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Restituciones

de la verdad en puntura

a J.-C sztejn

«POINTURE (lat, puncturd), s.f.


Sin. antiguo de picadura. T. de impren-
ta. Pequeña lámina de hierro que termi-
na en una punta usada para fijar sobre el
tímpano la hoja que se va a imprirnir
<puntura>. Agujero que produce en el
papel <puntizón>. T. de zapatero, de
guantero. Número o medida del calza-
do, o de un par de guantes.»
Limé

«Le debo la verdad en pintura, y se


la diré.»
Cézanne

«Pero me es tan cara, la verdad, el


buscar un efecto de verdad también, en fin
creo, creo que sigo prefiriendo ser zapa-
tero a ser músico con los colores.»
Van Gogb

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—Y sin embargo. ¿Quién decía, ya no lo recuerdo, «no hay fantasmas
en los cuadros de Van Gogh»? Pero aquí se trata efectivamente de una
historia de fantasmas. Aunque habría que esperar a ser más de dos para co-
menzar.

—Para emparejar más bien, e incluso más de tres.

—Aquí están. Empiezo yo. ¿Qué pasa con los zapatos?¿Qué, con los
zapatos? ¿De quién son los zapatos? ¿De qué son? ¿E incluso, quiénes
son? Aquí están, las preguntas, es todo.

—¿Van a quedarse ahí, depositadas, dejadas al abandono, abandona-


das? Como zapatos aparentemente vacíos, desatados, esperando con cier-
to desapego que vengamos, que digamos, que vengamos a decir lo que ha-
ce falta para volver a atarlos?

—Lo que quiero decir es que habrá habido algo así como el empare-
el n ú m e r o T ^ f £ ^ f ^ 0
^ v o z
- f e — ) ha sido publicada en jamiento de una correspondencia entre Meyer Schapiro y Martin Heideg¬
ger. Y que tomándose la molestia de formalizar un poco, volvería, esta co-
A 6 ^ . Tomo como pretexto un ensayo de Meyer Schapiro publicado ¿ el
mismo numero de con el título «La naturaleza muerta como objeto personalTse rrespondencia, a las cuestiones que acabamos de depositar.
d r precisamentea10 sob ¿s
Sita Aí T'T E 1 a r t í C U l S c h a p i r 0
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d e d Í C a d 0 a J a
—Volvería. Volver tendrá una gran importancia en este debate iim- 1

S S r e l ? 5 * T °^ ' ^Kurt
n m e r a U t 0 r d í r i g í Ó 3 C e n C l ó n h a c i a
S Í T Í / , ° ? ~ ™ artículo [Elori- 1. Derrida udliza el verbo revenir. Además de «volver», este verbo significa, entre
£ M £ í " rÍT wtr , ? ™ °
1 0 a C n f e r e n C J a d e 1 9 3 5
y 1936
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P ^ o
a c i ó

otras muchas acepciones, «corresponder» y «querer decir». El autor juega con todos es-
CompanV^Nu^YoTk) ^ ^ tos significados. [N. de los T ]

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portancia, también) al menos si se trata de saber a quién corresponden <re¬


viennent> y a qué vuelven ciertos zapatos, y quizás los zapatos en general.
A quién y a qué, por consiguiente, habría que, saldando una deuda, resti-
tuirlos, devolverlos

—¿Por qué siempre se dice que la pintura reproduce?, ¿que restituye?

—Saldando una deuda más o menos fantasmática, restituir los zapa-


tos, devolverlos a quien le corresponden; si se trata de saber de dónde
vuelven, de la ciudad (Schapiro) o del campo (Heidegger), como ratas a las
cuales me doy cuenta que se parecen (¿quién es entonces el hombre de las
ratas de estas ratas?), a menos que se parezcan más bien a lazos que ace-
chan al paseante en medio del museo (¿podrá evitar precipitarse para po-
ner los pies en la trampa?); si se trata de saber qué ganancia <revenu> pro-
duce aún su derelicción fuera de uso, qué plus-vaha desencadena la anula-
ción de su valor de -aso: fuera del cuadro, en el cuadro y, en tercer lugar,
como cuadro, o para decirlo con una expresión muy equívoca, en su ver-
dad de pintura; si se trata de saber qué paso de espectro <revenant>, citadi-
no o campesino los habita todavía {«tbe gbost ofmy otberl», el otro Yo de
Vmcent el signatario, sugiere Schapiro citando, pero Heidegger lo hace
también en otra parte, a Knut Hamsun); si se trata de saber si los zapatos
en cuestión son habitados por fantasmas o si ellos mismos son la espectra-
lidad <revenance> (¿pero entonces qué son, quiénes son en verdad, y de
quién, de qué, estas cosas?). En resumen, ¿qué quiere decir <revient> todo
esto? ¿A quién corresponde <revient>? A quién, a qué restituir, ligar, suje-
tarlos justamente

—a qué número <pointure> justamente, a medida, adecuadamente

—¿y de dónde?, ¿cómo?, si al menos se trata de saber, volver será de


Viejos zapatos con cordones una gran importancia.
Lo que quiero decir, es que habrá habido correspondencia entre Me¬
yer Schapiro y Martin Heidegger.
Uno dice en 1935: este par vuelve del campo, a lo campesino, e inclu-
so a la campesina

—¿de dónde proviene su certeza de que se trata de un par de zapatos?


¿Qué es un par?

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—Aún no lo sé. En todo caso, Heidegger no tiene ninguna duda so- dor o a la portadora («Die Bäuerin auf dem Acker trägt die Schuhe... Die
bre este tema, se trata de un par-de-zapatos-de-campesino (ein Paar Bäuerin dagegen trägt einfach die Schuhe», dice uno de ellos en l9}5, «Tbey
Bauernscbuhe). Y vuelve, ese todo indisociable, esta cosa-par, del campo y are charly pictures ofthe artist's own shoes, not the shoes ofa peasant», replica
a lo campesino, incluso a la campesina. Heidegger no responde así a una el otro en 1968, y yo subrayo) sino eso me corresponde <revient> con ex-
pregunta, está seguro de la cosa antes de cualquier otra pregunta. Parece clusividad, a través de un corto camino de desvío: la identificación, entre
ser. El otro, que no está en absoluto de acuerdo, dice luego de una madu- otras muchas identificaciones, de Heidegger con lo campesino y de Scha-
ra reflexión, treinta y tres años más tarde, exhibiendo las piezas de convic- piro con lo citadino, de aquel con lo sedentario arraigado, de este con lo
ción (pero sin ir más allá y sin plantear otra pregunta): no, hay error y pro- emigrante desarraigado. La demostración continuará porque, no lo dude-
yección, si no engaño y falso testimonio; vuelve, ese par, de la ciudad mos, en este proceso de restitución se trata también de zapatos, incluso de
zuecos, y si subimos apenas un poco más arriba, por el momento, de los
—¿de dónde proviene su certeza de que se trata de un par de zapatos? pies de dos ilustres profesores occidentales, ni más ni menos.
¿Qué es un par, en este caso? ¿O en el caso de los guantes y otras cosas si-
milares? —Se trata ciertamente de pies y de muchas otras cosas, suponiendo
que unos pies sean algo y algo que se pueda identificar consigo mismo. In¬
—Aún no lo sé. En todo caso, Schapiro no tiene ninguna duda sobre cluso sin ir a buscar, en otra parte o más arriba, la restitución restablece en
este tema, ni deja traslucir ninguna. Y según él, vuelve, ese par, de la ciu- sus derechos o en su propiedad volviendo a poner de pie al sujeto, en su
dad y a lo citadino, incluso a ese «man oftbe town and city», al signatario estancia, en su institución, «...the erectbody», escribe Schapiro.
del cuadro, a Vincent, que porta tanto el nombre de Van Gogh como los
zapatos que parecen completarlo, a él o a su nombre de pila, en el momen- —Consideremos entonces los zapatos como un instituto, un monu-
to en que recogería entonces, con un «eso me corresponde <revient»>, mento. N o hay nada natural en este producto. Heidegger se interesa por
esos objetos convexos que ha retirado de sus pies el producto (Zeug) en el anáfisis de este ejemplo. (Para simplificar, man-
tengamos la versión de Zeug como «producto». Es utilizada en Caminos...
—o estos objetos huecos de donde se ha retirado. para la traducción de El origen de la obra de arte. Zeug, es necesario preci-
sarlo y recordarlo en adelante, es sin duda un «producto», un artefacto,
—Este es apenas el comienzo pero ya se tiene la impresión de que el pero también un utensilio, un producto generalmente útil, de ahí la pri-
par en cuestión, si se trata de un par, bien podría no corresponderle <re¬ mera pregunta de Heidegger sobre la «utilidad»). Sobre este artefacto,
venir> a nadie. Las dos cosas podrían entonces, aunque no estuvieran he- uno dice, antes incluso de interrogarse o de plantear cualquier otra pre-
chas para despuntarlo, agudizar el deseo de atribución, de reatribución con gunta: este par le corresponde <revient> a uno (o a una). A l otro, respon-
plus-vaha, de restitución con el beneficio de una retribución. Desafiando de el otro, pruebas en mano, pero sin otra forma de juicio, y uno no le co-
el tributo, bien podrían estar hechas para quedarse-ahí. rresponde <revient> al otro. Pero en las dos atribuciones se vuelve tal vez
a lo mismo por un breve camino de desvío, a un sujeto que dice yo, a una
—¿Pero qué quiere decir en este caso quedarse} identificación.

—Planteemos como axioma que el deseo de atribución es un deseo de —Y esos zapatos los conciernen. Nos conciernen. Su desenlace es evi-
apropiación. En materia de arte como en cualquier otro dominio. Decir: dente. Desanudados, abandonados, desatados del sujeto (portador, deten-
esto (esta pintura o estos zapatos) le corresponde <revient> a X, quiere de- tor o propietario, incluso autor-signatario) y desatados en sí mismos (los
cir: eso me vuelve por el desvío del «eso le corresponde <revient> a (un) cordones están desatados)
yo». N o solamente: le corresponde exclusivamente a tal o cual, al porta-

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—desatados uno del otro, incluso si están emparejados, pero con un —Aquí no hay que tener prisa. N o hay que precipitarse hacia la res-
suplemento de desenlace en el caso de que no formaran un par. Porque, puesta. La precipitación del paso es tal vez lo que nunca habremos podido
¿de dónde les viene a ambos, quiero decir a Schapiro de un lado y a Hei¬ evitar ante la provocación de este «célebre cuadro». Este desmoronamien-
degger del otro, la certeza de que se trata aquí de un par de zapatos? ¿Qué to me interesa. Schapiro lo detecta también a su manera (que es también la
es un par en este caso? ¿Van a hacer desaparecer mi pregunta? ¿Es para no de un detective) y su análisis me interesa por esa razón, aun cuando no me
escucharla que ustedes aceleran el intercambio de estas voces, de estas ti- satisfaga. Para responder a la pregunta acerca de lo que significa este des-
radas desiguales? Sus estrofas desaparecen más o menos rápido, entrecor- moronamiento, ¿habrá que reducirla a una disputa sobre la atribución de
tadas y entrelazadas a la vez, juntas en el cruce mismo de sus interrupcio- los zapatos? En pintura o en realidad, ¿habrá que disputarse los zapatos?
nes. Cesuras aparentes, no me lo negarán, y multiplicidad completamente ¿Y preguntarse simplemente «(de) quién(es) son»? N o había pensado en
fingida. Sus períodos carecen todavía de origen enumerable, de destina- esto pero ahora comienzo a imaginar que, a pesar de la pobreza aparente
ción, pero tienen en común la autoridad. Y me mantienen alejada, a roí de esta querella de restitución o de este tráfico de zapatos, cierto trato he-
misma y a mi demanda, y al mismo tiempo me evitan como a una catástro- cho bien podría dejar pasar todo. En su enormidad, el problema del ori-
fe. Pero inevitablemente insisto: ¿qué es un par en este caso? gen de la obra de arte bien podría pasar por estos agujeros de cordones,
por los ojales de los zapatos (de una pintura) de Van Gogh. Sí, ¿por qué
—desatados de todas maneras, nos conciemen o nos miran, boquia- no? Pero a condición, por supuesto, de que este tratamiento no se deje ni
biertos, es decir mudos, dejándonos hablar, desconcertados frente a aque- en las manos de Martin Heidegger ni en las de Meyer Schapiro. Digo
llos que los hacen hablar («Dieses hatgesprochen», dice uno de los dos gran- efectivamente que no se deje, ya que queremos servirnos también de sus
des interlocutores) y a los que ellos hacen hablar en verdad. Se volverían manos, incluso, por lo demás, de sus pies.
sensibles, hasta el ataque de risa imperturbablemente retenido, a lo cómi- La elección del camino a seguir es difícil. Patina. L o que es seguro, es
co de la cosa. Frente a un desarrollo tan seguro de sí mismo, indesmonta- que habrá habido correspondencia entre Heidegger y Schapiro. Y que hay
blemente, la cosa, par o no, ríe. aquí algo como un apareamiento en el diferendo, el enigma de un ajuste
complementario de los dos lados, de un borde al otro. Pero aún no sé de
—Habría que volver a la cosa misma. Y no sé todavía de dónde par- dónde partir, si hay que hablar o escribir, ni sobre todo en qué tono, o se-
tir. N o sé si hay que hablar o escribir acerca de ella. Tener un discurso so- gún qué código, con vistas a qué escena. ¿Y con qué ritmo, el del campesi-
bre ella, o sobre lo que sea, es quizá lo primero que hay que evitar. Me han no o el del cita diño, en la época del artesanado o en la de la técnica indus-
pedido un discurso. M e han puesto un cuadro (¿pero cuál precisamente?) trial? N i estas preguntas ni estos escrúpulos están fuera del debate iniciado
y dos textos ante los ojos. Acabo de leer, por primera vez, The still Life as por Heidegger en torno a la obra de arte.
a Personal Object - A Note on Heidegger and Van Gogh. Y de releer, una vez ¿Pero tengo ganas de emprender este camino?
más, Der Ursprung des Kunstwerkes. N o voy a hacer la crónica de mis lec- Comenzaré por fijar una certeza de aspecto axiomático. Como insta-
turas anteriores aquí. N o voy a retener más que esto, para empezar. Siem- lándome en un lugar en que parece no moverse, en que ya no patina; par-
pre he estado convencido de la gran necesidad del cuestionamiento hei¬ tiré de aquí (muy rápido), luego de haber bloqueado uno de mis pies, una
deggeriano, incluso si se repite aquí, en el peor y en el mejor sentido del de mis puntas, inmóvil y plegado en dos antes del disparo de la señal de
término, la filosofía tradicional del arte. Y quizás en esta misma medida. salida. Este lugar, que comienzo a ocupar lentamente, antes de la carrera,
Pero a cada lectura he percibido el famoso pasaje sobre un «célebre cua- solo puede ser un lugar de lenguaje.
dro de Van Gogh» como un momento de desmoronamiento patético, irri-
Aquí está. Las preguntas de la marcha embarazosa (¿coja o torcida?),
sorio, y sintomático, significante.
las preguntas del tipo «¿dónde meter los pies?», «¿cómo va a andar?», «¿y
si no anda?», «¿qué pasa cuando eso no anda (o cuando uno se pone sus
—¿Qué significa? zapatos en el vestuario o los pies al lado de su calzado)?», «¿cuándo deja

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—y por qué razón— de andar?», «¿quién anda?», «¿con quién?», «¿con siempre habrá destituido y remitido a otro, lo que significa adeirnás\f a ope-
qué?», «¿sobre los pies de quién?», «¿quién hace andar a quién?», ración de significar...».
«¿quién hace andar qué?», «¿quién hace andar a quién o qué?», etc., to-
das estas figuras idiomáticas de la pregunta me parecen, aquí mismo, ne- —Pero la punta no pone en contacto el pié con una superficie. N o se
cesarias. extiende sobre ella. Más estrictamente, el par de zapatos e incluso, para l i -
Necesarias: es un atributo. mitarse a eso sobre lo cual se soporta la planta de los pies por encima del
suelo —de las ciudades o de los campos, poco importa—, el par de suelas.
—Los zapatos también. Se atribuyen a un sujeto, se ligan a este me- Su superficie externa, y, por consiguiente, inferior, lleva a lo más bajo y
diante una operación cuyo equivalente lógico-gramatical es más o menos creo que nunca hablé acerca de ella. Está más abajo que el pie.
adecuado. Continúo, pues: ¿qué sucede con los zapatos cuando ño andan?
¿Cuando son dejados de Lado, quedándose durante un tiempo más o me-
—Necesarias: todavía sigue siendo un adjetivo un poco vago, suelto, nos largo, incluso para siempre, fuera de uso? ¿Qué significan? ¿Cuánto
abierto, ampho. Habría que decir más bien: idiomas de pregunta cuya for- valen? ¿Más o menos? ¿Y según qué economía? ¿A quién le hace seña su
ma es muy apta. Se adapta. Se ajusta, de manera estricta, ceñida, bien ata- plus(o menos)-vah'a? ¿Con qué pueden intercambiarse? ¿En qué sentido
da, pegándose estrechamente pero de manera flexible, en el vocabulario, (¿quién?, ¿qué?) permiten andar?, ¿y hablar?
la letra o la figura, al cuerpo mismo de aquello que se quiere convertir Este es el tema que se anuncia.
aquí en objeto, a saber: los pies. Los dos pies, esto es primordial. Vuelve lentamente. Pero siempre demasiado rápido —no precipitar-
se—, la cabeza primero para ocupar, de pie, instantáneamente, los lugares
—Pero no decimos un par de pies. Decimos un par de zapatos o de abandonados. Para sitiar y apropiarse los lugares fuera de uso como si so-
guantes. ¿Qué es un par en este caso, y de dónde sacan ambos que Van lo permanecieran ocupados por accidente, y no por estructura.
Gogh pintó un par? Nada lo prueba. Habiéndose anunciado el tema, dejemos aquí, por un tiempo, los za-
patos. Algo pasa, algo tiene lugar cuando unos zapatos son abandonados,
—Por mi parte, he tratado a menudo, en todos los sentidos, la mar- vacíos, fuera de uso por un tiempo, o para siempre, aparentemente desli-
cha y, se trata más o menos de la «misma palabra», del «mismo» sentido, gados de los pies, portados o portadores, desatados, cada uno de ellos, si
1
de la marca y de los Márgenes que convertí en título. Paso fue otro. ¿Ha- son acordonados, siempre desatados uno con respecto al otro, pero con
blé entonces de los pies? N o estoy seguro (habría que buscar), ni de cier- este suplemento de desenlace en el caso de que.sean desparejos.
ta necesidad, éste es el nombre, de la marcha, a saber: lo más cercano al
suelo, el grado más bajo, lo más subjetivo o subyacente de lo qué se llama —Sí, supongamos por ejemplo dos zapatos (con cordones) derechos
la cultura o la institución, el calzado. Más estrictamente, el par dé zapatos. o dos zapatos izquierdos. Ya no forman un par, se tuercen, cojean, no sé,
de manera extraña, inquietante, amenazante tal vez, y un poco diabólica.
—La dobk sesión gira en torno a las puntas de la bailarina, analiza «la Tengo a veces esta impresión con los zapatos de Van Gogh y me pregun-
3
sintaxis del punto y del paso,» dice cómo «cada par, en este circuito, to si Schapiro y Heidegger no se apresuran a formar un par crJ^rel fin de
asegurarse. Antes de cualquier reflexión, uno se asegura con el par,

—Entonces uno sabe cómo orientarse en el pensamiento.


2. Derriba escribe pos que significa «paso» y «no». [N. de los T.]
3. Derrida escribe point y pas que además de significar «punta» y «paso»-son las dos
formas de la negación en francés. De modo que estafrasepodría traducirse también: «la —Desde el momento que esos zapatos desatados ya no tienen una re-
sintaxis del no y del no». [N. de los T.] lación estricta con el sujeto portador o portado, se convierten en un so-

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porte anónimo, aligerado, vaciado (pero tanto más pesado cuanto que es- o la campesina, por un lado; el pintor dtadino, por el otro (un poco más
tá abandonado a su inercia opaca) de un sujeto ausente cuyo nombre vuel- sujeto a ser el signatario del cuadro que supuestamente representa sus
ve como un fantasma para frecuentar la forma abierta. propios zapatos, o induso a él mismo en persona: todos los sujetos están
aquí lo más cerca de sí mismos, en aparienda).
—Esta nunca está abierta del todo, justamente. Conserva una forma, ¿Dónde esd la verdad de este tener-lugar? El origen de la obra de arte
la forma del pie. Informado por el pie, es una forma, describe la superfi- pertenece a un gran discurso sobre el lugar y sobre la verdad. Debido a to-
cie externa o envuelve con lo que se llama una «forma», a saber, y cito aún do lo que acabamos de anundar, los vemos comunicarse (¿a pesar de su
Littré: un «pedazo de madera que tiene la figura del pie y que sirve para «autor» ?) con la cuestión del fetichismo. Prolongada más allá de su «eco-
armar un zapato». Esta forma o esta figura del pie. nomía política» o de su «psicoanálisis» en sentido estricto, induso más
allá de la simple y tradidonal oposidón entre d fetiche y la cosa misma.
—Schapiro verá la «figura» de Van Gogfi en «sus» zapatos. Todo sucede como sí quisiéramos dedr la verdad a propósito del feti-
che. ¿Nos arriesgaremos a hacerlo aquí?
—Esta «forma» o esta figura del pie de madera reemplaza al pie, co-
mo una prótesis con la cual el zapato siempre queda informado. Todos es- —Para ello, habría que hacer resonar este debate entre los dos gran-
tos rniembros-fanrasmas van y vienen, van más o menos bien, no siempre des profesores con muchos otros textos. Marx, Nietzsche, Freud
se adaptan.
—quien habla más estrictamente del fetichismo del zapato. En la pri-
—¿Qué hacemos entonces cuando atribuimos zapatos? ¿Cuando los mera parte, o el primer movimiento, de su ensayo de 1927 sobre El feti-
damos o cuando los restituimos? ¿Qué hacemos cuando atribuimos un chismo. La genealogía que entonces propone del fetiche (como sustituto
cuadro o cuando identificamos un signatario? ¿Y sobre todo cuando atri- del falo de la mujer o de la madre) daría cuenta, según él, del privilegio
buimos unos zapatos pintados (en pintura) al presunto signatario de la acordado al pie o al zapato
mencionada pintura? ¿O inversamente cuando ponemos en cuestión su
propiedad? —¿los zapatos o el zapato?

—Es tal vez en este aspecto que habrá habido correspondencia entre —el zapato. Esta preferenda vendría del hecho de que el «niño», en
Meyer Schapiro y Martin Heidegger. Me interesa el hecho de que haya la experiencia terrorífica que tuvo de lo que vivió como la «castradón» de
tenido lugar. Aparentemente. Pero aún no sabemos lo que es este lugar y su madre, miró «desde abajo». Habría levantado los ojos lentamente.
lo que significa tener lugar en este caso, dónde, cómo, etc. Desde el suelo.

—Acabamos de preguntar: ¿qué hacemos cuando le atribuimos unos —El zapato, compromiso o sustituto tranquilizador, sería pues una
zapatos (reales) al presunto signatario de una pintura que supuestamente «forma» de prótesis, pero siempre como pene y pene de la mujer. Capaz
representa estos mismos zapatos? Precisemos: zapatos-sujeto (soporte desti- de ser separado y restituido. ¿Cómo explicar entonces que en La introduc-
nado a portar su portador sobre el suelo, de las ciudades o los campos, so- ción al psicoanálisis (El simbolismo en el sueño) el zapato y la pantufla sean da-
porte que figuraría aquí el primer substrato, a menos que el portador no los sificados entre los símbolos de los órganos genitales de la mujer? Ferenc-
use para caminar, en cuyo caso la palabra uso podría, según algunos, per- zi a veces reconoce en ellos la vagina (Sinnreicbe Variante des ScbuhsymboLs
vertirse) pero él mismo sujeto a un lienzo que constituye a su vez el suje- der Vagina, 1916) pero solo se trata de una variante individual y será nece-
to o el soporte enmarcado. Los dos litigantes quieren ver que se restituya sario precisar, inversamente'—
este doble sujeto (los zapatos en pintura) al verdadero sujeto: el campesino

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—¿Será porque, como un guante que damos vuelta, el zapato tiene mente— a contentarse con equivalentes simbólicos, siempre hstos a ser
tanto la «forma» convexa del pie (pene) como la forma cóncava que en- usados, o con universales de confección. Tal vez serrate del sentido de una
vuelve el pie (vagina)? pequeña frase entre paréntesis, y a la manera de un post-scriptum, al final
de la nota de Ferenczi: él distingue aquí las variantes individuales y los
—En estos últimos textos, ya no se trata de fetichismo (falo de la ma- símbolos universales. Esta distinción proviene de la riqueza de las asocia-
dre), y cuando se trata de esto, Freud no dice que el pie (o el zapato) ciones («sich an sie reichlich Einfáüe assoziren»), pero este criterio económi-
reemplaza lo que supuestamente falta a causa de su forma sino a causa de co concierne las variaciones que resultan también desvíos, restructuracio-
su situaáón orientada, la sintaxis de un movimiento hacia arriba, desde el nes, redistribuciones generales. Y desvíos sin norma esencial. Red de tra-
muy-bajo, el más-bajo, un sistema de relaciones en la alegada generación zos diferenciales. (Preciso también entre paréntesis que el caso evocado
del fetiche. Y Freud no designa entonces algo, un todo más o menos se- por Ferenczi no pone en escena zapatos, stricto sensu, sino, en cierto mo-
parable, por ejemplo «el pie» o «el zapato». El precisa: «o una parte de do, sobre-zapatos, suplementos o galochas (Gummi-Überschub [Galoschen])
este», la parte relativamente separable de un conjunto siempre divisible. que no se adaptan al pie sino al calzado. Cuando llueve o nieva, se los de-
ja en la entrada de la casa, aun cuando se conserven los zapatos. Y —ras-
—¿El dedo gordo del pie, por ejemplo? ¿El zapato no representa por go importante, y tal vez suficiente, para la interpretación— este sobreto-
sí mismo un dedo gordo separado? En este mercado del número <pointu¬ do o este excedente de zapato es de goma. De allí, según Ferenczi, el sim-
re>, la resonancia de las ofertas, de las demandas, de las acciones en alza o bolismo de la vagina. Queda por saber, y esto continuará, si este efecto de
en baja, debería ser aumentada poruña especulación sobre Bataille (El de- funda—
do gordo, La mutilación sacrificial y la oreja cortada de Van Gogh, Van Gogh
Prometeo). —Teniendo en cuenta lo que acaba de decirse acerca del «no hay idio-
ma», pero también contra los universales simbólicos, es evidente que es-
—En todo caso, el zapato, para Freud, es tanto el pene como la vagi- taremos lejos, muy lejos, de una lectura idiomàtica de Van Gogh, de su fir-
na. Sin duda, este nos recuerda, contra Steckel, que ciertos símbolos no ma o a fortiori de tal cuadro. Solo se tratará, como lo dijimos a propósito
pueden ser a la vez masculinos y femeninos. Sin duda, él precisa que los de Genet, de Ponge o de Blanchot, de preliminares para el planteamien-
objetos largos y firmes no podrían simbolizar los órganos genitales feme- to de una pregunta semejante. Hay que reelaborarla enteramente, ¿esta-
ninos (las armas, por ejemplo), ni los objetos huecos (cajas, cajones, cofres) mos de acuerdo?
los órganos masailinos. Pero es para admitir inmediatamente después que
la simbohzación bisexual sigue siendo una tendencia irreprimible, arcaica, —De acuerdo o no, propongo dejar esta pregunta para más tarde. Por
que se remonta a la infancia que ignora la diferencia entre los sexos lo demás, está hecha para renútirse, concierne la remisión para más tarde,
(Traumdeutúng V I , V). «Agreguemos aquí que la mayor parte de los sím- más lejos, si alguna vez llegamos. La considero muy científica pero tam-
bolos oníricos son bisexuales y pueden, según las circunstancias, referirse bién extraña a lo que suele decirse en nombre de la ciencia, es decir, de una
a los órganos de los dos sexos» (Über den Traum). Según las circunstancias, filosofía de la ciencia.
es decir, según una sintaxis irreductible con alguna sustanciahdad semán-
rica o «simbóhca». —Hay dos tipos de objeto y la «forma» del zapato tiene otro privile-
gio: forma un sistema con los dos tipos de objeto definidos por Freud;
—Siempre hay que reservar, pues, una suerte de exceso de interpreta- alargados, sólidos o cerrados por una superficie, por un lado; huecos o
ción, un suplemento de lectura, decisivo a decir verdad, para el idioma de cóncavos, por el otro. Se da vuelta
una variacióri sintáctica. Incluso si el idioma absoluto es el nombre de un
señuelo. El «no hay idioma» absoluto no autoriza —al contrario justa- —como un par de guantes. Van Gogh pintó un par (?) de guantes (en

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enero de 1889, en Arles), y en la nota que le consagra, Schapiro parece


considerarlos todavía como «objetos personales». Él los reapropia, se
apresura a aparearlos e incluso a aparearlos con los cipreses de la misma
naturaleza muerta («The choice of objects is odd, but we recognize in it Van
Gogh's spirit. In other still lives he has introduced objects that belong to him [yo
subrayo] in an intimate way —bis bat and pipe and tobacco pouch... His still li-
ves are often personal subjects, little outer pieces of the self exposed with less per-
sonal but always significant things. Here the blue gloves, joined Like two hands
[yo subrayo] in a waiting passive mood, are paired i n diagonal symmetry
with a branch of cypress, a gesticulating tree that was deeply poetic to Van Gogb...
4
the gloves and the branches belong together...» (yo subrayo).

—Propongo que todavía no corramos el riesgo de tratar directamen-


te la cuestión del fetichismo, la de la reversibüidad de los guantes o la de
la orientación en el par. Por el momento me interesa la correspondencia
entre Meyer Schapiro y Martin Heidegger.

—Tropezamos. N i siquiera tropezamos, más bien nos atascamos, con


una complacencia un poco indecente. ¿Con qué relacionar esta palabra,
correspondencia, que vuelve sin cesar? ¿Con este intercambio de cartas,
en 1965?

—Me interesa más bien una correspondencia secreta, evidentemente:


evidentemente secreta, cifrada en el éter de la evidencia y de la verdad, de-
masiado evidente porque la cifra en este caso permanece secreta por no
estar oculta.
s
En resumen, confiada todavía al cartero de la verdad, esta correspon-
dencia no es un secreto para nadie. Su secreto debería leerse a carta abier-
ta. La correspondencia secreta podría estar cifrada directamente en la co-
rrespondencia pública. Por otra parte no tiene lugar y no está escrita en
otra parte. Cada uno dice: le debo la verdad en pintura y se la diré. Pero
hay que desplazar el acento sobre la deuda y sobre el debe, verdad sin ver-
dad de la verdad. ¿Qué es lo que ambos deben, y qué deben pagar median-

4. Meyer Schapiro, Van Gogb, Abrams, Nueva York, s.d., p. 92.


5. Derrida escribe aquí le facteur de la vérité, tirulo de un libro anterior, dedicado a La-
can. El término facteur significa en francés «cartero» y «factor», de manera que esta ex-
presión puede entenderse también como «el factor de la verdad». [N. de los TJ

285
Jacques Derrida Restituciones

te esta restitución de los zapatos, uno pretendiendo devolvérselos a la tución universitaria de Columbia que acogió a tantos profesores emigra-
campesina y el otro al pintor? dos, pero qué camino y qué historia, desde hace casi un siglo, para estos
Sí, el intercambio de cartas existió en 1965. Schapiro lo revela én La zapatos de Van Gogh. Estos no se movieron, no dijeron nada, ¡pero lo que
naturaleza muerta... ya que hay que traducir así «The Still Life...» que us- hicieron caminar y conversar! Goldstein, hombre de la afasia, muerte afá-
tedes acaban de leer. Esta «Naturaleza muerta...», el ensayo que lleva este sica, no habrá dicho nada. Simplemente indicó, mostró, el texto de Hei-
título, es un homenaje, un presente hecho a un muerto, un don dedicado degger. Pero todo sucede como si Schapiro, de Nueva York (donde tam-
a la memoria de Kurt Goldstein. En vida, este había logrado el reconoci- bién ha pronunciado la oración fúnebre de Goldstein en 1965), le dispu-
miento de Schapiro al menos por este gesto: haberle hecho leer El origen tara, los zapatos, a Heidegger, se los quitara para restituirlos, vía Amster-
de la obra de arte («It was Kurt Goldstein ivho first called my attention to this dam, París (Van Gogh en París), a Van Gogh, pero al mismo tiempo a
essay...»). Schapiro paga, en cierto modo, una deuda y un deber de amis- Goldstein, quien le había llamado La atención sobre la desviación heideg¬
tad al dedicarle su «Naturaleza muerta...» al amigo muerto. El hecho está geriana. Y Heidegger los retiene. Y cuando ambos dicen en suma, «le de-
lejos de resultar indiferente o extrínseco —volveremos sobre esto— o por bo la verdad» (porque ambos pretenden decir la verdad, incluso la verdad
lo menos lo extrínseco siempre interviene, como el parergon, dentro de la de la verdad —en pintura y en zapato—), dicen también: le debo los za-
escena. Retengan estos hechos y estas fechas. Mientras tanto, yo aislo se- patos, debo devolvérselos a quien corresponden, a su propia pertenencia:
camente algunos. Emigrado muy joven, Schapiro enseña en Columbia al campesino o la campesina, por un lado; al pintor riudino y signatario
(Nueva York), donde Goldstein, huyendo de la Alemania nazi en 1933 del cuadro, por el otro. ¿Pero a quién en verdad? ¿Y quién creerá que es-
(luego de haber sido encarcelado y más tarde liberado a condición de te episodio es solo una disputa teórica o filosófica por la interpretación
abandonar el país), enseñará desde 1936 hasta 1940. Llega allí luego de de una obra o de La obra de arte?, ¿incluso una querella entre expertos
una penosa estadía en Amsterdam, precisamente. Allí habrá escrito La es- por la atribución de un cuadro o de un modelo? Schapiro, para restituir-
tructura del organismo. Son los mismos años en que Heidegger da sus con- los, le disputa duramente los zapatos a Heidegger, al «professor Heide-
ferencias sobre El origen de la obra de arte y su curso de Introducción a la me- gger», quien habría querido en suma, por interpósito campesino, calzár-
tafísica (los dos textos donde se refiere a Van Gogh). selos, ponérselos en sus pies de hombre de campo, con este pathos del «Lla-
Este último acto sucede entonces en Nueva York, University of Co- mado de la tierra», del Feldweg o de los Holzwege, quien, en 1935-36, no
lumbia, donde Schapiro ya vivía y enseñaba, si no me equivoco, cuando fue ajeno a lo que obligó a Goldstein a emprender su Larga marcha hacia
Goldstein llegó para enseñar a su vez, desde 1936 hasta su muerte, con Nueva York, vía Amsterdam. Hay mucho para pagar, para devolver, para
una interrupción durante la guerra (Harvard y Boston desde 1940 hasta restituir, cuando no para expiar, en todo esto. Todo ocurre como si Scha-
1945). Este último acto piro, no contento con agradecer a un muerto por lo que le ha hecho leer,
le ofreciera a la memoria de su colega, congénere y amigo, nómade, emi-
—¿Se trata del último? grado, cítadino,

6
—En esta fecha, el último acto es en Nueva York, en esta gran insti- —una parte separada, una oreja cortada, ¿pero a quién?

—el par recuperado, sustraído, incluso arrancado al enemigo común,


6. Reproduzco aquí la nota de la redacción propuesta por Mácula: «Desde esta fecha,
al discurso común, en todo caso, del enemigo común. También para Scha-
mientras ya estaba compuesta en las galeras, la ficción que publicamos aquí fue en cieno
modo representada o contada por Jacques Derrida en la Universidad de Columbia (Semi- piro se trata, y en nombre de la verdad, de reafirmarse, de volver a tomar
nario de teoría de la literatura) gracias a una invitación de Marie-Rose Logan y de Edward los zapatos para ponerles los pies apropiados. A l alegar en primer lugar
W. Said. Esta sesión tuvo lugar el 6 de octubre de 1977. Meyer Schapiro participó del de- que estos zapatos fueron los de un emigrante y un dtadino, «the artist, by
bate que hubo a continuación. (N.D.L.R.)» that time a man of town and city», las cosas se complicarían peligrosamente

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Jacques Derrida Restituciones

más tarde por el hecho de que este emigrante no ha dejado de sostener el —al reinstalar los dos zapatos en su «propio» aislamiento, en su ser-
discurso de la ideología rural, artesanal y campesina. Todos los grandes desatado que, entre ellos, justo en medio
profesores habrán invertido mucho, como se dice, en estos zapatos, fuera
de uso por más de una razón. Se los han vuelto a poner. Re-poner sería de —¿en su restancia?
una gran importancia en este debate. Las redes de estos zapatos están for-
7
madas con estos re- de regresar y de reponer. Reposición de los zapatos. —Sería imposible. La restancia nunca es muy fácil, no es la presen-
Estos están, y siempre pueden estar desatados (en todos los sentidos que cia substancial e insignificante. También tengo algo que hacer con estos
señalamos), abandonados, con rebaja. Tentación, inscripta entonces en el zapatos, darlos quizás, aun cuando me contentara con decir al final: es-
objeto mismo, de (re)poner(se)lo: ponerse los zapatos en sus pies, (re)po- tos zapatos simplemente no pertenecen, no están n i presentes n i ausen-
nér(se)lo al sujeto, al auténtico portador o propietario restablecido en sus tes, hay unos zapatos, es todo.
derechos y reinstituido en su estar-de-pie. La estructura de la cosa o del
proceso obhga entonces, y siempre, a agregar. La medida es aquí de retor- —Ató estos zapatos. Y con nuestras voces, el trenzado —
sión suplementaria.
—Es gibt, eso da, estos zapatos.
—Lo que hace ahora esta increíble reconstitución. Se trata de una
dramaturgia delirante que proyecta a su vez: una alucinación colectiva. —La correspondencia literal, lo que ustedes llaman el intercambio de
Estos zapatos son alucinógenos. cartas, es ahora un fenómeno (más o menos) púbhco. Hecho público por
Schapiro en su homenaje a la memoria de Goldstein. Este intercambio
—Sí, voy un poco rápido. Supongamos que todo esto ocurre además público habrá dado lugar, aparentemente, a algo así como un desacuerdo.
<o por encima del mercado y denme crédito por el momento. Consién- Fue saldado, diríamos nosotros, con un desacuerdo. E n todo caso, Scha-
tanme un ligero avance y digamos que abrazo lo que tal vez fue, de un la- piro, quien devela y comenta esta correspondencia, reservándose así la úl-
do y del otro, un delirio. Hay una persecución en este relato, en esta his- tima palabra, concluye con un desacuerdo. El pretende detentar la verdad
toria de zapatos que deben ser identificados, apropiados, y ustedes saben de los zapatos (del cuadro) de Vincent (Van Gogh). Y como debe la ver-
por cuántos cuerpos, nombres y anonimatos, nombrables e innombrables, dad, la restituye. Identifica (en todos los sentidos de esta palabra) la pin-
está hecho este cuento. Volveremos sobre esto. Lo que tiene peso aquí, y tura y los zapatos, les asigna sus puntos o su número propio, nombra La
lo que me importa, es esa correspondencia entre Meyer Schapiro y Mar- obra y atribuye el sujeto de la obra (los zapatos) al sujeto de la obra, o sea
tin Heidegger. a su verdadero sujeto, el pintor, Van Gogh. Según él, Heidegger se equi-
voca tanto de pintura como de zapatos, A l atribuírselos al campesino o a
—No vamos a darle la razón a ninguna de las partes, al reinstalar el la campesina, permanece en el error («the error lies...»), en La proyección
par imaginaria, la misma contra la cual pretendía ponernos en guardia («He
has indeed "imagined everytbing and projected in into tbe painting".»). Hei-
—¿se trata de un par? degger habría vuelto a poner los zapatos en unos pies de campesino o
campesina. Los habría atado por adelantado, ceñido en torno a los tobi-
llos campesinos, los de un sujeto cuya identidad, en el contorno mismo de
7, A lo largo de este pasaje Derrida juega con las diversas significaciones del verbo su ausencia, parecía bien estricta. Este sería el error, La imaginación, la
francés remettrz («volverse a poner», «reponer», «devolver»), pero también del sustanti-
proyección precipitada. Tendría múltiples causas. Schapiro detecta más de
vo remise que deriva de aquel («reposición», «remisión», «demora», «dilación» —estas úl-
timas significaciones coinciden con uno de los sentidos posibles del concepto derridiano una, pero dejemos esto por el momento.
de différance: «ser diferente» pero también «diferir», «retrasar», etc.). [N. de los T ]

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—¿Pero cuál es la causa de esta llamada correspondencia pública? su autor como una trampa. Oímos el ruido: claro. Es claro, clearly, se entien-
de, el asunto se endeude; de la Faille 255, eso no puede corresponder a lo
—Como toda causa, y toda cosa procesada, la causa próxima es una campesino: «They are the shoes ofthe artist, by that time a man ofthe town and
especie de trampa. Schapiro se la tiende a Heidegger antes de atraparse a city». Instrucción cerrada, sentencia dictada: bastará con completar o refinar
sí mismo los pies. las actas de este proceso, muy rápidamente expedido en suma. El Profesor
está atrapado. Schapiro, confirmado en su sospecha, puede reconstítuir en-
— Y sin embargo. Él sabe de trampas. Escribió con su mano más ex- tonces uno de los mecanismos posibles del error, que a su vez está al servi-
perta acerca de la trampa en pintura. Por ejemplo sobre esta trampa para cio de un pathos pulsional y político (la «ideología» rural y campesina): es
ratones (moustrap) que José en esta Anunciación del Maestro de Flémalle 8
una suerte de media suela con la ayuda de la suela de otro cuadro observa-
do durante la misma exposición de 1930. Se tratab? del primer error, la pri-
—Pero esta trampa se le tiende al diablo (Muscipula Diaboli), siendo la mera trampa anterior a la que Schapiro le tenderá al Profesor para formar
carne eristica la carnada. el par y no dejarle ninguna posibilidad. Y esto para responder a la pregun-
ta que se me formuló hace un momento: todas las causas de este proceso ha-
—Razón de más para desconfiar. Tal vez lo diabólico ya está atrapa- brán sido trampas (como anticipadamente figuradas por lo que en aparien-
do, carnada suplementaria, en el cojeo de estos dos zapatos torcidos que, cia estaba en juego en el debate: ¿a quién le toca la trampa?), trampas para
si el doble no forma un par, entrampan a quienes quieren meter los pies alimañas o, si se quiere, cordones, trampas con lazos. «Viejos zapatos con
abí, porque no se puede, precisamente —y no se debe—, meter los pies cordones» («Oíd boots withs laces»), tal es el título dado por el gran catálogo
ahí y esta sería la extraña trampa. En cuanto a la sombra eristica de la car- de la exposición de las Tuileries (1971-72) (Colección del Museo Nacional
nada, veremos que no está del todo ausente entre todos estos fantasmas. Vincent Van Gogh en Amsterdam) al cuadro que el Professor Schapiro pre-
Esta extraña trampa — tende identificar a partir de la confiada respuesta del Professor Heidegger y
que él reproduce bajo el título de «Oíd shoes». Aún no sé cuál es la parte que
—Otra especie de trampa y de lo que fue llamado, en Paso, la parálisis. le toca a Van Gogh en la elección de este título. Pero como cierta indeter-
minación esencial forma parte de nuestro problema, que es también el del
—Despreocupado, pues, Schapiro le tiende una trampa a Heidegger. Ya título y el del discurso sostenido (por ejemplo por el autor) a propósito del cua-
sospecha el «error», la «proyección», la «imaginación» en el texto de Hei- dro, tal vez convenga dejarle a la cosa algún suspenso. Los autores del catá-
degger, que le señaló su amigo y colega Goldstein. Habiendo comenzado logo que acabo de citar tuvieron en cuenta a de la Faille, que representa una
así la instrucción, le escribe al profesor Heidegger (lo Uama así para hablar autoridad para Schapiro («Los títulos de las obras dados por Vincent en su
del colega y de la persona con la cual se cartea, y Heidegger simplemente correspondencia, comúnmente adoptados, han sido precisados cuando no
cuando nombra al célebre pensador, autor de El origen de la obra de arte): ¿a eran suficientemente explícitos, por eso hay algunas diferencias, ya con los
qué cuadro se refiere usted exactamente? La «amable» respuesta del Profe- títulos usados en otro tiempo, ya con los del nuevo Catálogo Razonado de
sor H . («In reply to my question, Professor Heidegger has kindly written me that J. Baart de la Faille...»). Nombrados o no por Van Gogh, en un título o una
the picture to tvhich he referred is eme that he saw in a show at Amsterdam in carta, estos cordones (para ceñir/aflojar, más o menos estrictamente, al su-
March 1930. This is clearly de la Faille's n" 225 (see Figure I).») se cierra sobre jeto portador o portado) dibujan la forma de la trampa misma. Tan fascinan-
te como (por eso mismo) olvidable por los dos profesores, quienes no hacen
la menor alusión a ella. Aquí está una de las causas: los cordones. Una cosa
8. Cf. Meyer Schapiro, "Muscìpula Diabolì", the Symbolism of the Mérode Altarpiece, eri cuyo nombre es también un nombre de trampa (el cordón o el lazo). N o va-
Renaissance Art, ed. Creigton Gilbert, Harper, 1970. Traducido al francés en Symboles de la le solamente para lo que pasa por los ojales de los zapatos o de los corsets.
Renaissance, compilación publicada por Daniel Arasse en la Presse de l'École Normale Su¬
Nuestras voces, aquí mismo —
périeure, París, 1976.

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Jacques Derrida Restituciones

—Señalo en efecto, ahora, este extraño bucle cho más fuerza. De la misma manera que el fuera-de-uso, como veremos,
exhibe la utilidad o inoperatividad, expone la obra.
—listo para estrangular
—Encuentro este par, si puede decirse, siniestro. De punta a punta. M i -
—del cordón deshecho. E l bucle está abierto, aún más que los zapa- ren los detalles, la cara lateral interna: parecen dos pies izquierdos. De za-
tos desatados, pero luego de una especie de nudo esbozado patos diferentes. Y cuanto más los miro, más me miran (o me conciernen),
—este forma una suerte de círculo en su extremidad, un círculo abier- y menos se parecen a un viejo par. A una vieja pareja, más bien. ¿Es lo mis-
to, como provisoriamente, listo para cerrarse de nuevo, como una pinza o mo? Si nos dejamos llevar por la facilidad del simbolismo, acerca de la cual
un llavero. Una correa. En el ángulo inferior derecho donde enfrenta, si- ustedes hablaban hace un momento, la bisexualidad evidente de esta cosa
métricamente, la firma de «Vincent», roja y subrayada. Ocupa un lugar ge- plural radicaría en la pasividad dada vuelta, abierta como un guante, más
neralmente reservado a la firma del artista. Como si, del otro lado, en el ofrecida, más desvestida del zapato izquierdo (preciso: a la izquierda del
otro ángulo, en el otro borde, pero simétricamente, (casi) en paridad con cuadro ya que lo desparejo también puede afectar la disposición de un par
esta, tuviera lugar, como si tuviera lugar vacío y abierto... «verdadero», desde el momento en que el zapato izquierdo nos hace frente
desde la izquierda, y el derecho desde la derecha del cuadro)
—Si los cordones están sueltos, los zapatos están bien desatados de los
pies y en sí mismos. Pero vuelvo a mi preguntar también están separados, —se trata de una campesina
por este hecho, entre sí y nada prueba que forman un par. Pero ningún tí-
tulo, si comprendo bien, dice «par de zapatos» en este cuadro. Mientras —una comedora de papas o la Campesina del Brabante (1885), la cofia
que en otra parte, en una carta que Schapiro cita por otro lado, Van Gogh vacía de una y otra, mientras que el otro zapato (¿izquierdo?), a la derecha
habrá hablado de otro cuadro precisando «un par de viejos zapatos». La del cuadro (¿cómo orientarse para hablar?) está más derecho y es más es-
posibilidad de este «desparejo» (dos zapatos del mismo pie, por ejemplo, trecho, más estricto o está menos abierto. En resumen, en otro momento
son con más razón el doble uno del otro, pero este doble mezcla el par y hubiéramos podido decir más masculino, y es este el que tiende el cordón
la identidad a la vez, prohibe la complementariedad, paraliza la orienta- en el círculo entreabierto, frente al nombre de pila.
ción, la tuerce hacia el diablo), la lógica de esta falsa paridad, más bien que
esta falsa identidad, ¿no construye la trampa? Cuanto más miro esta pin- —Si, como lo anticipa Schapiro, el signatario es el propietario o, ma-
tura, menos parece poder andar... tiz importante, el portador de los zapatos, ¿se dirá que el círculo entrea-
bierto del cordón invoca un enlace: de la pintura con el signatario (al pun-
—Sí, pero para eso hace falta que lo «desparejo» siga siendo una po- tizón <pointure> que agujerea el lienzo), de los zapatos con su propietario,
sibilidad, yo diría, improbable en última instancia. Y por lo demás, aun incluso de Vincent con Van Gogh, en síntesis, un complemento, un enla-
cuando Van Gogh hubiera intitulado el cuadro, y lo hubiera intitulado ce general como verdad en pintura?
«par de...», esto no cambiaría nada al efecto producido, que haya sido bus-
cado conscientemente o no. U n título no define simplemente el cuadro al —Esto es ir demasiado rápido. Por más pruebas que pretendamos
cual se ata o del cual se desata de diversas maneras, a veces sobredetermi- tener, el signatario de un cuadro no puede ser identificado con el propie-
nadas. Puede formar parte del cuadro y tener allí más de un rol, o garan- tario nombrable de un objeto separable y representado en el cuadro. N o
tizar más de una figura retórica. «Par de-», por ejemplo, puede inducir- se puede efectuar una identificación semejante sin una increíble ingenui-
nos a pensar en la paridad, la «verdad del par» en el momento en que lo dad, increíble de parte de un experto tan autorizado. Ingenuidad identifi-
desparejo, o el fuera de par, se dejan ver. Y luego, otro argumento, lo catoria en lo que se refiere a la estructura de un cuadro, e incluso a una re-
«desparejo» puede decir y mostrar la paridad, la verdad del par, con mu- presentación imitativa en el sentido más simple de la «copia». Ingenuidad

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Jacques Deirìda Restituciones

identificatoria en lo que se refiere a la estractura de un objeto separable


en general y a la lógica de su pertenencia en general. ¿Qué interés pudo
motivar semejante paso en falso? Es la pregunta que quería plantear hace
un momento a propósito de la extraña escena de restitución de a tres, tres
grandes universitarios europeos. ¿Por qué esta ceguera repentina, este sú-
bito dormirse en los laureles de toda vigilancia crítica? ¿Por qué la lucidez
sigue siendo muy activa, hipercrítica, en torno a esta mácula, pero sola-
mente en sus bordes? ¿Por qué esta compulsión apresurada, que impulsa
a uno de ellos a hacerle un homenaje al segundo, el muerto, con una na-
turaleza muerta arrancada a (la interpretación no menos apresurada y
compulsiva de) el otro, el tercero o el primero, como se quiera, ya que el
cuarto queda, como siempre, excluido? Eso da para mejor volver a tomar,
eso toma dando., desde el momento en que hay esos cordones

—la bolsa o el fetiche, si comprendo bien. Todavía no se sabe a qué


portador remite, si comprendo bien, el aspecto de este objeto; por el mo-
mento veo en ese cordón una especie de cheque al portador. Unos che-
ques al portador. Cada uno se precipita para llenar la trampa, con su nom-
bre o con un nombre de sociedad de responsabilidad limitada (SRL) de la
cual es más o menos accionario o tenedor de una obligación (Heidegger
para una sociedad agrícola, terrateniente, rural, sedentaria; Sehapiro para
una sociedad industrial, citadina, nómade o emigrante), sin darse cuenta
de que el cheque está cruzado. Y como esto se hace a menudo, con un do-
ble trazo, y tal vez más aún: el que enmarca el cuadro, a m á n d o l o desde
afuera, colocándolo en un régimen severamente cerrado, y el que delimi-
ta, en el cuadro, la forma de los zapatos, en particular esta vacante deshe-
cha, acechada por fantasmas, desatada.

—Agregaré el que separa un zapato del otro. ¿Porque qué nos prue-
ba que se trata de un par?

—A cualquier portador le resulta difícil pasar por la caja en estas con-


diciones. Y a cualquier donador, hacer un homenaje.

—Y sin embargo. Hay homenaje. Eso da. Esto es un Es gibt que Hei-
degger nos habrá dado a pensar mejor que nadie. El Es gibt «antes» del
ser, el Es gibt literal, el Sein a partir de (y volviendo a) Es gibt Sein.

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Jacques Derrida Restituciones

—Pero todavía no abrimos las actas de esta correspondencia entre stricta sensu, en su buen sentido, esos objetos que no pueden sino identi-
Meyer Schapiro y Martin Heidegger. Tomemos nuestro tiempo. De todas ficar y reapropiar(se), para usarlo a su vez, este extraño fuera-de-uso, pro-
maneras, vengan de donde vengan, o de donde vuelvan, estos zapatos no ducto productor de tanta plus-vaha suplementaria. Hay que encontrar el
volverán a buen puerto. número de calzado a cualquier precio, aun cuando este «sujeto» no sea el
mismo para uno y otro. Están de acuerdo, se trata del contrato de esta
— N i a buen precio. A pesar del increíble retaceo, o en razón de la in- institución tácita, en buscar uno, o en fingir estar buscando uno, ya que
terminable sobrepuja de un análisis que no termina de ligarse, esta vez ambos están seguros de haberlo encontrado. Puesto que se trata de un
par, en primer lugar, y ninguno de los dos lo duda, debe haber un sujeto.
—habrán viajado mucho, atravesado toda clase de ciudades y de terri- Aunque el contrato, la institución, en este mercado del zapato, es en pri-
torios en guerra. Varias guerras mundiales y las deportaciones en masa. mer lugar la paridad entre los zapatos, esta relación muy singularmente
Uno se puede tomar su tiempo. Están ahí, hechos para esperar. Para hacer dual que ajusta las dos partes de un par (identidad y diferencia, identidad
andar. La ironía de su paciencia es infinita, se la puede considerar nula. total en el concepto o en la semántica formal, diferencia y no-recubri-
Estábamos entonces en esta correspondencia pública y decía que sellando miento en la orientación de los trazos). Si hay par, hay contrato posible,
un desacuerdo, el precinto tenía bajo sello otra correspondencia. Secreta se puede buscar el sujeto, se permite la esperanza. El coloquio —y la co-
esta vez, aunque legible directamente en la otra. Una correspondencia locación— podrá tener lugar, y comenzar la disputa. Uno podrá apro-
simbólica, un acuerdo, un armónico. En esta comunicación entre dos ilus- piarse, expropiar, tomar, dar, retomar, ofrecer, pagar, rendir homenaje o
tres profesores que tienen que hacer, ambos, una comunicación sobre un injuria. Sin lo cual
«célebre cuadro de Van Gogh»
—¿Por qué decir que esta correspondencia es simbólica? ¿Simbólica
—uno de los dos es un especialista. La pintura, e incluso Van Gogh, de qué?
es un poco algo suyo, quiere guardarlo, que se lo devuelvan —
—Del símbolo. Del symbolon. Dije correspondencia simbólica en ra-
—¿qué percibimos? A través de la consideración mutua, la civilidad zón de este compromiso previo y codificado, de este coloquio contraído a
de una legitimación recíproca que parece volver inofensivos los golpes partir de un interés común (el enlace por un nexo, la anexión de los zapa-
más asesinos, somos sensibles a los efectos de un código común, de un de- tos o, con esto ya basta, la simple formación del enunciado «de quién son
seo análogo (idéntico, identificable), una semejanza en la prisa (que tam- estos zapatos» o, lo que significa más o menos lo mismo, en la infantería
bién es una prisa hacia la semejanza identificatoria), en resumen, un inte- de esta preparación un poco militar, «de quién o de qué son los pies» que
rés común, e incluso una deuda común, un deber compartido. Ambos de- son objeto del cuidado constante de los profesores). Esto implica una
ben la verdad en pintura, la verdad de la pintura e incluso la pintura como suerte de reconocimiento recíproco (del par), un intercambio diplomáti-
verdad, y aun como verdad de la verdad. (Deben decir la verdad en pintu- co (doble y recíproco) o, en todo caso, ese derecho de gentes que supone
ra. Hay que contar desde luego con la deuda o el deber —«le debo»— pe- la declaración de guerra. Para conmemorar el compromiso mutuo, se
ro decir, ¿qué quiere decir eso en este caso? Y decir en pintura: ¿la verdad comparten los zapatos, cada uno guarda un pedazo del symbolon. Y el mis-
misma dicha, como se dice «en pintura»? ¿o la verdad dicha a propósito mo pedazo, o más bien el pedazo semejante y diferente del mismo todo,
de la pintura, en el dominio de la pintura? ¿O la verdad dicha en pintura, el pedazo complementario. Por eso el par es la condición de la correspon-
únicamente mediante la pintura, ya no dicha sino —ya que decir solo es dencia simbólica. N o hay contrato simbólico en el caso de un doble que
una manera de decir, una figura— pintada, la verdad silenciosamente pin- no formaría un par. Que no sería una (misma) cosa en dos, sino un dos en
tada, ella misma, en pintura?) Para eso, ambos necesitan identificar, iden- la identidad.
tificar el sujeto (portador o portado) de esos zapatos, anudar, o reanudar

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Jacques Derrida Restituciones

—¿Entonces, finalmente, a propósito de qué esta correspondencia? del lienzo) con este paso (o falta de) contacto (este paso —o falta de— su-
¿A propósito de la correspondencia? ¿A propósito de esta paridad del par? jeto) que provoca, de acuerdo con un ritmo, la adherencia de una marcha.
El paso no está presente o ausente. Y sin embargo eso anda mal sin par
—¡Ah, aquí está! A propósito de qué. La pregunta «¿de quién son los
pies?», a la cual se querría hacerle decir «¿de quién son los zapatos?», su- —pero estoy sorprendido. El texto de Heidegger abre el debate.
pone resuelta la pregunta «¿de qué?» o «¿qué son los pies?». ¿Existen? ¿Pero no deja detrás de sí toda problemática de la subjetividad? En efec-
¿Representan? ¿Quién o qué? ¿Con o sin zapatos? Estos están más o me- to, ¿no supone esta lo que aquí es des-sedimentado por él: entre otras, la
nos desatados (en sí, entre sí y de los pies), y por consiguiente descarga- determinación de la cosa como «hypokéimenon», soporte, substrato, subs-
9
dos: de una tarea o de una función actual. A la vez porque están visible- tancia, etc.?
mente desatados y porque, nunca hay que olvidar el éter invisible de esta
evidencia trivial, se trata de objetos pintados (inactivos como obra) y los —Se trata de una de las paradojas de este intercambio. Cada discurso
«sujetos» de un cuadro. Fuera de funcionamiento, difuntos, están desata- sigue siendo desigual, inadecuado con respecto a sí mismo. En El Ori-
dos, en este doble sentido, y aun en otro doble sentido, el del desligamien- gen..., el pasaje sobre «un cuadro de Van Gogh» pertenece al capítulo so-
to y el del destacamiento de un emisario: representación diplomática, si bre La cosa y la obra, Estamos ocupados en sustraer la cosa, pero la sustrac-
ustedes quieren, por metonimia o sinécdoque. Y lo que se dice de los za- ción no basta, a las determinaciones que le habrían caído encima, recu-
patos también puede decirse, aunque la operación resulte más delicada en briéndola e injuriándola (Uberfall), insultando, dice el traductor francés, lo
torno del tobillo, del cuello o de los pies. que es propiamente la cosa en la cosa, producto en el producto, obra en la
¿A propósito de qué, entonces, esta correspondencia? A propósito del obra (das Dingbafte des Dinges, das Zeughafte des Zeuges, das Werkhafte des
sujeto de enlace. Se apresuran para reanudar con el sujeto. El desatado re- Werkes). Estas determinaciones del Uberfall van por pares o parejas. Entre
sulta insoportable. Y la correspondencia nene lugar a propósito del verda- ellas, existe la determinación de la cosa como debajo^ (hypokéimenon o hy-
dero sujeto del sujeto de un «célebre cuadro». No solo a propósito del su- póstasis) por oposición a los symbebekota que le agregan. Esta pareja oposi-
jeto del cuadro, como se dice, sino del sujeto (portador o portado) de los cional se transformará, en la latinidad, ensubjectum (substantiaj/accidens. Es
zapatos que parecen formar el sujeto capital del cuadro, de los pies del su- solo uno de los pares de oposiciones caídas sobre la cosa. Las otras dos se-
jeto cuyos pies, estos zapatos y luego el propio cuadro parecen aquí desa- rían la de aisthetón/noetón (sensible/intehgible) y la de hyle/eidos-morphé
tados y como a la deriva. Resulta demasiado. Y es muy complicado. La es- (materia/forma-figura).
tructura del desatado —y de la subjetividad, pues, de esos diferentes suje- Hay que seguir un trecho este camino heideggeriano. Constituye el
tos— difiere en cada caso. Hay que decir que la correspondencia que nos contexto que enmarca inmediatamente la alusión al «célebre cuadró». Y si
interesa tiene como objetivo el borramiento de todas las diferencias. En- Schapiro tiene razón al reprocharle a Heidegger de estar tan poco atento
tre las cuales todavía no he contado la que determina la subjetividad (sub- al contexto interno y extemo del cuadro, así como a la serialidad diferen-
yacente) del zapato en su superficie más fundamental, la suela. N i la sub- cial de los ocho cuadros con zapatos, él mismo tendría que haber evitado
jetividad aún más o menos fundamental del suelo (sobre o sin el soporte una precipitación rigurosamente correspondiente, simétrica, análoga: re--

9. Derrida hace un juego de palabras entre «desatados» [détacbés] y «tarea» [tache], 10. Derrida escribe dessous. Como adverbio, este término significa «debajo» o «aba-
como si dijéramos en español «destareados» o »descargados de una tarea». Pero détacber jo»; como sustantivo, «parte inferior de una cosa», «la ropa interior», «el fondo», pero
también significa en francés «limpiar o quitar las manchas [taches]». Finalmenre, détacber también el «revés» de una tela y,figurativamente,una «desventaja» o una «inferioridad».
también significa «destacar», en el sentido de «resaltar» (los zapatos están «destacados» A pesar de que Derrida parece utilizar el término como sustantivo, preferimos traducirlo
en el cuadro) y de «enviar un representante». A continuación, Derrida va a jugar con to- por el adverbio, ya que se ajusta mejor al prefijo griego hypó- y el latino sub-. Pero el lec-
dos estos sentidos como él mismo lo anuncia. [N. de los T.] tor deberá tener en cuenta también las otras significaciones. [N. de los T.]

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cortar sin más precaución una veintena de líneas en el largo ensayo de cuestión del subjectum, fuera de la problemática de la verdad y de la pala-
Heidegger, arrancarlas brutalmente de un marco acerca del cual Schapiro bra que gobierna El origen. L o menos que podemos decir, es que Schapi-
no quiere saber nada, detener su movimiento y luego interpretarlas con ro no lo intenta. Está atrapado e incluso sin tener aparentemente la me-
una tranquilidad igual a la de Heidegger cuando hace hablar los «zapatos nor sospecha.
de campesino». Disponiéndonos a tratar acerca de zapatos en pintura y de
subjectum en múltiples sentidos, y de suelo, de fondo, de soporte (la tierra — Y sin embargo. Si este «paso hacia atrás» (Scbritt züriick) en el ca-
y el lienzo, la tierra sobre el lienzo, el lienzo sobre la tierra, los zapatos so- mino del pensamiento
bre la tierra, la tierra sobre y bajo los zapatos, los pies calzados sobre tie-
rra, el sujeto que supuestamente porta (o es portado por) unos pies, unos —Se insiste en el pensamiento cuestionante como «Weg», como cami-
zapatos, etc., el sujeto del cuadro, su sujeto-objeto y su sujeto signatario, no o como encaminamiento. Este regula todo en Heidegger. Es difícil y
todo de nuevo sobre un lienzo con o sin debajo, etc.), en síntesis, dispo- habría que acordarlo con el «sujeto» que nos ocupa en su propio lugar, con
niéndonos a tratar acerca del estar-debajo, del suelo y del sub-suelo, tal vez su paisaje, su campesinado, su «mundo», y esta «cosa» que no es ni del sue-
sea oportuno señalar una pausa, incluso antes de comenzar, cerca de este lo ni del campesino sino entre ambos: los zapatos. Esto nos llevaría muy le-
subjectum. Dejo para otra oportunidad la lectura de los vestidos o tejidos o jos hoy, del lado de los zapatos o de las medias con los cuales un pensa-
velos, por ejemplo las medias," como debajo de este texto. Esto no deja de miento camina, piensa, habla, escribe, con su lengua (como) calzada; y de
tener relación, como veremos, con el debajo que nos interesa en este mo- lo que tiene lugar cuando los zapatos del pensamiento no están, si lo están
mento en lo que se refiere a la suela, solé en inglés. alguna vez, atados de manera absolutamente estricta o cuando La parte ba-
ja de la lengua está un poco deshecha. Supongan que los zapatos de Van
—¿Resulta oportuno para aceptar una suerte de asonancia afín, así co- Gogh se parecen a los que acaban de caminar, en el texto, «sobre el cami-
mo para dar la nota antes de hablar del sujeto en todos los sentidos del «cé- no que conduce a lo propiamente producido en el producto» (Docb welcber
lebre cuadro»? ¿O bien hay que considerar como esencial y necesario el Wegführt zum Zeugbaften des Zeuges es una frase que está cuatro líneas an-
vínculo entre los dos «sujetos», los dos lugares problemáticos del sujeto? tes de la evocación del «célebre cuadro» y de la frase que Schapiro á t á al
comenzar: «Nos aseguraremos mejor describiendo simplemente, sin nin-
—Creo que es oportuno por las dos razones. La cuestión del debajo guna teoría filosófica, un producto. Como ejemplo, tomemos un producto
como suelo, tierra, luego como suela, zapato, calcetín —la media—, pie, conocido: un par de zapatos de campesino...». Todavía no se trata de un
etc., no puede ser ajena a la «gran cuestión» de la cosa como hypokéime- producto como obra de arte o en ella: articulación fina y equívoca que de-
non, luego como subjectum. Además, si se acepta que el desarrollo de El ori- beremos tener en cuenta, si por lo menos queremos leer este texto).
gen... pretende llevar más acá, más arriba o antes de la constitución del
«subjectum» en la aprehensión de la cosa (en cuanto tal, en cuanto produc- —Sin embargo, si este «paso hacia atrás» en el camino del pensa-
to o en cuanto obra), entonces plantearle la pregunta del «sujeto», del su- miento no debía llegar a cualquier «subjectum», ¿cómo explicar esta atri-
jeto de este par de zapatos, sería tal vez comenzar por un error, por una bución ingenua, espontánea, precrítica de los zapatos de un cuadro a un
lectura imaginaria, proyectiva o errónea. Salvo si Heidegger ignora (¿ex- «sujeto» tan determinado, el campesino, o más bien la campesina, atribu-
cluye?, ¿rechaza?, ¿deniega?, ¿deja implícito?, ¿en lo impensado?) otra ción y determinación ceñidas que orientan todo este discurso sobre el cua-
problemática del sujeto, por ejemplo en un desplazamiento o un desarro- dro y sobre la «verdad»? ¿Estaríamos de acuerdo en calificar este gesto
llo del valor «fetiche». Salvo entonces si se desplaza de otra manera esta como acabo de hacerlo: ingenuo, espontáneo, precrítico?

—Sí, y la demostración de Schapiro confirma, acerca de este punto


11. Derrida escribe bas que significa «bajo» y «media». [N. de los T.] preciso, lo que se podía percibir muy rápido. Pero queda por delimitar el

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lugar y la función de esta «atribución» en el texto, el mapa de estos efec-


tos acerca del largo curso del desarrollo, su no-congruencia aparente con
los motivos dominantes del ensayo: ascenso sin llegar al subjectum, en efec-
to, pero también crítica de la representación, de la expresión, de la repro-
ducción, etc. Habrá que volver a esto, así como a la lógica del Überfall. So-
bre todas estas cuestiones y a pesar de una pertinencia negativa y puntual,
la demostración de Schapiro me parece que pierde muy rápidamente el
aliento. Y su «ingenuidad espontánea o precrítica» (retomo estas palabras)
completamente simétrica o complementaria con aquella que denuncia,
con razón, en Heidegger. La correspondencia perrmtirá seguir estos efec-
tos hasta en el detalle. Enseguida.
Habíamos convenido una pausa cerca del subjectum, por lo menos pa-
ra dar vuelta el fondo <dessous> de esta correspondencia.

—En el museo de Baltimore hay un par de zapatos de Van Gogh (sí,


quizás un par, esta vez), de zapatos abotinados como esos. Digamos de se-
mi-botas. Pero a la izquierda, una de las dos está dada vuelta, mostrando
su parte de abajo, su suela más o menos nueva, adornada con un dibujo de
tachas. El cuadro data de 1887 (F. 333).

—Volvamos más acá de la alusión al «célebre cuadro», al momento en


que el capítulo La cosa y la obra nombra «la experiencia griega fundamen-
tal del ser del ente en general». Subrayo fundamental (Grunderfabrung).
La interpretación de la cosa como bypokéimenon, luego como subjectum no
(se) produce solamente (como) un leve fenómeno lingüístico. La traduc-
ción transformadora de bypokéimenon en subjectum correspondería a otro
«modo de pensamiento» y de ser-ahí. Traduciría, transportaría, transferi-
ría (Heidegger subraya el pasaje en über) por encima y más allá de la men-
cionada experiencia griega fundamental: «El pensamiento romano retoma
(übernimmt) las palabras (Wörter) griegas sin la experiencia co-originaria
correspondiente de lo que dicen, sin la palabra (Wort) griega. La ausencia-
de-suelo (Bodenlosigkeit) del pensamiento occidental se abre con esta tra-
ducción».
El suelo (del pensamiento) falta, pues, cuando unas palabras pierden
la palabra. Las «mismas» palabras (Wörter) privadas de palabra (Wort) que
corresponden a la experiencia originariamente griega de la cosa, las «mis-
mas» palabras, que, por consiguiente, ya no son del todo las mismas, los
dobles fantasmáticos de sí mismas, sus simulacros leves, se ponen a andar

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por encima del vacío o en el vacío, bodenlos. Retengamos mucho tiempo cual acabamos de hablar. En el momento mismo en que Heidegger de-
esta diferencia de las palabras y la palabra, nos ayudará enseguida, e inclu- nuncia la traducción en palabras latinas, en el momento en que, en todo
so más tarde, para comprender, más allá del debate estrecho acerca de la caso, declara perdida la palabra griega, se sirve también de una «metáfo-
atribución de los atributos, de estos accidentes que serían los pies, afórtio- ra». Por lo menos de una metáfora, la del fundamento y del suelo. El sue-
ri los zapatos, lo que dice la cosa. Lo que se le hace o deja decir, lo que es- lo de la experiencia griega faltaría en esta «traducción». L o que acabo de
ta hace o deja decir. llamar demasiado rápido «metáfora» concentra todas las dificultades ve-
nideras: ¿se habla «metafóricamente» del suelo a propósito de cualquier
—¿Deberíamos creer que entre esta privación de suelo y el lugar de cosa? Y de la marcha o de los zapatos (el vestido, el útil, la institución, in-
esos zapatos, su tener-lugar o su hacer-las-veces-de, hay algún topos co- cluso la investidura) para el pensamiento, el lenguaje, la escritura, la pin-
mún? En efecto, parecen estar un poco en el aire, sea que parezcan no es- tura y el resto.
tar en contacto con la superficie, como en levi ración por encima de lo que ¿Qué dice Heidegger? Dice esto: como ya no aprehendemos la cosa
sin embargo los sostiene (el de la derecha, el más visiblemente «izquier- como lo hadan los griegos, a saber: por debajo, como bypokéimenon, sino
do» de los dos, parece un poco elevado, móvil, como si se levantara para como substantia, el suelo falta. Pero este suelo no es el bypokéimenon sino la
dar un paso mientras que el otro se adhiriese aún más al terreno), sea que, experiencia originaria y fundamental de los griegos o de la palabra griega
abandonados a su ser-desatado, suspendan cualquier experiencia del sue- que aprehende la cosa como ser-debajo. Se trata del suelo del bypokéime-
lo, desde el momento en que este supone la marcha, la posición de pie y non. Hay que interrogar este redoblamiento (¿metafórico?) por sí mismo.
que un «sujeto» goce de pies, sea incluso, y más «radicalmente», que su es- Y el debajo del fondo induce a un pensamiento del abismo, antes que a una
tatuto de objeto-representado en el marco estricto de un lienzo pintado, puesta-en-abismo, y el abismo sería «aquí» uno de los lugares o no-luga-
incluso colgado de la pared de un museo, detennine la Bodenlosigkeit mis- res listos para llevarse todo en este juego.
ma, la provoque o la defina, la traduzca, la signifique o como se quiera, la
sea, abí —Esto nos aleja mucho de la «Naturaleza muerta...» de Schapiro y de
lo que fue nombrado hace un momento, si recuerdo bien, la ofrenda de la
—y el deseo entonces de instalarlos, de pie, sobre el suelo de la expe- oreja cortada a Goldstein.
riencia fundamental
—No, de un par (que tal vez no haya existido nunca, y que nadie tu-
—No, no, por lo menos no tan rápido. Se trata solamente, para co- vo jamás) de cosas desatadas y reanudadas para regalar. U n regalo, como el
menzar, de descubrir algunos desmoronamientos de terreno, también al- 12
nombre lo indica, en cadena. ¿Eso se alejó? ¿Qué significa alejarse? El
gunos abismos en el campo por donde avanzan tan tranquilamente alejamiento ent-fernt, dice, a-leja lo lejano...

—¿Por qué no hay tranquilidad? ¿Por qué esta persecución? —Yo no me alejo, estoy, a partir de aquí, volviendo a lo que dice el
otro. Porque la cosa todavía está más sustraída o envuelta de lo que pare-
—Los discursos de atribución, las declaraciones de propiedad, los re- ce por debajo de su investidura. En el momento en que nos recuerda el
sultados o las investiduras del tipo: esto es mío, estos zapatos o estos pies suelo griego y la aprehensión de la cosa como bypokéimenon, Heidegger
son de alguien que dice «yo» y puede identificarse de golpe, pertenecen a
lo nombrable (común: el campesino o la campesina, el hombre de la ciu-
dad; o propio: Vincent Van Gogh; y propio en los dos deseos: Heidegger,
12. Derrida hace un juego de palabras entre los sustantivos cadeau («regalo») y el tér-
Schapiro, que exigen la restitución). Estos abismos no son la «última pa- mino latino cadena (chaîne en francés, aunque existe también el término cadenas pero que
labra» y sobre todo no consisten simplemente en esta Bodenlosigkeit de la hoy significa «candado»), [N. de los T.]

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nos hace pensar que este originario todavía recubre, cayéndosele encima, incluso a ese «objeto» que sería el texto de Heidegger, tal vez habría que
algo. El bypokéimenon, ese fondo, disimula otro fondo. Así el fondo latino comenzar por descifrarlos y restituirlos en el texto de Heidegger que se
(substantia-subjectum) hace desaparecer, con el suelo griego, el fondo grie- sustrae quizá, por adelantado, a la aplicación que querríamos hacerle, y
go (hypokéimenon), pero este oculta o vela todavía (la figura del velamien- que problematiza por adelantado todos los instrumentos. Entonces una
to, de los velos como arriba-abajo no tardará en aparecer, y el fumen que aplicación maliciosa y ágil bien podría revelarse ingenua, pesada, sonam-
lo precipita en lo indecidible tendrá una relación con el calcetín, el soque- búlica, y el detective entrampado
te o la media <bas>, entre pie y zapato) una cosidad «más originaria». Pe-
ro como el «más» se sostiene a sí mismo, la cosa deja de tener figura o va- —Sin duda. Habría que proceder entonces de tal manera que todas
lor de «debajo». A l encontrarse (o no) «bajo» el debajo, no solo abriría un esas desigualdades del discurso consigo mismo, minuciosamente —
abismo. Prescribiría brusca, discontinuamente, de golpe, el cambio de di-
rección, o más bien una tópica completamente distinta. —Estábamos reunidos, había entre nosotros una convención, para
hablar de La naturaleza muerta... de Schapiro y de cierta correspondencia
—Tal vez la de ese volver cuya gran importancia, hace un momento cuyo secreto se nos prometió en un momento. Propongo que nos ocupe-
mos finalmente de esto. De otro modo nunca terminaremos dentro de los
—Tal vez. El topos del abismo y afortiori el de la puesta-en-abismo límites propuestos. Mácula define los límites, aquí está lo que nos queda
podrían disimular así, o en todo caso amortiguar un poco la brusca y an- por ver, y si la ley es para nosotros, no podemos tocarla.
gulosa necesidad de esta otra tópica. Y de este otro paso. Aquí está lo que
me interesa «bajo» esta correspondencia sobre un «célebre cuadro» de —A mí, lo que me ha interesado es ver por fin explicado en cierto mo-
viejos zapatos de andar desatados do por qué siempre había encontrado ridículo y lamentable ese pasaje de
Heidegger sobre Van Gogh. Se trataba entonces de la ingenuidad de lo
—desatados a medias que Schapiro llama justamente una «proyección». N o solo estamos de-
cepcionados cuando el serio académico, la severidad y el rigor del tono
—y cuando se plantea, si se puede decir, la pregunta de su lugar. ¿Có- dan lugar a una «ilustración» (bildlicbe Darstellung), N o solo estamos de-
mo tomar esta correspondencia y esta transferencia, todas estas traduccio- cepcionados por la precipitación consumidora hacia el contenido de una
nes? representación, por la pesadez del pathos, por la trivialidad codificada de
esta descripción, a la vez sobrecargada e indigente, de la cual nunca sabe-
—Llego tarde. Acabo de oír las palabras «abismo», «ofrenda» o mos si se agita en torno a un cuadro, a zapatos «reales» o a zapatos ima-
«don». Eso da al abismo, eso da —el abismo. Hay, es gibt, el abismo. Pero ginarios pero fuera de pintura, por la rudeza del encuadre, lo arbitrario ó
me parece bien que El origen se lea también como un ensayo sobre el don lo bárbaro del recorte, la tosca seguridad de la identificación: «un par .de
(Scbenkung), sobre la ofrenda: uno de los tres sentidos en los cuales justa- zapatos de campesino», ¡cómo! ¿De dónde sacó eso? ¿Dónde lo explica?
mente la verdad vendría a su instauración, a su institución o su investidu- Entonces no solo estamos decepcionados: nos morimos de risa. La caída
ra (Stifiung). Uno de los otros dos sentidos, la fundación (Gründen), tiene de tensión es demasiado fuerte. Seguimos paso a paso la marcha de un
relación con el suelo. Por otra parte, de esta verdad que es, dice Heide¬ «gran-pensador» que vuelve al origen de la obra de arte y de la verdad
gger, «no-verdad» y que «ocurre (geschieht) en el cuadro de Van Gogh» atravesando la historia de Occidente y de pronto, en el desvío de un pasi-
(enunciado sobre el cual ironiza Schapiro), El origen también dice que su llo, nos encontramos en plena visita organizada, escolares y turistas. A l -
esencia se abre más al «abismo». Nada que ver con la certeza atributiva guien fue a buscar la guía a la granja vecina. Lleno de buena voluntad. Le
sobre el suelo seguro de la subjetividad (cartesiano-hegeliana). ¿Entonces? gusta la tierra y cierta pintura cuando se reconoce en ella. Abandonando
Antes de aplicar estos «conceptos» (don o abismo por ejemplo) al debate, su actividad habitual, va a buscar su llave mientras hace esperar a los visi-

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tantes que descienden lentamente de la furgoneta. (Entre ellos hay un ja- gimos un célebre cuadro de Van Gogh...»). Schapiro abre su texto —-y El
ponés, que dentro de poco le hará algunas preguntas al guía, aparte). Lue- origen— en ese punto (¿pero con qué derecho?) y escribe: « E n su ensayo
go la visita comienza. Con acento local (suebo), trata de hacer vibrar la sobre El origen de la obra de arte, Martin Heidegger interpreta una pintu-
clientela (a veces lo logra y también tiembla regularmente, al compás, en ra de Van Gogh para ilustrar (to illustrate) la naturaleza del arte como de-
cada oportunidad), multiplica las asociaciones y las proyecciones inmedia- velamiento de la verdad. Aborda esta pintura a lo largo de una distinción
tas. Cada tanto, muestra los campos por la ventana y nadie se da cuenta de entre tres modos de ser: los artefacta utilitarios [productos], las cosas na-
que ya no habla de pintura. Bueno. Y nos decimos que la escena, la elec- turales y las obras de arte. Propone describir en primer lugar, "sin ningu-
ción del ejemplo, el procedimiento del tratamiento, nada de todo eso re- na teoría filosófica...", una especie familiar de producto [Zeug, traducido
sulta fortuito. E l guía de ocasión es el mismo que, antes y después de esta por equipment] —un par de zapatos de campesino—, y "para facilitar la vi-
increíble tirada, prosigue su discurso sobre la obra de arte y sobre la ver- sualization" [visual realization, que traduce Veranschaulichtung, presenta-
dad. Es el mismo discurso, nunca se vio interrumpido por la menor digre- ción intuitiva, sensible], escoge un "célebre cuadro de Van Gogh que so-
sión (lo que falta, por otra parte, en todos estos desarrollos profesorales en lía pintar estos zapatos", debemos saber "cómo los zapatos sirven efecti-
cuanto a los zapatos, es el sentido de la digresión: los zapatos deben formar vamente". A la campesina estos le sirven sin que lo piense, sin siquiera mi-
un par y marchar por el carroño, para atrás o para adelante, en círculo a lo rarlos. De pie y caminando en sus zapatos, la campesina conoce la utilidad
sumo, pero sin digresión, sin paso al costado que no resulte reprehensible-, [service-ability, Dienlichkeit] en la que "consiste el ser-producto del produc-
ahora bien, hay una relación entre lo separable del paso y la posibilidad de to". Pero nosotros...». Y Schapiro cita estos dos parágrafos que ustedes
lo digresivo). Veo que les choca, en su deferencia por Heidegger, la escena juzgan tan ridículos o tan imprudentes. Releámoslos primero, en alemán,
que he, como decirlo en francés, en inglés.

—proyectado.

—Entonces volvamos a clase. Todo eso es clásico, asunto de clase,


también de pedagogía y de clasicidad. Professor Heidegger, como dice
Professor Schapiro en homenaje al Professor Goldstein, proyecta una dia-
positiva. Quiere despertar interés, con esta ilustración, desde el inicio de —Ya está.
la conferencia. Porque El origen fue, en primer lugar, y en una fecha muy
significativa, una serie de conferencias ante una Kunstwissenschaftliche Ge- —Antes de ir más lejos, observo en el recorte protocolar de Schapiro
sellschafi, luego ante un Freie Deutsche Hochstifi, y eso se nota. un cierto número de simplificaciones, para no abundar. Estas tienen efec-
tos sobre todo lo que sigue. Él simplifica al decir que Heidegger interpre-
—La palabra «ilustración» acaba de ser pronunciada. Ya antes lo ha- ta una pintura para ilustrar la naturaleza del arte como develamiento de la
bía sido varias veces. Propongo que comencemos por aquí, si hay que co- verdad. N o tenemos necesidad, para probarlo, de referirnos a lo que dice
menzar y si hay que leer la Nota de Schapiro contra la cual tengo la inten- la página siguiente, a saber (en la traducción francesa primero): «...la obra
ción de defender sistemáticamente, por lo menos para el ejercicio en co- no sirvió de ninguna manera (diente garnicht), como podía parecer en un
misión, la causa de Heidegger (que, no lo olvidemos, también sostiene, en principio, para ilustrar mejor lo que es un producto». L o que se tradujo
ese lugar donde se trata de la cosa, un importante discurso sobre la causa). en francés por «ilustrar» es Veranschaulichtung, esta vez, y no Darstellung,
Un buen número de dificultades provienen de la traducción de ilustración. traducido también más arriba como ilustración. La Veranscbaulicbtung, la
En su protocolo, Schapiro utiliza esta palabra por la cual se traduce en presentación intuitiva de alguna manera es lo que se debía facilitar al in-
francés «bildliche Darstellung» («basta con una ilustración. Para esto, ele- vocar el ejemplo del cuadro. Pero es también lo que no se ha hecho, aun-

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que haya parecido hacérselo. Heidegger lo precisa claramente: la obra no materia informe? Pero relean el capítulo: mientras se interroga sobre el pro-
nos sirvió para eso, no nos prestó ese servicio que, en suma, habíamos fin- ducto como materia informe, el ejemplo del par de zapatos vuelve por lo me-
gido esperar de ella. Esta hizo más que ilustrar o presentar a la intuición nos tres veces antes y sin la menor referencia a una obra de arte, pictórica o no.
sensible —o menos, según el punto de vista—: mostró, hizo aparecer. Hei- Dos veces asociado al ejemplo del hacha y del cántaro.
degger acaba de recordar que la obra no «sirvió» de Veranschaulichtung o
de Darstellung, él precisa: «Es mucho más que el ser-producto del produc- —Hay mucho para decir acerca de estos ejemplos y sobre el discurso
to que llega, propiamente (eigens) y solo por la obra, a su aparecer». Este del cántaro en Heidegger, a propósito de la cosa justamente.
aparecer del ser-producto no tendría lugar en otro lado que la obra de ar-
te podría, al remitirnos, ilustrar. Tiene lugar propiamente (y solo) en aque- —Sí, en Heidegger, y en otro antes de él, en su tradición, o luego de él,
lla. En su verdad misma. Esto parecería agravar la ilusión denunciada.por Ponge, por ejemplo, Pero no nos dejemos desviar. Otra vez. Luego de ha-
Schapiro y poner a cuenta de la presentación lo que solo era manifiesto a ber sido asociado al cántaro y al hacha en dos oportunidades, el par de za-
título de representación, como si Heidegger pensara ver todavía más direc- patos (la tercera vez pero siempre antes de que se aborde la cuestión del cua-
tamente lo que Schapiro le reprocha haber inferido demasiado rápido. Pe- dro) se separa de los otros ejemplos. De golpe está solo. Responde sin duda
ro las cosas todavía no son tan simples y deberemos volver a esto. a una necesidad particular, pero Heidegger nunca la tematizará. Quizás a di-
En primer lugar: no es en cuanto zapatos-de-campesino, sino en cuan- ferencia del hacha y del cántaro, este producto útil sea también un vestido
to producto (Zeug) o en cuanto zapatos como producto que el ser-producto se (Fussbekleidung) cuyo modo de relación con el cuerpo del sujeto —digamos
manifestó. La manifestación es la del ser-producto del producto y no de más rigurosamente: con el Dasein— implica una originalidad de la cual se
tal o cual especie de producto, incluidos los zapatos. Esta era la función sacará un mejor partido en este contexto. Dejemos esto. En todo caso, es-
de la Darstellung. Hay que delimitarla bien en este pasaje y diferenciar sus te ejemplo ignora muy bien, durante varias páginas, cualquier referencia
etapas. Heidegger no está simplemente distinguiendo, como pretende estética o pictórica. Ahora bien, es durante su última ocurrencia, antes de
Schapiro, entre tres modos de ser de la cosa, la alusión al «célebre cuadro», que aparece el esquema esencial. Sin él, no
comprenderíamos nada del pasaje sobre tal obra de Van Gogh, de su fun-
—¿Pero de qué se trata entonces en el momento en que interviene la ción diferencial, ni de su equívoco irreductible. Dije esquema: se trata, en
presunta «ilustración»? síntesis, en un sentido kantiano apenas desplazado, de un mixto, de una
mediación y de una doble pertenencia o de una doble articulación. E l pro-
—Heidegger acaba de analizar el sistema de las tres parejas de determi- ducto (Zeug) parece mantenerse entre la cosa y la obra de arte (la obra
naciones sobre-impuestas a la cosa. Estas son conexas, asociadas en una suer- siempre es obra de arte en este contexto: Werk). Participa de los dos aun-
te de «mecánica conceptual» (Begriffimechanik) a la cual nada se le resiste. que la obra se parezca (gleicbt), más que el producto, a la «simple cosa».
Entre los efectos de este sistema, la pareja materia-forma y el concepto de El ejemplo de los zapatos guía el anáfisis de este esquematismo en el mo-
cosa como materia informada dominaron por mucho tiempo toda la teoría mento de su primera aparición. Es solo tres páginas más adelante, para dar
del arte y toda la estética. Todavía hoy. Como se interesa en la obra de arte, un paso más en la cuestión del ser-producto, que Heidegger retomará el
Heidegger insiste y precisa su pregunta: este complejo (dominante) forma- mismo ejemplo: esta vez, en el «interior» de una obra de arte; veremos
por qué y cómo este «interior» se da vuelta, atravesado de un solo paso.
materia, ¿tiene su origen en el ser-cosa de la cosa o bien en el ser-obra de la
Por el momento, el par de zapatos es un paradigma
obra y en el ser-producto (sobreentendido, con la participación del hombre,
de ahí la tentación de considerar el complejo materia-forma como la estruc-
tura inmediata de la cosa) del producto? Dicho de otro modo: ¿no será a par- —en este estatuto de paradigma, tiene, desde Platón, una genealogía
tir de la cosa como obra o como producto que se habría constituido secreta- filosófica muy noble. Se puede oír aquí como una suerte de cita, tan cifra-
mente esta interpretación general (presuntamente general) de la cosa como da como convencional, en una larga cadena de discurso.

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—se trata aquí de un paradigma de la cosa como «producto». Toda- ma, y casi podría decirse su propia falta. ¿Y es por eso que se bastaría?
vía no está «pintada» o no es «pintura» y ocupa de manera ejemplar este ¿Que se completaría? ¿Se completa entonces? ¿A menos que se desborde,
«lugar intermedio [Zwischenstellung, lugar del entre, entre-estela o entre- en la inadecuación, lo excesivo, lo suplementario?
postura, diría tal vez Lacoue-Labarthe de quien hay que releer aquí Tipo-
grafía, en Mimesis] entre la simple cosa (blossen Ding) y la obra (Werk)». —Heidegger continúa. «Entonces el producto tiene su lugar inter-
Cuando el «producto» sea el tema de una «obra», cuando la cosa como medio (Zwischenstellung) propio entre la cosa y la obra, suponiendo que se
producto (zapatos) sea el «tema <sujet>» presentado o representado por nos permita librarnos a una clasificación contabilizante como esta.»
una cosa como obra (cuadro de Van Gogh), la cosa será demasiado com- Lo que, a los ojos del propio Heidegger, limita la legitimidad de esta
plicada para que se la trate tan ligera y simplemente como lo hace Scha- triplicidad matemática (en función de la cual Schapiro resume intrépida-
piro. Porque se tratará de una obra (que se parece mis a una simple cosa mente todo el contexto: «...in the course of distinguishing tbree modes of
que a un producto y más que un producto a una simple cosa), de una obra things...»); porque si la cosa 2 (el producto) está entre la cosa 1 (desnuda,
que presenta o representa un producto cuyo estatuto es intermedio entre pura y simple) y La cosa 3 (la obra de arte), participando así de ambas, no
la cosa y la obra, etc. El modo intermedio está en el medio de los otros dos, es menos cierto que la cosa 3 se parece más a la cosa 1: así, más lejos, el
que reúne y divide en él siguiendo una estructura de envoltura difícil de cuadro se presentará como una cosa y se le reconocerá un privilegio en la
desplegar. Este es en primer lugar el esquematismo del producto. Por presentación que allí se hará (en la presencia, que se basta a sí misma) de
ejemplo: los zapatos en general. Extraigo y subrayo algunas palabras: El la cosa 2 (zapatos como productos). Por lo tanto, estos «tres» «modos» no
producto (Zeug), por ejemplo el producto zapatos (Schubzeug) reposa, tan mantienen entre sí una relación de distinción, como cree Schapiro. (En-
listo (fertig, acabado) en sí mismo como la cosa pura y simple, pero no tie- trelazamiento ceñido pero que siempre puede ser analizado: desatado has-
ne, como el bloque de granito, esta Eigenwüchsige [difícil de traducir al ta cierto punto. Como un cordón, cada «cosa», cada modo de ser de la co-
francés: no es "espontaneidad" sino compacta suficiencia, propiedad recia sa, pasa por adentro y luego por afuera de la otra. De derecha a izquierda,
y que solo remite a.sí misma, terca]. Por otra parte, el producto también de izquierda a derecha. Articularemos esta estrofa del cordón: en su retor-
muestra un parentesco (Verwandschafi) con la obra de arte, en la medida en sión que pasa y vuelve a pasar por el ojal de la cosa, de afuera hacia aden-
que es producido (hervorgebracht) por la mano del hombre. A pesar de es- tro, de adentro hacia afuera, sobre La superficie externa y bajo la superficie
to, la obra de arte a su vez, por esta presencia que se basta a sí misma (in interna (y viceversa cuando esta superficie está dada vuelta como la parte
seinem selbsgenügsamen Anwesen), se parece (gleicht) a la cosa pura y simple, de arriba del zapato de la izquierda), sigue siendo el «mismo» de punta a
ya que solo remite a sí misma (eigenwüchsige) y no está obbgada a nada (zu punta, entre derecha e izquierda, se muestra y desaparece (fort/da) en el
nichts gedrängten) [...] Así el producto es una cosa a medias, porque está de- atravesamiento regular del ojal, asegura la cosa con su reunión, debajo l i -
terminado por la cosida d, y sin embargo es más que eso; al mismo tiempo gado encima, adentro ceñido afuera, por una ley de estrictura. Dura y fle-
es obra de arte a medias, y sin embargo es menos que eso xible a la vez). Así la obra, que se parece más a la cosa pura y simple que
un producto (zapatos, por ejemplo), es también un producto. El cuadro de
los zapatos es un producto (de arte) que se parece a una cosa, que presen-
—por consiguiente, una obra como el cuadro de los zapatos represen-
ta (y no re-presenta, volveremos sobre esto) un producto (zapatos), etc.
ta su mitad y sin embargo menos que eso
El recurso al «célebre cuadro» se justifica en primer lugar a través de
—y sin embargo menos que eso, porque le falta la autosuficiencia de una pregunta por el ser-producto y no por la obra de arte. Es como al pa-
la obra de arte sar, y retrospectivamente, que parece hablar de la obra en cuanto tal. En
el punto en que Heidegger propone volverse hacia el cuadro, no se inte-
—por lo tanto, una obra como el cuadro de los zapatos exhibe lo que resa entonces por la obra sino por el ser-producto del cual los zapatos
le falta a algo para ser una obra, exhibe —en zapatos— la falta de sí mis- —cualesquiera sean— proveen el ejemplo. Si lo que le importa, y por ende

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Jacques Derrida Restituciones

describe, no son los zapatos en pintura, no se puede esperar legítimamen- propiamente producto en el producto, hada el «Zeughaften des Zeuges». La
te que realice una descripción del cuadro por sí mismo, ni, por consiguien- referencia a Van Gogh se inscribe en este movimiento, en lo que puede te-
te, criticar su impertinencia. ¿De qué se ocupa entonces y por qué insiste ner de estrictamente singular. Dicho esto, en el interior de este movimien-
tanto sobre el ser-producto? El también tiene una sospecha y una hipóte- to, el gesto de Heidegger, con la sutileza artesanal de un zapatero de cor-
sis: la cosa pura y simple, la cosa 1, ¿no ha sido secretamente detenriina- to aliento y pasando rápido de adentro hacia afuera, habla tanto del cuadro,
da a partir de la cosa 2, del producto como materia informe? ¿No habrá que en sí, como de otra cosa, fuera de él. En un primer momento y antes que na-
pensar el ser-producto «antes», «fuera», «bajo» esta determinación agre- da, la cuestión que provoca la referenda al cuadro no tiene nada que ver
gada? «Es así que la interpretación de la cosa según la materia y la forma, con una obra de arte. En cierto modo, no se trata de pintura en la moti-
ya sea que siga siendo medieval o se torne trascendental en un sentido vadón primera del pasaje. Y sin embargo, por este movimiento en forma
kantiano, se ha vuelto habitual y evidente. Sin embargo, no deja de ser, al de cordón acerca del cual hablamos (de adentro hada afuera, de afuera ha-
igual que las otras interpretaciones de la cosidad de la cosa, una sobreim- cia adentro, atravesando con su punta metálica la superficie del cuero o del
posidón caída sobre (JJberfalí) el ser-cosa de la cosa. Esta situación ya se re- lienzo en los dos sentidos, por pinchazo y puntura) d trayecto de la refe-
vela en el hecho de que llamamos a las cosas propiamente dichas (eigentli- rencia se divide, se multiplica. A la vez de manera tortuosa e ingenua sin
cben Dingeri) cosas puras y simples (blossDinge, cosas desnudas). Sin embar- duda, pero de acuerdo con una necesidad que el proceso de Schapiro me
go, este "desnudo" (das «Bloss») quiere decir el despojamiento [Entblbss- parece no tomar en cuenta.
ung, la puesta al desnudo que despoja de—] del carácter de utilidad (Dien¬
lichkeit) y de fabricación —¿Se trata de hacerle justicia a Heidegger, de restituirle lo que le co-
rresponde, su verdad, la posibilidad de su marcha y de su camino propios?
—Si comprendo bien: no la puesta al desnudo del pie, por ejemplo, si-
no la puesta al desnudo de los zapatos convertidos en cosas desnudas, sin —Esta cuestión llega un poco pronto. Apenas si empiezo.
utilidad, ¿despojados de su valor de uso? Presentar los zapatos como cosas
(1 o 3, sin 2) implicaría exhibir cierta desnudez, incluso una obscenidad —Interrumpo un instante para recordar, en El párergon, este blanco
del marco con los ángulos abiertos que separaba el pasaje atado hace un
—obscenidad, ya implica agregar, digamos desnudez, sí. Heidegger momento —sobre el «desnudo», el «producto desvestido» y el «resto»—
continúa: «...y de fabricación. La cosa desnuda (blosse Ding) es una espede de una serie de cuestiones que quisiera dtar: «...y si el Uberfaü tuviera la
de producto (Zeug), pero un producto desvestido (entkleidete) de su ser-de- estructura del parergon} La sobreimposidón violenta que cae agresiva-
producto. El ser-cosa consiste entonces en lo que resta todavía (was nocb mente sobre la cosa, la "insulta", dice extrañamente pero no sin pertinen-
übrigbleibt). Pero este resto (Rest) no está propiamente (eigens) determina- da el traductor francés del Überfall, la sojuzga y la conjuga, literalmente,
do en sí mismo...». bajo materia-forma, ¿es la contingencia de un caso, la caída de un acriden-
te o una necesidad que falta interrogar? Y si, como el párergon, no fuera ni
—El resto: esos zapatos desnudos, esas cosas de uso incierto, dadas uno ni otro. Y si el resto nunca pudiera, en su estructura de resto, dejarse
vueltas en su abandono de cosa que no tiene nada que hacer. determinar "propiamente" (o "limpiamente"), si ya ni siquiera era predso
esperar o cuestionar en este horizonte...». ¿Se dirá que estamos aquí en el
—Tal vez sea aún pensarlos demasiado a partir de su valor de uso. Pa- mismo espacio problemático, el del borde, del marco, del lugar de la fir-
ra pensar de otra manera ese «resto», y «propiamente» (eigens), Heideg- ma y, en general, de la estructura parergonal, tal como se describe «a par-
ger da entonces otro paso. Quiere interpretar el ser-producto sin llegar a tir» de cierta lectura de la Crítica de la facultad de juzgar?
la pareja materia-forma, convenddo de que no se alcanzará ese resto me-
diante la sustracdón del «producto» sino abriendo otro camino hada lo —Sí («a partir de» y, por consiguiente, también fuera de ella), sí, de

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manera estrictamente necesaria, me parece. Todo lo que se intercambia que el ser-cosa de la cosa llegue, en general, a aparecer.» Una sustracción
aquí a propósito de un cuadro y de una correspondencia, inscribámoslo en (del ser-producto) no nos restituirá el «resto» en cuanto cosa «desnuda».
este blanco con el marco dislocado. N o se puede, aunque yo lo deseara, El resto no es una cosa desnuda. Hay que «pensar» el resto de otro modo.
analizar todos los motivos que lo hacían esperar en este lugar. Este estaba
prescripto con todo rigor pero con esta holgura de la posibilidad, con es- —Siempre tengo la impresión que comentando a Heidegger, restitu-
ta apuesta que habría podido dejar el lugar vacío. Habría que leer todo de yéndole este comentario de manera aparentemente muy estricta, le hace-
nuevo y además otras cosas. mos decir una cosa completamente diferente, cambiamos todos los acen-
tos, ya no reconocemos su lengua. E l comentario se toma obsceno y pen-
—¿Se debe traducir ergon por producto o por obra?, ¿y parergon por sar de otro modo se convierte en pensar distinto de él, que quiere pensar
fu era-de-obra? «propiamente» el resto. Aquí, de otro modo, sería de otro modo que pro-
piamente. ¿Pero entonces qué sería lo propio de este otro?
—El parergon responde a esta pregunta. L o que me interesa aquí no
es la necesidad de retroceder hacia El parergon, sino lo que se agrega aho- —Volvamos más bien al «célebre cuadro». Una cosa-producto, los
ra. De manera, por supuesto, parergonal, como un afuera asignado en el zapatos, se encuentra como representada (Heidegger dirá por lo demás
adentro y sin embargo irreductible. que no está representada, re-producida, pero dejemos por el momento es-
tas cuestiones que retomaremos más tarde). Este «producto» tiene, por lo
—¿Qué, por ejemplo? menos, estos caracteres singulares que podemos señalar desde ahora: es
del género «vestido» (parergonal en este sentido) y no es el caso de todos
— Y bien, si con el marco y la columna, el vestido es para Kant un los productos. Esboza un movimiento de retomo a la cosa considerada,
ejemplo de parergon, en su representación estética, y si entonces el cuerpo por metáfora o transferencia, «desnuda»: en tanto que producto inútil,
o el sujeto propio de la representación es el «desnudo», ¿entonces dónde fuera del uso actual, abandonado, desatado, ofrecido, como cosa (1 y 3) y
guardaremos estos «viejos zapatos acordonados»? ¿No tienen como tema como producto (cosa 2) en una suerte de inactividad. Sin embargo, en tan-
«principal» esta vez el parergon solo, con todas las consecuencias que se de- to que producto (utilizable) y sobre todo en tanto que producto del géne-
rivan? ¿Un parergon sin ergon} ¿Un suplemento «puro»? ¿Un vestido co- ro vestido, y qué vestido, está investido, habitado, informado
mo suplemento «desnudo» del «desnudo»?, ¿im suplemento sin nada pa-
ra suplir, que invoca por el contrario lo que suple como su propio suple- —encantado
mento? ¿Cómo se referiría a la cosa «desnuda»?, ¿al «desnudo» y al «res-
to» acerca del cual acabamos de hablar? Y sin embargo, en otro senado, los —por la «forma» de otra cosa desnuda de la cual está (¿parcial y pro-
hemos llamado «desnudos» hace poco, los hemos visto completamente
visoriamente?) desatado
desnudos. ¿Es por azar que la «metáfora» vestimentaria le viene tan fácil-
mente a Heidegger para hablar de la cosa «pura y simple»? «Sin embargo —«el parergon se desata...»
este "desnudo" (bloss) significa el despojamiento {Entblóssung) del carácter
de utilidad (Dienlicbkeit) y de fabricación. La cosa desnuda (blosse Ding) es
— y la cual parece esperar (hacer esperar) ser atado de nuevo, reapro-
una especie de producto (Zeug) pero un producto desvestido (entkleidete) de
piado. Parece hecho para reanudar. Pero la línea de desatamiento (y, por
su ser-de-producto. El ser-cosa consiste entonces en lo que todavía resta.
consiguiente, tanto del fuera-de-uso como de la inactividad) no es solo la
Pero este resto (Rest) no está propiamente determinado en sí mismo. Y si-
que rodea los zapatos y así les da forma, los recorta. Esta primera línea ya
gue siendo <reste> dudoso (es bleibt fraglich) que sea por vía (aufdem Wege)
es un trazado de ida y vuelta entre el afuera y el adentro, sobre todo cuan-
de una sustracción (Abzug) de todo carácter de producto (alies Zeughaften)
do sigue el movimiento del cordón. N o es simple, entonces, tiene un re-

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borde interno y un reborde externo incesantemente dado vuelta. Pero hay preguntas tienen un sentido? El pie desnudo (más o menos ligado en secre-
otra línea, otro sistema de trazos desatados: se trata de la obra en tanto que to y aunque (se) forme o no un par), ¿sería aquí la cosa? ¿No la cosa misma
cuadro en su marco. El marco obra como inactividad suplementaria. Re- sino la otra? ¿Y qué relación hay con la estética?, ¿con el vocablo «bello»?
corta pero también vuelve a coser. Mediante un cordón invisible que agu-
jerea el lienzo (como la «puntura» «agujerea el papel»), pasa por esta y —¿Un pie «bello», un pie sublime como en La obra maestra desconoci-
luego fuera de esta para volverla a coser en el medio, en sus mundos in- da de Balzac?
terno y externo. A partir de entonces, si estos zapatos ya no sirven, se de-
be a que están, desde luego, desatados de los pies desnudos y de su sujeto —He dicho, de manera más torcida y más cojeante, un vocablo.
de enlace (propietario, detentor usual, portador portado). Se debe tam-
bién a que están pintados: en los límites de un cuadro, pero límites que es —Por lo demás, ¿qué sucede con los pies o los zapatos?, se trata de una
preciso pensar con cordones. Fuera de obra en la obra, fuera de obra en pregunta abierta. Propongo que la cerremos y que volvamos más precisa-
tanto que obra: los cordones atraviesan los ojales (que también van por pa- mente al objeto del debate, tal como ha sido transfigurado por quienes se
res) para pasar del lado invisible. Y cuando vuelven, ¿lo hacen de este la- intercambian la correspondencia: la figura del campesino para uno, del
do del cuero o del otro lado del lienzo? El pinchazo de su punta metáüca, pintor para el otro que hace un retrato del artista. El objeto del debate
a través de los ojales bordeados de metal, agujerea simultáneamente el
cuero y el lienzo. ¿Cómo distinguir las dos texturas de invisibilidad? Agu- —El abyecto del debate; zapatos es también algo que se abandona.
jereándolos con una sola puntura Particularmente los viejos zapatos. Instancia de la caída, del caído o del
decaído. También se lo deja como un viejo zapato, una vieja chancleta, un
—Entonces habría una puntura de los cordones, en este otro sentido — viejo calcetín. El resto, son también esta media <bas>.

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—agujereándolos con una sola puntura — «Hacerse, con el resto, un regalo» (Glas), aquí está tal vez, si-
guiendo una sintaxis que no se detiene ni funciona —para nada—, aquí es-
—¿la puntura pertenece al cuadro? Pienso en las puntas que clavan el tá la escena de Van Gogh
lienzo sobre el bastidor. En el caso en que se pinten los clavos (lo que ha-
ce Klee en Constructivo-impresionante, 1927), figura sobre fondo, ¿cuál es —y de los tres eminentes colegas. Pero volvamos al objeto del deba-
su lugar? ¿A qué sistema pertenecen? te. ¿Por qué y con qué derecho Heidegger se permite decir, tratándose del
«célebre cuadro», «zapatos de campesino»? ¿Por qué los pies o los zapa-
—los clavos no forman parte de la figura «principal», como los cor- tos deberían pertenecer o corresponder a un campesino? ¿Schapiro tiene
dones. El funcionamiento de su puntura requiere otro análisis — razón o no de hacerle esta objeción muy puntual?

—agujereándolos con una sola puntura, la figura de los cordones ha- —Preciso la pregunta: ¿a un campesino o a una campesina? Perma-
brá cosido el cuero sobre el lienzo. Si los dos espesores, las dos texturas nezcamos todavía un poco en el umbral de este debate: ¿por qué Heideg-
están atravesados de un solo golpe desdoblado, es porque son de ahora en ger dice tanto «un par de zapatos de campesino (ein Paar Bauernscbubé) y
adelante indiscernibles. Todo está pintado sobre cuero, la tela es a la vez nada más (und nichts weiter)», sin determinación sexual o dejando que el
calzada y descalzada, etc. Tal es al menos la apariencia en este juego de
aparición/desaparición.
En síntesis, para precipitar la elipsis del Parergon y su Sin del corte pu- 13. Derrida escribe «Se Jarre du reste codean», que significa también «nacerse por lo
ro que abandono aquí: ¿qué queda de un pie desnudo? ¿Y quién? ¿Estas demás un regalo». [N. de los T.]

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masculino ocupe el lugar de esta neutralidad, como, y lo más a menudo, —Sin embargo hay como una regla en la entrada en escena de la cam-
para designar el «sujeto», «la campesina» (die Bäuerin)} Nunca se explica pesina. Heidegger designa así a la portadora de los zapatos fuera del cua-
y Schapiro, por otra parte, no le presta la menor atención. ¿A qué sexo co- dro, si puede decirse, cuando el cordón del discurso pasa fuera del rebor-
rresponden estos zapatos? N o es exactamente la misma pregunta que pla- de del marco, en el fuera-de-obra que pretende ver presentarse directa-
teamos más arriba, cuando nos preguntábamos si había o no una equiva- mente en la obra. Pero cada vez que habla del producto ejemplar en el
lencia simbólica entre el presunto «símbolo» «zapato» y tal o cual órga- cuadro, dice de manera neutra, genérica, es decir, según una gramática,
no genital o si sólo una sintaxis diferencial e idiomática podía detener la masculina: «ein Paar Bauernscbuhe», un par de zapatos de campesino. ¿Por
bisexualidad, conferirle este valor irresistible o dorrrinante, etc. N o es aquí qué los pies de la cosa, aquí de los zapatos, son luego planteados como los
la misma pregunta y sin embargo la atribución de los zapatos (en pintura) pies de una mujer (campesina)? La inducción de tal gesto está tanto más
a un sujeto-portador sobredeterminada cuanto que la pintura, en sus pasajes, ya no dicta la ley.
Esta inducción fue favorecida sin duda por tantas otras «campesinas» de
—de los zapatos y de un sexo Van Gogh, lo que va en el sentido de la contaminación mcrirrúnada por
Schapiro. Varios cuadros habrían compuesto el modelo imaginario de
—masculino o femenino, esta atribución no deja de tener resonancia Heidegger. Deberemos volver a examinar más adelante este injerto. En
con la primera pregunta. N o olvidemos que El origen trata sobre la esen- otra parte también propondré poner en serie, como en mía galería, todas
cia de la verdad, de la verdad de la esencia y del abismo (Abgrund) que se las figuras de mujer que escanden con sus apariciones discretas, furtivas,
juega como el fatum «velado» que estremece el ser. casi desapercibidas, el discurso de Heidegger sobre La Cosa: la campesi-
Injerto del sexo sobre los zapatos. N o está detenido por El origen: ya na, la sirvienta tracia, la guardiana del museo, la «muchacha» como «co-
la indetenninación se desliza a fuerza de lengua hacia lo masculino, ya lo sa demasiado joven» en la locución citada al principio de nuestro capítu-
femenino lo vence. Hay algo de campesino y la campesina, nunca un cam- lo y encontrada, como muchos otros ejemplos, en el ramino, am Wegi
pesino. Del lado de Schapiro, eso le corresponde sin discusión posible a lo «Der Stein am Weg ist ein Ding und die Erdscbolle auf dem Acker. Der Krug
masculino («a man of the town and eity»), el sexo de Vincent Van Gogh no ist ein Ding und der Brunnen am Weg... La piedra en el camino es una cosa
le inspira ninguna duda al signatario de la «Naturaleza muerta...». y también el terrón en el campo. El cántaro es una cosa, y también la fuen-
te al borde del camino. El hombre (Menscb) no es una cosa. Es cierto que
—Es cierto que ni Heidegger ni Schapiro parecen prestarle una aten- llamamos una «cosa demasiado joven» (ein zujunges Ding) a la muchacha
ción temática al sexo de referencia. Uno remite, antes de cualquier exa- que emprende una tarea que la supera, pero solo porque omitimos en cier-
men, a lo campesino pero pasa sin avisar de lo campesino a la campesina. to modo, en este caso, al ser-humano (Menscbsein), pensando encontrar
El otro, luego de un examen, remite al pintor cítadino, pero nunca se pre- allí, más bien, lo que constituye precisamente el ser-cosa de las cosas (das
gunta por qué serían zapatos de hombre ni por qué el otro, no contento Dingbafte der Dinge)...».
con decir «lo campesino», agrega a veces «la campesina». Aveces e inclu-
so con mucha frecuencia. —La trampa de lazos, el cordón o trampa para alimañas de hace un
rato, comienzan a parecerse a un taparrabo, a una funda tal vez.
—¿Pero qué es una atención temática?, ¿y lo que parece excluir (¿lo
implícito?, ¿lo rechazado?, ¿lo denegado?, ¿lo impensado?, ¿lo ciffado?, ¿lo —No, no, se trata, desde luego, de esas cosas que deben llevarse en el
«incorporado»?, tantas funciones diferentes) se deja excluir del campo? pie. Y que Heidegger, tirando de un lado, y Schapiro, del otro, uno antes
de cualquier examen, el otro luego de un examen rápido, ambos con la
—¿De qué campo? ¿Bordeado por quién?, ¿por qué? ¿Por lo campe- misma violencia compulsiva y de artificio, quieren tratar, ajustar
sino o la campesina?

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Jacques Derrida

—fijar: una cita

—forzando, a cualquier precio. Allí está el pie de un citadino que no


está muy lejos de él, allí el pie de una campesina muy próxima. Especula-
ción en espejo para asegurar la cosa. Quien sirve y ajusta, aquí la mujer,
allí el hombre, en un duelo a muerte, desde luego, implacable y cruel a pe-
sar de la cortesía académica, la consideración mutua de los dos hombres,
el código de honor y todos los testigos reunidos en el campo. El arma ele-
gida, ya que es preciso forzar el parergon, es el calzador. En cuanto al te-
rreno: prado con trampas para los sabios; ambos corren el riesgo de que-
darse allí. Testigo sobreviviente: quedan los zapatos en pintura que los mi-
ran, en el desapego de una ironía imperturbable.

—Yo había preguntado: ¿Schapiro tiene razón?

—Un poco demasiado en mi opinión. Ahí, hay que desglosar, palabra


por palabra. Todo es asunto, en este mercado, de desenlace y de detalle.
Schapiro extrajo este largo pasaje ritmado por un extraño «Y sin embar-
go (Und dennoch)-». Luego escribe: «El Profesor Heidegger sabe perfecta-
mente que Van Gogh pintó varias veces zapatos semejantes, pero no iden-
tifica el cuadro que tiene a la vista, como si las diferentes versiones fueran
intercambiables, al presentar todas la misma verdad». Schapiro tiene ra-
zón, solo que tiene demasiada razón. Heidegger no trata de precisar de
qué cuadro se trata. Él se precipita en la referencia, y una referencia tan
vaga («un célebre cuadro») como si la cosa fuera tan segura y tan clara, sin
estar atento a la serie diferencial que no solo discierne las referencias po-
sibles, sino que además hace de cada cuadro una referencia latente, lateral
y diferencial con respecto a las otras. Podemos incluso encontrar como un
índice de esta serialidad en uno de los cuadros (Trespares de zapatos). En la
extrema izquierda, el zapato con los cordones deshechos tiene el «cuello»,
podría decirse, abierto y vuelto como un guante, a semejanza del que se ve
a la izquierda del cuadro identificado por Schapiro como el de El origen.
En el centro, otro «dado vuelta», un zapato exhibe su suela. Digo «cue-
llo» a raíz del cuello (de pies a cabeza)

—o del útero.

—Todo esto agrava la ingenuidad referencialista, monorreferencial de

322
Jacques Derrida Restituciones

Heidegger. Hay que señalarlo a propósito de un discurso sobre El origen la imagen de un par de zapatos, cualquiera sea, de campesino o no, pinta-
de la obra de arte. Este puede relacionarse con toda la empresa. Y sin em- do o no, podrían extraerse los mismos trazos: el ser-producto, la utilidad,
bargo: la pertenencia a un mundo y a la tierra, en el sentido muy deterrninado
que Heidegger reconoce en estas dos palabras que no le interesan a Scha-
a- Heidegger «sabe con certeza», y Schapiro sabe que lo sabe con piro y sobre las cuales deberemos volver. Pero entonces, se dirá, ¿por qué
certeza: «Van Gogh pintó más de una vez zapatos semejantes» (solches haber elegido una pintura? ¿Por qué haber exphcitado tan gravemente lo
Schuzeug mehrmalsgemahlt hat). ¿Por qué no los tuvo en cuenta? ¿Su fal- que se refiere a la identificación problemática de esos zapatos como zapa-
ta es más o menos grave? ¿Habría inducido una especie de «cuadro ge- tos de campesino? En la fase en que nos encontramos, en efecto, y Hei-
neral» guardando, por abstracción o sustracción, los trazos comunes o degger lo dice, unos zapatos reales (de campesino o no) o unos zapatos va-
supuestamente tales de toda una serie?; esta hipótesis —la peor— queda gamente dibujados con riza en el pizarrón hubiesen prestado el mismo
excluida por todo lo que podemos leer de Heidegger. Siempre fue seve- servicio. El pizarrón <tableau> negro hubiera bastado.
ro con este conceptualismo al cual le agregaría aquí una barbarie empi¬
rista. ¿Entonces? —Es lo que Schapiro le reprocha a Heidegger.
Defensa de Heidegger, circunstancia atenuante: su «intención» no
era interesarnos en tal o cual pintura, describir e interrogar su singulari- —Pero Heidegger lo dice («¿Pero que otra cosa hay para ver allí? Ca-
dad de crítico de arte. Releamos, pues, una vez más, la apertura de este pa- da uno sabe lo que es propio de unos zapatos») y no se le puede reprochar
saje. Se trata en efecto de «describir simplemente» (einfach bescbreiben), no esto a menos que se suponga que se interesaba primero por un cuadro, que
un cuadro sino «un producto», «sin teoría filosófica». «Elegimos como quería analizarlo como tal, lo que no es el caso. Para el uso que él quería
ejemplo un producto habitual: un par de zapatos de campesino.» Todavía darle en primer lugar, los lienzos podían intercambiarse sin problema. Si
no hay cuadro, ni obra de arte, sino un producto. Prosigamos. «Para describir- atribuirle la cosa a lo campesino es (examinaremos hasta qué punto) una
los, no es necesario tener delante de sí muestras efectivas de objetos utili- imprudencia y una precipitación, sabemos al menos que hubiera podido
tarios de este tipo. Todo el mundo los conoce. Pero como se trata de una sostener, en lo que se refiere al anáfisis del ser-producto, el mismo discur-
descripción inmediata, tal vez sea bueno facilitar la presentación intuitiva so que para los zapatos de ciudad: la relación del portador con este extra-
(Veranschaulichung). A título de accesorio de ayuda (Für diese Nachhilfe, pa- ño producto (muy cercano y sin embargo separable de su cuerpo), la rela-
labras omitidas por la traducción francesa), basta con una (re)presentación ción con la marcha, el trabajo, el suelo, la tierra y el mundo. Todo lo que
en imagen (bildliche Darstellung). Para ello elegimos un célebre cuadro de se refiere al mundo «campesino» es al respecto una variable accesoria, aun
Van Gogh, quien pintó más de una vez zapatos semejantes.» cuando se trate en buena medida de una «proyección» y responda a cate-
xis patéticas-fantasmáticas-ideológicas-políticas de Heidegger.
—Está claro: el cuadro es por el momento, hipotéticamente, un acceso-
rio intuitivo. Se le puede reprochar a Heidegger este desarrollo ilustrati- b- La «misma verdad», la que «presenta» el cuadro, no es para Hei-
vo, pero otra cosa es hacer como si quisiese describir el cuadro por sí mis- degger la verdad «campesina», una verdad cuyo contenido esencial ven-
mo, luego reprocharle algunas faltas de lectura en esta hipótesis, que por dría de la atribución (incluso imprudente) de los zapatos a lo campesino.
el momento no es la suya. Por el momento, el objeto que se quiere descri- La característica «campesina» sigue siendo aquí secundaria. La «misma
bir, interpretar, no es el cuadro, ni siquiera el objeto pintado ((represen- verdad» podría ser «presentada» por cualquier otro cuadro con zapatos,
tado), sino un producto familiar que todo el mundo conoce. Nada de lo incluso por cualquier experiencia de zapatos e incluso por cualquier «pro-
que sigue incumbe ni pretende cernir la especificidad pictórica, ni siquie- ducto» en general: se trata de la experiencia de un ser-producto que vuel-
ra la especificidad de estos zapatos en tanto que serían diferentes de otros ve de «más lejos» que la pareja materia-forma, incluso que una «distin-
zapatos. Al tener a la vista, para sostener la atención y facilitar la intuición, ción entre las dos». Esta verdad vuelve a un «origen más lejano». N o se

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trata de una relación (de adecuación o de atribución) entre tal producto y to de identificar un cuadro en un catálogo, las palabras «his own» que va-
tal propietario, usuario, detentor, portador-portado. La pertenencia del rias veces declaran muy tranquilamente la propiedad, las proposiciones
producto «zapatos» no remite a tal o cual subjectum, ni siquiera a tal o cual del tipo «esto es esto», donde la cópula liga un predicado real a un obje-
mundo. Lo que se dice de la pertenencia al mundo y a la tierra vale para to «pintado». Todo este lenguaje dogmático y pre-críticó sorprende de
la ciudad y los campos. N o de manera indiferente sino igual. parte de un experto. Todo ocurre como si el martilleo insistente de los va-
Schapiro se confunde respecto a la primera función de la referencia lores de evidencia, de claridad, de propiedad, debiera resonar muy fuerte
pictórica. N o reconoce tampoco un argumento heideggeriano que debe- para impedir oír que nada resulta aquí claro, ni evidente, ni propio para
ría invalidar por adelantado su propia restitución de los zapatos a Van alguien o algo. Y sin duda Schapiro lo sabe o se lo dice más o menos cla-
Gogh: el arte como «puesta en práctica (o en obra) de la verdad» no es ni ramente. Pero es solo a ese precio que puede tener los zapatos, comprar-
una «imitación», ni una «descripción» que copia lo «real», ni una «repro- los con vistas a una restitución, arrancárselos a uno para dárselos a otro.
ducción» que represente una cosa singular o una esencia general. Porque, Al cual no se cree ajeno. Pasarlos, entonces. Hacia sus pies y hacia los pies
en cambio, todo el proceso de Schapiro invoca unos zapatos reales: se su- del otro. Como un vestido o un objeto que uno se pasa. El pasar-se de es-
pone que el cuadro los imita, representa, reproduce. Entonces hay que de- te pase es también lo que hacen los zapatos en restancia. Esto es lo que pa-
terminar la pertenencia a un sujeto-real o supuestamente tal, a un indivi- sa aquí.
duo cuyas extremidades, fuera del cuadro, no deben permanecer mucho
tiempo descalzas —Yo distinguiría tres dogmas en el credo de Schapiro, cuando espe-
cula de este modo sobre la ocasión de estos viejos zapatos. Tres dogmas de
—como viejos dientes. Pero no evitará el puente. Él ignora que el za- estructuras distintas pero análogas en su finalidad funcional. 1) Unos za-
pato ya forma una prótesis. Y tal vez el pie que siempre puede ser de otro. patos pintados pueden pertenecer realmente y dejarse restituir realmente
Muchas locuciones pasan por allí para decir el desencajamiento de lo ina- a un sujeto real, identificable, nombrable. Esta ilusión se ve facilitada por
decuado, cuando estamos al lado de sus zapatos, o el abuso del usurpador: la identificación más próxima entre el alegado que posee los zapatos y el
«to be in someone'sshoes». Precipitada en el abismo, la esfinge, desde el mo- supuesto signatario del cuadro. 2) Unos zapatos son unos zapatos, sean
mento en que la exageración pintados o reales, sola y simplemente unos' zapatos que son lo que son, ade-
cuados a sí mismos y en primer lugar adaptables a unos pies. Los zapatos
—Schapiro ajusta los cordones del cuadro en torno a pies reales. Su- pertenecen exclusivamente a alguien. N o tienen, en su estructura de pro-
brayo: «They are clearly pictures oftbe artist's own sboes, not tbe shoes ofa ducto reemplazable, en el estándar de su número, en lo separable de este
peasant... Later in Arles he represented, as he wrote in a letter ofAugust 1888 instrumento de tipo vestimentario, algo que les permita derivar toda per-
to bis brother, «un par de viejos zapatos», which are evidently his own...» tenencia y toda propiedad estrictas. 3) Los pies (pintados, fantasmáticos o
They are: el cordón pasa por aquí, por la cópula, empareja los zapatos pin- reales) pertenecen a un cuerpo propio. N o son separables. Estas tres garan-
tados y los pies del pintor. Se lo saca fuera del cuadro, lo que supone un tías no resisten la menor pregunta. Enseguida resultan desmontadas, en to-
agujero en el lienzo. do caso, por lo qutpasa, lo que hay en esta pmtura.

—Por lo demás, ¿había que esperar a Heidegger para desconfiar de —Aunque remitan en articulaciones diferentes, estas tres garantías
esto? ¿Para evitar considerar un objeto pintado como una copia? ¿Para tienden a borrarlas en provecho de un solo y mismo continuum, A unir los
evitar, peor aún, atribuirle un modelo adecuado (los zapatos reales) y atri- elementos separables de acuerdo con una estríctura absoluta.
buir por añadidura un sujeto adecuado a ese modelo (Van Gogh), lo que
da como resultado dos atribuciones capitalizadas? Luego hay la palabra —Ya no hay cordón, ni siquiera nudo visible, ni agujeros ni ojales,
evidently, la palabra clearly que interviene aún más adelante, en el momen- apenas zapatos, absolutamente adherentes al pie.

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Restituciones

El modelo rojo

32S
Jacques Derrida
Restituciones

—Como en El modelo rojo de Magritte. Pero aquí también, hay que te-
ner en cuenta un efecto de serie y de citacionalidad. Magritte pintó varios
semejantes. Aquí, sin tener en cuenta La filosofía en el tocador (1947) o El
pozo de verdad (1963), hay incontestablemente un par, vemos la orientación
de los dedos del pie que forman con los botines un solo y mismo cuerpo.
Forman perfectamente el par^y la soldadura.

—Todavía El modelo rojo imita y ridiculiza ese señuelo. Todavía corta


el pie-zapa to por el tobillo, por el cuello, indicando de esta manera, agre-
gado a los trazos horizontales y regulares del fondo de madera, luego a los
trazos del cuadro, que este par de zapatos abotinados, ya fuera-de uso, con
el cuello vacío y desatado (de manera diferente según los modelos), citan
a comparecer los testigos de Van Gogh, difieren todavía su suplemento de
propiedad, el beneficio de su usura. Su mutismo hace hablar al experto
que no tardará en decir, como Heidegger sobre el cuadro de Van Gogh,
«eso habló». Dos psicoanalistas —de Londres, por supuesto, eso no po-
dría atravesar la Mancha— le dijeron a Magritte: « T h e Red Model is a ca-
se of castration». El pintor le envió entonces «a real psycho-analytical dra-
wing» que les inspiró el mismo discurso.

—¿Pero por qué el corte de este veredicto contra Schapiro? Si él fue-


ra tan crédulo en la identificación de este cuadro

—todavía no lo he mostrado esto, me mantuve en las premisas gene-


rales. Más adelante, tratándose de este cuadro

—digamos entonces crédulo en la atribución, en general, de zapatos


pintados a un sujeto determinable, y, lo que resulta aún más grave, deter-
minable en realidad, ¿la ingenuidad de Heidegger no es todavía mayor?
Este también atribuye, y sin el menor examen, los zapatos pintados a lo
campesino, incluso a la campesina. Esta atribución parece incompatible
con lo que dice más abajo contra la imitación, la copia, la reproducción re-
presentativa, etc., contra el valor de adecuación o de homóiosis. Por ejem-
plo: « O bien la proposición según la cual el arte es el ponerse-a-la-obra
de la verdad, ¿volvería a darle vida a una opinión felizmente superada se-
gún la cual el arte sería una imitación o una copia descriptiva de lo real?
La réplica del dato exige sin duda la conformidad con el ente, una toma
El pozo de verdflá
de medida conforme con él; adaequatio, dice la Edad Media, ópoíaxrtc, di-

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Jacques Derrida Restituciones

ce ya Aristóteles. Desde hace mucho tiempo, la conformidad con el ente do ante el ingenuo, el pre-crítico, el dogmático, ante toda «pre-catexis»
es considerada como equivalente a la esencia de la verdad. ¿Pero creemos («fantasmática», «ideológica», etc., o como se la quiera llamar). Allí hay
verdaderamente que este cuadro de Van Gogh copia (male ab, pinta) un una ley. Es tal vez uno de los secretos de esta correspondencia, de su disi-
par de zapatos de campesino dado (presente, vorhandenes), y que es una metría o de su excesiva simetría: en el contrato de verdad («le debo la ver-
obra porque lo ha logrado? ¿Queremos decir que el cuadro ha tomado lo dad en pmtura»), entre la verdad como adecuación (de representación,
real para copiarlo y que lo ha transformado en producto (Produkt) de la atributiva aquí, del lado de Schapiro) y la verdad de presencia develada (del
producción artística? De ningún modo». Esta respuesta («De ningún mo- lado de Heidegger). Dejemos por el momento este contrato de verdad, en-
do») vale también, en el siguiente parágrafo, para la reproducción de una tre las dos verdades. (Lo que contracta tiene relación con un trazo <trait>
esencia general que algunos hubieran querido, manteniendo el mismo es- (Riss) y una atracción <attrait> (Zug) de la obra, con un Gezüge, que nos
quema, sustituir al dato singular. Comprendo perfectamente, entonces, en atraerá mucho más lejos en el texto de Heidegger.) La verdad de los zapa-
qué aspecto esto afecta las preocupaciones y descahfica las garantías de tos como cosa debida (el objeto del sujeto) coerdona esta correspondenda
Schapiro (quien parece creer en la reproducción de zapatos «dados», los y deberemos, suponiendo que sea predso deber, reexaminar sus términos
de Van Gogh e incluso de tal Van Gogh «dado», en un momento y un lu- más tarde. Una de las innumerables dificultades, en la lectura de El origen
gar dados, «by that time a man ofthe tcrwn and city»!), comprendo perfecta- y singularmente en este pasaje, consiste en volver a captar el instante fur-
mente también en qué aspecto la prueba misma, en este caso, resulta a tivo en que se atraviesa, y con qué paso, derta línea.
priori sin pertinencia. Pero lo que no comprendo es por qué Heidegger es-
caparía a la misma sospecha, a la suya en suma, desde el momento en que —¿En el sentido de über die Linie Qtrans lineam o de linea?) y de la to-
dice, sin prueba esta vez, sin siquiera la búsqueda de una prueba: se trata pología del ser en Zur Seinsfrage?
de zapatos de campesino. N i siquiera dice son para responder mediante
una definición a una eventual pregunta. Los nombra: «Ein Paar Bauern¬ —No. Bueno, sí. Pero esta conexión pasa por unos desvíos para los
schuhe», sin siquiera imaginar el primer murmullo de una pregunta. cuales no tenemos tiempo aquí. N i lugar. Yo sólo designaba, lo más cerca
posible, el hecho de atravesar dertas líneas, ciertos trazos en el cuadro (el
—Es toda la disimetría, la sobrepuja incesante de esta corresponden- contomo del «producto», por ejemplo la línea del cuello o la línea en for-
cia. Una reivindicación es más ingenua que la otra, más excesiva, si puede ma de cordón). Y sobre todo, en primer lugar, el hecho de atravesar las lí-
decirse, que la otra. Una atribución excede la otra. Imagínense un subasta- neas de encuadramiento, los trazos que desenlazan el cuadro del medio
dor que sea a la vez un experto y un comprador, y que él mismo haga, en real. ¿Dónde, en qué momento, en qué sentido esta transgresión tiene lu-
la sala vacía, subir las ofertas. Por unos zapatos usados más o menos despa- gar? ¿Y el hecho de atravesar es una transgresión? ¿De qué ley? Lo que
rejos sobre un lienzo encuadrado. Por un lado, la atribución de Schapiro se equivale a preguntarse sobre todo si, y en qué límites, Heidegger hablaba
mantiene dentro de la estética representativa, e incluso la más empirista. del «célebre cuadro».
Más acá (pre-crítico) o más allá (excesivo) del movimiento efectuado por El
origen en el pasaje que acaba de ser traducido. Pero por su lado, al detir —¿Cuál?
«Bauernscbuhe» sin plantearse la pregunta al respecto, Heidegger está más
acá de su discurso sobre la verdad en pintura y resulta más ingenuo aún que —Todavía no sabemos. Lo verificamos: en d preciso instante en que,
Schapiro. Su exceso Uega hasta el punto de hablar de zapatos de campesi- en este capítulo, toma el ejemplo de un par de zapatos de campesino, to-
no incluso antes de cualquier pregunta «representativa», y ya en el orden davía ningún cuadro es necesario. Ninguno ha sido siquiera evocado. Y
de una verdad «presentativa». Sucede que el paso atrás desde una verdad esto dura desde hace algunas páginas. Ahora bien, incluso en el momento
de adecuación hacia una verdad de develamiento, cualquiera sea su nece- en que el «célebre cuadro» proporciona, en suma, un ejemplo del ejem-
sidad y su tuerza «crítica», puede también dejarlo prácticamente desarma- plo, su estatuto nos deja en una incertidumbre definitiva. Siempre se po-

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Jacques Derrida Restituciones

drá decir, desafiando la prueba, que Heidegger no habla del cuadro, no lo cualquier par de zapatos, reales o no, de campesino o de citadino, y; en to-
describe corno tal, al pasar regularmente de un ejemplo de producto (zapa- do caso, como lo señala justamente Schapiro, de tres pmturas de zapatos
tos de campesino) al ejemplo del ejemplo (tales zapatos en tal cuadro) y en firmadas por Van Gogh. Pero una vez más, solo podemos hacer una obje-
los dos sentidos, y luego de la ejemplaridad al ser-producto extrayendo los ción si le atribuimos a Heidegger una intención que nada demuestra en su
predicados del ser-producto y abandonando los otros texto, la de describir y de no referirse sino a unos zapatos pintados, tales
zapatos pintados, en los límites de un marco que solo puede ser atravesa-
—como viejos zapatos do en un sentido: de afuera hacia adentro. Si cesamos de atribuirle esta in-
tención a Heidegger, y mientras la cuestión del marco no esté resuelta en
—más o menos atentamente e incluso si les dedica un discurso patè- todos sus aspectos, el argumento puede volverse contra el objetor. (No ol-
tico-pedagògico abundante. Incluso si inviste aquí, en esta investidura de videmos que, de ahora en más, habrá que volver a plantear la cuestión del
productos indumentarios, unos valores por los cuales uno puede, además, marco, la cuestión de este marco, siguiendo la figura o el trayecto del cor-
interesarse. dón: estrictura por pasaje alternativo y reversible de adentro hacia afuera,
de abajo hacia arriba. Estos cordones que suben hacia el cuello «en» el
—Es querer justificarlo a cualquier precio. cuadro o «en» el marco forman también la vuelta del cuadro y del marco.)
Cuando Schapiro escribe un poco más adelante: « N o encuentro nada en
—No. Se puede ver claramente, clearly, evidently, que todo lo que se la descripción imaginativa (fancifül description) dada por Heidegger de los
enuncia antes que nada en los tres primeros párrafos (hasta «Y sin embar- zapatos representados por Van Gogh que no hubiera podido ser imagina-
go.» (Und dennocb.), articulación o suspenso retórico muy inhabitual en do mirando un par de zapatos de campesino real», podemos aprobarlo.
Heidegger, habrá que tenerlo rigurosamente en cuenta) no pretende de- Pero podemos ver también la confirmación de que Heidegger no preten-
cir nada del cuadro mismo. El único objeto al que se apunta es este par de día describir un cuadro. Al menos, no pretendía esto simplemente, porque
zapatos de campesino acerca del cual ya se había hablado más arriba. N i n - las propias premisas del debate todavía nos faltan, como el marco del de-
gún trazo propio del cuadro. Luego del «Y sin embargo.» (seguido de un bate y el debate sobre el marco, sobre la estructura (la estrictura, diremos
punto o de un punto y aparte) la tirada patética (¿cómo llamarla de otro pronto) de su doble firnite, interno y externo, su doble borde.
modo?) tiene la forma de una meditación que se evade. Pero que se evade En efecto, Schapiro ha callado, salteándoselo en su doble cita, lo que
de un cuadro que solo fue evocado y en el cual ni la mirada ni el discurso se inscribía sobre el borde inferior del párrafo «patético» (el tercer párra-
penetraron todavía, que no han siquiera abordado o rozado con una des- fo de este pasaje en torno del cuadro). Heidegger hace un punto y aparte,
cripción. Todavía no se dijo nada que concerniera estrictamente el conte- como lo había hecho luego de «Und dennoch.», y escribe: «Pero todo esto,
nido del cuadro y apenas acabamos de nombrarlo una segunda vez que ya tal vez solo lo veamos sobre los zapatos del cuadro (im Bilde, o en ima-
se lo abandona con un discurso evasivo y desbordante. Que se preste aten- gen)», como cuadro, como imagen, etc. Que diga «tal vez», que finja, al
ción: cada párrafo es una nueva ola que finge rozar el objeto y que se re- menos como hipótesis, ver un límite en una descripción forzada o conte-
tira en seguida. Y sin embargo: un leve toque, un muy breve contacto, lo nida por determinaciones pictóricas, este simple hecho aclara la posibili-
bastante indeterminado como para engendrar más o menos cualquier dis- dad de pasar el marco en los dos sentidos. Se pretendía entonces, en el pá-
curso desbordante, habrá dejado en el texto la marca de un pasaje. Tan li- rrafo precedente, ver o leer otra cosa o más allá del cuadro enmarcado, una
gera será entonces la objeción de Schapiro que solo podrá apoyarse sobre cosa distinta de una «imagen» y de este cuadro. AI decir: pero tal vez he-
este toque para identificar el cuadro acerca del cual, cree, Heidegger está mos quedado encerrados como en una proyección o una alucinación sub-
hablando. Este toque es «Aus der dunklen Ofjhung des ausgetretenen Inwen¬ jetiva, Heidegger confirma precisamente que su proyecto consistía en des-
digen des Schuhzeuges», «De la apertura oscura del adentro usado...». Es lo bordar el cuadro en tanto que representación. La alusión a Van Gogh no
bastante vago, abierto, laxo, como para poder decirse, más o menos, de tenía entonces la función que le atribuye Schapiro. La evasión patética

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Restituciones
Jacques Derrida

¿Por esta interpretación de la cosa como «producto» que este pasaje de El


—Heidegger no aceptaría estas palabras. Sobre lo que Schapiro llama
origen está cuestionando o juzgando?
su «pathos», él tendría sin duda más de una pregunta para hacer. Esto nos
llevaría demasiado lejos. Además, él no se evade, se queda, se hunde y per-
manece... —Sea. ¿Pero entonces cómo explicar que más adelante, en el otro ex-
tremo, todo este discurso sobre los zapatos, sobre este ejemplo de produc-
to, se le atribuya al propio cuadro? ¿No solo como discurso sobre el cuadro
—Yo entendía «evasión» en el sentido de un desbordamiento de un
sino del cuadro, discurso sostenido por él, incluso por el par de zapatos?
límite pictórico en el cuello ensanchado o semi-dado vuelta, en el sentido
Es más grave, y más grave de lo que le reprocha Schapiro.
del hecho de atravesar la representación enmarcada, la inmediatez visible,
si algo así existe, en el cuadro. ¿Este desbordamiento es la propia opera-
ción discursiva desde la primera palabra, desde la primera articulación? —Oh, para uno y otro, seguro, la cosa habla. Vean lo que Heidegger
¿ 0 bien tiene su razón interna, de alguna manera, en la estructura pictó- dice en otra parte sobre la causa, sería esencial para nuestro debate.
rica? La cuestión que me interesa es una de las que no son temáticamen-
te planteadas por ninguno de los dos partícipes de esta correspondencia. —Retomo mi cuestión. Todo ocurre finalmente como si Heidegger
Esta concierne la estructura de este límite, del ser-en o del ser-fuera. A la no hubiera hablado del cuadro. Pero lejos de evadirse, no habría hablado
vez en cuanto al producto y en cuanto a la obra. En efecto, es la cuestión acerca de él con vistas a dejará hablar por si mismo. N o hacerlo hablar sino
del suplemento de parergon que releva o arrastra algunos otros que no ten- dejarlo hablar. Estos zapatos (una vez pintados) hablan, esta cosa produci-
go tiempo de enumerar. Como la evasión toma impulso en una pincelada da y separada de su sujeto se pone a hablar (sobre eso), esto es lo que Hei-
descriptiva tan pobre, tan mdeterminada, cualquier otro trazo descriptivo degger dice a grandes rasgos. N o lo dice él mismo, pero digamos que eso
(no hay, por decirlo así, otro) ya no tendría que ver con una pintura. Por se dice y en todo caso he aquí lo que leemos: «El ser-producto del pro-
ejemplo (pero no hay otro ejemplo): «Sobre el cuero se extiende la tierra ducto ha sido encontrado. ¿Pero cómo? N o a través de una descripción o
fértil y húmeda. Por debajo de las suelas...». ¿Y aún este «por debajo» se de una explicación (Erklärung) de un par de zapatos [Schuhzeuges; eso se
hundiría por debajo del lienzo traduce por par desde el momento en que Zeug determina el producto útil,
matiz importante que nos interesará más adelante] efectivamente presen-
tes; no a través de un informe sobre el proceso de fabricación de los zapa-
—que sería la suela?
tos; ni tampoco a través de la observación de la manera en que aquí y allá
los zapatos son efectivamente utilizados. Sino —sino solo poniéndonos
—si solo el lienzo fuera designado. Solo por estas razones, no se le
delante del cuadro de Van Gogh (wir uns vor das Gemälde van Goghs brach-
puede reprochar a Heidegger de equivocarse de cuadro, de confundir va-
ten). Este ha hablado (Dieses hat gesprochen). En la proximidad de la obra,
rios, de describir mal o de proyectar en un lugar imaginario. El no preten-
de pronto hemos estado en otra parte y no donde solíamos estar. La obra
de referirse con todo rigor a un cuadro en general, ni a tal cuadro singu-
de arte nos hizo saber lo que el par de zapatos (Schuhzeug) es verdadera-
lar. Esta referencia
mente. Sería la peor de las ilusiones pensar que nuestra descripción, en
tanto que actividad subjetiva, ha pintadó todo así y luego lo ha introduci-
—¿Pero qué significa referirse? ¿Qué es la referencia en pintura?
do en el cuadro. Si algo resulta problemático aquí, es solo el hecho de que
hayamos aprendido demasiado poco en la proximidad de la obra y de que
—esta referencia, cualquiera sea, no es esencial para sus propósitos. hasta ahora solo hayamos enunciado este aprendizaje [erfahren: probar, ex-
Además, se interesa aquí en la verdad de la verdad, condición indispensa- perimentar, atravesar] de manera demasiado grosera y demasiado inme-
ble para saber lo que quiere decir referir. Y la noción de referencia, como diata. Pero ante todo la obra no ha servido, como podía parecer al princi-
aquella de referente, ¿no pertenece a una semio-lingüística dominada, to- pio, para una mejor presentación intuitiva (Veranschaulichung), y solo para
davía hoy, que se lo quiera, se lo sepa o no, por la pareja materia-forma?

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Jacques Derrida Restituciones

esto, de lo que es un producto. Es más bien a través de la obra y solo en el producto, el par de zapatos de campesinos, es en verdad». La sintaxis de
la obra que el ser-producto del producto accede propiamente ieigens) a su la frase, idéntica en alemán y en francés, marca bien el lugar del sujeto. Se
aparecer (Vorschein). ¿Qué sucede aquí? ¿Quién está, en la obra, manos a trata de la verdad del producto, del ser-producto y no del ejemplo, a sa-
la obra? [Was ist im Werk am Werk?, manos a la obra, sin duda, como quien ber: tal par de zapatos ajustados en su detenninación como el de campe-
dice «trabajando», si no se puede traducir por «al pie del cañón» <a pied sinos. Se conforma con la pretensión demostrativa de esta secuencia. La
d'ceuvro, se puede, jugando apenas, hacerlo por «directamente en la palabra «ejemplo» se prestaría a confusión si solo indicara una relación
obra», o «que pertenece a la obra u obrando en la obra», lo que conden- determinante de individuo a generalidad conceptual o un mero ajuste es-
sa numerosas cuestiones]. El cuadro de Van Gogh es la apertura de lo que pecífico (especie/género) del concepto de ser-producto al de zapatos (cal-
el producto, el par de zapatos de campesino, es en verdad [was das Zeug, zado, zuecos chancletas, botas, puntas, etc.), luego al de zapatos de cam-
das Paar Bauernscbuhe, in Wabrkeit ist, estemos atentos a la sintaxis de es- pesino (¿cuáles?), luego a este par.
ta frase]. Este ente entra en el develamiento (Unverborgenheit) del ente, los
griegos lo llamaban ctXiÍGeux.» —Pero un solo zapato, ¿es un individuo del grupo «par»? Y un par,
¿es un individuo del conjunto «zapatos»? Vine aquí para plantear esta pre-
—¿Pero esto no es lo peor de todo?, ¿peor que la «ilusión» subjeti- gunta que nadie, desde hace un rato, parece oír.
vista denunciada por Heidegger? ¿Peor que la «proyección» mcriminada
por Schapiro? Nos encontramos ahora con que el cuadro devela hablan- —Si la palabra «ejemplo» se presta a la confusión de la que hablaba,
do, en la proximidad inmediata de su presencia, delante de la que bastaría hay que precisar: toda la secuencia parece excluir esta relación de articu-
con ubicarse o encontrarse. Esto parece contradecir lo que se dijo hace un lación conceptual (género, especie, individuo, par o no). Se trata, claro es-
momento acerca del ejemplo de ejemplo. tá, de este par en este cuadro que abre a la verdad del ser-producto. Pero
que lo abre en su presencia develada-develante, dejándose atravesar
—Había que pensar esta ejemplaridad en zigzag.^
—¿como un ojal, como el cuero, como el lienzo de los zapatos, atra-
—Abusamos del cordón, todo el mundo juega con él — vesar por un cordón?

—Sí, eso parece «peor» que la re-adecuación o la re-atribución de —hacia la verdad. Y en este caso, aun cuando haya un error de atri-
una representación en el curso de un enlace laborioso. Sería peor si «Die- bución o proyección de campesinado, el margen de aberración sería muy
ses hat gesprochen» tuviera el sentido corriente del discurso, y por consi- estrecho. Es la verdad del ser-producto como tal lo que importa. Si hay
guiente, del discurso humano prestado a la pmtura, a un zapato en pintu- proyección, la presa es magra para la policía de los cuadros, para ese dis-
ra. A l abordar más tarde el problema del trazo (Riss), del atractivo (Zug), curso del orden y de la propiedad en pmtura.
del sistema que contrae los trazos (Gezüge) en su relación con la palabra y
la lengua, trataré de mostrar que es más comphcado. Por el momento, se- —Si hay policía (¿no la hay siempre?), esta obraría contra otra poli-
ría «peor», en efecto, si la «verdad» fuera la del «campesinado», por de- cía, contra otra inspección ideológica, y
cirlo de algún modo, de los zapatos y no simplemente de su «ser-produc-
to». Pero leímos bien: «El cuadro de Van Gogh es la apertura de lo que —¿Qué quiere decir ideológica en este caso? El origen propone al pasar
algunos esquemas de interpretación en lo que se refiere a la formación y
a los límites de este concepto de ideología o de su campo.
14. Derrida escribe en iacet, locución francesa que significa «en zigzag» o «haciendo
curvas» pero también, literalmente, «en cordones». [N. de los T.] —El refinamiento sobre la sintaxis del «producto, el par de zapatos»

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Jacques Derrida Restituciones

me pareció increíble. Todo se jugaría entonces en el suspenso de esta apo- juega discretamente (movimiento inaudible del cordón), se produce en si-
sición, en la punta de una coma entre «el producto» y «el par», esta pau- lencio el acontecimiento que nos retiene aquí con sus cuestiones policia-
sa que deja el par apenas al lado del producto, de un intervalo un poco más les, políticas, históricas, psicoanalíticas. El reborde entre este texto (en el
largo entre dos palabras sentido corriente, presuntamente estricto, de cosa impresa en un hbro) y
una textualidad general (sin borde absoluto) se retira.
—¿Cuánto calza una coma?
—Se retira: ¿en el sentido de la Gestalt que aparece como fondo?, ¿o
—No se trata de un intervalo de tiempo entre dos, en el cual uno es bien de lo que se borra y se pierde?
«par», sino de este hecho sintáctico por el cual «el par» funciona como
aposición, que duplica el producto, con una duplicación que, sin embar- —Ambos, tal vez: ambos pueden estar «manos a la obra» como decía-
go, ajusta, más estrictamente, más estrechamente (el producto, por ejem- mos más arriba. Antes de volver a la requisitoria de Schapiro y a su causa,
plo aquí el par). Entonces el espacio de esta pintura es asignado por el yo querría explicar muy rápidamente la apariencia de una inversión de
número de la coma que en sí misma, como coma, como zapato, nunca di- perspectiva en El origen (que podemos y debemos también tratar en pin-
ce nada. tura). Luego de haber secundarizado un ejemplo de ejemplo y sin que sea
cuestión de referirse a un cuadro en sí mismo, en su sistema de cuadro
—Todo se convierte entonces en una de esas «explicaciones de tex-
to»... ¿Leemos? ¿Miramos? —¿eso existe, el cuadro en sí mismo en su sistema de cuadro?

—¿Ustedes creen que aceptaríamos eso, que lo reconoceríamos como —luego de haber secundarizado este «sistema», Heidegger llegó,
una explicación de texto o como cióse reading? por etapas, a confiarle toda la verdad al cuadro, a restituirla enteramente
a la pintura que «habló», llegando a hacer al final otra cosa que ilustrar
—Todo se convierte en uno de esos ejercicios de lectura con lupa que o volver presente a la intuición. ¿Cómo y por qué? Todo esto es difícil.
pretenden dictar la ley tranquilamente, controlarlo todo, de manera poli- Minúsculo y minuciosamente regulado. Como en este proceso por feti-
cial, en efecto. chismo, todo es asunto y economía de detalle, al detalle, no podemos
ahorrarnos el detalle. Aquí no más que en otro lado. Hay que desatar El
—Esto siempre puede, más o menos tranquilamente, volverse poli- origen con gestos lentos y atentos al menor pliegue, arriesgados también,
cial. Depende de cómo, con vistas a qué, en qué situación opera. También con un desvío brusco de tanto en tanto, tirando.
puede armarse contra la otra policía (secreta) que, con el pretexto de libe- Heidegger elige un cuadro, decide, plantea y produce una conven-
rarnos de las cadenas de la escritura y de la lectura (siempre reducidas, ción: «Para ello elegimos un célebre cuadro de Van Gogh que ha pintado
analfabéticamente, al alfabeto) nos encierra a toda prisa en un presunto a menudo zapatos semejantes...». N o lo identifica en su singularidad. No
fuera-de-texto: el pre-texto de la percepción, de la palabra viva, de las ma- le da ningún título, ningún número de catálogo. N o se preocupa para na-
nos desnudas, de la creación viva, de la historia real, etc. Pretexto, en efec- da por su inscripción diferencial o citacional en una serie (de Van Gogh o
to, para asestar el discurso más gastado, más usado, más fatigado. Es tam- de otros, de Millet por ejemplo). Pero sabemos que sabe: hay otros. ¿Qué
bién con un presunto no-texto, un pre-texto desnudo, con lo inmediato, podría autorizar, por el momento, su despreocupación? Esto: inmediata-
que se nos trata de intimidar, de sujetarnos al programa más viejo, más mente después y varias veces, solo convoca la pintura para constatar —y
dogmático, más siniestramente autoritario, a las máquinas mediatizantes hacer constatar— que es inútil. N o tenemos nada que hacer con ella y na-
más toscas. Pero no podemos introducirnos aquí en este debate sobre las da que aprender. Va a sacar ventaja de esta inutilidad, la ventaja que vamos
barbaries. Propongo que volvamos a ese pasaje en que, mientras el marco a ver. Va a explotarla, especular sobre ella, hacerla devolver. Entonces ha-

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Jacques Derrida Restituciones

brá que reflnar y diferenciar el detalle de este valor de inutilidad, de la inu-


tilidad. Pero desde ahora podemos garantizar la pertinencia de esta pro-
posición: en la medida en que Heidegger ha devuelto claramente el cuadro
a su inutilidad, como lo que importa aquí, en esta medida, en tanto que lo
hace y mientras que lo hace, tenemos derecho a decir que Heidegger no
se sirve del cuadro para su demostración y que, en cierto modo,, no se tra-
ta aquí de este. La referencia está suspendida (o atravesada).

—¿Se dirá entonces que abandona rápidamente el cuadro como un


viejo zapato, como un objeto inútil, fuera de uso? ¿Como un abyecto? To-
davía sería considerarlo en sí mismo.

—Digamos que lo deja de lado, lo pone a un lado del discurso presen-


te. De todas maneras, abandonar es algo que toma tiempo. Se trata de una
trayectoria bastante retorcida como para que pase más de una cosa. Des-
de que «eligió» el cuadro, sin elegir entre los cuadros de una serie cuya
existencia conoce, lo abandona. Comienza, a partir de la frase siguiente, a
abandonarlo, si se quiere: «¿Pero qué hay para ver que sea tan importan-
te (Aber ivas ist da viel zu sehen?)». ¿Qué hay en esta pintura que sea tan
importante? La respuesta llega rápido y es neta: nada. Nada que ya no se-
pamos (sobreentendido: fuera del cuadro). Esta respuesta nunca será
contradicha, solo meditada en un camino en zigzag. Nunca aparecerá un
contenido del cual podamos decidir que, en tanto que contenido, perte-
nece al cuadro, está develado, definido, descripto, leído en aquel. En estas
condiciones, ¿dónde podría haber una confusión o proyección en cuanto
a la naturaleza o a la propiedad de cosas pintadas?
Luego de haber preguntado «¿Pero qué hay para ver que sea tan im-
portante?», y contestado: nada, «cada uno sabe lo que caracteriza unos za-
patos», Heidegger propone una descripción banal y mínima de «lo que ya
sabemos» (waswir sebón ivissen) antes de cualquier pmtura. Descripción en
térrninos de materia y de forma, precisamente, esas categorías que había
que abandonar de un momento a otro. Pero esta descripción, en sí misma,
abandona, renuncia al cuadro inmediatamente después de su primera evo-
cación («elegimos...»)

—¿Pero qué significa abandonar un cuadro?

—Lo que importa, en estas pocas líneas descriptivas, es quizás que es-

342
Jacques Derrida
Restituciones

tas excluyen los zuecos (de madera) o los zapatos de estopa: «¿Pero qué
borde a su vez doble en su trazo, y agregando lo que comparte. Se trata
hay para ver ahí que sea tan importante? Todo el mundo sabe lo que es
de todos los intereses comprometidos en el proceso de esta repartición.
propio de un zapato. Si no se trata justamente de zuecos o de zapatos de
La lógica del parergon que obra aquí quita en este aspecto cualquier se-
estopa (Hoiz- oder Bastscbube), encontramos ahí la suela de cuero, un em-
guridad. Tanto más cuanto que el parergon tal vez tenga aquí la forma de
peine, una y otro ensamblados por la costura y los clavos. U n producto así
este cordón que ata el adentro y el afuera, aunque el cordón (adentro-
sirve para calzar el pie [dient zur Fussbekleidung, para vestir el pie]. En fun-
afuera) medio deshecho en el cuadro figura también la relación del cua-
ción de esta utilidad (Dienlichkeit), la materia y la forma varían según se
dro con su afuera. El cuadro está atrapado en el cordón que no obstante
trate de trabajo en los campos o de danza».
parece comprenderlo como una de sus partes. En cuanto a las investiga-
ciones policiales, ya se sugirió que además de su importancia como repre-
—Acaba de excluir los zuecos o los zapatos de madera. ¿Por qué lo sentante de la ley, la policía siempre era más y otra cosa de lo que se que-
hace, si no es porque habla de un cuadro? ¿Pero esto no le da la razón a rría delimitar con ese nombre. Los agentes de policía no están solo en las
Schapiro? La mayor parte de los campesinos, y sobre todo las campesinas, comisarías, en los carros blindados o en los lugares habituales de su i n -
portan zuecos en los cuadros o dibujos de Van Gogh. Pienso más particu- tervención. La investigación que nos interesa es también una pesquisa so-
larmente en ese Interior de granja (1885, E 168), en La desvainadora de ar- bre la policía. En este sentido, es policial. Y para lo anecdótico, hay que
vejas (1885, E 214), en una Campesina arrancando papas (1885, E 251), en ver precisamente lo que se da como tal. Yo también había creído que es-
la Mujer con la laya vista de espaldas (1885, E 255), en el Campesino segando ta lectura interna pernútiría deddir. Pero no. Hay zapatos de campesino
(1885, E 318), en El leñador (1885, E 1327), en el Campesino con la laya que no son zuecos. Y sobre todo, Van Gogh ha pintado algunos cuyo «ca-
(1890, F. 1587), en los Campesinos trabajando (1890, F. 1602), y en tantos rácter campesino» parece indiscutible. Por ejemplo, El sembrador de
otros zuecos en escenas, conjuntos o «naturalezas muertas» cuyo fondo si- 1881. Por lo menos uno de los dos cuadros que, fechados el mismo año,
gue siendo, visiblemente, el mundo campesino. Si los zuecos están exclui- esdn pintados «según Mület» con ese mismo tirulo, hace aparecer el de-
dos en el propio ejemplo de Heidegger, una simple lectura interna debe- talle de zapatos —podemos decir zapatos porque ya no hay zuecos— del
ría bastar para concluir que ya no queda lugar para zapatos de campesino mismo tipo que los descriptos por Heidegger y atrevidamente atribuidos
representables por Van Gogh. Así nos veríamos dispensados de estas con- por Schapiro a Van Gogh, «by tbat time a man of tbe town and city» (me re-
jeturas externas referentes a las fechas, los lugares, el portador o el sujeto pito todo el tiempo esta pequeña alegadón sentendosa, ¡no nos cansare-
real de los zapatos. La discusión se vería abreviada y no estaría mal. Es mos nunca de ella!). De todas maneras, en el momento en que Heideg-
agotador, este punto de detalle o este detalle de número. Hay otras cosas ger descarta los zuecos, no siempre habla del cuadro, aun cuando es este
en juego y más urgentes. La descripción interna nos ahorraría esas inter- cuadro que lo empuja a ajustar el ejemplo en torno de los zapatos, de za-
minables investigaciones circunstanciales, pohciales y anecdóticas, patos como dos zapatos que forman un par. Se tratará de lo mismo cuan-
do la hipótesis de los zapatos sea confirmada por la alusión al cuero que
—Pero un ejército de fantasmas reclama sus zapatos. Fantasmas en todavía excluye los zuecos. Describiendo lo que pertenece y seguramen-
armas o una inmensa oleada de deportados buscando su nombre. Si uste- te vuelve a la cosa como producto, describiendo en términos de materia
des quieren ir a este teatro, aquí está el camino del afecto: la memoria sin y forma, él quiere, y siempre sin la ayuda de la pintura, plantear la pre-
fondo de una desposesión, de una expropiación, de una espoliación. Y to- gunta de la Dienlichkeit, de la utilidad en la que parece residir, para la tra-
neladas de zapatos amontonados allí, pares mezclados y perdidos. dición, el ser-producto del producto.
Los zapatos, sirven. Das Zeugsein des Zeuges besteht in seiner Dienlich-
—Ustedes parecen demasiado seguros de lo que llaman descripción
keit, «el ser-producto del producto consiste en su utilidad», he aquí «lo
interna. Y lo externo nunca queda afuera. Se trata aquí de una decisión en
que ya sabemos».
cuanto al marco, a lo que separa lo interno de lo externo, mediante un re-

344
345
Jacques Derrida Restituciones

—Pero Heidegger arrastra el equívoco sobre la utilidad de los zapa-


tos propiamente dicha, y a decir verdad nunca lo resolverá, aun cuando
pretende recordarlo en su evidencia más banal. Dijo en primer lugar que
los zapatos sirven para calzar el pie, para vestirlo, para cubrirlo (dient zur
Fussbekleidung). Referido a tal parte del cuerpo expuesto (sobre todo en sus
partes inferiores) y que se trata de proteger, disimular (¿pero por qué?),
ajustar si no adornar (a Heidegger no le interesa esta prenda sino en ra-
zón de su utilidad, y esta utilidad sino en razón del andar y del trabajo, es-
to no dejará de tener consecuencias), el zapato no está todavía, en esta pri-
mera fase, planteado como un instrumento. Solo como una prenda útil.
En cambio, en el párrafo siguiente, cuando entra en escena la campesina,
la utilización se refiere al paso, al andar, al estar de pie y al trabajo, en sín-
tesis, a los pies en movimiento. Como si un zapato sin movimiento o sin
contacto con el suelo, un zapato que solo toca los pies, perdiera su senti-
do y toda utilidad. Esto no es una contradicción, pero si no insistimos so-
bre la prenda o al menos sobre la prenda fuera del trabajo, sobre los ador-
nos, el postizo, el travestdrniento o la investidura de desfile, sobre otros
usos que el andar o sobre la utilización de lo inútil, podemos inmovilizar-
nos ante dos límites al menos virtuales. Primero: no comprender para qué
puede ser útil la inutilidad tal como la trataremos enseguida (zapatos va-
cíos, más o menos abiertos, fuera de andar; y cuadro por sí mismo fuera
de uso, desinteresado como los zapatos que exhibe, el íúera-de-uso que da
a ver el fúera-de-usoy el uso, el uso suspendido de los zapatos «en» el cua-
dro suspendido, y recíprocamente). Segundo: el llamado proceso de feti-
chización del producto y lo obrado, de los zapatos y la pintura, no puede
interrogarse temáticamente en sus zonas problemáticas ya codificadas
(aunque más no sea para criticarlas), la «sexual» y la «económica». Es
precisamente aquí que situaría la importancia del par, de la paridad o de
lo emparejado de los zapatos. U n par de zapatos se puede tratar más fá-
cilmente como una utilidad que un zapato o que dos zapatos desparejos.
Al menos el par inhibe, si no prohibe directamente, la moción «fetichi-
-ta, LuAie
zante»; este liga al uso, al uso «normal», calza mejor y hace andar de
«La clave de los sueños», La luna (detalle)
acuerdo con la ley. Quizás sea para excluir la cuestión de cierta inutilidad,
o de un uso considerado «perverso», que Heidegger y Schapiro se prohi-
bieron la menor duda acerca de la paridad o el emparejamiento de estos
dos zapatos. Ellos los han ligado para ligarlos a la ley del uso normal. Han
ligado, encadenado, reprimido lo diabólico, una duplicidad sin paridad, un
doble sin par. Han hecho una ligadura para limitar un inquietante des-

346 341
Jacques Derrida Restituciones

membramiento. Condición para hacerle justicia a la verdad que creen de-


ber en pintura. ¿Qué habrían hecho, traten de imaginarlo, con zapatos de-
parejos, dos zapatos del mismo pie o un zapato aún más abandonado que
esos dos? ¿Habrían podido sostener el mismo discurso tomando como
ejemplo unos zapatos de Adami (singularmente, ese zapato de mujer ajus-
tado o retirado, no se sabe, con el talón que queda, aparentemente descu-
bierto, velado por una media o más bien por eso que, entre la media y el
zapato, como una parte inferior de más, una ropa interior suplementaria
en este strip-tease...) o la Naturaleza muerta con viejo zapato de Miró (1937)?
¿o ese zapato de mujer (¿de muerta?) que Magritte intitula La luna? ¿o The
Shoe de Lmdner? Cuando uno está seguro de la cosa como de un par,
cuando olvida que el desenlace existe también entre un zapato y otro y di-
vide el par, uno reprime todas estas cuestiones, las hace entrar en el orden.

—Acabamos de decir: todo esto ya no podía ser temáticamente inte-


rrogado, ¿Pero se trata forzosamente de una insuficiencia? ¿Y si Heideg¬
ger interrogara más allá de esta temática ya codificada? ¿Si desconfiara del
concepto de fetichismo según Marx y según Freud? ¿Y si quisiera retomar
completamente este problema y la cuestión de la cosa en verdad que tra-
baja el valor del fetichismo? Ustedes parecen estar seguros de poder de-
terminar como excluido, desconocido, impensado, denegado, demasiado
Implícito —posibilidades completamente distintas por lo demás— lo que
no encontrarán en, en lo que ustedes delimitan a toda prisa como el aden-
tro enmarcable de un texto, de una unidad separable del corpus.

—Pero no, justamente, iba a decir, poniendo la palabra «fetichiza-


ción» entre comillas, y hablando de límites por lo menos virtuales, que era
preciso estar atento: lo que se parece a un proceso de fetichización (la inu-
tilidad de la obra y del producto, la inutilidad del producto obrando en la
obra) se encuentra descripto por Heídegger como un extraño movimien-
to de la alétbeia. Esto puede ser extraído en diversas direcciones, siempre
abiertas. Tal vez hay, en el trayecto en zigzag, algo con que anudar o de-
sanudar de otra manera toda la cuestión del fetichismo y de lo simbólico.

—¿Hablaremos en adelante de un argumento-de-los-dos-zapatos como


hablamos en Glas de un argumento-de-la-funda? Argumento de los dos-
zapatos, más bien que del par o de la pareja (homo o heterosexual). Bise-
xualidad del doble en dos zapatos. El argumento-de-la-funda intervenía

348
Jacques Derrida Restituciones

también, a partir de Freud, pero más allá del principio freudiano, para nos. Se mantiene de pie y anda en ellos. Es así que los zapatos le sirven
desplazar el concepto filosófico-psicoanalítico del fetichismo, la oposición efectivamente. A lo largo del proceso de utilización del producto lo pro-
del fetiche con la cosa misma en la que se convertía, la decidibilidad se- piamente producto del producto debe venir a nuestro encuentro».
xual (¿campesino o campesina?, ¿Van Gogh o la campesina?), la castración Siempre en el interior de esta primera fase, Heidegger finge, se trata
como verdad de la verdad, etc. Dos-zapatos también enfundan, ¿pero qué, de una estrategia retórica, extraer una consecuencia de lo que acaba de de-
en vistas de qué beneficio, y qué sexo? Aprietan más o menos fuerte, más cirse: si la utilidad, esencia del ser-producto, solo puede aparecer en su
o menos estrictamente. Y la estrictura más o menos deshecha de los cor- uso, en el momento del uso, si el uso solo puede ser, piensa, efectivo, la
dones, también los de la funda, tal vez permitiría ver. efectividad misma, entonces el cuadro no sirve para nada cuando se trata
de acceder a lo que sirve, a la utilidad del producto. Resulta inútil para la
—¡el «torso de alguna Venus de mármol de Paros que surgiera entre aprehensión del útil. ¿Pero por qué?
los escombros de una ciudad incendiada»! Es así que «percibieron en un Aparentemente por una sola razón. Pero esta razón se desdobla y es-
rincón del lienzo la punta de un pie desnudo que salía de ese caos de co- te desdoblamiento me interesa. Se trata una vez más de un movimiento de
lores, de tonos, de matices indecisos, especie de niebla sin forma; ¡pero un entrelazamiento del cordón. Entendemos la palabra entrelazamiento en
pie delicioso, un pie vivo!». En La obra maestra desconocida («Sí, se trata tres sentidos: 1) el entrelazamiento del cordón consigo mismo; 2) que
efectivamente de un lienzo», dice uno. «Ustedes están ante una mujer y también esté completamente enlazado (entre-lazado como se dice entre-
buscan un cuadro», dice el pintor) los visitantes quedan entonces atónitos, abierto para lo que no está completamente abierto); 3) y finalmente que
«petrificados de admiración». «—Hay una mujer ahí abajo...» lo figurante del entrelazamiento esté entrelazado ahí con lo figurado, en-
lazándolo con el cordón. El entrelazamiento solo es tematizado aquí por
—tal vez daría a ver lo que el corset, la ropa interior atada de la fun- Heidegger con el nombre de Geflecht, ocupará más tarde su discurso, a
da o del zapato, guarda atrapada en un más o menos de estrictura, siem- partir de 1950. Traduzco aquí algunas líneas hasta «Y sin embargo.», ex-
pre, esto es lo que efectivamente importa, pero no vayamos demasiado rá- presión que va a marcar un giro: «A lo largo del proceso de la utilización
pido, como una salida sin desenlace. El argumento de la funda, es que del producto, lo propiamente producto del producto debe venir a nuestro
siempre juega a dos paños <a deux tableux>. encuentro. En cambio, en la medida en que nos contentemos con repre-
Vuelvo para atrás, hasta el momento en que Heidegger recuerda que sentarnos (vergegenwärtigen) en general un par de zapatos o con rnirar en
el ser-producto consiste en su «utilidad». Todavía no se ocupa del cuadro imagen los zapatos que están simplemente ahí, vacíos, inutilizados, nunca
de Van Gogh. Va a obrar ahora en varios tiempos y siguiendo un desarro- aprehenderemos lo que es el ser-producto del producto en verdad. Según
llo muy insólito. el cuadro de Van Gogh, ni siquiera podemos establecer dónde están esos
zapatos. En torno de este par de zapatos de campesino no hay nada a lo
Primer tiempo: esta utilidad solo puede dejarse aprehender en el uso,
que pudieran pertenecer [wozu und wohin sie gebären könnten, a lo que po-
mientras se usa, en el momento del uso. Ninguna pintura nos resulta en-
drían corresponder o de lo que podrían venir, y en vistas de qué], solo un
tonces de la menor utilidad para aprehender la utilidad de un producto.
espacio mdeterminado. N i siquiera queda un terrón tomado a la gleba del
Evocación de la campesina, pues, fuera del cuadro: «El ser-producto del
campo o al camino de campaña, lo que por lo menos podría advertirnos
producto consiste en su utilidad. ¿Pero que sucede con esta última?
acerca de su utilización. U n par de zapatos de campesino y nada más. Y
¿Aprehendemos con esta lo que hay de producto propiamente dicho en el
sin embargo.»
producto (das Zeugbafte des Zeuges)} ¿No debemos, para llegar a esto, po-
nernos a buscar el producto útil en su uso (in seinem Dienste)? La campe- En este momento de la argumentación, la inutUidad del cuadro se
sina de los campos usa los zapatos. Solo allí son lo que son. L o son tanto sostiene entonces en dos razones que se recortan, se redoblan y se entre-
más auténticamente (echter) en la medida en que la campesina, cuando tra- lazan según un modo
baja, piensa menos en los zapatos o los mira menos, incluso los siente me-

3S1
Jacques Derrida Restituciones

—Decíamos hace un momento una razón que se desdobla al contrario —más imposibles de limpiar 15

—Podemos decirlo así, lo que importa es el modo remarcable del en- —esta palabra también connota la vulgaridad cita dina y burguesa, la
trelazamiento de una razón que se remarca en la otra o en sí misma. que se pega a los zapatos de ciudad. Hay demasiadas injurias pohticas en
esta correspondencia, golpes bajos que reponemos aquí.
—Corto una vez más. Ahora una cosa es segura, si no dos, para seguir
estas pocas líneas. Aun cuando declare que el cuadro es inútil, Heidegger —Pero esta correspondencia tiene como sujeto lo bajo
dice al menos esto: «este par de zapatos de campesino». Se trata incontes-
tablemente del cuadro, de una referencia, incluso si resulta inútil, a esta —¿Cuál?
pintura, a una «esta pintura». Ya no se puede decir que la referencia que-
de suspendida o que la pintura sea dejada de lado. N o la abandona, des- —El otro, siempre el suplemento de bajo.
cribe un cuadro, por poco que sea.
—Vuelvo a la contradicción sintomática. ¿En qué momento aparece?
—Es incontestable, en efecto. Y si decir que «estos no son zapatos-de A Heidegger, el cuadro le resulta doblemente inútil. Inútil porque nos
sino zapatos de» tiene un sentido, Heidegger se comprometió gravemen- «muestra», «exhibe» o «representa», poco importa aquí, describe obje-
te. Sin atribuírselos a un sujeto real, exterior o anterior al cuadro, cargó tos-productos, inútiles, «vacíos e mutilizados». N o nos pueden enseñar
esos zapatos, los confirió, los reconoció, compulsivamente enlazados en nada sobre la utilidad que nos interesa. Están ahí, fuera de uso, sin valor
torno de tobillos campesinos, mientras que en el cuadro nada se lo auto- de uso actual. La hnea, el sistema de trazos que recortan ese «fúera-de-
rizaba expresamente. uso», los seguimos sobre el reborde de ese vacío, los rebordes, el reborde
múltiple que separa ese ser-producto de lo que llamaré su alcance subjetivo.
— N i lo prohibía. Reborde lineal y bastante simple en torno del cuello del pie o del tobillo
des-criptos in absentia. Bastante simple cuando la parte que sube está de-
—De ahí el síntoma, el interés sintomático por la investidura, tanto recha, menos simple cuando cae como un guante dado vuelta a medias (a
de un lado como del otro. Pero en el caso de Heidegger, no basta con de- la izquierda). Sin la menor simplicidad cuando se trata del cordón, que en-
cir que era ilegítimo, imprudente o arbitrario (arbitrario en cuanto al cua- trelaza el adentro y el afuera, la parte de abajo y la de arriba, la derecha y
dro, muy necesario para el desarrollo catexizante de Heidegger). N o bas- la izquierda, o afortiori cuando se trata de esos agujeros bordados, bordea-
ta con analizar las diferentes motivaciones (metafísicas, «ideológicas», po- dos, que son los ojales como lugar de pasaje. Todo este sistema de rebor-
líticas, idiofantasmáticas, anudadas entre sí) que llevaron en 1935, casi un des que se entrelazan desata el ser-producto de su alcance subjetivo ceban-
medio siglo después de su producción y su salida al mercado, a anexar esos do (induciendo o atrayendo) la atadura del mencionado alcance subjetivo. En-
zapatos, con el pretexto de repatriarlos a su auténtico paisaje rural, a su lu- tiendan estas palabras como ustedes quieran: el contenido determinado de
gar natal. Hay que subrayar la contradicción sintomática, en la misma fra- la subjetividad del sujeto, del sujeto de los zapatos, de quien supuestamente
se, entre la alegada indeterminación del cuadro que no nos enseñaría na- llena los zapatos; o aun el sujeto portador o portado, cuando no el propie-
da acerca de los zapatos, sobre su pertenencia, su lugar, su «campo» social tario. A este alcance subjetivo, recortado de su taco como un cheque en blan-
y, por otra parte, esta atribución de campesinado. La contradicción es tan-
to más grave cuanto que la atribución pretende ser interna, fundada en el
cuadro y no en una conjetura o una reconstrucción como en la Nota de
15. Derrida escribe ¡ndécrottable, adjetivo que califica a algo que no se puede limpiar
Schapiro. Y ésta se pega a los zapatos antes de cualquier otro examen, más
o corregir. Pero este adjetivo proviene del sustantivo erotte que significa «mierda», de ahí
tenaz, aún más adherente que unos terrones de tierra que Derrida aluda a continuación a la «vulgaridad» de este término. [N. de los X]

352 353
Jacques Derrida Restituciones

co, van a dirigirse los sujetos apresurados por meter allí los pies. Martin zapatos no están ni atados ni desatados, ni henos ni vados. U n double bind
Heidegger o Meyer Schapiro, con su propia investidura. Por ejemplo. se encuentra aquí como suspendido y tenso a la vez, y no trataré de ligarlo
aquí estrictamente a otro discurso sobre el double bind. Pero este par tord-
—¿Para hacer volver a los fantasmas? ¿Para impedir, por el contrario, do, cojo, más o menos emparejado, como el entre-dos bandas, está entrea-
que vuelvan? Esos zapatos comienzan a parecerse también a un miembro- bierto, no está ni vacío ni heno. Cierta obsesión, que volverá en un mo-
fantasma. Se vuelven sensibles, nerviosos, casi charlatanes ahí donde apa- mento, no puede acomodarse en ninguna de esas parejas de oposidones, en
rentemente la cosa no siente ni dice nada, objetivamente. esos cortes oposidonales. Si digo acerca del fantasma de este arrendamien-
to de zapatos, que el, la, los doble(s) band—
—Por lo tanto, Heidegger dice: los zapatos son inútiles, en este esta-
do, para quien quisiera acceder a la utilidad del útil, a la supuesta esencia —Sí, digamos entonces estrictura o destricturadón.
del producto. Esta inutilidad de lo inútil para pensar lo útil, esta —ya—
doble inutilidad solo se sostiene en el ser-desatado, abandonado o desen- —Cualquier estrictura esa la vez estricturación y destricturadón.
lazado de los zapatos. Heidegger no habla directamente de la exhibición
de los cordones medio sueltos, pero esto tiene importancia aquí y perte- —¿Es lo que dice el «par» de zapatos de Van Gogh?
nece al sistema de trazos que marcan el corte.
—No dice eso, pero no dice otra cosa. Eso es lo que se dice que pasa
—Esta palabra corte me molesta. En primer lugar, instala demasiado con una restanda, si ustedes quieren seguir el análisis mterminable de es-
rápido, apresa y mantiene en una problemática de la verdad-castración te cordón. U n análisis siempre quiere desligar.
(recuerden ustedes los psicoanalistas de hace un momento, cuando le en-
señaban la castración a Magritte —Considerando la desligazón, la destricturadón, el ser-suelto de los
cordones, el fuera-de-uso de los dos zapatos, Heidegger declara el cuadro
—¿en Londres? inútil para su investigación. Pero, segunda razón entrelazada con esta, el
cuadro, inútil en lo que representa y enmarca de esta manera, es también
—sí, en Londres). Esta problemática es un poco simplista —un caso o inútil en lo que representa y enmarca. Inútil por lo que da en pintura y por-
un efecto a lo sumo— si se tiene en cuenta el argumento-de-la-funda o de que da en pintura. Inútil en los zapatos inútiles (el producto) pero también
los dos-zapatos. Luego esos cordones, precisamente, esos lazos sueltos no inútil como cuadro des-incluido, desatado de su medio por el artifido de
me parecen actuar en una lógica del corte. Más bien en la de la estrictura, su atadura, la línea del marco. N o se trata solo de un producto inútil que
en el entre-lazamiento de la diferencia de (o como) estrictura. La soltura muestra un producto inútil, es inútil en tanto que obra (JVerk), producto
de los cordones no es absoluta, no absuelve, no desliga, no corta. Guarda abstraído de su medio y que ofrece a la vista un producto abstraído de su
una estrictura organizada. N o un más o menos de estrictura sino una for- medio. Su medio de pertenenda (el muro del museo, por ejemplo) está
ma determinada (estructurada) de estrictura: del adentro y del afuera, de la tan abstraído como el de los zapatos. Cuando Heidegger habla del «espa-
parte de abajo y de arriba. La lógica de la desatadura como corte conduce cio indeterminado» en torno de los zapatos, también habría podido decir-
a la oposición; es una lógica e incluso una dialéctica de la oposición. Mos-
lo de lo que rodea el cuadro.
tré en otro lado que tenía como consecuencia realzar la diferencia. Suturar,
pues. La lógica de la desatadura como estrictura es completamente diferente.

Diferante: nunca sutura. Permite aquí tener en cuenta este hecho: esos recordar que el término «diferencia» se escribe en francés: diffirence, de manera que De-
rrida sustituye la segunda «e» por una «a». Ahora bien, esta sustitución no produce nin-
guna variación fonética en esa lengua: difference y différaitce se pronuncian igual. De mane-
16. Derrida retoma aquí un concepto que elaboró en los años '60: difftrance. Hay que ra que existe una diferencia escrita que no se reconoce en el lenguaje oral. [N. de los T.]

354 355
Jacques Derrida Restituciones

En esta fase de la argumentación, Heidegger pone el acento sobre el —Dejemos el lenguaje antiguo. Otros dirían: los zapatos sostienen un
des-, el des-atado, el destricturado, la desatadura, la abstracción. Más tar- discurso sobre la pintura, sobre el marco, sobre los trazos. Esos zapatos
de, el proceso de atadura, la restricturación, ya esbozada, vendrá luego del son una alegoría de la pintura, una figura de la desatadura pictórica. D i -
«Y sin embargo.», a poner en práctica esta doble inutilidad, y hacer con es- cen: somos la pintura en pintura. O también: este cuadro podría intitular-
ta un cierto uso y plus-valía se: el origen de la pintura. Este pone el cuadro en cuadro y nos invita a no
olvidar; lo mismo que les hace olvidar: ustedes tienen ante sus ojos una
—esta triple inutilidad, ya que la doble inutilidad (la del producto y la pintura y no un par de zapatos (¡traten entonces de volver a ponerlos, en
de la obra) es inútil para comprender la utilidad, sus pies o en los de otro!), la pintura es originariamente esta desatadura
que pierde pie. Pero la desatadura también debe entenderse
—En todo caso, la correspondencia entrelazante entre esas dos desa-
taduras abstractas, la de los zapatos y la del cuadro, no es fortuita. N o reú- —No, no, no, no dice nada semejante, no da nada a entender, sobre
ne dos desataduras, dos términos, dos indentidades desatables, dos veces de- todo, una vez más, esta puesta-en-abismo de la pintura en la pintura acer-
satables, dos «cosas» o dos productos, uno de ellos en el sentido estricto ca de la cual mostramos a qué saturación restituyente, a qué readecuación
de un producto y el otro en el sentido de una obra, no siendo natural nin- representativa tendía aún. No, no.
guno de los dos. N o reúne dos según una ley que le resultaría exterior. La
desatadura del primero marca, re-marca y sobre-marca la del otro. Entre- —Sí —la desatadura también debe entenderse como una misión re-
lazándolo en sí mismo. Propongo la palabra marca (marcha, margen) por presentativa que debe estar hgada a su origen emisor. Una atadura siem-
razones explicadas en otra parte pero basta con decir aquí que es para evi- pre está, desde siempre, volviendo a ajustar lo destrícturado. En este sen-
tar decir «decir», «mostrar», «representar», «pintar», palabras que este tido, los zapatos hacen marcar (hacen marchar, hacen mercado-de) lo que
sistema trata de desconsrruir. Por lo tanto, el ser-desatado (desenlazado o traduciríamos por el siguiente enunciado: esto es un cuadro, somos la pin-
destricturado, abandonado o abstracto) del primero entrelaza con su re- tura en pintura, esto es dibujado mediante trazos, los rebordes, los cordo-
marca el ser-desatado del otro: los zapatos con cordones (un poco) deshe- nes de los zapatos vacíos que nos desatan del sujeto en pie. Entonces es-
17
chos dan a remarcar la pintura. tos trazos en forma de cordón forman el «marco» del cuadro que parecía
enmarcarlos. Nosotros, los zapatos, somos más grandes que el marco y la
—¿Dan? firma incorporada. El cuadro está en los zapatos que somos

—Eso da, hay, es gibt. Hay eso, los dos zapatos pintados... —Estos se agrandan de golpe desmesuradamente, podemos meter to-
do adentro de ellos. Todo (el mundo) puede querer, quiere poder tomar-
—En lenguaje antiguo, se diría los prestados o robarlos, como Pulgarcito o el gato con botas. ¿Quién es
el ogro? Pero esas botas de siete leguas serían también el texto escrito del
—¿Hay un lenguaje antiguo? ¿Como viejos zapatos caídos-en desuso, relato, Pulgarcito, El gato con botas, Cenicienta. El texto es un zapato más
fuera de uso o perimidos, lenguaje pintado en suma? Ustedes ven adonde grande que aquel que pone en escena y que sin embargo es más grande
eso nos llevaría... que él. Y el discurso que acabamos de prestarle al zapato, también'es un
zapato. La misma ley, para estos viejos zapatos, que para El traje nuevo del
emperador en El cartero de la verdad.
17. Hay que precisar que el verbo remarquer tiene significados que su traducción es-
pañola no posee, como por ejemplo «observar», «notar», «señalar», además de «volver a
marcar» como en español. Decidimos mantener el verbo «remarcar» debido a la importan- —La ley del parergon que comprende todo sin comprender y pervier-
cia atribuida por lafilosofíade Derrida a la «marca», la «huella» y el «trazo». [N. de los T.] te todas las relaciones de la parte con el todo. Porque, a la inversa, el cua-

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dro que errmarca —para Heidegger, Schapiro y algunos otros— se remar- que aparece en este pasaje. Para oírlo, habrá que ir más lejos que el pasa-
ca como par (más o menos torcido) de zapatos. Desatados mientras se je de los zapatos de Van Gogh.
atan, en proceso de (des-re-)estricturación. Si el cuadro pudiera hablar a La figura sin figura de esta correspondencia se vislumbra. ¿Qué per-
su vez (ha hablado, dice Heidegger), hipótesis que trabajaremos más ade- tinencia mantienen entonces las cuestiones clásicas de identificación, des-
lante, no diría: soy, como cualquier pintura, un zapato, una especie de za- cripción, atribución? ¿Qué sentido tiene saber de quién, de qué, exacta-
pato e incluso tal vez un par (versión posible) de zapatos. Como cuadro, y mente, más exactamente, se habla al ajustar? ¿Y sobre todo saber si eso pa-
como tal cuadro, tal par (versión posible) de zapatos. sa en el cuadro o fuera del marco? Sería ingenuo ignorar la legitimidad de
estas preguntas. Pero también lo sería hmitarse a ellas.
—Lo menos que podría decirse, es que un discurso semejante, que Segundo tiempo. Solo la posibilidad de este entrelazamiento desbordan-
traduce la remarca de la pintura en pintura, es una versión poco nor- te le permite a Heidegger pasar entonces la línea en los dos sentidos, sea en
mal de Heidegger. N o se parece demasiado a lo que se puede leer en el marco, sea fuera del marco. Que lo haga o no con conocimiento de causa.
El origen cuando la verdad toma la palabra: «Este [el cuadro] ha habla- El «Y sin embargó» forma la escansión más aparente en este pasaje de
do... La obra de arte ha hecho saber (gab zu wissen) lo que en verdad es la hnea. Acabamos de decir toda la inutilidad. Vamos ahora a explotar la
el zapato». plus-valía del fuera de uso. Es en la mutihdad —de los zapatos: del cua-
dro— que vamos a «leer» —dice el traductor francés—, «ver» dice Hei-
—Aparentemente no. Se trataría, en todo caso, de transformar, si no degger, la utilidad del producto, el ser-producto del producto como utili-
de pervertir, la manera en que este texto es leído «en general» y quizás por dad. Se trata entonces del párrafo incriminado, el párrafo patético, el que
Martín Heidegger mismo. Nunca nadie vio una pintura ni un zapato. Y les parece tan ridículo, tan cargado de «proyecciones» «ideológicas». Re-
sin embargo. L o prefiero así. leámoslo. En las tres lenguas.

—Sin embargo la figura de esta correspondencia entrelazada (desde


hace mucho tiempo ya no sabemos quién tiene la palabra y si se habla) no
pone en evidencia ninguna retórica establecida. Porque no se trata simple-
mente de un discurso, desde luego, sino porque incluso transportados, —Está tan codificado por la poética del terruño, por modelos tradi-
mediante la retórica, fuera de la retórica discursiva, los tropos o las figu- cionales, tan estereotipado en la afectación de su pathos, que también po-
ras no funcionarían aquí. Esta correspondencia entrelazante, por ejemplo demos leerlo como un ejercicio que imita la apficación escolar y que dice
el desbordamiento mterrrúnable del todo por la parte que hace saltar (por en resumen: esto es lo que siempre podríamos sentir, esto es lo que pode-
encima de) el marco, no se produce en el interior de un elemento enmar- mos decir en el género
cante o enmarcado, como las figuras de retórica en la lengua o el discur-
so, como las figuras de «retórica» «pictórica» en el sistema de la pintura. —como lo esencial es hacer aparecer el desbordamiento (de lo que es
Aquí la sobrepuja en plus-vaha de la correspondencia desbordante (supe- .estrictamente visible) por la «tierra», por el «mundo» y por la «pertenen-
rabundante) tiene lugar entre el llamado elemento general (discurso, escri- cia protegida» de los zapatos.
tura, pintura) y tal o cual elemento determinado por él. Este último vale Si pudiéramos hablar aquí, si no de fetichización, por lo menos de las
más que el todo. La metonimia o la sinécdoque ya no son simplemente lo condiciones de una fetichización, tanto del producto como de la obra, tan-
que son. Tanto más cuanto que esto obra en los dos sentidos, mientras el to de los zapatos como de la pintura, habría que asirlos de nuevo en el mo-
«todo» juega metorúrnicamente, en los dos cuadros, la parte de la parte. mento en que el fuera-de-uso desatado (relativamente destricturado) da
El juego está ahí, no se trata de un extraño contrato entre más de un tra- lugar, en su desatarse mismo, en su derehcción o su separación, a una
zo. Y acerca de esto Heidegger dice más, tal vez, y algo más singular de lo suerte de plus-valía abismal. A una sobrepuja sin fondo. Bajo la forma de

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lo que podríamos llamar un efecto de verdad. Lo inútil da lugar a una ex- —Pero podríamos pensar la diferencia entre el ser y el ente como el
plotación especulativa. Escapa al espacio de la producción y tiende hacia zapato, a través de este, en su paso. Y así la diferencia ontológica: calzada
La rareza absoluta, la unicidad irreemplazable. En sí mismo y en tanto que en pintura.
da a leer la ley de la utilidad buscada. Se vuelve más que útil, útil para la
aprehensión de la utilidad de lo útil. Permite pensar el ser-producto del- —Por ejemplo.
producto y el ser-obra de la obra. Porque a partir del momento en que lo
desatado invoca la atadura, un discurso se esboza allí, y toda una maniobra, —Pero Heidegger no se detiene, esto es lo importante, en la utilidad
para invocar la.adherencia. del ser-producto que acaba de «ver» en los zapatos en pintura. Que aca-
ba de ver «tal vez», «quizás solamente» en pintura, «en imagen», im Bil¬
de. Este «quizá solamente» hubiera debido suspender toda la seguridad de
—Ustedes reanudan aquí lo que fue introducido en «El sin del corte
Schapiro. «Pero todo esto —dice Heidegger al final de la tirada-, quizás
puro» a propósito de los productos artificiales y «difuntos» (los utensilios
solamente lo veamos sobre los zapatos del cuadro.» La consecuencia de
desplazados de sus funciones, que comportan un agujero, una apertura,
esto es equívoca. Por lo menos Heidegger simula no estar seguro: lo que
una cavidad, Loche, «como para un mango», pero sin mango —unos zapa-
acaba de evocar patéticamente se sostiene tal vez en la potencia de evoca-
tos vacíos en suma), a propósito de las obras de arte, de la pulchritttdo va-
ción del cuadro o en la subjetividad del espectador, y deja entonces pla-
ga y de la pulcbritudo adhaerens.
near prudentemente una duda acerca del rigor de la atadura. Paradoja: la
objeción de Schapiro cae en el mismo momento en que se encontraba re-
—En lo inútil (inutilidad del cuadro que (se) da a leer (en) la de los za-
forzada por la afirmación implícita de Heidegger (esto se encuentra al me-
patos, la inutilidad de la obra (en) la del producto, y recíprocamente) la
nos en el cuadro, si no más allá). Pero si eso no se encuentra sino en el cua-
verdad de lo útil aparece. Aparece en la puesta en práctica de la producción
dro, igualmente no se.encuentra ahí dado que la pintura se atraviesa a sí
inútil. Puesta en práctica de la verdad, dirá más adelante Heidegger. La
misma en la referencia que constituye desde el principio.
verdad de lo útil, dicho de otra manera: el ser-producto del producto (en
su primer abordaje) aparece en la instancia del fuera-de-uso, en el desenla- Tercer tiempo. Pero solo se trata una vez más de un movimiento para
ce y en la destrícturación. Que sirven entonces, en esto, para esto. Este ir más lejos. En el fondo, la utilidad no le interesa a Heidegger, n i por
movimiento de la verdad pasa por la posibilidad de la fetichización pero so- consiguiente lo inútil. Como ser-producto del producto, la utilidad no es
lo se acaba, si se puede decir, cuando confirma lo mismo que parece bo- por el momento sino este valor derivado de la pareja materia-forma, de lo
rrar. La verdad de la presentación, en su parecer, sobrecarga lo inútil de va- que ha «caído sobre» la cosa como producto. A l considerar los zapatos so-
lor, aumenta su plus-valía al atarlo simbólicamente a su pertenencia. Esta, lo a título de utensiho (usefúl artefaci), Schapiro parece detenerse en lo que
diferencia capital, ya que se trata de la cabeza del sujeto, no es la de un su- no resulta sino una etapa de El origen.
jeto propietario, detentor o portador de los zapatos. N i siquiera es la de Hay que ir más lejos. ¿El parágrafo siguiente abandona para siempre
tal o cual mundo, por ejemplo el de la campesina que solo es, precisamen- un cuadro acerca del cual todavía no sabemos claramente si alguna vez fue
te, un ejemplo. Se trata, para cualquier producto y cualquier utilidad, de abordado? Es algo difícil de deddir. Resulta indispensable reconocer este
la tierra y del mundo. La tierra y el mundo, aun cuando debamos pensar- movimiento para comprender este pasaje por (a través de) el cuadro. Aun
los cada vez de manera diferente y de un modo singularmente determina- cuando, como lo hace Schapiro, cortemos y desarticulemos brutalmente
do, en una oposición, un conflicto o una guerra (de la tierra y del mundo). el desarrollo de El origen, comprendemos sin embargo un poco mejor la
Heidegger establecerá más adelante una relación con su pensamiento del referencia al «célebre cuadro» leyendo un párrafo más. El que comienza
trazo <trait> y de la atracción <attrait>. La «verdad» de lo útil no es útil, la por «Pero todo esto tal vez solo lo veamos...». Este nos llevará a pensar
«verdad» del producto no es un producto. La verdad del producto «zapa- que la utilidad del producto todavía viene de más lejos. Eso mismo que la
to» no es un zapato — doble o triple inutilidad de los zapatos en pmtura habría hecho aparecer,

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la utilidad, viene de más lejos. Porque la utilidad aún se pensaba en térmi- Lo que es veriassig merece corrfianza, fe o crédito. En este caso, el cré-
nos de materia informada y es preciso, para acceder al «auténtico ser-pro- dito resulta anterior a cualquier contrato simbólico que sea objeto de un
ducto», remontarse por encima de este par oposicional: materia-forma. compromiso firmado (explícitamente o no) por un sujeto nombrable. N o
es cultural ni tampoco natural. Vuelve a un compromiso —
—La pintura —ésta—, ¿es necesaria para este retomo hacia un origen
aún más lejano, más sustraído? ¿Para ese paso de más en el pensamiento? —¿Se asociará fidelidad con fiabilidad? Fiel es aquel con quien o
aquello con lo cual se puede contar. Y este valor de fidelidad estaría de
—Cuando asistimos a un «paso atrás», vemos los zapatos de frente. acuerdo con todo lo que se dijo acerca de la restitución: unos zapatos que
Digo esto en broma, pero también haciéndome eco de la precisión de se devuelven, la verdad que se debe, que se restituye o que restituye, lo que
Schapiro, más adelante: estos zapatos de campesino son vistos de espaldas, la pintura «restituye» fielmente, si lo da a ver «en pintura». Y los protago-
estos (¡los suyos!) Van Gogh los ha «puesto» de frente («he has rendered nistas de la correspondencia quieren en verdad devolver fielmente los za-
tbem as iffacing us»), y nos miran, en suma, como la pintura misma. patos: de la pintura —y a quien le corresponde legítimamente. Esto por
fidelidad a un compromiso anterior a todos los contratos sociales acerca
—La pintura —esta—, ¿es necesaria para este segundo paso? No. po- de los cuales podemos testimoniar en derecho público. Aquí los zapatos
demos decidirlo, siempre por la mismas razones. Los trazos que delimitan son los interesados, los testigos secretos: ya no solo como productos «úti-
tanto el objeto como el marco le quitan apriori cualquier pertinencia a es- les» sino como cosas fiables —
ta pregunta y a la «decisión» que invoca. Los descalifican por estrictura.
Por lazo. Por cierto, Heidegger todavía parece dejar de lado el cuadro (de- —¿Los zapatos son los interesados o quienes quedan excluidos en el
jar de lado era en otros tiempos una traducción rara pero aquí interesan- retrato de los Arnolfini, ese extraordinario contrato matrimonial sin más
te de aufheben). Lo hace con una retórica más espectacular. Luego del testigo que el pintor que deja por encima de un espejo que le hace frente
punto y aparte y de la concesión («Pero tal vez todo esto solo sea...»), ya la inscripción «Johannes de Eyckfuit hic, 1434», transformando así en ates-
no hablará del cuadro, seguirá la campesina y analizará lo que, en la utili- tación matrimonial un cuadro que representa una alianza per fidem (que
dad del producto, es anterior a la pareja materia-forma. Pero lo hará para puede prescindir de testigos), en una escena cuyo texto pictórico debería
saltar mejor, en conclusión: es él, el cuadro «quien ha hablado», Dieses hat constituir una prueba mayor para nuevos análisis? En otro lado, más tar-
gesprochen. Y en el intervalo, «bajo» la utilidad, «bajo» la atadura a su de. Sólo noto que los zapatos de quienes contraen matrimonio según la Fe
«pertenencia» utifizadora, habrá nombrado eso «gracias a lo cual», por la están depositados, abandonados, dejados de lado, a la izquierda del cuadro
«fuerza» de lo cual, «en virtud de lo cual» (kraft) la utilidad del producto y, para el otro par, entre los dos esposos, en el fondo y en el centro del cua-
es posible, la condición de la utilidad, la Verlásslichkeit. dro, bajo la mesa, bajo el espejo y bajo la inscripción del pintor. Explica-
Verlásslichkeit. La palabra es difícil de traducir. Precisé laboriosamen- ción de Panofsky: están ahí, como otros símbolos típicos de la fe, para
te «gracias a lo cual», «por la fuerza de lo cual», «en virtud de lo cual», marcar la impronta de lo sagrado. Cuando Moisés se acerca para ver me-
porque la relación (kraft) no es la de una condición de posibilidad formal jor la zarza ardiente, Yahvé le dice «quítatelas sandalias de los pies por-
a su condicionado o de un fundamento más profundo con respecto a lo que el lugar que pisas es una tierra santa» (Exodo 3,5). ¿Estos zapatos re-
que funda sino de una suerte de experiencia. Experiencia, digamos por el sultan pues excluidos del espacio sagrado, o sobreinvestidos al contrario
momento, de fiabilidad: podemos contar con el producto. El producto es en la pintura por esta sacralización del hirnen?, ¿o los dos a la vez, según
fiable. Solo es útil si confiamos en su fiabilidad. A partir del momento en la doble función de un phármakon, y la doble función de un parergon} ¿Se
que Heidegger ha nombrado la fiabilidad, ya no se interesa por el valor, trata de «productos»? ¿Y en qué sentidos son fiables? Heidegger y Scha-
derivado o condicionado, en síntesis, de utilidad. El lugar de la argumen- piro habrán resacralizado también, cada uno de manera diferente pero
tación —el del debate abierto por Schapiro— se desplazó. además ambivalente, los zapatos en pmtura: porque están desatados (ex-

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cluidos de todo en un sentido) pero también en el proceso de su atadura.


Su pertenencia es sagrada, pero (siempre hay un pero en este caso) es pre-
ciso desatar lo abyecto, atar lo sagrado, sacralizar la cosa atándola. Pero de
golpe, la desnudez del pie puede ser o bien más pura, más sagrada (desli-
gada de lo abyecto) o bien estar más desposeída, despojada, desprovista del
objeto sagrado, sin atadura. De donde, al mismo tiempo, la ambivalencia
de la usura: bueno/malo, limpio/sucio, familiar/abyecto. Moisés: «Os he
conducido durante cuarenta años en el desierto... sin que vuestras sanda-
lias se gastaran» (Deuteronomio, 29,5). A l hijo pródigo se le dan ensegui-
da unos zapatos, al mismo tiempo que un vestido y un anillo (Lucas,
15,22). Pero por otra parte, la Misná prohibe el uso de zapatos el día del
sabbat. Hay que descalzarse al penetrar en un lugar sagrado o simplemen-
te al entrar en casa de un anfitrión que debe ofrecernos algo para lavar
nuestros pies (Lucas, 7,38,44), A la inversa, la desnudez del pie se toma
una marca de indignidad (el cautiverio) o signo de duelo.

—El valor de Habilidad resulta aquí anterior a la oposición entre lo


útil y lo sagrado. Sin fiabilidad no habría un producto utilizable pero tam-
poco un objeto simbólico. La sortija, las «palabras y las acciones» reque-
ridas para un himen perfidem, deben ofrecer una mínima fiabilidad para
que el compromiso tenga lugar, para que el menor intercambio sea posi-
ble. Esta fiabilidad elemental, esta fidelidad de antes de todo es una suer-
te de anillo (Ring), de alianza originaria...

—Habría que leer lo que Heidegger dice en otro lado acerca de este
anillo (Ring). Los zapatos, el par de zapatos —

—En el contexto de El origen, la fiabilidad (Verlasslichkeit) correspon-


de a un compromiso (deuda, deber, restitución, verdad) cuyo concepto no
puede sino preceder todos los valores que forman sistema con los de ma-
teria-forma: lo simbólico, lo seimo-hngüístico, etc. La Verlasslichkeit del
producto, «antes» de su utilidad pero como condición de esta utilidad,
compromete en la pertenencia a la tierra y al mundo. Esta pertenencia ya
no es de los zapatos con respecto al portador o al utilizador, sino de la per-
tenencia de ambos al mundo y a la tierra, que se dan a pensar en su «com-
bate» mismo, según este compromiso y ya no a partir de unos conceptos
filosóficos a los cuales aludíamos más arriba. «Gracias a» esta fiabilidad, y
gracias al producto que la supone, la campesina está «confiada» (dice la

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traducción francesa en lugar de eingelassen: recibida, acogida, admitida en), —No podemos seguir la pista larga —
en acuerdo con el llamado silencioso de la tierra, con ese lenguaje sin len-
guaje de la correspondencia con la tierra y con el mundo. Sin este llama- —Es verdad. Solo quería marcar, situar una conexión, una necesidad
do silencioso (este sube a través de los zapatos en tanto que cosa fiel principial. E insistir acerca de lo que nos interesa en el contexto estrecho
de nuestro debate. En algunos puntos.
—o que desciende, por qué no En primer lugar, ninguna de las «correspondencias» cuyas modalida-
des hemos distinguido hasta aquí, puede ser descifrada sin un recurso al
—en Schapiro eso más bien descendería, él ve allí un rostro), sin el menos problemático a la correspondencia que acaba de ser despejada con
presupuesto absoluto de este compromiso, en esta fiabüidad pre-origina¬ el nombre de Verlasslichkeit, en el momento en que El origen atraviesa ese
ria, ningún contrato simbólico, ninguna producción, ninguna utilización paso: «El ser-producto del producto consiste justamente en su utilidad
serían posibles, ni ninguno de los conceptos que sirven para dominar to- (Dienlichkeii). Pero esta reposa a. su vez en la plenitud de un ser esencial
do eso, en particular los de materia y forma del producto. La llamamos la Verlasslichkeit». Esta nominación, esta dona-
ción del nombre es también un «acto» complejo: supone, en su propia ac-
—también los de signo, pues, lingüístico o no, de sujeto, de objeto, de tividad, una fiabibilidad de La lengua y del discurso; pero lo produce al
realidad, de fantasma, de saber, etc. ¿Dónde nos detendremos? ¿Qué sig- mismo tiempo, y se compromete. N o podemos analizar aquí esta estruc-
nifica detenerse? tura pero habría que hacerlo. Se trata de una «obra» y de un «producto»
al mismo tiempo, el único espacio en que el discurso sobre el cuadro y el
—Por ejemplo el momento de sacarse los zapatos y separarse de ellos, discurso del cuadro pueden hacerse entender. L o menos que se podría de-
por un tiempo variable o para siempre. cir es que Schapiro no llegó hasta ahí. Reivindicó, con los zapatos, La au-
toridad sobre un dormnio (el discurso sobre la pintura, una especialidad)
—Dije que había un contrato pre-originario con la cosa fiable pero el cuyas fronteras creyó deterrninables: más allá, se trata por ejemplo del
llamado silencioso que oímos a través de la Verlasslichkeit no viene de la na- contexto «filosófico»
turaleza, al menos tal como la concebimos en la tradición filosófica. Sino
del combate entre la tierra y el mundo. Y de su trazo. Podemos decirlo su- —Justamente no
mariamente: ninguna posibilidad de oír algo en estas páginas acerca del
«célebre cuadro», ninguna posibilidad de hacerles la más mínima obje- —más o menos locuaz de El origen. Se comparten las competencias.
ción que resulte pertinentemente medible, si no seguimos, por lo menos Por aquí, del lado de la pmtura («bien sabemos lo que es»), los zapatos de
al principio, el trayecto heídeggeriano para pensar la tierra, el mundo y el Van Gogh.
quadriparti (Geviert), el anillo (Ring) y la vuelta (Gering), de otra manera. En segundo lugar, en la lógica de este desarrollo, la «fiabüidad» es La
primera o la última condición de posibilidad concreta de cualquier atadu-
—¿El cordón puede llevar a esto, o el entrelazamiento? ra: del producto con su utilidad, con su uso, con su sujeto portador o por-
tado, con su pertenencia en general. Estas ataduras se atan a la Verlasslich-
—Seguro, si nos tomamos el tiempo. Lean La cosa. Pensar de otra ma- keit, a ese don o a ese abandono pre-originario —
nera no implica que pensemos sin relación o en una mera relación de
transformación que altera el pensamiento corriente o filosófico, sino tam- —a LA-MADRE que, o de LA-MADRE, y los dos zapatos se —
bién según otra relación de entrelazamiento que no es ni de reproducción
ni de producción transformadora de una materia dada. —¿cómo pasar lo que se dice bajo esas palabras sin pensar en primer
lugar, en su abordaje, la Verlasslichkeit} Entonces no se den prisa en reco-

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nocer unos esquemas demasiado útiles. N o representen pequeños pape- En tercer lugar: si la Verlasslicbkeit garantiza «en primera y en última
18
les. instancia», el ajuste entrelazante de los zapatos, si enlaza y desenlaza al
mismo tiempo, si la verdad del producto aparece directamente en (an) es-
—Pero Heidegger no tiene nada contra lo útil, no desarrolla una ta habilidad que aparece directamente en la pmtura que «ha hablado», se
«ideología» anti-utmtarista. trata entonces del reajuste más estricto (suelto y riguroso a la vez, como el
Gering de La cosa) de todas estas potencias de atadura. Esta Habilidad esen-
—No. Este don o este abandono pre-originario acompaña la atadura cial y «plena» hace posible —restituye— al mismo tiempo la regresión
más acá de todas las instancias o categorías de producción, de materia-for- más «crítica», más «profunda» más acá de los filosofemas de materia-for-
ma o de utilidad, de ley, de contrato, de intercambio o de deuda simbóli- ma, de utilidad, de producción, de subjetividad, de objetividad, de símboT
ca, de juramento, de sujeto o de objeto (total o parcial), etc. Heidegger no lo y de ley, etc., pero también la regresión más inocentemente arcaica en
ata los zapatos a un puerto (portador o portado) como sujeto, sobre todo el elemento de la confianza ingenua, la que puede dejarse aprehender,
como sujeto real fuera del cuadro. Pero no puede ser absuelto de esta acu- abandonarse a la trampa más grosera, a la trampa primaria, a la trampa an-
sación (Schapiro no puede hacerlo) más que para reanudar las cosas mu- terior a todas las trampas. A la posibilidad de engaño que constituye el
cho más segura y «profundamente», pre-originalmente: en la pertenencia juego de espejos del mundo, su Spiegekpiel,
(correspondiente) al discurso silencioso de la tierra. A este matrimonio En cuarto lugar, la posibilidad del ajuste en general se aclara aquí a
pre-contractual o pre-contraído con la tierra. partir de una dificultad de traducción que no puede tratarse de manera ac-
cesoria. Todavía no he traducido Verlasslicbkeit. Fiabilidad es una aproxi-
—con LA-MADRE, y esta campesina confiada que oye el llamado silen- mación más o menos estricta, más o menos laxa. El traductor francés de
cioso, que le responde en silencio — Caminos... propone una palabra a la vez inaceptable y subterráneamente
pertinente. Inaceptable, a primera vista: solidez. La Verlasslicbkeit sería la
—No representen pequeños papeles. Todos los trazos de separación solidez del producto, aquí unos zapatos, porque se les puede «tener con-
sobre los cuales volvimos a pasar, los que marcan el contorno de los zapa- fianza», dice una nota del traductor, el zapato «no nos soltará», «podemos
tos desatados en el cuadro, los que delimitan el propio cuadro, son borra- apoyarnos» en él.
dos en la pertenencia a este Verlasslicbkeit y en esas bodas con la tierra. De
modo que la instancia o más bien la restancia pictórica parece haber sido —Esto parece conformarse a la idea de contrato que nos liga a los za-
omitida, secunda rizad a, instrumentalizada a su vez. Olvidamos la pintura. patos, a sus cordones incluso, acordados como cierto trato, al pie de la le-
Exactamente como el progreso de la re-presentación a la presentación bo- tra o avant la lettre.
rraba también la especificidad obstinada del texto o del resto pictórico.
Pero veremos más adelante que nada se apacigua con el aparente borrado. —Pero en la lengua ordinaria, la solidez de un producto se funda sobre
Y luego de haber leído «La obra deja que la tierra sea la tierra», veremos todo en sus cualidades de resistencia física, resistencia de los materiales, re-
cómo el trazo, el inicio (Aufriss), la atracción y el sistema de trazos juega en sistencia de las formas al uso, etc. La idea de confianza, de crédito, de fe o
el combate entre el mundo y la tierra. de fiabilidad parece más bien ausente. En cambio, cuando el traductor fran-
cés (que sin embargo no da explicaciones, a propósito o no) relaciona en la
frase siguiente «sólido» con «soldado» (otra traducción madrmsible de ge¬
wiss), restituye extrañamente un movimiento legible en el texto tal como lo
18. Derrida escribe ne jouez pas les utilités, locución que en lenguaje teatral significa interpreto aquí. La cadena que hga sólido a solidaridad y a soldadura es efecti-
«no representen pequeños papeles». Sin embargo, no hay que perder de vista el sentido li- vamente la del ajuste que actúa aquí. Esta es la traducción francesa en Ca-
teral de esta expresión que el autor parece tener en cuenta: «no jueguen las utilidades». minos... En una primera lectura y a causa de la palabra «solidez», corre el

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riesgo de ocultar definitivamente la versión alemana. Y sin embargo: «...es- —Admitamos que acabamos entonces de reconstituir, de restituir, in-
ta [la utilidad] descansa a su vez en la plenitud de un ser esencial del produc- terpretándolo, negociando con él, cierto trayecto de El origen. Admitamos
to. La llamamos solidez (die Verlässlichkeit). Gracias a ella [Kraft ihrer], la que este trayecto debía pasar por la inutilidad misma de los zapatos del
campesina es confiada [eingelassen] por este producto al llamado silencioso cuadro, del producto y de la obra; que él necesitaba especular sobre este
[schweigenden Zuruf, el llamado se calla pero se oye y no es mudo; el cuadro fbera-de-uso, pasando la línea del cordón en los dos sentidos, provocando
habla entonces cahándose]; gracias a la solidez del producto, ella está solda- la vuelta, alejando, provocando nuevamente la vuelta, adentro, afuera, ahá,
da a su mundo [ist sie ihrer Welt gewiss]. Para ella, y para quienes están con aquí, fon, da. (Heidegger sostiene la cosa, los zapatos en pintura, por el
ella y son como ella, mundo y tierra no están ahí sino de este modo: en el cordón y juega con la bobina
producto. Decirnos "no... sino", pero aquí la restricción se equivoca (irren
dabei). Porque es únicamente la solidez del producto lo que da a este mun- —que es para Schapiro, jugando de la misma manera, la de Van
do tan simple una estabilidad que le es propia, al no oponerse al aflujo per- Gogh, «a piece ofhis own lije», <<facing us».
manente de la tierra». La traducción de esta última frase es tan laxa que ter-
minamos por preguntamos si se trata efectivamente de este texto: «Wir sa- —atrayéndola hacia él y luego alejándola gracias a la fiabilidad del
gen "nur" und irren dabei; denn die Verlässlichkeit des Zeuges gibt erst der einfa- cordón.) Hace lo mismo con la campesina, a veces en el cuadro, a veces
chen Welt ihre Geborgenheit und sichert der Erde die Freiheit ihres ständigen An- fuera del cuadro. Jugar con el cordón, siempre es posible. Pero al jugar
dranges». Por mi parte, renunciaré a traducir. Notemos solamente que la se- con el cordón, con la bobina del fort, da, hay que tener en cuenta el entre-
guridad, dada a la tierra, de una libertad en la constancia de su presión (pul- lazamiento, y es más complicado...
sión, empuje, presión violenta) concuerda con la Geborgenheit dada al mun-
do por la misma fiabilidad. Geborgenheit asocia el secreto oculto, cifrado, con —Pero no, no estemos tan seguros de saber lo que es el fort/da. L o
el estar-en-seguridad, con lo que hay que reservar, cuando no sustraer, para que sabemos es que todo desarrollo (discursivo o pictórico en particular)
vivir. Este sería el ajuste de la alianza originaria, este el efecto de la Verläss- implica un fort/da. Toda relación con un texto pictórico implica este mo-
lichkeit. Todo lo que a continuación se tratara de ajustar a medida, «al nú- vimiento doble y doblemente entrelazado consigo mismo. Es cierto
mero», en términos de adecuación, de reapropiación, de reatribución, de fort/da lo que describe la vuelta de cordón de la que hablábamos más arri-
identificación, de readaptación de la parte al todo, de atadura simbólica, de ba. Todo el discurso heideggeriano (aquí y en otras partes) se sostiene en
restitución, toda la problemática del sujeto, de la ley y del fetiche, en sus el fort/da, y en este caso en un cuadro que marca o pone en marcha el
«formas» hoy disponibles, todo esto tendría primero como fundamento una fort/da en pintura. Digamos que el título del cuadro podría ser tanto la
fiabilidad semejante. Pero decir que eha es el suelo o subsuelo sobre el cual pintura (esto provocó un escándalo hace un rato, con razón, pero qué re-
anda un discurso sobre el suelo, el andar, la suela, los zapatos, los pies, etc., medio) como los zapatos o fort/da. ¿De dónde salen, dónde vuelven y a
¿no sería ya traduár esta fiabilidad en las marcas de lo que hace posible"? Sin em- quién le corresponden los zapatos, de dónde vuelven acercándose, etc.? Y
bargo, a partir del momento en que estas marcas pertenecen al andar, al pa- todo el camino del pensamiento, para Heidegger, vuelve a llevar, por el a¬
so, al camino (Weg), dejan de ser, para este pensamiento, formas derivables lejamiento, a un Da (así el Da del Sein) que no está simplemente próximo,
de figuras, tropos o metáforas. El pensamiento piensa a partir de ellas. cuya proximidad permite jugar en eha misma lo lejano del^orf. N o se tra-
Queda por saber —si se trata aún de saber— qué sucede con la rela- ta de una relación de oposición, cada valor ofrece un ojal a la travesía, a la
ción entre el trazo de des-atadura (la estrictura del cuadro y en el cuadro) figura o al número <pointure> del otro. Fort: Da. Doble ojal, así es como
y la palabra que permite decir de la pintura que «ha hablado» por sí mis- hay que reanudarlo en escritura.
ma. ¿Cómo se sustenta esta palabra —que no es un discurso— en este tra-
zo? ¿Cómo se entrelaza con él? N o se dice nada en este pasaje de El ori- —Admitámoslo. ¿Pero entonces Heidegger necesitaba por la misma
gen. Más tarde, más lejos. Dejemos que esta pregunta vuelva a plantearse. razón, aquí es donde quería llegar, que esos zapatos fueran de campesino?

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Jacques Derrida Restituciones

:Y una vez atravesada la línea, ver allí, de abajo, desde lo bajo, una cam¬ —Todavía no lo he hecho. Solo lo he seguido y más adelante, con las
Desina? ¿Una campesina de pie? cuestiones del trazo, de la atracción y de la palabra, intentaré interrogar-
lo de otra manera.
—Se trata mas o menos de la misma pregunta que la del firt: da. El
ralor de proximidad cumple un papel decisivo en este texto y en el pensa- —Entonces. Incluso si se lo admitiera, ¿no se le podría acordar a
miento heideggeriano en general. Los zapatos de campesino están más Schapiro que en un punto preciso y aunque más no fuera un detalle
próximos a esa tierra a la que era necesario volver. Pero en principio, el
mismo trayecto hubiera sido posible con zapatos de ciudad. Hubiera sido —pero se ha dicho hace un rato que no había más que detalle, lo que
más largo, más desviado, nos hubiera alejado más. Pero el alejamiento es equivale a decir que no lo hay en este asunto.
ú sujeto. En cuanto a la campesina, no surge sino en los pasajes donde se
trata en menor medida que en otros, de describir un cuadro, cuando la —¿en un punto preciso Heidegger dio un paso en falso? Hablábamos
pintura está lo más lejos posible. Esta es al menos la respuesta que se pue- hace un rato de «contradicción sintomática» e injustificable entre cierta
de intentar fiándose en la lógica manifiesta del texto. Si no se quisiera sim- frase que daba cuenta de la mdetenninación del cuadro, el medio abstrac-
plificar demasiado, habría que reconocer todos los recursos, las vueltas, to alrededor de los zapatos, su no-pertenencia en suma, y por otra parte
los retornos y los retorcimientos de este valor de proximidad que, desde la fórmula que sigue inmediatamente después, «un par de zapatos de cam-
Sein und Zeit, regula y desregula todo este pensamiento. Aquí la «buena» pesino», que define dogmáticamente una pertenencia nunima que Hei-
relación con la obra se define en dos oportunidades como una «proximi- degger haría mal en creer legible, de modo interno, en el objeto pintado.
dad» (in der Nähe des Werkes). Pero se sabe desde Sein und Zeit que lo
«próximo» puede entenderse ya en un sentido óntico, ya en un sentido
—Sí. Pero incluso desde este punto de vista muy limitado, ¿basta con
ontològico, y que no se opone simplemente a lo a-lejado de una Ent-
que Heidegger se equivoque para que Schapiro tenga razón?
fernung que aleja lo lejano. Así se aleja la pintura, así aleja. Imposible aquí
acercarse todavía más a este próximo a falta de—
—¿Qué hace Schapiro? N o dice solamente: Heidegger fue impruden-
te, nada prueba que sean zapatos de campesino y esta alegación no tendría
—Quisiera que volviéramos a certidumbres más determinables. Ya no ningún sentido. Dice: no son zapatos de campesino porque son los zapatos
sabemos quién tiene la palabra y en qué punto nos encontramos. Sin du- de Van Gogh. ¡Que no es, por lo menos para esta época, un campesino!
da Schapiro no le dio su justa medida a El origen (pero no era su propósi-
to), ni siquiera a las pocas páginas en torno al «célebre cuadro», sea. Sin —¿Qué hace Schapiro? ¿Cómo le arranca los zapatos a Heidegger pa-
duda simplificó. Sin duda desconoció la necesidad de la argumentación, el ra ofrecerlos como «naturaleza muerta» mantenida en vida en conmemo-
movimiento en zigzag de su ida y vuelta ni el abismo de su fort: da. Sin du- ración de un muerto y como un pedazo vivo de Vincent? Más que un pe-
da ignoró su alcance más que filosófico. Dicho esto, si volviéramos a las dazo, como veremos, el mismo Vincent. Vincent, la firma, se convierte ahí
dimensiones que él le ha asignado a este debate (su convención es la nues- en el título, la leyenda, la historia o la definición del cuadro, tanto de su su-
tra, y debemos aceptar el contrato que propone), ¿no se puede sostener, jeto como de su objeto. Porque lo que le importa a Schapiro, es que los za-
en cuanto a la identificación del cuadro y a la atribución de los zapatos, patos sean efectivamente los de Vincent y, por más desatados que estén,
que tiene razón? Y que, como ya se ha acordado más arriba, si tiene senti- que lo estén, como por un cordón umbilical, de Vincent Devolviéndolos a
do decir son zapatos-de X y no zapatos-de Y, Heidegger se precipitó gra- Vincent, restituyéndolos, se los ofrece al mismo tiempo a un tercero, como
vemente, ¿Y esto aun cuando se admita la necesidad del desarrollo heideg- un pedazo de Vincent o una pan totalis que Vincent habría desligado pro-
geriano en su trayecto largo, en su trayecto esencial? visoriamente, un día, en París. El mismo Vincent habría ofrecido, como un
precioso pedazo de sí mismo, esta parte desatada, la habría dado a—

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Jacques Derrida Restituciones

—Como una oreja cortada, como este órgano, no se trata de cualquie- — N o , a la del fantasma, del inconsciente del otro. Están hechos pa-
ra, que habría mandado llevar, despachado, destacado, en misión, en re- ra eso. Esa es la factura que presentan, en resumidas cuentas.
presentación.
— ¿Pero qué hace entonces Schapiro? ¿Cómo opera en el transcurso
—Pintando luego un autorretrato vendado, con la cabeza vendada, de este sacrificio? Examinémoslo. Recuerda en primer término que Van
ajustada, disimulando en esta ocasión la parte que falta, exhibiendo al mis- Gogh había pintado zapatos semejantes varias veces. Y que Heidegger, sa-
mo tiempo in absentia el «personal object» perdido. Curiosa naturaleza biéndolo, lo ha denegado, no lo ha tenido en cuenta, como si las versio-
muerta. nes diferentes fueran «intercambiables», productos de serie y no obras,
como si «presentaran todas la misma verdad». Las ha tratado como pro-
—No voy a comparar unos zapatos con una oreja. Menos aún un par ductos de serie por haber desconocido la serie. Hemos analizado este mo-
de zapatos con una oreja. vimiento. Después de lo cual, Schapiro dispone en cierto sentido sobre la
mesa, como naipes o piezas de convicción, los ocho cuadros de zapatos re-
—Se ha dejado de lado mi pregunta. ¿Es un par? ¿Qué es un par? pertoriados en el catálogo de la Faille entre todos los lienzos expuestos ha-
Querría que hiciéramos el análisis espectral del par y de todas las maneras cia la época de El origen. La demostración comienza. Solo tres presentan
en que puede ser desatado, de todas las separaciones del par. Veo por lo me- «tbe dark openings ofthe worm insides», «la oscura apertura del interior gas-
nos cinco. tado» de la que habla Heidegger. Este elemento descriptivo es muy po-
bre; se trata de una de las dos notaciones de este tipo que se pueden en-
—No, no, más adelante. contrar en El origen, e incluso en un párrafo cuyo objeto nada nos garan-
tiza que sea el cuadro, lo hemos visto. N o obstante Schapiro lo toma y lo
—Observo que el título de Schapiro es «La naturaleza muerta como ob- retiene. Extrae argumentos de él para eliminar cinco cuadros o cinco nai-
jeto personal». En este caso se trataría de un objeto personal visiblemente pes de los ocho. Sobre los tres que quedan declara sin más demostración:
desatado (nada que ver con la oreja), como cuadro de zapatos en exposi- «They are clearly pictures ofthe artist's own shoes, not tbe shoes of a peasant».
ción, desatado del cuerpo de un sujeto muerto. Pero que reaparece como
un espectro. Volviendo vivo en el muerto: a partir de entonces vivo, él —¿Por qué «de modo manifiesto», «clearly»?
mismo un aparecido. Que hace volver. Este «objeto personal» separable y
que le corresponde al espectro se ofrece aquí en sacrificio en conmemo- — El recurso dogmático a la evidencia manifiesta suena aquí como un
ración de otro muerto que, por definición, y como su nombre lo indica, decreto. Esta pretendida evidencia no puede ser producida por la forma
sigue siendo de piedra en este áspero festín, de piedra preciosa como la de los zapatos, por una lectura interna del cuadro, suponiendo incluso que
ofrenda al nombre (de lo) que queda. Pero vuelve también, como un es- podamos dar un solo paso de una descripción interna a una inferencia del
pectro, gracias al don de este espectro. Asegurándose —para asegurarse— tipo: entonces los zapatos pintados pertenecen en realidad a X, represen-
como con Van Gogh y con Heidegger, que se queda efectivamente donde tan los zapatos reales que pertenecen en realidad a X. Además, la lectura
está. — Y sin embargo los zapatos también están ahí. interna no produce legítimamente ninguna evidencia que pueda sostener
una inferencia semejante, aun cuando aceptáramos, concesso non dato, el
—¿Cuáles? ¿Dónde? ¿En este potlatch} principio de inferencia. Porque Van Gogh pintó zapatos de campesino de
modo análogo, zapatos abotinados y no solamente zuecos. La prueba es
— Ahí, para que el inconsciente de cada quien ponga lo suyo, los cal- entonces curiosamente «externa»: la fecha presunta de los cuadros. Pre-
ce a su medida. sunta porque solo uno de los tres cuadros indica «Vincent 87», si esto se
considera una prueba. En esta fecha presunta, Van Gogh estaba en París,

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Jacques Derrida Restituciones

¡lejos de los campesinos! ¡Entonces no pudo haber pintado zapatos de representar zapatos de campesino. Entonces el que corresponde a la «des-
campesino! Esta conclusión triunfal bastaría para sorprender. Schapiro cripción» heideggeriana (superficie gastada e interior oscuro) bien podía
sube aún más la apuesta: ¡entonces pintó los suyos! La pieza ha sido adju- representar también unos zapatos de campesino. Nada puede probar lo
dicada, el experto ha llegado a su conclusión, la concurrencia se calla. contrario, en todo caso. El experto se ha contradicho y su argumentación,
¿Qué ha sucedido? El experto ha hecho entrar en juego alternativa- por probar demasiado, se desboca. En el momento de restituir una caña
mente dos tipos de argumentación. O bien ha recurrido a una descripción de bota
interna reconociendo que, incluso en París, Van Gogh podía pintar zapa-
tos que «había usado en Holanda». La fecha ya no entra en juego enton- —Esta es una instrucción que huele a policía. Este raciocinar en tor-
ces, solamente la forma, que según parece pretender Schapiro, excluía el no a un par de zapatos robados u ocultados, lo entiendo más fácilmente
carácter campesino. Pero si Van Gogh pudo pintar zapatos del pasado, y como proveniente de un detective privado, de un Dupin que quisiera fi-
si no está probado que su forma sea exclusivamente citadina, ¿por qué no nalmente resolver la cosa, devolver los zapatos
habría pintado zapatos de campesino en París? En verdad, el argumento
interno carece de valor. Por dos razones: porque es un argumento inter- —el zapato quizás, el doble del zapato que se hace par, el zapato del
no insuficiente (hay zapatos de campesino semejantes, en general y en to- doble. El análisis espectral de la separación interna de un par, como lo
da la pintura de Van Gogh), y porque es insuficiente en tanto argumento proponía hace un rato en cinco puntos, si —
interno (no tiene ningún sentido sacar una conclusión sobre la pertenen-
cia externa a un sujeto real fuera del cuadro). O bien el experto recurre a —de un Dupin que querría devolverle la cosa a su legítimo propieta-
un argumento externo, la fecha, y entonces quiere hacernos creer que, una rio, para rendirle homenaje con esta restitución (ajustada a la medida de
vez en París, Van Gogh ya no podía pintar zapatos de campesino, ni si- la princesa), dejándose engañar a su vez, tanto más fácilmente, decía,
quiera otros zapatos que no fueran los suyos, ni los zapatos de nadie. Ale- cuanto que este discurso policial se agita finalmente en torno a nada, a los
gación doblemente inaceptable. Presupone en primer lugar que Van restos de nada, de pasos, de vestigios, de trazas sin presencia ni ausencia
Gogh no era un campesino, que ya no era un campesino, que no podía sobre un suelo sin fondo o sobre un sub-suelo abismado. Fort, Da: la me-
identificarse, por poco que fuera, por parcialmente que fuera, ni siquiera dida juega a la coma.
en la punta de los dedos del pie, con lo campesino. Si esto tiene algún sen-
tido, es falso; puede demostrarse y me reservo la demostración para más —Se ha escrito en otra parte que eso siempre puede no llegar a desti-
tarde. La misma alegación presupone también que después de su partida no, eso siempre puede no volver al puerto. Tal es la condición de retor-
de Holanda, en todo caso, después de 1887, Van Gogh ya no se interesa 19
nancia. En El cartero de la verdad, reemplacen el pie de la «carta» por un
por el mundo rural. Pero aun cuando no fuera gratuita en sí misma, esta «zapato» y podrán leer: «Se trata de lo que extravía y arriesga sin retor-
hipótesis pasmante se ve desmentida por una carta que el mismo Schapi- no asegurado la restancia de cualquier cosa: un zapato no llega siempre a
ro cita inmediatamente después: «Una segunda naturaleza muerta de destino, y a partir del momento en que esto pertenece a su estructura,
"viejos zapatos de campesino" es mencionada en una carta de septiembre puede decirse que nunca llega verdaderamente, que cuando llega su po-
de 1888 al pintor Emile Bemard, pero faltan la superficie gastada y el i n - der-no-llegar lo atormenta con una deriva interna». Se puede ajustar es-
terior oscuro característicos de la descripción de Heidegger». Ya nada te enunciado a la divisibilidad de un par. Una carta no es más indivisible
funciona en la lógica de este párrafo. Si se trataba aquí de probar, la carta que un par.
prueba que Van Gogh podía pintar y había pintado en efecto zapatos de
campesino después de 1886. Entonces, si los zapatos mencionados por la
carta no se parecen a los que Heidegger describe (si describe un cuadro),
los cuadros retenidos como piezas de convicción bien podían en cambio 19. Derrida acuña el término revenance, propiedad de lo que vuelve o reaparece co-
mo un espectro (le revenant). [N. de los T.]

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—Por eso, no hablando simplemente como policía sino primero del Van Gogh. Pero todo lo que hemos dicho en el párrafo precedente des-
discurso policial, no he dicho, como Heidegger, son zapatos de campesino truye cualquier posibihdad de prueba en tal sentido.
sino contra él: nada prueba que sean zapatos de campesino (única proposición La garantía parece tanto más perentoria en su precisión cuanto que
indiscutible, a mi parecer, de Schapiro); y no he dicho, como Schapiro, inmediatamente después de haber identificado el cuadro, Schapiro debe
son los zapatos de un citadino e incluso los de Van Gogh, sino contra él: evocar la posibihdad de una contaminación entre ciertos trazos que per-
nada prueba, n i puede probar que «tbey are tbe shoes ofthe artist, by that ti- tenecen a dos cuadros en la referencia de Heidegger: «También se expo-
me a man ofthe town and city». Cada vez que lean «they are clearly...», «tbis nía en el mismo momento un lienzo que representa tres pares de zapatos
is clearly...», «are evidently...», no significa que sea claro o evidente, por el (VI, fig. 250), y es posible que la suela de un zapato exhibida en este cua-
contrario, sino que es necesario denegar la oscuridad mtrínseca de la co- dro haya inspirado la referencia a la suela en la relación descriptiva del fi-
sa, su criptografía esencial, y que es necesario hacer creer que es manifies- lósofo. Pero n i estos cuadros n i ninguno de los otros permiten decir con
to simplemente porque la prueba faltará siempre. «Clearly» y «evidently» se propiedad (properly) que una pintura de zapatos realizada por Van Gogh
refieren en primer lugar a la restitución de los zapatos a Van Gogh, a la pro- exprese el ser o la esencia de los zapatos de una campesina y su relación
2
piedad de los zapatos que le corresponderían exclusivamente ® (tanto menos con la. naturaleza y el trabajo. Son los zapatos del artista, o sea, en esta
fetichizables como cosa del otro, otra cosa, cuanto que son viejos, familia- época, de un hombre de las ciudades y de la gran ciudad».
res, usados, adaptados al pie, manchados). Subrayo: «They are clearly pictu¬ Identificación (en todos los sentidos de la palabra, que son numero-
res ofthe artist own shoes, not the shoes ofa peasant» ... «un par de viejos za- sos), atribución, reapropiación: el deseo ya no tiene límite. Primer tiempo,
patos» which are evidently bis own...» Más abajo, «clearly» garantiza la primera exigencia: Schapiro considera el cuadro como una «copia» e ig-
identificación, en esta oportunidad, de un cuadro a partir de una carta de nora una ley de estructura elemental al inducir unas relaciones de propie-
Heidegger que habrá realizado un trayecto soprendente. Se puede hablar dad en la «reahdad» exterior al cuadro, en el pretendido modelo de la co-
aquí de un desvío prolongado. «En respuesta a mi pregunta, el Profesor pia: no solo, dice, eso no corresponde a lo campesino o a la campesina (lo
Heidegger me ha escrito amablemente que el cuadro al que se ha referi- que lo hace pasar demasiado rápidamente de lo improbable a lo excluido)
do es un cuadro que vio en una exposición en Amsterdam en marzo de sino que corresponde a un hombre, a un hombre que es un pintor, a un
1930. Se trata de modo manifiesto (clearly) de la Faille n° 255 (véase figu- pintor que es el signatario del cuadro, propietario de su firma tanto como
ra 1).» ¿Por qué manifiesto? Nada se dice al respecto. ¿Es porque el catá- de los zapatos, lo que viene a ser lo mismo. Segundotiempo,segunda exi-
logo de esta exposición excluía cualquier otra posibihdad? ¿Entonces por gencia: como no basta con esto para la restitución perfecta, es necesario
qué no decirlo? En tal caso toda la improbable y laboriosa demostración además que el portador- detentor-propietario-signatario (otros tantos va-
que precede hubiera estado de más. Y además, aun cuando a partir de la lores acumulados, otro tanto capital aumentado ya que estas significacio-
referencia de Heidegger (en su carta) a su referencia (en su texto) como nes se suman, sin confundirse) real de los zapatos pintados sea más defini-
idéntica a la referencia (en su visita a la exposición de 1930), aun cuando do, que la medida sea rigurosa y la cosa ajustada con mayor seguridad.
estas referencias pudieran ser superpuestas y no permitieran ninguna du- Aquel a quien se le devuelve su bien debe ser también «hombre de las ciu-
da en cuanto a este cuadro (de la Faille n° 255), todavía sería necesario pro- dades y de la gran ciudad». Esto debe, en un momento dado («by that ti-
bar: 1) que todo elemento campesino (si existiera algo semejante en ma- me»), fijarlo en su esencia puesto que, de otra manera, ¿por qué no habría
teria de tales zapatos) está excluido de él; 2) que esos zapatos eran los de trabajado con lo campesino mientras estaba en la ciudad? Como si Van
Gogh no pudiera ser de la ciudad y del campo, como si no pudiera con-
servar en él lo rural (o incluso conservar consigo unos zapatos de campe-
sino: ¿de qué se trata, precisamente?) ¡desde el momento en que se habría
20. Derrida escribe en propre, locución que significa «exclusivamente» o «con exclu- vuelto provisoriamente citadino!, ¡como si no pudiera pintar zapatos de
sividad», pero hay que tener en cuenta que propre significa también «limpio», de ahí la alu-
sión a las «manchas» de los zapatos. [N. de los T.]
campesino mientras que usaba zapatos de ciudad!, ¡como si no pudiera

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pintar, con sus pinceles, pies desnudos!, ¡como si uno pintara zapatos con quiera en la estructura sobrante de las marcas cuya gráfica nos interesa
sus zapatos! Porque es la tercera exigencia y el tercer tiempo: definido de aquí? No obstante, tomemos por el momento este concepto de proyec-
esta manera, el propietario, etc., real de los zapatos pintados (epíteto que ción o de imaginación tal como lo utilizan cómodamente nuestros dos au-
retiene o produce todo el equívoco de la relación modelo/imagen) debe tores, uno para oponerle la presencia de la verdad en pintura como alé-
estar sustanciabnente ubicado en el tiempo y el espacio. Una vez que uno theia, el otro la representación fiel y rriimética, verdadera en cuanto se
ha creído poder identificar el cuadro elegido por Heidegger, una vez que adecúa al objeto. Entonces podría haber más proyección alucina toria de lo
uno ha atribuido el sujeto (tales zapatos determinados) al sujeto (portador, que dice Schapiro en su propio reconocimiento del cuadro. Acabamos de
detentor, propietario, artista signatario, hombre, citadino), es necesario demostrarlo: nada en este cuadro permite ver los zapatos, aún menos los
además que, presente en tal fecha en tal dudad, solo haya podido pintar za- pies o el cuerpo entero de Van Gogh hombre de la ciudad, Van Gogh en
patos de ciudad, los más cercanos {¡Da!) que sea posible. Unos zapatos París, etc. A la inversa, podría (digo bien: podría) haber menos de lo que
pintados a partir de zapatos usados, que por ló tanto no paiten, en fin, no dice Schapiro en la «visión» de Heidegger. En su caso, en efecto, los ries-
muy lejos, y ya están de vuelta. ¿Dónde? Ahí. ¿Dónde ahí? Ahí, ¿ven?, gos de proyección habrán sido atenuados por las razones que desarrolla-
aquí, aquí nomás. mos extensamente hace un momento en lo que respecta a la propia estruc-
tura de referencia al cuadro en El origen. N o voy a volver sobre esto, pe-
— Y sin embargo. A l igual que Heidegger, a quien cita en este punto ro agrego un argumento. Se refiere al momento en que, sin ninguna du-
con ironía, Schapiro excluye que haya por su parte la menor «proyec- da, Heidegger habla del cuadro para decir imprudentemente «un par de
ción». Seguro de haber determinado científicamente el contenido y el ori- zapatos de campesino». La imprudencia y el riesgo de proyección son evi-
gen del cuadro (zapatos de ciudad como objeto personal del pintor), a dentes, tanto como en el caso de Schapiro. Pero al menos una circunstan-
Schapiro le resulta fácil denunciar la proyección identíficatoria de Hei- cia puede atenuarlos en el caso de Heidegger. Esta circunstancia atenuan-
degger: este anexó los zapatos a su paisaje social, los sobre-cargó con su te se refiere al contexto. A l contexto escrito-pictórico de Van Gogh. No
«pesado pathos de lo originario y de la tierra». El habría hecho lo mismo solo consiste en el gran número de campesinos y de campesinas,' de zapa-
de lo cual se defiende, habría «imaginado y proyectado en la pintura». tos de campesinos (desatados o no, nombrados, declarados, intitulados o
no) que Van Gogh habrá pintado, antes y después de 1886, el gran número
—Una alucinación en suma. Aquí discutimos sobre la alucinación en de escenas y de objetos de la vida campesina que se habrá empeñado en
pintura. ¿La pintura debe dejarse aplicar un discurso elaborado en otra querer restituir en pintura y en verdad («...que se trate de una verdadera
parte por la alucinación? ¿O bien debe ser su prueba decisiva, y su condi- pintura de campesinos. Sé que se trata de eso... Mediante cuadros semejantes,
ción? estos enseñan algo útil». Cartas a su hermano T h é o , 1883-1885. Están lle-
nas de invectivas contra los «dtadinos»). N o . La circunstanda atenuante
—Aquí hay que señalar varias cosas. Sí, alucinaciones y espectros. consiste en esto: la «ideología», digamos para hacer rápido, rural, de la
¿Pero qué quiere decir esto? Tendríamos muchas razones para desconfiar tierra, terrosa, artesanal que se le imputa a Heidegger, acusado de haber-
del concepto de «proyección», tal como lo manipula Schapiro. ¿Qué es la «proyectado», ese «pesado pathos de lo originario y de la tíerra»,¿es tan
una proyección en pintura? ¿Cuáles son los fimites de una proyección? ajeno a Van Gogh? ¿Quien ha dicho: «Cuando digo que soy un pintor de
¿Está prohibido proyectar y por qué? ¿Qué es una experiencia sin proyec- campesinos, es en realidad así y luego verás que es ahí donde me siento en
mi medio.»? Estos signos (pintura y escritos sobre la pintura) son dema-
ción? ¿El concepto de proyección no pertenece a un objetivismo o al me-
siado abundantes y conocidos. N o abusemos de ellos. «Ideología» campe-
nos a un sistema de relaciones sujeto-objeto o de la verdad (como adecua-
sina y artesanal en pintura, preocupadón por la verdad en pintura («Pero
ción o como develarniento, como presencia en la representación o en la
me es tan cara, la verdad, tratar también dé hacerla verdad, en fin, creo,
presentación) que ya no puede medirse en los efectos del inconsciente, tal
creo que prefiero ser zapatero antes de ser músico con los colores»), esto
como cierto estado de la teoría psicoanalítica los ha determinado, ni si-

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es lo que comparte con Heidegger, aun cuando su «verdad», al menos en Heidegger zvitb such pathos? Heidegger would have missed an important aspea
su discurso, siga siendo representativa. N o abusemos de este argumento, of the painting: the artist'spresence in the isork». A partir de este momento,
pero reconozcamos que la proyección alucinatoria de Heidegger, si exis- la reapropiación de los zapatos por su propio Van Gogh ya no va a cono-
te, está motivada por este soporte identificatorio. Por cierto, debemos ex- cer, para Schapiro, ningún límite. A l final de la ofensiva, ya no se tratará
plicar por qué Heidegger necesitaba elegir un este tipo de objeto (pro- de un objeto personal (un asunto personal o un pedazo de cuerpo)' sepa-
ducto llamado «útil» como vestido y tal vestido), este tipo de cuadro, es- rable, de un objeto, en suma, que pertenecería a Van Gogh sin confun-
te pintor, para decir lo que quería decir. Con igual facilidad, hubiera po- . dirse con él, aunque más no fuera como un miembro fantasma. Estaría-
dido decir lo mismo con otros objetos, con otras pinturas, con otros za- mos en presencia del propio Van Gogh. El cuadro manifestaría la «presen-
patos, los de Van Eyck, Miró, Magritte o Adami. Por cierto, hay que ana- cia» del propio artista en su «auto-retrato», no solo un «pedazo de su
lizar la elección, y los límites, del modelo ejemplar para este discurso so- propia vida» iapiece ofhis ovm Ufe) sino un pedazo inseparable y que por
bre El origen de la obra de arte. Y plantear preguntas análogas a propósito lo tanto arrastra todo el cuerpo consigo, una de esas «cosas inseparables
de los modelos poéticos de Heidegger. Los riesgos de proyección, sin de su cuerpo» (things inseparablefrombis body) e incluso de su cuerpo de
embargo, estaban más limitados. La «proyección» obra en la elección ' pie, «erecto» («the erect body in its contad witb tbe ground»): el paso de Van
más que en el análisis del modelo, desde el momento en que el corpus Gogh que vuelve como un espectro, pasando por el cuadro. Entre el cuer-
ejemplar es el de Van Gogh. Cierta analogía entre Heidegger y Van po de quien pasa y los zapatos, entre los pies y los zapatos, incluso entre
Gogh, cualquiera sean los límites desde otros puntos de vista, cierta co- los dos zapatos, en el par, ya no existe separación posible. E l referente
munidad del «pathos», alimentaba paradójicamente un soporte de «pro- real del cuadro, el modelo que tan ingenuamente se le había atribuido
yección», de delirio alucinatorío. El párrafo «patético» sobre el llamado hasta ahora a la copia, se encuentra ahora agrandado hasta la totalidad del
silencioso de la tierra, resulta consonante —otra correspondencia— con sujeto. El título del cuadro, su leyenda: Hoc est corpus meum. Nos vemos
tal o cual carta de Van Gogh. alentados a este desciframiento; Van Gogh se da, se da a ver, hace una
ofrenda sacrificial de su carne dando a ver sus zapatos. Y Gauguin, cita-
—Querría ir más lejos. Ya no para someter a Heidegger al veredicto do por Schapiro en la conclusión, lo confirmaría: tiene ante sí la «visión
de Schapiro o para encontrale «circunstancias atenuantes». Sino para de Cristo resucitado», «la visión de un Jesús predicando la bondad y la
mostrar, más allá de las tres exigencias de Schapiro, una ola de identifica- humildad».
ción suplementaria. Suplementaria porque la identificación tiene, al igual Ya no hay separación: los zapatos ya no están atados-a-Van Gogh, son
que la atribución, una estructura suplementaria, o parergonal. Y suplemen- el propio Vincent, inseparable por sí mismo. N i siquiera figuran una de
taria porque esta exigencia de atadura es, por definición, insaciable, insa- sus partes sino toda su presencia reunida, ajustada, contraída en sí misma,
tisfecha, siempre en la sobrepuja. Relanza, exagera cada vez más. Después consigo misma, ante sí misma: una parousta.
de haber cuestionado, de una manera defensiva y crítica, el derecho de ¿Entonces se trata de una paradoja o una necesidad de lo que llama-
propiedad agrícola reivindicado por Heidegger, Schapiro pasa a la ofensi- mos «correspondencia»? ¿El momento en que Schapiro parece oponerse
va general. La ofensiva se desata con la siguiente pregunta: ¿el error de más radicalmente a Heidegger no es también el momento en que su de-
Heidegger (demostración supuestamente adquirida) viene simplemente sarrollo se parece más al de su adversario? ¿Cómo se produce esta identi-
de la elección de un mal ejemplo? No, sucede que no supo analizar su pro- ficación mediatizada?
pio ejemplo e incluso si hubiera tenido razón de «ver» unos zapatos de La gran ofensiva comienza entonces en el momento en que Schapiro
campesina, le habría faltado lo esencial, «la presencia del artista en su finge imaginar, a través de una concesión táctica, unos zapatos de campe-
obra». Aquí está: «Is Heidegger's mistake simply that he cbose a wrong exam¬ sina pintados por Van Gogh. Para mostrar que aun en este caso Heideg-
ple? Let us imagine a painting of a peasant-iDoman shoes by Van Gogh, Would ger habría olvidado lo esencial, la presencia del artista en la obra, hay que
il not have made manifestjust those quality and that sphere ofbeing described by encontrar entonces los trazos de Vincent en el cuerpo de la campesina,

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Vincent como campesina. Más aún, la campesina Van Gogh en sus zapa- remitirse su imagen, a identificarse en más de un rasgo. Por supuesto, la
tos. Esto llega lejos pero sería aún más interesante si los protocolos de es- identificación no será completa y la correspondencia tendrá sus límites.
ta identificación fuesen otros. Pero poco importa. Ahora se trata de poner Como en todo par. Y sin embargo, cuando Schapiro opone este autorre-
un rostro sobre (en) los zapatos, el rostro del signatario. Vincent Van Gogh trato a Heidegger, su acento recuerda el de El origen; «Yet Van Gogb is in
fuit bic. Lo que Heidegger habría olvidado, ignorado {overlooked), es lo some -ways like the peasant; as an artist he works, be is stubbornly occupied in a
«personal» y lo «fisionómico» de esos zapatos. A diferencia de los zuecos persistent task that is for him his inescapable calling, his life (...) that part of the
de madera que pintó en otros momentos (zuecos de campesino, claros, costume with which we tread the earth and in which we locate the strains of mo-
limpios y sin traza de uso, y por lo tanto impersonales), a diferencia de las vement, fatigue, pressure, heaviness —the burden of the erect body in its contact
chancletas de cuero (chancletas de campesino, vistas de espaldas), aquí with the ground. They mark our inescapable position on the earth.»
muestra los zapatos de frente, viniendo hacia nosotros, mirando al espec-
tador (as iffacing us), apuntándonos, rostro que mira o es mirado con in- —Sí, hay efectivamente este retorno a la tierra y esta concentración
sistencia, con unos trazos individuales, unas arrugas, un «retrato verídico de un mundo del artesanado en los zapatos, la labor campesina, etc. Se tra-
de zapatos envejecidos» (veridical portrait of aging sboes). U n poco como ta del mismo «pathos». Pero los enunciados de Schapiro se legitiman en
cuando uno dice «Retrato de un viejo» o mejor aún, para prolongar la in- la analogía entre el pintor y el campesino. L o que Heidegger no hace.
tención de Schapiro: a portrait of the artist as oíd tbing.
La atadura está tan ajustada (absoluta) que se borra o se absuelve: los —No es ni tan seguro ni tan simple. Esta analogía es ciertamente,
zapatos pintados no solo son los zapatos reales y realmente presentados de en principio, un tema de Van Gogh: soy un campesino, soy un zapatero,
Vincent real y presente, no solo corresponden a sus pies: son Vincent Van pertenezco a este mundo, y cuando me pinto a mí mismo, tan frecuen-
Gogh de pies a cabeza. Calzar iguala ser, que se restituyan todas sus con- temente —
secuencias.
La cabeza: Vincent firmó ahí el autorretrato, ilustró su firma, sujeto —El hecho de que Van Gogh diga y pinte tan a menudo «yo», ¿no
de los zapatos pintados, y si en este autorretrato disimuló los pies, no se- constituiría una «circunstancia atenuante» para Schapiro en esta oportu-
ría para abandonar unos zapatos vacíos (sobrantes) sino porque esos zapa- nidad, como lo era la ideología «campesina» del pintor para Heidegger?
tos son el rostro de Vincent: el cuero de su piel envejecida, arrugada, car-
gada de experiencia y de fatiga, surcada por la vida y sobre todo muy fa- —Nadie está acusado, ni sobre todo condenado, ni siquiera bajo sos-
miliar (heimlich). Si los zapatos habitados por fantasmas no tienen pie, se- pecha. Hay pintura, escritura, restituciones, eso es todo. ¿Quién conoce
ría para quedarse, desatados, más abajo de la planta pero para estar, más aquí a Van Gogh, Heidegger, Goldstein, Schapiro? Este cuadrado —
arriba de cualquier otro miembro, absolutamente atados: la atadura cons-
tituye aquí otro cuello. Levanta hasta el rostro, tranfigura. Los zapatos —En cierto modo, cuando Heidegger propone en El origen volver
transfigurados están levitando, como aureolas de sí mismos. Dejar de mi- más acá de la oposición tardía entre el artista y el artesano (el trabajador
rar hacia lo bajo, lo muy-bajo (los pies, los zapatos, el suelo, el subsuelo) manual) y repensar la tejne o el tejnites (que abordaremos más adelante), se
y mirar, una vez más (sigan a la campesina), hacia lo alto, lo muy-alto, el adentra también en este espacio de la analogía entre el pintor y el campe-
rostro dando la cara, la Cara. sino. Para responder a esta pregunta, será necesario tomar la decisión de
Uno podría tener la impresión de estar, en relación con El origen, en leer este pasaje, que vengo anunciando desde hace tiempo, sobre la firma,
el otro polo. Heidegger tiraba hacia lo bajo, hacia la tierra, el abismo, etc. el trazo y la atracción.
No hacia el rostro de la subjetividad. Y sin embargo.
Y sin embargo, a pesar de o a causa de esta oposición máxima, las de- —He aquí que, de pronto, todo parece concordar extrañamente entre
claraciones entran en connivencia, empiezan a parecerse extrañamente, a Heidegger y Schapiro. ¿No es inquietante?

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—La consonancia se mtemimpe cada vez que Schapiro dice «self», mo Schapiro en todo caso se apresura a deddir, que «mi otro Yo» es yo
«self conscious», «selfawareness», «own», «portrait»: remite todo a una cons- mismo, es Yo, y sobre todo que su fantasma es Yo, hay que querer dormir
dencia de sí, a una subjetividad a la que Heidegger no se entrega nunca 22
con toda tranquilidad. ¿Qué es «mi fantasma»? ¿Qué quiere decir la lo-
sin reservas, y que interroga siempre como una época de la metafísica: cución: el fantasma de mi otro Yo?, ¿mi otro Yo, soy yo mismo o un Yo
aquella que, desde Descartes, intenta asegurarse con la subjetividad un otro, un otro que dice Yo?, ¿o un yo mismo que no es él-mismo sino divi-
suelo de certidumbre (una roca o un zócalo inconmovibles, sobre los cua- dido por el fantasma de su doble? A partir del momento en que hay fan-
les la suela adherente ya no patina esta vez). Digamos en esta ocasión que tasma o doble como espectro, la lógica de la identificadón, ¿es necesario
Schapiro se engaña al hablar de un «concepto del poder metafísico del ar- insistir en ello?, no se acalla tan fácilmente como parece creerlo Schapiro.
te» que seguiría siendo una «idea teórica» y al atribuir todo esto a Hei- Si digo: estos zapatos son el fantasma de Van Gogh, del otro Yo fantasmá-
degger. Es precisamente esto lo que se pone en cuestión en El origen, de tico de Van Gogh, la osdladón del genitivo traduce por sí sola el males-
modo sistemático. Y no es seguro que se encuentren más trazas de ello en tar, el Unbeimlichkeit de la cosa: el fantasma de Van Gogh como el que él
Heidegger que en la mayoría —al menos— de los teóricos de la pmtura. es o como el que tiene dentro de él o delante de él y que lo habita, otro,
Los presupuestos metafísicos me parecen más presentes y más determi- entonces, el fantasma (que es otro) en él como el de un otro, etc.
nantes en la Nota de Schapiro.
—¿Pero entonces, la obsesión de esos zapatos? ¿Son un fantasma (un
— Lo que acaba de decirse sobre los zapatos como retrato del pintor- pedazo de fantasma, un miembro fantasma)? En ese caso, ¿son el fantas-
campesino-en acdón podría confirmar la sugerenda de hace un rato: los ma de Van Gogh o el fantasma del otro Yo de Van Gogh, y qué quiere de-
zapatos están en pintura ahí, están ahí para (¿figurar, representar, destacar, cir entonces el otro Yo? O bien, sin ser ellos mismos fantasma, tienen algo
2
de-scribir?) ' la pintura en acdón. N o para ser atados a los pies de tal o de de fantasma, son el lugar propido para tener, hacer volver, tomar o rete-
cual, en el cuadro o fuera de él, sino ahí para-la-pintura (y viceversa). ner el fantasma, ¿y cuál?, ¿el suyo o el del otro (separable)? ¿Del incons-
riente del otro?
—¿la pintura en acdón, como el pintor en acto, como la producdón
pictórica en su proceso? —No responderemos a esta cuestión aquí pero hay que ver cómo es-
tá ligada a la del par que ustedes se niegan a oír desde hace un rato. U n
—por lo que hay de restancia pictóñca, fórmula que no se reduce a nin- anáhsis espectral d d dos de los zapatos debería decimos cómo van: indu¬
guna de las otras pero que tengo que abandonar aquí a su ehpsis. El hilo so si van juntos y entonces cómo, y si le van a los pies y entonces cómo, y
tira, por otra parte. si van a los pies y entonces cómo. Ir con en el primer caso, irle a en el se-
gundo, pero irle a no quiere decir encaminarse a (tal o cual lugar). Para ir,
—Apenas había comenzado a leer esta segunda parte de la Nota de en los dos casos, irjuntos, o irle-a, dos zapatos deben, es una de las condi-
Schapiro, esta identificadón con el adversario. ciones indispensables, formar un par. En prindpio. Pero en cuanto ya no
Hay esa referenda a Knut Hamsun describiendo sus propios zapatos. van a ningún lado, en cuanto están desatados, aislados, desenlazados, ya
Schapiro lo opone a Heidegger. Espedahnente cuando Hamsun escribe: no pueden formar el par. El par se separa. ¿Cuál es entonces el espectro
«(mis zapatos) me afectaban como el fantasma de mi otro Yo —una parte de posibilidades o la posibilidad de los espectros? Los zapatos pueden es-
viva de mi propio yo». Para concluir con esto, como parece hacerlo y co- tar desemparejados, pertenecer cada uno a otro par que los sigue habitan-

22. Derrida utiliza la expresión "dormir sur ses deux oreiUef, intraducibie, que signifi-
21. Derrida utiliza el verbo dépeindre ("describir") escribiéndolo "dé-peindre" que li- ca dormir completamente tranquilo y se opone a "ne dormir que d'un onT ("dormir con un
teralmente significaria "des-pintar". [N. de los T.] ojo abierto y otro cerrado"). [N. de los T.]

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Restituciones

do. Pero en este primer caso de desemparejado, todavía pueden ir o por


lo menos andar si la medida y la doble orientación (derecha e izquierda) lo
permiten. Es una primera posibilidad, casi «normal», aunque el desempa-
rejado, señalado por otros trazos, haga cojear o torcer la experiencia in-
quieta que tenemos en este caso. Segunda posibilidad: un solo zapato. Ya
hemos hablado de ella. ¿Par amputado? ¿Zapato amputado del par al que
pertenece? ¿Habitado por el otro? ¿Triunfante y soberano, solo al fin, y
captando toda la catexis fetichista?, ¿o narcisista? ¿Doble mejor juntado
del muerto o de la muerta? ¿Erección del cojear? ¿Eliminación del doble?
¿Miseria o soberanía monumental de lo inurilizable? Todas estas investi-
duras son posibles, restan, abiertas a la sintaxis de todos los espectros. Ter-
cera posibilidad (estoy seguro de que voy a olvidar alguna): dos zapatos
derechos o dos zapatos izquierdos. Imponibles, no unlizables, en princi-
pio. En todo caso no van juntos sin lastimar a quien los lleva, a menos que
tenga los pies de un monstruo. Pero los dos zapatos, entonces separados
de su porte y de su uso, se reflejan mejor el uno en el otro. Cada uno es
extrañamente el doble del otro. La capitalización de la obsesión encuen-
tra un beneficio suplementario en esto, puede combinar las posibilidades
precedentes, desplegarlas, aumentarlas. Esta tercera posibilidad se divide
en dos: 1) Los dos zapatos derechos o los dos zapatos izquierdos pueden
pertenecer, en un origen que sigue habitándolos incluso si se han separa-
do de él, a dos pares diferentes. Cada uno de ellos se separó por sí mismo
pero deja su marca en cada zapato. Una marca reconocible y esta diferen-
cia entre los dos zapatos derechos o los dos zapatos izquierdos termina por
romper un poco lo que tenían de superponible y entonces de inquietante,
de cojo, de torcido; esboza un re-apareamiento muy rápidamente inhibi-
do. 2) Los dos zapatos derechos o izquierdos son exactamente semejantes,
pertenecen a dos pares (separados uno del otro y de sí mismos) que.no tie-
nen otra diferencia más que la numérica. Uno creería ver doble: dos úni-
cos perfectamente idénticos. Ficción alucinógena. E l apareamiento, la
com-paración misma, incluso la apuesta." Porque una apuesta supone
siempre comparar. Aunque es necesario que una diferencia lo permita. ¿Pe-
ro cuando ya no hay diferencia? ¿Se dirá entonces, como acabamos de ha-
cerlo, que la apuesta se vuelve imposible? O por el contrario, ¿que no que-

23. La palabra utilizada por Derrida espari. Su traducción impide mantener el juego
entre los significantes.

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Jacques Derrida Restituciones

da más que apostar?, ¿que no hay más que apostar? En el caso de los zapa- no sé, y olvido alguna, omito la sintaxis detenninante de las variaciones se-
tos, el par arreglaría todo en la medida en que el estar-con de los dos in- cundarias, en particular las de las medidas.
dividuos (completos incompletos, todo y partes) no suprime, conserva por
el contrario, supone y señala una diferencia. Esta se refiere, en lo esencial, —Pero este análisis espectral, ¿se refiere a los zapatos reales o a los
a la sola orientación (de esto se trata en toda la estética de Kant) y a la so- zapatos en pintura?
la orientación de un «cuerpo propio». La comparación en este otro sentido
es entonces posible: [no] más apuesta. —Los que restan, según la restancia de la que hablo. Lo espectral del
anáhsis desafía la distinción entre los zapatos reales y los zapatos en pin-
—¿[no] más apuesta? tura. N o la borra, la desafía y la duplica. E l anáhsis espectral se refería, en
verdad dirían ellos, pero burlando también la verdad, a la relación de los
—¿Se diría entonces que Schapiro, Heidegger y algunos otros ha- zapatos «pintados» con los zapatos «reales». N o forman un par, y tanto
brán, delante del cuadro, muy razonablemente apostado por el par?¿Ha- menos cuanto que el simulacro del doble alcanzaría aquí una perfección
brán jugado el par?¿ Y esto ([no] más apuesta) para evitar los riesgos de la alucinante. La relación de obsesión que trabaja lo desparejo (y entonces el
apuesta? L o que no han logrado hacer, puesto que hay que contar con la par) es irreductible a todo el mimetologismo (no digo la mimesis) que rei-
apuesta del inconsciente o el inconsciente de la apuesta, si prefieren. na en la filosofía o en la teoría filosófica (es decir, algunas veces científica)
Siempre más apuesta. De modo que la trampa anda siempre en los trazos de la pintura, en todas sus oposiciones, en todos sus pares de categorías.
ya sea que engañe, deje andar o paralice. Más apuesta, no más apuesta. Porque un par anda con oposiciones simétricas, armoniosas, complemen-
Han apostado por el par, por la comparación, por una apuesta que limi¬ tarias, dialécticas, con un juego regulado de identidades y diferencias.
te los riesgos de una apuesta absoluta, que se limite y se ajuste a sí misma
hasta estrangularse. Hasta atarse para no absolverse. Porque lo tortuoso —Pero lo desparejo (lo dispar), ¿no permite que aparezca mejor la
se fundamenta en que la apuesta absoluta no debe exluir jamás lo dispar o verdad, la paridad del par, la relación consigo del par o de la pareja
lo impar absoluto. Han apostado, entonces, de buena o mala gana, contra
la posibilidad de la apuesta. Llamaremos dispar lo que abre el fort:da de la —no es exactamente lo mismo.
medida, el juego del des/aparecer, la posibilidad del desemparejamiento.
Haber engañado al destino y provocado una apuesta imposible: esto es lo —¿o pensar mejor el par como tal?
que queda entonces de Van Gogh: la genialidad de su impar,
—pensar mejor su reparación, sin duda, por vendar, curar, vendar ahí
—Retomo el análisis espectral de este dispar. Segunda hipótesis, en- donde el-la-los-las doble(s) band¬
tonces, de la tercera posibilidad, dos zapatos derechos o izquierdos que no
—Dejemos aquí el espectro de lo impar. Cuando se quiere hablar de
se distinguen más que por el «número». Cada zapato es entonces el doble
zapatos que restan, hay muchos, multiplicidades de pares más o menos
perfecto del otro: jamás el par habrá estado más prohibido. El doble es
desparejos, por ejemplo, como en ese otro cuadro de Van Gogh (Trespa-
tanto más lo que es
res de zapatos de los cuales uno exhibe, con todos los clavos al aire, su par-
—/Doppelgänger! te de abajo), hay que saber detenerse. ¿Es posible? L o dispar o lo impar es
que siempre hay un zapato de más, o de menos, un tercero o un primero.
—cuanto que no va. N o va con su doble perfecto. Inadaptable: al otro, Hablábamos de Knut Hamsun a quien sus viejos zapatos impresionaban
al par, a los pies, al andar. como «el fantasma de otro Yo». ¿Sabía Schapiro que Knut Hamsun es una
Este es el espectro. ¿He agotado las posibilidades? Cuatro o cinco, ya referencia preciosa para Heidegger? ¿También aquí hay un rasgo de iden-

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Jacques Derrida Restituciones

tificadón entre los que intercambian correspondencia? Hamsun está cita- estar-en-camino, en tanto que (no) pasa por nada. En Zeh und Sein, la ex-
do, por ejemplo, en la Introducdón a la metafísica. Y unas páginas antes de periencia que reladona la presencia con la ausenda (Anwesen/Abwesen) es
esta alusión de Heidegger a un «ese cuadro de Van Gogh», muy breve y llamada unheimliche.
señalada en nota por Schapiro que podía leer en ella por lo menos una crí-
tica de la re-presentadón mimètica de un modelo: «Ese cuadro de Van —Ousíay grammé, que lleva este pasaje como exergo, habla también
Gogh: un par de gruesos [o groseros, derbe] zapatos de campesino. La ima- de una clave de la esentia.
gen no respresenta estrictamente nada (Das Bild stellt eigentlich nichts dar).
Sm embargo es con lo que está allí (da ist), con lo que uno se queda solo —Y hay en la cita de Hamsun que hace Heidegger, un «agujero»
enseguida, como si uno-mismo, una tarde de otoño, mientras que arden (Loch) que no es «ni siquiera un agujero», como ese «agujero» (Locb tam-
los últimos fuegos de patatas, volviera del campo con su pico, cansado, ha- bién) de Kant que inducía a pensar, en "El sin del corte puro", con y sin
cia la casa. ¿Qué es ahí ente [Was ist da seiend: no hay que tranformar esta Kant, un sin sin falta, «sin negatividad y sin significadón», un no sin no ne-
sintaxis so pena de alterar lo esencial]? ¿La tela? ¿Las pinceladas? ¿Las gativo. ¿Se ve este no sin u otro en estos zapatos? N i siquiera hay un agu-
manchas de color?». jero en ellos.
¿Es el mismo cuadro que en El Origen? ¿Cómo decidirse? La cita que
Heidegger hace de Hamsun no tiene ninguna reladón directa con este —Este es Hamsun citado por Heidegger. ¿Es otro el que merodea
cuadro ni con zapatos, como era el caso en la de Schapiro. Y sin embargo: por la Naturaleza muerta de Schapiro? Habla de dos orejas, de un par de
pertenece, en la Introducdón a la metafísica, al mismo movimiento que la orejas quizás, inseparables aparentemente, pero cuyo ser-doble permite a
breve alusión que acabamos de leer a un cuadro de Van Gogh. Se trata de la estereofonía de lo vacío dejarse oír. Rumor sin origen, la nada está ahí
despejar la pregunta «¿cuál es el ser del ente?». El cuadro de Van Gogh sin estar ahí. N i siquiera un agujero. Hay que estar sentado entre sus ore-
es uno de los ejemplos de lo que está ahí (da), del ente, de lo que es, de lo jas, ¿cómo es posible?, para oír. «El poeta dice: "Aquí está sentado entre
que está presente, y entonces ahí (da). Se acerca a otros ejemplos de tipo di- sus orejas y escucha el verdadero vado. Completamente cómico, una fan-
ferente pero que tienen en común el estar ahí, como ente (el edifido del tasmagoría (Himgespinst). En el mar ( A iba a menudo cerca del mar an-
liceo, una cadena de montañas, el pórtico de una iglesia románica, un Es- tes) se agitaba (sin embargo) algo, y había (gab es) allá (dort) un rumor
tado, etc.) pero del cual es difícil decir en qué consiste el ser del ente que [Laut: entre el ruido y la voz], algo audible, un coro de las aguas. Aquí
permite en cada oportunidad decir que el ente es. Lo que es, como ser de —la nada encuentra la nada y no está ahí (ist nicbt da), n i siquiera es un
este ente, no es (el ente). Cierto pensamiento, cierta experiencia de la na- agujero. N o se puede sino sacudir la cabeza como signo de abandono [de
da (de lo no-ente) se necesita para acceder a esta cuestión del ser del ente T
rendición, de resignadón: Ergebungsvoll\ '.»
y también a la diferencia del ser y el ente. Tenemos que ir muy rápido
aquí. Este pensamiento de la nada es ajeno a la cíenda que no se ocupa si- —Vuelvo con retraso, tuve que abandonarlos en el camino. ¿Respon-
no del ente. Le corresponde a la filosofía o a la poesía. Hamsun es invo- dieron a mi primera pregunta? ¿Quién dijo, ya no recuerdo, « N o hay fan-
cado como poeta que se abre al pensamiento de la nada, en «este verda- tasmas en los cuadros de Van Gogh, n i visiones, n i alucinaciones. ¿Es una
dero discurso de la Nada (wahre Rede vom Nichts)» que «sigue siendo in- verdad extrema...»?
sólito (ungewöhnlich)». Como para Schapiro, Hamsun es aquí el poeta de
lo insólito. Lo fantasmático no está lejos. La relación que despega el ser —Artaud habría protestado aquí contra otra manera de «suiddar» a
del ente sin convertirlo en otra cosa, otro ser, sino solo en una nada, un Van Gogh (Van Gogh, el suicidado de la sodedad). Esta alegación de fantas-
no-ente que está ahí sin estar ahí como ente presente, esta relación tiene
mas o de alucinadones sería una maniobra de la sociedad, delegando su
algún tipo de connivencia con la obsesión. El Unheimlichkeit es la condi-
policía psiquiátrica
d ó n —entiendan esta palabra como quieran— de la cuestión del ser, de su

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Jacques Derrida Restituciones

—¿pero «suicidar» a alguien, es hacerlo volver como fantasma o ha- abiertos al insconsciente del otro. En alquiler según otra tópica o la tópi-
cerlo quedarse, como fantasma, donde está, bastante bien enterrado en su- ca de otro. En alquiler, de saldo, en la subasta, al azar, para tomar por don-
24
ma, sin disponer más que de sus pasos? Paso de espectro. Sin nombre. de se pueda pero sin poseerlos jamás, menos aún guardarlos. Solamente
para devolver si se cree tenerlos, y para creer dar si no se los tiene. Cuan-
—Es en su nombre que se muestra <se rend> Van Gogh. do Artaud protesta contra los fantasmas

—Según Schapiro, Van Gogh (alias J.-C.) en sus zapatos se reprodujo —Atención. Protesta en nombre de cierta verdad, sin sujeto, sin ob-
él mismo. En un autorretrato uno se reproduce a sí mismo. Para sí mis- jeto, acordada a una música que vuelve a menudo en su texto (a pesar de
mo. Habría que anexar el problema del narcisismo al del fetichismo y re- su «preferencia», a causa de ella, Van Gogh sería un «músico formida-
tomar todo, desde la base. N o habríamos terminado de hacerlo. ble»). Encontramos entrelazados todos los motivos de nuestra correspon-
dencia. ¿Pero qué es un motivo? Y la exclusión aparente de fantasmas, de
—Pero reproducirse no tiene el mismo sentido que las dos locucio- estos y no de aquellos, está únicamente destinada a dejar volver la inquie-
nes: reproducirse <se rendro en pintura y devolverse <se rendro algo a sí tante extrañeza, la «sensación de oculta extrañeza». Escuchen la pintura.
mismo, pagarse Nos «despojaría», según Artaud, de la «obsesión», de «hacer que los ob-
jetos sean otros», «de osar al fin correr el riesgo del pecado del otro...».
—en este caso, su cabeza, o su oreja o sus zapatos. Dirigirse <se rendro Escuchen la pintura: «No, no hay fantasma en los cuadros de Van Gogh,
a algún lado sería un tercer sentido, el de los zapatos precisamente. Y en- no hay drama ni sujeto, y ni siquiera objeto, yo diría, porque el motivo
tregarse a alguien sería, para quien se entrega en una rendición, un cuarto mismo, ¿qué es?
sentido. Van Gogh ha reproducido <a rendu> sus zapatos, se ha reproduci- »Sino algo como la sombra de hierro del motete de una inenarrable
do <s'est rendu> en sus zapatos, se ha dirigido <s'est rendu> con sus zapatos, música antigua, como el leit-motiv de un tema desesperado de su propio
se ha rendido <s'est rendu> a sus zapatos, se ha devuelto <s'est rendu> sus za- sujeto.
patos. Todos los sentidos se anudan y desanudan en el lazo de esta sintaxis.
Se trata de naturaleza pura y desnuda y de pura vista, tal como se re-
vela cuando uno sabe acercársele lo suficiente.
—Con todos los zapatos ahí, de saldo, podemos entonces comparar,
[...]
aparejar, desemparejar, apostar o no al par. La trampa es la fatalidad de la
Y no conozco pmtura apocalíptica, jeroglífica, fantasmática o patéti-
apuesta. La lógica de lo dispar. También se puede tratar de comprar la
ca que me produzca esa sensación de oculta extrañeza, de cadáver de un
trampa y llevársela a casa, como un tributo, o como uno cree llevarse al-
hermetismo inútil, con la cabeza abierta, y que devolvería <rendrait> su se-
go en la suela de zapatos pintados. Con todos esos zapatos ahí —porque
creto en el tajo».
ha pintado muchos y a pesar del «sin idioma», nos gustaría que ceda la
causa muy singular de un encarnizamiento semejante: ¿qué hacía, precisa- —Habría que «devolver» <rendre>, entonces, al separarnos. E inclu-
mente?— como un tributo inapropiable. ¿Puede ser atribuido un fantas- so al abandonar.
ma?¿Puede decirse «el fantasma de» si no puede decirse «los zapatos de»?
No hay justicia distributiva para este tributo. Los zapatos siguen estando —Devolver ese secreto sin embargo legible en la carta misma, «her-
metismo inútil» del resto cifrado.
24. El texto original dice: "Pos de revenant. Pos de noni". Como se ha dicho, pos signi-
fica "paso", pero es también el segundo ténnino de La negación en francés. Así, hay por lo —Pero la separación ya es en sí, en la palabra, en la carta, en el par, la
menos cuatro versiones posibles: "Paso de espectroVNo espectro" - "Paso de nombre"/ apertura del secreto. El nombre lo indica. Habría que devolver ese secre-
"Sin nombre". [N. de los T ] to ya legible, como un resto de cifra inútil.

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Jacques Derrida

—No hay que devolver nada. Solamente apostar por la trampa como Espacios del Saber
otros juran sobre una biblia. Habrá habido que apostar. Eso da para de-
volver. Para reponer.

—Eso acaba de partir.


17. M. Cacciari, El dios que baila
18. L . Ferry y A. Renaut, Heidegger y los modernos
—Eso vuelve a partir.
19. M. Mafessoli, El instante eterno. El retorno de lo trágico e
las soáedades posmodernas
—Eso acaba de volver a partir. 20. S. Zizek, El espinoso sujeto
21. A. Mine, vmrw.capitalismo.net
22. A. Giunta, Vanguardia, internacionalismo y política
23. J. Derrida, Estados de ánimo del psicoanálisis
24. J. Tono Martínez (comp.), Observatorio siglo XXI
Reflexiones sobre arte, cultura y tecnología
25. E . Grüner, Elfinde las pequeñas historias
26. P. Virilio, El procedimiento silencio
27. M. Onfray, Cinismos
28. A. Finkielkraut, Una voz viene de la otra orilla
29. S. Zizek, Las metástasis del goce
30. I. Lewkowicz,, Sucesos argentinos
31. R. Forster, Crítica y sospecha
32. D. Oubiña, J. L. Godard: El pensamiento del cine
33. F. Monjeau, La invención musical
34. P. Virno, El recuerdo del presente
35. A. Negri y otros, Diálogo sobre la ghbalizacwn, la multitu
y la experiencia argentina
36. M. Jay, Campos de fuerza
37. S. Amin, Más allá del capitalismo senil
38. P. Virno, Palabras con palabras
39. A, Negri, Job: la fuerza del esclavo
40. I. Lewkowicz, Pensar sin Estado
41. M. Hardt, Gilles Deleuze. Un aprendizaje filosófico
42. S. Zizek, Violencia en acto. Conferencias en Buenos Air
43. M. Plotldn y F. Neiburg, Intelectuales y expertos. La
constitución del conocimiento social en la Argentina

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