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Índice
Sinopsis Capítulo 24
Capítulo 1 Capítulo 25
Capítulo 2 Capítulo 26
Capítulo 3 Capítulo 27
Capítulo 4 Capítulo 28
Capítulo 5 Capítulo 29
Capítulo 6 Capítulo 30
Capítulo 7 Capítulo 31
Capítulo 8 Capítulo 32
Capítulo 9 Capítulo 33
Capítulo 10 Capítulo 34
Capítulo 11 Capítulo 35
Capítulo 12 Capítulo 36
Capítulo 13 Capítulo 37
Capítulo 14 Capítulo 38 3
Capítulo 15 Capítulo 39
Capítulo 16 Capítulo 40
Capítulo 17 Capítulo 41
Capítulo 18 Epílogo
Capítulo 19 Agradecimientos
Capítulo 20 Próximo Libro
Capítulo 21 Sobre la Autora
Capítulo 22 Créditos
Capítulo 23 ¡Visítanos!
Sinopsis
Avispones #2
Del sufrimiento han surgido las almas más fuertes; las personalidades más sólidas
están plagadas de cicatrices.
—Khalil Gibran
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Capítulo 1
Un sudor frío erizó la piel de Tehani y la heló hasta los huesos, pero no se
atrevió a temblar, demasiado aterrada de disparar el dispositivo. No quería
terminar como Bita. El marido de ellas le había atado una bomba la semana pasada
y la había enviado a la embajada estadounidense en Kabul, como castigo por su
infertilidad, a pesar de que ninguna de sus esposas había quedado embarazada
aún y Tehani estaba empezando a sospechar que el problema venia de su extremo
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y no del de ellas. Aún así, él había dicho que el único camino para que Bita
recuperara su honor era convertirse en una mártir. Y Bita le había creído.
Prácticamente le había rogado que le permitiera demostrar su lealtad.
Pero Tehani no era Bita y ella no creía que su palabra fuera ley. No era más
que un horrible hombre que tomaba esposas cuando eran demasiado jóvenes, y
pensaba en ellas como objetos para ser utilizadas hasta que se cansaba de ellas.
Ella no era desechable. No era un objeto. Ella era Tehani Niazi, de dieciséis
años de edad. Tenía un hermano, una cuñada, y un sobrino. Quería ir a la escuela y
estudiar leyes para asegurarse de que hombres como su marido fueran castigados.
Tenía sueños, metas, y ninguna de ellas incluía morir por Jahangir Siddiqui.
El viento silbaba a través de los pasillos del antiguo recinto militar que
Jahangir había reclamado cuando los norteamericanos la abandonaron. Apretó sus
dientes, negándose a estremecerse mientras el frio maltrataba su piel expuesta. El
delgado vestido rojo no era adecuado para el invierno en las montañas, y había
perdido su bufanda para la cabeza mucho antes de que los hombres de su marido
la capturaran. Si huía otra vez, el frío la terminaría tan fácilmente; si no igual de
rápido, como la bomba.
Además, correr no era una opción esta vez. Dos hombres habían sido dejados
para montar guardia en su puerta durante la noche. Ellos fueron quienes la habían
despertado hace sus quince minutos y le pusieron un chaleco que llevaba la
bomba. Ahora se encontraban en sus puestos una vez más, de espaldas contra sus
súplicas de ayuda. Ambos creían en los objetivos de su marido y pronto le
cargarían en un auto y la llevarían a un restaurante en Kabul popular entre los
extranjeros.
Tal vez podría hacerla estallar aquí. Por lo menos entonces sólo mataría a los
hombres leales a su marido y no a personas inocentes que sólo esperaban por
almorzar en un restaurante.
Con mano temblorosa, tocó uno de los cables de color, siguiendo su camino
desde un cilindro a una caja pequeña en la parte inferior del chaleco. Si sacaba éste,
¿detonaría la bomba? Agarró el alambre, pero lo soltó sin tirar y miró hacia sus
guardias. Tal vez debería esperar hasta que más hombres la rodearan. Dos
hombres no harían ningún daño a los planes de su marido. En la mente de él, los
guerreros eran tan desechables como las esposas que se portaban mal. ¿Pero si
eliminaba a una docena o más? Sus planes no serian arruinados, pero le tomaría
tiempo sustituir a los hombres que había perdido.
No ocurrió nada.
Las lágrimas ardían en senderos por sus mejillas y agarró otro cable y otro.
Todavía nada.
Zakir.
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bien recortada y cuidaba su apariencia. Sus ojos eran de un rico, marrón tan
oscuro, que parecían negros, pero no estaban sin alma como los de su marido.
Siempre le había gustado él y la traición le dejó un sabor amargo en la boca. ¿Cómo
pudo haber estado involucrado en este último tormento?
Él miró por encima del hombro, y luego se puso de pie, moviéndose tan
rápido que le tomó a su cerebro un segundo completo ponerse al día con él. La
tomó en sus brazos y la tenía medio cuerpo fuera de la ventana antes de que
incluso pensara en luchar contra él. Ella envió volando un puño y él lo esquivó,
pero no fue lo suficientemente rápido. Lo golpeó a un lado de su cabeza.
—¡Maldición!
—¡Eres americano!
—Voy a bajarte por la ventana —dijo—. Corre por los árboles. Estaré justo
detrás de ti.
***
Tehani esperó por él justo dentro del límite de los árboles, temblando y con el
rostro blanco. Eso tiró de sus fibras sensibles, pero no podía tomarse el tiempo para
consolarla. Tampoco podía cargarla. La agarró del brazo y la arrastró detrás de él
hasta que llegó al lugar en un camino frondoso dónde había escondido un vehículo
anoche.
Más estática, pero le pareció oír una voz por debajo de ella.
—¿Eres americano?
—Sí, lo soy.
Ese era el plan, pero no iba a pasar si no lograba volver en una sola pieza.
Él le sonrió.
Maldita sea.
El problema era, que Zak no podría irse a pie tampoco. Con la forma en que
su tobillo latía al ritmo de su corazón, no llegaría lejos, y si no aparecía por ese
puesto de control, los hombres comenzarían a peinar la montaña. A pesar de que el
pueblo de Tehani estaba a sólo unos kilómetros de distancia, nunca lo lograrían.
A menos que…
—¿Por mí cuenta? —preguntó ella, con un temblor en su voz—. Creo que sí,
pero ¿qué hay de ti?
—Yo voy a distraer a estos hombres, voy a asegurarme de que tienes tiempo
para escapar. —Empujó los archivos en sus manos—. Lleva esto contigo y dáselo al
primer soldado estadounidense que veas. Es muy importante. ¿Puedes hacer eso?
—Vete. Cuídate.
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La sorpresa lo atravesó.
—Será si Siddiqui logra poner sus manos en ella. Es por eso que es tan
importante darles esos archivos a los soldados estadounidenses, ¿de acuerdo?
Serán capaces de detenerlo.
—¿Vas a morir?
—Probablemente.
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Capítulo 2
Everglades, Florida
La bota de Seth Harlan pisó tierra blanda donde hace segundos había habido tierra
firme, y su pie resbaló.
Ay, mierda.
Vio la caída aproximarse, pero tenía cero posibilidades de frenarse con la capa de
suciedad del fangoso pantano. Apenas tuvo tiempo de reaccionar más allá de levantar su
rifle para que no terminara atascado con lodo. Aterrizó de lado con un chapoteo sin gracia
en un charco de agua estancada. El hedor era increíble, el sabor aún peor, pero se quedó
donde estaba. Escuchado. Le dijo a su corazón que se calmara de una puta vez antes de
que se saliera de su pecho y diera su posición.
El otro miembro del equipo de inserción Alfa, Jean-Luc Cavalier, se agachaba detrás
del follaje en el césped seco, obviamente esperando a que él se pusiera las pilas. Todavía
estaban a un buen par de kilómetros del objetivo. Tendrían que arrastrar el culo si él iba a
lograr llegar a la posición antes de que la fuerza de oposición llegara con su "rehén".
—Alfa Dos, yendo hacia ti —dijo por la radio, porque la última cosa que necesitaba
era asustar a Jean-Luc y terminar esta misión con fuego amigo antes de que comenzara.
Él se arrastró en posición vertical y avanzó con dificultad por el barro, con cuidado
de no hacer más ruido del necesario. Costó unos valiosos minutos que no tenían, pero
finalmente llegó hasta Jean-Luc, que cayó detrás de él, y aceleró el ritmo para compensar
el tiempo perdido. Este era su espectáculo, otra prueba lanzada a él por Gabe Bristow, el
comandante de AVISPONES, y él no iba a meter la pata fallando su plazo para llegar a su
posición.
Utilizando imágenes de satélite de la zona, él y Jean-Luc habían repasado el plan de
cabo a rabo, al derecho y al revés, antes de dejar la seguridad de su base de operaciones.
Como a ochocientos metros del objetivo, le hizo señas a Jean-Luc para que fuera a la
izquierda, y él se fue por la derecha. Sabía exactamente donde tenía que establecer su
escondite, y sabía exactamente dónde se colocaría Jean-Luc, y cómo se desarrollaría su
incursión si el dato que Gabe les había dado era correcto.
Seth se arrastró más cerca, ahora a menos de cuatrocientos metros del lugar, y
encontró una buena posición de disparo detrás de un grueso tronco, medio podrido.
Estirándose sobre su barriga, utilizó algo de la flora local para cubrir su rifle y a sí mismo.
El zumbido de los insectos se hizo más fuerte, casi ensordecedor, y sospechó que un
enjambre se había reunido sobre su cabeza, pero no apartó la mirada de su mira
telescópica para confirmar sus sospechas. A media hora de la vigilia algo con muchas
1 Deliverance (titulada Defensa en España, Amarga pesadilla en México y Perú y La violencia está
en nosotros en Argentina) es una película de 1972 producida y dirigida por John Boorman. Está
basada en la novela del mismo nombre de James Dickey, quien tiene un pequeño papel de sheriff
en el film. El guion fue escrito por él mismo y por John Boorman (a pesar de no figurar en los
créditos).
2 En el Horario Militar estándar, que se basa en la rotación de la Tierra: 2400 horas probablemente
corresponde a un día terrestre estándar (donde 0000 es la medianoche y 1200 es el mediodía), por lo
que las 1400 serian las dos de la tarde.
patas se arrastró por su espalda, y el lodo cubriéndolo de pies a cabeza comenzó
endiabladamente a picar. Sin embargo, no movió ni un músculo.
Esperó. Observó. Escuchó. Tal como había sido entrenado para hacer en la escuela
de francotiradores.
Nada. Ningún bote, aunque el sonido continuó acercándose. Y entonces, ahí estaba.
Un hidrodeslizador volando al ras del agua turbia, despejó un bosquecillo de árboles y
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subió hasta la orilla cerca de la choza.
—Alfa Uno a Alfa Dos —susurró Seth, rompiendo finalmente el silencio de radio—.
Tengo los ojos en dos secuestradores llegando en bote. Sin señales del rehén.
—Afirmativo.
—Mantén tu posición. —Y así como así, mientras las palabras salieron de sus labios,
ellas lo transportaron fuera del pantano. Se oyó gritar esas palabras, la orden haciendo eco
entre sus orejas.
—¡Seth! —La voz de pánico de Omar Cordero llenó su cabeza—. Estamos bajo ataque.
¡Mierda! Hay cientos de ellos.
Seth no había esperado la emboscada, no había preparado a sus hombres para la posibilidad de
la misma. Y con su vehículo inhabilitado por una GC3, fueron presa fácil cuando otra ola de rebeldes
pulularon por la montaña.
La voz de Jean-Luc en su oído trajo a Seth de vuelta bruscamente al aquí y ahora con
fuerza vertiginosa. Su aliento cortó dentro y fuera de sus pulmones y un sudor frío y
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pegajoso recubrió su piel, erizándole la piel a pesar del aire bochornoso del pantano.
Mierda.
—Uno a Dos —dijo, y su voz sonaba como si hubiera hecho gárgaras con fragmentos
de vidrio. No se molestó en despejar la ronquera—. No copio. Dilo de nuevo. Cambio.
Seth reenfocó su mira. Los dos secuestradores sacaron a una figura encapuchada del
bote y prácticamente lo lanzaron por encima del borde. Tropezó cuando aterrizó y plantó
la cara en el barro del pantano hasta que sus captores lo alzaron de nuevo bruscamente. El
tipo se sacudió contra las cuerdas que ataban sus manos, trató de liberarse y correr. Sus
Otra respiración. Dentro y fuera. Maldita sea. Tenía que enfocarse. No era el cautivo
aquí, pero si esto fuese una situación real, él era lo único que se interponía entre el rehén y
el tipo de recuerdos que mantenía a un hombre despierto toda la noche jugando al póquer
en línea. Escaneó la distancia, calculó, y deseó endiabladamente haber tenido un
observador para volver a comprobar sus cálculos. Tenía un disparo.
El corazón de Seth latía con tanta fuerza que no escuchaba nada más que el ruido
sordo del golpeteo de la sangre en sus oídos. Un sudor frío le corría como un río por la
espalda, pero forzó a sus manos a estabilizarse mientras revisaba el alcance, ajustó los
diales por última vez, y se ocultó en su posición boca abajo hasta que sus huesos le
sostenían en lugar de sus músculos. Su rifle descansaba en una ranura natural en el tronco
en frente de él. Preparado. Esperando su orden para hacer su trabajo.
Agua del Ártico se derramó a través de sus venas, enviando escalofríos a través de
su cuerpo. Conocía la sensación de un cañón contra su cabeza demasiado bien, había
vivido con eso día tras día durante quince meses, preguntándose cada vez si sería la
última en que sus captores lo atormentaran con la posibilidad de la muerte.
La puerta de la cabaña se abrió de golpe y Gabe Bristow salió cojeando al claro y sin
su bastón.
—Reinhardt, suficiente.
—Los hombres del jefe llegando en tu rescate una vez más, novato. ¿Cuándo te
crecerán las putas bolas y te defenderás tu mismo?
Seth se puso en pie.
—Retrocede, Reinhardt.
—¿O qué? ¿Me pondrás una bala? Fallas la mitad del maldito tiempo. —se burló
Ian—. ¿Dónde está el Héroe Francotirador del que los medios de comunicación no
paraban de hablar? Porque es malditamente seguro que no lo he visto.
Un sabor amargo llenó la boca de Seth como siempre lo hacía cuando alguien
mencionaba la amplia cobertura de noticias de su rescate. La mitad de las agencias de
noticias lo habían alabado como una especie de héroe y la otra mitad habían hurgado en
su pasado, en busca de cualquier mota de polvo que pudieran encontrar. Algunos de los
más despiadados tabloides; uno en particular, incluso había insinuado que había estado
fuera sin permiso y matado a sus hombres, y todo el rescate fue toda una conspiración
gigante del gobierno para encubrir sus crímenes.
—Sí, señor. —Ian mostró una sonrisa llena de malicia y casi con alegría se dejó caer
en la posición de flexión de brazos allí mismo, en el barro.
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Mientras Ian contaba las repeticiones, Seth escaneó los restos de su misión de
entrenamiento mientras el resto del equipo se reunió en el claro.
Harvard, que había estado desempeñando el papel de rehén, estaba de pié junto a
Marcus Deangelo y Jesse Warrick, los dos secuestradores. Jean-Luc emergió de la maleza
sin pintura en él para indicar que había sido golpeado, pero eso no duraría. Se suponía
que Seth había sido puesto de observador de Jean-Luc y también proporcionar fuego de
cobertura. Sin él, Jean-Luc estaba prácticamente muerto.
—Muy bien, caballeros —dijo Gabe, dirigiéndose al grupo mientras Quinn, el XO4
del equipo, salía de la choza donde él y Gabe habían estado observando desde los
monitores—. ¿Qué salió mal?
4 El XO: o delegado es el segundo a bordo de un barco. El término proviene del hecho de que el XO
posee a menudo los deberes de ver que las órdenes del Comandante en Jefe o el CO se llevan a
cabo. Estos oficiales son responsables de asegurarse de que todas las tareas sean realizadas e incluso
asumir el mando si el CO queda incapacitado.
El estómago de Seth cayó cuando la mirada de Gabe se posó en él. Levantó la
barbilla y se enfrentó a su Comandante, teniendo cuidado de no permitir que nada de la
culpabilidad que giraba en su interior se mostrara en su rostro.
Estaba acabado.
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Capítulo 3
El valle estaba seco y frío con el invierno acercándose, y los rayos de color
rosa y dorado del sol atrapaban las partículas de suciedad en el aire, surcaban el
cielo con las motas de polvo. Las sombras alargadas proyectadas por las montañas,
derramaban la oscuridad sobre el valle. Aún así, esperó. No sabía por qué; nunca
lo hacía hasta que lo veía.
Allí.
Bajando la cámara, se quedó mirando más allá del hombre y su perro hacia el
pueblo. En algún lugar ahí abajo, una muy valiente chica de dieciséis años, estaba
defendiendo sus derechos, derechos que las chicas en América daban por sentado.
Ya Phoebe estaba sorprendida por la joven Tehani Niazi y ella aún tenía que
conocerla.
Cliksh.
Contra el telón de fondo del paisaje rocoso, y desigual, Zina era una imagen
sorprendente. Una colisión de oriente y occidente; al igual que la guerra que había
asolado este país durante demasiados años.
Zina asintió y lideró el camino de vuelta hacia sus guías, dos de los agentes
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de policía del distrito local, quienes esperaban impacientemente con su pequeña
caravana de caballos. Phoebe no estaba cómoda del todo en caballo, pero no había
carreteras en esta parte del país por lo que el único modo disponible de transporte
tenía cuatro patas y pezuñas. Y un caballo era sin duda preferible a un burro.
Las mejillas de Zina se llenaron de una bonita sombra de rosa, y caray, deseó
tener su cámara. Hablando sobre lo desinteresado; una foto de ese momento fugaz
habría capturado a la perfección la esencia de Zina Ojanpura y el refugio de
mujeres que había fundado por su propia cuenta.
Oh, ni modo.
¿Cuántas de estas agotadas mujeres eran viudas del opio? Odiaba adivinar.
—Aquí estamos —dijo Zina después de una conversación rápida con sus
escoltas policiales, y detuvo su caballo delante de una casa en ruinas. Un hombre
estaba en la puerta, con la piel bronceada y arrugada, curtida por el despiadado
clima afgano. Él las miró con recelo.
—Salaam alaikum5 —dijo Zina y desmontó. Phoebe hizo lo mismo, pero dejó
que la socorrista tomar la delantera. Ella estaba aquí sólo para documentar lo que
pasó e hizo todo lo posible para pasar a un segundo plano.
5 Salaam alaikum, ()ع ل يـ كن ال سـ الم, del árabe y el musulmán, significa, "la paz sea contigo/ustedes".
Phoebe sintió que sus cejas subieron hasta la línea del cabello. ¿Hermana?
Guau. Había creído al hombre por un tío por su apariencia.
Cliksh.
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grupo de ancianos había dejado de reír y les miraba con el ceño fruncido de
desaprobación.
Bajo el peso de sus miradas, el hermano de Tehani movió los pies con
nerviosismo. Le hizo un gesto a la casa.
La sala principal era pequeña, con una alfombra adornada extendida por el
suelo y almohadas esparcidas a lo largo de las paredes. Una mujer se sentaba en
una almohada, su chador envuelto alrededor de su cabeza para cubrir todo excepto
sus ojos. En su regazo estaba sentado un niño, observando todo con fascinación
inocente. Vertía té chai en pequeños vasos y se los pasó a todos en la sala. Por lo
general, el ritual del chai incluía una pequeña charla antes de entrar en materia,
pero aparentemente estaban bastante nerviosos como para evitar esa parte de la
costumbre.
6 El pastún o pashtún ([ پ ښ توPaxto], pronunciado /paʂˈto, paçˈto, puxˈto/) es la lengua materna de
los pastunes del sur y centro de Asia. Este idioma forma parte de las lenguas iranias orientales y
desciende directamente del idioma avéstico, la lengua irania más antigua preservada.
Phoebe aprovechó la oportunidad para preguntarle a la mujer si le importaría
que le tomara una foto. Ella asintió, pero estaba tímida por ello y no miró
directamente a la cámara. Nada utilizable para la historia, pero las fotos harían
buenas adiciones a la colección personal de Phoebe.
—Mostrársela a otras chicas que, como tú, están en malas situaciones para
que no pierdan la esperanza, por lo que tal vez ellas hablen por sí mismas.
Tehani lo pensó por un momento y luego una brillante sonrisa cruzó su cara.
—Eso me gusta.
—Quiero ayudar a otras chicas como yo. —Se volvió nuevamente hacia
Zina—. ¿Podemos irnos esta noche?
Phoebe echó un vistazo hacia Zina, quien hundió los dientes en su labio
inferior y aunque se quedó en silencio, no tenía necesidad de expresar su
preocupación. Su expresión lo decía todo.
—No hablaremos de esto nunca más —declaró Nemat, su voz alzándose por
el pánico.
—Sí que hablaré de ello. Zakir murió tratando de advertir a los soldados 26
americanos. Él me dijo que era muy importante.
—¿Quién es Zakir?
—Tú has ayudado —le aseguró—. Solamente por decirnos al respecto, ayudas.
—Creo que es mejor que nos vayamos esta noche —dijo Zina en Inglés y
Phoebe asintió. Tan peligrosas como eran las montañas por la noche, por como
sonaban las cosas, era infernalmente mucho más peligroso quedarse en este pueblo
por más tiempo de lo que debían.
No tomó mucho tiempo empacar las cosas de Tehani. Tenía poco más de dos
vestidos y unas bufandas para la cabeza, una de las cuales usaba para cubrir su
cabello. También lleva una carpeta manchada de la que se negó a desprenderse, así
como el chaleco que había estado usando cuando hizo su escape. Alguien había
retirado el material explosivo, pero aún así la vista del chaleco era como una
patada en el estómago, dejando a Phoebe sin aliento mientras lo fotografió.
Cuando dijeron sus adioses, la pena por al joven, quien en realidad no era
mucho mayor que Tehani, inundó el corazón de Phoebe. Tal vez de dieciocho años
y ya casada, con un hijo y otro en camino.
Ella no volvió a hablar hasta que se dirigían a las afueras de la aldea con sus
escoltas policiales y Tehani se escondía debajo del chadari que Zina había puesto.
—Es un vicioso ciclo sin fin, ¿no es así? —preguntó en Inglés—. Esa pobre
muchacha está embarazada de nuevo y apenas es un adulto a sí misma.
Phoebe asintió. Eso lo sabía. Pero maldita sea, odiaba esa sensación de total
impotencia.
—Si es tan poderoso como creo que es, la gente necesita saber que es
peligroso.
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sabes. Es la naturaleza humana.
Ese viejo cliché de que una imagen es mejor que mil palabras era
absolutamente cierto. El poder imponente de la foto era una de las razones por las
que Phoebe había renunciado a su carrera para un tabloide sensacionalista, en
donde había estado en la vía rápida después de escribir una pieza polémica sobre
uno de los héroes de guerra del país. Su matrimonio había estado desmoronándose
en ese momento, pero eso no importó porque Phoebe finalmente estaba recibiendo
la atención que había pensado que se merecía. Ni que decir que su artículo inició
una investigación y denigró a un hombre que no lo había merecido.
La primera vez que había visto la portada, había sido como tener una cinta
adhesiva como venda en los ojos siendo arrancada de repente; dolorida,
desorientada, aterrada. Ella se había ido a casa ese día, se había echado un vistazo
a sí misma en el espejo, y no le había gustado lo que había visto en absoluto. Había
llamado y dejado su trabajo en ese mismo instante y en algún lugar en el camino,
había encontrado su verdadera vocación.
Las fotos podrían hacer que las personas cambiaran de opinión. Hacerlos reír.
Llorar. Y, sí, incluso preocuparse cuando normalmente no lo haría.
Seth dejó caer su bolsa junto a la puerta y el tunk de la lona al golpear las
baldosas hizo eco a través de la habitación. Una nueva oleada de adrenalina lo sacó
del estado de aturdimiento como de zombi en el que había estado funcionando
desde que terminó la misión de entrenamiento. El equipo había logrado salir del
pantano justo al caer la noche y luego había sido otra hora en auto al hotel en
Miami donde todo el mundo se estaba quedando. Podría haber conseguido una
habitación para pasar la noche en vez de hacer el viaje a casa en Key West de tres
horas; pero no. Él había querido estar en casa, había necesitado la comodidad de su
propio espacio.
Excepto que alguien estaba en su casa. ¿Cómo era eso posible? En respeto a 30
su constante estado de paranoia, había comprado el mejor equipo de seguridad
para el hogar en el mercado, y el panel de la pared junto a la puerta estaba
iluminado en verde. Todos los sistemas funcionando.
Allí.
Una sombra bloqueaba el recuadro de pálida luz arrojada en el suelo por las
puertas del patio. No dentro de la casa entonces. Por la piscina.
Seth se agachó y llegó a su arma en su bolso, sin apartar los ojos de la sombra.
Su corazón martilleaba, pero su mano se quedó firme mientras atravesaba
lentamente la sala de estar hacia las puertas corredizas de cristal. La sombra pasó
otra vez y distinguió la silueta de un hombre paseándose por el patio.
—Estoy desarmado.
—Santa mierda, Greer. —Exhaló fuerte, bajó su arma—. Pensé que tenías más
juicio que colarte en la casa de un hombre psicótico.
—No eres más psicótico que yo —dijo Greer, dejando caer las manos a los
costados.
—Dudo que recorrieras todo el camino hasta Key West para hablar de una
pesadilla.
—Mentira. Luces como el infierno. ¿Cuándo fue la última vez que dormiste?
—No. Maldición, no hagas eso —dijo Greer—. Te juro que no he tenido más
pesadillas. He estado demasiado ocupado para dormir.
—¿Ocupado haciendo qué?
Greer no dijo nada más por unos cinco segundos ininterrumpidos. Luego,
con una maldición agotada, murmuró:
—No tienes idea de cuántas leyes estoy rompiendo en estos momentos. Estoy
aquí porque necesito que me pongas en contacto con Gabe Bristow. Sé que está en
alguna parte de Florida y tengo que hablar con él. Esta noche.
Totalmente negable.
Seth gimió.
32
—¿Tus hermanos saben que todavía estás en servicio activo?
—Sí, bueno, yo no quiero estar cerca cuando se enteren. —Se iba a armar un
buen lio cuando los hermanos de Greer descubrieran que todavía estaba recibiendo
cheques del Tío Sam y Seth de seguro que no quería estar en el medio de esa
contienda gestándose en la familia Wilde—. No lo entiendo. ¿Por qué mentirles?
—Sí. Espera. —Él se desplazó entre sus contactos hasta que encontró el
número de Gabe, luego hizo rodar el teléfono por el mostrador.
Greer marcó el número en su celular y sin decir una palabra más, se fue,
como un espectro atravesó el patio y saltó sobre la valla de casi dos metros que
rodea el patio trasero.
La cafetera sonó cuando terminó de colar, recordándole que había puesto una
jarra. Se preparó a sí mismo una taza recargada de azúcar para esa sacudida
adicional para permanecer despierto. Infierno, podría muy bien echarle también 5-
hour Energy7. Tomó un sorbo, probando el brebaje. En cierto modo sabía como
lodo de café del día anterior con sabor a uva súper dulce, pero funcionaba. Prefería
ser un lío de nerviosismo que arriesgarse a cerrar los ojos.
Sí, él había acusado a Greer por no dormir. No significaba que tenía que
tomar su propio consejo.
Pero oye, tenía que darse crédito por no saltar del susto ante el inesperado
sonido.
Progreso.
7
5-hour Energy es una bebida Energizante.
once y cincuenta y cinco p.m. y ni un segundo más tarde. Su padre nunca quiso
recibir una llamada después de la medianoche.
Su papá había recibido una, sin embargo. Una llamada de-medianoche que
llegó en medio del día, en forma de una visita por los infantes de marina
uniformados, diciéndole que su único hijo era un prisionero de guerra.
—Harlan —dijo Gabe; no, más bien exigió. El tono le recordó a Seth a un
sargento de instrucción, llevándolo de vuelta a los viejos tiempos en el
entrenamiento básico. Jesús, había sido un arrogante imbécil tan idealista por aquel
entonces, sin la menor idea de cuánto estaba a punto de joderse su vida.
Él contuvo el aliento.
—Sí, estoy aquí. —Entonces esto era todo, el hacha cayendo sobre su
incipiente carrera como contratista militar privado. Excepto que… ¿por qué Gabe
esperaría hasta casi las tres de la madrugada para llamar? No tenía sentido a
menos que estuviera a punto de ser reprendido por dar el número de teléfono
privado de Gabe.
—No me llames señor —dijo Gabe por lo que tenía que ser la milésima vez
durante su breve amistad—. Y si tienes a alguien a quien darle las gracias, debería
ser Quinn. Salió en tu defensa; de nuevo. Sigues estando a prueba en lo que a mí
respecta y todavía tengo dudas sobre tu capacidad para funcionar en combate,
sobre todo ahora.
Aunque eso no fue una rotunda aprobación, era mejor de lo que esperaba, y
se tragó las ganas de agradecer a Gabe de nuevo.
—Sí. —Hizo una pausa y en ese pesado momento de silencio, parecía que el
mundo contenía el aliento. Seth seguro que lo hizo. Tenía la sensación de que no le
iba a gustar lo que venía después. Gabe no era por lo general del tipo que vacilaba,
y cuando volvió a hablar, su tono de voz era tan suave como Seth nunca lo había
35
oído—. Vamos a Afganistán.
—¿Afganistán? —dijo en una voz ronca. Era la primera vez que había
mencionado el nombre del país en voz alta en dos años, y raspó a través de sus
cuerdas vocales.
—Sé la enormidad de lo que te estoy pidiendo —dijo Gabe en voz baja, casi
leyendo su mente—. Y en cualquier otra circunstancia, yo sería el primero en decir,
maldición no. Pero estas no son circunstancias normales y esta no es una misión que
esté dispuesto a rechazar. Así que, ¿te apuntas para esto? —preguntó después de
un largo silencio—. Dime ahora mismo, si no.
36
Capítulo 5
El equipo no estaba feliz de verlo. Nadie lo dijo en voz alta, pero las
tomaduras de pelo en tono amistoso y chistes subidos de tono que podía oír desde
donde se encontraba en el pasillo se detuvieron cuando Seth finalmente entró en la
sala de conferencias del hotel. No es que los culpara. Después de la fallida misión
de entrenamiento, él tampoco estaría feliz de verse a sí mismo si estuviera en sus
zapatos. El silencio en la sala quedaba como una bota demasiado apretada.
Greer no lucía mejor de lo que lo hacía anoche. En todo caso, las bolsas
alrededor de sus ojos oscuros eran más pronunciadas, las líneas grabadas en la
frente hablaban de grandes cantidades de estrés.
37
barbilla—. La mayoría de ustedes probablemente ya lo conocen, pero para aquellos
que no, este es Greer Wilde. Estará a cargo de esta sesión informativa. ¿Greer?
—Sí, pero no estoy jugando limpio. Yo ya estoy rompiendo todo tipo de leyes
metiendo a AVISPONES en esto, pero maltita sea. Zak es uno de mis mejores
amigos y no puedo abandonarlo allí.
—Esta es toda la información que tenemos sobre los jugadores claves en este
momento —dijo—. Concedido, no es información procesable; todavía, pero vamos
a tener una mejor oportunidad de conseguir algo para usar una vez en el país.
Cuando estemos en el aire, Harvard reunirá la información que le sea posible del
sargento Hendricks, Siddiqui y preparará un informe exhaustivo que espero que
todos se lean y sapan de memoria. —Miró a Harvard para su confirmación.
—Entendido.
Gabe continuó.
—Jean-Luc, cuando aterricemos, te llevarás a Seth para hacer contacto con los
activos locales de HumInt, un hombre con el nombre de Hamid Fahim.
—Espera —dijo Jean-Luc—. ¿Por qué Seth? —Luego hizo una mueca e inclinó
la cabeza medio en-disculpa—. Sin ánimo de ofender Seth, pero prefiero tener a
uno de los chicos que conozco a mis espaldas por si las cosas se van a la mierda.
—Es una pena —dijo Gabe—. Seth es tanto un miembro de este equipo como
el resto de ustedes. Será tratado como tal. No somos chicos de la fraternidad y no
habrá novatadas a cada tipo nuevo que contrate. No toleraré esa mierda. ¿Soy
claro, caballeros?
Marcus Deangelo, un ex agente del FBI, tamborileó sus dedos sobre la mesa.
—Sabes, odio ser Debbie Downer8 aquí, pero no estoy muy cómodo con pisar
los dedos de los pies de los militares. El FBI en Colombia era una cosa —dijo,
refiriéndose a la primera misión del equipo juntos, de la cual Seth no había sido
parte—. Ellos estaban equivocados. Demonios, incluso mi ex compañero pensaba
igual, razón por la qué arriesgó su carrera para ayudarnos.
8Debbie Downer es un personaje del programa de televisión estadounidense Saturday Night Live,
una comedia semanal, en vivo, que muestra situaciones humorísticamente extrañas, parodias
políticas, burlas a los famosos del mundo de cine, y más. Debbie Downer (interpretada por la
comiquísima Rachel Dratch) es una de los personajes icónicos. Es la típica aguafiestas y gracias al
éxito de este sketch su nombre forma parte del vocabulario estadounidense.
Marcus soltó un bufido.
—Lo está considerando, pero no va a suceder a menos que su esposa diga que
está bien. Y ella no lo hará.
—Buen punto. Si yo tuviera una mujer tan guapa como Leah Giancarelli en
mi cama cada noche…
—Le pedirías a su hermana que se les una para un trío —dijo Quinn,
inexpresivo.
Jean-Luc sonrió.
Seth se quedó en silencio a través de todo y hojeó los folletos. Las estadísticas
41
de Zak Hendricks, hoja de servicios, historia familiar… Nada de eso les ayudaría a
encontrar al hombre.
Seth dejó caer los brazos, pero no se estiró para tomar su sudadera.
—Sé cómo trabajan estos militantes. Si aún no han cortado la cabeza del
sargento Hendricks y aún no han emitido una demanda de rescate, entonces lo
están torturando. —No pudo evitar que su voz se rompiera en esas dos últimas
palabras, pero siguió adelante, determinado a ser de alguna utilidad para el
equipo—. Tal vez están tratando de conseguir información de él, tal vez no. De
cualquier manera, Gabe esta en lo cierto. Están haciendo de él un ejemplo; "Miren
al infiel, tan débil, tan roto. Estos son los hombres que desean nuestro país, que
quieren corromper a nuestras mujeres y nuestra cultura. ¿Ven? Podemos vencerlos
f{cilmente. Somos poderosos. Al{ est{ de nuestro lado…" y así sucesivamente.
Aún mejor si pueden mantenerlo con vida y hacer un centenar de ejemplos de él,
día tras día tras día.
Nadie habló.
43
Capítulo 6
Kabul, Afganistán
El bazar era un lugar vibrante, lleno de movimiento y color que puso los
dientes de Seth en el borde. Los vendedores que podían permitirse mesas estaban
bajo los paraguas brillantes, a la sombra del sol y el viento. Aquellos que no podían
sólo desplegaban sus productos sobre mantas en el suelo o en carretillas oxidadas,
vendiendo de todo, desde cabezas de ovejas a frutos secos, tela, e incluso juguetes.
Los sonidos eran apenas tanto un asalto a los sentidos abrumados de Seth
como las escenas. Los vendedores gritaban en una rápida sucesión de pastún o
Dari. O, en ocasiones, incluso en un inglés roto, cuando veían a un occidental.
Mucha charla, regateo. Risas. Gritos. La bocina desde las calles atestadas mientras
los autos zigzagueaban entre los peatones. Las motos pasaban con velocidad a
44
través del tráfico estancado. La música tradicional llenaba el aire, parecía venir de
todas partes y de ninguna al mismo tiempo.
Maldición, tenía que superar esto. Kabul era un lugar relativamente seguro; o
al menos tan seguro como cualquier ciudad de este país olvidado de Dios pudiera
ser. La lógica dictaba que no tenía nada que temer aquí. Esto simplemente era la
gente promedio de todos los días, en su vida normal. Al igual que los ciudadanos
en América, algunas de estas personas no tenían ningún interés en la política y sólo
querían que la guerra sin fin terminara. No todo el mundo tenía una agenda
política. O incluso religiosa.
Esta era otra prueba, se recordó a sí mismo, y tomó una calmada respiración a
través de la nariz, inhalando los olores de las personas, especias, humo, basura y
gases de tubos de escape. De todos los hombres que Gabe podría haber enviado al
mercado para encontrarse con Fahim, había escogido a Seth para ir con Jean-Luc, a
pesar de que varios de los chicos habían paseado por Afganistán y todos tenían al
menos un conocimiento básico de pastún. Sin duda lo suficiente para ir al mercado
y encontrarse con un activo que supuestamente hablaba perfectamente el inglés.
Así que por supuesto que esto era una prueba. Con buena razón, Gabe quería
ver si podía soportar estar de vuelta aquí, y él estaría condenado antes de fallar.
—Pequeño ladrón —dijo con buen humor Jean-Luc y regresó al lado de Seth
con su bufanda duramente ganada.
—Cancela eso —dijo Seth—. Eres como una mujer comprometida en una
joyería.
Jean-Luc levantó una mano, los nudillos adornados con diferentes anillos de
diferentes tamaños.
—Ayy, mira, tienes mucho que aprender, saltamontes. Las mujeres adoran lo
que brilla. Yo adoro a las mujeres. Por lo tanto, compro brillantes para darle a las
mujeres y consigo echar un polvo.
—No. —Él no había pensado en el sexo desde… bueno, desde aquella noche
después de que comprara el anillo para Emma. Y en honor a la verdad, la idea de
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desnudarse y sudar alguna vez con cualquiera otra vez, hizo que la bilis subiera a
su garganta. Ni soñarlo.
—Mira, eso es lo que está mal con el mundo hoy en día —dijo Jean-Luc—.
Todo el mundo est{ tan… reprimido. En lo político, religioso, emocional, sexual.
Todo el mundo tiene que decir, que se joda, y dejar que todo se vaya, pasar un
buen rato, y simplemente vivir.
—Sí, seguro. Ese es el problema con… —La paranoia se arrastró hasta la parte
trasera del cuello de Seth y se volvió para escanear el mercado. ¿Era él, o se había
espesado la multitud? Miró cada rostro, buscando el más mínimo indicio de
intenciones malévolas. Salvo por una mujer que parecía estar mirando hacia él; era
difícil decirlo con seguridad a través del velo de su tradicional chadari azul, nadie
prestaba ninguna atención indebida hacia él. Así que tal vez no era nada. Infierno,
con su historial de arrebatos paranoicos, probablemente no era nada. Pero juraba
que había sentido ojos poco amistosos en su espalda hace un momento y no iba a
ignorar su instinto de nuevo. No después de la manera en que Ian lo había
sorprendido en el pantano allá en Florida.
—¿Sí? —La sonrisa relajada del Fiero Cajún se desvaneció, pero a menos que
fueras cercano y personal con él, nadie se habría dado cuenta del ligero cambio en
su comportamiento. Él continuó examinando la selección de anillos como si todo
fuera aún miel sobre hojuelas—. ¿Qué has visto?
Bueno, mierda.
Todos los tipos de campanas de alarma sonaron en la cabeza de Seth. Era más
que una corazonada ahora. Era un maldito hecho y una extraña sensación de calma
se apoderó de él, de la talla de la que no había sentido en años.
—Aguanta. Algo está pasando hacia tus ocho11. Tenemos que encontrar
cubierta. Ahora.
47
—Entendido. —Jean-Luc no discutió y dejó caer los anillos, para gran
decepción del vendedor. Él asintió hacia la parte interior del bazar y, sin decir una
palabra, se dirigió directo hacia los toldos extendidos como abanicos de colores
desde el lado del edificio de barro. Las maldiciones del hombre con el teléfono
celular llegaban por encima del ruido del ambiente y trató de seguirlos, abriéndose
paso a empujones entre la multitud.
11
Las Ocho: es una posición militar. Hace referencia a las manecillas de un reloj, siendo ellos el
centro del mismo, como si estuvieran parados en el centro de un gran reloj, por lo que las 6 sería
detrás de ellos, las 3 a la derecha, las 9 a la izquierda, las 12 enfrente, y así sucesivamente.
—Merde. —Jean-Luc metió la mano en su morral en busca del teléfono
satelital que había recibido de Harvard antes de salir el avión—. No tenemos
mucho tiempo antes de que descubran que aún estamos dentro. Voy a poner a
Gabe al tanto. Algo acerca de todo esto apesta. Nadie debería saber lo que somos o
por qué estamos aquí. Sigue vigilando, saltamontes.
Seth revisó la zona. Allí estaba la mujer otra vez. ¿Estaba… siguiéndolo?
—Despejado.
—Muy bien. —Jean-Luc se desempolvó las manos—. Así que, ¿qué opinas de
algo de escape y evasión?
Esa mujer…
Algo le molestaba en el fondo de su mente. Lo más probable es que fuera la
paranoia de nuevo, pero tenía que estar seguro.
—A la mierda con eso. ¿Alguna vez viste una película de terror? El guapo
siempre muere primero cuando se separan y soy demasiado joven para morder el
polvo. Estamos pegados.
49
***
Su mente tenía que estar jugándole una mala pasada. No era la primera vez
que pensaba que había visto a Seth Harlan en una multitud, y no sería la última.
Lo siguió.
Porque si era él, podría finalmente… ¿hacer qué? ¿Pedir disculpas? Sí, eso le
sentaría bien. Hola, Seth. No me conoces, pero yo escribí algunas cosas realmente horribles
sobre ti hace dos años y simplemente quería decir que lo siento mucho por arruinar tu
credibilidad…
Bien.
Es muy probable que no fuera él de todos modos, pero al menos ahora tenía
una distracción de la frustración agitándose bajo su piel. Había llevado sus fotos de
50
Tehani; con el rostro borroso para preservar la identidad de la joven, por supuesto,
y el chaleco bomba al Ministerio de Asuntos de la Mujer y no había llegado a
ninguna parte. Fue como si a nadie le importara que el marido de Tehani,
obviamente un hombre de poder, estaba usando a sus jóvenes esposas como
terroristas suicidas cuando se cansaba de ellas.
Cruzar las calles en Kabul era un poco como una versión de la vida real de
Frogger12. Un movimiento en falso y ¡splats! Juego terminado. Llegar al otro lado de
una pieza siempre tomaba paciencia y no mucho de habilidad. A diferencia de los
nativos que salían como una flecha, sin importar lo que se disparaba en sus
caminos, Phoebe prefiere ir a lo seguro y esperar una ruptura en el tráfico. A veces
se tardaba un rato, pero la espera era mejor que acabar como un panqueque de
carretera.
Probablemente, sólo alguien que iba en la misma dirección que ella. No hay
nada de que ponerse nerviosa. Y sin embargo, no podía evitar la sensación de ojos
52
Capítulo 7
Esa misteriosa calma regresó, casi como si una capa de hielo hubiese caído
entre Seth y el mundo. Tiró de la mujer forcejeando hacia un rincón. Escuchó a
Jean-Luc gritar su nombre y le ordeno que se detuviera, pero que carajo. Esta
mujer sabía algo y él estaba más que dispuesto de averiguar qué.
Detrás de él, Jean-Luc juró en una larga cadena de cajún francés. Una mano
agarró su hombro.
—Jesucristo, Seth. Déjala ir. Sigue con eso, y vas a tener a algún marido o
53
hermano o padre cabreado viniendo tras tu cabeza.
Espera. ¿Qué?
—No puedo creer que estés aquí. Pensé que tal vez tú fueras tú; me refiero a
que, por supuesto que tú eres tú. Pero cuando te vi, yo… —Se interrumpió, negó
con la cabeza—. No tengo mucho sentido.
—¿Discúlpame?
54
yo nunca te he conocido a ti.
Héroe francotirador. Cristo, cómo odiaba ese ridículo apodo emitido por los
medios de comunicación.
—Estoy de vacaciones.
Phoebe resopló y levantó una ceja hacia Jean-Luc, quien se había mantenido
sorprendentemente con la boca cerrada todo este tiempo.
Jean-Luc sonrió.
—Estoy más que dispuesto a echarte una mano con eso, cher13.
—Apuesto a que lo estas. Entonces. Seth. —Ella reorientó esos increíbles ojos
azul-verdes hacia él—. ¿Hemos terminado de agredir a las mujeres inocentes
ahora? Porque gracias a ti, los comestibles del refugio están situados en medio de
la calle y tengo que volver y comprar más.
—Yo no lo creo. —Él la tomó del brazo mientras trataba de hacer un escape.
Fue rápida y casi se le escapa. La empujó contra la pared otra vez, esta vez
manteniendo su mano en su delgado hombro—. ¿Qué tienes que ver con los
hombres que nos seguían?
—Eso es lo que nos gustaría saber —dijo Jean-Luc. Debió decidir jugar al poli
bueno en este interrogatorio, lo cual se ajustaba muy bien con Seth. No le gustaba
la forma en que su estómago se sacudía cada vez que ella volvía esos ojos hacia él,
y tratarla como un chico malo enfriaba un poco la sensación. Volvió a sujetarla
cuando intentó una maniobra de zambullirse y huir. 55
Ella hizo un pequeño ruido de angustia.
—Ese hombre nos estaba siguiendo y tu también. ¿Me estás diciendo que no
hay conexión entre ustedes en absoluto? Porque soy un bastardo paranoico…
13
Cher, chère [ʃƐr] del francés significa querida en español.
—Bueno, eso esta malditamente muy mal porque yo no conozco a los
hombres de los que hablas. Ya te he dicho por qué te estaba siguiendo. Creí
reconocerte.
—No estaba segura a ciencia cierta hasta ahora y… ¿qué puedo decir? La
curiosidad mató a Phoebe. Es una maldición.
Pánico.
—¡No lo hago!
Ambos la ignoraron.
—Está en sus ojos. —Si algo bueno resultó de su cautiverio, fue su habilidad
para leer a la gente y juzgar las motivaciones. Hubo algunos días en que su
capacidad había sido lo único que lo mantuvo cuerdo. Siempre pudo decir cuando
sus captores estaban de humor para hacerle daño y fue capaz de separarse de su
cuerpo, hasta cierto punto, encerrarse en el interior de su propia cabeza. Pudo
decir también cuando lo dejarían en paz e incluso estimar el tiempo que tendría
antes de que regresaran. Había valorado los días en que lo habían dejado
encadenado en una habitación oscura y se aferraba a…
Recuerdos.
—¡Mierda! ¡Agárrala!
Muriendo.
—¡Muévete!
Sí, claro.
—Me disparaste —murmuró contra su camiseta, su voz poco más que una
acusación apagada.
Seth se echó hacia atrás para hacer un balance de su condición. Llevaba una
camisa desabotonada de algodón sobre un top, y la manga se había rajado por la
trayectoria de una bala, dejando un rasguño en la parte superior del brazo. Su piel
pálida estaba irritada e inflamada alrededor de la herida, pero el flujo de sangre ya
estaba deteniéndose a un goteo. Doloroso, pero no grave.
—Yo no te disparé.
—Buena pregunta.
—¡A nadie!
—¿Por qué hui? —Su tono destilaba incredulidad, incluso mientras las
lágrimas corrían a raudales a través de la suciedad manchando su rostro. Acunó su
brazo herido contra su vientre—. ¿En serio? Me estabas maltratando. ¿Por qué no
huiría?
—Quédate aquí.
Su barbilla se alzó.
—Maldita sea. —La agarró por la camisa y tiró de ella hacia atrás, una vez
más, inmovilizándola con su peso corporal—. Esto no es algo bueno.
Figúrate. Odiaba ser el que rompiera sus anteojos color de rosa, pero alguien
tenía que hacerlo antes de que ella se matara a sí misma.
—¿Incluyéndote a ti?
—Sobre todo yo, pero entre yo y los policías, soy el menor de dos males.
—Ll{mame cínica…
—No te puedo llevar al refugio. La mayoría de las mujeres que viven allí se
paralizan ante los hombres.
Él suspiró.
—Sí, pues yo no te creo. —Él cerró una mano alrededor de su brazo sano—.
Vámonos. Y actúa natural. 61
***
Si gritaba, traería mucha más atención hacia Seth que sólo a la policía. Bien.
Abrió la boca, pero la cerró de nuevo sin hacer un sonido. Un hombre estaba
parado cerca de una de las barricadas y escudriñaba la multitud mientras hablaba
por un teléfono celular. Ella lo había visto una vez antes. O, no. Dos veces. La
primera vez fue justo antes de que se fijara en Seth y su amigo rubio. La segunda,
cuando estuvo tratando de escapar de ellos. Este tipo había sido uno de los
hombres que trató de detenerla.
¿Era este uno de los hombres de los que Seth había estado preguntándole?
Seth pensó que el hombre había estado siguiéndolo, pero si ese era el caso, ¿por
qué habían estado tan decididos a detenerla a ella?
—Vamos.
Notó lo que la rodeaba por primera vez desde que comenzaron a correr, pero
no tenía idea de dónde estaba, nunca había visto estas intersecciones de las cuatro
vías vacías antes. Los edificios que la rodeaban parecían residenciales, deteriorados
y si tuviera que adivinar, esta no era parte de la ciudad de la que muchos ojos
occidentales veían. Volvió a mirar el camino por donde habían venido. El hombre
de la pistola no estaba por ninguna parte.
Seth se quedó allí, con la mano extendida, jadeando tan fuerte como ella. Él
movió los dedos.
Podría tratar de huir, escapar de él. Pero la calle por delante, estrecha y
empapada en sombras poco acogedora, no se parecía a cualquier lugar en el que
quisiera estar sola. El sol había desaparecido por completo detrás de las montañas
ahora y con gruesas nubes grises rodando sobre sus cabezas, lo que prometía ser
una noche oscura y fría.
Aceptó su mano.
63
Capítulo 8
64
El avión había sido eviscerado y rediseñado este verano por HumInt Inc. para
adaptarse mejor a las necesidades de AVISPONES y ahora se incluía una sala de
guerra decorada, una cocina, y seis de estas pequeñas habitaciones. Era una
disposición típica de dormitorio de estudiantes con dos camas sorprendentemente
confortables; una réplica de la suya y de Marcus en la habitación de al lado.
Excepto que donde la suya lucía habitable con su cama deshecha y un poco de
ropa desparramada del bolso, la habitación de Gabe estaba inmaculada. Su bolso
se situaba sin deshacer en el colchón bien hecho y sus botas esperaban en el
extremo de la cama como si un par de pies ya se paraban en ellas en posición de
firmes. El lado de Quinn de la habitación era tan distintivo.
No era una sorpresa. Ninguno hombre era más exigente que los dos ex
SEALs.
—Son las 0700, pero ella dice que lo ha estado haciendo por un tiempo. Le
llegó la inspiración. —Gabe se encogió de hombros, pero una sonrisa indulgente
jugó en los bordes de su boca dura—. ¿Qué puedo decir? Los artistas tienen horas
más extrañas que los SEALs.
—Sí. No va a dormir hasta que lleguemos a casa. Piensa que debería estar en
un escritorio debido a… —Su voz de desvaneció y palmeó el bastón apoyado
contra la pared.
—¿Crees que fue una buena idea enviar por ahí a Harlan?
—Él es una parte de este equipo —dijo Gabe rotundamente, pero era difícil
pasar por alto el tácito hasta que decida lo contrario en sus palabras.
—Sí, por supuesto que sí. Pero no crees que él est{ un poco… —Había
planeado terminar esa frase con "roto", pero se fue desvaneciendo. No quería ser el 66
idiota hablando mierda sobre un tipo que había vivido un infierno y vuelto a salir
airoso. Y a pesar de todos los problemas de Seth Harlan, el francotirador no era la
persona de quien había venido a hablar con Gabe en primer lugar—. Nah, olvida
eso.
Como si no lo supiera.
Gabe sacó los cordones de la bota y deslizó su pie. Tratando de seguir siendo
casual, pero Jesse vio la forma en que se tensó cuando preguntó:
—Escucho lo que dices, Jess. Lo hago —dijo Gabe y tiró de los cordones
apretándolos, haciendo el trabajo rápido del nudo antes de agarrar su otra bota.
Tomó más cuidado en deslizar esa en su pie malo—. Pero he estado observando a
Quinn desde que expresaste tus preocupaciones en julio. No he visto ningún
indicio de efectos persistentes de su lesión cerebral. ¿Y tú? ¿Además de esa vez que
se desmayó en Colombia?
Jesse apretó los labios. Debería mentir. Él había estado manteniendo los ojos
bien abiertos esperando otro apagón como el que había presenciado en Bogotá y no
había visto ni una maldita cosa, pero a su forma de pensar sólo porque la luna
desaparecía durante el día no significa que ya no existiera. Las cuestiones médicas
de Quinn eran una cosa muy real, incluso si los síntomas no se presentaban justo
ahora.
67
Sin embargo, él no se atrevía a mentirle de plano a Gabe. Respetaba
demasiado al tipo.
—Pero, ¿has visto algún indicios más de que Quinn no es apto para esta
operación?
—No. No lo he hecho.
Por otra parte, si los diez años de lealtad de Jesse al Ejército le habían
enseñado alguna otra cosa, era que por lo general, en el caso de los comandantes,
los culos de caballo eran la norma. Incluso los soldados rasos se mordían la lengua
y seguían las órdenes, sin importar cuán estúpidas sean.
Por supuesto, había pensado que Gabe Bristow era más listo.
—Te estoy diciendo que no puedo pedirle a mi XO que dimita sólo porque 68
piensas que es una carga. Sobre todo porque tú crees que es una carga. Tengo que
tomar en cuenta tu historia con él. Ustedes nunca han sido del mismo parecer y
necesito algo más que sólo porque tú lo dices. Tengo que ver la prueba.
Jesús.
Jesse se dejó caer en una silla frente a Harvard y frunció el ceño a través de la
mesa. Si Gabe no hacía nada con respecto a Quinn, a lo mejor necesitaba tomar el
asunto en sus propias manos, decirle al resto del equipo lo que estaba pasando. Iba
en contra de su formación divulgar los problemas médicos de un hombre, pero no
podía ver ninguna otra manera de forzar a Gabe a tomar medidas.
Jean-Luc hizo una mueca y se descolgó una bolsa de lona del hombro.
—No. Me encontré a uno de los tiradores y tuvimos una ronda hasta que me
dio en el riñón y me dejó para ser pisoteados por la multitud. —Juró en cajún y se
agarró el costado—. Y me pisotearon.
—¿Y Seth?
70
auto a una cuadra del mercado. Disparo en la cabeza a quemarropa. Esto estaba en
su baúl. —Empujó la bolsa de lona hacia los pies de Gabe.
14
Oui, es francés, significa sí en español.
15
DEA, siglas de Desaparecido En Acción.
Capítulo 9
Cuando se negó a llevar a Seth al refugio, Phoebe pensó que irían a otro lugar
con comodidades como agua y calefacción. Ciertamente no esperaba trepar al
esqueleto de un edificio en una parte desierta y bombardeada de Kabul.
—Nadie nos buscará aquí. —Seth le tendió una mano para ayudarla a pasar
sobre un montón de escombros. Odiaba aceptar alguna cosa de él, pero estaba
adolorida y todavía aterrorizada de su anterior encuentro con la muerte y no
confiaba en su equilibrio.
Subieron otra pila de escombros y entraron en una habitación que parecía que
una vez fue una zona de estar, con tapices hechos jirones que aún cubrían las
paredes en su mayoría intactas. Seth se acercó a la pared que daba al frente de la
calle, la cual tenía un agujero gigante. Comprobó la calle, observando por un largo
tiempo. Él no parecía inclinado a hablar, por lo que mantuvo la boca cerrada.
Phoebe se arrastró cuesta abajo por la pared hasta que su trasero golpeó el
suelo polvoriento, repentinamente demasiado cansada para permanecer de pie.
—Yo no tengo tampoco.
Bien. Después de todo por lo que había pasado; todo por lo que ella le había
hecho pasar, ¿cómo podría culparlo por eso? La culpa le apretaba la garganta, casi
estrangul{ndola, y abrió la boca para decir… ¿qué? "Lo siento" no era suficiente.
"Todo es mi culpa", probablemente sería un buen lugar para empezar, ¿pero y si
72
confesaba y la dejaba aquí, sola? Realmente no quería estar sola en un lugar
extraño cuando había hombres armados persiguiéndola. Así que, en su lugar,
inclinó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos.
—¿Zina?
—¿Por qué?
—Tú no eres un tipo malo. —Un tipo malo habría salvado su propio cuello en
el mercado. Un tipo malo la habría dejado para valerse por sí misma cuando se
cayó en aquel cruce de caminos, y tenía una sensación de que Seth se habría
quedado con ella incluso si ella hubiese tomado la decisión de correr en la
dirección opuesta.
Phoebe retrocedió.
¡Dios mío, encontraba esa imagen mental mucho más atractiva de lo que tenía
derecho! Aunque todo estaba en su cabeza, bajó la mirada hacia su regazo. La
sensación de revoloteo en su vientre no era un cosquilleo de la conciencia sexual.
Nop, no en absoluto. Era el hambre. De comida. No había comido nada desde el
desayuno, después de todo.
Oh, sabía eso, pero no estaba dispuesta a permitirle hacer algo tan íntimo
como vendar sus heridas. Aunque él no le haría daño, ella definitivamente
terminaría lastimándolo.
—No estoy escondiendo nada —espetó. Al menos nada que él pensara que
estaba escondiendo.
—¿Seth?
No hubo respuesta.
Ella entrecerró los ojos hacia él, distinguiendo sus vagos rasgos en la pálida
luz de la luna derramándose desde un agujero en el techo. Su barbilla descansaba 75
sobre su pecho y su mano colgaba por el borde de su asiento de concreto.
Respiraba lento y constante.
Fuera de combate.
***
—Sí.
—La capturaron.
Una declaración, pero Askar respondió como si hubiera hecho una pregunta.
Malditos americanos.
—Ah. —Siddiqui sacudió sus manos y se hizo girar desde la ventana, algo de
su ira disolviéndose—. El amigo del traidor. Supongo que ha sido despachado por
sus mentiras.
—Me pregunto cómo se sentirá Zakir sobre eso. Quiero hablar con él a
primera hora.
—Sí, señor.
Más adelante, un camino sin salida terminaba en una pared de barro y una
abollada puerta de metal. El complejo. Suspiró mientras la puerta se abrió. Le hizo
bien a su corazón saber que ahora poseía el mismo puesto de avanzada
estadounidense que había ordenado el ataque a su aldea hace diez años.
Una vez dentro del patio, Askar apagó el vehículo, pero no se movió de su
asiento.
Hizo una pausa y tomó varios segundos para considerarlo, ya que las
decisiones tomadas apresuradamente rara vez salían bien. La aldea Niazi se
situaba en una lengua de tierra rocosa que ni siquiera era buena para el cultivo de
la amapola. Su único valor residía en la parada de descanso que proporcionaba
para sus mensajeros de droga en la ruta hacia y desde Pakistán, lo cual era la única
razón por la que él se molestó en reclamarla bajo su protección. Sin embargo, los
aldeanos invalidaron esa protección cuando escondieron a su mujer de él.
—Sí, señor. —Askar empujó la puerta y agarró su rifle desde el asiento del
pasajero. Le dio la vuelta al vehículo y abrió la puerta de Siddiqui.
Los sonidos de pelea llamaron la atención de Siddiqui desde el otro lado del
edificio principal. Y luego vinieron los gritos de dolor. Atravesó el patio hacia el
ruido, Askar siguiendo su sombra, y encontró a Zakir Rossoul desnudo, las manos
y los pies atados a un conjunto de postes abierto de brazos y piernas. Los hombres
se turnaban para golpear con un bastón la parte trasera de su prisionero y cada
golpe provocaba otro grito de angustia de sus labios resecos.
Sus hombres se alejaron, con sus cabezas inclinadas. Uno le ofreció el bastón.
Lo tomó y se acercó a Zakir Rossoul. El traidor. El mentiroso. El ladrón. El infiel 78
que se hizo pasar por un hombre honrado.
—Tu amigo Fahim habló tan bien de ti cuando nos conocimos. Me aseguró
que eras un hombre honrado, un soldado dispuesto a morir por ver a Afganistán
surgir de las cenizas y recuperar el poder que los occidentales nos han robado.
Fahim ha pagado por sus mentiras.
—¡No!
—He visto suficiente aquí. —Su helicóptero estaba esperando para llevarlo de
79
regreso a la civilización y planeaba estar en ella en los próximos quince minutos—.
Askar, quiero que te quedes y te encargues de este interrogatorio. Y envía algunos
hombres a matar a la familia de Fahim.
Siddiqui sonrió, el orgullo llenó su pecho. Askar era de sangre fría y sin
complejos al respecto. El soldado perfecto.
—¿Y si no lo hace?
—¿Seth?
Él gritó.
Él se quedó inmóvil.
—No me toques —dijo con voz ahogada que no sonaba como la suya propia.
Él levantó una mano como para mantenerla a raya.
81
—Okay. Lo siento. —Phoebe se abrazó a sí misma. La sangre fluía de su
herida de bala reabierta, haciendo que su camiseta se adhiriera a su brazo. Lo
ignoró—. Tuviste una pesadilla.
—¿Est{s… bien?
—¿Seth? Es la única manera que tú… ¿qué? —Ella podía ver sólo su perfil,
bañado por los dorados rayos de la mañana. Pese a las innumerables cicatrices,
tenía un rostro sorprendentemente bonito. No había otra palabra para eso, con esas
largas pestañas oscuras y grandes ojos azules que probablemente lo sacaron de
todo tipo de travesuras cuando era niño.
Su garganta se movió.
—Es hermoso en una triste e inquietante manera, ¿no es así? —Ella sacó su
cámara y tomó algunas fotos de los prometedores rayos rosados de la mañana que
jugaban entre la destrucción. No podía esperar para meter estas fotos en
Photoshop. Tenía que desaturar los decrépitos edificios y resaltar los rojos en la
83
luz, variando los tonos del rosa al naranja…
Seth gruñó.
—¿No lo cree?
—No.
Él empezó a caminar.
—Vámonos.
—¿Dónde?
Sus pasos eran largos, lleno de propósito, y se esforzó por mantener el ritmo.
—¿Tu equipo? ¿Todavía estás en el ejército entonces? —No podía ver cómo
eso fuera posible, sin embargo. Claro, no sabía mucho acerca de cómo funcionaba
el ejército, pero estaba segura de que no permitirían que un hombre con la historia
84
de Seth se les uniera.
—No tengo idea. Dudo que todavía estén en el mismo lugar, por lo que tengo
que contactar con ellos.
—¿Comida?
¿No le gustaba comer? ¿Cómo era eso posible? Todo el mundo; cada cosa con
un pulso le gusta la comida. Y si él no comía, ¿con qué sobrevivía?
—No tengo dinero afgano, pero voy a encontrar algo para ti.
Envolvió sus brazos alrededor de ella, sintiendo el frío de nuevo por primera
vez desde que se despertó. A pesar de toda la lógica de lo contrario, todavía picaba
que no confiara en ella. Lo que, sí, ella sabía que era una forma completamente
ridícula de sentirse, pero ahí estaba.
86
Capítulo 11
Oh, chico, ella había estado tan equivocada. "Enojada" ni siquiera comenzaría
a describirla.
Phoebe se mordió el labio y miró a Seth, que había soportado la fuerza furiosa
del vendaval de Zina sin ni siquiera un parpadeo.
87
—Lo siento. Sabía que estaría enojada, pero pensé que lo descargaría en mí.
Él asintió. Su mandíbula se apretaba con tanta fuerza que juraba que escuchó
sus dientes traseros molerse, pero no por enojo. Una fina capa de sudor brillaba en
su piel a pesar del día frío y sus manos temblaban a sus costados.
Ella quería acercarse, entrelazar sus dedos con los de él, hacerle saber que no
tenía nada que temer. No, maldita sea. Se suponía que debía mantener las
distancias. Por el bien de ambos.
—Él es… —¿Cómo explicar la diferencia entre Seth y el tipo de soldado al que
se refería Tehani? No creía que supiera lo suficiente de su lengua como para
hacerlo, en cualquier caso—. Sí. Lo es.
Tehani cruzó el vestíbulo para estar delante de Phoebe, con las manos detrás
de su espalda.
—Oh. —Ella hizo una mueca, imaginando la reacción de Zina. No, gracias—.
No creo que sea una buena idea.
Tehani asintió.
Phoebe empezó a abrir la puerta, pero luego pensó mejor sobre llevar a una
afgana a conocer a un ex marine traumatizado sin saber lo que la chica quería
darle. Lo último que él necesitaba después de enfrentarse a Zina era sorprenderse.
Phoebe hojeó las páginas, entonces empezó otra vez y leyó con más cuidado
para asegurarse de que realmente estaba viendo lo que ella creía. No, no estaba
delirando. Esto era de hecho un informe militar de al menos dos docenas de
acuerdos de armas y varias bombas suicidas, entre ellos la mujer no identificada
que intentó bombardear la embajada de Estados Unidos hace tres semanas. Fechas,
nombres y lugares, todo escrito por una mano precisa y a veces acompañado de
fotografías. Y un nombre en particular saltó de la página y la golpeó en la cara.
Jahangir Siddiqui.
***
Aún así, lo había arrojado de vuelta a un lugar muy oscuro. Y ahora que
podía pensar con claridad, eso realmente le molestó. ¿Qué había sucedido con toda
su mierda del progreso?
Ella abrió la boca con una gran exhalación como si hubiera estado
conteniendo el aliento.
—Sí, y él está detrás de la ola de atentados suicidas. Mira. Está usando a sus
esposas. Y mira. Está comprando armas, fabricando bombas. —Empujó los papeles
de nuevo—. ¡Y tenemos la prueba! Tenemos que decirle a alguien. Tenemos que
90
detenerlo.
—No.
Su boca se cerró.
—¿No?
—¿Zakir quién?
—Zakir Rossoul. —Ella frunció el ceño mientras pensaba—. Pero no creo que
ese sea su verdadero nombre. Lo escuché hablando por su radio en inglés cuando
me ayudó a escapar y se llamó a sí mismo... —Vaciló—. Sargento Zak Hendricks.
Bingo.
—Zakir me dijo que era muy importante que le diera esto a un soldado
estadounidense porque mi marido está tratando de comprar una bomba nuclear.
91
Capítulo 12
¿Este era el equipo de Seth?, ¿los hombres a los que se suponía confiaba que
vigilaran su espalda?
Ellos no eran lo que Phoebe esperaba. Mientras los siete hombres desfilaron al
entrar en el patio, Zina escoltó de vuelta a Tehani al interior antes de volver a
montar guardia junto a la puerta como una mamá osa. Todos los hombres
irradiaban diversos grados de desaprobación mientras pasaban a Seth. Un hombre
en un sombrero de vaquero lucia esa mirada fija que los médicos utilizaban para
evaluar durante la lectura de una placa de rayos X, como si Seth fuera un hueso
roto que había que establecer. Otro hombre con el pelo brutalmente corto y un
rostro malvado, que ladeó con desprecio como un gran matón de la escuela ante la
vista de la presa de la escuela media y, por supuesto, él comenzó con las burlas, tan
pronto como despejó la puerta principal.
Seth soportó la burla en un silencio estoico y ninguno de los otros dijo nada 92
para callar al matón, ni siquiera el hombre ceñudo con el bastón que parecía estar a
cargo del grupo variopinto.
No, probablemente no. Eran hombres, después de todo. Y esto parecía ser
una lucha de poder que Seth no tenía ninguna esperanza de ganar.
Con la cabeza bien alta, Seth se colocó delante del hombre con el bastón como
un prisionero frente a frente con su verdugo.
—Eres tan bueno, puedes hacer todos nuestros trabajos ahora, ¿es eso, héroe?
—se burló el mezquino.
Así se hace, Seth. Phoebe le dio un chocar los cinco mental incluso mientras un
pequeño pedazo de su corazón se rompía. Ella le había hecho esto a él, lo convirtió
en un paria entre los mismos hombres que deberían estar en su red de apoyo. Dios,
si tan sólo pudiera volver atrás en el tiempo y decirle a su estúpida yo más joven
que quemara ese artículo porque la notoriedad que ella iba a conseguir no valía la
pena la destrucción de la vida de un hombre.
Gabe la enfrentó.
Zina cruzó los brazos sobre su pecho. Su mirada asesina habría despellejado
un hombre inferior.
—No —dijo ella con firmeza y soltó la puerta. Golpeó al cerrarse con un ruido
metálico—. Si lo que dices es verdad y Tehani sabe algo acerca de este hombre
desaparecido, entonces lo llevaremos a las autoridades correspondientes.
—Con el debido respeto, las autoridades competentes de este país no dan una
mierda por un estadounidense desaparecido. De hecho, estamos bastante seguros
que esos llamados autoridades correspondientes son la razón de que sea un rehén.
Gabe asintió.
—Es lo que hay que hacer, pero él todavía no verá la libertad de nuevo en
94
cualquier momento pronto. La embajada no actuará en su información de
inmediato. Ellos se quedaran sentados, sopesando los pros y los contras de la
acción, hasta que algo o alguien finalmente fuerce sus manos. —Su mirada se
dirigió brevemente a la Seth—. Lo que puede llevar meses.
Así que, ¿cómo se sintieron quince meses para él? Phoebe se estremeció al
imaginarlo.
—Lo entiendo —dijo Gabe—, pero ¿quién está velando por la seguridad de
Zak Hendricks? Sólo estamos nosotros.
Los ojos de Seth fueron bruscamente hacia ella, una clara advertencia, aunque
no sabía por qué le importaba. No le hizo caso.
—Tehani una vez mencionó que el complejo del que se escapó sólo está a
unas pocas millas más arriba en la montaña desde su aldea. Tomé fotos de los
alrededores cuando nos fuimos.
Gabe la observó. Maldita sea, el hombre era intimidante incluso cuando ella
tuvo la sensación de que estaba tratando de contenerse.
—¿Quién eres?
—Okay —dijo Gabe. Tenía un fuerte agarre y su mano casi envolvía la suya—
95
. Phoebe. ¿Tuvo contacto con Hendricks?
—Y lo entiendo, pero tengo una propuesta para ti. Nuestro contacto local se
ha visto comprometido y no tenemos un lugar seguro donde trabajar.
Ah, eso explicaba por qué lucían como un casting para una película de
zombis.
—¿De…?
—¿Importa?
—Oookay, al parecer tú no sabes. ¿Dónde has estado durante los últimos diez
años, Zee? ¿Marte?
Zina resopló.
—Yo, uh, supongo que cuando Gabe dice, "donación" quiere decir que viene
de Quentin. —Ella miró a Gabe para su confirmación.
—¿Para sobornos?
Ah, esa era Zina. Siempre sospechosa. Pero dado el estado actual del país que
había adoptado como suyo, un poco de sospecha era saludable. Esperado, incluso.
—Para los gastos —corrigió Gabe—. Lo cual, no voy a mentir, a veces pueden
incluir sobornos. Pero ese no es el caso aquí. Esta disposición será más como una
donación en agradecimiento por alojamiento, con la ventaja añadida de un sistema
incorporado en fuerza de protección. Nosotros le podemos ofrecer seguridad a la
vivienda, siempre y cuando estamos en el país.
—¿Cuánto de la donación estamos hablando?
—Digamos que… —Su mirada viajó hacia el refugio, trazó el lado del
edificio. Sin duda esos agudos ojos color avellana notando el techo flácido y
astillado, paredes de barro descoloridas por el sol, y tenía que saber si su precio era
justo, que Zina sería incapaz de decir que no.
—Sólo un día para reunir suministros y datos. Tenemos que llegar hasta ese
complejo lo más rápido posible. Zak Hendricks está viviendo en un rtiempo muy
limitado.
—Es una oferta increíble, Zee. —Phoebe no podía creer que estaba
dudando—. Piensa en lo que puedes hacer con ese dinero. ¿Contratar al refugio un
guardia de seguridad a tiempo completo? ¿Comprar más libros y ropa, ropa de
cama nueva? ¿Atención médica? ¿Arreglar el techo?
98
—Maldito seas —le dijo a Gabe y levantó una mano temblorosa a la sien—.
Puedes quedarte si pagas la primera mitad por adelantado.
Él asintió.
—Sí, ma'am. —Hizo un gesto a los chicos parados detrás de él—. Permítanme
presentarles al equipo. Zina, Phoebe, éste es Quinn, mi segundo al mando.
Un hombre de aspecto solemne con cabello corto rubio oscuro asintió hacia
ellas.
Oh, tan serio. ¿Alguna vez sonríe? Por la línea dura de su mandíbula, el rictus
severo de su boca, y la mirada gris directa, Phoebe supuso que no. Aun así, sería
un modelo fantástico y ella moría de ganas por tomarle una foto.
Gabe continuó:
—Y Marcus, nuestro negociador de rehenes.
—Damas. — Marcus dirigió una sonrisa asesina a las dos, y sin embargo, de
alguna manera, lo hacía parecer como que estaba destinada exclusivamente para
ella. Se preguntó si Zina sentía lo mismo y le echó un vistazo. Nope. Zina no estaba
impresionada.
Gabe pasó por el resto del equipo. Jesse, un vaquero de pura cepa que
aparentemente serbia como médico. Ian, el tipo escalofriante con la burla
constante, quien era su experto en bomba; ¿y por qué eso no sólo le aterrorizaba
sino que tampoco le sorprendía a Phoebe? Él no dijo nada cuando fue presentado,
lo que no le rompió el corazón. Había visto la forma en que atacaba a Seth cada vez
que abría la boca y preferiría no estar en el extremo receptor de su mordedura.
Figurate, Phoebe pensó con un suspiro interno. Todos los chicos cayendo por
la bonita rubia. Caramba, era la escuela secundaria de nuevo. Aunque tenía que
admitir, si fuera a escoger un chico para su amiga, Harvard parecía el mejor ajuste
que Marcus o Jean-Luc. Obviamente inteligente, un poco raro a juzgar por su lado
de cerebrito, con su camiseta de "tenemos una pi", y completamente adorable.
Infierno, él era el tipo de chico que escogería para sí misma porque no le atraían
mucho los del tipo, altos, melancólicos, hechos-para-el-sexo-y-la-lucha.
Realmente no lo hacía.
Tan casualmente deslizó una mirada en dirección a Seth y una sacudida de
conciencia le hizo contener el aliento. Él la estaba mirando y había una oscuridad
indescifrable en sus ojos. ¿Lujuria? ¿Ira tal vez? O probablemente una mezcla de
ambos. Hizo contacto visual sin vergüenza ni disculpa. De la misma manera, se
imaginó, miraba a través de una mira telescópica antes de apretar el gatillo. Y ella
era su objetivo.
100
Capítulo 13
Siguió a Gabe por el pasillo, a través del edificio, y salió al patio trasero,
donde los chicos estaban cargando los dos todo terrenos que él y Marcus habían
robado ayer. Apostaba a que si su anfitriona supiera que tenía dos vehículos
robados en su propiedad, los sacaría de una patada, dinero o no.
El cambio de la casa opaca al sol brillante se sintió como agujas pinchando las
retinas de Quinn y se tragó una oleada de náuseas.
—¿Estás bien?
No. No, no estaba bien. No había estado ni en el mismo código postal de bien
desde su accidente automovilístico el año pasado.
Maldita sea, quería discutir. Quería despotricar contra la mano de mierda que
el destino le había dado. Pero ¿de qué serviría eso? Gabe sólo pensaría que había
perdido la cabeza. Lo cual, ciertamente, no estaba tan lejos de la verdad.
Así que esto no tenía nada que ver con sus problemas médicos después de
todo. Quinn se dijo a sí mismo que debía relajarse y asintió.
Mara.
Bien, es cierto, su aventura de una noche con la hija del senador Escareno no
había sido un momento brillante de auto-control de su parte, pero esa no era la
razón de que ella siguiera invadiendo sus pensamientos.
Pero allí estaba ella. Sonrisa tímida. Grandes ojos oscuros. Curvas como una
estrella de cine de los viejos tiempos. Suave cabello negro que se había sentido tan
jodidamente bien entre sus dedos cuando él había sostenido su cabeza y tomado su
tentadora boca con su…
No.
Él empujó con fuerza a Mara Escareno lejos de su mente, lo cual parecía estar
haciendo demasiado a menudo últimamente, y se reorientó en el problema en
cuestión. El refugio. Zak Hendricks. Siddiqui.
—No es más joven que nosotros en nuestra primera misión —le recordó
Quinn.
Sí, Quinn lo sabía. Aún así, era frustrante. Los chicos tenían potencial para ser
operadores excelentes, si solo tuvieran la capacitación y el equipo adecuado. Pero
el, si solo, no iba a funcionar ahora.
—Debería decir que no. Todas mis reservas acerca de él siguen en pie, pero
no puedo pasar por alto su intimo conocimiento del enemigo, tampoco. Por mucho
que prefiera dejarlo atrás, infiernos, enviarlo de vuelta a los Estados donde podrá 104
obtener la ayuda psiquiátrica que necesita, parte de mí teme que la información
que tiene pueda trazar la línea entre el éxito y el fracaso.
—Lo creeré cuando lo vea —dijo Gabe, aunque su tono dejó muy claro que
pensaba que iba a ver a un cerdo volando primero.
—¿Ha habido suerte comparando las fotos de Phoebe con las imágenes del
satélite?
—Nope.
—Maldita sea. —Gabe se pasó una mano por la cara—. Preferiría dejarla
atrás. No quiero correr hacia otra situación como la de Audrey en Colombia.
Quinn resopló.
—Es mejor que no sea otra Colombia. Audrey te castrará si llegas a casa con
otra esposa.
—¿Crees que debería estar preocupado porque eso interfiera? Soy el primero
en admitir que no estaba en mi mejor momento en Colombia, cuando Audrey me
105
noqueó. Y ni siquiera estaba en un terreno mental inestable en ese momento.
Sí. Algo no estaba bien. Una chispa. Un chisporroteo. Era casi como ver a
Gabe y Audrey volviendo a conocerse.
—Hey, mira. —Él dio un codazo a Gabe en el costado e hizo un gesto hacia la
pareja.
Gabe gimió.
—¿Sí?
Gabe se pasó la lengua por los dientes, pareciendo sopesar sus palabras antes
de hablar.
—Sí, lo hice. ¿Hay alguna razón por la que no hayamos informado a los
hombres sobre esa situación de mierda todavía?
—Porque nuestro enfoque tiene que estar al cien por cien en el sargento
Hendricks. El arma nuclear… —Él se pasó una mano por la cabeza y exhaló con
fuerza—. Francamente, no tenemos suficiente mano de obra para manejar algo
así. Somos un equipo de rescate de rehenes, no una unidad de lucha contra el
terrorismo.
Quinn asintió.
—Estoy totalmente de acuerdo, pero ¿qué vamos a hacer al respecto? No
podemos dejar que Siddiqui haga ese acuerdo.
—No pienso hacerlo, lo que me lleva a la última razón para que te quedes
aquí. Nuestro antiguo equipo está en Bagram en este momento.
—Mejor que no —dijo Gabe con una sonrisa tensa—. Pero es bueno saber que
tenemos un oído comprensivo en este país. Puedes pasar la información de
Hendricks al comandante Bennet sin decirle cómo entramos en posesión de ella.
Bennett debería ser capaz de ponerla en las manos adecuadas a tiempo para
detener el acuerdo.
Phoebe empujó otra foto en su mano, pero Seth no podía apartar los ojos de
ella más que para poder darle la más breve de las miradas. Y, francamente, no
quería hacerlo. Ahora que no estaba persiguiéndola como una criminal y
manteniéndola como su prisionera; por lo que nunca se perdonaría a sí mismo, ella
era tan… vibrante. Animada. Llena de alegría y risas.
Sus ojos brillaban mientras hablaba de sus fotos y las historias detrás de ellas.
Una ceremonia de matrimonio en la India. Una mujer saudita en un burka y
tacones altos. Una pequeña chica de Nepal ataviada con un vestido rojo para la
ceremonia de su compromiso matrimonial. Recordó los detalles de cada foto con
tal viva precisión, se sentía como si hubiera estado allí con ella, viendo los
108
acontecimientos.
—Sí. Quiero decir, es una imagen increíble. Eres muy talentosa. —Y ella tenía
una manera única de ver el mundo, buscando la belleza y la esperanza donde no
debería haber ninguna. Pero eso no significaba que tenía que volver a subir a esas
montañas.
—No es ilegal en absoluto —dijo Phoebe, alzando la voz sólo lo más mínimo
por encima de la discusión. Los manejó a todos ellos con la gracia y la paciencia de
un maestro de escuela trayendo una clase rebelde al orden, y un repentino
estallido de orgullo atrapó a Seth con la guardia baja.
—El técnico —continuó una vez que tuvo de nuevo el silencio—, es reportero
y habla para una persona local que ayuda a lubricar las relaciones con los
lugareños. Ya he contactado a mi técnico en Asadabad y él arregló un lugar para
que pasemos la noche en la aldea Akhgar, la cual esta a poco más de once
kilómetros en el valle… —señaló al mapa—… aquí. Tendremos que tomar caballos
porque no hay carreteras. Desde Akhgar, son otros dieciséis, o veinte kilómetros 110
montañas adentro a la aldea Niazi.
Gabe y Quinn se miraron y toda una conversación parecía pasar entre ellos en
ese instante. Quinn juró en voz baja.
—Señores, esto es una mierda grave. Quinn y yo conocemos esta área. Hemos
perdido una gran cantidad de SEALs aquí y todavía está bajo el control talibán. —
Miró a Phoebe—. No puedo creer que tú y Zina se fueran hasta allí con sólo una
escolta policial. Jesucristo, mujer. Deberías haber ido con una caballería.
16
FED: término de Agente Federal/Agente del FBI.
segundos más tarde con un puñado de tela azul—. El resto de ustedes deben usar
ropa masculina local. Necesitamos lucir lo menos amenazante como sea posible. Si
entramos blandiendo las armas, probablemente no vamos a lograr salir.
—No, mon cher17, estoy siempre listo para un poco de morbosidad. Aunque
tengo que decir, el intercambio de género es uno nuevo.
Ella rio.
—Eres incorregible.
111
la cabeza. Excepto que él no vio a Marcus y a Jean-Luc. Por el contrario, dos de sus
ex compañeros de equipo, Aaron "Bowie" Bowman y Omar Cordero, tomándose el
pelo el uno del otro en el comedor en Bagram. Los dos nunca se quedaban sin las
bromas de mamás, a pesar de su guerra en curso de superar al otro.
—Hey, Cordero. Tu mama es tan sucia que su agua del baño se considerar un arma
química.
—¡Oye, Bowie! Tu mamá es tan blanca, que ella hace que Pillsbury Doughboy18
parezca puertorriqueño.
Phoebe se sentó junto a él y, para su gran sorpresa, entrelazó sus dedos con
los de él. Era… reconfortante. M{s de lo que la capucha fue alguna vez. Su piel se
sentía suave contra su piel de cicatrices rugosa y causó todo tipo de cortocircuitos
en sus funciones superiores. ¿Cómo se sentiría al tener esas manos en su pecho? Y
luego desliz{ndose hacia abajo…
Cristo, con la forma en que un simple toque de ella lo iluminó, casi lo creyó.
Ella lo completaría de nuevo y entonces… 112
No. Joder, no. Sacudió la cabeza y liberó la mano de su agarre. Pensar así era
ridículo. Peligroso.
Equivocado.
De ninguna manera.
Se quedó helado al oír la voz de Phoebe desde lo alto de las escaleras y miró
alrededor por una salida. La puerta principal se situaba al frente de él, la
improvisada sala de guerra del equipo hacia la izquierda, el comedor a la derecha.
Cualquiera de estos dos últimos lugares lo dejaría atrapado, por lo que la puerta
era su única opción. Se dirigió hacia ella.
Abrió la boca para negarlo, pero el ceño fruncido que le dio habría hecho que
un mentiroso patológico derramara la verdad del susto.
—Sí, lo hizo.
—Me dijo que lo tiene bajo control y que no quiere nada apartando el enfoque
del equipo de la misión. Estoy de acuerdo que Hendricks tiene que ser nuestra
primera prioridad, pero también estoy seguro de que Gabe no se quedaría
114
simplemente sentado sin hacer nada si hubiera una amenaza inminente de una
bomba entrando en juego.
Dudó.
Phoebe se apartó los rizos de su cara. Era la primera vez que había llevado el
cabello suelto y sus dedos le picaban por hundirse en todos esos tirabuzones.
—Te estás olvidando del blanco enorme que podrás pintar sobre tu espalda
tan pronto como lo hagas público.
Levantó las manos para cubrir las suyas y dio a sus dedos un apretón antes
de apartarse de su alcance.
—Y solo.
115
cerca del nervio expuesto que corría a través del centro de su ser—. Deberías estar
en algún suburbio agradable volviendo a casa con un par de niños pelirrojos y un
esposo que te adore. Tu decisión más importante debería ser que hacer para la cena
de esta noche.
—Me necesitan aquí. Alguien tiene que contar las historias de estas niñas o
nadie jamás las escuchará.
Algo brilló detrás de sus ojos, ¿culpa?, y miró hacia el comedor mientras las
notas musicales de la risa de las niñas flotaban hacia fuera.
—Toda persona tiene pecados que expiar. Una vez creí que si exponía los
horrores del mundo, si salvaba suficientes mujeres y niñas haciendo que la gente
tome conciencia de lo que está pasándoles, podría compensar lo mío. —Ella
sacudió la cabeza, sus rizos rebotando. Cuando lo miró de nuevo, su sonrisa era un
poco triste—. Entonces sí. Quedarse aquí y contar sus historias es absolutamente lo
suficiente importante como para arriesgar mi vida.
—Jesús. No hay escala cárnica que te permita equilibrar las malas acciones
con el bien.
Otro golpe directo. Ella sí que sabía dónde apuntar esas palabras agudas.
—No.
116
—No puedo imaginarte haciendo daño a muchas personas.
—Te sorprenderías. Y, sí, cuando empecé en este camino, lo veía como una
forma de redimirme. ¿Pero ahora? Arriesgaría con gusto mi vida para defender a
estas chicas únicamente porque si no lo hago, nadie más lo hará.
—Puedo intentarlo.
Lo que significaba que debía irse. Él no era apto para el público en general en
este momento.
Antes de que se diera cuenta de que se había movido, tenía sus manos
alrededor de la garganta de Ian.
Las chicas gritaron. Los hombres también. Manos se arrastraron por sus
brazos, sus hombros, pero él mantuvo su agarre y vio el rostro delante de él
transformarse en uno que reconoció y sin embargo, no acababa de recordar. Uno
de sus torturadores volvió a la vida. El que había apodado Diablo. El que
disfrutaba de matarlo de hambre alternativamente, luego lo forzaba a comer hasta
que vomitaba y le hacía comerse eso también.
***
—Y tú lo pediste, ¿no?
Su mandíbula se tensó.
—Sí, te vi atizándolo todo el día. Todos ustedes lo hacen, en pequeñas
maneras, aquí y allá, pero Ian es el peor. ¿Y adivina qué? Pincha a una serpiente el
tiempo suficiente y la serpiente te devolverá el mordisco. Juro por Dios que no sé
cómo planean rescatar a nadie cuando ni siquiera pueden reunirse para cenar sin
altercados y derramamiento de sangre.
—Ellos deberían disculparse, no tú. —Ella clavó a los hombres con una
mirada asesina y la mayoría de ellos tuvieron la decencia de parecer avergonzados.
Ian, por otro lado, no parecía tener un hueso arrepentido en su cuerpo. Él gruñó,
sacudió la sopa de su chaqueta. Cómo cualquier persona en el equipo lograba
confiar en él lo suficiente como para poner sus vidas en sus volátiles manos, no
tenía ni idea.
Maldita sea. Phoebe trató de levantarse para ir a apagar este último incendio,
pero Seth todavía tenía un asimiento de su mano como si no planeara dejarla ir en
algún momento de los próximos cincuenta años.
Okay. Ella les había replicado a todos desde el borde mientras estaba sentada
en el suelo. Ningún problema. Simplemente llámenla la Mujer Maravilla.
—Zina. —Ella trató de levantarse de nuevo, pero nop, nada de eso. Seth
alzaba la mirada hacia ella, paralizado, casi de la misma manera que había hecho
esta mañana, como si quisiera memorizar cada detalle de sus características.
Como para probar su punto, Gabe ordenó a sus hombres que empezaran a
limpiar el desorden y todo el mundo, incluyendo a Ian esta vez, enderezaron las
sillas y limpiaron la sopa derramada.
Era interesante observar que Ian escuchaba a Gabe e incluso parecía respetar
a su Comandante. Tal vez era por eso que estaba en el equipo.
Seth la salvó de tratar de llegar a una. Como si de pronto se diese cuenta de 120
que aún estaba con la cabeza en su regazo, se puso en pie rápidamente y salió de la
habitación sin decir una palabra a nadie.
Ella vaciló, mirando de Zina a los hombres, y luego al pasillo donde Seth
había desaparecido. Quería seguirlo, pero ¿trataría Zina de echar a patadas a los
chicos de nuevo si se iba?
—Está bien. —Zina agitó una mano—. Ve tras él. Sé que lo deseas.
Ese fue todo el ánimo que necesitaba. Se puso de pie, siguió el camino que él
había tomado a través del ala de salones del edificio, y lo encontró de pie en el
patio trasero, una figura solitaria silueteada por la luz plateada de la luna. Sus
hombros se movían con un profundo suspiro y la capucha de su sudadera cayó
cuando frotó sus manos sobre su cabeza, y luego se arrodilló en el suelo. Ella se
dirigió hacia él.
Mierda. Ahora sabía que ella estaba detr{s de él y tenía que decir… algo.
Cualquier cosa.
121
Capítulo 16
Seth se tensó ante la suave voz de Phoebe, tan cerca detrás de él que
probablemente podría girarse y tomarla entre sus brazos, besarla, y perderse a sí
mismo en la bondad pura que componía a Phoebe Leighton hasta que todos sus
malos recuerdos desaparecieran.
No lo hizo.
—No. Quiero decir, sí, por supuesto que lo estás. Pero Afganistán. No
deberás haber vuelto.
Su estómago se retorció. Sin duda ella tenía razón. Su última contracción 122
incluso le dijo que ella no le recomendaba exponerse a la terapia por su tratamiento
de TEPT. Él estaba demasiado perjudicado.
Y aún así…
—Tengo que estar aquí —dijo él. Deseó poder explicar mejor su arraigada
necesidad, pero no habían palabras, excepto por esas mismas que ella le había
dado en el vestíbulo.
—¿Por qué? ¿Por esos hombres de allí? —Ella apuntó hacia la casa—. Ellos no
te respetan. No confían en ti.
Él se estremeció.
—Quizás no. No conocí a tus hombres, pero si eran buenos amigos, odiarían
verte atormentarte a ti mismo de este modo.
Ella tenía razón. Cordero había sido grande en perdonar y olvidar, y Bowie
siempre se había avocado a vivir el momento, mirar hacia delante, y no vivir en el
pasado. Ambos probablemente hubieran pateado su trasero todo el camino de
regreso a los Estados ahora mismo.
Su ceño se frunció.
—¿Por qué?
Ella lo estaba mirando, la luna bañando sus rasgos en una suave luz blanca. O
quizás era su luz interna, brillando tan pura y brillante. Un faro para un hombre
ahogándose como él.
Seth dejó caer su mano. Quizás era un jodido cobarde después de todo,
porque justo entonces, temía tocarla más que cualquier otra cosa.
—Por supuesto que sí —dijo ella como si fuera un hecho—. Alguien tenía que
hacerlo.
—Bueno. Ian es un matón y si hay una cosa que no puedo tolerar, es a los
matones. —Su expresión se suavizó—. Pero estuviste mal también. Responder a un
matón con violencia solo alimenta la parte de él que está rota. Él sigue
provocándote porque quiere que te rompas. Quizás para probar que estás peor que
él o quizás incluso porque quiere que le des pelea, lo ataques, lo hieras. De
cualquier manera, no puedes darle lo que quiere.
—De hecho sí. —Su mandíbula se levantó con una especie de petulancia, de
orgullo que él encontró adorable—. Mi equipo ganó el debate en el estado de
Massachusetts por tres años consecutivos.
—Oh, por favor —dijo ella rodando los ojos—. Apuesto que eras el chico rico,
mariscal de campo, rey del baile, y con una reina del baile, animadora colgada de
tu brazo. No me hubieras hablado a menos que necesitaras comprarme un trabajo
Inglés.
—¿Así que eres de la rara raza de atletas inteligentes? ¿No estás en la lista de
especies en peligro de extinción?
—Estamos tan en peligro de extinción como la nerd que puede manejar una
pelota. —Él la lanzó al piso y la pateó.
—Oh, yo sé cómo manejar todo tipo de pelotas. —Ella la paró con el pie y
sonrió—. Solo déjame decirte que la universidad cambió las cosas para mí.
—Estaba distraído.
Tú, quería decir, pero no podía forzar las palabras a traspasar sus labios.
Todo en ella lo distraía. Deslumbrante. Maravillosa.
Todos lo habían tratado con guantes de seda desde que volvió a los Estados.
Salvo por Ian, incluso los chico de su equipo lo trataban de manera diferente, 126
caminando sobre cáscaras de huevos a su alrededor, lo cual lo ponía al límite tanto
como a ellos. ¿Cuántas veces él había querido gritarles que lo trataran como un
compañero normal? Por el amor de Dios, él no iba a romperse si alguien hacía una
broma mórbida, pero todas las formas de bromas siempre cesaban cuando fuera
que él entraba a la habitación.
Pero esta mujer. Ella no lo trataba como si fuera a romperse. Ella conocía sus
problemas y dejaba que él lidiara con ellos, pero lo trataba como… como un ser
humano. Era un cambio refrescante de todos los demás en su vida estos pasados
dos años, podría besarla por ello.
No. Besar no estaba en el menú. Tan intrigante como era la idea, incluso sin
sexo rozar sus labios con los de ella parecía prohibido de alguna manera. Como
cruzar una línea de la que jamás podría regresar.
Phoebe cerró la distancia que los separaba y antes de que él notara sus
intenciones, ella se puso de puntillas y presionó sus labios en los de él. Todo tipo
de chispas se encendieron en su sangre, chisporroteando en sus terminaciones
nerviosas, al mismo tiempo congelándolo en una especie de temor frío y
explotando con tanto calor, que el sudor rompió a través de su cejo.
Ella permaneció besándolo unos segundos más de lo necesario y dejó el sabor
a dulce y especias en sus labios. Como el té chai al que los Afganos eran tan
aficionados. Su corazón retumbó en su pecho y le tomó un montón de fuerza de
voluntad no traerla de regreso por otro, profundo beso.
Ella liberó un tembloroso suspiro que nubló el aire y descansó sus manos en
su pecho. Tenía que sentir los latidos de su corazón, pero no dio indicios.
—No, no lo estás. Estás traumatizado y te has dado cuenta que solo necesitas
127
abrirte y hablar con alguien. Cualquiera.
—No puedo.
—Algún día necesitarás hacerlo, y voy a escucharte cuando ese día llegue.
Voy a escucharte…
Las palabras sacudieron una pequeña perla del hecho que él no podía creer
que hubiera olvidado: ella era una periodista. Por supuesto que estaría dispuesta a
escuchar. Ella no quería salvarlo, quería una primicia. Él no podía confiarle ningún
detalle. Cometió ese error una vez antes, contando partes de su historia, la historia
de su equipo, a reporteros, solo para verlo explotar en algo grandioso o feo o
francamente irreconocible.
Jamás de nuevo.
—Yo…
—Sí, es eso, ¿no? —Y ahí estaba pensando que ella era especial en algún
modo. Quizás incluso alguien en quien el podría confiar.
128
Capítulo 17
Phoebe se quedó mirando tras él. ¿Cómo pasaron de charlar sobre sus
experiencias muy diferentes de la secundaria a él acusándola de, bueno,
exactamente lo que ella había hecho con él hace dos años? Pero él no lo sabía. No
podía saber acerca de las cosas horribles que ella había escrito sobre él porque
había sido conocida como Kathryn Anderson en aquel entonces. Nadie de su nueva
vida lo sabía. En lo que a ella se refería, Kathryn Anderson estaba muerta y
enterrada y nunca sería resucitada.
Ella lo siguió al interior y casi chocó con su espalda cuando abrió la puerta.
Estaba allí parado, con los hombros caídos, las botas arraigadas al suelo, como si
no pudiera moverse más lejos.
—Estoy siendo un idiota otra vez, ¿no? —Él la miró, la vergüenza ardiendo 129
en su mirada—. Lo siento. Me haces… sentir cosas que no he sentido en mucho
tiempo. Eso me asusta muchísimo y he tenido suficientes encogimientos para saber
que tengo una tendencia a atacar a las cosas que me asustan. Así que, uh… sí, era
innecesario. No quiero herirte. Me… gustas.
Ella abrió la boca para decirle que tenía todo el derecho de atacarla, excepto
que:
—Lo sé.
—Ya has llevado más que tu parte justa de golpes por los demás. Parece una
tontería ser hiriente contigo mismo también, ¿no?
—No hay tal vez sobre ello, Seth. —Levantó la cabeza para sonreírle—. No
seas tan duro contigo. Es lo único que te pido.
Oh diablos. ¿Por qué no? Necesitaba una liberación tanto como ella lo hacía,
obviamente los dos estaban atraídos y eran adultos. Ella nunca se había entregado
a una aventura antes, pero la necesidad provocada por un sencillo desliz de sus
manos la convenció de que una aventura era una idea genial.
Se frotó contra él, aplastando sus senos contra su pecho, y el sonido que hizo
cuando él rompió el beso debe haberlo convencido para seguir adelante porque
bajó la cabeza otra vez y la apoyó contra la pared. Su erección clavándose en su
bajo vientre y se apoderó de su trasero, levantándola hasta que no tuvo más
remedio que envolver sus piernas alrededor de su cintura.
—Oye. —En el otro extremo de la sala, Quinn dio un giro de media vuelta en
puntillas tan rápido, que puso en vergüenza a las bailarinas.
—Lo siento. Continúen. —Quinn hizo un gesto con la mano por encima del
hombro—. Me alegra ver que estás bien.
—Sí —dijo Seth, su voz más áspera de lo habitual—. Estoy, uh, bien.
Aunque si fuera sincera consigo misma, otros cinco minutos y Quinn podría 131
haber logrado un buen vistazo.
Él frunció el ceño.
—No es divertido.
—En realidad… sí, lo es. —Ella sofocó otra risita detrás de su mano, pero
luego la dejó caer cuando un músculo palpitó en su mejilla. Él estaba aguantando
una sonrisa y quería verla, quería que él se diera cuenta de que no tenía que
ocultar su risa de ella.
—¿Cómo se supone que voy a entrar ahí y hacer frente al equipo de esta
forma? —preguntó—. ¿Crees que me dieron un mal rato antes?
—Sí.
***
132
Quinn tenía un dolor de cabeza.
Gracias al jodido refugio que sólo había sido capaz de escatimar unas cuantas
lámparas para su cuarto de guerra improvisado o de lo contrario el dolor de cabeza
podría haberse graduado de ay-ay-ay a pon-una-bala-en-su-cráneo-sólo-para-que-
se-detenga. Como estaba en este momento lo podía manejar.
Demonios, tal vez había sido un error traer a Seth al equipo. Gabe parecía
pensar así, y después de esta noche, no podía negarse que la cabeza del chico
estaba jodida.
Pero si vas por esa lógica, Quinn no debería estar en el equipo, ya sea porque
su cabeza estaba más jodida que la de él. Por supuesto, Gabe no sabía nada de los
apagones que había sufrido desde qué despertó del coma después de su accidente
de auto un año y medio atrás. Nadie sabía, a excepción de Jesse, que había
conseguido una copia de sus registros médicos en julio y le había instado a decir a
Gabe acerca de la lesión cerebral traumática.
Nada.
Ni propósito. Ni familia.
Además, las únicas operaciones que el equipo había hecho desde mayo eran
misiones de entrenamiento. Y puestos de trabajo de guardaespaldas ocasionales,
como este verano cuando cuidaron de la familia del senador Escareno en El Paso… 133
Mara.
No. Jesucristo, no. ¿Por qué esa mujer seguía apareciendo en su cabeza?
Su última misión.
Seth apareció en la parte inferior de las escaleras como una larga, y delgada
sombra. Tenía puesta la capucha de su sudadera, y su cabeza giró a la izquierda,
luego a la derecha, sus ojos explorando en busca de amenazas. Todo su cuerpo
estaba tan tenso como una cuerda de guitarra, vibrando con la energía nerviosa.
Seth se movió con la misma gracia vigilante como el venado. Como si tuviera
que correr ante el más leve susurro del movimiento, al igual que el ciervo cuando
Quinn se deslizó hacia adelante en la pantalla para tener una mejor visión. 134
Cristo, Quinn esperaba estar haciendo la decisión correcta acerca de este tipo.
—Hey, Harlan.
Seth se congeló y durante unos largos cinco segundos, Quinn pensó que
podría hacer una carrera para huir de él como el ciervo. Luego tomó un aliento que
movió sus hombros y se volvió hacia la sala de guerra.
—Pesadillas —dijo con ronca voz—. Han, uh, empeorado desde que llegué
aquí.
Quinn recogió varias de las fotos y pasó a través de ellas. Era inútil. Él no las
iba a hacer coincidir con las imágenes del satélite, no importa el tiempo que las
mirara. Él las arrojó de nuevo y dijo sin pensar:
Mierda. Al darse cuenta del error, Quinn se enfrentó al chico. Sabía que Seth
no lo recordaba, y él de seguro que no había tenido la intención de tocar el tema,
pero el gato estaba fuera de la bolsa ahora.
—Tú eres uno de los SEALs que me sacó de… de… —La garganta de Seth
trabajó—. ¿Es por eso que sigues adelante dando la cara por mí con Gabe? ¿Porque
estabas jodidamente allí?
—Sí. Parcialmente. —Él nunca olvidaría entrar en esa casa de barro, el olor de
la muerte como una bofetada en la cara a pesar del brutal pleno frío de invierno, y
encontrar a Seth Harlan encadenado a la pared en un cuarto trasero, pudriéndose
en su propia suciedad. El rostro demacrado de Seth había sido un revoltijo
hinchado irreconocible de manchas negras, azules y amarillas y alguien lo había
cortado recientemente abriendo su garganta. En ese momento, el futuro no había
lucido prometedor para el joven Marine. Mientras que el frío le había impedido
desangrarse, estaba hipotérmico y séptico, sufriendo de deshidratación, y al borde 135
de la inanición, y tenía heridas infectadas en todo el pecho, la espalda, las piernas y
la ingle. De hecho, Quinn había pensado que no iba a sobrevivir el viaje de regreso
a un hospital amigo, por no hablar de hacer una recuperación completa y tratar de
encontrar trabajo en el sector privado.
Seth tenía espíritu. Podría estar roto como sus psiquiatras clamaban, pero lo
tenía a montones, y eso era raro. Además, lo roto podría generalmente ser
arreglado.
Y sí, esa esperanza era exactamente el por qué Quinn siguió empujando para
mantener a Seth en el equipo. No dejaba de pensar en sí mismo, cómo la Naval lo
había arrojado a la acera por algo más allá de su control, si no fuera por
AVISPONES, estaría perdido en este momento. Había conseguido su segunda
oportunidad. ¿Cómo no iba a ofrecerle lo mismo a Seth?
Cuando Seth pareció firme de nuevo, Quinn tomó las fotografías y se las
tendió.
Seth se quedó mirando a sus manos por mucho tiempo. Tanto que Quinn se
figuró que el juego estaba terminado y el francotirador estaría brincando a los
Estados Unidos por la mañana.
Y Quinn le creyó.
Capítulo 18
—¿Gabe?
—Vi que le dabas algo a Quinn antes de que dejáramos el refugio. ¿Qué era?
Si no te importa que te pregunte.
Por el rabillo del ojo vio a Seth estremecerse. Él probablemente habría escrito
una de esas, ¿no? Muy probablemente una por cada uno de los cinco compañeros
que había perdido. Dios, ella no se podía imaginar llevar un peso como ese.
Gabe resopló.
Phoebe estudió a la mujer con el cabello castaño claro y ojos color caramelo.
Se sentaba en una playa de blanca arena llevando un traje de baño cubierto en un
revoltijo de estampados de animales que no cualquier mujer podría llevar. Le
quedaba bien a ella, sin embargo, y okay, Phoebe puede que hubiese sentido el
más pequeño deje de celos por eso. Con su cabello rojo y piel pálida, los
estampados de animales no eran sus amigos.
—Es adorable —dijo y en serio. Le devolvió la foto, vio sus ojos suavizarse
mientras la observaba antes de guardarla. 138
Ayyy. Bajo su gruñón exterior, él era sólo un gran viejo osito y ella quiso
abrazarlo un pelín por su desvergonzada adoración hacia su esposa. Le sonrió a
Seth, esperando que el compartiese su diversión, pero él no estaba ni poniéndole
atención a la conversación entre ella y Gabe. Él se quedó mirando fijamente a algo
en sus manos, sus hombros hundidos como si no quisiese que nadie más lo viese.
Emma. Su ex novia.
Entonces ¿por qué estaba luchando contras las lágrimas con cada pestañeo?
***
Ahora Phoebe lo estaba ignorando. Habían pasado horas desde que habían
abandonado los autos a favor de los caballos y empezó su viaje a lo largo del rio en
uno de los valles más peligrosos del país, pero ella seguiría sin hablar más de lo 139
necesario.
Tal vez era porque el pasado estaba muy cerca, flotado bajo la superficie, pero
cuando su caravana siguió la curva en el rio y se enfrentó a una pila de piedras,
todo el aire salió de los pulmones de Seth con una sensación vertiginosa de déjà
vu.
—¡Seth! —Era la voz de Cordero—. ¡Estamos bajo ataque! ¡Jodida mierda! Hay
cientos de ellos.
Y muerte.
Mucha muerte.
—¡Maldita sea, no vamos a morir aquí, Marines! —Su propia voz resonó en su
cabeza, gritando esas falsas palabras una y otra vez mientras observaba a Bowie
recibir un disparo en la pierna y caerse por un acantilado…
Una mano se posó en su muslo y él tiró con tanta fuerza que su caballo trotó 140
hacia los lados fuera del sendero, relinchando una protesta ante el agarre que tenía
de las riendas.
—Hey, está bien. —Phoebe volteó la parte delantera de su velo—. Sólo soy
yo.
Cristo. Soltó las riendas y se frotó la cara con las dos manos, sorprendido de
encontrar sus mejillas húmedas. El resto del equipo aún no se había enterado que
él se había parado y estaban a medio campo de futbol de distancia.
Ni de cerca.
—Sí.
¿Había dicho eso? Tragó saliva y con son las rodillas impulsó a su caballo a
trote. Él no iba a volver a discutir la última posición de su equipo con ella o alguien
más. Ni siquiera se lo había contado completamente todo al psiquiatra.
—No.
—Eso es todo lo que los del tipo periodistas quieren hacer. Es siempre hablar,
hablar, hablar de toda la mierda que ya sabes.
141
Su barbilla se levantó en defensa, pero no antes de notar el vislumbre de
dolor que cruzó su cara.
Ay, maldito sea. Ella no era como esos periodistas, aquellos que habían
arrastrado su nombre y los de su equipo por el barro. Él sabía eso y, mierda, estaba
arremetiendo contra ella otra vez por miedo. Tenía que dejar de hacer eso. Ella no
merecía su ira y eso no iba a cambiar nada.
Vio a Bowie cayendo sobre el borde del acantilado de nuevo. Y otra vez. Y
otra vez…
Hablar de los chicos así debería haber abierto todas sus heridas, debería
haber lastimado mucho más. En cambio algo en su interior se alivió al contestar su
pregunta.
—Él y McMahon fueron los dos chicos nuevos, la primera vez en Afganistán.
En su mayoría reservados, pero eran buenos chicos. Sólo niños…
—Link era inteligente. Amaba los aparatos, muy parecido a Harvard. Trató
muy duro de conseguir apoyo ese día…
Una vez más, Phoebe lo alcanzó con facilidad, pero esperó hasta que se
desaceleró a un paseo antes de hablar.
—No te hace menos hombre, ya sabes. ¿Llorar por amigos perdidos? Sólo
significa que tienes un corazón. Que eres humano.
Sí, claro. Ella realmente no tenía ni idea de lo que estaba diciendo. Al igual
que cada otro periodista que había conoció.
Abrió la boca con la intención de decirle lo ridículo que sonaba, pero todos 143
los pequeños vellos a lo largo de la parte trasera de su cuello se pusieron firme
repentinamente. Las orejas de los caballos se movieron y el de Phoebe esquivó en
agitación.
—¡Gabe!
Los ojos de Phoebe se abrieron y ella se volvió también, pero, por supuesto,
los pastores ya habían desaparecido.
—¿Qué pasa?
Cascos tronaron hacia ellos y Gabe tiró de su enorme semental para una fácil
parada a centímetros de distancia.
—¿Qué?
—Una cola.
—Ese es el problema.
Seth oyó un silbido sobre sus cabezas, un sonido que se repetía en sus sueños
cada maldita noche. Por todos los derechos, debería haber estado meando sus
144
pantalones del terror, y reviviendo el momento en que una granada propulsada
por cohete explotaba en frente del Humvee de su equipo, matando
instantáneamente a McMahon. Ese sonido de silbido y la siguiente explosión lo
había perseguido durante años, pero ahora, en lugar de cerrarse, algo así como una
pieza faltante del rompecabezas se ciñó a su posición dentro de su cerebro y la
calma glacial descendió.
Seth estableció a Phoebe abajo detrás de una roca, sacó de un tirón su pistola
9 mm de su funda en la pierna, y se la tendió a ella.
Ella asintió de nuevo y agarró el arma en un apretón con los nudillos blancos.
Pateó su caballo al galope, cargó de vuelta a la batalla e hizo balance de la situación
mientras cabalgaba.
Marcus había perdido su caballo también, pero se había quitado el chadari que
había estado usando, subido a una buena posición de disparo en lo alto de un lado
del valle, y llovido balas sobre sus atacantes. Gabe y Jesse todavía tenían sus
monturas y utilizaron las velocidades de los animales para atraer el fuego enemigo
lejos de Jean-Luc, quien estaba rodeando por detrás al grupo de combatientes
distraídos con un cuchillo en la mano. Ian todavía no se había movido desde el
punto en el que aterrizó. ¿Lesionado? ¿Muerto? Seth no podía decirlo de esta
distancia y vaciló.
Corrió al lado de Ian, esquivando una bala que vino alarmantemente cerca de
su pie. Enganchado la mano en el cuello del chaleco que Ian llevaba bajo su túnica
afgana holgada y sin contemplaciones tiró al hombre para cubrirlo detrás de una
elevación natural en la tierra. La pendiente no aportó mucho en la forma de la
cubierta, pero era mejor que nada.
—¿Te dieron?
—No es tan malo como podría haber sido. Los chicos malos, Reinhardt.
¿Dónde están? —Seth raptó hasta la parte superior de la subida y metió un
proyectil rápidamente en la cámara del rifle—. Y no me señales hacia Jean-Luc. Me
gusta el chico.
—Seiscientos metros.
Seth juzgó el viento, mentalmente hizo los cálculos, hizo los ajustes, y se
relajó en su posición detrás de su rifle. Maldita sea, pero se sentía bien, un poco
como volver a casa. Respiró. Exhaló y apretó el gatillo.
—Le diste —dijo Ian con no poca sorpresa. Bajó el telescopio—. Le volaste la
cabeza.
—Un disparo, un muerto. Cualquier otra cosa es una pérdida. —Él expulsó el
cartucho vacío, cargando la recámara con una ronda fresca—. Encuentra los otros.
—Esto no quiere decir que somos amigos. Sigo pensando que estas de
manicomio, Héroe.
—Y sigo pensando que eres un malnacido, así que estamos a mano. Ahora
encuéntrame al otro objetivo.
147
Capítulo 19
Aldea de Akhgar
148
chicos tendrían paz esta noche antes de que se adentraran más en territorio
enemigo mañana.
Aun así, el policía cedió su hogar para que usaran. No había mucho en la
construcción de barro, una sala principal con varias habitaciones más pequeñas en
la parte trasera. Nada de agua corriente y el baño consistía en una zanja detrás de
la casa. Ningún alojamiento de cinco estrellas, pero cada una de las habitaciones
tenía una cama real con sábanas y mantas y Phoebe estaba bastante preparada para
colapsar en una.
Ella le sonrió.
Sonrió.
—Mal-dición.
Ian se limitó a gruñir. Él parecía preferir que le sacaran los dientes con una
cuchara antes que estar en cualquier lugar en la misma zona que el médico, y
realmente, Jesse no parecía en absoluto emocionado con su paciente tampoco. Era
increíble que aún no se hubieran arrancado las cabezas el uno al otro, y sospechaba
que se estaban tolerando entre sí sólo porque Gabe le había ordenado a Ian que
fuera a que lo remendaran. Definitivamente existía una historia entre ellos y más
que un poco de resentimiento. Tal vez Seth sabía por qué se odiaban.
—Por favor, dime que no le dijiste alguna mierda. —Una habitación era para
ella y por acuerdo tácito entre los hombres, Gabe consiguió la otra; probablemente
debido a la lesión que le obligaba a usar un bastón la mayor parte del tiempo.
Había oído a los hombres discutiendo con buen humor por el tercer y último
dormitorio, pero Ian no tenía un hueso amable en su cuerpo.
Ella prometió a Jesse que le informaría sobre cualquier lesión y comprobó las
habitaciones de una en una. Gabe estaba en la primera, la puerta de madera abierta
al pasillo. Se sentaba en la cama con su pierna mala elevada y la foto de su esposa
en la mano. Decidió no molestarlo y se deslizó por delante de su puerta a la
siguiente, que resultó ser una habitación vacía. En el último dormitorio, la puerta
de madera mal ajustada estaba entreabierta y echó un vistazo por la rendija. No
para espiar ni nada, pero si él parecía realmente necesitar espacio, se lo
proporcionaría.
—¿Seth?
—¿Qué quieres?
—Lo siento. No me di cuenta que estabas aseándote. Regresaré. —Está bien,
era una pequeña mentirijilla, pero no quería que él supiera que le había estado
observando. Se detuvo a mitad de camino de salir por la puerta y miró hacia
atrás—. Pero para que conste, cuando alguien llama a la puerta, tú deberías decir
"entre", no "¿qué quieres?"
Lleno de cicatrices.
Santa mierda. Ella dio varios pasos hacia él antes de darse cuenta de lo que
estaba haciendo. Extendió la mano, pero lo pensó mejor antes de tocarlo cuando él
se estremeció. Luchando contra una oleada feroz de ira que trajo lágrimas a sus
ojos, apretó los puños a los costados. Por supuesto, ella había conocido algunos de
los detalles de lo que le habían hecho, ¿pero tenerlo todo exhibido ante ella como
un mapa de tortura? Maldita Sea. Ella ni siquiera tenía la mitad de una pista de lo 151
que había soportado.
—Por favor, no lo hagas. —Se dio la vuelta y agarró la camisa limpia doblada
sobre la cama—. No te quiero mirándome de esa manera. Se compadecen lo
suficiente por mí en casa. No necesito que lo hagas también.
—No me compadezco de ti. —Para demostrarlo, levantó las manos hasta sus
hombros, permitiendo que sus manos se deslizaran hacia abajo sobre la piel áspera
de sus brazos—. Estoy asombrada por ti. Mira a lo que has sobrevivido y sin
embargo aquí estás, de nuevo en el lugar que sucedió. Ni siquiera puedo empezar
a comprender el valor que debe haber requerido el regresar aquí.
—No. No es así. —Pero que lo pensara le hacía uno de los hombres más
honorables que había conocido alguna vez. Trazó una cicatriz en forma de C
elevada en sus bíceps—. ¿Todavía duelen?
—Ya no más. No hay nada más que los médicos puedan hacer. —Se encogió
de hombros—. Estoy tan curado como puedo. Sólo tengo que vivir con eso ahora.
Pero vivir con ello no le debería causarle molestias. Y ahora que lo pensaba,
incluso podría tener algo para ayudarle.
—Él no está lesionado —antes de volver para encontrar que Seth no se había
movido. Él todavía estaba de pie junto a la cama, con las manos a los costados.
Señaló el colchón.
152
—Adelante. Recuéstate.
—¿Disculpa?
—Alto. —Ella puso los ojos en blanco ante él—. No voy a saltar sobre ti ni
nada. —No, a menos que lo pidas, añadió en silencio e inmediatamente se maldijo
por ello. Esto en cuanto a mantener las distancias. Le hizo un gesto hacia la cama—
. Vamos. Mi madre es una terapeuta de masaje y he aprendido algunos trucos con
los años. Además, ella me dio esta loción realmente genial —Movió la botella de
un lado a otro—, que suaviza la piel como no creerías. Podría ser capaz de ayudar
con esa tirantez de la que estabas hablando.
—Quiero hacerlo.
—¿Por qué?
—Porque lo necesitas.
—Solo quiero que te sientas mejor. —Plantó las manos en las caderas y
frunció el ceño—. ¿Es eso un delito? ¿Qué pasa con el sermón?
Él no dijo algo más, pero no tuvo que hacerlo. Esa mirada cautelosa en sus
ojos lo decía todo. ¿Había sido tan dañado por su cautiverio que la simple bondad
escapaba de su comprensión?
Dios.
Ella se arrodilló en el borde del colchón y vaciló. Dios, su espalda. Incluso sus
cicatrices tenían cicatrices.
Su corazón dio un pequeño bailoteo feliz ante su sarcasmo, pero por mucho
que le encantaba que finalmente se hubiese relajado lo suficiente para bromear, no
podía dejar que se saliera con esa. Lo golpeó en la cadera con el dorso de su mano.
—¿Querías que te dijera cuando estás siendo un imbécil? Bueno, ahí lo tienes.
Prueba A.
Algo que podría haber sido una sonrisa tembló en la comisura de sus labios.
—Por supuesto que no vas a hacerme daño, Phoebe. Eres, ¿qué? De uno
sesenta, cuarenta y nueve, o ¿cincuenta y uno? ¿Qué puede hacerme una cosita
como tú que ya no se haya hecho?
—Tenemos que trabajar en tu sentido del humor. —Pasó una pierna por
encima de su cintura y se sentó a horcajadas en su espalda, con fuerza, porque,
bueno, dañado o no, él se lo merecía por el comentario de elefante.
Él resopló, luego le dirigió una mueca por encima del hombro.
—Sin dureza.
Phoebe roció algo de la loción en su palma, ahuecó sus manos juntas, y sopló
en ella para calentarla. Empezó en su cuello y se abrió paso por su espina dorsal.
Bajo las cicatrices, era todo esbelto músculo, constituido como un corredor. Solía
ser más voluminoso, lo sabía. Había visto fotos de él de la escuela secundaria,
cuando le habían ofrecido una beca completa de Notre Dame con una beca de
fútbol. Ella también había visto fotos de él y su desafortunado equipo directamente
antes de que salieran de su última misión. Y, honestamente, a ella le gustaba su
cuerpo más ahora, cicatrices y todo. Le gustaba la forma en que sus músculos se
sentían bajo sus dedos mientras trabajaba su piel.
Ya estaba mojada para él, lo cual era un poco embarazoso porque sabía de
hecho que el sexo era absolutamente la última cosa en su mente. Por lo menos él no
podía sentir su excitación a través de sus vaqueros.
Enfócate.
En Seth.
Por otra parte, no quería que el mundo lo viera desnudo. Ella quería verlo
desnudo.
El calor crepitó por su brazo desde el contacto de sus labios y ella exhaló
temblorosamente.
—¿Seth? 156
Sus labios rozaron su muñeca interna y jadeó, sus muslos involuntariamente
se apretando en su cintura. ¿Quién sabría que las muñecas eran tan sensibles? Ella
ciertamente no, pero cuando él abrió la boca y añadió un roce experimental de la
lengua, la caricia se disparó directamente a su sexo.
Él liberó su pecho y se impulsó hasta las rodillas. Ojos azules ardientes con
lujuria insatisfecha examinaron su cuerpo, pero no la tocó de nuevo.
Con una maldición violenta, saltó de la cama y se paseó por el pie de ella.
Hacía un espectáculo impresionante con sus músculos, las cicatrices y la erección
que sobresalía de sus caderas cubierta por una delgada capa de algodón. Ella lo
miró por varios latidos, aturdida, todavía esperando que volviera a ella y la
enviara a volar con su boca y manos. Y más. Oh, sí, por favor más. Tal vez él estaba
buscando una provisión de condones, ya que sin duda los necesitaban antes que
las cosas se fueran más lejos.
—¿Qué pasa?
—Sólo he estado con una mujer. —La parte de atrás de su cuello enrojecido
ante la admisión y no quiso mirarla.
—Um… —Ella luchó por comprender por qué eso era un problema—. Está
bien. Yo sólo he estado con mi ex marido y un novio de la universidad. Así que si
est{s nervioso por…
—No. —Si el cuello se ponía más rojo se prendería en fuego—. Jesús, no. Eso
no es… No soy un novato —dijo bruscamente—. Sé lo que estoy haciendo. Incluso
solía ser bueno en eso.
Sí, le creía eso absolutamente. Sólo con las manos y los labios, la había
arrastrado más cerca de llegar al clímax de lo que nunca había estado sin la ayuda
de un vibrador.
—Supongo que no entiendo a qué te refieres. —Pero tan pronto como las
palabras salieron de su lengua, su significado se hizo dolorosamente claro; él
estaba hablando de su ex-novia. La mujer cuya foto aún llevaba por ahí.
Dios, ni siquiera podía encontrar las palabras para describir las sensaciones
que él encendía con sólo un toque de sus labios. Todo lo que sabía en ese segundo
era la ardiente necesidad de acercarse a él. Sentir más de su boca y sus manos.
Unírsele.
Sin malos recuerdos. Sin culpa. Simplemente ellos dos dando y recibiendo
placer el uno del otro.
Quemaduras.
—No puedo hacer esto. —Sin mirarla, volvió a meterse en sus boxeadores,
encontró sus pantalones camuflajeados, y se los puso de un tirón. Luego la camisa.
Después agarró sus botas y estaba a mitad de camino a la puerta antes de que ella
se desenredara a sí misma de la manta y saltara de la cama. Lo agarró de la mano.
Oh, Dios. Ni siquiera se había dado cuenta de que las lágrimas le estaban
goteando por el rostro. Ella se limpió los ojos con su mano libre, eliminando las
gotas infractoras.
—Porque me duele por ti. Por lo que pasaste. Pero eso no cambia nada.
Todavía deseo…
—No. —Él la inmovilizó con una muerta mirada glacial—. Si estás tan
desesperado por echar un polvo, pídeselo a uno de los chicos que no esté dañado
para hacerlo. El mujeriego de Jean-Luc. Marcus, también, para el caso. Diablos, ni
siquiera me importa si lo intentas con Ian. —Liberó su mano de su agarre y abrió la
puerta—. Cualquier otro excepto yo.
***
No pudo.
En el pasillo, metió los pies en las botas sin molestarse en atar los cordones, y
luego caminó hacia la sala principal. Había dejado su equipo en el dormitorio, pero
como sea. No es como si no hubiera dormido en un piso de tierra antes. Incluso
como si durmiera más.
—Hey, Seth —la voz de Gabe lo llamó al pasar uno de los dormitorios. Se
detuvo, pero se preguntó si se libraría fingiendo que no había oído.
Probablemente no.
—¿Sí? 161
Gabe estaba sentado en la cama con su pierna mala elevada y eso era;
infierno, una especie de shock para ver. Cierto, Gabe caminaba con un bastón a
menos que el equipo estuviera entrenando o en una misión, pero la discapacidad
siempre le había parecido casi como una ocurrencia tardía. Nunca había sido tan
evidente como lo fue en este momento con el gran hombre postrado en la cama, su
tobillo encerrado en un molde blando y apoyado sobre almohadas.
Gabe no dijo nada más y, no queriendo quedarse parado ahí como un idiota,
Seth comenzó a retroceder, seguro de que había sido despedido.
Gabe asintió.
—Sí, señor.
—¿Yo?
—Sí, señor.
—Muy bien, escucha. No tengo que decirte que esta misión es personal para
cada hombre en este equipo. Diablos, es más personal para ti que para cualquiera
de nosotros, ¿no es así?
—Entendido, señor.
Kabul
—¡Paulie, espera!
—Um, Paulie. —Como si se diera cuenta que estaba royéndose la uña hasta lo
último, ella hizo una mueca y cruzó los brazos sobre su pecho—. Has estado
164
insistiendo en que es tu nombre desde que volviste esta mañana.
—¿Paulie? —Se sentía como una palabra extranjera en su lengua. Sí, había
sido suyo una vez, pero no había sido Benjamin Paul Jewett Jr. o Paulie en casi
veinte años. Ni siquiera había pensado en sí mismo con ese nombre desde que se lo
cambió legalmente a Travis Benjamin Quinn, por su abuelo materno y sus padres
adoptivos—. No, soy Quinn. Llámame Quinn.
—Bueno. Tengo que preguntar, ¿est{s bien? Has estado actuando extraño… e
insistiendo que te llame por un nombre diferente por las últimas horas. Eso no es
normal y no te quiero cerca de mis chicas si… —Pareció buscar las palabras
adecuadas—. Si no estás sano.
—Puede que crea que todo tu equipo esté loco, así que eso no es mucho decir.
—Ella sacudió la cabeza, resopló y se volvió para regresar al comedor—. Sólo trata
de evitar a las chicas tanto como sea posible, ¿de acuerdo?
—Sin problemas. —Prefería pegarse un tiro en el pie que lidiar con una
multitud de chicas adolescentes.
Apagones de mierda.
Ahora había conseguido lo que debía sentirse ser Seth, que todo el mundo
que te rodea piense que estás loco. Y sin ser libre para revelar cómo llegó la
información sobre el arma nuclear, probablemente había sonado fuera de sus
cabales.
¿Paulie?
165
¿Qué fue todo eso? ¿Una especie de regresión? Sus médicos habían
mencionado algo acerca de caer en estados de fuga disociativa, pero le habían
dicho que era un posibilidad. También le habían dado un montón de otras
posibilidades a lo largo de su recuperación, a partir de su primer pronóstico de que
sería un vegetal para el resto de su vida. Bueno, los había sorprendido
infernalmente cuando abrió los ojos un mes más tarde, sacado sus IVs, y tratado de
salir de la cama para encontrar a Gabe y asegurarse de que estaba bien.
—¿Dónde diablos está? Se está lanzando para presidente. ¿No debería estar
en campaña o algo así?
—Maldita sea.
—Hey —Harvard le gritó cuando él se volvió para irse—. ¿Qué está pasando
contigo?
Quinn se detuvo en seco. Mierda. ¿Harvard había sido testigo del apagón, 166
después de todo? Recompuso su expresión educada en una máscara en blanco
antes de enfrentarse otra vez al chico.
Así que no estaba hablando sobre el apagón. El alivio dejó mareado a Quinn.
—Bien. Buen punto. —Gabe no había querido decir a los hombres acerca de
la posibilidad de la bomba, no queriendo dividir su atención mientras estaban
profundamente en territorio enemigo, pero Harvard no estaba en las montañas y
necesitaba saberlo—. Esto no va más allá de esta sala.
—Por supuesto.
Quinn cerró la puerta.
—En los informes de Zak Hendricks, menciona que Siddiqui está a la pesca
para comprar una gran maleta nuclear. El acuerdo se supone será pronto.
Probablemente en los próximos días.
—Es por eso que fuiste a Bagram —dijo Harvard, asintiendo. Si la noticia le
hizo temblar, no lo demostró—. Querías ayudar para lidiar con la bomba.
—Sí, pero las cosas no salieron según lo planeado allí. No podía decirles
dónde había conseguido la información y no estaban dispuestos a fiarse de mi
palabra. Ahora, es una posibilidad que todavía lo comprueben, pero siento que
todo esto está sobre nosotros.
Tehani sonrió.
Sooo, páralo ahí. Sí. Definitivamente tiempo para hacer una salida rápida. Él
estaba empezando a sudar y no tenía dudas de que podían oler el miedo en él.
Ella dijo algo en pastún. Sabía trozos de la lengua, lo suficiente como para
recoger la palabra "protector", y la culpa hundió sus garras en la parte trasera de su
cuello. Se detuvo a varios pasos de distancia y se enfrentó al grupo de nuevo.
168
Capítulo 22
Oh, sí, ella todavía estaba enojada. No es que Seth la culpará por ello. Él se
merecía el tratamiento del silencio y probablemente más.
Phoebe apenas había mirado hacia él en todo el día, a pesar de que ahora
montaban el mismo caballo desde que ambos, el suyo y el animal del Ian habían
escapado durante el tiroteo de ayer. El pueblo le había proporcionado a Ian un
burro, el cual, como Jean-Luc señaló, tenía la misma personalidad brillante que el
técnico de bombas.
Phoebe había sacado una foto del par ideal y se rió de eso con los chicos;
hasta que Gabe le ordenó viajar con Seth. Ella había protestado, por supuesto, pero
era a la manera de Gabe o la carretera, y sus argumentos habían tenido una muerte
rápida.
Al menos el viaje transcurrió sin incidentes. Ningún lugareño hostil más, que
169
era ya sea un golpe de suerte increíble o un signo de cosas malas por venir. Seth
sospechaba esto último, aunque él no lo dijo en voz alta. No tenía sentido
arruinarlo si acababan de logar tener suerte.
Seth trató de entablar una conversación con ella varias veces durante el viaje
de un día de duración. Él trató de disculparse también, pero ella no se lo estaba
tragando. ¿Qué tenía que hacer para demostrar que realmente lo sentía?
¿Humillarse? Sip, probablemente, pero eso era un poco difícil de hacer desde la
parte trasera de un caballo cuando su pasajero no hablaría con él.
—Espera. Detente.
—Oh Dios mío. El perro todavía está aquí. —Ella salió disparada hacia las
ruinas de un antiguo tanque soviético.
—¿Qué es?
—Dijo algo acerca de un perro.
—Oh, pobre cosita. Alguien que me traiga agua, —dijo bruscamente sobre su
hombro y frotó la cabeza del perro—. Vi que su dueño lo ató aquí cuando Zina y
yo llegamos. Eso fue hace días.
—Tal vez su dueño lo ata aquí todos los días. Mira, sus platos están justo allí.
—Sin embargo, los platos de metal abollados estaban vacíos y al revés, como si el 170
perro les hubiera dado con sus patas cuando se quedó sin comida y agua.
—Algo está mal. —Aceptó la botella de agua que Jesse le tendió y volteó el
plato del perro llenándolo—. ¿Crees que él puede comer una de tus raciones de
campaña?
—¿Uh, Phoebe? —la llamó Jean-Luc y ambos echaron un vistazo hacia él. Él
estaba parado al borde de la colina, con la mirada fija en la aldea—. ¿Esto luce
como la última vez que estuviste aquí?
—Oh Dios. La familia de Tehani. —Phoebe dio un giro brusco y saltó sobre su
caballo, instándole a correr con un —Hiah. Hiah.
Mierda.
—Phoebe, no lo hagas.
Si ella lo oyó, no dio muestras y corrió hacia una de las casas de barro. Corrió
a la puerta principal y se fue de habitación en habitación, gritando:
—¡Darya! ¡Nemat!
171
Seth estaba en la puerta sin hacer ningún comentario hasta que ella regresó a
la sala principal, con un harapiento oso de peluche aferrado a su vientre.
—Algo está mal. Ellos dejaron todo lo que poseen. No son nómadas. Esta es
su casa. ¿Por qué iban a dejar todo atrás? —Ella abrazó el oso más fuerte y se
quedó mirando un pañuelo de cabeza olvidado en el suelo—. ¿Tal vez decidieron
ir a Kabul después de todo? Tal vez estén de camino hacia el refugio para ver a
Tehani en este momento. —Sonaba como si estuviera tratando de convencerse a sí
misma.
—No me gustaba esto —dijo Gabe detrás suyo y él echó un vistazo sobre su
hombro para encontrar al resto del equipo de pie allí presenciando el ataque de
nervios de Phoebe. Él se enfrentó a ellos, pero se colocó en la puerta para ofrecerle
un poco de privacidad.
Gabe asintió y les indicó a los hombres para que entraran a la casa. Después
de un segundo de vacilación y el toque tranquilizador de la mano de Phoebe en su
espalda, Seth se hizo a un lado para dejarlos pasar.
Ian fue el último en entrar y el perro trotó detrás de él, moviendo la cola.
Ian gruñó.
—Muy bien, señores —dijo Gabe—. Basta de charla. Sé que están cansados
del largo viaje de hoy, pero tenemos que seguir hasta el recinto. Ahora bien, según
Tehani, nos dirigimos tres millas al noreste de aquí. Va a ser una subida empinada
y estaremos a pie, por lo que deberíamos planear llegar al recinto en algún
momento en medio de la noche. Pasaremos tiempo en el reconocimiento y si
parece que nuestro objetivo está dentro, haremos planes para entrar antes del
amanecer. Phoebe.
Ella asintió y agarró al perro por el collar que le habían vuelto a poner,
rascando al desliñado animal detrás de la oreja.
El equipo se enfiló hacia fuera. Seth empezó a seguirlos, pero ella soltó al
perro y se lanzó a pasarlo, bloqueando su camino.
—Lo sé.
Phoebe acortó la distancia entre ellos y estrechó sus mejillas en sus palmas,
obligándolo a mirarla.
—Pero eso no significa que quiero verte lastimado, así que vuelve en una sola
pieza, ¿de acuerdo?
Él no estaba seguro de qué decir a eso; había pasado una eternidad desde que
alguien aparte de su familia se preocupara lo suficiente por él para importarle su
seguridad, así que en vez de responder, se inclinó y presionó sus labios a los de
ella.
No fue suficiente.
Él la agarró por las caderas y la atrajo contra él, inclinando la boca para un
mejor ángulo sobre los de ella. El beso hizo una serie de cosas extrañas en su
interior. Su pulso se disparo, lo hizo consciente de cada latido de su corazón, cada
expansión de sus pulmones cuando arrastraba el aire en su interior. Incluso el roce
de la ropa contra su piel era demasiada sensación. Él se sentía a la vez frío y
caliente, cubierto de piel de gallina, y la oleada de calor a lo largo de su columna
vertebral se unió en sus testículos como una necesidad dolorosa. Había pasado
mucho tiempo desde que él había estado en el interior de una mujer. Si medio se le
hubiese dado una oportunidad, él la habría desnudado justo ahí en la casa
abandonada, enterrándose a sí mismo en su cuerpo dispuesto, y pasado las
siguientes horas saciándose.
Eso le gustaría saber a él. En los tres años desde que fuera tomado cautivo,
había vivido hora a hora, día a día, sin pensar en el futuro. Porque antes de
AVISPONES, no tenía futuro. E incluso entonces había visto su trabajo con el
grupo como un puente inestable, siempre balanceándose, constantemente al borde
del colapso. Se había despertado cada mañana esperando que Gabe llamara y le
dijera que su última metedura de pata era la última.
Phoebe era constante. Ella era sólida y real, un punto focal en el que él podía
fijarse. Él tenía un futuro con ella. Probablemente no iría más allá de una noche
juntos, tal vez una aventura, pero eso no importaba. Ella le daba algo a lo que
aspirar.
Bajó la cabeza otra vez y puso cada onza de reverencia que sentía hacia ella
en su beso.
—Harlan —gritó Gabe desde el exterior—. Nos estamos moviendo.
Cuando por fin se apartó, los ojos de Phoebe permanecieron cerrados, pero
una pequeña sonrisa jugueteó en las comisuras de su boca.
—Hmm.
—Joder. ¡Aguarda!
Sus párpados se abrieron y sus ojos se volvieron todos suaves mientras ella
delineaba la línea de su mandíbula con un dedo, terminando en la hendidura de su
barbilla.
Ella sonrió y empezó a decir algo, pero Marcus asomó la cabeza por la puerta
principal.
—Mejor vete.
Seth vaciló, mirando hacia atrás mientras cerraba la final de la línea. Phoebe
se arrodilló delante de la casa de barro, los brazos envueltos alrededor del perro
mientras los observaba irse. Su pañuelo en la cabeza caía suelto sobre los hombros,
su cabello un derroche de cobre en el moribundo sol de la tarde. Ya la temperatura
había bajado por unos diez grados, y la noche prometía ser una fría.
19 El Times Square es una intersección de Manhattan (Nueva York). Está situada en la esquina de
la Avenida Broadway y la Séptima Avenida. Al igual que la Plaza Roja de Moscú, Piccadilly Circus
en Londres o la Plaza de Tian'anmen en Pekín, Times Square se ha convertido en un ícono mundial y
símbolo de la ciudad de Nueva York que se caracteriza por su animación y por la publicidad
luminosa.
Cada pocos minutos, el amortiguado pop de un arma de fuego se escuchaba y
los guerrilleros aclamaban una ovación.
Le dio unos minutos más hasta que el siguiente disparo envió un escalofrío
recorriendo su piel. Maldita sea, tenían que entrar allí y ver a qué; o a quién, esos
tipos le estaban disparando. ¿Y si estaban usando al sargento Hendricks como
prácticas de tiro? O peor.
Tenía que hablar con Gabe, pero habían sido ordenados en un silencio de
radio. Ellos no tenían canales seguros y no podían correr el riesgo de que los
talibanes escucharan, dejándolo con sólo una opción: tenía que abrirse paso hasta
la posición de Gabe.
178
Esperar más tiempo para atacar el complejo era un enorme error de cálculo.
Se colgó el fusil a la espalda, saltó del árbol y aterrizó con mucho más ruido
del que esperaba. Se agachó en la base del árbol y contuvo el aliento, escuchando
cualquier cosa fuera de lo común.
Y ¿eso fue… un grito? Débil, se extendió por los {rboles como el lamento de
un fantasma. El vello en la nuca de Seth se erizó.
Y al paso que se estaba moviendo, no iba a llegar hasta Gabe antes de que el
tirador se quedara sin objetivos. Miró a su alrededor, en busca de otras opciones. A
la tenue luz de la luna medio llena, vio la gruta donde se suponía que Jean-Luc
estaba escondido. Dejó caer su mochila y caminó agachado hacia la boca de la
pequeña cueva.
—¿Qué pasa?
—Necesito tu bufanda.
En realidad no. La idea de caminar a las manos del mismo grupo que lo
torturó durante quince meses lo tenían temblando en sus botas, pero no veía
ninguna otra opción.
—Sí. —No podía explicar cómo, pero sabía que Zak Hendricks estaba
detenido en algún lugar dentro de esa pared en ruinas, al igual que él sabía que
esta era su única oportunidad de sacarlo.
—Hey, todo está bien conmigo. Adoro una buena misión suicida. Pero —
añadió, arrastrando la voz—, dudo que Phoebe vaya a sentir lo mismo cuando le
diga que fuiste y te dejaste matar.
Phoebe.
180
Endureciendo su corazón contra el dulce recuerdo de sus labios en los suyos,
rápidamente envolvió la bufanda en su cabeza y la cara.
—Sólo avísale a Gabe. Dile que hay por lo menos doce hombres en su
interior, tal vez más.
***
No, no algo, Zak se dio cuenta cuando su ojo bueno se enfocó. Alguien. Un
anciano frágil con los ojos hundidos y sin dientes.
Askar agarró una silla que estaba contra la pared y la colocó justo enfrente de
Zak, luego obligó al hombre a sentarse. Sacó una pistola de debajo de su túnica y
apuntó a la sien del sollozante hombre, luego observó a Zak sin siquiera un atisbo
de emoción.
—Déjalo ir. —Con su lengua tan seca que se pegó al cielo de su boca,
encontró difícil de articular las palabras en pastún, pero moriría antes de 181
pronunciar una palabra en inglés en frente de estos hombres. No podían saber que
era estadounidense. Eso era todo lo que había.
Una y otra vez, un aldeano tras otro. Un círculo de preguntas, las negativas, y
la muerte. Y luego trajeron a una mujer. Ella era joven y agarraba a un niño contra
su pecho.
Zak casi se rompió. Él abrió la boca para soltarlo todo, decirles todo, desde su
nombre a la razón por la que se había infiltrado para congraciarse con Siddiqui. Él
podría tomar todo el dolor y la humillación que le lanzaran, pero no podía
quedarse de brazos cruzados mientras que las mujeres y niños eran asesinados a
sangre fría.
Pero la mirada en el rostro de Askar mientras sostenía la pistola en la sien de
la mujer paró a Zak de emitir un sonido. El pequeño y su madre estaban ya
muertos en los ojos de ese soldado. Todos ellos lo estaban, y nada de lo que Zak
dijera iba a cambiar ese destino. Él podría derramar todos los secretos de estado
que supiera, y aún sería incapaz de salvar a alguno de los habitantes del pueblo de
una bala.
—¡Corre!
—¿Por qué te arriesgas a morir para salvar a una mujer que no conoces?
182
Zak apretó los dientes. La caída había enviado a su cuerpo ya-dolorido a
volar a nuevas alturas de dolor, pero no iba a dejarle saber cuánto daño se había
hecho a sí mismo. Se encontró con la mirada impasible del soldado con tanto
desafío como pudo reunir.
Zak esperaba que toda la cosa de "la vida pasando delante de sus ojos"
empezara, pero realmente no quería verlo. Él había hecho un montón de mierda de
la que no estaba orgulloso, como sabotear su matrimonio al salir del país cada vez
que podía, porque era demasiado cobarde como para decirle a Jillian que no estaba
funcionando. Y después pasando los últimos cinco años desde su divorcio
perdiéndose a sí mismo con cualquier mujer dispuesta que llegaba. También había
matado más veces de las que quería contar. Todo en nombre de la democracia y la
libertad, pero a veces la gente en el extremo receptor de sus asesinatos no habían
sido totalmente culpables de amenazar esos valores.
Pero había hecho mucho bien, también. Había servido a su país con lo mejor
de su habilidad y no lo había traicionado al derramar sus secretos. Cuando estaba
en casa, trataba de ser un buen hijo para sus padres, un buen hermano y tío. Y
había salvado a Tehani. Eso tenía que contar para algo, y sostuvo el rostro de la
chica en primer plano en su mente mientras esperaba por la bala que acabara con
su vida.
No vino.
183
Capítulo 24
Seth dejó a Jean-Luc y dio marcha atrás por la montaña a un cuarto de milla
antes de finalmente entrar a la carretera fuera de la vista de la puerta principal.
Caminó con frío propósito hacia el recinto, manteniendo su ritmo rápido, pero no
entró en pánico. Le dolían los músculos por el esfuerzo de no moverse
nerviosamente. Aparentar nerviosismo sería muy obvio para cualquiera que
mirara su aproximación.
Al final resultó que, nadie estaba vigilando, todos demasiado ocupados con
su comida o lo que estaba sucediendo en el edificio principal. Al menos no tenía
que preocuparse por un guardia de gatillo fácil acabando con él antes de que
lograra entrar. La puerta incluso estaba entreabierta como treinta centímetros.
Bueno, demonios. Tal vez el equipo podría haber allanado el lugar sin sufrir
ninguna baja. Estos tipos, obviamente, no estaban tan preocupados por la
seguridad.
Se obligó a hacer una pausa cuando lo único que quería hacer era correr, bajó
la mirada hacia el hombre que había gritado e infundió su tono con impaciencia.
—¿Cree que no vamos a seguir adelante? —preguntó uno de ellos. Era tan
joven, ni siquiera lo suficiente para tener una barba completa, y tan dispuesto a
morir.
El pasaje del Corán provocó una ronda de aplausos y se tragó una oleada de
bilis. Vomitar no sería un buen plan, pero esas palabras habían sido machacadas en
él durante cuatrocientos sesenta largos días y decirlas ahora hicieron que su
estómago amenazara con revolverse.
Sin esperar una respuesta, se lanzó en el interior. Tan pronto como estuvo
solo, se dobló por la cintura, tragando compulsivamente para evitar retomar su
último batido de proteínas. Sus captores habían utilizado ese versículo y otros
como ese para justificar las cosas que le hicieron, al igual que los hombres al frente
la usaban para justificar el asesinato de quién sabe cuántos inocentes.
Un hombre con una negra barba salvaje salió dando tumbos de un cuarto por
delante, arma en mano.
Él parpadeó como si no entendiera y abrió la boca, pero todo lo que salió fue
el sonido de un humph cuando Seth metió un cuchillo en su corazón y lo dejó 186
deslizarse hasta el suelo.
Algo en esos ojos muertos, mirando desde el interior sobre una barba espesa
de color marrón oscuro…
—¡Aliado!
—Espera —dijo Marcus cuando Seth estiró la mano para probar la manija—.
¿No crees que…?
—Sólo digo. —Hizo la señal de la cruz sobre su pecho y dio un gran paso
hacia atrás.
—No sabía que eras un hombre religioso, Marcus. —Seth intentó abrir la
puerta. Estaba atascada. Se echó al hombro su fusil y lanzó todo su peso contra
ella.
—No lo soy —dijo Marcus—. Soy italiano. Y si los zombis salen a borbotones
de ahí, ustedes dos están por su cuenta. No tolero a los zombis.
La puerta cedió unos centímetros y Seth encontró su linterna y alumbró a
través de la grieta. Había muertos en el interior; sólo que no del tipo caminante. Al
menos diez cuerpos que podía ver cubrían el suelo. Uno de los hombres había
vivido lo suficiente para arrastrarse hasta la puerta, pero había sucumbido a sus
heridas centímetros de la libertad y su cuerpo ahora la bloqueaba.
Jesse comprobó el pulso del hombre antes de sacudir la cabeza y pasar por
encima del cadáver.
Sollozando, el chico abrió los brazos. Seth lo levantó y lo pasó a Jesse, quien
se encargó del niño, ya que sólo un padre con experiencia podría, murmurando
suaves palabras de consuelo mientras revisaba por lesiones.
Seth se puso en cuclillas frente a ella y le habló en voz baja en pastún. Ella
miraba sobre su hombro, sin comprender.
Marcus manejó al chico con mucho menos confianza, pero tuvo cuidado de
mantener su cara apartada de la carnicería mientras cruzaba la habitación.
—Tiene que haber más aldeanos en alguna parte —dijo Seth después que el
chico estuvo fuera del alcance del oído—. Tal vez incluso sobrevivientes. Tenemos
que mantener…
Seth se giró y utilizó su pie para empujar la silla de su lado. Incluso a pesar
de la cara estropeada del hombre, lo reconoció al instante.
—Hey, Zak. Mi nombre es Seth. Estamos aquí para llevarte a casa, ¿de
acuerdo?
—Hey. —Agarró la cara de Zak en sus manos sucias cuando la cabeza del
soldado colgó lánguida—. Hey, hombre, le dirás eso a Greer tu mismo. ¿Bien? Yo
sé lo fácil que sería darse por vencido ahora mismo. Lo sé. He estado donde te
encuentras. Te sientes a salvo y piensas, "Está en manos de otra persona ahora".
Pero dejas de luchar ahora y nunca volverás a ver suelo americano.
—¿A salvo?
Zak miró a los cuerpos como si estuviera viéndolos por primera vez y las
lágrimas se escaparon de su ojo bueno.
—¿Cuándo?
Zak miró hacia las estrechas rendijas que servían de ventanas. El cielo se
había puesto de un color azul-gris pálido e hizo una mueca.
—Al amanecer.
***
Askar se aplastó contra un árbol cuando toda la montaña tembló bajo sus
pies. El ataque aéreo, justo a tiempo. Él echó una mirada hacia arriba, vio al
complejo recibir dos bombas más, y se preguntó si los americanos estaban todavía
en el interior; especialmente el que no había sido capaz de disparar. Todo en él se
había rebelado ante la idea de matar al hombre y no podía entender por qué.
¿Quizás porque el rostro que había visto en el soldado había pertenecido a un
hombre muerto?
Un fantasma.
Un fantasma.
¿Un amigo…?
No. No, eso no estaba bien. Sus amigos estaban todos muertos, asesinados
por los americanos. Él sacudió su cabeza y se alejó tambaleándose del árbol.
No. No, no aceptaría eso. Tal vez Phoebe no había estado en la casa. O,
posiblemente, ni siquiera en el pueblo. Ella no tenía la mejor trayectoria con
respecto a escuchar órdenes, así que podría haber estado vagando por ahí,
tomando fotos, completamente ajena a lo aterrado que estaba ahora.
Y el perro estaba vivo, caminando entre los escombros. Eso tenía que
significar que Phoebe salió a tiempo, también. 192
Él ahuecó las manos alrededor de su boca.
—¡Phoebe!
Sin respuesta.
Se deslizó por la ladera, saltando sobre las rocas y trozos de barro que solían
ser la pared de la sala de estar de alguien. El perro lo persiguió, ladrando,
pisándole los talones, como si le dijera que fuera más rápido. Patinó hasta
detenerse frente a lo que quedaba de la casa de la familia de Tehani.
—¡Phoebe!
Nada.
—¡Phoebe!
A la mierda. Destrozaría el lugar pieza por pieza si tenía que hacerlo, pero iba
a sacarla de allí. Cavó más rápido, con las manos recubiertas de polvo y sangre de
las heridas que se abrían en sus nudillos y palmas. No importaba. Había sufrido
peores dolores. Lo único que importaba era conseguir sacar a Phoebe.
No, él no podía dejarla. Estando con ella… por primera vez en años, había
sido capaz de simplemente vivir. Se había sentido vivo y entero cuando estaba con
ella y no renunciaría a ella. Era su conexión con la humanidad, con la vida. Lo 193
bueno para apaciguar las piezas corruptas de su alma.
—¡Phoebe!
Ninguna respuesta.
Excepto las manos sobre él, tirando de él hacia alguna parte en contra de su
voluntad.
Dentro de su mente, el pasado chocó con el presente y gritó hasta que su voz
dejó de funcionar. Todavía estaba en cautiverio. Nunca había sido rescatado y esas
manos sobre él no eran amables. Ellos lo arrastraban hacia el centro de la aldea
para seguirle humillando, para más torturas. Todo lo demás, sus nuevos
compañeros, la misión para rescatar a un soldado en cubierto, el sabor del beso de
Phoebe; todo había sido nada más que un truco cruel de su imaginación.
Seth parpadeó.
Durante mucho tiempo, no pudo dar sentido a la cara que sus ojos le
mostraban. Una mandíbula fuerte cubierta con el rastrojo de varios días. Amables
ojos azules. Cabello castaño recogido en una cola de caballo. No era uno de sus
captores. Cuando su cerebro finalmente comprendió y asignó un nombre a la cara,
la vergüenza ardió como un carbón encendido en sus entrañas. JesseWarrick. Un
amigo. Algo así.
Jadeando, miró las caras sombrías que lo rodeaban. Gabe sostenía sus brazos
retorcidos a su espalda en un ángulo doloroso y Jean-Luc y Marcus cada uno
tenían una de sus piernas clavadas a la tierra. Una vez más, recuerdos de ser
contenido amenazaron con destrozarle la cordura en pedazos, pero él aguantó,
centrado en el aquí y ahora. 194
Amigos.
—Estoy bien ahora. Déjenme ir. —Las manos que le sostenían se apartaron y
se puso de pie, con los ojos clavados en la pequeña abertura que había tratado de
agrandar.
Los hombres murmuraban a sus espaldas. Él no les hizo caso. Pero entonces
Gabe, de todas las personas, se instaló a su lado en el suelo.
—Pero no lo hiciste.
—No. No lo hice.
—Y yo no he perdido a Phoebe. Ella todavía está allí. No sé por qué, por qué
no me responde, pero, ella saldrá. —Tendría esperanza, como ella le había dicho, y
se aferraría a ella con cada célula de su ser porque esa protectora, inteligente y
valiente mujer era la primera cosa buena que había entrado en su vida en un
195
tiempo muy largo.
—Lo siento tanto, Seth. —Gabe le apretó el hombro—. Tenemos que seguir
avanzando. Zak no está en condiciones de permanecer en estas montañas.
Las palabras conjuraron otro flashback, uno que ahora se daba cuenta había
visitado muchas veces en sus sueños. Catorce meses después de su cautiverio, sólo
él y Omar Cordero quedaban. Despertar con los gritos espeluznantes que duraron
toda la noche hasta que sus captores finalmente arrojaron el cuerpo inerte de
Cordero a la habitación.
No. Yo no me voy de aquí, teniente. Dile a Teresa que la amo y que lo siento.
Seth dejó caer la cabeza entre las manos. Nunca había ido a ver a la esposa de
Omar. Nunca le había dicho que los pensamientos finales de su marido habían
sido para ella.
—¿Pero Zak? —dijo Seth con voz áspera—. Aún hay esperanza para él.
Él podía haberle fallado a Omar Cordero, pero, maldita sea, iba a hacer lo
correcto por Phoebe.
Kabul
Pero algo.
Algo…
¿Qué?
—Harvard.
¿Qué carajos?
—Oh, Quinn. Hola. ¿Qué pasa? —Estaba sin camisa, mostrando los músculos
esbeltos que los últimos meses de entrenamiento habían añadido a su cuerpo
antes-palo-de-escoba, y su pantalón colgaba bajo en sus caderas, desabrochados.
Tenía el cabello revuelto como si él, o alguien más, hubiese estado pasando sus
dedos a través de él toda la noche.
Bueno, mierda. No es de extrañar que él no hubiera dado batalla por
quedarse atrás en el refugio.
Quinn resopló ante esa imagen mental. Sí, claro. Como si él alguna vez
calificaba para ser el padre de cualquiera. Él levantó las manos.
Mara. 198
Maldita sea. Allí estaba de nuevo. Él había estado haciendo un buen trabajo
con bloquearla de su mente también.
Ahora era Harvard quien parpadeaba hacia él como un búho, y se dio cuenta
que estaba revelando mucho más sobre su propia jodida vida sexual que educando
a Harvard sobre lo que debe ser una relación sexual saludable.
200
Capítulo 27
Cristo, había tanta muerte en estas montañas. Tantos cuerpos, los suficientes
para perseguir los sueños ya con problemas de Seth durante siglos.
Ian se abrió paso entre los escombros hacia el perro, que todavía no había
dejado su lugar en frente de una de las casas medio colapsadas, lo más probable es
que fuera la casa de su antiguo propietario. Y en la mano de Ian había un trozo
de…
La bufanda roja.
Él levantó su arma.
El dedo de Seth se tensó en el gatillo, pero luego se relajó cuando la cola del
perro se movió. Ian habló en voz baja y hundió las manos en el pescuezo del
animal, dándole al perro un buen masaje que lo hizo batir su espesa cola, y luego
sostuvo el pañuelo bajo la nariz del perro y dijo con firmeza:
—Está muerta —dijo con voz ahogada que no sonaba como la suya propia.
Miró al otro lado del pueblo hacia la casa de la familia de Tehani, ahora nada más
que un montón de escombros.
—No creo que ella estuviera en la casa de Tehani —dijo Ian y señaló con el
pulgar por encima del hombro—. Vamos, es Phoebe de quien estamos hablando.
¿De verdad crees que simplemente se sentaría y esperaría a que volviéramos? No.
Ella estaba explorando en busca de los habitantes del pueblo, y creo que estaba en
esta casa cuando las bombas cayeron. Es por eso que el perro no va a dejar este
lugar. Él sabe que ella está ahí.
¿Qué pasó?
Ella cerró los ojos, se esforzó por recordar… algo. ¿Había estado en algún tipo
de accidente? ¿Desastre natural?
Con Seth.
203
Levantó la cabeza. Le dolía endiabladamente, pero al menos todavía tenía
una cabeza para levantar, definitivamente una marca en la columna de los pros.
Sus brazos y piernas, todo parecía funcionar también, aunque dolorosamente. Otra
verificación positiva.
Bomba.
Eso es correcto. Ella había estado buscando a través de las viviendas vacías,
en busca de pistas sobre el paradero de los aldeanos, cuando un avión había
dejado caer bombas sobre el pueblo.
Y a pesar de que Seth no podía saber que iba a pasar, iba a destruirse a sí
mismo si ella moría aquí.
Y no quería ni pensar en lo que haría a sus padres, su hermano pequeño.
Nate estaba en la secundaria, aún tan joven, y él nunca lo admitiría en voz alta,
pero él levantaba la vista hacia ella con la adoración de un héroe.
Desesperada, arañó el barro. Excavado por todo lo que valía la pena y logró
mover un trozo de pared derrumbada. Un agujero se abrió, casi lo suficientemente
grande. Tal vez, si se aplastaba y se movía lentamente, podría ser capaz de
atravesarlo a la seguridad. O a otra prisión de barro. No tenía idea de lo que había
al otro lado, pero tenía que intentarlo y empujó hacia adelante con las piernas.
Más raspado sonaba desde fuera. Era el mismo sonido que la había
despertado y forzó sus oídos. Escuchando. Escuchando.
¿Seth?
—Mierda —dijo alguien, ¿Ian tal vez? Pero, no, debía estar delirando porque
Seth e Ian se odiaban por razones que nunca había sido capaz de precisar. Y ella
iba a hablar con ellos sobre eso también. Podrían ser amigos. No sabía mucho de
Ian, pero tuvo la sensación de que tenían mucho más en común de lo que
cualquiera de ellos se daba cuenta. Tal vez si Ian tenía un amigo no sería tan idiota
todo el tiempo. Tontos hombres obstinados.
Espera. ¿No se suponía que tenía que evitar la luz? Entrar en la luz era malo,
¿verdad?
Seth.
Tenía que mantenerse en movimiento, si no era por su bien que fuera por el
suyo. Él no podía perder a otra persona que le importaba. Y él se preocupaba por
ella, incluso si no estaba dispuesto a admitirlo todavía. Ella se preocupaba por él
también, aunque no estaba dispuesta a admitirlo, tampoco. Pero tenían algo. Tal
vez incluso algo especial, algo que vale la pena.
Reuniendo su última gota de fuerza, empujó hacia adelante con todo lo que
tenía y la luz de repente la cegó.
Era libre.
Manos fuertes agarraron sus muñecas y Seth la arrastró hasta fuera de la
suciedad y los escombros, hacia sus brazos.
206
Capítulo 28
Aldea Akhgar
Cuando se despertó de nuevo, la cama estaba vacía, pero ella sintió una
presencia en la habitación con ella. No Seth. De alguna manera, lo sabía
instintivamente antes de que abriese los ojos. Aún así, no era un extraño.
Ian la miró y por primera vez vio algo más que un ceño fruncido o una mueca
en su rostro austero. Un lado de su boca se levantó y esos ojos casi negros, por lo
general tan llenos de ira, se suavizaron.
Oh, Dios, el agua sabía increíble. No estaba fría, pero no le importaba y bebió
la mitad de la botella en un suspiro.
—Me gusta.
208
—Parece que le gustas.
La cola del Tanque golpeó contra su pierna y le acarició el brazo con la nariz.
Levantó la mano y él se movió más cerca.
—Iré a buscar a Seth. No quería dejarte, pero ese explotador de Jesse le obligó
a conseguir algo de comida. Él no ha tocado nada desde que te encontramos.
—¿Dónde estamos?
—De vuelta en Akhgar, pero los aldeanos están empezando a hacer ruidos de
que nosotros estamos alargando más de la cuenta nuestra bienvenida y Zak está lo
suficientemente bien para hacer el viaje.
Ian asintió.
209
—Bien.
—Ian —lo llamó mientras él le decía al perro que se quedara y se volvió hacia
la puerta—. ¿Por qué no te llevas bien con nadie? Seth, Jesse. Los dos únicos chicos
que pareces tolerar son Gabe y Quinn.
—Ella está bien —dijo Jesse. Parecía agotado, pero entre el cuidado de Phoebe
y Zak, tenía todo el derecho a estarlo—. Está magullada y dolorida, pero la verdad,
esta un millón de veces mejor de lo que podríamos haber esperado. Tuvo suerte.
—Gracias.
Jesse le dio una sonrisa cansada y le dio una palmada en el hombro antes de
regresar a la sala principal.
210
Phoebe se incorporó en la cama con la cabeza del perro en su regazo.
—Hola.
Pero no había muerto. Y, maldita sea, él no iba preocuparse por todos los
debería, podría, habría del pasado. Ella estaba aquí ahora, en este momento. Con
él. Segura.
—¿Estás bien?
—Estoy bien, Seth. Me vendría bien un baño, sin embargo. —Cuando sonrió,
el resorte de la tensión enrollado tan fuertemente dentro de él finalmente se
desenroscó y dejó caer su frente en su hombro. Ella necesitaba un baño, a pesar de
sus esfuerzos con un paquete de toallitas húmedas mientras dormía, el olor de
barro todavía se aferraba a ella, cubriendo el dulce sabor cítrico que había llegado a
asociar con ella.
—¿Te gustaría ayuda para limpiarte? —Sus ojos se abrieron y, maldita sea,
estaba arruinando todo esto, ¿no?—. Er, quiero decir, si no te sientes cómoda,
puedo encontrar una mujer del pueblo para…
Seth no perdió el doble sentido embalado en esas tres palabras, pero optó por
ignorarlo. Por ahora. Había llegado a darse cuenta de que algo estaba pasando
entre ellos, sin importar si estaba dispuesto a abandonar el pasado o no.
Lo qué le recordó…
—Lo siento mucho por lo que te dije la última vez que estuvimos solos en
esta habitación. Fue un golpe bajo y yo… estoy avergonzado de mí mismo por ello.
Ella desenredó los dedos de los suyos y estiró las manos para ahuecar sus
mejillas de nuevo. Él se apartó antes de que ella hiciera contacto.
Ella resopló y apretó su cara de todos modos, rosando la yema del pulgar
sobre su labio inferior.
—Lo hace. No era mi intención hacerte daño, pero cuando me pongo todo
angustiado como lo estaba esa noche, un montón de mierda sale de mi boca y me
alejo de todo el que significa algo para mí.
—¿Eso es lo que pasó con tu familia? ¿Los alejaste? Yo sabía que habías sido
cercano a ellos una vez. Vi la foto de ellos después de que recibieron la noticia de
tu rescate.
Esa foto. Era una de esas imágenes mostrándose en todo el mundo, su ma, pa,
y hermana de rodillas en un sollozo abrazo, y lo mataba un poco más cada vez que
se publicaba o difundía. Los había hecho atravesar tanto dolor, y seguía haciéndolo
porque, incluso dos años más tarde, no podía reunir el valor para ir a casa.
—Seth. —Su voz era poco más que un susurro y finalmente se armó de valor
y se encontró con su mirada. Ella cerró la distancia entre ellos y rozó sus labios
sobre los suyos—. Nada de lo que digas me va a alejar. Por eso, cuando lo necesites,
lánzame lo peor de ti. No voy a ir a ninguna parte. Excepto —añadió, y una lenta, y
sexy sonrisa cruzó sus labios—, al baño.
—Oh, no es justo. Estaba tan ansiosa por sumergirme en una tina de agua
caliente. Me duele por todas partes.
Maldito este pueblo y su falta de comodidades civilizadas. Odiaba la idea de
ella lastimada de cualquier manera, lo que le recordaba el masaje que le había dado
la última vez que estuvieron aquí, y una bombilla se encendió en su cabeza.
Ian una vez le había llamado loco lame-ventana y sí, él tenía que estarlo,
porque en este momento, estaba envidioso de un perro.
—Ve a encontrar a Ian —le dijo Seth y cerró la puerta a sus tristes ojos de
cachorro. 213
Cuando se volvió, vio a Phoebe sonriendo adormilada hacia él.
—Uh… algo así. — Se acercó a la olla pesada de agua tibia que había dejado
en el suelo junto a la cama y agarró una esponja.
—Sí —dijo, con la voz volviendose ronca a pesar de sus mejores esfuerzos
para detenerlo—. Voy a hacerlo.
—Hmm, sí. —Una sonrisa soñadora jugó sobre sus labios—. Eso creo.
—Levanta.
Ella obedeció, levantando las caderas de una manera sugerente que 214
prácticamente gritaba, "¡Sexo! ¡Quiero! ¡Ahora!"
Ah. Bien. Dice el chico con cada gota de su sangre corriendo hacia el sur.
Excepto, ahora que él vio el alcance de sus lesiones, tal vez un masaje no era
una buena idea. Vividos moretones púrpuras y negros manchaban su caja torácica,
manchando sus brazos y piernas.
—Cariño —susurró, rozando suavemente sus dedos a lo largo de sus
costillas—. Jesús, mírate.
—No me duele. Jesse me dio algo. En realidad, me siento muy bien en este
momento. —Ella arrastró un dedo por la parte delantera de su pecho—. Y tú estás
todavía con demasiada ropa.
Él se echó hacia atrás. Un caballero. Tenía que ser un caballero. Sobre todo
ahora que sabía que Jesse le había dado algo para el dolor, algo que, obviamente, la
había golpeado. No estaba a punto de tomar ventaja de ella.
215
Capítulo 29
Phoebe rodó los ojos y se dejó caer sobre su vientre con frustración mientras
él se ocupaba de los preparativos de su baño. Ahora que su cuerpo ya no le dolía
cada-maldita-parte gracias a las maravillosas pastillas que Jesse le había dado,
había otro dolor que necesitaba atender, uno bajo en su vientre que había estado
creciendo constantemente durante días.
Sin embargo…
—Mmm.
Él mojó, escurrió, pasó la esponja sobre sus hombros, por sus brazos, luego
hizo una pausa para desenganchar el broche de su sostén. El agua chapoteó
cuando él sumergió y exprimió de nuevo, luego la esponja tibia fue pasada por su
columna vertebral desde la mitad de la espalda a la pretina de sus bragas. La piel
de gallina corrió por su piel a su paso y sus pezones se endurecieron, de repente
tan sensibles que las copas de su sujetador la irritaban. Ella se liberó de los tirantes
de sus hombros y ella misma se quito la cosa, luego se acurrucó de nuevo,
abrazando la almohada y saboreando cada golpe de la esponja. Por sus brazos, sus
piernas. Cosquilleando los costados a lo largo de sus tiernas costillas magulladas.
—Date la vuelta —demandó Seth y ella sonrió ante la tensión en su voz.
Sirviéndole enseguida. Por mucho que estuviera disfrutando de su baño, ellos
podrían estar haciendo otra cosa agradable mutuamente en este momento. Ella se
dio la vuelta y le encantó la forma en que su mirada se posó sobre sus pechos
desnudos antes de recobrarse a sí mismo y negar con la cabeza.
—Seth.
—¿Qué quieres, cariño? —él preguntó con una voz sexy, y áspera que la tuvo
mojada con necesidad. Él arrojó la esponja a un lado y aterrizó en el agua con un
chapoteo—. Dime qué quieres que haga.
—Tócame.
—¿Así?
—Sí. —Ella empujó sus caderas hacia él, necesitando más—. Traté de decirte
antes. Te deseo. Muchísimo.
Él saltó de la cama y por un momento horrible, ella temió que fuera a dejarla
de nuevo. ¿Qué había de malo con ella? ¿Era realmente tan inferior en
comparación a Emma? ¿Por qué quería desesperadamente a alguien que no podía
corresponderle?
Pero entonces Seth regresó y se sentó en el borde del colchón desatando sus
botas. Él puso varios paquetes en la mesilla de noche.
Condones.
Gracias a Dios.
—No te atrevas.
Phoebe se sentó, enganchó sus dedos en el elástico, y tiró abajo sus boxers, a
la vez que sostenía su mirada. ¿Por qué no lo entendía? No le importaba como
lucía. No importaba, porque ella lo deseaba a él.
Así estaba mucho mejor. A ella le gustaba verlo perder el control, disfrutó de 219
la carrera vertiginosa del poder femenino que llegaba con el conocimiento de que
ella jugaba un papel en su perdición.
Sí. Finalmente.
Seth se retiró el tiempo suficiente para recostarla en la cama, pero ella apenas
tuvo tiempo para echar de menos el contacto, porque tan pronto como ellos
estuvieron en posición horizontal, él estuvo en su interior otra vez. Y, Dios, todo
sobre esto se sentía bien, su peso fijándola al colchón, sus caderas moviéndose con
movimientos perezosos entre sus muslos como si tuvieran todo el tiempo del
mundo para ello. Cuando él se inclinó y se apoyó en sus antebrazos, el cambio en
el ángulo la excitó. Más profundo, más extenso, avivando la presión que se
construía, y todo hizo erupción de un salto de calor y sensación que le roba el
aliento.
Ella lo sostuvo a través de su clímax, sus labios acariciando su oído, hasta que
toda la tensión se drenó de sus músculos y se desplomó. Él era pesado, pero no
podía importarle menos y lo sostuvo más apretado. 220
Ella pasó una mano tranquilizadora sobre su cabello corto, gustándole el roce
del rastrojo bajo su palma. Aun así, él debería dejarlo crecer de nuevo. Ella había
visto fotos de la forma en que él solía usarlo antes de unirse a los Marines, con
largo desenfado y perpetuamente despeinado, y le encantaría pasar sus dedos a
través de su cabello de color marrón claro.
—¿Estás bien? —preguntó, su voz poco más que áspera. Él apartó un mechón
de su cara—. ¿Te lastimé? No fui suave. O… —Él hizo una mueca—. Lento.
Seth desechó el condón, y luego bajó una mano en la olla de su agua de baño,
probando la temperatura. No humeaba más, pero él debió haber decidido que
todavía estaba lo suficientemente caliente porque usó la esponja para limpiarla
suavemente entre sus piernas de nuevo. Era dulce. Él era dulce.
—Gracias.
—De nada. —Él se lavó con mucho menos cuidado, luego recogió sus
pantalones y calzoncillos del suelo. Algo revoloteó de su bolsillo. Él se quedó
inmóvil y miró la foto arrugada, una expresión de terror cruzando su rostro antes
de que él la agarrara y alizara las nuevas arrugas de ella.
La foto de Emma.
—Seth. —Su voz salió más estrangulada de lo que ella quería. Había tratado
de ser casual, pero el nudo en la garganta lo hizo imposible—. Está bien.
—Voy a irme.
Dios, podría ser tan tonta e ingenua a veces. Porque en el fondo en un rincón
de su corazón, y a pesar de todas sus reservas de acercarse demasiado, ella había
esperado más de él que sólo sexo.
Capítulo 30
No.
Se trenzó el cabello y ató el pañuelo sobre su trenza rizada. Una cosa que
amaba sobre el campo, la necesidad de llevar pañuelos en la cabeza. Ahorraba
toneladas de tiempo en arreglarse cuando no tenía que luchar con su cabello cada
222
mañana.
Se deslizó en el pasillo y oyó la voz de Seth entre las otras que provenían de
la sala principal. Siguió el sonido.
La pila de fichas de Seth era la más grande, los otros tres hombres casi con
sus últimas. Él estaba dejándolos limpios, lo que era probablemente la razón de
todos los quejidos. Bien por él. Después de la forma en que todos le habían tratado,
se merecía un poco de revancha.
—¿Póker?
—No lo hago.
Phoebe dio un respingo. Eso era cierto; no llevaba mangas, iba con las
cicatrices en sus brazos al descubierto ante el mundo. Era la primera vez que lo
había visto alguien más aparte de ella sin su sudadera.
—Suficientemente cerca.
—Muy bien, señores —dijo Gabe—. Vamos a hacer una sesión informativa
rápida antes de que levantemos el campamento. —Su mirada se posó brevemente
en Zak, quien dio una leve inclinación de cabeza. Gabe soltó un suspiro y se
pellizcó el puente de su nariz—. Hay algo del informe inicial de Zak que no les he
contado. Mantenerlo en secreto fue una decisión consciente, pero después de
interrogar a Zak anoche y hablar con Quinn vía teléfono satelital esta mañana, me
doy cuenta de que fue un error.
La bomba.
Mierda, Phoebe se había olvidado por completo de eso hasta este momento.
Ella miró a Seth, vio la misma comprensión llenar su rostro.
Entre Jesse y Marcus se las arreglaron para tirar de él en una posición sentada
sin empujar demasiado su pierna arruinada. En el momento en que lo habían
asentado contra la pared con una almohada apoyada en la espalda, él respiraba
con dificultad y una fina capa de sudor revestía su frente.
—La Guerra Fría —dijo Gabe—. ¿Les suena? Bien, entonces es probable que
también sepan que ambas partes han admitido producir ojivas nucleares del
tamaño de una maleta grande, varias de las cuales hicieron su camino en el
mercado negro después de la caída de la Unión Soviética.
Nadie habló.
—Si tenemos la prueba de que Siddiqui no sólo está implicado en todos estos
actos horribles, sino también planificando activamente un ataque terrorista, ¿por
qué no usar mis contactos y llevar la información a la prensa? Hazlo público y no
será capaz de estornudarla sin que alguien le esté vigilando. ¿Eso no le detendría?
—Sí.
—Lo hago —dijo Gabe lentamente, mirando a Seth mientras hablaba. Vaciló,
que era tan atípico del hombretón, sabía que ya había perdido este argumento
antes de abrir la boca de nuevo—. Pero no creo que sea una buena idea. Acabamos
que recuperarte, Phoebe. Ninguno de nosotros está dispuesto a arriesgar tu vida.
—Sí, lo hago.
Al salir, ella apretó los dedos en las cuencas de sus ojos, en un esfuerzo para
aliviar un poco la presión que iba construyéndose allí.
—Qué idiota.
—No son míos. —Dejó caer su mano de su cara y dejó escapar un suspiro—.
Bueno, uno de ellos es mío. Más o menos.
—¿Seth?
—Está bien. Pero para lo que valga —añadió cuando ella alcanzaba la
puerta—, estoy de acuerdo con él. No quieres la diana de Siddiqui pintada en tu
espalda.
227
Capítulo 31
El ruido del rotor del helicóptero hizo que la mitad de los habitantes del
pueblo se escondieran de miedo y la otra mitad mirara con asombrada fascinación
mientras el helicóptero aterrizaba en un claro justo al sur de Akhgar. Una de las
últimas personas en el mundo que Phoebe esperaba ver saltó del ave.
Tucker Quentin.
Santa mierda.
228
Quentin en una zona de guerra, donde no tenía ninguna razón aparente de estar.
Bueno, tal vez ella no había vuelto por completo a una nueva página, porque la
emoción zumbaba en su sangre ante la posibilidad de obtener la primicia de su
vida. ¿Qué tipo de negocio tendría uno de los hombres más ricos de los EE.UU. en
una zona de guerra, mientras vestía con uniforme y llevaba un fusil al hombro?
Sintió ojos en la parte posterior de la cabeza y miró por encima del hombro.
Seth la estaba mirando fijamente. La repugnancia abierta en su rostro extinguió
todas las chispas de emoción y la llenó de una vergüenza mordaz. Siempre había
odiado que ella fuera un miembro de los medios de comunicación, ¿no? Y ni
siquiera le había dicho acerca de las piezas mordaces que había escrito sobre él.
Cuando lo hiciera, nunca hablaría con ella de nuevo, lo cual, sí, era exactamente
por qué lo seguía postergando. No quería que él la odiara.
Dios, pero debería haberlo dicho antes de ayer por la noche. Había sido un
error no hacerlo.
Mal del estómago por la culpa, cruzó los brazos frente a ella y volvió a
centrarse en la conversación de Gabe y Tuc.
—¿Qué pasa con mis chicos en el refugio? —preguntó Gabe—. ¿Los pusiste al
tanto de todo?
Tuc asintió.
—Lo hice, y envié un par de hombres para ayudarles a reforzar la seguridad 229
allí. Después de que llevemos a Hendricks a un hospital, el resto de ustedes va a
venir conmigo a una casa de seguridad donde tendremos un mejor acceso a la
tecnología. Ah, y ¿por qué no mencionaste que mi activo local había sido
comprometido?
—Sí, bueno, alguna advertencia habría sido agradable. Tuve que hacer mi
salida a tiros debido a una emboscada en su casa.
Phoebe se sobresaltó. ¿Tucker Quentin acaba de decir que había logrado salir
de una emboscada a tiros? Okay, sí, él solía ser un Ranger del ejército, pero le
restaba tanta importancia a ese aspecto de su pasado que la imagen mental de él
yendo todo Rambo hacia algunos terroristas la tomó con la guardia baja.
***
Cuando TucQuentin dijo "casa de seguridad" lo que quería decir era una
extensa mansión de varios millones de dólares que Seth adivinaba había sido
construida probablemente con los beneficios de las ventas de opio. Tuc lo confirmó
cuando se amontonaron en el ascensor de la pista de aterrizaje en la azotea.
230
—Oh, estoy segura de que estuvo feliz por eso —dijo Phoebe.
Cosa qué enfureció a Seth como el demonio. Otra vez. En esa ocasión apenas
se contuvo de acechar en su dirección y lanzarla sobre su hombro, en un intento de
apropiación impulsado por la testosterona. Ahora, en los estrechos confines del
ascensor, pensó seriamente en hacerle daño corporal a Tuc.
¿Y qué si los tabloides habían apodado aTuc como el hombre más sexi del
mundo? Y, sí, y qué si era todo lo que Seth no era. Salvajemente rico. Libre de
cicatrices. Y si tenía algún pasado, lo escondía muy por detrás de esa sonrisa
educada suya de Hollywood.
—Esta es tu parada.
—Yo sí. —Él asintió hacia Jesse, quien le pasó el niño dormido a ella—. Zina
ya está con la madre del niño. Está preocupada por ti. Toma al niño y habla con
ella.
—Bien. —Ella resopló y acunando al niño entró en lo que parecía una enorme
sala de estar.
—Y envía a Quinn y Harvard al sótano —le dijo Tuc antes de dejar que la
puerta se cerrara—. Ella es una luchadora.
231
Varios de los chicos gruñeron en acuerdo. Seth sólo se quedó mirando a la
parte posterior de su cabeza y trató de averiguar si eso era un cumplido o un
insulto. De cualquier manera, quería acabar con el tipo.
Unos pisos más abajo, las puertas se abrieron de nuevo y Tuc guio el camino
a una larga sala de juntas sin ventanas. O, más acertadamente, una sala de guerra.
Pantallas cubrían toda una pared. Algunas de sus personas trabajaban en
computadoras de la más alta tecnología, como algo salido de una película de
ciencia-ficción. Harvard tendría un friki-gasmo por todos los juguetes de lujo en
este lugar.
—Mis hombres —les presentó Tuc, señalando a los dos hombres que estaban
detrás de las terminales de computadoras—. Rex, mi médico. Devlin, mi chico de
las computadoras.
El larguirucho de los dos, Rex, esbozó una gran sonrisa con dientes como un
cocodrilo considerando su próxima comida. Devlin, con sus oscuros ojos
ligeramente rasgados, era uno de esos tipos silenciosos e ilegibles. En realidad,
parecido a Quinn.
Marcus silbó.
232
—¿Por qué no podemos tener juguetes como este?
—Porque AVISPONES está hecho para ser ligero y rápido de viajar, entrar y
salir. Tú ya tienes casi todo lo que necesitas para hacer el trabajo. Por lo general —
Tuc añadió después de un instante—. No es el caso en esta ocasión. No tienes el
equipo adecuado o suficiente mano de obra por lo que estamos aquí para echarles
una mano.
—¿Qué quieres decir con que el complejo fue atacado? ¿No era ese el plan?
A menos.
Él dejó de caminar.
233
—Tehani. Ella debe haberles dicho dónde buscar.
—Sí señor.
—Yo no lo maté —dijo Askar sin inflexión—. Lo dejé para que las bombas lo
terminaran, pero si lo encontraron primero, él no habría vivido lo suficiente para
decirles nada.
—Por favor —dijo, su pesado inglés con acento ruso—. Llámame Nikolai.
Nikolai se sentó.
—Si no le ofende, yo prefiero usar su apellido. Más fácil para mi lengua rusa
pronunciar.
234
Siddiqui asintió y se sentó en la silla de cuero frente a Nikolai en lugar de
poner el espacio de un escritorio entre ellos. Un movimiento de poder como ese
podría ofender a un hombre como Nikolai Zaryanko, y necesita mantener al
hombre feliz si sus planes tenían éxito.
Nikolai destelló esa sonrisa lobuna de nuevo. El precio que nombró era
exorbitante.
Mierda.
—¿Cambio de opinión?
—Tienes un trato —dijo Siddiqui—. Pero tenemos que hacer que esto ocurra
hoy.
236
Capítulo 33
Dos días.
—Hey, Estrella —dijo por encima del ruido del rotor y se inclinó hacia
delante—. Buen disparo. Sabía que les enseñarías a esos hijos de puta.
—Todos ellos.
—¡Oorah!
Tan pronto como los rieles del helicóptero tocaron la azotea, él saltó.
Pero el enfoque de Seth se había reducido a una sola persona, la mujer frente
a él que parecía desgarrada entre el deseo de sonreír y las ganas de abofetearlo. Y
sacro infierno, eso no debería haberlo excitado pero si se ponía más duro justo
ahora iba a tener problemas para caminar.
La deseaba.
Solos.
Por fin.
—Soo, detente —jadeó ella y golpeó una mano contra su pecho cuando él la
iba a recoger en sus brazos—. Espera un condenado minuto. —Ella se tomó un
momento para recuperar el aliento. Luego le clavó el dedo índice en su esternón—.
Por los últimos dos días, me has tratado como si yo fuera contagiosa, evitándome a
toda costa. ¿Y ahora estás tratando de acorralarme en un rincón oscuro y tener sexo
conmigo? Yo no lo creo, amigo.
—Phoebe.
Oh, sin duda estaba lamentando el día en que le dijo a ella que podía decirle
eso.
—Que mierda. Bueno, no somos tan bonitos pero puedes pasar el rato con
nosotros durante la noche. Estamos celebrando el buen pronóstico de Zak. Y
aprovechando nuestras excelentes habitaciones mientras podamos.
—El pool no es mi juego —admitió Seth, mirando la mesa—. Nunca fui muy
bueno en geometría.
—Muy bien entonces. Retiro lo dicho. ¿Quiere unirte a nosotros, mon ami?
—Nop. —Golpeado con una idea repentina, le hizo señas con un dedo a 240
Marcus. Que lo condenaran si dejaba que Phoebe se mantuviera lejos de él. Ahora
que tenía la cabeza bien otra vez, tenían que hablar—. Te necesito, Deangelo.
—Piernas esbeltas.
—Toda vagina —estuvo de acuerdo Jean-Luc y los dos se rieron como un par
de chicos borrachos de fraternidad, chocando sus tacos.
Seth rodó los ojos, pero se encontró con que estaba luchando contra una
sonrisa. Jesús, no había sonreído tanto en este año. O reído. O frunció el ceño.
Llorado. Temido.
Amado.
Sí, todo tipo de emociones que había mantenido encerradas en su interior
repentinamente estaban saliendo a la superficie. No estaba muy seguro de qué
hacer con todas ellas, o incluso la forma de comenzar a clasificarlas. Lo único que
sabía con certeza era que tenía un poco de humillación que hacer.
—Tú no idiota —dijo cuando las risas se calmaron—. Te necesito para abrir
una cerradura.
***
La casa de Tuc era un palacio comparado con el refugio con sus duchas de
agua fría y la pobre presión del agua. Y en comparación con las condiciones de
vida rústicas en las montañas, el agua caliente, jabón, e incluso la alfombra de felpa
debajo de sus pies se sentía francamente decadente. Es cierto, la ducha había sido
un factor en su decisión de quedarse aquí en vez de volver al refugio.
Bueno, la ducha y Seth. A pesar de que no debería haber tenido algo que ver
con eso, ya que ella había pasado los últimos dos días convenciéndose a sí misma
que el abrupto final de su relación había sido una buena cosa. Lo cual era.
Impotente contra la fuerza de la atracción, había sido incapaz de mantener su
distancia de él, a pesar de conocer todas las razones por las que debería. Pero
mientras su mañana incómoda anterior continuara anclando una cuña entre ellos,
no era un problema. Él la evitaba, y sus secretos se mantenían a salvo. Ella
permanecía a salvo. No había más riesgo de enamorarse de él, lo cual había estado
peligrosamente cerca de hacerlo, maldita sea, y nunca tendría que revelar que ella
una vez había arremetido contra él con la prensa. Nunca tendría que hacerle daño.
O al menos eso había sido su plan hasta que él la besó en la azotea. Gracias a 242
Dios que había vuelto en sí antes que las cosas progresaran a cosas pesadas. Y
gracias a Dios esta habitación tenía una cerradura en la puerta.
La puerta bloqueada.
Ella chilló y dejó caer las bragas. Casi dejó caer su toalla también, pero se las
arregló para atrapar la tela que se resbalaba y la sujetó en torno a sus pechos de
nuevo cuando Seth entro bruscamente como si la habitación fuera suya.
—¿Cómo has…?
Agr. Iba a tomarle una foto tan poco favorecedora a Marcus en una posición
comprometedora, no sería difícil porque, hola, este era Marcus Deangelo, por todas
las cuentas, el segundo más-grande-puto en el equipo. Luego ampliaría la foto
hasta un retrato de tamaño natural y se la enviaría a su madre. Eso le enseñaría por
abrir cerraduras de las habitaciones de las damas.
Oh, no. Hablar era una mala idea. Apretó bien la toalla y volvió su mirada
fulminante hacia él.
—Sí, lo hago. Por varias cosas. —Él respiró hondo y finalmente volvió a
alejarla a la longitud de su brazo extendido—. Comenzando con ese momento en el
techo y en el ascensor, fue un desliz de mi parte. Yo estaba en un subidón de
adrenalina y tú estabas parada allí junto al Tuc luciendo tan bonita, y tu
enamoramiento con él saltó a algo…
—Porque quiero una foto suya. ¿Sabes cuánto pagan las revistas por fotos de
él? Lo suficiente como para establecer a Zina y al refugio en un lugar como este y
queda suficiente para viajar por el mundo. ¡Dos veces!
—Oh.
—Pero tú… —Sacudió la cabeza como si intentara aclarar sus pensamientos— 244
. No, no importa. Ese no es el punto. Nos estamos saliendo del tema. Tengo que
disculparme por el otro día. Por la forma en que me fui. Fue… yo, eh, no
pretendía… no podía… ay, mierda. —Hizo una pausa, se pasó una mano adelante
y atrás por el cabello un par de veces, e hizo una mueca—. Escucha, me deje llevar
por los nervios de nuevo, pero eso no fue excusa para largarse como si no
significaras nada para mí. Porque lo haces. Significas algo. —Levantó la mirada
hacia la de ella—. Más que algo, en realidad.
—¿Ah no?
—No. —Pero luego dejó escapar un suspiro—. Okay, admito que extraño lo
que tuve con ella y me gusta la idea de lo que podríamos haber sido. Pero eso es
todo. Yo no la quiero. No la he visto en años y apenas la conozco ahora.
—Inténtalo.
Él no dijo nada. Y más de nada. Tanto de esa nada, de hecho, que se imaginó
que la conversación, y la relación, estaban terminadas oficialmente. Porque a pesar
de todas sus protestas de lo contrario, quería hablar con él. Sin la comunicación,
nunca tendrían nada más que sexo. Si había aprendido alguna otra cosa de su ex
marido, era esa dura realidad.
Se inclinó para recuperar sus bragas caídas, luego abrió el cajón de la cómoda
para encontrar algo más sustancial de llevar que una toalla.
—¿Qué voy a hacer contigo? —Se dio la vuelta y caminó hacia sus brazos—.
Gastas demasiado tiempo y energía deteniéndote en todas las partes malas de la
vida, que te pierdes las buenas. Nosotros dos juntos, esa era una de las buenas. —
Ella le besó la barbilla—. Y podemos tenerlo otra vez si quieres.
—Yo sí quiero —susurró junto a su oído—. Eso tiene que ser obvio. No puedo
controlarme a tu alrededor. Es como si mi pene tuviera mente propia.
246
Capítulo 34
—Cariño. —Él le agarró la mano. Una parte de él quería alejarla. Otra parte
quería que la ligera y dulce acaricia nunca terminara y presionó sus caderas hacia
delante, empujando en su palma suave—. Si hacemos esto, no puedo ir con calma.
No esta vez. Estoy demasiado hinchado, y te voy a inclinar sobre esa cama y darte
duro hasta que estés gritando.
247
Ella inhaló bruscamente justo antes de que su boca cubriera la suya. Él le
mostró lo que quería decir con el beso, usó sus dientes para demostrar lo mucho
que lo necesitaba, su lengua para mostrar cómo iba a tomar el control. Cuando por
fin la soltó, sus respiraciones entraban y salían de sus pulmones entrecortadamente
y levanto la mirada hacia él con los ojos aturdidos.
—¿Me lo prometes? —Ella dio un paso atrás y dejó caer la toalla, dejando al
descubierto su cuerpo desnudo para él. Ella era demasiado buena para ser verdad.
Toda piel blanca satinada con una espolvoreada débil de pecas sobre sus hombros.
Sus pezones se engrosaron y se oscurecieron cuando él se les quedo mirando, y su
boca se hizo agua por una probada de esos capullos apretados. Era delgada en la
cintura y las caderas, con una mata de vello cobrizo en el vértice de las piernas
como el mismo que en su cabeza. Ella apretó los muslos juntos cuando su mirada
se instaló allí, y, demonios no, ella no iba a ocultaba su excitación de él. Quería ver
su reluciente humedad, lista para tomarlo. Él la atrajo hacia si, la giró de espaldas a
su pecho, y se estiró a su alrededor para encontrar su clítoris. Ella gritó algo que
podría haber sido su nombre y sacudió sus caderas, moviendo su culo contra su
pene.
Jesús.
Necesitaba entrar en ella.
Él le abrió las piernas con el pie y usó su mano libre para desabotonarse.
—Seth —jadeó ella—. Estoy tan… cerca… —Ella se sacudió rápido contra sus
dedos y un estremecimiento de liberación debilitó sus rodillas. La atrapó con un
brazo alrededor de su cintura y la llevó a la cama, inclinándola sobre el colchón
justo como había prometido.
Demasiado cerca.
Condón, pensó de nuevo una vez que logró controlar la marea creciente de su 248
orgasmo por el momento. Continuó su búsqueda, prácticamente vaciando sus
bolsillos en el suelo hasta que encontró la maldita cosa en el bolsillo de la pierna y
se retiró de ella para ponérselo.
Seth arrastró una profunda bocanada de aire y se retiró de ella. Tenía razón:
ella no se movió. En todo caso, comenzó a deslizarse por el borde de la cama, como
el Jell-O descongelándose. Él la agarró por detrás y la impulsó hasta que yació
sobre el colchón sobre su vientre.
—Ya vuelvo —le dijo, todavía respirando con dificultad—. Me voy a encargar
de esto.
—Mmm-hmm.
Sí, ella ya estaba en camino al país de los sueños. Seth sonrió, una especie
primitiva de satisfacción llenó su pecho que no tenía nada que ver con su propia
liberación y todo que ver con la satisfacción de su mujer.
Su mujer.
Mierda.
Había una razón por la que sólo tenía un pequeño espejo en el tocador de su
casa. Él no había querido ver esto, todo el panorama de su tortura en un cruel
reflejo.
Miró hacia sus manos, casi como si las viera por primera vez. Sus manos
estaban ásperas de rasguños que nunca había sanado correctamente. Ronchas
abultadas cubrían la parte trasera de las manos por la delgada vara que sus
captores utilizaban para golpear sus nudillos. Todavía tenía las marcas en sus
muñecas por el cable del que había colgado más horas de lo que recordaba. Las
finas rayas en sus costillas por las cuchillas de los múltiples objetos punzantes.
Quemaduras circulares de cigarrillos. Una marca en la cadera, la palabra en pastún
para infiel. La irregular rugosidad de la cicatriz que cruzaba su cuello de cuando
Diablo le rajó la garganta.
Habían planeado que muriera antes de que los SEALs llegaran a él. Sin duda,
él debería haberlo hecho. No sabía cómo había vivido y por mucho tiempo se había
preguntado, ¿por qué él? ¿Por qué no habían sido recuperados nunca los cuerpos
de Bowie o Link? O ¿Joe McMahon, que había sido bolado en piezas tan pequeñas
que para cuando el tiroteo había terminado todo lo que habían tenido que enterrar
era un brazo y sus placas de identificación? ¿Garrett Rey, que había durado sólo
cuatro días en cautiverio? O, ¿Omar Cordero? ¿Por qué no podía haber aguantado
unos jodidos días más?
¿Por qué, de todos ellos, tenía Seth Harlan que haber sobrevivido?
—¿Podemos intentar algo que he estado muriendo por hacer desde que nos
conocimos?
—No lo creo.
Ella frunció el ceño por encima de su hombro mientras le montaba una lente a
la cámara.
Bueno, demonios.
—Muy bien —dijo con un suspiro—. Con la condición de que nadie excepto
nosotros las vea.
—Trato.
—¿Qué hago con este? —Levantó su brazo libre. Sintiéndolo un poco como si
estuviese en medio y no estaba seguro de dónde ponerlo.
Un rubor rosado llenó sus pechos y se deslizó hasta su cuello y sus mejillas.
Se dejó caer sobre su espalda, abrió las piernas, apoyó una mano en su pecho
y tiró el otro brazo sobre la cabeza.
252
Se dio la vuelta, arrastrando la sábana con él, y envolvió sus brazos alrededor
de una de las almohadas. Sintió a Phoebe desplazarse a la parte superior de la
cama por su hombro. Más clic, clic, clic. Algunas veces, ponía la cámara tan cerca de
él, que su aliento rozaba su piel y le ponía la piel de gallina mientras miraba por el
visor. Su pene se animó, presionando dolorosamente en el colchón.
—Muerte por sexo. —Él enredó sus dedos en sus rizos. No eran suaves, sino
elásticos, y le gustaba la forma en que se sentían en torno a sus dedos. Tiró de un
rizo—. No hay mejor manera de irse.
—Imagina el elogio.
Él hizo un gran arco en el aire con la mano.
—Aquí yace Seth. Sobrevivió una guerra sólo para morir por mucho sexo.
—¡Oigan, tortolitos!
Ella carraspeó.
Phoebe suspiró.
Sí, era egoísta. Y sí, se sentía como una mierda por pensarlo, pero por primera
vez en años, él estaba… contento. Relajado, incluso.
—Oh —dijo, y liberó su labio como si de repente se diera cuenta del gesto
nervioso—. No, no es eso, tengo fe completa en que detendrás a Siddiqui.
—¿Estás segura?
—Sí, okay. Estaré allí en un segundo. —Él puso los pies en el suelo, pero eso
fue todo lo lejos que fue. Se quedó viendo al cuarto de baño abierto. El agua se
abrió, salpicando contra el suelo de baldosas. La puerta de la ducha se cerró.
256
Capítulo 35
Para cuando se dio cuenta de que no lo haría, la habitación estaba vacía. Sus
cosas se habían ido.
Como si no lo supiera.
Maldita sea. Phoebe agarró algo de ropa limpia e hizo un trabajo rápido de
ponérselos a tirones. Salió por la puerta en el instante siguiente, su cabello todavía
goteando.
257
Ella no debería haber abierto la boca para decirle sobre el artículo. Al menos
todavía no, pero había lucido tan contento yaciendo junto a ella, jugando con su
cabello, y había sido superada con una culpa asfixiante. Su coordinación del
tiempo era una mierda sin embargo, lo cual era la única razón por la que se había
echado atrás de contarle. No podía lastimarlo de esa forma justo unas horas antes
de irse a poner su vida en riesgo.
Oh, Dios. No se suponía que debían partir por unas horas más.
—La misión está en marcha —dijo Gabe, apenas deteniéndose cuando cargó
su arma y la pasó a zancadas—. A movernos caballeros.
El equipo se enfiló.
—Espera. —Phoebe tomó la mano de Seth. Claro que los hombres habían
estado entrenando sin parar para esta incursión, pero no podía reprimir el miedo
hasta los huesos que se apoderó de ella. Se puso de puntillas para darle un beso en
la boca—. Por favor, ten cuidado.
—Señorita Leighton.
—Señor. Quentin —dijo, pero no apartó la mirada de las pantallas y vio como
Seth recorrió el últimos chequeo de su equipo—. ¿Por qué no está ahí afuera con 258
ellos?
—¿Mejor?
Oh, no. No podía verle con la foto de Emma con tanta ternura de nuevo. No
cuando el recuerdo de hacer el amor con él era tan fresco en su mente.
—Así es.
Abrió la boca para decir que lo hizo, pero no salió ningún sonido. Era una
259
mentira de todas formas, podría admitir para sí misma que nunca iba a decirle, a
pesar de su intención. Mira cuántas oportunidades ya había dejado pasar. Ella
negó con la cabeza.
—Ahora lo haces —terminó Tuc—. Es por eso que merece saberlo antes de
que las cosas avancen más entre ustedes dos. Él ya está en un inestable terreno
mental.
Tuc sonrió.
—Piensas tan bien de todos.
—Así es —replicó ella—. Pero Seth no está más roto que el resto de ellos y
estoy harta de oír a todo el mundo despedazándolo una y otra vez.
—Tú eres el niño del cartel de los problemas. Tienes un caso clásico del
síndrome de niño estrella de Hollywood, pero en lugar de una fiesta de entradas y
salidas de rehabilitación, has aumentado la cosa directo hasta un nuevo nivel de
locura.
—Tú mueves a la gente por ahí como piezas de ajedrez. ¿Todo esto? —Hizo
un gesto con la mano a la habitación con sus aparatos de alta tecnología—. Esto es
tú juego a ser Dios y es repugnante.
Echando humo, empujó su silla para seguirlo y cantarle sus cuatro cosas. Sí,
había hecho algunas cosas poco éticas en el pasado, pero eso no dictaba su valía.
Había hecho mucho bien desde entonces y si él pensaba que podía librarse con
disminuir todo lo bueno porque…
Tuc había dicho eso a propósito, sabiendo que la haría enojar y se sentiría en
la necesidad de aclararle las cosas. Él no creía que debería estar vigilando la misión
y esta era su forma de distraerla.
Bastardo manipulador.
Bueno, él había dicho que era bueno en la estrategia. No hay duda sobre eso
ahora.
Se dio media vuelta y fue de nuevo a la silla. La cámara del casco de Seth
mostraba a los chicos todos de pie, Quinn por la puerta con su mano a través de
una asa en el techo. Arrojó una cuerda del helicóptero y agitó un brazo. El primer
hombre agarró la cuerda y saltó. Seth fue tercero en la fila y contuvo el aliento
hasta que sus pies estuvieron en el suelo, con el rifle en la mano, y se trasladó hacia
la cubierta.
—Sí, lo es.
—No. ¿Y tú?
—Simplemente quieres estar ahí para poder poner tus manos en esa bomba
262
—dijo Seth.
—Sí, tienes razón. Las bombas son lo que hago, así que si alguien va a
manejarla, debería ser yo. En cambio, me tengo que quedar aquí en el medio del
desierto de niñera tuya.
—Tal vez si no fueras un hijo de puta tan volátil, Gabe confiaría en ti para
estar más cerca de la acción. Además —añadió Seth y limpió una gota de sudor de
la frente con la manga—, yo necesitaba un ayudante y tu eres sorprendentemente
bueno en eso.
—¿Crees que estamos saltando a las sombras? Si este acuerdo iba a pasar, ¿no
crees que habría pasado bajo el amparo de la oscuridad?
Ian gruñó.
—Estoy empezando a dudarlo. Pasamos los últimos dos días entrenando para
asaltar la casa de Siddiqui en Kabul y mira cómo terminó eso. Estamos sentados
aquí horneando nuestros culos vigilando una pocilga abandonada.
263
—Como si fueras el indicado para hablar de confianza, Hero.
Él no tenía que mirar al chico para saber que la siempre presente sonrisa
burlona de Ian estaba firmemente en su lugar. La escuchó alto y claro en su voz.
—Confío en Phoebe.
—Tú eres un duro hijo de puta —gruñó Seth—. Y, sí, creo que lo haré. Nada
mejor que hacer, que hacerte enojar hasta que los chicos malos aparezcan.
Silencio.
264
—Salvaste mi culo y no tenias que hacerlo, así que tienes mi confianza. Y por
eso es que le pedí a Gabe que me dejara vigilar para ti. Te debo. Tan simple como
eso.
—Sí, los veo —dijo Ian y pasó la información por la radio. La voz de Gabe
volvió, diciéndoles que mantuvieran su posición y reportaran si conseguían
visualizar La Maleta.
Aún así, una sensación escalofriante de déjà vu clavó sus garras en la parte
trasera de la mente de Seth. Le dio a su cabeza una pequeña sacudida. No podía
dejarse atrapar por el pasado ahora.
—Debe ser Askar —dijo Ian, todavía mirando a través de sus binoculares—.
¿Puedes alcanzar al hijo de puta?
—¿Cuál es el alcance?
—Mierda —dijo Ian—. Eso es mucho dinero. ¿Crees que sean billetes
americanos?
265
—No vayas allí. Eso es una pendiente resbaladiza.
No era un pensamiento agradable, pero una certera opinión por todo lo que
habían aprendido sobre La Maleta en los últimos días.
—Es por eso que me uní al EDE de la marina de guerra —dijo Ian, su nativo
acento de Nueva York más evidente de lo habitual—. Quería hacer volar a esos
hijos de puta del mapa. Nadie ataca a mi ciudad y se sale con la suya.
Por una buena hora esperaron, tirados en la arena del desierto. Incluso los
guardias al frente de la propiedad comenzaron a inquietarse, las tensiones
corriendo altas.
A pesar del calor, un escalofrío raspó sus garras por la columna vertebral de
Seth. Apartó el ojo de la mira, echó un vistazo sobre su hombro. A menos de
doscientos metros de distancia, la luz solar se reflectó en algo. No podía ver a
nadie en las ondas de calor que irradiaba de la tierra, pero alguien definitivamente
esperaba por ahí con algo de metal.
—Sí, así es —dijo Ian y levantó los binoculares cuando otro SUV retumbó
hacia la casa—. ¿Zaryanko?
—Así parece.
—Copiado —dijo Gabe después de una pausa, sonando no muy feliz por
eso—. Fuego a voluntad.
Ian sonrió.
—Consigue algo mejor. Eras una estrella del fútbol, ¿no? —Levantó una
granada—. ¿Todavía puedes lanzar?
—Maldición, claro. Cúbreme. —Seth quitó el seguro y rompió la cubierta al
levantarse y lanzó la cosa en un arco. Aterrizó en medio de los tres hombres y él se
dejo caer al suelo, perdiéndose la visión de la loca carrera para escapar de los tipos.
¡Bum!
—Sí.
—¡Entonces dispara!
El primer disparo se fue alto y Askar se agachó detrás de la puerta del SUV,
usándola como escudo mientras se lanzaba en el asiento del conductor. Las ruedas
del vehículo giraron, levantando polvo antes de finalmente ganar tracción. Dio un
giro de ciento ochenta y pisó el acelerador, se dirigió directamente hacia Ian y Seth.
—No. Se queda agachado. —Seth ajustó su objetivo a la rueda del lado del
conductor y apretó el gatillo. El neumático estalló y el SUV giró varias veces antes
de chocar de lado contra una duna de arena. Askar salió rápidamente por la duna
sin soltar La Maleta.
Seth se frotó los ojos con una mano, divisándolo otra vez, y disparó, pero era
demasiado tarde. Askar ya había reclamado otro vehículo y se iba rebotando a
través del desierto a una velocidad vertiginosa.
—No. —No podía explicar lo que había sido, pero no fue un flashback—. 268
Sólo… dudé. Había algo familiar en él.
—Familiar o no, él está de camino para llevar esa maleta con Siddiqui.
¡Maldita sea! —dijo Ian de nuevo y agarró su radio—. Detonador a Muro de
Piedra. Informo, no estamos en posesión de La Maleta. Repito, no tenemos la
bomba.
***
¡Bum!
Seth.
Oh Dios. ¿La esposa de Gabe pasaba por esta aprehensión que revuelve el
estómago cada vez que él salía a una misión? ¿Cómo lo soportaba?
Entonces la voz de Ian llegó por la radio. No tenían la bomba. Ellos no habían
tenido éxito.
Con el estómago revuelto, Phoebe se alejó de las pantallas, y vio las múltiples
copias del informe original de Zak Hendricks esparcidos sobre la mesa. Agarró
una de las carpetas, se la metió en la cintura de sus vaqueros bajo la camisa, y
corrió hacia la puerta.
Si esto no había sellado su destino ante los ojos de Gabe Bristow, nada lo
haría.
A Phoebe.
—¿Qué?
Pero Tuc ya se alejaba hecho una furia, entrando a la sala de guerra con
suficiente fuerza que la puerta golpeó contra la pared.
¿Qué carajo?
Phoebe.
El calor pasó por su cuerpo, pero la ira no duró cuando el frío miedo se
apoderó de él y sus rodillas se volvieron de goma. Se desplomó en la mesa de café
y sólo recordó el sobre cuando se cayó de sus dedos entumecidos y aterrizó con un
suave plaf a sus pies. 272
Él lo miró fijamente durante mucho tiempo antes de finalmente recogerlo.
Abrió la solapa, lo volcó, y el artículo que se deslizó lo lanzó atrás en el tiempo a
uno de sus momentos más oscuros después de su rescate.
Mentiras.
Tantas mentiras.
***
Ahora mismo, en este momento, tenía que enfrentar a Seth. Y decir adiós.
El pensamiento arrastró sus pies el resto del camino a su puerta, cada paso
más cerca la dejaba con una dolorosa desesperación por tocarlo por última vez.
Hubiera querido tener tiempo para hacer el amor con él de nuevo, crear un último
y dulce recuerdo que podría sostener cerca cuando el dolor de su desaparición
llegara a ser demasiado. Porque lo echaría de menos. Probablemente para el resto
de su vida.
A menos que…
¿Y si él sentía lo mismo? Por supuesto, él iba a estar enojado con ella ahora
mismo, pero, ¿y si él quería que continuara lo que hay entre ellos? No sería fácil
con ella en la clandestinidad y su trabajo enviándolo por todo el mundo, pero tal
vez podrían hacer que funcionara. Incluso si era sólo una relación física, ella viviría 273
con eso. Mejor que no tenerlo en su vida en absoluto.
La cabeza de él se levantó.
¿Qué la hace mucho mejor que yo? Quiso gritar, pero no lo hizo. Aun así, la
cuestión obstruyó el aire entre ellos como un humo tóxico.
Él se burló.
—Supe desde el principio que estabas ocultando algo. Debería haber confiado
en mi instinto. —Él se echó a reír, y no fue un sonido agradable—. Dijiste un
montón de mierda que sobre mí y mi equipo y yo era capaz de pasar por alto la
mayor parte de eso, ¿pero ese artículo? Ese maldito artículo fue el peor porque
tenía sentido. Todo era una mentira, tomando las muertes de mis hombres y
retorciéndolas en una agenda política, pero no fue sensacionalista. Fue presentada
como hechos y la gente lo creyó. La esposa de Omar Cordero lo creyó y hasta hoy,
ella no quiere hablar conmigo. Por tu culpa, nunca tuve la oportunidad de decirle
que las últimas palabras de él, sus últimos pensamientos, fueron para ella. Y ahora
estás en eso de nuevo, llevando los informes de Zak a los medios de comunicación.
275
¿Los torciste también? ¿Que Zak pareciera el malo de la película?
Phoebe alzó una mano temblorosa a su boca, cada nueva palabra golpeando
como un golpe físico.
—Sí, bueno. Él no va a ser presidente ahora, así que ahí está. Pero todavía
tiene el arma nuclear y ahora se ha escondido, por lo que sólo tuviste éxito en
detenerlo. Y haciéndolo enojar.
—Tú lo encontrarás.
—Seth…
—No. —Se dio la vuelta y señaló con el dedo a la cara. Sus labios se retiraron
en una horrible mueca—. ¿Quieres saber lo que hace a Emma mucho mejor que tú?
Ella nunca me mintió. Sí, ella comenzó a salir con otro hombre mientras yo no
estaba, pero pensó que yo estaba muerto y Matt estuvo allí para ayudarla a superar
la pérdida. Cuando llegué a casa, ella me dijo de una que se había enamorado de él
y quería casarse con él. Y sí, tal vez tuve problemas para enfrentar la ruptura, pero
ese fui yo, no ella. No es una mentirosa, ni una tramposa, y aún mejor, nunca
contaminó la opinión de toda la población en contra de un hombre que estaba
demasiado enfermo y lesionado para defenderse.
—Bien.
Una ligera nieve comenzó a caer cuando Phoebe se bajó del auto
proporcionado por Tucker Quentin, flanqueada a ambos lados por Quinn y
Harvard. Ninguno de los otros chicos de AVISPONES había querido acompañarla
de vuelta al refugio. No podía culparlos por eso, pero tampoco iba a lamentar su
decisión de hacerse pública. Aún creía que era su mejor opción, no sólo porque
tanto el pueblo estadounidense como el afgano merecían saber acerca de una
amenaza muy real, sino porque también era la forma más rápida de asegurarse de
que la carrera política de Siddiqui muriera.
Y lo hizo.
Se volvió hacia los hombres y les ofreció una sonrisa que probablemente se
veía tan forzada como se sentía en sus labios.
—No lo creo. Veremos hasta que entres y nos asegúrenos de que el perímetro
sea seguro.
Quinn le envió una mirada de reojo que sólo podría ser descrita como
petulante. O por lo menos tan petulante como el hombre con cara de póquer logró.
—Oh, Dios.
—Llama para pedir ayuda. —Se inclinó sobre Harvard, le revisó el pulso y las
vías respiratorias, luego, se quitó la chaqueta y la usó para detener el flujo de
sangre—. Phoebe. ¡Oye! Enfócate. Necesitamos ayuda. Llama a Gabe. A Seth. A
alguien.
—¡Cuidado!
Al darse cuenta de que todavía sostenía el teléfono, ella gritó en él, no muy
segura si alguien siquiera estaba en la otra línea.
—Estás mintiendo.
Inglés.
—¡Askar!
—¡No! ¿Qué estás haciendo? ¡Tú eres americano! Tú. Eres. Americano. Por
favor, no hagas esto. —Él no mostró ningún indicio de que entendía una palabra
de lo que dijo y la empujó hacia la puerta principal de la vivienda, donde Jahangir
Siddiqui esperaba con una maleta plateada en la mano.
280
Capítulo 39
La línea se cortó.
—¡Seth! —La voz de Cordero, tan clara que juró que el hombre estaba parado
junto a él de nuevo—. Estamos bajo ataque. ¡Mierda! Hay cientos de ellos.
Las manos en sus brazos lo bajaron en un asiento y cuando su trasero golpeó 281
el cuero, volvió en sí mismo.
Phoebe.
—Esa fue Phoebe. —Tenía la boca tan seca que apenas consiguió pronunciar
las palabras—. En el teléfono de Quinn. Ella dijo que están bajo ataque.
—¿Dónde están?
***
Phoebe hizo una mueca cuando Siddiqui le ató un trozo de cuerda con fuerza
alrededor de sus muñecas a la espalda. Se había establecido en el comedor del
refugio y tenían tanto a Zina como a Tehani atadas también.
Dios, ¿cuánto tiempo habían estado aquí de esta manera, atrapadas, a merced
de este hijo de puta?
282
enderezó y sus labios rozaron su mejilla, enviando un estremecimiento de asco
puro a través de ella.
—Tú, Phoebe Leighton, no has sido nada más que un dolor en el costado
desde que llegaste a mi país.
Dios, odiaba a ese hombre repugnante. Ella le devolvió la mirada con un reto
propio.
—Yo también soy la razón por la que estás corriendo asustado ahora.
—¿Así que tú gran plan es hacer estallar por completo la ciudad de Kabul?
La sonrisa que atravesó su rostro era francamente escalofriante.
—Una vez que Askar regrese con nuestro helicóptero, sí. Esta ciudad, nuestro
gobierno, está lleno de traidores e infieles, pero si Kabul es diezmado en un ataque
nuclear, ¿quién crees que va a ser culpada por esto? ¿America? Oh, eso espero. Y
luego, en la lucha por señalar con el dedo, los talibanes vendrán para restaurar y
recuperar el poder que Occidente les robó.
—Lo único que vas a conseguir con este plan es matar a un montón de gente
inocente. ¿Y cuántos de ellos eran tus partidarios?
—Por supuesto que lamento que se pierdan vidas afganas, pero esto es la
guerra. Detonaré esta bomba. —Él se lanzó hacia delante como una serpiente al
ataque, agarró un puñado de su cabello, y tiró su cabeza hacia atrás—. Y ¿adivina
quién va a estar en la zona cero?
—¡Déjala en paz! —gritó Tehani en pastún y pateó con sus pies atados. Sus
piernas eran demasiado cortas para alcanzarlo, pero eso no importaba. A los ojos 283
de Siddiqui, el acto de desafío fue suficiente como para justificar un castigo y él
soltó a Phoebe para darle un revés a la chica. Su labio se abrió.
—Prefiero ser una puta que ser tu esposa. —Tehani pateó de nuevo y él
atrapó su pie, apretando su tobillo hasta que ella gritó.
Phoebe vio movimiento por el rabillo del ojo y miró hacia el vestíbulo. Askar
estaba allí parado, mirando, y su aliento se quedó atrapado en sus pulmones.
***
—¿Mara?
Excepto que, no, esto no estaba bien. La piel de Mara era sedosa, no la áspera
y cicatrizada carne debajo de sus dedos ahora.
Jesucristo.
Una de las chicas levantó la vista. Quinn no podía recordar su nombre, pero
recordó a Zina diciendo algo sobre que era una de los éxitos del refugio, habiendo
sido aceptada en la escuela de enfermería.
—No, no del todo. Eres un luchador nato y yo te querría a mis seis cualquier
día. Hey, Eric, ¿me oyes? Cualquier día. Así que sigue luchando y te
conseguiremos ayuda.
Quinn se puso a trabajar poniendo en uso sus limitados conocimientos
médicos del campo de batalla y miró la herida, una de entrada y salida que había
entrado en la parte alta del lado izquierdo y salió por la espalda de Harvard cerca
de su omóplato. Afortunadamente, el agujero no era demasiado desigual a ambos
lados y su hemorragia había disminuido considerablemente, pero sólo Cristo sabía
el daño interno. Un montón de mierda importante allí que la bala podría haber
arrancado.
Apretó un dedo a los labios, indicándoles a las chicas que guardaran silencio,
sin hacer ruido y se acercó a la puerta. Esta se abrió a la izquierda, por lo que se
recostó en la pared a la derecha y esperó.
286
La puerta se abrió un milímetro, y entonces quien la abrió se fue.
¿Qué carajo?
El sudor le corría por la columna vertebral, Quinn le dio unos buenos cinco
minutos antes de moverse, empujando con mucho cuidado la puerta más atrás.
Visualmente revisó el pasillo a la izquierda, lo que llevó a una puerta trasera que
dejaba salir al patio. Era su mejor oportunidad de escapar.
Askar.
Este era el enfrentamiento más extraña en el que Quinn había estado alguna
vez. Tenía la sensación de que la cabeza del tipo estaba más jodida que la suya.
Dejó caer las manos. Aún así, Askar se quedó donde estaba.
Bien. Manteniendo la mirada en Askar, les hizo un gesto a las chicas para que
salieran del aula y les señaló hacia la puerta del patio. La última en surgir fue
Saboora y la Chica Enfermera, que arrastraban detrás de ellas a Harvard en el
burka de Saboora.
Inteligentes muchachas.
Quinn dio un paso hacia atrás. Y luego otro. Y otra. Justo cuando estaba a 287
punto de salir corriendo por la puerta a la libertad, Askar pareció tomar una
decisión. Él levantó su rifle en una clase de gestos de, ¿ves esto? Muy lentamente, se
arrodilló y colocó el arma en el suelo, luego se enderezó y lo pateó al final del
pasillo.
Gabe.
—Aliado —Gabe hizo eco para el beneficio del resto del equipo. Luego
agregó—: Jódete, Q. ¿Cuántas veces vas a tratar de ser asesinado este año?
—Por lo menos dos más. Y tú no eres quien para hablar, imbécil.
—Jódete —repitió Gabe, pero había una sonrisa en su voz—. Los hombres de
Tuc tienen a Harvard y a las chicas aseguradas. ¿Estás bien para seguir o necesitas
un médico?
Extendió su arma.
—Estoy fuera.
Por último, Gabe aceptó el arma, y pasó la correa por encima de su cabeza,
288
ordenó a los hombres que entraran con un movimiento de la mano. Él agarró el
hombro de Quinn y apretó.
Después de que Gabe, Ian, y Jean-Luc bajaran rápido por la cuerda al patio,
Seth, Marcus, y Jesse cayeron del helicóptero en el techo.
Mientras los tres se dirigieron en silencio por el acceso al techo del refugio, la
adrenalina corría por su sangre, quemando el hielo con el que había estado
funcionando desde que se dio cuenta de que Phoebe estaba en peligro.
Experimentó un momento de preocupación, sin el hielo, ¿lo derrotarían sus
289
demonios? ¿Escucharía las voces de sus hombres gritándole de nuevo?
Pero, no.
Nada tenía que preocuparle por ahora. En este momento, su objetivo era
encontrar a Phoebe.
Suaves sonidos flotaban desde el piso inferior y Seth le hizo señas para
retroceder a Jesse y Marcus cuando Jahangir Siddiqui cruzó el vestíbulo de abajo, y
se dirigió hacia el comedor. Llevaba un objeto con forma de teléfono celular.
Mierda.
Agachándose por la pared en la parte superior de las escaleras, Seth les hizo
señas a Jesse y Marcus para que se acercaran más.
—Siddiqui está aquí y estoy el noventa y nueve por ciento seguro de que
tiene la bomba. Está llevando un interruptor del hombre muerto. No podemos
dispararle.
No pasó nada.
—La ciudad todavía está aquí —dijo Jesse, exhalando con fuerza.
Jesús.
Aguanta cariño.
—¿Qué es? —Desde su posición justo al otro lado de la pared, no había forma
de que él fuera a ver alguna cosa, pero Seth no se atrevió a tomar otro riesgo. En
silencio retiró el espejo y gesticuló hacia Jesse y Marcus, diciéndoles que localizó a
las chicas y la bomba.
Mierda. Seth compartió una mirada con su equipo. Cualquier persona que
entrara por esa puerta iba a detectarlos alineados en la pared y les hizo una seña
para que estuvieran listos.
***
Askar sonrió cuando entró por la puerta y vio a los tres mercenarios que ya
estaban en posición para derribar a Siddiqui.
Tenía que darles crédito. Eran buenos. Lo había sospechado cuando asaltaron
el complejo, pero ahora lo sabía con certeza.
Cautivo.
292
De repente, esa palabra tuvo un significado totalmente nuevo, uno del que se
había dado cuenta recientemente que todavía se aplicaba a él. Sacó un cuchillo, se
agachó y empezó a cortar las cuerdas de las mujeres.
—¡Detente!
Una vez que las mujeres estuvieron libres, Askar le entregó a la pelirroja su
cuchillo.
—Corran.
No tuvo que decírselo dos veces. Ella agarró a la chica de la mano y salió
corriendo con la otra mujer justo detrás de ella. Siddiqui trató de atraparlas, pero
mírate eso. Entre la pistola y el dispositivo del hombre muerto, él no tenía ninguna
mano libre.
Se abalanzó.
***
—Desarmado.
—Gracias —dijo Askar y se derrumbó, la sangre brotaba de su boca. Él jadeó,
sus labios volviéndose azules al mirar hacia Seth—. Realmente pensé que era uno
de ellos. Luego te vi en el complejo y empecé a recordar… lo que nos pasó.
Seth miró a la cara desnuda del hombre. Estudió cada línea, cada cicatriz.
M{s delgado, m{s viejo, curtido por demasiado tiempo en climas duros… pero
conocía esa cara y sus rodillas cedieron ante la comprensión.
Se hundió al suelo.
—¿Bowie?
—Lo sé. Es todo… lo… que tengo. —Sus ojos se salieron de foco y comenzó a
hacer un sonido de mal agüero en lo profundo de su pecho.
Jesse dio un paso adelante y se quitó el casco. No tenía que decir una palabra.
Su respuesta estaba escrita en su rostro.
—Estaremos afuera.
—Lo siento.
—Me rompieron. Las cosas que me hicieron… —Su voz se desvaneció y sus
ojos adquirieron la mirada vidriosa y lejana de un hombre ya con la mirada fija en
el mundo de los espíritus.
—Oorah, Teniente.
295
Un momento después, arrastró una última jadeante respiración. El golpeteo
se detuvo y su pecho se quedó inmóvil.
Seth le soltó la mano y se echó hacia atrás, entumecido por completo. Vacío.
No creía que pudiera sobrevivir al proceso de duelo por segunda vez y esperó por
la angustia, el dolor desgarrador, como si alguien estuviera rasgando su corazón
del pecho.
Este hombre tenía la cara y la voz de Bowie, pero seguía siendo más Askar
que Aaron. Seth ya se había despedido del verdadero Aaron Bowman, que siempre
fue rápido con una broma y una sonrisa, que había salido de su camino para no
lastimar a nadie. Seth se negó a recordarlo como esta cáscara rota de ser humano.
Roto.
Sí. Así lucía lo roto. Maldad tan oscura, que torcía a un buen hombre en
alguien irreconocible.
Y Seth se dio cuenta de que él nunca lo había sido. Fue dañado, tal vez, pero
nunca se rompió. Y estaba sanando.
20Latin: Semper Fidelis, Semper Fi, y Semper Fi, Mac, es el saludo universal de la Infantería de
Marina.
Debido a Phoebe.
Salió del comedor, dejando su pasado allí tendido en el suelo con el hombre
que había sido uno de sus mejores amigos. Cuando el brusco aire de la noche
aguijoneó sus mejillas húmedas, el alivio llenó su pecho y por primera vez en tres
años, sus pulmones se abrieron y él realmente podía respirar.
—Hombre inteligente.
296
Una fugaz sonrisa tocó la boca de Quinn antes de que su mirada se desviara
hacia el refugio.
Seth asintió, por un momento, incapaz de articular palabra a través del nudo
en la garganta.
—Sí. Estoy bien. —Y, se dio cuenta con un leve sobresalto, que estaba
diciendo la verdad—. Oye, ¿Quinn? Gracias.
—¿Por qué?
—Rescatarme de aquellas montañas. —Contra su pecho, Phoebe soltó un
sollozo tembloroso y le acarició el cabello con la mano.
—Pero las estoy dando. Me sacaste de allí, luego me diste una segunda
oportunidad cuando nadie más lo haría. No puedo expresar lo suficiente mi
gratitud.
Con un tieso asentimiento, Quinn se retiró. Fue una respuesta tan clásica de
Quinn, Seth se rió y negó con la cabeza. Algún día, ese tipo tendría que enfrentarse
a sus emociones o iba a terminar como Askar, frío e insensible hasta la medula.
Ella se echó hacia atrás lo suficiente como para levantar la mirada hacia él. 297
Las lágrimas empapaban sus pestañas.
—Sí. Muerta de miedo —admitió con una media sonrisa—, pero bien. ¿Y tú?
Tenía tanto miedo de que esto trajera recuerdos y…
—Lo hizo —dijo—. Recuerdo más ahora de lo que nunca y estoy seguro de
que va a atormentarme cuando intente dormir, pero lograré superarlo.
Repentinamente como si recordara que las cosas seguían turbias entre ellos,
ella dejó caer los brazos de su cintura y dio un paso atrás.
Seth estiró la mano para apartar sus lágrimas, pero se contuvo antes de
tocarla con la mano ensangrentada.
—No para siempre —dijo, deseando infernalmente poder perdonar y olvidar.
Pero la herida todavía estaba demasiado cruda y eso sumado con Bowie…
Era demasiado.
Finalmente, ella tomó aire, lo dejó escapar, y se puso de puntillas para besarle
la mejilla.
—Adiós, Seth.
Mierda, pensó mientras ella se alejaba. Ese adiós había sonado jodidamente
definitivo.
298
Capítulo 41
La letra de Phoebe.
Sólo la había visto escribir algo una o dos veces antes, pero ya conocía la
alegre caligrafía tan bien como sus propios garabatos casi ilegibles.
Dejó caer sus cosas justo ahí en la puerta. A pesar de que Phoebe había
deslizado el sobre por debajo de la puerta, probablemente todavía debería
ignorarlo. Necesitaba una ducha y tal vez incluso se echaría una siesta, aunque eso
299
no sonaba ni de cerca tan atractivo como lo había hecho cuando Phoebe estaba
acostada a su lado.
Maldita sea.
Llámalo masoquista, pero él tenía que saber lo que había dejado. Él lo recogió
y rasgó la cosa, abriéndola sin finura, el vertido el contenido en su palma.
Fotos.
No, no sólo cualquier foto. Las fotos de desnudo que había tomado la última
vez que habían dormido juntos.
Jesús.
¿Qué estaba haciendo? ¿Toda esa mierda de tiempo que necesitan? Ese era él
siendo un soberano idiota, y por qué ella no se lo había dicho en su cara, nunca lo
sabría.
—¡Oh, Dios mío! —Ella se llevó una mano al pecho y se le quedó mirando
como si estuviera loco. Lo cual estaba. Luego, recobrando la compostura, dio un
paso atrás—. Sé que dijiste que necesitabas tiempo y eso lo entiendo. Me voy de
Afganist{n esta noche, pero no podía irme sin disculparme por…
—¿Es así como me ves? No, mírame. —Él la agarró de la barbilla, la hizo
encontrarse con su mirada cuando trató de apartarla—. Una vez dijiste que
deseabas que me viera a través de tus ojos. ¿Es así como me ves?
—Sí. Muchísimo.
¿Cómo podía pensar que iba a estar bien siquiera por un momento sin esto?
¿Sin ella?
—También te amo, Phoebe. Por eso es que… —Él la dejó de pie en la puerta y
fue a buscar el artículo donde lo había dejado en la cama. Lo sostuvo en alto para
que ella viera y rasgó los papeles por la mitad—. Ya he terminado de vivir en el
pasado.
***
Sin decir una palabra, le permitió tirar de ella a la habitación. Una vez dentro,
le soltó la mano para cerrar y bloquear la puerta. Probablemente debería decir
algo, pero su mente estaba en blanco por la conmoción. No esperaba esto. 301
En. Lo. Absoluto.
Él afirmó que la amara, y tal vez lo hizo, pero simplemente no podía ver
cómo él la perdonaría alguna vez por las cosas horribles que había escrito sobre él
cuando ni siquiera podía perdonarse a sí misma. Si le hacía preguntas ahora, ¿se
preguntaría él si ella estaba indagando para una historia? ¿Alguna vez sería capaz
de confiar en ella con sus secretos? ¿Cómo podrían construir cualquier tipo de
relación con tanta carga emocional entre ellos?
Seth exhaló una media sonrisa y caminó hacia ella. Sus grandes manos se
cerraron alrededor de sus hombros y los frotó.
—¿No lo hiciste?
—Lo que dije sobre Emma… fue un error. Sé que es importante para ti y que
siempre lo será.
—Ella me ayudó a pasar por los peores años de mi vida. —Seth soltó un largo
302
suspiro y arrastró sus manos desde los hombros, bajando por la espalda—. Mis
captores se llevaron quince meses de mí, me robaron a mis amigos, mi dignidad,
mi cordura. La foto de Emma fue la única cosa que nunca me quitaron y durante
mucho tiempo, no podía deshacerme de ella.
—Ya no importa. —Metió la mano en el bolsillo del chaleco y sacó una foto
demasiado pequeña para ser la de Emma. La sostuvo entre dos dedos.
—¿Yo?
—He estado llevándola desde nuestra pelea de ayer —admitió, su voz poco
más que un susurro—. Me di cuenta que estaba aferrándome al pasado y no estaba
ayudándome a sanar. Si quería un futuro, tenía que cambiar, así que lo primero
que hice fue tirar la foto de Emma y reemplazarla con una de la mujer que amo.
—Sí. —Oh, sí, quería estar desnuda, quería estar piel a piel con él. Se apartó
de él el tiempo suficiente para quitarse la chaqueta, la camisa y para quitarle a él su
chaleco de un tirón. Él se rió suavemente y se inclinó por la cintura para que
pudiera quitárselo y la camisa.
—No soy una máquina. Y sólo tengo unos cuantos condones. —Su suave risa
se desvaneció en un gemido cuando ella lo tomó en la mano y le acarició,
masajeando su sensible cara inferior con la punta de los dedos. Su mano se enredó
en su cabello y le agarró la cabeza mientras sus caderas se sacudían en cada golpe.
—Jesús —jadeó él—. No puedes seguir haciendo eso. Habrá terminado antes
de empezar.
—No se puede hacer eso. —Ella le dio un último golpe persistente antes de
liberarlo y empujarlo hacia abajo en la cama—. Quiero estar en la cima.
—Sí, ma'am. —Su mirada era de fuego en el hielo mientras la veía quitarse el
resto de su ropa.
Él gimió.
Rasgó un paquete.
—Déjame ver que te mueves, cariño —susurró, rozando sus manos a lo largo
de la cintura para sujetar sus caderas.
304
intención de volverlo loco. Y estaba funcionando. Él apretó la mandíbula y sus
dedos se clavaron en sus caderas. Él trató de mantenerla inmóvil y enterrarse en
ella desde debajo, pero eso no iba a suceder. No esta vez. Ella entrelazó sus dedos
con los suyos y apartó las manos de sus caderas, sujetándolo a la cama. Se inclinó,
rozando su boca abierta sobre su pecho mientras el ángulo de su penetración
cambió, y así cada embestida trajo su pelvis en contacto con su clítoris hinchado.
Todo su cuerpo se calentó al instante, se estremeció y aceleró el paso, el aliento
salía entrecortado de sus pulmones, igualando el de él.
Absolutamente nada.
305
Epílogo
Washington, DC
Oh. Cierto. Un teléfono estaba sonando en modo de vibración. Ella estiró el 306
cuello para mirar a la mesa de noche, vio que era el de Seth, y le dio un codazo en
las costillas hasta que finalmente se movió.
Ella sonrió y lo besó en la mejilla, sabiendo lo raro que eran los buenos sueños
para él.
—Sólo algo que mi padre siempre dice. Nada bueno viene de una llamada
telefónica después de la medianoche. —Miró la pantalla—. Es Gabe.
Con un suspiro, se instaló en la cabecera y le pasó un brazo a su alrededor
cuando ella se acurrucó a su lado. Él frunció el ceño ante la pantalla durante unos
zumbidos más.
—Mejor responde.
—Sí. —Golpeó el icono del teléfono y se lo llevó a la oreja—. Hey, Gabe, ¿qué
pasa?
Phoebe sofocó una punzada de molestia. Hasta ahí lo de tener una semana
libre para pasarlo juntos. Ella había estado esperando compartir el Año Nuevo con
él, aunque fuera en una habitación de hotel en Washington, D.C.
307
Pero tenía que ser comprensiva. Él no había hecho un escándalo cuando ella
fue a Papua, Nueva Guinea la semana pasada para investigar las desenfrenadas
violaciones de los derechos de la mujer allí. Sólo era… que estaba empezando a
extrañarlo.
—No lo dijo. —Encontrando los pantalones en el suelo, les dio un tirón, pero
los dejó desabrochados. Se inclinó para besarla—. Nos encontraremos en la oficina
de Seguridades Wilde para la reunión.
Su frente se arrugó.
***
Todo el equipo, Gabe, Quinn, Jesse, Marcus, Ian, Jean-Luc, y Harvard, quien
estaba bien encaminado de hacer una recuperación completa de sus heridas,
estaban de pie alrededor de la habitación, riendo y felicitándose unos a otros por
una broma bien gastada. Y no eran los únicos divirtiéndose. Audrey Bristow estaba
aquí. Jude Wilde y su esposa, Libby, también se habian sumado a la diversión,
demonios, conociendo a Jude, probablemente les había dado a los chicos esta idea
en primer lugar. Greer Wilde estaba al fondo de la habitación junto a Zak
Hendricks, quien estaba en una silla de ruedas después de perder su pierna. Zak
todavía parecía bastante deteriorado y tenía un largo camino de recuperación por
delante, pero se había afeitado y echado un corte de cabello y estaba sonriendo
junto con el resto de la panda de idiotas.
—Es Año Nuevo —declaró Jean-Luc y sopló uno de esos cuernos molestos
antes de tomar un trago de su copa de champaña—. ¿Quién duerme en Año
Nuevo?
—¿Quién dice que estábamos durmiendo? —Lo que, sí, técnicamente, habían
estado haciendo, pero sólo porque estaban preparándose para una tercera ronda.
—Bueno, mon ami, Lo siento por eso. Pero, vamos, que teníamos que iniciarte
y esto era mejor que algunas de las otras propuestas. 309
—Aún decimos que deberíamos haberlo hecho llevar una toga y bailar "Sexy
and I Know It21" —dijo Marcus, arrastrando las palabras un poco. Hizo un
movimiento de la danza empujando la cadera que causó otro alboroto de risas.
21 Sexy and I Know It; en español: soy sexy y lo sé, es una canción interpretada por el grupo
estadounidense de electro hop LMFAO.
—No era apropiado en el momento. Ahora lo es. —Extendió una mano—.
Estas oficialmente más que aprobado. Bienvenido al equipo, Lanzador.
Santa. Mierda.
Una hora más tarde, alguien encendió la televisión para ver caer el balón y
todo el mundo gravitó en esa dirección. Seth se quedó atrás, mirando con una
sonrisa hasta que Phoebe se coló por detrás y lo rodeó con sus brazos su cintura.
—Sí, lo hace. Pero… —Se dio la vuelta en el círculo de sus brazos y la atrajo
hacia sí al ras de su cuerpo. Los dedos de ella se deslizaron bajo la camisa prestada
y jugaron en la parte baja de la espalda, enviando un delicioso escalofrío por su
columna vertebral.
—Pero, ¿dónde nos deja esto? Esta cosa de larga distancia que hemos estado
haciendo… no funciona para mí. No es lo que quiero contigo.
—Más que una semana aquí, una semana allí. Duermo mejor por la noche
cuando estás a mi lado. Como mejor…
311
Ella metió un dedo en broma en su estómago.
—Sabes que probablemente te vas a lamentar de decir eso más temprano que
tarde.
—No. Nunca. —Él le tomó la mano y se llevó la palma a sus labios—. Phoebe,
tú me haces una mejor persona. Me completas.
Él sonrió.
Seth le tomó la barbilla entre los dedos y volvió la cara hacia la suya. Sus
labios sabían al frio y vigorizante champán, y profundizó más el beso, la abrazó
más cerca, permitiéndose relajarse en su abrazo.
Casa.
Fin
312
Agradecimientos
Por supuesto, a mi familia. Todos ustedes son mi roca. No importa lo mucho 313
que vague, lo hago con el conocimiento reconfortante de que siempre seré
bienvenida a casa con sonrisas, risas y los brazos abiertos.
Frío como el hielo e irrompible, Travis Quinn es el más rudo del equipo de
AVISPONES. Sin puntos débiles. Excepto, por supuesto, por el accidente que no
sólo destruyó su carrera como SEAL de la Marina, sino que le dejó aterradores 315
espacios en blanco en su memoria. Pero Travis recuerda todo sobre Mara Escareno,
la curva de sus labios, la sensación de su cuerpo... y cómo la abandonó
repentinamente hace seis semanas.
Traductoras
Lady Gwen
Malu_12
Je_tatica
ainarag
marijf22
Nadya
Celemg
Moderadora de Corrección
Malu_12 316
Correctoras
Malu_12
Bibliotecaria70
*elis*
Marta_rg24
∞Jul∞
Oscari
Lady Gwen
Revisión Final
Lady Gwen
Diseño
Lady Dabria Rose
¡Visítanos!
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