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¿POR QUÉ IR A LA IGLESIA?

"Dijo también a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás,
esta parábola: «Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro
publicano. 11. El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: "¡Oh
Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces,
injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. 12. Ayuno dos veces por
semana, doy el diezmo de todas mis ganancias." 13. En cambio, el publicano,
manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que
se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy
pecador!" 14. Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquel no. Porque
todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.»"
Lucas, 18, 9-14"

¿Rezar en casa no es suficiente?


La Iglesia ha sido casa de Dios y lugar de oración. Jesús frecuentaba el
templo de Jerusalén con María, José y los apóstoles. Hay quien dice: “Yo
rezo en casa, porque no me gusta presentarme en público. Además, Dios esta
en todas partes”; acto seguido, cita las palabras de Jesús cuando afirmó;
“Cuando ustedes recen, no imiten a los que dan espectáculo; les gusta orar de
pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que la gente lo vea.
Yo les digo que ellos han recibido ya su premio. Pero tú, cuando reces, entra
en tu pieza, cierra la puerta y ora a tu Padre que está allí, a solas contigo. Y tu
Padre, que ve en lo secreto, te premiará” (Mt 6,5-6)
Como sabemos, al pronunciar esas palabras Jesús estaba hablando de los
fariseos, que eran unos hipócritas. Lo que el Señor condena no es la oración
en la oración en la Iglesia, sino la oración carente de sinceridad. Cristo
quiere decirnos que la oración no debe ser pronunciada de dientes para
afuera; por el contrario, debe surgir del corazón. Al hacer referencia a los
rezos rutinarios y vacíos de los fariseos está haciendo suyas las palabras de
Isaías, quien dijo: 2Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está
lejos de mí” (Mt 15, 8; Is 29, 13)

Rezar con los demás


Jesús indica con toda claridad la importancia que tiene orar en comunidad.
Éste es su mensaje: “Asimismo yo les digo: si en la Tierra dos de ustedes se
ponen de acuerdo para pedir alguna cosa, mi Padre Celestial se lo concederá.
Pues donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo, en medio
de ellos” (Mt 18, 19-20)
El mismo Padrenuestro, que él nos enseñó personalmente, es una oración
comunitaria. Nadie puede rezarlo pensando sólo en sí mismo. Lo reza con los
demás o, por lo menos, pensando en ellos, puesto que Jesús mando que
dijéramos Padre “nuestro”, no Padre “mío”; venga a “nosotros” tu Reino, no
venga a “mí” tu Reino. Y quien no dice “nuestro pan” no puede decir “Padre
nuestro”.
El individualismo esta fuera de lugar en el Evangelio, ya que la Palabra de
Dios nos enseña a vivir fraternalmente. El mismo cielo es visto como un
lugar en donde se reúne una multitud festiva, y no como un conjunto de
departamentos donde los individuos se hallan aislados.
Si echamos un vistazo a la historia nos daremos cuanta de que la religión ha
tenido siempre un sentido de comunidad. Quizás el ejemplo mas notable sea
el de “pueblo de Israel”. Dios constituyó un “pueblo” y acompañó
permanentemente a su gente, cuyo origen se remontaba a Abrahán. Y el
Pueblo de Dios se dirigía en caravanas al templo de Jerusalén, cantando
salmos de alabanza, de súplica y de acción de gracias. A ese Pueblo de Dios le
prometió un Salvador, y Jesús vino para que en él se cumplieran las
promesas hechas a Israel.

Somos un “Iglesia”

La Iglesia es el nuevo Pueblo de Dios. A través de ella Jesús estableció la


Alianza nueva y eterna, signándola con su propia sangre. La palabra “Iglesia”
significa asamblea, y esta se halla confirmada por un pueblo reunido en la fe,
en el amor y en la esperanza del llamado de Jesucristo. Los apóstoles se
reunían en comunidades cristianas para escuchar la Palabra de Dios, orar y
celebrar la Eucaristía.
La Misa ha constituido siempre el núcleo de la comunidad y el símbolo de la
unidad, en tanto es celebrada por quienes recibieron el mismo bautismo,
viven la misma fe y se alimentan del mismo pan. Todos los fieles forman un
solo “cuerpo”. San Pablo dijo a los cristianos: “Ya no hay diferencia entre
judío y griego, entre esclavo y hombre libre; no se hace diferencia entre
hombre y mujer, pues todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús” (Gal 3,28).
Vivimos en sociedad
Dios creó la humanidad para convivir, no para vivir en aislamiento. Nuestra
naturaleza es social. Nos gusta reunirnos en un estadio para echar porras;
disfrutamos ir al cine con los amigos; trabajamos en equipo porque es mas
productivo; vamos a la escuela porque a solas es difícil aprender: tomamos
aperitivos en los bares porque hacerlo al lado de los amigos es mas divertido;
huimos de la soledad porque vivimos en solitario es triste. Ahora bien, si en
todo lo que llevamos a cabo disfrutamos el contacto con los demás, ¿Poe qué
habríamos de ahogar nuestra fe encerrándonos en una habitación y orando
siempre a solas? ¿No es verdad que el Dios ene l que creemos es
precisamente aquel que creo como hermanos a todos los seres humanos, “a
su imagen y semejanza”?

Por otro lado, “entrar a un cuarto y encerrarme bajo llave” podría indicar que
deseo cierta “intimidad” para orar; en otras palabras, que quiero estar a solas
para que mi oración en comunidad no sea falsa, de dientes para afuera, como
dijo el mismo Cristo “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón
está lejos de mí” (Mt 15, 8) No esta mal orar de manera individual, pero no es
suficiente.

1. ¿Qué nos dice Jesús acerca de la oración comunitaria?


2. ¿Cómo debe ser nuestra oración?
3. ¿Qué significa la Eucaristía para la comunidad?
4. ¿Qué dijo San Pablo a los cristianos respecto de la unidad?
5. ¿Qué podría querer decir entrar en un cuarto y encerrarnos bajo llave?
6. ¿Cuál era la actitud de los fariseos al orar?
7. ¿Te sientes miembro de la comunidad parroquial?
8. ¿Te gusta rezar en compañía de los demás?

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