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ISSN 1669-2632 INDICE

Redacción EDITORIAL 7
Universidad Nacional de San Martín
Escuela de Humanidades
VIOLENCIA URBANA
Centro de Investigaciones Etnográficas
Martín de Irigoyen 3100 PRESENTACIÓN 13
(1650) San Martín, Provincia de Buenos Aires, Daniel Míguez
Argentina
PENSANDO LA POBREZA EN EL GUETO: 25
Te/Fax: (5411) 4580-7302
RESISTENCIA Y AUTODESTRUCCIÓN EN EL
etnocont@unsam.edu.ar
APARTHEID NORTEAMERICANO
www.cie.unsam.edu.ar
Philippe Bourgois
Secretaria de Redacción
Julia Torres LOS MIEDOS: SUS LABERINTOS, SUS MONSTRUOS, SUS 45
CONJUROS. UNA LECTURA SOCIOANTROPOLÓGICA
Para suscripción, venta y canje de
Rossana Reguillo Cruz
ejemplares dirigirse a la Redacción.

Diseño CUANDO LA PANDILLA SE PONE MALA: 75


Ángel Vega VIOLENCIA JUVENIL Y CAMBIO SOCIAL EN NICARAGUA
www.angelvega.com.ar Dennis Rodgers

Impresión TRAYECTORIAS DE BANDIDOS, MITOS Y RITOS DEL TRÁFICO 101


Gestyman S.A
ILÍCITO DE DROGAS EN RÍO. DE JANEIRO
Carlos Berg 943 Capital Federal
Rosinaldo Silva da Sousa
Está prohibida la reproducción, por cualquier medio, del contenido total o
parcial de la revista, sin la autorización escrita de sus editores. ALTERIDADES
Y ME GUSTAN LOS BAILES...HACIENDO GÉNERO A TRAVÉS 133
Las posiciones expresadas en los artículos firmados son de responsabilidad DE LA DANZA DEL CUARTETO CORDOBÉS
exclusiva de sus autores
Gustavo Blázquez

NARRATIVAS DE FRONTERAY MITO-PRAXIS 167


COLONIAL EN EL IMAGINARIO MORMÓN
César Ceriani Cernadas

RESEÑAS 197

RESÚMENES DE TESIS 221


PENSANDO LA POBREZA EN EL GUETO:
RESISTENCIA Y AUTODESTRUCCIÓN EN EL
APARTHEID NORTEAMERICANO'

Philippe Bourgois *

No salí corriendo del local de videojuegos y venta de crack con la rapidez


suficiente para evitar oír los dos golpes sordos del bate de béisbol del cus-
todio contra el cráneo de un cliente. Me había equivocado al suponer que las
duras palabras que César, el custodio, intercambiaba con un cliente droga-
do eran el alarde agresivo pero en última instancia lúdico que es típico de
gran parte de las interacciones callejeras masculinas. Parado en el borde de
la vereda frente al local, me debatía tratando de decidir si el ruido de for-
cejeos en su interior justificaba que llamara una ambulancia. Me tranqui-
licé cuando vi al joven golpeado cruzar la puerta, arrastrándose en medio
de una despedida de puntapiés y risotadas. Caminé entonces diez metros
hasta el edificio vecino donde vivía en esa época, en el barrio mayorita-
riamente puertorriqueño de Harlem-Este, Nueva York. Confundido por mi
impotencia frente a la violencia de mis amigos distribuidores de crack, ter-
miné temprano con el trabajo de campo de esa noche e intenté calmar la
ira y la adrenalina que me corría por las venas ayudando a mi esposa a acu-
nar a nuestro hijo recién nacido. Sin embargo, los gorjeos agradecidos del
bebé no lograron apartar de mi mente el ruido del bate de béisbol de Cé-
sar mientras caía sobre la cabeza del cliente drogadicto.

La noche siguiente me obligué a volver al local de venta de crack donde pa-


saba gran parte de mi tiempo realizando una investigación sobre la pobreza
y la marginación en los enclaves urbanos empobrecidos de Nueva York. Re-
prendí a César por su "sobreactuación" con el cliente molesto de la noche
anterior. Él se mostró encantado de embarcarme en una discusión festiva
de sus acciones de la noche anterior. En medio de nuestro combate verbal,
me sacó la grabadora del bolsillo, la encendió y comenzó a hablar directa-
mente al micrófono.

1 * Philippe Bourgois es profesor y director del Departamento de Antropología, Historia y Medicina


Social de la Universidad de California en San Francisco.
dio de encuestas o de la consulta de censos públicos no comprenden la in- En el caso de mi trabajo con distribuidores de crack en el este de Harlem,
tensidad de la relación que uno debe desarrollar con cada individuo de su aun antes de poder iniciar formalmente mi investigación, tuve que enfren-
muestra a fin de obtener información pertinente sobre los contextos cultu- tar la abrumadora realidad de la segregación racial y de clase propia de los
rales y las dinámicas procesales de las redes sociales en contextos holísticos. guetos estadounidenses. En un comienzo las cosas sucedieron como si mi piel
Los antropólogos no correlacionan variables estadísticas independientes; blanca fuera el signo de la fase final de una enfermedad contagiosa que ha-
antes bien, explican (o mencionan) las razones (o accidentes) por y a través cía estragos a su paso. Las bulliciosas esquinas se vaciaban en medio de una
de las cuales las relaciones sociales se despliegan dentro de sus contextos lo- lluvia de silbidos cada vez que me acercaba: los nerviosos vendedores de dro-
cales (y globales). En un plano ideal, los antropólogos desarrollan una rela- gas se dispersaban, seguros de que yo era un agente encubierto de la divi-
ción orgánica con un ámbito social en que su presencia sólo desvirtúa sión de narcóticos. A la inversa, la policía me hacía saber que estaba violando
mínimamente la interacción social original. Debemos buscar un rol social leyes inconscientes del apartheid cada vez que me ponían con brazos y pier-
legítimo en el seno del escenario social que estudiamos, a fin de entablar amis- nas extendidos contra una pared para registrarme en busca de armas, dro-
tades (y a veces enemistades) que nos permitan (con un consentimiento in- gas y/o jeringas. Desde su punto de vista, la única razón por la cual un "chico
formado) observar directamente las conductas de la manera menos invasiva blanco" podía estar en el barrio después del atardecer era para comprar dro-
posible. Una de las grandes tareas de los observadores participantes es po- gas. De hecho, la primera vez que unos policías me pararon traté de expli-
nerse "en el pellejo" de las personas que estudian para "ver las realidades del carles en un tono que yo consideraba cortés que era un antropólogo dedicado
lugar" a través de "ojos locales". Como es natural, ese objetivo es imposible a estudiar la marginación social. Convencidos de que me burlaba de ellos,
de alcanzar en términos absolutos y, tal vez, hasta sería peligroso si nos lle- me inundaron con una letanía de maldiciones y amenazas mientras me es-
va a olvidar el desequilibrio de poder que existe en relación a los sujetos es- coltaban hasta la parada de autobuses más cercana y me ordenaban que de-
tudiados. En efecto, los antropólogos posmodernos han criticado con dureza jara el Este de Harlem: "vete a comprar tus drogas en un barrio blanco, cochino
la premisa de que la esencia de un grupo de personas o una cultura puede ser hijo de una gran..."
entendida y descripta por alguien ajeno, y traducida en categorías analíti-
cas académicas. Esta ilusión es parte de una imposición modernista inevi- Si pude superar esos límites raciales y de clase y granjearme a la larga el res-
tablemente totalizadora y representativa, en última instancia, de un proyecto peto y la plena cooperación de los distribuidores de crack que actuaban a mi
opresivo. Sin que las personas estudiadas lo sospechen, los antropólogos co- alrededor, sólo fue gracias a mi presencia física permanente como un resi-
rren el riesgo de imponerles categorías analíticas e imágenes exotizantes mar- dente más del barrio y mi perseverancia amable en las calles. También con-
cadas por el poder, en nombre de una autoridad académica etnográfica tribuyó el hecho de que en esos años me casé y tuve un hijo. Cuando mi bebé
asumida con arrogancia. Para evitar atribuir con pretextos científicos imá- tuvo la edad suficiente para ser bautizado en la iglesia local, yo ya había en-
genes enajenantes a las personas que estudian, los etnógrafos deben ejercer tablado con varios de los distribuidores de drogas una relación lo bastante
una crítica autorreflexiva y reconocer que una cultura no tiene necesariamente cercana para invitarlos a la fiesta en el apartamento de mi madre, en el centro.
una única realidad o esencia simple. Las culturas y los procesos sociales son
de manera ineludible más —pero también menos— de lo que puede aprehender En contraste, nunca pude alcanzar una comunicación efectiva con la policía.
alguien exterior a ellos cuando intenta condensarlos en una monografía o un Aprendí, empero, a llevar siempre un documento de identidad que mostrara
artículo etnográfico coherente. No obstante, con el fin de definir de un mo- mi dirección local real, y cada vez que me paraban me obligaba a bajar la mi-
do significativo la observación participante, basta con decir que los antro- rada con cortesía y mascullar efusivos "sí, señor" con el acento neoyorqui-
pólogos culturales, pese a todos los problemas que implica el reportaje no de la clase obrera blanca. A diferencia de lo sufrido por la mayoría de los
transcultural, tratan de acercarse lo más posible a los mundos cotidianos lo- vendedores de crack puertorriqueños con quienes pasaba el tiempo, la po-
cales sin perturbarlos ni juzgarlos. La meta global es alcanzar una perspec- licía nunca me golpeó ni arrestó; sólo me amenazaron de tanto en tanto y a
tiva integral de las lógicas internas y las coacciones externas que inciden en veces me pedían y aconsejaban amablemente que "buscara un apartamento
el desarrollo de los procesos locales, y reconocer al mismo tiempo —y con hu- barato en Queens" —un barrio con más cantidad de población blanca en las
mildad— que las culturas y los significados sociales son fragmentarios y afueras de Nueva York—.
múltiples. En definitiva, que todos somos formados y limitados por las
perspectivas de los momentos históricos, y la inserción social y demográfi- Estoy convencido de que, si pude recoger datos significativos sobre la po-
ca que nos toca. breza en el gueto latino, fue gracias a que transgredí laboriosamente el apart-

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heid urbano norteamericano. Desde un punto de vista metodológico, la úni- Harlem y South Bronx en busca de trabajo. Unos treinta años después, su
ca manera de comenzar a hacer preguntas personales provocativas y tener teoría de la cultura de la pobreza permanece en el centro de las polémicas
la expectativa de embarcarse en conversaciones sustanciosas sobre la com- c ontemporáneas en torno de los núcleos urbanos deprimidos de Estados
pleja experiencia de la marginación social extrema en Estados Unidos Unidos. Pese a ser un socialdemócrata favorable a la expansión de los pro-
consiste en entablar relaciones duraderas basadas en el respeto mutuo. gramas gubernamentales contra la pobreza, su análisis teórico propone una
Por eso, tal vez, es tan exigua la comprensión que posee la academia de la explicación psicológica reduccionista —casi un equivalente de culpar a la víc-
experiencia de la pobreza, la marginación social y el racismo. Las tradi- tima— de la persistencia transgeneracional de la miseria. En cierto nivel, pa-
cionales metodologías de investigación con orientación cuantitativa de los reció el toque de difuntos para los sueños de la Gran Sociedad de la presidencia
sociólogos o criminólogos de clase media alta tienden a hacer acopio de in- de Johnson y representó un desmentido a la idea de que era posible erradi-
venciones. Pocos integrantes de los márgenes de la sociedad confían en los car la pobreza en Norteamérica. La teoría de Lewis resuena tal vez más que
extraños cuando se les hacen preguntas personales invasivas, sobre todo en nunca en las campañas contemporáneas en pos de la responsabilidad indi-
lo concerniente al dinero, las drogas y el alcohol. De hecho, a nadie —rico o vidual y los valores familiares que han sido tan celebradas por los políticos
pobre— le gusta responder a preguntas tan indiscretas e incriminatorias. conservadores en las elecciones nacionales estadounidenses realizadas a lo lar-
go de la década del noventa. En un artículo publicado en Scientific American
Históricamente, las investigaciones sobre la pobreza urbana fueron más en 1966, Lewis escribió:
eficaces en reflejar los prejuicios de clase o sector del investigador, que en
analizar la experiencia de la indigencia o documentar el apartheid racial "Por lo común, a los seis o siete años los niños de los barrios pobres ya han asimilado las
y de clase (Katz, 1995). Cualquiera sea el país de que se trate, el estado actitudes y valores fundamentales de su subcultura. En lo sucesivo se enfrentan a la im-
de las investigaciones sobre la pobreza y la marginación social se presen- posibilidad psicológica de aprovechar en su plenitud las condiciones cambiantes o las
ta casi como una piedra de toque para calibrar las actitudes contemporá- oportunidades de mejora susceptibles de aparecer durante su vida.
neas de la sociedad hacia la desigualdad, el bienestar social y los derechos {...}Es mucho más difícil deshacer la cultura de la pobreza que remediar la pobreza misma."
humanos. Esto es particularmente cierto en Estados Unidos, donde las dis-
cusiones sobre la pobreza se polarizan casi de inmediato en torno a juicios El enfoque de Lewis y su estudio de los inmigrantes puertorriqueños em-
de valor moralizantes acerca de la autoestima individual y degeneran con pobrecidos, está basado en la observación de los mecanismos psicológicos de
frecuencia en concepciones raciales estereotipadas. En último análisis, la transferencia intergeneracional al interior de la familia. Una perspectiva con-
mayor parte de los estadounidenses —ricos y pobres por igual- cree en el gruente con la escuela de "cultura y personalidad" y que incluía influencias
mito de Horatio Alger, según el cual cualquier persona inteligente pue- freudianas, inclinándose así por las tradiciones norteamericanas más con-
de pasar de los harapos a la abundancia si trabaja con tesón. También son servadoras. Sin embargo, los científicos sociales de la izquierda estadouni-
intensamente moralistas en las cuestiones relacionadas con la riqueza; una dense han caído con frecuencia en la trampa de glorificar a los pobres y negar
actitud derivada, quizá, de su herencia puritana calvinista. Aun algunos toda prueba empírica de autodestrucción personal (Wilson, 1996). Cuando
académicos progresistas y de izquierda tienen la secreta preocupación de me mudé al mismo barrio pobre donde las familias puertorriqueñas estudiadas
que los pobres acaso merezcan efectivamente su destino de marginación por Lewis habían vivido treinta años atrás, estaba decidido a no pasar por al-
y sufrimiento auto-inflingido. Como consecuencia, a menudo se sienten to, como él, el examen de la desigualdad estructural, pero pretendía al mis-
en la obligación de describir los guetos de una manera artificialmente po- mo tiempo documentar la dolorosa internalización de la opresión en la vida
sitiva, que no sólo es irrealista sino también deficiente desde un punto de cotidiana de quienes padecen una pobreza persistente e institucionalizada.
vista teórico y analítico. En procura de elaborar una perspectiva de economía política que diera el de-
bido papel a la cultura y el género y también reconociera el vínculo entre las
Probablemente, el mejor resumen de este contexto ideológico de las in- acciones íntimas y la determinación social y estructural, me concentré en có-
vestigaciones sobre la pobreza urbana en los Estados Unidos lo proporcionan mo una cultura callejera confrontacional de resistencia a la explotación y la
los libros de Oscar Lewis, que se vendieron a nivel popular pese a ser tra- marginación social tenía, de manera contradictoria, efectos autodestructi-
bajos académicos (Lewis, 1966; Rigdon, 1988). Durante la década de vos para sus integrantes. De hecho, los vendedores de drogas, los adictos y
1960 Lewis reunió miles de páginas de entrevistas sobre las historias de los delincuentes se convierten en las calles en agentes locales que adminis-
vida de una familia extensa de puertorriqueños que emigraron a East tran la destrucción de la comunidad circundante.

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Los dólares y las drogas privada. Por perverso que parezca, son los últimos empresarios, indivi-
Dada su extraordinaria importancia económica, así como su trágica in- dualistas duros que encaran una frontera imprevisible donde la fortuna, la
fluencia en la destrucción de la vida de la gente, los investigadores que es- fama y la destrucción están a la vuelta de la esquina y donde los competi-
tudian el gueto deben abordar la cuestión del abuso de sustancias y el papel dores son objeto de una persecución y una eliminación implacables.
de las drogas en la economía subterránea. Para quienes lo ven desde afue-
ra, la dimensión más fácil de entender el narcotráfico es su lógica econó- Pese a los obvios incentivos económicos, la mayoría de los residentes del
mica. En escala mundial, las drogas ilegales se han convertido en un este de Harlem rehuyen las drogas y trabajan legalmente ocho o más ho-
inmenso negocio transnacional y multimillonario. Por terrible que sea, du- ras cada día en empleos formales. El problema, sin embargo, es que esta ma-
rante las últimas dos décadas las industrias del crack, la cocaína, la hero- yoría respetuosa de la ley durante 1980 y 1990 perdió el control del
ína, la marihuana y las anfetaminas fueron en Estados Unidos los únicos espacio público en el este de Harlem. Tuvieron que retirarse a una postu-
empleadores con un crecimiento dinámico para los varones habitantes de ra defensiva y desde entonces viven en su barrio con temor y hasta con des-
los guetos, ofreciéndoles además igualdad de oportunidades, sin discri- precio por él. Madres y padres atribulados veían y ven la necesidad de
minación por raza o clase. Por ejemplo, la calle donde vivía era una mues- mantener a sus hijos dentro de sus departamentos cerrados con doble lla-
tra característica de esas circunstancias, y en un radio de dos cuadras yo podía ve, en el resuelto intento de no dejar penetrar la cultura de la calle. Su ob-
conseguir heroína, cocaína en polvo, agujas hipodérmicas, metadona, Va- jetivo primordial es ahorrar el dinero suficiente para mudarse a un barrio
lium, polvo de ángel (un tranquilizante para uso veterinario), marihuana, seguro de clase obrera: "sal si puedes".
mezcalina, alcohol de contrabando y tabaco. A cien metros de la puerta de
calle de mi casa había tres lugares rivales de distribución de crack que ven- Los narcotraficantes aquí retratados, por consiguiente, representan sólo una
dían ampollas a dos, tres y cinco dólares. Otros dos sitios de venta mino- pequeña minoría de la población de East Harlem, pero se las han arregla-
rista expendían, por diez y veinte dólares, cocaína en polvo envasada en bolsas do para fijar el tono de la vida pública. Obligan a los residentes del lugar,
de plástico cerradas y marcadas con un logo nítidamente aplicado con un sobre todo a mujeres y ancianos, a vivir con el constante temor a ser ata-
sello de goma. Justo arriba del lugar de venta de crack camuflado como un cados o asaltados. Más importante aún, en el plano cotidiano los vendedores
local de videojuegos donde trabajaban Primo y César, donde yo pasaba la callejeros de drogas proponen un convincente estilo de vida alternativo, si
mayor parte del tiempo, dos médicos debidamente matriculados maneja- bien violento y autodestructivo —lo que llamo cultura de la calle—, a los jó-
ban una "usina de píldoras" en la que firmaban varias docenas de recetas venes que crecen alrededor de ellos. La economía de la droga es la base ma-
de opiáceos, estimulantes y sedantes por día. Anualmente, todo esto equi- terial de esa cultura, y su expansión multimillonaria en dólares ha hecho
valía a varios millones de dólares en drogas. En los barrios de viviendas es- de manera inconsciente que ésta sea aún más atractiva y esté más de moda.
tatales, situadas frente a mi inquilinato, la policía arrestó a una madre de
55 años y su hija de 22 mientras "embolsaban" casi 10 kilos de cocaína en En un nivel más sutil, la cultura de la calle es algo más que desesperación
dosis "gigantes" de un cuarto de gramo de producto adulterado que se ven- económica o codicia; también es una búsqueda de dignidad y la negativa
dían a diez dólares, y cuyo valor total en la calle podía llegar a más de un a aceptar la marginación y el racismo que la sociedad predominante im-
millón de dólares. En ese mismo apartamento la policía encontró 25.000 pone a los niños que crecen en los núcleos urbanos deprimidos. Como se-
dólares en billetes de pequeña denominación. ñalamos antes, puede entendérsela como una cultura de resistencia —o al
menos de oposición— a la explotación económica y la denigración cultural
En otras palabras, negocios de muchos millones de dólares funcionan al al- y de clase. Concretamente, esa resistencia se manifiesta en el rechazo de los
cance de la mano de los jóvenes que crecen en los inquilinatos y proyectos bajos salarios y las deficientes condiciones laborales, así como en la cele-
habitacionales de East Harlem. El tráfico de drogas en la economía infor- bración de la marginación como una prenda de orgullo, aun cuando en úl-
mal ofrece a esos jóvenes una carrera con posibilidades reales de movilidad tima instancia sea autodestructiva.
ascendente. Como casi todos los demás habitantes de Estados Unidos, los
vendedores de drogas no hacen sino trajinar para conseguir su "porción de Otra discusión con César ilustra con claridad esta dinámica. En ella, Cé-
la torta" lo más rápidamente posible. De hecho, en su búsqueda del éxito sar responde a las reprimendas de un reciente inmigrante mexicano indo-
siguen hasta en sus más mínimos detalles el modelo yanqui de movilidad cumentado, aunque con un empleo formal, que acusaba de perezosos a los
ascendente: hacia arriba por esfuerzo propio, gracias al esfuerzo y la iniciativa puertorriqueños.

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"¡Así mismo, pana! Somo' los verdaderos canallas y locos jodidos que venden drogas. de desarrollo de la isla el nombre de "Operación Manos a la Obra" y la con-
No queremo' ser parte de la sociedad. ¿Para qué queremo' trabajar? A los boricuas no sideró como un magnífico éxito en su carácter de incentivo a las inversio-
les gusta el trabajo. Está bien, a lo mejor no a todos, porque todavía queda un mon- nes en un mercado libre. Sin embargo, el mejor índice del fracaso humano
tón de tipos derechos de la vieja escuela que trabajan. ¡Pero la nueva generación, ni del modelo económico de Puerto Rico tal vez sea el hecho de que entre un
por casualidad! No respetamo' nada. La nueva generación no respeta a la gente. Que- tercio y la mitad de la población de la isla se ha visto obligada a dejar su
remo' hacer dinero fácil, y se acabó. Fácil y ya, fíjate. No queremo' trabajos duros. Eso patria para buscar trabajo y sustento en el extranjero desde fines de la dé-
es la nueva generación compai'. cada de 1940. En la actualidad son más los residentes puertorriqueños en
Ahora, la vieja escuela era cuando éramo' más jóvenes y nos rompíamo' el culo. Yo tu- el exterior que en la propia isla. Como todos los nuevos inmigrantes lle-
ve todo tipo de trabajos estúpidos. Clasificación de chatarra, tintorero, mensajero. Pe- gados a Estados Unidos a lo largo de la historia, los puertorriqueños cho-
ro se acabó [pone el brazo sobre el hombro de Primo]. Ahora escamo' en la de rebeldes. caron con el racismo y la humillación cultural. La situación se exacerbó
Preferimo' evadir los impuestos, chavos rápido y limitarno' a sobrevivir. Pero eso tam- debido a un dato fenotípico: a diferencia de los irlandeses, los judíos y los
poco nos conforma, ja!" italianos que llegaron con anterioridad a Nueva York, ellos, en su mayor
parte, no tienen piel blanca.
Historia y economía política
Es preciso situar las palabras de César en su contexto histórico y estructural; En otras palabras, los puertorriqueños nacidos en Nueva York son des-
de lo contrario, podrían servir para confirmar los estereotipos racistas y las cendientes de un pueblo desarraigado por obra de un éxodo acelerado y cons-
explicaciones psicológicas reduccionistas o culturalistas de la violencia, el tante en el marco de la historia económica, impulsado por fuerzas de la
abuso de sustancias y, en definitiva, la propia pobreza. A decir verdad, ése "Real-Politik" y el racismo y no por una lógica humanitaria, y ni siquie-
es uno de los puntos débiles de las descripciones etnográficas, que a veces ra por una franca lógica económica. Con diversas permutaciones, en las dos
degeneran en construcciones voyeuristas de un otro deshumanizado y sen- o tres últimas generaciones sus padres y abuelos pasaron de ser 1) campe-
sacionalizado. En un examen más detenido puede discernirse que en Cé- sinos con un régimen de semisubsistencia en parcelas privadas de las la-
sar la celebración del desempleo, el delito y la adicción está íntegramente deras de las colinas o en haciendas locales, a ser 2) peones agrícolas en
relacionada con fuerzas del mercado laboral, transformaciones históricas y plantaciones tropicales agroexportadoras de propiedad extranjera y uso in-
hasta enfrentamientos políticos internacionales que van mucho más allá de tensivo de capital, 3) obreros en maquiladoras, residentes en comunidades
su control. precarias (verdaderos tugurios urbanos) basadas en la exportación, 4) tra-
bajadores súper-explotados residentes en los guetos de Nueva York, y 5)
En términos más fundamentales, la desafortunada ubicación estratégica y empleados del sector de servicios, residentes en edificios de departamen-
geopolítica de la isla de Puerto Rico en el Caribe siempre la erigió en un tos construidos por el Estado que constituyen los enclaves urbanos más mar-
objetivo militar para las superpotencias mundiales, lo cual dio origen a un ginados dentro del mismo gueto. Más de la mitad de quienes permanecieron
legado particularmente distorsionado de desarrollo económico y político. en la isla están hoy tan empobrecidos que deben recibir cupones de comi-
La afirmación es válida tanto para el colonialismo español, como para el ac- da. Los que se trasladaron a Nueva York exhiben los índices de pobreza fa-
tual control político del territorio por parte de Estados Unidos. Como un miliar más elevados entre todos los grupos étnicos de la nación, con excepción
artificio de la Guerra Fría para frenar la influencia de la vecina Cuba, de los pueblos originarios de Norteamérica.
Puerto Rico mantiene el ambiguo estatus de "Estado Libre Asociado". Los
puertorriqueños que permanecen en su isla natal no pueden votar en las elec- De la industria manufacturera a los servicios, y la alternativa del crack
ciones federales, pese a estar sujetos al servicio militar norteamericano. Po- La pobreza puertorriqueña en la ciudad de Nueva York se vio agravada de-
co después de que los infantes de marina estadounidenses invadieran la isla bido al hecho de que la mayoría de los nacionales de la isla llegaron al con-
en 1898, la economía quedó en manos de corporaciones agroexportadoras tinente en el período posterior a la Segunda Guerra Mundial con la intención
de esa nacionalidad y Puerto Rico fue sometido a una de las transforma- de encontrar trabajos en las fábricas, justamente en el momento en que el
ciones más rápidas y desquiciantes en toda la historia moderna de los pa- sector industrial-manufacturero comenzaba a declinar en las áreas metro-
íses del Tercer Mundo. Para agravar las cosas, en las décadas posteriores a politanas estadounidenses. Entre los años 1960 y los 1980, las corporacio-
la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos, en un intento de desairar el nes multinacionales reestructuraron la economía global al trasladar sus
experimento socialista cubano manejado por el Estado, dio a la estrategia fábricas a países con menores costos laborales. La disrupción personal vivida,

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al atravesar la transformación estructural de la industria manufacturera en Nue-
va York como un obrero recién ingresado, resaltaba en las grabaciones de sus
historias de vida de los vendedores de crack. Casi todos los vendedores y con-
sumidores de crack a quienes entrevisté con el paso de los años —sobre todo los
mayores— se habían desempeñado en uno o más empleos formales en su primera
juventud. De hecho, la mayor parte ingresó al mercado laboral a una edad más
sr"-
pa ndida e impulsada por el sector financiero. El nicho laboral de crecimiento
m ás rápido para desertores de la escuela secundaria, e incluso para graduados
un
iversitarios, es el trabajo auxiliar de oficina en las sedes administrativas
de las corporaciones multinacionales que han trasladado a otros países sus
plantas de producción. El inconveniente, desde luego, es que la identidad
callejera de oposición viril, que es tan eficaz y atractiva en la floreciente
temprana que el norteamericano típico de clase media. Así había sucedido con economía subterránea, no permite la interacción social humilde y obediente
Primo, el gerente del lugar de venta de crack camuflado como local de vide- que los oficinistas profesionales exigen de sus subordinados. Se ha produ-
ojuegos. cido un cambio cualitativo en el tenor de la interacción interpersonal en
el sector de servicios. Quienes trabajan en el sector de correspondencia o
"Tenía 14 o 15 años, brincaba clase para ir a planchar vestidos y todo lo que hacían en la detrás de una máquina fotocopiadora no pueden exhibir públicamente su
factoría... con las planchas de vapor. Era ropa bien, bien barata. La hermana de mi mal autonomía cultural. En términos muy concretos, carecen de sindicato;
fue la primera en trabajar ahí, y después tomaron a su hijo, mi primo Héctor —el que aho- más sutilmente, son pocos los compañeros de trabajo que los rodean y pue-
ra está en la cárcel—, porque su mama le dijo: "si no quieres ir a la escuela, vas a tener que den protegerlos y transmitirles un sentido de solidaridad de clase que
trabajar". Así que empecé a andar por ahí con él. Yo no pensaba trabajar en la fábrica. Se sostengan su cultura de confrontación. Antes bien, sufren el asedio de su-
suponía que íbamos a la escuela, pero así fue que pasó". pervisores y jefes pertenecientes a una cultura ajena, hostil y obviamente
dominante. Estos gerentes de oficina no se sienten intimidados por la
Hacía un año que Primo trabajaba en una fábrica de ropa barata cuando ésta cultura callejera, al contrario, la ridiculizan; la perciben como producto de
cerró su local de East Harlem para mudarse a otra parte. Primo se convirtió en la ignorancia, grotesca y hasta patética.
uno más del medio millón de trabajadores industriales de la ciudad de Nue-
va York que casi de la noche a la mañana perdieron su medio de vida, debido De acuerdo a los criterios de calle, las pautas de sociabilidad y cortesía pro-
a una caída del 50% en el empleo fabril entre 1963 y 1983. Desde luego, en pia de la cultura de pasillo vigente en las oficinas de las empresas de ser-
vez de verse como la víctima de una transformación estructural, Primo recuerda vicios, representan una humillación aplastante, particularmente en relación
con placer y hasta orgullo el ingreso adicional que obtuvo al sacar las máqui- a la propia masculinidad. En la calle, el trauma de experimentar una ame-
nas de la fábrica: "Esa gente tenía 'chavos' [dinero), mano. Porque los ayudamo' naza a la dignidad personal se ha congelado lingüísticamente en un verbo
a mudarse del barrio. Tardamo' dos días, mi primo Héctor y yo, nada más. ¡Eso de uso habitual, "to diss", una forma abreviada de "to disrespect" [faltar el res-
fue trabajar! Nos pagaron setenta pesos a cada uno". peto). No hace falta ahondar demasiado para encontrar historias de profunda
humillación debida a la pérdida de autonomía personal y cultural sentida
César, el custodio del local de venta de crack, pasó por una experiencia simi- por los jóvenes vendedores de crack en sus anteriores experiencias labora-
lar mientras trabajaba, luego de abandonar la escuela, en un taller de alhajas les en el sector de servicios. Así le ocurrió a Primo cuando trabajó como
de fantasía. En ese momento de su vida, si César y Primo no hubiesen perte- mensajero en una revista comercial especializada.
necido al sector más débil de la industria manufacturera en un período de ace-
lerada pérdida de empleos, su sueño de adolescentes de clase obrera quizá se "Cuando mi jefa le hablaba a la gente en la oficina, decía 'es un analfabeto', como si
habría estabilizado. Antes, cuando la mayoría de los puestos iniciales de tra- yo fuera un estúpido incapaz de entender lo que decía, porque estaba yo parado ahí
bajo estaba en las fábricas, la contradicción entre una cultura callejera, viril y mismo. Así que un día busqué la palabra analfabeto en el diccionario y me di cuenta
de confrontación y la cultura fabril tradicional de clase obrera —sobre todo si go- de que ella les decía a los socios que yo era un estúpido o algo así. ¡Yo estúpido! Ya
zaba de la protección de un sindicato— era menos pronunciada. En la fábrica, sabes cómo es (se señala a sí mismo): 'éste no sabe nada' Bueno, de todos modos soy
las actitudes duras y viriles representan un comportamiento aceptado; también un analfabeto: ¡¿y qué?!"
se espera y se considera aceptable y digno cierto grado de oposición a la patronal.
Aunque Primo consideraba una ofensa que lo calificaran de ese modo, la di-
La falta de respeto en el sector servicios mensión más profunda de su humillación radicaba en verse obligado a bus-
Los trabajos manufactureros han sido reemplazados en gran medida por em- car en el diccionario el significado de la palabra utilizada para insultarlo.
pleos en el sector de servicios, dentro de una economía neoyorquina ex- En la economía ilegal, en cambio, no corre el riesgo de sufrir estas amena-

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zas a su autoestima: "Mi jefe, Papo (el dueño del local (de crack)) nunca me recuerdos más airados de las faltas de respeto sufridas en el trabajo, mu-
faltó el respeto así. Y no me diría eso porque él también es analfabeto." chos de los vendedores de crack se refieren a sus jefas con un lenguaje ex-
Cuando Primo intentaba mostrar iniciativa y atendía el teléfono en reem- plícitamente misógino; a menudo usan un vocabulario insultante para
plazo de sus supervisores, ocupados en otras tareas, se lo reprendía por ahu- aludir a las partes de su cuerpo y las desdeñan con maldiciones sexualiza-
yentar a los clientes con su "acento puertorriqueño". Otro vendedor de crack, das del argot de la calle. También se describen específicamente a sí mis-
Leroy, que manejaba sus propios puntos de venta independientes en la mis- mos y a los otros varones que trabajan en estas condiciones como afeminados:
ma manzana, también había sido profundamente humillado mientras tra-
bajaba como mensajero y vio a una mujer blanca huir de él a los gritos en "Duré como 8 meses de mensajero en esa agencia de publicidad que trabaja con cues-
el vestíbulo de un rascacielos de oficinas. Había subido al ascensor con la tiones farmacéuticas. Confiaban en mí. Pero tenía una jefa prejuiciosa. Esa perra
aterrorizada mujer y, por azar, bajó en el mismo piso que ella para hacer gringa sin vergüenza... Le tuve que aguantar un montón de mierda a esa puta gorda
una entrega. Peor aún: había tratado de actuar con cortesía y dejarla salir y fea y portarme como un pendejo.
primera del ascensor. En realidad, sospecho que la presencia tabú de una No me gustaba, pero seguí trabajando porque...(se encoge de hombros) uno no quie-
mujer blanca sola en un lugar tan cerrado lo había inquietado un tanto: re joder la relación. Así que hay que ser un mamón. ¡Ay, Dios mío! Odiaba a esa su-
pervisora. Esa puta era verdaderamente asquerosa. Se venía con botar gente, mano. Se
"Ella se subió primero al ascensor, pero esperó para ver qué piso yo apretaba. Se ha- lo podías ver en la cara, chico. Hizo llorar a un tipo que trabajaba conmigo y tuvo que
cía como si no supiera a qué piso quería ir, porque quería que yo apretara el botón del rogarle que le devolviera el empleo."
mío. Y yo ahí parado y me olvidé de apretarlo. Pensaba en otra cosa, ya ni sé qué me
pasaba. Y ella seguro que pensaba: 'No aprieta el botón: ¡Me tiene que estar siguiendo'!" Esta confrontación estructural en el lugar de trabajo, que polariza las rela-
ciones entre los varones jóvenes del gueto y las mujeres blancas de clase me-
Leroy se esfuerza por entender el terror que su piel oscura inspira en las ofi- dia baja con cargos administrativos y movilidad ascendente, tiene su
cinistas blancas. Me lo confió al comienzo de nuestra relación; pude advertir paralelo en otra transformación profunda de las relaciones tradicionales de
entonces que, como la mayor parte de los norteamericanos, él también se poder entre los géneros dentro de las familias de trabajadores inmigrantes
incomoda cuando debe hablar de las relaciones raciales a través de los lí- pobres. La pérdida de puestos en el sector manufacturero con una paga de-
mites étnicos y de clase. cente y b¿neficios sindicales para la familia en materia de salud y jubila-
ción pone a los hombres frente a la creciente imposibilidad de cumplir los
"Ha pasado antes. O sea, después de un rato te vuelves inmune. Bueno, la primera vez viejos sueños patriarcales de ser los proveedores todopoderosos de sus esposas
que pasa, te jode: 'Está cabrón cómo te juzgan'. Pero entiendo a muchos de ellos. ¿Có- e hijos. Al mismo tiempo, el aumento de la participación de las mujeres puer-
mo te explico? A un montón de blancos ...(Me mira nervioso) Quiero decir, caucási- torriqueñas en la fuerza de trabajo, así como la redefinición cultural más ge-
cos (me pone la mano suavemente sobre el hombro). Si digo blanco, no te ofendas, Felipe. neral de una ampliación de los derechos individuales y la autonomía para
Pero hay esos otros blancos que nunca estuvieron con puertorriqueños o negros. Así las mujeres en todos los niveles de la sociedad norteamericana, proceso ini-
que automáticamente piensan algo malo de tí. Tú sabes, o se creen que les vas a ro- ciado a fines de la década de 1960, pusieron en crisis el modelo patriarcal
bar o algo así. Me jode; me hace como un clic en la cabeza y me dan ganas de escribir de un hogar conyugal dominado por un hombre autoritario.
una "rima" írapl. Siempre escribo."
Los varones, sin embargo, no aceptan los nuevos derechos y roles que las
Por supuesto, como vendedor de crack, Leroy ya no tiene que enfrentar es- mujeres se han ganado en las últimas décadas; intentan en cambio reafir-
tas dimensiones de la humillación racial y de clase. mar por medio de la violencia el perdido control autocrático que sus abue-
los ejercían sobre la familia y el espacio público. En el caso de los
Polarización en torno del género puertorriqueños residentes en los guetos, la situación se exacerba debido
Además de su evidente conflicto racial, las confrontaciones en los traba- a la persistencia de una memoria rural de grandes hogares agrícolas, "ben-
jos del sector de servicios también incluyen una tensa dinámica de géne- decidos" con muchos hijos y dominados por los hombres. A menudo, los
ro. La mayor parte de los supervisores en los niveles más bajos del sector varones que ya no son jefes de hogar experimentan las aceleradas transfor-
son mujeres, y la cultura callejera prohíbe a los varones aceptar una su- maciones estructurales históricas de su generación como un dramático ata-
bordinación pública ante el otro género. De manera característica, en sus que contra su sentido de la dignidad viril. En el peor de los escenarios
planteados, cuando los hombres se convierten en un impotente fracaso den- No hay fórmulas tecnocráticas simples para implementar las políticas pú-
tro de la economía de servicios, toman represalias con las mujeres y los ni- blicas que faciliten un acceso equitativo a la vivienda, el empleo, el sus-
ños, a quienes ya no pueden mantener económicamente, ni controlar tento y la salud. El primer paso para salir del estancamiento exige una
culturalmente. En concreto, esta situación adopta la forma de palizas en la fundamental reevaluación ética y política de los modelos socioeconómicos
casa y violación en banda en los locales de venta de crack. básicos. Debido a sus métodos de observación participante y su sensibili-
dad a la diferencia cultural, los antropólogos pueden desempeñar un im-
A la búsqueda de soluciones portante papel en la promoción de un debate público acerca del costo
La crisis que ha acompañado el complejo reordenamiento histórico de las re- humano de la pobreza. El desafío está sin duda frente a nosotros.
laciones de poder entre los géneros en las últimas décadas queda encubierta
por los superficiales eslóganes de los líderes políticos conservadores, cuando Traducción: Horacio Pons
éstos hablan, por ejemplo, de-la "crisis de los valores familiares" o "simple-
mente diga no a las drogas". Este tipo de moralismo psicológicamente re-
duccionista y de culpabilización de la víctima oculta las desigualdades
estructurales en materia de etnicidad, clase y género, de las que es necesario
ocuparse si se aspira a conseguir una mejora real en la vida de los pobres en
los Estados Unidos. Los políticos y los medios de comunicación esperan en-
contrar soluciones simples y rápidas a una pobreza persistente que se concentra
cada vez más en los enclaves urbanos marginados, y más globalmente en las
villas miseria de las naciones no industriales, en las viviendas públicas de los
suburbios de las ciudades europeas o en los escombros postindustriales de los
barrios deprimidos de las ciudades norteamericanas.

Dentro del mundo desarrollado, Estados Unidos es el país donde la desigualdad


de ingresos y la segregación étnica alcanzan los niveles más extremos. Hacia
fines del siglo xx y en la primera década del xxi, sólo Rusia y Rwanda te-
nían proporciones más altas de su población en las cárceles (Waqcuant,
2003). Ningún otro país industrializado se acerca a los porcentajes nortea-
mericanos de ciudadanos que viven por debajo de la línea de la pobreza.

El gueto representa el mayor fracaso interno de Estados Unidos y pende co-


mo una espada de Damocles sobre la sociedad en general. La única fuerza que
sostiene esa espada precariamente suspendida es el hecho de que los narco-
traficantes, los adictos y los delincuentes de la calle internalizan su furia y
su desesperación. Dirigen su brutalidad contra sí mismos y su comunidad in-
mediata, en vez de hacerlo contra la opresión estructural que padecen.

Si en la autora del siglo xxi Estados Unidos se considerara como un modelo


internacional de desarrollo político y económico, sería un modelo de lo que
no hay que hacer. El equilibrio de poder económico estructural que penali-
za y humilla a los trabajadores pobres y los empuja a la economía subterrá-
nea beneficia los intereses de pocas personas. La dolorosa y prolongada
autodestrucción de individuos como Primo y César y sus familias y seres que-
ridos es cruel e innecesaria.

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111011nratía citada Abstract
1.51 tac
BOURGOIS, P. (2003): In Search of Respect: Selling Crack in El Barrio, Nueva York, Cambrid- El artículo presenta una descripción densa The article introduces us, through thick
ge University Press. de la manera en que los traficantes de co- description, to the way in which cocaine
caína de la sección hispana de Harlem es- dealers of the Hispanic sections of Harlem
DAVIS, M. (1990): City of Quartz: Excavating Me Future in Los Angeles, Londres y Nueva York, Ver- tablecen su sistema de relaciones sociales. develop their systems of social relations.
so. Ciudad de cuarzo: arqueología del futuro en Los Angeles, Madrid, Lengua de Trapo, 2003. This allows us a clarifying perception of
Allí pueden verse los mecanismos de ela-
boración de formas de identidad y alteridad, the mechanisms by which forms of Identi-
KATZ, M. (1995): Improving Poor People: The Welfare State, the "Underclass", and Urban Schools as ty and otherness are created, where coop-
en los que se inscribe el uso tanto de la co-
History, Princeton, NJ, Princeton University Press. eration and violence (which is at the same
laboración como de la violencia (que aparece
como un recurso con valor a la vez expresi- time an expressive and instrumental re-
LEWIS, 0. (1966): La Vida, a Puerto Rican Family in Me Culture of Poverty — San Juan and New source) cake parc. Bourgois also shows us
vo e instrumental). Bourogois muestra tam-
York. Nueva York, Random House. La vida: una familia puertorriqueña en la cultura de la po- that those relationships are deeply embed-
bién que esas formas de relacionarse se
breza: San Juan y Nueva York, México, Joaquín Mortiz, 1969. ded in traditions that result from the mi-
imbrican en profundas tradiciones marcadas
por el origen migratorio de los traficantes gratory background of drug-dealers, who are
RIGDON, S. M. (1988): The Culture Facade: Art, Science and Politice in Me Work of Oscar Lewis,
que son en su mayoría de ascendencia puer- mostly of Puerto Rican descent. In the vi-
Illinois, Urbana, University of Illinois Press.
torriqueña. En la cultura violenta del nar- olent culture of dealers the prevailing pa-
cotráfico se reelaboran el patriar calismo triachalism of rural origin and the virile
WAQCUANT, L. (2003): "From Slavery to Mass Incarceration", New Left Review N° 13, pp. 41-60.
dominante de tradición rural, y la rebeldía culture of the manufacturing industry are
viril de la planta industrial. Estos patrones re-enacted. These cultural patterns become
WILSON, W. J. (1996): When Me Work Disappears: The World of the New Urban Poor, New York,
culturales se transforman en un obstáculo di- an insurmountable obstacle when looking
Knopf.
fícil de superar a la hora de encontrar em- for a job in the growing tertiary sector, giv-
pleo en el creciente sector terciario, dando ing way to a cycle of failing job insertions
lugar a un ciclo de inserciones laborales that legitimize delinquent cultures.
Notas frustradas que legitiman la cultura de la
ilegalidad.
1 Traducción autorizada del artículo "Understanding Inner City Poverty: Resistance and Self-
destruction Under U.S. Apartheid", en Jeremy MacClancy (comp.), Exotic No More: Anthropo-
logy on Me Front Lines, Chicago, University of Chicago Press, 2002, pp. 15-32.
Agradezco a mis vecinos, los vendedores de crack y sus familias, que me invitaron a conocer sus
hogares y su vida en East Harlem. He modificado los nombres y camuflado las direcciones pa-
ra proteger la privacidad individual. El artículo fue escrito con el sostén del National Institu-
te on Drug Abuse (subsidio N° r01-da10164). También quiero agradecer a las siguientes
instituciones por su generoso apoyo económico mientras realizaba el trabajo de campo en East
Harlem: la Harry Frank Guggenheim Foundation, la Russell Sage Foundation, el Social Scien-
ce Research Council, la Ford Foundation, la Wenner-Gren Foundation for Anthropological Re-
search y la Oficina del Censo de Estados Unidos, así como el ya mencionado National Institute
on Drug Abuse. Expreso mi gratitud a Harold Otto, Joelle Morrow y Ann Morrow por las trans-
cripciones; a Horacio Pons por la traducción, a Walter Gómez por revisar el lenguaje en los diá-
logos; y a Daniel Miguez por organizar la traducción y revisarla. Una versión preliminar en francés
apareció en Actes de la recherche en sciences sociales, Volumen 94, 1992, pp. 59-78.

2 Expresión del argot puertorriqueño que significa molestar: 'nadie me molestaba'. (No-
ta del Traductor).

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