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Introducción
En la antigüedad, la sociedad negra, quienes se habían divido entre libres y esclavos, habían establecido
la tendencia de agruparse por medio las naciones africanas, las cuales siguieron desarrollándose
progresivamente a través de las divisiones y derivaciones de este. La mayoría de estos hombres de color
eran traídos de África en calidad de esclavos para luego ser vendidos. Estos desempeñaron en distintas
tareas y actividades, como trabajadores del trabajo forzado y manual, como soldados del pelotón
independentista, entre otros. La presencia de los negros en la Argentina es una realidad innegable. Los
mismos han penetrado en la cultura, política y organización social de la Buenos Aires, que desde el siglo
XIX aún continúa vigente en nuestros días. Además de luchar por la independencia del país y de
contribuir enormemente en las batallas de independencia entre los federales y los unitarios. Es gracias a
su aporte que puede lograrse la soberanía de un pueblo que aclamaba por la constitución de un Estado,
que por años fue disputado siguiendo un modelo netamente unitario, el cual colocaba a la capital
argentina al frente de la gestión sobre las otras provincias, mientras que por otro lado, los federales se
imponían con mayor fuerza, desde los puntos de vista político y sobre todo, económico en todo lo largo
de las provincias.
Por tanto, ante la formación de un clima de discordia entre los dos bandos, se originó también un sistema
dominado por la civilización, por un parte, mientras que, por la otra, dominaba la barbarie. Ante esta
disputa, el general Juan Manuel de Rosas había incrementado el número de sus fuerzas incorporando a
la raza negra a favor de su causa. A pesar de que no todos los negros se encontraban en acuerdo con el
general, se vieron persuadidos de cierta manera debido al racismo que el comandante de los unitarios
propinaba a los afro-descendientes. En esa época el grupo de color fue utilizado para mediar entre las
disputas constantes y violentas entre los unitarios y los federales, a medida que inscribían su cultura en
los preceptos políticos de la fecha.
Por tanto, el siguiente análisis pretende ampliar el conocimiento referente a cómo fueron percibidas la
raza afroporteña en la época del siglo XIX, tomando como consideraciones los momentos históricos
específicos del imperio unitario, y a su vez, cómo esto determinó la visión del colectivo en estereotipos
sociales que actualmente continúan vigente en la cultura argentina. Al mismo tiempo, se pretende esbozar
la visión que tanto unitarios y federales tuvieron acerca de este grupo, empleando un análisis, detallando
las consideraciones que diversos autores realizan en sus obras sobre el racismo de la época y sobre la
visión de los negros en la cultura argentina del siglo XIX por parte de los bandos que protagonizaron
dicho momento de la historia.
Visión de los negros por los federales
El autor Mármol (1855), refiere que: “(…) y las personas de su familia, los principales de su partido, su
hija misma, por decirlo todo, se rozaban federalmente y hasta bailaban con los negros” (Mármol, 1855,
p. 366). Según este autor, los negros son concebidos como personas alegres, que acompañaban a los
blancos en las celebraciones propias de la guerra, rasgo que en aquella época era común durante las
conquistas que se desarrollaron durante las batallas entre federales y románticos. Del mismo modo, el
autor al referirse a los negros, establece una connotación de “nosotros y ellos”, en el cual se aprecian las
diferencias entre los bandos de personas blancas con los negros, lo que a su vez, refleja una concepción
despectiva hacia estos último debido a su condición de esclavos. Sin embargo, muchos de ellos eran
utilizados para animar las fiestas y servir en ellas, por lo que al referirse al término “bailaban”, se denota
esta acepción particular hacia este grupo.
En el caso de las mujeres, comentan Corona y Bocco (2007), que eran concebidas de una manera
particular, equivalente quizás a ideas referentes a los animales, en la cual se decía que ellas amaban al
general Rosa de una manera salvaje pero a la vez apasionante; por tanto, la mujer, por su personalidad y
por sus características mentales, se aproximaba más a la idea del insecto durante esos amoríos colectivos.
De esta manera, se puede inferir como la percepción de los autores de la época estuvo influencia por las
creencias que se tenían sobre la raza negroide en cuanto a su supuesta brutalidad y ferocidad. Así mismo,
se hace referencia a la inclinación que presuntamente, según estos autores, tenían las mujeres negras de
la época hacía la promiscuidad, relacionándolas nuevamente, con conductas lascivas y de libertinaje. De
esta manera, se hace evidente el prejuicio y la discriminación negativa por parte de los autores de la
época, específicamente en el caso previamente citado.
Según Mármol (1855), las mujeres también habían participado en la milicia, dejando a un lado los
hogares y las familias para mezclarse con los negros combatientes que se encontraban en las plazas y
batallones. Como se ha planteado entonces, durante este periodo del siglo XIX, las representaciones de
los afroporteños –tanto hombres como mujeres- data entre una visión positiva y una negativa. El eje
principal de esta diatriba surge a partir de los intentos negros por adentrarse en la cultura hispánica de
los blancos, y en los debates que se realizaban en torno a la tensión racista que estos provocaban. Se
origina, de esta manera, una manera de identificar a la raza negra, otorgándole un conjunto de
identificaciones, las cuales datan entre rasgos lindos, de heroísmo, patriotismo, así como los comúnmente
presentados en la mayoría de las provincias argentinas, especialmente en la capital bonaerense: feos,
groseros, de exceso y vigilancia, horrorosos y salvajismo, los cuales debían ser observados por toda la
sociedad, ya que simbolizaban todo lo que el dictador Rosas constituía en sí mismo. Estos planteamientos
se relacionan con lo presentado por Yao (1855) en su obra, en donde establece que los negros, al ser
considerados como bufones puestos a la merced de sus amos, eran tomados en cuenta por el grupo de
poderosos como individuos de gran violencia, tiránicos, asociando sus características personales con una
visión de barbarismo propio a las acepciones que en esa época eran manejadas. Inclusive, el mismo autor
refiere: “Eusebio (negro) es presentado como alguien que recorría las calles con su vistoso uniforme,
atemorizando a los chiquilines y tal vez a los grandes” (Yao, 1855, p. 9), lo cual pone en evidencia y
confirma la posición de las personas frente a los grupos de negros de la época, donde los individuos –
tanto niños como adultos- se presenten con temor ante estos.
Por otra parte, comenta Mármol (1855), en su obra Amalia que:
He hecho poner una nueva llave a la verja; y tus fieles negros que cuidan la quinta, duermen mucho
de día para vigilar de noche; y si alguien va, se hacen los dormidos, pero ven y oyen, que es lo que
yo quiero (Mármol, 1855, p. 315).
El autor en la obra cuando hace referencia a la capacidad de vigilancia de los negros, hace énfasis en las
cualidades innatas de esta raza para llevar a cabo tareas de servidumbre en los hogares de las familias
blancas adineradas, quienes adquirían a estas personas según sus atributos y capacidades más destacados,
como es el caso de la costumbre a trabajos forzados, como vigilantes nocturnos, tal cual lo refiere el autor
al describir las labores de este grupo racial. En este sentido, se puede interpretar como una cualidad en
las personas negras, las costumbres a un entorno salvaje que requiere de constante vigilancia.
Nuevamente, se hace referencia al negro como un ser con capacidades y actitudes casi inhumanas,
similares a las comentadas anteriormente, cuando se describió acerca de las características de salvajismo
y brutalidad que este grupo racial demostraba. De esta manera, es atribuido a este grupo ciertas
características de tipo animal, haciendo énfasis en su inferioridad al ser colocados en el desempeño de
tareas que requieren un alto desgate físico y mental.
De esta manera, se destaca la condición de esclavos negros, dignos de la servidumbre y de las tareas
domésticas y de servicio a los blancos poderosos, quienes debían pasar largas noches en vela para
salvaguardas las espaldas de quienes intentasen penetrar en las casas de sus amos. Al mismo tiempo, el
texto recalca lo que se ha venido comentando acerca de la visión extraordinaria que se tenía con respecto
al grupo étnico. En muchas ocasiones, los negros eran considerados similares a los animales, por tanto
se les atribuían características de estos a sus rasgos humanos, las cuales provenían de las experiencias
adquiridas en los años de servicio, entremezclado con las costumbres y tradiciones que en su país natal
llevaban a cabo.
Por otra parte, el autor Mármol (1855), ejemplifica muy bien y trae a colación lo que se ha explicado
acerca de las recompensas que comúnmente eran ofrecidas a los negros por sus servicios y fidelidades;
en su libro Amalia expone: “-¡Oh, mis viejos criados, yo los compensaré alguna vez!”; haciendo alusión
a una expresión que hace Daniel a Amalia acerca de los negros sirvientes que cuidaban los alrededores
de su hogar, lo cual hace evidente la condición que estos tenían de ser compensados por su buen
comportamiento. Al mismo tiempo, evidencia las pocas consideraciones que se tenían hacia este grupo,
ya que cuando el autor se refiere a “yo los compensaré alguna vez” relucen las pocas premiaciones y
estímulos que eran ofrecidos a estos. Se infiere, de esta manera, que el grupo étnico era comúnmente
maltratado y, con frecuencia eran colocados en trabajos forzados donde la dignidad humana era obviada
y puesta en un plano aparte.
Por su parte, Echeverria (1870), hace alusión en su obra a lo que se ha comentado acerca de la influencia
social que tenían los negros, y cómo estos eran percibidos con recelo en las plazas y casas del territorio
de la provincia capitalina. En su producción La cautiva señala:
Arden ya en medio del campo cuatro extendidas hogueras, cuyas vivas llamaradas irradiando,
colorean el tenebroso recinto donde la chusma hormiguea (…) dos o tres indios se pegan como
sedientos vampiros, sorben, chupan saborean la sangre, haciendo mormullo, y de sangre se
rellenan.
Esto indica las apreciaciones que la plebe tenía con respecto a los negros, considerándolos escandalosos,
ya que era a través de ellos, con su música, rituales en forma de danza y cultura, que las calles se llenaban
de celebraciones y algarabía. A la vez, se aprecia en la literatura las acepciones racistas en contra de este
grupo, estableciendo semejanzas con animales y bestias que afectaban el desenvolvimiento del pueblo
en general. En esa época los negros eran considerados de manera negativa debido a los comportamientos
que traspolaron de su cultura nativa africana a los nuevos contextos donde fueron depositados en contra
de sus voluntades. Como esclavos, entonces, practicaban en conjunto los rituales y celebraciones
correspondientes a sus creencias más arraigadas, lo cual también llevo a muchos hispanos a involucrarse
en este tipo de eventos; por tanto, los conflictos con la iglesia también se hicieron evidentes, dejando
como resultados que las estimaciones fueran agravando cada vez más a través de los años. El autor utiliza
explícitamente el término “chusma” para hacer referencia a la visión descalificadora y a la discriminación
negativa hacia este grupo de persona, resaltando su grado de inferioridad social de manera despectiva y,
en este caso, peyorativo. Al mismo tiempo, cabe destacar la visión salvaje, casi caníbal que se resalta en
el texto, ya que al referirse a la ingesta de sangre, se evidencia un comportamiento socialmente
inaceptable, similar a los que desempeñan algunos animales y bestias. Del mismo modo, otra
interpretación que puede asumirse con respecto al texto expuesto anteriormente, tiene que ver con la
relación existente entre las imágenes (que algunos podrían considerar dantescas y que se describen en la
presente) con posibles actos rituales, pertenecientes a la cultura y creencias de este grupo étnico. El
hecho, a su vez, de que el autor describa como un contexto tenebroso el lugar en donde los negros
residían, refuerza el carácter ritualista de los actos aquí descritos, ya que un espacio donde se propicien
este tipo de acciones, comúnmente se relaciona con ideas sobre la depravación y herejía, los cuales eran
considerados como fruto de la ignorancia que era percibida por parte de las altas esferas sociales,
presididas por las personas blancas.
Al mismo tiempo, el autor anteriormente mencionado resalta en su obra:
(…) y a las largas cabelleras de aquellos indios beodos, da su vislumbre siniestra colorido tan
extraño, traza tan horrible y fea, que parecen del abismo (…) El indio dormido expira, y ella veloz
se retira de allí, y anda con más tino arrostrando del destino la rigurosa crueldad (Echeverria, 1870,
p. 50).
Del texto que se cita, se derivan a su vez, un conjunto de acepciones referentes al grupo racial, como por
ejemplo, el autor describe ciertas cualidades o características negativas basado en prejuicios que eran
comunes para la época, reflejándolo así en la literatura, como parte de las distintas manifestaciones que
denotaban las concepciones, conceptos e ideas que se tenían respecto a diferentes grupos sociales. En
este caso particular, se refleja en una discriminación negativa notable, ya que en el autor, al utilizar la
etiqueta de indios beodos para referirse a los negros, manifiesta la idea de libertinaje que para la época
era asociada al comportamiento de estas personas; vinculándolas a su vez, con actitudes referentes a la
depravación y los excesos. En este caso específico, se refiere a la ingesta de alcohol, y posiblemente a
otras sustancias que podrían alterar el comportamiento de estas personas, haciéndolas ver a ojos de los
otros grupos sociales como desequilibradas mentalmente, lo que justificaría su comportamiento
depravado. Así mismo, se utilizan etiqueta como “horrible” y “fea”, vinculando a estas personas a unas
categorías sociales de desagrado ante el grupo de blancos que tenía una acepción específica de lo que era
agradable, aceptable y estético en cuanto a la conducta. Del mismo modo, el autor al utilizar la frase
“parecen del abismo”, denota una percepción negativo, casi demoníaca, entendiendo el término abismo
como una posible alusión al infierno, teniendo en cuenta la relevancia de la religión en las percepciones
de los distintos grupos sociales. Es así como puede inferirse la relación que hace el autor entre las
personas negras con ideas negativas de tipo religioso o espiritual. Lo último anteriormente citado,
corresponde a lo presentado por Yao (2015), cuando refiere en su obra que las características de fealdad
era comúnmente atribuido a este grupo racial, las cuales muchas veces se relacionada a efectos de terror.
Esto último también se relaciona con los planteamientos que el autor Mármol (1855) establece acerca de
los negros, relatando en su obra Amalia que estos eran comparados con los bufones, y que además les
era atribuido rasgos de estupidez y depravación, provocando en los demás las reacciones de rechazo y
extrañeza.
En la obra, Echeverría (1870) explica también: “Los indios más bravos luchando resisten, cual fieras
embisten; el brazo sacude la matanza cruel. El aparece; las armas agudas relucen desnudas; horrible la
muerte se muestra doquier”, lo que evidencia las características negativas que atribuye a este grupo en la
literatura al utilizar el término “fieras”, retomando las ideas que se han planteado acerca del salvajismo
que el grupo racial demuestra en su comportamiento. Del mismo modo, al ser expresada la forma en
como los negros daban muerte a otras personas, denota la fuerza bruta que propinaban a los grupos más
afectados por las luchas de clase que se llevaban a cabo en el contexto. Cuando el autor comenta “el
brazo sacude la matanza cruel” expone los rasgos de crueldad y falta de compasión hacia los otros,
agregando otros calificativos a la imagen negativa que ya se tenía de estas personas. Esto último
ejemplifica lo que se ha comentado acerca de este grupo; en diversos textos se ha evidenciado cómo las
percepciones negativas que se tenían hacia los negros eran dirigidas a las concepciones de muerte y
salvajismo, en donde este grupo solía cometer actos de asesinato en las plazas del pueblo.
Conclusiones
Para culminar, puede decirse que la imagen representada del negro del siglo XIX, así como su posición
histórica y cultural, no puede ser tomada en cuenta sino a partir de las relaciones y batallas entre los
federales y los unitarios. De esta manera, el racismo y las relaciones entre etnias, establecieron las bases
conceptuales de la representación de la raza negra, la cual se establece en la medida en que se conjugan
las distintas percepciones acerca del tema. Los afro-descendientes de la Argentina, fueron presentando
entonces como los bufones del general Rosas, la cual evocaba la imagen del mandatario, pero se
conjugaba a su vez, a través de consideraciones estereotipadas, las cuales fueron promovidas en base a
las barbaries que llevaron a cabo durante su periodo de gobierno. Sin embargo, muchos fueron los negros
que disfrutaron de los beneficios que el partido federal les ofrecía, con sus ascensos progresivos y
altamente gratificante de aquellos que hicieron vida en el ejército, ejemplifica muy bien la visión positiva
que la época dejo para el grupo de marginados.
Las mujeres, de igual manera, fueron una de las más agraciadas durante el periodo rosista, formando
parte de los hogares, donde desempeñaron diversas funciones, como las de mantener al tanto y alerta al
general Rosas acerca de los comportamientos que las familias del pueblo estaban llevando a cabo en la
ciudad capital. Los negros encarnan los sentimientos más profundos y arraigados de las clases sociales
altas, las mismas que no se permiten tales expresiones por el cuidado de las actitudes que deben tener
ante el resto de la gente. Esta representación del negro permitiría al grupo posicionarse en los pueblos
como las figuras más temidas, pero a la vez, más beneficiadas durante un momento de la historia que
significó para estos una ambivalencia entre el dolor producto de la pérdida de las tierras y libertades tan
importantes para el hombre, así como los años perpetuos de esclavitud en los cuales desempeñaron
labores de alta exigencia física, como servidores de las elites hispanas. De esta manera, se concluye que
la imagen de estos siempre estuvo mediada a la situación política, social y económica que se vivió en la
época de la lucha por la independencia y la liberación del Estado por parte de los federales y unitarios,
quienes promovieron visiones distintas pero que a su vez, convergieron en sus apreciaciones sobre la
raza negra en la Argentina.
Referencias bibliográficas
6. Corona, Cecilia y Andrea Bocco. (2007). La negritud en la literatura argentina del siglo XIX.
Actas El Caribe en sus Literaturas y Culturas.
10. Mármol, José. (1855). Amalia. (2da ed.). Argentina: Imprenta Americana.