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Cátedra: Prehistoria del Viejo Mundo – 2008 – Trabajo Práctico Nº 5.


Traducción: Lic. Aixa Vidal
Revisión: Prof. Dra. Paola Ramundo

Evolutionary Anthropology 14:12–27 (2005)


© 2005 Wiley-Liss, Inc.
DOI 10.1002/evan.20037
Published online in Wiley InterScience
(www.interscience.wiley.com).

La coincidencia imposible. Un modelo de especie única para explicar los orígenes del comportamiento
humano moderno en Europa
PAUL MELLARS

Paul Mellars es profesor de Prehistoria y Evolución Humana en el Departamento de Arqueología en la Universidad de


Cambridge. Tras su participación en el renombrado debate sobre el musteriense con Francois Bordes y Lewis Binford en
las décadas de 1960s y 1970s, sus investigaciones se centraron en los orígenes del comportamiento y la dispersión
geográfica de las poblaciones humanas anatómicamente modernas, y la extinción de los Neandertales en Europa. Es autor
de The Neanderthal Legacy, y coeditor de The Human Revolution, Modelling the Early Human Mind y otras
compilaciones de conferencias. Ha dirigido excavaciones en sitios mesolíticos en Inglaterra (Star Carr) y Escocia
(Oronsay).
Departamento de Arqueología, Universidad de Cambridge, Downing Street, Cambridge, CB2 3DZ, UK. E-mail:
p.a.mellars@arch.cam.ac.uk

Pocos temas dentro de la palaeoantropología han suscitado más debates últimamente que el origen y las causas de las
importantes transformaciones de los patrones conductuales humanos que marcaron la transición del Paleolítico Medio al
Superior en Europa (1–11). Quienes argumentamos la existencia de una verdadera “revolución” tecnológica y cultural
en este punto de la secuencia paleolítica señalamos tres elementos principales (1,2,9,11–14): el amplio rango de
diferentes aspectos de comportamiento que aparentemente estuvieron afectados (Fig. 1); la celeridad y brusquedad
relativa que denotan estos cambios en el registro arqueológico de distintas regiones de Europa; y las potencialmente
importantes implicancias sociales y cognitivas de las innovaciones involucradas. Pero lo más sorprendente de este
contexto es la súbita aparición y proliferación de diversas formas de dientes de animales y valvas perforadas, junto a
cuentas y otros adornos personales y el aún más inesperado surgimiento de formas de arte sumamente variadas y
sofisticadas que van desde las representaciones de genitales masculinos y femeninos, las figuras sumamente estilizadas
de animales o combinaciones de animales y humanos del sur de Alemania, hasta las sorprendentes pinturas rupestres de
Cueva Chauvet (8,15–18). Podría agregarse la gran proliferación de los más enigmáticos pero potencialmente
significativos sistemas abstractos de “notación” en artefactos de hueso y marfil (19). La mayoría de los prehistoriadores
están de acuerdo en que describir la revolución del Paleolítico Superior en Europa fundamentalmente como el reflejo del
origen de la expresión y el comportamiento explícitamente simbólicos no es ninguna exageración. Entonces, es bastante
seguro asumir que la conducta y expresión simbólica con este nivel de complejidad serían inconcebibles de no existir
sistemas lingüísticos altamente estructurados y cerebros muy similares, si no iguales, al nuestro (5,17,20–28).

Si aceptamos todas estas implicancias sociales, simbólicas y cognitivas como patrones de


comportamiento distintivos del Paleolítico Superior, la cuestión de la forma exacta en que surgieron estos
patrones de comportamiento y las capacidades mentales asociadas en las poblaciones europeas es uno de los
temas prioritarios en las investigaciones sobre evolución y cognición. A grandes rasgos, nos enfrentamos a
dos alternativas bastante firmes y notoriamente opuestas: que estos patrones de comportamiento y los niveles
de cognición asociados surgieron por un proceso puramente interno de comportamiento y evolución cognitiva
entre las poblaciones europeas, extendiéndose directamente por la línea de los neandertales europeos; o, por
otro lado, que por lo menos la mayoría de los nuevos patrones de comportamiento, junto con las capacidades
cognitivas necesarias para estas innovaciones, se deben a un importante ingreso de nuevas poblaciones en
Europa que provenían en última instancia de África o de Asia (29,30).
No es necesario resaltar la importancia de este tema en términos evolutivos. Si los neandertales
realmente desarrollaron de forma independiente el amplio rango de comportamientos que tradicionalmente se
han considerado el distintivo de los humanos plenamente “modernos”, sería sin duda el dato más importante
que hayamos aprendido sobre ellos desde su descubrimiento inicial hace más de 150 años. A continuación
presentamos una revisión tan sucinta como sea posible de estas dos alternativas, tomando en cuenta las
recientes investigaciones arqueológicas y biológicas.

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En un trabajo reciente (31) sinteticé la primera de estas posibilidades desde una perspectiva
evolutiva, explícitamente darwiniana, que enfatiza principalmente el complejo patrón de cambios ambientales
y climáticos que se produjeron en Europa hacia mediados de la última glaciación (el período de isótopos de
oxígeno nivel 3, desde ca. 60.000–25.000 BP (32)) y los potenciales efectos selectivos y adaptativos de estas
oscilaciones ambientales en los patrones demográficos, sociales y culturales de las poblaciones locales de
neandertales (Fig. 2). Reducida a su última expresión, este modelo asume que la aparición de fluctuaciones
ambientales de importancia, rápidas y sucesivas, podrían haber precipitado la presencia de episodios
sucesivos de aumentos demográficos y competencia social entre grupos vecinos de neandertales tanto por el
espacio como por los recursos, que posteriormente habrían impuesto fuertes presiones selectivas en casi todos
los aspectos de sus adaptaciones culturales y de comportamiento, produciendo una variedad de patrones
asociados de cambio tecnológico, económico y social (33).
Se puede considerar que una mayor inversión en diversas formas de expresión y comunicación
simbólica sea una adaptación evolutiva potencialmente directa para hacer frente a el aumento de las presiones
sociales y demográficas que surgieron a partir de los patrones contemporáneos de cambio climático y
ambiental (7,9,34,35). Sin duda, este modelo implica automáticamente que todas las capacidades intelectuales
y neurológicas necesarias para estos comportamientos ya estaban presentes en las poblaciones locales de
neandertales en Europa, o bien que estas habilidades surgieron, posiblemente a raíz de una o más mutaciones
genéticas (23,36) como otra consecuencia evolutiva directa de las diferentes presiones ambientales,
demográficas u otros factores selectivos a los que se vieron expuestos los neandertales europeos.
Evidentemente, este tipo de modelo evolutivo local representa una perspectiva teórica interesante
para explicar los posibles orígenes de la cultura del Paleolítico Superior en Europa, y se ha discutido en
muchas oportunidades desde diferentes perspectivas (3,4,37–40). Sin duda, fue un componente esencial e
integral del modelo de continuidad multirregional o regional del origen de los humanos modernos que en gran
medida dominó este tema en las décadas de 1960 y 1970 (41), al mismo tiempo que las nociones fuertemente
“procesualistas” de la Nueva Arqueología y las fuertes reacciones contra la difusión y migración a gran escala
como un principio explicativo del cambio en la prehistoria. Recientemente, Franceso d’Errico (4) propuso una
explicación similar.
Sin embargo, aunque consideremos estos argumentos de la forma más amplia posible, sigo viendo
diferentes obstáculos de importancia para considerar que estos procesos evolutivos puramente locales e
indígenas aporten más que, en el mejor de los casos, una explicación parcial e inadecuada para la expansión
de innovaciones radicales de comportamiento que definen la clásica transición Paleolítico Medio-Superior en
Europa (Fig. 1).

Innovaciones del Paleolítico Superior Inicial

1. Mejoras en la tecnología de hojas y hojitas (talla)


2. Nuevas formas de raspador frontal y buril
3. Aumento de las “formas planificadas” en la manufactura de herramientas (aparición de nuevas formas de
artefactos como “fósiles directores/guías”)
4. Herramientas complejas sumamente formatizadas de hueso, asta y marfil
5. Aparición de adornos personales (dientes y valvas marinas perforados, piedras formatizadas y cuentas de marfil)
6. Aparición de formas complejas y variadas de arte (grabados, esculturas, arte parietal)
7. Aparición de sistemas de “notación” simbólicos
8. Nuevos instrumentos musicales (flautas de hueso de ave)
9. Redes de distribución e intercambio a larga distancia (de valvas marinas, piedras de buena calidad, etc.)
10. Mejora de las armas arrojadizas
11. Cambio rápido de los patrones tecnológicos
12. Aumento de la densidad demográfica
13. Sitios de ocupación más estructurados
14. Aumento de la “especialización” en los patrones de explotación de algunos animales

Figura 1. Innovaciones del comportamiento en el paleolítico superior inicial en Europa. Para más detalles, véase Bar-
Yosef (1,2), Gamble (12), Klein (66), Mellars (9,13,27,68,69), Kozlowski (137), White (15,16), Le Bon (107), Conard y
Bolus (8).
En mi opinión, el problema se origina en dos fuentes independientes: en primer lugar, la avalancha
de información actualizada sobre el origen anatómico y genético, y la expansión geográfica de las poblaciones
biológicamente “modernas”; y segundo, el conjunto de desarrollos igualmente importante en la interpretación
de la evidencia arqueológica. La premisa que surge es que cualquier evaluación bien balanceada de la

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problemática sobre el origen de los patrones de comportamiento “moderno” en Europa o cualquier otro
continente debe basarse en un análisis fuertemente integrado de ambas fuentes de evidencia. Si bien estoy
plenamente de acuerdo con d’Errico en que tanto la evidencia biológica como la arqueológica deben, en cierto
nivel, considerarse independientemente para, de alguna manera, permitirles “contar sus propias historias”,
para obtener una perspectiva integral del origen de los humanos modernos es inevitable que se relacionen las
evidencias arqueológicas y biológicas. Básicamente, no podemos darnos el lujo de permitirnos mirar sólo un
aspecto de la problemática científica si queremos que la paleoantropología se defina como una disciplina
científica integrada. Desde esta perspectiva, creo que las consideraciones fundamentales pueden sintetizarse
como se explica en el próximo punto.

LA CORRELACIÓN ENTRE EL COMPORTAMIENTO Y LOS CAMBIOS BIOLÓGICOS


El primer obstáculo, y también el más evidente, para un modelo de “evolución independiente” para el
origen de los patrones modernos de comportamiento en Europa lo constituye la extraordinaria coincidencia
entre los momentos en que aparecen las principales innovaciones en el comportamiento que definen la
tradicional transición Paleolítico Medio-Superior en Europa y Asia occidental y el momento de expansión de
las poblaciones humanas anatómica y genéticamente modernas en el continente (Fig. 3). La evidencia de esta
diáspora está bien documentada en la bibliografía reciente (29,30,42) y se basa en cuatro líneas de evidencia
diferentes y esencialmente independientes:
1. Cuando se analiza la evidencia de los patrones de ADN mitocondrial de las poblaciones europeas
modernas en términos de patrones de “linajes fundadores”, se nota una dispersión inicial de poblaciones
plenamente modernas en un sentido genético (o sea, con patrones que derivan claramente del mtADN
africano) que se extiende por toda Europa en algún momento entre el ca. 40.000 y el 50.000 AP (43–45)
evidente sobre todo en la distribución del haplogrupo U5. En la actualidad se entiende que todos estos
patrones de mtADN son radicalmente diferentes de los de las poblaciones neandertales precedentes en
Europa, que, según el análisis de siete muestras fósiles independientes, presentan patrones de mtDNA que no
existen en las poblaciones europeas actuales (45–47) comparados con la muestra de por lo menos cinco
humanos anatómicamente modernos en Europa (48,49).

Posible modelo climático para la “Revolución del Paleolítico Superior” en Europa (Mellars 2004)

Oscilaciones rápidas del clima y el ambiente (60.000-30.000 AP)

Cambios demográficos y migraciones

Aumento de la interacción y competencia entre las poblaciones locales

Innovaciones/adaptaciones tecnológicas, económicas y sociales

La “Revolución del Paleolítico Superior”


Figura 2. Posible modelo climático para la “Revolución del Paleolítico Superior” en Europa (31) basado en las
potenciales adaptaciones tecnológicas y culturales a las oscilaciones climáticas rápidas de la etapa 3 de isótopos de
oxígeno.

2. Una estimación temporal muy similar para la dispersión de los humanos modernos por Europa se distinguió
en los estudios de Rogers y Jorde (50) y otros investigadores a partir de las distribuciones anómalas de
mtADN. Nuevamente, ello parece demostrar que una importante expansión de poblaciones genéticamente
modernas en Europa se desarrolló en torno al 40.000 AP (51,52).
3. El análisis de los patrones de ADN del cromosoma Y no están tan bien calibrados en cuanto a cronología
que los basados en datos mitocondriales y deben manejarse con cuidado. Pese a ello, los estudios de
microsatélite y similares también señalan una expansión inicial de los patrones de ADN moderno en Europa
(representados por los linajes M89/M213) hacia el 40.000 a 45.000 AP, con la consecuente expansión del
linaje M173 hacia el 30.000 AP (53,54).
4. La evidencia de los restos esqueletarios fósiles para esos momentos es escasa y ampliamente distribuida,
pero al menos cinco o seis descubrimientos señalan inconfundiblemente la presencia de poblaciones
anatómicamente modernas tanto en Europa como en las partes adyacentes del sudoeste asiático entre ca.
30.000 y 45.000 AP (55,56). Dentro de este contexto, el descubrimiento más importante en los últimos años

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es el de los restos de tres individuos diferentes en la cueva de Pestera cu Oase en Rumanía, que fueron
datados mediante la técnica de AMS en dos laboratorios diferentes y arrojaron fechas entre 34.290 + 900 AP
y 35.200 AP (57). De igual importancia es el esqueleto completo de un individuo joven de los niveles
“Ahmarianses” del Paleolítico Superior en Ksar Akil en el Líbano, fechado radiocarbónicamente y por
asociación con el material arqueológico bastante antes del 35.000 AP, más probablemente entre el 40.000 y el
42.000 AP (58–60). También hay un fragmento de maxilar, que se identificó como de morfología
distintivamente moderna, de los niveles tempranos del Paleolítico Superior en la caverna de Kent en
Inglaterra, datados directamente por AMS en el 30.900 + 900 AP (55,61). Con una datación un poco menos
confiable se identifican los dos cráneos modernos de Mladec en la República Checa, atribuidos por datación
de C14 de las formaciones de calcita asociadas, al 34.000-35.000 AP (62) y las dos mandíbulas de Les Rois al
sudoeste de Francia, que parecen estar fuertemente asociadas a los niveles del auriñacience temprano,
fechados en torno al 32.000-34.000 AP (63). Del sitio 14 de Kostienki (Markina Gora) al sur de Rusia se
recuperó el enterramiento de un esqueleto anatómicamente moderno fechado en por lo menos 30.000 a 32.000
AP (64,65).

Figura 3. Posibles rutas de dispersión por Europa de las primeras poblaciones de anatomía y comportamiento
definitivamente modernos, según se distingue en el registro arqueológico. La ruta septentrional (Danubio) está
representada por las tecnologías auriñacienses “clásicas”, mientras que la ruta meridional (Mediterráneo) se identifica
con la tecnología de hojas “Proto-Auriñaciense” con un origen propuesto en las tecnologías anteriores de comienzos del
Paleolítico Superior en el Cercano Oriente y sudeste europeo (56,60,71,107). Las fechas indican las dataciones
radiocarbónicas más tempranas de estas tecnologías en las distintas zonas, expresadas en miles de años radiocarbónicos
AP. (Téngase en cuenta que estas dataciones pueden estar 2.000 a 4.000 años por debajo de las edades reales
(calendáricas) de los sitios (104–106)).

En síntesis, contamos con un mínimo de cuatro líneas importantes de evidencia para plantear una
importante dispersión de poblaciones genética y anatómicamente modernas en Europa y Asia occidental
dentro del rango temporal del 45.000 al 35.000 AP, que reemplazaron con relativa rapidez a las poblaciones
preexistentes de neandertales (29,42,49). La precisión de las estimaciones cronológicas basadas en los datos
de ADN está abierta a debate (42), pero el hallazgo de ejemplos claros de individuos anatómicamente
modernos en estos momentos es totalmente fiable. Este período temporal coincide precisamente con el de la
tradicional transición Paleolítico Medio-Superior en Europa y con el amplio especto de cambios tecnológicos,
simbólicos, sociales, etc. asociados con esta transición (1,2,11,12). Ello plantea dos cuestiones de
importancia:
● ¿Cómo es que una importante dispersión de población como la señalada no conlleva la introducción de
elementos tecnológicos o culturales nuevos, procedentes en última instancia de regiones extra europeas,
presumiblemente en Asia o África?
● ¿Cómo podemos explicar la extraordinaria coincidencia entre el momento en que ocurre esta dispersión de
población y la revolución tecnológica y cultural contemporánea que marca la transición Paleolítico Medio-
Superior en Europa, tras un período de unos 200.000 años de relativa estabilidad en el comportamiento y la
tecnología durante el período precedente o Paleolítico Medio? (2,27,66). Como señalé en otro trabajo:
“¿Podemos creer realmente que tras un período de unos 200.000 años de tecnologías y comportamiento
típicos del Paleolítico Medio, las poblaciones locales de neandertales en Europa occidental ‘inventaron’ de

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manera independiente, coincidente y casi milagrosa estas características distintivas de la cultura del
Paleolítico Superior exactamente al mismo tiempo en que las poblaciones anatómica y conductualmente
modernas se expanden por Europa?” (67:44). Como indica el título de este trabajo, estoy tentado a describirlo
como una coincidencia imposible en los registros paralelos del desarrollo biológico y cultural humano en
Europa.

LA ESCALA Y EL RITMO DE LA REVOLUCIÓN DEL PALEOLÍTICO SUPERIOR


La segunda cuestión de importancia que se debe considerar en este contexto es la enorme escala de la
llamada revolución del Paleolítico Superior en Europa y la aceleración con la que ocurrió. Como se señaló
anteriormente, la transición del Paleolítico Medio-Superior se caracteriza por cambios en prácticamente todas
las dimensiones del comportamiento visibles arqueológicamente: innovaciones radicales tanto en las formas
como en las técnicas de extracción de hojas y hojitas líticas; la aparición repentina de herramientas de hueso,
asta y marfil complejas, variadas y sumamente formatizadas; el origen de elaborados sistemas de notación en
soportes de hueso y marfil; el surgimiento de extensos sistemas de intercambio organizados para la
distribución tanto de materias primas como de bienes de prestigio; la gran expansión de pendientes de dientes
de animales y valvas marinas perforados, cuentas laboriosamente formatizadas en piedra y marfil y otros
adornos personales; y la aparición de formas de arte abstractas y “naturalistas” muy sofisticadas (1,2,11,13–
16). Además, se identifican muchos cambios más inferenciales pero aparentemente bien asociados en los
patrones económicos, sociales y demográficos de los grupos humanos (2,9,12,68,69) (Fig. 1). Estos rasgos
característicos no sólo están ausentes del bien documentado contexto del Paleolítico Medio en Europa, como
señaló recientemente d’Errico (4), sino que muestran una fuerte correlación, en su mayor parte, con la
distribución de distintas formas de tecnologías claramente auriñacienses y “Proto-auriñacienses” en todo el
continente, ubicadas a grandes rasgos entre el ca. 40.000 y 35.000 AP (8,11,56,70,71).
Hay un notable contraste entre la velocidad y espontaneidad relativas con las que estas nuevas
características tecnológicas y culturales aparecen en los registros arqueológicos de Europa y la forma
aparentemente más gradual y particularista en la que se dan en los registros africanos. En suma, cualquier
intento por explicar la revolución del Paleolítico Superior en términos de procesos evolutivos puramente
locales en Europa no sólo debería dar cuenta de el enorme rango y escala de los cambios culturales
involucrados, sino que tendría que explicar por qué estos cambios aparecen mucho más rápido en la secuencia
arqueológica de Europa que en la africana.

LA EVIDENCIA AFRICANA
Nuestro conocimiento de la evidencia arqueológica en África sobre el rango temporal del Pleistoceno
Superior ha aumentado considerablemente en las últimas dos décadas (5–7,66,72–74). Basándose en esta
nueva evidencia ahora es posible demostrar con cierta seguridad que muchas de las innovaciones
arqueológicas más características de la tradicional transición Paleolítico Medio-Superior en Europa se pueden
documentar desde por lo menos 30.000 a 40.000 años antes en algunas partes de África que en otros sitios
europeos. En dicho contexto, tienen un peso particular la evidencia hallada recientemente en los niveles
denominados Howiesons Poort en Klasies River Mouth, Sudáfrica, basados en múltiples proxi en unos 70.000
años AP (72–75) y la evidencia de los niveles ligeramente más tempranos de Still Bay en la cercana cueva
Blombos Cave (ca. 75.000 a 80.000 AP) (76–79).
Dejando de lado el surgimiento de la tecnología estandarizada de hojas, que en la actualidad de sabe
que aparece de manera esporádica en contextos de la Edad de la Piedra Media/Paleolítico Medio hace por lo
menos 200.000 a 250.000 BP tanto en África como en Europa (2,6,27,80), la evidencia puede sintetizarse en
los siguientes términos:
1. La aparición de especímenes relativamente abundantes y sumamente típicos tanto de raspadores frontales
como de buriles, idénticos en todos sus aspectos a los hallados en los sitios del Paleolítico Superior en Europa
(75) (Fig. 4). Incluso cuando se han señalado especímenes extraordinarios de buriles para el Musteriense
europeo, los raspadores frontales típicos son, al menos, hallazgos muy aislados y cuestionables (81,82). Es
probable que la aparición de nuevas formas de raspadores frontales refleje el surgimiento de nuevas formas
tecnológicas del tratado de las pieles, mientras que el advenimiento del buril no necesariamente estaría ligado
a la aparición de herramientas de hueso en Blombos y otros sitios africanos.
2. La aparición de una gran variedad de pequeñas formas geométricas cuidadosamente formatizadas, que sin
dudas se utilizaron como partes de herramientas multi-componentes enmangadas (Fig. 4). La variedad de
formas geométricas encontradas en las industrias Howiesons Poort en Klasies River Mouth y otros sitios
(triángulos, trapecios, crecientes y puntas con filo oblicuo) no sólo refleja un alto grado de “formas

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impuestas” intencionalmente en la producción de herramientas, con posibles connotaciones sociales y
simbólicas, como propusieron Wurz (83), Deacon (73) y otros, sino que casi con certeza reflejan la aparición
de nuevas formas de herramientas multi-componentes utilizadas como armas arrojadizas para la caza o,
posiblemente, como filos enmangados para el procesamiento de plantas (74,75). La complejidad de diseño de
estas herramientas es mucho mayor que la de los especimenes aislados de puntas musterienses enmangadas
registradas en el Paleolítico Medio en Eurasia (4). Deberíamos agregar que gran parte de la industria lítica en
Klasies River Mouth está realizada en materias primas de alta calidad llevadas intencionalmente al sitio desde
una distancia de por lo menos 20 km (74), un transporte que difícilmente tenga paralelos en los contextos
europeos antes de comienzos del Paleolítico Superior. Entonces, no queda duda de que por lo menos la mayor
parte de la industria de Klasies River Mouth podría clasificarse como tecnología del “Paleolítico Superior” si
se encontrara en contextos europeos o del sudoeste asiático.
3. La aparición de herramientas óseas sumamente formatizadas que no sólo muestran un alto grado de forma
intencional sino una compleja secuencia de etapas de manufactura para dar forma y pulir el artefacto. Los
especimenes mejor descriptos son los de los niveles Still Bay en cueva Blombos, donde parecen haber
cumplido una gran variedad de funciones, desde punzones/leznas (“awls”) con puntas afiladas a herramientas
para perforar cueros o puntas de proyectil cuidadosamente terminadas y pulidas (77). Se han encontrado más
esporádicamente herramientas óseas con una formatización similar en otros sitios de la Edad de Piedra Media
en África (4,6). Si el fechado de las puntas de hueso de aletas marcadas recuperadas en tres sitios diferentes
en Katanda, ex Zaire, pueden atribuirse con seguridad a una antigüedad de 90.000 AP (84,85), el grado de
complejidad en el trabajo del hueso conseguido en estos sitios africanos tempranos sería equivalente al que
conocemos para la secuencia del Paleolítico Superior europeo. Como señaló recientemente d’Errico (4), aún
no se tienen registros bien documentados de herramientas óseas bien trabajadas en los sitios del Paleolítico
Medio en Europa.
4. Las importantes cantidades de ocre rojo (que incluye más de 8.000 piezas de los niveles Still Bay en
Blombos) incluyen varias piezas con facetas pulimentadas o superficies intencionadamente raspadas,
indicadores de un muy probable uso como pigmentos colorantes (76,77). La presencia de diseños geométricos
incisos en por lo menos dos grandes piezas de ocre en Blombos parecerían confirmar su participación en
alguna actividad explícitamente simbólica o ceremonial (78). De hecho, el registro de un uso similar del ocre
es muy abundante en muchos sitios de la Edad de la Piedra Media en África, que podrían extenderse, en el
sitio Twin en Zambia y los sitios Kapthurin en Kenia, a por lo menos 250.000 AP (6,86,87). Más allá del
significado que se le atribuya a la presencia esporádica de dióxido negro de manganeso y los aislados
fragmentos de ocre en sitios del Musteriense europeo (4), es evidente que la intensidad de uso de este ocre
rojo en los sitios africanos excede en gran medida el registrado en Europa antes del Paleolítico Superior.
5. Quizás lo más significativo sea la presencia de una variedad de elementos explícitamente “artísticos” o
“decorativos”, que en la actualidad se interpretan como complejos sistemas de comunicación simbólica. Los
hallazgos más importantes son las dos grandes piezas de ocre rojo incisas son diseños complejos y repetidos
de zig-zag hallados en los niveles Still Bay de Blombos (77). Generalmente se reconocen estos diseños como
los ejemplos más claros y convincentes de un motivo intencional y repetitivo registrado en el mundo,
excediendo sin duda alguna cualquier registro conocido hasta ahora en el Musteriense o antes en contextos
europeos. Últimamente su importancia se ha desestimado gráficamente por el hallazgo en los mismos niveles
arqueológicos de no menos de 41 especimenes de valvas marinas meticulosamente perforadas (Nassarius
kraussianus), que aparentemente fueron llevadas al sitio desde un ambiente de estuario, por lo menos a unos
20 km de distancia. El análisis microscópico de los agujeros indica, además, que estuvieron suspendidos de
cordones o correas (79) (Fig. 6). Hay registros de evidencias más tempranas de valvas marinas perforadas en
los niveles 90.000 años del Paleolítico Medio en cueva Qafzeh en Israel, donde estaban asociados con un
posible cementerio de restos humanos esencialmente anatómicamente modernos, que incluían por lo menos
uno en forma de un enterramiento claramente ceremonial acompañado de ocre rojo y un par de grandes astas
de ciervo (88,89). Este hallazgo, junto con los de la cercana Skhul, posiblemente reflejen una corta expansión
de poblaciones anatómicamente modernas desde África a las zonas aledañas del sudoeste asiático en un
momento temprano durante la última glaciación (29,30,60). En la actualidad, estos hallazgos se consideran los
primeros ejemplos claros de “adorno personal” en el registro arqueológico y, una vez más, sin paralelos en
sitios europeos antes del ca. 40.000 AP. Así, la aparición de complejos sistemas de comunicación sociales o
simbólicos hace por lo menos 80.000 a 90.000 años AP en África septentrional y el Levante debe aceptarse
hoy en día como una característica bien documentada del registro arqueológico.

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Figura 4. Herramientas líticas de los niveles de la Edad Figura 5. Valvas perforadas de Nassarius kraussianus
de Piedra de Howiesons Poort en Klasies River Mouth, de los niveles Still Bay en cueva Blombos, Sudáfrica,
Susáfrica (ca. 70.000 AP), que incluyen los típicos fechados en ca. 75.000 a 80.000 AP (reproducido con
raspadores frontales, buriles y formas “geométricas” autorización de Henshilwood et al., Middle Stone Age
obtenidas a partir de fragmentos de hoja. Posiblemente shell beads from South África. Science 304:404. 2004
representen armas de caza complejas y enmangadas AAAS).
(modificado de Singer y Wymer (75)).

En síntesis, ahora contamos con evidencia aparentemente firme de que por lo menos la mayoría de
las características arqueológicas típicas de la llamada revolución del Paleolítico Superior en Europa pueden
documentarse con certeza en los registros arqueológicos africanos hace por lo menos 70.000 a 80.000 AP,
mucho antes de su aparición en Europa (Fig. 6). La manera exacta en que interpretemos estos rasgos en
términos culturales y cognitivos será sin duda tema de mucho debate, al igual que lo será la posibilidad de
establecer una continuidad directa de estos rasgos entre los sitios africanos fechados en torno al 60.000-
70.000 AP y las manifestaciones más tempranas de una cultura plenamente característica del Paleolítico
Superior en Europa y Asia occidental hacia el 40.000-45.000 AP. Quizás lo más importante que debamos
recordar es que África es un continente extremadamente grande y ecológicamente variado, y que, como
señalaron Richard Klein y otros (5,66), en muchas partes de África todavía es escasa la evidencia de sitios
arqueológicos bien documentados durante el período crítico entre ca. 60.000 y 45.000 AP. Sin duda,
contamos con registros con una combinación similar de hojas, raspadores frontales, pequeños “segmentos” y
cuentas de huevo de avestruz cuidadosamente trabajadas desde por lo menos el 40.000 AP en sitios como
Enkapune ya Muto en África Oriental (90), que pueden retraerse hasta el 50.000 al 60.000 AP en Mumba y
otros (6,74). Y, por supuesto, aún está por definirse con precisión el área (o áreas) de origen geográfico a
partir de la cual las pequeñas poblaciones fundadoras de humanos anatómica y genéticamente modernos
colonizaron Europa y Asia occidental desde hace unos 45.000 a 50.000 años (60,91). Pero, en cualquier caso,
la aparición de una gran variedad rasgos de comportamiento distintivamente “modernos” (o, más bien, del
“Paleolítico Superior”) en una fecha mucho más temprana en el continente de la que se conoce para la
evolución de las poblaciones anatómica y genéticamente modernas no puede dejarse de lado (29,42,92).
Como mencioné en otro trabajo (93) subestimar estas sorprendentes y bien documentadas similitudes entre los
registros arqueológicos de la Edad de la Piedra Media en África y los de comienzos del Paleolítico Superior
en Eurasia Occidental sería restringir enormemente nuestra interpretación de la evidencia arqueológica.

PATRONES CRONOLÓGICOS
Finalmente, deberíamos señalar en este contexto lo que parecería ser una clinal cronológica más
general en la dispersión de la cultura de comienzos del Paleolítico Superior en Europa y Asia occidental
(11,56,60,70) (Fig. 3). Hay evidencia del sudoeste asiático de una transición relativamente abrupta y muy
definida de la tecnología típica del Paleolítico Medio a la del Superior (definida por la proliferación de hojas,
raspadores frontales, buriles y nuevas “formas tipo fósiles” junto con una variedad de adornos de valvas
perforadas), fechada radiocarbónicamente en dos sitios de Boker Tachtit, al sur de Israel, y en Ksar Akil, en

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el Líbano, hace aproximadamente 45.000 a 47.000 años AP (1,35,60). La fecha de una transición similar en
el sudeste europeo, como en Bacho Kiro y Temnata, en Bulgaria, parece estar en torno al ca. 40.000 a 43.000
AP, mientras que en Europa occidental no hay evidencia de ningún cambio substancial de análogas
características hasta ca. 38.000 a 40.000 AP, con las primeras tecnologías auriñaciense y “proto-auriñaciense”
(1,2,8,11,56,60,71,94). Si en realidad hay una clinal temporal significativa en la aparición de la tecnología
típica del Paleolítico Superior de este a oeste a lo largo de Europa, y considerando un origen mucho más
temprano de estos rasgos en África, tendría mucho más sentido la hipótesis de una dispersión o difusión
gradual de estos elementos tecnológicos (sean o no llevados por nuevas poblaciones) que de una evolución
totalmente independiente en regiones individuales de Europa.
Parece claro que hay otra paradoja potencial inherente en la consideración de un modelo de origen
independiente. Si sostenemos que la tecnología y cultura características del Paleolítico Superior surgieron de
manera totalmente independiente en diferentes regiones de Europa, como lo expresarían el Chatelperroniense
en Francia, el Szeletiense en Europa Central y el Uluzziense en Italia, sería necesario un extraordinario grado
de convergencia y evolución simultánea en los patrones de desarrollo tecnológico dentro de las diferentes
regiones. Si, por el contrario, suponemos que la intercomunicación y transmisión tecnológica a gran escala
entre estas diferentes regiones explica estos patrones convergentes de desarrollo, podría tratarse de una
difusión tecnológica a gran escala entre las últimas comunidades de neandertales que se extendían por todo el
continente europeo y, presumiblemente, el vecino Cercano Oriente (3,4,40). Pero, en el segundo caso resulta
difícil imaginar cómo se podría anular la posibilidad de que estos procesos de difusión tecnológica se
originaran en la dispersión gradual poblaciones anatómica y conductualmente modernas desde fuera de estas
regiones, o sea, en última instancia de las fuentes asiáticas o del norte africano. Como se verá luego, esto es a
lo que me refiero como el inevitable efecto “en forma de arco” de la difusión tecnológica y cultural que se
extiende poco antes de la dispersión real de las poblaciones anatómicamente modernas en las distintas
regiones de Europa.
El último aspecto, y quizás el más sorprendente del modelo de origen local es el destino final de los
neandertales. Aquellos que proponen este modelo, obviamente, se oponen a la idea de que hubo una
superioridad cognitiva o intelectual inherente a las poblaciones biológicamente modernas por sobre los
neandertales. También sostienen que la mayoría, si no todas, las innovaciones tecnológicas y simbólicas que
se han asociado tradicionalmente a la expansión de las poblaciones modernas ya se habían desarrollado de
manera independiente entre las últimas comunidades de neandertales, según el modelo de especies múltiples
para explicar el origen del comportamiento moderno (3,4,40). Pero ello acarrea la inmediata pregunta de
exactamente cuándo y cómo los neandertales cayeron tan rápidamente en extinción ante la dispersión de los
humanos modernos por Europa. Esta pregunta se torna más acuciante si tenemos en cuenta que los
neandertales fueron el resultado de por lo menos 200.000 años de adaptaciones biológicas y de
comportamiento a los requisitos de los ambientes glaciares y periglaciares de Europa, mientras que las nuevas
poblaciones de modernos evolucionaron en términos biológicos, anatómicos y presumiblemente de
comportamiento ante los ambientes tropicales y subtropical completamente diferenciados del África
subsahariana (5,29,30,95). En pocas palabras, si los neandertales europeos estaban tan avanzados
cognitivamente y habían desarrollado la mayoría, si no todos, los elementos característicos de la cultura y
cognición “modernas”, ¿por qué sucumbieron tan rápidamente ante una especie mucho menos adaptada
biológica y ambientalmente en el espacio de, cuando mucho, unos pocos miles de años? (96).

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Figura 6. Comparación de los artefactos de los niveles“transicionales” de comienzos del Paleolítico Superior en Europa
y finales de la Edad de la Piedra Media en Sudáfrica. Nótese que las formas sudafricanas tienen aproximadamente el
doble de antigüedad que las formas europeas tipológica y tecnológicamente similares (modificado de d’Errico (4)).

DISCUSIÓN
Mi conclusión final es que más allá del peso que pongamos en la capacidad de las oscilaciones
climáticas y ambientales del OIS-3 para acarrear cambios adaptativos en los patrones de comportamiento de
las últimas comunidades de neandertales, sigue siendo en el mejor de los casos una explicación sumamente
inadecuada para dar cuenta de la gran cantidad de cambios radicales a nivel tecnológico, social y cognitivo
que definen la tradicional transición Paleolítico Medio-Superior en Europa y Asia occidental. No estoy
sugiriendo que las adaptaciones tecnológicas y culturales de las poblaciones de neandertales permanecieron
estáticas a lo largo de este período. Inevitablemente, debieron producirse importantes adaptaciones tanto en
los patrones tecnológicos como en los económicos y, sin duda, la organización social de los grupos humanos
como respuesta a los diferentes episodios de cambio climático a lo largo de los 200.000 años de duración de
la secuencia del Paleolítico Medio, como he debatido largamente en otro trabajo (27,31). La principal
objeción a un modelo estrictamente in situ para la aparición de una cultura plena del Paleolítico Superior en
Europa es simplemente la escala y complejidad radicales de los cambios de comportamiento involucrados, la
clara evidencia del origen de la mayor parte de estos rasgos en África mucho antes que en Europa (asociados
fuertemente al origen de nuestra propia especie), y lo que describí como la extraordinaria “coincidencia” de
que todas estas innovaciones en el comportamiento aparecen en el registro arqueológico de Europa y el
occidente asiático casi al mismo tiempo que la bien documentada expansión de las poblaciones anatómica y
genéticamente modernas en estas regiones, con una clara clinal cronológica en el surgimiento de estos
elementos de este a oeste a lo largo del continente (Fig. 3). Como señalé antes, ¿realmente es posible que la
dispersión de una población completamente nueva por Europa, por grupos que en la actualidad se suelen ver
como especies biológicamente separadas de los neandertales (29,97) no trajeran nuevos elementos de
comportamiento que en última instancia derivarían de fuentes africanas o asiáticas? Y, si los neandertales
desarrollaron de manera independiente todos estos rasgos, ¿por qué se extinguieron tan rápidamente ante el
avance de una especie biológica y ambientalmente peor adaptada?

Escenarios de interacción
Un elemento que está implícito y es ineludible en cualquier modelo de dispersión de los humanos
modernos en Europa es la posibilidad de diferentes formas de contactos y con ello se plasmaría en el registro
arqueológico la potencial interacción entre los colonizadores sapiens y las poblaciones locales de neandertales
las diferentes regiones de Europa. Estos contactos tuvieron que haber sido frecuentes en todas las zonas
ocupadas por los neandertales para la época de la dispersión de los humanos modernos.
No vamos a repasar aquí todos los debates realizados sobre el contacto potencial y los escenarios de
“aculturación” asociados entre los neandertales y los humanos modernos que han llenado muchas páginas de
la bibliografía arqueológica sobre los orígenes de los humanos modernos durante la última década (3,4,10,98–
102). Últimamente, muchos de estos debates dependen en gran medida de la fiabilidad y precisión de la
evidencia de fechado asociada que, en el caso de las dataciones radiocarbónicas en la zona entre el 30.000 y

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40.000 AP son sumamente problemáticas, debido fundamentalmente a los problemas generales causados por
los efectos contaminantes en este período de tiempo (103) y a las dudas actuales sobre los patrones precisos
de las fluctuaciones atmosféricas de C14 y sus efectos en las curvas de calibración asociadas (104–106).
Ahora es aparente que muchas de estas incertidumbres no se resolverán definitivamente en el futuro
inmediato.
Lo que ahora queda claro es que en el caso del Chatelperroniense francés, uno de los escenarios de
aculturación mejor documentados y más debatidos, la totalidad de la evidencia de fechados disponibles por
medio de radiocarbono, termoluminescencia, series de uranio, resonancia electrónica del spin y otros
métodos, por lo menos la mayor parte del desarrollo del Chatelperroniense Francia central y oriental,
incluyendo los controvertidos niveles de Arcy-sur-Cure, deben considerarse medianamente contemporáneos
con la presencia de varias formas de tecnologías “Auriñacienses” y las poblaciones anatómicamente modernas
asociadas en las áreas cercanas de Europa central y, casi con seguridad, en la costa mediterránea y el norte de
España (8,10,56,67,107). Las fechas radiocarbónicas disponibles para los niveles Chatelperronienses de Arcy-
sur-Cure se agrupan en torno del 33.000 al 35.000 AP y están reforzadas por los resultados de los fechados
radiocarbónicos, termoluminiscencia y resonancia de un conjunto de sitios, incluidos St. Césaire, Les Cotte´s,
Le Moustier, Combe Saunière, Roc de Combe y Grotte XVI, que retroceden el período temporal del
Chatelperroniense hasta, por lo menos, ca. 39.000 a 40.000 AP en fechados radiocarbónicos no calibrados
(10,67,108). Comparativamente, ahora contamos con una diversidad de fechas radiocarbónicas para hallazgos
de tecnología auriñacience temprana de los sitios de Geissenklö sterle (nivel III) y Keilbergkirche, en
Alemania, y Willendorf (niveles 2 y 3), en Austria, claramente dentro del período temporal de 36.000 a
39.000 AP. Estas consideraciones están bien documentadas en los trabajos recientes de Conard y Bolus (8)
Conard, Dippon y Goldberg (109), Haesaerts y Teyssandier (110) y Richter y otros (111). En cuanto a
Francia, ahora tenemos una serie de fechados de C14 para los primeros niveles auriñacienses que cubren entre
35.000 y 37.000 AP, con la posibilidad de fechas aún más tempranas para el nivel de hojas sin fechar del
auriñaciense (estrato K) en la base de la larga secuencia auriñacense en Le Piage (67,107). Incluso si dejamos
de lado las interestratificaciones dudosas de los niveles auriñacienses y chatelperroniense en tres sitios
diferentes de Francia (Le Piage, Roc de Combe y el mismo Chatelperron) (112), no hay grandes dudas de que
la mayor parte de la secuencia chatelperroniense en Francia, incluido el hallazgo de herramientas óseas
simples asociadas con colgantes incisos o perforados de dientes de animales en Arcy-sur-Cure, es
contemporánea con la presencia tanto de tecnologías auriñacienses como de poblaciones anatómicamente
modernas aparentemente asociadas en áreas cercanas de Europa central. De igual manera, es indudable que se
manufacturaba una industria de hojas característica del “proto-auriñaciense” en Abri Fumane y otros sitios de
la costa mediterránea aproximadamente en la misma fecha, entre ca. 36.000 y 39.000 AP (10,67,113–115).
El punto clave en este contexto es cuál es la importancia exacta que debemos atribuir a la presencia
de estas simples herramientas de hueso y colgantes de dientes de animales perforados en los niveles
chatelperronienses de Arcy-sur-Cure y, en unos pocos casos aislados, en otros sitios del chatelperroniense
francés. Como señale en otro trabajo (10) no hay duda de que los neandertales eran habilidosos. En el caso de
conocer estas tecnologías (o sus productos de primera mano), la capacidad necesaria para formatizar
herramientas de hueso simple o para labrar líneas incisas o hacer perforaciones en las raíces de los dientes no
sería ningún inconveniente para estos grupos que formatizaban lanzas de madera y las elegantemente
controladas puntas Levallois o bifaces cordiformes (102). Sin duda, lo importante es saber si la producción y
el uso de estos objetos tenía los mismos significados sociales y culturales en las últimas comunidades de
neandertales de Europa occidental que en las nuevas poblaciones de humanos biológica y conductualmente
modernas. La alternativa, obviamente, es que estos artefactos cumplían diversas funciones de identificación
personal o sexual, o eran muestras de prestigio dentro del contexto social y demográfico de las últimas
comunidades neandertales y, de esta manera, jugaban un papel vital en las estrategias competitivas y de
selección demográfica (10,17,116). Como comenté anteriormente (10) si las primeras poblaciones
anatómicamente modernas llegaron a Europa occidental produciendo herramientas complejas de hueso y asta
y luciendo diversos adornos personales y otros objetos de exhibición social, como parecería ser, la copia de
algunos de estos comportamientos por parte de los grupos locales de neandertales parecería una reacción
inevitable y completamente predecible, como en efecto se observa en todas las situaciones recientes de
contacto entre poblaciones indígenas y colonizadoras cuando las últimas son grupos tecnológicamente más
“avanzados”. En otras palabras, “en el competitivo mundo de los últimos neandertales, pudo haber sido
precisamente la capacidad de copiar los hábitos o la apariencia de los nuevos grupos intrusivos para aumentar
el prestigio social o personal, o incluso, asegurar el éxito reproductivo en el grupo local o regional. Si así
fuera, ello podría haber sido el impacto crítico en las estrategias de supervivencia evolutivas de los últimos

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grupos de neandertales” (67) (p 44). Por supuesto, es improbable que el intercambio haya sido en un sólo
sentido; lo más seguro es que se hayan intercambiado muchos otros aspectos del comportamiento, como las
estrategias específicas de caza o el uso de nuevas fuentes de materia prima entre los neandertales y los nuevos
grupos de modernos. En este sentido, la palabra “aculturación” debería dejarse de lado, principalmente debido
a la potencialidad de que se malinterprete en términos sociales o socio-políticos (40). Sin embargo, asumir
que el intercambio de tecnología entre las poblaciones indígenas y las intrusivas implica necesariamente
significados sociales y cognitivos idénticos para los elementos tecnológicos involucrados no sólo sería un
sinsentido, sino directamente una mala interpretación antropológica, como lo prueban innumerables estudios
etnográficos y antropológicos de situaciones de contactos étnicos recientes (117). Al postular estas ideas no
me parece que entremos en un conservadurismo tan reaccionario, odioso y políticamente incorrecto, como
acaba de sugerir Zilhaõ (40), sino que sería la manera más equilibrada y económica de dar cuenta de la
totalidad de la información arqueológica, biológica y cronológica disponible.
No es necesario aclarar que no se espera que una transferencia tecnológica entre las poblaciones de
sapiens y de neandertales (o viceversa) implique la replicación exacta de los diferentes elementos
tecnológicos en cuestión. Sin duda, cada elemento podría asimilarse e integrarse en las comunidades
receptoras en términos de sus propias prácticas tecnológicas y estructuras ideológicas preexistentes (102,117).
Así parecería ser tanto en tecnología lítica como en la mayoría de los artefactos óseos de los últimos grupos
del chatelperroniense, donde la tecnología no reproducía con precisión la de las primeras poblaciones
auriñacienses. Sin embargo, Randall White (118) ha demostrado que ciertos elementos específicos de los
artefactos no líticos de Arcy-sur-Cure muestran tanta similaridad específica con los de los sitios auriñacienses
cercanos (como el uso frecuente de caninos de zorro como adorno personal y la presencia de tubos de hueso
bien definidos y marfil en forma de anillos) que la probabilidad de que estas formas hubieran surgido de
manera completamente independiente en los dos grupos parecería imposible. Mientras se pueda demostrar
con certeza que muchos de los artefactos óseos de Arcy-sur-Cure fueron producidos en el sitio (3) la
posibilidad de un intercambio real de ciertos ítems como los adornos personales entre los grupos
chatelperronienses y auriñacienses no se puede descartar, como señalaron Hublin (98) y otros autores. No es
posible establece la posibilidad de que estos intercambios implicaran un grado limitado de cruza entre las dos
poblaciones ni con la evidencia de ADN ni con la esqueletaria (29,47,49), con lo cual no hay que descartarlo.
En este contexto, debemos considerar la sugerencia de Francesco d’Errico (4) de que “pudo haber
sido precisamente la nueva situación de contacto entre los humanos anatómicamente modernos y los
neandertales, y los consiguientes problemas de identidad cultural y biológica, que estimularon la explosión de
la manufactura de objetos simbólicos en ambas poblaciones”. Si bien esta sugerencia me parece apropiada y
libre de oposición, es, sin duda, un modelo específicamente interactivo que implica y asume una
contemporaneidad muy cercana y la interacción directa entre los dos grupos. Es realmente difícil visualizar en
esta situación de qué manera se podría discriminar definitivamente entre el modelo de evolución
independiente y los escenarios de aculturación para el surgimiento de las características distintivas del
Paleolítico Superior entre las últimas poblaciones de neandertales.

Los efectos de la difusión “en forma de arco”


Todos estos argumentos sobre los efectos de la interacción directa o aculturación dependen
fuertemente de la expansión en tiempo y espacio entre las poblaciones finales de neandertales y las primeras
de humanos anatómicamente modernos, y en la precisión de la evidencia de fechados asociados. Sin embargo,
hay otro factor de importancia que debe tomarse en cuenta en este contexto, que se podría definir como el
efecto ondulante o “en forma de arco” de la difusión cultural y tecnológica, que potencialmente se expandiría
bastante antes de la dispersión real de las poblaciones conductual y anatómicamente modernas en Europa
(10,31). La premisa, bastante simple, es que entre las poblaciones finales de neandertales en Europa debió
haber inevitablemente diversas formas de comunicación o interacción que unieran grupos geográficamente
cercanos. Ya sea que lo consideremos en términos de sistemas de intercambio local de parejas o de
intercambio de pedernal y otras materias primas (12,119,120) estas relaciones habrían aportado canales
potenciales de comunicación de elementos tecnológicos específicos o innovaciones tecnológicas entre amplias
zonas de Europa, y potencialmente entre comunidades que sólo tenían una relación lejana en términos
sociales y demográficos. Estas “cadenas de conexión”, como las describió John Mulvaney (121), están
ampliamente documentadas para los grupos actuales de cazadores recolectores, y se sabe que llevan tanto
ideas tecnológicas como ciertos elementos de cultura material, como especimenes apreciados de valvas
marinas y materias primas especialmente valiosas, cubriendo distancias de cientos, y a veces, miles, de
kilómetros (122). Se pueden ver patrones similares en la difusión de elementos específicos de la tecnología

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europea, como cuchillos de metal, armas de fuego y transporte ecuestre entre las poblaciones indígenas de
Norteamérica y Canadá durante el contacto con europeos (117). Un factor crítico en el ritmo de dispersión de
cualquier innovación tecnológica de este tipo sería posiblemente la eficacia funcional relativa de la
innovación comparada con las técnicas anteriores del Paleolítico Medio. Pero en la actualidad resulta difícil
evaluar cómo ciertos elementos tecnológicos que tuvieron una fuerte ventaja adaptiva, como las nuevas
formas de trabajar el cuero que se reflejan en el uso de raspadores frontales, o formas simples de tecnología
en hueso y asta pudieron expandirse en esta especie de proceso de difusión “en forma de arco” mucho antes
de la dispersión de las poblaciones anatómicamente modernas en las zonas centrales y occidentales de
Europa. Una vez más, estos patrones no son simplemente posibles, sino definitivamente inevitables y
predecibles en el contexto social y demográfico de los últimos grupos neandertales. Describir este tipo de
proceso de difusión como “aculturación” podría o no ser apropiado, pero podría haber servido como un factor
importante en la aparición temprana de algunos elementos característicos de la tecnología del Paleolítico
Superior en diferentes zonas de Asia occidental y Europa durante el período entre ca. 45.000 y 35.000 AP.

Factores “contextuales” en la cultura moderna temprana


Todas las expresiones de cultura humana dependen, sin duda, en última instancia no sólo del bagaje
cognitivo y tecnológico subyacente de la sociedad en cuestión, sino también en la interacción con las
condiciones puramente locales de varios factores ambientales, la densidad de población, etc. (9). Últimamente
se ha discutido mucho sobre la contribución de los factores denominados contextuales en las diferentes
expresiones geográficas de los comienzos de la cultura “moderna”, basándose en los registros arqueológicos
de África y Europa (5,7,8,73). En África meridional, el peso de la discusión se cargó en la manera en que un
cambio en la densidad de población de una comunidad local pudo haber modificado las expresiones
arqueológicas de los nuevos patrones culturales y cognitivos y el impacto potencial de estos episodios de
aumento o disminución de la población en los patrones locales sociales y económicos (5,7,72,73). No se
especifica que estos factores contextuales locales sólo pueden citase en los contextos en que tanto las
capacidades cognitivas innatas de ciertos patrones de comportamiento como la habilidad tecnológica
imprescindible para llevar a cabo los comportamientos en cuestión ya estaban presentes en las poblaciones
bajo estudio.
Sin embargo, estos factores pueden ser fundamentales para nuestra comprensión de las expresiones
cambiantes de la cultura característica del Paleolítico Superior en diferentes regiones de Europa y Asia
occidental. Se ha sugerido con frecuencia, por ejemplo, que las primeras etapas de la secuencia del Paleolítico
Superior en el Cercano Oriente y algunas partes de la Europa mediterránea son poco representativas en
términos de tecnología en hueso y asta (39). En realidad, esta es una subestimación, ya que una gran cantidad
de artefactos en hueso y asta aparece en los niveles tempranos del auriñaciense en Hayonim, cueva Kebara y
otros sitios de Israel, fechados en unos 34.000 a 36.000 años AP (60,123) y en niveles auriñacienses similares
(antes del 32.000 AP) en Ksar Akil, Líbano (124). Pero en estas zonas, donde una gran parte de la provisión
de alimento derivaba sin dudas de recursos vegetales más que animales, y donde la madera sería mucho más
accesible para la manufactura de herramientas que en los sitios contemporáneos de la mayor parte de Europa
septentrional y occidental, es sumamente predecible un menor énfasis en la producción de herramientas en
hueso y asta en términos ambientales. Podríamos señalar una situación similar para muchas zonas de Europa
mediterránea y septentrional, donde las herramientas óseas son igualmente escasas en el Paleolítico Superior.
Conard y Bolus (8) sostienen que factores ambientales similares podrían haber actuado en el
surgimiento de formas complejas tecnología en hueso, asta y marfil en los sitios del auriñaciense temprano en
el sur de Alemania, y quizás también en el advenimiento de adornos personales y los impresionantes objetos
de arte mobiliar en sitios como Vogelherd, Geissenklö sterle y Hohlenstein Stadel. En suma, su argumento es
que las condiciones climáticas y ecológicas locales en la región podían mantener densidades de población
local relativamente altas, que se harían cada vez más sedentarias durante al menos parte del ciclo anual. Se
podría señalar, tomando el modelo de comportamiento de grupos cazadores recolectores actuales en
ambientes análogos árticos y periglaciares –como los Inuit- que esta situación bien podría haber albergado
patrones tecnológicos más complejos y diferentes tipos de ceremoniales que los practicados por los grupos
que habitaban en ambientes más templados o boscosos (34,125,126). Podríamos agregar que no sería
demasiado sorprendente la aparición de un fuerte énfasis en el arte y la tecnología con una base específica en
los animales entre grupos que probablemente hayan dependido casi exclusivamente de los recursos animales
para su alimentación diaria y anual. Por ello, es poco probable que sea una coincidencia que la mayoría de las
expresiones culturales tecnológica y artísticamente complejas del auriñaciense en Europa se encuentre en las
regiones más septentrionales, en la zona periglaciar. Jochim (127,128) y otros autores han sugerido una

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distribución de factores ambientales similar para la extraordinaria concentración del arte parietal y mobiliar
del Paleolítico Superior en las densamente pobladas regiones del sudoeste francés, los Pirineos y España
cantábrica. En mi opinión, ello no contradice la sorprendente uniformidad de la mayor parte de los aspectos
de la cultura de comienzos del Paleolítico Superior en amplias zonas de Europa y el vecino Cercano Oriente,
como se observa fundamentalmente en la amplia distribución de las claramente distintivas tecnologías
auriñacienses y proto-auriñacienses (11,56,70,71,129). Pero no debemos caer en la trampa de esperar
encontrar una expresión idéntica de estas formas tempranas de la cultura del Paleolítico Superior en todas las
regiones de Europa y el sudoeste asiático, sumamente diversas en términos ambientales. No es necesario
aclarar que se esperarían adaptaciones tecnológicas, económicas y sociales aún más importantes en la
expansión previa de poblaciones anatómicamente modernas desde África a los distintos ambientes de Eurasia
oriental y meridional (93). Cuando se toman en cuenta estos factores, las similitudes generales de muchos
aspectos de la tecnología y cultura modernas tempranas desde el punto más meridional de África hasta la
costa Atlántica de Europa oriental resultan incluso más sorprendentes.

¿La revolución humana?


En conclusión, podríamos preguntarnos cuál es la importancia de todo esto para la idea de una
“revolución del Paleolítico Superior” vinculada con la aparición de los humanos modernos en Europa o, en
realidad, una “revolución humana” más general asociada con el surgimiento de nuestra especie en su
totalidad, temas que han suscitado numerosas controversias en los últimos tiempos (1,2,5–7,73). Sin duda,
algunas de las discusiones no están muy claras al respecto. Los que estamos a favor de la idea de una
revolución real en los patrones de comportamiento humanos durante el período en el que se sitúa
tradicionalmente la transición del Paleolítico Medio al Superior en Europa y Asia occidental siempre hemos
tratado de aclarar que consideramos este fenómeno fundamentalmente contextual, asociado directamente con
la aparición de nuevas poblaciones en Europa que derivan en última instancia de regiones extra-europeas, de
la manera que hemos descripto supra (1,2,9,14,90,116). En otras palabras, podemos ver este patrón como una
revolución en términos de su reflejo en el registro arqueológico de la transición Paleolítico Medio-Superior,
pero nunca como el producto de una evolución autóctona in situ de estos patrones de comportamiento dentro
de Europa. Mis propias publicaciones desde 1989 hasta el presente intentan dejar clara esta idea. Si esta
revolución en el comportamiento se originó en algún área nuclear cercana, como el valle del Nilo o el
nordeste africano, o en zonas más distantes de África sigue siendo el elemento central de la mayoría de las
discusiones en la actualidad (1,2,5,6,9,90,93).
Creo que la medida en que consideremos los hechos africanos como la plasmación de una revolución
es básicamente una cuestión de semántica y, sin duda, preferencias personales. McBrearty y Brooks (6) tienen
razón al enfatizar los contrastes entre el registro arqueológico de Europa y el de África de este contexto en un
influyente trabajo con el llamativo título de “The Revolution That Wasn’t” (“La revolución que no fue tal”).
De hecho, intentaba señalar esos mismos puntos en 1989, cuando discutí detalladamente los registros
arqueológicos de Klasies River Mouth y otros sitios para señalar un origen mucho más temprano de varias
características tecnológicas distintivamente “modernas” (o incluso del Paleolítico Superior) en África
meridional que en Europa o el Cercano Oriente (130). Los descubrimientos posteriores en cueva Blombos y
otros sitios sólo han reforzado este punto.
Podría debatirse extensamente si la idea de una “revolución” en el desarrollo de los primeros
humanos (o, más precisamente, en las fases más recientes de la prehistoria) tiene o no alguna importancia en
este contexto, como muy bien ha presentado Ofer Bar-Yosef (1,2). Pero sin duda debe señalarse que los
descubrimientos realizados en los últimos años apuntan a una emergencia mucho más rápida de gran parte de
los hitos mejor aceptados de los patrones de comportamiento supuestamente modernos en África de lo que se
creía hace una década. En base a los descubrimientos asociados de Klasies River Mouth y cueva Blombos,
por ejemplo, ahora podemos demostrar que por lo menos seis o siete de los rasgos más sorprendentes de la
tecnología “moderna” han aparecido en esta región de África meridional a lo largo de, como mucho, ca.
10.000 años. Como se indicó anteriormente, estos cambios incluyen el raspador frontal y los buriles típicos
del Paleolítico Superior, herramientas óseas laboriosamente trabajadas, el transporte a larga distancia de
materias primas de alta calidad, filos bien formatizados de herramientas enmangadas multi-componente,
formas claramente intencionales (o “estilo”) en la manufactura de herramientas, abundantes adornos de valvas
marina y los ejemplos más tempranos de motivos en diseños complejos o “arte abstracto” (Figs. 4–6). Es
interesante notar que estas innovaciones incluyen la mayoría de las características que Henshilwood y Marean
(7) presentaron recientemente en su “lista de rasgos” del comportamiento convencionalmente moderno. Si
bien los autores parecen atribuir esta lista a un artículo que publiqué en 1973 (68), debe recordarse que nunca

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tuve la intención de que fuera más que un contraste empírico entre los registros arqueológicos del Paleolítico
Superior frente al medio en una pequeña zona de Europa: la región del Perigord en el sudoeste francés. No fue
presentado como una especie de caracterización global de patrones de comportamiento “modernos” en toda
Europa mucho menos en una escala intercontinental. Encontrar la mayoría de estos elementos de esta “lista de
rasgos” francesa de 30 años de antigüedad en el registro arqueológico africano fechado entre 70.000 y 80.000
años es, al menos, curioso y, como comenté unos párrafos más arriba, potencialmente muy significativo en
términos evolutivos y cognitivos. En este contexto, es importante notar que ahora contamos con evidencia de
ADN que demuestra una enorme expansión demográfica y geográfica de poblaciones genéticamente
modernas en África hacia el 60.000 al 80.000 AP, bien reflejadas en la expansión de los linajes de
mitocondrias L2 y L3 (42,131).
Hasta qué punto otros elementos de estos rasgos de comportamiento supuestamente modernos se
pueden identificar con cierta precisión antes del ca. 80.000 AP en África u otros sitios es uno de los
principales temas a tratar en el futuro. Como señalamos, hay algunas asignaciones ligeramente controvertidas
de que las puntas de lanza de hueso con aletas muy formatizadas que aparecen en el sitio Katanda en la
antigua Zaire se datarían provisionalmente hacia el 90.000 AP (84,85) y otras indicaciones claras de entierros
ceremoniales asociados a una variedad de adornos de conchas marinas perforadas y grandes cantidades de
ocre rojo en el sitio de Qafzeh, al norte de Israel, datado en ca. 90.000 a 100.000 AP y vinculado a
poblaciones esqueletarias esencialmente modernas (60,89). El hecho de que la tecnología lítica de los
entierros de Qafzeh se parezca en todo sentido a la del Paleolítico Medio típico puede interpretarse como una
indicación fuerte de que por lo menos ciertas formas básicas de un comportamiento indudablemente
simbólico y ceremonial surgió entre estas primeras poblaciones anatómicamente modernas antes de cualquier
transición tecnológica obvia a una tecnología típica del Paleolítico Superior. Se puede plantear el mismo
argumento para la presencia de entierros y cremaciones humanas claramente ceremoniales en Australia con
fechados de por lo menos el 40.000 AP, también asociados con tecnología típica del Paleolítico Medio
(122,132,133). Es posible que estos entierros indiquen una dispersión temprana de poblaciones anatómica y
genéticamente modernas desde África –pasando por Asia- a Australia en algún momento antes del
surgimiento tecnologías más avanzadas en el supuesto origen africano (29,30). Hay también algunas noticias
de un tratamiento potencialmente ritual o ceremonial de restos de humanos anatómicamente modernos del
sitio de Herto, en Etiopía, con una antigüedad de ca. 150.000 a 160.000 AP (92). Se puede interpretar todos
estos descubrimientos como el registro de los orígenes de un fuerte componente simbólico en los patrones de
comportamiento humano bastante antes de los cambios en las tecnologías lítica y ósea asociadas.
El resto de las características que a veces se citan para justificar la emergencia de los patrones de
comportamiento “moderno” en África antes del ca. 100.000 a 150.000 AP tienen una importancia más
dudosa, e incluyen la presencia de una tecnología de hojas altamente desarrollada en sitios como Kapthurin,
en Kenia, fechado en ca. 250.000 AP, el uso generalizado de ocre rojo en los sitios Kapthurin y Twin Rivers,
en Zambia, en una fecha similar, y la presencia ocasional de segmentos con dorso en sitios que parecen
corresponder a comienzos de la Edad de la Piedra Media (6,86,87,134). Sin embargo, todos estos elementos
tienen paralelos potenciales en sitios indudablemente musterienses o del Paleolítico Medio en Europa y Asia
occidental (4,27,80) y podrían verse sencillamente como parte de un repertorio cultural básico asociado con
poblaciones previas a las anatómicamente modernas tanto en África como en Eurasia. Foley y Lahr (30,135)
sugirieron que estos elementos conductuales se asociarían con una dispersión de población previa de África a
Eurasia, vinculada a tecnologías de un Paleolítico medio plenamente desarrollado (Modo 3) y, quizás, al
hipotético ancestro común tanto de las poblaciones neandertales europeas como de las de sapiens africanas,
que los autores atribuyeron al linaje del Homo helmei.
Aún queda por debatir las implicancias cognitivas y evolutivas de estos descubrimientos recientes en
el registro arqueológico de África y Eurasia. Como señalé, el hecho más sorprendente es la aparición mucho
más temprana de una serie de componentes de la cultura material simbólicos indudables, relativamente
complejos, vinculados con poblaciones de humanos anatómicamente modernos en África y las zonas
inmediatamente adyacentes del sudoeste asiático que en las poblaciones contemporáneas de neandertales
europeos. En que medida estas innovaciones pueden asociarse al origen de patrones de lenguaje más
complejos, cambios en la estructura neurológica del cerebro, o mutaciones genéticas específicas, como el gen
recién descubierto FOXP2 (36) aparecen en muchos artículos publicados en el último tiempo, y no es este el
lugar para discutirlos (5,7,17,20–28,73). Sin embargo, en conjunto, estas características podrían señalar una
importante “revolución” en los patrones de comportamiento y cognitivos humanos, asociados inevitablemente
con el origen biológico y evolutivo de nuestra propia especie. Con la evidencia actual, sugiero que estos
rasgos pueden clasificarse más cómodamente en términos de un modelo de especie única para el surgimiento

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de por lo menos la mayoría de los elementos básicos del comportamiento “moderno” –más allá de cómo se
defina este concepto- que en términos de un modelo de un origen de “múltiples especies” fuertemente
dependiente de coincidencias.

AGRADECIMIENTOS
Agradezco a Marta Lahr por invitarme a escribir este artículo, y a Robert Foley, Chris Stringer, Ofer Bar-Yosef, Richard
Klein, Janusz Kozlowski, Peter Forster, Brad Gravina, Terry Hopkinson, Christopher Henshilwood, Francesco d’Errico, y
otros colegas por las fructíferas discusiones sobre los temas aquí tratados. Esta investigación cuenta con el apoyo de
subsidios de la British Academy y del Corpus Christi College, Cambridge.

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