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DISCURSO DE PEPE MUJICA A LOS INTELECTUALES

En el encuentro con los intelectuales, el miércoles 29 de abril en el Palacio


Legislativo.

Queridos amigos:

La vida ha sido extraordinariamente generosa conmigo.me ha dado un


sinfín de satisfacciones más allá de lo que nunca me hubiera atrevido
a soñar.

Casi todas son inmerecidas. Pero ninguna más que la de hoy:


encontrarme ahora aquí, en el corazón de la democracia uruguaya,
rodeado de cientos de cabezas pensantes.

¡Cabezas pensantes! A diestra y siniestra. Cabezas pensantes a


troche y moche, cabezas pensantes pa’ tirar pa’ arriba.

¿Se acuerdan de Rico Mac Pato, aquel tío millonario del pato Donald
que nadaba en una piscina llena de billetes? El tipo había desarrollado
una sensualidad física por el dinero.

A mí me gusta pensarme como alguien que le gusta darse baños en


piscinas llenas de inteligencia ajena, de cultura ajena, de sabiduría
ajena. Cuanto más ajena, mejor. Cuanto menos coincide con mis
pequeños saberes, mejor.

El semanario BÚSQUEDA tiene una hermosa frase que usa como


insignia: “Lo que digo no lo digo como hombre sabedor, sino buscando
junto con vosotros”. Por una vez estamos de acuerdo.

¡Si estaremos de acuerdo! Lo que digo, no lo digo como chacarero


sabihondo, ni como payador leído, lo digo buscando con ustedes. Lo
digo, buscando, porque sólo los ignorantes creen que la verdad es
definitiva y maciza, cuando apenas es provisoria y gelatinosa.

Hay que buscarla porque anda corriendo de escondite en escondite. Y


pobre del que emprenda en soledad esta cacería. Hay que hacerlo con
ustedes, con los que han hecho del trabajo intelectual la razón de su
vida. Con los que están aquí y con los muchos más que no están.

DE TODAS LAS DISCIPLINAS

Si miran para el costado van a encontrar seguramente algunas caras


conocidas porque se trata de gente que se desempeña en espacios de
trabajo afines. Pero van a encontrar mucho más caras que les son
desconocidas, porque la regla de esta convocatoria ha sido la
heterogeneidad.

Aquí están los que se dedican a trabajar con átomos y moléculas y los
que se dedican a estudiar las reglas de la producción y el intercambio
en la sociedad. Hay gente de las ciencias básicas y de su casi
antípoda, las ciencias sociales; gente de la biología y del teatro, y de
la música, de la educación, del derecho y del carnaval.

Y en tren de que no falte nada, hay gente de la economía, de la


macroeconomía, de la microeconomía, de la economía comparada y
hasta alguno de la economía doméstica.

Todas cabezas pensantes, pero que piensan en distintas cosas y


pueden contribuir desde sus distintas disciplinas a mejorar este país. Y
mejorar este país significa muchas cosas, pero desde los acentos que
queremos para esta jornada, mejorar el país significa empujar los
complejos procesos que multipliquen por mil el poderío intelectual que
aquí esta reunido.

Mejorar el país, significa que dentro de veinte años, para un acto como
este no alcance el Estadio Centenario, porque al Uruguay le salen
ingenieros, filósofos y artistas hasta por las orejas. No es que
queramos un país que bata los récords mundiales por el puro placer
de hacerlo.

Es porque está demostrado que, una vez que la inteligencia adquiere


un cierto grado de concentración en una sociedad, se hace
contagiosa.

INTELIGENCIA DISTRIBUIDA

Si un día llenamos estadios de gente formada va a ser porque afuera,


en la sociedad, hay cientos de miles de uruguayos que han cultivado
su capacidad de pensar.

La inteligencia que le rinde a un país es la inteligencia distribuida. Es la


que no está sólo guardada en los laboratorios o las universidades,
sino la que anda por la calle.

La inteligencia que se usa para sembrar, para tornear, para manejar un


autoelevador o para programar una computadora. Para cocinar, para
atender bien a un turista, es la misma inteligencia.
Unos subirán más escalones que otros, pero es la misma escalera. Y
los peldaños de abajo son los mismos para la física nuclear que para
el manejo de un campo. Para todo se precisa la misma mirada
curiosa, hambrienta de conocimiento y muy inconformista.

Se termina sabiendo, porque antes supimos estar incómodos por no


saber. Aprendemos porque tenemos picazón y eso se adquiere por
contagio cultural, casi cuando abrimos los ojos al mundo.

Sueño con un país en el que los padres les muestren el pasto a los
hijos chicos y les digan: “¿Sabés qué es eso?, es una planta
procesadora de la energía del sol y de los minerales de la tierra”.

O que les muestren el cielo estrellado y hagan piecito en ese


espectáculo para hacerlos pensar en los cuerpos celestes, en la
velocidad de la luz y en la transmisión de las ondas.

Y no se preocupen, que esos uruguayos chicos igual van a seguir


jugando al fútbol. Sólo que, en una de esas, mientras ven picar la
pelota puedan pensar a la vez en la elasticidad de los materiales que
la hacen rebotar.

CAPACIDAD DE INTERROGARSE

Había un dicho: “No le des pescado a un niño, enséñale a pescar”.


Hoy deberíamos decir: “No le des un dato al niño, enséñale a pensar”.
Tal como vamos, los depósitos de conocimiento no van a estar más
dentro de nuestras cabezas, sino ahí afuera, disponibles para
buscarlos por Internet.

Ahí va a estar toda la información, todos los datos, todo lo que ya se


sabe. En otras palabras, van a estar todas las respuestas. Lo que no
van a estar son todas las preguntas. En la capacidad de interrogarse
va a estar la cosa. En la capacidad de formular preguntas fecundas,
que disparen nuevos esfuerzos de investigación y aprendizaje.

Y eso está allá abajo, marcado casi en el hueso de nuestra cabeza,


tan hondo que casi no tenemos conciencia. Simplemente aprendemos
a mirar el mundo con un signo de interrogación, y esa se vuelve la
manera natural de mirar el mundo. Se adquiere temprano y nos
acompaña toda la vida.

Y sobre todo, queridos amigos, se contagia. En todos los tiempos, han


sido ustedes, los que se dedican a la actividad intelectual, los
encargados de desparramar la semilla. O para decirlo con palabras
que nos son muy queridas: ustedes han sido los encargados de
encender la admirable alarma.

Por favor, vayan y contagien. ¡No perdonen a nadie! Necesitamos un


tipo de cultura que se propague en el aire, entre en los hogares, se
cuele en las cocinas y esté hasta en el cuarto de baño. Cuando se
consigue eso, se ganó el partido casi para siempre. Porque se quiebra
la ignorancia esencial que hace débiles a muchos, una generación tras
otra.

EL CONOCIMIENTO ES PLACER

Necesitamos masificar la inteligencia, primero que nada para hacernos


productores más potentes. Y eso es casi una cuestión de
supervivencia.

Pero en esta vida, no se trata sólo de producir: también hay que


disfrutar. Ustedes saben mejor que nadie que en el conocimiento y la
cultura no sólo hay esfuerzo sino también placer.

Dicen que la gente que trota por la rambla, llega a un punto en el que
entra en una especie de éxtasis donde ya no existe el cansancio y
sólo queda el placer.

Creo que con el conocimiento y la cultura pasa lo mismo. Llega un


punto donde estudiar, o investigar, o aprender, ya no es un esfuerzo y
es puro disfrute.

¡Qué bueno sería que estos manjares estuvieran a disposición de


mucha gente! Qué bueno sería, si en la canasta de la calidad de la
vida que el Uruguay puede ofrecer a su gente, hubiera una buena
cantidad de consumos intelectuales. No porque sea elegante sino
porque es placentero.

Porque se disfruta, con la misma intensidad con la que se puede


disfrutar un plato de tallarines. ¡No hay una lista obligatoria de las
cosas que nos hacen felices!

Algunos pueden pensar que el mundo ideal es un lugar repleto de


Shopping centers. En ese mundo la gente es feliz porque todos
pueden salir llenos de bolsas de ropa nueva y de cajas de
electrodomésticos… No tengo nada contra esa visión, sólo digo que
no es la única posible.
Digo que también podemos pensar en un país donde la gente elige
arreglar las cosas en lugar de tirarlas, elige un auto chico en lugar de
un auto grande, elige abrigarse en lugar de subir la calefacción.

Despilfarrar no es lo que hacen las sociedades más maduras. Vayan a


Holanda y vean las ciudades repletas de bicicletas. Allí se van a dar
cuenta de que el consumismo no es la elección de la verdadera
aristocracia de la humanidad. Es la elección de los noveleros y los
frívolos.

Los holandeses andan en bicicleta, las usan para ir a trabajar pero


también para ir a los conciertos o a los parques. Porque han llegado a
un nivel en el que su felicidad cotidiana se alimenta tanto de
consumos materiales como intelectuales.

Así que amigos, vayan y contagien el placer por el conocimiento. En


paralelo, mi modesta contribución va a ser tratar de que los uruguayos
anden de bicicleteada en bicicleteada…

INCONFORMISMO

Les pedía antes que contagien la mirada curiosa del mundo, que está
en el ADN del trabajo intelectual. Y ahora agrando el pedido y les
ruego que contagien inconformismo.

Estoy convencido que este país necesita una nueva epidemia de


inconformismo como la que los intelectuales generaron décadas atrás.
En el Uruguay, los que estamos en el espacio político de la izquierda
somos hijos o sobrinos de aquel semanario Marcha del gran Carlos
Quijano.

Aquella generación de intelectuales se había impuesto a sí misma la


tarea de ser la conciencia crítica de la nación. Anduvieron con alfileres
en la mano pinchando globos y desinflando mitos. Sobre todo el mito
del Uruguay multicampeón. Campeón de la cultura, de la educación,
del desarrollo social y de la democracia.

¡Qué íbamos a ser campeones de nada! Y menos en esos años, en las


décadas de los cincuenta y sesenta, cuando el único récord que
supimos conseguir fue el del país de Latinoamérica que menos creció
en veinte años. Sólo nos superó Haití en ese ranking.

Esos intelectuales ayudaron a demoler aquel Uruguay de la siesta


conformista. Con todos sus defectos, preferimos esta etapa, donde
estamos más humildes y ubicados en la real estatura que tenemos en
el mundo.

Pero tenemos que recuperar aquel inconformismo y tratar de


metérselo debajo de la piel al Uruguay entero. Antes les decía que la
inteligencia que le sirve a un país es la inteligencia distribuida. Ahora
les digo que el inconformismo que le sirve a un país es el
inconformismo distribuido.

El que ha invadido la vida de todos los días y nos empuja a


preguntarnos si lo que estoy haciendo no se puede hacer mejor. El
inconformismo está en la naturaleza misma del trabajo que ustedes
hacen.

Se precisa que se nos haga a todos una segunda naturaleza. Una


cultura del inconformismo es la que no nos deja parar hasta conseguir
más kilos de trigo por hectárea o más litros por vaca lechera. Todo,
absolutamente todo, se puede hacer hoy un poco mejor que ayer.

Desde tender la cama de un hotel a matrizar un circuito integrado.


Necesitamos una epidemia de inconformismo. Y eso también es
cultural, eso también se irradia desde el centro intelectual de la
sociedad a su periferia.

Es el inconformismo el que ha ganado el respeto a pequeñas


sociedades y a lo que hacen. Ahí andan los suizos, cuatro gatos locos
como nosotros, que se dan el lujo de andar por ahí vendiendo calidad
suiza o precisión suiza. Yo diría que lo que de verdad venden es
inteligencia e inconformismo suizos, ese que tienen desparramado por
toda la sociedad.

LA EDUCACION ES EL CAMINO

Y amigos, el puente entre este hoy y ese mañana que queremos tiene
un nombre y se llama educación. Y miren que es un puente largo y
difícil de cruzar. Porque una cosa es la retórica de la educación y otra
cosa es que nos decidamos a hacer los sacrificios que implica lanzar
un gran esfuerzo educativo y sostenerlo en el tiempo.

Las inversiones en educación son de rendimiento lento, no le lucen a


ningún gobierno, movilizan resistencias y obligan a postergar otras
demandas. Pero hay que hacerlo. Se lo debemos a nuestros hijos y
nietos.
Y hay que hacerlo ahora, cuando todavía está fresco el milagro
tecnológico de Internet y se abren oportunidades nunca vistas de
acceso al conocimiento.

Yo me crié con la radio, vi nacer la televisión, después la televisión en


colores, después las transmisiones por satélite. Después resultó que
en mi televisor aparecían cuarenta canales, incluidos los que
trasmitían en directo desde Estados Unidos, España e Italia. Después
los celulares y después la computadora, que al principio sólo servía
para procesar números.

Cada una de esas veces, me quedé con la boca abierta. Pero ahora
con Internet se me agotó la capacidad de sorpresa. Me siento como
aquellos humanos que vieron una rueda por primera vez. O como los
que vieron el fuego por primera vez. Uno siente que le tocó en suerte
vivir un hito en la historia.

Se están abriendo las puertas de todas las bibliotecas y de todos los


museos; van a estar a disposición, todas las revistas científicas y
todos los libros del mundo. Y probablemente todas las películas y
todas las músicas del mundo. Es abrumador.

Por eso necesitamos que todos los uruguayos y sobre todo los
uruguayitos sepan nadar en ese torrente. Hay que subirse a esa
corriente y navegar en ella como pez en el agua. Lo conseguiremos si
está sólida esa matriz intelectual de la que hablábamos antes.

Si nuestros chiquilines saben razonar en orden y saben hacerse las


preguntas que valen la pena. Es como una carrera en dos pistas, allá
arriba en el mundo el océano de información, acá abajo
preparándonos para la navegación trasatlántica.

Escuelas de tiempo completo, facultades en el interior, enseñanza


terciaria masificada. Y probablemente, inglés desde el preescolar en la
enseñanza pública. Porque el inglés no es el idioma que hablan los
yanquis, es el idioma con el que los chinos se entienden con el
mundo.

No podemos estar afuera. No podemos dejar afuera a nuestros


chiquilines. Esas son las herramientas que nos habilitan a interactuar
con la explosión universal del conocimiento.
Este mundo nuevo no nos simplifica la vida, nos la complica. Nos
obliga a ir más lejos y más hondo en la educación. No hay tarea más
grande delante de nosotros.

EL IDEALISMO AL SERVICIO DEL ESTADO

Queridos amigos, estamos en tiempos electorales. En benditos y


malditos tiempos electorales. Malditos, porque nos ponen a pelear y a
correr carreras entre nosotros. Benditos, porque nos permiten la
convivencia civilizada. Y otra vez benditos, porque con todas sus
imperfecciones, nos hacen dueños de nuestro destino. Aquí todos
aprendimos que es preferible la peor democracia a la mejor dictadura.

En los tiempos electorales, todos nos organizamos en grupos,


fracciones y partidos, nos rodeamos de técnicos y profesionales, y
desfilamos frente al soberano. Hay adrenalina y entusiasmo.

Pero después, alguien gana y alguien pierde. Y eso no debería ser un


drama. Con unos o con otros, la democracia uruguaya seguirá su
camino e irá encontrando las fórmulas hacia el bienestar.

Nos toque el lugar que nos toque, allí vamos a estar tratando de poner
el hombro. Y estoy seguro de que ustedes también.

La sociedad, el Estado y el Gobierno precisan de sus muchos talentos.


Y precisan aún más de su actitud idealista. Los que estamos aquí, nos
acercamos a la política para servir, NO para servirnos del Estado.

La buena fe es nuestra única intransigencia. Casi todo lo demás es


negociable.

Gracias por acompañarme.

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