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John Piper
Por tanto, desechando toda malicia y todo engaño, e hipocresías, envidias y toda difamación,
desead como niños recién nacidos, la leche pura de la palabra, para que por ella crezcáis para
salvación, si es que habéis probado la benignidad del Señor.
En este texto, he encontrado tantas palabras proféticas para nosotros como iglesia, que
apenas sé por dónde empezar. Vayamos directamente a una de ellas y luego volvamos a ver
todo el texto.
Una gran amenaza para nuestra salvación y para nuestro crecimiento hacia la salvación (v.2) es
lo que yo llamaría fatalismo espiritual – la creencia o sentimiento de estar atascados en la
manera de ser – “esto es todo lo que voy a experimentar de Dios – el nivel de intensidad
espiritual que tengo ahora es todo lo que puedo tener; otros pueden tener deseos profundos
por Dios y experiencias profundas de deleite personal en Dios, pero yo nunca los voy a tener
porque . . . bueno, sólo porque . . . no soy así. No soy yo.”
Este fatalismo espiritual es una sensación de que las fuerzas genéticas y familiares, las fuerzas
de mis experiencias pasadas y de las circunstancias actuales son demasiado fuertes como para
permitirme alguna vez cambiar y poner más celo en Dios (Tito 2:14) o ser más ferviente
(Romanos 12:12) o deleitarme más en Dios (Salmos 37:4) o más ávido de una comunión con
Cristo (Juan 6:35) o más íntimo con las cosas espirituales (Romanos 8:5) o más fuerte (2
Timoteo 1:7) o más constante y alegre (Romanos 12:12) o más esperanzado (1 Pedro 1:13).
El fatalismo espiritual en la iglesia es trágico. Deja a la gente atascada. Se lleva las esperanzas y
los sueños de cambio y crecimiento. Aplasta la emoción de vivir – que es el crecimiento. Es
como decirle a una niñita desgarbada, que siente que su cuerpo es desproporcionado: bueno,
así eres tú y siempre vas a ser así, cuando en realidad ella va a crecer y cambiar. Sería terrible
convencerla de algún tipo de fatalismo físico – por el cual su crecimiento se va a detener a los
13 años. Lo mismo sucede con el espíritu. Solo que el fatalismo espiritual es mucho peor.
Porque están en juego cosas más importantes y porque nunca vamos a llegar al punto en el
cual hayamos alcanzado nuestra estatura final, como sucede con nuestros cuerpos.
Por eso, año tras año, miles de personas viven sin mucha pasión por Dios o celo por su nombre
o regocijo en su presencia o esperanza en sus promesas o constancia en una comunión con Él y
sienten – bueno, simplemente esa es mi forma de ser. Y sólo se adaptan – como un
adolescente que deja de crecer y vive con granitos hasta que tiene 80 años.
En este texto, Dios dispone que no seamos fatalistas. En el versículo 2, Pedro dice: “Desead
como niños recién nacidos, la leche pura de la palabra, para que por ella crezcáis para
salvación”. La palabra para “deseo” aquí es simplemente “anhelo”. Es un mandato a desear.
Lo que esto significa es que si se sienten atascados porque no tienen la clase de deseos
espirituales que deberían, este texto dice: ¡No tienen que estar atascados!, ¡Ténganlos! –
Tengan los deseos que no tienen. Si no desean la leche de la Palabra, ¡empiecen a desearla!
¿No es asombroso? ¡Un mandato a desear! Un mandato a tener los anhelos que no tenemos.
¿Hay algo más contrario al fatalismo espiritual que eso? El fatalismo dice: No puedo crear
deseos. Si no existen, no existen. Si no sentimos cosas de la misma manera que los salmistas
sienten cuando dicen: “Como el ciervo anhela las corrientes de agua, así suspira por ti, oh Dios,
el alma mía.” (Salmos 42:1) – si no tengo esos sentimientos hacia Dios, es así, no los tengo. No
soy como los salmistas. Esto es lo que el fatalismo espiritual dice.
Pero, Dios dice (v.2) “¡Desead la leche pura de la Palabra! Antes de que hagan toda clase de
objeciones como: ¿Cómo me puede mandar que tenga un deseo? ¿Qué puedo hacer para
obedecer un mandato así? ¿Cómo puedo producir un deseo? Todo mi problema es que no
tengo la fuerza de desear que quisiera. Y usted me pide que tenga deseos. También le podría
pedir a un hombre lisiado que camine.
Ummm. ¿Pueden imaginarse eso – ordenar a un lisiado que camine? ¿Quién podría hacer eso?
O, ¿qué tal ordenarle a un lisiado que vuele? ¿Creen que Dios podría ordenar eso?
Ayer, estaba escuchando una charla de Corrie Ten Boom y la oí recitar un pequeño poema de
John Bunyan. Es una de las mejores declaraciones sobre la diferencia entre la ley y el evangelio
que jamás haya escuchado. Verán cómo se relacionan.
En otras palabras, en el Antiguo pacto Dios dio mandamientos, pero, en líneas generales, no
nos dio la habilidad divina de vencer la falta de vida, la depravación y la rebelión del corazón.
Pero, en el pacto nuevo, que Dios estableció en la cruz de Cristo, Dios da mandatos aún más
difíciles, pero también otorga la fuerza que necesitamos para cumplirlos (Romanos 8:4-6) a
través de la fe (1 Tesalonicenses 1:3; 2 Tesalonicenses 1:11).
Esta es la liberación poderosa del fatalismo espiritual. El fatalista dice: “No puedo volar. Ni
siquiera puedo correr. Mis pies están congelados en mi estructura genética y en mi familia
disfuncional de origen. Además no tengo alas. No puedo volar. Yo soy así”. Pero, contra ese
fatalismo, el evangelio dice: “¡Vuelen! ¿No sienten deseos por la leche de la Palabra? Entonces,
ténganlos”.
Lo que esto quiere decir es que tener confianza en que Dios nos va a proveer para lo que nos
manda es tan esencial como tener los deseos que se supone que hemos de tener por la
Palabra. Si Dios dice que deseemos cuando no lo hacemos, entonces debemos confiar en que
debe saber algo que nosotros no sabemos. Debe tener algún poder que nosotros no tenemos.
Debe de haber una manera. Eso es lo opuesto al fatalismo. Dios nos lo ordena. Por lo tanto
debe de haber una manera. No me conformo con menos de lo que Dios manda, aunque sea un
mandato a volar.
San Agustín hizo una de las máximas afirmaciones no fatalistas. Es profundamente bíblica. En
sus “Confesiones” (X, 40) dijo:
“¡Oh Amor que siempre ardes y nunca te extingues! ¡Caridad, Dios mío, enciéndeme! Tú
mandas templanza. Dame lo que mandas y mándame lo que quieras.”
Esa es la manera que tienen que orar y creer cuando leen 1 Pedro 2:2: “Desead la leche pura
de la Palabra”. Deséenla. ¿No sienten ese deseo? ¡Siéntalo! ¿No desean la Palabra? Empiecen
a desearla. No digan: “Yo soy así” No se conformen con el fatalismo espiritual. No es la
voluntad de Dios para ustedes.
Esta es una de las palabras proféticas que escuché para nuestra iglesia en este texto.
Dije que volvería atrás para considerar todo el texto, para que puedan ver como esta parte del
versículo 2 concuerda con el resto.
Noten que el versículo 1 empieza con las palabras “por tanto”. Por consiguiente, lo que él está
por decir se basa en lo que expresó antes. ¿Qué era? Lo que dijo antes era una afirmación
tremenda (v. 23) que nacimos de nuevo (a causa de Dios) a través de la Palabra de Dios. Lo
principal era que esta Palabra es imperecedera (v.23) que es viva y permanece (v.23) y que no
es como la hierba o las flores que mueren, sino que permanece para siempre. Por lo tanto, si
nacieron de nuevo a través de esta Palabra, entonces vivirán eternamente. Están protegidos
para siempre en la familia de Dios, que hizo que nacieran de nuevo en esa familia.
Por consiguiente – como tienen una vida nueva por la obra de Dios y tienen confianza en el
futuro – por tanto (2:1), “desechando toda malicia y todo engaño, e hipocresías, envidias y
toda difamación, 2 desead como niños recién nacidos, la leche pura de la palabra”.
Como han nacido de nuevo mediante la Palabra de Dios, entonces anhelen la Palabra de Dios.
¿Pueden ver la conexión entre la Palabra de Dios del versículo 23 y la del 25? Habiendo nacido
de nuevo mediante la Palabra…por tanto, deseen la leche de la Palabra. Si empezaron a vivir
por la Palabra, sustenten su vida con la Palabra.
Tal vez la versión que tengan no diga “la leche de la Palabra” en el versículo 2. Puede decir
“desead la leche espiritual”. Bueno, eso es exacto. En la NASB (La Nueva Biblia Americana
Standard, por sus siglas en inglés) es una explicación, no una traducción. Sin embargo, la
explicación es buena. Excepto que es demasiado limitada. ¿Es realmente la “leche espiritual”
simplemente la Palabra de Dios? O, ¿es esto algo más específico de la Palabra? Creo que sí.
“Como niños recién nacidos *que nacieron por medio de la Palabra de Dios+, desead *como lo
hacen los bebés] la leche pura de la Palabra, para que por ella crezcáis para la salvación, si [es
decir ¡Porque!+, habéis probado la benignidad del Señor”
¿Pueden ver la conexión entre el intenso deseo o ansia por la “leche espiritual” del versículo 2
y el haber probado la benignidad del Señor del versículo 3? Únanlos: “Desead la leche
espiritual porque habéis probado la benignidad del Señor”. A mí me parece que la leche es la
leche de la benignidad del Señor. Por eso es que recibimos el mandato de desearla. Entonces
¿cuál es?: ¿la leche de la Palabra (NASB Nueva Biblia Americana Standard)? O, ¿la leche de la
benignidad del Dios?
No tiene porqué haber una contradicción. ¿Dónde probaron los lectores la benignidad de
Dios? La respuesta es: en el Evangelio, la Palabra de Dios (v.25). Nacieron de nuevo por esa
benignidad a través de la Palabra de Dios. Por lo tanto, la leche espiritual es la benignidad del
Señor, experimentada por medio de la Palabra de Dios. O se podría decir: la leche espiritual es
la Palabra de Dios revelando o transmitiendo la benignidad del Señor.
Nacieron de nuevo por esa Palabra – es decir, por la benignidad poderosa de Dios en esa
Palabra, por tanto, continúen deseando esa Palabra y, en la experiencia diaria – probando - la
benignidad del Señor a través de su Palabra.
Pero, también destruye. El versículo 1 describe el lado destructivo de la Palabra de Dios: “Por
tanto, desechando [librándose de, destruyendo] toda malicia y todo engaño, e hipocresías,
envidias y toda difamación, 2 desead como niños recién nacidos, la leche pura de la palabra”.
Una de las maneras en que la Palabra crea el deseo por la leche de la benignidad de Dios es
destruyendo el deseo por otras cosas.
Malicia, engaño, hipocresía, envidia, difamación – los debemos desechar, destruir. Este es el
lado contrario a desear la leche espiritual de la benignidad de Dios en la Palabra. Si quieren
tener deseos de la Palabra de Dios, si quieren que sus deseos crezcan, si quieren probar
totalmente la benignidad del Señor dense cuenta que mientras crece nuestra satisfacción en la
benignidad de Dios, los deseos controladores de malicia, engaño, hipocresía, envidia y
difamación se destruyen. Y lo contrario también es cierto: Si se resisten a ellos y los dejan a un
lado, los deseos por Dios se hacen más fuertes y más intensos.
El punto de Pedro es: no crean que pueden crecer en el mismo corazón. El deseo de probar y
disfrutar la benignidad de Dios no puede crecer en el mismo corazón junto con el engaño y la
hipocresía. Por eso, luchen contra el fatalismo espiritual por ambos lados: luchen para destruir
los deseos de engaño e hipocresía; y luchen para probar la benignidad del Señor en su Palabra.
EL RESULTADO
El resultado es (v.2b) “que por ella crezcáis para salvación”. Literalmente: “creceréis hasta la
salvación”. La salvación se alcanza con el crecimiento. Para asegurarse, Dios da el crecimiento
(1:5; 1 Corintios 3:6). Pero, es necesario crecer. No caigan en el fatalismo espiritual que dice:
“No puedo crecer; no puedo cambiar; no necesito hacerlo”. Eliminen esa idea como una vieja
vestimenta apestosa y busquen a Dios con todo el corazón, para que los ayude a desear su
Palabra y crezcamos juntos para salvación.