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Estereotipos en negro

Introducción
En la antigüedad, la sociedad negra, quienes se habían divido entre libres y esclavos, habían establecido
la tendencia de agruparse por medio las naciones africanas, las cuales siguieron desarrollándose
progresivamente a través de las divisiones y derivaciones de este. La mayoría de estos hombres de color
eran traídos de África en calidad de esclavos para luego ser vendidos. Estos desempeñaron en distintas
tareas y actividades, como trabajadores del trabajo forzado y manual, como soldados del pelotón
independentista, entre otros. La presencia de los negros en la Argentina es una realidad innegable. Los
mismos han penetrado en la cultura, política y organización social de la Buenos Aires, que desde el siglo
XIX aún continúa vigente en nuestros días. Además de luchar por la independencia del país y de
contribuir enormemente en las batallas de independencia entre los federales y los unitarios. Es gracias a
su aporte que puede lograrse la soberanía de un pueblo que aclamaba por la constitución de un Estado,
que por años fue disputado siguiendo un modelo netamente unitario, el cual colocaba a la capital
argentina al frente de la gestión sobre las otras provincias, mientras que por otro lado, los federales se
imponían con mayor fuerza, desde los puntos de vista político y sobre todo, económico en todo lo largo
de las provincias.
Por tanto, ante la formación de un clima de discordia entre los dos bandos, se originó también un sistema
dominado por la civilización, por un parte, mientras que, por la otra, dominaba la barbarie. Ante esta
disputa, el general Juan Manuel de Rosas había incrementado el número de sus fuerzas incorporando a
la raza negra a favor de su causa. A pesar de que no todos los negros se encontraban en acuerdo con el
general, se vieron persuadidos de cierta manera debido al racismo que el comandante de los unitarios
propinaba a los afro-descendientes. En esa época el grupo de color fue utilizado para mediar entre las
disputas constantes y violentas entre los unitarios y los federales, a medida que inscribían su cultura en
los preceptos políticos de la fecha.
Por tanto, el siguiente análisis pretende ampliar el conocimiento referente a cómo fueron percibidas la
raza afroporteña en la época del siglo XIX, tomando como consideraciones los momentos históricos
específicos del imperio unitario, y a su vez, cómo esto determinó la visión del colectivo en estereotipos
sociales que actualmente continúan vigente en la cultura argentina. Al mismo tiempo, se pretende esbozar
la visión que tanto unitarios y federales tuvieron acerca de este grupo, empleando un análisis, detallando
las consideraciones que diversos autores realizan en sus obras sobre el racismo de la época y sobre la
visión de los negros en la cultura argentina del siglo XIX por parte de los bandos que protagonizaron
dicho momento de la historia.
Visión de los negros por los federales
El autor Mármol (1855), refiere que: “(…) y las personas de su familia, los principales de su partido, su
hija misma, por decirlo todo, se rozaban federalmente y hasta bailaban con los negros” (Mármol, 1855,
p. 366). Según este autor, los negros son concebidos como personas alegres, que acompañaban a los
blancos en las celebraciones propias de la guerra, rasgo que en aquella época era común durante las
conquistas que se desarrollaron durante las batallas entre federales y románticos. Del mismo modo, el
autor al referirse a los negros, establece una connotación de “nosotros y ellos”, en el cual se aprecian las
diferencias entre los bandos de personas blancas con los negros, lo que a su vez, refleja una concepción
despectiva hacia estos último debido a su condición de esclavos. Sin embargo, muchos de ellos eran
utilizados para animar las fiestas y servir en ellas, por lo que al referirse al término “bailaban”, se denota
esta acepción particular hacia este grupo.
En el caso de las mujeres, comentan Corona y Bocco (2007), que eran concebidas de una manera
particular, equivalente quizás a ideas referentes a los animales, en la cual se decía que ellas amaban al
general Rosa de una manera salvaje pero a la vez apasionante; por tanto, la mujer, por su personalidad y
por sus características mentales, se aproximaba más a la idea del insecto durante esos amoríos colectivos.
De esta manera, se puede inferir como la percepción de los autores de la época estuvo influencia por las
creencias que se tenían sobre la raza negroide en cuanto a su supuesta brutalidad y ferocidad. Así mismo,
se hace referencia a la inclinación que presuntamente, según estos autores, tenían las mujeres negras de
la época hacía la promiscuidad, relacionándolas nuevamente, con conductas lascivas y de libertinaje. De
esta manera, se hace evidente el prejuicio y la discriminación negativa por parte de los autores de la
época, específicamente en el caso previamente citado.
Según Mármol (1855), las mujeres también habían participado en la milicia, dejando a un lado los
hogares y las familias para mezclarse con los negros combatientes que se encontraban en las plazas y
batallones. Como se ha planteado entonces, durante este periodo del siglo XIX, las representaciones de
los afroporteños –tanto hombres como mujeres- data entre una visión positiva y una negativa. El eje
principal de esta diatriba surge a partir de los intentos negros por adentrarse en la cultura hispánica de
los blancos, y en los debates que se realizaban en torno a la tensión racista que estos provocaban. Se
origina, de esta manera, una manera de identificar a la raza negra, otorgándole un conjunto de
identificaciones, las cuales datan entre rasgos lindos, de heroísmo, patriotismo, así como los comúnmente
presentados en la mayoría de las provincias argentinas, especialmente en la capital bonaerense: feos,
groseros, de exceso y vigilancia, horrorosos y salvajismo, los cuales debían ser observados por toda la
sociedad, ya que simbolizaban todo lo que el dictador Rosas constituía en sí mismo. Estos planteamientos
se relacionan con lo presentado por Yao (1855) en su obra, en donde establece que los negros, al ser
considerados como bufones puestos a la merced de sus amos, eran tomados en cuenta por el grupo de
poderosos como individuos de gran violencia, tiránicos, asociando sus características personales con una
visión de barbarismo propio a las acepciones que en esa época eran manejadas. Inclusive, el mismo autor
refiere: “Eusebio (negro) es presentado como alguien que recorría las calles con su vistoso uniforme,
atemorizando a los chiquilines y tal vez a los grandes” (Yao, 1855, p. 9), lo cual pone en evidencia y
confirma la posición de las personas frente a los grupos de negros de la época, donde los individuos –
tanto niños como adultos- se presenten con temor ante estos.
Por otra parte, comenta Mármol (1855), en su obra Amalia que:
He hecho poner una nueva llave a la verja; y tus fieles negros que cuidan la quinta, duermen mucho
de día para vigilar de noche; y si alguien va, se hacen los dormidos, pero ven y oyen, que es lo que
yo quiero (Mármol, 1855, p. 315).
El autor en la obra cuando hace referencia a la capacidad de vigilancia de los negros, hace énfasis en las
cualidades innatas de esta raza para llevar a cabo tareas de servidumbre en los hogares de las familias
blancas adineradas, quienes adquirían a estas personas según sus atributos y capacidades más destacados,
como es el caso de la costumbre a trabajos forzados, como vigilantes nocturnos, tal cual lo refiere el autor
al describir las labores de este grupo racial. En este sentido, se puede interpretar como una cualidad en
las personas negras, las costumbres a un entorno salvaje que requiere de constante vigilancia.
Nuevamente, se hace referencia al negro como un ser con capacidades y actitudes casi inhumanas,
similares a las comentadas anteriormente, cuando se describió acerca de las características de salvajismo
y brutalidad que este grupo racial demostraba. De esta manera, es atribuido a este grupo ciertas
características de tipo animal, haciendo énfasis en su inferioridad al ser colocados en el desempeño de
tareas que requieren un alto desgate físico y mental.
De esta manera, se destaca la condición de esclavos negros, dignos de la servidumbre y de las tareas
domésticas y de servicio a los blancos poderosos, quienes debían pasar largas noches en vela para
salvaguardas las espaldas de quienes intentasen penetrar en las casas de sus amos. Al mismo tiempo, el
texto recalca lo que se ha venido comentando acerca de la visión extraordinaria que se tenía con respecto
al grupo étnico. En muchas ocasiones, los negros eran considerados similares a los animales, por tanto
se les atribuían características de estos a sus rasgos humanos, las cuales provenían de las experiencias
adquiridas en los años de servicio, entremezclado con las costumbres y tradiciones que en su país natal
llevaban a cabo.
Por otra parte, el autor Mármol (1855), ejemplifica muy bien y trae a colación lo que se ha explicado
acerca de las recompensas que comúnmente eran ofrecidas a los negros por sus servicios y fidelidades;
en su libro Amalia expone: “-¡Oh, mis viejos criados, yo los compensaré alguna vez!”; haciendo alusión
a una expresión que hace Daniel a Amalia acerca de los negros sirvientes que cuidaban los alrededores
de su hogar, lo cual hace evidente la condición que estos tenían de ser compensados por su buen
comportamiento. Al mismo tiempo, evidencia las pocas consideraciones que se tenían hacia este grupo,
ya que cuando el autor se refiere a “yo los compensaré alguna vez” relucen las pocas premiaciones y
estímulos que eran ofrecidos a estos. Se infiere, de esta manera, que el grupo étnico era comúnmente
maltratado y, con frecuencia eran colocados en trabajos forzados donde la dignidad humana era obviada
y puesta en un plano aparte.
Por su parte, Echeverria (1870), hace alusión en su obra a lo que se ha comentado acerca de la influencia
social que tenían los negros, y cómo estos eran percibidos con recelo en las plazas y casas del territorio
de la provincia capitalina. En su producción La cautiva señala:
Arden ya en medio del campo cuatro extendidas hogueras, cuyas vivas llamaradas irradiando,
colorean el tenebroso recinto donde la chusma hormiguea (…) dos o tres indios se pegan como
sedientos vampiros, sorben, chupan saborean la sangre, haciendo mormullo, y de sangre se
rellenan.
Esto indica las apreciaciones que la plebe tenía con respecto a los negros, considerándolos escandalosos,
ya que era a través de ellos, con su música, rituales en forma de danza y cultura, que las calles se llenaban
de celebraciones y algarabía. A la vez, se aprecia en la literatura las acepciones racistas en contra de este
grupo, estableciendo semejanzas con animales y bestias que afectaban el desenvolvimiento del pueblo
en general. En esa época los negros eran considerados de manera negativa debido a los comportamientos
que traspolaron de su cultura nativa africana a los nuevos contextos donde fueron depositados en contra
de sus voluntades. Como esclavos, entonces, practicaban en conjunto los rituales y celebraciones
correspondientes a sus creencias más arraigadas, lo cual también llevo a muchos hispanos a involucrarse
en este tipo de eventos; por tanto, los conflictos con la iglesia también se hicieron evidentes, dejando
como resultados que las estimaciones fueran agravando cada vez más a través de los años. El autor utiliza
explícitamente el término “chusma” para hacer referencia a la visión descalificadora y a la discriminación
negativa hacia este grupo de persona, resaltando su grado de inferioridad social de manera despectiva y,
en este caso, peyorativo. Al mismo tiempo, cabe destacar la visión salvaje, casi caníbal que se resalta en
el texto, ya que al referirse a la ingesta de sangre, se evidencia un comportamiento socialmente
inaceptable, similar a los que desempeñan algunos animales y bestias. Del mismo modo, otra
interpretación que puede asumirse con respecto al texto expuesto anteriormente, tiene que ver con la
relación existente entre las imágenes (que algunos podrían considerar dantescas y que se describen en la
presente) con posibles actos rituales, pertenecientes a la cultura y creencias de este grupo étnico. El
hecho, a su vez, de que el autor describa como un contexto tenebroso el lugar en donde los negros
residían, refuerza el carácter ritualista de los actos aquí descritos, ya que un espacio donde se propicien
este tipo de acciones, comúnmente se relaciona con ideas sobre la depravación y herejía, los cuales eran
considerados como fruto de la ignorancia que era percibida por parte de las altas esferas sociales,
presididas por las personas blancas.
Al mismo tiempo, el autor anteriormente mencionado resalta en su obra:
(…) y a las largas cabelleras de aquellos indios beodos, da su vislumbre siniestra colorido tan
extraño, traza tan horrible y fea, que parecen del abismo (…) El indio dormido expira, y ella veloz
se retira de allí, y anda con más tino arrostrando del destino la rigurosa crueldad (Echeverria, 1870,
p. 50).
Del texto que se cita, se derivan a su vez, un conjunto de acepciones referentes al grupo racial, como por
ejemplo, el autor describe ciertas cualidades o características negativas basado en prejuicios que eran
comunes para la época, reflejándolo así en la literatura, como parte de las distintas manifestaciones que
denotaban las concepciones, conceptos e ideas que se tenían respecto a diferentes grupos sociales. En
este caso particular, se refleja en una discriminación negativa notable, ya que en el autor, al utilizar la
etiqueta de indios beodos para referirse a los negros, manifiesta la idea de libertinaje que para la época
era asociada al comportamiento de estas personas; vinculándolas a su vez, con actitudes referentes a la
depravación y los excesos. En este caso específico, se refiere a la ingesta de alcohol, y posiblemente a
otras sustancias que podrían alterar el comportamiento de estas personas, haciéndolas ver a ojos de los
otros grupos sociales como desequilibradas mentalmente, lo que justificaría su comportamiento
depravado. Así mismo, se utilizan etiqueta como “horrible” y “fea”, vinculando a estas personas a unas
categorías sociales de desagrado ante el grupo de blancos que tenía una acepción específica de lo que era
agradable, aceptable y estético en cuanto a la conducta. Del mismo modo, el autor al utilizar la frase
“parecen del abismo”, denota una percepción negativo, casi demoníaca, entendiendo el término abismo
como una posible alusión al infierno, teniendo en cuenta la relevancia de la religión en las percepciones
de los distintos grupos sociales. Es así como puede inferirse la relación que hace el autor entre las
personas negras con ideas negativas de tipo religioso o espiritual. Lo último anteriormente citado,
corresponde a lo presentado por Yao (2015), cuando refiere en su obra que las características de fealdad
era comúnmente atribuido a este grupo racial, las cuales muchas veces se relacionada a efectos de terror.
Esto último también se relaciona con los planteamientos que el autor Mármol (1855) establece acerca de
los negros, relatando en su obra Amalia que estos eran comparados con los bufones, y que además les
era atribuido rasgos de estupidez y depravación, provocando en los demás las reacciones de rechazo y
extrañeza.
En la obra, Echeverría (1870) explica también: “Los indios más bravos luchando resisten, cual fieras
embisten; el brazo sacude la matanza cruel. El aparece; las armas agudas relucen desnudas; horrible la
muerte se muestra doquier”, lo que evidencia las características negativas que atribuye a este grupo en la
literatura al utilizar el término “fieras”, retomando las ideas que se han planteado acerca del salvajismo
que el grupo racial demuestra en su comportamiento. Del mismo modo, al ser expresada la forma en
como los negros daban muerte a otras personas, denota la fuerza bruta que propinaban a los grupos más
afectados por las luchas de clase que se llevaban a cabo en el contexto. Cuando el autor comenta “el
brazo sacude la matanza cruel” expone los rasgos de crueldad y falta de compasión hacia los otros,
agregando otros calificativos a la imagen negativa que ya se tenía de estas personas. Esto último
ejemplifica lo que se ha comentado acerca de este grupo; en diversos textos se ha evidenciado cómo las
percepciones negativas que se tenían hacia los negros eran dirigidas a las concepciones de muerte y
salvajismo, en donde este grupo solía cometer actos de asesinato en las plazas del pueblo.

Visión de los negros por los románticos


En el caso de este grupo, puede notarse algunas consideraciones similares a la del grupo de federales, así
como otras que se distinguen en sus percepciones acerca de los negros. Es preciso recalcar, con respecto
a las similitudes que este grupo tiene con el primero citado, en lo referente a las consideraciones alusivas
a los negros en su capacidad para realizar diferentes tareas, entre esas, las actividades bélicas y de
matanza, al punto en el que los mismos negros podían llegar a considerar de manera deliberada e inclusive
voluntaria, dar la vida por ciertas causas como se expone en el texto que relata el autor Pérez (1830): “D.
Juan Manuel es el hombre, que nos manda por la ley; la última gota de sangre es preciso dar por él”
(Pérez, 1830, p. 3); donde puede evidenciarse la prestancia que podía tener los miembros de estos grupos
de negros hacia los amos o personas que ellos consideraran líderes, reforzando así la percepción que
tenían los blancos, en este caso los románticos, de la tenacidad y frialdad con la que el grupo de negros
llevaba a cabo sus comportamientos.
En concordancia con los planteamientos anteriores, Pérez (1830) evidencia también como estas
percepciones y consideraciones mayores hacia el grupo de negros se encontraban justificadas en el
comportamiento mismo de estos con la gente. Comenta que en diversas ocasiones, a causa de este
estigma, muchos de los negros –tanto hombres como mujeres- eran abandonados a su suerte, o en cambio,
se les privaba de comida, o se les castigaba con latigazos. Es por esto que la conducta de los negros se
encontraba mediada, en su mayoría, entre la defensa y el contraataque hacia el grupo de personas que se
abalanzaban a ellos con violencia.
Esto explicaría entonces la razón por la cual, con frecuencia, los negros se hacían de las plazas y sitios
diana del territorio mediante el uso excesivo de la fuerza, sometiendo a la gente al control de sus
preceptos. Por tanto, la gente ante la presencia de este grupo, resolvían con sentirse intimidados,
temerosos; pero, al mismo tiempo, se notaba un deseo vehemente por dar por finalizado los episodios tan
intensos de violencia que sufrían.
Del mismo, Pérez (1830) indica: “Pongámonos a cubierto de sus fieros atentados, y tomemos
precauciones contra genios tan malvados” (Pérez, 1830, p. 3); lo que confirma, a su vez, las percepciones
y consideraciones que los federales también tenían acerca de los negros, ya que del mismo modo,
tomaban en cuenta a este grupo de persona como violentos, salvajes, e inclusive de naturaleza baja o
negativa, al etiquetarlos como “malvados”. Se hace referencia a la creencia de que este grupo de personas
tenían malas intenciones en su proceder. De igual modo, en comparación con la visión de los federales,
los románticos establecen, según el autor anteriormente citado, que los negros poseen un carácter
particular que los resaltan como individuos que deben tomarse en cuenta con precaución con el fin de no
ser vejados por alguno de ellos.
De manera que, puede observarse como el autor en su obra describe a estas personas como criaturas
indeseables, basándose en sus costumbres, creencias, comportamiento demás aspectos de su
personalidad; estableciendo así una idea compartida de lo que estas personas eran. Resaltando, de igual
manera las creencias negativas que se tenían al respecto de la comunidad afrodescendiente en la zona,
catalogándoles de monstruos y personas perspicaces y persuasivas, incitadoras a ir en contra de la moral
y buenas costumbres.
En este sentido puede encontrarse relación con esto y cómo esta comunidad influía en los bandos de las
gestas revolucionarias de la época, en las cuales participaban, de esta manera, influían así en la acepción
despectiva y negativa que se tenía del otro bando, basándose en la presencia de personas
afrodescendientes entre sus filas, de esta manera, influía también en la forma de referirse a los otros y
asumir que éstos tenían ciertos comportamientos hostiles, insanos e inapropiados, es así como se refleja
en ciertos textos estas creencias, como se hace referencia
Los viles esclavos, que de ordinario rodean a esos monstruos, segundando sus inicuas intenciones,
seducen por lo común a aquella parte de pueblo, que oye sin repugnancia y obra sin examen;
logrando con sus engaños, imposturas, y brillantes expresiones, precipitarla en el mismo caos de
desgracias y males que ellos se han abierto (Pérez, 1831, p. 4).
Se hace necesario reconocer como la adjetivación en el texto previamente expuesto, refleja las acepciones
que se tenían sobre la población afrodescendiente, se sabe de manera directa ya que el autor hace
referencia a “esclavos” que se entiende como los negros que comúnmente ocupaban esa posición en la
sociedad. Se resalta de igual manera el uso de la palabra “viles” para referirse a estas personas,
estableciendo características de su personalidad, comportamiento y procedencia, todo, como producto de
la acepción que se tiene de estas personas, basados en observaciones viciadas por la influencia de ciertos
códigos morales y de buen comportamiento de la sociedad de la época.
Así mismo, se mencionan “inicuas intenciones” que denota la acepción que se tenía sobre las costumbres
de estas personas, y sobre su proceder; de esta manera, queda establecido, de manera explícita, el
desagrado con el cual se percibía a esas personas, inclusive pudiéndose relacionar a la raza del
afrodescendiente con su nivel socioeconómico, político, y, en este caso cultural, en otras palabras, se
entiende como la sociedad de la época relacionaba estas conductas viles, y perversamente persuasivas
están relacionadas con el hecho de ser negro; llegando al nivel de castigarles, no solo por actos
inapropiados sino que, en el fondo se les castiga por su raza, haciendo de ésta una condición para estas
personas.
Se puede observar así, cómo en manifestaciones literarias de la época, se reflejaba el sentir de este grupo
de personas dados los maltratos y acciones en contra de su raza que se sufrían, producto de los prejuicios
y concepciones que se tenían sobre la misma, de esta manera, surgieron ciertas referencias al respecto
que sugieren maltrato y desigualdad social surgidos de estos ideales erróneos, así mismo, se reflejan en
ciertos textos el oficio y diferentes rangos que tenían estas personas dentro de sus obligaciones como un
capital humano.
Por otra parte el autor Pérez, expone un texto que puede interpretarse se manera muy ambigua, basándose
en el origen del mismo, donde expresa “Eta pobre morena De hambre casi se ha muerto, Y de contrario
los unitarios Le ha dejado merio tuelo. Unos soldao en Barracas Me ató como á Jesuquinista, Y con é
sarabe arimaba Po toda mi cuerpesita” (Pérez, 1830, p. 2). Este fragmento de texto puede interpretarse
de manera diferente, asumiendo la posición y la verdadera naturaleza del mismo, ya que, de venir
directamente de una mujer negra, como se expresa explícitamente en el fragmento, el texto expondría de
manera clara y directa el sentir de una mujer que, como sería común en la época, sería víctima de abusos
y constantes flagelos, los cuales, eran comunes para la época debido a actos de discriminación racial y
social por parte de las personas blancas, quienes se creían con la autoridad suficiente para propiciar tales
abusos o castigos físicos a sus esclavos.
Por otra parte, puede asumirse que el texto haya sido escrito por un autor blanco, en el cual se represente
el sentir de una mujer de color, luego de ser flagelada y castigada de alguna manera considerada brutal o
excesiva; en este caso, el texto pasaría de reflejar un sentir propio, a manifestar la percepción que tiene
el autor sobre las quejas y malestares que sentían los negros al recibir maltratos físicos por parte de sus
amos; mostrando así un lado diferente a lo anteriormente expuesto, lo que contrastaría con este lado más
humanitario y empático hacia la condición de los esclavos negros. Así mismo, la forma y estilo del texto,
de haber sido escrito por un autor no perteneciente al grupo de negros de la época, refleja la percepción
del lenguaje o dominio del mismo por parte de este grupo de personas, mostrando un pobre dominio del
mismo, reflejando así su falta de preparación y la carencia de poseer un nivel coherente y regular de la
expresión verbal, colocándolos en una posición intelectualmente inferior, lo que, para algunos sería
propio de su raza, reflejando la discriminación negativa, acentuando la percepción de brutalidad e
ignorancia que se creían propias de estas personas. De esta manera, se reflejan de manera artística y con
un lenguaje propio del esclavo iletrado, como se sufrían diferentes castigos y maltratos basados en la
raza y en los derechos que carecía este grupo.
Cabe hace acotación en este caso, las diferentes actividades de múltiple índole que estas personas
desempeñaban como parte de sus servicios, donde, era común observar negros como objetos de
propiedad, siendo merecedores de mención por parte de diferentes autores que resaltan este hecho desde
una perspectiva social, estableciendo esto como algo común; en este sentido se puede mencionar “El
comandante Mariano, Pichilincoy y Colimao, Hicieron lucir sus indios Por uno y otro costao (…) Otros
muchos que no nombro, Mozos criollos de estos pagos, Los viera, Pancha, peliar Y manejar sus caballos”
(Pérez, 1830, p. 2).
De esta manera se puede resaltar en la frase anteriormente expuesta como se refiere a los negros como
“sus indios” tal propiedad privada de estas personas, que, si bien se refiere a estas personas como
militantes de una batalla, resulta llamativa la idea de mencionarles como si fuesen de la propiedad de los
líderes y no como sus seguidores de manera voluntaria, surge así una percepción de subordinación y
sometimiento por arte de los esclavos negros hacia estos líderes, más que por convicción, denotando así
una acepción de estos que podría rozar lo subhumano, aún en un contexto bélico o de batalla. Del mismo
modo se puede observar como algo fuera de lo común, e inclusive digno de contar en la literatura por
este autor, la forma en la cual este grupo cabalgaba y luchaba, al punto de destacar su desempeño en estas
actividades, como de manera heroica inclusive, sin embargo, llama la atención de igual manera, la forma
en que se enfatiza el hecho de que este grupo de negros estaban siendo pagados por sus servicios; esto,
en concordancia con lo expuesto anteriormente sobre ser vistos como un objeto, da como resultado la
idea de que, si bien, estaban siendo remunerados por sus servicios, el autor, de igual manera los muestra
como objetos de propiedad, sin poder desligar su narrativa de las ideas de inferioridad y sumisión que se
tenía de este grupo racial.
Por otra parte, puede observarse como se refleja de igual manera el papel de estas personas en batalla,
siendo merecedores, según autores, de calificativos despectivos e inhumanos como salvajes o inclusive
animales, asignándoles etiquetas que solo acrecientan el racismo y la discriminación negativa hacia etas
personas, haciendo de sus capacidades para la guerra y el enfrentamiento como algo inherente a su raza
y costumbres, generando un vínculo inseparable entre la condición de ser negro en la época, y
comportamientos rudos y vandálicos, e inclusive bélicos como se puede apreciar en el texto
anteriormente citado.
En el mismo orden de ideas, se puede ver reflejado en otra parte, otras acciones de tipo bélicas o de
guerra asociadas a las personas negras, de esta manera, autores explican esta situación racial con respecto
al grupo de los afroargentinos de la época, y su condición como grupo social ubicado en un estrato
inferior al de los blancos de alta sociedad, quienes, como se puede observar en los textos previamente
expuestos, manifestaban repudio, aversión y en ciertos casos odio hacia estas personas, basándose en
prejuicios sociales y discriminatorios, escudando estas conductas exclusivas en ciertos casos con la
religión y los estrictos códigos morales del tiempo en que se desarrollaba la literatura aquí citada, la cual,
fue utilizada en muchos casos como una herramienta comunicacional y de expresión social que reflejaba
muchas veces el repudio que se tenía hacia estas personas, haciéndoles ver en la mayoría de los casos
como seres inferiores, subhumanos, salvajes, bárbaros, brutales e irracionales, cuyas actitudes y
comportamiento iban en contra de la moral y las buenas costumbres del contexto social y cultural del
período en el cual se publicó esta literatura.
Por su parte, se puede evidenciar como en ciertos escritos académicos de la actualidad, otros autores
reseñan esta situación pasada donde se puede observar como la literatura aquí citada, hace referencia al
contexto socio político de la época, donde el general Juan Manuel de Rosas obtuvo el favoritismo de la
clase negra y esclava, en pro de su causa federalista, lo que se reflejó en la poética expuesta anteriormente,
ciertos trabajos exponen que
Aunque no se puede afirmar que este apoyo de la comunidad negra y mulata fuera unánime, el odio
de los unitarios hacia el caudillo se combinó con su racismo contra los negros a los que
transformaron en símbolo recurrente del supuesto salvajismo y barbarie de los años rosistas (Yao,
2015, p. 2).
Se evidencia de esta manera, como el racismo marcó un acierto en ciertos casos, al momento de generar
las gestas federalistas, sin embargo, se hace énfasis en el símbolo recurrente en el que se les transformó
a través de la literatura y los escritos del período histórico, los cuales reafirmaban la imagen bárbara,
salvaje y desmedida del comportamiento de estar personas, asociando éste con características y
acepciones propias de su raza y procedencia, inclusive el término reiterativo de “indio” era asociado a
estas personas para hacer referencia a su supuesta brutalidad e ignorancia, llevándolos no solo a un bajo
nivel social, sino que, además, se les tenía en un bajo nivel de estima asociado a la idea que se reflejaba
en la poesía de ese período histórico referente a su supuesto bajo nivel intelectual y capacidades de
raciocinio.
Puede verse de esta manera, como se podían encontrar personas afrodescendientes en calidad de soldados
pero adquiridos para este fin como esclavos, gozando de ciertos beneficios, pero con el mismo estigma
social que se acentuaba en el siglo XIX, es así como, inclusive son dignos de mención en la literatura de
la época. Es así como, cuando el autor previamente citado expone “hicieron lucir sus indios” se refiere a
éstos mismos, esclavos, indígenas afrodescendientes en calidad de soldados.
De esta manera queda establecida la forma en la cual la raza y procedencia del éste grupo social-étnico,
era percibida por la sociedad porteña del siglo XIX como una condicionante, dando pie a prejuicios y
preconcepciones respecto a estas personas, que derivaban en actos de castigo y maltrato por parte de la
sociedad de la región en aquella época, aun así, estas personas gozaban de ciertas comodidades y
distinción, al participar en las filas militantes como soldados, lo que les permitía subir y escalar
posiciones en este ámbito.
Entendiendo así la complejidad del sistema social de la época, y cómo el mismo otorgaba la posibilidad
de asumir posición con respecto a la raza afrodescendiente; reflejando así la posición de autoridad que
tenía a sociedad sobre estas personas, a la vez que eran obligados a ser adquiridos como esclavos y militar
en las filas de soldados de las gestas independientitas, dejando como consecuencia, un estigma un tanto
confuso con respecto a la posición de estas personas ante el sistema social de la época.

Conclusiones
Para culminar, puede decirse que la imagen representada del negro del siglo XIX, así como su posición
histórica y cultural, no puede ser tomada en cuenta sino a partir de las relaciones y batallas entre los
federales y los unitarios. De esta manera, el racismo y las relaciones entre etnias, establecieron las bases
conceptuales de la representación de la raza negra, la cual se establece en la medida en que se conjugan
las distintas percepciones acerca del tema. Los afro-descendientes de la Argentina, fueron presentando
entonces como los bufones del general Rosas, la cual evocaba la imagen del mandatario, pero se
conjugaba a su vez, a través de consideraciones estereotipadas, las cuales fueron promovidas en base a
las barbaries que llevaron a cabo durante su periodo de gobierno. Sin embargo, muchos fueron los negros
que disfrutaron de los beneficios que el partido federal les ofrecía, con sus ascensos progresivos y
altamente gratificante de aquellos que hicieron vida en el ejército, ejemplifica muy bien la visión positiva
que la época dejo para el grupo de marginados.
Las mujeres, de igual manera, fueron una de las más agraciadas durante el periodo rosista, formando
parte de los hogares, donde desempeñaron diversas funciones, como las de mantener al tanto y alerta al
general Rosas acerca de los comportamientos que las familias del pueblo estaban llevando a cabo en la
ciudad capital. Los negros encarnan los sentimientos más profundos y arraigados de las clases sociales
altas, las mismas que no se permiten tales expresiones por el cuidado de las actitudes que deben tener
ante el resto de la gente. Esta representación del negro permitiría al grupo posicionarse en los pueblos
como las figuras más temidas, pero a la vez, más beneficiadas durante un momento de la historia que
significó para estos una ambivalencia entre el dolor producto de la pérdida de las tierras y libertades tan
importantes para el hombre, así como los años perpetuos de esclavitud en los cuales desempeñaron
labores de alta exigencia física, como servidores de las elites hispanas. De esta manera, se concluye que
la imagen de estos siempre estuvo mediada a la situación política, social y económica que se vivió en la
época de la lucha por la independencia y la liberación del Estado por parte de los federales y unitarios,
quienes promovieron visiones distintas pero que a su vez, convergieron en sus apreciaciones sobre la
raza negra en la Argentina.
Referencias bibliográficas

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representaciones de los “los bufones de Rosas”. Estudios Históricos, 14, p. 3-12.

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Actas El Caribe en sus Literaturas y Culturas.

7. Echeverría, Esteban. (1970). Obras Completas. Argentina: Editorial Claridad.

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