur, Douglas (n. 1880), 643
49, 80, 95, 96, 97, 98, 134, 164, ■MacCarran (n. 1876), 665
245, 504, 505, 616 MacCarthy, Joseph P. (1909-56), 285
Lessing, Theodor (1872-1933), 10, Mach, Emst (1838-1916), 18, 21, 22.
426 152, 181, 183, 193, 295, 312, 317
Lewis, Sinclair (1885-1951), 19, 623, 332, 382, 392, 402, 403, 633
660, 662; B a b b it [hay trad, esp.], 19,
Mailer, Norman (n. 1923), 622, 642
659, 6 6 0 , 6 6 2 ; D r . m e d . A r r o w s m it b
665; L o s d e s n u d o s y l o s m u e r t o s , 6 2 Í
[hay trad, esp.], 662; E l m e r G a n t r y
Maimón, Salomon (1753-1800), 340
[hay trad, esp ], 623, 662; K i n g s b l o o d
Maine de Biran, François Pierre (1766|
R o y a l [hay trad, esp.], 662
1824), 14, 161
Liebknecht, Carlos (1871-1919), 62 Maistre, Joseph Marie, conde de (1754'
Liebknecht, Guillermo (1826-1900), 53 1821), 14, 161, 681
Liebmann, Otto (1840-1912), 329, 443; , Malebranche, Nicole (1638-1715), 193
K a n t u n d d i e E p ig o n e n , 329, 443 Malraux, André (seudónimo de- Andr«
Lilienthal, Karl von (1853-1927), 475 Berger, n. 1901), 256, 407, 662, 66«
Lincoln, Abraham (1809-65), 634 . Malthus, Thomas Robert (1766-1834)
Linguet, Henri (1736-94), 105 553, 627, 634, 638
Linneo, Carlos (1707-78). Ю1, 106 , Mandeville, Bernard de (1670-1733)
145, 199, 200 91, 105, 170, 261, 287
700 IN D IC E D E N OM BRES Y OBRA S
Ranke, Leopold von (1795 1886), 100, huaderts, 439, 468, 519, 591, 598,
336, 375, 379, 448, 449, 485 599, 602, 607, 640
Rathenau, Walter ( 1867 - 19 2 2 ), 56, 324, Rosenkranz, Karl (1805-79), 16, 133,
368, 490, 495, 500, 584, 683; B riefe, 327, 443; Hegels Leben, 133
500 . Rosenzweig, Franz (1886-1929), 456,
Ratzenhofer, Gustav (1842-1904), 333- 469; H egel und der Staat, 456
61; D ie soziologische Erkenntnis, 555; Rougemont, Denis de (n. 1906),-657,
Grundriss der Soziologie, 558, 559, 658, 659, 690
561 ■ Rousseau, Jean-Jacques (1712-78), 90,
Rauschning, Hermann (n. 1887), 439, 99, 100, 101, Í03, 105, 179, 212,
586, 587, 602, 609, 610, 640, 641, 268, 278, 287, 294, 299, 356
659, 660, 665; T he V oice o f Destruc- Rousset, David, 637
tion [hay trad. esp.], 439, 586 Ruge, Arnold (1802-80), 13, 204, 461
Ree, Paul (1849-1901), 281 •Russell, Bertrand (n. 1872), 655
Reimarus, Hermann Samuel (1694-
1768), 134
' Sade, marqués de (1740-1814), 635
Rembrandt, Harmensz van Rijn (1606-
, Saint-Simon, Claude Henri de (1760
69), 380
1825), 299, 471, 553
Renan, Emest (1823-92), 545
Salomón, Bruno von, 683
Reuter, Ernst (1889-1953), 666
Reuter, Fritz (1810-74), 625 Salomón, Emst von (n. 1902 ), 682,
Ricardo, David (1772-1823), 81, 166, 683, 684; Der Fragebogen. 682, 684
169, 287, 478, 627 Salomon, Ille, 684, 685
Rickert, Heinrich (1863-1936), 10, 11, « Sartre, Jean Paul (n. 1905), 243, 633,
17, 100, 260, 343, 374, 375, 443, 636, 6¿9, 678, 679
453, 454, 485, 494, 508, 581; Die Savigny, Friedrich Karl von (1779-
Grenzen der naturwissenschaftlichen 1861), 133, 146, 448, 458, 474, 538
Begriffsbildung, 485 Savonarola, Girolamo (1452-98), 299
Ridgwap, Matthew Banker (». 1895), Say, Jean-Baptiste (1767-1832), 280,
'285 e» • 627, 634
Riehl, Aloys (1844-1924), 474 Scott, Evelyn (n. 1893), 663
Rilke, Rainer Maria (1875-1926), 284, -Scott, Walter ( 1 7 7 1 - 18 3 2 ), 104
398, 658 Schacht, Hjalmar (n. 1877), 278, 620
Robeson, Paul (n. -1892), 663 Schaffte, Albert Eberhard Friedrich
Robespierre, Maximilien de (1758-94), (1831-1903), 475
43, 88, 299, 542 Schamhorst, Gerhard von (1755-1813),
Rodbertus, Johann Karl (1805-75), 478 35, 50
Rolland, Romain (1866-1944), 615 Schauwecker, Franz (n. 1890), 274;
Röpke, Wilhelm (n. 1899), 625, 626, Ein Dichter und die Zukunft, 274
628, 666 Scheler, Max (1874-1928), 10, 21, 350,
Roscher, Wilhelm (1817-94), 474, 497 372, 384, 383-97, 401, 404, 405, 421,
Rosenberg, Alfred (1893-1946), 7, 8, 430, 512, 613, 633, 678; Der Forma
11, 69, 71, 75, 289, 310, 382, 385, lismus in der Ethik und die materiale
409, 433, 434, 438-40, 467, 468, 504, Wertethik [hay trad. esp.], 393, 396;.
505, 507, 519, 534, 542, 543, 544, D er Genius des Krieges und der
545, 563, 576, 578, 580, 585, 591, deutsche Krieg, 373; Moralin, 394;
592, 593, 595, 596, 597, 598, 599, Schriften aus dem Nachlass, 386,
600, 601, 602, 606, 607, 609, 611, 389; Versuch einer Soziologie des
613, 640, 646, 653, 654, 670; Blut TVissens [hay trad. esp.], 395, 397;
und Ehre, 606; Gestalten der Idee, Philosophische Weltanschauung, 394
467, 580; Krisis und Neubau Euro Schelling, Friedrich Wilhelm Joseph
pas, 596; Der Mythus des 20. Jahr- (1775-1854). 6, 9, 10, 11. 12, 14,
INDICE GENERAL