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LA EVALUACIÓN EN LA EDUCACIÓN
Por una parte, evaluar desde una visión de sistema más que de acto educativo
específico, aclaro, implica control de acuerdo a (Diaz Barriga, 1987), esto es, con la
evaluación comprobamos que todo ocurra conforme al programa adoptado, a las
órdenes dadas por un sistema educativo o un autoridad de acuerdo con los principios
admitidos para tal efecto.
La visión que se expone con anterioridad es hasta cierto punto frío y mercantilista, muy
típico del campo de la gerencia y administración, y no es para menos, la evaluación
nace en seno de la industrialización y el monopolio comercial y es llevado a la educación
porque la escuela y el sector productivo se sustentan entre sí uno hace posible la
existencia del otro y viceversa.
Estoy de acuerdo que la evaluación es una cuantificación con un fuerte componente por
objetivos y hasta cierto punto reduccionista, que los evaluadores lejos de ser objetivos
vienen a ser un obstáculo en el proceso de evaluar, ya que desconocen el campo y
dejan de lado lo verdaderamente importante en el acto educativo y es lo cognitivo.
Se ha mencionado que el acto de evaluar con lleva una acción, y esta acción está
determinada por los requerimientos político-educativos que se tengan a respecto. Así
evaluar debe tener un objeto y un fin, se ha discutido en párrafos anteriores el objeto de
la evaluación, si productos, procesos o ambos, pero dónde han quedado los fines.
Los fines deben ser “la comprensión de los fenómenos educativos los cuales orientan
al acto cognitivo llevando a la necesidad de una acción práctica” (Diaz Barriga, 1987,
pág. 10) lo que nos lleva a cuestionarnos sobre la decisión o acción práctica, ¿qué hacer
con lo evaluado? ¿Corregir o cuantificar?.
En el aula quien evalúa es el docente, qué evalúa y cómo lo hace es algo que solo él
decide con base en ciertos parámetros, pero que tan pertinente es su actuar y cómo
impacta a la comunidad estudiantil es motivo de reflexión. Por una parte el docente vicia
la evaluación al no tener claro el objeto de esta, pero no es solo eso, existen más
elementos que se pierden en el acto de evaluar en el salón de clase.
Esto es bien cierto, programas extensos y una exigencias administrativa respecto a ello
puede hacer caer en la desesperación al docente el cual deja de ver el sentido y
significado de la evaluación; sin embargo también es cierto que no todo es justificable,
también existe desconocimiento al respecto, lo que ha llevado al docente a no entender
el procesos como tal y reducirlo a un puntaje.
Por otra parte, se ha a sistematizado, por decirlo de una forma, los procesos de
evaluación, la subjetividad ha terminado por absorberlo cuando no debería ser así y no
todo es culpa del docente, estamos inmersos en un sistema; sin embargo es claro que
como hacedores del acto educativo se ha dejado mucho de hacer. Lo que resta por
hacer es conocer y comprender el acto educativo entendiendo que nosotros somos los
que marcamos la diferencia y que el hecho de evaluar repercute en los alumnos por
siempre.
Trabajos citados
Diaz Barriga, A. (1987). Problemas y retos en el campo de la evaluaciòn educativa. perfiles
educativos, 3-15.