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Hans-Georg Gadamer
Una biografía
Jean Grondin

Hans-Georg Gadamer
Una biografia

Traducción:
Angela Ackermann Pilàri
Roberto Bernet
Eva Martin-Mora

Herder
Version castellana de A n g e la A ckerm ann, R o b e rto B e rn e t y E va M artín -M o ra
de la obra de Je an G rondin, Hans-Georg Gadamer, Eine Biographie,
Mohr Siebeck, Tübingen 1999

Diseño de la cubierta: C laudio B ado y M ónica B azán

О 1999 Mohr Siebeck, Tübingen

О 2000, Empresa Editorial Herder, S.A., Barcelona

La reproducción total o parcial de esta obra sin el consentimiento expreso


de los titulares del Copyright está prohibida al amparo de la legislación vigente.

Imprenta: C ometa , S.L.


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Referencia: 3451
Para Paul-Mathieu
У
EmmanuelJean
Indice

Introducción.
¿Qué quiere decir, realmente, hermenéutica? 17

I. 1900: un buen año para la hermenéutica 29


II. ¿Acaso se ama a un padre? 35
III. ¿En qué medida la vida humana es una lucha constante?
Los años escolares en Breslau 57
IV. Los estudios en Breslau: sentimientos de hundimiento
y filosofía científica 79
V. Los demonios de Marburgo 103
VI. Estar despierto junto al fuego nocturno 131
VII. Refugio entre los griegos 153
VIII. Insegura libertad, antes de la tormenta 177
IX. 1933: ¿Toma del poder o de la impotencia? 205
X. Consolidación de sí mismo 229
XI. Et illud transit 267
XII. Lucha de clases en el rectorado 309
XIII. En camino a la hermenéutica 347
XIV. Verdady método ............................................................................. 375
XV. Cañoneo desde la critica a la ideología 397
XVI. Juventud tardía 411

Apéndices ................................................................................................... 437


Anexo I. Cronología 439
Anexo II. Anuncios de cursos en universidades alemanas 461
Bibliografía 483
índice onomástico 513
The oldest hath borne most: we that are young,
shall never see so much, nor live so long.

S h a k e s p e a r e , King Lear, Acto V, escena В., 327-328


Preámbulo de agradecimientos

¿Es posible dar las gracias? ¿Es posible hacerlo sin usar tópicos, es decir, sin
causar la impresión de expresar fórmulas vacías o, al contrario, la de una
forzada modestia? Probablemente esto no es posible mientras tengamos
que recaer en los trillados términos que se usan para expresar el agrade­
cimiento. En lugar de esto ¿no podría haber un agradecimiento en forma
de preámbulo?
El presente libro es en buena medida un trabajo científico y no hubie­
se sido posible realizarlo sin apoyo, sin palabras de apoyo, el tiempo nece­
sario y, sobre todo, sin personas que lo apoyasen. Por eso hay motivos para
dar las gracias, pero ¿a quién agradecer primero y a quién en último lugar?
Sería bueno si se pudiera admitir un orden alfabético de los agradecimientos.
En este conjuntivo de los agradecimientos, el primero a quien debo dar
las gracias es Hans-Georg Gadamer. Pero no tanto por el hecho de que apo­
yara o saludara este trabajo (cosa que no hizo), sino porque haya tolerado
de manera discreta el trabajo y a su autor y, con la generosidad que lo dis­
tingue y pese a sus comprensibles reservas, haya permitido que lo publica­
ra en vida.1 Las investigaciones específicamente biográficas para este libro

1. En lo tocante a una publicación en vida, contra la cual el autor de esta bio­


grafía tenía sus reparos, hay casos semejantes en el entorno de Gadamer: Emmanuel
Levinas vio aparecer su biografía, escrita por Marie-Anne Lescourret (.Emmanuel
Levinas, París: Flammarion, 1994), dos años antes de su muerte. Del mismo modo,
existieron escritos biográficos acerca de Ernst Jünger, Martin Heidegger o Paul
Ricoeur (François Dosse, Paul Ricoeur: Les sens d ’une vie, Paris: Ed. La découver­
te, 1997) estando ellos aún en vida. Siendo que ya otros autores habían tratado
la vida de Gadamer, en particular su obra durante el Tercer Reich y como rector
en Leipzig, no nos pareció del todo inconveniente realizar una investigación con
una perspectiva de mayor amplitud. El mismo Gadamer puso su vida como tema
sobre el tapete a través de las manifestaciones que hizo acerca de asuntos de la épo­
ca y de personajes de la misma en su autobiografía de 1997 y en numerosos repor­
tajes, manifestaciones que fueron seguidas con crítica atención por parte de los
investigadores. De ese modo, la vida de Gadamer quedó expuesta a la investiga­
ción científica. —Por otra parte, el autor debió luchar contra un fuerte rechazo
frente a lo biográfico, especialmente marcado en Alemania. Tal rechazo ha con­

13
comenzaron en 1988 (el inicio de mi dedicación a la filosofía de Gadamer
se remonta a 1976), cuando tuve conocimiento de la actitud de Gadamer
durante la época nazi. El apasionado debate en torno a los compromisos
nacionalsocialistas de Heidegger, que se desarrolló en este mismo tiempo
desencadenado por el libro de Víctor Farias, en el que cualquier observador
honesto (entre ellos también Gadamer mismo) tenía que participar, suge­
ría la intención de dirigir preguntas parecidas también a Gadamer. Así sur­
gió paulatinamente la idea de escribir una biografía extensa, para la que iba
recogiendo materiales muy dispersos de una manera cada vez más siste­
mática. Cuando Gadamer se enteró finalmente de este proyecto, tuvo la
amabilidad de contemplarlo desde la distancia adecuada pero, sobre todo,
tuvo la modestia de considerarse indigno de semejante proyecto. Por eso,
al principio tendía a recomendarme que me interesara por cosas más impor­
tantes. Finalmente, se mostró algo más comprensivo hacia esta empresa y
me permitió acceder a archivos, documentos y fuentes de correspondencias
generalmente reservados (una lista de las fuentes consultadas se encuentra
en la bibliografía). Pero, sobre todo, me concedió conversaciones privadas
y siguió abierto a cualquier pregunta posterior de precisión. De todos modos
mantuvo una distancia con respecto a este proyecto cuyo propósito o,
más bien efecto era mantenerme a mí, como autor, en una distancia fren­
te a mi objeto. Para mí era y seguía siendo claro que no podía ni debía
tratarse de una "biografía autorizada"; tampoco podía ser una hagiografía
o su imagen en espejo, una inquisición. Es posible que sólo a falta de alter­
nativas voy siguiendo ocasionalmente las interpretaciones que Gadamer hizo
de sí mismo. Pero, ¿quién pondría seriamente en duda que esta pers­
pectiva sigue teniendo su legitimidad aunque conviene tratarla con la mayor
prudencia? En todo caso estoy agradecido por la posibilidad de haber entra­
do en conversación con Hans-Georg Gadamer (algo que siempre ha sido
su lado fuerte) y espero hacerle justicia de la manera más adecuada con la
pretensión de una exposición objetiva. De todos modos y como siempre, el
lector tendrá la última palabra y no debe conformarse con meras asevera­

ducido a que ese campo literario quedara en gran medida en manos de extranje­
ros. Como constata con refrescante acierto Klaus Harpprecht: «¿Acaso es posible
la división entre vida y obra, como lo pretende todavía cierto altivo ámbito pro­
fesoral? [...] ¿Por qué razón, pues, ese enojo que, acechante, acorrala en nuestras
tierras a los biógrafos?» (Langeweile ist schlimmer ais der Tod: Es lebe die Biographie,
en FA Z àcì 14-1-1998, pág. 33).

14
ciones. Quiero agradecer también esta actitud al lector. Mas ¿es posible dar
las gracias a los lectores?
Un agradecimiento merecen las instituciones que concedieron al autor
el tiempo para la investigación y la reflexión (que es, con mucho, el medio
más eficiente de la subvención): especialmente el Killiam Councel del Conseil
des Arts du Canada, la Fundación Alexander von Humboldt y el Conseil
de recherches en sciences humaines du Canada, cuya ayuda se extendió a
lo largo de muchos años y que subvencionaron muchos proyectos de inves­
tigación.
Por el permiso de citar textos inéditos de Gadamer agradezco a Hans-
Georg Gadamer y también al Deutsches Literaturarchiv en Marbach, así
como a los Archivos universitarios de Marburgo, Leipzig, Frankfurt,
Heidelberg, Tubinga y a la Biblioteca estatal de Baviera en München. Quiero
agradecer al doctor Hermann Heidegger especialmente el permiso de acce­
der a la correspondencia entre su padre y Hans-Georg Gadamer. A Dieter
Misgeld y Graeme Nicholson doy las gracias por haberme dejado usar los
textos y grabaciones magnetofónicas de sus conversaciones de 1986, que
aparecieron en 1992 en una versión reelaborada en lengua inglesa (Hans-
Georg Gadamer on Education, Poetry and History, Albany: SUNY Press,
1992). Las citaré aquí bajo la abreviatura «Conversaciones SUNY». También
Richard Palmer, el pionero de la hermenéutica en Estados Unidos, merece
un cordial agradecimiento por haberme proporcionado numerosas
grabaciones magnetofónicas.
Estoy en deuda con muchas personas por la recopilación de materiales,
conversaciones, informaciones, consejos, por animarme, pero también por
sus advertencias. Puesto que resulta casi imposible mencionar debidamen­
te los méritos específicos de cada una de ellas, sigo aquí el orden alfabético:
Karl-Otto Apel, Pierre Aubenque, Karol Bal, Jeffrey A. Barash, Karlheinz
Barck, Ernst Behler (t), Julia Beise, Richard Bernstein, Walter Biemel,
Ulrich Boehm, Werner Bramke, Rüdiger Bubner, Ulrich von Biilow, Jakub
Capek, John Cleary, Nicholas Davey, Vianney Décarie, Donatella Di Cesare,
Gisela Droge, Carsten Dutt, István M. Fehér, Winfried Feifel, Hans-Uwe
Feige, Barbara Figai, Giinter Figai, Fritz Fischer, Andrea Gadamer, Theodore
Geraets, María Jesús Gii Valdés, Roswitha Grassi, Jiirgen Habermas, Nikolaus
Hallmer, Susan Halpert, Hermann Heidegger, Henry Honigswald, Peter
Hoffmann, Christa Hornung, Friedrich Hund, Walther Jaenicke, Ulrich
Jahr, Dominique Janicaud, Anthony Kerby, Theodore Kisiel, Klaus Koch,
Garbis Kortian, Pavel Kouba, Hans Kràmer, Gudrun Kiihne-Bertram, Luise,

15
Karin, Christoph, Steffen und Edwin Kuhn, Arnulf Kutsch, Hans-Ulrich
Lessing, Rosemarie Kleinknecht-Herrmann, Kate Lekebusch-Gadamer,
Emilio Lledó, Gary Madison, Donald G. Marshall, Marianne Meyer-
Krahmer, Etsuro Makita, Walter Markow (f), Jochen Meyer, Dieter Misgeld,
Sigrid von Moisy, Hermann Mòrchen (t), Max Müller (f), Wolfgang
Natonek (f), Graeme Nicholson, Hariolf Oberer, Ute Oelmann, Richard
Palmer, Helmut Rechenberg, Marcel Régnier, François Renaud, John
Robertson, Paul Ricœur, Kláre Riedel-Rühle, Manfred Riedel, James Risser,
Frihtjof Rodi, Helmut Rohlfing, Rüdiger Safranski, John Sallis, Birgit
Schaper, Charles E. Scott, Dennis Schmidt, Lawrence K. Schmidt,
Wolfdietrich Schmied-Kowarzik, Karl Schumann, Walter Schulz, Georg
Siebeck, Evan Simpson, Paul Christopher Smith, Leonard Smolka, Klaus
Stichweh, Ernst Tugendhat, Ben Veder, Friedrich-Wilhelm von Hermann,
Joel Weinsheimer, Friedrich von Weizàcker, Reiner Wiehl, Gerhard
Wiemers, Udo Worffel, Gerhild Zybatow und Lew Zybatow. A todos ellos
en el lenguaje de mi corazón: ¡merci!
Last, but certaily first quiero dar las gracias a mi familia. Este agradeci­
miento incluye la mala conciencia de que, a menudo, parecía que estaba
con este trabajo y no con ella. ¿Pero cómo se puede agradecer esto? ¿A modo
de preámbulo?

16
Introducción
¿Qué quiere decir, realmente, hermenéutica?

Quién es o era una persona es algo que sólo podemos


llegar a saber cuando escuchamos la historia cuyo héroe
ha sido esta persona misma, es decir, su biografía; todo
lo demás que podamos saber de ella o de las obras que
escribió puede enseñarnos, como mucho, qué es o era.
A esto se debe que de Sócrates tenemos una imagen bas­
tante más precisa que de la mayoría de los filósofos ante­
riores y posteriores, aunque no escribió ni una sola línea
y estamos mucho peor informados sobre sus opinio­
nes que sobre las de Platón y Aristóteles. Sabemos quien
era Sócrates en un sentido en el que no sabemos ni de
Platón ni de Aristóteles quienes eran, porque conoce­
mos la historia de Sócrates.
H an nah A re n d t1

El lugar que le corresponde a Hans-Georg Gadamer como uno de los filó­


sofos más importantes del siglo XX se debe a la «hermenéutica» desarro­
llada por él, pero también al hecho de que su larga vida lo ha convertido
en uno de los testimonios más privilegiados del siglo XX. Nacido en 1900,
su concepción filosófica llegó a la madurez tan sólo en 1960, en su obra
principal Verdad y método, en la que fundamentó la hermenéutica filosó­
fica y que permitió que ésta se convirtiera en un tópico. Gracias a esta obra
y la influencia que ejerció a lo largo de los años, él adquirió la fama de un
pensador autónomo. Hasta aquel momento había permanecido a la som­
bra de su gran maestro Martin Heidegger, quien puede reclamar para sí el
distintivo de ser el filósofo más influyente del siglo XX. Gadamer había
estudiado junto a él en Friburgo y Marburgo en los años veinte, época
en la que Heidegger estaba elaborando su propia obra principal, E l ser y
el tiempo (1927).
Fue precisamente este intenso trabajo en torno a su nuevo proyecto filo­
sófico lo que Heidegger trató en sus lecciones de entonces bajo el título mis­

1. Vita activa oder Vom tatigen beben, Stuttgart: Kohlhammer Verlag, 1960,
pág. 178.

17
terioso, pero cada vez más de moda, de una «hermenéutica», más precisa-
mente, de una hermenéutica de la facticidad que describía la existencia huma­
na como un ente caracterizado por la preocupación por su propio ser, por
su propio y limitado futuro y, con ello, por su ineludible mortalidad. Todo
lo demás parecía secundario y «derivado» de esta preocupación insistente y
trágica por su ser condenado. Aunque la existencia pueda entregarse a otras
preocupaciones y ocuparse de otras cosas, en el fondo huye de sí misma, con
independencia de si lo reconoce o no. Como declaró Heidegger en su lec­
ción de 1923, incluso la ciencia podía entenderse como una huida de esta
índole. La búsqueda misma de conocimientos firmes e inquebrantables ya
delataba que el motivo esencial de la ciencia se debía a un soslayo de la tem­
poralidad. Cuando el ser humano aspiraba a un sostén firme y supratem-
poral, ya sea en la ciencia, la religión o también en la filosofía, sólo lo hacía
porque estaba profundamente marcado por una temporalidad omnideter-
minante. Por tanto, la obra principal de Heidegger se llama E l ser y el tiem­
po para mostrar esta radical temporalidad de todo el ser y para destruir la ilu­
sión de cualquier apoyo supratemporal. Así, secretamente, seguía a Nietzsche
en su «destrucción» -denominando su hermenéutica con este término- de
los ídolos del más allá, a los que se había entregado la tradición occidental.
A Heidegger le importaba el desenmascaramiento de esta alienación -como
se podría decir con Feuerbach, Freud o Marx- para llevar la existencia huma­
na a una plena y decidida responsabilidad de sí misma.
La palabra «hermenéutica», empleada por Heidegger en este contexto,
aunque escogidas y raras veces, seguía teniendo en el uso que hacía de ella
un valor de matices cambiantes, lo que le daba una apariencia aún más
cargada de sentido. Tradicionalmente, el término hermenéutica designaba
la doctrina o la técnica de la interpretación (del griego hermenéuein, que sig­
nifica interpretar, explicar, traducir). La adopción de este concepto por par­
te de Heidegger generalizaba y dramatizaba la significación que posee la
interpretación para la existencia humana. El ser humano es un ente que,
constantemente, debe «interpretarse» y explicarse su mundo y a sí mismo.
No se encuentra «en» este mundo como observador neutral, sino que está
implicado en todo acontecer de manera atormentadora. Por eso interpreta
desde un principio todos los acaecimientos en el mundo con referencia a su
significado para su propia existencia amenazada, es decir, desde un futuro
preocupado por sí mismo. Conocer algo significaba para Heidegger el poder
soportarlo, estar a la altura de lo conocido, y esto quiere decir, en último tér­
mino, «ser entendido» en ello. De esta manera Heidegger asignó al «enten­

18
der» preocupado una significación fundamental en su concepción herme­
néutica de la existencia humana. La existencia es hermenéutica, porque a su
manera preocupada está entendiendo incesantemente su mundo y se anti­
cipa a él. Sin una tal interpretación referida a la existencia el mundo no exis­
te o, dicho de manera más cauta, no es propiamente experimentable.
Ciertamente, la ciencia tiene una representación «objetiva» del mundo, pero
ésta es precisamente una abstracción, un constructo, basado en la exclusión
de la relación hermenéutica y principalmente preocupada con el mundo.
En todas partes está en juego una «hermenéutica» de la existencia.
El punto realmente decisivo es, sin embargo, que en este proceso del
entender la existencia humana se entiende siempre también a sí misma y ade­
más se malentiende. Todo acceso al mundo implica una autocomprensión
de la existencia, pero esta comprensión permanece a menudo inexpresada.
Por esta razón, la elaboración del correcto entendimiento de la existencia
se convierte en la tarea de la filosofía tal como la practica Heidegger. De esta
manera, él se inscribe en esa vetusta tradición de la filosofía que, desde Pla­
tón, conoce como su elemento específico la «preocupación por el alma». Para
Heidegger, la hermenéutica entendida como filosofía no es otra cosa que la
ejecución consecuente del esclarecimiento de sí misma de una hermenéuti­
ca que toda existencia practica por principio; pero, desde un punto de vista
crítico, esto significa expulsar a la existencia de sus tranquilizadoras concep­
ciones de sí misma. La advertencia que Heidegger dirige a la existencia es:
¡Ten el coraje de reconocer que eres el sí mismo finito que siempre serás irre­
vocablemente! Bajo los auspicios del historismo y del nihilismo, Heidegger
se presentaba como identificado con del proyecto de la Ilustración cuando
postulaba una hermenéutica tan radical como para prometer «la indagación
de la autoalienación que era el castigo de la existencia».2
Ésta era la impresión que Heidegger causaba al menos a sus estudiantes
de aquella época, quienes (según Hannah Arendt, discípula y amante de

2. Así se expresó Heidegger en el curso del semestre de verano de 1923 al que


asistió Gadamer cuando fue a Friburgo para estudiar con él (M. Heidegger, Onto­
logie (Hermeneutik der Faktizitat), GA 63, Frankfurt a.M.: Klostermann, 1998, pág.
15). La prolongada y programática cita dice: «La hermenéutica tiene la tarea de
hacerle accesible, de comunicarle a la existencia, en cada caso, su propia existencia
en su carácter de ser, de ir tras los pasos de la alienación de sí mismo de la cual la
existencia está afectada. En la hermenéutica se conforma para la existencia una posi­
bilidad de tornarse y de ser entendiente para sí misma.»

19
Heidegger en los años veinte) ya veían en su maestro revolucionario al «secre­
to rey» de la filosofía de su tiempo, o incluso a uno de los mayores pensa­
dores de Occidente en general. Igual que otros pensadores de la Edad Moder­
na -como Bacon, Descartes o Kant, para no hablar de coetáneos más próximos
como Marx, Freud y Nietzsche- prometió liberar la filosofía y al ser huma­
no de las ilusiones producidas por su propia invención. La filosofía construida
sobre esos escombros sólo podía ser una hermenéutica. Aunque a lo largo de
E l ser y el tiempo se encuentran huellas evidentes de esta hermenéutica,
la mayoría de las veces -como ocurre a menudo en la filosofía- la intención
se quedó en el mero anuncio. Hay un serie de razones circunstanciales para
ello. E l ser y el tiempo quedó en un estado de torso. En su introducción,
Heidegger anunció en un programa de gran envergadura, pero que no deja­
ba de ser extraño a su carácter, el plan de una obra en dos partes. De todo
el exigente conjunto sólo aparecieron dos tercios de la primera parte, que eran
indudablemente impresionantes, pero en su estado inconcluso y tanteador
tenían que crear expectativas cara al conjunto prometido. Pero éste no llegó
a su término, y en la Kehre (el giro), que permitió a Heidegger dar una nue­
va dirección a su posterior camino de pensar, la palabra y el programa de una
hermenéutica prometèica desaparecieron casi por completo.
A ello se añadía el hecho de que la «hermenéutica» no era más que uno
de los muchos títulos que encabezaban lo que importaba a Heidegger en El
ser y el tiempo. El título de una «Hermenéutica de la facticidad», que había
preferido en sus lecciones más tempranas, se yuxtaponía con otros, que per­
mitían detectar que ahora pretendía apoyarse más firmemente, y más segu­
ro de sí mismo, en la línea sistemática de Husserl y Kant, apartándose de la
bastante oscura tradición de la hermenéutica antigua. Así, comenzó a hablar
de fenomenología, ontologia y analítica de la existencia para proclamar la
nueva filosofía que buscaba. Desde luego que la hermenéutica no estaba
ausente en E l ser y el tiempo y no había perdido nada de su función domi­
nante. Como escribió Heidegger, la filosofía en tanto «ontologia fenome­
nològica universal» tenía que seguir partiendo de la «hermenéutica de la
existencia».3 Sin embargo, Heidegger desarrolló la explicación terminoló-

3. M. Heidegger, Sein undZeit [El ser y el tiempo] (1927), 14a edición, Tubin-
ga: Niemeyer, 1977, pág. 38. A propósito del sentido crítico de esa fundamenta-
ción hermenéutica véase mi trabajo sobre «L’herméneutique dans Sein und Zeit»,
en J.-F. Courtine (comp.), Heidegger 1919-1929. De L'herméneutique de la factici-
té à la métaphysique du Dasein, Paris: Vrin, 1996, pág. 179-192.

20
gica de lo que había de significar la hermenéutica en un gesto brusco y en
un pasaje aparentemente redactado a toda prisa, de manera que un lector
no advertido no podía reconocer inmediatamente de qué se estaba hablan­
do. Para la ontologia, la fenomenología y, si era necesario, también para la
analítica, había tradiciones anteriores a las que se podía recurrir, mientras
que la hermenéutica, pese a su lugar central, causaba la impresión como si
se tratara de un término extranjero. También siguió siéndolo después de E l
ser y el tiempo, aparte de las excepciones notables de la teología protestante
y de la escuela de Dilthey.
Gadamer volvería a experimentar esta situación una y otra vez. En
1959, cuando presentó a su editor el voluminoso manuscrito finalmente
terminado de la obra principal de su vida bajo el título «Líneas fundamenta­
les de una filosofía hermenéutica», tuvo que escuchar la pregunta: «Y eso de
la hermenéutica, ¿qué es en realidad?» Así, siguiendo el consejo de su editor
bienpensante, la palabra demasiado desconocida fue desplazada al subtítu­
lo.4 El hecho de que, entre tanto, la palabra «hermenéutica» haya podido
imponerse es en primer lugar el mérito de Gadamer. Heidegger mismo, en
su época tardía, cuando se inclinó demasiado a distanciarse de sus propios
comienzos, lo admitió: «La “filosofía hermenéutica” es cosa de Gadamer».5
El hecho de que Heidegger se distanciara del concepto de una filosofía her­
menéutica creada por él mismo se debió a la modificación de su filosofía
después de El sery el tiempo en el sentido de que prescindió de cualquier pre­
tensión de fundamentación. El Heidegger tardío tendió a diagnosticar la
obsesión de fundamentación y explicación como síntoma de la «metafísi­
ca», mientras que entendió a su propio pensamiento meditativo como el dar
un paso atrás, lejos de este querer-fundamentarlo-todo. Desconfiaba de
cualquier tentativa de poner al sujeto, el entender humano y, con ello, la
hermenéutica, en el centro de la atención, pues ésta le parecía sospechosa de
ser metafísica. Tal vez olvidara que, en nombre de la finitud humana, su
temprana hermenéutica había tenido justamente la función de marcar los
límites a la obsesión de fundamentación. Hermenéutica había sido el térmi­
no mismo para designar un tipo de pensamiento que ponía en alerta contra

4. HGG, Phihsophische Lehrjahre (en adelante: PL), Frankfurt a.M.: Klostermann,


1977, pág. 182; trad, castellana: M is años de aprendizaje, Barcelona, Herder, 1997.
5. Carta de M. Heidegger a O. Pôggeler del 5-1-1973, citada en О. Pòggeler,
Heidegger und die hermeneutische Philosophie, Freiburgo/Múnich: Alber, 1983,
pág. 395.

21
la propia creación de ilusiones metafísicas y que pretendía sugerir la realiza­
ción de la existencia histórica. En este sentido, Gadamer, al mantener el
nombre y seguir con el objeto de la hermenéutica, tal vez fue más consecuen­
te que Heidegger y también consiguió evitar las asperezas en parte proféticas,
en parte magnificadoras de sí mismo del pensamiento heideggeriano tardío.
Si bien fue otro tipo de radicalismo del preguntar lo que apartó a Heidegger
de la hermenéutica, Gadamer tuvo el mérito de mostrar que las intenciones
de crítica a la metafísica de esta filosofía tardía estaban presentes en la expe­
riencia de sí misma de cualquier existencia capaz de entender, cuando trata
de entenderse y topa con fronteras. Con una fórmula que se hizo famosa,
Jürgen Habermas saludó la hermenéutica de Gadamer como la «urbaniza­
ción de la provincia heideggeriana».6 Lo único que resulta cuestionable en
esta fórmula es la reducción retórica o política de Heidegger a una dimensión
provinciana, como si en su pensamiento tardío no se tratara de un balance de
nuestro futuro planetario en la era de la técnica. De todos modos es cierto
que Gadamer realizó una urbanización, puesto que volvió a trasladar los mo­
tivos del pensamiento tardío de Heidegger al diálogo de la polis.
Para comprender adecuadamente la hermenéutica de Gadamer habría
que remontarse a una tradición mucho más antigua de la hermenéutica,
cuando ésta se recomendaba como doctrina del arte de la interpretación de
textos (canónicos) y posteriormente, a finales del siglo XIX, como doctrina
del método de la filología en tanto disciplina de las ciencias del espíritu.
Para ello podemos remitirnos a una exposición anterior, en la que se des­
criben las etapas principales de la hermenéutica.7 En el contexto presente se
trata de otro tipo de acceso a la hermenéutica de Gadamer, a saber, el de
la historia de su vida. Porque no sólo gracias a la elaboración de una her­
menéutica filosófica, sino también debido al regalo de una vida de Matu­
salén, con todos los encuentros y experiencias que la marcaron, Hans-Georg
Gadamer se convirtió en un testigo privilegiado del siglo XX. No se puede
negar que las pautas del trágico curso de nuestro siglo se debieron a acon­
tecimientos que, en buena medida se originaron en Alemania. 1914, 1918,
1933. 1945, pero también 1989 son indudablemente los hitos del siglo que

6. Ver también la análoga formulación en el título del artículo de Christoph


Quarch, «Kritik der Freiburger Urteilskraft. Heidegger lehrte Gadamer Philoso­
phie, Gadamer lehrt ihn Mores», en FAZ, 22-10-1997.
7. J. Grondin, Einftihrung in diephilosophische Hermeneutik, Darmstadt: Wis-
senschaftliche Buchgesellschaft, 1991; trad, castellana: Introducción a la herme­
néutica, Barcelona, Herder, 1999.

22
los historiadores del futuro tal vez considerarán como el siglo de Alemania.
Hans-Georg Gadamer vivió de manera inmediata estos acontecimientos
que tomaron su origen en Alemania y, de manera directa o indirecta, res­
pondió a ellos con su filosofía. Hasta este punto Hegel tiene razón cuan­
do sostiene que toda filosofía consiste en abarcar con el pensamiento el pro­
pio tiempo. Esto es especialmente cierto en el caso de Gadamer, puesto que
escogió la historia, la «historia de la influencia y recepción» (Wirkungs-
geschichte)* y la historicidad como temas especialmente destacados de
su hermenéutica. El concepto, particularmente característico de Gada­
mer, de la historia de la influencia y recepción señala que la historia ejerce
su efecto por encima de la conciencia de los individuos que participan
en ella.
Así, Gadamer mismo escribió en una de sus tesis más provocadoras:
«En realidad, la historia no nos pertenece, sino que nosotros pertenece­
mos a ella».8Por eso, resulta aún más urgente la pregunta de hasta qué pun­
to la filosofía de Gadamer mismo forma parte de la historia de su siglo. Sin
duda es más fácil incluirla en la historia de la filosofía que en la historia
social o política, puesto que la hermenéutica debe sus enfoques modernos
a los puntos de partida que encontramos en el pensamiento de Dilthey,
Husserl y Heidegger. Pero, ¿puede trazarse realmente una línea divisoria
semejante? ¿Es sólo y siempre filosófica la historia de la filosofía? ¿No pre­
domina también aquí, por encima de la conciencia de los filósofos, una per­
tenencia al siglo que no se puede conceptualizar de manera inmediata? ¿No
encontramos también y precisamente en este punto la «historia de la influen­
cia y recepción»? Aquí partimos de este supuesto, y lo podemos ilustrar con
el ejemplo concreto y famoso del maestro de Gadamer. Su relación con la
filosofía de Heidegger era especialmente estrecha, un hecho que no requie­
re pruebas como tampoco el de que la actuación de Heidegger quedó invo­
lucrada no sólo en la historia filosófica del siglo XX. Sin duda es una cues­
tión discutida e importante si los enredos de Heidegger con el
nacionalsocialismo tienen algo que ver con su filosofía o no, pero ella no ha
de ocuparnos aquí de manera directa. Mas, las circunstancias que llevaron
a Heidegger a su manera de actuar, también las vivió Gadamer, incluso como
discípulo de Heidegger. ¿Cómo reaccionó a estas circunstancias y a la acti-

* Por el alcance del concepto gadameriano de Wirkungsgeschichte, usaremos en


la traducción el término doble de «historia de la influencia y recepción». [N. del T.]
8. HGG, Wahrheit undMethode (en adelante: WM), GW 1, 281; trad, caste­
llana: Verdady método, Sígueme, Salamanca, 1995.

23
tud de su maestro (o hasta qué punto dejó de reaccionar)? Y ¿en qué medi­
da esta reacción está vinculada a su propia filosofía o su «carácter», si es que
se puede probar esta clase de conexiones? Dichas circunstancias no son las
únicas de las que nos ocuparemos aquí, pero nos pueden recordar en qué
medida una filosofía pertenece nolens volens a su siglo.
Lo que orienta nuestro interés en primer lugar es la biografía intelec­
tual. Con el predicado «intelectual» esperamos encontrar un camino medio
entre una historiografía puramente centrada en la obra y una presentación
que sólo se ocupa de la personalidad sin tener en cuenta el pensamiento.
Esto significa que se excluye aquí la vida íntima en la medida en que no es
significativa para la historia contemporánea. No obstante, algunos even­
tos privados sí son importantes en este sentido. Podemos recordar, por ejem­
plo, que el joven Gadamer tuvo que experimentar muy pronto la pérdida
de su madre, enfrentarse a la grave enfermedad de su hermano, sufrir la
férrea disciplina prusiana de su padre y encima vivir la Primera Guerra
Mundial, todo ello en los años en los que se forma algo así como el carác­
ter. Estas experiencias no son filosóficas ni tampoco triviales. Aunque la
tarea de una biografía no puede ser el esclarecimiento de todos estos tras-
fondos y hechos, al menos se puede intentar, con ayuda de las fuentes actual­
mente accesibles, iluminar aquella parte de su historicidad que puede con­
tribuir a la comprensión de la obra. Finalmente hay que recordar como algo
evidente que también es la tarea de una biografía dar una imagen de la per­
sona que está detrás de la obra y del pensamiento, de manera que la línea
divisoria entre obra y persona siempre será borrosa. Una biografía es una
biografía, pero al mismo tiempo sólo una biografía.
Sin duda, no se puede pasar por alto que desde la perspectiva de
Gadamer la idea misma de una biografía resulta muy cuestionable. Tanto
desde el punto de vista filosófico como seguramente también personal,
Gadamer tenía muchas reservas. Para esta postura probablemente es im­
portante el antecedente de la famosa aversión heideggeriana a todo lo bio­
gráfico, con independencia de si tenía que ver o no con las contradicciones
de su propia historia de la vida. En una ocasión, en presencia de Gadamer,
Heidegger dijo de Aristóteles en una introducción biográfica a un curso, el
1 de mayo de 1924: «Para la personalidad de un filósofo lo único que inte­
resa es esto: nacido en tal o tal fecha, trabajó y murió».9Algo de esto se ha

9. Martin Heidegger, Grundbegriffe der aristotelischen Philosophie, Semestre de


verano de 1924, Manuscrito (Archivo Marcuse de la Universidad de Frankfurt),
pág. 1. Ver T. Kisiel, The Genesis o f Heidegger’s Being an d Time, Berkeley: The

24
conservado seguramente también en Gadamer, como en todo filósofo que
toma en serio su tarea. Sin embargo, las razones filosóficas que la herme­
néutica de Gadamer puede alegar contra el interés biográfico son aún de
mayor peso. La biografía sería un retoño del romanticismo cuando se con­
centra unilateralmente en el desarrollo de sí misma de una personalidad.
¿Se puede tomar, en general, la subjetividad humana como punto de parti­
da fiable? En esta precaución la hermenéutica sigue el movimiento anti-
subjetivista, si no antihumanista, que no sólo caracteriza al Heidegger tar­
dío, sino también al marxismo y al estructuralismo.10 Gadamer está en
consonancia con estas tendencias cuando declara en un pasaje famoso de
Verdad y método'. «El foco de la subjetividad es un espejo deformador. La
autorreflexión no es más que un débil centelleo en el circuito cerrado de la
corriente de la vida histórica».11Es posible que así sea, pero aun una peque­
ña incandescencia es una fuente de luz, y bienvenida cuando estamos a os­
curas. Aunque el individuo singular no influya en la dirección que toman
los acontecimientos, al menos los sufre en su conciencia, que nunca puede
ser completa, pero que no deja de constituir nuestra «facticidad» herme­
néutica, si es que la existencia toda se caracteriza por entenderse a sí misma.
También Gadamer tenía esto en cuenta cuando hablaba no sólo de la his­
toria de la influencia y recepción omnidevoradora, sino también de una
«conciencia de la historia de la influencia y recepción». Tal vez no es una
construcción verbal muy elegante, pero para Gadamer es especialmente
central, porque se trata de desarrollar una conciencia de este ser efecto de la
influencia y recepción de la historia (geschichtliches Erwirktsein), también y
precisamente porque sabemos que se trata de una tarea imposible de termi­
nar. De una manera modesta, una biografía puede contribuir a esta con­
ciencia de la historia de la influencia y recepción en cada caso. Gadamer se
aproximó a esta cuestión con su afirmación: «Por eso, los prejuicios de la
persona particular son en una media mucho mayor la realidad histórica de
su ser que sus juicios».12Los prejuicios se pueden formular conscientemen-

University of California Press, 1994, pág. 287, donde también se señala que, en la
escuela de Heidegger, este dicho servía de schibboleth ideológico contra lo biográ­
fico.
10. Didier Eribon hizo la misma acotación en relación a Foucault en su bio­
grafía, Michel Foucault, París: Champs-Flammarion, 1991, pág. 11: «II semble para­
doxal d’écrire une biographie de Michel Foucault».
11. W M ,G W 1,281.
12. Ibidem.

25
te y especialmente por medio de una retrospectiva de las condiciones histó­
ricas y del contexto del camino intelectual de un pensador.
Hay otro argumento aún más contundente que las reservas antisubje-
tivistas contra el proyecto de una biografía, que se podría deducir de la her­
menéutica de Gadamer. Desde esta hermenéutica se podría verlo como una
empresa puramente histórica, que se limita al interjuego de los contextos
históricos y las influencias, de modo que deja de lado el contenido verda­
dero de lo que produjeron las figuras históricas mismas. Así, Gadamer adop­
tó una posición muy crítica frente a la concepción de la investigación bio­
gráfica que había surgido a partir del siglo XIX. Su culminación constituyó
la Geschichte der Autobiographie (Historia de la autobiografía) en cuatro volú­
menes de Georg Misch, quien pertenecía a la escuela de Dilthey y por eso
a un historismo estetizante para el que la cuestión de la verdad estaba en
peligro de degenerar. En su opinión, las indagaciones del interjuego de las
influencias, que seguía tácitamente el modelo de las ciencias naturales en su
búsqueda de las leyes de los efectos recíprocos del mundo físico sería aje­
no a la verdad y al objeto. Gadamer consideraba que sólo surgió una nue­
va objetividad con la exigencia de Husserl de una «vuelta a las cosas mis­
mas», pero también con aquellas biografías que desdeñaban lo puramente
histórico, que procedían del círculo de George. Estos esfuerzo no sólo ha­
brían cambiado la biográfica histórica, sino que aun la habrían superado:
«La investigación biográfica individual, la indagación de fuentes e influen­
cias que habían caracterizado el estilo de trabajo de la historia de la litera­
tura del siglo XIX, queda aquí radicalmente superada. Su objeto ya no son
las condiciones azarosas de índole biográfica e histórica bajo las que un hom­
bre y una obra se convirtieron en lo que son, sino lo esencial de esas gran­
des figuras, algo que sólo llega a descifrar la mirada que se fija en las fuer­
zas creadoras y las potencias espirituales de la vida».13
Gadamer alude aquí a la idea de la biografía de la Gestalt (figura),14culti­
vada en el círculo de George y que no apunta a las contingencias históricas,

13. H G G , «Die phànomenologische Bewegung» (1963), GW 3, 105. La refe­


rencia de Gadamer («aquí») alude especialmente a biografías como Goethe, de Frie­
drich Gundolf, o Friedrich der Zweite, de Ernst Kantorowicz. Recordemos, tam­
bién, la biografía de George escrita por Friedrich Wolters (Stefan George und die
Blatter fü r die Kunst, Berlin: 1930).
14. A proposito de la biografia de la figura en el círculo de George ver también
GW 9, 263.

26
sino a lo esencial de una vida productiva. Hay que preguntarse, sin embar­
go, si es posible dar relevancia a lo «esencial» sin atender el interjuego de las
casualidades. Por muy justificada que pueda haber sido en aquel momento
la crítica al historismo estetizante, que ya había encontrado su expresión
teórica en la Segunda consideración intempestiva de Nietzsche, titulada «Del
provecho y la desventaja de la historia para la vida», la «biografía de la
Gestalt», que se le opone, no deja de correr el peligro de ser apologética y
por tanto extraña a la época. Probablemente, eso no es una virtud desde el
punto de vista de una conciencia hermenéutica que pretende ser crítica.
Lo decisivo es que se llega a discernir por qué una filosofía hermenéu­
tica, es decir una filosofía que apunta a la posibilidad del ser humano de
entenderse a sí mismo, debe otorgar al interés biográfico una nueva legiti­
midad. Las ideas del diálogo y de la aplicación, tan centrales para la her­
menéutica, favorecen este interés. En la reconstrucción histórica no se tra­
ta de la exclusión del contenido de verdad, sino de lo contrario: sólo cuando
se intuye de dónde viene y desde dónde habla una filosofía, se puede espe­
rar tomarla en serio en su contenido de verdad. La idea conductora de la
hermenéutica es precisamente que cualquier afirmación debe ser entendi­
da como respuesta a una pregunta.15Y cualquier filosofía es una afirmación.
¿Por qué tipo de pregunta se deja llevar? Sería erróneo considerar que esto
implica la defensa de una historización relativista de la verdad. Lo que ocu­
rre de hecho es lo contrario, y se lo puede entender como la constatación
básica de la hermenéutica: Ninguna afirmación puede comprenderse en su
verdad si no se parte de la necesidad que trata de expresarse en ella. Gada­
mer reconoció tácitamente esta consecuencia cuando él mismo publicó una
autobiografía, a la que se sumaron, con los años, numerosas autodescrip-
ciones, recuerdos y entrevistas.'6
El presente libro ha tomado estos textos como valioso apoyo, pero tam­
bién se rige por el lema hermenéutico de que un autor o un pensador no

15. Ver HGG, «Die Universalitát des hermeneutischen Problems» (1966), GW


2, 226: «Este es, de hecho, el fenómeno hermenéutico originario: que no hay afir­
mación posible que no pueda comprenderse como respuesta a una pregunta, y que
sólo es comprensible de ese modo».
16. Ver especialmente la presentación de sí mismo del año 1975 en GW 2,
479-508 y los encuentros, nuevamente recopilados en GW 10, 373-440. En el ane­
xo bibliográfico se encuentra una lista de los reportajes y de los textos autobiográ­
ficos.

27
siempre es el mejor intérprete de su propia obra.17 En la medida de lo posi­
ble y de lo demostrable, también aquí nos orientamos por el esfuerzo her­
menéutico de escuchar lo no expresado en lo expresado. ¿Qué se dice y qué
se silencia en estas afirmaciones? Más allá de la lectura controlada de estas
autodescripciones recurriremos a materiales de archivos, testimonios coe­
táneos, correspondencias conservadas y también a conversaciones, para ilu­
minar debidamente esta vida secular y excepcional.

17. WM, GW 1, 196.

28
I. 1900: un buen año para la hermenéutica

El 11 de febrero de 1650 murió René Descartes, el fundador del pensa­


miento metódico moderno. Un cuarto de milenio después, exactamente
el mismo día, nació Hans-Georg Gadamer en Marburgo, quien se con­
vertirá en el crítico de esta idea que había guiado la Edad Moderna. No fue
por voluntad de providencia alguna o por efecto de alguna historia del ser,
pero lo cierto es que en este año 1900 de su nacimiento y de manera total­
mente independientes entre ellos, una serie de acontecimientos y nuevos
descubrimientos iban pululando en el paisaje filosófico que apuntaron, todos
ellos, a una intensificación de la hermenéutica como forma preferente del
planteo de preguntas de este siglo, que -por pura casualidad- también
comenzó en aquel año.
El 25 de agosto de 1900 murió el filósofo Friedrich Nietzsche en Wei­
mar. En sus últimos años, antes de retirarse en 1889 a esta oscura pero para
él tan emblemática noche de la enajenación mental, había proyectado una
filosofía perspectivista, para la que no existen factos, sino sólo interpreta­
ciones al servicio de una voluntad de poder. No llamó hermenéutica a esa
filosofía, porque en aquel momento este nombre sonaba demasiado pro­
vinciano. No obstante, Nietzsche había puesto en marcha una universali­
zación revolucionaria del enfoque perspectívico e interpretativo, cuya con­
secuencia puede verse legítimamente en la hermenéutica del siglo XX. Parece
que Nietzsche dijo de sí mismo que sólo se le entendería al cabo de cien
años. No se trata de sostener que sólo la hermenéutica lo consiguió, pero
aun así se puede entender la concepción del carácter interpretativo de toda
vida y todo conocimiento, relacionada con el nombre de Nietzsche, como
el desafío del pensamiento de nuestro siglo. Parece ser que desemboca en
un relativismo y nihilismo, cuya superación, buscada de diversas maneras,
se está proclamando más que realmente logrando. ¿Se puede superar, de ver­
dad, el enfoque interpretativo y hermenéutico? Desde Nietzsche, esta pre­
gunta anima cualquier punto de partida filosófico que se puede tomar en
serio.
Esto es cierto también para pensadores distantes de Nietzsche, como,
por ejemplo, Edmund Husserl. Da la casualidad de que él mismo publicó
en el año 1900 el primer volumen programático de sus Investigaciones lógt-

29
cas. Bajo este título poco poetico se escondía el anuncio de un nuevo acce­
so a los fenómenos, que era tan sencillo y provocador que osaba llamarse sim­
plemente «fenomenología». Lo que se presuponía, también de manera sen­
cilla y provocadora, era que todas las filosofías en uso se nutrían de una
conceptualización que pasaba de largo de los fenómenos, de las cosas mis­
mas, cuando hablaba de ellas. Así, su lema de combate era: «A por las cosas
mismas», que en aquel momento causó furor y dio alas a muchos ánimos
jóvenes (Max Scheler, Moritz Geiger, Alexander Pfánder, Nicolai Hartmann,
Martin Heidegger, Hans-Georg Gadamer y muchos otros). Con una arro­
gancia casi antihermenéutica prometía un nuevo comienzo en la filosofía
pero, sobre todo, la despedida de la filosofía escolástica académica que seguía
cojeando y de manera parasitaria detrás de las ciencias exactas. En qué medi­
da Husserl mismo cumplió esta promesa fue algo que se convirtió en una
cuestión del destino de su bastante informal «movimiento fenomenològico».
Especialmente su discípulo disidente Martin Heidegger le reprochó que él
mismo seguía venerando unas conceptualizaciones que no había obtenido a
partir de las cosas mismas. Gadamer seguía de manera directa este debate en
torno a la fenomenología y con él las perspectivas futuras de la filosofía, cuan­
do asistía a las lecciones de Heidegger en los años veinte. En ellas se podía
aprender, entre otras cosas, que Husserl no había rechazado tan rotunda­
mente el enfoque hermenéutico y que, al contrario, le había dado casi una
importancia central cuando enseñaba a ver todos los fenómenos de la con­
ciencia como fenómenos de la «intencionalidad». Para Husserl, esta expre­
sión significaba que no existe una conciencia vacía, puesto que siempre
está guiada por intenciones: apunta al objeto «como» éste o aquél en un deter­
minado aspecto. Esta «estructura del como», propia a la conciencia, sería pos­
teriormente elaborada por Heidegger como el fenómeno básico de la her­
menéutica sin más.1 Según afirma Heidegger en su crítica, Husserl mismo
se había cerrado el camino a ella cuando definió la conciencia como la sede
aprioristica de una racionalidad ideal -casi retrocediendo asustado ante la
consecuencia hermenéutica de su propia doctrina- y brindando con ello una

1. En su conferencia de 1931 intitulada «Phánomenologie und Anthropolo­


gie» {Husserliana, tomo XXVII, Dordrecht/Boston/ Londres: Kluwer, 1989, pág.,
177), en la que Heidegger vio siempre un fiero ataque masivo contra El sery el tiem­
po -aunque no conocía la conferencia-, Husserl había caracterizado sorprenden­
temente su propio análisis de la conciencia como «hermenéutica de la vida de la
conciencia».

30
última reverencia al sueño de una filosofía entendida como ciencia exacta.
Bajo el título Philosophie ais strenge Wissenschaft, también Husserl hizo en
1913 un apasionado ajuste de cuentas con las tendencias relativistas e his-
toristas que vio florecer alrededor suyo. La mayoría de sus discípulos, en cam­
bio, prefirieron partir de la promesa de 1900 de un comienzo radicalmente
nuevo, osando encontrar un acceso fenomenologico a las cosas mismas y
corriendcf el riesgo de perder el último fundamento.
También podemos acercarnos al ámbito temático de la hermenéutica
si pensamos en el título de otro libro del año 1900: La interpretación de
bs sueños de Sigmund Freud. Con este libro de un hasta entonces poco cono­
cido psiquiatra vienés comenzó la carrera del psicoanálisis, cuyas secuelas
de carácter sísmico no se pueden reconstruir aquí. Sólo sesenta y cinco años
más tarde un representante de la filosofía hermenéutica tan famosos como
es Paul Ricœur reconocería en dicha obra un manifiesto hermenéutico,2
aunque desde un principio era patente que el concepto de «interpretación»
mismo y la reducción de todos los fenómenos de la conciencia a estructu­
ras pulsionales del inconsciente apuntaban a esto. Ya en la primera línea de
su libro de 1900, Freud prometió demostrar «que existe una técnica psi­
cológica que permite interpretar sueños, y que, si se aplica este procedi­
miento, todo sueño aparece como un producto psíquico provisto de senti­
do al que cabe asignar un puesto determinado dentro del conjunto de los
procesos anímicos».3Aunque Freud no hablara tal vez de hermenéutica, la
idea de una «técnica de la interpretación» daba en el blanco de lo que en
aquellos momentos podía ser la hermenéutica, aunque oficialmente era ape­
nas conocida.
Resulta que una hermenéutica «técnica» de esta índole también la había
anunciado otro filósofo importante de esta época, que era Wilhelm Dilthey
(1833-1911). En un tratado, expuesto igualmente en el año fetiche de 1900,
bajo el título «Die Entstehung der Hermeneutik», trató de acercar a un
público erudito el desarrollo bastante desconocido de esta disciplina. Lo
cierto es que la hermenéutica era tan desconocida que él pudo tomar como
base de su conferencia un trabajo suyo de 1866, que se remontaba a su épo­
ca estudiantil, es decir, su investigación premiada e inédita sobre el desa­

2. P. Ricoeur, De ^Interpretation. Essai sur Freud, París: Seuil, 1965.


3. S. Freud, La interpretación de los sueños, citado según las Obras completas,
vol. IV, Amorrortu editores, Buenos Aires 1976, p. 29.

31
rrollo de la hermenéutica protestante de Lutero a Schleiermacher. Según la
explicación de Dilthey, la hermenéutica se habría desarrollado primero como
técnica de interpretación de las Sagradas Escrituras, sobre todo dentro de
la tradición protestante. El camino de la hermenéutica habría comenzado
con la declaración de Lutero de que las Sagradas Escrituras eran su propio
intérprete. Esta hermenéutica consistía casi exclusivamente en reglas e ins­
trucciones desconexas para la interpretación de textos, que no llegaron a
constituir una disciplina coherente hasta que el teólogo protestante y tra­
ductor de Platón, Schleiermacher, se propuso elaborar una hermenéutica
universal para todos los procesos de interpretación. Según Dilthey, esta dis­
ciplina general de la técnica de la interpretación podía adquirir una nueva
significación en nuestro tiempo. Concretamente, y pensada en todas sus
consecuencias, podía entenderse como la base científica de todas las cien­
cias del espíritu, en la medida en que todas estas disciplinas ejecutan tra­
bajos de interpretación y de comprensión que se distinguen metodológica­
mente de los esfuerzos más bien explicativos de las ciencias naturales. A la
vista de la marcha triunfal de las ciencias naturales, las llamadas ciencias del
espíritu necesitaban urgentemente una propia legitimación. La cuestión de
la dignidad científica de las ciencias del espíritu era (y sigue siéndolo hasta
hoy) un asunto muy precario. La opinión de muchos era y es que no se tra­
ta realmente de una ciencia, sino más bien de actividades literarias dile­
tantes que siempre van cojeando detrás de las ciencias exactas. Tal vez ten­
dría que permitir que se le arrancaran algún día sus raíces románticas y
decidirse tomar el sobrio camino de la experiencia, adoptando sobre todo
los métodos de las ciencias exactas si quería ir absolutamente al paso con
éstas. Así, podría buscar, por ejemplo, unas leyes del acontecer histórico o
algunas constantes de tipo social, político o filosófico. Esto fue lo que pen­
só el positivismo de la ciencia unificada. Dilthey, en cambio, estaba empe­
ñado en defender la autonomía de las ciencias del espíritu y durante toda
su vida trató de darles, por diferentes caminos, una legitimación metodo­
lógica autónoma. Finalmente parecía verla en una hermenéutica que aún se
tenía que desarrollar. En este sentido insinuó en sus apuntes posteriores que
«una nueva e importante tarea de la hermenéutica» podría consistir en defen­
der «la seguridad de la comprensión frente al escepticismo histórico y la
arbitrariedad subjetiva».4También aquí se descubre que se recurre a la her­

4. W. Dilthey, Gesammelte Schriften, tomo 5, pág. 217s.

32
menéutica para responder al desafío del relativismo histórico. El mismo fan­
tasma se esconde detrás de los esfuerzos del pensamiento de Nietzsche, Hus­
serl y también Freud (aunque en este último se lo percibe sobre todo en sus
escritos más tardíos en torno a E l malestar en la cultura).
Heidegger y Gadamer serán los depositarios inmediatos de la heren­
cia de Dilthey, pero sin perder de vista la integración del problema herme­
néutico en el contexto relacionado con los nombres de Nietzsche, Husserl
y Freud. Así, se harán cargo del interés de Dilthey por la vida histórica y
también lo radicalizarán al descartar su búsqueda de una seguridad meto­
dològicamente garantizada del entender como un resto metafisico. El con­
cepto del entender se desprenderá del marco metodològico de las ciencias
del espíritu y, en adelante, significará la comprensión de sí misma de la exis­
tencia humana. Así se dio el paso -al menos en la óptica de Heidegger y
Gadamer- de una hermenéutica metodológica y en su opinión provincia­
na a la hermenéutica filosófica y universal.
Todo esto comenzó a prepararse en el año afortunado de 1900, en el
que —por pura casualidad—nacieron Gadamer y el siglo hermenéutico.
Datos tan precisos y de coincidencia rebuscada en el mismo lapso de
tiempo se podrían encontrar seguramente también para el nuevo comien­
zo de la filosofía que, entretanto, se anunció en las islas británicas. Como
reacción al idealismo predominante en ciertos círculos académicos, G. E.
Moore había recomendado una vuelta a la sobriedad, que también estaba
en una mayor sintonía con la tradición inglesa más antigua del empiris­
mo y del common sense. Con su libro Principia Ethica de 1903, el británi­
co puritano apeló a las fuerzas del sentido común y de un lenguaje com­
prensible para todos. De este modo puso en marcha la impresionante
historia de la llamada filosofía analítica, que predomina desde hace años
en el ámbito angloamericano y que penetra en medida creciente la llama­
da filosofía continental, a la que en el fondo entiende como la filosofía
«aun no analítica». Los ingleses y americanos entienden el giro lingüístico
analítico como una ruptura tan importante en la historia de la filosofía
que algunos consideran que todo lo anterior habían sido tonterías metafí­
sicas, de manera más o menos parecida a cómo los astrónomos y quími­
cos consideran su prehistoria en la astrologia o la alquimia. Sólo desde la
filosofía analítica, es decir sólo desde el cambio de siglo, se estaría filo­
sofando en serio y de manera científica. Sin embargo es obvio que tam­
bién este giro lingüístico de 1900 se basa en concepciones hermenéuticas.
Porque no sólo es hermenéutica la idea de que un lenguaje comprensible

33
debe ser la base de cualquier filosofía honesta, sino también el reco­
nocimiento de que cualquier acceso al mundo está mediado por el len­
guaje y así también por la interpretación. Fue un giro lingüístico de
esta índole el que condujo a Gadamer a la fenomenología de Husserl y
Heidegger.

34
II. ¿Acaso se ama a un padre?

No desearía hoy a nadie mi propia educación cuando


era niño. Ningún niño la sobreviviría sin rebelión.
H a n s-G e o rg G a d am e r1

¿Cuándo comienza la historia de una vida? La respuesta es sencilla. Siem­


pre comienza cuando se nace en un determinado lugar y en un día preciso.
De manera igualmente banal la vida llega a su fin. Pero el hecho de que uno
nace en tal sitio y tal fecha tiene algo que ver con los propios antepasados.
Por eso parece oportuno dar en primer lugar algunas indicaciones sobre los
antepasados de Gadamer.
Los tatarabuelos de Gadamer eran originarios del Rhon, un sistema de
montañas cerca de Würzburg, en Franconia. Muchos de ellos se marcharon
a Norteamérica, dentro de la gran ola de emigración en el siglo x v iii y se
instalaron en Wisconsin. Cuando Hans-Georg Gadamer, ya de viejo, lle­
gó al Estado de Wisconsin con ocasión de uno de sus viajes de conferen­
cias, miró en el listín de teléfonos para ver si podía encontrar su apellido.
Aunque no lo vio descubrió muchos que se llamaban «Gad» y supuso que
para Norteamérica probablemente el nombre Gadamer era demasiado
largo.
Un Gadamer de la región del Rhon no estuvo a tiempo para empren­
der el viaje a América y se quedó. Debió de ser de estatura muy alta, de
modo que se alistó en el ejército prusiano de Potsdam, conocido como las
tropas «de los mozos altos». Así se llamaron los soldados de las fuerzas arma­
das del padre de Federico el Grande. Este antepasado participó durante algu­
nos años en las guerras de conquista de aquel rey prusiano hasta que llegó
la paz. Hans-Georg Gadamer gustaba contar lo siguiente: ¿Qué se hace con
los soldados cuando vuelve la paz? Los viejos soldados tienen dos posibili­
dades: pueden golpear a los niños convirtiéndose en maestros o bien pue­
den golpear los árboles convirtiéndose en guardas forestales o carpinteros.
Al parecer, su antepasado se decidió por la solución más humana y optó por
el oficio de guarda forestal. Después de trabajar en Suecia se trasladó a la

1. «Humanismus heute?», en Humanistische Bildung, 1992, fase. 15, pág. 65.

35
zona boscosa de Silesia. Todos los abuelos de Gadamer eran de Waldenburg,
una ciudad al sudoeste de Breslau, la capitai de Silesia, en medio del bello
paisaje de bosques y montañas de los Sudetes. Actualmente, Silesia perte­
nece a Polonia, Waldenburg se llama Walbrzych y Breslau, Wroclaw. Entre
los Sudetes y Breslau se alza el Zobten, una montaña de 718 metros, que
es la cumbre más alta en los montes Eulen, donde el joven Gadamer hizo
a menudo excursiones escolares. En 1980, cuando volvió por primera vez
después del final de la guerra a Breslau para dar conferencias en semi­
narios católicos, que en aquel momento formaron un verdadero gobierno
paralelo, viajó en tren de Cracovia a Breslau para ver la montaña de
Zobten.2
Los abuelos de Gadamer eran de confesión protestante. El abuelo pater­
no, Oskar Gadamer (nacido el 6 de agosto de 1831 en Ober-Gáserdorf,
muerto el 2 de julio de 1887 en Waldenburg) había sido originariamente
católico. Presumiblemente se convirtió a la confesión evangélica cuando
se casó con la protestante Anna Puschmann (nacida el 15 de enero de 1832
en Neuhaus, muerta el 10 de mayo de 1909 en Waldenburg). Los que
creen más o menos en serio que la inclinación de Gadamer a la tradición
debe hacerle receptivo para el catolicismo, pueden encontrar aquí ciertas
raíces genealógicas.
Oskar Gadamer era propietario de una fábrica y concejal municipal, es
decir que pertenecía a la aristocracia burguesa de Waldenburg. La fábrica
producía fósforos de madera, lo que permite sospechar al menos una cier­
ta continuidad con el mundo del bosque, al que pertenecía el guarda fores­
tal. Durante la Primera Guerra Mundial, cuando en casa de los Gadamer
faltaba casi todo, la familia podía recurrir todavía a un valioso tesoro de fós­
foros guardados en el sótano.
Los abuelos maternos eran Hugo Gewiese (nacido el 18 de junio
de 1832 en Karolath, muerto el 29 de mayo de 1887 en Waldenburg) y
Adele Becker (nacida el 15 de junio de 1838 en Karolath, muerta el 24 de
enero de 1905 en Breslau). Hugo Gewiese era carpintero. Hasta su llega­
da a Heidelberg, Hans-Georg Gadamer pudo conservar un pequeño escri­
torio de estilo biedermeier, procedente de Karolath y hecho por su abue-

2. H G G , Breslauer Erinnerungen, en K. Bal y J. Wilk (сотр.), Gadamer und


Breslau!Gadamer I Wroclaw, Acta Universitatis Wratislaviensis n° 1922, Wroclaw,
Wydawnuctwo Uniwersytetu Wroclawskiego, 1997, pág. 206.

36
lo. También este lado de la familia formaba parte de la burguesía que iba
surgiendo en Silesia.
El joven Gadamer no llegó a conocer a sus abuelos pero sí a sus tres
abuelas. Eran tres porque poco después de la muerte de su madre en 1904,
su padre se casó con una de las amigas de colegio de ella, Hedwig Hellig,
cuya madre se convirtió en una tercera abuela. Cuando el joven Gadamer
dejó Breslau -donde su padre era profesor desde 1902- para vivir en Wal­
denburg, tenía que hacer muchas visitas a las abuelas,3que le resultaban des­
agradables especialmente por sus besos mojados. Sin embargo, estas abue­
las y Waldenburg, como ciudad de origen de su familia, debían ser un
consuelo para él después de la pérdida temprana de su madre.
La verdad es que casi no llegó a conocerla. Se llamaba Emma Karoli­
na Johanna Gewiese (nacida el 30 de julio de 1869 en Waldenburg, muer­
ta el 24 de mayo de 1904) y poco después de que Gadamer cumpliera cua­
tro años ella murió de diabetes en Albertinenburg, cerca de Berinchen, en
Pomerania. Cuando entró en la fase crítica de su enfermedad, el joven Hans-
Georg y su hermano mayor Willi fueron alojados en casa de unos amigos
de la madre, en una granja en Pomerania. Se encontraba en un establo de
ovejas, donde jugaba con los corderitos y con el pastor, que era amigo suyo,
cuando su padre les hizo llamar a él y a su hermano para que acudieran a la
casa. Les dijo sencillamente: «La mamacita se ha ido ahora al cielo». Hans-
Georg no comprendió del todo esta frase, pero pudo observar que sobre la
mejilla de su hermano mayor corría una lágrima. Cuando Gadamer relató
esta escena en años posteriores, solía mirar hacia el cielo como si, incons­
cientemente, continuara buscando allí a su madre. Probablemente, el niño
de cuatro años habría estado buscando, con el mismo gesto, mirando con
los ojos muy abiertos hacia el cielo.
En sus escritos y sus recuerdos, Hans-Georg Gadamer habla mucho
menos de su madre4 que de su padre (a su hermano Willi, que desde su más
temprana juventud padecía una epilepsia crónica, no lo menciona casi nun­
ca). Siempre describe la disciplina prusiana de su padre, con la que éste una
y otra vez habría tratado de ganar a su dotado hijo para el severo trabajo de

3. Carta de H G G a Karol Bal, del 4-10-1995.


4. Menciones ocasionales de su madre se encuentran, por ejemplo, en GW:
tomo 3, 356; tomo 8, 356; «Fortwirken durch Verwandeln. Ein MUT-Interview
mit dem Philosophen Hans-Georg Gadamer», en MUT. Forum fu r Politik und Ges-
chichte, n° 358, junio 1997, pág. 34.

37
las ciencias naturales. Por eso quedó profundamente decepcionado cuando
éste se decidió por las ciencias humanas, a las que llamaba las ciencias del
«palabreo». Cuando Gadamer leyó una semblanza suya, publicada con oca­
sión de su 95 cumpleaños, en lá que se describía su camino a las ciencias
humanas y de las artes como una especie de rebelión contra el dictado pater­
no,5 lo encontró acertado, pero dijo que tal vez se había infravalorado el
papel materno, y precisamente la falta de la madre.
Pues esta falta o la incomprensible privación de la madre fue algo que
también marcó a Gadamer. Todos los recuerdos en vida de ella están deter­
minados por su enfermedad y su paulatino desvanecimiento. Aun los pocos
años que él vivió a su lado estaban bajo el signo de duros golpes del destino.
Un año después de Hans-Georg, ella dio a luz a una hija, llamada lise,
que murió de difteria al cabo de cinco meses. Está claro que el niño se dio
cuenta de que durante un tiempo la atención se había desplazado, pero sólo
retuvo muy poco de la suerte de su hermana y no la mencionó nunca.
A continuación, la madre tuvo otro embarazo que llevó a un aborto (de un
hijo). Gadamer opinaba en años posteriores que este aborto tal vez haya
sido la causa de la diabetes y que después, eventualmente, la insulina podría
haber frenado la enfermedad, pero en aquellos años este tratamiento era aún
desconocido. Después de dicho aborto, la madre sufría repetidos ataques
de mareos y a menudo tenía que acostarse durante las comidas en familia.
Con un suspiro solía decir que se sentía «bleumourant». Gadamer recuer­
da sobre todo la cara sombría que puso su padre en estas ocasiones. Como
antiguo farmacéutico y profesor de química farmacéutica sabía mejor que
nadie que era incurable.6
Gadamer sentía la falta de su madre especialmente porque hubiera dese­
ado encontrar en ella un contrapeso poético y casi religioso a la figura férrea

5. «Die Weisheit des rechten Wortes. Ein Portrat Hans-Georg Gadamers»,


en Information Phihsophie 1994, fase. 5, pág. 28-33.
6. No obstante, su temprana muerte parece haber traído consigo tensiones entre
Johannes Gadamer y su familia política: tácitamente se adjudicó a él, aunque por
cierto sin razón, una parte de la responsabilidad en esa muerte. Así son, en fin, las
familias políticas. Con todo, esta circunstancia llevó a que la abuela materna de
Gadamer (que murió ocho meses después que su hija) dejara en herencia a sus nie­
tos Hans-Georg y Willi su patrimonio monetario, pero cuyo disfrute ellos sólo
podrían tener, como es obvio, al llegar a la edad adulta. Gadamer vivió como joven
estudiante durante un tiempo de ese módico dinero, pero la suma desapareció des­
pués en las olas de la inflación.

38
de su padre. Sólo en años posteriores descubrió este lado de ella, cuando
pudo ver su legado. En él encontró imágenes religiosas y libros de ora­
ción, también una edición del Fedón de Mendelssohn, que trataba de la
inmortalidad del alma. Entre otras cosas destacaba en su legado el libro pie­
tista del barón von Feuchtersleben, Zur D iat der Seele (Para el régimen del
alma),7 en el que el nombre de su madre se hallaba grabado en letras de oro.
Al parecer tenía una fuerte predisposición a la religiosidad y al pietismo. En
una época en que el protestantismo se caracterizaba en general por una acti­
tud de seca sobriedad, el pietismo del barón von Feuchtersleben cultivaba
una piedad de la intimidad del corazón e invitaba a un cambio del alma. Es
sabido que el pietismo había marcado a muchos filósofos alemanes, espe­
cialmente a Kant, pero también Schelling, Hegel y, en cierto sentido, inclu­
so al católico Heidegger. Esta forma de la religiosidad debía ser seguramente
la única que Johanna Gadamer pudo permitirse en casa de su severo y anti­
clerical marido. En años posteriores, Hans-Georg Gadamer expresó a menu­
do la opinión de que su vaga «predisposición religiosa»8 debía ser una heren­
cia materna. Con ello se refería probablemente a su sensibilidad por aquello
que rebasa los límites de la razón y de la ciencia y que él mismo tal vez lla­
maría lo estético o lo artístico.
Porque lo cierto es que Gadamer no tuvo más religiosidad que esta pre­
disposición. Fue bautizado y confirmado por la Pascua de Resurrección
de 1914 en la confesión protestante (en las mismas fechas que su hermano)
y a veces confesó ser protestante.9 Pero a menudo lo hizo sólo para distan­
ciarse abiertamente del «catolicismo» de Heidegger. Lo que asociaba con él
no sólo era el lado del culto y del ritual con su proximidad al arte, sino tam­
bién la idea escolástica del catolicismo de Dios, entendido como un intel-
lectus infinitus, del que, en su opinión, el protestantismo quería prescindir
con su tendencia de orientarse más por el Viernes Santo. No ponía en pri-

7. El libro ha sido editado nuevamente con una introducción de Karl Kònig,


quien trae a la memoria, con gran erudición, la enorme difusión que tuvo el popu­
lar librito (Stuttgart: Verlag Urachhaus, 1980).
8. Palabras textuales de Gadamer (dichas verbalmente en julio de 1989). A fin
de no recargar el cuerpo de notas al pie de página, en adelante evitaré mayormen­
te dar las referencias exactas de las expresiones verbales citadas. No obstante, se pue­
de partir de la base que, donde aparecen citas entre comillas sin referencia a la fuen­
te, ellas proceden de esas señaladas expresiones de Gadamer, avaladas bien por
una cinta grabada o bien por una sólida memoria.
9. Ver GW 8, 126.

39
mer plano la concepción armoniosa del orden jerárquico del mundo crea­
do, sino la naturaleza pecadora del ser humano finito. Gadamer gustaba de
expresar esta dimensión de la finitud propia al protestantismo con la fór­
mula de Kierkegaard: «Sobre lo edificante de la idea de estar siempre en lo
falso frente a Dios».10Además estaba bien dispuesto a admitir que su pro­
pio concepto de la comprensión de sí mismo tenía un «tono de fondo» pie­
tista». Decía que «en él se insinúa que el ser humano no logra entenderse
a sí mismo, y que a través de este fracaso de su comprensión y certeza de
sí mismo debe llevar el camino a la fe. Mutatis mutandis, esto mismo vale
también para el uso hermenéutico del término. Para los seres humanos,
entenderse a sí mismos es algo inacabable, una tarea siempre nueva y una
constante derrota».11
De todos modos, lo que Gadamer extrajo posteriormente de su influen­
cia protestante eran enseñanzas filosóficas. Él mismo no encontró «a través
del fracaso de su comprensión y certeza de sí mismo» el camino a la fe en
un Dios personificado y más allá de la vida, aunque tal vez lo haya inten­
tado y haya tenido una predisposición a hacerlo. Es sabido que durante toda
su vida mantuvo una íntima relación con la teología y con instituciones reli­
giosas. Así, durante su época estudiantil estuvo cerca de la teología de Rudolf
Bultmann, que predominaba en Marburgo y que continuó siendo una fuen­
te importante de su hermenéutica. Con Bultmann le unía también una rela­
ción personal estrecha; para él era sobre todo un cuidadoso filólogo de la
teología. Durante quince años participó en sus «Graeca», un círculo de lec­
tura de literatura griega, junto con otros teólogos, filósofos y filólogos. En
su obra, Gadamer remite repetidas veces a autoridades eclesiásticas, como
san Agustín, Tomás de Aquino o Nicolás de Cusa. Y cuando, en años pos­
teriores, visitó Norteamérica se sintió especialmente familiar en las D ivi­
nity Schools protestantes por las que fue invitado, pero también en univer­
sidades católicas como el Boston College o la Catholic University o f America
en Washington, entre otras cosas también porque en estas universidades
confesionales se cultivaba el griego con un nivel de conocimiento muy alto.12

10. GW 10, 70 y pàssim.


11. Dekonstruktion und Hermeneutik (1988), GW 10, 142.
12. Ver M it der Sprache denken (1990), GW 10, 347, donde describe las expe­
riencias que al respecto tuvo en Estados Unidos.

40
A pesar de ello, en entrevistas públicas y privadas de años posteriores
mantuvo una distancia de desconocimiento e incluso socrática frente a la
fe eclesiástica y aun religiosa. Interrogado por Berhard Borgeest en una entre­
vista de Die Zeit en 1993 de si creía en un más allá, contestó: «Yo perso­
nalmente no, al menos no en el sentido en el que lo hace la religión». Sin
embargo, mantuvo cierta ambigüedad, porque añadió inmediatamente:
«Creo que en nuestro mundo espiritual y personal no conocemos nues­
tros límites. Ni aquello que habla desde nuestro interior siendo anterior a
nuestro ser ni lo que tal vez aún hablará cuando hayamos dejado de exis­
tir. El más allá siempre está aquí. Como el futuro todavía no vivido por nos­
otros y como el pasado ya sumergido en la lejanía. De ambos no sabemos
nada. Ese poquito de luz que atravesamos con nuestra conciencia, no es el
todo de nuestro ser».13
En su entrevista española del mismo año, su interlocutor lamentó que
Gadamer era «desgraciadamente agnóstico»,14 porque él declaró que a su
edad se sentía incapaz de aceptar las razones a favor de una u otra tesis.
Como mucho estaba de acuerdo con lo que para Platón había sido “lo di­
vino” pero llamándolo siempre en forma neutral. Pero este ente neutral,
como decía, no era un ser viviente como posteriormente en Aristóteles y en
la iglesia católica, sino que significaba que todos sabemos que no nos hemos
hecho a nosotros mismos y que no tenemos poder alguno sobre la muer­
te.15 Por eso, como Gadamer dice irónicamente, la iglesia católica sólo ha
podido apelar a Aristóteles, pero no a Platón, porque éste le resultaría dema­
siado espiritual.16Esta dimensión de lo divino en el sentido platónico implica
sobre todo un sentido para la finitud, para la cual la trascendencia marca el
límite de lo que podemos saber. No se puede negar que este «agnosticismo»
está en relación con la misma situación familiar de Gadamer. Cito un pasa­
je largo de una conversación suya, también por su importancia biográfica
en otros aspectos, en la que describió estas circunstancias de la siguiente
manera:

13. «Die Kindheit wacht auf». Gespràch mit dem Philosophen Hans-Georg
Gadamer, en Die Zeit, n° 13, 26-3-1993, pág. 22.
14. «Desgraciadamente agnóstico», en Gadamer: «El alma de la política es el
compromiso», Entrevista con Isidoro Reguera, en Diario 16, 27-2-1993.
15. Ibidem.
16. Ibidem.

41
Vengo de una familia muy científica, cuyo protestantismo estaba, por así decir­
lo, cerca del punto cero. No se trataba de un ateísmo teórico. Mi padre era
investigador en ciencias naturales y consideraba que el secreto de la naturale­
za como tal era el testimonio de algo que no era el objeto de la ciencia natural.
Aunque estaba ahí, la iglesia no existía para él. Mi madre era del todo diferente.
No llegué a conocerla. Se murió cuando estaba en mis primeros años. Ella tenía
rasgos religiosos y meditativos, pero también artísticos; porque esto se com­
binaba. Mi padre tenía talento para la crítica. Por eso tenía éxitos claros. Uno
de sus últimos asuntos está ahora extendido por todo el mundo. Lástima que
no vivió para verlo. Es [el descubrimiento] del bulbocapnino. Lo encontró
en el trabajo analítico. Se mostró en la cultura clínica que era una especie de
soporte anímico que hoy en día se emplea en casi todos los psicofármacos. Es
su substancia básica. Por supuesto que sólo me enteré mucho más tarde de ello.
Mi padre ya no vivió para verlo. Era conocido por otros trabajos. Un día encon­
tré a Feodor Lynen. Cuando se dio cuenta de que era el hijo de mi padre me
abrazó: ¡Ah! ¡Usted es el hijo! Entonces me resulta doblemente simpático. Lo
cuento a propósito, porque la historia misma de hecho es muy amarga. Duran­
te mucho tiempo mi padre intentó una y otra vez obligarme a dedicarme a
las ciencias naturales. Esto produjo lógicamente una resistencia. Mi madrastra
había sido la amiga de juventud de mi madre y también era viuda. Del otro
matrimonio no había niños, por lo que en este sentido no había ningún pro­
blema. Pero creo que conté que mi hermano era epiléptico. Y resulta que al
mismo tiempo era un gran partidario de la iglesia. Dicho defecto, naturalmente,
contribuyó mucho a ello. En esta época fuimos juntos a la escuela y también
hicimos juntos la confirmación. Él era mayor que yo y cuando nos confirma­
ron juntos, a mí algo demasiado temprano, no puedo decir en absoluto que en
el momento de la confirmación haya estado preparado. Y [sólo estaba prepa­
rado] en realidad en el bachillerato superior en el instituto, cuando leimos el
Nuevo Testamento en griego. La historia del Antiguo Testamento era excelen­
te, evidentemente. Bueno, y luego, poco a poco, llegué a Marburgo, y allí me
acerqué más y más a la teología, sobre todo debido a Bultmann. No había ape­
nas relaciones con católicos en mi juventud y en mi infancia. Más tarde sí, por­
que uno de los mejores amigos de mi padre era un físico, que se llamaba Cle­
mens Schàfer.17 Era de una familia católica, y así también conocí un poco la
barrera. En alguna ocasión mi padre decía que sobre la transubstanciación fra­
casaba cualquier comprensión mutua. Porque en ese punto él como químico
decía: esto no puede ser. Yo diría que no, y así me quedé siempre, de modo que
no era tan ingenuo y aunque la lectura de la Biblia [sí la hice], no fui capaz
de encontrar [la fe] durante toda mi vida. Por eso era muy diferente de, por
ejemplo, la misión de la vida de Heidegger quien buscaba [un lenguaje más
adecuado que el] de la doctrina católica, o sea su propio lenguaje religioso. Esto
no se lo pudo dar alguien como Bultmann. Al final se lo dio Holderlin, aun-

17. Ver PL, pág. 10.

42
que, a mi entender, de una manera bastante peculiar. En resumen, la historia
de mi religiosidad -como la de muchos protestantes- pasó en buena medida
de largo de la iglesia. Cuando leo Plotino o algo así sé muy bien que me pon­
go en cierto modo en el umbral. Y mi posición frente al aristotelismo de Tomás
estaba evidentemente muy apoyada por mi platonismo. En Platón encontra­
mos desde el primer momento la superioridad del ignoramus. Comencé a leer
a Tomás después de entrar en contacto con Heidegger. Lo primero que tuve
que hacer como su asistente era introducir a Tomás en Marburgo. Allí no se le
trataba en el seminario filosófico. En 1923 era muy difícil encontrar sus libros.
Al final encontré esta edición crítica de Marietti en Milán. Bueno, no soy un
creyente. Siempre lo digo con cierto pesar.18

Sin embargo, Gadamer siempre tenía el mayor respeto por aquellas per­
sonas que, desde su óptica, tenían el «coraje» de ser creyentes, mientras que
él mismo tenía que conceder con pesar que no lo lograba. Más tarde tam­
bién derivó la capacidad de creer de la influencia temprana de la educación.
A quien enseñan el buen Dios en los primeros años de la vida, repetía a
menudo, lo tenía más fácil. Pero esta dimensión faltaba casi por completo
en su educación. En su padre se escondía como mucho un «deista intelec­
tual» cuya confesión de fe se reducía a la afirmación de que el ser-así de la
naturaleza no se puede explicar. En su hermano predominaba una religio­
sidad exagerada que se podía explicar a partir de su grave enfermedad. Los
domingos, Hans-Georg siempre tuvo que acompañar a su hermano a la igle­
sia, de modo que también llegó a conocer su dimensión ritual, aunque en
el protestantismo (especialmente de entonces) era mínima. El pastor de
Breslau se había acostumbrado a comenzar todos los sermones con el verso
de san Marcos: «Señor, creo, ayuda a mi incredulidad». Así, la incredulidad
estaba en cierto modo en primer término para Gadamer. Sin embargo, el
arte retórico del predicador a menudo le impresionaba, y también en años
posteriores le agradaba escuchar a los predicadores buenos. Además, le entu­
siasmaba la música de la Pasión de Bach. Ésta le permitía comprender que
no se trataba de algo puramente estético o musical: la distinción estética,

18. Grabación magnetofónica de una conversación del 28-9-1994. Con inser­


ciones entre corchetes se han completado las frases allí donde la necesaria recons­
trucción del contexto temático ofrecía alguna dificultad. Se ha conservado el carác­
ter asociativo de la conversación pues, tal vez, arroja luz también sobre la multiplicidad
de aspectos que esta pregunta evoca en el pensamiento de Gadamer. Volveremos
sobre el tema.

43
como llamaría la consideración puramente “artística” en Verdady método,
aquí no es suficiente. Quien asimila plenamente esta música también se
siente tocado por su encanto religioso. Sin embargo, los servicios religiosos
protestantes a los que asistió en su juventud eran muy pobres a este respecto:

Usted no puede ni imaginarse cómo era esto antes de la guerra, la Primera Gue­
rra Mundial. Quiero decir, la liturgia era algo horrible. No tenía ningún encan­
to. Y luego había toda clase de movimientos de reforma dentro de la iglesia
protestante. Así, la música religiosa experimentó un auge muy grande, tam­
bién el movimiento de la música de órgano tenía una función importante, es
decir, el redescubrimiento del órgano auténtico. Durante el siglo XIX, con ayu­
da de la técnica eléctrica, el órgano había quedado totalmente deteriorado. No
era más que un inmenso rumor y bramido que no permitía escuchar nada. Y
esto pasaba también en los servicios religiosos de aquellos años, era terrible. Yo
diría por eso que también había eso en el protestantismo, como posibilidad.

Aunque la sensibilidad religiosa iba acompañada de un sentimiento de


insuficiencia de la iglesia, se sumaba a la primera un sentido especialmen­
te férreo por los límites humanos, al que sólo el neutro de lo «divino» en
Platón pudo dar una expresión adecuada. Si esta «predisposición» venía real­
mente de la madre es obviamente una cuestión abierta. La atribución tam­
bién puede estar relacionada con cierta nostalgia en el sentido de que la
madre tal vez le habría guiado en otra dirección si hubiese vivido más tiem­
po. De todos modos, para el resto de su vida estaba en primer plano la figu­
ra imponente del padre quien orientaba el destino de Gadamer en una medi­
da mucho mayor de lo habitual.
Johannes Gadamer nació el 1 de abril de 1867 en Waldenburg y pasó los
años de juventud en su ciudad natal. Allí frecuentó la escuela primaria y el
instituto de bachillerato. Después de obtener el grado de bachiller en 1886,
se decidió por la profesión de farmacéutico,19lo que significó cierto ascenso
social para el hijo de un industrial. Su talento y su ambición lo llevaron más
tarde incluso al grado de catedrático, que en Alemania está considerado
como la escala social más alta. En primer lugar, de 1886 a 1888, aprendió el
oficio de farmacéutico junto a cierto doctor Danckwortt en Magdeburg,
quien tuvo, al parecer, una gran influencia en su carrera. En 1888 hizo sus
prácticas en muchas ciudades, entre ellas Aschersleben, Linz, Grothe-

19. Estos datos se encuentran en un historial biográfico de Johannes Gadamer


datado en 1902, en el archivo de la Universidad de Wroclaw.

44
Landeshut en Silesia y también en Waldenburg. A partir de 1891 continuó
su carrera en la Universidad de Marburgo,20donde estudió junto a un famo­
so químico farmacéutico, el consejero gubernamental privado Ernst
Schmidt. También estos estudios se caracterizaban por un rápido ascenso
que sólo confirmó la gran ambición del hijo de industrial. Ya en mayo de
1893 hizo el examen de Estado en Marburgo y dos años más tarde, tras con­
vertirse en asistente privado de Ernst Schmidt en el semestre de invierno
1893-1894, se doctoró con él con un trabajo sobre Tiosinamina, que obtuvo
el calificado de magna cum laude. Él mencionó que durante su carrera uni­
versitaria de ocho semestres había asistido a las clases del filósofo Hermann
Cohen.21Aunque es cierto que los aspirantes a carreras de ciencias naturales
tenían que cursar lo que se llamaba un «philosophicum minor» para obtener
el grado de doctor en filosofía, su hijo afirmaba posteriormente que no era
probable que hubiera asistido a las clases de Cohen, sino más bien a las de su
asistente más joven, Albert Gôrland, a quien usaba para «empollar».22 Por
tanto habría sido Gorland quien le resumió brevemente lo que se debía saber
de Cohen para superar el examen, porque parece que los estudiantes de cien­
cias no tomaban muy en serio la filosofía. Una de las lecturas obligatorias era
evidentemente la Crítica de la razón pura de Kant, de modo que Johannes
Gadamer se compró un ejemplar de la edición de Reclam. Su hijo lo cogió de
la biblioteca paterna en la primavera de 1918, cuando comenzó a acercarse a
esta obra básica de la filosofía de entonces.23
Sólo dos años más tarde, en 1897, Johannes Gadamer obtuvo el gra­
do de catedrático con un trabajo muy elogiado Sobre los componentes de las
semillas de la mostaza blanca y negra. Además había adquirido mucha fama
con numerosas publicaciones en revistas especializadas (más de 30 trabajos
originales sólo en sus primeros años en Marburgo). Para un profano resul­
ta muy difícil valorar sus trabajos, pero parece que logró importantes inno­
vaciones y descubrimientos químico-farmacológicos, especialmente con res­
pecto a la escopolamina, continuando así con éxito los trabajos de su maestro
Ernst Schmidt, y más tarde acerca de la ya mencionada bulbocapnina y
los alcaloides (componentes vegetales venenosos que son eficaces como fár­

20. Ver los datos biográficos de 1896 en la PA de Johannes Gadamer, en el


Archivo estatal de Marburgo, Akten der Koniglichen Universitát Marburg, n° 195.
21. Ibidem.
22. Ver PL, pág. 12.
23. Ibidem.

45
macos). Por ejemplo, fue el primero en aislar la cantaridina, una secreción
de la cantárida, un escarabajo llamado en Alemania «spanische Fliege» (mos­
ca española).24 Siempre siguió fiel a sus comienzos prácticos como farma­
céutico, porque orientó sus investigaciones en química farmacéutica úni­
camente según su aplicabilidad. Como profesor universitario en Marburgo
y Breslau ofreció en cada semestre seminarios prácticos para futuros médi­
cos y farmacéuticos.
Como se desprende de sus informes sobre la tesis doctoral y la tesis para
obtener el grado de catedrático, Ernst Schmidt tenía una opinión excelen­
te de su estudiante estrella que trabajaba con «segura aplicación» y al que
quería ver nombrado catedrático en Marburgo.25 Pero precisamente en aquel
año fue llamado a la Universidad de Breslau, su patria silesiana, para ocu­
par una cátedra de química farmacológica. Allí permaneció durante dieci­
siete años, pero en 1919 no pudo resistir la tentación de continuar la «heren­
cia farmacéutica» de la escuela de Marburgo -así se llamaba efectivamente
y antes de que se extendiera el nombre de una escuela filosófica de
M arburgo-, cuando le fue ofrecida la cátedra de su maestro. Johannes
Gadamer parecía prácticamente predestinado como sucesor de Schmidt y,
de hecho, en 1919 era el único candidato en la lista de los elegidos, pese
al habitual número de tres, exigido por el ministerio.26 Incluso podría haber
sido llamado antes, puesto que Ernst Schmidt había solicitado la suspen­
sión de sus deberes oficiales ya en abril de 1912. Sin embargo, se le pidió
permanecer más tiempo en su puesto y cuando finalmente su solicitud
fue aceptada, en abril de 1919, ya tenía 73 años. Así, Johannes Gadamer
comenzó su actividad docente en Marburgo el 25 de abril de 1919. Desde
esta prestigiosa cátedra consiguió nuevos éxitos y una mayor difusión
de la fama pública de su actividad. En Marburgo preparó, entre otras cosas,
la segunda edición de su entonces ya clásico Lehrbuch der chemischen

24. Dispongo de estos datos gracias al doctor Uwe Worffel, Químico.


25. PA de Johannes Gadamer, en el Archivo estatal de Marburg, loc. cit.
26. Ver el acta sobre Johannes Gadamer en el Archivo secreto del estado de
Berlín, I. HA, Rep. 76, Va, See. 12, Tit. IV, n° 2, tomo 18, Hoja 48, donde dice,
en la carta de recomendación: «Lamentablemente, por la falta de docentes de far­
macia con capacidad y experiencia, la facultad no está en condiciones de proponer,
para reemplazo del profesor E. Schmidt, a ningún otro representante de la asigna­
tura, junto al profesor Gadamer, que siquiera se le aproxime en importancia cien­
tífica así como en éxito y experiencia docente.»

46
Toxikologie ([Manual de toxicología química] primera edición 1909) y se
hizo cargo de la redacción de la sexta edición del Lehrbuch der pharma-
zeutischen Chemie (Manual de química farmacéutica) de Ernst Schmidt des­
pués de la muerte de su maestro, el 5 de julio de 1921.27 En 1922 fue ele­
gido rector de la Universidad de Marburgo, lo que significó un
reconocimiento de su gran personalidad y un honor para el Instituto far­
macéutico. A esta circunstancia se debe el hecho de que el diploma de doc­
torado de Hans-Georg Gadamer, expedido en el mismo año, mencionaba
también el nombre de su padre como rector.28 Es probable que en aquel
tiempo en Marburgo se conociera al joven Gadamer como hijo del rector
y que se le diera un trato especial.
Sin embargo, la carrera de Johannes Gadamer en Marburgo llegó dema­
siado pronto a un trágico fin. El 13 de enero de 1927 «una enfermedad gra­
ve e incurable» lo dejó postrado en el lecho.29Tenía cáncer, y su hijo con­
sideraba que posiblemente lo había contraído por trabajar toda su vida con
productos químicos. La evolución de la enfermedad recordaba a Gadamer
también la descripción que Johannes Gadamer había hecho de la muerte
de su propio padre, contándole en su momento que llegó a ser sólo «piel y
huesos». Oscar Gadamer había muerto muy pronto, a los 57 años, de una
enfermedad que entonces se clasificaba como tisis. Sólo posteriormente
Hans-Georg Gadamer se dio cuenta de que debía tratarse en ambos casos
de la misma enfermedad. Como le confirmaron sus numerosos amigos médi­
cos, era casi un milagro genético que él mismo hubiera escapado a este mal.
Así, el 1 de abril de 1927, Johannes Gadamer tuvo que celebrar su sesen­
ta cumpleaños acostado en la cama. Puesto que no había duda de la grave­
dad de la enfermedad, en una ceremonia celebrada los días 29 y 30 de abril,
sus amigos y discípulos le entregaron la cantidad de 9.196,65 RM (marcos
imperiales) para la creación de una «Fundación Johannes Gadamer».

27. Ver «Chronik der Preufiischen Universitàt Marburg», 1916-1924, año 19,
R. Friedrich’s Universitáts-Buchdruckerei. Respecto del famoso libro de texto de
Gadamer, ver la carta de recomendación fechada el 17-1-1919: «El gran libro de
texto de Toxicología química de Gadamer, que ha sido redactado sobre la base
de sus propias experiencias prácticas, es considerado, tanto en el país como en el
exterior, como el mejor y más fiable en ese campo.»
28. UAM, PA Hans-Georg Gadamer, Acta 307d, acc. 1966/10, n° 112.
29. Tal como lo relata ya la Crónica de la Universidad de Marburgo de 1927
(0> pág. 36.

47
Con los intereses del fondo de esta fundación se pretendía crear «becas para
estudiantes de farmacología especialmente dotados, que después del exa­
men de Estado querían seguir dedicándose a los estudios para doctorarse
en química farmacéutica u obtener el grado de catedrático en esta espe­
cialidad». Los que tenían derecho a solicitar becas eran estudiantes de las
Universidades de Marburgo y Breslau,30 lo que muestra cuan unido estaba
Johannes Gadamer a su patria. Parece que la pequeña ceremonia preten­
día sustituir la habitual con motivo del 65 cumpleaños, del que todos sa­
bían que nunca tendría lugar.
Después de un largo y penoso sufrimiento murió el 15 de abril de 1928.
Aún en el lecho de muerte, Johannes Gadamer siguió preocupado por el
futuro de su hijo Hans-Georg. Por eso pidió que le visitara su maestro,
Martín Heidegger, quien había consolidado recientemente su propia fama
como antorcha de la filosofía alemana con la publicación de E l sery el tiempo.
Heidegger acudió inmediatamente a la clínica y preguntó: «Señor conse­
jero privado, ¿qué puedo hacer por usted?» «¡Ay! -dijo éste-. ¡Mi hijo me
preocupa mucho!» «Pero, ¿por qué? Será muy bueno, tengo muchas espe­
ranzas con respecto a él, le falta un año para obtener el grado de catedráti­
co.» «Bueno -suspiró el padre-, ¿pero usted cree realmente que la filosofía
basta como tarea para la vida?».31
Hasta el último momento, su hijo le debió causar quebrados de cabe­
za a Johannes Gadamer. De las frecuentes afirmaciones de Hans-Georg
Gadamer sobre su padre se desprende muy claramente que se había pro­
ducido un conflicto permanente entre el ethos del rendimiento, propio a
la mentalidad científica paterna y las inclinaciones estéticas y humanistas
del hijo. «Desaprobó con todo el alma las tendencias de éste a la litera­
tura y al teatro y, en general, a las artes con las que no se podía ganar el
pan.»32Aunque eran típicas preocupaciones de un padre, parece que inter­
ferían mucho en el camino de vida de Gadamer. También su muy tem­
prana obtención del título de doctor, cuando sólo tenía 22 años, fue un

30. Ibidem.
31. Conversación del 9-2-1995 con Ralph Ludwig en la N D R (Radio Alemana
del Norte), transcripción, pág. 8. Ver también la descripción de Gadamer que hace
Ingeborg Bordlein, «Ein geachteter GroíSvater lehrt das Verstehen», en el periódi­
co Berliner Zeitung del 11/12-2-1995, pág. 37. Gadamer supo de esta historia
sólo a través de la señora Elfriede Heidegger después de la muerte de su esposo
(1976).
32. Ver PL, pág. 10; GW 2, 479 y pàssim.

48
esfuerzo para demostrar al padre que tenía capacidades, pero parece que
fue en vano, porque hasta el final, como recuerda Gadamer con tristeza,
él siguió siendo para el padre «un hijo perdido». «No había atenuantes.
[Debía decirse:] Es una lástima, este hombre tiene realmente talento,
podría hacer algo razonable, pero, en lugar de ello, ¡va a esos profesores
palabreros!»
La influencia de Johannes Gadamer sobre su hijo también se reforzaría
por su actitud autoritaria. Gadamer alude discretamente a ella cuando, en
su autobiografía, describe a su padre como personalidad «segura de sí mis­
ma, orgullosa de sus logros, enérgica y eficiente, un hombre que encarnaba
de manera muy drástica la educación infantil autoritaria del peor tipo y
de las mejores intenciones».33 ¿En qué debía consistir una educación infan­
til del peor tipo y de las mejores intenciones? Probablemente, esta educa­
ción encarnaba la legendaria tradición prusiana de disciplina y rendimien­
to hasta la caricatura. Gadamer clasificó también la situación general en
Breslau como «más prusiana que los prusianos».34 Consideraba que la pro­
ximidad de Silesia del sur a los vecinos eslavos podría haber llevado a esta
exageración del carácter prusiano. Así, al joven Gadamer le fue evidente­
mente prohibido hablar el dialecto silesio. Esto ocurrió en todas partes en
el este alemán, donde las capas altas de la sociedad se jactaban de hablar sin
dialecto.35
Johannes Gadamer era un gran admirador de Bismarck, el arquitecto
de la unidad alemana, alcanzada bajo el predominio de Prusia. Por supues­
to que esta admiración iba acompañada de la desconfianza hacia el empe­
rador de la dinastía de los Hohenzollern. Había formado parte de las dele­
gaciones de estudiantes que felicitaron a Bismarck con antorchas en su
residencia de Friedrichsruh con motivo de su ochenta cumpleaños. El des­
encadenamiento de la Primera Guerra Mundial, al que asistió con gran pre­
ocupación, lo consideraba todavía como consecuencia remota de la despe­
dida de Bismarck. El joven Johannes Gadamer había conocido esta tendencia
favorable a Bismarck y a Prusia en el seno de las asociaciones estudiantiles

33. PL, pág. 9.


34. Ibidem.
35. Ver Hans-Georg Gadamer, «Schule und Hochschule in Geschichte und
Gegenwart. Festvortrag von Prof. Dr. Dr. h.c. Hans-Georg Gadamer», en el libro
conmemorativo privado Schule zum Heiligen Geist in Breslau gegründet 1538. Ein
Rückblick nach 450Jahren, 1988, pág. 10, 17.

49
conservadoras.36 Un retrato suyo, conservado en el Archivo de Breslau, lo
muestra vestido como miembro de una asociación estudiantil, seguro de
sí mismo, con gafas redondas y pequeñas y el pelo peinado hacia atrás, al
que se podría imaginar muy bien peleándose en un duelo de daga. En Mar-
burgo pertenecía a la asociación de los Hessen-Preutëen, a la que sería fiel
durante toda su vida, actuando conforme a la tradición de los «señores»
de estos grupos, que tenían que proteger a los más jóvenes. En la casa fa­
miliar en Breslau, una estatua de yeso de Bismarck presidía la sala de estar
desde un pedestal encima del sofá en un rincón. Estaba flanqueada por dos
dagas de la asociación estudiantil y debajo reposaba el gorro de tela de
los colores de los Hessen-Preufíen, todo ello adornado con luces de honor
que recordaban de una manera bastante kitsch el desfile de antorchas de
Friedrichsruh. Incluso durante las extremas olas de inflación de los años
veinte, Johannes Gadamer todavía tenía dinero para su asociación, mien­
tras que privaba a su hijo de los medios necesarios. La asociación debía ser
más importante para él, pensaba Hans-Georg Gadamer, no se sabe si con
razón, pero así lo sentía como hijo. La veneración de Bismarck y las aso­
ciaciones estudiantiles conservadoras que para el padre eran «lo más sagra­
do», tenían casi una función de sucedáneo de algo religioso.
Como admirador de Bismarck estaba próximo al partido nacional libe­
ral que era, en general, el partido de la burguesía media alta y del profeso­
rado fiel al gobierno.37 Pero para Johannes Gadamer, lo mismo que para la

36.Ver la alusión indirecta al respecto en H GG, «Ein Philosoph geht durch die
Stadt», en Communale: Heidelberger Wochenzeitung, año 2 (1984), n° 36, 6 de sep­
tiembre, pág. 8-9, reimpreso en el número de la revista Merian dedicado a Hei­
delberg, octubre de 1985, pág. 6-27.
37. Ver David Cassidy, Uncertainty. The Life and Science o f Werner Heisenberg,
New York: W. H. Freeman and Co., 1992, pág. 50s.: «As the party o f upper-middle-
class professionals - industrialists, merchants, professors, bureaucrats - the liberals
strongly supported national unity under Prussian leadership as conducive to com­
mercial expansion. They lobbied for the eventual institution o f individual civil li­
berties, but no at the expense o f national ideas.» [«Como el partido de los profesio­
nales de clase media alta -industriales, comerciantes, profesores, funcionarios-, los
liberales apoyaron con fuerza la unidad nacional bajo el liderazgo prusiano en cuan­
to conducía a la expansión comercial. Ellos procuraron hacer valer su influencia a fa­
vor de la eventual implantación de libertades individuales de los ciudadanos, pero
no a expensas de las ideas nacionales.»] Julius Ebbinghaus (1885-1981), que tam­
bién pasó su infancia en Breslau, ha puesto de manifiesto en su autobiografía que su
padre, el conocido profesor de filosofía Hermann Ebbinghaus, era simpatizante del

50
mayoría de los profesores universitarios lo decisivo no era el instinto polí­
tico, sino más bien una actitud apolítica bastante característica de la sumi­
sión a las autoridades dentro de la tradición prusiana de la era de Bismarck.
Como funcionarios estatales los profesores universitarios no querían ocu­
parse de asuntos políticos por considerarlos «vulgares». Esta actitud, que se
ha definido a menudo como «políticamente apolítica», siguió siendo hasta
la República de Weimar y el Tercer Reich una característica ambigua de los
mandarines de las universidades alemanas. Para la mentalidad de la mayo­
ría de los profesores universitarios, ser apolítico era valorado casi como un
signo positivo de su estatus.38 La política tenía algo despreciable para un
profesor universitario y, como se sabe, esta actitud apolítica encontró su
legitimación literaria en las Betrachtungen eines Unpolitischen ([Considera­
ciones de un apolítico], 1918) de Thomas Mann. Johannes Gadamer leía dia­
riamente el «Schlesische Zeitung», un periòdico muy conservador que a
su hijo Hans-Georg siempre le pareció muy banal. Él prefirió leer el «Gene­
ral-Anzeiger», un diario popular que compraban las sirvientas y en el que le
impresionaba especialmente la fuerza del lenguaje de los artículos de fondo
de Walter y Paul Rilla39 quienes le hicieron comprender lo que significaba
escribir un buen alemán. Parece que marcaron para siempre el propio esti­
lo de lenguaje de Gadamer.
A pesar de su fuerte convicción nacional liberal, Johannes Gadamer
siguió siendo un fiel y en buena medida «apolítico» servidor del Estado. Por

partido nacional liberal. Ver Philosophie der Selbstdarstellung [en adelante: PSd],
сотр. por L. Pongratz, Hamburgo: Felix Meiner Verlag, 1977, tomo 3, pág. 1: «Él
pertenecía, políticamente, al ala progresista del Partido nacional liberal, que tuvo
importancia en los años setenta y ochenta. Estaba animado por el espíritu patriótico
y era un admirador de Bismarck. A raíz del disgusto por la postergación de los repre­
sentantes de la ciencia respecto de los militares y de los funcionarios de la adminis­
tración en el Estado prusiano, y habiéndose puesto de acuerdo con su amigo Frie­
drich Paulsen, rechazó o no hizo uso del título de consejero secreto del gobierno que
se le había conferido, habitualmente otorgado a los profesores más antiguos.» Por el
contrario, Johannes Gadamer aceptó en 1916 el título de consejero secreto del go­
bierno, conferido oficialmente por el Emperador, e hizo uso del mismo.
38. Ver Wolfgang Klafki, «Theodor Litts Stellung zur Weimarer Republik und
seine Auseinandersetzung mit dem Nationalsozialismus», en Peter-Martin Roeder
(сотр.), Püdagogische Analysen und Reflexionen. Festschrift fur Elisabeth Blochmann
zum 75. Geburtstag, Weinheim/Berlín: Verlag Julius Beltz, 1967, pág. 201.
39. Paul Rilla (1896-1954) escribió más adelante un reconocido libro sobre
Lessing: Lessing und sein Zeitalter (1959), Múnich: Beck, 1973.

51
eso fue honrado el 24 de marzo (oficialmente por el emperador) con el títu­
lo de consejero gubernamental privado, una distinción no inusual en aque­
llos años para un profesor universitario de prestigio. Johannes Gadamer era,
en general, un hombre que creía en la autoridad y que sentía el deber de
representarla como educador. Había conocido este espíritu de la autori­
dad por la autoridad desde su infancia, cuando aún trataba de usted a su
padre.40Aunque a través de sus estudios universitarios y su encuentro con
«ideas democráticas y republicanas, que habían sido extrañas a su escuela
y familia»,41 el joven Gadamer recibió impulsos para rebelarse contra esta
tradición, consideraba pertinente la pregunta de si la influencia familiar no
había dejado alguna huella. «Uno puede preguntarse hasta qué punto el
haber sido marcado tempranamente por la familia seguía teniendo sus efec­
tos.»42También se la plantearán inevitablemente los que leen críticamente
su defensa de la tradición en Verdady método. De niño vivió la tradición del
Estado militar prusiano. A los doce años desarrolló una predilección espe­
cial por jugar a los soldados, de manera que se le predijo incluso una carre­
ra de oficial.43 Sin embargo, por razones de salud llegó a ser uno de los pocos
alemanes de su generación que no tuvo que pasar por una experiencia mili­
tar directa.
De la vida privada de Johannes Gadamer se sabe muy poco. Se casó en
Waldenburg, el 30 de julio de 1897, con Johanna Gewiese, dos años menor
que él. Johanna era asistente social y, al parecer, rechazó una primera pro­
posición de matrimonio porque prefería ser independiente y no quería renun­
ciar a su profesión. Sin embargo, Johannes Gadamer era alguien que no
estaba dispuesto a conformarse con semejante negativa, de modo que siguió
insistiendo hasta que ella (o su familia) aceptó una nueva propuesta de matri­
monio. Después de la muerte de su esposa, en marzo de 1904, no dejó pasar
ni un año y medio para casarse en segundas nupcias con la viuda Hedwig
Hellich. Así cumplió también una promesa que había hecho a su esposa
moribunda. La madre de Gadamer y Hedwig Hellig habían sido íntimas
amigas desde los años escolares. Al final de la formación escolar habían esta­
do juntas en Lausanne para estudiar francés. Había muchas razones a favor

40. Schule und Hochschule in Geschichte und Gegenwart. Festvortrag von Prof.
Dr. Dr. h.c. Hans-Georg Gadamer, 1988, pág. 16.
41. PL, pág. 11.
42. Ibidem.
43. PL, pág. 8.

52
de una rápida unión. Ella no tenía hijos de su primer matrimonio y podía
actuar como madre sustituía. Es probable que Johannes Gadamer se casa­
ra también por su sentido de responsabilidad para con sus dos hijos, cuya
educación no podía garantizar por sí solo.
Estaba claro que los dos niños necesitaban cuidados especiales, dado el
trágico caso de Willi, el hijo mayor. Desde la infancia sufría de epilepsia cró­
nica y como las crisis podían aparecer en cualquier momento, había que vi­
gilarlo constantemente. Durante buena parte de su juventud solitaria y
oprimida, su hermano Hans-Georg se dedicó a esta tarea.44 A lo largo de
muchos años iban juntos al instituto «vom Heiligen Geist» (del Santo
Espíritu), y el hermano menor siempre se sentía como enfermero. Se asusta­
ba cada vez que Willi tenía ataques de espasmos contra los que no podía ha­
cer nada, teniendo que soportarlos pasivamente una y otra vez. El padre
también se sintió impotente. Aunque intentó usar sus contactos con médi­
cos y consultó a los mejores especialistas berlineses, éstos tampoco encon­
traron remedios en este caso. La enfermedad había tomado un curso tan
maligno que los médicos sólo podían esperar que la pubertad la aliviaría.
Sin embargo, ocurrió algo inesperado, porque Willi no entró en la puber­
tad. Hasta más allá la adolescencia siguió siendo un niño. Esto se mostraba
también en su ya mencionada religiosidad, al parecer favorecida por la en­
fermedad. La ausencia de la pubertad llevó al padre a la desesperación, de
modo que en 1916 tomó la decisión de ingresarlo en un sanatorio. Willi
Gadamer pasó así el resto de su vida en una institución en Bethel, cerca de
Bielefeld, donde murió de una trombosis cerebral en los últimos tiempos
del nazismo. Gadamer se enteró de la muerte de su hermano cuando volvió
de un viaje de conferencias por Portugal en abril de 1944. Sospechaba que la
mala nutrición debía ser la causa de su muerte, pero no llegó a ser víctima de
la «eliminación de vida sin valor», pese a las iniciativas de la política «euge-
nística» nazi en este sentido. Después de la muerte del padre en 1928, la ma­
drastra era quien más se ocupaba del cuidado de Willi. Hans-Georg

44. Hecho mencionado brevemente en «‘Lieb ist mir Plato, aber noch lieber
die Wahrheit’, Portrat des Philosophen Hans-Georg Gadamer», en la emisión Phi­
losophie beute del canal de televisión W DR [Westdeutscher Rundfunk, Radio ale­
mana occidental], del 28-3-1988 (Informe de Al Lauder, redacción de Ulrich Boehm)
y en «Galeriegesprách», en «Zukunjt ist Herkunft», Hans-Georg Gadamer und Em il
Schumacher —Ehrenbürger der Universitàt, Jenaer Universitatsreden, Jena, 1997,
pág. 25.

53
Gadamer también lo visitò a menudo, pero tuvo que constatar que éste so­
portó muy mal los encuentros debido a la suerte del hermano menor de lle­
var una vida normal y exitosa. Para Willi fue una confrontación demasiado
dolorosa con el propio destino, de modo que Hans-Georg tuvo que limitar
la frecuencia de sus visitas.
Resulta difícil apreciar hasta qué punto este internamiento pesaba sobre
la conciencia de Johannes y también de Hans-Georg Gadamer. Sin duda
significó en su día una liberación para toda la familia, también para Hans-
Georg mismo, y seguramente sólo se tomó esta decisión después de agotar
todos los recursos médicos. Pero aun así fue la tercera vez, después de la
muerte de la madre y de la hermana pequeña, que un miembro íntimo de
la familia quedara arrancado del entorno más inmediato de su vida. Así,
Hans-Georg se quedó solo con el padre y la madrastra, por lo que las espe­
ranzas del padre se tenían que fijar con una intensidad especial en el úni­
co hijo que le quedaba. El joven Hans-Georg seguramente se dio cuenta de
estos deseos y debió sentirse desgarrado al querer seguir el impulso de corres­
ponder a estos deseos legítimos con buenos resultados, pero sintiendo al
mismo tiempo la natural necesidad de un joven de ir por su propio cami­
no y de oponerse a la autoridad paterna. No son circunstancias en sí mis­
mas inusuales, pero en el caso de Gadamer se habían agudizado en un
grado extremo.
Se quedó solo con o, más precisamente, frente a su padre. Al tener que
sostenerse ante y en contra de él, la relación padre-hijo le hizo recordar a
menudo los versos del poema «Del peregrinaje» del Libro de horas de Rilke:

¿Acaso se ama a un padre? ¿No se va,


como tú te fuiste de mí, con la cara endurecida,
alejándose de sus manos impotentes y vacías?
¿No se deposita silenciosamente su palabra marchita
en viejos libros, que uno apenas lee?
¿No se fluye, como de una división de aguas,
lejos de su corazón hacia el aire libre y el sufrimiento?
¿No es el padre para nosotros aquello que fue;
años pasados, pensados como extraños,
gestos anticuados, atuendos muertos,
manos marchitas y cabellos canosos?
Y aunque fue un héroe para su tiempo,
él es la hoja que cae cuando crecemos.

Y su cuidado, para nosotros, es como un mal sueño,


y su voz nos pesa como piedra;

54
quisiéramos acatar su discurso,
pero sólo oímos a medias sus palabras.
El gran drama entre él y nosotros
es demasiado ruidoso para entendernos,
sólo vemos las formas de su boca,
de las que caen sílabas que perecen.
Así estamos aún mucho más alejados que lejos de
si bien el amor aún nos entrelaza ampliamente,
sólo cuando debe morir sobre esta estrella,
vemos que sobre esta estrella vivió.
Esto es el padre para nosotros.
III. ¿En qué medida la vida humana es una lucha constante?
Los años escolares en Breslau

Recuerdo mis propias experiencias como estudiante de


bachillerato, cuando tomamos partido por Aquiles o por
Héctor, y cuando, incluso en esta Alemania tan mili­
tarista antes de la Primera Guerra Mundial, nuestros
juegos reflejaron nuestra simpatía infantil con el gran
Héctor vencido.
H a n s-G eo rg G ad am er1

Hans-Georg Gadamer contó poco de su juventud e infancia. Al hacerlo,


la mayoría de las veces le venía el recuerdo de la educación autoritaria del
padre, como si hubiese sido el denominador común de los primeros años.
Si añadimos la temprana pérdida de la madre a los cuatro años, la enfer­
medad crónica y el internamiento del hermano y también la situación deso­
rientada y la derrota de la Alemania guillermina, se revela el cuadro de
una juventud triste, solitaria y oprimida. También la época de los estudios
universitarios, que comenzó en el último año de la guerra, traería consigo
golpes del destino y pruebas: en agosto de 1922 una peligrosa poliomieli­
tis, poco después un matrimonio «demasiado pronto»,2 la extrema miseria
económica de 1923, incluso de toda la década, el sufrimiento y la muerte
del padre en 1928, para no hablar del fantasma de los años treinta que se
avecinaban y de los desafíos filosóficos que para él suponían los encuentros
con figuras como Richard Hònigswald, Richard Hamann, Ernst Robert
Curtius, Heinrich Wôlfflin, (Múnich), Paul Natorp, Nicolai Hartmann,
Rudolph Bultmann, Friedrich Wolters y Martin Heidegger. En estos años
se amontonan las inmensas experiencias que Hans-Georg Gadamer ten­
drá que elaborar durante el resto de su vida.
Además, los recuerdos infantiles de Gadamer están todos marcados por
los «progresos de la civilización técnica»,3 frente a los que desarrolló una

1.G W 10, 213.


2. Ver PL, pág. 30.
3. PL, pág. 7.

57
actitud contradictoria, en parte como reacción a la mentalidad científica de
su padre, en parte por influencia de Heidegger. Así, en sus recuerdos dis­
persos habla del coche de bomberos, tirado por caballos pesados, del cam­
bio de la luz de gas a la eléctrica, de la introducción del teléfono, de la pri­
mera aeronave Zeppelin sobre Breslau,4 de la primer sala de cine, pero
también e insistentemente del naufragio del Titanic el 15 de marzo de 1912.5
Como muestra su autobiografía, la catástrofe del Titanic le ocupaba más
que el «barril de pólvora» de los Balcanes.6No era gratuito, porque este nau­
fragio también tenía algo que ver con el desmoronamiento de la ciencia, del
progreso y de la grandeza en general, como lo sugiere la evocación misma
de los titanes.7 El posterior best seller de Oswald Spengler, E l ocaso de
Occidente, sacaría sus consecuencias para la historia del espíritu. La famo­
sa imagen del buque que se hunde todavía hoy no ha perdido nada de su
efecto dramático. Forma parte de las pocas catástrofes de la historia de la
humanidad que marcaron el espíritu general, como también el terremoto
de Lisboa o de Mesina o como la nube atómica sobre Hiroshima.
El accidente del Titanic también fue motivo de una escena de regaño en
la mesa. Cuando el padre explicaba que el número de víctimas mortales era
como el de «una gran aldea», el chico de doce años contestó muy fresco:
«¡Bah! ¡Esos cuatro campesinos!» Tuvo que disculparse ante la sirvienta que
era pueblerina, y nunca olvidaría esta enseñanza.8Aquí tal vez ya se ve que
Gadamer siempre se sentía identificado con la gran ciudad y que poseía una
conciencia urbana de sí mismo -expresión que popularizaría Habermas-,
que él mismo puso a veces en contraste con el origen rural de Heidegger. La
ciudad de Breslau, que hoy está en un segundo plano, fue en aquella época
realmente una gran ciudad con una vida ruidosa. A mediados del siglo XIX
era demográficamente la tercera ciudad más grande del Imperio de

4. Das Erbe Europas, pág. 8.


5. Ver PL, pág. 7ss.-, Breslauer Erinnerungen, loe. cit.
6. PL, pág. 7.
7. Ver al respecto los recuerdos de Ernst Jünger en 1997 {Iprossimi Titani. Con­
versazioni con Ernst Jünger [con Antonio Gnoli y Franco Volpi], Milán: Adelphi,
1997, pág. 106): «Certo, il naufragio del Titanic è un simbolo grandioso, a comin­
ciare dal nome stesso del piroscafo per arrivare fino al modo in cui avenne. È l’af­
fondamento dell’idea stessa di progresso: la perfezione della tecnica è turbata dall’in­
cidente; al baldanzoso ottimismo subentra il panico, al massimo lusso la distruzione,
all’automatismo la catastrofe.»
8. PL, pág. 8.

58
Alemania, después de Berlín y Hamburgo, hasta que fue superada por
Leipzig, y Múnich, y a partir de 1910 por Dresden y Colonia. Gracias a su
posición central como cruce de caminos comerciales entre el industrializa­
do sur de Silesia y el norte más bien agrícola, pero también entre los territo­
rios orientales y los puertos marítimos del norte de Alemania, Breslau expe­
rimentó un importante crecimiento durante la segunda mitad del siglo XIX.
Entre 1848 y 1900 su población creció de 100 000 a 426 000 habitantes.
Aunque en Breslau la Reforma se produjo muy pronto y sin mayores en­
frentamientos, la metrópoli silesia ofreció alrededor del cambio de siglo una
imagen multiconfesional. Al lado de la mayoría protestante (57,2 %) se
mantenía una importante minoría católica (37,5 %), pero también una nu­
merosa comunidad judía de unos 20 000 habitantes (4,9 %), que entonces
era la tercera más grande de Alemania. Los judíos eran también los protago­
nistas de los centros industriales y comerciales de esta metrópoli.
Los recuerdos más tempranos de Gadamer son los del piso en Breslau,
al que su familia se trasladó en octubre de 1902. Cuando su padre fue nom­
brado para ocupar la cátedra de Breslau, disponía de un sueldo de 4.000
marcos anuales y de un piso oficial que se encontraba en el edificio del
Instituto químico farmacéutico.9 La administración universitaria se reser­
vaba el derecho de recuperar este piso, teniendo que conceder en este caso
una subvención de gastos de vivienda de 660 marcos según el convenio del
nombramiento. En verano de 1909, la universidad necesitaba, efectiva­
mente, esta vivienda para fines del Instituto químico, y con la generosa sub­
vención de 900 marcos Johannes Gadamer se permitió trasladarse con su
familia a una bonita casa en Scheitnig, en las afueras de la ciudad.
Hans-Georg Gadamer sospechaba que el principio de alojar a los pro­
fesores en la universidad quedó anulado por las condiciones del seguro, pues­
to que un Instituto químico, en el que podían producirse explosiones, infrin­
gía ciertas normas de seguridad.10No obstante, el principio le parecía perfecto:
«Cuando el catedrático mismo vive en el Instituto entonces evidentemen­

9. Ver PA Johannes Gadamer en el archivo estatal de Marburgo, Akten der


Koniglichen Univ. Marburg, n° 195, pág. 2579.
10. «Schule und Hochschule in Geschichte und Gegenwart, Festvortrag von
Prof. Dr. Dr. h.c. Hans-Georg Gadamer», en el libro conmemorativo privado Schu­
le zum Heiligen Geist in Breslau gegründet 1538. Ein Rückblick nach 4 5 0 Jahren,
1988, Manuscrito, pág. 15.

59
te todo funciona. Eso está claro».11 La bella construcción modernista toda­
vía sigue en pie y continúa albergando el Instituto químico farmacéutico.
Muy cerca del centro y del edificio principal de la universidad, se situaba
directamente a orillas del Oder y ofrecía una vista pintoresca de la Domin-
sel (Isla de la catedral) que se hallaba delante. En aquella época había aún
un pequeño patio para jugar delante de la casa, donde el pequeño Hans-
Georg podía hacer sus travesuras con el hijo del bedel, pero sólo dentro de
ciertos límites. Un día los dos niños jugaban a barcos en un charco de llu­
via, haciendo flotar trocitos de madera, cuando de pronto apareció la cara
iracunda del padre en la ventana. Hans-Georg no olvidaría nunca esta repri­
menda.
Durante los años escolares Hans-Georg asistió a la enseñanza básica y de
bachillerato en el instituto reformado del Santo Espíritu. Muy cerca de la uni­
versidad había numerosas escuelas e institutos de prestigio. El de San Matías,
fundado por los jesuitas en 1638 se encontraba justo enfrente del dormitorio
de Hans-Georg.12 Siempre fue católico y lo frecuentaban los hijos de la bur­
guesía silesia católica así como los de la nobleza polaca de la vecina provincia
de Posen. En este instituto habían estudiado el escritor y poeta romántico Jo­
seph Freiherr von Eichendorff y Friedrich Wilhelm von Steuben (al que cele­
bra el «desfile Steuben» de Nueva York). Para Hans-Georg estudiar en un co­
legio católico estaba totalmente fuera de consideración.
Había además tres otros institutos de enseñanza media de mucha fama.
Los dos más antiguos eran el Magdalenum, fundado en 1267 (del que sur­
gieron el fundador del movimiento obrero Ferdinand Lasalle y Julius Ebbing­
haus13) y el Elisabethanum, fundado en 1293. El instituto municipal de San
Juan fue inaugurado en 1872 y tenía entonces un prestigio especialmente
alto. En su discurso con ocasión de la celebración del 450 aniversario de
la fundación de su instituto, Hans-Georg Gadamer recordó con razón
que «en Breslau tenemos colegios tan famosos como el Elisabethanum, el
de San Juan, el Magdalenum o el de San Matías, al lado de los cuales no
es fácil resaltar los méritos del instituto del Santo Espíritu».14

11. Ibidem.
12. Breslauer Erinnerungen, loe. cit., pág. 203.
13. Ver J. Ebbinghaus, en PSd III, pág. 1.
14. «Schule und Hochschule in Geschichte und Gegenwart, Festvortrag von Prof.
Dr. Dr. h.c. Hans-Georg Gadamer», en el libro conmemorativo privado Schule zum
Heiligen Geistin Breslaugegründet 1538. Ein Rückblick nach 450Jahren, 1988, pág. 11.

60
El colegio del Santo Espíritu, fundado en 1538, tenía muy buena fama
aunque no era un instituto puramente humanista con el aura que éstos
solían tener. Desde 1900 el colegio se llamaba efectivamente «Gymna­
sium y Realgymnasium del Santo Espíritu» y correspondía a lo que enton­
ces se solía llamar un «instituto reformado» que quería ajustarse a las nece­
sidades de la burguesía en expansión. Este instituto reformado había surgido
de un instituto de bachillerato primario y superior sin estudios de latín y
en una «Historia del colegio», que reflejaba el espíritu «progresista» de la
burguesía de aquellos años, se explican sus principios de la siguiente mane­
ra: «Dado el crecimiento de la industrialización, los colegios de latín encon­
traron una creciente oposición en los círculos de padres: “¿[...] Para qué
nuestros hijos necesitan el latín si se deciden por una profesión práctica?
Más vale que aprendan lenguas modernas, pero de tal modo que las sepan
hablar, y que estudien más matemática y ciencias naturales ya que éstas
los preparan mejor para sus futuras profesiones como comerciantes y téc­
nicos”. Ésta fue la opinión de muchos padres y las ciudades más grandes
actuaron en consecuencia fundando colegios sin estudios de latín, en los
que se podía llegar en seis años al bachillerato elemental y en nueve al nivel
de ingreso en la universidad para estudiar una carrera técnica.»15 Esta posi­
ción se legitimaba en aquella época bajo el nombre de «neorrealismo».16
El problema que implicaban estos colegios sin enseñanza de latín era
que los padres tenían que decidirse por un colegio con o sin latín cuando los
hijos sólo contaban nueve años y no se podía saber aún si tenían talentos
científicos o técnicos.17 De este dilema surgió el llamado sistema escolar de
Frankfurt, que se introdujo a principios de siglo también en el colegio del
Santo Espíritu. La decisión de seguir una formación con o sin latín

15. Ernst Maetschke, «Entwicklung der Schule zum Heiligen Geist von ihren
Anfángen bis zu ihrem 375jáhrigen Bestehen ais hohere Lehranstalt (1538-1913)»,
en Festschrift zur 400jahrigen Jubelfeier der Schule zum Heiligen Geist in Breslau
(1538-1938), Breslau: Druckvon Otto Gutsmann, 1938, pág. 26. Debo agrade­
cer los datos aquí consignados al doctor Uwe Worffel, Presidente de la Asociación
de exalummos de la Escuela del Espíritu Santo en Breslau. También L. Wiese
ofrece un cuadro comparativo de los Institutos de enseñanza secundaria que com­
petían en Breslau en torno al cambio de siglo en Das hohere Schulwesen in Preufen,
Historisch-statistische Darstellung, tomo 4o, comprendiendo el tiempo entre 1874 y
1901, Berlín: Verlag von Wiegandt & Grieben, 1901, pág. 318ss.
16. E. Maetschke, ibidem, pág. 25.
17. Ibidem, pág. 27.

61
se dilató así por dos años, de modo que en los dos primeros cursos (sexta y
quinta)18 no se enseñaba latín. Sólo en el tercer curso (cuarta) comenzaron
las clases de latín y en el cuarto (tercia inferior) el programa se dividía en una
rama con menos latín y, en cambio, con inglés, y en otra puramente huma­
nista con griego y una continuación intensa de estudios de latín.19
Hans-Georg Gadamer siguió los estudios de esta segunda rama. Pues­
to que más tarde hizo una formación de filólogo clásico y que siguió sién­
dolo, no es del todo indiferente señalar que en el colegio sólo estudió seis
años de latín, en lugar de nueve como en los colegios humanistas, y sólo
cuatro años de griego en lugar de los seis años habituales. Parece que pos­
teriormente Gadamer se lamentaba a veces de esta deficiencia y probable­
mente fue una de las razones por las que se decidió en 1924 hacer una carre­
ra completa de filología clásica, como si hubiera querido recuperar lo que
el colegio no le había ofrecido. A este respecto comentó que incluso su padre
-con el que se comparó una y otra vez- le superaba mucho «en citar a Hora­
cio»: «Hasta este extremo había decaído ya la vieja “escuela del aprender”
en mi juventud».20
A raíz de esta afirmación cabe preguntarse aún con mayor énfasis por
qué su padre quiso que fuese justamente a estudiar en este colegio, no sin
prestigio pero menos humanista que los otros. Presumiblemente, Johannes
Gadamer apreciaba su modernidad y su relación con el mundo «real». Era
un tipo de colegio que se consideraba especialmente «moderno» (como ya
indicaba la denominación progresista de «colegio reformado»).21 Hans-Georg

18. Los nombres de los cursos de la segunda enseñanza de aquella época eran:
Sexta (1er curso, al que Hans-Georg Gadamer asistió de 1909 a 1910), Quinta (2o
curso), Quarta (3er curso), Untertertia (4o curso), Obertertia (5o curso), Untersecunda
(6o curso), Obersecunda (7o curso), Unterprima (8o curso), Oberprima (9o curso).
19. E. Maetschke, pág. 29.
20. PL, pág. 10.
21. Ver «Schule und Hochschule in Geschichte und Gegenwart, Festvortrag
von Prof. Dr. Dr. b.c. Hans-Georg Gadamer», en el libro conmemorativo privado
Schule zum Heiligen G e i s t pág. 11. Por otra parte, que Hans-Georg Gadamer
haya ido a esa escuela puede deberse al hecho de que Johannes Gadamer conocía
y apreciaba personalmente por su especialidad al entonces director de la Escuela del
Espíritu Santo, el consejero secreto doctor Wilhelm Richter (1841-1924). Proce­
dente por su parte del Magdalenum, Richter había estudiado Química y Ciencias
Naturales en la Universidad de Breslau.

62
Gadamer mismo veía esta decisión de su padre en relación con su propò­
sito de ganarle para la dura disciplina de la ciencia natural. Aunque él mis­
mo tenía una formación humanista, comprendió tal vez que ésta era algo
anticuada en la era de la revolución científica y técnica. Desde el principio
estaba decidido que Hans-Georg pasaría a partir de 1914 a la rama huma­
nista que abría la puerta a los estudios universitarios correspondientes, pero
se pretendía que hasta entonces se relacionara con alumnos del «mundo
real» y que recibiera una educación moderna, menos orientada por los mode­
los clásicos. Por eso, Gadamer comenzó estudiando francés antes que latín.
En los dos últimos años, los alumnos podían escoger además entre inglés
y hebreo (tal vez pensado para futuros teólogos). Hans-Georg (¿o su padre?)
se decidió por el inglés, idioma que lógicamente no llegó a dominar de mane­
ra satisfactoria en sólo dos años.
El resultado de estos estudios de idiomas fue que Hans-Georg Gadamer,
además de buenos conocimientos de las lenguas clásicas, adquirió un exce­
lente dominio del francés, por el que siempre mantuvo una especial prefe­
rencia y un fino oído. La manera en que se enseñaban los idiomas en aque­
lla época podría haber contribuido a esta sensibilidad, porque antes de
aprender la gramática y sintaxis de la lengua, los alumnos tenían que pasar
todo un año haciendo ejercicios fonéticos con el señor Biedermann (al que
llamaban bédé).22 Para los chicos de nueve años estos ejercicios eran en par­
te un juego divertido y en parte una tortura, a la que podían escapar cuan­
do animaban a su profesor de fonética a hablar de su mayor pasión, el depor­
te de esquí.23 De todos modos, gracias a esta “tortura” Gadamer llegó a tener
una pronunciación impecable del francés, algo no evidente para los hablan­
tes del alemán. Hasta que una invitación a Estados Unidos en 1968 le moti­
vó a perfeccionar el inglés, el francés siguió siendo su ventana al mundo
extranjero. Lo hablaba con un placer verdaderamente pueril y cuando se
le felicitaba por su excelente dominio de este idioma, siempre elogiaba los
méritos de su antiguo colegio. También lamentó una y otra vez que nunca
fuera invitado a pasar un tiempo más largo en un país de habla francesa.
Los países que le invitaron con mayor frecuencia fueron Estados Unidos e

22. Op. cit., pág. 11. Ver al respecto las memorias de Joachim Becker (alum­
no de 1909 a 1917), en el libro conmemorativo de 1938, pág. 91.
23. Op. cit., pág. 14, donde, en referencia a esto, dice: «Muchos son los cami­
nos por los cuales se puede demostrar la espontaneidad en la vida y estimularla en
otros.»

63
Italia. Por eso se esforzó mucho en aprender también el inglés y el italia­
no, pero él mismo confesó que no dejaba de sonar como traducido cuando
hablaba estos idiomas, mientras que el francés le salía del corazón. Tal vez
no es del todo desacertada la suposición de que la preferencia por esta len­
gua haya tenido una secreta incidencia cuando, en los años ochenta, trató
de entablar un diálogo con Jacques Derrida.
Hans-Georg no conoció más que una escuela, porque en los años de su
infancia no existían ni parvularios ni centros preescolares separados. En el
ciclo de enseñanza básica en el colegio del Santo Espíritu, en el que ingre­
só en 1907, las costumbres eran, al parecer «muy duras» y «autoritarias»,24
pero no le eran demasiado extrañas en comparación con las de su casa pater­
na. Cierto maestro de enseñanza básica, llamado Gruí?, tenía una actitud
de «sargento» y a los niños no atentos les solía tirarles trozos de tiza a la cabe­
za.25 Sin embargo, Gadamer también reconocía a veces que el colegio en su
conjunto tenía para él «una actitud más liberal que la (su) casa paterna».26
De hecho, la función principal del colegio ha sido desde siempre la de con­
frontar a uno con ideas, formas de vida y personas que lo llevan más allá del
estrecho círculo familiar.
En abril de 1909, la familia Gadamer se mudó del edificio del Insti­
tuto a un chalet alquilado en la Auenstrafíe, en el que anteriormente había
vivido el famoso cirujano Mikulic. Estaba situada en un barrio residencial
elegante, llamado Scheitnig, en el oeste de Breslau. Destruida en los años
veinte, Gadamer recordó esta casa con razón como un verdadero palacio, y
la familia debió de vivir en él muy holgadamente en aquellos años. Siem­
pre tenía criados, como era evidente en el hogar de un catedrático. La madras­
tra de Gadamer no se ocupaba de la cocina y sólo hubo de aprenderla des­
pués de la Primera Guerra Mundial, en la época de la gran miseria econó­
mica, que llevó al empobrecimiento de la burguesía alemana y también de
la familia Gadamer. Era habitual en una casa burguesa buena que a una cria­
da siempre se la llamara «Marie».27 Los encuentros sociales en el hogar de
un catedrático, las invitaciones a cenas para las que se contrataban cama­
reros, no eran para jovencitos, pero, no obstante, Hans-Georg llegó a cono­

24. Op. cit., pág. 9. Ver PL, pág. 8.


25. PL, pág. 8.
26. Die Schule zum Heiligen Geist (1988), pág. 16.
27. Ver GW 10, 78.

64
cer así a muchos profesores de la Universidad de Breslau, como los físicos
Otto Lummer y Clemens Schaefer, lo que dio lugar a una estrecha relación
con este último durante muchos años, o al filólogo clásico Wilhelm Kroll,
al filòlogo de inglés Levin Schücking y también al teòlogo Heinrich Scholz.
En el chalet de la Auenstrafie, Hans-Georg tenia un gran jardín para
jugar. Lo cuidaba un jardinero quien le enseñó muchas cosas. En cambio,
ir en bicicleta lo aprendió por sí mismo. «Mi juventud era muy solitaria y
me regalaron una bicicleta para entretenerme, pero tuve que aprender a solas
a conducirla. En nuestro jardín había una pequeña loma, de modo que
intenté aprender por mí mismo ir en bicicleta. Al montarla, después de algu­
nos fracasos, hice la gran experiencia: Mientras sólo me agarraba con toda
fuerza al volante, siempre me caía de lado. Pero súbitamente todo funcio­
naba como por sí solo. Hasta el día de hoy veo en este ejemplo lo que tam­
bién saben los políticos y lo que es su tarea: deben crear situaciones de equi­
librio si quieren conducir realmente y llegar a metas.»28
Desde Scheitnig el camino a la escuela era algo más largo. El padre daba
a Hans-Georg 50 pfennig por semana para el tranvía, pero a menudo él los
ahorraba para comprarse caramelos y más tarde los libros que le gustaban.
Entre otros se compró la antología de lírica alemana moderna de la editorial
Reclam, compilada por Benzmann, que le abrió el mundo mágico de la
poesía de Stefan George.29A cambio tenía que hacer el camino al colegio a
pie, algo que le resultaba fácil dada su condición de deportista. Le entusias­
maba sobre todo la gimnasia y durante algún tiempo incluso fue presidente
de la asociación de gimnasia del colegio del Santo Espíritu.30Con mucha
ilusión participaba también en las largas excursiones durante las pascuas de
Pentecostés (a menudo de no menos de cuarenta kilómetros) por las monta­
ñas de Silesia, actividad introducida por el entonces director del colegio,
Wilhelm Richter.31 Este mundo ileso se terminó súbitamente en 1914.
El momento del paso a la pubertad coincidió con el año en que la habi­
tual unidad de los integrantes del curso se dividió en dos nuevas unida­
des, hacia la izquierda la humanista, hacia la derecha la científico-técnica.

28. HGG, «Vom Wort zum Begriff. Die Aufgabe der Hermeneutik ais Philo­
sophie», en Menschliche Endlichkeit undKomposition, Bamberg: Fránkischer Tag, 1995,
pág. 120 (ahora en Gadamer-Lesebuch, Tubinga: Mohr Siebeck, 1997, pág. 107).
29. GW 9, 262. Ver también Breslauer Erinnerungen.
30. Schule und Hochschule in Geschichte und Gegenwart, pág. 13.
31. E. Maetschke, pág. 31.

65
Sin embargo, bastante más trascendentes eran las decisiones que se produ­
jeron en la política de los grandes poderes europeos, cuando ésta se salió de
quicio en 1914 y fue llevada a su absurda consecuencia. La celebración
del centenario de las llamadas «Guerras de liberación» de 1813 había sus­
citado poco antes el interés de los escolares por la gloria militar,32 y para el
chico de trece años era un orgullo especial que en la exposición con moti­
vo de dicho centenario en Breslau se mostrara una antigua urna de piedra
arenosa procedente de su jardín.33 Como la gran mayoría de los alemanes,
también Hans-Georg se sintió animado por el fervor patriótico cuando esta­
lló la guerra, a la que casi todos los alemanes entendieron como «guerra
de defensa». Las virtudes militares exhibidas en 1913 ahora se podían demos­
trar in concreto. Al escuchar la noticia del comienzo de la guerra, el joven
Hans-Georg exclamó: «¡Oh! ¡Esto es perfecto!», a lo que su padre le con­
testó tajantemente: «No sabes de qué estás hablando».34 Para Johannes Gada­
mer, esta guerra era la última consecuencia del despido de Bismarck. Aun­
que no era en absoluto un pacifista y como funcionario fiel al gobierno
habría apoyado sin duda la «guerra de defensa» de Alemania, presumible­
mente tenía una imagen más sobria de lo que Alemania podía perder en esta
guerra. Hasta donde queda documentado, por ejemplo, no participó en
aquel ominoso manifiesto, titulado «Al mundo de la cultura», del 4 de octu­
bre de 1914, en el que los profesores, generalmente apolíticos, declaraban
su apoyo al militarismo alemán de la Primera Guerra Mundial. Su nom­
bre falta en la lista de los firmantes, entre los que constan Rudolf Eucken,
Adolf von Harnack, Max Planck, Alois Riehl, Ulrich von Wilamowitz-
Moellendorff, Wilhelm Windelband y muchos otros.35

32. Ver las memorias de alumno de Johannes Bartzack, en Festschrift zur 400jâh-
rigen Jubelfeier der Schule zum Heiligen Geist in Breslau (1538-1938), Breslau: Druck
von Otto Gutsmann, 1938, pág. 94.
33. PL, pág. 8.
34. Das Erbe Europas, pág. 8. Ver PL, pág. 8 («.. .finalmente, el estallido de la
Primera Guerra Mundial, mi entusiasta celo juvenil y la seriedad de mi padre, que
me resultaba sobremanera singular»).
35. Para la lista de los firmantes Ver Frankfurter Zeitung del 4-10-1914, n° 275;
Hermann Kellermann, Der Krieg der Geister. Eine Ansíese deutscher und auslandi-
scher Stimmen zum Weltkrieg 1914, Weimar: Duncker, 1915, pág. 64-68; Klaus
Schwabe, Wissenscha.fi und Kriegsmoral. Die deutschen Hochschullehrer und diepoli-
tischen Grundfragen des Ersten Weltkrieges, Gotinga/Zúrich/Frankfurt: Musterschmidt
Verlag, 1969, pág. 22; también D. Cassidy, op. cit., pág. 29.

66
El colegio del Santo Espíritu fue afectado inmediatamente por la gue­
rra. Ya en agosto de 1914 fue ocupado por las Fuerzas Armadas y conver­
tido en hospital militar. Por eso, las clases se impartían en el colegio Kônig
Friedrich, al parecer «repugnante», porque allí se trataban mal a los alum­
nos del Santo Espíritu, programando las clases para las horas más absur­
das.36 En el gélido invierno de 1914-1915, los alumnos huéspedes a menu­
do tenían que permanecer al aire libre, mientras que los del propio instituto
podían permanecer en el vestíbulo calefaccionado. No fue más que un pre­
sagio del tributo que habría que pagar a esta absurda guerra mundial.
El nacionalismo bélico más banal, que era ajeno al padre de Hans-
Georg, se había apoderado de todos en los colegios, y también en el del
Santo Espíritu. En las clases se comentaba a menudo la situación en el
frente. Los alumnos se esforzaban por terminar sus tareas semanales, por­
que como compensa se ofrecía una hora en la que no se enseñaba francés o
alemán, sino que se hablaba de los acontecimientos bélicos.37 También se
invitaba a los escolares a vaciar sus libretas de ahorro y a recoger objetos de
valor para financiar la guerra.38 El joven Hans-Georg llegó a respirar un
poco de aire militar cuando, al comienzo de la guerra, fue destinado a la
estación de ferrocarril para ayudar a ordenar el equipaje de los soldados
que volvían del frente a pasar sus vacaciones. Fue un trabajo insignificante,
pero él nunca se había sentido tan importante como en aquel momento:
«Fue en los primeros días de la movilización, en agosto de 1914, cuando
estalló la guerra. Ya tenía catorce años, pero seguía siendo un niño muy in­
genuo. Fue el momento en que por primera vez en mi vida pude sentirme
realmente importante. En aquellos días, que coincidían también más o
menos con el final de todas las vacaciones, debido al estallido de la guerra
se desmoronó toda la organización del transporte de equipajes de los fe­
rrocarriles. Como consecuencia, la sala, gigantesca para mi percepción
pueril, se había llenado con verdaderas montañas de equipajes de viaje en
consigna. La administración del ferrocarril ya no estaba en condiciones
de dominar esta situación con su propio personal, de modo que, al pare­
cer, pidió ayuda al ayuntamiento. Puesto que el colegio del Santo Espíritu

36. Ver las memorias de Richard Ernst y Johannes Bartzack, en Festschrift


zur 400jáhrigen Jubelfeier der Schule zum Heiligen Geist in Breslau (1538-1938),
pág. 93s.
37. J. Bartzack, pág. 95.
38. Ibidem.

67
era municipal, nos destinaron a la estación principal para buscar, con los
resguardos en mano, los bultos correspondientes entre las montañas de
equipaje y llevarlos a la taquilla de entrega. Como hombre viejo, uno re­
cuerda sonriendo lo mucho que significaban estas pequeñas vivencias de
éxito en la edad infantil, el haber sido útil para algo. Tal vez la sala de la es­
tación del ferrocarril sólo me quedó como tan gigantesca en el recuerdo
porque estaba relacionada con mis grandes méritos en la localización del
equipaje que se había acumulado en ella. [...] Solemos recordar mucho
mejor las cosas en que nos distinguimos que aquellas en que hicimos el ri­
dículo, o al menos preferimos recordar las primeras.»39
Muchos de los alumnos algo mayores del colegio del Santo Espíritu,
como también los profesores más jóvenes, pronto fueron llamados al fren­
te. Gadamer describió también cómo el incipiente entusiasmo patriótico
se desvaneció poco a poco cuando llegaron las primeras noticias de la muer­
te de profesores, familiares y antiguos compañeros de colegio,40y cómo las
absurdas batallas de materiales llevaron a una creciente desilusión. En los
últimos años el número de alumnos de los cursos se iba reduciendo. En las
fechas de Pascua de 1918, Gadamer fue uno de un total de sólo ocho alum­
nos del colegio del Santo Espíritu que se sometieron a los exámenes fina­
les del bachillerato superior, que en Alemania se llama Abitur. Podemos
preguntarnos por qué Hans-Georg, si no en 1914, pero algunos años des­
pués no fue llamado a filas. Incluso había muchos jóvenes que por su entu­
siasmo patriótico se habían presentado como voluntarios al comienzo de
la guerra. Uno de ellos era el paisano de Gadamer Helmut Kuhn (nacido
en Breslau en 1899). El 11 de septiembre de 1914, ante el horror de sus
padres, abandonó todo para servir a la patria y se quedó en el frente occi­
dental hasta 1918.41 Por razones de salud, Gadamer se liberò de este desti­
no: «Yo era [en la primavera de 1918] un chico de la gran ciudad, mal nutri­
do, al que no se necesitaba en le ejército».42 La mala nutrición era extrema
en la familia Gadamer. Aunque el padre no era pobre, por su convicción
patriótica se negaba a comprar en el mercado negro.43 No se debían

39. Breslauer Erinnerungen, loc. cit., pág. 208. Ver Schule und Hochschule in
Geschichte und Gegenwart, 1988, pág. 14.
40. PL, pág. 11.
41. Helmut Kuhn, PSd III, pág. 236.
42. PL, pág. 10.
43. Ver el pequeño aviso sobre Gadamer en Zeit-Magazin, 18-12-1990, pág. 10.

68
hacer cosas ilegales. Johannes Gadamer perdió peso constantemente. Cuan­
do sus colaboradores se dieron cuenta de ello, le proporcionaron algunas
cosas, como ocas o jamón de Pomerania. Estas cosas las podía aceptar con
buena conciencia y también remedió la mala nutrición de su hijo con
«buena conciencia» cuando le envió durante las vacaciones de verano a una
finca agrícola en Silesia. Gracias a la mediación del colegio consiguió un
empleo como preceptor en casa del conde Dohna-Mallwitz, donde Hans-
Georg enseñó a los niños de la casa a cambio de una alimentación salu­
dable.
La situación general del abastecimiento empeoró de año en año (y aún
sería peor después de la capitulación). Uno de los problemas era la falta de
combustibles, incluso en Silesia con su abundancia de carbón. Las aulas del
colegio del Santo Espíritu no se permitían calentar a más de 16 grados.
Debido a la falta de materias primas, como piel y lana, por ejemplo, algu­
nos escolares iban mal vestidos y poco abrigados.44 En este sentido la juven­
tud de Gadamer era triste y dominada por las carencias.
Sin embargo, gracias a su «afortunada» mala salud, Hans-Georg Gada­
mer no tuvo que someterse en toda su vida a experiencias militares direc­
tas, una situación muy rara para un alemán de su generación. En la Segun­
da Guerra Mundial enfermó de poliomielitis, lo que le ahorró el servicio en
el frente. Sólo en los últimos meses de la guerra fue reclutado para el «Volkss-
turm» (avance popular), la campaña desesperada de Hitler en la que movi­
lizó todos los sectores de la población. Gadamer fue destinado a un sistema
ridículo y absurdo de defensa antiaérea que tenía que derribar aviones, sobre
todo de bombardeo, con unos cañones, pero la unidad a la que estaba des­
tinado ni siquiera tenía municiones. La posteridad puede estar agradecida
a esta inutilidad por problemas de salud, que también tuvo su incidencia
en el caso de Heidegger (quien, en la Primera Guerra Mundial, fue libera­
do del servicio en el frente por problemas de corazón). No se puede decir,
en cambio, que en el caso de Gadamer o Heidegger la precariedad de la
salud haya disminuido su productividad o acortado su vida, incluso pasó lo
contrario, como Gadamer insinuó a veces cuando se le preguntó por su
secreta receta de vida: Unas costumbres duras y austeras en la juventud serí­
an, según él, la mejor garantía para una larga vida.
En la dura lucha vital de aquel tiempo la poesía ofrecía un buen refugio.

44. J. Bartzack, pág. 95.

69
Si de niño le habían predicho una carrera de oficial, el joven Gadamer se
alejó cada vez más de esta inclinación por los «sueños de la interioridad, la
poesía y el teatro».45 Esta retirada al mundo de la espiritualidad y la inte­
rioridad se debía especialmente a su encuentro con la poesía de Stefan Geor­
ge. En las primeras décadas del siglo XX se había producido una verdadera
«George-manía»,46 incluso en círculos cultos científicos.
Hoy en día, el georgianismo es difícil de comprender en su extraña
solemnidad pagana que emana de la poesía de George y en el aire etéreo y
esotérico de su círculo. En primer lugar se caracteriza por una radical reti­
rada del mundo, que precisamente en la época de la guerra mundial habría
atraído a muchas personas. Cultivaba un erotismo poético (y también mas­
culino) en nombre de un espíritu elevado del que sólo podían participar
ciertos elegidos. El círculo estaba bajo el mando severo de George mismo,
ávido de poder, quien creó un culto de «líder» que posteriormente cayó en
descrédito a causa de las circunstancias históricas. En 1928, Max Kom-
merell, un amigo de Gadamer que entonces tenía sólo 26 años, había escri­
to un libro bajo las órdenes de George, que se titulaba Der Dichter ais Füh­
rer der deutschen Klassik (El poeta como líder del clasicismo alemán), en el
que George desempeñó una vez más el papel que habían representado
Goethe y Schiller y más tarde Holderlin (por cierto un redescubrimiento
del círculo de George). Poco después, Kommerell se distanciaría de mane­
ra dramática de este libro y de su relación con George, pero de su exposi­
ción se desprendía que de la entrega a la poesía y la renuncia al mundo tam­
bién podría surgir un nuevo «Estado», aunque éste poco tenía que ver con
el estado banal del mundo real y de la política del momento.
El contenido político del círculo de George es muy discutido. Un título
como Das neue Reich ([El nuevo imperio], 1928), el último volumen de poe­
mas de George (editado por Kommerell), puso el círculo injustamente en

45. PL, pág. 8.


46. Ver la presentación de sí mismo de Helmut Kuhn en PSd III, pág. 242,
244. A propósito del círculo de George, ver ahora la presentación sociológica
integral de Stefan Breuer, Àsthetischer Fundamentalismus. Stefan George und der
deutsche Antimodernismus, Darmstadt: Wissenschaftliche Buchgesellschaft, 1995,
pero sobre todo la investigación a fondo realizada por Carola Groppe, Die Macht
der Bildung. Das deutsche Bürgertum und der George-Kreis 1890-1933, Colonia/Wei-
mar/ Viena: Bôhlau Verlag, 1997 (que por vez primera investiga la relación de
Gadamer con el círculo de George, pág. 395-399).

70
descrédito en años posteriores.47A él pertenecían muchos j udíos de tendencia
muy nacionalista, como el historiador de la economía Friedrich Wolters, al
que Gadamer conoció más de cerca en Marburgo. No hay que olvidar, por
otro lado, que precisamente las altas exigencias de George en cuanto a un
«pacto estatal secreto» indujeron a un georgiano como el conde Claus Schenk
von Stauffenberg a su heroico atentado contra Hitler el 20 de julio de 1944.48
Esta idea «esotérica» de un círculo se parecía bastante al modelo idea­
lizado de una educación platónica, y seguramente no es por azar que muchos
filólogos clásicos influidos por George sintieron el estímulo de una nueva
lectura de Platón, como Heinrich Friedmann (Platon. Seine Gestalt, 1914,
aparecido en los «Blátter für Kunst», revista fundada por George), Heinrich
Barth (Die Seele in der Philosophie Platons, 1921, por cierto, el hermano del
teólogo Karl Barth), Karl Reinhard (Platons Mythen, 1927, un libro sin notas
a pie de pàgina), Kurt Singer (Platon, der Gründer, 1927) y también Paul
Friedlánder (Platon, vol. 1, 1926; voi. 2, 1930). Durante sus años de estu­
dio en Marburgo Gadamer se relacionaría con estos y otros miembros
famosos del círculo de George -especialmente con Friedrich Wolters, Hans
Anton y Max Kommerell-, pero su primer encuentro fue puramente al nivel
poético. Tal vez por recomendación de un profesor, se comprò una anto­
logia de la poesia moderna, que ofrecía más de 600 páginas de una amplia
selección de los poetas más importantes o más prometedores de las últimas
décadas. El volumen incluía a Christian Morgenstern, Hugo von H of­
mannsthal y también a Friedrich Nietzsche, Hermann Hesse у Rainer
Maria Rilke, pero no a George. Él había rechazado explícitamente la invi­
tación de Benzmann, declarando en una carta a éste «que sería un error
incluirle en la literatura moderna».49 Esta actitud de rechazo debió impre­

47. Stefan George, Das neue Reich, Berlín: Georg Bondi, 1928. El decurso de
la historia universal lleva, sin embargo, a olvidar muy fácilmente que allí se está
recordando a los dos amigos que «a mediados de 1918 planearon la deserción hacia
un ‘país libre y más tarde fueron juntos al suicidio» (Ver Lorenz Jàger, «Ich gehe
immer an áufiersten Rándern. Leben und Werk Stefan Georges: Eine Tagung und
eine Ausstellung in Bingen», en FAZ, 27-9-1995).
48. Ver al respecto Peter Hoffmann, Claus Schenk G raf von Stauffenberg und
seine Brüder, Stuttgart: Deutsche Verlags-Anstalt, 1992 (en especial, el capítulo «Das
geheime Deutschland», pág. 61-78).
49. Hans Benzmann, Moderne deutsche Lyrik. M it einer literaturgeschichtlichen
Erinnerung und biographischen Notizen, 2a edición totalmente renovada, Leipzig:
Reclam, 1907, pág. 14.

71
sionar al joven Gadamer: «Puesto que me interesaba la lírica, género que no
le gustaba a mi padre quien, en realidad, esperaba convertirme en investi­
gador de la naturaleza, un día, siendo aún estudiante de bachillerato, me
compré de mis ahorrillos una antología de la lírica moderna, compilada por
Benzmann y publicada por Reclam. En su introducción se decía que, lamen­
tablemente, el poeta Stefan George se había negado a ser incluido en esta
antología y, como suele hacerse (los juristas conocen esto a la perfección),
la introducción del compilador citaba dos poemas de George. Siempre los
recordaré. Me conmocionaron profundamente, no entendí qué me estaba
pasando. Fue algo totalmente diferente de lo que había experimentado has­
ta entonces en mi dedicación y mi amor a la poesía».50 Puesto que estos dos
poemas «electrizantes» causaron una impresión tan honda, los citaremos
aquí en su integridad:

Tristeza dejulio)X

Flores de verano con vuestro olor aún tan generoso:


corregüela en medio del amargo perfume de cereales,
me persigues agarrada en la resecada baranda.
El sésamo de los soberbios jardines se me hizo extraño.

Del olvido llamas los sueños: el niño


descansando sobre el terruño casto del campo de trigo
en el ardor de la cosecha junto a segadores desnudos
al lado de la brillante hoz y del jarro vacío.

Adormecidas se balancean las avispas con la canción del mediodía


y sobre su frente enrojecida,
a través del débil escudo de los tallos,
de las hojas de la dormidera caían anchas gotas de sangre.

Nada de lo que jamás existía para mí me lo roba el tiempo pasajero.


Suspirando extenuado como entonces, yazgo en el prado que suspira.
La boca agotada murmura: estoy cansado
de las flores, ¡tan cansado de las flores!

50. GW 9, 259s.
51. Stefan George, D er Teppich des Lebens und die Lieder von Traum und Tod,
I a edición, 1900, 11a edición, Berlín: Georg Bondi, 1923, pág. 75.

72
Sueño y muerte^2

¡Esplendor y gloria! Así se despierta nuestro mundo.


Heroicamente sometemos montañas y bahías.
Joven y grande mira el espíritu sin superior
sobre los prados sobre los mares que los rodean.

Junto al camino se refracta un rayo, vuela una imagen


y la ebriedad tortura y sacude ferozmente.
El que ordenó, llora y medita, de buen grado se inclina:
«Tú, mi salvación, tú, mi gloria, tú, mi estrella».

Luego el sueño, la mayor soberbia se alza,


vence audaz al dios que lo eligió...
hasta que una llamada nos empuja hacia abajo
nos desnuda tanto, tan pequeños, ante la muerte.

Todo esto atormenta, desgarra y golpea, fulgura y arde


antes de que tarde en el firmamento nocturno
se une brillando y silenciosa la joya de luz:
Esplendor y gloria, ebriedad y tormento, sueño y muerte.

Es posible que en la actualidad estos poemas produzcan un efecto me­


nos electrizante y parezcan algo pálidos,53 pero en aquellos años tenían que
causar una impresión enorme. En primer lugar por la forma de escribir del
propio George, quien prescindía de las mayúsculas, por su estilo solemne y
su técnica al mismo tiempo sencilla y prosódica. Pero sobre todo se obser­
va esta actitud de rechazo al mundo, la melancólica evocación de la vida
onírica y la misteriosa integración de la muerte en el conjunto del aconte-

52. Der Teppich des Lebens und die Lieder von Traum und Tod, pág. 93. Ver Hans
Benzmann, Moderne deutsche Lyrik. M it einer literaturgeschichtlichen Einleitung und
biographischen Notizen, 2a edición totalmente renovada, Leipzig: Reclam, 1907, a
la cual se refiere Gadamer en GW 9, 262.
53. Ver Dieter Teichert, «Ein Wort, das verwandelt. Hans-Georg Gadamers
Lyrik-Interpretationen», en Die Zeit, 6-9-1991: «A diferencia de Gadamer, se pue­
de considerar la exagerada pretensión de George, de que en el poema se revela
una visión del mundo, como una excelente demostración de la inmediata vecindad
entre lo sublime y lo ridículo.» Ver también la acotación de Reinhard Mehring en
Phibsophischer Literaturanzeiger (47) 1994, pág. 1: «Gadamer pertenece a una gene­
ración para la cual todavía la poesía era un acontecimiento que despertaba “almas”
y brindaba acceso al “mundo”.»

73
cer de la naturaleza. Todo esto procedía de un autor que renunciaba perso­
nalmente al mundo y que se había negado a ser incluido en la mencionada
antología. Era algo que tenía que impresionar. Toda la manera de ser de
George expresaba una inaudita negación de lo que olía a publicidad ruido­
sa y que significaba una concesión al mundo. Por su posición elitista,
como se puede leer en una carta de Gundolf, uno de los representantes
georgianos principales, el círculo combatía «el abaratamiento del saber, la
sobrevaloración y exageración de todo fenómeno de masas y de todo lo
“popular”».54 Stefan George era un hombre que evitó cualquier forma de
vida pública y de homenajes, por supuesto con excepción de la devoción
que se le mostraba en su propio círculo. Cuando la ciudad de Frankfurt le
otorgó en 1927 el primer Premio Goethe (muchos veían entonces a Geor­
ge como un nuevo Goethe), no se presentó a la ceremonia y pidió a su
amigo y secretario Ernst Morowitz que contestara: «Stefan George está
sorprendido de que la ciudad de Frankfurt le haya otorgado este premio
en contra de su petición que fue expresada por mí. Sin embargo, en el in­
terés de la fundadora y en el suyo propio considera aconsejable no contri­
buir a llamar la atención del público con objeciones, por lo que acepta el
premio con gratitud».55
Casi se anticipa aquí la famosa expresión de Heidegger: «¡El conoci­
miento público lo oscurece todo!». No es por azar que la primera lectura de
Heidegger evocara en Gadamer el recuerdo de George.56
No aporta mucho la calificación de esta experiencia poética como epi­
fanía, refugio, religión sucedánea o fundamentalismo estético (según la feliz
conceptualización de Stefan Breuer). George y la poesía en general permi­
tían participar en un mundo alejado de la dura lógica de la ciencia a la
que Gadamer estaba acostumbrado en su casa paterna. Esta vivencia y

54. Carta de Friedrich Gundolf a Friedrich von der Leyen del 6-7-1911, citada
en Hans-Joachim Zimmermann (comp.), Die Wirkung Stefan Georges a u f die Wis-
senschaft. Ein Symposium, Heidelberg: Carl Winter Verlag, 1985, pág. 109.
55. Citado por Erwin W. Palm, «Spuren in Frankfurt», en Hans-Joachim Zim­
mermann (сотр.), Die Wirkung Stefan Georges a u f die Wissenschaft, pág. 74.
56. Merece mencionarse que Gadamer describió su primer encuentro con la
prosa de Heidegger con las mismas palabras que había utilizado para describir su
encuentro con George: «Fue para mí como haber sido alcanzado por una descarga
eléctrica. Algo semejante había experimentado a los dieciocho años, cuando tuve
por primera vez versos de George ante mis ojos.» (PL, pág. 212).

74
esta verdad poética seguirían siendo una inspiración constante para la filo­
sofía gadameriana y alimentarían las dudas acerca de la pretensión de la cien­
cia de tener el monopolio sobre la verdad: «El hecho de que el sonido mági­
co de sus versos y el impacto como persona de un poeta como George podía
tener una influencia formadora tan grande en las personas siguió siendo un
interrogante permanente para el ánimo pensativo y representó un correcti­
vo nunca del todo olvidado para el juego conceptual del estudio filosó­
fico.»57
El joven Gadamer estaba firmemente decidido a estudiar filología ger­
mánica y, como recordó en 1938, la actitud de su profesor de alemán le res­
paldaba en su determinación: «Siendo todavía estudiantes de bachillerato,
gracias a uno de nuestros profesores que era, si lo recuerdo bien, sobre todo
investigador de nombres de personas, aprendimos lo que es un filólogo.
También en otros aspectos era un profesor excelente, y no era tanto el atrac­
tivo de esta investigación de nombres que, por ejemplo, me hizo comenzar
la carrera con estudios de filología alemana, sino la actitud personal de este
hombre que raras veces se desviaba en las clases para hablar de sus preferen­
cias y que no se dejó seducir por su interés por ellas. Se trataba de algo que
en el fondo no era apto para nosotros y por eso no quería explicárnoslo, esto
era lo que convencía, esta conciencia de sí mismo, que se aguantaba.»58
Como Gadamer decía a menudo en años posteriores,59la educación escolar

57. GW 2, 481.
58. Conferencia de Hans-Georg Gadamer en Festschrift zur 400jahrigen Jubel-
feier der Schule zum Heiligen Geist in Breslau (1538-1938), 1938, pág. 90.
59. Ver, por ejemplo, la conferencia de Gadamer del 1-2-1996 en Mannheim,
«Zwischen Gedanke und Wort - eine Philosophie des Hòrens»: «Sin quererlo me
pregunto cómo puede sobrevivir el único valor perenne de la escuela bajo este
tipo de regulación [en los programas educativos obligatorios de la actualidad]. Y
el valor perenne de la escuela era la admiración que cada uno que hubiera estado
en ella tenía, por lo menos, por uno de sus maestros. No siempre fuimos llevados
de este modo por el camino correcto. Se me permitirá, tal vez, relatarlo de manera
personal. Yo pasé mis últimos años de escolaridad secundaria en Breslau durante la
Primera Guerra Mundial. Obviamente, esto no era ideal con relación a la situación
del cuerpo docente, ya que los más jóvenes estaban en la guerra. [...] Pero entre los
jóvenes había alguno que otro nuevo docente, y el mejor de ellos, a quien después
tuve como profesor en las clases superiores, era, desafortunadamente, un estudioso
de las lenguas, de tal manera que yo decidí, naturalmente, estudiar filología ale­
mana. Alto alemán antiguo y gótico, alto alemán medio, etc., los aprendí; pero debí
desprenderme primero poco a poco, agradecido, de ese modelo —que, con todo,

75
se produce en primer lugar gracias al encuentro con un profesor al que se
admira y cuyo ejemplo se quiere seguir. En el caso de Gadamer era el doctor
Hermann Reichert, el mencionado investigador de nombres de familia.60
Aunque su tema no interesaba a nadie especialmente, impresionaba su per­
severancia, esta actitud del científico puro y entregado a su objeto. La cien­
cia vivida y ejercida como profesión tenía que dejar una honda impresión en
medio de un mundo que se estaba desmoronando por la guerra. Esta acti­
tud estoica del puro científico estaba muy presente en este colegio durante
aquel tiempo de ocaso. El director Oswald ReiíSert, conocido en Silesia
como autor de poemas satíricos,61 propuso a sus alumnos en 1917 el si­
guiente tema para una redacción libre en alemán: «¿En qué medida la vida
humana es una lucha constante?»62 La vida de los alumnos de entonces y la
vida en general, ¿acaso era otra cosa que una lucha por la vida? ¿Se podía ha­
cer otra cosa en aquella situación mundial totalmente absurda que conti­
nuar sin vacilar y estoicamente el propio camino de formación? Aún en la
Segunda Guerra Mundial Gadamer tendría ocasión para reafirmar este mis­
mo principio.
El director Reifíert, al que llamaban «direx», también enseñaba inglés
y Gadamer estudió con él esta lengua, aunque para su rama no era una asig­
natura obligatoria. Los alumnos podían escoger entre hebreo e inglés siguien­
do un programa de dos años. El tiempo era demasiado corto para un domi­
nio satisfactorio, pero aun así Gadamer llegó a entusiasmarse por Shakespeare
(un autor que George también había traducido), y un día se compró una
edición inglesa de Hamlet.63 No era una lectura fácil para sus conocimien­
tos de aquellos años, pero esta obra le confirmó que también en la época de
Shakespeare la vida había sido una lucha desesperada.

lo era- y encaminarme entonces hacia cosas nuevas que me condujeron hacia la filo­
sofía. Por lo visto, y para preocupación de mi padre, esto me estaba determinado
por la naturaleza. Evidentemente, mi padre era un investigador de la naturaleza, y
por eso era para él una tremenda desdicha que yo fuese, de ese modo, a lo de los
profesores palabreros.»
60. Según una conversación tenida el 19-3-1996.
61. Respecto de la importancia y la obra de Reifiert en Breslau, ver Udo Worf-
fel, Geheimrat Dr. Oswald Reifíert - Schulmann und Poet in Breslau, en Der Schle-
sier, 7-10-1994, suplemento 4.
62. Ver los recuerdos de Eberhard Neukirch, en Festschrift zur 400jahrigen
Jubelfeier der Schule zum Heiligen Geist in Breslau (1538-1938), pág. 93s.
63. Ver la conversación en Gadamer-Lesebuch, 1997, pág. 280s.

76
Esta lucha por la vida también fue tema de controversias religiosas en
las que Hans-Georg Gadamer se vio involucrado aún como escolar. Su pro­
fesor de religión, Hardell, defendía la tesis ilustrada de que la religión había
surgido del miedo,64 pero justamente el profesor de griego, de nombre Bür­
ger, se oponía a esta posición por su antigua convicción pietista. Las sim­
patías del joven estaban del lado de la retórica ilustrada: «El coraje del
ilustrado empecinado que defendía esta tesis me impresionaba más que el
algo pedantemente ortodoxo contrincante, que ya por sí mismo estropeó
muchas cosas con sus clases de griego empapadas de beatería».65 Éste fue su
primer encuentro con la crítica ilustrada a la religión a la que volvería a
encontrar más tarde en la consigna de Bultmann de la desmitologización.
Aún en Verdad y método este tema ocupa un capítulo central, porque al
comienzo de sus estudios universitarios, Gadamer encontró en la obra Ent-
weder - Oder (O lo uno o lo otro) de Kierkegaard una crítica a la Ilustra­
ción que descubría como núcleo de verdad de la cuestión religiosa la pre­
gunta por el sentido de la propia existencia. Desde ahí había que plantear
a'la Ilustración la pregunta de si su «conocimiento distanciado» podía hacer
realmente justicia al fenómeno religioso.
Gadamer recibió una primera preparación para Kierkegaard en su últi­
mo año escolar, cuando el joven profesor de alemán, Maetschke, impartió
como sustituto las clases de religión. Es probable que Maetschke hubiera

64. Schule und Hochschule in Geschichte und Gegenwart, 1988, pág. 17: «Uno
de nuestros maestros, el Sr. Hardell, comenzó su aportación diciendo: “La esencia
de la religión es el temor” [...] Y le escuchamos, entonces, atónitos, desconcerta­
dos por esos tonos nuevos como también, en general, por ese pathos ilustrado que
tenía el hombre. Cuando entramos a la siguiente hora de clase -era de griego-,
entraba el Sr. Bürger, un viejo pietista; y él pronunció el discurso opuesto, procu­
rando dejarnos en claro qué clase de impío palabreo había sido aquello.»
65. PL, pág. 9. A propósito de Bürger, ver también los recuerdos de alumno
de Erich Wiepert en el libro conmemorativo de 1938, pág. 81: «Era un hombre de
una piedad encarnizada. Con la mirada agitada por la ira, el índice levantado y exha­
lando el aire a golpes por la nariz al respirar, acometía contra el escéptico. Y cuan­
do, casi siempre con disimulo, se lo distraía del tema con una acotación tonta o sin
importancia sobre los Gracos, sobre Spener o sobre la santificación del domingo
para que no prestara atención a nuestra insuficiente preparación, tras las espaldas
de los que estaban en la primera fila se anotaban celosamente las flores más her­
mosas de sus prédicas. Sus conceptos acerca del mundo de ideas, de los intereses y
las alegrías de los adolescentes de la gran ciudad tenía a veces, en su ingenuidad
y falta de relación con la vida, algo conmovedor.»

77
asistido a las clases de Bultmann (quien enseñó en Breslau de 1916 a 1920)
y que haya asimilado en ellas algo del concepto kierkegaardiano de la «simul­
taneidad» del mensaje cristiano. Gadamer quedó como hechizado cuando
Maetschke hablaba del cálculo de Kierkegaard según el cual desde la épo­
ca de Jesús sólo habían pasado sesenta generaciones. De otro modo se pen­
saría que había tenido lugar en tiempos muy arcaicos. Y la llamada a la fe
no apuntaba a un balance posterior al final de los tiempos, sino a la deci­
sión que se exige en cada momento a las personas. No se trataba, por tan­
to, de una historia abstracta y lejana, en la que se cree por motivos con­
ceptuales, sino de una historia verdadera, que incluye a uno mismo. Gadamer
estaba asombrado. En aquellos años no tenía ni idea de que detrás de estos
argumentos ya estaba Bultmann o Kierkegaard con su tema principal de
la simultaneidad de la fe cristiana. Pocos meses después, cuando comenzó
sus estudios universitarios, leyó finalmente a Kierkegaard -también con­
vertido en una moda en estos años—, en la excelente aunque muy libre tra­
ducción de Schrempf, y así conoció la crítica a la Ilustración que seguiría
siendo un elemento importante en su filosofía hermenéutica.

78
IV. Los estudios en Breslau: sentimientos de hundimiento
y filosofía científica

El año 1918 marcó un punto de viraje en la historia mundial, pero también


en la vida de Gadamer. A diferencia de la mayoría de los estudiantes, el
comienzo de sus estudios universitarios no coincidió con una despedida de
la casa paterna. Ante la creciente y cada vez más aguda miseria económica,
para no hablar de la política, parecía aconsejable que siguiera viviendo
con el padre. Sólo el matrimonio en 1923, después de la poliomielitis, lle­
vó a Gadamer a separarse físicamente de su familia. Sin embargo, una sepa­
ración simbólica ya se produjo con la elección de la carrera universitaria. Se
puede imaginar cuantas preocupaciones tenía que causar (con razón) al
padre.1Hans-Georg encontró apoyo entre los amigos y colegas de éste. Así,
el físico Clemens Schaefer y el filólogo clásico Wilhelm Kroll pertenecían
a los que defendieron sus inclinaciones literarias frente al padre.2Consiguieron
un éxito a medias: Johannes Gadamer dejó que su hijo «hiciera lo que que­
ría, pero estuvo muy descontento durante toda su vida».3La expresión «dejar
hacer» revela, sin embargo, que el padre debió de ser más comprensivo ante
la difícil y sufrida situación de su hijo de lo que éste estaba dispuesto a con­
ceder en afirmaciones posteriores. Tal vez Johannes Gadamer tenía la espe­
ranza de que una mayor madurez llevaría a su hijo paulatinamente al buen
camino, y los estudios de filología germánica también podían entenderse
como una continuación de la formación general del bachillerato. Precisa­
mente en una época política y socialmente desasosegada, una buena cultu­
ra general podía ser beneficiosa. Éste podría haber sido el argumento del físi­
co católico Schaefer y del filólogo clásico Kroll, cuando respaldaron el deseo
de Hans-Georg de adquirir una orientación intelectual más amplia. No obs­
tante, Hans-Georg había interiorizado de tal manera la oposición de su padre

1. Ver la entrevista con Hans-Georg Gadamer en Ruprecht, Heidelberg, n° 35,


1995, pág. 3: «Qué cree usted que me echó en cara mi padre, que era químico, cuan­
do le dije que quería estudiar ciencias del espíritu. Según su opinión, yo me jun­
taba a los “profesores palabreros”.»
2. PL, pág. 10.
3. G W 2,479.

79
que comenzó sus estudios con cierta mala conciencia y que siempre se esfor­
zó por tener buenos resultados. Aún en su edad de anciano tenía a veces
«ciertos sueños de que su padre pudiera tener conocimiento de la fama mun­
dial que había adquirido en su especialidad».4
En la primavera de 1918, Hans-Georg recibió su certificado de «madu­
rez» -como se llama en Alemania el título de bachiller- del colegio del San­
to Espíritu. El padre tomó esta ocasión como motivo para abrir a su hijo
una cuenta de 10.000 marcos, pero con la condición de que no podía com­
prarse libros con ese dinero. En cierto modo fue el último intento de adver­
tir a su hijo de la inutilidad de una dedicación a lo puramente literario. Esta
imposición hizo que la cuenta quedara sin tocar hasta que el dinero perdió
todo su valor con la inflación. La madrastra, que siempre había apoyado sus
estudios del francés, planeó para él un viaje a Lausanne, donde debería per­
feccionar sus conocimientos ya muy buenos de la lengua francesa. En aque­
llos años, estaba aún considerada como lengua mundial y entre los futuros
estudiantes se había convertido en una moda ir a Lausanne para aprender
un francés impecable y tal vez también para adquirir alguna experiencia
mundana.5 Francia, como enemigo de guerra, lógicamente no entraba en
consideración para estos propósitos. Mas, la miseria que conllevaron los últi­
mos meses de la guerra estropeó los planes de ir a Lausanne. Finalmente,
sólo a los 33 años Gadamer pudo hacer sus primeras experiencias en el
extranjero, cuando viajó a París en abril de 1933, también esta vez en tiem­
pos muy revueltos. Por eso, cuando se jubiló en 1968, dio satisfacción
con especial avidez a sus ganas de viajar.
Así, las vivencias de Gadamer se limitaron aún durante muchos años
a la escena del interior de Alemania,6 que en 1918 estaba dominada por una

4. Expresado en una nota sobre Hans-Georg Gadamer en Zeit-Magazin, 28-


12-1990.
5. Ver el relato de Julius Ebbinghaus (nacido en 1885), que era alumno del
Magdalenum, en PSd II: «Siguiendo la moda de aquel tiempo, en el primer semes­
tre fui a Lausana. Inmediatamente después, en agosto y septiembre, participé en los
cursos de vacaciones en Grenoble, donde, sobre la base de lo aprendido en la escue­
la, pude aprender a hablar un francés no solamente fluido, sino [...] también sin
acento extranjero».
6. No ha de perderse esto de vista si se quiere interpretar las frecuentes refe­
rencias que, en sus escritos hasta alrededor de 1948, hace Gadamer acerca de la
nacionalidad alemana y del derrotero del destino del pueblo alemán. A él le estu­
vo vedado un mundo de experiencias diferentes, que hoy puede parecerle eviden­
te a la juventud occidental.

80
atmósfera de catástrofe. A nivel político la guerra mundial y el imperio se
acercaban a un súbito y humillante fin para el país, seguido en todas partes
por numerosos intentos de revoluciones y golpes de Estado, tanto desde la
izquierda como desde la derecha, que revelaban una profunda desorienta­
ción. No se podía continuar simplemente con el orden antiguo, pero el nue­
vo aún no tenía perfil alguno. La Revolución de octubre en Rusia había
dado nuevos impulsos al movimiento obrero, pero al mismo tiempo sus­
citó el miedo a lo «asiático». A duras penas se impuso en Alemania una débil
democracia según el modelo occidental, pero la creciente miseria econó­
mica y la delicada y vergonzosa cuestión del pago de indemnizaciones hicie­
ron que muchos estaban en contra de todo lo occidental. La democracia, el
parlamentarismo y también la economía de mercado «occidental» se con­
sideraban como palabras vacías, e incluso como cinismo mentiroso a la vis­
ta de las humillaciones y privaciones que el Tratado de Versalles impuso al
pueblo alemán. La democracia impuesta «desde fuera» parecía llevar, ade­
más, a insuperables peleas entre partidos y divisiones nacionales que ame­
nazaban la unidad de Alemania, alcanzada con orgullo bajo el gobierno
de Bismarck. Incluso se llegaron a responsabilizar a los defensores de la
democracia del ominoso Tratado de Versalles, y este cortocircuito de la lógi­
ca política se convertiría en el trágico resultado de la república de Weimar.
En la actualidad es lo más habitual ver en las conexiones más diversas
y nebulosas unas «crisis». Pero ninguna generación tenía un sentimiento tan
fuerte de crisis como la de Gadamer en el año 1918. El best seller de Oswald
Spengler, E l ocaso de Occidente, se hizo famoso porque resume este espíri­
tu de la época. Gadamer sólo lo menciona ocasionalmente,7en cambio remi­
te con mayor frecuencia al pequeño libro de Theodor Lessing, con el títu­
lo Europa und Asien? que hablaba en términos parecidos al comparar Europa

7. Ver GW 10, 209.


8. Theodor Lessing, Europa undAsien, Verlag der Wochenschriít DIE AKTION,
Berlín-Wilmersdorf, 1918. La primera edición del escritor judío que leyó Gadamer
tiene apenas 128 páginas. Más tarde, cuando se lo conoció bajo el título Untergang
der Erde arn Geist, el libro se tornó mucho más extenso (5a edición, 1930). El texto
establece, de acuerdo con Schopenhauer, los valores de la capacidad, del rendimien­
to, del saber (1918, pág. 12), como características funestas de la cultura europea.
Lessing ve en esa «superstición del progreso» la «última religión europea» (72). Fren­
te a ello, él encomia la actitud pesimista, de renuncia al mundo, propia de la cultura
asiática. El libro produjo en 1918 una fuerte impresión en Gadamer. Ver SUNY-Ges-
pràche, tomo 3 A, pág. 3: «Por supuesto con razón, caracteriza usted la época

81
con las posibilidades totalmente diferentes de Asia y la India. Lo que se había
hundido era lo que hoy se llama la historia del éxito de la ciencia moderna
y de la civilización basada en ella: «De un solo golpe se había terminado la
imagen optimista del futuro y el sentimiento de vida que confiaba en el pro­
greso».9 Esta experiencia se basaba en la convicción de que las batallas de
materiales de la Primera Guerra Mundial eran la consecuencia del des­
arrollo moderno. La Modernidad, es decir, el despliegue de la ciencia como
mera técnica parecía llevar directamente a los combates de trincheras de la
Primera Guerra Mundial, a las que Ernst Jünger dio expresión en su libro

como un tiempo de gran confusión, pues la tradición militar del Estado de Prusia,
que configuró al Estado alemán, se interrumpió en forma muy repentina y fue suce­
dida, sin que las condiciones sociales para ello estuviesen dadas, por una república
democrática -y de muy sabia constitución- que tenía, empero, como se notaría más
tarde, un único punto débil. Se conoce esto como la famosa leyenda de la puñalada,
y se lo encuentra, por ejemplo, en la conocida frase que Wilamowitz hizo escribir en
el monumento a los caídos en guerra en Berlín: Invictis, vieti, victuri. Esto quiere de­
cir: a los invictos, de los vencidos, que en el futuro vencerán. Esta era la vieja genera­
ción de la era prusiana y de Guillermo II, que se expresaba en esta frase y que, eviden­
temente, era también escuchada por la juventud, es decir, por los oficiales y soldados
de la Guerra Mundial. [...] Mi despertar en el sentido de la relación crítica con nues­
tra cultura -creo que lo he escrito también en mi autobiografía—fue Theodor Les­
sing, Europa undAsien. Era, pues, por ejemplo, semejante a la atmósfera de hundi­
miento propia de Spengler, no primariamente nacionalista, sino, por el contrario,
escéptico frente a la ética del rendimiento propia de la tradición alemana, prusiana.
De esa manera, se producía una separación respecto de la propia casa paterna.» Ver la
versión editada, traducida y algo abreviada, Hans-Georg Gadamer on Education, Po­
etry, and History. Applied Hermeneutics, comp, por Dieter Misgeld y Graeme Nichol­
son, SUNY Press: Albany, 1991, pág. 135s. Más referencias a Lessing se encuentran
en GW 2, 480, como también en PL, pág. 11. Para una caracterización de Lessing,
que el 30-8-1933 fue asesinado en su exilio en Marienbad por nazis alemanes de los
Sudetes, ver Rainer Marwedel, Theodor Lessing1872-1933. Eine Biographie, Darms­
tadt und Neuwied: Luchterhand, 1987.
9. H G G , D as Erbe Europas, Frankfurt a.M.: Suhrkamp, 1989, pág. 9. Acerca
del surgimiento del existencialismo a partir de esta situación de extravío, ver GW
3, 110: «De ese modo, fue la así llamada filosofía existencial la que dio la impron­
ta filosófica más fuerte a esta época entre las dos guerras. Su punto de partida fue
el malestar que despertó la orientación por los hechos científicamente comproba­
dos, orientación que estaba en la base de la filosofía neokantiana contemporánea.
La figura académica del idealismo trascendental ya no era suficiente para una gene­
ración que había sido sacudida por las batallas de materiales de la Primera Guerra
Mundial.

82
Tempestades de acero de 1920, caracterizando de una manera sobrecogedo-
ra la época y la nación alemana. No era la manifiesta estupidez de los pro­
pios políticos lo que llevó a la catástrofe, o sea, no la falta de ilustración,
sino precisamente su despliegue consecuente. Las reflexiones de esta índo­
le se intensificaron aún más con motivo de la Segunda Guerra Mundial. Los
representantes de la Escuela de Frankfurt, por ejemplo, veían en los cam­
pos de exterminio de los nazis las últimas estribaciones de una Ilustración
desquiciada. Tal vez una idea algo descabellada, pero que establece una cone­
xión entre Ilustración, en su sentido de ciencia, y decadencia, que el joven
Gadamer ya intuía. Aquella experiencia de crisis era tal vez la primera y en
su momento muy conmocionante manifestación del actualmente muy exten­
dido y en parte domesticado escepticismo frente a la ciencia.
Se consideraba que el hundimiento de la cultura científica, sinónimo
de Occidente, habría sido la consecuencia inmediata de la Primera Guerra
Mundial y de sus «combates de materiales», a menudo mencionados por
Gadamer.10Pero los acontecimientos aún peores de la Segunda Guerra Mun­
dial (y el macabro discurso de la «guerra total»), así como las armas nucle­
ares han contribuido a que tal vez hayamos perdido el sentido por los com­
bates de materiales de aquella época. El ejemplo más famoso de dichos
combates lo ofreció la ofensiva a orillas del Somme, que duró de julio a
noviembre de 1916 y en la que murieron 267.000 soldados alemanes. Los
«materiales» en estos combates tenían diversos sentidos. En primer lugar se
trataba de enfrentamientos en los que los soldados no tenían ninguna impor­
tancia ni honor, puesto que el resultado de la contienda bélica dependía
exclusivamente de la eficacia de la artillería. La antigua actuación de «caba­
lleros guerreros» había quedado sustituida por el enfrentamiento de dos
tipos de armas. En este sentido, Paul Natorp, que era profesor de Gadamer,
hablaba en 1921 todavía de «las masas sacrificadas espiritual y físicamente
y rebajadas a piezas de máquinas en los abismos de las chirriantes diso­
nancias de una guerra feroz».11 En segundo lugar, estos combates también

10. La primera referencia a los efectos destructores para la cultura de la Pri­


mera Guerra Mundial en las obras de Gadamer se encuentra en la conferencia «Die
Philosophie in den letzten dreifiig Jahren» [«La filosofía en los últimos treinta años»],
del año 1951, es decir, inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, en
Ruperto-Carola (5), 1951, pág. 33: «La catástrofe de la Primera Guerra Mundial
había sacudido una conciencia de cultura que se basaba en el avance de la ciencia».
11. Paul Natorp, Selbstdarstellung, en Die deutsche Philosophie der Gegen-
wartin Selbstdarstellungen, сотр. por R. Schmidt, Leipzig: Meiner, 1921, pág. 155.

83
eran puramente «materiales» porque no llevaban a ningún verdadero resul­
tado o victoria, lo que sólo aumentó la absurdidad de toda la empresa. Toda
la maquinaria bélica parecía completamente inútil. También la batalla a ori­
llas del Somme no llevó a ningún resultado importante, algo que se puede
decir casi de toda la Primera Guerra Mundial. Por eso los alemanes estaban
tan sorprendidos cuando su país, cansado de la guerra, tuvo que capitular
de repente. Creían que los generales que renunciaron a sus cargos y aún más
los políticos dispuestos a la paz sólo podían haber sido traidores, lo que lle­
vó a la fatal leyenda de la «puñalada». El armisticio del 11 de noviembre de
1918 fue la culminación del desconcierto y significó para Alemania una
derrota especialmente humillante porque el motivo del desencadenamien­
to de la guerra había sido una cuestión de prestigio.
Gadamer vivió el dramático fin de la Primera Guerra Mundial cuan­
do comenzó su época de madurez, o sea, en los años en los que se forma
algo así como un carácter. En una recensión de un libro de Nicolai Hart­
mann, publicada en la prestigiosa revista Logos, Gadamer mismo habló de
«un mundo que ha perdido la confianza en sus propios ojos».12Tal vez no
es exagerado ver en esta experiencia del trágico final de la Primera Guerra
Mundial una de la raíces secretas del pensamiento de Gadamer, sobre todo
cuando se piensa en el latente escepticismo de su hermenéutica ante la cien­
cia, en su acentuación del carácter negativo de toda experiencia auténtica,
pero también en su tesis acerca de la naturaleza excéntrica de la subjetivi­
dad humana, que más que conducir su destino, lo sufre. Como se lee en
Verdad y método-. «En verdad, la historia no nos pertenece, sino que nos­
otros pertenecemos a ella. [...] La autodeterminación del individuo no es
más que un centelleo fugaz en el circuito cerrado de la corriente de la
vida histórica».13También podemos pensar en las tesis gadamerianas sobre
la marcha casi autónoma de la historia, en las tesis sobre la historia de la
influencia y recepción y en la fecundidad de la distancia entre épocas, que
en aquellos años era dolorosamente ausente para ayudar a superar la expe­
riencia de la crisis.
La atmósfera revolucionaria, por otro lado, también tenía un efecto libe­
rador para la juventud de la época. Sobre los escombros del mundo antiguo

12. H G G , «Metaphysik der Erkenntnis. Zu dem gleichnamigen Buch von


Nicolai Hartmann», en Logos, (12), 1923/24, pág. 359.
13. WM, GW 1,281.

84
se abría otro, inseguro, pero nuevo. La miseria material y espiritual refor­
zaba el sentimiento de solidaridad entre los estudiantes. Así, Hans-Georg
Gadamer participó en muchos grupos de lectura. Puesto que en el semes­
tre de verano de 1918 y a comienzos del semestre de invierno de 1918-1919
la guerra aún no había terminado, en estos grupos de discusión los parti­
cipantes eran mayoritariamente chicas.14No sólo le introdujeron en un nue­
vo mundo de vivencias, sino también le aliviaron de la opresión de su casa
paterna. Gadamer escribió sobre las manifestaciones de noviembre, en las
que participó: «Me acuerdo de un detalle. Los obreros hicieron una gran
marcha de protesta, entre ellos también había muchas mujeres trabajado­
ras, y una de las estudiantes con las que observé esta marcha dijo con admi­
ración: “Casi ninguna lleva ya corsé”. Esto fue en cierto modo la primera
liberación (de la condena) que todavía oprimía los cuerpos de las mujeres».13
De todos modos es significativo que fuese una compañera de estudios la
que se dio cuenta de ello, y no Gadamer mismo. En los círculos de lecturas
frecuentados mayoritariamente por mujeres, Hans-Georg descubrió libros
orientadores, como Europa und Asien de Theodor Lessing, que cuestiona­
ron el ethos del rendimiento del hombre occidental y que dejaron profun­
das huellas en él. También encontró los Betrachtungen eines Unpolitischen
(Consideraciones de un apolítico) de Thomas Mann, Die Vaterlandslosen
(Los apátridas) de Hermann Bang y Entweder —Oder de Soren Kierkegaard,
todos ellos autores que eran ajenos a la universidad, pero que justamente
por esto atrajeron a Gadamer con sus diagnósticos acerca de la época. Todos
tenían en común el veredicto sobre el estado anticuado de Occidente y la
búsqueda de nuevos mensajes de salvación que querían poner fin a la racio­
nalidad científica que habría llevado a Europa al abismo. La dimensión
religiosa y el carácter irracional de la decisión existencial en la vida, a los
que apelaba Kierkegaard, la retirada a lo apolítico de Thomas Mann (la que
revocò posteriormente, como se sabe), la invocación de Oriente por
parte de Lessing, pero también la poesia de George, todo ello señalaba
en la misma dirección. Incluso movimientos estrictamente filosóficos, como
la fenomenología de Husserl, se entendían en un primer momento

14. Ver la conversación con Roswitha Grassi, «Breslauer Studienjahre. Hans-


Georg Gadamer im Gesprach», en Padagogische Rundschau 51 (1997), pág. 122,
por la que se tiene noticia de que Margarete Passon-Darge (1897-1949), más tar­
de conocida escritora, pertenecía al círculo de amistades de Gadamer en Breslau.
15. Breslauer Erinnerungen, loe. cit., 205.

85
como mensajes críticos de salvación.16 El famoso lema de Husserl y Hei­
degger: «¡Volver a las cosas mismas!»,17aunque bastante vacío, prometía algo
revolucionario, una despedida de antiguos procedimientos y el comienzo
de un viaje a nuevas orillas. El cumplimiento de semejante lema era menos
importante que su fuerza como llamada.
En estos grupos de lectura Gadamer conoció también a Frida Kratz,
que se convertiría en su esposa. Unas amigas le presentaron a ella y ambos
se dieron cuenta de que eran vecinos, puesto que Frida también vivía en
la Auenstrafie. Se encontraron por primera vez con motivo de un recital
de «La canción de la tierra» de Mahler, que fue también la primera vez
que Gadamer asistió a un concierto. Frida era hija del industrial Hans
Carl Kratz y tenía una formación de cantante. Tenía una buena voz de
timbre alto a cuyo repertorio principal y temperamento pertenecían las
canciones melancólicas de Schubert y Hugo Wolf. Aunque su talento no
alcanzaba para hacer carrera como cantante (si bien dio recitales en
círculos más reducidos), era suficiente para ayudar a alimentar inicial­
mente a la familia con clases de canto. Tenía intereses artísticos muy
amplios: se apasionaba por la literatura, el teatro y las lenguas extranjeras,
especialmente el castellano. Era dos años mayor que Hans-Georg y mucho
más hábil y sociable que él, de modo que contribuyó mucho a ampliar su
educación artística y musical y a fomentar su emancipación de la casa
paterna, aunque esto tuvo como contrapartida que él se encontraba en
medida creciente bajo su dominio.

16. Sobre el significado de «mensaje de salvación» que la fenomenología tenía


para Gadamer en aquel tiempo, ver PL, pág. 25, GW 10, 359s. Como texto ejem­
plificado^ loe. cit. pág. 427: «Sin duda, las expectativas con las que, en aquella épo­
ca, una generación joven se introducía en la disciplina metódica de la escuela feno­
menològica, pretendían mucho más que la fundación de la filosofía como ciencia
estricta. En una generación en búsqueda fermentaban necesidades no clarificadas
de orden religioso, político-social y moral-existencial que, con el derrumbe de la
cultura de preguerra, ya no podían ser satisfechas y hasta habían perdido toda orien­
tación.»
17. Ver la interpretación propia que de esa fórmula hace M. Heidegger en un
texto recientemente publicado: «Über das Prinzip ‘Zu den Sachen selbst’», en Hei-
degger-Studies (11) 1995, pág. 5-7: «Había que hacer valer el principio frente al error
de cálculo histórico de concepciones filosóficas —que era habitual y había llegado
a ser ya dominante—, frente al mero refugiarse en una postura filosófica fundamental
(la de Kant) presentada históricamente y asumida de ese mismo modo.»

86
En la familia de Frida Kratz había artistas famosos con los que también
mantenía contactos, como el arquitecto berlinés Hermann Muthesius18y la
escritora Ricarda Huch (1864-1947), que era su tía abuela.19Ricarda Huch
había escrito en aquellos años un libro de crítica a la época bajo el título
Entpersonlichung (Despersonalización),20 que seguía a Goethe, pero en el
espíritu de George, criticando la visión del mundo mecanicista y legalista
de la ciencia occidental. El libro se adhería a la concepción histórica mor­
fológica difundida por Theodor Lessing y Oswald Spengler, atribuyendo las
cansas de la mecanización a la Ilustración francesa e inglesa (especialmen­
te a Bacon). Esta imagen del mundo despersonalizador sofocaba la libertad
creadora y llevaba a una esclavización o «judaización» del ser humano. Como
fuerza contraria, Huch reivindicaba la concepción luterana y goetheana del
individuo, que también sería más adecuada a la disposición artística y reli­
giosa de la totalidad del ser humano. En su tiempo, este libro no era muy
original, pero en su oposición a la Ilustración científica y a la tradición
alemana se pueden encontrar ciertos hilos que Hans-Georg Gadamer reto­
maría en Verdady método. Así, Huch escribe: «Nuestra época tiene una ten­
dencia extraña y siniestra de buscar leyes. No es una novedad que funda­
mentamos en ellas todos los fenómenos de la naturaleza; pero ahora queremos
encontrarlas también en todos los fenómenos de la vida y del espíritu, en el
arte, la historia, en los sentimientos y los pensamientos. Nos convertimos
en judíos poniéndonos bajo la ley».21 No es improbable que Hans-Georg
Gadamer conociera este libro y que las intuiciones desarrolladas en él, que
cuestionaban y al mismo tiempo reflejaban el espíritu general de la época,
se acercaran a sus propias inclinaciones.
La desorientación y la liberación de la época se unían con un deseo de
experimentar que también se plasmó en los estudios de Gadamer. El 22
de abril de 1918, pocos meses antes del final de la guerra, se había matri­
culado en la Facultad de filología germánica. Como le había dicho su pro­
fesor de alemán Reichert en el colegio, también en esta especialidad esta-

18. Para una caracterización de su obra, ver Hermann Muthesius (1861-1927),


Ausstellung in derAkademie der Künste vom 11. Dezember 1977 bis zum 22. Januar
1978, Berlín 1977.
19. Carta de Frida Gadamer a Gerhard Krüger del 8-7-1946 (en el archivo pòs­
tumo de Krüger en UAT).
20. Leipzig: Insel, 1921.
21. Ricarda Huch, Entpersonlichung, Leipzig: Insel, 1921, pág. 7.

87
ban presentes la ciencia y la verdad. Para citar la última y famosa frase de
Verdady método, aquí se manifestaba una «disciplina del preguntar y del
investigar que avala la verdad».22 Sin embargo, sus profesores de filología
germánica en Breslau pronto decepcionaron a Hans-Georg Gadamer. Al
comienzo mismo de sus estudios, en el semestre de verano de 1918, asistía
al curso de Theodor Sieb sobre «Poesía de aliteración del antiguo alto ale­
mán y bajo alemán», cuya formalidad le desagradaba. Más interesante le
parecía la psicología, de la que esperaba, como cuenta en su autobiografía,
un profundo conocimiento del ser humano al estilo de Shakespeare o Dos­
toïevski.23Pero comenzó a faltar a las clases cuando el profesor (Matthias
Baumgartner) hizo observaciones sobre psicología infantil, que sólo dela­
taban que no dominaba esta materia.24
En su desorientación, a Gadamer se le abrió una ventana al mundo cul­
tural de Asia gracias a la lectura de Europa undAsien de Theodor Lessing.
El hundimiento de Occidente tenía que agudizar la sensibilidad por esta
cultura tan diferente para la que no existía la ciencia, la idea de progreso y
la subjetividad o al menos no tenían el valor que, en su opinión, se había
convertido en el fatal destino de Occidente. Así, Gadamer estudió en Bres­
lau coranística (con Franz Praetorius) y sánscrito (con Otto Schrader). ¿Se
podía encontrar tal vez en estas disciplinas una salida del camino sin sali­
da occidental? Como muchos de sus coetáneos, Gadamer llegó a admirar
profundamente al escritor indio Rabindranath Tagore, galardonado en 1913
con el Premio Nobel, que en esta ocasión fue concedido por primera vez a
un autor fuera del ámbito cultural occidental. Paul Natorp, quien en años
posteriores tuvo tendencias místicas, invitó a Gadamer a lecturas de Tago­
re. Cuando éste visitó Marburgo en 1921, también pudo verlo en perso­
na.25 Por tanto, se puede decir que Gadamer hizo muy pronto -y mucho

22. WM, GW 1,494.


23. PL, pág. 10.
24. Matthias Baumgartner (1865-1933) ocupaba en Breslau la cátedra del con­
cordato católico y era un comprobado conocedor de la escolástica, tal como lo mani­
fiesta su excelente presentación de la escolástica en el Ueberweg-Kompendium. Las
clases de psicología pertenecían a sus actividades obligatorias. Como si quisiese arre­
drar a los oyentes ante la participación en las clases, que comprendían cuatro horas
semanales, las había colocado a las 7 de la mañana de lunes a jueves.
25. PL, pág. 19. A propósito de la admiración de Natorp por Tagore, véase
Ulrich Sieg, Aufitieg und Niedergang des Marburger Neukantianismus. Die Geschichte
einer Schulgemeinschajt, Würzburg, 1994, pág. 456.
antes que los intentos parecidos de Heidegger en esta dirección- un «viaje
a Oriente», y por motivos parecidos a los de su maestro en años posterio­
res. Tal vez se podía entrever allí un sendero fuera del nihilismo occidental,
que en el propio ámbito cultural sólo lo señalaba la poesía.
El primer encuentro de Hans-Georg Gadamer con la filosofía fue casual
y se produjo gracias al profesor Eugen Kühnemann (1868-1946) de Breslau,
quien, en el semestre de verano de 1918, ofreció un curso para futuros filó­
logos germanistas y filósofos bajo el título «Explicación de la Crítica de la
razón pura de Kant como introducción al estudio de la literatura alemana».
Gadamer había «incubado» la Crítica de la razón pura en el ejemplar de su
padre, pero «no salía ni la menor idea comprendida de él».26 Kühnemann,
un amigo de sus padres, era famoso por su retórica exaltada, a la que Gada­
mer encontraba poco sustanciosa: «Con él me sentía como Sócrates ante la
suntuosidad retórica de Protágoras. Todo sonaba demasiado bien. Me que­
dé aturdido pero no instruido».27 No obstante, Kühnemann contribuyó a
enseñar al principiante los conceptos básicos de la lógica y la disciplina filo­
sófica. Había alquilado un piso en el viejo castillo de Krietern, en el sur de

26. PL, pág. 12. Difícilmente revela mayor comprensión la descripción en GW


10, 260: «Leí, por cierto, teniendo dieciocho años, la “Crítica de la razón pura”,
pero con seguridad entendí solamente lo que de ella hacían los neokantianos de
Breslau.» Tal como son las primeras impresiones, es posible que una cierta aversión
de Gadamer ante Kant provenga de esos primeros años. Gadamer encontrará más
tarde de manera consecuente sus tres grandes maestros de la modernidad en Hegel,
Husserl y Heidegger (GW 3, V), en cada uno de los cuales se puede observar un
regreso a los griegos. Sin embargo, su comprensión de Kant experimentó un cam­
bio gracias a la investigación kantiana de su amigo Gerhard Krüger, quien, como
él, había sido alumno de Hartmann y de Heidegger. En efecto, en su libro de 1931
sobre Kant, Krüger mostraba que Kant no tenía la intención de reemplazar la obso­
leta metafísica por la teoría de la ciencia, sino que pretendía más bien contener el
orgullo de la Ilustración por medio del regreso a una metafísica de las costumbres.
A través de Krüger, Gadamer se dio cuenta de que la evidencia vinculante de la
ley moral constituía el impulso positivo para una metafísica. Todos los trabajos pos­
teriores de Gadamer sobre Kant son tributarios de aquella lectura.
27. PL, pág. 12. Ver las memorias de Helmut Kuhn, que había escrito su
tesis doctoral sobre Schiller bajo la tutela de Kühnemann, in PSd III, pág. 242: «Su
[de Kühnemann] necesidad de pronunciar discursos fue fatal para él en el Tercer
Reich. Mientras erraba por el Riesengebirge, comprometido, indigente y cubierto
solamente por un albornoz, fue muerto a golpes por los rusos durante un tumulto
en la calle del pueblo, en abril de 1945.

89
Breslau, donde invitaba los domingos un círculo de personas para leer poe­
sía clásica.28También en este lugar Gadamer podría haber comprendido que
hay puentes transitables entre la poesía y la filosofía. Pero detrás de la bella
retórica tenía que haber una sobria objetividad filosófica.
Así, poco a poco se alejó de Kühnemann. En cambio, se sintió atraído
por el profesor progresista Siegfried Marck (1889-1957), porque su marxis­
mo hegeliano coincidió con una tendencia que estaba en el aire desde la Re­
volución de octubre, que tenía muchos atractivos para los alemanes en su
profunda incertidumbre.29 Gadamer vio muy claramente que una filosofía
de acento social era una de las necesidades mayores del momento, aunque
su disposición interior seguía tendiendo más bien al alejamiento del mun­
do. Para su espíritu inseguro, que se había formado con George, Tagore,
Theodor Lessing y Kierkegaard, tal vez era lo mejor dejar que este mundo
lleno de tristeza se las arreglara por sí mismo. Era demasiado periodístico,
demasiado folletinesco y hasta vulgar interesarse demasiado por los asuntos
del mundo. Tenía que ser posible encontrar los valores permanentes en otra
parte. No se hallaban sólo en la posición de rechazo al mundo de un Geor­
ge, sino también en el pathos de la ciencia. Gadamer aprendió de una mane­
ra imborrable con sus primeros profesores neokantianos en Breslau que la
ciencia no era sólo el dominio de los investigadores de la naturaleza y que
también se podía obtener un rigor en la filología y aún más en la filosofía.
Desde su trasfondo poético y literario la cuestión que tal vez le haya queda­
do pendiente era si esta ciencia no iba demasiado al arrastre de la ciencia na­
tural. Este tema se convertiría en uno de los temas conductores de toda su
obra: La filosofía, el arte, la filología y la historia se pueden considerar legíti­
mamente como fuentes de la verdad y como ciencia, pero hay que pregun­
tarse si su rigor sólo se guía por principios metodológicos.
Este planteamiento de larga maduración, que luego desembocaría en
Verdady método, tuvo sus inicios en la enseñanza del neokantiano Richard
Honigswald (1875-1947) de Breslau, al que Gadamer se acercó más inten­
samente en el segundo semestre de sus estudios, y a quien, en años poste­
riores, reconocería como su primer maestro filosófico. En Breslau, Richard
Honigswald era considerado como una autoridad indiscutible. Al lado de

28. Breslauer Erinnerungen, loe. cit., pág. 205.


29. Ver Marck, Siegfried, Hegelianismus und Marxismus, Berlín: Reuther &
Reichard, 1922. Ver la conversación con R. Grassi, «Breslauer Studienjahre», en
Pàdagogische Rundschau 51 (1977), pág. 124s.

90
la hoy más famosa «Escuela de Marburgo» él era el representante principal
del «Neokantismo de Breslau». Gadamer llegó a conocerlo en el semestre
de invierno de 1918-1919, cuando asistió a sus lecciones sobre «Los pro­
blemas fundamentales de la teoría del conocimiento» y, en el semestre siguien­
te (el último que estudió en Breslau), cuando asistió a sus lecciones de
«Introducción a la filosofía científica». Se podría pensar que semejantes títu­
los más bien deberían haber ahuyentado al joven Gadamer con su inclina­
ción poética, pero no era así. Al contrario, incluso siguió las últimas lec­
ciones sobre filosofía científica con tanta atención que elaboró unos apuntes
muy cuidadosos. Anotó en estenografía palabra por palabra y transcribió
las lecciones a una versión limpia que entregó al archivo Honigswald (actual­
mente en Bonn), donde se puede consultar todavía.30 Resulta difícil decir
qué impresión causaron al joven Gadamer, porque en ninguno de sus pri­
meros escritos, ni en su tesis doctoral ni en su tesis para obtener el grado de
catedrático se refirió a Honigswald y mucho menos a estas lecciones.31 De

30. No está claro si Gadamer se refiere al curso del semestre de invierno de


1918/19 o del semestre de verano de 1919. En efecto, él cita este curso en GW 2,
480 bajo el título «Grundfragen der Erkenntnistheorie» [«Cuestiones fundamen­
tales de la teoría del conocimiento»]. Las listas de cursos de la Universidad de Bres­
lau demuestran que el curso que se llamaba «Grundprobleme der Erkenntnisthe­
orie» [«Problemas fundamentales de la teoría del conocimiento»] fue dictado por
Honigswald en el semestre de invierno de 1918/19, y el de «Einführung in die wis-
senschaftliche Philosophie» [«Introducción a la filosofía científica»] en el semestre
de verano de 1919. Como los apuntes llevan este último título, ha de tratarse, pues,
del curso dictado en el semestre de verano de 1919. Tal vez, la confusión proviene
también del hecho de que Honigswald publicó algo más tarde un libro intitulado
Grundfragen der Erkenntnistheorie. Kritisches und Systematisches [Cuestiones funda­
mentales de la teoría del conocimiento. Perspectivas críticas y sistemáticas] (Tubinga
1931), en el cual incorporó materiales tomados del curso de 1919, pero en el que,
no obstante, han quedado huellas de su confrontación con la ontologia fundamental
de Heidegger, muy críticamente analizada por él.
31. Según mi conocimiento, Gadamer hace referencia a Honigswald por vez pri­
mera en Verdady método, GW 1, 73 y 408, si bien en un contexto importante, ya que
encuentra en él la tesis de que el lenguaje, por principio, no es interrogable, tesis
que anticipa la concepción de Gadamer sobre la universalidad de la hermenéutica.
Ver también el comentario sobre su libro Analysen und Probleme. Abhandlungen zur
Phibsophie und ihrer Geschichte. Schriften aus dem Nachlass Band II, compilado por
Gerd Wolandt, Stuttgart: W. Kohlhammer, 1959, en Philosophische Rundschau 10
(1962), pág. 155-156. A propósito de la relación de Gadamer con Honigswald, ver
la extensa e ilustrativa conversación con R. Grassi, Breslauer Studienjahre, loe. cit.

91
todos modos llama la atención que las haya estenografiado tan minuciosa­
mente, porque no hizo lo mismo con las lecciones no menos importantes
de Heidegger, a las que asistió en los años veinte, y ningún editor de las lec­
ciones tempranas de éste pudo remitirse a apuntes de Gadamer. Es posi­
ble que el estilo extremadamente claro y riguroso de las lecciones de Honigs­
wald hayan sugerido y facilitado unos apuntes estenográficos tan precisos.
También Helmut Kuhn (1899-1991), un paisano de Breslau con el que
Gadamer fundó y dirigió posteriormente la revista Philosophische Runds­
chau, habla de este estilo: «Sus lecciones me parecían un modelo de una
argumentación vivaz, rigurosamente disciplinada y de una claridad crista­
lina; todo el auditorio escuchaba como hechizado. Aún más importante me
parecía participar en sus ejercicios académicos. En ellas, el arte del diálogo
filosófico libre, pero consciente en la orientación hacia una meta alcanzaba
aquí un grado de perfección que no puedo comparar con ninguna expe­
riencia posterior. Pese a su carácter impersonal era la primera e insistente
invitación a participar. Además, la psicología del pensamiento, que Honigs­
wald desarrolló sobre bases neokantianas, comenzó a extender su influen­
cia en Breslau».32
Según afirmaciones posteriores de Gadamer, las lecciones de Honigs­
wald eran para él en primer lugar una «buena introducción a la filosofía tras­
cendental», aquella filosofía trascendental de cuño neokantiano que pron­
to conocería más de cerca en Marburgo, donde estudió a partir de octubre
de 1919. Se puede sospechar que Gadamer también estenografió estas lec­
ciones porque ya sabía que pronto iría a Marburgo, puesto que en verano
de 1919 su padre había sucedido allí a su maestro Ernst Schmidt.33

32. Helmut Kuhn, en PSd III, pág. 241. Además, de esa presentación de sí
mismo se sigue también que Helmut Kuhn se inscribió en la Universidad de Bres­
lau en el otoño de 1919, es decir, exactamente en el tiempo en que Gadamer se
mudó a Marburgo. Gadamer y Kuhn se conocieron solamente con ocasión de la
famosa Jornada de Naumburg sobre lo clásico (en julio de 1930). Ver al respecto
PL, pág. 48, así como también el homenaje pòstumo de Gadamer a Kuhn en Phi-
losophische Rundschau 39 (1992), fase. 1/2, págs. 1-2.
33. Ver el acta sobre Johannes Gadamer en el Archivo Secreto del Estado de
Berlín, I. HA, Rep. 76, Va, see. 12, Tit. IV, n° 2, tomo 18, hoja 48. Como hemos
visto más arriba, desde hacía tiempo se hablaba de Johannes Gadamer para esa cáte­
dra. Él comenzó su actividad docente en Marburg el 25 de abril, pero su familia
se mudó a Marburgo sólo el 30-9-1919 (para el semestre de invierno).

92
El atractivo del contenido de estas lecciones consistía para Gadamer
probablemente en la afirmación de éstas de que, pese a todo, la filosofía y
la ciencia eran compatibles. Aunque se resistía contra esta posibilidad, tal
vez veía aquí la esperanza de una especie de reconciliación entre sus incli­
naciones poéticas y filosóficas y el ethos científico que le había sido incul­
cado en su casa paterna. Pero, en el fondo, ni él ni el espíritu de la época
creían realmente en lo que no dejaba de ser una especie de trágico intento
de salvación de la alianza occidental entre filosofía y ciencia. Sólo Heideg­
ger abriría en 1923 una nueva perspectiva para este intento, liberándolo así
de su situación aporética. Hasta este momento, Gadamer tuvo que expe­
rimentar en todo su alcance la tragedia de la situación equivocada de una
filosofía que andaba con paso cojo detrás de la ciencia.
Puesto que Honigswald llegó a ser importante para el camino de la vida
de Gadamer, puede ser oportuno recordar las líneas más representativas
de sus lecciones para el espíritu de la época. Prometiendo al comienzo mis­
mo un panorama introductorio de la filosofía científica, Honigswald dis­
tingue dos tipos de filosofía: «Uno la entiende como algo puramente exac­
to, otro, como algo puramente inexacto, uno cree que corresponde al tipo
de la lógica, otro la ve como algo que corresponde al tipo romántico de la
vivencia carente de lógica; uno la relaciona totalmente con los conceptos
y la comprensión, otro con el registrar de las vivencias intuitivas, uno la con­
cibe como un tipo de ciencia, otro como un tipo de arte».34
Esta separación misma podría haber atraído a Gadamer, quien debía
identificarse con el segundo tipo, inexacto y cercano al arte, de la filosofía.
Por eso debía ser especialmente interesante conocer también el otro tipo de
la filosofía, el que se orientaba por la ciencia, para indagar qué aspecto podría
tener una filosofía comprometida con la ciencia. ¿Acaso habría una posi­
bilidad de unir la filosofía con la ciencia rigurosa, tal como lo exigía Hus­
serl con tanta vehemencia en su famoso ensayo Logos de 1911 ?
No cabe duda de que Honigswald mismo se inscribía en la filosofía
científica. Estaba convencido de que toda ciencia se ocupaba de la verdad,
mientras que la filosofía apuntaba a una verdad en singular, al sentido y al
concepto de verdad. Tal como Honigswald formula el concepto de la filo­
sofía, se trata del «concepto de una ciencia que no se ocupa de la verdad

34. R. Honigswald, Einführung in die wissenschajtliche Phibsophie, apuntes de


clase de Hans-Georg Gadamer, pág. 1.

93
como las otras ciencias, sino que siempre trata de poner de relieve tam­
bién el concepto de verdad. Se trata de los presupuestos de la verdad, de los
presupuestos de los puntos de vista bajo los que trabajan las otras ciencias,
de condiciones bajo las que debe estar lo verdadero».35
Por tanto, la tarea de la filosofía es definir el concepto de verdad y las
condiciones de la verdad. Sin embargo, Honigswald previene del malenten­
dido que puede sugerir el anuncio de una filosofía científica, según el cual la
filosofía se referiría únicamente a la ciencia. Honigswald afirma que hay di­
versos tipos de verdad, como la verdad científica, la verdad del conocimien­
to, la verdad religiosa o la verdad del arte,36de modo que defiende una con­
cepción pluralista de la verdad que se corresponde con la posición ambigua
de Gadamer frente a la actitud científica. También en relación con esta for­
ma de conocimiento se plantea la pregunta: ¿qué es aquí la verdad? Y, según
Honigswald, ésta es la pregunta fundamental de la filosofía. Una resonancia
de este planteamiento básico de la filosofía se encontrará también en la obra
principal de Gadamer, Verdady método (1960), donde se propone liberar la
cuestión de la verdad de la restricción impuesta por la concepción científica
y metodológica de la verdad y legitimar esta autonomía.37
Este tema también se plantea para la filosofía. En la medida en que ésta
pretende ser verdadera, hay que interrogar la justificación de su propia ver­
dad.38 De modo que, a diferencia de las otras ciencias, que dan por supues­
to su propio concepto de verdad, la filosofía debe justificarse a sí misma. En
este sentido la filosofía se convierte para sí misma en problema, por lo que

35. Ibidem, págs. 2-3.


36. Ibidem, pág. 3. Probablemente el primer encuentro de Gadamer con la
idea de una verdad artística, idea que juega un papel tan esencial en su posterior
hermenéutica. Ver también pág. 9: «Conocimiento es, empero, sólo una forma de
vigencia y verdad. Hay otras verdades, como la moral, la religiosa, la artística. El
análisis de la teoría del conocimiento se plantea preguntas también acerca de éstas:
¿qué es esta verdad? ¿Bajo qué condiciones se encuentra aquello que resulta verda­
dero desde este o aquel punto de vista?»
37. Ver WM, GW 1,1 : «Las investigaciones que siguen toman como punto
de partida esta resistencia que se opone, dentro de la ciencia moderna, a la reivin­
dicación universal del método científico. Su intención es buscar la experiencia de
la verdad, que trasciende el ámbito de control del método científico, en todas par­
tes donde se la encuentre y preguntarse por su propia legitimación.»
38. Ibidem.

94
toda filosofía es al mismo tiempo una filosofía de la filosofía.39 Honigswald
llega así al motivo fundamental de toda su lección: la pregunta de la filo­
sofía: ¿Cómo es posible la verdad? hay que dirigirla a todas las verdades posi­
bles, pero en el mismo instante la filosofía debe preguntarse por la conexión
entre estas verdades. Así, su tarea resulta ser necesariamente sistemática. En
la medida en que la verdad es el objeto de la filosofía, su función llega a ser,
en cierto modo, el de «la conciencia viva de las ciencias mismas».40
A pesar de su concepción pluralista, se observa aquí que Honigswald
sigue la tendencia de respaldar la verdad por la ciencia. En este sentido
también señala que para el filósofo mismo el conocimiento de otras cien­
cias es una obligación de importancia primordial. Un filósofo siempre
debe proceder de otra ciencia,41 porque sólo así llega a tener un sentido por
el método. Al lado del concepto de verdad, aparece aquí otro termino es­
pecialmente importante para Gadamer. Honigswald da, efectivamente, el
mayor valor a esta idea del método: «Cualquier ciencia es método hasta
sus mismas entrañas, y no hay mejor preparación para el análisis de todos
los métodos que el trabajo sobre un método».42 No obstante, Honigswald
concede que la filosofía debe ocuparse también de su propia historia, que
tiene que interesarla sobre todo desde el punto de vista de la historia de sus
problemas.43
Puesto que la filosofía se ocupa por principio y sistemáticamente de las
condiciones de la verdad, su pregunta se puede definir como una cuestión
de teoría del conocimiento. Esto tal vez también explica por qué Gadamer
registró el título de todo este curso bajo el epígrafe de teoría del conoci­
miento, bajo el que subsumaría más tarde con Heidegger todo el neokan­
tismo. Aunque Honigswald había mencionado otras formas de verdad al
lado de la forma científica de la verdad del conocimiento, especialmente

39. Ibidem, pág. 4.


40. Ibidem, pág. 6.
41. Ibidem. Este mensaje animó a Hans-Georg Gadamer cuando en 1925 deci­
dió estudiar la filología clásica.
42. Ibidem, pág. 6-7. Es oportuno advertir que, si citamos aquí muchos térmi­
nos clave del curso, no es para concluir de ello una influencia directa en Gadamer,
sino solamente para reconstruir la atmósfera en la que él se encontraba en aquel momen­
to, a sus 19 años, y que marcó su imagen de la filosofía y de la ciencia.
43. Ibidem, pág. 7. Sobre la posterior crítica de Gadamer a la historia de proble­
mas, ver en particular «Begriffsgeschichte ais Philosophie» (1970), en GW 2, 77-91.

95
la verdad religiosa y la del arte, de hecho oriento la pregunta de la filosofia
hacia la teoria del conocimiento. En años posteriores Gadamer consideró
esto como una mutilación de la cuestión de la verdad.
La filosofía venía a ser así la instancia jurídica que tenía que plantear
frente a todo la cuestión de la verdad desde el criterio de la teoría del cono­
cimiento y, en este sentido, siempre iba cojeando detrás de otras ciencias.44
La tarea de la filosofía debía ser mostrar el sistema de estas condiciones de
verdad: «El resultado de este ir cojeando detrás debe ser la exposición de un
sistema de condiciones, bajo cuyo aspecto destaca frente a otros lo que esta­
ba dado de antemano». Honigswald resume esta conexión sistemática bajo
el concepto de la visión del mundo,45 lo cual resulta sorprendente, puesto
que entonces era habitual separar rigurosamente la visión del mundo de la
filosofía. La primera hacía y aún hace pensar en algo así como una orien­
tación (decisionista) religiosa, mientras que la segunda evoca más bien
una actitud científica rigurosa. Para el kantiano Honigswald esta división
no es válida. Para él la visión del mundo es el sistema conexo de todas las
condiciones de validez: «Hay que definir también la palabra “visión del mun­
do”: las cuestiones de posibilidad en los distintos ámbitos están relacio­
nadas entre sí; constituyen un sistema, y este sistema se llama visión del
mundo. El concepto de visión del mundo es la expresión más completa
del concepto de sistema.»46
Esta orientación sistemática que Honigswald da a la filosofía merece
ser especialmente destacada, puesto que Gadamer tomó una posición crí­
tica frente a ella en uno de sus primeros ensayos, «Zur Systemidee in der
Philosophie» (Sobre la idea de sistema en la filosofía), incluido en el volu­
men publicado en honor de Natorp en 1923-1924, sin nombrar a
Honigswald directamente y tal vez incluso sin pensar en él. Pese a ello esta
crítica puede construirse a partir de cierta ambigüedad del enfoque de la
idea de sistema de Honigswald. El sistema no es más que una idea, tal vez
regulativa, pero no es algo real, y él lo concede claramente: «La filosofía
es, bajo todas las circunstancias, un sistema. Tal vez esto puede llevar a un
malentendido. Más precisamente: bajo todas las condiciones, el concepto
de filosofía está bajo el presupuesto de configurarse como sistema. El sis-

44. Ibidem, pág. 18.


45. Ibidem, pág. 21
46. Ibidem.

96
tema de la filosofía se encuentra en un constante devenir. No es».47Así, se
plantea la cuestión de si la idea de sistema no está comprometido con un
ideal de la ciencia que no puede exigir una validez absoluta e incuestionable
para la interrogación filosòfica.
Fue justamente esta pregunta herética que Gadamer comenzó a plantear
en voz baja en su ensayo algo posterior, «Zur Systemidee in der Philosophie»,
escrito ya bajo la influencia de Heidegger. Merece la pena anticiparnos algo y
detenernos en la argumentación de este ensayo para apreciar la distancia que,
desde la perspectiva de Heidegger, le separaba de la sistemática de
Honigswald. Este planteamiento permite reconocer también el primer perfil
de la propia posición que recibiría su forma definitiva en la elaboración con­
secuente de una hermenéutica filosófica. Este texto de 1923-1924 -lo mismo
que la discusión de la metafísica del conocimiento de Hartmann de 1924—
debía incluirse en el volumen 4 de las Gesammelte Werke según el proyecto
original de la editorial Mohr Siebeck, pero Gadamer prescindió de ellos por
considerar estos escritos juveniles como «demasiado principiantes».48Esta de­
cisión es lamentable porque estos textostempranos podrían haber permitido
tener una visión excelente de las primeras fases previas de la filosofía herme­
néutica.49 Dichos ensayos también son de un gran valor documental, ya que
permiten reconocer la influencia de las tempranas lecciones de Heidegger,
cuando él mismo aún no había publicado nada de su nuevo enfoque.50Tal vez

47. Ibidem, pág. 24.


48. Entrevista con Ralph Ludwig en la N D R [Radio Alemana del Norte], 9-
2-1995, transcripción, pág. 3.
49. Aparentemente, Gadamer prefirió recomendar el acceso a su filosofía por
el camino de la filosofía griega, al disponer que la edición de sus Obras Comple­
tas se inicie -haciendo caso omiso de la aritmética- con los tomos 5 y 6, dedicados
a los griegos. Indudablemente, este acceso preferido es indispensable para el itine­
rario posterior del pensamiento de Gadamer, aun cuando, ante el creciente desco­
nocimiento de la cultura griega por parte de las generaciones actuales, el mismo
pueda resultar más difícil de realizar. Es innegable que esta acentuación, en su no
adecuación a la época, es también querida por Gadamer. No obstante, antes de este
regreso a los griegos, los primeros impulsos del pensamiento de Gadamer se habían
manifestado en su temprana confrontación con el neokantianismo.
50. Helmut Holzhey ( Cohen und Natorp. Ursprungund Einheit. Die Geschichte
der «M arburger Schule» ais Auseinandersetzung um die Logik des Denkens, Basi-
lea/Stuttgart: Schwab, 1986, pág. 85) incluye acertadamente el temprano artículo
de Gadamer sobre la idea de sistema en el contexto de una «interpretación filosó-
fico-existencial».

97
se podría afirmar incluso que estos dos ensayos, que Gadamer publicó en
1924, constituyeron la primera exposición pública de la manera de pensar
de Heidegger. En cuanto a las publicaciones, Gadamer fue, por decirlo así, el
primer heideggeriano, incluso antes de Heidegger mismo.51
En el ensayo temprano sobre la idea de sistema, Gadamer parte del prin­
cipio (aristotélico) de que todo método debe estar fundado «en la peculia­
ridad del ser de sus objetos».52 Desde esta posición observa prudentemen­
te que la idea de un sistema tal vez sólo sea relevante en la medida en que
«la estructura de los objetos filosóficos sea de carácter sistemático». Como
se verá, los objetos filosóficos que Gadamer tendrá en mente no tienen en
absoluto una naturaleza sistemática en la medida en que las cuestiones filo­
sóficos arraigan en la historicidad humana. Así, Gadamer opone la idea de
sistema a la dimensión de la historicidad (tanto de la existencia como
de la filosofía misma), cuyo impacto habría conocido probablemente en las
lecciones de Heidegger del semestre de verano de 1923 sobre la «Her­
menéutica de la facticidad». La respuesta a la pregunta que Gadamer plan­
tea en 1924 acerca de la «conexión entre la estructura sistemática de la filo­
sofía y su historicidad»,53 en último término, tendrá que ser negativa. La
idea de sistema resultará ser un error de la autocomprensión de la filoso­
fía, e incluso se mostrará como un intento quijotesco de dominar la histo­
ricidad humana, ya que la idea de sistema promete seguridad pero es aje­
na a este tema. El joven Gadamer verá «lo esencial de la posición filosófica»
no tanto en la solución, sino más bien en el «soportar el problema en su
indecidibilidad y su patente falta de certeza».54 Fue en las lecciones de

51. Dennis Schmidt (Introduction to Hans-Georg Gadamer, Heidegger's Ways,


Albany: SUNY, 1994, pág. XXII) ha afirmado, con cierta razón, que Gadamer no
escribió sobre Heidegger (muy a diferencia de sus colegas Lowith y Krüger) hasta
que apareció su obra sistemática Verdady método. Sin embargo, bien podría ser que
el artículo de Gadamer de 1924 constituya el primerísimo ejemplo de prosa hei­
deggeriana que se haya dado en forma pública.
52. H G G , «Zur Systemidee in der Philosophie», en Festschriftfu r Paul Natorp
zum siebzigsten Geburtstag, Berlín/Leipzig: de Gruyter, 1924, pág. 55. Gadamer fue
invitado a colaborar en este libro conmemorativo por quien a la sazón era su pro­
motor, Nicolai Hartmann.
53. H G G , 1924, pág. 56.
54. Ibidem, pág. 57. La crítica de Gadamer a la idea de sistema halló una pri­
mera inspiración ya en Nicolai Hartmann. Ver N. Hartmann, Grundziige einer
Metaphysik der Erkenntnis, Berlín y Leipzig: de Gruyter, 1921, pág. 10: «El sistema

98
Honigswald donde Gadamer conoció por primer vez esta posición filosó­
fica que «destruiría» a partir de 1923 y también más tarde. Pero ciertos bro­
tes para la autodisolución de la idea de sistema tal vez se hallarían ya en el
postulado mismo de un sistema como idea regulativa pero nunca realizada.
La hermenéutica posterior de Gadamer trató de «desplegar un concepto
de conocimiento y de verdad que corresponde a la totalidad de nuestra expe­
riencia hermenéutica».55 Con su intento de legitimar esta verdad herme­
néutica, que también se encuentra más allá del método científico, se man­
tenía secretamente fiel al principio originariamente pluralista del pensamiento
de Richard Honigswald.

* * *

Cuando Gadamer asistió a las lecciones de Honigswald, no lo haría sin


sentir cierta tristeza. Por fin había encontrado un maestro filosófico, pero
sabía que tendría que abandonarlo porque su padre había sido llamado a
Marburgo. En su último semestre en Breslau, Gadamer pudo disfrutar de
la distinción de participar en el seminario superior de Honigswald, dedi­
cado a problemas fundamentales del conocimiento y a la psicología del pen­
samiento, que en principio estaba reservado a los estudiantes a partir del
cuarto semestre.56Al final de una sesión, Gadamer tuvo la valentía de pre­
guntar si realmente existía una diferencia entre el significado de un signo
y el significado de una palabra, porque no estaba convencido de la dife­
renciación que Honigswald había hecho. Éste contestó que la pregunta le
parecía muy buena y que quería dedicarse a ella al comienzo de la próxi­
ma clase. Era una pregunta que encajaba, efectivamente, en el contexto del

se asemeja al punto de vista: no debe ser diseñado de antemano sino elaborado a


partir de la esencia de la cosa. El que desde un principio esté orientado al sistema
ya está malogrado para el seguimiento imparcial del problema; la investigación
es superflua para quien acceda a la cosa con la idea del sistema. No se puede repri­
mir suficientemente la pretensión del sistema, pues ésta se abre paso una y otra
vez antes de tiempo.» Sin embargo, Hartmann conservó la esperanza de hacer sur­
gir, al término del análisis filosófico, un sistema a partir de las cosas mismas. Apa­
rentemente, este motivo aristotélico sigue vivo en el temprano artículo de Gada­
mer. Sólo Heidegger convertirá esta prudencia sistemática en un escepticismo
radical.
55. Verdady método, GW 1,3.
56. Afirmación oral. Ver la formulación algo divergente en PL, pág. 12.

99
seminario de Honigswald, en el que presentaba sus principios de la psico­
logía del pensamiento, que se condensarían en su impresionante obra prin­
cipal de 1921, Die Grundlagen der Denkpsychologie (Los fundamentos de la
psicología del conocimiento), un libro injustamente olvidado. A diferencia
del neokantismo de Marburgo, que se concentraba en el acto «lógico» y por
tanto intemporal del conocimiento, el enfoque psicológico del pensamien­
to se distinguía por su sensibilidad hacia el proceso realmente vivido del
pensar, de modo que se acercaba al arte descriptivo de la fenomenología de
un Edmund Husserl. En este sentido, el libro comienza con un agudo aná­
lisis fenomenològico de la experiencia de «perder el hilo» en el proceso de
pensar, que es una experiencia humana fundamental. En años posteriores,
Gadamer gustaba de referirse una y otra vez a las explicaciones de Honigswald
para excusar sus propios olvidos condicionados por la edad.57 Honigswald
es, en general, uno de los precursores mal comprendidos del giro lingüís­
tico en Alemania, como lo muestran ampliamente no sólo el conjunto de
su psicología del pensamiento, sino también su libro Phibsophie und Sprache
([Filosofía y lenguaje] Basilea 1937).
También el posterior destino de Honigswald causa tristeza. En 1930
fue llamado a Munich, donde salió del relativo anonimato de Breslau y pudo
esperar alcanzar un público más amplio. Pero después de la subida al poder
por parte de los nazis, pronto fue obligado a abandonar su actividad. Según
la ley de la restauración del funcionariado profesional de 1933 fue expul­
sado de la universidad por ser judío. La resistencia de los estudiantes y de
la facultad obligó al ministro bávaro de Cultura a iniciar un procedimien­
to de investigación y a pedir dictámenes sobre Honigswald. El del rector de
Friburgo, Martin Heidegger, no mostró ni la menor simpatía o humanidad
por el colega en peligro y abrió el camino al despido de éste. Puesto que se
trata de una relación trágica entre dos de los maestros más importantes de
Gadamer, reproducimos aquí el dictamen destructivo de Heidegger:

57. Carta a W. Schmied-Kowarzik del 27-3-1995 (citado en W. Schmied-


Kowarzik (со тр .), Erkennen —Monas —Sprache. Internationales Richard-Hbnigs-
wald-Symposion Kassel 1995, Studien undM aterialien zum Neukantianismus, tomo
9, Würzburg: Konigshausen & Neumann, 1997, pág. 455): «No solamente he estu­
diado y admirado el tratado de Honigswald sobre la “pérdida del hilo”, sino que,
entretanto, he acumulado también mucha experiencia, tal como no se la ahorra a
uno la vejez.» Ver también el reportaje Breslauer Studienjahre, loe. cit., pág. 120ss.

100
Honigswald procede de la escuela neokantiana, que defendió una filosofía hecha
a medida del liberalismo. La esencia del ser humano fue disuelta en una con­
ciencia libremente flotante en general y ésta se diluyó finalmente para llegar a
ser una generalizada razón universal de tipo lógico. Por este camino, bajo una
fundamentación científico-filosófica aparentemente rigurosa, se desvió la mira­
da y se pasó por alto al ser humano en su arraigo histórico y en su tradición
popular de su origen en la tierra y la sangre. Junto con esto se produjo una
consciente represión de todo preguntar metafisico, y se consideraba al ser huma­
no ya sólo como siervo de una cultura mundial general e indiferente. Sobre
esta posición básica surgieron los escritos de Honigswald. Pero hay que añadir
que precisamente Honigswald defiende las ideas del neokantismo con una agu­
deza particularmente peligrosa y una dialéctica vacía. El peligro consiste espe­
cialmente en el hecho de que este agitar despierta la impresión de la mayor
objetividad y de la ciencia más rigurosa y que ha engañado y desencaminado
ya a muchos jóvenes. Todavía hoy debo clasificar como un escándalo el que
se haya llamado a este hombre a la Universidad de Munich.58

En su fervor nacionalsocialista de entonces, ¿era Heidegger conscien­


te de que estaba destruyendo la vida del maestro de su alumno Gadamer?
¿Tenía Gadamer mismo conocimiento de este dictamen iracundo? Más
importante aún es si Gadamer sabía del destino de su antiguo maestro,
incluso su primer maestro en filosofía, y si sentía alguna necesidad de hacer
algo por él, aunque sólo fuera escribirle una carta? Lamentablemente no
hay indicio alguno de ello. Gadamer se mostró más bien reservado con res­
pecto a este asunto.59 Según él, Heidegger habría sido totalmente inacce­
sible en aquel tiempo y capaz de las críticas más malvadas. Poseído por la
borrachera de «liderar al líder», se habría vuelto totalmente «irresponsa­
ble». Por eso, Gadamer se habría situado en aquellos años a una sobria dis­
tancia de él. No sabía nada del despido de su antiguo maestro y mucho

58. Informe de Martin Heidegger del 26-6-1933, citado según Wolfdietrich


Schmied-Kowarzik, Richard Honigswalds Philosophie der Padagogik, Würzburg:
Konigshausen & Neumann, 1995, pág. 204. Ver Joachim Vahland, «Warum Richard
Honigswald in der deutschen Nachkriegsphilosophie nicht vorkommt», en Merkur
49 (1995), pág. 1147-1151. Lamentablemente, Vahland considera necesario apo­
yar su legítimo pesar por el relativo olvido de Honigswald lanzando las más extra­
vagantes invectivas en contra de Gadamer, como, por ejemplo, en la pág. 1151: «No
se conoce que Gadamer haya producido, en ninguna de sus numerosas publica­
ciones, aportación alguna que merezca mencionarse para la elucidación de un pro­
blema filosófico».
59. Ver el reportaje Breslauer Studienjahre, loe. cit., pág. 123ss.

101
menos del dictamen. La relación entre ellos ya no debía ser muy estrecha
y, como discípulo de Heidegger, Gadamer era sospechoso incluso desde el
punto de vista filosófico.
De todos modos, el dictamen de Heidegger contribuyó de manera deci­
siva a que Honigswald fuese jubilado en 1933. Se quedó en Munich como
anónimo erudito privado, hasta que fue detenido durante la «noche de los
cristales rotos» y transportado al campo de concentración de Dachau. Una
protesta internacional tuvo el efecto de que fuera liberado al cabo de cin­
co semanas. En 1939 emigró a Estados Unidos, donde murió el 11 de junio
de 1947.

102
V. Los demonios de Marburgo

Centenares de días, asesinatos,


centenares de noches, torturas.
El Dios duerme vuelto de espaldas
y los diablos se vanaglorian.
OSKAR SCHÜRER1

Los años de Marburgo forman parte de las etapas mejor documentadas


de la vida de Gadamer. Entre 1973 y 1975 publicó sus «Marburger Erinne-
rungen» (Recuerdos de Marburgo) en cuatro entregas en la revista univer­
sitaria Alma materphilippina, a las que una biografía poco puede añadir.
Poco tiempo después, por petición del editor Klostermann, se convirtieron
en la autobiografía Philosophische Lehrjahre (Años de aprendizaje filosófi­
co [traducida al castellano bajo el título Mis años de aprendizaje], un título
propuesto por Klostermann que Gadamer y su esposa encontraron en prin­
cipio algo forzado (de resonancia demasiado goetheana) y que hubiesen que­
rido cambiar por el de «Las penas del amor filosófico».2 La autobiografía
quedó, sin embargo, tal vez algo por detrás en sus restantes capítulos en
comparación con el nivel estilístico y de pensamiento de los «Marburger
Erinnerungen», que constituyen su núcleo. La razón de ello es el tiempo de
Marburgo mismo, durante el cual Gadamer vivió su años de aprendizaje y
de enseñanza más importantes y donde emprendió sus primeros pasos autó­
nomos en su enseñanza y su pensamiento. En esta idílica ciudad universi­
taria, en la que también había nacido, pasaría casi veinte años. En este tiem­
po tan importante para su destino tuvo la suerte de estar cerca de grandes
pensadores como Paul Natorp, Nicolai Hartmann, Martin Heidegger y
Rudolf Bultmann, quienes intentaron ir por nuevos caminos en una época
sacudida por muchas crisis. Sus enseñanzas determinan hasta hoy la dis­
cusión filosófica, y el pensamiento hermenéutico de Gadamer se podría con­
siderar como su resultado, si fuera lícito medir el filosofar en tales catego­
rías. Gadamer brindó un homenaje a estos años al describir estos encuentros

1. Citado en PL, pág. 83.


2. Carta de Hans-Georg Gadamer a Vittorio Klostermann del 9-8-1976.

103
tan importantes y poniendo su autobiografía bajo el lema paradójico, toma­
do de Natorp, Kant y Bacon, «De nobis ipsius silemus». No negó su pro­
pia inmadurez y su vinculación casi filial con Hartmann, Natorp y más tar­
de con Heidegger, pero dejó de lado muchos elementos, en parte personales,
en parte académicos, que resultan necesariamente interesantes para una bio­
grafía. Así, apenas habló de sus primeros escritos, de su difícil relación con
Heidegger, del hundimiento político, económico y espiritual de la Repú­
blica de Weimar ni de experiencias personales, como el temprano matri­
monio, del que sólo llegamos a saber eso, que se produjo demasiado pron­
to, ni de la muerte de su padre.
Como discípulo de Honigswald y todavía principiante en filosofía,
Gadamer comenzó sus estudios en Marburgo en octubre de 1919. Duran­
te algún tiempo se carteó con su anterior profesor, al que informó con
«ánimo sincero» sobre la situación en Marburgo. Las cartas de Gadamer se
perdieron, pero de una carta conservada de Honigswald y de un comenta­
rio tardío de Gadamer sobre ella se puede obtener una imagen de las pri­
meras experiencias de Marburgo.3 Así, podemos saber que los primeros
profesores con los que estudió Gadamer fueron Paul Natorp, Nicolai
Hartmann y el historiador del arte Richard Hartmann. Sus asignaturas
principales e incluso sus pasiones eran, por tanto, la filosofía y la historia
del arte, y siempre continuaron siéndolo, si se quiere contar la poesía y la
literatura también entre la ciencia del arte. Sólo algo más tarde se interesó
por la filosofía clásica y también por la teología de Rudolf Bultmann,
quien fue llamado a Marburgo en 1921. Por cierto que Bultmann había
enseñado en la Universidad de Breslau entre 1916 y 1920, pero Gadamer,
que entonces no se interesaba por la teología, no se había enterado de su
presencia. Cuando el romanista Ernst Robert Curtius llegó a Marburgo
en 1920, Gadamer llegó a conocerlo como su profesor más importante en
ciencia literaria.
En una carta a Honigswald, Gadamer hablaba de la decepción que al
principio le produjo Nicolai Hartmann, «porque éste se sirvió de ayudas
esquemáticas en la pizarra; [...] en mis ojos, esto era un pecado mortal com­

3. La carta de Honigswald está fechada el 22-12-1919. Gadamer hace comen­


tarios acerca del entorno de Honigswald en sus cartas del 27 de marzo y del 24 de
abril de 1995, dirigidas al profesor doctor Wolfdietrich Schmied-Kowarzik. Ver W.
Schmied-Kowarzik (сотр.), Erkenntnis —Monas —Sprache, op. cit..

104
parado con la dialéctica pulida de Honigswald [...] ¡Acaso no tenemos pala­
bras!»4 Honigswald le contestó que, a partir de los trabajos de Hartmann,
tenía, no obstante, una impresión bastante buena de él. A la luz de las
tensiones entre las orientaciones de Marburgo y Breslau, este elogio a Hart­
mann es bastante comprensible. Nicolai Hartmann, discípulo de Natorp,
se estaba distanciando cada vez más del idealismo de sus maestros de Mar-
burgo en nombre de un una nueva objetividad o proximidad a los fenó­
menos que inició en los años veinte -totalmente independiente de Hei­
degger- un renacimiento de la metafísica y de la ontologia. Hartmann había
obtenido el grado de catedrático en Marburgo bajo la tutela de Natorp en
1909. En 1920 ocupó en Marburgo la cátedra de Max Wundt como sus­
tituto, hasta que, en 1922, se hizo cargo de la cátedra de Natorp. Para los
estudiantes, el joven Hartmann, que en 1919 sólo tenía 37 años, encarna­
ba el último estadio del desarrollo de la escuela de Marburgo. En este sen­
tido, también estaba fascinado por la «ética realista de los valores», que Max
Scheler había presentado en 1913. Pero Hartmann hizo su «ajuste de cuen­
tas»5 más espectacular con la herencia neokantiana todavía sobre la base
de la teoría del conocimiento, concretamente en su libro Grundzüge einer
Metaphysik der Erkenntnis [Líneas fundamentales de una metafísica del cono­
cimiento], de 1921. En esta obra se propone superar el idealismo de la escue­
la de Marburgo por medio del reconocimiento del ser en sí del objeto que
se ha llegado a conocer. Al comienzo mismo declara: «Las investigaciones
que siguen parten de la concepción de que el conocimiento no es un cre­
ar, generar o producir del objeto, como lo quiere enseñarnos el idealismo
de nuevas y antiguas corrientes, sino la captación de algo que está ahí inclu­
so antes de cualquier conocimiento y con independencia de éste.»6
Esta acentuación de la realidad del ser en sí causó en su momento mucha
sensación. Nicolai Hartmann, con su realismo, también hizo dudar a
Gadamer del idealismo de los neokantianos.7 En este sentido y totalmente
contra su voluntad, Hartmann asumió una función mediadora entre los

4. Ver el reportaje Breslauer Studienjahre, op. cit., pág. 121.


5. Ver H. Holzhey, Cohen und Natorp. Ursprung und Einheit. Die Geschichte
der «M arburger Schule” ais Auseinandersetzung um die Logik des Denkens,
Basilea/Stuttgart: Schwabe, 1986, pág. 41.
6. N. Hartmann, Grundzüge einer Metaphysik der Erkenntnis, Berlín y Leipzig:
De Gruyter, 1921, pág. 1.
7. Ver Das Erbe Europas, 1989, pág. 166.

105
maestros neokantianos de Gadamer (como Natorp, pero también Honigs­
wald) y Martin Heidegger, quien posteriormente hizo su propio ajuste de
cuentas con el neokantismo que pretendía ser aún más radical. En un prin­
cipio, Hartmann había asimilado con gran interés también la fenomeno­
logía, pero no tanto la de Husserl (ni mucho menos la de Heidegger), sino
más bien la de Scheler, cuya ética material del valor significó un notable
incremento de realidad frente a Kant, contra el que Scheler se había rebe­
lado en su obra principal Der Formalismus in der Ethik und die materiale
Wertethik [El formalismo en la ética y la ética material del valor], de 1916.
En estos años decisivos, después de terminar su Metaphysik der Erkenntnis
([Metafísica del conocimiento], 1923), Hartmann elaboró de manera con­
secuente su Ethik (1926), de fuerte influencia scheleriana. Gadamer encon­
tró las primeras pruebas de ella sobre las mesas de mármol de las cafeterías
de Marburgo.8 Con sus esquemas habituales, Hartmann dibujó la diferen­
cia entre las categorías lógicas y las éticas: las últimas serían más «débiles»
que las lógicas, porque exigían que uno se comprometiese con ellas para que
fuesen válidas. Esto le parecía a Gadamer una abreviación algo demasiado
logística de lo ético, pero la seriedad con la que Hartmann aceptó su répli­
ca interrogativa reforzó su autoestima.
Gadamer intentó familiarizarse mejor con la fenomenología en Múnich,
cuando estudió allí durante el semestre de verano de 1921. Nicolai Hartmann
le había recomendado asistir a las clases de los fenomenólogos Moritz Geiger
y Alexander Pfànder, aunque ninguno de los dos parecen haber impresiona­
do especialmente a Gadamer. Con respecto a Pfànder observó: «Éste fue el
fenomenólogo más sobrio, seco y carente de demonismo que uno se puede
imaginar».9 En cambio a Scheler siempre lo describe como «demoníaco» e
incluso como «satánico»,10lo que da prueba de las esperanzas salvadoras que
se ponían en esta época en la fenomenología. Algo más tarde, en Friburgo,
encontraría en Heidegger a otro fenomenólogo demoníaco (y en Husserl,

8. Ver PL, pág. 21. Véase también el posterior trabajo de Gadamer «Wertethik
und praktische Philosophie», escrito en honor del centenario del nacimiento de
Hartmann (1982), en GW 4, 203-215. En lo que respecta a su relación con Hart­
mann resulta especialmente ilustrativo la larga entrevista a Hans-Georg Gadamer
en Cuadernos de ética, Asociación Argentina de Investigaciones Éticas, n° 8, diciem­
bre 1989, pág. 69ss.
9. GW 10, 382.
10. PL, pág. 25.

106
a su vez, otro algo menos demoníaco), como si éste fuese un ingrediente
necesario de la fenomenología.
Al no quedar impresionado por la fenomenología de Múnich, en el
semestre de verano de 1921 Gadamer estudió allí sobre todo historia del
arte (con Wolfflin u), pero también los Alpes. Viajó a Múnich con su futu­
ra esposa Frida Kratz, de modo que este semestre con las excursiones por
los Alpes se convirtió también en su primera estancia más larga fuera de la
casa paterna. En un seminario de Geiger, Gadamer oyó hablar por prime­
ra vez de Heidegger y de su fama.12Aunque todavía no había despertado del
todo su atención, volvió a Marburgo con este demonio metido en el fondo
de su cabeza.
En estos años, Gadamer tenía una relación muy personal con Nicolai
Hartmann. Como muestran sus recuerdos, «le había acogido casi como un
hijo».13 Hartmann, que venía del Báltico, tenía «sólo» una hija y vivía en
Marburgo en una situación de extrema modestia con la que Gadamer podía
solidarizarse: «Eran tiempos aún muy duros y había poco carbón. En invier­
no, Nicolai Hartmann estaba sentado en una habitación sin calefacción,
envuelto en una bata acolchada, con un calentador dentro de un saco para

11. En su clásica obra Kunstgeschichtliche Grundbegriffe. Das Problem der Sti-


lentwicklung in der neueren Kunst, Múnich: Bruckmann, 1915, 2 a edición 1917,
6a edición 1923, obra que Gadamer leía en aquel momento, Heinrich Wolfflin
(1864-1945) manifestó su apoyo a una “historia del arte sin nombres”: «Debe apa­
recer, por fin, una historia del arte donde se pueda seguir paso a paso el surgimiento
de la visión moderna, una historia del arte que no hable solamente de diferentes
artistas, sino que muestre, en una línea continua, cómo se produjo la evolución
de un estilo lineal a uno pictórico, de un estilo tectónico a uno no tectónico, etc.»
(ibidem, pág. VII). Tal como lo demostraron las seis ediciones aparecidas en los difí­
ciles años entre 1915 y 1923, el libro de Wolfflin, con su reivindicación de la cul­
tura puramente objetiva, tuvo un gran éxito.
12. Ver GW 3, 263; PL, pág. 212. Respecto de los rumores sobre Heidegger,
que le llegaron también en Marburg, véase GW 3, 309. A propósito, y para filó­
logos especialmente meticulosos, hay en esos textos una pequeña vacilación, sin
mayor importancia, acerca del momento exacto en que Gadamer oyó hablar por
primera vez sobre Heidegger. Según GW 3, 263 y PL, pág. 212, esto tuvo lugar en
el semestre de verano de 1921 en Múnich. Por el contrario, según GW 3, 309, ya
en el año 1920/21 se le había hablado en Marburgo (probablemente, lo había hecho
Ochsner) acerca de la famosa formulación de Heidegger «es weltet» [literalmente,
«mundea» N. del T.].
13. PL, pág. 21.

107
los pies, y para mantener ágil la mano con la que escribía, asía con ella de
vez en cuando la voluminosa cabeza de su pipa de media largada».14Josef
Kònig (1893-1974), otro estudiante de aquellos años, describe discreta­
mente al hombre y su modesta vivienda en palabras que aquí tienen un
peso especial, puesto que Gadamer mismo ocuparía en 1925 el piso de
Hartmann en la Ockersháuser Allee (desde 1924 había residido en la anti­
gua vivienda de Ernst Robert Curtius). «Hartmann me impresionó enor­
memente. La actitud silenciosa de este hombre, su ensimismamiento, su
absoluta sinceridad me fascinaban totalmente. Vive en una casita aislada,
construida en la ladera de una colina, y desde su despacho se abre la vista
sobre el castillo a través de ventanas pequeñas. El despacho está amuebla­
do de una manera casi pobre, sólo contiene pocos libros y lo domina casi
por completo un enorme telescopio blanco. Sobre la silla estaba puesta una
bata de un rojo vivo, parecida a una sotana. Imagínese en medio de ello a
este hombre taciturno y serio, todo envuelto en un ambiente algo helado
y bajo la luz de la luna refractada por una densa niebla. [...] Tenía la sen­
sación de estar sentado frente a un filósofo antiguo, o tal vez también a un
espíritu hegeliano.»15
En sus obras, pero también en retratos, Hartmann da realmente la sen­
sación de un hombre de gran severidad, incluso frialdad. Pero en sus con­
versaciones parece que era totalmente diferente. Se mostraba mucho más
flexible16y se dedicaba con mucha simpatía a los estudiantes (¡y a numero­
sas chicas estudiantes!). La razón era tal vez que, por su origen báltico, él se
sintiera casi como extranjero y entre los colegas como marginado. Formó al­
rededor suyo un círculo de conversación que se reunía los jueves en su casa
de las 21 hasta las 2 horas, lo que Gadamer tomó como modelo cuando más
tarde fundó círculos parecidos con sus estudiantes. Como recordaba Gada­
mer, Hartmann comenzó a estar plenamente despierto hacia la media-

14. PL, pág. 22.


15. Carta a Helmut Plessner del 11-11-1924, en Jo sef Konig - Helmut Pless­
ner Briefivechsel 1923-1933, compilado por H. Lessing y A. Mutzenbacher, Fri­
burgo /Munich: Verlag Karl Alber, 1994, pág. 58. Acerca de la vivienda que más
tarde ocuparon Werner Krauss y Max Kommerell, ver M. Kommerell, Briefe und
Aufzeichnungen 1919-1944, Friburgo: Verlag Olten, 1967, pág. 386.
16. Ver la carta de H. Plessner a J. Kònig, fechada el 23-12-1925, en Brief-
wechsel, pág. 108: «Me encuentro diariamente con Hartmann; también discuto
mucho con él. En muchas cosas, él es mucho más flexible y rico en posibilidades
que sus libros».

108
noche,17y entonces las conversaciones se volvían más confidenciales. Des­
pués de celebrar su cuarenta cumpleaños (1922), Hartmann reveló a su pro­
tegido sus dudas de sí mismo: «¡A partir de ahora no escribiré nada más!»
Durante las noches claras, Hartmann observaba el cielo estrellado a tra­
vés de su gran telescopio de la marca Zeiss, una pasión por la que Hans-Georg
no consiguió entusiasmarse mucho.18A veces le parecía como si Hartmann
contemplara los valores éticos como las estrellas en el cielo. Contra esta obje­
tivado ra «astronomía de los valores»19 haría valer más adelante la dimensión
de un ethos vivido y realizado en concreto a partir del concepto aristotélico
de phrónesis. Frente a este hombre nocturno, que se despertaba hacia medio­
día y que pasaba toda la noche escribiendo, tenía que marcar un contraste
simbólico cuando Heidegger, llamado a Marburgo en 1923, fijó sus clases a
las siete de la mañana. Los discípulos de Hartmann tenían que adaptarse de
pronto a una nueva actitud despierta y una nueva claridad diurna. Así,
Heidegger acuñó el dicho: «Cuando en casa de Hartmann se apaga la luz, en
la mía se enciende», una observación bonita aunque bastante burlona.20
Antes de que Heidegger llegara a Marburgo, Gadamer estaba sobre todo
bajo la influencia de Hartmann.21 Éste le trataba como un favorito del que
esperaba «lo más alto». Hartmann apreciaba especialmente en Gadamer
su «sentido por los matices», algo que era ajeno a su propio estilo cons-
tructivista. Fue Hartmann quien le animó para doctorarse muy pronto y
quien, además, quería que justo después obtuviera el grado de catedrático.
Dado que ocupaba la cátedra de Natorp, pudo ayudarle también a publi­
car su primer texto, pues le invitó a escribir una contribución para el volu­
men que se estaba preparando en honor de Natorp y con el que Gadamer,
a sus 24 años, de hecho no tenía mucho que ver.22 Gadamer mostró su

17. PL, pág. 21.


18. PL, pág. 23.
19. Ver la entrevista en Cuadernos de ética, Asociación Argentina de
Investigaciones Éticas, Buenos Aires, n° 8, diciembre 1989, pág. 76.
20. Ibidem, pág. 76: «Algo muy bonito y gracioso, pero, en realidad, malévolo».
21. G W 2, 483.
22. Respecto del trasfondo de este hecho véase la entrevista con Ralph Ludwig
en la N D R [Radio Alemana del Norte] el 9-2-1995, transcripción, pág. 2: «Pues
bien, así conocí a Heidegger [en el semestre de verano de 1923, en Friburgo]. Des­
pués, esto se transformó primero en algo muy, muy fecundo. Comprendí tan veloz­
mente la idea fundamental de su nuevo modo de filosofar, que hasta escribí, muy

109
larga gratitud a Hartmann cuando, en 1923, dedicó a su Metaphysik der
Erkenntnis [Metafísica del conocimiento] una reseña extensa, aunque bas­
tante crítica, en la revista Logos.
En el semestre de verano de 1923, cuando Gadamer se fue a Friburgo
para estudiar a Aristóteles con Heidegger, de hecho, Hartmann le había
enviado a Richard Kroner, autor del importante libro Von Kant bis Hegel
(De Kant a Hegel; 1921, 1924).23 Por eso, en el círculo heideggeriano (en
torno a Karl Lowith y Oskar Becker, los que mantenían una estrecha amis­
tad con Heidegger), en un principio se consideraba a Gadamer como dis­
cípulo de Kroner.24 Como editor de la revista Logos, Kroner también hizo
posible la publicación de la mencionada reseña del libro de Hartmann.
Teniendo presente la proximidad entre Gadamer y Hartmann, resulta bas­
tante asombrosa la dureza de la crítica. Lo cierto es que, en el momento
de la publicación de la reseña, Gadamer indicó Friburgo como su lugar de
trabajo, de manera que ya estaba bajo la influencia de Heidegger. El texto
constituye en cierto modo una última despedida de la orientación neokan­
tiana de la juventud y el puente a la filosofía hrmenéutica, de la que
Heidegger hablaba en su curso de aquel año en Friburgo.
En su reseña de 1923, Gadamer elogió el acercamiento de Hartmann
a la fenomenología, pero planteó, no obstante, la pregunta básica de si su

poco después, un trabajo que me trajo más adelante la fama de haberme adelanta­
do a Heidegger. Es que el mismo Heidegger aún no lo había publicado. Se trató de
un libro conmemorativo para Paul Natorp, con ocasión de sus 70 años. Nicolai
Hartmann me había insistido en que participara. Y ese trabajo aún hoy no ha per­
dido actualidad. No lo he incorporado a la nueva edición de mis obras completas,
pues lo consideré, con todo, un trabajo demasiado inicial. Pero me sucede ocasio­
nalmente, como ahora, que vino hace poco un holandés de Canadá a quien yo había
conocido en Norteamérica. Él había estado en el archivo de Hegel en Bochum, y
ahora vino a visitarme. Y me dijo: sí, y, a propósito, he encontrado un interesantí­
simo trabajo suyo. Allí figuran ya todas las ideas de Verdady método.» Este cana­
diense es el profesor Theodor Geraets (Ottawa).
23. Véase al respecto la correcta referencia en PL, pág. 32.
24. Ver Hans L. Gottschalk, «Heideggers Rektoratszeit», en Antwort. M artin
Heidegger im Gesprach, сотр. por G. Neske y E. Kettering, Pfullingen: Neske, 1988,
pág. 185: «Hans-Georg Gadamer, a quien no conozco personalmente, era consi­
derado en Friburgo como alumno de Richard Kroner, que fue también quien me
lo nombró por primera vez.» Véanse los recuerdos de Gadamer sobre Kroner en
FAZ, 3-12-1977, n° 281, Bilder und Zeiten, pág. 6.

110
enfoque era lo bastante radicai para hacerlo (Heidegger había formulado
en aquel momento una pregunta parecida con respecto a la fenomenología
de Husserl). Ya no le parecía suficiente la mera rehabilitación del ser en sí
del objeto del conocimiento. El hecho de que Hartmann apelara al realis­
mo de Aristóteles, lo que causó sensación en el ambiente hostil a
Aristóteles que predominaba en Marburgo, le parecía a Gadamer algo tor­
pe, 25 sobre todo desde que, en el «Informe Natorp» del joven Heidegger,
había encontrado un Aristóteles despertado para una nueva urgencia. En
su reseña, también le parecía insuficiente a Gadamer la caracterización de
la fenomenología por parte de Hartmann como una «constatación neutral
del mero estado de hecho». Le contrapuso la idea, que ya se puede definir
como hermenéutica, de que no hay manera alguna de «acercarse a las cosas
que no estuviese determinada decisivamente por la peculiaridad del pro­
pio punto de vista».26 Como añade en tono subversivo, una reflexión sobre
este hecho le haría falta a la fenomenología del conocimiento de
Hartmann lo mismo que a cualquier otra fenomenología.27 Porque algo
más de fenomenología, como explica Gadamer, habría permitido evitar las
aporías artificialmente construidas por Hartmann para prestar una mayor
atención a los lados más irracionalistas del acto de conocimiento que
Hartmann tenía en mente.
Desde esta fenomenología radicalizada por la hermenéutica, Gada­
mer remite expressis verbis al lema del joven Hegel, usado por Heidegger, de
la «destrucción»28 -aunque en toda la reseña no menciona a Heidegger,

25. Ver HGG, «Die Griechen, unsere Lehre. Ein Gespràch mit Glenn W. Most»,
en Internationale Zeitschrififu r Philosophie, 1994/1, pág. 139.
26. H G G , «Metaphysik der Erkenntnis. Zu dem gleichnamigen Buch von
Nicolai Hartmann», en Logos, 12 (1923/24), pág. 341. Este mismo argumento her­
menéutico originario reaparece con frecuencia en el trabajo, por ejemplo, en la pág.
346: «¿Existe, acaso, una mirada de tal modo abierta que no esté determinada por
ningún interés especial en un problema (cuando, en realidad, con toda seguridad,
es ese interés en un problema el factor que moviliza el trabajo del fenomenólogo)?
Recordemos la reserva manifestada más arriba acerca de que la elección del punto
de vista de mi observación es determinante respecto de aquello que se puede ver
desde allí».
27. Ibidem.
28. En la conversación, Gadamer sostuvo que la recensión sobre Hartmann de
1923 habría surgido todavía independientemente de Heidegger. La misma habría
sido escrita poco antes del viaje de Gadamer a Friburgo al encuentro de Heidegger.

Ill
quien aún no había publicado nada de sus ideas en aquellos tiempos-, para
someter a una crítica severa el hecho de que Hartmann mantuviera el mar­
co de la teoría del conocimiento. La mera insistencia en los conceptos
de sujeto y objeto sería sintomático para la falta de fenomenología de
Hartmann y su recaída en la tradición de la que había prometido emanci­
parse: «Pero tal como Hartmann plantea la pregunta: ¿Cómo el sujeto lle­
ga a su objeto? (y a esta estructura interrogativa se puede reducir la “feno­
menología” de Hartmann), de hecho abandona el terreno del fenómeno
o, mejor dicho, ni siquiera lo ha alcanzado.»29 Como se ve, Gadamer hizo
un juicio duro a su maestro y promotor.
Aunque en la recensión de Hartmann de 1923-1924 todavía no se
encuentra la palabra «hermenéutico», parece claro que en el momento de
su publicación Gadamer ya estaba bajo la influencia de la hermenéutica
de Heidegger y también de Dilthey.30 El relevo de Hartmann por Heidegger
en el cielo de las estrellas de Gadamer se podría resumir como el paso de la
teoría del conocimiento a la hermenéutica. Cuando Heidegger fue llamado
justamente a Marburgo en el semestre de invierno, Gadamer no pudo hacer
otra cosa que seguirle. En un principio se propuso hacer de mediador entre
sus dos maestros, pero la relación entre ambos empeoró de manera eviden­
te.31 La aparición de Heidegger en Marburgo fue como un terremoto que
sacudió a casi todos los antiguos discípulos de Hartmann. A parte de
Gadamer se puede recordar a Gerhard Krüger, quien escribió su tesis de doc­
torado bajo la tutela de Hartmann y que más tarde obtuvo el grado de ca­
tedrático bajo Heidegger.

Los giros heideggerianos que se encuentran en ella, como, por ejemplo, la idea de
«una destrucción crítica de la tradición filosófica» habrían sido insertados con oca­
sión de la corrección de las pruebas de imprenta. Sin embargo, en una carta a Lowith
fechada el 23-8-1923, Heidegger opinó, no sin cierto derecho: «Él [a saber, HGG]
está escribiendo una recensión sobre la “Metafísica” de Hartmann. Las ideas las
ha tomado de mí.» (citado en forma más completa en el epígrafe del capítulo VII).
29. Ibidem, pág. 349.
30. En efecto, Gadamer dirigió también contra Hartmann (ibidem, pág. 356)
la famosa frase de Dilthey en su obra Einleitung in die Geisteswissenschaften (1883):
«.. .en las venas del sujeto cognoscente que construyeron Locke, Hume y Kant no
corre sangre verdadera sino el zumo diluido de la razón como mera actividad intelec­
tual.» [Trad, castellana: Introducción a las ciencias del espíritu, Alianza, Madrid, 1980].
31. Ver la entrevista a Hans-Georg Gadamer en Cuadernos de ética. Asociación
Argentina de Investigaciones Éticas, Buenos Aires, n° 8, diciembre 1989, pág. 76.

112
Para Hartmann debió de ser una «decepción enorme» que Gadamer, su
discípulo favorito, se pasara al bando de Heidegger. Cuando Gadamer con­
tó esto no pudo evitar repetir con énfasis la palabra «enorme» meneando la
cabeza como si se estuviese reprochando su infidelidad. Finalmente, Hartmann
depuso las armas y se fue a Colonia en 1925, donde le habían ofrecido la
cátedra de Scheler. El prestigio de ser sucesor de Scheler, que también era
importante para su Ética, a punto de ser publicada, debía ser un atractivo
adicional para él. Sin embargo, en 1940, Karl Lowith no dudó en conside­
rar que lo decisivo había sido la competencia humillante con Heidegger:
«N. Hartmann fue llamado a Colonia, de modo que escapó a los ataques
malévolos nuestros, que éramos discípulos de Heidegger y al paulatino vacia­
miento de su aula. Heidegger atraía, mientras que los otros profesores per­
dían sus alumnos».32
También había sido Hartmann quien animó a Gadamer a hacer su doc­
torado bajo la tutela del viejo Paul Natorp (1854-1924). El consejero pri­
vado Natorp fue el último representante de la Escuela de Marburgo, que ya
formaba parte del canon de la historia de la filosofía reciente y cuyo fun­
dador había sido Hermann Cohen, fallecido en 1918. Sin embargo, la
influencia de Cohen en el desarrollo interno de esta escuela ya había comen­
zado a disminuir con su solicitud de despido en 191233y su traslado a Berlín.
La orientación por la ciencia de la Escuela de Marburgo se debió sobre todo
a él. Como recordaba Gadamer, después de que Cohen se marchara, Natorp
pudo dedicarse a sus inclinaciones místicas que estaban en una contradic­
ción inconfundible con sus anteriores tendencias orientadas por la cien­
cia: «La atmósfera en la que crecimos en el Marburgo de aquel tiempo esta­
ba llena de tensiones y marcada por modelos intelectuales fuertes. Era la
«Escuela de Marburgo» del neokantismo, que se encontraba en plena diso­
lución. Después de que se marchara Hermann Cohen, Paul Natorp mismo
se dejó llevar por sus tendencias largamente reprimidas hacia la mística y la
música».34 Se puede imaginar que estos rasgos poético-artísticos y románti-

32. Karl Lowith, Mein Leben in Deutschland vor und nach 1933. Ein Bericht,
Frankfurt am Main: Fischer, 1989, pág. 65.
33. Ver H. Holzhey, op. cit., pág. 2 Iss.
34. GW 10, 413. En la presentación de sí mismo que hizo en Die deutsche Phi­
losophie der Gegenwart in Selbstdarstellungen, со тр . por R. Schmidt, Leipzig: Mei-
ner, 1921, pág. 154, el Natorp tardío hablaba también, retrospectivamente,
de su temprana necesidad de una filosofía que se alimentara del arte, la poesía y la
mística.

113
cos del Natorp tardío encontraron cierta resonancia en Gadamer. Una expe­
riencia inolvidable fueron para él las lecturas de Tagore que Natorp orga­
nizó en su casa.35
La posición filosófica de Natorp había cambiado profundamente, espe­
cialmente con respecto a su famosa interpretación de Platón. Su libro sobre
Platón de 1903 había causado sensación con su tesis provocadora de que
las ideas de Platón en el fondo no representaban más que las leyes natura­
les. Esta osadía anacrónica incluso valió a su autor el sobrenombre de «Pla-
torp».36 En su interpretación de las ideas platónicas se había guiado exclu­
sivamente por la filosofía trascendental de Kant y por la ciencia natural
moderna. En un posfacio metacrítico de 1920 con el título mítico y evo­
cativo «Logos-Psiqué-Eros», Natorp revisó justamente esta orientación.37
Aunque no proclamara como tal su viraje, este cambio era palpable a cada
paso. En 1903, con ocasión de la publicación del libro, Natorp escribió:
«Parecía y tal vez era obligatorio separar estrictamente al Platón místico del
maestro que enseñaba la doctrina de las ideas».38 En cambio ahora admitía
que era preciso dar la razón a los críticos, «que opinaban que no se podía
seguir sosteniendo esta separación».39 La interpretación de Platón que Natorp
anuncia aquí, aunque de manera algo velada,40 es, en efecto, bastante mís­

35. PL, pág. 19. Ver también la entrevista «Some Dimensions o f the Univer­
sality of Philosophical Hermeneutics: A conversation with Hans-Georg Gadamer»,
en Journ al o f the Indian Council o f Philosophical Research, 9 (1992), n° 3 (mayo-
agosto), pág. 124.
36. Ver Christoph von Wolzogen, «Schòpferische Vernunft. Der Philosoph
Paul Natorp und das Ende des Neukantianismus», en FAZ, 17-3-1984, n° 66 (Bil-
der und Zeiten).
37. Peter Wust había hablado ya de la «transformación de espíritu» de Natorp,
en el periódico Kôlnische Volkszeitung del 22-3-1922. Sin embargo, Natorp negó
que hubiese habido tal transformación, al publicar en el mismo periódico (26-4-
1922) una respuesta con el bello título Paul Natorps geistige Wandlung. Von einem,
der ihm nahe steht [La transformación de espíritu de Paul Natorp. De alguien que está
cerca de Л]. Ver H. Holzhey, op. cit., pág. 42, nota.
38. Ver P. Natorp, Platos Ideenlehre, 1903, 2a edición 1921, pág. 467.
39. Ibidem.
40. Ibidem, pág. 460: «Y, por eso, en este anexo “metacrítico” ha de decirse
tanto cuanto parezca imprescindiblemente necesario y, al mismo tiempo, sufi­
ciente, a fin de dar a los lectores una introducción, de modo que ellos continúen
por sí mismos la investigación; pero, también, a fin de ahorrarle a la crítica el esfuer­
zo de semejantes correcciones, que el autor mismo ha realizado para sí hace ya mucho

114
tica, porque da lugar a que ahora se vea la filosofía de Platón exclusivamente
desde la de Heráclito, es decir, desde la idea primaria del logos único al que
todo aspira (hen to sophon mounon).AXSe pretende pues que la transcendencia
(el epekeina) de la doctrina de las ideas había apuntado a este fundamento
primario del ser, que abarca todo en sí mismo. «El fondo último y unita­
rio del mundo de las ideas no se refiere sólo a la unidad meramente lógica
del sistema, aunque también a ésta, sino a la unidad de lo viviente origi­
nario, de lo concreto originario e incluso más que puramente concreto, uni­
dad que, como tal, ya no significa una unidad, una idea, un logos, sino la
última unidad de las unidades, la idea de las ideas, el “logos” mismo de todos
los logoi. Mas, en tanto viviente entra en una relación muy estrecha con
la “psiqué misma” . Es precisamente en esta íntima conjunción de logos y
psiqué donde Platón coincide de manera llamativa con Heráclito.»42
Natorp se negaba a ver aquí realmente un «viraje» de su enfoque ante­
rior, y probablemente lo hizo porque en este marco omniabarcador hera-
clitiano del «hen kai pan» (del uno que al mismo tiempo es todo) también
se podía integrar la búsqueda científica de leyes globales del ser que den
cuenta de su abundancia concreta. La fórmula mágica para ello, según la
cual «el todo se une consigo mismo», la encontraba ahora claramente en
el Banquete de Platón.43 Por tanto, la separación metodológica de la idea del
mundo sensible sólo era necesaria para llegar a esta visión unitaria del todo.44

tiempo.» Sobre la orientación de esa “metacrítica” véase Karl-Heinz Lembeck, Pla­


ton in Marburg. Platonrezeption und Philosophiegeschichtsphilosophie bei Cohen und
Natorp, Würzburg: Konigshausen & Neumann, 1994, pág. 330ss.
41. Ibidem.
42. Ibidem, pág. 467s. Natorp mismo tiene en claro su cercanía a Plotino (pág.
500ss; véase también la presentación de sí que hace Natorp en Die deutsche Philo­
sophie der Gegenwart in Selbstdarstellungen, с о т р . por R. Schmidt, Leipzig: Mei-
ner, 1921, pág. 173). Ver al respecto K.-H. Lembeck, op. cit., pág. 315, así como
también U. Sieg, Aufitieg und Niedergang des Marburger Neukantianismus. Die Ges-
chichte einer Schulgemeinschaft, Würzburg: Konigshausen & Neumann, 1994, pág. 455.
43. Symposion 202 E. Véase Platos Ideenlehre, pág. 489, como también la pre­
sentación de sí mismo en D ie deutsche Philosophie der Gegenwart in Selbstdarste­
llungen, со тр . por R. Schmidt, Leipzig: Meiner, 1921, pág. 156, 160.
44. Por lo demás, aquí se puede encontrar una fuente importante del posterior
rechazo, por parte de Gadamer, del chorismós de la idea, especialmente en su obra
tardía Plato im Dialog. Griechische Philosophie III, GW 7, Tubinga 1991. El cho­
rismós es tratado en esa misma obra como un polémico malentendido aristotélico.
Son muchos, pues, los indicios de que esta tesis se remonta a Natorp.

115
La perspectiva del Natorp tardío interesa sobre todo porque determi­
nó de manera significativa el tema de la tesis de Gadamer, con indepen­
dencia de si el joven estudiante era plenamente consciente de ello o no. Ya
en 1920, Gadamer tuvo el plan de doctorarse con Natorp. Probablemente
ya en este momento se había dado cuenta de que la manera de apoyarse
en Kant que había caracterizado la primera Escuela de Marburgo y también
al neokantismo de sus maestros de Breslau estaba perdiendo algo de su vigen­
cia.45 La paulatina disolución del neokantismo, que también era consecuencia
de la crisis cultural general, prometía un paso más allá de Kant. Así, Gadamer
no se sorprendió mucho cuando su tutor le propuso Fichte como tema de
su tesis. En efecto, en sus años tardíos, Natorp estaba fascinado por el idea­
lismo absoluto de Fichte. Para Gadamer era un tema nuevo y así comenzó
a leer -asombrosamente, hay que decirlo- la correspondencia de Fichte con
su novia. Pronto tuvo que confesar a Natorp: «Ay, Señor consejero priva­
do, en realidad preferiría trabajar sobre Platón».46
En consecuencia, Natorp le propuso el tema del placer en Platón,47 que
también a él le importaba mucho. En el anexo metacrítico de 1920 había
formulado expresamente la necesidad de una investigación del concepto
platónico de placer. Dada su importancia para la tesis de Gadamer, mere­
ce la pena citar el pasaje en cuestión: «Toda la posición de Platón con res­
pecto a los conceptos del bien y del placer requiere una nueva investigación.
Creo que su resultado será que esta posición era menos vacilante y cam­
biante de lo que parece en un principio; que se mantiene, al contrario, esen­
cialmente igual desde los primeros hasta los últimos escritos, sólo que ha
evolucionado hacia una seguridad y determinación cada vez mayores».48
A partir de lo precedente resulta comprensible por qué el tema fasci­
naba a Natorp. Como se sabe, en el Gorgias hay un rechazo rotundo del

45. Por eso, en el entorno inmediato de Gadamer, se escribieron ya extensos


trabajos sobre el camino que lleva de Kant a Hegel. Téngase presente sobre todo a
Richard Kroner, Von Kant bis Hegel (2 tomos: 1921, 1924), a Nicolai Hartmann,
Die Philosophie des deutschen Idealismus (1923), así como a Ernst Cassirer, Die nach-
kantischen Systeme (tomo 3 de la obra Das Erkenntnisproblem in der Philosophie und
Wissenschajt der neueren Zeit, 2a edición, 1923). El redescubrimiento del joven Hegel
por parte de Wilhelm Dilthey preparò el camino para esto.
46. Ver HGG, «Die Griechen, unsere Lehrer. Ein Gesprach mit Glenn W Most»,
en Internationale Zeitschriftfü r Philosophie, 1994/1, pág. 140.
47. Ibidem.
48. Ver P. Natorp, Platos Ideenlehre, 1903, 2a edición, 1921, pág. 520.

116
placer,49 que también se asocia generalmente con un determinado plato­
nismo. Pero el Natorp tardío ya no comparte esta vision de las cosas. Si para
él la totalidad del ser se juntaba en el uno originario, que al mismo tiem­
po era lo concreto originario que abarca la multiplicidad, entonces ya no
se podía rechazar el placer. Así, por razones sistemáticas resultaba urgente
asignar al placer el lugar que le correspondía en el marco del todo. En fun­
ción de ello, en el anexo a su libro sobre Platón, Natorp había diferencia­
do tres tipos de placer (el sentimiento inmediato de placer, la satisfacción
y la bienaventuranza), que Gadamer también adoptó en su tesis.50 Pero más
importante que esta tripartición misma es el motivo sistemático que Natorp
relacionaba con ella y que apuntaba a una revalorización del placer mis­
mo en el sentido del monismo platónico.
Hay que guardarse evidentemente de exigir a la disertación del joven
Gadamer el nivel de un tratado científico maduro. El trabajo tiene 116 pági­
nas, escritas en una tipografía descuidada y no contiene más de cinco notas
a pie de página. Lo que importa más en el presente contexto es el marco
dentro del cual se generó y las ideas que permite reconocer como punto
de partida de posteriores elaboraciones. La tesis está desarrollada plenamente
según el espíritu de Natorp y en ella confluyen motivos del «Platorp» de
1903 y otros del Natorp tardío de 1921. Se puede constatar, en efecto, que
los argumentos que Gadamer aduce proceden en parte de la teoría de la
ciencia, en parte son de tipo poético e incluso casi místico. Así, resultan ser
testimonio de aquel conflicto entre ciencia y poesía que para el joven pen­
sador era fundamental.
Gadamer indica como planteamiento de su disertación la confronta­
ción de Platón con el hedonismo.51 En este sentido habría entendido el
encargo de Natorp. Ahora bien, la confrontación con el hedonismo es

49. Esto había llevado a Natorp, entre otras cosas, a establecer, en el marco
de un erudito estudio filológico datado en 1893, una analogía entre las éticas de
Demócrito y de Platón (P. Natorp, Die Ethika des Demokritos. Text und Untersu-
chungen, Marburg: N. G. Elwert’sche Verlagsbuchhandlung, 1893, repr. en Hil-
desheim/Nueva York: Georg Olms Verlag, 1970). En esa obra, Natorp procura
incluir a Demócrito y a Platón en la tradición del racionalismo que proviene de los
pitagóricos, los eleáticos y Heráclito. La perspectiva de 1920, es, como se ve, total­
mente distinta.
50. Platos Ideenlehre, pág. 520. Ver H GG, Das Wesen der Lust nach den plato-
nischen Dialogen, tesis doctoral, Marburgo, 1922, pág. 69, 109.
51. Das Wesen der Lust nach den platonischen Dialogen, pág. 6.

117
una polémica con los sofistas de su época que querían establecer el placer
como principio del bien, como lo muestran el Protágoras y el Gorgias. El
propósito declarado de la tesis de Gadamer es explicitar la refutación pla­
tónica del hedonismo y, junto con él, del relativismo, pero también la demos­
tración de que esta «destrucción» lleva a un nuevo nivel del problema, en el
que se puede conceder al placer el derecho que le corresponde.52 Gadamer
se sirve para ello del argumento reflexivo, que en Verdad y método tratará
con mucha mayor cautela, de que el relativismo mismo reclama una pre­
tensión de objetividad.53 O sea que incluso el relativismo (o el hedonismo,
porque los términos parecen aquí intercambiables) quiere tener una validez
absoluta cuando establece la dimensión empírica (y con ella el placer) como
absoluta.54 De esta manera, el contrincante de Sócrates, cuando éste dis­
cute sus premisas, ya ha operado una superación de lo empírico,55 que
tendrá que romper, finalmente, el marco empirista de la sofística. En este
sentido, la destrucción de la sofística se lleva a cabo con argumentos que se
pueden caracterizar como propios a la teoría del conocimiento.
Esta autosuperación de la sofística, que significa pensar hasta el final
sus consecuencias, define la solución de Platón o, mejor dicho, la solución
que Gadamer atribuye a Platón. De los propios presupuestos del sensua­
lismo se desprende que el placer, al ser elevado al rango de principio, adquie­
re una validez objetiva que debe apuntar a una vigencia absoluta, es decir
a un bien supremo o agathon. La hedoné lleva por sí misma a este agathon,56
Hay, por tanto, un abismo profundo entre el saber relativo de los sofistas

52. Sobre la estrategia de la aporía platónica en los diálogos de juventud, véa­


se pág. 11 : «El valor positivo de las aporías en los diálogos platónicos reside en
que se toma conciencia de la imposibilidad de mantener el concepto de saber vigen­
te hasta el momento, y esto obliga, inevitablemente, a una nueva fimdamentación
de un nuevo saber.»
53. Ibidem, pág. 14.
54. Ver ibidem, pág. 16: «Sócrates pone el dedo sobre la contradicción inter­
na que se esconde en el relativismo escéptico cuando aparece con la pretensión de
verdad.»
55. Ibidem, pág. 15.
56. Ibidem, pág. 20: «También la hedoné, que en un principio parece perte­
necer a la subjetividad pura y no subsistente, poseería objetividad si se la hiciera
principio de una ética. Pues solamente algo objetivo puede constituir un paráme­
tro. Con lo cual, la exigencia de objetividad surge de las condiciones de contenido
del mismo relativismo ético.»

118
y el saber absoluto que se requiere.57 Los diálogos de juventud, con su demos­
tración de «la relatividad del saber empírico con intención negativa» se que­
dan parados en buena medida ante este abismo, y sólo los diálogos del pe­
ríodo medio de Platón elaboran el nivel «aprioristico» que aquí se exige en
forma de la doctrina de las ideas. Su principio sólo puede ser el bien, en la
medida en que el bien es el telos de toda acción, que también incluye el pla­
cer mismo.58 Esta vinculación necesaria del placer al principio superior del
agathon se puede considerar como el resultado sistemático más importan­
te de la tesis.
Resulta imposible, por tanto, que el placer sea una última instancia,
puesto que esta función sólo la puede asumir el agathon.59 Sin embargo, el
placer también puede desempeñar un papel positivo en tanto le corresponde
manifestar la inmanencia del bien en nuestra realidad, es decir, el ser-con-
nosotros y el ser-en-nosotros del bien.60 Esta concepción de un bien inma­
nente seguirá siendo determinante en los análisis posteriores de Gadamer
hasta sus últimos ensayos de los años noventa. En 1922 aún debía estar en
conexión con Natorp y su interpretación monista aunque al mismo tiem­
po omniabarcadora de la doctrina de las ideas.
El joven Gadamer intenta poner de relieve en Platón el reconocimien­
to positivo de un hedonismo legítimo. Por ejemplo, en la Politeia se sos­
tiene que el placer compartido puede crear un vínculo entre los ciudadanos
y que un Estado justo no puede prescindir del placer.61 Pero sobre todo resul­
ta decisiva la enseñanza de los diálogos posteriores de Platón, según la
cual la vida deseable es «mixta», es decir que si bien queda vinculada a la
perspectiva de las ideas, incluye, no obstante, el todo de la existencia sen­
sorial. Gadamer ve en ello con razón una anticipación de la doctrina aris­
totélica del mesotes,62 según la cual la virtud constituye el término medio
entre dos extremos. Desde esta perspectiva Gadamer leyó el Filebo y así pre­
paró el terreno para la interpretación fenomenològica de este diálogo en su
tesis para la obtención del grado de catedrático de 1928, pero también para
la búsqueda de los propósitos comunes de Platón y Aristóteles acerca de la

57. Ibidem, pág. 24.


58. Ibidem, pág. 42s.
59. Ibidem, pág. 39.
60. Ibidem, pág. 46s.
61. Ibidem, pág. 63.
62. Ibidem, pág. 78.

119
idea del bien, que caracteriza sus trabajos posteriores.63Ya en 1922 el Filebo
tenía un lugar de preferencia, puesto que en este diálogo «se había produ­
cido expresamente el gran giro de la mirada hacia el ámbito de la experiencia:
«Es el giro “dialéctico” que ya no deja el hen en su lejanía solitaria frente a
los polla, sino que vincula a ambos por medio de la mesura y la determi­
nación».64
Con esta afirmación Gadamer cumple el encargo originario de Natorp,65
porque no sólo reconoce así el placer en el papel que le corresponde en la
plenitud mezclada de la vida, sino que también confirma plenamente
la perspectiva homogénea de una la doctrina de las ideas que da cuenta de la
multiplicidad concreta.
Como se ve, la argumentación de Gadamer se mantenía en el marco
sobrio de la “teoría del conocimiento” en la medida en que recurría, por
ejemplo, al argumento de la reflexividad para obtener así de la autorrefuta-
ción del relativismo una legitimación del apriorismo platónico. Sin embar­
go, en el joven Gadamer también se encuentran concepciones que hacen
saltar el marco de la teoría del conocimiento y que abren la perspectiva a
ese Platón casi místico que Natorp había anunciado en su posfacio de 1920.
Se puede suponer que en las lecciones mismas del Natorp tardío Gadamer
también llegó a tener una impresión directa de la manera en que ese pos­
facio metacrítico presentaba a Platón, aunque hay que admitir que lo hicie­
ra en una forma velada.
Estos aspectos más bien «místicos» destacan sobre todo en la intro­
ducción de la tesis, que fue redactada, como es habitual, después de ter­
minar el trabajo. Gadamer toma en ella una posición crítica acerca de la
perspectiva del análisis histórico de los problemas y defiende la opinión
de que esta perspectiva no basta para acercarse a los diálogos de Platón: «El
problema general que afecta el procedimiento de la historización de los pro­
blemas es que extrae un problema de su contexto histórico único creyendo,

63. Ver al respecto D ie Idee des Guten zwischen Plato und Aristóteles, Heidel­
berg: Carl Winter, 1978, actualmente en GW 7, 128-227.
64. Das Wesen der Lust nach den platonischen Dialogen, pág. 78.
65. Gadamer supo de la satisfacción de Natorp para con su tesis doctoral a tra­
vés de Hartmann (PL, 23 yen «Die Griechen, unsere Lehrer... », op. cit., 1994, pág.
139). El mismo Paul Natorp manifestó su aprobación en una carta del 30-11-1922
a Edmund Husserl (E. Husserl, Briefwechsel, Dordrecht Boston/ Londres:
Kluwer, 1994, tomo 5, pág. 161).

120
sin embargo, que lo ha comprendido en su pleno contenido. Pero, de hecho,
este contenido está condicionado de manera determinante por el contexto
en el que surge este problema y precisamente por esta unicidad que no se
le puede negar impunemente».66 Esta toma de posición crítica resulta sor­
prendente y valiente, porque la historización de los problemas constituía en
aquellos años la concepción predominante de la historia de la filosofía.
Gadamer la había encontrado ya en Hònigswald y los demás neokantianos
y también en Nicolai Hartmann. Ahora sostiene que la pretensión de leer
a Platón según la óptica de la situación actual significa una grave falta de
justicia y de sentido histórico: «Querer mostrar a partir del estado actual
de los problemas unas contradicciones y falsas conclusiones dentro del des­
arrollo del pensamiento platónico y atribuirlas a su falta de capacidad de
abstracción es una pretensión radicalmente errónea.»67
La perspectiva de Platón sería totalmente diferente y ajena a nuestro
tiempo, y de ella se podrían aprender muchas cosas. En este sentido, Gada­
mer escribe una frase que, normalmente, ningún tutor permitiría decir a su
alumno: «En este punto conviene subrayar que una idea platónica (porque
así podemos denominar de manera totalmente provisional el significado de
las palabras griegas en general) es algo divino o demoníaco, es decir, en todo
caso un ente vivo y activo (por ejemplo, logos, areté, aletheia, eros, episté-
mé, hedoné) cuyo ámbito vital ocupa un espacio espiritual. Es más que un
juego burlesco cuando en los diálogos platónicos de repente las ideas comien­
zan a hablar, quejándose, por ejemplo, de una comprensión errónea que
resulta injusta. Sólo quiero recordar que en el Gorgias (482), Sócrates llama
la philosophia su paidika, a cuyos logoi, siempre coherentes entre ellos, nun­
ca puede contradecir. Esta imagen es expresión de algo totalmente real: en
nuestro pensamiento nos metemos en ámbitos sagrados y estamos obliga­
dos a seguir hasta en el último detalle la instrucción sacerdotal».68
Verdaderamente una perspectiva asombrosa, casi demoníaca. En ella
se refleja seguramente menos la visión omniabarcadora de Natorp que el
ideario de la interpretación de Platón de esta época, que surgió en relación
con el círculo en torno a George. Lamentablemente era una de las costum­
bres de los georgianos que no indicaban sus fuentes para manifestar así su

66. Ibidem, pág. 2.


67. Ibidem.
68. Ibidem, pág. 3s.

121
desprecio por la vulgar cientificidad. También Gadamer no menciona direc­
tamente sus fuentes, de manera que sólo se pueden hacer conjeturas sobre sus
inspiraciones. Entre los libros sobre Platón que se usaban en el círculo de
George y que podrían haber influido en Gadamer, a parte de las indicaciones
del autor mismo, se pueden mencionar Heinrich Friedemann, Platon. Seine
Gestalt ([Platón. Su figura] publicado en la revista editada por George
Blatterfur Kunst, Leipzig 1914) y Heinrich Barth, Die Seele in der Philosophie
Platons ([El alma en la filosofía de Platon] Tubinga 1921).69 En el círculo de
George, Platon gozaba de una estima especialmente alta porque se le veía
como líder de una comunidad espiritual y política de tipo esotérico. Esta fi­
gura de líder poético y político era bastante parecida a la función que George
había inventado para sí mismo y estaba en relación con una posición de re­
chazo frente al mundo civilizado y decadente, al que también pertenecía el
de la ciencia «desmembradora». Por eso, muchos pensadores que no se sen­
tían bien en este mundo penetrado por la ciencia, podían encontrar en el ge-
orgianismo y su imagen de Platón una especie de refugio. En su autobiogra­
fía, Gadamer no escondió su proximidad al círculo de George en aquellos
años, por ejemplo, su relación con Friedrich Wolters y más tarde con Paul
Friedlánder y Max Kommerell. Incluso más de medio siglo después subrayó
positivamente «la influencia de Stefan George en la ciencia» (1983).70
Es posible que Gadamer haya encontrado estos motivos también en el
Natorp tardío (y en sus exposiciones orales), que parecía tocar cuerdas pare­
cidas. Aunque en su posfacio de 1920 se había referido de manera muy crí­
tica al esotérico culto de líder de los georgianos (especialmente a la interpre­
tación de Heinrich Friedmann),71 pero tampoco debía ser insensible a los
motivos de crítica a la época de los georgianos, que impregnaban el ambien­
te. Eran motivos que, en último término, coincidían con las tendencias
fuertemente pedagógicas de Natorp, quien era profesor numerario de filo­
sofía y también de pedagogía en Marburgo.72Además, estos motivos influí­
an, en general, en la interpretación de Platón como educador y fundador
de Estado que predominaba Alemania en los años veinte. En 1933,
Gadamer dedicó una reseña en buena medida positiva a esta interpretación,

69. La tesis doctoral de Gadamer menciona este último libro, pág. 114.
70. GW 9, 258-270.
71. Ver Platos Ideenlehre, 2a edición, pág. 509ss.
72. Ver también P. Natorp, Philosophie der Pádagogik, Marburg, 1909.

122
que publicó en la revista Logos bajo el título «Die neue Platonforschung»
[La nueva investigación sobre Platón] P En su reseña del libro del georgiano
Kurt Singer, Platon, der Gründer [Platon el fundador] de 1927, Gadamer
señala que «se conoce la procedencia de esta imagen de Platón», pero no
menciona a George.74
Sin embargo, el espíritu de George soplaba en todas partes en Marbur­
go. Gadamer fue introducido en su mundo poético, entre otros, por el famo­
so teòrico literario Ernst Robert Curtius, con el que también mantenía una
relación muy estrecha en esta época. Este lazo personal y casi paternal entre
maestro y alumno, que era bastante típica para Gadamer, para la época y para
Marburgo, también era parte de la fuerza de atracción de la poesía georgiana.
Su mejor amigo de aquellos años fue el entonces al parecer en Marburgo muy
considerado poeta Oskar Schürer. Siete años mayor que Gadamer, había es­
tudiado en Marburgo antes de la Primera Guerra Mundial, de modo que per­
tenecía a la vieja guardia, admirada por los más jóvenes. Gracias a su carisma
fue él quien abrió a Gadamer la puerta a la mayoría de los profesores, aunque
no a los filósofos, porque como historiador del arte no se sentía atraído por
ellos. Así, Gadamer escribió en sus recuerdos de Marburgo la frase a primera
vista sorprendente: «Agradezco mi relación amistosa con los muchos profe­
sores que se describen en estas páginas al aprecio que se le mostraba al joven
amigo Oskar Schürer».75 Según el testimonio de Gadamer, se refería a la

73. Logos, 22 (1933), pág. 63-75. El trabajo fue reimpreso en 1985 (sin modi­
ficación alguna, si mi observación es correcta) en el tomo 5 de las Obras Completas.
74. GW 5, 213. El texto prosigue: «Queda claro que aquí no habla un filólo­
go o filósofo, sino un hombre que da testimonio de que fuera de la ciencia hay una
visión de Platón que ve cosas esenciales, aunque, en los detalles, por todas partes
deba agradecer sus contenidos a los resultados de la interpretación científica de Pla­
tón.» El hecho de que esta concepción de Platón sobre la fundación del Estado,
muy extendida en aquel tiempo, pudo ser continuada sin dificultades después de
1933 por investigadores de orientación nacionalsocialista, lo indica el trabajo de
Teresa Orozco, «Die Platon-Rezeption in Deutschland um 1933», en lise Korotin
(сотр.), Die besten Geister der Nation. Philosophie undNationalsozialismus, Viena,
1994, pág. 141-185 (que se concentra especialmente en la descollante figura de
Werner Jaeger). La aplicación a la interpretación de Platón de Gadamer -aplica­
ción, lamentablemente, demasiado determinada por la búsqueda afanosa de ele­
mentos de fascismo- tiene lugar en T. Orozco, «Die Kunst der Anspielung. Hans-
Georg Gadamers philosophische Interventionen im NS», en Das Argument. Zeitschrift
fu r Philosophie und Sozialwissenschaften, 37 (1995), pág. 311-324.
75. PL, pág. 28.

123
atracción erótica que Schürer ejercía sobre todas las personas. «Podría contar
muchas cosas de él», añade Gadamer,76 y con ello alude discretamente a
las muchas relaciones eróticas que «sobrecogían» a Schürer. Gadamer lo
admiraba y siempre lo consideraba como su amigo más íntimo. Probable­
mente estaba impresionado por su versatilidad y superioridad y además
se sentiría distinguido por ser el amigo de un hombre tan solicitado por las
mujeres.
Gracias a Schürer y a los profesores cercanos a George (Curtius,
Hermann, Wolters; más adelante también Kurt Riezler, Friedrich Klinger,
Georg Rohde, Max Kommerell, Karl Reinhard, Kurt Singer y Kurt
Hildebrandt), como confesó Gadamer, «el poeta Stefan George iba ocu­
pando un lugar cada vez más poderoso dentro de mí». La justificación,
que aún en 1977 le parecía actual, resulta lógica desde la situación de en­
tonces: «En una sociedad que se estaba atomizando, las tablas de valor del
círculo de George representaban una conciencia corporativa de un nivel
espiritual muy alto, que tenía que provocar, pero a la que no se podía dejar
de admirar del todo por su coherencia y seguridad de sí misma».77 Se pue­
de dudar de si estas tablas de valor todavía podrían ofrecer una respuesta
creíble a la atomización moderna, pero algo de ellas siempre se mantuvo
vivo en Gadamer y su obra.
El círculo de georgianos en Marburgo se concentraba sobre todo alre­
dedor de la figura del historiador de la economía Friedrich Wolters. Como
uno de los aliados más íntimos del poeta era un representante muy impor­
tante del georgianismo dentro del ámbito científico, aunque él mismo, al
igual que la mayoría de los georgianos, en el fondo no tenía una opinión
muy buena de la ciencia. En su ensayo programático que definía las líneas
directrices en el primer número del Jahrbuch fu r die geistige Bewegung [Anua­
rio para el movimiento espiritual] de 1910,78había criticado la función corro­
siva de la ciencia ordenadora, oponiéndola a la fuerza creadora de la vida.

76. Ibidem.
77. PL, pág. 17.
78. F. Wolters, Richtlinien, Jahrbuch fü r die geistige Bewegung, 1 (1910), págs.
128-145. Véase al respecto Carola Groppe, op. cit., pág. 237ss, quien ve en Wol­
ters la figura central del círculo de George (251). De acuerdo a su convincente inves­
tigación, fue también Wolters el que estableció teóricamente el culto casi eclesiás­
tico a la autoridad en torno al maestro George y, con ello, el que hizo el aporte
decisivo para la conformación de la identidad del círculo (243).

124
Sólo el arte sería capaz de contemplar la vida desde dentro sin sacrificarla
a los esquemas y leyes desalmadas de la ciencia. Pero justamente este acen­
to anticientífico tenía una extraordinaria influencia en la ciencia de la
época que estaba abandonando en muchos terrenos los procedimientos ana­
líticos y desmembradores de la ciencia positivista a favor de una concepción
holística y «configuradora» de la vida.79También la actitud antiacadémica
de filósofos de la existencia como Jaspers y Heidegger son consecuencia
de ello, y algo de este espíritu se transmitió también a la generación más
joven, aparentemente ajena a George, del movimiento del 68.
El único seminario de Wolters al que Gadamer asistió, trataba de una
materia francamente lejana: la historia agraria del siglo XIX. Había sido el
tema de la tesis doctoral de Wolters, defendida en 1903 ante los importantes
economistas Kurt Breysig y Gustav Schmoller,80 pero después sólo fue el
pretexto para exposiciones sobre su visión del mundo, sobre su crítica a la
ciencia y la política actuales. Gadamer lo visitó con su amigo Oskar Schü­
rer y para él era «una ceremonia oratoria que nos enfureció mucho por la
dureza de sus invectivas».81 Esta irritación era, sin embargo, compatible con
cierta fascinación. Allí estaba uno que era amigo personal de un poeta envuel­
to en un aura de admiración y que osaba tomar posición ante las cuestio­
nes más inquietantes del momento con una insólita determinación.

79. Ver el trabajo, también programático, de F. Wolters intitulado «Gestalt»,


en el 2o tomo del Jahrbuch fiir diegeistige Bewegung (1911), pág. 138-158. Respecto
de la influencia sobre la ciencia, véanse las aportaciones del simposio D ie Wir-
kung Stefan Georges a u f die Wissenschafi, comp, por H.-J. Zimmermann, Heidel­
berg: Carl Winter, 1985 (con un artículo de Gadamer y una carta de Friedrich Gun-
dolf fechada en 1911 a propòsito de esta cuestión).
80. Véase С. Groppe, op. cit., pág. 213.
81. Carta de H G G a Edgar Salin del 29-8-1973 (Archivo postumo de Salin,
Biblioteca de la Universidad de Basel). Citado también por С. Groppe, op. cit., pág.
275. A propósito de la influencia de Wolters sobre Gadamer -quien, con todo, nun­
ca se sintió su discípulo- véase ya K. Hildebrandt, Erinnerungen an Stefan George
undseinen Kreis, Bonn: Bouvier, 1965, pág. 198 y 242. No obstante, esta influen­
cia fue limitada en el tiempo, pues Wolters enseñó como docente no numerario en
Marburgo solamente tres años (1920-1923). En 1923 fue llamado como profesor
ordinario de historia medieval y moderna a Kiel, donde erigió una nueva fortaleza
del círculo de George a la que pertenecieron Kurt Hildebrandt y Carl Petersen. A
este círculo se debe también que Gadamer haya recibido una suplencia en Kiel en
mayo de 1934 (información verbal de Gadamer). Resulta arduo encontrar docu­
mentos de la época que hagan referencia a esa convocatoria, ya que el archivo de

125
Muy por encima de su condición de científico, Wolters era sobre todo
un hombre político. Pertenecía al ala fuertemente nacionalista del círculo
de George y había adquirido una fama dudosa con sus Vier Reden über
das Vaterland [Cuatro discursos sobre la patria] .82 Era sabido que el círculo
de George aspiraba a una confederación estatal secreta, pero muchos la
veían sólo como un Estado ideal de cultura. Al parecer, Wolters la entendía
de manera más concreta, más política. En opinión de Gadamer, no cabía
duda de que Wolters se habría adherido enérgicamente al nacionalsocia­
lismo (murió el 14 de abril de 1930). En aquella época temprana de
Marburgo, parece que Wolters intentó ganar a los jóvenes estudiantes para
esta instrumentalización política del georgianismo. Aunque Gadamer afir­
mó posteriormente que no tuvo nada que ver con esto,83 su participación
misma en tales seminarios y en el círculo de Wolters muestra que estas voces
conservadoras encontraron cierta resonancia en él.
Una actitud políticamente contrapuesta encontró Gadamer en el his­
toriador del arte Richard Hamann, de tendencia izquierdista, que había sido
discípulo de Simmel y Dilthey en Berlín. En el pequeño mundo del pro­
fesorado de Marburgo, que a principios de los años veinte más bien ten­
día al centro democrático del Partido democrático alemán, la posición socia­
lista de Hamann no era muy popular, pero con su instituto había adquirido
una fama internacional que lo convertía en una de las mayores estrellas

la Universidad de Kiel fue en gran parte destruido hacia el final de la Segunda


Guerra Mundial (ver C. Groppe, op. cit., pág. 271). Lamentablemente, el acta sobre
la actividad docente de Gadamer en Kiel en el archivo secreto del estado de Berlín
(I. HA, Rep. 76, Va, See. 9, IV, 1, tomo 23, hoja 269-272, 546-550) no aporta
datos sobre el trasfondo de la convocatoria.
82. Ver C. Groppe, op. cit., pág. 259.
83. Ver Hans-Georg Gadamer on Education, Poetry and History, Albany: SUNY
Press, 1992, pág. 143: «I felt myself quite distanced from the political interpretation
o f George. Wolters, a close associate o f George, whom I knew at that time, tried to draw
me into it. But I wouldn’t do it. I thought to myself what does this have to do with me,
these nationalistic youth groups, what would I have to do with them? I am not saying
this is to reflect credit upon myselfnow, fa r from it. I am simply tellingyou how I was.»
[«Yo me sentía bastante distanciado de la interpretación política de George. Wol­
ters, un cercano seguidor de George, a quien yo conocía en aquel tiempo, intentó
introducirme en el círculo. Pero no quise. Pensé: ¿qué tengo que ver con eso? ¿Qué
podría hacer yo con esos grupos juveniles nacionalistas? No estoy diciendo esto para
obtener ahora un crédito para mi persona -lejos de ello-. Simplemente, le estoy
manifestando cómo era yo.»]

126
del cielo científico de Marburgo.84 Gracias a su ubicación política marginal
ejerció una influencia especialmente grande sobre los estudiantes, a los que
no sólo introdujo en la historia del arte medieval, sino también al mundo
de las ideas de Karl Marx y Max Weber. Gadamer se benefició en igual medi­
da de la ampliación del horizonte artístico y del contacto con la izquierda
política: «Richard Hamann, en Marburgo, era un discípulo de Simmel, era
alguien que pronosticaba el final de la cultura personalista. Su lección
preferida tenía el título “Cultura personalista y cultura de hechos”. Lo que
importa ya no son las personas, sino las grandes conexiones de hechos, que
la nueva situación hace necesarias. Por eso un profesor de fuerte tendencia
izquierdista era muy importante para nosotros en estos años».85
Hamann afirmaba que había llegado el final de una cultura. Se trata­
ba de la cultura del individualismo que correspondía al liberalismo occi­
dental. También para Hamann ésta se había hundido en las batallas de
materiales de la Primera Guerra Mundial. ¿Cómo se podía creer aún en
una cultura personalista después de la muerte totalmente absurda de millo­
nes de personas? El individuo ya no contaba, sólo dominaban los pode­
res objetivos «de las cosas». Desde sus premisas, Hamann estaba a favor de
este abandono de la cultura individualista, mientras que Gadamer era más
prudente a este respecto.86 Hay que señalar también que en este rechazo de
la cultura liberal individualista coincidía la ideología de la izquierda con
los tópicos del ocaso de los conservadores que buscaban una solución en
el colectivismo populista. Se decía que sólo demonios nuevos podrían sal­
var Occidente.

84. Respecto de la muy valiente actitud de Hamann en el Tercer Reich, véase


Ulrich Schneider, Widerstand und Verfolgung an der Marburger Universitàt 1933-
1945, en Dieter Kramer u. Christina Vanja, Universitàt und demokratische Bewe­
gung. Ein Lesebuch zur 450-Jahrfeier der Philipps-Universitat Marburg, Marburgo:
Verlag Arbeiterbewegung und Gesellschaftswissenschaft, 1977, pág. 241 ss.
85. SUNY-Gespràche, 3 A, pág. 3; ver Hans-Georg Gadamer on Education, Poetry
and History, pág. 136. Gadamer había conocido ya en Breslau a otro profesor mar­
xista en la persona de Siegfried Marck. En una carta a Schmied-Kowarzick del
27-3-1995 lo menciona, junto a Kühnemann, Guttmann y Honigswald, como la
figura más atractiva de su tiempo de estudiante en Breslau. Acerca de la diferencia
entre cultura personal y cultura objetiva en Simmel, ver S. Breuer, Ásthetischer Fun-
damentalismus, Darmstadt, 1995, pág. 175ss.
86. SUNY-Gespráche, 3 A, pág. 4; ver Hans-Georg Gadamer on Education,
Poetry and History, pág. 136.

127
En aquel tiempo, el teórico más lúcido era Max Weber y seguramente
no es por azar que su diagnóstico sigue siendo válido hasta el presente. De
acuerdo con Weber, la Modernidad es una época de la racionalización y
burocratización anónimas que deja sin respuesta a toda pregunta por el sen­
tido. La razón se agota en la búsqueda de medios para fines previamente
dados. Los fines mismos escapan al juicio de cualquier razón superior. Cual­
quier decisión sobre cuestiones de sentido y finalidad queda a la merced de
un irracionalismo decisionista. Como Weber constató en la famosa formu­
lación final de su discurso Wissenschaft ais Beruf([Lz ciencia como profe­
sión] 1919), la sencilla «exigencia del día» sería que «cada uno encuentre el
demonio y obedezca a aquel que sostiene los hilos de su propia vida».87
¡Como si todos los demonios fuesen iguales!
Con su obra y su persona Weber defiende al menos una orientación de
sentido: la ciencia como profesión. Pero era demasiado manifiesta la para­
doja entre su declaración de fe en la ciencia y su decisionismo. ¿Acaso la
decisión a favor de la ciencia no era tan irracional como cualquier otra? Ade­
más, ¿existía algo así como una ciencia neutral frente a los valores, como
él creía? Weber se convirtió así en figura simbólica de una ciencia con la que
la generación de Gadamer no podía identificarse plenamente. Aunque su
veredicto sobre la incansable racionalización del tiempo era cierto, una cien­
cia que flotaba libremente no era algo por lo que uno podía decidirse,
sino más bien un síntoma del ateísmo generalizado.
Fue esta cientificidad neutral ante los valores, «libremente flotante» y
corrosiva contra la que también polemizaba el georgiano Wolters. Por eso
también adoptó una posición muy crítica frente a la filosofía. A Gadamer
aún lo toleraba, tal vez porque mostraba talentos artísticos en los que le apo­
yaban su mujer y su amigo Schürer. Sin embargo, al parecer Wolters pro­
hibió a sus discípulos el trato con este compañero, de manera que el amigo
de Gadamer, Hans Anton88, sólo pudo visitarlo por la tarde, aunque
Wolters mismo mantuvo un trato amistoso con Gadamer.
En retrospectiva no resulta extraño que la tesis de Gadamer muestra
una posición tan ambigua frente a la ciencia. Esta ambigüedad era propia
a la época. La Escuela de Marburgo en torno a Cohen, Natorp y Hartmann
había ido tan lejos como podía en la lectura científica de Platón cuando qui­

87. Max Weber, Gesamtausgabe 1/17, Tubinga: Mohr Siebeck, 1992, pág. 111.
88. Ver Lorenz Jáger, «Ich gehe immer an den aufiersten Rándern. Leben
und Werk Stefan Georges», en FAZ, 27-9-1995.

128
so ver en él un precursor de las ciencias naturales matemáticas. Pero preci­
samente en Platón se podía aprender que en la sabiduría se esconde algo
más que la pura cientificidad. También el reconocimiento del no saber for­
ma parte de la herencia socrática que Platón conservó. En figuras como Max
Weber y Richard Hamann se mostraba una vez más que la ciencia pura
no podía responder a todas las preguntas. En cualquier caso, con su tem­
prana tesis de doctorado de 1922, Gadamer demostró a su padre y a sí mis­
mo que tenía capacidades científicas. Sólo un año después, el encuentro con
Heidegger, decisivo para su destino, le enseñó algo diferente. Pero hasta este
momento tuvo que enfrentarse a nuevos golpes del destino.

129
VI. Estar despierto junto al fuego nocturno

Aunque los confusos y precipitados acontecimientos de la época parecían


confirmarlo, precisamente el oasis universitario de Marburgo mostraba que
la evolución hacia una cultura puramente objetiva no era vigente en todas
partes. En sus círculos personales que todos los catedráticos mantenían y en
el trato íntimo entre profesores y estudiantes se mostraba que para la sabi­
duría y la ciencia era indispensable una formación cultural personal. Con
una solidaridad creada a partir de la precariedad material y espiritual, los
estudiantes y los profesores compartían una suerte común a todos. En estos
tiempos, Gadamer estaba muy estrechamente vinculado a Curtius y a
Hartmann, con los que también solía hacer largos paseos. Esta costumbre
quedó súbitamente interrumpida cuando enfermó de poliomielitis en agos­
to de 1922.
Acababa de entregar los cuatro ejemplares obligatorios de su tesis en
la universidad cuando en el camino de vuelta a casa se desmoronó. Aún se
esforzó para mantenerse de pie, pero sus piernas fallaron.1 Se había infec­
tado de poliomielitis, enfermedad que se había extendido en Marburgo,
pero evidentemente también en otras partes. Hoy se sabe, por ejemplo, que
Franklin Delano Roosevelt, el entonces futuro presidente de Estados Unidos,
enfermó de polio en 1921. No le impidió hacer una carrera exitosa, pero
hasta el final de su vida se silenció este hecho ante la opinión pública. A cau­
sa del peligro de contagio los enfermos de poliomielitis se convirtieron casi
en expulsados, como en otras épocas los leprosos u hoy los enfermos de sida.
Sobre todo para adultos la enfermedad podía ser mortal. Ya en 1907, se
había producido en Marburgo una epidemia de poliomielitis y, a partir de
las experiencias recogidas entonces, los médicos intentaron frenar la enfer­
medad aislando los pacientes. Estas medidas servían menos a los enfermos
que a la protección de los sanos. Así, Gadamer permaneció aislado en su

1. Ver la entrevista con Ralph Ludwig en la N D R (Radio Alemana del Nor­


te) del 9-2-1995, transcripción, pág. 1. También Natorp menciona la enfermedad
de Gadamer y el frustrado plan de ir a Freiburg como consecuencia de la misma,
en una carta del 30-11-1922 a Edmund Husserl (E. Husserl, Briefwechsel, Dor­
drecht Boston/Londres: Kluwer, 1994, tomo 5, pág. 161).

131
casa patema. La ùnica terapia que se conocía eran baños calientes y el des­
cansar acostado. Los baños aliviaban temporalmente los dolores en las arti­
culaciones, pero no tenía efectos terapéuticos. Después de la epidemia de
1907 se había hecho una clasificación de los tipos de polio en un gran libro,
que cayó en manos de Gadamer. Los distintos tipos de la enfermedad se
diferenciaban y numeraban según unos monos con los que se habían hecho
experimentos. Resultaba que el caso de Gadamer -una parálisis de las pier­
nas y las muñecas- correspondía al tipo «mono 31». El libro no explicaba
el grave peligro para la vida que este tipo significaba. Y el joven Gadamer
tal vez ni siquiera deseaba saberlo.
Durante varios meses quedó totalmente aislado y pasó el tiempo con lec­
turas que creía necesitar para su plan de ira a Friburgo. Leyó las mil pági­
nas de las Logische Untersuchungen [Investigaciones lógicas] de Husserl, pero
también a Jean Paul, al que admiraba mucho en esta época y que probable­
mente era relajante al lado de la lógica, que le resultaba extraña, aunque se
llamara «fenomenològica». En principio no podía recibir visitas y uno de los
pocos que le visitó poco antes de Navidades era Friedrich Wolters.2La madras­
tra le advirtió del peligro de contagio, pero con su fuerte voluntad, este hom­
bre no se dejó disuadir. Le regaló al enfermo el libro de Erich Wolff y Cari
Petersen sobre Das Schicksal der Musik. Von der Antike zur Gegenwart ([El
destino de la música. De la antigüedad al presente] Breslau, 1923). La obra,
escrita en el espíritu del círculo de George y dedicada a Wolters mismo, es
menos interesante que la dedicatoria de Wolters a Gadamer:

Necio es aquel que es tan atrevido


que envía el espíritu fuera del círculo,
y más necio aún es
quien se apena y da vueltas con el pensamiento para conocer su origen
y del todo insensato,
quien quiere conocer sus pensamientos más profundos.
Relato XXIX Navidad antigua 1922 F.W.3

2. Ver PL, pág. 17.


3. La cita fue tomada de una colección medieval de breves narraciones italia­
nas que gozaba de gran consideración en el círculo de George. Die Erzahlungen aus
den mittlem Zeiten. Die erste deutsche Übersetzung des «Novellino» aus den Kreisen
der Fruchtbringenden Gesellschaft und der Tugendlichen Gesellschajt [sic], comp,
por Ulrich Seelbach, Stuttgart: Anton Hiersemann, 1985. Se cita aquí la inscrip­
ción manuscrita de Wolters en el ejemplar de Gadamer.

132
Con toda la simpatia por la suerte de su protegido, esta dedicatoria de
Wolters resulta ser una advertencia contra sus inclinaciones filosóficas.
Presumiblemente esperaba disuadirle de la filosofía precisamente en un tiem­
po de gran apremio. ¿Podría la enfermedad convencer a Gadamer final­
mente del carácter absurdo de los juegos conceptuales de la filosofía?
Puesto que acababa de terminar su doctorado, tenía sin duda mucho
tiempo para reflexionar sobre su futuro, si es que le esperaba alguno.
Nicolai Hartmann, que poco antes había ocupado la cátedra de Natorp en
Marburgo, le había prometido una rápida titulación como catedrático. Con
este propósito Gadamer habría logrado seguramente presentar un trabajo
satisfactorio sobre la ética aristotélica o platónica plenamente dentro del
espíritu de la ética material de los valores. Sin embargo, un regalo de Natorp
le había abierto entretanto una perspectiva nueva. En su búsqueda de alguien
que pudiera ocupar la plaza de Nicolai Hartmann había oído grandes elo­
gios sobre el joven asistente de Husserl, Martin Heidegger. Este profesor,
que ya gozaba de cierta fama, no había publicado casi nada desde su tesis
de catedrático en 1916. Natorp llegó a saber que Heidegger estaba traba­
jando en una obra voluminosa sobre Aristóteles que tenía que aparecer en
el volumen 7 del Jahrbuch fu r Philosophie undphànomenologische Forschung
[Anuario para filosofía e investigación fenomenològica] de Husserl (es decir,
en 1923).4 Por eso le pidió un resumen de las líneas principales de su inter­
pretación prevista (entretanto este resumen fue casualmente reencontra­
do y bajo el título de «Natorp-Bericht» [Informe a Natorp] los investiga­
dores le prestaron mucha atención por tratarse de un testimonio elocuente
del pensamiento heideggeriano temprano). El manuscrito encantó a Natorp
y por eso hizo los trámites para que se le propusiera a Heidegger venir a
Marburgo. Éste aceptó en verano de 1923 y comenzó su docencia en el
semestre de invierno 1923-1924. El manuscrito fue redactado en septiem­
bre u octubre de 1922. Por simpatía hacia su discípulo enfermo, cuya tesis
sobre Platón le había agradado, pero también en espera de que dentro de
pocos meses Heidegger publicaría en forma acabada el resultado de sus
investigaciones sobre Aristóteles en el Jahrbuch de Husserl, Natorp dejó
el manuscrito en manos de Gadamer. Le dejó profundamente conmocio­

4. Ver Hans-Ulrich Lessing, Colofón del compilador en: «Martin Heidegger,


Phànomenologische Interpretationen zu Aristóteles. Anzeige der hermeneutischen
Situation», en Dilthey-Jahrbuch 6 (1989), pág. 271.

133
nado y no era casualidad que el texto le recordaba los versos de George.
Además de la dicción osada y sin compromiso, le impresionó sobre todo la
conexión con el pensamiento de los griegos, que aquí volvían a hablar de
una manera insólitamente directa. ¡Tan presentes, y al mismo tiempo orien­
tadores podían ser los griegos para la filosofía actual! En cambio, no se
dio cuenta o sólo muy vagamente de que los griegos que Heidegger esta­
ba conjurando habían sido tanto una imagen contrapuesta como un mode­
lo de su propio trabajo. Estaba entusiasmado del atrevimiento con el que
Heidegger destruía las categorías anquilosadas de la filosofía idealista que
mantenían presos a todos sus maestros neokantianos, incluso a Nicolai
Hartmann. La crítica a la insuficiencia de la filosofía académica, que él y
toda su época percibían, encontraba ahora en Heidegger un portavoz pode­
roso. Aquí se ofrecía finalmente aquella objetividad y fenomenología que
en los otros seguían siendo sólo palabras vacías.
Gadamer tomó en aquel momento la decisión de ir lo antes posible a
Friburgo, es decir, tan pronto como sus fuerzas se lo permitirían. Así lo
comunicó a Heidegger en una carta del 27 de septiembre de 1922.5 Éste
le respondió en una postal diciendo cuánto lamentaba su suerte y que le
deseaba una buena recuperación. Quería consolarle con el anuncio de una
pronta publicación sobre Aristóteles, cuyo plan también esbozó breve­
mente. Pero finalmente no lo llevó a cabo.6 La convalecencia de Gadamer
fue preocupante por su lentitud. Seguía estando muy delgado. Fue en ese
momento que Nicolai Hartmann se ocupó de él de manera drástica. Se
había dado cuenta de que las artes culinarias de su madrastra no favore­
cían en absoluto la convalecencia de Gadamer. Ella no tenía realmente
muchos conocimientos de cocina, puesto que en los años de Breslau no
tuvo que preocuparse de las tareas del hogar ni de la comida. Pero en

5. La carta [archivo pòstumo de Heidegger del DLA, n° 75.6837/1] dice:


«Estimado profesor: el doctor Strauss le ha comunicado mi intención de estu­
diar en Friburgo en el semestre de invierno. Por esa razón, quisiera notificarle que
una grave enfermedad (poliomielitis) me impedirá mudarme a Friburgo antes de
marzo de 1923. Siendo que mi inquietud inmediata se orienta hacia Aristóteles,
debo lamentar especialmente la pérdida de este próximo invierno, pero abrigo la
egoísta esperanza de poder ir al encuentro de Aristóteles en su seminario en el vera­
no o en el invierno de 1923, o bien de encontrar en usted el apoyo para mi estu­
dio. De V. attmo. Hans-Georg Gadamer.»
6 .G W 3 , 286.

134
Marburgo, debido a los efectos de la crisis econòmica no se podía tener
sirvientas.
Hartmann y sobre todo su esposa, que tenía mucha simpatía por Hans-
Georg Gadamer, comprendían las dificultades de la convalecencia. Si
Gadamer quería recuperar sus fuerzas, tenía que abandonar la casa paterna.
Consideraban que lo mejor sería el matrimonio. Frida Kratz, que le cono­
cía desde Breslau, había cuidado a Gadamer con mucho cariño durante toda
su enfermedad. A sus veinticinco años, ya era tiempo de casarse. Hans-Georg
con sus veintitrés años era algo joven, pero el matrimonio podía ayudar a
que se recuperara. Hartmann visitó primero a los médicos para exponer
su plan. La idea les parecía buena y sólo faltaba convencer al padre. Hartmann
era un profesor muy apreciado y considerado, y después de cierta vacilación
inicial, Johannes Gadamer aprobó su consejo. Hacía poco que su hijo se
había doctorado mostrando así su independencia y por eso también podría
casarse. Nicolai Hartmann organizó la boda de Gadamer y Frida Kratz para
el 20 de abril, el aniversario de la boda del los padres de la novia.7Al pare­
cer, Gadamer aceptó todo esto con una pasividad casi total.8Aunque todas
estas atenciones le conmovían, lo principal era tal vez la liberación de la casa
paterna, que había deseado tanto tiempo.
Poco después comenzó la vida común de la pareja en Friburgo. Aunque
Marburgo era una fortaleza de la filosofía, no se podía negar la impresión
de que Friburgo estaba a punto de superarla en categoría. Allí enseñaban
figuras como Edmund Husserl, Richard Kroner, Martin Heidegger y Julius
Ebbinghaus. Gadamer se trasladó allí no sólo por Heidegger. No hay que

7. Hans Carl Kratz (13-9-1865 - 12-8-1934), director de una fábrica, había


contraído matrimonio con Johanna Hofmeister (4-6-1870 - 16-9-1934), de con­
fesión evangélica como él, el 20-4-1897. Su hija Frida Kratz nació el 29-1-1898
(datos tomados de la PA de Gadamer en UAL).
8. Respecto de su casamiento véanse las alusiones indirectas en la entrevista
con Ralph Ludwig del 9-2-1995, transcripción, pág. 2: «Volvamos ahora al momento
en que estaba nuevamente en condiciones de viajar. Justamente en ese momento aca­
baba de contraer matrimonio. Mis amigos -sobre todo Nicolai Hartmann, el filó­
sofo—consideraban como muy positivo que yo estuviese un poco atendido. Partí,
entonces, hacia Friburgo. Vivimos allá, donde yo tenía también un bien amigo de
mi primera mujer, y así fue como empezamos en Friburgo.» ¿Es cierta la versión de
la actitud pasiva de Gadamer? Es difícil de afirmar, pero no puede excluirse que el
hecho de que más tarde el matrimonio se separara haya llevado a que se grabara
en la memoria su carácter ocasional. La memoria es siempre selectiva.

135
olvidar que Hartmann le había recomendado a Richard Kroner, quien era,
además, el candidato de Hartmann para su plaza en Marburgo, que luego
sería ofrecida a Heidegger. Kroner se había hecho famoso con la publica­
ción del primer volumen de su obra de referencia Von Kant bis Hegel ([De
Kant a Hegel] 1921; vol. 2: 1924). El giro histórico de Kant a Hegel tenía
también un acento actual, porque el sentimiento de la época se iba ale­
jando de Kant, cuyo formalismo y orientación científica ya no bastaban a
la juventud desilusionada. En el empuje a la acción de Fichte, en la con­
juración de lo inmemorial y en la concepción omniabarcadora de Hegel
del espíritu de la historia se podían encontrar modelos románticos de lo
que tenía que venir después de Kant. Kroner fomentaba así el renacimien­
to del idealismo alemán, en el que también trabajaban autores surgidos
de la Escuela de Marburgo como Nicolai Hartmann y Ernst Cassirer. Cuando
Hartmann recomendó su protegido a Kroner, tal vez también quería poner
a Gadamer en guardia ante el carrerista Heidegger. Pese a la admiración por
el talento que mostraba el «Informe a Natorp», Hartmann intuía tal vez
que la destrucción heideggeriana de la filosofía de Aristóteles también apun­
taba a los pilares fundamentales de la teoría del conocimiento. Kroner esta­
ba muy ilusionado con la perspectiva de ocupar la plaza de Marburgo. Al
parecer le causó una profunda decepción cuando se enteró en la tercera
semana de julio del nombramiento de Heidegger. En un principio, por sen­
tirse aún como discípulo de Hartmann, Gadamer formaba parte del peque­
ño grupo en torno a Kroner, que constituía una especie de oposición a los
arrogantes seguidores de Heidegger. Así, Gadamer se encontraba todos los
miércoles en casa de Kroner con Fiodor Stepun y trabó una íntima amis­
tad con ambos.9 En 1934, cuando Kroner fue suspendido de su cátedra en
Kiel y Gadamer la ocupó como suplente, quedó probada la antigua amis­
tad entre ambos.
El más conocido y prestigioso filósofo de Friburgo, Edmund Husserl,
no era el que más atraía en estos años. Como lo impone la despiadada injus­
ticia de la sucesión generacional, en Friburgo se «creía» generalmente que
estaba superado por su discípulo Heidegger, quien se presentaba con ade­
manes de una seguridad cada vez mayor de sí mismo. Aunque Heidegger
participaba regularmente en los ejercicios de Husserl e insistía en su con­

9. PL. pág. 31 y «Erinnerungen an Richard Kroner», en FAZ, 3-12-1977,


n° 281, Bilder undZeiten, pág. 6.

136
dición de discípulo, a menudo hizo comentarios de burla cáustica sobre «el
viejo», como lo llamaba en privado.10 Se comprende que Husserl se sintió
traicionado cuando, mucho más tarde, se enteró de ello.11
De todos modos, los estudiantes podían asistir a las clases de Husserl y
convencerse de la enorme diferencia de edad y temperamento. Sólo el rótu­
lo de «fenomenología» parecía unir a Husserl y Heidegger. Puesto que aún
no existían publicaciones importantes de Heidegger (y relativamente pocas
de Husserl), los estudiantes hicieron conjeturas sobre el lazo misterioso que
debía esconderse detrás de dicho rótulo. Husserl defendía una fenomeno­
logía de la conciencia con fuertes reminiscencias idealistas que se orientaba
por el modelo de una ciencia puramente ideal y casi euclidiana, mientras
que Heidegger proclamaba una fenomenología de la existencia histórica que
se distanciaba de este idealismo de la conciencia. La fidelidad de Heidegger
a Husserl, si es que existía, consistía únicamente en su propósito de una
vuelta a las cosas reales mismas. Para él, lo antifenomenológico era la con­

10. Ver, por ejemplo, el juicio que tenía Heidegger en aquel momento sobre
la convocatoria de Husserl a Berlín, en una carta a Jaspers fechada el 14-7-1923:
Husserl «se comporta peor que un docente privado que confunde la condición de
profesor ordinario con la beatitud eterna. Lo que acontece está oculto por el humo.
Al principio, se siente como preceptor germanici. Husserl está totalmente desarma­
do -si es que alguna vez ha estado “armado”, lo cual me ha resultado cada vez más
dudoso en los últimos tiempos. Va de un lado a otro y dice trivialidades al punto
de despertar compasión. Lo anima la misión de “fundador de la fenomenología”.
Nadie sabe de qué se trata. El que esté aquí por un semestre sabe lo que aquí suce­
de, comienza a sospechar que la gente ya no lo sigue. Él piensa, por supuesto, que
lo suyo es muy difícil. Obviamente, nadie entiende una “matemática de lo ético”
(¡la última novedad!). Aunque él esté más adelantado que Heidegger, de quien dice
ahora: claro, él tuvo que dar clases ya mismo y no pudo asistir a las mías; si no, esta­
ría más adelantado. Eso pretende hoy, en Berlín, redimir el mundo.»
11. Ver la carta de Edmund Husserl a Alexander Pfànder del 6-1-1931 (E. Hus­
serl, Briejwechsel, Dordrecht/Boston/Londres: Kluwer, 1994, tomo 2, pág. 182):
«Hago mención, además, de que ya se me había advertido muy a menudo al res­
pecto: la fenomenología de Heidegger es algo totalmente distinto que la mía; sus
cursos académicos, así como su libro, en lugar de constituir una prosecución de mi
trabajo científico, están, en cambio, dirigidos a desacreditarlo en lo más esencial,
sea a través de ataques abiertos o escondidos. Cuando le dije amigablemente esto
mismo a Heidegger, este sólo rió y dijo: ¡Tonterías!» A propósito del creciente dis-
tanciamiento científico y personal de Husserl frente a Heidegger, véase Hugo Ott,
Edmund Husserl und die Universitàt Freiburg, Friburgo/Múnich: Alber, 1988,
pág. 95-102.

137
ciencia idealista. La idea husserliana de la filosofía como ciencia rigurosa
fue puesta en práctica, a su manera, también por Heidegger, pero el rigor
sólo consistía en exponerse sin ilusiones al mundo histórico. Lo único que
ambos fenomenólogos parecían tener en común era el acercamiento a las
cosas mismas y el planteamiento de preguntas radicales.
En el semestre de verano de 1923, Husserl estaba excepcionalmente
algo menos ocupado con la preparación de sus propias clases. Normalmente
solía tratar en sus lecciones los últimos avances de su fenomenología, pero
en aquel semestre se conformó con la repetición de sus lecciones del semes­
tre de invierno de 1920-1921 sobre Lógica trascendental (un tema con el
que mostró a Gadamer que estaba más que nunca entregado a ese idealis­
mo sospechoso). La razón de la repetición de estas lecciones era que Husserl
había recibido la oferta de enseñar en la Universidad de Berlín, un honor
que le convenció del creciente reconocimiento de su orientación fenome­
nològica y que reforzó su conciencia de sí mismo como misionero.12 No
pudo sospechar que sería su joven ayudante Martin Heidegger quien más
duramente cuestionaría su enfoque. En Friburgo, Heidegger era discreto
con su crítica por razones tácticas, pero su primera lección en Marburgo,
en el semestre de invierno de 1923-1924, comenzó con un ataque al carác­
ter antifenomenológico de la fenomenología de Husserl.13
Evidentemente, para Husserl, Gadamer no era más que un estudiante
entre otros de Marburgo, quien asistía a sus clases para hacer el honor debi­
do a la fenomenología. De su maestro Brentano había adoptado cierta aver­
sión contra Kant,14 pero tenía una simpatía especial por Natorp. En una

12. Debo agradecer estos datos al profesor doctor Karl Schuhmann (Utrecht).
Husserl rechazó la convocatoria a Berlín el 1-8-1923 (Hugo Ott, Edmund Husserl
und die phànomenologische Forschung, Freiburg/Múnich: Alber, 1988, pág. 98). El
tema del seminario de Husserl en el semestre de verano de 1923 fue «Was ist Wis-
senschaft, was ihr Ziel? Inwiefern ist sie selbstgeniigsam?» [«¿Qué es ciencia? ¿Cuál
es su objetivo? ¿En qué medida es ella autosuficiente?»].
13. Ver el curso de Heidegger de ese semestre de invierno de 1923-1924: Ein-
fuhrungin die phànomenologische Forschung, GA 17, Frankfurt a.M.: Klostermann,
1994.
14. Esta tendencia crítica frente a Kant queda especialmente de manifiesto has­
ta en los trabajos que se confeccionaron en aquel tiempo con ocasión del año
jubilar de 1924. Ver «Kant und die Transzendentalphilosophie» (conferencia con
ocasión de la celebración conmemorativa de Kant en la Universidad de Friburgo el
1-5-1924, prevista para la revista Jahrbuch Jìir Phànomenologie undphanomenolo-

138
reseña famosa en la revista Logos, Natorp había sido el primer neokantia­
no que valoró positivamente la contribución de las Ideas de Husserl a la filo­
sofía trascendental.15 Por eso, Husserl saludó a Gadamer como un bienve­
nido delegado de la Escuela de Marburgo, que respaldaba su siempre frágil
confianza en sí mismo. Aunque en su época de Friburgo Husserl estaba muy
convencido de la firmeza inquebrantable de su fenomenología, también le
atormentaban mucho las dudas de sí mismo. En parte se debían a la lenta
recepción de su filosofía, pero en parte también a su preocupación de si esta­
ba realmente a la altura de la tarea filosófica que le correspondía.16
Gadamer vio en Husserl inmediatamente al típico erudito de estilo gui-
llermino, con su cuello duro y su cadena de oro del reloj, tal como lo dic­
taba la moda, que tenía que recordarle el mundo de su padre.17A Husserl
le parecía muy bien que Gadamer quería trabajar sobre Aristóteles, ya que
su discípulo Heidegger le había convencido de que Aristóteles habría sido
el primer fenomenólogo. A fin de cuentas, el manuscrito en que Heidegger
estaba trabajando anunciaba «Interpretaciones fenomenológicas de Aristóte­
les». Husserl no pudo saber que Heidegger opondría en este trabajo la pro­
ximidad al fenómeno de Aristóteles a la abstracción de su fenomenología
de la conciencia. Frente a la primacía de la conciencia teórica defendida por
Husserl, se trataba de volver, con ayuda de Aristóteles, a la existencia huma­
na fáctica y en primer lugar «preocupada».

gische Forschung, pero cuya publicación no se concretó, en Edmund Husserl, Gesam-


melte Werke, Husserliana tomo 7: Erste Philosophie (1923-1924). Erster Teil.
Kritische Ideengeschichte, compilado por Rudolf Boehm, Haag: Martinus Nijhoff,
1956, pág. 230-287 (véanse también los anexos de crítica a Kant, ibidem 350-412).
15. Paul Natorp, Husserls «Ideen zur reinen Phanomenologie», en Logos, 7
(1917-1918), pág. 224-246; repr. en Noack (comp.), Husserl, Darmstadt: Wissens-
chaftliche Buchgesellschaft, 1973, pág. 36-60.
16. Véase la carta de Husserl a Pfânder fechada el 6-1-1931 (op. cit., pág. 189):
« [En los años en Friburgo] se incrementaba cada vez más la preocupación acerca de
si en mi vejez podría llevar a término por mí mismo lo que se me había confiado.
El apasionado trabajo me llevó a reiteradas recaídas y depresiones. Al fin sólo que­
dó un sentimiento fundamental de depresión, una confianza en mí mismo en
grado peligrosamente bajo.» Husserl quiere explicar también de la siguiente mane­
ra por qué había depositado tantas esperanzas en el genio y la juventud de Heidegger:
«Yo me aferré a mi exaltada idea acerca de su genialidad; casi estaba interiormente
convencido de que le estaba confiado el futuro de la filosofía fenomenològica y de
que no solamente me heredaría, sino que me superaría.»
17. PL, pág. 30.

139
En el semestre de verano de 1923, en Friburgo no se notaba mucho
entusiasmo por Husserl. Sus lecciones, carentes de fuerza demoníaca, tení­
an lugar en un aula lleno hasta la mitad, donde con su «encantadora inge­
nuidad» a Gadamer y a su amigo Fiodor Stepun les daba la impresión de
un «relojero enloquecido».18Esta comparación alude al hecho de que el pen­
samiento de Husserl avanzaba dentro de su propia lógica sin dejarse moles­
tar por el mundo exterior o el apremio del tiempo. Como enseñaba Husserl,
había que «desconectar» en cierta medida la posición natural ante el mun­
do para entregarse a la intuición ideal de los entes fenomenológicos. Pero
los estudiantes tenían que preguntarse si era una fenomenología buena la
que se desconectaba de esa manera del mundo y que al mismo tiempo defen­
día una vuelta a las cosas mismas. Además, Husserl se parecía demasiado a
los neokantianos, de los que pretendía distanciarse.
Sólo Heidegger, el «rey secreto» -¿o, acaso, un Brutus?- acabaría por
ponerlo de manifiesto. El primer encuentro con Heidegger fue algo decep­
cionante para Gadamer. Entre ambos ya existía un contacto por corres­
pondencia. Cuando se acercó al despacho de Heidegger para presentarse
personalmente, escuchó voces detrás de la puerta y de momento se quedó
parado. Alguien salió y en el interior sólo quedó un hombre bajito. Es
una lástima, pensó Gadamer, alguien sigue allí dentro. Como tenía su
idea del «gran Heidegger», se quedó esperando un rato más hasta que se dio
cuenta de que ya no oía ninguna voz en el despacho. Llamó a la puerta y
resultaba que el hombre bajito era el gran Heidegger. Su importancia sólo
la reconoció en su mirada, en la que encontró una fantasía infinitamente
mayor que jamás había visto en los severos ojos de un erudito.19
La primera conversación giraba en torno a la salud de Gadamer y sus
trabajos, pero también hablaron de sus profesores más importantes de la
Universidad de Marburgo, con los que Heidegger se carteaba en aquellos
momentos en espera de ser llamado allí. El hombre de la Selva Negra, que
nunca había estudiado o enseñado en otro lugar que Friburgo, seguramente
habrá preguntado con mucha curiosidad por la situación en Marburgo. Con
una sonrisa secreta escucharía que Hartmann había enviado a Gadamer

18. Véanse los recuerdos de H G G en Hans Reiner Sepp (comp.), Edmund Hus­
serl und diephanomenologische Bewegung, Friburgo/Múnich: Alber, 1988, pág. 14,
así como también PL, pág. 31.
19. Ver GW 10, 4 y la entrevista con Ralph Ludwig en la N D R [Radio Ale­
mana del Norte] el 9-2-1995, transcripción, pág. 2.

140
para estudiar con Kroner. Aunque éste había escrito un gran libro en 1921,
el éxito como docente lo tenía él.20 Del voluminoso libro de Kroner sólo se
burlaba: «Le dará vergüenza toda su vida», dijo a Gadamer.21 Envió al recién
llegado a su amigo Ebbinghaus, porque estaba totalmente convencido de
que la obra de Kroner desaparecería «del mapa», tan pronto como saldría el
libro de Ebbinghaus (quien venía, como también Kroner, de Breslau22) so­
bre el mismo tema.23Pero no llegó a publicarlo. Igual que Heidegger, Julius
Ebbinghaus se había pasado de Rickert a Husserl cuando Rickert sucedió a
su maestro Windelband en 1916. El alto aprecio de Heidegger por los lo­
gros filosóficos de Ebbinghaus se basaba en su tesis de obtención del grado
de catedrático, aceptada por Husserl en 1919 (pero a la que en realidad leyó
y evaluó su ayudante Heidegger), sobre Die Grundlagen der Hegelschen
Philosophie [Los fundamentos de la filosofía hegeliana]. Estaba previsto que
este trabajo aparecería publicado por la editorial Niemeyer, pero Ebbing­
haus lo retiró cuando aún estaba en composición porque en 1923 su autor
se había convencido repentinamente de «la absurdidad de la especulación
postkantiana de Fichte a Hegel»24 y se convirtió al kantianismo. Así, de mo­
mento, el libro de referencia segura sobre la evolución De Kant a Hegel con­
tinuaría siendo el de Kroner.
En el semestre de verano de 1923, Gadamer asistió a todos los cursos
de Heidegger, que no eran pocos, según él, en total cinco. Aparte de las asig­
naturas obligatorias sobre ontologia (Hermenéutica de la facticidad) y el

20. Ver «Erinnerungen an Richard Kroner», en FAZ, 3-12-1977, n° 281, Bil-


der und Zeiten, pág. 6.
21. A propósito del juicio que Heidegger tenía en aquel tiempo sobre Kroner
ver también las cartas a Jaspers del 19-11-1922 («él es el “más viejo”, y, sobre
todo, el mucho papel») y del 14-7-1923 («En enero [Kroner] mismo viajó a Berlín
y se quejó allá en todas partes, y después hasta se ofreció en Marburgo en persona.
Nunca había encontrado semejante miserabilidad en una persona. Actualmente
se hace compadecer como una vieja; el único beneficio que se le podría hacer hoy
sería retirarle la venia legendi.»)
22. Ambos provenían también del Instituto Magdalenum, donde Richard
Kroner había aprobado su bachillerato dos años antes que Ebbinghaus (ver J.
Ebbinghaus, en PSd III, pág. 15). También fueron amigos en Friburgo, por lo cual
se formó una pequeña comunidad de Breslau en Freiburg en la que Gadamer pudo
integrarse.
23. PL, pág. 32.
24.Ver J. Ebbinghaus, en PSd III, pág. 28.

141
seminario sobre el libro VI de la Ética a Nicómaco, Heidegger dirigía, por
encargo de Husserl, el seminario de éste sobre las Logische Untersuchungen
[Investigaciones lógicas] y otro más sobre Aristóteles.25 Además, Gadamer
asistió a un seminario dirigido conjuntamente por Heidegger y Ebbinghaus
dedicado al escrito de Kant sobre la religión, del que lamentablemente sólo
quedan pocos testimonios. En él, Gadamer tuvo ocasión de percibir «la
urgencia interior del problema de la religión y de la teología» en el pensa­
miento de Heidegger.26Tenía un papel muy importante en la evolución per­
sonal y filosófica del joven Heidegger, quien originariamente había sido can­
didato al sacerdocio y más tarde, en Friburgo, era uno de los aspirantes a la
cátedra católica de Concordancia de la Facultad de filosofía.27 Sin embar­
go, en una carta famosa al sacerdote y amigo Engelbert Krebs del enero de
1919, había declarado de manera dramática que «las enseñanzas de la teo­
ría del conocimiento y, por extensión, la teoría del conocimiento histórico»
le habían «hecho problemático e inaceptable el sistema del catolicismo
[... ] aunque no el cristianismo y la metafísica», si bien entendía «éstas en
un sentido nuevo».28 Esta búsqueda de un «nuevo sentido» del cristianismo
determinaría durante muchos años las investigaciones de Heidegger. Según
parece estaba trabajando en una fenomenología de la religión, de la que no
estaba claro y ni siquiera seguro para él mismo en qué medida era reconci­
liable con la fe cristiana.29 En todo caso, Husserl formaba parte de los que
esperaban de Heidegger una integración de la vida religiosa en el campo de
trabajo de la fenomenología.
La cuestión de la dimensión religiosa en el pensamiento de Heidegger
es, sin duda, demasiado compleja para llevarla aquí a una aclaración defi-

25. Nos atenemos aquí, con todo cuidado, a GW 10, 4. En el índice de cursos
de Freiburg se anuncian solamente tres actividades docentes: el curso de ontologia,
los ejercicios de fenomenología para principiantes y el coloquio con Ebbinghaus. Por
esa razón, Kisiel piensa que el otro seminario sobre Aristóteles tuvo lugar, tal vez, fue­
ra del marco académico (T. Kisiel, op. cit., pág. 557). Véase también la comunica­
ción de Heidegger a Jaspers del 14-7-1923, según la cual él tendría en ese semestre
un curso y tres seminarios (¿se cuenta entre ellos el seminario común sobre religión?).
26. GW 10, 7.
27. Ver Hugo Ott, M artin Heidegger. Unterwegs zu seiner Biographie, Frankfurt
a.M.: Campus Verlag, 1988.
28. Citado en Hugo Ott (1988), pág. 106s.
29. Ver M. Heidegger, Phdnomenologie des religidsen Lebens, GA 60, Frankfurt
a.M.: Klostermann, 1995.

142
nitiva. Sin embargo, es ineludible en este contexto porque causó una impre­
sión muy fuerte a Gadamer. Como ningún otro, la consideraba como el
punto de anclaje secreto de todo el pensamiento y toda la búsqueda de
Heidegger, aunque esto sólo quedó manifiesto en los ensayos que escribió
después de su muerte. Por lo visto tenía reparos en dejar testimonio de su
intuición del núcleo religioso de los esfuerzos de reflexión heideggerianos
mientras él vivía. Su discurso conmemorativo de diciembre de 1976, des­
pués de la muerte de Heidegger, llevaba directamente el título: «Su espíri­
tu Dios». También en años posteriores escribió numerosos artículos sobre
el mismo tema, especialmente «La dimensión religiosa en Heidegger» (1981),
que publicó en 1983 junto con otros ensayos en su libro Heideggers Wege
([Los caminos de Heidegger] 1983). El reencontrado «Informe a Natorp»,
que Gadamer consideraba como lo más grandioso que Heidegger jamás
escribió, lo caracterizó en 1989, en analogía con el redescubrimiento del
joven Hegel por parte de Dilthey, como «El escrito teológico de juventud de
Heidegger». No todos estarán de acuerdo en que la cuestión teológica era
lo predominante en este texto, pero para los que habían asistido a las lec­
ciones tempranas de Heidegger no cabía duda alguna sobre ello. Aún en
una carta de 1921 a su discípulo Lowith, Heidegger se había calificado como
«teólogo cristiano».30 Para estos compañeros de los primeros tiempos, toda
su vida siguió siendo uno que buscaba a Dios, como lo insinuaba Bernhard
Welte en su discurso funerario a Heidegger.31 Sin embargo, el Dios al que
buscaba no pudo encontrarlo en el edificio dogmático de la Iglesia católi­
ca. El «sistema del catolicismo» (según su formulación reveladora de 1919)
debía parecerle como una enajenación greco-romana y escolástica de la expe­
riencia cristiana originaria de la indisponibilidad existencial, con lo que se
solidarizaba tácitamente con la famosa tesis del teólogo liberal Hartnack.

30. Carta a Karl Lowith del 19-8-1921 («Drei Briefe Martin Heideggers an
Karl Lowith», en Zurphilosophischen Aktualitàt Heideggers, tomo II: Im Gespràch
der Zeit, с о т р . por D. Papenfuss у О. Pòggeler, Frankfurt a.M.: Klostermann,
1990, pág. 29).
31. Bernhard Welte, «Suchen und Finden». Ansprache zur Beisetzung am
28-5-1976, en Erinnerungen an M artin Heidegger, со тр . por Günther Neske, Pfu-
llingen: Neske, 1977, pág. 253-256. Más addante, Gadamer no dudaría en atri­
buir el compromiso nacionalsocialista de Heidegger a su «condición de buscador
de Dios a lo largo de toda su vida» (véase la conversación en el Gadamer-Lesebuch,
Tubinga: Mohr Siebeck, 1997, pág. 293).

143
Por eso, en su monólogo religioso, Heidegger insistía en una vuelta a las
fuentes de la experiencia cristiana originaria de san Pablo, san Agustín, pero
también Lutero, Melanchton y Kierkegaard. Pero la voz adecuada para esta
experiencia de lo divino sólo la encontró más tarde en Hôlderlin. En todo
caso fue así como Gadamer entendió el camino «teológico» del pensamiento
de Heidegger.
En el prefacio a sus lecciones del semestre de verano de 1923, Heidegger
confesaba estas inspiraciones extrafilosóficas: «Compañero en la búsqueda
era el joven Lutero y modelo era Aristóteles, al que el primero había odiado.
Impulsos dio Kierkegaard, y Husserl me dio los ojos. Esto para aquellos que
sólo “comprenden” algo cuando lo han contabilizado según influencias his­
tóricas, la pseudocomprensión de la curiosidad afanosa, es decir, el volver
la espalda a lo que sólo importa decisivamente. A estos hay que facilitar
en lo posible su “tendencia de comprensión”, para que perezcan por sí mis­
mos. No se puede esperar nada de ellos».32 Por cierto que en su seminario
Heidegger no expuso el contenido de este prefacio, de modo que parece que
sólo se trataba de una definición autobiográfica de su posición. Pero en esta
época, Heidegger comenzó a distanciarse también públicamente de sus
comienzos teológicos, que a sus primeros oyentes, como Karl Lowith y
Gadamer, aún les parecieron tan evidentes. El distanciamiento se intensifi­
có en Marburgo. Por un lado sabía que allí era conocido y sospechoso como
«filósofo católico», pero también sintió la vocación de un filósofo sui gene­
ris, entre otras razones por el éxito de su enseñanza. Por eso, en Marburgo
lo más importante era dedicarse en primer lugar a la gran tradición filosó­
fica (de Platón y Aristóteles a Kant y Husserl), mientras que las motiva­
ciones teológicas parecían pasar a un segundo término. Aunque en Mar-
burgo se produjo una colaboración fecunda con Rudolf Bultmann, Heidegger
se comportaba como el filósofo que estaba al margen y que sólo pretendía
recordar a la teología cuáles eran sus propias tareas. Bultmann estaba tan
impresionado de esta actitud que creía encontrar en el análisis existencial
de E l ser y el tiempo una descripción puramente neutral de la culpabilidad
humana, para la que la teología podría ser una respuesta. A él le parecía
menos evidente que a los filósofos la eventualidad de que Heidegger habría
prestado sus análisis filosóficos al respecto en primer lugar a la teología. Esto
muestra con cuanto éxito Heidegger logró simular el distanciamiento de
sus planteamientos teológicos.

32. GA 63, pág. 5.

144
En este sentido, tampoco quiso que se publicaran sus lecciones más
tempranas sobre la hermenéutica de la vida religiosa en sus obras comple­
tas, porque su camino sólo debía poder seguirse a partir de las lecciones
de Marburgo del semestre de invierno de 1923-1924, cuando había alcan­
zado el grado de catedrático y pudo presentarse con la seguridad personal
correspondiente.33 Puesto que estas lecciones constituyen una aclaración
imprescindible de sus orígenes, los administradores de su legado no pudie­
ron dejar de publicarlas (contra su voluntad) y la posteridad debe agrade­
cérselo. Heidegger mismo pretendió, al parecer, dar un estilo inmanente­
mente filosófico al camino de su pensamiento que se orientaba hacia una
única estrella: la pregunta por el ser.
Una huella, tal vez incluso la primera, de esta pregunta por el ser apare­
ció en sus lecciones del semestre intercalado de 1923, anunciadas bajo el tí­
tulo «Ontologia». Pero, ¡qué ontologia ofrecía en ellas! Con la ontologia que
había recuperado su prestigio en los años veinte tenía bien poco que ver. Una
vuelta semejante a la ontologia se había producido ya con Nicolai
Hartmann, pero su intención había sido rehabilitar el ser objetivo del objeto
del conocimiento. En cambio, el ser que Heidegger comenzó a conjurar aho­
ra era la existencia (ser-ahí) humana, que siempre entiende su ser (pero que
también lo esconde y disimula). Esta autorreferencia de la existencia (ser-
ahí) que se entiende y se preocupa por sí misma era el tema de su ontologia
que se llamaba consecuentemente «hermenéutica». En el mencionado se­
mestre, Heidegger tenía el plan de dar un curso sobre «Lógica». Pero cuando
se enteró de que otro colega de Friburgo también anunció un curso sobre ló­
gica, cambió su decisión: «Pues, entonces, ontologia».34 En la primera clase,
dio un título más preciso al curso: «Hermenéutica de la facticidad». Entre el
anuncio del curso y la primera clase, Heidegger se habrá convencido, por
tanto, de lo penetrante que la hermenéutica era para sus propósitos. Esto
puede revelar también la influencia de los escritos tardíos de Dilthey,35 que

33. Heidegger mismo había despertado el interés por los cursos que había dic­
tado anteriormente en Freiburg al hacer alusión, en Sein und Zeit [El ser y el tiem­
po] (72), a sus cursos sobre el análisis del mundo circundante y sobre la «Hermeneutik
der Faktizitdt» [«Hermenéutica de la facticidad»].
34. Ver el colofón de la compiladora para M. Heidegger, GA 63, pág. 113.
35. Theodor Kisiel, The Genesis o f Heidegger's Being and Time, Berkeley: The
University o f California Press, 1993, ha procurado demostrar que la elección que
Heidegger hiciera de sus fuentes teológicas (Pablo, Agustín, Lutero) fue prefigura­
da por la obra de Dilthey, Einleitung in die Geisteswissenschaften, de 1883.

145
prometían desembocar en una hermenéutica de la conciencia histórica, que
Heidegger quiso introducir como una corrección e incluso como crítica fun­
damental de la fenomenología ajena a la historia. Sin embargo, la hermenéu­
tica de Dilthey, como se desprende de su tratado de 1900 sobre Die
Entstehungder Hermeneutik [El origen de la hermenéutica], apuntaba a una
metodología de las ciencias del espíritu. Puesto que todas las ciencias del ám­
bito humano e histórico (es decir todas las ciencias naturales no explicativas)
realizan procesos de comprensión, la hermenéutica, según Dilthey, podría
ser la «doctrina del arte del comprender» (Schleiermacher) que ofrecía las re­
glas básicas que garantizarían a las ciencias del espíritu su estatuto científico,
porque precisamente éste había quedado en tela de juicio por la marcha
triunfal de las ciencias naturales metodológicas. Aunque se quiera reprochar
a Heidegger que pasara por alto esta cuestión de la cientificidad, hay que
concederle que el arranque de su hermenéutica es mucho más radical que el
de Dilthey y cuestiona los presupuestos de éste. Como señala Heidegger, al
buscar un «terreno firme» para las ciencias del espíritu, Dilthey queda des­
lumbrado del paradigma de las ciencias naturales y no sólo no consigue dar­
se cuenta de todo el alcance de la historicidad, sino que incluso retrocede
ante ella.
Heidegger ve, por tanto, en el programa de una metodología que busca
reglas seguras para las ciencias del espíritu una concepción de la hermenéu­
tica que sólo es «derivada». Es derivada en varios sentidos: En primer lugar
toma su paradigma del saber de las ciencias metódicas de la naturaleza obje­
tivada, en segundo lugar prescinde de la hermenéutica originaria de la exis­
tencia al orientarse por el tipo de comprensión propia a la ciencia. Heidegger
considera que la hermenéutica comienza mucho antes, y no hay que pasar
por alto que en este punto sigue ciertas intuiciones del Dilthey tardío sobre
la tendencia de comprensión de la vida. Comprender es, para Heidegger, la
realización originaria de la existencia humana. Esto significa que el «ser-en-
el-mundo» del ser humano se caracteriza por un estar desencerrado
(Erschlossenheit) que está encaminado a un poder o «poder ser» de esta exis­
tencia. Entender algo no significa en primer lugar un conocimiento teóri­
co, sino «entenderse con algo», arreglárselas con algo, estar a la altura de algo.
Pero el punto decisivo es que este entender, que indica un saber hacer de nos­
otros mismos, es al mismo tiempo un no entender, un «opoder.36Aspiramos

36. Ver GA 18, pág. 37, 234.

146
al entender y al saber hacer justamente porque nos faltan en un nivel fun­
damental. El concepto del estar arrojado (Geworfenheit), introducido en El
sery el tiempo, expresa muy acertadamente esta circunstancia:37 Nos encon­
tramos arrojados en la corriente de la existencia, donde nos falta todo sos­
tén absoluto, por mucho que queramos consolarnos con la ilusión de tener­
lo. Lo único seguro es la muerte. Como Heidegger escribe de manera muy
plástica, corremos hacia ella para acentuar el camino imparable hacia el
fin amargo, que no nos espera en algún momento lejano, sino que nos domi­
na constantemente. Tratamos de entender, porque en este correr hacia ade­
lante no entendemos nada y sólo entendemos de manera provisoria. Nunca
entendemos del todo las cosas, nunca conseguimos arreglárnoslas del todo
con este mundo, cualquier verdad sólo es una verdad a medias, todas las
aseveraciones son provisionales, pero sólo en esta ambigüedad acontece
inevitablemente toda comprensión humana. Entender es, en cierto modo,
un intermitente estar despierto en la noche, que abarca más que toda cla­
ridad. Entre estos dos extremos del estar despierto y de la noche flota todo
el pensamiento de Heidegger. En sus momentos más sombríos tal vez acen­
tuaba la oscuridad. Pero en sus años de juventud, a los que pertenece la «her­
menéutica de la facticidad» de 1923, insistió más en la claridad, en la dimen­
sión ilustrada del entender, en el «indicio del posible estar despierto»,38 que
está al acecho en toda existencia fáctica. «Hermenéutica» es una palabra bas­
tante acertada para designar esto, porque en ella se escucha también el nom­
bre del dios Hermes y lo hermético de aquello que aspira a la comprensión:
lo que se trata de entender y de hecho se entiende queda, al mismo tiem­
po encerrado. Frente a este enredo ineludible entre lo cerrado y lo desen­
cerrado al conocimiento, la posición más honesta es este estar despierto,
el «estar despierto de la existencia para sí misma».39 Nada más que esto, pero
tampoco nada menos que esto. Porque se trata de proteger la existencia, con
propósitos críticos, de la ilusión sobre sí misma y, por tanto, de la aliena­
ción de sí misma. Esta lucha contra la autoalienación en nombre de un estar

37. Según T. Kisiel (op. cit., pág. 498), este concepto de la Geworfenheit [el
estar arrojado] es introducido sólo en la versión definitiva de E l ser y el tiempo. Sin
embargo, es significativo que ya en algunos esbozos de su curso sobre Agustín del
semestre de verano de 1921 se hallan versiones previas de esa derelictio (ver GA 60,
pág. 251: «la inquietud - el estar arrojado»).
38. GA 63, pág. 7.
39. GA 63, pág. 15.

147
despierto humano define la tarea de la «hermenéutica de la facticidad» de
1923, e incluso de la filosofía en general: «La tarea de la hermenéutica es
hacer accesible, en su carácter óntico, la existencia propia en cada caso a la
existencia en cuestión, hacerla partícipe de ella misma, investigar la autoa-
lienación con la que la existencia está castigada. En la hermenéutica se per­
fila para la existencia la posibilidad de volverse y de ser comprendedora de
sí misma».40
Así fue el primer enfrentamiento de Gadamer con un curso de
Heidegger. No hay indicio alguno de que ya en aquel momento hubiera
quedado prendido por el concepto de hermenéutica. En aquella situación le
fascinaba más bien el hecho, tal vez algo secundario para otros oyentes, de
que Heidegger apelara con tanto énfasis al pensamiento de los griegos para
su nuevo planteamiento. Un testimonio indirecto de ello es el hecho de que,
en textos y entrevistas mucho posteriores (que hay que considerar aquí con
la necesaria prudencia como fuentes), para describir la fascinación que
Heidegger ejercía sobre él,41 Gadamer se refirió en primer lugar al «Informe
a Natorp», es decir, a \&Anzeige der hermeneutischen Situation [Indicación de
la situación hermenéutica] y mucho menos al curso sobre «Hermenéutica
de la facticidad» de 1923 que, entre tanto, ha llegado a ser accesible. Porque
ya entre los griegos, sobre los que Gadamer había trabajado hasta entonces y
por los que había ido a Friburgo, se había desarrollado una especie de estar
despierto de la existencia humana sin necesitar la seguridad de la autocon-
ciencia moderna y su ciencia metódica. La tendencia contemporánea a la se­
guridad científica y a la teoría del conocimiento era prueba de un malestar
más que de la búsqueda de una solución. ¿No representaba todo ello una
huida de la existencia de las preguntas esenciales, e incluso de sí misma?
Según el lema que encabezaba entonces el método de Heidegger, se trataba,
por tanto, de destruir («destruiren») la orgullosa autoconciencia moderna.
Una impresión aún más fuerte que el curso de 1923 le causó a Gadamer
el seminario sobre la Ética a Nicómaco, en el que Heidegger sorprendió a su
auditorio al identificar la virtud práctica, la phrónesis, con la conciencia
moral que nos llama a que volvamos a nosotros mismos. Ya no se trataba
de la lejana prudentia que la iglesia había incorporado a su catálogo de las

40. Ibidem.
41. Ver, por ejemplo, «Conversation with Hans-Georg Gadamer», en Journal
o f the British Society for Phenomenology 26 (1995), pág. 117.

148
virtudes, sino de la decisión para la vida de aquel cuyo ser siempre está en
juego. Se trata, al parecer, de un Aristóteles leído con los ojos de Kierke­
gaard.42 No disponemos de apuntes de este seminario de 1923, pero en el
curso «Sophistes», de 1924-1925, se esclarecería por primera vez la apro­
piación heideggeriana de la phrónesis en aquel momento, que se muestra
casi como un robo prometeico en la oscuridad. La phrónesis, «razón prác­
tica» o conciencia moral, viene a ser algo así como la luz heraclitiana que el
ser humano se enciende en la oscuridad (véase el fragm. 26 de Heráclito).
En este seminario, Gadamer seguramente también se encontró a sí mis­
mo. No hay que entender esto en el sentido de que ya en aquel semestre
habría encontrado por primera vez el tema de su vida de la phrónesis, que
más tarde desarrollaría de manera eficaz en Verdady método. Lo que ocurrió
era más bien que sus investigaciones sobre la ética griega encontraron por
primera vez su verdadera legitimación. Las preguntas de los griegos cobra­
ron nueva vida en el sentido de que se dirigían nuevamente a nosotros mis­
mos. A partir de aquel momento se comenzaron a leer los textos griegos
como preguntas que nos desafiaban a nosotros mismos, y lo hacían más aún
en la medida en que no habían conocido la altiva autoconciencia moderna.
Éste fue también el desafío que partía de Heidegger y al que Gadamer no
pudo dejar de entregarse. En este seminario, Gadamer también habrá teni­
do ocasión de «imponerse», aunque a su manera modesta e insegura. Gracias
a su tesis sobre Platón y sus estudios con Natorp y Hartmann debía estar
mejor preparado que los otros para la comprensión de la ética aristotélica.
En este sentido llamó positivamente la atención de Heidegger en aquel
semestre.
Prueba de ello es que Heidegger le invitó a leer Aristóteles una vez
por semana a solas con él, lo que representaba, por tanto, una sexta asig­
natura heideggeriana sólo en este semestre.43 Por eso no hay que extrañar­
se de que, en Friburgo, Gadamer haya dejado de ser discípulo de Hartmann
y Kroner para convertirse en heideggeriano. En dichos encuentros de lec­
tura el tema no era la ética, sino los difíciles libros sobre la substancia de
la Metafísica, en los que Aristóteles despliega la pregunta por el ser que
Heidegger estaba en vías de hacer suya. También sobre este punto los rela­
tos son escasos y los recuerdos seguramente teñidos por incidencias poste­

42. GW 10, 7.
43. GW 10, 21.

149
riores. De lo que queda buena constancia es de que Heidegger comenzó a
entusiasmarse por el hecho de que Aristóteles había caracterizado como sig­
nificación fundamental del ser el ser verdadero. En consecuencia, «ser» signi­
fica abrirse en el desocultamiento (aletheia), en la presencia (ousía); ser es
tiempo. Heidegger desarrolló esta idea en su primer curso en Marburgo, en
el semestre de invierno de 1923-1924, en conexión con Tomás de Aquino.44
En este tiempo también hizo los primeros preparativos para su viaje de con­
ferencias sobre Dasein und Wahrheit bei Aristóteles [Existencia y verdad en
Aristóteles], que le llevó en diciembre de 1924 a diversos grupos de la
Asociación Kant en Renania y en la Cuenca del Ruhr. Una muestra del apre­
cio por el joven Gadamer es que Heidegger le invitó a acompañarle en
este viaje y a organizar sesiones de discusión después de cada conferencia.
Sin embargo, la ocupación de la Cuenca del Ruhr impidió que Gadamer
hiciera este viaje.
Al lado del entusiasmo por Kierkegaard, Dilthey y Aristóteles, también
había que vivir la fatal evolución de los acontecimientos históricos. En la
segunda mitad del año 1923 se hicieron notar en la insólita ola de inflación.
Gadamer la sufrió durante todo el semestre. Desde que se había doctora­
do y casado, su padre se sintió obligado a apoyarle económicamente. Así,
le envió cheques postales a Friburgo, pero siempre tardaron cuatro o cin­
co días, y en este tiempo habían perdido su valor. En los últimos meses del
verano esta situación absurda alcanzó dimensiones inimaginables. Para
poner sólo un ejemplo: en julio de 1923, un dólar norteamericano aún
valía 353,412 marcos; en agosto valía 4.620.455 marcos, en octubre,
25 billones y el 15 de noviembre, el día de la reforma monetaria, cuatro
trillones.45 No se podía comprar ya nada y la gente se alimentaba de un
poco de leche y pan si conocía algún granjero. Heidegger sintió compasión
con el joven matrimonio Gadamer y los invitó a pasar las duras semanas
de la inflación en su pequeña cabaña de Todtnauberg. Del 29 de julio al 23
de agosto, Gadamer pasó cuatro semanas intensas, dedicadas a conversa­
ciones informales sobre Aristóteles, al lado mismo de su maestro, quien se
hallaba en una de las fases más productivas de su trabajo, y que también

44. Ver Martin Heidegger, GA 17: Einführung in die phànomenologische


Forschung, pág. 162ss.
45. Fuente: P. Hoffmann, German Resistance to Hitler, Harvard University Press,
1988, pág. 9.

150
preparaba su primera presentación en Marburgo. Gadamer le informó sobre
la situación interna de Marburgo, que conocía especialmente bien por su
condición de discípulo de Hartmann e hijo del rector. Heidegger le enseñó
hasta qué punto se podía leer a Aristóteles en clave fenomenològica, pero
también en qué medida la filosofía podía surgir de la necesidad del tiempo.
Como Gadamer recordaría posteriormente, estos encuentros constituyeron
algo así como su «primera introducción práctica a la universalidad de la her­
menéutica».46 Durante estas semanas Heidegger y Gadamer también leye­
ron la obra Loci communes (1521) de Melanchton. En estas lecturas Gadamer
comprendió la importancia de la tradición teológica para el pensamiento
occidental. Debido a este estímulo, en los semestres siguientes, intensificó
su dedicación a la teología protestante, especialmente a la de Bultmann.
Pero, a diferencia de Heidegger, la contemplaba desde cierta distancia liberal.
Poco antes de su partida a Marburgo, Heidegger organizó para sus estu­
diantes de Friburgo una fiesta de despedida en Todtnauberg. Su discurso de
despedida, junto a las llamas de un fuego de leña, comenzó con las palabras:
«Estar despierto junto al fuego de la noche...» Heidegger habló después de
«fuego y luz, de la claridad y la oscuridad» y de la «tarea del ser humano
de estar entre este desocultamiento del ser y su retirada.»47 En estas palabras
se reflejaba todo el Heidegger. El entrelazamiento entre claridad y oscuri­
dad no sólo expresaba la necesidad del tiempo y sus sentimientos ambiguos
al abandonar Friburgo, sino también toda su concepción de la existencia.
La mayoría de los estudiantes seguirían a su maestro, o su líder, a Marburgo.
Cuando Gadamer abandonó la cabaña de Todtnauberg, apuntó como des­
pedida en el libro de huéspedes las palabras de George: «El viento de las leja­
nías sopla tiernamente alrededor de nosotros».48

46. GW 2, 486.
47. GW 10, 43.
48. GW 9, 262. La anotación de un verso de George hecha en aquella ocasión
es mencionada por Gadamer en una carta a Martin Heidegger fechada el 23-9-
1968, pero en el libro de huéspedes de la cabaña se encuentra, en realidad, sola­
mente una inscripción de la señora Gadamer que dice: «Del 29-7 hasta el 23-8-23.
Y hasta los últimos días de pleno sol. Agradezco de corazón al cielo, al sol, a la pra­
dera, al bosque, a las montañas, a la cabañita y a sus amables habitantes: Frida
Gadamer.» Debajo, él escribió solamente «Hans-Georg Gadamer» (agradezco la dis­
posición de estos datos al doctor Hermann Heidegger). ¿Se referirá Gadamer a otro
libro de huéspedes o a otra visita?

151
VII. Refugio entre los griegos

En cualquier caso soy de la opinión de que se tome su


tiempo (con la oposición a cátedra); también frenaré a
un discípulo de Hartmann, un tal doctor Gadamer, que
el último semestre estaba aquí y que ahora, junto con
su mujer, pasa algunos días con nosotros en la cabaña.
Originariamente seguidor de Hònigswald-Natorp; aho­
ra entusiasmado partidario de Hartmann; en este semes­
tre adherido a mí; muy versado; muy enterado de las
habladurías académicas; muy impresionable; su padre
rector en Marburgo; quiere obtener el grado de cate­
drático con Hartmann; además trabajar sobre Aristóte­
les; por ahora no veo nada positivo en él. Repite con­
ceptos y frases de otros; pero está tan «desamparado»
como su maestro. Voy a interponerme absolutamente si
se produjera un rápido ascenso al grado de catedráti­
co. Ahora escribe una reseña sobre la Metafisica de Hart­
mann; las ideas las ha tomado de mí; hasta ahora no tie­
ne ni la menor idea de filosofía.
M a r tin H e id e g g e r 1

Eran años de profundas dudas de mi talento científi­


co, al mismo tiempo, años en los que finalmente comen­
cé a trabajar seriamente.
H a n s-G e o rg G ad am er2

En el viaje de vuelta de Friburgo a Marburgo, Gadamer visitó a Karl


Jaspers por recomendación de Heidegger.3 En él volvió a encontrar la urba­
nidad de la que se había desacostumbrado un poco en Todtnauberg, al lado
de la ruda actitud de Heidegger. Jaspers se mostrò muy desconfiado con res­
pecto a la comunidad fenomenològica de Friburgo. Pero sólo se refería al
«caparazón» de la fenomenologia de Husserl, que le parecía escolástico.
En nombre de un pathos que se denominaba existencial, se sentía unido con

1. Carta a Karl Lowith del 23-8-1923.


2. PL, pág. 34.
3. PL, pág. 32.

153
Heidegger en la lucha contra la susodicha filosofía académica. Pero como
muchos otros, Jaspers no pudo dejar de preguntarse qué era lo que Heidegger
seguía buscando en Husserl. Probablemente, Gadamer le aseguraría que
Heidegger iba por caminos totalmente diferentes que Husserl.
En un primer momento, Gadamer se sintió decepcionado por tener
que volver tan pronto a Marburgo. A parte de la presión paterna, que había
cedido algo después del doctorado, había tensiones en la casa paterna, pro­
vocadas por el traslado de la familia a Marburgo y, sobre todo, por la crisis
económica. A causa de la inflación, los padres habían empobrecido mien­
tras que antes habían llevado una vida holgada. Al no poder permitirse tener
servicio, la madrastra tuvo que cuidarse por primera vez en su vida de las
tareas del hogar. Hans-Georg escapó a las peleas originadas por esta situa­
ción cuando huyó a Friburgo, donde inicialmente creía haber encontrado
a su maestro y su destino.
Al volver a Marburgo con muchos nuevos y buenos amigos, Gadamer
se había convertido en un hombre más maduro y seguro de sí mismo. Había
superado la grave enfermedad, tenía su título y era el esposo de una mujer
con muchas ganas de llevar una intensa vida social. Ella no tardó en hacer­
se cargo de la organización de estos asuntos, ya que su esposo, algo dema­
siado formal y discreto, no tenía mucho talento para ello. También mos­
traba un gran interés -de tipo «medio erótico», como afirmaba su marido
que se sentía algo descuidado por ella- por los amigos y colegas de Gada­
mer, por sus trabajos e inclinaciones. Sabía hacer hablar a los invitados y
con su sociabilidad y habilidad los animó a escucharla y a hacerle caso. Todos
se sentían comprendidos y acogidos por ella (Karl Lowith, Gerhard Krüger
y más tarde Werner Krauss eran algunos de sus muchos admiradores). En
cambio, no se interesó especialmente por los trabajos de su marido, ya
que no dominaba el griego. Las simpatías de Frida quedan patentes en
muchas cartas que a menudo se encuentran dentro de la correspondencia
de su esposo. A él le daba cierta pereza escribir, de manera da la impresión
de que ella se consideraba la destinataria o la persona con la que los corres­
ponsales en el fondo deseaban cartearse. En su relato de 1940 sobre la épo­
ca de Marburgo, Karl Lowith dejó constancia con palabras inconfundi­
bles de su poder de atracción: «Frida Gadamer tenía un círculo de amigos
que se encontraba casi a diario en su casa. Su vivacidad, calor y generosidad
eran el centro de atracción para los caracteres más diversos. Siempre eran
bienvenidos y a menudo se quedaban a comer. Cuando Heidegger tuvo la
ocurrencia de dar sus clases de 7 a 8 horas por la mañana, solíamos tomar

154
a continuación el desayuno juntos en su piso, que sólo tenía dos habitacio­
nes. En el camino compramos cosas y las discusiones interminables alargaban
estas sesiones hasta el mediodía. Por la tarde leíamos a menudo en voz alta las
grandes novelas de Balzac, Tolstoi y Dostoievski, Gogol y Gontscharov; el que
lo hizo mejor era Gerhard Kriiger, porque su estilo seco y sin embargo vivo
era especialmente adecuado para ello.»4También fue la propuesta de Frida
que Karl Lowith fuera el padrino de su hija, nacida el 8 de octubre de 1926.
Heidegger mismo también llegó a Marburgo con una nueva seguridad
de sí mismo. Mientras que en Friburgo había sido aún el joven ayudante de
Husserl, que podía permitirse tener un trato amistoso con sus discípulos,
ahora se había convertido en profesor de una universidad prestigiosa, pero
no en uno cualquiera, sino en un profesor del que estaba claro que contri­
buiría de manera decisiva a determinar la futura orientación de la filosofía
alemana. No sólo él, sino todos sus discípulos y colegas —tanto enemigos
como partidarios—estaban plenamente convencidos de ello, aunque (o tal
vez también debido a que) no se había distinguido por publicaciones des­
tacadas. En efecto, su fama como «rey secreto» de la filosofía iba creciendo.
La decisión de llamarlo a Marburgo era asimismo un homenaje al hombre
que llegaría a ser, y él también la entendía de esta manera.
Llegó a Marburgo con un ánimo de lucha casi agresivo. Si en 1921 aún
había confesado en una carta a Lowith que, de hecho, «no era filósofo»,5
sino sólo un «teólogo cristiano» —al menos por su procedencia—, su éxito
como docente y el haber sido llamado a Marburgo incrementaron su segu­
ridad personal. Pocas semanas después de su primera presentación pública
en la nueva universidad, se propuso «hacer la vida imposible» a Hartmann.6
Tan sólo el «cómo» de su «presencia» bastaría, como escribió a Jaspers, ya
que una «avanzadilla de 16 personas, entre las que había inevitablemente
algunos que simplemente se enganchaban al carro, pero también otros muy
serios y valientes» de Friburgo le ayudarían en este propósito.7 Podemos pre­
guntarnos si Gadamer era de los primeros o de los segundos y la respuesta
será que inicialmente estaría entre los más valientes, hasta que se produjo

4. K. Lowith, Mein Leben in Deutschland vor und nach 1933, pág. 64. A los
autores aquí mencionados Gadamer agrega a Hansum, Dickens y Meredith (GW
10,414)
5. Carta del 19-8-1921, op. cit., pág. 28.
6. Carta a Karl Jaspers del 14-7-1923.
7. Ibidem.

155
cierto desencantamiento, como testimonia la carta citada más arriba, que
Heidegger escribió el mismo día en que Gadamer se marchó de la cabaña
de Todtnauberg. Es sabido que, en sus cartas, Heidegger tenía la tenden­
cia de atacar duramente a sus colegas y discípulos. Las cuatro semanas con
Gadamer en Todtnauberg, los seminarios privados dedicados a los libros
sobre la substancia de la Metafìsica de Aristóteles y la invitación a los semi­
narios en la Cuenca del Ruhr a finales de 1924 dan prueba de un respeto
inicial, aunque esta actitud podría haberse basado meramente en una sim­
patía por el sufrido discípulo de Natorp. Luego surgieron dudas, que tal vez
no llevaron a una ruptura, pero sí a la decisión resignada de Gadamer de
convertirse simplemente en filólogo clásico y en profesor de griego.
Estas tensiones se debían en parte al decepcionante rendimiento de
Gadamer, pero también a Heidegger mismo, quien se había vuelto mucho
más exigente al llegar a Marburgo. Más seguro de sí mismo y presumiendo
de su obra venidera, a la que antes parecía dar poca importancia, comenzó
a distanciarse algo de sus discípulos.8También el predilecto Lowith tuvo
que sentirlo: «Heidegger sólo vino muy raras veces (al círculo de lectura
en casa de Gadamer). Veía con desconfianza nuestro malgasto del tiempo
y ya no estaba dispuesto, como en Friburgo, a tratarse con nosotros fuera
de las clases. Cuando intentamos visitarlo en su casa, la mayoría de las veces
su mujer no dejaba que nos acercáramos a él, nos cerraba la puerta o nos
decía que volviéramos otro día».9
Gadamer fue el primero que introdujo a Heidegger en el mundo de
Marburgo. Si en la «comunidad heideggeriana» en Friburgo -por ser a medias
discípulo de Kroner y Hartmann- no había dejado de ser un outsider, den­
tro de la «avanzadilla» que se trasladó a Marburgo resultó ser el insider por
vocación. Al principio tal vez presumía un poco de este papel. Le propor­
cionó a Heidegger su primera vivienda en la AlleenstraíSe, pero era dema­
siado pequeña, de manera que su biblioteca y su familia tuvieron que per­
manecer en Friburgo,10hasta que se encontraría otra más grande. Según la
costumbre de traspaso, típica del Marburgo de esta época, Ebbinghaus se
quedó más tarde con el primer piso de Heidegger.

8. Es posible que esto tenga algo que ver también con la relación que, en estricto
secreto, tenía en aquel momento con Hanna Arendt.
9. К. Lowith, op. cit., pág. 64.
10. Carta de Heidegger a Jaspers del 9-10-1923, Briefwechsel, pág. 45.

156
Gadamer se convirtió inmediatamente en el ayudante no remunerado
de Heidegger en el seminario y tuvo que cuidarse, entre otras cosas, de la
adquisición de libros que Heidegger echaba en falta. En primer lugar se tra­
taba de ediciones de Tomás de Aquino, del que Gadamer mismo sabía poco.
En aquellos años, en Alemania no se podía encontrar ninguna edición y
comprarla en el extranjero tampoco era muy fácil en 1923. Finalmente,
Gadamer consiguió localizar en la editorial Marietti de Milán una peque­
ña edición de estudio para candidatos al sacerdocio católico, que Heidegger
utilizó en su seminario sobre alta escolástica en el semestre de verano de
1924.11 Como antiguo candidato al sacerdocio, Heidegger tenía una rela­
ción altamente compleja con Tomás de Aquino. Había hecho sus estudios
de seminarista como becario de una Fundación Tomás de Aquino, que a
cambio le exigió mantenerse fiel, en su vida y obra, a las ideas de santo
Tomás. En 1919, Heidegger se distanció filosóficamente de la escolástica.
Comenzó a ver a Tomás con otros ojos, de modo que éste, o el sistema doc­
trinario católico que se basaba en él, se convirtió para él en la instancia que
obstaculizaba el acceso a la experiencia originaria de los griegos. Muy pocos
debían tener conciencia en esta época de que Heidegger estaba luchando
también con su propio pasado. Su idea era que la concepción tomista del
ordo seguía determinando y desfigurando toda la imagen de la filosofía,
incluso allí donde Tomás no era leído y apenas conocido (como en el
Marburgo protestante). Además, Heidegger tenía la atrevida convicción de
que esta escolástica -por ejemplo, la idea de que el mundo estaría jerár­
quicamente ordenado y que se derivaría de un motor originario y absolu­
to (aunque posteriormente lo llamaría sujeto transcendental), de modo que
la filosofía tendría que construir un sistema teórico correspondiente- domi­
naba tácitamente toda la filosofía de la llamada Edad Moderna y aún la del
tiempo presente. En otras palabras, aunque pueda sonar algo exagerado:
la filosofía idealista y neokantiana y en parte incluso la fenomenología tras­
cendental de Husserl, que pretendía derivar el orden del mundo de una con­
ciencia constituyente, en realidad no serían más que tomismo encubierto.
¿Dónde estaba la inseguridad, la facticidad, la temporalidad radical del ser

11. El hecho de que esta edición económica significó un refugio para lectores
alemanes interesados en Tomás de Aquino lo confirma la experiencia del filósofo
católico Josef Pieper, Selbstdarstellung, en PSd I, pág. 242: «La edición de la Stim­
ma Theologica publicada por Marietti en 1922, impresa en papel de mala calidad,
se encuentra todavía hoy sobre el estante de mis libros.»

157
humano concreto? Para recuperar esta experiencia originaria -es decir, la
situación inicial del ser humano y de la filosofía- Heidegger se propuso vol­
ver a los griegos y a Aristóteles.
Tanto la tradición tomista como la neokantiana consideraban a Aristó­
teles como el pensador sistemático por excelencia, como el «boticario» que
tenía preparado una respuesta conceptual para cada pregunta. Heidegger
comenzó a ver esta imagen como una proyección de Tomás de Aquino sobre
Aristóteles y a sostener que éste no había sido en absoluto un boticario, sino
alguien que había planteado preguntas radicales, un auténtico aporético que
insistió en la tenacidad de lo fáctico frente a las abstracciones de su maes­
tro (lo que tal vez explica por qué durante toda su vida Heidegger se iden­
tificaba menos con Platón que con Aristóteles). Era necesario destruir a
Tomás y todo el tomismo que en aquel momento representaba la filosofía
neokantiana y secretamente también la filosofía y seguridad fenomenolò­
gica de la conciencia. Había que mostrar los prejuicios de esta tradición, de
la «tradición ontològica de Occidente», como Heidegger la iba llamando
cada vez más a menudo, para volver a encontrar las preocupaciones origi­
narias de la filosofía y de la existencia humana. Según el recuerdo acerta­
do de Gadamer: «De pronto ya no se leía a Aristóteles con los ojos de Tomás
de Aquino, sino que figuraba como el testimonio del comienzo del pensa­
miento griego en general».12
No era más que una pequeña ironía que los conocedores de Tomás en
Marburgo (¡y en Friburgo!) se sintieron ocasionalmente tentados a consi­
derar a Heidegger mismo como un tomista encubierto. Después de todo
procedía de la provincia de Friburgo y se había dado a conocer como autor
con sus trabajos positivos aunque poco leídos sobre la alta escolástica. Lo
que hay de cierto en esto es que Heidegger leía a Aristóteles con los ojos de
un tomista «renegado». Aristóteles tenía que significar lo todo otro frente
al doctor angelicus, de modo que Heidegger tendía a mostrar siempre los
lados de Aristóteles que prometían esta inseguridad. Se puede observar esta
tendencia incluso en su interpretación de los libros de la Física, que ya enton­
ces pero también posteriormente siempre fascinaron especialmente a
Gadamer. Ellos fueron objeto de su primer seminario en Marburgo, duran­
te el semestre de invierno 1923-1924.13 La física que se presentaba en ellos

12 .G W 1 0 , 351.
13. Véase el listado de las actividades docentes de Heidegger en aquel tiempo,
listado hoy fundamental en T. Kisiel, op. cit., pág. 464. El curso durante el pri-

158
era francamente extraña. No trataba de un mundo objetivo de hechos о
de leyes que tanto fascinaban a la física moderna y sus teóricos neokantia-
nos. La fisica no era más que una teoría de la movilidad de lo ente, que según
la conjetura de Heidegger se derivaba de la movilidad del ser humano exis­
tente. Ésta era la concepción básica de la fisica que Heidegger había esbo­
zado en su Informe a Natorp de 1922.14Lo que Heidegger quería descubrir
en la «ontologia» de Aristóteles era, en general, el sentido por lo puramen­
te fáctico y la movilidad de lo viviente en función de su preocupación por
sí mismo (en este contexto el interés por este tema aparece cada vez más cla­
ramente en el primer plano). ¿No era esta facticidad, esta movilidad, en pala­
bras de Heidegger, esta simple verdad de la existencia que el tomismo filo­
sófico de cualquier tipo había «olvidado»?
Con esta pregunta provocadora emprendió Heidegger en aquel momen­
to su nuevo descubrimiento de Aristóteles y de los griegos en general, pero
también su propia asimilación de la fenomenología, entendida como una
vuelta destructora a las olvidadas, escondidas, incluso encubiertas «cosas
mismas» a las que propiamente había que dedicarse. Por esta razón, en el
centro de su enseñanza estaban Husserl, Aristóteles y la escolástica (de Tomás
de Aquino, entre otros), aunque su auditorio tal vez no comprendiera del
todo la relación secreta de estos horizontes de preguntas. Sin embargo, todos
intuían que se trataba de poderosas revoluciones en el dominio del pensa­
miento. Estaban en concordancia con el atmósfera de cambio al final de
la época imperial, con el abandono de la mentalidad de rendimiento e inclu­
so con los tópicos del ocaso de Occidente, pero en Heidegger todo esto pâ­

mer semestre de Heidegger en Marburgo estaba dedicado a una «Einjuhrung in die


Phanomenologie» [«Introducción a la fenomenología»] (ver GA 17), y constituía, en
el fondo, un ajuste de cuentas con Husserl, pero, al mismo tiempo, también con
Descartes y Tomás de Aquino. Éste culminaba al final del curso en la tesis de que
la preocupación por la certeza y por el carácter científico provenía de una huida
de la existencia ante su temporalidad (285ss). En el semestre de verano de 1924,
Heidegger captó a sus oyentes con un curso sobre «Grundbegrijfe der aristotelischen
Philosophie» [«Conceptos fundamentales de la filosofía aristotélica»] (que se puede
obtener en el archivo de Marcuse en Frankfurt). En este curso, Heidegger quería
ver y renovar en la Retórica de Aristóteles una radical «hermenéutica de la existen­
cia misma» (ibidem, 42). Aquí desempeñaba un papel importante el tema del estar-
juntos-en-el-lenguaje, papel que en E l ser y el tiempo iba a ser más bien atenuado.
14. Ver M. Heidegger, Phánomenologische Interpretationen zu Aristóteles, en
Dilthey-Jahrbuch 6 (1989), especialmente pág. 247.

159
recía mucho mejor fundamentado, pensado desde los orígenes de la tradi­
ción occidental y presentado con un ímpetu casi demoníaco y profètico que
causó una verdadera sensación en el mundo académico de aquel momento.
Para Gadamer era simplemente fascinante participar en este aconteci­
miento. Se podía olvidar así las preocupaciones del momento, la política
desolada, el general empobrecimiento, que no obstante tenía como conse­
cuencia una solidaridad sin igual en la miseria y en el planteamiento de pre­
guntas. Con Honigswald y Hartmann, Gadamer había adquirido un sen­
tido agudo por la dimensión conceptual de la filosofía, pero Heidegger hizo
que los conceptos volvieran a hablar o incluso a sonar de una manera total­
mente diferente. Sus conceptos no eran vainas formales para cualquier con­
tenido, sino que rebosaban ellos mismos de una inaudita abundancia de
fenómenos. La filosofía alcanzaba de pronto la fuerza evocadora del len­
guaje poético, para el que Gadamer siempre había sido receptivo. Pero no
sólo esto. Con Heidegger se aprendía que los conceptos también tenían una
historia subterránea, intrigante y casi trágica: habían surgido de experien­
cias primarias, de un luchar por el lenguaje en Platón y Aristóteles, hasta
que su latinización en la Edad Media los desfiguró y escondió en el sentido
más amplio. Según Heidegger, esta «Edad Media» aún duraba, de modo que
era preciso desprenderse a la fuerza y con un trabajo de Sisifo de la esco­
lástica actual para exponerse de nuevo a las experiencias ónticas origina­
rias de los griegos.
Como ya se ha mencionado, Heidegger mostró su apreció por su ayu­
dante Gadamer cuando lo invitó a acompañarle en un viaje de conferencias
por la Cuenca del Ruhr y a dirigir seminarios sobre estas conferencias, dedi­
cadas a la Ética a Nicómaco de Aristóteles.15 Debido a la crisis del Ruhr,
Gadamer no pudo realizar este viaje y Heidegger mismo tampoco pudo dar
todas las conferencias anunciadas. Las tropas francesas habían ocupado la
Cuenca del Ruhr al oeste del Rin, rica en materias primas, a causa de la fal­
ta de pagos de reparación por parte de Alemania. La mayoría de los ale­

15. Véase el anuncio en los Kant-Studien 29 (1924), pág. 626: «Ciclo de con­
ferencias del profesor doctor Heidegger (Marburg) [del 1 al 8-12-1924 en Hagen,
Eberfeld, Kòln, Düsseldorf, Essen, Dortmund] : Existencia y verdad según Aristó­
teles (Interpretación del Libro VI de la Ética a Nicómaco) —A continuación del ciclo
de conferencias del profesor Heidegger el doctor Hans-Georg Gadamer (Marbur­
go) tendrá a su cargo discusiones vespertinas.» La conferencia de Heidegger apa­
recerá en el tomo 80 de su edición completa (Vortrage, III. Abteilung).

160
manes sintieron esta ocupación no como un asunto económico o político,
sino como una humillación y una exageración del dictado de Versalles. A
pesar de la mejora de la situación económica después de 1924, la crisis del
Ruhr contribuyó bastante a la escalada de la situación política interior. En
las elecciones generales de 1924, el Partido Nacionalsocialista hizo su pri­
mera aparición y alcanzó un 6,5 % de los votos a nivel nacional, pero en
Marburgo obtuvo ya la inquietante cifra del 17,7 % .16Visto desde el ámbi­
to nacional, este extraño partido, cuyo líder había sido detenido y levemente
sancionado después del golpe de «cervecería» de Múnich, no representaba
una amenaza inminente, pero el Partido Nacionalsocialista sabía sacar
más y más provecho del sentimiento de vergüenza nacional, de modo que
podía esperar una amplia respuesta positiva de la población alemana. Todos
los partidos experimentaron esta herida, pero se sintieron literalmente des­
validos. Así lo veía Heidegger, y Gadamer se creía reafirmado en su huida
de los desgraciados acontecimientos del mundo, refugiándose en el trabajo
puramente filosófico, que cerca de Heidegger ya era lo bastante excitante.
Tal vez, en el seguro refugio junto a su maestro, Gadamer se tomaba las
cosas demasiado a la ligera. Heidegger estaba cada vez más decepcionado
y no lo disimulaba. El 27 de marzo de 1925 escribió a Lowith: «En el semi­
nario [sobre Aquino y la alta escolástica] los ayudantes Klein, Gadamer y
otros me dejaron abandonado; y entre la gente más joven falta del todo el
talento fenomenològico; como también en los antes mencionados...» Fren­
te a Gadamer expresó su disgusto muy claramente en una carta del año
1924: «Si usted no consigue tratarse a sí mismo con mayor dureza, no lle­
gará a nada». Gadamer estaba destrozado. Después de doctorarse había teni­

16. Ver Helmut Seier, «Marburg in der Weimarer Republik», en Marburger


Geschichte. Rückblick aufdie Stadtgeschichte in Einzelheiten, сотр . por Erhart Dett-
mering y Rudolf Grenz, Marburgo: Magistrat der Universitátsstadt Marburg, 1980,
pág. 561. El partido más fuerte siguió siendo el SPD [Partido socialdemócrata de
Alemania] (20,5%, pero solamente el 7,9% en Marburgo), seguido por el conser­
vador DNVP [Partido popular nacional alemán] (19,5%, en Marburgo 28,6%),
por el Partido del centro, siempre decisivo para la conformación del gobierno (13,4%,
en la protestante Marburgo sólo un 4%) y por el DKP [Partido comunista alemán]
(12,6%, 6,1% en Marburgo). De acuerdo a las manifestaciones de Gadamer, en
aquel tiempo él estaba cerca -en la medida en que se interesaba por la política (es
decir, muy poco)—de los partidos de centro, democráticos, como el D DP [Parti­
do de-mocrático alemán] (5,7% en el Reich, 9,8% en Marburgo), o bien el DVP
[Partido popular alemán] (9,2% en el Reich, 15% en Marburgo).

161
do evidentemente la intención de obtener el grado de catedrático. En un prin­
cipio quiso hacerlo bajo la tutela de Hartmann, pero desde su encuentro con
Heidegger y también por la previsible marcha de Hartmann a Colonia el
único tutor adecuado parecía ser Heidegger. Aunque destrozado y confuso,
no estaba muy sorprendido, porque sabía lo limitado que era su rendimiento
y su capacidad de trabajo. Además, en presencia de Heidegger era fácil dudar
de las propias capacidades. También puede ser que su sentimiento de infe­
rioridad se debiera al hecho de que sus amigos más próximos eran todos
mayores, más versátiles y capaces. Su mujer tenía dos años más que él, Lowith
tres, su mejor amigo, Oskar Schürer, incluso siete. Después del primer shock
que la carta de Heidegger le había causado, se sobrepuso y consideró que
aún era lo bastante joven para comenzar de nuevo. Así, en la primavera
d e l925 se decidió hacer la carrera completa de filología clásica. Estudió
sobre todo con Paul Friedlánder, pero también con Lommatzsch y más tar­
de con el arqueólogo Paul Jacobsthal. Podía aspirar, en el mejor de los casos,
a una carrera universitaria como filólogo clásico (casi llegó a serlo poste­
riormente) o a convertirse simplemente en profesor de griego. Para filolo­
gía antigua no había mucha demanda (en el seminario de Friedlánder sólo
participaban tres personas), y siempre se necesitarían profesores de griego
en los institutos.
En muchos comentarios posteriores17 Gadamer refirió cuántas espe­
ranzas puso en esta carrera, que había de darle una base sólida para estar a
la altura del desafío de Heidegger al pensamiento. Como muestra el currí­
culum vitae que redactó con ocasión de su titulación como catedrático en
1928, esta perspectiva había ido madurando como resultado de aquellos
años de falta de seguridad de sí mismo: «En invierno de 1923 seguí a Hei­
degger cuando se fue a Marburgo. Mis esfuerzos principales estaban cen­
trados en la interpretación de la filosofía griega. Durante un tiempo bas­
tante largo me dediqué especialmente al estudio de la Ética a Nicómaco.
Al realizar estos estudios surgió la necesidad -que también me fue sugerida
de manera externa por el libro sobre Aristóteles de Jaeger (Berlín 1923)- de
una formación esmerada, porque la prosecución de la interpretación filo­
sófica hizo imposible confiar en los resultados de la investigación filológica
sin tener recursos propios de crítica. Los planteamientos filosóficos y filo­

17. Ver, por ejemplo, Das Erbe Europas, pág. 160; GW 10, 332, 403; Repor­
taje en The Journal o f the British Society for Phenomenology 26 (1995), pág. 119.

162
lógicos son inseparables. Por esta razón, a partir de Pascua de 1925 cursé
estudios regulares de filología clásica y los terminé formalmente el 20 de
julio de 1927 con el examen de licenciatura».18
Gadamer se sintió reafirmado en esta decisión gracias al apoyo que en
estos duros tiempos le ofreció el teólogo Rudolf Bultmann. Antes de su
encuentro con Heidegger, Gadamer no se había interesado especialmente
por la teología, si exceptuamos su predilección por Kierkegaard, aunque
lo leía, de acuerdo con la moda de la época, menos como teólogo que como
autor «existencialista». Heidegger le hizo comprender en qué medida los
conceptos de la filosofía estaban penetrados por elementos teológicos que
había que destruir y descubrir para abrir un camino a las experiencias ori­
ginarias de la existencia y del pensamiento. En su manuscrito de 1922, en
relación con esta necesidad, Heidegger evocaba los nombres de Agustín,
Gabriel Biel, y Lutero.19 De esta manera se hicieron patentes sus motivos
teológicos ocultos, pero también la necesidad de «destruirlos». En este pun­
to la destrucción mostraba su doble cara: por un lado se trataba de purifi­
car la filosofía de sus concepciones teológicas no advertidas, por otro, de
separar la teología misma de su predisposición filosófica impuesta por los
conceptos griegos y de mantenerla libre para sus propias tareas como teo­
logía cristiana. Este esfuerzo acercó a Heidegger a las intenciones de Bultmann
y en esta época entre los dos nació una estrecha amistad muy fructífera para
ambos. Como exegeta crítico procedente de la teología liberal del siglo XIX,20
también Bultmann estaba empeñado en mantener alejado el mensaje del
Nuevo Testamento —al que llamaba kerygma—de la influencia enajenadora
de los conceptos griegos. Además, Bultmann estaba buscando un marco
filosófico «neutral» para su tesis de que el hablar de Dios siempre era un
hablar desde el ser humano,21 y este marco lo esperaba encontrar justamente
en el análisis existencial fenomenològico de Heidegger. En su opinión, en

18. UAM, PA Gadamer.


19. Ver M. Heidegger, «Phànomenologische Interpretationen zu Aristóteles»,
en Dilthey-Jahrbuch 6 (1989), especialmente pág. 247, y H GG, GW 4, 94, 199,
263,313; GW 10, 4.
20. Ver el aporte de 1924 Die liberale Theologie und die jüngste theologische
Bewegung, que abre la importante colección de trabajos de Bultmann intitulada
Glauben und Verstehen, tomo I.
21. Ver al respecto su provocativo y pionero trabajo «Welchen Sinn hat es, von
Gott zu reden?» de 1925, en Glauben und Verstehen, tomo I, Tubinga: Mohr Siebeck,
1933, 2a edic. no modificada 1954, 8a edición 1980, pág. 26-37.

163
E l ser y el tiempo Heidegger había puesto a descubierto los «existenciales»
o rasgos básicos de la condición cuestionable de la existencia humana, a los
que la teología cristiana respondería con contenidos positivos. Bultmann
estaba fascinado por la fina y rara sensibilidad que Heidegger tenía por las
preguntas hermenéuticas de la teología y también por el orign de sus ins­
trumentos conceptuales. Desde Hartnack la teología protestante liberal tenía
como tarea fundamental purificar el kerygma del Nuevo Testamento de este
mundo conceptual griego. Gadamer también se sentía atraído por la pre­
ferencia exegética de Bultmann por el Evangelio de san Juan, el más grie­
go de todos, por el que ya había sentido simpatía durante sus estudios de
bachillerato, aunque entonces la cuestión específicamente teológica de la fe
le haya quedado algo extraña. En Bultmann podía encontrar la tesis
de que la exégesis del Nuevo Testamento estaba sometida a loas mismas con­
diciones que la interpretación de cualquier otro texto clásico, lo que signifi­
caba todo un reto para él.22 Aunque posteriormente Gadamer tendría oca­
sión de considerar con escepticismo esta tesis casi positivista, como futuro
filólogo clásico en aquel momento se sintió así aún más bienvenido en la
escuela de Bultmann y, en cualquier caso, éste le parecía un eminente filó­
logo de la teología. Fue en cierto modo la continuación del ejercicio de la
«destrucción» que había aprendido con Heidegger, pero con una mayor acen­
tuación de lo puramente filológico y, por tanto, de lo puramente herme-
néutico. Gadamer apreciaba a Bultmann sobre todo también como huma­
nista que luchaba por la adquisición de una cultura general a partir de los
clásicos griegos. Por eso se sintió cada vez más familiar en el famoso círculo
de Bultmann, llamado «Graeca», donde se dedicaría a lo largo de quince años
a leer miles de páginas de literatura griega en compañía de colegas y amigos
como Schlier y Krüger. Se convirtió en uno de los recuerdos más agradables
de su época de Marburgo.23 Como escribió más tarde a Bultmann, la aco­
gida en este grupo se produjo en un tiempo en que se sintió rechazado

22. Ver el posterior y emblemático trabajo de Bultmann acerca de esa cuestión: 1st
voraussetzungslose Exegese moglich?, en Glauben und Verstehen, tomo III, Tubinga:
Mohr Siebeck, I960, pág. 142-150.
23. PL, pág. 39. Con todo, Gadamer no participó en los seminarios de Bultmann
sobre el Nuevo Testamento, o, por lo menos, no lo hizo regularmente (como surge
de las extensas listas de participantes en Berndt Jaspers, Sachgemajîe Exegese. D ie
Protokolle aus RudolfBultmanns Neutestamentlichen Seminaren 1921-1951, Marburgo:
N. G. Elwert Verlag, 1996).

164
por Heidegger y le habían venido «las dudas más serias sobre su capacita­
ción para la ciencia y la filosofía»,24 de modo que la invitación de Bultmann
le dio los ánimos necesarios para salvar su carrera científica.
Seguramente no es una casualidad que la sugerencia indirecta de
Heidegger hiciera que Gadamer llegara a conocer más profundamente tan­
to el mundo de la filosofía clásica como el de la teología. En ambos casos se
estaba ocupando de tradiciones milenarias, de los pilares de la historia del
pensamiento occidental que, según la famosa expresión de Schelling, te­
nían algo «impensado previamente» en el sentido de que determinarían
de manera subyacente todos los temas posteriores del pensamiento. En la
medida en que Gadamer sintió que no estaba a la altura de la filosofía con­
temporánea (¿cómo podía siquiera pretender competir con la originalidad
del pensamiento de Honigswald, Hartmann, Natorp, Heidegger, Husserl,
Scheler?) pudo esperar, sin embargo, encontrar una base firme en las fuen­
tes antiguas. En aquellos años se jactaba de «leer por principio sólo libros
de al menos dos mil años de antigüedad».25 En la práctica, esto mostraba el
sentido de Gadamer por lo «clásico», por obras -para anticipar la famosa
expresión de Verdady método- que tienen algo «normativo» y «atemporal»
y que, sin embargo, dicen «algo a cada época ... como si se lo dijeran espe­
cíficamente a ella».26 No cabe duda de que esta vuelta o retirada a los clási­
cos también era una respuesta a la confusión y la inseguridad del propio
presente. Este carácter eterno, atemporal y normativo lo encontraba espe­
cialmente en los poetas griegos (Píndaro), en el Evangelio de san Juan, en
la tradición retórica romana (leía mucho a Cicero), pero sobre todo en las
obras de ética de Aristóteles y en los diálogos de Platón. Puede ser que la
orientación firme de Bultmann ayudó a Gadamer a ver desde otra pers­
pectiva la influencia del círculo de George y, sin sustituirla del todo, le per­
mitió distanciarse de ella y «desmitologizarla» hasta cierto punto.
Para Gadamer, el profesor más importante en filología clásica fue sin
duda Paul Friedlánder, quien precisamente en aquellos años estaba prepa­
rando su propia y exigente interpretación de Platón en forma de libro ( Platon,
vol. I, 1926; vol. II, 1930). En general llama la atención la suerte que

24. Carta de H G G a Rudolf Bultmann del 16-8-1974 (Archivo Bultmann


en UAT)
25. PL, pág. 47.
26. WM, GW 1,295.

165
Gadamer tuvo de encontrar a sus maestros más importantes justamente en
la fase más productiva de su trabajo: a Hònigswald inmediatamente antes
de la publicación de sus Grundzüge der Denkpsychologie [Líneas funda­
mentales de la psicología del pensamiento], a Nicolai Hartmann antes de
la salida de su Ethik, a Heidegger antes de E l ser y el tiempo, a Bultmann
en medio de su diálogo con Heidegger y en la elaboración de su interpre­
tación exegética global y de sus ensayos programáticos de los años veinte.
Lo mismo le ocurrió con Friedlánder, pero tal vez incluso en una medida
mayor, puesto que los intensos estudios de Aristóteles y Platón de Gadamer
se basaban en una colaboración muy estrecha y seria con Friedlánder. En el
seminario superior que éste ofreció sobre Platón sólo había tres participan­
tes (uno de los otros dos era Hans Scháfer27), de manera que había que pre­
parar cada tres semanas una nueva exposición de un texto diferente.28 El
punto fuerte de la interpretación de Platón propuesta por Friedlánder -quien
se adhería a las ideas del círculo de George- era la lectura de los diálogos
prescindiendo de su carácter doctrinario. Con él Gadamer aprendió a apre­
ciar el arte del diálogo de Platón, a entender lo importante que era con quién
Platón estaba hablando y cómo el lector llegaba a la comprensión filosófi­
ca a lo largo del diálogo. La idea de una «ética dialógica» y muchos avances
de comprensión del diálogo como elemento de la filosofía expuestos en la
tesis de habilitación se pueden deducir fácilmente del sentido de Friedlánder
por la dramática dialógica. Además de asistir a sus clases, Gadamer parti­
cipó también en las sesiones de «Graeca» que el propio Friedlánder orga­
nizaba.29 Debido a su estrecha colaboración con él, Gadamer pudo atribuirse

27. GW 10, 403. Hans Schaefer era el hijo de Clemens Schaefer, amigo de la
familia a quien el padre de Gadamer había invitado a seguirlo de Breslau a Marburgo.
El segundo participante podría ser Friedrich Klingner (ver PL, pág. 29) o Rudolf
Fahrner (ver más abajo). Gadamer tendría de nuevo a Hans Schaefer como colega
en Heidelberg, antes de su trágica muerte.
28. Aún se conserva un manuscrito sobre el Clitofón de Platón (ver GW
10, 404).
29. Según una carta posterior a Heidegger, fechada el 17-4-1929. De esa carta
se desprende, por otra parte, que Friedlánder tenía dos grupos “Græca”:
«Friedlánder creó una institución muy hermosa: una Græca juniorum, que se dedi­
caba a la misma materia que la otra Græca. En el invierno se trabajaba Alceste, de
Eurípides. El más importante de los participantes de la juniorum es Fahrner, el úni­
co que, a pesar de sus pocos conocimientos del griego, aporta algo positivo a través
de su espontaneidad y carencia de prejuicios, así como, por otra parte, por su instin­

166
el mérito de haber contribuido a la imagen que Friedlander elaboró de
Platón. En su dictamen del 25 de octubre de 1928 sobre la tesis de habili­
tación de Gadamer, Friedlander lo insinuó amablemente: «Admito de buen
grado que los análisis del autor me han permitido adelantar considerable­
mente en mi propio trabajo. Puedo ampliar esto: la colaboración con el doc­
tor G. fue en general un beneficio en muchos sentidos para mí y mi semi­
nario».30 No es un elogio insignificante pensando que procede de un filólogo
clásico del rango de Friedlander y más aún de un profesor al que se atri­
buía una actitud algo distante e incluso rígida.31 Sólo al lado de Friedlander
fue posible que Gadamer tomara conciencia de su propia capacidad cientí-

to apasionado por la disputa que le cabe muy bien al mío. Por supuesto, Fahrner tie­
ne una imagen muy determinada por la literatura alemana, y toda la preparación
dogmática no puede reemplazar el sentido para el valor propio del discurso en los
griegos. De este modo, Fahrner da la impresión de ser muy moderno y de orienta­
ción psicológico-moral, a pesar de todo “paganismo”. (Los otros participantes son:
Rohde, Neuffer ([alumno de Jakobsthal]) y Schmidt, profesor auxiliar de francés,
cuyas traducciones son muy ilustrativas acerca del acentuado carácter lógico y exac­
to pero también del alto grado de latinización del genio de la lengua francesa). En la
Græca de los mayores está también Frank, quien, al igual que en el seminario, no
parece intimidarse ante ninguna exageración, siempre que sea inesperada e ingenio­
sa. Usted conoce a Frank, pero difícilmente desde este costado, como lo conocen los
que lo oyen. En esas exageraciones y en el descuido de toda barrera metódica reside
también algo análogo a un “método”. Todo se coloca nuevamente en su lugar por sí
solo, ya que Frank exagera siempre en todas las direcciones. Pero Frank mismo no es
capaz de producir esta corrección. Lo deja por cuenta de sus oyentes. Podrá usted
imaginarse que este “método” es más aplicable en la clase que en las prácticas, en las
cuales la réplica debería obligar a formular con mayor precisión. Pero Frank acepta
todo lo que tenga aunque sólo sea un sentido parcial, sin confrontarlo seriamente con
su propia tesis. Esto es especialmente inútil ante los caballeros de su arsenal verdade­
ramente herrumbrosos que han permanecido por aquí. Krüger y yo estuvimos en su
seminario y tuvimos que contenernos reciamente en esa atmósfera tan pacífica.»
30. UAM, PA Gadamer. Por otra parte, la opinión de Friedlander sobre el tra­
bajo “filosófico” de Gadamer hasta el momento (aludiendo al mismo tiempo, por
supuesto, casi siempre a la “escuela” de Heidegger) confirma también que sólo la
filología clásica aportó a Gadamer una rigurosa disciplina de investigación: «Des­
pués de haber “filosofado” anteriormente en un sentido demasiado restringido y
exclusivo, el doctor Gadamer ha obtenido en los últimos años un sólido funda­
mento de disciplina científica, a saber, un fundamente filológico. Mucho más allá
del ámbito filosófico, ha aprendido, por ejemplo, a interpretar la poesía antigua. Él
confirma esa capacidad de manera excelente en el presente trabajo.»
31. GW 10, 404.

167
fica, que finalmente fue reconocida también por Heidegger y llevó a una
rápida habilitación bajo su tutela.
Gadamer demostró su capacidad científica por primera vez en su con­
frontación con Werner Jaeger y su interpretación de Aristóteles. En aquel
momento, Jaeger no era un filòlogo clásico cualquiera, sino la figura abso­
lutamente dominante en su disciplina. Dejando de lado la influencia peda­
gógica que relacionaba con el humanismo de los griegos que él mismo resal­
tó y que elaboró más tarde en su obra Paideia en tres volúmenes, había
marcado verdaderos hitos de la investigación con sus libros sobre Aristóte­
les. Para explicar las «contradicciones» en la obra de Aristóteles, Jaeger apli­
có un criterio de evolución histórica: Siendo originariamente seguidor de
la doctrina de las ideas de Platón, Aristóteles se habría convertido paulati­
namente en un crítico de esta doctrina y habría encontrado así su propio
enfoque en el ámbito de la física y la cosmología. Era un esquema bastan­
te plausible que Jaeger aplicaba a todas las partes de la obra del Estagirita,
en parte con fina sensibilidad, en parte de manera arbitraria. Para cimentar
su tesis del temprano platonismo de Aristóteles, Jaeger se había apoyado
sobre todo en el Protreptikós, un texto del que sólo se conservan pasajes más
largos dentro de la obra de un comentarista posterior. Aristóteles habla
allí de la phrónesis en el sentido de una sabiduría omniabarcadora, o sea, aún
plenamente de acuerdo con el espíritu de Platón, que se puede contrastar
fácilmente con la acepción de los libros «posteriores» sobre ética, en los que
Aristóteles desarrolla una concepción específicamente suya de la phrónesis,
que acentúa el conocimiento alcanzable por el ser humano y se presenta así
también como una crítica explícita a Platón. La hipótesis de Jaeger se podía
aplicar aquí igualmente de una manera bastante creíble: Aristóteles no podría
haber defendido al mismo tiempo una concepción de la phrónesis que coin­
cidía con la de Platón y otra que la criticaba.
Gadamer fue el primero que tuvo la valentía de criticar la construcción
de Jaeger. Su ensayo «Der aristotelische Protreptikos und die entwicklungs-
geschichtliche Betrachtung der aristotelischen Ethik» [El Protreptikós aris­
totélico y la concepción histórico evolutiva de la ética aristotélica], publi­
cado en 1927 en una prestigiosa revista especializada, estaba originariamente
concebido como trabajo de admisión al seminario superior de Friedlánder.32

32. GW 10, 403. Acerca de la dedicación a este trabajo ya en 1925 véase el


ilustrativo pasaje de una carta a Heidegger fechada el 24-9-1925: «Desde mi regre­
so estoy trabajando bien. He estudiado el “Protreptikós” yámbico y procurado intro­

168
Su polémica con Jaeger también es de interés porque permite ver su tem­
prana predisposición hermenéutica. Porque Gadamer se pregunta si los tex­
tos conservados del Protreptikós son lo bastante consistentes para apoyar la
tesis de Jaeger. Lo que éste dejaría desatendido sería sobre todo el skopos,
es decir a dónde estaba dirigido un texto como el Protreptikós. Como insi­
núa el título mismo (protrepein: estimular, despertar para algo), una ins­

ducirme en todo el conjunto de los asuntos filológicos relacionados. Esto ha sido,


sobre todo, ocasión propicia para establecer, en algunos puntos, una relación con
mis previos estudios sobre Platón ( Eutidemo, que, como ha observado con acierto
Schleiermacher, preanuncia el Político pero también aspectos centrales del Sofista).
En la verificación detallada de las construcciones de Jaeger uno se encuentra lamen­
tablemente, en la mayoría de los casos, en la infructuosa actitud del escéptico. El
non licet se puede demostrar claramente en muchos puntos. Pero, en su conjunto,
la posición de Jaeger es casi inatacable, aun siendo en sí misma una construcción
cuya consistencia se haya desprendido de la suerte de las piedras con las que está
edificada. “Desarrollo” es allí algo así como un passe partout. Bajo la presión de
esa tarea “noble” se encuentra uno a cada paso con las más peligrosas anticipacio­
nes, en su mayoría cosas que pueden ser correctas, pero su engañosa fuerza de con­
vicción sólo consiste en adecuarse del modo más inofensivo a la imagen del
conjunto. Someter a prueba cada una de las piedras que constituyen ese edificio
presupone un trabajo muy complicado: sacarlas de la ubicación de su papel respecto
de la totalidad y ver lo que ha de estar junto -en el sentido del resultado y la base-:
Protreptikós, ética originaria: todo ello está tan estratificado, que apenas se pueden
separar el contexto de la investigación allí volcada y su peso propio, del resultado, de
la aptitud para participar en el “desarrollo”. En esto, Jaeger no es muy diferente (sólo
mucho más cuidadoso y, justamente por ello, mucho más astuto) de Wilamowitz
en Platón-, todos los puntos de partida de la investigación, todas las preguntas abier­
tas y toda la enorme cantidad de lo que es absolutamente imposible de saber es cui­
dadosamente ocultado. Se pronuncian con la misma pretensión el patrimonio común
seguro de la ciencia y la presunción más personal. No puedo evitarlo: tampoco
Jaeger está del todo exento de esta acusación: afirmar siempre mucho más de lo que
está demostrado, de lo que permiten las propias demostraciones. He estudiado las
Divisiones conservadas en Diógenes Laercio y en el Codex Marcianus y, desde enton­
ces, estoy aún más seguro de la impresión que he tenido hasta ahora, a saber, que
la filología actual da testimonio de una tremenda exageración en la valoración de lo
escrito (y aún más, de lo recibido por tradición) frente a los factores de la docencia
personal y, sobre todo, de lo que hay atesorado en doctrina, concepto y palabra, que
no puede ya ser relacionado a personalidad ninguna. Reinhardt dice en el Poseido-
nios muy acertadamente que si se arroja demasiado en una fuente, se la sepulta. Pero
el demostrar poniendo el dedo sobre el texto tiene algo de seductor; ¿no llevará el
trabajo filológico necesariamente hacia esa unilateralidad?»

169
trucción protréptica era un texto de propaganda que no trataba de una u
otra orientación filosófica (corno, por ejemplo, la platónica), sino de la filo­
sofía misma. De modo que el Protreptikós no era el lugar adecuado para des­
arrollar un punto de vista propio, al contrario del caso de un texto de doc­
trina ética.
Esta orientación de la perspectiva es muy instructiva para entender
los intereses de Gadamer. Aunque la atención a la forma literaria del texto
en cuestión revela el sello inconfundible de Friedlander, la concentración
en el skopus del texto, en su finalidad y sus destinatarios, muestra sobre todo
el talante hermenéutico de Gadamer, su receptividad para la dimensión retó­
rica del sentido, para el querer-decir que siempre queda detrás de lo enun­
ciado. Este sentido por la hermenéutica no lo había heredado tanto de la
hermenéutica existencial de Heidegger (que apuntaba más a la interpreta­
ción de sí misma de la existencia que a la de textos escritos), sino más bien
de los seminarios de Heidegger, de los ejercicios de Friedlander sobre las
formas del diálogo platónico, pero también de la insistencia de Bultmann
en los géneros estilísticos de las Sagradas Escrituras.33
Hasta sus años de vejez, Gadamer no pudo esconder cierto orgullo sobre
este trabajo de juventud. Así afirmó en una entrevista inglesa de 1995:
« Under Friedlander’s guidance, I became a classicalphilologist and played an
influencial role in that field, as you may know. In fact my essay on the Pro-
trepticus turned the whole Jaegerian Aristotle conception upside down, did it
not?» [Guiado por Friedlander, me convertí en filólogo clásico y, como sabrán,
desempeñé un papel influyente en este campo. De hecho mi ensayo sobre
el Protreptikós dio un giro completo a toda la concepción jaegeriana de
Aristóteles. ¿No es cierto?»]34Tal vez este elogio de sí mismo sea algo exce­
sivo, pero es cierto que este trabajo tuvo cierto éxito, al menos dentro del
nivel modesto al que pueden aspirar trabajos filológicos. Su resultado inme­
diato fue, en todo caso, que se identificó a Gadamer como sólido filólogo

33. En este punto, R. Bultmann se había basado a su vez en las investigacio­


nes de Martín Dibelius (1883-1947) sobre la Formgeschichte [historia de la forma
literaria] de los evangelios (véase especialmente su clásico libro Die Formgeschichte
des Evangeliums, 6a edición, Tubinga: Mohr Siebeck, 1971). Al respecto véase
R. Bultmann, Theologie des Neuen Testaments, 9a edición, Tubinga: Mohr Siebeck,
1984.
34. «A Conversation with Hans-Georg Gadamer», en Journal o f the British
Societyfo r Phenomenology 26 (1995), pág. 119.

170
clásico. En este sentido, el trabajo sobre el Protreptikós tuvo el efecto de­
seado de un complemento de la tesis de habilitación, que mostraba rasgos
mucho más «heideggerianos», por lo que resultaba sospechosa en los círcu­
los filológicos. El hecho de que el trabajo sobre el Protreptikós tuviera éxi­
to tal vez fue incluso más importante que la tesis de habilitación, que
Gadamer redactó al parecer con mucha prisa porque se encontraba en un
momento de gran penuria personal. También para su progreso personal gus­
taba usar este trabajo más filológico como tarjeta de visitas. Así, estableció
un contacto directo con Jaeger, al que fue a ver en Berlín con la intención
de convencerle en cierta medida de sus objeciones.35 Conocerle personal­
mente y saber que tenía una opinión positiva de él era en todo caso un pun­
to a favor, especialmente en su función de dictaminador en la Comuni­
dad de necesidades. Hasta la emigración de Jaeger a Chicago en 1936 también
pudo mantener una relación estrecha con él y visitarlo a menudo cuando
pasaba por Berlín.
El 20 de julio de 1927 Gadamer se sometió al examen de admisión
como profesor de filología clásica que consistía en un trabajo escrito y en
un examen oral incluyendo muchos ámbitos de esta disciplina. Los exa­
minadores eran Paul Friedlánder, Martin Heidegger y Ernst Lommatzsch.
Pero, al parecer, Gadamer también había estudiado con Erwin Rohde (el
responsable de ejercicios estilísticos) y más tarde con el arqueólogo Paul
Jacobsthal. Además de la filosofía, en sus estudios tuvieron un peso espe­
cial la poesía (Píndaro y Virgilio) y la retórica (Quintiliano y Cicerón).36

35. Ver la carta a Heidegger del 2-10-1928: «Hemos pasado unas muy her­
mosas vacaciones de verano a orillas del Báltico, y luego unos días en Berlín, don­
de, por desdicha, me he hecho una herida en el pie, de modo que durante ocho días
no he podido pisar. La demora en mi partida a causa de esa circunstancia me per­
mitió tener una conversación con Jaeger, quien, entretanto, había regresado de
sus vacaciones. Él comenzó a hablar de su libro. Quedó claro que él se contenta con
la constatación de que lo antiguo es solamente un momento entre otros en la con­
formación de su filosofía, es decir, que no se trata de un “humanismo”. Por lo demás,
nuestra conversación no quedó sin resultados. Sobre todo, logré convencerlo en
algunos puntos de la exactitud de algunas de mis observaciones y espero, a través
de este fortalecimiento de mi credibilidad filológica, haber obtenido también algo
de consideración para con mis objeciones en otros casos.
36. En este punto tomó como modelo el compendio de Friedrich Blass y
leyó los ductores rhetoricæ: Aristóteles, Quintiliano, Cicerón, y hasta Melanchton
y Vico.

171
Esto se desprende no sólo de sus recuerdos y de la lista de asignaturas de
aquellos años, sino también de los pequeños cuadernos que Gadamer se
confeccionó en esa época sobre los respectivos ámbitos temáticos (Rethorica).
Todavía se conservan y dan testimonio del intenso estudio particular de los
clásicos griegos y latinos.37 Como calificación para el examen de admisión
como profesor de filología clásica Gadamer había presentado un trabajo (en
latín) sobre la poesía de Píndaro: Depoetarum lyricorum narratione mythi-
ca. El él se interesó por la manera en que la lírica se refería al mito y llegó
a la conclusión de que Píndaro sólo evocaba los mitos, es decir, los recor­
daba y luego cortaba repentinamente. También en esta atención a los géne­
ros estilísticos y la especificidad de la recepción poética de los mitos se mos­
traba el interés hermenéutico de Gadamer. Al lado de este trabajo escrito,
el candidato tenía que demostrar en un examen oral que tenía conocimientos
de todos los ámbitos de la filología clásica. Por eso, Gadamer exploró toda
la disciplina, los trágicos, los poetas, los historiadores, evidentemente los
filósofos, la métrica, la retórica y la gramática. Sin embargo, sólo dos sema­
nas antes del examen descubrió con horror que había descuidado e inclu­
so olvidado por completo todo un ámbito: el de la arqueología. Estaba total­
mente desesperado. Era evidentemente imposible asimilar en quince días
los conocimientos arqueológicos necesarios, y no se podía aplazar el exa­
men. Consultó a Friedlánder y a Jacobsohn, el arqueólogo responsable.
Ambos se mostraron comprensivos y llegaron con él a un pacto entre caba­
lleros. Gadamer era un buen estudiante y se podía permitir dejar de lado el
tema de la arqueología en el examen mismo, siempre que Gadamer se com­
prometía recuperar los estudios de arqueología de manera informal después
del examen. Así ocurrió. Gadamer superó el examen con éxito y Friedlán­
der no dijo palabra sobre la arqueología. Después del examen de Estado,
Gadamer cumplió su deber y estudió dos años arqueología con Jacobsthal.38
En este lugar tal vez se puede llamar la atención sobre el hecho, sin rele­
vancia alguna en aquel momento, de que tanto Jacobsthal como Friedlán­
der eran judíos, sólo para resaltar que Gadamer tenía muchos profesores,

37. Entre ellos hay también un cuaderno Théologien que da testimonio de la


participación de Gadamer en las animadas controversias en torno a la teología dia­
léctica.
38. Lo sucedido se menciona sólo de manera velada en la autobiografía de
Gadamer: Jacobsthal «tenía también una actitud muy amigable para conmigo, y
más tarde pude aprender todavía muchas cosas de él.» (PL, pág. 43).

172
colegas y amigos judíos. Se pueden recordar Richard Honigswald, Richard
Kroner, Erich Frank, y amigos como Karl Lowith, Leo Strauss, Jakob Klein,
Helmut Kuhn (los contactos de Gadamer con Hannah Arendt y Hans Jonas
sólo eran muy esporádicos) o Kurt Riezler, cuya esposa era judía. En rela­
ción con preguntas sobre su posición frente al nacionalsocialismo, Gadamer
lo señaló con razón, no para jactarse de ello, sino para expresar la evidencia
que para él significaba el trato amistoso con judíos. De este modo estaba
desde un principio prácticamente inmune contra la absurda división de
«razas» que Hitler convirtió en arma política. Era demasiado grotesca para
que Gadamer -como también muchos de sus amigos judíos- la tomara en
serio.39 Sobre ello volveremos más adelante.
El éxito del examen del 20 de julio de 1927 fue un punto de viraje
importante en la carrera académica de Gadamer. Había adquirido un sóli­
do conocimiento de base que en adelante le permitía estar a la altura de los
mejores de su disciplina, que a lo largo de una década sería tanto la filoso­
fía como la filología clásica. En muchos aspectos incluso pudo sentirse supe­
rior a sus colegas, puesto que la mayoría de los filólogos carecían de cono­
cimientos filosóficos suficientes, mientras que a buena parte de los filósofos
(incluso Heidegger, como afirmaría en años posteriores) les faltaban las
herramientas filológicas adecuadas. En todas las nominaciones, solicitudes
y convocatorias de las décadas posteriores en las que se propuso a Gadamer
como candidato, siempre se mencionaba que él era uno de los raros filó­
sofos en Alemania que tenía conocimientos realmente exquisitos en filo­
sofía griega. En este sentido, el rodeo por los griegos resultó ser una inver­
sión rentable de tiempo y esfuerzos. Pero, por encima de todo, se había

39. Acerca de los judíos en las universidades alemanas, que en su mayoría esta­
ban asimilados, véase la entrevista Breslauer Studienjahre, op. cit., pág. 125: «Había
muchos judíos, en Breslau, y de manera aún más marcada en Marburgo. Ellos cons­
tituían esa capa de la burguesía que había ascendido en la escala social a través de
su éxito económico, y en cuya generación más próxima se encontraban muchos
hombres de muy elevada capacidad y cultura. En Marburgo, debo reconocerlo, casi
todos mis amigos eran judíos. No fue a propósito, así era, simplemente. Y me
percaté de ello sólo cuando se hizo la primera propaganda del “Tercer Reich” y mis
amigos judíos estaban muy preocupados. Decían: “Este asunto no va bien. Debe­
mos ser más cuidadosos, más reservados.” Por ejemplo, que un secretario de Esta­
do alemán en el ministerio del exterior fuese un sionista era imprudente -aun a los
ojos de mis amigos judíos, entiéndase bien—, Pero la mayoría de ellos habían deja­
do de ser judíos creyentes.»

173
demostrado a sí mismo que podía caminar sin las muletas de maestros supe­
riores a él, como Hartmann o Heidegger, y había dado pruebas, incluso a
sus maestros académicos más importantes —que en aquellos momentos eran
sobre todo Friedlánder y Heidegger (aunque Hartmann había sucedido
en 1925 a Scheler en Colonia, seguía escribiendo dictámenes para Gadamer)-
que tenía capacidades.
El más contento de todos, de pronto, parecía ser Heidegger. En las asig­
naturas principales de griego y latín Gadamer había obtenido la calificación
de «bueno», mientras que en la asignatura complementaria de propedéutica
filosófica recibió la nota de «excelente». Inmediatamente después del exa­
men, Friedlánder y Heidegger emprendieron juntos el camino a sus domi­
cilios. En esta ocasión, Friedlánder hablaba de su intención de habilitar a
Gadamer.40 El día siguiente Gadamer recibió una carta de Heidegger en la
que le comunicó que estaría bien dispuesto a habilitarle, sólo que debería
darse prisa, ya que tal vez él se convertiría pronto en el sucesor de Husserl en
Friburgo, lo que ocurrió efectivamente en el semestre de invierno de 1928-
I 929. Gadamer se mostró algo inseguro y «sorprendido»,41 puesto que en
todos los años anteriores Heidegger no le había dicho ni una palabra para
animarle. Por haber quedado decepcionado de su rendimiento, al principio
de su actividad docente en Marburgo había tratado al antiguo discípulo de
Hartmann de manera más bien discreta y crítica, aunque siempre con amis­
tad a nivel privado. Pero el examen de Estado le impresionó y le hizo cam­
biar de opinión. El hecho de que Gadamer había conseguido imponerse en
otra disciplina era para Heidegger una prueba de su talento e independen­
cia. Quería tener discípulos de esta clase. En todos los años de Marburgo,
Gadamer había asistido evidentemente a las clases de Heidegger y participó
en sus seminarios, con excepción del semestre de verano de 1927, cuando
tuvo que prepararse para el difícil examen de Estado. Con su escueta carta
de julio de 1927, Heidegger volvió a influir de manera contundente en el
destino de Gadamer. ¿Cómo hubiera podido resistir a esta invitación? A fi­
nales de abril de 192742 había aparecido E l ser y el tiempo, la obra principal
de Heidegger, con la que había defendido y reafirmado su lugar como el
filósofo más importante de la época. A muchos de sus discípulos no los

40. Ver PL, pág. 43 y la entrevista con Ralph Ludwig en la N D R (Radio Ale­
mana del Norte), del 9-2-1995.
41. PL, pág. 43.
42. Cf. T. Kisiel, The Genesis, pág. 486.

174
habilitó y, a la vista de su marcha a Friburgo, el margen de decisión era: aho­
ra o nunca. Gadamer no pudo rechazar una oferta de esta índole. Puesto
que Krüger y Lowith se habilitaron al mismo tiempo con Heidegger, se for­
mó una comunidad de lucha que honraba a Gadamer y que no excluía posi­
ciones críticas e independientes. Lowith se había interesado muy pronto
por Weber y Marx y criticaba la posición de Heidegger desde la filosofía so­
cial, mientras que la argumentación de Krüger partía de una perspectiva
teológica adquirida en el estudio de Kant y Hartmann.43Tal vez demostraría
Gadamer la misma originalidad e independencia a partir de su familiaridad
con la filosofía griega. Pero para ello aún necesitaría algunas décadas.
En el verano de 1927, Gadamer tuvo que darse prisa, cosa que siempre
le resultaba difícil. Sin embargo, bajo la presión del tiempo pueden suceder
milagros. Así consiguió presentar en verano de 1928 una tesis de habilita­
ción bajo el título «Interpretación del Filebo de Platón», que en 1931 fue
publicada en una versión reelaborada bajo el título Platons dialektische Ethik
[La ética dialéctica de Platón]. Gadamer redactó la primera versión bastante
rápidamente y, sobre todo, bajo una presión que no sólo se debía a Heidegger.
La redacción estaba acompañada también de una extrema preocupación
personal. El 13 de enero de 1927, el padre de Gadamer quedó postrado
en la cama por un cáncer incurable. Después de una agonía muy dolorosa
murió el 15 de abril de 1928.44 Desde el primer momento no quedaba duda
alguna de la seriedad de la enfermedad. Muchos médicos e internistas que
habían sido discípulos del padre de Gadamer hicieron todo lo posible para
frenar lo inevitable a pesar o justamente a causa de la gravedad de la situa­
ción. Hans-Georg los consultó a todos. Los médicos Schulemann y
Schneckenberger (discípulos del famoso internista Krehl) le aseguraron que
el caso no admitía esperanza alguna. Aunque trataron de tranquilizar a su
padre, éste no se engaño sobre su estado. Más bien seguía preocupándose

43. Lowith obtuvo su habilitación como catedrático en 1928 bajo la tutoría


de Heidegger con un trabajo titulado Das Individuum in der Rolle des Mitmenschen,
y Krüger con uno titulado Philosophie und Moral in der Kantischen Kritik.
44. Ya en 1927 la Chronik der Preufüschen Universitàt M arburg [Crónica de
la Universidad prusiana de Marburg], pág. 36, había dado pruebas de mal gusto
al dar a conocer públicamente la seriedad de la situación de su salud: «Una enfer­
medad grave e incurable ha llevado al lecho de enfermo al director del Instituto el
13 de enero [de 1927]. Hasta el final del semestre lo reemplaza en los cursos y las
prácticas el ayudante principal de cátedra, doctor Kuntze.»

175
por su hijo e hizo llamar a Heidegger, quien le aseguró que Hans-Georg lle­
garía a tener éxito, que la filosofía era suficiente como tarea para la vida y
que él se cuidaría de que progresara.
La larga agonía era evidentemente muy deprimente para el joven Gada­
mer. Un mes antes de la muerte del padre escribió a su tutor Heidegger:
«El estado de mi padre es muy lamentable. Desde hace una semana está
en el hospital. Klapp le hizo una pequeña operación para introducirle una
sonda en el intestino delgado con la que quieren alimentarle artificial­
mente. Pero sólo parece alargar sus torturas y agravar sus dolores. Ya está
muy débil y casi no se puede llevar una conversación con él. Trabajo con
todos mis esfuerzos y si aún tiene que sufrir mucho tiempo, al menos quie­
ro darle la alegría de terminar puntualmente mi trabajo».45 No consiguió
hacerlo, pero al menos la urgencia de querer dar al padre esta última ale­
gría, aunque apenas se daría cuenta, fue el sueño que acompañó a Gadamer
en la rápida redacción de su tesis de habilitación.
A Gadamer le esperaba una época dura e insegura. Ahora era huérfano
de padre en sentido físico y espiritual. Se había muerto su padre al que siem­
pre hubiera querido demostrar que no era un hijo perdido, y Heidegger,
el padre espiritual,46 al que también hubiera querido demostrar aún algu­
nas cosas, se marcharía a Friburgo después del verano. Durante este verano
de 1928 tenía que aprender rápidamente a ser independiente. Pero la his­
toria universal no le facilitaría las cosas.

45. Carta a Heidegger del 15-3-1928.


46. Véase la carta a Heidegger del 2-10-1928: «Habrá notado usted que, des­
pués de la muerte de mi padre, el contacto ocasional con usted me ha significado
mucho. Me sucede como si, con la muerte de mi padre, una gran parte de la com­
prometedora expectativa que me llegaba de su parte en mi posición hacia él hubie­
se pasado a su persona, y la conciencia de estar obligado por tal expectativa signi­
fica para mí un apoyo esencial de mi existencia. Procuraré mantener viva esa
conciencia aun sin el recuerdo de su presencia personal.» Véase también, la carta
que Gadamer escribió el 28-5-1976 a la viuda de Martin Heidegger dos días des­
pués de su muerte: «Lo sabe usted, sabe que ningún hombre, ni siquiera mi propio
padre, significaba tanto para mí como Martin Heidegger. Desde aquellos años tem­
pranos de la primera inspiración y primera plasmación, la presencia de Martin
Heidegger fue para mí una verdadera cuestión de ser o no ser, y pertenece a las gran­
des riquezas de mi vida el que, al final, entre el alumno admirador y el admirado
maestro creciera una distendida amistad.»

176
VIH. Insegura libertad, antes de la tormenta

Después vinieron los años en que Heidegger, habien­


do regresado de Marburgo a Friburgo, nos dejó, como
jóvenes docentes de filosofía, solos; o digamos, mejor,
en libertad.
H a n s-G eo rg G ad am er1

De pronto, Gadamer había quedado huérfano de padre. Al mismo tiempo,


sin embargo, había quedado liberado de la sombra inmediata de ambos
padres. No obstante, la presión paterna siguió ejerciendo su influjo. Posteriores
intérpretes, y sobre todo los científicos que habían conocido todavía a
Johannes Gadamer, incluso llegaron a suponer que Verdady método y el
intento de someter el modo de conocimiento de las ciencias del espíritu a
una legitimación propia respondían, en parte, a la intención del hijo de jus­
tificarse ante el padre. La filosofía no permite interpretaciones de tan cra­
so tenor psicológico, pero algo de cierto hay en ello. Gadamer explicó la tar­
día aparición del libro diciendo que, durante largo tiempo, el escribir le
había resultado un verdadero tormento, pues «tenía siempre la maldita sen­
sación de que Heidegger [le] espiaba por sobre el hombro».2
Sin embargo, en el año 1928 Heidegger tenía otras preocupaciones y
nuevas cumbres por escalar. E l ser y el tiempo le había reportado fama y es­
tatura y, al hacerse cargo de la sucesión de Husserl en Friburgo, procuraba,
con conciencia de sí pero también desesperado de sí mismo, escribir la se­
gunda parte de la obra. No obstante, fracasaría en el intento y, en los años
subsiguientes, se hizo cargo en medida creciente de ese fracaso, ya que se
vio confrontado de manera repentina con preguntas fundamentales acerca
de la esencia de la metafísica (sobre la cual trató su clase inaugural en
Friburgo) y del pensamiento argumentai, preguntas que le impondrían, por
el resto de su vida, un desfigurante enfrentamiento con la metafísica. Los
alumnos de Marburgo no sospechaban aún nada de esta crisis de su maestro.
Sólo se dieron cuenta de ello más tarde, cuando habló sobre la «vuelta»

1. GW 10, 333.
2. GW 2, 491.

177
{«Kehre»} y, consiguientemente, se cuestionó E l ser y el tiempo. Cuando
Heidegger dejó Marburgo, era todavía el renombrado autor de E l ser y el
tiempo y el nuevo portador de la antorcha de la fenomenología, que podía
abrigar la expectativa de ejercer un influjo formador de escuela. En realidad,
había dejado de ser fenomenólogo después de El sery el tiempo, aun cuando
esto mismo no era claro a sus alumnos ni tampoco, por cierto, al mismo
Heidegger. Por lo visto, él no daba demasiada importancia a la escuela feno­
menològica de Friburgo -ni hablar de la de München, es decir, de Pfánder y
Geiger-. Sus verdaderos discípulos eran Lowith, Krüger y Gadamer, que
habían obtenido recientemente su habilitación académica. Antes de su par­
tida hacia Friburgo, Heidegger organizó una pequeña celebración durante
la cual pronunció un discurso de despedida (justo en el momento en que su
mujer había puesto la comida sobre la mesa...). En ese discurso, señaló a
sus alumnos la tarea: les recomendó tomar como gran modelo a Max
Scheler,3 que había iniciado un diálogo con las ciencias. Aquí se trataba de
«ponerse a prueba en el terreno de las ciencias». Esto quería decir que, con
E l sery el tiempo, se había colocado la piedra fundamental, y que ahora era el
turno de sus discípulos. En el caso de Lowith, Heidegger pensaba en la nue­
va corriente de las ciencias sociales y de la antropología (Lowith había estu­
diado en München primeramente biología con el botánico K. von Goebel),
en el caso de Krüger, en la tradición de la teología,4 mucho más antigua

3. Esto resultó un tanto sorpresivo para sus alumnos, ya que aún resonaban en
sus oídos muchas observaciones hechas por Heidegger en tono burlón a propósito
de Scheler. De hecho, Heidegger había tenido al comienzo una actitud muy refrac­
taria ante Scheler pero modificó su opinión después de que Scheler, durante una
conversación nocturna, le manifestara su entusiasmo por E l sery el tiempo. Cuando
se enteró de la repentina muerte de Scheler el 19-5-1928, le dedicó unas emotivas
palabras de homenaje pòstumo en su curso del semestre de verano de 1928 (GA
26, pág. 62), en las que lo consideró como la mayor fuerza filosófica de la época.
Acerca de Scheler y Heidegger véase, además, Otto Pòggeler, «Ausgleich und ande-
rer Anfang. Scheler und Heidegger», en Studien zur Philosophie von M ax Scheler,
comp, por E. W. Orth y G. Pfafferott, Friburgo/Múnich: Karl Alber Verlag, 1994
(Phanomenologische Forschungen), pág. 166-203.
4. Acerca de la cual Heidegger había dictado el 14-2-1928 una conferencia de
importancia programática («Theologie und Philosophie»), que, no obstante, sin­
tomáticamente, había permanecido inédita hasta 1970. Heidegger confirma su inte­
rés por la antropología en su libro sobre Kant del año 1929. La provocación de las
clásicas ciencias de la antigüedad residía para Heidegger en tomar filosóficamente

178
pero mucho más cercana a Heidegger, y, en el caso de Gadamer, en las
ciencias de la antigüedad y, tal vez, también en las ciencias sobre el arte.
Como sucedía con Husserl, había también algo de misionero en el modo
como Heidegger se comprendía a sí mismo como arador de un suelo fértil,
cuyas semillas debían florecer en otras ramas de la ciencia. Y no estaba del
todo errado, como lo demuestra su influencia, duradera hasta hoy día, en
particular en la teología y en la filología clásica, pero también en las cien­
cias sociales, donde el sentimiento antiheideggeriano, presente sobre todo
en la escuela de Frankfurt y que se alimenta, por supuesto, de distintos
motivos, denota la tentación de un desafío del pensamiento.
De los tres discípulos, Gadamer podía considerarse, en un sentido que
enseguida determinaremos, como aquel que, en principio, estaba en «infe­
rioridad» de condiciones o, de todas maneras, como el más inseguro. Lo
cual, según se vea, puede describirse como una desgracia o como una suerte.
El senior y más seguro de sí mismo era, sin duda, Lowith (1897-1973).
Desde hacía largo tiempo, Lowith gozaba de la confianza y de la amistad de
Heidegger.5 Como había participado, desde el comienzo de los años 20,

en serio las preguntas de la filosofía griega, es más, en plantearlas de manera radi­


cal, lo que hacía aparecer como trivial toda otra forma de filología.
5. En una carta del 19-8-1921 (impresa en Zur philosophischen Aktualitat
Heideggers, comp, por D. Papenfuss y О. Pôggeler, Frankfurt a.M.: Klostermann,
tomo II, 1990, pág. 28) Heidegger confesó a Lowith: «Me he preocupado más de
usted que de cualquier otro.» Gadamer conoció a Lowith en Munich durante el se­
mestre de verano de 1921 (ver PL, pág. 237, donde dice, erróneamente, 1920).
Acerca del comportamiento precoz y seguro de sí mismo que tenía Lowith, la bio­
grafía de Arendt escrita por Elisabeth Young-Bruehl {Hanna Arendt. For Love o f the
World, New Haven: Yale University Press, 1982, pág. 59) relata, visto con los ojos
de Hans Jonas: «In 1921, at the age o f eighteen, Jonas decided that it was in
Heidegger’s seminar rather than in Husserl’s lecture that philosophy was alive. Even
though he understood very little, he too sensed there was, in these seminars, some­
thing mysterious, a depth, an openness to new modes o f thought. Heidegger intri­
gued him, and so did Heidegger’s advanced students, like Karl Lowith, who delive­
red dense and difficult papers to the seminar in a slow, halting voice —he had been
wounded in the lung during the war- which compounded the difficulty o f grasping
his meaning.» [«En 1921, a la edad de 18 años, Jonas concluyó que era en el semi­
nario de Heidegger, más que en los cursos de Husserl, donde la filosofía estaba viva.
Aun cuando él comprendía muy poco, percibía que había algo en esos seminarios,
algo misterioso, una profundidad, una apertura a nuevos modos de pensamiento.
Heidegger le intrigaba, y lo mismo le sucedía con los estudiantes avanzados de

179
en el camino del pensamiento de Heidegger de la teología hacia la fenome­
nología, no reparaba en cuestionar a su maestro con preguntas escépticas y
críticas, por ejemplo, acerca del «abismo» que se abría entre la pretensión
científica de su filosofía y el enraizamiento de la misma en la preopcupación
existencial (pregunta que se plantearon más tarde también muchos otros,
entre ellos Karl Jaspers). Ya en su trabajo intitulado «Das Individuum in der
Rolle des Mitmenschen» [«El individuo en el papel de prójimo»] (1928),
Lowith desarrolló un enfoque de orientación filosófico-social de carácter
muy crítico, y habla a favor de Heidegger que lo haya aceptado como traba­
jo para la habilitación académica. Con serenidad Heidegger pasaba por alto
la oposición de pensamiento y las indirectas, tal como se lo escribía a
Lowith el 20 de agosto de 1927: «No es para mí criterio de admisión o de no
admisión el que coincida usted o no conmigo en el contenido de las afirma­
ciones; tampoco si ha entendido usted o no mi trabajo en todos los asuntos
fundamentales. En interés suyo he comentado, sólo con anotaciones margi­
nales, que, en algunos puntos, se ha tomado usted la crítica con mucha faci­
lidad y que subestima la dificultad de los problemas y sus presupuestos. Los
ocultos ataques e indirectas, con su tono de superioridad, pertenecen al cli­
ma en el que uno produce sus primeras cosas. Después de una década, los
gestos de ese tenor se serenan, suponiendo que uno esté en condiciones de
encauzar toda la pasión, potenciada, hacia el cauce seguro de una incitante
tarea de vida.»b
De las tres habilitaciones académicas (y, con ellas, de los tres docentes no
numerarios) del año 1928, fue también Karl Lowith el primero en obtener
un encargo académico ordinario (para filosofía social) en la Universidad de
Marburgo. Krüger y Gadamer debieron compartir más tarde un muy mo­
desto cargo de asistente auxiliar en la cátedra de Lowith. Más allá de los mé­
ritos de su habilitación, de sus importantes artículos y de su actitud de con­
fianza en sí mismo, no ha de ignorarse que la postura más crítica que asumió
ante Heidegger también ayudó a Lowith a llegar a esa posición. En efecto,

Heidegger, como Karl Lowith, quien presentaba al seminario sus trabajos densos y
difíciles, que leía lentamente y con voz queda —había sido herido en los pulmones
durante la guerra-, lo que aumentaba la dificultad de captar su pensamiento.»] Con
relación al propio itinerario de pensamiento de Lowith véase su propio Curriculum
Vita de 1959, impreso como anexo en Mein Leben in Deutschland vor und nach
1933. Ein Bericht. Frankfurt a.M.: Fischer, 1989, pág. 146-157.
6. Zurphilosophischen Aktualitat Heideggers, tomo II, 1990, pág. 33.

180
las otras dos cátedras de plantilla de la facultad de filosofía de Marburgo esta­
ban ocupadas, en aquel tiempo, por los decididos opositores de Heidegger
Erich Jaensch (1883-1940) y Dietrich Mahnke (1894-1939). Durante años
habían sido ellos los que padecían el éxito docente y la burla de Heidegger.
Siendo que ellos, como personas con autoridad (y, más tarde, además, tam­
bién como nazis manifiestos) ejercieron influencia sobre el camino docente
de Gadamer, no deja de ser importante que tratemos el tema de este frente
anti-heideggeriano de aquel momento. Desde el punto de vista filosófico,
no eran para nada interesantes, tal como lo recordaba Gadamer.7 Su trayec­
toria había tenido un decurso demasiado controvertido para ello. Erich
Jaensch, alumno de Husserl, era psicólogo experimental y había recibido en
1913, por propuesta de la facultad, la prestigiosa cátedra de Hermann
Cohen. Este último lo había propuesto él mismo como su sucesor. Sin em­
bargo, ya su nombramiento suscitó en aquel momento protestas, pues se te­
mía que, con su nombramiento, la filosofía fuese reemplazada por la nueva
corriente de la psicología experimental (prácticamente, no había aún cáte­
dras especiales ni menos aún carreras académicas para esa nueva orientación
de la psicología). Casi todos los profesores de filosofía de Alemania expresa­
ron su indignación por el nombramiento de Jaensch a través de una recogida
de firmas.8Se podrá imaginar fácilmente, pues, cuántas tensiones y cuántos
resentimientos acompañaron desde el primer momento su actividad docen­
te en Marburgo. Tanto más profundo debió ser el disgusto de Jaensch por
el triunfo de Heidegger, en cuanto se consideraba el continuador de los
trabajos de Husserl. En 1926 fue también Jaensch quien impuso como suce­
sor de Nicolai Hartmann a su allegado Dietrich Mahnke, discípulo de
Husserl, ciertamente con la intención de colocar, ya en aquel momento, un
contrapeso a Heidegger y porque, en aquellos años, Heidegger se ocupaba
poco de cuestiones académicas. En 1934, Jaensch fue nombrado director de
un instituto de antropología psicológica que, a partir de ese momento, iba a
trabajar de manera independiente del seminario filosófico (cuyos directores
eran Mahnke y Erich Frank, sucesores de Heidegger, mientras que los do­
centes «interesantes» eran Lowith, Krüger y Gadamer). En ese «año de la

7. PL, pág. 26.


8. Sobre esa acción véase H. Holzhey, Cohen und Natorp. Tomo I: Ursprung
und Einheit. Die Geschichte der «Marburger Schule» ais Auseinandersetzung um die
Logik des Denkens, Basel/Stuttgart: Schwabe, 1986, pág. 22, así como el informe de
J. Ebbinghaus como testigo ocular en PSd III, pág. 44.

181
puesta en marcha», Jaensch publicó trabajos como «Das Kulturziel im neuen
Reich» [«La meta de la cultura en el nuevo Reich»], «Das philosophische
Wertproblem im neuen Reich» [«El problema filosófico de los valores en el
nuevo Reich»], «Zur Psychologie der deutschen Bewegung» [«Acerca de la
psicología del movimiento alemán»], «Neue Wege der Erziehungslehre und
Jugendkunde und die deutsche Erneuerung» [«La renovación alemana y los
nuevos caminos de la doctrina sobre la educación y sobre la juventud»] (2a
edición 1935), «Die Ziele der neuen Erziehung» [«Los objetivos de la nueva
educación»].9 No es de extrañar que este hombre impregnado de resenti­
miento se haya metido de lleno en el movimiento pequeño-burgués del na­
cionalsocialismo. En esos años, su furia contra Heidegger y su escuela, fuer­
temente representada en Marburgo, no cedió para nada. En 1934, Jaensch
tuvo que escribir un informe sobre Heidegger, cuando este último fue con­
vocado a ocupar el más alto cargo de una academia para docentes planifica­
da por el Ministerio para la ciencia y la formación popular. En ese informe,
Jaensch califica a Heidegger como una «de las cabezas más confusas y uno de
los tipos más extravagantes y egocéntricos [...] que tenemos en la vida acadé­
mica; [Heidegger,] cuyo pensamiento tan extravagante como oscuro, de tipo
esquizotímico, en parte ya esquizofrénico (es manifiesto), (ejercerá) entre los
estudiantes, tal como lo podemos observar con claridad aquí en Marburgo,
una influencia catastrófica».10
Obviamente, con estas expresiones, Jaensch tenía en la mira a Lowith,
Krüger y Gadamer y su éxito docente. Pero ellos eran tan orgullosos, que
consideraban a Jaensch y a Mahnke como perfectos inútiles, de los cuales no
valía la pena preocuparse. De los dos «asistentes auxiliares» de Lowith sin
duda era Krüger el que registraba el mayor éxito didáctico. Al igual que
Lowith, estaba cerca de Heidegger, pero también era crítico. Como Gadamer,
también había pasado de Hartmann a Heidegger, pero había sido seguidor
de Hartmann por más tiempo. Esto se nota sobre todo también en su orien­
tación por Kant, al que había dedicado su tesis doctoral y su excelente tra­

9. Ver K. Lowith, Mein Leben in Deutschland vor und nach 1933 , pág. 100:
«En el ajetreado primer plano domina E. Jaensch, un solterón de alrededor de 50
años con rasgos fuertemente psicopáticos. Este se había metido con entusiasmo
en el movimiento con el fin de refrescarse también él en la «puesta en marcha
de la juventud». Sus innumerables conferencias trataban todas acerca del hombre
alemán.»
10. Citado en R. Safranski, Ein Meister aus Deutschland. Heidegger und seine
Zeit, Múnich/Viena: Carl Hanser Verlag, 1994, pág. 327 (ver también pág. 313).

182
bajo de habilitación académica. Su Kant, sin embargo, no era el de la acti­
tud científica neokantiana, sino el Kant del imperativo categórico, que había
reconocido justamente en la moral, en la ley moral, una instancia de ver­
dad ante la cual la ciencia debía detenerse. La tendencia racionalista
de la Edad Moderna debía encontrar su frontera en la inmediatez y abso­
luta evidencia de la ley moral. Con su recurso a la ley moral y al orden pro­
veniente de la teología de la creación que está unido a ella, Kant había que­
rido marcar, según Krüger, justamente la frontera del pensamiento de la
Ilustración. Con ello, la figura de Kant era estilizada a la estatura de un últi­
mo pensador preilustracionista. Krüger se iba a convertir cada vez más en
un crítico de la modernidad, lo cual, por otra parte, vale también acerca de
Lowith y, en diferente medida, acerca de Gadamer. El impulso para tal acti­
tud lo encontró, naturalmente, en la destrucción de las evidencias de la con­
ciencia moderna, realizada por Heidegger. Con no poca frecuencia, Krüger
iba a criticar en el mismo Heidegger la persistencia de los motivos de la filo­
sofía de la subjetividad. ¿No era acaso el concepto de existencia en Heidegger
una radicalización del sujeto de la modernidad? Este campo temático tra­
jo consigo una relación plena de tensiones con Heidegger, relación que debe
de haber tocado tanto más al autor de E l ser y el tiempo cuando, en 1928,
comenzó a pensar totalmente de nuevo su punto de partida trascenden­
tal. El año siguiente, Heidegger presentó su propio libro sobre Kant y agu­
dizó con ello la necesidad de un enfrentamiento con la herencia kantiana.
Como alumno y amigo íntimo de Bultmann,11 Krüger podía también some­
ter a estudio, con gran penetración, las fuentes y consecuencias teológicas
del pensamiento de Heidegger. Al parecer, Heidegger apreció mucho a
Krüger como filósofo. En mayo de 1937, durante una visita junto a Max
Kommerell y Krüger a Heidegger en la Selva Negra, Gadamer hizo chan­
zas a Krüger como el «discípulo predilecto»12 de Heidegger. Dejemos en
suspenso la pregunta acerca de si, en esa broma, no se expresaban tam­
bién celos ocultos.
No quedaban dudas sobre el talento didáctico de Krüger. Había here­
dado de Hartmann, y también de Kant, un sentido casi escolástico para la

11. Ver K. Barth-RudolfBultmann 1911-1916, Zürich, Theologischer Verlag,


2a edición revisada, 1994, pág. 133.
12. Max Kommerell, Brief an Erika Kommerell vom Mai 1937, en М.
Kommerell, Briefe und Aufzeichnungen 1919-1944, Friburgo: Verlag Olten, 1967,
pág. 378.

183
síntesis, para formulaciones precisas y claras y para construcciones bien orde­
nadas. Su dicción, se afirma, era seductora. Él era siempre el lector prefe­
rido en los «Graca» de Bultmann. Los talentos didácticos de Krüger tuvie­
ron sobre todo también consecuencias financieras. En efecto, los docentes
privados vivían en aquel tiempo también de las pagas de clases, que se cal­
culaban a partir del número de sus oyentes. Krüger recibía sumas mucho
más altas que su colega Gadamer.13 Esto puede haber tenido relación tam­
bién con el hecho de que las actividades académicas ofrecidas por Krüger
eran especialmente llamativas para los teólogos. Gadamer tenía en claro que
Krüger era, en lo didáctico, un mejor docente que él. Él podía distinguir­
se de Krüger a lo sumo por un «estilo» diferente: «Entre los estudiantes de
Marburgo se decía en aquel tiempo acerca de Krüger y de mí: con Krüger
se aprende cómo son correctas todas las cosas; con Gadamer, qué poco se
sabe qué es correcto».14
Con ello, Gadamer insinuaba que su «insipiencia socrática» tenía algo
de más filosófico que la seguridad de Krüger, pero era consciente de su di­
fícil posición frente a Lowith y a Krüger, pues los estudiantes también
querían aprender de sus maestros qué era lo correcto. Gadamer tenía que
hacerse valer ante la autoridad y personalidad fuerte de Lowith y Krüger.
No es de extrañar que, a la hora de publicar, fuese más titubeante que los
otros dos y estuviese inclinado a retirarse al territorio de la filosofía griega,
que él dominaba mejor que sus colegas. Pero estaba acostumbrado a tener
en torno suyo a personalidades científicas fuertes: su padre, Hònigswald,
Natorp, Hartmann, Wolters, Curtius, Otto, Bultmann, Friedlánder,
Heidegger. Aprendió, de ese modo, a cultivar una cierta modestia, que fue
más tarde una importante fuente de su planteamiento hermenéutico. Si el
alma de la hermenéutica reside en que el otro podría tener razón, como lo
formulara Gadamer más tarde, entonces, este punto de partida sistemáti­
co, esta insipiencia socrática, está anclada también en una experiencia de
vida.
En el verano de 1928, Gadamer había presentado su trabajo de habili­
tación académica con el modesto y pálido título Interpretation des platoni-

13. Compárense, por ejemplo, las siguientes pagas de clases del semestre de
verano de 1932: Gadamer 469 RM, Krüger 679 RM; en el semestre de invierno de
1932/33: Gadamer 187 RM, Krüger 787 RM; en el semestre de verano de 1933:
Gadamer 256 RM, Krüger 1022 RM.
14. GW 10, 415 (=PL, pág. 226).

184
schen Philebos [„Interpretación del Filebo, de Platóri\. El que lo lee hoy no po­
drá sino percibir en él muchos prenuncios de la posterior hermenéutica y de
la interpretación que Gadamer iba a hacer de Platón. En ese sentido, es par­
ticularmente llamativa la elección, ya en aquel momento, del Filebo , un diá­
logo tardío, pero en el que Sócrates desempeña un papel preponderante que
revela hasta qué punto siguió siendo vivo el motivo de la pregunta por el
bien en la «dialéctica ética» de Platón. La acentuación de esta dimensión éti­
ca, de búsqueda socrática, se oponía, desde luego, a una versión puramente
conceptual de la dialéctica platónica, que se orientaba por el modelo del
análisis conceptual (aristotélico). La participación en la práctica dialógica o
hermenéutica se convirtió así en una clave —y no solamente en un adorno-
de la filosofía platónica. Con ello, Gadamer pudo también relativizar la vi­
gencia de la crítica de Platón por parte de Aristóteles. El Filebo y su pregun­
ta por la «vida mixta», que era el único ámbito donde se podía encontrar lo
humanamente bueno, demostraban en qué medida Platón y Aristóteles se
hallaban en un mismo terreno. Los papeles de trabajo de Aristóteles, ¿no ha­
bían reducido la pregunta dialógica de Platón al plano exclusivo del análisis
conceptual, incurriendo, de ese modo, en una recepción recortada de la éti­
ca dialógica de Platón? Más allá de ello, con esta pregunta se relativizaba
también la filología de la pura letra, al parecer no poseía sentido alguno para
las cosas de las cuales tratan los textos conservados, aferrándose, así, a falsas
antinomias. Este era el sentido de la insistencia de Gadamer, de tono hei­
deggeriano, en un regreso a las cosas mismas y a las preguntas por las que
esos mismos textos son puestos en movimiento. Una dependencia clara de
Heidegger se revelaba, obviamente, en la mirada de Gadamer hacia el hom­
bre «fáctico», mirada que, sin embargo, lo condujo a una concepción dialó­
gica y ética que puede considerarse ya como una corrección hermenéutica a
Heidegger.
Estas son ya ideas geniales, pero a las que Gadamer sólo décadas más
tarde sabrá otorgar el peso que les corresponde. En el año de emancipa­
ción de 1928, las afirmaciones siguen siendo aún relativamente tímidas.
El trabajo para la habilitación académica consta de dos capítulos, un pe­
netrante análisis de la dialéctica platónica del entendimiento y una inter­
pretación más bien a modo de paráfrasis del mismo Filebo. El trabajo no
tiene ni un final ni una bibliografía, y contiene sólo escasas notas al pie de
página. Como lo relatara más tarde Gadamer, ese trabajo había sido con­
cebido en primera instancia como preparación para otro sobre la ética
aristotélica. Los pensamientos acerca de la É tica a N icóm aco estuvieron

185
presentes ciertamente desde el principio en el camino de pensamiento de
Gadamer. Todavía en el año 1998, Gadamer presentó una edición co­
mentada del 6o libro de la Ética a Nicómaco,15 Ya bajo la influencia de la
ética de los valores de Hartmann, Gadamer se había propuesto en 1922
profundizar con Heidegger sus investigaciones acerca de la ética aristotéli­
ca. Había recibido un impulso decisivo también a través del seminario de
Heidegger sobre la «frónesis», al que había asistido en el semestre de vera­
no de 1923. Naturalmente, el trabajo sobre el Protréptico, realizado con
Friedlander, partió también del problema de la ética aristotélica, al igual
que el trabajo «Praktisches Wissen» [«Saber práctico»], que escribió en
1930 para un volumen conmemorativo para Friedlander y que dio a pu­
blicación sólo en 1986.
Lo que le fascinaba de esta ética era, en primer lugar, la concentración
en el hombre fáctico, el cual, en su saber práctico, se preocupa de su pro­
pio ser. No se puede dar, según piensa Gadamer, un saber objetivo de este
estar concernido por sí mismo. Pero entonces, ¿qué tipo de saber es este?
Con seguridad, no es un saber técnico, en el que se trataría de la aplicación
de normas y reglas. Justamente, a Gadamer le importaba cuestionar ese
modelo plasmado por la ética moderna en que la ética era concebida como
disposición casi técnica, por cuanto -como acentuaba al comienzo de su
trabajo para la habilitación académica- «la existencia humana implica un
no disponer de sí misma, y la filosofía, como posibilidad humana, se rea­
liza también dialécticamente, en aquella cuestionabilidad dialéctica en la
que ella se sabe humana.»16 El saber ético pero, como se puede observar,
también el saber filosófico, no es un saber desde la distancia, un poder
disponer de manera metódica, sino que sólo se deja experimentar en el pro­
ceso de su realización. En tal sentido, se trata de un «saber práctico», un
saber que está entretejido con la práctica de la vida. Con otras palabras: prác­
tica no es la aplicación de una teoría, sino que ella misma apronta ya un
tipo de saber. Esta característica propia de la praxis será la que ocupará a
Gadamer a lo largo de toda su vida.
Era obvio que Aristóteles tenía que ser aquí el principal interlocutor de
Gadamer. Pero, de algún modo, el enfrentamiento fue pospuesto una y otra

15. Véase la edición, a cargo de Gadamer de Aristóteles, Nikomachische Ethik


VI, Frankfurt a.M.: Klostermann, 1998.
16. GW 5, 7.

186
vez. El instinto hermenéutico de Gadamer le impulsaba a comprender a
Aristóteles como una respuesta a Platón, de tal manera que la pregunta de
Platón se proyectó siempre hacia el primer plano. Así, su trabajo de habi­
litación académica fue, en realidad, «un libro de Aristóteles que se quedó
en el camino»17: el tema debía ser la supuesta contradicción entre las dos
diferentes maneras de tratar el placer -que ya había sido objeto de la tesis
doctoral- en la Ética a Nicómaco (H, 10-13 у К 1-5). Saltaba a la vista
que en este contexto era inevitable regresar, a modo de preparación, al Filebo,
pero su interpretación preparatoria terminó por convertirse en el trabajo
entero. Puede ser que Gadamer tuviese prisa a raíz de la partida de Heidegger
hacia Friburgo, de tal modo que se contentara con la «parte» dedicada a
Platón al ver que ésta ya era suficientemente extensa. Tal vez sucedió tam­
bién que algo inhibiera a Gadamer en presentar a su maestro Heidegger, a
quien consideraba como un Aristóteles redivivus, una interpretación de
Aristóteles realizada de manera independiente, con una orientación más éti­
ca que ontològica. Como discípulo de Natorp y de Friedlánder, en cual­
quier caso, Gadamer se sentía con Platón sobre un terreno más seguro.
De todas maneras, Heidegger se mostró muy conforme con el trabajo
de habilitación académica de Gadamer. En su informe de comienzos de
agosto de 1928, destacó especialmente la multiplicidad de perspectivas sis­
temáticas a través de las cuales Hònigswald, Natorp, Hartmann y él mismo
(¡Friedlánder no fue mencionado!) habían introducido a Gadamer en su
campo de investigación: «Esto le procuró no solamente una rica visión de
conjunto de los problemas vigentes, sino también una satisfactoria agilidad
en el planteamiento de las preguntas. Él aprendió también de todos sus
maestros que a la tradición histórica sólo se accedía a través de una com­
prensión de los problemas de índole productiva y adquirida por sí misma,
de tal modo que H .G.G. se esforzó en forma continua por adentrarse en
los problemas sistemáticos de la filosofía.» Si sus anteriores trabajos, la tesis
doctoral y los escritos de 1923, se movían «aún demasiado directamente en
argumentaciones dialécticas vacías», entretanto se puede constatar positi­
vamente -continúa Heidegger- que el autor se ha vuelto hacia «un estudio
concreto de Aristóteles», «a fin de conocer de ese modo tanto más las difi­
cultades de una interpretación filosófica de los problemas de la antigüedad».
Heidegger podía anotar como mérito propio la intensidad de ese enfren­

1 7 .G W 2 , 487.

187
tamiento con Aristóteles y la intensidad del desarrollo de sus repercusiones:
«La comprensión de la principal repercusión de la metafísica aristotélica en
la filosofía occidental obligó a ocuparse a fondo de la escolástica medieval,
de Kant y de Hegel. Ai mismo tiempo, el autor conoció las distintas ver­
tientes de la investigación fenomenològica.
»Sobre la base de esa múltiple preparación, desarrollada a lo largo de
años, el autor pudo atreverse a tomar el más difícil de los diálogos de Platón
como tema de interpretación. El modo como lo hace en la presente inves­
tigación demuestra que el autor se encuentra plenamente al nivel de la inves­
tigación actual, para la cual la relación de Aristóteles hacia Platón se ha con­
vertido nuevamente en problema desde una interrogación integral. El señor
H. G. ve también que, habiéndose liberado de los prejuicios, aún no sufi­
cientemente superados, según los cuales Platón, el «idealista», sería idénti­
co con el Kant en interpretación «neokantiana», y Aristóteles, el «realista»,
no se diferenciaría de un escolástico medieval, lo esencial no se ha hecho
todavía. Después de superar esos prejuicios confundidos y generadores de
confusión, hay que obtener positivamente, en primer lugar, el centro sis­
temático de una adecuada interpretación. El autor lo ve con acierto en la
«dialéctica» de Platón, y de tal manera, que reconoce también cómo esa dia­
léctica está vinculada interiormente al concepto del ser y de la verdad de
la antigüedad.»
Descuidando la dimensión puramente ética del trabajo de habilitación,
Heidegger alabó muy especialmente su comprensión metafísica, aun cuan­
do exigió en este punto que se extraigan más consecuencias sistemáticas:
«Así pues, uno de los resultados principales de la presente interpretación del
diálogo ético es que ética, lógica y metafísica se transforman en una sola
cosa, y que Platón, al igual que Aristóteles, en cada aparente pregunta sin­
gular, siempre filosofa, socráticamente, a partir del todo y hacia el todo. Este
resultado no es llevado a un desarrollo sistemático claro ni a una evaluación
desde todos los puntos de vista, lo que, por supuesto, hubiese requerido
reflexiones sistemáticas más profundas. En su lugar, el autor procura, con
buena visión y considerando los estadios principales de la dialéctica plató­
nica, sacar a la luz la relación interior entre ontologia y dialéctica.» Heidegger
se mostró satisfecho con el producto fenomenològico del trabajo: «Las inter­
pretaciones fenomenológicas del autor son profundas y novedosas. Ellas
constituyen un valioso aporte a la historia de la doctrina de los afectos, cuya
importancia central para la antropología fuera mostrada por Dilthey».
Finalmente, Heidegger afirma que el trabajo de habilitación académica deno-

188
ta una sòlida familiaridad con la filosofía antigua, que Heidegger recono­
ce como una aportación muy especial a las tareas actuales de la filosofía: «El
presente trabajo no solamente es muy valioso como interpretación de un
diálogo platónico, sino también, en gran medida, con relación a la inves­
tigación de los problemas principales de la ética aristotélica, a la que el autor
ve como futura tarea. Asimismo, una investigación histórico-sistemática de
tal calidad brinda siempre, más aún si trata de la filosofía antigua, un cri­
terio seguro acerca de la seriedad y del nivel del pensamiento filosófico.
Hasta donde puedo conocer el desarrollo interior del autor en los últimos
cinco años y en la medida en que, justamente en la «filosofía», se pueda
decir, absolutamente hablando, algo nuevo, se puede vislumbrar ya ahora
al señor H. G. entre los investigadores más prometedores en el campo de la
filosofía antigua. Su colaboración con la insoslayable y difícil introduc­
ción en la filosofía antigua debe ser celebrada especialmente, ya que toma­
rá siempre el camino correcto en la interpretación concreta. Su modo de
ser serio y distinguido garantiza una eficacia segura de su actividad como
docente.»18
Si Heidegger veía en las consecuencias «metafísicas» los aspectos fuer­
tes del escrito de Gadamer, aun cuando, en su sentir, no eran suficiente­
mente radicales, el filólogo Friedlander, en el informe que le cabía adjun­
tar, estaba más bien inclinado a dar menos importancia a lo filosófico y a
advertir acerca de los méritos, pero también de las carencias de la lectura
filológica: «Como filólogo, agrego algunas perspectivas al informe del señor
Heidegger. Después de haberse dedicado anteriormente a «filosofar», por
cierto en un sentido del todo estrecho y exclusivo, el doctor Gadamer se ha
procurado en los últimos años un sólido fundamento científico-disciplinar,
a saber, filológico. Trascendiendo con mucho el ámbito filosófico, él ha
aprendido a interpretar, por ejemplo, con la poesía antigua. Él confirma
excelentemente esa capacidad en el presente trabajo. Por supuesto, estoy
convencido de que la tarea esbozada en la introducción con plena com­
prensión del carácter especial de esta obra tardía de Platón no ha sido des­
arrollada en toda la amplitud posible. La peculiar discontinuidad del diá­
logo no ha sido puesta aún de relieve con suficiente claridad en todo lugar
y, con ello, tampoco ha sido planteada como problema. Múltiples indica­
ciones del diálogo que señalan más allá de su temática propia han sido pasa­

18. UAM, PA Gadamer.

189
das por alto о bien no han sido vistas con suficiente claridad. Por más que
se mueve al mismo tiempo con tanta libertad y profundidad sobre todo
en las partes ricas en perspectivas fenomenológicas, la interpretación no
penetra, en otros pasajes, más allá de aquello que yo llamaría las variables
formales de la obra.»
Por otra parte, sin embargo, Friedlánder comprendía muy bien que esta­
ba juzgando la investigación de Gadamer desde una perspectiva de análisis
que él mismo procuraba desarrollar en los volúmenes de su aún inconclusa
monografía sobre Platón. «Sería injusto, sin embargo, si yo exigiese del can­
didato a la habilitación aquello que yo mismo estoy procurando lograr en
este momento y que sólo se puede alcanzar de manera aproximada. Con gus­
to admito, asimismo, que los análisis del autor me han impulsado conside­
rablemente en mi propio trabajo. Puedo agregar más aún: en general, el tra­
bajo en común con el doctor G. en los últimos años ha sido provechoso de
múltiples maneras, tanto para mí cuanto para mi seminario.»19
La muerte del padre, la finalización de su condición estudiantil, sella­
da con la habilitación académica, y sobre todo también el empeoramiento
de la situación económica, después de cuatro años de una relativa mejora
bajo el gobierno de Streseman, tuvieron como consecuencia para Gadamer
un tiempo de grave inseguridad financiera. De su madrastra recibió Gadamer
la suma de 800 marcos como contribución para la impresión de su traba­
jo de habilitación académica en la editorial Meiner. En los primeros meses
de 1928 se postuló, junto con su colega Gerhard Krüger, para una beca de
investigación de la así llamada -y bien llamada- «Comunidad de necesida­
des de la ciencia alemana» [«Notgemeinschaft der deutschen Wissenschaft»].
En la redacción de su presentación se guió por la solicitud que Lowith había
presentado pocos meses antes. Por consejo de Krüger, Gadamer se esmeró
en que su plan de trabajo no se asemejara demasiado al plan de una inves­
tigación en lo esencial ya concluida.20Así, decidió no hablar de las investi­
gaciones sobre la ética aristotélica que tenía planeadas, sino que anunció,
en cambio, «Estudios acerca de la filosofía griega de la naturaleza» [«Studien
zur griechischen Naturphilosophie»]. El 1 de mayo de 1928 recibió, para
esos fines, una beca de investigación de 250 RM mensuales por un perío­
do de dos años. Por su parte, Krüger recibió una beca de 175 RM para
sus «Estudios acerca de la ontologia de la alta escolástica» [«Studien zur

19. UAM, PA Gadamer.


20. Carta a Heidegger del 15-3-1928.

190
Ontologie der Hochscholastik»]. Estos eran medios muy modestos pero ase­
guraban, con todo, un respaldo institucional. Además, como ambos iban a
ser, próximamente, docentes privados, podían contar en breve con pagas de
clases y esperaban poder redondear tal vez sus ingresos mensuales con encar­
gos de publicaciones. Los Gadamer seguían viviendo modestamente en la
casa de la Ockersháuser Allee, en la que, entre otras carencias, ni siquiera
había una bañera.
Es difícil determinar qué dirección exacta tomó Gadamer en aquel
momento en sus estudios sobre la filosofía de la naturaleza griega. De mani­
festaciones posteriores suyas se puede inferir que esos estudios fueron pro­
vocados por la interpretación que hacía Heidegger del concepto griego del
ser como «lo dado a la mano» [«Vorhandenheit»]:21 para Heidegger, lo ente
era para los griegos lo puramente presente, lo que estaba frente a uno; aque­
llo, pues, con lo que se podía contar y sobre lo que, finalmente, se podía
disponer (como objeto, y hasta como cosa habida). Gadamer tenía que pre­
guntarse aquí si el concepto griego del ser no estaba siendo pensado dema­
siado desde la concepción moderna de ciencia. ¿No subyacía a la comprensión
griega del ser como energeia una experiencia diferente del ser? Después de
Gadamer, fue Heidegger mismo quien reconoció la unilateralidad de su
concepción de «lo dado» en oportunidad de pronunciar, en 1938, su con­
ferencia intitulada «Die Begründung des neuzeitlichen Weltbildes durch die
Metaphysik» [«La fundamentación de la imagen moderna del mundo por
la metafísica»], que fue publicada en 1950 con el título «Die Zeit des
Weltbildes» [El tiempo de la imagen del mundo], en su obra Holzwege [cami­
nos de bosque]. Lamentablemente, las investigaciones que en aquel tiem­
po hiciera Gadamer sobre la filosofía de la naturaleza cuentan con muy esca­
sa documentación. En el semestre de invierno de 1929/30, Gadamer dictó,
como docente privado en Marburgo, clases prácticas sobre la filosofía de la
naturaleza griega (se trataba, sobre todo, de la Física de Aristóteles) y, duran­
te su actividad docente en Kiel, cuatro conferencias sobre la filosofía de la
naturaleza, que fueron grabadas en discos de cera,22 que, empero, hasta aho­
ra aún no pudieron encontrarse. El único trabajo de ese «círculo de estu­

21. Ver GW 2, 486; GW 10, 198 y pàssim.


22. De acuerdo a un curriculum vitæ de Gadamer datado a mediados de los
años treinta (UAM, PA, pág. 12, con el título Vier Vortrage zur Geschichte der
Naturphilosophie, reproducidas en discos de cera, Kiel, 1934). El título no aparece
más en posteriores currículos.

191
dios» [«Studienkreis»]23, que Gadamer publicó en aquel momento, fue el
estudio sobre Demócrito intitulado «Antike Atomtheorie» [«La teoría de los
átomos de la antigüedad»], que apareció en 1935/36 en la revistaZeitschrift
fu r die gesarnte Naturwissenscha.fi.
Firmemente comprobado está que Gadamer trabajaba en aquel tiem­
po en una edición de la Física de Aristóteles para la editorial Felix Meiner,24
pero que Gadamer nunca envió a imprenta. Estaba planificada una tra­
ducción comentada de la Física de Aristóteles, con la cual Gadamer tam­
bién podía tener la esperanza de ganar un poco de dinero.25A eso se debió
probablemente también la mención, en su solicitud de beca, del propósito
de realizar estudios sobre la filosofía griega de la naturaleza. Pero la edito­
rial Meiner tenía, por su parte, la intención de presentar para esa traduc­
ción de la Física una petición de apoyo a la Comunidad de necesidades,
de tal manera que para Gadamer se planteaba un dilema moral y financie­
ro. En efecto, de esa manera, él. podía recibir por parte de la Comunidad de
necesidades dos sumas para el mismo trabajo. Por otra parte, si el importe
del apoyo pedido por Meiner fuese deducido del de su beca, resultaría
una muy dudosa ganancia para él. Por eso pensó en poner, para la solicitud

23. Tal como lo denomina el mismo Gadamer, GW 2, 487. El último fruto de


los estudios realizados por Gadamer durante años sobre la filosofía de la naturale­
za de los griegos lo constituye el trabajo de 1995 «Der Naturbegriíf bei den Griechen
und in der modernen Physik», en Colbquium Phibsophicum. Annali del Dipanamento
di Filosofia I [Università degli Studi Roma Tre], 1996, pág. 9-22.
24. En su curriculum vita del 10-6-1938, cuando opositaba la cátedra de Leipzig,
Gadamer anunció (UAL, PA, pág. 33): «Se encuentra en preparación un comenta­
rio sobre la Física de Aristóteles (editorial E. Meiner) y un escrito sobre Hegel y la
dialéctica de la antigüedad». En la presentación de sí mismo de 1975 se prevé nue­
vamente la publicación de partes de ese comentario inconcluso sobre la Física (GW
2, 487). Por ahora sigue aún entre los papeles inéditos de Gadamer.
25. Ver la carta a Heidegger del 2-10-1928: «Con Felix Meiner me encuen­
tro en negociaciones a propósito de la traducción de la Física. Estoy decidido a hacer­
me cargo de esta tarea en cualquier caso, y ahora procuro obtener un incremento
de su oferta de honorarios de 25 por la página de traducción y 40 por la de notas,
al menos de los de las notas, que, por la carencia total de trabajos previos, me reque­
rirán muchísimo trabajo. Dudo que la iniciativa dé resultado, ya que la rentabili­
dad comercial de una traducción de la Física no puede estimarse como muy con­
veniente. Él ya me aseguró que la editorial se haría cargo de mi tesis de habilitación
de catedrático, si bien esperando obtener para ello un subsidio de la Comunidad
de necesidades».

192
de renovación de beca a partir de abril de 1929, nuevamente en primer pia­
no los estudios sobre ética. Gadamer conversò acerca de este conflicto con
Jaeger y con Heidegger.26 La respuesta de ambos es desconocida pero, pro­
bablemente, ellos le habrán hecho notar que una modificación del obje-

26. Ver la carta a Heidegger del 18-10-1928: «Según se desprende de las actas
adjuntas, Meiner tiene ahora el plan de recurrir por sí mismo a la Comunidad de
necesidades, para lo cual escribió un pedido dirigido a Jaeger del cual le acompaño
una copia (el original lo conservo hasta haber recibido una respuesta de su parte).
Ahora bien, no sé si esta iniciativa pueda perjudicar, tal vez, mi expectativa de obte­
ner otra beca por parte de la Comunidad de necesidades. En tal caso, el incremen­
to de honorarios de 600 a 1000 que he logrado de Meiner sería un dudoso benefi­
cio. A esto se agrega que, si comienzo pronto con la traducción (los extensos estudios
al respecto se podrían combinar bien con mis planes para dictar cursos) me resulta
más adecuado indicar como próximo plan de trabajo para la beca los estudios sobre
la Física (y no, como tenía previsto, estudios sobre la Ética de Aristóteles), de mane­
ra que mi trabajo no se disperse demasiado. Al respecto de esa modificación de mi
plan de trabajo le pido su opinión, especialmente respecto de si tal modificación,
siendo que no se puede introducir tan lisa y llanamente como una continuación de
mi trabajo sobre Platón, reduce las expectativas de una aprobación de mi beca. [Al
margen dice: 1er caso] Si teme Ud. esto, permanezco en mi plan anterior y procura­
ré realizar la traducción y los estudios sobre la Física en forma paralela a lo otro. En
tal caso, ¿será para preocuparse que Meiner dirija una solicitud a la Comunidad de
necesidades? (El aun así módico honorario me sería liquidado sólo después de años.)
[2o caso] Pero en el otro caso -si yo solicitara en la primavera una beca para
estudios sobre la Física-, la posibilidad de un conflicto con la solicitud de Meiner
a la Comunidad de necesidades se presenta naturalmente. En tal caso, y supo­
niendo que esté Ud. de acuerdo con este plan de postulación, yo tendría la inten­
ción de informar a Jaeger, con cuyo interés benévolo creo poder contar, sobre
todo el asunto. Es que debo evitar que se suscite la impresión de ilegalidad de que
pretendo conseguir dinero al mismo tiempo de la Comunidad de necesidades y
de Meiner (indirectamente también a través de la Comunidad de necesidades) para
el mismo trabajo. Yo le preguntaría, pues, a Jaeger directamente si él considera que
aquí se da el conflicto o no, en cuanto mis estudios de la Física no son idénticos a
la [...] tarea de traducción de la Física —tarea por la cual voy a recibir los honora­
rios- sino que sólo se complementan en la materia (yo no podría aprovechar en las
notas todos los resultados de mi estudio, dado que me está limitada la cantidad de
notas). Si Jaeger me respondiera que considera cuestionable mi posterior pedido de
beca en razón de la solicitud de Meiner, me interesaría más bien impedir que Meiner
haga el pedido y contentarme con el ofrecimiento original de honorarios que él me
hiciera. Si Ud. considera superflua la consulta a Jaeger y estima que en este caso se
da el conflicto, le pido que me avise. Si así fuese, yo impediría que Meiner envíe
la carta a Jaeger y más aún su solicitud a la Comunidad de necesidades».

193
tivo de investigación podía ser perjudicial, ya que la beca había sido reno­
vada en la primavera pasada teniendo como objetivo los estudios sobre la
filosofía de la naturaleza.
Pero las reflexiones de Gadamer eran puramente tácticas. En el fon­
do, como docente privado él investigaba en esos primeros años en forma
paralela la ética y la física de los griegos. La ética estaba más en continuidad
con su trabajo de habilitación académica, en cuya revisión estaba traba­
jando, y la misma le resultaba más afín, tal como se desprende de sus acti­
vidades académicas y de sus escritos de esos años. En este sentido, téngase
presente, especialmente, el trabajo intitulado «Praktisches Wissen» [Saber
práctico], que escribió en 1930 para un libro conmemorativo inédito en
homenaje a Friedlánder. Pero, con la Física, él tenía en vista un proyecto de
publicación firme y verdaderamente importante.
La solicitud de habilitación como catedrático implica en Alemania,
como se sabe, al mismo tiempo la solicitud de una venia legendi. Junto al
trabajo de habilitación había que dictar una clase inaugural y una clase
de prueba, para las cuales podían proponerse algunos temas. Para la cla­
se de prueba, Gadamer propuso el 8 de junio de 1928 los temas
«Hegelsche und antike Dialektik» [Dialéctica de Hegel y dialéctica de la
Antigüedad] y «Der Begriff des Ñus und der Begriff des Menschen»
[El concepto de nons y el concepto de hombre]; para la clase inaugural,
«Die Rolle der Freundschaft in der philosophischen Ethik» [El papel de
la amistad en la ética filosófica] y «Die Stellung des Parmenides in der
antiken Philosophie» [La posición de Parménides en la filosofía anti­
gua].27 En la sesión del 29-11-1928, la facultad decidió, para la clase de
prueba, a favor del tema «Hegelsche und antike Dialektik», y, para la
clase inaugural, a favor del tema sobre la amistad en la ética aristotélica.
Una vez que Gadamer había aprobado la clase de prueba ante un reduci­
do círculo de miembros de la facultad, fue admitido para la clase inau­
gural, que debía tener lugar el 23-2-1929. Dictada esa clase, él era ya un
profesor universitario oficialmente habilitado, es decir, un docente pri­
vado que podía dar clases en la universidad. Él no recibía por esa activi­
dad un sueldo propiamente dicho, sino simplemente pagas de clase, que
dependían del número de oyentes. Esta circunstancia constituía, obvia­
mente, un estímulo para preparar bien las clases y elegir temas atrayen­

27. UAM, PA Gadamer.

194
tes. Como profesor habilitado podía asimismo tener la esperanza de
conseguir una beca (adicional) de docente privado por parte del
Ministerio para la ciencia, el arte y la formación popular. A partir de
abril de 1929, Gadamer -o, más bien, el decano de su facultad- presen­
tó con regularidad solicitudes para el otorgamiento de una tal beca, pero
sin obtener nunca una respuesta afirmativa. Los reiterados pedidos de la
facultad para que se otorgara a Gadamer un encargo docente para ética
y estética tampoco obtuvieron, «ante la situación financiera», una res­
puesta positiva del Ministerio, al menos hasta 1933. Dado que estas
solicitudes dan una imagen adecuada de los «lados fuertes» que había
que destacar en aquel tiempo en el dossier de Gadamer, pero también de
su precaria situación financiera, citamos aquí la solicitud del 6 de marzo
de 1931:

La facultad solicita al señor Ministro el otorgamiento de un encargo docente


de ética y de estética al docente privado doctor Hans-Georg Gadamer.
Hasta el presente, hubo un encargo docente de estética en nuestra
Universidad a cargo del señor Heimsoeth, hasta que este recibiera un llama­
do a otra Universidad. La facultad desea que esta materia esté representada nue­
vamente en forma regular a través de cursos y clases prácticas, ya que la misma
es importante, más allá del círculo más estrecho de la filosofía, también para
los filólogos y para los que estudian historia del arte.
Además de lo precedente, también hay interés por cursos sobre ética y su
historia más allá de los límites de la facultad, entre los teólogos.
La facultad considera al doctor Gadamer particularmente apto para la tarea
de impartir esos cursos. Él ha tenido un buen desempeño docente en los tres
semestres de su actividad docente hasta el momento. Su tesis de habilitación
académica sobre el Filebo de Platón, que se encuentra actualmente en prensa,
trata un importante tema de la historia de la ética en la antigüedad y demues­
tra que el señor Gadamer es, en este campo, un investigador independiente.
En general, él se cuenta entre los pocos filósofos actuales que poseen al mismo
tiempo una sólida base filológica e histórica, de tal modo que está en condi­
ciones de tratar a los filósofos griegos, indispensables para un estudio filosófi­
co profundo, en sus textos originales. Teniendo en cuenta el conocimiento
totalmente insuficiente del griego con el que hoy en día llegan los estudiantes,
incluso los que provienen de los establecimientos de enseñanza de orientación
humanística, es en interés de una ordenada actividad docente de filosofía que
a los estudiantes de los primeros semestres se les brinde, a través de cursos y
clases prácticas de carácter introductorio como los que podría dictar el señor
Gadamer, la oportunidad de adquirir esos requisitos que les faltan para la com­
prensión de los filósofos griegos y romanos.
Para el caso de la estética, el señor Gadamer cuenta con una relación viva
con la filología, con la literatura y con las ciencias sobre el arte, así como

195
también con un especial interés y una manifiesta aptitud justamente para los
problemas peculiares de esa disciplina filosófica.
El sustento del señor Gadamer como científico se ha apoyado hasta el
momento en una beca de la Comunidad de necesidades de 250 RM mensua­
les y en una renta mensual de aproximadamente 60 marcos. La beca de la
Comunidad de necesidades tiene vigencia, empero, solamente hasta el 1 de
abril de 1931. No es seguro que pueda ser prorrogada nuevamente por un año.
El señor Gadamer está casado y tiene una hija, por lo que, de todos modos, a
partir del 1 de abril de 1932 quedaría, aun en ese caso, en una situación de
máxima precariedad.

Casi con idéntico texto fue reiterada esta solicitud en 1932 (la beca
bienal de investigación tampoco había sido renovada en 1931), pero fue
nuevamente rechazada indicando el mismo motivo: la mala situación eco­
nómica del momento. Esta circunstancia no se basaba en la falta de apti­
tud de Gadamer, pues las solicitudes de Krüger de una beca de docente
privado y de un encargo docente para «la zona fronteriza entre la filoso­
fía y la teología» fueron también rechazadas. Es una amarga ironía de la
historia que Gadamer y Krüger hayan recibido esos encargos sólo en agos­
to de 1933. Pero la historia también era culpable de que ellos debieran
vivir entre 1931 y 1933 sin beca. En efecto, la mala situación económi­
ca del momento era la consecuencia inmediata de la caída de la bolsa en
octubre de 1929 que había castigado muy duramente a la industria ale­
mana de exportación trayendo consigo una desocupación masiva (cuyas
consecuencias políticas eran e iban a ser cada vez más peligrosas). Desde
el punto de vista exclusivamente académico, era obvio que, para el minis­
terio, esas becas de docentes privados no eran un asunto de vida o muer­
te. Pues los docentes privados, remunerados o no, debían ofrecer de todos
modos actividades académicas, si no querían perder la venia legendi. Cheap
labor e incluso esclavos son, desde siempre, los docentes privados en el sis­
tema universitario alemán; pero ellos lo asumen como el precio que deben
pagar para ser premiados, al final, con un puesto de profesor. La exis­
tencia de esclavo de los docentes privados funciona hasta como aguijón
para impulsar a la superación de sí mismo a través de una sólida pro­
ducción científica. Sólo que Gadamer tuvo la mala suerte de que su exis­
tencia de esclavo coincidiera con el episodio más sombrío de la historia
alemana,
Pero se estaba acostumbrado a privaciones. La miseria de comienzos
de los años treinta podía compararse totalmente con las crisis económi­
cas de 1919 y de 1923 y, por lo tanto, podía relativizarse. El hecho de

196
que, en esta oportunidad, la crisis tuviera como consecuencia una radi-
calización política de dimensiones inéditas fue registrado por el círculo
de intelectuales en torno a Gadamer a lo más con preocupación, pero
también con desdén. Era patente que todos los partidos y las coaliciones
desde 1919 habían fracasado. Tanto menos se tenía interés, pues, por el
vil negocio de la política, más aún porque todos los políticos actuaban
como impotentes, ridículos muñecos de la historia mundial. Todo el mun­
do tenía en claro que la política alemana estaba en jaque, situación que
tenía que ver con las consecuencias del tratado de Versalles y de la quie­
bra de la economía. Fue obra del «genio» político de Hitler el lograr, atra­
vesando todas las crisis, obtener munición electoral aprovechándose de
esas situaciones y comportándose de manera consecuente como un can­
didato marginal. Pero el círculo liberal en torno a Gadamer no podía lle­
gar a tomar en serio a una figura tan ridicula. La afinidad política de
Gadamer se orientaba, a lo sumo, al Partido democrático alemán [Deutsche
Demokratische Partei], que se achicaba cada vez más. El Partido social-
demócrata de Alemania [SPD, Sozialdemokratische Partei Deutschlands],
que estaba siempre llamado a constituir la oposición, le parecía algo dema­
siado de izquierda, más aún en cuanto, en aquel tiempo, se le echaba la
culpa de todos los males de la República de Weimar, en cuyo surgimiento
había participado decisivamente. Por su parte, el Partido de centro [Partei
des Zentrums], que una y otra vez quedaba a cargo del gobierno, le pare­
cía demasiado negro, vale decir, demasiado católico y demasiado cíni­
co. A los intelectuales de Marburgo les molestaba que ese partido tan
marginal lograra llegar una y otra vez, sin merecerlo, al centro del poder.
Ante los comunistas y el modelo de la «economía colectiva soviética» se
tenía un temor subconsciente, sobre todo en la medida en que se los aso­
ciaba a un régimen de terror. Mientras tanto, todos subestimaron el peli­
gro de los partidos de extrema derecha, el Partido nacionalsocialista
alemán de los trabajadores [NSDAP, Nationalsozialistische deutsche
Arbeiterpartei] y el Partido popular nacional alemán [Deutschnationale
Volkspartei]. En esos años de la autodestrucción de la República de
Weimar, Gadamer y sus amigos parecían tener cierta simpatía por el cur­
so que seguía el gobierno de Brüning y por su intento de conciliación
con los poderes occidentales. En efecto, no había una alternativa más
razonable que procurar influir sobre los aliados para lograr la eliminación
de la paralizante deuda de reparación. Brüning casi lo logró, pero fraca­
só, aparentemente a raíz de la oposición de los franceses, que era consi­

197
derada en Alemania como si fuese directamente el veto de los aliados.28
Esta circunstancia alimentaba entre los intelectuales, entre los que se con­
taba Gadamer, un cierto cinismo que los colocaba en una posición de out­
siders burlones. En esa época de penuria inmediata se le acababan a uno por
sí solas las ganas de comprometerse políticamente. La política había per­
dido credibilidad. En esa situación, sólo importaban la filosofía y la poesía.

28. Ver Hans-Georg Gadamer on Education, Poetry and History, 1992, pág. 139
= SUNY-Gespràche, 3 A, pág. 9: «Es así que nosotros, la generación joven, no
nos llevábamos bien con las antiguas formas de la tradición. Y la generación mayor sí
podía hacerlo. Era al revés: la generación mayor ejercía su influjo con efectos retar-
dadores. Por ejemplo, en el hecho de que el nacionalsocialismo encontró un fuerte
eco en las asociaciones estudiantiles alemanas, «fraternities». Pero esos no eran nues­
tros intereses. Nosotros, los intelectuales, nos manteníamos al margen con una cier­
ta crítica irónica. Pues, obviamente, nosotros éramos [...], aun cuando veíamos la
debilidad de la República de Weimar y la actitud imposible de la política francesa
en esa época —porque fueron los franceses los que nos metieron a Hitler en la sopa.
Es que ellos impidieron una razonable regulación de la paz. Ustedes saben, por cier­
to, que, en aquel tiempo, Brüning, con la ayuda de Inglaterra -tenía muy buenas
relaciones con Inglaterra y era también un extraordinario conocedor de la política
y la civilización inglesas- tenía una pesada tarea como canciller, para lograr que por
fin los ingleses, unidos con los estadounidenses, que desde siempre estaban a favor,
aceptaran que era preciso dejar de poner exigencias ilimitadas a una gran potencia
industrial. Así no hay economía que pueda funcionar. Si se sabe que no se trabaja
para sí mismo, sino solamente para otros... Y esa era la consecuencia de esa polí­
tica. En Alemania no se podía trabajar en la economía sin tener consciencia de que
no lo hacíamos por nosotros. [...] Ahora bien, el papel de Francia después de la
Primera Guerra Mundial fue muy desfavorable. Nosotros no lo sentimos de ese
modo, no sabíamos que era siempre Francia. Sólo sabíamos: «los aliados». Pero
Brüning lo sabía, por supuesto, y su política, al igual que la de Stresemann, era, por
así decirlo, preparar la economía alemana para el momento en que pudiese traba­
jar nuevamente para sí misma. Y justo en ese momento Franz [correctamente: Kurt
von] Schleicher es derrocado. Este estaba justo en el momento previo a la cancela­
ción de la deuda de reparación. [...] Me parece que se le puede echar en cara a
Brüning que era un gran dogmático y que, como entretanto sabemos, un realista.
Al publicarse ahora esos diarios de Brüning y ver que él, con su gestión, quería lograr
la vuelta al poder de los Hohenzollern, seguramente como una monarquía consti­
tucional, nos dio un ataque. Por cierto, si lo hubiésemos sabido, nunca lo hubié­
semos elegido. [Pregunta: ¿Tenía Ud. en aquel tiempo una simpatía marcada en uno
u otro sentido? H G G :] Naturalmente, teníamos gran simpatía por Brüning.
[Pregunta: Pero pienso más bien en el sentido de una elección entre la democracia
y la monarquía. H GG:] No, no. La elección entre la sociedad burguesa y la eco­
nomía colectivista soviética: de eso se trata».

198
De este modo, era aconsejable dedicarse más bien a mantener en alto
la llama de la filosofía renovada por Heidegger desde sus fundamentos, por
ejemplo, trabajando sobre la Física de Aristóteles o soñando acerca del papel
central que tenía la amistad en la ética griega. Como se sabe, entre los cole­
gas de Gadamer en el campo de la filología antigua se extendió una ola de
nostalgia de la polis griega. ¿Era tan incomprensible en una época de deca­
dencia de la consciencia de Estado? A la cabeza de esta tendencia se encon­
traba, por supuesto, Werner Jaeger, el fundador de la revista Die Antike,
que quería ver en los griegos un modelo de la educación clásica y hasta
del humanismo. Así fue como Gadamer participó, por invitación de Paul
Friedlánder, que entretanto había sido llamado a ocupar una cátedra en
Halle, en el famoso congreso de filólogos clásicos sobre lo clásico, que tuvo
lugar en Naumburg del 10 al 12 de julio de 1930,29 y a la que, además de
Werner Jaeger, asistieron renombrados investigadores como Eduard Fraenkel
y Richard Harder. Durante este congreso, Gadamer conoció también
a colegas que más tarde serían sus amigos, como Wolfgang Schadewaldt,
Helmut Kuhn y Karl Reinhardt. Este fue el primer -y, por mucho tiempo,
el único- congreso en el que Gadamer participó. Si se seguía la línea de
Husserl y de Heidegger, así lo explicó Gadamer más tarde, no se parti­
cipaba en congresos (demasiado común, demasiado mundano, ¡tanta pala­
brería!) 30 Gadamer no asistió ni siquiera a la confrontación entre Cassirer
y Heidegger, que tuvo lugar en Davos en marzo de 1929, y en la que
participaron, entre otros, K. Riezler, K. Reinhardt, E. Levinas, L. Strauss,
H. Marcuse, E. Fink, E. Przywara, O. F. BollnowyJ. Ritter. Pero también
Lowith y Krüger se habían quedado en Marburgo. La razón: «¡no hay
dinero!»
Por supuesto, era una buena idea darse a conocer en Naumburg en el
pequeño gremio de los filólogos antiguos. Tener un pie en la filología clá­
sica podía llegar a ser rentable en el futuro: cada vez había menos filólogos
antiguos de formación sólida, y, como contrapartida, había una respetable
cantidad de cátedras en la mayoría de las universidades. Pero Gadamer no

29. Ver HGG, Erinnerung an Naumburg, Pfingsten 1930, en Philologus 139


(1955), págs. 341-343. «Pfingsten» [Pentecostés] es, por supuesto, una denomina­
ción dudosa para la fecha, ya que, obviamente, la fiesta no puede haber caído nun­
ca entre el 10 y el 12 de julio. Ver también PL, pág. 47s. (con la fecha errónea de
1929).
30. PL, pág. 48. Ver GA 20, 376.

199
se sentía del todo en su terreno en ese círculo de señores mayores. Por eso,
en Naumburg se sintió como el que no estaba «del todo en la misma co­
rriente».31 En efecto, todo el asunto estaba colocado bajo el signo del hu­
manismo de la formación de Jaeger, que, visto desde la perspectiva del
análisis radical de la existencia de Heidegger, tenía una sonoridad un tanto
hueca. ¡Qué abstracta trivialidad era la imagen del hombre que conjuraba
Jaeger, comparada con la visión sin concesiones que tenía Heidegger de la
temporalidad y la angustia radicales de la existencia humana! ¿No había
acaso mayor cercanía a los griegos en esa comprensión trágica de la exis­
tencia que en los griegos de yeso de los filólogos antiguos con sus pajaritas?
«En general, yo era el tímido algo torpe, uno que no pertenecía del todo al
grupo y que, por supuesto, no compartía tampoco totalmente ese específi­
co entusiasmo de una nostalgia democrática proyectada retrospectivamen­
te a la antigüedad».32 Así, como si sospechara cómo eran, en fin, todas las
jornadas, Gadamer podía permitirse faltar toda una mañana para visitar,
junto a Rudolf Pfeiffer, la catedral de Naumburg. Como un Heidegger-
insider se procuró una suerte de confirmación de sí mismo teniendo, por
ejemplo, conversaciones con Helmut Kuhn sobre el sentido del análisis del
tiempo en Heidegger, que debía encontrarse sobre todo en el instante
[Augenblick] .33 En resumidas cuentas, se trató de una experiencia muy
ilustrativa: Gadamer descubrió cómo se comportaban los filólogos cuando
estaban entre sí y cómo había que tomarlos, es decir, como meros filólo­
gos. Probablemente tiene aquí su explicación la orgullosa distancia que

31. «Erinnerung an Naumburg», Philologus 139 (1995), pág. 342.


32. Ibidem.
33. Ibidem. Véase el intercambio epistolar con Helmut Kuhn en la Biblioteca
estatal de Baviera (signatura Ana 581), donde se hace referencia a menudo a ese pri­
mer encuentro. Véase, en especial, la carta de H G G a H. Kuhn del 13-2-1960:
«Cuando nos encontramos por primera vez en Naumburg en 1930 y tuvimos una
profunda conversación sobre Heidegger sentí de inmediato -y me acuerdo todavía
muy exactamente de ello- una sorpresa que me dejó perplejo, ante el hecho de que
el modo de trabajo fenomenològico (en el cual nos comprendíamos a nosotros mis­
mos en aquel momento) no era el misterio y privilegio esotérico de taller que se pre­
tendía en el círculo de los fenomenólogos de Friburgo.» Del 25-2-1962: ¿Recuerda
Ud. nuestra primera conversación (en Naumburg, 1930), cuando, a su explicación
sobre E l sery el tiempo, objeté que la posición contraria a Aristóteles no sería la «his­
toricidad» sino el momento de Kierkegaard? Nuestra diferencia no parece haberse
modificado en lo esencial a lo largo de 30 años.»

200
adoptó Gadamer ante la filología de la crítica textual en la introducción a
su libro de 1931 sobre el Filebo, actitud que le valió más tarde, en 1932, la
respuesta también orgullosa del filólogo Hans Leisegang.34 Sin embargo,
Gadamer percibió un alto nivel filosófico en la figura descollante del filó­
logo de Frankfurt Karl Reinhardt (1886-1958), que estaba inspirado tam­
bién por Nietzsche y por George. Esto le trajo a la memoria la figura de
Friedlander, pero también la de Heidegger. Gadamer podía tomar seme­
jante conjunción de saber filológico y de percepción filosófica como mo­
delo. Reinhardt y Gadamer llegaron a ser más tarde íntimos amigos y, por
un tiempo (1942-1946) colegas en Leipzig y después en Frankfurt (1947-
1949).35
Después de la partida de Heidegger hacia Friburgo, Gadamer siguió
cultivando sus relaciones con los georgianos de Marburgo, cada vez menos
representados, si bien el mundo de pensamiento de Heidegger le ofrecía
aquello que había buscado anteriormente en el mundo poético y hostil a la
ciencia del círculo de George. Su amigo Hans Anton le presentó en ese
tiempo al historiador de la literatura y escritor Max Kommerell. Nacido
en 1902, Kommerell había hallado como muy joven el beneplácito de
George. Bajo la estricta y perceptible vigilancia de este último, Kommerell
escribió en 1928 un libro tristemente célebre con el título Der Dichter ais
Führer in der deutschen Klassik [El poeta como líder en el clasicismo ale­
mán] , que ofrecía una suerte de legitimación histórica del rango de Stefan
George en la genealogía de los grandes poetas alemanes, legitimación que

34. GW 5, 13: «Sin embargo, esta [a saber, la interpretación filosófica pre­


sentada por Gadamer] tiene objetivos distintos a los de la investigación histórica.
Así como no puede sustraerse a las objeciones provenientes de la crítica histórica
allí donde esta puede objetar, así tampoco está, como ella, determinada por la rei­
vindicación de una investigación histórica.» Véase, respecto de la recepción de
Leisegang GW 2, 488.
35. Ver el emotivo relato autobiográfico de Reinhardt en «K. Reinhardt,
Akademisches aus zwei Epochen: 1. Wie ich klassischer Philologe wurde. 2. Nach
1933», en K. Reinhardt, Vermàchtnis der Antike. Gesammelte Essays zur Philosophie
und Geschichtsschreibung, с о т р . por Carl Becker, Gottingen: Vandenhoeck &
Ruprecht, 1960, pág. 380-401. A propósito de la posición descollante de Reinhardt
en la filología del siglo XX véase José S. Lasso de la Vega, Karl Reinhardt y la filolo­
gía clásica en el siglo XX, Madrid: Cuadernos de la Fundación Pastor, 1983. Tal como
sucedería más tarde con Gadamer, Reinhardt recibió la condecoración de Caballero
de la Orden pour le mérite, la más alta que se da en Francia a un sabio.

201
podía convencer a cualquiera que estuviese previamente persuadido de la
importancia de George. Pues el líder actual, obviamente, no era otro que
el mismo George.36 El joven y prematuro Kommerell se sentía, por supues­
to, muy honrado de gozar del reconocimiento del «líder» pero era dema­
siado inteligente e independiente como para aguantar, a la larga, el carác­
ter hegemónico de George. Kommerell estaba sorprendido sobre todo por
la presentación casi eclesiástica del círculo en el glorificador libro sobre
George escrito en 1930 por su ex maestro de Marburgo, Friedrich
Wolters. Es así como Kommerell escribió a Hans Anton en una carta fe­
chada el 7 de diciembre de 1930: « A través de su libro, [Wolters] le ha
dado a toda la fundación la apariencia de una iglesia, ha resuelto con pe­
queños gestos de secta posiciones opuestas de alto nivel, ha desfigurado la
admiración por un gran hombre [...] en una devoción que tiene que sus­
citar en los espíritus delicados un escalofrío de vergüenza».37
Cuando Gadamer lo conoció más de cerca, se inició también para
Kommerell un doloroso proceso de separación respecto de la «secta» de
George. En razón de su fundamental libro de 1928, el poeta había querido
convertirlo en uno de los administradores de su legado. Pero Kommerell
comenzó a separarse interiormente de George y no ocultó al poeta su dile­
ma. George, que esperaba una adhesión incondicional, prohibió entonces
a sus discípulos todo contacto con Kommerell. De ahí en más, Kommerell
fue denominado en el círculo como «el sapo»*. Gadamer experimentó
desde la cercanía inmediata y con su participación personal cómo los ata­
ques de extrema maldad a los que Kommerell estuvo expuesto a partir de
ese momento lo destrozaron interiormente hasta su temprana muerte,
en 1944. Hans Anton, el amigo íntimo de Kommerell (y de Gadamer),
de sólo 31 años de edad, que procuró infructuosamente mediar entre

36. Con respecto a la relación de Kommerell con George en una perspectiva


histórica véase P. Hoffmann, Claus Schenk G raf von Staujfenberg und seine Brüder,
Stuttgart: Deutsche Verlagsanstalt, 1992, pág. 65ss, así como también S. Breuer,
op. cit., pág. 91-94 y K. Hildebrandt, op. cit. Para una descripción del carácter poé­
tico de la relación, véase el homenaje del discípulo de Gadamer Arthur Henkel,
Max Kommerell (1902-1944), en Die Wirkung Stefan Georges a u f die Wissenschafi,
Heidelberg: Carl Winter, 1985, pág. 51-59.
37. Citado en M ax Kommerell (1902-1944), preparado por Joachim W. Storck,
Marbacher M agazin 34 (1985), pág. 23.
* Die Krôte. Expresión despectiva en idioma alemán. [N. del T.]

202
George y Kommerell, se suicido el 25 de febrero de 1931, día en que
Kommerell cumplía 29 años. Pero este último, a través de su valiente dis-
tanciamiento, había fortalecido a Gadamer en su actitud en el sentido de
que se podía admirar la poesía de George sin caer en la extraña idea de cír­
culo. Kommerell publicó en la década siguiente obras poéticas así como
también importantes ensayos sobre historia de la literatura, entre otros so­
bre Goethe, Schiller, Hôlderlin, Kleist, Jean Paul, Hofmannsthal (otro
apóstata del círculo de George), pero también sobre Calderón, ensayos
que impresionaron mucho a Gadamer (y a Heidegger) pero que, no obs­
tante, no pudieron ocultar totalmente su procedencia del universo de pen­
samiento de George. Después de la partida de Heidegger, Kommerell esta­
ba entre las figuras que, en general, más influían en el espíritu de
Gadamer. Durante la guerra, Gadamer estableció también una relación
entre Kommerell y Heidegger. En unas cartas publicadas hace algún tiem­
po, Kommerell relata de manera muy ilustrativa una peregrinación a la
Selva Negra junto a Gadamer y Krüger.38
A Kommerell le atraía que Gadamer, como filósofo, se ocupara de la
poesía. Hôlderlin, George, Trakl, Rilke eran los nombres de los pensadores
de moda en cuyo mundo se vivía en aquel tiempo.39 Gadamer comenzaría
sólo durante su rectorado en Leipzig (1946-1947) a poner por escrito sus
interpretaciones poéticas, pero ya en 1930 había planeado presentar un
extenso comentario sobre Rilke que fue tratado reiteradas veces en las cla­
ses de la universidad.40 Lamentablemente, sólo han quedado pocos rastros
de esas tempranas actividades docentes sobre la poesía, pero los reiterados
intentos de otorgarle a Gadamer un encargo docente para ética y estética
dan testimonio de su cercanía en aquel tiempo al arte y a la poesía. Siendo
que en aquella época, y hasta el tiempo en que Heidegger dictara sus cur­
sos sobre Hôlderlin, era muy inusual que se ofrecieran actividades acadé­
micas de semejante contenido en seminarios filosóficos, se trataba, en par­
te, de actividades de carácter privado, por cierto habituales en Marburgo.

38.Ver M. Kommerell, Briefe undAufzeichnungen 1919-1944, Friburgo: Verlag


Olten, 1967.
39. Ver GW9, 122.
40. Ver GW 9, 271ss. Según GW 8, 273, en 1929, como joven docente, Gadamer
trató en un seminario de filosofía a lo largo de todo un semestre la pregunta acerca
de qué es leer. Sin embargo, de este seminario no se encuentra huella alguna en el
índice de cursos, de modo que, probablemente, se trató de un seminario privado.

203
La primera actividad docente oficial de Gadamer en estética habría de
tener lugar sólo en el semestre de invierno de 1933-1934 y habría de tratar,
justamente, el tema «Staat und Kunst» [«Estado y Arte»]. El camino hacia
el arte pasaba por lo político. Un prenuncio de esta temática se encontra­
ba en el manuscrito de cien páginas sobre Plato und die Dichter [Platón y
los poetas], en el que Gadamer recurría a su probada competencia en el cam­
po de la filosofía antigua. El editor de Kommerell, Vittorio Klostermann,
lo hizo examinar por Karl Reinhardt y por Walter E Otto. El primero mani­
festò su aprobación, pero el último adoptó una postura de rechazo.
Klostermann devolvió el manuscrito a Gadamer para que lo retoque, con
lo cual éste tuvo que asumir su primera derrota en el campo de la ciencia
desde su habilitación académica. No obstante, Gadamer mismo no estaba
totalmente seguro de su asunto y tomó la derrota como un impulso para
transformar la obra en un texto más breve, que leyó como conferencia en
enero de 1934 y fue publicado como monografía ese mismo año.41 En qué
medida el texto refleja la situación política de Alemania en ese momento es
hasta hoy un asunto discutido. De todas maneras, la primera versión del
texto fue escrita antes del 30 de enero de 1933, justamente el momento
en que Adolf Hitler fue comisionado con la formación de un nuevo gobier­
no de coalición.

41. Véase la referencia indirecta a la reducción en la nota al pie de página al


comienzo de Plato und die Dichter (GW 5, 187): Las explicaciones que siguen «se
dirigen también, en la publicación, a un círculo más amplio de interesados en el
tema. Por esa razón, debieron dejarse de lado buena parte de las notas y del apara­
to crítico preparados.»

204
IX. 1933: ¿Toma del poder o de la impotencia?

Indeed everybody wasfast asleep when it occurred.


H ann a A re n d t1

Adolf Hitler era el nuevo canciller del Reich. Nadie había pensado que fue­
se posible, que este político provinciano consiguiera una mayoría parla­
mentaria y, además, el apoyo de Hindenburg, contra el cual se había pos­
tulado sólo pocos meses antes, en marzo de 1932, como candidato a la
presidencia. Pero este desarrollo de los acontecimientos se había tornado
inevitable, una vez que todos los demás políticos habían fracasado. De algu­
na manera, le tocaba ahora a Hitler fracasar. Tal vez lo tomarían después
menos en serio, se pensaba. Hasta el momento, todo le había resultado enor­
memente fácil, estando en la oposición sistemática. Ahora experimentaría
él mismo qué difícil, qué imposible era gobernar.
Gadamer recuerda haber respirado cuando las elecciones de noviembre
de 1932 trajeron consigo un revés para el partido nacionalsocialista, que
había caído del 37,4% al 33,1% de los votos. Pensaba que, tal vez, se podría
evitar el trauma de un gobierno conducido o compartido por los nazis. El
revés político de noviembre de 1932 tuvo como consecuencia, sin embar­
go, que Hitler, de pronto, en las semanas y los meses subsiguientes, se pre­
sentara mucho más mesurado y dispuesto a una coalición. Hubieron con­
versaciones secretas con los representantes de la economía, pero sobre todo
también con los representantes de los partidos más mesurados: el Partido
de Centro (Papen) y el Partido Popular Nacional Alemán (Hugenberg).
Hindenburg había destituido en mayo de 1932 al canciller Brüning, que
había realizado una gestión relativamente exitosa en la política de con­
ciliación y resultaba simpático a Gadamer, y lo había reemplazado por
Papen. Después de las elecciones de noviembre de 1932, Papen fue a su vez
sucedido por el ministro de guerra Kurt von Schleicher. En las pocas sema­
nas de gobierno bajo el mando de Schleicher, muchos políticos, por dife­
rentes motivos, urdieron intrigas contra él: Papen, que se quería vengar de

1. The Life o f the Mind, 1978, vol. I, pág. 177. [Trad, castellana: La vida del
espíritu, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1984.]

205
Schleicher, Oskar von Hindenburg, el más influyente de los hijos del pre­
sidente, y el mismo Hitler, que, después de la derrota electoral, compren­
día cada vez más que sólo podría llegar al poder a través de un gobierno
de coalición.
Lo que se tenía por imposible se hizo, pues, posible. El 30 de enero
de 1933, Hitler fue nombrado por el presidente del Reich canciller de un
gobierno de coalición. En efecto, solamente bajo su dirección se podía dar
una alianza contra una temida coalición de izquierda. En verdad, desde hacía
años Alemania era parlamentariamente ingobernable, ya que ningún parti­
do había podido alcanzar el necesario 50%, con lo cual los pequeños par­
tidos como el de centro adquirían una importancia desproporcionada. Con
mayor razón aún era imposible obtener los votos de los partidos extremis­
tas, es decir, de los comunistas y de los nacionalsocialistas, para una políti­
ca de gobierno responsable. Por esta razón, Brüning gobernó, de hecho, a
través de decretos y con la ayuda de poderes especiales que le habían sido
concedidos por el presidente Hindenburg. A raíz de la imposibilidad de
conseguir mayorías parlamentarias, desde 1930 reinó prácticamente una
dictadura constitucional sancionada por el presidente.2 Cabe aclarar que los
cancilleres Papen y Schleicher fueron nombrados también en virtud de leyes
de necesidad dictadas por el viejo pero respetado presidente Hindenburg.
Antes de Hitler, pues, habían llegado al poder en virtud de leyes de nece­
sidad otros dos cancilleres, hecho que tornó cada vez más apática a la opi­
nión pública, cuando en 1933 le tocaba a Hitler formar un gobierno de coa­
lición.3
En la nueva coalición, Hitler era aparentemente controlable, ya que
estaba bien «enmarcado» (según la expresión de Hugenberg)4. La coali­
ción estaba formada principalmente por el centro católico, el Partido Popular
Nacional de Hugenberg y el Partido Nacionalsocialista. A pesar de que este
último constituía con mucho la fracción más poderosa, el Partido
Nacionalsocialista colocó en el gobierno de coalición solamente dos minis­
tros: Wilhelm Frick (ministro del interior) y Hermann Goring (portavoz

2. Ver P. Hoffmann, German Resistance to Hitler, Cambridge/Londres: Harvard


University Press, 1988, pág. 11.
3. Ibidem.
4. Ver Robert Hofman, Geschichte der deutschen Parteien. Von der Kaiserzeit bis
zur Gegenwart, Múnich/Zúrich: Piper, 1993, pág. 170.

206
del Reichstag, pero también ministro del Interior en Prusia). Papen, a cuya
iniciativa se debía la formación del gabinete, era vicecanciller y presidente
del Consejo de Ministros de Prusia, el país federal, con mucho, más gran­
de. Por supuesto: quien hubiese leído M i lucha, quien hubiese prestado aten­
ción a los discursos de Hitler, podía tener la certeza de que Hitler había
declarado a menudo que nunca devolvería el poder, una vez que lo hubie­
se conquistado. Sin duda había en aquel tiempo también observadores inte­
ligentes, pero eran la minoría. La mayoría asumió la toma del poder por
parte de Hitler como algo inevitable. Al fin y al cabo, pensaban, poco podía
censurarse que, en una democracia, el partido con la mayor cantidad de
votos ponga al canciller, más aún en cuanto Hitler, de pronto, se compro­
metió a respetar la constitución democrática. Además de todo ello, difícil­
mente podía imaginarse que, en Alemania, las cosas pudiesen ir mucho peor
en lo económico y político. Si empeorara la situación, se suponía, Hitler
caería rápidamente y, además, teniendo en cuenta las experiencias de los
últimos años, de todas maneras le tocaría el mismo destino.
Por otra parte, era muy difícil imaginarse que Hitler pudiese apoderarse
del poder absoluto. Se pensaba que los aliados, a quienes, por lo visto, les
importaba mucho impedir la emancipación de Alemania, nunca lo tolera­
rían; y el país no tenía ni siquiera unas fuerzas armadas decentes como para
defenderse. El antisemitismo era algo enormemente sospechoso, pero, al
mismo tiempo, una manifestación tan primitiva, que la mayoría, incluyendo
a los judíos, lo consideraban un lema de campaña sin mayor importancia,
en el marco de un tiempo de crisis económica.5
Así pensaba también Gadamer. Pocas son las tomas de posición de índo­
le política que se le conocen de aquel tiempo, pero ello se debe a que él, aun
sin ser despreocupado, tenía sin embargo una actitud apolítica. Al pre­
guntarle directamente acerca de qué filiación política tenía en aquel tiem­
po, respondió, más tarde, en una entrevista, que no se consideraba como
conservador de derecha, sino como liberal.6 En conversaciones sobre el tema
rechazó como totalmente falsas las versiones que, sin documentación de res­

5. Véase aquí el testimonio de Raymond Aron, que estaba en Berlín en enero


de 1933, en sus Mémoires, Paris: Julliard, 1983, pág. 76.
6. H GG, «. ..die wirklichen Nazis hatten doch überhaupt kein Interesse an uns.»
«Hans-Georg Gadamer im Gesprach mit Dorte von Westernhagen», en D as
Argument, 182 (1990), pág. 546.

207
paldo, afirmaban que él habría sido partidario del Partido Popular Nacional
alemán.7 Según las afirmaciones de Gadamer, en aquel tiempo votó por un
partido liberal de centro (probablemente se trate del pequeño Partido
Democrático Alemán). Esto no está documentado ni probablemente pue­
da tampoco documentarse. Pero, mientras tanto, algunos indicios hablan a
favor. En efecto, es muy fácil imaginarse por qué no podía votar por los
otros partidos. A los comunistas les tenía verdadero temor, como la mayo­
ría, a pesar de que en su entorno había intelectuales de mentalidad comu­
nista. Los socialdemócratas, por otra parte muy honorables, no eran elegi­
bles, pues se sospechaba que se habían aliado con los comunistas. A los
nacionalsocialistas se los consideraba ridículos en el entorno de Gadamer.
Cuando llegaron a Marburgo noticias acerca de que Heidegger se habría
acercado a los nazis, en un principio no se les quería dar crédito, como recor­
daran unánimemente Lowith8y Gadamer. En este contexto, Gadamer hizo
siempre referencia a sus numerosos amigos judíos. Esto podrá parecer a
muchos como una fácil disculpa ex post, pero es una realidad comproba­
ble que Gadamer lo pensaba en un sentido muy concreto: en los años 1933

7. Ver G. Leaman, Heidegger im Kontext. Gesamtüberblick zum NS-Engagement


der Universitâtsphilosophen, Hamburgo/Berlín: Argument Verlag, 1993, pág. 40.
Amablemente y con espíritu abierto solicité al estimado colega que me diera ele­
mentos de prueba de su afirmación (lo que, por otra parte, me llevó a hacer una
investigación sobre la importancia que en aquel tiempo revestía una elección a favor
de Hugenberg, investigación cuyos resultados prefiero no consignar en este con­
texto). Pero tales pruebas nunca me fueron entregadas. Y digo con espíritu abierto,
pues siempre tuve en claro que había que dar prioridad a la documentación de la
época por sobre afirmaciones posteriores. Se trata de un principio general al que
siempre he procurado atenerme, en lo que sigue y en toda esta biografía.
8. K. Lowith, Mein Leben in Deutschland vor und nach 1933, pág. 33: «Su deci­
sión sobrevino de manera sorpresiva para sus alumnos, ya que casi nunca se había
manifestado anteriormente sobre cuestiones políticas.» Véase el relato coincidente
de Hans-Georg Gadamer en su conversación con Ralph Ludwig en la N D R [Radio
Alemana del Norte] del 9-2-1995, transcripción, pág. 4: «Y a esto se agregó tam­
bién que yo estaba absoluta, terriblemente sorprendido, como lo estábamos todos
nosotros, los propios discípulos de Heidegger, cuando, en forma sorpresiva, él fue
nombrado rector y apareció en la escena política. Nos era incomprensible. Ahora
bien, casualmente, yo tenía muchos amigos judíos en Marburgo. Y esto fue lo que,
propiamente, me libró de cualquier ilusión». Véase también la conversación Breslauer
Studienjahre, op. cit. (ciertamente la toma de posición más extensa de Gadamer
ante la cuestión del antisemitismo en Alemania).

208
y 1934, su amigo Jakob Klein, de origen judío, vivía en la modesta vivien­
da de Gadamer, donde trabajaba en su más tarde celebre tratado Die grie-
chische Logistik und die Entstehung der Algebra ([La logística griega y el
surgimiento del álgebra] 1936). Klein era muy «pródigo», pues compraba
cada día tres o cuatro periódicos. Como muchos judíos, pensaba que el gra­
ve desorden que cometían los nazis no podría mantenerse. Así, exclamó una
vez, mientras leía el periódico: «Ahora nos encontramos en el Reich Tercero
y tres cuartos», es decir, que el llamado Tercer Reich»se acercaba a su fin. Los
hechos no le iban a dar la razón, pero es posible imaginarse que su pensa­
miento político, mucho más cultivado, ejerciera su influencia en Gadamer
que, como docente privado, estaba en un rincón y se alegraba si nadie se
percataba de su presencia. Lowith, el otro amigo judío muy allegado a
Gadamer, le dijo en 1940 muy claramente que él no había hecho ningún
«mérito político» en el sentido de los nazis.9 Si los hechos no hubiesen
sido así, Lowith seguramente lo habría dejado notar, más aún en cuanto así
lo había hecho con relación a los otros colegas que Gadamer conocía
(Heidegger, Becker, Jaensch), y en cuanto su relación con Gadamer, en
ese tiempo, no era justamente distendida.
El hecho de que se cuente con pocas tomas directas de posición de ese
tiempo habla también a favor de Gadamer. En efecto, algunas de las per­
sonalidades que él más admiraba habían adherido completamente a la «pues­
ta en marcha» nacionalsocialista, de tal manera que, para él, hubiese sido
algo natural el obrar de la misma manera. En primer lugar, se debe tener en
cuenta, en este contexto, a Martin Heidegger y a Max Kommerell, que no
disimulaban en absoluto su simpatía por el régimen. Heidegger, en su
pretensión de liderazgo político, debe de haber esperado también que sus
discípulos y amigos le siguieran. Para mencionar un importante ejemplo de
esa expectativa, valga recordar la sospecha de Karl Barth en el sentido de
que Bultmann, como seguidor de Heidegger, se habría de unir al movi­
miento de los «cristianos alemanes».10 En realidad, tanto Bultmann como
también Barth y Krüger fueron importantes defensors de la Iglesia Confesora.
En tal sentido, como en muchos otros, Gadamer era más de Marburgo que
de Friburgo. Los alumnos y amigos de Heidegger en Marburgo estaban real-

9. K. Lowith, op. cit., pág. 99.


10. Karl Barth-Rudolf Bultmann Briejwechsel 1911-1966, Zurich, Theologischer
Verlag, 2a edición revisada, 1994, pág. 151.

209
mente sorprendidos de su ceguera. Así, ninguno de sus discípulos impor­
tantes lo siguió, pues Heidegger, alumno de Husserl (!), se había puesto
totalmente en ridículo al tomar partido por un movimiento antisemita.
Heidegger, por su parte, estaba amargado por esta falta de seguimiento por
parte de sus titubeantes, liberales e «indecisos» discípulos.11 Pero el aisla­
miento y la humillación que resultaron para Heidegger de la actitud asu­
mida por ellos fueron, en parte, la razón de su renuncia al rectorado, en abril
de 1934, todavía antes de la intentona de Rohm del 30 de junio, cuando el
carácter terrorista del gobierno de Hitler, hasta el momento escondido
tras una cierta legalidad democrática, se tornó indiscutible para todos.
En este contexto, cabe aclarar que en el legado de Marbach no existe
carta alguna de Gadamer a Heidegger entre 1929 y 1944.12 En 1933,
Heidegger envió, «con un saludo alemán», sus escritos a Gadamer, entre
otros su alocución de rectorado; pero Gadamer no respondió al envío. En
un tiempo en el que, incluso desde el punto de vista de una posible llama­
da a otra universidad, pudiese haber resultado «provechoso» solidarizarse
con su maestro Heidegger, Gadamer no lo hizo. Heidegger vería a Gadamer
sólo en noviembre de 1936, con ocasión de sus conferencias sobre el origen
de la obra de arte, en Frankfurt, sin que, en esa oportunidad, se haya lle­
gado a un encuentro personal. Un tal encuentro tuvo lugar sólo en 1937,
cuando Gadamer, junto a Gerhard Krüger y Walter Brócker fue a visitarlo
a la Selva Negra. Tal como se desprende del relato de Gadamer a Lowith,
fechado el 12 de diciembre de 1937 e ilustrativo desde varios puntos

11. Ver H GG, «Erinnerung», en Jahrbuch der deutschen Schillergesellschaft (34)


1990, pág. 465: «Tengo total claridad acerca de lo que Heidegger pensaba sobre mí
en aquel momento, como por ejemplo lo siguiente: “Ahora este también me aban­
dona. No me acompaña. Estos en Marburgo con Bultmann y la Iglesia Confesora
adoptan una postura de escéptica reserva ante la puesta en marcha de una nación y
el crecimiento de una juventud que se renueva”». Véase también la conversación de
1997, Breslauer Studienjahre, op. cit., pág. 124: «Por supuesto, [Heidegger se había]
desengañado en sumo grado con todos nosotros: “Sí, estos son los hijitos malcria­
dos del profesor, que quieren practicar la continencia. No comprenden la seriedad
de la hora histórica”».
12. Parece que de hecho Heidegger conservó todas las cartas de Gadamer (63
en total), incluyendo la primera carta de presentación de septiembre de 1922. En
la época del nacionalsocialismo se dio, en cambio, un intercambio epistolar entre
Gadamer y Jaspers, que se encuentra también en Marbach (legado de Jaspers). En
el capítulo XI volveremos sobre el particular.

210
de vista, Heidegger era considerado en aquel tiempo como políticamente
«curado»:

Como ya sabes, estuve 14 días de vacaciones junto a Krüger y Bròcker en


casa de Heidegger. Hemos pasado con él algunas muy filosóficas mañanas al
modo peripatético y, quieras oírlo o no, él es, a pesar de todo, el de antes, el
único filósofo de nuestra época, que ha tomado con total consecuencia la pro­
blemática de Nietzsche y que, aun en el exagerado patetismo de su artículo
sobre Holderlin, en el «reino interior» permanece totalmente en su camino del
cual hasta llegó a presentarme como una consecuencia comprensible el fatal
episodio del 33. Nos expuso de manera realmente grandiosa su desarrollo a
partir de E l ser y el tiempo (por supuesto, no sin una estilización desde la pers­
pectiva del final). El pathos «existencial» de la filosofía de la muerte retrocede
completamente ante la ontologia de la temporalidad y, aun cuando él perma­
nezca siempre en la más inmediata vecindad, por ejemplo, del «acto ejecutor»
de Fichte o del «punto de vista absoluto» de Hegel, lo ve todo con los ojos
del sabio-acerca-del-tiempo. Y justamente esto mismo lo coloca en la más estre­
cha relación con Holderlin, cuyos «dioses» no le representan otra cosa más que
la expresión de su sabiduría sobre el tiempo.13

Quien, en 1937, caracteriza el compromiso de Heidegger con el nazis­


mo como un «episodio fatal» tiene que haber sido, cuatro años antes, de
una opinión distinta a la de Heidegger, más aún si el destinatario de la
carta pertenecía en 1933 a su entorno más cercano. Con todo, es de des­
tacar que, en ese tiempo, Gadamer se mostró dispuesto a presentar ese com­
promiso como una «consecuencia comprensible». Pero tampoco el mismo
Lowith, que debió emigrar en 1935 a raíz de las leyes raciales, había inte­
rrumpido el intercambio espistolar con Heidegger.
Análoga «comprensión» diplomática mostró Gadamer, por cierto, ante
su amigo Kommerell, que, como es sabido, sólo al comienzo se había entu­
siasmado por Hitler (la duración de la fascinación de Heidegger es una cues­
tión discutida) y que muy pronto había sido llevado a la resistencia interior.
En las cartas que Gadamer escribió en 1933 y 1934 a Kommerell, que a la
sazón era profesor en Frankfurt, no hay ninguna insinuación directa de
carácter político. Habría sido natural que en esas cartas se encontraran tales
insinuaciones, si Gadamer hubiese simpatizado con la posición política ini-

13. Carta a Karl Lowith del 12-12-1937. Obviamente, la referencia al «epi­


sodio del 33» ha de ponerse en paralelo con las expresiones de Heidegger sobre el
«fracaso del rectorado», en su carta a Jaspers del 1-7-1935.

211
dal de Kommerell. Gadamer mostrò también comprensión por aquella posi­
ción inicial de Kommerell, tal como lo revela el texto completo de una car­
ta fechada el 16 de julio de 1933, en la que hace referencia al aislamiento
de Kommerell en Frankfurt:

Estimado Sr. Kommerell:


Tengo la vaga sensación de no haberlo apoyado y confirmado en forma
correcta estando Ud. en una situación interior y exterior de particular difi­
cultad. Por favor, no crea Ud. que no sé medir la opresión de su situación.
Tal vez, la llegada de la idea de la universidad política a Marburgo me llevará
a mí a un aislamiento semejante. Pero me ha parecido correcto más bien sua­
vizarlo que reafirmarlo a Ud. en su espíritu de resistencia. Es que pienso que
la pregunta propiamente decisiva de la «cultura» alemana no será dirimida por
las instituciones que se han erigido ahora, sino por los hombres que, a pesar de
todo, se encuentran aún en nuestro medio. Todo destierro de este medio deci­
sivo para nuestro destino significa, por tanto, una pérdida para el futuro. En
verdad no estoy hablando a favor de aquellos que procuran fortalecer su posi­
ción a través de un celo ostentativo. La dignidad humana es una condición
indispensable de todo actuar, y sin respeto por sí mismo toda aspiración de
poder terminará por enredarse. Pero, por otra parte, hoy debemos estar tam­
bién suficientemente firmes y dispuestos a renunciar a la confirmación de la
libertad interior sólo por posturas exteriores, por el discurso explícito en
círculos amplios o estrechos, por el identificarse en la crítica y la indignación.
Y también, a poder contemplar con indulgencia los triunfos de las formas de
funcionamiento, pero también a los que están interiormente fanatizados, con
los cuales uno se entendía anteriormente. Conservar en todo lo que acontezca
la confianza en la durabilidad de lo auténtico y armarse de paciencia para años:
perdone Ud. que le repita hoy estas bellas máximas de su propia prédica. Creo
que no podemos permitirnos disfrutar de lo contrario; y el futuro de nuestro
pueblo somos y seguimos siendo también nosotros.
Le deseo un buen final de semestre. A su mujer, una feliz solución del pro­
blema de las vacaciones y a todos nosotros un buen reencuentro en el otofio.
Su H GG. 14

14. Legado de Max Kommerell, DLA Marbach [84.1547/2]. Acerca de la tem­


prana fascinación de Kommerell por el nacionalsocialismo y por M i lucha, de Hitler,
véase C. Groppe, op. cit., pág. 656ss. (De su convincente presentación citamos el
siguiente fragmento de una carta de Kommerell a Hans Anton —un amigo cerca­
no de Gadamer en Marburgo—del 25-9-1930: «Me alegro, a pesar de todo, de los
nazis. Son una piedra para la construcción —pero: ¿quién construye?»).

212
La carta es importante sobre todo también porque pone en claro la
motivación de la actitud «apolítica», «distante», de arte diplomática, o como
quiera denominársela, de Gadamer. Aun compartiendo la preocupación por
«la pregunta propiamente decisiva de la «cultura» alemana», pregunta que
ningún alemán ni ninguna persona razonable podía dejar de compartir en
aquel tiempo, a Gadamer le importaban, por lo visto, menos las consignas
políticas, los programas y las estructuras (él se refiere, por supuesto, a las
creadas por los nazis) que los seres humanos y lo permanente: esa pregun­
ta «no será dirimida por las instituciones que se han erigido ahora, sino por
los hombres que, a pesar de todo, se encuentran aún en nuestro medio».
Por esa razón, Gadamer estaba dispuesto a mirar más allá de la fraseología
política y de las diferentes medidas políticas, pero también más allá del fana­
tismo temporario de sus amigos. Esto no excluye, por supuesto, que él, como
también muchos otros ajenos al nacionalsocialismo, y a pesar de los «exce­
sos» del partido, tuviese cierta simpatía por los motivos que condujeron a la
toma del poder por parte de Hitler. Esos motivos residían en que muchos
preferían un gobierno de coalición con los nazis como el mal menor, por el
temor que, no sin razón, se había extendido ante la posibilidad de que los
comunistas pudiesen llegar al poder.15Además del temor, en segundo lugar
era la indignación ante las consecuencias de dependencia que traía consi­
go el tratado de Versalles, la que era compartida no solo por todos los con­
servadores, sino también por los sociaidemócratas y los comunistas.16

15. Ver la carta de H G G a George Leaman del 24-10-1989: «El manifiesto a


favor de Hitler del 11-11-1933. [...], tuvo lugar justamente en un momento en
que se conocía todavía la vieja alternativa entre una Alemania comunista y una
Alemania con un gobierno de coalición entre los nacionalsocialistas y los conser­
vadores.»
16. Ver el testimonio de Julius Ebbinghaus en PSd III, pág. 34s. La actitud de
Gadamer se presenta como totalmente comparable con la de Werner Heisenberg.
Véase al respecto D. Cassidy, op. cit., pág. 303: «Like [...] other nationalist-orien­
ted non-Jewish German academics, Heisenberg was at first appalled at the crudity o f
the new leaders and the ‘excesses’ o f their new regime, but he greatly sympathised with
the long-term national revivalpromised by the National Socialists. “Much that is good
is now also being tried’, he wrote as late as October 1933, “and one should recognize
good intentions''. He and others expected that the regime, like its immediate predeces­
sors, would hardly last out the year. An urgent political response, had they with their
“apoliticar attitudes even considered one, seemed to them unnecessary.» [«Tal como
[...] otros académicos no judíos de orientación nacionalista, Heisenberg estaba pri­
meramente horrorizado por la crueldad de los nuevos líderes y los “excesos” de su

213
En tercer lugar, existía la expectativa política de que las presiones de un
gobierno de coalición, como también las de una Realpolitik y las de la polí­
tica mundial iban a mesurar el afán de los nazis. Y, en cuarto lugar, había
esperanzas de llegar a un Estado de derecho por fin estable, el cual podía
surgir de una amplia coalición de derecha, como consecuencia de la cual los
nazis, finalmente, perderían peso en la escena política. Podía ser, como Gada­
mer escribiera más tarde, que Hider «se revelara como alguien capaz de cam­
biar». Pero la expectativa más natural era, sin embargo, que «en seis meses
todo haya terminado».17 Lowith habla también por Gadamer, cuando, en
1940, escribe acerca de esa época incierta que sucedió a la toma de poder
de Hitler: «En general se esperaba a ver cómo se desarrollarían las cosas, y
se evitaba ponerse a sí mismo en evidencia de cualquier manera. Cada
cual tenía también bastante que hacer consigo mismo, pues casi ninguno
pertenecía al partido y se sentía, por tanto, inseguro».18
La medida general de cautela indicaba, pues, esperar, contener la res­
piración, tanto por el hecho de que el disparate podría haber terminado a
fin de año, cuanto también porque el futuro propio era incierto. Es natu­
ral que las generaciones posteriores planteen por qué razón no se ofreció
una resistencia más decidida. Pero ellas saben cómo terminó todo. Es muy
difícil, y hasta imposible colocarse en la situación de aquella época, con
toda su inseguridad. Se subestima también, en ese contexto, la tendencia
conformista de todos y cada uno, tendencia que un Estado totalitario
sólo puede reforzar. Gadamer no negó una tal adecuación: «Tampoco le
será fácil a la generación joven en Alemania imaginarse cómo nos fue en
aquella época, la ola de conformismo, la presión, el adoctrinamiento ideo­
lógico, las sanciones impredecibles, etc. Puede suceder que a uno le pre­
gunten hoy ¿por qué no habéis gritado? Sobre todo, se subestima por cier­
to la tendencia general del ser humano hacia el conformismo, que siempre

nuevo régimen, pero simpatizaba ampliamente con el resurgimiento que, a largo


plazo, prometían los nacionalsocialistas. “También muchas cosas buenas se están
intentando ahora”, escribió en octubre de 1933, “y uno debe reconocer en ello bue­
nas intenciones” . Tanto él como otros esperaban que el régimen, como sus inme­
diatos predecesores, difícilmente duraría hasta fin de año. Una respuesta política
urgente -si acaso, en su actitud apolítica, alguna vez hubiesen pensado en dar algu­
na- les parecía innecesaria.»]
17. K. Reinhardt, op. cit., pág. 393. Véase PL, pág. 51: «Pero, en el fondo,
todos nosotros creíamos, hasta el 30-6-34, que el aquelarre terminaría pronto».
18. K. Lowith, Mein Leben in Deutschland vor und nach 1933, pág. 75.

214
encuentra nuevos medios y caminos para engañarse a sí mismo. La excusa
más importante era: «¿Lo sabrá acaso el Führer? Con ello se procuraba ante
sí mismo restar importancia a las cosas, a fin de no tener que estar total­
mente al margen».19
A pesar de sus simpatías por principio a favor de una coalición a la
derecha de los comunistas y para la renovación de la doctrina nacional ale­
mana, Gadamer nunca asumió «compromisos» en forma directa. El testi­
monio de Lowith confirma, en ese sentido, las afirmaciones posteriores de
Gadamer. El único documento comprometedor de esa época es, natural­
mente, su «firma» al pie del tristemente célebre Manifiesto de los profeso­
res de las universidades y escuelas superiores de Alemania a favor de A dolf
Hitler y del Estado nacionalsocialista, del 11 de noviembre de 1933.20A pri­
mera vista, este manifiesto parece hablar un lenguaje claro. Pero también
aquí hay que preguntarse, en razón de la justicia histórica, de qué se tra­
taba en ese manifiesto y cómo fueron recolectadas las numerosas «firmas».
Como ese manifiesto estaba dirigido, en primera línea, al ámbito extran­
jero, estaba redactado en un tono muy mesurado. El New York Times del
12 de noviembre de 1933 informaba al respecto en una noticia breve y
también mesurada: «In picturesque Leipzig University German professors,
in an Armistice Day meeting, appealed to the intelligentsia of the world
today for a better understanding of Germany. It was their way of urging
popular support for de Nazi Government in tomorrow’s elections. The
appeal followed along broad lines one released during the war, when pro­
fessors and scientists appealed for a better understanding of the German
nation. German professors, today’s appeal said, placed themselves in the
front ranks of field leaders and fighters in behalf of “Germany’s honor, jus­
tice and for world peace”». ¿Tan errado era manifestarse a favor de la paz
mundial y de la «justicia»? Por supuesto, la perversidad residía en que esto
estaba vinculado justamente con un manifiesto a favor de Hitler. Pero sólo
Hitler había llevado a la nación alemana, tras 15 años de dependencia, a

19. H G G , «Oberflachlichkeit und Unkenntnis. Zur Veroffentlichung von


Victor Farias», en Antwort. M artin Heidegger im Gesprdch, с о т р . por G. Neske y
E. Kettering, Pfullingen: Neske, 1988, pág. 152.
20. Bekenntnis der Professoren an den deutschen Universitaten und Hochschulen
zu A dolfH itler und dem nationalsozialistischen Staat, überreicht vom National-
sozialistischen Lehrerbund Deutschland/Sachsen, Dresden, 1933.

215
plantear exigencias de tono «razonable» en pro del reconocimiento de
Alemania como una nación autónoma y amante de la paz en el concierto
de la comunidad de las naciones, y al logro parcial del cumplimiento de
las mismas. Hitler, que en los años subsiguientes demostró su genio tác­
tico también frente a los aliados, tuvo la habilidad de ponerse a la cabeza
de un gobierno de coalición que afirmaba defender unánimemente los jus­
tos intereses de Alemania. Estar en contra de Hitler significaba tanto como
no ser patriota.
La acción partió de la federación nacionalsocialista de docentes de
Sajonia y estaba pensada según el modelo de otras numerosas acciones
semejantes durante la Primera Guerra Mundial, tal como informaba correc­
tamente el New York Times. Por supuesto, hay algo típicamente «alemán»
en el hecho de que se dé tanta importancia a la opinión de profesores uni­
versitarios y que se suponga que los países extranjeros puedan impresio­
narse por esa opinión. El documento contenía breves tomas de posición
de «eruditos» considerados fieles al régimen, como Martin Heidegger y
Friedrich Naumann. Fue publicado en inglés, italiano, francés y español,
y se comprendía como una apelación «de la ciencia alemana a los hombres
cultos del mundo entero, a fin de que tengan la misma comprensión que
esperarían para su propio pueblo por la lucha que el pueblo alemán, uni­
do por Adolf Hitler, libra por la libertad, la honra, el derecho y la paz».21
Detrás de las consignas de paz y de entendimiento se escondía, por supues­
to, la intención del gobierno de Hitler de retirarse de la Sociedad de las
Naciones, de Ginebra. Como iniciadora de las resoluciones del pacto de
Versalles, esta institución gozaba de mala fama en Alemania. El mismo
Hindenburg apoyaba la apelación de Hitler y la salida de Alemania de la
Société des Nations.
Con todo, se podría ver en este documento algo que inculpa a Gadamer,
y cada cual tiene libertad para interpretarlo de ese modo. Indudablemente,
su firma se encuentra al pie del documento. Pero se encuentra junto a las
de muchos otros a los cuales no se puede acusar de ningún tipo de parda
simpatía u oportunismo. Al pie del documento se encuentran también
los nombres de los colegas Gerhard Krüger y del romanista marxista Werner
Krauss. De ese modo, se plantea la pregunta acerca de cómo fueron reco­
gidas estas firmas. Los discursos que constituyen el documento fueron leídos

21. Ibidem, pág. 6.

216
por primera vez en una manifestación en Leipzig el 10 de noviembre. Es,
por tanto, improbable, que los firmantes conocieran estos textos con ante­
rioridad. Según el recuerdo de Gadamer, las firmas provenían de una reu­
nión de docentes en Marburgo. Una insuficiente oposición a una resolu­
ción unánime habría sido aprovechada como firma: «Se trata de una firma
que tiene origen, probablemente, en la primavera, en Marburgo, en una
reunión en la que se nos preguntó públicamente si alguno estaba en con­
tra, y en la que ninguno de nosotros tuvo el coraje de decir que sí, ya que
ello hubiese significado la emigración. Esto fue aprovechado después como
una firma para esa proclama. Gerhard Krüger y Werner Krauss también
habían firmado. Krüger era amigo mío y estaba estrechamente ligado a
Bultmann y a la Iglesia Confesora. Krauss fue más tarde miembro de la
Capilla Roja. Supongo que, en noviembre, los organizadores agregaron sim­
plemente al pie las firmas recogidas por aclamación a favor de Hitler. Sé
muy bien que jamás he visto esta cosa, que venía de Sajonia y había sido
iniciada por Heidegger».22
Por supuesto, es erróneo que esta reunión tuviera lugar en la prima­
vera, y es muy dudoso que la acción fuera «iniciada» por Heidegger. Hasta
ahora, ninguna de las dos cosas puede ser corroborada con pruebas docu­
mentales. Cuando le pregunté por carta sobre aquella acción, Hans-Georg
Gadamer me respondió lo siguiente en una carta fechada el 19 de julio
de 1989 (entre corchetes y en cursiva, las preguntas que yo le había plan­
teado):

Los hechos, por supuesto, no están ya tan presentes en mi memoria. Por lo tan­
to, sólo puedo describir la situación general. Acerca de la acción sajona sólo he
sabido de oídas y, de todos modos, estoy muy seguro de que nunca leí la decla­
ración de Heidegger. En ese punto, es errónea la suposición básica [yo había
preguntado si Heidegger lo había movido a firm ar o a solidarizarse] de que el com­
promiso de Heidegger ejerciera ni siquiera la más mínima influencia sobre mí
o sobre mis amigos en Marburgo. En cuanto se trata de Marburgo, es todo lo
contrario. Puede ser que la cosa fuera un tanto diferente en Friburgo durante
el primer año después de la toma del poder por parte de Hitler. Conozco allá

22. HGG, «... die wirklichen Nazis hatten doch überhaupt kein Interesse an uns.»
«Hans-Georg Gadamer im Gespràch mit Dòrte von Westernhagen», en Das Argument
182 (1990), pág. 548. Mis consideraciones se relacionan también con una carta de
H GG a G. Leaman fechada el 24-10-1989; a éste agradezco haberme dado acceso
a la misma.

217
algunos nombres famosos que, en aquel tiempo, se unieron a Heidegger y se
afiliaron al Partido, y que también permanecieron hasta el final, aunque hacía
mucho que habían comprendido que la gente que rodeaba a Hitler era, en
mayor o menor medida, criminal. Por el contrario, desde hace años sé que
mi nombre se encuentra en alguna de esas proclamas electorales. Ya no recuer­
do con exactitud cómo ocurrió esto en aquel momento. Es muy posible que
durante el año 1933 hubiera simplemente una reunión de docentes en la cual
se apoyara la proclama electoral de manera pública y global. Quien, en aquel
momento, se hubiese puesto de pie y se hubiese excluido hubiese tenido que
ir haciendo sus maletas. Pero esto es una pura suposición. De todas maneras,
sé que en marzo de 1933, con ocasión de las elecciones, las últimas eleccio­
nes libres, en realidad se emitía un voto por los de derecha o por los de izquier­
da y no se pensaba nada más. Por otra parte, era el tiempo anterior al 30 de
junio de 1934, en que Hitler como canciller del Reich conducía un gobierno
de coalición con los conservadores. En ese tiempo se emitieron innumerables
votos en el sentido de una alternativa entre la derecha y la izquierda. Sólo des­
pués del 30 de junio de 1934, la situación en Alemania se tornó desesperada,
porque Hitler, con verdadero instinto para el poder, traicionó su SA
[.Sturmabteilung, literalmente «división de asalto»] y selló una alianza con el
ejército del Reich. A partir de esa fecha hubo, a lo más, una descomposición
interior del ejército, es decir, una guerra civil al estilo del atentado de Gordeler
y Stauffenberg, atentado que, lamentablemente, sólo estuvo preparado en 1944
y, para colmo, fracasó. [Partiendo de la hipótesis de que la firm a hablaría de una
inicial simpatía por el nazismo, yo había preguntado cuándo cambió de postura.]
Lamentablemente, no puedo decir que yo haya cambiado de postura, sino que
al principio, hasta 1934, creí y en el fondo seguí creyendo también después,
que, al fin, la razón de Estado forzaría al régimen de Hitler a una coexisten­
cia pacífica en Europa y, finalmente, también a detener la persecución de los
judíos. Entonces, la «Noche de los cristales rotos» de 1938 fue la sepultura de
la última esperanza y también el momento en que mis amigos judíos, como
Erich Frank, Erich Auerbach, Paul Friedlánder y otros, abandonaron final­
mente Alemania. Tal vez pueda agregar que, a raíz de lo que acabo de decir, no
volví a ver a Heidegger entre 1933 y 1938. A pesar de ello, tuve a menudo
alumnos que Heidegger me había enviado a Marburgo y que se encontraban
en total oposición al régimen. Sólo con el estallido de la guerra y, especialmente,
con el ataque a Rusia, la gran mayoría de los intelectuales alemanes quedó en
una situación de desesperada escisión interior. Esto mismo vale también para
Heidegger. Los demás conocíamos una única frase: «Et illud transit!».

La firma de Gadamer se explica tal vez por una falta de espíritu de sacri­
ficio. Un futuro docente privado difícilmente podía permitirse, en una opor­
tunidad como esta, ponerse en evidencia a través de un voto en contra.
Tal vez no hubiese significado necesariamente la emigración, pero ¿quién
podía saberlo, en aquel momento? También existía una intimidación sub-

218
consciente: о bien se era un nazi convencido, о bien se callaba.23 Queda
pues, a decisión de cada uno el cuestionar a Gadamer a partir de este uni­
co (aunque inequívoco) documento incriminatorio de aquel tiempo. Con
todo, no constituye una prueba de una postura nacionalsocialista.
A pesar de su falta de simpatia por el régimen, de la cual instancias
nazis pronto habrían de acusarlo, la carrera académica de Gadamer pare­
ce haber experimentado un impulso en virtud de la nueva situación. El 24
de agosto, los docentes privados de Marburgo recibieron los encargos de
enseñanza que habían sido solicitados hacía ya largo tiempo: Gadamer,
para ética y estética, y Krüger, para la zona fronteriza entre filosofía y
teología.24 Pero nada habla a favor de que, ya en ese momento, se escon­
diera detrás del hecho una intencionalidad o maquinación política. El
ministro de Ciencia, Cultura y Formación Popular correspondió, simple­
mente, a una solicitud de la Facultad de Filosofía que estaba pendiente des­
de hacía tiempo. En los años subsiguientes, empero, Gadamer habría de
sacar provecho de las circunstancias políticas: en el semestre de verano de
1934, así como también en el semestre de invierno de 1934-1935, tuvo
que hacerse cargo de la suplencia de la cátedra del suspendido Richard
Kroner, en Kiel, y en el semestre de invierno de 1935-1936 y en el semes­
tre de verano de 1936, de la suplencia de la cátedra del también suspen­
dido Erich Frank, en Marburgo.25Gadamer debió de asumir esas suplen­
cias no sin ciertos remordimientos de conciencia, más aún cuando tenía
con Kroner y Frank una relación de amistad. En ambos casos, aseguró,
contó con el apoyo de sus colegas suspendidos, de los cuales permaneció
cerca en aquellos años. Ambos eran «judíos», pero, como Lowith, Husserl,
Honigswald y tantos otros, se identificaban de manera obvia con la tra­
dición de la filosofía alemana. No tenían la culpa de que los nazis hubie­
sen abierto una absurda zanja entre lo alemán y lo judío. No ha habido
algo engañoso en la tradición de los intelectuales alemanes. Los afectados

23. Véanse los recuerdos de Paul Ricoeur de su permanencia en Alemania en


aquel tiempo, en su libro autobiográfico de entrevistas La critique et la conviction,
París: Calmann-Lévy, 1995, pág. 23: «Quant aux Allemands de mon âge, c’étaient
soit des hitlériens vibrants, soit des gens qui préféraient se taire».
24. UAM, PA H GG.
25. A Frank, que había sido sucesor de Heidegger, le fue retirada la licencia de
profesor después del seminario filosófico que dictó en el semestre de verano de 1936.
Véase Chronik der Universitàt Marburg fur 1936 (42), pág. 52.

219
permanecieron en Alemania mientras les era posible creer que la locura de
Hitler podía quedar en un lamentable episodio. Pero después de la «Noche
de los cristales rotos» del 9 de noviembre de 1938 y del pòker de Hitler
con la política mundial en los meses subsiguientes, se había producido un
cambio de derrotero. Frank emigrò en 1939 a Estados Unidos, Kroner
en 1938 a Inglaterra y en 1940 a Estados Unidos. Tampoco Gadamer tenía
la culpa de que los nazis hubiesen creado ese abismo y de que los puestos
que de todos modos había esperado ocupar en su carrera, se debieran a la
tragedia de sus amigos. La locura más primitiva se había convertido en rea­
lidad. Pero como alemán que tenía que alimentar a una familia, creía no
tener otra alternativa que permanecer en Alemania. Según sus recuerdos,
una emigración era impensable para un investigador y docente no some­
tido a persecución racista.26 Es, asimismo, más que dudoso que Gadamer
hubiese podido conseguir en aquel momento un puesto en el extranjero.
Sólo podía ver su oportunidad y futuro en Alemania. Él se consolaba con
la divisa «et illud transit», que debía significar tanto como: «También esto
pasa. Y Alemania permanece. Así lo hemos vivido. ¡Bajo esa consigna! Esto
pasa. Un día, este tremendo episodio pasará y, entonces, algo habrá sido
que todavía estemos aquí. No lo pienso en sentido personal, sino en cuan­
to, durante todo ese tiempo, hemos estado enseñando».27
Más adelante, Gadamer se atribuyó ocasionalmente como algo positi­
vo el haber publicado muy pocas cosas durante el tiempo de los nazis a fin

26. H G G , «...die wirklichen Nazis hatten doch überhaupt kein Interesse an


uns.» Hans-Georg Gadamer im Gesprách mit Dôrte von Westernhagen, en Das
Argument 182 (1990), pág. 550.
27. Ibidem. Véanse también las razones que Karl Reinhardt (op. cit., pág. 393),
amigo de Gadamer, esgrimía a favor de una permanencia en Alemania: 1) Obligación
de funcionario, es decir «el así llamado “maldito deber y obligación”, asociada, en
parte, con la expectativa, especialmente difundida entre los emigrantes, de que en
medio año todo habría pasado»; 2) competencia y dificultad para la ubicación de
los colegas en el exterior; 3) obligaciones de familia; 4) «Total carencia de efectos
en Alemania. Todo el éxito sería una noticia en el informativo de la universidad:
“desvinculado de sus obligaciones por pedido propio”. Y los estudiantes y colegas
habrían sacado la conclusión: también él, pues, tenía una falla en el tejido. Así es
como, lamentablemente, tampoco llegó a conocerse la objeción del filólogo clási­
co de Rostock [...] Kurt von Fritz, que agregó a su juramento: “En la medida en
que no se oponga a la verdad”, después de lo cual tuvo que abandonar Alemania».
5. «Sentimiento general de que había que quedarse, pase lo que pase.»

220
de manifestar su posición marginal.28 Las malas lenguas habrían de afir­
mar que Gadamer, siempre relativamente perezoso para escribir, hacía de la
necesidad una virtud. En este contexto, Gadamer dijo también que, «por
precaución», había interrumpido determinados trabajos filosóficos a raíz de
reparos de tipo político.29 Como se puede comprobar, desde la publicación,
en 1931, de su trabajo de habilitación académica, para cuya redacción había
aprovechado su experiencia docente desde 1929, él estaba trabajando en un
comentario sobre la Física de Aristóteles y en estudios sobre la ética del esta-
girita. Pero, de acuerdo a sus afirmaciones posteriores, el trabajo que inte­
rrumpió fue más bien el referido a la «doctrina de los sofistas y de Platón
sobre el Estado». No obstante, publicó dos «aspectos parciales»: Plato und
die Dichter (Platón y los poetas, 1934) y Platos Staat der Erziehung ([El
estado de la educación en Platón], 1942). Al mismo tiempo de atribuirse el
mérito de haber postergado temas políticamente explosivos, Gadamer admi­
tió que había publicado partes de su trabajo. La postergación era, según se
ve, sólo relativa. La «interrupción» quiere decir aquí, a lo sumo, que, por
precaución, se limitó a los aspectos puramente filológicos y evitó las refe­
rencias a la actualidad.
Es menos conocido, pero Gadamer ha hablado también con referen­
cia a aquella época acerca de una interrupción políticamente forzada de un
trabajo más extenso sobre Holderlin y la repercusión de la Revolución
Francesa en la cultura alemana.30 En esa afirmación sorprende el hecho,
debido probablemente a razones políticas, de que la misma fue realizada
sólo en 1983. Antes de esa fecha no se encuentra huella alguna del aconte­
cimiento, ni en las memorias de posguerra de Gadamer ni en los trabajos
en torno a 1933. Hay que preguntar, pues, qué hay detrás de este recuer­
do. Que Gadamer se interesaba en aquel tiempo por el clasicismo alemán

28. H GG, «...die wirklichen Nazis hatten doch iiberhaupt kein Interesse an
uns.» Hans-Georg Gadamer im Gespràch mit Dòrte von Westernhagen, en Das
Argument 182 (1990), pág. 551.
29. GW 2, 489.
30. Ver H GG, Die Gegenwdrtigkeit Holderlins (1983), en GW 9, 41: «Lo que
hoy está tan a menudo en boca de todos ya nos movilizaba mucho en los años vein­
te: Holderlin, el jacobino. En torno al año 1933, yo estaba dedicado a un trabajo
de mayores dimensiones acerca de la Revolución francesa y de sus efectos sobre la
cultura alemana. Como me había decidido a permanecer en Alemania, abandoné
el tema del trabajo».

221
es algo bien comprobable. Su íntimo amigo Max Kommerell había escrito
en 1928 una obra «clásica» sobre «El poeta como líder en el clasicismo ale­
mán», obra en la que Hôlderlin ocupaba un importante lugar. La obra es­
taba penetrada de la mentalidad de George y tuvo, por esa razón, una gran
repercusión. Aún más que el anterior le gustó a Gadamer el libro de
Kommerell sobre Jean Paul del año 1933.31 El interés específico de
Gadamer por el tema de la Revolución Francesa fue despertado por la pu­
blicación del libro de Alfred Stern Der Einfluss der Franzosischen Revolution
a u f das deutsche Geistesleben (La influencia de la revolución francesa en la
vida intelectual alemana, Stuttgart/Berlín: J. G. Cotta, 1928).32 El tema de
investigación al que se refería Gadamer en 1983 había sido ya, pues, el
tema de un libro reconocido. La afirmación tardía de Gadamer al respecto
habrá de interpretarse, entonces, en el sentido de que se «interesó» por un
tema que ya estaba en el aire, pero que no habrían sido investigaciones de
envergadura. En sí, se trataba de un tema aún hoy fascinante de la historia
de la literatura. Y tenía, en ese tiempo, un carácter políticamente explosi­
vo, en cuanto los «alemanes» reivindicaban un camino especial en el con­
texto de la historia del espíritu europeo. Esto conducía a la delimitación
del «modo de ser alemán» frente al resto de Occidente, como sucedía, por
ejemplo, en el caso de Heidegger.33 Pero planteos de esa naturaleza habían
existido mucho antes de 1933. Los nazis no los inventaron, aunque sí los
instrumentalizaron para sus propios objetivos y, prácticamente, los inutili­
zaron para la posteridad.
Este interés estaba, pues, presente en Gadamer, pero correspondía a la
impronta que él había recibido ya de la obvia tradición alemana y, en par­
ticular, del círculo de George. Sin duda, este interés ejercía todavía su influ­
jo en la crítica a la Ilustración de Verdady método. Gadamer nunca negó que
esta crítica a la Ilustración hundía sus raíces en el romanticismo alemán. En
ese sentido, se pueden proyectar retrospectivamente algunos motivos de la
hermenéutica de Gadamer hacia aquel tiempo, en la medida en que esta crí­
tica cuestiona el privilegio de un método universal para encontrar la ver­

31. Carta a Kommerell del 28-10-1933: «Su Jean Paul, el Dionysos, el Sophocles,
(y ex officio también el Parmenides de Riezler): no puedo describirle cuánto me atrae
todo esto.»
32. Complemento verbal a lo afirmado en GW 9, 41.
33. Véase, por ejemplo, el texto de Heidegger de 1937, Wege zur Aussprache,
enG A 13, pág. 15-21.

222
dad. Un trabajo de este tenor no hubiese sido en 1933 necesariamente «hos­
til al nazismo», pero Gadamer quería tal vez evitar tan mala vecindad, si
es que tenía acaso algún plan firme de investigación en este sentido (cosa
que puede ponerse en duda).
Solamente sus trabajos sobre la doctrina de Platón sobre el Estado
son más claramente comprobables. Gadamer no interrumpió totalmente
estos trabajos en 1934, al dar a imprimir su trabajo Plato und die Dichter.
Sin embargo, su origen no tiene nada que ver con la toma del poder por
parte de los nazis. Se lo puede alinear claramente en la continuidad de sus
investigaciones sobre Platón de los años veinte, y procede de un tratado más
amplio que Gadamer había escrito al comienzo de los años treinta, pero que
le había sido devuelto por el editor Klostermann para que lo retocara. Este
escrito adquirió una ambigua actualidad en el momento en que Teresa
Orozco pretendió detectar en él alusiones en el sentido de una «fascistiza-
ción» de Alemania.34 Lo único concluyente en la presentación de Orozco es
que no pocos investigadores de Platón, en ese período de cambio radical,
pretendían relacionar el Estado platónico con el Estado nacionalsocialista.
Con todo, ella no pudo darse cuenta de que tales relaciones estaban total­
mente alejadas del ánimo de Gadamer. En efecto, Gadamer no habla de
ellas en ningún pasaje de su escrito. Orozco pretendía reconocer a toda cos­
ta en Gadamer rasgos «fascistoides» y le atribuía un elevado «arte de la
alusión». Según ella, él quería dar a conocer su pertenencia a la ideología
nazi sólo de manera indirecta. Pero ¿por qué habría querido hacerlo Gadamer?
¿Acaso eran los nazis tan sutiles? Si Gadamer hubiese simpatizado realmente
con los nazis, hubiese sido mucho más natural y tácticamente inteligente
haberse manifestado públicamente a su favor. Gadamer no lo hizo. Más allá
de esto, es preciso ver que el «arte de la alusión», en un Estado totalitario
o que se encuentra en un desarrollo totalitario, va más bien en la direc­
ción contraria. Pues el que coincide con la ideología oficial no necesita escon­
derse. Solamente el que se diferencia de ella o quiere dar a conocer su crí­

34. VerT. Orozco, «Die Kunst der Anspielung. Hans-Georg Gadamers philo-
sophische Intervention ini NS», en Das Argument. Zeitschriftfu r Philosophie und
Sozialwissenschaften, 37 (1995), pág. 311-324; Platonische Gewalt. Gadamers poli-
tische Hermeneutik der NS-Zeit, Berlín: Argument Sonderband, 1995; «Die Platon-
Rezeption in Deutschland um 1933», en Korotin, lise (сотр.), «Die besten Geister
de Nation». Philosophie und N ationalsozialism us, Viena: Picus Verlag, 1994,
pág. 141-185.

223
tica recurre al medio de la alusión, ya que la resistencia abierta sería suici­
da. Teresa Orozco ve, pues, de manera totalmente errada la lógica de la alu­
sión en un Estado totalitario, para no mencionar las graves desviaciones
como el relacionar la crítica de Platón a los poetas con las quemas de libros
en Alemania.35
Por el contrario, en el escrito de 1934 se podrían encontrar sin esfuer­
zo alusiones que van en un sentido opuesto.36 El mismo Gadamer hizo refe­
rencia, en este contexto, a una cita de Goethe que hace las veces de lema: «El
que filosofa está en disidencia respecto de las imágenes reinantes en su mun­
do antecedente y contemporáneo». Tal vez esto no pueda denominarse resis­
tencia abierta, pero ciertamente se puede ver en ello una alusión. Más lla­
mativo aún es el hecho de que el trabajo es apolítico en cuanto niega que
Platón, con su construcción ideal, se refiera a un diseño real de Estado. Con
este escrito, Gadamer continuó sus anteriores investigaciones sobre el sen­
tido de la construcción utópica del Estado en Platón, investigaciones que lo
ocuparían a lo largo de toda su vida. Ante la preferencia de Gadamer por la
poesía, la expulsión de los poetas acerca de la que Platón escribe debía obrar,
obviamente, como un desafío. Su publicación tiene también su punto de
partida en esa provocación: «Nunca un filósofo ha negado tan a fondo el
reconocimiento de su rango al arte»; y se reconoce también la intimísima
visión de Gadamer acerca del elevado sentido del arte, cuando dice, a con­
tinuación: «y nunca se ha impugnado con semejante virulencia su preten­
sión, para nosotros tan obvia, de ser la manifestación de la verdad más pro­
funda y secreta».37 El amante del arte poético (¡del cual es imposible imaginarse,
como afirma Orozco, que haya apoyado las quemas de libros!) debía sen­
tirse directamente desafiado por la célebre crítica de Platón. La paradoja

35. Platonische Gewalt, pág. 47.


36. Véase, por ejemplo, en Plato und die Dichter, edición original, Frankfurt:
Klostermann, 1934 (reproducida sin modificaciones —lo que no es poco—en GW
5), el tema de un radical apartamiento respecto del Estado, tal como este se daba
en el momento (pág. 13; GW 5, 193), la reiterada referencia al hecho de que se habla
de un «Estado en la idea» y no de un Estado cualquiera en la tierra (pág. 14; 194),
la crítica a una institución educativa que poseyera «poder ilimitado» (pág. 18; 197),
el énfasis en «la disonancia que reside en la naturaleza humana» (pág. 18; 198), y, en
general, la continua crítica a un Estado en el que la justicia no es real ni en la moral
ni en el orden de la sociedad (pág. 29; 207).
37. Ibidem, pág. 5; GW 5, 187.

224
es tanto más escabrosa, cuanto el mismo Platón fue también un gran poe­
ta. La solución de Gadamer queda formulada de manera un poco compli­
cada, pero su hipótesis básica, de gran osadía, será concretizada en poste­
riores trabajos en la clara tesis de que, en Platón, no se trata de un diseño
político real de Estado, sino de un «Estado en ideas». Ante el Estado exis­
tente, en el cual, debido al arte educativo de los sofistas, la justicia no es real
ni en la moral ni en el orden de la sociedad, en Platón sólo puede tratarse,
afirma Gadamer, de un «Estado de la educación».38 La crítica a los poetas está
también relacionada con esa orientación pedagógica. Su sentido crítico ha
de verse en «el reconocimiento socrático, por parte de Platón, de que, desde
que la sofística determinaba el espíritu de la educación, dejó de existir un
ethos estatal de carácter unificador que pudiese asegurarle a la poesía su correc­
ta repercusión e interpretación».39 Según Platón, como lo interpreta Gadamer,
de esa educación sofista se sigue como consecuencia una comprensión pura­
mente estética del arte, que pasa por alto la seriedad, la seriedad educativa
del arte. Esta visión puramente estética del arte es el verdadero blanco de la
crítica de Platón a los poetas.40 Sólo el diálogo filosófico y socrático, tal como
lo practica Platón, puede cumplir las tareas de una poesía que no haya caí­
do en mera apariencia estética. La preocupación de Platón es esta oposi­
ción entre el encantamiento estético de la poesía y el encantamiento de sig­
no contrario del inquirir filosófico. Con otras palabras: una poesía practicada
sin seriedad filosófica se queda detrás de la exigencia que, con todo derecho,
se le puede plantear a una verdadera poesía. Pues la poesía no se agota en la
producción de frases bellas. En realidad, las frases son, en cuanto tales, total­
mente secundarias. Hasta se ha de estar dispuesto a prescindir de lo pura­
mente verbal: «Precisamente éste es el motivo que resuena constantemente
en la crítica de Platón a los poetas: que para ellos va en serio algo que no vale
la pena tomarse del todo en serio. El mismo Platón hace ocasionales refe­
rencias al hecho de que sus propias creaciones, justamente por ser sólo bro­
ma y pretender ser un juego, son la verdadera poesía.»41

38. La formulación, que aparece reiteradas veces en el escrito de 1934 (véase


Plato und die Dichter, 1934, op. cit., pág. 17, 29; GW 5, 196, 207), aportará el títu­
lo al segundo tratado de Gadamer sobre Platón escrito en la época nacionalsocia­
lista: «Platos Staat der Erziehung» (1942).
39. Plato und die Dichter, 1934, op. cit., pág. 15; GW 5, 195.
40. Ver pág. 27; GW 5, 206.
41. Pág. 33; G W 5, 210.

225
En esta interpretación se encuentran, pues, muchos motivos de la es­
tética y de la interpretación de Platón posteriores de Gadamer. Desde
luego, hay que tener realmente mucha fantasía para interpretarla como
una aprobación de las circunstancias creadas por los nazis. Si él hubiese
estado de acuerdo con esas circunstancias, podría haber incorporado y
mencionado sin dificultad el contexto histórico en su presentación. El
hecho de que no lo hiciera podría insinuar la sospecha contraria, es decir,
que él quería que sus reiteradas referencias a la sofística y a la descompo­
sición del Estado se comprendieran como una crítica a los nazis. A
Gadamer le importaba principalmente hacer una interpretación de
Platón de la que se pudiera afirmar que él la hubiese presentado de la
misma forma aun si los nazis no hubiesen llegado al poder. La paradoja
de la expulsión de los poetas por un poeta del rango de Platón había sido
desde muy antiguo un tema clásico de la investigación platónica y debía
constituir un particular desafío para un espíritu con disposición poética
como Gadamer. La inquietud sistemática, contemporánea, que relacio­
naba a Gadamer con este tema histórico, residía en la crítica a la abstrac­
ción de la consciencia estética. Esta inquietud se convertiría en un topos
de la obra de Gadamer a lo largo de toda su vida y brindaría el punto de
partida para Verdad y método. La consciencia estética es para Gadamer
una abstracción, pues se concentra aparentemente sólo en los aspectos
puramente estéticos de la obra de arte y prescinde de su pretensión de
verdad. Gadamer sigue aquí la conocida crítica de Kierkegaard del esta­
dio estético, con la cual ilumina, en 1934, la crítica de Platón a los poe­
tas. En Verdady método, Gadamer sostendría la tesis más amplia según la
cual esa determinación puramente estética del arte sería la consecuencia
directa de la pretensión de monopolio que tiene el método moderno
ante la pregunta por la verdad. Siendo que el arte no puede producir
ninguna verdad metódicamente controlable, ha tenido que limitarse for­
zosamente a lo puramente estético. De esa manera, al arte perdió su
decisiva dimensión de verdad o, como dice en el trabajo sobre Platón de
1934, «su pretensión, para nosotros tan obvia, de ser la manifestación
de la verdad más profunda y secreta».
De ese tema trataba el trabajo Plato und die Dichter. por decirlo de este
modo, de la crítica de Platón respecto del «estadio estético» puro. Esta rela­
ción contextual ocupó a Gadamer en su curso del semestre de invierno de
1933-1934 intitulado «Estado y arte (Introducción a la estética)». (En el
semestre de verano de 1933 había dictado clases prácticas sobre las

226
Investigaciones lógicas, de Husserl.42) Por lo que sé, no existen apuntes de este
curso, pero todo indica que esa crítica del esteticismo estaba en el centro de
las argumentaciones de Gadamer. Manifiestos políticos a favor del Estado
nacionalsocialista (que sólo existió propiamente a partir del 30 de junio
de 1934) deben de haber estado tan ausentes en estas clases como en la con­
ferencia «Plato und die Dichter» del 24 de enero de 1934, que resumía el
producto de aquel curso. Más adelante, Gadamer manifestó lo siguiente
acerca de este curso: «En aquel tiempo inicié un curso intitulado Kunst und
Staat [Arte y Estado]. En ese curso intenté mostrar que el arte no es un fenó­
meno puramente estético, sino que en él se nos plantean verdades. Esta tesis
trae como consecuencia que mi libro comience, finalmente, por el arte. Esto
no se debe a la influencia de Heidegger, sino, por el contrario, fue la pri­
mera vez que yo progresé con mis cosas. Heidegger dictó, según creo, en
1935 este curso sobre el arte. Después lo escuchamos en Frankfurt. En aquel
momento pensé para mis adentros: «¡Oh, ahora también él lo ha notado!»
Esto quiere decir, pues: el arte está tan íntimamente relacionado con la pre­
tensión de verdad, que desde esta perspectiva [se comprende] la crítica
que Heidegger formuló ya tempranamente a la lógica de las sentencias y
más tarde al platonismo, y también al aristotelismo y al tomismo».
Es cierto que se trata de una afirmación tardía (oral, en 1995), que debe
tomarse con la correspondiente precaución, pero ella coincide tanto con
la conferencia de 1934, en la que supuestos paralelismos con los nazis no
desempeñan ningún papel, que se la puede considerar, por lo menos, como
una expresión fidedigna acerca del núcleo sistemático del curso. Sin embar­
go, en esa crítica de la consciencia estética reside un cierto paralelismo con
los nazis, a saber, con su infame campaña contra el «arte degenerado», en
nombre de un «arte más popular». Pero ese paralelismo es tanto menos sos­
pechoso, cuanto era el mismo Gadamer el que advirtió primero al respec­
to, y esto mucho después del colapso del nacionalsocialismo. La coinci­
dencia, temáticamente casual y superficial, se encuentra en un importante
artículo del año 1966 que trata nuevamente acerca de la abstracción esté­
tica, con la cual se inicia Verdady método-. «Hace aproximadamente 30 años,
el problema aquí planteado se hizo consciente de una manera deforme,

42. Probablemente sea esta la razón por la cual la lista de las actividades aca­
démicas de Gadamer presentada por Orozco (Platonische Gewalt, pág. 233s) comien­
ce sólo con el semestre de invierno de 1934-1935. Pero aun en esa lista se advierte
que no contiene ningún título que pueda ser motivo de incriminación.

227
cuando la política del nacionalsocialismo respecto del arte, por el camino y
en beneficio de sus propios objetivos políticos, procuró criticar el formalis­
mo de una cultura puramente estética a través de su discurso sobre el arte
relacionado con el pueblo, discurso del que, más allá de todo el abuso al que
esa consigna condujera, no se puede negar que haga referencia a algo real».43
Los inquisidores se podrán alegrar: ¡en 1966, Gadamer confesó que la crí­
tica al arte degenerado hacía referencia a «algo real» y coincidía con un moti­
vo de su crítica de la conciencia estética! Gadamer, sin embargo, podía decir
esto solamente porque estaba interiormente seguro de la distancia entre la
ideología nacionalsocialista y su propio esbozo filosófico. En efecto, su ins­
piración no tenía nada que ver con los nazis. Provenía de Kierkegaard y,
de acuerdo con el escrito de 1934, de Platón. Si la crítica del esteticismo
hubiese sido un monopolio de los nazis, entonces debería declararse a
Kierkegaard como un proto-nazi.

43. Die Universalitàt des hermeneutischen Problems (1966), GW 2, 221. Con


relación a una crítica de la conciencia estética véase, además, la recensión de con­
junto escrita por Gadamer en ese tiempo bajo el título «Àsthetik» en Zeitschrifi
fiir deutsche Bildung, febrero 1934, pág. 324-328. Allí se comentan brevemente tra­
bajos de fines de los años veinte y de comienzos de los treinta, entre otros, de H.
Kuhn, O. Becker, F. Kaufmann (ambos en el libro conmemorativo para Husserl de
1929), Th. Wiesengrund-Adorno, así como también nuevas ediciones de Hegel y
de Schleiermacher.

228
X. Consolidación de sí mismo

En suma, era más prudente comportarse con discreción.


H a n s-G eo rg G ad am er1

Las posiciones políticas opuestas de Heidegger y su alumno Gadamer en el


año 1933 dan que pensar en muchos sentidos. A primera vista, daría la
impresión de que sólo Heidegger se hubiese comprometido, y que Gadamer
hubiese conservado siempre una distancia, lo que redunda en su honor.
Desde la perspectiva de Gadamer, Heidegger fue impulsado en su actitud
por un celo casi misionero que lo tornó inasequible durante un año y lo
condujo a terribles desvíos, tal como constan en actas de denuncias de cole­
gas suyos que estaban alejados del movimiento nazi.2 La ofuscación era
tan evidente y, al mismo tiempo, tan penosa, que sus discípulos más alle­
gados la reconocían como tal y sospechaban que podría ser transitoria.
Pensaban que Heidegger bien pronto habría de experimentar derrotas y que
recuperaría su independencia.
Pero, por otra parte, no debe ignorarse que el compromiso de
Heidegger, aun con toda su ceguera, tenía algo de «constante», en cuanto él
reconoció muy bien la urgencia de la hora. Como filósofo de su rango no
podía contentarse con permanecer cómodamente al margen. Al compro­
meterse políticamente en 1933, con grandes riesgos para él mismo y para su
reputación, Heidegger se atenía, pues, con decisión radical, a un principio
de responsabilidad. Por el contrario, la actitud de Gadamer, aun siendo po­
líticamente más prudente y cosmopolita, era más expectante, más carente
de compromiso y, por tanto, más tibia. Él no se animaba a formular ningún
juicio acerca de los acontecimientos que se agitaban a su alrededor. Para

1. G W 2, 490.
2. Además de los conocidos informes sobre Staudinger, Baumgarten y
Hònigswald, véase la exposición de Max Müller (Auseinandersetzung ais Versóhnung.
Ein Gespràch über ein Leben mit der Philosophie, comp, por Wilhelm Vossenkuhl,
Berlín: Akademie Verlag, 1994), cuya carrera académica fue entorpecida por
Heidegger. A pesar de ello, Müller mantuvo a lo largo de toda su vida la fidelidad
a la persona y el pensamiento de su maestro.

229
Heidegger, los discípulos suyos que en 1933 no lo habían seguido política­
mente eran «niños burgueses reblandecidos, incapaces de pensar con radi­
calismo».3 En eso no estaba totalmente errado, tal como lo ha reconocido
Gadamer sin ambages: «Así éramos, pero que para ello hubiese que decidir­
se justamente por Hitler, no nos convencía.»
Pese a todos los graves reproches que se le puedan hacer a Heidegger,
más aún desde la perspectiva de la distancia histórica, se podrá conceder, en
el sentido de una interpretación obviamente muy benévola, que era el más
comprometido, el que estaba más inmediatamente captado por la hora deci­
siva que se estaba atravesando. Gadamer tenía más instinto político;
Heidegger, en cambio, más coraje. Heidegger tomaba en serio a los nazis,
Gadamer no. Para Heidegger, la revolución nacionalsocialista traía consigo
una completa «transformación de nuestra existencia», era una respuesta posi­
ble al «olvido del ser», mientras que Gadamer, como la mayoría de los libe­
rales, contaba con que, en pocos meses, la revolución habría quedado atrás.
Heidegger, por tanto, valoraba más de lo debido a los nazis (y, según pará­
metros puramente «históricos», no sin razón); Gadamer, en cambio, los
subestimaba.4 Como es obvio, la posición académica de ambos no era com­
parable. Como estrella de la filosofía alemana, Heidegger se sentía, para
decirlo con una frase muy citada de Jaspers, elegido para «conducir al Führer»
\«den Führer zu fuhren»]. Por fortuna para su filosofía, el Führer le hizo el
favor de no tomarlo en serio. Además, las humillaciones que le impusiera
la meticulosa burocracia nazi constituyeron un motivo más para su renun­
cia al rectorado, presentada en razón de principios en abril de 1934, en
un estadio todavía temprano, pues, del dominio nazi. En cambio, Gadamer
no era más que un futuro docente privado, carente de independencia,
que tenía que comportarse, todavía, de acuerdo a la «ley de la conservación
de sí mism o».5 Una confesión política en el sentido de los nazis, por

3. Conversación del 30-1-1990.


4. Como queriendo disculparse por haberse quedado dormido en la «hora deci­
siva» [«Schicksalsstunde»], Gadamer concedió, más adelante, que, en aquella épo­
ca, «su atención [política] no había madurado» (véase Hans-Georg Gadamer on
Education, Poetry and History. Applied Hermeneutics, comp, por D. Misgeld y G.
Nicholson, Albany: SUNY Press, 1992, pág. 143: «You have been asking me politi­
cal questions about a time in which I myself was simply not mature.» [«Usted me
ha estado formulando preguntas políticas respecto de una época en que yo, sim­
plemente, aún no estaba maduro.»]).
5. Ver GW 2, 489.

230
ejemplo, a través de la forma más simple del ingreso al partido, le habría
procurado por cierto un avance en lo profesional, pero él no podía conci­
liar esto con la amistad de sus muchos colegas judíos. Más adelante, Gadamer
se preguntó qué hubiese sido de él sin esos amigos. ¿No hubiese sido na­
tural, para un hombre de su origen y formación, haber celebrado o, al menos,
tolerado en Hitler a un baluarte contra el comunismo y al restaurador de la
honra alemana?
El horizonte de la formación y la experiencia de Gadamer se limitaba
a la situación interior de Alemania. Había recibido una educación rígida,
típicamente «prusiana», en 1914 se había entusiasmado por el militarismo
alemán, tuvo que vivir el derrumbe y la ruptura de la tradición en 1918,
disfrutó durante sus estudios de una proximidad muy inmediata a gran­
des personalidades de la vida cultural alemana (los georgianos, los neo-
kantianos, filólogos y fenomenólogos), atravesó las humillaciones del Tratado
de Versalles y la miseria de las crisis económicas, de las que se responsabi­
lizaba, naturalmente, a los «aliados». Incluso la tendencia conciliadora, res­
ponsable y occidentalista del gobierno de Brüning topó con la incom­
prensión de los aliados. ¿Acaso no contó Hitler incluso con una legitimación
democrática cuando se puso al frente de un gobierno unitario para exigir
por medio de la fuerza (y más tarde de amenazas eficaces) un mayor reco­
nocimiento y más respeto para Alemania? ¿No era preciso que los alemanes
tenían que solidarizarse con estas pretensiones?
Gadamer pudo vivir una confirmación inmediata de su «germanidad»
cuando realizó un viaje privado a París, en abril de 1933, que fue su pri­
mera experiencia de estar en un país extranjero. Pasó diez días en la capi­
tal francesa, donde se alojó con su mujer en un modesto hotel del Quartier
Latin. Tuvo varios encuentros con Leo Strauss, quien se encontraba en la
ciudad como becario del instituto Rockefeller y vivía muy cerca de él. Strauss
procedía de un pequeño pueblo de los alrededores de Marburgo, pero nun­
ca había estudiado en esta ciudad sino en Hamburgo, donde uno de sus
profesores fue Cassirer. Había asistido, además, a las clases de Heidegger en
Friburgo, a principios de los años veinte, y en aquel tiempo la intensidad
de la impresión que le causó fue tan honda como posteriormente la indig­
nación sobre su compromiso con los nacionalsocialistas. La relación con
Strauss se inició cuando Gadamer administraba la biblioteca del Seminario
de Marburgo, a la cual Strauss acudía ocasionalmente para prestar libros.
Aunque Marburgo era su ciudad natal, era allí en cierto modo un outsider.
Gadamer, como insider discreto, tuvo con él un trato cordial pero más bien

231
distante. La razón de ello era que Gadamer se había enterado por Jakob
Klein de que Strauss le guardaba un cierto «rencor», aunque nunca llegó a
saber el motivo. Strauss era, en general, una persona muy desconfiada, y
también en su teoría persecutoria de la escritura -que posteriormente llegó
a ser célebre- ofreció una concepción según la cual había que suponer que
tras las afirmaciones públicas había un lenguaje secreto, cuando no una ins­
trumentación consciente.6Así, Gadamer fue siempre prudente con él, tenien­
do cuidado de no excitar su temperamento desconfiado.7 En París, Strauss
exponía su opinión sobre el curso de la política alemana y la reacción fran­
cesa ante ésta. Gadamer le escuchaba, pero se guardaba de expresar su pro­
pio parecer, si es que tenía uno al respecto. Un día fueron a un cine donde
se proyectaba un noticiario con un reportaje sobre el «nudismo alemán». Se
trataba de un documental sobre un acontecimiento deportivo que mos­
traba a los atletas moviéndose como en los desfiles militares. El público fran­
cés prorrumpió en carcajadas. En un primer momento, Gadamer no enten­
dió el motivo de las risas, porque, como alemán, estos desfiles de estilo
militar, incluso cuando se trataba de atletas, le eran absolutamente familia­
res. Como recordaba Gadamer, esto «no tenía que ver lo más mínimo con
los nazis»,8 pero para los franceses la conexión no dejaba de ser evidente y
bastante ridicula. En esta ocasión, Gadamer comprendió, sin embargo, que
había sido educado en una tradición específica que podía causar un efecto
infalible a otras culturas. ¿Era posible, en esta situación, que se lograra real­
mente un entendimiento entre los pueblos?
Para los nazis el año 1934 fue el momento de la consolidación de su
poder. Mientras que al principio parecía inseguro que pudiesen mante­
nerse mucho tiempo en el gobierno, tras el golpe de Rohm, el 30 de junio,
y la muerte de Hindenburg, Hitler consiguió hacerse con el poder absolu­
to, total y totalitario y no dejó lugar a dudas sobre sus intenciones. A par-

6. Ver Leo Strauss, Persecution and the Art o f Writing, Glencoe, 111.: The Free
Press, 1952. [Trad, castellana: Persecución y arte de escribir, Valencia, 1996.]
7. Ver «Gadamer on Strauss: An Interview», en Interpretation: A Journal o f
Political Philosophy (12/1) 1984, pág. 2: «I was very careful not to offend him, kno­
wing how sensitive he was. We were on good terms and talked now and then but other­
wise hadfew relations with each other.» [«Yo tenía mucho cuidado de no ofenderle,
sabiendo cuán sensible era él. Estuvimos en buenos términos y hablamos en ciertas
oportunidades, pero, más allá de esto, tuvimos muy poco contacto.»]
8. PL, pág. 50.

232
tir de ese momento se sabía que se trataba de una pandilla de criminales
viles, ávidos de poder, que no dudarían en hacer realidad sus impulsos
más primitivos. Cualquier forma de resistencia era, en lo sucesivo, suicida.
Tal vez este peligro no era tan cierto como la gente se imaginaba, pero el
terror totalitario consiste precisamente en que llega a ser interiorizado
hasta tal punto que cada uno tiene miedo a cualquier otro y cree que debe
mantener silencio.
En consecuencia, el antisemitismo de los nazis era algo que había que
tomar en serio. En el «Decreto para el restablecimiento del funcionariado
alemán», promulgado en abril de 1933, las serias medidas antisemitas toda­
vía quedaban veladas en artículos complementarios puestos en cláusulas. La
intención manifiesta y «bienintencionada» del decreto era restablecer el «fun­
cionariado alemán», disuelto tras la derrota de 1918, lo que implicaba que
se apartarían a los «no alemanes» del servicio público; pero la medida pre­
sentaba muchas excepciones. Se diferenciaba a los que eran «medio judíos»
de los que eran judíos por ambos lados paternos (categorías, por supuesto,
alejadas del judaismo, pues se es o no se es judío sólo cuando lo es la madre);
los combatientes judíos de la primera guerra mundial quedaron, asimismo,
excluidos de estas medidas. Así surgió la impresión de que los judíos que
habían sido «patriotas» también podían ser «alemanes». Los nazis no ocul­
taban, como es natural, su resentimiento contra los judíos, los cuales esta­
ban «sobrerrepresentados» en las finanzas y en el funcionariado; no obs­
tante, sí parecía que estaban dispuestos a reconocer entre ellos a los auténticos
patriotas. Por consiguiente, los nazis no parecían ser «antisemitas» absolu­
tos. Así, Hitler, teniendo en cuenta las reacciones en el extranjero, había
condenado en un primer momento los ataques contra los judíos efectuados
por tropas de asalto de las SA y las SS demasiado diligentes. Según la inter­
pretación más benévola, las primeras medidas antisemitas respondían al afán
del gobierno, en el marco del restablecimiento del honor y poderío alema­
nes, por «rectificar» la «preponderancia» de los judíos en la vida pública.
Rüdiger Safranski ha hablado, en este contexto, de un «antisemitismo com­
petitivo», alimentado por el resentimiento, y lo ha diferenciado de un anti­
semitismo primitivo, puramente racista, más cercano al espíritu de los nazis.9
Incluso había algunos entre los judíos mismos que consideraban que estas
medidas eran legítimas y no fueron pocos los judíos de «pura sangre» que

9. R. Safranski, op. cit., pág. 299s.

233
intentaron hacerse pasar por «medio judíos». De todos modos, la mayoría
de judíos alemanes pertenecientes a los círculos intelectuales estaban tan
asimilados que sólo una minoría podía seguir identificándose con su heren­
cia judía. Recordemos el trágico ejemplo de Husserl, quien siempre se había
considerado más alemán que judío. Cuando en 1935 los nazis le permitie­
ron dar conferencias en Viena valoraba este gesto como un juicio positivo
sobre su importancia para el nuevo Estado y constató con satisfacción que
«no se [le] incluía en el estercolero de los no-arios»10. También protestó con­
tra las duras medidas de los nazis recurriendo al argumento de que su fami­
lia ya había pagado, en la Primera Guerra Mundial, su tributo de sangre con
la muerte de su hijo Wolfgang en 1916. Todo ello sólo muestra hasta qué
punto los «judíos» no se habían considerado a sí mismos como tales, pero
también hasta qué punto ya habían asumido la infame línea argumentati­
va de los nazis.
Con la consolidación del poder nacionalsocialista se fueron suprimiendo
cada vez más las cláusulas y excepciones. En el círculo de Gadamer, el pri­
mer afectado por estas medidas fue Karl Lowith. En su calidad de comba­
tiente en la Primera Guerra Mundial, inicialmente fue excluido de las mis­
mas, pero un año más tarde fue «despedido» y emigró a Italia. Cuando tuvo
noticia de su despido, solicitó a Gadamer una conversación confidencial.
Le comunicó que sólo en los documentos era «judío de pura sangre», pues­
to que gracias al legado de su padre había tenido conocimiento de que el
padre de éste no era su padre natural: Su verdadero abuelo era un archi­
duque que había tenido una relación con una joven judía. Así pues, era
«sólo» medio judío según el lenguaje de los nazis y podría haberlo demos­
trado. Preguntó a Gadamer si no debía hacer valer este hecho con el obje­
to de poder permanecer en Alemania. A Gadamer le conmovió la con­
fianza de Lowith, mas le dio el consejo de que aceptase la beca ofrecida por
la Fundación Rockefeller para una estancia en Italia; beca que ya podría
haber aceptado en 1933.11 Gadamer argumentaba que el hecho de aprove­
char la todavía posible reglamentación excepcional con el fin de permane­
cer en Alemania no era honroso para él y su posición. Además, la revisión
de su caso conllevaría muchas querellas. En cualquier caso, opinaba Gadamer,

10. Véase la excelente introducción de Karl Schuhmann a su edición de Husserls


Briefwechsel, 1994, tomo 10, pág. 17.
11. Ver K. Lowith, op. cit., pág. 78.

234
la esquizofrénica atmósfera alemana seguiría siendo insoportable para él: las
medidas podrían endurecerse, pero también relajarlas, en cuyo caso él podría
ser contratado de nuevo de una manera más honrosa. Gadamer mismo pudo
cumplir esta promesa, por cierto, aunque mucho más tarde, cuando ayudó
a Lowith, que estaba en Nueva York, a que le asignaran una cátedra en
Heidelberg en 1952. Así pues, Lowith viajó a Italia y durante muchos años
aún iba creyendo en la posibilidad de que las medidas antijudías pudieran
moderarse.12Aquella conversación fue tan íntima que Gadamer propuso a
Lowith el tuteo. Así fue como Lowith pasó a ser uno de los poquísimos ami­
gos a los que Gadamer tuteaba.
Lowith era, además, el padrino de Jutta, la hija de Gadamer. Esto no
estaba prohibido, pero dada la tensísima situación en el país, muchos ale­
manes se sintieron repentinamente inseguros por mantener relaciones con
los judíos. Lowith era consciente, desde hacía tiempo, de que el coraje civil
no era, precisamente, una virtud de la que pudieran vanagloriarse los ale­
manes.13 Por este motivo quería facilitar las cosas a Gadamer, y le dijo que
estaba dispuesto a renunciar a ser padrino de su hija.14Tal vez también que­
ría, de este modo, poner a prueba la amistad existente entre ellos. Gadamer
rechazó esta proposición con una firmeza que le honra. Si bien no conce­
día demasiado valor a los lemas políticos, era muy fiel a sus principios en
este tipo de decisiones personales. En una carta a Lowith del 10 de noviem­
bre de 1935 le afirmaba:

No necesitaré detallarte a continuación por qué no puedo admitir tu deci­


sión de anular tu padrinazgo, aunque la respete y la tenga en cuenta [...].
Entiéndeme bien, no estoy «ofendido», aunque sí afectado por lo que se des­
prende de esta decisión en realidad: tu falta de fe en la pervivencia y duración
de las antiguas relaciones. No considero una casualidad, por ejemplo, que no
exista una renuncia al padrinazgo en el derecho canónico, a no ser como con­
secuencia de una separación de la Iglesia. Ya me entiendes, sólo estoy estable­
ciendo una analogía. Estoy convencido por completo de que entre tú y yo la
relación no está destruida por tales dudas. Tampoco echo, en absoluto, toda la
culpa a la obligada distancia que nos separa y a la literaturización de nuestro

12. Ibidem.
13. Ibidem, pág. 74.
14. Ibidem, pág. 99: «Él no aceptó mi decisión de renunciar, en razón de la
separación política de alemanes y judíos, al padrinazgo que hacía diez años había
aceptado para su hija.»

235
trato: ya antes había entre nosotros cuestiones por resolver. Pero para mí exis­
tía una base absolutamente firme para nosotros, sobre la cual nos encontrá­
bamos los dos la última vez cuando me hablaste sobre el legado de tu padre.
Ciertamente, la dirección política violenta es una amenaza para tal relación.
Pero yo sólo me dejaría rebatir en cada caso particular a partir de la experien­
cia concreta, que quizá consistiría en que tu vínculo con Alemania tuviera para
ti otro significado que para mí. Aunque es indudable que esto sea así, yo ten­
dría que sufrir primero en concreto que por tal motivo tenga que producirse
una ruptura de nuestro lazo. Y no puedo creer esto mientras yo mismo no nie­
gue la continuidad de mi propia historia o mientra tú no lo hagas. Pero deje­
mos esta cuestión. Admito que las circunstancias exteriores son desacostum­
bradas y hacen necesarias medidas «artificiales», entre las que incluyo las cartas.
Pero el grado en que estas medidas pueden ser eficaces depende de condicio­
namientos personales previos que no puedo, a su vez, cambiar de manera arti­
ficial.15

Tal vez la argumentación de Gadamer no sea del todo cristalina.


Probablemente sea en este sentido que Lowith hablara, en 1940, de «las car­
tas cargadas de reflexión» de Gadamer».16 Si bien Gadamer menciona en
esta carta el «vínculo» que le une a Alemania, pretende que esta afirmación
debería poder aplicarse de igual manera a Lowith. Las circunstancias exte­
riores, según Gadamer, obligan a adoptar medidas «artificiales» transitorias,
pero él antepone, claramente, las relaciones personales a ellas. Entre estas
medidas transitorias se contaba también el hecho de que una serie de cáte­
dras se encontrase súbitamente disponible a causa de «traslados». Así,
Gadamer recibió en el semestre de verano de 1934 el encargo de ocupar la
cátedra de su amigo Richard Kroner en Kiel, que había quedado libre.
Sustituir a un colega judío era, ciertamente, una situación delicada, ¿pero
que debía hacer Gadamer? ¿Protestar en contra? En su situación sólo podía
pensar en su propia carrera. El encargo de sustitución que volvió a recibir
en el último momento para el semestre de invierno de 1934-1935 también
supuso para él la posibilidad de albergar esperanzas en cuanto a la obten­
ción de la cátedra. Al principio parecía que sus perspectivas eran muy bue­
nas,17pero tras dos semestres las esperanzas se desvanecieron. Gadamer opi­

15. Carta a Karl Lowith del 10-11-1935.


16. К. Lowith, op. cit., pág. 99.
17. Carta de Oskar Schürer a Gadamer fechada el 23-7-1934: «Tu postal y una
carta de Frida me han contado que te encuentras bien en Kiel y que te querrían rete­
ner ahí.»

236
naba retrospectivamente a este respecto que en el baluarte nazi de Kiel18 no
había reunido los méritos políticos necesarios.19
Sin embargo, en esta ciudad no le faltaban amigos. En el seminario filo­
sófico dictaba clases, junto a él, el especialista en Platón, Kurt Hildebrandt,
que procedía del círculo de George y era un nazi convencido. En Kiel se
encontraban no pocos seguidores de Stefan George, y hay muchos indicios
que prueban que, entre otros motivos, Gadamer fue llamado a ocupar la
cátedra por esta razón. En contrapartida cambió tácitamente la temática de
sus actividades docentes. Mientras que en Marburgo, en el semestre de invier­
no de 1933-1934, todavía había dictado un curso sobre Estado y arte,20 en
Kiel se dedicó en medida creciente al tema «más neutral» de la filosofía grie­
ga de la naturaleza, que se remontaba a las investigaciones emprendidas
sobre la Física aristotélica tras su admisión como profesor numerario. El
único fruto de estas investigaciones realizadas en Kiel que publicó entonces
fue el ensayo de 1935 sobre la Teoría antigua de los átomos. Sin embargo, en
aquella época Gadamer también impartió repetidamente clases sobre la his­
toria de la filosofía natural desde Demócrito y Aristóteles hasta Galileo y
Newton. A diferencia del mundo de bel esprit de Marburgo, Kiel se dis­
tinguía por un clima de ciencias naturales que favorecía sus intereses por
la filosofía de la naturaleza. En una carta a su amigo Max Kommerell, de
finales de 1934, describió así sus experiencias en Kiel: «Mi trabajo aquí es
muy distinto al de Marburgo. Los teólogos o filólogos de lenguas moder-

18. Véase la entrevista «...die wirklichen Nazis hatten doch überhaupt kein
Interesse an uns.», op. cit., pág. 543: PL, pág. 52; «Erinnerungen an Richard Kroner»,
en FAZ del 3-12-1977. Véase las actas de la actividad docente de Gadamer en
Kiel en el Archivo secreto del Estado de Berlín, I GA Rep. 76 V a, See. 9, IV, 1,
tomo 23, hojas 269-272, 546-550.
19. En su escrito de justificación de 1945-1946 dirigido a las potencias de ocu­
pación después del trauma del nazismo, Gadamer hizo referencia varias veces al
hecho de que su «actividad en la Universidad de Kiel de 1934 a 1935 [fue] cance­
lada en abril de 1935 en razón de que él no resultaba de confianza desde el punto
de vista político.» Ver UAL, PA 488, hoja 95,U A L PA 488, hoja 164. Kurt
Hildebrandt, estudioso de Platón y miembro del círculo de George, informa sobre
la resistencia que, en aquel tiempo, Gadamer ofrecía al partido, en Erinnerungen
an Stefan George undseinen Kreis, Bonn: Bouvier, 1965, pág. 242.
20. Según el relato de Lowith (op. cit., pág. 76), después de la llegada de Hitler
al poder pululaban tanto los cursos con títulos que habían adosado la palabra «Estado»
(como Kunst undStaat- ¿alusión a Gadamer?), que poco después los temas políti­
cos fueron prohibidos a través de un decreto ministerial.

237
nas, como en Marburgo, no se ocupan apenas de filosofia, pero sí lo hacen
los científicos de la naturaleza. El rector de Kiel, un químico y físico, es el
motor que los impulsa. He encontrado, de este modo, un terreno ya culti­
vado para mis estudios sobre la filosofía natural antigua y el desarrollo de
la ciencia moderna. Por desgracia, las probabilidades de ser nombrado aquí
profesor no son muy grandes [...]. La caída general de la actividad estudiantil
también se hace muy patente aquí, pero ya estoy acostumbrado desde el
semestre pasado a encontrarme ante bancos vacíos, aunque gracias a los
«círculos de trabajo» y a los ejercicios, tengo acceso, por lo menos, a
los mejores componentes del diezmado círculo estudiantil».21
A causa de su alejamiento de Marburgo, Gadamer se perdió el célebre
discurso que el vicecanciller Franz von Papen pronunció en el auditorium
maximum de la universidad el 17 de junio de 1934. A pesar de que Papen
fue corresponsable del acceso de Hitler al poder, este discurso, redactado
por el publicista conservador Edgar Jung, fue un acto valioso y poco corrien­
te de oposición contra la dictadura en expansión de su socio de coalición
Hitler. Papen criticó públicamente el establecimiento del sistema de parti­
do único así como las limitaciones de la libertad de expresión y exigió al
Führer que actuase contra los radicales que se hallaban en sus filas.22 Gerhard
Krüger, que oyó el discurso, escribió a Gadamer en Kiel lo siguiente:
«¡Respiremos a fondo! ¡Retorno al Estado de derecho!»
Pero la provocación de Papen tuvo, en realidad, el efecto contrario, a
saber, los hechos del 30 de junio de 1934, la famosa Noche de los cuchillos
largos, cuando Hitler ordenó ejecutar a sus contrincantes políticos en las SA.
La vida de Papen fue respetada, probablemente porque Hitler temía la reac­
ción de Hindenburg si se produjese tal ejecución.23 Papen presentó a Hitler
su dimisión el 3 de julio y aceptó un puesto de poca monta como diplo­
mático en Austria.

21. Lamentablemente, la carta no tiene fecha. Pero, a juzgar por la referencia


a las inmediatas vacaciones de Navidad, fue escrita seguramente en diciembre de
1934.
22. Véase el texto del discurso en Karl Heinrich Peter (сотр.), Reden, die die
Welt bewegten, Stuttgart 1959, págs. 369-380. Véase, además, Franz von Papen,
Memoirs, Londres: André Deutsch, 1952, pág. 310; John R. Willertz, «Marburg
unter dem Nadonalsozialismus (1933-1945)», en Marburger Geschichte. Rückblick
a u f die Stadtgeschichte in Einzelbeitragen, с о т р . por Erhart Dettmering y Rudolf
Grenz, Marburgó: Magistrat der Universitatsstadt Marburg, 1980, págs. 593-612.
23. Ver P. Hoffmann, 1988, pág. 27.

238
La última jugada en el proceso de consolidación del poder hitleriano
tuvo lugar un mes más tarde, el 2 de agosto, con ocasión de la muerte, espe­
rada durante mucho tiempo, del presidente Hindenburg. El Führer reu­
nió entonces en su persona, por decreto, los cargos de presidente del Reich
y de canciller. A partir de ese momento todos los funcionarios y soldados
debían prestar, como cosa perfectamente natural, juramento de fidelidad al
dictador.24
El 30 de junio fue reconocido de manera general como un punto de
inflexión decisivo en la dictadura del terror nazi: Hasta ese momento, Hitler
había conseguido que su acceso al poder conservase una apariencia demo­
crática en una situación de crisis. Hasta esa fecha mucha gente aún podía
echar la culpa de los «excesos» del partido, entre otros, a los radicales de
las SA y a Ernst Rohm. Pero ahora el Führer había logrado superar a Rohm
en cuanto a falta de escrúpulos. Los filósofos cercanos a Gadamer, como
Jaspers y Heidegger, que habían celebrado, en parte, el acceso de Hitler al
poder, aluden una y otra vez al 30 de junio de 1934 como al día en que se
les abrieron los ojos.25 Gadamer tenía los ojos «ya antes más que abiertos»,
pero viéndolo retrospectivamente, también para él ese día supuso un pun­
to de inflexión decisivo: «Aquel día fatídico, el 30 de junio de 1934, que­
dó para todos nosotros definitivamente claro que no conseguiríamos librar­
nos de este régimen dictatorial paranoico sin que se produjera una catástrofe
sangrienta. Pero entonces no se sabía, claro está, que esto sería así, y no sos­
pechábamos que Europa quedaría anegada en un mar de sangre».26
Si hasta entonces Gadamer aún podía esperar que la locura hitleriana
acabase pronto, a partir de ese momento sólo le quedaba resistir y preocu­
parse de su propio porvenir. En febrero de 1935 había concluido su suplen­
cia de dos semestres en Kiel. Así pues volvió a ser durante varios meses un
simple profesor auxiliar en Marburgo. Ya a finales de 1934 la Facultad había
solicitado a la Universidad de Marburgo que se concediese a Gadamer el
título de profesor extraordinario, lo cual era un procedimiento normal
seis años después de la obtención del grado de catedrático.27 Era el momen-

24. Ver P. Hoffmann, 1988, pág. 28.


25. Ver H. Ott, Martin Heidegger, pág. 312, 317.
26. H G G , Erinnerung, en Jahrbuch der deutschen Schillergesellschaft, 34
(1990), pág. 465.
27. Carta de HGG a C. Grossner citada en el libro de este, Verfall der Philosophie.
Politik deutscher Philosophen, Reinbeck: Christian Wegner Verlag, 1971, pág. 235.

239
to para tratar el caso Gadamer en la Facultad. El ambiente en la comisión
era altamente explosivo, pues entre los filósofos que la integraban estaba
Erich Frank, hombre próximo a los «heideggerianos» y judío (un semestre
más tarde le suspenderían de su cargo), Jaensch y Mahnke, nazis declarados
y anti-heideggerianos. El transcurso de las negociaciones es imaginable casi
a priori. Frank presentó un informe muy entusiasta el 15 de noviembre de
1934,28 donde ensalzaba a Gadamer señalando que era el único discípulo
de Heidegger que había elegido como ámbito de investigación propio «la
especialidad de la filosofía griega, la cual es indispensable como base del
estudio filosófico». Y seguía su exposición señalando que mientras que «su
tesis de habilitación mostraba aún una fuerte dependencia respecto a la ter­
minología y método de trabajo de su maestro», su investigación durante los
seis años transcurridos desde entonces «ha ido por caminos cada vez más
independientes, de modo que no hay nadie, entre las jóvenes generaciones,
que iguale al señor Gadamer en cuanto a conocimientos, penetración filo­
sófica de la materia y soltura en su modo de exposición». Gadamer, además,
«supo resistir las tentaciones de alcanzar un éxito fácil y superficial como
docente» al dedicarse a la investigación de la filosofía griega. «Su pequeño
escrito Platón y los poetas, publicado en el verano de 1934, muestra el éxi­
to alcanzado; ensayo que ha producido una gran impresión incluso más allá
de los círculos de eruditos inmediatamente interesados.»
Lo que no se mencionaba expresamente en el informe era que este
tratado de Gadamer había sido también el único publicado en los seis años
desde la habilitación. Tampoco los adversarios de Gadamer hicieron notar
este hecho. Jaensch y Mahnke, por su lado, hicieron referencia a otros aspec­
tos. En el informe de Jaensch se dice: «Esta aprobación [de la solicitud de
Gadamer a raíz del dictamen de Frank] tendría lugar de forma incondi­
cional y sin reserva alguna si no hubiese llegado a mi conocimiento que otras
partes interesadas, a las que hay que escuchar en esta cuestión, podrían poner
reparos de tipo más personal a dicha aprobación. Si los mismos careciesen
de importancia y se basasen, tal como me ha dicho una de las partes inte­
resadas, en «omisiones formales» por parte del señor Gadamer, entonces yo
pediría que se dejasen al margen, puesto que existe, al fin y al cabo, una
acreditación tanto científica como docente. Pero si, por el contrario, se tra­
tase de objeciones esenciales y graves, no sólo formales, entonces no deseo

28. PA Gadamer, UAM.

240
en modo alguno anticiparme a la decisión definitiva. La persona del docen­
te, precisamente, tiene mucha importancia en materias cuyo objeto son
cuestiones que atañen la visión del mundo. Se dice, sea con razón o sin ella,
que en el caso de un erudito extraordinario hay que pasar por alto muchas
cosas. De todos modos, debo creer que la [capacidad]29 del candidato, aun
siendo buena, tampoco es muy superior a la media. Menciono esto única­
mente con el objeto de justificar mis reservas, las cuales deben ser mani­
festadas junto a mi aprobación, para no tener que tomar la decisión defi­
nitiva. Esperemos que los reparos alegados contra el señor Gadamer sean
irrelevantes, con lo que a mi modo de ver no habría nada que se opusiera
a su nombramiento».
Este dictamen de Jaensch es sobremanera impreciso: no hay nada que
objetar a la aptitud científica de Gadamer pero existen «reparos de tipo más
personal», los cuales podrían tener su origen en «omisiones formales». Mahnke
se adhiere en su dictamen a las reservas de su colega Jaensch: «Desde el pun­
to de vista de las cualidades científicas y didácticas del doctor Gadamer
no existen, en mi opinión, inconvenientes para que sea nombrado cate­
drático supernumerario. Puedo adherirme perfectamente en algunos pun­
tos a las explicaciones pormenorizadas de mi colega el señor Frank, a pesar
de que no conozco al señor Gadamer tan bien como él. En cuanto a las
reservas de otro tipo de las que habla mi colega el señor Jaensch, verdad es
que algo ha llegado a mis oídos, pero en una forma que no me permite pro­
nunciarme a favor o en contra. En este aspecto tengo que reservarme la deci­
sión hasta que mi información sobre el caso sea más exacta».
¿De qué objeciones podía tratarse? En los documentos no hay dema­
siada información al respecto. Quizá eran reparos de tipo moral y perso­
nal o quizá puramente políticas; sea como fuere, en ningún caso era posi­
ble hacerlas constar en acta. Ahora bien, todo hace suponer que estos reparos
a los que se aludía repetidamente en los documentos era la carencia de méri­
tos políticos de Gadamer, puesto que su nombramiento no se produjo final­
mente a causa de la oposición de la dirección del cuerpo docente de las NS.
Fue en nombre de esta organización que el entonces decano de la Facultad
de Filosofía, el profesor Wachtsmuth, escribió el 27 de abril de 1935 lo

29. Palabra difícil de leer, como todas las que se encuentran entre corchetes,
las que han sido interpretadas de acuerdo al patrón caligráfico y al sentido con­
textual.

241
siguiente: «La dirección del cuerpo docente rechaza de momento el nom­
bramiento del doctor Gadamer como catedrático supernumerario por una
serie de razones que han sido dadas a conocer al decano por medio del aba­
jo firmante, y al propio señor Gadamer por medio de la dirección. A ello
hay que añadir que la habilitación del señor Gadamer sólo tuvo lugar el 23
de febrero de 1929, de modo que justo se han cumplido lo seis años regla­
mentarios». Los motivos por los que se rechazaba el nombramiento de
Gadamer como catedrático se explicaban al margen del dictamen como
sigue: «No se ha esforzado lo suficiente en integrarse en el cuerpo docen­
te. Aún tiene que demostrar que posee un espíritu comunitario». Esta era,
por consiguiente, la carencia de Gadamer: el espíritu comunitario. Más ade­
lante sería informado de los argumentos en su contra y que habían sido omi­
tidos en las actas. Posteriormente él hablaría de «conversaciones de recuer­
do imborrable, indignantes, en las que principalmente se te echaba en
cara la amistad que a título privado seguías manteniendo con los amigos y
conocidos judíos».30
La carrera de Gadamer atravesaba momentos muy difíciles, y en aque­
llos días él se encontraba entre la espada y la pared. Sabía perfectamente que
los reparos a su nombramiento no eran de tipo científico; sin embargo no
había actuado nunca como disidente político. Él había callado, se había
mantenido al margen. Sólo había pensado en su subsistencia académica
en Alemania; no obstante, ésta se hallaba ahora paralizada y sin posibili­
dades de salvación, a menos que estuviese dispuesto a hacer concesiones
políticas.31 Lo único que tenía que demostrar era que poseía «espíritu comu­
nitario», pero no quería que tal demostración le costase la confianza de
sus amigos judíos. Fue entonces cuando decidió por propia iniciativa -tal
como siempre reconoció- participar, en otoño de 1935, en un campamen­
to de rehabilitación político para docentes en Weichselmünde, cerca de
Danzig.
Esta decisión de Gadamer respondía, sin duda, a la voluntad de salvar
su carrera académica, al deseo, más en concreto, de conseguir ser nombra­
do profesor extraordinario. A fin de cuentas, la dirección del cuerpo docen­
te sólo había rechazada «por el momento» su solicitud, esto es, hasta que
quedase demostrado su «espíritu comunitario». Así, pocos meses después

30. PL, pág. 55.


31. PL, pág. 56.

242
de la denegación de abril, el 12 de diciembre, el jefe del cuerpo docente
declaraba que él estaba dispuesto a aprobar una nueva solicitud. Fue entre­
gada el 17 de diciembre de 1935 al ministro de Ciencia, Educación y
Formación Popular del Reich y de Prusia. El jefe del cuerpo docente decla­
ró su conformidad con la solicitud el 4 de enero de 1936. El nombramiento
como catedrático supernumerario por el ministro tuvo lugar más de un año
después, el 20 de abril de 1937. Gadamer prestó el juramento de fidelidad
obligatorio el 12 de enero de 1938: «Me comprometo a cumplir escrupu­
losa y abnegadamente los deberes del servicio así como a obedecer las leyes
y otras disposiciones del Estado nacionalsocialista».32
Gadamer explicaría más tarde que durante muchos años33 su nom­
bramiento como catedrático había chocado una y otra vez con la oposi­
ción política de la dirección del cuerpo docente. Es demostrable que exis­
tió tal oposición, lo cual le honra; pero las cosas tomaron otro rumbo
cuando durante los meses de otoño del año 1935 las autoridades docentes
cambiaron decisivamente de opinión respecto a su nombramiento. La
causa de ello fue su participación en el campamento de rehabilitación de
Weichselmünde. Gadamer había conseguido, de este modo, establecer un
feliz compromiso diplomático con su propia conciencia. Había consegui­
do, en efecto, demostrar su «espíritu comunitario» sin tener que avergon­
zarse por ello ante sus amigos judíos. Un testimonio importante al respec­
to es el hecho de que en una carta del 10 de noviembre de 1935 Gadamer
contase a su amigo Lowith, como lo más natural del mundo, sus experien­
cias en el campamento de rehabilitación, y las comparase con las propias
vivencias de Lowith como combatiente en la Primera Guerra Mundial:

Durante estas vacaciones desacostumbradamente largas me he ocupado, al prin­


cipio, de Aristóteles y Platón (Klein estuvo dos semanas conmigo en Marburgo);
luego participé en el curso de docentes en Danzig, del que he obtenido muy
buenos frutos. Ante todo, este curso ha logrado suavizar mi escepticismo res­
pecto a la nueva generación universitaria. Pero en vista de la decadencia esco­
lar que va creciendo desde hace décadas, resulta difícil decir si esto autoriza a
adoptar una posición optimista más general. En todo caso es un problema muy
serio en qué medida la era de la simplificación de Burckhardt afecta o no tam­
bién a la elite de la juventud. Esto sólo nos lo enseñarán las experiencias aca-

32. Todas son citas de documentos oficiales que figuran en PA Gadamer, UAM.
33. Ver, por ejemplo, GW 2, 489; PL, pág. 58.

243
démicas de las próximas décadas. Sobre el tema «camaradería» y «experiencia
de campamento» se podrían decir algunas cosas que sólo son comprensibles a
partir de esta vivencia concreta. Tal vez se podría resumirlo en una fórmula
como el restablecimiento o nuevo comienzo de primitivas formas comunita­
rias, que tú conoces de tus vivencias en el frente. Sólo que en este caso se tra­
ta de una orientación consciente de esta forma comunitaria con miras al ofi­
cio futuro o ya en ejercicio del investigador y profesor académico.

Gadamer jamás ha ocultado que con la instrucción recibida en


Weichselmünde cosechó, de hecho, «muy buenos frutos». También en su
autobiografía de 1977 siguió manteniendo la misma idea: «Y, a fin de cuen­
tas, existe realmente algo así como una vivencia de la camaradería, bien
conocida por los que han sido soldados, que aquí se ha producido de modo
completamente natural. He hecho algunos buenos amigos, aprendí mucho
y pude evitar con facilidad todos los contactos desagradables».34 Para Gadamer,
al que nunca habían llamado a filas, esta fue, por lo tanto, su única expe­
riencia de tipo militar. En una época de aislamiento,35 provocado también
por razones políticas, le procuró un sentimiento de solidaridad más allá
de cualquier consigna y organización política. A ello contribuyeron los des­
files que se realizaban en el campamento, acompañadas por canciones patrió­
ticas,36 mas también las largas marchas por los bosques, en los que Gadamer
participaba con mucho agrado pese a las secuelas de su poliomielitis. Él,
como es natural, caminaba más despacio, de modo que surgió, como por si
solo, el estribillo: «Der Gadamer / hinkt hinterher» (que se podría trducir por
«El Gadamer, ojo, / va detrás y cojo»).
Sabemos que Heidegger se había interesado, asimismo, por la idea de
estos campamentos de educación a la solidaridad.37 Una vez fracasados sus

34. PL, pág. 56.


35- Véase al respecto Otto Pôggeler, Philosophie undNationalsozialismus - am
Beispiel Heideggers, Opladen, 1990, pág. 30.
36. PL, pág. 56.
37. Ver T. Wilhelm, Pàdagogik der Gegenwart, Stuttgart: Kroner, 1959, pág.
108 (citado asimismo en Martin Heidegger - Elisabeth Blochmann Briefwechsel 1918-
1969, с о т р . por Joachim Storck, Marbach: Deutsche Schillergesellschaft, 1989,
pág. 145: «Las academias pedagógicas son obra personal de С. H. Becker, quien
entre 1919 y 1930 fue dos veces secretario de Estado [...] del Ministerio de Cultura
de Prusia y unía a la incorruptibilidad del científico una libre apertura frente a todos
los impulsos no convencionales de la educación popular en Alemania.» El mismo
Heidegger había organizado campamentos como esos en Todtnauberg (véase M.

244
intentos de reforma de la universidad alemana, en cierto modo desde arri­
ba, depositó cada vez más sus esperanzas en la posibilidad de que el profe­
sorado se formase directamente en instituciones comunitarias. Incluso des­
pués de su dimisión como rector en abril de 1934, Heidegger proporcionó
proyectos para la organización de este tipo de campamentos.38 Desde un
punto de vista sociológico, tal deseo era, por supuesto, una reacción al carác­
ter anónimo del mundo educativo moderno, tecnificado, pero esto no lo
desvalida necesariamente. Gadamer era consciente, por cierto, de que la
simpatía hacia este tipo de instituciones era otro vínculo más con su maes­
tro: Heidegger «depositaba ahora sus esperanzas en las nuevas generaciones
de jóvenes universitarios tras haber fracasado en la universidad por la opo­
sición de los caciques y el partido. Por eso estimulaba las academias de docen­
tes. Yo mismo participé una vez en una de ellas. Para la mayoría se trataba
de una condición previa para la habilitación. Para mí significaba mi cam­
pamento de rehabilitación y, en realidad, fue un encuentro interesante e
importante con una juventud universitaria que sólo en contadas ocasiones
vivía en fantasías nacional-revolucionarias como las de Heidegger. Allí hice
buenos amigos y asimismo comprendí cómo las capas de intelectuales aus­
tríacos interpretaban todo lo que pasaba en Alemania bajo el prisma de la
solución pangermánica tanto tiempo anhelada. Respecto al «partido» mis­
mo, ni la juventud ni tampoco Heidegger abrigaban ilusiones en aquel tiem­
po. El desarrollo ulterior de las academias de docentes tampoco debía haber
convencido a Heidegger después de que se rompiera su relación con Alfred
Baeumler y la Administración Rosenberg se apoderara totalmente de la idea
de las academias de docentes».39
Un día los participantes en el campamento se fueron de excursión a
Tannenberg, donde Gadamer vio de lejos a Hitler.40 Le llamó la atención lo
torpe que parecía ese pequeño burgués. Jugueteaba nerviosamente con el
cinturón de su pantalón. Le sorprendió además su baja estatura, como si el

Heidegger, «Das Rektorat 1933/34. Tatsachen und Gedanken», en M. Heidegger,


Die Selbstbehauptung der deutschen Universitat, Frankfurt: Klostermann, 1983, pág.
36, así como la carta a E. Blochmann del 16-10-1933, op. cit., pág. 77). Véase, ade­
más, D. Cassidy, op. cit., pág. 310.
38. Véase al respecto R. Safranski, op. cit., pág. 325ss.
39. HGG, «Erinnerung», en Jahrbuch der deutschen Schillergesellschaft, 34 (1990),
pág. 466.
40. PL, pág. 57.

245
deseo de dominio universal tuviese algo que ver con un mecanismo de com­
pensación: Napoleón, Mussolini, también Heidegger, eran personas de esta­
tura llamativamente baja. Pero su mujer Frida había visto al Führer en la
sala de conciertos Gewandhaus de Leipzig, y a través de ella sabía que tenía
unos ojos realmente fascinantes.
Entre los jóvenes científicos que Gadamer conoció en el campamen­
to sobresalían el físico Helmut Hónl (1903-1981), el matemático Wilhelm
Magnus (1907-1990)41 y el historiador Fritz Fischer junior (nacido en
1908)42; pero ante todo el director del campamento, el conde Wenzel

41. Magnus emigró más tarde a Estados Unidos, donde desarrolló su impor­
tante actividad docente y de investigación en la Universidad de Nueva York. Cuando
Gadamer pasaba por Nueva York, lo visitaba en su casa, muy cercana a la de Hans
Jonas. Para una reseña crítica sobre la obra de Magnus véase William Abikoff (сотр.),
The Mathematical Legacy o f Wilhelm Magnus, New York: American Mathematical
Society 199, 1994. Del mismo Magnus véase Collected Papers, Nueva York/
Berlin/Heidelberg/Tokio: Springer Verlag, 1984.
42. Autor del famoso libro, muy apreciado por Gadamer, G riff nach der
Weltmacht. Die Kriegspolitik des kaiserlichen Deutschland 1914-1918, Düsseldorf:
Droste Verlag, 1961. El libro desató en los años sesenta una viva polémica entre his­
toriadores (la así llamada «controversia de Fischer») con su tesis de que la Alemania
imperial había provocado conscientemente la Primera Guerra Mundial. Como lo
demuestran los demás polémicos libros del autor (entre otros Ju li 1914: Wir sind
nicht hineingeschlittert, Hamburgo: Rohwolt, 1983; Hitler war kein Betriebsunfall,
Munich: Beck’sche Reihe, 1992), la argumentación tenía como objetivo ubicar la
política expansionista de Hitler en la continuidad orgánica de la historia alemana,
una tesis inquietante y obviamente controvertida para la identidad alemana. A la
luz de su lectura altamente crítica de la historia alemana, vale la pena citar aquí su
propio testimonio sobre la atmósfera no política del campamento (de una carta
de F. Fischer al autor fechada el 27-1-1998): «Sólo puedo confirmar lo manifesta­
do por el señor Gadamer, a saber, que el Conde Gleispach fue un conductor suma­
mente tolerante y liberal en ese campamento. ¡Ni rastros de adoctrinamiento nacio­
nalsocialista! La atmósfera era completamente suelta y la jornada consistió en una
sucesión de pláticas de tenor objetivo, de acuerdo a los diferentes ámbitos de acti­
vidad de los participantes. Según mi recuerdo, ninguno de los participantes lla­
maba la atención por un especial compromiso político. Se trataba de una actividad
obligatoria dispuesta por el Estado, en la que debían participar todos aquellos que
quisieran permanecer en la universidad. El clima del campamento era bueno, ya
que cada uno estaba interesado en escuchar pláticas sobre los distintos ámbitos pro­
fesionales.» Después de la experiencia de ese campamento, Fischer no tuvo más con­
tacto personal con Gadamer, ya que desde 1939 hasta 1947 fue soldado y prisio­
nero de guerra.

246
Gleispach (1876-1944). Hònl había estudiado física en la década de los
veinte; primero con Philipp Lenard en Heidelberg y luego en Múnich con
el ilustre profesor Arnold Sommerfeld, el cual fue su gran maestro.43 Honl
había estudiado algo de filosofía en Heidelberg con Jaspers y Rickert, lo
que propiciaba una buena relación con Gadamer, tanto más cuanto éste,
en aquel entonces, también se dedicaba a la teoría atómica. Más adelan­
te Honl llegó a ser profesor en Friburgo y un importante físico cuántico
así como el descubridor de la llamada «constante de Hònl». Otro punto
de unión entre los dos amigos fue su amor por la poesía. Al parecer, Hònl
aprendía a diario un poema de memoria, una práctica que Gadamer admi­
raba y que intentó imitar. En tiempos posteriores Hònl y Gadamer pasa­
rían juntos unas vacaciones en Hiddensee en compañía de Max
Kommerell.44
Pero la figura más sobresaliente de los campamentos era para Gadamer
el jurista Willi Gleispach. Lo describe por lo general con palabras elogiosas
como un hombre tolerante que en cuanto austríaco «pangermano» obser­
vaba la Alemania nazi con cierto desagrado jurídico.45 Es posible que esta
fuese la imagen que transmitía, pero su biografía y escritos lo acreditan,
más bien, como un nazi de los pies a la cabeza. No podía ser de otro modo
si dirigía un campamento de rehabilitación de esas características.
Gleispach ya había sido nacionalsocialista antes de que Hitler accediera al
poder. Su historia personal, sin embargo, hacía esperar cualquier otra cosa
que un futuro nazi: nacido en 1876 en Graz, su padre era presidente de la
audiencia territorial y la familia era de confesión católica. En 1903 se casó
con una judía, María Rosenkranz.46 Tras haber estudiado la carrera de

43. Ver H. Hònl, Riickerinnerung, en A. Giannara (сотр.), Convivium cos-


mologicum. Interdisziplinare Studien. Helmut Hohn zum 70. Geburtstag, Basilea/
Stuttgart: Birkhàuser Verlag, 1973, pág. 211. Gadamer aportó a este libro conme­
morativo el artículo «Gibt es die Materie?» (en el libro, pág. 209-214), artículo que
él mismo entendió como una prosecución de sus investigaciones de los años trein­
ta sobre la física griega. A propósito, la conferencia que Gadamer pronunció en
Danzig debe de haber sido muy probablemente su escrito «Antike Atomtheorie»,
aparecido en 1935.
44. Carta de H. Honl a Hans-Georg Gadamer fechada el 10-2-1960.
45. PL, pág. 56, donde, por error, se indica como fecha de la participación
en el campamento de Danzig el año 1936.
46. Véanse las actas sobre Gleispach en el Archivo Federal Ast. Zehlendorf,
n° 2991. Todos los datos que siguen han sido tomados de esa fuente.

247
Derecho de 1894 a 1898 en Graz y Viena, fue destinado al Ministerio de
Justicia en esta última ciudad. En 1902 se fue como profesor a Friburgo
(Suiza); en 1907 entró en la Universidad alemana de Praga, hasta que en
1915 fue nombrado catedrático numerario en Viena. Ya en los años veinte
se había comprometido con los estudiantes nacionalsocialistas de la capital
austríaca. Fue rector de la Universidad de Viena entre 1929 y 1930. Se
comprometió de forma enérgica, tal como él mismo destacaría en su auto­
biografía, contra el rumbo antialemán del gobierno de Dollfuss (asesinado
por los nazis en 1934). Gleispach fue jubilado anticipadamente el 22 de
octubre de 1933 porque había publicado un escrito contra el derecho de
Dollfuss, pero este escrito le valió ser acogido con los brazos abiertos por la
Facultad de Derecho de Berlín. Su primera conferencia allí la pronunció,
como profesor honorario, el 10 de diciembre de 1933. Fue nombrado ca­
tedrático numerario de la Facultad de Derecho en septiembre de 1934.
Pero ya antes, en septiembre de 1933, el ministro de Justicia del Reich,
Frank, le había nombrado miembro de la comisión jurídica de Derecho
Penal. De esta manera, participó de forma decisiva en la elaboración del
derecho penal nacionalsocialista y, más tarde, del derecho penal militar.47
Fue miembro de la Academia Alemana de Derecho. En 1940 se le brindó el
honor y la satisfacción de ser nombrado senador honorífico de la
Universidad de Viena, de la que había sido expulsado en 1933. Por moti-

47. Gleispach fue el autor de famosos libros de derecho penal. Véase, por ejem­
plo, Nationalsozialistisches Recht. Rede zur Feier der 5. Wiederkehr des Tages der natio-
nalen Erhebungam 29. Januar 1938, Berlín: Friedrich Wilhelms-Universitàt, 1938;
Deutsches Strafverfahrensrecht. Ein Grundriss, Berlin: Junker & Diinnhaupt, 1943;
Das Kriegsstrafrecht. Allgemeines Kriegsstrafrecht und Kriegsverfahrensrecht, mit einem
Überblick über das Strafrecht und das Strajverfahrensrecht der deutschen Wehrmacht
im Kriege, Stuttgart y Berlin: Kohlhammer, tomo 1, 1940; tomo 2, 1940; tomo
3, 1941; Artículo «Tòtung», en F. Gürtner (сотр.), Das kommende deutsche Recht.
Besonderer Teil, 2a edición, Berlín. Con ocasión de cumplir los 60 años se editó
un libro conmemorativo: Gegenwartsfragen der Strafrechtswissenschaft. Festschrift zum
60. Geburtstag von GrafW. Gleispach, Berlín y Leipzig: Walter de Gruyter, 1936.
Acerca de la postura de Gleispach en el marco del derecho nacionalsocialista véase
Hans-Ludwig Schreiber, «Die Strafgesetzgebung im “Dritten Reich”», en R. Dreier
y W. Sellert (сотр.), Recht undJustiz im «Dritten Reich», Frankfurt a.M.: Suhrkamp,
1989; Lothar Gruchmann, Ju stiz im Dritten Reich 1933-1940. Anpassung und
Unterwerfung in der Ara Gürtner, Múnich: Oldenburg Verlag, 1988; Berndt Riithers,
Entartetes Recht. Rechtslehren undKronjuristen im Dritten Reich, Múnich: Verlag C.
H. Beck, 1988.

248
vos de salud solicitó, en 1941, ser eximido de sus obligaciones oficiales en
Berlín. Murió el 12 de marzo de 1944 en Viena, a la edad de 68 años.
Gleispach fue, sin duda, un científico reputado y apreciado, mas, asi­
mismo, de un modo no menos palmario, un nazi muy ferviente desde el
principio. A pesar de su alta cualificación científica, parece que mantuvo
y buscó relaciones especiales con las bases del partido y los profesores jóve­
nes. El 19 de noviembre de 1934 fue nombrado director del cuerpo docen­
te de la Universidad de Berlín, dirigiendo desde allí escuelas de docentes,
entre ellas el campamento de rehabilitación de Danzig. En 1936 se divor­
ció de su esposa, que era judía, para casarse de nuevo. Es posible, por lo tan­
to, que el celo con el que apoyaba las academias de docentes obedeciese a
la necesidad de ocultar o compensar esta mancha en su trayectoria nacio­
nalsocialista, por lo demás inmaculada. ¿Pues qué otro motivo podía impul­
sar a un jurisconsulto tan afamado a dirigir una escuela tan banal?
Gadamer no llegó a tener conocimiento alguno de la esposa judía de
Gleispach. Al considerarlo sólo como pangermanista en cuestiones de polí­
tica nacional exterior, también subestimaría probablemente la intensidad
de su compromiso nacionalsocialista. Lo cierto es que Gadamer se hizo
merecedor de su amistad y Gleisspach le apreciaba mucho, pues, al fin y
al cabo, él fue el único que había ido «de forma voluntaria» al campamen­
to, como admitió muy abiertamente.48 Gleispach le tuteaba y le prometió
que haría todo lo posible para que su nombramiento se impusiese en Berlín
frente a la oposición de Baeumler. En los años siguientes, Gadamer reci­
bió por las fiestas de Navidad postales de felicitación de Gleispach, en las
que éste le aseguraba cada vez que su nombramiento se produciría pronto.
Cuando finalmente fue nombrado en abril de 1937, dos años después de
solicitado, Gadamer sospechó de inmediato la mano de su amigo el conde,
tal como manifiesta en una carta a Lowith del 28 de julio de 1937:49 «La
cátedra llegó de manera bien sorprendente y supuso un gran alivio. Si bien
es una minucia y no significa en absoluto que para nosotros haya termina­
do la fase de tener que calcular cada penique, no poder contar con esa minu­
cia sería a la larga una verdadera amenaza para la existencia; y nuestra vida
en Marburgo, por lo demás nos gusta bastante en conjunto. Para mí tam­
bién fue una satisfacción que este decano haya tenido que presenciarlo duran-

48. PL, pág. 56.


49. Que coincide con PL, pág. 57.

249
te su tiempo de mandato. (Probablemente tengo que agradecer el título a
la ayuda del jurista berlinés, aquél que dirigió hace dos años la academia de
docentes en Danzig en la que participé. Con el título de Krüger persisten
las dificultades. No existe ninguna perspectiva concreta de que sea llamado
a ocupar una cátedra, tampoco se puede esperarlo mientras siga mante­
niéndose —aunque quizá ya no por demasiado tiempo—el monopolio de
Baeumler como dictaminador».
Es una amarga ironía del destino que Erich Frank, que había apoyado
en 1935 el nombramiento de Gadamer como catedrático, fuese cesado poco
después. Resulta irónico, asimismo, que fuese Gadamer el profesor asig­
nado para suplir a Frank en su cátedra durante el semestre de invierno de
1935-1936 y, de nuevo, en el semestre de verano de 1936.50 La elección
de Gadamer era tanto más lógica cuanto que Krüger, su amigo pero tam­
bién su rival por lo que respecta a todos los nombramientos y sustituciones
en estos semestres, tenía una plaza de suplente en Gottingen. Tras la supre­
sión de las actividades docentes de Frank, Krüger y Lowith (y dejando de
lado a Jaensch y Mahnke, a los que se consideraba carentes de interés como
filósofos) Gadamer llegó a ser el único que representaba la historia de la filo­
sofía en Marburgo. Gracias a estas dos sustituciones mejoró, evidente­
mente, su situación económica y se puede suponer que también a este res­
pecto la participación en el campamentos de rehabilitación favoreció sus
perspectivas. Sin embargo, ya no era posible prolongar más allá del semes­
tre de verano de 1936 la suplencia de la cátedra de Frank, puesto que ésta
fue suprimida en el seminario filosófico en aquellas fechas.51
Siendo suplente de Frank, Gadamer impartió por primera vez un cur­
so sobre el tema de «Arte e historia (Introducción a las ciencias del espíri-

50. PA Gadamer, UAM.


51. Ver Chronik der Universitàt M arburgjur 1 936 (año 42), pág. 52: «La suplen­
cia de la cátedra ordinaria que hasta el 31-12-1935 tenía el profesor Frank ha
estado, también en el semestre del 1936, aún a cargo del docente Dr. Gadamer.
Lamentablemente, la cátedra fue retirada más tarde del área de Filosofía y cubier­
ta con un representante de otra carrera». Véase sobre el particular el relato de Gadamer
en la carta a Lowith del 3-1-1937: «Un rasgo sumamente sintomático: la cátedra
de Frank ha sido anulada y, en su lugar, ha llegado a Marburgo una cátedra de
Asiriología cuyo titular —parece una broma—también se llama Frank. La anulación
es obra de Jaensch y se ubica en la línea general de la política universitaria que, entre
tanto, en virtud del plan cuadrienal y de la orientación exclusiva hacia los proble­
mas técnicos, es proseguida en forma aún más radical».

250
tu)», que repitió y profundizó en semestres posteriores y puede conside­
rarse como la base de Verdady método?2Su maestro Heidegger le había ani­
mado de manera indirecta a tratar esta temática que le interesaba desde hacía
mucho tiempo, porque después de su fracaso como rector comenzó a dedi­
carse, sorprendentemente, a cuestiones del arte. Su primera gran confe­
rencia sobre Hôlderlin tuvo lugar en el semestre de invierno de 1934-1935.53
Asimismo publicó en aquella época un ensayo de carácter programático:
Hôlderlin und das Wesen der Dichtung [Hôlderlin y la esencia de la poesía].
A Gadamer le llegaron en Marburgo o noticias de todo ello, comentarios
sobre la nueva e inaudita «filosofía holderliniana», como ya la llamaba enton­
ces, que despertaron su curiosidad. Con mucha expectación, Gadamer se
trasladó en taxi a la cercana ciudad de Frankfurt en compañía de Erich Frank
y Gerhard Krüger para asistir a las conferencias de Heidegger sobre el ori­
gen de la obra de arte.54 En esta ocasión Gadamer y Heidegger no llegaron
a reencontrarse personalmente, pues desde principios de la década de los
treinta se había producido un frío distanciamiento en su relación. Gadamer
explicaría más tarde que durante aquellos años había evitado a Heidegger,
si bien tampoco sería improbable que éste mismo estuviese contrariado por
la falta de adhesión de su discípulo, también en cuestiones políticas. Estas
conferencias, no obstante, parecen haber iniciado un nuevo capítulo filo­
sófico en la respetuosa relación que Gadamer mantenía con su maestro.
Años después rebajaría la importancia que para él tuvieron esas conferen­
cias, afirmando que habrían sido más bien «una confirmación de lo que él
mismo había buscada desde hacia tiempo en la filosofía».55 Si bien es cier­
to que Gadamer se había interesaba desde hacía tiempo y mucho antes que

52. 53. Ver PL, pág. 171.


53. GA 39: Holderlins Hymnen «Germanien» und «Der Rhein».
54. Las conferencias de Heidegger tuvieron lugar el 17 y el 24 de noviembre y
el 4 de diciembre de 1936 en la sede del «Freies Deutsches Hochstift» en Frankfurt,
y fueron publicadas en 1950, en Holzwege. Las mismas eran, sin embargo, una
ampliación de la conferencia que Heidegger había dado el 13-11-1935 en la Sociedad
de Ciencias Artísticas de Friburgo, y que repitiera en enero de 1936 en Zurich. La
versión original de la importante conferencia de Heidegger de 1935 fue publicada
en Heidegger Studies 5, 1989, págs. 5-22.
55. GW 10, 76 (donde, como es habitual, se indica erróneamente el año 1935
como fecha de la conferencia de Frankfurt). Véase también GW 4, 267, y en otros
lugares.

251
Heidegger por la estética (para la que tuvo un encargo de docencia en
Marburgo), no dejó de ser un inmenso apoyo para él que su maestro, súbi­
tamente, conjuraba en el arte una puesta en obra originaria de la verdad.56
Así, en otra ocasión recordaría, quizá esta vez con más razón, la conmoción
que le causaron las conferencias de Frankfurt. En la filosofía de Heidegger
-y probablemente también en su biografía- se manifestaba entonces una
verdadera «vuelta» (Kehre) —utilizando el término que él mismo pondría en
circulación en su «Carta sobre el humanismo» de 1946- como Gadamer le
hizo saber pocas semanas más tarde a Lowith en una carta del 3 de enero
de 1937: «Hace poco volví a ver a Heidegger con motivo de sus conferen­
cias sobre el origen de la obra de arte, una meditación filosófica altamente
monomaniaca a la que ha incorporado su filosofía holderliniana. Su inten­
ción es tomar la mitología tan en serio como sea posible pero, sin embar­
go, situar finalmente su origen en el acto creador de la constitución del mun­
do. (El Frankfurter Zeitung ha sacado un artículo sagaz sobre él pero
completamente desacertado en cuanto al lenguaje primigenio.) Había muchas
cosas que recordaban la tradición mítica hasta Schelling. Mas él transmi­
tía un aislamiento terrible, como casi siempre cuando escenificaba «confe­
rencias» en vez de hacer su trabajo diario en el seminario».
A pesar de no haber entablado una conversación con él (al parecer exis­
tía, en efecto, este frío distanciamiento en su relación), percibía en Heidegger
sólo por el tono de sus conferencias -y seguramente con razón- un «aisla­
miento terrible». ¿Estaba acompañada esta impresión de un sentimiento de
culpabilidad por haber abandonado a su maestro? Lo cierto es, en cualquier
caso, que a partir de entonces reanudó sus relaciones con él. En octubre
de 1937 lo visitó en la Selva Negra. Viajó en compañía de otros discípulos
de Heidegger, concretamente Gerhard Krüger y Walter Bròcker, como si
no osara visitarlo solo.57 Gadamer era consciente de la distancia existente

56. Véase ya la segunda frase de Plato und die Dichter, 1934 (!), pág. 5 (GW
5, 187), en la que Gadamer habla, refiriéndose al arte, de su «pretensión, tan obvia
para nosotros, de ser la revelación de la verdad más profunda y más secreta.» Véase
también «Asthetik. Ein Literaturbericht von H.-G. Gadamer», en Zeitschrift fu r
deutsche Bildung, febrero 1934, págs. 324-328.
57. Véase la carta a Lowith con fecha del 12-12-1937. No son, pues, total­
mente acertados los relatos de Gadamer según los cuales, durante el tiempo de los
nazis, él se habría distanciado completamente de Heidegger, habiéndolo visitado
sólo cuando ya era profesor en Leipzig (ver la carta a C. Grossner en el libro de este

252
entre ellos, la cual le hacía sufrir, pero le proporcionaba por otro lado la
posibilidad de desarrollar su autonomía. A su amigo Brócker, por ejemplo,
lo consideraba un discípulo demasiado fiel a Heidegger que imitaba de un
modo meticuloso el lenguaje del maestro. Por otro lado, se mofaba, aunque
quizá con celos, del brillante Gerhard Krüger como del «discípulo predi­
lecto de Heidegger».58Aunque a partir de sus presupuestos (teológicos), era
cierto que Krüger había recibido impulsos decisivos de Heidegger, pero
en su importante libro sobre Kant de 1931 y en ensayos relevantes había
sostenido una posición crítica e independiente frente al maestro, una posi­
ción que Gadamer también quería adoptar pero que aún no había conse­
guido elaborar. Se la podía entrever ya en la tesis de habilitación sobre Platón,
pero apenas había alcanzado un desarrollo autónomo. En este aspecto
Gadamer se vería, incluso, algo superado por Krüger cuando éste publicó
en 1939 un nuevo libro sobre Platón: Einsicht undLeidenschaft. Das Wesen
desplatonischen Denkens [Comprensión y pasión. La naturaleza del pensa­
miento platónico]. Gadamer valoraba mucho la magnífica introducción del
mismo, la cual publicaría por separado en la editorial Klostermann tras la
muerte de su amigo, pero, en cambio, tendía a restar importancia ya enton­
ces a este libro calificándolo como un intento de «cristianizar» a Platón.59
No obstante, Krüger, que era discípulo de Hartmann y amigo de Bultmann
al igual que Gadamer, aunque algo más productivo en aquellos años, con

último Verfall der Philosophie. Politik deutscher Philosophen, Hamburgo, 1971, pág.
234). Acerca de las visitas de Gadamer a Heidegger hacen referencia también las
cartas de Max Kommerell (Briefe und Aufzeichnungen 1919-1944, Friburgo, 1967,
págs. 378-379. Véase allí la bella descripción de Gadamer en la pág. 321s).
58. Max Kommerell Briefe und Aujzeichnungen 1919-1944, pág. 378.
59. Carta a Karl Lowith del 12-12-1937: «Krüger está escribiendo un libro
sobre Platón (!) que promete ser muy interesante (el tema de anima naturaliter chris-
tiana es ciertamente el punto clave de todo el asunto).» El signo de admiración entre
paréntesis es enormemente elocuente. Gadamer siempre sintió admiración por el
libro de Krüger sobre Kant y por su artículo sobre Descartes («Die Herkunft des
philosophischen Selbstbewusstseins», en Logos, 1933). Por otra parte, el libro que
Gadamer más apreciaba de su otro amigo, Lowith, fue siempre su monografía sobre
Jakob Burckhardt, publicada en Basel en 1936. No solamente porque esta mono­
grafía se remontaba a la época de docencia en Marburgo (ver Mein Leben in
Deutschland) y, con ello, a las conversaciones con Gadamer, sino porque sentía una
afinidad humana con Burckhardt como escéptico resignado (comunicación oral del
30-10-1995).

253
esta obra sobre Platon había publicado un libro importante. En compara­
ción con Krüger, pero también en general, Gadamer fue poco productivo
en aquel tiempo, con excepción de dos ensayos, Plato und die Dichter (1934)
y Die antike Atomtheorie (1935), además de algunas recensiones sobre filo­
sofía griega. Si bien es cierto que las querellas con el cuerpo docente nacio­
nalsocialista le preocuparan mucho y también le deprimieran, sin embar­
go, hay que descartar como casi imposible que la presión política le impidiera
realmente publicar sus proyectos. Poco tenía que temer en su campo de tra­
bajo, siempre que fuese lo suficientemente sensato, y lo era, como para evi­
tar temas políticamente explosivos. Verdad es que él afirmó que interrum­
pió un estudio importante sobre la teoría sofista y platónica del Estado por
razones de seguridad,60 pero, como hemos visto, sólo era una interrupción
a medias, pues sus ensayos Plato und die Dichter y Platons Staat der Erziehung
(1942) testimonian que durante los años del nacionalsocialismo continuó
dedicándose a esta temática. Gadamer ha manifestado además en repetidas
ocasiones que los nazis se interesaron muy poco por las actividades de los
universitarios,61 de lo que se puede deducir sin duda que él habría podido
continuar con sus planes de publicación.
De los testimonios de esta época se desprende que Gadamer seguía con
el plan de elaborar, además de sus estudios sobre Platón, un comentario
sobre la Física aristotélica, pero que nunca llegaría a publicarse.62 Hacia fina­
les de la década de los treinta empezó a interesarse de manera creciente por
Hegel, como prueba su lección inaugural en Leipzig sobre «Hegel und der
geschichtliche Geist» [Hegel y el espíritu histórico], y de modo muy espe­
cial por la herencia antigua de este filósofo.63Así, en aquel tiempo tenía el
plan de elaborar un estudio sobre «Hegel und die antike Dialektik», tema de
una ponencia pronunciada en la ciudad de Weimar en 1940 con ocasión

60. GW 2, 489.
61. Véase el importante reportaje «...d ie wirklichen Nazis hatten doch über-
haupt kein Interesse an uns. Hans-Georg Gadamer im Gesprâch mit Dòrte von
Westernhagen», en D as Argument, 182 (1990), pág. 543-556, y pàssim.
62. Carta a К. Lowith del 3-1-1937: «Por mi parte, estoy de nuevo totalmente
dedicado al estudio de Aristóteles, habiendo concluido la elaboración, a lo largo de
dos semestres, de un curso muy completo sobre Platón del cual espero poder hacer
un libro publicable una vez que haya terminado con el comentario sobre la Física -
por supuesto, si todo va más o menos bien, cosa que nadie puede predecir».
63. Carta a K. Lowith del 28-7-1937.

254
de unas jornadas sobre Hegel, pero que no se publicaría hasta 1961 y que
constituiría el capítulo de apertura de su libro sobre Hegel de 1971.
No sólo la modestia y las dudas acerca de sí mismo fueron un obs­
táculo para el cumplimiento de sus proyectos de investigación sino también
los problemas de salud. Gadamer padecía, en efecto, una gastroenteritis cró­
nica que no consiguió superar durante meses e incluso años. Sobre esta
dolencia informó a Lowith en una carta del 28 de julio de 1937: «Desde
finales de enero estoy seriamente enfermo (estómago e intestino), acaso una
consecuencia de fumar demasiado. Sea lo que fuere, sigo desde entonces
una dieta severa, básicamente fruta y verdura (nada de carne), y sin tabaco.
Con todo, ni siquiera puedo decir que mi salud mejore de forma progresi­
va; me temo, en fin, que estas mismas vacaciones tendré que pasar un tiem­
po bastante largo en la clínica. Por lo demás, mi estado es en sí bastante
satisfactorio: apenas tengo dolores, estoy en condiciones de jugar bien y con
aguante a tenis, etc. Pero mi capacidad para el trabajo intelectual está, por
desgracia, muy debilitada, tal vez más como resultado del no fumar. En todo
caso, duermo mucho, y a veces el sue ю interrumpe mi trabajo». Gadamer
tuvo que someterse, en efecto, a tratamiento en una clínica de Berlín por
espacio de seis semanas durante el verano de 1937 «tras inútiles intentos de
dejar listo para la imprenta mi pequeño libro sobre la dialéctica».64Todavía
en enero de 1937 le comentaba a Lowith las consecuencias de su enferme­
dad: «Yo no tenía una ulcera gástrica sino una gastroenteritis crónica: nada
de vómitos, pero sí bastantes dificultades con la evacuación y calambres del
intestino grueso, que me causaban en ocasiones dolores atroces. Mi médi­
co, el doctor Vogler de Berlín, consideró que la causa residía en el tabaco
(inhibición nicotinica de la mucosa gástrica). Por este motivo no fumo des­
de marzo de 1937, lo cual, al principio, todavía empeoró más el estreñi­
miento. Además, he comido casi exclusivamente de modo vegetariano y sin
ingerir café ni té. Mi estado ha mejorado de forma muy lenta. Sobre todo
mi digestión sigue muy vulnerable a cualquier tipo de estado de excita­
ción nerviosa, por ejemplo, siempre las clases en la facultad».65 No se tra­
ta, por supuesto, de detalles demasiado agradables, pero éstos nos muestran

64. Carta a K. Lowith del 12-12-1937.


65. Carta a K. Lowith de comienzos de enero de 1939.

255
que Gadamer sufría un deterioro peligroso de salud, el cual, quizá, tal como
él mismo sospechaba, podía tener orígenes nerviosos. Es muy probable que
dichas circunstancias excitantes fueran causadas por la presión de las lec­
ciones, mas también por las querellas políticas. Kommerell, quien había visi­
tado a Heidegger junto con Gadamer, hablaba en 1937 de un Gadamer
muy delgado.66
Con todo, gozaba desde entonces de la seguridad que le proporciona­
ba el título de profesor y podía albergar esperanzas de obtener una cátedra
fija como funcionario. Una primera oportunidad de esta índole se presen­
tó cuando le fue ofrecida, el 28 de octubre de 1927, la suplencia de la cáte­
dra de filología clásica que ocupaba Karl Práchter en Halle.67 La universi­
dad de esta ciudad era importante, con una rica tradición humanística (Paul
Friedlánder había ejercido allí justo antes de emigrar a América), pero enfren­
taba a Gadamer con un cambio de disciplina del que dependía su destino
como investigador. ¿Qué pasaría si se decidiese por la filología clásica?,
¿no tendría que renunciar entonces a su carrera filosófica? Esta perspectiva
le satisfacía muy poco puesto que jil^to en aquellos meses se había entu­
siasmado por Hegel,68 descubriendo gracias a él un nuevo acceso a los grie­
gos que no podía concordar con el espíritu restringido de la filología tex­
tual. De ahí que desarrollara la idea de un libro sobre Hegel y la dialéctica
antigua,69 que sólo aparecería muchas décadas más tarde.
Una cátedra filológica implicaba, además, una posibilidad de repercu­
sión mucho menor; una desventaja que comentaría por carta a Lowith,
quien se había trasladado entretanto de Italia a Japón: «El comienzo del
semestre [semestre de invierno 1937-1938] ha vuelto a traer, de momento,
alguna excitación. Tenía que ir como filólogo clásico suplente a Halle, súbi­
tamente, de nuevo (estoy inscrito allí en la lista de filología clásica). Pero lo

66. Ver la descripción en M. Kommerell, Briefe, pág. 322: «A las 9 de la maña­


na, desayuno con el bello Gadamer en el jardín, bajo el sauce de Babilonia, exten­
diéndose hasta las 11 y media; me agradó mucho. Su gran inteligencia juega tan
admirablemente con su luz sobre un alma atemperada, oscura, sedosa, de la cual
poco se adivina. Él se veía aún algo aquejado por su enfermedad, y yo le amé mucho».
67. UAM, PA Gadamer, pág. 23.
68. Ver las cartas a Lowith del 12-12-1937, del 30-9-1938 y de comienzos
de enero de 1939.
69. Carta a Lowith del 30-9-1938: «He continuado con fuerza mis estudios
sobre Hegel y he aprendido mucho con ello. Lamentablemente, empero, el libro
sobre Hegel y la antigüedad aún no está terminado.»

256
ma Karolina Johanna Gewiese y Johannes Gadamer,
los padres de Hans-Georg Gadamer.
La madrastra de Hans-Georg Gadamer, Hedwig Hellig,
y Johannes Gadamer en su jardín en Breslau.

Ill
Antigua foro del curso escolar. Hans-Georg Gadamer es el cuarto por la izquierda, en la segunda fila
(marcado con el número 17).
Hans-Georg Gadamer, estudiante;
último curso de bachillerato.

V
El instituto del Santo Espíritu, en Breslau.
Patio interior del instituto del Santo Espíritu.
La vivienda de la familia Gadamer en la Auenstrasse, en Breslau.

VIII
Hans-Georg Gadamer en la primera época de Marburgo
(a comienzos de los años veinte), en su piso de Marbacherweg 1S.

IX
Hans-Georg Gadamer, a comienzos de los años veinte.

X
N icolai H a rm a n n .

XI
Nicolai Harmann (izquierda) con un grupo de estudiantes. En el centro su primera esposa.
Hans-Georg Gadamer con su hija Jutta, a comienzos de los años treinta.

XIII
XIV

Hans-Georg Gadamer con Alexander Kressling, 1923, en Friburgo-Zâhringen.


X
Karl Lowith, Jakob Klein, Frida Gadamer, Walter Brocker, Jutta Gadamer y la señorita Kramer en Marburgo
a Finales de los años veinte.
Hans-Georg Gadamer, en los años veinte.

XVI
Hans-GeorgGadamer, Frida Gadamer, Max Kommerell
en ia segunda mitad de los años treinta. Foto: Marbacher Magazin 1985.

XVII
Hans-Georg Gadamer en el Stubenwasen (Selva Negra).

XVIII
Hans-Georg Gadamer en el Stubenwasen (Selva Negra).

XIX
Martin Heidegger (izquierda) y H ans-Georg Gadamer, 1951, en Darmstadt.
Foto: Ruperto-Carola 1951. A pesar de la deficiente calidad de esta fotografìa,
su interés documental justifica la publicación.

XX
XXI

Hans-Gorg Gadamer (sexto por la izquierda, en la primera fila, de pie) durante el congreso de la Sociedad Hegel
en Royaumont, el 20 de octubre de 1964.
XXI I

J ürgen Habermas (izquierda) y Hans-Georg Gadamer, en Heidelberg, 1992.


XXIII

Hans-Georg Gadamer en julio de 1989, en Heidelberg-Ziegelhausen. A la derecha, frente a él, Lawrence К. Schmidt
(Conway, Arkansas), coorganizador de las Jornadas anuales de Hermenéutica. A la izquierda: Manfred Riedel.
Hans-Georg Gadamer en Heidelberg, en los años ochenta.

XXIV
he rechazado; ya no tengo esa ambición y pienso que no se puede, hoy en
día, ir detrás de nadie. Aparte de eso, la situación de la filología clásica se
ha tornado muy triste, ya casi no queda lugar alguno donde haya una audien­
cia de siquiera diez oyentes (una consecuencia de la reforma escolar). Y, a
pesar de que la filosofía también se ha suprimido del todo en la nueva regu­
lación de los exámenes, seguimos teniendo buenas perspectivas de conse­
guir una amplia repercusión, ante todo mientras siga habiendo facultades
teológicas».70 La oferta de una sustitución en Halle significaba en realidad
para Gadamer una mejora de sus perspectivas en filosofía. En aquel momen­
to albergaba la esperanza muy concreta de obtener una plaza extraordina­
ria en la Universidad de Marburgo, donde a nadie le acababa de gustar la
circunstancia de que hayan suprimido la cátedra de Erich Frank en el
Seminario de Filosofía para sustituirla por una de asiriología. Así, el rector
de la Universidad de Marburgo elaboró el plan de una nueva ordenación de
las cátedras y lo presentó al Ministerio de Enseñanza en Berlín. Este plan
preveía que el profesor numerario de asiriología, el doctor Carl Frank, «deja­
se Marburgo de un modo honroso para ser destinado a otra Universidad
donde tuviese realmente un campo de acción». Los motivos aducidos eran
que en Marburgo no tenía ni un único alumno y que no mantenía nin­
gún tipo de contacto con sus colegas más próximos, de modo que para la
Universidad de Marburgo su cátedra era prácticamente inexistente. Por este
motivo, el rector había sugerido a Frank, cuya familia además vivía en Berlín,
que comenzase a dar clases de árabe o hebreo, a lo que éste replicó que en
su contrato sólo figuraba asiriología. Según la nueva ordenación del rec­
tor, la cátedra de Frank tenía que ser devuelta al Departamento de filoso­
fía y otorgada a Dietrich Mahnke, que sólo tenía una plaza como profesor
no titular. De acuerdo con esta combinación, Gadamer debería llegar a here­
dar la plaza no numeraria de Mahnke. Que le hubiesen llamado desde Halle
había aumentado, a este respecto, su prestigio, el cual, por razones perso­
nales y políticas, no era precisamente el mejor en Marburgo. En este con­
texto vale la pena citar en toda su extensión el dictamen del rector de la
Universidad de Marburgo con fecha del 7 de febrero de 1937 sobre el nom­
bramiento de Gadamer, porque permite formarse una idea de su dossier, que
no sólo estaba lastrado desde un punto de vista político, que refleja cómo
se entendían las cosas desde un punto de vista oficial:

70. Carta a Lowith del 12-12-1937-

257
Mi petición de otorgar al profesor y doctor Gadamer la plaza extraor­
dinaria que queda libre, como está previsto, tras el ascenso del doctor
Mahnke, la justifico como sigue: El doctor Gadamer se cuenta, sin asomo
de duda, entre los representantes más capaces de la filosofía. Entre los filó­
sofos alemanes es, en especial, el mejor conocedor de Platón y de la filoso­
fía griega en general. Empezó su carrera como discípulo de Heidegger, mas
emprendió pronto caminos absolutamente independientes, y, hoy en
día, ya no puede ser considerado como representante de alguna tendencia
en concreto. Sus éxitos como docente son extraordinarios. Aunque en
esta función casi nunca pueda examinar y no se le invita a participar como
examinador en las pruebas de filosofía como segunda especialidad,
tiene un círculo permanente de oyentes que oscila entre unos veinte y cua­
renta. Desde un punto de vista retórico, su discurso no pasa de ser regu­
lar, pero cautiva al auditorio por la estructura y el contenido de sus
lecciones.
Dadas estas circunstancias, es sorprendente que un hombre de su valía
haya tenido que permanecer ocho años en situación de docente no remune­
rado, antes de ser nombrado, únicamente, catedrático supernumerario no fun­
cionario. Este nombramiento no se produjo hasta el decreto del 19 de abril de
1937 como consecuencia de mis insistentes ruegos personales al entonces encar­
gado de negociado, el profesor Mattiat.
Las razones de todo ello son de naturaleza múltiple. En primer lugar
la tendencia general hasta hace poco iba, sin duda, en la dirección de una
supresión general de la filosofía en las universidades alemanas. Gadamer
tuvo, además, la mala suerte de no encontrarse a gusto en el estrecho círcu­
lo del jefe del cuerpo docente, quien, como se sabe, tomaba de hecho las
decisiones durante varios años en la política de personal. La atmósfera pre­
tendidamente robusta, cimentada sobre formas de hablar de tono fuerte,
que entonces dominaba en la dirección de la unión de docentes, sencilla­
mente no era el estilo de Gadamer. Así, llegó a estar bajo la sospecha de ser
asocial y no apto para trabajos en equipo. Que ello es totalmente falso
puedo probarlo ahora a raíz de varias experiencias. Desde hace algunos
meses existe en Marburgo un círculo de trabajo que incluye a todas las fa­
cultades y en el que también participa Gadamer. Puedo asegurar que él es
uno de los colaboradores más valiosos, a quien no sólo sus colegas más
próximos sino también sobre todo filólogos y juristas le deben valiosos es­
tímulos.
Gadamer tuvo asimismo la mala suerte de ser muy poco valorado por el
decano de la Facultad de Filosofía, el doctor y profesor Wachtsmuth. Así se
entiende también que el señor decano prefiriera, en el verano de 1936, que la
plaza extraordinaria de filosofía ofrecida por el señor ministro emigrase a Gotinga,
en vez de permitir que al menos se tomara en consideración que la plaza nume­
raria fuese otorgada a Gadamer. Ahora la Universidad de Marburgo pagará las
consecuencias ya que corre el peligro de perder con Gadamer a uno de los cola­
boradores más valiosos.

258
Por lo que yo sé, Gadamer, cuyo valor cada día es más reconocido, se
encuentra en numerosas listas, por ejemplo, en la de Heidelberg.71 Si no con­
seguimos proporcionarle a tiempo una plaza numeraria aquí, entonces nues­
tra obra de organización en Marburgo, de todas maneras ya en peligro por la
marcha de Deichgraber, sufrirá un nuevo y duro golpe.
Adjunto una relación de los escritos de Gadamer.
Mencionaré todavía que al inicio del semestre de invierno 1937-1938
Gadamer fue requerido telefónicamente por parte del entonces encargado de
negociado, el profesor Mattiat, para tomar posesión, en calidad de suplente,
de una cátedra libre de filología clásica en Halle. Este hecho en principio extra­
ño se debe a que Gadamer, en sus escritos, también se ha dedicado mucho a
problemas de filología griega. De ahí que asimismo esté especialmente capaci­
tado para cultivar las zonas fronterizas entre filosofía y filología clásica. Mas su
especialidad es, ahora como antes, la historia de la filosofía. Por ello, tras una
larga entrevista con Gadamer y con su consentimiento, he conseguido del encar­
gado del negociado, el profesor Mattiat, una revocación de la solicitud hecha
a Gadamer de ocupar como suplente la cátedra de filología clásica en Halle.
Con tanta mayor insistencia pido por consiguiente al ministro que procure a
Gadamer en Marburgo la posición que merece a causa de sus capacidades y
méritos.

Gadam er había renunciado, pues, a la suplencia en Halle, la cual im pli­


caba la posibilidad de la titularidad de una cátedra, ya que se le había ase­
gurado que sus posibilidades filosóficas en M arburgo al m enos mejorarían.
N o se puede constatar de un m odo específico qué tipo de prom esas le fue­
ron hechas entonces, m as la suplencia rechazada en H alle y la propuesta
-q u e hoy parece bizan tina pero que en la ad m in istración centralista de
entonces no era tan extraordinaria- de una reorganización de las cátedras
en M arburgo habían acrecentado, sin lugar a dudas, el prestigio de Gadamer.
Pronto se vieron los frutos: En lugar de obtener la cátedra extraordinaria de
M arburgo, el m inistro de Educación del Reich H einrich H arm janz, ofre­
ció a G adam er pocas sem anas después, el 28 de marzo de 1938, la suplen­
cia de A rnold Gehlen en la Facultad de Filosofía de Leipzig.72 Puesto que
Gehlen había sido llamado a Konigsberg, existía claramente también la posi-

71. Este dato casi profètico (¿una suplencia de Jaspers?) no pudo ser corro­
borado.
72. UAL, PA , 488, hoja 26. Sobre el papel de Harmjanz en el llamamiento de
Gadamer a Leipzig véase J. Z. Muller, The Other God That Failed. Hans Freyer and
the Deradicalization o f German Conservatism, Princeton University Press, 1987, pág.
319 (donde se hace referencia a una conversación con Gadamer).

259
bilidad de que se le asignara a la larga esta importante cátedra. Gadamer
demostró sus capacidades en la suplencia y de esta manera, ya en junio de
1938, fue propuesto como catedrático titular.
Hacía mucho tiempo que Leipzig gozaba de un excelente prestigio. Para
su sorpresa, Gadamer descubrió además que esta universidad tenía un
ambiente en buena medida apolítico.73Y lo que, justamente, valoraba como
uno de sus méritos era el haber sido llamado a esta universidad pese a no
tener méritos políticos. Este dato sería seguramente una de las razones a
favor de su nombramiento, pues los otros candidatos en la lista: Theodor
Haering de Tubinga y Hans Lipps de Frankfurt, eran nazis declarados, que
quizá podrían haber merecido una consideración preferente respecto a
Gadamer en cuanto a la cantidad e importancia de sus publicaciones.
El primer candidato que figuraba en la lista de propuestas para el nom­
bramiento del 28 de junio de 1938 era Theodor Haering (1884-1964), que
ya llevaba publicados varios libros sobre el idealismo alemán, entre ellos la
obra de referencia obligatoria Hegel, sein Wollen und sein Werk [Hegel, sus
propósitos y su obra], aparecido en 1938. Se trataba de un investigador ya
entonces renombrado y excelente. La propuesta de nombrarlo se justifica­
ba, además, «por el deseo de ganar para Leipzig un científico de plena madu­
rez, reconocido como investigador más allá de las fronteras de Alemania y
acreditado como docente brillante en el mundo universitario, para dar a
la filosofía, después de su fuerte reducción exterior, una dignidad aún mayor
gracias al peso de la personalidad que la representa».74 El dictamen sobre­
manera elogioso tampoco ocultaba los méritos políticos de Haering, que
era miembro del partido desde 1937: «Se declara sin reservas a favor de la
nueva Alemania nacionalsocialista».75

73. Ver PL, pág. 111.


74. UAL, PA 488, hoja 36.
75. Th. Haering era, ya antes de la toma del poder por parte de Hitler, miem­
bro de la Federación de Lucha por la Cultura Alemana, fundada en 1929 por A.
Rosenberg. Más tarde estuvo muy cerca de la gestión de Rosenberg. En 1942 par­
ticipó en las Jornadas sobre «Europa y la Filosofía Alemana» organizadas por la
Kriegseinsatz der Geisteswissenschaften (Entrada en acción de guerra de las cien­
cias del espíritu), en la que disertó sobre «Filosofía, raza, pueblo - filosofía alema­
na en Europa». Véase al respecto G. Leaman, «Philosophy, Alfred Rosenberg and
the Military Application o f the Social Sciences», en Jahrbuch fu r Sozialgeschichte,
1992, pág. 241-260. Todo esto convirtió al apreciado investigador Haering en una
persona temida, que figuraba en todas las listas, pero a quien nadie quería convo-

260
Gadamer no ocupaba más que el segundo lugar, pero quizá esto era
sensato desde un punto de vista táctico.76 Su lista de escritos resultaba, como
es natural, mucho más modesta. Aparte de sus tempranos ensayos de 1923
y el trabajo sobre los Protrépticos de 1927, Gadamer sólo podía acreditar
dos ensayos formalmente válidos, escritos en el tiempo transcurrido desde
su habilitación: Plato und die Dichter (1934) y D ie antike Atomtheorie
(1935). Un dato a favor de Gadamer era, sin embargo, el hecho de que
podía enseñar la historia de la filosofía en su totalidad, lo cual constituía
en Leipzig una auténtica necesidad, puesto que tras la marcha de Gehlen
no había ningún otro docente para este ámbito. La otra cátedra titular en
filosofía la ocupaba Theodor Litt, quien por su honroso rechazo al nacio­
nalsocialismo fue cesado a petición propia.77 Se podía, por consiguiente,
considerar capaz a Gadamer de representar todo el espectro de la historia
de la filosofía desde la antigüedad (su punto fuerte) hasta la época con­
temporánea, tanto en la docencia como en la investigación. El carácter
polifacético de su carrera, sus estudios con Paul Natorp, Julius Stenzel
y Heidegger (el profesor judío Friedlánder no fue mencionado), así como
su interés por las ciencias naturales (la teoría antigua de los átomos)
fueron algunos de los puntos que se pusieron especialmente de relieve.
Al parecer, fue por esta última razón que Werner Heisenberg, galardona­

car, de tal manera que permaneció siempre en Tubinga. Ver ya en 1931 la carta de
H. Plessner a J. Kònig, fechada el 10-3 de ese año, BriejwechselKonig - Plessner, pág.
210: «Nadie quiere a Haering, tampoco Berlín.» 4
76. UAL, PA 488, hoja 37.
77. Ver la propuesta de llamamiento del 28-6-1938 (UAL, PA 188, hoja 35):
«A través del llamamiento del prof. Dr. Gehlen a Konigsberg, la cátedra ordinaria
de Filosofía de la Universidad de Leipzig ha quedado vacante. [...] La cátedra ordi­
naria de Filosofía y Pedagogía, junto a la cátedra ahora vacante, ha tenido por déca­
das una gran importancia en Leipzig para la enseñanza y la investigación filosóficas
y así ha sido considerada por todos sus titulares (Johs. Volkelt, Spranger, Litt). Sin
embargo, con el retiro del prof. Litt, esta cátedra ordinaria ha desaparecido [al reti­
rarse en 1937, Litt tenía sólo 57 años de edad, J.G .]. [...] El cargo de profesor a
ocupar será, pues, en el futuro, la única cátedra ordinaria dedicada al cultivo de la
filosofía. De ello extraigo la conclusión de que el académico a convocar ha de ser
seleccionado de tal modo que tenga un vasto dominio, tanto del campo de la filo­
sofía sistemática cuanto del campo de la historia de la filosofía, y que trate espe­
cialmente los contenidos centrales de la filosofía en la investigación y la enseñanza.
Con lo cual, investigadores especializados en un ámbito parcial de la filosofía que­
dan descartados para nuestra búsqueda.»

261
do en 1933 con el Premio Nobel de Física y profesor entonces en Leipzig,
defendió a Gadamer de manera especial.78 Como es sabido, Heisenberg
tenía una estrecha relación con Heidegger y siempre se había interesado
por los orígenes y dimensiones filosóficas de la especulación física. Años
más tarde, él mismo escribiría importantes trabajos filosóficos en esta direc­
ción (piénsese sobre todo en Der Teil und das Ganze [La parte y el todo],
1969). Así, este físico, que gozaba de tanto prestigio, podía esperar encon­
trar en Gadamer un interlocutor versado. En este contexto, se hinchó espe­
cialmente la importancia de las investigaciones de Gadamer sobre la físi­
ca aristotélica y sobre Hegel, con las habituales promesas de pronta
publicación: «Desde hace años G. está preparando un comentario de la
Física aristotélica. Este trabajo le ha conducido a ocuparse de las bases filo­
sóficas de las ciencias naturales y las matemáticas, que asimismo ha ras­
treado en sus progresos modernos. Un libro sobre Hegel y los dialécticos
antiguos [sic] está prácticamente terminado».
Un punto a favor de Gadamer era asimismo el hecho de que durante
el semestre de verano de 1938 ya actuase como suplente de una cátedra de
Leipzig, donde había causado una impresión muy buena como persona
competente y sociable: «En Leipzig se ha acreditado de forma excelente
como sustituto en la cátedra de filosofía durante el último semestre. Ha con­
seguido el aprecio especial entre sus colegas más próximos y más alejados
y ha sabido ganarse a los estudiantes a pesar del poco tiempo de su actua­
ción aquí». Se sabía, en definitiva, de quién se trataba. También encajaba
en las expectativas del profesorado liberal de Leipzig el hecho de que -muy
a diferencia de Haering y Lipps- Gadamer no fuese nazi. Verdad es que se
mencionó su pertenencia a la N SV y al DRL, dos organizaciones «nacio­
nalsocialistas», lo cual era visto con agrado por las autoridades del partido.

78. Ver «A Conversation with Hans-Georg Gadamer», en Journal o f the British


Society fo r Phenomenology 26 (1995), pág. 121: «At Leipzig I had the special for­
tune that Heisenberg was interested in my publications on ancient atomic theory.
He was the man with sufficient authority - against the party. This is how I got
the call to Leipzig: the members o f the staff in philosophy there, some o f them
pupils o f Heidegger, wanted me, and Heisenberg gave his approval.» [«En Leipzig
tuve la especial fortuna de que Heisenberg estaba interesado en mis publicaciones
sobre la teoría atómica de la antigüedad. Él era el hombre con suficiente autori­
dad frente al partido. Así es como obtuve el llamamiento a Leipzig: los miembros
del equipo de filosofía allá, algunos de ellos alumnos de Heidegger, quería que fue­
se, y Heisenberg dio su aprobación.»}

262
Pero la N SV era la Nationalsozialistische Volkswohlfahrt, el Servicio de
Asistencia Pública nacionalsocialista, que había relevado a la Cruz Roja, y
el DRL era el Deutsche Reichsbund für Leibesübungen, la Federación de
Ejercicios Físicos, a la que Gadamer pertenecía por ser miembro del club
de tenis de Marburgo. Había, por consiguiente, una pertenencia formal a
estas organizaciones, pero se trataba de las asociaciones más apolíticas que
uno puede imaginarse. Esta ironía no se le escaparía a la comisión de nom­
bramientos.
Por último, daba la casualidad de que el entonces rector de la Universidad
de Leipzig, el dermatólogo Artur Knick (1883-1944), lo mismo que
Gadamer, procedía de Breslau, donde había ido al mismo colegio que él,
al Instituto del Espíritu Santo, lo que hizo que en él se despertara una sim­
patía espontánea por Gadamer. Knick era un «miembro añejo del partido»,
esto es, uno de los que habían participado en la fundación del Partido
Nacionalsocialista, pero que estaba profundamente decepcionado de la evo­
lución de las cosas, por lo que le proporcionaba una gran satisfacción ganar
para su universidad a investigadores no vinculados al Partido.79 Después de
su suplencia en el semestre de verano de 1938, Knick le dijo personal­
mente a Gadamer que estaba dispuesto a mediar en su favor.
El tercer candidato era Hans Lipps (1889-1941), docente en Frankfurt
y al mismo tiempo médico, quien había publicado, al igual que Haering,
una serie de importantes libros sobre fenomenología. Su obra Untersuchungen
zu einer hermeneutischen Logik [Investigaciones sobre una lógica herme­
néutica], aparecida en 1938, se convertiría en una de las más importantes
obras de la hermenéutica y fenomenología del siglo XX. Pero Lipps, como
también Haering, era miembro del Partido Nacionalsocialista y, en su
calidad de médico, incluso formaba parte, desde 1934, de las SS (lo cual
también sería puesto de relieve en Leipzig). En 1935 había publicado
un pequeño libro con el título Der Soldat des letzten Krieges [El soldado de
la última guerra] y en la propuesta de nombramiento su personalidad
fue calificada como «de soldado, al parecer claramente marcada por la
participación en la guerra mundial» (Lipps cayó el 10 de septiembre de

79. La descripción en PL, pág. 112, se refiere a Artur Knick: «Algunos hom­
bres excelentes, uno de ellos el rector, un antiguo camarada del partido, que se había
imaginado el desarrollo del Reich de una manera muy diferente y que persistía en
la visión de que el criterio principal era el rango científico.»

263
1941 en el frente ruso). La circunstancia de que Lipps sólo se incluyera
en el tercer lugar de la lista se debía «ante todo, a que el campo que él abar­
ca, aunque se extiende desde la lógica hasta la filosofía del derecho -por lo
que se le puede calificar, sin duda, como muy am plio-, no alcanza,
sin embargo la amplitud del dominio de Haering, y también porque
- a diferencia de Gadam er- se echan de menos los grandes temas de la
historia de la filosofía, al menos en lo que lleva publicado hasta el mo­
mento».
La Universidad de Leipzig, que promovía la convocatoria, debía saber
muy bien que tanto con Haering como con Lipps se encontraba frente a
unos nazis más que declarados, mas también que sus trabajos filosóficos
superaban los de Gadamer en número, y quizá también en contenido. El
hecho de que esta universidad se decidiera, finalmente, a llamar a Gadamer
demuestra su independencia política.
En un primer tiempo, sin embargo, las discusiones se prolongaron
mucho más allá del verano. En el semestre de invierno de 1938-1939 se
encomendó de nuevo a Gadamer la suplencia de la cátedra de filosofía de
Leipzig,80 lo cual hay que valorar como un signo de la confianza deposita­
da en él y como consecuencia de su éxito docente. Otra muestra de con­
fianza se produjo a finales de noviembre de 1938, cuando se le encargó ade­
más la dirección del Instituto Filosófico-Pedagógico a título de suplente.81
Gadamer, como se ve, se había establecido con mucho éxito en Leipzig.
El 6 de febrero de 1939 fue nombrado -de manera oficial por el Führer y
canciller del Reich Hider82- catedrático titular, con efecto desde el 1 de ene­
ro de 1939 y al mismo tiempo como director del Instituto Filosófico de la
Universidad de Leipzig.
Cuando Gadamer, viniendo de Marburgo, llegó a Leipzig, le sorpren­
dió, efectivamente, la libertad del ambiente, hasta tal punto que, para él
incluso «relegaba a un segundo plano la tenebrosidad de la situación mun­
dial».83 El propio jefe de la Corporación de Docentes le aseguró en su pri­
mera visita que la Universidad de Leipzig era una institución donde se
trabajaba.84Allí los nazis eran tan raros que a los que no lo eran se les pre­

80. UAL, PA 488, hoja 46.


81. UAL, PA 488, hoja 50.
82. UAM, PA Gadamer, pág. 27.
83. PL, pág. 111.
84. Ibidem.

264
venía de ellos. Así, Gadamer fue advertido de que tenía que guardarse espe­
cialmente del psicólogo Hans Volkelt. Era el hijo de Johannes Volkelt (1848-
1930), quien había iniciado en Leipzig una importante tradición pedagó­
gica, continuada por Eduard Spranger y Theodor Litt. Dado que Litt había
dimitido y Gadamer había asumido a finales de 1938 la dirección del Instituto
filosófico y pedagógico en calidad de suplente, pasó a formar parte él mis­
mo de dicha tradición. A instancias de Hans Volkelt, Gadamer escribió
un breve texto en homenaje del padre con motivo de su 90 cumpleaños,
que fue publicado en un periódico de la ciudad.85 Por lo visto, Gadamer
aceptó este encargo únicamente para asegurarse el apoyo del hijo, de quien
creía que tenía que precaverse. Se trataba de pura diplomacia, porque Volkelt
era un miembro activo del partido y se le consideraba peligroso. Mas, por
la misma razón estaba proscrito en Leipzig. Su militancia nacionalsocialis­
ta impidió, además, que llegase a ser profesor ordinario en la universidad
de esta ciudad.86
De todas maneras, este caso da testimonio, ante todo, de las reveren­
cias que alguien que no era miembro del partido como Gadamer se creía
obligado a hacer para protegerse políticamente. Otra muestra, aunque banal,
de sus precauciones al inicio de su actividad docente en Leipzig se encuen­
tra en sus actas universitarias. En junio de 1939 recibió una invitación para
colaborar en la revista norteamericana Philosophical abstracts, que sólo con­
sistía en un intercambio de informaciones bibliográficas. Mas en aquel enton­
ces era obligatorio dar cuenta de todos los contactos mantenidos con el
extranjero. Gadamer, por lo tanto, informó de ello al ministerio de Edu­
cación del Reich, al tiempo que preguntaba: «Ruego que se me comunique
si la aceptación de esta petición es aconsejable y carece de objeciones. En

85. «Das Vermáchtnis eines Leipziger Denkers. Johannes Volkelt und sein
Werk», Leipziger Neueste Nachrichten, 23-7-1938, pág. 7. El texto contiene tam­
bién pasajes condicionados por el momento, que deben verse particularmente des­
de la perspectiva del efecto que producirían en el hijo: «Volkelt no fue un pensador
político. Pero como para él la fidelidad hacia la herencia artística y filosófica del cla­
sicismo y del romanticismo alemanes era su elemento vital, debía tornarse en un
admonitor incansable e inexorable de cara a la descomposición de esa herencia en
virtud de la mentalidad materialista y de sus voceros marxistas. Su presentación
de sí mismo publicada en 1921 termina con una confesión viva de esa fidelidad.
De esa manera, Volkelt tiene, justamente hoy en día, derecho a la fidelidad de nues­
tro recuerdo.»
86. PL, pág. 112.

265
caso afirmativo, ruego que me devuelvan los papeles adjuntos. Heil Hitler.
Gadamer».87 Este caso muestra de nuevo hasta qué punto estaba interiori­
zado el terror. Es significativo, de todos modos, que tales medidas de pre­
caución sólo se den al principio de la actividad docente de Gadamer en
Leipzig. La experiencia le enseñaría que en esta ciudad no eran necesarias
en absoluto.
Con la obtención de la cátedra de Leipzig, Gadamer se había consoli­
dado finalmente y se sentía afianzado en su autonomía. Había conseguido
atravesar los penosos años del establecimiento del nacionalsocialismo con
habilidad, esto es, sin humillarse políticamente pero también sin conver­
tirse en un mártir político. De ahora en adelante ya no tenía que rebajarse
a sí mismo con reverencias políticas. Sin embargo, el año 1939 fue sólo pro­
fesionalmente un momento de consolidación personal, puesto que pocos
meses más tarde el delirio bélico de Hitler precipitaría a la historia mundial
a su peor catástrofe y relativizaría todo lo alcanzado hasta entonces.

87. UAL, PA 488, hoja 60 (Carta del 13-6-1939).

266
XI. Et illud transit

En cuanto alemán que ignoraba muchos de todos estos


hechos espantosos, hasta el año 1938 uno podía decir:
Hitler hace desde luego una política genial de chantaje;
el restablecimiento del equilibrio europeo es una obra
maestra. Pero fuimos tan burros quç no vimos que esto
conduciría a una guerra.
H a n s-G eo rg G ad am er1

En 1939 Gadamer no creía en serio que fuera posible una nueva guerra
mundial. Era demasiado absurdo. Pero en 1938 sí tuvo mucho miedo cuan­
do Hider amenazó con la ocupación de Checoslovaquia. El Pacto de Múnich
con Chamberlain, no obstante, le «enseñó» que probablemente todo había
sido sólo una jugada de pòker. Gadamer se convenció de que Hitler era ante
todo un excelente estratega, al que no podía dejar de admirar hasta cierto
punto en este aspecto. En años posteriores Gadamer describiría en más de
una ocasión cómo le habían impresionado los éxitos de la estrategia hitle­
riana de chantaje.2 Ésta era la impresión que ya en septiembre de 1938,
durante un viaje de conferencias por Italia -el segundo viaje al extranjero
que emprendía- comunicó a Lowith que estaba en Japón: «Hace ya más de
una semana que estamos en Italia (Como-Milán-Génova-Sestri-Levante-
Pisa), y, desde hace unos días, nos encontramos en Florencia; pero no será
a ti a quien haya de explicar por qué no he escrito antes: no se trata de

1. HGG, «...d ie wirklichen Nazis hatten doch überhaupt kein Interesse an uns.
Hans-Georg Gadamer im Gespràch mit Dôrte von Westernhagen», en Das Argument,
182 (1990), pág. 547.
2. Véase H G G , «YLnnnerung», Jahrbuch der deutschen Schillergesellschaft 34
(1990), pág. 466: «Era la misma época en que Hitler rechazó de modo dramático
la política del cumplimiento, que había dominado los años veinte, poniendo en
su lugar una nueva política de la extorsión, que apuntaba claramente hacia objeti­
vos armamentistas. Con un inusitado instinto para el poder, él reconoció en aquel
momento la debilidad de los oponentes del «oeste», llegándose de ese modo a una
serie de exitosas extorsiones, hasta que, finalmente, se había traspasado el límite.»

267
que esté totalmente arrebatado por las impresiones del viaje: tú eres sin duda
la persona a la que menos tenga que decirle hasta qué punto Italia impre­
siona a alguien como yo, procedente de una ciudad pequeña del centro de
Alemania. Lo que me enmudece de inquietud y horror es la historia mun­
dial. Hitler ha vuelto a ganar y holgadamente su jugada arriesgada, e inclu­
so entre sus enemigos más decididos habrá pocos que no tengan una sen­
sación de alivio. A diferencia de todas las demás grandes potencias, Italia no
había realizado ningún tipo de preparativos bélicos. El Duce seguro que
sabía en todo momento por qué».3 Según la valoración que Gadamer hacía
entonces, el mismo Mussolini había sabido en todo momento que Hitler
únicamente y siempre estaba jugando al poker. En la misma carta, Gadamer
atribuía el contraste ideológico entre los aliados y los Estados fascistas a la
diferencia entre la pobreza y la riqueza: «La diferencia de estilo en los nego­
cios políticos entre Chamberlain y Daladier, por una parte, y el Duce e
Hitler, por otra, que por poco ha conducido al desencadenamiento de los
demonios, en mi opinión se basa esencialmente en la diferencia entre pobre­
za y riqueza. Los Estados totalitarios son pobres. De ahí que no posean más
armas modernas para la imposición de sus objetivos que la amenaza con las
armas. Desde tiempos inmemoriales (compárese el capítulo de Hegel sobre
el amo y el esclavo), apostar con la vida es lo más eficaz en la lucha por el
poder».
Nada indica en esta carta a Lowith que Gadamer despreciase por prin­
cipio los objetivos del pòker de Hider. Más bien parece como si con los recur­
sos de Hegel, en quien profundizaba en aquel momento, quisiese extraer
una vertiente heroica de aquel arriesgado juego que podía conducir al esta­
llido de una guerra mundial. Después de todo, Hitler había tenido éxito.
¡De nuevo! habría que añadir. Quizá Gadamer se había engañado respecto
a Hitler y a su primitivo partido cuando al principio los había subestima­

3. Carta a Lowith del 30-9-1938 (desde Italia). El 16-10-1938, Gadamer escri­


bió a Krüger, desde Florencia: «En el respiro generalizado, encuentro por fin la reso­
lución de hacerles saber de nosotros. Ha sido demasiado difícil, mientras no se sabía
si se podía estar y permanecer allí donde se estaba. Aquí en Florencia y, en gene­
ral, en Italia, no se ha notado nada del Spiritu della guerra; verdaderamente nada.
Pero, no obstante, algunas veces se me ha tornado muy difícil la concentración en
cuadros, edificios y montañas (como también, en general, la separación de la patria).
Ahora nos será más fácil a todos. Italia está hoy en una única embriaguez: Duce
Salvatore della pace». (Gerhard-Krüger-Archiv, UAT).

268
do tanto. Sin duda se habían obtenido éxitos: Se había logrado eliminar casi
por completo el paro, Alemania se había convertido de nuevo en una poten­
cia mundial pese a su ejército risiblemente pequeño (de ahí las «jugadas»
puramente de poker), que había recuperado sus fronteras «naturales» y su
soberanía; se habían restablecido, también, la paz social y la estabilidad,4
al precio, desde luego, de un estado totalitario, del cual hay que decir, no
obstante, que se insertaba perfectamente en la continuidad de la tradición
autoritaria prusiana tras el hiato estigmatizante de Weimar, y que también
tenía sus paralelos en Italia, España y Japón, y hasta en todos los grandes
«imperios». El antisemitismo era lo más preocupante, ¡pero con cuánta faci­
lidad uno se engañaba sobre sus formas de manifestación! Aunque casi todos
los colegas judíos habían sido cesados, muchos de ellos se quedaron en
Alemania hasta 1938. La Noche de los cristales rotos del 9 de noviembre de
1938 aniquiló a este respecto las últimas ilusiones, aun cuando no permi­
tía presentir nada de la shoa, el holocausto judío. Erich Frank fue uno de
los últimos amigos de Gadamer que emigró a Estados Unidos en 1939, para
ejercer la docencia en Harvard. Abandonó con mucho dolor el país que con­
sideraba como su patria natural. Gadamer, que acababa de instalarse en
Leipzig, compró algunos de sus muebles, entre ellos un sofá que todavía
se encuentra en su gabinete de trabajo.5
Frank se despidió de Marburgo con lágrimas en los ojos y Gadamer le
acompañó a la estación igualmente deprimido. Tras la Noche de los cris­
tales rotos y la crisis de los Sudetes, Frank sabía que la situación sólo podía
empeorar todavía más. Dijo a Gadamer, quien consideraba la crisis de los
Sudetes como la jugada más arriesgada de Hitler y quizá la última, que las
potencias occidentales ya no aceptarían la violación del corredor de Danzig.
Para Gadamer, Frank fue el primero que vio venir la guerra. Es posible que
en aquel momento Gadamer considerase que los temores de su amigo res-

4. Ver M. Balfour, «Could German Resistance Have Changed History?», en


Germans Against Nazism, Nueva York: St. Martin’s Press, 1990, pág. 392: «Until
about 1938, the belief that Hitler was benefiting Germany was nourished by his
achievements at home and abroad. He so often proved the prophets o f doom wrong
that many doubters became convinced of his genius.» Ver también R. Safranski, op.
cit., pág. 339: A finales de los años treinta, la política de Hitler, «a los ojos de la
inmensa mayoría, se había comprobado como exitosa.»
5. H G G , «...die wirklichen Nazis hatten doch überhaupt kein Interesse an
uns.», pág. 547.

269
pondiesen a la comprensible autojustificación de alguien que emigraba con­
tra su voluntad, puesto que en aquel momento no creyó del todo lo que
Frank decía.
En años posteriores, Gadamer se haría reproches en relación con las
humillaciones que habían tenido que padecer sus amigos judíos: «En aque­
lla época aprendí -tanto en mi mismo como en los demás- cuán fácilmente
uno se hace ilusiones y está dispuesto a pensar, cuando no es él quien
está en la picota, que lo que ocurre no es tan grave. Esta lección, sin embar­
go, nunca se acaba de aprender del todo».6 Si bien las medidas contra los
judíos eran muy graves, la gente se consolaba pensando que tal vez la situa­
ción, a pesar de todo, no era tan espantosa. Se pensaba que estas medidas
sólo eran provisionales en la fase de consolidación de la nueva Alemania
y que constituían, ante todo, la expresión de un movimiento pequeño-
burgués primitivo y cargado de resentimiento que tenía como objeto el res­
tablecimiento del honor alemán. El orgullo nacional de la mayoría de ale­
manes también estaba irritado por el hecho de que en el extranjero se diese
tanta importancia, por razones propagandísticas, a este antijudaísmo pri­
mitivo e «insignificante». Respecto al antisemitismo existía, a la postre, el
famoso subterfugio: «¿Lo sabrá el Führer?» Hitler, como es sabido, por muy
posible que fuera que las hubiese urdido, había condenado las agresiones
de la Noche de los cristales rotos. Así pues, cualquiera se podía consolar
con todo tipo de excusas «mientras que no fuese uno mismo quien estu­
viese en la picota».
Para un «habitante de una ciudad pequeña del centro de Alemania»,
como Gadamer se describía a sí mismo, no era un hecho excepcional que
se solidarizase con los objetivos del restablecimiento nacional y de la «exi­
tosa» política exterior alemana. En algunos pequeños discursos pronun­
ciados hacia 1938, por ejemplo, él habla en repetidas ocasiones del «desti­
no» del pueblo alemán, con el que habría que reconciliarse. Con ocasión
del 400 aniversario de la existencia del colegio al que Gadamer había ido
en Breslau, que se celebraba en septiembre de 1938, la institución le pidió
una pequeña contribución para un volumen conmemorativo.7 No se tra­
taba en absoluto de una contribución filosófica o de alguna manera rele-

6. PL, pág. 53.


7. Festschrift zur 400jdhrigen Jubelfeier der Schule zum Heiligen Geist in Breslau
(1538-1938), Breslau, 1938, pág. 89-91.

270
vante, sino tan sólo de expresar el vínculo del antiguo alumno con la escue­
la en la que había pasado nueve años. En este texto, Gadamer habla de la
manera más natural del Tercer Reich y de la relación existente entre los
institutos de segunda enseñanza y las universidades en la situación pecu­
liar que atravesaba Alemania: «Cuando en medio de las tareas y preocu­
paciones de un profesor universitario en el Tercer Reich recuerdo mi épo­
ca escolar en el instituto del Espíritu Santo, es este lugar actual que,
probablemente, me haga percibir de otra manera que los demás esta épo­
ca vivida en compañía de tantos otros. Ante el fuerte incremento de la
demanda en las fuerzas armadas y la economía, nuestra ciencia alemana se
encuentra, hoy en día, ante una grave preocupación: la preocupación por
la generación sucesora adecuada, y especialmente por la sucesión adecua­
da dentro de la ciencia misma. Así que sólo desde esta preocupación pue­
do examinar mi época escolar preguntándome: ¿Qué me impulsó a mí y
qué es lo que impulsa, en genreal, a un joven alemán a emprender una
carrera universitaria?» Gadamer subraya en este contexto la función de
modelo de uno de sus profesores, que se había entregado por completo a
las ciencias. Esta vivencia escolar, como dice, fue más importante que todo
lo demás. Pero Gadamer concluye su contribución con una observación
que hoy nos puede dar mucho que pensar: «No necesito explicar lo que
esto significa: qué destino común y qué responsabilidad conjunta tienen
los institutos de segunda enseñanza y las universidades tanto por lo que se
refiere a las metas más próximas como a las más lejanas y elevadas, y a las
vicisitudes futuras del pueblo alemán». Tal vez se podría interpretar esta
preocupación por el destino del pueblo alemán como expresión de una crí­
tica, pero parece que Gadamer no dejaba de declararse solidario con «las
metas próximas, lejanas y más elevadas» del pueblo alemán y, concreta­
mente, en una ocasión en que podría haberse limitado a celebrar los méri­
tos de su colegio.8
Aun cuando Gadamer no fuera un nazi, lo cual es un hecho indiscu­
tible en sus escritos anteriores a la guerra, para él era natural invocar el des­
tino del pueblo alemán. También apeló a este destino -directa o indirecta­
mente- en su contribución al volumen de homenaje con motivo del 60

8. Véanse los tonos antimaterialistas de Gadamer en su reseña crítica con oca­


sión del 90 aniversario del nacimiento de Johannes Volkelt (1848-1930), en Leipziger
Neueste Nachrichten, del 23-7-1938, pág. 7.

271
aniversario del historiador del arte Richard Hamann,9 que era socialde-
mócrata (!), así como en su lección inaugural en Leipzig, en la que se remi­
te a Hegel con buenas razones para ver el «arraigo y el cumplimiento» del
espíritu histórico «en la sustancia moral del pueblo».10 Resulta trivial tener
que decirlo, pero ésta había sido justamente la idea de Hegel antes de que
los nazis la desfiguraran. Pero en aquella época Gadamer tenía que pensar
así, y su solidaridad con el destino del pueblo alemán no significa en abso­
luto una conformidad con los nazis, aun cuando la forma en que éstos inten­
taron apoderarse de la historia pueda sugerir esta identificación a las gene­
raciones posteriores. De todos modos sigue siendo digno de mención que
Gadamer, en sus (escasas) publicaciones de entonces, nunca se identificara
con el Führer, el partido, sus instituciones o su ideología.
El Pacto de Paz de Múnich, los «éxitos» estabilizadores de Hitler hasta
1938 y el nombramiento en Leipzig le proporcionaron a Gadamer una sen­
sación de alivio. Su propia situación, tanto desde un punto de vista profe­
sional como económico, mejoró de la noche a la mañana. Sus problemas
de salud, quizá de origen nervioso, también habían desaparecido casi por
completo. No obstante, Gadamer abandonó Marburgo con sentimientos
encontrados. Tras veinte años de permanencia allí le resultaba difícil, por
un lado, dejar la idílica y romántica ciudad a orillas del Lahn para insta­
larse en una gran urbe impersonal. Por otro lado, en Marburgo no dejaba
de sentirse políticamente agobiado, a pesar del apoyo del rector, quien de­
seaba retenerle allí, y quien, en 1940, quiso volver a llamarlo a esta uni­
versidad tras la repentina muerte de Jaensch y Mahnke. Como en Marburgo
ya no encontraba la calma necesaria para trabajar, es lógico que esperase que
el nombramiento de Leipzig le trajera nuevos ánimos y calma interior.
Marburgo ya no era la idílica ciudad que había sido en otros tiempos. El
esplendor de los años veinte pertenecía al pasado. Casi todos sus amigos

9. «Zu Kants Begründung der Asthetik und dem Sinn der Kunst», en Festschrift
Richard Hamann zum 60. Geburtstage am 29. M ai 1939, Verlag August Hopfer
Burg, 1939, pág. 32, donde Gadamer comenta con reconocimiento el mérito de
Hamann de haber «colocado nuevamente el arte en el contexto vital popular al que
pertenece, descubriéndole así su importancia para la historia y para el destino de
los pueblos, importancia que, considerado como manifestación máxima del mun­
do cultivado, el arte había perdido y había negado.»
10. «Hegel und der geschichtliche Geist,» en Zeitschrift fü r die gesamte
Staatswissenschaft, 100 (1939), pág. 37.

272
habían abandonado entretanto la ciudad porque eran judíos: Karl Lowith,
Jakob Klein, Erich Frank, Paul Friedlànder, Paul Jacobsthal, Erich Auerbach,
Leo Spitzer, Paul Jakobsohn. Gerhard Kriiger, por su parte, parecía que
pronto obtendría una cátedra gracias a sus excelentes libros.11
En los últimos años, Gadamer y su mujer Frida sólo habían hecho un
nuevo amigo, el romanista Werner Krauss (1900-1976), a quien Gadamer
traspasaría su domicilio en la Ockersháuser Allee número 39.12Frida Gadamer
se sentía muy atraída por el genio loco de Krauss. En aquel momento, ella
se interesaba mucho por la música española, estudiaba español y acabó
enamorándose de Krauss. Para él esta relación era más bien un juego, mien­
tras que para ella significarían un profundo vínculo emocional. Era lógico
que esta relación erosionara el matrimonio y condujera a que Gadamer, a su
vez, iniciase en Leipzig otra relación fuera del matrimonio. Siempre indul­
gente con las debilidades humanas, Gadamer nunca dejó de valorar en su
coetáneo Krauss al científico, al continuador de la ilustre tradición que en
Marburgo habían representado E. R. Curtius, L. Spitzer y E. Auerbach.13
Krauss era un investigador genial pero -muy a diferencia de Gadamer- ten­
día a los extremos. Al igual que Krüger y Gadamer, había «firmado» en
noviembre de 1933 su adhesión a Hitler, pero cuando empezó la guerra se
convirtió en un disidente del régimen. En 1942 se aproximó al grupo de

11. El 15-9-1938, Krüger recibió el nombramiento de profesor extraordinario


no numerario en Marburgo. En el semestre de verano de 1939 tuvo a su cargo la
suplencia en la cátedra de Mahnke, quien durante ese semestre trabajó en la Academia
de Berlin. Al comenzar la guerra, fue enviado al frente occidental pero fue dado
de baja el 5-1-1940, a fin de que se hiciera cargo de la suplencia de Mahnke, que
había fallecido el 26-7-1939 en un accidente automovilístico. En 1940 fue nom­
brado profesor en Münster. Habiendo pasado a Tübingen en 1946, en 1952 se con­
virtió en el sucesor de Gadamer en Frankfurt, pero sufrió pocos meses después un
grave ataque cerebral que le dejó paralítico para sus dos últimas décadas de vida.
12. Véase la carta de Gadamer a Lowith del 30-9-1938: «La partida de
Marburgo representa para mí, además de las de Krüger y Bultmann, algunas otras
despedidas, entre ellas la de Krauss, a quien ambos hemos ganado cada vez más
aprecio con el correr de los años». Para una reseña crítica sobre Krauss véase el cua­
derno de la revista Lendemains dedicado a su persona, año 18, cuad. 69/70 (1993),
como también Peter Jehle, Werner Krauss und die Romantik im NS-Staat, Hamburgo:
Argument, 1995. Véanse también las memorias de Krauss: Vorgefallenem Vorhang.
Aufoeichnungen eines Kronzeugen desJahrhunderts, с о тр . por Manfred Naumann,
Frankfúrt a.M.; Fischer Taschenbuch Verlag, 1995.
13. PL, pág. 41.

273
resistencia en torno a la Rosa Blanca, lo que le valió una sentencia de pena
de muerte por parte del Tribunal Popular de Justicia. En 1943 Gadamer
intercedió por él escribiendo un dictamen con el que logró que se suavizara
la pena.14 En dicho informe puso de relieve los rasgos inestables y bufones­
cos de la personalidad de Krauss, lo que debió de tener un fuerte efecto de
descarga. Siendo ya rector de la Universidad de Leipzig, después de la gue­
rra, Gadamer ofreció a Krauss, marxista convencido, una cátedra en Leipzig.
Gadamer conservó su casa en Marburgo hasta el 15 de marzo de 1939
porque hasta esa fecha no le fue posible encontrar en Leipzig una vivienda
adecuada para su familia. En el fondo, la gran ciudad le desalentaba, como
escribió a Lowith en una carta del 30 de septiembre de 1938: «Desde el
punto de vista de nuestra vida privada, Leipzig no es, desde luego, una mejo­
ra indiscutible. En Marburgo, ganando 400 marcos mensuales, pertene­
cíamos a las clases pudientes; pero en Leipzig, ganando el doble, no nos
podríamos contar entre ellas. Lo más terrible allí es, sobre todo, la penosa
situación de las viviendas. ¿Cómo podríamos vivir en Leipzig teniendo al
menos un poco de la naturaleza a la vista, pero sin que Jutta tenga que
viajar en tren para ir al colegio? Esto es casi un problema irresoluble,
del que quiero ocuparme con toda tranquilidad este invierno. Por tanto, de
momento nuestro lugar de residencia sigue siendo Marburgo».
Desde un punto de vista profesional, Gadamer estaba muy satisfecho
en Leipzig, sobre todo porque el nombramiento había tenido lugar sin nece­
sidad de concesiones políticas, a tenor de lo que relata en la misma carta,
y no sin orgullo, a Lowith: «Dado que tanto ahora como antes carezco
por completo de «méritos» políticos, este nombramiento tiene un cierto
valor sintomático, y así es considerado por lo general. Me es muy grato,
naturalmente, ingresar en una universidad tan bien conservada (esta expre­
sión aplicada a las primas le viene a uno este año a la cabeza para referirse a
los asuntos universitarios) y en la que se sigue considerando a la filosofía
como la disciplina humanística preeminente. Desde un punto de vista pura­
mente profesional no podría haber anhelado nada mejor. El fin de la mise­
ria pecuniaria también es, desde luego, muy oportuno». Pronto aprendió
a apreciar a sus colegas en Leipzig, aun cuando nunca llegarían a ser para él
compañeros de destino como en Marburgo.15

14. Impreso en Lendemains, año 18, cuad. 69/70 (1993), pág. I47s.
15. «D ie Kindheit wacht auf. Gesprâch mit dem Philosophen Hans-Georg
Gadamer», en Die Zeit, n° 13, 26-3-1993, pág. 22s.

274
El estado de guerra y el terror nazi hacían prácticamente imposibles los
contactos sociales, de modo que Gadamer se veía obligado a vivir de mane­
ra aún más aislada que antes. Con todo, el ambiente poco político de la
Universidad de Leipzig le encantó y le sorprendió a un tiempo, puesto
que significaba una gran liberación en comparación con Marburgo: «Lo
único realmente positivo de mi traslado a Leipzig son los colegas, todos ellos
buenos y algunos de mi misma generación: [el historiador de la antigüedad]
Berve, [el arqueólogo] Schweitzer, [el latinista] Klingner, [el filólogo clási­
co] Schadewaldt, [el historiador] Heimpel, [el historiador del arte] Hetzer,
pero también Heisenberg, [el físico] Vossler junior, entre los mayores [el
anglista] Schücking y Wartburg: Ésta es en la actualidad indudablemente
la mejor facultad de filosofía en Alemania. Es en gran medida apolítica y
conservadora, pero, sin alarde de ser «cristiana», entiende, sin embargo, el
cristianismo como portador y moldeador de las propias posibilidades espi­
rituales. [...] En la facultad de Leipzig sólo hay tres miembros del partido,
¡incluso todavía ahora! En conjunto, el efecto de la gran política es que absor­
be todas las fuerzas de tal manera que la política cultural de las universi­
dades prospera algo en el olvido».16
Como consecuencia de la jubilación de Theodor Litt, Gadamer era el
único verdadero profesor de filosofía, de modo que tuvo que hacerse car­
go de todo el ámbito de la filosofía y no podía seguir concentrándose, como
antes, en la antigüedad. Por eso se acostumbró a impartir sus clases sin basar­
se en apuntes manuscritos y así consiguió un gran éxito docente. Su primer
curso como profesor numerario en el semestre de verano de 1939 era el mis­
mo que ya había impartido en Marburgo en el semestre de verano de 1936
y se ocupaba del tema «Arte e historia (Introducción a las ciencias del espí­
ritu)». Dado que la filosofía era en Leipzig la disciplina humanística más
importante y todos los estudiosos de las ciencias humanísticas acudían a las

16. Carta a Lowith de comienzos de enero de 1939. Sobre el extraño carácter


apolítico de la facultad de Leipzig véase, además, K. Reinhardt, Akademisches aus
zwei Epochen, op. cit., pág. 398, quien, convocado en 1942 de Frankfurt a Leipzig,
encontró allí «ciertamente la más intacta de las universidades alemanas». Véase en
ese mismo lugar el informe sobre el círculo de amigos al que pertenecían, entre
otros, Gadamer, Volkmann-Schluck, Goerdeler y Heisenberg. Además, véase W.
Heisenberg, Der Teil und das Ganze, 1969; D. Cassidy, op. cit., pág. 273 (sobre la
plutocracia de los editores, profesores, abogados y jueces, que sustentaban la inde­
pendencia cultural de la ciudad).

275
actividades en torno a ella, era coherente que la expusiera de una manera
adecuada para un público tan generai, de donde nacería más tarde la con­
cepción global de Verdady método. La concepción de la filosofía como suma
y fundamento de todas las ciencias del espíritu era, en aquel momento, una
idea asociada al nombre de Dilthey y al concepto de una «hermenéutica de
las ciencias del espíritu».17 Por consiguiente, no sería muy desacertado pen­
sar que el amplio abanico de obligaciones docentes de Gadamer sugería el
desarrollo de una justificación filosófica del modo en que trabajan las cien­
cias del espíritu y del estudio de la historia general de la filosofía. «Historia
y arte» fue también el tema a partir del cual Gadamer desarrolló entre 1936
y 1960 la perspectiva de una tal hermenéutica.18
El hecho de que el arte sea el punto de partida significa, por un lado,
que el modo de conocimiento de las ciencias del espíritu está más próxi­
mo a la experiencia del arte que a la de la ciencia, mas, por otro, que esta
experiencia transmite una verdad y un conocimiento que no pueden ni tie­
nen que medirse según los estándares de la ciencia metódica. El arte, las
ciencias del espíritu y la filosofía transmiten una verdad de la que forma
parte de manera esencial el individuo que la experimenta. El propósito aquí
no es, por tanto, la obtención de una verdad objetiva intemporal, válida
con independencia del punto de mira y de quien la interpreta, sino la par­
ticipación en una verdad que es, en esencia, histórica. El término «histo­
ria» en el título «Arte e historia» tematiza esta historicidad esencial de la
verdad y, en especial, la cuestión de si el hecho de entender la verdad como
algo puramente histórico lleva al relativismo (o puro historicismo). Es esta
una cuestión difícil que dominó las reflexiones de Gadamer hasta Verdad
y método, e incluso más tarde. Apenas hay una publicación suya en el perío­
do que va de 1939 hasta 1959 cuyo tema central no sea la «conciencia his­
tórica».

17. Sobre el temprano interés de Gadamer por Dilthey véase el artículo que
escribiera para el 100 aniversario de su nacimiento en la revista Literarische Rundschau
del 3-11-1933, en el cual, sin embargo, no se menciona literalmente la idea de la
hermenéutica.
18. Gadamer dictó un curso titulado Kunst und Geschichte [Arte e historia],
con o sin el subtítulo Einleitung in die Geisteswissenschaften [Introducción a las cien­
cias del espíritu], en los semestres de verano de 1936 y 1939, en los semestres de
invierno de 1941-1942, 1944-1945 y 1948-1949, y en los semestres de verano
de 1951, 1955 y 1962.

276
A esta temática está dedicada la ya mencionada lección inaugural del
8 de julio de 1939 sobre «Hegel y el espíritu histórico», enfocada desde la
perspectiva central de Hegel que había planteado por primera vez este pro­
blema. Hegel fue, sin duda, el primer gran pensador que reconoció que la
historicidad no es una dimensión meramente extrínseca al saber filosófico
sino que forma parte del mismo de manera esencial. El «espíritu» sólo es lo
que es y lo que ha llegado a ser.19
Mas esto conlleva, tal como Gadamer lo expone, que el intento de
Hegel mismo de capturar esta historicidad en un sistema filosófico sea
aún más problemático. ¿No olvidó Hegel, en su intento, «reconocer la pro­
pia historicidad»?20 La lección inaugural busca una solución en el joven Hegel
y su concepción del «espíritu objetivo», la cual se puede ilustrar mediante
la experiencia concreta del amor. En esta experiencia se percibe que el espí­
ritu es siempre algo concreto, encarnado, pero a la vez algo general. El
descubrimiento hegeliano del espíritu objetivo apuntaría, por tanto, menos
a un sistema lógico que a la experiencia de dichas generalidades concretas,
que surgen por medio de la historia y luego se objetivan. También en la
«Volkssubstanz» (sustancia del pueblo) se muestra esta generalidad histó­
rica del espíritu objetivo. Lo que importa a Gadamer en primer lugar es esta
cuasi-autonomía de las configuraciones del espíritu, pero también su carác­
ter vinculante por encima del querer y el saber de los individuos que par­
ticipan de ellas. En Hegel, «la doctrina del “espíritu objetivo” es únicamente
la configuración de esta concepción del espíritu más allá de la subjetivi­
dad del espíritu que se conoce a sí mismo».21
Gadamer se sirve, de este modo, del joven Hegel oponiéndolo al Hegel
más maduro con el objeto de establecer las fronteras de la filosofía reflexi­
va (la provincia hegeliana) a partir de la experiencia de la historicidad con­
creta, descubierta por Hegel. Con esta idea se anuncia ya un tema central
de Verdady método-, la crítica a la pretensión de verdad absoluta de la refle­
xión filosófica en nombre de una historicidad que se radicalizó con Hegel,
Dilthey y Heidegger.
Con su discurso inaugural sobre Hegel en julio de 1939, Gadamer dio
testimonio en Leipzig de cuál era la problemática que ocupaba en ese

19. Ver «Hegel und der geschichtliche Geist», en Zeitschrift fu r die gesamte
Staatswissenschaft, 100 (1939), pág. 27.
20. Ibidem, pág. 28.
21. Ibidem, pág. 35.

277
momento su conciencia y de su competencia filosófica en todo el ámbito
de la tradición filosófica. Dos semanas más tarde, como por fin recibía
un sueldo respetable, se permitió a partir del 24 de julio hacer unas vaca­
ciones con su familia en Garmisch-Partenkirchen.22 Desde allí también hizo
una excursión al Lago de Constanza antes de visitar a Heidegger en
Todtnauberg. Fue en esta ocasión que se enteró el 23 de agosto de 1939
por la radio del pacto de no agresión entre Stalin e Hitler. Al parecer,
Heidegger estaba entusiasmado: dio un puñetazo sobre la mesa y celebró
el encuentro del espíritu de Goethe y de Dostoievski. Lo consideraba como
una forma de «consumación de la secreta maestría del juego político de
chantaje» de Hitler. Mas tampoco Gadamer podía sospechar que tras esto
se ocultaba otra cosa. Una semana más tarde empezó la Segunda Guerra
Mundial con un «ataque defensivo» contra Polonia, amparado por el pac­
to con Stalin, pero ya no tolerable por las potencias occidentales, aun cuan­
do su reacción inicial fuese muy tibia y no llegara a tiempo para ayudar a
los polacos.
El recuerdo de la atmósfera funeraria que causó la declaración de gue­
rra, que contrastaba vivamente con la euforia de 1914, fue descrito por
Gadamer de manera muy sugestiva en su libro Mis años de aprendizaje.23 Se
sentía «anonadado», pues siempre había «abrigado la esperanza de que

22. UAL, PA 488, hoja 58; carta a Lowith del 10-8-1939. En aquel tiempo,
Lowith procuraba obtener un puesto en Estados Unidos y había preguntado a
Gadamer acerca de posibles sucesores para su puesto en Japón. Gadamer le res­
pondió: «Por supuesto, la pregunta por la sucesión me pone ante un problema inso­
luble. Quien sea hoy en día docente de filosofía en Alemania -p or supuesto, si
sirve para algo—tiene, en virtud de la crisis de nuevos docentes que tenemos tam­
bién aquí, tantas oportunidades de obtener en los próximos tres años una cátedra
como profesor de plantilla, que una ausencia de tres años es para él casi impensa­
ble. Por mi parte, yo no puedo pensar en una permanencia de tres años en Japón
ni desde el punto de vista profesional, ni, me temo, tampoco desde el de la salud
(mi estómago, cuyo estado es aún muy inestable). Krüger, si no me equivoco en
mucho, pronto será profesor ordinario.» No obstante, Gadamer agregó, al final de
la carta: «Puedes observar que yo contemplo todo en una visión optimista del mun­
do —sin fundamento, pero, en el caso contrario, se acaba cualquier vocación razo­
nable.»
23. Véase también D as Erbe Europas, pág. 9. Testigos más jóvenes lo veían,
obviamente, de otra manera. Karl-Otto Apel (Diskurs und Verantwortung, Frankfurt
a.M.: Suhrkamp, 1988, pág. 374) habla del sentimiento de patriotismo que le embar­
gaba cuando, en 1940, se presentó como voluntario para el frente de guerra.

278
una locura semejante no podía ocurrir».24 Pero había otros que seguían atra­
pados en el juego de las ilusiones. Por ejemplo el filólogo clásico de Leipzig,
Schadewaldt, que era amigo de Heidegger, hizo una apuesta con Gadamer
de que la guerra habría acabado para las fiestas de Navidad. Gadamer esta­
ba desesperado. Tras la capitulación de Francia, que a muchos alemanes les
procuraría la satisfacción de ver vengada su derrota de 1918 y que fue expe­
rimentado como un triunfo, él viajó a Heidelberg con la esperanza de que
Jaspers pudiera darle algún consejo. Por tener una esposa judía, Jaspers había
sido cesado en 1937, lo que, sin embargo, no le impidió permanecer en
Heidelberg hasta el final de la contienda. Gadamer estaba abatido y veía
cernirse sobre Europa una Guerra de los Treinta Años: «Con los graneros
de Ucrania, los campos petrolíferos del Cáucaso, con todas las reservas del
continente eurasiàtico, Hitler podría resistir, sin duda, durante treinta años
al continente americano. Jaspers me contestó muy claramente, diciendo
«Señor Gadamer, la historia no se puede predecir»». Y, en efecto, unos meses
después se produjo el avance de Hitler a los Balcanes, lo que no podía ocu­
rrir sin entrar en conflicto con Rusia. A partir de ese momento la guerra
sólo podía ser una catástrofe para Alemania.
Es un rasgo muy característico de Gadamer que en esos difíciles años
mantuviera su relación con Jaspers. A diferencia de otros heideggeria-
nos, que conocían las muy burlonas declaraciones de su maestro sobre
Jaspers, Gadamer apreciaba mucho su persona y su obra. En el verano
de 1932, había organizado un coloquio en Marburgo sobre el ensayo de
Jaspers, Die geistige Situation der Zeit [La situación espiritual de nuestro
tiempo], publicado por la editorial Gòschen, del cual dio cuenta a su autor,
animado por Frank, en una carta muy prolija.25 Gadamer presuponía como
algo obvio que Jaspers y Heidegger seguían manteniendo la buena amis­
tad y la alianza filosòfica iniciadas en los años veinte. Pero la rivalidad
existente entre ellos, las indirectas socarronas y, no por último, el compro­
miso político de Heidegger habían conducido a un distanciamiento siem­
pre mayor entre los dos maestros de la «filosofía existencial». Lo cierto es
que Gadamer mantuvo durante la época nazi un intercambio epistolar más
extenso con Jaspers que con Heidegger, a pesar de que esta correspon­

24. PL, pág. 113.


25. Carta de H GG a Karl Jaspers fechada en el verano de 1932 (Archivo pos­
tumo de Jaspers, DLA).

279
dencia podría haberse convertido en «peligrosa» para él.26 Le visitó en diver­
sas ocasiones y con motivo de su sesenta aniversario, en 1943, expresaría
su solidaridad con él en su contribución a un volumen en homenaje de
Jaspers, que finalmente no pudo publicarse.27 Era lógico que semejantes
manifestaciones de simpatía eran muy importantes para Jaspers, ya que
implicaban cierto riesgo. Gadamer afirmó en años posteriores que la cir­
cunstancia de que él mantuviera su relación con Jaspers había sido un fac­
tor importante cuando fue llamado a Heidelberg, en 1949, como su suce­
sor (aunque Jaspers había preferido a Krüger en este caso). Sólo en relación
con esta sucesión y las habladurías de los alumnos de Jaspers que se ha­
bían quedado en Heidelberg, se produjo el enojo por parte de Jaspers. Los
motivos eran nimios, como veremos más adelante, pero condujeron, no
obstante, a que Gadamer no fuera invitado a contribuir al volumen en
honor de Jaspers con ocasión de su setenta cumpleaños. El hecho de que
diez años antes, en momentos difíciles, hubiese manifestado su solidari­
dad con Jaspers ya no parecía importarle a nadie.
Cuando estalló la guerra, Gadamer encontró consuelo en un segundo
viaje, emprendido en enero de 1940, al país «amigo», Italia, para pronun­
ciar dos conferencias en Florencia, una de ellas sobre su tema principal de
entonces, la importancia de la historia en la filosofía alemana.28 Gadamer

26. En 1936, Jaspers dedicó a Gadamer su libro sobre Nietzsche (Nietzsche.


Einführungin das Verstandnis seines Philosophierens, Berlín: de Gruyter, 1936) con
las palabras «Mit besten Grüssen» (con los mejores saludos») (McMaster Library).
En el archivo pòstumo de Jaspers hay siete cartas de Gadamer fechadas entre 1934
y 1943. En el archivo pòstumo de Heidegger, por el contrario, hay, entre 1929
(informe sobre la habilitación como catedrático) y 1945, una única carta de Gadamer
a Heidegger, a saber, la del 11-12-1944, en la cual Gadamer pone de manifiesto su
consternación ante la humillante incorporación de Heidegger a las miliacias popu­
lares del Volkssturm. Se puede partir con certeza de la base de que no se ha perdi­
do ninguna de las cartas de Gadamer a Heidegger, ya que Heidegger conservó 6
cartas de Gadamer fechadas entre 1922 a 1929 y 57 cartas entre 1944 y 1976. Con
todo, Gadamer visitó a Heidegger en compañía de Kommerell y Krüger en julio de
1941 (ver M. Kommerell, Briefe und Aujzeichnungen, pág. 376ss). Por su parte,
Heidegger fue durante la guerra a Leipzig para pronunciar una conferencia sobre
Holderlin.
27. El artículo de Gadamer «Die Gottesfrage der Philosophie» apareció sólo
en 1987 en GW 4, 349-360 bajo el título «Kant und die Gottesfrage».
28. Ver Leipziger Neueste Nachrichten del 20-1-1940, UAL, PA 488, hoja 62;
PL, pág. 1 l4s. El 7 de enero, Gadamer pronunció una conferencia titulada Das

280
aprovechó la oportunidad de aquel viaje al extranjero para escribir una car­
ta a Lowith (desde Alemania era demasiado arriesgado), en la que contra­
ponía la encantadora y relajada atmósfera italiana a la tétrica situación ale­
mana: «¿Y cómo se puede conciliar la fealdad de Leipzig y la belleza de
Florencia con la justicia divina? A este respecto concibo la idea de una
germanodicea que no acaba de lograr la teodicea. Para que estés informado
te diré que Krüger es soldado en el así llamado frente; Brôcker y Schipper
esperan ambos que serán llamados a ocupar plazas cuando se produzca la
reapertura de todas las universidades alemanas».
Poco después de su vuelta a Leipzig, Gadamer fue llamado a Marburgo
tras la repentina muerte de sus «enemigos» Mahnke y Jaensch, lo que supo­
nía un honor para él, y quizá también una sorpresa. Debía ser una gran satis­
facción para él que se le requería con «especial insistencia»29 como profe­
sor numerario de filosofía después de tantos años de trabas a su ascenso por
motivos políticos. En los meses siguientes se produjo una intensa competi­
ción entre Marburgo y Leipzig en torno a Gadamer. Marburgo, cuyo semi­
nario filosófico quedó diezmado repentinamente, intentó ejercer su influen­
cia en el Ministerio de Educación sajón en Dresden. Pero Schadewaldt,
como decano de la Facultad de Leipzig y amigo de Gadamer, estaba deci­
dido a retenerle allí. Tras la marcha de Gehlen un año antes, el abandono
por parte de Gadamer hubiera supuesto una pérdida de prestigio impor­
tante para la orgullosa Universidad de Leipzig.30 Como es natural, Marburgo

Problem der Geschichte in der neueren Philosophie [El problema de la historia en la


filosofía reciente] y, el 11 de enero, otra con el título Phibsophische und historische
Deutung von Holderlins «Brot und Wein» ([Interpretación filosófica e histórica sobre
«Brot und Wein», de Holderlin], verT. Orozco, 1995, pág. 102ss). Gadamer repi­
tió esta última conferencia en octubre de 1940 ante un reducido círculo en Marburgo,
donde, además, pronunció una conferencia con el título Holderlins Stellung zur
Antike und die Geschichtsphilosophie des deutschen Idealismus ([La postura de Holderlin
ante la antigüedad y la filosofía de la historia del idealismo alemán], carta de H GG
a J. Ebbinghaus del 21-9-1940).
29. UAL, PA 488, hoja 63 a 72. UAM, PA Gadamer, hoja 29.
30. UAL, PA 488, hoja 66. Véase la carta del 29-3-1940 dirigida por
Schadewaldt al Director de Ministerio de Sajonia para la formación popular, en la
cual pedía «que se tomen todas las precauciones para que el profesor Dr. Gadamer
no se vaya de Leipzig. En los dos años de su actuación en Leipzig, el profesor Gadamer
se ha ganado rápidamente el respeto de colegas y estudiantes. Su colaboración enor­
memente estimulante ha sido muy fecunda para los diferentes departamentos cien­

281
seguía ejerciendo una atracción especial sobre Gadamer. Sin embargo, la
libertad espiritual de Leipzig y su éxito docente de los que gozaba allí eran
demasiado importantes como para arriesgarse a volver al nido de víboras de
Marburgo. A diferencia de Heidegger, acabó prefiriendo la gran ciudad a la
provincia. Así, el 18 de agosto de 1940 comunicaría al rector de Marburgo
con «gran pesar» su decisión de acceder a los deseos de la Universidad de
Leipzig y de permanecer allí:

Estoy actuando de un modo que es totalmente contrario a mis deseos perso­


nales, y además me entristece la idea de que estoy recompensando mal los esfuer­
zos que han hecho usted y el decano para que vuelva a Marburgo. Sin embar­
go, lo que finalmente ha actuado como elemento decisivo es la siguiente
consideración: Tenía que temer que un regreso tan pronto por mi parte no pres­
taría a la Universidad de Marburgo y al rango que en ella ocupa la filosofía el
servicio que cabría esperar. Ciertamente la filosofía tiene que luchar hoy en día
por su posición en todas partes. Que esto es más fácil de lograr por alguien que
en cuanto homo novus no esté lastrado por ningún tipo de enemistades per­
sonales lo he experimentado por mí mismo de manera fructífera en Leipzig;
en cambio en Marburgo, tras un plazo de tiempo tan corto, yo no podría ser
un homo novus sin lastres. Las razones que usted expuso hace poco respecto
a Krüger también son en cierta medida válidas en mi caso. La idea de que podría
decepcionar la tradición filosófica de Marburgo y la confianza de sus hombres
responsables sigue siendo, no obstante, dolorosa para mí. Pero los intereses
de mi disciplina, que son los que determinan mi decisión, también son, en el
fondo, los mismos que los de la Facultad de Marburgo. Sigo como sincero ser­
vidor de su Magnificencia. H eil Hitler! H. G. Gadamer.31

Gadamer se había vuelto tan seguro de sí mismo en Leipzig que no


dudó en llamar por su nombre el malestar por los cargos contra él y por las

tíficos dentro y fuera de la Facultad de Filosofía. Especialmente en sus clases prác­


ticas, excelentemente guiadas, ha sabido darle continuidad a su trabajo educativo y
formar un cuadro de capaces estudiantes. Hace unos años, Leipzig ha sufrido ya
una importante pérdida de su prestigio a raíz de la partida del profesor Dr. Gehlen
a la Universidad de Konigsberg. Debe evitarse que esto se repita ahora. H eil Hitler!
Schadewaldt».
31. Carta de H G G al rector de la Universidad de Marburgo fechada el 18-
8-1940. Tal vez resulte hoy escandalizador ese «H eilH itler!» que se encuentra con
frecuencia en las cartas de Gadamer de esa época (por ejemplo, a J. Ebbinghaus).
En aquel tiempo era rutina en la correspondencia oficial, aun no siendo una obli­
gación.

282
enemistades personales en Marburgo. Por supuesto aprovecharía estas cir­
cunstancias para conseguir una mejora de sus condiciones en la Universidad
de Leipzig, y ésta, bajo la dirección de Schadewaldt, las satisfaría con gus­
to. Pero, en el fondo, lo que más pesaba en su decisión de quedarse en Leipzig
fueron la libertad y el respeto que gozaba allí como homo novus y repre­
sentante sin cargos de todo el ámbito de la filosofía. A fin de continuar la
tradición filosófica de Marburgoo, que representaba mucho para él, llamó
la atención a sus colegas de allí sobre el kantiano Julius Ebbinghaus, a quien
finalmente se propuso ocupar la cátedra de Marburgo y él la aceptó.32 La
circunstancia de que Gadamer volviese a ser llamado a Marburgo al cabo
de tan poco tiempo después de su nombramiento le granjeó una gran con­
sideración en Leipzig, algo totalmente nuevo para él. Por añadidura la
Universidad de Münster le preguntó en primavera si quería aceptar una
cátedra allí, pero la rechazó, y sería adjudicada, finalmente, a Gerhard Krüger,
que había vuelto de la guerra. Su posición en Leipzig adquiría, por todo
ello, cada vez más importancia. En 1940 se convirtió en miembro de la
Academia Sajona de Ciencias así como de la Sociedad Principesca
Yablonowskiana,33 distinciones que rara vez obtiene una persona con sólo
cuarenta años. Este gran prestigio explica asimismo por qué fue elegido por
unanimidad rector de la universidad en 1946. Tal vez Gadamer nunca haya
gozado de un respeto tan grande en su función de profesor universitario
como en esta época de Leipzig, exceptuando, por supuesto, los años en
Heidelberg después del éxito mundial de Verdady método.
De ahí que no resultase sorprendente que le fuera permitido realizar
viajes al extranjero,34 a pesar de no tener simpatizantes entre los nacional­
socialistas, que en la Facultad de Leipzig era en cualquier caso más que sos­
pechosos. Resultó, de esta manera, que en 1941 recibió una invitación
por parte del Instituto Alemán en París para pronunciar allí una conferen-

32. Ver J. Ebbinghaus, en PSd III, pág. 44.


33. Esta Sociedad fue fundada en 1774 por el príncipe polaco Alexander
Jablonowski. De acuerdo a sus estatutos, la misma comprendía nueve miembros,
que debían ser profesores ordinarios de la Universidad de Leipzig. El 4 de febrero,
cumpleaños de Jablonowski, se reunían los nueve miembros a fin de otorgar tres
premios científicos, cuyo importe se tomaba de los intereses producidos por el capi­
tal de la Sociedad. Gadamer fue su anteúltimo miembro. En 1945, la Sociedad fue
disuelta por parte de las fuerzas de ocupación rusas.
34. VerT. Orozco, Platonische Gewalt, pág. 102ss.

283
cia. En su autobiografía, Gadamer no negaría que había sido utilizado
con fines propagandísticos de cara al exterior,35y precisamente por su con­
dición de persona políticamente sin tacha. Allí habló una vez incluso ante
un grupo de oficiales franceses presos. El tono utilizado en su conferencia
sobre Herder, nada hostil frente a la causa «alemana», ha originado que en
los trabajos de investigación y en la prensa se hayan planteado, en diversas
ocasiones, sospechas sobre la posible cercanía de Gadamer en aquellos años
a la ideología nacionalsocialista.36
Gadamer, por el contrario, ha afirmado una y otra vez que se trataba
de un estudio puramente científico, que, como tal, también podía ser ree­
ditado tras la guerra. Pero el ensayo presenta el pequeño defecto de que su
autor suprimiera o retocara en ediciones posteriores algunos pasajes fruto
únicamente del momento histórico.37 Los pasajes más cuestionables son los
siguientes: «Así es como en Alemania a través de él [Herder] la palabra “pue­
blo”, lejos de cualquier consigna política y absolutamente independiente de
los lemas de la “democracia”, adquiere una nueva profundidad y un nuevo
vigor». «Este intuir, esta preparación a apolíticos de lo venidero fueron, en
general, el destino alemán de su época, y tal vez sea el destino de un tal retra­
so político la condición para que el concepto alemán de pueblo, a diferen­
cia de las consignas democráticas de Occidente, demuestre en un presente
cambiado la fuerza para conseguir un nuevo orden político y social».
Es indiscutible que estas declaraciones ahora nos parecen totalmente
extrañas y hasta escandalosas. Sin embargo, no hay que olvidar nunca lo
fácil que es para las generaciones posteriores, que no han vivido en su pro­
pia piel esas circunstancias pasadas, ejercer de inquisidores. No hay que
negar, de todos modos, que los pasajes omitidos fueron suprimidos con
razón, y la omisión implica este concesión. Pero la conferencia debe ser vis­
ta y entendida en su contexto. Gadamer se interesaba en aquella época
por la problemática filosófica de la historicidad, en la cual se puede obser­
var ese tema de trasfondo de la filosofía alemana que lo domina todo des-

35. PL, pág. 118.


36. Ver C. Grossner, Verfall der Philosophie. Politik deutscher Philosophen,
Hamburgo, 1971; G. Warnke, Gadamer. Hermeneutics, Tradition and Reason, Stanford
University Press, 1987; T. Orozco, op. cit., 1995; С. Delacampagne, «Questions
d’interprétation», en Le Monde des Livres, 17-5-1996.
37. T. Orozco (1995, pág. 235-239) presenta en el anexo de su libro una lista
de los párrafos omitidos y eliminados.

284
de Hegel. Gadamer se dedicaba no sólo a Hegel, sino también a pensado­
res como Karl Marx, Friedrich Nietzsche, Wilhelm Dilthey о Martin
Heidegger. Precediendo a Hegel, Herder fue uno de los primeros, tal vez el
primero, que había desarrollado una sensibilidad para esta temática. Hay
que tener en cuenta este trasfondo al considerar el carácter «científico» de
este estudio sobre el «Pueblo y la historia en el pensamiento de Herder». Se
trataba simplemente de mostrar las fuentes del pensamiento historista en
Herder como representante de la Ilustración. Evidentemente, y aún más
dado el contexto, también la exposición de Gadamer en París tenía un refe­
rente histórico inmediato. Pero es asimismo obvio que esta relación per­
manecía algo escondida en el texto de 1941, puesto que Gadamer tenía que
ser precavido en una atmósfera tan tensa. Por ello, llama tanto más la aten­
ción que no se identificase de forma concreta en ninguna parte de su dis­
curso con la política o ideología alemanas. En ningún momento se habla,
por ejemplo, del Führer, del nacionalsocialismo o de la raza. Estas referen­
cias eran, por lo visto, tan habituales en las conferencias que tenían lugar
en el Instituto Alemán de París que la moderación de Gadamer podía lla­
mar la atención. Se dice que incluso un kantiano como Gerhard Funke (!)
criticó, en este marco, la influencia en Francia del «modo de pensar ajeno
a la raza» de Henri Bergson.38
Nada parecido encontramos en Gadamer. Precisamente él destaca, por
el contrario, el carácter «apolítico» del análisis herderiano: El descubrimiento
de la idea de pueblo se halla, según sus palabras, «muy alejado de cualquier
consigna política».39 Tal enfoque es contrario, sin duda alguna, a la con­
cepción de la ciencia política y la idea política de pueblo que los nazis ha­
bían escrito sobre sus banderas. También tiene que llamar la atención que
Gadamer señale con énfasis la idea del humanismo de Herder: Subyace
en la naturaleza del hombre, pero también en la idea de pueblo, formarse
para avanzar hacia la humanidad.40 Incluso Teresa Orozco, por lo general

38. El testimonio de Funke es citado por T. Orozco (op. cit., pág. 113).
Aparentemente, la autora se propone, a través de paralelos de ese tipo, poner en una
luz ambigua la presentación de Gadamer en París. Sin embargo, en cuanto Gadamer
se abstiene en su discurso de graves deslices de ese tipo, la autora obtiene, con su
amalgama, lo contrario de lo que se propone.
39. Volk und Geschichte im Denken Herders, Frankfurt a.M.: Klostermann, 1942,
pág. 23.
40. Volk und Geschichte im Denken Herders, pág. 17.

285
tan suspicaz, en su estudio hace justicia a Gadamer en este punto, pues
tiene que admitir que su humanismo había de resultar muy molesto para
los nazis.41 La discrepancia con la ideología nazi, según Orozco, resultaba
incluso tan patente que Gadamer tuvo que reformular el concepto de hu­
manidad en un concepto de fuerza para hacerlo compatible con la ideo­
logía nazi. Quizá la sospecha de una caza de brujas vaya aquí demasiado
lejos. Gadamer, en resumidas cuentas, podía remitirse al concepto de huma­
nidad de Herder en términos positivos o negativos. Él lo usa en sentido
positivo.
En años posteriores, se enorgullecería de que a los nazis les escandali­
zara su referencia positiva al «célebre capítulo sobre los eslavos» en el libro
Ideas... de Herder. Su referencia no carecía, de hecho, de una cierta actua­
lidad a tenor de la opresión ejercida por los nazis sobre las nacionalidades
eslavas. En 1941 escribiría: «Y cuando finalmente se piensa en la influencia
que Herder ha ejercido en la Europa oriental y sudoriental en tanto que
ha ayudado al despertar de la conciencia popular -piénsese en el célebre
capítulo sobre los eslavos en las Ideas-, no deja de existir, también en este
caso, un abismo entre la mirada histórico-universal de Herder hacia las indi­
vidualidades de los pueblos en su peculiaridad y derecho de existencia y la
activación política de estas naciones conforme al modelo occidental polí­
tico y de derecho de Estado».42
Aun cuando esta alusión a las identidades eslavas no haya sido realmente
central en la exposición de Gadamer sobre la situación germano-francesa
-lo cual hubiera sido desde luego suicida- no se puede negar que mostra­
ra una cierta valentía. Pero también en este caso Gadamer consideraba inade­
cuado el modelo político occidental para estos Estados.
Pese a las omisiones condicionados por las circunstancias sobre las con­
signas «occidentales» de la «democracia», en este ensayo sobre Herder,
Gadamer desarrolló ideas que de haber sido llevadas hasta el final podrían
haber sido interpretadas, sin duda, como crítica a los nazis. Acaso fuera
esa la razón de que se sintiese obligado a salpicar sus afirmaciones con vagas

41. T. Orozco, op. cit., pág. 128ss.


42. Volk und Geschichte im Denken Herders, pág. 23. Al respecto SUNY-Gespráche,
5 A, pág. 8 (H .'G . Gadamer on Education, Poetry, and History, 1992, pág. 148):
«Pues bien, de inmediato vino el ataque, ya que, con ello, me ponía en contra de
las prerrogativas, del predominio de la raza germano-nórdica.»

286
alusiones a la actualidad del concepto de pueblo, sin llenarlas, no obstante,
con un contenido político concreto, por ejemplo con referencias al Führer,
al nacionalsocialismo o a las ideas sobre la raza. La referencia temporal inme­
diata -m uy presente en Gadamer, desde luego- era o pretendía ser defe­
rente frente a los franceses. Porque no sería imaginable que una persona tan
francófila como él, entonces igual que ahora, a quien un segundo viaje a
París hubiera encantado sobremanera, hubiera podido figurarse una domi­
nación permanente del pueblo alemán sobre el francés.
Como es sabido, la ocupación de Francia no tenía, desde la perspecti­
va de los nazis y en comparación con la ocupación de otros países, un carác­
ter demasiado agresivo.43 La intención de los nazis era más bien saber que
tenían en Francia un gobierno que les profesaba simpatía: el gobierno de
Vichy del mariscal Pétain, pero un gobierno que podía gobernar por sí mis­
mo. Para las autoridades alemanas era importante, por tanto, una especie
de «reconciliación» con los franceses. Así también pensaba Gadamer cuan­
do aceptó la invitación a París. Según sus recuerdos, muchos franceses
veían en la ocupación, al igual que él (!), una consecuencia de la arrogancia
francesa tras la Primera Guerra Mundial.44
Sus palabras sobre la independencia de los pueblos respondían, por con­
siguiente, al deseo de desarrollar la reconciliación y el entendimiento entre
las naciones. La exposición de Gadamer está llena, de hecho, de tales refe­
rencias al entendimiento pacífico y respetuoso entre alemanes y franceses.45

43. Lo cual también T. Orozco concede, op. cit., pág. 106s.


44. Ver H.-G. Gadamer on Education, Poetry, and History, 1992, pág. 149: «I
had friends, French friends, who thought as I did. They were not Nazi sympathi­
zers. But they thought, as I did, that the defeat of France also was a consequence of
a very arrogant political attitude maintained by France after the first world war.
Without these politics, insisting, e.g., on unlimited reparation payments, Hitler
would not have come to power. Similarly, England did not curtail Hitler’s expan­
sionist urges. They welcomed the fact, that Germany under Hitler had begun to
set limits to French power.» [«Yo tenia amigos, amigos franceses, que pensaban,
como yo, que el error de Francia era la consecuencia de una actitud política muy
arrogante, mantenida por Francia después de la Primera Guerra Mundial. Sin dicha
política, por la que se insistía, por ejemplo, en pagos de reparación ilimitados, Hitler
no hubiese llegado al poder. De manera similar, Inglaterra no puso límite a las ape­
tencias expansionistas de Hitler. De hecho, Inglaterra vio con buenos ojos el que
Alemania, bajo el liderazgo de Hitler, haya comenzado a poner límites al poder
de Francia»].
45. Ver también aquí T. Orozco, pág. 117.

287
No es imposible que tuviera presente el ejemplo que Heidegger había dado
con su discurso reconciliador Wege zur Aussprache ([Caminos hacia el enten­
dimiento] 1937).46 Su conferencia se dirigía, en todo caso, en esa dirección.
Así, el optimista que había en él aún era capaz de esperar en mayo de 1941
una cierta estabilización de la situación europea. Al fin y al cabo, el 22 de
julio de 1940 se había producido un alto el fuego (armisticio: el mismo con­
cepto que había sido utilizado el 11 de noviembre de 1918). Sólo con el
ataque de Hitler sobre Rusia el 22 de junio de 1941 la guerra adquirió
una terrible, insospechada nueva dimensión. Hasta ese momento, incluso
un pensador como Jean-Paul Sartre podía hablar de la «drôle de guerre», de
la guerra que no era una verdadera guerra porque todas las potencias se
doblaban a la voluntad alemana.
¿Podemos tomarle a mal a Gadamer que se haya remitido, en cuanto
filósofo, al humanismo de Herder para prestar su pequeña contribución
al entendimiento y «reconciliación» entre franceses y alemanes recurrien­
do al concepto de pueblo, relacionado con el mencionado humanismo?
Desde esta perspectiva, su conferencia de París pierde algo del carácter sos­
pechoso o alarmante que le confieren algunos de sus pasajes. Lo más emba­
razoso de la misma, sin embargo, no ha quedado registrado por escrito.
Gadamer, obviamente, pronunció su conferencia en francés, lengua que
dominaba a la perfección. Pero cometió un fallo fonético cuando al hablar
de Herder como del descubridor del sentido histórico, del sens histori­
que, no pronunció la s final del sustantivo, de modo que la palabra sona­
ba como sang, lo que hizo que sus oyentes pensaran, en un primer momen­
to, que se estaba refiriendo a Herder como al descubridor de la sang
historique, la sangre histórica. Esto hubiera sido, desde luego, demasiado
nacionalsocialista... Pero tal expresión carecía por completo de sentido, de
suerte que Gadamer fue advertido de su equivocación en el coloquio pos­
terior a la conferencia.
La circunstancia de que se le hubiese permitido pronunciar una confe­
rencia en el extranjero fue, además, la confirmación de que el Ministerio de
Educación del Reich, una de cuyas funciones era la de dar el visto bueno
a todo viaje fuera de Alemania, no sólo le toleraba sino también le acepta­
ba.47 Una tal ratificación tenía su importancia para él en cuanto profesor

46. M. Heidegger, GA, tomo 13, pág. 15-21.


47. D. Cassidy, op. cit., pág. 465: «Every permission to travel on official business
could thus be seen by the recipient as concrete evidence that the authorities held him

288
universitario, puesto que no pertenecía al partido ni podía exhibir méritos
políticos; en este sentido se sentía, por lo tanto, «asegurado». Dado el terror
nazi, implantado en todo el mundo, fue sabio por su parte aderezar su con­
ferencia con concesiones a la ideología nacionalsocialista, las cuales, vistas
desde esta perspectiva, producen un efecto en verdad inofensivo, debien­
do ser consideradas en relación con las realmente amenazadoras circuns­
tancias del momento.
Poco después de que Gadamer volviera a Leipzig, Hitler emprendió su
campaña contra Rusia, lo que supuso el principio del fin de su dictadura.
A partir de ahí, la guerra y el terror cruento de los nazis se tornaron toda­
vía más crueles puesto que su desesperanza era mayor. Muchos de los dis­
cípulos de Gadamer, entre ellos los más capaces: Karl-Heinz Volkmann-
Schluck y Walter Schulz, tuvieron que combatir en el frente del Este.48 La
decisión de Hitler de aniquilar a los judíos coincidió con la expedición mili­
tar contra Rusia.49 Por supuesto que esta decisión permaneció «secreta», y
algo casi inimaginable en su locura. Gadamer afirmó de manera fidedigna

in high regard.» Ver la solicitud de autorización dirigida por Gadamer al Ministerio


de Educación del Reich en UAL, PA 488, hoja 73, solicitud que el decano
Schadewaldt presentó con la más cálida recomendación. La solicitud también fue
aceptada por el rector Berve. Schadewaldt y Berve eran ambos filólogos clásicos,
eran conocidos como nazis, pero tenían una actitud amigable ante Gadamer.
Schadewaldt fue convocado pocos meses más tarde a Berlín, su ciudad natal. Gadamer
logró atraer a Karl Reinhardt de Frankfurt a Leipzig como su sucesor.
48. Carta de Walter Schulz al autor fechada el 28-5-1994. Véase la entrevista
sobre los acontecimientos de la época en G. Misgeld y G. Nicholson (сотр.), H -
G. Gadamer on Education, Poetry, and History, op. cit., pág. 13 (El relato de Gadamer
en esta entrevista debe ser modificado en el sentido de que la conversación con
Schulz tuvo lugar en 1941 o 1942, y no en 1944, pues Walter Schulz fue herido
gravemente en 1942 y a partir de ese momento ya no fue más apto para el frente
de guerra - carta de W. S. al autor del 28-5-1994.) Acerca de K.-H. Volkmann-
Schluck, que puede considerarse como el «alumno predilecto» de Gadamer en ese
tiempo, pero que estaba, como también Schulz, filosóficamente más cerca de
Heidegger que de Gadamer, véanse las palabras conmemorativas de Hans-Georg
Gadamer, Gedenkreden a u f Karl-Heinz Volkmann-Schluck 1914-1981, Kolner
Universitatsreden, n° 59, 1983, pág. 8-17. Con estos alumnos le unía también una
estrecha comunidad de destino, tal como no es posible, por cierto, en una sociedad
liberal del bienestar.
49. P. Hoffmann, 1988, pág. 44.

289
que no sabía nada ai respecto.50 No obstante, de algunas cosas podía haber­
se dado cuenta. Cuando le pregunté si había barruntado algo acerca del des­
tino de los judíos me respondió remitiéndose a los recuerdos del filólogo
clásico Karl Reinhardt. Éste, muy cercano a Gadamer por edad y tempe­
ramento, escribió en 1947 sobriamente lo siguiente:

Mi acostumbrado paseo me conducía al parque municipal de Leipzig, el llama­


do Rosental [Valle de las rosas]. Al final de un gran prado, el camino llegaba
a un bosquecillo; allí oculta en la floresta se abría una plazoleta redonda, no
demasiado grande, cercada por bancos, la cual podría haber sido con anterio­
ridad un sitio de juegos infantiles. Ahora colgaba en su camino de acceso un
cartel amarillo: «Para judíos», o sea, para aquellos a quienes estaba vedado el
parque con excepción de esa plazoleta. Allí se veían sentados a niños, mujeres,
hombres. La gente de Leipzig pasaba de largo, a ser posible sin desviar la mira­
da del ancho camino. Al principio, los excluidos se sentaban allí cuando hacía
bueno, demasiados para un tan reducido espacio. Pero de modo paulatino
los bancos empezaron a vaciarse. Llegó un día que sólo había sentadas dos o
tres personas. Por último una única. Entonces el lugar quedó desierto. La hier­
ba creció rápidamente, el musgo se extendió sobre la madera, los pájaros ani­
daron, y chillaban. El cartel amarillo aún seguía colgado. Un día que volví a
pasar por allí, vi que también el cartel ya no estaba.51

Durante dos días consecutivos del mes de enero de 1942 se procedió


a reunir en plena calle a los judíos que aún quedaban con el objetivo de
transportarlos a un campo de concentración.52 Cari Goerdeler (1884-1945),
una de las figuras más honorables y singulares de la oposición abierta con­
tra Hitler, era una de las personas que tenía conocimiento del holocausto
judío. De familia prusiana, en 1930 fue primer alcalde de Leipzig. Los últi­
mos años de la República de Weimar pasó a ser un estrecho consejero de
Brüning, quien le propuso en mayo de 1932 como su sucesor. Estaba afi­
liado políticamente al DNVP de Hugenberg, pero en 1931 Brüning le con­

50. Ver D. Misgeld y G. Nicholson (со тр .), H .-G. Gadamer on Education,


Poetry, and History, op. cit., pág. 13.
51. К. Reinhardt, Akademisches aus zwei Epochen, op. cit., pág. 399s.
52. Ver D. Cassidy, op. cit., pág. 430: «On two bitterly cold days in January
1942, the Gestapo publicly rounded up some o f the remaining Jews in Leipzig —
men, women, and children —stripped them of their coats, and drove them 18 kilo­
meters in an open truck to a small town for brief internment on the first leg of what
would be their final journey - to (as we now know) the eastern death camps.»

290
firió el cargo de comisario del Reich para el control de precios. Los nazis
renovaron su mandato en 1934-1935, puesto que reconocieron en él a un
profesional competente. Por su origen, Goerdeler era un fiel servidor del
Estado, pero también un hombre con un alto sentido de la justicia y de la
moral, con lo que acabó convirtiéndose en un opositor al régimen de Hitler.
Dejó su cargo como alcalde de la ciudad de Leipzig en 1937 a raíz de la pre­
tensión nazi de retirar la estatua del compositor Félix Mendelssohn. Éste
había desarrollado en la ciudad sajona una gran actividad como director del
Gewandhaus y como fundador de una escuela de música que alcanzaría un
gran renombre en toda Alemania. Como judío, sin embargo, ahora pasa­
ba a estar proscrito. La dimisión de Goerdeler por fidelidad a sus principios
fue ocultada a la opinión pública; incluso Gadamer no sabía nada al res­
pecto. Goerdeler empezó a trabajar para Robert Bosch, el magnate de la
industria electrónica de Stuttgart, quien financiaba y respaldaba su traba­
jo clandestino.53 Goerdeler fue una de las figuras más acreditadas de la opo­
sición contra Hitler, la cual culminaría con el atentado del 20 de julio de
1944. A causa de su gran autoridad, estaba previsto que tras la caída de
Hitler fuese el primer canciller de Alemania; motivo por el cual ya había
preparado su discurso inaugural, que no llegaría a pronunciar porque fue
ejecutado el 2 de febrero de 1945.
Gadamer tuvo trato con él por aquel tiempo. Su hija Marianne, la cual
también había estudiado historia con Otto Vossler (1902-1987), era alum­
na regular suya y tenía amistad con Kate Lekebusch, asistente y futura espo­
sa de Gadamer. Goerdeler tenía suficiente confianza en Gadamer como para
invitarlo a su tertulia (que no debe confundirse con su «sociedad de los miér­
coles», que se reunía en Berlín y tenía un carácter conspirador). Gadamer
describió dichos encuentros como «veladas artísticas», pero su dimensión
política era evidente: «Cuando mediante la catástrofe de Stalingrado hasta
al más ciego se le abrieron los ojos respecto al desenlace de la guerra —úni­
camente los fanáticos nunca llegarían a ver-, la situación, como es natu­
ral, se tornó en general más peligrosa. También se fortaleció, efectivamen­

53. Sobre Goerdeler véase la antigua biografía de Gerhard Ritter, Carl Goerdeler
und die deutsche Widerstandsbewegung, Stuttgart: Deutsche Verlagsanstalt, 1954,
como también el informe de su hija Marianne Meyer-Krahmer, Cari Goerdeler und
sein Weg in den Widerstand. Eine Reise in die Welt meines Vaters, Friburgo:
Herder-Verlag, 1990.

291
te, el movimiento de resistencia política. En aquel entonces, Goerdeler orga­
nizaba en su casa, con regularidad, reuniones donde se exponían diversos
temas. En una ocasión hablé allí sobre el Estado de Platón,54y me acuerdo
de la reacción de Goerdeler, demasiado franca como siempre: Habló sobre
la inteligencia que íbamos a necesitar «entonces». Aun sin saber nada sobre
ello, se podía notar que se estaba preparando algo».53 «Entonces» hacía refe­
rencia, de hecho, al tiempo tras el atentado. Goerdeler quería, a ojos vistas,
ver en Gadamer a alguien con quien poder contar en el nuevo comienzo.
Goerdeler quería un renacimiento del espíritu alemán en el sentido de
una vuelta humanística a la Antigüedad. El hecho de que Gadamer fuera
invitado a esta tertulia es muestra de una independencia que le honra.56 No
obstante, su descripción de la respuesta de Goerdeler (su «reacción dema­
siado franca como siempre») indica de forma velada su cauto miedo. Quizá
Gadamer no tuviese noticias directas de la conspiración, pero sabía per-

54. Muy probablemente se trataba del trabajo «Platos Staat der Erziehung»,
que apareció en 1942 en el volumen compilado por Helmut Berve, rector en Leipzig
e investigador de la historia antigua, Das neue Bild der Antike, Leipzig: Koehler &
Amelang.
55. PL, pág. 118.
56. Marianne Meyer-Krahmer me escribió acerca de la relación de Gadamer
con su padre, en una carta fechada el 3-10-1993: «Las relaciones entre
Gadamer y mi casa paterna surgieron cuando, desde 1938, estudiaba en Leipzig
filología (con acento en la historia). Así es como, en 1943, Gadamer estuvo invi­
tado junto a su primera mujer al «banquete de los doctores» en nuestra casa.
Después que mi padre dejara su cargo en diciembre de 1936, mis padres man­
tuvieron todavía mucho contacto con una parte de la sociedad de Leipzig. Así, se
organizaron conferencias vespertinas, a las cuales se invitó a exponer, entre otros,
también al prof. Gadamer. Puede usted partir de la base que mis padres (mi madre
acudía con gusto conmigo a las clases de Gadamer) sólo invitaban a personas dig­
nas de confianza, es decir, que, en primer lugar, no eran nacionalsocialistas deci­
didos. Pero con ello no se trataba de personas que pensaran en forma conspira­
dora o que siquiera supieran lo que mi padre, en realidad, tenía entre manos. Es
así como no puedo recordar ninguna discusión que tuviese una conflictividad
política. La oposición activa era demasiado peligrosa para ello. Más exactamen­
te, en resumen: ante un Estado totalitario existe una variada gama de compor­
tamientos posibles —desde la adaptación, pasando por el reparo silencioso hasta
los propósitos subversivos.» Gadamer supo también a través de Marianne Goerdeler
acerca del desembarco de los aliados en Normandia el 6 de junio de 1944 (PL,
pág. 122).

292
fectamente que algo se estaba preparando.57 Durante los últimos años de la
dictadura hitleriana, Gadamer esperaba, en efecto, que las SS efectuaran un
golpe de Estado; rumores sobre un tal viraje corrían entre los círculos don­
de él se movía. En cuanto tropas de elite, las SS sabían dónde llevaba a
Alemania la demencia bélica de Hitler. Estas tropas eran, además, las úni­
cas que podían ejecutar este golpe de Estado porque tenían acceso tanto a
las armas como al Führer. Gadamer habló a Heidegger sobre estos rumores
que corrían en Leipzig en una visita que le hizo.58 El golpe de Estado fra­
casó el 20 de julio de 1944 y desencadenó en la ciudad una oleada de terror.
En el preciso momento del atentado Gadamer se encontraba de forma casual
en Breslau, donde había ido en viaje de trabajo con el fin de intentar con­
vencer a Viktor von Weizsacker de que viniera como profesor a Leipzig.59
Pero toda persona que había tenido trato con Goerdeler había de sentirse
en peligro a tenor de lo que escribió David Cassidy: «En el reino del terror
que sucedió, la mayoría de los miembros de la Sociedad de los Miércoles
fueron reunidos, juzgados de forma sumaria y ejecutados (a menos que pre-

57. Comunicación verbal del 24-9-1994. Ver D. Cassidy, op. cit., pág. 460:
«Everyone in the Wednesday Society knew of the Society’s anti-Hitler orientation
and most knew of the festering conspiracy.»
58. Comunicación verbal del 6-2-1996. Probablemente, la conversación con
Heidegger tuvo lugar en octubre de 1943, después de unas vacaciones en el Bad
Hotel Überlingen, a orillas del lago de Constanza (ver UAL, PA 488, hoja 85s).
Acerca de los rumores en el entorno de Goerdeler cuenta también Karl Reinhardt,
el amigo de Gadamer, op. cit., pág. 399: «A través del latinista Friedrich] Klingner
estuve un par de veces en un pequeño círculo social al que también pertenecía
Goerdeler. De este último se relataban manifestaciones de tono increíble acerca
de un inminente cambio positivo.» La actividad conspiradora de Goerdeler era cono­
cida también desde hacía tiempo por los nazis (ver J. Fest, Staatsstreich. Der lange
Weg zum 20. Juli, Berlín: Siedler, 1997, pág. 193, 206).
59. Ver H GG, Breslauer Erinnerungen, op. cit., pág. 206. UAL, PA 488 hoja
86, informa acerca del viaje de Gadamer a Breslau del 15 al 25-7-1944. En Breslau,
Gadamer solía también comprar libros para la biblioteca del seminario, ya que las
disponibilidades de Leipzig resultaban regularmente destruidas por los bombar­
deos. Viktor von Weizsacker fue colega de Gadamer en Heidelberg después de la
guerra. Acerca de su vida véase Martin Wein, Die Weizsdckers. Geschichte einer deut-
schen Familie, Stuttgart: Deutsche Verlagsanstalt, 1988, pág. 3 4 1 -4 0 5 -A su regre­
so a Leipzig, Gadamer se enteró de la muerte de su amigo Max Kommerell, acae­
cida el 25-7-1944, en cuya memoria pronunció el 5 de agosto un discurso
conmemorativo en Marburgo.

293
firieran suicidarse, lo que les estaba permitido en virtud de su estatus). Incluso
aquellos, fuera o dentro de dicha sociedad, que sabían del complot pero no
habían participado en él fueron juzgados y condenados a la guillotina».60
Pese a que no era miembro de la Sociedad de los Miércoles, Gadamer
tuvo que contener la respiración.61 Quizá su nombre se hallaba en los pape­
les de Goerdeler. Sólo la denuncia de que había ofrecido una disertación en
la casa de éste hubiera podido bastar para una pena de muerte. También
es conocido el hecho de que Goerdeler, una vez preso, había dado a cono­
cer solícitamente los nombres de muchos amigos y conspiradores a fin de
poner en evidencia las dimensiones del movimiento de resistencia.62 En
los años anteriores al intento de golpe de Estado, Gadamer también había
tenido contacto con otras personas que conspiraban contra Hitler, por ejem­
plo había sido amigo del militante socialista en la resistencia Adolf Reichwein,
que había asistido con él a las clases de Wolters en Marburgoo y a quien vol­
vería a ver, en Hiddensee, durante la guerra. Reichwein fue detenido a
comienzos del mes de julio de 1944 y ejecutado el 20 de octubre de 1944.63
Gadamer también había tenido relaciones desde siempre con Johannes
Popitz, ministro de Hacienda de Prusia desde 1933 a 1944, el cual, una per­
sonalidad extraordinariamente culta y refinada, era conocido por haber pro­
tegido a muchos hombres de letras, cuyas publicaciones -entre ellas las de
Gadamer- hizo posibles. Popitz fue, junto a su compañero de clandestini­
dad Goerdeler, una de las figuras más activas de la resistencia civil. Estaba
previsto, de forma muy apropiada, que fuese ministro de Cultura tras la caí­
da de Hitler. Pero fue detenido la noche del 21 de julio de 1944, conde­
nado a muerte el 3 de octubre y ejecutado el 2 de febrero de 1945.

* * *

Gadamer tenía otra razón más para contener la respiración. A conse­


cuencia de la ola de terror habían denunciado y detenido a su alumna Kate
Lekebusch, que estudiaba filosofía con él e historia con Otto Vossler. Aparte
de ser asistente en el seminario filosófico también suplía a Volkmann-Schluck,

60. D. Cassidy, op. cit., pág. 461.


61. PL, pág. 122.
62. Ver Gerhard Ritter, Carl Goerdeler und die deutsche Widerstandsbewegung,
Stuttgart: Deutsche Verlagsanstalt, 1954, pág. 426ss; J. Fest, op. cit., pág. 307.
63. Sobre Adolf Reichwein (1898-1944) véase J. Fest, op. cit., pág. 238ss.

294
porque éste había sido llamado al servicio militar. Kate Lekebusch, nacida
en 1921 en Wuppertal y cuyo padre, muerto en 1936, poseía un comer­
cio de hilo al por mayor, era considerada la estudiante «estrella» del Instituto
de Filosofía: inteligente, guapísima, independiente, segura de sí misma, tem­
peramental, perseverante en la consecución de sus fines. Tampoco ocultó
jamás lo que pensaba de los nazis. Pocos días antes de que se produjese el
atentado, encontrándose con algunas de sus compañeras de estudios en una
parada de autobús, dijo algo que fue su perdición. Sus palabras fueron más
o menos las siguientes: «El día que maten de un tiro al perro (se refería a
Hitler) será el más feliz de mi vida».64 Se trataba de una observación real­
mente inocua, en todo caso nada extraordinaria para Kate Lekebusch. Pero,
a consecuencia del ambiente de paranoia y venganza que reinaba a raíz del
20 de julio, esta observación tomó un tinte conspirativo, ya que se había
exhortado a todos los nazis fieles a denunciar a posibles intrigantes y su
entorno. Así, Kate Lekebusch, que de la conspiración en sí no sabía nada,
naturalmente, fue denunciada por una compañera de la universidad y, por
consiguiente, inculpada ante el tribunal popular de alta traición.
Según testigos de Leipzig, la denunciante, procedente de Chemnitz (su
nombre no merece ser inmortalizado por la imprenta), estaba llena de resen­
timiento y era nacionalsocialista al 150%. Hay informes que coinciden en
señalar que actuó por envidia de Kate Lekebusch, porque ésta tenía mucho
talento y mantenía una relación estrecha, conocida públicamente con
Gadamer. Según los testimonios dignos de toda confianza e independien­
tes de Rosemarie Herrmann, que estudiaba entonces en Leipzig, la estu­
diante de Chemnitz ya había amenazado anteriormente con denunciar a
Kate Lekebusch, conocida por sus audaces afirmaciones sobre los nazis. Ésta,
por tanto, ya había sido avisada. Para Rosemarie Herrmann, no hay duda
alguna de que con la denuncia también se quería alcanzar a Gadamer, por­
que la denunciante tenía envidia de la relación entre ambos, pero asimis­
mo, posiblemente, porque le molestaba el carácter «apolítico» de las activi­
dades académicas de Gadamer. Éste, por lo tanto, tenía buenas razones, tras
la detención de Kate Lekebusch, para intentar salvaguardarse y, a su mane­
ra, «contener la respiración». Él no intervino, en consecuencia, de forma
directa en el proceso del tribunal popular. Si bien es cierto que en casa de
ella fueron confiscadas cartas de él, como se trataba de correspondencia pri-

64. Comunicación verbal de Kate Gadamer-Lekebusch del 14-7-1995.

295
vada, ésta le fue devuelta discretamente. Gadamer la quemó de inmediato
y guardó en ese tiempo una cierta distancia...
La comparecencia de Kate Lekebusch ante el tribunal popular se pro­
dujo precisamente el día de su cumpleaños, el 7 de noviembre de 1944.
La acusación rezaba «desmoralización de la fuerza combativa», lo que impli­
caba para ella, como es obvio, la pena de muerte. Pero en el régimen nazi
se seguía manteniendo una cierta legalidad, de modo que tuvo lugar un pro­
ceso en regla. Para aceptar una acusación eran necesarios dos testimonios.
Además de la denunciante, otra compañera de estudios había oído la mani­
festación de «alta traición». No obstante, esta estudiante, Gertrude Berthold,
que estudiaba con Gadamer y con el historiador del arte Theodor Hetzer,66
encontró ante el tribunal popular el valor suficiente para retractarse de su
anterior declaración. Afirmó que había declarado coaccionada. De este modo
salvó la vida a Káte Lekebusch. Dado que entonces sólo se disponía de una
declaración incriminatoria, la acusación tuvo que ser retirada por «falta de
pruebas».
A ello se añadía que los jueces habían estado fallando todo el día penas
de muerte y ya no querían, por lo visto, dictar ni una más. Después, Kate
Lekebusch tendría, literalmente, mala conciencia al estar sentada en el coche
de policía con hombre y mujeres condenados a muerte, gozando ella de una
absolución de segunda clase.67 Sin embargo, no fue puesta en libertad.
Después de que la justicia civil hubiera dado por terminado su caso, la

65. Los datos que siguen, que inevitablemente tocan aspectos íntimos pero
silencian también algunas cosas, me han sido accesibles, a más del aporte de los
Gadamer, a través de muchos testigos independientes (y, en parte, anónimos) de la
época de Leipzig, entre ellos la Dra. Marianna Goerdeler (que vive actualmente
en Heidelberg) y la Dra. Rosemarie Kleinknecht-Herrmann (actualmente en
Ludwigsburg), que estudiaban en Leipzig con Gadamer y tenían contacto con Kate
Lekebusch.
66. Gertrude Berthold fue la meritoria compiladora de la edición de los escri­
tos de Theodor Hetzer, que abarcará 12 tomos, y que está siendo editada desde
1981 por la editorial Urachhaus de Stuttgart (tomo I: Giotto. Grundlegung de
neuzeitlichen Kunst).- Acerca de la institución y la práctica de los tribunales popu­
lares ver Hansjoachim W. Koch, Volksgerichtshof: Politische Ju stiz im 3. Reich,
Múnich: Universitas Verlag, 1988; Klaus Marxen, D as Volk und sein Gerichtshof:
eine Studie zum nationalsozialistischen Volksgerichtshof, Frankfurt a.M.: Klostermann,
1994.
67. Carta de K. Lekebusch-Gadamer al autor fechada el 10-11-1997.

296
Gestapo (Policía Estatal Secreta), más sensibilizada que antes en cuestiones
de conspiración, había solicitado «reconducción»,68 de suerte que fue tras­
ladada a una cárcel de la Gestapo en el Kaiserdamm en Berlín. Una maña­
na de abril de 1945 recibió la orden de traslado al campo de concentración
de Ravensbrück, sobre todo destinado a mujeres; orden que tuvo que fir­
mar: ¡tan burocráticos eran los nazis! En la hoja donde se disponía la orden
de transporte se podía leer una observación oficial: «Fecha de control: 8
de mayo». Desconcertada, Lekebusch preguntó a la funcionaria a qué hacía
alusión esa nota. Con una mirada que helaba la sangre, ésta respondió:
«Hasta entonces debe haber un informe sobre usted». En la cárcel encon­
tró a una amiga medio judía cuyos parientes habían estado todos implica­
dos en el intento de atentado del 20 de julio, motivo por el cual habían sido
fusilados: ello le permitía saber a qué se refería el término «fecha de con­
trol». La mirada de la funcionaria había sido, asimismo, inequívoca. En su
celda estaban encerradas, también, dos antiguas funcionarlas del campo de
concentración de Ravensbrück (por hurto o historias por el estilo), quienes
contaban, por su parte, sobre fusilamientos y todas las atrocidades inima­
ginables de los campos de concentración. Káte Lekebusch tuvo claro de
inmediato que tenía que «negociar» con el jefe de policía, ante cuya pre­
sencia había percibido de manera clara que ella le gustaba mucho. Solamente
la circunstancia de que las tropas rusas ya estaban muy cerca y que, por ello,
quizá no fueran cumplidas todas las órdenes de fusilamiento, permitía alber­
gar la esperanza de un margen de negociación. Pero tenía que esperar has­
ta que se presentase la circunstancia propicia para entablar una conversa­
ción con el jefe de policía. Los ingleses tenían entonces la costumbre de
bombardear puntualmente Berlín a las siete de la tarde, de modo que duran­
te la alarma se juntaban en los sótanos todos los presos y funcionarios. Una
vez cesada la alarma, cuando se dirigía de nuevo a los pisos superiores con
el jefe de policía, le interpeló sin rodeos: «Sé que usted ha recibido esta maña­

68. Acerca de la expansión generalizada, en los últimos meses de la dictadura


nacionalsocialista, de la ola de persecución contra todos los que pudiesen relacio­
narse, aunque sólo fuese de manera muy lejana, con los acontecimientos del 20
de julio, véase J. Fest, op. cit., pág. 318: «Cuando, un mes más tarde, el ejército rojo
inició la ofensiva sobre Berlín, la campaña de venganza continuó en forma imper­
turbable. Las cárceles estaban aún colmadas de presos políticos, los que, o bien ya
tenían condena, o bien esperaban su proceso. El 14 de abril, Himmler dio la orden
de que ninguno de los internos debía sobrevivir.»

297
na mi orden de traslado. Desearía hacerle una propuesta: Sencillamente no
la envíe». El lento prusiano no captó, en un primer momento, de qué se tra­
taba, de manera que ella tuvo que inventarse algo concreto: «Usted sabe des­
de luego exactamente igual que yo lo que significa esa orden». La expresión
de su cara confirmó sus temores: «Hoy es miércoles. Le hago la siguiente
propuesta: Por favor no envíe la orden antes del lunes que viene». Entonces
él se relajó súbitamente: «Bueno, bueno. Esto es algo que haré sólo por usted,
pequeña Lekebusch, sólo por usted», dijo repetidas veces, a pesar de que
el hecho de no transmitir enseguida la orden tenía que representar un pro­
blema para su sentido del deber. Pero el lunes 23 de abril, bajo el masivo
ataque de la artillería rusa, tomó la decisión repentina de abrir la cárcel y
liberar a todos los presos que había en ella. Así pudo evitar el conflicto moral,
porque su simpatía hacia Kate Lekebusch le impidió transmitir la orden de
traslado. Los presos recobraron los objetos personales que les habían sido
requisados (Kate Lekebusch recuperó, entre otras cosas, un reloj de oro de
su abuela y una libreta de ahorro de la Caja Postal, como si ésta aún le pudie­
ra servir de algo), pero el director de la cárcel se empeñó en que acusaran
recibo de la devolución de todo lo requisado. Prusianismo esquizofrénico
hasta el último momento. El hombre había cometido una infracción gra­
vísima de su deber abriendo las puertas de la cárcel, pero, eso sí, que no fal­
tasen los recibos correctos. Al mismo tiempo Kate Lekebusch podía obser­
var desde su ventana como en el patio contiguo de la Gestapo se quemaban
documentos a una velocidad vertiginosa, mientras que el director de la cár­
cel se dedicaba celosamente... a expedir otros nuevos.
Con la mencionada compañera de cautiverio que era medio judía, Kate
Lekebusch encontró, al salir de la cárcel, un primer refugio en Berlín-Dahlem,
en casa de amigos de aquélla, asimismo medio judíos, una mujer con dos
hijas de apellido Müller. Lo gracioso del caso es que esta familia judía
vivía justo al lado del domicilio privado del jefe de las SS Heinrich Himmler.
¡Cuántas paradojas pueden ser realidad! Las tropas rusas entraron en todas
estas casas de Berlín. Algunas historias espeluznantes que circulaban sobre
las tropas se confirmaron más tarde. Algunos vecinos de la familia Müller
prefirieron suicidarse. Kate Lekebusch, por su parte, escapó por los pelos
a una tentativa de violación. Quiso abandonar de inmediato la ciudad y
alcanzar la zona de ocupación occidental allende el Elba. En la casa donde
había encontrado alojamiento también se hallaba el antiguo presidente
del gobierno de Westfalia, el barón von Lüninck, quien también quería
escapar lo antes posible a la zona oeste porque estaba preocupado por su

298
mujer y sus hijos, que estaban en su finca de Westfalia. Se pusieron, por lo
tanto, juntos en camino y su único alimento fueron espárragos, que Káte
Lekebusch había podido comprar, absurdamente, con el dinero de la toda­
vía válida libreta de ahorros. Durante un tiempo vivieron en casa del con­
de Fürstenberg, de donde el barón von Lüninck partió solo porque no que­
ría que una chica joven se expusiera a los peligros de atravesar la frontera de
forma ilegal. Por su parte, ella pedía poder pasar urgentemente la fronte­
ra, pero le fue denegado el salvoconducto. Así, se puso sola en camino en
dirección oeste. Con su reloj de oro podía sobornar a los soldados en la fron­
tera, quienes incluso le ofrecieron una puerta de madera desquiciada para
que la utilizase como balsa para cruzar el Elba. Poco después volvió a Leipzig,
donde vivía con los Berthold y volvió a ver a Gadamer. Cuando empezó a
perfilarse que los americanos abandonarían Leipzig para dejar el país en
poder de los rusos, decidió abandonar de inmediato la ciudad. Gadamer
le dijo entonces unas sabias palabras: Su reacción sería totalmente exage­
rada, las fronteras pronto desaparecerían; a lo que ella replicó que lo que
decía era absurdo. El desarrollo posterior de la historia le dio la razón. Primero
se fue a casa de su madre en Wuppertal; luego, en el semestre de invierno
de 1945-1946 reanudó sus estudios universitarios en Gotinga. Allí, el nacio­
nalsocialismo impenitente de sus profesores le pareció tan insoportable que
se trasladó a Frankfurt, donde, a partir del verano de 1946, prosiguió sus
estudios con su querido y antiguo profesor Otto Vossler. Paralelamente, tra­
bajó por un corto período de tiempo para la censura americana, hasta que,
por recomendación de Gadamer, consiguió un puesto como lectora en la
editorial Klostermann. Se casó con Gadamer en julio de 1950.69

* * *

69. Gadamer no se refirió casi nunca -ciertamente, a raíz de su componente


personal- al proceso de alta traición que se inició contra quien en aquel tiempo era
su alumna y sería más tarde su mujer. Véanse, no obstante, los datos que brinda, en
forma algo velada, en la conversación «.. .die wirklichen Nazis hatten doch über-
haupt kein Interesse an uns.», pág. 549: «Todos nosotros hemos participado del
terror en cuanto hemos exagerado el grado de conocimiento de la Gestapo. Creimos
que lo sabía todo. Yo lo he podido experimentar por mí mismo: mi mujer fue con­
ducida ante el Tribunal Popular por una frase que había dicho en público. Yo era
amigo de Goerdeler, la hija de Goerdeler era alumna mía. Todos, pues, tuvimos
miedo cuando Goerdeler saltó por los aires».

299
Gadamer no fue, ciertamente, un opositor al régimen en primera línea
de fuego. Si lo hubiera sido, habría padecido la misma suerte de mártir que
Goerdeler o Reichwein. Sin embargo, su círculo de amigos y estudiantes
testimonia claramente su actitud de oposición al régimen. También abogó,
de esta manera, a favor de su amigo Werner Krauss, cuando éste compare­
ció ante el «Tribunal Popular de Justicia» en 1943. Gadamer, de todos modos,
consideraba que su labor de resistencia la debía realizar desde otro frente:
Como profesor de filosofía tenía que mantener vivas las tradiciones del pen­
samiento, a las cuales se podría recurrir una vez hubiese concluido la pesa­
dilla. Tal como escribió Riidiger Bubner, el programa de clases y confe­
rencias impartidas por Gadamer durante la época nazi era esencialmente el
mismo que el que había ofrecido en los años sesenta en una sociedad abier­
ta y libre: los presocráticos, Aristóteles, Hegel, Platón, Kant, Heidegger,
Rilke.70 Había que conservar la continuidad e integridad de esta «educación
filosófica», como la llamaba Gadamer en su estudio sobre Platón de 1942
de manera casi autobiográfica, pese a la locura que se iba extendiendo a su
alrededor. Dada la espantosa realidad existente, este era el único valor que
uno podía defender.
¿Cómo era la vida cotidiana? Estaba dominada por los bombardeos,
que paralizaban cualquier iniciativa que fuese más allá de la lucha por la
supervivencia diaria. Esto conducía a un letargo que juntaba a la pobla­
ción en una especie de actitud de despecho que favorecía al régimen nazi.71
El 4 de diciembre de 1943 fue destruido el centro de Leipzig, incluyendo
el edificio de las aulas. Sólo en ese día fueron alcanzados 58 del conjunto
de 92 institutos y clínicas universitarios. Las clases se impartieron a par­
tir de ese momento en el colegio de santo Tomás, y, cuando éste a su vez
fue destruido, en el edificio de la biblioteca. Cuando ésta también fue alcan­
zada por las bombas, las actividades universitarias continuaron en peque­
ñas escuelas y, finalmente, en la antigua residencia real,72 donde la mayo­
ría de las salas no tenían calefacción, ni luz eléctrica ni cristales en
las ventanas. Pero la voluntad de continuar las clases a pesar de todo era,
en cierto modo, la única chispa de esperanza para toda la ciudad. Paralizar

70. R. Bubner, «Laudatio auf Hans-Georg Gadamer», en Sinn und Form, 49


(1977), pág. lis .
71. Ver J. Fest, op. cit., pág. 339.
72. Ver K. Reinhardt, op. cit., pág. 399; PL, pág. 118.

300
las actividades docentes, cosa que parecía lógica, hubiera tenido conse­
cuencias psicológicas catastróficas. La formación cultural era lo único que
tenía sentido en medio del sinsentido. Como recordaba Karl Reinhardt:
«Nunca más he encontrado mi actividad docente tan llena de sentido como
en aquella época, ni tampoco en el futuro la podré experimentar así».73
Durante esa época absurda mostraron su eficacia las palabras que su
amigo Anton Kippenberg —quien dirigía con su mujer Katharina la edito­
rial Insel- le había susurrado en el tranvía: «Et illud transit: Esto pasa, y
entonces tendrá su valor que nosotros todavía estemos aquí».74
El terror nazi también trajo consigo un gran aislamiento. En la mayo­
ría de las personas ya no se podía tener confianza. Así, la vida social de
Gadamer se limitaba a los contactos entre profesores. Formaban un círcu­
lo donde estaban entre ellos y podían mantener la ilusión de un oasis ilus­
trado. Tal vez resulte sorprendente que Gadamer suela hablar de sus cole­
gas universitarios como si el partido no existiese, como si no hubiese nazis
entre ellos.75 Pero el ambiente de trabajo de la Facultad de Leipzig era, de
hecho, uno de los menos infiltrados por los nazis. Después de que Artur
Knick dejara el rectorado, le siguió Helmut Berve, especialista en la Edad
Antigua, como rector de la universidad. En su discurso inaugural citó las
palabras de Goethe: «Crea, artista, no hables», para afirmar así que también
a él, como antes a Knick, le importaba la ciencia, no la política.76 Los suce­
sivos rectores de Leipzig siempre protegieron a Gadamer cuando éste fue
objeto de denuncias; acusaciones sobre las que él informaría divertido en
sus memorias. Tales acusaciones, que eran legión, siempre podían costarle

73. Op. cit., pág. 399. Véase, además, PL, pág. 116: «Hay que tener en cla­
ro, en general, que, en aquel momento, la ola de identificación, de tan desdichada
memoria, había pasado hacía tiempo, y que las aulas estaban llenas de una juven­
tud crítica, mucho menos que fiable en el sentido del régimen.»
74. HGG, «...die wirklichen Nazis hatten doch überhaupt kein Interesse an
uns.», pág. 550. Ver PL, pág. 118; GW 8, 367. También los Kippenberg eran
para Gadamer una importante fuente para la obtención de libros. En su sótano se
acumulaban las cajas de libros que ya no estaba permitido vender. Gadamer tenía
permiso para hacer uso de ellos. En los últimos años de la guerra, Gadamer ahon­
dó especialmente en la obra lírica del poeta meditativo católico Konrad Weiss (1880-
1940), cuyos libros prohibidos había recibido de Kippenberg.
75. De ello se asombra Dorte von Westernhagen en su entrevista con Gadamer
«...die wirklichen Nazis hatten doch überhaupt kein Interesse an uns.», pág. 549.
76. Ver D. Cassidy, op. cit., pág. 430.

301
a uno la vida. A causa de los muchos soplones que podían hallarse en las
aulas, las actividades docentes de Gadamer eran forzosamente «apolíti­
cas», pero justamente por ese motivo producían la impresión de «una espe­
cie de isla en medio de un mar de color pardo».77 Gracias a él, los estudiantes
o, mejor dicho las estudiantes -puesto que salvo los mutilados de guerra
casi no había chicos en las clases- adquirieron contacto con el mundo intac­
to de la ciencia antes de 1933 y, de esta manera, con las mejores tradicio­
nes de la cultura alemana, la cual, entretanto, había quedado totalmente
aniquilada. Las estudiantes también apreciaban el espíritu sobremanera libe­
ral de Gadamer (sólo a raíz del debate de Habermas y de su unilateral enea-
sillamiento político empezó a ser tachado de «conservador»), así como el
estilo liviano y encantador de su trato. A diferencia de los profesores ale­
manes clásicos, distanciados, objetivos, dogmáticos y vanidosos, Gadamer

77. En las caracterizaciones que siguen me atengo a las informaciones verba­


les de alumnos de Gadamer de aquella época, entre ellos la Dra. Rosemarie
Kleinknecht-Herrmann, la Dra. Marianne Meyer-Krahmer, el prof. Dr. Walther
Jaenicke, la prof. Dra. Eleonore Trefftz. La continencia «política» de Gadamer en
la docencia no era, con todo, absoluta. De 1943 a 1945 participó en la actividad
interdisciplinar Kolloquium fiir AuíSenpolitik und Staatenkunde [Coloquio sobre
política exterior y doctrina sobre los Estados], que reunía a destacados historiado­
res, juristas e investigadores de las ciencias sociales de la Universidad de Leipzig
(Weber, Freyer, Wendorf y Wieacker) en el Instituto para la historia universal y de
la cultura, fundado en 1909 por el historiador Karl Lamprecht (1856-1915), de
Leipzig. El coloquio interdisciplinar, de gran renombre, también había sido inicia­
do por Karl Lamprecht. A raíz de las bajas producidas por la guerra, Gadamer fue
elegido en 1943 como miembro del círculo organizador del coloquio, en el cual
había pronunciado anteriormente una conferencia con el tema «El Estado de la edu­
cación de Platón». En el semestre de verano de 1943 se hizo cargo de la dirección
del coloquio, en representación de Hans Freyer, debiendo invitar a disertantes sobre
el tema Das politische Buch [El libro político]. Así, en una carta fechada el 8-4-
1943, invitó a Erich Rothacker (1888-1965) a pronunciar una conferencia. (Legado
de Rothacker, Biblioteca de la Universidad de Bonn). Evidentemente, un tema como
ese no parece inofensivo a los oídos actuales, pero, como indica la carta a Rothacker,
las conferencias que habían de dictarse en el coloquio debían abarcar todo el ámbi­
to de la historia de Occidente, empezando con Tucídides (sobre el que Rothacker
disertó) y con las Leyes de Platón. La carta a Rothacker, que entretanto se había ale­
jado de su propio entusiasmo por el nacionalsocialismo, carece de toda referencia
a la situación política del momento, al nacionalsocialismo, a la guerra, etc. Se seguía
haciendo, pues, ciencia «apolítica-política», business as usual como si los nazis no
existieran.

302
tenía carisma, era abierto, cordial, impresionaba por su tolerancia intelec­
tual y su gusto por la conversación.
La actitud apolítica de la ciencia y de la filosofía encajaba muy bien con
la personalidad de Gadamer. En los años posteriores cultivaría de un modo
muy consciente este enfoque apolítico, cuando la revuelta estudiantil de
1968 lo pondría en cuestión. Este carácter independiente e insobornable de
la ciencia que tanto había admirado en su padre y también en su profesor
Reichert en el colegio de Breslau, lo honraría con su propia actividad aca­
démica.
Pese a que se iba extendiendo la destrucción, Leipzig continuaba sien­
do una isla de eruditos, el único oasis posible en medio de la locura. Allí
se encontraba un círculo de prestigiosos especialistas en la Edad Antigua
que mantenía viva la fe en la realidad de la irreal res publica literarum. A
este grupo pertenecían el rector e historiador de la Antigüedad Helmut
Berve, el arqueólogo Bernhard Schweitzer, los juristas E Wieacker y de
Boor, el latinista Friedrich Klingner, Karl Reinhardt, el historiador del
arte Theodor Hetzer, así como el físico Werner Heisenberg, que más tarde
seguiría viviendo en Leipzig.78 Este grupo ocupaba una posición preemi­
nente en la universidad, donde también Gadamer mismo disfrutaba de
un gran prestigio. En enero de 1945, cuando el rector Wolfgang Wilmanns,
el sucesor de Berve en 1944, cayó enfermo, parece que se barajó el nombre
de Gadamer como su posible sucesor.79 Por suerte para la historia de su
influencia posterior, se libró de este destino (los asuntos oficiales fueron con­
ducidos por el vicerrector Maschke hasta que fue sustituido por el rector
Bernhard Schweitzer, elegido en mayo de 1945 con la aprobación de los
americanos). La circunstancia de que Gadamer fuese rector tras la derrota
de 1945 y contando con el beneplácito soviético, se ha querido ver en más
de una ocasión como una confirmación de su independencia política. Verdad
es que Gadamer fue rector tras la guerra porque había acreditado su inde­
pendencia durante el régimen nazi, pero también podría haberlo sido antes
porque era considerado una persona independiente y satisfacía de este modo

78. Ver K. Reinhardt, op. cit., pág. 398.


79. La única fuente que se refiere a ese cargo honorífico, improbable para alguien
que no era miembro del partido, es una carta de Frida Gadamer a Gerhard Krüger,
fechada el 2-1-1945 (UAT, Archivo de Krüger): «Ahora debe marcharse el rector
[...] (¡Por desdicha, el puesto amenaza a HG!). ¡Espero, sí, que le pase de largo, pues
ya bastó con el de decano!»

303
las expectativas del autónomo profesorado de Leipzig. Gadamer disfrutó
como rector, en efecto, de un gran prestigio como pensador independien­
te, el cual ya se había ganado bajo la dominación nazi. Prescindiendo de los
raros miembros del partido que se reconocían como tales de manera osten­
siva, la dirección de la universidad tenía el mismo personal, pero sobre todo
la misma mentalidad antes y después de la derrota de 1945. La Universidad
de Leipzig intentaba salvaguardar su identidad tanto frente a los nazis como
-aunque con menos éxito- frente a los comunistas; en ambos casos -todo
hay que decirlo- con buenas razones.
Merced a su prestigio, Gadamer pudo proseguir sin trabas su activi­
dad docente e investigadora durante los últimos años del régimen nazi.
Pronunció conferencias cuyo tema era la antigua filosofía o Holderlin.80
Gracias a sus buenas relaciones con Klostermann, planeaba publicar una
colección de textos para la editorial de éste. En vista de la carencia de libros
en Alemania, la editorial pretendía, a tenor del prospecto oficial, publi­
car pequeños textos clásicos de filosofía, «cuyo objetivo es servir tanto de
instrumento de estudio como de base para ejercicios académicos a los estu­
diante que se encuentren en las fuerzas armadas». Estaba previsto que inves­
tigadores de renombre prologasen estos textos didácticos. Gadamer consi­
guió de esta manera las colaboraciones, entre otras, de Julius Ebbinghaus
para un cuaderno sobre Kant ( Über den Gemeinspruch... [Sobre el dicho
común...]); de Walter Brôcker para el dedicado a Heráclito y de Gerhard
Krüger para el de Leibniz. El propio Gadamer se propuso ocuparse de
Aristóteles. Su traducción del libro XII de la Metafìsica (Frankfurt 1948)
es el fruto tardío de esta biblioteca de textos. Pero a causa del desarrollo de
la guerra los cuadernos previstos no llegaron a imprimirse.81 Gadamer pudo
escapar a la miseria alemana por un tiempo cuando, el 12 de marzo de
1944, emprendió un viaje a España y Portugal, con el objeto de pronun­
ciar allí una serie de conferencias. El primer vuelo de su vida fue para él
tan excitante como una expedición espacial.82 Con gran emoción observa­

80. Ver la Cronología en el anexo.


81. Véanse las cartas a Julius Ebbinghaus del 26-9-1943 y del 16-12-1944 («Es
probable que por el momento se haya terminado lo de los cuadernos de Klostermann.
Algo de la composición estaba ya listo, pero temo que aún en Friburgo. Y la impren­
ta de Friburgo ya no está en pie.»)
82. PL, pág. 120.

304
ba el mundo multicolor de la paz, el bienestar y la simple alegría de vivir,
que contrastaban vivamente con el abatimiento alemán. Pronunció confe­
rencias en francés y en alemán en los institutos alemanes de Lisboa, Coimbra
y Oporto, sobre temas como «Goethe y la filosofía», «El problema de la his­
toria en la filosofía alemana moderna», «Prometeo y la tragedia de la cul­
tura»; pero lo verdaderamente liberador para él fue el viaje en sí al «país
de los cuentos de hadas».83 Con gran entusiasmo lo relata en sus memorias.
Un relato más sobrio tuvo que presentar a su regreso al ministro de Educación
del Reich. Esta exposición se encuentra en sus actas personales de la
Universidad de Leipzig y fue publicada en extracto por Teresa Orozco, si
bien no tiene mayor importancia política.84 Pese a que se dirigía a las auto­
ridades políticas, Gadamer omitió cualquier alusión al aspecto político o
ideológico de su viaje. Se limitó a una descripción filosófica de sus temas y
destacó con razón el enorme interés que se había dispensado a la filosofía
y literatura alemanas en estos países latinos. En un formulario del minis­
terio se le había exhortado explícitamente a proporcionar informaciones
sobre la influencia alemana en asociaciones, agrupaciones internacionales
etc.85 Desde luego no era el lugar adecuado para atacar la propaganda exte­
rior germana; Gadamer, sin embargo, se permitió amonestaciones ocultas
tras sus propuestas aparentemente apolíticas. En primer lugar hizo refe­
rencia al carácter escolar del sistema universitario en los países latinos que
impedía la profundización. Frente a este sistema, a los portugueses la vida
académica alemana les parecía como un «sueño». Lo que Gadamer tenía
presente, en este caso, era, sencillamente, la libertad de enseñanza e inves­
tigación del sistema educativo alemán, que en su opinión era lo que cons­
tituía su punto fuerte (si bien era evidente que también estas libertades
corrían peligro). La utilidad práctica inmediata de la experiencia extraída
del viaje fue, por lo tanto, que había que esforzarse por «cultivar y preser­
var la idiosincrasia alemana de la vida universitaria y su unidad de investi­
gación y enseñanza». A Gadamer no le interesaba una doctrina importu­
nada por presiones externas, sino la conservación del «idealismo científico
tradicional», que siempre había defendido en su práctica docente. La segun­

83. Ibidem.
84. T. Orozco, Platonische Gewalt, pág. 240-243.
85. Nota del REM (Reichserziehungsministerium, Ministerio de educación
del Reich), UAL, PA488, hoja 136.

305
da consecuencia práctica de su viaje era más concreta, mas también táci­
tamente crítica: Gadamer se mostrò impresionado por las bibliotecas de
los institutos alemanes en el extranjero, contrastándolas con la dotación
insuficiente de las universidades germanas. Aun cuando había que reco­
nocer la importancia de tener institutos alemanes en el extranjero, cons­
tataba, «hay que tener en cuenta que todas estas posibilidades de reper­
cusión dependen única y exclusivamente del vigor y la actividad de las
universidades alemanas. A la larga, ellas son aún más importantes que estas
instituciones y publicaciones literarias en el extranjero. De ahí que tenga
que preguntarme si más urgente que la promoción del libro alemán en
Portugal no sería poner a disposición de los grandes centros de fomento
de las nuevas generaciones creadoras: las universidades, sus instrumentos
de trabajo». Gadamer escribió, según confesó él mismo, por «envidia», pero
su recomendación era la de un mejor equipamiento de las universidades
en perjuicio de la excesiva propaganda en el extranjero. Aun cuando tenía
que ser discreto, el tono general de las aplicaciones prácticas de su infor­
me apuntaba al idealismo científico, lo cual tenía que ser molesto para
las autoridades políticas alemanas.
Los colores, la sensualidad, el mar, la cantidad increíble de muchachas
presentes en las conferencias y que después de ellas eran recogidas por sus
madres,86 la belleza casi sobrenatural de las ciudades intactas, todo ello le
producía una sensación de felicidad. Además, el viaje suponía una opor­
tunidad de obtener información sobre la situación mundial. Dio la casua­
lidad de que el filósofo y físico Cari Friedrich von Weizsacker coincidiese
con Gadamer en Portugal, también invitado en calidad de conferencian­
te. Los dos viajaron juntos por las maravillosas ciudades portuguesas de
Lisboa, Oporto y Coimbra; ésta última especialmente admirada por
Gadamer porque le recordaba Marburgo. Sobre sus experiencias y con­
versaciones con Gadamer Carl Friedrich von Weizsacker me escribió lo
siguiente:87

Una cosa estaba clara: En el verano [sic] de 1944 ambos sabíamos perfecta­
mente que Alemania estaba a punto de perder la guerra. Buscábamos el con­
tacto con científicos extranjeros para cuando la guerra hubiese terminado. Por
lo demás, un viaje a Portugal era, desde un punto de vista puramente mate-

86. PL, pág. 121.


87. Carta del 8-6-1994. Ver PL, pág. 121.

306
rial, un medio de traer a Alemania productos alimenticios y otros bienes
que allí ya no se conseguían. En lo que a Portugal se refiere, mi propia invi­
tación quizá fue promovida, fundamentalmente, por la embajada alemana en
Lisboa. El representante alemán allí, si no recuerdo mal, era el señor de Renthe-
Fink, un conocido próximo de mi padre que había sido mantenido en su pues­
to por éste, primero por ver si podía impedir la guerra, y luego para encu­
brir a la gente de la resistencia, que podían continuar, bajo su égida, en sus
puestos en el extranjero. [...] Renthe-Fink había sido embajador alemán en
Copenhague durante la primera mitad de la guerra, contribuyendo de mane­
ra primordial a hacer posible la visita de Heisenberg en 1941 a la capital dane­
sa con el fin de mantener un diálogo con Niels Bohr, el cual, por desgracia,
no se vio coronado por el éxito, porque Bohr ya no conseguía entender la pre­
tensión de Heisenberg, a saber, el deseo de que quizá los científicos del mun­
do se pusieran de acuerdo en secreto en no construir bombas atómicas. Entre
Gadamer y yo existía una fácil avenencia por lo que respecta a estas cuestio­
nes. Para historiadores futuros es difícil, naturalmente, juzgar esto, porque
habíamos aprendido hace tiempo a no fijar por escrito en ningún caso los ver­
daderos pensamientos políticos, y a comunicarlos sólo a aquellas personas que
nos parecían -por lo general muy rápidamente- compartir nuestra misma opi­
nión. Recuerdo que el físico ruso Eugen Feinberg, a quien no conocí hasta
1987 pero que tenía mi misma edad, me dijo: «No necesita usted explicar­
me cómo actuaron usted y Heisenberg durante la guerra, puesto que yo he
vivido exactamente bajo el mismo sistema político. Naturalmente será difí­
cil que un americano entienda esto pues él no ha tenido este tipo de expe­
riencia en su trayectoria vital».
También recuerdo, dicho sea de paso, que en 1944 yo creía, en el fondo,
que la Tercera Guerra Mundial no tardaría en producirse: la guerra entre América
y Rusia por la hegemonía mundial. Que esto no llegara a suceder quizá fue
posible, después de todo, gracias a la fabricación de la bomba atómica, pues­
to que una vez acabada la Segunda Guerra Mundial ambas partes vieron cuán
peligroso sería para ellas un enfrentamiento armado. Por el contrario, aún no
se ha conseguido solucionar el problema que esto conlleva: superar la institu­
ción de la guerra, reconocida por el derecho internacional.

El propio Gadamer había oído hablar en más de una ocasión sobre la


bomba atómica a su colega el físico Werner Heisenberg, que trabajaba en
Potsdam en el desarrollo de la misma. «Puede estar usted totalmente tran­
quilo», le decía el premio Nobel, «estaremos listos demasiado tarde». Más
importante y conveniente le parecía el desarrollo de la energía atómica, que
Alemania necesitaría en su proceso de reconstrucción.
De vuelta a Leipzig, el 4 de abril de 1944, recibió la noticia de la muer­
te de su hermano. Para él supuso un consuelo que el final del régimen hitle­
riano fuera inminente. Incluso diplomáticos alemanes como Weizsácker o

307
físicos como Heisenberg lo sabían perfectamente. Et illud transit sería por
fin realidad. Sólo la locura de Hitler podría retrasar todavía el desenlace. Se
trataba de aguantar la cárcel con los bombardeos y el Volkssturm (Avance
final defensivo del pueblo) sólo unos meses más. Un año más tarde el gene­
ral George Patton llegaría con sus tropas a Leipzig.

308
XII. Lucha de clases en el rectorado

Es un hecho que hoy ya nadie puede negar que hemos


ingresado en una época en la cual la clase trabajadora ha
conseguido imponer su pretensión de liderato polí­
tico.
H a n s-G e o rg G a d am e r1

Cuando los tanques americanos entraron en Leipzig el 18 de abril de 1945,


Gadamer estaba leyendo el último volumen de la Paideia de Werner Jaeger.2
Tiempo después le sería difícil ocultar la sorpresa que le causaba que este
libro, escrito por un erudito emigrado a Chicago en 1936 (cuya mujer era
considerada «medio judía»), pudiese ser editado en 1944 en Berlín. Ante
este hecho Gadamer tuvo que preguntarse hasta qué punto la guerra era
absoluta o no.3 ¿Habían conseguido realmente los nazis dominar a la larga
la investigación científica? El propio Gadamer, en todo caso, había encon­
trado un refugio eficaz en sus estudios sobre la Antigüedad. Tanto en su caso
como quizá en el de Werner Jaeger hay que agradecer a la benevolencia de
von Popitz, en el ministerio prusiano, que los trabajos humanísticos pudie­
ran ser impresos.
El tejado de su chalet en Kastanienweg —que Schadewaldt le había tras­
pasado al marchar a Berlín- había sido destruido por las bombas. Los veci­
nos y las estudiantes habían ayudado a los Gadamer a cubrir todo el tejado
con una lona inmensa. Esta casa, en el barrio distinguido de Markkleeberg,
fue de inmediato reclamada por las fuerzas de ocupación americanas para
ponerla a disposición de sus soldados. Felices porque la pesadilla había

1. «Universitàt in unserer Zeit. Der Leipziger Rektor über den gesellschaftli-


chen Auftrag der Wissenschaft», en G'óttinger Universitáts-Zeitung, 29-5-1947, n°
11, pág. 10.
2. Ver GW 5, 229. Acerca de Werner Jaeger, que al principio miraba con
simpatía la toma del poder por parte de Hitler en 1933, véase G. Leaman, Heidegger
im Kontext, Berlin: Argument, 1933; también el trabajo mucho más tendencioso
pero rico en material de T. Orozco, Die Platon-Rezeption in Deutschland um 1933,
op. cit.
3. GW 2, 491.

309
terminado, los Gadamer aceptaron las exigencias de los libertadores y vivie­
ron durante algunas semanas en casa de unos amigos: los padres de Gertrude
Berthold. Allí fue donde un buen día —probablemente en mayo de 1945—
apareció Kate Lekebusch. Indescriptible fue la sensación de alivio de Gadamer
cuando reconoció la voz de ella desde una habitación del piso superior.
Durante muchos meses no había dado ninguna señal de vida. Así pues, tam­
bién ella había logrado salvarse.
De vez en cuando, Gadamer volvía a su propia casa para llevarse algún
libro y controlar que todo estuviera en orden, constatando así que los ameri­
canos cuidaban bien su piso y que habían colgado por todas partes, natural­
mente, sus chicas desnudas de calendario. Pero así eran los americanos, y tal
vez esto se correspondía con el espíritu de libertad que habían traído a Leipzig.
Pocas semanas después de que hubiese terminado la guerra, llegó a oídos
de Gadamer que un estrecho discípulo suyo, Volkmann-Schluck, se encon­
traba en un campamento de prisioneros de guerra americano cerca de Rocken,
localidad situada aproximadamente a unos 25 km al sur de Leipzig donde
nació y está enterrado Nietzsche. Gadamer calificó como uno «de los pocos
actos heroicos de su vida» el que cogiera la bicicleta de su hija y empren­
diera un viaje de dos días por las destruidas carreteras para liberar a su alum­
no.4 Gracias a la comprensión y flexibilidad de los americanos logró su obje­
tivo. Con ellos, por tanto, era posible entenderse.
Pero los americanos no permanecieron mucho tiempo en Leipzig.
Eisenhower renunció en abril a entrar en Berlín cediendo a los rusos, que
eran los que habían sufrido las pérdidas más graves en la guerra (veinte millo­
nes de muertos), la liberación de la ciudad. De acuerdo con tempranas nego­
ciaciones, no obstante, los americanos podrían, más tarde, estacionar tro­
pas en el Berlín occidental, naturalmente de cara a una futura regulación
conjunta de Alemania, cuyos «detalles» aún quedaban por negociar. Como
contraprestación, el ejército americano se retiró de Sajonia y Turingia el
1 de julio. El 2 de julio las tropas americanas fueron sustituidas por las sovié­
ticas. Teniendo en cuenta el muy enraizado miedo de muchos alemanes a
los rusos, no se sabía muy bien a dónde conduciría este proceso. Estas manio­
bras podían ser consideradas, todavía, como medidas provisionales hasta
que se llegase a un acuerdo de paz satisfactorio (que no llegó hasta 1990).

4. Ver «Gedenkworte von H ans-Georg Gadamer», en Gedenkreden a u f


Karl-Heinz Volkmann-Schluck 1914-1981, Kòlner Universitatsreden n° 59 (1983),
pág. 9s.

310
La prioridad principal ahora para americanos y rusos era la «desnazifi-
cación», una tarea que ocuparía a Alemania durante años, mejor dicho, déca­
das. Si bien era un deseo comprensible querer apartar a los nazis de todas
las instituciones públicas, sobre todo porque su mayor atrocidad (los cam­
pos de exterminio) llegó por primera vez a conocimiento de la opinión ale­
mana e internacional en ese momento, la desnazificación, sin embargo, era
una preocupación relativamente exagerada cara a la población alemana, por­
que lo que se perseguía con ella era exterminar las raíces y posibilidades de
renacimiento de la ideología nazi. Tras los doce años de terror ejercido por
el partido, los alemanes tenían la sensación de no precisar medidas espe­
ciales de «desnazificación». Sin embargo, la desnazificación era el precepto
del momento y determinaba, asimismo, el curso de la política universita­
ria. Ya el 10 de mayo Gadamer había tenido que rellenar un cuestionario
de las fuerzas armadas estadounidenses con preguntas sobre su pasado polí­
tico. Más tarde los rusos le pedirían de nuevo información.
Durante los últimos años de la dictadura nazi, la ciudad de Leipzig podía
sentirse especialmente orgullosa porque gracias a la voluntad emprendedo­
ra del cuerpo docente, pese a la casi total destrucción de sus edificios, la uni­
versidad había podido proseguir sus tareas académicas. También estaba deci­
dida a recuperar lo antes posible sus actividades. En un escrito del 11 de mayo
de 1945 dirigido a la totalidad del profesorado, convocándolo para elegir un
nuevo rector el 16 de mayo del mismo año, el vicerrector Erich Maschke
-que ejercía de rector en funciones- recordaba la gran voluntad de resis­
tencia que había mostrado la universidad: «Una firme determinación de
no abandonar la Universidad de Leipzig en el peor momento de su historia,
que tiene más de quinientos años, ha mantenido unido desde el 4 de diciem­
bre de 1943 al profesorado entre sí y con el estudiantado. La tarea especial
de subsanar los daños producidos por los ataques aéreos se extendió al com­
promiso general de conservar la continuidad de nuestra universidad y de sal­
var, en este periodo de plena crisis, su sustancia, al menos en su núcleo indes­
tructible, que ahora ha entrado en el estadio de su plena madurez. Tras la
destrucción de la mayoría de edificios y bibliotecas universitarias este núcleo
está representado, únicamente, por el profesorado. Sobre todo éste tenía que
ser preservado como el último gran valor de la universidad».5

5. UAL Rektorat 50. Erich Maschke (1900-1982), profesor de historia eco­


nómica y social, fue miembro de la SA [«Sturmabteilung», «División de asalto»]
(siendo «Sturmführer» [«jefe de asalto»] en 1942) desde 1933 y del NSDAP

311
Así como la universidad había podido sobrevivir a su destrucción mate­
rial acaecida en diciembre de 1943, así también se debía conservar, tras la
caída del Reich hitleriano, la continuidad de la enseñanza y la autoafirma-
ción intelectual de una institución con una tan rica tradición. Condición
previa para ello era una reorganización de sus cargos directivos. El 1 de mayo
de 1945, una semana antes de la capitulación alemana, los americanos ha­
bían dado su aprobación para la elección de un nuevo rector con la condi­
ción de que el candidato no fuera miembro del partido (este fue el criterio
determinante de la desnazificación durante largo tiempo). En un escrito del
11 de mayo de 1945, Maschke mencionaba los nombres de los candida­
tos que se barajaban. Los profesores Heinrich Bornkamm (teología), Theodor
Frings (germanistica), Theodor Litt (filosofía y pedagogía), Ludwig
Weickmann (geofísica), Burckhardt Helferich (química) y Eberhard Schmidt
(derecho penal) se habían negado a ser candidatos. En cambio, los profe­
sores Albrecht Alt, (especialista en el Antiguo Testamento), Friedrich Hund
(física) y Bernhard Schweitzer habían aceptado concurrir a las elecciones
como candidatos. En estas primeras elecciones no surgió el nombre de
Gadamer -quien dirigía la organización de las mismas por encargo del vice­
rrector Maschke- como posible rector.
La elección recayó en Bernhard Schweitzer (1892-1966), encarnación
de la tradición independiente, humanística y filosófica de la Universidad de
Leipzig. Schweitzer fue desde 1938 a 1944 el editor principal de la revista
Die Antike, fundada por Werner Jaeger, en la cual apareció, en 1943, el estu­
dio gadameriano sobre «Holderlin y la Antigüedad»6. Schweitzer, asimis­
mo, estaba cercano al círculo en torno a Karl Reinhardt, Friedrich Klingner
y Gadamer. Su primer acto oficial fue la selección de decanos. El 19 de mayo
nombró a su amigo Gadamer decano provisorio de la Facultad de Filosofía

desde 1937. El 15-11-1945 le tocó sufrir el despido por parte de la adminis­


tración del Estado. No obstante, en una carta fechada el 21-3-1984 (citada por
Helga A. Welsch, Entnazifizierung und Wiedereroffnung der Universitàt Leipzig
1945-1946. Ein Bericht des damaligen Rektors Professor Bernhard Schweitzer,
en Vierteljahreshefte fu r Zeitgeschichte 33, 1985, pág. 349), Gadamer insistió en
que de su «objetividad, honorabilidad y sus esfuerzos por protegernos a todos fren­
te al régimen» no cabía duda alguna entre sus colegas académicos. En 1946,
Maschke recibió una cátedra en Speyer, pasó en 1956 a Heidelberg y se retiró en
1968.
6. Actualmente en GW 8, 20-38.

312
en su conjunto, la cual comprendía tanto la sección de historia y filología
como la de ciencias naturales, hasta que fuera posible convocar unas elec­
ciones en debida forma. El resultado de las mismas, celebradas el 5 de julio
de 1945, confirmó a Gadamer en su nueva función de decano. Al justificar
su nombramiento se dijo explícitamente que «su influencia como profesor
académico ha sido profunda y persistente y ha educado a sus oyentes en un
pensamiento cuidadoso y autónomo, lo cual ha contribuido a que en los
últimos años la mayoría de los estudiantes de humanidades en Leipzig estu­
viese distanciada respecto al nacionalsocialismo».7
Gadamer era un candidato irreprochable desde un punto de vista polí­
tico así como alguien que sabía defender la autonomía de la ciencia frente
a cualquier tipo de tutela política. Aunque existía una gran confianza en los
americanos, muchos temían que la universidad volviese a estar sojuzgada
por la voluntad política de sus dirigentes, por ejemplo en la cuestión de la
desnazificación, que amenazaba con ser cada vez más arbitraria. Jerry Z.
Muller ha visto en ello, con razón, un cierto paralelismo con la actitud del
profesorado en 1933: «Ahora como entonces había miembros de la Facultad
que simpatizaban con quienes detentaban el poder; y muchos miembros,
por lo menos en 1945, estaban a favor de algún tipo de desnazificación de
la universidad. Pero lo principal era que parecía que, al igual que en 1933,
para la Facultad era prioritario protegerse a sí misma de las acciones moti­
vadas ideológicamente por parte de los nuevos detentores del poder militar
y político. La estrategia, tanto en 1945 como en 1933, era elegir funcio­
narios universitarios entre aquellos miembros de la Facultad que disfruta­
ban de más crédito en virtud de los informes sobre su pasado. Porque sólo
gracias a este crédito la universidad podría evitar los peores excesos, consi­
derados por los profesores una interferencia arbitraria en su campo de com­
petencias».8 La autonomía que ya había sido defendida frente a los nazis
debía seguir siendo conservada.
Como decano, Gadamer participó desde ese momento en todas las deci­
siones importantes de la universidad. De todas las preocupaciones que se
acumulaban en aquella época la más importante era la reapertura de la mis­
ma. Pero hasta entonces había que aclarar previamente muchas cuestiones
referentes a personal, material y de principios. La universidad estaba diez-

7. UAL, PA 488, pág. 130.


8. J. Z. Muller, The Other God That Failed, op. cit., pág. 318.

313
mada en sus recursos materiales y humanos. La mayoría de los edificios se
encontraban desde el 4 de diciembre de 1943 en ruinas, pero la devastación
humana agravaba aún más la situación. No sólo habían caído en combate
muchos profesores durante los últimos meses de la guerra sino que, además,
los americanos, al retirarse, se habían llevado con un propósito bien defi­
nido a muchos científicos y médicos o bien habían optado por «evacuar­
los a la fuerza». Entre el 22 y el 26 de junio fueron «deportados» no menos
de 52 profesores y colaboradores científicos (parece que los americanos se
llevaron un total de entre 1294 y 1800 científicos de los territorios eva­
cuados).9A ello hay que añadir que la universidad se vio muy afectada por
las medidas de desnazificación. Si bien las disciplinas humanísticas habían
podido conservar su autonomía durante la dominación nacionalsocialista,
correspondiéndoles ahora, en consecuencia, un papel principal en la reor­
ganización de la universidad, en otras facultades había muchos más miem­
bros del partido. Así, un 73,5% de los licenciados en medicina estaban orga-

9. Véase al respecto H.-U. Feige, «Vor dem Abzug: Brain Drain. Die Zwangs-
evakuierung von Angehòrigen der Universitát Leipzig durch die U.S.-Army im Juni
1945 und ihre Folgen», en Deutschland-Archiv 24 (1991), pág. 1302-1313. Esa eva­
cuación forzada, cuyo propósito era sustraerle a los rusos científicos de importan­
cia estratégica, trajo consigo en Leipzig un enojo duradero con los estadounidenses
y la protesta del rector Schweitzer. Gadamer hizo mención del tema en su alocu­
ción retrospectiva de despedida como rector en el otoño de 1947: «La construcción
de una Alemania democrática y libre, que constituye la tarea de los que hoy vivi­
mos, debió acometerse apoyándose en fundamentos que habían sido sacudidos. No
solamente que la imagen pura de la investigación y enseñanza científicas había sido
desfigurada por el régimen nacionalsocialista [...], no solamente que una parte
importante del cuerpo académico había sido dada de baja en virtud de las leyes del
estado a raíz de su pertenencia política al NSDAP o a alguna de sus divisiones, que
al cambiar la potencia de ocupación una serie de investigadores y docentes de alto
rango sin ningún antecedente negativo debieron abandonar Leipzig contra su volun­
tad, sino que la sacudida de los fundamentos de las universidades fue mucho más
profundo.» Por esa deportación por parte de los estadounidenses se hizo mucho rui­
do en la historiografía marxista de la Universidad de Leipzig (véase Dietmar Keller,
«Karl-M arx Universitát Leipzig», en Wissenschaftliche Zeitschrift. Gesellschafts- und
Sprachwissenschaftliche Reihe 27 (1978), pág. 21ss, como también Alma mater
Lipsiensis. Geschichte der Karl-Marx-UniversitatLeipzig, сотр. por Lothar Rathmann,
Edition Leipzig, 1985, pág. 272). Helga A. Welsch (op. cit., pág. 343) trae a la
memoria, con razón, que muchos colegas adhirieron voluntariamente a la «eva­
cuación forzada» estadounidense y que, poco tiempo después, difícilmente algu­
no de los «evacuados por la fuerza» sentía deseos de retornar a Leipzig.

314
nizados en el NSDAP, de modo que esta facultad -sobre cuyo cierre se dis­
cutía apasionadamente—fue una de las muchas plagas a las que Gadamer
tuvo que enfrentarse durante su rectorado.10 Él entendió la militancia nazi
por regla general de un modo absolutamente pragmático: Desde luego el
director de una clínica no quería depender de su portero, que podía ser
miembro del partido.
Las cuestiones personales, por consiguiente, estaban unidas, general­
mente, al problema de la desnazificación. Y este problema, a su vez, cons­
tituía el trasfondo de una serie de cuestiones fundamentales impregnadas
siempre por la ideología. Porque si con la desnazificación se pretendía exter­
minar una ideología ya desacreditada, para los profesores y la dirección de
la universidad, sin embargo, el miedo a una nueva ideologización aún era
más determinante, pues si bien era evidente para todos que la desnazifica-
ción era inevitable y necesaria, también se dieron cuenta enseguida de que
los nuevos detentores del poder veían en ella sus propias oportunidades para
conseguir sus fines. En vista de la evidente resistencia frente a los nazis
por parte del profesorado «burgués», la administración militar soviética qui­
so aprovechar esta actitud para organizar de nuevo la universidad con fuer­
zas socialistas. Así no resulta asombroso que la desnazificación realizada
en la zona oriental fuera más efectiva que en la zona occidental.11 Los inte­
reses ideológicos de los rusos eran demasiado evidentes, aun cuando al prin­
cipio, por razones de política exterior pudiesen parecer más bien modera­
dos. No pocos profesores de la Universidad de Leipzig temían que sólo se
habían quitado la camisa de fuerza color pardo para tener que ponerse la
roja.12A los ojos de Gadamer la ideologización «roja» era en cierto sentido
incluso más peligrosa que la nacionalsocialista, por cuanto los nazis, al fin
y al cabo, habían desatendido tanto a la universidad como a los intelec­
tuales a causa del hondo desprecio que sentían hacia ellos. Los comunistas,

10. Ver H.-U. Feige, «Aspekte der Hochschulpolitik der Sowjetischen


Militáradministration in Deutschland (1945-1948)», en Deutschland-Archiv
25 (1992), pág. 1169-1180. Con relación a los problemas de la Facultad de Medicina,
en la cual se trataba, a los ojos de Gadamer, «no solamente de revoluciones
universitarias, sino del bienestar o malestar de las personas enfermas», véase PL,
pág. 125.
11. Ver H.-U. Feige, op. cit., pág. 1171s.
12. PL, pág. 123. La expresión provenía de Fritz Selbmann y fue asumida en
1945-1946 de manera reiterada por Theodor Litt.

315
por el contrario, querían ganar para sí a la intelligentsia e infiltrarse en las
universidades.13 La desnazificación ofrecía la oportunidad para ello y, dema­
siado a menudo también, el pretexto. Para llevarla a cabo, los rusos conta­
ban además, naturalmente, con el enorme sentimiento de culpa de los ale­
manes. Rebelarse contra este proceso era, por razones morales, algo
prácticamente imposible. La única solución consistía en reaccionar de for­
ma positiva y no a la defensiva, defendiendo la autonomía de la universi­
dad frente a cualquier tipo de ideologización política. Pero el argumento
principal de los profesores «burgueses» era una jugada de política real. El
ejercicio de una política tajante de ideologización por parte de la potencia
ocupante desacreditaría a ésta en el exterior; sólo si reconocía la libertad de
enseñanza e investigación podría impulsar sus objetivos políticos. Los rusos,
por tanto, jugaban la carta de la desnazificación para impulsar la ideologi­
zación que deseaban, mientras que la universidad luchaba por su libertad y
autonomía, lo cual también caía en la órbita de intereses de la potencia ocu­
pante. La política del rectorado estaba dominada, pues, por esta guerra de
detalles ideológicos. Desde una perspectiva actual, esta batalla parece per­
dida de antemano, pero en los años 1945-1946 su desenlace todavía pare­
cía abierto. La República Federal y la República Democrática Alemana no
se fundaron hasta 1949; en 1945-1946 aún se podía esperar que la pre­
sencia en Alemania de la potencia de ocupación soviética constituyese una
medida provisional hasta que los aliados llegasen a un acuerdo sobre una
regulación pacífica de la cuestión alemana. Ahora, en este «periodo de tran­
sición» y al igual que durante los años nazis, el et illud transit adquiría
toda su vigencia. La población se había librado del terror nazi y del grani­
zo de bombas y podía esperar un futuro mejor.
El rector Bernhard Schweitzer intentó proteger la autonomía de la uni­
versidad mediante nuevos estatutos. Su plan era bienintencionado; Gadamer
lo encontró inteligente y ponderado,14pero fracasó a causa de la voluntad
política de quienes ahora detentaban el poder. Se trataba de nuevo de la

13. Ver S. Kleinschmidt, «Gesprâch mit Hans-Georg Gadamer», en Sinn und


Form 43 (1991), pág. 488: «Y allí llama la atención que, en el Tercer Reich, tenía­
mos una situación distinta en cuanto los nazis despreciaban simplemente a los inte­
lectuales, mientras los marxistas querían conquistarlos. Y es mucho, mucho más
peligroso ser conquistado que ser despreciado.»
14. Ver PL, pág. 123. Acerca del texto de los estatutos de Schweitzer y de las
muchas reuniones que se le dedicaron, véase UAL Rektorat 21.

316
desnazificación. En un principio Schweitzer había conseguido convencer
a los americanos de que lo mejor era que la propia universidad llevase a
cabo una desnazificación en forma de «autodepuración».15 El problema
era que si este proceso de purga se dejaba en manos de las autoridades polí­
ticas y se guiaba tan sólo por el criterio de la pertenencia al partido, enton­
ces lo que obligatoriamente sucedería era que se desarrollaría de manera
arbitraria, toda vez que la afiliación al partido nazi debía ser valorada en
relación con cada caso particular: mientras que había muchos miembros
que sólo lo habían sido nominalmente, se daba también el caso de muchos
nazis convencidos que nunca habían tenido el carnet del partido. Además,
había muchos antiguos nazis —con un pasado político «poco cargado»—que
resultaban insustituibles para la marcha universitaria, en especial por lo
que se refiere a la Facultad de Medicina.
Pero a la nueva administración militar soviética no podía acabar de gus­
tarle este principio de la autodepuración. Por un lado desconfiaba mucho
de la universidad puesto que a sus ojos las elites académicas habían contri­
buido no poco a la consolidación de la ideología nacionalsocialista; por otro,
rechazaba el «relajamiento» americano, en el que presuponía un parentes­
co ideológico con la potencia ocupada en el sentido de una visión del mun­
do «capitalista». Sólo con el marxismo se podía conseguir un radical y revo­
lucionario nuevo comienzo en la historia alemana.
El conservador Schweitzer, por consiguiente, fue considerado desde el
principio como el hombre de los americanos, razón por la cual los rusos
ya no le iban a tolerar por mucho más tiempo. Cuando el rector presentó a
los rusos, para que lo aprobaran, el discurso que tenía pensado pronunciar
con motivo de la reapertura de la universidad -planeada originariamente
para el 31 de octubre de 1945-, en la histórica iglesia del Monasterio de los
dominicos, la administración militar soviética objetó que faltaba una decla­
ración según la cual «la instrucción de los estudiantes debía estar organi­
zada de tal modo que supusiese la eliminación completa de las doctrinas
nazis y militares y fuese posible un desarrollo exitoso de las ideas demo­
cráticas».16 En la sesión del senado celebrada el 25 de octubre de 1945 fue

15. Ver (también para lo que sigue) el ilustrativo artículo de Helga A. Welsch,
op. cit., pág. 341: «Cada caso debería tratarse de manera individual y no fijarse tan­
to en la pertenencia al NDSAP o a una de sus organizaciones cuanto en los moti­
vos de ingreso y en la verdadera actitud ante el régimen.»
16. Citado según H.-U. Feige, 1992, pág. 1175.

317
leída una carta del nuevo alcalde de Leipzig, el doctor Emil Zeigner, en la
que se pedía «urgentemente» al rector que «se abstuviese de pronunciar su
discurso científico para sustituirlo por uno puramente politico».17 Esta car­
ta provocò una gran indignación en el senado. El primero en tomar la pala­
bra fue el valiente profesor Theodor Litt, quien preguntó «en virtud de qué
autorización podía el primer alcalde utilizar un tal lenguaje», y votó «rotun­
damente en contra de la consideración de tal deseo». En el debate que siguió
a continuación se sopesaron las graves consecuencias que podía traer el recha­
zo a la petición del alcalde. Gadamer opinó de modo diplomático que era
procedente responder verbalmente a la carta, es decir con un delegado del
senado, acaso el profesor Litt.18 Pero no fue posible conciliar las posicio­
nes enfrentadas entre sí, de modo que la administración militar revocó la
reapertura de la universidad en el último momento. El 15 de noviembre
la administración del país endureció de nuevo los criterios de desnazifica­
ción, con la consecuencia de que tras las cuarenta destituciones del 15 de
octubre se produjeron cincuenta nuevos despidos de personal docente:
Schweitzer había fracasado con su principio de la autodepuración. Sin embar­
go, expresó su satisfacción sobre el hecho de que a algunos facultativos des­
pedidos se les permitiese de momento, pese a las medidas tomadas, prose­
guir con su actividad médica, de modo que ninguna vida humana pudiera
estar en peligro; declaraciones que le acarrearon una gran impopularidad
entre las autoridades políticas. En la siguiente sesión del senado, el 9 de
diciembre de 1945,19 estaban presentes el primer alcalde Zeigner y el res­
ponsable del negociado de universidades y ciencia del Ministerio de
Educación Popular, el doctor Emil Menke-Glückert. Schweitzer manifestó
que había llegado por fin el momento de abrir la Universidad de Leipzig.
Zeigner habló de un clima general de desconfianza, estaba claro que ya no
se podía, por razones políticas, seguir manteniendo a Schweitzer en su pues­
to. La tarde del 21 de diciembre de 1945 el secretario de estado Menke-
Glückert apareció en su despacho para inducirle a que dimitiera.20 Le repro­
chó que realizaba la desnazificación de un modo demasiado indulgente.21

17. Protocolo de la sesión del senado académico del 25-10-1945.


18. Ibidem.
19. Ibidem.
20. Carta de Friedrich Hund, a la sazón pro-rector, al autor, con fecha 3-8-
1992. Protocolo de la sesión del senado académico del 5-1-1946.
21. Carta de Walter Markov al autor, de agosto de 1992.

318
Además le fueron reprochadas declaraciones como la de que mediante los
despidos de facultativos «habían sido puestas en peligro de manera impru­
dente valiosas vidas humanas». Aunque tal vez él pensase esto, se defendió
alegando que en Berlín se le imputaba falsamente amistad con los nazis.22
Cuando vio que la reapertura de la universidad, el objetivo fundamental,
parecía a punto de fracasar de nuevo por su causa, presentó su dimisión el
31 de diciembre.
Según los recuerdos de Gadamer, fue Schweitzer quien le hizo saber que
sería elegido nuevo rector.23 Su ascendiente había aumentado a ojos vistas
en los últimos meses. En una deliberación del senado se llegó de forma muy
rápida a una conclusión unánime respecto a su nombramiento. Se le tenía
por una persona no doctrinaria y liberal, por alguien que podría defender
con más diplomacia y habilidad que su predecesor las metas del profeso­
rado. Friedrich Hund, que tomó parte en estas discusiones, escribió acerca
de los motivos de su nombramiento: «Gadamer había adquirido prestigio
durante el periodo nazi merced a su comportamiento. Se le creía prudente
y flexible así como con conocimientos sobre el marxismo-leninismo».24
Naturalmente no es que se viese en él un experto en marxismo, mas como
filósofo y conocedor de Hegel sí disponía de los recursos necesarios para
poder oponerse a los nuevos amos ideológicos. Además se mostraba con­
ciliador en algunas cuestiones delicadas y a diferencia de Schweitzer, no esta­
ba poseído por la idea de mantener alejados a los marxistas del cuerpo docen­
te, siempre que éstos demostraban estar cualificados.25 Estaba dispuesto,
asimismo, a adoptar el vocabulario «socialista» y «antifascista» de los rusos
en sus apariciones públicas. Hoy en día produce una cierta sorpresa encon­
trar esta terminología en todos sus discursos como rector. Los dirigentes rusos
veían en él, al parecer, una persona objetiva o realista con la que podían
trabajar conjuntamente. El 21 de enero de 1946 fue elegido rector. El
latinista Friedrich Klingner le nombró su sucesor como decano de la Facultad

22. Protocolo de la sesión del senado académico del 5-1-1946, UAL Rektorat 1.
23. PL, pág. 124.
24. Carta de Friedrich Hund del 3-8-1992.
25. Carta de Walter Markov de agosto de 1992. Ver PL, pág. 125: «Una par­
te esencial de mi actividad consistía en buscar en oriente, en occidente y en ultra­
mar investigadores de espíritu socialista con los cuales tapar los huecos sin poner
en peligro el nivel».

319
de Filosofía en su conjunto, con lo cual quedaba preservado el gobierno
humanístico de la universidad.
El primer resultado positivo de su elección fue la reapertura de la uni­
versidad el 5 de febrero de 1946. El hecho de que el acto de inauguración
no tuviese lugar en la iglesia del Monasterio de los dominicos sino en el
mayor cine de Leipzig hay que interpretarlo como un signo de que la ins­
titución universitaria se fundaba ideológicamente de nuevo.26 Pero lo que
se reabría sólo era una universidad reducida, puesto que el día de su des­
trucción contaba con trescientos cuarenta profesores y el día de su reaper­
tura sólo con ciento uno.27 En una carta a Oskar Schürer fechada el 19 de
febrero, Gadamer describe su primera semana en el rectorado como un «tra­
bajo agotador», que, sin embargo, se veía obligado a aceptar porque él era
el único capaz de entenderse con las autoridades políticas:

De aquí se podrían contar muchas cosas. He representado tres o cuatro


años el papel de decano, una actividad no demasiado agotadora que, en el cam­
po de tensión social que justamente representa Leipzig hoy en día, me ha pro­
porcionado muchas e instructivas experiencias políticas. Ahora soy rector y ello
significa que la diversión, por desgracia, se acaba. En este tiempo de disolución
y nueva ordenación es un trabajo enorme conducir el gigantesco organismo de
una universidad que, pese a la destrucción de la mitad de sus instalaciones,
sigue siendo una especie de Estado Mayor en sí mismo. Pero era inevitable que
fuese yo el que tuviese que ponerse a trabajar, dado que soy el único que ha
conseguido establecer una cierta relación de confianza con las fuerzas políti­
cas. Sólo espero que me sea posible sacar el carro chirriante del lodo en que
se encuentra y volver a colocarlo sobre un camino firme, para así, por fin, poder
retirarme de nuevo al trabajo filosófico y, si la suerte me es propicia, irme a una
universidad pequeña.28

La reapertura de una universidad alemana no era en aquel tiempo algo


que se daba por descontado, dado que en el extranjero existía el tópico de
que los intelectuales y académicos alemanes habían participado de modo
determinante en la consolidación de la ideología nacionalsocialista. Karl

26. Ver B. Schweitzer, Die Universitát Leipzig 1409-1959, Tubinga: Mohr


Siebeck, 1960, pág. 22.
27. Alocución de despedida de Gadamer, manuscrito.
28. Carta a Oskar Schürer del 19-2-1946.

320
Jaspers se contaba, como es sabido, entre aquellos que recomendaban a
los aliados que ejerciesen sobre Alemania un protectorado de varios dece­
nios de duración con el fin de reprimir sus tendencias anticivilizadas. Incluso
Ernst Cassirer, que emigró a Estados Unidos y falleció el 13 de abril de
1945, expresaría en 1944 su escepticismo respecto a las universidades ale­
manas: «Todas las universidades deberían estar cerradas como mínimo
por un periodo de diez años y los profesores políticamente irreprochables
deberían estar a cargo de la vigilancia en los colegios. No se trata en abso­
luto de que los alemanes ahora aprendan mucho; se trata de que desapren­
dan mucho».29
Se trataba, pues, de una opinión extendida tanto entre los extranjeros
como entre los alemanes traumatizados por sus sentimientos subliminales
de culpa que el nacionalsocialismo era la consecuencia de los instintos «antiin­
telectuales» de la cultura alemana, la cual tampoco se había acreditado espe­
cialmente en la práctica de la democracia. Los aliados tenían, por tanto, que
preocuparse políticamente de que la reapertura de las universidades se rea­
lizase bajo auspicios «democráticos». El primer discurso pronunciado en
el acto de reapertura de la universidad corrió a cargo del jefe de negociado
de Formación Popular de la administración militar soviética en Berlín, el
profesor Pjotr. W. Solotuchin, ex rector de la Universidad de Leningrado.
Ya al inicio de su alocución subrayó que la Universidad de Leipzig nacía de
nuevo con el objetivo de «crear nuevas personas, esto es, personas que
sean capaces de sostener una lucha decisiva e irreconciliable contra las ideas
fascistas del militarismo, del racismo y del nazismo así como de desen­
mascarar cualquier tipo de reacción [fascista] se revista de la forma que se
revista».30El general en jefe de la administración militar, el mariscal Schukow,
exigía «un estricto control de la actividad de las administraciones alema­
nas para prevenir cualquier posibilidad de una renovada actividad de los
nazis, esos enemigos del pueblo alemán». Schukow expresó la esperanza de
que la Universidad de Leipzig se convirtiera «en una universidad nueva,
democrática»: «Será un semillero de ciencia y cultura orientadas al futuro,
y su único objetivo consistirá en la formación de joven personal altamente

29. Según el informe de Toni Cassirer -a tomarse tal vez con pinzas- citado
según Heinz Paetzold, Ernst Cassirer. Von M arburg nach New York. Eine philoso-
phische Biographie, Darmstadt, 1995, pág. 194s.
30. UAL Rektorat 50.

321
cualificado, el cual tendrá que saber cumplir su función en un nuevo esta­
do democrático y sostener una lucha contra cualquier tipo de teorías y prác­
ticas reaccionarias que puedan impedir la formación de un nuevo Estado
democrático alemán».
El discurso rectoral de Gadamer que siguió era similar en su tono a
los anteriores. Son las palabras de un erudito alemán que sabe que ya no
es posible aferrarse al pasado y que es preciso encontrar nuevos caminos tras
el descrédito sufrido por la universidad alemana a causa de la aparente abdi­
cación de los intelectuales ante la ideología nazi. Ello no obstante, Gadamer
eligió hablar sobre «El carácter inocente de la ciencia» ( Über die
Ursprünglichkeit der Wissenschaft)^ -acto valeroso por su parte-, esforzán­
dose en defender ante un publico en gran parte desconfiado la contribu­
ción del científico independiente a la renovación democrática. Además, se
dirigió directamente a esta desconfianza. Para la universidad «ha llegado la
hora de la libertad», dado que «esto es justamente lo que constituye la situa­
ción terrible pero a la vez grandiosa en lo que respecta a las posibilidades de
nuestro pueblo, que aquella buena y noble tradición cultural y humanísti­
ca, representada en su más fino florecimiento por nuestras universidades,
haya sido cuestionada. ¿Cómo hubiera podido originarse, de otro modo, en
nuestro pueblo la atrocidad del nacionalsocialismo? ¿Cómo hubieran podi­
do sucumbir, de otro modo, los centros de la libre investigación y enseñanza
científicas a la furia desatada de estos demonios de nuestro pueblo?» El
sistema de las universidades alemanas, seguía exponiendo Gadamer, había
sido puesto, por consiguiente, en cuestión y sus leyes debían ser nuevamente
formuladas.
Así, el rector Gadamer celebraba que «todos los círculos de trabajado­
res, en especial de aquellos que sirven a la comunidad con el duro trabajo
de sus manos» tomasen parte en esta ceremonia de reapertura. Para él supo­
nía una satisfacción que amplios sectores ciudadanos, desde los partidos
políticos a los sindicatos, celebrasen este acto solemne, pues la universidad
se sabía apoyada, de este modo, por amplias capas del pueblo. Que el acen­
to, no obstante, recayese de manera inequívoca en la presencia de los tra­

31. Apareció con este título en la editorial Johann Ambrosius Barth, 1947
(actualmente en GW 10, 287-294). En lo sucesivo se citará según el texto origi­
nal de la alocución, tal como se encuentra en el archivo de Leipzig (UAL Rektorat
50), que contiene algunas correcciones manuscritas.

322
bajadores estaba determinado por las circunstancias del momento. Muy en
la línea de los nuevos detentores del poder, Gadamer prometió conceder a
los trabajadores más espacio en la universidad, de la cual habían estado
excluidos demasiado tiempo. Anunció que «en lo sucesivo admitirían con
especial complacencia y atención a aquellos que no habiendo seguido el
camino de la formación previa a través de las escuelas superiores pero des­
tacados por sus aptitudes y vocación se incorporen a nuestras filas: los estu­
diantes trabajadores».
Pese a estos pasajes el contenido del discurso rectoral se encaminaba a
defender la inocencia e independiente del científico. No poco de lo que
Gadamer dijo entonces recuerda al famoso discurso de Max Weber -aun
cuando su nombre no fuese mencionado32- de 1919: «La ciencia como pro­
fesión». El ideal de Gadamer, en efecto, coincide con el del investigador
consagrado a sus estudios; un ideal cuya primera encarnación fue la figura
de su profesor de Breslau, Hermann Reichert. Este tema fundamental del
carácter inocente de la ciencia se verá sometido a variaciones en diversas
conferencias pronunciadas en Leipzig entre 1945 y 1947.33 Sin embargo,
este tema se había convertido en un asunto muy discutible debido a dos rea­
lidades políticas diversas: Por un lado, el régimen de terror nazi, que para
muchos había puesto de manifiesto la corruptibilidad de los científicos; un
hecho que Gadamer también reconocía de manera solapada. La indepen­
dencia de la ciencia, por otro lado, era puesta en cuestión por los nuevos
dirigentes rusos, que querían ver en esta cuestión una consideración bur­
guesa. Ellos exigían, ahora, una ciencia mucho más política, esto es, unida
de un modo más estrecho a las relaciones económicas reales de la socie­
dad, que reconociese las enseñanzas del marxismo. Dadas estas circuns­
tancias, no era fácil para un alemán como Gadamer hacer publicidad del
carácter inocente de la ciencia. ¿No había sido esta inocencia desacreditada
por los nazis? ¿No había sido desenmascarada, asimismo, por las enseñan­
zas marxistas como una pura ilusión?

32. Sin embargo, en 1943 Gadamer había pronunciado una breve conferen­
cia con el título «Wissenschaft ais Beruf. Über den Ruf und Beruf der Wissenschaft
in unserer Zeit» (Deutsche Presse Korrespondenz, 28. Octubre 1943, pág. 4-6).
33. Ver especialmente las dos conferencias que Gadamer publicará con el títu­
lo Über die Ursprünglicbkeit der Philosophie (Berlín: Chronos Verlag, 1948).

323
Todo el poder de sugestión del discurso rectoral reside en el hecho de
considerar que la independencia del científico es una contribución a la socie­
dad y un baluarte contra cualquier tipo de tentación fascista. Gadamer des­
taca tres rasgos del científico: su objetividad, que le permite, trascendien­
do la disputa de opiniones, hacer valer sólo los principios razonables; su
firm eza, en virtud de la cual sólo debe satisfacer el dictado de la verdad, con
lo que sus conclusiones no son reconocidas, a menudo, hasta generacio­
nes posteriores; su hum ildad, la aceptación del juicio de otras personas, con­
virtiéndose el científico, así, en «el compañero natural de todas las fuerzas
sociales progresistas». No menos de tres veces repite Gadamer la misma con­
clusión: «Si la fuerza de esta objetividad [de esta firmeza, de esta humildad]
hubiese sido suficientemente grande en todos los científicos alemanes, la
adaptación débil al régimen nacionalsocialista no hubiera supuesto ningu­
na tentación para ellos». Estas tres virtudes de la inocencia de la ciencia ha­
bían sido quebrantadas por los nazis; no obstante, la renovación democrá­
tica, según Gadamer, precisaba urgentemente de ellas. Lo que él no explicaba
era por qué la ciencia había fracasado ante los nazis y el medio de evitar una
futura capitulación. Pero su alegato establecía de manera convincente una
conexión clara entre la inocencia de la ciencia, nuevamente por descubrir,
y «la renovación democrática de nuestro pueblo». A los profesores burgue­
ses les convenía una defensa tan firme de su autonomía, mientras que los
rusos registraban con satisfacción que dicha defensa se hacía en el contex­
to de una renovación democrática de la sociedad en su conjunto.
Pero todo dependía, naturalmente, del significado que se atribuyese al
término «democracia». Tras la desintegración de la dictadura hitleriana,
dicho término se había convertido en un eslogan unificador, pero este eslo­
gan polisémico era el que tenía que decidir el futuro de la Universidad de
Leipzig, incluso la división de Alemania. Con el objeto de mantener sepa­
radas las diversas concepciones en torno a este problema, es recomendable
diferenciar heurísticamente entre dem ocracia y dem ocratización. Los profe­
sores «burgueses» (seguramente el sector al que Gadamer se sentía más afín,
si bien más de una vez actuase como mediador) esperaban de la democra­
cia —según el modelo «occidental»- autoadministración, autodetermina­
ción, libertad de investigación y docencia, elecciones libres y otras cosas
parecidas. Para los rusos, por el contrario, todo esto era demasiado poco,
demasiado formal. Por democratización ellos entendían, en general, un cam­
bio social que aún estaba p o r realizar y cuyo objetivo era acabar con los pri­
vilegios educativos de la burguesía y crear nuevas condiciones sociales. Para

324
ellos, la democracia era imposible mientras existiese el orden capitalista, es
decir un orden basado en la desigualdad.34
Estas dos concepciones no eran totalmente compatibles, pero tampo­
co totalmente irreconciliables en la situación de entonces. La burguesía goza­
ba, en efecto, de unos privilegios educativos. Tal vez sí fuera posible, des­
pués de todo, conciliar la democracia formal con una democratización más
amplia. Era la hora cero en Alemania y, pese a la guerra fría que se perfila­
ba, todas las ilusiones eran posibles. Así Gadamer intitularía el capítulo de
su autobiografía dedicado a los años transcurridos en Leipzig «Ilusiones».
Hay que preguntarse, a este respecto, hasta qué punto él mismo se había
hecho ilusiones en relación con una democratización a la manera soviética.
¿Constituían sus repetidas alusiones a la renovación socialista, a los estu­
diantes trabajadores que había que admitir, a la necesaria consideración
de la doctrina marxista meras palabras y meras reverencias políticas ante los
nuevos detentores del poder? Ciertamente no hay que ocultar que utiliza­
ba eufemismos en sus apariciones públicas, pero hay muchos indicios de
que el pensador y rector Gadamer consideraba bastante indispensable una
tal democratización. Él se mostró, así, mucho más comprensivo, tanto de
palabra como de obra, con los requerimientos soviéticos que su antecesor
Schweitzer, por ejemplo en lo referente a las cuestiones de desnazificación
(aunque él prosiguiera, de hecho, la autodepuración política individualiza­
da de su predecesor), al tema de los estudiantes trabajadores (si bien él insis­
tía en los criterios de calidad), al proyecto de la fundación de una Facultad
de Sociología de orientación marxista (que Gadamer quiso, en vano, colo­
car bajo el control del rector) y del cargo de secretario de la universidad,
con el que las autoridades políticas pretendían controlar a la misma y
Gadamer, a su vez, ganar un hombre de confianza con quien él pudiese
influir en los políticos. En su política como rector Gadamer había mostra­
do, por tanto, una amplia simpatía hacia los móviles de la administración
militar soviética, pero también había apostado hasta tal punto por una
política moderada que en la historiografía marxista aparece mencionado
como un rector «reaccionario» que retardó la «democratización» social de
la universidad. Según estas fuentes, sería su sucesor, Erwin Jakobi, el pri-

34. Esta concepción siguió siendo durante largo tiempo un dogma de la izquier­
da occidental. Valga recordar, por ejemplo, el título de Martin Walser, Kapitalismus
oder Demokratie.

325
mer rector «progresista» de la Universidad de Leipzig, la cual pasó a llamarse
en 1953 Universidad Carlos Marx, un nombre que «obligaba a mucho».35
Todo ello no debe hacer olvidar, sin embargo, que los rusos vieron en
Gadamer durante el año y medio que duró su rectorado a su hombre de con­
fianza, y que su marcha a Frankfurt fue para ellos una amarga decepción,36
pues por mucho que Gadamer pudiese emplear eufemismos tácticos tam­
bién compartía la creencia en la necesidad de una nueva regulación tanto
interna como filosófica de la universidad. La crisis de la universidad ale­
mana era para él, sencillamente, una profunda crisis de la cultura alema­
na. Alemania siempre había sido considerada como una nación cultural,
que se definía ante todo por su filosofía y sus universidades. Pero todo ello
había caído en descrédito. El objetivo principal de Gadamer era, piies,
rescatar el honor perdido de la cultura alemana, esto es, el honor de sus uni­
versidades y de su filosofía, un honor que a causa de la pérdida de fe en el
Estado provocada por los nazis sólo era restituible mediante un profundo
cambio general. El 2 de diciembre de 1945, antes de convertirse en rector,
por tanto, Gadamer pronunció un importante discurso ante la «Alianza cul­
tural» de la ciudad de Leipzig —fundada con la intención de servir a este
renacimiento cultural—en el que ofrecía el siguiente diagnóstico cul­
tural: «La situación en la que fundamos una tal alianza cultural es tan cla­
ra, tan extremadamente clara en su penuria y en su casi desesperada estre­
chez que apenas es necesario decir nada al respecto. Hace años el pueblo
alemán conocía el honor de ser calificado en el extranjero como un pue­
blo de poetas y pensadores y como una nación cultural con una función
dirigente en el mejor sentido de la palabra. Sabemos que sólo mediante una

35. Ver D. Keller, «Karl-Marx-Universitát Leipzig», en Wissenschaftliche


Zeitschrift. Gesellschafts- und Sprachwissemchaftliche Reihe, 27 (1978), pág. 41: «El
1 de octubre de 1947 fue elegido como rector el probado antifascista y erudito pro­
fesor Erwin Jacobi, y la investidura se celebró el 31 de octubre. Con él, por pri­
mera vez las fuerzas democráticas antifascistas recibieron un apoyo político y una
promoción eficaz por parte de la dirección de la universidad». Respecto del «com­
prometedor» cambio de denominación en 1953 véase Chronik der Karl-M arx-
Universitát, с о т р . por G. Handel y G. Schwendler, Verlag Enzyklopádie Leipzig,
1959, págs. 8, 66. Un intento realizado en 1946, bajo el rectorado de Gadamer, de
denominarla Leibniz-Universitát, con ocasión de 300 aniversario del nacimiento
de Leibniz, fracasó (Sesión del senado académico del 28-8-1946, UAL Rektorat 1).
36. PL, pág. 133.

326
radical transformación de toda nuestra vida intelectual podremos tener posi­
bilidades de conectar de nuevo con el alto rango de nuestra tradición cul­
tural».37Ya en 1945 Gadamer había insertado de modo inequívoco este ideal
cultural en el contexto político del momento: «En este sentido, pienso yo,
las bases directivas de esta alianza cultural mostrarán de modo muy exacto
lo que el gran futuro político de nuestro pueblo exigirá asimismo de nos­
otros: Una comunidad socialista del trabajo, del saber y del aprender.
Trabajamos, así, en una verdadera renovación democrática de nuestra vida
estatal, porque lo que nos importa es la liberación de estas fuerzas, no sólo
de las creadoras sino también, del mismo modo, de las receptoras». En bene­
ficio de esta renovación «socialista» los alemanes deberían llevar a cabo un
reaprendizaje radical y despedirse de sus tendencias románticas, que han
conducido a la catástrofe: «Queremos suscitar la participación de la pobla­
ción en la ciencia así como intentar unir la vida intelectual de ésta con la
autoconciencia social de nuestro tiempo, siendo, de hecho, la educación de
los alemanes para la realidad uno de los servicios más decisivos que la cien­
cia puede prestar a la comunidad. Hay que desalojar de una vez de nues­
tra juventud la manía romántica». El mismo pathos íntegro, por decirlo
así arrepentido, de una renovación cultural en nombre del pueblo alemán
se desprende también de las últimas palabras del discurso: «También nos­
otros trabajamos de acuerdo con nuestras fuerzas, intentamos trabajar en lo
que hoy se denomina solidaridad popular, que no es sólo una acción u obli­
gación sino el sentido de toda nuestra vida».
Este discurso puede ser considerado como el manifiesto del rectorado
de Gadamer, puesto que muestra con claridad cómo éste, reconciliador, esta­
ba dispuesto a condescender con las metas «socialistas» de la potencia
rusa de ocupación sin dejar, por ello, su postura moderada y vigilante. Pero
sus móviles eran más de tipo cultural o filosófico que económico o políti­
co en sentido estricto. Las palabras finales de su discurso rectoral del 5 de
febrero de 1946 predican el mismo mensaje: «Hay que saber hasta qué pun­
to está quebrantada y devastada la fe de los alemanes en el Estado. Quien
sepa esto dedicará a la renovación de esta fe todas las fuerzas de su vida.

37. Discurso intitulado «Ziele und Aufgaben des Kulturbundes», del 2-12-
1945, manuscrito (impreso después de una revisión y en forma abreviada con el
título «Die gemeinschaftsbildende Kraft der Kultur», en Gottinger Universitats-
Zeitung 1, 15-4-1946, n° 8, págs. 4-6).

327
Ojalá que nuestra universidad, dedicada a esta tarea, y ojalá que la ciencia
alemana, apoyada por la confianza de todas las prometedoras fuerzas de
nuestra nación, vayan a la cabeza en el camino hacia una cultura humana y
limpien y restituyan la reputación alemana».38 El discípulo de Gadamer,
Rüdiger Bubner, ve en estas palabras, probablemente con razón, más que
mera retórica, la signatura biográfica para toda la obra de Gadamer después
de 1945: «Pese a su reserva con respecto a las apariciones pomposas, pese
a que destacase el carácter apolítico de la filosofía, pese a su escepticismo
frente a la ambigüedad de las tendencias históricas, Hans-Georg Gadamer
ha contribuido lo suyo a restablecer con tacto y discreción la dignidad de
la cultura —que este país debe a su música y a su cultura—conforme a las
fuerzas de las que dispone un individuo en el contexto histórico y social.
Y ello durante toda una vida.»39
Fue a causa de la dedicación a este objetivo cultural que Gadamer renun­
ciaría a la prosecución de su trabajo filosófico durante el tiempo que duró
su rectorado. La lírica fue durante ese tiempo su único refugio frente a los
apremiantes asuntos oficiales, calificándola en su discurso de diciembre de
1945 de «religión de la soledad». También expuso en las más diversas oca­
siones sus interpretaciones de poesía. Así nacieron muchos comentarios
(algunos de ellos inéditos) sobre Goethe, Rilke, Hermann Hesse y Friedrich
Nietzsche, pero también sobre Bach y Mozart, que constituirían más ade­
lante un importante capítulo de su hermenéutica aplicada.40 Naturalmente
se trataba la mayoría de las veces de escritos de circunstancias, nacidos duran­
te el fin de semana en apenas alguna hora de ocio, pero eligiendo a estos
autores Gadamer se dirigía a un público amplio y apostaba por las mejo­
res tradiciones de la cultura alemana. Una parte del remedio contra el trau­
ma alemán podía proceder perfectamente de la propia cultura. Había que
evitar que la cultura alemana fuese vista como la única responsable de la
catástrofe.

* * *

38. Über die Ursprünglichkeit der Wissenschafì, GW 10, 294.


39. «Laudatio auf Hans-Georg Gadamer», en Sinn und Form 49 (1997), pág. 11.
40. Ver GW 9.

328
Un autor que por razones cronológicas y geográficas podía resultar de
importante ayuda en esta situación era Leibniz: Nacido en Leipzig el 1 de
julio de 1646, su trescientos aniversario fue celebrado durante el rectora­
do de Gadamer. Éste ya se había comprometido como decano con esta con­
memoración, habiendo solicitado al historiador Otto Vossler que partici­
pase como orador en al misma.41 Puesto que Vossler -que se había trasladado
en 1945 de Leipzig a Frankfurt- rechazó la invitación, fue el propio Gadamer
quien entonces pronunció el discurso solemne, impreso por primer vez en
1990 en los Studia Leibniziana. Apenas un año después del fin de la tiranía
nacionalsocialista no era de hecho nada obvio que un pensador alemán como
Leibniz fuera homenajeado, dado que repentinamente era considerado como
un precursor de las tendencias «peligrosas», esto es, románticas o antirra-
cionalistas de la cultura alemana.
Naturalmente hoy nos preguntaremos qué puede tener Leibniz en común
con los nazis. Pero la conmoción de los acontecimientos vividos llevaba a
juzgar de un modo poco diferenciado. Gadamer mismo, en el discurso solem­
ne de 1946, no dudó en nombrar explícitamente los rasgos «ambiguos»
de Leibniz. Éste, según Gadamer, «había despertado en el espíritu alemán
aquella predilección por lo dinámico tan típica de la naturaleza alemana y,
sin embargo tan peligrosa».42 Con su doctrina de las representaciones incons­
cientes había fundado, además, «aquel romanticismo irracional cuyas reper­
cusiones llegan a las catástrofes de nuestros días».43 Pero también su pers-
pectivismo y subjetivismo son la «forma previa de aquel individualismo y
relativismo históricos que han determinado de un modo especialmente
importante la conciencia y el pensamiento históricos de la ciencia alema­
na en el siglo XIX».44 En Leipzig se encuentran, por tanto, «formas previas y
antecedentes de aquella crisis del nihilismo y de aquella falta de fe en la
razón cuyas formas nos son dolorosamente conocidas».45

41. Carta del decano Hans-Georg Gadamer a Otto Vossler fechada el 18-1-
1946, UAL, PA 66 Otto Vossler, citada en G. Wiemers, «Nachruf auf Otto Vossler»,
en Jahrbuch der Sáchsischen Akademie der Wissenschaften zu Leipzig 1987-1990,
Leipzig: Akademie-Verlag, 1990, pág. 206.
42. HGG, «Zum 300. Geburtstag von Gottfried Wilhelm Leibniz». Festrede
an der Universitàt Leipzig am 1. Juli 1946, actualmente en GW 10, pág. 304.
43. Ibidem, pág. 305.
44. Ibidem.
45. Ibidem.

329
En estas palabras se puede percibir sin dificultad la mala conciencia del
alemán que, conmocionado por la catástrofe más espantosa de su historia,
reflexiona de forma crítica sobre su propia tradición. Sin embargo, los «reme­
dios profilácticos contra aquellas enfermedades alemanas»46 hay que obte­
nerlos del propio Leibniz, en concreto -según la concepción de Gadamer-,
del hecho de que su concepto de fuerza se remite al concepto de razón. Pero
esta última, como muestra el ejemplo del autor de la Monadologia, no es
reducible al fenómeno de la ciencia moderna. La ilustración del espíritu
conduce en Leibniz, precisamente, «a la penetración en la obra del arte
del mundo», a que «aquel sentido de las proporciones, aquella percepción
y sensación no intelectiva, todavía confusa, todavía indeterminada de la
oculta regularidad del ser, tal como nos es ofrecida por el arte, no consti­
tuye otro mundo frente a la verdad de la ciencia, sino otra forma, impul­
sora de la misma tarea de comprender el universo».47 El mundo de la cien­
cia no es la única forma de ilustración. Así, Leibniz nos puede ayudar a
«reconciliar la imagen del mundo de la ciencia física con la conciencia
global de la vida del ser humano sin caer en la cómoda solución del pen­
samiento culto irracional».48
Con ello Gadamer apelaba al espíritu reconciliador y europeo de Leibniz.
Establecía, de esta manera, una arriesgada aunque plausible relación entre
la situación histórica de Leibniz, en las postrimerías de la Guerra de los
Treinta Años, y la de 1946. Esto explica, en definitiva, por qué podía remi­
tirse de modo tan categórico al modelo de Leibniz: «El fue quien, tras la
catástrofe de la Guerra de los Treinta Años y tras el profundo agotamien­
to que entonces afligían a nuestro pueblo -especialmente azotado por las
desgracias de la guerra—reencontró, en cierto modo, el camino hacia Europa
y vindicó de forma emocionante el honor del nombre alemán, la inteli­
gencia alemana y su capacidad de trabajo en el concierto de los pueblos».49

46. Ibidem.
47. Ibidem, 306.
48. Ibidem.
49. Ibidem, 296s. Riidiger Bubner («Laudado auf Hans-Georg Gadamer», en
Sinn undForm , 49 (1997), pág. 10s) menciona la alocución del rectorado del 5-
2-1946 para referirse a esa reafirmación de la cultura alemana como una de las más
esenciales tareas de vida a las que Gadamer se dedicó después de 1945: «En ocasión
oficial, el rector de posguerra Gadamer delinea, con la determinación de tareas de
un investigador impersuasible, un marco en el cual cabe perfectamente su propia
obra de vida y, es más, tanto en su fase temprana cuanto tardía. Al mismo tiempo,

330
Cincuenta años más tarde hay que reconocer que la alusión del autor de
Verdad y método a la integración de Alemania en Europa contenía algo
de profetico en 1946.
Hans-Georg Gadamer tuvo la suerte de poder vivir, el 1 de julio de
1996, el trescientos cincuenta aniversario del nacimiento de Leibniz y, así,
el cumplimiento de su entonces arriesgada profecía. Ese día recordó en una
entrevista radiofónica el contexto de su discurso de 1946. A causa de su
importancia filosófica e histórica, me permito entresacar algún extenso párra­
fo de esta entrevista:50

Fui durante un cierto tiempo profesor de filosofía en Leipzig. Y la situación


tras la guerra, como es natural, era tal, básicamente, que deseábamos recor­
dar al hijo eminente de Leipzig, Leibniz. Yo fui el primer rector de la Universidad
de Leipzig tras la guerra, una vez desaparecido por fin el régimen fascista. Hablé
en aquel momento, en la iglesia de la universidad, sobre la importancia de
Leibniz para nosotros europeos y para la ciencia mundial. Pues si nos plante­
amos la pregunta de dónde podemos reanudar la tradición en un mundo domi­
nado totalmente por un progreso inesperado de las ciencias físicas y, además,
con una gran variedad religiosa y filosófica y moral, entonces en algún momen­
to se llega una y otra vez a Leibniz. Él es, por así decirlo, el punto al que siem­
pre hay que retornar si se quiere valorar debidamente los últimos siglos pasa­
dos en su propia fecundidad pero también en su desequilibrio. La figura de
Leibniz es en todo caso por lo que a esto respecta muy singular. Nosotros nos
dedicamos a pensar, y esto es lo que hacíamos en los años 1945 y 1946 tras la
devastación infinita que las guerras demenciales de Hitler nos había deparado;
ante todo pensamos en los años 1945 y 1946. Realmente era actual acordarse
de la situación en la que Leibniz, tras las guerras de religión conocidas como
la Guerra de los Treinta Años, inició la reconstrucción de la cultura europea en
el centro de Europa.

me permito tomar la afirmación [en la alocución del rectorado] de que, tras la catás­
trofe, las fuerzas vitales han de dedicarse a la renovación de una cultura humana y
a la restauración del nombre alemán, no como un floreo retórico, sino como una
signatura biográfica.»
50. «Die Welt ais Spiegelkabinett: Zum 350. Geburtstag von Leibniz am 1.
Juli 1996, emisión radiofónica de Nicolaus Halmer» en la serie Das Salzburger
Nachtstudio [El estudio nocturno de Salzburg] en la Radio austríaca. Todas las citas
que siguen proceden de la mencionada emisión radiofónica. Agradezco cordial­
mente al señor Halmer el haberme facilitado las entrevistas y el haberme permiti­
do citarlas.

331
En cuanto pensador que concede por principio a cada perspectiva su
legitimidad cuando se interroga por su razón de ser, Leibniz es reconocido
como un modelo para la razón «hermenéutica» del diálogo. «Es ante todo
un modelo, un modelo de actitud respetuosa. Yo diría que en la historia de
la filosofía no hay un modelo tan hermenéutico como Leibniz, quien ha
considerado que la relación íntima entre diferentes puntos de vista y dife­
rentes perspectivas así como su necesidad mutua constituyen a la postre la
estructura de la verdad misma.» «Por hermenéutica —explicaba Gadamer en
1996- entiendo la capacidad de escuchar a otra persona pensando que podría
tener razón.»
En último término, no obstante, el espíritu reconciliador de Leibniz
trascendía las fronteras alemanas. Mientras que en 1946, tras el hundimiento
del pensamiento nacionalsocialista, el imperativo era el camino hacia Europa,
en 1996 la virtud del diálogo hermenéutico apuntaba a tareas de mayor
alcance que concernían a toda la Tierra, donde Europa produce el efecto de
ser un rinconcito cada vez más pequeño.51 «Puesto que hoy en día nos halla­
mos, en último término, ante una civilización mundial, en la que, por muy
diversos que sean sus orígenes y su historia, es preciso establecer una soli­
daridad común si es que queremos de verdad sobrevivir. Si no aprende­
mos qué es lo que ha sido un espíritu tan vasto y reconciliador como Leibniz
no podremos seguramente superar las grandes crisis a las que nos vamos
a enfrentar. Es importante, por tanto, que honremos en grandes persona­
lidades como lo fue Leibniz una tal fuerza unificadora universal tomándo­
la como modelo, si queremos cumplir con los deberes que tiene la huma­
nidad.»

* * *

En 1946 a Gadamer aún le preocupaba, en efecto, el futuro incierto de


Alemania como país de poetas y pensadores. Pero su objetivo era, en parte,
casi paradójico: Si por un lado se trataba de librar a Alemania de su «manía

51. Acerca de la idea de trascender Europa véase el escrito «Europa und die
Oikoumene», en GW 10, 267-284. Por otra parte, no es casual que ese escrito de
1993 esté ubicado, en el tomo 10 de las GW, inmediatamente antes de la alocución
del rectorado (págs. 287-294) y del discurso sobre Leibniz de 1946 (págs. 295-307).
El escrito hace referencia a la tarea dialogal de la hermenéutica en dimensiones de
historia universal.

332
romántica», por otro, había que rescatar el honor de la cultura alemana (que,
sin embargo, estaba determinada por el romanticismo). Esta ambivalencia
dominaría, como es sabido, la vida cultural de la Alemania dividida duran­
te mucho tiempo, hasta ahora: Mientras que la izquierda, a consecuencia
de Auswitz, exigía despedirse de todo lo «alemán» en la cultura, la derecha
advertía de que esto era ir demasiado lejos si con ello se renegaba del fruto
específico de la cultura alemana, el romanticismo.
Por lo que respecta este debate Gadamer parece haber oscilado de 1945
a 1947 entre ambas actitudes. Pero la situación de entonces era una situa­
ción completamente distinta. La «superación del pasado», que desde lue­
go era imposible, era una tarea mucho menos importante que la del nue­
vo comienzo. La mirada se dirigía hacia delante, no hacia atrás.52 De esta

52. Ver la descripción de Max Müller, Auseinandersetzung ais Versdhnung. Ein


Gesprâch über ein Leben mit der Philosophie, comp, por Wilhelm Vossenkuhl, Berlín:
Akademie Verlag, 1996, pág. 175: «Tanto en la joven generación estudiantil de los
que habían participado en la guerra, que ahora inundaba las aulas, como también
entre los docentes que pertenecían a los cuadros “jóvenes”, el optimismo predomi­
naba por sobre las molestias del presente. Pero éste predominaba también por sobre
el peso del pasado, cuya gravedad total, que sólo más tarde se hizo concreta en incul­
paciones, en aquel momento simplemente aún no se percibía. El pasado fue des­
echado sin más, pues esos 12 años y su estilo de vida impuesto se habían caído a
pedazos. Ese estilo de vida no solamente había dificultado sino también impedido
la apertura, la honestidad, la iniciativa propia y la propia determinación de la vida.
Mirábamos hacia delante y decíamos: “eso era en aquel tiempo y ahora ya ha pasa­
do y nunca más se repetirá. La vía está expedita.”» Pág. 181: «Dije anteriormente
que nosotros, es decir, mis amigos y yo, experimentamos ese derrumbe primaria­
mente como una gran esperanza, y que, en aquel momento, en modo alguno nos
sentimos oprimidos por esa acusación, perdiendo nuestra capacidad de acción. Pues,
sin pretender justificarnos defensivamente en lo personal o lavarnos las manos, nues­
tra actitud de aquel tiempo era tal, que no queríamos defendernos ni estábamos a
la defensiva, sino que creíamos tener ahora, en la nueva apertura, el deber de plas­
mar; sentíamos la ofensiva como obligación y tarea. Pues no solamente veíamos cul­
pabilidad en nuestro pueblo (y, con ello, indirectamente en cada uno de nosotros),
sino al mismo tiempo en todas partes. Por ejemplo, sin la acogida que se rehusó a
un político y canciller alemán como Brüning -verdaderamente no nacionalista, pero
que puede considerarse como muy nacional-, pero que se dio, sin embargo, en for­
ma apresurada y profusa a Papen y a Hitler (lo que, para los de nuestra edad, en
1945 estaba aún muy fresco en la memoria), Hitler difícilmente habría llegado al
poder, o bien no habría podido mantenerse en él, aun a pesar del terror, que comen­
zó rápidamente. En las elecciones normales, también después de la así llamada toma

333
manera también actuaba Gadamer como rector. A fin de impulsar su polí­
tica de renovación cultural consideraba que su deber era apostar por la recon­
ciliación; primero con los rusos, con quienes siempre había trabajado bien
según su propio testimonio.
Lo cierto es que Gadamer creyó durante un cierto tiempo que se podía
emprender una renovación democrática de la universidad bajo la adminis­
tración soviética y contando con su apoyo. La cuestión alemana aún estaba
abierta a principios de 1946, y daba la impresión, por motivos ideológicos,
de que los rusos, al menos en sus discursos, eran los que más apostaban por
la unidad alemana. Aunque se mostrasen muy estrictos en la cuestión de
la desnazificación para diferenciarse de los permisivos americanos, eran muy
liberales cuando se trataba de permitir a los profesores del sector oriental
que aceptasen una plaza docente en el occidental. Los aliados, por su par­
te, estaban mucho menos dispuestos a permitir traslados al sector este, en
especial a aquellos investigadores dedicados a las ciencias «duras» estraté­
gicamente importantes. Gracias a la intercesión de Gadamer ante los rusos
muchos de sus colegas y amigos pudieron irse a la zona occidental: El filó­
logo clásico Karl Reinhardt volvió en 1946 a Frankfurt, donde ya estaba
el historiador Otto Vossler desde 1945; el latinista Friedrich Klingner se fue
a Múnich en marzo de 1947 y Theodor Litt en octubre del mismo año a
Bonn. Bernhard Schweitzer se trasladó pronto a Tubinga. En contraparti­
da, Gadamer se esforzó por conseguir científicos de orientación socialista
para Leipzig. Así promovió, por ejemplo, los nombramientos de Werner
Krauss, Arthur Baumgarten (derecho, Basilea) y Walter Markov (histo­
ria), todos ellos considerados marxistas; atribuyéndose más tarde el haber
ayudado también, en un temprano estadio, al llamamiento de Ernst Bloch,
quien se convertiría, de hecho, en su sucesor.53 Por iniciativa de Krauss, tam­
bién Hans Mayer, nacido en 1907, se uniría a ellos.54

del poder en el año 1933, Hitler nunca obtuvo para su movimiento y partido una
mayoría parlamentaria, vale decir, nunca alcanzó la aprobación mayoritaria del pue­
blo alemán.»
53. En el caso de Bloch puede tratarse, a lo sumo, de una primera toma de con­
tacto, pues su convocatoria a Leipzig fue gestionada sólo a partir de la primavera de
1948 (ver H.-U. Feige, «Ernst Blochs Leipziger Berufung», en Deutschland-Archiv
14 (1991), págs. 379-385).
54. Ver Hans Meyer, Ein Deutscher aufWiderruf. Erinnerungen, Frankfurt a.M.:
Suhrkamp, 1982, pág. 337.

334
Sólo era una cuestión de tiempo que el propio Gadamer abandonase
el barco que se hundía y aceptase un llamamiento en el oeste, porque el
nivel científico de una universidad tan insigne como la de Leipzig no podía
ser mantenido a la larga bajo las nuevas presiones ideológicas. Ya en la pri­
mavera de 1946 Jaspers le había preguntado si aceptaría un llamamiento
en el sector oeste. En su respuesta del 4 de mayo 1946, Gadamer recono­
ció que estaría dispuesto «de inmediato» a aceptar tal llamamiento, pero
subrayando las posibilidades que ello implicaba de una reanudación del
trabajo filosófico:

Noticias de Krüger me ofrecen la oportunidad de informarle brevemente. Del


hecho que haya asumido el rectorado [de Leipzig] se están extrayendo, por lo
visto, conclusiones sobre mi capacidad de aceptar eventuales nombramientos.
No se trata, en realidad, de que yo piense que es posible evadirse de los pro­
blemas políticos actuales en algún lugar de Alemania, sino de que después de
llevar viviendo casi ocho años en la gran ciudad -una gran ciudad que además
me es totalmente extraña-, después de estar separado de todos los viejos ami­
gos y de que, a consecuencia del desempeño del cargo, me he visto incapaci­
tado casi por completo para la actividad filosófica, desearía urgentemente el
traslado a un lugar donde pueda trabajar de un modo más concentrado, reen­
contrando el viejo contexto vital y el viejo estilo de vida académica.
Sé a través de Krüger que usted está tomando parte activa en la organi­
zación de mi futuro. De ahí que salga de mi reserva -que normalmente ten­
go por correcta- con el objeto de evitar interpretaciones falsas acerca de mi
situación. Iría de inmediato a Friburgo o a Tubinga o, debido a su cercanía, a
Marburgo; también a Frankfurt me iría de inmediato admitiendo la posibili­
dad de tener que separarme para siempre de mi plaza. Asimismo marcharía a
Jena, pero esto está lastrado a causa de colegas inapropiados.
El hecho de que usted mismo, por fin, pueda dirigir de nuevo su reflexi­
vo discurso a la juventud -¡sobre tales devastaciones!- es para mí una gran satis­
facción, y espero que su esposa y usted hayan superado personalmente todo.
Con todo mi respeto
Su H GG

La misma predisposición mostraba Gadamer en una carta del 18 de junio


de 1946 a Jaspers, cuando quedó libre la cátedra de Ernst Hoffmann en
Heidelberg: «Muchas gracias por su carta. La notificación de la eventuali­
dad de Heidelberg abre perspectivas maravillosas, puesto que lo que necesi­
to es trabajo tranquilo en un lugar que haya conservado sus medios de tra­
bajo. Desde hace tres años ya no conozco en absoluto lo que es esto. La
reconstrucción de la biblioteca del instituto ha costado mucho trabajo y teni­
do cierto éxito, pero volver a cargar con este tipo de trabajo en algún sitio me

335
resultaría duro». En otoño de 1946 emprendería un viaje al sur de Alemania
con el objeto de encontrar una cátedra en la zona oeste. En Friburgo, según
se ha dicho, manifestaría su interés por la sucesión de Heidegger, aún por
resolver.55
¿Quería Gadamer abandonar Leipzig tan pronto? Es de suponer que al
principio quería dejar abiertas todas las opciones (en la carta de mayo a
Jaspers incluso consideró la posibilidad de Jena). En una conversación él ha
asegurado que tomó posesión del cargo de rector con grandes ilusiones res­
pecto a una renovación democrática. Cuando le pregunté cuándo había per­
dido sus últimas ilusiones me respondió que cuando fue objeto de una
denuncia pública. Ésta tuvo lugar en otoño de 1946, y detrás de ella sólo
podía estar el SED. El 2 de noviembre de 1946 el periódico Leipziger Zeitung
publicó una resolución del grupo Estudiantes para una Universidad
Democrática que reclamaba la recontratación de antiguos miembros del
partido. No se mencionó de manera directa el nombre de Gadamer pero su
rectorado, así, fue inequívocamente cuestionado, y por las mismas razones
que habían provocado la caída del ex rector Schweitzer. El texto de la reso­
lución rezaba así:

Los estudiantes reunidos hoy por la tarde en el Walter-Albrecht-Haus con moti­


vo de una asamblea pública de los ponentes del colectivo de estudiantes demo­
cráticos constata que existen motivos para temer que dentro de poco profeso­
res que habían sido miembros del NSDAP serán readmitidos en la función
docente. Los estudiantes democráticos de la Universidad de Leipzig son de la
opinión que una medida así no sirve a la democratización de la universidad
sino más bien es apropiada para convertir de nuevo la universidad en un refu­

55. Ver Hugo Ott, Martin Heidegger. Unterivegs zu seiner Biographie, Frankfurt
a.M.: Campus, 1988, pág. 319. Según Ott, Gadamer tenía falsas esperanzas pues,
tras la negativa de Guardini, se había adoptado en Friburgo una política de suplen­
cia de cátedra, hasta que se decidiera el caso Heidegger. Ya el 19-2-1946 Gadamer
había relatado por carta a Schürer acerca de la posibilidad de Friburgo y sopesado
una partida hacia la zona occidental: «Heidegger se ha retirado —él me lo escri­
bió, prudentemente, cuando era inminente. Krüger se va aTubinga. Krauss está
bien en Marburgo. En lo tocante al personal, aquí algunas cosas están muy bien
pero, cuando los límites de zona comiencen a flexibilizarse, pronto las cosas serán
diferentes, ya que Múnich y Frankfurt necesitan en gran medida ser complemen­
tadas. Yo preferiría Friburgo, Tubinga o Marburgo. Pero, por lo pronto, estoy aquí.
La tarea de reconciliar esta juventud desorientada y amargada con su destino y su
futuro me parece igual de importante y de difícil aquí como allá».

336
gio de las fuerzas de la reacción, puesto que es inadmisible que en el trans­
curso de un año profesores del NSDAP se hayan convertido en docentes pro­
gresistas antifascistas. Esta recontratación se justifica con el argumento de la
falta de otros sustitutos que puedan ocupar estas plazas vacantes. Frente a ello,
el estudiantado democrático está convencido de que la búsqueda de fuerzas
docentes antifascistas, cualificadas desde un punto de vista científico de modo
irreprochable no se ha realizado suficientemente en serio, puesto que la ausen­
cia de condiciones puramente formales, aunque exista una cualificación cien­
tífica, parece que es un impedimento mayor para la admisión que la activi­
dad en el antiguo NSDAR El estudiantado democrático declara, por la presente,
que en ningún caso aceptará sin protestas la restitución de los profesores nazis.
En el caso de que pese a esta resolución se llevasen a cabo las recontrataciones
planeadas los estudiantes democráticos aquí presentes piden a los estudiantes
asimismo democráticos que boicoteen las clases de estos profesores ex fascistas
y que protesten contra esta medida antidemocrática. Esta resolución será entre­
gada a su Magnificencia, el señor rector de la Universidad de Leipzig por una
comisión, con la petición de apoyo para el estudiantado democrático en sus
esfuerzos por la democratización de la universidad. Al mismo tiempo se dará
a conocer esta resolución a los estudiantes que no hayan estado presentes en la
reunión mediante una nota en el tablero de anuncios.56

Gadamer estaba furioso, no sólo por el contenido de esta resolución


sino también por la forma de la difamación pública, que le recordaba
demasiado las prácticas nazis, puesto que la resolución fue entregada pri­
meramente a la prensa y después al rector. Gadamer protestó ante el gobier­
no del Land y ofreció, con todos los demás decanos, su dimisión.57 Según
su concepción de la universidad no podía seguir desempeñando su car­
go si no contaba con la confianza de los estudiantes. Pero cuando se escla­
reció el caso se evidenció que no habían sido en absoluto éstos los artífi­
ces de la resolución sino únicamente el instrumento del Colectivo de
Trabajo de Estudiantes Democráticos» (Arbeitsgemeinschaft demokrati-
scher Studenten, AdS). El AdS había sido fundado en agosto de 1946 por
el K PD /SED con la intención de poner bajo su mando a la orga­
nización estudiantil. En noviembre del mismo año, no obstante, era
todavía una minoría dentro de la organización estudiantil, formada aún
por varios partidos.58 Su jefe, Gerhard Stiller (nacido en 1920), la había

56. UAL Rektorat 46.


57. Ibidem.
58. Ver H.-U. Feige, «Die Leipziger Studentenopposition (1945-1948)», en
Deutschland-Archiv 26 (1993), pág. 1057-1068.

337
entregado personalmente a la prensa y camuflado como «resolución de los
estudiantes». En dos entrevistas con Stiller llenas de tensión y que se hicie­
ron constar en acta, el 4 y el 6 de noviembre, Gadamer rechazó todas las
imputaciones como inmotivadas. Además consiguió que el gobierno del
Land y la representación estudiantil desmintieran públicamente las impu­
taciones de la resolución.59 En una resolución del 8 de noviembre el colec­
tivo estudiantil expresó su confianza en el gobierno de Gadamer. Además,
en las primeras elecciones estudiantiles del 6 de febrero de 1947 los par­
tidos burgueses, que le apoyaban, alcanzarían la mayoría absoluta, con
gran disgusto del SED .60
Gadamer había superado hábilmente la crisis e incluso la había muda­
do a su favor, pero las semillas de la desconfianza ya estaban sembradas.
Aunque en esta ocasión el ataque del SED hubiese sido interceptado con
éxito, para todos estaba claro que se trataba del grupo agitador más activo
y que podía contar con el apoyo de los dirigentes políticos. A partir de ese
momento la política rectoral de Gadamer sólo consistiría en un trabajo de
defensa en una batalla ya perdida. Las cuestiones referentes a la desnazifi­
cación siguieron siendo explosivas. Si bien todo el mundo había reprobado
las imputaciones de la AdS como «inmotivadas», Gadamer intentó, por pura
necesidad, que antiguos miembros del partido volviesen a ejercer como
docentes en la facultad de Medicina. En una sesión del senado del 11 de
junio de 1947 se consideró incluso la posibilidad de cerrar la facultad y tras­
ladar a los estudiantes a la universidad vecina. Había también otros casos
concretos que llamaban la atención, en especial el del sociólogo Hans Freyer.

59. A propósito de los muchos comentarios y declaraciones contrarias que sus­


citara la resolución de Stiller, véase UAL, Rektorat 46.
60. En esas elecciones estudiantiles del 6-2-1947, el SED [Partido Socialista
de Unidad de Alemania] obtuvo solamente 8 de los 21 mandatos. Contando con
6 mandatos cada uno, el LDPD [Partido Liberal-Democrático de Alemania] y la
C D U [Unión Democristiana de Alemania] poseían la mayoría absoluta. En el
año 1948, el poder estatal intervino y puso en prisión a los representantes de los
partidos burgueses, entre ellos al presidente del consejo estudiantil Wolfgang Natonek,
que fue condenado a 25 años de trabajos forzados (véase al respecto el artículo de
H.-U. Feige recientemente citado). Acerca de Natonek, que, en los últimos meses
de su rectorado, era un hombre de confianza de Gadamer, véase la emotiva emisión
radiofónica de Wolfgang Matthias Schwiedrzik Das «Antifa»-Intermezzo. Der Kam pf
um die Universitát Leipzig in den Jahren 1945-1948, Deutschlandfunk [Radio
Alemania], 16-2-1993 (manuscrito).

338
Con su libro Revolution von rechts [Revolución desde la derecha], publica­
do en 1931, había escrito un clásico de las ciencias políticas de este siglo
adquiriendo un gran prestigio. Pero el mismo Freyer era autor de otro ensa­
yo, Pallas Athene. Ethik des politischen Woliens [Palas Atenea. Ética de la
voluntad política], aparecido en 1935, en el que se adhería de forma extre­
ma al Estado nacionalsocialista. Sin embargo, nunca había sido miembro
del partido, de modo que en febrero de 1946 había podido reanudar su acti­
vidad docente. En el crítico mes de noviembre de 1946 el jefe de negocia­
do del Ministerio de Gobernación del Land, Alfred Simon, hizo saber a
Gadamer que una comisión de desnazificación extrauniversitaria había deci­
dido que Freyer no podía seguir siendo tolerado en la universidad. Litt y
Gadamer intentaron alegar que el prestigioso sociólogo se había «readapta­
do de raíz» desde entonces y que en Leipzig se había podido seguir espe­
cialmente bien su evolución política.61 Pero a tenor del texto de 1935 se tra­
taba de una batalla perdida. Tras muchas revisiones de su caso, iniciadas por
Gadamer en defensa de Freyer, éste fue despedido en febrero de 1948 (más
tarde obtendría una plaza en Münster, pese a que también en el oeste su
pasado fuese motivo de conflicto).
La creciente politización de la Universidad de Leipzig ya era imparable.
Para paliar la desconfianza existente entre la universidad y los dirigentes
políticos, la ciudad propuso la creación de la figura del curador o secreta­
rio, encargado de «mediar» entre ambas partes. Se trataba, obviamente, de
una medida política para controlar la universidad. Gadamer se mostró más
comprensivo con esta decisión que su antecesor Schweitzer, porque espe­
raba poner al secretario de su lado y, de este modo, ejercer influencia sobre
los políticos.
Más importante que la anterior, pero asimismo una contienda perdida
de antemano, era la que giraba en torno a la creación de una nueva facul­
tad de ciencias sociales («Gewifak»), cuyo apenas encubierto objetivo era la
introducción de las doctrinas marxistas en la universidad. Gadamer y los
profesores «burgueses» intentaron alegar, primero, que la fundación de una

61. Sesión del senado académico del 20-11-1946, UAL Rektorat 1. Acerca del
apoyo de Gadamer a Freyer, véase J. Z. Muller, op. cit., pág. 323, y, especialmente,
pág. 328: « Theprospect o f Freyers permanent dismissal by virtue ofthe decision o f such
a commission was deeply offensive to Gadamer, not only because o f his high estimate
o f Freyer but because he objected in principle to the evaluation ofFreyer’s work by a
denazification commission composed o f men lacking the competence to do so».

339
Gewifak haría la competencia a las facultades de derecho y ciencias socia­
les ya existentes y que la universidad difícilmente podía permitirse una facul­
tad superflua en los míseros tiempos que corrían. Pero el marxismo, en efec­
to, apenas estaba representado en Leipzig. Gadamer y Litt se mostraron
comprensivos a este respecto, pero quisieron que se estableciese una dife­
rencia entre el marxismo como doctrina científica, que en todo caso debía
ser tomado en consideración en el plan de estudios, y el marxismo en cuan­
to programa de una doctrina política, lo cual no era competencia de la uni­
versidad.62 Naturalmente se constituyó una comisión. Sin embargo era evi­
dente que también este avance político era imparable. En una última
maniobra defensiva, Gadamer se mostró finalmente dispuesto a ceder, pero
sólo porque aún conservaba la esperanza de obtener el control sobre la pro­
visión de plazas de esta nueva facultad y, así, conseguir que sólo las ocupa­
ran personas acreditadas científicamente. Así llamó primero a Arthur
Baumgarten, de Basilea, que fue inicialmente decano, siendo vicedecano el
economista marxista Fritz Behrens. Otros miembros de la facultad eran el
historiador Walter Markov -también llamado por Gadamer- y el jurista
Erwin Jacobi, a quien Gadamer sustituiría más tarde.
La formación de esta facultad, ordenada por la administración militar
soviética respondía a la táctica de introducir un «caballo de Troya» en la uni­
versidad «burguesa».63 La administración militar esperaba de este modo
crear un nuevo reparto de mayorías en las universidades, con el objetivo de
imponer su ideología. Los estudiantes de la Gewifak fueron elegidos escru­
pulosamente siguiendo criterios políticos y se les daba un trato preferente.
Recibían más del doble de becas que los estudiantes de las otras faculta­
des. De esta manera, las facultades marxistas de la RDA se convirtieron en
auténticas escuelas de elite de los comunistas alemanes.64 La Gewifak de
Leipzig inició sus actividades académicas el semestre de verano de 1947,

62. Así se expresaba Theodor Litt en la sesión del senado académico del 5-3-
1947, UAL Rektorat 1.
63. Ver H.-U . Feige, «Die Gesellschaftswissenschaftliche Fakultàt an
der Universitát Leipzig (1947-1951)», en Deutschland-Archiv 26 (1993), pág. 572-
583.
64. Ver H.-U. Feige, «Aspekte der Hochschulpolitik der SMAD [Administración
militar soviética en Alemania] (1945-1948)», en Deutschland-Archiv 25 (1992), pág.
1177.

340
también el último para Gadamer como rector, quien pronunciaría incluso
una conferencia sobre «Metodología de la ciencia».65
Una querella política, relacionada con el delicado tema de los estu­
dios de los trabajadores, determinaron las últimas semanas de su rectorado.
En sus discursos Gadamer había afirmado una y otra vez con evidente
sinceridad su comprensión hacia la admisión de un mayor número de estu­
diantes procedentes de los sectores trabajadores. Pero naturalmente tam­
bién en este caso había que atender a unos mínimos criterios de cualifica-
ción. Era difícil para Gadamer hacer prevalecer este principio frente a los
grupos del SED, quienes querían renunciar a una prueba de admisión que
para ellos seguía siendo demasiado «aristocrática». El escándalo surgió a raíz
de unas declaraciones de un estudiante llamado Plátzsch en una asamblea
celebrada el 23 de julio de 1947. La regla principal en lo que respecta a
los estudios universitarios de los trabajadores era que la cuota de éstos en la
universidad debía corresponderse con su proporción numérica en la pobla­
ción. Si esto era así, expuso Plátzsch en la asamblea estudiantil, entonces
la cuota de deficientes mentales en la universidad debería corresponderse
proporcionalmente con su número en la sociedad, de modo que aproxi­
madamente un 5% de ellos debería ser admitido en la universidad. Esta
comparación tácita entre trabajadores y deficientes mentales provocó la
indignación del SED en el consejo de estudiantes, el cual exigió la inme­
diata expulsión de Plátzsch. Además cuestionó la autoridad del presidente
del consejo estudiantil Natonek porque éste había intentado que Plátzsch
testificase que su declaración no iba dirigida contra el colectivo de los tra­
bajadores. La misma fue objeto de una extensa deliberación en el senado el
1 de agosto de 1947. Para Gadamer y la mayoría de miembros de la cáma­
ra se trataba de una declaración grosera mas sin importancia, pues había
sido hecha con el ánimo de provocar. Litt puso en duda, además, que la
intención fuese establecer una comparación directa entre los deficientes
mentales y los trabajadores; un procedimiento disciplinario tampoco era
oportuno. Puesto que «el senado no puede “hacer sacrificios” por motivos
políticos, los juicios políticos han sido habituales a lo largo de trece años».66
La suave resolución tomada por el senado lamentando la declaración del

65. H.-U. Feige, «Die Gesellschaftswissenschaítliche Fakultát an der Universitàt


Leipzig (1947-1951)», op. cit., pág. 576.
66. T. Litt en la sesión del senado académico del 1-8-1947, UAL Rektorat 1.

341
estudiante pero reafirmando su confianza en el presidente Natonek fue inter­
pretada por el SED como una defensa política de Plátzsch y Natonek.67
Unicamente se instruyó un procedimiento disciplinario contra Plátzsch, a
quien Gadamer amonestaría.68 En un discurso ante los estudiantes pro­
nunciado el 1 de agosto de 1947 éste intentó aliviar las tensiones políticas
entre los frentes69 reconociendo que el experimento de los estudios univer­
sitarios para obreros era una necesidad política y social, pero ya no se podía
hacer nada para detener la corriente de creciente demencia.
Todo ello pertenecía a la «actividad melancólica»70 en la que se había
convertido para Gadamer el trabajo al frente del rectorado desde noviem­
bre de 1946. Durante el verano de 1947 se emprendieron las decisivas nego­
ciaciones para su traslado a Frankfurt. En Mis años de aprendizaje Gadamer
escribió que «desde la primavera de 1947»71 llevaba el nombramiento en
su cartera, que le había sido entregado personalmente por el entonces rec­
tor de Francfort y futuro político de la C D U Walter Hallstein en el lugar
de veraneo de la elite cultural Ahrenshoop, a orillas del Mar Báltico, duran­
te sus «vacaciones de verano».72 Pero seguramente se trataba de una pro­
mesa verbal por parte de Hallstein, pues las negociaciones aún no se ha­
bían dado por concluidas en el verano de 1947. Gadamer aspiraba a empezar
su actividad docente el uno de octubre, pero tenía que atenerse en Leipzig
a un plazo de preaviso de seis semanas para rescindir el contrato. Así, el 14

67. Así fue interpretado el hecho también por la historiografía marxista. Ver
D. Keller, Karl-Marx-Universitát Leipzig, op. cit., pág. 36.
68. Véanse las notas de los compiladores V. Caysa y K. D. Eichler en H GG,
Arbeiterstudium und Universitát, en Kultur & Kritik. Leipzigerphilosophische
Zeitschrift, marzo 1994, cuad. 6, pág. 126.
69. H G G , Arbeiterstudium und Universitát, ibidem, págs. 112-129, espe­
cialmente 120: «El estudio de los trabajadores es un experimento de carácter peda­
gógico, es una necesidad política y social. Sólo puedo lamentar que entre los estu­
diantes alemanes haya aún hoy quienes, independientemente del estrato social del
que provengan, no lo contemplen como una necesidad común.»
70. PL, pág. 127.
71. PL, pág. 139.
72. PL, pág. 127. Ya en junio de 1946 (carta del 25-6-1949 de Otto Vossler,
a la sazón decano de la Facultad de Filosofía en Frankfurt, dirigida al Ministerio del
Estado de Hessen, en UAH, PA 3849), la Universidad de Frankfurt había mos­
trado interés en convocar a Gadamer. Sus antiguos colegas Vossler y Karl Reinhardt
habían preparado el terreno para el llamamiento de Gadamer a Frankfurt.

342
de agosto resolvió presentar su solicitud de renuncia al gobierno del Land
de Sajonia, pese a que las negociaciones no habían terminado ni mucho
menos.73Y, aun más importante: Gadamer tampoco había recibido la garan­
tía de que obtendría una vivienda en Frankfurt, un asunto, el del aloja­
miento, nada obvio en el entonces devastado Frankfurt -sede del gobier­
no militar norteamericano-, de modo que al principio sólo consiguió una
habitación, que compartía con su mujer e hija, en casa de Klostermann.74
Por lo que respecta a las negociaciones en torno al nombramiento éstas
se retrasaron tanto que Gadamer no fue nombrado profesor titular en
Frankfurt hasta el 8 de mayo de 1948 (con efecto a partir del 1 de julio del
mismo año). Hasta que no se produjo este nombramiento formal, Gadamer
sólo ocupaba provisoriamente como «sustituto» la cátedra ordinaria de filo­
sofía en Frankfurt.75
Para la Universidad de Leipzig, como es lógico, la marcha de Gadamer
supuso una pérdida de prestigio. No se cuestionaba la duración de su rec­
torado (veinte meses): Su predecesor Schweitzer sólo había permanecido
ocho meses en el cargo, y su sucesor Jacobi, doce. En la tradición rectoral
alemana los períodos cortos de gobierno eran algo completamente usual. El
estatuto de Schweitzer de 1945 preveía, además, una duración en el cargo
de un año, y una reelección sólo en casos excepcionales.76 No obstante, la
marcha de Gadamer al sector occidental, tras una dirección rectoral tan con­
ciliadora, tenía que suscitar forzosamente una cierta amargura. Por mucho
que se mostrase totalmente firme en cuestiones fundamentales y de perso­
nal, su gobierno como rector nunca estuvo orientado hacia la confronta­
ción ni fue agresivo, sino conciliador, moderado y, en este sentido, amplia­
mente «apolítico». Gadamer no quería herir los sentimientos del profesorado

73. Carta de H GG al rector de la Universidad de Frankfurt, Walter Hallstein,


del 14-8-1947 (UAL, PA488, hoja 186).
74. PL, pág. 143. Carta a Martin Heidegger del 27-1-1948 (DLA).
75. UAH, PA 3850 (carta del ministro del Estado de Hessen a Gadamer, fecha­
da el 24-11-1947)
76. UAL Rektorat 21, Sesión de la Comisión constitucional del 21-12-1945.
Carta de W. Markov al autor, fechada en agosto de 1992: «Gadamer había con­
sentido, por cierto, en tener el rectorado por un período algo mayor del habitual
de un año, a lo sumo dos años. Pasado este período, él podía seguir su llamada de
la zona occidental. Estaba acordado, pues, y era de dominio público. Por eso, su
partida difícilmente podía producir asombro en el cuerpo docente - a lo sumo,
pesar. Había sido un rector ágil, que había estado a la altura de la situación.»

343
de Leipzig, por lo que presento diplomáticamente su traslado a Frankfurt
como un regreso a la patria de Hesse.77También se preocupó de que el tras­
paso de funciones en el rectorado, efectuado a principios de noviembre de
1947, se llevase a cabo sin fricciones, viajando de Frankfurt a la ciudad sajo­
na para estar presente en tal acto. En su informe hizo balance de un modo
conciliador y se limitó a recordar el reto que significó la reapertura de la
universidad tras la catástrofe del Tercer Reich. Evitó con elegancia cualquier
tipo de polémica personal o política y destacó como un resultado positivo
de su periodo rectoral que se hubiese conseguido, en contrapartida a los
doce años de política universitaria fascista, que «las ideas del marxismo coe­
xistiesen en igualdad de derechos con otros enfoques en el seno de la inves­
tigación y la doctrina científicas». También mencionó la fundación de la
nueva facultad de ciencias sociales precisando que era una tarea del futuro
«otorgarle un perfil científico y ganar para ella personal docente especial­
mente cualificado que se consagre por completo a la enseñanza en las cien­
cias sociales y no sólo como ocupación secundaria».78 Incluso en este tiem­
po desprovisto de ilusiones Gadamer subrayaba de nuevo, por tanto, su
confianza en la inocencia de la ciencia, la marca de su rectorado.
Pero un último incidente le recordaría que la estrechez de miras huma­
na no conoce límites. La noche del 7 de noviembre de 1947 fue arrestado
en su domicilio de Leipzig por la policía judicial alemana a causa de una
denuncia.79 Gadamer nunca llegó a saber por qué había sido detenido, y en
el interrogatorio un oficial ruso sólo le preguntaba una y otra vez si no se
acordaba de lo que había hecho, a lo cual él respondía que no podía ima­
ginarse en absoluto de lo que se trataba. Con ironía le fue replicado que
seguro que tendría tiempo más que de sobra para acordarse de ellos. Tras
tres días de cautiverio e interrogatorios absurdos fue puesto de nuevo en
libertad gracias a las protestas de la Universidad (entre las que se encon­
traban las del nuevo rector Jacobi) y del SED. Nunca se llegó a averiguar de
manera definitiva quién le había denunciado. Gadamer sospechaba enton­
ces del alto cargo Jusek, cuya agresividad mezquina, alimentada por la envi­
dia tenía su origen en el escrito de Gadamer «Was ist der Mensch?» [¿Qué

77. PL, pág. 133.


78. Todas son citas de la alocución de despedida de Gadamer, UAL Rektorat 86.
79. PL, pág. 133ss. Para lo subsiguiente, véanse los documentos en el Archivo
de Dresden, capital de Sajonia (Ministerio de Educación Popular, n° 1532).

344
es el ser humano?], publicado en el periódico Leipziger Zeitung &n 1944.
Quien en realidad debería haber escrito este artículo era Eduard Spranger,
pero a causa de su implicación en el 20 de julio (había sido miembro de la
Sociedad de los Miércoles») se había convertido en una persona no grata.
En el último momento Gadamer tuvo, por tanto, que redactar a toda prisa
el mencionado artículo en lugar de Spranger. El Ministerio de Propaganda
no reconoció en el mismo la línea «popular» deseada y exigió cambios en el
último párrafo, donde Gadamer se debía ocupar de determinadas concep­
ciones del nacionalsocialismo. Éste se sintió obligado a cambiar volando su
texto, pero quien lo lee con atención se da cuenta de que en él el filósofo se
distanciaba de la concepción nacionalsocialista.80 Esto había disgustado, por
lo visto, al pequeño burgués Jusek, quien a partir de ahí guardaría resenti­
miento hacia él. Dado que Gadamer, además, se iba al sector occidental,
la envidia también tenía una cierta importancia.81 El alto cargo Jusek, uno
de los directivos de la empresa de Berlín y Leipzig Volk und Wissen, era
conocido por las autoridades gubernamentales como una persona «alta­
mente desagradable», responsable de muchas dificultades en la universidad
y perfectamente capaz de denuncias infames.82 Seguramente tras este suce­
so Gadamer habría podido ofrecer una mejor respuesta a la pregunta: «¿Qué
es el ser humano?».
En todo caso el affaire se convirtió en un caso vergonzoso para las altas
autoridades gubernamentales en Dresden (para Alfred Simon, el jefe del
Negociado de Universidades y Ciencia en el Ministerio de Educación
Popular) y en Berlín (Paul Wandel, presidente de la Administración ale­
mana para Formación Popular, y Robert Rompe, jefe del Negociado de

80. Véase, por ejemplo, el último párrafo del texto -por lo demás, no espe­
cialmente profundo- en el periódico Illustrierte Zeitung Leipzig, 1944, pág. 34:
«Cómo pensamos no guarda correspondencia solamente con nuestro modo de
ser: ha de corresponder también al orden de las cosas mismas.» Gadamer habla en
este texto sobre pueblo y raza porque había sido atacado por omitirlo.
81. Comunicación verbal del 9-7-1997.
82. Carta de A. Simon, director ministerial, al presidente de la Administración
alemana para la Formación Popular, Paul Wandel, fechada el 17-11-1947 (en la
documentación del Archivo de Dresden mencionada más arriba). Se pudo com­
probar, en lo literario, un escrito de Hubert Jusek con un título sintomático: «Was
die Karl-Marx-Universitát den sowjetischen Freunden verdankt» [Lo que la
Universidad Karl Marx debe a los amigos soviéticos], en el libro conmemorativo
Festschrift zur 550-Jahr Feier, Leipzig, 1959, págs. 37-40.

345
Universidades) así como para el alcalde de Leipzig, quien constituyó una
comisión para esclarecer el abuso de la policía. Robert Pompe resumió la
embarazosa situación de las autoridades gubernamentales calificando el asun­
to de «estupidez enorme que nos ha vuelto a desacreditar en la zona oes­
te».83 Esta increíble historia tuvo, no obstante, una consecuencia positiva:
Gadamer que había abandonado Leipzig no sin mala conciencia tenía aho­
ra todos los motivos para estar alegre por su marcha.

83. Carta de A. Simon al ministro Hartsch del 17-11-1947 (ibidem).

346
XIII. En camino a la hermenéutica

Trabajo con mucho afán en mi escritorio y constato con


pesar que no dejo de ser un temperamento claramente
improvisador. Una conferencia о una conversación me
hacen pensar de una manera del todo diferente que la
celda tranquila. Pero tengo que superar esto de una vez.
H a n s-G eo rg G ad am er1

Con ocasión del primer traslado provisional de Gadamer desde Leipzig, los
pedantes funcionarios del SED consiguieron crear disgustos. El 8 de sep­
tiembre de 1947 sus pertenencias personales fueron confiscadas por la poli­
cía cuando su esposa Frida quiso llevárselas a Frankfurt.2Ella había viajado
a Marburgo para ayudar a Werner Krauss en su traslado a Leipzig y quería
aprovechar la ocasión para llevar ya algunas cosas a Frankfurt. El 23 de sep­
tiembre se emitió incluso una denuncia formal contra ella. Gadamer pro­
testó enérgicamente contra esta medida y alegó que el viaje de su mujer era
«por encargo oficial», ya que ayudaba a un profesor de Marburgo, que había
sido llamado a Leipzig a trasladarse a esta ciudad.3
Cuando Gadamer organizó su traslado definitivo en noviembre de 1947,
tuvo la buena idea de viajar en el vagón de mercancías junto con sus ense­
res y de llevar consigo prudentemente cantidades suficientes de aguar­
diente, cigarillos y puros para los funcionarios de la aduana.4 El viaje com­
plicado y lleno de aventuras de Leipzig a Frankfurt duró nada menos que
cuatro días.
Ahora bien, si Gadamer esperaba encontrar gracias a su traslado a
Frankfurt una administración menos burocrática y pedante, al principio
quedó decepcionado. En primer lugar, en septiembre de 1947 tenía pro­

1. Carta del 5-4-1955 a Erna Krüger. UAT, Legado de Gerhard Krüger.


2. Carta de H G G a la Dirección del distrito de policía de Stadtroda, fechada
el 10-10-1947 (UAL, PA488, hoja 190)
3. Ibidem.
4. OL, pág. 139.

347
blemas para que el gobierno militar norteamericano le diera un permiso de
residencia.5Cuando finalmente llegó a Frankfurt, aún se le negaba este per­
miso hasta que intervino el rector Hallstein.6
Frankfurt era entonces la sede del gobierno militar estadounidense.
La esperanza generai era que la ciudad, por su posición geográfica tan cen­
tral y en la que habían sido coronados los emperadores alemanes, se con­
vertiría en la «capital» de la nueva república occidental. Esta evolución
casi forzosa fracasó debido a la preferencia del renaniano Konrad Adenauer
por la tranquila ciudad universitaria Bonn. La metrópoli del Meno tuvo que
acostumbrarse en cualquier caso a un nuevo sistema administrativo. Se aca­
baba de crear el país federal Hessen y sus ministerios de Wiesbaden (hasta
1947 Frankfurt había pertenecido a Prusia). La Universidad de Frankfurt
también era una fundación nueva del año 1914. En los treinta años de su
existencia, llenos de crisis, había desarrollado una tradición notable y como
fundación nueva tenía un perfil más bien «progresista». Un peso especial
tenían las ciencias sociales con su Instituto de Investigaciones Sociales, que
antes de la guerra había estado bajo la dirección de Max Horkheimer, pero
que fue cerrado ya en marzo de 1933 por la policía.7 Los miembros, en su
mayoría judíos, de esta «Escuela de Frankfurt» -así se llamaba el instituto
y el círculo en torno a Horkheimer- emigraron a Ginebra, París y Estados
Unidos. Con la vuelta definitiva de Horkheimer a Frankfurt en febrero de
19508 (fue rector de la Universidad a partir de 1951) el Instituto volvió a
abrirse lentamente, pero en su exilio norteamericano había perdido buena
parte de su marxismo originario. La «Teoría crítica» se había convertido
en medida creciente en una «crítica a la ideología» de índole sociológica que
había perdido sus ilusiones acerca del liderato del proletariado, del comu­
nismo soviético e incluso acerca de la inevitable revolución. No obstante,
siguió dirigiendo su crítica contra las ideologías occidentales (cuya indus­
tria cultural tendría la función de apoyar el capitalismo). De esta manera

5. Carta de H G G a la rectoría de la Universidad de Frankfurt fechada el 27-


9-1947 (UAL, PA 488, hoja 189), como así también su telegrama al rector Hallstein
del 25-9-1947 (UAH, PA 3849): «Sin autorización de inmigración imposible toda
preparación de mudanza. Solicito urgentemente certificado y telegrama. HGG».
6. PL, pág. 140.
7. Ver R. Wiggershaus, D ie Frankfurter Schule. Geschichte. Theoretische
Entwicklung. Politiscbe Bedeutung, Múnich/Wien: Cari Hanser Verlag, pág. 148.
8. Ibidem, pág. 453.

348
tenía cada vez más el aspecto de un trabajo de duelo sobre las utopías del
marxismo, que se nutría del pesimismo de Schopenhauer y Freud. Esta crí­
tica a la ideología desempeñaba un papel muy importante a finales de
los años sesenta en los debates en torno a la obra de Gadamer, pero duran­
te los años de Gadamer en Frankfurt (1947-1950) aún no estaba muy
presente, aunque se intuía una pronta vuelta de Horkheimer en relación
con la política de reparación iniciada por Estados Unidos. En años poste­
riores, Gadamer se atribuía —de manera más o menos generosa—que había
cooperado en la vuelta de Adorno y Horkheimer.9 Gadamer, quien había
sido llamado entretanto a Heidelberg, encontró a Adorno en noviembre de
1949 y le dio esperanzas de que podría convertirse en su sucesor en
Frankfurt.10 Pocos meses después reafirmó frente a Horkheimer su dispo­
sición de dar los pasos necesarios para que Adorno ocupara su cátedra, ya
que le parecía adecuado que en Frankfurt ellos representaran conjuntamente
su orientación filosófica específica.11 De hecho se llamó finalmente, pero
sólo en 1953, al discípulo de Heidegger Gerhard Krüger, quien probable­
mente había sido el verdadero favorito de Gadamer.
En 1950, Horkheimer, Adorno y Gadamer (quien entonces todavía
enseñaba en Frankfurt) participaron juntos en una emisión radiofónica con
motivo del cincuenta aniversario de la muerte de Nietzsche, pero éste fue
el único intercambio filosófico entre Gadamer y sus colegas de Frankfurt.12

9. Ver la conferencia de Gadamer en ocasión de la apertura del Congreso inter­


nacional sobre Nietzsche en Naumburg, 1994, como así también la entrevista con
Gadamer en el semanario Communale, de Heidelberg, del 19-7-1986, n° 9: «En
aquel momento traje de regreso, por así decirlo, a Horkheimer y a Adorno, no como
si esto fuese un especial mérito mío, sino que para nosotros, en aquel momento, era
evidente que los que antes habían estado en Frankfurt y que, por los acontecimientos
en 1933, habían tenido que abandonar su instituto y su trabajo, en el momento en
que éramos nuevamente autónomos fuesen consultados acerca de si no ...Y ellos
lo hicieron en aquel momento por motivos que a ustedes ciertamente les resultan
claros; era la época de McCarthy.» Ver PL, pág. 146, donde Gadamer, sin embar­
go, no se atribuye una tal colaboración.
10. Ver R. Wiggershaus, op. cit., pág. 449.
11. Carta de HGG a M. Horkheimer, en M. Horkheimer, Gesammelte Schrifien,
tomo 18, Frankfurt a.M.: Fischer, 1996, pág. 123.
12. Publicado sobre la base de una grabación en cinta magnetofónica, que
Gadamer no consideraba satisfactoria, en Max Horkheimer, Gesammelte Schriften,
tomo 13, Frankfurt a.M.: Fischer, 1989, pág. 112-120.

349
A finales de los años sesenta, cuando se produjo un renacimiento de la Teoría
crítica, los alumnos de Gadamer le instaron a tomar posición acerca de la
que entonces fue la obra principal de Adorno, La dialéctica negativa, pero
debido a la noticia de la repentina muerte de Adorno (en 1969) renunció
a este propósito.13 En los años cincuenta, la relación de Gadamer con
Horkheimer y Adorno era colegial y cortés. Desde el punto de vista filo­
sófico y del temperamento, en cambio, el discípulo de Heidegger y los
críticos y pesimistas de la cultura francfortianos estaban separados por un
abismo insuperable.14
Sólo gracias a Habermas fue posible entablar un diálogo fructífero con
los pensadores de Frankfurt. Habermas también tenía una formación hei­
deggeriana y, durante la primera mitad de los años sesenta, en su época de
docencia en Heidelberg, el activo respaldo de Gadamer le permitió adqui­
rir una sólida base hermenéutica.
Entre todas las universidades alemanas en las que Gadamer enseño, la
de Frankfurt fue la que suscitó menos sentimientos nostálgicos en sus recuer­
dos. Sus relatos retrospectivos hablados y escritos que evocan el ambiente
culto de trabajo de Marburgo, Heidelberg e incluso Leipzig, contrastan
con la aridez de sus recuerdos de Frankfurt. No hay que extrañarse, pues­
to que los años de Frankfurt eran deprimentes para él. Fue el tiempo en
que su matrimonio se iba deteriorando lenta pero definitivamente. El invier­
no de 1947 resultó ser especialmente despiadado: «El comienzo de Frankfurt,
en invierno de 1947, fue duro en muchos aspectos. Debido a los racio­
namientos la comida era escasa, apenas había calefacción y no se podía

13. PL, pág. 175. Mucho más positiva fue, más tarde, la evaluación de Gadamer
de la Àsthetische Theorie, de Adorno, obra acerca de la cual pronunció, en una jor­
nada sobre hermenéutica que tuvo lugar en Heidelberg el 10-7-1994, una impro­
visada conferencia. A Max Horkheimer le manifestó su elevado y solidario apre­
cio de su libro Eclipse o f reason en una carta fechada el 15-3-1950, publicada en М.
Horkheimer, Gesammelte Schriften, tomo 18, 1996, pág. 122.
14. Ver Hans-Georg Gadamer on Education, Poetry and History, pág. 141, ver­
sión original en alemán de los SUNY-Gespràche, 3 A: «El campesino en la ciudad.
Esta era la impresión [que teníamos los de Frankfurt]. Nos sentíamos como cam­
pesinos, con todas las ventajas de los campesinos y todas las limitaciones de los cam­
pesinos. Esa gente, Horkheimer, Adorno, nos parecía enormemente ágil, intelec­
tual, pero poco sustancial. Y nosotros, por decirlo simplemente, estábamos
acostumbrados por Heidegger a un grado totalmente distinto de conocimiento. En
modo alguno sabían ellos tanto.»

350
comprar casi nada; era realmente una continuación de la situación duran­
te la guerra».15
Entre otras cosas, le molestò la paralizante burocracia del nuevo país
federai Hessen, donde todas las decisiones personales importantes se ha­
bían desplazado a la anónima autoridad de un poder de pálida neutrali­
dad. Gadamer identificó ya entonces esta «manía objetivista» anónima con
la «cultura del Partido Socialdemócrata» de Hessén.16 No habría que cali­
ficar esta opinión precipitadamente como un prejuicio «burgués» contra
los socialdemócratas. Lo que estaba en juego era más bien la falta de res­
peto por el autogobierno académico, por el que siempre había luchado en
Leipzig. Así, en la metrópoli anónima junto al Meno echaba de menos el
respeto por la autoridad del académico erudito, del profesor, a la que no
podían sustituir ni los gremios ni las comisiones. Este respeto a los profe­
sores lo había conocido en el este de Alemania, en Breslau y en Leipzig,17
mientras que en Frankfurt era diferente, había más burocracia y menos
confianza.
Entre otras cosas, Gadamer estaba disgustado por el hecho de que la
administración de Hessen iba aplazando una y otra vez la confirmación
de su asignación como profesor. Así, escribió a Heidegger el 27 de enero de
1948:

El gabinete de Hessen, que este otoño se ha reservado la confirmación de todos


los cargos de profesores que había que asignar, inició esta nueva función con
la denegación de mi confirmación. Razón: «existencialista». En estos momen­
tos hay negociaciones acerca de este asunto entre el Ministerio de Cultura (que
formuló mi asignación ya en septiembre de 1946 y que acordó conmigo la
fecha del 1 de octubre de 1947, es decir, mucho antes de la nueva reducción
de sus competencias por parte del gabinete general) y el resto del gabinete (es
decir con el Partido Socialdemócrata), y si los señores quieren evitar un escán­
dalo público y mi recurso a la vía legal, tendrán que ceder sin duda. Todo el
procedimiento es muy característico de las tendencias dictatoriales de los
partidos dentro de nuestras nuevas burocracias ministeriales y del estado de su
espíritu general. En comparación con ello, los comercios arbitrarios de la
República de Weimar fueron bastante inocuos, además la ingenua imputación
de que la propuesta unánime de la universidad y del Ministerio de Cultura per­

15. PL, pág. 140.


16. PL, pág. 142.
17- Ver Breslauer Erinnerungen, op. cit., pág. 206.

351
mitiría deducir la orientación derechista del propuesto, lo cual es especialmente
absurdo en mi caso.

Gadamer veía también las consecuencias de esta actitud: «Lo enojoso


es que incluso la ubicación de mi vivienda ha quedado negativamente influen­
ciada a raíz de ello; por lo demás, este proceso sólo reafirma mi intención
de renunciar del todo a actividades públicas y políticas en los próximos
años».18
Por el hecho de haber venido de la Alemania oriental, Gadamer fue
mirado con cierta desconfianza en la metrópoli. Aunque reencontró en
Frankfurt a amigos y colegas eminentes de Leipzig, como Otto Vossler y
Karl Reinhardt, echaba de menos el antiguo trato colegial y solidario de
Leipzig: «A pesar de todo, la facultad de filosofía, en la que se juntaban
espertos excelentes, causaba una impresión muy diferente de los gremios
académicos que recordaba de Leipzig. Las negociaciones en Frankfurt eran
lentas y la gente se acaloraba y discutía sobre las cosas más insignifican­
tes. Al final tuve que reconocer que la falta de importancia de nuestras
reuniones en la facultad manifestaba en realidad la presión que todos
sufríamos. Yo me guardaba de expresar mi posición porque pronto me di
cuenta de lo que se estaba jugando: se vivía en las ilusiones del pouvoir
neutre, se soñaba con el incremento de la independencia académica fren­
te al Estado; y se desconfiaba de los que venían del Este y que sabían algo
más de los problemas sociales de la postguerra de lo que era visible des­
de la parte occidental».19
Un indicio de esta desconfianza, pero también de la amargura que pro­
vocó su rápida marcha a Heidelberg, se mostró cuando actuó como pre­
sidente de un gran congreso con motivo del 200 aniversario del nacimiento
de Goethe, el 28 de agosto de 1949. Cuando se publicaron las actas del
congreso, su nombre no apareció.20 Pese a todo, Gadamer enseño más tiem­
po en Frankfurt de lo que se supone generalmente. Aunque aceptó una lla­
mada a Heidelberg en otoño de 1949, donde ya había trabajado como pro­
fesor invitado en verano de aquel año, seguía enseñando en su propia cátedra
en Frankfurt en el semestre de invierno de 1949, en el de verano de 1950

18. Carta a Martin Heidegger del 27-1-1948 (DLA).


19. PL, pág. 141.
20. PL, pág. 143.

352
y finalmente en el semestre de invierno 1950-1951, en un principio sin
remuneración, excepto una compensación para sus gastos de viaje y resi­
dencia.21 Aún el 11 de febrero de 1950 (el 50 aniversario de Gadamer),
Horkheimer estaba firmemente convencido de que Gadamer, «si hay algu­
na posibilidad, no quiere irse a Heidelberg, sino que quiere quedarse aquí
[en Frankfurt]».22 Era una suposición errónea, pero tal vez se debía al hecho
de que Gadamer seguía viviendo en Frankfurt en este tiempo (sólo se tras­
ladó a Heidelberg el 29 de junio de 1950).23 No había ninguna tensión,
pero de hecho y oficialmente Horkheimer no ocupó su plaza en Frankfurt
antes de febrero de 1950, cuando Gadamer ya estaba de camino a
Heidelberg. Bajo estas condiciones la buena relación entre colegas siempre
prospera.
Cuando se fue a Frankfurt, Gadamer tuvo la esperanza de poder con­
tinuar finalmente con su trabajo filosófico. Tanto en Frankfurt como pos­
teriormente en Heidelberg encontró una nueva generación de estudian­
tes con talento y ganas de aprender que también le animó a trabajar. Entre
ellos contaban Reiner Wiehl, Konrad Cramer, Friedrich Fulda, Wolfgang
Wieland, Dieter Henrich (quien venía de Magdeburg y se convirtió en
su ayudante en Heidelberg) y muchos otros. Puesto que se trata en su mayo-

21. UAH, PA 3849. Sólo para el semestre de invierno de 1950-1951 habría de


solicitar el decano de la Facultad de filosofía de Frankfurt, Max Horkheimer, una
compensación económica para la suplencia de Gadamer. Ver la carta de Horkheimer
del 1-12-1950 al Consejo de administración de la Universidad de Frankfurt: «La
aceptación de esta solicitud [hecha a HGG] libera a la Facultad de la gran preocu­
pación por una adecuada suplencia de la filosofía en Frankfurt, de la cual ahora se
hizo cargo muy generosamente el profesor Gadamer, ya por un tercer semestre, a
raíz de los trámites de convocatoria de profesores, que aún hoy no han llegado a su
término. El profesor Gadamer cumple de este modo una promesa hecha a sus alum­
nos al partir hacia Heidelberg, a saber, que no dejaría de tenerlos a su cuidado
hasta que la cátedra estuviese nuevamente cubierta. La Facultad tiene para con él
una especial deuda de gratitud por este desinteresado apoyo. De acuerdo a la soli­
citud, el profesor Gadamer no recibe compensación económica ninguna por su
importante cuota de trabajo, sino solamente una asignación global para cubrir los
costos de viaje de 900 marcos por semestre, los cuales son erogados en su totali­
dad para cubrir los gastos emergentes (viaje, pernoctación, etc.). A la Facultad ya
no le parece sostenible mantener este estado de cosas».
22. Carta de M. Horkheimer a Maidon Horkheimer, fechada el 11-2-1950,
en M. Horkheimer, Gesammelte Schriften, tomo 18, pág. 112.
23. Ibidem.

353
ría de profesores todavía activos, resulta imposible valorar sus méritos en
el contexto presente. Sin embargo, Gadamer mismo los destacó en su auto­
biografía de 197524 y comentó con orgullo que fueron por caminos inde­
pendientes. Se trataba de la segunda generación de sus «discípulos», des­
pués de que hombres como Kark-Heinz Volkmann-Schluck y Walter Schulz
habían comenzado a desarrollar ellos mismos una actividad docente exi­
tosa, en Tubinga el primero y el segundo en Colonia. Fue de mucho peso
la participación de Gadamer en la promoción de esta generación que ocu­
pó las cátedras más importantes en Alemania en las décadas sesenta y seten­
ta y aún más allá. Filósofos de renombre como Jürgen Habermas, Karl-
Otto Apel y Ernst Tugendhat pudieron beneficiarse del apoyo de Gadamer.
De esta manera, él adquirió el sobrenombre, en parte elogioso, en parte
irónico de la «eminencia gris»25 de la filosofía alemana (para convertirse en
los años ochenta y noventa, como a menudo se decía, en su «Nestor»). A
pesar de la mayor influencia de sus obras, un filósofo como, por ejemplo,
Heidegger no logró tener un círculo de discípulos tan dotados y polifacé­
ticos. Esta segunda generación de discípulos, a la que pertenecían también
extranjeros como Valerio Verra, Gianni Vattimo y Emilio Lledó, está repre­
sentada de la manera más elocuente en los dos volúmenes del libro de home­
naje a Gadamer, publicado con motivo de su septuagésimo aniversario
(.Hermeneutik und Dialektik, Tubinga, Mohr Siebeck, 1970). Después de
su jubilación, Gadamer llegó a tener una tercera generación de discípulos,
sobre todo en Estados Unidos y en Italia, donde desarrolló una intensa acti­
vidad docente. Algún día habrá que escribir la historia de estos círculos de
alumnos.
Ya en Frankfurt, los discípulos de Gadamer (para no hablar de los
comentarios burlones de los colegas) le pedían presentar finalmente una
obra sustancial. Una vez más él se dejó absorber por otras tareas más con­
cretas, ocupándose de los propios problemas de sus alumnos. Ante la desas­

24. Ver GW 2, 493.


25. Así se expresaba, primeramente, Claus Grossner en un artículo muy teni­
do en cuenta, publicado en el semanario Die Zeit del 3-4-1970, reimpreso en el
libro que escribiera a modo de balance: Verfall der Philosophie. Politik deutscher
Philosophen (La eminencia gris de la filosofia de escuela), Reinbek bei Hamburgo:
Christian Wegner Verlag, 1971, pág. 54. Según mis conocimientos, en este libro se
encuentra la primera entrevista impresa con Gadamer (Sensus communis und
Technokratie, págs. 219-233).

354
trosa falta de libros en Frankfurt,26 se dedicó a proyectos de publicaciones
«didácticas». Para ofrecer a los estudiantes una orientación general sobre
la historia de la filosofía y una conexión con el estado de la discusión de los
años veinte, publicó una nueva edición de Grundriss der aügemeinen Geschichte
der Philosophie [Fundamento de la historia general de la filosofía] de Dilthey
(1949) con un nuevo posfacio. En la editorial Klostermann publicó una
serie de textos que, en el fondo, eran la continuación de los cuadernos filo­
sóficos, planeados ya en 1943. En esta serie editó una traducción comen­
tada del libro XII de la Metafisica de Aristóteles (1948). En 1953 fundó con
Helmut Kuhn una revista crítica bajo el título Phibsophische Rundschau,
cuyos trabajos de redacción estaban bajo la dirección de su segunda mujer,
Kate Lekebusch.27 Se convirtió en la mejor revista filosófica de la postgue­
rra alemana.
Mientras en Leipzig se había dedicado sobre todo a la interpretación de
poesía, ahora se ocupaba de publicaciones «pedagógicas». Por muy meri­
torias y necesarias que fueran en la situación de entonces, Gadamer se
evadió con ellas de la creciente presión de ofrecer una obra propia. Además,
durante mucho tiempo no se consideró a la altura de semejante tarea. Su
lado fuerte nunca había sido la construcción conceptual, sino la concreti-
zación fenomenològica, en la conversación y en la dedicación a la historia.
Fue justamente este don de la conversación hermenéutica lo que desarrolló
en su obra principal en forma de una «hermenéutica» general. Desde su crí­
tica prematura, pero orientadora de la idea de sistema de 1923, la cons­
trucción pura en filosofía le pareció cada vez menos relevante. Así le ocu­
rrió también con las ciencias del espíritu. En su opinión, era un camino
erróneo pretender imponerles el ideal sistemático de un saber metodoló­
gico constructivo, al que nunca podrían ni debían bastar. En ellas se trata­
ba de una forma completamente diferente del saber, es decir, de una parti­
cipación en el acontecer de significaciones y no de un dominio. Por eso
no es de extrañar que en Frankfurt y Heidelberg tuviera la idea de conver­
tir sus lecciones de «Introducción a las ciencias del espíritu», que impartía
también desde más de una década bajo el título de Kunst und Geschichte

26. Acerca de la catastrófica falta de libros en el Frankfurt de aquel tiempo


(1947) véase H. Mayer, Ein DeutscheraufW iderruf, I, pág. 379.
27. Es así como un alumno estadounidense de Gadamer se refirió a esa revis­
ta como una «Liebesgründung» [«fundación de amor»].

355
[Arte e historia], en la base de un detallado texto aclaratorio. En él no
sería cuestión de construcciones conceptuales, sino de una justificación de
su método de trabajo histórico y filológico.28
En esta época, Heidegger fue uno de los que se asombraban de la vaci­
lación de Gadamer. A menudo se lamentaba en presencia de sus alumnos:
«Gadamer debe escribir de una vez un libro».29 Sin embargo, la actitud del
propio Heidegger había sido uno de los motivos de las dudas de sí mismo
de Gadamer, como confesó de manera simpática en su autobiografía: «Por
lo demás, durante mucho tiempo el escribir siguió siendo un verdadero tor­
mento para mí. Siempre tenía la desgraciada sensación de que Heidegger
me miraba por encima del hombro».30 ¿Cómo podía escribir una obra que
resistiría ante el genio de su maestro, cuando su fuerza de concretización
fenomenològica procedía de éste? Incluso mucho después de la publicación
y del éxito de Verdady método seguiría dudando tal vez de haberlo logra­
do. En aquellos años, en Alemania había dos maneras de confrontarse con
Heidegger, a las que Gadamer asistió de manera directa, pero que le pare­
cían igualmente reprochables. Por un lado, era la creciente imitación de
Heidegger, la «heideggería», que pudo observar en su discípulo, por lo demás
muy talentoso, Volkmann-Schluck. Por otro lado, eran las diversas moda­
lidades del ajuste de cuentas con Heidegger, que iban desde la Escuela de
Frankfurt hasta el positivismo científico, a menudo con referencia al «error
político» de Heidegger. También en su entorno más inmediato Gadamer
pudo percibir algo de este trato arrogante. Karl Lowith, al que Gadamer
había llamado a Heidelberg a comienzos de los años cincuenta, había publi­
cado en 1953 un panfleto objetivo, pero muy duro contra su maestro:
Heidegger. Denker in dürftiger Zeit [Heidegger. Pensador en tiempos pre­
carios]. Heidegger estaba muy enojado sobre las invectivas de su antiguo

28. Carta a Gerhard Krüger del 29-1-1956 (UAT).


29. Expresado por Heidegger en una entrevista en la Radio austríaca del 11 de
febrero de 1995. También confirmado verbalmente por Walter Biemel, uno de los
alumnos más allegados de Heidegger.
30. GW 2, pág. 491. Ver la explicación en conversación con R. Ludwig en la
N D R [Radio alemana del Norte] el 11-2-1995: «Tenía temor de que no fuese sufi­
ciente lo que estaba haciendo, de que a sus ojos fuese trivial o de que él lo hubiese
dicho mucho mejor aún, o de algo semejante. Era una gran inhibición la que tenía
en los años cincuenta, en que lentamente empecé a ceder a la presión de mis alum­
nos de Heidelberg, que siempre decían que yo debería publicar alguna cosa».

356
discípulo preferido, ya que sus tonos de fondo políticos de un discípulo
de origen judío eran inconfundibles.31 También Gerhard Krüger condenó
muy duramente la crítica de Heidegger al humanismo,32 a la que preten­
día combatir con una vuelta antimodernista a Platón (tendencias antimo­
dernistas parecidas caracterizaban posteriormente también los escritos de
Leo Strauss, que llegaron a tener una gran influencia en Estados Unidos).
Gadamer no pudo reconciliarse con esta manera siempre igual de tra­
tar a Heidegger. Ninguna le parecía estar a la altura del nivel de reflexión
y del radicalismo filosófico de Heidegger. Así, Gadamer tardaría mucho has­
ta que él mismo publicara algo sobre Heidegger, y su primer trabajo sobre
él, la introducción a la edición de Reclam del ensayo sobre la obra de arte
(1960), sólo lo escribió por el deseo explícito de Heidegger mismo. Es
significativo que la primera confrontación de Gadamer con Heidegger apa­
reciera simultáneamente con Verdad y método, 33 que en sí mismo también
era una respuesta productiva y largamente pensada al impulso de Heidegger
para la reflexión filosófica, que evitaba de manera ejemplar los modelos

31. Acerca del juicio de Heidegger sobre Lowith en aquel tiempo, véase su car­
ta a Elisabeth Blochmann fechada el 19-1-1954, en M artin Heidegger - Elisabeth
Blochmann Briefwechsel 1918-1969, сотр. por Joachim Storck, Marbach: Deutsche
Schillergesellschaft, 1989, pág. 103: «D e pensar no tiene ni idea, tal vez lo odie. Así
como nunca encontré una persona que viva tan exclusivamente a partir del resen­
timiento y del «anti-».» (Sobre el enfado de Heidegger con Lowith véase también
H. W. Petzet, Aufeinen Stem zugehen. Begegnungen mit M artin Heidegger 1929
bis 1976, Frankfurt a.M.: Societàts-Verlag, 1983, pág. 98s.). En esa misma carta
Heidegger hace referencia a importantes tensiones entre Gadamer y Lowith: «Tal
vez se dé respecto de Klaus Reich una operación de cambio con Heidelberg, ya que
Gadamer está ya harto de su amigo y de su ‘actuación’, y quiere apartarlo a través
de encomios». Lowith, por el contrario, se sentía siempre muy vinculado a su maes­
tro y estaba aparentemente exultante de gozo cuando pudo encontrarse con él
con ocasión de una fiesta organizada por Gadamer con motivo del 80 cumplea­
ños de Heidegger y pudo reconciliarse un poco con él. Véase H G G (сотр.), Die
Frage Martin Heideggers. Beitràge zu einem Kolloquium mit Heidegger aus Anlass sei­
nes 80. Geburtstages, Sitzungsberichte der Heidelberger Akademie der Wissenschaften,
Heidelberg: Carl Winter, 1969.
32. Ver G. Krüger, «Martin Heidegger und der Humanismus», en Studia phi-
losophica 9 (1949), reimpreso en Theologische Rundschau, 1950, págs. 148-178.
33. La primera toma de posición pública de Gadamer respecto de Heidegger,
que quedó sin publicar, fue una conferencia radiofónica del 6-12-1951 (Nachtstudio
unter dem Titel «Martin Heidegger», manuscrito).

357
dependientes entre sí de la escolástica y la inquisición heideggerianas. Sólo
en 1983, Gadamer se animó a publicar una detallada exposición de sus expe­
riencias con Heidegger en su volumen de artículos recogidos Heideggers Wege
[Los caminos de Heidegger].
En los años de Frankfurt, Gadamer también se ocupó del destino de
Heidegger con «intenciones pedagógicas», cuando se propuso publicar un
volumen en honor de Heidegger con motivo de su sesenta aniversario, el
26 de septiembre de 1949. La empresa resultó ser lógicamente delicada,
puesto que, por razones políticas, Heidegger estaba proscrito en muchos
círculos. Gadamer lo consideraba muy injusto, puesto que sabía que ya a
mediados de los años treinta Heidegger había comprendido su error polí­
tico. El volumen conmemorativo no pudo salir antes de 1950 bajo el títu­
lo Anteile [Participaciones] y sin indicación del compilador (que era
Gadamer). Esta publicación les pareció a muchos como una «rehabilita­
ción» de Heidegger, en la que no quisieron participar, y Gadamer tuvo que
asegurarles que de ningún modo ésta era la intención. A las reservas de
Guardini a este respecto Gadamer contestó en una carta del 13 de mayo
de 1949: «La cuestión de una participación en el volumen en honor de
Heidegger, ya comentado entre usted y Krüger, requiere una decisión urgen­
te. Comprendo muy bien sus reservas y le puedo asegurar que mi inten­
ción era tratar todo el proyecto en un sentido que pretendía el reconoci­
miento objetivo del avance que representa la filosofía de Heidegger, y nada
más. Entretanto, Krüger ha confirmado su participación bajo la condición:
«Festschrift, dem Philosophen Martin Heidegger dargebracht» [Volumen con­
memorativo, ofrecido al filósofo Heidegger] y sin otras palabras dedicato­
rias, y me ha pedido dirigirme inmediatamente a usted. En cuanto al
círculo de colaboradores, me he limitado a aquellos que, sea como coetá­
neos o como más jóvenes, han tenido en algún momento y deben reco­
nocer una relación fructífera con el pensamiento de Heidegger. No debe
ser, ciertamente, un círculo de seguidores».34
Guardini y Krüger habían puesto dos condiciones para su colaboración:
la forma objetiva y la participación de Lowith.35 Sin Lowith, además, hubie­
se sido imposible producir el volumen. Se conocía el destino de emigrante

34. Carta de H G G a Guardini fechada el 21-5-1949. Archivo pòstumo de


Romano Guardini, Biblioteca del Estado de Baviera.
35. Carta de Guardini a Gadamer del 30-5-1949. Ibidem.

358
judío de este discípulo distinguido de Heidegger, pero también se sabía que
su contribución sólo podría ser crítica. En cualquier caso, su presencia garan­
tizaría un tratamiento «objetivo» de Heidegger (la «forma objetiva», en pala­
bras de Guardini). En el primer momento, Krüger estaba sorprendido cuan­
do Gadamer le habló de la participación de Lowith. Estaba tan asombrado
que pidió que se le reafirmara otra vez que Lowith realmente haría una con­
tribución. Gadamer estuvo algo disgustado por esta falta de confianza.
En busca de apoyos «morales» para el volumen conmemorativo, Gadamer
también se había dirigido a Karl Jaspers, preguntando si éste «podría con­
siderar justificable para sí mismo una participación suya»,36 pero no estaba
muy sorprendido de la rápida negativa de Jaspers. Aparte de Lowith, Gadamer
intentó ganar a otros emigrantes para una contribución, entre ellos a Werner
Brock (que en 1933 había sido ayudante de Heidegger) y Kurt Riezler. Ellos
también encontraron razones para negarse. Aunque Brock declaraba sen­
tirse muy alegado a Heidegger, dudaba de si pudiera hacer «algo valioso que
representara realmente un homenaje al pensador Heidegger».37 Riezler reti­
ró finalmente su promesa de colaborar. En un principio había creído que
un volumen de homenaje sería necesario para romper la prohibición exis­
tente de publicar que pesaba sobre Heidegger, pero que entretanto ya no
era vigente.38
Fue gracias a la habilidad diplomática que finalmente el volumen de
homenaje llegó a realizarse, pero se le notaban los apuros. Apareció un
año demasiado tarde y no llevaba ni prologo ni un nombre de compila­
dor. También tenía que llamar la atención la ausencia de Jaspers. Heidegger
hizo su revancha con una renovada e inaudita actividad en los años cin­
cuenta, que comenzó con la publicación de su Holzwege [Caminos de bos-
que\ (1950).
En estos tiempos, Gadamer ayudaba a Heidegger también de otras mane­
ras en su aislamiento, imponiendo su elección como miembro de la Academia
de las Ciencias de Heidelberg, una de las raras distinciones que Heidegger
recibió en aquel entonces. Así, se produjeron visitas regulares de Heidegger
a Heidelberg, donde se alojó a menudo en casa de Gadamer. Éste organi-

36. Carta de H G G a K. Jaspers, fechada el 13-2-1949.


37. Carta de W. Brock (desde Cambridge) a Gadamer, Biblioteca del Estado
de Baviera (Archivo pòstumo de Guardini).
38. Carta de H G G a Guardini del 21-5-1949. Ib»fdem.

359
zó para tales ocasiones pequeños seminarios.39 Pero salvo raras excepciones,
no logró entusiasmar a sus estudiantes por Heidegger. Lo que él les ofre­
ció no eran seminarios, sino monólogos, a los que no estaban acostum­
brados desde la enseñanza de Gadamer. Estaban algo chocados por la for­
ma monomaníaca de su autoescenifìcación (Heidegger comenzó a hablar
ocasionalmente después de que se abriera un pequeño telón), pero también
del celo excesivo de su profesor Gadamer con respecto a Heidegger. En gene­
ral es característico que muchos alumnos de Gadamer de la «segunda gene­
ración», sin tener que mencionar aquí los nombres (como Henrich, Wiehl,
Bubner, Fulda, Cramer, Habermas o Tugendhat), no escondieron su anti­
patía hacia Heidegger. No obstante, Gadamer se mantuvo fiel a su maestro
у al legado de éste, aunque después de su muerte (1976) adoptó una posi­
ción de distancia más serena y de mayor seguridad de sí mismo. En los años
cincuenta, Gadamer asistió regularmente a las raras pero cada vez más espec­
taculares apariciones de Heidegger, entre otras, en Darmstadt, Friburgo,
Munich y Bühlerhohe.40

* * *

Con su traslado a Heidelberg en 1949, Gadamer pisó las huellas de otra


eminencia de la filosofía de la época, Karl Jaspers, cuyo nombre estaba vin­
culado con el de Heidegger desde hacía muchas décadas. Al lado de
Heidegger, la opinión pública lo consideraba como el representante prin­
cipal de la filosofía existencial, aunque ambos no estaban muy contentos
con este eslogan. De todos modos, en los años veinte se había desarrolla­
do una gran solidaridad entre ambos, hasta que la publicación de sus obras

39. Acerca de tal visita de Heidegger al Seminario de Gadamer en el año 1970


informa R. Dottori, «Kritisches Nachwort. Zu Hegels Dialektik von H.-G. Gadamer
und zum Verháltnis Hegel - Heidegger - Gadamer», en Bijdragen 38 (1977), págs.
176-192.
40. Véase la anotación (con una hermosa foto del pequeño Heidegger, que
acompaña a Gadamer, con sombrero Panamá, [lámina XX]) sobre el viaje de Gadamer
a Darmstadt el 5-8-1951 en Ruperto-Carola 5 (1951), pág. 34. Sobre las reiteradas
apariciones de Heidegger en el balneario de Bühlerhohe, véase R. Safranski, op. cit.,
pág. 451.

360
principales (El sery el tiempo, en 1927; la Filosofìa de Jaspers en 1932) hizo
que aparecieran ciertas diferencias y con ellas también una rivalidad sub­
terránea. Durante mucho tiempo -y según la lectura de Jaspers- se atri­
buyó la ruptura definitiva entre ambos al compromiso de Heidegger con
Hitler. Aunque sea cierto que esta ruptura se remontara a los eventos de
aquellos años, su correspondencia muestra que, en 1933, Jaspers mismo
puso sus esperanzas en la puesta en marcha nacional y que había leído con
buenos ojos el discurso inaugural del rectorado de Heidegger. En 1945 no
se sabía nada de estas simpatías iniciales. Lo que se conocía, en cambio, era
el trágico destino de Jaspers: en 1937 fue jubilado debido al origen judío
de su mujer. Además se sabía que en 1945 él y su mujer estaban a punto de
ser deportados a un campo de concentración. Inmediatamente después de
la guerra, en Heidelberg, Jaspers estaba rodeado de un aura de héroe,
contra el que se defendió en un artículo de diario y al que hizo responsa­
ble de su inesperada marcha a Basilea.41 Al contrario de Heidegger, Jaspers
gozaba en aquellos tiempos de una enorme autoridad moral. Ya en el semes­
tre de invierno de 1945-1946 dio un curso muy influyente sobre «La situa­
ción espiritual en Alemania», que fue publicado en 1946 bajo el título
Die Schuldfrage [La cuestión de la culpa] y que suscitó una gran polémica
sobre la culpa colectiva de los alemanes en el momento de los juicios de
Nuremberg. El título del curso era evidentemente un eco del exitoso libro
de Jaspers de 1931, Die geistige Situation der Zeit [La situación espiritual de
la época]. Después del regimen nacionalsocialista, Jaspers se había estable­
cido y en parte entendido, en cierto modo, como la conciencia moral de
la nación. En aquellos años fundó además una revista bajo el título Die
Wandlung, en cuyo primer año Gadamer publicó un ensayo bajo el título
«Prometheus und die Tragòdie der Kultur» [Prometeo y la tragedia de la
cultura]. En la misma mediad en que la reputación de Heidegger había baja­
do por razones políticas, había subido la estrella de Jaspers. Sin embargo,
en los años cincuenta se produjo un cambio sorprendente. A pesar de la
autoridad moral y pública de Jaspers, Heidegger logró superarlo amplia­
mente con su actividad filosófica y académica, lo que tenía que amargar a
Jaspers.

41. «Gegen falsche Heroisierung», Rhein-Neckar-Zeitung del 25-1-1946. Ver


el fragmento de la carta de Jaspers a Heidegger fechada el 10-7-1949: «Y yo ya veía
señales de que, en mi permanencia en Heidelberg, sería celebrado como un héroe
nacional. El carácter equívoco de mi situación habría sido grotesco.»

361
Su marcha misma de Heidelberg mostraba su resentimiento.42
Ciertamente no tenía nada que ver con Heidegger, sino con la reacción nega­
tiva de la opinión pública a su libro sobre la cuestión de la culpa. Aunque
posteriormente se defendió contra la acusación de haber aceptado la culpa
colectiva, sin embargo, quedó asociado con su nombre. Malas lenguas has­
ta le acusaban de traición a la patria por sus tesis.43 En cualquier caso, Jaspers
tuvo la sensación de haber fracasado con su intento de iniciar la transfor­
mación moral, y creía tener que constatar que Alemania nunca se libraría
de sus viejos demonios. Tal vez había también otras razones, pero su mar­
cha a Basilea en marzo de 1948 señaló claramente que, en parte por decep­
ción, en parte por resentimiento, había abandonado cualquier esperanza
con respecto de Alemania.
En la primavera de 1949, cuando Gadamer llegó a Heidelberg con
motivo de las negociaciones sobre su nombramiento, conforme a la famo­
sa anécdota que se repite con cada muestra de honor en Heidelberg, tuvo
que pasar su primera noche en un banco público en la plaza de Bismarck,
porque no había podido encontrar alojamiento en un hotel.44 Estaba algo
deprimido ya que venía directamente del entierro de su amigo Oskar
Schürer, y también estaba «triste por varias otras razones»,45 una alusión
apenas velada a su situación matrimonial extremadamente difícil, que
involucró a muchos amigos y colegas. Se encontraba en el viaje de vuel­
ta de una larga y agitada estancia en Argentina, donde había participado
en un congreso internacional de filosofía inaugurado por el presidente
Juan Domingo Perón. Allí pudo volver a encontrar por primera vez a anti­
guos amigos emigrantes, como Karl Lowith y Helmut Kuhn, lo que le
conmovió fuertemente y le abrió nuevos horizontes. Esta experiencia posi­
tiva le permitió reconocer a este «heideggeriano» reacio a los congresos la
importancia de los encuentros filosóficos más allá de las fronteras nacio­

42. Ver E. Wolgast, Das zwanzigste Jahrhundert, en W. Doerr (comp.), Semper


apertus. SechshundertJahre Ruprecht-Karls-UniversitdtHeidelberg 1386-1986. Festschrift
in sechs Bànden, Band III: Das zwanzigste Jahrhundert 1918-1985, Berlin/
Heidelberg/Nueva York/Tokio: Springer-Verlag, 1985 pág. 38; véase, en el mismo
tomo, D. Sternberger, K arlJaspers (1883-1969), págs. 285-298.
43 .Ver K. Jaspers, Provokationen. Gesprdche und Interviews, с о т р . por Hans
Saner, Munich: Piper, 1969, pág. 171s.
44. Ver PL, pág. 167.
45. Ibidem.

362
nales.46 Heidegger mismo también había sido invitado a este congreso,
pero el gobierno militar francés le denegó el permiso de viaje, de mane­
ra que Gadamer tuvo el honor de hacer una breve alocución en nombre
de todos los representantes europeos.47
Su llamada a Heidelberg fue para Gadamer como el «cumplimiento de
un deseo secreto» y la entendía como «la meta de su carrera académica».48
Ya en mayo de 1946, Gadamer había escrito a Jaspers sobre la «perspecti­
va fabulosa» de una eventual destinación a Heidelberg, pero ahora tenía que
asumir el difícil papel de sucesor de Jaspers. Desde una macroperspectiva
de la historia de la filosofía, se puede definir esta transición tal vez como
el paso orgánico de la filosofía existencial a la hermenéutica, pero en 1949
no tenía nada de armonioso. Jaspers había deseado a Gerhard Krüger como
sucesor suyo e intervino en este sentido ante el Ministerio de Cultura. Krüger
rechazó la oferta. Según los recuerdos de Gadamer, tal vez le molestó a Krüger
que su destinación se debía a la intervención directa de Jaspers. También
tuvo cierto peso la preferencia del berlinés Krüger por una gran ciudad, que
se mostró cuando sucedió a Gadamer en Frankfurt en 1953.
Después de la negativa de Krüger, Gadamer recibió el 28 de abril de
1949 la solicitud de ir a Heidelberg y la aceptó el 2 de septiembre.49Ya en
el semestre de verano se hizo cargo como sustituto de una de las plazas libres
de profesor (la de Hoffmann y Jaspers) en Heidelberg e impartió desde el

46. Ver la conversación con Gadamer en el periódico Frankfurter Rundschau


del 11-2-1995, pág. 8: «Recuerdo especialmente mi viaje a Mendoza, Argentina,
después de la Segunda Guerra Mundial, donde pude reunirme, después de un lar­
go aislamiento, con colegas de habla italiana, francesa e inglesa. Y fue para mí muy
interesante ver lo que se puede desarrollar cuando realmente se habla con el otro.
En el diálogo se llega a una forma de superioridad respecto de toda actitud de domi­
nación monológica del saber. Pues este es, en efecto, el misterio del diálogo, a saber,
que el otro me devuelve lo que en común nos ocupa. En aquel tiempo, esto no
era para nada habitual en la discusión alemana.
47. Ver Actas del primer congreso nacional de filosofía. Mendoza, 30 de marzo-
9 de abril 1949, Cuyo, 1949, vol. I, pág. 85-87. Allí se encuentra también impre­
sa la carta de Heidegger rehusando la invitación. No obstante, la «escuela heideg­
geriana» en sentido lato estaba fuertemente representada en ese congreso: además
de Gadamer, participaron Otto Friedrich Bollnow, Walter Bròcker, Eugen Fink,
Ernesto Grassi, Ludwig Landgrebe y Wilhelm Szilasi.
48. HGG, «Der Blick in die Weite und auf das Ruhende. 600 Jahre Universitàt
Heidelberg», Suplemento del periòdico Süddeutsche Zeitung, n° 237, 15-10-1986.

363
9 de mayo de 1949 un curso sobre Das Ende der abendlàndischen Metaphysik
[El final de la metafísica occidental] y un seminario sobre las Meditaciones
de Descartes.50 Este tipo de «presentación previa» antes de la aceptación
de una plaza de profesor no era infrecuente en la tradición alemana. También
en Leipzig y en Frankfurt, Gadamer había comenzado su actividad docen­
te con una sustitución. En el semestre de invierno de 1949-1950 fue nom­
brado oficialmente como sucesor de Jaspers.
La relación entre Gadamer y Jaspers fue muy delicada. Hay que men­
cionar aquí su trasfondo para explicar el hecho curioso (y sólo por ello) de
que Gadamer no fuera invitado en 1953 a contribuir al volumen publica­
do en honor de Jaspers. Gadamer se había interesado muy pronto por los
escritos de Jaspers. Estudió su Filosofía en tres volúmenes de 1932 con la
convicción de estar leyendo una obra clásica de la historia de la filosofía con­
temporánea. En el semestre de verano de 1932 también impartió un semi­
nario sobre el recién aparecido texto Die geistige Situation der Zeit. Por su
orgullosa conciencia de aquel que había pasado por la escuela de Heidegger,
sin embargo, estaba mucho menos convencido de los intentos de Jaspers en
el ámbito de la historia de la filosofía, y no llegó a tener un conocimiento
muy claro de sus obras posteriores ( Von der Wahrheit [Sobre la verdad]
Múnich 1947, y otras). De todos modos siempre mostró el mayor respeto
y aprecio por la persona de Jaspers y su obra. También le mostró su soli­
daridad -escribiéndole y visitándole en Heidelberg- durante los difíciles
años de la época nacionalsocialista. De buen grado contribuyó con un ensa­
yo al secreto volumen de homenaje a Jaspers con motivo de su sesenta
aniversario en 1943,51 lo cual era bastante arriesgado. Pero cuando salió el
volumen de homenaje público con motivo de su setenta aniversario, jus­
tamente a Gadamer -su sucesor- no se le invitó a colaborar. A causa de este
fallo de los discípulos de Jaspers (¿acaso se debía a Jaspers mismo?) Gadamer
se sintió herido.52

49. UAH, H-IV, 572-12.


50. UAH, PA 3850.
51. Kantunddie Gottesfrage (1941), aparecido por primera vez en 1987 en GW
4, 349-360.
52. Carta de Karl Lowith a Gadamer del año 1953. Cuando Lowith fue con­
vocado en 1951 a ocupar la cátedra de Ernst Hoffmann en Heidelberg, Jaspers lo feli­
citó como su sucesor: «Me permito considerarlo mi sucesor, ya que Gadamer ha sido
llamado a suceder a Hoffmann en virtud de la lista en cuya confección todavía yo
mismo colaboré.» (citado en una carta de K. Lowith a Gadamer del 28-1-1952.

364
Cuando Gadamer se hizo cargo de la antigua plaza de profesor de Jaspers,
al parecer su relación se enfrió bastante. De hecho, esto no tenía nada que
ver con la inevitable decepción de un famoso profesor respecto de su suce­
sor, fomentada también por las habladurías de sus discípulos. En Basilea lle­
garon a Jaspers algunos rumores sobre su sucesor, de los que Gadamer men­
cionó los más cómicos cuando describió la resaca que él significó para los
discípulos de Jaspers. Mientras que el moralista Jaspers respondió a todas
las preguntas con tomas de posición precisas, el socrático Gadamer a menu­
do contestó sin rubor: «No lo sé».53 Uno de los rumores más banales era que
Gadamer estaba disolviendo toda la filosofía en la historia de la filosofía.54
Otro, bastante más grave, era que Gadamer, supuestamente, dejó en des­
ventaja a los antiguos estudiantes de Jaspers en cuestiones de promoción y
habilitación por el hecho de ser discípulos de Jaspers. Esta queja, que Jaspers
escuchó de uno de sus alumnos que se había quedado en Heidelberg, tenía
que enfurecer a Gadamer.55
Un pequeño asunto fue la gota que hizo rebosar la bota. Con motivo
de su setenta aniversario, una universidad alemana quiso agraciar a Jaspers
con un título de doctor honoris causa, pero preguntó a la Universidad de
Heidelberg, a la que Jaspers había estado unido durante tantas décadas, si
no tenía la misma intención. Gadamer hizo suya la idea y no tuvo dificul­
tades en ganar la universidad para otorgar un título de doctor honoris cau­
sa en filosofía (Jaspers era doctor en medicina). Puesto que Jaspers estaba

53. PL, pág. 167. El relato viene de Reinhard Koselleck.


54. Jaspers tuvo que escuchar algo semejante de Hanna Arendt, que pronun­
ció una conferencia en Heidelberg en 1952. Arendt escribió el 18-7-1952 a su mari­
do Heinrich Bliicher sobre la «pseudointelectualidad de Heidelberg», donde el nivel
de las clases sería lamentable, «profesores estúpidos declararían que “la metafísica
es superflua”» y la atmósfera sería sectaria y de pandillas: «Es un imbécil caldero
de brujas, y estoy contenta de no tener nada que ver con todo eso» (citado por E.
Ettinger, Hanna Arendt - M artin Heidegger, Múnich: Piper, 1995, pág. 105s.). A
pesar de tener muchas cosas en común en su filosofía (procedencia de Heidegger,
rehabilitación de la filosofía práctica de origen aristotélico, del discernimiento prác­
tico, entre otras) nunca se dio verdaderamente un aprecio recíproco entre Gadamer
y Arendt.
55. Jaspers habría de repetir la perversa imputación en una carta a Hannah
Arendt fechada el 31-1-1956: «Si mi memoria no falla, le he contado una vez que
él [un alumno de Jaspers] no tuvo éxito en Alemania ante la comunidad de inves­
tigadores y ante Gadamer (habilitación académica) (probablemente por ser mi “dis­
cípulo”, aunque es totalmente independiente)».

365
enfermo y no pudo viajar, la pequeña ceremonia sólo se pudo celebrar en
Basilea. Así, el 28 de febrero de 1953 Gadamer viajó a Basilea con el deca­
no de la Facultad de Filosofía de Heidelberg, su antiguo amigo Hans
Schaefer,56para participar en la fiesta de cumpleaños de Jaspers. En la habi­
tación de Jaspers se hizo una pequeña recepción, en la que participaron el
matrimonio Jaspers, el rector de Basilea Edgar Salin (un georgiano al que
Gadamer conocía desde hacía mucho tiempo) y los que habían llegado des­
de Heidelberg. En el momento de la despedida, Jaspers expresó el deseo de
hablar a solas con el decano Hans Schaefer. Gertrud Jaspers reaccionó dicien­
do a su marido: «Pero Karl, ¡querrás hablar también con nuestro viejo ami­
go Gadamer!», a lo que Jaspers contestó: «Sí, sí, pero tendrá que esperar un
poco». Gadamer fue conducido fuera de la habitación y se quedó esperan­
do un cuarto de hora en una antesala. Sólo después le recibió Jaspers para
mantener una conversación no muy animada y de apenas diez minutos.
Después del viaje a Basilea, Gadamer llegó a saber de Schaefer que los estu­
diantes de Jaspers se paseaban por Heidelberg contando con entusiasmo
cómo Jaspers había echado a Gadamer de su despacho dándole largas.
Gadamer y el decano estaban disgustados por esta historia que circulaba en
Heidelberg y Basilea, y Gadamer trató de aclarar las cosas en una respues­
ta a la cortés carta de agradecimiento de Jaspers:

Debo agradecerle mucho su amable carta. Porque, en el fondo, según me


comunica el decano, la descripción que el doctor [...] está difundiendo en
Heidelberg sobre la acogida que usted me brindó no me permitía engañarme
sobre la intención de cierta frialdad y falta de amabilidad. Estoy contento de
que no es así. Porque desde hace muchos años siento una especial admiración
por usted. Cada una de mis visitas en Heidelberg tenía siempre un acento muy
específico. Su trato abierto en las horas de mi visita para mí siempre fue moti­
vo de sentirme dichoso. Me dolió tener que creer que usted querría hacerme
sentir que ni siquiera era ya bienvenido para felicitarle en su sesenta [sic] cum­
pleaños.
Si de la amable intención de su carta y de mi propia admiración por su
camino filosófico puedo derivar el derecho de una petición, sería la de que
usted revisara todo lo que destruyó su antigua confianza, tan preciosa para

56. Para una reseña crítica de la obra de Hans Schaefer, fallecido el 23-9-1961
junto a otros profesores de la Universidad de Heidelberg en un accidente aéreo,
véase el homenaje pòstumo de Helmut Berve en HeidelbergerJabrbücher 6 (1962),
pág. 1-8.

366
mí. No sé qué es lo que ejerció este efecto perturbador, pero la dicha de vivir
y trabajar en el antiguo lugar de su actividad quedaría dolorosamente entur­
biada si en usted hubiesen surgido dudas de si me comporto correctamente
como su sucesor. Es inevitable que trabaje según mi propio estilo, que tal vez
alguno podría no comprender. Pero debo considerar que me desconocería por
completo si supusiera, como insinúa su estimada esposa, que no hago caso a
los alumnos de otro, sino sólo a los míos. [...] Sólo puedo apelar a que me haga
saber en qué balanza pone su juicio para sopesarlo. Usted debería estar con­
vencido de que la Facultad que se hizo honor a sí misma al otorgarle el título
de doctor honoris causa, siempre honrará también su juicio.
Con el ruego de saludar especialmente a su apreciada esposa que me reci­
bió tan amablemente y con los mejores deseos para su salud,
soy su siempre devoto
H GG

Jaspers contestó en tono cortés, prometió aclarar las cosas con su dis­
cípulo, pero escribió al respecto: «A éste le compraré» (lo que significa hacer­
le hablar). Sobre esta falta de tacto en la manera de hablar Gadamer sólo
pudo asombrarse. La relación entre ambos siguió siendo fría.57

* * *

Gadamer sólo pudo imponerse frente a sus estudiantes de Heidelberg


ofreciendo una obra respetable. En un perfecto paralelismo con el largo
tiempo de incubación de la Crítica de la razón pura de Kant y de E l ser y
el tiempo de Heidegger, dedicó a esta tarea toda una década. En plena con­
cordancia con el espíritu puritano de los años cincuenta, que fueron los años
de la intensa reconstrucción en Alemania, Gadamer se retiró de la activi­
dad pública y en buena medida de la administración. Hay que constatar
que, desde el punto de vista «biográfico», la historia de la vida de Gadamer
comienza a ser desde este momento algo menos rica en acontecimientos.

57. Ver también la carta de К H. Bauer, profesor de medicina en Heidelberg,


a Jaspers, fechada el 28-12-1963 (KarlJaspers-K . H. Bauer Briejiuechsel, сотр. por
R. de Rosa, Berlin/Heidelberg/Nueva York: Springer, 1983, pág. 70). De esa carta
surge que Gadamer se propuso с о т о candidato en 1962-1963 para el rectorado de
la Universidad de Heidelberg -una perspectiva que, aparentemente, no agradaba
a Bauer ni a Jaspers-, siendo superado por Fritz Ernst (1905-1963). Véase la alo­
cución de rectorado de Fritz Ernst, «Menschen und Memoiren», HeidelbergJahrbücher
6 (1962), págs. 27-38.

367
Desde comienzos de los años cincuenta, Gadamer llevaba la vida normal
de un profesor universitario alemán en una sociedad abierta y cada vez más
pròspera, donde finalmente pudo dedicarse a sus tareas de docencia e inves­
tigación. También la historia política se iba calmando desde 1945 o, mejor
dicho, desde 1949, cuando se fundó la República Federal. Sin duda se pro­
dujeron crisis, la guerra de Corea (que fue vivida como el comienzo de una
tercera guerra mundial),58 la construcción del muro de Berlín, los nume­
rosos escándalos de espionaje de la República Federal, pero todos estos even­
tos estaban dictados por la guerra fría. Sólo la existencia de la bomba ató­
mica evitó una guerra mundial «caliente». En aquellos años, Gadamer
aprobaba sin reparos la política sin alternativa del containment, que fomen­
taron Truman, Eisenhower y Adenauer. El milagro del buen funcionamiento
de la democracia en Alemania dejó asombrado a Gadamer, quien había
creído, como la mayoría de la gente, que debido a su historia, los alema­
nes no serían especialmente aptos para la democracia. Sin embargo, siem­
pre consideraba que la ley electoral de las listas era una construcción des­
afortunada, ya que favorecía una oligarquía de los partidos que privaba a
los políticos de una responsabilidad directa. Gadamer contaba que siempre
había votado el FDP,59 el pequeño partido liberal que había jugado tantas
veces un papel clave en la formación de coaliciones para dar la mayoría a
uno de los grandes partidos populares. Para Gadamer debía ser algo espe­
cialmente positivo que este partido estaba luchando siempre por su super-
viviencia, de modo que estaba constantemente bajo la presión de tener que
justificarse directamente ante los electores. Tal vez sea algo muy casual y
demasiado lejano, pero, históricamente y pese a todas las rupturas en su evo­
lución, este partido surgió del antiguo Partido Nacional Liberal de Bismarck.60
Cum grano salis se puede sacar la conclusión de que, a fin de cuentas, Gadamer
votó el partido de su padre.

58. PL, pág. 170.


59. Ver Hans-Georg Gadamer on Education, Poetry and History, pág. 140. A
propósito de la crítica al derecho de elección por lista véase la entrevista radiofó­
nica de Klaus Kamberger con Gadamer en la serie de audiciones Die Stunde Nuil,
1985; también, «Interview with H GG», en Radical Philosophy 69 (1995), pág. 33
y pàssim.
60. Ver G. Mann, Deutsche Geschichte des 19. und20. Jahrhunderts, Fischer:
Frankfurt, nueva edición 1992, pág. 985; R. Hofmann, Geschichte der deutschen
Parteien. Von der Kaiserzeit bis zur Gegenwart, Munich/Zurich: Piper, 1993, pág.
236.

368
Después del hundimiento del imperio guillermino, dos guerras mun­
diales y dos intentos fallidos de introducir la democracia (la de la República
de Weimar y la de su rectorado de Leipzig), la biografía del profesor uni­
versitario Gadamer en una sociedad liberal se vuelve relativamente «poco
interesante». Pero pierde su interés justamente en el momento en que su
obra comienza a cobrar forma. Para dar con ella tuvo que encontrar el cami­
no lleno de privaciones y difícil para él del trabajo concentrado.
Al comienzo mismo de los años cincuenta, el entonces presidente de la
Academia de las Ciencias de Heidelberg y rector saliente, el arqueólogo
Reinhard Herbig, se dirigió a Gadamer para convencerle de que aceptara el
rectorado de Heidelberg. Quien se opuso con su carácter peculiarmente deci­
dido a esta proposición fue su mujer Kate Lekebusch. Su argumento fue que
su esposo había pasado demasiado tiempo publicando sólo pequeños ensa­
yos y que era preciso que expusiera finalmente en una forma acabada la con­
cepción de conjunto que desde hacía tiempo tenía en mente. Ahora bien,
esta concepción de conjunto se refería justamente al estilo de trabajo de todas
las ciencias del espíritu, que se dejaban determinar demasiado por el mode­
lo de las ciencias naturales en vez de guiarse por el arte. Así, Gadamer basó
su obra principal en su curso sobre arte e historia, que impartía desde hacía
años, a menudo bajo el título de Einleitung in die Geisteswissenschaften
[Introducción a las ciencias del espíritu] .61 Parece lógico que Gadamer recu­
rriera al nombre de «Hermenéutica» como título de trabajo, aunque llama
la atención que antes de los años cincuenta haya usado esta expresión muy
raras veces. Lo que le había impedido hacerlo era la orientación acentuada­
mente metodológica de la hermenéutica de tradición diltheyana, que le pare­
cía muy cuestionable para la forma de experiencia de las ciencias del espíri­
tu y contra la que se dirigió finalmente todo su libro. El ejemplo por excelencia
de esta orientación metodológica era, en su opinión, el libro de Erich
Rothacker, la Einleitung in die Geisteswissenschaften [Introducción a las cien­
cias del espíritu],62 que Gadamer mencionó sorprendentemente poco
en Verdad y método, aunque a menudo lo tenía en mente. No obstante,
eligió este título principal para sus investigaciones. El investigador japo-

61. Ver PL, pág. 171 y 181. Para la historia del origen de la obra véase «Zur
Komposition von Wahrheit und Methode» en mi libro Der Sinn fu r Hermeneutik,
Darmstadt: Wiss. Buchgesellschaft, 1994, pág. 1-23.
62. Tubinga, 1920, 2a edición 1930.

369
nés de Gadamer y meritorio bibliografo Etsuro Makita considera que la
orientación para ello fue el artículo de Bultmann, publicado en 1950 bajo
el título Das Problem der Hermeneutik [El problema de la hermenéutica],63
aunque el planteamiento y el tema tanto por parte de Bultmann como
por la de Gadamer se remontó a los años veinte en Marburgo. La súbita rea­
parición del concepto en 1950 llamó la atención de Gadamer sobre la gran
importancia del término «hermenéutica», ya que Bultmann situó el pro­
blema de la hermenéutica más allá de la metodología, es decir, en el inme­
diato ser apelado por el sentido emotivo del mensaje cristiano. Gadamer
encontraba convincente la tesis de Bultmann, según la cual la relación
con la cosa representa una condición básica para el entender, lo cual lleva
al absurdo la idea de una exégesis sin condiciones previas. En una carta
del 8 de septiembre de 1961 manifestó su solidaridad con Bultmann, resu­
miendo brevemente la idea fundamental de Verdady método-. «He intenta­
do en mi libro, totalmente dentro de mi propio campo de experiencia, en
la experiencia de los filósofos clásicos, del arte y de la tradición humanis­
ta, fundamentar la compenetración de la conciencia histórica con una
pretensión de compromiso en cuanto a su contenido, algo que, según me
parece, coincide en buena medida con la situación de la teología de las últi­
mas décadas y especialmente con su propio trabajo teológico».64
Con independencia de si Bultmann le estimuló directamente a ello o
no (bastantes indicios parecen confirmarlo), lo cierto es que Gadamer puso
por primera vez su proyecto de investigación -que le ocuparía durante diez
años- bajo el título de una Teoría de la hermenéutica. Así lo manifestó en su
discurso breve pero muy programático que ofreció el 27 de mayo de 1951
con motivo de su elección como miembro de la Academia de las Ciencias
de Heidelberg. Esta teoría de la hermenéutica, que esperaba poder desarrollar
algún día, aportaría la justificación teórica de que «toda interpretación con­
tiene un momento de interpretación de sí misma y que toda investigación
en el campo de la historia de la filosofía es ella misma filosofía».65

63. Zeitschrififiir Theologie undKirche 47 (1950), pág. 47-69. E. Makita ha


presentado sus investigaciones sobre el particular en una ponencia en Heidelberg,
aún inédita.
64. Carta de H G G a Rudolf Bultmann del 8-9-1961 (Legado de Rudolf
Bultmann, UAT).
65. Este texto fue publicado con el título «Die Philosophie in den letzten dreifiig
Jahren», en Ruperto-Carola 5 (1951), pág. 33s., así como también en Sitzungsberichte

370
Hacía tiempo que Gadamer practicaba esta filosofía «hermenéutica».
Pero siempre había preferido hablar de una hermenéutica filosófica en vez
de llamarla filosofía hermenéutica, como lo hacía Heidegger. Por modes­
tia no se atrevía reivindicar para sí mismo la pretenciosa palabra «filosofía».66
Se limitó a ofrecer o, mejor dicho, a practicar una hermenéutica que podría
reclamar para sí una relevancia «filosófica». Ofrecer su teoría ya era difícil,
pero redactarla fue para él una verdadera tortura. Desde 1931 Gadamer no
había presentado un libro de verdad, e incluso en este caso se trataba de
su tesis académica de habilitación. Gadamer nunca escondió la tortura que
significó el escribir para su naturaleza socrática. Aún en 1983 escribió en la
Neue Zürcher Zeitung, que leía diariamente desde 1950: «Es verdad que para
mí resulta una terrible tortura tener que escribir. ¿Dónde está el que está
enfrente, esta silenciosa presencia del otro que sin embargo siempre res­
ponde, con el que se busca el diálogo para continuar el diálogo consigo mis­
mo que se llama pensar? Así, siempre aplazo el escribir tanto tiempo como
puedo».67
En los años cincuenta no pudo aplazarlo más. Con el consentimiento
de su esposa, que insistía en la terminación de su obra principal, sacrificó
todas sus vacaciones de verano. Una mirada a su actividad docente mues­
tra que evitó en buena medida utilizar su enseñanza para la preparación
de su obra magna, con excepción de algunos autores (Platón y Hegel) y el
curso sobre las ciencias del espíritu. En ninguna parte se anuncia en ella la
hermenéutica o su historia. Gadamer encontró apoyo en los círculos teo­
lógicos de Heidelberg, en los que se encontraban muchos que antiguamente
habían estado en Marburgo, como Campenhausen, Bornkamp, von Rad y
otros.68 Sus pocas conferencias que ofreció en los años cincuenta y que per­
miten echar una mirada en el taller de su hermenéutica de las ciencias del

der Heidelberger Akademie der Wissenschafien 1953-55, págs. 108-110. La confe­


rencia de Gadamer en Colonia en 1952 sobre el «Europaischer Historismus»
[Historismo europeo] constituye un nuevo peldaño en el debate de Gadamer acer­
ca del desafío de la historicidad a partir de Hegel y Heidegger. Al respecto véase
H. Herrmann, «Philosophie zwischen Hegel und Heidegger. Zu Hans-Georg
Gadamers Vortrag über den “Europáischen Historismus”», en FAZ, 25-2-1952,
n° 47.
66. VerGW 10, 199.
67. GW 10, 354.
68. Ver PL, pág. 168.

371
espíritu, las dio ante un público teológico, entre ellas Was ist Wahrheit?
([¿Qué es la verdad?], 1955) y Ethos und Geschichtlichkeit ([Ethos e histori­
cidad], 1957). Una acogida especial encontró en las jornadas de los anti­
guos estudiantes de Marburgo, unos encuentros anuales de otoño en los
que se reunían viejos alumnos y amigos de Bultmann. En estas ocasiones
Gadamer pudo disfrutar algo del antiguo aire de los años de Marburgo que
le habían marcado, y esto favoreció mucho su trabajo. En realidad, Gadamer
estaba algo aislado en Heidelberg. Los filólogos clásicos, que eran sus alia­
dos naturales, lo recibieron con cierta frialdad. Su predecesor Jaspers y su
colega Lowith (aunque Gadamer pudo registrar un mayor éxito como docen­
te) tenían una obra muy considerable en su haber. Como perseguidos por
los nazis tenían además una determinada conciencia política y su estilo algo
más periodístico se dirigía, en consecuencia, a un público más amplio. En
aquellos años Gadamer estaba muy lejos de tales propósitos.69 Sólo con el
éxito de Verdady método cambiaría poco a poco esta actitud.
De todos modos, la redacción de Verdad y método ocupó más y más
tiempo. El 14 de mayo de 1955 escribió a Gerhard Krüger: «Entre tanto
estoy llegando finalmente al final de la redacción de mi manuscrito, cuya
idea básica comprendiste en tu cincuenta cumpleaños, y espero publicar
todo aún en este año, a pesar del comienzo del semestre con todos sus tra­
bajos que me distraerán». Sin embargo, el hecho de tener que asumir inevi­
tablemente los asuntos de decano y un pequeño accidente en bicicleta impi­
dieron el cumplimiento de su previsión optimista.70 La versión «original» más
breve de estos años (1955-1956), que se conserva en la sección de manus­
critos de la Universidad de Heidelberg, y cuyo comienzo fue publicado en
el Dilthey-Jahrbuch 1992-1993, no le satisfizo del todo, porque continua­

69. Gadamer arriesgó en aquellos años una única toma de posición pública,
cuando, en 1954, como decano, presentó a modo de denuncia un artículo sobre la
crisis de la Universidad de Heidelberg («In den Fesseln der Bürokratie», en Christ
und Welt, n° 15, 12-4-1956; al respecto véase la revista Der Spiegel del 25-4-1956,
n° 17, pág. 50-51). De acuerdo con las medidas de reparación, por cada emplea­
do en Baden-Württemberg debía crearse un puesto correspondiente para los depor­
tados de la zona oriental. En Heidelberg quedaron muchas cátedras vacantes, pues
no se pudieron encontrar profesores de «compensación» provenientes de los terri­
torios orientales. Gadamer tuvo éxito con su iniciativa y pudo introducir y mane­
jar él mismo una nueva oleada de convocatorias de profesores a Heidelberg (ver PL,
pág. 178).
70. Carta de H G G a Erna Krüger del 25-6-1956.

372
ba siendo demasiado complicada y vaga. Para esta vaguedad proverbial, los
colegas de Marburgoo habían introducido la unidad «gad» para caracteri­
zar una medida de complicación innecesaria.71 En 1956 escribió a Krüger:
«Me falta ahora como siempre la capacidad de la simplificación y la unifi­
cación constructiva. Todavía no puedo librarme del peso de los «gads», por
mucho que me esfuerza».72
Un último estímulo fue la invitación en noviembre de 1957 de impar­
tir las conferencias de invitados cardenal Mercier en Lovaina. Gadamer puso
como base la versión original de 1955 cuando estableció un texto francés
con su traductor. Este texto francés se convirtió en 1963 en un pequeño
libro con el título Le problème de la conscience historique, que desde enton­
ces fue traducido a muchos idiomas pero cuya versión original alemana nun­
ca se pudo encontrar pese a las investigaciones detalladas de Gadamer. Por
esta razón, el texto francés es el original que constituye un puente entre la
versión original y la obra definitiva. Su esposa mecanografió en limpio la
versión original y participó en la redacción en la media en que le señaló
los pasajes que aún resultaban demasiado vagos. De esta manera, para la
obra pudo ser de provecho el talento crítico que ella había demostrado como
redactora de la revista Philosophische Rundschau, pero también como lec­
tora de la editorial Klostermann y al servicio de la comisión de censura nor­
teamericana en Frankfurt. Sin la disciplina de trabajo que ella impuso a su
marido en los años cincuenta, Verdady método probablemente nunca hubie­
ra aparecido.
A lo largo del semestre de invierno de 1958-1959, Gadamer redactó
la versión definitiva de la obra. Por primera vez en su vida se le había con­
cedido un semestre de vacaciones para «terminar de una vez urgentes tra­
bajos científicos».73 Una primera impresión muy representativa de la obra
fue la contribución con el título «Vom Zirkel des Verstehens» [Del círcu­
lo del entender], que incluyó en el volumen dedicado a Heidegger con
motivo de su septuagésimo aniversario. Fue un segmento digno del manus­
crito más nuevo y exigente que tenía que llevar el título Grundzüge einer
philosophischen Hermeneutik [Líneas fundamentales de una hermenéuti­
ca filosófica].

71. Ver PL, pág. 46.


72. Carta de H GG a Gerhard Krüger del 29-1-1956.
73. HGG, carta del 29-7-1958 al Ministerio de Educación en Stuttgart (UAH,
PA 3850).

373
Pero el editor de Gadamer encontró inviable este título tan exótico.
¿Quién sabía entonces qué era la hermenéutica? Resulta llamativo que fue
justamente Hans Georg Siebeck quien tuviera estos reparos. También era
el editor de Bultmann y además buen conocedor de la literatura teológica,
en la que la hermenéutica nunca había perdido del todo su lugar. Sin embar­
go, como título filosófico no le convenía, a pesar de que Gadamer expli­
caba en su manuscrito a lo largo de muchas páginas en qué consistía la «expe­
riencia hermenéutica». Durante muchos días, Gadamer y su mujer buscaron
un nuevo título. Se le ocurrió Verstehen und Geschehen [Entender y aconte­
cer], que le gustaba mucho.74 En estas palabras resonaba algo del espíritu de
Marburgo y tal vez también cierta nostalgia. Pero era un título que recor­
daba demasiado a Bultmann (una colección de ensayos suyos en varios volú­
menes se llama Glauben und Verstehen [Creer y entender], también publi­
cada por Siebeck). El título Verdad y método, que recordaba a Goethe,
finalmente se impuso y atrajo la imaginación, aunque provocó muchos malos
entendidos. Lo que le importaba a Gadamer era una verdad emblemática
detrás de la cual el método sólo pudo ir cojeando: verdad y luego el méto­
do, la verdad antes que el método. Lo que quería recordar su «hermenéu­
tica» era que una tal verdad existía, que no se podía vivir sin ella y que la
fe en el método amenazaba con convertirse en un nuevo objeto de idola­
tría.
Con la terminación del duro trabajo en el manuscrito de Verdady méto­
do finalizó el tiempo de penurias y renuncias. Los ascéticos años cincuenta,
que también habían sido los años de la reconstrucción económica en
Alemania y de la guerra fría, llegaron a su fin. Los turbulentos años sesen­
ta trajeron consigo un nuevo ímpetu y una nueva libertad.

74. Ver GW 10, 75. Con la expresión se quería decir: «No es, pues, tanto nues­
tro hacer, cuanto aquello que sucede con nosotros.» Véase el famoso pasaje en el
epílogo a la 2a edición, GW 2, 438: «Lo que está en cuestión no es lo que hacemos,
no es lo que debiéramos hacer, sino lo que sucede con nosotros más allá de nuestro
querer y de nuestro hacer».

374
XIV. Verdady método

Acabo de leer el voluminoso libro de Gadamer, Verdad


y método (500 páginas). No quiero decir: ni verdad ni
método, aunque esto se podría defender hasta cierto
punto. Parece ser la Biblia de la actual filosofía («her­
menéutica») alemana.
H an s A lb e rt1

Verdad y método es un libro impresionante, realmente la obra básica ya


clásica de la filosofía hermenéutica, uno de los raros logros capaces y dig­
nos de exportar de la filosofía alemana de postguerra. Los discípulos espe­
cialmente familiarizados con la obra la bautizaron, usando sus iniciales, con
la interjección «Wum»*. Su modesto planteamiento inicial es la pregunta
por la correcta epistemología de las ciencias del espíritu y atraviesa luego los
ámbitos del arte, de la historia, del lenguaje y de toda la tradición occi­
dental de la filosofía, para desembocar en una ontologia universal. Quien
pretenda hacer una lectura completa de este libro «maratón» necesita mucho
aliento y debe estar dispuesto a asimilar un alto grado de unidades «gad».
Es una verdadera suma de la hermenéutica, pero una suma de algo que se
resiste a ser sumado, es decir de la finitud humana. La provocación de la
obra consiste en el hecho de que una teoría del entender nunca puede lograr
asir definitivamente su «objeto». Porque, según la tesis básica del libro, siem­
pre llegamos demasiado tarde cuando tratamos de comprender y someter a
un método aquello que realmente entendemos. El entender mismo no se
puede fundamentar del todo, puesto que es el fundamento, el suelo en el

1. Carta a Paul Feyerabend del 20-2-1967. Paul Feyerabend - Hans Albert


Briejwechsel, comp, por Wilhelm Baum, Frankfurt a.M.: Fischer Taschenbuch Verlag,
1997, pág. 30.
* De y tfah rh eit u n d M ethode. Esta voz onomatopeica de impacto, hacien­
do el mismo juego, se transformaría en castellano en «Vim», voz latina que desig­
na «fuerza», «poder», «eficacia» etc., y que resultaría muy elogiosa como apodo. Sin
embargo, no la hemos puesto como título del presente capítulo, como en la versión
alemana, porque su amplio uso como marca de producto de limpieza podría lle­
var a confusión. [N .d 17]

375
que estamos. Gadamer retomó a gusto la fòrmula de Emil Staiger de 1955
para esbozar la tarea paradójica de la hermenéutica: «Comprender lo que
nos deja prendidos».2 No se trata de averiguar el último fondo del enten­
der, porque esto delataría más bien la obsesión cartesiana de las ciencias
metódicas, contra las que precisamente quiere poner en guardia esta obra,
con su título que recuerda a Goethe. Al contrario, se trata de tomar con­
ciencia de la insondabilidad de cualquier experiencia. Una experiencia her­
menéutica no es algo que podemo planera y controlar en un laboratorio,
sino que nos sucede, nos derrumba y obliga a pensar de otro modo. Esta
experiencia es la de la finitud humana, la experiencia hermenéutica sin más,
que determina cualquier realización del entender, ya se trate de la tarea de
una interpretación de texto, de la ciencia o, en sentido general, de una tarea
del arte, de la práctica o de cualquier configuración por medio del lengua­
je. Siempre estamos rodeados y sostenidos por una historia de la recep­
ción e influencia que nos abre determinadas perspectivas y horizontes del
entender al tiempo que nos cierra otros. Lo que importa es que lleguemos
a ser conscientes de esta limitación nuestra para ganar más horizonte y cre­
cer un poco más allá de nuestro punto de vista peculiar, aunque nunca poda­
mos ir más allá de nuestra finitud. Ahora bien, no se trata de una situa­
ción tan trágica, ya que precisamente nuestra limitación nos permite aprender
los unos de los otros y mantenernos abiertos a otras experiencias, pero tam­
bién tener conciencia de nuestros fundamentos. La virtud de la modestia
hermenéutica - y aquí está su aguijón crítico- agudiza la alerta ante las
falsas arrogancias de nuestra comprensión de pretender sobrepasar esta fini­
tud. Esta arrogancia también subyace en la pretensión prometèica de la cien­
cia moderna, que amenaza con convertirse en el nuevo ídolo de nuestra civi­
lización. La desconfianza de Gadamer no se dirige nunca contra la ciencia
misma, porque esto sería una necedad, sino contra la fascinación, el des­
lumbramiento y el aturdimiento que provoca su divinización. Lo metódi­
camente controlable sólo abarca una ínfima parte de nuestra experiencia de
la vida. En cambio, el universo del estar el uno con el otro y del tratarse,
de lo reproducible y transmisible gracias al lenguaje, del amor, la simpatía

2. GW 2, 108. Para una presentación más amplia de la compleja obra prin­


cipal de Gadamer, presentación que trascendería el marco de esta biografía, debo
remitir a mi nueva investigación: Introduction à Hans-Georg Gadamer, París: Cerf,
1999.

376
y la antipatía, de lo afectivamente inasible, todo ello sigue estando en bue­
na medida fuera del alcance del control metodológico. Aun así, aquí expe­
rimentamos una «verdad» que compartimos, transmitimos y vivimos de
manera ejemplar para los demás. Es esta verdad hermenéutica de la que se
trata en la obra fundamental de Gadamer.
Tan sólo el hecho de que usara la palabra «hermenéutica» para este
planteamiento era una provocación para la vieja tradición, porque la her­
menéutica antigua pretendía precisamente esto, es decir, indicar reglas y
métodos del entender. Por eso, en un primer momento, muchos pensaron
que Gadamer quería presentar una nueva metodología de las ciencias del
espíritu dentro de la venerable tradición de Friedrich Schleiermacher,
Wilhelm Dilthey, Erich Rothacker y Emilio Betti. Éste fue el primer gran
malentendido que el libro suscitó y tuvo que suscitar forzosamente, por­
que la hermenéutica representaba, sin duda, una doctrina del método de
las ciencias del espíritu. En cambio, lo que interesaba a Gadamer era algo
totalmente diferente, es decir, aquello que siempre lleva más allá del ámbi­
to de control. Las ciencias del espíritu constituían para él, efectivamente,
un punto de partida apropiado, y no porque se distinguían por una doc­
trina metodológica autónoma cuya teoría sería la hermenéutica, sino por­
que su autonomía demuestra el límite de cualquier metodología. Al comien­
zo de su libro, Gadamer no se refería a las discusiones metodológicas en
torno al carácter científico de las ciencias del espíritu, sino a las reflexio­
nes tal vez algo torpes pero sabias del gran investigador de la naturaleza
Hermann von Helmholtz de 1862 sobre el papel que desempeñaban la
imaginación, la memoria e incluso el tacto en la obtención de conoci­
mientos en las ciencias del espíritu. Efectivamente, hay algo de tacto, de
gusto, de formación cultural en el modo de conocer de las ciencias huma­
nas, que no sólo son métodos. Así, Gadamer comenzaba su libro evocan­
do conceptos tan extraños como el de tacto, de sentido común, de forma­
ción cultural, de facultad de juicio, para recordar que antiguamente les
había correspondido una competencia de conocimiento que se había per­
dido o vuelto irreconocible ante la marcha triunfal de las ciencias moder­
nas. La tradición que Gadamer recordaba era la del humanismo, porque
se ocupaba precisamente del saber humanamente posible. ¿Acaso no sub-
yace en la fascinación de nuestra civilización por la ciencia un olvido de la
finitud humana y de lo humanamente posible? ¿No se manifiesta el valor
más alto de lo humano en el reconocimiento de los propios límites y en el
abrirse a lo imprevisible? Lo que Gadamer pretende con su hermenéutica

377
es salvar la dignidad de esta modestia frente a la pretensión desmesurada
del poder hacerlo todo.
Para describir lo misterioso de la especie de conocimiento de las cien­
cias del espíritu, Helmholtz hablaba de intuición artística, lo cual implica
una referencia ambigua al arte. Resulta despectivo si esta expresión designa
un conocimiento de rango inferior y asocia el arte, por ejemplo, con la mera
subjetividad y arbitrariedad. Mas, para Gadamer la referencia al arte se tor­
na positiva. ¿Dónde está la arbitrariedad en un cuadro logrado, en una pues­
ta en escena emocionante o en un poema que nos encanta? ¿No hay aquí
también rigor, verdad objetividad, aunque sería un contrasentido hablar de
método? Lo que importa a Gadamer, como admirador de George, es esta
pretensión de verdad del arte, más allá del control metodológico.
En la medida inversa en que el método científico pasa para él a un segun­
do plano, Gadamer realiza su aproximación al arte.3 De esta manera el
arte tendrá que desempeñar un papel clave múltiple en la hermenéutica
de Gadamer. Se trata de recuperar en la experiencia del arte una experien­
cia de la verdad que pueda aplicarse al problema hermenéutico en toda su
amplitud. Pero al mismo tiempo es preciso preservar esta experiencia del
peligro de la estetización, que había amenazado la comprensión de sí mis­
mo del arte y de las ciencias del espíritu durante el siglo XIX y más allá.
Estetización quiere decir -Gadamer habla irónicamente de la «diferencia­
ción estética»- que el arte representa una experiencia sui generis, que no tie­
ne nada que ver con el conocimiento y la verdad, o sea que sólo se enten­
dería de manera estética, como algo subjetivo y lúdico. Aunque Gadamer
mismo parece ser un esteta en algunos puntos, no da ningún valor a este
culto a lo estético. Desde su punto de vista, representa un malentendido del
arte que resulta fatal, porque suscita y confirma justamente el dominio de
la ciencia metodológica en cuestiones de verdad.
Las ciencias del espíritu tampoco estaban del todo inmunes contra la
seducción estética, puesto que su metodología o «hermenéutica» se servía
en medida creciente de categorías y patrones estéticos para situar su pre­
tensión de conocimiento más acá del saber metodológico. Para evitar una
identificación de sí mismas con procedimientos metodológicos, las ciencias
del espíritu buscaron desesperadamente refugio en conceptos estéticos: según

3. Ver (también en sentido crítico) H. Kramer, « Hermeneutik-Wissenschaft-


Kultur-Praxis», en Zeitschriftfu rphilosophische Forschung 51 (1997), pág. 392.

378
enseñaba Dilthey, en la comprensión se trataría de la recreación del proce­
so creador del artista y lo que se comprendería en primer lugar sería la expre­
sión en tanto manifestación de una subjetividad genial. Para Gadamer, esta
descripción era demasiado «estética», demasiado subjetivista y, por tanto,
consolidaba el monopolio del modelo metodológico. Según su réplica, en
la comprensión de textos y tradiciones también se trataba de verdades que
nos conciernen y no sólo de fenómenos expresivos geniales. De este modo
protestaba contra la estetización banalizadora de las ciencias del espíritu y,
más allá de ellas y de manera aún más eficaz, contra la marginación de los
horizontes de experiencias y conocimientos que no resistían el estándar de
exactitud de la ciencia moderna porque el conocimiento y la verdad posi­
bles al ser humano no conocen esta exactitud. Mas, los límites de lo que
se somete a medición no son los del saber y de la facultad de juicio.
Su hermenéutica de amplio alcance lucha por la reconquista de estos
ámbitos de la facultad de juicio humana, tanto en las ciencias del espíritu
como en la ética y en el estar juntos en el diálogo, que representa la situa­
ción fundamental de nuestro ser en el lenguaje. Su hermenéutica recuerda
estos campos de la aptitud y comprensión humanas a los que la ciencia natu­
ral moderna no alcanza. Saber y experienciar no siempre significa contro­
lar y dominar. Para los seres humanos, la experiencia es, sobre todo, parti­
cipación en el sentido, estar familiarizado con algo, participar en algo.
Pretender justificar del todo esta experiencia «hermenéutica», ponerla a la
luz de la conciencia pura significa fallarla. Gadamer diría a ese respecto que
nuestro ser es más ser que conciencia, es decir, el ser sostenido por la his­
toria es más esencial a nuestra comprensión que su transparencia prede­
terminada en la conciencia. Pero incluso la conciencia -sostendría Gadamer
con una sentencia magistral—, es más ser que conciencia. También nuestra
conciencia tiene algo no previamente pensable, algo no alcanzable, algo del
orden del acontecer. En este contexto, Gadamer no vacila en rehabilitar
la función de verdad de la autoridad y de la tradición para una conciencia
que es finita y, por tanto, dependiente de lo probado, y reconoce incluso en
los «prejuicios» ciertas condiciones de la comprensión. Sobre esta cuestión
escribió frases apasionadas que reflejan la experiencia de sufrimiento de
un pensador profundamente herido por los horrores de la marcha enfure­
cida de todo un medio siglo: «En realidad, la historia no nos pertenece, sino
que nosotros pertenecemos a ella. Mucho antes de que nos comprendamos
a nosotros mismos por medio de la rememorización, nos entendemos den­
tro de la familia, la sociedad y el Estado en los que vivimos. El foco de la

379
subjetividad es un espejo deformador. La autorreflexión del sujeto no es más
que un débil centelleo en el circuito cerrado de la corriente de vida histó­
rica. Por eso los prejuicios del ser singular son en una medida mucho mayor
la realidad histórica de su ser que sus juicios».4
Esta rehabilitación de la tradición fue también el centro de las apasio­
nadas discusiones en torno a la obra de Gadamer. Sin embargo, lo que le
importaba no era tanto la rehabilitación de los prejuicios en sí mismos, sino
el desenmascaramiento del prejuicio genérico contra los prejuicios, que
representa, a su vez, una construcción abstracta de la ciencia cartesiana
moderna con su carácter metodológico. No existe una conciencia que no
esté situada. Este estar situado no representa en primer lugar una barrera,
aunque también lo es, sino la condición de posibilidad de nuestro enten­
der. Entendemos porque y en la medida en que estamos «ahí» y nos com­
prometemos. También la conciencia es más participación que dominio, y
esto es precisamente lo que la conciencia debe asumir, en tanto conciencia
de la «influencia y recepción históricas». Esta expresión de Gadamer es pre­
tendidamente ambigua, como explica el importante prefacio a la segunda
edición. Se refiere «por un lado a la conciencia determinada y constituida
en y por la marcha de la historia y, por el otro, a la conciencia misma de este
estar así determinado y constituido».5
Cuando su colega Helmut Kuhn le preguntó si semejante inclusión de
la propia historia en el pensamiento era posible, Gadamer le respondió en
una carta del 25 de febrero 1962: «Incluir en el pensar la propia historici­
dad, ¿por qué debería tener esto algo de imposible? Lo que yo también con­
sidero imposible es conocerla y yo mismo lo digo muy a menudo: en el no
poder saberse a sí mismo consiste precisamente la esencia del ser-histórico.
Mas ¿se trata de una reflexión vana el saber esto de sí mismo? Yo creo que
es la más real».6 Por tanto, la «conciencia de la influencia y recepción his­
tóricas» de Gadamer, que se sabe constituida por la historia, es reflexiva y
en primer lugar crítica. Por un lado nos previene de las pretensiones de una
fundamentación definitiva de nuestro conocimiento -ya se trate de una
explicación científica exhaustiva o de una fundamentación última de pro­

4. WM, GW 1,281.
5. GW 2, 444.
6. Carta a Helmut Kuhn del 25-2-1962 (Legado de Helmut Kuhn, Biblioteca
del Estado de Baviera, signatura Ana 581).

380
cedencia idealista-, por otro lado culmina en un estar abierto a nuevas expe­
riencias que nos ayuda a ir más allá de la limitación de nuestro horizonte
en cada caso.
A partir de ello se explica el papel clave del diálogo para la hermenéu­
tica general de Gadamer y su dedicación al lenguaje en la última parte del
libro. El horizonte de lo entendible en el que participamos es nuestra
Sprachlichkeit o condición lingüística. Sólo entendemos en la medida en
que buscamos y encontramos palabras para expresar precariamente nuestra
comprensión. «El ser que se puede comprender es el lenguaje», es el lema
ambiguo y de muchos matices con el que Gadamer caracteriza esta condi­
ción. Esto no quiere decir en absoluto que el lenguaje permita compren­
derlo todo o que todo lo susceptible de comprensión sólo pueda ser arti­
culable en el lenguaje. Más bien hay que considerar esta frase como una
restricción: Sólo entendemos en la medida en que encontramos palabras
para lo que está por entender. ¿Pero cuándo logramos esto realmente?
Entender significa buscar palabras para todo lo que habría que incluir en la
comprensión y en el decir. Las palabras siempre se quedan atrás con res­
pecto de lo que habría que enunciar. También aquí la participación en el
sentido es más esencial que su dominio.
Por eso, Gadamer adoptó una posición muy crítica frente al imperio de
la «afirmación» en la lógica occidental. La mera afirmación constituye
algo abstracto en la medida en que está desconectada de la situación del diá­
logo entre dos personas, de la necesidad y la penuria. Lo que quiere ser
entendido siempre es el sentido inherente a una afirmación y que necesita
que se lo reproduzca de nuevo. El lenguaje no se construye con afirmacio­
nes, sino en el diálogo, en el que se buscan palabras para lo que está inter­
minablemente por decir. Esta experiencia del diálogo nos recuerda una ver­
dad en la que la implicación de los hablantes no es un impedimento, sino
que representa una condición de esa verdad. El método es aquí poco eficaz,
mientras que la participación lo puede todo. Por eso, Verdady método pue­
de concluir con la frase: «Lo que no puede lograr la herramienta del méto­
do, lo debe y puede conseguir realmente una disciplina del preguntar y
del indagar que sea garante de la verdad».7

7. WM, GW 1, 494. Gadamer comenta esta última frase de su libro en una


importante carta dirigida a R. J. Bernstein, fechada el 1-6-1982, publicada en el
libro de este último Beyond Objectivism and Relativism: Science, Hermeneutics and
Praxis, Filadelfia: University of Pennsylvania Press, 1988, págs. 261-265.

381
El proyecto de Gadamer tendía un arco histórico impresionante des­
de Platón y Aristóteles hasta Hegel, Dilthey, Husserl y Heidegger. Dejando
al margen sus maestros neokantianos, en la introducción hizo un home­
naje a Husserl y su concienzuda descripción fenomenològica, así como a la
amplitud del horizonte histórico de Dilthey y Heidegger, a los que consi­
deraba sus modelos. Su pregunta de partida la había adoptado manifiesta­
mente de Dilthey, por lo que muchos de los primeros lectores creían que se
proponía continuar el proyecto de Dilthey de una hermenéutica de las cien­
cias del espíritu. Especialmente Leo Strauss lo veía así.8 Pero, en el fondo,
la obra se dirigía polémicamente contra Dilthey y su empeño de construir
una hermenéutica de las ciencias del espíritu, ya fuera estetizante o meto­
dológica. En las ciencias del espíritu había que señalar, al contrario, el lími­
te del método y el alcance de su pertenencia a la tradición. En su opinión,
Hegel había tenido más profundamente en cuenta esta dimensión de la his­
toricidad, por lo que oponía a menudo la hondura especulativa de Hegel
a la obsesión metodológica de Schleiermacher y Dilthey. En este punto que­
daba patente el lado hegelianizante de la obra, lo que K.-O. Apel y
Pannenberg alegaron en contra de Gadamer mismo en sus interpretaciones,
sospechando que su conciencia de la influencia y recepción históricas podría
ser una nueva variante de la conciencia absoluta. Sin embargo, Gadamer
contrapuso a la dialéctica totalizadora de Hegel tanto la dialógica de pre­
gunta y respuesta de Platón, que no conoce una última palabra, como tam­
bién la hermenéutica de la facticidad de Heidegger. De esta manera, Gadamer
se remitía a Hegel para liberar la experiencia de la historicidad de la meto­
dología, rechazando, en cambio, su idea de un saber absoluto sirviéndose
de recursos heideggerianos.
En 1960, Gadamer se mantuvo relativamente discreto en cuanto a su
relación con Heidegger, bajo cuya sombra estaba la obra sin lugar a dudas.
Aunque se refirió al giro positivo del círculo hermenéutico por parte de
Heidegger, lo que constituía el punto de partida secreto de toda la empre-

8. Véase al respecto el ilustrativo intercambio epistolar con Leo Strauss


(«Correspondence Concerning Wahrheit und Methode», en Independent Journal o f
Philosophy 2 (1978), pág. 5-12), quien consideraba más radical la unión entre
Heidegger y Nietzsche. Véanse los comentarios posteriores de Gadamer sobre la
reacción de Strauss en «Gadamer on Strauss: An Interview», en Interpretation. A
Journal o f Political Philosophy 12 (1984), págs. 1-13, especialmente pág. 8s, sobre
la ruptura de la correspondencia.

382
sa fue la Kehre o vuelta del Heidegger tardío y su cuestionamiento de la filo­
sofía de la subjetividad. No obstante, Gadamer hablaba de la verdad del arte
y del alcance ontologico del lenguaje sin referirse a los famosos escritos de
Heidegger sobre estas cuestiones, como si le impidiera cierto pudor a entrar
en una controversia directa con su maestro. De esta manera, en un princi­
pio quedaba oculto en qué medida su libro, pese a su fuerte deuda con
Heidegger, pudiera proponer correcciones importantes de su pensamiento
ontològico. En su imponente rehabilitación de la tradición humanista,
Gadamer no menciona con una sola palabra el gesto de despedida del huma­
nismo que Heidegger hizo con ciertos ademanes escénicos; y su Platón no
sólo aparecía como el precursor del olvido del ser, sino también como el
partero de una hermenéutica dialógica del lenguaje que se podía entender
al mismo tiempo como una corrección de la onto-teo-logía de Heidegger
con su aire casi fetichista. Estas diferencias sólo resaltaron más claramente
en los escritos más tardíos de Gadamer y dieron un perfil más preciso a su
contribución hermenéutica.

* * *

Lo esencial era, de momento, que Gadamer había terminado su gran


libro. No se puede decir que inicialmente tuviera una gran repercusión en
el mundo académico alemán, para no hablar de la opinión pública más
amplia o de la vida de académico de Gadamer mismo. Las ventas de la
primera edición fueron, en efecto, modestas y sólo después de cierto tiem­
po cundió la noticia de la importancia del libro. Con la segunda edición
(1965) súbitamente se duplicaron las ventas de la obra, a la que también los
debates de crítica a la ideología convirtieron en un clásico.9 Mas, las tra­
ducciones que comenzaron a aparecer a partir de los años setenta y el cre­
ciente reconocimiento internacional mostraron que la importancia de la
obra no dependía de estas controversias. Con el tiempo fue reconocida con
razón como la contribución más importante dentro de la tradición filosó­
fica alemana desde E l ser y el tiempo de Heidegger. En 1995, la Frankfurter
Allgemeine Zeitung definió llana y lisamente como «contrabando» el «secre-

9. En 1961 se vendieron 697 ejemplares del libro; en 1962, 749; en 1963, 647;
en 1964, 290; en 1965: 29; en 1966, 1274 (2a edición); en 1967, 1062; en 1968,
1146; en 1969, 1304; en 1970, 1484; en 1971, 1430.

383
to de Gadamer» que lo convirtió, al principio inadvertidamente, pero de
manera constante en el filósofo más exitoso de la República Federal.10
¿Quién hubiera podido intuir esto en I960? Como ocurre a menudo,
Gadamer recibió al principio una serie de cartas amables de amigos y cole­
gas de los que muchos se mostraron contentos y algunos sorprendidos. Los
historiadores de la literatura de Konstanz, que habían sido sus discípulos,
casi no podían creer que hubiera publicado un verdadero libro. Su colega
de Heidelberg y también antiguo compañero de Marburgo, Hans von Cam-
penhausen, adjuntó a su carta una lista completa de erratas de imprenta
para la segunda edición, de la que Gadamer entonces no creía que llegaría
a realizarse jamás. Leo Strauss, aunque ya en 1961 reconoció que Verdad
y método era el libro más importante y mejor pensado que haya escrito un
heideggeriano, se mostró decepcionado porque «evitaba» el problema del
relativismo. Según él, el libro impresionaba, pero no era lo bastante radical.
Bultmann, quien había participado en el volumen de homenaje a Gadamer,
publicado en 1960, no dijo nada, y Gadamer estaba algo decepcionado por
este silencio. Pero luego se mostró que no había recibido el libro, porque a
causa de un error de escritura no se podía leer su nombre en la lista de
destinatarios de ejemplares gratuitos.11
También Heidegger dejó esperar a Gadamer. Él, Schadewaldt y sus ami­
gos más próximos se preguntaron por qué tardaba tanto en contestar. Lo
cierto es que no era el estilo de Heidegger reaccionar inmediatamente a
publicaciones nuevas. También tuvo que tragarse muchas cosas al leer la
obra. Aunque admitió que el motivo de su idea tardía de la vuelta (Kehre)
estaba vinculado con el punto de partida de la temprana hermenéutica de
la facticidad, no consiguió simpatizar, al principio, con el uso abierto
de la terminología hegeliana por parte de Gadamer (ya que la «heidegge-
riada» fue relevada en los años sesenta y setenta por una «hegeliada»12 teñi­
da de marxismo, época en que todo tenía que someterse a la «mediación

10. Jan Ross, «Schmuggel. Gadamers Geheimnis», FAZàû 11-2-1995, pág. 27.
11. Carta de H G G a Rudolf Bultmann del 8-9-1961 (Legado de Rudolf Bult­
mann, UAT).
12. Sobre estos hegelianismos, de los cuales era también un poco responsa­
ble, se queja Gadamer en una carta a Heidegger del 21-1-1966: «¿Querrá usted
venir alguna vez en el verano? Tal vez pueda yo aportar, a fin de retomar los colo­
quios sobre Hegel, los apuntes redactados de mí curso sobre Hegel-Heidegger
[del semestre de verano de 1965: Von Hegel zu Heidegger (De Hegel a Heidegger)],

384
dialéctica»). Lo que le asombraba especialmente era que Gadamer man­
tenía el concepto de conciencia de la filosofía idealista y creía que la razón
de ello era que Gadamer nunca había superado del todo la influencia de
su maestro neokantiano Natorp. Incluso Gadamer consideraba que tal vez
estaba en lo cierto con este juicio.13No era la intención de Gadamer rom­
per con la tradición metafísica y con el lenguaje que se había desarrolla­
do naturalmente. La afirmación de Heidegger de un comienzo totalmen­
te nuevo le parecía todo menos hermenéutica. En su contribución al
volumen en homenaje a Lowith, publicado en 1968, contestó a Heidegger
diciendo que no existe un «lenguaje de la metafísica», marcando así por
primera vez su diferencia hermenéutica con respecto a Heidegger, que en
Verdad y método más bien había silenciado.14 Heidegger, a su vez, sospe­
chaba en la insistencia de Gadamer en el lenguaje de la tradición (como
también Leo Strauss) una falta de radicalismo, y también en su enfoque de
partir de las ciencias del espíritu, porque desde su punto de vista ofrecían
una respuesta aún demasiado tibia a la crisis de la era tecnológica. Final­
mente, con su radicalismo característico, Heidegger se despidió del todo
del pensamiento hermenéutico y, resignado pero benévolo, lo cedió a
Gadamer en 1973: «La “filosofía hermenéutica” es cosa de Gadamer; es
un buen contrapeso para la “filosofía analítica” y la lingüística. A la larga,

los que, entretanto, han sido elaborados por gente más joven. Me preocupa siem­
pre, y ha de tener su fundamento en algún nudo no desatado en mí, el que tantos
de mi gente joven se arrojen de cabeza en Hegel. Naturalmente, esto se ve aún
fortalecido por la influencia de Henrich. Pero mi curso tenía justamente el senti­
do opuesto: corregir eso mismo a través de una introducción explícita en la dimen­
sión que sólo se abre con usted. Con todo, parece ser que la «especulación» dialéc­
tica se aprende con mayor facilidad que el modo de trabajo fenomenològico, en el
cual yo mismo he sido educado. En esto hallo totalmente errados los intentos de
interpretar dialécticamente sus afirmaciones, en particular las de Verbergung [ocul-
tamiento] y Entbergung [desocultamiento].»
13. Ver el comentario de Gadamer acerca del libro de Ch. von Wolzogen sobre
Natorp, en Philosophische Rundschau 32 (1985), pág. 160. Acerca de la «caída»
de la hermenéutica en la «conciencia», detrás de la existencia, véase también
O. Poggeler, Heidegger und die hermeneutische Philosophie, Friburgo/Múnich:
Alber, 1983, pág. 395.
14. Publicado primero en 1968 con el título «Anmerkungen zumThema ‘Hegel
und Heidegger’», más tarde con el título «Heidegger und die Sprache der
Metaphysik», en Kleine Schriften (tomo III), y finalmente como «Die Sprache
der Metaphysik», en GW 3, 229-237.

385
también aquí acabará por dominar el Ge-stell (andamio/montaje) dentro
de las moribundas «ciencias del espíritu». La fraseología sociológica y psi-
coanalítica se ha asentado ya con tanta firmeza en el periodismo que ter­
minará por romper todos los diques contra el allanamiento generalizado y
los inundirá con sus aguas superficiales».15
Así se explica el largo y consciente retraso de la reacción de Heidegger
al libro de Gadamer. Sólo por vía indirecta se enteró Gadamer de una pri­
mera señal de reconocimiento por parte de Heidegger. Concretamente
llegó a saber que Jacques Lacan lo había visitado en Friburgo.16En una oca­
sión, ambos pasaron por delante de una librería y Heidegger señaló el libro
de Gadamer preguntando si Lacan lo conocía. Al contestarle que no,
Heidegger lo compró y se lo regaló con grandes elogios. En sus investiga­
ciones sobre la relación entre el inconsciente y el lenguaje, Lacan podía
encontrar, en efecto, algunos consejos en esta obra de Gadamer.17 No obs­
tante, en las conversaciones privadas entre Heidegger y Gadamer, el maes­
tro tenía más elogios para los otros libros del discípulo. Como afirmó en su
presencia, el libro sobre Celan de 1973 era el que más apreciaba entre todas
sus publicaciones.18 De algunas cartas de Heidegger, que están publicadas,
se desprende que también apreciaba mucho el estudio de Gadamer sobre
Platón, realizado en los años setenta y que creía que le permitiría corregir

15. Carta de M. Heidegger a O. Pòggeler fechada el 5-1-1973, citada en O.


Pôggeler, op. cit., pág. 395s.
16. Véase la entrevista con Hans-Georg Gadamer, en la Revista de la Asociación
Española de Neuropsiquiatría 59 (1996), pág. 523: «En fin, curiosamente, él
[Heidegger] nunca me dijo nada sobre Verdady método-, y todos mis amigos me pre­
guntaban sobre su opinión. Mi única información sobre su juicio es indirecta; pro­
viene de una visita de Lacan a Heidegger: Lacan fue a su casa; pero luego, durante
su visita a la ciudad, Heidegger vio en el escaparate de una librería mi libro, y le pre­
guntó a Lacan si lo conocía. Ante su negativa, lo compró y se lo regaló al tiempo
que lo elogiaba. Era ese su estilo. Más tarde, sí llegó a decirme que ese largo comen­
tario que hice sobre Celan era, de entre mis libros, el que más apreciaba».
17. Acerca de la búsqueda de Lacan de obtener el favor de Heidegger, y de sus
visitas en Friburgo, ver E. Roudinesco, Jacques Lacan. Esquisse d’une vie, histoire
dun système de pensée, Paris: Fayard, 1993, pág. 291-306. Sobre Lacan y Gadamer
véase el trabajo de Hermann Lang, alumno de Gadamer, Die Sprache und das
Unbewusste, Frankfurt a.M .: Suhrkamp, 1973, y Claus von Bormann, «Lacan
und Gadamer», en Dilthey-Jahrbuch 8 (1992/93), pág. 11-56.
18. Ver la entrevista en la Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría
59 (1996), pág. 523, así como también GW 10, 269.

386
su propia comprensión de Platón.19Todo ello puso más de relieve que Verdad
y método le había causado cierto malestar. Sin embargo, es un hecho excep­
cional que un maestro manifiesta un entusiasmo especial por las correccio­
nes que sus discípulos hacen en su propia obra. El respeto silencioso por los
logros de Gadamer muestra, de todos modos, que había leído la obra con
gran comprensión y reconocimiento.
La tarde del 14 de febrero 1969, Heidegger hizo el gran honor a su dis­
cípulo de ofrecer una breve alocución con motivo de su última lección, de
la que Gadamer creía que sería, en general, su última clase en Heidelberg,
aunque de hecho no fue así.20 Heidegger comenzó diciendo que Gadamer
había asistido a su primer curso oficial como profesor en Marburgo y aho­
ra, 45 años más tarde, él mismo estaba presente en la última lección de su
amigo y compañero de camino. Así, a lo largo de casi medio siglo habían
estado unidos en el trabajo de pensar. En señal de esta solidaridad, Heidegger
hizo algunas observaciones informales sobre el tema de la lección: Hegel y
Heidegger. Ambos tenían en común la máxima de la fenomenología que
Husserl había recordado: ¡A las cosas mismas! La experiencia fundamental
de la fenomenología señalaba así una posibilidad del pensamiento, y en rela­
ción con ello Heidegger citó y comentó sus propios textos de E l sery el tiem­
po : «Las aclaraciones del concepto previo de fenomenología muestran que
lo que tiene de esencial no es el hecho de ser real como «orientación» filo­
sófica. La posibilidad es superior a la realidad. La comprensión de la feno­
menología consiste únicamente en concebirla como posibilidad».21 Por eso,
en la fenomenología se trata de conseguir que se muestre a sí mismo «lo que
por sí mismo exige convertirse en fenómeno en un sentido esencial, es decir,
lo que no se muestra, lo que se esconde, sustrae y permanece en el olvido».22
Lo decisivo, añadió Heidegger, seguiría siendo asir esta posibilidad como
acto, como praxis del pensar. Al pronunciar la palabra praxis, que entonces
estaba muy de moda, Heidegger no pudo evitar la mención de la famosa

19. Citado por Gadamer, con orgullo, en el colofón de su discurso Das Erbe
Hegels (GW 4, 476ss).
20. Gadamer dictó su último curso oficial en el semestre de invierno de 1967-
1968. Sin embargo, continuó la actividad docente en Heidelberg como profesor
emérito, aunque creía que su curso del semestre de invierno de 1968-1969 sería el
último que dictaría allí.
21. M. Heidegger, Sein und Zeit [El ser y el tiempo], pág. 38.
22. Ibidem, pág. 35.

387
undécima tesis de Marx sobre Feuerbach: «Los filósofos sólo han interpretado
el mundo de distintas maneras, lo que importa es cambiarlo». Con su
peculiar sentido del humor añadió que, para cambiarlo, sí era preciso
interpretarlo. De esta manera consiguió ganar la simpatía incluso de los
estudiantes marxistas, de los que se podría haber temido que molestarían el
acto. Gadamer había prevenido a Heidegger en una carta de este peligro,
asegurándole que la ceremonia se haría eventualmente en su casa en pre­
sencia de un círculo de invitados.23 Había algo en Heidegger que siempre
guardaba cierta correspondencia con la utopía filosófico histórica de esta
generación de estudiantes. También él quiso preparar con su filosofía un
comienzo radicalmente nuevo. Heidegger conjuró este espíritu al termi­
nar su alocución misteriosamente con una cita de Kleist: «Cedo el paso a
alguien que aún no está aquí, y me inclino, anticipándome a él un milenio,
ante su espíritu».24
Con su asistencia a la última lección de Gadamer, Heidegger mostró
a su discípulo, a su manera, la profundidad del lazo que los unía y su agra-

23. Carta de H G G a Martin Heidegger fechada el 27-1-1969: «No es preciso,


por cierto, que insista en que una contribución filosófica de su parte a un curso
(¡cuyo contenido es usted!) es el más hermoso cierre de mi actividad docente.
Pero le ruego que se sienta usted en total libertad. Si la tranquilidad para trabajar
el viernes 14 se viese estorbada por cualquier razón (lo que no es de suponer), todo
podría tener lugar por la tarde, en mi casa: también su exposición sobre el tema
Espacio y claro.
24. Ver el relato de Hans Albert, antípoda de Gadamer, en su carta del 21-2-
1969 a Paul Feyerabend {Paul Feyerabend - Hans Albert Briefwechsel, pág. 96), rela­
to que, aun con toda su irónica distancia, permite entrever una cierta admiración:
«El viernes por la tarde nos dimos el gusto de ir a la última hora de clase de Gadamer,
al fin de la cual Heidegger (¡personalmente!) tomó la palabra por un cuarto de hora.
I[mre Lakatos] estaba completamente escandalizado del «rubbish» que decía este
Gadamer y comprendió, después de esto, el positivismo lógico (a partir de su «viven­
cia de Gadamer»). Heidegger estuvo un poco mejor -mencionó, entre otras cosas,
la 1 I a Tesis sobre Feuerbach, seguramente por primera vez en su vida, quizá para
lograr conectarse con el movimiento estudiantil, al menos, «interpretativamente»-,
terminando luego con una frase que sólo se puede entender en el sentido de que
él (Heidegger) es uno de los más grandes y que, en el mejor de los casos, uno mayor
aún podrá venir dentro de mil años. Muy impresionante, pronunciado con voz que­
bradiza. El público en general callaba lleno de devota atención; más tarde,
naturalmente, hubo un golpeteo de aprobación [golpeteo con los nudillos sobre
el pupitre, manifestación de reconocimiento usual en el ámbito universitario ale­
mán. N. del T^.

388
decimiento filosófico. En los años setenta, el contacto entre ambos también
se hizo más estrecho. En sus cartas comenzaron a dirigirse el uno al otro con
el trato de «estimado amigo». Heidegger se interesó mucho más por las
publicaciones de Gadamer, aunque seguía manteniéndose a cierta distan­
cia del concepto de «hermenéutica», del que su discípulo se había hecho
dueño. Se preguntaba, por ejemplo, si la hermenéutica estaba a la altura
para enfrentarse a la cibernética con su creciente influencia.25 Pero con
este tipo de planteamientos al menos reconocía y apreciaba a Gadamer como
interlocutor. Cuando le felicitó en 1971 por haber sido elegido miembro
del orden Pour le mérite, Gadamer le contestó con una gran reverencia:
«Huelga decir que soy plenamente consciente de haber recibido este honor
en representación de usted. No sólo en este sentido general de que uno está
en deuda con su maestro, sino en ese sentido muy peculiar de que soy eso
para todos los conocedores; y también sé muy bien que precisamente mi
tendencia a la moderación, esta indecisión casi establecida como principio
(hermenéutico) me convierta en accesible y admisible allí donde su punto
de partida original se considera como inaccesible e inadmisible». Fue, evi­
dentemente, el pasado político de Heidegger lo que le convirtió en per­
sona no grata para semejantes honores.
En la medida en que Heidegger se dio cuenta de que perdía sus fuer­
zas, sus visitas a Marburgo eran menos frecuentes, pero, en cambio, te­
nían un aire más íntimo. En ocasiones pidió a Gadamer que fuera a verle
en Friburgo para conversar sobre sus interpretaciones (sobre todo las de
Platón y de Hegel, pero, con ellas, también sobre las que había hecho del
propio Heidegger). Gadamer escribió a menudo desde Estados Unidos,
donde impartió sus cursos, y afirmó a Heidegger que, pese a la exten­
sión de la técnica, su pensamiento era muy influyente en el nuevo con­
tinente. Heidegger veía los muchos viajes de su discípulo con cierto mal
humor: Gadamer prestaría un mejor servicio a la filosofía si, en lugar de
estos viajes, trabajara en su libro sobre Platón, que Heidegger esperaba
con mucha expectación.

25. Ver la carta de M. Heidegger a Gadamer del 29-2-1972, citada parcial­


mente en GW 4, 479: «No obstante, la definición más estricta de la hermenéuti­
ca impone, al mismo tiempo, la pregunta acerca de si la pretensión peculiarmente
universal de la informática puede ser retrotraída a una modalidad extremadamen­
te deficiente del ‘entendimiento’, en términos de hermenéutica, y de qué modo pue­
de serlo.»

389
La noticia de la muerte de Heidegger alcanzó a Gadamer cuando vol­
vió de un viaje de conferencias por Noruega.26 Sabía o se imaginaba que el
entierro tendría lugar en la intimidad familiar, de modo que no se trasla­
dó a Messkirch para asistir al funeral. Sin embargo escribió inmediatamente
una carta a la esposa, Elfriede Heidegger, para explicar su ausencia.27 Ernst
Jünger fue uno de los pocos compañeros que, pese a todo, viajó a Messkirch
para asistir al entierro, y años después recordó28 que la ceremonia había sido
de un recogimiento muy especial, aunque el ambiente era muy tenso, por­
que Heidegger había deseado un entierro católico acordándolo detallada­
mente con su amigo Bernhard Welte, a pesar de que se sabía que se había
alejado de la fe católica.
En diciembre de 1976, Gadamer participó en Friburgo en una cere­
monia conmemorativa en honor a Heidegger, y en su conferencia «Ser, espí­
ritu, Dios» trató precisamente la cuestión de Dios en Heidegger. En los años
que siguieron puso la «busqueda de Dios durante toda la vida»29 de mane­
ra cada vez más decisiva en el primer plano del pensamiento de Heidegger,
definiéndola como la fuente secreta de toda su filosofía. Después de la muer­
te de Heidegger, Gadamer se ocupó muy intensamente de su obra y su lega­
do. Con su prestigio apoyó la fundación de una Sociedad Martin Heidegger,
que de esta manera pudo extenderse más allá del carácter provinciano del
sudoeste alemán, que algunos le reprocharon, y convertirse en la sociedad
filosófica alemana con el mayor número de miembros. La dedicación filo­
sófica a Heidegger por parte de Gadamer también estaba en relación con la
rápida publicación de cursos y manuscritos hasta entonces desconocidos
dentro de las Obras completas. La lectura de textos tempranos se convir-

26. Carta de H G G a Marcel Régnier, fechada el 28-5-1976. Sólo pocas sema­


nas más tarde, Gadamer perdió a otro de sus maestros de Marburgo: Rudolf Bultmann
murió el 30-7-1976.
27. Carta de H G G a Elfriede Heidegger del 28-5-1976: «Hace un momento
llamó por teléfono [el filósofo de Friburgo Werner] Marx, a fin de preguntarme por
qué no había estado presente en el entierro. Me entristece haberme excluido por
haber respetado su voluntad.»
28. E. Jünger, / prossimi Titani. Conversazioni con ErnstJünger [con Antonio
Gnoli y Franco Volpi], Milán: Adelphi, 1997, pág. 53. Ver Bernhard Welte, «Suchen
und Finden. Ansprache zur Beisetzung am 28. Mai 1976», en Erinnerungen an
Martin Heidegger, со тр . por Günther Neske, Pfullingen: Neske, 1977, págs. 253-
256.
29. Ver la conversación en Gadamer-Lesebuch, pág. 293.

390
tió para él en un reencuentro con la propia juventud y el propio origen. En
esos escritos, Gadamer volvió a ver al Heidegger hermeneuta y fenomenó-
logo que para su vida había sido decisivo pero que nunca había encontra­
do del todo en sus publicaciones. Los textos posteriores a la «vuelta» (Kehre),
con su estilo algo demasiado manierista, nunca le gustaron mucho pese a
toda la simpatía por sus temas. Incluso en El ser y el tiempo Gadamer no
reconoció al Heidegger oral y la obra siempre le parecía demasiado como
una adaptación exterior a la filosofía transcendental de cuño neokantiano
y husserliano. Para Gadamer fue una suerte especial que se descubriera y
publicara en 1989 el Informe a Natorp de Heidegger,30 que había sido tan
importante en su vida. En ese momento reconoció tan claramente el tor­
mento religioso de su maestro que redactó una introducción bajo el título
«El escrito teológico del joven Heidegger».
La suma de su dedicación a Heidegger llegó a un final redondo, aun­
que provisional, en el volumen de ensayos recogidos Heideggers Wege: Studien
zum Spatwerk de 1983, porque posteriormente Gadamer escribió comen­
tarios aún mucho más penetrantes sobre Heidegger. El tercer volumen de
sus Obras recogidas, publicado en 1987, incluye cinco nuevos ensayos espe­
cialmente sobre los comienzos de los caminos del pensamiento de Heidegger,
que entretanto habían quedado mejor documentados. Este volumen está
dedicado a la filosofía moderna, y especialmente a los tres «H» (Hegel,
Husserl, Heidegger), pero de hecho incluye cinco textos sobre Hegel, cin­
co sobre Husserl y ¡veinte sobre Heidegger! Y las cosas no quedaron ahí.
Aún el último volumen, que salió con motivo de su 95 cumpleaños, comien­
za con una larga sección bajo el título «Heidegger im Rückblick» y vuel­
ve a continuar el diálogo con la herencia de Heidegger. En verdad, Heideggers
Wege (Los caminos de Heidegger) es el libro que Gadamer nunca cesó de
escribir.
Gadamer sabe muy bien que gracias a su avanzada edad es uno de los
últimos testigos de Heidegger y tal vez de toda una época. Después de la
muerte de Heidegger, se convirtió en el «Nestor» de la filosofía alemana y
pudo gozar de una admiración cada vez mayor. De esta manera también salió
de la sombra de su maestro y, por consiguiente, comenzó a tener una nue­
va conciencia de sí mismo. Su prestigio se consolidó pocos años más tarde
de manera indirecta, cuando Jürgen Habermas formuló su frase de la «urba­

30. En Dilthey-Jahrbuch 6 (1989), pág. 237-269.

391
nización de la provincia heideggeriana» en su Laudatio para Gadamer de
1979. La expresión molestó a los heideggerianos, pero a Gadamer no le des­
agradó y la iba citando no sin placer, aunque con un tono más bien diver­
tido. La formulación no era desacertada y tal vez animaba a Gadamer a dar
un perfil aún más preciso a su propio enfoque. Así, en sus trabajos más recien­
tes sobre Heidegger y la hermenéutica -siempre reconociendo la superiori­
dad de la fuerza del pensamiento de su maestro- subrayó en medida cre­
ciente la diferencia entre la idea del ser en Heidegger y su propio y nuevo
planteamiento hermenéutico: Mientras que Heidegger ya sólo quería espe­
rar un comienzo radicalmente nuevo de la historia del ser para superar el
olvido del ser propio a la era tecnológica, Gadamer apelaba a los valores
humanistas del diálogo, de la razón práctica y de la facultad de juicio, que
nunca se habían olvidado del todo. Sobre todo en el extranjero, en Estados
Unidos y en Italia, se prestó atención a estas diferencias, valorándolas como
un paso importante más allá de Heidegger o también como un paso atrás.31

* * *

Si dejamos de lado las discusiones desde el punto de vista de la histo­


ria de la filosofía en revistas académicas especializadas -y ocasionales críti­
cas muy negativas32- una primera polémica objetiva y pública en torno a

31. Respecto de la recepción en Estados Unidos, véase como trabajo más recien­
te el inventario en el tomo de L. E. Hahn, (comp.), The Phibsophy o f Hans-Georg
Gadamer. The Library o f Living Philosophers Vol. XXIV, Chicago and La Salle, 111.:
Open Court Pubi., 1997. A esto se agrega el comentario de Christoph Quarch,
«Kritik der Friburger Urteilskraft. Heidegger lehrte Gadamer Philosophie, Gadamer
lehrt ihn Mores», en FAZ, 22-10-1997.
32. Una pésima critica de 40 páginas, hoy totalmente olvidada, fue la de Manfred
Thiel, de Heidelberg, «Soziologische Anachronismen in der Philosophie», en Studium
sociale. Ergebnisse sozialwissenschaftlicher Forschung der Gegenwart, Festschrift zum
65. Geburtstag von K arl Valentin Müller, со тр . por K. G. Specht, H. G. Rasch, H.
Hofbauer, Colonia/Opladen: Westdeutscher Verlag, 1963, pág. 223-265, que
fuera honrada con el silencio por Gadamer y en toda la discusión en torno a WM.
El autor no ahorra comparaciones con Goebbels y no ve en Gadamer otra cosa que
una apología de Heidegger (251). Thiel pretende constatar en el «miserable» libro
de Gadamer, «que ha sido considerado como el más carente de carácter desde 1945
y del que sólo sorprende que haya sido publicado», que «la «desestalinización» (pre­
firiendo evitar aquí una palabra aún más adecuada) de las cátedras filosóficas toda­
vía no ha tenido lugar (264) » . . . Ese es el tono a lo largo de cuarenta páginas.

392
Verdad y método sólo comenzó cuando Emilio Betti (1890-1968), quien
publicó en 1955 una hermenéutica de mil páginas influenciada por el pro­
grama de Dilthey, criticó la argumentación de Gadamer «contra» el méto­
do. Betti inició así una controversia que E.D. Hirsch retomó de manera
enérgica en Estados Unidos y que volvió a aflorar una y otra vez entre crí­
ticos de Gadamer de tendencia metodológica hasta la del discípulo de Karl
Popper, Hans Albert.33 En cierto modo la naturaleza misma del tema con­
llevó que la primera protesta viniera del lado de los defensores del méto­
do, porque ellos eran el principal blanco de ataque del libro de Gadamer.
Le ofrecieron así la oportunidad de escribir numerosos anexos y réplicas
para aclarar una serie de «malentendidos» que había suscitado su uso muy
amplio del concepto de hermenéutica. El primero de ellos fue el prefacio
a la segunda edición (1965). Estaba claro que no había pretendido ofrecer
una nueva metodología de las ciencias del espíritu, y lo único que le impor­
taba era rectificar su equivocada concepción de sí mismas. Otras contri­
buciones a estos debates «metodológicos» eran el artículo «Hermeneutik
und Historismus» de 1965 y el epílogo a la tercera edición de Verdady méto­
do de 1972, pero de todos modos era su opinión que estaba polemizando
con una concepción de la hermenéutica que él ya había superado. Como
mucho, sus contrincantes contribuían a clarificar y perfilar mejor su propia
posición sin conseguir siquiera acertar realmente el núcleo de ésta. A largo
plazo la influencia duradera de la obra de Gadamer contribuirá a que las
expectativas metodológicas en las ciencias del espíritu se revelen como un
malentendido cientificista y a que éstas lleguen a hacer una apreciación
humanística de su tarea.
Incluso el racionalista crítico Karl Popper se vio reflejado hasta cierto
punto en la crítica al positivismo de Gadamer. Cuando ambos se encon­
traron a principios de 1968 en Viena, con motivo del XIV Congreso
Internacional de Filosofía, Popper admitió que había puntos en común
entre su enfoque y el de la hermenéutica, ya que desde hacía tiempo había
sido su intuición básica que la ciencia no consistía en la descripción y acu­
mulación de hechos, sino en la construcción de hipótesis: la ciencia siem­

33. Ver E. Betti, Die Hermeneutik ais allgemeine Methodik der Geisteswissen-
schaften, Tubinga: Mohr Siebeck, 1962 (con párrafos tomados de su correspon­
dencia con Gadamer); E. D. Hirsch, Validity in Interpretation, Yale University Press,
1967; H. Albert, Kritik der reinen Hermeneutik, Tubinga: Mohr Siebeck, 1994.

393
pre parte de «prejuicios» que nunca se verifican de manera definitiva, sino
que sólo se pueden falsear. Así, Popper pudo solidarizarse con la tesis de
Gadamer según la cual los prejuicios son condiciones inevitables de la com­
prensión. Sólo consideraba que insistía más que Gadamer en la posibilidad
de revisar la comprensión y de saber algo más de los métodos científicos que
se practicaban realmente. En 1970, en una de sus raras tomas de posición
frente a Gadamer escribió:

En realidad, estoy tan alejado del positivismo como (por ejemplo) Gadamer:
porque resulta que he descubierto -y en ello se basa mi crítica al positivismo-
que la ciencia de la naturaleza no procede de manera positivista, sino que
se sirve esencialmente de un método que trabaja con «prejuicios»; sólo
que tal vez emplea prejuicios nuevos, y prejuicios que se pueden criticar, y los
somete a una crítica rigurosa. (Todo esto se encuentra en La lógica de la inves­
tigación, 1934). Incluso he empleado en este sentido la palabra «prejuicio» y
he mostrado que Bacon, quien arremetió contra los prejuicios, no compren­
dió correctamente el método de las ciencias naturales [...] De ahí: lo que me
separa de Gadamer es una mejor comprensión del «método» científico, una
teoría lógica de la verdad y la posición crítica. Pero mi teoría es tan contraria
al positivismo como la suya y he mostrado que la interpretación de textos (her­
menéutica) trabaja con métodos auténticos de las ciencias naturales. Además,
mi crítica al positivismo fue sorprendentemente exitosa. Después de muchos
años fue aceptada en gran medida por los miembros supervivientes del Círculo
de Viena, de manera que el historiador de la filosofía John Passmore pudo escri­
bir: «El positivismo está tan muerto como, en general, sólo puede estarlo un
movimiento filosófico».34

Incluso el discípulo de Popper, Hans Albert, quedó tan sorprendido


por estos puntos de coincidencia en la concepción de los prejuicios que tuvo
que preguntarse si Gadamer no se había inspirado en Popper. En cualquier
caso constató que Popper podía jactarse de un adelanto de 16 años en cuan­
to a su Lógica de la investigación,35 Gadamer mismo sólo se dio cuenta de

34. Karl Popper, carta a C. Grossner, citada en el libro de este último, Verfall
der Philosophie, op. cit., pág. 285. Gadamer pronunció en Viena una de las confe­
rencias de apertura: Über d ieMacht der Vernunft [Acerca del poder de la razón].
35. Ver la carta de Hans Albert a P. Feyerabend del 20-2-1967 (op. cit., pág.
30) sobre Verdady método-. «A pesar de todo, un par de partes son muy interesan­
tes, por ejemplo, Vorurteile, donde él adopta una posición muy semejante a la de
Popper en Open Society y en las correspondientes partes de Conjectures. Yo estaba
verdaderamente sorprendido. Popper, con todo, lleva una ventaja de alrededor de

394
esta coincidencia con la crítica al positivismo de Popper cuando había ter­
minado su obra principal, puesto que en Verdady método se había concen­
trado en gran medida en la tradición hermenéutica y fenomenològica, dejan­
do fuera de consideración la tradición epistemológica.36
En años posteriores, tanto Popper como Albert se distanciaron algo más
de esta solidaridad inicial con Gadamer. Aún en 1994, un cuarto de siglo
después de su primera lectura, en nombre del racionalismo crítico, Hans
Albert publicó una crítica durísima y típica para él a la filosofía de Gadamer
bajo el título Kritik der reinen Hermeneutik [Crítica a la hermenéutica pura].
Gadamer y Popper, que publicaban en la misma editorial en Tubinga, se
encontraban ocasionalmente con motivo de las jornadas de la orden Pour
le mérite a la que pertenecían. Puesto que vivía en Inglaterra, Popper acu­
día menos veces que Gadamer a estos encuentros, y en estas ocasiones, el
autor de la Lógica de la investigación ya no se acordaba muy bien de su con­
formidad con Gadamer, manifestada en Viena.
De todos modos, en Viena había otras razones para que Gadamer y
Popper simpatizaran. El 28 de agosto de 1968 las tropas soviéticas habían
invadido Checoslovaquia para aplastar la Primavera de Praga. El fenome-
nólogo Jan Patocka, de Praga, que participó en el Congreso de Viena, pudo
informar, muy deprimido y de primera mano, de la devastación del socia­
lismo «realmente existente». Los acontecimientos de Praga confirmarían a
Popper y a Gadamer en su posición política «liberal» justamente en el momen­
to en que las universidades y los estudiantes occidentales comenzaron a estar
cada vez más bajo la influencia marxista. En aquel momento, Popper había
publicado ya varios libros sobre las tentaciones y peligros de las utopías tota­
litarias para la «sociedad abierta». Las polémicas con esta izquierda, para la
que él sólo podía ser un «conservador», se convirtieron en un elemento esen­
cial de la historia de la influencia de Gadamer.

16 años. ¿Debería el bueno haberlo aprovechado un poco (es decir, Gadamer a Karl),
allí donde le cabe?»
36. GW 2, 4.

395
XV. Cañoneo desde la crítica a la ideología

La inquietud en las universidades no es ninguna nimie­


dad. En ella se afirma un profundo descontento; y se
detectan síntomas del mismo descontento en todo el
mundo. No estoy mencionando el hecho indiscutible
de que estas cosas estén siendo manejadas desde una ins­
tancia central. Esto está a la vista. Pero da que pensar
que, con este descontento, se esté alcanzando una reper­
cusión tan amplia. Considero posible que, a pesar del
aislamiento en el que la juventud universitaria se colo­
ca con ello ante la opinión pública, todo esto sea un
cañoneo de Valmy a partir del cual comience una nue­
va época: la época de la rebelión contra un mundo per­
fectamente administrado.
H a n s-G eo rg G ad am e r1

Si en el enfrentamiento con Betti y con las concepciones metodológicas


de la comprensión, Gadamer podía tener la sensación de encontrarse ante
una posición hermenéutica positivista y ya superada, el espíritu del tiempo
le empujó a una postura más defensiva, al verse confrontado con las obje­
ciones nuevas, «progresistas», de Jürgen Habermas y con una ola de críti­
ca a la ideología. Con esta ola, también su hermenéutica salió del enmo­
hecido círculo de las recepciones académicas y obtuvo estatura y vigencia.
Tal vez era este un mérito de Habermas. En efecto, hasta ese momento, el
eco que producía la obra de Gadamer era relativamente quedo. Hasta sus
alumnos más allegados no creían, en aquel tiempo, que la obra, aunque
imponente, llegase a ser un clásico de la historia reciente de la filosofía. Es
así como Rüdiger Bubner, que en los años sesenta estudiaba con Gadamer,
escribió: «Los más jóvenes no creimos, en aquel momento, que el libro de
Gadamer, aun con toda su riqueza en investigación pormenorizada, con sus
evidencias fenomenológicas y sus delicadas observaciones, pudiese desarro­
llar tal vitalidad que llegara a ser considerado, pasada ya una generación y
traducido, entretanto, a muchos idiomas, como una obra fundamental de

1. Carta a Martin Heidegger del 3-2-1968.

397
la filosofía actual. La obra ha ascendido ya hace tiempo a la categoría de
lo clásico.»2
El mismo Gadamer no creía del todo que hubiese creado una obra clá­
sica. Como lo denota su actividad como docente y conferencista por más
de 60 años, él continuaba su simple existencia como erudito y profesor, sin
mostrar la más mínima huella de soberbia por el paulatino «éxito» de su
obra principal. Muy por el contrario, se sentía liberado de la pesada carga
del libro y quería dedicarse, a partir de ese momento, a sus antiguas ta­
reas, de dimensiones mucho más reducidas.3En particular, retomó sus estu­
dios sobre Hegel y Platón, detenidos desde los años treinta. Su opúsculo de
1971 sobre Hegel fue el cumplimiento de una muy vieja promesa. En los
años sesenta se entregó también, y, aparentemente, de buen grado, a todo
tipo de tareas administrativas y de organización: en 1962 fundó una
Asociación Hegel, participó regularmente en un círculo de estudios sobre
historia de los conceptos (pero fue «excluido» por sus alumnos, en una acti­
tud de autoafirmación inmadura de la iniciativa paralela de trabjar el tema
«Poética y hermenéutica»), llegó a ser presidente de la Sociedad General
Alemana de Filosofía, cuyos congresos organizó, no tuvo reparos en formar
parte de cualquier comisión o reunión académica, en 1968 fue nombrado
presidente de la Academia de Ciencias de Heidelberg, publicó un libro de
lecturas filosóficas en la editorial Fischer y continuó escribiendo breves recen­
siones, artículos para diccionarios y ponencias para jornadas. Aun siendo
todas esas tareas muy meritorias, no se trataba de aquellas que necesaria­
mente se exigirían a un filósofo «muy reconocido». Pero Gadamer no se
consideraba como tal. Sólo el debate con Habermas, la muerte de Heidegger
y la edad avanzada modificaron esta situación. Más tarde, agregaron lo suyo
las condecoraciones y premios que se fueron sumando a partir de los años
setenta, así como las traducciones de sus obras, hoy en día numerosas.
En los años sesenta, pues, no había en Gadamer ninguna señal de que
creyera estar por encima de la vida cotidiana filosófica. Tampoco se sentía
llamado, como, por ejemplo, un Husserl o un Heidegger, a presentar su
propia «filosofía» en sus actividades universitarias. Su trabajo docente siguió
estando dedicado en buena medida a temas de historia de la filosofía.

2. R. Bubner, «Laudatio auf Hans-Georg Gadamer», en Sinn und Form 49


(1997), pág. 8.
3. Ver PL, pág. 182.

398
Tampoco mostró, después de Verdad y método, particular interés en pro­
seguir la configuración de su «hermenéutica». Sólo las sucesivas reedicio­
nes lo llevarían a escribir nuevos aportes a la hermenéutica, los cuales eran
de mucho peso y dejaron entrever a menudo nuevas acentuaciones de su
pensamiento hermenéutico, aunque él nunca quiso presentarlos en con­
junto en una recopilación. Había dejado atrás Verdad y método. Se trata­
ba, además, de una obra tardía. Pensaba que difícilmente lograría termi­
nar una nueva obra, más aún cuando su débil salud y la muerte de sus
amigos y compañeros de destino Krüger (1972), Lowith (1973) y
Schadewaldt (1974) le advertían acerca de su propia mortalidad. En 1973
pensó que él mismo moriría pronto, cuando los problemas circulatorios,
o bien, sobre todo, los medicamentos que tomaba en esa época, depri­
mieron su ánimo.4 En ese año vendió toda su biblioteca a la McMaster
Library en Hamilton, donde, a la sazón, era profesor invitado, conser­
vando para sí solamente las ediciones imprescindibles de los clásicos. Un
día decidió dejar de tomar las tabletas. Las depresiones y las dificultades
circulatorias desaparecieron, se sintió nuevamente bien y volvió a jugar
tenis con sus alumnos.
En los años por venir quería dedicarse a dos proyectos: sus estudios de
poética y la conclusión de su libro sobre Platón, que particularmente
Heidegger esperaba de él.5Tenía en claro que, ciertamente, no lograría escri­
bir sino breves artículos. Gracias a su longevidad, ambas promesas pudie­
ron cumplirse en el tomo séptimo de sus obras completas, con Plato im
Dialog ([Platón en diálogo], 1991), y en el octavo, con Kunst ais Aussage
[Arte como aserción, 1993]. No obstante, el Gadamer tardío tenía sus dudas
acerca de si el «sarcófago» de una edición de obras completas fuese el mejor

4. Véase la carta de H GG a M. Heidegger fechada el 22-4-1973: «Pero yo no


andaba nada bien. Por un tiempo, tuve una fase de alta presión arterial y, en gene­
ral, sufrí de mi punto débil, la nariz y la mandíbula. Y, sobre todo, los deprimentes
signos en torno a uno mismo: la enfermedad de Schadewaldt, la repentina muerte
de Jensen, la grave enfermedad de Lowith... Mi propio ánimo de trabajo es muy
fluctuante. A veces todo lo que he hecho me parece muy secundario y lo que vie­
ne demasiado difícil para mí; y, entonces, me pongo nuevamente en pie y me acuer­
do de que a uno no le está permitido distanciarse de ese modo de sí mismo.»
5. Ver PL. pág. 182. Gadamer también tenía desde hacía tiempo la idea de un
libro sobre los presocráticos. Esta idea encontró una cierta concreción literaria en
los primeros escritos del tomo 7o de sus GW, así como en el curso Der Anfang der
Philosophie (Stuttgart: Reclam, 1996).

399
marco para la recepción de tales estudios. Por esa razón, se ocupó de que se
dispusiese de ediciones de estudio de ambas publicaciones. Pero sus dudas
permanecieron. Cuando me puse a editar el Lesebuch (.Libro de lectura, 1997)
de sus escritos breves, él manifestó un especial interés en que se destacaran
sus trabajos tardíos sobre poética. Con ello quería indicar que el arte, y
no, como en Verdad y método, la pregunta epistemológica por las ciencias
del espíritu, constituía propiamente el punto de partida de su hermenéu­
tica. Ya en su autocrítica de 1985, se había distanciado de su unilateral pun­
to de partida para las ciencias del espíritu.
Pero una nueva presentación integral de su pensamiento estaba alejada
de sus propósitos. Ello hubiese constituido un nuevo monólogo. Prefería
responder a preguntas y desafíos. Y fue así como, sobre todo los debates con
Habermas y Derrida (se podría mencionar muchos más), lo condujeron
nuevamente al pensamiento y a una insospechada frescura. Aun cuando, en
ambos casos, se enfrentó a una decidida oposición, en esos diálogos apren­
dió mucho y pudo aplicar lo aprendido en sus posteriores escritos.

* * *

Con su olfato de académico, Gadamer había advertido muy pronto el


talento de Habermas. Estaba impresionado por el imponente trabajo de
su tesis doctoral sobre Schelling (1955), fuertemente tributaria de Heidegger.
También le había llamado la atención la temprana opinión crítica de
Habermas sobre Heidegger, publicada en el periódico Frankfurter Allgemeine
Zeitung (1953), en la que Habermas manifestaba su asombro por el hecho
de que Heidegger enviara en 1953 a imprenta, sin restricción ninguna,
su curso de 1935 Einführungin die Metaphysik [.Introducción a la metafí-
sica], con un pasaje sobre la «grandeza y verdad interior» del movimiento
nacionalsocialista. La argumentación de Habermas llevaba por título M it
Heideggergegen Heidegger denken [Pensar con Heidegger contra Heidegger].
Como contrapeso de la moda heideggeriana imperante en Alemania, esto

6. Véase la entrevista con Gadamer en Communale. Heidelberger Wochenzeitung,


n° 9, 24-7-1986, pág. 9. Habermas tenía sólo 24 años cuando este artículo fue
publicado con el bien intencionado título «Mit Heidegger gegen Heidegger den­
ken» (actualmente en J. Habermas, Pbilosophisch-politische Profile, edición aumen­
tada, Frankfurt a.M.: Suhrkamp, 1981, págs. 65-72).

400
se encontraba en la línea de Gadamer, a pesar de que consideraba preci­
pitado, pero también tolerable que un joven y talentoso investigador hicie­
se capital filosófico a partir del enredo político de Heidegger. Habermas lo
hizo de nuevo en los años ochenta pero, esta vez (entretanto, Habermas
se había establecido), suscitó la protesta de Gadamer contra una precipi­
tada sociologización de la filosofía.7
El joven Habermas era considerado en esos años como extremada­
mente «de izquierda», o «rojo», algo no infrecuente entre los jóvenes de
aquel tiempo, que estaban cada vez más enojados ante el fracaso o, por lo
menos, ante el silencio de la generación de sus mayores. Pero esto nunca
resultó molesto para Gadamer, siempre que las protestas iban acompaña­
das de talento y capacidad. Él se percató del asunto cuando se enteró de
que Adorno y Horkheimer discutían acerca de la tesis de habilitación aca­
démica de Habermas. No era, por cierto, habitual, que hubiese diferencias
entre ambos. Como senior de la escuela, Horkheimer se impuso con su
rechazo del estudiante que, a sus ojos, era demasiado de izquierda e impi­
dió su habilitación académica en Frankfurt, de modo que Habermas tuvo
que habilitarse en Marburgo con Abendroth, quien, tanto como la misma
Marburgo, también era considerado «rojo». Gadamer pidió que se le envia­
ra el manuscrito de la tesis de habilitación académica y se entusiasmó in­
mediatamente. Tanto se entusiasmó que, en agosto de 1961, le consiguió a
Habermas un puesto de profesor extraordinario en Heidelberg, aun
antes de que estuviese correctamente habilitado (1962), hecho que, para
Gadamer, era una antigua buena costumbre académica, pero que, entre­
tanto, ya era considerada inusual. Gadamer lo prefirió a Karl-Otto Apel,8

7. Heidegger und die Soziologie: Bourdieu und Habermas (1979/85), en GW


10, 46-57. En una conversación con el periódico Kolner Stadt-Anzeiger del 9/10-
2-1980, Gadamer veía también en Habermas más al sociólogo que al filósofo:
«Habermas es un sociólogo extraordinario. Como filósofo es para mi un Guardi­
ni rojo, que nunca articula sus supuestos. No comprendo que Habermas todavía
espere todo de la «emancipación». Ya hace mucho que los seres humanos buscan
nuevamente vínculos, descargas, un nuevo orden. Comprenden que solamente
aquel que haya aprendido también la disciplina se puede liberar de autoridades
aceptadas ciegamente. En el caso de muchos radicales que invocan el nombre de
Habermas reina el espíritu del seguimiento ciego, y en modo alguno el diálogo
libre de coacción.»
8. Conversación con Ralph Ludwig en la N D R [Radio alemana del norte] del
11-2-1995: «Por cierto, en lo académico, yo lo he hecho a él [Habermas]. Yo lo

401
quien, como Habermas y Pòggeler, provenía de la escuela de Becker y
de Rothacker en Bonn y llevaba la impronta de Heidegger. Así, el joven
Habermas se transformó en colega de Gadamer en Heidelberg por espa­
cio de tres años. A pesar de que entre ambos había una gran diferencia
generacional y, por lo visto, también temperamental, Gadamer no apre­
ciaba a ningún otro colega tanto como a Habermas. Los estudiantes
de Gadamer asistían a las actividades de Habermas, y viceversa, y entre
ambos se daba una relación llena de confianza y respeto. Era evidente que
Habermas tendía hacia la sociología, pero aprovechó sus años de enseñanza
en Heidelberg sobre todo también para adentrarse en la hermenéutica de
Gadamer, la que aplicaba, con gran eficacia, a su campo de investigación
de entonces, la lógica de las ciencias sociales. En 1967, Habermas presentó
un impresionante informe de investigación sobre esta temática, que
Gadamer hizo publicar en un grueso cuaderno extraordinario de su revis­
ta Philosophische Rundschau. En una forma cercana a la filosofía de la
historia y con soberana maestría, Habermas reconstruyó los sucesivos progre­
sos de la reflexión en la comprensión metodológica de sí mismas de las cien­
cias sociales desde el siglo XIX hasta el presente. Con pleno reconocimiento,
subrayó allí la contribución que la hermenéutica de Gadamer había signifi­
cado para la superación del positivismo en las ciencias sociales a través de la
demostración del carácter fundamental del entendimiento en el lenguaje para
la coordinación y orientación de la acción social. Según Habermas, Gadamer
indicó el camino para trascender no solamente el tradicional objetivismo del
lenguaje, propio de las ciencias sociales, sino también el objetivismo oculto de
la teoría del juego del lenguaje de Wittgenstein. No obstante, Habermas cri­
ticó el hecho de que la hermenéutica no hubiese podido incorporar a su refle­
xión la reivindicación de la pretensión cognoscitiva no sólo de la compren­
sión, sino también de la explicación y emancipación propia del psicoanálisis
y de la crítica a la ideología, que según Habermas, interrogaban el trasfondo
de los falsos acuerdos. Por eso, afirma Habermas en ese informe, la herme­
néutica debería retrotraerse a la crítica a la ideología. Con esto se había

había convocado para aquí antes que él hubiese obtenido la habilitación académi­
ca, ¿verdad?» Sobre la relación de repulsa de Horkheimer respecto de Habermas véa­
se W. Winkler, «Die Krise bleibt zu. Neues zur Gründungslegende der Bundesre-
publik: Horkheimer gegen Habermas, dazwischen Adorno», en D ie Zeit, n° 39,
27-9-1996.

402
atizado la disputa entre la hermenéutica y la crítica a la ideología. Esa dis­
puta se encendió con ocasión de una discusión académica acerca de la lógi­
ca de las ciencias sociales, pero tenía sus connotaciones políticas. La eman­
cipación, la crítica a la ideología y el desenmascarar los acuerdos ficticios
eran, al mismo tiempo, las consignas de la revuelta estudiantil que estalló,
en esos años, en Berkeley, París, Frankfurt y Berlín. Ante esos hechos,
Gadamer tenía, con su reconocimiento de la autoridad de la tradidión,
una posición difícil.
La situación meteorológica general anunciaba tormenta, puesto que
Habermas era considerado en aquel tiempo como uno de los portavoces más
importantes de la revuelta estudiantil neomarxista, aun cuando, durante el
debate con Gadamer, se esmeró en distanciarse de los «neuróticos» desvíos
que, en su opinión, aquejaban al activismo estudiantil. Con todo, él había
suministrado, con sus trabajos sobre Estudiante y política y su apasiona­
da participación en las reformas universitarias, la base teórica para el papel
casi «revolucionario» que habría de recaer sobre el colectivo estudiantil en
el capitalismo tardío9. Según Habermas, los estudiantes debían heredar el
papel de vanguardia que le había correspondido a la clase obrera en la teoría
marxista clásica. El levantamiento estudiantil se desencadenó en Alemania
cuando, el 2 de junio de 1967, el estudiante Benno Ohnesorg fue muerto
por las balas de la policía durante una demostración contra el Sha de Persia.10
A continuación de su entierro tuvo lugar en Hannover una Jornada sobre
condiciones y organización de la resistencia. La idea era la resistencia en
general contra el «aparato represivo estatal», resistencia que los teóricos de la
Escuela de Frankfurt, como Herbert Marcuse, habían erigido como lema del
espíritu del tiempo (a pesar de ser considerados «marxistas», Adorno y
Horkheimer mostraron ante el activismo estudiantil una clara reserva, por
decirlo suavemente). En la manifestación en Hannover, Habermas pronun­
ció el 9 de junio de 1967 un discurso titulado Über diepolitische Rolle der
Studentenschafi in der Bundesrepublik [Sobre el papel político de los estu­
diantes en la República Federal], discurso que fue muy utilizado y del cual

9. De Habermas véase especialmente Student und Politik. Eine soziologische


Untersuchung zum politischen Bewusstsein Frankfurter Studenten, 1961, 2a edición,
1967, Neuwied: Luchterhand (en común con J. von Friedeberg, C. Oehler y F.
Weltz); Protestbewegung undHochschulreform, Frankfurt a.M.: Suhrkamp, 1969.
10. Ver C. Grossner, Verfall der Philosophie, 1971, pág. I65s.

403
seguramente también se hizo uso abusivo como programa de la revuelta
estudiantil. En el discurso se afirmaba: «La tarea de la oposición estudian­
til en la República Federal de Alemania fue y es compensar la falta de pers­
pectiva teórica, la falta de sensibilidad ante encubrimientos y difamaciones,
la falta de radicalismo en la interpretación y práctica de nuestra constitu­
ción democracia y de Estado de derecho social, la falta de capacidad de anti­
cipación y de atenta fantasía, compensar, pues, omisiones. Su tarea es, si no
compensar, al menos denunciar la carencia de una política ilustrada en sus
intenciones, honesta en sus medios, progresista en sus interpretaciones y
acciones. Ai afirmar esto no paso por alto los estrechos límites que están
marcados a una oposición estudiantil».11 Esta última frase indica, sin embar­
go, que Habermas era consciente desde el principio de cuáles eran las posibili­
dades políticas y revolucionarias de una rebelión estudiantil.
La habilidad de Gadamer en sus réplicas a Habermas consistió en no
entrar prácticamente nunca en el terreno de la revuelta estudiantil, cir­
cunscribiéndose a la discusión puramente «hermenéutica» o de la teoría
de la ciencia. Gadamer estaba muy satisfecho con la aplicación de la her­
menéutica a las ciencias sociales, urgida por Habermas. Esto demostraba la
fecundidad de su propio punto de partida. Más allá del tema de la juris­
prudencia, las ciencias sociales, que en la época de Dilthey se llamaban toda­
vía ciencias del Estado, no habían ingresado propiamente en el campo vi­
sual de Verdad y método. La lucha por la Facultad de Ciencias Sociales en
Leipzig no constituía tampoco para Gadamer un recuerdo que elevara par­
ticularmente su espíritu. A pesar de que él afirmaba cuestionar el antiguo
dualismo metodológico, Verdad y método partía, de hecho, de la división
clásica entre ciencias naturales y ciencias del espíritu, ciencias éstas que,
en el caso de Gadamer, se orientaban principalmente hacia la filología, la
historia y la teología. Ahora se agregaban las ciencias sociales. Habermas
quería ver en ellas también un paso adelante respecto del estadio «conser­
vador» de Gadamer. Pues, según Habermas, las ciencias sociales no sola­
mente tienen el propósito de desarrollar una tradición cultural, sino que
reivindican una capacidad terapéutica, «emancipadora» que las coloca, de
alguna manera, entre las ciencias más avanzadas. A la cabeza de estas cien­
cias brillaban el psicoanálisis y la crítica a la ideología, a las que se asigna­
ba la tarea de cuestionar, en nombre de una anticipada emancipación, el

11. J. Habermas, Protestbewegung und Hochschulreform, pág. 141.

404
acuerdo que, de hecho, está operando en la vida social. Se agregaba ahora,
pues, un motivo «crítico» a las ciencias del espíritu meramente «compren­
sivas». Tras esa visión se escondía la imagen de que las ciencias del espíritu
solamente se ocupaban, casi como asunto de abuelos, de la conservación de
la tradición cultural -y, por lo tanto, de cosas pasadas de moda12- mientras
que las ciencias sociales miraban hacia delante, atribuyéndose competencia
para juzgar y modificar, hasta de manera normativa, a partir de la promesse
de bonheur en ellas contenida, las circunstancias sociales. La hermenéutica
sólo pretendía entender el mundo; en la crítica a la ideología se trataba, por
fin, de transformarlo.
Esto sonaba demasiado idealista, demasiado profètico para Gadamer.
El hizo valer, en primer lugar, que la transposición del modelo del psi­
coanálisis a la sociedad, contenía algo cuestionable. En la psicoterapia
se trata realmente de un paciente que se siente «enfermo» y que acude a
un médico competente en busca de consejo. Pero, ¿desde qué posición
puede afirmar el terapeuta social que una parte de la sociedad está enfer­
ma, o bien, que está sufriendo por una «comunicación sistemáticamente
deformada»? Así, a los ojos de Gadamer era Habermas el que no era sufi­
cientemente «crítico». Más adelante, Gadamer formuló esto con mucho
humor (y se vio confirmado en ello por la historia universal), diciendo:
«En la crítica a la ideología me faltaba la crítica a la ideología a la crítica
a la ideología.»13
En el mismo tenor resumía él en 1991 su antiguo punto de disputa
con Habermas:14 «El verdadero punto de desacuerdo con él es el siguien­
te: Habermas dice siempre que yo no conozco la realidad, y yo digo siem­
pre que Habermas no conoce la realidad. En ese desacuerdo estamos total-

12. Ya Heidegger, en la carta a Pòggeler citada más arriba, había hablado de las
«moribundas “ciencias del espíritu”».
13. Gadamer en la entrevista con Cord Barkhausen, en Sprache undLiteratur
in Wissenschaft und Unterricht, Paderborn/Múnich: W. Fink, 1986, pág. 97.
14. «Gesprâch mit Gadamer», en Sinn und Form 43 (1991), págs. 487-500.
La bibliografía secundaria para el debate Gadamer-Habermas es especialmente
inabarcable, sobre todo porque toca, más allá de la dimensión filosófica y política,
la conciencia de sí de todas las ciencias sociales y de la cultura. Acerca del trasfon­
do histórico de la controversia sobre la sociología de la ciencia véase, representati­
vamente, David Ingram, «The Historical Genesis o f the Gadamer/Habermas
Controversy», en Auslegung. A Journal o f Philosophy 10 (1983), págs. 86-151.

405
mente de acuerdo.» En resumen, el gran debate giraba en torno a la pre­
gunta acerca de quién representaba el punto de vista más crítico. Para
Habermas, Gadamer invocaba de manera demasiado poco crítica el acuer­
do vigente en la sociedad, acuerdo que, para Gadamer, según Habermas,
había que entender y aceptar. Habermas quería cuestionar este acuerdo
desde la crítica de las ideologías pero anticipando una pretendida situación
lingüística ideal de hecho y una competencia reivindicada con soberbia por
los terapeutas sociales, posiciones que Gadamer consideraba ingenuas y no
críticas.
Gadamer podía tomar con tanto mayor serenidad este debate, cuanto
la revuelta estudiantil debía producirle la sensación de algo dejá-vu, sien­
do que justamente una generación antes, en 1947, se había visto confron­
tado con las mismas consignas marxistas. En efecto, como rector de la
Universidad de Leipzig, él había representado la «autoridad burguesa» sin
más. Ya en aquel tiempo, él había insistido en que era una conclusión apre­
surada asociar sin más trámite a los profesores con el mundo burgués. Según
la visión de Gadamer, esa vinculación se había roto totalmente a partir de
1918. En 1947, él pronunció un discurso ante los estudiantes de orienta­
ción rebelde que podría haber tenido lugar, del mismo modo, en 1968: «De
esa manera, el tremendo pasado reciente que aún hoy nos rodea con las rui­
nas de nuestra existencia estatal y material ha dañado tremendamente la
relación entre los trabajadores y la inteligencia burguesa de nuestro pueblo.
En realidad, hace ya mucho que las cosas se han tornado diferentes. Es com­
pletamente cierto, por un lado, que la inteligencia alemana no ha partici­
pado, en general, de manera productiva en el ascenso de la clase obrera. Pero
no porque hubiese permanecido demasiado adherida a las concepcio­
nes de la sociedad burguesa. Todo lo contrario. Son, en lo esencial, con­
cepciones hoy irreales las que traban la relación recíproca entre la inteli­
gencia alemana y la clase obrera, que actualmente pugna por alcanzar una
posición de liderazgo. Ya antes de la Primera Guerra Mundial, los más
viejos de entre nosotros disolvieron en sí mismas las relaciones de la era bur­
guesa, y la generación que ingresó en la verdadera vida tras el derrumbe
de la Alemania guillermina asumió ante el ordenamiento social vigente una
postura idénticamente crítica que la de la clase trabajadora revolucionaria».15

15. «Universitát in unserer Zeit», Gottinger Universitats-Zeitung, n° 11, 9-5-


1947, pág. 10.

406
Sólo que, en 1968, la clase trabajadora revolucionaria había sido reempla­
zada por el «estudiantado revolucionario» que, sin embargo, por una ironía
de la situación, provenía en su mayor parte de la sociedad «burguesa» del
bienestar y nunca había tenido que experimentar la alienación a través
de su propio trabajo.
Gadamer quedó en gran medida preservado de los descarríos de la
anárquica revuelta estudiantil en la universidad. En 1968 se jubiló.
Él mismo solía decir que debía esa preservación al amigable reconoci­
miento que había brindado al joven Habermas.16 Pero, por otra parte,
Habermas no tenía tanta influencia sobre los estudiantes y, como es sabi­
do, era él quien había tenido más dificultades con los estudiantes fascis­
tas de izquierda (¡esa fue su expresión de aquel tiempo!), los que, en su
activismo en parte violento, se sentían abandonados por él. Una persona
allegada a Gadamer constataba en aquel tiempo, con disimulada satis­
facción ante el mal ajeno, que Habermas debía padecer ahora las conse­
cuencias de su propia actitud. Por el contrario, Gadamer había sabido
distinguir siempre entre Habermas, a quien tenía en muy alta estima, y
la juventud, que se había tornado anárquica. Otros colegas, sin embargo,
no han perdonado hasta hoy a Habermas su alianza con la revuelta estu­
diantil.
Ante el pensamiento no doctrinario y dialógico de su maestro, los
alumnos de Gadamer se sentían también poco desafiados por consignas
contrarias a la autoridad.17 Sin embargo, a comienzos de los años setenta
los ánimos de todos se enardecieron en el debate en torno al tema «her­
menéutica y crítica a la ideología». Este debate se transformó en un hie­
rro al rojo que dominó la escena filosófica e intelectual en Alemania y más
allá. Prácticamente ninguno de los seminarios preliminares de las ciencias
sociales y del espíritu dejó de ocuparse de él: la comprensión «herme­
néutica» era considerada «conservadora», mientras el cuestionamiento de
la «crítica a la ideología», por el contrario, «progresista». En 1970 apare­

16. Conversación con Ralph Ludwig en la N D R [Radio alemana del norte],


del 11-2-1995, pág. 13.
17. Véase al respecto R. Bubner, «Fragen und Verstehen. Hans-Georg Gadamer
zum achtzigsten Geburtstag», en FAZ, 10-2-1980: «Cuando el movimiento de pro­
testa de los años 60 hizo sonar los clarines para ir contra el dominio de los profe­
sores ordinarios, en Heidelberg, lugar de actuación de Gadamer durante años, no
se entendió de qué había de tratarse».

407
ció un libro conmemorativo en dos tomos en honor de Gadamer al cum­
plirse sus 70 años. En ese libro estaba representado todo aquél que tuvie­
se rango y nombre en Alemania y, en parte, en el exterior: Apel, Habermas,
Tugendhat, Krüger, Lowith, Pareyson, Ricoeur, Perelman, Beierwaltes,
Kuhn, junto a muchos de los más perfilados alumnos de Gadamer: Bubner,
Cramer, Fulda, Henrich, Lledó, Verra, Wiehl, y otros. El debate en torno
a la crítica a la ideología, representado en el libro por Apel y Habermas,
era el trasfondo de ese célebre volumen en el que, significativamente,
Heidegger ya no participó. Esa publicación fue seguida en 1971 por un
volumen extraordinario de la editorial Suhrkamp titulado Hermenéutica
y crítica a la ideología, que apuntaba directamente al asunto, y que con­
tenía una equilibrada «réplica» de Gadamer a toda la discusión.18 Muy
pocos de los jóvenes académicos de entonces pudieron resistirse a la ten­
tación de ver, junto a Ricoeur, en la crítica a la ideología un necesario com­
plemento crítico a la hermenéutica. Otto Pòggeler, por ejemplo, se mos­
tró sorprendido ante el hecho de que Heidegger no reconociera la
transformación que había que realizar en la hermenéutica a través de la
crítica a la ideología de Freud y Marx.19
Con la distancia de una generación es preciso reconocer, sin embar­
go, que la crítica a la ideología, entonces tan segura de su futuro, en razón
del decurso de la historia contemporánea o por las razones que fuese, ha
desaparecido prácticamente de la pantalla. Ni siquiera se oye actualmen­
te su nombre. En el caso de Habermas, ella ha dejado paso a una teoría
de la acción comunicativa, ya no emancipadora sino reconstructiva, muy
digna de atención. Esta teoría no se orienta por los paradigmas del psi­
coanálisis y de la crítica a la ideología, sino según los condicionamientos
del entendimiento en el lenguaje que se encuentran vigentes en la vida y
el mundo. En este abandono del modelo del psicoanálisis ampliado al
campo sociológico y en esta conexión con la situación concreta del diá­
logo se puede ver, con toda seguridad, un cierto acercamiento a las posi­
ciones de la hermenéutica que fueran criticadas a comienzos de los años

18. Hermeneutik und Dialektik, Tubinga: Mohr Siebeck, 1970; Hermeneutik


undIdeologiekritik, Frankfurt a.M., 1971.
19. O. Pòggeler, op. cit., pág. 395. Véase al respecto la toma de posición de
Pòggeler de 1971 frente a la controversia en torno a la hermenéutica y la crítica a
la ideología en su tardío libro Schritte zu einer hermeneutischen Philosophie,
Friburgo/Múnich: Alber, 1994, págs. 336-339.

408
setenta.20 La utopía emancipadora fue reemplazada por una ética del dis­
curso, que se orienta también por el modelo hermenéutico del entendi­
miento. La crítica a la ideología se tornó, con ello totalmente, herme­
néutica.

20. Véase al respecto el capítulo sobre Habermas en mi volumen Der Sinn fiir
Hermeneutik, págs. 122-146.

409
XVI. Juventud tardía

Mi influencia en el mundo es mínima. En todos los


círculos se me considera como alguien que ha señala­
do un camino. ¿Será aceptado? No parece ser así. En
el siglo que viene, se me tratará simplemente como una
figura del pensamiento del pasado. Lo tengo claro.
¿Y ahora? Soy un anacronismo viviente, pues, en rea­
lidad, no pertenezco ya a la actualidad, pero todavía
estoy aquí.
H a n s-G eo rg G ad am er1

Según manifestaciones del propio Gadamer, él eludió casualmente, pero a


tiempo, los disturbios estudiantiles en la Universidad de Heidelberg, en
razón de que, después del semestre de invierno de 1967/98, pasó a la con­
dición de emérito.2No obstante, siguió desempeñándose como profesor en
la universidad aun después de 1968. En virtud de una propuesta del direc­
tor del seminario filosófico, su alumno Dieter Henrich, se le confió la suplen­
cia íntegra de su propia cátedra vacante, desde el semestre de verano de 1968
hasta el semestre de invierno de 1969-1970.3 Más allá de esta fecha, con­
tinuó enseñando de buen grado en Heidelberg como profesor emérito, sobre
todo en los semestres de verano. Sólo limitó su actividad en el dictado de
cursos a partir del momento en que se le advirtió que constituía, tal vez,
una suerte de competencia para sus colegas y alumnos en Heidelberg. En
la mayoría de los casos, pasaba el otoño en Norteamérica, donde era pro­
fesor invitado desde 1969, primeramente en la Catholic University, en
Washington (1969), después en Syracuse (Nueva York, 1971), Hamilton
(McMaster University, 1972-1975), y finalmente en el Boston College
(1974-1986). Él experimentó esta actividad docente en Norteamérica como
una «segunda juventud».4

1. «Im Alter wacht die Kindheit auf», en Die Zeit, 26-3-1993.


2. PL, pág. 197.
3. UAH, PA 3850.
4. PL, pág. 198.

411
Gadamer tuvo, en realidad, una «cuádruple» juventud. La primera, la
natural, no la hubo del todo, pues se vio confrontado muy tempranamen­
te con golpes del destino que le arrebataron la dulzura de la juventud: la
pérdida de la madre y la muerte de su pequeña hermana, la enfermedad del
hermano, las privaciones durante la Primera Guerra Mundial, que tuvo que
afrontar con la disciplina que le impusiera su padre, y la propia poliomie­
litis. Sólo en 1923 logró emanciparse, cuando contrajo matrimonio, tam­
bién siendo demasiado joven.5 Sus años de estudios y de enseñanza fueron
opresivos, tanto desde el punto de vista de la historia contemporánea cuan­
to desde la perspectiva personal. Sólo después de su retiro experimentó una
verdadera juventud. En ese momento, se convirtió en un entusiasta trota­
mundos, que ahondaba en nuevas lenguas (inglés, italiano) que anterior­
mente sólo conocía en forma literaria, y que se alegraba como un niño de
su tardía fama mundial.
En la segunda mitad de los años ochenta debió limitar (¡un poco!), en
razón de su edad, su vida de trotamundos. En adelante, no voló ya más a
Norteamérica, ya que su médico y amigo Paul Vogler6 lo había convencido
a él y a su mujer de los peligros de los viajes en avión para las personas de
edad avanzada. Pero, a cambio de ello, siguió soportando largos viajes noc­
turnos en tren hasta Nápoles, donde, desde comienzos de los años ochen­
ta, se presentaba con regularidad como apreciado conferencista invitado en
el Istituto Italiano per gli Studi Filosofici. En la cumbre de su fama, era reci­
bido en Italia como un maestro de sabiduría de los tiempos primigenios.
Innumerables emisiones radiofónicas y televisivas lo elevaron a la condición
de una suerte de estrella de los medios. Nada se notaba allí de los ánimos
ideológico-críticos (¡y críticos de Heidegger!) que determinaban la recep­
ción de su pensamiento en Alemania. Hasta el diario comunista (pero ¿qué
significa esto en Italia?) L’Unità lo alababa con reverencia como un «Sócrates
moderno», cuya insipiencia podía aportar el mejor remedio contra la moder­

5. Ver PL, pág. 30.


6. Entre 1972 y 1975, Gadamer publicó, en común con Paul Vogler, una Neue
Anthropologie, que abarcaba 7 tomos y reunía artículos de las distintas ciencias sobre
el hombre. Esta publicación atestigua especialmente el interés de Gadamer por las
preguntas de la antropología, vigente a lo largo de toda su vida, pero también su
interés por la medicina, del cual iba a dar un nuevo testimonio el exitoso volu­
men Über die Verborgenheit der Gesundheit, publicado en 1993.

412
na cultura de especialistas.7 Como más adelante le resultó difícil viajar a
solas, se hacía acompañar a Nápoles por su hija Jutta, que también estaba
retirada. Su marido, el pintor Dieter Stòver, había muerto a los 62 años, en
1984.8Jutta había sido pedagoga de arte, hecho que, con seguridad, cons­
tituía una herencia de sus padres.
En la segunda mitad de los años ochenta, después de la interrupción de
su actividad docente en Norteamérica, Gadamer se dedicó, con su capaci­
dad de trabajo en plena frescura, a la publicación de sus obras completas.
El trabajo en esta edición constituyó algo así como su tercera «juventud».
Se alegraba visiblemente de escribir para esa edición nuevos trabajos, fru­
to de su actividad docente de las últimas décadas. Nada menos que diez
tomos, a menudo con nuevas anotaciones y acentos filosóficos, aparecieron
a ritmo presuroso en el transcurso de una década. Sentía un orgullo espe­
cial por haber podido llevar, de esa manera, sus reflexiones sobre la filoso­
fía griega y sobre la poética a una inesperada conclusión. El 11 de febrero
de 1995 apareció el décimo y último tomo de la edición, puntualmente para
su 95 cumpleaños, que fue celebrado con un emotivo acto festivo de cul­
minación en la Universidad de Heidelberg, en el que Paul Ricoeur pronunció
el discurso festivo y para el que se habían congregado muchos alumnos y
colegas.9
Después de esto, se inició algo así como una cuarta «juventud», en cuan­
to estaba liberado de la carga de la edición de las obras completas. Al prin­
cipio, nunca había pensado, por supuesto, que presenciaría todavía el final
de esa tarea. Así, se encontró de pronto con una nueva libertad en la que se
mezclaron la distensión y la desorientación. Era consciente que no podía ya
asumir muchas cosas. Así, comenzó a trabajar en un opúsculo, planeado en
cinco capítulos, acerca del tema «De la palabra al concepto». A este tema
estaban dedicadas sus últimas apariciones en público y sus últimas con­

7. Ver P. Lavatelli, «Gadamer, Yinesperto», L ’Unità. Giornale del Partito


Communista Italiano, 16-1-1990.
8. A propósito de su obra véase Dieter Stòver 1922-1984, Jahresausstellung 1987,
Kunstverein BadTòlz (con una conferencia pronunciada por Gadamer con el títu­
lo «Bild-Gedicht-Gesprâch») ; véase también el cuaderno dedicado a Dieter Stòver:
«Landerziehungsheim Reichersbeuern Max-Rill-Schule, Jahresheft: 1984/85; Dieter
Stòver 1922-1984.» Bilder undZeichnungen, Landesmuseum Oldenburg, 1990.
9. Ver el periódico Rhein-Neckar-Zeitung del 13-2-1995.

413
versaciones.10 Pero no podía lograr aún del todo una presentación concisa
del tema, lo que le hacía sufrir. Era, también, el tiempo de una creciente
soledad, como a menudo deben padecerla las personas ancianas. Ya no podía
andar sin ayuda y estaba muy limitado en sus posibilidades de desplaza­
miento. De manera conmovedora manifestó su perplejidad por encon­
trarse aún entre los vivos y se describió a sí mismo a menudo como un «ana­
cronismo viviente». Con la limitación de su actividad de conferencista
itinerante, actividad que prosiguiera ampliamente hasta los años noventa,
le faltaba ahora también la «píldora del aplauso» (como lo expresaba su
mujer) que le brindaban sus apariciones en público. No obstante, sus débi­
les piernas no le impedían ejercitarse diariamente media hora en la bici­
cleta fija. Sólo a los 75 años había renunciado al tenis (con orgullo conta­
ba que Steffi Graf era un fruto de su club de tenis de Heidelberg). En 1965,
al cumplirse los 75 años de la fundación de su club de tenis, hasta escribió
un diálogo que fue publicado en 1990 en un importante periódico,11 y
por el que se entusiasmó Richard von Weizsàcker, el entonces presidente
de la República Federal. Tal vez se trate de anécdotas triviales, pero el des­
afío que había significado el esquiar para Heidegger, oriundo de la Selva
Negra, correspondía a lo que para Gadamer era el tenis. Mientras que al
filósofo de Todtnauberg le importaba poder imponerse, tras reiteradas ascen­
siones de Sisifo, en el solitario y veloz descenso por las curvas heladas de las
empinadas laderas con sus abismos amenazantes, a Gadamer le importaba
aguardar el tiro del otro y construir, pacientemente, su respuesta, e impo­
nerse así con su propio compromiso (desde la época de Marburgo, Gadamer
era, asimismo, un magistral jugador de ajedrez). Esto también formaba par­
te de lo que había querido afirmar al elegir como lema de Verdad y método
aquel emocionante verso de Rilke:
Mientras atajes lo que tú mismo has arrojado, es todo
nada más que destreza y venial triunfo;
sólo si, de pronto, te tornas receptor de la pelota...

Cuando dejó de viajar a Norteamérica, más y más estadounidenses y


otros extranjeros acudieron a visitarlo en Heidelberg. Un grupo de sus alum­
nos, mayoritariamente norteamericanos, organizó a partir de 1989 unas jor­

10. Ver «Vom Wort zum BegrifF», en Gadamer-Lesebuch, Tubinga: Mohr Siebeck,
1997, así como también el diálogo subsiguiente.
11. Ver FAZ (Magazin), 9-2-1990.

414
nadas sobre hermenéutica que tenían lugar anualmente en Heidelberg y que
algunos colegas alemanes algo envidiosos denominaban irónicamente como
«Gadamer-Festival». No podían comprender que los estadounidenses se
interesaran tan vivamente por una obra como Verdady método. Este inte­
rés, empero, era sólo un indicio del eco de alcance mundial que experi­
mentaba esta figura, la más consecuente de la filosofía continental alemana
y todavía la más actual desde Nietzsche, Husserl y Heidegger. Es verdad que
una parte importante y valiosa de la filosofía alemana de posguerra se había
volcado, entretanto, a la así llamada filosofía analítica; pero el resto del mun­
do se interesa en verdad muy poco por los logros de los alemanes en este
campo, en el que tienen, por cierto, sobre todo una carencia que cubrir.
Estas informales jornadas de hermenéutica tenían lugar, en los años
noventa, siempre durante la primera semana de julio, justamente en coin­
cidencia con la ronda final del torneo de Wimbledon, en la cual los Steffi
Graf y Boris Becker -ambos del club de Heidelberg- celebraban sus mayo­
res triunfos. El hecho de que Gadamer, en vez de atender las alternativas del
torneo, se haya dedicado a escuchar papers estadounidenses, da testimonio
de su amor por el diálogo filosófico. La presencia de Gadamer en casi la tota­
lidad de las actividades, en medio del agobiante calor que hace en julio en el
valle del Neckar, convertía estas jornadas en un acontecimiento memorable.
Él hacía ocasionalmente comentarios, las más de las veces de tono benévo­
lo, pero a veces también crítico, animaba a los ponentes, que padecían las
consecuencias del Jet-lag, y pedía que le entregasen sus manuscritos. No le
gustaban los seguidores excesivamente fieles (como si pudiera acaso haber­
los con un pensador tan ajeno a lo dogmático). Hasta le molestaba si era cita­
do muy a menudo o si se transformaba demasiado en el contenido de las
conversaciones. Los ponentes debían proceder de manera fenomenològica,
es decir, abrir los ojos, en vez de citar textos escritos. Las jornadas giraban,
en la mayoría de los casos, en torno a la temática del volumen más reciente
de su «tercera juventud». Por ejemplo, después de la aparición del tomo sép­
timo siguieron unas jornadas sobre la filosofía griega, y después del tomo
octavo, sobre estética. Con esto, Gadamer podía abrigar la expectativa de
obtener un eco a sus últimos trabajos. El clímax de las jornadas lo constituía
siempre el domingo por la tarde, en el que Gadamer pronunciaba, en la mayo­
ría de las oportunidades, una conferencia de cierre en la que, con sorpren­
dente concentración, tomaba posición ante las conferencias de las jornadas
y desarrollaba sus nuevas perspectivas. Este clímax era sucedido inmediata­
mente por otro. A continuación del discurso de Gadamer, los ponentes se

415
reunían en una cena en común en una terraza en Neckargemünd y filoso­
faban hasta bien entrada la noche. Como Sócrates en el Banquete, Gadamer
daba siempre (bueno..., casi siempre) la impresión de ser el más fresco y
sobrio de todos. Por lo visto, el filosofar lo mantiene joven.
Tampoco en los últimos años Gadamer insistió en que lo acompaña­
sen todos los lunes y miércoles al seminario filosófico (tímido ante la técni­
ca, nunca poseyó una licencia de conductor), a fin de dictar cartas. Aun con
todo el trabajo que esto acarreaba, era para él una liberación de la soledad,
una ventana al mundo exterior que le mantenía abierta la posibilidad de con­
tinuar un diálogo. A pesar de las muchas preguntas y de los pedidos impo­
sibles que le llegaban (a partir de su 95 cumpleaños le parecía ser una «loco­
motora» para todo tipo de peticionarios que, con su nombre, querían adornar
y dar a conocer unas veces una exposición, otras una jornada, otras la edi­
ción de un volumen o una academia), consideraba importante estimular con
sus cartas a los jóvenes talentos. Después del dictado, recibía con charme irre­
sistible visitas en su oficina como si estuviese, de algún modo, en su hora
de consulta. Entre ellas había no pocos peticionarios, pero, en su mayoría,
se trataba de simples estudiantes o colegas de Alemania o del extranjero, con
los cuales, tras algunos vasos de fuerte Calvados, pasaba el resto de la tarde
en una taberna vecina. Allí continuaban los antiguos diálogos filosóficos con
los acostumbrados comensales, y se iniciaban nuevos con ocasionales visi­
tantes, para los cuales esas tardes en la presencia imponente y, a la vez, sen­
cilla del maestro se transformaban en todo un acontecimiento.
Gadamer practicaba allí la filosofía en la que siempre se sentía a gus­
to: la dialógica. La fortaleza de su pensamiento residía, desde siempre, en
su modo de ser socrático-dialógico, y no en la construcción abstracta del
concepto y de la realidad del mundo. En la respuesta del otro residía el reto
al que gustaba exponerse su pensamiento mayéutico. El alma de su her­
menéutica, como destacó siempre en su vejez, reside en que el otro podría
tener razón. La filosofía comienza y se realiza en la concesión socrática de
la propia insipiencia.
¿Qué sabe el hombre, propiamente, sobre sí mismo?, se preguntaba
Nietzsche.12Y aquello que él cree saber de sí mismo, ¿corresponde realmente
a lo que el hombre es? Allí se esconde también el punto clave de concien­
cia de la influencia y recepción históricas de Gadamer, esto es, que el saber

12. F. Nietzsche, Kritische Studienausgabe, tomo I, pág. 877.

416
del hombre acerca de sí mismo nunca llega al verdadero ser y modo de ser
del hombre. El hombre moderno piensa que es, gracias a su consciencia,
señor de su propia vida y de su destino. Pero ¿no está pensado esto de modo
demasiado instrumental? En contra de este instrumentalismo, Gadamer
recuerda en sus últimos trabajos el carácter ritual de la vida, según él, olvi­
dado.13 Ritual significa, en este contexto, la totalidad de nuestro actuar, pen­
sar y hablar, que está cargado de contenido a través de la coincidencia, la
costumbre y los usos. La corrección de nuestro actuar no descansa siem­
pre sobre normas comprobables o sobre pasos de la reflexión susceptibles
de ser formalizados. Mucho de aquello que hacemos, decimos y somos está
sostenido por un ethos que, en su velada actuación, es más espontáneo que
consciente. Es la convicción del Gadamer tardío que el marco del ritual
en nuestra vida es mucho más importante que aquello que puede objeti­
varse científica, pero también lingüísticamente. ¿Cuánto no se elimina del
campo visual cuando se procede a una objetivación? ¿Cuánto ritual no se
ha introducido en nuestras formas de educación, de convivencia, de con­
versación? ¿Acaso lo único importante son los contenidos susceptibles de
objetivación y de dicción, que podemos hacer conscientes, o intervienen
allí variantes totalmente distintas del comportamiento humano? Se trata
de aquellas inmensurables formas de vida que diferencian, por ejemplo, a
un español de un indio o de una inglesa. ¿Qué es allí lo diferente? No tan­
to la conciencia, no sólo la biología, sino también el ritual, el modo y mane­
ra como se vive, sin que esto pudiese o debiese objetivarse.
Con este concepto del ritual, el Gadamer tardío recuerda que el ámbi­
to de lo vinculante, es decir, de lo que nos vincula y mantiene unidos, se
extiende mucho más allá de lo que se puede dar cuenta de manera objeti-
vadora. Así, el concepto de ritual y la tácita reverencia que implica habría
reemplazado en su filosofía al de historia de la influencia y recepción (que
parecía «demasiado intelectual» al Gadamer tardío, ya que estaba aún muy
orientado al saber) y al de tradición. Pues, en su hermenéutica, no se trata
de una defensa de lo tradicionalmente recibido en cuanto tal, lo que -como
ya ha sucedido a menudo- podría descartarse fácilmente como tradiciona­
lismo, sino que se trata de los límites de la objetivación y del instrumenta-

13. Se han de considerar aquí sobre todo los ensayos de 1992 «Wort und
Bild —‘So wahr, so seiend’», y, especialmente, «Zur Phánomenologie von Ritual
und Sprache», en GW 8, 373-440. Véase, además, Vom Wort zum Begriff, así como
la conversación en Gadamer-Lesebuch, Tubinga, 1997.

417
lismo, sin más. El entender, el comportamiento, el sentir y el amar huma­
nos (pues no nos comportamos ante el mundo solamente ni primariamen­
te en forma cognoscitiva) tienen que ver, tal vez, menos con la conciencia,
con el hacer y el control, y más, mucho más de lo que se suele aceptar, con
un introducirse de manera subcutánea en el carácter ritual de la vida, en
un acontecer que nos envuelve y que sólo podemos deletrear balbuceando.
La idea fundamental de Gadamer es que este ritual oculto14 en que la vida
está engastada representa menos una limitación que una posibilidad de racio­
nalidad y libertad humanas. Es el sueño de una libertad dirigida contra las
variantes de la tradición y de la vida ritual que representa tal vez una funes­
ta abstracción de la modernidad técnica. El fundamento de nuestra razón,
de nuestro pensar y sentir, tiene, para hablar con el lenguaje de Schelling,
algo inmemorial.15 Se esconde «detrás» de nuestra razón en dos sentidos, a
saber, como lo que ella nunca puede alcanzar y, al mismo tiempo, como lo
que la hace posible.
En un mundo de la planificación, este mensaje de la hermenéutica sue­
na, tal vez, como algo fuera de época, pero justamente en ello reside su actua­
lidad, como lo ha destacado una y otra vez Gadamer: «A pesar de ello, me
parece que la unilateralidad del universo hermenéutico tiene a su favor la
verdad de lo correctivo. Esta verdad informa el punto de vista moderno del
hacer, del producir, del construir, acerca de las condiciones necesarias bajo

14. Este «ocultamiento» de nuestra más evidente experiencia de mundo es


un motivo muy importante del Gadamer tardío. Recordemos aquí el título de su
libro Überdie Verborgenheit der Gesundheit, Frankfurt a.M., 1993, así como el sub­
título Die Verborgenheit der Sprache, con el que se inicia su trabajo Zur Phanomenologie
von Ritual und Sprache (GW 8, 373), de la época tardía.
15. Para las referencias de Gadamer sobre la idea de Schelling referida a lo
inmemorial véase GW tomo 2, 103, 334; tomo 3, 236; tomo 8, 366; tomo 10,
64. Sin embargo, se trata también aquí de un acercamiento tardío al concepto de
lo inmemorial, que todavía no aparece en Verdad y método. En Verdad y método,
Gadamer habló preferentemente sobre la «substancialidad» que se encuentra detrás
de cada «sujeto». Véanse las elaboraciones posteriores acerca de este concepto de
la substancialidad en GW 8, 327: «Substancia significa aquí aquello que sustenta,
que no sale hacia fuera, que no es elevado a la claridad de la conciencia reflexiva,
que nunca se expresa completamente, pero que, no obstante, es imprescindible
para que la claridad, la consciencia, la expresión, la comunicación, la palabra acer­
tada, puedan ser. Substancia es el «espíritu que puede unirnos». El giro de Rilke
que acabo de citar insinúa que el espíritu es más de lo que cada uno sabe y sabe
de sí.»

418
las cuales él mismo se encuentra»16No deja de ser, en cierto modo, una para­
doja,17 que Gadamer, después de su retiro, pudiese tener, con estas ideas,
semejante repercusión en Estados Unidos, siendo que la hermenéutica se
dirigía en contra de la fascinación metódico-científica, que provenía sobre
todo de este país. Es probable que haya sido justamente esto lo que trans­
formó a la hermenéutica en un antídoto bienvenido. Sin embargo, el mis­
mo Gadamer descubrió en Estados Unidos que el ethos de la ciencia y de la
técnica no lo era todo, sino que allí seguían vivas otras solidaridades, entre
ellas la herencia puritana del comunitarismo social. Las tradiciones son, a
menudo, más poderosas que la ciencia, enseñaba.18Con su actividad docen­
te en Norteamérica, Gadamer amplió también su propio campo de expe­
riencia más allá del horizonte de la cultura y tradición alemanas, dentro
de cuyos límites había permanecido en gran medida su pensamiento y su
acción hasta 1969. Esta actividad, por tanto, contribuyó a unlversalizar la
hermenéutica.

* * *

Gadamer ya había recibido anteriormente invitaciones a dictar cursos


en Estados Unidos, en particular de la Catholic University en Washington.
Él las había rechazado todas de manera rutinaria, porque se sentía vincu­
lado a Heidelberg, pero también porque no se sentía totalmente seguro de
poder asumir una actividad docente en inglés. Cuando, en 1968, se dis­
ponía a escribir, como de costumbre, rehusando la invitación, debió cons­
tatar que, de pronto, la antigua razón de su negativa ya no existía: su
actividad docente en Heidelberg iba a concluir oficialmente en febrero de
1968. La balanza se inclinó hacia una inesperada respuesta afirmativa, en
virtud de un dubitativo argumento de su mujer: «¿Por qué no vas? Ya no
tienes nada que perder.» Ella tenía claro que, de otra manera, a su esposo
en situación de retiro le faltaría un auditorio. Ella misma no viajó, pues
debía ocuparse de Andrea, la hija de ambos nacida en 1956. En los tor­
mentosos años de las revueltas estudiantiles, la presencia de los padres era

16. Prefacio a la 2a edición de WM, GW 2, 448.


17. Ver R. Boyne, «Interview with Hans-Georg Gadame»r, en Theory, Culture
& Society 5 (1988), pág. 29.
18. Ver la entrevista con este título en Bild der Wissenschaft 6 (1986), págs.
80-88.

419
tanto más necesaria. Gracias a la consecuente guía de su madre, Andrea
comenzó una exitosa carrera como jurista (paralelamente, era una tenista
de primera clase en Baden-Württemberg).
A una actividad docente en Estados Unidos se oponían ahora sólo los
conocimientos de inglés de Gadamer. Ernst Tugendhat, que, en estos años,
vivía como inquilino en la casa de Gadamer y dedicaba sus esfuerzos a intro­
ducir la filosofía analítica anglosajona en Heidelberg, inicialmente tenía sus
dudas y quiso prestar su ayuda. Organizó un encuentro con un profesor
invitado de origen estadounidense en el que sólo se habló inglés. Los pasa­
bles conocimientos de idioma de Gadamer tranquilizaron a Tugendhat,
quien, hecha la constatación, dio luz verde al proyecto.
Sólo pocos días después de su última clase oficial en Heidelberg, en
febrero de 1968, Gadamer partió rumbo a su segunda «juventud». El román­
tico que había en él tuvo temor ante el largo vuelo, de manera que, por esta
primera vez, viajó en barco, y nada menos que en el Queen Elisabeth. En
primer lugar, participó en un coloquio sobre Schleiermacher en la Vanderbilt
University, en Nashville (Tennessee), en el que, el 29 de febrero, pronun­
ció una conferencia con el título «El problema del lenguaje en la herme­
néutica de Schleiermacher».19A esa primera estación siguió una larga gira

19. Carta de H G G a M. Heidegger del 3-2-1968: «A fin de atravesar el hiato


del retiro he aceptado una invitación a Estados Unidos y voy a estar de viaje desde
mediados de febrero hasta pascuas. Por cierto, no es la filosofía la que allí se inte­
resa por mí; para ella soy un Old-timer ni siquiera digno de verse. Pero justamen­
te esa situación de la filosofía allí le ha obtenido a mi libro una inesperada actuali­
dad entre los teólogos y los científicos de la cultura (y sobre todo entre los criticists).
Ellos ven en mi obra una legitimación de sus propias necesidades, que la philosophy
o f science deja insatisfechas. Es así que haré una pequeña gira, pero he puesto la con­
dición de viajar de ida y de regreso en barco y de hablar solamente en 4 o 5 luga­
res, probablemente Vanderbilt en el sur, Chicago, Harvard, Yale y John Hopkins
(Baltimore). De ese modo, espero tener tiempo para los grandes museos en Chicago,
Nueva York y Washington y poder liberarme de la parte turística». En realidad,
Gadamer visitó muchas más universidades de las que pensaba, entre ellas también
la de Texas. Además del texto sobre Schleiermacher, Gadamer disponía de dos temas
más para sus conferencias: Image and, Word, y The Concept o f the Divine in Pre-
Socratic Philosophy (véase R. E. Palmer, Hermeneutics. Interpretation Theory in
Schleiermacher, Dilthey, Heidegger and Gadamer, Evanston: Northwestern University
Press, 1969, pág. 256). De regreso a Heidelberg, Gadamer escribió a Heidegger el
22-5-1968: «Ya hace tiempo quería enviarle un relato más preciso acerca de mis
impresiones en Norteamérica pero, al mismo tiempo, esperaba siempre que usted

420
de conferencias en la que visitó muchas renombradas universidades norte­
americanas. El joven investigador de hermenéutica Richard Palmer
(MacMurray College, Illinois), que había sido por largos años estudiante
invitado en Heidelberg y que, justamente en ese año, había publicado un
libro de introducción a la hermenéutica20 que había abierto nuevos hori­
zontes en Estados Unidos, acompañó a menudo a Gadamer en las discu­
siones. Se habían traducido los manuscritos de Gadamer al inglés, pero él
mismo tenía dificultad para leerlos, de modo que decidió hablar libremente.
Sin embargo, en aquel tiempo, su inglés era catastrófico, aunque, natural­
mente, su público no quería, por cortesía, hacérselo notar. En el congreso
sobre Schleiermacher en Nashville pudo consolarse con el hecho de que el
inglés de Gerhard Ebeling era, a sus ojos (u oídos), aún peor...

* * *

estuviese dispuesto a hacer una visita veraniega a Heidelberg. [...] Sólo lo siguien­
te: en Norteamérica, usted se ha incorporado ya hace tiempo, y cada vez más, a la
lista de los clásicos incontestados de la filosofía. Nadie se atreve allí a pronunciar las
cursilerías a las que se está acostumbrado aquí. Sobre todo los más jóvenes, en muchos
lugares, han trascendido largamente la ola tecnológica. Menciono esto sobre todo
porque tengo un motivo determinado. En Yale, en la Art Gallery, que visité con el
joven colega Harries, encontré dos fragmentos del Altar del Maestro de MeíSkirch,
y mi joven colega sugirió inmediatamente enviarle a usted el cuadernillo adjunto,
en el cual encontrará, en la pág. 49ss, la reproducción y la crítica de ambos cuadros.
Tómelo, por favor, como un signo. Además, en Yale me preguntaron si existiría
alguna posibilidad de conquistarlo a Ud. para un semestre como profesor invitado,
por supuesto, sin obligación ninguna. No obstante, tengo mis dudas de que quie­
ra usted asumir las fatigas del viaje, lo cual no callé. De todos modos, las cosas allí
se ven de esa manera: la perspectiva de hablar en alguna ocasión con usted sería algo
muy importante para algunos de los colegas más jóvenes. No obstante, espero poder
informarle pronto algo mejor verbalmente.» Naturalmente, Heidegger nunca se
dejó ganar para un viaje a Norteamérica. Como lo relatara a menudo Gadamer,
Heidegger no ocultó más tarde su disgusto por el hecho de que Gadamer viajara
muy a menudo a Norteamérica, en vez de trabajar en su libro sobre Platón... Eso
es también lo que se puede leer entre líneas en la carta de Heidegger a Gadamer del
29-2-1972: «He hecho enviar por la editorial mi Schelling a Heidelberg, esperando
que lo distraiga lo más posible de sus tareas en Estados Unidos.»
20. Richard E. Palmer, Hermeneutics. Interpretation Theory in Schleiermacher,
Dilthey, Heidegger and Gadamer, Evanston: Northwestern University Press, 1969.
Dado que en ese momento no existían traducciones de las obras de Gadamer al
inglés, el libro de Palmer tiene el gran mérito de haber introducido la hermenéu­
tica en Estados Unidos.

421
Poco después, y gracias a la invitación del profesor Dougherty, Gadamer
fue nombrado profesor invitado en la Catholic University en Washington.
Por fin, aprendió correctamente el inglés. Como la hermenéutica era aún
ampliamente desconocida en Estados Unidos y sólo desde 1975 existía una
edición en inglés de Verdad y método, de muy insatisfactoria traducción,
aunque más tarde, en 1989, fue mejorada, se solicitó primeramente a
Gadamer que dictara cursos sobre fenomenología (lo que en Estados Unidos
se reiteró más tarde una y otra vez). En torno a esta idea principal de orien­
tación husserliana se aglutinaba en aquel tiempo en Estados Unidos la así
llamada filosofía «continental», que debía luchar en Estados Unidos por su
derecho a existir junto a la filosofía analítica, que tenía una posición domi­
nante. En aquel tiempo, se comprendía a esta filosofía «no analítica» como
«fenomenològica», pero en un sentido fuertemente ecuménico, que abar­
caba tanto a Hegel cuanto a Heidegger o a Sartre. Todos los filósofos «euro­
peos continentales» de este lado de la línea de la filosofía analítica que
proviene de Russell y Frege pertenecían a la «fenomenología». Para Gadamer,
la fenomenología era algo distinto: un filosofar que se dirige directamente
hacia las cosas, tal como la habían ejercido antes que él Husserl y Heidegger.
Así, sin vinculación a texto o autor alguno, dictó en Washington un semi­
nario «fenomenològico» sobre la pregunta acerca de qué es tener una ocu­
rrencia.21 La sorprendente pregunta y la forma de trabajo, no habitual en
Estados Unidos, hallaron un buen eco, más aún siendo que Gadamer se sen­
tía más a gusto en la praxis dialógica de seminario que en el marco, para él
opresivo, de una conferencia pública.
Impresionado por su trabajo en Washington, el padre Joseph Flanagan
le ofreció, ya a comienzos de los años setenta, asumir una tarea docente en
el Boston College. Gadamer sabía solamente que se trataba de una uni­

21. En el curso que dictara en la Catholic University, Gadamer repitió el que


había dictado en Heidelberg en el semestre de invierno de 1968/69, en el marco
del cual había hablado Heidegger. Véase la carta a M. Heidegger del 4-4-1969: «Mi
curso lleva el título Die phànomenobgische Bewegung y procuro repetir en inglés,
en forma simplificada y concentrada, el curso que acabo de dictar en Heidelberg.
Mis renovados estudios sobre Husserl me hacen ver con creciente claridad el cos­
tado trágico de ese logro intelectual, el constante enredo en sí mismo, del que no
puede liberarse del todo sin retroceder a los motivos más simples y más antiguos de
su propio pensamiento. Después de pascua quiero presentar sus [de Heidegger]
puntos de partida. He meditado mucho sobre el tiempo y el espacio temporal, sobre
la base de sus escritos.»

422
versidad de los Jesuítas, y asociaba involuntariamente este «College» con
el Collegium Romanum de Roma, cuya enorme fachada con cien ventanas
causaba una impresión de poder y de opresión que intimidaba. Nunca iría
allá, pensó. De ese modo, tras una actividad docente de cinco semanas en
la Syracuse University (1971), prefirió aceptar una invitación de la McMaster
University de Hamilton (Canadá), donde un sobrino lejano suyo era pro­
fesor de matemática. Pero Flanagan lo invitó una y otra vez. Después de tres
semestres de otoño en Hamilton, un día, Gadamer decidió ir en compa­
ñía de su sobrino a Boston, en Nueva Inglaterra. La pintoresca ciudad y el
campus le agradaron de inmediato. Nada recordaba al Collegium roma­
num. Así, empezó a dictar clases en el College.
A un europeo podrá sorprenderle que Gadamer dictara clases en ins­
tituciones con semejante connotación eclesiástica, pero éstas eran casi las
únicas, en Estados Unidos, en las que se practicaba la filosofía no analítica
con espíritu muy abierto. Por supuesto, un vago tomismo flotaba a veces
sobre esta cultura de la vieja filosofía, pero esto no molestaba mucho a
Gadamer. Sólo significaba que allí se prestaba especial atención a los grie­
gos.22 La crisis del tomismo aristotélico constituía, obviamente, el trasfon­
do de una recepción tan interesada de sus estudios sobre Platón por parte
de los Jesuítas. A Gadamer le alegraba que se prestara tanta atención a sus
estudios sobre la antigüedad, más aún en cuanto le parecía que los mis­
mos eran poco tenidos en cuenta en Alemania. Gadamer manifestó no pocas
veces la opinión de que, en realidad, sus estudios sobre Platón formaban
parte de lo más original que él hubiese producido jamás.23 Como, en aquel

22. Ver GW 10, 347. Véase la carta a Martin Heidegger del 25-2-1976 (su
última carta a Heidegger). «Los estadounidenses estudian aquí con entrega Sein und
Zeit, y últimamente también Truth and Method y Hegel’s Dialectic. Y entre los innu­
merables necios de buena voluntad se encuentra siempre de nuevo uno u otro que
le produce a uno admiración. En conjunto, veo ahora claro que es al elemento cató­
lico (irlandés) del país al que hay que dirigirse. En ese sentido, las cosas están mejor
aquí que en Canadá, pues allí el elemento católico representa una muy pequeña
minoría. Pero usted sabe, por cierto, por larga experiencia, que la tradición católi­
ca tiene sus propias dificultades con el «pensamiento», aun cuando estas no sean
tan grandes como las de los tecnócratas, que lo dominan todo. Los no-católicos pru­
dentes y capaces prefieren todavía, por esa razón, la filosofía en las universidades
católicas a la esterilidad «analítica» usual en el país. Así es como aquí, en el Boston
College, una fundación jesuita, estoy, en suma, en el lugar correcto.»
23. Ver «I greci e la poesia: Colloquio con Hans-Georg Gadamer», en Paradosso.
Quadrimestrale di Filosofia, n° 1 (1992), pág. 133.

423
tiempo, tenía serias dudas de poder llevar a término su prometido libro sobre
Platón,24 se consolaba por lo pronto con la cálida acogida que hallaba en
Boston y que permitía abrigar la esperanza de formar talentos más jóvenes.
Él compartía con ellos animadas conversaciones vespertinas (tardes bien
prolongadas, pues se cenaba ya a las 18 hs.) en la idílica Roberts House, en
la que él estaba alojado y donde por las tardes le servían Old Weller, su
whisky preferido.
Durante dos décadas Gadamer dictó clases prácticamente cada otoño
en Norteamérica, poniendo de este modo las bases para la difusión de la
filosofía hermenéutica allí. Con el tiempo, se lo recibió cada vez con mayor
interés y aprecio. En efecto, al principio, él era bastante desconocido en
Washington y en Hamilton. Sus colegas, en su mayoría analíticos, no te­
nían idea acerca de quién era él. Su modo de filosofar estaba tan alejado del
practicado en el lugar, que no se podía dar más que una relación de cortés
colegialidad. Como consecuencia de la teoría científica historicista de Thomas
Kuhn, de la filosofía tardía de Wittgenstein y del cambio hacia lo pragmá­
tico de Quine y Rorty, también la filosofía analítica en Estados Unidos se
tornó crecientemente «hermenéutica», de tal modo que también para ellos
la hermenéutica y el nombre de Gadamer se convirtieron en magnitudes
ineludibles.25 Al comienzo de los años setenta, Gadamer era todavía para
muchos un profesor invitado con el que se debía hablar sobre cualquier cosa
menos sobre filosofía. El que se interese hoy día por los títulos de sus acti­
vidades docentes en Boston y Hamilton estará muy decepcionado, ya que,
en el sistema tan escolarizado del College estadounidense, Gadamer tenía
que ofrecer cursos con títulos típicos, preestablecidos, como «Platón», «Textos
claves en Aristóteles», «Fenomenología», etc., que, de todas maneras, esta-

24. Ver la carta de H G G a H. Kuhn del 24-8-1975: «¿Lograré avanzar ahora


en mis estudios sobre Platón? Mi ánimo de vida no es aún tan desbordante como
para que me sienta seguro de ello».
25. A propósito de la hermeneutificación de la filosofía analítica véase la entre­
vista con Gadamer en el periódico Frankfurter Rundschau del 11-2-1995: «Esto
corresponde exactamente a la experiencia que he obtenido en Canadá, en la Quee­
n’s University, en Ontario. Allí existía un departamento puramente analítico. Un
alumno mío de tiempo atrás me había invitado allá como kantiano y tuvimos un
lindo debate. Cinco años más tarde, me invitó nuevamente. Pero, a raíz de mi edad,
yo ya no tenía ganas de viajar y dije: ‘¿Sabe?, yo ya conozco aquello’. Pero él me res­
pondió: ‘Ya no, entre tanto, todos se han vuelto hermenéuticos’».

424
ban prefijados en el programa de cursos. Gadamer solía relatar la simpá­
tica historia de aquel estudiante que, al comienzo de un semestre, fue a
su despacho y le preguntó acerca de qué versaría su curso. Al responder
Gadamer «Platón», el estudiante respondió desencantado: «¡Qué pena!
Ya he asistido a ese curso!» Gadamer sabía hablar muy bien de sus cosas
con su arte del discurso libre y llegar, así, a muchos estudiantes, pero debía
hacerlo, sin embargo, en un marco escolarizado y ante un círculo habi­
tualmente reducido de estudiantes inscritos. Sólo sus posteriores presen­
taciones públicas se transformaron en acontecimientos masivos, tal como
lo habían sido hacía tiempo y lo eran cada vez más en Europa. Cuanto más
avanzada era la edad de Gadamer, tanto más se sentían orgullosos sus oyen­
tes de haber podido tener todavía la «vivencia» de escuchar a Gadamer.
Muchas personalidades prominentes participaban también en las entregas
de reconocimientos honoríficos que se hacían al cada vez más anciano
Gadamer: desde los presidentes de la República Federal de Alemania,
que Gadamer encontraba con regularidad en las jornadas de la orden Pour
le mérite en Bonn, que ellos presidían, hasta el papa Juan Pablo II, que
había sido profesor de fenomenología en Polonia y que veía en Gadamer
a una autoridad indiscutible. Cuando se encontró con Gadamer en las con­
versaciones de Castelgandolfo, organizadas por el Instituto para las Ciencias
del Hombre, de Viena, el Papa se mostró agradecido, como lo expresara
públicamente, «de que la Providencia me haya concedido todavía el honor
de haber estrechado la mano del profesor Gadamer».26También con Helmut
Kohl, en aquel tiempo canciller alemán, se encontró Gadamer cuando esta­
ba en Bonn. Kohl, que, en los años cincuenta, había estudiado historia en
Heidelberg con Walther Peter Fuchs (nacido en 1905), hizo en los últimos
años ocasionales comentarios acerca de que había sido alumno de Gadamer
(de lo cual Gadamer no podía acordarse). Aunque estaba contento por la
caída del muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989, no obstante, el pro­
ceso de unificación le pareció a Gadamer algo precipitado. En 1990 le pare­

26. Gadamer pronunció en Castelgandolfo, en agosto de 1983, un discurso


intitulado Btirger zweier Welten [Ciudadanos de dos mundos] (GW 10, 225-237).
Él tenía en perspectiva, ciertamente, al papa polaco, al destacar allí la virtud fun­
damental de la «solidaridad». Acerca de estos diálogos de Castelgandolfo, en los cua­
les participaron, entre otros, Emmauel Levinas, Paul Riœur, Charles Taylor y Robert
Spaemann, véase la biografia de Levinas escrita por Marie-Anne Lescourrer, Emmanuel
Levinas, Paris: Flammarion, 1994, pág. 297ss.

425
cía mucho más adecuado conservar, por un tiempo, dos Estados alemanes,
hasta que el abismo entre ambos estuviese superado.27 La unión monetaria,
llevada adelante por Helmut Kohl en virtud de razones políticas, le pareció,
también en lo económico, totalmente irreal. Pero, con el realismo que lo
caracterizaba, Gadamer se mostró más tarde satisfecho con el fa it accom­
p li de la unificación alemana.28 Tal vez, pensaba, Kohl había probado po­
seer el instinto político acertado, al aprovechar el momento propicio. Pero
por sobre todas las cosas era la cordialidad de Kohl lo que Gadamer había
aprendido a valorar. Él había podido experimentarla en sus últimos encuen­
tros con Kohl. Fue en un breve encuentro en la sede de la cancillería, cuan­
do Kohl se tomó unos minutos de tiempo para Gadamer. Kohl comenzó
a relatar de su tiempo de estudiante en Heidelberg, y la conversación deri­
vó hacia su profesor Fuchs, a quien Gadamer también conocía. «¡Ah!», seña­
ló Kohl, «escribámosle una carta juntos, que le dará una alegría!» Y ambos
formularon de inmediato unas líneas para el viejo maestro. Kohl añadió,
con una hilaridad que conquistó a Gadamer: «Sabe, señor Gadamer, a veces
hay que darle una alegría a las personas.» Este era Kohl de cuerpo entero,
quien, tal vez, no ingresará en la historia como discípulo de Gadamer, pero
sí como el canciller de la unidad alemana y de la comunidad europea.
* * *

27. Véase la entrevista con Riccardo Dottori, «Saluto questo secolo con gioia»,
en La Repubblica Mercurio, 10-2-1990, n° 57: «Come si può superare un tale diva­
rio tra le due Germanie? No, non credo che la risposta immediata sia la riunifica­
zione.» Ver también la entrevista «La grande Germania aspetti: ‘L’unione si debe
compiere con un’evoluzione graduale di 50 anni’ », en La Sicilia, 11-1-1990, año
XLVI, n°10, pág. 3.
28. Ver la entrevista con Gadamer «Without poets there is no philosophy», en
Radicalphilosophy 69 (enero - febrero 1995), pág. 33s: «[Pregunta:] What about the
reunification o f Germany? Were you completely surprised by it? [HGG:] I was sur­
prised. But I was hoping there would be a Federal solution, because the idea o f
Europe would be much easier to organise without the overwhelming power of a
unified Germany. O f course, I realise that that may have been impossible, and we
should not forget that in the end it was a bloodless transition. So I think we must
accept it as it is, and make the best o f it.» [«Pregunta: ¿Qué piensa sobre la reuni­
ficación de Alemania? ¿Estaba usted totalmente sorprendido? H G G : Estaba sor­
prendido. Pero yo esperaba que se diese una solución federal, porque la idea de
Europa iba a ser mucho más fácil de organizar sin el enorme poder de una Alemania
unificada. Por supuesto, me doy cuenta de que podría haber sido imposible, y no
hemos de olvidar que, al fin, fue una transición incruenta. De manera que pienso
que debemos aceparlo como es y hacer de ello lo mejor».]

426
Más allá de la recepción que tuvo en las universidades más o menos
«confesionales» de Estados Unidos, en las cuales los estudios de Gadamer
sobre la antigüedad encontraron suelo fértil, la hermenéutica de Gadamer
halló también aceptación en los departamentos de ciencias literarias y de
literatura comparada. Esto era tanto más bienvenido para Gadamer, en cuan­
to, en esos años, estaba dedicado justamente a su trabajo sobre poética. Ya
había presentado sus ideas de avanzada sobre la poética bajo el título Acerca
de la verdad de la palabra en un simposio en Toronto, en marzo de 1971.29
Él anunció para 1972 la pronta publicación del manuscrito de esa ponen­
cia,30 pero sólo lo libró a la imprenta dos décadas después, como si hubie­
se querido o tenido que rumiar por más largo tiempo esa particular temá­
tica. Gadamer trató en repetidas oportunidades temas literarios en
Norteamérica y en Europa, pero, en comparación, son raras las oportuni­
dades en que publicó algo al respecto. También aquí, la interpretación con­
creta de la poesía parece haberle sido más afín que la elaboración abstracta
de una poética teórica. Gustaba de citar a Schleiermacher, que había dicho:
«Odio toda teoría que no surja de la praxis.»
La acerba crítica, tributaria de Emilio Betti, que el crítico literario esta­
dounidense E. D. Hirsch lanzó contra Gadamer por el abandono del están­
dar de interpretación objetivista, aportó no poco a la difusión del mismo
«mal» que combatía.31 Y con razón: así como la filosofía continental, tam­
bién la teoría literaria estadounidense se encontraba en la búsqueda de un
modelo más satisfactorio que el que ofrecía la teoría positivista del conoci­
miento, que procuraba encontrar «métodos» robustos para la interpretación
de textos. La hermenéutica de Gadamer tuvo, con seguridad, un papel muy
importante en el reemplazo de ese modelo, inadecuado para la teoría lite­
raria, pero se tomaba como orientación más bien el «relativismo» de Verdad
y método que los estudios posteriores de Gadamer sobre poética, que aguar­

29. Carta a Martin Mueller ( Comparative Literature, University o f Toronto)


del 6-5-1971.
30. Ver el epílogo de la 3a edición de Verdady método en 1972 (GW 2, 475).
El texto fue publicado sólo en 1993, en GW 8, 37-57.
31. Ver E. D. Hirsch, Validity in Interpretation, Yale University Press, 1967;
Prinzipien der Interpretation, UTB, Munich, 1972. Para un balance acerca del papel
que comenzaba a desempeñar la hermenéutica de Gadamer en los debates de crí­
tica literaria en Estados Unidos, véase J. Weinsheimer, Philosophical Hermeneutics
and Literary Theory, Yale University Press, 1991.

427
daban aún su recepción. Por eso, no es de extrañarse que la «desconstruc­
ción» de Derrida haya desempeñado, finalmente, en esa controversia nor­
teamericana, un papel más importante que la hermenéutica de Gadamer,
que parecía producir una ruptura menos radical con el concepto de cono­
cimiento y de verdad de la objective science.
En la línea de estos debates que, entretanto, habían sido importados de
vuelta a Europa, se dio en 1981, en el Instituto Goethe de París, el primer
encuentro más prolongado de Gadamer con el filósofo francés Jacques
Derrida. Gadamer se había interesado desde muy temprano por los traba­
jos de Derrida y había lamentado siempre que no pareciera haber un inte­
rés recíproco por parte de este último.32 Gadamer había pensado enseguida
en Derrida (y en Levinas), cuando, a fines de 1976, un instituto italiano se
dirigió a él para obtener participantes para un simposio internacional sobre
la herencia de Heidegger.33A raíz de esto, Gadamer escribió a Derrida (como

32. Ver la carta de H G G a Ernst Behler del 23-1-1989 (por cuya cesión ten­
go una deuda de gratitud para con mi amigo Ernst Behler, fallecido demasiado pron­
to): «Mi propio trabajo sobre Derrida lo comencé ya en el año 1962 con Ousia und
grammè, y lo proseguí muy intensamente hasta fines de los años sesenta. Algo enten­
dí, por cierto, pero partiendo aún siempre del presupuesto de que Derrida conti­
nuaba la filosofía, y no que pretendía, más bien, declararla, en cuanto tal, como aca­
bada. Solamente en este sentido puedo aceptar que se considere nuestro encuentro
como el de dos puntos de vista, tal como usted lo describe. En la filosofía misma
no hay algo semejante como colocarse en puntos de vista. En ese sentido, no le he
impuesto a Derrida mi propio discurso, como usted lo expresa [H GG hace refe­
rencia al libro de Behler, Heidegger-Derñda, Derrida-Heidegger, Múnich/ Paderborn:
Schoningh, 1988), del cual él había escrito una recensión para la revista Philosophische
Rundschau 38 (1991), págs. 175-177, actualmente en GW 10, 200-202], sino que
he defendido con rigor las condiciones de toda comunicación. Desde hace tiem­
po tengo en claro que la desconstrucción de Derrida, en el fondo, crea una litera­
tura que pertenece a la categoría del arte. Pero justamente eso mismo no debería
negárseme, a saber, que también para mí el arte constituye un acceso imprescindi­
ble a la experiencia hermenéutica, la cual, por supuesto, no considero como un final
de la filosofía, sino como un aporte para que continúe viviendo.»
33. Carta de H G G a Horst Künkler (Genova), fechada el 22-12-1976: «En lo
que se refiere a los participantes franceses, yo daría decididamente preferencia a
Levinas. El es un hombre con una aportación muy originaria. [...] Beaufret es un
hombre muy agradable. Lo he encontrado ahora en la celebración conmemorati­
va de Heidegger en Friburgo, la cual, por otra parte, ha salido muy bien. Como
sólido conocedor de Heidegger se puede considerar también sin duda a Werner
Marx, con el cual no coincido, pero eso es más bien una ventaja. Beaufret mismo

428
también a Levinas), con quien se había encontrado personalmente hasta
el momento una sola vez en Zürich,34 a fin de invitarlo a la jornada en Italia.
Pero no llegó a darse un encuentro entre ambos. Solamente en abril de 1981
se produjo una primera confrontación directa entre Derrida y Gadamer,
cuya obra principal había aparecido en francés sólo en 1976, en una mala
traducción y, para colmo, amputada en 200 páginas.
Gadamer se había preparado celosamente y tenía muy a la vista la teo­
ría textual de Derrida, cuando pronunció su primera conferencia sobre «Texto
e interpretación». Al fin y al cabo, su hermenéutica también era una teoría
textual, si bien su orientación (clásica) hacia el sentido y la verdad parecía
cuestionada por la escuela desconstructivista. Derrida pronunció una con­
ferencia sobre Heidegger y Nietzsche en la que Gadamer no desempeñaba
papel alguno, lo que produjo un gran desengaño entre los organizadores y
demás participantes. Según la visión de estos últimos, a Derrida le había fal­
tado buena voluntad para entrar en diálogo con su interlocutor. En una bre­
ve respuesta verbal a la conferencia de Gadamer, Derrida planteó como pro­
blema justamente la «buena voluntad», a la que Gadamer se había referido
solamente de paso. Derrida veía en esa buena voluntad una tácita idea meta­
física, retrotrayéndola de manera algo abrupta a Kant, pero poniéndola más
decididamente, con Heidegger, en el contexto hegemónico de toda la meta­
física de la voluntad. Decía Derrida: «La primera pregunta se dirige a lo que
[Gadamer] nos dijera ayer por la tarde acerca de la buena voluntad, la ape­
lación a la buena voluntad y el carácter absolutamente vinculante en la bús­
queda de entendimiento [...] ¿Acaso no presupone este axioma incondi­
cional, al mismo tiempo, que la voluntad sea la forma de este carácter
incondicional, su respaldo absoluto y su última instancia de determinación?
¿Y qué es la voluntad, si, como dice Kant, no hay nada incondicionalmen­

es muy modesto y difícilmente esté dispuesto a hacer una aportación. Por el con­
trario, yo consideraría a Derrida como de la máxima importancia. En cierta medi­
da, él es discípulo de Beaufret y ha realizado intentos muy ambiciosos e interesan­
tes de superar a Heidegger». La Jornada L’Eredità Filosofica di M. Heidegger tuvo
lugar en Padova del 9 al 10 de enero de 1979. Gadamer habló allí sobre «Heidegger
und die Griechen» (véase GW 3, 285-296).
34. Carta de H G G a J. Derrida del 9-3-1977: «Sigo sus publicaciones desde
hace ya largos años (lo cual en otros casos no puedo afirmar tanto de mí mismo) y
creo que su perspectiva, en lo tocante a la relación entre Heidegger y Nietzsche,
debe representar un punto importante en un enfrentamiento productivo con la
herencia de Heidegger.»

429
te bueno como no sea la buena voluntad? Esta determinación como últi­
ma instancia ¿no pertenecería a lo que Heidegger llama, con toda razón, la
determinación del ser del ente como voluntad o como subjetividad voliti­
va? Tal manera de expresarse, llegando hasta la necesidad, ¿no pertenece aca­
so a una época pasada, a saber, la de la metafísica de la voluntad?»35 Gadamer
debía frotarse los oídos: no solamente la buena voluntad para el diálogo le
había faltado a Derrida, sino que hasta lo planteaba como problema en el
sentido de un presupuesto a desconstruir. ¿Cómo podía darse un entendi­
miento bajo estas condiciones? Sin embargo, la estrategia de Derrida de la
negación del diálogo no era necia (y sólo desde la hermenéutica puede carac­
terizársela de esta manera): la misma demostraba, a su manera, los límites
del entendimiento y de la experiencia de sentido, cuyos prejuicios metafíi­
sicos pretende demostrar obstinadamente la desconstrucción. Para decirlo
en forma simple: según la hermenéutica, el entendimiento es, por princi­
pio, siempre posible. En su encuentro, Derrida habló y actuó (como tam­
bién Gadamer, por su parte) muy en el sentido de la desconstrucción, pero
de tal manera, que el carácter irreconciliable de sus posturas apareció con
rasgos más drásticos de los que, tal vez, tenía en la realidad.
Como Gadamer, Derrida provenía de la fenomenología y de Heidegger,
pero estaba mucho más marcado por el estructuralismo y por Nietzsche, lo
cual le hacía ver como problemática la tradición del humanismo en la que
se encontraba Gadamer. En comparación con el debate con Betti y con
Hirsch, aquí los frentes se habían desplazado. Si Gadamer era considerado
por la hermenéutica metodológica (de Hirsch, Betti, Albert y otros) como
«relativista» que parecía cuestionar los ideales clásicos de verdad y objeti­
vidad, se veía ahora repentinamente ante la acusación del desconstructi­
vismo de recaer, por sostener el concepto clásico de verdad, en la vieja meta­
física. Gadamer les parecía buscar tras el juego infinito de los significantes
todavía algo así como un sentido sustancial. En comparación, era ahora
Derrida el que aparecía como un nihilista en el sentido de Nietzsche. Para
Derrida, el mismo concepto de hermenéutica era tabú, ya que hacía refe­
rencia a una creación de sentido totalizador que defraudaba de manera impe­
rialista la individualidad y la diferencia.

35. J. Derrida, «Guter Wille zur Macht (I). Drei Fragen an Hans-Georg
Gadamer», en P. Forget (comp.), Text und Interpretation, UTB-Fink: Múnich, 1984,
pág. 56s.

430
Con todo, el diálogo con Derrida nunca se dio adecuadamente, sobre
todo teniendo en cuenta que Derrida pretendía ver ya en el mismo con­
cepto de diálogo una decisión metafísica previa. Gadamer intentó una y
otra vez hacer valer ante Derrida que el diálogo y la voluntad de entendi­
miento constituyen una condición previa que reúne a todos los interlocu­
tores. Pero Derrida hacía siempre referencia a la experiencia de las ruptu­
ras, de la alteridad, de la diferencia, a fin de marcar los límites del entender
y de la voluntad de entender. En este sentido, Gadamer se sentía desafia­
do por la terquedad de Derrida, más aún porque todo el asunto desembo­
caba en un cuestionamiento de la reivindicación de universalidad por par­
te de la hermenéutica. Así es como Gadamer entró con celo juvenil en el
debate con Derrida, que tomó el lugar de Habermas como su interlocutor
en los años ochenta y noventa. Por su parte, Derrida mostraba mucha con­
sideración y respeto ante el viejo maestro de la hermenéutica, pero, par­
tiendo de sus premisas antihermenéuticas, manifestaba poco interés en la
prosecución del debate con Gadamer, a quien, en su encuentro de 1981 en
París, había dedicado nada más que una respuesta de dos páginas.
De grandes consecuencias para la comprensión de sí misma de la filo­
sofía, así como también de la literatura y de las ciencias del espíritu, don­
de la hermenéutica y la desconstrucción constituían los dos paradigmas
más importantes, este debate debía traer a la memoria, en algunas de sus
cosas, la vieja controversia con Habermas, si bien aquí todo había cam­
biado. La insistencia de Derrida en la naturaleza no hermenéutica del
psicoanálisis36 aparecía como asunto conocido. Pero en Derrida no se tra­
taba de un modelo epistemológico para las ciencias sociales (emancipado­
ras), sino de los límites del entendimiento: más aún, de la negativa carga
metafísica que traía consigo la categoría «sentido», absolutamente hablan­
do. Este era el gran desafío que, desde hacía mucho, traía consigo la gra-

36. Ver J. Derrida, op. cit., pág. 57: «¿Qué se hace con la buena voluntad como
requisito para el entendimiento, que vale incluso en la disputa, cuando se ha de
integrar una hermenéutica psicoanalítica en la hermenéutica general? Pero justa­
mente eso es lo que ha propuesto el profesor Gadamer ayer por la tarde. ¿Qué sig­
nifica la buena voluntad en el psicoanálisis, o bien, solamente en un discurso que
cuenta con cosas semejantes al psicoanálisis? ¿Será allí suficiente, como, por lo vis­
to, piensa el profesor Gadamer, una simple ampliación del contexto interpretativo?
¿No será necesario, por el contrario, como yo diría, una ruptura, o bien una rees­
tructuración general del contexto, hasta del mismo concepto de contexto?».

431
matología de Derrida: que no hay un sentido detrás de los significantes,
sino siempre solamente un referir y diferir sin fin hacia un sentido que nun­
ca es accesible fuera de los signos, que sólo simulan su presencia. Estamos,
de alguna manera, «presos» en un sistema de signos previamente dado, sis­
tema que nunca entendemos totalmente, sino a partir del cual entende­
mos, buscamos sentido y experimentamos verdad. Pero verdad y sentido
nunca se dan de manera independiente de ese sistema de signos. Es así que
hay que desconstuir, en lo posible, las decisiones previas de esos sistemas,
a fin de no dejarse llevar a error por ellas. Es, por tanto, un honorable ethos
de crítica a la ideología el que está ciertamente en la base de la escuela des-
constructivista, y ésta es, con seguridad, una de las razones por las cuales
la desconstrucción pudo reemplazar institucional e intelectualmente muy
bien a la crítica a la ideología, geopolíticamente un poco amortizada.
También la desconstrucción daba la impresión de ser «más crítica» que el
aseguramiento hermenéutico de la voluntad de entendimiento y del acuer­
do como sustento.
Gadamer debió hacer valer ante Derrida que la experiencia de sentido
de la cual él hablaba nada tenía de metafísica. Tampoco para la hermenéu­
tica había un sentido (metafisico) fijo, sino siempre un sentido sostenido
por la inmemorial historia de la influencia y la recepción, sentido en medio
del cual estamos y que, también, podemos intentar desconstruir. Partiendo
de su concepto de la historia de la influencia y la recepción, Gadamer podía
registrar por cierto muchas cosas en común con Derrida, con ocasión de su
nuevo encuentro con él en París el 17 de noviembre de 1993: «Desde una
perspectiva estructural me parece reconocer, por ejemplo, aspectos de la for­
mación de conceptos de Derrida como el de «dissemination», y otros seme­
jantes, en la consciencia de la historia de la influencia y la recepción, o bien
el de «différance» en el de fusión de horizontes».37
El concepto hermenéutico de horizonte era sospechoso para Derrida,
pues parecía sugerir un horizonte de sentido de comprensión universal. Sin
embargo, en 1993, Gadamer procuró aclararle a Derrida que el horizonte,

37. H G G , «Hermeneutik und Dekonstruktivismus», manuscrito, conferencia


pronunciada en París el 17-11-1993. Acerca del encuentro de 1993, véase el infor­
me de Dieter Thoma, «Elefantentanz. Gesprách übers Gesprach», en FAZ, 8-12-
1993. Respecto del posterior acercamiento de la hermenéutica a la desconstrucción
véase mi trabajo «La définition derridienne de la déconstruction», en Archives de
philosophie, 62 (1999), cuad. 1.

432
por el contrario, es algo que nunca se alcanza. Esto pareció convincente para
Derrida, que mostró entonces comprender mucho mejor la hermenéuti­
ca. A partir de ese momento, Gadamer le envió sus publicaciones con muy
cordiales dedicatorias. En efecto, con su hermenéutica general, Gadamer
nunca había querido afirmar que podemos entenderlo todo, sino, cuando
mucho, que somos seres que procuran entender y fracasan muy a menudo
en el intento. Estamos tratando poder entender y encontrar sentido, por­
que, fundamentalmente, nos faltan. En ello se manifiesta nuestra finitud,
condición a la que también quiere recordar el concepto de dissemination de
Derrida. Verdaderamente, Gadamer no necesitaba que Derrida le recuer­
de los límites del entender. No obstante, debía sentirse herido por la acu­
sación de que la voluntad de entender desembocara en una apropiación
(imperialista) de la alteridad de lo que se procuraba entender. En efecto,
dicho con dureza: ¿entiendo acaso al otro cuando lo entiendo? ¿O bien, jus­
tamente por ello, lo paso de largo? ¿No nos lleva aquí más lejos la ruptura
del entender, el salto más allá del entender?
Desde la perspectiva de Gadamer, se trataba aún de un entender, de una
apertura hacia lo otro. Pero el ataque de Derrida llevó a Gadamer a preci­
sar y por cierto también a revisar su concepto de entender. En el Gadamer
tardío, el entender ya no parecía más un «aplicar» o una apropiación del
otro, sino un reconocer que el otro puede seguir teniendo razón en contra
de mí. Así, el Gadamer tardío habló cada vez más de los límites del enten­
der, y hasta de los límites del lenguaje,38 a fin de expresar la idea fundamen­
tal de su hermenéutica de la finitud. Es muy posible que esta acentuación
de la experiencia de límite, que, por supuesto, ya se encontraba en su con­
cepto de historia de la influencia y la recepción, pueda atribuirse, en par­
te, a los efectos de su encuentro con Derrida. También la hermenéutica del
lenguaje de Gadamer fue alcanzada por este cambio de acentuación. A par­
tir de ahora, valía como «principio principal de la hermenéutica filosófi­
ca» no que el entender pueda encontrar siempre palabras para aquello que
procura captar, sino «que nunca podemos decir totalmente lo que quisié­
ramos decir».39Porque somos finitos, el lenguaje siempre nos abandona. En
esta situación, la apertura hermenéutica hacia el otro, hacia la posible razón

38. Título de una conferencia de 1985 (GW 8, 350-361)


39. Europa und die Oikumene (1993), GW 10, 274.

433
del otro, adquiere una nueva dimensión, y hasta una significación para la
historia universal.
Esto condujo al tardío Gadamer a una ampliación casi «política» o «cos­
mo-politica» de su hermenéutica, ampliación que él desarrollaría en confe­
rencias pronunciadas la mayoría de las veces en libre discurso, editadas prin­
cipalmente en muchos de sus libros de la biblioteca Suhrkamp: Vemunft irn
Zeitalter der Wissenschaft [La razón en la era científica], 1976; Lob der Theorie
[Alabanza de la teoría], 1983; Das Erbe Europas [La herencia de Europa],
1989; Über die Verborgenheit der Gesundheit [El estado oculto de la salud],
1993. Tanto en estas conferencias como en las numerosas entrevistas acer­
ca de preguntas sobre nuestro tiempo, Gadamer se muestra alarmado por
las consecuencias de la revolución industrial, que él, al igual que Heidegger,
que hablaba en este contexto de Gestell*, considera como el signo y el
destino de nuestra época. Para Gadamer, está aquí en cuestión la supervi­
vencia segura de nuestra especie, desde el momento en que ella misma posee
las armas y los recursos técnicos para destruirse a sí misma. En este
contexto, Gadamer pensaba sobre todo también en la crisis ecológica, acer­
ca de la cual registraba, con pesimismo, que nadie sabía cómo se la iba a
poder superar.40 Por supuesto, él tampoco tenía una solución para aportar
y advertía una y otra vez que tales soluciones no debían esperarse de un filó­
sofo.41 No obstante, el pesimismo siempre le pareció deshonesto y hasta
inhumano. El hombre no puede vivir sin esperanza, decía a menudo. No se
refería a la esperanza en una vida en el más allá, esperanza que él no tenía,
sino en una esperanza de vida, en la lucha de todo ser viviente por su pro­
pia supervivencia.42 El pesimista es insincero, pues procura engañarse a sí
mismo con su actitud negativa. Justamente al comportarse de manera pesi­
mista, espera, secretamente, que las cosas no lleguen a tan mal estado. Es

* Literalmente «armazón» o «andamio»; concepto con el que Heidegger hace


referencia al carácter instrumental de la técnica, con sus peligros y desafíos para el
hombre. [N. del 77]
40. Ver Das Erbe Europas, pág. 11.
41. Ver especialmente H G G , «Über die politische Inkompetenz der Philo­
sophie», en Sinn und Form. (45/1), 1993, pág. 5-12.
42. Ver la entrevista «Die Kindheit wacht auf. Gesprách mit dem Philosophen
Hans-Georg Gadamer», en Die Zeit, n° 13, 26-3-1993, pág. 23: «En efecto, yo con­
sidero insincero a todo pesimismo. La vida vive de la esperanza. Se podrán ver ante
sí problemas insolubles y ello lo hará sufrir a uno. Pero poner eso bajo el denomi­
nador común de pesimismo me parece contener una callada insinceridad».

434
obvio que no hay motivos para el optimismo, pero, en una ampliación de
algún modo política de la hermenéutica del diálogo, Gadamer podía entre­
ver una cierta oportunidad. Si el reconocimiento fundamental que hace la
hermenéutica es el que afirma que el otro puede tener razón, que nuestra
voluntad de dominio debe detenerse ante el otro, entonces, las tendencias
destructivas de la revolución industrial podrían, tal vez, ser sujetadas.43 Este
es el último mensaje, la última esperanza de su hermenéutica: «De este modo,
podrá no ser demasiado osado afirmar, como última consecuencia política
de nuestras reflexiones, que tal vez sobrevivamos como humanidad, si logra­
mos aprender que no debemos utilizar sin más nuestros medios de poder
y nuestras posibilidades de acción, sino que debemos aprender a detener­
nos ante el otro en cuanto otro, tanto ante la naturaleza cuanto ante las cul­
turas espontáneas de los pueblos y de los estados, y que, así, debemos expe­
rimentar lo otro y a los otros como otros respecto de nosotros mismos, de
manera que obtengamos participación los unos en los otros».44

43.Citemos por última vez los SUNY-Gespràche (ver Hans-Georg Gadamer on


Education, Poetry and History, pág. 152): «En efecto, esta es el alma de mi herme­
néutica, a saber, que digo que entender a otro le da, dentro de ciertos límites, al otro
la razón. Y eso lo transforma a uno mismo. De este modo, me imagino en reali­
dad que, habiendo crecido en esta civilización mundial, tenemos la tarea -y que
necesitamos también una filosofía que sea semejante a mi hermenéutica- de apren­
der a ver al otro en su posible razón y a dudar, correspondientemente, de la razón
propia. Esto da como resultado, tal como en general me lo parece, lo mismo que
usted procura señalar en toda conversación. Es que se constituye algo común, en
cuanto se procura comprender al otro de esa manera. Espero que, al final, esto se
logre también en la más alta cúspide de las actuales potencias mundiales».
44. Das Erbe Europas, pág. 33s.

435
A péndices
Anexo I
Cronología

1900 11 de febrero Nace en Marburgo como hijo de Emma Caroline Johanna


Gewiese (1869-1904) y del Dr. Johannes Gadamer (1867-
1928), a la sazón docente privado en la Universidad de
Marburgo, con domicilio en la Lahnstrafie. La familia
vive más tarde en la Affòllerstrafie.
1902 octubre Mudanza a Breslau, donde el padre se convierte en profe­
sor de química farmacéutica. La familia ocupa una vivien­
da en el edificio del Instituto, en Schuhbrücke 38/39.
23 de noviembre Muerte de la hermana lise (nacida el 6-7-1902).
1904 24 de mayo La madre muere de diabetes en Albertinenburg.
1905 28 de agosto El padre contrae matrimonio con Hedwig Hellich.
1907 septiembre Ingreso en la Escuela del Espíritu Santo (Schule zum
Heiligen Geist).
1909 1 de abril La familia se muda a la casa en la Auenstrafie 8.
1914 Pascua HGG recibe la confirmación junto a su hermano, dos años
mayor que él. A partir de 1914, HGG cursa en la rama de
bachillerato humanístico de la Escuela del Espíritu Santo.
1 de agosto Comienzo de la Primera Guerra Mundial. H GG es movi­
lizado por breve tiempo a la estación de ferrocarril a fin
de colaborar en la clasificación del equipaje de los sol­
dados que están en tránsito. El edificio del Instituto del
Espíritu Santo es transformado en un hospital militar.
Por dos años, las clases se desarrollan en otra escuela.
1916 24 de marzo Johannes Gadamer es nombrado (oficialmente, por par­
te del Emperador) consejero secreto del Gobierno.
julio a noviembre Batalla junto al río Somme, en la que caen 267.000 sol­
dados alemanes; junto a la batalla de Verdun, esta es una
de las típicas batallas de la Primera Guerra Mundial.
H GG se referirá más tarde con frecuencia al efecto des­
engañador de estas batallas con relación a la conciencia
de progreso en Occidente.
1918 13 de marzo Examen de aptitud académica en el Instituto del Espíritu
Santo.
22 de abril Matriculación en la carrera de germanistica en la
Universidad de Breslau. H G G habrá de estudiar tam-

439
bien otras disciplinas humanísticas (historia del arte,
filosofía, psicología, historia, orientalistica, sánscrito,
etc.)
agosto Los planes para un viaje de H GG a Lausanne con el obje­
tivo de profundizar sus ya buenos conocimientos de fran­
cés deben ser abandonados (a raíz de la evolución de la
guerra).
En el verano de 1918, H G G lee Europa undAsien, de
Theodor Lessing (1918), y Kritik der reinen Vernunft,
de Kant. Otras importantes lecturas de ese tiempo son
Entweder-Oder, de Kierkegaard, Betrachtungen eines
Unpolitischen, de Thomas Mann, Die Vaterlandslosen, de
Herman Bang.
11 de noviembre Armisticio.
1919 semestre de verano H G G asiste al curso Einführung in die wissenschaft-
(abril-julio) liche Philosophie (Introducción a la filosofìa científica), de
Richard Honigswald, que significa para él una intro­
ducción en el neokantismo. En su tercer semestre es invi­
tado a participar en el Seminario superior de Richard
Honigswald (que está normalmente reservado a los estu­
diantes a partir del 4 ° semestre).
1918-1919 Durante sus tres semestres en la Universidad de Breslau,
H G G estudia germanistica con Theodor Siebs y Eugen
Kühnemann, filosofía con Richard Honigswald, Julius
Guttmann, Matthias Baumgartner y Siegfried Marck,
historia con Robert Holtzmann, Manfred Stimming y
Johannes Ziekursch, historia antigua con Ernst
Kornemann, historia del arte con Bernhard Patzak, cien­
cias musicales con Max Schneider, romanistica con Alfons
Hilka, sánscrito con Otto Schrader y Albert Hillebrandt,
islamistica con Franz Praetorius, anglistica con Levin
Ludwig Schücking, fisica con Otto Lummer y geografía
con Wilhelm Volz.
1919 1 de abril Johannes Gadamer es nombrado profesor en la Uni­
versidad de Marburgo, en la cátedra de su antiguo maes­
tro Ernst Schmidt. Como era habitual, el ministro para
la Ciencia, el Arte y la Formación popular había solici­
tado una terna, pero Johannes Gadamer era el único aca­
démico que resultó propuesto. Él parecía predestinado
para ser el sucesor de Schmidt. Inicia su actividad docen­
te el 25 de abril pero la familia permanece, por el momen­
to, en Breslau.

440
1 de octubre Mudanza de la familia a Marburgo, en el Marbacher Weg
15. H G G continua sus estudios en la Universidad de
Marburgo: filosofía con Paul Natorp y Nicolai Hartmann,
germanistica con Vogt, Elster, Wrede, historia con Stengel
y Friedrich Wolters, historia del arte con Richard Hamann
y romanistica con Ernst Robert Curtius.
1920 H G G se encuentra en Marburgo con Gerhard Krüger,
que en aquel tiempo también era alumno de Hartmann.
1921 26 de abril- H G G pasa el semestre de verano en Munich, donde
8 de septiembre estudia historia del arte con Heinrich Wòlfflin y filoso­
fía con Geiger, Pfánder y Hildebrand. En el seminario
de Moritz Geiger oye hablar por primera vez sobre
Heidegger y su actuación. En Munich conoce a Karl
Lowith.
1922 Johannes Gadamer es nombrado rector de la Universidad
de Marburgo.
17 de mayo Examen de doctorado. Tesis doctoral sobre Das Wesen
der Lust nach den platonischen Dialogen (bajo la tutoría
de Paul Natorp), que queda inédita. El trabajo surgió a
instancias de Paul Natorp, quien, en el anexo metacrí-
tico de 1920 para la 2a edición de su libro Platos
Ideenlehre, había formulado expresamente su desiderá­
tum de una investigación acerca del concepto de placer
en Platón. La tesis doctoral recibe la calificación de «exce­
lente», mientras que el examen oral es calificado como
«bueno».
agosto H G G cae víctima de la epidemia de poliomielitis y debe
pasar muchos meses en aislamiento. En el otoño lee Logi-
sche Untersuchungen, de Husserl, y el manuscrito Anzeige
der hermeneutischen Situation, que Heidegger envió a
Natorp. Decide ir a Friburgo para estudiar con Heidegger.
1923 20 de abril Casamiento con Frida Kratz (1898-1979)
abril-julio H GG pasa el semestre de verano en Friburgo, donde asis­
te a muchas actividades académicas -también de carác­
ter privado- de Martin Heidegger. Conoce a Edmund
Husserl. Toma conocimiento del círculo en torno a
Heidegger (entre otros, Oskar Becker, Walter Brocker,
Julius Ebbinghaus).
29 de julio- Durante la crisis econòmica, H GG pasa cuatro semanas
23 de agosto en la cabaña de Heidegger en Todtnauberg.
octubre H GG sigue a su maestro Heidegger a Marburgo, donde
este ha sido nombrado profesor extraordinario.

441
1924 Primeras publicaciones: «Metaphysik der Erkenntnis. Zu
dem gleichnamigen Buch von Nicolai Hartmann» {Logos
1923-1924), y Zur Systemidee in der Philosophie (en el
volumen conmemorativo para Natorp), en las que se
reconoce la innegable influencia de Heidegger.
17 de agosto Muerte de Paul Natorp.
diciembre Heidegger invita a H G G a acompañarlo en una gira de
conferencias por la cuenca del Ruhr y a conducir semi­
narios a propósito de los temas de las conferencias. Pero
el viaje de H G G no se concreta a raíz de la ocupación de
la cuenca del Ruhr.
1925 Algo amargado por la creciente influencia de Heidegger
sobre sus alumnos, Nicolai Hartmann abandona
Marburgo y acepta una convocatoria a la cátedra de Max
Scheler en Colonia. H G G se instala en la vivienda de
Hartmann, Ockershauser Allee 39.
abril Comienzo del estudio planificado de la filología clásica
(con Paul Friedlander y Lommatzsch), después que una
filosa carta de Heidegger hace dudar a H G G sobre su
talento filosófico.
Ponencia sobre Werner Jaegers genetische Aristoteles-
interpretation en el seminario de Friedlander, que es publi­
cada en 1928 en la revista Hermes y constituye el primer
aporte original de Gadamer a la filología clásica.
1926 8 de octubre Nacimiento de la hija Jutta. Karl Lowith será el padrino.
1927 20 de julio Examen estatal en filología clásica (con un ensayo latino
sobre Píndaro). Los examinadores son Friedlander,
Lommatzsch y Heidegger. En las asignaturas principa­
les, latín y griego, recibe la calificación «bueno», mien­
tras que en la asignatura adicional propedéutica filosófi­
ca recibe la nota «con distinción». Heidegger está
satisfecho con los logros de Gadamer en el examen esta­
tal y le ofrece, en una carta escrita a la mañana siguien­
te, la habilitación académica.
1928 15 de abril El padre de H G G muere de cáncer en Marburgo. Martin
Heidegger lo había visitado junto a su lecho de muerte
y lo había tranquilizado respecto del futuro de su hijo.
Paul Friedlander planeaba hacer que se habilitase en filo­
logía clásica, pero H G G prepara ahora una habilitación
en filosofía con Martin Heidegger, quien acaba de ser lla­
mado a ocupar la cátedra de Husserl en Friburgo.

442
1 de mayo H G G recibe de parte de la Comunidad de necesidades
una beca de investigación de 250 RM mensuales por un
período de dos años para sus «estudios sobre la filosofía
griega de la naturaleza». Su amigo y colega Gerhard
Krüger recibe también una beca de dos años de la
Comunidad de necesidades (175 RM) para sus «estudios
sobre la ontologia de la alta escolástica».
1929 16 de febrero Clase de prueba con el tema Hegelsche und antike
Dialektik.
23 de febrero Clase inaugural en la Universidad de Marburgo sobre
Die Rolle der Freundschaft in der phibsophischen Ethik.
23 de febrero Habilitación académica en filosofía con Martin Heideg­
ger, con el trabajo Interpretation desplatonischen Phile-
bos, publicada en 1931 en versión revisada con el título
Platos dialektische Ethik. H GG se convierte en docente
privado de la Universidad de Marburgo. Junto a su beca,
recibe ahora también la paga de clases, que se calcula
según el número de sus oyentes.
16 de marzo- Famosa disputa pública entre Ernst Cassirer y Martin
6 de abril Heidegger en Davos, a la que asisten, entre otros, К. Riez­
ler, К. Reinhardt, E. Levinas, Leo Strauss, H. Marcuse,
E. Fink, E. Przywarara, О. F. Bollnow y J. Ritter.
Gadamer, Krüger y Lowith no asisten, pues su situación
financiera no se lo permite.
semestre de verano Primer curso en Marburgo: Probleme der Ethik.
24 de octubre El jueves negro en la Bolsa de New York arroja la eco­
nomía mundial a una profunda crisis.
1930 1 de mayo La beca de la Comunidad de necesidades para sus estu­
dios sobre la filosofía griega de la naturaleza es prorro­
gada por un año, de acuerdo a lo previsto.
10-12 de julio H G G participa, por invitación de Paul Friedlander, en
las famosas Jornadas de filólogos clásicos sobre lo clási­
co, en Naumburg (junto a Werner Jaeger, Eduard
Fraenkel, Richard Harder, Wolfgang Schadewaldt, etc.).
Conoce allí a Helmut Kuhn.
1931 Platos dialektische Ethik es publicado por la editorial Felix
Meiner, en Leipzig.
1 de mayo La beca de la Comunidad de necesidades no es renova­
da. También es rechazada una solicitud de beca para
docente privado. Por algunos meses, la situación finan­
ciera de H GG es extremadamente precaria. Recibe, a tra-

443
vés de la administración del centro de ayudantes auxi­
liares de Karl Lowith (que tiene un encargo de enseñan­
za de filosofía social), una remuneración de 50 RM men­
suales, que debe compartir con Gerhard Krüger, cuya
beca de dos años también había expirado.
27 de mayo Una petición de la facultad de filosofía de Marburgo
solicitando un encargo de enseñanza de ética y estéti­
ca para H G G es denegada en razón de la situación
financiera.
28 de julio H G G recibe una ayuda de 170 RM mensuales como
remuneración por su actividad docente (3 horas sema­
nales) en la Universidad de Marburgo.
1932 3 de marzo Una petición reiterada de la facultad de filosofía solici­
tando un encargo de enseñanza de ética y estética para
H G G es nuevamente rechazada en razón de la situación
financiera.
1933 30 de enero Hitler accede al poder.
abril Viaje privado a París. Conoce allí a Alexandre Kojève y
a Leo Strauss.
21 de abril Martin Heidegger es nombrado rector de la Universidad
de Friburgo y exterioriza su fuerte compromiso con el
nacionalsocialismo. Sus alumnos en Marburgo (Gadamer,
Krüger, Lowith y Klein) quedan muy sorprendidos.
24 de agosto H G G recibe, por fin, el encargo de enseñanza de ética y
estética como docente privado en la Universidad de
Marburgo (con un sueldo básico de 300 RM mensuales)
para el semestre de invierno de 1933/34 (que comienza
el 1 de octubre).
10 de noviembre Manifiesto de los profesores de las universidades y Escuelas
de estudios superiores de Alemania a favor de Adolf Hitler
ante la votación popular del 11 de noviembre, presenta­
da durante una manifestación del N SLB (National-
sozialistischer Lehrerbund Deutschland/ Sachsen,
Federación nacionalsocialista de docentes de Alemania/
Sajonia) en Leipzig, en la cual pronunció un discurso,
entre otros, el rector Heidegger. El objetivo del mani­
fiesto público y de la manifestación es demostrar el apo­
yo del profesorado universitario alemán a Adolf Hitler.
El manifiesto es publicado en cinco idiomas. H G G , así
como también sus colegas de Marburgo Gerhard Krüger
y Werner Krauss) firman el documento. H G G declaró,
más tarde, que una oposición débil con ocasión de una
consulta pública durante una reunión en Marburgo fue
utilizada más tarde como una firma.
1934 24 de enero Conferencia Plato und die Dichter, ante la Sociedad de
Amigos del Bachillerato humanístico de Marburgo, cuyo
presidente era Rudolf Bultmann.
23 de abril Renuncia de Heidegger al rectorado de la Universidad
de Friburgo.
mayo Invitación de la Universidad de Kiel a asumir, por el
semestre de verano de 1934, la suplencia de la cátedra de
Richard Kroner, que había sido suspendido en virtud de
su origen judío. (Recibe un sueldo de 750 RM mensua­
les, por tres meses, junto a sus ingresos como docente
privado en Marburgo, de alrededor de 300 RM men­
suales). Karl Lowith, el colega y amigo judío de Gadamer,
es dispensado en Marburgo por el semestre de verano de
1934 y el semestre de invierno de 1934/35 (oficialmen­
te, para «fines de investigación»),
17 de junio El vicecanciller Franz von Papen (que provenía del par­
tido católico de centro) denuncia el sistema de partido
único en un importante discurso en la Universidad de
Marburgo. Gerhard Krüger pone a Gadamer al tanto del
hecho a través de una carta.
30 de junio Intento de golpe de Rohm. Hitler hace asesinar a sus riva­
les (entre otros, a Ernst Rohm, jefe de la SA, y al ex can­
ciller Schleicher), solidificando así su poder y poniendo
en evidencia su falta de escrúpulos. Después de la muer­
te de Hindenburg el 2 de agosto de 1934, los puestos de
Presidente y de Canciller del Reich son unificados en la
persona del Führer.
Cuatro conferencias con el título Geschichte der Natur-
philosophie, dictadas en Kiel.
1934/35 semestre de H G G asume nuevamente la suplencia de R. Kroner en
invierno Kiel. Ha reclamado con éxito un sueldo más alto, de
manera que esta vez recibe 1000 RM mensuales duran­
te cuatro meses.
1935 abril La solicitud de Gadamer del título de profesor extraor­
dinario fuera de plantilla en la Universidad de Marburgo,
trámite normal después de seis años como docente pri­
vado, es postergado por la Federación de docentes en vir­
tud de ciertos reparos (de naturaleza política).
15 de septiembre De acuerdo con la Ley de ciudadanía del Reich de
Nürnberg, se retira a Karl Lowith la autorización de

445
docencia. La víspera de su partida hacia Italia tiene lugar
un encuentro de despedida en la casa de Bultmann con
H G G , Gerhard Krüger y E. Frank. Más tarde, Lowith
ofrece a Gadamer por carta la renuncia a su padrinazgo
respecto de Jutta, propuesta que Gadamer rechaza enér­
gicamente.
El mismo día y por la misma razón que Lowith, E. Frank
es dispensado a partir de fines de octubre. Este se reti­
ra el 31 de diciembre de 1935, permaneciendo, sin
embargo, en Marburgo hasta su emigración a Estados
Unidos en 1939. H G G recibe el encargo de suplir la
cátedra de Frank para el semestre de invierno de
1935/36.
octubre Participación voluntaria en un campamento de docen­
tes nacionalsocialista en Weichselmünde, en las cercanías
de Danzig. El campamento está a cargo del conde Willi
Gleispach, un jurista con influencia en el Ministerio de
Educación (que, más tarde, ayudará a Gadamer a obte­
ner el cargo de profesor). Willi Gleispach (1876-1944)
había sido anteriormente rector de la Universidad de
Viena, donde había tenido que acogerse al retiro antici­
pado en 1933 a raíz de su apoyo al régimen de Dollfufi,
cercano al nazismo. Como nacionalsocialista, llegó en
1934 a ser profesor ordinario de derecho penal en Ber­
lín, se hizo cargo de la conducción de la Federación
de docentes y condujo algunas jornadas académicas
docentes.
1936 4 de enero La Federación de docentes declara, en un escrito, que
recomienda ahora el nombramiento del docente Dr.
Gadamer como profesor extraordinario, ciertamente,
como consecuencia de su participación en el campa­
mento.
semestre de verano Nueva y última suplencia de Erich Frank en Marburgo.
Después de ese semestre, al seminario de filosofía se le
retira la disponibilidad de un cargo de profesor.
El curso de H G G Kunst und Geschichte (Einleitung in die
Geisteswissenschafien), que es reiterado y profundizado en
posteriores semestres, puede considerarse como la base
de Verdady método (1960).
noviembre Viaje a Frankfurt, a fin de asistir a las conferencias
de Heidegger tituladas Ursprung des Kunstwerkes. No se
da, sin embargo, ningún encuentro directo con Hei­
degger.

446
1937 20 de abril H G G es nombrado en Marburgo profesor extraordina­
rio no numerario.
octubre Se ofrece a H G G una suplencia en la cátedra de filolo­
gía clásica en la Universidad de Halle, con la posibilidad
de acceder a un cargo de profesor (como sucesor de Karl
Práchter), ofrecimiento que Gadamer rehúsa.
Gadamer visita a Heidegger por 14 días en Todtnauberg,
junto a Walter Brôcker y Gerhard Krüger.
noviembre Gadamer sufre de una gastroenteritis crònica y debe some­
terse a un tratamiento de seis semanas en Berlín.
1938 28 de marzo Recibe de parte de Heinrich Harmjanz, del Ministerio
de Educación del Reich, el encargo, para el semestre de
verano, de la suplencia de la cátedra de filosofía en la
Universidad de Leipzig, vacante en virtud de la partida
de Gehlen.
septiembre-octubre Viaje a Italia: Como, Milán, Genova, Pisa, Florencia,
Siena, Asís y Venecia.
9 de noviembre Noche de los cristales rotos.
1938/39 semestre de Nueva suplencia en la cátedra de filosofía (de Gehlen)
invierno en la Universidad de Leipzig.
1939 1 de enero Es nombrado profesor ordinario de filosofía en la
Universidad de Leipzig y director del seminario de filo­
sofía. Se prefirió a Gadamer antes que a Theodor Haering
y a Hans Lipps, que podían presentar muchas más publi­
caciones, pero que habían sido convencidos y conocidos
nazis. ¡Por lo visto, esto los perjudicó!
15 de abril La familia se muda a Leipzig, Kastanienweg 1.
abril-julio El primer curso de H G G en Leipzig como profesor ordi­
nario está dedicado al tema Kunst und Geschichte.
8 de julio Clase inaugural en la Universidad de Leipzig, con el tema
Hegel und der geschichtliche Geist.
23 de agosto Hitler sella con Stalin un pacto de no agresión. H G G
se entera de ello durante una visita a Heidegger en
Todtnauberg (durante el regreso de unas vacaciones
en familia en Garmisch-Partenkirchen). ¡Heidegger ve
una convergencia del espíritu de Goethe y de
Dostojewski!
1 de septiembre Hitler ataca Polonia. Comienza la Segunda Guerra
Mundial.

447
1940 enero Conferencia en el Instituto alemán en Florencia: «Brot
und Wein» al f Ausdruck des Holderlinschen Geschichtsbe-
wusstseins.
marzo Invitación a ocupar una cátedra de filosofía en la Uni­
versidad de Marburgo, después de la repentina muerte
de E. Jaensch y de D. Mahnke.
abril Conferencia en Weimar con el tema Hegel und die anti-
ke Dialektik. H G G trabaja en la redacción de un libro
sobre ese tema.
10 de mayo Las fuerzas alemanas marchan sobre Holanda, Bélgica
y Francia. H G G teme una nueva guerra de los 30 años.
Visita a Karl Jaspers en Heidelberg.
julio Invitación a ocupar una cátedra de filosofía en la
Universidad de Munster.
18 de agosto Después de realizar negociaciones en Berlín sobre sus
convocatorias, Gadamer rechaza las invitaciones a
Marburgo, Münster y Dresden.
7 de octubre Conferencia en Marburgo sobre el tema Holderlins
Stellung zur Antike und die Geschichtsphilosophie des deut-
schen Idealismus.
1941 abril Conferencia ante una reunión de estudiantes en el cas­
tillo de Elmau (Alta Baviera).
29 de mayo Conferencia en el Instituto alemán en París, con el tema
Volk und Geschichte im Denken Herders.
22 de junio Hitler ordena atacar Rusia y, poco después, la aniquila­
ción masiva de los judíos.
julio H G G visita a Heidegger en Todtnauberg junto a M.
Kommerell y G. Krüger.
15 de noviembre Conferencia Die Vorgeschichte der Metaphysik, ante la
Academia de Ciencias de Sajonia (publicada en el libro
conmemorativo en honor de Heidegger del año 1950).
16 de diciembre Conferencia Das Problem derphilosophischen Wahrheit,
ante la Sociedad filosófica alemana, en Berlín.
1942 noviembre Conferencia Goethe und die Philosophie, ante la Sociedad
Goethe, en Leipzig. Conferencia Der Begriffdes Seins in
der antiken Philosophie, ante la Academia de Ciencias de
Sajonia.
1943 2 de febrero Capitulación alemana en Stalingrado. Un punto de
inflexión militar y simbólico en la Segunda Guerra
Mundial.

448
23 de febrero 60 cumpleaños de Jaspers. H G G escribe un trabajo inti­
tulado Kant und, die Gottesfrage para un libro conme­
morativo para Jaspers, que no puede publicarse (Jaspers
había sido suspendido en 1937 de su actividad docente
porque su mujer era judía).
6 de junio Conferencia en Praga sobre Holderlin.
junio 100 aniversario de la muerte de Holderlin. H G G par­
ticipa en un acto en Tubinga y habla sobre Holderlin und
die Antike.
septiembre Vacaciones junto al lago de Constanza.
octubre Interviene a favor de Werner Krauss, su romántico cole­
ga de Marburgo, quien ha sido condenado a muerte a
raíz de su implicación en la «orquesta roja». En un infor­
me, H GG destaca la «débil constitución emocional» de
Krauss, lo que, naturalmente, obra en su descargo. La
pena de muerte es conmutada por una condena a prisión.
4 de diciembre El centro de Leipzig es destruido totalmente por un bom­
bardeo de los aliados. Solamente en ese día, 58 de los 92
institutos y clínicas que comprende la universidad, entre
ellos el edificio donde se dictan los cursos, son alcanza­
dos por las bombas.
1944 12 de enero Conferencia Nikolaus von Cues und die Idee der moder-
nen Wissenschaft, en una serie de conferencias públicas
de la Universidad de Leipzig.
Conferencia Prometheus und die Tragodie der Kultur, ante
la Sociedad Dante, en Dresden. A raíz de esta conferencia
es denunciado y acusado de «catolicismo político», pero el
rector lo declara inocente de esa extraña imputación.
12 de marzo- Viaje a Portugal. Conferencias en el Instituto alemán en
4 de abril Lisboa, Coimbra y Porto (en francés y en alemán) sobre
Goethe und die Philosophie, Das Problem der Geschichte
in der neueren deutschen Philosophie, y Prometheus und
die Tragodie der Kultur. Conoce a Ortega y Gasset y a
C. F. von Weizsacker.
abril A su regreso de Portugal, H G G se entera de la muerte
de su único hermano, Willi (1898-1944), acaecida en
Bethel, cerca de Bielefeld. Este sufría de epilepsia cró­
nica desde su temprana juventud.
6 de junio Los aliados desembarcan en Normandia. H G G se ente­
ra de la noticia a través de su alumna Marianne Goerdeler,
hija de Cari Goerdeler.

449
15-25 de julio Viaje a Breslau, donde procura convencer a Viktor von
Weizsâcker de que acepte el llamamiento a ocupar una
cátedra en Leipzig.
20 de julio Atentado fallido contra Hitler. Uno de los conspirado­
res es Cari Goerdeler, conocido de HGG, ex comisario
del Reich para la supervisión de precios. Goerdeler es eje­
cutado el 2-2-1945. Poco después del atentado, Kate
Lekebusch, alumna y asistente de Gadamer, es denun­
ciada y acusada ante los tribunales populares por una
compañera de estudios a raíz de una afirmación suya acer­
ca de Hitler. Está en peligro de ser sentenciada a muer­
te. Si bien la acusación es rechazada «por falta de prue­
bas» y en virtud del valiente testimonio de una amiga
suya (Gertrude Bertoldi), К. Lekebusch debe perma­
necer encarcelada en Berlín hasta que la Gestapo «deci­
da» acerca de su caso. Poco antes de que sea trasladada al
campo de concentración de Ravensbrück, el 23 de abril
de 1945 es abierta la cárcel donde se encuentra.
25 de julio Muerte de Max Kommerell. El 5 de agosto de 1944,
Gadamer pronuncia un discurso en su memoria en la
Universidad de Marburgo.
septiembre Conferencia Über das Schicksal der historischen Weltan­
schauung bei Herder und Nietzsche, en Magdeburg.
1945 enero-abril Incorporado al Volkssturm (Milicias del pueblo). HGG
tiene que presentarse solamente los domingos en un cam­
pamento cerca de Leipzig. A raíz de estar afectado de
poliomielitis es considerado no apto para el desempeño
militar.
18 de abril Entrada de las tropas estadounidenses en la ciudad de
Leipzig, destruida por las bombas.
8 de mayo Capitulación.
16 de mayo Con autorización por el poder de ocupación estadou­
nidense, es elegido el nuevo rector Bernhard Schweitzer,
que sucede al prorrector Maschke, quien, a su vez, lle­
vaba los asuntos oficiales del rector Wilmanns, enfer­
mo desde el semestre de invierno de 1944/1945.
19 de mayo Por encargo del rector, HGG asume como comisario la
dirección de los asuntos del decanato de la división de
filología histórica de la facultad de filosofía, hasta tanto
sea posible una elección ordinaria.
2 de julio Las tropas soviéticas reemplazan a los estadounidenses,
que se retiran de Leipzig.

450
5 de julio H GG es elegido decano de la facultad de filología e his­
toria en su totalidad. El arqueólogo Bernhard Schweitzer
continúa en su cargo de rector.
22 de septiembre Conferencia Die Bedeutung der Philosophie fu r die neue
Erziehung, en el marco de unas jornadas de filosofía en
Berlín.
26 de noviembre Como decano de la facultad de filología e historia, Gadamer
asume la suplencia del director del Instituto de psicología,
del Instituto psicofisico y del psicopedagógico.
2 de diciembre Conferencia ante la Federación de cultura de Leipzig con
el tema Ziele undAufgaben des Kulturbundes.
1946 21 de enero Gadamer es elegido rector de la Universidad de Leipzig.
5 de febrero Reapertura de la Universidad de Leipzig. El rector H GG
pronuncia un discurso festivo con el título Über die
Ursprünglichkeit der Wissenschaft.
1 de julio Alocución festiva con ocasión del 300 aniversario del
nacimiento de Leibniz en Leipzig.
octubre Viaje a Friburgo, en busca de un puesto en la zona occi­
dental de Alemania.
2 de noviembre La conducción del rectorado por parte de Gadamer es
objeto de una denuncia en el periódico Leipziger Zeitung,
detrás de la cual se esconde el SED (Sozialistische
Einheitspartei Deutschlands, Partido socialista de uni­
dad de Alemania). Con ello, Gadamer pierde su última
esperanza en un nuevo comienzo democrático en Leipzig.
Él intensifica sus esfuerzos por conseguir una cátedra en
la zona de ocupación occidental.
1947 22 de abril Alocución sobre Das Verhàltnis der Philosophie zu Kunst
und Wissenschaft, ante el Kulturbund zur demokratischen
Erneuerung Deutschlands (Federación cultural para la
renovación democrática de Alemania), en Berlín.
1 de mayo El rector Gadamer habla sobre la cuestión de la uni­
dad de Alemania en una asamblea de representantes de
los estudiantes.
1 de agosto En torno a la participación de los estudiantes que pro­
ceden de las capas obreras se gesta una crisis en la
Universidad de Leipzig. H G G pronuncia una conferen­
cia con el título Arbeiterstudium und Universitàt.
14 de agosto Observando el plazo de aviso previo de seis semanas,
Gadamer da a conocer su renuncia al rectorado a partir
del 1 de octubre de 1947.

451
septiembre Funcionarios policiales secuestran efectos personales de
H G G cuando Frida Gadamer los llevaba hacia Frankfúrt.
1 de octubre Obtención de una plaza en la Universidad de Frankfurt,
primero como suplente y, a partir del 1-7-1948, como
profesor ordinario.
7 de noviembre De regreso en Leipzig el 31 de octubre para entregar el
rectorado, y en su propia casa donde se encuentra como
invitado el rector electo Werner Krauss, H G G es toma­
do prisionero por la policía y llevado a declarar ante un
oficial ruso, sin una razón aceptable y aparentemente, a
raíz de una denuncia. El suceso pone en ridículo la ges­
tión del alcalde de Leipzig, quien nombra una comisión
para aclarar el abuso policial; la gestión de tal comisión
no conduce a nada.
1948 23-26 de abril Por primera vez desde el fin de la guerra, Gadamer visi­
ta a Heidegger en Friburgo, exactamente 25 años des­
pués de su primer encuentro.
20 de junio Reforma monetaria, a la cual se atribuye el comienzo del
«milagro económico» en Alemania occidental.
30 Viaje a Mendoza (Argentina), a un congreso de filosofía
de marzo-
9 de abril en el cual habla sobre Die Grenzen der historischen
Vemunft. Allí se encuentra nuevamente con Karl Lowith
(a la sazón en la New School de Nueva York) y con
Helmut Kuhn.
1948/49 semestre de Seminario sobre Leibniz, dictado en común con el filó­
invierno sofo estadounidense Charles Hartshorne (nacido en 1897)
en la Universidad de Frankfurt.
1949 28 de abril H G G recibe una invitación a ocupar la cátedra de Karl
Jaspers en Heidelberg, que acepta el 2 de septiembre de
1949. Su nombramiento oficial tiene lugar el 15 de octu­
bre de 1949. Durante el semestre de verano de 1949 se
le encomienda, en carácter de suplencia, la toma de una
de las cátedras libres de filosofía en Heidelberg. Dicta un
curso de dos horas semanales con el título Das Ende der
abendlandischen Metaphysik y una clase práctica sobre
Descartes’Meditationen. En el semestre de invierno de
1949/50, en el semestre de verano de 1950 y en el semes­
tre de invierno de 1950/51, H G G atiende, junto a la de
Heidelberg, también su anterior cátedra de Frankfurt,
como suplente. H G G enseña en ambas universidades
durante cuatro semestres.
26 de septiembre 60 cumpleaños de Heidegger. Con un poco de retraso,

452
H GG publica un libro conmemorativo con el objeto de
romper el muro de silencio en torno a Heidegger. El libro
aparece en 1950 con el título Anteile, con aportaciones
de Ernst y Friedrich Jünger, Karl Lowith y Romano
Guardini, entre otros.
1950 29 de junio Mudanza a Heidelberg (Uferstrafie).
8 de julio Matrimonio con Kate Lekebusch (nacida el 7-11-1921)
en Frankfurt.
31 de julio Participación en una emisión radiofónica con ocasión
del 50 aniversario de la muerte de Nietzsche, junto a
Th. W. Adorno y M. Horkheimer.
1951 6 de abril Gracias a la mediación de HGG, Karl Lowith, que vive
en New York, es convocado a asumir una cátedra en
Heidelberg. Su actividad docente comienza en 1952. En
1953, Lowith publica el crítico libro Heidegger, Denker
in dürftiger Zeit, que disgusta mucho a Heidegger.
27 de mayo Incorporación a la Academia de Ciencias de Heidelberg.
En esa ocasión, H GG pronuncia un discurso con el título
Die Philosophie in den letzten 30 Jahren, en la que anun­
cia una Theorie der Hermeneutik. A la elaboración de
esa teoría dedica su trabajo filosófico de la década si­
guiente.
5 de agosto Viaje a Darmstadt, donde Heidegger habla sobre Bauen,
Wohnen, Denken.
1952 30 de enero Presentación de la idea fundamental de Verdad y méto­
do, en una conferencia dictada con ocasión de la cele­
bración del 50 cumpleaños de Gerhard Krüger, en
Tubinga. En 1953, Krüger asume la sucesión de Gadamer
en Frankfurt. En el mismo año, Krüger sufre un grave
ataque cerebral que lo deja inhabilitado para el habla y
el trabajo.
1953 20-26 de agosto Participación en el Congreso internacional de filosofía
de Bruselas.
Conferencia con el título Wahrheit in den Geistes-
wissenschaften, en Bremen.
Funda, junto a Helmut Kuhn, la revista crítica Philo-
sophische Rundschau, cuyos asuntos de redacción quedan
a cargo de la esposa de Gadamer.
1955 Conferencia Was ist die Wahrheit?, en Frankfurt.
1956 27 de septiembre Nacimiento de su hija Andrea.

453
1957 26-27 de junio H G G visita a Heidegger en Friburgo, con ocasión de su
conferencia Der Satz der Identitat, en el marco del 500
aniversario de la Universidad de Friburgo.
21-25 de octubre Ponencia sobre Ethos und Geschichtlichkeit, con ocasión
de una jornada de antiguos profesores de Marburgo (don­
de discute con R. Bultmann, E. Fuchs, D. Henrich, H.
Morchen, entre otros).
19-30 de noviembre Conferencias cardenal Mercier en Lovaina, con el tema
Über das Problem des historischen Bewusstseins.
1958 mayo Conferencia ante la Comisión del senado para la inves­
tigación sobre la historia de los conceptos, con el título
Der Begriffdes sensus communis.
1958/59 semestre de H G G recibe un semestre de licencia por primera vez
invierno en su vida, con el objeto de «llevar a término, por fin,
urgentes trabajos científicos».
1960 Verdady método. Con motivo de su 60 cumpleaños apa­
rece un libro conmemorativo intitulado Die Gegenwart
der Griechen, con un artículo de Heidegger («Hegel und
die Griechen»).
1961 Gira de conferencias por Italia. Conferencia en Milán y
Roma; Zur Problematik des Selbstverstandnisses (que es publi­
cada en 1962 en un libro conmemorativo con ocasión del
60 cumpleaños de Krüger). Visita a Emilio Betti.
Conferencia de gran trascendencia, con el título Über
die Môglichkeit einerphilosophischen Ethik, en Walberberg,
que aparece en 1963.
octubre Jürgen Habermas comienza su actividad docente en
Heidelberg. H G G le consigue un puesto de profesor
extraordinario de filosofía en Heidelberg, aun antes de
haber obtenido la habilitación académica, lo cual cons­
tituye un procedimiento muy inusual. A raíz de Habermas
se había suscitado un disgusto entre Horkheimer y
Adorno.
1962 H G G se presenta como candidato para el rectorado de
la Universidad de Heidelberg, pero es desplazado por
Fritz Ernst.
H GG funda, con investigadores internacionales de Hegel,
una Asociación Hegel. Conferencia en París: Die philo­
sophischen Grundlagen des 20. Jahrhunderts (GW4).
1965 11 de febrero Marcha de antorchas de numerosos discípulos de Ga­
damer ante su casa en honor de su 65 cumpleaños.

454
1966 abril Mudanza de la Bergstrafíe al Büchsenackerhang en Zie-
gelhausen, una localidad aledaña a Heidelberg.
semestre de verano Semestre de licencia.
octubre Como presidente de la Deutsche Philosophische Gesell-
schaft organiza una jornada en Heidelberg con el tema
Das Problem der Sprache.
1967 Aparece el primer tomo de los Kleine Schriften.
1968 14 de febrero Paso a la condición de emérito. No obstante, Gadamer
no abandona la actividad docente. Hasta el semestre de
invierno de 1969/70 se le encomienda la suplencia de su
propia cátedra vacante. También después tendrá oca­
sionales actividades docentes.
febrero Primer viaje a Norteamérica, donde participa en un con­
greso internacional sobre Schleiermacher en la Vander­
bilt University (Nashville, Tennessee). Visita muchas uni­
versidades estadounidenses, en las cuales diserta sobre
Image and Wordy The Concept ofthe Divine in Pre-Socra-
tic Phibsophy.
2 de septiembre Conferencia de apertura Über die Machí der Vernunft,
pronunciada en el 14° Congreso internacional de filo­
sofía en Viena. Allí conoce a Karl Popper, quien registra
aspectos comunes con la hermenéutica de Gadamer, y
a Jan Patocka, que está desesperado por la entrada de las
tropas soviéticas en Praga el 21 de agosto.
1969 14 de febrero Martin Heidegger pronuncia una breve conferencia en
el marco del curso Hegel und Heidegger, de Gadamer, que
este último piensa será su último curso en Heidelberg (lo
que no será así).
abril Segundo viaje a Norteamérica. Conferencias en Nueva
York (sobre Paul Celan, en la Casa Goethe), Waterloo
(Canadá) y en la Catholic University o f America, en
Washington.
20-21 de junio Organiza un coloquio en Heidelberg con motivo del 80
cumpleaños de Heidegger, en el cual participan Hei­
degger y Lowith.
1970 11 de febrero 70 cumpleaños de H GG. Aparece un libro conmemo­
rativo en dos tomos, Hermeneutik und Dialektik. El
enfrentamiento con la crítica a la ideología de Haber-
mas, alcanza su punto culminante.
1971 Un año de varias condecoraciones: H G G es nombrado
Caballero de la Orden «Pour le mérite», recibe el Premio

455
Reuchlin de la ciudad de Pforzheim y es condecorado
con la Gran Cruz Federal del Mérito.
1972 Aparece el primer tomo de Neue Anthropologie, planea­
da en común con Paul Vogler, que habrá de abarcar 7
tomos. Viajes a Noruega y a Norteamérica en septiem­
bre.
septiembre Participación en el coloquio sobre Celan en el Instituto
Goethe de Paris. En 1973 aparece su interpretación de
la obra de Celan «Atemkristall», Wer bin Ich und wer bist
Du? (editado en castellano en 1999 con el título ¿Quién
soy yo y quién eres tú?).
1976 26 de mayo Heidegger muere en Mefikirch. Sabiendo que Heidegger
deseaba ser sepultado en el marco del círculo íntimo de
su familia, HGG, que acaba de llegar de una gira de con­
ferencias por Noruega, no asiste a la ceremonia del entie­
rro en Mefikirch.
16 de diciembre Celebración conmemorativa de Heidegger en Friburgo
(con Cari Friedrich von Weizsácker y Werner Marx).
H G G diserta sobre Sein Geist Gott.
1977 H G G publica su autobiografía Philosophische Lehrjahre
(editada en castellano en 1996 con el título M is años de
aprendizaje).
1978 27 de octubre- Ida Beam Visiting Professor en la University o f Iowa:
13 de noviembre diez conferencias sobre hermenéutica y literatura.
Conferencia Der eminente Text en Minneápolis, en
noviembre, con ocasión del Congreso de la MLA
(Modern Languages Association).
1979 13 de junio Premio Hegel de la ciudad de Stuttgart. Jürgen Habermas
pronuncia una Laudatio con el título Die Urbanisierung
der Heideggerschen Provinz. Gadamer habla sobre Das
Erbe Hegels.
1980 11 de febrero Coloquio en Heidelberg en honor de H G G con motivo
de su 80 cumpleaños {D ie antike Philosophie in ihrer
Bedeutung fü r die Gegenwart, compilado por Reiner
Wiehl).
Viajes a Sudàfrica (septiembre) y California.
abril Participa en un simposio sobre Hermeneutik und die Kunst
en el Inter-University Center en Dubrovnic. Del encuen­
tro que allí se da entre investigadores de Oriente y Occidente
surge, pocos años más tarde, el Instituto para las Ciencias
del Hombre, en Viena.

456
1981 25-27 de abril Encuentro con Jacques Derrida en el Instituto Goethe,
en Paris.
2-9 de mayo Conferencias en el Instituto filosófico de la Universidad
de Nápoles y en el Instituto di Studi Filosofici di Napoli,
adonde H G G regresa casi anualmente para dictar con­
ferencias y cursos.
1982 Viaje a Polonia, por invitación de seminarios teológicos.
Visita Breslau (actualmente Wroclaw) por primera vez
desde 1945.
1983 agosto Encuentro con el papa Juan Pablo II en Castelgandolfo,
con ocasión de un coloquio organizado por el Insituto
para las Ciencias del Hombre.
Heideggers Wege.
1985 Comienza a aparecer la edición de las obras completas,
con dos volúmenes dedicados a la filosofía griega (tomos
V y VI). Coloquio con Reinhard Koselleck en Heidelberg
con ocasión del 85 cumpleaños.
1986 Quinta edición de Verdady método, como tomo I de las
obras completas. Los complementos en el tomo II
comienzan con una nueva autocrítica.
25 de mayo Por primera vez en su vida, H G G viaja a Mefikirch a un
simposio de la Sociedad Martin Heidegger al celebrarse
el 10 aniversario de la muerte de este último. Conferencia
Der eine Weg M artin Heideggers (El camino único de
M artin Heidegger). H G G participará en 1987 y 1990,
en MeíSkirch, en sucesivos simposios de la Sociedad
Martin Heidegger, de la cual es su único miembro hono­
rario.
15 de junio Premio Karl Jaspers.
1987 6 de mayo Premio Hans Martin Schleyer.
El libro de Victor Farias sobre Heidegger y el nacional­
socialismo enciende una nueva discusión sobre el «caso
Heidegger». Gadamer se expresa también sobre el com­
promiso de Heidegger, entre otras oportunidades, en una
manifestación con Derrida en Heidelberg, en febrero de
1988.
1989 julio En Heidelberg tiene lugar el primer simposio de julio
sobre H GG, que reúne investigadores norteamericanos
y europeos. Otros simposios sucederán a este pri-

457
9 Caída del muro de Berlín. Reunificación de Alemania el
de noviembre
3 de octubre de 1990. En un comienzo, H G G cree que
sería oportuno mantener por un tiempo ambos Estados
alemanes. La unión monetaria que lleva adelante Helmut
Kohl por motivos políticos no le parece realista desde
el punto de vista económico
1990 11 de febrero 90 cumpleaños. Se realizan distintos coloquios organi­
zados por la Academia de Ciencias de Heidelberg y por
la Sociedad Martin Heidegger. En Estados Unidos se
publica un libro conmemorativo, Festivals ofInterpretation.
Essays on Hans-Georg Gadamer’s Work, que testifica el
interés por la hermenéutica de Gadamer en Estados
Unidos.
1993 20 de octubre H G G pronuncia, por primera vez en los nuevos países
federales alemanes, un discurso festivo para la apertura
del semestre de invierno en la Universidad de Leipzig.
17 de noviembre Nuevo encuentro público con Jacques Derrida en París,
en el que también participa Paul Ricœur.
1994 28 de febrero Conversaciones en Capri sobre religión, con Jacques
Derrida y Gianni Vattimo.
1995 11 de febrero 95 cumpleaños. Aparece el décimo y último tomo de las
obras completas. En Heidelberg tiene lugar un acto fes­
tivo en el que Paul Ricœur pronuncia el discurso prin­
cipal con el título Die Paradoxien der Autoritat.
7-9 de julio Las jornadas internacionales anuales de hermenéutica están
dedicadas, en 1995, a la hermenéutica de la facticidad en
el joven Heidegger y su recepción por parte de Gadamer.
Participan renombrados investigadores sobre Heidegger y
sobre la hermenéutica (Theodore Kisiel, Richard Palmer,
William Richardson y Joel Weinsheimer). Gadamer diser­
ta sobre sus recuerdos de la época de Marburgo.
Recibe de la Accademia Nazionale dei Lincei, en Roma,
el premio internacional Antonio Feltrinelli, dotado de
300 millones de liras.
1996 12 de febrero Con motivo de su 96 cumpleaños, H G G recibe en
Heidelberg el doctorado honoris causa de la Universidad
de su terruño de infancia, Breslau.
1997 Es inserito en la Library o f Living Philosophers.
6-10 de enero Ultimo ciclo de conferencias en Nápoles, bajo el título
Vom Wort zum Begrijf.
marzo Viaje a Praga, donde recibe el doctorado honoris causa.

458
13 de julio Es nombrado ciudadano ilustre de la Universidad
Friedrich Schiller, de Jena. Conoce al pintor Emil
Schumacher.
13 de diciembre Premio Capo Circeo (de la Asociación para la amistad
germano-italiana, en Roma).
1998 10-12 de julio Participación en las jornadas de hermenéutica de
Heidelberg, que versa sobre el tema Vom Wort zum Begriff

459
Anexo 2
Anuncios de cursos en universidades alemanas1

Marburgo

SV 1929 Begriff und Geschichte der griechischen Ethik - Vorlesung. (Con­


cepto e historia de la ética griega - Curso)
Nikomachische Ethik - Übung2 {Ética a Nicómaco - Clases prác­
ticas)
SI 1929/30 Einfiihrung in das philosophische Studium (anhand der Werke
des Aristóteles) —Vorlesung (Introducción al estudio de la filo­
sofía [sobre la base de las obras de Aristóteles] —Curso) (Miér­
coles y sábados 12-13 h)
Übungen zur griechischen Philosophie der Natur (Aristóteles’
Physik) (Clases prácticas acerca de la filosofía griega de la natu­
raleza [Física de Aristóteles]) (Viernes 18-20 h)
SV 1930 Die Grundlagen der Logik - Vorlesung (Los fundamentos de
la lógica) - Curso (Miércoles y sábados 12-13 h)
Übungen zu Husserls Logischen Untersuchungen - (fur Anfánger)
(Clases prácticas acerca de las Investigaciones lógicas, de Hus­
serl - [para principiantes]) (Viernes 18-20 h)
SI 1930/31 Die Philosophie im Zeitalter des Hellenismus - Vorlesung (La
filosofía en la época del helenismo - Curso) (Miércoles y sába­
dos 12-13 h)

1. [Se abrevia SV por SEMESTRE DE VERANO y SI por SEMESTRE DE INVIERNO.


N. del 77] Las fuentes principales para los datos que a continuación se brindan son
los índices de cursos (IC) de las Universidades de Marburgo, Leipzig, Frankfurt y
Heidelberg, la Crónica de la Universidadprusiana de Marburgo y las Actas de la Teso­
rería académica de Heidelberg (que asignaba las remuneraciones de las clases). Como
los datos suministrados por los IC eran impresos comúnmente con meses de ante­
lación al comienzo de las clases, es posible que las primeras actividades académi­
cas a cargo de H G G en la respectivas Universidades falten, o bien se indiquen algu­
nas que él no llegó a dar por haber sido llamado a otra universidad. Cuando ha sido
posible extraer datos más confiables de otras fuentes, se los ha consignado. El cur­
so del SV de 1929 no figura en el IC. Se ha tomado su título de una carta de H GG
a M. Heidegger fechada el 17-4-1929.
2. Crónica de la Universidad prusiana de Marburgo para el ejercicio 1929.

461
Übungen zur Philosophie der Stoiker (Clases prácticas sobre la
filosofía de los estoicos) (Viernes 18-20 h)
SV 1931 Plato - Vorlesung (Platón - Curso) (Martes y viernes 12-13 h)
Übungen zu Platos Staat (Clases prácticas sobre la República de
Platón) (Miércoles 18-20 h), о bien en horario acordado)3
SI 1931/32 Ethik (Begriff und Geschichte) - Vorlesung (Ética [Concepto
e historia]) - Curso) (Miércoles 16-18 h)
Übungen zur aristotelischen Ethik - (Clases prácticas acerca de la
Ética de Aristóteles) (Jueves 18-20 h o bien en horario a convenir)
Einfìihrung in die Àsthetik-Kolloquium (Introducción a la esté-
tica-Coloquio) (Jueves 18-20 h)
SV 1932 Grundbegriffe des Aristóteles (Allgemeine Einleitung in die
Geschichte der Philosophie) - Vorlesung (Conceptos funda­
mentales de Aristóteles [Introducción general a la historia de la
filosofía] - Curso) (Miércoles 16-18 h)
Die geistige Situation der Zeit (Lektüre und Interpretation der
gleichnamigen Schrift von Jaspers) (La situación espiritual de la
época (lectura e interpretación del escrito homónimo de Jaspers)
(Viernes 18-20 h)
Übungen zur Philosophie des Aristóteles [Aristóteles’ Physik4]
(Clases prácticas sobre la filosofía de Aristóteles [La Física de
Aristóteles] (Miércoles 18-20 h, o bien en horario a convenir)
SI 1932/33 Geschichte des Weltbildes (Weltall, Raum, Zeit, Materie in der
Geschichte der abendlándischen Philosophie) - Vorlesung (Histo­
ria de la imagen del mundo [Universo, espacio, tiempo, materia en
la historia de la filosofía occidental] - Curso) (Miércoles 16-18 h)
Die Idee der Universitàt (Vorlesung und Diskussion über
die geschichtlichen Bedingungen der deutschen Hochschule) (La
idea de universidad [Curso y discusión sobre los condiciona­
mientos históricos de la universidad alemana]) (Viernes 18-20 h)
Übungen zur philosophischen Kosmologie des Altertums (Platos
Timaios) (Clases prácticas sobre la cosmología filosófica de
la antigüedad [el Timeo de Platón]) (Lunes 18-20 h, o bien en
horario a convenir)

3. Así figura en la Crónica de la Universidad prusiana de Marburgo, tomo 37:


1931; en el IC dice Übungen zu Plato (Clases prácticas sobre Platón)
4. El título entre corchetes figura en la Chronik der Universitàt Marburg (Cróni­
ca de la Universidad de Marburgo) para 1932), mientras que el otro figura en el IC.

462
SV 1933 Die Grundprobleme der Logik - Vorlesung (Los problemas fun­
damentales de la lógica - Curso) (Miércoles 16-18 h)
Übungen zu Husserls Logbchen Untersuchungen [Husserls Analy­
se der Zeit5] (Clases prácticas acerca de las Investigaciones lógi­
cas, de Husserl [El análisis del tiempo en Husserl] (Viernes 18-
20 h)
SI 1933/34 Die Philosophie im Zeitalter des Hellenismus - Vorlesung (La
filosofía en la época del helenismo - Curso) (Miércoles 16-18 h)
Staat und Kunst (Einführung in die Asthetik) - Vorlesung (Estado
y arte [Introducción a la estética] - Curso) (Viernes 10-11 h)
Übungen zur Ásthetik (Phanomenologische Analysen zum
Problem des Kunstwerkes) (Clases prácticas sobre estética [Análisis
fenomenológicos acerca del problema de la obra de arte]) (En
horario a convenir)
Übungen über das Problem der Unsterblichkeit in Platos Phai-
don (mit Dr. Krüger) (Clases prácticas sobre el problema de la
inmortalidad en el Fedón de Platón [conjuntamente con el Dr.
Krüger]) (Sábados 10-12 h)

Kiel6

SV 1934 Die Philosophie der Vorsokratiker (ais Einführung in die Ge­


schichte der Philosophie) - Vorlesung (La filosofía de los
Presocráticos [como introducción en la historia de la filosofía] -
Curso) (Miércoles y sábados 12-13 h)
Übungen zur Geschichte der griechischen Philosophie (Clases
prácticas sobre la historia de la filosofía griega) (Lunes 18-20 h)
Übungen zur Ásthetik des deutschen Idealismus (Clases prácti­
cas sobre la estética del idealismo alemán) (Viernes 18-20 h)
SI 1934/35 Die Philosophie der Vorsokratiker (ais Einführung in die Ge­
schichte der Philosophie) - Vorlesung (La filosofía de los
Presocráticos [como introducción en la historia de la filosofía] -
Curso) (Miércoles y sábados 12-13 h)

5. El título entre corchetes figura en la Crónica de 1933.


6. Como a H G G se le ofreció una suplencia en Kiel a último momento, las
siguientes actividades académicas no figuran en el IC de Kiel. No obstante, se pue­
de partir de la base que las actividades anunciadas en Marburgo corresponden a las
que, realmente, tuvieron lugar en Kiel (información verbal).

463
Arbeitsgemeinschaft über das Problem des ásthetischen Huma-
nismus (die Àsthetik von Kant bis Hegel) (Comunidad de tra­
bajo acerca del problema del humanismo estético [la estética
de Kant a Hegel]) (Viernes 18-20 h)
Übungen über Nietzsches Stellung zur griechischen Philosophie
(Clases prácticas sobre la posición de Nietzsche ante la filosofía
griega) (Lunes 18-20 h)

Marburgo

SV 1935 Die Philosophie der Vorsokratiker (ais Einführung in die Ge­


schichte der Philosophie) - Vorlesung (La filosofía de los
Presocráticos [como introducción en la historia de la filosofía] -
Curso) (Miércoles y sábados 11-12 h)
Übungen über Nietzsche und die griechische Philosophie (Clases
prácticas sobre Nietzsche y la filosofía griega) (Lunes 18-20 h)
SI 1935/36 Einleitung in die Philosophie —Vorlesung (Introducción a la filo­
sofía - Curso) (Miércoles y sábados 12-13 h)
Übungen über Plato [Platons Charmides7] (Clases prácticas sobre
Platón [El Cármides de Platón]) (Viernes 18-20 h)
SV 1936 Kunst und Geschichte - (Einleitung in die Geisteswissenschaf-
ten) - Vorlesung (Arte e historia - [Introducción a las ciencias
del espíritu] - Curso) (Miércoles y sábados 11-12 h)
Übungen über das Problem des ásthetischen Humanismus (Cla­
ses prácticas sobre el problema del humanismo estético) (Vier­
nes 18-20 h)
Platons Sophistes - Übung8 (El Sofista de Platón - Clases prácticas)
SI 1936/37 Grundbegriffe des Aristóteles - Vorlesung (Conceptos fundamen­
tales de Aristóteles - Curso) (Miércoles y sábados 11-12 h)
Übungen zur Nikomachischen Ethik des Aristóteles (Clases prác­
ticas sobre la Ética a Nicómaco de Aristóteles) (Viernes 18-20 h)
SV 1937 Die Philosophie der Spátantike (Hellenistische Schulen, Neu-
platonismus) - Vorlesung (La filosofía de la antigüedad tardía
[escuelas helenísticas, neoplatonismo] - Curso) (Lunes y jueves
16-17 h)

7. El título entre corchetes figura en la Crónica de 1935.


8. No figura en el IC, pero sí en la Crónica de 1936.
Übungen zu Plotin und dem Neuplatonismus - Übung (Clases
prácticas sobre Plotino y el neoplatonismo) (Viernes 18-20 h)
Schellings Freiheitslehre9- Übung (La doctrina sobre la libertad
en Schelling - Clases prácticas)
SI 1937/38 Hegel und die Vollendung der abendlándischen Metaphysik -
Vorlesung (Hegel y la plenitud de la metafísica occidental - Cur­
so) (Miércoles 11-13 h)
Einführung in Hegels Phanomenobgie des Geistes (Lektüre und
Interpretation für Anfánger) (Introducción a la Fenomenología
del espíritu de Hegel [Lectura e interpretación para principian­
tes]) (Viernes 18-20 h)
Übungen über Holderlin und die Philosophie des deutschen Ide-
alismus (Clases prácticas sobre Holderlin y la filosofía del idea­
lismo alemán) (Horario a convenir)

Leipzig10

SV 1938 Die Philosophie der Vorsokratiker (ais Einführung in die Ge­


schichte der Philosophie) - Vorlesung (La filosofía de los pre­
socráticos [como introducción a la historia de la filosofía] -
Curso) (Miércoles 11-13 h, sábados 12-13 h)
Übungen zur vorsokratischen Philosophie (Clases prácticas sobre
la filosofía presocràtica) (Miércoles 18-20 h)
SI 1938/39 Die Philosophie der Vorsokratiker (Allgemeine Einleitung in die
Geschichte der Philosophie) - Vorlesung (La filosofía de los pre­
socráticos [Introducción general a la historia de la filosofía] -
Curso) (Miércoles 11-13 h, sábados 12-13 h)
Übungen zur vorsokratischen Philosophie (Clases prácticas sobre
la filosofía presocràtica) (Viernes 18-20 h)
Kolloquium über Holderlins theoretische Schriften (Coloquio
sobre los escritos teóricos de Holderlin) (En horario a convenir)

9. No figura en el IC, pero sí en la Crónica de 1937.


10. Las actividades académicas del SV de 1938 y del SI de 1938/39 figuran en
el IC de Marburgo, pero H G G había asumido durante ese semestre una suplencia
en Leipzig, donde se incor'poró como profesor ordinario a partir del 1 de enero de
1939. También en este caso se parte de la base de que las actividades académicas
anunciadas en Marburgo corresponden a las que tuvieron lugar en Leipzig.

465
SV 1939 Kunst und Geschichte - (Einleitung in die Geisteswissenschaften)
- Vorlesung (Arte e historia - [Introducción a las ciencias del
espíritu] - Curso) (Martes, jueves y viernes 11-12 h)
Die Psychologie des Aristóteles - Seminar (La psicología de
Aristóteles - Seminario) (Viernes 15:30-17 h)
Übungen über Hegels Geschichtsphilosophie und ihre Auswir-
kungen (mit Assistent К. Volkmann-Schluck) - Proseminar (Cla­
ses prácticas sobre la historia de la filosofía de Hegel y sus influen­
cias [con el asistente K. Volkmann-Schluck] - Seminario
preliminar) (Martes 20-22 h)
SI 1939 Plato -Vorlesung (Platón-Curso) (Martes, jueves y viernes 11-12 h)
Übungen über Hegels Phanomenobgie des Gastes —Seminar (Cla­
ses prácticas acerca de la Fenomenología del espíritu de Hegel -
Seminario) (Viernes 15-17 h)
Lektüre eines platonischen Dialogs (mit Assistent K. Volkmann-
Schluck) - Proseminar (Lectura de un diálogo de Platón [con el
asistente К. Volkmann-Schluck] - Seminario preliminar (Mar­
tes 20:30-22 h)
1er. trim. 1940 Aufklárung und Romantik (Grundprobleme der neueren Philoso­
(enero-marzo) phie) -Vorlesung (Ilustración y romanticismo [problemas fun­
damentales de la filosofía moderna]) (Martes, jueves y viernes
12-13 h)
Übungen zur Naturphilosophie des Aristóteles (Raum, Zeit,
Bewegung) - Seminar (Clases prácticas sobre la filosofía de la
naturaleza de Aristóteles [espacio, tiempo, movimiento] - Semi­
nario) (Viernes 18-20 h)
Übungen zu Kants Kritik der reinen Vernunft (mit Assistent
К. Volkmann-Schluck) —Proseminar (Clases prácticas sobre la
Crítica de la razón pura de Kant [con el asistente K. Volkmann-
Schluck] - Seminario preliminar) (Sábados 10-12 h)
2 ° trim. 1940 GrundbegrifFe des Aristóteles - Vorlesung (Conceptos fundamen­
(abril-julio) tales de Aristóteles - Curso) (Martes, jueves y viernes 16-17 h).
Prinzipienfragen der Geisteswissenschaften - Seminar (Pregun­
tas de principios de las ciencias del espíritu —Seminario) (Miér­
coles 10-12 h)
Übungen zu Kants Kritik der reinen Vernunft (mit Assistent К.
Volkmann-Schluck) - Proseminar (Clases prácticas sobre la Crítica
de la razón pura de Kant [con el asistente K. Volkmann-Schluck]
- Seminario preliminar) (Miércoles 18-20 h)
3er. trim. 1940 Einleitung in die Philosophie - Vorlesung (Introducción a la
(sep-dic.) filosofía - Curso) (Martes, jueves y viernes 16-17 h)

466
Das Problem der Existenz in Rilkes Duineser Elegien - Seminar
(El problema de la existencia en las Elegías del Duino de Rilke -
Seminario) (Lunes 18-20 h)
Übungen zum Problem der Zeit (Augustins Konfessionen II. Buch)
(mit Assistent К. Volkmann-Schluck) —Proseminar (Clases prác­
ticas sobre el problema del tiempo [2o libro de las Confesiones de
San Agustín] [con el asistente K. Volkmann-Schluck] - Seminario
preliminar) (Viernes 18-20 h)
1er. trim. 1941 Hegel und die Vollendung der abendlándischen Metaphysik -
(enero-marzo) Vorlesung (Hegel y la plenitud de la metafísica occidental - Cur­
so (Martes, jueves y viernes 16-17 h)
Kants Grundlegung der Metaphysik der Sitien —Proseminar ( Fun­
damentación de la metafìsica de las costumbres de Kant —Semi­
nario preliminar) (Viernes 18-20 h)
Übungen über Platos Theatet (mit Assistent К. Volkmann-
Schluck) - Seminar (Clases prácticas sobre el Teeteto de Platón
[con el asistente K. Volkmann-Schluck] —Seminario) (Lunes 18-
20 h)
SV 1941 Philosophie der Vorsokratiker (Einleitung in die Geschichte der
Philosophie) - Vorlesung (Filosofía de los Presocráticos [Intro­
ducción a la historia de la filosofía] - Curso) (Martes, jueves y
viernes 16-17 h)
Nietzsches «Wille zur Macht»(Der Nihilismus und seine Über-
windung) - Seminar (La «voluntad de poder» en Nietzsche [El
nihilismo y su superación] - Seminario) (Lunes 17-19 h)
Übungen zum philosophischen Problem des Pantheismus (mit
Assistent К. Volkmann-Schluck) - Proseminar (Clases prácticas
sobre el problema del panteísmo [con el asistente K. Volkmann-
Schluck] - Seminario preliminar) (Viernes 17-19 h)
SI 1941/42 Kunst und Geschichte - (Einleitung in die Geisteswissenschaf-
ten) - Vorlesung (Arte e historia - [Introducción a las ciencias
del espíritu] - Curso) (Martes, jueves y viernes 16-17 h)
Kants Kritik der reinen Vernunft - Proseminar (La Crítica de la
razón pura de Kant (Lunes 15:30-17 h)
Übungen zur Philosophie des Nikolaus von Kues (mit Assistent
K. Volkmann-Schluck) - Seminar (Clases prácticas sobre la filo­
sofía de Nicolás de Cusa [con el asistente К. Volkmann-Schluck]
- Seminario) (Viernes 17-19 h)
SV 1942 Plato - Vorlesung (Platón - Curso) (Martes, jueves y viernes 16-
17 h)
Übungen zur griechischen Philosophie - Proseminar (Clases

467
prácticas sobre la filosofía griega - Seminario preliminar) (Lunes
15:30-17 h)
Übungen zur Ontologie der Gegenwart (Heidegger: Sein und
Zeit) - Seminar (Clases prácticas sobre la ontologia actual [Hei­
degger: El sery el tiempo] - Seminario) (Jueves 17-19 h)
SI 1942/43 Die Philosophie des deutschen Idealismus - Vorlesung (La filoso­
fía del idealismo alemán - Curso) (Martes, jueves y viernes 16-I7h)
Übungen über Nietzsches «Wille zur Macht»- Proseminar (Cla­
ses prácticas sobre la «voluntad de poder» en Nietzsche - Semi­
nario preliminar) (Lunes 15:15-16:45 h)
Übungen zum Freiheitsproblem —Seminar (Clases prácticas sobre
el problema de la libertad - Seminario) (Jueves 18-20 h)
SV 1943 Geschichte der neueren Philosophie (von Nikolaus von Kues bis
Leibniz) - Vorlesung (Historia de la filosofía moderna [de Nico­
lás de Cusa hasta Leibniz] - Curso)
Übungen über die Monadologie von Leibniz - Proseminar (Cla­
ses prácticas sobre la Monadologia de Leibniz) - Seminario pre­
liminar) (Lunes 15:15-16:45 h)
Übungen über Aristóteles’ Nikomachische Ethik —Seminar (Cla­
ses prácticas sobre la Ética a Nicómaco de Aristóteles) - Semina­
rio) (Jueves 18-20 h)
Kolloquium zur AuíSenpolitik und Staatenkunde (in Verbindung
mit dem Institut für Politik, auslándisches òffentliches Recht
und Vólkerrecht und dem Institut für Kultur und Universal-
geschichte - mit W. Weber, Freyer, Wendorf, Wieacker) (Colo­
quio sobre política exterior y doctrina del Estado [en unión con
el Instituto para la política, el derecho público extranjero y el
derecho internacional y con el Instituto para la cultura y la his­
toria universal - con W. Weber, Freyer, Wendorf, Wieacker])
(Viernes 19-20 h)
SI 1943/44 Einleitung in die Philosophie - Vorlesung (Introducción a la filo­
sofía - Curso) (Martes, jueves y viernes 16-17 h)
Übungen über die Nikomachische Ethik des Aristóteles - Prose­
minar (Clases prácticas sobre la Ética a Nicómaco de Aristóte­
les - Seminario preliminar) (Lunes 15:30-17 h)
Philosophische Erklarung von Rilkes Duineser Elegien —Semi­
nar (Explicación filosófica de las Elegías del Duino de Rilke —
Seminario) (Lunes 18-20 h)
Übungen zur Geschichte des Seinsproblems - Seminar (Clases
prácticas sobre la historia del problema del ser - Seminario) (Jue­
ves 18-20 h)

468
Kolloquitim zur Autëenpolitik und Staatenkunde (in Verbindung
mit dem Institut fìir Politik, auslándisches òffentliches Recht und
Vôlkerrecht und dem Institut fur Kultur und Universalgeschich-
te - mit W. Weber, Freyer, Wendorf, Wieacker) (Coloquio sobre
política exterior y doctrina del Estado [en unión con el Instituto
para la política, el derecho público extranjero y el derecho inter­
nacional y con el Instituto para la cultura y la historia universal -
con W. Weber, Freyer, Wendorf, Wieacker]) (Viernes 19-21 h)
SV 1944 Aristóteles (Einführung in die Metaphysik) - Vorlesung (Aris­
tóteles [Introducción a la metafísica] - Curso) (Martes, jueves y
viernes 16-17 h)
Übungen zu Kants Ethik - Proseminar (Clases prácticas sobre
la ética de Kant —Seminario preliminar) (Lunes 15:30-17 h)
Seminar (Seminario) [En horario a convenir11]
Kolloquium zur AuíSenpolitik und Staatenkunde (in Verbindung
mit dem Institut für Politik, auslándisches òffentliches Recht
und Vôlkerrecht und dem Institut für Kultur und Universal-
geschichte - mit W. Weber, Freyer, Wendorf, Wieacker) (Colo­
quio sobre política exterior y doctrina del Estado [en unión con
el Instituto para la política, el derecho público extranjero y el
derecho internacional y con el Instituto para la cultura y la his­
toria universal —con W. Weber, Freyer, Wendorf, Wieacker])
(Sábados 16 h)
SI 1944/45 Kunst und Geschichte - (Einleitung in die Geisteswissenschaf-
ten) - Vorlesung (Arte e historia - [Introducción a las ciencias
del espíritu] - Curso) (Martes y jueves 16-17 h)
Übungen zur Philosophie der Geschichte - Proseminar (Clases
prácticas sobre filosofía de la historia - Seminario preliminar)
(Lunes 15:30-17 h)
Übungen zur Philosophie des deutschen Idealismus —Seminar
(Clases prácticas sobre la filosofía del idealismo alemán - Semi­
nario) (Viernes 14-16 h)
Kolloquium zur AuíSenpolitik und Staatenkunde (in Verbindung
mit dem Institut für Politik, auslándisches òffentliches Recht
und Vôlkerrecht und dem Institut für Kultur und Universal-
geschichte - mit W. Weber, Freyer, Wendorf, Wieacker) (Colo­
quio sobre política exterior y doctrina del Estado [en unión con
el Instituto para la política, el derecho público extranjero y el
derecho internacional y con el Instituto para la cultura y la his-

11. Probablemente se trata de un seminario sobre Aristóteles relacionado con


el curso (información verbal).

469
toria universal - con W. Weber, Freyer, Wendorf, Wieacker])
(Viernes 19-21 h)
SV 194512 Plato - Vorlesung (Platón - Curso) (Martes, jueves y viernes 16-
17 h)
Platos Staat - Proseminar (La República de Platón - Seminario
preliminar) (Lunes 15:30-17 h)
Seminar (Seminario) [En horario a convenir]
Kolloquium zur Aufienpolitik und Staatenkunde (in Verbindung
mit dem Institut für Politik, auslándisches offentliches Recht
und Vôlkerrecht und dem Institut für Kultur und Universal-
geschichte - mit W Weber, Freyer, Wendorf, Wieacker) (Colo­
quio sobre política exterior y doctrina del Estado [en unión con
el Instituto para la política, el derecho público extranjero y el
derecho internacional y con el Instituto para la cultura y la his­
toria universal - con W Weber, Freyer, Wendorf, Wieacker])
(Sábados 16 h)
SV 194713 Methodenlehre der Wissenschaft (Grundprobleme der Philo­
sophie) - Vorlesung (Metodología de la ciencia [problemas fun­
damentales de la filosofía] - Curso) (Lunes y miércoles 8-10 h)14

Frankfurt

SI 1947/48 Friedrich Nietzsche—Vorlesung15


Übung (Clase práctica)
Seminar (Seminario) [probablemente, un seminario relaciona­
do con el tema del curso]

12. Actividades académicas anunciadas pero no realizadas, ya que la Universidad


fue clausurada por los aliados.
13. A pesar de que la Universidad de Leipzig fue reabierta en febrero de 1946,
no existe ningún índice de cursos antes del semestre de verano de 1947. Sin embar­
go, se puede partir de la base de que Gadamer, aun siendo rector, dictóun curso
tanto en el SV 1946 como en el SI 1946/47.
14. Anunciado en el IC con el título «Grundprobleme der Philosophie» («Pro­
blemas fundamentales de la filosofía») en la Facultad de Filosofía, y con el título
«Methodenlehre der Wissenschaft (Grundprobleme der Philosophie)» («Metodo­
logía de la ciencia [problemas fundamentales de la filosofía]») en la recién creada
Facultad de Ciencias Sociales.
15. Este dato falta en el correspondiente IC, pues Gadamer fue convocado a
Frankfurt durante el verano. El dato acerca del curso sobre Nietzsche se lo debo
a Etsuro Makita, que lo recibió en forma verbal del Sr. Gadamer.

470
SV 1948 Der Anfang der abendlandischen Philosophie (die Philosophie
der Vorsokratiker ) - Vorlesung (El comienzo de la filosofía occi­
dental [la filosofía de los Presocráticos] - Curso) (Martes, miér­
coles y jueves 16-17 h)
Philosophische Übungen für Anfanger: Platons Phaidos - (Prác­
ticas filosóficas para el principiante: El Fedón de Platón) (Miér­
coles 17-19 h)
Platons Parmenides - Seminar (El Parménides de Platón - Semi­
nario) (Jueves 18-20 h)
SI 1948/49 Kunst und Geschichte (Einleitung in die Geisteswissenschaften)
- Vorlesung (Arte e historia [Introducción a las ciencias del espí­
ritu] - Curso) (Miércoles, jueves y viernes 16-17 h)
Übungen zur Philosophie des deutschen Idealismus - Prosemi­
nar (Clases prácticas sobre la filosofía del idealismo alemán -
Seminario preliminar) (Miércoles 18-20 h)
Übungen zum Problem der Zeit - Seminar (Clases prácticas sobre
el problema del tiempo - Seminario) (Jueves 18-20 h)
SV 1949 Das Ende der abendlandischen Metaphysik (Hegel und Nietz­
sche) - Übung (El fin de la metafísica occidental [Hegel
y Nietzsche] - Clase práctica) (Miércoles, jueves y viernes 16-
17 h)
Übungen über Descartes’ Meditationen - Proseminar (Clases
prácticas sobre las Meditaciones de Descartes - Seminario preli­
minar) (Viernes 18-20 h)
Übungen über Hegels Phanomenologie des Geistes —Seminar (Cla­
ses prácticas sobre la Fenomenobgía del espíritu de Hegel - Semi­
nario) (Jueves 18-20 h)

Heidelberg

SV 1949 Das Ende der abendlandischen Metaphysik —Vorlesung (El fin


de la metafísica occidental - Curso) (Lunes y martes 12-13 h)
Descartes’ Meditationen —Übung (Las Meditaciones de Descar­
tes - Clases prácticas) (En horario a convenir, 2 h semanales)
SI 1949/50 Plato - Vorlesung (Platón - Curso) (Miércoles, jueves y viernes
17-18 h)
Übungen zur «Theologie» des Aristóteles - Proseminar (Clases
prácticas sobre la «teología» de Aristóteles - Seminario prelimi­
nar) (Viernes 18-20 h)

471
Plato: Sophistes - Seminar16 (Platón: el Sofista - Seminario) (Jue­
ves 18-20 h)
SV 1950 Einleitung in die Philosophie - Vorlesung (Introducción a la filo­
sofía - Curso) (Martes, jueves y viernes 17-18 h)
Übungen zu Kants Grundlegung der Metaphysik der Sitten -
Proseminar (Clases prácticas sobre Fundamentación de la metafìsi­
ca de las costumbres de Kant - Seminario preliminar) (Miérco­
les 14:30-16 h)
Übungen zur Geschichte des Seinsproblems - Seminar (Clases
prácticas sobre la historia del problema del ser - Seminario) (Miér­
coles 11-13 h)
SI 1950/51 Abendlándische Philosophie: Vorsokratik - Vorlesung17 (Filosofía
occidental: presocràtica - Curso) (Martes, jueves y viernes 17-18 h)
Das Problem der Unsterblichkeitsbeweise im Phaidon - Prose­
minar18 (El problema de las pruebas de la inmortalidad en el
Fedón - Seminario preliminar) (Miércoles 14:30-16 h)
Übungen zum Freiheitsproblem - Seminar (Clases prácticas acer­
ca del problema de la libertad - Seminario) (Miércoles 11-13 h)
SV 1951 Kunst und Geschichte (Einleitung in die Geisteswissenschaften)
- Vorlesung (Arte e historia [Introducción a las ciencias del espí­
ritu] - Curso) (Martes, jueves y viernes 17-18 h)
Übungen zur Geschichtsphilosophie - Seminar (Clases prácticas
sobre filosofía de la historia - Seminario) (Miércoles 14:30-16 h)
SI 1951/52 Auíklárung und Romantik I (Problème der neueren Philosophie
von Nicolaus Cusanus bis Leibniz) - Vorlesung (Ilustración y roman­
ticismo I [Problemas de la filosofia moderna desde Nicolás de Cusa
hasta Leibniz] —Curso) (Martes, jueves y viernes 17-18 h)
Übungen zu Kants Kritik der reinen Vernunfi (mit W. Schulz)
—Seminar (Clases prácticas sobre la Crítica de la razón pura de
Kant [con W. Schulz] - Seminario) (Miércoles 14:30-16 h)

16. En el IC el anuncio reza «Übungen zum Problem der Wahrheit» («Clases


prácticas sobre el problema de la verdad»). Tomamos para este listado el título
que figura en la Tesorería académica de Heidelberg (UAH, Rep. 27, 370).
17. En el IC, el anuncio reza «Grundprobleme der neueren Philosophie (von
Nicolaus Cusanus bis Leibniz)» («Problemas fundamentales de la filosofía moder­
na [desde Nicolás de Cusa hasta Leibniz]»). Tomamos para este listado el título que
da la Tesorería académica de Heidelberg (UAH, Rep. 27, 370).
18. En el IC: «Übungen über Leibniz» («Clases prácticas sobre Leibniz») (ibi­
dem).

472
SV 1952 Grundbegriffe des Aristóteles - Vorlesung (Conceptos fundamen­
tales de Aristóteles - Curso) (Martes, jueves y viernes 17-18 h)
Übungen zur Philosophie der Vorsokratiker - Seminar (Clases
prácticas sobre la filosofía de los Presocráticos —Seminario) (Miér­
coles 14:30-16 h)
Übungen zu Kants Kritik der reinen Vemunft (mit D. Henrich) -
Seminar19(Clases prácticas sobre la Crítica de к razón pura de Kant
[con D. Henrich] - Seminario) (2 h semanales)
SI 1952/53 Logik und Dialektik - Vorlesung (Lógica y dialéctica - Curso)
(Martes, jueves y viernes 17-18 h)
Übungen zu Hegels Phànomenologie des Geistes (mit D. Henrich)
- Seminar20 (Clases prácticas sobre la Fenomenología del espíritu
de Hegel [con Henrich] - Seminario) (Miércoles 14:30-16 h)
Aristóteles: Metaphysik -Seminar21 (Aristóteles: la Metafisica -
Seminario) (2 h semanales)
SV 1953 Einleitung in die Philosophie - Vorlesung (Introducción a la filo­
sofía - Curso) (Martes, jueves y viernes 17-18 h)
Übungen zum Zeitproblem - Seminar (Clases prácticas sobre el
problema del tiempo) (Miércoles 20-22 h)
Übungen zur Moralphilosophie. Schiller: Über Anmut undWür-
de (mit D. Henrich) - Seminar22 (Clases prácticas sobre filoso­
fía moral. Schiller: Sobre la gracia y la dignidad [con D. Henrich]
- Seminario) (Miércoles 14:30-16 h)
SI 1953/54 Plato - Vorlesung (Platón - Curso) (Jueves 17-18 h, viernes 16-
18 h)
Übungen zum Zeitproblem - Seminar (Clases prácticas sobre el
problema del tiempo - Seminario) (Jueves 18-20 h)
Übungen zu Plato (mit D. Henrich) - Seminar (Clases prácti­
cas sobre Platón [con D. Henrich] —Seminario) (Miércoles 14:30-
16 h)
SV 1954 Von Hegel zu Heidegger - Vorlesung (De Hegel a Heidegger -
Curso) (Jueves 17-18 h, viernes 16-18 h)

19. No figura en el IC. Tomado de la Tesorería académica de Heidelberg.


20. En el IC: «Übungen zum Problem der Zeit» («Clases prácticas sobre el pro­
blema del tiempo»).
21. No figura en el IC.
22. En el IC: «Übungen zu Platos Menon» («Clases prácticas sobre el Menón
de Platón»),

473
Das Wesen der Wahrheit (mit К. Lowith) - Seminar (La esencia
de la verdad [con К. Lowith] —Seminario) (Jueves 18-20 h)
Hegels Kant-Kritik (mit D. Henrich) - Seminar (La critica de Hegel
a Kant [con D. Henrich] - Seminario) (Miércoles 14:30-16 h)
Kants Moralphilosophie (mit D. Henrich) - Proseminar23 (La
filosofía moral en Kant [con D. Henrich] - Seminario prelimi­
nar (2 h semanales)
SI 1954/55 Der Anfang des abendlàndischen Denkens (Die Vorsokratiker) -
Vorlesung (El comienzo del pensamiento occidental [Los Preso-
cráticos] - Curso) (Jueves 17-18 h, viernes 16-18 h)
Übungen über Aristóteles’ Bild der Vorsokratiker - Seminar (Cla­
ses prácticas sobre la imagen aristotélica de los Presocráticos -
Seminario) (Miércoles 14:30-16 h)
Übungen über Hegel und die Vorsokratiker - Seminar24 (Clases
prácticas sobre Hegel y los Presocráticos - Seminario) (Jueves
18-20 h)
SV 1955 Einleitung in die Geisteswissenschaften —Vorlesung (Introduc­
ción a las ciencias del espíritu - Curso) (Jueves 17-18 h, vier­
nes 16-18 h)
Übungen zu Aristóteles: Nikomachische Ethik —Proseminar (Cla­
ses prácticas sobre Aristóteles: la Ética a Nicómaco - Seminario
preliminar) (Miércoles 14:30-16 h)
Übungen zur Kritik der Urteilskraft - Seminar25 (Clases prácti­
cas sobre la Crítica deljuicio - Seminario) (Jueves 18-20 h)
Die Entwicklungsgeschichte der Kantischen Ethik (mit D. Hen­
rich) -Ü bung26 (La historia del desarrollo de la ética kantiana
[con D. Henrich] - Clase práctica) (2 h semanales)
SI 1955/56 Kant und der deutsche Idealismus - Vorlesung (Kant y el idea­
lismo alemán - Curso) (Jueves 17-18 h, viernes 16-18 h)
Übungen zur Philosophie des deutschen Idealismus - Seminar
(Clases prácticas sobre la filosofía del idealismo alemán - Semi­
nario) (Miércoles 14:30-16 h)
Übungen zum Problem der Sprache —Seminar (Clases prácticas
sobre el problema del lenguaje - Seminario) (Jueves 18-20 h)

23. No figura en el IC.


24. En el IC: «Übungen über Plotin» («Clases prácticas sobre Plotino»).
25. In el IC: «Übungen zur Philosophie des Mittelalters» («Clases prácticas
sobre la filosofía de la edad media»).
26. No figura en el IC.

474
SV 1956 Aristóteles - Vorlesung (Aristóteles - Curso) (Jueves 17-18 h,
viernes 16-18 h)
Übungen über philosophische Grundbegriffe - Seminar (Clases
prácticas sobre conceptos fundamentales de la filosofía - Semi­
nario) (Miércoles 14:30-16 h)
Übungen über Plotin - Oberseminar (Clases prácticas sobre Pio­
tino - Seminario superior) (Jueves 18-20 h)
SI 1956/57 Ásthetik - Vorlesung (Estética - Curso) (Jueves 17-18 h, viernes
16-18 h)
Übungen zur Ásthetik - Seminar (Clases prácticas sobre estéti­
ca-Sem inario) (Miércoles 19-21 h)
Lektüre eines platonischen Dialogs - Proseminar (Lectura de un
diálogo platónico - Seminario preliminar) (Miércoles 14:30-16 h)
Einführung in das Aristoteles-Studium (mit W. Wieland) - Semi­
nar27 (Introducción al estudio de Aristóteles [con W. Wieland]
- Seminario)
SV 1957 Einleitung in die Philosophie - Vorlesung28 (Introducción a la
filosofía - Curso) (Jueves 17-18 h, viernes 16-18 h)
Hegels Vorreden - Proseminar (Los prólogos de Hegel - Semi­
nario preliminar) (Miércoles 14:30-16 h)
Übungen über Heideggers B rief über den Humanismus - Semi­
nar (Clases prácticas sobre la Carta sobre el humanismo de Hei­
degger - Seminario) (Miércoles 19-21 h)
SI 1957/58 Einleitung in die Philosophie - Vorlesung (Introducción a la filo­
sofía - Curso) (Jueves 17-18 h, viernes 16-18 h)
Übungen über Descartes’ Meditationen - Proseminar (Clases
prácticas sobre las Meditaciones de Descartes - Seminario preli­
minar) (Miércoles 14:30-16 h)
Übungen zur Phànomenologie des Geistes —Oberseminar (Clases
prácticas sobre la Fenomenología del espíritu —Seminario supe­
rior) (Miércoles 19-21 h)
SV 1958 Plato - Vorlesung (Platón - Curso) (Jueves 17-18 h, viernes 16-
18 h)
Lektüre eines platonischen Dialogs —Proseminar (Lectura de
un diálogo platónico - Seminario preliminar) (Miércoles
14:30-16 h)

27. No figura en el IC.


28. Según la Tesorería académica (ibidem).

475
Zur Phànomenologie Husserls - Oberseminar (Acerca de la feno­
menología de Husserl - Seminario superior) (Viernes 20-22 h)
SI 1958/59 En uso de licencia.
SV 1959 Von Hegel bis Heidegger - Vorlesung (De Hegel a Heideg­
ger - Curso) (Jueves 17-18 h, viernes 16-18 h)
Über Nietzsches Also sprach Zarathustra - Proseminar (Sobre Así
habló Zaratustra de Nietzsche - Seminario preliminar) (Miérco­
les 14:30-16 h)
Über Heraklit und Parmenides - Oberseminar (Sobre Herácli-
to y Parménides - Seminario superior) (Jueves 20-22 h)
SI 1959/60 Die Philosophie der Vorsokratiker - Vorlesung (La filosofía de
los Presocráticos - Curso) (Jueves 17-18 h, viernes 16-18 h)
Übungen zu Platos Phaidon - Proseminar (Clases prácticas so­
bre el Fedón de Platón - Seminario preliminar) (Miércoles 14:30-
16 h)
Übungen zu Heidegger und den Vorsokratikern - Seminar (Cla­
ses prácticas sobre Heidegger y los Presocráticos - Seminario)
(Jueves 20-22 h)
SV 1960 Geschichte der neueren Philosophie von Nicolaus Cusanus bis
zur Aufklárung - Vorlesung (Historia de la filosofía moderna
desde Nicolás de Cusa hasta la Ilustración - Curso) (Jueves 17-
18 h, viernes 16-18 h)
Übungen über Kants Prolegomena - Proseminar (Clases prácti­
cas sobre los Prolegomena de Kant - Seminario preliminar) (Miér­
coles 14:30-16 h)
Übungen über die Nikomachische Ethik des Aristóteles —Semi­
nar29 (Clases prácticas sobre la Ética a Nicómaco de Aristóteles
- Seminario) (Jueves 20-22 h)
S i l 960/61 Einleitung in die Philosophie - Vorlesung (Introducción a la filo­
so fía - Curso) (Jueves 17-18 h, viernes 16-18 h)
Aristóteles, Metaphysik XII - Proseminar (Aristóteles, Metafísi­
ca X II - Seminario preliminar) (Miércoles 14:30-16 h)
Übungen über Husserls Phànomenologie (Die Krisis der europâi-
schen Wissenschaften und die transzendentale Phanomenobgie) —Pro-
seminar (Clases prácticas sobre la fenomenología de Husserl [La
crisis de las ciencias europeasy lafenomenobgía trascendental] —Semi­
nario preliminar) (Jueves 20-22 h)

29. En el IC: «Übungen zu Husserls Phànomenologie» («Clases prácticas sobre


la fenomenología de Husserl»).

476
SV 1961 Die phânomenologische Bewegung (von Husserl bis Heideg­
ger) - Vorlesung30 (El movimiento fenomenologico [de Husserl
a Heidegger] - Curso) (Jueves 17-18 h, viernes 16-18 h)
Übungen zur Philosophie der Gegenwart: M. Heidegger: Der
Ursprungdes Kunstwerkes - Proseminar (Clases prácticas sobre la
filosofía actual: M. Heidegger: El origen de la obra de arte - Semi­
nario preliminar) (Miércoles 14:30-16 h)
Übungen zum Neuplatonismus - Proseminar (Clases prácticas
sobre el neoplatonismo - Seminario preliminar) (Jueves 20-22 h)
SI 1961/62 Plato - Vorlesung (Platón - Curso) (Jueves 17-18 h, viernes 16-
18 h)
Lektüre eines platonischen Dialogs - Proseminar (Lectura de un
diálogo platónico - Seminario preliminar) (Miércoles 14:30-
16 h)
Übungen zu Hegel - Seminar (Clases prácticas acerca de Hegel -
Seminario) (Jueves 20-22 h)
SV 1962 Einleitung in die Geisteswissenschaften - Vorlesung (Introduc­
ción a las ciencias del espíritu - Curso) (Jueves 17-18 h, vier­
nes 16-18 h)
Übungen zu Hegels Geschichtsphilosophie (mit Reiner Wiehl)
- Proseminar (Clases prácticas sobre la filosofía de la historia de
Hegel [con Reiner Wiehl] - Seminario preliminar) (Miércoles
14:30-16 h)
Übungen über Kants Kritik der Urteilskrafi - Seminar (Clases
prácticas sobre la Crítica deljuicio de Kant - Seminario) (Jueves
20-22 h)
SI 1962/63 Aristóteles - Vorlesung31 (Aristóteles - Curso) (Jueves 17-18 h,
viernes 16-18 h)
Übungen über Aristóteles - Proseminar (Clases prácticas sobre
Aristóteles —Seminario preliminar) (Miércoles 14:30-16 h)
Übungen zum Problem der Sprache - Seminar (Clases prácticas
sobre el problema del lenguaje —Seminario) (Sábados 9-11 h)
SV 1963 Der Anfang der abendlandischen Philosophie (Philosophie der
Vorsokratiker ) —Vorlesung (El comienzo de la filosofía occi­
dental [filosofía de los Presocráticos] - Curso) (Jueves 17-18 h,
viernes 16-18 h)

30. En el IC: «Plato» («Platón»).


31. En el IC: «Die Philosophie der Vorsokratiker» («La filosofía de los Preso­
cráticos»).
Leibniz - Proseminar (Leibniz - Seminario preliminar) (Miér­
coles 14:30-16 h)
Übungen zum Problem der Sprache - Seminar (Clases prácticas
sobre el problema del lenguaje - Seminario) (Sábados 9-11 h)
SI 1963/64 Einleitung in die Philosophie - Vorlesung (Introducción a la filo­
so fía - Curso) (Jueves 17-18 h, viernes 16-18 h)
Übungen über Nikolaus von Kues - Proseminar (Clases prácti­
cas sobre Nicolás de Cusa - Seminario preliminar) (Miércoles
14:30-16 h)
Aristóteles’ Plato-Kritik - Seminar (La crítica de Aristóteles a
Platón - Seminario) (Sábados 9-11 h)
SV 1964 Geschichte der neueren Philosophie von Nicolaus Cusanus bis
zur Aufklârung - Vorlesung (Historia de la filosofía moderna
desde Nicolás de Cusa hasta la Ilustración - Curso) (Jueves 17-
18 h, viernes 16-18 h)
Descartes’ Meditationen - Proseminar (Las Meditaciones de Des­
cartes - Seminario preliminar) (Miércoles 14:30-16 h)
Übungen zur Asthetik - Seminar (Clases prácticas sobre estéti­
ca - Seminario) (Martes 20-22 h)
SI 1964/65 Asthetik - Vorlesung (Estética - Curso) (Jueves 17-18 h, viernes
16-18 h)
Plotins Lehre vom Schonen - Proseminar (La doctrina de Pio­
tino sobre lo bello - Seminario preliminar) (Miércoles 14:30-
16 h)
Platos Sophistes -Seminar (El Sofista de Platón) (Martes 20-22 h)
SV 1965 Von Hegel bis Heidegger —Vorlesung (De Hegel a Heidegger
- Curso) (Jueves 17-18 h, viernes 16-18 h)
Übungen zu Heideggers Humanismusbrief—Proseminar (Clases
prácticas sobre la Carta sobre el humanismo de Heidegger - Semi­
nario preliminar) (Miércoles 14:30-16 h)
Übungen zu Hegels Phánomenologie - Oberseminar (Clases
prácticas sobre la fenomenología de Hegel - Seminario superior)
(Martes 20-22 h)
SI 1965/66 Sokrates und Plato - Vorlesung (Sócrates y Platón - Curso) (Jue­
ves 17-18 h, viernes 16-18 h)
Platos Phaidon - Proseminar (El Fedón de Platón —Seminario
preliminar) (Miércoles 14:30-16 h)
Plato und die Vorsokratiker - Oberseminar (Platón y los Pre­
socráticos - Seminario superior) (Miércoles 9-11 h)

478
SV 1966 En uso de licencia.
SI 1966/67 Aristóteles - Vorlesung (Aristóteles - Curso) (Jueves 17-18 h,
viernes 16-18 h)
Die Theologie des Aristóteles (Metaphysik XII) —Proseminar (La
teología de Aristóteles [Metafisica XII] - Seminario preliminar)
(Miércoles 14:30-16 h)
Heidegger und die Griechen - Oberseminar (Heidegger y los
griegos - Seminario superior) (Miércoles 10-12 h)
SV 1967 Die Philosophie der Vorsokratiker —Vorlesung (La filosofia de
los Presocráticos - Curso) (Jueves 17-18 h, viernes 16-18 h)
Übungen über einen platonischen Dialog - Proseminar (Cla­
ses prácticas sobre un diálogo platónico —Seminario preliminar)
(Miércoles 14:30-16 h)
Kants Kritik der ásthetischen Urteilskraft (durch Dr. Bartuschat) -
Proseminar (La Critica deljuicio estético de Kant (por el Dr. Bar­
tuschat) - Seminario preliminar) (Lunes 18-20 h)
Übungen über Hegels Logik - Oberseminar (Clases prácticas sobre
la lógica de Hegel - Seminario superior) (Miércoles 10-12 h)
SI 1967/68 Einleitung in die Philosophie - Vorlesung (Introducción a la filo­
so fía- Curso) (Jueves 17-18 h, viernes 16-18 h)
Platos Dialektik (zweisemestriger Kurs für Fachstudenten) -
Seminar (La dialéctica de Platón [curso de dos semestres para
estudiantes de la carrera] - Seminario) (Viernes 20-22 h)
Probleme der Hermeneutik - Oberseminar (Problemas de la her­
menéutica- Seminario superior) (Miércoles 10-12 h)
SV 1968 Platos Ontologie - Vorlesung (La ontologia de Platón - Cur­
so) (Jueves 17-18 h, viernes 16-18 h)
Übungen zu den Vorsokratikern - Seminar (Clases prácticas
sobre los Presocráticos —Seminario) (Miércoles 15-17 h)
Platos Dialektik II (Fortsetzung des Kurses íür Fachstudenten) -
Seminar (La dialéctica de Platón II [Continuación del curso para
estudiantes de la carrera] - Seminario) (Viernes 20-22 h)
SI 1968/69 Hegel und Heidegger - Vorlesung (Hegel y Heidegger - Curso)
(Jueves y viernes 17-18 h)
Heideggers Humanismusbrief- Proseminar (La Carta sobre el
humanismo de Heidegger - Seminario preliminar) (Miércoles
14:30-16 h)
Hegel und Aristóteles - Oberseminar (Hegel y Aristóteles - Semi­
nario superior) (Miércoles 9-11 h)

479
SV 1969 Grundprobleme der Ásthetik —Vorlesung (Problemas funda­
mentales de la estética - Curso) (Miércoles 16-17 h)
Übung zur Ásthetik (Kants Kritik der Urteilskrajt) —Obersemi­
nar (Clases prácticas sobre estética [La Crítica deljuicio de Kant]
- Seminario superior) (Miércoles 9-11 h)
SI 1969/70 Hermeneutik und Dialektik - Vorlesung (Hermenéutica y dia­
léctica - Curso) (Miércoles 16-17 h)
Zum Problem der Dialektik - Oberseminar (Acerca del pro­
blema de la dialéctica - Seminario superior) (Miércoles 9-11
h)
SV 1970 Einführung in das Platon-Studium - Vorlesung (Introducción
al estudio de Platón - Curso) (Miércoles 11-13 h)
Ein (noch anzugebender) Dialog Platons - Proseminar (Un diá­
logo de Platón [aún a determinar] - Seminario preliminar) (Miér­
coles 16-18 h)
SV 1971 Philosophie der Vorsokratiker - Vorlesung (Filosofía de los Pre­
socráticos - Curso) (Miércoles 11-12 h)
Übungen zur Vorlesung - Oberseminar (Clases prácticas sobre
el tema del curso - Seminario superior) (Miércoles 16-18 h)
SV 1972 Probleme der Ásthetik —Vorlesung (Problemas de estética - Cur­
so) (Lunes 11-12 h)
Übungen zur Theorie der Dichtung - Seminar (Clases prácticas
sobre la teoría de la poesía - Seminario) (Lunes 16-18 h)
SI 1972/73 Grundbegriffe des Aristóteles - Vorlesung (Conceptos funda­
mentales de Aristóteles - Curso) (Lunes 11-13 h)
Heraklit —Oberseminar (Heráclito —Seminario superior) (Lunes
16-18 h)
SV 1973 Platos Ontologie - Vorlesung (La ontologia de Platón - Cur­
so) (Lunes 11-13 h)
Übungen über einen platonischen Dialog —Oberseminar (Cla­
ses prácticas sobre un diálogo platónico —Seminario superior)
(Lunes 16-18 h)
SV 1974 Heraklit - Vorlesung (Heráclito - Curso) (Lunes 11-12 h)
Übungen zu den Vorsokratikern - Seminar (Clases prácticas acer­
ca de los Presocráticos - Seminario) (Lunes 18-20 h)
SV 1975 Religion und Philosophie der Griechen - Vorlesung (Religión y
filosofía de los griegos - Curso) (Lunes 10-12 h)
Die Mythen Platos - Übung (Los mitos de Platón - Clases prác­
ticas) (Lunes 18-20 h, quincenal)

480
Vom Anfang: Heraklit und Parmenides - Vorlesung (Acerca del
comienzo: Heráclito y Parménides —Curso) (Lunes 10-12 h)
Die platonische Dialektik - Vorlesung (La dialéctica platónica -
Curso) (Lunes 11-13 h)
Hermeneutik und Literatur - Vorlesung (Hermenéutica y lite­
ratura - Curso) (Lunes 11-13 h)
Platons Dialektik - Vorlesung (La dialéctica de Platon - Curso)
(Lunes 11-13 h)
Philosophische Hermeneutik, ihr Problem und ihre Problème -
Vorlesung (La hermenéutica filosófica, su problema y sus pro­
blemas - Curso) (Lunes y miércoles 12:15-13 h)
Bibliografía

1. Obras de Hans-Georg Gadamer

De 1985 a 1995 fue publicada una edición en diez tomos de las obras completas
[Gesammelte Werke] de Hans-Georg Gadamer, en la editorial J. C. B. Mohr (Paul
Siebeck), deTübinga. Se trata de la edición estándar, pero, como última edición
autorizada, revisa ocasionalmente textos previamente publicados y omite escritos
que el autor considera de menor importancia.

Gesammelte Werke

Hermeneutik I: Wahrheit und Methode: Grundzüge einer philosophischen Her­


meneutik, 1986, 2a edición 1990.
Hermeneutik II: Wahrheit und Methode. Erganzungen, Register, 1986, 2a edición
1993.
Neuere Philosophie I: Hegel - Husserl - Heidegger, 1987.
Neuere Philosophie II: Problème - Gestalten. 1987.
Griechische Philosophie I, 1985.
Griechische Philosophie II, 1985.
Griechische Philosophie III: Plato im Dialog, 1991.
Àsthetik und Poetik I: Kunst als Aussage, 1993.
Àsthetik und Poetik II: Hermeneutik im Vollzug, 1993
Hermeneutik im Rückblick, 1995

Más abajo siguen las publicaciones de Gadamer en orden cronológico. Esta biblio­
grafía puede ser casi completa solamente hasta el año 1960, a partir del cual la pro­
ducción de Gadamer se incrementó notablemente, en concomitancia con el éxito
de Wahrheit und Methode y con el fin de sus obligaciones docentes. Después de 1960
se consignarán solamente los escritos y las publicaciones de libros más importan­
tes. No se tendrán en cuenta recensiones, así como tampoco breves escritos y con­
ferencias de oportunidad. Esta omisión se presenta como tanto más obvia, cuanto
Etsuro Makita ha presentado ya una bibliografía completa (véase Sección 2 ).

1.1. Escritos tempranos (1922-1933)

Das Wesen der Lust nach den platonischen Diabgen, tesis doctoral, Marburgo (Phi-
losophische Fakultát) 1922 [inédita].
Zur Systemidee in der Philosophie, en Festschriftfu r Paul Natorp zum siebzigsten
Geburtstag, Berlín: de Gruyter, 1924, pág. 55-75.

483
Metaphysik der Erkenntnis. Zu dem gleichnamigen Buch von Nicolai Hartmann,
en Logos, 12 (1923-1924), pág. 340-359.
Der aristotelische Protreptikos und die entwicklungsgeschichtliche Betrachtung der
aristotelischen Ethik, en Hermes, 63 (1928), pág. 138-164; GW 5, 164-186.
Recensión de W. D. Ross, Aristotle’s Metaphysics, 1924, y de Werner Jaeger, Aris­
tóteles, 1923, en Logos, 17 (1928), pág. 130-140; GW 5, 283-300.
Praktisches Wissen (1930), primera publicación 1985, en GW 5, 230-248.
Platos Dialektische Ethik, Hamburgo: Felix Meiner Verlag, 1931, 2a edición 1968;
GW 5, 3-163.

1.2. De 1933 a 1945

Die neue Platoforschung, en Logos, 22 (1933), pág. 63-79; GW 5, 212-229.


Wilhelm Dilthey zu seinem hundertsten Geburtstag am 19. November, en Litera-
rische Rundschau, año 3, n° 20, 3a entrega, noviembre de 1933; GW 4, 425-
428.
Plato und die Dichter, Frankfurt a.M.: Vittorio Klostermann, 1934; GW 5, 187-
211 .
Ásthetik. Ein Literaturbericht von H.-G. Gadamer, en Zeitschriftfu r deutsche Bil-
dung, febrero 1934, pág. 324-328.
Vier Vortrage zur Geschichte der Naturphilosophie, reproducidas en discos de cera,
Kiel, 1934.
Zeitschrift fiir deutsche Kulturphilosophie [aviso], en Schleswig-hobteinische Hoch-
schulblatter, 1934, n° 6, pág. 14.
Antike „Atomtheorie“, en Zeitschriftfiir diegesamte Naturwissenschaft, 1 (1935/36),
pág. 81-95; GW 5, 263-279.
Kurt Riezlers Parmenidesauslegung, en Gnomon, 12 (1936), pág. 77-86; GW 6,
30-38.
Das Vermàchtnis eines Leipziger Denkers: Johannes Volkelt und sein Werk, en Leip-
ziger Neueste Nachrichten, 21 de julio de 1938.
Schülererinnerungen von Professor Dr. Hans-Georg Gadamer, en Maetschke, Ernst
(comp.), Festschrift zur 400jáhrigen Jubelfeier der Schule zum Heiligen Geist
in Breslau (1538-1938), Breslau: Druck von Otto Gutsmann, 1938,
pág. 89-91.
Zu Kants Begründung der Asthetik und dem Sinn der Kunst, en Festschrift Richard
Hamann zur sechzigsten Geburtstage am 29. M ai 1939, entregado por sus alum­
nos, Leipzig: August Hopfer Verlag Burg, 1939, pág. 31-39.
Hegel und der geschichtliche Geist, en Zeitschriftfü r die gesamte Staatswissenscha.fi,
100 (1939), pág. 25-37; GW 4, 384-394.
Herder et ses théories sur l’histoire, en Regards sur l ’histoire, Cahiers de l’Institut
allemand de Paris, Paris: Fernand Sorlot, 1941, pág. 7-36.
Volk und Geschichte im Denken Herders, Frankfurt a.M.: Vittorio Klostermann,
1942; GW 4, 318-335.
Platos Staat der Erziehung, en Berve, Helmut (сотр.), Das neue Bild der Antike,

484
Leipzig: Koehler & Amelang, Deutsche Geisteswissenschaft, I. Tomo: Hellas,
1942, pág. 317-333; GW 5, 249-262.
Goethe und die Philosophie [conferencia del año 1942], Leipzig: Volk und Buch Ver­
lag, 1947; GW 9, 56-71.
Holderlin Und das Zukünftige [conferencia dictada en 1943 en la Universidad tec­
nológica de Darmstadt], en Beitrdge zurgeistigen Überlieferung, Bad Godes-
berg: Verlag Helmut Küpper, 1947, pág. 53-85; GW 9, 20-38.
Die Gottesfrage der Philosophie, en Hammelbeck, Oskar (comp.), Festschriftfu r
KarlJaspers zu seinem 60. Geburtstag, 1943 [en esa fecha inédito]. Primera edi­
ción en GW 4, 349-360.
Holderlin und die Antike, en Kluckhorn, Paul (сотр.), Holderlin. Gedenkschrift zu
seinem 100. Todestagam 7. Jun i 1943, Tiibinga: J. С. B. Mohr, 1944, pág. 50-
69; GW 9, 1-19.
Wissenschaft als Beruf: Über den Ruf und Beruf der Wissenschaft in unserer Zeit,
en Leipziger Neueste Nachrichten und Handelszeitung, n° 270, 27 de septiem­
bre de 1943, pág. 3.
Das Problem der Geschichte in der neueren deutschen Philosophie [conferencia
dictada en 1943], en Kleine Schriften I, 1967, pág. 1-10 [versión ampliada de
Die Grenzen der historischen Vernunft, 1949]; GW 2, 27-36.
Gedenkrede auf Max Kommerell [alocución en Marburgo el 5 de agosto de 1944],
en Dichterische Welterfahrung: Essays, Frankfurt a.M., 1952, pág. 205-227.
Was ist der Mensch?, en Illustrierte Zeitung Leipzig. Sonderausgabe 1944: Der euro-
paische Mensch, 1944, pág. 31-37.
Prometheus und die Tragodie der Kultur [conferencia dictada ante la Sociedad Dan­
te, de Dresden en 1944], en Die Wandlung, 1 (1946), pág. 600-611; amplia­
da en Festschrift fu r RudolfBultmann zum 65. Geburtstag, Stuttgart/Colonia:
Kohlhammer Verlag, 1949, pág. 74-83; GW 9, 150-161.

1.3. De 1945 a 1959

Professor Dr. Gadamer sprach auf der Versammlung des Kulturbundes am 2. Dezem-
ber 1945 im Lehrervereinshaus über „Ziele und Aufgaben des Kulturbun-
des“ [manuscrito inédito].
Rilkes dichterische Gegenwart. Vortrag von Prof. Gadamer vor dem Kulturbund,
1956 [manuscrito inédito].
Bach und Weimar, Weimar: Hermann Bohlaus Nachfolger, 1946; GW 9, 142-149.
Die gemeinschaftsbildende Kraft der Kultur, en Gottinger Universitats-Zeitung, 8
(1946), pág. 4-6.
Leibniz1Philosophie und ihr geschichtliches Schicksal. Alocución festiva con oca­
sión del 300° aniversario del nacimiento de Gottfried Wilhelm Leibniz dic­
tada el I o de julio de 1946 en el Aula Magna de la Universidad de Leipzig,
en Studia Leibnitiana, 22 (1990), pág. 1-10.
Universitàt in unserer Zeit: Der Leipziger Rektor über den gesellschaftlichen Auf-
trag der Wissenschaft, en Gottinger Universitats-Zeitung111 (1947), pág. 10-11.

485
Über die Ursprünglichkeit der Wissenscbafi, Leipzig: Johann Ambrosius Barth Ver­
lag, 1947.
Arbeiterstudium und Universitát [conferencia del 1 de agosto de 1947], en Kul­
tur & Kritik. Leipzigerphilosophische Zeitschrift, marzo 1994, cuad. 6, pág. 112-
129 [con notas de V. Caysa y K.-D. Eichler].
Hermann Hesse. Conferencia en el Teatro de Leipzig del 28 de septiembre de 1947
[manuscrito inédito].
Über die Ursprünglichkeit der Philosophie: Zwei Vortrage. Berlín: Chronos-Verlag,
1948 [Die Bedeutung der Philosophie fiir die neue Erziehung, conferencia de
1945-46, Das Verháltnis der Philosophie zu Kunst und Wissenschaft, confe­
rencia de 1947].
Vom geistigen Laufdes Menschen: Studien zu unvollendeten Dichtungen Goethes, Bad
Godesberg: Verlag Helmut Kiipper, 1949; GW 9, 80-111.
Goethe und die sittliche Welt [conferencia radial del 1949], primera publicación
en Kleine Schriften II, 1967, pág. 97-104; GW 9, 72-79.
Karl Immermanns „Chiliastische Sonette“, en Die neue Rundschau, 60 (1949), pág.
487-502; GW 9, 180-192.
Discurso del Profesor Hans-Georg Gadamer, en la Johann-Wolfgang Goethe Uni­
versidad de Frankfurt, en representación de los miembros europeos, en Actas
delprim er congreso nacional de filosofia in Mendoza, marzo 30 - abril 9 1949,
Cuyo, 1949, vol. I, pág. 85-87.
Die Grenzen der historischen Vernunft, en Actas delprimer congreso nacional defilo­
sofila in Mendoza, marzo 30 - abril 9 1949, Cuyo, 1949, vol. II, pág. 1025-
1029.
Max Kommerell: Die Gefangenen, en Blatter der stadtischen Bühnen Frankfurt am
M ain, 1 (1949/50), pág. 4-6.
T. W Adorno, M. Horkheimer, H.-G. Gadamer, Über Nietzsche und uns. Zum
50. Todestag des Philosophen, emisión radiofónica en la radio estatal de Hes­
sen del 31 de julio de 1950, en Max Horkheimer, Gesammelte Schrifien: Band
13, Frankfurt a.M.: S. Fischer, 1989, pág. 111-120.
Martin Heidegger, texto para una emisión radial en la serie Nachtstudio, con fecha
de emisión 6 de diciembre de 1951 [manuscrito inédito].
Die Philosophie in den letzten 30 Jahren, en Ruperto-Carola, diciembre de 1951,
n° 5, pág. 33-34.
Retraktationen zum Lehrgedicht des Parmenides, en Varia variorum: Festgabefiir Karl
Reinhardt, Münster/Colonia: Bôhlau Verlag, 1952, pág. 58-68; GW 6, 38-49.
Gedachtnisrede a u f Oskar Schürer, Darmstadt: Neue Darmstádter Verlagsanstalt,
1952.
Über die Autoritàt: Die Wahrheit in den Geisteswissenschaften, en Bilder y Zeiten,
suplemento del periódico Frankfurter Allgemeinen Zeitung, 5 de diciembre de
1953, n° 283; GW 2, 37-43.
Mythos und Vernunft, en Gegenwart im Geiste: Festschriftfu r Richard Benz, Ham-
burgo: Christian Wegner Verlag, 1954, pág. 64-71; GW 8, 163-169.
Das Cusanus-Unternehmen der Heidelberger Akademie der Wissenschaften, en
Ruperto-Carola, 6 (1954), n° 15-16, pág. 78-79.

486
Über die Festlichkeit des Theaters: Walter R. Otto, dem Deuter antiker Festlich-
keit zum 80. Geburtstag, en Mannheimer Hefte, 3 (1954), pág. 26-30; GW 8,
296-304.
Die philosophische Bedeutung Paul Natorps, en Kant-Studien, 46 (1945/55), pág.
129-134.
Zu Romano Guardini, Rainer Maria Rilkes Deutung des Daseins, en Philosophi­
sche Rundschau, 2 (1954/55), pág. 82-92; GW 9, 271-281.
Einleitung zu R. G. Collingwood, Denken, Stuttgart: K. F. Koehler Verlag, 1955,
V-XIV.
In den Fesseln der Biirokratie: Notstand in Deutschlands àltester Universitàt, en
Christ und Welt, 9, 12 de abril de 1956.
Wahrheit und Methode. Der Anfang der Urfassung [escrito alrededor de 1956], en
Dilthey-Jahrbuch, 8 (1992-93), pág. 131-142.
Was ist Wahrheit?, en Zeitenwende: Die neue Furche, 28 (1957), pág. 226-237; GW
2, 44-56.
„Ethos und Geschichtlichkeit“ y „Von der Ethik zur Hermeneutik11, protocolo de
la Jornada de trabajo teológico de ex alumnos de Marburgo del 21 al 25 de
octubre de 1957 en Jugenheim [manuscrito inédito].
Aristophanes in Schwetzingen, en Die Gegenwart, 13 (1958), n° 12, 14 de junio de
1958.
Zur Fragwürdigkeit des ásthetischen Bewusstseins, en Rivista di estetica, 3 (1958),
pág. 374-383; GW 8, 9-17.
Sein und Schein. Zum Tode von Karl Reinhardt, en Die neue Rundschau, 69 (1958),
pág. 161-168; GW 6, 278-284.
Über die philosophische Berechtigung der Kritik, en Bühnenblatter des National-
theaters Mannheim, temporada 179 (1957/58), pág. 13-14.
Artículos ,,Denken“, ,,Geisteswissenschaften“, ,,Geschichtsphilosophie“, ,,Ge-
schichtlichkeit“, en Religion in Geschichte und Gegenwart, tomo II, 1958.
Artículos „Historismus11, „Kausalitàt in der Geschichte", en Religion in Geschichte
und Gegenwart, tomo III, 1959.
Vom Zirkel des Verstehens, en M artin Heidegger zum siebzigsten Geburtstag. Fest­
schrift, Pfullingen: Neske, 1959, pág. 24-34; GW 2, 57-65.
Rede auf die Universitàt Leipzig des Professors H.-G. Gadamer, ehem. Rektor der
Universitàt Leipzig, en Ruperto-Carola, 12 (1960), pág. 203-213.

1.4. A partir de 1960


(libros y ensayos de importancia)

Wahrheit und Methode. Grundzüge einer philosophischen Hermeneutik, Tubinga:


J. C. B. Mohr, 1960, 2a edición 1965.
Zur Einfiihrung, en Martin Heidegger, Der Ursprung des Kunstwerkes, Stuttgart:
Reclam, I960, pág. 102-125; GW 3, 249-261.
Hermeneutik und Historismus, en Philosophische Rundschau, 9 (1961), pág. 241-
276; GW 2, 387-424.

487
Le problème de la conscience historique, Lovaina: Publications universitaires de Lou-
vain/Paris: Nauwelaerts, 1963.
Die phânomenologische Bewegung, en Philosophische Rundschau, 11 (1963), pág.
1-45; G W 3, 105-146.
Über die Môglichkeit einer philosophischen Ethik, en Sein und Ethos, Maguncia:
Matthias-Griinewald Verlag, 1963, pág. 11-24; GW 4, 175-188.
Asthetik und Hermeneutik, en Algemeen Nederlands Tijdschrift voor Wijsbegeerte en
Psychologie, 56 (1964), pág. 240-246; GW 8, 1-8.
Martin Heidegger und die Marburger Theologie, en Zeit und Geschichte: Dankes-
gabe an RudolfBultmann zum 80. Geburtstag, Tubinga: J. C. B. Mohr, 1964,
pág. 479-490; GW 3, 197-208.
Dialektik und Sophistik im siebenten platonischen Brief, Heidelberg: Carl Winter Ver­
lag, 1964; GW 6, 90-115.
Phibsophisches Lesebuch, 3 tomos, compilado y comentado por Hans-Georg Gada­
mer, Frankfurt а.М.: Fischer, 1965-1970. Nueva edición: 1989.
Die Universalitàt des hermeneutischen Problems, en Phibsophisches Jahrbuch, 73
(1965/66), pág. 215-225; GW 2, 219-231.
Kleine Schriften I: Phibsophie, Hermeneutik, Tubinga: J. C. B. Mohr, 1967.
Rhetorik, Hermeneutik und Ideologiekritik: Metakritische Erorterungen zu Wahr-
heit undMethode, en Kleine Schriften I, pág. 113-130; GW 2, 232-250.
Kleine Schriften II: Interpretationen, Tubinga: J. C. B. Mohr, 1967.
Werner Scholz, Recklinghausen: Aurei Bongers, 1968.
Die Begriffsgeschichte und die Sprache der Phibsophie. Opladen: Westdeutscher Ver­
lag, 1971; GW 2, 77-91.
Replik, zu Hermeneutik und Ideologiekritik, 1971, pág. 283-317; GW 2, 251 -
275.
Über die Naturanlage des Menschen zur Phibsophie, Pforzheim: Selbstverôffent-
lichung der Stadt Pforzheim, 1971.
Hegels Dialektik. Fünfhermeneutische Studien, Tubinga: J. C. B. Mohr, 1971; 2a edi­
ción ampliada: 1980.
Kleine Schriften III, Tubinga: J. C. B. Mohr, 1972.
Wer bin ich und wer bist Du? Kommentar zu Celans Gedichtfblge .AtemkristalF, Frank­
furt a.M .: Suhrkamp, 1973; edición revisada y ampliada: 1986; GW 9,
383-451.
Hermeneutik, en Historisches Worterbuch der Phibsophie, tomo 3, 1974, pág. 1061-
1073; GW 2, 92-117.
Idee und Wirklichkeit in Platos „ Timaios“, Heidelberg: Carl Winter Verlag, 1974;
GW 6, 242-270.
Die Vernunft im Zeitalter der Wissenschaft, Frankfurt a.M.: Suhrkamp, 1976.
Rhetorik und Hermeneutik, Gotinga: Vandenhoeck & Ruprecht, 1976; GW 2, 276-
291.
Kleine Schriften IV, Tubinga: J. C. B. Mohr, 1977.
Poetica: Ausgewâhlte Essays, Frankfurt a.M.: Insel-Verlag, 1977.
Die Aktualitat des Schonen: Kunst ais Spiel, Symbol und Fest, Stuttgart: Reclam, 1977;
GW 8, 94-142.
Philosophische Lehrjahre, Frankfurt a.M.: Vittorio Klostermann, 1977.
Nachruf auf Martin Heidegger, en Jahrbuch der Heidelberger Akademie der Wis-
senschaftenfu r dasJahr 1977, Heidelberg: Carl Winter Universitàtsverlag, 1978,
pág. 52-54 .
Die Idee des Guten zwischen Plato und Aristóteles, Heidelberg: Carl Winter Verlag,
1978; GW 7, 128-227.
Gadamer, H.-G./Habermas, J., Das Erbe Hegels. Zwei Reden aus Anlass des Hegel-
Preises, Frankfurt a.M.: Suhrkamp, 1979.
Philosophie und Literatur, en Was ist Literatur? - Phànomenologische Forschungen,
11 (1981), pág. 18-45; GW 8, 240-257.
Heideggers Wege: Studien zum Spatwerk, Tubinga: J. C. B. Mohr, 1983: GW 3, 175-
332.
Lob der Theorie: Reden undAufiàtze, Frankfurt a.M.: Suhrkamp, 1983.
Text und Interpretation, en Forget, Ph. (comp.), Text und Interpretation. Eine deutsch-
franzosische Debatte, Munich: Wilhelm Fink Verlag, 1984, pág. 24-55; GW 2,
330-360.
Die Vielfalt Europas: Erbe und Zukunft, Stuttgart: Robert Bosch Stiftung, 1985.
Zwischen Phànomenologie und Dialektik - Versuch einer Selbstkritik (1985), en
GW 2, 3-23.
Das Erbe Europas: Beitràge, Frankfurt a.M.: Suhrkamp, 1989.
Gedicht und Gesprâch: Essays, Frankfurt a.M.: Suhrkamp, 1990.
Hans-Georg Gadamer on Education, Poetry, and History. Applied Hermeneutics, com­
pilado por Dieter Misgeld y Graeme Nicholson, Albany: SUNY Press, 1991.
Wort und Bild. „So wahr, so seiend“ (1991), en GW 8, 373-399.
Zur Phànomenologie von Ritual und Sprache (1992), en GW 8, 400-440.
Über die Verborgenheit der Gesundheit: Aufiàtze undVortràge, Frankfurt a.M.: Suhr­
kamp, 1993.
Hermeneutik - Theorie und Praxis, en Weifi, Heinz/Lang, Hermann (со тр .),
Psychoanalyse heute und vor 70 Jahren, Tubinga: Diskord, 1996, pág. 359-369.
Die Moderne und die Grenze der Vergegenstàndlichung, Munich: Bernd Klüser, 1996.
Gadamer-Iesebuch, compilado por J. Grondin, Tubinga: Mohr Siebeck, 1997.
Aristóteles, Nikomachische Ethik VI, compilado y traducido por Hans-Georg Gada­
mer, Frankfurt a.M.: Klostermann, 1998.

1.5. Cursos publicados

Lectures on Philosophical Hermeneutics, Pretoria: Van Shaik’s Boekhandel, 1982.


De Cesare, Vittorio (сотр.), L’inizio della filosofia occidentale, Milán: Guerini e
associati, 1993 [curso dictado en 1988 en el Istituto italiano per gli studi
filosofici de Nàpoles].
Der Anfang der Philosophie [traducción de L’inizio, 1993], Stuttgart: Reclam, 1996.

489
2. Bibliografías acerca de Hans-Georg Gadamer

Prospecto de la editorial J. C. B. Mohr con ocasión de la edición de las Obras


completas, 1985.
Bronk, Andrzej, Rozumiene dziejejezyk. Filozoficzna hermeneutiyka H.-G. Gada-
mera, Lublin, 1988.
Ferraris, Maurizio, Storia dell’Ermeneutica, Milán: Bompiani, 1988.
Makita, Etsuro, Gadamer-Bibliographie (1922-1994), Frankfurt a.M.:/Berlin/Ber-
na/Nueva York/Paris/Viena: Peter Lang, 1995.
Petit, Jean-Claude, Répertoire bibliographique sur l'herméneutique. Con una sección
consagrada a Gadamer, en Recherches et théories, 27, UQAM, Montreal, 1984.

3. Archivos

Las actas y cartas concernientes a Gadamer (mayormente en las actas de los encar­
gados de su correspondencia) fueron consultadas en los siguientes archivos:

Bayerische Staatsbibliothek
Berlín Document Center
Deutsches Literaturarchiv Marbach
Geheimes Staatsarchiv Preufiischer Besitz
Hessisches Staatsarchiv Marburg
Institut für Zeitgeschichte (Múnich)
Richard-Hònigswald-Archiv (Bonn)
Julius-Ebbinghaus-Archiv (Múnich)
Landesarchiv Schleswig-Holstein
Niedersáchsische Staats- und Universitátsbibliothek Gottingen
Staatsarchiv Dresden
Staatsarchiv Wroclaw
Stefan-George-Archiv (Stuttgart)
Universitâtsarchiv Frankfurt
Universitâtsarchiv Heidelberg (UAH)
Universitâtsarchiv Leipzig (UAL)
Universitâtsarchiv Múnich (UAM)
Universitàtsarchiv Wroclaw
Universitátsbibliothek Heidelberg (sección de manuscritos)

490
4. Correspondencia

4.1. Cartas publicadas individualmente


(en orden cronológico según la fecha de la carta)

Carta de Richard Honigswald a Hans-Georg Gadamer del 22.12.1919, con car­


tas de Hans-Georg Gadamer a W. Schmied-Kowarzik del 27-3 y del 24-4-1995
comentadas, en Schmied-Kowarzik, W. (сотр.), Erkennen - Monas —Sprache.
Internationales Richard-Honigswald-Symposion Kassel 1995, Würzburg: Konigs­
hausen & Neumann, 1997, pág. 455-460.
Kommerell, Max, Briefe und Aufzeichnungen 1919-1944, Friburgo: Verlag Olten,
1967.
Carta en descargo de Werner Krauss del año 1943, en Lendemains, año 18, cuad.
69/70 (1993), pág. 147-148.
Carta de Max Horkheimer a Hans-Georg Gadamer del 13-2-1950 y de Hans-Georg
Gadamer a Max Horkheimer del 15-3-1950, en Max Horkheimer, Gesammelte
Schriften. Band 18: Briefivechsel 1949-1973, Frankfurt a.M.: S. Fischer, 1996,
pág. 114, 122-123.
Carta del 18-2-1961 a Emilio Betti, en E. Betti, Die Hermeneutik ais allgemeine
Methodik der Geistesivissenschafien, Tubinga: J. C. B. Mohr, 1962, pág. 51-
52.
Strauss, L./Gadamer, H.-G., Correspondence Concerning Wahrheit und Methode
[1961], en IndependentJournal ofPhihsophy, 2 (1978), pág. 5-12.
Carta de Martin Heidegger a Hans-Georg Gadamer del 26-10-1969, en Jahresga-
be der Martin-Heidegger-Gesellschaft, 1990, pág. 9-10.
Carta del 17-3-1970 a Claus Grossner, con fragmentos de una Carta de junio a Paul
Felix Thiele fechada en junio de 1979 e intitulada „Gadamer und der Natio-
nalsozialismus. Ein Brieíwechsel“, en Grossner, C., Verfall der Philosophie. Poli-
tik deutscher Philosophen, Reinbek de Hamburgo: Christian Wegner Verlag,
1971, pág. 234-237.
Cartas de Martin Heidegger a H.-G. Gadamer del 21-11-1970, 2-12-1971 y 29-
2-1972 [incompleta], en Hans-Georg Gadamer, La dialettica di Hegel. Tra­
ducción y notas críticas a cargo de Riccardo Dottori, Génova: Marietti, 2a edi­
ción 1996, pág. 182-188. También se encuentran fragmentos de cartas de
Heidegger a Gadamer en el colofón de Gadamer, H .-G ./Habermas, ]., Das
Erbe Hegels, Frankfurt a.M.: Suhrkamp, 1979, pág. 89-94 [también en GW 4,
476-483].
Carta del 1 de junio de 1982 a Richard Bernstein, en Bernstein, R. J., Beyond Objec­
tivism and Relativism: Science, Hermeneutics and Praxis, Filadelfia: University
of Pennsylvania Press, 1988, pág. 261-265.
Carta de 1985 a Fred Dallmayr, en Palmer, R. E. y Michelfelder, D. (со тр .),
Dialogue and Deconstruction. The Ga¿lamer-Derrida Encounter, Albany: SUNY
Press, 1989, pág. 93-101.

491
4.2. Cartas inéditas

No existe (aún) un archivo de Gadamer. No obstante, había numerosas cartas de


Gadamer en los siguientes lugares: 1) en la oficina de Gadamer en el Seminario
de filosofía de la Universidad de Heidelberg y en su propiedad (a las cuales Gada­
mer dio acceso al autor); 2) en los archivos de las universidades en las cuales fue
profesor, teniendo en cuenta que, en la mayoría de los casos, se trata de cartas de
carácter oficial, escritos de llamada a asumir cátedras, etc.; 3) en propiedad de los
encargados de su correspondencia o de alumnos suyos (por ejemplo, Klaus Stich-
weh que me brindó acceso a las cartas de Gadamer a Lowith de los años treinta);
4) en los archivos de eruditos con los cuales Gadamer sostuvo correspondencia.
Se han de destacar aquí especialmente los siguientes (se indica la biblioteca donde
se encuentra el archivo postumo):

Boehringer, Robert, en el Stefan-George-Archiv (Stuttgart)


Bultmann, Rudolf, en el Rudolf-Bultmann-Archiv (Tubinga)
Celan, Paul [Deutsches Literaturarchiv Marbach, que contiene una carta de Gada­
mer a Celan del 25-4-1961]
Dempf, Aloys (Bayerische Staatsbibliothek, Múnich)
Ebbinghaus, Julius, en el Julius-Ebbinghaus-Archiv (Universitát der Bundeswehr,
Múnich)
Fischer, Hugo (Bayerische Staatsbibliothek, Múnich)
Guardini, Romano (Archivo pòstumo de Guardini, Bayerische Staatsbibliothek,
Múnich)
Heidegger, Martin (Deutsches Literaturarchiv Marbach, 63 cartas y tarjetas pos­
tales de Gadamer)
Heisenberg, Werner (Werner-Heisenberg-Institut, Max-Planck-Institut für Physik,
Múnich)
Jaspers, Karl (Deutsches Literaturarchiv Marbach)
Krüger, Gerhard (Universitátsbibliothek Tubingen)
Kuhn, Helmut (Bayerische Staatsbibliothek, Múnich)
Lowith, Karl (11 cartas de Gadamer a Lowith entre 1935 y 1940), en propiedad
de Klaus Stichweh (muchas cartas posteriores se encuentran en propiedad de
Gadamer)
Marcuse, Herbert, en el Herbert-Marcuse-Archiv (Stadt- und Universitátsbiblio­
thek Frankfurt a.M.)
Misch, Georg (Niedersáchsische Staats- und Universitátsbibliothek Gottingen)
Rothacker, Erich (Universitátsbibliothek Bonn)
Salin, Edgar (Universitátsbibliothek Basel)
Schalk, Fritz (Universitátsbibliothek Bonn)
Schischkoff, Georgi (Bayerische Staatsbibliothek, Múnich)
Schürer, Oskar (en propiedad de Gadamer)
Snell, Bruno (Bayerische Staatsbibliothek, Múnich)
Szondi, Peter (Deutsches Literaturarchiv Marbach)

492
Otros contemporáneos con los cuales Hans-Georg Gadamer pudo haber tenido
intercambio epistolar pero en cuyos archivos póstumos no se encontró carta algu­
na de Gadamer son, entre otros, Ernst Robert Curtius (Bonn), Stefan George (Stutt­
gart), Werner Jaeger (Houghton Library, Harvard University), Hans Lipps (Baye­
rische Staatsbibliothek, Munich).

5. Textos autobiográficos de Hans-Georg Gadamer

Marburger Erinnerungen I (Studentenjahre), en Alma mater philippina, Sommer-


semester 1973, pág. 23-27; II (Studentenjahre), ibidem, Wintersemester
1973/74; III (Niemandsjahre), ibidem, Sommersemester 1974, pág. 15-19;
IV (Dozentenjahre), ibidem, Wintersemester 1974/75, pág. 21-24.
Selbstdarstellung (1975), en Phibsophie in Selbstdarstellungen, Hamburgo: Felix Mei-
ner Verlag, tomo III, 1977, pág. 60-101; reimpr. en GW 2, 1986, 479-508;
versión ampliada con el título Reflections on my Philosophical Journey,
en Hahn, L. E. (comp.), The Philosophy o f Hans-Georg Gadamer, The Library
o f Living Philosophers Vol. XXIV, Chicago and La Salle, 111.: Open Court
Publishing Company, 1997, pág. 3-63.
Philosophic und Hermeneutik, en Philosophische Selbstbetrachtungen, Berna/Frank-
fiirt a.M./Munich: Herbert Lang, 1976, vol. 2, pág. 33-41.
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493
6. Reportajes o conversaciones con Gadamer
que fueron publicados

Para una lista de las emisiones de radio y televisión con participación de Gadamer
véase la lista preparada por Richard Palmer, que abarca más de cien títulos en Hahn,
L. E. (comp.), The Philosophy o f Hans-Georg Gadamer, The Library o f Living Phi­
losophers, Vol. XXIV, Chicago and La Salle, II.: Open Court Publishing Company,
1997, pág. 590-599.

Sensus communis gegen Technokratie. Gesprâch mit Hans-Georg Gadamer, en Gross­


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burgo: Christian Wegner Verlag, 1971, pág. 219-233.
Presentación. Entrevista del autor con H.-G. Gadamer, en Ortiz-Osés, Andrés,
Mundo, hombre y lenguaje crítico. Estudios de filosofía hermenéutica, Salaman­
ca: Ediciones Sígueme, 1976, pág. 9-11.
Recollection of Leo Strauss: An Interview with Hans-Georg Gadamer, en The News­
letter [Politics Department, University o f Dallas, Irving], vol. II (1978), n° 1,
pág. 4-7.
Samtal med Hans-Georg Gadamer, en Kris: Kritik Estetik Politik (Stockholm),
n° 13/14, noviembre 1979, pág. 6-13.
La tragedia alemana es filosófica: El pensador Hans-Georg Gadamer, en el ciclo
Existencialismo y filosofía, en E l País, 30 de marzo de 1979, pág. 33.
Hans-Georg Gadamer wird 80: Gesprâch mit dem Philosophen, en Kòlner Stadt-
Anzeiger, 9-10 de febrero de 1980.
I sentieri dell’imprevisto, en Rinascita, 12, 21 de marzo de 1980, pág. 25-26.
Hans-Georg Gadamer et le pouvoir de la philosophie, en Le Monde Dimanche,
19 de abril de 1981, pág. XII-XIII.
Den filosofiske hermeneutikk reflekter over betingelsene for at forstaelse overhodet
kan lykkes: Intervju jed Hans-Georg Gadamer, en Dyade (Oslo), 4 (1981),
pág. 29-47.
Interpretazione e verità (colloquio con Adriano Fabris), en Teoria. Rivista
semestrale diretta da Vittorio Sainati e Renzo Raggiunti, 2 (1982), pág. 157-
175.
Platone? L’ho incontrato in un bar: Il mestiere di filosofo oggi, 1: Hans-Georg Gada­
mer, en IIMessagero, 15 de julio de 1982, pág. 3.
Gadamer on Strauss: An Interview [el 11 de diciembre de 1981, con el profesor
Ernest L. Fortin], en Interpretation. A Journal ofPolitical Philosophy, 12/1 (1984),
pág. 1-13.
Interview. Cord Barkhausen spricht mit Hans-Georg Gadamer, en Sprache und Lite­
ratur in Wissenschaft und Unterricht, Paderborn: Schoningh / Múnich: W. Fink,
57, 1986, pág. 90-100.
Wir dürfen doch ein Streitgespràch fuhren? Gesprâch mit dem Heidelberger Phi­
losophen H.-G. Gadamer, en Communale. Heidelberger Wochenzeitung, 29, 19
de julio de 1986, pág. 9
Die verbindenden Solidaritàten sind nicht wirklich lebendig. Gesprâch mit dem

494
Heidelberger Philosophen H.-G. Gadamer, en Communale. Heidelberger Wochen-
zeitung, 30, 24 de julio de 1986, pág. 9.
Traditionen sind der Wissenschaft ofitmals weit überlegen. Ein Gesprâch mit dem
Heidelberger Philosophen H.-G. Gadamer, en Bildder Wissenschaft, 6 (1986),
pág. 80-88.
Hans-Georg Gadamer: Storie Parallele [entrevista con Vittorio Magnago Lampugnani
y Gerwin Zohlen], en Domus. Monthly Review o f Architecture Interiors Design
Art, n° 670, marzo 1986, pág. 17-28.
Entretien avec Hans-Georg Gadamer, en Notes et documents-. Pour une rechercheper­
sonnaliste 11 (1986), pág. 46-47.
Interview with Klaus Davi, en Flash Art International, n° 136, octubre 1986, reimpr.
en Art and Philosophy, Parma: Giancarlo Politi Editore, 1991, pág. 19-30.
Hans-Georg Gadamerrel, en Vigilia (Budapest), 52 (1987), n° 4 (abril), pág. 296-
300 [entrevista con Gyula Robert Illés].
Interview with Hans-Georg Gadamer [con Roy Boyne], en Theory, Culture & Society:
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Diálogo con Hans-Georg Gadamer, en Cuadernos de ética, Asociación Argentina
de Investigaciones Éticas, Buenos Aires, n° 8, diciembre 1989, pág. 69-86.
„ .. .die wirklichen Nazis hatten doch überhaupt kein Interesse an uns.“ Hans-Georg
Gadamer im Gesprâch mit Dorte von Westernhagen, en Das Argument, 182
(1990), pág. 543-555.
Die Kunst, Unrecht haben zu kònnen. Gesprâch mit dem Philosophen Hans-Georg
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16; reimpr. en Information Philosophie, 1991/3, pág. 21-28.
Il Metodo della saggezza [entrevista con Luigi Amodio], en II Mattino, 20 de ene­
ro de 1990, pág. 13.
Hans-Georg Gadamer ha festeggiato i suoi novant’anni a Napoli dove si trova per
un ciclo di conferenze: La grande Germania aspetti. Intrevista a Hans-Georg
Gadamer, en La Sicilia, 11 de enero de 1990.
Gadamer, l’inesperto. Interview con Piero Lavatelli, en L'unità, 16 de enero de 1990.
Saluto questo secolo con gioia. Interview con Riccardo Dottori, en La Repubblica
Mercurio, 10 de febrero de 1990, n° 57.
A conversation with Hans-Georg Gadamer [con Michael Baur], en Method: Jour­
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I greci e la poesia: Colloquio con Hans-Georg Gadamer, en Paradosso. Quadri­
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Russen in Deutschland: Hans-Georg Gadamer im Gespràch mit Vladimir Mala-
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Gadamer: “E il lampo squarcio la notte del mito” [con Renato Parascandolo], en
L’Unità, 30 de mayo de 1994, pág. 8.
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Heidegger und Nietzsche: „Nietzsche hat mich kaputtgemacht“ , en Aletheia, 5
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Philosophie heute. Gespràch zum Aletheia-Wôrterbuch der Philosophie, en Ale­
theia, 6 (1994), pág. 6-8.
Ein Kind, das Angst hat. Gesprách mit Hans-Georg Gadamer über Sokrates und
das Christentum, en Lutherische Monatshefie (1994/12), pág. 24-26.
Un entretien avec Hans-Georg Gadamer, en Le Monde, 3 de enero de 1995.
Das Gespràch. Der Philosoph Hans-Georg Gadamer. Befragt von Ralph Ludwig.
Sendung des Norddeutschen Rundfunks am 9.2.1995, Kulturmagazin, Redak-
tion: Wilhelm Heinrich Pot.

496
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sophen Hans-Georg Gadamer über die gewaltlose Macht der Sprache, en
Frankfurter Rundschau, 11 de febrero de 1995, pág. 8.
An der Sklavenkette. Hans-Georg Gadamer, Nestor der deutschen Philosophie,
über die Gefahren der Fernsehgesellschaft, en Die Woche, 11 de febrero de 1995,
pág. 33.
“Keiner will doch Philosoph werden, wenn er nicht verrückt ist.“ Ein Gesprâch mit
Hans-Georg Gadamer über die Philosophie, die Zukunft der Universitàt, die
Jugend und das Alter, en Unispiegel [Heidelberg], febrero 1995, pág. 3.
Interview: Hans-Georg Gadamer: “Without poets there is no philosophy”, en
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A Conversation with Hans-Georg Gadamer, en Journal o f the British Society fo r
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Gadamer: „Das ist doch nichts Neues“, en Ruprecht [Heidelberg] (35), mayo 1995,
pág- 3.
Heidegger und Hegel: Dass von Hegel eine bestándige Irritation ausgeht, en
Aletheia, 9 (1996), pág. 7-8.
Zum Ethos erziehen. Gesprâch mit dem Philosophen Hans-Georg Gadamer, en
Evangelische Kommentare 6/1996, pág. 333-335 [diálogo con C. Quarch у
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pág. 115-139.
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Dialogischer Rückblick auf das Gesammelte Werk und dessen Wirkungsgeschichte,
en Grondin, J., Gadamer-Lesebuch, Tubinga: Mohr Siebeck, 1997, pág. 280-
295.
Fortwirken durch Verwandeln. Ein MUT-Interview mit dem Philosophen Hans-
Georg Gadamer [con Joachim Becker], en Mut. Forum für Kultur, Politik und
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und Jochen Horisch, en Boehm, Ulrich (сотр.), Philosophie heute. Gespràche
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Über den Ernst des Fehlens von Festen. Hans-Georg Gadamer im Gespràch mit
Rainer Buland, en Homo ludens, 8 (1998), pág. 20-41.

497
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Gadamer en checo, en preparación (Praga, 1999).

7. Literatura secundaria acerca de la biografía de Gadamer


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510
índice onomástico

Abikoff, William, 246 Becker, Adele, 36


Adorno, Theodor W. 228, 349, 350, Becker, C.H ., 244
402, 349, 401,403 Becker, Cari, 201
Agustín, 40, 144, 145, 147, 163 Becker, Joachim, 63
Albert, Hans, 375, 388, 394, 395,430 Becker, Oskar, 110, 209, 228, 402
Alt, Albrecht, 312 Behler, Ernst, 428
Anton, Hans, 71, 128, 132, 201, 202, Behrens, Fritz, 340
212, 390 Beierwaltes, Werner, 408
Apel, Karl-Otto, 278, 354, 382, 401, Benzmann, Hans, 65, 71-73
408 Bergson, Henri, 285
Arendt, Hannah, 17,19, 156,173,179, Bernstein, Richard J., 381
205, 365 Berthold, Gertrude, 296, 299, 310
Aristóteles, 17, 24, 41, 110, 111, 119, Berve, Helmut, 275, 289, 292, 301,
133,134,136,139,142,144, 149, 303, 366
150,151,153,156,158,159,160, Betti, Emilio, 377, 393, 397,4 2 7 ,4 3 0
162,165,166,168,170, 171, 185, Biedermann (fonetista), 63
186,187,188,191,192,193,199, Biel, Gabriel, 163
200,221,237,243,254,300,304, Biemel, Walter, 356
355, 382, 424 Blass, Friedrich, 171
Aron, Raymond, 207 Bloch, Ernst, 334
Auerbach, Erich, 273, 218 Blochmann, Elisabeth, 51, 244, 245,
357
Bach, Johannes Sebastian, 43, 328 Bliicher, Heinrich, 365
Bacon, Francis, 20, 87, 104, 394 Boehm, Rudolf, 139
Baeumler, Alfred, 245, 249, 250 Boehm, Ulrich, 40
Bai, Karol, 36-37 Bohr, Niels, 307
Balfour, Michael, 269 Bollnow, Otto Friedrich, 199, 363
Balzac, Honoré de, 155 Boor, Hans Otto de, 303
Bang, Hermann, 85 Bòrdlein, Ingeborg, 48
Barkhausen, Cord, 405 Borgeest, Bernhard, 41
Barth, Heinrich, 71, 122 Bormann, Claus von, 386
Barth, Karl, 71, 120, 183, 209 Bornkamm, Heinrich, 312, 371
Bartzack, Johannes, 66-69 Bosch, Robert, 291
Bauer, K.H., 367 Boyne, Robert, 419
Baum, Wilhelm, 375 Brentano, Franz, 138
Baumgarten, Arthur, 334, 340 Breuer, Stefan, 70, 74, 127, 202
Baumgartner, Matthias 88, 229 Breysig, Kurt, 125
Beaufret, Jean, 428-429 Brock, Werner, 359

511
Bròcker, Walter, 210, 211, 252, 253, Dohna-Mallwitz, Graf, 69
281,304, 363 Dollfuss, Engelbert, 248
Brüning, Heinrich, 197, 205, 206,231, Dostoievski, Fiodor, 155, 278, 88
333 Dottori, Ricardo, 360, 426
Bubner, Rüdiger, 300, 328, 330, 360, Dougherty, T. David, 422
397, 398, 407,408 Dreier, Ralf, 248
Bultmann, Rudolf, 40, 42, 57, 77, 78,
103,104,144,151,163-166,170, Ebbinghaus, Hermann, 50
183,184,209,210,217,253,273, Ebbinghaus, Julius, 60, 80, 135, 141,
370, 372, 374, 384, 390 142, 157, 181, 213, 281-283,
Burckhardt, Jacob, 312, 243, 253 304
Bürger (profesor de griego), 77 Ebeling, Gerhard, 421
Eichendorff, Joseph Freiferr von, 60
Calderón, 203 Eichler, K.D. 342
Campenhausen, Hans von, 371, 384 Eribon, Didier, 25
Cassidy, David, 50, 66,213, 245,275, Ernst, Fritz, 367
288, 290, 293, 294, 301 Ettinger, Elbieta, 365
Cassirer, Ernst, 116,136,199, 231, 321 Eucken, Rudolf, 66
Cassirer, Toni, 321 Eurípides, 266
Caysa, Volker, 342
Celan, 386 Fahrner, Rudolf, 167, 266
Cicerón, 171 Farias, Victor, 214
Cohen, Herman, 45,97,105,113,115, Feige, Hans-Uwe, 314, 315, 317, 334,
128, 181 337, 338, 340, 341
Courtine, Jean-François, 20 Feinberg, Eugen, 307
Cramer, Konrad, 353, 360, 408 Fest, Joachim, 297, 300, 362, 415
Curtius, Ernst Robert, 57, 104, 108, Feuchtersleben, Freiherr Ernst von,
123, 124, 131, 184, 273 39
Feuerbach, Ludwig, 18, 388, 394
Danckwortt (farmacéutico), 44 Feyerabend, Paul, 375, 388
Deichgrâber, 259 Fichte, Johann Gottlieb, 116, 136,' 141,
Delacampagne, Christian, 284 211
Demócrito, 117, 192, 237 Fink, Eugen 199, 363
Derrida, Jacques, 64, 400, 428, 429, Fischer, Fritz, junior, 246
430, 431,432, 433 Flanagan, Joseph, 422-423
Descartes, René, 20, 29,159, 253, 364 Forget, Philippe, 430
Dettmering, Erhart, 161, 238 Foucault, Michel, 25
Dibelius, Martin, 170 Fraenkel, Eduard, 199
Dilthey, Wilhelm, 21, 23, 26, 31-33, Frank, Cari, 257
112,116,126,143,145,146,150, Frank, Erich, 173, 181, 218-220, 240-
159,163,188,276,277,285,355, 241,250, 257, 269,273, 279
377,379, 382,386,393,404,420, Freud, Sigmund, 18, 20, 31, 33, 349,
421 408
Diógenes Laercio, 169 Freyer, Hans, 259, 302, 338, 339
Doerr, Wilhelm, 362 Friedemann, Heinrich, 122

512
Friedlander, Paul, 71, 122, 162, 165- Groppe, Carola, 71, 124-126, 212
174,184,186-187,189,190,194, Grossner, Claus, 239, 252, 284, 354,
199, 201, 218, 256,261,266,273 394, 403
Frings, Theodor, 312 Gruchmann, Lothar, 248
Fritz, Kurt von, 220 Grufi, 64
Fuchs, Peter 425 Guardini, Romano, 336, 358, 359, 401
Fuchs, Walther Peter, 426 Gundolf, Friedrich, 26, 74, 125
Fulda, Friedrich, 353, 360, 408 Gürtner, F., 248
Funke, Gerhard, 285 Guttmann, A. 127
Fiirstenberg, Graf von, 299
Habermas, Jürgen, 22, 58, 302, 350,
Gadamer, Frida, 87. 151, 154, 246, 354, 360, 391, 397-398,400-409,
273,303 431
Gadamer, lise, 38, 224 Haering, Theodor, 260-264
Gadamer, Johanna, 39 Hahn, Lewis Edwin, 392
Gadamer, Johannes, 38,44-54, 59, 62, Hallstein, Walter, 342, 348
66, 69, 79, 92, 135, 177 Halmer, Nicolaus, 331
Gadamer, Jutta, 235, 274, 413 Hamann, Richard, 57, 126-127, 129,
Gadamer, Oskar, 36 272
Gadamer, Willi, 37, 38, 53-54 Hardell (profesor de religión), 77
Galileo Galilei, 237 Harder, Richard, 199
Gehlen, Arnold, 259, 261, 281, 282 Harmjanz, Heinrich, 259
Geiger, Moritz, 30, 106, 107, 178 Harnack, Adolf von, 66
George, Stefan, 26, 65, 70-76, 85, 87, Harries, Karsten, 421
90, 121-128, 132, 134, 151, 165, Hartmann, Nicolai, 30, 57, 84, 89, 97-
166, 201, 2ft2, 203, 222, 237, 378 99, 103-113, 116, 120-121, 128,
Geraets, Theodor, 110 131-136,140,145,149,151,153,
Gewiese, Emma Karolina Johanna, 36, 155,156,160,162,165-166,174-
52 175, 181-187,253
Gewiese, Hugo, 37 Hartnack (teólogo liberal), 143
Giannara, Anastasios, 247 Hartsch, 346
Gleispach, Graf Wenzel 246-249 Hegel, Gerog Wilhelm Friedrich, 23,
Gnoli, Antonio, 58, 390 39, 89-90, 110-111, 116, 136,
Goebel, K. von, 178 141, 143, 188, 192, 194,211,228,
Goethe, Johann Wolfgang, 26, 70, 74, 254-256, 260, 262, 268, 272, 277,
87, 203, 224, 278, 301, 305, 328, 285, 300, 319, 360, 371, 382,
352, 374, 376, 428 384-385,387,389,391,398,422,
Gogol, Nicolai, 155 423,
Gontscharov, Ivan Alexándrovich, 155 Heidegger, Elfriede 48, 390,
Gòrland, Albert, 45 Heidegger, Hermann, 151
Gottschalk, Hans L., 110 Heidegger, Martin, 17-25, 30, 33-34,
Grassi, E363 39, 42-43, 48, 57-58, 69, 74, 86,
Grassi, Roswitha, 85, 90, 91 89, 91- 93, 95, 97-107, 109-113,
Grenz, Ruldolf, 161, 238, 433 125, 129, 133-151,153-168,170-
Grondin, Jean, 22 171, 173-193, 199, 200, 201, 203,

513
(Heidegger) 208, 209, 210, 211, 214, Horkheimer, Maidon, 353
216-219,222,227,229- 231,239- Horkheimer, Max, 348-350, 353,401-
240,244-246,251-253,256,258, 403
261-262, 266, 277-280, 282, 285, Huch, Ricarda, 87
288-289,293,300, 309,336, 342, Hugenberg, Alfred, 205-206, 208
349-352,354, 356-365, 367, 371, Hume, David, 112
373,382-392, 397-402,405,408, Hund, Friedrich, 312, 318- 319
412,414-415,420-423,428-430, Husserl, Edmund, 20, 23, 26, 29-31,
434, 33-34, 85-86, 89, 93, 100, 106-
Heimpel, Hermann, 275 107, 111, 120,131-144,153-155,
Heimsoeth, Heinz, 195 157,159,165,174,177,179,181,
Heisenberg, Werner, 50, 213, 261-262, 199,210,219,226,228,234,382,
275, 303, 307-308 387, 3 9 1 ,3 9 8 ,4 1 5 ,4 2 2
Hellig, Hedwig, 37, 52 Husserl, Wolfgang, 234
Helmholtz, Hermann von, 377-378
Henkel, Arthur, 202 Ingram, David, 405
Henrich, Dieter, 353, 360, 408, 411
Heráclito, 115, 117, 149, 304 Jablonowski, Alexander, 283
Herbig, Reinhard, 369 Jacobi, Erwin, 326, 340, 343-344
Herder, Johann Gottfried, 284-286, Jacobsthal, Paul, 162, 171-172, 273
288 Jaeger, Werner 123, 162, 168-171, 193,
Herrmann, Hilde, 295, 371 199-200, 3 09,312
Hesse, Hermann, 71, 328, 344, 348, Jaenicke, Walther, 302
351 Jaensch, Erich, 181, 182, 209, 240, 250,
Hetzer, Theodor, 275, 296, 303 272, 281
Hildebrandt, Kurt, 124-125, 202, 237 Jàger, Lorenz, 71, 128
Hindenburg, Oskar von, 205-206, 216, Jakobi, Erwin, 325
232, 238-239 Jakobsohn, Paul, 273
Hirsch, E.D., 393, 427, 430 Jaspers, Gertrud, 366
Hofbauer, H. 392 Jaspers, Karl, 125, 137, 141, 142, 153-
Hoffmann, Ernst, 335, 364 156, 164, 180, 210-211, 230, 239,
Hoffmann, Peter, 71, 150, 202, 206, 247,259,279,280,321,335,336,
238-239, 289, 363-364, 368 359-367, 372
Hofmannsthal, Hugo von, 71, 203 Jehle, Peter 273
Ho fmeister, Johanna, 135 Jensen, 399
Holderlin, Friedrich, 42, 70, 144, 203, Jonas, Hans, 173, 179, 246
211, 221-222, 251, 280-281, 304, Juan Pablo II, 425
312 Jung, Edgar, 238
Holzhey, Helmut, 97, 105, 113-114, Jiinger, Ernst, 58, 82, 390
181 Jusek, 344-345
Hònigswald, Richard, 57, 90-106, 121,
127,153,160,165-166,173,184, Kamberger, 368
187,219, 229 Kant, Immanuel, 20, 39, 45, 86, 89,
Hònl, Helmut, 246-247 104, 106,110,112,114, 116,136,
Horacio, 62 138-139,141-142, 144,150, 175,

514
(Kant) 178, 182-183, 188, 253, 280, Krüger, Gerhard, 87, 89, 98, 112, 154-
3 0 0,304,364, 367, 429 155,164,167,175,178,180-184,
Kantorowicz, Ernst, 26 190, 196, 199, 203, 209-211, 216-
Kaufmann, E, 228 217,219,238,250-254,268,273,
Keller, Dietmar, 314, 326, 342 278, 280-283, 303-335,336, 347,
Kellermann, Hermann, 66 349, 356-359, 363, 372, 373, 399,
Kettering, Emil, 110, 214 408
Kierkegaard, S0ren, 40, 77, 78, 85, 90, Kuhn, Helmut, 68, 70, 89, 92, 173,
144,149,150,163,200,226,228, 199, 200,228, 355, 362, 380,408
301 Kuhn, Thomas 424
Kisiel, Theodore, 24, 142, 145, 147, Kühnemann, Eugen, 89, 90, 127
158, 174 Künkler, Horst, 428
Klafki, Wolfgang. 51 Kuntze (docente), 175
Klein, Jakob, 161, 173, 209, 232, 243,
273 Lacan, Jacques,386
Kleinknecht Herrmann, Rosemarie, Lakatos, Imre, 388
296, 302 Lamprecht, Karl, 302
Kleinschmidt, Sebastian, 316 Landgrebe, Ludwig, 363
Kleist, Heinrich von, 203, 388 Lang, Hermann, 386
Klingner, Friedrich, 266, 275, 303, 312, Lasalle, Ferdinand, 60
319, 334 Lasso de la Vega, José S. 201
Klostermann, Vittorio, 103, 204, 223, Lavatelli, P., 413
304, 343 Leaman, George, 208, 213, 217, 260,
Knick, Artur, 263, 301 309
Koch, Hansjoachim, 296 Leibniz, Gottfried Wilhelm, 304, 326,
Kommerell, Erika, 183 329, 330, 331,332
Kommerell, Max, 70-71, 108, 122, 124, Leisegang, Hans, 201
183, 201-204, 209, 211-212, 222, Lekebusch, Kate, 291-299, 310, 355,
237, 247, 253, 256, 280 369
Kònig, Josef, 101, 103, 108, 259 Lembeck, Karl-Heinz, 115
Kònig, Karl, 39 Lenard, Philipp, 247
Korotin, Use, 123, 224 Lessing, Hans-Ulrich, 108, 133
Koselleck, Reinhard, 365 Lessing, Theodor, 81-82, 85-90
Kramer, Dieter, 127 Levinas, Emmanuel, 199, 425, 428-429
Krámer, Hans, 378 Leyen, Friedrich von der, 74
Kratz, Hans Cari, 86-87, 107, 135 Lipps, Hans, 260, 262-264
Krauss, Werner, 108, 154, 216-217, Litt, Theodor, 51, 261, 265, 275, 312,
273, 274, 300, 334, 336, 347 315,318, 334, 339-341
Krebs, Engelbert, 142 Lledó, Emilio, 354, 408
Krehl, (internista) 175 Locke, John, 112
Kroll, Wilhelm, 65, 79 Lommatzsch, Ernst, 162, 171
Kroner, Richard, 110, 116, 135-136, Lowith, Karl, 98, 110, 112, 113, 143-
141, 149, 156, 173, 219, 220, 144, 153-156,161-162, 173,175,
236-237, 244 178-184, 190,199,208-211,214-
Krüger, Erna, 347, 372 215,219,234-237,243,249-250,

515
(Lowith) 252-257, 267-268, 273-275, Mozart, Wolfgang Amadeus, 328
278, 281, 356-359, 362, 364, 372, Mueller, Martin, 427
385, 399, 408 Müller (amiga de K. Lekebusch), 298
Ludwig, Ralf, 48, 97, 109, 131, 135, Muller, Jerry Z., 259,313, 339
140, 174, 208,296, 356,401,407 Müller, Max, 229, 333
Lummer, Otto, 65 Muthesius, Hermann, 87
Liininck, Freiherr von, 298-299 Mutzenbacher, Almut, 108
Lutero, Martin, 32, 144-145, 163
Lynen, Feodor, 42 Natonek, Wolfgang, 338, 341-342
Natorp, Paul, 57, 83, 88, 96-98, ЮЗ-
Maetschke, Ernst, 61-62, 65, 77-78 106, 109-117,119-122,128,131,
Magnus, Wilhelm, 246 133,136,138-139,143,148-149,
Mahler, Gustav, 86 153,156,159,165,181,184,187,
Mahnke, Dietrich, 181-182, 240, 250, 261,385, 391
257,258, 272-273, 281 Naumann, Friedrich, 216
Makita, Etsuro, 370 Naumann, Manfred, 273
Mann, Golo, 368 Neske, Günther, 110, 143, 214, 390
Mann, Thomas 51, 85 Neuffer, 167
Marck, Siegfried, 90, 127 Neukirch, Eberhard, 76
Marcuse, Herbert, 24, 159, 199, Newton, Isaac, 237
403 Nicholson, Graeme, 82, 230, 289, 290
Markov, Walter, 318-319, 334, 340, Nicolás de Cusa, 40
342 Nietzsche, Friedrich, 18, 20, 27, 29, 33,
Marwedel, Rainer, 82 71, 201, 211, 280, 285, 310, 328,
Marx, Karl, 18, 20, 127, 175, 285, 388, 349, 382,415-416, 429-430
408 Noack, Hermann, 139
Marx, Werner, 390, 428
Marxen, Klaus, 296 Ochsner, Heinrich, 107
Maschke, 303,311-312 Oehler, C. 403
Mattiat, 258-259 Ohnesorg, Benno, 403
Mayer, Hans, 334, 355 Orozco, Teresa, 123, 223-224, 227,
Mehring, Reinhard, 73 281,283-287, 305, 309
Melanchton, Philipp, 144, 151, Orth, Ernst Wolfgang, 178
171 Ott, Hugo, 137-138, 142, 239, 336
Mendelssohn, Felix, 291 Otto, Walter F., 184, 204, 363
Mendelssohn, Moses, 39
Menke-Glückert, Emil 318 Pablo apóstol, 144-145
Meyer-Krahmer, Marianne, 291-292, Paetzold, Heinz, 321
302 Palm, Erwin W., 74
Mikulic (cirujano), 64 Palmer, Richard E., 420-421
Misch, Georg, 26 Pannenberg, Wolfhart, 382
Misgeld, Dieter, 82, 230, 289-290 Papenfuss, D., 143, 179
Moore, George Edward, 33 Pareyson, Luigi, 408
Morgenstem, Christian, 71 Parmenides, 194
Most, Glenn W., 111, 116 Passmore, John, 394

516
Passon-Darge, Margarete, 85 Reguera, Isidoro, 41
Patocka, Jan, 395 Reich, Klaus, 357
Paulsen, Friedrich, 51 Reichert, Hermann, 76, 87, 303,
Perelman, Chaim, 408 323
Peter, Karl Heinrich, 238 Reichwein, Adolf, 294, 300
Petersen, Carl, 125, 132 Reinhardt, Karl, 169, 199, 201, 204,
Petzet, Heinrich Wiegand, 357 214, 220, 275, 289, 290, 300-301,
Pfafferott, Gerhard, 178 303, 312, 334, 342,352
Pfànder, Alexander, 30, 106, 137, 139, Richter, Wilhelm, 62, 65
178 Rickert, Heinrich, 141, 247
Pfeiffer, Rudolf, 200 Ricoeur, Paul, 31, 219, 408, 413, 425
Pieper, Josef, 157 Riehl, Alois, 66
Pindaro, 165, 171-172 Riezler, Kurt, 124, 173, 199, 222, 359
Planck, Max, 66 Rilke, Rainer Maria, 54, 71 203, 300,
Platón, 17, 19, 32, 41, 43, 44, 53, 71, 328, 414, 418
114-123,128-129,133,144, 149, Rilla, Paul, 51
158, 160, 165- 169, 175, 185, Ritter, Gerhard, 291, 294
187-190,193,195,204,221,223- Ritter, Joachim, 199
228,237,240, 243, 252-254,258, Roeder, Peter-Martin, 51
261,266, 283, 292, 300, 302, 305, Rohde, Erwin, 167,171
309, 357, 371, 382-383,386,387, Rohde, Georg 124
389, 398, 399, 421,423-425 Rohm, Ernst, 210, 232, 239
Plátzsch (estudiante), 341-342 Rompe, Robert, 345
Plessner, Helmut, 108, 261 Rorty, Richard, 424
Plotino, 43, 115 Rosa, R. de, 367
Pòggeler, 21, 143, 178-179, 244, 385- Rosenberg, Alfred, 245, 260
386, 402, 405, 408 Rosenkranz, Maria, 247
Pongratz, L. 51 Ross, Jan, 384
Popitz, Johannes, 294, 309 Rothacker, Erich, 302, 369, 377,
Popper, Karl, 393-395 402
Pràchter, Karl, 256 Roudinesco, E., 386
Praetorius, Franz, 88 Russel, Bertrand, 422
Prometeo, 305, 361 Riithers, Berndt, 248
Protàgoras, 89, 118
Przywara, Erich, 199 Safranski, Rüdiger, 182, 233, 245, 269,
Puschmann, Anna, 36 360
Salin, Edgar, 125, 366
Quarch, Christoph 22, 392 Saner, Hans, 362
Quine, Willard van Orman, 424 Sartre, Jean-Paul, 288, 422
Quintiliano, 171 Schadewaldt, Wolfgang, 199, 275, 279,
281-283, 289, 309, 384, 399
Rad, Gerhard von, 48, 140, 371 Schaefer, Clemens, 65, 79, 266
Rasch, h.G., 392 Schaefer, Hans, 266, 366
Rathmann, Lothar, 314 Scheler, 30, 105-106, 113, 165, 174,
Régnier, Marcel, 390 178

517
Schelling, Friedrich, 39, 165, 252,400, Sócrates, 17, 89, 118, 121, 185, 412,
418, 421 416
Schiller, Friedrich, 89, 70, 203, 239, Solotuchin, PjotrW., 321
244, 267, 357 Sommerfeld, Arnold, 247
Schleicher, Kurt von, 205-206 Spaeman, Robert, 425
Schleiermacher, Friedrich, 32, 146, 169, Specht, K.G., 392
228, 377, 382, 420-421, 427 Spengler, Oswald, 58, 81-82, 87
Schlier, Heinrich, 164 Spitzer, Leo, 273
Schmidt, Dennis, 98 Spranger, Eduard, 261, 265, 345
Schmidt, Eberhard, 312 Staiger, Emil, 376
Schmidt, Ernst, 45- 47, 92 Staudinger, Hermann, 229
Schmidt, R., 83, 113, 115 Stauffenberg, Graf Claus Schenk von,
Schmied-Kowarzik, 100-101, 103-104 2 0 2 ,2 1 8 ,7 1
Schmoller, Gustav, 125 Stenzel, Julius, 261
Schneckenberger (médico), 175 Stepun, Fiodor, 136, 140
Schneider, Ulrich, 127 Stern, Alfred, 222
Scholz, Heinrich, 65 Sternberger, Dolf, 362
Schopenhauer, Arthur, 81, 349 Steuben, Friedrich Wilhelm von, 60
Schrader, Otto, 88 Stiller, Gerhard, 337-338
Schreiber, Hans-Ludwig, 248 Storck, Joachim W. 202, 244, 357
Schubert, Franz, 86 Stover, Dieter, 413
Schücking, Levin, 65, 275 Strauss (docente), 134
Schuhmann, Karl, 138, 234 Strauss, Leo, 173, 199, 231-232, 357,
Schulemann (médico), 175 382-385
Schulz, Walter, 289, 354 Szilasi, Wilhelm ,363
Schürer, Oskar, 103, 123-125, 128,
162, 236, 320, 336, 362 Tagore, Rabindranath, 88, 90, 114
Schwabe, Klaus, 66, 105, 181 Taylor, Charles, 425
Schweitzer, Bernhard, 275, 303, 312, Teichert, Diéter, 73
314, 316-320, 325, 334, 336, 339, Thiel, Manfred, 392
343 Tolstoi, Leo Nikoláievich, 155
Schwendler, Gerhild, 326 Tomás de Aquino, 40, 150, 157-159,
Schwiedrzik, Wolfgang Mathias, 161
338 Trakl, Georg, 203
Seelbach, Ulrich, 132 Trefitz, Eleonore, 302
Seier, Helmut, 161 Tucidides, 302
Selbmann, Fritz, 315 Tugendhat, Ernst, 354, 360, 408, 420
Sellert, W. 248
Sepp, Hans Reiner, 140 Vahland, Joachim, 101, 103
Shakespeare, William, 76, 88 Vanja, Christina, 127
Siebeck, Hans Georg, 374 Vattimo, Gianni, 354
Siebs, Theodor, 88 Verra, Valerio, 354, 408
Sieg, Ulrich, 127, 88, 90 Vico, Giobvanni Battista, 171
Simmel, Georg, 126-127 Virgilio, 172
Singer, Kurt, 71, 123-124 Vogler, Paul, 255, 412

518
Volkelt, Hans, 265 Wiemers, Gerald, 329
Volkelt, Johannes, 265, 271 Wiepert, Erich, 77
Volkmann-Schluck, Karl-Heinz, 275, Wiese, L., 61, 228
289, 294,310, 354,356 Wiggershaus, Rolf, 348-349
Volpi, Franco, 58, 390 Wilamowitz-Moellendorff, Ulrich von,
VossenkuhI, Wilhelm, 229, 333 66
Vossler júnior, 275 Wilhelm, T., 244
Vossler, Otto, 291,294, 299, 329,334, Wilk, J „ 36
342, 352 Willertz, John R., 238
Windelband, Wilhelm, 66, 141
Wachtsmuth, 240, 258 Winkler, W., 402
Walser, Martin, 325 Wittgenstein, Ludwig, 402, 424
Wandel, Paul, 345 Wolandt, Gerd, 91
Weber, Max, 127-129, 175, 323 Wolf, Hugo, 86
Weber, Werner, 302 Wolff, Erich, 132
Weickmann, Ludwig, 312 Wolfflin, Heinrich, 57, 107
Wein, Martin, 51, 281 Wolgast, E. 362
Weinsheimer, J „ 427 Wolters, Friedrich, 26, 57, 71,122, 124-
Weiss, Konrad, 301 126,128,132-133,184, 202, 294
Weizsacker, Carl Friedrich von, 306 Wolzogen, Christoph von, 114,
Weizsacker, Viktor von, 293 385
Welsch, Helga A., 312, 314, 317 Wòrffel, Uwe, 46, 61, 76
Welte, Bernhard, 143, 390 Wundt, Max, 105
Weltz, F. 403 Wundt, Wilhelm, 60
Wendorf, 302 Wust, Peter 114
Westernhagen, Dorte von, 207, 217,
220, 221,254, 267, 301 Young Bruehl, 179
Wieacker, Franz, 302, 303
Wiehl, Reiner, 353, 360, 408 Zeigner, Emil, 318
Wieland, Wolfgang, 353 Zimmermann, Hans-Joachim, 74, 125

519
NOTA FINAL

Le recordamos que este libro ha sido prestado


gratuitamente para uso exclusivamente educacional
bajo condición de ser destruido una vez leído. Si es
así, destrúyalo en forma inmediata.

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En esta obra, redactada cuando Gadamer ya contaba 75 años de edad, el filósofo


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frase, cada poema. Así irá aclarando poco a poco este ciclo que es uno de los gran­
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En los años 1920, atraída por la seductora fama de Heidegger, Hannah Arendt acu­
dió a la universidad donde él enseñaba. Fue entonces cuando entre el profesor y la
alumna se estableció una relación amorosa que sería decisiva para ambos. La figura
de Hannah Arendt, a quien consideró la «pasión de su vida» e inspiradora de su tra­
bajo, no abandonó al filósofo. Por otra parte, Heidegger supuso una influencia deci­
siva para las posturas filosóficas de Hannah Arendt.
Este epistolario no sólo permite profundizar en la personalidad de sus auto­
res, sino que es también un recorrido por la historia del siglo XX. Escrito precisa-
mente en su centro (1925-1975), refleja todas sus tensiones.
Por otra parte, el diálogo también permite conocer más a fondo algunas de las
posturas filosóficas de los epistológrafos, sobre todo las de Heidegger, y también su
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mente, y también, por ejemplo, el escuchar a alguien que sabe narrar. Es ahí
donde comienza lo imponderable al que nos referimos cuando los seres humanos
se entienden.
El mérito especial de Grondin consiste en haber elaborado este diálogo inte­
rior como el fundamento propiamente dicho de la hermenéutica, para el que yo
mismo, en Verdady método, pude apoyarme sobre todo en Agustín, pero que tiene
un papel importante también en otros contextos, por ejemplo, en la concepción
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tencialismo, las dos corrientes filosóficas principales de los siglos XIX y XX que él
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junto de estos textos ofrece una valiosa introducción al pensamiento de Lowith cuya
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Joñas acepta los límites de lo cognoscible impuestos por Kant, pero la modestia filosó­
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de la filosofía, la pregunta sobre Dios sigue siendo privilegio innegable de una refle­
xión no dogmática y de las conjeturas metafísicas. Joñas ofrece aquí un mito teo-
lógico-filosófico de la Creación, a la altura de las grandes parábolas de Platón, que
se puede leer como el testamento espiritual de este gran pensador. Entre cientis-
mo y mística, Joñas reivindica una concepción integral de la razón, la voz de la res­
ponsabilidad. Aquí ni la historia, ni el antihistoricismo tienen la última palabra,
sino que lo viviente en su historicidad y ahistoricidad sigue siendo al mismo tiem­
po el móvil y la tarea del ser humano.
Biblioteca de Fibsofia. 2 6 4 páginas. ISBN : 84-254-2055-5

H e rd e r
Provenza, 388 - 08025 Barcelona. Tel 93. 476 26 26 - Fax 93 207 34 48
e-mail: editorialherder@herder-sa.com - http: // www.herder-sa.com
Jean Grondin, nacido en 1955,
estudió en las Universidades de
Montréal, Heidelberg y Tubinga.
Entre 1983 y 1990 enseñó en la
Universidad Lavai (Quebec). Desde
1990 es profesor de filosofía en
la Universidad de Ottawa. Fue
becario del Conseil de recherches
en sciences humaines du Canadá
de la Fundación Alexander von .
Humboldt. Entre sus libros cabe
destacar: Hermeneutische
Wahrheit? Z um W ahrhcitsbcgriff
Hans-Georg Gadamers (1982),
Kant et le problème de la
philosophie: Га priori (1989) e
Introducción a la hermenéutica
filosófica (Herder, Barcelona, 1999).
H ans-G eorg G adam er (M arburgo 1900), discípulo y uno de
los m ás profundos conocedores de Heidegger, tiene el mérito,
en palabras de Habermas, de haber «urbanizado la provincia
heideggeriana». Su principal contribución a la filosofía
contem poránea es la elaboración de su herm enéutica
filosófica, in augurada en su obra Verdad y m étodo.
El filósofo canadien se Je a n Grondin reconstruye su vida
secu lar al filo de las luces y som bras de cien años, de
guerras, de cam bios políticos y, sobre todo, la evolución de
la filosofía alem an a y europea. G adam er no sólo respaldó
a pensadores tan im portantes com o Jürgen Habermas, Karl-
Otto Apel y Ernst Tugendhat. Tam bién fue m aestro para
toda una generación de eminentes pensadores internacionales,
entre los que se cuentan Valerio Verra, Gianni Vattim o y
Emilio Lledó.
Su actitud de escucha socrática, de estar abierto al m undo
hum ano, su constante voluntad de entender lo que hay en
el fondo de la palabra del otro es un modelo de convivencia
universal del que el siglo XXI aún tiene mucho que aprender.

Herder
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e - m a il e d ito r ia lh e r d e r © h e r d e r - s a c o m

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