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II.

Algunos temas para comentar


2.1 Conciliación extrajudicial «inmediata»
En reiteradas oportunidades se nos han presentado casos en los cuales dos o más
partes en conflicto concurren al centro, con el fin de llegar a un acuerdo en el menor
período de tiempo posible. Hasta aquí, esto no tendría nada raro o especial, pero el
detalle radica en que dichas partes lo que en realidad desean es que se realice una
audiencia de conciliación en ese preciso instante, en atención a que quieren arribar a
una solución de una vez por todas y buscando además el respaldo legal que brinda el
acta de conciliación extrajudicial. Es aquí donde surge la disyuntiva: por un lado
tenemos un proceso conciliatorio que implica respetar toda una serie de plazos y
actos; y por otro nos encontramos con dos o más partes que buscan, a través dela
conciliación extrajudicial, poseer un documento que le de fin a su controversia en un
período de tiempo que es inclusive mucho menor al señalado legalmente.
Si bien desde la emisión de la ley siempre se ha resaltado el hecho de que la
conciliación extrajudicial implica contar con plazos sumamente cortos, muy por el
contrario, parecería que para el caso planteado, dichos plazos vendrían a ser una
suerte de obstáculo para la búsqueda de la tan ansiada solución. Cabe señalar que
básicamente fueron dos los motivos que dieron lugar a la emisión de una norma de
esta naturaleza, los mismos que llegaron a traducirse en nuestros tan conocidos
principios de celeridad y economía. Era necesario hacer referencia a estos principios
dado que nos permitirá dar una adecuada opinión al caso planteado.
En atención a lo expuesto, somos de la idea que la norma debió establecer la
realización de un proceso de conciliación inmediato. Si partimos del supuesto de que
la dación de esta ley tuvo como principal móvil buscar un proceso rápido, económico y
eficaz de resolución de conflictos, no comprendemos por qué no se llegó a contemplar
un supuesto de esta naturaleza. Conforme podrán advertir, la no observancia de los
plazos antes indicados puede llevar a que el centro sea sancionado de dos maneras:
multa o desautorización de funcionamiento, y en este último cabe la posibilidad que
posteriormente se disponga su cierre definitivo. 7 Para finalizar debemos manifestar
que si bien el centro de conciliación puede ser sancionado, el acta de conciliación
seguirá gozando de su carácter de título de ejecución.
2.2 Solicitudes de conciliación «maliciosas»
En un par de oportunidades hemos tenido la mala fortuna de tramitar dos
procedimientos en los cuales ha ocurrido una situación especial. Una vez citadas las
partes a la audiencia de conciliación respectiva y llegada el día y la hora para el inicio
de la misma, nos dábamos con la sorpresa que solo concurría el solicitado a conciliar
y, aunque parezca extraño, no se presentaba el solicitante. Es decir, el supuesto
interesado en llegar a una solución se ausentaba y esto se repetía en la segunda
sesión. Como es de esperarse, dicho procedimiento llegaba a concluir por inasistencia
de una de las partes a dos sesiones consecutivas. Toda esta situación lo único que
llegaba a producir era un mayor nivel de conflictividad, dado que exacerbaba aún más
los ánimos de las partes en conflicto. Somos de la opinión que lo más adecuado
hubiese sido establecer sanciones para el solicitante malicioso, en atención a la mala
fe mostrada y a su conducta poco resolutiva, la cual no solo perjudica a la parte
solicitada sino también genera que el centro de conciliación invierta sus esfuerzos en
procesos que no han sido planteados de buena fe.
2.3 Conclusión del proceso por el conciliador
Esta última reflexión parte del siguiente cuestionamiento: ¿por qué la persona que
dirige el proceso de conciliación no puede ponerle fin al mismo? Esta es una pregunta
que la venimos haciendo por largo tiempo, inclusive antes que nos constituyéramos
como centro de conciliación. Ante esta interrogante, de primera impresión se podría
pensar que se trata de una gran omisión de la norma ya que se no se contempla
expresamente un supuesto de esta naturaleza. Para tener una idea más clara de lo
que deseamos exponer, imaginémonos el siguiente ejemplo: durante la primera sesión
de una audien-
7 Resolución Ministerial No 174-98-JUS, artículo 26°, inciso b) y artículo 30°, inciso b).
cia de conciliación ambas partes acuerdan que previamente a la segunda sesión, se
reunirán para esbozar una solución al conflicto. Pero, la negociación entre las partes
resulta infructuosa y se dan por finalizadas las conversaciones entre ellas. Cabe
señalar que independientemente a todo esto, tenemos un proceso de conciliación
pendiente el cual inclusive tiene prevista una próxima sesión, la misma que deberá
realizarse forzosamente. Esto último nos parece de lo más absurdo. Consideramos que
en su rol de facilitador del diálogo y el entendimiento, se debería establecer
expresamente que el conciliador tuviese la facultad de poner fin al proceso de
conciliación. A manera de respuesta, creemos que todo esto puede solucionarse de la
siguiente manera: cada vez que se llegue a verificar una situación como la antes
descrita, el conciliador puede poner fin al proceso debido a: « [...] Falta de acuerdo
entre las partes». Consideramos que aun cuando tales hechos se han logrado verificar
fuera del centro de conciliación, esto no le impediría al conciliador ponerle fin al
mismo.
2.4 Conciliador unipersonal
De primera intención debemos decir que si bien este supuesto no se encuentra
contemplado en nuestra legislación sobre conciliación, al parecer podría llegar a ser
implementado si es que se produce una modificación. La primera pregunta que estará
surgiendo en estos momentos es: ¿qué es un conciliador unipersonal? Se denominará
conciliador unipersonal a toda persona que ejerza actividad conciliadora con la
característica que tendrá una doble función: abogado y conciliador.
Asimismo, deberá realizar su labor contando con una infraestructura igual a la de un
centro de conciliación. Finalmente, de lo que se trata es de una sola persona
efectuando conciliaciones extrajudiciales. Respecto a este tema, es preciso que
manifestemos nuestro total desacuerdo con la instauración de una figura de este tipo.
Fundamentamos nuestra opinión sobre la base de los siguientes argumentos:
2.4.1 Administración del centro de conciliación
Como es de esperarse, la labor de administración del centro se tornará algo
complicada para este tipo de conciliadores, dado que tendrán la obligación de cumplir
múltiples funciones: director del centro, secretario general, conciliador, etc. Tener un
correcto control de dicha carga de trabajo será muy difícil si es que no se cuenta con
el apoyo humano y logístico suficiente. Es lógico, por tanto, que sean los centros de
conciliación los que se encuentran en la posibilidad de realizar la conciliación, de
acuerdo a las expectativas generadas sobre esta institución.
2.4.2 Mayor capacitación y experiencia
Somos de la opinión, si es que se legisla un supuesto de esta naturaleza, que todos los
conciliadores unipersonales deberán ser profesionales que gocen de una connotada
experiencia en el campo de la resolución de conflictos. Además, y esto es lo más
importante, deberán tener comprobada especialización en el campo de la conciliación
y específicamente en la práctica de la misma.
En el IPRECON siempre hemos manifestado nuestra preocupación por el hecho de que
la capacitación exigida por nuestra legislación a los futuros conciliadores
extrajudiciales es insuficiente. Una capacitación inadecuada, como es lógico,
repercute negativamente en los servicios que se prestan a los usuarios del centro, lo
que finalmente generaría un desprestigio de la institución de la conciliación. Entonces,
con mayor razón nos preocupa la existencia de un profesional de este tipo. No se
niega que podrían existir profesionales que posean las características que señalamos
pero, a su vez, creemos que en la actualidad éstos serían muy pocos. Cabe agregar
que conforme señala nuestro legislador, todo conciliador deberá realizar cursos de
actualización con el objetivo de acrecentar sus conocimientos y perfeccionar sus
habilidades prácticas. Para este caso, nuevamente, el conciliador unipersonal tendría
que recurrir a una entidad capacitadora o a un centro de conciliación que dicte este
tipo de cursos. Como se puede advertir, finalmente todo nos lleva rumbo a la vía de
los centros de conciliación.
2.4.3 Supervisión
Es lógico que de existir la posibilidad de ostentar un título de esta naturaleza, serán
muchos los profesionales que decidirán convertirse en conciliadores unipersonales,
hablamos de profesionales que ejercerán dicha función en la costa, sierra y selva de
nuestro país. Esto nos parece que sería algo correcto y lógico pero por otro lado se
podría generar un inconveniente de tipo físico dado que se tendría problemas para
ejercer un efectivo control de esta clase de profesionales.
El ente encargado de dicha actividad, es decir la Secretaría Técnica de Conciliación,
necesitaría contar con un elevado número de personas que de manera constante
realicen labores de supervisión. Entonces, si el conciliador unipersonal debe cumplir
con todos los requisitos de un centro de conciliación, además de contar con un local
de similares características, ¿por qué no seguir con la figura de los centros de
conciliación tal cual lo señala la Ley No 26872? Como comentario final al tema del
conciliador unipersonal, consideramos que la idea en general de permitir que un
mayor número de personas realice actividad conciliatoria es de lo más acertada. Pero,
no compartimos que dicha aspiración llegue a forzar la institución de la conciliación
creando figuras que a la larga traerán más complicaciones que aciertos. Al igual que
cualquier tipo de proceso de cambio de concepciones o estructuras, la
implementación de la conciliación, legalmente hablando, merece un período de
consolidación. Es por todo lo expuesto que mantenemos la idea que debe ser a través
de los centros de conciliación la manera como se tiene que trabajar el tema de la
conciliación extrajudicial en nuestro país. Antes de finalizar deseamos citar algunas
ideas vertidas por Martha Oyhanarte, 8 las cuales son pertinentes para los actuales
momentos:
Es importante estimular a la mayor cantidad de personas en escuelas, centros
comunitarios, asociaciones vecinales, empresas, a comprometerse a resolver posibles
disputas usando la ayuda de un tercero imparcial. Este será el verdadero comienzo del
cambio. Es importante comenzar en el lugar que marca nuestra propia historia, sin
copias estereotipadas de modelos ajenos. Es importante aceptar que la mediación es
una herramienta nueva, un sendero espiritual, una necesidad política, un desafío ético.
Con las reflexiones antes realizadas, no pretendemos restarle crédito a nuestra Ley de
Conciliación Extrajudicial. Muy por el contrario, lo que buscamos es contribuir a su
mejora para así incrementar aún más la inmensa gama de beneficios da la aplicación
de la conciliación extrajudicial como medio alternativo de resolución de conflictos.
8 Marta Oyhanarte, <<Los Nuevos Paradigmas y la Mediación» En: Mediación – una
transformación en la cultura. Compiladores Julio Gottheil y Adriana Schiffrin. Colección
Mediación. Argentina, Editorial Paidós, 1996.

OBLIGATORIEDAD DEL PROCEDIMIENTO CONCILIATORIO EXTRAJUDICIAL


¿indigestión procedimental?
A PROPÓSITO DEL PROCEDIMIENTO CONCILIATORIO EXTRAJUDICIAL Y NUESTRA
CULTURA
I. INTRODUCCIÓN
El presente trabajo está destinado a definir dentro del ámbito de soluciones
alternativas al conflicto, el instituto de la conciliación, delimitando su naturaleza
jurídica y esbozando cuál habría de ser el contexto psicosocial necesario para que este
método de autocomposición asistida pueda ser altamente efectivo, habida cuenta que
su viabilidad tiene relación directa con a) el grado de beligerancia e idiosincrasia de
una sociedad proclive a judicializar sus conflictos; así como con b) la forma en que ha
sido introducida legislativamente.
La buena mesa no necesita obligar al comensal. La buena mesa atrae de por sí, no
necesita ser forzada pues su sóla calidad la hace apetecible. Con una buena difusión,
el comensal aprenderá a apreciarla, a deleitarla, a servirse de ella. Por el contrario, al
forzarla, al imponerla, se le está restando su encanto y por el sólo hecho de su
imposición, predispone una indigestión.
Finalizado el presente trabajo, creo que nos quedará claro que tanto por la
característica impositiva del procedimiento conciliatorio extrajudicial como por la
necesidad implícita de conocimiento y aptitud de las partes para con la realización del
mismo, resulta verdaderamente difícil lograr acuerdos saludables y sesiones
conciliatorias productivas cuando las partes no manejan en su fuero interno una
cultura pro-conciliatoria y peor aún, cuando son coaccionadas legislativamente a
solicitar una audiencia de conciliación extrajudicial antes de poder iniciar un proceso
judicial, situación que a priori crea un malestar interno en el accionante quien lejos de
apreciarla como una alternativa de solución definitiva, la encara como un trámite
procedimental previo y lo que es peor; la asume como un “sobre-costo”, restándole
trascendencia a la institución, situación que es capitalizada por sus detractores
quienes en nuestro país, no son pocos.

II. ANTECEDENTES DE LA CONCILIACIÓN

Un repaso sobre sus antecedentes podrá darnos una mayor capacidad de análisis de la
institución y de sus características. Así, en la antigua China, la conciliación era el
principal recurso para resolver desavenencias. Según Confucio, la resolución óptima
de una desavenencia se lograba a través de la persuasión moral y el acuerdo, y no
bajo coacción. Confucio aludía a la existencia de una armonía natural en las relaciones
humanas que no debía interrumpirse. La conciliación a gran escala se sigue ejerciendo
en la actualidad en la China.
La conciliación en el Japón tiene una larga tradición. De allí la reducida proporción de
abogados respecto a otras profesiones en dicho país. Cuestión cultural.
En algunas partes de África, la costumbre de solucionar los conflictos a través de una
junta de vecinos es un mecanismo utilizado históricamente. Cualquier vecino puede
convocar a esta junta donde una personalidad respetada actúa como “autoridad” en
calidad de conciliadora, para ayudar a las personas a resolver el conflicto.
En América Latina, en la época pre-hispánica, es conocida la solución de conflictos a
través de la conciliación con la participación de un anciano del lugar. Esta forma de
solución de conflictos se encuentra arraigada en las costumbres del hombre del Ande.
Durante siglos, la Iglesia ha desempeñado un papel de conciliadora, trátese del
Párroco, el Ministro o el Rabí. La Biblia afirma que Jesús es un mediador entre Dios y el
hombre, así leemos en Timoteo 2, 5-6 “porque hay un solo Dios, y un solo mediador
entre Dios y los hombres”. Es más, cuando Pablo se dirige a la comunidad en Corinto,
les pide que no resuelvan sus desavenencias en el Tribunal, sino que nombren a
personas de su propia comunidad para conciliar. (I Cor. 6, 1-4)
Con la aparición en la Edad Moderna de los nuevos Estados, los conciliadores
asumieron el papel de intermediarios formales.
En general, en América Latina, en la época de hegemonía española, se adopta un
modelo de conciliación a través, por ejemplo, del Tribunal de las Aguas.
Desde el principio del Siglo XX, la conciliación se ha institucionalizado y ha adquirido
las características ya descritas. Fue en Estados Unidos que en 1913 se creó el
Departamento de Trabajo y se designó un panel denominado De los Comisionados de
Conciliación, para atender los conflictos entre obreros y patrones. Luego se convirtió
en el Servicio de Conciliación y en 1947 adoptó el nombre de Servicio Federal de
Mediación y Conciliación.
III. MARCO CONCEPTUAL
A diferencia de la heterocomposición donde el conflicto es resuelto por un tercero, la
autocomposición es la solución del conflicto por las mismas partes sin que una
imponga su decisión a la otra mediante el uso de la fuerza o la amenaza de su
utilización. Así, la autocomposición busca una salida reflexiva y no instintiva, de allí
que se concreta mediante acuerdos entre las partes en conflicto.
Las formas de autocomposición podemos clasificarlas en directas e indirectas. Las
primeras se caracterizan porque las partes solucionan el conflicto sin la ayuda de
terceros. En estos casos tenemos tres supuestos: a) la transacción, que es el acuerdo
entre las partes para solucionar el 3
Conflicto mediante el otorgamiento de concesiones recíprocas; b) el allanamiento, que
es la sumisión del interés de la persona contra la que se dirige la exigencia, quien
llega a reconocer la prevalencia del interés del otro y; c) el desistimiento, cuando el
pretendiente renuncia a su pretensión en beneficio del interés del otro, sacrificando
con ello su propio interés.
Estas tres fórmulas están previstas por nuestro ordenamiento legal, pudiendo
presentarse dentro de un proceso (artículo 1302 del CC y artículos 334, 330 y 340 del
Código Procesal Civil, respectivamente).
La autocomposición indirecta se realiza con la ayuda de un tercero ajeno a las partes,
un componedor a quien las partes aceptan mutuamente para que, actuando como
medio de acercamiento, incentive en ellas una solución que se plasme a través de uno
de los tres medios de autocomposición directa antes mencionados.1 Los medios a
través de los cuales la autocomposición indirecta intenta arribar finalmente a una
autocomposición directa son: a) la mediación, donde es un tercero quien intenta
comunicar a las partes entre sí para que éstas logren un acuerdo sobre el punto en
discrepancia; y b) la conciliación, donde el tercero busca el mismo fin que el mediador,
sólo que a diferencia de aquél, propone mecanismos de solución --también llamadas
fórmulas conciliatorias-- a las partes e intenta persuadirlas para arribar a una solución
negociada. De allí que la palabra “CONCILIACIÓN” deriva etimológicamente del latín
“CONCILIATIO”, que proviene a su vez del verbo “CONCILIARE” que significa concertar,
componer o poner de acuerdo a dos o más partes que se debaten en una controversia
de intereses.
Los resultados alcanzados por la conciliación han llevado a que muchas legislaciones
dispongan que tal actividad la debe realizar incluso el mismo juez dentro de un
proceso, dependiendo siempre de las partes el que acepten o no la fórmula propuesta
por éste. Así está regulado en el artículo 326 del C.P.C. (conciliación intra proceso),
mientras que la Ley 26872 ha impuesto la conciliación previa al inicio de un proceso,
exigencia que es materia de crítica en este trabajo.
Volviendo a centrarnos en la autocomposición, si bien implica entendimientos
racionales, éstos no se identifican necesariamente con la subsunción de los hechos en
una norma jurídica. Como expresa Gozaíni,2 “persiguen la solución concertada,
pacífica, sin tener que hallar el encuadre jurídico donde insertar la motivación
fundante”. En este orden de ideas, no sólo se prescinde del sometimiento a las
formalidades procedimentales, sino incluso de las mismas normas materiales (lo que
no quiere decir que la solución sea ilegal o antijurídica), solución que es
perfectamente posible en la medida que nos encontramos ante derechos disponibles;3
lo que demuestra que las formas
1 ALVARADO VELLOSO, Adolfo. La conciliación como medio para solucionar conflictos
de intereses. En: Revista Uruguaya de Derecho Procesal. N°3. 1986. pp.235 y ss. Cit.
por GOZAÍNI, Osvaldo Adolfo. Formas alternativas para la resolución de conflictos.
Buenos Aires: Depalma, 1995. p.12.
2 GOZAÍNI, Osvaldo Adolfo. Formas alternativas para la resolución de conflictos.
Buenos Aires: Depalma, 1995. p.p.10-11.
3 Artículo 9 de la Ley de Conciliación Extrajudicial.- Materias Conciliables.- Son materia
de Conciliación las pretensiones determinadas o determinables que versen sobre
derechos disponibles de las partes.
Concordancia:
Regl.L.Con.: Art. 9
En asuntos relacionados al derecho de familia se someten al procedimiento
establecido en la presente ley las pretensiones que versen sobre alimentos, régimen
de visitas y violencia familiar.
Concordancia:
Regl.L.Con.: Art. 10, 23, 29
No se someten a Conciliación Extrajudicial las controversias sobre hechos que se
refieran a la comisión de delitos o faltas, con excepción de las controversias relativas a
la cuantía de la reparación civil derivada de la comisión de delitos, en cuanto ella no
hubiera sido fijada por resolución judicial firme.
Concordancia:
Regl.L.Con.: Art. 7

auto compositivas no son formas de solución “técnicas” del conflicto, sino que más
bien están regidas por la “equidad” y digámoslo... por la creatividad.

autocompositivas no son formas de solución “técnicas” del conflicto, sino que mas
bien están regidas por la “equidad” y digámoslo... por la creatividad.
4 Artículo 325 del C.P.C.- Requisito de fondo de la conciliación.- El Juez aprobará la
conciliación que trate sobre derechos disponibles, siempre que el acuerdo se adecúe a
la naturaleza jurídica del derecho en litigio.
El Diccionario de Términos Jurídicos del Doctor Pedro Flores Polo, (pg.318) define al
proceso de conciliación como el “acto de componer los ánimos de personas cuyas
posiciones o criterios o intereses resultan opuestos entre sí...” Sostiene además que
“...la doctrina reconoce que la conciliación no es una figura creada por el derecho
social; su origen debe buscarse en el derecho internacional público, donde junto con el
arbitraje constituyen los procedimientos más típicos para buscar la solución a los
problemas entre dos o más Estados”.
Por su parte, la ley de Conciliación Extrajudicial define a este instituto como una
institución que se constituye como un mecanismo alternativo para la solución de
conflictos, por el cual las partes acuden ante un centro de conciliación o al Juzgado de
Paz Letrado a fin de que se les asista en la búsqueda de una solución consensual al
conflicto, la cual tendrá los mismos efectos que una sentencia.
IV. SOBRE EL PAPEL DEL CONCILIADOR
Si sabemos que la conciliación es el proceso por el cual dos personas en conflicto
logran recuperar la relación rota, gracias a la intermediación de un tercero
denominado conciliador... ¿Cuál es el rol que le toca asumir a este personaje? A
nuestro entender el conciliador no es sino un facilitador de la comunicación, un
creativo y sano componedor, un descifrador de intereses por encima de la liminar
rigidez de posiciones. En este orden de ideas, no ejerce la función de Juez ni de árbitro
(posición vertical), sino la de un mediador--componedor (posición horizontal) que
enfila sus destrezas persuasivas en base a la previa dilucidación de los intereses, con
prevalencia sobre las posiciones de las partes. Está por tanto presente la intención de
solucionar pacíficamente el problema mediante proposiciones creativas que pueden
trascender el ámbito del conflicto en sí, a diferencia de la rigidez que caracteriza a la
conciliación judicial en donde las prestaciones a cargo de las partes están delimitadas
por la naturaleza jurídica del litigio.4
Es por esta concepción que para nosotros los abogados, el oficio conciliador resulta
más heterodoxo que para otros profesionales, en la medida que como operadores del
derecho se nos ha formado en base a la defensa y sustento de posiciones académicas
dentro del marco de la legalidad, prevaleciendo la técnica sobre el interés recóndito de
las partes; peor aún si la componenda conciliatoria no va de la mano con la proyección
legalista, vale decir, cuando no coincide con el diagnóstico técnico-jurídico que los
profesionales del derecho asignamos al hecho controvertido.
¿Contexto psicosocial beligerante? Cierto, en la medida que se puede apreciar que
para los abogados procesalistas muchas veces el conflicto se despersonaliza y se
vuelve una lidia de posiciones profesionales en donde ambos contrincantes (por decir
lo menos) pretenden la imposición de sus argumentos y/o tecnicismos. Este hecho ha
motivado que en un gran número de Audiencias de Conciliación Extrajudicial, se limite
el acceso de los abogados quienes usualmente esperan en una sala contigua, en la
medida que su presencia puede dificultar el acercamiento entre las partes. ¿Razones?
Muchas, tanto académicas como económicas, conforme veremos más adelante.
A diferencia de un abogado en una Corte, el conciliador no asume una posición rígida,
sino que prefiere escuchar, preguntar, sondear, intercambiar ideas en forma negativa
y, a veces, provocar, 5
desafiar y confrontar. En este sentido la conciliación es una negociación asistida. El
conciliador es un “moderador entre las partes”.
V. PRINCIPIOS Y CARACTERÍSTICAS DE LA CONCILIACIÓN EXTRAJUDICIAL
Una manera de resaltar los atributos de esta institución, es a través de la explicación
de sus principios inspiradores, los mismos que nos pueden ir delineando las
necesidades y carencias de su aplicación que se vienen detectando en la práctica,
necesidad por ejemplo de la participación activa, conciente, cívica, justa, y ---diríamos
nosotros-- principista de las partes, para la búsqueda de una solución que las satisfaga
a ambas o por lo menos con una solución en la que ambos estén de acuerdo.
Entre los principios podemos citar los siguientes:
⇒ No formalidad del procedimiento: El procedimiento conciliatorio es libre en cuanto a
la presentación de pruebas, argumentos e intereses. Salvo la formalidad que debe
revestir el acuerdo conciliatorio (pues debe tenerla ya que se trata de un acuerdo con
efecto de cosa juzgada), no hay fases ni momentos definidos para el desarrollo del
procedimiento en sí. En algunos casos las pruebas no son necesarias; basta con la
voluntad de las partes, con la comunicación y la confianza.

La conciliación es un procedimiento informal y práctico que centra su desarrollo al


logro de un acuerdo. La conciliación pretende evitar que el procedimiento sea
alambicado y lento, no es vertical, es fluida, imaginativa, original, explota realidades
distintas a las que acostumbra estudiar el derecho típico.
⇒ Buena fe y veracidad: Es obligación de las partes y todos los que participen en la
conciliación el conducirse dentro e los cánones del respeto recíproco. Impone la
necesidad de proporcionar información fidedigna al conciliador, es decir, la
información debe ser cierta sobre las causas y consecuencias del conflicto, el revelar
los intereses, evitando tergiversaciones.

Debe entenderse entonces por buena fe y veracidad como la obligación de las partes,
representantes, asesores y todos los que participen en una audiencia de conciliación a
conducirse de forma tal que no se utilice este mecanismo como un instrumento de
beneficio personal, la ética profesional y personal deberá primar entonces sobre los
intereses de las partes.
† Voluntariedad: Las partes son las únicas que tienen la potestad de tomar una
decisión final a favor de alguna alternativa de solución. El conciliador está obligado a
responsabilizarse por asistir a las partes a llegar a un acuerdo satisfactorio, no a
forzarlo.

En efecto, la conciliación es un mecanismo voluntario por el cual las partes libremente


participan de un proceso de conciliación y exploran diversas alternativas de solución a
su conflicto. La voluntariedad sufre variaciones dependiendo del tiempo de modelo
conciliatorio por el que haya optado el legislador. El Código Procesal Civil ha legislado
a favor de la realización de la audiencia de conciliación como fase obligatoria del
proceso. Sin embargo, la Ley de Conciliación Extrajudicial No. 26872 ha ido mas allá,
pues ha establecido que la conciliación extrajudicial deberá agotarse necesariamente
ANTES DE INTERPONER UNA DEMANDA, por ser éste un requisito de procedibilidad,
situación cuestionable que tergiversa la naturaleza de la institución.
A nuestro entender las variaciones sufridas conforme lo establecido afectan
directamente una de las características básicas de la conciliación y de un acuerdo
saludable. La voluntariedad o consensualidad implica que los conciliadores reconozcan
en todo momento que las partes son las únicas que tienen la potestad de tomar una
decisión final a favor de algún mecanismo de solución de conflictos.
⇒ Equidad: El objetivo de la conciliación es llegar a un acuerdo que sea percibido
como justo, equitativo y duradero por las partes; siendo responsabilidad del
conciliador ayudar a las partes a llegar a este tipo de solución.

† Neutralidad: No debe existir vínculo personal alguno entre el conciliador y una de las
partes en conflicto, evitando con ello, el surgimiento de un conflicto de intereses o que
se afecte la imparcialidad percibida o real en el ejercicio de las funciones
conciliatorias. De presentarse algún vínculo distinto al de resolver la litis, el conciliador
por sí solo o a pedido de una de las partes deberá eximirse inmediatamente (Art. 33º
del Decreto Supremo No. 001-98-JUS), salvo que las partes, al conocer del vínculo
existente, acepten la participación del conciliador.

En Latinoamérica sin embargo, este principio se ve sustituido a menudo por la


confianza en tanto que las partes en conflicto buscan a un tercero con quien tengan
algún lado de vinculación o cercanía, pues no debemos olvidar que los denominados
centros de conciliación son creados en su mayoría por abogados. Así, como viene
sucediendo en el arbitraje, la elección del conciliador es libre y confiere una ventaja a
favor del sujeto emplazante, situación que no ha sido del todo calibrada en función a
nuestra idiosincracia y es una de las razones por las cuales se cuestiona su aplicación
en nuestro país, pues a diferencia del arbitraje en donde existe un tercer árbitro que
en la práctica no es cercano a ninguna de las partes, en la conciliación el conciliador
ES UNO y puede tener cercanía con la parte emplazante.
⇒ Imparcialidad: Exige al conciliador mantener una postura libre de prejuicios o
favoritismos a través de acciones o palabras a favor de una de las partes durante el
desarrollo de sus servicios, no obstante las partes con la gestión del tercero
conciliador buscan un acuerdo mutuamente satisfactorio, por lo que para facilitar esta
gestión el conciliador tiene la facultad de proponer fórmulas de solución.

A diferencia de la neutralidad, la imparcialidad es un estado mental que exige que el


conciliador, durante el desarrollo de su gestión, mantenga una postura libre de
prejuicios o favoritismos a través de acciones o palabras.
⇒ Simetría de poder: Siempre existe la posibilidad que entre las partes en conciliación
una tenga más poder que la otra, hecho que puede complicar el acuerdo final; por ello
en la conciliación se busca un equilibrio de poder entre las partes; es decir, en
situaciones de desequilibrio de poder, el conciliador debe asegurar y producir las
condiciones para que las partes en conflicto sientan que participan en iguales
términos y tiempos en la discusión, expresando sus intereses, presentando
alternativas, evaluando las consecuencias de las posibles soluciones, influyendo en la
formación y logro de la solución final.

⇒ Economía: Reducción de costos de transacción en contraposición con la duración y


costos de un proceso judicial. Esta característica viene siendo materia de
cuestionamiento en tanto la conciliación sea exigida de manera obligatoria como
requisito previo para iniciar un proceso judicial, pues ocasiona su percepción como un
sobrecosto.

⇒ Confidencialidad: este principio distingue a la conciliación del proceso judicial, ya


que este último se guía por el principio de publicidad. Las Audiencias son públicas.
La confidencialidad implica un deber de no hacer del conciliador, es decir, la
información que reciba no debe revelarla a las partes fuera del ámbito de la
conciliación, salvo que haya recibido el consentimiento previo de la parte entrevistada.
Sin embargo, encontramos excepciones a la confidencialidad, cuando el conciliador
producto de la recolección de información encuentra hechos para informar a las
autoridades competentes, por ejemplo, el conciliador se entera de casos de homicidio,
violación contra la libertad, entre otros.
Fuera de estos casos, el conciliador en virtud a este principio no podrá ser llamado a
declarar en un proceso adjudicatario, (juicio, arbitraje, etc.) por que goza de esta
protección. La conciliación es un acto esencialmente privado, donde se encuentran los
directamente implicados en el conflicto. La privacidad promueve que las partes se
expresen solamente ante aquellos directamente aludidos por la situación conflictiva.
Por la privacidad y confidencialidad, todos los partícipes de la audiencia conciliatoria
están obligados a no compartir la información producida durante el acto conciliatorio.
VI. LA CONCILIACIÓN COMO PROCEDIMIENTO PREVIO

¿Por qué es tan criticada en estos días? ¿Cuál es la explicación de esta indigestión?
¿Cómo este plato tan bueno no nos causa deleite? ¿Será que nuestro paladar aún no
está preparado para tan refinado manjar? ¿Siendo así, es razonable que nos impongan
su ingesta? Realmente creemos que debería ser regulada como un mecanismo
VOLUNTARIO, conforme a su propia naturaleza.
De las características esbozadas ha quedado claro que la conciliación es una
institución consensual y en tal sentido los acuerdos adoptados deben obedecer única
y exclusivamente a la voluntad de las partes. En nuestra opinión esta naturaleza no
sólo debe circunscribirse al proceso conciliatorio en sí, sino a su inicio, a su utilización
como mecanismo alternativo de solución de conflictos, mecanismo que en nuestro
país no tiene nada de consensual ni de voluntario, en tanto el Estado lo ha
condicionado como un requisito de procedibilidad previo al otorgamiento de tutela
jurisdiccional.
La dación de la Ley No. 27398, publicada el 13 de Enero de este año (ley que modificó
a la Ley de Conciliación No. 26872), precisó que a partir del 1º de Marzo del presente
año, los asuntos relativos a derechos de libre disposición de las partes, deberán
previamente tramitarse de manera obligatoria ante los Centros de Conciliación en el
distrito conciliatorio de Lima y Callao, y en las ciudades de Arequipa y Trujillo, que
conjuntamente con la corte del Cono Norte ya se encontraban bajo la obligatoriedad
desde el 02 de Noviembre pasado. Con ello nuestro legislador ha pretendido dar un
impulso notorio al Sistema de Conciliación Extrajudicial. Pero a la fuerza. Es por ello
que decimos que “han pretendido”, toda vez que a nuestro entender han tergiversado
la naturaleza jurídica, doctrinaria y hasta etimológica de la conciliación, que
contrariamente a lo previsto ha propiciado la proliferación de un sinnúmero de
detractores quienes ven en esta imposición un pretexto facilista del Estado para
destugurizar el ineficiente Poder Judicial, cuando pudo ser simplemente optativa. Flaco
favor que se le hizo a la institución.
Así tenemos que la conciliación en el Perú consiste en un acercamiento forzoso previo,
una obligación impuesta que hace desaparecer en los justiciables su carácter de tal
(ya no son “justiciables” en tanto no trasunten por el tamiz previo del procedimiento
de conciliación extrajudicial). Esta ley ha hecho desaparecer de manera automática el
denominado interés para obrar, CONDICIÓN DE LA ACCIÓN indispensable para acudir
en pos de tutela jurisdiccional ante el 8
Poder Judicial. Ya no se puede demandar sin agotar el trámite previo de acudir
forzosamente a un centro conciliatorio y realizar un gasto que en las actuales
circunstancias, irrita aún más a quien pretende la obtención de justicia. A este
sinsabor se acumulan otros factores que nadie se atreve a sostener en público, a
saber:
a) La poca disposición de los abogados procesalistas, en tanto no existe una cultura de
retribución económica adecuada cuando el conflicto se soluciona vía conciliación.
Siendo objetivos, la satisfacción de un conflicto de intereses personal tiene un precio
en el mercado. Así, el conflicto en esencia es una fuente de ingresos para miles de
abogados quienes mediante un proceso judicial (dos años promedio) obtienen el
resultado requerido por el justiciable, a cambio de una retribución dineraria, sea
periódica, escalonada, cuota litis o bono de éxito). La cuantía de la pretensión, la
duración y complejidad del proceso judicial tiene relación directa con el honorario del
abogado patrocinante. Sin embargo, si el conflicto se llega a solucionar vía conciliación
extrajudicial, el honorario se reducirá ostensiblemente, al extremo de llegar al simple
“agradecimiento” por el apoyo o al pago de una cuota mínima por asistencia a la
Audiencia. No existe una cultura de pago que persuada al justiciable promedio a
retribuir al abogado con similar importe dinerario al que se estila pagar cuando se
soluciona judicialmente el conflicto. Tampoco existe la suficiente creatividad (en
abogados y justiciables) para establecer contractualmente un honorario MAYOR que
persuada al abogado a propiciar la solución negociada, esto es, un emolumento que
retribuya con mayores beneficios económicos al profesional abogado, si el resultado
se obtiene “sin necesidad de proceso judicial”. El cliente promedio no lo puede prever.
Esta cruda realidad hace que un gran sector de los abogados procesalistas deseen
--en su fuero interno-- que la conciliación extrajudicial no prospere, en la medida que
esta solución implicará “un caso rentable menos”. En tiempos de aguda recesión
económica, desempleo, excesiva oferta de abogados en el mercado y valores
alicaídos, el manjar de la conciliación extrajudicial es visto como una exquisitez
europea, un remedio impertinente que sólo representa una fuente de ingresos para
abogados no procesalistas o recién egresados que hasta antes de la vigencia de esta
ley, estaban desempleados, carecían de clientela fija o que no estaban asociados a
algún estudio jurídico de proyección promedio.

b) Tampoco existe una cultura pro-conciliatoria en el país. Siendo nuevamente


objetivos, la conciliación tiene la gran limitación de concebir el conflicto como fondo,
con prescindencia de las habilidades de los actores. Para cierto empresariado un
proceso cuyo resultado en técnica proyección se estima desfavorable, puede no serlo
en la práctica, en la medida que existe la DEFENSA DE FORMA. Ningún conciliador
maneja o puede imaginar las defensas de forma que un abogado procesalista puede
esgrimir al judicializarse el conflicto. Los procesos no sólo se ganan con la razón de
fondo, sino con la “verdad procesal”, esto es, con los hechos acreditados y
amalgamados a un planteamiento técnico que logran formar convicción en el
Juzgador. Así, para un demandado los procesos se ganan muchas veces por defensa
de forma, por la capitalización de las debilidades o por los defectos de planteamiento
o enfoque de quien teniendo la razón de fondo, no tiene un adecuado asesoramiento.
Y todo ello es perfectamente LEGAL y amparado por al Constitución, en tanto
constituye el pleno ejercicio de los derechos de defensa y del debido proceso. Son las
reglas de la contienda y el manjar de la conciliación es visto inclusive como una
ventaja para el futuro demandado, pues gratuitamente (a él no le cuesta) lo pone en
alerta respecto al proceso futuro, dándole la oportunidad del “pre-sondeo”. Así, la
solicitud de conciliación le da al futuro demandado la oportunidad de conocer los
argumentos de su contraparte, de conocer sus expectativas y debilidades,
concediéndole la oportunidad de contratar con bastante antelación a un abogado
procesalista y prepararse para la futura contienda o en su caso, para la maniobra
evasiva.

c) Porque aún pudiendo perderse un “juicio”, el proceso difiere (traslada) el eventual


resultado nocivo a un futuro no cercano. Los procesos judiciales son de largo aliento.
Son costosos y quien es consciente que carece de la razón y va a perder la contienda,
simplemente aplica una
9
5 Artículo VII.- Juez y derecho.- El Juez debe aplicar el derecho que corresponda al
proceso, aunque no haya sido invocado por las partes o lo haya sido erróneamente.
Sin embargo, no puede ir más allá del petitorio ni fundar su decisión en hechos
diversos de los que han sido alegados por las partes.
regla de costo-beneficio, “crionizando” el efecto nocivo como una “contingencia
futura” a materializarse contablemente en un ejercicio distante. Mientras tanto,
muchas situaciones se pueden presentar en el camino, mucho más si existe
desigualdad económica entre las partes y el accionante “queda en el camino” por
cuestión de costos. He allí porqué un sinnúmero de procesos culminan por
“abandono”, forma especial de conclusión del proceso que inclusive sanciona con un
año de inacción forzosa al accionante “que se quedó.”

VII. DIFERENCIAS ENTRE LA LOGICA DEL PROCESO JUDICIAL Y LA CONCILIACIÓN


La conciliación y el proceso judicial se diferencian por el nivel de solución, el criterio
de solución a emplearse, la atmósfera particular de cada mecanismo, la orientación
hacia el conflicto y el tipo de control del tercero, por lo que podemos empezar a intuir
entonces que se tratan de mecanismos distintos, poco compatibles y diríamos hasta
opuestos, tal como exponemos a continuación:
1. Nivel de solución: el proceso judicial se base en dar solución a las pretensiones o
exigencias planteadas en la demanda, contestación de la demanda y la reconvención,
es decir, se limita en el petitorio.5 La conciliación apunta a resolver los problemas
presentes o no presentes en estos documentos con el fin de explorar posibles
soluciones que satisfagan los intereses y necesidades de las partes.

2. Criterio de solución: mientras que el proceso judicial interpreta y aplica la norma


correspondiente para solucionar conflictos, la conciliación es lo suficientemente
flexible para utilizar cualquier otro criterio elegido imaginativamente por las partes y
el tercero. Estos criterios se aplican dentro del marco amplio que nos brinda la
legalidad y no a través de la norma aplicable.

3. Atmósfera: en tanto que el proceso judicial maneja una racionalidad y discurso


adversarial-confrontacional, la conciliación fomenta un clima lo suficientemente
cooperativo para solucionar los problemas.

4. Orientación hacia el conflicto: el proceso judicial enfatiza su labor en la discusión de


los hechos pasados. Estos se encuadran dentro de un supuesto de hecho para obtener
una consecuencia jurídica. La conciliación reconoce la importancia de la discusión del
pasado pero moviliza el conflicto a la identificación de los problemas que actualmente
separan a las personas (presente) y, posteriormente, encamina la discusión hacia
soluciones ideales (a futuro).

5. Control del proceso: a diferencia del gran control que posee el juez en el proceso
judicial, la conciliación plantea una relación horizontal entre el conciliador y las partes.

VIII. ¿POR QUÉ LOS ABOGADOS PROCESALISTAS NO DEBEN RECHAZAR LA


CONCILIACIÓN?
Consideramos relevante transcribir sin modificación alguna el artículo publicado por el
Dr. Roberto Alfaro Pinillos “Porqué los abogados procesalistas no deben rechazar la
Conciliación.”, publicado en el Manual Práctico del Abogado Procesalista. Y lo hacemos
no porque creamos en él, sino como una ilustración respecto a la miopía que se tiene
frente al problema (comentarios nuestros al pie de cada párrafo): 10
6 Las acciones de cobranza (ejecutivas y de ejecución) no son obligatoriamente
conciliables. En estos casos la conciliación –inclusive para el procesalista--- es lo mejor
que puede pasar, en la medida que asegura de algún modo la cobranza del monto
conciliado y por ende el correspondiente porcentaje de honorarios. Allí sí conviene,
pues el proceso de cobranza (aún suponiendo que existan bienes embargados),
presupone gastos de tasación, custodia, martillero, publicaciones, impuestos y escaso
valor de realización.
“Lamentablemente en la práctica, también “son un sector de abogados quienes
obstruyen la conciliación”, por varias razones, pero “una es la principal” (se le pagará
menos Honorarios, por cuanto, NO ha sido necesario tramitar el Proceso hasta su fin).
SOMOS DE LA OPINIÓN QUE NUESTROS ESTIMADOS COLEGAS PROCESALISTAS
“OLVIDAN TRES ASPECTOS POSITIVOS” CON SU ERRADA ACTITUD:
1. PRIMERO: OBTENCIÓN DE MAYOR TIEMPO LIBRE Y HONORARIOS PARA EL ABOGADO
A CORTO PLAZO. MAYOR BENEFICIO PARA LA SOCIEDAD.
De tramitar un proceso hasta su fin, se cobrará el 100 % de Honorarios (y en un lapso
de 5 a 8 meses) en primera instancia; pero, de utilizar la CONCILIACIÓN se cobra el 25
% a 50 % de Honorarios (en uno o dos meses), solucionando el conflicto en un plazo
menor, ganando más tiempo libre y recursos para ver otros asuntos. Bajo un ANÁLISIS
ECONOMICO DEL DERECHO: “costo-beneficio”, estamos maximizando nuestro tiempo
laboral de modo positivo. También por efecto, “se maximiza el tiempo y recursos de la
Sociedad”: Lo que significa ganar horas hombre para la Economía, contribuyendo de
modo efectivo a la producción y desarrollo nacional.
(*) Comentario: Suena poético. Siendo objetivos, la supuesta maximización del tiempo
laboral se produciría si cada abogado independiente tuviera una oferta de cartera a
raíz de tres casos mensuales (ajenos a cobranzas),6 de tal modo que obteniendo la
conciliación de dos, se queda por lo menos con uno para su cartera judicial, de tal
forma que en un año por lo menos llega a tener doce casos. Proyección modesta pero
en promedio es indispensable si hablamos de un abogado procesalista. Sin embargo,
dada la gran cantidad de oferta profesional y actual recesión económica, que a un
abogado independiente le ofrezcan tres casos mensuales ajenos a cobranzas, es un
estimado bastante optimista. A lo más uno mensual y le quedarán muy pocas
intenciones de que sea conciliable.
Otro aspecto que no ha analizado el autor citado, es la cutura de pago de honorarios.
Es inusual que un conflicto procesalizado (que en dos años reditúa un honorario de –-
pongamos un ejemplo— diez mil dólares), motive un pago de cinco mil dólares (50%)
si el problema se negocia en una Audiencia extrajudicial. Es muy inusual y tal vez se
presente cuando la asesoría recae en grandes Estudios o abogados de mucho prestigio
(de esos que cobran “por minuto”). Fuera de esas excepciones, a lo más le pagarán
mil dólares al abogado pues “el trabajo” (el proceso) no se habría dado. Y adiós a la
cuenta por cobrar de diez mil dólares en dos años.
2. SEGUNDO: EL INTERES DEL CLIENTE DEBE PRIMAR SOBRE EL INTERES DEL
ABOGADO.
No olvidar que la Abogacía es una muy noble profesión, curamos los males del alma y
patrimoniales de la gente. El Abogado se debe a su cliente, vive, trabaja y lucha por su
patrocinado, “primero, está su interés, luego viene el nuestro”. PERO, NO OLVIDAR
QUE LA JUSTICIA PRIMA SOBRE TODO, INCLUSO SOBRE EL INTERES DEL CLIENTE,
NUNCA BUSCAR POR ALGO DE DINERO SOLUCIONES EN CONTRA DE ELLA ... DIOS ES
TESTIGO DE TODOS NUESTROS ACTOS, EL TODO LO VE. Y LA VERDAD TARDE O
11

TEMPRANO SIEMPRE, SIEMPRE SALE A LA LUZ ... ¿Y cómo quedará nuestra reputación
y credibilidad?
Conseguir la satisfacción del interés de nuestro patrocinado en el menor tiempo es un
éxito del Abogado Procesalista, y la Conciliación es un medio para ello.
(*) Comentario: Con este tipo de razonamientos religiosos alejados de la realidad del
foro, no se colabora en lo absoluto con la institución de la conciliación. Para afrontar
un problema se debe ser realista y realista es quien asume un problema en su real
dimensión. Y la real dimensión debe encararse propiciando un cambio drástico en la
cultura de pago. Mientras los justiciables no estimulen retributivamente al abogado
pro-conciliador, tendrán proceso.

3. TERCERO: OBLIGACIÓN DEL ABOGADO DE DESCONGESTIONAR EL PODER JUDICIAL Y


MEJORAR EL NIVEL DE ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA.
Es una obligación de todos los Abogados Procesalistas descongestionar el Poder
Judicial. Los casos sencillos y pequeños deben ser resueltos por los “Medios
Alternativos de Resolución de Conflictos” (MARCs), sea conciliación, transacción,
arbitraje u otros. Buscar DESCONGESTIONAL EL PODER JUDICIAL, dejar que ingresen al
Poder Judicial sólo los grandes y complejos casos; así los Jueces pondrán más atención
a los casos realmente difíciles y que requieren un exhaustivo análisis para su
resolución.
(*) Comentario: Falso. La obligación de descongestionar al Poder Judicial es del Estado,
mediante la formación de mejores jueces que mejoren y den fluidez al servicio de
administración de justicia, mediante la introducción vía persuación de mecanismos
alternativos de solución de conflictos. Imponer esta misión a los abogados
procesalistas, es como decirles que renuncien a su derecho al trabajo pues si son
procesalistas tendrán que dedicarse a otras ramas del Derecho. Y en el mundo hay y
siempre existirán los procesos judiciales, hasta en los países más evolucionados. El
Estado es quien debe propiciar los mal denominados “MARC’s” (los conflictos se
solucioanan, no se “resolucionan”). Mientras el Estado no incentive adecuadamente el
uso de los mecanismos alternativos, los procesos judiciales seguirán proliferando.

Que, NO podrán hacer “si tienen un sin número de diminutos e ínfimos casitos
judiciales, que distraen su valiosísima atención, gastando su preciado y escaso
tiempo”.
(*) Comentario: Irónico, pero el autor no conoce de aritmética, pues sin estos “casitos”
la “valiosísima atención” de muchos abogados procesalistas dejará de ser valiosa. No
hay tal pérdida de tiempo, pues ningún abogado rechaza un gran caso por falta de
tiempo. En el peor de los eventos, siempre puede sub contratar a otro abogado para
que se encargue de sus casos pequeños.
LOS ABOGADOS SIEMPRE CRITICAMOS LA BAJA CALIDAD DE LOS JUECES AL
ADMINISTRAR JUSTICIA ... PERO ¿ALGO HACEMOS PARA SUPERAR ESTO.? AHORA
TENEMOS LA OPORTUNIDAD REAL DE APOYAR A LOS JUECES (Descongestionando el
Poder Judicial), Y ELLOS LO RETRIBUIRAN EN UNA MEJOR CALIDAD DE ADMINIS-
TRACIÓN DE JUSTICIA.
El Juez, para proponer una FORMULA equilibrada, justa, pacífica, negociadora,
convincente para ambos, que no cause perjuicio a un tercero o a terceros, debe
conocer debidamente el Proceso y por tanto, el problema social – económico – jurídico
que hay entre los justiciables. Debe buscar una “Visión Global” de los hechos
controversiales.” 12
7 MONROY GALVEZ, Juan. En “Para mi otro corazón. Sobre Derecho, Proceso y otras
Angustias”. Palestra Editores, Lima, año 2000.
(*) Comentario: Y la seguiremos criticando en tanto se detecten casos patológicos en
la administración de justicia. La cantidad de trabajo no es pretexto para que la calidad
decaiga. El problema no es ése. El problema está en el decaimiento de los valores en
nuestro país y en la modesta formación de un gran número de nuestros magistrados.
Miremos la década pasada. Tenemos vocales en la cárcel que traficaban con la justicia.
Y cuántos más habrán. Tenemos vocales y jueces nombrados por el anterior regimen
que aún siguen administrando justicia y cuya calidad profesional deja mucho que
desear. A eso nos referíamos cuando aludíamos a las “ventajas” del proceso judicial,
aspectos que el conciliador no puede preveer, haciendo atractivo el proceso para
quien no quiere cumplir, volviendo en necesario “el mal arreglo” para quien clama por
justicia. Reza el dicho... “mas vale una mala avenencia que una buena sentencia.”
Así, no nos cabe duda que el problema está en la mentalidad de las personas, en la
avidez de lucro de los principales representantes de nuestro empresariado. El culto al
resultado en desmedro de los medios. Nadie quiere perder ni desea contratar
abogados perdedores. Y esa avidez es la que orienta a la gran mayoría hacia las lides
judiciales, a buscar a los abogados que no suelen perder procesos judiciales, a los más
ingeniosos y suspicaces. He allí la fuente. Nadie en su sano juicio quiere perder un
juicio. Es CULTURA. Y si ésta no es enfrentada objetivamente con educación
progresiva, si no logramos sustituir “de a poquitos” el clima confrontacional-
adversarial por el negocial, siempre tendremos un Poder Judicial tugurizado para
nuestro gusto. Esa es nuestra mesa y el manjar lógicamente causa “indigestión”.
Razón tiene Juan MONROY, cuando ya en la década pasada sostuvo que “Estamos
padeciendo los estragos de una sociedad caliente. Esta es la razón por la que cuando
nos encontramos con un ser humano íntegro nos parece de otra época. Cómo estarán
las cosas que actuar con decencia se ha convertido en una excentricidad. Ser gentil es
ser quedado, ser honesto es ser mongo, ser responsable es ser lorna, ser prudende es
no ser mosca. La sociedad caliente devora a los seres dignos con la misma intensidad
con que premia a los aventureros que actúan al borde de la línea. Inclusive en las
oportunidades en que sanciona a estos últimos, no los castiga por los actos que
cometieron, sino por la negligencia incurrida al haber sido descubiertos.” 7
Dentro de este contexto, el manjar debe ser difundido opcionalmente por el Estado,
quien de esta forma a la vez de difundir un mecanismo alternativo idóneo (no
imponiéndolo), alentaría a largo plazo un cambio en la mentalidad de la ciudadanía.
Los abogados serán pro-conciliadores en la medida que las retribuciones por la
solución negociada sean más alentadoras que las del conflicto judicializado.
Lógicamente nunca se podrá desterrar el proceso judicial. Pero el manjar no causará
indigestión y no será visto como un sobrecosto, sino como una oportunidad alternativa
a la que voluntariamente (dependiendo de LA PERSONA que se tenga por contraparte)
podamos acceder. No todos merecen la oportunidad que se les cite a una conciliación,
pues hay gente que no tiene remedio. Esa prerrogativa será parte de la estrategia de
cada justiciable.
IX. CONCLUSIONES
1. El conciliador no es sino un facilitador de la comunicación, un creativo y sano
componedor, un descifrador de intereses por encima de la liminar rigidez de
posiciones. En este orden de ideas, no ejerce la función de Juez ni de árbitro (posición
vertical), sino la de un mediador--componedor (posición horizontal) que enfila sus
destrezas persuasivas en base a la previa dilucidación de los intereses, con
prevalencia sobre las posiciones de las partes.
2. Resulta indispensable comenzar a crear una cultura pro-conciliadora en nuestro
país. Solo encarando objetivamente y de modo realista el problema, haremos que este
mecanismo alternativo tenga mayor presencia. Lo bueno no necesita ser impuesto.
Basta con publicitarlo adecuadamente con una agresiva campaña de persuasión,
asumiendo como reales los siguientes aspectos:

a) La poca disposición de los abogados procesalistas, en tanto no exista una cultura de


retribución económica adecuada cuando el conflicto se soluciona vía conciliación.
Mucho se dice que la conciliación es la solución económica. Pero ¿y los abogados qué?

b) Tampoco existe una cultura pro-conciliatoria en el país. La conciliación tiene la gran


limitación de concebir el conflicto como fondo, con prescidencia de las habilidades de
los actores para la defensa de forma. Para un demandado, los procesos se ganan
muchas veces por la capitalización de las debilidades o por los defectos de
planteamiento o enfoque de quien teniendo la razón de fondo, no tiene un adecuado
asesoramiento.
c) Porque aún pudiendo perderse un “juicio”, el proceso difiere (traslada)
contablemente el eventual resultado nocivo a un futuro no cercano.

3. En nuestro país el contexto psicosocial es beligerante, adversarial. Para los


abogados muchas veces el conflicto se despersonaliza y se vuelve una lidia de
posiciones profesionales en donde ambos contrincantes (por decir lo menos)
pretenden la imposición de sus argumentos y/o tecnicismos. Este hecho ha motivado
que en un gran número de Audiencias de Conciliación Extrajudicial, se limite el acceso
de los abogados quienes usualmente esperan en una sala contigua, en la medida que
su presencia puede dificultar el acercamiento entre las partes.
4. Ante este panorama, es necesario promover la creación de una conciencia colectiva
pro-conciliadora que pase por un cambio en la determinación del pago de honorarios.
Sólo así se tendrán como aliados a sus principales detractores, los profesionales
abogados. Ha de tenerse presente que los abogados serán pro-conciliadores en la
medida que las retribuciones por la solución negociada sean más alentadoras que las
del conflicto judicializado.
5. Vista en función económica, la conciliación extrajudicial, además de descargar la
actividad judicial, logrará la seguridad jurídica indispensable para la inversión y el
desarrollo sostenible en cualquier campo, en tanto se convierta en la vía más
expeditiva de solución de controversias.

6. Siendo así, la conciliación extrajudicial NO PUEDE ser un mecanismo impuesto por


una ley a abogados y litigantes que desconocen sus beneficios, que viven en una
cultura de y para la confrontación, encareciendo el acceso a la justicia. La buena mesa
no puede ser apreciada por el comensal si no se educa en primer lugar su paladar. Y
ello es progresivo, con persuación, no con imposición, partiendo de la premisa que el
proceso judicial siempre será una realidad, siempre existirá, pues el cebiche no
distingue clases sociales ni paladares refinados !!.

XI. BIBLIOGRAFIA
� EL PROCEDIMIENTO CONCILIATORIO. Marianella Ledesma Narváez. (Gaceta Jurídica)
2001.

� LA CONCILIACIÓN MAS ALLA DE LA LEY (Artículo de Marianella Ledesma Narváez


publicado en Legal Express)

� LA NUEVA LEY DE CONCILIACIÓN: Algunos datos sobre los resultados de su


aplicación. (Articulo de Juan Ormachea publicado en Legal Express)
14

� EL PROCEDIMIENTO CONCILIATORIO. Fermín Angulo Altamirano. Actualidad Jurídica.


(Página 90 a 96) Febrero del 2001.

� MANUAL PRACTICO DEL ABOGADO PROCESALISTA. Pedro Sagástegui Urteaga.


Roberto Alfaro Pinillos. Segunda Edición. Gaceta Jurídica.

� MANUAL DE CONCILIACIÓN. Juan Ormachea Choque. (IPRECOM) 1999.

� ALVARADO VELLOSO, Adolfo. La conciliación como medio para solucionar conflictos


de intereses. En: Revista Uruguaya de Derecho Procesal. N°3. 1986. pp.235

� GOZAÍNI, Osvaldo Adolfo. Formas alternativas para la resolución de conflictos.


Buenos Aires: Depalma, 1995. p.p.10-11.

INTRODUCCIÓN A LA PROBLEMÁTICA PLANTEADA


El sistema conciliatorio peruano que conocemos ahora, no vio su creación hacia
noviembre del año de 1997 con la dación de la Ley 26872. Esta norma inicialmente no
contemplaba lo que ahora conocemos como “sistema conciliatorio nacional”. De ello
no aparece ninguna referencia en sus reglamentos derogados, ni en el Decreto
Supremo 001-98-JUS (que hablaba de conciliación de equidad y sobre la conciliación
en violencia familiar), ni en el siguiente, que también fue derogado, el Decreto
Supremo 004-2005-JUS (que ya empezaba a hablar de la petición conciliatoria e
iniciaba el proceso de independización de las filiales de los centros de conciliación
extrajudicial).
Si bien es cierto que los elementos que lo incorporan estaban regulados desde un
inicio por la ley y sus reglamentos[1], es recién denominado así bajo un concepto
plural, a partir de la incorporación del artículo 19-A en la Ley 26872 a través del
Decreto Legislativo 1070, uno de los decretos legislativos que promulgaron en un
número cercano al centenar[2] a partir de la delegación de facultades que le otorgó el
Congreso de la República al Poder Ejecutivo vía la Ley 29157, para facilitar la
implementación del Acuerdo de Promoción Comercial Perú-Estados Unidos.
Es el Reglamento actual (Decreto Supremo 014-2008-JUS) el que desarrolla, en todo
un título[3], lo referido a quiénes integran nuestro sistema conciliatorio actual. La
única referencia que encontramos a la institución de la conciliación extrajudicial como
tal en forma contemporánea en nuestra legislación nacional[4], es en el primer
artículo de la Ley 26872, que señala que “es de interés nacional la institucionalización
y desarrollo de la conciliación como mecanismo alternativo de la solución de
conflictos”. Aquí quizá debió precisarse que se refería puntualmente a la conciliación
extrajudicial, pues sabemos bien qué le pasó a la conciliación judicial años después[5].
Tras largos debates al interior del Congreso de la República, la precitada norma fue
promulgada en noviembre del año de 1997. Sus reglamentaciones vinieron luego, las
cuales hasta la fecha han sido tres.
Para muchos en ese momento la conciliación extrajudicial se presentaba como la
panacea para todos los problemas judicializables, la solución que descongestionaría
los juzgados. A la luz de estas ya dos décadas de la promulgación de la norma y de un
tiempo menor de implementación de la obligatoriedad del intento conciliatorio pre-
proceso judicial, vemos que esto no ha sido así. Si revisamos las cifras anuales
mostradas por el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, así como la de estudios
particulares sobre el tema, podemos apreciar que si bien la conciliación logra resolver
controversias –en un alto porcentaje cuando asisten las partes a la audiencia
conciliatoria–, esto aún dista de ser masivo. Entendemos que el plantear el uso de la
institucionalización de la conciliación como la solución a los conflictos judicializables es
una tarea a largo plazo, pues no solo supone el uso regular de esta vía alterna, sino
también un cambio de mentalidad en la población de cómo abordar la solución de
estos. Conflictos siempre van a haber.
Algunas acciones que se hicieron a fin de viabilizar el tránsito por el intento
conciliatorio, han sido determinantes para la aplicación de este medio alternativo de
solución de conflictos en nuestro país, como el dar el carácter de título de ejecución de
las actas de conciliación extrajudicial con acuerdo total o parcial[6], el cual ha
constituido un seguro para cumplir los acuerdos alcanzados, que aunado a la
obligatoriedad del procedimiento conciliatorio pre proceso judicial, han terminado
funcionando como la llave de una Bureta de Geissler, respecto de conflictos
judicializables pasibles de convertirse en procesos judiciales.

Por otro lado, mal haríamos en decir que la conciliación extrajudicial ha fracasado en
nuestro país. Quienes estudiamos la teoría del conflicto, sabemos que estos escalan y
las partes no siempre reaccionan igual frente a ellos y su postura es determinante
para hallar una solución o no, pese al trabajo del conciliador extrajudicial. Finalmente,
los resultados de una conciliación extrajudicial, no solo son medibles en base a los
resultados, a la obtención de acuerdos, sino si las partes pudieron comunicarse
efectivamente y si pudieron o no tomar una decisión informada sobre su conflicto.
Todo lo indicado anteriormente ha sido muy significativo para el desarrollo de la
conciliación extrajudicial en nuestro país, sin embargo consideramos que no ha sido
suficiente, pues el enfoque sobre los aspectos normativos respecto de los documentos
emitidos y demás, ha soslayado una adecuada implementación respecto de las
funciones de los operadores del sistema conciliatorio nacional, creándose –
infortunadamente– profundas diferencias entre ellos, pese a que tienen la misma
función dentro de un procedimiento conciliatorio, la de brindar a la colectividad un
servicio público.
Como se habrá podido advertir, la pretensión del presente trabajo, no es una loa a la
conciliación extrajudicial en nuestro país, resaltando sus virtudes y minimizando sus
yerros, ni examinar sus cifras para determinar a partir de allí su éxito o fracaso, sino
más bien mostrar un lado poco mentado y conocido del sistema conciliatorio nacional,
el lado del sector privado.
Respecto del sistema conciliatorio nacional, conforme con la precitada norma, estpa
conformada por los conciliadores extrajudiciales, los capacitadores, los centros de
conciliación extrajudicial (aquí la norma no hace distingos entre los centros de
conciliación extrajudicial privados y los fiscales o públicos o también denominados por
ley y reglamento como gratuitos del MINJUS) y los centros de formación y capacitación
de conciliadores extrajudiciales.
Marco esta diferencia entre los centros de conciliación extrajudicial privados y
públicos, debido a que estos últimos tienen ciertas ventajas respecto de los primeros,
ventajas aparecidas a partir de la ley y su reglamento, la cual torna en una tarea
compleja el prestar el servicio público que brindan los centros de conciliación
extrajudicial privados. Estas diferencias que crea la norma en sí son de tipo
económicas y también de tipo funcionales, las cuales no pueden ser adecuadamente
resueltas, debido a lo que interpreto como un vacío de representación. Es sabido que
los centros de conciliación privados solo pueden ser creados a partir de entidades sin
fines de lucro, por lo que lo indicado viene de la mano con los ilimitados recursos del
Estado que sostiene a los centros de conciliación públicos, frente a los limitados
recursos que tienen los centros de conciliación privados, en adelante, CCP –y esto no
es un juego de palabras–, pues básicamente los CCP en nuestro país se sostienen a
partir de los recursos que obtienen a partir de los procedimientos conciliatorios
conducidos por ellos, a diferencia de los que son subvencionados por algún organismo
no estatal.
2. Desarrollo de la problemática de los Centros de Conciliación Privados (CPP) en el
ámbito nacional
En adelante trataremos algunas de ellas, buscando una solución a la problemática
planteada en la parte de conclusiones y propuestas.

2.1. Costos ocultos para los CCP en los procedimientos conciliatorios iniciados por las
partes al amparo de la legislación vigente

Normalmente, al ingresar la petición conciliatoria a un CCP –no hablamos en este


punto sobre las conciliaciones conjuntas–, se revisa si todo lo presentado por la parte
solicitante está conforme con la norma (si es materia conciliable, si está plenamente
identificada la parte invitada y la solicitante, y si están incluidos los documentos
relacionados al conflicto). Posterior a ello, se revisa el tarifario del CCP y se da un
costo total a la parte solicitante por conducir en el CCP el procedimiento conciliatorio.
La parte solicitante está en la libertad de aceptar aquel monto e iniciar su
procedimiento conciliatorio en dicho CCP o ir a otro en busca de un precio que se
ajuste a su economía. El precio indicado debe contemplar los honorarios del
conciliador y los gastos administrativos. Infortunadamente, al momento de brindar el
monto por conducir el procedimiento conciliatorio, no sabemos a ciencia cierta si la
audiencia conciliatoria tendrá una o más sesiones, si se realizará en total más de 3
invitaciones7 o si alguna autoridad pedirá una copia certificada de todo el expediente.
Si bien es cierto, todo esto puede parecer intrascendente, es común que las partes no
satisfechas con que hayan sido invitadas a conciliar o que sean parte de un futuro
proceso judicial a partir de ello, busquen judicializar incluso esta etapa prejudicial, por
no estar de acuerdo con el tenor de la invitación alcanzada o porque piensan que con
ello, retrasaran el futuro proceso judicial. Ha pasado incluso que, a través de la
Dirección Nacional de Medios Alternativos de Solución de Conflictos del Ministerio de
Justicia y Derechos Humanos, presentan una denuncia administrativa contra el CCP o
el conciliador extrajudicial que llevó el procedimiento, con la idea, nuevamente de que
pueden retrasar el inicio del proceso judicial, cuando sabemos que conforme a ley, el
único ente que puede declarar nulo el acto jurídico contenido en un acta de
conciliación extrajudicial, es el Poder Judicial, vía proceso de conocimiento[8].
Volviendo al tema, me ha sucedido que en el marco de una investigación se me pidió
la copia certificada de un expediente voluminoso, donde el problema no era el tiempo
de certificar todas y cada una de las hojas, lo cual constituye meramente un trabajo
mecánico, sino en el papel y realizar el trabajo de fotocopiado en sí, esos costos no se
consideran al momento de cobrar para la realización de un procedimiento
conciliatorio. Si esto hubiese sucedido dentro de un centro de conciliación gratuito, no
habría mayor inconveniente, pues el Centro se haría cargo de ello y lo pagaríamos
todos los contribuyentes, pero en este caso concreto, donde un privado tiene que,
conforme a ley, cumplir con ella y remitir copias certificadas de un expediente
voluminoso, asumiendo costos no contemplados ni en el tarifario. Si bien es cierto, la
ley puede cumplirse en ambos casos, también es cierto que finalmente los platos rotos
los paga el privado. Por ello, sostengo que hay diferencias respecto de la aplicación de
algunos artículos cuando se trata de un CCP o un centro de conciliación extrajudicial
gratuito.

Sobre este punto, conforme a la legislación nacional vigente[9], incluso no se puede


pactar un precio del procedimiento conciliatorio con base en cuántas sesiones llevará
cerrar el procedimiento con un acta de conciliación extrajudicial, ni en base a las horas
que trabaje en él, el conciliador extrajudicial. Hay, como vemos, una diferencia en
brindar un servicio público cuando se trata de un CCP y un centro de conciliación
extrajudicial gratuito, sobre todo respecto de las responsabilidades que tiene cada
uno.

Todo lo expresado, no está en función de obtener algún tipo de subvención estatal en


los casos indicados, sino por el contrario, que se establezcan facilidades para estos
casos concretos a los CCP. La crisis de representación que tienen estos, respecto del
ente rector, nos sigue pasando factura.

2.2. Nula defensa funcional en los ámbitos judicial y administrativo para los CCP

En el tercer párrafo del artículo 19-B° de la Ley 26872[10] se indica que tanto “el
Director, el Secretario General, el Conciliador Extrajudicial y el Abogado verificador de
la legalidad de los acuerdos conciliatorios de los Centros de Conciliación Privados son
responsables de los daños y perjuicios que ocasionen en el ejercicio de sus funciones
que señale el Reglamento”. Es evidente que un daño solo podría provocarse a un
tercero, pues las partes que acuden a un procedimiento conciliatorio, difícilmente
podrían pedir una indemnización por actos propios. Otra situación que podría ser
materia de indemnización, sería la disposición de inmuebles vía una suplantación.
Podemos afirmar que ningún CCP del país, cuenta con un sistema de verificación en
línea; este punto y su problemática, lo veremos con detalle más adelante.
En ambos casos indicados, sea doloso o culposo, mediará para descubrir la verdad, un
proceso judicial, probablemente, tanto en la vía civil, como en la vía penal. Así, sin
más culpa que el ejercer su función, un director, el secretario general, el conciliador
extrajudicial y el abogado verificador puede ser inmiscuido en un proceso judicial a
merced de las partes. A mí me paso algo similar, al no continuarse con un
procedimiento conciliatorio por indicación de la Dirección de Conciliación y Medios
Alternativos en respuesta a una consulta nuestra, la parte afectada –la parte
solicitante en este caso– interpuso ante el Poder Judicial un proceso de amparo, el que
felizmente fue declarado improcedente. Pero ¿y si el proceso hubiese sido de
indemnización en la vía civil? Según el artículo precitado, esto solo procede cuando un
centro de conciliación extrajudicial es privado y se da únicamente en razón de su
función.

En el Estado[11], puntualmente en el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, un


servidor público o exservidor está protegido con asesoría legal y defensa judicial
cuando, en razón de sus actos, decisiones u omisión de acciones en el ejercicio regular
de sus funciones, sean demandados administrativa, civil o penalmente. Según el texto
de la norma, no se advierte que sea únicamente para altos funcionarios de la entidad.
Es interesante ver que si un conciliador extrajudicial de un centro de conciliación
gratuito esté inmerso en un proceso administrativo –vale decir en procedimientos
sancionadores– también estaría cubierto. Si los conciliadores extrajudiciales y demás
personal de un CCP ejercen el mismo servicio público, ¿por qué también no le alcanza
esta protección? ¿A qué se debe que no están igualmente cubiertos? No puede ser
posible que si el Estado apuesta por la institucionalidad de la conciliación extrajudicial
en nuestro país, se deje a los operadores del sistema conciliatorio por su cuenta ante
el primer problema.
Si bien es cierto, el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, como único ente rector
y quien ejerce la facultad sancionadora, es la primera línea o el primer filtro ante el
reclamo de las partes no satisfechas con el servicio público que se brinda, esto no se
aplica a la vía judicial (sobre todo ante un eventual juicio por indemnización por daños
y perjuicios), por lo que sería pertinente extender la protección indicada a todos los
que brindan el servicio público. En este aspecto puntual, ya que si ejercen la misma
función, le correspondería la misma protección. A veces, uno queda en medio de las
partes y si no actúa en el sentido que una de ellas quiere, inmediatamente esta cree
que se está en contra de ella o confabulado con la otra parte. La sobrejudicialización
no solo se da en los conflictos, sino también respecto de las partes contra la actuación
de los operadores del sistema conciliatorio como si ello, le favoreciera en la solución
judicial de su conflicto.

2.3. Nula representación colectiva tanto de los CCP como los gratuitos
La Ley 26872, en su capítulo V (De la Junta Nacional de Centros de Conciliación),
derogado por la Única Disposición Derogatoria del Decreto Legislativo 1070, planteaba
inicialmente la creación de una Junta Nacional de Centros de Conciliación. Dicha Junta
se constituía como una persona jurídica de derecho privado y se integraría por los
centros de conciliación, no haciendo distingos entre CCP y gratuitos. Entre sus
funciones más importantes, se encontraba la de difundir la institución de la
conciliación extrajudicial como MASC, promover la eficiencia de los Centros y coordinar
con el Ministerio de Justicia, los asuntos derivados de la aplicación de la ley de
Conciliación. Posteriormente, la Ley 27398[12] que continua con la ejecución del plan
piloto iniciado con el Decreto Supremo 007-2000-JUS[13], al Ministerio de Justicia, la
convocatoria de la Junta Nacional de Conciliación, a fin de la asamblea de esta
apruebe el estatuto y proceda a la elección de su directiva. Pese a todo el articulado,
sorpresivamente, con la dación de los decretos legislativos, esto quedó derogado, sin
ningún tipo de explicación mayor. Estamos hablando de algo que paso hace casi 16
años.
El espíritu original de la norma, era a través de la Junta Nacional de Conciliación, crear
vasos comunicantes entre quienes aplican directamente la norma –vale decir,
Conciliadores Extrajudiciales y otros operadores del Sistema Conciliatorio Nacional a
través de los Centros de Conciliación– con el Ministerio de Justicia y Derechos
Humanos como ente rector, con el fin de viabilizar la correcta aplicación de la norma y
el mejor servicio a los ciudadanos, a todas luces una situación ventajosa para todos,
sin embargo, como reseñáramos, esto fue derogado.
El Ministerio de Justicia y Derechos Humanos acostumbra realizar a lo largo de los
años, eventos académicos de tipo participativos, en los cuales se invita a los
operadores del sistema conciliatorio, donde un ponente expone un tema en particular
–normalmente referido a la ejecución de actas de conciliación extrajudicial o arbitraje–
y termina entre aplausos del auditorio. Cero reflexión, cero retroalimentación de la
realidad. Los académicos pueden teorizar en amplios niveles sobre la problemática y
posibles soluciones, pero la única real problemática en este caso concreto, la pueden
exponer únicamente los operadores del sistema conciliatorio.
Con gran expectativa se realizó en Lima, en noviembre del año 2014, la presentación
de la propuesta normativa “Nueva ley de conciliación”, en la cual se convocó a los
centros de conciliación a alcanzar sus opiniones y propuestas[14].
Desafortunadamente, el evento fue meramente expositivo, no hubo intercambio
sustantivo de opiniones ni recojo de propuestas en el auditorio. Algunas de ellas se
pudieron alcanzar vía documento, pero como vemos, han pasado más de dos años y
no tenemos mayores noticias ni del estudio de viabilidad o la aplicación de las
propuestas alcanzadas. La crisis de representación que indicáramos antes, este
divorcio real entre los operadores y el ente rector, donde no existe un ente colectivo
que pueda representar válidamente a los operadores del sistema conciliatorio, no solo
no nos permite comunicarnos válidamente con el Ministerio de Justicia y Derechos
Humanos, sino también nos hace perder oportunidades que pueden ser aprovechables
por todos los operadores, como la defensa jurídica y administrativa de operadores del
sistema conciliatorio ante la interposición de procesos promovidos por las partes, la
utilización de herramientas tecnológicas que nos permitan facilitar nuestra labor,
como la tan anhelada verificación de la identidad en línea o el uso del Sistema de
Seguimiento de Procesos de Conciliación Extrajudicial (Siscone), que ya va por su
versión 3.0.
En la parte introductoria del manual básico de conciliación extrajudicial que recibí
cuando incoé mi acreditación en la ENCE, dice “… la conciliación… se basa en el
dialogo y en la creatividad para buscar soluciones satisfactorias…”, utilicemos esas
herramientas en esta oportunidad y construyamos una mejor institución, todos juntos.

3. Conclusiones y propuestas
La ciudadanía debe saber que el Centro de Conciliación Extrajudicial, sea este privado
o público, es el lugar donde puede resolver cualquier tipo de controversia
judicializable. Sería positivo que esto no quede como un reglón más de la ley. Esto solo
pasará si se realiza una campaña efectiva de información en medios de comunicación
masiva al respecto, como se ha visto en otras actividades promovidas por el Estado.
En casi 20 años del procedimiento conciliatorio, han sido loables los esfuerzos del
Ministerio de Justicia y Derechos Humanos a través de la Dirección de Conciliación
Extrajudicial y Medios Alternativos, respecto de campañas que buscan acercar a la
gente los MASC.
Igual ha sido importante la difusión del arbitraje popular en nuestro país, sin embargo,
esto no ha sido suficiente, pues el desconocimiento de esta institución aún existe.
Quizás los esfuerzos deban ser apuntados en quienes median –o mediarán en unos
años– con los conflictos que sus clientes les alcancen. Me refiero a los abogados en
ejercicio y los estudiantes de derecho. Se debe apuntar con mayor incidencia tanto en
los colegios de abogados del país, así como también en las facultades de derecho,
donde desfortunadamente, en algunas de ellas, los cursos de conciliación y arbitraje
siguen siendo cursos electivos.

Veo con esperanza las reuniones que sostienen los decanos de las universidades del
país con el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, donde se firman convenios
respecto de eventos jurídicos de naturaleza académica, sin embargo, como indicara
anteriormente, el ente rector debe dar un paso más allá potenciando el uso de la
Conciliación Extrajudicial, incluyendo una modificación importante en el currículo
universitario, buscando que se logre tal fin.
Recientemente[15], se ha creado el Grupo de Trabajo encargado de elaborar una
propuesta de “Plan Nacional para la mejora de la calidad de la educación jurídica”.
Consideramos que es el espacio perfecto para viabilizar esta propuesta. Es necesario
anotar en este punto lo que dice LEDESMA NARVAEZ (2000, p. 13)[16] “…la
experiencia legislativa y operativa sobre la Conciliación en sede nacional nos lleva a
señalar que el éxito de ella no reside en un desarrollo legislativo, sino en condiciones
supralegales…No basta para el éxito de ella la institucionalización, no la declaración
del interés nacional para promoverla… en ese sentido, se debe dirigir principalmente
la atención hacia los estudiantes, quienes deben conocer los principios y
procedimientos de conciliación en momentos tempranos de su formación, de modo a
que puedan integrarla y aplicarla a su vida personal y profesional…”
El Sistema de Seguimiento de Procesos de Conciliación Extrajudicial (Siscone 3.0),
solucionaría la problemática respecto de la redacción de las controversias y de la
redacción de acuerdos conciliatorios, facilitaría la ejecutabilidad de un acta de
conciliación extrajudicial en caso de incumplimiento ante el fuero Judicial, pues
inclusive se le podría asignar un numero único de expediente, que inicie en etapa
prejudicial y, de ser el caso, concluya en etapa judicial. Ello también facilitaría el tema
de estadísticas, pues podríamos saber exactamente, qué actas se llevaron a ejecución
y con cuáles se solucionó la controversia planteada. Hoy no existe un centro de
conciliación en la república que no use una computadora. Incluso, facilitaría la entrega
de copias certificadas o del expediente, puesto que todo sería electrónico.
Las submaterias dentro de las materias civil, comercial y de familia son tipo, es decir
comunes entre ellas, lo que cambia son los protagonistas y la forma de conclusión del
procedimiento conciliatorio, por lo que un sistema que facilite la labor del conciliador
extrajudicial, sería importante, en el sentido que se le da una herramienta para
trabajar mejor en servicio de la ciudadanía[17].
Ese sistema en línea, también podría responder consultas de los operadores en tiempo
real y podría ser gratuito –actualmente es oneroso–, ya que no todos los conciliadores
extrajudiciales, son abogados. Diariamente, las partes concurren con sus
procedimientos conciliatorios, unos tan distintos como otros y la ley y reglamento, en
algunas situaciones, no son de aplicación inmediata, pues la razón supera en algunos
casos la lógica.
El uso que se daría a este sistema en línea, sería de exclusividad de los operadores del
sistema conciliatorio, el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos tiene registrados a
todos, por lo que no sería difícil hacerlo; esto también podría ser utilizado como una
herramienta de gestión para determinar que conciliadores extrajudiciales están
habilites y quiénes no lo están. Si bien es cierto, actualmente la Dirección de
Conciliación y Medios Alternativos de Solución de Conflictos usa un sistema vía
telefónica, este no se puede mostrar a la parte que consulta determinado punto (sobre
todo, de aplicación de la normativa). Algo imprimible –tangible– serviría también de
respaldo para la actuación del Conciliador Extrajudicial.

Nuestro país sabe mucho de populismos, y en la medida que la institucionalidad de la


Conciliación Extrajudicial no se fije en nuestro país, el fantasma de la derogatoria de la
obligatoriedad del intento conciliatorio siempre la perseguirá. Basta que un
congresista o grupo político quiera “eliminar esta barrera al acceso a la justicia” e
introduzca un cambio en la normativa que tire al piso todo lo avanzado.
Si bien es cierto que se ha aprobado el calendario oficial para el presente año y para el
2018 de la entrada en vigencia de la obligatoriedad del intento conciliatorio previo a
un proceso judicial[18], existieron y existirán sendos proyectos de ley que buscan
eliminar la obligatoriedad del intento conciliatorio previa al proceso judicial.
Los conciliadores extrajudiciales sabemos que no todos los procedimientos
conciliatorios son conciliables, pero es una satisfacción enorme cuando logramos
componer uno, a pesar que todos los pronósticos indicaban lo contrario. Cuán
importante puede ser pasar por esta etapa en la resolución de su conflicto, pues
algunos efectivamente logran solucionarse. Pese al ánimo que pueda existir, la
ciudadanía aun percibe la conciliación extrajudicial como un prerrequisito. El día que
eso cambie, recién podremos hablar de la derogatoria de la obligatoriedad. En la
misma línea, como anotara Ortiz Nishihara (2010, p. 341)[19], “… la voluntariedad o la
obligatoriedad no son garantía de calidad en la aplicación del sistema, es una falacia y
un comentario no sustentado en bases reales que se diga que la Conciliación en el
Perú este encareciendo los procesos y sea ineficiente o mal aplicada…”
Actualmente los centros de conciliación gratuitos, mantienen un tope respecto del
monto de la controversia que pueden plantear los particulares dentro de un
procedimiento conciliatorio. Incluso con ello y, pese a que sin desmerecer, los
procedimientos conciliatorios más complejos se tramitan en los CCP, los primeros
tienen procedimientos conciliatorios en pendientes de atender, esto sobretodo en
Lima metropolitana, por lo que sería útil una alianza con los CCP que tiene en algunas
oportunidades, por así decirlo, capacidad ociosa que podría ser utilizada por la
ciudadanía, en el entendido que la voluntad es conciliar extrajudicialmente. La
inscripción a dicho servicio podría ser como la de los proveedores de servicios al
Estado y se podría dividir por distritos conciliatorios.
Todas las diferencias reseñadas entre los CCP y los centros de conciliación gratuitos,
debería desaparecer de la norma, en el entendido que ambos desarrollan la misma
función y brindan exactamente el mismo servicio a la ciudadanía. Esto no pasa solo
por ser una situación de justicia, sino también porque estas diferencias desaniman la
prestación del servicio público por parte de los CCP y sus operadores, ya que el
suponer prerrogativas para unos y cargas para otros, rompe la situación de equidad
que debería de existir.
Respecto a la legislación nacional en materia de conciliación extrajudicial, incluso
posterior a la modificatoria realizada por el Decreto Legislativo Nº 1070, como
anotara Peña Gonzales (2013, p. 613)[20], existen errores y contradicciones de la Ley
de Conciliación. Contradicciones que van entre la ley y el reglamento, así como
también vacíos que no se arregla únicamente con directivas emanadas por el ente
rector, que finalmente no son aplicables a terceros (las partes), pues no son
operadores del sistema conciliatorio. Se requiere en este extremo, una revisión de la
legislación en forma integral y dejar sin efecto lo que no sea útil e incorporar las
mejoras necesarias.
Si bien es cierto, el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos realiza con cierta
regularidad cursos y seminarios sobre la conciliación extrajudicial, estos no deberían
ser onerosos para los operadores del sistema conciliatorio. Ello posibilitaría que más
personas tengan interés en la institución de la conciliación extrajudicial y sobre todo,
ayudaría a quienes ya se embarcaron en ella, a profundizar en su estudio. Entre los
cursos de formación básica de conciliadores extrajudiciales, la especialidad en materia
familiar y el curso de metodología para la formación de conciliadores extrajudiciales,
más su acreditación en cada una de ellas, estamos hablando de un monto cercano a
una UIT. No debiera generarse recursos a partir de la enseñanza de materias que van
a revertir a la colectividad como un servicio público, ello no debiera ser oneroso.

4. Bibliografía utilizada
ABANTO Torres, Jaime. La conciliación extrajudicial y la conciliación judicial. Un puente
de oro entre los MARC’s y la justicia ordinaria. Grijley, 2010, 443 pp. ISBN: 978-9972-
04-321-5.
LEDESMA Narvaez, Marianella. El procedimiento conciliatorio. Un enfoque teórico-
normativo. Gaceta Jurídica, 2000, 374 pp., ISBN: S/N.
MINISTERIO DE JUSTICIA, 2012. Compendio sobre conciliación, 196 pp., ISBN: S/N.
MINISTERIO DE JUSTICIA, 2008. Decretos Legislativos: Justicia para más peruanos.
Bejarano Álvarez. 332 pp., ISBN: S/N.
ORTIZ Nishihara, Freddy. Conciliación extrajudicial. Justicia formal y arbitraje. Jurista
Editores, 2010, 416 pp., ISBN: 978-612-4066-37-5.
PEÑA Gonzales, Oscar. Conciliación extrajudicial. Teoría y práctica. Asociación Peruana
de Ciencias Jurídicas y Conciliación, 2013, 861 pp., ISBN: 978-612-46068-8-5.
[1] Conciliador extrajudicial, capacitador y Centro de Conciliación Extrajudicial
aparecen en la Ley 26872, incluso antes de la modificación referida.
[2] El Poder Ejecutivo, en uso de las facultades contenidas en Ley 29157, expidió entre
enero y junio del año 2008, 99 Decretos Legislativos.
[3] Título Tercero del Reglamento (Decreto Supremo 014-2008-JUS): De los operadores
del sistema conciliarorio.
[4] Existen disposiciones contenidas en la Constitución de Cádiz de 1812. En sus
artículos 282, encarga al alcalde de cada pueblo el oficio de conciliador en negocios
civiles e injurias y en el 284, se prescribe que no se entablará pleito ninguno sin hacer
constar que se ha intentado el medio de la conciliación.
[5] Ley 26872, la sétima de las Disposiciones Complementarias, Transitorias y Finales,
señala que el procedimiento de conciliación creado en dicha Ley, se realiza de modo
independiente de aquel que regula el Código Procesal Civil.
[6] Artículo 18º de la Ley 26872 (Mérito y ejecución del acta de conciliación).
[7] En mi experiencia personal de más de cinco años ejerciendo la función conciliadora
y con más de medio millar de casos conducidos, puedo asegurar que normalmente la
forma de conclusión de los Procedimientos Conciliatorios se da en segunda sesión y no
precisamente con la Falta de Acuerdo, sino más bien por inasistencia de la parte
invitada.
[8] Artículo 16-Aº de la Ley 26872 (Rectificación del Acta).
[9] Artículo 50º del Reglamento de la Ley 26872 (Del tarifario del Centro de
Conciliación).
[10] Artículo 19-Bº de la Ley 26872 (De la facultad sancionadora), en su parte
correspondiente, señala lo siguiente: “… El Director, el Secretario General, el
Conciliador Extrajudicial y el Abogado verificador de la legalidad de los acuerdos
conciliatorios de los Centros de Conciliación Privados son responsables de los daños y
perjuicios que ocasionen en el ejercicio de sus funciones que señale el Reglamento. La
sanción de desautorización impuesta aún Centro de Conciliación Extrajudicial o Centro
de Formación y Capacitación de Conciliadores produce la cancelación de su registro…”
[11] Decreto Supremo 018-2002-PCM y Directiva 002-2004-JUS/OGAJ.
[12] Publicada en el año 2001.
[13] Implementan Plan Piloto de obligatoriedad de la Conciliación Extrajudicial en
distritos conciliatorios de Trujillo y Arequipa y distrito judicial del Cono Norte de Lima
[14] Mediante Oficio Múltiple 005-2014-JUS/DGDP-DCMA.
[15] Resolución Ministerial 0171-2017-JUS, de julio del presente año.
[16] LEDESMA Narváez, Marianella. El procedimiento conciliatorio. Un enfoque teórico-
normativo. Gaceta Jurídica, 2000, 374 pp., ISBN: S/N.
[17] El Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, alcanzo en forma electrónica una
Guía Rápida con preguntas y respuestas comunes sobre el procedimiento conciliatorio
y casos concretos.
[18] En enero del presente año, mediante D.S. N° 001-2017-JUS, en provincias de
Arequipa, Ayacucho, Huánuco, Cajamarca, Lima, Huancavelica, Lambayeque y otros.
[19] ORTIZ Nishihara, Freddy. Conciliación extrajudicial. Justicia formal y arbitraje.
Jurista Editores, 2010, 416 pp., ISBN: 978-612-4066-37-5.
[20] PEÑA Gonzales, Oscar. Conciliación extrajudicial. Teoría y práctica. Asociación
Peruana de Ciencias Jurídicas y Conciliación, 2013, 861 pp., ISBN: 978-612-46068-8-5.

PRINCIPALES PROBLEMAS DE LA CONCILIACION


Existen múltiples causan que están ocasionando el descrédito de la conciliación
extrajudicial entre las que podemos mencionar:
A diez años de su instauración en el Perú la conciliación extrajudicial no es vista como
un medio de solución de conflictos, sino como un verdadero obstáculo de acceso a la
justicia, es lamentable escuchar en ocasiones frases como "ir a la conciliación es
perder el tiempo, mejor vamos a juicio" existe una mentalidad que consiste en la
creencia que es mejor que solucione el conflicto un Juez puesto que el representa al
Estado y solo el tiene la autoridad y poder para hacernos respetar, los conciliadores no
tienen ninguna autoridad, por ese motivo no asisten a las sesiones de conciliación,
menos cumplen los acuerdos, en una palabra, quieren un papá que solucione sus
conflictos, por que se sienten incapaces de poder construir una solución, sin embargo
cuando llegan a juicio muchas veces se tocan con una cruda realidad, pues el que
supuestamente resolvería de la mejor manera su conflicto, no tiene ningún intereses
en solucionar su conflicto y hace todo lo contrario, pues muchas veces soluciona el
conflicto de la peor manera posible, que genera aún mas conflicto entre las partes y
sobre todo, una sensación perdida mutua. Frente a esta situación surge la conciliación
extrajudicial, escenario donde las partes tienen el control total sobre el resultado y el
proceso, pues nadie más que las propias partes que conocen sus verdaderas
necesidades y posibilidades para construir la mejor solución a su conflicto, generando
una percepción real de ganancia mutua y sobre todo se restablece la paz social con el
consiguiente beneficio del desarrollo.
Establecimiento de la conciliación como un requisito de admisibilidad para presentar
una demanda ante el Poder Judicial, lo cual ha llevado a que la población la
considere un obstáculo que no permite un real acceso a la justicia.
Falta de promoción de la conciliación extrajudicial, actualmente es mínimo el
conocimiento de la población respecto de la conciliación extrajudicial.
Aplicación reducida de la conciliación extrajudicial, actualmente son pocas las
materias que pueden ser sometidas a conciliación extrajudicial.
Obligatoriedad mínima de la conciliación extrajudicial, actualmente son pocos los
peruanos que gozan de la conciliación, pues solo es obligatoria tan solo en algunos
departamento del Perú.
Los aventureros que fungieron de Conciliadores, Capacitadores, Centros de Formación
de Conciliadores, Centros de Conciliación, huyeron mucho más rápido del tiempo en
que demoraron en entrar, cuando vieron que no era rentable;
Los dinosaurios jurídicos consideran una herejía que los particulares se auto
sentencien vía conciliación extrajudicial y ven al conciliador al anticristo, por lo que
atentan contra su vida pretendiendo aniquilarla a toda costa presentando una
avalancha de preproyectos, proyectos de ley para matarla;
Algunos operadores (Conciliadores Kamikaze que se autodestruyen y con ellos
también a la conciliación extrajudicial) y usuarios usan la conciliación extrajudicial
para fines opuestos para el cual esta predestinado como el caso de venta de actas de
conciliación al mejor postor, tramite de materias no conciliables, uso de la conciliación
extrajudicial como llave para ingresar al proceso judicial;
Total inercia de todos los actores de la conciliación extrajudicial, por mejorar la
conciliación extrajudicial
PROPUESTAS
Creemos que ya es hora que se sienten a la mesa todas las entidades involucradas
con la justicia (el Ministerio de justicia, el Poder Judicial, El Ministerio Publico,
entidades administrativas, la sociedad civil y representantes de los operadores de la
Conciliación Extrajudicial) y pacten una autentica transformación del sistema de
solución de conflictos en aras de desarrollo sostenible del Perú. En este sentido
proponemos lo siguiente:
Construir un nuevo mapa para solucionar conflictos, constituido por dos vías
diferenciadas y con filosofías opuestas para alcanzar la solución de los conflictos
humanos, por un lado la justicia conciliadora encargada de la función conciliadora de
forma exclusiva y excluyente en todos los ámbitos de la vida humana, donde las
mismas partes decidan de forma definitiva el conflicto, La justicia conciliadora seria
así, una vía independiente, un medio de solución de conflictos, equiparable al proceso
Judicial (en cuanto a sus efectos), no alternativa, no un requisito de admisibilidad, no
un anexo como esta actualmente regulada en la mayoría de los países (conciliación
prejudicial). Por el otro lado los medios heterocompositivos que tienen al proceso
judicial y al arbitral a sus dignos representantes encargada únicamente de decidir el
conflicto a través de una sentencia o un lado arbitral.
Nuestra propuesta se centra en la creación de dos vías de solución de conflictos
humanos independientes: la justicia conciliadora y la justicia
Heterocompositiva (compuesta por el proceso Judicial y el arbitraje), cada vía, con
una lógica muy diferenciada de la otra, reguladas a nivel constitucional y a la vez cada
una con su propio cuerpo legislativo.
Que la Justicia conciliadora sea capaz de solucionar toda clase de conflictos humanos,
desde los que dividen a colegiales, adolescentes, universitarios, vecinos, familias, a
conflictos civiles, empresariales, penales, de consumo, turísticos, comunales,
administrativos, interculturales, sanitarios, de crédito, laborales, sociales, litigantes,
etc.
Establecimiento de un procedimiento conciliatorio único con ciertos variantes de
acuerdo al tipo de conflicto, aplicable a todos los conflictos humanos, caracterizado
por su eminente flexibilidad.
Los denominados Centros de Conciliación Extrajudicial se transformarían en Centros
de Conciliación con competencia para conocer todo tipo de conflictos.
Difundir la misión de cada medio de solución de conflictos y el rol que cumple cada
operador, por que solo un conocimiento real y eficaz de las disímiles misiones que
tiene cada uno de ellos y las diferenciadas hojas de rutas que usa un Conciliador,
Abogado, Juez, y Arbitro va a permitir a la sociedad elegir el medio de solución de
conflictos que más se acomode a sus verdaderas necesidades y posibilidades.
Obligatoriedad nacional de la conciliación extrajudicial.
Ampliación de materias conciliables a todos los ámbitos de la vida.
Establecer procedimiento de seguimientos de casos.
Establecer costos de procesos de conciliación de acuerdo al número de sesiones.
Suspender temporalmente (10 años), la autorización funcionamiento de centros de
conciliación extrajudicial en localidades que cuenten con un numero considerable de
Centros de Conciliación extrajudicial.
Establecer criterios comunes y obligatorios respecto de costos mínimos de procesos
de conciliación, control de calidad de procesos de conciliación, atención al cliente,
seguimiento de casos, reclamos de usuarios.
Crear la central única de invitaciones para conciliar (para entregar las invitaciones a
los conciliantes).
Implementar un software único para los procesos de conciliación extrajudicial, a fin
que el Ministerio de justicia monitorice el desarrollo de todos los procesos de
conciliación extrajudicial.
Crear un seguro de conciliación, que permitirá solucionar sus conflictos vía conciliación
extrajudicial.
Efectuar ferias de conciliación extrajudicial de manera permanente en todo el Perú.
Posibilidad que las personas naturales puedan actuar en procesos de conciliación
extrajudicial mediante representantes.
Posibilidad de rectificar actas de conciliación extrajudicial por errores materiales.
Imponer multas a las personas que no asistan a las audiencias de conciliación
extrajudicial.
Flexibilizar la ley de conciliación.
Posibilidad que los Jueces puedan remitir algunas causas a los Centros de Conciliación
extrajudicial en cualquier estado del proceso.
Definir expresamente las materias no conciliables.
Biography

RAFAEL GONZALO MEDINA ROSPIGLIOSI es Abogado por la Universidad de San Martín


de Porres, con estudios de maestría en Derecho Empresarial por la Universidad
Federico Villareal , Conciliador Extrajudicial, Arbitro de derecho, fundador y Director
de LIMAMARC CENTRO DE SOLUCION DE CONFLICTOS, Director del Centro de
Conciliación Extrajudicial LIMAMARC, Director del Centro de Formación y Capacitación
de Conciliadores Extrajudiciales LIMAMARC, Director del Centro de Arbitraje LIMAMARC,
investigador en temas de medios alternativos de solución de conflictos.

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