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Cada día se habla más de contaminación, poco a poco las ciudades aumentan sus niveles de

polución y aunque solo una pequeña parte de dicha atmósfera enrarecida está provocada por
los automóviles, estos son los que al final pagan por todos los problemas. El futuro depende de
las políticas medioambientales que se apliquen, y a juzgar por los pasos que se están dando
desde Bruselas vamos muy mal encaminados.

La Unión Europea (UE) es la única responsable de que las ciudades europeas estén muy
contaminadas, y la cuestión fundamental es el apoyo permanente que se le ha dado al
vehículo diésel. Por supuesto que no es un tema exclusivo de Europa, porque también lo
está sufriendo China, México, El Cairo o las ciudades indias más pobladas. Pero el
apoyo constante y permanente al uso del gasóleo sigue pasando factura. Cada día
se habla más de contaminación, poco a poco las
ciudades aumentan sus niveles de polución y aunque solo una
pequeña parte de dicha atmósfera enrarecida está provocada por
los automóviles, estos son los que al final pagan por todos los
problemas. El futuro depende de las políticas medioambientales
que se apliquen, y a juzgar por los pasos que se están dando
desde Bruselas vamos muy mal encaminados.
La Unión Europea (UE) es la única responsable de que las
ciudades europeas estén muy contaminadas, y la cuestión
fundamental es el apoyo permanente que se le ha dado al
vehículo diésel. Por supuesto que no es un tema exclusivo de
Europa, porque también lo está sufriendo China, México, El
Cairo o las ciudades indias más pobladas. Pero el apoyo
constante y permanente al uso del gasóleo sigue pasando
factura.
Los políticos son eso, políticos, y están acostumbrados en
muchos casos a vender humo, y nunca mejor dicho que en este
caso concreto de la contaminación. Los políticos
europeos hablan cada día del apoyo al vehículo eléctrico, pero
la pregunta es dónde está realmente ese apoyo al coche movido
por electricidad. La UE apoya el coche eléctrico, pero los que
realmente deben dar los pasos son los estados miembro.
Y eso solo lo hacen los que realmente quieren hacerlo, como es
el caso de Noruega, el líder europeo en esta tecnología de coche
eléctrico, u Holanda y Francia. Pero son decisiones propias de
los países y no de Europa. Lo que sí hace la UE es imponer
normativas que son las que al final marcan el futuro. La nueva
normativa comunitaria obliga a una reducción hasta los 95 gr/km
de las emisiones de CO2 medias de las gamas de los fabricantes
en Europa en 2021.
Con la tecnología actual es imposible que los coches medios o
grandes de gasolina puedan lograr ese valor de emisiones de
CO2. En el año 2021 lo que vamos a comprar serán coches
eléctricos, pero muy pocos, y todavía muchos coches de
gasóleo. Pero curiosamente los alcaldes de algunas de las
principales ciudades europeas ya comienzan a prohibir el
coche de gasóleo dentro de las ciudades.

¿Diésel o gasolina?

Los políticos que se reúnen en Bruselas cada cierto tiempo para


tomar decisiones supuestamente importantes siguen empeñados
en que los europeos sigamos usando el coche diésel, pese a ser
lo más contaminante que hay. Por el contrario los políticos de las
ciudades están dispuestos a poner el freno definitivo a esa
tecnología.
Los apoyos, o las apuestas, tienen que venir acompañados de
dinero, de exenciones de impuestos o de algún tipo de ayuda. En
Estados Unidos se aprobó en 2016 un plan de ayudas de 4.000
millones de dólares para potenciar el coche eléctrico, y la cosa
parece que funciona bien. En Alemania, uno de los países más
atrasados en la implementación del coche eléctrico en Europa, se
ha aprobado un plan de 1.000 millones de euros para fomentar
su uso, para reforzar las infraestructuras y apoyar la venta de
estos vehículos.
En España estamos, como casi siempre, a la cola también en
este sentido. El Plan Movea todavía no está aprobado, pero el
borrador está preparado desde octubre del año pasado y
contempla unas ayudas de 17 millones de euros. Pero en esta
cantidad entrarían vehículos de cuatro y dos ruedas eléctricos y
hasta bicicletas de pedaleo asistido, coches de gas natural o de
gas licuado de petróleo.
Los fabricantes de automóviles tienen una gama de vehículos
eléctricos que se amplía cada día con nuevos modelos, pero ni
siquiera ellos saben cuántos o cuándo los van a vender ni si
realmente es una tecnología con futuro. Las tendencias las
marcan los gobiernos con sus políticas, por lo que me temo que
vamos a seguir muchos años con el coche diésel.
Pero no toda la culpa la tienen los políticos, ya que tampoco los
usuarios hacemos mucho en favor de la reducción de la
contaminación. Muchos viven una situación económica
complicada no pueden cambiar de coche y comprar uno menos
contaminante. Eso es razonable, pero los que sí pueden cambiar
de vehículo buscan comprar coches cada vez más potentes y
rápidos, y por ello también más contaminantes frente a otros con
menos caballos.
Con las carreteras actuales llenas de límites de velocidad que
hay que cumplir y aún más llenas de coches en las que no se
puede pasar en ningún caso de los 120 km/h en España, ¿para
qué queremos comprar un todocamino con 180 caballos que
supera la barrera de los 220 km/h? Los fabricantes hacen esos
coches porque son los que compran los clientes. Y los hay de
300 o 400 caballos.
Si queremos reducir de una vez por todas la
contaminación, todos debemos implicarnos en ello. Bruselas
debe poner en marcha otra forma de legislar en la que se apoye
más el gas natural y la electricidad y se prime menos el uso del
gasóleo. O lo que es lo mismo: en lugar de basar el futuro en las
emisiones de CO2, hacerlo en las emisiones más contaminantes,
las de óxidos nitrosos, las de partículas no quemadas, etc.
Usar el transporte público y hacer un uso racional de los
vehículos es cuestión de los ciudadanos. No tiene sentido usar
un todocamino de siete plazas, cinco metros y 300 caballos para
ir a llevar cada día a los niños al colegio, como tampoco lo tiene ir
a diario hasta el mismo centro de la ciudad en el coche
privado.
Y los ayuntamientos también deberían hacer su parte en este tema,
como mejorar las infraestructuras para el coche eléctrico; construir
estaciones para repostar gas natural, mucho menos contaminante que
el diésel; hacer un transporte público más fácil de usar y no permitir
que cueste más caro usarlo que el coche privado; potenciar el uso de
motocicletas que reducen los atascos; o facilitar el uso de bicicletas,
pero de manera totalmente segura. También hacer aparcamientos
disuasorios, una idea genial que siempre se pone sobre la mesa
cuando se habla de apoyar algo, pero que luego nunca se tiene en
cuenta.
Los políticos son eso, políticos, y están acostumbrados en muchos casos a vender humo, y
nunca mejor dicho que en este caso concreto de la contaminación. Los políticos europeos
hablan cada día del apoyo al vehículo eléctrico, pero la pregunta es dónde está realmente ese
apoyo al coche movido por electricidad. La UE apoya el coche eléctrico, pero los que realmente
deben dar los pasos son los estados miembro.
Y eso solo lo hacen los que realmente quieren hacerlo, como es el caso de Noruega, el Cada día
se habla más de contaminación, poco a poco las ciudades aumentan sus niveles de polución y
aunque solo una pequeña parte de dicha atmósfera enrarecida está provocada por los
automóviles, estos son los que al final pagan por todos los problemas. El futuro depende de las
políticas medioambientales que se apliquen, y a juzgar por los pasos que se están dando desde
Bruselas vamos muy mal encaminados.

La Unión Europea (UE) es la única responsable de que las ciudades europeas estén muy
contaminadas, y la cuestión fundamental es el apoyo permanente que se le ha dado al
vehículo diésel. Por supuesto que no es un tema exclusivo de Europa, porque también lo está
sufriendo China, México, El Cairo o las ciudades indias más pobladas. Pero el apoyo constante
y permanente al uso del gasóleo sigue pasando factura.

Los políticos son eso, políticos, y están acostumbrados en muchos casos a vender humo, y
nunca mejor dicho que en este caso concreto de la contaminación. Los políticos
europeos hablan cada día del apoyo al vehículo eléctrico, pero la pregunta es dónde está
realmente ese apoyo al coche movido por electricidad. La UE apoya el coche eléctrico, pero los
que realmente deben dar los pasos son los estados miembro.

Y eso solo lo hacen los que realmente quieren hacerlo, como es el caso de Noruega, el líder
europeo en esta tecnología de coche eléctrico, u Holanda y Francia. Pero son decisiones
propias de los países y no de Europa. Lo que sí hace la UE es imponer normativas que son las
que al final marcan el futuro. La nueva normativa comunitaria obliga a una reducción hasta los
95 gr/km de las emisiones de CO2 medias de las gamas de los fabricantes en Europa en 2021.

Con la tecnología actual es imposible que los coches medios o grandes de gasolina puedan
lograr ese valor de emisiones de CO2. En el año 2021 lo que vamos a comprar serán coches
eléctricos, pero muy pocos, y todavía muchos coches de gasóleo. Pero curiosamente los
alcaldes de algunas de las principales ciudades europeas ya comienzan a prohibir el coche de
gasóleo dentro de las ciudades.
¿Diésel o gasolina?

Los políticos que se reúnen en Bruselas cada cierto tiempo para tomar decisiones
supuestamente importantes siguen empeñados en que los europeos sigamos usando el coche
diésel, pese a ser lo más contaminante que hay. Por el contrario los políticos de las ciudades
están dispuestos a poner el freno definitivo a esa tecnología.

Los apoyos, o las apuestas, tienen que venir acompañados de dinero, de exenciones de
impuestos o de algún tipo de ayuda. En Estados Unidos se aprobó en 2016 un plan de ayudas
de 4.000 millones de dólares para potenciar el coche eléctrico, y la cosa parece que funciona
bien. En Alemania, uno de los países más atrasados en la implementación del coche eléctrico
en Europa, se ha aprobado un plan de 1.000 millones de euros para fomentar su uso, para
reforzar las infraestructuras y apoyar la venta de estos vehículos.

En España estamos, como casi siempre, a la cola también en este sentido. El Plan
Movea todavía no está aprobado, pero el borrador está preparado desde octubre del año
pasado y contempla unas ayudas de 17 millones de euros. Pero en esta cantidad entrarían
vehículos de cuatro y dos ruedas eléctricos y hasta bicicletas de pedaleo asistido, coches de
gas natural o de gas licuado de petróleo.

Los fabricantes de automóviles tienen una gama de vehículos eléctricos que se amplía cada día
con nuevos modelos, pero ni siquiera ellos saben cuántos o cuándo los van a vender ni si
realmente es una tecnología con futuro. Las tendencias las marcan los gobiernos con sus
políticas, por lo que me temo que vamos a seguir muchos años con el coche diésel.

Pero no toda la culpa la tienen los políticos, ya que tampoco los usuarios hacemos mucho en
favor de la reducción de la contaminación. Muchos viven una situación económica complicada
no pueden cambiar de coche y comprar uno menos contaminante. Eso es razonable, pero los
que sí pueden cambiar de vehículo buscan comprar coches cada vez más potentes y rápidos, y
por ello también más contaminantes frente a otros con menos caballos.
Con las carreteras actuales llenas de límites de velocidad que hay que cumplir y aún más
llenas de coches en las que no se puede pasar en ningún caso de los 120 km/h en España,
¿para qué queremos comprar un todocamino con 180 caballos que supera la barrera de los
220 km/h? Los fabricantes hacen esos coches porque son los que compran los clientes. Y los
hay de 300 o 400 caballos.

Si queremos reducir de una vez por todas la contaminación, todos debemos implicarnos en
ello. Bruselas debe poner en marcha otra forma de legislar en la que se apoye más el gas
natural y la electricidad y se prime menos el uso del gasóleo. O lo que es lo mismo: en lugar de
basar el futuro en las emisiones de CO2, hacerlo en las emisiones más contaminantes, las de
óxidos nitrosos, las de partículas no quemadas, etc.

Usar el transporte público y hacer un uso racional de los vehículos es cuestión de los
ciudadanos. No tiene sentido usar un todocamino de siete plazas, cinco metros y 300 caballos
para ir a llevar cada día a los niños al colegio, como tampoco lo tiene ir a diario hasta el mismo
centro de la ciudad en el coche privado.

Y los ayuntamientos también deberían hacer su parte en este tema, como mejorar las
infraestructuras para el coche eléctrico; construir estaciones para repostar gas natural, mucho
menos contaminante que el diésel; hacer un transporte público más fácil de usar y no permitir
que cueste más caro usarlo que el coche privado; potenciar el uso de motocicletas que
reducen los atascos; o facilitar el uso de bicicletas, pero de manera totalmente segura.
También hacer aparcamientos disuasorios, una idea genial que siempre se pone sobre la mesa
cuando se habla de apoyar algo, pero que luego nunca se tiene en cuenta.líder europeo en
esta tecnología de coche eléctrico, u Holanda y Francia. Pero son decisiones propias de los
países y no de Europa. Lo que sí hace la UE es imponer normativas que son las que al final
marcan el futuro. La nueva normativa comunitaria obliga a una reducción hasta los 95 gr/km
de las emisiones de CO2 medias de las gamas de los fabricantes en Europa en 2021.

Con la tecnología actual es imposible que los coches medios o grandes de gasolina puedan
lograr ese valor de emisiones de CO2. En el año 2021 lo que vamos a comprar serán coches
eléctricos, pero muy pocos, y todavía muchos coches de gasóleo. Pero curiosamente los
alcaldes de algunas de las principales ciudades europeas ya comienzan a prohibir el coche de
gasóleo dentro de las ciudades.

¿Diésel o gasolina?

¿Diésel o gasolina?

Los políticos que se reúnen en Bruselas cada cierto tiempo para tomar decisiones
supuestamente importantes siguen empeñados en que los europeos sigamos usando el coche
diésel, pese a ser lo más contaminante que hay. Por el contrario los políticos de las ciudades
están dispuestos a poner el freno definitivo a esa tecnología.

Los apoyos, o las apuestas, tienen que venir acompañados de dinero, de exenciones de
impuestos o de algún tipo de ayuda. En Estados Unidos se aprobó en 2016 un plan de ayudas
de 4.000 millones de dólares para potenciar el coche eléctrico, y la cosa parece que funciona
bien. En Alemania, uno de los países más atrasados en la implementación del coche eléctrico
en Europa, se ha aprobado un plan de 1.000 millones de euros para fomentar su uso, para
reforzar las infraestructuras y apoyar la venta de estos vehículos.

En España estamos, como casi siempre, a la cola también en este sentido. El Plan Movea
todavía no está aprobado, pero el borrador está preparado desde octubre del año pasado y
contempla unas ayudas de 17 millones de euros. Pero en esta cantidad entrarían vehículos de
cuatro y dos ruedas eléctricos y hasta bicicletas de pedaleo asistido, coches de gas natural o de
gas licuado de petróleo.

Los fabricantes de automóviles tienen una gama de vehículos eléctricos que se amplía cada día
con nuevos modelos, pero ni siquiera ellos saben cuántos o cuándo los van a vender ni si
realmente es una tecnología con futuro. Las tendencias las marcan los gobiernos con sus
políticas, por lo que me temo que vamos a seguir muchos años con el coche diésel.

Pero no toda la culpa la tienen los políticos, ya que tampoco los usuarios hacemos mucho en
favor de la reducción de la contaminación. Muchos viven una situación económica complicada
no pueden cambiar de coche y comprar uno menos contaminante. Eso es razonable, pero los
que sí pueden cambiar de vehículo buscan comprar coches cada vez más potentes y rápidos, y
por ello también más contaminantes frente a otros con menos caballos.

Con las carreteras actuales llenas de límites de velocidad que hay que cumplir y aún más llenas
de coches en las que no se puede pasar en ningún caso de los 120 km/h en España, ¿para qué
queremos comprar un todocamino con 180 caballos que supera la barrera de los 220 km/h?
Los fabricantes hacen esos coches porque son los que compran los clientes. Y los hay de 300 o
400 caballos.

Si queremos reducir de una vez por todas la contaminación, todos debemos implicarnos en
ello. Bruselas debe poner en marcha otra forma de legislar en la que se apoye más el gas
natural y la electricidad y se prime menos el uso del gasóleo. O lo que es lo mismo: en lugar de
basar el futuro en las emisiones de CO2, hacerlo en las emisiones más contaminantes, las de
óxidos nitrosos, las de partículas no quemadas, etc.

Usar el transporte público y hacer un uso racional de los vehículos es cuestión de los
ciudadanos. No tiene sentido usar un todocamino de siete plazas, cinco metros y 300 caballos
para ir a llevar cada día a los niños al colegio, como tampoco lo tiene ir a diario hasta el mismo
centro de la ciudad en el coche privado.

Y los ayuntamientos también deberían hacer su parte en este tema, como mejorar las
infraestructuras para el coche eléctrico; construir estaciones para repostar gas natural, mucho
menos contaminante que el diésel; hacer un transporte público más fácil de usar y no permitir
que cueste más caro usarlo que el coche privado; potenciar el uso de motocicletas que
reducen los atascos; o facilitar el uso de bicicletas, pero de manera totalmente segura.
También hacer aparcamientos disuasorios, una idea genial que siempre se pone sobre la mesa
cuando se habla de apoyar algo, pero que luego nunca se tiene en cuenta.

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