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Capítulo viii de

La Inteligencia
de las Flores
N o podem os dejar las plan tas alegría, sus pétalos van a rom per la
acuáticas sin recordar brevem ente superficie del agua. H eridos de
la vida de la m ás rom án tica de m uerte, pero radian tes y libres,
ellas: la legendaria vallisneria, una flotan un m om ento al lado de sus
hidrocarídea cuyas bodas form an el indolentes prom etidas; se verifica
episodio m ás trágico de la historia la unión, después de lo cual los
am orosa de las flores. sacrificios van a perecer a m erced
La vallisn eria es una hierba bas- de la corriente, m ientras que la
tan te insignificante que no tiene esposa ya m adre cierra su corola
n ada de la gracia extrañ a del N enú- en que vive su últim o soplo, arro­
far o de ciertas cabelleras subm ari­ lla su espiral y vuelve a b ajar a las
nas. Pero se diría que la naturaleza profundidades para m adurar en
se ha co m placido en poner en ella ellas el fruto del beso heroico.
una herm osa idea. T oda la existen ­ ¿H em os de em pañ ar este her­
cia de la pequeñ a p lan ta transcurre m oso cuadro, rigurosam ente e x a c ­
en el fondo del agua, en una esp e­ to pero visto por el lado de la luz,
cie de sem isueño, h asta la hora m irándolo igualm ente por el lado
nupcial en que aspira a una vida de la som bra? ¿Por qué no? A v e ­
nueva. E n ton ces la flor hem bra ces hay por el lado de la som bra
desarrolla len tam en te la larga espi­ verdades tan interesantes com o
ral de su pedúnculo, sube, em erge, por el lado de la luz. Esa deliciosa
dom in a y se abre en la superficie tragedia no es perfecta sino cu an ­
del estanque. De un tronco vecino, Sería insoluble com o nuestro do se considera la in teligen cia y
las flores m asculinas que la vislum ­ propio dram a en esta tierra; pero las aspiraciones de la especie. Pero
bran a través del agua ilum inada interviene un elem ento inespera­ si se observa a los individuos, se
por el sol se elevan a su vez, llenas do. ¿Tenían los m achos el presen­ los verá a m enudo agitarse torpe­
de esperanza, h acia la que se b alan ­ tim ien to de su decepción ? Lo m ente y en con trasen tido en ese
cea, las espera y las llam a en un cierto es que h an encerrado en su plan ideal. O ra las flores m ascu li­
m undo m ágico. Pero a m edio cam i­ corazón una burbuja de aire, nas subirán a la superficie cuando
no se sienten bruscam ente reteni­ com o se encierra en el alm a un todavía no hay flores pistiladas en
das; su tallo, m an an tial de su vida, pensam ien to de liberación deses­ la vecindad. O ra cu an do el agua
es dem asiado corto; no alcanzarán perada. Diríase que vacilan un b aja les perm itiría unirse có m o d a­
jam ás la m an sión de luz, la única instante; luego, con un esfuerzo m ente a sus com pañeras, n o por
en que pueda realizarse la un ión de m agnífico - e l m ás sobrenatural eso dejarán de rom per m aquin al e
los estam bres y el pistilo. que yo sepa en los fastos de los inútilm ente su tallo. O bservam os
¿Hay en la naturaleza una in ad­ insectos y de las flores-, para ele­ aquí un a vez m ás que todo el genio
verten cia o prueba m ás cruel? Im a­ varse h asta la felicidad, rom pen reside en la especie, la vida o la
ginaos el dram a de ese deseo, lo deliberadam ente el lazo que los naturaleza...
in accesible que se toca, la fatalidad une a la existen cia. S e arrancan
transparente, lo im posible sin obs­ de su pedúnculo, y con un in com ­ Maurice Maeterlinck, 1907
táculo visible!... parable im pulso, entre perlas de Premio Nobel de Literatura 1911.
Revista MUSEO - 47

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