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Michael Krohnen

CRÓNICAS
DESDE LA COCINA
1001 comidas
con J. Krishnamurti

Traducción de David González Raga

editorial Kairos
Numancia, 117-121
08029 Barcelona
www.editorial kairos.com
Título original: THE KITCHEN CHRONICLES:
1001 LUNCHES WITH J. KRISHNAMURTI
Anna dathu sukhi
1997 by Michael Krohnen
All rights reserved. No part of this book may be reproduced in any form without the
written permission of the publishcr. bhava.
de la edición en castellano: 2005
by Editorial Kairós, S.A.

Revisión de la traducción: Elsa Gómez Que la felicidad acompañe a aquel que


La presente edición en lengua española ha sido contratada -con la licencia de Michael proporciona el alimento.
Krohnen- con la Fundación Krishnamurti Latinoamericana (FKL), Apartado 5351,
08080 Barcelona, España (www.fundacionkrishnamurti.org)

Primera edición: Febrero 2005

I.S.B.N.: 84-7245-581-5
Depósito legal: B-2.764/2005

Folocomposición: Pacmer, S.L. Aicolea, 106-108, bajos. 08014 Barcelona


Impresión y encuadermación: Romanyá-Valls. Verdaguer, 1. 08786 Capellades

Bendición india con la que empieza y finaliza cada comida.


SUMARIO
Agradecimientos .......................................................... 9
Nota del autor ................................................................ 13
Prólogo del autor .......................................................... 15

Parte I:
INTRODUCCIÓN A UNA TIERRA
SIN CAMINOS............................................................ 21

1. Los primeros pasos................................................ 23


2. El comienzo de una amistad.................................. 35
3. Pleno sabor............................................................ 47
4. Segundo asalto ...................................................... 65

Parte II:
LOS ALMUERZOS CON KRISHNAMURTI ......... 79

5. En el valle de la Luna ........................................... 81


6. Reuniones con Krishnamurti .............................. 97
7. Esperando a Krishnaji ........................................... 113
8. Almuerzo con Krishnaji ........................................ 121
9. ¿Qué novedades hay, señor?.................................. 141
10. Las aguas celestiales ............................................. 155
Sumario

11. Un hombre con una mente religiosa .................... 175


12. Un amigo inmortal ............................................... 193

Parte III:
AÑOS DE COMPLETUD ......................................... 209

13. Un encuentro de mentes ......................................... 211


14.
15.
Alimento para el pensamiento ..............................
La clave del misterio de la vida ...........................
223
241
AGRADECIMIENTOS
16. La energía del vacío ............................................ 261
17. La unificación de toda la energía .......................... 277 Si bien escribir es una actividad solitaria, pues el autor se
18. La culminación del diálogo ................................. 301 encuentra con la página o la pantalla del ordenador en blanco
19. La creatividad ...................................................... 327 sin más compañía que sus pensamientos, escribir un libro, en
20. El vuelo del águila................................................. 345 cambio, requiere la colaboración de muchas personas antes,
durante y después de que éste se publique. Son muchos, por
tanto, los amigos con los que estoy en deuda por su generosa
Parte IV: ayuda y aliento prestados a lo largo de los años para que este li-
EL FLORECIMIENTO DE LA BONDAD............... 361 bro acabase viendo la luz, y espero que puedan perdonarme el
que sólo mencione aquí el nombre de unos pocos de ellos.
21. Paz en la Tierra .................................................... 363 Debo comenzar dando las gracias a mi madre, cuyo inquebran-
22. Un científico de lo interno .................................. 385 table apoyo tuvo para mí un valor inestimable. Desafortunada-
23. El largo adiós ....................................................... 405 mente, murió en julio de 1995 a la edad de ochenta y nueve años
24. Los últimos días ................................................... 425 y no pudo llegar a ver concluido este proyecto.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a Mary Zim-
Epílogo ......................................................................... 441 balist por su paciente revisión de las dos primeras versiones del
manuscrito. A ella no sólo le debo el aliento que con tanta ge-
nerosidad me ha brindado, sino también su ayuda para ordenar
cronológicamente los acontecimientos señalados y encontrar el
tono adecuado para relatarlos.
Asimismo agradezco a Katherine Han su bondadosa y ama-
ble amistad por compartir conmigo la sensación de que este li-
bro era importante.
Resulta difícil expresar con palabras la generosa ayuda que
recibí de Friedrich Grohe. Sin su amistad, inspiración y alien-

9
Agradecimientos
Agradecimientos

to continuos, dudo que este libro hubiera podido acabar viendo En último lugar, pero no por ello menos importante, expre-
la luz. también mi cariño y gratitud a Rachel Fernandes.
Quisiera dar también las gracias a David Moody y a su es- MlCHAEL KROHNEN
posa Vivienne por su amistad. Sin los valiosos, sinceros e ins-
Ojai (California), abril de 1996
pirados comentarios que me hizo David -como primer lector y
editor del libro- a lo largo de todo el proceso, difícilmente hu-
biera podido acabarlo.
Estoy igualmente en deuda con Ray McCoy, por los nu-
merosos gazapos que descubrió y sus excelentes sugerencias
para llevar a cabo varios cambios estructurales. Agradezco
en mucho su valiosa amistad que en tantos sentidos me
ayudó.
Quiero también expresar mi gratitud a Tom Heggestad por
la inestimable paciencia que mostró ante mi analfabetismo in-
formático.
Me gustaría asimismo agradecer a Alan y Helen Hooker sus
más de diez años de una colaboración y una amistad incalcula-
blemente valiosas para abordar la tarea de dar cuenta de tantos
almuerzos.
Mención especial merecen también Mark, Asha y Nandini
Lee, no sólo por su apoyo en un momento muy especial, sino
por la prolongada relación de afecto y comprensión que me
han brindado.
Considero un auténtico regalo haber contado con unos edito-
res que no sólo han sido muy profesionales y comprensivos, sino
que también sienten. Mi profunda gratitud por ello a Stephen y
Wendy Smíth.
No quisiera dejar de mencionar mi agradecido aprecio por
la ayuda y la amistad proporcionadas por Nikos y Stefania Pi-
lavios, Juan y Maria-Angels Colell, Byron y Alida Allison,
Ivan Berkovics, Doug Evans, Sara Cloud, Francis McCann y
Ben Kelley.
También quiero dar las gracias a Rita Zámpese por sus ma-
ravillosas fotos y por su generosidad al haberme permitido uti-
lizarlas en este libro.

10
NOTA DEL AUTOR
Los diálogos que presentamos en las siguientes páginas no
son, en su mayor parte, transcripciones fieles de las palabras de
Krishnamurti aunque, obviamente, aspiran a representar su pen-
samiento. Y es que, con excepción de alguna que otra breve
cita literal de sus charlas, se trata, fundamentalmente, de re-
construcciones narrativas basadas en mis recuerdos y en mis
notas acumuladas del período descrito.
Con ese mismo objetivo en mi mente, también me he per-
mitido alguna que otra licencia poética para recrear, de este
modo, el estado de ánimo y la sensación que acompaña al he-
cho de hallarse en presencia de un pensador y de un maestro
tan revolucionario como Krishnamurti. Este relato surge de la
espontánea necesidad de compartir con los demás la cualidad
de cierta singular y asombrosa belleza que tuve la ocasión de
presenciar. Me parece igualmente importante expresar mi testi-
monio sobre la vida de J. Krishnamurti, que tan significativa ha
sido para el curso y la historia de la conciencia humana. Son
muchas las personas, tanto amigos como desconocidos, que
me han preguntado en multitud de ocasiones cómo era vivir y
trabajar junto a alguien como Krishnamurti, y ahora, por fin,
creo hallarme en condiciones de responder a sus preguntas de
un modo que espero que sea lo suficientemente exhaustivo.
También debo señalar, por último, que mis notas y mis re-
cuerdos, y ordenarlos de un modo relativamente cronológico,

13
Nota del autor

me han ayudado a ver con más claridad un período muy impor-


tante de mi vida cuya liberadora acción todavía influye pode-
rosamente en mi vivir cotidiano.
Y, aunque todo lo que sigue no deja de ser el relato subjeti-
vo de mis impresiones y de mi relación con J. Krishnamurti,
quiero también señalar que la cronología y eventos presentados
son absolutamente ciertos y objetivos.

MlCHAEL KROHNEN PRÓLOGO DEL AUTOR


Era el otoño de 1943. La guerra llevaba cuatro largos años
sacudiendo con furia el planeta y el péndulo de la historia em-
pezaba gradualmente a volverse en contra de los agresores
cuando vi la luz por vez primera en Arnstein, un pequeño pue-
blo cercano a Fráncfort del Meno (Alemania).
El hecho de haber crecido en la postguerra me hizo adoptar
un significado muy profundo sobre el esplendor de la naturaleza.
Los campos de hierbas altas y doradas danzando a la luz del sol,
las nubes blancas atravesando el cielo azul, el viento soplando
en los árboles y las estrellas resplandecientes del firmamento
nocturno eran para mí el descubrimiento de una dimensión
mucho más sosegada que el mundo creado por el hombre. Re-
cuerdo haber tenido, desde siempre, una gran curiosidad por lo
que se oculta más allá de las apariencias, por las causas últimas
y por lo sagrado. Me fascinaban las historias de la Biblia, espe-
cialmente el relato de la creación del Génesis. Desafortunada-
mente, los sacerdotes católicos sólo parecían preocuparse por
atiborrar mi mente joven e ingenua con todo tipo de rituales,
dogmas y plegarias. Muy pronto creí sinceramente que quería
ser misionero, para poder así salvar del infierno a las almas ig-
norantes.
Gracias a Dios, sin embargo, el pecado acabó haciendo acto
de presencia y empecé a experimentar en mi interior el poder de
la naturaleza, con todas las dudas y preguntas que suelen acom-
14 15
Prólogo del autor Prólogo del autor

pañarle. Entonces fue cuando las formas femeninas encantado- su despertar súbito y sus paisajes vacíos. Y, desde el Zen has-
ras y seductoras de las chicas comenzaron a llamar podero- ta el Buda, su noble y liberadora comprensión de la universali-
samente mi atención. Los gozos y las sombras del despertar dad del sufrimiento y su camino para llegar a la otra orilla que
de mi impulso sexual eran fuerzas extrañas que no podía en- se encuentra más allá de la corriente del devenir y del deseo, no
tender ni controlar, y las explicaciones tradicionales no arroja- hay más que un paso.
ban la menor luz sobre el asunto, sino que sólo añadían más Más escurridizo resultó el concepto del Tao que, apenas se
confusión a la ya existente, con todas las amenazas morales, el expresa o se nombra, deja de ser el verdadero Tao. Actuar sin
miedo y la culpabilidad que ello entraña. esfuerzo, observar sin emitir juicios y llegar a ser uno con el
A un nivel más intelectual, la historia estaba enseñándome flujo de los acontecimientos es estar en armonía con las leyes
simultáneamente una lección, la lección de nuestro reciente pa- ocultas del universo. El I Ching, el antiguo y oracular Libro de
sado colectivo. Me resultaba muy difícil asumir que mis com- las Mutaciones, expresa las leyes del cambio continuo en sim-
pañeros y yo éramos los vástagos de la generación que había
ples símbolos lineales y ofrece así una clave para descifrar el
abrazado a Adolf Hitler y su proyecto maníaco. Cuando vi con
código de los cielos y de la tierra y, de ese modo, acercarse al
mis propios ojos las espantosas imágenes de los horrores de los
campos de concentración, todo mi ser se vio conmocionado y autoconocimiento y la acción correcta.
rompí a llorar. La cultura y la sociedad, antaño orgullosa, en la De la India provenía la sabiduría védica y upanishádica, se-
que había crecido era la responsable de aquellas atrocidades, gún la cual la mente individual y la mente cósmica son una y
y mis compatriotas habían sido, en el mejor de los casos, sus la misma, una unidad cuya realización supone la liberación de
mudos cómplices. La vergüenza y la culpa que entonces expe- maya, el velo universal de la ilusión.
rimenté fueron inconsolables y sentí dolor por Auschwitz, So- En la medida en que fui leyendo y estudiando los textos de
bibor y Treblinka, y profunda tristeza por una humanidad que la búsqueda humana de lo sagrado -la tradición judía, los sufís,
podía infligirse a sí misma tanto sufrimiento. el Egipto de los faraones, el cristianismo místico, etcétera- me
Los objetivos e ideales establecidos por la sociedad, la cul- sentí intrigado por las similitudes que existen entre todas esas
tura y la religión perdieron de repente todo sentido para mí y lo distintas expresiones. Pero también me sentía escéptico. Todas
único que todavía conservaba cierto significado era leer, escri- estas tradiciones parecían basarse en una comprensión original
bir poesía, pintar, tocar la flauta, viajar a países lejanos y des- del misterio de la vida y la transmitían con las imágenes y el
cubrir nuevas culturas. lenguaje propios de su respectivo momento histórico. Pero, a la
Cuando acabé el bachillerato, emigré "al país de las oportu- vez, estar ausente parecía algo esencial que quizás tenía que
nidades y de los sueños dorados" cuyas películas, dibujos ani- ver con el paso del tiempo, con el inmenso abismo temporal
mados y cuentos del salvaje Oeste habían nutrido mi imagina- que me separaba, viviendo en el siglo xx, del Buda, de Sócra-
ción desde mi más tierna infancia. El hecho de establecerme en tes, de Pitágoras, de Confucio y hasta de Meister Eckhart. Es
el Sur de California e ir a la universidad me abrió las puertas a cierto que, en esencia, todos ellos parecían estar diciendo lo
una nueva vida que, simultáneamente, despertó también mi in- mismo, pero cada uno de ellos había hablado desde su propio
terés por la búsqueda de la verdad. Cuando empecé a explorar sustrato cultural, en su propia lengua y dirigiéndose, en suma,
las diferentes religiones de la humanidad, descubrí el Zen con a sus coetáneos. Ninguno de ellos sabía nada de guerras mun-
diales, campos de concentración, alunizajes, teléfonos, aviones,
16
17
Prólogo del autor Prólogo del autor

coches, televisiones, ordenadores, correo electrónico y los mu- mentó cuando me dijo que acababa de recibir una circular des-
chos artilugios tecnológicos que caracterizan la vida moderna de la Fundación Krishnamurti de la India, en la que se especifi-
y sus extraordinarias complejidades. caba el programa de charlas que iba a impartir en su país natal.
Una profética mañana de 1966 cayó en mis manos, en San Al saber que la siguiente serie de conferencias iba a llevarse a
Diego (California), un libro sobre un hombre llamado J. Krish- cabo en Madrás, no pude ya contenerme. Tras doce horas de
namurti y su filosofía de la mente silenciosa. Intrigado, lo estu- autobús, llegué a Nueva Delhi, desde donde todavía me espera-
dié y me quedé menos impresionado por la interpretación de su ba un largo viaje de sesenta horas en tren hasta Madrás. Sólo
filosofía que por sus citas literales. Aquel libro despertó acor- confiaba en llegar a tiempo para poder escucharle.
des muy profundos y duraderos en mi interior. Pronto descubrí El 14 de enero de 1971 llegué a Madrás y de inmediato me
varios libros escritos por él e inmediatamente me di cuenta de puse en camino hacia Greenways Road, donde sabía que iba a
que sus palabras expresaban de un modo muy claro y razona- hablar Krishnamurti; cuando la mujer que me recibió me dijo
ble la comprensión más profunda de la condición humana que que, el día anterior, acababa de dar la tercera y última charla de
jamás había escuchado. Sin ofrecer ningún sistema de creen- aquella serie, me sentí completamente abatido. Entonces me
cias, método ni interpretación alguna, Krishnamurti describía sugirió quedamente que, si quería, podía volver al día siguiente
con exactitud la situación global de la humanidad en un lenguaje
y participar en un diálogo que Krishnamurti iba a mantener
claro y sencillo que ponía de relieve la destructividad inhe-
con un grupo de jóvenes, una invitación que me llenó de eufo-
rente a todas las organizaciones religiosas y nacionales. Por este
motivo urgía a todos a encontrar la verdad por sí mismos y re- ria e hizo remontar de nuevo el vuelo en mi corazón.
chazaba cualquier forma de autoridad espiritual o religiosa, in- A la mañana siguiente cogí un rickshaw para ir a la casa de
cluida la suya. Greenways Road, entusiasmado ante la perspectiva de conocer
al hombre que, en mi opinión, estaba proclamando el más ex-
Además de proporcionar una visión nueva y holística, Krish-
traordinario mensaje de libertad para el ser humano actual.
namurti expresaba de un modo muy concreto lo que yo había
estado sintiendo y preguntándome. El encuentro con su obra
fue, para mí, como descubrir un tesoro, y lo que decía me re-
sultaba tan electrizante que tomé la determinación de descubrir
todo lo que pudiera sobre aquel hombre y, en el caso de que es-
tuviera vivo, buscarle y conocerle.
Más tarde me enteré de que todavía vivía y daba charlas en
distintas partes del mundo, pero no fue hasta diciembre de 1970
cuando pude localizar su paradero. Había viajado a la India a
ver a mi viejo amigo Sunyata, que vivía en Almora (Uttar Pra-
desh), a poca distancia de los picos nevados del Himalaya pró-
ximos a la frontera tibetano-nepalí. Cuando le hablé de mi en-
tusiasmo por Krishnamurti, Sunyata me relató su encuentro
con él, muchos años antes, en Lahore. Mi excitación fue en au-

18 19
PARTE

INTRODUCCIÓN A
U N A T I E R R A SIN C A M I N O S
Capítulo 1 LOS
PRIMEROS PASOS

La libertad es la
observación pura
sin dirección y sin miedo al premio
o al castigo. La libertad carece
de propósito; la libertad no descansa al
final de la evolución del ser humano,
sino que yace en el primer paso
de su existencia.

J. KRISHNAMURTI La
esencia de las enseñanzas
Krishnamurti entró quedamente en la silenciosa habitación
vestido con los habituales amplios ropajes indios y avanzó arri-
mado a la pared, procurando no pisar a ninguna de las personas
que esperaban sentadas en el suelo. Aunque su porte era circuns-
pecto y elegante, se comportaba con gran humildad, casi se
conducía con timidez, mientras se abría paso hacia el espacio
vacío ubicado en uno de los extremos de la gran habitación ilu-
minada por el sol. Una vez allí, se sentó con las piernas cruza-
das sobre una pequeña estera, levantó los ojos y se encontró
con la mirada expectante de los cuarenta o cincuenta jóvenes
de aspecto atento y respetuoso que se hallaban sentados ante
él, muchos de ellos también estaban ataviados con ropajes
sueltos y de colores claros.
Yo estaba serenamente alegre, puesto que un encadenamien-
to propicio de circunstancias había acabado llevándome ante la
persona que, en los últimos años, había inspirado mi pensa-
miento. Ante mí se hallaba, en carne y hueso, un hombre de
unos setenta y cinco años, cuyo cabello canoso enmarcaba un
rostro hermosamente esculpido que contemplaba en silencio
con sus ojos grandes y alegres al grupo de jóvenes que se ha-
bía congregado para escucharle. Aunque había visto ya foto-
grafías de su rostro, me sorprendió la vivacidad y la combina-
ción de dignidad y candor que revelaba.
Krishnamurti no parecía tener la menor prisa en empezar a
hablar y se tomó el tiempo necesario para contemplar a todos y
cada uno de los presentes. Cuando nuestros ojos se cruzaron,
experimenté una sacudida, como si entre nosotros se hubiera

25
. . !!

Introducción a una tierra sin caminos

establecido repentinamente una corriente de energía. Aunque Los primeros pasos


sólo era uno más de los cincuenta presentes y estaba sentado en
el borde exterior del grupo, aquel breve contacto visual tuvo fue cobrando forma y cada vez eran más los participantes, hasta
en mí un impacto muy poderoso. el punto de llegar a desplegarse un vivo intercambio de ideas en-
El silencio fue haciéndose cada vez más profundo en la sala hasta tre todos los presentes. Pero él trataba de ahondar en la investi-
llegar a ser casi palpable aunque, según el reloj, no duró más de gación formulando preguntas esenciales muy sencillas como:
un par de minutos. Pero aquel silencio no tenía nada de opresivo, y «¿qué es la religión?», «¿qué significa indagar en algo?» y otras
yo lo experimenté como una agradable quietud en la que cuestiones por el estilo, que contribuían a centrar la investiga-
serenamente me daba cuenta de mí mismo, de mi cuerpo y de sus ción en la pregunta original, insistiendo amable y reiteradamente
movimientos, de la gente que me rodeaba, de los sonidos de la
en la participación de todos. De repente nos invitó a afrontar
calle y de la incesante actividad de mi pensamiento. Por encima de
todo, sin embargo, cada vez era más intensa mi percepción del seriamente la realidad de lo que estábamos discutiendo:
-Escuchen, por favor. Nosotros no sólo estamos tratando de
hombre que, desde la esquina, nos contemplaba con una seriedad comprender un pequeño rincón de la realidad, sino la totalidad
no exenta de humor. Me asombró descubrir lo pequeño y delicado de la existencia. Ustedes deben buscar y descubrir, por sí mis-
que era su cuerpo, que casi parecía el cuerpo de un niño, y el modo mos, lo que es la verdad en su vida, en su existencia cotidiana
en que la cualidad sutil de su presencia parecía transmitirse sin real.
necesidad de palabra alguna.
-¿De qué vamos a hablar esta mañana? -dijo, rompiendo fi- Yo estaba sorprendido por la sencilla inmediatez de su en-
nalmente el silencio. foque y por su sentido práctico, ajeno a toda teoría y elaboración
-¿Qué quiere usted decir-apuntó un joven indio que se ha- abstracta. Ninguna respuesta parecía satisfacerle y no aceptaba
llaba sentado cerca de él, tras unos instantes de vacilación- ninguna conclusión. En un determinado momento llamó nues-
cuando afirma: «Usted es el mundo y el mundo es usted»? tra atención sobre el hecho de que todas las religiones de la his-
-¿Podríamos hablar-aventuró entonces una mujer occiden- toria hayan acabado dividiendo a la humanidad, causando un
tal vestida con un sari de seda verde- acerca de la naturaleza de
la mente religiosa? sufrimiento y un conflicto incalculables. En mitad de una frase
Krishnamurti escuchó atentamente las sugerencias que fue- se detuvo y, con una expresión traviesa en el rostro, nos pre-
ron presentándose y, cuando pareció que nadie tenía ya nada guntó:
más que decir, agregó: «Comenzaremos investigando la natu- -¿Me permiten que les cuente un chiste? Tal vez algunos de
raleza de la mente religiosa y luego trataremos de considerar ustedes ya lo hayan oído, en cuyo caso les pido que sean pa-
también la otra pregunta, ¿les parece bien?». cientes. En cierta ocasión en que el diablo y un amigo estaban
Un murmullo de asentimiento acompañado de algún entu- paseando por la Tierra, un hombre que iba delante de ellos se
siasta movimiento de cabeza recorrió entonces la estancia. agachó para recoger algo brillante del suelo. Lo miró con apa-
Comenzó subrayando que él no era la autoridad y que todo el riencia satisfecha, se lo guardó en el bolsillo y siguió caminan-
mundo debía participar en el diálogo. Poco a poco, el diálogo do muy contento.
26 -¿Qué es lo que ha encontrado que parece haberle transfor-
mado hasta tal punto? -preguntó entonces el amigo.
-Un fragmento de la verdad -respondió el diablo.
-¡Vaya por Dios! -exclamó su amigo-. Eso debe ser un au-
téntico problema para ti.
27
Introducción a una tierra sin caminos
Los primeros pasos
-¡De ningún modo! -replicó el diablo, con una sonrisa ma-
liciosa1 en el rostro-. ¡Ahora mismo voy a ayudarle a organi-
zaría! aquel momento yo no había abierto la boca, en parte, por mi
timidez y, en parte, a causa de mi sensación de ineptitud, aun
Mientras estaba contando el chiste, Krishnamurti asumió el
aspecto y los gestos de un humorista, saboreando los detalles cuando deseara fervientemente hacer una contribución memo-
de la historia y sumándose gustoso a las risas que provocó en rable al flujo de la comunicación entre el grupo y el orador.
nosotros. Entonces me pareció sorprendente que un hombre que Precisamente entonces Krishnamurti dijo, acompañando su
insistía y exploraba con tanta seriedad las cuestiones funda- afirmación con un gesto enfático de ambas manos:
mentales de la existencia humana se permitiera la libertad de -Mientras haya sufrimiento y conflicto, no puede haber in-
contar chistes y de reírse con ellos. teligencia. ¿Creen ustedes que es posible vivir una vida exenta
-Sé un montón de chistes -agregó con aire juguetón cuando de todo conflicto? Y, sobre todo, ¿cómo van a hacer que eso su-
se calmó el revuelo-. Me refiero, claro está, a buenos chistes, ceda?
no a chistes vulgares. ¿No creen ustedes que la risa forma parte Al instante caí en la cuenta de que sabía la respuesta y, sin
de la seriedad? ¿No les parece muy importante ser capaces de pensarlo dos veces, contesté:
reírse de sí mismos, verse a uno mismo con gran claridad y -A través de la meditación.
seriedad, y reírse a la vez? Escucharme participar activamente en el diálogo despertó
Yo había estado siguiendo el animado ir y venir del diálogo en mí una sensación muy curiosa ya que, durante un breve in-
con un entusiasmo creciente, maravillándome de la sensación tervalo, escuché el eco de mi voz y hasta pude contemplar mis
de libertad, soltura y profundidad que transmitía. Aunque era palabras suspendidas en el espacio. Krishnamurti me miró en-
un recién llegado, me sentía profundamente conectado con to- tonces directamente. Vestido a la occidental y con mi gran tor-
dos los presentes, especialmente con Krishnamurti. Nunca an- so sobresaliendo por encima del resto del grupo, era fácilmente
tes había participado en un diálogo como aquél y experimenté identificable. Su penetrante mirada pareció suavizarse, inclinó
una viva emoción ante aquella situación nueva y los inespera- levemente la cabeza hacia un lado y con una sonrisa adornando
dos vislumbres de algo que bien podría describirse como "tota- su rostro respondió, con cierta tolerancia:
lidad". La gran libertad con la que investigábamos en detalle -jNo, querido!
nuestra vida cotidiana resultaba sumamente estimulante. Hasta Por un momento creí no haberle oído bien; luego, lenta-
I. La versión original de este chiste fue contada por Krishnamurti al comienzo de su mente, me di cuenta de que acababa de llamarme "querido". Yo
famosa conferencia titulada «La verdad es una tierra sin caminos», en la que di- no sabía cómo interpretar este comentario, de modo que deci-
solvió la Orden de la Estrella en Omnen (Holanda) en agosto de 1929 (reimpreso dí tomármelo del modo más positivo y personal. Poco importó
en el número de septiembre de 1929 del International Star Bulletin). entonces que Krishnamurti hubiese rechazado mi respuesta.
Una versión bastante modificada puede encontrarse en la entrada correspon-
diente al 23 de abril de 1983 del libro El último diaria (Londres y Nueva York, Cuando conseguí recuperarme parcialmente de la irrupción de
1988) (pp. 86-87).
Una versión "final" fue contada por Krishnamurti durante la primera sesión
emoción que experimenté a causa de aquella expresión de cari-
de preguntas y respuestas celebrada en Brockwood Park (Inglaterra), el 28 de agos- ño, volví a centrar mi atención en la investigación en curso de
to de 1984. En esta ocasión reveló que él había "concebido" la historia. las raíces del conflicto.
28 -Cuando no hay comparación y uno no se amolda a las pau-
tas preestablecidas, el conflicto toca a su fin y la vida se con-
vierte en una inteligencia que no es suya ni mía, sino que sim-
29
Introducción a una tierra sin caminos
plemente es -prosiguió Krishnamurti-. Y sólo una mente sin Los primeros pasos
conflicto es una mente religiosa.
Mientras escuchaba sus palabras y el tono de su voz, todo lo si sólo hubiesen transcurrido unos minutos. Tuve ciertas difi-
que decía me parecía una descripción exacta y verdadera de la cultades para ponerme en pie porque, a pesar de haber cambiado
realidad, aun cuando no dejara de insistir en que «la palabra no a menudo de posición, se me habían dormido totalmente las
es la cosa y la descripción no es lo descrito». Era como si se piernas y la sensación de hormigueo me impedía mantenerme
hubiera abierto una puerta en mi mente y pudiese contemplar erguido. Pero mi atención, no obstante, se sentía ajena a toda
un paisaje inmenso, sin límites y de una belleza imponente. incomodidad corporal y se hallaba completamente absorta en
-Tal vez, cuando me dé cuenta de que soy el mundo y de Krishnamurti, que estaba intercambiando unas breves palabras
que no estoy separado de él, cuando pueda observar mi miedo con varías personas. Su porte y sus gestos eran elegantes; su
y liberarme de él, la meditación pueda abrir en mí una puerta - aspecto general, a pesar de la edad, resplandeciente y, en todos
prosiguió, mientras sus palabras cobraban una resonancia que los sentidos, parecía un ser humano extraordinario, una especie
las asemejaba a un cántico solemne. de príncipe.
Todo el mundo escuchaba en profundo silencio. Los rayos del Dos jóvenes indias ataviadas con coloridos saris de seda se
sol atravesaban la estancia en la que danzaban miles de motas de acercaron entonces a él, y, después de intercambiar unas pocas
polvo, y había un sentimiento de unidad entre todos los palabras, los tres desaparecieron con aire resuelto en una habi-
presentes. Durante unos instantes, el espacio y el tiempo pare- tación contigua, cerrando tras de sí la puerta de madera.
cieron desvanecerse, como si aquel lugar fuera el único y cada Cuando me calcé para salir de la casa llevaba todavía con-
segundo latiera en el ahora. A esas alturas yo había perdido ya migo el aroma del diálogo, mientras el público iba de un lado a
toda noción de quién era y de dónde estaba, y me descubrí con- otro. Era como si, en el interior de mi cerebro, se hubiera pren-
templando el interior de mí mente, pero con una actitud muy dido una luz, o, mejor dicho, como si mis sentidos se hubiesen
distinta de aquella con la que uno recurre al almacén de la me- purificado y la luz del exterior pudiera penetrar en él. Durante
moria. Me sentía una persona completamente nueva y extraor- el resto del día experimenté una levedad y una jovialidad inex-
dinariamente viva.
plicables, y la percepción del mundo que me rodeaba, con todo
Cuando levanté de nuevo la vista, vi a Krishnamurti mi- su bullicio y su trajín, parecía curiosamente despojada de toda
rándonos, contemplándonos, por así decirlo, a todos a la vez. preocupación e interés en mí mismo.
Entonces unió silenciosamente las palmas de sus manos en el
gesto indio (namasté) que sirve tanto para dar la bienvenida
como para despedirse. Todo el mundo respondió entonces del
mismo modo, pero como nadie hizo amago alguno de ponerse
Yo sabía perfectamente que no me bastaba con aquello.
en pie, acabó pidiendo en voz baja a quienes se hallaban más
Quería escuchar más charlas de Knshnamurti y quería tener un
próximos a él: «¿Serían tan amables de levantarse?» mayor contacto personal con él. En cierto sentido, bien podría
Cuando todas las personas que me rodeaban se pusieron en decirse que me había enamorado de Krishnamurti, no sólo de
pie, eché un vistazo al reloj y me sorprendí al darme cuenta de su persona, sino también de lo que decía, de su claro mensaje
que el diálogo había durado casi dos horas, ya que sentía como de libertad.
30 En la casa de Greenways Road me enteré de que, a la tarde
siguiente, Krishnamurti iba a dar otra charla pública en el In-
31
Introducción a una tierra sin caminos
Los primeros pasos

dian Institute of Technology. Una hora antes del encuentro al- creencias y doctrinas acumuladas del pasado y a contemplar con
quilé uno de los pequeños y omnipresentes rickshaws para des- nuevos ojos su vida cotidiana.
plazarme hasta el lugar del acontecimiento, un anfiteatro ubica- Al concluir la conferencia descubrí a dos viejos amigos en-
do al aire libre que se hallaba en medio de un jardín exuberante tre los miles de presentes. La alegría que supuso aquel inespe-
y en el que se había congregado una muchedumbre de unas dos rado encuentro se convirtió en auténtico entusiasmo cuando
mil personas, en su mayoría estudiantes. me hablaron de una serie de charlas que Krishnamurti estaba a
Cuando Krishnamurti apareció en escena, se acalló el mur- punto de dar en el centro Valle del Rishi, una escuela secunda-
mullo general y todo el mundo puso en él su atención. Parecía ria que había fundado antes de la guerra, y me invitaron a reco-
distante y mucho más austero que en el pequeño encuentro del rrer con ellos, en su vieja camioneta inglesa, los más de tres-
día anterior. Después de unos comentarios bastante severos so- cientos kilómetros que nos separaban de este valle.
bre el caos en el que las personas han acabado convirtiendo sus Yo sentí que no tenía otra alternativa y acepté gustosamente
vidas y que fueron directamente dirigidos a quienes se hallaban su invitación. Había seguido a mi corazón desde el Himalaya
frente a él, entabló una relación más cordial con la audiencia. hasta Madrás, y supuse que las cosas habían cobrado un impul-
-Es -dijo, ilustrando humorísticamente una situación en la so propio en la dirección correcta y que, si no interfería, podría
que no hay elección posible- como el marido que pregunta a su seguir escuchando, como era mi intención, a Krishnamurti.
esposa cuando está a punto de dar a luz: «¿Estás segura, queri-
da, de que quieres pasar por esto?».
-Es bueno que podamos reírnos juntos -señaló, cuando una
oleada de risas atravesó la audiencia-. Es bueno reírse, ya sea
de un buen chiste o de nosotros mismos, porque nuestro cora-
zón alberga ya demasiadas lágrimas y demasiado sufrimiento.
Escucharle hablar ante tantas personas fue como observar a
un artista consumado representar con sus palabras una visión
panorámica del psiquismo humano y mostrarnos así la Capilla
Sixtina de nuestra conciencia. Y aunque es cierto que la forma-
lidad necesaria de un encuentro tan multitudinario restringió
naturalmente la sensación de calidez y afecto que experimenté
durante mi primer contacto directo con él, no lo es menos que
el impacto provocado por sus palabras siguió siendo el mismo.
En varias ocasiones requirió la colaboración de los presentes,
pero no se logró, en este caso, el mismo grado de participación
que caracterizó el diálogo del día anterior. En esta ocasión, Krish-
namurti presentó directamente su visión de la condición huma-
na, una visión cuya belleza y simplicidad resultaron patentes
para todo aquel que estuviera dispuesto a dejar a un lado las
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32
Capítulo 2 EL
C O M I E N Z O DE UNA A M I S T A D

E El amor es tan real e


implacable como la muerte. Es
completamente ajeno a la
imaginación, la emotividad
y el romanticismo, y tampoco tiene
nada que ver con el poder, la posición
y el prestigio. Es tan silencioso como
las aguas del mar y tan enérgico
como el océano; es como la corriente
de un río caudaloso que fluye incesante
sin comienzo ni final.

J. KRISHNAMURTI El
último diario
El valle del Rishi es un oasis, un enclave frondoso y fértil
situado en mitad de un paisaje desértico de colinas peladas,
peñascos gigantescos y extrañas formaciones rocosas. Mangos,
tamarindos y banianos multiseculares arrojan sombra sobre los
campos que rodean la escuela, y las enredaderas de buganvillas
moradas y rojas caen en cascada por los muros de las casas de
estilo colonial. Se trata de un lugar realmente hermoso.
Poco después de nuestra llegada me enteré de que Krishna-
murti había programado dar una charla a los alumnos y maes-
tros de la escuela del valle del Rishi y me alegró saber que los
huéspedes, entre los que nos contábamos, también estábamos
invitados. Todo el mundo parecía estar de buen humor cuando
nos unimos a los varios centenares de alumnos y a sus profeso-
res, de aspecto solemne, que se habían congregado en el gran
auditorio. En uno de los extremos del edificio, abierto por los
cuatro costados, se había habilitado una pequeña tarima rodea-
da de macetas y recubierta de coloridas alfombras sobre la que
había un micrófono conectado a los altavoces y a una mesa en
la que estaba el equipo de grabación.
Cuando Krishnamurti entró en escena volvió a sorprender-
me la pequeñez de su físico, una pequeñez que se veía acentua-
da por los holgados ropajes y que contrastaba profundamente
con las gigantescas proporciones que su imagen estaba asu-
miendo en mi mente. Cuando se acercó a la plataforma, saludó
a la audiencia con el habitual namasté, un gesto respetuoso que
acabó súbitamente con el agitado murmullo del público y al
que los profesores y los estudiantes respondieron unánimes.

37
Introducción a una tierra sin caminos El comienzo de una amistad

Krishnamurti se quitó entonces las sandalias, subió lenta y sensación de conexión, ligereza y alegría desconocidas y com-
cuidadosamente a la plataforma y se sentó con las piernas cru- pletamente nuevas para mí.
zadas. Luego miró a la audiencia, esbozó con los labios una li- Al finalizar la conversación, dijo: «¿Les parece que perma-
gera sonrisa y saludó de nuevo al público, que otra vez le res- nezcamos varios minutos en silencio?», y fue como si hubiera
pondió silenciosamente del mismo modo. Su mirada barrió dado una señal, puesto que todo el mundo, incluso los alumnos
entonces el océano de jóvenes rostros expectantes que estaban más pequeños que no habían dejado de moverse durante toda
observándole. Sonrió satisfecho y empezó preguntando: «¿De la charla, se quedó súbitamente quieto. Al cabo de un minuto o
qué hablaremos hoy?», y, tras una breve pausa, varios de los dos de silencio compartido, Krishnamurti juntó de nuevo sus
alumnos más jóvenes, tanto niños como niñas, formularon va- manos e hizo el namasté que, aparentemente, era la señal para
rias preguntas encantadoramente sencillas, como: «¿Qué es que los estudiantes se levantaran y fueran dispersándose en
Dios?». «¿Para qué se nos educa?», o «¿por qué debo obedecer
animada charla en todas direcciones.
a mi profesor?».
Permanecí sentado en silencio, embelesado, un buen rato
Krishnamurti respondió con amabilidad a todas las preguntas, más, mientras todo el mundo empezaba a moverse a mi alrede-
disfrutando del intercambio verbal con los niños, cuyas men- dor. Cuando eché un vistazo en torno a mí, advertí que el día
tes estaban todavía frescas y relativamente despreocupadas de era resplandeciente y colorido. Los pájaros de brillantes plu-
las tensiones relacionadas con ganarse el sustento y forjarse una
majes iban de un lado a otro y las magníficas flores estaban en
carrera. Había una atmófera de franqueza y de transparencia
todo su esplendor. Era como si la naturaleza se hallara comple-
alentada por alguna alegre risa ocasional. En un determinado
momento, riéndose a carcajadas, Krishnamurti exclamó: «No lo tamente presente, incluso dentro de mí mismo.
había pasado tan bien desde la muerte de mi abuela» y, al darse Cuando finalmente me levanté, me di cuenta de que algunas
cuenta de que el viejo dicho podía malinterpretarse, se corrigió personas se habían rezagado y se hacinaban en torno a la figu-
rápidamente diciendo: «¡Entiéndanme! ¡Realmente no es eso ra de Krishnamurti que, tras cruzar con cordialidad unas pala-
lo que quiero decir!». bras con una persona, pasaba a la siguiente y saludaba con un
Yo estaba sentado en uno de los últimos bancos y le obser- apretón de manos al estilo occidental.
vaba por encima de un mar de cabezas de pelo oscuro. No sólo Me quedé allí quieto, con la mente en blanco y observando
estaba absorto por lo que decía, sino también por el tono de su con cierta nostalgia la escena que se desarrollaba a unos veinte
voz, una voz profunda y resonante que, en ocasiones, se eleva- metros de distancia. Entonces Krishnamurti me vio y, tras un
ba varias octavas y asumía una modulación casi femenina. Ade- momento de vacilación, se despidió de la persona con la que
más, Krishnamurti tendía a acortar ciertas palabras, confirien- estaba hablando y, dando varias zancadas, se acercó hasta mí
do así a su discurso un estilo típicamente británico. tendiéndome la mano con una sonrisa acogedora, y, sin mediar
Aunque la audiencia estaba compuesta de unas quinientas palabra, nos saludamos.
personas, me pareció que me hablaba directamente a mí y que El impacto de aquel inesperado encuentro me dejó sin ha-
estaba dando respuesta a mis preocupaciones y a mis proble- bla. Él tampoco dijo nada. Después de lo que se me antojó un
mas concretos. Era algo muy extraño. Mientras escuchaba lo silencio eterno, me dejé vencer por las convenciones socia-
que decía con la mente y el corazón abiertos, experimenté una les... pero no se me ocurría nada inteligente que decir y lo úni-
co que sentía era una extraordinaria gratitud hacia aquel hom-
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39
Introducción a una tierra sin caminos
El comienzo de una amistad
bre sencillo que me proporcionaba una visión radicalmente
nueva. con el director de la escuela, un hombre delgado, vestido al es-
-¡Gracias, señor! -logré farfullar-. ¡Muchas gracias! I i lo occidental, con la cabeza rapada y una mirada viva y muy
-¿De dónde viene usted? -me preguntó con una radiante penetrante. Tras un amigable saludo, me preguntó si había pen-
sonrisa, después de observarme durante un buen rato. sado en la posibilidad de mantener una entrevista personal con
-Soy alemán, pero llevo varios años viviendo en Estados
Unidos, en California. Krishnamurti. La verdad es que aquella misma mañana había
-¡Ah sí, California! -respondió-. Suelo ir a California de preguntado a uno de los profesores de la escuela si Krishna-
vez en cuando.
murti concedía aún entrevistas privadas. Había sido una pre-
En aquel momento recordé varios poemas escritos por el jo- gunta meramente casual, que no implicaba ninguna urgencia ni
ven Krishnamurti que acababa de leer y que me habían impre-
sionado mucho. Y, puesto que yo mismo me consideraba un verdadera intención por mi parte, de modo que me alarmé al
poeta, creí que aquél podría ser un buen momento para hablar descubrir lo velozmente que se había divulgado la noticia. El
de poesía, de modo que le pregunté: director me dijo que, en unos veinte minutos, podría encontrar-
-He leído varios poemas suyos escritos hace tiempo y me me con Krishnamurti en su residencia. Regresé apresuradamen-
han gustado mucho. ¿Sigue usted escribiendo poesía? te a mi cuarto a fin de acicalarme para un acontecimiento tan
Fue como si hubiera puesto el dedo en la llaga o, de algún inesperado y, recordando un par de poemas que acababa de es-
modo, hubiera alterado la composición del campo en el que cribir, pensé que aquélla sería la mejor ocasión para mostrárse-
nos hallábamos porque, en aquel mismo instante, pareció apar- los a Krishnamurti.
tarse de mí y se vio súbitamente envuelto en un halo de distan- No tardé en hallar el camino que conducía a su casa, un edi-
ciamiento. ficio de dos pisos rodeado de árboles exóticos, uno de ellos un
-Lo siento, me he olvidado de eso -respondió con una acti- flamboyant de brillantes flores rojas. Cuando me di cuenta de
tud distante y acto seguido dio media vuelta y se marchó, no que nadie parecía estar esperándome, sentí cierta timidez y
sin estrechar otra vez rápidamente mi mano.
aprensión como si fuese un intruso que estuviera profanando
Aunque su conducta no me preocupó, debo reconocer que
me dejó algo confundido. Cuanto más me acercaba a aquel hom- un santuario. Entonces llamé a una de las puertas y me abrió
bre, más intrigado me sentía, como cuando, al acercarnos a una amable mujer india a la que dije que tenía una cita con
contemplar una rosa, se ponen de relieve los detalles de sus Krishnamurti. Tras unos instantes de vacilación respondió que
pétalos, los matices de su color y la intensidad de su fragancia. quizás estuviera descansando. Yo insistí con discreción dicien-
do que el encuentro había sido organizado por el director y, con
un gesto típicamente indio, me pidió que esperase, mientras
subía escaleras arriba para averiguarlo.
Pocos días después, estaba dando un paseo por las sendas Esperé al pie de la escalera y, en el silencio zumbante de la
flanqueadas de árboles del lugar, bañadas por el resplandor de tarde tropical, me sentí suspendido en un vacío en el que los
la luz del sol de primera hora de la tarde, cuando me encontré procesos de mi pensamiento parecieron ralentizarse, el tiempo
40 pareció detenerse y me sentí envuelto por la quietud. Me pre-
gunté qué estaba haciendo allí y qué era lo que esperaba del en-
cuentro con Krishnamurti. Las charlas ya habían disipado con
creces todas mis preocupaciones y no tenía ninguna pregunta
41
Introducción a una tierra sin caminos El comienzo de una amistad

concreta que hacerle, pero al mismo tiempo me di cuenta de -Muy bien, señor. Le veré mañana.
que albergaba una insistente curiosidad sobre cómo sería en su Luego Krishnamurti se colocó los papeles bajo el brazo, me
vida cotidiana. Quizás lo único que deseaba era hallarme en saludó con un namasté y desapareció escaleras arriba, tras co-
su presencia.
locar cuidadosamente sus sandalias en el descansillo.
Un sonido procedente de arriba llamó entonces mi atención Mientras regresaba pensativo a mi habitación se me ocurrió
y, cuando levanté la vista, descubrí a Krishnamurti bajando la que tal vez había interrumpido su siesta pero, a pesar de ello,
escalera con pasos cuidadosamente medidos. Después de cal-
me sentía muy dichoso por aquel breve encuentro.
zarse un par de sandalias, me miró y nos saludamos con el ha-
bitual namasté. Su aspecto era taciturno, casi ultramundano,
y su rostro hermosamente cincelado evidenciaba una expresión
de tranquilidad serena e indiferente. No dijo absolutamente
A estas alturas, yo ya había tomado la decisión de seguir a
nada, sino que esperó a que yo hiciese un movimiento, a que
Krishnamurti y escucharle siempre que pudiera. Me parecía un
dijese algo; o tal vez no.
auténtico privilegio haber tenido la suerte de encontrar a al-
Mis neuronas se pusieron entonces en marcha a toda prisa
para encontrar algo inteligente que decir. Me aclaré la voz y guien que decía la verdad sin propósitos ocultos y sin basarse
barrunté titubeando: en ningún dogma ni tradición.
-Señor, yo... esto... yo quisiera darle las gracias por todo. Me Yo ya había advertido que una serie de personas, tanto indios
refiero a que he leído sus libros y me parece maravilloso lo que como occidentales, asistían regularmente a todas sus charlas. Al-
usted escribe, es decir me parece verdadero. Pero ahora, sin gunos supuse que eran amigos y colaboradores, mientras que
embargo, verle y escucharle en directo... realmente experimen- otros parecían "ir por su cuenta" como acólitos, chelas o discípu-
tarlo, es... bien... es algo que está más allá de las palabras y... - los que le seguían a todas partes. Uno de ellos me contó que lle-
Está bien, señor -dijo, haciendo un gesto tranquilizador, con vaba muchos años escuchándole en diferentes países del mundo,
un tono de voz tan sereno como un lago al amanecer. puesto que solía seguir un itinerario regular que iba desde la India
Saqué varias hojas de papel del bolsillo trasero de mi panta- hasta California, Nueva York, Suiza e Inglaterra. Así pues, cada
lón y se las entregué. año impartía charlas públicas en los mismos lugares y aproxima-
-Le ruego que perdone mi atrevimiento -tartamudeé-. És- damente en las mismas fechas, y ocasionalmente lo hacía en al-
tos son dos poemas que he escrito recientemente y que me gus- gún lugar nuevo, como acababa de suceder en la gira de charlas
taría que leyese. y diálogos que había dado en Australia en el mes de noviembre.
Una sonrisa atravesó fugazmente su rostro cuando tomó las Seguirle me parecía contradictorio, puesto que él negaba
hojas sin mirarlas siquiera. Entonces me contempló de un explícitamente ser un líder espiritual y no dejaba de insistir en
modo inusual, como si no me mirase tanto a mí como al espa- que no tenía seguidores ni discípulos. De hecho, Krishnamurti
cio que me rodeaba. rechazaba de plano la antigua tradición hindú que subraya la
Yo permanecí en silencio y como, al cabo de unos instantes, importancia de la relación entre maestro y discípulo, y también
era evidente que ya no tenía más preguntas que hacerle, dijo negaba la existencia de cualquier iniciación o transmisión de la
simplemente: verdad y sostenía que cada cual debe ser su propio guía y des-
cubrir la verdad por sí mismo. Durante una de las charlas im-
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43
Introducción a una tierra sin caminos
El comienzo de una amistad
partidas en el valle del Rishi, por ejemplo, bromeó amable-
mente del siguiente modo sobre la actitud de alguien que es- .siendo seguidor o sin serlo, escucharle con tanta frecuencia
peraba que otra persona le transmitiese la verdad. corno pudiese. Su siguiente aparición pública iba a llevarse a
-Permítanme que les cuente una historia -comenzó, con un cabo el próximo fin de semana en Bangalore, una gran ciudad
destello travieso en los ojos, mientras observaba directamente
a la audiencia-. Había una vez un joven que dejó su casa para ubicada unos ciento cincuenta kilómetros al oeste del valle del
ir en busca de la verdad y se dirigió a un conocido gurú que vi- Rishi. No tuve grandes dificultades para encontrar el modo de
vía a orillas del río. desplazarme, puesto que eran muchos los asistentes a las char-
-Permítame permanecer junto a usted -le dijo al anciano-, las del valle del Ríshi que iban a viajar en autobús o en taxi a la
porque quiero aprender la verdad. capital del estado de Karnataka.
El gurú accedió de buen grado, y durante cinco años nues- Las charlas se realizaron bajo una gran carpa ubicada al
tro joven amigo se ocupó de lavar su ropa, prepararle la comi- efecto en el Lal Bagh Carden, un hermoso parque repleto de
da y realizar toda clase de encargos para él. Después de ese
tiempo le dijo a su maestro: ;árboles y de flores, y asistieron a ellas muchos miles de perso-
-He pasado cinco años con usted, pero no he aprendido ab- nas. En aquella ocasión, Krishnamurti habló muy seriamen-Ic
solutamente nada y sigo ignorando la verdad, de modo que, si acerca del placer, del miedo, del concepto de karma, de la
no le molesta, seguiré mi camino en busca de un maestro que reencarnación y del absurdo de esperar "una reencarnación me-
pueda enseñarme algo sobre la verdad. jor" en otra vida.
-Perfecto -respondió el anciano-, sigue tu camino. Así fue como -El otro día leí un chiste en una revista -dijo, a este propó-
el joven fue de gurú en gurú aprendiendo varios trucos mágicos. sito, a la audiencia-, en el que había un par de perros sentados
Pasados otros cinco años recordó a su viejo maestro y decidió ;al borde de la acera de un cruce de Times Square en la ciudad
visitarle. de Nueva York viendo pasar a los transeúntes, siempre ocupa-
-¿Qué es lo que has aprendido en todo este tiempo? -le pre-
guntó entonces el anciano. dos y con prisa. Y uno le dijo al otro: «Pensar en la reencarna-
El antiguo discípulo le explicó entonces que había aprendi- ción me pone los pelos de punta».
do a caminar sobre las brasas, a levitar, etcétera. Yo fui uno de los pocos que se rieron del chiste en voz alta,
-¿Y eso es todo? -replicó el gurú. mientras la mayor parte de la audiencia permanecía en silen-
-También he aprendido a caminar sobre las aguas de ese río cio, tal vez porque no lo entendieron, o porque el tema de la
y llegar a la otra orilla -respondió orgulloso el joven, señalan-
do hacia el río. reencarnación les parecía demasiado sacrosanto como para bro-
-¿Y en ello has invertido cinco años? -exclamó el viejo mear con él. Yo apreciaba mucho la capacidad de Krishnamurti
gurú-. A cincuenta metros de aquí hay un barquero que te tras- para introducir unas breves pinceladas de humor en cuestiones
lada por tan sólo un par de céntimos. serias, y así poner de relieve que la risa forma parte de la
Cuando me enteré de los pormenores del programa de char- seriedad. La observación lúdica y comprensiva de las facetas
las de Krishnamurti por todo el mundo me las arreglé para, absurdas de la vida no sólo era para él vitalmente importante,
sino que era inteligencia.
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45
Introducción a una tierra sin caminos

Capítulo 3
PLENO SABOR
Fueron muchas las personas que asistieron a las charlas de
Bombay, una abigarrada metrópoli ubicada a orillas del mar
Arábigo. Entre tres y cuatro mil personas se apretujaron en un
espacio abierto, relativamente pequeño, situado en plena ciu-
dad para escuchar a Krishnamurti en medio del incesante ruido
del tráfico.
Yo estaba fascinado por la posibilidad de escucharle en tan-
tos lugares diferentes. Su mensaje esencial, de una elegancia y La verdad no está al final de la escalera; la
una simplicidad extremas, siempre era el mismo, pero otras fa-
verdad está allí donde se encuentra usted, en
cetas variaban en función del entorno físico y del número de
participantes. Y lo que es aún más importante: uno sentía que lo que hace, piensa y siente, cuando besa y
las charlas no eran meras repeticiones mecánicas, sino aconte-
cimientos vivos que invariablemente transmitían un elemento abraza a otro, cuando lo explota... Debe
de sorprendente frescura, de cambio; sucedían dentro del tiem-
po y, no obstante, apuntaban más allá de él. usted percibir la verdad que hay en eso, no

una verdad que se encuentra al final de un

ciclo \ de innumerables vidas.

J. KRISHNAMURTI Obras
completas, vo/. I,p. 204

46
En el verano de 1971 viajé por vez primera a la región suiza
de Saanen-Gstaad. Se trata de un precioso valle rodeado de mon-
tañas coronadas de nieve y lleno de ríos, bosques y verdes prados.
Hacía unos diez años que, durante los meses de julio y agosto,
Krishnamurti pronunciaba allí una serie de charlas y debates de
un mes de duración. A orillas del sinuoso río Saanen se había
levantado una enorme tienda con capacidad para unas mil per-
sonas, y cada mañana, a las once en punto, hablaba durante casi
noventa minutos a una audiencia de jóvenes y viejos, ricos y
pobres, procedentes de todos los rincones del mundo que se ha-
bían congregado para escuchar su extraordinario mensaje.
La sobrecogedora belleza del paisaje, el orden y la limpieza
de los pueblos y de las carreteras, la composición internacio-
nal de la audiencia y, por encima de todo, la revolucionaria in-
vestigación en la mente humana se combinaban para crear un
acontecimiento de una lucidez e inmediatez únicas. Yo estaba
realmente encantado como si, por arte de magia, me hubiese
visto transportado a una dimensión superior. El protagonista de
aquel estimulante evento era obviamente Krishnamurti que,
con serena modestia, subía y bajaba de la plataforma de madera
desde la que hablaba. Iba impecablemente vestido al estilo oc-
cidental, y la gran expresividad de sus gestos, más bien escasos
por otra parte, subrayaba el modo directo en el que se dirigía a
sus oyentes.
Nuestra vida cotidiana es tan monótona y parca en milagros
y magia que resultaba muy sencillo convertirle en un misterio.
Y yo no era, en modo alguno, inmune a la tentación de crearme

49
Pleno sabor
Introducción a una tierra sin caminos

una imagen desproporcionada de Krishnamurti, habida cuenta


además de la escasez de datos relativos a su vida personal. Lo Durante una de las muchas conversaciones que tuve en Saa-
poco que fui conociendo sólo sirvió para alentar aún más la creen- nen sobre Krishnamurti y su vida personal, alguien me dijo que
Krishnamurti se limpiaba sus propios zapatos, lo que no me re-
cia de que me hallaba ante un ser humano iluminado y, cuanto
saltó nada extraño... pero que disfrutase leyendo novelas poli-
más sabía, más se me antojaba su vida semejante a un cuento de
ríacas y viendo películas del oeste en televisión me pareció real-
hadas, a una leyenda o a un mito.
mente escandaloso. ¿Eran ciertas todas aquellas afirmaciones?
Uno de los líderes de la Sociedad Teosófica, una organización
y, en tal caso, ¿cómo podían concillarse con la idea que yo tenía
religiosa de alcance mundial, había "descubierto" en 1909 en él,
de lo que debía hacer un bodhisattva en su tiempo libre?
cuando sólo contaba catorce años, al vehículo del Señor.
Por pura coincidencia, Krishnamurti trató superficialmente este
Después de ser adoptado por la Sociedad fue educado en Europa
tema en uno de los siguientes debates, diciendo: «Yo no leo
y América para convertirle en el nuevo Mesías. En 1929, no
libros y mucho menos los llamados libros sagrados. De verdad.
obstante, en una gran reunión celebrada en Ommen (Holanda),
disolvió silenciosa y firmemente la "Orden de la Estrella", es- Lo único que leo son revistas y novelas policíacas», declaró,
pecialmente creada para él, diciendo a sus miles de seguidores provocando las risas de la audiencia. Entonces me di cuenta de
que no quería ser su líder. Desde entonces había estado viajando que mi información sobre la iluminación y los seres iluminados
por todo el mundo repitiendo, a quien quisiera escucharle, la se derivaba exclusivamente de los libros sagrados y de las
necesidad de poner fin al miedo y al sufrimiento, algo que, en habladurías populares. En consecuencia, mis suposiciones debían
su opinión, sólo es posible observando e investigando las ser completamente falsas, y lo único que podía hacer era
pautas de la mente. descartarlas y descubrir las cosas por mí mismo, lo que in-
Yo había leído que la tradición budista Mahayana tenía un tensificó mi curiosidad sobre la persona de Krishnamurti y sobre
concepto para referirse a las personas como Krishnamurti, el su vida cotidiana.
concepto de bodhisattva, es decir, un ser despierto, una persona
cuya compasión por el sufrimiento de la humanidad le lleva a
renunciar a toda preocupación por sí mismo y a entregar su La experiencia de participar junto a otras mil personas en
vida a la búsqueda de la verdad. Pero aplicar ese concepto a aquella fascinante investigación sobre las cimas y profundida-
Krishnamurti, además de llevarme a mitificarlo, me resultaba su- des de la conciencia humana generó una curiosa sensación de
mamente confuso y me llenaba de numerosas preguntas: ¿cómo fraternidad entre los presentes, el orador y yo.
viven los seres iluminados?, ¿cómo afrontan las actividades ru- Cuando, al concluir las charlas, Krishnamurti se alejaba
tinarias de la vida cotidiana?, y, más concretamente, ¿qué es lo raudo por el estrecho sendero, yo sentía el deseo de seguirle.
que hace Krishnamurti cuando no está impartiendo una charla Con relativa frecuencia, un grupo de admiradores se apiñaba
o un diálogo? ansiosamente a su alrededor apenas abandonaba el entoldado,
Ésas eran las preguntas que me formulaba y, para respon- sin embargo, él no tardaba, amable pero decididamente, en des-
derlas, imaginé que entraría en samadhi, un estado de éxtasis y pedirse de ellos. Otras veces, alguien caminaba junto a él in-
beatitud atemporal, hasta que las necesidades terrenales recla- 51
masen nuevamente su atención.
50
Introducción a una tierra sin caminos Pleno sabor

tercambiando algunas palabras, expresando su gratitud, o sim- resplandeciente azul del cielo y los movimientos de las nubes,
plemente tratando de prolongar el placer de permanecer en su inspeccionando, de vez en cuando, la carretera para ver si
presencia. Krishnamurti lo toleraba bondadosamente, aunque Krishnamurti aparecía en escena.
la persona se veía obligada a hacer un esfuerzo por caminar a Al cabo de unos veinte minutos divisé a tres personas que
su mismo paso. En varias ocasiones traté de alcanzarle, para bajaban por la carretera en dirección al chalet. Entonces me ocul-
ver finalmente cómo me lo arrebataba el mismo Mercedes en ic detrás del macizo de flores amarillas, mirando con atención
que había llegado, conducido por una elegante dama. Siempre a través del follaje. Eran Krishnamurti y un par de mujeres que
era igual: Krishnamurti caminaba velozmente, el coche se de-
le seguían departiendo animadamente. Una de ellas, de aparien-
tenía a su lado, él desaparecía en su interior y juntos empren-
cia delicada, era la conductora del Mercedes, mientras que la
dían el camino de regreso a Gstaad.
otra parecía más bien robusta y alta. Yo seguí oculto vigilando
estrechamente a Krishnamurti, una actividad que, si bien me des-
pertaba una punzada de culpa, resultaba muy emocionante.
De repente, Krishnamurti reaccionó, como si fuera cons-
Tras unas discretas pesquisas me enteré de que Krishna-
ciente de que alguien estaba observándole. Parecía alarmado,
murti vivía en un chalet en la parte elevada de Gstaad, no lejos
miró con gran rapidez a su alrededor y empezó a caminar más
del famoso Palace Hotel. Una tarde soleada salí a dar una vuel-
deprisa. Mantuvo su cuerpo pegado al muro de piedra del ca-
ta por las sendas arboladas de ese elegante barrio frente al que
mino de acceso, como buscando su protección, apresuró el paso
se despliega una espectacular panorámica de los picos nevados
al llegar a la puerta del chalet y entró velozmente. Cuando las
que se encumbran por encima de las verdes colinas. En una cur-
dos mujeres entraron también en el chalet, salí de detrás de los
va muy cerrada de la carretera descubrí el nombre "Tannegg"
arbustos y emprendí un paseo cuesta arriba hacia el bosque de
pintado en letras claras frente a un gran edificio de madera.
donde habían venido.
La alegría y la excitación que despertó en mí el descubri-
miento puso a galopar mi corazón. Me hallaba frente a la resi-
dencia en la que estaba alojado Krishnamurti y, según me habían
dicho, cada tarde salía a dar un paseo, de modo que, si espera-
Varios días más tarde, una mañana despejada, fui a comprar
ba por allí, tal vez podría verle saliendo o entrando del chalet.
el International Herald Tribune al quiosco de la estación de fe-
Pero también me sentía avergonzado por mi curiosidad y no
rrocarril de Gstaad y, antes de cruzar la atestada calle, miré a la
quería que me descubriesen vigilando. Por ello, me alejé hasta
izquierda y luego a la derecha y... ¡hete aquí que le descubrí
la casa que se hallaba al otro lado de la carretera y que, por
junto a mí!
aquel entonces, parecía desocupada y permitía una buena vista
-¡Krishnaji! ¿Cómo está usted? -exclamé complacido.
del camino de entrada y de las puertas del chalet Tannegg. Para
Yo no estaba seguro de si se acordaría de nuestros encuen-
ello, me aposté tras uno de los grandes macizos de flores que
tros anteriores en el valle del Rishi y en Madrás varios meses
adornaban el óvalo de césped que se hallaba frente a la casa y
antes, pero eso entonces me pareció que carecía de toda impor-
simplemente esperé. Mi piel agradeció los rayos del sol ves-
tancia. Él sonrió, mientras me ofrecía amablemente su mano, y
pertino y me tumbé sobre la fragante hierba a contemplar el
agregó:
52
53
Introducción a una tierra sin caminos
sensación que nuestro encuentro casual no había hecho más
-Estoy dando algunas charlas en Saanen. que acentuar.
La simplicidad y modestia con la que pronunció esa frase
me resultó conmovedora.
-Sí, señor -respondí entusiasmado-. Asisto a ellas y me pa- Aquel primer verano en Saanen fue completamente mágico para
recen realmente extraordinarias. Muchas gracias. mí, un tiempo de descubrimiento, de profundización en la
-Usted es de California, ¿no es cierto? -me preguntó, des- complejidad de mis procesos mentales y emocionales, de esta-
blecer nuevas amistades y de abrirme a la naturaleza. Pero lo fun-
pués de escudriñar cuidadosamente mi rostro.
damental fue respirar el extraño perfume que emanaba de las
-Así es -respondí, mientras acompasaba mi paso a su ritmo reuniones matutinas con Krishnamurti en la gran tienda de campaña
para cruzar la calzada hasta la acera de enfrente-. Hace ya va- levantada junto al río. Eran reuniones grandes y armoniosas de seres
rios años que vivo allí. humanos dispuestos a cuestionar las pautas de la sociedad y a
Mientras caminábamos conversando por las calles atestadas ponerse también en cuestión a sí mismos, de modo que, al finalizar
de peatones y de tráfico, me pregunté repentinamente lo que el prolongado encuentro, uno no sentía nostalgia por el hecho de
que concluyera, sino, muy al contrario, se hallaba inmensamente
estaría haciendo allí él solo.
enriquecido y abierto al momento presente.
-Estoy esperando a unos amigos -dijo, como si yo hubiera
formulado en voz alta mi pregunta.
En ese momento, un coche pasó zumbando junto a nosotros, Mientras estaba en Saanen me enteré de que, un par de años
dejándonos sumidos en una oscura nube de gases. antes (en 1969), Krishnamurti había puesto en marcha en In-
-En estos tiempos se conduce demasiado deprisa -cabeceó glaterra una escuela internacional en régimen de internado. La
entonces Krishnamurti con desaprobación. escuela se llamaba Brockwood Park y estaba ubicada cerca de la
-Sí -coincidí-, a mí me parece muy peligroso y sobre todo antigua capital de Winchester, en el condado de Hampshire, a
aquí, en mitad del pueblo. Además está también la terrible con- unos noventa kilómetros de Londres. Cuando supe que, a co-
mienzos de septiembre, iba a dar allí una serie de cuatro charlas
taminación del medio ambiente...
y dos debates, no tardé en tomar la decisión de visitar el Sur
Entonces se detuvo bruscamente señalando a un Mercedes de Inglaterra.
que acababa de detenerse al otro lado de la calzada, frente a la A fin de cuentas, Suiza estaba muy cerca de Alemania, don-
terraza del Hotel Berner Hof. de quería pasar dos semanas con mi madre, que vivía en Krefeld,
-Ahí están -exclamó, estrechando rápidamente mi mano-. una ciudad del Norte de Renania y, desde allí, viajaría a Ingla-
Ya han venido a recogerme. ¡ Adiós, señor! terra. Exceptuando el hecho de que el tráfico discurría por la
-Adiós, señor. ¡Muchas gracias! -fue todo lo que pude de- izquierda, no me pareció difícil llegar a Petersfield, separado
cir, mientras él cruzaba ya la calle en dirección al coche y yo de Brockwood Park por unos pocos kilómetros.
contemplaba lánguidamente su enérgico paso, con el torso er- 55
guido y los largos brazos meciéndose relajadamente.
Observando cómo el coche se alejaba me di cuenta de que
una inesperada sensación de alegría brotaba de mi interior;
comprendí que ése era el tipo de sensación que solía experi-
mentar cuando me hallaba en contacto con Krishnamurti, una

54
Pleno sabor
Introducción a una tierra sin caminos
morzar en el comedor del edificio principal, en el que solían
El camino que sale de la carretera principal está flanqueado congregarse más de cien personas, entre miembros del personal,
a ambos lados por hayas cobrizas que forman un arco que con- estudiantes e invitados. En esas ocasiones resultaba muy
duce hasta la puerta de entrada, de la que parte un estrecho «emocionante descubrir entre ellos a Krishnamurti. Por alguna
sendero que serpentea entre prados hasta llegar a una blanca razón, me resultaba fascinante observarle en las situaciones
mansión del siglo XVIII. Junto a la casa hay una torre de agua de normales y cotidianas tal vez porque, para mí, estaba asociado a
ladrillo rojo rodeada de un amplio huerto y una rosaleda. A lo que habitualmente consideramos una búsqueda muy elevada.
cierta distancia de los edificios hay un arboreto, al que llaman Sus modales, sus gestos y su porte eran ejemplares. Las
El Bosquecillo, lleno de una amplia diversidad de magníficos ocasiones en que secretamente le observaba comer, conversar y
árboles de todas partes del mundo, entre los que destacan va- reír con un vecino, o contemplar en silencio a la gente que se
rias secoyas gigantes. El paisaje del amplio y cuidado césped hallaba reunida en las largas mesas de madera que estaban
que se extiende por detrás del edificio está dominado por un Trente a él, sentía una sensación de admiración y gratitud. En-
imponente cedro del Líbano de más de doscientos años. Para tonces creí haber entrado en contacto con la bondad, que se ma-
un amante de los árboles, Brockwood Park es, ciertamente, el nifestaba a través de este hombre y que, de pronto, era también
paraíso. patente en todo lo que me rodeaba.
Una gran tienda de campaña se había erigido junto al pe-
queño manzanar para albergar el encuentro, que reunió a más
de mil visitantes, algunos de los cuales habían acampado en las Cuando concluyeron las charlas de Brockwood Park, me
tierras de los alrededores, y durante cerca de dos semanas el lu- quedé trabajando un mes más como voluntario en el huerto.
gar estuvo lleno de una vibrante actividad. Fue una experiencia nueva vivir y trabajar en el entorno comu-
Las charlas y debates de Brockwood Park se desarrollaron nitario de un internado. Lo que le confería un significado tan
en un clima relajado, amable y cordial, casi íntimo, en el que especial eran las reuniones regulares que Krishnamurti mante-
predominaron las risas. Durante los días de las reuniones, el al- nía con el personal y los alumnos, a las que también estaban in-
muerzo se servía después de la conversación o el diálogo en vitados los voluntarios, y sentí, con más intensidad que nunca,
una segunda tienda adosada. En esas ocasiones era una autén- que mi vida empezaba de nuevo cada mañana.
tica delicia ver cómo Krishnamurti se relacionaba con los visi- En cualquiera de los casos, llegó el momento de decir adiós,
tantes. Escuchar al "tipo del estrado", como algunas veces se y en otoño de 1971 regresé a California. Tenía muchas cosas
refería a sí mismo, era una experiencia muy profunda, pero ver sobre las que reflexionar y me atraía llevar una vida relativa-
cómo se movía en la relación cotidiana con los demás le añadía mente solitaria. Pasé todo el invierno viviendo una existencia
un atractivo muy especial. Vestido con una elegancia informal, sencilla y casi eremítica en una pequeña cabaña ubicada en los
podía vérsele departir amablemente con cualquiera que se acer- bosques cercanos a Mendocino, unos ciento cincuenta kilóme-
cara mientras sostenía un plato de cartón lleno de comida en tros al Norte de San Francisco, volviendo de vez en cuando a la
una mano. A mí me parecía como si hubiésemos sido invitados civilización para visitar a mis amigos de San Francisco y Ber-
a su casa a compartir su vida. keley. Durante una de estas excursiones, en la primavera de 1972,
Dado que me había apuntado voluntariamente a trabajar en
la tienda de campaña y en el huerto, a veces me invitaron a al- 57
56
Introducción a una tierra sin caminos Pleno sabor
fui a Los Ángeles y me enteré de que Krishnamurti estaba en (ido con tejanos, camisa gris de algodón de manga larga y san-
California e iba a dar una serie de charlas públicas en e] cerca- dalias, no tardé en reconocer -con una repentina irrupción de
no Civic Auditorium de Santa Mónica y luego en el Libbey afecto y alegría- que se trataba del mismo Krishnamurti.
Bowl de Ojai y, como faltaba menos de un mes, decidí esperar Una súbita racha de viento le despeinó y desparramó al aire
en el área de la bahía. los largos mechones de su plateada cabellera. Entonces di unos
Uno de mis amigos de Ojai me contó que, pocos días atrás, pasos indecisos hacía él y nos abrazamos. Me pareció algo real-
había participado en un pequeño grupo de debate con Krishna- mente increíble. No tenía la menor idea de si se acordaba de
murti en una casa de Maíibú, una noticia que despertó en mí nuestros pasados encuentros. Fue un gesto muy afectuoso y me
una curiosidad abrumadora y pregunté excitadamente dónde sentí como un enorme oso abrazando a un niño pequeño y frá-
se había producido. Aunque mi amigo no recordaba la direc- gil. Completamente desbordado por aquel despliegue espontá-
ción exacta, me dio pistas que me ayudaron a rastrear la ubi- neo de afecto, únicamente acerté a tartamudear:
cación aproximada de la casa en la autopista del Pací/ico, donde -Me alegro mucho de verle, Krishnaji.
al parecer residía Krishnamurti, y dio la casualidad de que, a la En la India, y después en B.P., había empezado a dirigirme
sazón, había quedado con unos amigos en Topanga Canyon, a él de este modo, utilizando el sufijo -ji -que denota tanto res-
unos pocos kilómetros más al Sur, y por razones que entonces no peto como afecto- ya que parecía ser el tratamiento que todo el
me detuve a analizar, concluí que, si tal cosa era posible, trata- mundo empleaba.
ría de tener un contacto personal directo con Krishnamurti. -¿De dónde viene ahora, señor? -me preguntó, con una fran-
ca sonrisa, mientras me daba una afectuosa palmada en el hombro.
Cada vez que miraba su rostro me sorprendía de nuevo la
sensación de afecto e inteligencia que expresaba.
Después de dejar la atestada autopista de cuatro carriles, as-
-He pasado los últimos seis meses en el condado de Men-
cendí por un camino hasta llegar a una verja ubicada entre la
docino, al Norte de San Francisco, y ahora he venido para asis-
casita del cuidador y un jardín de césped poblado de árboles y
tir a sus charlas en Santa Mónica y Ojai. Por el momento, sin
arbustos. En lo alto de la colina se hallaba ubicada una moder-
embargo, estoy en casa de unos amigos en Topanga Canyon, a
na casa de ladrillo y madera de un piso que tenía una deslum-
pocos kilómetros de aquí-expliqué, mientras él me miraba se-
brante vista sobre el inmenso océano Pacífico. Llamé al timbre
renamente con sus grandes ojos almendrados que eran como
y no tardó en abrir la puerta una mujer de mediana edad atavia-
un par de espejos oscuros.
da con un delantal.
-¿Qué edad tiene usted? -me preguntó girándose, mientras
-Buenas tardes -dije-. Quisiera saber si vive aquí el señor
me conducía hacia la casa.
Krishnamurti.
-Tengo veintiocho años, señor -respondí, siguiéndole por
-Espere un momento, por favor -respondió ella y, sin más
el cuidado césped.
preámbulos, se escabulló en dirección a la casa.
-Ah, todavía es usted muy joven -señaló.
Miré alrededor, sorprendido por la belleza del lugar, y, tras
Mientras abría la puerta corrediza de cristales, le entregué
un corto período de tiempo, advertí a alguien acercándose des-
una hoja de papel doblada que saqué del bolsillo de mi camisa,
de la casa. Y aunque, al comienzo, lo tomé por un muchacho ves-
y él la cogió con cierta extrañeza.
58 59
Introducción a una tierra sin caminos
Pleno sabor
-Es un poema, señor-expliqué. Luego agregué vacilante-:
Lo he escrito para usted.
-Ah, muchas gracias -respondió-. No le molestará que lo El auditorium de Santa Mónica resultaba muy elevado y los
lea más tarde, ¿verdad?
-Claro que no, señor -respondí-. ¿Es suyo y puede hacer or-ganizadores se vieron obligados a sufragarlo de ese modo.
con él lo que quiera. Era una soleada mañana de sábado del mes de marzo y el
-Muy bien -dijo entonces, dirigiéndose hacia la cocina. auditorium estaba repleto de un público compuesto fun-
Se trataba de una cocina moderna, muy bien equipada y lamentalmente por californianos sureños. Me sorprendió ver a
resplandecientemente limpia, y la mujer del mandil que me ha-
krishnamurti vestido con traje y sentado en una silla en mitad
bía abierto la puerta estaba ocupada en el fregadero.
-¿Le apetece tomar un té o un café? -preguntó Krishna- del escenario con un micrófono frente a él. Comenzó con una
murti. rectitud más bien seria, que mantuvo a lo largo de toda la con-
-Pues sí, muchas gracias. Me apetecería un café -respondí, versación, algo que contrastaba con la informalidad del públi-
después de vacilar unos instantes, asombrado por su ofreci-
miento. • o presente.
Luego señaló hacia uno de los altos taburetes que se halla-
ban junto al mostrador y me invitó a sentarme.
-Ella le servirá un café -dijo, y tras eso extendió una mano
diciendo: Ahora deberá excusarme, ya que debo ocuparme de
algunos asuntos. Dos semanas después, justo antes de las charlas de Ojai, volví
-¡Gracias, Krishnaji! -mascullé, simultáneamente satisfe- a sentir un fuerte deseo de visitar a Krishnamurti en la casa de
cho y decepcionado por la brevedad del intercambio. Malibú. Me esforcé mucho en elaborar una pregunta que pu-
Entonces desapareció velozmente y, tras unos breves ins- diera despertar su interés y suscitar algún tipo de diálogo, pero
tantes, experimenté una sensación de ausencia y vacuidad. no era nada fácil puesto que, en sus charlas, ya había respondi-
-¿Lo toma usted con crema y con azúcar? -preguntó la mu- do implícitamente y en un lenguaje muy claro e inteligible a
jer, desde el otro lado del mostrador. todas las preguntas que yo podía imaginarme aun aquellas de
-Sí, muchas gracias -respondí, removiendo con la cuchari-
lla el café que acababa de servirme. las que era escasamente consciente y que permanecían aletar-
gadas en algún rincón de mi mente.
Lo que en realidad quería preguntarle tenía más que ver con
su persona y con su vida cotidiana, pero me pareció impropio
Las de Santa Mónica fueron las primeras charlas de Krish- preguntar algo de naturaleza tan personal. Además, cualquier
namurti a las que asistí en Estados Unidos. También fue la pri- respuesta exclusivamente verbal tampoco habría saciado mi
mera ocasión en que se cobró por asistir. Las charlas anteriores curiosidad, puesto que quería ver y experimentar directamente
se habían costeado con donaciones, pero el alquiler del Civic la respuesta, quería vislumbrar la cosa real... y, por el momen-
to, él era la cosa real.
60

En otra soleada mañana llamé de nuevo al timbre de la pri-


morosa casa cercana a la autopista del Pacífico. El mismo
Krishnamurti abrió la puerta y me acompañó hasta la sala de

61
Introducción a una tierra sin caminos Pleno sabor

estar. Mientras entrábamos, yo daba vueltas frenéticamente a Ella le dará algo de comida -respondió, refiriéndose a la
la pregunta que había preparado. Los amplios ventanales ofre- mujer que estaba lavando platos detrás del mostrador.
cían una vista magnífica del inmenso océano azul, que refleja- Todavía estaba agradeciéndole su hospitalidad cuando me
ba como un gigantesco espejo la luz del Sol. Cuando todavía • dió» un apretón de manos en señal de despedida. Luego, con
estábamos de pie en medio de la sala, me volví hacia él y le una sonrisa, agregó, como si algo acabara de ocurrírsele: «Auf
pregunté: Wicdersehen», y, en un abrir y cerrar de ojos, ya había abando-
-¿Podría hacerle una pregunta, Krishnaji? nado la cocina, mientras yo estaba dando buena cuenta de una
Mi comentario pareció cargar de energía el campo que le ensalada. Es verdad que, en un sentido, estaba decepcionado
rodeaba: instantes antes era tranquilo y, de pronto, adquirió la por no haber logrado entablar ningún diálogo con él, pero tam-
transparencia e intensidad de un espejo. bién lo es que experimentaba una curiosa ligereza y una extra-
-Adelante, señor -respondió mirándome de frente. na sensación de júbilo.
Entonces esbocé mi pregunta, en la que había entremezclado
una preocupación personal y una conjetura pseudocientífica:
-Durante mucho tiempo he estado preocupado por la chá-
chara incesante de mi cerebro -comencé-, continuamente ocu-
pado por pensamientos, preocupaciones, miedos, deseos, pla-
nes y ensueños. Pero usted afirma que el pensamiento es un
proceso exclusivamente material.
-Sí, señor-respondió-. ¿Y cuál es exactamente su pregun-
ta? -preguntó, escuchándome y observándome muy atenta-
mente.
-¿No podría ser que el continuo movimiento de los electro-
nes en los átomos del cerebro fuera el que originase esta inter-
minable cháchara? -pregunté.
Durante un instante creí advertir en sus ojos un destello de
sorpresa al escuchar la pregunta. Luego hizo una pausa, como
si todavía estuviera escuchando, y respondió simplemente:
-Descúbralo usted mismo, señor.
Que me devolviera la pregunta con tal naturalidad me puso
un poco nervioso y no supe encontrar ningún camino para conti-
nuar con mi línea argumental. Él pareció darse cuenta de que no
sabía por dónde seguir y desvió entonces la conversación hacia
cuestiones más cotidianas, preguntándome si ya había almorza-
do. Cuando respondí negativamente, me llevó rápidamente a la
cocina y me invitó a sentarme de nuevo en uno de los taburetes.

62 63
Capítulo 4
S E G U N D O ASALTO

E, El tiempo constantemente
repite
sus desafíos y sus problemas,
y las respuestas que damos tienen que
ver con lo inminente. Siempre estamos
ocupados con el reto inminente y con
nuestra respuesta inmediata a él.
Esta respuesta inmediata a las
demandas apremiantes es lo mundano,
con todos sus insolubles problemas y
agonías... La respuesta se encuentra
más allá de lo inmediato.

J. KRISHNAMURTI
Diario
El año 1972 me pilló siguiendo, de un modo u otro, los
pasos de Krishnamurti. Después de asistir a las dos charlas
relebradas a comienzos de abril en el Libbey Bowl de Ojai,
viajé a Europa para participar en los encuentros de Saanen de
julio y agosto, y a continuación acudí a las charlas de septiem-
bre en Brockwood Park. Luego me quedé como voluntario en
la escuela un par de meses más, durante los cuales pude
asistir a las reuniones que Krishnamurti mantenía regular-
mente con los miembros del personal y con los alumnos de la
escuela. Estos diálogos, más abiertos y afectuosos ahí que en
ninguna otra parte, me permitieron descubrir una faceta
bondadosa y patriarcal de Krishnamurti antes desconocida
para mí.
En el mes de noviembre, poco después de que Krishna-
murti partiese para la India, yo también viajé al subcontinente
asiático. Después de asistir a las charlas en Nueva Delhi, viajé
de nuevo hacia el Sur, hasta Madrás, y me enteré de que Krish-
namurti se alojaba en la misma casa de Greenways Road en la
que, el año anterior, le había escuchado por vez primera. Gra-
cias a una serie de curiosas coincidencias, la mujer de negocios
que ejercía de hospitalaria anfitriona, tuvo la generosidad de
permitir que me alojara durante una semana en el pandal que
se había instalado provisionalmente en el gran patio de su casa.
Se trataba de una estructura de madera con techumbre de paja
abierta por los cuatro costados, en uno de los cuales se había
erigido una pequeña plataforma y el suelo se había cubierto de
esteras. Desde esa plataforma iba a hablar Krishnamurti y tam-

67
Introducción a una tierra sin caminos
Segundo asalto
bién iban a celebrarse allí varios conciertos en su honor. Me sentía
emocionado y privilegiado simultáneamente por poder vivir tan Buenas noches, Krishnaji -dije, saludándole al modo in-illn
cerca de él, puesto que su alojamiento se hallaba en el lado opuesto con un namasté.
del patio, a sólo unos cuarenta metros de distancia. El clima de la Su mirada me estudió en silencio antes de que sus ojos die-ran,
noche tropical era muy agradable para dormir al aire libre, y la de pronto, señal de haberme reconocido. Luego, extendiendo sus
dueña de la casa no sólo me indicó el cuarto de baño que podía usar, manos, tomó las mías y las estrechó ligeramente al modo
sino que también se ocupó de que sus criados me sirvieran occidental, y el contacto relajado y fresco de sus dedos me pareció
regularmente té y comida en mi habitat provisional. tan delicado como la seda.
Lo que más agradecí de esa situación fue la oportunidad que me ¡ Ah, es usted, señor! Buenas noches -replicó-. Así que ha
brindaba de poder observar de cerca a Krishnamurti día y noche. venido. ¿Cómo ha llegado hasta aquí?
Desde mi posición bajo el pandal podía verle sentarse a escribir e ir Dando por sentado que no tendría interés en hablar de temas
de un lado a otro de su habitación a través de la puerta abierta de su triviales, aventuré:
cuarto y de las rejas de su ventana. Para mí resultaba muy inspirador Veo que está usted a punto de dar un paseo nocturno. ¿Le
verle habitar su espacio personal que, de algún modo, imaginaba molestaría que le acompañase?
más amplio, más libre y más vacío que el mío aunque, al mismo Muy bien, señor, vamos pues -respondió con una cálida
tiempo, me di cuenta de la futilidad de llevar a cabo ese tipo de sonrisa-. Esta tarde sólo voy a dar un pequeño paseo: hasta la
comparaciones. esquina y volver.
Como no quería molestarle, traté de mantener una respetuosa De nuevo experimenté la sensación especial, que tan a menudo
distancia, aunque nuestra anfitriona le había informado de mi sentí en su compañía, de verme transportado a un ámbito de total
presencia y él era muy consciente de ello. Muchas de las veces en apertura y claridad, ajeno a todo tipo de barreras pero no, por ello,
que salía de su alojamiento al amanecer o por la tarde, después de la desprotegido o inseguro.
siesta, me saludaba con un movimiento de su mano al que yo Durante un rato caminamos en silencio por Greenways Road
respondía silenciosamente del mismo modo. Yo no sentía que envueltos por la luz del crepúsculo. Los rickshaws y los coches
existiera entre nosotros la menor distancia sino, más bien, un pasaban a nuestro lado en ambos sentidos, tocando ruidosamente el
sentimiento de armoniosa vecindad. claxon. Los carros de enormes ruedas tirados por bueyes nos
adelantaban lentamente. En el puesto de té de la esquina, iluminado
por lamparillas de aceite y meras bombillas, los parroquianos
estaban acuclillados charlando, fumando y bebiendo té. Por todas
El segundo día de mi estancia en la casa, estaba a punto de dar partes se veían niños corriendo alborotadamente entre gritos y risas
un paseo por los alrededores a esa hora en la que la luz del o llorando lastimeramente y buscando el consuelo de sus madres.
crepúsculo lo envuelve todo con esa incandescencia penetrante tan
Entonces empecé a contarle cómo había sido mi viaje a la India:
peculiar de los trópicos cuando, repentinamente, descubrí a
Krishnamurti, que estaba a solas saliendo de la propiedad. -En Europa hacía autostop para ir de una ciudad a otra -dije.
-¿Y cómo es eso? -me preguntó.
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Introducción a una tierra sin caminos
Segundo asalto
Entonces le hice una breve demostración de mi depurada
técnica de autostopista, colocándome al borde de la carretera que hablaba de manera improvisada, desde la esencia misma
y extendiendo mi pulgar, lo que despertó sus risas. de la situación presente. Por la tarde hacía una pequeña siesta
-¿Y sube al primer coche que se detiene? -inquirió nueva-
mente. después de la comida y, una o dos horas antes de la puesta del
-Hombre, el vehículo tiene que ir hacia donde uno quiera ir sol, solía dar un paseo, a menudo también acompañado de
o dirigirse, al menos, en esa dirección. Y los ocupantes del ve- ami-
hículo deben también parecer fiables -expliqué. GOS que le llevaban en coche, hasta la cercana playa de Adyar.
Luego procedí a contarle con cierto detalle el periplo de ocho Además de las charlas y de los diálogos públicos, mantenía
mil kilómetros que me había conducido desde Europa Central frecuentes reuniones con sus colaboradores. También recibía
hasta el Sur de la India, pasando por Grecia, Asia Menor, Irán, visitas que venían a tributarle homenaje, a menudo en forma
Afganistán y Paquistán, y pareció quedarse muy impresionado de UNA ofrenda ceremonial de flores y canastas de fruta, algo
por el relato de mi aventura. Me preguntó por algunos de los paí- muy
ses que él nunca había visitado, como Irán y Afganistán, y tuve característico de la antigua tradición india de buscar darshan, ES
problemas para responderle con cierta exactitud. decir, la presencia de un maestro religioso o de un gurú y de
A medida que iba oscureciendo se encendían las luces de los expresarle su devoción. En uno de los pocos conciertos
vehículos y de los edificios, y, al llegar frente a nuestra residencia musicales que se celebraron en su honor, tuve la ocasión de
común, Krishnamurti me cogió del brazo en uno de sus presenciar un ejemplo de este tipo de devoción. M.S.
afectuosos gestos característicos y se despidió diciendo: - Subbulakshmi, una de las más famosas cantantes del Sur de la
Buenas noches, señor. Hasta mañana. -Buenas noches, India, una mujer con una voz angeli-eul, cantó canciones
Krishnaji -respondí. Luego desapareció en el interior de su casa,
devotas bajo el pandal ante una gran au-ilicncia, entre la que se
cerrando suavemente la puerta trás de sí.
hallaba Krishnamurti. Al finalizar el fas-fascinante concierto,
que duró un par de horas, la mujer bajó del estrado, le rindió
homenaje arrodillándose y tocó sus pies con la punta de sus
Permanecer tan cerca de Krishnamurti no sólo me propor- dedos. Y aunque Krishnamurti no fuera amigo de este tipo de
cionó la ocasión de observar el curso de su vida cotidiana, sino manifestaciones, toleró de buen grado aquel despliegue
que también imbuyó mi vida de un ritmo contemplativo y sere- público de devoción y, a su vez, colocó una guirnalda de
no completamente nuevo para mí. flores de jazmín y plumería en torno a su cuello.
A un determinado nivel, su vida parecía la simplicidad mis-
ma. Él hacía sus ejercicios, su yoga y su pranayama matutinos, y
comía en la casa, a menudo en compañía. Pasaba tiempo senta-
do en su escritorio escribiendo lo que me parecía correspon- Un día después de que concluyeran las charlas de Madrás
dencia y un diario, puesto que no preparaba sus charlas, sino me enteré de que Krishnamurti viajaría al día siguiente muy
70 temprano al valle del Rishi y tome la decisión de levantarme
para despedirle. Todavía era de noche cuando observé desde
lejos el Ambassador deteniéndose en el camino frente al pe-
queño estanque de nenúfares y a la fuente, adornada con una es-
tatua de hierro de Shiva Nataraj. Las luces se encendieron y los
criados empezaron a cargar las maletas en el coche. El aire era
71
Introducción a una tierra sin caminos Segundo asalto

fresco, y cuando miré hacia el cielo, sólo pude detectar una veta lamentos. Los jardines colgantes resultaron estar formados por
de luz en el Este como breve indicación del amanecer. Súbita- arbustos recortados en forma de elefantes, tigres y otros anima-
mente, todos los criados se colocaron ceremoniosamente en fila les. Poco antes de la puesta de Sol, un enorme gentío, casi todo
junto al coche y el chofer abrió la puerta del lado del pasajero. él vestido con ropajes holgados blancos, atestó los senderos del
Entonces fui corriendo a colocarme junto a ellos. Acompaña- jardín, y por un momento me pregunté si todos habrían venido
do de su anfitriona y uno de sus colaboradores, Krishnamurti también a ver a Krishnamurti, pero, descartando una idea tan
se acercó al coche y quedamente respondió con un namasté al descabellada, me pregunté cómo podría descubrirle entre aque-
solemne namasté que los presentes le ofrecimos. Parecía frágil lla multitud tan densa.
cuando entró en el coche, envuelto en un chal de lana. Cuando De pronto le vi. Caminaba muy deprisa, casi corriendo, jun-
el vehículo abandonó el patio sentí una extraña sensación de au- to al césped central del jardín. Cinco o seis personas se esfor-
sencia y pérdida. Haber permanecido tan cerca de él durante zaban frenéticamente en mantener su paso, sin poder alcanzar-
toda una semana me había permitido atisbar su vida sencilla y le. Dadas las circunstancias, me pareció absurdo acercarme a
radiante, pero también había generado en mi interior una sen- saludarle, de modo que me limité a observarle a distancia. Me
sación de apego, y ahora que acababa de partir, me sentía simul- sorprendió su fortaleza y cómo, sin disminuir el ritmo de su
táneamente enriquecido y despojado... aunque al día siguiente paso, estuvo caminando cerca de media hora dando vueltas al
iba a seguir su camino para asistir a las charlas del valle del parterre de césped una y otra vez, antes de tomar de nuevo el ca-
Rishi. mino de regreso a casa, llevando a remolque a sus colaborado-
res, mientras la luz azafranada del crepúsculo lo impregnaba
todo de una gran quietud.

En el valle del Rishi, y pocas semanas después en Bangalo-


re, tuve bastantes menos ocasiones de ver a Krishnamurti, ex-
ceptuando los días de charla. En Bombay, la atestada metrópoli Una vez finalizadas las charlas de Bombay, viajé a Europa
del mar Arábigo, vivía en una parte de la ciudad llamada y luego a California, ya que me había enterado de que Krishna-
Malabar Hill, cerca de las Torres de Silencio, el cementerio zo- murti iba a hablar en San Francisco y en Ojai. A comienzos
roastriano. Después de localizar la casa con cierta dificultad, de marzo de 1973 dio cuatro charlas públicas en el templo ma-
llamé al timbre, con la esperanza de poder verle. Su anfitriona, sónico de la ciudad, cerca de la bahía. Fue una delicia escu-
una mujer impactante y aristocrática, me recibió cordialmente charle en esta maravillosa metrópoli, en la que yo había vivido
y, después de ofrecerme té, me informó de que Krishnamurti varios años.
estaba en casa, pero no recibía visitas. Luego, sin embargo, me Las abundantes lluvias de la primavera habían convertido a
reveló que al atardecer solía dar un paseo hasta los cercanos California en una tierra de colinas y valles verdes y frondosos,
jardines colgantes y que posiblemente podría encontrarle allí. alfombrada de amapolas doradas y lupinos azules que se exten-
Aquello sonaba lo suficientemente intrigante como para sa- dían a lo largo de toda la autopista. Durante el paseo en coche
lir en busca del lugar. El camino hasta el parque público ofrecía que me condujo hasta Ojai, ubicado al Sur, pensé que nunca ha-
un fascinante paisaje de la bahía, hacinada de edificios de apar- bía experimentado tan intensamente la hermosura de la tierra.

72 73
Introducción a una tierra sin caminos Segundo asalto

Abandoné la carretera 101 en Ventura y me adentré en el va- llo que iba desde el escenario hasta la calle, de la que se hallaba
lle de Ojai por la carretera 33. El colorido paisaje que se desple- separada por una cerca de madera con una puerta. Rápidamente
gaba ante mí colmaba todos mis sentidos. El valle, con sus con- caminé hacia allí y encontré la puerta abierta. A diferencia de lo
tornos ondulantes y las pautas geométricas de los naranjales, se que ocurría en Saanen y en la India, nadie sino yo se apresuró a
hallaba sumido en la incandescencia del Sol poniente. Las cres- tratar de hablar con él. Así pues, me escabullí por la puerta y al
tas y pliegues de las montañas, intensamente sombreados de vio- dar la vuelta, me encontré cara a cara con Krishnamurti
leta y morado, contrastaban agudamente con las manchas claras Mi primera sensación fue una sacudida silenciosa y el es-
amarillas y verdes. Una enorme sensación de quietud envolvía truendoso latido del reconocimiento. Entonces di instintiva-
la Tierra y el luminoso Cielo, y sentí como si estuviera adentrán- mente un paso atrás, temeroso de haberme entrometido en su
dome en un escenario mágico de profunda belleza. esfera de privacidad. Él estaba solo, apoyandose con un brazo
Krishnamurti iba a pronunciar la primera de las cuatro char- en una mesa, como si recuperase el aliento después de una ma-
las del Libbey Bowl de Ojai en una soleada mañana de sábado ratón. Su rostro estaba ligeramente ruborizado y sus ojos te-
del mes de abril. La brisa hacía susurrar las hojas del sicomoro nían un brillo inusual, pero no parecía sorprendido ni inquieto
cuando se abrió una puerta lateral y su figura delgada y dimi- por mi inesperada presencia, sino que se dedicó a observarme
nuta entró en la escena del anfiteatro, en cuyas gradas se ha- con un silencioso desapego.
bían congregado unas mil personas. Estaba vestido con una sen- Nunca le había visto tan frágil y vulnerable, sentí cierto
cilla elegancia con pantalones gris marengo a rayas, botas de embarazo embarazo por mi corpulencia, y, dadas las
circunstancias, mi gesto al entregarle el papel con el poema
color caoba brillante y una camiseta burdeos de punto de man-
me pareció ridículo, pero aun así lo hice, tartamudeando:
ga larga que hacía juego con el color de mi camisa. Mientras
-Muchas gracias, señor. Muchas gracias.
iba caminando, me maravillé de lo entero que parecía y de la Él aceptó la hoja con manos temblorosas y la miró confun-
sensación de concentrada quietud que le envolvía. dido, como si fuese incapaz de descifrarla,
Una vez sentado en la silla que se hallaba en mitad del es- -Es un poema que he escrito para usted, señor -expliqué,
cenario, con un pequeño micrófono ante él, contempló con im- con una voz que me sonó ajena.
pasible serenidad las muchas caras que le observaban. -Muy bien, señor, pero si no le importa, lo leeré más tarde.
Cuando por fin empezó a hablar, pareció dirigirse simultá- No supe qué más decir. Luego, tras un intervalo de
neamente a todos y cada uno de nosotros. Habló del pensamien- silencio que pareció interminable, me dio la mano diciendo:
to y de la fragmentación que ocasionaba en todos los niveles de -Gracias, señor. Adiós.
la existencia; habló del placer y del miedo, de la belleza de la Yo sentí una inmensa gratitud y amistad hacia él cuando dio
naturaleza, de la muerte, del amor y de la meditación, desen- la vuelta y se alejó caminando por la carretera.
trañando el espectro completo de la vida humana y, tras un in-
tervalo de silencio, invitó al público a levantarse, puesto que
le parecía de mala educación levantarse antes de que lo hicie-
ra el público. Aquel mismo año acudí de nuevo a las charlas de verano de
Repentinamente recordé un poema que acababa de escribir y Saanen. En esta ocasión participé en la instalación de la tienda
quería darle. Estaba sentado en la tercera fila y advertí un pasi-

74 75
Introducción a una tierra sin caminos Segundo asalto

de campaña junto al río. Una tarde, varios de nosotros estábamos Yo moví la silla y observé en silencio cómo hablaban entre
ocupados concluyendo el trabajo, puesto que las charlas comen- sí. Cuando estaba sentado en el estrado ocupando el lugar del
zaban el día siguiente. Estaba excavando una zanja junto al vola- orador, se me ocurrió lo contradictorio que era imitarle, a él o a
dizo de la tienda de campaña cuando se acercó un Mercedes que cualquier otra persona, y, al mismo tiempo, me di cuenta de
se detuvo al lado de la salida lateral. Me sentí desbordado por la que yo quería ser como él, o como yo imaginaba que era, es
alegría cuando reconocí a Krishnamurti que bajaba del coche. La decir, quería vivir una vida sin conflicto y tener una mente si-
mujer que le acompañaba, de peso y estatura semejante a la suya, lenciosa y compasiva pero llena de vitalidad y energía.
iba vestida con una elegancia refinada pero sutil. Luego pasaron Mientras todos aquellos pensamientos cruzaban por mi men-
junto a la tienda de campaña, estudiando cuidadosamente los por- te, Krishnamurti me hizo una seña desde atrás diciéndome, a
menores interiores y exteriores, y Krishnamurti saludó a todas las través de las filas de bancos vacíos:
personas con las que se cruzó. Me hallaba en la tienda de campa- -Gracias, señor.
ña cuando entraron en el gran espacio geodésico. Los dos me re- -De nada, señor -repliqué, mientras abandonaba el estrado
conocieron de nuestros encuentros previos y sentí una ola de ale- dispuesto a reemprender mi trabajo.
gría cuando Krishnamurti me llamó por mi nombre de pila.
-Es extraordinario tener la ocasión de volver a verle, señor
-tartamudeé-. Estamos a punto de terminar de instalar la tien-
da para mañana.
-Es mucho trabajo, ¿no es así? -preguntó-. ¿Le importaría
subir al estrado y sentarse en la silla un momento? -me pre-
guntó, después de cruzar unas palabras con su compañera.
-Por supuesto que no, señor-respondí, un tanto descon-
certado por su petición. Mientras subía al escenario me sentí
un poco torpe y me pregunté cuál sería el sentido de todo
aquello.
-Siéntese, por favor -repitió, al advertir mis dudas.
Según iba a sentarme en la silla de madera estuve a punto,
por un instante, de asumir una de las posturas habituales de
Krishnamurti, sujetando el borde de la silla con ambas manos y
sentándome sobre ellas. Krishnamurti y la mujer recorrieron
entonces caminando el pasillo hasta el extremo más alejado de
la tienda, asegurándose de la buena visibilidad, mientras yo per-
manecía en silencio e inmóvil, mirando hacia la fila de bancos
de madera vacíos.
-¿Le importaría desplazar la silla un poco más hacia la iz-
quierda? -gritó entonces Krishnamurti desde la última fila.

76 77
PARTE II:

LOS A L M U E R Z O S
CON
KRISHNAMURTI
Capítulo 5 EN EL
V A L L E DE LA LUNA

Entrantes
Ensalada verde variada aliñada
con vinagreta o yogur.
Surtido de hortalizas crudas: tomates
y pepinos en rodajas, apio en cuadraditos
y zanahoria rallada con limón y miel.
Sopa de lentejas con pimiento, cebolla, apio,
zanahoria, tomate, y perejil.

Primer plato
Arroz integral al vapor
con almendras astilladas.
Pisto de ajo, cebolla, pimiento, calabacín,
tomate, berenjena y champiñones,
servido con queso gruyère rallado.

Postre
Macedonia de frutas tropicales con piña,
papaya, banana, mandarina y melocotón,
adornada con láminas de coco fresco.
Después de asistir a las charlas de Brockwood Park y de
Nueva Delhi en el mes de noviembre, pasé un año recorrien-
do el sudeste asiático hasta arribar finalmente al país del Sol
naciente en la floreciente estación ume de 1975. Mientras en-
señaba en una escuela privada de Kyoto, pasé un intenso
período examinando en detalle el curso de mi vida. El cono-
cimiento de la obra de Krishnamurti había transformado ra-
dicalmente mi visión de la vida, y los esporádicos encuentros
personales que tuve con él durante los últimos cuatro años
habían abierto una puerta a lo que se me antojaba como otra
dimensión de la conciencia. Pero ése no había sido más que
el mero vislumbre de una tierra prometida que quedaba muy
lejos de mi vida cotidiana. Yo seguía todavía en plena bús-
queda de lo sagrado, y el hecho de vivir en culturas con una
tradición budista, como Nepal, Laos, Tailandia y Japón, me
proporcionaba una comprensión cada vez más clara de que
cualquier empresa religiosa, una vez organizada e instituciona-
lizada, acababa desembocando en meras formalidades, supers-
ticiones, dogmas y rituales vacíos ajenos a la esencia viva de la
verdad.
Al advertir esto, me pregunté si no sería posible colaborar
con otras personas de ideas afines en un entorno ajeno a toda
jerarquía de poder, conflicto, competitividad y presiones para
eludir las trampas en las que suelen caer todas -o, en el mejor
de los casos, la mayoría- de las instituciones. Entonces anhelé
trabajar en algo significativo, algo que trascendiera el estrecho
perímetro del interés propio, que era cuanto veía a mi alrede-

83
Los almuerzos con Krishnamurti En el valle de la Luna

dor y dentro de mí, algo que tuviese el poder de transformar la Cuando llegué a Ojai a mediados de agosto me encontré en
conciencia humana. una situación completamente nueva. La primera sorpresa fue la
En ésas estaba cuando recibí una carta de un amigo de Ojai, belleza del valle en pleno verano, caliente y seco, con esa des-
informándome de que, a comienzos de septiembre, iba a abrir- nudez peculiar del desierto, el intenso perfume del zumaque y
se allí una nueva escuela Krishnamurti y se preguntaba si yo no la salvia y el firmamento nocturno cuajado de estrellas. La pro-
estaría interesado en hacerme cargo de algunas de las funcio- piedad en la que iba a vivir y trabajar se hallaba en el extremo
nes que todavía quedaban vacantes -como las de jardinero, co- oriental del valle, una especie de gran rancho construido a co-
cinero y alguien que se encargara del mantenimiento-. Aquella mienzos de siglo y rodeado de poco menos de cinco hectáreas
carta fue para mí como un mensaje del cielo que respondía de acres de naranjales y aguacates que había sido adecuada-
puntualmente a todas mis preguntas y anhelos. Entonces llamé mente bautizada con el nombre de Arya Vihara (abreviadamen-
por teléfono a mi amigo para confirmarle que estaba interesado te, A.V.), una expresión sánscrita cuyo significado literal es el
en trabajar en la escuela, sin importarme gran cosa, en reali- de "noble morada", y en la que Krishnamurti, su hermano y
dad, el puesto que iba a desempeñar. otros colaboradores habían vivido desde 1922. Además de los
Había conocido a Alan Hooker y a su esposa Helen en 1972 huertos, la vegetación era muy abundante, ya que había euca-
en el valle del Rishi, y desde entonces habíamos mantenido con- liptos, cipreses, pinos, higueras, caquis y muchas otras varie-
tacto epistolar. Alan y Helen eran los dueños del famoso Ranch dades de árboles, así como también diferentes tipos de arbustos
House Restauran!, al que acudían muchas celebridades del mun- en flor, como adelfas, rosales y jazmines. Esta preciosa hacien-
do del cine y del teatro. Él sugirió que yo podría pasar por Saa- da no sólo sería la residencia del personal administrativo de la
nen, antes de regresar a California, lo que me pareció un plan escuela, sino que también estaba destinada a albergar las aulas,
excelente y nos pusimos de acuerdo para encontrarnos en al menos hasta el momento en que los nuevos edificios cons-
Suiza en el mes de julio. truidos en Oak Grove -el robledal-, ubicados en el otro extre-
mo del valle, estuvieran listos para su uso.
Cuando me enteré de que iba a desempeñar el papel de co-
cinero de la escuela me quedé mudo de sorpresa, puesto que
Escuchar a Krishnamurti aquel año en Saanen fue una ex- ingenuamente había creído que, de un modo u otro, podría ele-
periencia completamente nueva para mí, como si le escuchara gir mi trabajo. De hecho, yo me había imaginado como jardi-
por vez primera aunque, obviamente, no era la primera vez que nero o encargado del huerto, aunque mi experiencia en ambas
escuchaba, leía y reflexionaba cuidadosamente sobre sus pala- tareas era también prácticamente nula. En cualquiera de los ca-
bras. Lo que aquel año transmitió en la carpa ubicada junto al sos, sin embargo, no tuve el menor problema para adaptarme a
río poseía una frescura revolucionaria, y la perspectiva de tra- la nueva situación. Comenzar desde cero, desde cero absoluto,
bajar con él en el nuevo proyecto educativo en Ojai me im- me proporcionaba una gran libertad, porque el hecho de no
pregnó de la sensación de estar implicado en una empresa de saber absolutamente nada me permitía descubrir las cosas y
importancia vital para la humanidad. aprenderlas por mí mismo. Además, puesto que no albergaba
pretensión alguna sobre mis capacidades y mi importancia, me
sentía también como un niño, libre para investigar y explorar

84 85
Los almuerzos con Krishnamurti
En el valle de la Luna
por mi propia cuenta, un estado de ánimo que resultó muy valio-
las comidas para Krishnamurti durante sus estancias en Ojai,
so para ayudarme a profundizar en cuestiones culinarias. Una
una gran sorpresa, que me preocupó un poco y que me pro-
circunstancia que contribuyó muy positivamente a mi lento
dujo una inmensa alegría. Tenía muy poca experiencia culina-
aprendizaje del arte culinario fue la proximidad y ayuda que me
proporcionaron los Hooker quienes, para comenzar, me regala- i ¡a y, en consecuencia, me sentía muy poco cualificado para
ron uno de los libros de cocina vegetariana escritos por Alan. llevar a cabo una tarea de aquel orden. Además, el hecho de co-
Pasé los meses siguientes estudiando de cabo a rabo el libro de cinar para Krishnamurti se me antojaba una gran responsabili-
Alan,2 aprendiendo multitud de cosas sobre hierbas, especias, dad. ¿Qué ocurriría si algo salía mal?
medir, picar, remover y comprobar, hasta el punto de que acabó A otro nivel, no obstante, esta dimensión inesperada de mi
convirtiéndose en mi Biblia culinaria. También resultó muy función como cocinero me llenó de júbilo. Cocinar para alguien
beneficioso para mí que el autor estuviera presente a fin de a quien admiraba y apreciaba tanto era un honor y un privilegio
responder a todas mis dudas y enseñarme los trucos del oficio. por lo que, además de aprender recetas y técnicas, traté de ente-
De hecho, Alan y Helen eran excelentes maestros y nunca rarme de las preferencias culinarias de Krishnamurti, una faceta
adoptaron una actitud de autoridad, ni me impusieron nada en la que Alan desempeñó, una vez más, un papel muy importan-
sino que, muy al contrario, se hallaban siempre dispuestos a (e al transmitirme lo esencial para preparar la comida a alguien
brindarme su ayuda. Pues el auténtico maestro es el que permite como K. Durante los últimos veinticinco años, Alan no sólo ha-
que su discípulo siga su propio camino, aunque sea un igno- bía cocinado para él en multitud de ocasiones, sino que también
rante, y sólo echa una mano cuando es necesario. había desempeñado un papel fundamental en la puesta en mar-
Otro factor que contribuyó muy positivamente a mi aprendiza- cha de la cocina de la escuela de Brockwood Park.
je del arte de la cocina vegetariana fue el hecho de que, entre estu- Las restricciones dietéticas de Krishnamurti, dentro de una
diantes y miembros del personal de la escuela, el número de co- dieta básica vegetariana, eran muy pocas: una alimentación
mensales rara vez superaba las diez personas, al menos durante los que no fuera indigesta, es decir, un uso mínimo de grasas, acei-
primeros meses que pasé en A. V. A pesar de todo ello, sin embar- tes y productos lácteos, evitar la mantequilla y la nata, así como
go, yo no era del todo inmune a la curiosa enfermedad psicológica también la harina refinada, los derivados del azúcar y otros
que suele afligir a tantas personas que sienten la necesidad de en- alimentos químicamente procesados, evitar también las espe-
contrar un equilibrio entre su trabajo y su vida privada, y con cierta cias picantes (como la pimienta de cayena, por ejemplo) y usar
frecuencia se sienten atrapadas en la tensión, el estrés o, simple- productos lo más frescos y biológicos que fuera posible.
mente, el apremio del tiempo, algo que, en mi caso, dependía fun- Dado que Krishnamurti solía llegar a California hacia fina-
damentalmente de las manecillas del reloj de la cocina que tan ine- les de febrero, todavía disponía de casi medio año para poner a
xorablemente marcaban la hora del almuerzo o de la cena. punto mis habilidades culinarias y aprender a preparar comidas
Cuando el director me explicó mis responsabilidades como que fueran de su agrado.
jefe de cocina de la escuela y de la Fundación, dejó bien cla-
ro que, entre mis funciones, también se hallaba la de preparar
2. Alan Hooker, Vegetarían Gourmet Cookery Santa Rosa: 101 Productions. 1970. púbitamente, a finales de octubre de 1975 me enteré de que
86 Krishnamurti acababa de cancelar su habitual viaje de tres me-

87
Los almuerzos con Krishnamurti En el valle de la Luna

ses a la India y que, en lugar de ello, iba a venir a California, lo talizas crudas (tomates y pepinos cortados en rodajas, apio en
que desencadenó en mi mente una pequeña conmoción en la cubitos y zanahorias ralladas y aliñadas con limón y miel); se-
que se combinaban la alegría y la alarma. Resultó que, a co- guido de una sopa de lentejas con pimiento, cebolla, apio, za-
mienzos de aquel año, la primera ministra india Indira Gandhi nahoria, tomate y perejil, todo ello cortado muy fino. El primer
había declarado en su país el estado de excepción, lo que in- plato consistió en arroz integral al vapor, adornado con almen-
cluía la censura previa de todas las publicaciones, programas dras astilladas y un fragante pisto de ajo, cebolla, pimiento, ca-
de los medios de comunicación y conferencias públicas. Y, pues- labacín, tomate, berenjena y champiñones, cortado en trozos
to que las charlas de Krishnamurti caían dentro de esta última medianamente grandes que cociné por separado con sus corres-
categoría y él no estaba dispuesto a someterse a ningún tipo de pondientes hierbas, antes de mezclarlo todo en una cazuela y
censura, había cancelado su viaje a la India, algo, por otra par- ponerlo a fuego lento hasta que -confiaba uno- estuviera en
te, un tanto paradójico, porque la misma primera ministra solía su punto, un plato al que después añadí queso gruyere recién
solicitar su consejo espiritual e incluso práctico. Pero, aun cuan-
rallado.
do se le hubiera concedido una exención especial a las normas
Cuando estaba acabando de preparar el postre, que consis-
impuestas por el estado de excepción, no estaba dispuesto a
tía en una macedonia de frutas tropicales (que incluía piña, pa-
aceptar ningún tipo de favores.
paya, banana, mandarina y melocotón) adornada con finas ro-
Así fue como Krishnamurti acabó llegando a California an-
dajas de coco fresco, recibí la apresurada visita del director de
tes de lo previsto. Al comienzo permaneció en Malibú, pero to-
dos suponíamos que no tardaría en visitar la nueva escuela de la escuela. Él fue quien me dijo que Krishnamurti acababa de
Ojai. salir de Pine Cottage, su casa en Ojai desde comienzos de los
Una mañana muy calurosa y soleada de noviembre se di- años veinte, que se hallaba separado de los edificios de A.V. por
fundió rápidamente entre todo el personal de A.V. la noticia de unos cincuenta metros de naranjos y que, en pocos minutos,
que Krishnamurti vendría a visitarnos y se quedaría a comer. iba a reunirse en el cuarto de estar con el personal de la es-
Esta fue una situación que de inmediato consideré como mi cuela.
gran prueba de fuego en la que debería demostrar lo que había Ver a Krishnamurti siempre fue un acontecimiento emocio-
aprendido en el ámbito de las artes culinarias durante los últi- nante al que jamás acabé de acostumbrarme, y verle ahora en
mos tres meses, un reto al mismo tiempo estimulante y alar- mi nuevo papel como chef de cuisine resultaba especialmente
mante. excitante. Después de apagar los quemadores de gas, me
La aparición de Alan y Helen un par de horas antes del al- quité el delantal y entré en mi cuarto, que se hallaba junto a la
muerzo representó para mí una auténtica bendición, puesto que cocina, donde me lavé en silencio, me arreglé ante el espejo y
me ayudaron a preparar la comida y colocar la mesa. A pesar me peiné y perfumé con algo de colonia antes de atravesar la
de lo favorable de la ocasión, o no estaba de humor para aden- cocina y el comedor y llegar a la biblioteca.
trarme en situaciones extravagantes o experimentales, sino que Síndicos, miembros del personal y voluntarios, cerca de
simplemente quise jugar sobre seguro. El almuerzo para cator- una docena de personas en total, se hallaban de pie distribui-
ce personas comenzó con una ensalada verde variada, aliñada dos en pequeños grupos departiendo amablemente unos con
con vinagreta o yogur; luego preparé un surtido variado de hor- otros. Parecía el escenario de una obra de teatro, en la que los
actores charlaban compulsivamente entre sí, mientras el prota-

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Los almuerzos con Krishnamurti En el valle de la Luna

gonista, el auténtico foco de atención, por así decirlo, se halla- obra que estaba representándose espontáneamente y cuya for-
ba implicado en su propio monólogo interno. Ahí estaba ya ma y contenido todavía se me escapaban.
Krishnamurti, con su sencilla elegancia, sólo y de pie ante la Después de haber concluido los preparativos del almuerzo,
librería que cubría toda una pared, contemplando el lomo de llevamos los platos a una mesa ubicada en el patio posterior
los libros, cogiendo de vez en cuando uno de ellos y volvien- que se hallaba junto a la cocina. El día era caluroso y soleado,
do a colocarlo en su sitio después de haberlo examinado unos y las dos mesas rústicas de secoya con largos bancos a cada lado
instantes. estaban preparadas con manteles, cubiertos, pan, mantequilla y
Yo conocía a todos los presentes, pero me sentía un tanto jarras con agua, leche y zumo. Todo el mundo se puso entonces
cohibido y nervioso, y observé a Krishnamurti durante un ins- en fila para servirse y advertí que Krishnamurti era el último de
tante hasta que el director, un hombre alto de ojos sorprenden- la fila. Cuando acabé de ordenar la cocina, tomé un plato y me
temente azules, advirtió mi impotencia y me dijo, por gestos, coloqué detrás de él, que había comenzado a servirse, pero en
que me aproximara, para poder presentarme a Krishnamurti. el momento en que advirtió mi presencia, se dio media vuelta y
-Perdóneme, Krishnaji -le dijo entonces a Krishnamurti, que me miró con ojos amistosos.
se volvió para atendernos, con un libro entre las manos. -Ah, Michael -dijo, haciéndose a un lado para dejarme pa-
-Sí, señor -respondió, dejando el libro nuevamente en su sar-, sírvase usted primero.
sitio. -No, por favor -me disculpé con firmeza-, no sería correc-
-Este es Michael Krohncn, nuestro nuevo cocinero. to que le precediese. Quien prepara la comida debe ser el últi-
-¿Cómo está usted, señor? -me preguntó Krishnamurti, mo en servirse... eso es, al menos, lo que suele ocurrir, tanto en
mientras estrechaba mi mano. las casas, como en los banquetes, etcétera.
-Gracias, señor. Es maravilloso estar aquí y trabajar en la Una chispa de alegría pareció cruzar sus ojos cuando escu-
nueva escuela, pero aún tengo muchas cosas que aprender -res- chó mi comentario, mientras me miraba atentamente.
pondí ceremoniosamente. -Muy bien, señor -admitió, con una sonrisa, dando a sus
Ninguno de los dos nos refirimos a nuestros encuentros ante- palabras el énfasis de una broma formal-. Usted será el último
riores, ni tampoco estaba yo siquiera seguro de que él los recor- de la fila.
dase. En cualquiera de los casos no me pareció que aquello tu- Todavía quedaban un par de asientos vacíos y él eligió el que
viera la menor importancia, porque la situación era nueva, como estaba a la sombra. El mío estaba un poco alejado, pero mi mi-
si fuera la primera vez que nos encontrábamos. Embargado polla rada se dirigía involuntariamente en su dirección. El comía, es-
excitación del momento, no sabía si tenía que decir algo más, cuchando en silencio la conversación. Parecía tímido y, cuando
entonces Krishnamurti reanudó el estudio de los títulos de los li- se le formulaba una pregunta, respondía atenta pero brevemente,
bros. Súbitamente advertí, en los estantes superiores de la libre- y su interés sólo pareció despertarse cuando la conversación se
ría, una escultura de alabastro de la cabeza del Buda de estilo dirigió hacia el tema de los coches, los límites de velocidad y las
gandhara, que combinaba rasgos índicos y helénicos y que, en diferentes normas de circulación vigentes en los distintos países.
cierto modo, se asemejaba al rostro de Krishnamurti. -A comienzos de este verano alcancé los 140 kilómetros por
Cuando regresé a la cocina, se me ocurrió que no sólo era hora en una autopista suiza -comentó entusiásticamente y, ad-
yo un espectador y un testigo, sino también un actor en una virtiendo la sorpresa de alguno de los presentes, añadió-: Allí

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Los almuerzos con Krishnamurti En el valle de la Luna

está permitido y, además, iba muy seguro, ya que conducía un con su flamante coche, le adelanta zumbando otro a unos 150 ki-
Mercedes. lómetros por hora. Entonces se dirige hasta san Pedro:
Este comentario despertó las risas de algunos de nosotros, que -Acaba de adelantarme un coche que iría a unos 150 kilómetros
no podíamos imaginárnoslo conduciendo a aquella velocidad. por hora -se queja.
-¿Me permiten que les cuente un chiste? -preguntó entonces, -¿Qué tipo de coche era? -le interrumpe entonces san Pedro.
con aire un tanto travieso-. ¿Hay algún cristiano entre ustedes? -Creo que era un Porsche descapotable rojo -responde el señor
-Todos somos aquí cristianos, Krishnaji -replicó una mujer, en Smith.
tono de broma-, o, al menos, lo éramos, hasta que le escuchamos - -¿Y ha podido ver usted al conductor? ¿Tenía acaso una larga
lo que desató de nuevo las risas de todos los presentes. melena y llevaba barba? -inquiere de nuevo san Pedro.
-Entonces no les molestará que les cuente un chiste sobre el -Así es -replica sorprendido nuestro hombre-. ¿Acaso lo
Cielo -continuó-. Cuando muere el señor Smith, un vendedor de conoce?
coches usados, va directamente al Cielo y, cuando san Pedro le -Sí -responde resignado san Pedro, encogiéndose de hombros-.
recibe, echa un vistazo a su lista diaria y le dice: No podemos hacer nada; es el hijo del jefe.
-Muy bien, señor Smith, usted ha llevado una vida mediana- Todos nosotros acabamos riéndonos, no sólo del chiste, sino
mente buena y, como no ha cometido grandes pecados, puede sobre todo a causa del modo divertido en que Krishnamurti lo
entrar en el Cielo. Si tiene algún deseo, no dude en pedírnoslo. contó, con gestos muy animados y expresiones faciales sumamente
-Siempre he deseado tener un Ferrari descapotable nuevo - cómicas. Era evidente que disfrutaba contándolo.
responde el hombre.
-Ese no es ningún problema -replica entonces san Pedro-.
Tenemos todos los modelos, de todos los colores y años que usted
pueda imaginar. Sígame, por favor. Pronto empezaron las clases en A.V. para los tres primeros
Entonces san Pedro le conduce hasta un inmenso estaciona- alumnos de la escuela de Oak Grove, como acababa de bautizársela
miento que se halla encima de las nubes, en el que se alinean filas mientras, en el otro extremo del valle, ubicado unos once
y más filas de los coches más extraordinarios. kilómetros al oeste, se estaba construyendo el edificio de la escuela
-Puede elegir el que prefiera -le dice san Pedro. primaria, el llamado Pavilion. Casi cada fin de semana recibíamos
De modo que nuestro hombre elige el que más le agrada, un la visita de Krishnamurti y de la señora Mary Zimbalist, su
coche nuevo y bruñido. anfitriona y secretaria, que venían desde Malibú, almorzaban con
-Pero -puntualiza entonces san Pedro- me veo obligado a nosotros en A.V. y yo les llevaba la cena a Pine Cottage, donde
advertirle que el límite de velocidad en el cielo es de 70 kilómetros pasaban la noche. Los días soleados servíamos el almuerzo al aire
por hora. Se trata de una ley que todo el mundo debe obedecer y libre en el patio de atrás.
que en modo alguno puede transgredirse. Espero que me haya Estas comidas con Krishnamurti tenían para mí un encanto casi
comprendido. mágico, ya que en ellas había un ambiente de delicadeza y una
El señor Smith acepta entonces el trato y conduce respetando fluidez de investigación que eran realmente únicos. Además,
ese límite. Un buen día, mientras está paseando por el Cielo también me proporcionaban la oportunidad de observarle y
relacionarme con él. Pero, al comienzo, me sentía demasiado

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Los almuerzos con Krishnamurti En el valle de la Luna

cortado como para tratar de emprender cualquier conversación secto vuela hacia la luz y la roza con sus alas, se queda electro-
que no fuese la charla trivial, especialmente cuando nos hallá- cutado -dije.
bamos en presencia de otras personas. De vez en cuando, sin Justo entonces, como para ilustrar mi explicación, una mos-
embargo, teníamos algún encuentro inesperado y conversába- ca se acercó volando hacia la seductora incandescencia y, cuan-
mos sobre las cuestiones más insólitas. Cierto sábado, mientras do sus batientes alas rozaron el filamento, se produjo un peque-
estaba llevando los platos desde la cocina hasta la mesa situada ño chisporroteo acompañado de un siseo breve y claramente
en el exterior, le descubrí repentinamente ante lo que nosotros definido. Yo le vi contemplar escépticamente la actividad mor-
llamábamos "la máquina de la libertad" que, unos días atrás, tífera de la máquina. Parecía la imagen de la serenidad, y sus
habíamos instalado en la pared del patio. Él estaba estudiando ojos tenían el brillo atento de la observación. Ante el sonido del
cuidadosamente el aparato, que emitía un brillo azulado y un chisporroteo dio rápidamente un paso atrás, pero en ningún
ligero zumbido.
momento dejó de contemplar atentamente el proceso hasta que
-¿Qué es esto, señor? -me preguntó. loda actividad se hubo aquietado.
-Esto, Krishnaji -dije respetuosamente-, es una máquina -Es realmente mortífera, ¿no cree? -dijo con una gran natu-
eléctrica para atraer bichos, moscas y otros insectos voladores ralidad, dirigiéndose hacia mí.
y... esto... esto... eliminarlos. Me sorprendió que Krishnamurti asumiera una actitud tan
Krishnamurti no tuvo ninguna de las reacciones previsibles, ecuánime tanto frente a la máquina eliminadora de insectos
como la revulsión o el disgusto, que había anticipado que pu- como ante el hecho de que nosotros la usásemos puesto que, en
diera tener al descubrir el destructivo aparato. Su único interés sus charlas y diálogos, condenaba abiertamente cualquier ase-
parecía ser el estrictamente científico, completamente despoja- sinato de animales realizado por el hombre y calificaba el asesi-
do de cualquier juicio emocional o moral. nato de un ser humano por otro como el peor de todos los ma-
-¿Y cómo los atrae? -inquirió. les, algo que yo consideré naturalmente como un dogma que lo
-Creo que, de algún modo, esa luz azulada les excita, espe- incluía absolutamente todo. Pero era evidente que Krishnamurti
cialmente durante la noche -conjeturé. no estaba atado a ningún tipo de dogma. Su inteligencia per-
-¿Y cómo los mata? -prosiguió abiertamente, usando sin cibía todo el contexto, no se hallaba limitado por ideales ni creen-
ambages la palabra que yo había estado tan ansiosamente tra- cias de ningún tipo, sólo se guiaba por los hechos y era, por
tando de evitar. Entonces comencé a sentirme un tanto nervio- tanto, capaz de operar en cualquier ámbito, hasta el aparente-
so e incómodo, puesto que mía había sido la sugerencia de ins- mente más pequeño y trivial.
talar el dispositivo para desembarazarnos de los muchos bichos Respondí a su comentario asintiendo con la cabeza y señalé
que se alimentaban de la fruta madura que caía al suelo desde hacia una pequeña placa que había en el aparato. -¿Ha visto
el naranjal y que constituían una auténtica molestia para nues- cómo se llama, señor? -dije. -¡Por Júpiter! -exclamó, al leer
tros almuerzos al fresco.* la etiqueta, donde rezaba "Máquina de la libertad".
-¿Ve usted esa rejilla que se encuentra frente al tubo lumi- Su expresión y la paradójica ironía del nombre me hicieron
noso? Está cargada eléctricamente de modo que, cuando un in- soltar una carcajada, a la que Krishnamurti también se unió
brevemente, antes de recuperar de nuevo su anterior gravedad.
* En castellano en el original (TV. del T.).

94 95
Los almuerzos con Krishnamurti
Capítulo 6 REU N I O N E S
-Pero huele mal -comentó.
Me encogí de hombros, como disculpándome por ello. CON K R I S H N A M U R T I
-Tal vez deberíamos apagarla mientras estamos comiendo
-sugerí.
-Me parece muy buena idea, señor -dijo, antes de atravesar
la puerta de tela metálica y desaparecer en el interior de la co-
cina.
Entrantes
Ensalada verde aliñada
con vinagreta o salsa casera.
Jicama en rodajas aliñada
con limón y perejil picado.
Guacamole preparado
con aguacates fuertes.

Primer plato
Mazorcas de maíz al vapor.
Judías pintas con salsa de tomate
y salsa de chile.
Chiles rellenos: pimientos verdes rellenos
de queso Monterrey Jack y cocinados con
una mezcla ligera de huevos, leche y harina.

Postre
Fresas de secoya gigante servidas con
salsa de nata agria y jengibre dulce.

96
A mediados de febrero recibí la noticia, tan estimulante corno
intimidadora, de que antes de un mes, en marzo de 1976, iba a
celebrarse en A.V. un congreso de seis días de duración al
que asistirían Krishnamurti y más de veinte científicos y aca-
démicos procedentes de toda Norteamérica. El encuentro había
sido organizado por el doctor David Bohm, un colaborador de
Krishnamurti, sobre el tema "¿Cuál es la acción correcta para
sobrevivir en libertad en una sociedad disgregada?".
El asunto me afectaba en diferentes sentidos, porque yo iba a
ENcargarme de todas las cuestiones ligadas al avituallamiento. El
número de comensales giraría en torno a las cuarenta y cinco o
cincuenta personas, incluyendo los conferenciantes,
SUS cónyuges y el personal administrativo. Así pues, con un bagaje
de apenas seis meses de aprendizaje del modus operandi básico del
arte culinario vegetariano, el aprendiz que todavía era se veía
obligado a organizar y encargarse del almuerzo y la cena de un
evento de una semana de duración. Me parecía una tarea para la
que todavía no estaba adecuadamente preparado, pero por suerte
recibí también la colaboración y la experiencia de Alan y Helen y
la ayuda de varios voluntarios dispuestos a echarme una mano.
Aunque las comidas se sirvieron en A.V., el congreso se celebró
en el hogar cercano de Theo y Erna Lilliefelt, síndicos de la
Fundación y amigos de Krishnamurti desde hacía mucho tiempo.
Así pues, después de las sesiones de la mañana, los doctores y
profesores y sus cónyuges llegaban a A.V. al mediodía V, todavía
animados por las recientes deliberaciones, prose-

99
Los almuerzos con Krishnamurti Reuniones con Krishnamurti

guían sus debates durante la comida. En medio de los académi- dad, quizás por la frustración de que nadie la reconociese, cuan-
cos, absortos en sus razonamientos, Krishnamurti parecía me- ilo se trataba de la conocida esposa de un famoso político.
ditabundo y más bien reservado. Resultaba fascinante observar En medio de todo este trajín, Krishnamurti permanecía en
el modo en que se relacionaba con el mundo académico que si raima observando en silencio lo que ocurría a su alrededor. Du-
bien, por una parte, le intrigaba, por la otra, sin embargo, no lante una de las comidas en la que la conversación giró en
dudaba en reprobar duramente. Así fue como Krishnamurti, que torno al conflicto entre las dos superpotencias, Estados Uni-
había suspendido repetidamente los exámenes de ingreso a las dos y la Unión Soviética, intervino súbitamente diciendo:
principales universidades inglesas y, en consecuencia, carecía -¿Me permiten que les cuente un chiste?
de toda titulación, ponía seriamente en cuestión a los científi- -Cierta noche, un borracho atraviesa la Plaza Roja que se
cos y profesores reunidos. halla delante del Kremlin, gritando en voz alta: «¡Brezhnev es
El primer día del encuentro soltó una bomba psicológica al un idiota! ¡Brezhnev es un idiota!». Inmediatamente se le acer-
decir que «todo pensamiento genera sufrimiento», una afirma- can varios agentes de la KGB y lo encarcelan y, a la mañana si-
ción cuya contundencia no sólo cuestionaba el fundamento ialiente, le llevan ante el juez, que le condena a veinte años y
del conocimiento del que dependía la carrera y el sustento de la «los días de trabajos forzados en Siberia.
mayor parte de los presentes, sino que también negaba implíci- -¿Veinte años y dos días? ¡Pero si sólo estaba borracho!
tamente su sistema de valores personales y colectivos. No re- pregunta entonces incrédulo el hombre.
sultó nada sorprendente, por tanto, que el revuelo que provocó -Los dos días -responde el juez- son por estar borracho...;
tal afirmación no concluyese hasta bien pasada la conferencia. los otros veinte años, por revelar un secreto de Estado.
La extravagancia de algunos de los participantes intensificó Todos los presentes se rieron a carcajadas del chiste y algu-
el dramatismo que jalonó todo el encuentro. Al comienzo del nos no tardaron en contar los suyos propios, que Krishnamurti
seminario, por ejemplo, cierto profesor de una universidad ca- escuchó con mucha atención, riéndose con ganas de algunos de
nadiense exhibió un comportamiento algo excéntrico y, cuando olios. Cuando volvió a hacerse el silencio, Krishnamurti contó
se enteró de que no tendría ocasión de presentar su larga diser- otro chiste de su propio repertorio:
tación sobre el yo, se enfadó muchísimo y se marchó prematu- -Todos ustedes recuerdan la época en que los rusos lanza-
ramente al tercer día, no sin lanzar antes todo tipo de imprope- ron al espacio a los primeros cosmonautas. A su regreso se les
rios. Otro erudito del Sur de California no se quitaba ni para agasajó con un banquete en el Kremlin, al que asistieron to-
comer el sombrero vaquero de ala ancha adornado con una plu- dos los líderes del partido, entre los que se hallaba el presi-
ma al que se refería como «su sombrero de poder», un concep- dente Brezhnev. En el momento en que estaba imponiéndoles
to derivado de los escritos de Carlos Castañeda que en aquella una medalla, les dijo en voz baja: «Hagan ustedes el favor de
época empezaba a ser muy conocido. Este profesor se empeñó visitarme más tarde en mis aposentos».
en buscar todo tipo de paralelismos entre las enseñanzas de Todos obedecieron la invitación y fueron a visitarle. Enton-
Krishnamurti y las de Don Juan, principal personaje de los li- ces les preguntó:
bros de Castañeda. También recibimos la visita de una atractiva -¿Acaso vieron, cuando estaban en el espacio cósmico, a
joven de cerca de treinta años que, a su llegada, quiso pasar de in- un anciano con una larga barba blanca y un halo luminoso ro-
cógnito pero que, al día siguiente, desveló ella misma su identi- deando su cabeza?

100 101
Los almuerzos con Krishnamurti Reuniones con Krishnamurti

-Así es, camarada presidente, vimos a alguien que tenía ese limitada perspectiva de la cocina, sin embargo, el congreso re-
aspecto -respondieron al unísono los cosmonautas. sultó todo un éxito, porque ni siquiera los invitados por lo ge-
-Eso es lo que yo pensaba -asintió Brezhnev con la cabe- neral acostumbrados a comer carne se quejaron de la dieta ex-
za-, pero escuchen bien. ¡No deben contárselo a nadie! Les clusivamente vegetariana que les ofrecimos. De hecho, hubo
advierto que se trata de un secreto de Estado y que, si lo traicio- incluso cumplidos y alguna que otra solicitud ocasional de una
nan, acabaré desterrándoles a Siberia o al Gulag. ¿Está enten- receta. Mi conclusión, en suma, fue la de haber superado con
dido? creces mi bautismo de fuego en las artes culinarias.
-Si, camarada presidente -respondieron los cosmonautas,
cuadrándose y saludándole.
Poco después los cosmonautas emprendieron una gira por
todos los países comunistas de Europa del Este en la que tam- A comienzos de abril se celebró en Oak Grove una serie de
bién visitaron Italia, donde el Partido Comunista tenía mucho charlas públicas de dos semanas de duración que atrajeron a
poder. Cuando el Papa se enteró de su visita, les invitó a un es- muchos miles de personas procedentes de todo el país e inclu-
pléndido banquete en el Vaticano y, al concluir el agasajo, se so de ultramar, y que escucharon a Krishnamurti sentados en
dirigieron hacia él para solicitarle una bendición especial, mo- sillas o sobre la hierba bajo el dosel formado por las copas de
mento en que el Papa les pidió en voz baja que hicieran el favor los robles centenarios. Se trataba de una zona solitaria ubicada
de visitarle en sus aposentos, cuyo esplendor y antigüedad su- en plena naturaleza que nunca había sido edificada ni tampoco
peraban con creces a los del camarada presidente. Una vez allí, había servido para propósitos comerciales. En el lado Norte del
el Papa les preguntó: robledal se erigió una plataforma entre los árboles, desde la que
-¿Acaso vieron ustedes, cuando se hallaban en el espacio Krishnamurti, sentado sobre una sencilla silla de madera, diri-
exterior, a un anciano con una larga barba blanca y un halo lu- giría la palabra a los presentes. El encuentro reunió a una mu-
minoso en torno a su cabeza? chedumbre amistosa, relajada y cordial, al estilo del Sur de Ca-
Los cosmonautas se miraron entonces sorprendidos, sin sa- lifornia y también a gente bastante más excéntrica, una buena
ber qué responder. muestra de la humanidad que englobaba a razas, etnias, clases
-No, camarada Papa -respondió uno de ellos-, no vimos a y edades muy diferentes.
nadie que tuviera ese aspecto. En una sociedad en la que el entretenimiento no sólo es im-
-Eso mismo es lo que yo pensaba -dijo entonces el Papa, portante, sino que desempeña un papel muy destacado, Krish-
acariciándose lentamente la barbilla-, pero les pido, por favor, namurti subrayó, tal vez con más énfasis que nunca, que aquel
que no se lo cuenten a nadie. encuentro no tenía nada que ver con la diversión, la prédica o
En aquel momento se desató la risa de todos los presentes. la propaganda. Según dijo, el objetivo del encuentro era el de
Al finalizar el seminario de seis días había división de opi- investigar juntos los muchos problemas de la existencia y cues-
niones en torno a su éxito. Krishnamurti, con su riguroso es- tionar y examinar en conjunto el modo en que vivimos nuestra
cepticismo, dudaba de que se hubiera logrado lo que se preten- vida. La palabra clave del encuentro era "juntos" y, a menos
día: examinar el papel desempeñado por el pensamiento y el que hubiese un flujo de unión entre él (el orador) y nosotros
conocimiento de un modo fundamentalmente nuevo. Desde la (los oyentes), el encuentro carecería de la chispa creativa y no

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Los almuerzos con Krishnamurti
Reuniones con Krishnamurti
nos llevaría a ninguna parte. Las montañas azules del fondo, el
juego de luces y sombras proyectadas por los centenarios ro- decir que se dirigiese a todo el mundo tratándole de "señor" o
bles de Virginia y la intensidad con la que la audiencia escucha- "madame", sino que mantenía una actitud profundamente aten-
ba las palabras amplificadas por los altavoces, se combinaron la, respetuosa y amable hacía todo ser humano, que también
en mi interior para generar la impresión de un acontecimiento aplicaba a los animales, las flores, los árboles y las cuestiones
de orden superior. de la vida cotidiana. Nunca he conocido a nadie de modales tan
exquisitos, tan cortés, de hecho, sin que eso resultara afectado
o mecánico.
Por otro lado, yo tenía la imprensión, sin poder remediarlo, de
Al concluir las charlas de Ojai, Krishnamurti viajó a Nueva que estábamos en la corte de un soberano, con todas sus sutiles
York, desde donde voló a Europa y luego a la India. Esta vez, -y no tan sutiles- diferencias jerárquicas. Es verdad que el foco
sin embargo, mis responsabilidades en la escuela de Oak Gro- incuestionable de atención, el objeto de afecto al que todo el mun-
ve me impidieron acudir a aquellas reuniones, de modo que do trataba con especial deferencia, la persona de la que prácti-
no volví a verle hasta que, en febrero del año siguiente, regresó
a Ojai. camente todo el mundo estaba enamorado y cuya proximidad o
distancia parecían conferir una sutil diferencia jerárquica, era ob-
En marzo de 1977 se llevó a cabo un congreso de tres semanas viamente Krishnamurti. Pero también lo es que, fundamental-
de duración al que asistieron los síndicos de las cinco fun- mente, éramos nosotros mismos los que establecíamos estas di-
daciones internacionales Krishnamurti que se encargaban de ferencias psicológicas, con todas las comparaciones implícitas
organizar las charlas públicas en sus respectivos países, se ocu- y barreras divisorias que ello provoca.
paban de las traducciones y de las publicaciones, supervisaban la En cualquiera de los casos, los almuerzos eran una expe-
administración de las diversas escuelas que llevaban su nombre y riencia extraordinaria y, con Krishnamurti entre nosotros, nos
recaudaban las donaciones con las que se subvencionaban todas sentíamos como una familia numerosa. Quizás las compara-
estas actividades. Casi veinte síndicos de los Estados Unidos,
ciones, la envidia y los celos no estuvieran del todo ausentes,
Canadá, Inglaterra, la India y Latinoamérica se reunieron en
pero generalmente prevalecía el afecto. Yo no participaba en
aquella ocasión en Ojai para asistir al encuentro, varios de ellos
se alojaron en A. V., y mi función fue la de cocinar para ellos las deliberaciones que se producían en casa de los Lilliefelt,
durante todo aquel tiempo. pero las conversaciones de sobremesa que les seguían y el esta-
Estaba fascinado por la relación cotidiana que Krishnamurti do de ánimo de los comensales me permitían hacerme una idea
mantenía con sus colaboradores y amigos de tantos años. Por general de lo que acontecía en aquellas reuniones.
una parte, la relación que establecía con quienes le rodeaban Las caras serias de algunos comensales atestiguaban clara-
era completamente democrática e igualitaria. Para él, todo el mente que Krishnamurti les había estado hablando con firme-
mundo era igual, desde el simple voluntario, jardinero o coci- za. No es que estuvieran tristes o deprimidos, sino más bien
nero hasta el próspero hombre de negocios y el acaudalado pensativos y recogidos sobre sí mismos, como si alguien les
aristócrata. Krishnamurti trataba a todo el mundo con el mismo hubiese mostrado una joya cuyo brillo emanase de su propio
respeto y la misma consideración. Pero con ello no sólo quiero corazón. Durante las reuniones que mantenía con el personal
o con el público, Krishnamurti nos llamaba la atención, sin amo-
104 nestarnos ni regañarnos, sino más bien reflejando, igual que un
105
Reuniones con Krishnamurti
Los almuerzos con Krishnamurti
sistía en fresas de secoya gigante de los cercanos campos de
espejo, lo que éramos en aquel momento y esbozando, por as Oxnard, servidas con salsa de nata agria y jengibre dulce.
decirlo, tanto la superficie como la esencia de nuestras vidas. Los síndicos y otros invitados al almuerzo ya habían llega-
Pero aquí, entre amigos y colaboradores, parecía ir más allá do y estaban en el cuarto de estar departiendo animadamente
de todo ello; lo cuestionaba todo, incluyendo la contribución d entre sí mientras aguardaban la llegada de Krishnamurti. Quin-
estas personas a su obra, y se refería también a los aconteci- ce minutos más tarde, Krishnamurti entró en la cocina desde el
mientos posteriores a su muerte y al modo en que ello podría patio con un «Buenos días, Michael», aunque ya era más de la
afectarles personalmente y afectar también a las fundaciones. una de la tarde. Interrumpí todo lo que estaba haciendo y diri-
Pero su preocupación no se dirigía tanto a la supervivencia eco- giendo hacia él toda mi atención, respondí: «Buenos días,
nómica de éstas, ni a la conservación de los registros de su obra, Kiishnaji».
sino más bien a su cualidad viva: lo que le interesaba era si la Vestía pantalones tejanos y un cárdigan de lana azul sobre
llama de su obra podría mantenerse viva después de su muerte; una camisa de algodón de cuadros de color gris. Parecía alegre
si quienes habían trabajado con él durante tantos años serían y despreocupado y, según le miraba con afecto, tuve la repenti-
capaces de transmitir el significado y el sentimiento de lo que na sensación de hallarme completamente en el momento pre-
había sido vivir con él a alguien que nunca le hubiera conocido sente, una sensación vibrante de frescura que muy a menudo
personalmente. «¿Qué le diría usted al hombre de Seattle que experimentaba en su presencia.
no tiene ni idea de todo esto y viene aquí a averiguar quién es -¿Qué tenemos hoy para almorzar, señor? -preguntó, acer-
K.? ¿Cómo se lo transmitiría?» -preguntaba una y otra vez...
hasta el punto de que el supuesto hombre de Seattle acabó con- cándose a echar un vistazo a las cazuelas.
virtiéndose poco a poco entre nosotros en una leyenda. Entonces le resumí el menú y, cuando mencioné los chiles
Y, para sondear la fuerza de su compromiso, ponía retórica- rellenos, dijo: -¿Son picantes? -Tal vez piquen un poco, pero
mente el ejemplo de un discípulo imaginario que hubiera so- les he quitado las semillas y
brevivido al Buda y les preguntaba si no viajarían al otro lado la piel para suavizarlos.
de la Tierra para conocer a tal persona y enterarse de lo que ha- -Entonces iré con cuidado y sólo comeré un poco -comentó.
bía supuesto vivir con él. Mientras me aprestaba a sacar una fuente cerámica del hor-
no, rompió repentinamente a reír. Y, cuando le miré con curio-
sidad, señaló el pequeño adhesivo que había colocado en el re-
frigerador.
Mientras sucedía todo esto, yo permanecía en la cocina pre- -«No soy codicioso. Sólo lo quiero todo» -leyó, riendo con
parando comida para unas treinta y cinco personas. La comida ganas-. Me parece muy bueno. ¿De dónde lo ha sacado? -Me
de aquel día era de inspiración mejicana y consistía en ensa- lo dio Alan -expliqué- y me pareció muy apropiado.
lada verde de jicama en rodajas, guacamole de aguacates fuer- Enjugándose las lágrimas de risa y con los ojos brillantes,
tes de nuestro huerto y mazorcas al vapor. Además, había ju- preguntó:
días pintas con salsa de chile y, como primer plato, chiles
-¿Ya está todo listo, señor? ¿Puedo anunciarles que el al-
rellenos de queso, pero, en lugar de freírlo, los cociné al horno
con una mezcla ligera de huevos, leche y harina. El postre con- muerzo ya está a punto?
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Los almuerzos con Krishnamurti
Reuniones con Krishnamurti
-Sí, por favor, Krishnaji. Lo único que falta es llevar la co-
mida a la mesa de servir. mostrar lo que sabía. Entonces el maestro, sin decir nada, co-
-¿Puedo llevar algo? -se ofreció. j'M) dos piedras del suelo y empezó a frotarlas entre sí. Al escu-
-Si no le importa... -dije, tras unos instantes de vacilación, char el extraño ruido, el discípulo abrió los ojos y, al ver lo que
mientras señalaba el plato de mazorcas. pasaba, preguntó:
Le di dos agarradores de tela y mantuve abierta la puerta de
-¿Qué está usted haciendo, maestro? -Estoy frotando estas
resorte de tela metálica, mientras él llevaba cuidadosamente el
plato y lo colocaba sobre la mesa de servir del patio, antes de dos piedras para pulirlas y convertirlas en un espejo en el que
dirigirse al cuarto de estar para anunciar a los invitados que la poder mirarme.
comida estaba servida. -Pero maestro -respondió, riendo, el discípulo-, permítame
En esta ocasión me tocó sentarme en la misma mesa que él, decirle que, de ese modo, nunca conseguirá usted hacer un es-
junto a otros ocho invitados, la mayor parte de los cuales eran pejo. Por más tiempo que pase frotando las piedras, jamás po-
síndicos de las fundaciones de la India y Estados Unidos. En un drá conseguir un espejo de ese modo.
determinado momento, la conversación giró en torno a la tra- -Pues de la misma manera, amigo mío -respondió el maes-
dicional creencia india de que la verdad se transmite de maestro iro-, puede usted pasarse toda la vida así sentado sin llegar
a discípulo, subrayando la importancia de hallarse en presencia nunca a meditar, ni a comprender la verdad.
de una persona iluminada o de un maestro espiritual, lo que los Cuando concluyó la historia, con sus múltiples detalles, todo
hindúes denominan darshan. Estoy seguro de que todos los el mundo irrumpió en risas.
presentes eran conscientes de que Krishnamurti cuestionaba
profundamente este concepto, y, mientras escuchaba el debate,
se me ocurrió que, de un modo u otro, la mayoría de nosotros nos
hallábamos paradójicamente en la situación de escuchar a Después del congreso internacional de síndicos en A.V.,
nuestro maestro, aunque en condiciones atenuadas. Krishnamurti dio diez charlas públicas y debates en Oak Gro-
Krishnamurti había estado siguiendo la conversación, a la que ve antes de viajar a Nueva York para asistir a un seminario de fin
contribuyó ocasionalmente con algún que otro comentario, de semana con psiquiatras y psicólogos. Pero, en lugar de pro-
cuando su rostro esbozó repentinamente una sonrisa y dijo: -Me seguir desde allí su viaje a Europa, como habitualmente hacía,
gustaría contarles una historia. regresó a California para someterse a una operación de próstata
Todo el mundo hizo entonces un silencio y dirigió hacia él su en un hospital de Los Angeles. Tras dos semanas de recupera-
mirada:
-Un joven que quería encontrar la verdad fue a visitar a un ción en Malibú, visitó Ojai varias veces. Después del primer
famoso gurú. almuerzo postoperatorio en A.V., me pidió que le consiguiera
-Maestro, ¿podría usted enseñarme la meditación y la verdad? /,umo de arándanos y se lo sirviera durante las comidas, lo cual
-le preguntó.
-El gurú aceptó y el discípulo asumió inmediatamente la hice sin demora. Poco antes del almuerzo del día siguiente me
postura del loto, cerró los ojos y respiró rítmicamente para tope con él en el césped junto a la terraza posterior y, llevado
por la curiosidad, le pregunté acerca de su preferencia por aquel
108 zumo; según me dijo, estaba simplemente siguiendo el consejo
de los médicos, puesto que el zumo de arándanos es bueno para
los ríñones y para el sistema urinario. Entonces, para mi asom-

109
Reuniones con Krishnamurti
Los almuerzos con Krishnamurti
-¿Y cómo le fue?
bro, procedió a proporcionarme una breve pero detallada des- -No era infrecuente que quemásemos la comida, o que
cripción de la dolencia que le había afligido y de la operación a simplemente supiera horrible -prosiguió, echándose a reír-.
la que acababa de someterse, y debo decir que la inocencia e Recuerdo que, en cierta ocasión, pasé una temporada en las
ingenuidad de sus comentarios al respecto me conmovió pro- montañas junto a las magníficas secoyas de la sierra Alta. Vivía
fundamente. en una cabaña y cocinaba mi propia comida. El primer día metí
Al atardecer le llevé una bandeja con su cena a Pine Cotta- todo lo que llevaba conmigo dentro de una cazuela y lo removí
ge. Al tocar el timbre, él abrió la puerta y yo sentí de inmedia- hasta que acabó convirtiéndose en un amasijo -comentó,
to una cordialidad completamente abierta, sentí que me hallaba riéndose a carcajadas, con una risa tan contagiosa que no pude
en presencia de una persona que no erigía ningún tipo de ba- sino compartirla, puesto que su comentario fue pun-lualmente
rreras psicológicas. Después de haber colocado la bandeja en acompañado del gesto de echar una cosa tras otra en una
la mesa del comedor me dijo: cazuela y de agitarlo todo luego vigorosamente. Nuestra risa
-¿Cree que podría prepararme una sopa, Michael? -Por creó un momentáneo vínculo de alegría entre nosotros, mientras
supuesto, Krishnaji -respondí-. ¿Qué sopa le apetece? -A sus palabras evocaban la imagen de un Krishnamurti joven e
veces ha preparado usted una sopa que lleva varios tipos inexperto removiendo una cazuela en plena
diferentes de judías -explicó-. ¿Cómo la llama? montaña.
Después de pasar revista durante unos segundos a mi recetario -¿Y resultó comestible? -inquirí.
interno, recuperé una posible receta candidata: -Tal vez se -¿Qué otra cosa podía hacer sino comérmelo? -dijo, con
trate de la sopa de nueve judías. -¡Sí, ésa es! -afirmó riendo-. las lágrimas todavía rodándole por las mejillas-. ¡Eso era todo
Hace unos días la preparó usted. La señora Zimbalist tiene que lo que tenía!
irse varios días y me quedaré a solas en Malibú. Quizá pudiera Otra ola gozosa de risas liberadoras se apoderó de nosotros
cocinar unos cuatro litros y colocarla en tarros de vidrio de un
y, después de calmarnos, cruzamos una afectuosa mirada.
galón, para poder transportarla fácilmente y después
congelarla. -¿Cuántos tarros de sopa de judías quiere, Krishnaji? Usted
-Pero ¿no le importará comer lo mismo durante varios días... sabe que cuatro litros es mucho.
y, además, comida congelada? -Bien, señor, creo que con un par de tarros habrá suficiente
-Es una sopa sana y nutritiva, ¿no es así? Prácticamente -comentó entonces, enjugándose los ojos todavía húmedos con
toda una comida por sí misma. Y lo único que tengo que hacer un pañuelo.
es calentarla. No sé mucho de cocina, pero eso sí que puedo Cuando el siguiente fin de semana llegó a Ojai, me dijo en
hacerlo. privado después de almuerzo:
-¿Nunca ha cocinado, Krishnaji? -Muchas gracias por la sopa, señor. Estaba realmente deli-
-La primera vez que mi hermano y yo vivimos aquí nos ciosa. Todavía nos queda medio tarro. ¡No sabía que fuese tan-
preparábamos nosotros mismos la comida. Así es como apren- to! -agregó, con un cómico y expresivo giro de los ojos y luego
dimos a hacer tostadas, freír huevos, cocinar arroz, etcétera - se apresuró a añadir-: Pero no se preocupe, porque no vamos a
contó, mientras la evocación de aquella época medio siglo tirarla, señor. ¿Durante cuánto tiempo cree que podremos guar-
atrás esbozaba en su rostro una sonrisa. darla?
111
110
Los almuerzos con Krishnamurti

-Si la mantiene congelada, se conservará durante un mes,


poco más o menos -aventuré. Capítulo 7
A finales de junio, Krishnamurti salió hacia Europa para
asistir a su gira anual de charlas y discusiones en Suiza, Ingla-
ESPERANDO A KRISHNAJI
terra y la India, mientras yo permanecí en Ojai, ocupándome
de las necesidades culinarias del personal.
Entrantes
Ensalada verde mixta de hortalizas frescas,
aliñada con vinagreta o tahini
[pasta de semillas de sésamo].
Brotes de alfalfa y rábanos.
Tomates cherry y rebanadas de aguacate
con limón.

Primer plato
Batatas cocidas.
Sopa de nueve judías preparada con nueve
variedades diferentes de judías y legumbres,
cebolla, pimiento, apio, zanahorias,
perejil y cebolla tierna.
Hojas de espinacas frescas rehogadas
con un toque de aceite y ajo.

Postre
Tarta ligera de manzana, preparada con
manzanas ralladas, uvas y nueces,
endulzadas con miel y canela, un toque
de zumo de limón, cubiertas de una crema
de avena, harina, azúcar y mantequilla
y servida con una cucharada de nata.
Fruta fresca del tiempo.

112
Estábamos en 1978 y, durante los últimos meses, las tormen-
las procedentes del océano Pacífico habían azotado la costa de
California con una furia inusitadamente destructiva. Tierra aden-
tro, los barrancos y los cauces secos se habían convertido en
impetuosos torrentes que arrastraban consigo árboles, automó-
viles, casas y personas.
Sin embargo, aquella tarde concreta del mes de marzo, el cli-
ma era inusualmente sereno y las recientes lluvias habían des-
pejado la atmósfera, poniendo de relieve el colorido esplendor
del valle, y un pequeño grupo formado por síndicos y miem-
bros del personal se había reunido bajo el viejo pimentero de
Pine Cottage para dar la bienvenida a Krishnamurti. El árbol
tenía un gran tronco nudoso y arqueadas ramas que se dirigían
en todas direcciones, conformando una cúpula de encaje de ho-
jas verdes que filtraba los rayos del Sol. Centenares de abejas
zumbaban entre las diminutas flores blancas que colgaban en
ramilletes de las ramas, configurando una escena tan bucólica
que parecía la imagen misma de la paz.
Estábamos diez personas aguardando bajo el árbol situado
frente al garaje para dos coches del que salía un camino de
losetas que conducía hasta Pine Cottage. La casa en que Krish-
namurti había vivido desde 1992, cuyo nombre estaba inspira-
do en los pinos que antaño la rodeaban, se había reconstruido a
fondo durante el último año. Era una elegante construcción de
ladrillos de adobe encalados, con muchas y grandes ventanas.
Y, puesto que Mary Z. estaba a punto de abandonar su casa de
Malibú, Krishnamurti iba a fijar de nuevo su residencia en Pine

115
Los almuerzos con Krishnamurti
Esperando a Krishnaji
Cottage. Por una feliz coincidencia, acababan además de con-
cederle la residencia permanente en Estados Unidos, convir-
tiéndose así en un "extranjero residente" y en el poseedor tam- Luego puso lentamente los pies en el suelo y se levantó apo-
bién de una "carta verde". yándose en la puerta. Su mirada se fijó en el pequeño grupo
Algunos de los reunidos permanecían sentados sobre el mu- que se había congregado para darle la bienvenida -todos en po-
rete protector de piedra que rodeaba al pimentero, mientras el sición de firmes-, y se abrió un espacio infinitesimal de silen-
resto estábamos de pie o paseando por la curva de asfalto que se cio y de percepción directa entre nosotros, que se rompió súbi-
halla entre el árbol y el garaje. La cálida tarde discurría pláci- tamente cuando Krishnamurti, dándose cuenta del absurdo de
damente y la conversación fluía amable y relajadamente entre la situación, soltó una carcajada y preguntó:
nosotros. -¿Qué hacen ustedes ahí con un aspecto tan solemne? Como
Yo iba y venía por el camino de acceso, a cierta distancia de los el que regresa de una ensoñación, todos nos unimos entonces
demás, experimentando una curiosa mezcla de alegre excitación a sus risas, mientras él se acercaba rápidamente para
y de una gran calma interna, lo que no sólo se debía a que iba a estrecharnos la mano, intercambiar una palabras amables de
volver a ver a Krishnamurti, sino también a la novedosa y bienvenida e incluso besar galantemente la mano de una dama.
emocionante perspectiva de tener la oportunidad de convivir con Cuando finalmente llegó hasta mí, que ocupaba el último lugar
él durante tres meses al año. Prometía ser un gran cambio para de la fila, me miró atentamente de arriba abajo, como si estu-
mí y, muy probablemente, para toda la gente de la escuela y de la viera considerando mi estado de salud físico y mental y, estre-
Fundación. En mi caso, ello significaría tener la ocasión de verle a chándome la mano, me preguntó: -¿Cómo está usted,
diario durante los tres meses de primavera, puesto que tendría Michael?
que preparar los almuerzos diarios para él y sus invitados en A. Aquella sencilla pregunta despertó en mí una oleada de afec-
V., de modo que, durante aquel período, abandonaría lo y se me hizo un nudo en la garganta. Vibraba en su voz ese
provisionalmente mis otras obligaciones en la escuela. cariño sincero que sólo es posible hallar entre los amigos más
Los rayos del Sol que se filtraban a través de los árboles es- íntimos, y el hecho de que me hubiera llamado por mi nombre
taban empezando a inclinarse cuando oí el rumor de un motor de pila hacía aún más intenso este sentimiento de amistad.
acercándose, y un momento después el Mercedes gris apareció por -Gracias, Krishnaji -respondí-. Hemos estado muy ocupa-
el largo camino de acceso que atravesaba el huerto. Al ver el coche, dos preparándonos para su llegada. Es maravilloso verle y te-
todo el mundo dejó de hablar, los que estaban sentados se nerle de nuevo entre nosotros.
pusieron en pie y, de una manera instintiva, todos nos alineamos -Muy bien, señor -dijo, sacudiendo nuevamente mi mano.
ordenadamente formando una especie de guarda de honor. Cuando Luego se alejó, contemplando agradecido los diferentes macizos
el coche finalmente se detuvo frente al garaje, se abrió la de flores que adornaban el sendero y comentó:
portezuela del pasajero y allí estaba él, con un aspecto frágil y -Y ahora que la bienvenida ha concluido... -comentó insi-
delgado y elegantemente ataviado con traje y corbata. Sentí el nuando, de ese modo, que la ceremonia de recepción había ter-
fuerte impulso de sujetar la puerta y ayudarle a salir del coche, minado y que todos podíamos reanudar nuestras actividades.
pero conocía la firmeza con que solía rechazar cualquier ayuda en Pero lo cierto era exactamente lo contrario, porque su entrada en
la mayoría de las cuestiones relativas a su persona. escena transformaba profundamente el entramado de nuestras
116 vidas cotidianas y transformaba, a modo de un catalizador,
todos los ámbitos de nuestra experiencia.
117
Los almuerzos con Krishnamurti Esperando a Krishnaji

Mientras se dirigía a la casa por el camino de losas, contem- superando mi vergüenza, no pude sino sumarme a ellos, algo
plaba el paisaje que le rodeaba con los ojos excitados de un niño. que me resultó sumamente liberador.
-¡Qué lugar más hermoso! -exclamó con un sobrecogi-
miento festivo, deteniéndose para admirar los altos rosales que
crecían frente al porche techado. Las rosas rojas, amarillas y
rosadas florecían profusamente y, sosteniendo cuidadosamente Tener a Krishnamurti entre nosotros durante una larga tem-
con sus manos una que estaba abierta, aspiró su perfume. porada transformó por completo el ritmo y la calidad de nues-
Mientras uno de los profesores y yo llevábamos las pesadas tra vida en A.V., donde se preparaban y servían los almuerzos.
maletas desde el coche hasta la habitación de Krishnamurti y el El número de comensales variaba de un día a otro e iba desde
vestíbulo de la casa, él volvió a detenerse en el pequeño patio las doce personas los días laborables hasta las veinte o más los
que se hallaba frente a la puerta de color rojo en el que flore- fines de semana. En ciertas ocasiones también me encargué de
cían varios macizos de violetas, pensamientos y nomeolvides preparar alguna que otra cena, como cuando el doctor Bohm y
que contempló con una alegría manifiesta y tierna como si, en su esposa Saral venían de visita. Krishnamurti y Mary Z., sin
aquel mismo instante, estuviera comunicándose con ellas. embargo, solían cenar en Pine Cottage.
Cuando descendía yo las amplias escaleras de piedra de la Desde el mismo momento en que asumí mi responsabilidad
casa, le vi de pie ante las violetas, sumergido en su belleza. Me como jefe de cocina de A.V. estuve convencido de que era un
detuve junto a él y, después de contemplarlas un instante, co- observador y un participante en la gestación y apoteosis de una
menté: nueva cultura global. La gente que acudía a comer a A.V., tanto
-Son realmente hermosas, ¿verdad? Entonces se volvió y me las personas comunes como las ilustres, no lo hacían tanto
miró directamente, como si lo hiciera por vez primera y, atraídas por el hecho de compartir la comida, como por la filo-
dándome unas palmaditas amables y afectuosas en mi sofía y la presencia de Krishnamurti. Y es que la belleza del lu-
incipiente barriga, dijo con toda naturalidad: -Parece que ha gar, la comida y la conversación entre personas de ideas afínes
engordado un poco, Michael. Yo solía estar muy acomplejado se combinaban allí para crear un entorno muy especial.
por mi peso y, durante unos instantes, me sentí profundamente Las conversaciones siempre giraban en torno al amplio es-
avergonzado por su observación. Todavía estaba confundido pectro de la condición humana, con total soltura, pero sin caer
cuando me amonestó con un tono muy amable y despojado de nunca en la frivolidad ni en la superficialidad. Todo el mundo
toda censura: -Debería cuidar su peso, Michael. era libre para expresar su punto de vista y preguntar lo que qui-
-Es cierto -tartamudeé, excusándome-. Últimamente he siera y, exceptuando las groserías, no había agenda, expectati-
ganado algo de peso.
va ni tabú alguno. El foco de atención giraba obviamente, sin
Este comentario le provocó todavía más risas y, dándome una
que él lo pretendiera, en torno a Krishnamurti; y es que el efec-
cariñosa palmada en mi redondeado hombro, agregó: -Así que
to, ciertamente no buscado, de su presencia operaba como un
ha ganado algo de peso, ¿eh? Mary Z., que venía por el camino
fenómeno natural: igual que el viento que sopla de una deter-
y sin duda había oído nuestro intercambio de palabras,
minada dirección inclina las hierbas altas del verano en la di-
comenzó también a reírse y,
rección opuesta, así era el efecto que su personalidad tenía so-
bre nosotros.
118 119
Capítulo 8
A L M U E R Z O CON K R I S H N A J I

Entrantes
Ensalada verde crujiente aliñada
con vinagreta o salsa de roquefort.
Ensalada de tomate, alcaparras,
ajo y aceitunas machacadas.
Tabouli de cuscús, cebolla tierna, tomate,
perejil y menta frescos finamente picados,
condimentados con aceite de oliva
y zumo de limón.

Primer plato
Sopa minestrone con picatostes
y parmesano rallado.
Capellini con salsa de hojas frescas
de albahaca, aceite de oliva, piñones,
queso parmesano, ajo, sal y pimienta.
Espárragos verdes al vapor aderezados con
hierbas, aceite de oliva y zumo de limón.

Postre
Mousse de chocolate con galletas
de harina de avena.
Fruta fresca del tiempo.
Serían poco más de las ocho de una soleada mañana de sá-
ludo cuando entré en la cocina, dispuesto a preparar el almuer-
zo. La tarde anterior había ido de compras a varias tiendas de
Santa Bárbara y Ojai donde sabía que vendían productos bue-
nos y frescos. Solía elaborar los menús basándome en la ver-
dura y la fruta del tiempo, orgánica a ser posible, y también tra-
taba de equilibrar la misma cantidad de verdura cruda que de
verdura cocida. Aquella mañana había previsto tres ensaladas
diferentes, una de ellas era un plato árabe llamado tabouli; la
otra era una ensalada de tomate con aceitunas, ajo y albahaca
picados y aderezada con alcaparras, y la tercera era una simple
ensalada verde con dos posibles aliños.
El primer plato iba a ser sopa minestrone con picatostes y
parmesano rallado, puesto que a Krishnamurti le gustaban
mucho las sopas. También iba a hacer capellini con la máquina
de preparar pasta que alguien acababa de donar a la cocina,
servidos con salsa de albahaca fresca, aceite de oliva, piñones,
queso parmesano, un poco de ajo, sal y pimienta. Y todo ello
iba a verse complementado con deliciosos espárragos del
tiempo, al vapor y sazonados con hierbas y unas gotas de acei-
te de oliva y de zumo de limón, puesto que había renunciado a
servirlos con salsa holandesa, lo que hubiera sido demasiado
rico en grasas y colesterol. Para postre había mousse de cho-
colate, que tampoco era muy ligero ni bajo en calorías que
digamos.
Yo disfrutaba trabajando solo en la cocina, un entorno muy
luminoso y espacioso y en el que los utensilios quedaban bas-

123
Los almuerzos con Krishnamurti
Almuerzo con Krishnaji
tante a mano. Después de trabajar en silencio durante una hora
o dos, encendí la radio y sintonicé una emisora de música clá- Durante los primeros años de mi estancia en A.V. vivía en
sica (que, de vez en cuando, cambiaba para enterarme de las una pequeña habitación adosada a la cocina y solía aprovechar
últimas noticias sobre la situación mundial). Para mí, la cocina el tiempo libre entre limpiar la cocina y servir la comida para
se había convertido en una forma de danza, una coreografía de retirarme a la silenciosa semioscuridad de mi cuarto. Allí me
movimientos que giraban en torno a la mesa en la que trabaja- sentaba sobre un cojín con las piernas cruzadas a respirar pro-
ba y que ocupaba el centro. Desde allí me desplazaba hasta el funda y lentamente durante un rato, con la intención de vaciar
fregadero, los fogones, el frigorífico y la despensa, seleccionan- mi mente de las tensiones y preocupaciones acumuladas en las
do los distintos ingredientes y utensilios y entremezclándolos últimas horas y, tras haberme preparado internamente para el
al ritmo de la música. No era infrecuente, por tanto, que, cortan- encuentro con Krishnamurti y los invitados, iba a refrescarme
do y picando las verduras, entrase en un estado contemplativo al cuarto de baño. Pero, desde el momento en que me mudé a
en el que todo parecía discurrir a su ritmo y donde lo único la casita ubicada a unos pasos de la cocina, rara vez tuve la oca-
que tenía que hacer era observar cómo las cosas iban sucedién- sión de sumergirme en aquel espacio de sosiego puesto que
dose y los aromas iban combinándose por sí solos. desde allí no podía echar un vistazo a los fogones en los que
A eso de las once u once y media llegaron Alan y Helen para todavía estuviera cociéndose algo a fuego lento y controlar si-
echarme una mano, lo que no sólo aliviaba mi trabajo, sino que multáneamente la llegada de Krishnamurti. Aquel sábado, sin
también me proporcionaba la ocasión de aprender más de la embargo, fui a peinarme y a ponerme algo de colonia y, tras
experiencia de Alan, uno de los cocineros más innovadores del ponderar cuidadosamente mi aspecto frente al espejo, decidí
Sur de California, que respondía solícitamente a todas mis pre- cambiarme la camisa.
guntas y me ofrecía excelentes consejos prácticos, sin asumir Aunque me cruzara varias veces al día con Krishnamurti,
jamás una actitud de superioridad. cada nueva ocasión era, para mí, un momento muy especial. En
Aunque era sábado, sólo catorce personas me habían notificado cierto sentido entrar en contacto con él era un reto que elevaba
su presencia al almuerzo. Cuando, a la una en punto, todo mi nivel de energía y agudizaba mi percepción. El hecho de
estuvo preparado, Alan y Helen fueron al cuarto de estar para que su presencia fuese tan completa transmitía una sensación
unirse a los demás invitados, mientras yo me quedaba limpiando de frescura tan sorprendente como el comienzo de un nuevo
y recogiendo los utensilios y la encimera y barriendo el suelo, día, y nada parecía poder prepararle a uno para la intensa rea-
para dejar la cocina lo más vacía y limpia posible. Éste era,
lidad de ese momento.
para mí, un momento muy especial en el que experimentaba
una irrupción de energía y una agradable sensación de libertad: Luego regresé a la cocina y comprobé el estado de los fogo-
el momento en que todo estaba a punto. Además, a un nivel nes. Todo parecía estar en orden. Después apagué la radio y la
mental y emocional sabía que faltaba ya poca para lo que yo guardé en su sitio. La hora oficial del almuerzo era la una en
denominaba "la entrada", es decir, el momento cúspide del día, punto, pero Krishnamurti y Mary Z. rara vez aparecían antes de
que solía girar en torno a la una y media de la tarde, en el que la una y media y, pese a la puntualidad que mostraba la mayo-
Krishnamurti llegaba para almorzar; lo sabía y, de algún modo, ría de los invitados, nadie parecía molestarse por aquel tiempo
me preparaba para ello. de espera.
Mientras sacaba las ensaladas del frigorífico oí a Krishna-
124 murti y a Mary Z. frente a la puerta mosquitera y, echando un

125
Los almuerzos con Krishnamurti
Almuerzo con Krishnaji
vistazo al reloj que se hallaba encima del refrigerador, vi que era la
manecía en silencio a mi lado observándome. Dada la considerable
una y cuarto, algo más pronto de lo habitual. Entonces advertí a
diferencia de talla, sería un milagro si podía llegar a usar .alguna de
Krishnamurti junto a la puerta, haciendo malabaris-mos para abrirla
ellas, pero resultó que muchas habían sido confec-cionadas en la
con una mano mientras, en la otra, llevaba una pila de ropa
India y tenían un corte bastante amplio, hasta el punto de que
pulcramente plegada, seguido de Mary Z. que, cargada con dos
algunas eran los fucientemente grandes.
garrafas vacías de plástico, le decía: -Por favor, señor, permítame
Además de las camisas, había un bundi, un chaleco indio sin
que le abra la puerta. Pero él hizo caso omiso de aquella súplica y
mangas ni botones cortado con gran elegancia y de un tacto muy
siguió observando sus propios movimientos con suma atención. La
agradable. Probándomelo, comenté entusiasmado:
puerta era automática y, para abrirla, era necesario darle un fuerte
-Éste me queda bien, señor. Me parece realmente muy bonito. ¿De
tirón.
-No, no, María. Deje que lo haga yo. Usted tiene las manos qué está hecho? -Es seda cruda. -Muchas gracias, Krishnaji.
ocupadas. -No hay de qué -respondió serenamente, señalando entonces hacia
-Buenos días, Krishnaji. Buenos días, Mary -saludé, empujando un par de libros que se hallaban entre la pila de ropa. -También hay
cuidadosamente la puerta desde el interior. alguna novela policíaca que quizás usted todavía no haya leído.
-Buenos días, Michael -respondió Krishnamurti, mirándome Mientras echaba un vistazo a los títulos y a los comentarios de
brevemente y sorteándome con cuidado. -Buenas tardes -corrigió la contraportada, Krishnamurti se dirigió al otro lado de la cocina y
entonces Mary Z. Por alguna razón que todavía se me escapa, yo le empezó a llenar una de las garrafas vacías. De espaldas a mí frente
saludaba con un "Buenos días" y él me respondía del mismo modo, al gran dispensador de agua me pareció extrañamente vulnerable.
aunque ya hubiera pasado el mediodía. Estaba muy atento a lo que hacía: con una mano sostenía la garrafa
-Permítame -dije a Mary Z., señalando el par de garrafas. -Sí, muchas cerca del grifo, mientras presionaba la palanca con la otra. Estaba
gracias -respondió ella, con una sonrisa y, después de pasarme los muy cerca del dispensador, observando fijamente cómo el agua
dos envases, se dirigió hacía la vidriera del patio que conducía al pasaba borboteando desde el dispensador hasta la garrafa. De
cuarto de estar. repente recordé una pregunta que quería hacerle y me acerqué a él,
Mientras yo colocaba las garrafas vacías en la mesa junto al pero me quedé en silencio observándole hasta que terminase,
dispensador de agua, Krishnamurti depositó la pila de ropa sobre la porque no quería desviar su atención.
encimera, asegurando de que ésta estaba limpia.
Cuando la garrafa estuvo llena, juzgó mal el momento de cerrar
-Aquí tiene algunas camisas, señor. Están limpias. Mire si le
la espita y lo hizo un segundo más tai-de de la cuenta, con lo cual
gusta alguna y, en caso contrario, déselas a alguien -dijo, con un
se derramaron unas cuantas gotas en el suelo. Entonces dio un paso
gesto de cierto desdén. Para mí fue un gran honor que me ofreciera
hacia atrás a la velocidad del relámpago para evitar mojarse y
su ropa. Estaba casi nueva, inmaculadamente limpia y planchada,
exclamó:
con toda probabilidad por Mary Z., que se ocupaba de lavar la ropa
-¡Vaya, lo siento mucho! Se me ha caído un poco de agua.
mientras ambos vivían en Pine Cottage.
Ahora mismo lo limpiaré, señor.
Dándole sinceramente las gracias, me dispuse a examinar las
camisas para ver si alguna podía servirme, mientras él per-
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126
Los almuerzos con Krishnamurti

No sólo parecía disgustado por su breve falta de atención,


sino también enfadado consigo mismo por haber derramado el Almuerzo con Krishnaji
agua. Me apresuré a coger varías toallas de papel, diciendo: la mesa de arce de la cocina, entornó los párpados, antes de
responder:
-No se preocupe, Krishnaji. Ya me encargo yo.
-El cuerpo simplemente no tiene hambre; hicimos una prue-
-No, lo limpiaré yo, señor -insistió. ba al respecto. Durante toda una semana no comí nada. Sólo
Pero yo ya estaba agachado secando el suelo. lomé un poco de agua.
-Ya está casi listo, señor. -¿Y no tuvo ninguna sensación de hambre, ni siquiera al
comienzo?
Sólo entonces se resignó a verme fregar las últimas gotítas. -No hubo ninguna sensación de hambre, aunque uno sintiera
-Muy bien, señor, muchas gracias. que el cuerpo estaba cada vez más débil. Finalmente tuve que
Cuando hubo llenado la segunda garrafa con sumo cuidado comer algo porque, de otro modo... -dijo, completando la liase
y sin derramar ni una sola gota, me dispuse finalmente a for-
mularle la pregunta: con un gesto desdeñoso, como si indicara con él que el cuerpo
-¿Podría hacerle una pregunta, Krishnaji? Como había advertido simplemente se habría desvanecido. Luego agregó, con la
en ocasiones anteriores, su conducta y el campo energético que le seriedad inocente que le caracterizaba-: Sabe usted, señor -
rodeaba experimentaban un cambio súbito cuando se le hacía una prosiguió cogiendo ligeramente, en un gesto muy suyo, mi
pregunta seria. Un momento antes estaba tranquilo y relajado -a codo con su mano-, que hemos experimentado con todo tipo de
pesar del pequeño contratiempo-y, un instante después, parecía cosas, desenvolverme con los ojos vendados durante toda una
recogido sobre sí mismo y su atención a lo que iba a preguntarle semana, o estar en completo silencio sin hablar absolutamente
era tan completa que resultaba algo extraordinario de observar. con nadie durante varios días. -¿Pero para qué hacía usted todo
Sus ojos mostraron un claro resplandor y se fijaron en mí con eso? -Sólo quería saber cómo era -respondió, riendo- no
una alerta pasiva, dispuesto a responder a la más profunda de las hablar, escuchar, sólo escuchar. Sólo por diversión. O saber
preguntas que pudieran hacérsele. Pero hete aquí-una vez más- cómo es ser ciego.
que mi pregunta era más personal que investigadora y no parecía -¿Y cómo se sintió?
cuadrar mucho con su serena vivacidad. -Continúe, señor. -El resto de los sentidos se vuelven mucho más sensibles.
-Krishnaji, cuando ayer vino usted a almorzar y le pregunté El tacto y el oído, por ejemplo, se agudizan mucho, hasta el
si tenía hambre, me respondió que nunca tiene hambre... no punto de poder escuchar el más leve de los sonidos. También
sé si se acuerda... podía sentir la proximidad de un objeto, de una mesa o de una
-Sí, así es. silla, por ejemplo, a una distancia de unos pocos centímetros -
-¿Quiere eso decir que nunca experimenta la sensación de
hambre? indicó, moviendo con un leve temblor la punta de sus finos
Entonces pareció como si redujera súbitamente la marcha dedos e indicando, de ese modo, el aumento de la sensibilidad
de su cerebro, que había preparado para ir a toda velocidad y, del tacto.
apoyándose con cuidado con una mano sobre la superficie de -Pero todo eso ocurrió hace ya muchos años. En aquel momento
escuchamos un extraño ruido procedente de la puerta mosquitera
128 de la cocina,
-¿Qué es eso, señor? -preguntó Krishnamurti.
129
Los almuerzos con Krishnamurti
Almuerzo con Krishnaji

-Mire, Krishnaji -dije, cuando llegué a la puerta-, es el de los sillones, una maniobra que, desde que se pilló la cola con
gato. -Entonces él se acercó y juntos contemplamos el espec- la puerta, sólo se atrevía a ejecutar con cierta reticencia.
táculo. Un gato gris atigrado estaba de pie sobre sus cuartos
Krishnamurti mostraba un gran cariño y fascinación por los
traseros, arqueando el cuerpo peludo contra la mosquitera y
animales, tanto salvajes como domésticos y, de vez en cuando,
arañando, con las garras desenfundadas, la fina malla, lo que
disfrutaba relatándonos historias de encuentros con animales
causaba un ruido disonante que crispaba los nervios. Al mismo
tiempo, el gato movía de un lado a otro su bigotuda cabeza en- salvajes.
tre las patas delanteras, mirándonos fijamente desde la distan- -Parece que quiere comer -dijo-. Déjela entrar.
cia con sus brillantes ojos verdes muy abiertos y sin dejar de Apenas entreabrí la puerta mosquitera, el gato entró en la
maullar lastimeramente. cocina, irguiendo su curiosa cola encorvada y ladeándola has-
-Es la gata -dijo Krishnamurti, riéndose-, y parece que la rozar su espalda. Entonces brincó hacia Krishnamurti y, res-
quiere entrar. negándose entre sus piernas, le miró con ojos solícitos, al tiem-
Era, de hecho, Alejandro Marengo, el gato casero de A.V. po que maullaba.
Poco después de que, en 1975, hubiéramos puesto en marcha -Parece que la gata tiene hambre -diagnosticó Krishnamur-
la escuela de A. V., este gato viejo y castrado se había plantado li, inclinándose hasta acariciar su lomo con la yema de los de-
en la puerta de la cocina, negándose a marchar. Era un gato do- dos, lo que le hizo ronronear de inmediato.
méstico muy afectuoso con los seres humanos que, sin embar- -Es un gato, Krishnaji -puntualicé, como había hecho ya
go, no dejaba que nadie se entrometiera en su terreno y que varias veces antes-. Ya le he dado de comer esta mañana y to-
nuestros vecinos desconocían. Permitía que todo el mundo le davía queda bastante comida en su plato.
cogiese y reaccionaba a cualquier mimo ronroneando, arquean- Pero yo sabía, obviamente, que a Alejandro le gustaban los
do la espalda y moviendo su curvada cola. Uno de los primeros cuidados de los seres humanos, como si quisiera tener una re-
alumnos de la escuela de Oak Grove le había bautizado con el lación personal con cada uno de ellos. Ignorando mi comenta-
nombre de Alejandro, un nombre que posteriormente uno de rio, Krishnamurti insistió:
los síndicos acabó convirtiendo en Alejandro Marengo, aunque -Vamos, dele algo, señor.
él sólo respondía a la llamada de "minino-minino-minino", so- La relación de Krishnamurti con los animales era tal que
bre todo cuando era pronunciado con un elevado tono de voz. parecía eclipsar momentáneamente el reino de los seres huma-
Pero su inusual búsqueda de la compañía humana sólo era nos. Entonces saqué un poco de queso del frigorífico, lo corté
equiparable a la aversión que mostraba hacia el resto de los en pedacitos y lo coloqué en la mesa que se hallaba junto a
gatos, a los que aterrorizaba o eludía. Más de una vez le vimos Krishnamurti.
persiguiendo perros mucho más grandes que él. Otras veces -Quizás quiera usted darle un poco de queso. Le gusta
mostraba unas habilidades y una comprensión extraordinarias. mucho.
Cuando quería salir, por ejemplo, se ponía en pie sobre sus -Ven aquí, minino, ven aquí -dijo Krishnamurti, tomando
patas traseras y golpeaba con las delanteras el pomo de la uno de los pedazos y acercándoselo al gato.
puerta, o empujaba la puerta batiente hasta conseguir pasar de Alejandro se levantó entonces sobre las patas traseras y co-
la cocina al cuarto de estar, donde le gustaba aovillarse en uno gió cuidadosamente el pedazo de queso con sus patas y dien-
tes, tratando de no lastimar la mano que le daba de comer. Lue-
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Los almuerzos con Krishnamurti Almuerzo con Krishnaji

go nos colocamos en cuclillas para observar al gato que masti- Entonces cogí un par de manoplas de cocina que se halla-
caba felinamente el queso. Después de haberlo devorado se ce- ban colgadas junto al estante de las especias y se las pasé a
pilló los bigotes varias veces, se lamió el morro y, espoleado Krishnamurti diciendo:
por el súbito recuerdo del placer, nos contempló dispuesto, evi- -Use esto, señor.
dentemente, a comer más. Con la ayuda de las manoplas levantó delicadamente la tapa
-Parece que quiera repetir -dijo Krishnamurti, colocando el y echó un vistazo al interior de la olla, manteniendo cuidadosa-
resto del queso en el suelo, frente al gato. mente la cabeza alejada de la nube de vapor.
Mientras estuvimos observando al gato me di cuenta de la -Vaya, es sopa -afirmó, volviéndola a tapar-. ¿Qué tipo de
gran quietud que envolvía a Krishnamurti ya que, mientras le sopa es, señor?
contemplaba, parecía que fuese lo único que existía en el mun- -Es sopa minestrones Krishnaji.
do. Yo también me quedé muy quieto y, durante unos breves -Ah, minestre -respondió él, con una entonación italiana.
instantes en los que sólo se escuchaba el sonido del masticar A Krishnamurti le gustaba Italia, su cocina y su cultura. Había
del gato, el hecho de que hubiera una docena de invitados es- pasado algún tiempo allí y tenía bastantes conocimientos de
perando en la sala de estar el momento de la comida pareció italiano.
haberse desvanecido por completo de mi mente. -¿Y qué más tenemos para almorzar? -inquirió.
Después de limpiarse cuidadosamente los bigotes, de dar -Bien, señor -comencé-, además de la sopa y de las ensala-
un gran bostezo gatuno y de saludar moviendo una vez más su das, también tenemos capellini con pesto di Genoa y espárra-
curvada cola, Alejandro Marengo se dirigió orgullosamente gos al vapor.
hacia el plato de agua y comida que se hallaban debajo del fre- -Capelli di angelí -repitió relamiéndose, como si los soni-
gadero. dos resbalasen por su lengua.
-¡Qué cola tan curiosa! -exclamó Krishnamurti. Mientras yo colocaba un pedazo de mantequilla en un man-
Siguiendo al gato, esperé que tomase un sorbo de agua an- tequillero de porcelana, Krishnamurti se acercó a la pared que
tes de abrirle la puerta.
se hallaba junto a la puerta mosquitera, en la que colgaba un
Entretanto, Krishnamurti se acercó a los fogones. calendario, junto a varios ganchos para colocar las llaves del
-¿Qué tenemos hoy para comer, Michael? -preguntó enton- cuarto de herramientas y del garaje y un gran póster que al-
ces, acercando la mano a la tapa de la cazuela. guien había donado a A. V. y que yo había clavado con chinche-
-¡Vaya con cuidado, Krishnaji! -le advertí-. Está muy ca- tas en la única zona que quedaba libre en la pared. Un gran ti-
liente.
tular proclamaba "Las leyes de Murphy", bajo el cual rezaba
Su mano se detuvo entonces a medio camino y, rozando le-
una definición que decía: «Todo lo que pueda salir mal saldrá
vemente el asa de la olla con la punta de los dedos, la retiró rá-
mal». El póster estaba gráficamente ilustrado por una fotogra-
pidamente. Luego se volvió hacia mí, mientras sus rasgados ojos
fía central en blanco y negro de un Ford T, destartalado y roto,
oscuros, sombreados por sus largas pestañas, se abrieron com-
pletamente con una traviesa mirada salpicada también de una medio hundido en el barro. El conductor, ataviado con un
expresión de inocente sorpresa. anticuado traje de chófer, se hallaba hundido hasta las rodillas
-¡Por Júpiter! -exclamó- ¡Sí que está caliente! en el barro junto a su coche, contemplando impotente el desas-
tre y rascándose la cabeza. El resto del póster consistía en una

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Los almuerzos con Krishnamurti Almuerzo con Krishnaji

compilación de cincuenta comentarios muy agudos -que entre- -¿Es aquí donde va? -preguntó.
mezclaban la comprensión, el chiste y el absurdo- sobre las ironías -Sí, muchas gracias, señor -respondí, mientras me disponía a
de la vida. Aunque el póster llevara ya un tiempo allí y no fuera la traer las cosas que todavía quedaban en la cocina y le dejaba
primera vez que lo viese, Krishnamurti se detuvo una vez más contemplando en silencio el escenario del almuerzo.
frente a él y rompió a reír ante uno de los aforismos. -Hoy no seremos muchos -observó-. ¿Está ya todo listo? ¿Puedo
-¿Cuál es el que le parece tan gracioso, Krishnaji? -le pregunté llamarles?
entonces, aproximándome.
-Por favor, Krishnaji -respondí-. Si es usted tan amable.
-«Todo lo que me gusta es ilegal, inmoral o engorda» -leyó, Durante el primer año o dos, yo solía tocar una campanilla de
riéndose hasta que se le saltaron las lágrimas-. Me parece muy
latón para convocar a los invitados a la mesa. Se trataba de un
ingenioso.
elemento decorativo con el que se adorna a los elefantes indios para
Yo me uní de buen grado a sus risas, porque era verdadera
los desfiles festivos, pero había desaparecido. En consecuencia, yo
mente reconfortante reírse con él de la tragicomedia humana
había asumido el papel de mayordomo, acercándome a los
-¿Y qué le parece este otro, Krishnaji? -dije, señalándoselo
comensales congregados en el cuarto de estar y proclamando
Él lo leyó atentamente y soltó una risa ahogada, antes de in
estentóreamente que el almuerzo estaba servido, un anuncio que
dicarme otro que le parecía especialmente hilarante.
usualmente era recibido con el silencio estupefacto de los presentes
Así seguimos un buen rato frente al póster, riéndonos de la
que, tras una pequeña pausa, retomaban con toda naturalidad sus
ironías y de los absurdos de la vida y quizá también, implícita
conversaciones. A menudo me sentía frustrado y tenía que repetir
mente, de nosotros mismos. En momentos como aquellos, 1
una segunda invitación verbal mucho más amable para que los
sensación de amistad sin reservas que mostraba era conmovedora y
invitados fueran a colocarse en fila en el buffet de autoservicio. Las
resulta inolvidable.
cosas eran mucho más eficaces cuando el mismo Krishnamurti era
-¿Está todo listo, señor? -preguntó entonces.
el que se encargaba de avisar que el almuerzo estaba ya listo.
-Creo que sí, señor -respondí, comprobando si los espárragos
Yo me quedé junto a la puerta batiente, contemplando cómo
estaban a punto. Los había puesto al vapor, y era importante que no
atravesaba lenta y casi tímidamente el comedor y se acercaba a los
estuvieran demasiado hechos. Después de sacar el manojo con unas
invitados que aguardaban descansando en el sofá o charlando en
pinzas de cocina y de desatar el cordel que los sujetaba, los
grupos. Al advertir su presencia, el ruido descendió de inmediato y,
coloqué en una bandeja de cerámica.
durante unos instantes se hizo el silencio, hasta que finalmente se
-¿Puedo llevar algo?
inclinó ante varias de las mujeres anunciando, con serena dignidad,
-¿Podría, si no le importa, llevar la olla de sopa?
«Madame est servie», una representación excelente que no hubiera
Krishnamurti cogió entonces con cuidado la cazuela de acero
mejorado ni el más solícito de los mayordomos. Todo el mundo se
inoxidable con las manoplas y se acercó a la puerta batiente, que yo
levantó entonces para seguir prontamente la invitación de ir a la
mantuve abierta para que pudiera pasar. Ese día comíamos dentro,
mesa. Pero otro embotellamiento acechaba amenazadoramente en
puesto que Krishnamurti lo prefería así. Luego colocó
los estrechos pasillos que rodeaban la mesa del almuerzo, puesto
cuidadosamente la olla junto a la pila de tazones que se hallaban
que todo el mundo se mostraba tan cortés que insistía, yendo de
sobre la sólida mesa redonda en el área de servir aneja al comedor.
aquí para allá, en
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Los almuerzos con Krishnamurti Almuerzo con Krishnaji

que los demás pasaran delante. Con una risa silenciosa, Krish- Ése era un juego, que combinaba la seriedad con el humor, que
namurti insinuó entonces: «Las señoras primero», pero el problema repetimos, con leves variantes, decenas de veces en los úl-Iirnos
siguió sin resolverse porque, una vez agrupadas delante, ninguna años. Pero, por más extraño que pueda parecer, jamás me pareció
de las mujeres parecía estar dispuesta a asumir la pesada carga de nada mecánico, sino que tenía una cualidad cautivadora y me
ser la primera en servirse pero, tras unas embarazosas protestas, recordaba la historia de El Principito de Saint-Exupéry
una de las responsables consiguió que una invitada especial domesticando al pequeño zorro, en la que yo, obviamente, de-
acabase dando el primer paso. sempeñaba este último papel.
Entretanto, yo me había colocado al final de la cola, detrás de Todo el mundo se hallaba ya sentado cuando Krishnamurti y yo
Krishnamurti, que tenía cogido por el brazo al director de la nos acercamos a la mesa de servir. Yo iba detrás de él, dispuesto a
escuela que, con una gran sonrisa, le decía: «Por favor, Krishnaji, proporcionarle la información que frecuentemente me pedía. El
usted primero», mientras éste insistía con firmeza, tratando de sostenía su plato con ambas manos, deteniéndose ante cada una de
convencer al otro: «No señor, pase usted». las fuentes y echando un vistazo al contenido antes de servirse.
El director acabó doblegándose, porque sabía muy bien que -¿Qué es esto, señor? -me preguntó.
Krishnamurti era inflexible en este punto, aun ante los recién -Se llama tabouli, Krishnaji -expliqué-. Está hecho con cuscús,
llegados ocasionales. Por lo que yo sabía, Krishnamurti sólo se es decir, sémola de trigo búlgaro precocinado, con mucho perejil y
comportaba de ese modo en Ojai, tal vez porque se hallaba en un menta frescos picados, cebolla tierna y tomates, y condimentado
grupo más pequeño e íntimo de amigos. con aceite de oliva y zumo de limón.
Yo observaba en silencio la conversación que, sobre la escuela Se irguió y escuchó atentamente la receta y, cuando concluí,
de Oak Grove, mantenían Krishnamurti y el director cuando, en un abrió los ojos con alegre admiración y comentó divertido:
determinado momento, aquél se tornó consciente de mi presencia -Lo voy a probar, señor.
detrás de él y, dándose la vuelta, me cogió del brazo y me rogó con Después de servirse un par de grandes cucharadas en su plato,
toda seriedad: «Por favor, señor, pase usted primero». procedió a servirse pequeñas porciones de las demás bandejas. Al
Yo le miré con ternura, porque me daba perfecta cuenta de que ver que sólo quedaba un poco de pasta, varios espárragos y unas
no se trataba de un gesto convencional, sino que era su modestia pocas cucharadas de sopa, se giró vacilante y me dijo:
natural la que le llevaba a pensar primero en los demás. -Apenas queda nada, Michael.
-Lo siento, Krishnaji -objeté con una risa embarazada-. Yo debo -Pero Krishnaji, nosotros somos los últimos de la cola. ¿No cree
ser el último. Después de todo, he preparado la comida y el usted que habrá suficiente para los dos? -respondí, un tanto a la
cocinero tiene que ser el último en servirse. Es casi una tradición defensiva.
culinaria. -Me parece, señor -insistió-, que se ha quedado usted más bien
Se quedó mirándome con su peculiar sonrisa escéptica. corto.
-Lo mismo sucede en las casas, ¿no es así? -repliqué entonces -Pero Krishnaji -protesté-, yo trato de preparar lo justo, para que
enfáticamente-. Además es lógico; me parece que tiene sentido. sobre lo menos posible y no acabemos desperdiciando la comida.
-Pues muy bien, señor, usted será el último -concluyó, avi-
niéndose a la fuerza de mis argumentos.

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Los almuerzos con Krishnamurti
Almuerzo con Krishnaji
-Bien, señor, pero convendrá conmigo en que, en esta oca-
sión, se ha quedado corto -y con una sonrisa tranquilizadora, Al oírlo, su rostro se iluminó con un placer casi infantil.
después de servirse unos pocos espárragos agregó-: «¡Es usted -¡Qué bien! Luego tomaré unas pocas.
un cocinero increíble!». Dejó su plato junto a la sopera y, tomando un tazón, se sir-
Por lo que había podido observar, Krishnamurti eludía cual- vió un poco de sopa con el cucharón, anunciando con entusias-
quier alabanza a su persona y jamás alababa a nadie. Y, puesto mo «Minestre» y, espolvoreando por encima un poco de queso
que yo no sabía cómo tomarme su último comentario, le con- parmesano rallado, agregó cariñosamente, «con parmigiano».
templé inquisitivamente y llegué a la conclusión de que no te- -C'é bene -repliqué con mi mejor italiano, que él corrigió
nía la menor carga irónica. inmediatamente diciendo:
-¿Qué es esto, Michael? -preguntó a continuación, dete- -C'é buono.
niéndose en la mesita en la que estaban la fruta y el postre. -Es -Ah, sí-admití-, buono, adjetivo.
el postre, Krishnaji, mousse de chocolate. Ante la mera -Ahora vendré a por el resto -dijo, señalando con la cabeza
mención de la palabra "chocolate", su rostro asumió una el tazón de sopa, mientras llevaba su plato a la mesa, donde los
expresión alarmada de disgusto. -Esto no lo probaré -declaró. demás invitados ya habían empezado a comer.
Yo ya me había dado cuenta de que él evitaba el chocolate y
cualquier cosa que lo contuviera, pero nunca había entendido -Yo mismo se lo llevaré, señor.
las razones de aquella aversión. -¿No le gusta el chocolate, Este tipo de cosas me proporcionaba una secreta satisfac-
señor? ción. Aun el hecho de hacer el más minúsculo servicio -solici-
-Ya sabe, señor, es una droga, un estimulante. Y además es tado o no por él- era, para mí, una fuente de alegría. Así que le
demasiado rico en aceites, en azúcar, etcétera -respondió, mien- llevé el tazón de sopa y lo coloqué ante él que, contemplándo-
tras un respingo de disgusto ensombreció por un instante sus me serenamente, dijo: «Gracias, señor».
bondadosos rasgos. La conversación del almuerzo fue muy animada y giró en
Me sorprendió que considerase el chocolate como una dro- torno a la situación política mundial y las diferentes actitudes
ga, puesto que yo era un fanático del chocolate; aunque sí ha- culturales hacia la relación entre el hombre y la mujer. A ve-
bía leído que tenía propiedades estimulantes ya que, según se ces parecía que Krishnamurti sostenía, a ese respecto, una vi-
decía, activaba una secreción hormonal semejante a la que sión sumamente victoriana, aunque también era evidente que,
produce el cerebro de la persona enamorada. Por ello, sin re- lejos de condenar el sexo, sólo desaprobaba el alarde que se
nunciar a la porción de mousse que acababa de servirme, res- hacía de él y su explotación.
pondí cautelosamente: «Ya entiendo». En aquella ocasión hablamos de la costumbre intercultural
Conociendo sus pocas simpatías por el chocolate, yo había de algunos sacerdotes, tanto monjas como monjes, de eludir
previsto también otro postre alternativo. cualquier contacto íntimo con el sexo contrario asumiendo el
-Pero también he cocinado galletas de harina de avena, es voto de castidad, una tradición cuyo significado Krishnamurti
decir, biscuits -me corregí a mí mismo, adoptando el término
británico que él solía utilizar. cuestionó del siguiente modo:
-Yo dudo -comentó al síndico que se hallaba sentado frente
a él- que el celibato tenga algo que ver con la vida auténtica-
mente religiosa. ¡Asumen el voto de castidad... pero interna-
mente están ardiendo de frustración y de deseo! El hecho de
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Los almuerzos con Krishnamurti
reprimir y de no contemplar nunca una mujer ni un rostro her-
moso me parece que no tiene nada que ver con la mente real-
mente religiosa.
-Me gustaría -prosiguió, tras una pausa después de esta úl- Capítulo 9 ¡QUÉ
tima afirmación, más bien enfática y apasionada- contarles
una preciosa anécdota a este respecto. Había una vez en la In- NOVEDADES HAY, S E Ñ O R ?
dia un par de monjes que iban de una aldea a otra pidiendo
limosna. Un buen día se encontraron con una joven que estaba
llorando a orillas del río. Uno de los monjes se acercó entonces
a ella y le preguntó:
-¿Por qué estás llorando, hermana? -¿Ve esa casa que está al Entrantes
otro lado del río?-respondió ella-Ahí es donde vivo. Esta mañana
temprano he vadeado el río sin ningún problema, pero ahora el Ensalada mixta de lechuga, col lombarda,
caudal ha subido y no puedo regresar ni tampoco hay bote que brotes y tomates cherry, aliñada con aceite
pueda cruzarme al otro lado. -No te preocupes -replicó el monje-. y vinagre o con tahini.
Yo te ayudaré. Y, subiéndola a sus espaldas, la condujo sana y Ensalada de calabacín y remolacha rallados
salva a la otra orilla. Luego los dos monjes siguieron su camino con un poco de zumo
hacia la siguiente aldea. Llevaban varias horas caminando en y de ralladura de naranja.
silencio cuando, repentinamente, el segundo monje dijo: Primer plato
-Hermano, debo decirle que ha cometido usted un pecado
terrible, porque nosotros hemos hecho voto de castidad, de no Patatas al horno con cominos.
tocar jamás a una mujer. ¿No ha sentido un placer y una sensa- Pastel de queso suizo preparado con galletas
ción muy intensos cuando ha tocado a esa muchacha? saladas, mostaza, cebolla tierna, perejil,
-Yo hace ya un par de horas que la he dejado -respondió emmenthal rallado, huevos y nata agria.
entonces el primer monje-, pero usted parece que todavía la
lleva consigo. Coliflor, zanahoria y guisantes al vapor,
-¿Entienden ustedes la historia? adornados con perejil
Todos rompimos entonces a reír a carcajadas, mientras Krish- y aceitunas machacadas.
namurti nos contemplaba muy seriamente.
Postre
Crema de albaricoque preparada
con albaricoques secos macerados en agua
y mezclados con nata y vainilla.
Fruta fresca del tiempo.

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La primavera de 1978 tuve la oportunidad de asistir en cali-
dad de invitado durante varias semanas a unas cuantas sesiones
de diálogo con Krishnamurti que congregaron en la gran sala de
estar de Pine Cottage a los síndicos de la Fundación, al personal
de la escuela de Oak Grove y a algunos padres y voluntarios. Se
trataba de una sala muy espaciosa y adecuada para el diálogo,
puesto que los grandes ventanales, la puerta acrístalada y la hi-
lera de tragaluces ubicada a uno de los lados del techo permití-
an que la luz del día entrara a raudales. Además, las paredes, el
lecho y las vigas en abanico que configuraban la parte superior
de la habitación estaban pintadas de blanco y el suelo también
estaba embaldosado de losetas blancas italianas adornadas con
un delicado diseño floral. Los sillones, los sotas y las mesitas
con lámparas y floreros estaban dispuestos en torno a una gran
chimenea con hogar de roca natural. Había varios estantes con
libros, algunas pinturas modernas de colores pastel y un par de
dorados querubines barrocos sujetando pantallas de luz, varias
macetas y un gran fícus ornamental que proporcionaba a la sala
un toque de vida. Era un lugar de una elegancia sencilla pero
exquisita, bien ventilado y claro en el que cabían perfectamen-
le cincuenta personas sin que pareciera estar atestado. Allí nos
reuníamos para investigar junto a Krishnamurti las cuestiones
más serias de nuestra vida cotidiana, el modo en que percibía-
mos, pensábamos y actuábamos y el modo también en que en-
señábamos a los niños cuya educación se nos había confiado.
Durante todos aquellos diálogos, él repitió en varias ocasio-
nes la expresión la mente de los océanos, una frase que llamó

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Los almuerzos con Krishnamurti ¿Qué novedades hay, señor?

mi atención. Me llevó algún tiempo darme cuenta de que se re A finales de los setenta, los principales actores del esce-
feria a la gran diversidad de formas de vida mamífera que exis nario mundial seguían siendo las dos superpotencias, es decir,
te en los océanos. Se trataba, de hecho, del título de un libro3 que Estados Unidos y la Unión Soviética, y aunque la "guerra fría"
Krishnamurti acababa de leer y que le había fascinado por sus se hubiera visto oficialmente reemplazada por la política de la
vividas descripciones de la inteligencia de los cetáceos, tan se- "distensión", todavía mantenían posturas irreconciliables. Jimmy
mejante aparentemente a la nuestra. Era como si hubiese des- Carter acababa de prestar juramento como presidente de Esta-
cubierto un ámbito de la vida completamente nuevo, y estaba dos Unidos, algo que la mayor parte de los comensales con-
muy interesado por los documentales, las fotografías y los rela- lemplaba positivamente. En cierta ocasión en que estábamos
tos de los delfines y de las ballenas. Por ese mismo motivo, tam- hablando de cómo el nuevo presidente americano podría lle-
bién se mostraba consternado ante las atrocidades cometidas por varse bien con el líder soviético Leónidas Brezhnev, Krishna-
el ser humano con los cachorros de foca, las ballenas y otras cria- inurti nos pidió permiso para contar un chiste. Entonces todos
turas acuáticas. Cada vez que arremetía verbal mente contra esas nosotros guardamos silencio y dirigimos hacia él nuestra aten-
barbaridades, su voz se teñía de auténtico dolor, y su rostro pa- ción, dispuestos a escucharle.
recía reflejar el enorme sufrimiento que el género humano in- -En la época en que Nixon todavía era presidente -comen-
flige al resto de las criaturas, a su entorno natural y a sí mismo. zó Krishnamurti, con una sonrisa-, un buen día Brezhnev lla-
Además de la mente de los océanos fueron muchos los temas mó a Nixon a través del teléfono rojo y le dijo:
procedentes de los medios de comunicación que nutrían las con- -Buenos días, señor presidente. ¿Cómo está usted? Me he
versaciones de sobremesa de A.V. Durante un tiempo, por ejem- enterado de que tienen ustedes el superordenador más potente
plo, los comentarios de Krishnamurti se inspiraron en la serie del mundo.
documental de Jacob Bronowski titulada El ascenso del hom- -No sé cómo habrá obtenido usted esa información, señor
bre, The Ascent of Man, una serie cuyo estilo y presentación presidente -responde Nixon-, porque es alto secreto. Lo único
le impresionaron mucho, aunque él cuestionaba seriamente la que puedo decirle es que es el ordenador más rápido del mun-
idea de que la acumulación de conocimiento hubiera do y que puede predecir los acontecimientos que se produci-
provocado la evolución de la humanidad. Desde su rán dentro de treinta años.
perspectiva, muy al contrario, el enorme progreso realizado en -¡Treinta años! -replica Brezhnev, impresionado-. Me pa-
los ámbitos de la ciencia y de la tecnología no han impedido rece realmente asombroso. Ni siquiera en la Unión Soviética
que el hombre y la mujer de hoy en día sean psicológicamente tenemos algo así. De hecho, me gustaría pedirle un favor, si es
tan primitivos y se encuentren tan oprimidos por el miedo, la que no le importa.
superstición, el egoísmo, la crueldad y la violencia como sus -En nombre de la distensión -responde Nixon- estoy dis-
antepasados de la Edad de Piedra. Noticiarios como 60 puesto a concederle todo lo que quiera, mientras no sea un
Minutes y The McNeil-Lehrer News Hour proporcionaban secreto de Estado, o vaya en contra de los intereses de Estados
mucha materia prima para nuestra revisión diaria de la Unidos.
situación del mundo. -¡Por supuesto! -aclara Brezhnev-. Lo que quiero pregun-
tarle a su ordenador es quién ocupará, en el año 2000, el polit-
3. Mind in the waters, Joan Mclntyre, ed., Charles Scribner's Sons New York y Sie- buró del partido comunista ruso.
rra Club Books, San Francisco, 1974.

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Los almuerzos con Krishnamurti
¿Qué novedades hay, señor?
-Muy bien -contesta el presidente-. Permítame sólo un mi
nuto. -No, hijo mío -puntualiza ella-, yo estoy preocupada por ti
Las manecillas del reloj seguían su inexorable curso míen v por el país.
tras Nixon formulaba la pregunta al ordenador y Brezhnev per Dos semanas más tarde, su madre le visita de nuevo y le lle-
manecía con la oreja pegada al teléfono. Finalmente dijo: va un par de guantes y una bufanda, un regalo que él agradece,
-¿Está usted todavía ahí, Richard? -(Ya que, ahora se lla- diciéndole que son magníficos, pero ella insiste:
maban por su nombre de pila). -No, no, mi querido Leónidas, no todo está bien. Estoy
-Sí, sí, Leónidas -responde Nixon-, aquí estoy. Pero no lo realmente preocupada por ti y por cómo van las cosas. ¿Quién
entiendo. sabe lo que podría suceder?
-¿A qué se refiere? -pregunta entonces Brezhnev, impaciente. - -Pero, querida madre -responde él-, aquí tengo una vida
Lo que quiero decir -precisa Nixon- es que no puedo leer lo muy buena y muy segura. Hay guardias en la puerta para prote-
que dice el ordenador porque... ¡está en chino! germe y yo lo controlo todo y hasta le digo a la gente lo que
Todo el mundo se echó entonces a reír. Yo estaba sentado tiene que hacer.
frente a Krishnamurti y vi cómo disfrutaba contando el chiste y -No, no -se marcha refunfuñando su madre-, no todo está
cómo, al finalizar, rió a carcajadas echando hacia atrás su cabe- bien.
za. Yo nunca he sido capaz de acordarme de los chistes, pero re-
Dos semanas después, Brezhnev recibe de nuevo la visita
cuerdo muy bien todos los que contaba Krishnamurti, tal vez
porque valoraba muy positivamente su sentido del humor y la de su madre, que le trae una botella de su vodka casero prefe-
alegría que transmitía. Cuando las risas se apaciguaron, pregunté: - rido y, al cabo de un rato, ella reitera sus preocupaciones.
¿Sabe usted otro, señor? -¿Otro chiste? -preguntó, arqueando Brezhnev entonces trata de apaciguarla de una vez por to-
las cejas. -Sí, por favor, señor. das, diciéndole:
Él miró entonces los rostros expectantes de los comensales -Querida madre, he conseguido todo lo que cualquiera pue-
que se hallaban reunidos en torno a la mesa, luego volvió a mi- de desear, incluidos los coches deportivos más caros del de-
rarme a mí y, tomando aliento, empezó: cadente Occidente. Voy bien vestido y me alimento de las me-
-Muy bien, señor. Sé otro chiste, también sobre Brezhnev jores comidas. De hecho, soy el hombre más poderoso de este
que, a la sazón, lleva varios años como secretario general del país y, tal vez, del mundo entero. ¿Puedes decirme qué es lo
partido comunista y presidente de la Unión Soviética y el país que tanto te preocupa?
está en su apogeo. Un domingo sí y otro no, su anciana madre, -¿No te has enterado? -responde entonces ella-. Los comu-
que vive en el campo, viene a visitarle al Kremlin y, en esta nistas podrían hacerse con el poder.
ocasión le llevó uno de sus pasteles de carne favoritos. Pero, an- Todo el mundo explotó entonces de risa por la gracia inimi-
tes de marchar, le dijo que estaba muy preocupada por él: table con que contó ese chiste, lleno de gestos y expresiones fa-
-Mira, mamá, realmente no hay nada de qué preocuparse. ciales sumamente ilustrativas y cargadas de un joven ímpetu.
En el Kremlin como bien y mi habitación es bastante cálida,
-responde Brezhnev, tratando de tranquilizarla.

Contando a Krishnamurti y a Mary Z., seríamos unas ocho


personas, entre responsables y miembros del personal, los que
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Los almuerzos con Krishnamurti ¿ Qué novedades hay, señor?

solíamos participar en los almuerzos diarios de A.V. Todos Aquella tarde fuimos pocos para el almuerzo, sólo el círcu-
ellos estaban muy interesados en las cuestiones políticas y cul- lo interno, por así decirlo. A menudo, cuando estábamos en fa-
turales, y escuchaban regularmente las noticias en la televisión milia, nos enfrascábamos en debates muy vivos, pero aquel día
y los periódicos, y lo mismo hacía yo, que solía leerme el perió- todo el mundo parecía un poco apagado y la conversación era
dico de cabo a rabo. esporádica. Yo estaba sentado frente a Krishnamurti y de vez
Krishnamurti también estaba muy interesado por lo que ocu- en cuando dirigía mi mirada hacia él, que comía lentamente y
rría en el mundo y parecía muy bien informado de los últimos con los ojos entornados, apoyando su estrecha y larga mano iz-
acontecimientos. Yo estaba suscrito al Christian Science Moni- quierda sobre la servilleta de papel que se hallaba junto al pia-
tor, y Mary Z. recibía Los Angeles Times, que yo leía a última lo. Parecía completamente sereno y dueño de sí, sin mostrar el
hora de la tarde, o cuando Krishnamurti lo traía a la hora del al- menor signo de nerviosismo ni incomodidad por el silencio.
muerzo. Cuando cruzamos nuestras miradas, yo me sentí ligeramente
Aquella tarde concreta entró en la cocina como solía hacer cohibido, pero no vi la menor reacción por su parte, lo único
a través de la puerta mosquitera del patio y, saludándome ama- que advertí fue una mirada completamente transparente.
blemente como siempre, se dirigió a la ventana y dejó un ejem- Inquieto por nuestra reticencia, sentí el repentino deseo de
plar de Los Angeles Times en la encimera diciendo: entretenerle. Entonces me incliné hacia adelante y le pregunté
-Aquí está. ¡Demasiado papel! en voz baja:
-Gracias, Krishnaji. ¿Usted también lo lee?
-Perdone, Krishnaji, pero ¿se ha enterado usted de lo que
-No, señor-replicó-. Hay demasiadas cosas para leer. Ar-
está pasando en China?
tículos muy largos que un día, el otro y también el siguiente re-
piten siempre lo mismo. De vez en cuando leo los titulares, eso Él me miró directamente, pero no mostró el menor signo de
es todo. curiosidad y lo único que pude detectar fue una ecuánime se-
-¡Oh! -respondí, un tanto decepcionado por su escepticis- renidad. Tras un breve intervalo, en el que me sentí como un fu-
mo, tan ajeno a mi entusiasmo-. ¿Y qué le parecen las tiras có- uambulista sobre la cuerda floja, volví a mirarle, en espera de
micas, señor? ¿Las lee? su respuesta. Entonces sus ojos mostraron un destello divertido
-¿Las historietas de dibujos? Me gustan las de la revista y dijo:
New Yorker que, a menudo, son muy ingeniosas. También me -No, señor. ¿Qué es lo que está pasando en China?
gustan las de ese niño... ¿cómo se llama? Emprendí un discurso más bien largo sobre los últimos acon-
-¿Charlie Brown, de Peanutsl tecimientos que estaban sucediendo en China y el Sudeste asiá-
-No -respondió-, ése que es un poco travieso y siempre tico, remontándome un poco aquí, elaborando un poco allí y
está metiéndose en problemas. remedando como mejor pude un artículo que había leído el día
Entonces revisé rápidamente mis archivos de memoria de anterior. Al comienzo de mi relato me sentía un tanto inseguro
los personajes de los tebeos buscando a toda prisa un posible de mí mismo, pero una vez que renuncié al deseo de que se me
candidato y dije: alentara y de buscar signos de interés en mi auditorio, mi char-
-¿Es acaso Daniel, el travieso, Krishnaji? la cobró vuelo propio. Abordé con entusiasmo el tema, hilva-
-Sí ése. Ya sé que es muy travieso, pero me parece encantador. nando la historia reciente y antigua de China con retazos de
información que acudieron a mi mente Dios sabe de dónde.

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¿Qué novedades hay, señor?
Los almuerzos con Krishnamurti

Luego empecé a explayarme sobre las costumbres y actitudes Pues déjeles -responde el presidente-. En una mañana tan
psicológicas confucianas, mientras Krishnamurti me escucha hermosa y soleada como ésta, las masas proletarias deberían
ba cada vez más atento, preguntando cosas diversas, que fueron disfrutar. -Después, el asistente saluda y desaparece.
añadiendo peso al hilo de mi discurso. Finalmente, todo el mun -A la mañana siguiente, se repite de nuevo la misma si-
do entró en la conversación, que acabó convirtiéndose en una tuación.
animada charla sobre la supervivencia de las tradiciones en -¿Algo más? -pregunta de nuevo Brezhnev-. Y, cuando el
las sociedades revolucionarias. ofiicial empieza señalando hacia la Plaza Roja, el presidente le-
-Esto me recuerda un chiste -dijo entonces Krishnamurti vanta las manos sonriendo y le ataja diciendo:
repentinamente- que me contaron no hace mucho tiempo. La -Sí, ya sé lo que va a decirme, camarada. En esta preciosa
historia sucede en el Kremlin, la sede del poder supremo de mañana, una muchedumbre de un millón de personas se ha
la Unión Soviética. Como cada mañana, el jefe de la guardia reunido en la Plaza Roja y parecen estar de picnic. ¿No es así?
entra en el dormitorio del presidente Brezhnev llevando en una -Sí, camarada presidente -replica el asistente-, está usted
mano la bandeja con el desayuno y un ejemplar del periódico en lo cierto... pero debo añadir una cosa: están todos comiendo
Pravda. Luego descorre las cortinas de la gran ventana que da con palillos.
a la Plaza Roja, le saluda militarmente y le resume los últimos Cuando las risas se calmaron, Krishnamurti se volvió hacia
acontecimientos del mundo. Al final de todo ello, Brezhnev mí y preguntó, con un brillo travieso en la mirada y una cierta
dice: ironía en la voz:
-Muy bien, camarada ¿eso es todo? -¿Hay algo que yo debiera saber? -lo que añadió leña al
-Bien, camarada presidente -dice vacilando el asistente-, luego y alentó de nuevo nuestras risas. Entonces recordé una
también hay otra cosa: en la Plaza Roja se ha congregado una pequeña nota en la sección de ciencia del Times que daba cuen-
muchedumbre que parece estar de picnic. la del reciente hallazgo, en la vecindad de nuestra galaxia, de un
-Hace una mañana muy hermosa -responde entonces mag- nuevo cuerpo celeste llamado quásar que, según decían, posee
nánimamente Brezhnev- y el Sol brilla en todo su esplendor. una energía prodigiosa. Krishnamurti estaba realmente intere-
Dejemos que los trabajadores disfruten por una vez. -Luego sado y escuchó con gran atención mi relato del descubrimiento
el asistente saluda y se marcha. cósmico.
Debo decir que, cada vez que mencionaba al asistente, Krish- Alentado por esta actividad completamente improvisada,
namurti se llevaba la mano a la frente, imitando el saludo enér- empecé a resumir, durante los días y semanas siguientes, las no-
gico del oficial. ticias más sobresalientes, especialmente cuando había algún
-A la mañana siguiente se repite la misma rutina: el desa- momento de silencio en la conversación aún que sólo lo hacía
yuno, el periódico, descorrer las cortinas, saludar, resumir los cuando nos hallábamos en familia y estaba sentado cerca de él,
últimos acontecimientos, etcétera. Luego Brezhnev pregunta: puesto que era principalmente a él a quien iba dirigido mi rela-
-¿Hay algo más que debería saber? to. Así fue como empecé a asumir la función de resumirle las
-Sí, camarada presidente -dice entonces el capitán-. Hoy noticias de actualidad, algo en lo que tuvo mucho que ver su
hay mucha gente reunida en la Plaza Roja, tal vez unas cien actitud abierta hacia mí. El parecía disfrutar de estas breves re-
mil personas, que parecen estar de picnic. visiones de los acontecimientos mundiales y no tardó mucho
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Los almuerzos con Krishnamurti ¿ Qué novedades hay,
señor?

tiempo en alentarme a hacerlo, especialmente cuando me olvi- con algo así como: «Lo sé, señor». En consecuencia, yo tendí a
daba de ello, preguntándome muy seriamente: centrar cada vez más la atención en los acontecimientos a los
-¿Qué novedades hay, señor? que se daba menos publicidad, y pronto me encontré con que
Éste acabó convirtiéndose en un pequeño juego entre noso- dedicaba mucho tiempo y energía a investigar las cuestiones
tros que, aunque divertido a cierto nivel, facilitaba una nueva más complejas del ámbito político. Mi principal fuente de in-
forma de seriedad. Era un vínculo especial que se había esta- formación, sin embargo, seguían siendo los partes de noticias
blecido de manera natural, prácticamente por sí solo, sin mo- t|ue escuchaba en la pequeña radio de sobremesa.
tivo alguno y ajeno a toda planificación, y que se mantenía vivo Cuando los invitados eran muchos, o cuando recibíamos la
gracias a su humor y a su curiosidad por todo lo que ocurría en visita de alguien especial, suspendíamos nuestro juego de «¿Qué
el mundo. También era algo muy lúdico y yo me alegré de poder novedades hay, señor?», pero, aun en estas ocasiones, raro era
disponer de una forma de comunicación con él a la que, por cier- el día en que Krishnamurti se olvidase de preguntármelo en la
to, cualquiera que lo deseaba podía también acceder partici- cocina, o después de la comida cuando estábamos solos. Esta
pando en cualquier momento en nuestro juego. búsqueda de noticias prosiguió durante meses e incluso años,
Al comienzo, yo contaba las noticias de manera improvisa- reiniciándose cada nueva temporada cuando Krishnamurti re-
da y sin la menor premeditación ni ensayo, pero cuando la pre- gresaba a Ojai. Y aunque en cada nueva ocasión asumiera una
gunta «¿Qué novedades hay, señor?» acabó convirtiéndose en forma ligeramente diferente como, por ejemplo, «¿Cuáles son
un referente casi cotidiano, también acabó convirtiéndose para las noticias, señor?», acabó convirtiéndose, en A.V., en una es-
mí en un reto, y raro era el día que no lograra extraer de los me- pecie de institución.
dios de comunicación algún que otro tema para comentarlo. En Pero, obviamente, este juego no era el único, puesto que
ciertas ocasiones, sin embargo, los hechos que presentaba o la descubrí que a Krishnamurti le gustaba jugar a esos pequeños
perspectiva desde la que lo hacía se veían cuestionados por juegos personales con varios de sus amigos. Uno de ellos, el
algún comensal bien informado. Por este motivo acabé limi- señor Lilliefell, un diplomático sueco jubilado que había traba-
tándome a relatar los hechos, para no tener así que estar a la de- jado en las Naciones Unidas, tenía un pluviómetro en su huer-
fensiva, simultáneamente, sentí la necesidad de ser lo más pre- to y Krishnamurti solía preguntarle: «¿Hoy cuántos centíme-
ciso y exquisito posible en mis comentarios, un reto que se vio tros, señor?».
primordialmente inspirado por Krishnamurti que, sin esfuerzo -Esta mañana hemos tenido dos centímetros y medio, Krish-
ni intención alguna, parecía sacar a la luz nuestras aspiraciones naji -respondía, por ejemplo, y luego ambos procedían a expre-
más elevadas. sar su satisfacción por el abundante riego del valle, charlando
Así fue como mi inicial improvisación de las noticias fue un buen rato sobre el promedio de lluvia de aquella temporada.
haciéndose cada vez más elaborada, al tiempo que menos repe-
titiva. Al comienzo, yo simplemente citaba los titulares y brin-
daba un resumen de los acontecimientos más sobresalientes.
Es muy probable que Krishnamurti se hallara familiarizado con Otro de los juegos giraba en torno al magnífico Patek-Phi-
casi todo lo que decía, pero aun así escuchaba muy atentamente lippe de bolsillo de Krishnamurti, en cuyo caso la pregunta era
mi recapitulación y fue rara la ocasión en que me interrumpió «¿Cuántos segundos, señor?». Y es que, cuando descubrió que
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Los almuerzos con Krishnamurti
Capítulo 10 LAS AGUAS
su reloj estaba varios segundos atrasado, quiso ponerlo en hora, CELESTIALES
algo a lo que se ofreció el encargado de mantenimiento, que en
cargó que lo limpiaran y lo ajustó a la hora oficial universal, antes
de devolvérselo. Cada vez que venía a almorzar, Krishnamurti
se acercaba a él, le mostraba su reloj y le preguntaba: Entrantes
-¿Cuántos segundos, señor? -A lo que el hombre respondía: - Ensalada verde aliñada con
Todavía está medio segundo atrasado, señor -un juego que salsa vinagreta o de perejil.
prosiguió varias semanas, hasta el momento en que respondió: - Ensalada de arroz salvaje con pasas,
Ahora está exacto, señor. alcaparras, piñones
Aunque todos estos juegos y bromas aportaban un elemento y tomates secos marinados.
lúdico a nuestros almuerzos de A.V., en cambio no modifi- Zanahorias ralladas con un
caban un ápice la sensación de profunda seriedad de Krishna- toque de limón y miel.
murti, una seriedad que era como una roca inconmovible que
se hallaba arraigada en la realidad del momento, en la fuente Primer plato
viva de la energía, pero que no excluía el humor y la risa. Mijo al vapor con almendras tostadas
astilladas. Potaje de garbanzos en su salsa
con tahini, zumo de limón, cebollas
finamente cortadas, apio y perejil. Acelgas
al vapor con aceite de oliva, ajo, zumo de
limón y un poco de nuez moscada recién
rallada.

Postre
Soujflé de batata, preparado con batatas
al horno, sirope de arce, mantequilla,
huevos y ralladura de naranja.
Fruta fresca del tiempo
Mil novecientos setenta y ocho fue un año de lluvias e inun-
daciones en el Sur de California, especialmente en las regiones
montañosas como el valle de Ojai. El cielo permaneció com-
pletamente encapotado un día tras otro y diluvió sin cesar hasta
el punto de que el cauce habitualmente seco del Thacher, que
cruza la McAndrew Road a no más de cien metros de A.V., casi
se vio desbordado por un auténtico torrente de agua de color
chocolate oscuro.
Mientras estábamos reunidos en torno a la mesa, no sólo
escuchábamos el continuo tamborileo de la lluvia en el techo,
sino también el rugido del Thacher y el violento entrechocar
de las gigantescas rocas que arrastraba consigo. Una de las
sindicas estaba esbozando un plan de urgencia alternativo para
las charlas públicas previstas la semana próxima. A estas altu-
ras ya era evidente que no podrían celebrarse en Oak Grove
porque, por más que cesara la lluvia, el aparcamiento seguiría
completamente embarrado. Convendría, por tanto, desviar las
charlas de fin de semana al gimnasio del instituto de Nordhoff
y, si el tiempo no lo impedía, celebrar las sesiones de pregun-
tas y respuestas en el Libbey Bowl. Fue un debate muy animado
en el que todos participamos, mientras Krishnamurti perma-
necía recostado en su silla escuchando en silencio muy atenta-
mente. A mí me pareció un tanto extraño que permaneciese
callado ante una cuestión que tanto le importaba, pero después
de reflexionar, me di cuenta de que ése era precisamente su
estilo: había delegado en los síndicos la responsabilidad de or-
ganizar las charlas, y eso era lo que estaban haciendo. Es cier-

157
Los almuerzos con Krishnamurti Las aguas celestiales

to que consultaban con él todas las decisiones que tomaban y lisa es una posibilidad -contestó-, pero no convendría ol-
que no hacían nada en contra de su voluntad, pero básicamen vidar que su capacidad es bastante limitada: no creo que que-
te les dejaba llevar a cabo su trabajo sin interferir innecesaria l'.m más de ciento cincuenta o ciento setenta y cinco perso-
mente. nas.. . y en este sentido, el jefe de bomberos es muy estricto.
La lluvia que caía sin parar y nuestra preocupación crearon Justo entonces la lluvia arreció, provocando un estacazo tan
un fuerte sentimiento de unidad entre los presentes, que perma intenso que nos hizo enmudecer a todos. Al cabo de un rato,
necíamos apiñados en torno a la mesa. Mientras el resto de los Krishnamurti dijo:
diez invitados discutían animadamente sobre las fechas, los lu -Ya encontrarán una solución -y, tras un rápido vistazo a su
gares y las alternativas, yo observaba a Krishnamurti, que pare- alrededor, añadió-. Esta situación me recuerda una preciosa
cía escuchar todo lo que se decía con una actitud neutra. Cuan historia que tal vez alguno de ustedes ya haya escuchado.
do, en un determinado momento, alargó la mano para coger su -Narada -prosiguió- era un yogui tan consumado que, un
vaso, me apresté a llenárselo con la jarra. buen día, recibió la visita del dios Vishnú y le dijo:
-Sírvame sólo un poco, por favor -dijo, sorprendido de mi -Te concederé cualquier deseo, Narada. Sólo tienes que pe-
rápida reacción, posando sus ojos en mí-. Muchas gracias, dírmelo.
señor. Con eso bastará -atajó, apenas le hube servido unas -Mi único deseo es el de comprender Maya, el poder de la
gotas. ilusión -respondió éste.
Siempre me sorprendió el poco líquido que bebía durante las -Pero eso es muy difícil -suspiró entonces Vishnú-. ¿No que-
comidas. Algunas veces en que le serví un poco de agua, me se- rrías alguna otra cosa, como dinero, poder o un placer celestial?
ñalaba el vaso al finalizar la comida, como diciendo que ni si-
-¡Lo único que deseo es llegar a comprender Maya\ - insis-
quiera la había tocado y yo, a su vez, le aseguraba que no la
desperdiciaría y la utilizaría para preparar la siguiente taza de tió Narada.
té, a lo que el respondía sonriendo, aparentemente satisfecho -Muy bien -concedió Vishnú- pero, como hace un día pre-
de mi frugalidad. cioso, te propongo que demos un paseo mientras te lo explico.
Ahora tomó un pequeño sorbo y volvió a poner su atención Así es que fueron a pasear por las colinas como dos buenos
en la conversación. Al cabo de unos minutos, la mayor parte de amigos, contemplando las magníficas montañas coronadas de
los detalles parecían estar ya claros y una de las sindicas pre- nieve que se erguían en la distancia, pero como el sol resplan-
guntó: decía con todo su fulgor, Vishnú acabó cobijándose a la som-
-¿Qué le parece, Krishnaji? ¿Cree usted que podemos ha- bra de un árbol y dijo:
cerlo así? -¡Hace mucho calor y tengo mucha sed! ¿Qué te parece si,
-Sí, me parece que todo está bien, pero ¿qué haremos si antes de entrar en tema, te acercas a esa casa y me traes un vaso
llueve un día de diálogo? -replicó. de agua? Entretanto yo esperaré aquí.
-En tal caso, sólo nos quedan dos opciones: cancelar el en- -Por supuesto que sí, señor -responde Narada-. Estaré de
cuentro o alquilar el auditorio del Art Center -replicó la mujer, vuelta en un momento.
suspirando. Luego, dirigiéndose hacia el director, preguntó-: Acto seguido, Narada bajó del monte, y cuando llamó a la
¿Qué le parece a usted? puerta de la casa, le abrió una muchacha deslumbrantemente
bella que le invitó a entrar.

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Los almuerzos con Krishnamurti Las aguas celestiales

Luego conoció a la familia de la chica, que le invitó a al morzar unas ciento cincuenta personas esperando a entrar, de modo que
con ellos; aceptó también la invitación a quedarse allí aquella hubo que improvisar varios altavoces para que, quienes
noche y, sin darse cuenta siquiera, acabó enamorando se. Al cabo permanecían fuera, pudieran escuchar el diálogo al abrigo de los
de un tiempo se casó con ella, tuvo varios hijos y llevaron una vida paraguas y los impermeables.
feliz y próspera. Pero un año en que los mon zones fueron más El interior estaba atestado y la sensación era casi claustrofobia. El
fuertes de lo habitual, la lluvia acabó inun dando los campos y mismo Krishnamurti se hallaba arrinconado en un pequeño estrado
arrasando las casas, y como el agua seguí; subiendo, Narada apretujado entre un público que no disponía de otro sitio. Varios
decidió salvar del agua a su esposa y a su; hijos. Para ello, cargó al miembros del personal de la escuela, incluido yo mismo, formamos
menor sobre sus hombros y trató de subirle al techo. Pero uno tras una especie de círculo protector a su alrededor para que de ese
otro sus hijos se vieron devora dos por las aguas, y lo mismo modo dispusiera, al menos, de un pequeño espa-i'io en el que
sucedió cuando trató de salvar a su esposa. Y, cuando más moverse. Además, la acústica de la sala era tan mala que,
desolado se hallaba Narada por la pérdida de todo cuanto amaba, y combinada con el ruido de la lluvia, le impedía oír lo que se listaba
a punto de perder incluso su preciosa vida, se aprestó a rezar diciendo, así que uno de los profesores que estaban sentados junto a
desesperadamente: Krishnamurti se vio obligado a repetirle todas y cada una de las
-¡Por favor Señor, ayúdame en esta calamidad! preguntas y comentarios de la audiencia. Sin embargo, a pesar de la
-Y entre el fragor del agua, oyó la voz de Vishnú pregun- falta de espacio y de la adversidad de los elementos o quizás gracias
tándole: a todo ello- el encuentro resultó muy vivo y la sesión de preguntas
-¿Dónde está mi vaso de agua? y respuestas sumamente estimulante.
Todos estallamos entonces en risas que, por una vez, pare-
cieron ocultar el ruido de la lluvia. Yo siempre disfruté mucho
escuchando las anécdotas y los chistes que contaba Krishnamurti, y
nunca dejó de sorprenderme que un hombre que viví" y transmitía Cada vez era más evidente que Krishnamurti tenía a veces
una enseñanza tan profunda y tan sutil disfrutase contando problemas de audición, especialmente cuando había mucho ruido
chistes..., por supuesto, buenos chistes; en este caso, reconocí el de fondo, o cuando varias personas hablaban a la vez. No era
relato como una versión abreviada del antiguo mito hindú de infrecuente que, en las reuniones que celebraba con el personal en
Narada y Vishnú, que también recoge Hermán Hesse en el último Pine Cottage o durante los diálogos públicos, hubiese que repetir
capítulo de El juego de abalorios. una pregunta varias veces antes de que pudiera entenderla.
Preocupados por esta creciente sordera, algunos de los miembros
del personal charlaron con él y con Mary Z., y le propusieron el uso
de un audífono, algo a lo que accedió después de muchas dudas y
Así fue como las charlas públicas de 1978 acabaron cele- deliberaciones. Pero al final no pudo acostumbrarse a ajustar el
brándose en el gimnasio del instituto de Nordhoff y en el Lib-bey nivel de sonido, que producía un pitido muy penetrante, ni tampoco
Bowl, y la lluvia obligó a cambiar a última hora una de las sesiones le gustaba la sensación de llevar algo detrás del pabellón de la oreja
de diálogo al Arts Center de Ojai. La sala estaba completamente y, en consecuencia, nos vimos obligados a seguir repitiéndole las
abarrotada y en sus puertas todavía se apiñaban preguntas.

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Los almuerzos con Krishnamurti Las aguas celestiales

SUS cartas, que acabaron recopilándose y publicándose bajo el tí-


IIIlo de Cartas a las escuelas y en las que, de un modo sucinto y
La última de las charlas de la serie de Ojai de 1978 se llevo puntual, llamaba la atención de los maestros y de los alumnos
a cabo en un entorno más que inverosímil, el campo de depor sobre las cuestiones realmente importantes de la vida. Eran car-
tes del instituto de Nordhoff, donde se había colocado una pe- ias de una o dos páginas en las que resumía la esencia de su en-
queña tarima provisional delante de las gradas. Era una maña señanza y su visión de la educación, y en las que solía incluir
na resplandeciente en la que el viento frío parecía perseguir a frases muy sorprendentes, como «los ideales corrompen la men-
las nubes blancas a través de un cielo profundamente azul. Se Ic», «el ocio requiere de una mente que tenga un tiempo infi-
trataba de un escenario -¿cómo decirlo?- más bien raro: de un nilo para observar», «ganarse la vida es la negación de la vida», -
lado, se apiñaba un montón de personas cubiertas con mantas o dios es el desorden», «vivimos en las palabras, y las palabras
abrigos mientras que, del otro, un hombre solo hablaba desde acaban convirtiéndose en nuestra prisión», etcétera. Eran car-
una plataforma ubicada en mitad de un campo, por los demás, ias escritas en un tono impersonal y dirigidas a los cientos de
vacío. El viento provocaba efectos de sonido en el sistema de miembros del personal y a los miles de alumnos de las escuelas
altavoces, mientras los coches pasaban a toda velocidad por la de Ojai, Canadá, Inglaterra y la India, pero yo sentí que me ha-
autopista de Maricopa. Pero las inusuales circunstancias que hlabla a mí personalmente. Durante varios años estas misivas
rodearon a aquella hermosa mañana no parecieron inquietar a alentaron muchas y animadas discusiones de los miembros
Krishnamurti que, en aquella ocasión, habló muy seriamente del personal en torno al significado de la educación y el papel
sobre la meditación, el amor y lo sagrado.
que, al respecto, nosotros podíamos desempeñar.

Pocos días después de haber concluido las charlas, Krishna- Krishnamurti regresó a Ojai en febrero de 1979 y al al-
murti y Mary Z. fueron a visitar la nueva escuela del lago Wolf, muerzo del sábado siguiente a su llegada acudieron cerca de
ubicada en la isla de Vancouver, en la Columbia Británica, y
dieciséis invitados. Todo el mundo estaba contento de verle y
luego regresaron a Ojai, donde permanecieron otra semana
parecíamos una gran familia, una reunión de amigos dando la
antes de emprender, a comienzos de mayo, su viaje anual a
bienvenida a aquel que era el origen de que todos nos hubiéra-
Brockwood Park, desde donde viajarían a Saanen, de nuevo
a Brockwood Park y, finalmente -ya en el mes de octubre-, a mos encontrado y conocido de cerca. Yo estaba sentado en dia-
la India. gonal a él y me sorprendió verle meditabundo y reservado, ya
que, aunque seguía la conversación, rara vez participó en ella.
Puesto que acababa de llegar de la India, con una breve parada
1 en Brockwood Park, fueron varias las personas que le pregun-
taron por las escuelas de allí, pero únicamente recibieron res-
Yo permanecí en California ocupándome de mis tareas en la
puestas evasivas; parecía tener la mente puesta en otra cosa.
escuela de Oak Grove, aunque añoré no poder asistir a todas
Cuando la mayor parte de los invitados estaba a punto de
aquellas charlas. En septiembre de 1978 empezamos a recibir
dar cuenta de la mousse de chocolate, Krishnamurti abando-

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Los almuerzos con Krishnamurti
Las aguas celestiales
nó la actitud distante y esbozó una pregunta a las dos perso-
nas que se hallaban junto a él. Como era habitual, se trataba -Tener una casa, un coche y la esperanza y la creencia de
de una pregunta engañosamente simple -directamente rela que las cosas siempre irán a mejor-aclaró Alan.
cionada, en esta ocasión, con nosotros-, pero cuyo impacto -No, no -dijo Krishnamurti, con un gesto despectivo-, eso
sin duda provocaba un cambio profundo de visión. no responde realmente a mi pregunta. Después de todo, la ma-
Cuando escucharon la pregunta -«¿Qué es la mente ame yor parte del mundo occidental, y quizás hasta del mundo ente-
ricana?»-, todos los reunidos reaccionaron al unísono dejan ro, es materialista y sólo piensa en el dinero, de modo que ésa
do sobre la mesa los tenedores y las cucharas y prestándole no puede ser una característica exclusiva de la mente america-
toda su atención, en una situación que me recordó un anuncio na. ¿Qué es la mente americana?, ¿cuál es su esencia?, ¿qué es
de la televisión que venía a decir algo así como que: «cuando lo que la diferencia de la mente francesa, de la mente inglesa o
Krishnaji habla, las personas escuchan». También recordé va- de la mente china?
gamente que se trataba de la misma pregunta que había for- -La mente americana es muy individualista y valora muy
mulado años antes a su llegada a California, quizás por hallar- positivamente la iniciativa personal... -apuntó entonces uno de
se todavía en ambos casos bajo el impacto de las impresiones los síndicos.
que acababan de provocar en él la cultura y la sociedad ameri-
cana. Este comentario fue seguido de otra negación desaprobado-
ra de Krishnamurti, que no quería que el debate se saliera lo
Como nadie pareció responder, Krishnamurti repitió una más mínimo de los límites de su pregunta. «No, no...»
vez más la pregunta -«¿Qué es la mente americana?»- que -También se trata de una mentalidad cándida, inocente e in-
pareció caer en medio del silencio creado por una docena de fantil a la que le interesa casi todo... una mentalidad muy ju-
cerebros reflexionando. No se trataba de una cuestión frivola
guetona, pero también muy generosa -sugirió otra mujer.
o intrascendente, sino de algo que afectaba directamente a las
Este comentario pareció interesar a Krishnamurti, que pro-
raíces culturales de la mayor parle de los comensales -ya que
sólo unos pocos, como Krishnamurti y yo mismo, éramos ex- cedió entonces a examinarlo detenidamente con algunos de los
tranjeros-, y casi podía oírse el rechinar de los engranajes de presentes, que coincidieron en que éste bien podría ser un ras-
los presentes dentro de sus cráneos. go distintivo de la mente americana. En varios sentidos, este
Al cabo de un rato, varias personas empezaron a aventurar rasgo parecía estar de acuerdo con algunas de las primeras im-
sus opiniones. presiones que tuvo Krishnamurti cuando, en 1922, llegó a Ca-
-Yo creo que la mente americana está fundamentalmente lifornia por vez primera con su hermano Nitya. El mismo había
preocupada por las cuestiones materiales y económicas. Creo escrito un ensayo en el que describió admirado este primer
que lo que más valoramos es el dinero, las propiedades y el ni- contacto con el Nuevo Mundo refiriéndose a la belleza del lu-
vel de vida material -dijo una mujer mayor. gar y a la mentalidad abierta y sin prejuicios de sus habitantes,
-Claro está, ése es el sueño americano -afirmó alguien. que parecían entusiasmados con la vida. Esta actitud tolerante,
-¿Qué es el sueño americano? -pregunté entonces yo, que
tenía una idea más bien vaga del significado de esta conocida que tanto contrastaba con la que había encontrado en Gran
expresión. Bretaña y en otras partes de mundo, donde no era infrecuente
que su tez morena despertase las risas del público, tuvo un
164 impacto muy positivo en la mente del joven Krishnamurti.
Pero eran muchas, obviamente, las cosas que, en aquellas seis
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Los almuerzos con Krishnamurti Las aguas celestiales

décadas, habían cambiado en América y en el resto del mundo, Este comentario alentó un vivo debate, en el que se valoraron
porque Estados Unidos no sólo había crecido demográficamen te y los pros y los contras, las virtudes y los defectos del sistema
se había convertido en un coloso militar y económico, sino que judicial de Estados Unidos.
también empezaba a mostrar algunos signos inconfundi bles de -Sí, podría decirse que todo el mundo es igual ante la ley
decadencia social. replicó entonces un profesor-. Lo que eso realmente quiere
Krishnamurti coincidía parcialmente con este punto de vis ta, decir es que todo el mundo puede demandar a cualquiera por
pero también disentía de él. Yo no creo que tuviese una res puesta cualquier cosa. Por supuesto hay en ello cierta justicia, pero...?
concreta a su pregunta, pero pienso que sí tenía una percepción -Pero eso también implica -interrumpió entonces uno de los
muy concreta y muy probablemente holística de las cualidades síndicos- que tenemos la sociedad más judicializada del mundo. La
distintivas de la mente americana, y que esperaba que las palabra de un individuo ya no significada nada, y lodo acuerdo
descubriésemos juntos a través de un diálogo como el que debe ser puntualmente documentado, sellado, ra-liiicado y firmado
estábamos manteniendo. por jueces y abogados.
-Sí, algo de eso hay. A mí también me parece que la mente -Es cierto -convino una mujer-. En la actualidad habrá, en
americana es inocente e ingenua, pero no creo que ése sea pre nuestro país, unos setecientos mil abogados, un número al que
cisamente su rasgo distintivo -apuntó, manteniendo cuidado- anualmente hay que agregar varios miles, más que en ninguna otra
samente oculta su respuesta. parte del mundo. ¿Pero creen acaso que eso significa que nuestro
-¿No es acaso la libertad -señaló entonces otra persona, país realmente se preocupe por la justicia? ¿No quiere acaso todo
tratando de expresar sus sentimientos al respecto- el gran logro de abogado ganar los juicios en los que interviene, in-
la mente americana, la libertad social, la libertad de elección y la dependientemente de los hechos encausados?
igualdad de oportunidades para todos? -¿Pero, de qué otro modo cree usted que podría funcionar un
Esta sugerencia despertó las risas de los presentes, a las que sistema judicial abierto? -preguntó entonces un abogado.
Krishnamurti se sumó de buen grado, porque su enseñanza giraba -Por favor -dijo Krishnamurti, tratando de calmar las agitadas
precisamente en torno a la libertad como realidad psicológica; esa olas del debate... para acabar desatando su propio tsuna-mi-,
palabra tenía para él un significado muy sutil y muy puro. El no afrontemos el hecho: no existe justicia en el mundo. Ni aquí, ni en
hablaba, por tanto, de la "libertad de", de la "libertad para", ni de ningún otro lugar. Éste es un hecho indiscutible. La justicia no
conceptos populares como "libertad de elección" o "libertad para existe. ¡Afronten esto, señores!
hacer lo que a uno le gusta". Nada de todo esto tocaba siquiera la Este comentario me dejó boquiabierto. Pero no se trataba tanto
belleza intrínseca de la cualidad primordial de la existencia a la de que jamás hubiese escuchado algo así, o de que nunca hubiera
que él se refería. Tal vez, la formulación verbal más próxima a la vislumbrado esta posibilidad, sino de que, como ocurría con mucha
visión de Krishnamurti al respecto fuese la de "libertad de frecuencia, sus observaciones, a menudo expresadas con palabras
observación". sencillas y precisas, tenían una fuerza tremenda y parecían sacudir,
-En realidad, bien podríamos decir que, en nuestra sociedad, como cargas de profundidad, las raíces mismas de la conciencia.
existe una igualdad básica real para todo el mundo, algo que se ve Después de escucharlas, yo sentí que percibía directamente la
claramente ilustrado por nuestro sistema judicial, al que todo el verdad de lo que estaba diciendo y sus múltiples implicaciones. Fue
mundo tiene acceso -sugirió entonces otro invitado. como si, por unos

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Las aguas celestiales
Los almuerzos con Krishnamurti

instantes, estuviera contemplando la red de la ilusión creada -¡No, no, no! -prosiguió Krishnamurti-. ¿Qué es la mente
por el concepto de "justicia" y la creencia subyacente de que americana? Respondan a mi pregunta, señores. ¿Cuál es su
tal cosa existía y de que podría ser realizada por el empeño cualidad distintiva?
humano. Sin embargo, también quedaba muy claro que esta -Pero, Krishnaji -protestó entonces una de las síndicas-,
comprensión no negaba, en modo alguno, el deseo o incluso ¿cree usted que ésa es la pregunta correcta? ¿Qué entiende us-
la necesidad de avanzar en pos del equilibrio, la justicia y la icd por mente americana? ¿No es ésa una generalización? ¿Y no
igualdad ante la ley, pero para ello es preciso antes comprender son precisamente las generalizaciones las que desencadenan
que la justicia no existe y que no es sino un constructo del pen- los prejuicios entre diferentes nacionalidades y entre diferentes
samiento. culturas?
Todos los presentes parecían tan conmocionados como yo y Krishnamurti la escuchó con una sonrisa y luego miró al pro-
escucharon atentamente sus palabras. fesor que se hallaba sentado trente a él, que no había abierto la
-¿Qué justicia hay en todo esto? Ustedes han nacido aquí, boca en toda la conversación. Sin responder todavía a la pre-
en este país, y han tenido una buena educación, una familia gunta de la mujer, Krishnamurti se dirigió entonces hacia aquel
rica, etcétera. Otra persona nace en África, o en algún otro lugar profesor y le dijo:
devastado por la pobreza, en el seno de una familia pobre que a -Escuche bien, señor. Por supuesto que se trata de una ge-
duras penas logra sobrevivir, y sin poder acceder a ninguna neralización. ¿Pero no les parece a ustedes que existe algo así
educación. ¿Qué justicia hay en ello? ¿Y qué pasa cuando us- como la mente americana? La mente americana es muy dife-
ted se ve envuelto en problemas con la ley? -dijo con una risa rente de la mente india, que es muy lista, muy supersticiosa y
ahogada, tal vez por advertir el absurdo que todo ello implica-. muy negligente, y que cree en la jerarquía, la autoridad, la tra-
¿Qué sucede cuando, en tal caso, usted tiene la posibilidad de dición, etcétera. La mente americana también es muy diferente
contratar a un buen abogado que le libra de la prisión mientras de la mente francesa, que es individualista, egoísta, analítica,
que otro, que se vio sumido en el mismo problema pero que ca- aguda, verbal, o de la mente inglesa, que es insular, aislada, es-
recía de medios, acaba dando con sus huesos en la cárcel? ¿No nob, etcétera.
es eso cierto? Ustedes conocen bien todo eso, ¿no es así? No, la Todo el mundo comenzó entonces a dar su opinión al res-
justicia no existe. pecto, hasta que finalmente Krishnamurti reorientó el debate
Después de una afirmación tan contundente se hizo un pro- insistiendo en su pregunta: «¿Qué es la mente americana?».
fundo silencio. Entonces eché un vistazo alrededor y advertí Y, puesto que nadie decía nada, él procedió entonces a dar su
que todo el mundo estaba absorto en sus pensamientos, o escu- respuesta, que combinaba varias de las sugerencias ofrecidas:
chando el efecto interno provocado por tan sorprendente reve- -Muy bien. La mente americana es crédula, superficial y
lación. vulgar. Es una mente muy voluble y que cree en la necesidad
No era extraño que, de vez en cuando, el silencio se instala- de especialistas para todas y cada una de las facetas de la vida.
se con la misma suavidad que la nieve sobre la cima de las mon- Hay un especialista para la religión, otro para el sexo, otro para
tañas, hasta el punto de que uno podía escucharse el latido del el modo de comportarse, de vivir, de sentarse y hasta de peinar-
corazón y el vaivén de la respiración mientras permanecíamos se. Es una mente que se halla sumida en la diversión, se preo-
juntos en silencio.
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Los almuerzos con Krishnamurti Las aguas celestiales

cupa por el dinero, etcétera, pero también es una mente muy ge- de los presentes asintieron silenciosamente con la cabeza. Pero
nerosa, muy ingenua, muy curiosa y muy activa. va eran casi las tres en punto y varias personas se levantaron y
-Pluralismo -resumió entonces con una sola palabra su vi se disculparon por tener que acudir a un compromiso.
sión de lo que es la mente americana el profesor que se halla Entonces, la conversación fue derivando de un tema a otro,
ba sentado frente a Krishnamurti y que hasta entonces hábil
el espléndido concierto de piano de la noche anterior, la recien-
permanecido en silencio.
Krishnamurti pareció intrigado por esta desconcertante va le agitación política en Irán, las cuestiones de la escuela, etcé-
loración. tera. En un determinado momento, una mujer preguntó:
-¿Qué es lo que ha dicho? -preguntó entonces alguien des -Krishnaji, cuando está dando una charla pública, como su-
de el otro extremo de la mesa. eede en Oak Grove, por ejemplo: ¿sabe usted si alguno de los
-Pluralismo-repitió entonces el maestro, ampliando su expli presentes está entendiéndole realmente?
cación-, lo que significa que la mente y la sociedad americanas -No, señora, no tengo ni la menor idea -respondió lacóni-
están abiertas a muchos puntos de vista, estilos de vida, valores y camente, dando a entender que no le interesaba seguir con
grupos diferentes. En ese entorno, los grupos étnicos, cultura- aquel tema.
les, políticos o religiosos son libres para ejercer sus activida-
des, para organizarse y para propagar sus ideas. La Consti-
tución y las leyes de nuestro país protegen los derechos de las
minorías. Un mes más tarde, a finales de marzo, había programado, en
Este breve resumen interesó a Krishnamurti, quizás porque Pine Cottage, un congreso de una semana de duración que reu-
se asemejara más a su visión de lo que era la mente americana niría a jóvenes artistas, científicos y filósofos. El evento había
que cualquier otra de las respuestas tentativas anteriores. Tam- sido organizado por un profesor de física alemán que, un par de
bién debo decir que este comentario me recordó el lema Eplu- años atrás, se había unido a la escuela junto a su esposa danesa.
ribus unum grabado en las monedas e impreso en el billete de El encuentro congregó a un grupo de gente procedente de sus-
un dólar que expresan perfectamente la idea de unidad y de plu- tratos culturales muy diferentes. Había un rabí, varios radi-
ralismo. cales sudamericanos y hasta una pareja del golfo Pérsico, algo
-Muy bien, señor-confirmó Krishnamurti-, La mente ame- bastante extraño porque, hasta aquel momento, la enseñanza
ricana es pluralista, lo que significa que, en realidad, aún no de Krishnamurti no parecía haber llamado mucho la atención de
puede haber tal cosa como una mente americana, porque es una las personas procedentes de los países islámicos. Fue, por tan-
mente que carece de tradición, una mente demasiado joven y to, una sorpresa ver asistir al congreso a dos jóvenes árabes de
demasiado voluble... pero probablemente también sea una Kuwait y Bahrein, ambos alumnos de la University of Califor-
mente demasiado rota, fragmentada y confundida. nia de Santa Bárbara. Durante toda la reunión, el joven no dejó
-Como la mayoría de nosotros -apostilló entonces sarcásti-
camente una de las sindicas. de defender enérgicamente su punto de vista que, por cierto, no
era compartido por ninguno de los presentes con excepción, tal
Esto pareció resumir todo lo que pudimos decir sobre la
vez, de su novia, que permanecía callada. Era tan insistente que
existencia o inexistencia de la mente americana, y la mayoría
continuamente interrumpía el flujo del diálogo y también se
sentía molesto por la oposición con que tropezaba.
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Los almuerzos con Krishnamurti Las aguas celestiales

Después del segundo almuerzo, que se sirvió en el patio de mesa. Finalmente caí en la cuenta de que trataba de ilustrar la
atrás, Krishnamurti se sentó junto a él y entablaron una anima brevedad y la limitación de la vida individual. Entonces repitió
da conversación sobre algunos de los temas que se habían to el mismo movimiento, esta vez más deprisa, usando las mis-
cado en el coloquio. El joven, de cabello muy rizado, tez oscu mas palabras para describir ambos polos del movimiento: «Na-
ra y armoniosas facciones, era muy vehemente, mientras que cimiento... muerte. ¿Es eso todo?».
Krishnamurti por su parte, también se mostraba apasionado, Sus gestos y sus palabras comenzaron entonces a asumir el
pero de un modo tranquilo. Como no se trataba de una conver- aspecto de un koan Zen. El joven árabe empezó a impacientar-
sación privada, algunos de nosotros permanecimos sentados en se y estaba a punto de abandonar el tema y volver a lo suyo,
las mesas de secoya, escuchándoles muy atentamente. El estu pero, antes de que abriese la boca, Krishnamurti anticipó su
diante defendía acaloradamente sus ideas y las expresaba con movimiento con la velocidad del rayo y le cogió de la mano,
mucha vehemencia, rechazando de plano la idea de que "Dios" repitiendo de nuevo el mismo movimiento del dedo a través de
no fuera más que un concepto creado por el pensamiento hu la mesa, al tiempo que declaraba enfáticamente: «Nacimien-
mano y también se negaba a aceptar la idea de la inexistencia
lo... muerte. ¿Eso es todo?».
de una evolución psicológica. Pero lo que Krishnamurti estaba
-¿Qué otra cosa hay, Krishnaji? -dijo entonces una de las
diciendo era algo muy diferente, puesto que su interés se refería
sindicas, que pareció acudir al rescate del joven-. Uno nace,
a la totalidad de la vida humana en sus manifestaciones coti-
dianas, las pautas generacionales que iban acumulándose en el uno vive y uno muere.
condicionamiento cultural hasta arrinconar completamente la Él la miró entonces con una burlona sorpresa, como si estu-
inmensa belleza de la vida en la estrecha parcela de la especiali- viera asombrado de su ingenuidad.
zación y la rutina. -Si eso es todo -nacimiento y muerte-, entonces... -dijo,
encogiéndose de hombros y alzando las manos en un gesto de
En un determinado momento, Krishnamurti presionó vigo-
rosamente con su largo y elegante dedo índice la oscura super- resignación, sin concluir la frase y dejando que la imaginación
ficie de la mesa. Yo estaba fascinado por la flexibilidad de sus de cada cual la concluyera.
dos falanges distales, que casi asumían un ángulo de noventa El kuwaití no siguió con esta línea argumental y volvió a su
grados con el resto de la mano. Entonces dijo categóricamente: afirmación de que Dios estaba detrás de todo, y, cada vez que lo
«nacimiento». Luego hizo una pausa para ver si el otro le había decía, Krishnamurti tomaba tranquilamente la mano del joven,
entendido, pero era evidente que el árabe no era el único per- la colocaba entre las suyas y las apoyaba en la mesa, en lo que
plejo. a mí me pareció como un gesto de amistad impersonal cuyo
Krishnamurti desplazó entonces su dedo arqueado unos cen- significado era que, a pesar de la divergencia de opiniones, no
tímetros más hacia la derecha y agregó: «muerte», mirando de había entre ellos la menor división. Cada vez que el árabe ha-
nuevo alrededor en busca de algún signo de comprensión antes blaba, se soltaba inconscientemente, y, en el momento en que
de concluir diciendo: «¿Es eso todo?». Krishnamurti tomaba la palabra, éste volvía a cogerle la mano.
No hubo la menor respuesta. Yo me sentía desconcertado y Para regocijo de los presentes, esta pauta se repitió varias veces,
tan confundido y absorto por el desplazamiento de su dedo que, aunque la agitación del joven le impedía advertir el reiterado
por unos breves instantes, creí que sólo estaba hablando de la gesto de afecto. Finalmente, Krishnamurti cogió deliberadamente
la mano del otro y la levantó a gran altura para que todo el mun-
172 173
Los almuerzos con Krishnamurti

do pudiera verlo, como hacen en el cuadrilátero con el brazo del Capítulo 11


vencedor los árbitros de boxeo, y en el momento en que todos
nos reímos, el joven cobró conciencia de lo que había sucedido UN H O M B R E CON
y sonrió avergonzado, antes de sumarse de buen grado a la car-
cajada general. Luego Krishnamurti le cogió nuevamente de la UNA M E N T E R E L I G I O S A
mano y le dijo riendo: «No voy a dejarle ir tan fácilmente».
Pocas semanas después, el kuwaití volvió a A.V. con una
gran cesta de dátiles, frutos secos y dulces que obsequió a Krish-
namurti y, dos años más tarde, acudió a las charlas de Oak Gro-
ve con su novia bahreiní -ahora su esposa-, y según me dijeron Entrantes
no tardarían en regresar a su tierra natal en el golfo Pérsico. Melón con zumo de limón.
Ensalada verde aliñada con vinagreta
o salsa mil islas.
Espinacas marinadas.
Zanahoria rallada.
Ensalada de col.

Primer plato
Crema de guisantes con cebolla, pimientos,
apio, zanahoria y perejil finamente cortados.
Patatas al horno con nata agria.
Coliflor al vapor con salsa olivos
(aceitunas, alcaparras y champiñones
ahumados con aceite de oliva).

Postre
Budín de arroz, preparado con arroz
basmati blanco, uvas, almendras, azúcar,
vainilla, canela, huevos y leche.
Fruta fresca del tiempo.

174
Cuando concluyó la conferencia faltaba sólo una semana
para que empezaran las charlas públicas, el 7 de abril de 1979.
El miércoles, entre un evento y el siguiente nos reunimos en
torno a la mesa unas catorce personas para celebrar un sencillo
almuerzo que comenzó con melón y ensalada verde, espinacas
marinadas, zanahorias ralladas y ensalada de col. El primer
plato constaba de crema de guisantes, patatas al horno con nata
agria y coliflor al vapor con salsa olivos, y para postre tuvimos
l>udín de arroz.
Fue una comida relajada y en familia, en la que la conversa-
ción giró en torno a la poesía y en la que varios de nosotros ha-
blamos de nuestros poetas favoritos y en la que, en respuesta a
una pregunta, dije: «A mí me gusta Rilke, pero también Lorca,
Neruda y algún que otro poeta francés, como Villon, Rimbaud
y Baudeiaire». Cuando me di cuenta de que Krishnamurti no
había mencionado sus preferencias poéticas, me dirigí hacia él
(que se hallaba sentado diagonalmente ante mí) y le pregunté:
-¿Cuáles son sus poetas preferidos, Krishnaji?
La atención de todos los presentes se dirigió entonces hacia
él que, apoyándose en el respaldo de la silla respondió, con una
franca sonrisa:
-La poesía de Keats me parece muy especial. ¿Cómo se lla-
ma, la Oda a...?
-¿La Oda a un ruiseñor? -sugerí.
-No, no, la otra -dijo, recordando súbitamente-, la Oda a
una urna griega, ésa que empieza diciendo: «Tú, todavía vir-
gen esposa de la calma...», y concluye con... «La belleza es

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Los almuerzos con Krishnamurti
Un hombre con una mente religiosa
verdad y la verdad belleza, nada más se sabe en esta tierra y
eso es todo lo que necesitamos saber». -¿Se dan ustedes cuenta de lo hermosas que son esas pala-
Krishnamurti recitó el texto entornando los ojos y asumien
bras? -preguntó, haciendo una pausa vibrante-. No olviden
do la voz de un rapsoda. Era evidente que amaba aquel poema
(que esos versos tendrán tres mil años de antigüedad. ¿No les
Después abrió de nuevo los ojos, inspiró profundamente y sa
cudió la cabeza como si de este modo quisiera disipar el efecto parece que el El cantar de los Cantares o Canción de Salomón
de un ensalmo. Finalmente agregó, con una gran sonrisa: son realmente notables?
-Antes solía recitar el poema entero, pero ya lo he olvida
do, como también me he olvidado de los demás poetas román -Y lo mismo ocurre con los Salmos y con el Libro de Job
ticos, como Shelley, lord Byron, Coleridge y Wordsworth. añadió entonces un antiguo síndico-: son auténticas obras de
-¿Es cierto, señor -preguntó entonces una joven profeso arte.
ra-, que usted solía leer la Biblia? Frente a Krishnamurti se hallaba sentada una joven que aca-
-Sí-respondió, para mi sorpresa, riendo-. Pero sólo la parte baba de hacerse cargo de la secretaría de la oficina de la Fun-
antigua, el Antiguo Testamento, en la traducción del rey Jaime dación y debía de ser la única de la mesa que no se hallaba es-
-¿Pero cómo, Krishnaji? -inquirí entonces-. Yo creía que pecialmente interesada en sus enseñanzas, puesto que sólo
no había leído ningún libro sagrado. estaba allí para permanecer cerca de su novio, que trabajaba en
-Lo que me gusta es su lenguaje, es decir, la poesía que hay la escuela. Es muy probable, por tanto, que su visión de Krish-
en la Biblia -respondió-, pero no tengo el menor interés en los namurti fuera muy diferente de la del resto de nosotros. Para
cuentos de un dios airado y todas esas bobadas. No la leo por que ella no era más que un anciano encantador y, como me dijo en
crea que transmite un determinado mensaje de la verdad, o cierta ocasión, "adorable". Hasta aquel momento había perma-
porque encierre una suerte de revelación divina, todo eso me necido en silencio, pero entonces preguntó:
parece una soberana tontería. La verdad es una cosa viva y, en -¿Y qué opina de los thrillers, señor? ¿Ha leído usted alguno?
consecuencia, no puede encerrarse en ningún libro. Es... -re- El no respondió inmediatamente a su pregunta, sino que la
plicó, levantando con pasión las manos con los dedos comple- miró con una expresión de perplejidad.
tamente extendidos, como si estuviese buscando una palabra -Ya sabe -aclaró entonces ella-: las novelas de misterio, las
para expresar lo indescriptible, y luego dejó la frase sin terminar novelas policíacas.
para que su incompletud se expandiera por el silencio-. -Ah sí, las novelas de intriga -concedió, con un destello de
«¡Levántate ya, amada mía, hermosa mía, y ven! -declamó, di- alegría en los ojos-. Disfruto mucho leyéndolas. ¿Qué pasa
rigiéndose nuevamente a la profesora-, que ya ha pasado el con ellas?
invierno y han cesado las lluvias. Ya se muestran en la tierra los -¡Lo mismo me sucede a mí! Adoro los misterios. ¿Quién
brotes floridos y ha llegado el tiempo de la poda y en nuestra es su autor favorito, Krishnaji?
tierra se deja oír ya el arrullo de la tórtola. ¡Levántate, amada -He leído bastante a Agatha Christie y también me gustan
mía, hermosa mía, y ven!» las novelas de Rex Stout. ¿Cómo se llama ese personaje, el de-
El modo en que recitó esos versos fue fascinante y evocó de tective gordo...?
inmediato toda la pasión que encerraban. -Nero Wolfe.
-Y su ayudante, un chapucero...
178 -Archie -respondió ella-. ¿Le gusta también Raymond
Chandler? ¿Ha leído usted alguna de sus novelas?
179
Los almuerzos con Krishnamurti
Un hombre con una mente religiosa

-No sé quien es.


policíacas y de espionaje. Entonces dejé de lado provisional-
-Es el creador de Philip Marlowe, ese detective duro que
vivía en Los Angeles entre los años cuarenta y cincuenta. -Ah, mente lo que estaba haciendo y me acerqué a ver lo que elegía.
sí, creo que también he leído sus novelas. -¿Y conoce a John -Recomiéndeme alguna realmente buena -dijo-. Ya sabe,
D. MacDonald? Es uno de mis favoritos. -¿JohnD.? una que tenga un buen argumento, que esté bien escrita y que
-Su héroe es un tal Travis McGee, que vive en Florida, y la no trate de todas esas cuestiones sentimentales.
portada de cada uno de sus libros tiene un color diferente. -Hummm -vacilé unos instantes-... probablemente ya haya
-¿El que vive en un barco y conduce un Rolls Royce azul? usted leído todos estos libros. Pero últimamente he leído unas
¿Es ése? novelas de espionaje de Eric Ambler que me han gustado
-¡El mismo! Son novelas muy filosóficas y, cuando el héroe mucho.
se relaciona con una mujer, también muy románticas... Quiero -Éste es uno de ellos -dije, entresacando uno de los libros
decir que tiene cierto matiz erótico, ¿no lo cree usted también? del estante y entregándoselo.
-preguntó, echando un rápido vistazo de soslayo a los pre- -La máscara de Dimitrios -leyó en voz alta y luego pasó a
sentes. examinar brevemente la portada y la contraportada.
-Ah, sí-respondió Krishnamurti, sin el menor signo de em- -Creo que ya lo he leído -comentó, dejándolo de nuevo en
barazo-, pero siempre me salto esas partes porque me parecen su sitio.
muy aburridas, de modo que las leo muy por encima. -¿Y qué le parece Ross Macdonald? -sugerí, señalando una
La muchacha se rió entonces de la expresión que asumió fila de libros del mismo lomo que llevaban su nombre-. Me pa-
Krishnamurti, como si fuera un chiquillo incómodo ante la ex- rece un buen escritor y vive en Santa Bárbara, donde se desa-
pectativa de tener que presenciar la vida amorosa de los adul- rrollan la mayor parte de sus novelas.
tos. Cuando nos dimos cuenta de su reacción, todos nos echa- -Muy bien, señor, recomiéndeme un par.
mos a reír y hasta él hizo lo mismo. Entonces cogí un par de libros que me habían gustado y se
-¿Pero qué es lo que hace, Krishnaji -prosiguió ella-, cuan-
do está viendo una película o un programa de televisión y al- los pasé. El ojeó durante unos instantes los resúmenes de las
guien se besa o se abraza? contraportadas y luego comentó pensativamente:
-Simplemente cierro los ojos -declaró, cubriéndose los -Quizás los haya leído pero, como no me acuerdo, tampoco
ojos con las manos. Luego entreabrió los dedos, miró a hurta- importa mucho. A fin de cuentas, no es más que un pasatiempo.
dillas y añadió-: y, cuando ya ha pasado todo, vuelvo a mirar la Después me dio una palmadita amistosa en el hombro, se
película -un comentario que desencadenó de nuevo las carca- colocó los dos libros bajo el brazo y se dispuso a salir.
jadas de todos los presentes. -Adiós, señor-dijo-. Gracias.
Cuando, después del almuerzo, fui a limpiar la mesa de ser- -Gracias a usted, Krishnaji -respondí.
vir, descubrí a Krishnamurti de pie ante la librería que ocupaba
media pared del cuarto en el que nos servíamos la comida y que
estaba llena de libros de bolsillo, fundamentalmente novelas
Pocos días después, un actor y una actriz india visitaron a
180 Krishnamurti y se quedaron a almorzar con nosotros. Ella era
una mujer alta, de rasgos típicamente indios y una lustrosa ca-

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Los almuerzos con Krishnamurti
Un hombre con una mente religiosa

bellera morena que le caía en cascada por detrás de los hom bros. almuerzo, los tres se fueron juntos a pasear por el camino que
Vestía un exquisito sari de seda azul con hilos de oro en tretejidos
atravesaba el robledal, reverdecido por las recientes lluvias.
y se movía con una gran elegancia, y el bindi de color carmín que
Varios meses más tarde, a finales de aquel mismo año, fui a ver
llevaba en el entrecejo añadía un toque de exotismo a su
Star Trek Uno, la película en la que había trabajado la mujer y,
hermosura. Su compañero era un hombre atlético y apues to de
aunque al comienzo tuve cierta dificultad para reconocerla a causa
facciones duras y muy masculinas.
de su cabeza rapada, debo decir que, a pesar de ello -o o tal vez
Durante aquel almuerzo, la mujer, una reina de la belleza que
había acabado convirtiéndose en estrella de cine, nos comen tó que gracias a ello-, siguió pareciéndome igual de hermosa.
estaban de camino hacia Hollywood donde, según nos dijeron, él
iba a desempeñar el papel de héroe en una película de aventuras
para la televisión, mientras que ella iba a debutar en una película de
ciencia ficción que la obligaría a afeitarse la cabeza, pero, La lluvia no dejaba de caer desde hacía varias semanas y todos
contemplando su larga cabellera, me costaba creer que de verdad esperábamos ansiosamente que cesara antes de las charlas de Oak
estuviera dispuesta a hacer algo así, y dudé de que fuera cierto. Grove porque, en caso contrario, deberíamos derivar, como hicimos
La conversación derivó naturalmente hacia el cine, los actores y el año anterior, todas nuestras actividades al pueblo. Finalmente,
las actrices, y, en un determinado momento, Krishnamurti comentó sin embargo, la tierra estuvo lo suficientemente seca como para
de manera general: «los actores son muy vanidosos». En aquel seguir con el programa previsto. Todo estaba muy verde y florido,
momento la actriz dejó de masticar y, con un breve centelleo en los y parecía dispuesto para un acontecimiento que, en mi opinión, se
ojos, quizá porque creyó que el comentario iba dirigido contra ella, asemejaba a un gran festejo, como si la Navidad, Semana Santa y el
replicó, sin cólera pero con una entonación un tanto fría: Año Nuevo se celebrasen el mismo día.
-¿Pero no es usted también un poco vanidoso, Krishnaji? Miles de personas procedentes de todas partes del mundo
Después de todo, ¿no pretende su peinado ocultar la calvicie de su acudieron en aquella ocasión al valle para escuchar a Krishnamurti.
frente? Se trataba, sin duda alguna, de un acontecimiento cultural de
La serenidad y naturalidad con la que se expresó suavizó la primera magnitud en el que íbamos a explorar y sentar las bases de
dureza de su comentario, que dejó en silencio a todos los presentes, una nueva conciencia que tal vez augurase incluso el nacimiento de
y yo me quedé muy sorprendido, tanto por su observación como una nueva cultura. Durante las primeras charlas, Krishnamurti
por el hecho de no haberme dado cuenta hasta aquel momento del habló de la bondad, a la que consideraba como la fuente de la nueva
singular peinado con el que Krishnamurti trataba de disimular su cultura. «Los antiguos indios, griegos y egipcios ya soñaban con
calva. una sociedad buena», declaró a este respecto.
Krishnamurti no reaccionó en absoluto y, durante un largo En muchos sentidos, la persona de Krishnamurti encarnaba la
segundo, la miró en silencio y sin parpadear. Luego, con una esencia de esta nueva cultura. Para él, la cultura no era algo
sonrisa en los labios, siguió comiendo como si tal cosa y reanudó almacenado en el cerebro, muerto y fosilizado, sino una cosa viva.
una conversación tan cordial como antes. Al finalizar el Verle llegar a una charla, subir al estrado y dirigirse a miles de
personas era contemplar a un ser humano culto y refina-
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Un hombre con una mente religiosa

do. No había en él nada pomposo ni frivolo. Krishnamurti esta


ba tan asentado en la inteligencia, en la conciencia del instan construir algo así. Debieron de tardar décadas y quizás incluso
te y en la compasión genuina hacia todas las cosas vivas, que siglos.
parecía expresar la quintaesencia misma del término "cultura", -Y todo ello inspirado por el fervor religioso, para mayor
ya que mostraba un respeto y un cuidado exquisito por la tie- gloria de Dios.
rra, los animales, los árboles y las flores y, más que cualquier -Y completamente anónimo, ¿entiende? Nadie sabe quién
otra cosa, por los seres humanos, por todos los seres humanos, fue el arquitecto. En aquel entonces los artistas no firmaban
independientemente de su status, su posición social y su tras sus obras, como sucede hoy en día. Cuando se lo proponen, los
fondo. seres humanos pueden hacer las cosas más increíbles. Si no re-
Cuando hablaba de la bondad como la fuente de una nueva cuerdo mal, el viaje a la Luna requirió del funcionamiento co-
cultura, Krishnamurti insistía en la sutil, aunque evidente, dife- ordinado de unas cien mil personas, y la verdad es que lo hicie-
rencia que existe entre la mente creativa de la cultura y la fuerza ron muy bien.
creativa original de la naturaleza y del universo, y señalaba Un visitante de la India empezó entonces a hablar de las
que, en su opinión, el hecho de escribir un poema inspirado, de maravillas arquitectónicas de su país, los templos, las cuevas y
componer una sinfonía, o de construir una magnífica catedral, no las mezquitas creadas por personas inspiradas por el senti-
llegaba a rozar siquiera los fundamentos del acto creativo. Aun miento religioso, y puso como ejemplo los templos excavados
las expresiones culturales más refinadas y sutiles se derivaban en las cuevas de Ellora y Ajanta, el Taj Mahal, Konarak y Puri.
del pensamiento y del yo, es decir, del ego, y en consecuencia -Cerca de Bombay -dijo Krishnamurti que, hasta entonces,
sus intereses eran limitados y concretos. En este sentido, solía había permanecido en silencio- existe una isla donde, hará unos
decir que: «La verdadera creatividad no necesita expresarse» y mil años, los monjes excavaron templos en la roca. Una de ellas
también señalaba el aspecto holístico de una nueva cultura es una enorme escultura trifronte en roca del dios Shiva.
arraigada en la vida individual diciendo que: «El verdadero arte -La isla de Elefanta y el Mahesh-murti -señalé, cuando re-
es el arte de vivir». conocí la descripción de una visita que realicé años atrás.
-Este Tri-murti, como se le llama -continuó-, es una ima-
gen realmente extraordinaria, llena de profundidad y de digni-
dad. ¡Imagínense el estado mental en que debían hallarse las
El lunes que siguió al primero de los dos fines de semana de personas que lo crearon!
charlas en Oak Grove nos reunimos casi veinte personas a co- Mientras se refería a la clase de conciencia que había erigi-
mer, y puesto que se hallaban presentes varios síndicos de las do la escultura de la deidad de tres caras, su voz expresaba un
fundaciones y prácticamente todos los síndicos de la KFA, el respeto reverente y el silencio se extendió por toda la mesa,
clima fue bastante más formal de lo habitual y la conversación como si la mente religiosa se manifestara entre nosotros. Final-
giró en torno a cuestiones artísticas y culturales. mente me aventuré y dije:
-¿Ha estado usted en Chartres? -preguntó Krishnamurti a -Han debido de ser personas muy inspiradas y devotas.
uno de los responsables ingleses-. ¡Qué catedral tan hermo- -No, señor -replicó Krishnamurti-, deben haber compren-
sa! Piense en la energía y en la colaboración que debió exigir dido algo, ya sabe; deben haber tenido algún tipo de percep-
ción directa de la... de la mente religiosa.
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Los almuerzos con Krishnamurti Un hombre con una mente religiosa

Entonces hizo un gesto enfático, con los dedos completa mente jan a Occidente y que suelen quedarse atrapados en las redes «lo la
extendidos, y todos entendimos que estaba refiriéndose a la mente publicidad y del dinero. Ésa no es más que una música de segunda
religiosa que, para él, era la clave de la comprensión de la mano, por así decirlo, una música que ha sido compuesta por
existencia humana, el sine qua non de la vida armoniosa y el razones principalmente comerciales. Pero la música que ahora van
origen mismo de cualquier nueva cultura. a escuchar es una música muy diferente, una música verdadera, una
música íntegra que no ha sido compuesta para ganar dinero. Es
música sagrada.
Los criterios de pureza artística de Krishnamurti eran in-
Poco después de haber concluido las charlas a finales de abril, quebrantablemente austeros y no sólo exigían la excelencia técnica,
Krishnamurti se reunió en Pine Cottage con el personal para sino también la entrega desinteresada. La auténtica música, para él,
celebrar varios debates en los que, como siempre, subrayó> la era la música que no tiene más motivo que la simple joie de vivre:
importancia de la escucha: la música por la música.
-Escuchen -dijo entonces- con todo su ser, con toda su mente, Luego Krishnamurti puso en marcha el equipo y el sonido
con todo su corazón y con todos sus sentidos. Escuchen el sonido reverberante de los instrumentos de cuerda y de percusión y las
de un árbol, no el sonido del viento ni el de las hojas, sino el suaves tensiones de la flauta de bambú evocaron un clima, un
sonido del tronco, el silencioso sonido de las raíces. paisaje y una tradición musical diferentes. Me dejé llevar y cerré
Más tarde, durante el almuerzo, estábamos hablando de los los ojos para fundirme con el zumbido interminable de los ins-
principales intérpretes actuales de música clásica, cuando Krish- trumentos. Parecía una revelación de sonidos puros sin imágenes,
namurti mencionó que había recibido una grabación excepcional un universo de sonidos internos que recreaba una historia de ciclos
de música clásica instrumental del Sur de la India y nos invitó a interminables de creación y destrucción cósmica.
escucharla después del almuerzo.
Cuando la música finalmente concluyó y abrí los ojos, creí por
Diez de nosotros nos dirigimos aquella tarde a Pine Cottage y
unos instantes que estaba contemplando un mundo nuevo. La gente
entramos silenciosamente en el pequeño cuarto que se hallaba junto
que me rodeaba parecía tener un rostro completamente nuevo, como
a su dormitorio, amueblado con una sencilla elegancia. Rara vez
si sus rasgos estuvieran iluminados por una luz que emanase de su
teníamos la ocasión de entrar en sus aposentos, de modo que me
interior. Durante unos instantes permanecimos unidos por el
sentí privilegiado de estar con él allí. Nos sentamos en las sillas
vínculo del silencio y de la escucha, y uno se sentía tímido y
que estaban dispuestas junto a la pared, y aunque el espacio era
extrañamente vulnerable. Luego, sin comentario ni diálogo alguno,
pequeño para diez personas, la habitación no parecía atestada.
Cuando me di cuenta de los largos períodos de silencio que se dimos las gracias a Krishnamurti por el regalo que acababa de
habrían desarrollado entre aquellas paredes, yo mismo me encontré ofrecemos y abandonamos en silencio su sala de estar para
muy silencioso. reintegrarnos a nuestras respectivas ocupaciones.
-Están ustedes a punto -comentó entonces Krishnamurti, a
modo de introducción- de escuchar una música muy especial, una
música a la que no están acostumbrados, una música que no tiene
Varios días más tarde (durante la segunda semana de mayo), yo
nada que ver con la de los músicos indios famosos que via-
estaba en la cocina concluyendo los detalles del último al-

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Los almuerzos con Krishnamurti Un hombre con una mente religiosa

muerzo de la temporada con Krishnamurti. Había puesto la ra gran libertad. Por un momento, la prisa, la presión, el tiempo,
dio y estaba escuchando la sinfonía Coral de Beethoven, que el instante siguiente y el pensamiento se desvanecieron y úni-
llenaba el soleado espacio de la cocina, y había perdido toda camente quedó el escuchar. Entonces fue cuando, a través de
noción del tiempo cuando, hacia el final del tercer movimien los acordes, oí la voz de Krishnamurti preguntándome:
to, Krishnamurti entró en la cocina. Al ver que me disponía i -¿Qué hay para almorzar, Michael?
apagar la radio, me detuvo de inmediato diciendo: Por un instante y sin razón alguna para ello, experimenté
-¡Pero si es la Novena Sinfonía de Beethoven! No la apague - unas ganas terribles de reír, pero me reprimí y, sonriéndole,
¡Vaya, Krishnaji, la conoce usted muy bien! -Así es. Ésa era respondí:
la única música que había en la cabaña de la Sierra Alta donde -Hoy tenemos comida mejicana, Krishnaji: guacamole y
viví un tiempo, y la ponía todos los días cu uno de esos ensalada de jicama, enchiladas, mazorcas, frijoles negros y en-
gramófonos con un enorme altavoz a los que hay que dar
salada de mango y papaya acompañada de galletas y bizco-
cuerda -dijo, esbozando con un gesto esos antiguos altavoces
cuya forma los asemejaba a un cuerno de la abundancia.- Ése chitos.
era el único disco de que disponía y lo escuchaba cada día -¡Eso está muy bien! ¿Puedo ayudarle en algo?
hasta que acabé familiarizándome con cada matiz, cada nota y -Claro que sí, señor -respondí entusiasmado.
cada melodía. Al cabo de una o dos semanas podía distinguir Fue un almuerzo tranquilo al que asistimos unas dieciséis
los diferentes instrumentos y, finalmente, acabé apren- personas. Krishnamurti y Mary Z. salían para Inglaterra al día
diéndomelo de memoria. La ponía cada mañana a las once en siguiente y la mayor parte de la conversación giró en torno al
punto. momento de su partida y de su llegada, la compañía aérea con
-¿Por qué a esa hora, señor? la que volarían y otros asuntos relacionados con el viaje. Y,
-Porque entonces ya había desayunado y lavado los platos. aunque la mayoría de nosotros no volveríamos a verle hasta
Era un momento en el que la habitación estaba iluminada por dentro de nueve meses, nadie parecía estar triste o
el sol de la mañana y la música creaba una sensación de orden emocionado, no sólo porque él detestaba las manifestaciones
en el curso del día en medio de la naturaleza salvaje. de sentimentalismo, sino porque todavía se hallaba entre no-
Este comentario evocó en mi mente la imagen de una caba- sotros y su presencia transmitía una silenciosa y sobrecoge-
ña perdida en las montañas y rodeada de imponentes secoyas, dora plenitud.
esos testigos milenarios del silencio, mientras un joven Krish- -Voy a contarles -dijo súbitamente- una historia que escu-
namurti colocaba cuidadosamente la aguja del gramófono so- ché el otro día. En la antigua India existió un yogui famoso por
bre un disco de baquelita negra y se sentaba en un banco de sus logros y por su austeridad. Sólo tenía un par de taparrabos
madera a escuchar con los ojos cerrados los acordes musicales y usaba uno mientras lavaba el otro. Cierto día visitó la capi-
compuestos por el gran maestro sordo. tal y su fama llegó a oídos del rey, que se aprestó a invitarle a
Cuando el coro entonó la canción de la amistad «Freude, palacio. Una vez allí, le saludó con la debida reverencia, le en-
schöner Götterfunken... alle Menschen werden Brüder» con- señó el palacio y le condujo a la cámara del tesoro, donde ha-
templé en silencio a Krishnamurti escuchando, frente a mí, la bía acumulado enormes cantidades de joyas y de oro. Una vez
música, y me invadió una sensación repentina e inesperada de allí le dijo:
-Éste es todo mi tesoro. Pídeme lo que quieras y te lo daré.
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Los almuerzos con Krishnamurti Un hombre con una mente religiosa

-Las posesiones mundanas no me interesan -respondió Or jer-. ¿Qué uno ha de renunciar a salvar sus posesiones cuando la
gullosamente el yogui-. Lo único que tengo en el mundo es un par casa está ardiendo?
de taparrabos. -No, se trata del apego -replicó otro de los presentes-. Poco
-Por favor, quédate conmigo uno o dos días y enséñame o] importa que uno se halle apegado a algo enorme o a algo pequeño
secreto de tu desapego y de tu sabiduría -pidió entonces im- porque, en ambos casos, se halla sumido en el apego.
presionado el rey. -Yo creo -señaló entonces una mujer mayor- que la historia
El yogui aceptó la invitación y un criado le condujo hasta la tiene que ver con el deseo, porque el simple hecho de querer
habitación vacía en la que alojarse pero, a mitad de la noche, oyó liberarse del deseo no deja de ser una forma de deseo.
un gran alboroto de gente gritando y corriendo de un lado a otro. -No identificarse -dijo Krishnamurti-. No identificarse con nada
Alguien abrió entonces la puerta de su cuarto y gritó: «¡Corre, si ni con nadie.
quieres salvar tu vida! ¡El palacio está ardiendo!». Mientras nos levantábamos y cada cual llevaba sus platos sucios
El yogui abandonó entonces su habitación y vio que había al fregadero, me di cuenta de que se trataba de una historia muy
fuego y humo en los pasillos y se puso a correr como todo el apropiada para el momento de la despedida.
mundo, y entonces descubrió al rey con su toga corriendo a su Con toda sencillez, como él hacía todas las cosas, Krishnamurti
lado. Tras un breve vistazo en que ve su palacio presa de las ayudó a limpiar la mesa llevando a la cocina las jarras de agua, los
llamas, el rey dijo al yogui: platos y los tazones. Al verle colaborar, no tardaron en sumarse
-He perdido mis joyas y mis tesoros, pero no me importa, algunos invitados y síndicos, aun aquellos que normalmente no
porque tú me has enseñado que las posesiones carecen de soñarían siquiera en echar una mano, que me preguntaron cómo
importancia y que lo único que se necesita es una sencilla prenda podían contribuir, de modo que les respondí complacido
de vestir. repartiendo guantes de goma, trapos de cocina, delantales y
Al escuchar sus palabras, el yogui dio repentinamente media escobas, y dándoles breves instrucciones.
vuelta y empezó a correr en dirección al palacio y el rey, al darse Mientras todo el mundo se ocupaba de las labores de limpieza,
cuenta de que corría hacia una muerte segura, le persiguió hasta Krishnamurti permaneció en pie entre el frigorífico y la mesa,
alcanzarle. observando divertido toda la actividad que le rodeaba. Yo estaba
-¿Dónde vas? -le dijo entonces-. ¿Te has vuelto loco? ¿Acaso colocando los restos de comida en recipientes de plástico y me
quieres morir abrasado? preguntó:
-¡Mi taparrabos! ¡Mi otro taparrabos está todavía en el palacio -¿Qué va usted a hacer con eso, señor? -Nos lo comeremos esta
y debo recuperarlo! ¡Es lo único que tengo! -respondió entonces el noche, Krishnaji, todavía estará bueno. No me gusta tirar ni
yogui. desaprovechar la comida y siempre reciclo las sobras. -Muy bien.
-¿Estás dispuesto a arriesgar tu vida por un simple taparrabos? - Krishnamurti parecía algo impaciente y llamó a Mary Z. que, con
preguntó entonces riendo el rey-. ¿Y tú eras quien iba a enseñarme
guantes de goma y delantal, seguía ocupada en el fregadero. -María
el secreto del desapego y de la liberación de las posesiones?
-dijo con entusiasmo italiano-, tenemos que irnos. Aún tiene usted
-¿Y cuál es la moraleja de la historia? -preguntó una mu-
que preparar sus maletas.

190 191
Los almuerzos con Krishnamurti

-Ya voy, señor -respondió ella, volviéndose para mirarla Capítulo 12 UN


Ahora mismo acabo de lavar, estos platos.
Entonces advirtió que estaba colocando las galletas que so AMIGO INMORTAL
braban en un recipiente de metal y, acercándose, me preguntó
en voz baja:
-¿Le importaría prepararnos algunas para el viaje?
-Claro que no, Krishnaji, lo haré ahora mismo -contesté,
envolviendo ocho de ellas con una película transparente y vol
viéndolas a envolver con papel de aluminio-. Así se conserva
rán frescas. ¿Cree usted que habrá bastantes? Entrantes
-Más que suficientes. Muchas gracias, señor-contestó, an-
tes de decir, una vez más-: Vamos, María. Ensalada mixta de hortalizas aliñada
-Sí señor, ya voy -respondió ella. con vinagreta o salsa de yogur y ajo.
Ensalada griega de tomates, pepinos,
pimientos dulces, aceitunas y queso feta.
Ensalada de brécol y aceitunas.

Primer plato
Lasaña casera de espinacas con varias
capas de tomate y salsa bechamel,
espolvoreada con mozzarella y parmesano.
Espárragos al vapor aderezados con limón,
aceite de oliva y una pizca de sal
de hierbas.

Postre
Pastel sol anaranjado, hecho con naranjas
enteras y pasas, servido con nada montada.
Fruta fresca del tiempo.

192
Una tarde del mes de mayo nos reunimos, bajo el pimentero,
unas ocho o diez personas dispuestas a despedirle, como había-
mos hecho para darle la bienvenida a Ojai. El equipaje estaba ya
en el maletero de la furgoneta de la escuela con la que el direc-
tor llevaría a Krishnamurti y a Mary Z. hasta el aeropuerto de
Los Angeles, desde donde volarían directamente a Londres.
Fue una despedida rápida y sin sentimentalismo, después de la
cual todos regresamos a nuestras ocupaciones cotidianas.
Krishnamurti, vestido con un abrigo deportivo, corbata y
finos guantes de piel, salió de la casa acompañado de Mary Z.,
que también iba elegantemente vestida para el viaje. Krishna-
murti, que siempre se consideraba y se comportaba como un
invitado, fue estrechándonos la mano uno tras otro y nos dio
las gracias por nuestra hospitalidad mientras nosotros, a nues-
tra vez, le agradecimos su presencia. Luego ambos subieron a
la furgoneta y desaparecieron.
Nosotros nos miramos y suspiramos. Me sorprendió semilla
aguda punzada de la separación y experimenté una repentina
sensación de soledad y ausencia, un vacío semejante a la muer-
te, pero se trataba de una sensación nítida y emocionalmente
neutra que no dejó tras de sí el menor signo de amargura.

El verano y el otoño pasaron mientras yo atendía mis obli-


gaciones: dar clases, preparar la comida para el personal y los
alumnos de la escuela de Oak Grove y hacer algún que otro tra-

195
Los almuerzos con Krishnamurti
Un amigo inmortal

bajo de campo con ellos. Además, también colaboraba en los|


en el caso de que hubiera seminarios o conferencias con cientí-
seminarios para adultos de duración variable (entre un fin de se
luos y artistas, recurría también a él para abordar las cuestio-
mana y una semana) que, cada mes, impartían en Arya Vihara
nes focales de su investigación sobre la conciencia, la vida,
el profesor alemán de física y su esposa. Cuando llegaron la na
vídad y el año nuevo de 1980, mi pensamiento, que nunca llegó la la muerte y la meditación. Era un proceso de indagación vivo,
a olvidarse por completo de Krishnamurti, empezó a dar vuel un movimiento orgánico que iba desplegándose como una flor.
tas a su regreso a Ojai a comienzos de febrero. Por ultimo, el tema acababa de elaborarse en las charlas
Su llegada fue como una brisa fresca que trajera consigo los públicas celebradas en Oak Grove.
aromas de la nueva estación. Una semana antes empecé a pre- -¿Qué es, para usted, la confianza? -preguntó aquel día a
parar la cocina de Arya Vihara, y el subjefe de cocina se encar uno de los síndicos-. ¿Confía usted en alguien? ¿Confía usted
gó de mis tareas en Oak Grove. Fue un cambio bien venido y en su esposa? ¿Confía usted parcialmente, es decir, confía en
yo agradecí la oportunidad de cocinar para Krishnamurti y sus un determinado aspecto, pero no en otro? ¿Qué es para usted la
invitados durante los tres meses siguientes. confianza, señor?
En el primero de los almuerzos de aquella temporada y des -Si tengo confianza en usted -respondió el hombre, vaci-
pués de agotar las habituales cuestiones relativas a los porme- lando-, contaré con usted y tendré fe en usted.
nores del viaje, Krishnamurti le preguntó repentinamente al di- Pero este tipo de respuestas rara vez satisfacía a Krishna-
rector, que se hallaba sentado frente a él: murti, porque él solía atribuir un significado muy concreto a
-¿Confían los chicos, es decir, los alumnos, en usted? ¿Con- cualquier palabra clave que estuviera usando en el momento,
fían en los maestros? atribuyéndole una profundidad y una transparencia que abría
-Hasta un determinado momento sí que lo hacen, pero cuan- las puertas a una percepción nueva y fresca de la vida.
to mayores son, menos confían en los adultos. -Yo no me refiero a depositar la confianza en alguien por-
-No es suficiente -señaló Krishnamurti-. Debería haber
confianza, una confianza verdadera, no una confianza limitada. que, en tal caso, dependeré de esa persona -explicó- y tampoco
Con usted deberían sentirse completamente seguros, deberían hablo de la fe. Eso es algo que la Iglesia lleva repitiendo des-
sentirse en casa. de hace centenares de años: «Tened fe y creed en Jesús». ¿Me
Entonces me di cuenta de que Krishnamurti acababa de es- permiten que les cuente ahora un chiste que alguien me ha conta-
bozar el tema de investigación que, en esta ocasión, era el de "la do recientemente y que tiene que ver con esto?
confianza". Es cierto que cada año el tema cambiaba (como -Un católico está de pie en lo alto de una montaña contem-
había ocurrido con los casos de "la responsabilidad", "la pre- plando la belleza del valle que se despliega a sus pies cuando,
sión psicológica", "el interés y el interés personal" o "el respe- repentinamente, da un traspiés, cae por el acantilado y a duras
to", por ejemplo) y también lo es que las variaciones al respecto penas consigue sujetarse de la rama de un árbol que se balan-
eran distintas, pero el modo de enfocarlos parecía repetir siem- cea sobre un abismo de trescientos metros. Sin saber bien qué
pre la misma pauta. Krishnamurti solía abordar el tema por vez hacer, se pone a rezar: «¡Por favor, Señor, ayúdame! ¡Sálva-
primera en las sobremesas, luego lo desarrollaba durante los me de la muerte!», y escucha una voz procedente del cielo que
debates y diálogos con los síndicos, el personal y los padres y, le dice: «¡Ten fe y suéltate!».
Nuestro hombre mira entonces hacia abajo y, dirigiendo de
nuevo su mirada al cielo, exclama:
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Los almuerzos con Krishnamurti
Un amigo inmortal

-¿Hay alguien más por ahí? -¿Lee usted mientras come, Krishnaji?
Todavía estábamos riéndonos del chiste cuando Krishna -A veces la comida es muy aburrida -respondió. Y luego
murti nos miró con ojos resplandecientes y preguntó:
agregó-: La comida es buena y sabrosa, señor, pero hay oca-
-¿Qué es la confianza? ¿Tiene usted confianza? No me re
fiero a confiar en algo, como una idea o un ideal, sino sencilla siones en que, cuando uno se sienta a comer a solas, resulta un
mente al hecho de confiar. tanto aburrida.
Cuando la comida concluyó, la pregunta todavía estaba sin Esta simple explicación me tranquilizó y me hizo sonreír.
responder y siguió dando vueltas en mi cabeza mientras barria -¿Qué está usted leyendo, señor? -pregunté, mientras iba
el suelo de la cocina y también durante toda la tarde hasta colocando los platos en la bandeja.
que, en un determinado momento, creí atisbar a qué estaba re -Una novela policíaca de Rex Stout -respondió, mostrán-
firiéndose: La confianza como estado mental en el que no cabe dome la portada.
el miedo, la preocupación, la sospecha y el conflicto; una men -Gracias Michael, hasta mañana -me dijo, con una sonrisa,
te libre y despojada de todo interés personal. cuando abandonaba Pine Cottage.

Pocos días después cancelamos el almuerzo porque Krish- El nombre Krishnamurti significa "semejante a Krishna",
namurti, como hacía en ocasiones, quería tomarse el día libre el héroe sagrado de la mitología hindú, y es muy frecuente en el
para recuperar fuerzas (no olvidemos que, por aquel entonces, Sur de la India, como descubrí cuando estuve en Madrás, hasta
tenía ochenta y cinco años). Aquel día preparé algunos platos el punto de que son varias las páginas de la guía telefónica que
sencillos, los puse en una bandeja y los llevé a Pine Cottage y, recogen sus distintas grafías. En Occidente, sin embargo, su
después de dejar la bandeja sobre la mesa, le pregunté cuán- nombre solía ser, para su diversión y la nuestra, mal pronuncia-
do debía volver a recogerlos. do y peor escrito, y no eran infrecuentes las cartas escritas por
-Venga dentro de una hora, señor -respondió-. Y no será sus admiradores que iban dirigidas a Krishna Murphy, Chris-
necesario que toque el timbre, porque dejaré la puerta abierta, tian Murphy, Kristy Moorty y Christoph Murphy, por nombrar
así que entre sin llamar. sólo unos pocos ejemplos.
Cuando regresé una hora más tarde, me encontré con una Él también se refería a sí mismo de modos muy diversos.
escena sorprendente. Krishnamurti no estaba sentado erguido Durante las charlas públicas, por ejemplo, a veces empleaba,
ante la mesa, ni masticaba cada bocado treinta y dos veces, ni como forma de evitar el "yo", los términos "el orador", "uno",
tampoco ingería meditativamente los frutos de la tierra. Estaba "nosotros" y "tú". A veces también bromeaba sobre sí mismo
muy relajado, con el tenedor en una mano y un libro en la otra,
utilizando frases como "el hombre de la plataforma", "el pobre
y parecía completamente absorto en la lectura. Cuando me di
tipo", "el viejo muchacho" y expresiones similares. Pero el
cuenta de que no todo lo hacía con una atención plena del ciento
modo en que más frecuentemente se refería a sí mismo, tanto
por ciento fue como si una imagen mía se rompiera en mil peda-
zos. Incapaz de contener mi sorpresa, le pregunté: en público como en privado, era simplemente "K", quizás por-
que el anonimato que le proporcionaba un simple signo alfabé-
tico era el que más atractivo le resultaba.
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Los almuerzos con Krishnamurti
Un amigo inmortal

-¿Pero para qué todo eso? -pregunté.


-Para protegerle -respondió, riendo-. Para que nadie pu-
Un día de comienzos de marzo estábamos comiendo casi cu diera molestarle, y mantenerle así puro e incontaminado. No se
familia con una invitada especial, una anciana india que lleva permitía a nadie tocarle, ni tocar tampoco sus efectos persona-
ba muchos años siendo amiga y colaboradora de Krishnamur les. Y siempre había alguien con él.
ti. Vestía un sari rojo oscuro y llevaba un bindi rojo pintado en -¿Y su hermano recibió el mismo tratamiento? -pregunté,
el entrecejo; estaba sentada frente a él, que permanecía tan aten refiriéndome a Nityananda, que murió en Arya Vihara en
to a ella que, a pesar de estar rodeados de unas doce personas, 1925.
parecía que ellos mantuviesen una conversación aparte. Habla -¡Oh, no! -respondió y, apuntando con su delgado índice
ban de gente y de acontecimientos ocurridos hacía ya mucho hacia su pecho añadió, con una sonrisa irónica-. Éste era el ve-
tiempo, en la época de la sociedad teosófica, y la memoria de hículo y todos los demás debían seguirle. Solían postrarse ante
Krishnamurti parecía flaquear. Él preguntaba detalles de situa- él y prácticamente le adoraban. Sin embargo, toda aquella adu-
ciones concretas, y ella le recordaba lo que había sucedido y lación no influyó en él jamás; al niño no le importaba nada de
quién se hallaba presente en tal o en cual ocasión. La situación esto, ¿comprenden? ¿Por qué fue así? ¿Por qué no acabó co-
resultaba asombrosa y desconcertante. En un determinado mo- rrompiéndose? ¿Fue acaso por su mente vacía? -y luego se
mento, él se recostó en su silla y preguntó en voz alta: quedó en silencio, reflexionando sobre el misterio de lo ocurri-
-¿Por qué la adulación, el dinero y el poder no influyeron ni do mucho tiempo atrás.
corrompieron a aquel niño? -dijo, refiriéndose a la época en que
era un adolescente durante los tempranos días de la teosofía.
En una ocasión anterior, yo ya le había escuchado preguntar
algo parecido y debo aclarar que en modo alguno me pareció Al día siguiente almorzamos ensalada griega, ensalada de
una pregunta retórica. Era como si ciertos aspectos de su vida y brécol y aceitunas, lasaña de espinacas con bechamel y salsa
de su persona le resultasen a él tan misteriosos como lo eran de tomate, espárragos, y pastel sol anaranjado de postre. La
para el resto de nosotros. conversación giró en torno a la escuela de Oak Grove y a su
-¿Qué es una mente vacía? -preguntó entonces-. Aquel niño relación con la comunidad, y Krishnamurti preguntó al di-
estaba vacío, distraído, como si casi fuese un retrasado, como rector:
si su mente no se quedase con nada, como si nada permanecie- -¿Qué cree usted que piensa de la escuela de Oak Grove
ra, como si todo pasara a través de ella. una cajera del mercado de Meiner's Oaks, por ejemplo? ¿Tiene
Luego nos miró inquisitivamente, primero a la mujer y lue- ella alguna idea de lo que estamos haciendo, o cree acaso que
go al resto de nosotros, como si esperase que alguien tuviera la somos una curiosa secta oriental?
respuesta a los inusuales acontecimientos que habían configu- Algunos de nosotros sonreímos al escuchar la pregunta que,
rado su vida. si bien parece ingenua, resultaba sumamente pertinente.
-Cuando viajaba en tren -recordó, entre asombrado y di- -A decir verdad, Krishnaji -respondió el director-, dudo
vertido- reservaban un compartimento sólo para él, y sus co- que un trabajador de clase media haya oído hablar siquiera de
laboradores ocupaban los dos compartimentos contiguos. usted o de la escuela.
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200
Los almuerzos con Krishnamurti Un amigo inmortal

-Probablemente hayan visto la señal que hay en la carrete rece de toda importancia y, si representa un obstáculo, lo mejor
ra, de modo que, al menos, saben que hay una escuela -señalo que podemos hacer es eliminarlo.
un profesor. Fue una acción inmediata y sin elección a la que todos los
-Yo no creo-precisó uno de los maestros- que estén interc comensales reaccionamos de una u otra manera.
sados en una escuela, a menos que tengan hijos. -Pero, Krishnaji -dijo un responsable-, ¿cómo podemos
-No, señor -comentó Krishnamurti, insatisfecho con las desembarazarnos del nombre? A fin de cuentas, nosotros so-
respuestas que se le dieron-. Todo eso ya lo sé. Dejemos, por mos la Fundación Krishnamurti.
un momento, al ama de casa en el mercado y tomemos a una -No podemos -tartamudeó otra persona- desembarazarnos
persona medianamente educada que tenga cierta idea de lo que del nombre...
ocurre en el valle de Ojai y en el mundo -dijo, riéndose de sus -Es absurdo -comentó un tercero-. ¿Cómo vamos a llamar-
propios pensamientos-. Tomemos a una persona educada y nos Instituto de Educación?
medianamente inteligente, como un doctor, un abogado..., no, Todo el mundo respondió entonces expresando en voz alta
un abogado no, tomemos al director del instituto Thacher, por y con vehemencia su punto de vista mientras él, entretanto,
ejemplo. ¿Qué creen ustedes que opinan de la escuela de Oak permanecía recostado en su silla, con las manos serenamente
Grove? plegadas en el regazo y observando con expresión distante lo
-Ya sabe usted -respondió el director- que pusimos un que ocurría a su alrededor. Él sabía perfectamente lo que estaba
gran cartel de madera en la entrada y... diciendo, porque cualquier nombre -el suyo o cualquier otro-
-Ya sé eso, señor. Vaya directamente al grano. ¿Cuál es el carecía para él de toda importancia, especialmente en el caso
problema? ¿Es acaso el nombre? ¿El nombre "Krishna- de que obstaculizase el desarrollo de algo más grande y más
murti"? importante.
Su perspicacia y su inquebrantable honradez atajaron di- -Usted sabe que acabamos de poner un nuevo letrero, Krish-
rectamente la incomodidad que parecía despertar esta cuestión. naji -dijo entonces el director, refiriéndose a un gran rótulo de
-El nombre "Krishnamurti" -dijo claramente un profesor- madera que recientemente se había colocado en la entrada del
despierta la aprensión, si no el prejuicio, del americano medio camino de acceso a la escuela-, que dice "Escuela Oak Grove
porque evoca nociones de algo ajeno, de gurús, sectas y cultos de la Fundación Krishnamurti de América" y que la segunda lí-
extraños. La primera asociación lo vincula al movimiento Con- nea es más grande que la primera.
ciencia de Krishna. Quienes saben muy poco de estos temas -Supuso mucho trabajo.
suelen asociar automáticamente estos tres nombres, Krishna, -¡Quítenla!
Conciencia de Krishna y Krishnamurti y, puesto que les suena -¿Qué quiere decir?
parecido, de algún modo es lo mismo. Por supuesto que se trata -Que quiten la señal y la reemplacen con otra que sólo men-
de una reacción muy superficial, pero son muchas más las cione el nombre de la escuela. Con eso bastará. Así acabamos
personas que han oído hablar de la Conciencia de Krishna que de una vez con el problema.
de Krishnamurti. En ocasiones como ésta, Krishnamurti tenía una extraña ca-
-En tal caso -exclamó Krishnamurti enfáticamente y sin ti- pacidad para cortar los meandros de pensamiento, eludir los
tubear-, prescindamos del nombre. Eliminémoslo; el nombre ca- largos cálculos de pros y de contras y tomar rápidamente una

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Un amigo inmortal
Los almuerzos con Krishnamurti

decisión. Pero, como él mismo era el primero en admitir, esta- c iones y, aunque era muy vergonzoso, le enseñé a Aldous mis
ba lejos de ser infalible, especialmente en las cuestiones prác- escritos y él se mostró muy entusiasmado y me animó a se-
ticas o personales en las que, con cierta frecuencia, sus decisio- guir escribiendo. Según me dijo, era la primera vez que leía
nes tendían a ser erróneas y nosotros demasiado complacientes una descripción natural seguida de un discurso filosófico y de un
como para llevarle la contraria. posterior diálogo, y me aconsejó que escribiera regularmente,
-Tal vez debería cambiar mi nombre por el de Christopher quizá una página o dos por día, y así lo he hecho -dijo, con un
Murphy -dijo, a modo de conclusión, provocando nuestra risa gesto que parecía solicitar nuestra indulgencia y al que recurría
y aliviando la tensión acumulada en la sesión. cuando hablaba de sí mismo-. Solíamos dar largas caminatas
-Es cierto que eso resolvería muchos problemas, Krishnaji por las colinas y él me hablaba largo y tendido de las flores y
-comentó uno de los síndicos. las plantas del borde del camino, y de los animales con los que
Después de esta conversación, el cartel que había ante la es- nos cruzábamos.
cuela fue reemplazado por otro más pequeño que simplemente Mientras hablaba de su amigo, muerto hacía diecisiete años,
decía "Escuela Oak Grove". las palabras de Krishnamurti transmitían una profunda sensación
de afecto.
-Aldous tenía un profundo conocimiento de casi todo. Era
una enciclopedia viva. Uno podía preguntarle sobre cualquier
kishnamurti se reunió regularmente con el personal y con cosa y él le daba una conferencia al respecto, sin importar que
los padres en Pine Cottage durante todas las tardes de los fines se tratase de religión, de música, de arte, de un insecto o de una
de semana del mes de marzo. Era mucha la gente que esos días planta extraña.
acudía a almorzar, y muchos de los profesores tuvieron la opor- -Pero también se daba clara cuenta -añadió, haciendo una
tunidad de hacerle preguntas sobre su vida a las que Krishna- pausa y mirando a la joven que se hallaba junto a él- de que su
murti respondía francamente y sin reservas. vasto conocimiento era como una losa que le impedía experi-
Un día, una de las profesoras que se hallaba sentada junto a mentar las cosas como si fueran nuevas; el conocimiento acu-
él le preguntó por las celebridades que había conocido en Ca- mulado le impedía conectar con lo nuevo y lo original. Se daba
lifornia, y Krishnamurti mencionó a Stravinsky, Isherwood, perfectamente cuenta de ello. A veces me decía que: «cambia-
Chaplin, Greta Garbo y John Barrymore, entre otros, pero no ría gustosamente todos mis conocimientos y mi formación por
parecía tener muchas anécdotas que contar al respecto. Sin em- capturar un vislumbre de eso, una percepción directa de la ver-
bargo, cuando ella le mencionó al conocido novelista inglés dad» -gesticuló enfáticamente Krishnamurti, señalando hacia
Aldous Huxley, se tornó mucho más elocuente y nos relató la aquello que se encuentra más allá de las palabras.
historia de su larga y fértil amistad. -Tuvimos una relación muy extraña, muy afectuosa y muy
-Nos conocimos antes de la guerra y nos visitábamos con considerada y, durante nuestras largas caminatas, a veces no in-
cierta asiduidad y también manteníamos correspondencia. En tercambiábamos ni una sola palabra, o simplemente nos sentá-
una ocasión fui a visitarle a él y a María, su esposa belga, al de- bamos en silencio.
sierto de Mohave, donde acababan de mudarse. Por aquel en- -¿No tomó también en una época drogas psicodélicas? -in-
tonces yo empezaba a tomar nota de algunas de mis observa- quirió entonces ella.

204 205
Un amigo inmortal
Los almuerzos con Krishnamurti

-Eso es al menos lo que describió en Las puertas de la per caminar por la montaña de la mano de un capitán italiano de
cepción y Cielo e infierno -puntualicé. los alpini.
-Sí, Huxley experimentó con las drogas -replicó Krishna murti Después de su relato de los ejercicios oculares, volvió a hablar
y, aunque desaprobaba cualquier tipo de drogas y descar taba el brevemente de su gran amigo de Inglaterra.
valor de las experiencias inducidas a través de ellas, no pude -Aldous fumaba mucho y, finalmente, murió de cáncer de
advertir el menor tono de censura en su voz. lengua.
-Él me habló de sus sensaciones, de la vivacidad de los co lores
de las flores y de la desaparición de toda distancia entre él y la flor.
-¿Les interesa todo esto? -preguntó, haciendo una pausa y
mirándonos.
Cuando varios de nosotros respondimos con un entusias-mado
«Sí, claro que sí», él se encogió característicamente de hombros,
como diciendo que, a partir de aquel momento, si seguía hablando
era simplemente por satisfacer nuestro interés.
-Huxley era ciego de un ojo -continuó- y estaba perdiendo la
visión del otro, razón por la cual solía practicar el método Bates,
una técnica de ejercicios oculares que me explicó en detalle y que
yo no he dejado de practicar desde entonces.
-¿Usted lo practica cada día? -pregunté.
-Así es -respondió, asintiendo con la cabeza-, cada día durante
casi media hora.
-¿Y en qué consisten esos ejercicios? -preguntó con gran interés
un profesor que llevaba gafas.
Krishnamurti le mostró entonces algunos de los ejercicios,
como masajear los párpados circularmente, girar los globos ocu-
lares en ambas direcciones y centrar la mirada de un ojo en objetos
ubicados a diferentes distancias, mientras se cubría el otro con la
palma de la mano. Era muy agradable ver el gusto con el que
describía minuciosamente los detalles del método Bates y me
maravillé del cuidado con el que explicaba cuestiones apa-
rentemente tan triviales. En cierta ocasión nos contó con sumo
detalle el modo adecuado de cepillarse los zapatos, cosa que hacía
con regularidad, y otra vez nos dijo cómo había aprendido a

206
Capítulo 13 UN
E N C U E N T R O DE M E N T E S

Entrantes
Ensalada verde con vinagreta
0 salsa roquefort.
Ensalada de pasta hecha con capellini,
aceitunas finamente picadas, piñones
y salsa de albahaca.
Tomates frescos cortados en rodajas
confinas rebanadas de mozzarella
y albahaca fresca.

Primer plato
Guiso de maíz: semillas de maíz dulce
con cebollas, pimientos y zanahorias.
Judías negras a la cubana, con salsa
de tomate con un poco de apio, pimientos
dulces, cilantro y chile ligero.
Zanahorias y piña.

Postre
Pudín de tapioca.
Fruta fresca del tiempo.
En marzo de 1980, el profesor David Bohm y su esposa Sa-
ral llegaron a Ojai para pasar seis semanas con nosotros. Des-
de 1976 habían acudido regularmente a las charlas de Ojai y se
quedaban uno o dos meses en el apartamento de invitados del
piso superior de la casita que se halla frente a Pine Cottage, y a
lo largo de todos aquellos años, pude contemplar de cerca la
fascinante relación de amistad entre Krishnamurti y David que
había ido floreciendo durante veinte años.
La primera vez que oí hablar de David Bohm fue durante
las charlas públicas de Brockwood de 1972, cuando uno de los
estudiantes le calificó como "la mano derecha" de Krishna-
murti, una descripción que recuerdo que me pareció un tanto
extraña. Allí me enteré de que Bohm, que había nacido en Es-
tados Unidos, era profesor de física teórica de la London Uni-
versity, que había trabajado con Einstein y Oppenheimer y que
luego se había dedicado a la enseñanza en universidades de
Brasil y de Israel. Como síndico de la Fundación inglesa, él y
su esposa visitaban regularmente Brockwood Park y mantenían
diálogos con Krishnamurti, así como también con el personal y
los estudiantes.
En el año 1973 leí, en Saanen, el libro El despertar de la inte-
ligencia, recientemente publicado por Krishnamurti, cuyo últi-
mo capítulo, titulado «Sobre la inteligencia», recogía la transcrip-
ción revisada de un fascinante diálogo entre Krishnamurti y
Bohm y ponía claramente de relieve el funcionamiento de dos
mentes brillantes moviéndose y explorando juntas las dimen-
siones más amplias y profundas del pensamiento y de la inteli-

213
Años de completud
Un encuentro de mentes

gencia, de un modo que yo no había visto nunca antes. Pocos


días después de este hallazgo me crucé con David y su esposa un modo un tanto flexible el lenguaje para apuntar hacia algo que
en el camino que conducía al entoldado bajo el que Krishna- se encuentra más allá de las palabras.
murti iba a charlar esa mañana, pero hasta la primavera de 1976 Durante sus diálogos perfilaron la diferencia que existe entre
no nos conocimos y nos convertimos en buenos amigos. conceptos relacionados entre sí como "mente", "cerebro", "in-
lelecto" y "pensamiento"; "conciencia", "atención" e "intui-
ción", y "realidad", "actualidad" y "verdad", que Krishnamurti
solía utilizar de manera un tanto indiscriminada; esta clarifica-
La amistad entre Krishnamurti y David no sólo les permitió ción aportó, sobre todo en el último de los casos, algunos mati-
descubrir que compartían la misma pasión por poner de mani- ces sorprendentes en cuanto a significado. La palabra "reali-
fiesto las pautas del pensamiento, sino que también les unía el dad" se deriva del término latino res, que significa "cosa" que, a
interés por el lenguaje y por su uso correcto y la investigación su vez, está relacionado con la voz reri, que significa "pensar".
sobre el significado etimológico de las palabras. Era muy fre- Así pues, nuestra realidad cotidiana está compuesta por cosas
cuente que, en sus diálogos, el descubrimiento del significado que existen y sobre las que podemos pensar. Por este motivo,
origina] de una determinada palabra acabase conduciendo a la aun las ilusiones, las mentiras y los engaños son aspectos de la
revelación, no sólo de su historia, sino también de la realidad realidad, al menos en el cerebro en que se producen y en los
que la sustenta. Curiosamente, ambos utilizaban el mismo dic- efectos reales que provocan las acciones derivadas de ellas. En
cionario, que no era el Oxford ni el Webster, sino el poco cono- consecuencia, la persona que padece la ilusión de ser Napoleón,
cido Universal Dictionary of the English Language de Wyld & por ejemplo, reproducirá un comportamiento característico de
Partridge. Napoleón. Frente a la "realidad" está "la actualidad", es decir,
Durante todo el tiempo que duró su colaboración, Krishna- aquello que actúa, o, en palabras de Krishnamurti, lo que es. La
murti y David compartieron muchos diálogos, de algunos de "actualidad" incluye la "realidad", pero también la trasciende,
los cuales -como sucede con la serie de doce diálogos celebra- en el sentido de que se refiere a una totalidad dinámica en la que
dos en Brockwood Park en 1975- se guarda constancia en au- se suspende la división ordinaria entre todas las cosas y éstas se
dio. En 1976, siete debates entre Krishnamurti, David Bohm y relacionan e interactúan y se convierte en algo global. La "ver-
David Shainberg, un psiquiatra de la ciudad de Nueva York, se dad", por tanto, se encuentra más allá de la "realidad" y de la
grabaron por vez primera en vídeo y acabaron difundiéndose "actualidad", y constituye el fundamento o sustrato que permite
bajo el título La transformación del hombre. que lo actual se manifieste. En última instancia, la verdad está
En el curso de sus conversaciones, no sólo exploraron la na- más allá de la comprensión y de la verbalización, y es la nada
turaleza de la mente, sino que también agudizaron su precisión absoluta.
verbal definiendo claramente conceptos fundamentales. Krish- Toda esta definición de las palabras, las imágenes y los con-
namurti solía expresar sus percepciones en un lenguaje muy sen- ceptos era mucho más que un juego semántico y se correspon-
cillo y cotidiano y recurría, en ocasiones, a imágenes poéticas. En día con el proceso real en el que dos mentes geniales explora-
el fondo, creía firmemente que «la descripción no es lo descrito ban la conciencia humana para averiguar si existe algo más allá
y que la palabra no es la cosa» y empleaba, en consecuencia, de de los límites del pensamiento y adentrarse en los dominios de
lo desconocido y de lo ilimitado.
214
215
Años de completad Un encuentro de mentes

-¿Y cómo llegaron a conocerle personalmente? -Después de


haber oído sus charlas, David se interesó en tener una
La estancia de David y Saral en Arya Vihara supuso un au- entrevista personal con él, de modo que escribimos de nuevo
téntico salto cuántico en más de un sentido, tanto para el perso- a la oficina de Londres solicitando una entrevista privada y
nal como para mí mismo. La cena que preparé para ellos en rápidamente recibimos una respuesta, preguntándonos si sería
A.V. se convirtió en una suerte de evento cultural. Todos los posible encontrarnos con el señor Krishnamurti tal día en tal
miembros del personal y los residentes de A.V. fueron invita- lugar. Él se hallaba alojado en un hotel en Londres y nos
dos a comer y a participar en el diálogo, que solía comenzar recibió en su habitación. Fue muy amable y se ocupó de que
durante la comida y luego proseguía en la sala de estar. De este nos sintiéramos cómodos. Al comienzo el encuentro fue bas-
modo, muchos de los profesores tuvieron la ocasión de conver- tante formal, pero cuando David empezó a hablarle de su traba-
sar con David en un clima relajado, de expresar su punto de jo, Krishnamurti se mostró muy abierto y accesible. Escuchaba
vista y de lograr así una nueva perspectiva sobre las cuestiones muy atentamente y le preguntaba todo tipo de cuestiones, sin
planteadas por Krishnamurti. Éstas fueron tardes llenas de des- que hubiera entre ellos ningún tipo de reservas o de barreras.
cubrimiento y de risas. Cuando David empezó a hablar acerca de el observador y lo
Una tarde de marzo de 1980, después de haber acabado de observado, Krishnaji se interesó cada vez más, diciendo: «Sí,
comer y de retirarnos al cuarto de estar, una de las nuevas pro- sí, sí», hasta que finalmente abrazó a David -concluyó riéndo-
fesoras de la escuela se interesó por saber cómo habían llegado se, al llegar a la parte final de su historia.
a conocerse dos personas de cualificación, temperamento y Las diez personas que estábamos cómodamente sentadas en
transfondo tan diferentes como Krishnamurti y David. el sofá y en los sillones del cuarto de estar nos unimos a sus ri-
-¿Cómo se conocieron usted y Krishnamurti? -preguntó. sas cuando su narración evocó el encuentro entre el profesor si-
Como tenía por costumbre, David dejó que Saral respon- lencioso y conservador y el enérgico Krishnamurti, veinte años
diera a las cuestiones que les concernían a los dos. mayor que él. David también se reía a carcajadas, golpeándose
-Fue en 1957 -comenzó ella-, mientras David trabajaba en vigorosamente, en uno de sus gestos más característicos, la parte
la Bristol University. Una tarde estábamos en la biblioteca pú- posterior de la cabeza con la mano.
blica y me topé con un libro titulado La libertad primera y Después de aquel encuentro, los Bohm asistieron regular-
última y, al leerlo, descubrí varios pasajes que hablaban de "el mente a las charlas de Saanen, y la simpatía y afinidad acaba-
observador y lo observado" y me recordaban el trabajo que ron convirtiéndose en amistad y colaboración. Fueron muchos
David estaba llevando a cabo en el campo de la mecánica cuán- los paseos que dieron juntos por el impresionante paisaje de
tica. Así fue como le pasé el libro que, cuanto más leía, más le las montañas suizas dialogando sobre los enormes problemas y
interesaba. No sabíamos nada acerca del autor y escribimos al retos que debe afrontar la humanidad. Cuando en 1968 se creó
editor para enterarnos de quién era Krishnamurti y nos manda- en Inglaterra una nueva fundación internacional, la Krishna-
ron una dirección en la que podrían informarnos al respecto. murti Foundation Trust, Krishnamurti pidió a David que fuera
Cuando contactamos con la oficina que, en aquella época, esta- uno de sus síndicos, y David y Saral acabaron participando
ba en Londres, nos indicaron la fecha y el lugar de su próxima muy directamente en la creación de la nueva escuela de Brock-
charla, y en 1960 le escuchamos hablar por vez primera. wood Park.

216 217
Años de completud Un encuentro de mentes

-¿Mañana por la tarde? -preguntó el profesor-. Eso sería el


martes, 1 de abril. Sí, me parece muy adecuado, Krishnaji. ¿A qué
A finales de marzo de 1980, Krishnamurti empezó a reunirse hora? ¿A las cuatro en punto?
regularmente por las tardes con el personal y con los padres de la La tarde siguiente, ambos se hallaban frente a la chimenea de
escuela de Oak Grove. Justamente entonces llegaron los Bohm. Pine Cottage, con micrófonos en las solapas y dispuestos a
Krishnamurti les dio cordialmente la bienvenida, asegurándose de emprender una investigación seria y profunda sobre la condición
que tenían todo lo que necesitaban en el apartamento de invitados, humana, a la que los síndicos y varios miembros del personal
a menos de veinte metros de sus propios aposentos. Él y Mary Z. se habíamos sido invitados en calidad de observadores. Krishnamurti
unieron a David y Saral y al resto de nosotros para cenar en A.V., llevaba pantalones vaqueros y una chaqueta de punto, mientras que
un hecho un tanto insólito, puesto que habitualmente solían cenar a David, como habitualmente, llevaba camisa y corbata, suéter y
solas en Pine Cottage. Fue durante aquella cena cuando chaqueta.
Krishnamurti invitó a David a participar en la reunión con los
Krishnamurti comenzó planteando que, hace mucho tiempo, la
maestros al día siguiente.
humanidad tomó un camino equivocado que ha acabado generando
Al comienzo del diálogo en la sala de estar de Pine Cottage,
mucho conflicto y mucho sufrimiento, un conflicto cuya raíz, según
Krishnamurti pidió a David que se sentara en un sillón junto a él y
dijo, se asienta en el "yo", en sus pautas divi-sivas y en su ambición
les presentó, a él y a Saral, al personal, aunque muchos ya les
de devenir. El tiempo psicológico es el enemigo del hombre.
conocíamos. En público, Krishnamurti tendía a ser muy formal y se
refería a él como "doctor Bohm" o "profesor Bohm" pero, a mitad Procediendo con cautela concluyeron de manera provisional que no
del debate, se volvió repentinamente hacia él y le preguntó: existe ninguna diferencia entre el exterior y el interior, sino que se
trata de uno y el mismo movimiento y que, cuando ese movimiento
-¿Le importa que le llame David? Después de todo, hace ya
más de veinte años que nos conocemos y dialogamos -fue una se detiene, es decir, cuando la mente está silenciosa consigo misma,
pregunta completamente sincera, llena de afecto y buen humor. hay meditación. Luego Krishnamurti pasó a relatar un
acontecimiento de su pasado en el que tuvo una experiencia de este
-Por supuesto que no, Krishnaji -respondió David-. A fin de
tipo cuando, estando en la India, se despertó a las doce y cuarto de
cuentas, yo llevo todo este tiempo llamándole Krishnaji.
Todos compartíamos el buen clima que había entre ambos. la noche habiendo alcanzado la fuente de toda energía, una
-¿Cuándo comenzamos nuestro diálogo, señor? -preguntó al día experiencia que iba acompañada de tal sensación de paz y amor
siguiente, durante el almuerzo, Krishnamurti a David, que se que, como dijo a David, quiso transmitirlo a todo el mundo.
hallaba sentado frente a él. Cuestionando la existencia de la evolución psicológica, pasaron
-Cuando usted quiera. Tal vez podríamos empezar uno de estos a examinar la diferencia entre la mente y el cerebro y la
días. interrelación que hay entre el pensamiento, el conocimiento, la
-¿Qué tal mañana por la tarde? -preguntó entonces Krish- memoria y la experiencia. Cuando concluye el conocimiento
namurti, dirigiéndose al profesor que se hallaba a cargo de la psicológico, que da lugar al "yo", sólo existe la nada, una nada que
grabación de audio-. ¿Podríamos empezar mañana mismo? lo es todo y donde todo es energía.
A lo largo de su diálogo se produjeron varios asombrosos saltos
218 cuánticos. Nosotros, los oyentes, nos quedamos maravillados

219
Años de completud Un encuentro de mentes

ante aquel círculo de completud. Estábamos asombrados ante los factores desencadenantes del conflicto y del desorden, en-
la capacidad exploratoria de aquellas dos mentes, el modo en que tra en funcionamiento otra cosa, a la que denominó creativi-
reflexionaban juntas durante largos períodos de silencio y la ma- dad, un punto que Bohm consideró necesario aclarar, porque
nera en que, en ocasiones, hablaban al mismo tiempo, pero sin la idea cristiana de Cielo, en cuanto perfección absoluta y en la
perder nunca el contacto. Fue una coreografía maravillosa des- que ya no hay nada más que hacer, parece aburridísima.
de la conciencia hasta la vacuidad y cuyo colofón fue el de que, -Eso me recuerda un chiste -comentó entonces Krishna-
al final del tiempo, hay un nuevo comienzo que no pertenece al murti-. Un hombre muere, y cuando llega a las puertas del Cie-
tiempo. lo, le recibe san Pedro y le dice:
Aquel emocionante diálogo continuó al día siguiente, nue- -Usted ha vivido una vida bastante buena, no ha mentido ni
vamente con la asistencia de varios de nosotros en calidad de pecado en exceso. Pero antes de entrar en el Cielo debo decirle
observadores. Krishnamurti y David prosiguieron el diálogo que aquí nos aburrimos mucho. Dios nunca ríe y los ángeles
donde lo habían dejado, y no sólo indagaron en la mente indivi- siempre están taciturnos y se pasan la mayor parte del tiempo
dual, con sus pautas de devenir y de conflicto, sino también en rezando, de modo que piénseselo bien antes de entrar. Quizás
la mente universal y en aquello que se encuentra más allá de le gustaría ir abajo, ver cómo es y volver luego a comunicarme
ella. Después de haber eliminado el tiempo psicológico, el de- su decisión. Si pulsa este botón subirá un ascensor que le lleva-
venir y el deseo, avanzaron paso a paso más allá de la naturaleza rá directamente al Infierno y podrá echar un vistazo.
y de la creación, más allá de la mente universal, más allá de la -Así que el tipo llama al timbre y, cuando el ascensor llega
energía, de la vacuidad y del silencio hasta llegar a una inmen- al Infierno y se abren las puertas, le reciben las chicas más her-
sidad en la que no había diferencia alguna entre el comienzo mosas que nunca ha visto, que cuidan solícitamente de él, etcé-
y el final. En un determinado punto afrontaron la paradoja de tera.
que estaban tratando de expresar en palabras lo absoluto, una -¡Por Júpiter! -piensa nuestro hombre-. ¡Esto sí que es
empresa completamente necesaria a pesar de que, como ambos vida!
coincidieron, el absoluto jamás podría ser expresado con pala- -¡Esperad un momento -dice a sus anfitriones-, que subo
bras. Cuando finalmente llegaron a eso que no tiene más allá, a al Cielo y me despido de san Pedro!
lo que no tiene causa, a lo que no tiene comienzo ni final, lo de- Entonces llama al ascensor y, cuando llega arriba, le dice a
nominaron provisionalmente como "el fundamento". san Pedro:
Después de este impresionante viaje hasta el borde mismo -Señor, ha sido usted muy bondadoso en dejarme elegir;
de la frontera entre lo expresable y lo inefable, se preguntaron prefiero quedarme abajo.
cómo podrían transmitirlo a una persona normal y corriente, -¡Ya se lo decía!
algo absolutamente necesario porque, a pesar de la evidente di- Entonces nuestro hombre baja de nuevo en el ascensor, y
ficultad que esto supone, la vida despojada de toda relación cuando se abren las puertas, le cogen un par de feos demonios
con "el fundamento" carece de sentido, y Krishnamurti consi- que le empujan, le golpean y le patean.
deraba que esta búsqueda conduce a un mundo maravillosa- -¡Esperen, esperen! -gime nuestro hombre-. ¿Por qué, hace
mente ordenado. David, a su vez, se preguntó qué haría uno en un momento, me trataban como un rey y ahora me reciben tan
tal mundo, y Krishnamurti respondió que, una vez erradicados mal?
220 221
Años de completad

-Es que, hace un momento, usted era sólo un turista.


Mientras él contaba el chiste, nosotros ya habíamos empe-
Capítulo 14
zado a reír nerviosamente y, al escuchar el final, estallamos en A L I M E N T O PARA
carcajadas. Había algo muy inocente en él, en un momento es-
taba inmerso en un diálogo con su amigo explorando el absolu- EL P E N S A M I E N T O
to y, al instante siguiente, contaba un chiste sobre el Cielo y el
Infierno. Cuando nuestras risas se apaciguaron, agregó:
-Lo siento. De lo sublime a lo ridículo no hay más que un
paso... y éste me ha parecido muy adecuado.
Cuando nos levantamos, aún con lágrimas de risa en nues-
tros ojos y nuestros corazones todavía sobrecogidos, Krishna- Entrantes
murti sugirió a David que continuaran su diálogo.
Ensalada verde con vinagreta
o salsa ranchera.
Ensalada Waldorf, con manzana, uva,
Durante las dos semanas siguientes iniciaron seis diálogos apio y nueces.
más, en los que varios observadores participaron incidentalmen- Ensalada de pepinos con nata agria,
te y en los que exploraron el papel fundamental que el hombre zumo de limón, miel y cilantro.
atribuye al pensamiento, y se preguntaron si la percepción di-
recta podía provocar una mutación real y física de las células Primer plato
cerebrales. El tema que abordaron en el último de los ocho Sopa de judías blancas con cebolla,
diálogos que se llevaron a cabo en Ojai fue el significado de la
apio y tomate.
muerte y cuál sería la acción de una persona que estuviera en
Fettuccini caseros de espinacas con salsa
contacto con el "fundamento" con respecto al resto de la hu-
manidad. Luego llegaron las charlas de Ojai, programadas para de tomate, albahaca y parmesano rallado.
las dos primeras semanas de mayo, y Krishnamurti y David no Calabacín al horno.
pudieron reemprender sus investigaciones acerca de la natura-
leza de la mente y del cerebro hasta mucho más tarde, en junio Postre
y septiembre de 1980, en el curso de otros siete diálogos cele- Tres tipos de helado y sorbete.
brados en Brockwood Park. Fruta fresca del tiempo.
Estos quince diálogos de 1980, cuyos últimos cinco se gra-
baron también en vídeo, acabaron siendo recopilados y publi-
cados en forma de libro con el título Más allá del tiempo.

222
Krishnamurti en la terraza de Arya Vihara
California, década de 1930
Krishnamurti almorzando Krishnamurti frente a Pine Cottage
en el patio de Arya Vihara 1979 (fotografía de FritzWilhelm)

California, 1977
Fritz Wilhelm, Krishnamurti y Michael Krohnen Krishnamurti, Pupul Jayakar y otros invitados
AryaVihara (California), 1980 (fotografía de Asit Chandmal) AryaVihara (California), 1986 (fotografía de Rita Zampesi)

Saral Bohrn, el doctor David Bohm, Krishnamurti K paseando al atardecer con Michael Krohnen
y Michael Krohnen Valle del Rishi (la India), 1985 (fotografía de Scott Forbes)
AryaVihara (California), 1980 (fotografía de Rita Zampesi)
A diferencia de lo que había ocurrido en los años anteriores,
las charlas de Ojai de 1980 no se celebraron durante el mes
de abril, sino a comienzos de mayo para tratar, de ese modo, de
escapar de los efectos de la lluvia. Fueron seis charlas distri-
buidas en tres fines dé semana consecutivos, puntuadas por
cuatro sesiones intermedias de preguntas y respuestas que un
profesional grabó en vídeo.
Cuando, pocos días después de la conclusión del encuentro,
nos despedimos de Krishnamurti bajo el pimentero, él estaba
pletórico e irradiaba una energía sutil y un fuego interno que
nos conmovió a todos. A pesar de su fragilidad física y de con-
tar ya con ochenta y cinco años, parecía hallarse en su punto
álgido.
Yo pasé los nueve meses siguientes en Ojai trabajando en la
escuela, pero le acompañé mentalmente en su viaje a través del
globo -hasta Europa, la India y Sri Lanka-, aguardando ansio-
Vista del pimentero desde la habitación samente noticias sobre sus charlas y diálogos.
de Krishnamurti en Vine Cottage
1983 (fotografía de Michael Krohnen)

Krishnamurti y Maria Z. llegaron a Pine Cottage a última


hora de la tarde del viernes 20 de febrero de 1981 proceden-
tes de Inglaterra, donde habían pasado cinco días en Brock-
wood Park en su viaje de regreso de Bombay. Él parecía débil
y cansado, no sólo a causa del largo viaje, sino también del
agotador programa de actividades que había llevado a cabo
en la India.

225
Años de completud Alimento para el pensamiento

Para el almuerzo del día siguiente preparé una ensalada -¡Pero si sólo estaba bromeando! -replica entonces el Señor.
Waldorf, una ensalada de pepino con nata agria, sopa de judías Cuando empezábamos a reírnos, Krishnamurti gesticuló di-
blancas, fettuccini de espinaca con salsa de tomate, calabacín al ciéndonos que esperásemos, porque el chiste todavía no había
horno y, para postre, tres tipos de helado y sorbete. Era el primer concluido.
día de las vacaciones primaverales de la escuela, de modo que sólo -San Pedro cambia entonces de canal y en el monitor aparecen
acudieron doce personas a comer. Krishnamurti estaba interesado, escenas de un festín en el Vaticano con mesas enormes repletas de
más que en ninguna otra cosa, en conocer el funcionamiento de la todo tipo de costosas viandas, como caviar, trufas y los vinos más
escuela y escuchó atentamente el informe del director, preguntando exquisitos. En torno a las mesas se agrupan centenares de hombres
de vez en cuando alguna que otra cuestión, así que tuve que esperar corpulentos, vestidos con ropajes púrpura, comiendo, riéndose,
un buen rato antes de que llegara el momento apropiado de bebiendo coñac y fumando puros. Se trata de un banquete para los
formular mi pregunta: cardenales y los obispos
-¿Ha escuchado algún buen chiste últimamente, Krishnaji? -¿Y qué pasa con éstos? -pregunta entonces el Señor-. Uno no
Como estaba sentado en el lado opuesto de la mesa, dos sillas diría que estén ganándose el pan con el sudor de su frente. Parecen
alejado de él, tuve que hablar en voz más bien alta, de modo que, estar pasándoselo muy bien.
por un instante, pareció alarmarse antes de fijar en mí su -Éstos, Señor -replica entonces san Pedro-, son los únicos que
sorprendida mirada. Entonces su rostro se iluminó con una amplia sabían que estabas bromeando.
sonrisa y no tardó más de un segundo en empezar a contarnos el Cuando nuestras risas se apaciguaron, se dirigió hacia mí y,
último de los chistes que acababa de sumar a su repertorio. guiñándome el ojo, preguntó: «¿Qué novedades hay, señor?».
-¿Hay algún cristiano aquí? Porque no quisiera blasfemar ni Los últimos días yo había estado tan ocupado poniendo a punto
ofender a nadie -comenzó preguntando a los presentes. Cuando se la cocina de A.V. para su llegada que no había tenido mucho
hubo asegurado de que no iba a herir la susceptibilidad de nadie, tiempo para informarme de las últimas noticias, pero a pesar de
prosiguió-: El Señor y san Pedro están en el Cielo observando en ello, aspiré profundamente y, echando mano de todo mi ingenio,
televisión lo que ocurre en la Tierra y se asombran de que, desde la dije:
madrugada hasta bien entrada la noche, la gente vaya corriendo de -Con toda seguridad, Krishnaji, usted ya debe estar familia-
un lado a otro trabajando sin cesar y erigiendo grandes ciudades en rizado con casi todas esas noticias, pero si no le importa, trataré de
todas partes. Entonces, el Señor se vuelve hacia san Pedro y le dar un breve repaso a los acontecimientos más importantes del
pregunta incrédulo: momento. Como usted ya sabe, Ronald Reagan prestó juramento el
-¿Qué es lo que hacen tan ocupados desde la mañana hasta la mes pasado como nuevo presidente de Estados Unidos. Por pura
noche, sin dormir, sin descansar, luchando y batallando de coincidencia y, después de casi un año y medio de cautividad, los
continuo? ¿Para qué toda esa actividad? rehenes de la embajada americana en Teherán se vieron liberados
-Esas personas son tus seguidores -responde entonces san en las proximidades del día de su toma de posesión. Por otra parte,
Pedro-. Creen en ti y te obedecen. No olvides que les dijiste: la invasión soviética de Afganistán prosigue con gran
«Ganarás el pan con el sudor de tu frente». derramamiento de sangre y el conflicto bélico entre Irán e Iraq
parece intensificarse.

226 227
Años de completud Alimento para el pensamiento

Krishnamurti escuchó con mucha atención mi presentación de -Pupul Jayakar y Nandini Mehta -prosiguió Mary Z.- vinieron
los titulares de los acontecimientos mundiales de los últimos meses con nosotros y durante los días siguientes a nuestra llegada
con una sonrisa traviesa en sus ojos y sus labios. Cuando ya no estuvimos muy ocupados con las conferencias de prensa y las
supe qué más decir, me dirigí hacia él y le pregunté directamente: entrevistas en radio y en televisión. El día siguiente a nuestra lle-
-Y usted, Krishnaji, también ha sido noticia. Los señores gada Krishnaji se reunió con el primer ministro, el señor Prema-
Lilliefelt y Hooker nos han dicho que Indira Gandhi fue a visitarle dasa, una persona muy agradable. A las cuatro charlas públicas de
al valle del Rishi con una escolta armada y en las más estrictas Colombo asistieron miles de personas y se difundieron en directo
condiciones de seguridad. Y también nos han dicho que, antes de por toda la isla. Después de esto, Krishnaji mantuvo varios diálogos
eso, fue invitado a Sri Lanka y habló con el Primer Ministro. con monjes budistas y habló en la Colombo University. Una tarde,
¿Cómo fue eso, señor'? el Presidente de Sri Lanka nos invitó a tomar el té y se mostró muy
Krishnamurti se encogió entonces de hombros, en uno de sus interesado en mantener una entrevista privada con Krishnaji, que
gestos más característicos, indicando que todo aquello carecía de duró una hora y media. Al final nos invitó a visitar Kandi, una
importancia. Alan Hooker y Theo Lilliefelt, ambos presentes en la localidad ubicada en el interior del país.
mesa, habían estado con él en la India en diciembre de 1980 y, a su Doce años atrás, yo había visitado Kandi, la antigua capital del
regreso a Ojai, nos habían proporcionado una detallada y divertida reino de Sri Lanka. Era una ciudad muy hermosa junto a un pequeño
descripción de la visita de la Primera Ministra india a Krishnamurti lago en las regiones montañosas tropicales, famosa en el mundo
a la escuela del valle del Rishi. Todos dirigieron entonces su budista por albergar el llamado Templo del Diente de Buda que,
expectante atención hacia Krishnamurti, ansiosos por escuchar el según se dice, posee una reliquia de Siddhartha Gautama, el buda
relato de su visita a la hermosa isla de Sri Lanka, antes llamada histórico, el buda Shakyamuni. Durante la luna llena de agosto se
Ceilán y mucho antes Serendip. celebra en Kandi una larga serie de magníficas procesiones de una
-¿De verdad quieren ustedes que les hable de eso? -preguntó semana de duración, en las que miles de personas ataviadas con
entonces, con una expresión divertida en el rostro. ropajes de filigranas de plata, acompañados de tamborileros,
-Sí, señor -respondimos varios de nosotros. flautistas y centenares de elefantes espléndidamente engalanados,
-Muy bien. El Gobierno de Sri Lanka nos invitó a visitarles y desfilan por las calles del pueblo, iluminadas con antorchas para la
nos alojó en un albergue oficial de su propiedad. Varios dignatarios ocasión. La procesión, a la que se conoce con el nombre de "Esala
y ministros se acercaron a darnos la bienvenida y posteriormente Perahera", posee un significado religioso y comienza y finaliza en el
nos entrevistamos con uno de ellos en televisión. Creo recordar que Templo del Diente. Yo me quedé completamente impresionado por
hubo cuatro charlas públicas, de las que la radio y la televisión la magnificencia de la celebración y por la sensación festiva que
dieron cumplida cuenta. Ella estuvo conmigo durante todo ese transmitían los centenares de miles de participantes.
tiempo y puede explicarles bien cómo fue -agregó, cediendo la -¿Visitó usted -pregunté entonces a Krishnamurti- el Templo
palabra a Mary Z., puesto que él no solía hablar de sus del Diente cuando estuvo en Kandi?
experiencias personales y, en el caso de hacerlo, se disculpaba por -No, señor. Yo me quedé descansando, mientras las tres señoras
ello. fueron a visitarlo -replicó y, tras unos momentos de deliberación,
añadió-: pero, en un viaje que hice a Colombo para

228 229
Años de completud
Alimento para el pensamiento
impartir unas charlas, hace ya veinte años, nos llevaron a visi-
los problemas auditivos, y bromeaba con frecuencia a ese res-
tar los monumentos y vimos los templos de toda la isla, entre
ellos el Templo del Diente. pecto: «Primero se pierden los dientes, luego el oído, después
la vista y finalmente uno acaba bajo un palmo de tierra».
-Allí se conserva -agregó, con una amplia sonrisa- una de
Esta afirmación era completamente cierta, no sólo para mí,
las reliquias más sagradas del mundo budista, un diente del
sino también para Krishnamurti. Parecía extenuado, probable-
Buda. Así que, cuando entramos en el templo, todo fue muy
ceremonioso y solemne, y el abad, con su túnica azafrán y la mente como resultado del apretado programa que había lleva-
cabeza rapada, nos dio la bienvenida y nos introdujo en el re- do a cabo en la India, seguido de un viaje muy largo y del con-
cinto sagrado -prosiguió, riéndose. siguiente cambio de clima. Además, también tenía molestias
Sacaron una pequeña caja con magníficas joyas incrusta- digestivas, quizás el comienzo de una gripe estomacal. Aquel
das en la que se guardaba el diente y la abrieron muy solem- mediodía le llevé el almuerzo a Pine Cottage y me asombró
nemente para que pudiésemos verlo. Era una cosa muy vieja que me abriese la puerta él mismo. Cuando vi su rostro me sor-
y corroída, muy amarilla y muy grande -dijo calibrando, con prendió advertir en él un cambio muy notable. Los labios esta-
los dedos pulgar e índice, su tamaño, de casi una pulgada-... ban anormalmente hundidos, lo que estrechaba la separación
tan grande que me pregunté si realmente sería un diente hu- entre la nariz y el mentón, un cambio que modificaba, en con-
mano porque, por el tamaño, bien podría haber sido el diente secuencia, la estructura de toda su cara. Él se dio inmediata-
de un caballo. mente cuenta de mi asombro y, palpándose los labios con la
Todos estallamos entonces de risa ante su comentario. Y es mano, explicó sin la menor vergüenza:
que, aunque Krishnamurti tenía en muy alta estima la figura -He tenido algún que otro problema con mis dientes, de
del Buda, probablemente mucho más que cualquier otra figu- modo que me han extraído varios de ellos y el dentista me ha
ra religiosa de la historia, jamás abandonó, como acababa de hecho varios puentes de quinta y pon... que por cierto he olvi-
demostrar, su escepticismo ante los rituales y las tradiciones re- dado ponerme.
ligiosas. Por alguna razón, esta sencilla explicación de los detalles
de su salud me despertó una sensación profunda de humildad
y, como no respondí a sus palabras, agregó:
-Siempre, sabe usted, he tenido la dentadura un tanto frágil.
Durante la semana siguiente llovió sin parar y, en ocasio- Probablemente se trate de algo genético.
nes, arreció con tormentas y trombas de agua que acabaron cu- Varios días más tarde, el primer lunes de marzo y el primer
briendo de nieve la cima de las montañas que circundan el va- día de escuela tras las vacaciones primaverales, vino solo a al-
lle. Algunos de los profesores comenzaron entonces a turnarse morzar, porque Mary Z. había ido a LAX a recoger a unos ami-
para venir a los almuerzos de A. V., pero por desgracia Krishna- gos que aquella misma tarde llegaban de Francia. Cuando en-
murti se sintió indispuesto durante varios días y tuvimos que tró en la cocina y me saludó cordialmente, advertí que su boca
almorzar sin él. estaba nuevamente hundida y, después de unos momentos de
Él estaba muy poco identificado con las enfermedades que, vacilación, dije:
en ocasiones, le afligían, como la fiebre del heno, la sinusitis y -Perdóneme, Krishnaji, pero ¿podría ser que hubiera olvi-
230 dado ponerse los puentes dentales?

231
Años de completud Alimento para el pensamiento

-¡Por Júpiter! -exclamó sorprendido de su olvido, lleván- en los países de la Europa Oriental. Entonces Erna Lilliefelt
dose la mano a la boca-. Tiene usted razón, he olvidado ponér- mencionó que, en varios de ellos, especialmente en Polonia y
melos. Los habré dejado en el cuarto de baño. Tendré que vol- Rumania, había un gran interés por la obra de Krishnamurti.
ver a por ellos. -Es casi como un movimiento clandestino, Krishnaji -dijo
Entonces empezó a reír nerviosamente, mientras rebuscaba ella-. Traducen y copian sus libros en secreto y luego los hacen
algo en sus bolsillos. Finalmente sacó las llaves. circular de mano en mano.
-Aquí están. Ahora mismo vuelvo. -Y probablemente hasta sea peligroso -agregué-. A pesar
Diez minutos más tarde estaba nuevamente en la cocina con de su relativa independencia de Moscú, el régimen de Ceauses-
la dentadura en su sitio y su espléndido rostro intacto. Enton- cu es muy autoritario y no tiene ningún miramiento en reprimir
ces preguntó: brutalmente cualquier forma de disensión. El otro día leí que
-¿Qué tenemos hoy para almorzar, Michael? todo el que posea una máquina de escribir debe registrarla en el
Entonces le enumeré el menú, señalando los distintos platos: Gobierno.
-Hoy tenemos ensalada verde, ensalada de pasta y ensalada -¿Por qué? ¿Tratan acaso de controlar así toda la informa-
de aguacate, hecha con aguacates, tomate, cebolla y pimiento. ción pública impresa? -preguntó entonces Alan.
Luego tenemos patatas al horno y quiche de calabacín y queso -Eso es lo que supongo -respondí-. Con una máquina de
rallado, acompañada de un pisto hecho con calabacín, berenje- escribir y papel carbón es muy fácil hacer copias. -Luego, diri-
na y salsa de tomate. giéndome hacia Krishnamurti, pregunté:
Él prestaba mucha atención a lo que yo iba diciéndole. Siem- ~¿Ha visitado o hablado usted alguna vez en un país de la
pre me asombró el gran interés que daba a los detalles de la vida Europa del Este, Krishnaji?
cotidiana. -Creo recordar que, a comienzos de los años treinta, hablé
-Y, para postre, Krishnaji -proseguí, con una entonación le- en Atenas y también visité Bucarest, vía Constantinopla -res-
vemente exagerada, teniendo en cuenta su afición a los dul- pondió-. La reina -ya he olvidado su nombre- me invitó a su
ces-, tendremos jalva, un dulce de Oriente Medio hecho con palacio en varias ocasiones, pero también recuerdo haber reci-
semillas de sésamo y miel. bido varias amenazas de estudiantes católicos nacionalistas.
Él arqueó entonces las cejas con expresión sorprendida y -¿Y eso por qué, señor? -pregunté, sin entenderlo.
satisfecha y, señalando los platos, comentó: -Esos fanáticos -respondió, sonriendo- nos consideraban
-¿Pero no ha preparado usted hoy muy poca comida? una amenaza, porque nosotros hablamos en contra de la reli-
-Hoy sólo almorzaremos cinco, de modo que necesitare- gión organizada, en contra del nacionalismo, etcétera. También
mos mucho menos de lo habitual. debo decir que yo no me tomé muy en serio las amenazas, pero
-¿Quiénes vendrán a almorzar? -asintió con la cabeza. que el Gobierno sí lo hizo y hasta puso guardias armados en la
-Los Lilliefelt, el señor Hooker, usted y yo -contesté. puerta de nuestras habitaciones del hotel que nos seguían a to-
-Ah, muy bien -respondió-, entonces estaremos en familia. das partes, tanto de día como de noche. Afortunadamente no
De hecho, aquélla fue, ciertamente, una comida muy relaja- sucedió nada, pero cuando abandonamos el país, enfermé súbi-
da y cordial. Al revisar la situación actual del mundo hablamos tamente en el tren, con vómitos, sangre, etcétera, y no pude co-
del sistema comunista y de la hegemonía de la Unión Soviética mer nada durante varios días.

232 233
Años de completud Alimento para el pensamiento

-¿Y cuál fue la causa de esa repentina enfermedad? -pre- Todos compartimos su risa al evocar aquella vivida escena
gunté, sin llegar a comprender la relación que existía entre las ocurrida cincuenta años atrás. Luego, poniéndose nuevamente
amenazas y la enfermedad-. ¿A qué se debió esa inesperada serio, prosiguió diciendo:
enfermedad? -No, señor, no pueden admitir que nadie cuestione su auto-
-Creo -respondió- que debieron echar algún veneno en mi ridad. Lo mismo sucedió en Argentina, una vez que di una gira
comida. Fue algo muy extraño, porque yo fui el único en enfer- por varias ciudades sudamericanas. Los periódicos de Buenos
mar. Ignoro cómo lo hicieron -añadió-, pero lo cierto es que se Aires dieron buena cuenta del hecho e ilustraban las charlas
quedó conmigo durante mucho tiempo. con fotos. Las charlas no sólo se difundieron por la radio, sino
-¿Quiere usted decir que la enfermedad se quedó con usted? que también se propagaron a través de altavoces colocados en
-Sí-respondió-, la enfermedad, el veneno, o lo que fuese. varias esquinas muy concurridas de la ciudad. Entretanto, sin
Esa enfermedad se repitió varias veces durante años y sólo embargo, las iglesias no dejaban de predicar en mi contra, di-
muy lentamente pude recuperarme de ella. ciendo que era el Anticristo e insistiendo en que debían expul-
-¿Todavía la padece? sarme del país.
-Oh, no, hace ya mucho tiempo que ha desaparecido -dijo, -¿Y lo consiguieron? -preguntó entonces una mujer.
quitándole importancia. -De ninguna manera -respondió-. Algunos periódicos e in-
Luego comenzamos a hablar de la extraordinaria riqueza y telectuales se pusieron de mi parte, imprimiendo y distribuyen-
poder de la Iglesia católica romana y la facilidad con la que, a do traducciones al castellano de mis charlas.
lo largo de la historia, no ha tenido el menor empacho en cola- Durante un buen rato permanecimos en silencio. Luego Krish-
borar con los poderes seculares, sin importarle que se tratara de namurti continuó diciendo:
regímenes totalitarios, como los fascistas. -Esto me recuerda un chiste que escuché recientemente. Un
-¿Conoce usted Stresa? -preguntó entonces repentinamen- buen día muere el Papa y, al llegar a las puertas del Cielo, se en-
te Krishnamurti. cuentra con san Pedro.
-No, no lo conozco. ¿Quién es? -respondí, creyendo que se -Usted debe ser san Pedro -le dice.
trataba de una persona. -¿Y usted quién es? -responde san Pedro.
-Es un pueblo -aclaró, sonriendo-, un famoso balneario -¿No me reconoce? -insiste estupefacto el Papa-. Soy el
ubicado junto al lago Maggiore, en el Norte de Italia. A co- Papa.
mienzos de los años treinta, mientras Mussolini estaba en el -El Papa, el Papa... -murmura san Pedro, mientras repasa
poder, me invitaron a dar varias charlas en Stresa. El primer los nombres de su lista-. Lo siento mucho, pero aquí no tengo
día, la primera fila estaba llena de obispos, cardenales y gene- a nadie con ese nombre. Lo lamento, pero no puede usted en-
rales. Ignoro lo que les condujo hasta allí... tal vez creyeron trar en el Cielo.
que era un invitado del Gobierno. En aquella ocasión hablé de -¡Debe haber algún error! -replica el Papa escandalizado-.
la necesidad de estar libre de toda autoridad, de lo destructivo ¡Es imposible! ¡Yo debo estar en esa lista! Le insisto en que
que es seguir a alguien, etcétera. Al día siguiente, todas las si- mire de nuevo. ¡No se olvide de que soy el Papa!
llas de la primera fila estaban vacías y sólo había una anciana Pero san Pedro empieza a impacientarse y le dice que se
en la última fila. largue.

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Años de completud Alimento para el pensamiento

-Por favor, san Pedro -suplica entonces llorando el Papa-. Yo Entonces yo también me puse rápidamente en pie dispuesto,
soy su sucesor y el representante de Jesús en la Tierra. Soy la como habitualmente hacía, a recoger el plato de Krishnamurti.
cabeza de la Iglesia católica romana y, como tal, debo entrar en el -¿Puedo llevarme su plato, señor? -pregunté atentamente.
Cielo. Él me miró sonriendo, mientras yo recogía sus cubiertos. Por
-Jamás había escuchado semejante sarta de tonterías -replica alguna razón me gustaba servirle en cuestiones tan pequeñas como
san Pedro molesto-. Si no se marcha de inmediato, llamaré a los ésa.
ángeles de espadas flamígeras. -Esto está limpio, señor -me dijo, señalando la servilleta y el
-¡No, por favor, le suplico que no lo haga! -responde el Papa, vaso. Luego se puso en pie y me ayudó a recoger la mesa.
desesperado-, ¿No podría usted preguntar si alguien me conoce? Después de colocar la comida sobrante en envases de plástico,
Quizás Jesús o alguno de los santos puedan confirmarle lo que los llevé al frigorífico que hay en el pequeño cuarto adjunto a la
estoy diciéndole. cocina. Mientras estaba colocando las cosas en el refrigerador,
-Muy bien -acepta resignado san Pedro-. Ahora mismo voy a advertí que todavía quedaba un gran trozo de jalva en uno de los
preguntar. Usted quédese aquí... y no loque nada. estantes y, al olerlo, me entraron repentinamente ganas de tomar un
Entonces entra en el Cielo y se acerca a un grupo en el que poco más. Cuando estaba a punto de cortarme una porción oí una
están Jesús, su madre María, los apóstoles y varios ángeles y suave voz que me preguntaba:
santos. -¿Le importaría servirme a mí también un poco, por favor?
-Perdóneme, Señor -dice san Pedro-, ahí hay un tipo que dice Cuando me di la vuelta descubrí a Krishnamurti, que me había
llamarse "el Papa" y que quiere entrar en el Cielo. Según dice, es seguido a través de la puerta de la cocina y había subido también
su representante en la Tierra. los peldaños que conducen a la pequeña habitación. Por un
-¿Mi representante en la Tierra? -ríe Jesús-. ¡Esto es absurdo! momento experimenté la punzada de la culpa y me sentí
Jamás he oído hablar de nadie llamado "el Papa". -Luego, avergonzado, como si me hubieran pillado con las manos en la
dirigiéndose a los demás, les pregunta: masa. Pero Krishnamurti permaneció en el umbral sonriendo con
-¿Alguien ha oído hablar de una persona llamada "el Papa"? serenidad, lo que calmó mi momentánea aprensión, que
Pero nadie parece saber nada del Papa hasta que, repentina- probablemente se derivaba de muchas ocasiones similares de la
mente, la Virgen María dice: infancia.
-Espera un momento. ¿El Papa, el Papa? ¿No se llamaba así el -Esta jalva está realmente deliciosa -comenté, a modo de
tipo que difundió ese rumor que hablaba de mí y del Espíritu disculpa-. ¿No le parece? ¿Así está bien? -dije, a punto de cortar
Santo? una porción con el cuchillo.
Los cinco presentes estallamos entonces de risa, compartiendo La actitud de Krishnamurti de pie y contemplándome abier-
el humor de aquella historia irreverente, mientras fuera seguía tamente sin el menor disimulo transmitía una sensación sor-
sonando el ruido de la lluvia, puntuado por algún que otro trueno. prendentemente transparente. No había entre nosotros la menor
-Debo regresar a la oficina -comentó entonces Erna Lillie-felt, división, aunque tampoco ninguna complicidad. Él miró la jaiva que
levantándose de la mesa y recogiendo su plato y sus cubiertos. yo estaba señalando.
-¡Córteme un poco más, por favor! -dijo, girándose para ver
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Alimento para el pensamiento
Años de completud

el mapa topográfico tridimensional de plástico que cubría parte rece valer, y nadie tiene el menor empacho en hablar de sus re-
laciones y de su matrimonio. Una mujer dijo que ya no ama a
de la pared. su marido, porque ha conocido a otro hombre que es mucho más
-Lo llevaré a la cocina y se lo envolveré. agradable, más atractivo y más guapo, y que le dejará para irse
-Muy bien, señor -coincidió y luego preguntó-: ¿Y esto con éste. ¡No puedo imaginarme cómo pueden decir esas cosas
qué es? en público!
-Es un mapa de esta región, Krishnaji -aclaré-. Éste es el -Así es, Krishnaji -respondió una mujer, con una amable
valle de Ojai, aquí está el Topa Topa Range y aquí estamos no- sonrisa-. Hoy en día, las mujeres tienen iguales derechos y dis-
sotros, junto a la carretera McAndrew. Por supuesto, la escala frutan de la misma libertad de la que han estado disfrutando los
de las montañas es exagerada. Aquí está Ventura y, siguiendo
hombres.
en esa dirección, se llega a Los Angeles.
-¿Igualdad con respecto a quién? ¿Libertad para qué? -pre-
-Hummm. Es muy detallado -comentó, con una sonrisa.
guntó Krishnamurti, con cierta pasión-. Dicen que éste es un
Luego volví a la cocina, envolví la jalva y se la entregué y,
país libre, un país en el que todo el mundo es libre para hacer lo
dándome las gracias, desapareció por la puerta trasera en di-
que quiera, libre para seguir los dictados de su propio placer,
rección a Pine Cotlage. Súbitamente me di cuenta entonces de
sin importarle un bledo los demás. Pero a mí me parece que
que había olvidado tomarme mi pedazo de jalva y, cortándome
éste es un país que ha perdido el respeto y en el que la gente no
rápidamente una pequeña porción, me dispuse a dar buena
asume la responsabilidad de sus acciones, un país desbocado -
cuenta de ella antes de seguir limpiando la cocina.
prosiguió, como si estuviera acusándonos de mantener esa
misma actitud.
-Eso forma parte de la cultura global, del sistema de valo-
Como la lluvia todavía prosiguió varios días más, aquél no res de América -sugerí.
fue el último almuerzo en familia que tuvimos en A.V. Un día -No, señor -dijo con toda firmeza, dirigiéndose hacia mí,
en que sólo éramos seis a comer, Krishnamurti nos contó que mientras yo sentía una avalancha de energía que me llegaba de
había visto el "Phil Donahue Show", un programa de televi- él y me desbordaba-. No basta con decir eso. América sienta
sión que a veces le gustaba contemplar. las pautas y el resto del mundo -ya sea Rusia o la India- no hace
-A veces me sorprende la permisividad de esta sociedad, se- más que seguir su ejemplo. Los jóvenes imitan la ropa, los bai-
ñor -dijo a Theo Lilliefelt, que estaba sentado frente a él-. El les y la música... ya saben, rock and roll, sexo y cine. ¿Adónde
otro día había un... ¿cómo llamarle?... un bailarín, un hombre conduce todo eso? ¡La gente sólo se preocupa por sí misma y al
que hacía striptease en el show, que hizo una demostración infierno con los demás!
bailando casi desnudo mientras las mujeres de la audiencia gri- -Es la decadencia del mundo -dijo Theo. -Quizás las
taban y aplaudían excitadas. Me pareció algo tan absolutamente instituciones del matrimonio y de la familia sean ya obsoletas
vulgar... -prosiguió, estremeciéndose sólo de recordarlo-. -sugirió entonces una mujer.
Pero eso no es todo, porque cualquiera parece dispuesto a sacar Una repentina sonrisa cruzó en aquel momento el rostro de
los trapos sucios a plena luz del día y no tiene el menor empacho Krishnamurti y, volviéndose hacia todos nosotros, nos formuló
en revelar toda suerte de detalles sobre su vida sexual. Todo pa-
la siguiente pregunta: .
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Años de completud

-¿Qué es lo que ocurre cuando un egoísta se casa con otro Capítulo 15


egoísta?
Yo no sabía cómo tomarme la pregunta e ignoraba si iba en LA CLAVE DEL M I S T E R I O
serio, o si era una broma. Pensé en la unidad, en la erradicación
de la actitud egoísta, etcétera. DE LA VIDA
Después de haber rechazado varias respuestas posibles, Krish-
namurti replicó: «Dos egoístas».

Entrantes
Ensalada verde con vinagreta o tahini.
Ensalada de pasta con apio, zanahoria,
pimiento, calabacín, piñones, flores de
brécol, aceitunas y tomates secos.
Ensalada de aguacate con tomate, pimiento,
ajo picado, cilantro y zumo de limón.

Primer plato
Patatas al horno rellenas de cebollas
y champiñones.
Quiche de calabacín rallado, queso, huevos,
perejil, cebolla y apio.
Berenjena a la provenzal: berenjena cortada
en cubitos con salsa de tomate.

Postre
Jaiva de semillas de sésamo y miel.
Fruta fresca del tiempo

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Las semanas siguientes se aceleró considerablemente el
ritmo de las actividades, al tiempo que disminuyeron las opor-
tunidades de disfrutar de un almuerzo tranquilo e íntimo con
Krishnamurti. El 20 de marzo daría comienzo un encuentro
sobre educación, parcialmente financiado por un programa
del Gobierno y, antes de aquella fecha, Krishnamurti quiso
mantener varias reuniones con el personal de la escuela y con
los padres. El encuentro, de tres días de duración, había sido
organizado por un profesor de la San Bernardino State Uni-
versity, y a él asistieron cerca de treinta profesores, maestros
y alumnos. Durante las cuatro sesiones de este encuentro -que
fue grabado en vídeo por un equipo de profesionales y más
tarde se publicó en forma de libro-,4 Krishnamurti habló
acerca del significado de la educación, la naturaleza del co-
nocimiento y del pensamiento, el papel del maestro y la rela-
ción entre lo que es, la percepción directa e instantánea y la
acción correcta.
En los días posteriores al congreso hubo un gran despliegue
de actividades, con muchos invitados, amigos y colaboradores
que iban y venían y, muy a menudo, se quedaban a almorzar
con nosotros. Entre ellos se hallaban David y Saral Bohm, que
de nuevo se instalaron durante un mes, aproximadamente, en el
apartamento de invitados. En esta ocasión, sin embargo, su agen-
da estaba tan apretada que los compromisos de David les impi-

4. Things of the Mind. Dialogues with J. Krishnamurti, elaborado y editado por Brij
Khare, Philosophical Library, Nueva York, 1985.

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Años de completud
La clave del misterio de la vida
dieron, por primera vez en cinco años, asistir a las charlas de sobremesa giró en torno a los dispositivos electrónicos y la in-
Ojai que se llevarían a cabo a comienzos de mayo.
teligencia artificial
A finales de marzo, Krishnamurti se reunió varios fines de
-Existe una gran similitud entre el cerebro y los ordenado-
semana en Pine Cottage con el personal y con los padres. Las
reuniones comenzaban a las once en punto de la mañana, y para res -dijo Krishnamurti a David-; ambos están basados en la
no perdérmelas debía empezar a preparar el almuerzo la tarde memoria, son depósitos de conocimiento y se atienen a un pro-
anterior y levantarme temprano para concluirlo a tiempo. Me en- grama de funcionamiento preestablecido. El ordenador puede
cantaban estos encuentros con Krishnamurti. Su ilustrativa be- hacer lo mismo que el cerebro humano, pero de un modo mil
lleza radicaba sobre todo en la sencillez con que Krishnamurti veces más rápido y preciso.
abordaba cualquier investigación sobre el significado de la edu- -Los japoneses -agregó Asit- están diseñando actualmente
cación y de la vida. El tema que trató de dilucidar en aquellas la quinta generación de ordenadores que reproducirán los pro-
dos reuniones fue "¿Cómo investigamos?", una pregunta que dio cesos del cerebro humano, un proyecto en el que su Gobierno
paso a una indagación sobre el modo en que nuestra mente aborda ha invertido ingentes cantidades de dinero. Ya existen algunos
los problemas; y puso claramente de relieve que el "respeto" era prototipos que pueden aprender del input de datos que reciben
la actitud holística necesaria para abordar la complejidad de y que pueden aprovecharse de ese aprendizaje para modificar
nuestra vida. Según dijo: «Respetar es escuchar». sus propios programas. Por otra parle, los especialistas en ge-
nética están colaborando con los informáticos en la investiga-
ción de ordenadores que no estén basados en el silicio, sino en
el hidrógeno y el carbono.
A finales de los setenta y comienzos de los ochenta, Krish- -Dudo bastante -señaló el mesurado y escéptico David-
namurti empezó a sentir fascinación por los ordenadores, por que cualquier vínculo entre el organismo y la máquina acabe
su creciente importancia en los asuntos humanos y por el pa- conduciendo a nada.
pel que desempeñaban en el desarrollo de la mente humana. -¿Qué hará el ser humano -agregó entonces Krishnamurti,
Lo que más le impresionó fue la extraordinaria capacidad de siguiendo con la misma línea argumental- cuando sean los or-
los ordenadores para, tanto en pensamiento como en acción, su- denadores quienes lleven a cabo la mayor parte de las tareas
perar a sus creadores en la mayor parte de las tareas mentales mecánicas? Quizás el ordenador no sea capaz de componer mú-
mecánicas. Por este motivo, en las charlas y debates -y tam- sica como Mozart y Beethoven, o de escribir poesía como Sha-
bién en las conversaciones de sobremesa-, no perdía ocasión kespeare y Keats. Probablemente nunca pueda contemplar las
para subrayar su impacto positivo sobre nuestra vida, sin dejar estrellas y apreciar la belleza de la naturaleza y del universo.
de señalar, por ello, sus facetas negativas. Pero ¿qué le sucederá al cerebro humano cuando la mayor parte
A finales del mes de marzo recibimos una visita de varios del trabajo lo realicen los ordenadores y los autómatas?
días de su amigo indio Asit Chandmal, que le informó sobre ¿Acaso se atrofiará?
la función y el papel que desempeñan los ordenadores. El día -¿Qué quiere decir? -pregunté, confundido por su comen-
1 de abril de 1981, los Bohm regresaron a Ojai tras un semina- tario, como lo estaban la mayoría de los presentes.
rio al que habían asistido en Los Angeles, y la conversación de -El cerebro sólo puede moverse en dos direcciones diferen-
tes, una de ellas es hacia el interior, hacia sí mismo, hacia la in-
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Años de completud La clave del misterio de la vida

dagación interna, que es lo que estamos haciendo ahora. La de estar de Pine Cottage, y lo mismo hicieron también los sín-
otra es hacia el exterior, hacia la diversión, hacia los estímulos, dicos, invitados y miembros del personal que no tenían nada
hacia la distracción y el entretenimiento... ya saben ustedes a que hacer. El diálogo giró en torno a la nueva tecnología de los
qué me refiero. ¿Qué hará entonces el cerebro cuando los orde- ordenadores y a sus implicaciones para el futuro de la humani-
nadores se hagan cargo de la mayor parte de sus funciones? dad, investigando el pensamiento y el conocimiento, la inte-
¿Lo entienden ahora? Porque si el cerebro humano simplemen- ligencia y la percepción directa y relacionándolos con la máqui-
te se queda ocioso, probablemente acabe atrofiándose como na construida por el hombre. Krishnamurti parecía interesado
sucede con los músculos que dejan de ser utilizados. Simple- en los diversos aspectos y aplicaciones futuras de los ordena-
mente se marchitará y acabará atrofiándose. ¡Ya está sucedien- dores, mientras que David se mostró más bien escéptico sobre
do, señor! algunas de las inverosímiles afirmaciones formuladas por su
Pero no todos los presentes coincidieron en esa predicción colega indio. Finalmente, sin embargo, todos coincidieron en
y formularon varias objeciones. A Krishnamurti le gustaba que que el cerebro humano posee una capacidad infinita de la que
le cuestionasen y rebatía serenamente todas las observaciones carece el ordenador.
que se le presentaban: Al final de su conversación, Krishnamurti repitió su adver-
-El ordenador no se halla limitado, como nosotros, por fron- tencia de que, a menos que la percepción directa provoque
teras, nacionalidades y gobiernos. Está más allá de todo eso y una transformación radical de las células del cerebro, el orde-
puede superar incluso a nuestro pensamiento. Probablemente nador terminará creando su propio dios y nosotros acabaremos
termine creando su propio dios, al que acabaremos adorando. convirtiéndonos en sus esclavos. Y entonces contó otro chiste
¿Me permiten que les cuente un chiste a este respecto? acerca del hombre, Dios y los ordenadores:
-Un hombre entra en una sala llena de ordenadores y el -Una persona está rezando a Dios mientras que, en la habi-
científico que está a cargo de ellos le pide que le haga alguna tación contigua, hay un superordenador muy avanzado que, al
pregunta. escucharle, responde:
-¿Existe Dios? -pregunta nuestro hombre. -¿A quién estás rezando? ¡Dios está aquí!
El científico formula la pregunta al ordenador y, al cabo de
un rato de zumbar y destellar intermitentemente, acaba emi-
tiendo su respuesta:
-¡Ahora sí! El primer fin de semana del mes de abril se celebró en Pine
Mientras todavía estábamos riéndonos, Krishnamurti nos Cottage otro congreso organizado por David Bohm. Durante
miró con una mezcla de compasión y secreto disfrute y dijo: tres mañanas consecutivas, Krishnamurti se reunió con varios
-Sí señores, afróntenlo. profesores de sociología, religión y filosofía, un rabino de Nue-
Luego se dirigió hacia David y Asit y añadió: va York y el poeta Kenneth Rexroth que a la sazón vivía en San-
-Se está haciendo tarde. ¿Qué les parece si proseguimos ta Bárbara. Yo conocía y admiraba sus poemas y sus excelentes
nuestra conversación esta tarde? traducciones de la poesía oriental, y estaba muy emocionado
Ambos coincidieron en demorar el debate y pocas horas ante la posibilidad de conocerle personalmente. Me desalentó
más tarde, a las cuatro en punto, volvieron a reunirse en la sala ver que necesitaba caminar con bastón y que, en ocasiones,

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Años de completud La clave del misterio de la vida

requería incluso del apoyo de su esposa. Además, se hallaba -¿Hace algún sonido?
sometido a un régimen alimenticio muy estricto, pero a pesar de su -Ningún sonido, ni el más leve clic.
delicado estado de salud (debo decir que moriría un año más tarde), -Permítame intentarlo una vez más, Mary -sugirió entonces
estableció una excelente relación con Krishnamurti. Durante todo Theo, el canoso ex diplomático de las Naciones Unidas.
el mes de abril, Krishnamurti y David se reunieron muchas veces Mary le dio la llave y él entró en el garaje para sentarse en el
con los síndicos, el personal y los padres, y también hubo asiento del conductor del Mercedes diesel gris.
reuniones entre David y el personal de la escuela. A comienzos de Krishnamurti, entretanto, seguía paseando absorto en sus
mayo empezaron las charlas públicas, que atrajeron a miles de cavilaciones, como si se hallara ante un misterio cuyas claves iban
personas de todas partes del mundo, la mayoría de las cuales, a revelarse de un momento a otro.
obviamente, eran californianas. -No, es otra cosa -anunció, sacudiendo la cabeza con un gesto
Un día después de la sexta y última conversación de aquella de desconcierto-. Estoy seguro de que se trata de otra cosa.
serie, Krishnamurti tenía una cita importante en Los Angeles, ya -¡Nada, absolutamente nada! -dijo Theo, que salía del garaje
que iba a ser entrevistado por Kcilh Berwick en los estudios de la encogiéndose de hombros y entregándole las llaves a Mary Z.
NBC para un programa de televisión llamado Odyssey. -¿Qué les parece si llamamos al Automóvil Club? -sugirió su
Yo estaba justamente dirigiéndome a la oficina para dejar unas
esposa Erna-. Es cierto que tardarán un rato en venir, pero quizás
facturas, cuando me di cuenta de las cuatro personas que se
todavía puedan llegar a tiempo.
hallaban ante el garaje abierto que hay junto al enorme pimentero:
-Sí -coincidió Mary Z.-, creo que es lo mejor que podemos
Krishnamurti y Mary Z., vestidos para la ocasión, y un par de
síndicos, los Lilliefelt, que hablaban entre sí con aspecto hacer.
desconcertado. Cuando, cinco minutos más tarde, salí de la oficina -¡Voy a llamarles! -dijo Erna, dirigiéndose resueltamente hacia
después de arreglar las cuentas con la intención de regresar a A.V., la oficina-. Usaré mi tarjeta.
todavía seguían allí, con aspecto impotente y perplejo, mientras -Muy bien -respondió Mary Z, con un tono entre resignado y
Krishnamurti se movía impacientemente de un lado a otro. alegre, al tiempo que echaba, en un gesto característicamente suyo,
Entonces se despertó mi curiosidad y, aproximándome, les dije: la cabeza hacia atrás.
-¿Tienen ustedes algún problema? -Volveré a intentarlo una vez más -dijo entonces, encami-
-El coche no funciona y debemos estar en Los Angeles a las nándose hacia el garaje para probar nuevamente fortuna.
cuatro y media -explicó Mary Z. Krishnamurti, mientras, seguía caminando en círculos y pro-
-¿No será la batería? -sugerí entonces, aunque mi especialidad fundizando en el misterio, como si buscara el eslabón perdido ya
no es precisamente la mecánica. que de vez en cuando decía algo así como: -¡No, hay algo que se
-Eso es lo primero que hemos comprobado -contestó- pero, nos escapa!
como las luces funcionan, el problema debe ser otro. Mary Z. salió del garaje con un gesto de impotencia que de-
-¿Gira el motor de arranque cuando le dan a la llave? notaba que todo seguía igual.
-Eso es lo extraño, ya que, en tal caso, no sucede absolutamente -Debe de ser otra cosa; estoy seguro de que hemos dejado de
nada. Ni siquiera se encienden las luces del salpicadero. lado algo importante -insistió Krishnamurti, como si el pro-
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La clave del misterio de la vida
blema tuviera una solución muy sencilla que se nos hurtaba a
todos, incluido a él. -¿Por qué no? -respondió ella, al tiempo que me entregaba
-¿No podrían usar sencillamente el otro coche? -pregunté, las llaves con una sonrisa levemente exasperada-. Podemos se-
señalando hacia la puerta cerrada del segundo garaje. guir intentándolo. ¿Qué importa?
-¡No está aquí! -respondió lastimeramente Mary Z.-. ¡Es- Miré la llave, que tenía el conocido símbolo del Mercedes.
tán reparándolo! Cuando entré en el garaje, advertí el espacio vacío de la iz-
-No tardarán mucho en venir -exclamó entonces Erna, que quierda habitualmente ocupado por el cupé de Krishnamur-li.
acababa de salir de la oficina, mientras se acercaba-. Dicen Me hundí en la tapicería de cuero y me di cuenta del estado
que llegarán en unos diez minutos. inmaculado del interior después de tantos años de uso. Intro-
-¿Me permite probar de nuevo? -dijo luego, tendiendo la duje la llave en el contacto y la giré, pero el motor de arranque
mano a Mary Z., que le pasó la llave.
-Quizá sea la instalación eléctrica -concluí, después de seguía sin ponerse en marcha y ni siquiera se oyó el más leve
ponderar detenidamente la raíz del problema. clic.
Nadie prestó la menor atención a mi sugerencia, pero Krish- Luego salí y le devolví la llave a Mary Z.
namurti se detuvo entonces momentáneamente y, dirigiéndose Krishnamurti todavía estaba dándole vueltas al mismo tema,
a Theo, insistió: preguntándose en voz alta:
-Debe de ser otra cosa, señor. Algo tan sencillo y tan evi- -¿Qué puede ser? ¿Qué estamos pasando por alto? Debe
dente que no nos damos siquiera cuenta de ello. ¿Pero qué po- tratarse de algo muy, muy simple.
drá ser? Justo entonces oímos un ruido que provenía del camino de
Mientras estaba tratando frenéticamente de resolver el pro- acceso.
blema considerando de manera sistemática todas las posibilida- -Debe ser el coche del Automóvil Club -aventuró Erna, y
des, aun las más inconcebibles, por mi mente desfiló una serie de todos nos volvimos para ver aparecer la grúa.
imágenes cómicas. Contemplando a los dos dignos caballeros Mary Z. miró entonces la llave y echó un vistazo a su bolso
de aspecto cariacontecido, se me ocurrió la idea de que eran Sher- y, en el mismo instante en que la grúa se detuvo junto a noso-
lock Holmes y el doctor Watson investigando un enigma y es- tros, dijo con voz serena y firme:
tudiando las pistas de que disponían. También cruzó por mi mente -Creo que he cometido un lamentable error. Estábamos
la idea de que se trataba de una especie de lotería y que el usando una llave equivocada.
afortunado que encontrara la respuesta tendría mucha suerte, -¡Eso es! ¡Por ese motivo no nos dábamos cuenta! -excla-
-Sigue sin pasar nada -comentó entonces Erna, con una mó entonces Krishnamurti con una risa repentina y cristalina
sonrisa no disimulada.
despojada de lodo juicio y de todo reproche.
-¿Cuál cree usted que es la posibilidad que se nos escapa,
Mary Z. se dirigió entonces rápidamente hacia el coche con
señor? -escuché que Krishnamurti preguntaba a Theo.
Entonces se me ocurrió la idea del premio gordo: ¿qué ocu- la nueva llave que acababa de sacar del bolso, mientras Krish-
rriría si me tocara a mí? Me acerqué a Mary Z. y le pedí las lla- namurti reía alborozado, dando una palmada a Theo en el hom-
ves para probar por mí mismo. bro, que se unió a su amable gesto de camaradería.
-Creo que acabamos de resolver el problema -informó Erna
al empleado de la grúa, cuando escuchó que el motor del Mer-
cedes se ponía en marcha.
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Años de completud La clave del misterio de la vida

-Perfecto pero, aun así, deberán mostrarme su carné de so- David tardó mucho tiempo en recuperarse de esta dura ex-
cios -respondió entonces lacónicamente el hombre, sin exhibir periencia y, a partir de aquel momento, tuvo que cuidar su die-
el menor signo de exasperación, como si estuviera acostum- ta y sus actividades cotidianas.
brado a este tipo de cosas.
Mientras el conductor tomaba nota de los datos, Mary Z.
tuvo ciertas dificultades para sacar marcha atrás el Mercedes
del garaje, puesto que la grúa ocupaba gran parte del camino, y Además de las charlas impartidas en las localidades habi-
cuando hubo terminado, Krishnamurti se deslizó rápidamente tuales, Krishnamurti habló un par de veces en Amsterdam ante
en el asiento del pasajero. Cuando finalmente marcharon, yo una audiencia abarrotada en septiembre de 1981. Mientras él
regresé caminando por el estrecho sendero que atraviesa el na- completaba su gira habitual alrededor del globo, cada vez eran
ranjal hasta los edificios de A.V. y no pude reprimir una carca- más los alumnos que se matriculaban en la escuela de Oak Gro-
jada cuando la escena entera desfiló ante mi ojo interior. Lo ve que, en aquel tiempo, tenía ya cerca de cien alumnos. Ade-
que acababa de presenciar me pareció que ilustraba perfecta- más de mis regulares responsabilidades en la cocina y en la es-
mente el modo en que abordamos muchos de los problemas y cuela, también tuve que encargarme de sustituir durante varios
enigmas fundamentales de la existencia, insistiendo una y otra meses al profesor de español, que se había visto obligado a mar-
vez en abordar las cosas de un modo equivocado, cuando el charse inesperadamente.
modo correcto de hacerlo está ahí todo el tiempo, mucho más Mientras afrontaba el formidable reto de relacionarme con
próximo a nosotros de lo que podemos imaginar. una generación completamente nueva en el aula, también me
Dos días más tarde, el 20 de mayo, nos despedimos de nue- ocupaba de la cuestión de la transformación, una cuestión que
vo de Krishnamurti y Mary Z. bajo el pimentero en su viaje a Krishnamurti subrayaba con tanta frecuencia. Yo me pregunta-
Brockwood Park y a las distantes orillas de varios continentes. ba: ¿realmente quiero una transformación completa y radical?,
¿cuáles son las implicaciones de esa pregunta?, ¿está la pregunta
bien formulada y, en tal caso, cuál es el valor de una respuesta ex-
clusivamente verbal? A fin de cuentas, la simple respuesta verbal
Cuando en junio finalizó el período escolar nos enteramos, carece de todo sentido, puesto que la única respuesta verdadera
a través de la red mundial que conectaba las diferentes escuelas es la acción.
y fundaciones Krishnamurti, de que David Bohm había sufrido Entonces me di cuenta de que el elemento crucial de la trans-
un ataque cardíaco en Londres. Nos asustamos al oír que había formación es el tiempo, porque sólo puede ocurrir en el pre-
sido sometido a un triple bypass y que, varios días después de sente, en el instante real. Apenas la medimos, la comparamos o
la operación, estuvo en el filo entre la vida y la muerte. Krish- la proyectamos en el futuro, la transformación deviene en una
namurti le fue a visitar antes y después de la operación, tratan- ilusión. El cambio sólo puede producirse cuando no existe la
do de calmar el miedo a la muerte de su viejo amigo. Esta ex- menor separación temporal entre la observación y la acción,
periencia resultó, como es de suponer, terrible y le dejó una cuando es instantánea, y entonces opera en el campo de lo co-
huella muy profunda y duradera que pareció fortalecer todavía tidiano, así como de lo ordinario, y en las raíces mismas de la
más su humildad. conciencia. Pero también sabía lo fácil que es engañarse a uno

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Años de completud La clave del misterio de la vida

mismo e inventar la noción caprichosa de haberse transformado. de losetas que conducía a Pine Cottage, mientras otro maestro v yo
La observación lo es todo. le seguíamos despacio, por si tropezaba o resbalaba.
Krishnamurti tardó más de dos semanas en recuperarse del todo,
y no fue hasta el sábado 13 de marzo cuando reanudamos nuestros
almuerzos regulares en A.V. Aquella misma tarde se celebró un
El 14 de lebrero, al finalizar las vacaciones primaverales de la debate en el que, además de Krishnamurti, participaron el doctor
escuela, Krishnamurti regresó a Ojai con un aspecto fabuloso y con Jacob Needleman, de la San Francisco State Univer-sity, y su amigo
muchas ganas de empezar. Al día siguiente -el día del cumpleaños indio Asit Chandmal, que le mantenía informado sobre los últimos
de Washington- hubo una comida a la que asistieron él y los avances realizados en el ámbito de los ordenadores. El lunes
síndicos, y estuvo muy interesado en conocer el funcionamiento de siguiente todavía diluviaba cuando se llevó a cabo un pequeño pero
la escuela en su ausencia, porque el proyecto de crear una escuela extraordinario almuerzo al que asistieron Asit y los síndicos y
secundaria (en un edificio que todavía debía construirse) estaba ya residentes de A.V. La conversación giró en torno a los ordenadores
en marcha. Deseando hablar con los maestros, quiso reunirse con y la inteligencia artificial y humana. En un determinado momento,
nosotros la tarde siguiente en Pine Cottage. Krishnamurti se refirió directamente a "su" inteligencia señalando
Este encuentro giró en torno al tema del "respeto y la falta de que en modo alguno era suya, con las siguientes palabras: «No es
respeto". mía ni suya; es inteligencia». El no pensaba en la inteligencia en los
-¿Respetan los alumnos a los maestros y a los adultos? -nos términos convencionales -en cuanto que memoria, acumulación de
preguntó- ¿Respetan a la naturaleza y a la Tierra? -un tema que conocimiento o capacidad de cálculo-, sino más bien como la fuerza
acabaría dominando nuestras reuniones y diálogos durante los simple e impersonal de observación que opera en el presente y
meses siguientes. puede aplicarse a los campos más diversos y complejos. En este
sentido, se preguntó: «¿Es el cerebro de K un evento extraño, o
también pueden disponer de un cerebro similar otros seres
humanos?».
Aquel fin de semana, Krishnamurti fue a un hospital de Los -¿Cómo describiría usted ese cerebro, Krishnaji? -preguntó
Angeles a operarse de una hernia acompañado de Mary Z., que entonces una de las responsables.
permaneció con él durante los cuatro días que duró su recuperación -Es un cerebro vacío, simple y sereno, pero también muy
en el centro médico de U.C.L.A. Cuando, el 24 de febrero, despierto y alerta. No registra ningún daño personal ni herida
miércoles de ceniza, Krishnamurti regresó a Pine Cottage, el psicológica -explicó, mientras todos escuchábamos, completamente
pequeño y fiel "comité de recepción" que le esperaba para darle la absortos.
bienvenida se quedó sorprendido al verle tan decaído. Cuando salió Finalmente la conversación derivó hacia el tema del bien y
muy lentamente del Mercedes, apoyándose para ello en la puerta del mal.
del coche, extendí casi involuntariamente mí mano para ayudarle. -Existe una mina inagotable de bondad -dijo entonces Krish-
-Gracias, señor, pero debo hacerlo yo mismo -rechazó con namurti- que no tiene nada que ver con el mal.
firmeza, encaminándose con pasos muy lentos hacia el camino
-¿Es el mal entonces una ilusión? -pregunté, tratando de
aclararme.

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Años de completad La clave del misterio de la vida

-No, señor. El mal existe -insistió-, pero no puede afectar a guía cayendo a raudales. Al no estar identificado consigo mis-
la bondad; no tiene absolutamente nada que ver con ella. Escu- mo, no le molestó que le hiciéramos preguntas personales, sino
che esto, simplemente escuche -me atajó, cuando estaba a pun- que se trató de una especie de investigación impersonal sobre
to de continuar con mis preguntas. Pero, por más atentamente el fenómeno llamado K.
que traté de escuchar, no pude comprender lo que para él pare- -K es muy simple -dijo- y, si algo le caracteriza, es la ino-
cía tan sencillo.
cencia y la confianza. K está abierto y no muestra la menor
La lluvia no dejaba de caer y cada vez hacía más frío. Du- suspicacia, ni siquiera ante los desconocidos. Quisiera, en este
rante la conversación del día siguiente, Krishnamurti empezó sentido, contarles una historia que sucedió hace ya unos años,
preguntando por los adolescentes modernos, por el sexo y el
cuando vivía en la casa de la señora Zimbalist en Malibú. Cada
embarazo entre adolescentes. Repentinamente se dirigió al di-
tarde yo solía dar un paseo por las orillas del océano Pacífico.
rector, que estaba sentado frente a él y le dijo:
Un buen día se me acercó un desconocido y me preguntó si me
-¿Hay algún prodigio entre sus alumnos?
importaba que me acompañase. «Muy bien», respondí y cami-
-¿Se refiere usted acaso a algún niño prodigio, Krishnaji? -
preguntó el director. namos juntos por la orilla de la playa sin decir gran cosa, con-
-Sí, como Mozart o Beethovcn -contestó-. ¿Quién más fue templando las olas y el hermoso paisaje. Luego me preguntó si
un niño prodigio? ¿Tal vez Aldous Huxley? ¿Fue K también un podíamos sentarnos un rato. «Muy bien», respondí, de modo
niño prodigio? ¿Tuvo este niño algún talento extraordinario? que nos sentamos sobre un gran tronco que había sido arrastra-
Y, después de un momento de deliberación, afirmó varias do hasta allí por la deriva, permaneciendo en silencio durante
cosas que parecían apuntar en otra dirección: un tiempo contemplando el inmenso espacio azul que se des-
-Era un niño distraído, indefinido, casi un retrasado mental plegaba ante nosotros. Luego me preguntó si podía cogerme de
que no podía retener nada. Sólo estaba interesado en el deporte la mano, de modo que se la di y seguimos sentados un buen rato
y en la mecánica, desmontaba un reloj de pulsera para volver con las manos entrelazadas.
luego a montarlo y, cuando ya fue mayor, pasó a desmontar y Todos estábamos embelesados por aquel relato inusual, que
volver a montar el motor de un automóvil. creó en mi un sentimiento de suspense por sus connotaciones
-Tal vez esa misma indefinición, Krishnaji -comentó en- peligrosas no despojadas de matices sexuales. Al mismo tiem-
tonces una mujer-, esta misma vacuidad de la mente era el sig- po me asombré de su inocencia por colocarse a sí mismo en
no temprano de lo que más tarde se manifestaría como el genio una situación tan arriesgada. Pero él no parecía advertir nuestra
de K, un talento que no tenía que ver con un campo definido, aprensión y prosiguió:
sino un talento de un orden diferente. -Después de haber permanecido sentados en silencio y con-
Krishnamurti, que no solía admitir ninguna sugerencia sin templando el hermoso paisaje cogidos de la mano me preguntó
un examen detenido, admitió, tras una larga deliberación: si podía darme un beso.
-Quizás, en cierto sentido, K podría ser considerado como Entonces contuve involuntariamente el aliento. -Muy bien,
un prodigio. respondí -continuó su relato-. Y entonces me dio un beso en
Durante el almuerzo del día siguiente hablamos de algunos la mejilla.
de los rasgos personales de Krishnamurti, mientras la lluvia se- La emoción se intensificó, mientras todos los oyentes pare-
cíamos preguntarle sin palabras: «¿Y qué ocurrió después?».
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Años de completud La clave del misterio de la vida

-Eso fue todo -concluyó, mirándonos a todos de un vistazo. Krishnamurti desconocía lo que era la lástima de sí mismo y la
Este giro inesperado del relato me dejó súbitamente sus- lamentación nostálgica, y repentinamente me miró y dijo:
pendido de mi propia imaginación y me quedé quedamente -Obviamente, señor, usted debe seguir preparando postres
maravillado ante su apertura inocente e ingenua. Como un niño para los demás. Nadie debe verse coartado por el hecho de que
libre de miedo y desconfianza, Krishnamurti parecía dispues- yo no pueda tomar más dulces. Sería ridículo que los demás se
to a ser amigo de todo el mundo. supeditasen a mis restricciones dietéticas.
Cuando, al día siguiente, llegó a la hora del almuerzo, ad- La gran facilidad con la que renunciaba a cuestiones prácti-
vertí que todavía caminaba muy lenta y cuidadosamente. Abrí
la puerta mosquitera y después de saludarnos procedió a de- cas era equiparable, o quizás se viera superada, por su habilidad
cirme: para poner fin, de un momento al siguiente, a los enredos men-
tales y psicológicos, como si no hubiera el menor tiempo im-
-Se acabaron los postres, no más dulces. -Pero ¿qué ha
sucedido? -pregunté asustado. -Ayer fuimos al hospital local plicado en tomar una decisión, sino tan sólo la inmediatez de la
para someterme a una revisión postoperatoria y el análisis de percepción. Ésa era una habilidad que a mí, una criatura ata-
sangre descubrió que mi tasa de azúcar es demasiado elevada, de da a los placeres, las sensaciones y las diversiones, y que tenía
modo que debo eliminar los dulces, el azúcar, la miel, etcétera. que luchar duramente para renunciar a los llamados malos há-
-Oh, es una lástima -dije con sentido pesar-. ¿Y puede to- bitos, siempre me sorprendió. Esa libertad interior, sin embargo,
mar zumo de zanahoria? -pregunté ya que, durante un tiem- no excluía la lealtad personal, ni la firmeza sutil e inquebranta-
po, había tomado zumo de zanahoria con la comida. ble para hacer lo que tenía que hacer.
-Eso también habrá que eliminarlo.
-¿Y las batatas, el maíz tierno y las zanahorias crudas o her-
vidas? -pregunté, queriendo enterarme de todos los detalles de
su nueva dieta, ligeramente alarmado ante la perspectiva de un A primera hora de la mañana del 24 de marzo, Krishnamurti
régimen alimenticio muy severo. y Mary Z. partieron hacia Nueva York, donde el siguiente fin
-Puedo tomar verduras -respondió- y también zanahorias de semana debía dar un par de charlas en el Carnegie Hall. Al
crudas. Lo único que debo evitar son los productos que conten- día siguiente, David y Saral Bohm llegaron a Arya Vihara en
gan una concentración muy elevada de azúcar, como sucede medio de una lluvia torrencial. David ya se había recuperado
con el zumo de zanahoria. por completo de su operación, pero estaba muy delgado y de-
-¿Y los zumos de fruta? -continué, tomando nota mental- macrado tras haber visto brevemente la muerte de cerca.
mente de todos sus comentarios.
-Fuera -replicó, con un gesto tajante.
-¿Puede tomar fruta fresca, como manzanas, peras, etcétera?
-Con moderación. Tal vez una o dos al día, eso es todo.
Una ola de simpatía me recorrió cuando recordé cuánto dis-
frutaba de un postre dulce o de una cucharada de helado. Pero
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Capítulo 16 LA
E N E R G Í A DEL V A C Í O

Entrantes
Ensalada mixta con lechuga verde,
brotes y col lombarda, aliñada
con vinagreta o tahini.
Ensalada de tomate con mozzarella
y albahaca.
Tabouli de cuscús, perejil, menta, pasas,
tomates secos y piñones.
Humus de garbanzos con pan de pita.

Primer plato
Arroz con azafrán.
Berenjena parmesana: rebanadas
de berenjenas asadas y espolvoreadas
con canela y salsa de tomate y lonchas
de mozzarella y parmesano.
Calabacines enteros ligeramente hervidos.

Postres
Helado variado.
Fruta fresca del tiempo.
El día 1 de abril, Krishnamurti y Mary Z. regresaron de su
viaje a Nueva York. Durante el almuerzo del día siguiente nos
habló entusiasmado de la gran multitud que había abarrotado
la sala y se asombró de que las entradas para sus charlas se reven-
dieran en la calle a precios muy elevados.
Yo estaba sirviéndome una porción de postre -fresas de se-
coya gigante con crema de jengibre- cuando, al mirar por la
ventana que había en la esquina del cuarto en que nos servía-
mos, vi un gran buho posado en una de las ramas superiores
del árbol que se hallaba junto a mi casita. Varios grandes buhos
habían anidado en los árboles de A.V. y pasaban el día ocultos
entre el denso follaje de los eucaliptos que rodeaban el estacio-
namiento, y de tanto en tanto podía escucharse, al atardecer y
por la noche, su suave ulular.
Con un súbito entusiasmo, pensé que a Krishnamurti le gus-
taría ver a la criatura alada. A él le gustaban mucho los anima-
les y a menudo hablaba de sus encuentros con gatos monteses,
osos y tigres en estado natural. Rara vez tenía yo la oportunidad
de mostrarle algo salvaje y tan hermoso, de modo que volví co-
rriendo al comedor y, sin más preámbulo, dije:
-Venga, señor. Hay un gran buho en el árbol.
Krishnamurti se levantó sin vacilar y me siguió hasta la pe-
queña habitación. Nadie más pareció interesarse por ver el buho.
Colocándome con cierto nerviosismo a su lado, le señalé la di-
rección en que se hallaba, diciendo:
-Allí está, Krishnaji, en la segunda... no, en la tercera rama
a la izquierda. ¿Puede usted verlo?

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La energía del vacío
Años de completad

Él miró atentamente hacia donde le señalaba con el dedo, pero que acabábamos de pasar de un mundo de brillantes colores y de
tuvo dificultades para advertir la discreta forma cuyo plumaje se descubrimientos a un espacio mucho más estrecho y familiar.
confundía con el entorno. Después de mirar en todas direcciones,
finalmente dijo:
-No lo veo, Michael. ¿Dónde está?
La lluvia siguió cayendo sin parar durante toda la semana, y
Por un momento temí que el buho emprendiera el vuelo antes
de que él pudiera verlo, de modo que dije: Krishnamurti se reunió en cuatro ocasiones con el personal de la
-Perdóneme, Krishnaji, pero tal vez podamos verlo mejor desde escuela, hablando de la confianza necesaria para poder construir la
el exterior. escuela que anhelábamos.
Él estuvo de acuerdo y, atravesando la cocina, salimos fuera y El fin de semana del 16 al 18 de abril vino un equipo profesional
dimos la vuelta a la esquina hasta acercarnos a unos diez metros de televisión a filmar cuatro diálogos entre Krishnamurti, David
del tronco liso y blanco. Al contemplar las hojas arqueadas Bohm, el doctor John Hidley, un psiquiatra local y el doctor Rupert
cimbreándose con la brisa, me di cuenta de que el búho todavía Sheldrake, un biólogo británico que acababa de desarrollar una
seguía en el mismo sitio. De hecho, había advertido nuestra nueva y desafiante teoría, a la que denominaba "resonancia
presencia y movía rítmicamente su cara redonda y plana sobre los mórfica", según la cual existe una conexión biológica -llamada
hombros de un lado a otro, como si estuviera investigándonos. Sus "campo morfogenético"- que vincula a todos los miembros de la
orejas prominentes y sus ojos grandes y redondos eran claramente misma especie, como los monos o los seres humanos, y que les
visibles. permite compartir todo aprendizaje y descubrimiento significativo,
-¿Puede verlo, señor, puede verlo? -murmuré, con excitación aunque sus miembros vivan muy distanciados y no tengan entre sí el
repentina mientras se lo señalaba-: ¿No ve cómo mueve la cabeza menor contacto físico. Los cuatro debates de Pine Cottage fueron
hacia adelante y hacia atrás? difundidos como una serie de vídeo titulada La naturaleza de la
Krishnamurti permaneció allí, delgado y frágil, como un niño, mente que fue patrocinada por una fundación privada que financiaba
con la cabeza echada hacia atrás, entornando los ojos a la luz del proyectos de salud mental.
atardecer y haciendo visera con la mano izquierda.
-¡Ahora sí que lo veo! -exclamó súbitamente.
Entonces sentí una sensación de alivio y una exuberancia
A finales de abril cesó la lluvia y de nuevo disfrutamos de días
inesperada, y se abrió un espacio de observación silenciosa e
luminosos y resplandecientes. Durante un almuerzo serví fettucini
intensa de pie a la luz del Sol mientras el buho nos observaba a
caseros con salsa de tomate y queso parmesano, cocido de
nosotros.
garbanzos y alcachofas al vapor con una simple salsa de mayonesa
-Es muy grande, ¿no le parece? -comentó al cabo de un rato.
y mostaza. A Krishnamurti le gustaba la cocina italiana y provenzal
-Debe tener una envergadura enorme.
y yo, por consiguiente, había dado por sentado que le gustaban las
-Bien, señor -dijo, tras un rato de observación silenciosa,
alcachofas. Dado que vivíamos cerca de
cogiéndome del brazo en un gesto característicamente suyo.
Cuando volvimos al comedor, los invitados todavía estaban de
sobremesa, y por unos instantes tuve la extraña sensación de
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Años de completad
La energía del vacío

Watsonville, la llamada capital mundial de la alcachofa, dis- Luego la conversación siguió centrándose en el conflicto
poníamos de un abundante suministro del "cardo real", y en los humano, especialmente la guerra y el modo en que afecta a la
mercados locales abundaban los especímenes grandes y pri-
conciencia colectiva e individual. David Bohm calificó a la gue-
morosos a precios de ganga. A mí me gustaban mucho las ho-
rra como un conflicto organizado, derivado de una forma de
jas carnosas y las servía con cierta regularidad, experimentan-
manía colectiva, que hunde sus raíces en la creencia de que
do con el difícil y, en ocasiones, doloroso proceso de eliminar
todas las espinas. nuestro país siempre es superior y siempre tiene razón y, a modo
de ilustración, citó el comienzo del antiguo himno nacional
Cuando estaba a punto de acometer el corazón de la alca-
chofa, advertí que Krishnamurti mantenía escépticamente en- alemán: «Deutschland über Alies» (Alemania por encima de
tre sus manos una hoja de alcachofa. todo), y el dicho: «Mi país, esté en lo cierto o esté equivoca-
-Me parece muy trabajoso quitar todas estas hojas -dijo a do», que ejemplificaba el poderoso efecto de los eslóganes na-
la mujer que se hallaba frente a él-. Además, hay tan poco cionalistas sobre el pensamiento individual. Krishnamurti, por
aprovechables en ellas... -a lo que la mujer respondió con un su parte, lo comparó con una forma de obsesión que corrom-
gesto que parecía coincidir con su valoración negativa de la al- pe por completo la moral y la conducta de una sociedad, y lo
cachofa. ilustró con un episodio de su vida.
Yo, sin embargo, me sentí súbitamente decepcionado, pero -Durante los años de la guerra yo vivía en California. Un
recuperándome de mi mutismo, traté de salir en defensa de la buen día, iba caminando por la calle principal de Santa Bárba-
flor diciendo: ra cuando una mujer se me acercó con una caja en la mano. Me
-Pero, Krishnaji, no sólo son deliciosas, sino que también dijo que su novio acababa de mandarle un regalo del frente,
son una reserva excelente de vitamina B12. ubicado en alguna parte del Pacífico, y que quería mostrárme-
-Cuesta demasiado comérselas -respondió en un tono leve- lo. Cuando abrió la caja yo di un respingo hacia atrás... ¡Era
mente irónico y sin dejarse impresionar por mi comentario. una cabeza humana reducida y me preguntó si quería comprar-
-Creía que le gustaban, señor -apunté lastimeramente. la como recuerdo! ¡Imagínense!
-¿Qué novedades hay, señor? -dijo, momentos más tarde, Todos los comensales se horrorizaron al imaginar la escena
inclinándose hacia mí. y fueron varias las personas que, refiriéndose a los recientes
Yo recibí esta pregunta como un desvío bien venido de mi diálogos sobre la salud mental, empezaron a hablar de estados
decepción por la alcachofa y entonces empecé a recapitular en mentales anormales, como la posesión diabólica y la sumisión
voz alta las últimas novedades de la guerra de las Malvinas a fuerzas psíquicas extrañas.
entre Gran Bretaña y Argentina, y concluí mi comentario ci- -¿Cree usted -preguntó entonces una mujer a Krishnamur-
tando al genial escritor argentino Jorge Luis Borges, cuya bri- ti- que la conciencia puede verse poseída por fuerzas demo-
llante valoración del mortífero conflicto acababa de leer en níacas? No me refiero a la locura ni a la alucinación, sino a ver-
una revista: «Son como dos calvos peleándose por un peine». se realmente poseída por otro tipo de entidades.
-¡Qué comentario más inteligente! -dijo Krishnamurti, rom- Después de deliberar durante un momento, respondió:
piendo a reír-. ¡Dos calvos peleándose por un peine! Debo re- -¿Me permiten que les cuente una historia? Ocurrió hace ya
cordar eso.
bastantes años en Londres. Yo me alojaba en casa de un amigo
en los suburbios, y una tarde en que estaba mirando por la ven-
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tana, advertí que un Rolls Royce se acercaba por el camino de acceso. segada y a punto de llorar. Yo estuve de acuerdo en ayudarla con la
Cuando el vehículo se detuvo, el chófer salió y abrió la portezuela del condición de que hiciera exactamente lo que le dijese, algo a lo que
coche, de la que salió una mujer maquillada y elegantemente vestida. accedió. Entonces le pedí que dejara uno de los tres anillos que
Ella tocó el timbre y, como estaba sólo, abrí la puerta. La mujer se llevaba puestos y que volviera al cabo de tres días. Durante ese
presentó y me preguntó si podría hablar conmigo en privado, porque tiempo no debía mantener ninguna relación sexual, ni quedarse a
era una cuestión de cierta urgencia. Entonces la invité a entrar en la solas en casa por la noche, de modo que el fantasma no pudiera
casa y, yendo directamente al grano, me contó que era una prostituta de conectar con ella. Cuando marchó, me ofreció una gran cantidad de
lujo muy exitosa que había amasado una fortuna acostándose con dinero por la ayuda, pero no la acepté. Luego coloqué su anillo de
centenares de hombres de las clases más elevadas, como aristócratas, diamantes encima de la repisa de la chimenea y allí permaneció
políticos y hombres de negocios. Seis meses atrás, uno de sus amantes, durante los tres días. Yo no lo toqué ni hice nada con él. Cuando,
al que adoraba, había muerto, y con toda naturalidad me dijo que, una tres días más tarde, volvió con su Rolls Royce, le devolví el anillo y
tarde en que estaba sola en casa sentada frente a la chimenea mirando le dije que lo llevara puesto de continuo, reanudara su vida normal
las llamas, empezó en broma a invocar el espíritu de su amante y se y viera lo que ocurría. Una semana más tarde recibí una llamada
asustó mucho cuando repentinamente un fantasma se materializó del telefónica suya, rebosante de alegría. El fantasma parecía haber
fuego, asumiendo el aspecto de su amante. Luego me dijo que había desaparecido definitivamente, aunque permaneciese a solas delante
mantenido -relaciones sexuales muy placenteras con este fantasma y de la chimenea. Luego me dio nuevamente las gracias y me ofreció
que lo mismo sucedió las noches siguientes, pero sólo cuando estaba a de nuevo dinero que, claro está, yo no pude aceptar.
solas. La cosa continuó así durante varios meses, pero la imagen se Todos escuchamos embelesados aquel extraño relato que tenía
hizo cada vez más poderosa y obsesiva y empezó a asumir control un sabor mágico y sobrenatural que no parecía brotar de sus labios,
sobre ella, ya que le decía lo que tenía que hacer y sus deseos eran cada sino del mundo fantástico de Las mil y una noches. Luego hubo un
vez más exigentes, diciéndole exactamente cuándo volverían a intervalo de silencio, durante el cual casi podía escucharse el sonido
encontrarse, etcétera. Era como si se hallara poseída por aquel fantasma de las cuerdas tensas de nuestra credulidad. Luego todos, como si
que había acabado controlando su vida. Quería acabar con todo ello, alguien hubiera dado la orden, empezamos a hablar excitadamente
pero ignoraba cómo hacerlo. No quería consultar con un psicólogo, un a la vez, revisando los detalles de la extraña historia.
sacerdote o cualquier otro profesional, de modo que preguntó Krishnamurti observó atentamente y en silencio el impacto que
discretamente a algunos de sus amigos de las altas esferas si conocían a había causado en nosotros su historia. Luego, levantando una
una persona fiable que pudiera aconsejarle de un modo más sensible y mano, dijo en voz alta, capturando de nuevo la atención de todo el
privado. Entonces salió nuestro nombre a colación y, después de asistir mundo:
a algunas charlas, confió en que podría ayudarla en su curioso -Esperen un momento. La historia todavía no ha terminado,
problema. Ella no había hablado con nadie de lo que le estaba todavía debo decir algo más, una última vuelta de tuerca, por así
ocurriendo y yo fui el primero en enterarme. Mientras me contaba la decirlo -sonrió.
historia estaba completamente desaso- -Pocos meses más tarde, estábamos cenando en un restaurante
de la ciudad cuando vi a aquella mujer, en otra mesa, acompa-

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ñada de unos amigos. Ella me reconoció y me saludó desde le-


jos y, en un momento en que me quedé a solas, se acercó y me
comentó que tenía algo importante que decirme. Deshaciéndose Pocos días después, Saral Bohm me advirtió que vendría a
de nuevo en excusas por robar mi tiempo, me agradeció otra vez almorzar un invitado de David de la UC de Berkeley que ac-
mi ayuda en su desconsuelo y después procedió a decirme que, tualmente daba clases en el California Institute of Technology
pasado el tiempo, había comenzado a sentirse aburrida y sola, de Pasadena, el doctor Richard Feynman, relevante físico cuán-
de modo que, hacía aproximadamente un mes, había invocado tico con el que, tiempo atrás, David había enseñado en Brasil.
de nuevo en broma al fantasma y todo volvía a repetirse... Su Richard Feynman era una auténtica celebridad, ya que, entre
rostro asumió entonces una expresión irónica mientras, con las otras cosas, había recibido el premio Nobel de física en 1965
cejas levantadas, examinaba meticulosamente nuestros rostros por descubrir un nuevo método para el estudio de la electrodi-
para observar el resultado del desenlace de la historia y námica cuántica y por sus ejemplares y entretenidas conferen-
descubrió un amplio espectro de respuestas, que iban desde la cias sobre teoría cuántica, que acabaron viendo la luz en forma
indignación categórica hasta la duda, la desconfianza y la di- de manual5... y al que, según me dijo discretamente, acababan
versión. Yo reaccioné riendo sin parar. Me preguntaba si no ha- de diagnosticarle un cáncer terminal.
bría un asombroso paralelismo entre el estado mental de la Feynman era un hombre bien parecido y de aspecto dis-
prostituta y el de la mayoría de los presentes. Todos afirmamos tinguido que tendría unos sesenta años, algo más joven que
desear que nuestra conciencia cambie radicalmente, que nues- David. Era delgado, de constitución mediana, con un rostro ex-
tra vida sea desinteresada y esté despojada de todo conflicto... presivo, rasgos agradables, frente alta y amplia y cabello casta-
¿pero qué ocurriría si, por arte de ensalmo y sin el menor es- ño claro peinado hacia atrás. Vestía con elegancia al estilo
fuerzo de nuestra parte, nos viésemos mágicamente converti- informal californiano y transmitía un aire de confianza en sí
dos en seres humanos más plenos y más completos, con la mente mismo.
alerta pero vacía? ¿No pediríamos acaso entonces a gritos el El almuerzo de aquel día, al que acudirían unas dieciséis
refugio seguro y familiar de nuestro viejo ego, esa prenda usada personas, consistía en ensalada de tomate con mozzarella y al-
cargada de recuerdos en la que hemos acabado convirtiéndonos? bahaca fresca, humus de garbanzos, tabouli servido con pan de
¿No escaparíamos entonces precipitadamente a cobijarnos bajo pita, arroz con azafrán, berenjena parmesana, calabacines co-
el techo del refugio del hogar familiar, en vez de permanecer a cidos y helado de postre.
solas en la inmensidad del cielo abierto? Considerando cuida- Con su habitual modestia, David presentó a su amigo a Krish-
dosamente todo esto, tuve que admitir que realmente no sabía namurti y se estrecharon cortésmente las manos, pero era evi-
la respuesta, de modo que le pregunté a Krishnamurti: -¿Y qué dente que el doctor Feynman no había venido tanto a conocer a
sucedió después? Krishnamurti ni su obra, como a visitar a David, su viejo ami-
-Bueno, nada... -respondió, encogiéndose de hombros- go de la universidad. Krishnamurti observó atentamente cómo
supongo que las cosas siguieron igual.
Él no nos dio ninguna explicación más y cada cual sacó sus
5. Richard Feynman (1918-1988), físico teórico que trabajó en Los Álamos, Nuevo
propias conclusiones de esta extraña anécdota. Luego levanta- México, en el proyecto de la bomba atómica desde 1942-1945. Autor de Surely
mos la mesa y regresamos a nuestras actividades cotidianas. You're Joking, Mr. Feynman, 1985.

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Años de completud
La energía del vacío
se servían los invitados y, cuando el doctor Feynman se acer-
có, le señaló la silla que se hallaba en la cabecera de la mesa di- lodos escuchamos embelesados su fascinante y divertida narra-
ciendo: ción. Estábamos en presencia de un maestro muy dotado, de un
-Siéntese ahí, por favor; así podrá estar junto al doctor gran contador de historias, de un científico genial y, muy posi-
Bohm.
blemente también, de una persona maravillosa.
Mientras David se colocaba a la izquierda del doctor Feyn- Krishnamurti escuchó la animada historia con un respeto
man, Krishnamurti se sentó en su lugar habitual, el primero a la tan palpable que casi podía sentirse, y ambos se mantuvieron
derecha, frente a él. Yo me senté tres sillas más allá esperando repetuosamente a distancia. Era evidente que el doctor Feyn-
que, de un momento a otro, comenzase una animada conversa- man había venido exclusivamente a visitar a su amigo David
ción entre Krishnamurti y el doctor Feynman o entre los tres, Bohm, y Krishnamurti respetó y dejó así las cosas.
pero no ocurrió nada de eso. Sin embargo, algunos de los maes-
-¿Se ha dado usted cuenta? -preguntó Krishnamurti, al fi-
tros estaban ansiosos por formular preguntas al ilustre invitado
nalizar el almuerzo, a uno de los maestros que le acompañaron
y conocer su opinión sobre diversos temas.
a Pine Cottage.
Krishnamurti se mostró más bien retraído y silencioso. Pocas
veces le vi tan callado en una comida como en aquella ocasión, -Lo siento, Krishnaji, pero no sé de qué me está hablando
pero aun así estaba muy atento a todo lo que ocurría. El doctor -inquirió entonces el joven, confundido.
Feynman parecía estar acostumbrado a ser el centro de -He observado muy detenidamente al doctor Feynman y
atención hasta el punto de que bien podría decirse, sin exage- me parece un hombre muy infeliz -dijo Krishnamurti con suma
rar, que disfrutaba de ese papel. En el momento en que estaba cautela.
preguntándome si tendría algún interés en Krishnamurti y en El maestro se quedó desconcertado ante este comentario, pero
su enseñanza, uno de los maestros preguntó con cierta cautela: - no siguió preguntando porque debía ir a la oficina, y Krishnamur-
¿Cuál cree usted, señor, que debe ser el papel que desempeñe ti siguió su camino hacia Pine Cottage, pero muy posiblemente
la filosofía en el ámbito de la educación? se tratase, si tenemos en cuenta su enfermedad terminal, de una
-Nunca he estado interesado por la filosofía. No sé nada de observación muy precisa.
ella y, en consecuencia, poco puedo decir al respecto -respon- Más tarde, Saral Bohm me dijo que David y el doctor Feyn-
dió rápidamente el doctor Feynman. man habían pasado casi toda la tarde en torno a la mesa de café
Pero el maestro no se dejó disuadir y siguió centrándose, de su apartamento sumidos en una conversación "científica",
junto a otros comensales, en cuestiones relativas a la psicología hablando de ecuaciones matemáticas, fórmulas y otros térmi-
y la educación, algo con lo que el doctor Feynman parecía sen- nos enigmáticos e incomprensibles para cualquier persona aje-
tirse bastante más a gusto. Entonces empezó a hablar de su fa- na a la jerga de la mecánica cuántica.
milia, del modo en que se relacionaba con sus hijos y acabó Pocos años más tarde, el doctor Feynman se convirtió en una
cautivando la atención de todos los presentes al evocar su edu- persona doblemente famosa, como flamante presidente, en 1986,
cación, los paseos por la naturaleza con su padre, que le enseñó de la comisión de investigación sobre el desastre de la lanzade-
las grandes y pequeñas maravillas de la Tierra y le explicaba los ra espacial U.S. Challenger, que explotó poco después de haber
fenómenos de la naturaleza inventando palabras imaginarias, y sido lanzada al espacio, acabando con la vida de los siete astro-
nautas que la tripulaban, y como el autor de una autobiografía,
que acabó convirtiéndose en un best-seller, que ponía de relie-
272
273
Años de completad
La energía del vacío

ve su buen humor y su extraordinaria capacidad narrativa. Tiem-


po después contemplé un documental de la serie de televisión do en las bimilenarias reliquias de mármol de la congestionada
Nova, difundido por la Public Broadcasting System, donde se metrópoli ática y, creyendo que podría tratarse de una noticia
presentaba una entrevista con el doctor Feynman y en la que interesante, comenté a Krishnamurti, que se hallaba sentado
me sorprendió descubrir literalmente las mismas historias de a mi lado:
su infancia y su familia que nos había contado en aquel al- -La lluvia ácida y los compuestos de azufre están erosio-
muerzo. nando rápidamente esos monumentos de mármol que han sobre-
El doctor Richard Feynman murió en 1988. vivido durante casi tres mil años. Dentro de unas pocas déca-
das, todas esas obras maestras irreemplazables serán...
-No, señor, por favor. No hable usted de ello... No sabe us-
ted. .. es demasiado... es demasiado -me interrumpió, volvién-
Todos nos alegramos de que la lluvia cesara a tiempo para dose hacia mí con una expresión de dolor en el rostro, como si
que el suelo empapado se secara antes del 1 de mayo, día en que estuviera experimentando un gran dolor.
estaba previsto que comenzasen las charlas públicas. Con la ex- Krishnamurti no completó la frase, pero pareció verse su-
cepción de las reuniones regulares de diálogo con Krishnamurti mido en una agonía no especificada. De repente me sentí muy
en Pine Cottage, todo el mundo se hallaba ocupado en los pre- torpe, como si el hecho de sacar a colación aquel tema hubiera
parativos del evento de dos semanas de duración. representado una terrible transgresión y, durante unos instan-
Durante un almuerzo a mitad de semana al que fundamental- tes, hasta imaginé un silencioso reproche en la mirada de algu-
mente asistieron "los habituales" y algunos síndicos de ultramar, nos de los presentes. ¿Qué es lo que acababa de hacer? Casi
empezamos a hablar de la antigua Grecia y de su prodigioso éxito estuve a punto de pedir perdón, pero, pensándolo bien, me pa-
por haber conseguido transmitir sus ideas e instituciones básicas reció ridículo. Cuando, poco después, miré por el rabillo del
hasta el mundo actual. Su influencia política, cultural y
ojo a Krishnamurti, y me di cuenta de que seguía masticando
científica se halla todavía presente en todas partes. Yo sabía
en silencio, con los párpados entreabiertos y sin el menor signo
que, aparte de la catedral de Chartres, la escultura de Shiva de
visible de dolor, exhalé un suspiro silencioso de alivio... ¡había
la isla Elefanta y La victoria de Samotracia del museo del Lou-
vre, la obra de arte que más admiraba Krishnamurti era la anti- dejado que mi condicionamiento innato de culpabilidad me
gua ciudadela de Atenas, la Acrópolis, y su fabuloso templo venciera una vez más!
columnado, el Partenón. Durante los años treinta había visita-
do en varias ocasiones el lugar de nacimiento de la democracia
y también había vuelto en 1954 y 1956, y había hablado abun-
dantemente de esas obras maestras de la arquitectura, llegando a Las charlas empezaron sin siquiera darnos cuenta. Durante
decir que estaba enamorado de la estatua de mármol de Te- la segunda y la cuarta sesión de preguntas y respuestas, Krish-
mis, la diosa de la justicia. namurti sacó a colación un viejo tema, con una intensidad y
Pocos días antes había leído un artículo sobre el demoledor una pasión que nos sacudió a todos: «¿Por qué no ha cambia-
efecto que la contaminación rodada e industrial estaba tenien- do el hombre?», y, una semana más tarde, formuló la misma
pregunta de un modo más directo: «¿Por qué no ha cambiado
274 usted?».

275
Capítulo 17 LA
UNIFICACIÓN
Años de completud

Ésta es una pregunta que carece de respuesta, a menos que


uno incurra en la racionalización, y el único modo de abordar-
la consiste en seguir formulándosela y reflexionando interna-
mente sobre ella, es decir, vivir con ella.
Durante las charlas de fin de semana se tocaron temas como
DE TODA LA ENERGÍA
"el orden, el miedo y el pensamiento", "el conocimiento, la
muerte y el amor" y "la vida religiosa y la meditación".
Finalmente, el viernes 21 de mayo concluyó otra tempora-
da de convivencia con Krishnamurti, cuando él y Mary Z. em- Entrantes
prendieron el viaje a Inglaterra. Ensalada verde con vinagreta
o salsa de mostaza.
Hortalizas crudas surtidas: rodajas
de pimientos, calabacín, apio, champiñones,
col lombarda, zanahorias
y remolachas ralladas.
Alcachofas al vapor con salsa de mostaza
y mayonesa.
Primer Plato
Quinoa al vapor con perejil,
pasas y piñones.
Frijoles azuki, con cebolla y salsa de soja.
Puré de calabaza cocida.
Postre

Frambuesas frescas con nata,


coñac y crema batida.
Fruta fresca del tiempo.
Durante los meses siguientes el personal de Oak Grove si-
guió lidiando con la puesta en práctica del "propósito" de la es-
cuela que, según definición del mismo Krishnamurti en 1975,
consistía en «originar una transformación radical en la conciencia
de la humanidad».
Sin embargo, en cuanto a lo personal yo seguía atrapado en
los problemas de la relación y del sexo, y sumido en las cues-
tiones fundamentales de la vida cotidiana. Durante todo este
tiempo, no obstante, seguí escribiendo poesía y examinando mi
vida en el extraordinario espejo que me proporcionaba la en-
señanza de Krishnamurti. Puesto que mis imperfecciones no
habían desaparecido y las raíces de mi conciencia seguían sin
cambiar, consideré que lo único que podía hacer era observar
mis limitaciones y defectos sin juicio, esfuerzo ni elección al-
guna, una actitud que me proporcionaba una gran libertad, que
también experimentaba en el contacto cotidiano con la natura-
leza salvaje del valle y las montañas.

Durante todo este tiempo Krishnamurti siguió su itinerario


regular por Europa y la India. Los únicos dos eventos especia-
les que destacaron en esta ocasión fueron dos charlas pronun-
ciadas en junio en el Barbican Center de Londres y cuatro char-
las que se llevaron a cabo en Calcuta en noviembre de 1982.

279
Años de completud
La unificación de toda la energía
La semana anterior habíamos sufrido varias tormentas muy
destructivas, pero ahora el aire estaba limpio y claro y la tierra -¿Qué tal si ponemos -sugiere el ángel- personas limpias,
parecía resplandecer. El 9 de febrero de 1983, Mary Z., que lle- ordenadas y trabajadoras, y que tengan un gran respeto por el
vaba con nosotros desde el mes de noviembre, fue a LAX a re- dinero?
coger a Krishnamurti, que llegaba en un vuelo procedente del -Así sea -replicó el Señor-. Y así lo creo.
aeropuerto de Heathrow. Pasado un tiempo, el Señor quiso contemplar más de cerca
Diez de nosotros le esperábamos bajo el pimentero. Sentí su creación y descendió a la Tierra. Dio un paseo por las mon-
una gran alegría al ver asomar el Mercedes gris, del que des- tañas, disfrutando de la belleza del paisaje y, al cabo de un rato,
cendió Krishnamurti, vestido con su elegante ropa de viaje llegó a un pequeño, limpio y ordenado pueblo. Como el día era
después de detenerse frente al garaje. Cuando nos saludó pa- caluroso, estaba sediento, de modo que se acercó a la terraza de
recía frágil y delgado y un tanto fatigado. Luego echó un vis- un café. Al verle, el dueño le reconoció de inmediato y llegó
tazo al ondulante paisaje de las colinas y, transportado por la corriendo, saludándole con gran respeto:
belleza del paisaje, exclamó, tras unos instantes de silencio:
-¡Oh, Señor, siéntese, por favor! Es un gran honor para
«¡Qué país más hermoso! ¡Qué hermoso, qué rico y qué in-
menso!». nuestro pueblo y para mi humilde café recibir su visita. ¿Qué
puedo hacer por usted?
El día siguiente era jueves y celebramos un pequeño al-
muerzo en el que estuvimos departiendo amablemente y al que -He dado un paseo por el monte y he visto pastando a sus
sólo asistieron ocho personas. Cuando empezamos a hablar de espléndidas vacas. Me apetecería un gran vaso de leche fresca.
su estancia en la India y de su viaje a California, aproveché la -Inmediatamente, Señor -respondió el dueño.
oportunidad para preguntarle: -El dueño se marcha corriendo y, al cabo de unos instantes,
-¿Ha oído algún buen chiste últimamente, señor? - regresa con un gran vaso de cremosa leche que pone frente a
Ultimamente he escuchado tres chistes -dijo, con un tono muy Él, que se lo bebe con toda fruición. Cuando está a punto de le-
positivo- que me han parecido muy buenos. En el primero de vantarse, se acerca nuevamente corriendo el dueño con un pla-
ellos, Dios contempla su recién terminada creación, con los tito en el que hay una tira de papel que deposita, con una pe-
océanos, los continentes y todas las criaturas, incluidos los queña reverencia, sobre la mesa.
seres humanos, cuando un ángel le señala que, en mitad de -¿Y eso qué es? -pregunta el Señor.
Europa, todavía queda un pequeño espacio vacío. -Con el debido respeto, Señor -responde el hombre, incli-
-¡ Vaya! -dice entonces el Señor-. Se me había pasado por nándose-, es la cuenta.
alto. ¿Qué te parece que hagamos con eso? Todos nos reímos del chiste y de su modo de contarlo, re-
-¿Por qué no crear-replica entonces el ángel- un país lleno presentando con gestos y expresiones faciales los respectivos
de leche y miel llamado Suiza, con montañas cubiertas de nie- papeles del Señor y del dueño del bistró.
ve, torrentes, bosques y prados verdes, en el que las vacas pas-
-¿Se inventa usted todos los chistes que cuenta? -preguntó
ten y produzcan la mejor leche del mundo?
-Me parece perfecto -responde el Señor-. ¿Y qué tipo de entonces una mujer.
habitantes te parece que coloquemos allí? -¡Oh, no! -respondió-. Alguien me los cuenta y, si me pa-
recen buenos, a veces los recuerdo. Yo sólo me he inventado un
280 chiste y de eso hace ya mucho tiempo. El siguiente chiste me
lo contaron en la India.
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Años de completud La unificación de toda la energía

-Tal vez ustedes conozcan al industrial indio Birla, un hom- -Eso es algo muy natural -responde san Pedro-. Lo hacen
bre de Calcuta inmensamente rico que fabricó el Ambassador, todos los ricos; de ese modo obtienen fama y se libran de pagar
un coche que, durante muchos años, casi ejerció el monopolio impuestos... pero me temo que eso tampoco le servirá para en-
de la industria de la automoción en la India. No están muy bien trar en el paraíso.
terminados, son bastante incómodos y se averian con cierta fa- -¡Mire, querido amigo -grita entonces Birla, ya totalmente
cilidad, de modo que, cuando Birla murió, fue al Cielo y allí se fuera de sí-, no creo que haya nadie en toda la India, ni tal vez
encontró con san Pedro, que le preguntó: en todo el mundo, que haya hecho tanto por sus trabajadores
-¿Quién es usted, señor? y por sus familias, nadie que haya construido tantos hospitales,
-Yo soy Birla -replicó, levemente molesto de que no le tantos orfanatos, tantas residencias para ancianos, tantas escue-
hubieran reconocido. San Pedro echó entonces un vistazo a las y tantas universidades!
su lista. -Le repito que eso aquí no cuenta gran cosa -replicó san
-¿B-B-Birla? Lo siento, pero su nombre no está incluido en Pedro-. Después de todo, esas personas han entregado toda su
la lista y, por tanto, no creo que pueda entrar en el Cielo. energía, su trabajo y su vida para que usted se enriqueciese.
-¡Pero si soy Birla! -protestó enfurecido-. El industrial No, le repito que nada de eso tiene importancia en el Cielo. Lo
Birla. No le quepa duda de que mi mombre debe estar en esa único que a nosotros nos importa es lo que usted haya hecho
lista. Haga el favor de mirar de nuevo. "Be"-"i"-"erre"-"ele"- por Dios. ¿Qué es lo que usted ha hecho por Dios?
"a" -deletreó. Birla buscó entonces frenéticamente en su memoria hasta
-Lo siento, pero no tengo a nadie con ese nombre -respon- que finalmente sonrió con satisfacción y dijo:
dió san Pedro, estupefacto por la arrogancia que mostraba
-Durante décadas me he dedicado a fabricar el famoso Am-
nuestro hombre.
bassador, y cada vez que alguien abre la portezuela para entrar
-¡Por Júpiter! -exclamó entonces Birla-. A mí me conocen
en todo el mundo... en todo el mundo... y usted trata de decir- en el coche exclama: «¡Oh, Dios mío!».
me que... Todavía estábamos riéndonos cuando Krishnamurti empezó
-¡Haga el favor de no excitarse! -atajó entonces san Pedro, a contar el tercero de sus nuevos chistes:
atenta pero firmemente-. Eso aquí no le servirá de nada. Su «Un multimillonario americano que vive en Londres quiere
nombre no aparece en la lista, jamás he tenido noticias de usted convertirse en el perfecto gentleman y, para ello, va a Hunts-
y me temo que no podrá entrar en el cielo. man, en Savile Row, y encarga una docena de los mejores tra-
Durante unos instantes, Birla se muestra abatido y se sume jes, corbatas Jaquet y abrigos. Luego le pide al sastre que le re-
en el silencio. Entonces san Pedro se apiada de él y le dice: comiende la mejor zapatería.
-Pero quizá pueda darnos usted alguna buena razón por la -Precisamente en la tienda de al lado -responde el sastre-
que debamos dejarle entrar. se encuentra Loeb.
-He entregado muchos donativos a muchas religiones -res- »Entonces se dirige a la zapatería y encarga una docena de
pondió entonces Birla, súbitamente animado-, he gastado los mejores zapatos hechos a mano. Cuando termina, pregunta
miles de millones en la construcción de templos, mezquitas e por el mejor lugar para comprar un bastón y un paraguas y le
iglesias. envían a la tienda de al lado. Así va pasando nuestro hombre de
una tienda a la siguiente hasta acabar proveyéndose de las me-
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282
Años de completud La unificación de toda la energía

jores prendas y acabar asumiendo el aspecto de un perfecto ca- -¿Cree usted que eso ocurre con todos los niños? -pregun-
ballero inglés. ló alguien.
»Poco tiempo después regresa a la sastrería para que le ha -Más o menos con todos -contestó Krishnamurti-, aunque
gan algunos arreglos, aparca su Rolls Royce frente a la misma (al vez más con los niños que con las niñas.
tienda y el sastre, que ha acabado convirtiéndose en un buen -A mí me parece que se trata de un condicionamiento cul-
amigo -puesto que ambos van al mismo club-, se da inmedia- lural -respondió entonces el director-. En la India los niños,
tamente cuenta de que está muy deprimido y muy triste, de especialmente los niños pequeños, son respetuosos, obedientes
modo que le pregunta:
y se portan bien.
-¿Qué le ocurre, señor? Parece que le haya sucedido algo
terrible. -Sí -coincidió Krishnamurti-, a mí también me parece muy
-Sí -responde el hombre-, realmente me siento muy mal. notable ya que, cuando les digo: «Quedaos quietos cinco mi-
No creo que pueda superarlo. nutos», todos ellos se sientan inmediatamente con las piernas
-¿Pero qué es lo que le ha ocurrido, señor? -exclama al sas- cruzadas, cierran los ojos y permanecen absolutamente quietos
tre-. Tiene lo mejor de todo, el mejor de los coches, los mejo- durante cinco minutos. ¿Puede usted conseguir que los niños
res trajes, los mejores zapatos, los mejores paraguas, los me- americanos hagan eso?
jores guantes, etcétera, y parece el perfecto gentleman. ¿Cómo -Pero, Krishnaji -protestó entonces una mujer-, se trata de
puede entonces sentirse deprimido? dos culturas completamente diferentes. Los niños de la India
-¡Hemos perdido la India! -responde apesadumbrado el están condicionados desde muy temprana edad a actuar, sentar-
americano». se de un determinado modo y obedecer. Aquí las cosas son muy
Todos los comensales nos echamos entonces a reír a carca- diferentes.
jadas. Lo hilarante no sólo era el chiste y su modo de contarlo, -Los niños de aquí son muy excitables y nerviosos -sugirió
sino también el hecho de que hubiese enumerado las mismas un profesor-. Tal vez sea el efecto de la dieta, la comida basu-
tiendas de Savile Row en las que solía encargar sus trajes y sus ra y de toda una cultura, en suma, que alienta la diversión y la
zapatos.
competitividad.
El domingo siguiente era el inicio del año nuevo chino, el Krishnamurti no parecía estar en desacuerdo con todo eso,
Año del Cerdo, y acudieron dieciséis comensales. Preparamos
pero siguió investigando:
ensalada griega, ensalada de zanahoria y jengibre, cuscús con
almendras tostadas, pisto, tofu frito con cebolletas y perejil, y -¿Es posible enseñarles responsabilidad, señor? ¿Sabe us-
una selección de quesos con fruta pan de y ajo, y pan de dátiles ted lo que significa la palabra "responsabilidad"? ¿Puede uno
y nueces, y helado de postre. transmitirles "responsabilidad"?
Después de una breve charla sobre cuestiones triviales, -¿Se refiere usted -preguntó el maestro- a darles una res-
Krishnamurti preguntó en tono serio al director: ponsabilidad concreta, como cuidar a un animal o encargarse
-¿Por qué cree usted que, al llegar a cierta edad, los niños se de un determinado espacio del aula? ¿Es a eso a lo que usted se
convierten en monstruos? Y con ello me refiero, como usted sabe, refiere?
a que se vuelven crueles, desconsiderados, egoístas, etcétera. -No, señor, no se trata de que se responsabilicen de un ár-
bol, de un animal, de una planta, etcétera. Cualquier ejemplo
concreto resulta demasiado limitado. ¿Es posible transmitirles

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Años de completad La unificación de toda la energía

un sentimiento de responsabilidad por todo, por la Tierra, por a su habitualmente apretada agenda de charlas públicas. Fue
la naturaleza, por la humanidad entera? ¿Comprende usted? también entonces cuando Krishnamurti comenzó un diario, pero,
-¿Pero cómo se puede hacer eso? ¿No es ésa una responsa- a diferencia de los cuadernos anteriores, en esta ocasión no to-
bilidad inmensa para un chiquillo? ¿Cómo puede hacerse res- maba notas, sino que grababa en un casete a primera hora de la
ponsable de toda la humanidad? mañana, cuando todavía se hallaba en la cama, las poéticas re-
-Ya ve, señor. Usted está haciendo un problema de todo eso. flexiones sobre la naturaleza y la mente humana que acabaron
Usted está preguntando "cómo", es decir, está tratando de bus- transcribiéndose y viendo la luz en forma de un libro que se ti-
car un método. No haga un problema de ello. No se trata de tuló El último diario.
que, como no somos responsables, debamos buscar el modo
de serlo, sino más bien de escuchar en silencio y de observar.
¿Puede usted enseñarle eso a sus alumnos?
-Yo pienso en la responsabilidad como algo que está a mi A finales del mes de marzo recibimos la visita del doctor
cargo y de lo que he de dar cuentas. lonas Salk (del Salk Institute de San Diego) y de su esposa.
-Eso es lo que normalmente se entiende cuando se habla de Durante la cena, que se llevó a cabo en A.V., el descubridor de
responsabilidad, algo que entraña un deber, una carga, etcéte- la vacuna de la polio y Krishnamurti emprendieron una anima-
ra. Pero cuando nosotros hablamos de responsabilidad nos es- da conversación sobre los problemas que asedian al mundo ac-
tamos refiriendo a algo completamente diferente, es decir, a la tual y el modo más adecuado de abordarlos, conversación en la
capacidad de responder, de responder adecuadamente a un de- que, entre otros, se tocaron los siguientes puntos: "¿Qué es la
safío, a lo que está sucediendo. Y, para ser capaz de hacer eso, compasión?", "¿qué es la iluminación?" y "¿cómo pueden am-
uno tiene que escuchar, observar y ser consciente sin elección bas afectar al mundo?" y, aunque hubiera un amplio espectro
de toda la situación. de coincidencias, no puede decirse que sus perspectivas coinci-
Durante los dos meses siguientes, la responsabilidad acabó dieran plenamente. El día siguiente, domingo 27 de marzo,
convirtiéndose en uno de los temas fundamentales que se abor- ambos entablaron un diálogo que se registró en vídeo en el en-
daron en las diecinueve reuniones que Krishnamurti mantuvo torno más formal de Pine Cottage.
en Pine Cottage con los miembros del personal. Además de Durante los dos días siguientes no hubo almuerzo en A.V.,
preguntarnos reiteradamente por qué no cambiábamos, se de- puesto que Mary Z. y los Lilliefelt habían ido con Krishnamurti
dicó también a explorar las cuestiones de la confusión y el a Oxnard para hablar con su abogado y prestar declaración en
desorden, la causa y el efecto, y finalmente preguntó: «¿Qué es el pleito iniciado por la Fundación contra Rajagopal. Éste no
una mente alerta, una buena mente?», una cuestión que nos
era sino una más de la larga serie de demandas y contrade-
llevó a investigar detenidamente el cerebro, la conciencia, la
mandas que se remontaban a 1969 mediante las cuales la Fun-
mente y la inteligencia.
dación trataba de que la K & R Foundation, controlada por
Aquel año Krishnamurti estaba pletórico y era más intenso Rajagopal, le devolviera los derechos de los escritos y las gra-
que nunca su interés por transmitir su directa e instantánea per- baciones de Krishnamurti.
cepción, reuniéndose con mucha frecuencia con el personal, los Después de pasar casi todo el día en el despacho del aboga-
padres, los síndicos y los comités, sin dejar, por ello, de atender
do, los cuatro cenaron, cosa rara, en A. V. Durante la comida to-
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Años de completad La unificación de toda la energía

davía estaban preocupados por la lentitud del proceso y charla- vistas que había concedido a distintos periódicos y revistas.
ron sobre diversos aspectos de la declaración. Krishnamurti es- Pero lo que de verdad le interesaba era la escuela y no tardó en
taba manifiestamente tenso después del hostil interrogatorio al volver al tema del tipo de escuela que imaginaba, subrayando
que le habían sometido los abogados de la parte contraria y, que quería una escuela "fuerte", es decir, una escuela que per-
para evitar más hostigamiento y una posible comparecencia ante durase cientos de años.
los tribunales, decidió retirar la demanda, una decisión que aca- Durante el almuerzo del lunes, Krishnamurti se interesó por
bó formalizándose el 1 de abril. el seminario en el que David y Saral iban a participar el miér-
coles en una universidad cristiana de la bahía de San Francisco
preguntándole de manera general: «¿Cómo hablará el doctor
Bohm a los cristianos sobre la psique?».
David y Saral Bohm llegaron a Pine Cottage el día 30 por la El Cielo estaba encapotado y llovía sin parar, y todo el mun-
tarde, y varios de nosotros nos reunimos con Krishnamurti bajo do bromeó y ofreció respuestas diversas a la pregunta, aunque
el pimentero para recibirles. Él dio la bienvenida a su viejo ami- finalmente fuimos más bien parcos en sugerencias concretas.
go con un cariñoso abrazo, interesándose por su salud y asegu- Por la tarde, Krishnamurti se reunió con el personal en Pine
rándose de que se hallaba como en casa en el apartamento de Cottage y esbozó su visión de lo que debía ser una escuela "fuer-
invitados del piso superior. David estaba pálido y exhausto tras te", algo que, según él, se basa en aprender y pensar juntos e
el viaje y Saral parecía tan alegre como siempre. implica cultivar la curiosidad y la duda.
Cuando, al día siguiente, Krishnamurti se reunió con el per- Durante el almuerzo del día siguiente, David formuló a
sonal de la escuela en la sala de estar de Pine Cottage, le ofreció Krishnamurti la siguiente pregunta: «¿Cuál es la relación que
el asiento de honor al doctor Bohm, solicitándole atentamente existe entre observar, darse cuenta, darse cuenta sin elección, la
que se sentara a su lado. David permaneció muy silencioso y concentración, la atención y la percepción directa?», una pre-
sólo habló en contadas ocasiones cuando se le requirió directa- gunta que desencadenó un diálogo inesperado y serio entre
mente para ello. Krishnamurti y David. Fue una conversación llena de matices,
Ese año, Krishnamurti y David Bohm no coincidieron mu- diferenciaciones muy sutiles y una lucidez que deslumhró a
cho tiempo en A.V. ya que, cuando uno llegaba, el otro no tar- todos los presentes mientras, en el exterior, la lluvia seguía ca-
daba en marchar, y viceversa. Cinco días después de la llega- yendo sin parar. Algunos valientes trataron de participar ofre-
da de los Bohm, Krishnamurti y Mary Z. volaron hacia Nueva ciendo sus propios puntos de vista, pero la fuerza sutil del flujo
York, donde, los días 9 y 10 de abril, él debía dar dos charlas en de significado parecía ser demasiado intensa como para
el Felt Forum del Madison Square Garden. Antes de marchar, seguir su ritmo, de modo que la mayor parte de los presentes
Krishnamurti pidió a David que se reuniese a dialogar con el acabamos rezagándonos y nos limitamos a escuchar atenta-
personal de la escuela, una petición a la que éste accedió gus- mente en silencio.
tosamente. Hacía más de una hora que habíamos terminado el postre y
En uno de los almuerzos que siguieron a su regreso de Nue- aunque, de vez en cuando, alguien tomaba un sorbo de agua
va York, Krishnamurti describió brevemente las charlas, a las o de zumo, lo único interesante parecía ser profundizar la explo-
que habían asistido cerca de cuatro mil personas, y las entre- ración del insight [la percepción instantánea de la esencia de
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Años de completad La unificación de toda la energía

un problema]. Fue como si el encuentro entre aquellas dos men- charlas en el Masonic Auditorium, y puesto que yo también
tes geniales provocase ocasionalmente descargas de energía que asistiría, pedí perdón a los Bohm por no poder cuidar de ellos
iluminaran todo el entorno que les rodeaba. Repentinamente se durante su estancia en Ojai.
hizo una pausa y la habitación se impregnó de un silencio pro-
fundo en el que sólo se oía el repiqueteo de la lluvia sobre las
mesas de madera y el techo. Entonces, como si de un apretón de
manos verbal se tratase, ambos coincidieron en que: «sólo la Para mí fue muy emocionante volver a San Francisco, una
percepción instantánea es capaz de actuar». ciudad en la que había vivido durante varios años a finales de
Cuando todos nos levantamos con silenciosa admiración de
los sesenta, y tener la oportunidad de escuchar de nuevo a
la mesa, uno de los síndicos comentó: «¡Qué lástima!, creo que
Krishnamurti en la sala masónica. Durante la segunda charla,
deberíamos haber grabado esta conversación».
que se impartió el domingo 1 de mayo, me sentí profundamen-
te conmovido al escucharle evocar la imagen de dos amigos
caminando entre el claroscuro de un sendero arbolado ilumina-
El día en que los Bohm partían para el área de la bahía, do por la luz del atardecer y charlando de las grandes cuestio-
Krishnamurti se reunió con el personal y nos preguntó qué pa- nes de la vida, como el nacimiento y la muerte, la alegría y la
pel desempeñaba la diversión en la vida del niño y en nuestras tristeza, la paz y el conflicto, la libertad y el amor. En esta char-
propias vidas. «¿Puede usted mostrarle al niño su condiciona- la subrayó que las palabras "amistad" y "libertad" estaban muy
miento? ¿No sólo mostrarle su condicionamiento, sino tam- estrechamente unidas y que su raíz común era el "amor".
bién aprender simultáneamente sobre su propio condiciona-
miento?»
Después de explorar la división de la vida en trabajo y ocio,
formuló una de esas preguntas engañosamente simples que Después de su regreso a Ojai, Krishnamurti y David pasa-
provocaban en la conciencia de los presentes el impacto de una ron juntos cinco días más, antes de que los Bohm emprendie-
sonda profunda: «¿Le apasiona a usted realmente lo que sen, el 8 de mayo, camino hacia Toronto, donde tenían un com-
hace?» promiso, lo que significaba que se perderían las charlas de Ojai,
¿Cómo es posible, si a uno no le entusiasma realmente lo que comenzaban el siguiente fin de semana.
que hace, ayudar a un niño y educarle? Una hora después de su partida nos reunimos con Krishna-
murti en Pine Cottage, y en esa reunión nos formuló la pregun-
ta: «¿Qué es la acción?». Paso a paso fuimos adentrándonos
en la compleja cuestión de la acción hasta poner de relieve la
Una semana más tarde, los Bohm regresaron del seminario limitación de todas las acciones basadas en el pensamiento, la
en el área de la bahía con el tiempo justo para despedirse de memoria y el conocimiento, es decir, la inmensa mayoría de
Krishnamurti y Mary Z., que al día siguiente debían viajar a nuestras acciones cotidianas, y que toda limitación implica di-
San Francisco donde, el fin de semana, él iba a dar un par de visión y, en consecuencia, conflicto. División es conflicto, una
ley muy sencilla.
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Años de completud La unificación de toda la energía

Para la avanzada edad de Krishnamurti -no olvidemos que, humana de la verdad, y consideraba anatema cualquier práctica
por aquel entonces, tenía ochenta y ocho años-, las charlas pú- y enseñanza religiosa que se hallase orientada hacia el bene-
blicas de 1983 se acortaron de tres a dos fines de semana, de ficio económico. La verdad no es una mercancía que pueda
modo que no fueron seis sino cuatro las charlas, y dos en lugar venderse, ni tampoco puede ser monopolizada, organizada, ni
de cuatro las sesiones de preguntas y respuestas. Pero lo cierto poseída por nadie. Por este motivo se negaba tenazmente a co-
es que, a pesar de la edad, el modo en que subía a la plataforma hrar por dar charlas, asistir a diálogos, o conceder entrevistas
ubicada en medio de la arboleda de robles centenarios para di- públicas o privadas. Las únicas ocasiones en que la Fundación
rigir la palabra a las cerca de tres mil personas que se habían cobró por alguna charla mediante la venta de entradas fue tan
congregado a escucharle, no mostraba el menor signo de fati- sólo para sufragar los gastos de alquiler de algún centro públi-
ga. Durante la sesión del primer domingo describió su viaje co, como sucedió con los casos del templo masónico, el Santa
con la audiencia como un paseo con un amigo a través de un Mónica Civic Auditorium o el Carnegie Hall.
sendero soleado, explorando sinceramente y sin barreras las La inflexibilidad con que Krishnamurti insistía en que la asis-
preguntas que persisten durante toda nuestra vida. En la primera tencia a sus charlas fuera gratuita planteó algún que otro proble-
sesión de preguntas y respuestas, celebrada el martes 17 de ma a los síndicos y tesoreros de la Fundación. La Fundación y la
mayo, explicó que la palabra "gurú", que tan a menudo se uti- escuela dependían de las donaciones de personas interesadas en
liza inadecuadamente para referirse a los charlatanes y a quie- apoyar su obra. Y, aunque las charlas que se celebraban en Oak
nes se autoproclaman salvadores, se deriva de un término sáns- Grove se llevaban a cabo en los terrenos de la finca, no por ello
crito que significa "fuerte, pesado y grave", y aclaró que él no dejaban de generar un considerable desembolso económico. Por
era ningún gurú y que no tenía seguidores ni discípulos. eso, en cada una de las dos puertas de entrada de Oak Grove, se
-Así pues -dijo-, el gurú es alguien que señala y disipa las colocó una persona solicitando una donación de tres dólares por
ilusiones y, de ese modo, erradica la ignorancia, y no la perso- charla y, aunque el pago de la entrada no era obligatorio, quien
na que impone su ignorancia a los demás. se negase a ello debía aguantar la mirada reprobadora de los en-
Luego se refirió al significado de la palabra "mantra", que cargados de cobrar. A pesar de ello y de las solicitudes de do-
procede de un término sánscrito que originalmente significaba naciones realizadas por uno de los síndicos antes de cada char-
"medir y pensar" de lo que se derivó "ponderar sobre el no de- la, los ingresos rara vez llegaron a cubrir los gastos.
venir y abandonar todas las actividades centradas en uno mis- Al finalizar una de las sesiones de preguntas y respuestas su-
mo". Insistió en que éste era el verdadero significado del tér- cedió algo inusual: en el momento en que abandonaba el roble-
mino "mantra", que no tiene nada que ver con la práctica tan dal, Krishnamurti se enteró de que, aunque él había retirado la
habitual de vender a precios muy elevados una sílaba que, se- demanda contra Rajagopal, éste acababa de emprender otro jui-
gún dicen, genera un estado mental silencioso y sereno. cio contra él y contra los responsables de la Fundación.
-Daría igual que uno repitiera la palabra "Coca-Cola" -dijo
sarcásticamente, desatando las risas de la audiencia-, consegui-
ría el mismo efecto hipnotizante.
Krishnamurti llevaba muchos años arremetiendo contra el Durante el desarrollo de las charlas recibimos muchas visi-
mercantilismo que, en algunos casos, caracteriza la búsqueda tas, incluyendo a varios síndicos de ultramar que venían regu-
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Años de completud
La unificación de toda la energía
lamiente a almorzar con Krishnamurti a A. V., de modo que ésta
fue para mí una temporada de mucho trabajo en la cocina y -Pero los hindúes también tienen sus propias escrituras sa-
de animadas reuniones de sobremesa. gradas -objetó una mujer-, y lo mismo sucede con otras re-
En uno de los almuerzos celebrados a mitad de semana, la ligiones orientales.
conversación derivó hacia las diversas religiones organizadas y -Es cierto que los hindúes y los budistas tienen muchos li-
los conflictos y sufrimientos que han generado en la historia de bros sagrados, pero también lo es que no atribuyen la autori-
la humanidad. Uno de los síndicos dijo: dad exclusiva a ninguno de ellos. El hinduismo y el budismo
-Si echamos un vistazo a todos los conflictos en que se ha- tienen una larga tradición de investigación y de duda. Son reli-
llan implicados los musulmanes, como la guerra entre Irán e giones que alientan el escepticismo y en las que uno puede cues-
Iraq, la continua lucha que Israel mantiene con los palestinos lionarlo todo. Los hindúes, por ejemplo, tienen cien mil dioses,
y sus otros vecinos islámicos, los altercados entre hindúes y y uno es libre de elegir su favorito.
musulmanes en la India, etcétera, parece obvio que el Islam es Cuando las risas se hubieron calmado, añadió:
la religión de la espada. -Me pregunto si el Papa, los obispos y los demás predica-
-Afróntelo, señor-replicó entonces Krishnamurti-: El cris-
tianismo ha ocasionado más guerras y más derramamiento de dores realmente creen en lo que dicen. Parecen personas cultas,
sangre que cualquier otra religión, y me pregunto si tanta pero siguen hablando del nacimiento virginal, de la ascensión
violencia no tendrá que ver con la afirmación de que se trata al Cielo, de estar sentados a la derecha del Padre y de todas esas
de una revelación salida directamente de la boca de Dios. tonterías. Yo creo que deben tener alguna que otra duda y que
-Pero lo mismo han hecho el Islam y el judaismo -dije, casi se ríen de la credulidad de la gente, ¿no les parece?
con una sonrisa-. Todas ellas, en cierto modo, reconocen las Luego nos miró inquisitivamente. La mayoría de los presen-
sagradas escrituras de la Biblia como fuente común de revela- les era de ascendencia cristiana o judía, y no parecía muy dis-
ción; todas ellas creen en un solo Dios. puesta a creerle. A mí también me parecía imposible admitir
-Pero sus textos sagrados más importantes son diferentes - que los profesionales de la religión fuesen tan cínicos e hipó-
señaló entonces un profesor-, y cada una de esas religiones critas.
pretende que sus propios libros sagrados -la Torá, el Nuevo -¿Por qué, Krishnaji -pregunté entonces-, considera usted
Testamento, etcétera- encierran la verdad única y última. que aparentan creer en esas cosas y engañan a todo el
-Ésas son las llamadas religiones del Libro -dijo Krishna- mundo?
murti-. Los seguidores de las religiones que se basan en un -Es muy sencillo —respondió-: porque ello les proporciona
libro, como la Biblia o el Corán, por ejemplo, son muy intole- muchos beneficios, mucho dinero, mucho poder y mucho pres-
rantes y fanáticos y están llenos de prejuicios. Esto es algo evi- tigio. Sólo hay que ver las inmensas riquezas que posee la Igle-
dente. sia católica. Propiedades fabulosas, fantásticas colecciones de
-El Libro dice tal cosa, y no hay más que hablar. Si los cris- arte, joyas, oro y tesoros... sus posesiones son realmente in-
tianos y los musulmanes se permitieran dudar, todo su sistema calculables. ¿Saben ustedes los millones de dólares que poseen
de creencias se desplomaría. en este país los evangelistas y los predicadores? Todo el mun-
do se inclina ante ellos y les besa la mano. Piensen ustedes en
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el prestigio y la reputación que poseen los obispos y los carde-
nales. Son muchos los motivos y los beneficios para implicar-

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Años de completud La unificación de toda la energía

se en esos asuntos, pero lo que yo me pregunto es si realmente alguna que otra risa disimulada aquí y allí que acabó estallando
creen en todos esos dogmas, esas doctrinas y esos cuentos de en una carcajada general. Pero lo más gracioso no era su ex-
hadas. perta parodia, sino la idea de que Krishnamurti, "el maestro del
Varios de los presentes expresaron entonces sus dudas acer- mundo", se sentara frente a su televisor a escuchar la perorata
ca de que el Papa y los altos dignatarios de las religiones parti- del teleevangelista de turno ya que en varias ocasiones había
cipasen deliberadamente en un engaño y en una explotación de descrito a diversos predicadores cristianos que tenían sus pro-
tal magnitud. pios canales de televisión y que solicitaban dinero a cambio de
-Yo opino que, en alguna parte de su ser, deben creer en lo religión, milagros y curación.
que dicen y en lo que representan -replicó un profesor. -Realmente no puedo entender la ingenuidad de toda esa
Krishnamurti no respondió directamente a las diversas ob- gente -prosiguió muy seriamente y con un tono de increduli-
jeciones, sino que siguió con su misma línea argumcntal: dad en su voz-, creyéndose todo lo que les cuentan. Y todo lo
-El otro día vi a uno de esos tipos en televisión, ya saben, que decía se basaba en la Biblia que, según se dice, es la ver-
uno de esos predicadores fundamentalistas... ¿cómo les lla-
dad absoluta y literal. ¡Me parece tan absurdo...!
man ustedes?
-¿Cómo se llamaba ese tipo? -preguntó entonces un síndi-
-Teleevangelistas -aclaró una mujer. -Eso es, era un
co responsable.
teleevangelista que se dirigía a cientos, o tal vez incluso
Krishnamurti había olvidado el nombre, porque son mu-
miles, de personas que se habían congregado en una gran
chos los predicadores que pueblan las ondas. Pero su recuer-
iglesia moderna. Llevaban esos ropajes tan singulares y
cantaban y rezaban: «Se abrirá un agujero blanco en la cons- do de otros detalles notables, como el modo de sonreír, las ro-
telación de...» -dijo, buscando la palabra- ¿Cómo se llama esa pas, los cánticos o el tipo de prédica era muy notable. Aquella
famosa constelación? situación desencadenó entonces un juego de adivinanzas en
-¿Las Pléyades? -sugirió alguien. - el que participamos casi todos los presentes, revelando así
No, no eran las Pléyades. -¿Orion? - nuestro amplio conocimiento del campo de los telepredicado-
apunté yo. res. Cuando todos supimos de quién estaba hablando, pro-
-Sí, ésa es. «Se abrirá un agujero blanco en la constelación siguió:
de Orión y por él aparecerá Jesús con una cohorte de ángeles y -Estoy completamente seguro de que ese hombre no cree
apóstoles que se llevarán consigo al Cielo a sus seguidores», que en lo que dice.
serán algo así como 12.000. Mientras tanto, la cámara mostra- Para entonces, prácticamente todo el mundo coincidía en ad-
ba los rostros embobados de los presentes, con lágrimas en los mitir el fraude y la explotación a gran escala que se desarrolla-
ojos, creyendo a pies juntillas en todas las paparruchas que les ba en la televisión en nombre de la religión, como si la soledad,
estaban contando. la desesperación y la confusión convirtiesen a grandes masas
Krishnamurti contó la historia del teleevangelista adoptan- del público en víctimas propiciatorias, pero aun así no todo el
do una actitud teatral, abriendo los brazos e imitando el empa- mundo parecía estar de acuerdo.
lagoso histrionismo del predicador. Todos nosotros contem- -Muy bien -sugirió una profesora-, estafan, hacen dinero,
plamos su representación con una fascinación creciente y con etcétera, pero estoy segura de que creen en Jesús, en las Sagra-
das Escrituras y...
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Años de completud
La unificación de toda la energía

-No, señora-rebatió Krishnamurti enfáticamente-, con eso


no basta. Cualquier bribón puede afirmar creer en Jesús y em-
prender ese sórdido negocio; ¿no ve lo fácil que es?
A veces me parecía que Krishnamurti era demasiado cate- El día de la última charla, domingo 22 de mayo, tuve la ex-
górico en su terminante rechazo del cristianismo. traña oportunidad de ver una película con Krishnamurti en el
-¿Pero qué opina de los místicos? -pregunté, tratando de mismo cine. Eran las cinco en punto en la Ojai Playhouse, el
cambiar de tema-. ¿Qué opina de Meister Eckharl, de san Juan cine local situado en el centro de pueblo. Había centenares de
de la Cruz, de Hildegard von Bingen o de Teresa de Jesús? ¿No invitados que habían venido a ver el estreno de El reto del
cree usted que, a lo largo de su vida, tuvieran alguna intuición cambio, una película producida por Evelyne Blau, síndico de
y algún contacto con lo sagrado? la Fundación, cuyo tema no era otro sino la vida del mismo
-A mi entender -respondió-, los místicos cristianos estuvieron Krishnamurti.
siempre arraigados en Jesús, en la Iglesia y en todo el sistema Pocos minutos antes del comienzo de la película llegaron
de creencias cristiano. Jamás llegaron a trascenderlo. Entonces Krishnamurti y Mary Z. y tomaron rápidamente asiento en las
me quedé en silencio, sin saber qué responder. -Ninguna de las últimas filas. Entonces pensé en que era tan tímido que, pocas
religiones del Libro puede cuestionar realmente aquello en horas después de una esclarecedora conversación sobre la reli-
que se basa -afirmó otro profesor-. No pueden ir más allá de la gión y la meditación, casi se volvía invisible.
fuente de su revelación. Creen que el Libro encierra la verdad La película le presentaba a él y a su obra desde los tempra-
inmutable y fija. nos días teosóficos hasta el presente, narrando la historia de
-Ningún libro encierra la verdad -coincidió Krishnamurti-. una vida de cuento de hadas que parecía directamente salida
La verdad es una cosa viva. ¿Cómo podría fijarse? Todas esas de Las mil y una noches.
personas han dejado de investigar, por eso están muertas. ¿Sa-
ben ustedes cuál es el significado de la palabra "religión"? Lo
he buscado en el diccionario. En realidad no se sabe a ciencia
cierta el origen, pero hay dos raíces posibles. Una de ellas
tiene que ver con "reunir, recolectar, relacionar", y la otra con Pocos días después, el 27 de mayo, almorzamos temprano,
"reflexionar, observar y cuidar". Nosotros decimos que la a las doce y media, con el fin de que Krishnamurti y Mary Z.
religión es la unificación de toda la energía para descubrir la pudieran marcharse a las dos en punto y llegar a tiempo al aero-
verdad. puerto para tomar el vuelo que iba a llevarles a Inglaterra.
Ésta fue una temporada extraordinaria, una temporada en la
Todos nos quedamos entonces en silencio. Súbitamente vi
la religión no como una institución, una jerarquía organizada, que, tal vez más que nunca, las idas y venidas de Krishnamur-
un sistema de creencias con templos, iglesias, libros y dogmas, ti habían operado como un poderoso tornado que lo pusiera
sino como una acción viva, como una llama encendida en el in- todo patas arriba y movilizase a todo el mundo; y tras su paso
terior de la mente. nada volvía a ser lo mismo hasta que, poco a poco, nuestras
Poco después nos levantamos y Krishnamurti me echó una pautas habituales iban asentándose otra vez, como el polvo en
mano para llevar los platos a la cocina y limpiar la mesa. los estantes.
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Capítulo 18 LA
C U L M I N A C I Ó N DEL D I Á L O G O

Entrantes
Ensalada de pastor con hortalizas variadas
con vinagreta y salsa de queso azul
Ensalada de corazones de alcachofa
marinados con tomate y aceitunas.
Ensalada de zanahoria rallada y jengibre.

Primer plato
Crema de puerros y patatas. Pasta
primavera: cintas con guisantes,
zanahorias, calabacines, pimientos rojos
y verdes, piñones y albahaca fresca,
servida con queso parmesano rallado.
Judías verdes al vapor con almendras
astilladas y perejil finamente cortado.

Postre
Macedonia de frutas con yogur,
endulzada con sirope de arce,
Después de su partida nosotros regresamos a nuestras obli-
gaciones cotidianas, pero fueron varias las dificultades que él
se vio obligado a atravesar a su llegada a Brockwood Park.
Para comenzar, en el mes de abril un incendió quemó parte de
su dormitorio y de su cuarto de estar, por lo que tuvo que cam-
biar provisionalmente de alojamiento. En el mes de junio, Do-
rothy Simmons, la directora de la escuela, sufrió un derrame
cerebral que obligó a nombrar cuatro administradores para
asumir sus funciones, lo que provocó las desavenencias entre
varios miembros del personal y acabó desencadenando una lu-
cha interminable, a pesar de los intentos conciliadores llevados
a cabo por Krishnamurti. Afortunadamente, durante el mes de
junio también se produjo en Brockwood Park un acontecimiento
más creativo, el encuentro entre Krishnamurti y David Bohm,
cuyos diálogos se vieron grabados en un vídeo que acabó titu-
lándose El futuro de la humanidad.
En algún momento del mes de agosto de 1983 recibimos la
electrizante noticia de que Krishnamurti regresaría a Ojai a co-
mienzos de septiembre, poco después de la conclusión del en-
cuentro de Brockwood Park, y que se quedaría con nosotros
durante todo un mes. La razón de esta inusitada visita fue que,
a causa del litigio iniciado por Rajagopal, se había fijado una
fecha para que Krishnamurti y Mary Z. declarasen en Ventura
el día 20 de septiembre lo que, obviamente, requería su presen-
cia en California.

303
Años de completad La culminación del diálogo

El director me pidió que le acompañase al aeropuerto para El día siguiente, 8 de septiembre, celebramos el primer al-
recoger a Krishnamurti, Mary Z. y el doctor Parchure, un médi- muerzo de la temporada, que consistió en ensalada de corazo-
co indio que les acompañaba. Así fue como, en un día resplan- nes de alcachofa marinados, aceitunas y tomate, ensalada de
deciente y soleado, tomamos la furgoneta de la escuela y enfi- zanahoria y jengibre, sopa de puerros y patatas, pasta primave-
lamos la autopista del Pacífico en dirección al aeropuerto de ra con queso parmesano rallado y judías verdes al vapor con
Los Ángeles. Afortunadamente, el vuelo llegó puntual y no tu- almendras astilladas y perejil. Para postre preparé ensalada de
vimos que esperar mucho tiempo. f'rutas y yogur endulzada con sirope de arce. Fue un pequeño
En un determinado momento, el director señaló súbitamente almuerzo al que sólo asistimos ocho personas.
a un pequeño grupo de pasajeros que se acercaban por el corredor. Mary Z. nos describió el viaje de Krishnamurti desde Heath-
Entonces vi a Mary Z., que empujaba una silla de ruedas; en un
row, el aeropuerto de Londres, hasta LAX, el aeropuerto de
primer instante no reconocí en ella a Krishnamurti, arropado
Los Angeles. Él estaba en los asientos de primera clase del
con mantas, mientras el doctor Parchure, su médico personal,
empujaba un carrito cargado de maletas. Boeing 747 cuando uno de los operadores de vuelo, advirtien-
do su interés en los detalles técnicos del avión, le invitó a visi-
Cuando el director y yo nos acercamos a darles la bienvenida,
Krishnamurti parecía pequeño y vulnerable como un niño, con tar la cabina, donde se quedó fascinado por los muchos diales,
una manta enrollada en torno a sus piernas y su torso. Parecía pantallas, monitores e instrumentos que eran necesarios para pi-
agitado, con fiebre y con un extraño color en sus mejillas. A lotar esa gigantesca máquina voladora.
continuación cargamos el equipaje en el maletero de la furgo- -¡Deberían haberle puesto la gorra de capitán, señor! -bro-
neta y los cinco partimos rumbo al Norte. meó uno de los profesores.
Era la primera vez que viajaba en el mismo vehículo que Luego pasamos a calcular los kilómetros que habría reco-
Krishnamurti, y por alguna razón -que todavía ignoro- se me rrido a lo largo de toda su vida. Considerando que normal-
antojó como algo muy especial, una especie de privilegio. mente daba, al menos, una vuelta al globo al año y agregándo-
Mientras atravesábamos Santa Mónica, Malibú, Oxnard y le los primeros viajes en barco de vapor, llegamos a estimar la
Ventura, Krishnamurti permaneció taciturno, contemplando impresionante cifra de más de un millón y medio de kilóme-
por la ventana el azul resplandeciente del Cielo y las resecas y tros. De pronto recordó un chiste que le habían contado re-
amarillentas colinas. Mary Z. iba sentada delante con el direc- cientemente:
tor hablando de la escuela, el doctor P. estaba detrás de ellos le- -Es el vuelo inicial del primer jet supersónico completa-
yendo una revista, Krishnamurti iba una fila más atrás, sentado mente informatizado, automatizado y sin tripulantes que cruza
a la izquierda y yo estaba sentado en la última fila. De vez en el Atlántico -comenzó, guiñándonos rápidamente el ojo-. El
cuando me pareció que irradiaba poderosas vibraciones de si- avión está abarrotado de pasajeros dada la gran campaña publi-
lencio que impregnaban lodo el vehículo, pero mis pensamien- citaria que se ha desplegado para el evento, todo el mundo está
tos, el ruido del coche y el denso tráfico de la carretera me dis- ya en su asiento y el avión despega sin el menor problema. Una
traían de aquella inmensa quietud. vez en el aire, se pone automáticamente en marcha el interfono
para dar la bienvenida a los pasajeros: «Bienvenidos, señoras
y caballeros, a nuestro vuelo inaugural de Londres a Nueva
York en la primera aeronave informatizada y sin piloto. El sis-
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Años de completud La culminación del diálogo

tema de vuelo computerizado garantiza las normas más eleva- 'spaguetti western" que habían hecho famoso a Clint East-
das de seguridad. Relájense en sus asientos y disfruten de su wood, un actor duro cuyas películas gustaban mucho a Krish-
vuelo, mientras los robots-azafata les sirven algún refresco. namurti.
Tengan ustedes la más absoluta confianza en que no hay nada -¿Cómo pueden gustarle a usted tantos tiros y tantas muer-
que pueda salir mal, en que no hay nada que pueda salir mal, tes, Krishnaji? -preguntó entonces una mujer sin ocultar su
en que no hay nada que pueda salir mal...». desconcierto.
Cuando las risas comenzaron a silenciarse, recordé mi pa- -En realidad, no están matándose -respondió, tras un mo-
pel de periodista y dije: mento de silencio, con un brillo travieso en la mirada-. Es todo
-Bien, Krishnaji, ya conocerá usted la noticia del desastre ficción, usan balas de fogueo, y la sangre no es más que salsa de
aéreo ocurrido hace un par de días cuando los soviéticos derri- tomate o colorante rojo. Después de recibir un disparo y caer,
baron el vuelo 007 de un avión de la Korean Airlines sobre la se levantan de nuevo. Es sólo para divertirse.
isla de Sajalín... -¿Pero por qué... por qué? -tartamudeó insistentemente la
Este comentario desencadenó los comentarios de todos los mujer, no del todo satisfecha.
presentes, puesto que el acontecimiento llevaba cuarenta y ocho -Me gustan los paisajes montañosos y los valles. Es hermo-
horas ocupando la primera plana de todos los medios de comu- so contemplar el galope de los caballos saltando por encima de
nicación. rocas y barrancos -añadió Krishnamurti, reclinándose en la si-
lla y haciendo caso omiso de su incomodidad.
Siempre me sorprendió su capacidad poética para evocar,
con la mayor economía verbal posible, toda una situación.
Toda la vida me ha gustado mucho más el cine que la tele- Alguien mencionó entonces la película E.T. (El extraterres-
visión, y he ido al cine con la mayor frecuencia posible. Obvia- ire), que había sido un gran éxito de taquilla en Estados Unidos
mente, he procurado evitar las malas películas y dar con la obra y en el resto del mundo, y fuimos varios los que alabamos el
rara maestra. En ocasiones, nuestras conversaciones de sobre- relato de la visita a la Tierra de la cautivadora criatura del espa-
mesa giraban en torno a los últimos estrenos, y alguna que otra cio exterior. Súbitamente, Krishnamurti se interesó por lo que
vez, después de haber visto una película en Ventura, en Santa
decíamos y empezó a preguntar por la película. Entonces le
Bárbara o, con menor frecuencia, en Ojai, presentaba un resu-
dije que, en uno de los cines de Ventura, estaban echando la pe-
men a los presentes. Eran comentarios que solían interesar a
Krishnamurti, pero en un momento u otro, siempre interrumpía lícula en sesión matinal, y cuando Erna Lilliefelt le sugirió que
bruscamente mi discurso de entendido para preguntar: «Pero fueran a verla, me pareció advertir que sus ojos se iluminaban
¿le gustó?». y aceptó gustosamente la sugerencia.
A él no parecían interesarle gran cosa las películas artís- -¿Qué le ha parecido la película, Krishnaji? -le pregunta-
ticas, los dramas sociales o románticos o las películas con men- mos al día siguiente.
saje; prefería las historias de acción, las películas del Oeste, -Me ha gustado -dijo simplemente recordando, con los
las películas de suspense y cosas por el estilo. Durante un al- ojos soñadores, la historia del extraterrestre y, tras unos mo-
muerzo a comienzos de septiembre hablamos de los llamados mentos de deliberación, agregó-: «E.T... .¡qué criatura tan en-
cantadora!, realmente adorable».

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Años de completud La culminación del diálogo

-Claro, Krishnaji -puntualizó entonces Erna con una sonri Por un momento se hizo el silencio y luego todos se echa-
sa irónica-: Usted es E.T., usted es El extraterrestre. ron a reír.
Él no dijo nada, sólo sonrió y, cuando todos nos reímos -¿Y qué pasó con usted, señor? -pregunté-. ¿Cómo se
con deleite, acabó sumándose a las risas. sintió?
-Bien, yo me mantuve simplemente sentado, pero debo de-
cir que estaba tan abochornado que deseé que la tierra se abrie-
ra y me tragase.
Sólo ocho personas asistimos al almuerzo del sábado 15 de En aquel momento, nuestras risas se convirtieron en carca-
septiembre. La conversación giró sobre la época en que Krishna- jadas, y por un momento todos reímos alborozadamente.
murti, bajo la tutela de Annie Besant -a la que siempre se refe-
ría como la doctora Besant y recordaba con mucho afecto-, fue
presentado por primera vez a la sociedad victoriana inglesa.
-¿Conoció usted a George Bernard Shaw? -preguntó entonces La proximidad de la fecha en que Krishnamurti y María Z.
Alan-. Según se dice, era un buen amigo de Annie Besant. -Le tenían que declarar orientó las conversaciones de sobremesa
gustaba referirse a sí mismo como GBS -dijo Krishnamurti, hacia el mundo de los abogados, los jueces y la abundancia de
riendo-. La primera vez que le vi fue poco después de haber litigios que caracterizan a la sociedad contemporánea.
desembarcado en Inglaterra con mi hermano. En aquella época -Esto me recuerda algo que sucedió hace ya un tiempo en
era muy tímido y apenas si abría la boca. Un día nos invitaron a la India -comentó Krishnamurti-. Cierto día, tras una charla que
cenar a una mansión que, si no recuerdo mal, se hallaba en di en Bombay, vino a visitarme un hombre mayor, canoso, de
Wimbledon. Estábamos sentados a una larga mesa, engalanada porte digno y que, según me contó, tenía una familia con va-
para la ocasión con velas y cristal, con sirvientes y todo lo rios hijos y había sido juez del tribunal supremo durante muchos
demás. La doctora Besant estaba sentada en una de las cabe- años. Una mañana se dijo: «Durante muchos años he estado
ceras de la larga mesa, mi hermano y yo ocupábamos los asien- procesando a todo tipo de personas, criminales, ladrones, hom-
tos que se hallaban a su derecha y a su izquierda y, en el otro ex- bres de negocios y políticos corruptos, pero lo cierto es que no
tremo, se hallaba GBS, con su luenga barba blanca y su poblada sé lo que es la verdad y la justicia. ¿Cómo puedo impartir jus-
cabellera cana. El resto de los invitados eran personas de la alta ticia si yo mismo ignoro qué es?». Entonces siguiendo la anti-
sociedad y la conversación discurría por cauces muy educados gua tradición india, renunció a su trabajo, abandonó a su familia
y tranquilos hasta que, repentinamente, en mitad de la comida, -después de haber procurado su bienestar- y se retiró a medi-
tronó la voz de GBS preguntando: «Annie, he oído que estás tar a un bosque, tratando de encontrar la verdad. Desde enton-
educando a un nuevo Mesías de la India». ces había pasado veinticinco años meditando.
Krishnamurti hizo entonces una pausa y, esbozando una -Mientras estaba escuchando su conferencia -me dijo, con
traviesa y abierta sonrisa, señaló hacia su pecho con su trémulo los ojos empañados en lágrimas- he comprendido súbitamen-
índice, lo que desencadenó las risas de todos los presentes. te que todo este tiempo he estado engañándome a mí mismo. He
Luego Erna preguntó: -«¿Cuál fue la reacción del resto de los pasado veinticinco años creyendo meditar, pero sólo estaba hip-
invitados?» notizándome.
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Años de completad La culminación del diálogo

-Eso fue lo que me dijo y quisiera subrayarles que, para al- mesuradas y sólo parecían contentarse con la perfección, ya
guien que ha pasado veinticinco años meditando a diario, ad- que no en sí mismos, sí, al menos, en lo que les rodeaba. Y puesto
mitir eso es algo formidable... ¡Qué extraordinaria naturaleza que, con muy contadas y notables excepciones, todos éramos
la de un ser humano así! ordinarios mortales, el choque con la realidad que experimen-
Después de contarnos esta dramática historia, Krishnamurti taban quienes esperaban encontrarse con un paraíso de seres
se quedó en silencio y lo mismo hicimos todos los presentes. humanos iluminados era considerable. Krishnamurti solía citar
¿Qué haría -me pregunté entonces a mí mismo- si repentina- con cierta frecuencia un dicho muy conocido que se ajustaba
mente descubriese que mi vida había sido un prolongado auto- perfectamente a esta situación: «Hemos encontrado al enemigo
engaño? Realmente no lo sabía. y resulta que somos nosotros mismos».

El 19 de septiembre fue el primer día del nuevo curso esco- El año anterior, dos directores -uno administrativo y otro
lar. Durante los siguientes tres días no hubo ningún almuerzo docente- se habían hecho cargo de la escuela de Oak Grove y,
en A.V., puesto que Krishnamurti, Mary Z. y los Lilliefelt se el 21 de febrero de 1984, ambos fueron al aeropuerto a recoger
hallaban demasiado ocupados con las declaraciones de Ventu- a Krishnamurti, Mary Z. y David y Saral Bohm que, por una ex-
ra. El proceso, sin embargo, estaba lejos de haber concluido, traña coincidencia, aterrizaron en LAX al mismo tiempo. Tam-
puesto que prosiguió durante varios años más y no concluyó de- bién fue bastante inusual que el comité de bienvenida que nos
finitivamente hasta junio de 1986. reunimos bajo el pimentero les diese simultáneamente la bien-
El 10 de octubre, Día de la Raza, Krishnamurti partió, junto a venida a ambos.
Mary Z. y el doctor P, hacia Inglaterra, desde donde comenzaría Krishnamurti estaba muy fatigado y al día siguiente no acu-
su gira habitual y, en el mes de noviembre, viajaría a la India. dió a almorzar, pero un día más tarde se reunió con nosotros en
torno a la mesa del comedor y, en un determinado momento, nos
contó un chiste que recientemente había oído.
-Quizás ya hayan oído este chiste -comenzó-, que trata del
Ésa había sido una temporada muy turbulenta para la escue- niño sagrado de Belén. El niño estaba en el pesebre, rodeado
la, puesto que varios padres e incluso algunos maestros se re- de bueyes y ovejas, mientras sus padres, María y José, ha-
belaron contra la administración de la escuela y algunas de sus blaban del nombre que debían ponerle. Pensaron en llamarle
últimas decisiones. Parecía una curiosa coincidencia que, des- Salomón, Moisés y David, pero no acababan de ponerse de
pués de los problemas que atravesaron la escuela de Brock- acuerdo. En ese momento, entraron en el establo los tres Reyes
wood Park y la Rajghat School de Varanasi, Ojai debiera atra- Magos de Oriente que, a modo de homenaje, le ofrecieron in-
vesar también su propio período de confusión y conflicto. El cienso y mirra. El tercer rey, que era muy alto, se inclinó para
descontento no era algo totalmente desconocido en Oak Grove, ofrecerle su regalo de oro y, al levantarse, se golpeó la cabeza
puesto que muchas de las personas que se acercaban a las es- con una de las vigas del establo y exclamó dolorido: «¡Jesu-
cuelas Krishnamurti solían hacerlo con unas expectativas des- cristo».

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La culminación del diálogo
Años de completud

-Ése es un hermoso nombre -dijo entonces María, volvién- lo llamado "La situación actual del mundo", que tenía mucho
dose hacia José-. Así le llamaremos. que ver con él. Durante unos instantes experimenté una cierta
Mientras todavía estábamos riéndonos, Krishnamurti miró resistencia ante la perspectiva de perderme una parte del es-
a los comensales y dijo, a modo de disculpa: «Espero no haber clarecedor diálogo, pero repentinamente, recordé algo y mur-
ofendido a nadie». muré al oído de Erna:
Uno de los síndicos le preguntó entonces por la temporada -Creo que tengo algunas cintas vírgenes en mi cuarto. Aho-
que acababa de pasar en la India, pero Krishnamurti sólo nos ra mismo vuelvo.
resumió lo apretado del programa y las dificultades con las que La exploración de la situación global del mundo continuó
había tropezado, y aplazó el encuentro para el día siguiente. desarrollándose, en la mesa sin recoger. La atención de todos
El almuerzo del viernes 24 de febrero, David Bohm inició se hallaba centrada en los dos amigos, apasionadamente
una conversación formulando una pregunta a Krishnamurti, inmersos cada uno de ellos en la conversación, pero, a la vez,
que se hallaba sentado a su lado. Parecía tener muchas pregun- capaces de intercambiar sus percepciones con gran facilidad.
tas en su mente y fue muy agudo al formularlas y examinar- Durante unos instantes me sentí un tanto incómodo, al acer-
las con él. Una lúcida comunicación empezó entonces a fluir car la grabadora a Krishnamurti y David, que interrumpieron
entre ambas mentes, como las olas que van de una orilla a otra entonces su diálogo y me miraron con una expresión entre des-
de un lago. Varias personas, incluyéndome yo mismo, se sin- concertada y divertida. Luego se hizo el silencio y, para ocultar
tieron lo suficientemente confiadas como para entrar en la con- mi embarazo, les pregunté directamente: «Espero que no les
versación, lo que alentó la dinámica y espontaneidad del diálogo, importe que grabe esta conversación».
sumiéndonos a todos en el mismo movimiento y contribuyen- Ninguno de ellos pareció oponerse a mi solicitud y ambos
do a aumentar el sentimiento de unidad. Comenzando con una asintieron con una breve inclinación de cabeza. Entonces in-
pregunta sencilla y con una sencilla respuesta, el diálogo fue serté un casete virgen en el aparato, pulsé el botón de grabación
cobrando peso rápidamente y acabó alcanzando una gran pro- y la cinta empezó a girar.
fundidad. -¿Cómo podemos transmitir una visión global a nuestros
-¿Por qué no grabamos esto? -me preguntó Erna inclinán- alumnos? -preguntó pensativamente Krishnamurti. Luego hizo
dose hacia mí, tras descubrir una grabadora en la repisa de la una pausa antes de proseguir-: ¿Qué entendemos realmente
ventana. por "visión global"? ¿Es posible vivir según la percepción
-Me parece muy buena idea -murmuré-, pero no creo que que nos proporciona esa visión global?
tengamos ninguna cinta virgen.
-Una visión global está relacionada con la totalidad, con la
-Tal vez -insistió ella, con su tendencia natural a hacerlo-
totalidad de la vida -sugirió David.
haya alguna en la oficina.
-Así es, señor, con no estar fragmentado, es decir, con no ver
Entretanto, Krishnamurti y David estaban formulado la pre-
y pensar una cosa, decir otra y hacer otra completamente dife-
gunta: "¿Existe una visión global? ¿Y, en tal caso, qué es lo
que ello implica?". rente.
Ése era un tema que me interesaba bastante, aunque sólo Todos fuimos entonces metiendo baza en la conversación, y
fuera porque había estado impartiendo un curso en el institu- en un determinado momento Krishnamurti preguntó a David:

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Años de completad La culminación del diálogo

-¿Cree usted, señor, que podría haber algo semejante a una preparadas. Aquí, por primera vez, habíamos registrado una con-
religión global? versación de sobremesa que, aunque discurrió de manera com-
La pregunta desencadenó una cierta excitación que se con- pletamente natural, tuvo, no obstante, toda la profundidad y el
virtió en risas cuando tratamos de imaginar lo que supondría una alcance de una auténtica investigación.
religión global; además quedó claro que Krishnamurti rechaza-
ba de plano esta posibilidad, especialmente cuando alguien su-
girió que su enseñanza podría servir de fundamento para este
sistema mundial. La idea era anatema para él y se oponía fron- El día siguiente era sábado y yo esperaba unos veinte invi-
talmente a lo que él tenía en mente. tados a almorzar de modo que, antes de comenzar con la pre-
-Lo que nosotros queremos -declaró enfáticamente- es li- paración de la comida, preparé la grabadora para ponerla in-
berar al ser humano, no inventar nuevos grilletes con los que mediatamente en marcha en el caso de que se presentara la
encadenarle. ocasión.
David señaló entonces que las religiones habían comenzado Cuando estábamos a punto de terminar la comida, Krishna-
como un intento de unir a toda la humanidad, pero que, lamenta- murti miró a David, que todavía estaba dando cuenta de su úl-
blemente, todo sistema organizado de creencias acaba afir- timo bocado y le preguntó, con una leve sonrisa:
mando poseer la verdad, excluyendo a todas las demás y, en -¿Le parece que prosigamos donde lo dejamos ayer?
consecuencia, sólo han generado, a lo largo de la historia divi- Tomando un rápido sorbo de agua para aclararse la boca,
sión, conflicto y sufrimiento. Admitió, por tanto, que la pregun- David sonrió con una sonrisa cautivadora y sincera y, mesán-
ta "¿Debería haber una religión global?" era demasiado teórica dose su abundante cabellera gris, respondió:
y, en consecuencia, no valía la pensa investigarla, con lo cual -Muy bien. ¿Dónde lo dejamos?
Krishnamurti coincidió plenamente. Cuando acabó el diálogo, De hecho, se encontraron con que lo habían dejado en un
todos nos levantamos a la vez y llevamos los platos sucios a la punto más allá del cual tenía poco sentido continuar, ya que
cocina como si, en aquel momento, nos hallásemos unidos por la investigación sobre la religión global que llevaron a cabo
un extraño vínculo. Y es que Krishnamurti y David habían ser- el día anterior se había quedado en el umbral de la conciencia
vido de catalizadores para que los dieciséis comensales presen- individual. La única cuestión en la que Krishnamurti insistía
tes nos hubiésemos convertido, durante un par de horas, en una de manera repetida y clara era que no existía el "individuo".
sola mente. Según decía: «nosotros no somos individuos», porque el
Al terminar el encuentro, hablé brevemente con el director término "individuo" significa "no dividido" y nosotros somos
de lo que debíamos hacer con la grabadora y con la cinta y, seres divididos y fragmentados, tanto interna como ex-
aunque no sabíamos si ese inusual diálogo proseguiría, queda- ternamente.
mos en que yo me quedaría con la grabadora durante los días Yo podía seguir su argumentación y entenderla intelectual-
siguientes, por si acaso se presentaba una nueva oportunidad. mente, pero estaba lejos de comprenderla como un hecho. Es
Existen muchas grabaciones de los diálogos de Krishnamurti evidente que, para tener esa comprensión total e instantánea
con el doctor Bohm y con otros contertulios, pero en la mayor dentro del contexto de "usted es el mundo y el mundo es us-
parte de los casos se trataba de grabaciones cuidadosamente ted", se necesita una percepción muy sutil.

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Años de completud La culminación del diálogo

Entonces miré a Krishnamurti que parecía estar reflexionan do Krishnamurti hizo repentinamente un alto en la conversación y
sobre algo. Luego observó atenta y profundamente a David y miró a David con expresión de sorpresa:
finalmente preguntó: -¿No tiene usted esta tarde una reunión en la escuela?
-¿Qué es la honradez, señor? -Están a punto de dar las tres -continuó Krishnamurti, mientras
Como tantas otras veces, la forma y el contenido de lo que David asentía quedamente con la cabeza-. Será mejor que lo
Krishnamurti decía era muy sencillo, pero a un nivel no verbal -es dejemos aquí, ¿no le parece?
decir, a un nivel que yace más allá de las palabras- el significado Krishnamurti había propuesto a su amigo que, durante su
que transmitía era mucho más profundo. David no tomó la permanencia en Ojai, que en esta ocasión sólo iba a prolongarse un
pregunta a la ligera, ni tampoco cayó en la tentación de dar una par de semanas, se hiciera cargo de varios diálogos tanto con el
respuesta rápida y simple, sino que empezó considerando personal de la escuela como con los síndicos de la Fundación.
cuidadosamente la raíz etimológica del término "honradez". Ese Ajeno a toda competitividad, Krishnamurti no tenía ningún
tipo de indagación, a la que ambos eran muy proclives, posee una problema en promocionar a su amigo y trascender así las fútiles
cierta cualidad lúdica y es precisamente la adecuada combinación demarcaciones posesivas que con tanta facilidad establece la
entre lo lúdico y lo serio lo que acaba permitiendo que el verdadero burocracia institucionalizada. Al día siguiente, le preguntó:
significado salga a la luz. David tenía una gran capacidad para «¿Cómo fue la reunión de ayer?», y David se la resumió.
recordar las raíces y significados originales de las palabras.
-El término "honradez" -explicó, en esta ocasión- está re-
lacionado y tiene el mismo significado básico que el término
"honor", que significa "dignidad, reputación, estima, recompensa y No tardamos mucho tiempo en darnos cuenta de la mala calidad
buen nombre". de nuestras grabaciones y, en consecuencia, nos vimos obligados a
Krishnamurti escuchó con una expresión un tanto escépti-ca, no reemplazar la vieja grabadora por el modelo que utilizaba
tanto porque se hallara en desacuerdo con lo que David decía, Krishnamurti en sus dictados (que, como ya hemos dicho, acabaron
como por la relevancia de esa definición para la investigación que publicándose bajo el título El último diario), y en cierto modo me
iban a emprender. sentí eufórico ante la posibilidad de usar un aparato de última
-No, señor -replicó-, eso es lo que preocupa a los políticos, ya tecnología.
sabe, el buen nombre, la reputación y todo eso, pero a pesar de ello Poco a poco, los diálogos fueron haciéndose más formales y
siguen siendo embusteros, ambiciosos y falsos. uno de los responsables, por ejemplo, presentaba la sesión di-
-Bien -dijo David-, el significado del término "honradez", como ciendo: «26 de febrero de 1984, diálogo de sobremesa en Arya
nosotros lo entendemos, es el de "rectitud, confiabilidad e Vihara, Ojai (California), entre J. Krishnamurti, el doctor David
integridad". Bohm y otros». Afortunadamente, sin embargo, todas estas
Ese comentario sobre el significado etimológico de la palabra formalidades no acabaron con la espontaneidad de la investigación
"honradez" pareció tranquilizar más a Krishnamurti, puesto que su ni con el grado de participación de los presentes.
intención parecía ser la de establecer la relación que mantenía con El domingo nos reunimos diecinueve invitados y todo el mundo
la verdad, la integridad y la conducta ética. parecía muy relajado y ajeno a toda preocupación. Al terminar el
almuerzo, y como si fuera la cosa más natural

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Años de completud La culminación del diálogo

del mundo, Krishnamurti murmuró al oído de David: «¿Co- desde nuestra más temprana infancia, han sido entrenados para
menzamos?». solucionar problemas. Pero nosotros hemos creado la mayor
Entonces entraron directamente en el diálogo, mientras al- parte de los problemas que nos asedian. Somos adictos a esa
guno de los invitados acababa todavía de tomarse el helado. forma de estimulación que suponen los problemas y es que, sin
Nadie tenía la menor idea de lo que iba a debatirse y fue cierta- problemas, nos sentimos muertos».
mente como sí los participantes estuvieran paseando por un Entonces agregó que necesitamos un cerebro completa-
sendero arbolado entre las luces y las sombras del sol del atar- mente despejado y libre de problemas para poder resolver los
decer, debatiendo acerca de las cuestiones fundamentales de la que se presentan en el mismo momento en que lo hacen. Según
vida y de la conciencia. dijo, parece un acertijo (el proverbial "Catch-22")* pero, en
Krishnamurti utilizó la analogía del "flujo y reflujo de la realidad, se trata de algo muy lógico y práctico... aunque para la
vida". Ambos coincidían en que el movimiento de la vida era mayoría de nosotros se trató de una descripción de algo que se
uno y de la misma naturaleza, es decir, que las idas y venidas encuentra más allá del horizonte iluminado por el Sol. Quizás
de la conciencia son, como las mareas del océano, movimien- se trate de algo evidente, pero ¿cómo llegar hasta allí? ¿Qué es
tos en los que lo único que difiere es la dirección del flujo. El lo que nos impide comprender lo que él estaba sugiriendo y
exterior crea el interior y éste influye y determina aquél. Tratar convertirlo en una actualidad instantánea? ¿Existe acaso algu-
de determinar cuál de ambos es el primero y el fundamental na brecha, alguna barrera, que distorsione nuestra percepción,
nos retrotrae al dilema perenne del huevo y la gallina. De he- o se precisa alguna acción total, de una inmediatez interna e
cho, en un momento muy importante del debate Krishnamurti indivisa que, por algún motivo, escapa a nuestra capacidad pre-
dijo que no existe lo "interno", al menos no en el sentido en el sente?
que habitualmente lo concebimos y que, si existe algo "inter- Parecíamos estar de suerte, porque los diálogos de sobre-
no", es lo desconocido y lo incognoscible, un punto en el que, mesa acabaron convirtiéndose en algo habitual y todo el mun-
tras una breve deliberación, ambos coincidieron. do esperaba que yo sacase la grabadora para empezar.
Esta afirmación me dejó simultáneamente intrigado y con- Krishnamurti inició el cuarto diálogo, que se produjo el lu-
fundido y, aunque estaba muy lejos de captar su esencia, la ver- nes, 27 de marzo de 1984, preguntándole a David: «¿Señor, hay
dad que era capaz de intuir en ello provocó en mí un impacto algo más allá del cerebro, excepto la naturaleza?».
muy profundo. En la conversación que siguió a esta pregunta quedó bien
Krishnamurti se adentró entonces en el ámbito de la vida claro que vivimos casi exclusivamente en un mundo que noso-
cotidiana para investigar acerca de la acción correcta, es decir, tros mismos hemos creado, el mundo interpretado, analizado
de la acción que no contiene en sí misma la semilla de la divi- y manipulado de la vida cotidiana, el mundo creado y confor-
sión y de la incompletud y, por consiguiente, no requiere de mado por el pensamiento. Desde las sillas en que nos senta-
ningún ajuste posterior. Y añadió: «¿Puedo vivir sin un solo mos hasta la mesa en la que comemos, los coches que condu-
problema? ¿Puedo ser libre para observar y prestar atención?».
* Situación paradójica presentada en la novela del mismo título (escrita por Joseph
La formulación negativa de la pregunta eliminó de un plu- Heller en 1961) cuya única solución es negada por la formulación misma del pro-
mazo todos los planteamientos positivos sobre la felicidad, la blema. («Para conseguir trabajo deberás tener antes experiencia laboral... aunque
iluminación, etcétera. Como él mismo dijo: «Nuestros cerebros, mal podrás tener ésta si previamente no consigues aquél.».) (N. del T.)

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Años de completud LA culminación del diálogo

cimos, las rectas carreteras, nuestra vida profesional, las relacio- Saral recordó entonces que aquella misma tarde David tenía
nes sociales que establecemos y todo el sistema de ideas y re- una reunión con el personal de la escuela, y entonces todos nos
cuerdos han sido creados por el cerebro. Pero por más que el levantamos rápidamente de la mesa, con la pregunta dando to-
ser humano trate de manipular, explorar y controlar la natura- davía vueltas en nuestras cabezas.
leza a través del instrumento que le proporciona el pensamien-
to, la totalidad de la naturaleza queda claramente fuera del al-
cance del cerebro. La naturaleza es el contexto mayor, la matriz
y fundamento del que emergemos y del que no somos más que Varios de los síndicos revisaron los diálogos registrados por
una minúscula parte. A fin de cuentas, es la naturaleza la que ha la nueva grabadora y también los encontraron de mala calidad,
acabado desarrollando el cerebro. porque el ruido de fondo de los cubiertos, los movimientos de
Finalmente Krishnamurti preguntó: «¿Existe algo además de las sillas y las toses distorsionaban el sonido. Entonces sugirie-
la naturaleza y del cerebro que haya creado su propia realidad? ron que utilizásemos la grabadora Nagra que solía usarse para
¿Existe algo que sea cualitativamente diferente por completo?». registrar las charlas en público, los diálogos formales y las en-
Esta conversación me recordó lejanamente los diálogos trevistas, un cambio que me inquietó un tanto, puesto que para
de Más allá del tiempo que sucedieron cuatro años atrás, ello tendría que usar otro micrófono a fin de registrar las seña-
porque David respondió: «Quizá la nada sea esa cualidad, les de sonido y unos auriculares con los que ajustar el nivel de la
ese estado». grabación. Además, colocar los carretes y cambiarlos me pa-
Cuando trataron de definir lo que, en última instancia, es recía muy complicado y poco recomendable para alguien como
indefinible, lo equipararon al amor, la verdad y la belleza, y yo que se pone nervioso con cierta facilidad.
lo consideraron como la fuente de la atención. Al comenzar el quinto diálogo de sobremesa, Krishnamurti
Luego Krishnamurti dirigió su atención hacia una esfera bromeó: «¿De qué vamos a hablar antes de irnos a dormir?».
más práctica y preguntó: «¿Es posible vaciar completamente Nadie pareció tener ninguna pregunta importante que hacer
el cerebro de sus contenidos psicológicos?». de modo que, tras un intervalo de deliberación silenciosa, pre-
Con ello parecía estar diciendo que la nada no puede mani- guntó: «¿Qué es la corrupción?». Después de un examen se-
festarse, o, dicho de otro modo, que no puede ser "operativa" mántico conciso que reveló que "corrupto" significaba "frag-
hasta que se haya producido ese vaciamiento psicológico que, mentado o roto", buscamos las posibles causas históricas de la
obviamente, supone el completo abandono de toda preocupación omnipresencia de la corrupción en las sociedades humanas.
por uno mismo y hasta la aniquilación de la estructura del yo, Krishnamurti dudó sobre si se debería permitir que el con-
es decir, del "yo" y del "mí". cepto de "sociedad" entrase en el diálogo, puesto que sugería
La mayoría de nosotros permanecimos en silencio, incapa- la existencia de una entidad separada, exterior, autónoma y
ces de decir nada, mientras la luz del Sol del atardecer se filtra- anónima que inevitablemente negaba la responsabilidad
ba a través de las cortinas de las ventanas reflejándose sobre la humana.
oscura superficie de la mesa. «¿Pero cómo hacerlo? ¿Cómo ha- -La sociedad está compuesta de seres humanos -insistió-.
cerlo?», parecíamos querer preguntar, aunque tuvimos el buen La sociedad no es diferente de nosotros. Nosotros somos la so-
tino de no pedirle ningún método. ciedad.

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Años de completud
La culminación del diálogo

Así fue como ancló firmemente la esencia y la importancia -¿Es acaso el conocimiento? -preguntó-. ¿Es la extraordi-
de nuestro debate. Para él, no se trataba de nada teórico y, para naria importancia que le atribuimos al intelecto?
que todos le entendiéramos, reformuló la pregunta con una fra- Él nunca estaba dispuesto a aceptar una respuesta, ni siquiera
se sencilla y directa: «¿Por qué soy corrupto?». las suyas propias, y se mantenía en un estado de no-conoci-
Formuló la pregunta por nosotros, puesto que era evidente miento mientras seguía explorando, insistiendo y cuestionan-
que él no se consideraba corrupto. Yo nunca advertí en él el do, sin permitir que ninguna formulación, por muy plausible
menor signo de que compartiese esta cualidad destructiva con que fuese, acabase esclerotizándose en una conclusión. Para él,
el resto de nosotros. Esa manera de formular la pregunta nos las conclusiones eran una vía muerta. Finalmente, después de
obligó ineludiblemente a afrontarla, como si nos hallásemos haber repetido la pregunta «¿Por qué soy un corrupto?» unas
ante un espejo. Luego la repitió varias veces, y la fuerza impla- veinte o treinta veces en un plazo de un par de horas, dio uno
cable de esta simple formulación nos colocó a todos entre la de esos saltos cuánticos que sólo él parecía capaz de dar. Era el
espada y la pared, puesto que cualquier respuesta que dábamos inconcebible desenlace de un fascinante espectáculo psicológi-
se veía desdeñada como una racionalización y una excusa para co en el que todos éramos participantes, víctimas y perpetrado-
salir del paso. res. Y ese giro de 180° desde el plano horizontal al vertical, rea-
David sugirió que las personas habían perdido la confianza lizado con toda sencillez y claridad, era algo que ninguno de
en la integridad de la sociedad; otro de los presentes habló de nosotros había siquiera imaginado.
superpoblación y de la correspondiente presión por la super- Aun así, se abstuvo de insistir en que su respuesta era la co-
vivencia, la búsqueda de seguridad y la competencia. Pero nin- rrecta. La belleza del argumento consistía en cuestionar la pre-
guna de estas explicaciones satisfizo a Krishnamurti, que vol- gunta, o, mejor dicho, los motivos que la suscitaban. Él sugirió
vía a formular indirectamente una y otra vez la misma pregunta: que la corrupción era el hecho mismo de querer llegar a una
«¿Por qué he llegado a convertirme en lo que soy? ¿Por qué conclusión -lo que, esencialmente, implicaba llegar a conocer
soy un corrupto? ¿Qué es lo que ha acabado convirtiéndome en la causa que, a su vez, se convertía en conocimiento-, y que lo
un corrupto?». mismo sucedía con el hecho de querer descubrir la causa de un
Yo podía observar la resistencia interior a formularme en problema. A fin de cuentas, lo que había causado la corrupción,
serio esta pregunta, porque no creo que fuesen muchos los pre- es decir, el pensamiento y el conocimiento, era también lo que
sentes que realmente percibieran el hecho de su corrupción. estaba formulando la pregunta.
Entonces David se dio cuenta de la dirección en que Krishna- ¿Se trataba -me pregunté- de un caso de reducción ad ab-
murti quería orientar la conversación y reformuló la cuestión surdum, o era acaso la belleza de la búsqueda de lo que es, un
de un modo objetivo y científico: «¿Cómo afecta la corrup- movimiento que parte de la nada para llegar a la nada? Para es-
ción al cerebro?». bozar de manera positiva ese punto -y yo creo que realmente
Pero Krishnamurti, sin embargo, siguió insistiendo: «For- quería decir completamente lo que estaba diciendo en ese mo-
múlense simplemente esta pregunta: ¿Por qué soy un corrupto?», mento- sólo declaró: «No quiero saberlo».
y, para buscar las causas internas de esta omnipresente corrup- ¿Quién estaba en condiciones de seguir su ritmo?
ción, nos ofreció varias posibles respuestas, que ninguno de
nosotros había tenido en cuenta hasta entonces:
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La culminación del diálogo
Años de completud
Al día siguiente Krishnamurti y María Z. fueron a Los Án-
Al día siguiente, 29 de lebrero, no hubo ningún diálogo geles y no hubo almuerzo, pero, el sábado 3 de marzo, registré
durante el almuerzo. Quizá todo el mundo necesitase un res-
otro diálogo de sobremesa entre Krishnamurti, David y varios
piro, o hubiera necesidad de resolver asuntos prácticos y tan-
síndicos y profesores, un diálogo substancialmente muy dife-
gibles, puesto que sólo se discutieron cuestiones económicas.
rente, tanto en el tema como en la cualidad, de los seis anterio-
Al día siguiente, sin embargo, Krishnamurti estaba dispuesto
res. De hecho, por lo delicado y concreto del tema, David ha-
a otra sesión de diálogo con David Bohm y el resto de los
presentes. Comenzando con una de sus preguntas engañosa- bló muy poco.
mente simples que, no obstante, tenían el poder de llevarnos La escuela estaba atravesando momentos difíciles. Los par-
hasta el umbral mismo de la "actualidad" preguntó: «¿Qué es ticipantes, en su mayoría gente del personal y síndicos, estaban
el tiempo?». preocupados por las recientes quejas y reproches. El día ante-
Hubo varias explicaciones, definiciones y comentarios tan- rior, Krishnamurti había recibido una carta muy seria de un
genciales, pero lo que él pretendía era llevar a cabo un examen grupo de padres descontentos y estaba realmente molesto. Mien-
factual, relevante para la persona c inmediato: «¿Qué significa tras hablábamos del asunto, pareció enfadarse todavía más, de-
el tiempo para usted?». safiándonos con firmeza a todos, que parecíamos deshacernos
Mientras todos expresábamos nuestras percepciones, fue- en disculpas. Cuando una mujer que solía estar muy cerca de él
ron poniéndose de relieve las distintas facetas del tiempo. Así le habló de confianza, él se dirigió impacientemente contra ella
salieron a colación el pasado, el presente, el futuro, el devenir, la con las palabras: «¿Qué entiende usted por confianza? ¿Por qué
continuidad, la muerte, el cambio, el comenzar, el acabar, el re- debería confiar en usted?». Parecía una batalla verbal de la
cuerdo, el pensamiento, el conocimiento y el ahora, pero él que- que nadie podía escapar con un comentario descuidado.
ría explorar el hecho cotidiano del tiempo, su realidad simple o Los problemas de la escuela no desaparecieron. La cuestión
compleja. Krishnamurti quería que, mientras estábamos hablan- era cómo estructurarla, especialmente ahora, con la reciente
do o escuchando, investigásemos profundamente en nuestras adición de la escuela secundaria. ¿Quién sería el responsable?,
mentes, no de un modo teórico sino real. Finalmente declaró, ¿cómo relacionarse con los padres?, ¿qué papel desempeñaban
como un mago que hace desaparecer las cosas: «Sólo puede las enseñanzas de Krishnamurti en las cuestiones escolares y
haber cambio si hay final. Si busco el cambio no habrá cambio. qué grado de coincidencia tenían con el curriculum académi-
De modo que no lo buscaré. Final sin futuro significa que el co? Ése fue el tema en torno al cual giraron, durante los meses
tiempo está ausente». siguientes, las reuniones entre Krishnamurti, los síndicos, los
Creo que todos comprendimos lo que quería decir en cuan- padres y el personal. No existía una solución fácil y, si real-
to a las palabras y su significado, pero nadie parecía hallarse en mente queríamos hacer las cosas bien, se necesitaba un trabajo
ese nivel esencial en el que no hay diferencia entre la palabra y continuo hecho con amor.
la acción. Un instante de silencio precedió al ruido del movi-
miento de las sillas y el tintineo de los cubiertos cuando nos
levantamos de la mesa. David y Saral Bohm partieron a la mañana siguiente, 4 de
marzo, para atender varios compromisos, de modo que tampo-
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Años de completad

co pudieron asistir a las charlas de Ojai de 1984. De hecho, re-


sultó que aquellas seis conversaciones inusuales de sobremesa
Capítulo 19 LA
en Arya Vihara fueron los últimos diálogos registrados entre CREATIVIDAD
Krishnamurti y David, un encuentro entre mentes geniales,
esos curiosos paseos de dos grandes amigos por algunos de los
senderos menos transitados de la vida.

Entrantes
Ensalada verde aliñada con vinagreta o ajo.
Ensalada griega con trozos de tomate,
cebolla, pimiento, aceitunas y queso feta.
Ensalada de pepino greco-india, con yogur,
comino en polvo y cilantro.

Primer plato
Crema de espárragos.
Moussaka vegetariana hecha con rebanadas
de berenjena, trigo búlgaro y nueces, con
salsa bechamel y aromatizada con canela.
Calabacines con salsa de tomate.

Postres
Crema de caquis, hecha con caquis maduros
y nata.
Fruta fresca del tiempo.
Fue un acontecimiento muy inusual. Krishnamurti había sido
invitado a dar una charla en el National Laboratory Research
Center que el Gobierno tiene en Los Álamos (Nuevo México),
lugar de nacimiento de la bomba atómica y de la era atómica.
Cuarenta años atrás, Richard Feynman había trabajado allí en
el proyecto Manhattan en el que David Bohm, por cierto, estu-
vo a punto de colaborar.
El 20 de marzo de 1984, Krishnamurti habló ante varios cen-
tenares de científicos residentes sobre "Creatividad y ciencia"
y, aunque no rechazó de plano la posibilidad de la creatividad
dentro del ámbito de la ciencia, dio a entender que se trataba de
algo bastante improbable. Al día siguiente respondió a las pre-
guntas que al respecto le hicieron los físicos que asistieron a la
charla.
Durante el almuerzo del día posterior a su regreso a Ojai, él
y Mary Z. relataron algunas de las impresiones de su viaje de
tres días a los pocos comensales que aquel día nos habíamos
congregado en torno a la mesa. Finalmente dijo:
-Me pregunto si alguien llegó realmente a comprender lo que
dijimos. Parece que lo único que les interesa es acumular cada
vez más conocimiento. ¿Cómo podrían dejar todo eso de lado?
-Pero, Krishnaji -sugirió una responsable-, alguien debe
haberle escuchado y quizás una parte de lo que se dijo logró
traspasar la barrera del conocimiento y llegar incluso a plantar
algunas semillas.
-Esto me recuerda una historia preciosa que he escuchado
recientemente -dijo- y, por favor, entiéndanme, no estoy com-

329
Años de completud
La creatividad
parando a los científicos con la gente de la historia, que resulta
que son ladrones.
Todos nosotros nos reímos por el modo en que había inicia-
do su relato. Una semana más tarde, el 29 de marzo, Krishnamurti se reu-
-La historia trata de una familia de ladrones que se remon- nió con el personal de la escuela en Pine Cottage a las cuatro en
taba a varias generaciones. El padre había enseñado a sus dos punto de la tarde. Por alguna razón se formularon varias pre-
hijos a robar con tal vocación que, después de cada robo, iba guntas sobre la comida y la dieta vegetariana. La comida era
con ellos a la iglesia, encendía una vela y daba gracias a Dios uno de los temas que surgía con más frecuencia desde el mis-
por su bondad. Un buen día regresan de un atraco con los bol- mo comienzo de la escuela en 1975 y se repetía machacona-
sillos repletos de dinero y de joyas y, al atravesar la gran plaza mente en las reuniones que el personal mantenía con los pa-
que hay frente a su casa, ven a una multitud que se ha congre- dres. Naturalmente, la alimentación es una cuestión importante
gado para escuchar el sermón de un forastero. Cuando el padre y debe ser ubicada en el contexto adecuado de la cultura, el
escucha lo que está diciendo, se dirige a sus hijos y les dice: condicionamiento, la salud y el recto vivir. Aunque no todos
«¡Tapaos rápidamente las orejas y no le escuchéis!». Uno de los los síndicos, ni todos los miembros del personal y, ciertamente,
hermanos obedece, pero el otro quiere escuchar lo que dice el no todas las familias de los alumnos eran vegetarianas, desde el
predicador y escucha lo siguiente: comienzo se había decidido mantener una alimentación vege-
-No está bien asaltar y robar a los demás. No debes lastimar tariana. Krishnamurti había sido vegetariano toda su vida y ja-
a tus semejantes, sino ser amable con ellos. más había probado carne, pescado o ave, pero no tenía el me-
Después de escuchar estas palabras siguió robando, pero vivió el nor interés en el vegetarianismo como principio sectario, como
resto de su vida sumido en el sufrimiento y el conflicto interno. - causa o movimiento. En cierta ocasión aclaró este punto del si-
Pero ¿no podría haber cambiado de vida y haber dejado de guiente modo:
atracar y de robar? -pregunté. -Desde una perspectiva estrictamente científica no es nece-
Krishnamurti entonces se giró hacia mí y, en esc momento, sario comer carne. Uno puede -decía en este sentido- estar sano
sentí una poderosa oleada de energía. y tener la suficiente energía sin necesidad de comer carne.
-Escuche bien, Michael -respondió Krishnamurti sorpren- Pero él parecía preocuparse mucho por el efecto sobre los
dido de mi pregunta y con los ojos completamente abiertos, ra- alumnos de las discrepancias entre las reglas alimenticias sos-
yando en lo cómico-. ¿No se ha dado usted cuenta de que ésa
era su forma de vida, su sustento? -concluyó, con una intensi- tenidas por la escuela y la familia.
dad que me desbordó. -Aquí no comemos carne, pero cuando regresan a sus casas
-Escuchó la verdad, pero no actuó en consecuencia -aclaró toda la familia come carne. ¿No acaba, de ese modo, confun-
el profesor que tenía a mi lado-. Lo que escuchó se convirtió diéndose al niño? Aquí esto y allí aquello. ¿No generamos de
en veneno y amargó el resto de su vida. ese modo en nuestros alumnos un conflicto interno?
-¡ Ah, vaya! -respondí, con una sonrisa avergonzada-. Ya lo Cuando abordamos este punto, todo el mundo tenía algo
entiendo, pero si hubiese cambiado su forma de vida, dejaría que decir, y Krishnamurti trató de aclarar las confusiones pro-
de ser una historia... ¿o acaso seguiría siéndolo? vocadas por toda la carga emocional y personal.
-Para poder seguir adelante deberemos antes desbrozar
adecuadamente el terreno -dijo con una sonrisa ligeramente
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Años de completud La creatividad

traviesa-. Miren esto, señores, es muy sencillo. Nada de vegeta- fícil sobrevivir a base de una dieta vegetariana que nos man-
úan-ismo. Yo no tengo el menor interés en el vegetarían-ismo. tenga sanos y llenos de energía.
Yo no soy un seguidor del vegetarianismo y nosotros no somos El mismo tema reapareció durante el almuerzo del lunes 2 de
vegetarianos. abril, cuando varios de nosotros discutimos acerca del vegeta-
«¿Qué quiere decir?», pensamos entonces algunos, ligera- rianismo, las drogas, el tabaco, el alcohol, etcétera, y si la es-
mente alarmados. cuela debía elaborar reglas para hacer frente a todos estos pro-
-Ningún tipo de -ismo -respondió Krishnamurti de inmedia- blemas. Veíamos que era necesario implantar algunas reglas en
to, al advertir nuestra confusión-. No hay lugar para ningún - la escuela, pero ignorábamos cómo hacerlo sin generar con-
ismo, para ningún dogma y para ninguna ideología. Simple- flicto en los alumnos.
mente no matar. Matar está mal, eso es todo. El siguiente domingo por la mañana, Krishnamurti se reu-
Todos permanecimos sentados en medio de un silencio lú- nió con el personal y preguntó por el final del yo, señalando
cido. Repentinamente todo pareció simple, claro y evidente. Su que el conocimiento es el yo. Comprender que la sensación del
visión había cortado de un tajo la asentada maraña de pros y de yo, es decir, la sensación aparentemente inmutable de identi-
contras, de argumentos y de contraargumentos, y nos había con- dad, no es más que un puñado de recuerdos, resultó, para mí,
ducido, de una vez por todas, hasta el mismo meollo de la cues- sumamente estimulante y liberador.
tión. Cuando la estancia se llenó de un silencio retraído, Krish- El lunes, día en que se celebró la ceremonia de entrega de
namurti subrayó: los Osear en Los Ángeles, sólo almorzamos seis personas y tu-
-Y matar a un ser humano es el mayor de los males. vimos una conversación muy relajada y amistosa en la que
Cuando todos estábamos suspendidos del exquisito silen- hablamos de experiencias sobrenaturales, milagrosas y extra-
cio, alegró súbitamente la reunión diciendo: sensoriales.
-Y espero que nadie me pregunte si matar verduras está -Me gustaría contarles una historia que me sucedió en la
mal. India hace ya un tiempo -comenzó Krishnamurti, mirándonos
-En cierto modo -preguntó entonces una mujer que se vio con una expresión seria-: Debo comenzar diciéndoles que lo
impelida a sustentar esa visión- también se trata de una especie que voy a contarles es absolutamente cierto. Un grupo de per-
de asesinato, ¿no es así? Si cojo una col o arranco una coli- sonas nos habíamos reunido en una terraza de piedra que se ha-
flor del suelo... llaba sobre una pequeña rosaleda ubicada junto al césped. La
-¡Pero, señora, usted tiene que vivir! No puede vivir del tarde discurría con placidez y estábamos conversando muy tran-
aire y del agua. No, señor, como usted ve, usted sigue con esto... quilamente cuando apareció un criado anunciando que alguien
-dijo, mientras su voz se desvanecía y dejaba sin concluir la quería vernos. Se trataba de un sannyasi itinerante que quería
frase-. ¿Qué es lo que haría si fuese usted un esquimal que hacernos una demostración, de modo que accedimos de buen
vive en los yermos helados en los que es imposible cultivar grado. Aquella persona pidió un periódico y, cuando el criado
verduras? ¿Tiene acaso otra alternativa que no sea sobrevivir lo trajo, le pidió que lo plegase por la mitad, que volviera a ple-
de la caza? -una pregunta a la que nadie respondió-. Pero no- garlo y que repitiese una vez más la misma operación. Durante
sotros estamos en California y tenemos acceso, durante todo todo ese tiempo permaneció sentado en el césped con las pier-
el año, a todo tipo de frutas y de verduras, y no resulta nada di- nas cruzadas, frente a los rosales, a unos diez o quince metros

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Años de completud La creatividad

de nosotros. Luego dijo al criado que colocase el periódico doblado -Pero ¿lo que ocurrió fue real? -preguntó Erna.
al pie de las escaleras que llevaban a la terraza y nos pidió que no -¡Sí, por supuesto que fue real! -respondió, con una breve
dejásemos de mirar muy atentamente el periódico. Entretanto, él
sonrisa.
siguió sentado, con los ojos cerrados y sin tocar el periódico en
Krishnamurti parecía disfrutar dejándonos sumidos en el
ningún momento. Mientras estábamos observándolo, el periódico
misterio y permitiendo que su aspecto enigmático impregnase
empezó a achicarse y a hacerse cada vez más y más pequeño hasta
nuestra conciencia que, o bien era demasiado ingenua, o no se
que, al cabo de unos instantes, acabó desvaneciéndose.
atrevía a ir más allá del estrecho marco de la ley de causa y
Krishnamurti ilustró entonces este proceso extendiendo sus
efecto.
delgadas y elegantes manos y acercando poco a poco las palmas.
-¿Pero qué significado tenía? —preguntó alguien.
Repentinamente, cuando casi estaban ya a punto de tocarse, las
-Tal vez no signifique absolutamente nada. Son muchos los
separó de golpe y dijo: «¡Ya no está!», mientras estudiaba nuestros
yoguis y sannyasis de la India cuya práctica sostenida les permite
rostros confundidos, que le miraban con una expresión entre
alcanzar poderes extraordinarios. Si usted trabaja a diario puede
impresionada e incrédula.
lograr cosas asombrosas, como caminar sobre brasas, materializar y
De no haberse tratado de una historia contada por Krishnamurti,
desmaterializar objetos, ayunar semanas enteras, levitar,
yo hubiese mantenido una actitud mucho más escéptica, pero en
permanecer sin respirar durante largos períodos de tiempo, etcétera.
lugar de ello sólo pregunté: «¿Desapareció del todo?».
Usted pregunta: «¿Qué es lo que significa todo eso?», pero ¿qué
-Le aseguro que estuve observándole a él y al periódico con la
quiere decir con ello? ¿Acaso cree que tiene alguna importancia
misma atención que un halcón, y que lo mismo hicieron todos los
poder sentarse sobre alfileres, o permanecer sin respirar durante
demás. Ignoro cómo lo hizo -y, para garantizar la Habilidad del
media hora? ¿Entiende usted lo que quiero decirle?
resto de los observadores, agregó-: y puedo asegurarles que
ninguno de nosotros había bebido alcohol. -¿Por qué se empeñan tanto, pues, en conseguir esos poderes? -
Todos escuchamos en silencio la historia, esperando que nos pregunté.
ofreciese alguna explicación del mágico acontecimiento, pero no -Ah, eso es muy sencillo. Tenga en cuenta que esos poderes
fue así. Tras un intervalo de silencio pregunté en voz alta: impresionan a los demás y les convierten en personas importantes.
-¿Pero por qué lo hizo?... Quiero decir, ¿por qué quiso de- Para algunos de ellos, como el que ahora nos ocupa, se trata de un
mostrarles el poder de su magia? don especial y no aceptan dinero, y también son muchos los que se
-No estoy muy seguro -respondió Krishnamurti-. Tal vez se someten, para lograrlo, a todo tipo de privaciones, sin importarles
sintiera atraído por la presencia del grupo, o quizás por la presencia que ello suponga negarse a sí mismos y a sus cuerpos cualquier
de K. Cuando, al terminar, le ofrecimos dinero, lo rechazó. Aceptar comodidad y disfrute. Y por cierto que lo hacen; eso es algo que
dinero por aquello habría sido un engaño, ya saben -respondió, puede conseguirse. Si usted pone toda su mente en algo, puede
haciendo un pequeño gesto para recordarnos lo desinteresada que conseguir las cosas más increíbles. Pero ahora estamos hablando de
es, en este sentido, la tradición de muchos sannyasis indios. algo completamente diferente, de algo que no tiene nada que ver
con los trucos y con los poderes mágicos. Yo creí haber entendido
lo que quería decir. Las hazañas de las que son capaces los yoguis
requieren un gran acopio de ener-

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La creatividad
Años de completud

gía, una concentración extraordinaria que les permite alcanzar la -Era simplemente agua limpia.
perfección en una determinada habilidad, como sucede en el caso -Luego pidió que le vertieran otra vez el agua en las manos y de
de un atleta, mientras que él hablaba de algo que requiere un nuevo nos pidió que la probásemos, y en esta ocasión tenía la
cambio total y radical de la conciencia humana para poder vivir fragancia y el sabor del agua de rosas. Yo vigilé muy estrechamente
inteligentemente y sin conflicto. al otro tipo y dudo que hubieran podido echar algo al agua. Todos
-Me gustaría contarles otra historia en este mismo sentido - los presentes -que, por cierto, habían permanecido muy atentos-
agregó Krishnamurti, mientras su rostro asumía una expresión algo coincidieron en que olía y sabía como el agua de rosas. Con ello
traviesa-. En cierta ocasión en que estábamos alojados en una casa quiero decir que, en mi opinión, no se trataba de ningún truco, ¿me
de Bombay -continuó-, acertaron a pasar un par de sannyasis, un entienden? ¿Cómo pueden ustedes explicar algo así?
gurú mayor y su joven discípulo o chela que estaban realizando Por más que estrujamos nuestro cerebro, no pudimos encontrar
una especie de peregrinaje religioso, no en coche ni en tren, sino ninguna explicación a las conexiones causales que pudieran
caminando, si no recuerdo mal, unas mil millas de un extremo a explicar esc misterioso fenómeno... ni tampoco Krishnamurti nos la
otro de la India. Parece que el anciano sintió la presencia de un ofreció.
gran ser en la casa y envió al chela a preguntar si podían venir a Nuestra afable conversación prosiguió entre risas desenfadadas
visitarnos. Todos nosotros entonces aceptamos la propuesta y nos charlando brevemente de las cuestiones de actualidad, como la
sentamos en una habitación... y resultó muy curioso ver el modo en retirada del Líbano de las fuerzas armadas de Estados Unidos, el
que el anciano se aseguró de no sentarse en la misma alfombrilla en modo en que Italia se había visto afectada por la separación entre la
la que estaba Pupul Jayakar. Iglesia y el Estado y algunas de las últimas declaraciones de
-¿Qué le impedía sentarse en la misma estera? -pregunté. Margaret Thatcher sobre la Unión Europea, lo que pareció recordar
-Cualquier contacto con una mujer, como ocupar la misma a Krishnamurti algo muy divertido, puesto que comenzó
alfombra que ella, por ejemplo -explicó, con un destello de humor quedamente a reírse. Luego nos reveló que la fuente de sus risas
en la mirada-, hubiera significado quebrantar su voto de castidad y procedía de la novela de Paul Theroux The Kingdom by the Sea, que
le hubiese contaminado... Ya lo ve -comenzó a reírse, gesticulando había estado leyendo los últimos días y cuyas descripciones del
descriptivamente-. Es como si, a través de la alfombra, él pudiera personaje inglés le parecieron tan cómicas y tan exactas que
tocarla, o quizá fuese al revés, que ella pudiese tocarle a él. empezó a reír a carcajadas y se vio obligado a contárnoslo.
Su risa nos envolvió a todos nosotros y, tras calmarse, pro- A lo largo de toda su vida, Krishnamurti mantuvo una curiosa
siguió: relación de amor-odio con el mundo británico. Gran Bretaña se
-Entonces nos pidió que trajésemos un poco de agua y la hallaba en la cima de su poder imperial cuando el niño brah-mín de
vertiéramos sobre sus manos, recogiéndola después en una pa- un rincón atrasado del Sur de la India fue presentado a la cúspide de
langana. Luego nos pasó la palangana diciendo: «Pruébenla», de la cultura occidental. Los aristócratas le tomaron bajo su
modo que todos la probamos. protección, inculcándole las normas de la vida correcta, pero sus
Yo sentí una cierta repulsión ante la idea de beber agua que impecables modales no le libraron de verse expuesto a la
hubiese sido derramada sobre las manos de otra persona, pero discriminación racial a causa de su piel oscura. Por esto man-
Krishnamurti continuó impasible su relato:

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Años de completud
La creatividad
tenía una actitud un tanto escéptica hacia las sofocantes y a me- Él no estaba de humor para proporcionarme una visión de-
nudo extravagantes costumbres tan abundantes en la sociedad tallada de los últimos días y sólo comentó que las cosas habían
británica. Buen conocedor de las excentricidades de las clases di- ido bastante bien y que asistió mucho público.
rigentes, le gustaba burlarse de sus incongruencias, en especial de Entonces me di cuenta de que tenía un dedo vendado.
la monarquía, la piedra angular del imperio, que él consideraba -¿Qué le ha sucedido, Krishnaji?
una institución obsoleta y grotesca. Curiosamente, teníamos a al- -Alguien cerró la puerta del coche mientras yo todavía es-
gunos monárquicos entre nosotros, que seguían puntualmente las taba dentro de él de camino al restaurante -respondió, quitán-
peripecias de la familia real a través de los medios de comuni- dole importancia.
cación, pero cada vez que alguien sacaba a colación algún chis- La simple imagen de la situación despertó en mí una mueca
me de la prensa amarilla sobre el principe o la reina, Krishna- de dolor.
murti se cubría ambas orejas con las manos, exclamando: -Obviamente -agregó- no se trató de nada deliberado, lo
-No, por favor, no hablen de toda esa basura. ¡Me parece único que ocurrió es que yo no estaba lo suficientemente aten-
una sarta de bobadas!
to. Pero ahora ya está casi curado.
La situación pareció evocarle otro recuerdo, porque a conti-
nuación agregó:
Dos días más tarde, Krishnamurti, partió hacia Nueva York -Y debo decirle que este día comimos algo exquisito. Era
acompañado de Maria Z. y Asit Chandmal, ya que, durante el algo pequeño, redondo y verde que se deshacía en la boca, real-
fin de semana del 14 y 15 de abril, iba a impartir un par de char- mente delicioso. ¿Podría usted hacerlo, señor?
las públicas en el Felt Forum del Madison Square Garden. Dos Nunca antes le había escuchado ensalzar ninguna comida;
días más tarde fue invitado a hablar en la Pacem in Terris So- es más, con cierta frecuencia había declarado -muy sincera-
ciety de las Naciones Unidas. mente, sin duda- que comer le resultaba aburrido. Yo estaba
asombrado de su petición, tras haber recibido sólo una descrip-
ción tan somera. Entonces le pedí más detalles, pero su per-
cepción culinaria era bastante vaga y sólo pudo proporcionar-
El día posterior a su regreso, sábado 21 de abril, sólo fui- me una descripción general de esa comida verde, redonda y
mos cinco personas a almorzar. Mientras estaba preparando la cilindrica, posiblemente hecha de espinaca y definitivamente
comida, que aquel día consistía en ensalada griega, ensalada de italiana, algo muy delicado. Entonces le prometí que contara
pepino y yogur, sopa de espárragos, moussáka vegetariana, ca- con ello, en el caso de que consiguiera encontrar una receta que
labacín con salsa de tomate y crema de caqui de postre, Krish- se asemejase a su descripción. Cuando más tarde le pregunté a
namurti entró rápidamente en la cocina. No parecía fatigado Mary Z. por el misterioso plato, me confirmó que se trataba de
después de los diez días que había pasado en la Gran Manzana ñoquis verdes rellenos de espinacas.
sino, muy al contrario, pletóríco de energía. -¿Y cómo era el restaurante, Krishnaji? -le pregunté, inte-
-¿Cómo le ha ido, Krishnaji? -pregunté, después de salu- resado por el tema.
darle. -Era pequeño pero muy selecto, con una cubertería muy
fina, cristal, etcétera, y estaba situado en un barrio italiano. Se
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Años de completad La creatividad

llamaba "II Nido" (que significa "El Nido") y hablé en italiano Aunque Krishnamurti desaprobaba el alcohol como forma
con el maitre y el camarero, que nos colocaron en la mejor mesa de escape, tenía muchos amigos de origen francés e italiano
en un rincón cercano a la ventana. Todo era de primera clase. que tomaban con normalidad vino durante las comidas, algo
Fuimos ahí casi todos los días -dijo, con una expresión que re- que no parecía molestarle, y no era infrecuente que su
flejaba a la perfección lo mucho que había disfrutado con la anfitrión o su anfitriona lo ofrecieran a sus invitados como
experiencia. algo muy normal.
-¿Qué fue lo que comió usted, señor? Entonces me lancé a la caza de una receta de ñoquis verdes
-Pasta -respondió, tras una pequeña vacilación-, casera por y no tardé en encontrar una. Seguí cuidadosamente los pasos
supuesto, muy ligera y deliciosa. Y también tenían una maravi- prescritos, los preparé y los serví para almorzar y luego pre-
llosa salsa de tomate, preparada con tomates frescos y un toque gunté a Krishnamurti si se asemejaban a los que había tomado
de albahaca, muy sencillo pero delicadamente aromático. en el restaurante, a lo que respondió, con toda su educada sin-
Yo tomé nota mentalmente para preparar ese tipo de salsa, ceridad: «No del todo, señor».
pero siempre hay una gran desventaja cuando uno trata de re- Pocos días después lo intenté de nuevo, y en esa ocasión
petir un plato concreto, sobre todo cuando ha sido preparado Krishnamurti vaciló, saboreó la textura y el sabor y concluyó:
por un buen cocinero, como sin duda lo sería el de "II Nido". «Ahora se parecen un poco más, pero siguen sin ser exacta-
Estoy seguro de que ni la más precisa de las recetas le capaci- mente lo mismo».
ta a uno para lograr un resultado que se asemeje al original, Entonces dejé las cosas así, renunciando al deseo de imitar
ya que son varios los factores que se lo impiden, como un pe- o de competir... al menos, con respecto a los ñoquis rellenos
queño ingrediente legendario que el jefe de cocina oculta de espinaca.
como un secreto profesional, o tal vez, más probablemente,
una cualidad intangible y difícil de definir que tiene que ver
con el toque, la experiencia y el momento. Con ello no estoy
negando la utilidad de los libros de cocina porque, muy al con- Los últimos días del mes abril hubo cambios muy sutiles.
trario, las recetas son, con mucha frecuencia, el mejor vínculo En la escuela proseguía el descontento y la insatisfacción sin
que existe entre la palabra y la realidad. Lo único que quiero que nosotros atisbáramos ninguna solución. Krishnamurti esta-
decir es que resulta muy difícil recrear un plato previamente ba pletórico de energía, queriendo afrontar nuevos retos y con
saboreado en casa o en un restaurante, porque son muchos los ganas de innovaciones. En aquellos días vino a vernos un caba-
complejos factores que se combinan para crear la experiencia llero muy elocuente y alegre de Washington D.C., muy interesado
del sabor. en la obra de Krishnamurti, que había escrito discursos para
-También tenían vinos excelentes -comentó entonces Krish- sucesivas Administraciones del Gobierno de Estados Unidos
namurti. y le sugirió dar charlas en la misma ciudadela del poder. A
-¡Pero Krishnaji, yo creí que usted no bebía! -exclamé. Krishnamurti le gustó la idea y, tras una cuidadosa delibera-
-Y así es, señor -me respondió, sonriendo para tranquili- ción, aceptó el reto, y organizaron las cosas para poder hablar
zarme-. Yo no bebo vino, pero los demás sí lo hicieron y probé en el Kennedy Center de Washington, D.C. un año más tarde, en
un sorbo o dos, sólo para degustarlo. abril de 1985.

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Años de completad La creatividad

-Es posible que Jesucristo nunca existiera. No hay ningún


documento objetivo independiente de ese período que mencio-
Nuestro nuevo amigo de Washington D.C. disfrutaba con- ne su nombre. Lo único que sabemos es lo que los apóstoles y
tando chistes y tenía un buen repertorio. A Krishnamurti le los evangelistas escribieron unos cincuenta o cien años más
gustaba su naturaleza sociable y ambos intercambiaban chistes tarde y simplemente podrían habérselo inventado todo.
y anécdotas durante la sobremesa. Después de escuchar un Casi todos los presentes parecían tan sobresaltados como
chiste ligeramente subido de tono sobre el Papa, titulado "Tut- yo, puesto que Krishnamurti estaba hablando completamente
ti frutti", Krishnamurti contó otro que yo todavía no le había en serio. Tal vez por ello sus comentarios, que solían ser acep-
oído. tados de manera incondicional, despertaron ahora de repente
-Dos amigos, uno de ellos un obispo, mueren en un acciden- una pequeña avalancha de protestas:
te de automóvil, suben al Cielo y se encuentran con san Pedro y, -Pero, Krishnaji, eso es inverosímil. ¿Cómo...?
como ninguno ha sido un gran pecador, entran sin problemas. Él parecía disfrutar provocando la polémica. Finalmente
San Pedro les dice: «Si desean ustedes algo en especial, no du- quedó claro que acababa de leer un libro del historiador italiano
den en pedírmelo y al instante me ocuparé de ello». Emilio Mella que afirmaba haber realizado una meticulosa in-
El obispo, una persona religiosa, solicita ver a Dios y san vestigación de los documentos conservados de los gobernado-
Pedro, un tanto alarmado por su petición, trata de disuadirle. res romanos de Judea y Palestina de principios de la era cristiana.
-Ver a Dios es una cuestión muy delicada y no todo el mun- «Los romanos de aquella época llevaban un meticuloso registro
do puede soportarlo. Haga caso de mi consejo y no insista. de todas las ejecuciones que se producían dentro de su jurisdic-
Pero el hombre se muestra inflexible hasta que san Pedro ción -explicó Krishnamurti, con total convencimiento-, y nin-
acaba rindiéndose y le dice: guno de ellos menciona siquiera el nombre de Jesús.»
-Muy bien, ya que insiste haga lo que quiera, pero luego no -Pero, Krishnaji -protestó entonces una mujer-, eso no su-
me culpe a mí. Tome ese camino y siga las señales que dicen pone necesariamente la inexistencia de la persona de Jesús.
"Dios" y luego vuelva hasta aquí. -Además, los documentos pueden perderse -agregó un pro-
El obispo va entonces a ver a Dios, mientras su amigo se fesor-. No olvidemos que todo eso sucedió hace casi dos mil
queda esperando con san Pedro. Al cabo de unos diez o quin- años.
ce minutos regresa, pálido como un fantasma y tambaleándo- Entonces se desencadenó un aluvión de argumentos y con-
se casi en estado de shock. Al verle tan mal, su amigo le pre- traargumentos lógicos e históricos hasta que Krishnamurti aca-
gunta: bó admitiendo la posibilidad de que hubiese existido alguien
-¡Por Júpiter! ¿Qué te ha ocurrido? ¿Cómo es Él? llamado Jesús (o Joshua), aunque siguió insistiendo en que las
-Él es negra -responde farfullando el obispo. enseñanzas de ese maestro religioso diferían sustancialmente
Todos los presentes nos echamos entonces a reír a carcajadas. de las imágenes que nos ha transmitido la tradición popular y
Cuando las risas se hubieron calmado, empezamos a hablar de las que no tenían nada que ver con la figura oficial que ha acabado
religiones, las sectas y los cultos organizados y, especialmente, creando el cristianismo.
del cristianismo, y me sorprendí mucho cuando, súbitamente, Unos días después, Krishnamurti estaba llevando unas cazue-
Krishnamurti dijo, dirigiéndose a nuestro invitado: las a la cocina después del almuerzo cuando sonó el timbre de

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Años de completud

la puerta. Fui a abrir y descubrí a un hombre de mediana edad Capítulo 20 EL


de pie en el umbral con un ramo de flores en las manos que me
preguntó solemnemente si podría ver a Krishnamurti. Entonces
V U E L O DEL Á G U I L A
recordé vagamente que era un supuesto maestro espiritual que
había elaborado un sistema de creencias propio en el que trata-
ba de combinar las enseñanzas de Krishnamurti con elementos
cristianos.
Era una persona amable y me dijo atentamente su nombre. Entrantes
Yo le pedí que esperase mientras comunicaba su deseo a Krish- Cogollos de lechuga
namurti, que todavía estaba en la cocina. Pareció asombrarse con vinagreta o roquefort.
de aquella inesperada visita y vaciló unos instantes antes de sa- Tomates cherry con brotes de alfalfa.
lir a su encuentro. Mientras acabé de quitar la mesa oí, sin que- Ensalada de col lombarda con semillas
rerlo, retazos de su conversación. Era evidente que ya se co- de comino, alcaparras y aceitunas
nocían. Krishnamurti estaba tratando de decir algo, mientras cortadas en trocitos.
agitaba incongruentemente el ramo de flores con una mano. La Calabacín rallado con un toque de limón.
visita, que apenas si había entrado en la casa y todavía estaba
con la puerta abierta a sus espaldas, parecía insistir, y Krish- Primer plato
namurti declaró enfáticamente: «Nadie sabe siquiera si Jesús
realmente existió...». Arroz provenzal con pasas y anacardos,
Cuando regresé al comedor un minuto más tarde estaba di- acompañado de salsa de champiñones
ciendo: con Marmite (extracto de levadura).
-Los romanos de aquel tiempo llevaban un registro muy Quiche de espinacas a los tres quesos
meticuloso de todos los procesos judiciales y de todas las eje- gratinada, preparada con queso fresco
cuciones y en sus listas no aparece ni una sola vez el nombre de cabra, gruyere y parmesano.
de Jesús...
Postres
Poco después les vi encaminándose hacia Pine Cottage y
cuando, al día siguiente, le pregunté por la visita, Krishnamurti Higos black mission, macerados en miel
sólo dijo: «Tomamos un té y estuvimos charlando». y limón y servidos con crema batida
condimentada con vainilla.
Fruta fresca del tiempo.

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El 2 de mayo almorzamos temprano a fin de que Krishna-
murti y Mary Z. pudieran salir a tiempo para ir a Santa Bárbara,
desde donde volarían hasta San Francisco. Pocas horas después de
su partida, yo también viajé a la ciudad de la bahía conduciendo
por la autopista 101, disfrutando del paisaje de las suaves y ver-
des colinas tachonadas de robles que la luz del Sol tornaba de oro.
Las mañanas del sábado y del domingo, Krishnamurti dio
un par de charlas en el templo masónico, mientras yo ayudaba
a instalar y atender un tenderete de venta de libros y cintas. Du-
rante la segunda de las charlas se refirió de nuevo a los dos ami-
gos que caminan por un sendero boscoso tamizado por la luz
del Sol y hablando de las cuestiones serias de la vida. Me sentí
conmovido al pensar que yo podía ser uno de ellos. Al concluir
la charla del domingo regresé rápidamente a Ojai, pues quería
llegar a tiempo para preparar la comida del día siguiente a la
que, por cierto, sólo acudimos cuatro personas; resultó muy
grato hablar tranquilamente con Krishnamurti del fin de semana
que acabábamos de pasar juntos en el área de la bahía.
Mientras visitaba a algunos amigos del Este de la bahía, apro-
veché para pasear por los alrededores del campus universita-
rio de Berkeley y visitar alguna de las librerías de segunda mano
de Telegraph Avenue. En una de ellas descubrí casualmente un
ejemplar forrado de plástico y casi nuevo de Patagonian Ex-
press, de Paul Theroux. Y, como sabía que Krishnamurti había
leído The Great Asian Railway Bazaar, que le gustaba su estilo
irónico y que había buscado, sin conseguirlo, esta segunda
aventura en ferrocarril, se lo compré.

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Años de completud El vuelo del águila

Cuando Krishnamurti estaba a punto de abandonar la coci


na y regresar a Pine Cottage, se me ocurrió que ése podía ser
un buen momento para regalarle el libro. Nueve personas acudieron al almuerzo del sábado 12 de
-Espere un momento, Krishnaji, por favor -le dije. mayo, en cuya sobremesa Krishnamurti habló del interés y de
Entonces dio la vuelta, con una expresión de gran ecuani la atención, temas sobre los que insistió en las reuniones con
midad y paciencia. el personal y las charlas públicas. Después de un par de horas
-¿Qué es esto, Michael? -preguntó amablemente. de una viva conversación, llegamos a dos conclusiones que
-Encontré este libro -farfullé ansiosamente, entregándose- resumían perfectamente la esencia de nuestra investigación:
lo y resumiéndole cómo lo había localizado. «Atención es aprendizaje e interés es no atención».
Su respuesta me sorprendió ya que, en lugar de coger el li- Tres días más tarde, Krishnamurti se reunió, a las cuatro en
bro, lo miró con aprensión, como si pudiese ocultar algún peligro. punto de la tarde, con el personal de la escuela en el cuarto de
Entonces alargó la mano con indecisión y, después de tocar la estar de Arya Vihara, una sesión que registré magnetofónica-
cubierta de plástico con la punta de los dedos, la retiró de nuevo. mente. En ella comenzó diciendo que el verdadero objetivo de
-¿Lo ha lavado usted? -preguntó. la educación es el final del yo y, puesto que el conocimiento
-¿Lavado? -repetí perplejo. psicológico es el yo, también supone el final de ese tipo de co-
-Es un libro de segunda mano, un libro usado. Pueden ha- nocimiento. Él estaba muy en contra de despertar el "interés"
berlo tocado muchas personas y quizás esté sucio. del niño hacia un determinado campo, porque todo interés es
Tardé unos segundos en entender lo que quería decir y, du- fragmentario, mientras que la atención es completa.
rante unos instantes, sentí la irrupción de la risa al imaginarme -El final del interés personal es el comienzo de la inteligen-
la ridicula escena de verme de pie ante el fregadero lavando las cia -resumió, en este sentido.
páginas con jabón y una esponja. Entonces pasamos a revisar una declaración originalmente
-Es cierto, Krishnaji -respondí, sin saber todavía qué hacer escrita por él en 1975, a la que conocíamos como "El propósito
con él. de la escuela de Oak Grove", y cuya intención era la de re-
-Lave el forro y el interior y luego démelo -dijo, antes de sumir la raison d'êlre de la escuela. Pero algunas de las afir-
marchar. maciones de aquel escrito parecían demasiado vagas e incluso
Mientras estaba lavando el libro con agua y jabón, reconside- demasiado radicales, y puesto que todos sentíamos la nece-
ré cuidadosamente su actitud hacia la higiene y la limpieza. Yo sidad de una declaración más clara y precisa, la revisamos en
ya conocía su sensibilidad hacia lo físico... no sólo su gusto por el conjunto y tratamos de expresarla con otras palabras. Krishna-
aspecto limpio y la ropa limpia, sino también su aversión hacia murti marcó la pauta, y todos coincidimos en que la escuela
el contacto casual con cualquier cosa sucia, o que hubiera sido muy debía ser «un oasis... en el que pudiera aprenderse una forma
manoseada. Ése era, muy probablemente, el motivo por el cual lle- de vivir completa, sana e inteligente», y el propósito de nuestra
vaba finos guantes de piel cuando viajaba en coche, tren o avión. actividad educativa, tanto con respecto a los alumnos como a
Finalmente lo sequé con un trapo limpio de cocina y se lo nosotros mismos, era el de «promover un cambio profundo en
entregué aquella misma noche, cuando le llevé algo de sopa la conciencia de la humanidad», una declaración que, en los
para cenar a Pine Cottage. años siguientes, acabó convirtiéndose no sólo en una línea di-

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Años de completud El vuelo del águila

rectriz y en una inspiración, sino también en el punto central de que comprendía el inglés, sentía vergüenza de hablarlo. Persona de
muchos debates apasionados entre los miembros del personal, voz suave y modesta, me preguntó en voz baja en alemán el
significado de la frase, puesto que no había oído la explicación de
Krishnamurti y, al no ocurrírseme de inmediato una líase
equivalente en alemán e ignorando incluso si existía alguna, la
A pocos días de las charlas de Ojai de 1984, el clima era traduje literalmente diciendo: «Stock im Schlamm», cuya
inusualmente cálido y el Sol abrasaba las colinas y los valles. transcripción fonética al inglés es, aproximadamente, la de Shtok
A este almuerzo acudieron once personas, entre las cuales se im Shlumm.
hallaba un hombre, que visitaba Ojai por vez primera: de Cuando Krishnamurti oyó mi comentario, irrumpió en risas
constitución pequeña, de unos cincuenta y pico años, calvo y con y exclamó:
gafas. Cuando nos presentaron me enteré de que había nacido en -¿Cómo ha dicho? ¿Qué es eso, señor?
Alemania aunque, desde hacía mucho tiempo, vivía en Suiza. -Bien, el señor Grohe no sabía lo que...
Hacía tres años que había descubierto las enseñanzas de -Sí, sí, ya lo sé, pero ¿qué acaba usted de decirle?
Krishnamurti, y su vida había experimentado un vuelco completo. -Bueno -respondí, un tanto cohibido-, puesto que no hay un
Recientemente jubilado del negocio familiar, dedicaba la mayor equivalente exacto, he traducido literalmente al alemán la
parte de su tiempo y de su energía a explorar las cuestiones más expresión "atrapado en el lodo" ["stick-in-the-mud"] como
profundas de la vida. En las charlas de Saanen del año anterior Stock im Schlamm.
había escuchado por vez primera a Krishnamurti y no tardó en Cuando pronuncié la frase en alemán, Krishnamurti se rió de
conocerle personalmente, llegando a entablar una amistad decisiva nuevo y lo mismo hizo -tal vez a causa de la cualidad ono-
y, después de visitar Brockwood Park, se ofreció a dedicar parte de matopéyica de la expresión o quizás del timbre teutón- el resto de
sus considerables recursos a apoyar su obra. los comensales. El señor Grohe y yo, como parte del contingente
Yo estaba sentado frente a Krishnamurti, y Friedrich Grohe - alemán, necesitamos unos instantes para recuperarnos de la
que así se llamaba el hombre- se encontraba a mi derecha. sorpresa, antes de sumarnos a las risas. Cuando éstas decrecieron,
Krishnamurti y la mujer que estaba a su izquierda estaban hablando Krishnamurti me guiñó el ojo y me pidió amablemente: «Repítalo
de una tercera persona ausente diciendo que estaba "atrapada en el otra vez, por favor».
lodo" [una expresión que significa estar atrapado en las rutinas]. A estas alturas ya había empezado a valorar mi papel como
Yo estaba escuchando su conversación y, puesto que ignoraba el cómico y repetí en voz alta: «Stock im Schlamm».
sentido de la expresión, pregunté a Krishnamurti: De nuevo hubo otra ronda de risas. Era extraordinario ver a
-Perdóneme, Krishnaji, pero ¿qué significa ser una persona Krishnamurti tan contento y tan entregado a la alegría, riendo a
"atrapada en el lodo"? carcajadas con la cabeza hacia atrás y con las lágrimas rodándole
-Una persona aburrida y carente de iniciativa -respondió, tras por las mejillas, hasta el punto de que todo su ser parecía agitarse al
una corta deliberación. ritmo de las oleadas físicas del gozo. Cuando las risas se
El señor Grohe se desenvolvía con fluidez en alemán y en apaciguaron, Krishnamurti intentó pronunciar la frase, pero fue
francés, idioma en el que solía hablar con Krishnamurti, y aun- incapaz de hacerlo a causa del exceso de consonantes tan propio del
idioma alemán. Todo el mundo sufrió enton-
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Años de completud
El vuelo del águila

ces otro ataque de risa, mientras yo trataba de corregirle sepa- loto a sus pies. Durante una fracción de segundo él pareció so-
rando la frase en sílabas: «Sh-tokk imm sh-lumm», pero no pudo
bresaltarse por la inesperada irrupción y exclamó: «¿Pero
hacerlo a causa de un estallido de risa. Luego lo intentó de nue-
vo y esta vez lo pronunció mejor, pero todavía de un modo bas- qué...?».
tante imperfecto. Dos voluntarios de la primera fila subieron entonces dis-
-No, señor: «Sh-tokk imm sh-lumm». puestos a echarla de allí, pero Krishnamurti asumió rápida-
mente la situación y les instó a regresar a su sitio. Luego se di-
Entonces observó mis labios y lo intentó de nuevo, para re-
rigió hacia la mujer, que seguía con su estúpida sonrisa y le
gocijo de todos. Así estuvimos probando varias veces, hasta que
dijo: «Permanecerá en silencio, ¿verdad? ¡Entonces puede que-
finalmente, agotados por la risa, nos vimos obligados a desistir.
Cuando todo el mundo se hubo marchado, yo todavía sentía darse ahí!».
revolotear las vibraciones de buen humor y, a solas en la coci- La chica asintió felizmente con la cabeza y no se movió
na, reflexioné sobre ese punto y se me ocurrió que muy proba- hasta que finalizó el diálogo. Entonces Krishnamurti se diri-
blemente, desde una perspectiva superior, la mayoría de noso- gió nuevamente hacia ella, diciéndole: «Bueno, ya ha termina-
tros, incluyéndome a mí mismo, éramos personas atrapadas en do todo. Ahora puede levantarse».
la rutina, y entonces me reí a carcajadas en la soledad de la co-
cina. Sí, ése era, con toda seguridad, el auténtico chiste.
Yo valoraba muy positivamente el extraordinario sentido
del humor de Krishnamurti. Entonces recordé sus perspicaces La calurosa tarde de aquel mismo día celebramos la conclu-
observaciones sobre el humor, que tan verdaderas sonaban: sión de las obras del nuevo edificio del instituto, ubicado en la
«La risa forma parte de la seriedad. La seriedad no excluye la parte Norte de Oak Grove -un complejo que incluía varias au-
alegría ni el disfrute. El humor significa realmente reírse de las y una biblioteca-, con una ceremonia en la que íbamos a
uno mismo, contemplarse lúdicamente a uno mismo y obser- plantar varios árboles. Para el evento se congregaron cerca de
varse con claridad, con seriedad y con humor, si es que uno doscientas personas, entre síndicos, personal de la escuela, pa-
puede». dres, alumnos, voluntarios y personas que habían venido a asis-
Krishnamurti tenía una especial predisposición a reírse, no tir a las charlas, que departían amablemente mientras tomaban
sólo de los absurdos e ironías de la vida de los demás sino, más zumos y té y alguna que otra galleta.
que cualquier cosa, de sí mismo y de las situaciones ridiculas Finalmente apareció el Mercedes gris y Krishnamurti emer-
en que, en tantas ocasiones, se veía envuelto. gió tímidamente de él. Estaba vestido con una sencilla elegancia
en la que sólo desentonaban las zapatillas deportivas, e inter-
cambió unas pocas palabras y sonrisas con quienes se acerca-
ban a estrecharle la mano.
El martes 22 de mayo, Krishnamurti acababa de sentarse en El director, que se había encargado de organizar las charlas,
una silla de madera plegable para la sesión de preguntas y res- le condujo entonces hasta el lugar destinado para plantar los ár-
puestas cuando una joven subió rápidamente a la plataforma y, boles. Detrás le seguíamos una comitiva de siete personas, a la
sonriéndole con una expresión fascinada, asumió la postura del que poco a poco fue sumándose el resto de los invitados. Krish-
namurti observaba muy atentamente los árboles, al tiempo que
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Años de completud El vuelo del águila

escuchaba las explicaciones del director: «Éste, Krishnaji, es mos el revestimiento plástico y rellenamos el hueco con tierra.
un liquidambar y, en otoño, sus hojas son de brillantes colores Finalmente todos procedimos a apisonar la tierra que rodeaba el
rojo y naranja. Y ése otro es un pipal». delgado tronco, dejando un pequeño círculo algo más hondo en
Durante toda su vida, Krishnamurti había mantenido una torno al tronco, para que el agua del riego pudiera penetrar has-
relación muy especial con la tierra y las cosas vivas, en parti- la las raíces. Luego emprendimos la misma operación con va-
cular con los árboles. En cierta ocasión dijo: «Si usted estable- rios árboles más, una operación a la que se sumaron varios de
ce una relación con un árbol, se relaciona con la humanidad», los espectadores sin que Krishnamurti mostrara el menor signo
y en otra ocasión nos invitó a escuchar «el sonido silencioso de de fatiga. Tardamos menos de una hora en plantar entre quince
las raíces».
y veinte retoños de árbol, y cuando acabamos Krishnamurti
Sin más tardanza, Krishnamurti cogió entonces una pala, contempló con una sonrisa tierna y satisfecha los jóvenes brotes
mientras dos de nosotros levantábamos el pesado recipiente que tachonaban el césped frente al nuevo edificio de la escuela.
que contenía el pequeño pipal (árbol bodhí) y lo colocábamos
en el agujero que con anterioridad se había cavado para alber-
garlo. El observaba muy atentamente toda la operación y no
tardó en darse cuenta de que algo estaba mal: «Este agujero no La tarde posterior a la cuarta y última charla del lunes 28 de
es lo suficientemente profundo, señor-dijo-. Habrá que sacar- mayo, Krishnamurti se reunió con los síndicos y con el perso-
lo y cavar todavía más hondo».
nal en Pine Cottage para hablar sobre las dificultades que esta-
Después de sacar el recipiente, cuatro de nosotros, incluido ba atravesando la escuela, y tras un debate largo e intenso se
Krishnamurti, nos dispusimos a cavar más hondo el agujero. anunciaron varios cambios administrativos, incluida la desig-
De vez en cuando yo cogía el pico para aflojar alguna que otra nación de un nuevo director del instituto.
roca con la que tropezábamos. Absorto por la extenuante acti-
Al día siguiente, varias celebridades se unieron a nosotros
vidad física, uno olvidaba fácilmente que Krishnamurti, de casi
para almorzar y uno de ellos, un actor de cine, se sentó frente a
ochenta y nueve años, esgrimía con entusiasmo la pala junto a
Krishnamurti, mientras yo estaba en el extremo más alejado de
los más jóvenes. A una distancia respetuosa se había formado
un círculo de espectadores, algunos de los cuales tomaban fo- la mesa, incapaz de seguir su conversación. Después del almuer-
tos de Krishnamurti cavando con la pala, mientras él seguía zo advertí que Krishnamurti y el actor se alejaban juntos cami-
prestando toda su atención y su energía a la tarea sagrada de nando hacia Pine Cottage.
plantar un árbol. Alrededor de las 8 de la mañana del día siguiente hubo un
-Ahí hay una piedra, señor -señaló, sacándome de un mo- eclipse solar parcial que pude contemplar. Cuando, a eso de la
mento de pura contemplación. una y veinte del mediodía, Krishnamurti entró en la cocina, yo
-¡Oh, lo siento mucho, señor! -dije y volví a mi tarea, le- todavía sentía cierta curiosidad sobre el invitado del día anterior.
vantando sobre mis hombros la larga herramienta con mango de -Perdóneme, Krishnaji -pregunté-, pero el caballero con el
madera y dejándola caer de golpe sobre la tierra para tratar que usted habló ayer me pareció una persona interesante ¿Fue
de aflojar, de ese modo, la roca. Cuando el hueco fue lo sufi- también interesante la conversación?
cientemente profundo, colocamos y nivelamos el retoño, quita- -¡Ah, los actores, rara vez saben quiénes son! -respondió
diplomáticamente, con una expresión divertida en los ojos.
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Años de completud El vuelo del águila

En principio yo tomé su respuesta como si tan sólo fuera


aplicable a los actores pero, tras una breve reflexión, se me
ocurrió que muy bien podría referirse a cualquiera de nosotros. Yo llevaba varias semanas y hasta meses muy ocupado, tanto
¿Hay alguien que realmente sepa quién es? Según algunos, ni en Oak Grove como en Arya Vihara ya que, además del flujo
siquiera Krishnamurti sabía del todo quién era, puesto que se- regular de síndicos y maestros, en esa época recibimos a
guía cuestionando, indagando y aprendiendo, y nunca parecía muchos visitantes y a alguna que otra celebridad, y, en conse-
llegar a una conclusión definitiva. cuencia, raro era el día en que los almuerzos de A.V. no supe-
rasen los veinte comensales, lo que, obviamente, multiplicaba
bastante mi trabajo.
Krishnamurti seguía entrando en la cocina a través de la
A diferencia de los almuerzos celebrados en las últimas se- puerta del patio y siempre teníamos una breve y afectuosa con-
manas, aquel día sólo nos reunimos un grupito de unas diez versación antes del almuerzo. Aun así, yo experimentaba una
personas. Había tres antiguos colegas nuestros, uno de ellos cierta insatisfacción, sin llegar a percibir su causa. Como las
estaba preparándose en la Oxford University para obtener su oportunidades de presentar las noticias eran cada vez menores,
doctorado en Filosofía, el segundo estaba empleado en una Krishnamurti se acercaba de vez en cuando a la cocina después
empresa de construcción y el tercero desempeñaba un cargo de del almuerzo y me preguntaba: «¿Cuáles son las nuevas noti-
responsabilidad en una multinacional de alta tecnología. Al cias, señor?», y yo le ofrecía un titular o un breve resumen en
finalizar el almuerzo, Krishnamurti contó un chiste, algo que un par de frases de algún artículo notable, lo que, claro está, no
llevaba tiempo sin hacer. ¿Les importa que les cuente un buen era lo mismo que la presentación pausada en la mesa, de la que
chiste que escuché el otro día?, nos dijo: tanto había acabado disfrutando.
-Por favor, señor -respondí con entusiasmo, mientras todo Cuando veía a Krishnamurti paseando con algún que otro
el inundo asentía con la cabeza.
grupo de invitados, mientras yo debía ir al pueblo de com-
«Se trata de tres monjes que llevan muchos años sumidos pras, o a realizar algún que otro encargo, sentía la punzada de
en profunda meditación y en silencio absoluto entre los picos
los celos. Lo único que quería era hacer algo que ratificase
nevados del Himalaya. Una mañana, uno de ellos dice repenti-
nuestra amistad, porque su afecto me llegaba con la misma
namente:
nitidez que siempre. Es como si tuviera la necesidad personal,
»¡Qué mañana tan hermosa! -y luego vuelve a sumirse en
una necesidad quizás derivada de una sensación de
el silencio.
inadecuación, de manifestarle explícitamente que era su
»A1 cabo de cinco años, el segundo monje dice:
amigo. Y, por más que supiera que se trataba de algo irracio-
»Pero podría llover un poco.
nal, no podía liberarme de ello y quería llegar a transmitír-
»Cinco años más tarde, el tercero dice repentinamente:
selo.
»¡ A ver si os calláis ya de una vez!»
El 31 de mayo, día anterior a su partida hacia Inglaterra, en-
Todos nos reímos a carcajadas disfrutando del chiste antes
tró en la cocina como habitualmente y, después de saludarnos,
de levantarnos de la mesa.
me atreví a decirle, no sin vacilación:
-Quisiera decirle algo, Krishnaji, si es que no le importa.

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Años de completud El vuelo del águila

-Muy bien, señor, adelante -dijo, prestando súbitamente minable de los símbolos y todos esos absurdos. Sólo me pare-
mucha atención. cen viejas historias maravillosas.
-Yo... este... lo que quería decirle... es decir, quería expre- Al día siguiente, viernes 1 de junio, almorzamos a eso de las
sarle. .. -comencé, muy avergonzado, ante su atenta mirada. doce y media con el fin que Krishnamurti y Mary Z. tuviesen
-Vaya al grano, señor -dijo con impaciencia. tiempo suficiente para partir hacia Inglaterra, y una vez más nos
-Lo único que quería decirle, Krishnaji, es que soy su despedimos de ellos bajo el pimentero.
amigo.
-Muy bien, señor -dijo, disminuyendo la intensidad de su
atención-. Muy bien, Michael. Ahora vamos a almorzar. Creo
que están esperándonos.
Yo sabía que él aborrecía cualquier manifestación de sen-
timentalismo y todo despliegue de las emociones personales,
aunque era una persona muy apasionada y que expresaba su
afecto profundo de manera indirecta, durante los diálogos con
el personal y los responsables, cuando le había oído decir: «¿Me
escuchará acaso si le digo que le amo, o empezará entonces a
salir con todo tipo de cuestiones y objeciones como cuánto me
ama, durante cuánto tiempo me amará, etcétera? ¡Le amo...
eso es todo!».
La verdadera medida de su afecto estaba en su acción y en
el cuidado con que se relacionaba con cada persona. Por el mo-
mento, sin embargo, aunque no respondió nada -y yo tampoco
esperaba otra cosa más que su silenciosa escucha-, la confe-
sión de mi amistad me hizo sentir liberado.
El almuerzo que siguió fue un acontecimiento muy fami-
liar y acogedor, al que sólo asistió un visitante ajeno, un viejo
amigo de Mount Shasta (California del Norte). En aquella
ocasión hablamos de la situación actual del mundo y de
mitología. Yo acababa de leer algunos de los libros de Joseph
Campbell sobre los mitos del mundo y pregunté a Krishna-
murti:
-¿Le interesan a usted los mitos de la Grecia antigua y de la
India? ¿Cree usted que tienen algún significado?
-Ciertamente me gustan las historias -respondió-. Pero no
tengo el menor interés en el análisis y la interpretación inter-
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358
PARTE IV:

EL
FLORECIMIENTO
DE LA B O N D A D
Capítulo 21
PAZ EN LA TIERRA

Entrantes
Ensalada verde con vinagreta
o salsa de cacahuetes.
Ensalada de apio con mostaza y rábanos.
Ensalada fría de judías verdes
con cebolla, perejil y semillas de girasol,
aderezada con aceite de oliva y limón.

Primer plato
Arroz silvestre con pasas,
alcaparras y piñones.
Lentejas griegas con cebolla, tomate y apio.
Brécol al vapor con salsa de aceitunas
y alcaparras.

Postre
Crema de mango, preparada con pulpa
de mango y un poco de nata.
Fruta fresca del tiempo.
Galletas de mantequilla de cacahuete.
En julio y agosto de 1984 se llevaron a cabo las vigésimo-
cuartas charlas de Saanen, al mismo tiempo que, en Los Ánge-
les, se celebraban los XXIII Juegos Olímpicos, sin la participa-
ción de la Unión Soviética, y en los que el cercano lago Casitas
sirvió de escenario para algunas de las competiciones de vela.
A comienzos de septiembre, mientras Krishnamurti con-
cluía las charlas de Brockwood Park, sufrimos una ola de calor
en la que, día tras día, el mercurio alcanzó la cota de los 41 °C.
Durante ese tiempo también se produjo una efeméride clara-
mente visible en el Cielo occidental: la conjunción de los pla-
netas Saturno, Júpiter, Marte y Venus, y resultó sumamente
emocionante vislumbrar sobre los colores del Cielo en la pues-
ta del Sol a los grandes nómadas del Cielo como puntitos blan-
cos de luz.
El 26 de octubre, Krishnamurti y Mary Z. viajaron desde In-
glaterra hasta Nueva Delhi (la India). Pocos días después, el
31 de octubre, Indira Gandhi, la primera ministra de la India,
que valoraba muy positivamente a Krishnamurti y solicitaba su
consejo con cierta regularidad, fue asesinada en su residencia
por dos miembros de su guardia personal. Krishnamurti no se
hallaba muy lejos del lugar de los hechos y pronto abandonó la
ciudad para eludir la confusión política y las algaradas que cos-
taron la vida a más de mil inocentes civiles, pero prosiguió, con
alguna pequeña modificación, su programa, mientras Mary Z.,
que había caído enferma, regresó a Ojai a finales de enero.
Krishnamurti llegó a Ojai el 17 de febrero de 1985, acom-
pañado de Asit Chandmal, pero estaba tan extenuado por el via-

365
El florecimiento de la bondad Paz en la Tierra

je y lo apretado del programa, que pasó el día siguiente en cama, -Ya ven -dijo-, la escuela del Valle Feliz pasó también por
descansando y recuperándose. los mismos problemas del tabaco, el alcohol, las drogas, el
Durante su primer almuerzo, que fue al día siguiente, pre- sexo, etcétera, que ahora tenemos aquí. La pregunta básica es:
paré ensalada de maíz y aceitunas, guacamole, sopa de judías ¿Qué hacer con los alumnos? ¿Darles más tiempo libre, pro-
verdes, patatas con cominos y una quiche de espinacas con tres porcionarles más diversión, o establecer un programa muy ri-
quesos, brécol al vapor con salsa de aceitunas y alcaparras y guroso que les mantenga ocupados desde la mañana hasta la
macedonia de frutas y yogur de postre. Había once invitados, noche? Pueden ver que eso genera en ellos una división -entre
y todo el mundo estaba muy contento de volverle a ver y de en- el trabajo y el ocio- que es precisamente el origen de la frag-
terarse de primera mano sobre su viaje a la India. Él y Mary Z. mentación de la vida.
nos proporcionaron un vivido relato de los tumultuosos acon- Después de charlar durante un rato sobre la situación del in-
tecimientos que siguieron al asesinato de Indira Gandhi. ternado y de coincidir en la necesidad de establecer un progra-
Aunque tenía un buen apetito y estaba muy contento de haber ma equilibrado, pasamos a hablar de los enfoques no conven-
regresado a Ojai, Krishnamurti parecía fatigado. Mientras estába- cionales de la salud y la enfermedad. Yo mencioné el método
mos limpiando la mesa le mencioné los muchos viajes que había Bircher-Benner de curación de las enfermedades crónicas me-
hecho recientemente y, mirándome con ojos amables, me dijo: diante una dieta vegetariana que equilibra cuidadosamente los
-Sabe, señor, tanto viaje en avión, barco y coche no es bue- alimentos crudos con los cocidos, y cuyos principios dietéticos
no para el organismo. Son ya más de setenta años los que lle- había aplicado en la cocina de Arya Vihara.
vamos dando tumbos por el mundo. Todo eso desestabiliza el -Ah sí, Bircher-Benner-dijo Krishnamurti-. Hace un tiem-
organismo y siempre se necesita tiempo para recuperar de nue- po pasé varias semanas en su clínica de Zurich.
vo el equilibrio. Si no fuera por el constante movimiento, el -¿Fue allí con un propósito concreto, Krishnaji? -pregunté. -
cuerpo podría vivir bastante más... tal vez hasta cien o inclu- Fue en 1960, tras una grave infección renal que sufrí en la
so ciento veinte años. De modo que procure permanecer esta- India. Me hicieron varias pruebas y me sometieron a una die-
ble y llevar una vida lo más tranquila posible. ta muy estricta.
Yo entendí lo que quería decirme, pero sigo teniendo mis -¿Y qué tipo de comida le ofrecieron, señor? -Me alimentaron
dudas, porque a mi veta nómada le gusta viajar. básicamente con calabacín -crudo y cocido- presentado de
muchos modos diferentes, y debo decir que, si bien resultó
ciertamente beneficioso para mi salud, al cabo de cierto
tiempo estaba harto de comer siempre lo mismo.
El domingo 24 de febrero, Krishnamurti ya se había recu- Todos nos reímos entonces de la cara chistosa que puso. Al-
perado y estaba deseando enterarse del funcionamiento de la guien señaló otro enfoque curativo diferente y otra persona sacó
escuela. Mientras doce de nosotros hablábamos de las dificul- a colación el nombre de Vimala Thakar, una conocida activista
tades del programa del internado que acabábamos de poner en social india que, en uno de sus libros, menciona que Krish-
funcionamiento, él empezó a recordar la escuela del Valle Fe- namurti la libró de una afección crónica del oído que se había
liz, que había contribuido a crear junto a Aldous Huxley y de la resistido a varios especialistas médicos. Un profesor le pregun-
que, pocos años después, había acabado desvinculándose. tó por este incidente, pero no quiso explayarse mucho, ya que

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El florecimiento de la bondad Paz en la Tierra

la mujer afirmó que no solamente le había impuesto las manos para A veces, cuando las preguntas eran demasiado personales, o tal
aliviar su dolencia, sino que también le había transmitido algún vez demasiado indiscretas, Krishnamurti era un auténtico maestro
tipo de iniciación. en el arte de esquivar las respuestas, como ocurrió en este caso, en
-Cuando era pequeño -dijo Krishnamurti, mirando sus manos el que hizo un gesto gracioso como queriendo decir "dejémoslo
finas y largas y reflexionando-, mi madre me dijo que mis manos aquí", y después agregó, un tanto enigmáticamente: «hicimos lo
tenían el poder de curar. Me gustaría contarles -prosiguió, que pudimos». Luego concluyó la narración
mirándonos tímidamente- una historia que ha ocurrido diciendo:
recientemente, y por favor no traten ustedes de encasillarme como -Y aunque tuvieron que ayudarla para que bajase caminando las
un curandero ni como un mago, porque me desagrada ese tipo de escaleras, pudo hacerlo. Todo el mundo me lo agradeció. El chico
publicidad. Así que les pediría que no se refiriesen a K como si de la playa, su hijo, me sujetaba ahora de la mano, invitándome a ir
fuese un curandero. Cierta tarde estaba en Madrás, dando un paseo a su casa para ver a su familia, pero me excusé, agradeciéndoselo.
por la playa de Adyar, donde hay varias casas tras unas cabañas de Eso fue todo.
pesca. Un joven de unos catorce años se me acercó corriendo desde Luego permaneció en silencio, mientras toda la historia
una de las casas, cogió mi mano y me dio las gracias profusamente. desfilaba como un holograma ante el ojo de nuestra mente, po-
-Gracias, señor, muchas gracias por lo que ha hecho -me dijo, niendo de manifiesto la magia inusual de aquel hombre compasivo
pero como yo no sabía de qué estaba hablando, le pregunté: cuya existencia estaba entretejida, como un hilo de oro, en la
-¿Por qué me das las gracias? misma urdimbre de nuestras vidas.
-Le he visto paseando y le he reconocido. ¿No se acuerda de
mí, señor? Hace un año, usted curó a mi madre. Ella estaba muy
enferma y fuimos a verle y la llevamos hasta su cuarto. Ahora está
«a*
curada y puede caminar -repitió, mientras seguía dándome las El siguiente fin de semana, 2 de marzo, Krishnamurti se reunió
gracias. por vez primera con el personal en Pine Cottage. En aquella ocasión
-Entonces recordé que, el año anterior, un coche se había hablamos de la fragmentación en que se halla sumida nuestra vida y
detenido frente a Vasanta Vihar y toda una familia salió del coche también de la tendencia a la especialización, que escinde la vida en
y llevó a la madre en una camilla hasta donde yo me alojaba, trabajo y ocio y crea, de ese modo, una incesante fuente de
implorándome que la ayudara. Era evidente que estaba al borde de conflictos y problemas en cuyo círculo vicioso acabamos atrapados.
la muerte, no podía moverse ni hablar, y los médicos no habían Sin comprender bien el proceso del pensamiento, hacemos un uso
podido diagnosticar su enfermedad ni hacer nada por ella. Así fue constante e impropio de él, lo convertimos en nuestro instrumento
como les dije que colocasen la camilla frente a mi cuarto y me fundamental de acción y supervivencia, lo que acaba generando
dejaran a solas con ella, y al cabo de un rato pudo ponerse en pie multitud de problemas. Y el principal de todos ellos es que
con cierta ayuda. pretendemos solucionar los problemas que nos asedian mediante el
-¿Qué fue lo que realmente hizo, Krishnaji? -preguntó el uso del pensamiento que, a fin de cuentas, es la herramienta misma
profesor, interesado en conocer los detalles del proceso real de que los ha causado.
aquella curación. Mientras nos hallábamos sumidos en un viaje de descubri-
miento hacia lo profundo de nuestras mentes, con sus proble-

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El florecimiento de la bondad Paz en la Tierra

mas, una repentina granizada tamborileó en el techo y los cris- no, porque todos ellos tienen el mismo punto débil: la naturale-
tales. El suelo del patio estaba cubierto de una delgada y bri- za humana. Para él, las distintas modalidades del nacionalismo
llante capa de granizo, de granos blancos y relucientes que no no son sino una forma glorificada de tribalismo que eterniza
tardaron mucho en licuarse, lo que por alguna razón consideré las divisiones, los prejuicios, los miedos, los odios y las guerras
una señal de buen agüero. ancestrales. Pero él distinguía, en sus propias palabras, entre
Durante el almuerzo del siguiente lunes, Krishnamurti ha- «lo falso como falso, lo verdadero como verdadero y lo ver-
bló de Breaking with Moscow, un libro que había empezado a dadero en lo falso». Sin aprobar ninguna forma concreta de
leer, escrito por Arcady Shevchenko, un conocido diplomático gobierno, prefería la democracia y se daba clara cuenta de la
soviético que había sido subsecretario general en la sede de las perfidia y destructividad de los sistemas totalitarios. De hecho,
Naciones Unidas en Nueva York y que finalmente había deser- solía decir: «Cualquier forma de poder es mala».
tado a Estados Unidos donde, después de ser interrogado y de Breaking with Moscow pareció proporcionarle la prueba irre-
habérsele concedido el asilo político, empezó a escribir para el futable y directa de que el sistema comunista era especialmen-
gran público. Krishnamurti estaba fascinado por sus relatos de te corrupto, puesto que engañaba a su pueblo y al mundo en
las intrigas en los altos niveles del establishment político so- general, y representaba una seria amenaza para el bienestar de
viético y discutía apasionadamente detalles del libro con Theo la humanidad. Poco después, yo también leí el libro, pero con-
Lilliefelt, antiguo diplomático de las Naciones Unidas que le templé con cierto escepticismo algún que otro punto y acabé
había recomendado esta lectura. Parecía consternado por las expresando mis reservas en la sobremesa.
evidentes expresiones de cinismo entre los máximos líderes -¿No cree usted, Krishnaji -pregunté-, que el autor posi-
comunistas, su explotación cruda del poder y el privilegio y su blemente quiera presentarnos una imagen positiva de sí mismo
grado de corrupción. Le resultaba tan increíble la profundidad y, para ello, se haya visto obligado a exagerar la corrupción de
de aquella depravación que, durante los siguientes almuerzos, sus adversarios? Después de todo, él también había sido, du-
nos comentó regularmente su última lectura. rante muchos años, un funcionario de alto rango y se había ha-
-Me parece increíble -dijo a Theo- el modo en que dicen llado implicado en esa misma corrupción.
una cosa y hacen otra completamente diferente. Mientras la -No, no, señor. Lea simplemente lo que dice -replicó Krish-
gente se muere de hambre, estos políticos fingen estar sirvién- namurti, sin mostrar el menor interés en mi línea argumental.
doles y hablan de continuo del pueblo... lo buena que es tal o En aquellos días -recordemos que estábamos a mediados de
cual medida para el pueblo, etcétera, cuando lo único que ha- marzo de 1985-, el tercer líder de la Unión Soviética murió
cen es servirse a sí mismos. Todas esas mentiras y toda la co- mientras desempeñaba su cargo. Brezhnev había muerto en
rrupción y engaño que entrañan no sirven más que al viejo yo, 1982, tras muchos años en el poder; su sucesor, Yuri Andropov,
ya sabe, coches de lujo, casas, fiestas, banquetes, etcétera. Me murió en 1984, después de gobernar sólo quince meses, y aho-
parece realmente espantoso que esas personas tengan el inmen- ra Chemenko, que no hacía siquiera un año que gobernaba el
so poder de controlar las armas nucleares y de determinar el fu- país, murió y se vio reemplazado por Mijaíl Gorbachov, de cin-
turo de la humanidad. cuenta y cuatro años, el más joven de los jefes de gobierno de
Krishnamurti solía ser muy escéptico con respecto a cual- la Unión Soviética. Mientras hablábamos de todos esos cam-
quier sistema sociopolítico diseñado por el pensamiento huma- bios en la jerarquía de la superpotencia comunista, alguien tra-

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El florecimiento de la bondad
Paz en la Tierra
jo una revista que contenía una foto del nuevo presidente del
partido. Krishnamurti no dijo nada y se dedicó a estudiar cui- nadas con nuestra vida cotidiana y las actividades docentes,
dadosamente el rostro de Gorbachov. pero no como temas separados, sino interrelacionados. El resu-
-Me gustaría contarles un chiste que escuché recientemente - mió la esencia de un diálogo diciendo: «El final del interés en
dijo, al cabo de un rato-. Un hombre muere y va al Infierno, y, uno mismo es el comienzo de la inteligencia», algo cuya com-
cuando se acerca a él, advierte dos grandes puertas custodiadas prensión, no sólo intelectual sino también vital, representa un
por diablos. Delante de una de ellas hay una cola larga de auténtico salto cuántico que suele trascender las capacidades
personas esperando mientras que, en la otra, no hay absoluta- de casi cualquier persona.
mente nadie. El hombre se dirige a la puerta vacía y lee "Infier- «¿Puedo realmente poner fin a mi interés? ¿Por qué parece
no capitalista". Entonces le pregunta al diablo: -¿Qué es lo tan difícil?», me pregunté. Durante el siguiente diálogo segui-
que sucede aquí? mos profundizando el tema del interés propio, relacionándolo
-Agujereamos a los condenados y luego les llenamos de con las preferencias, los desagrados, las opiniones, el gusto
aceite hirviendo -responde el diablo. personal y el apego.
Luego se dirige hacia la otra puerta en la que hay miles de per-
sonas haciendo cola y lee "Infierno socialista" y, dirigiéndose El sábado siguiente, Krishnamurti empezó formulando una
al diablo que lo custodia, le pregunta: de sus preguntas aparentemente simples: «¿Qué significa para
-¿Y qué hacen aquí, en el infierno socialista? -Agujereamos a usted la vida?».
los condenados y luego les llenamos de aceite hirviendo - La conversación giró en torno a las cuestiones del placer,
responde el diablo. del dolor, del apego, de la culpabilidad y de la resistencia, y, en
-¡Pero si es exactamente lo mismo que hacen en el Infierno el curso de nuestra investigación, sentí que me veía obligado a
capitalista -exclama, sorprendido, nuestro hombre-. ¿Y por qué afrontar una realidad de la vida cotidiana que rara vez percibía,
hay aquí una cola tan larga, mientras que allí no hay nadie? el contexto mayor. Al empezar a trabajar con Krishnamurti, yo
-Es que en el Infierno capitalista todo funciona bien, mien- estaba muy interesado en la iluminación y la transformación,
tras que en el Infierno socialista todavía no nos han llegado las pero poco a poco fui dándome cuenta de lo elusivos que resul-
brocas y ya nos hemos quedado sin aceite. tan esos ideales, especialmente cuando se conciben como obje-
Entre las risas de todos los presentes se escuchó la voz de
Krishnamurti que dijo: tivos que deben ser alcanzados a lo largo de algún tipo de pro-
-El Infierno debe ser el único lugar en el que el socialismo ceso. Los comentarios que Krishnamurti hizo sobre el arte de
tiene alguna ventaja. vivir, dejando de lado la idea de que uno deba esforzarse por
alcanzar algo, me despertaron de golpe. Eminentemente prác-
tica y poéticamente íntegra, su visión no tenía que ver con nin-
gún ideal caprichoso, sino con la vida cotidiana, algo no nece-
Durante todo el mes de marzo, Krishnamurti se reunió las sariamente fácil, aunque muy claro y sencillo de ver.
mañanas de los sábados con el personal de la escuela en Pine -El arte de vivir -comenzó Krishnamurti- es el más impor-
Cottage a las once en punto para hablar de cuestiones relacio- tante de todos, más importante que escribir un poema, más im-
portante que componer una sinfonía, más importante que todos
los templos y que todas las iglesias -y, tras una pausa, prosi-
guió-, y se trata de un arte que nadie puede enseñar.
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El florecimiento de la bondad Paz en la Tierra

Finalmente aclaró que el arte de vivir significa no tener mie- Krishnamurti se quedó perplejo e intrigado, y cogió los pa-
do ni pesar y vivir sin conflicto ni problema, y que va de la peles para estudiarlos más detenidamente.
mano del arte de morir. -¿Son todas preguntas del tipo verdadero o falso o también
las hay de elección múltiple? -bromeó entonces una de las pre-
sentes.
Todos los comensales, incluido Krishnamurti, rompimos a
El lunes, 25 de marzo, sólo fuimos seis comensales, entre reír, y cuando las risas se calmaron el director replicó:
ellos un invitado de la India que, desde hacía más de treinta años, -Hay preguntas de tipo verdadero o falso y también las hay
era amigo de Krishnamurti. Ese día disfrutamos de una comida de elección múltiple, pero en la mayor parte de los casos el
de arroz silvestre, lentejas griegas, brécol al vapor y salsa de acei- alumno debe elaborar la respuesta.
tunas y alcaparras, seguidos por crema de caqui, en un clima Krishnamurti echó un vistazo muy atento a los papeles y,
de amistad y sinceridad. Krishnamurti departía animadamente mientras los colocaba en la mesa junto a su plato, dijo con una
con su viejo amigo sobre la tradición del gurú y el concepto bu- sonrisa de aprobación:
dista de bodhisattva y, aunque nunca llegó a afirmar sin ambi- -Me parecen muy interesantes; sí, realmente me parecen
güedades la existencia o no existencia de estos seres, estaba cla- preguntas muy interesantes -y luego agregó irónicamente-:
ramente fascinado por el tema. Durante los diálogos públicos y Me pregunto si yo pasaría la prueba.
las conversaciones privadas a veces hablaba de los bodhisattvas Entonces todos estallamos a reír a carcajada suelta, partién-
y de los seres iluminados, y también respondía preguntas acerca donos de risa, y el comentario del director no hizo más que in-
de los llamados maestros de la teosofía, pero únicamente lo hacía tensificar el jolgorio:
para descartar o explicar, no para confirmar o negar el concepto. -Por supuesto, señor. Estoy seguro de que usted aprobaría
Él era muy sensible a todas esas cuestiones y no le gustaba que con sobresaliente.
se difundieran conversaciones tan proclives, por una parte, a verse
tergiversadas y tan ajenas, por la otra, a su enseñanza.

A comienzos del mes de abril, la temperatura volvió a subir.


El lunes, 1 de abril, nos reunimos doce personas a almorzar, to-
A finales del mes de abril almorzó con nosotros el director de dos (con una sola excepción) antiguos miembros de la escuela
desarrollo, que acababa de regresar de una gira por varios ins- y de la Fundación. Había preparado una ensalada marinada de
titutos y universidades de la costa Este; durante esa comida, tofu, ensalada de patatas y huevos, gazpacho, cuscús con verdu-
dijo a Krishnamurti que varias universidades acababan de incluir ras a la provenzal y bizcocho de chocolate y helado de postre.
sus enseñanzas en sus programas de estudios, algo que él acogió Casi desde el mismo comienzo, una tensión incómoda se
de manera comedida, pero no exenta de un inocente entusiasmo. instaló entre nosotros y provocó la súbita irrupción de senti-
-Éstos -dijo el director, pasándole unas hojas- son los cues- mientos ocultos de animosidad. La única persona "ajena" a no-
tionarios experimentales que deben responder los alumnos que sotros, un cocinero de Brockwood Park, se había maravillado
quieren asistir a su curso. por lo que suponía costosas exquisiteces que servíamos para

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El florecimiento de la bondad Paz en la Tierra

almorzar, y uno de los responsables me reprendió por preparar -Está bien, está bien, entonces buscaré otro lugar más segu-
comidas demasiado extravagantes, lo que se vio seguido por un ro -respondió Krishnamurti, riéndose. Luego pasó revista a va-
altercado entre uno de los responsables y un director. Yo estaba rias otras opciones que también acabó descartando y, finalmen-
consternado, no sólo por sentirme cuestionado, sino también te, dijo:
por aquel inesperado despliegue de resentimiento delante de
-¡Ah, ya lo tengo! El valle del Dordogne en Francia sería
Krishnamurti.
un buen lugar para vivir. No en vano el hombre prehistórico
Krishnamurti se dio cuenta del altercado, pero no se implicó, habitó en sus cavernas durante decenas de miles de años. He
sino que se mantuvo como un mero observador, sin decir visitado la región y puedo decirles que es muy hermosa y fértil,
nada. Finalmente, y sin llegar a la raíz de nuestra controver- y probablemente tan segura como la que más.
sia, nos calmamos y la conversación fue derivando hacia con-
flictos más remotos, como la situación de las superpotencias
y la amenaza de la guerra nuclear. Una persona dijo entonces:
«Es muy probable que, después de un hipotético conflicto nu- Tres días más tarde, el jueves, día de la luna llena de abril,
clear entre las dos grandes superpotencias, no queden muchos no hubo almuerzo puesto que, a primera hora de la mañana,
lugares en el planeta donde el ser humano pueda sobrevivir». Mary Z. tenía que viajar a Los Angeles y Krishnamurti iba a
Entonces iniciamos un juego de adivinanzas en el que todos quedarse en cama todo el día. En consecuencia cancelamos el
participamos diciendo dónde querríamos estar en el caso de que almuerzo, preparé algo de comida para Krishnamurti y se la
se desencadenara una guerra nuclear. Alguien sugirió que el lugar llevé a Pine Cottage.
más seguro sería Nueva Zelanda, otra persona habló de Suda- El día era caluroso y resplandeciente, y la luz del Sol se re-
mérica y una mujer preguntó, dirigiéndose a Krishnamurti: flejaba en los muros de ladrillo blanco de la casa. Llevando la
-¿Dónde querría estar usted en el caso de un desastre nu- bandeja en la mano derecha, atravesé los rosales, cuyas exube-
clear, Krishnaji?
rantes flores empezaban a languidecer al calor del Sol. Subí
-El valle de Ojai no me parece un mal lugar ¿no lo creen
lentamente la escalera de piedra de la puerta roja, sujetando los
ustedes así? -respondió con una sonrisa, después de ponderar
envases con la mano para que no chocaran entre sí. El día ante-
cuidadosamente su respuesta unos instantes-. Está protegido
por todas partes por montañas, y uno podría sentarse bajo un rior, Krishnamurti me había dicho: «Venga a eso de la una, se-
naranjo y vivir a base de frutas. ñor, y llame al timbre. Yo le abriré la puerta. La puerta estará
-¿Comiendo exclusivamente naranjas? -pregunté. -Pero el cerrada, puesto que no habrá nadie más en casa y no puedo oír
valle está muy cerca de Los Angeles -objetó la mujer-, que, si alguien entra».
obviamente, sería uno de los primeros blancos de un ataque Pulsé cuidadosamente el botón y escuché a lo lejos el ruido
enemigo y se vería también afectado por la radiación nuclear. metálico del timbre. Pasaron varios segundos esperando a que
-Y la base aérea de Vandenburg probablemente fuera tam- Krishnamurti me abriese, pero no oí el menor ruido, sino tan
bién otro de los blancos de algún misil intercontinental -apun- sólo el zumbido de multitud de insectos al calor del día. Co-
tó el director. menzaba a preguntarme si Krishnamurti habría oído el timbre
y estaba a punto de llamar de nuevo, cuando la puerta se abrió
suavemente y apareció él en escena.
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El florecimiento de la bondad
Paz en la Tierra
Para mí, Krishnamurti siempre fue una visión magnífica de
contemplar, pero bajo ciertas circunstancias, completamente Durante aquel breve encuentro, la amable resonancia de su
imprevistas, todavía resultaba más notable. Ésta era una de esas voz me transmitió una sensación indescriptible de ligereza.
extrañas ocasiones. Además, nos encontrábamos solos cara a Las inquietudes, ansiedades y demás preocupaciones munda-
cara. Él estaba vestido con una bata de baño de algodón de rizo nas habían quedado atrás, y mientras me dirigía hacia la puer-
blanca como la nieve que le llegaba hasta los pies, calzados con ta, escoltado por Krishnamurti, me pareció experimentar el
sandalias. De las anchas y ondulantes mangas sobresalían unas contorno inconsútil de una inmensidad desconocida. Lite-
manos delgadas y atezadas, y su cabeza estaba coronada por un ralmente nadando atravesé la puerta y, alejándome de su aco-
halo de cabello plateado remolineante. gedora presencia, bajo el brillo cegador del día, di media vuel-
La exuberancia de la luz me desbordó. Todo era intensa- ta, con un pie ya en el segundo escalón, para despedirme de
mente blanco y resplandeciente, la luz del Sol inundaba el inte- Krishnamurti. El seguía allí, radiante en la inmensa bata blanca,
rior de la casa reflejándose en las paredes, en las baldosas blan- fuerte aunque frágil y diminuto, con una mano en el pomo de
cas y en Krishnamurti, con el pelo blanco y vestido con una bata la puerta semiabierta y la otra colgando relajada. Me miraba
blanca. La imagen me golpeó como una escena onírica en la con una mirada que no parecía fijarse tanto en mi cuerpo
que todos los elementos acaban fundiéndose en un mismo mo- como en el espacio que me rodeaba. Estaba a punto de pro-
vimiento que teje y desteje formas y arabescos sobre un tras- nunciar unas palabras de gratitud cuando escuché su voz, reci-
fondo común. Entonces Krishnamurti dio un paso hacia ade- tando una frase en un lenguaje extraño que no pude identificar
lante destacándose de aquel resplandeciente trasfondo, como ni entender. Había una resonancia digna y solemne en sus pa-
un alquimista medieval que hubiese alcanzado lo supremo, no labras, realzadas por su peculiar acento. Inclinando hacia atrás
sólo transmutar el plomo y otros metales inferiores en oro, sino su cabeza y entrecerrando los párpados, pronunció las palabras
fundir y transmutar todas las cosas y todos los seres en sí mis- como un mantra mágico, lleno de profundidad sonora. Luego
mo y, a través de él, en la vacuidad más adamantina. abrió totalmente los ojos y me miró directamente, y estoy se-
-Hola, Michael -dijo, con una acogedora sonrisa. Estaba guro de que no pudo ver otra cosa más que mi estado de en-
radiante y sus ojos parecían resplandecer.
-Le he traído su almuerzo, Krishnaji -dije-. ¿Dónde quiere cantamiento.
que lo ponga? -Lo siento, señor -pregunté vacilante-, pero no le he enten-
-Déjelo sobre el mostrador de la cocina -respondió, siguién- dido. ¿Qué es lo que ha dicho?
dome mientras entraba en la cocina y colocaba la bandeja so- -Anna dathu sukhi bhava -repitió entonces de nuevo, con
bre el mostrador. Como solía hacer en tales ocasiones, le una frase rítmica con varias tensiones y consonantes sostenidas
presenté los distintos platos, nombrándolos y recitando sus que creaban una especie de zumbido vibrante. Traté de repetir
ingredientes. Él escuchó muy atentamente mi discurso culina- las palabras, pero no pude conseguirlo.
rio, preguntando uno o dos detalles. Luego me sujetó repenti- -¿Qué significa, Krishnaji? -pregunté.
namente del brazo en uno de sus gestos característicos y dijo: -Es un antiguo proverbio sánscrito que significa: «Pueda, el
-Gracias, señor. Yo mismo lo pasaré al dormitorio en otra que proporciona el alimento, alcanzar la felicidad».
bandeja.
-Muchas gracias, señor -dije, con una inesperada alegría
378 que brotaba de mi interior como si me hubiese ofrecido el más
precioso de los regalos.

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El florecimiento de la bondad
Paz en la Tierra
Luego cruzamos una resplandeciente sonrisa y volví saltan-
do de alegría por todo el naranjal hasta llegar a la cocina de las sedes del poder. No fue un buen comienzo, porque el siste-
Arya Vihara. ma de altavoces no estaba bien ajustado, pero una vez puesto a
punto, Krishnamurti emprendió uno de los resúmenes más con-
cisos y cautivadores de su enseñanza que jamás había escucha-
do. Habló muy seriamente, muy erguido, casi inmóvil en su silla
Tres días más tarde, Krishnamurti y Mary Z. partieron a pri- y con gran economía de gestos, acerca de la condición huma-
mera hora de la mañana del sábado con destino al aeropuerto na, el conflicto, el sufrimiento, la paz, la investigación, la belle-
para tomar el vuelo que debía llevarles a Nueva York donde, el za, el miedo, el tiempo y el pensamiento.
11 de abril, tenía que pronunciar una charla en las Naciones A las once de la mañana del día siguiente, Krishnamurti
Unidas. El fin de semana del 20 y 21 de abril también iba a im- reanudó ante su auditorio su viaje por la conciencia humana.
partir dos charlas en el Kennedy Center de Washington D.C., Tan serio como el día anterior, empezó examinando el papel
para regresar a Ojai el lunes siguiente. Así pues, estaría fuera fundamental que desempeña el placer en nuestras vidas. En un
un par de semanas. determinado momento dijo:
Mi colega de Brockwood Park y yo aprovechamos esta opor- -Nos aterra mirarnos a nosotros mismos. Como decíamos,
tunidad para viajar en coche por autopista a Big Sur y San Fran- sólo podemos vernos de manera clara, exacta y precisa en nues-
cisco, donde pasamos una semana. Después de volver de aquel tra relación con los demás; ése es el único espejo del que real-
viaje cogí un avión en LAX para asistir a las charlas de Washing- mente disponemos. Cuando uno se mira a sí mismo, mientras
ton D.C. Era mi primera visita a la capital de la nación y me que- se peina, mientras se afeita, o lo que fuere, lo único que ve es
dé profundamente impresionado, no sólo por la extraordinaria su rostro...
concentración de poder, sino también por las grandes coleccio-
nes de arte que se atesoraban allí y por el diseño arquitectónico Súbitamente y, por algún motivo que no quedó inmediata-
de la ciudad. mente claro, rió y dijo: «Lo siento». Luego hubo un breve in-
tervalo de silencio en el que trató de recuperar la compostura,
Lo que más me impresionó, no obstante, fue ver a Krishna- pero una parte de la audiencia había empezado a reírse disimu-
murti pronunciando una charla en el renombrado Center for ladamente ante la imagen de mirarse como uno lo hace en el
the Performing Arts a las dos y inedia de la tarde del sábado. espejo del cuarto de baño.
Estaba vestido con un traje oscuro con doble hilera de botones,
-Usted se mira en el espejo... -prosiguió, pero de nuevo se
una corbata de color burdeos y un pequeño pañuelo blanco so-
vio asediado por la hilarante imagen que había evocado-. Lo
bresaliendo del bolsillo superior de la americana, sentado en
una sencilla silla situada en un enorme escenario débilmente siento -repitió |de nuevo con ojos risueños, despertando todavía
iluminado. Enfrente tenía un micrófono y él llevaba otro sujeto más las risas ¿le la audiencia en respuesta a aquel repentino
a la solapa. Pero el contraste más sorprendente fue el de aquel ataque de risa que tanto contrastaba con su anterior gravedad.
hombre solo en medio de un amplio escenario vacío frente a Después de recuperar la compostura, estaba a punto de pro-
una audiencia cosmopolita expectante de unas tres mil perso- seguir cuando se vio asediado por un nuevo ataque de risa. Sa-
nas, que se habían congregado en un teatro ubicado en una de cudiendo la cabeza con exasperación ante la incapacidad de
soslayar aquel impulso, se entregó a las oleadas de la risa
que, a estas alturas, se habían contagiado ya a toda la audien-
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El florecimiento de la bondad Paz en la Tierra

cia. Tras reírse sin cortapisas durante unos instantes, esbozó -Imagínese, ¡ese hombre ha tardado cuarenta años en llegar
otra disculpa: «Lo siento». a esa conclusión! Y ésas son las personas que dirigen la organi-
Pero sus palabras se vieron otra vez tragadas por un ataque zación...
de risa generalizado. La situación continuó así un minuto o -A Krishnamurti -dijo Mary Z., riendo- le entregaron una
dos, mientras él contemplaba los rostros alegres que se halla- medalla de la paz, pero la olvidó sobre el mantel, y uno de los
ban ante él con una clara expresión de gozo. organizadores tuvo que venir corriendo a entregársela.
-Me alegro de que compartan mi sentir-dijo cuando acaba- Todos nos reímos de aquella situación poco corrientes, y
ron las risas, rascándose la mejilla con un dedo. Krishnamurti se unió de buena gana a nuestras risas.
Finalmente recuperó la compostura y prosiguió diciendo: -Bien, señor-preguntó entonces el director, más seriamen-
«El espejo de la relación refleja exactamente lo que usted es». te-: ¿Qué haría si le nominasen para el premio Nobel? ¿Lo
Aunque podría no haber sido más que un ataque contagioso aceptaría?
de risa, este episodio ponía claramente de relieve el buen hu- -¿Cómo podría aceptarlo? -replicó Krishnamurti, con un
mor que fluía espontáneamente de Krishnamurti. Luego siguió gesto de sorpresa en el rostro-. ¿Cómo podría aceptar ese tipo
con su conversación adentrándose en el orden y el desorden, el de galardón?, ¿un galardón por qué? Hace muchos años que
aprendizaje, el sufrimiento, el amor y la muerte, la religión y lo los políticos se otorgan unos a otros el premio Nobel de la Paz,
sagrado y la meditación. Resultó muy conmovedor que, al fi- pero el mundo sigue sin tener paz. Eso no es más que una
nalizar esta extraordinaria charla, una niña subiera al escenario farsa, una especie de juego al que les gusta jugar. No, señor,
con un ramo de flores y se lo entregase a Krishnamurti, que se cuando uno hace lo que tiene que hacer, no acepta premio ni
inclinó para recogerlo. recompensa alguna por ello. La acción correcta es un fin en sí
misma.
De repente todos empezamos a hablar animadamente al
mismo tiempo, ponderando los pros y los contras del premio
Dos días después estábamos de nuevo en Ojai, compartien- Nobel como si se tratara de una verdadera posibilidad, pero
do el almuerzo en A.V., y puesto que cinco de los ocho presen- Krishnamurti permaneció distante y completamente desintere-
tes no habían estado en la costa Este, Krishnamurti, Mary Z. y sado de cualquier premio potencial o de hecho.
yo empezamos a hablarles de los acontecimientos que habían
sucedido en Washington D.C.
-¿Cómo fue su charla en las Naciones Unidas, señor? -
pregunté, interesándome por los días que pasó en Nueva York.
-Hablé en la Pacem-in-Terris Society -replicó-, pero real-
mente me pregunto si alguno de los delegados de las Naciones
Unidas cree realmente en la paz. Un hombre se nos acercó des-
pués de la charla diciendo:
-Llevo cuarenta años en las Naciones Unidas y, después de
escucharle, he llegado a la conclusión de que la guerra es un error.

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Capítulo 22 UN
C I E N T Í F I C O DE LO I N T E R N O

Entrantes
Ensalada verde aderezada
con vinagreta o queso azul.
Ensalada de tofu marinado con zanahoria
rallada, apio en cubitos, perejil y jengibre.
Ensalada de patata y huevos aderezada
con pepinillos cortados en cubitos
y encurtidos en eneldo.

Primer plato
Gazpacho: sopa fría de tomate,
pepino y cilantro.
Cuscús con perejil, pasas y almendras.
Verduras a la provenzal:
sofrito de calabacines, champiñones
y pimientos rojos, verdes y amarillos
en su jugo.

Postre
Bizcocho de chocolate y nueces
_con helado de vainilla.
Fruta fresca del tiempo.
A finales del mes de abril, el señor Grohe, el hombre de ne-
gocios suizo jubilado, vino provisionalmente a vivir a Arya
Vihara con su futura esposa rumana, mientras le arreglaban la
casa que acababa de comprar en Ojai, de modo que durante
aquel tiempo se sumaron a nuestras comidas.
Como era habitual, durante los últimos días del mes de abril
fueron varios los amigos de Krishnamurti que acudieron a nues-
tros almuerzos, y entre ellos se hallaba Ronald Eyre, un pro-
ductor de televisión y de teatro británicos que, en junio de 1984,
había grabado en Brockwood Park un vídeo de un diálogo con
él sobre el juego. Era una persona muy expansiva y elocuente y
que parecía disfrutar de la risa, de modo que, para deleite de to-
dos, no tardaron en intercambiar chistes. Otro de los invitados
habituales fue Sydney Field, cónsul de Costa Rica en Los Ánge-
les y guionista de Hollywood -buen amigo de Krishnamurti, al
que había conocido sesenta años atrás-, que solía almorzar con
nosotros varias veces al año. Sydney era una persona muy afec-
tuosa y modesta, tenía una voz muy suave y una mente muy in-
quisitiva. Un tercer invitado fue el doctor Ravi Ravindra, pro-
fesor de religión, física y filosofía, nacido en la India y residente
y profesor en Nueva Escocia (Canadá). En los últimos años, Ravi
Ravindra había visitado a Krishnamurti en un par o tres de oca-
siones, y habían llegado a establecer una relación muy cordial.
No resulta nada sencillo describir a Krishnamurti ni calificar
su enseñanza. Durante los tempranos días de la teosofía, Krish-
namurti había sido aclamado de maneras muy diferentes, como
el Mesías, el Maestro del Mundo, el nuevo Cristo, un ser hu-

387
El florecimiento de la bondad
Un científico de lo interno
mano iluminado semejante al Buda y el vehículo del Señor Mai-
treya, pero, después de negarse a asumir el papel que se le ha-
bía asignado, se le consideró un revolucionario, un rebelde es-
piritual y un iconoclasta. Más recientemente también había sido Durante el almuerzo del jueves 2 de mayo, Krishnamurti y
calificado de modos muy diversos, como un maestro espiritual, Ravi Ravindra mantuvieron una conversación muy distendida
un educador, un psicólogo, un místico y un filósofo de la religión. y detallada, puntuada por amables risas, sobre la mente cientí-
Pero debo señalar que lo que dificultaba tanto su clasificación fica y su método de observación y análisis desinteresado.
convencional no era tan sólo su forma holística de abordar la -Señor-dijo Krishnamurti con toda seriedad, cogiendo sua-
vida, como su misma enseñanza, que trascendía toda especiali- vemente el brazo de Ravi-, usted conoce el método científico,
zación y toda limitación académica. un método que se basa en el escepticismo, la duda, el cuestiona-
Yo solía pensar en él como un filósofo en el verdadero sentido miento y la imparcialidad, ¿no es así?
del término. Él mismo, en varias ocasiones, había definido la -Así es, Krishnaji -respondió Ravi-, y probablemente se
filosofía como «el amor a la verdad» o «el amor a la vida». asemeja mucho al modo objetivo c imparcial que usted emplea
Krishnamurti, que no era un purista de las palabras, coincidía en su investigación.
con nuestra acepción más literal del término como "amigo y -Muy bien, señor, hasta ahora coincidimos plenamente.
amante de la sabiduría", pero curiosamente insistía en que nunca Pero ¿por qué la mayoría de los científicos no aplica a su vida
había leído libros de filosofía y que tampoco tenía el menor cotidiana los mismos criterios de racionalidad y desinterés
interés en las escrituras sagradas de las religiones. El negaba con que llevan a cabo sus investigaciones... ya sabe, esa au-
que fuera posible fijar la verdad en algún libro, lo que, obvia- sencia de interés personal? ¿Me sigue usted? Incluso ¿por qué
mente, incluía también los libros publicados en su nombre. En no tienen en cuenta las posibles consecuencias de su trabajo,
cierta ocasión había dicho a sus colaboradores más próximos que bien puede acabar al servicio de intereses muy destructi-
que: «Las enseñanzas de K son una cosa viva, pero mucho me vos? -dijo, haciendo una pausa para permitir que el otro res-
temo que los libros no lo sean. Ningún libro lo es». pondiera.
Krishnamurti acababa de ver un programa de televisión sobre El profesor pareció dudar sobre si explicar o defender el di-
Aristóteles y Platón que mostraba su indagación y posterior lema moral en que se encuentran los científicos. Las preguntas
formulación de diversos conceptos filosóficos (como los de be- que Krishnamurti solía formular eran descripciones de los he-
lleza, justicia, virtud, libertad y felicidad), y el poderoso impacto chos y, por tanto, no tenían una respuesta inmediata, sino que
que su pensamiento ha ejercido, a través de los siglos, en la ponían de relieve, en el caso de que uno no se apresurase a dar
mayoría de las culturas actuales. Aquel programa reavivó si- una respuesta y las ponderase cuidadosamente en silencio, un
multáneamente su fascinación por Aristóteles y su actitud crítica significado mucho más profundo.
respecto al hecho de convertir a Aristóteles -o a cualquier otro- -Krishnaji -contestó afectuosamente Ravi, soslayando la
en una autoridad espiritual. El estilo de diálogo de Krishnamurti, pregunta con una abierta sonrisa-, es usted realmente un cien-
que partía del no saber y se basaba en el cuestiona-miento tífico de lo interno.
constante, solía recordarme el método empleado por Sócrates en Fue un comentario despojado de toda adulación y, aunque
el ágora ateniense hace ya un par de milenios. Krishnamurti no respondió directamente, la descripción pare-
ció agradarle.
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El florecimiento de la bondad Un científico de lo interno

Durante el almuerzo del día siguiente, Krishnamurti pre- ridades espirituales organizadas y, al mismo tiempo, sin em-
guntó a Ravi, que se alojaba en Arya Vihara: bargo, contemplaba con afecto algunas de las dimensiones ori-
-Señor, usted ha estudiado a los antiguos filósofos griegos ginales de las religiones del mundo. Con cierta frecuencia ex-
y conoce la obra de Aristóteles. ¿Cree usted que él tuvo alguna presaba su profundo respeto por la figura del Buda, y alguna
percepción directa? -un término al que él atribuía un significa- que otra vez podía escuchársele ensalzar las virtudes de lo que
do muy especial y con el que se refería a la comprensión ab- él denominaba la tradición brahmánica "original".
solutamente clara e instantánea de la actividad humana total. -Señor-le dijo a Ravi-, el otro día estaba viajando en avión
-La verdad es que no lo sé. Tal vez sí, tal vez tuviera algún en primera clase y al otro lado del pasillo había un anciano
tipo de percepción directa -respondió Ravi, que tenía una men- muy educado, aparentemente rico y ataviado con ropas muy
te muy rápida y brillante y un agudo sentido del humor, con elegantes que me dijo que era de un país musulmán. A la hora
una sonrisa. de comer, la azafata trajo mi bandeja, y cuando el caballero se
La conversación discurrió con gran humor y afecto, hablan- dio cuenta de que era comida vegetariana, me preguntó al res-
do de Platón, santo Tomás de Aquino, Kant, Einstein, Bohm y pecto. Entonces le hablé de la auténtica tradición brahmánica,
otros, y era obvio que Krishnamurti estaba disfrutando sobera- la tradición brahmánica original que, como usted bien sabe, es
namente. Ravi contó entonces un chiste y, para deleite de to- muy austera y muy estricta, y ha insistido de manera inflexible
dos, Krishnamurti, todavía riendo, respondió del mismo modo: -ya sabe lo pesados que pueden llegar a ponerse- en la necesi-
-El otro día me contaron el siguiente chiste. Dos amigos dad de no comer carne, de no beber alcohol, de mantener una
mueren y van al Cielo. Cuando descubren que tienen alas y limpieza inmaculada, etcétera. Krishamurti hizo una mueca
aureolas y están por encima de las nubes, uno le dice al otro: graciosa, dando a entender que él también consideraba muy
«¿Por qué si estamos muertos y en el Cielo me siento tan positivamente la limpieza, la higiene y las condiciones sanita-
mal?». rias, aunque no admitía formalidades tan extremas de la con-
Cuando las risas se calmaron, Ravi mencionó a dos conoci- ducta brahmánica que prohiben a un brahmín tocar a una per-
dos maestros indios del pasado, Nagarjuna y Patanjali, y dijo sona de una casta inferior y hasta tocar un objeto que hubiera
que jamás había existido nada a lo que podamos denominar sido tocado por un no brahmín. Obviamente, tampoco practi-
una escuela india de filosofía, en el estricto sentido académico caba ninguna de las abluciones y purificaciones rituales que
y occidental del término. suelen realizar los brahmines ortodoxos.
-Olvide, por un momento -respondió entonces Krishna- »Entonces le describí -prosiguió-lo que realmente se en-
murti-, todas las cuestiones académicas. ¿Qué es la filosofía? cuentra más allá de las palabras vacías y de la tradición muerta,
La filosofía es una cosa viva que no tiene nada que ver con el es decir, lo que fundamenta esa forma de vida, esa austeridad,
amor a los libros, sino con el amor a la verdad y a la vida. esa exigencia de pureza, su esencia viva, real -dijo, cerrando el
Ravi admitió amablemente la sugerencia de Krishnamurti puño con énfasis y con un rostro que reflejaba una pasión muy
de alejarse de la perspectiva académica y la conversación fluyó intensa que pareció llenar súbitamente la habitación.
entonces hacia la tradición brahmánica. Krishnamurti rechaza- »Mi interlocutor se interesó mucho por todo lo que le decía,
ba abiertamente todas las creencias, todos los cultos, todas las hasta el punto de preguntar a la azafata si podría cambiar su co-
religiones, todas las filosofías, todos los gurús y todas las auto- mida por una vegetariana».

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El florecimiento de la bondad Un científico de lo interno

Todos nos quedamos muy impresionados por este relato, y Bhagavad Gita, el capítulo al que Ravi estaba refiriéndose y
tras una breve pausa, Krishnamurti prosiguió en un tono casi que, en muchas ocasiones, se presenta como un libro separado
confidencial: al que muchos hindúes consideran como un libro sagrado. Aho-
-Pero en la actualidad apenas si es posible encontrar -tanto ra, pasando rápidamente de la teoría de las escrituras a la reali-
en la India como en cualquier otro lugar- rastro alguno de esa dad, respondió:
tradición original y verdaderamente brahmánica, de esa -¿Pero por qué hay que matar, señor, por qué hay que ma-
tradición no corrompida por nada, ¿sabe usted? ¿Quién vive tar? Nadie ha respondido jamás adecuadamente a esta pre-
hoy en día de ese modo? Todo eso -concluyó- ya ha desapa- gunta. Siempre se individualiza y condena una determinada
recido. forma -nuclear, animales de laboratorio, etcétera-, ¿me entien-
Tras otra pausa dramática con la que tal vez quisiera confir- de? Jamás formulan la pregunta total y siempre insisten en que
mar ese estilo de vida a través de su persona y de su forma de lo hacen por el bien nacional, etcétera. Y usted conoce bien la
vivir exclamó, de modo rotundo y con expresión de dicha: ligereza con la que mienten los líderes. Aun el mismo Gandhi
-¡La fuerza y la belleza que hay en ello! ¡Piense en todo -al que conocí personalmente-, con toda su no violencia, obli-
eso, señor! gaba a los demás a obedecer sus deseos y demandas a través
-¿Pero cómo ocurrió, Krishnaji? ¿Por qué se extinguió el del ayuno. ¡Eso no tiene nada que ver con la no violencia! O
estilo de vida brahmánico original? -preguntó Ravi, tras un piense en eso, señor -prosiguió, dirigiéndose directamente a
breve intervalo de silencio. Ravi-, Gandhi solía acostarse -es decir, dormir- con una jo-
-Usted sabe cómo ocurren esas cosas -respondió Krishna- vencita, creo que su sobrina, y hablaba de no experimentar ningún
murti, con aspecto un tanto sorprendido-, señor, cuando aca- tipo de deseo sexual, ya sabe, de no excitarse, de permanecer
ban organizándose e institucionalizándose, cuando aparecen lí- célibe. ¿Puede usted imaginar lo que debe suceder en el inte-
deres y seguidores, y aquéllos acaban seduciendo y explotando
rior de un hombre así?
a éstos. Esa es, precisamente, la semilla de la violencia, porque
-¿Pero por qué hacía eso? -pregunté, sorprendido al cono-
el interés personal es el comienzo de la violencia, y la obedien-
cer la extraña conducta del héroe nacional indio.
cia es violencia.
-Lo hacía como un modo de probarse a sí mismo, de verifi-
Ravi mencionó entonces el conocido episodio del Maha-
car la fuerza de su ascetismo, pero lo cierto es que esa conduc-
bharata, la narración épica india que describe el diálogo entre
ta no mostraba el menor respeto por la chica, es decir, por lo
Krishna, el conductor del carro divino, y Arjuna, el príncipe
guerrero, cuando se alinean, dispuestos a la batalla final, en los que ella pudiera sentir...
dos bandos opuestos. Ravi dirigió entonces la atención hacia la cuestión del maes-
-Krishna le dice que el deber del guerrero, es decir, su ac- tro y del discípulo, del gurú y del discípulo, y preguntó a Krish-
ción correcta, consiste en luchar por su causa, aunque ello im- namurti por qué negaba el valor de aquella relación:
plique matar. Porque la vida y la muerte son una -aclaró el eru- -En cierto sentido, Krishnaji -señaló-, todos nosotros so-
dito. mos sus discípulos. Le escuchamos, aprendemos de usted y us-
Durante las charlas públicas en la India, Krishnamurti solía ted nos enseña. Considere, por ejemplo, el caso de Michael -
decir que no había leído ningún libro sagrado, ni siquiera la dijo, señalándome-. Él está completamente entregado a usted
y cualquiera le consideraría como su discípulo.

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El florecimiento de la bondad Un científico de lo interno

Al escuchar mi nombre y la posibilidad de que me conside- especial predilección por los buenos coches, y su favorito era el
rasen como el discípulo de Krishnamurti, sentí una brusca Mercedes. Yo aproveché aquella ocasión para preguntarle:
irrupción emocional que me confundió completamente. Por -Krishnaji, ¿por qué no usa usted nunca un Rolls Royce o
una parte -debido al carácter solemne y tradicional del que es- un Bentley, que tienen fama de ser los coches más exquisitos?
taba imbuida-, la idea de ser su discípulo me resultaba atra- ¿Por qué prefiere usted el Mercedes?
yente, aunque no sabía bien cómo reconciliarla con el hecho de -El Rolls Royce es un coche demasiado pretencioso, dema-
ser su amigo. (¿Era posible ser discípulo y simultáneamente siado ostentoso, el Mercedes me parece más discreto y tiene
amigo de alguien?) Por otra parte, me resultaba evidente la una mejor ingeniería. No hay que olvidar que fueron los pri-
contradicción existente en el discipulado, el viejo truco de po- meros en fabricar coches, de modo que deben ser buenos.
der y del conocimiento. Mientras hablábamos de las últimas innovaciones en el cam-
-¡ Ah, no, señor! -rió entonces Krishnamurti, señalando con po de la automoción, alguien sacó un catálogo de los modelos
su dedo hacia Ravi-. Ése es el viejo juego del "yo sé" y "tú no Mercedes de 1985. Todos echamos entonces un vistazo rápido
sabes" de la iniciación, de la transmisión del conocimiento se- al catálogo, admirando la elegancia de sus líneas y sorprendién-
creto y de todos esos despropósitos a que nos tienen acostumbra- donos de su elevado precio. A Krishnamurti le gustaba el as-
dos las tradiciones. Nosotros hablamos de algo completamente pecto y los detalles del modelo 500 SEL cupé y, mirando la lis-
diferente, señor. Nosotros avanzamos juntos, exploramos jun- ta de precios, preguntó:
tos, descubrimos juntos y aprendemos juntos; ¿qué otro senti- -¿Cuánto costaría este coche si lo comprásemos aquí? -¿Cómo
do podría tener todo esto? Si no lo hiciéramos así, volveríamos podríamos enterarnos? -preguntó Erna, dirigiéndose hacia mí.
a los métodos, los sistemas y todos los absurdos que, durante Entonces recordé que el concesionario Mercedes más pró-
miles de años, se han llevado a cabo en nombre de la religión. ximo estaba en Santa Bárbara, así que salté de mi asiento dicien-
Y usted ya sabe cuál ha sido el resultado de todo eso: conflicto, do: «Ahora mismo voy a informarme, señor», y tras una breve
sufrimiento y guerra sin fin. llamada telefónica nos enteramos de que el precio en Estados
No seguimos mucho tiempo más con este tema porque Ravi Unidos era de 58.000 dólares. Bastó con una simple resta para
debía partir con destino al aeropuerto para tomar un vuelo ha- darnos cuenta de que, comprando el coche en Alemania y envián-
cia Canadá, de modo que nos agradeció con afecto nuestra hos- dolo a Estados Unidos, la diferencia era de casi 10.000. Krishna-
pitalidad y se despidió de nosotros. murti se quedó impresionado, pero no pareció dispuesto a dar el
paso, porque ya disponía en el garaje, para su propio uso perso-
nal, de un cupé deportivo 450 SLC verde oscuro en perfecto esta-
do, de menos de diez años y con poco más de 20.000 kilómetros.
El sábado 4 de mayo, noche de luna llena, fuimos ocho a al-
morzar, incluyendo a los Grohe, que se acababan de casar. La
conversación de sobremesa giró en torno a los coches. A Krish-
namurti le gustaba la excelencia en todos los ámbitos, le gusta- Dos días más tarde, mientras estábamos retirando la mesa
ban las buenas ropas, los buenos relojes y otros artículos manu- después del almuerzo, Krishnamurti me dijo en un aparte:
facturados de carácter práctico en la vida cotidiana. Tenía una
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El florecimiento de la bondad
Un científico de lo interno

-¿Podría usted hacerme un favor, Michael? -Por supuesto,


-Pero hoy en día -dijo- también ocurren cosas terribles.
señor. -¿Conoce usted al escritor Leon Uris? Entonces
Hoy en día siguen existiendo campos de concentración. Los
supuse que iba a decirme que íbamos a recibir su visita, pero
alemanes no son los únicos en haber provocado un Holocausto
cuando me di cuenta de que sólo estaba preguntándome si
porque, como ustedes saben, en la actualidad hay holocaustos
había oído hablar de él, respondí:
-Claro que sí. Es el autor de Éxodo y de varias otras novelas. - similares en Camboya, África, Rusia y China. Es cierto que
Así es, señor-dijo, tomándome amablemente del brazo con una los alemanes exterminaron a seis millones de judíos, pero tam-
sensación de apasionada urgencia-. ¿Podría, la próxima vez bién lo es que actualmente se sigue torturando y asesinando,
que vaya al pueblo -y sin hacer, para ello, un viaje extra-, ante nuestra indiferencia, a millones de personas en nombre de
comprarme alguna de sus novelas? Me gustaría leer Topaz. La cuestiones ideológicas. Tampoco deben ustedes olvidar su pro-
señora Zimbalist está muy atareada con la correspondencia y no pio holocausto que acabó con la exterminación de los pieles
quisiera darle más trabajo. Ella le pasará el dinero. rojas. ¡Afronten eso, señores!
-Esta misma tarde debo ir a hacer algunas compras, de modo La conversación derivó entonces hacia los conflictos que
que buscaré alguno de sus libros. por aquel entonces asolaban el mundo: Irán e Iraq, Irlanda del
-Muchas gracias, señor-dijo, abandonando la cocina a tra- Norte y el Líbano. Entonces hubo quienes criticaron al Gobier-
vés de la puerta del patio. no israelí por la política represiva con que trataba al pueblo pa-
Aquella tarde fui al pueblo y, aparte de otros recados, com- lestino. Pero Krishnamurti, como solía hacer, defendió incon-
pré un par de novelas de Leon Uris en la librería de la galería dicionalmente a Israel y respondió:
comercial. -No, señor. ¿Qué puede hacer Israel? Se encuentra entre la
espada y la pared. Está rodeada de lobos y de espaldas al mar.
¿Qué es lo que tiene que hacer? No tiene más alternativa que
defenderse. No, por favor, deben ustedes ver toda la situación
A mitad de semana y antes de que dieran comienzo las char- completa.
las, tuvimos un almuerzo al que sólo acudimos siete comensales.
Ese día hablamos de Hitler, Mussolini y Stalin, y de sus regíme-
nes totalitarios, culpables de muchos y muy terribles crimines
contra la humanidad. Alguien dijo entonces: Las charlas de Ojai de 1985 empezaron el sábado 12 de
-El peor crimen de la historia de la humanidad debe haber mayo, nonagésimo cumpleaños de Krishnamurti y, como yo
sido el Holocausto, en el que miles de judíos y otras personas solía hacer en estas ocasiones, empecé a preparar el almuerzo
inocentes se vieron sistemáticamente exterminadas en los cam- temprano con el fin de que todo estuviera listo a las once en pun-
pos de concentración de la Alemania nazi. to y poder así ir en coche hasta Oak Grove, situado unos doce
Krishnamurti rara vez estaba dispuesto a convertir a alguien kilómetros al Oeste de Arya Vihara, y asistir a la charla que co-
en un chivo expiatorio, porque estaba asentado en el momento menzaría a las once y media y que solía durar entre sesenta y
presente y, en consecuencia, tenía una visión global de las cosas. noventa minutos. Cuando la charla acabó, me apresuré a regre-
sar para poder servir el almuerzo a tiempo entre la una y media
y las dos.
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El florecimiento de la bondad Un científico de lo interno

Krishnamurti no celebraba sus cumpleaños. Nunca lo men- jueves, él dejó a un lado todas las preguntas escritas que se habían
cionaba y tampoco le gustaba que le felicitasen. Así que, poco formulado y comenzó a relacionarse directamente con la audiencia,
antes de salir hacia Oak Grove, corté una magnífica y fragante rosa preguntándoles de qué querían hablar realmente. En una de
roja y la coloqué en un florero frente al lugar que ocupaba en la aquellas sesiones, dijo:
mesa. -Usen a K como un espejo para verse a sí mismos. El espejo, la
Era un día extraño, frío, nublado y grisáceo. Cuando llegué, no persona, no es lo importante. Lo que él dice tal vez refleje lo que
pude localizar el asiento que me habían reservado en medio de los ustedes son.
miles de asistentes y, finalmente, me senté en uno de los extremos, Después de la sesión, catorce de nosotros, incluyendo al mismo
donde había mucho ir y venir de gente. El hombre que estaba a mi Krishnamurti, fuimos a comer al cercano Ranch House Restaurant,
lado no dejaba de moverse y de hablar a solas, y un par de lo que para mí supuso una bocanada de aire fresco.
helicópteros del ejército daban vueltas ruidosamente sobre nuestras El sábado 18 el clima había cambiado por completo. Era un día
cabezas, de modo que tuve ciertas dificultades para seguir lo que soleado y claro, y tan luminoso que los detalles más pequeños de
decía Krishnamurti. Pero lo cierto es que fue una charla muy las colinas circundantes parecían exhibir toda su prístina belleza.
intensa, salpicada de afirmaciones paradójicas que subrayaban un Krishnamurti comenzó diciendo:
determinado punto. -¿No les parece una mañana muy hermosa? Espero que estén
-No escuche al orador -dijo-, escúchese a sí mismo. disfrutando de ella.
-Todas las religiones del mundo -subrayó luego irónicamente- Luego pasó a hablar del yoga y de su comercialización, y
afirman ser revelaciones divinas salidas directamente de la boca de también habló del raja yoga, el rey de los yogas, que se ocupa de la
Dios. vida ética y que carece de sistema y de disciplina, y finalmente
El siguiente día amaneció mucho más despejado y apareció agregó, con un tono misterioso: «Y también existe un tipo de yoga
nuevamente el Sol, que acabó dispersando las nubes. En esta que no puede ser enseñado a nadie».
ocasión, Krishnamurti abordó la compleja cuestión de la cul- Luego hizo varias afirmaciones sorprendentes, que parecían
pabilidad, cómo se ve alimentada por el pensamiento y la memoria, contradecir la sabiduría convencional, como la de que «donde hay
su inutilidad y su destructividad, y el modo en que se relaciona con miedo, hay Dios», «el éxito es simple mediocridad», «la vanidad de
la sensación, el deseo y el miedo. Aquel día fuimos once a nuestra inteligencia cultivada» y que «debemos ser muy sinceros
almorzar, incluyendo a Pupul Jayakar, que nos habló largo y con nosotros mismos porque, de otro modo, no hay el menor
tendido de la biografía de Krishnamurti que estaba a punto de disfrute en ello». También repitió el chiste sobre los dos hombres
concluir. que van al Cielo que nos había contado unos días atrás en la mesa
durante el almuerzo, y entonces comentó la dimensión social del
humor diciendo:
-El humor es necesario. Es muy importante ser capaces de
Fue una semana muy ocupada, y en la que recibimos la visita de reírnos de un buen chiste, ser capaces de reírnos juntos, no cuando
muchos invitados procedentes de todo el mundo, que vinieron a estemos solos, sino juntos.
almorzar con Krishnamurti. Durante la segunda sesión de Más tarde habló del placer, el miedo y el deseo y dijo:
preguntas y respuestas que celebramos la mañana del -Fumarse un buen puro y degustar una buena comida.

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El florecimiento de la bondad Un científico de lo interno

Ésa fue la única vez que le oí hablar de fumarse un puro. porque, cuando las escuché, pude observar el hecho al que es-
Krishnamurti nunca dejó de asombrarme con una nueva vuelta taba refiriéndose. Luego siguió indagando en torno a la muerte
de tuerca, con un nuevo vislumbre, con algo anteriormente im- y el final, y entre risas nos relató la siguiente historia:
previsible. -Conocí a un hombre muy rico que había atesorado una in-
mensa cantidad de dinero y lo guardaba literalmente en un ar-
mario. Cuando estaba a punto de morir, le pidió a su hijo que
* abriese el armario para ver todos los diamantes, el oro y los bi-
Al día siguiente, domingo, 19 de mayo, se llevó a cabo la lletes que había acumulado. Estaba muriendo y era feliz con-
cuarta y última conversación. Nadie sabía entonces que aquélla templando su dinero.
sería su última charla en Oak Grove. En medio del canto de los Cuando los presentes empezaron a reírse, comentó triste-
pájaros y bajo la luz tamizada por los árboles, evocó de nuevo mente:
a los dos amigos que comparten sus problemas íntimos y pa- -Ya ven -dijo, entre las risas de los presentes-, nunca se dio
sean juntos indagando en las cuestiones relacionadas con la li- cuenta de que estaba a punto de morir -agregó, riéndose él
bertad, la continuidad y la muerte. Entonces afirmó con toda mismo-, porque el dinero le importaba mucho más que la
seriedad: «Puede que no haya otra certeza ni otra finalidad que muerte.
la muerte». Su tono se hizo mucho más vehemente cuando empezó a
Cuando alguien de la audiencia se rió de un comentario suyo hablar de la religión, a la que consideraba como algo muy dife-
acerca de la muerte, él le reconvino seriamente diciendo: rente de la práctica religiosa, los rituales y las plegarias con-
-No se rían, por favor. Esto es demasiado serio. Con ello no vencionales.
quiero decir que no debamos tener buen humor. Reírse es bue- -Lo que el hombre considera religión no tiene nada que ver
no, pero la risa también puede convertirse en una cortina de con la religión -dijo en este sentido.
humo para evitar afrontar los hechos. Debemos ser muy cons- Luego se adentró en el cerebro y la mente, la conciencia y
cientes de todo esto. Insisto en que con ello no quiero decir que la meditación y dijo con toda humildad:
no debamos tener buen humor -dijo al cabo de un momento, -El orador no sólo ha observado su insignificante cerebro,
aligerando el tono de su discurso-. Ríanse con todo su ser de sino el cerebro de toda la humanidad -y finalmente concluyó-:
los buenos chistes. Hay algo que está más allá del tiempo, cuando todo el tiempo
Y, en medio de las risas de la audiencia, agregó: «El orador se ha detenido. Ésa es la meditación, la auténtica mente reli-
ha recopilado un montón de chistes, no chistes vulgares, sino giosa.
buenos chistes. Pero no entraremos ahora en eso». Pocas veces le había visto vaciar su conciencia tan comple-
Explorando el tema del desorden, la acumulación de cono- tamente como en esa ocasión. Parecía como si se hubiese va-
cimiento y el apego, subrayó: «Somos inmensas acumulacio- ciado a sí mismo de toda energía. Entonces me apresuré a ir al
nes de recuerdos, somos un manojo de recuerdos». coche y conduje hasta A.V. y, a la altura de Grand Avenue,
Y aunque ya había oído antes afirmaciones semejantes, es- adelanté al Mercedes gris conducido por Mary Z., mientras
tas palabras fueron tan concretas, tan directas, tan lógicas y tan Krishnamurti permanecía sentado inmóvil a su lado.
evidentes que me golpearon como una revelación repentina

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El florecimiento de la bondad Un científico de lo interno

Y ahí terminó la cosa. Después de un breve intervalo de si-


lencio respiré profundamente y, recogiendo velas, me dirigí ha-
Aquel día éramos once a comer. Yo había preparado ensala- cia los objetos que había dejado sobre el mostrador y pregunté:
da de zanahoria y jengibre, ensalada de alcachofa marinada y «¿Qué es eso, señor?».
aceitunas, lasaña de espinacas, espárragos y una macedonia de -Novelas policíacas, Michael -contestó-. Mire si las ha
frutas tropicales. Menos de media hora después de mi llegada, leído. Y esto es un despertador. Puede usted quedarse con él.
Krishnamurti entró en la cocina desde el patio, llevando varias Yo lo cogí cuidadosamente y me sorprendió su peso y, tras
cosas en sus manos. unos instantes, conseguí abrirlo. En su parte delantera llevaba,
-Buenos días, Krishnaji -dije, aunque eran casi las dos en enmarcado en oro, el nombre del relojero.
punto. -¡Jaeger-Le Coultre! -exclamé, recordando el nombre del
-Buenos días, Michael -respondió él, dirigiéndose hacia la anuncio de ilustres relojeros suizos del New York Times-. Mu-
ventana y dejando en la encimera tres libros y un objeto peque- chas gracias, señor.
ño y plano de cuero negro gastado. Advertí que se había cam- -Creo que todavía funciona bien -dijo, haciendo caso omi-
biado de ropa y que ahora llevaba pantalones vaqueros, un car- so de mi despliegue de gratitud.
digan de lana azul marino y mocasines de gamuza. Lo único -Hoy tenemos bastantes invitados -respondí, depositándo-
que no se había cambiado era la camisa verde de seda. Miré su lo de nuevo en el mostrador.
rostro con cierta curiosidad, como para asegurarme de que era -¿Ya está todo listo? -preguntó-. Voy a avisarles.
la misma persona que sólo un par de horas antes había dado Entonces procedimos a reunirnos con los otros nueve invi-
una de las charlas más esclarecedoras que jamás había es- tados. La conversación fue bastante comedida y giró en torno
cuchado. al próximo viaje de Krishnamurti a Brockwood Park (Inglate-
-Ya está -afirmó simplemente, y yo supuse que se refería a rra). El mismo Krishnamurti permaneció bastante retraído y si-
la conclusión de las charlas. Apoyándose en el mostrador, pa- lencioso, ajeno a las demandas y a las actividades humanas
recía completamente extenuado, pero dueño de sí mismo y si- ordinarias, y no hubo sobremesa, porque todos sabíamos que
lenciosamente alerta como un niño y, cuando menos lo espera- necesitaba descansar.
ba, comentó:
-Le hemos visto adelantándonos en coche.
Yo no sabía bien qué decir, porque mi mente todavía estaba
bajo los efectos deslumbrantes de la charla de aquella mañana.
Habitualmente no solíamos hacer ningún comentario a Krish-
namurti sobre el contenido o la cualidad de una determinada
charla -simplemente habría sido presuntuoso-, pero estaba aún
tan maravillado que me sentí compelido a tartamudear:
-Ha sido, ha sido... realmente increíble, Krishnaji.
-Ya se ha terminado, señor -dijo simplemente, dejando de
mirarme y dirigiendo su vista hacia la ventana.

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Capítulo 23 EL
LARGO ADIÓS

E l pensamiento no puede
contener
este instante, porque este instante no
forma parte del tiempo. Este instante es
el final del tiempo; el tiempo se ha
detenido en este instante, en este
instante no hay movimiento alguno y,
por ello mismo, no tiene que ver con
ningún otro instante.
Este instante no tiene causa y tampoco,
en consecuencia, comienzo ni final.
La conciencia no puede contenerlo.
En ese instante de nada, todo es.

J. KRISHNAMURTI
Diario II
Sólo nueve comensales asistimos a la comida del lunes pos-
terior a las charlas -cinco días antes de que Krishnamurti aban-
donara Ojai para emprender su gira anual a Inglaterra-, y es-
tábamos meditabundos; parecíamos tan absortos en nuestros
pensamientos que únicamente intercambiamos monosílabos.
Yo empecé a sentirme tan nervioso e incómodo por la situación
que mi cerebro no encontró nada que decir, por más denodada-
mente que lo intentó. De hecho, ni siquiera sabía hacia dónde
mirar, porque estaba sentado frente a Krishnamurti, que pare-
cía un monolito de quietud, serio pero relajado. Entonces me
concentré en la comida que tenía ante mí y escuché el ruido del
entrechocar de los cuchillos y tenedores con los platos en me-
dio de un silencio que sólo se veía ocasionalmente roto por al-
gún que otro comentario lacónico.
Súbitamente levanté los ojos y tropecé con la mirada de
Krishnamurti, que me observaba en silencio, pero él no se so-
bresaltó ni eludió mi mirada, sino que siguió contemplándome
desde un espacio de inmensa quietud. Cuando nuestras miradas
se cruzaron creí asomarme, por un instante, a la oscuridad abso-
luta, a una enorme vacuidad. No hubo la menor reacción de su
parte, ni sonrisa ni reconocimiento ni juicio, sino tan sólo una
observación silenciosa; pensé por un momento que toda la fuer-
za impersonal de la naturaleza estaba conectando conmigo y
que la infinita profundidad del espacio observaba todos y cada
uno de mis movimientos. Entonces experimenté una sacudida
muy profunda -no tanto de miedo como de repentina alerta- y
mi corazón se puso a galopar. Luego respiré profundamente,

407
El florecimiento de la bondad El largo adiós

me relajé y sólo quedó una sensación inusual e inquietante, aun- y aprovechamos la ocasión para liberar la tensión acumulada.
que difusa y muy difícil de definir. -¿Qué piensa usted, señor, de toda la admiración y devo-
Junto a Krishnamurti estaba un locutor de radio australiano ción que se le profesa, especialmente en la India? -preguntó
y antiguo conocido suyo, que empezó a preguntarle algunas entonces un profesor.
cuestiones relativas a la disolución de la Orden de la Estrella -¿Cómo que en la India? ¿No ocurre acaso lo mismo tam-
en 1929: bién aquí? -replicó Krishnamurti, echando una mirada irónica
-¿Por qué decidió usted disolver la organización, Krish- a su alrededor con la que todos los presentes parecimos con-
naji? tactar, como diciendo: «Yo no, yo no»-. ¡Todo eso me parece
-Yo no lo decidí, señor. Yo no he tomado ninguna decisión una locura, es algo completamente absurdo! -dijo rompiendo
en toda mi vida. Simplemente fue algo inevitable. Cuando hay finalmente a reír.
claridad, no hay elección. Yo me sumé de buena gana a sus risas, pero como no tenía
La conversación entre ellos prosiguió, centrándose luego en muy claro a qué "todo" estaba refiriéndose, le pregunté, cuan-
la búsqueda de la verdad. do las cosas recuperaron la normalidad:
-Uno no puede buscar la verdad -dijo Krishnamurti, al cabo -¿De qué "todo" está hablando, Krishnaji? ¿Se refiere a las
de un rato-. Existe un relato muy hermoso en este sentido que charlas y a todo esto? -dije, señalando a los demás invitados y
ignoro si usted conocerá. Cierto joven sale de su casa un buen a la situación en que nos encontrábamos.
día decidido a buscar la verdad y viaja por todo el mundo. Pero, -Sí señor, a todo esto y a todo el circo que le rodea -respon-
por más que estudia con muchos maestros y adquiere todo tipo dió con una sonrisa traviesa y lágrimas todavía en las mejillas,
de conocimientos y habilidades, la verdad siempre acaba esca- mientras apuntaba hacia su pecho con el dedo índice.
pándosele, de un modo u otro, de entre los dedos. Siendo ya Y, aunque nosotros ciertamente formábamos parte del cir-
anciano, regresa a su casa, abre la puerta y entonces descubre co, nos reímos también de buena gana.
que la verdad está, y siempre ha estado, aguardándole allí.
-La verdad -concluyó- no es algo que se pueda ir a buscar.
-Entonces, Krishnaji, ¿por qué habla usted? -insistió el pe-
riodista, tras un largo intervalo de silencio. Dos días más tarde recibimos la visita del ex gobernador de
-No sé qué otra cosa podría hacer -replicó Krishnamurti California Jerry Brown y de un colaborador suyo, que vinieron
con humildad-. Realmente no sabría qué otra cosa hacer. Esto a almorzar con Krishnamurti, pero como aquel día me hallaba
es, ¿sabe usted?, lo que he hecho durante toda mi vida. Recuer- en el otro extremo de la mesa, no pude seguir su conversación.
do que, al comienzo, era terriblemente tímido y me costaba Sin embargo, por los pocos retazos que pude oír, era evidente
muchísimo hablar en público. Le aseguro que probé todo tipo que sus preocupaciones y sus puntos de vista eran considera-
de cosas, incluso hablar, durante un tiempo, oculto detrás de blemente diferentes.
una cortina... pero resultaba tan obviamente estúpido que no La visión de Krishnamurti se centraba en el contexto mayor
tardé en renunciar a ello. y subrayaba la necesidad de llevar a cabo una transformación
Todos nos reímos entonces de la imagen del joven Krish- de la conciencia. En cierto momento dijo al gobernador:
namurti hablando a la audiencia desde detrás de una cortina

408 409
El florecimiento de la bondad El largo adiós

-¿Sabe usted, señor, que bastaría tan sólo que cinco perso- acerqué al coche armado con gamuza, jabón, cera, cubos, tra-
nas hiciesen lo correcto para que la conciencia de la humani- pos y una larga manguera con la intención de limpiarlo como
dad experimentase una transformación radical? nunca antes había limpiado un coche, y me apresté febrilmente
El enfoque del señor Brown, por su parte, era externo y, a la tarea de frotar cada centímetro cuadrado del esmalte verde
más preocupado por las cuestiones ecológicas, barajó datos oscuro. Luego apliqué la cera abrillantadora y lo pulí hasta
estadísticos relativos al elevado consumo de combustible de conseguir que resplandeciese. El único problema fue que las fi-
automoción y a la consiguiente contaminación del medio am- bras microscópicas del paño que usaba para encerarlo se adhe-
biente para justificar la necesidad de adoptar medidas regula- rían a la superficie como filamentos magnéticos y siempre había
doras al respecto. Es cierto que estaban de acuerdo en muchas algún que otro hilo del que debía desembarazarme. Finalmen-
cosas, pero no lo es menos que diferían en las más fundamen- te, sin embargo, el coche resplandecía a la luz del Sol, dispuesto
tales. para un paseo a Lake Casitas.
Al día siguiente, cuando Krishnamurti entró en la cocina poco
antes del almuerzo, me hizo un comentario sobre mi trabajo de
la tarde anterior: «Realmente lo hizo usted como si le fuera la
Varias veces había visto, tanto aquí como en Brockwood vida en ello. Estuve observándole desde la ventana».
Park, a Krishnamurti lavando su Mercedes solo o acompañado No lo dijo como una alabanza, pero le agredecí que lo ex-
por algún que otro miembro del personal, y en más de una oca- presara de aquella manera.
sión había sentido, al verle limpiar tan escrupulosamente el ve- Después de recoger la mesa, a la que asistieron dieciocho
hículo, el deseo de ayudarle y de trabajar con él en una tarea personas, Krishnamurti vino a la cocina y me preguntó: «¿Va
sencilla y sin importancia como ésta. Finalmente mi deseo se usted a ir de compras esta tarde, señor?».
vio parcialmente cumplido cuando, después del almuerzo con -Sí, Krishnaji, tengo un par de cosas que hacer. ¿Quiere
el gobernador Brown, me preguntó: que le traiga algo? -respondí.
-¿Podría hacerme un favor, Michael? ¿Podría lavar y pulir -Mañana saldremos para Inglaterra y todavía nos quedan
el Mercedes verde, el cupé deportivo? muchas cosas que empaquetar. Además, a la señora Zimbalist
-Claro que sí, señor. ¿Cuándo quiere que lo haga? todavía le quedan muchas cosas que hacer, como vaciar la des-
-Esta tarde, si es que tiene tiempo para ello. La señora Zim- pensa, limpiar la nevera, etcétera -dijo, pasándome un peque-
balist le proporcionará todo lo que necesite. Siento no poder ño tarro de cerámica blanca.
ayudarle, pero es demasiado esfuerzo para mí. -¿Podría acercarse a la farmacia que está frente a la oficina
-Yo me apresuré a asegurarle que lo haría con mucho gusto de Correos y comprarnos uno de estos tarros? Es una crema
y, después de limpiar la cocina, llamé por teléfono a Mary Z. para la piel. Es bastante cara; cuesta unos veinte dólares. La se-
para decirle que iría a lavar el coche. ñora Zimbalist le dará el dinero.
Era una tarde calurosa y soleada. El elegante vehículo esta- Entonces tomé el pequeño tarro y, al mirar la etiqueta, vi
ba estacionado bajo el pimentero, de espaldas al garaje. Cen- que estaba hecha de aceite de almendras y, suponiendo que se-
tenares de abejas zumbaban entre las abundantes y diminutas ría para él mismo, pensé que tal vez conviniera aprovisionarle
florecillas blancas que colgaban de sus arqueadas ramas. Me para una ausencia de nueve meses.

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El florecimiento de la bondad El largo adiós

¿Está usted seguro, Krishnaji, de que bastará con una? ¿No perar un silencio sólo puntuado por algunos comentarios oca-
sería mejor comprar dos o tres? -pregunté. sionales. Finalmente, Krishnamurti levantó la vista con gran
-No. Sólo quiero una. Ni dos ni tres, sólo una -respondió serenidad, nos miró detenidamente y luego, dirigiéndose a todos
mirándome fijamente, como si estuviera un tanto irritado por mi nosotros y a cada uno en particular, dijo algo, en aquella atmósfera
sugerencia. contenida, que jamás le había visto anteriormente:
-Muy bien, señor. Compraré una y la llevaré a Pine Cot-tage. -Debo darles las gracias a todos ustedes por tenerme aquí.
-Gracias, Michael -dijo, cogiéndome del brazo, en uno de sus Gracias por todo lo que ustedes han hecho por K. Yo he sido, K ha
gestos más característicos. sido, un invitado dondequiera que ha ido.
-No hay de qué, Krishnaji. Fue un comentario tan rotundo y pronunciado con una seriedad
y dignidad tan profundas que en modo alguno podía ser cues-
tionado. Al mismo tiempo, su humildad, su inocencia y su sencillez
sacudió todo mi ser, y creo que la falta de ostentación que denotaba
Finalmente llegó el día de la partida, viernes 24 de mayo de conmovió también a todos los presentes. En cualquiera de los
1985. Ese día almorzamos a las doce y media, para que Krish- casos, nuestros egos, habitualmente veloces y ansiosos, fueron
namurti, Mary Z. y los Grohe, que viajarían con ellos, pudieran incapaces de reaccionar. Tras un intervalo de silencio atento, varias
salir a las dos de la tarde hacia el aeropuerto de Los Ángeles. personas protestaron diciendo que, a fin de cuentas, la Fundación,
Asistimos once personas a aquel almuerzo que, aunque entonces la propiedad en la que estábamos, etcétera, llevaban su nombre;
nadie lo sabía, sería el último almuerzo de Krishnamurti en Arya alguien preguntó si, en última instancia, no éramos todos invitados
Vihara. Curiosamente fue un acontecimiento más bien solemne en en esta Tierra. Krishnamurti, mientras tanto, escuchaba en silencio,
el que todo el mundo, incluido Krishnamurti, estaba taciturno y aparentemente ajeno a aquellos comentarios, revestido de una
pensativo. Yo empecé a sentirme ligeramente deprimido por el dignidad y una seriedad inconmovibles, como una roca entre aguas
tono predominante y, por alguna razón, acudió a mi mente el dicho turbulentas.
sánscrito que Krishnamurti me había comentado un mes atrás. Cuando acabó la comida todo el mundo se levantó. Media hora
-«Arma dathu sukhi bhava.» ¿Es ésta la pronunciación co- más tarde, varios de nosotros nos alineamos bajo el pimentero para
rrecta? -pregunté, mirando a Krishnamurti, después de repetir la despedirnos. Cuando le dio la mano a uno de los directores, le dijo:
frase. «Nos veremos en la India en diciembre, señor», refiriéndose a un
-Atina dathu sukhi bhava -respondió, serenamente. congreso internacional sobre la educación que iba a celebrarse en
Lo repetí en tres ocasiones, y él me corrigió las tres veces con Rishi Valley y al que asistiríamos cuatro de los miembros del
la misma seriedad y dignidad, hasta que casi conseguí pronunciarla personal del Ojai, entre los que me contaba.
correctamente. Finalmente me dio la mano con un «Nos veremos en Rou-
Todos escucharon nuestro intercambio con un respetuoso gemont, Michael», aludiendo con ello a una aldea cercana a Saa-
interés, como si su mente estuviera ocupada por algo mucho más nen, en Suiza, en la que iba a alojarse durante el encuentro de julio.
importante y significativo; después no tardamos en recu- Hacía un tiempo que Krishnamurti y Mary Z. me habían
preguntado si podía ocuparme de la preparación de sus comi-

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El florecimiento de la bondad El largo adiós

das allí, puesto que la mujer italiana que había desempeñado


esta función durante muchos años era ya demasiado mayor
como para continuar haciéndolo, y yo accedí gustosamente a El incendio no me permitió llegar a tiempo de encargarme
su petición. de la cocina de Rougemont porque, cuando finalmente llegué
-Gracias, Krishnaji -respondí-. Que tenga un buen viaje. al exuberante valle alpino, hacía una semana que las charlas
Después de haber asegurado las maletas en la baca de la nue- habían concluido. Afortunadamente, sin embargo, aún no era
va furgoneta de la escuela, Krishnamurti, Mary Z. y los Grohe demasiado tarde, puesto que Krishnamurti todavía permanece-
subieron a ella y les despedimos con la mano mientras desapa- ría allí un par de semanas.
recían por el camino. Una vez allí recibí la agradable sorpresa de saber que iba a
¿Tenía alguno de nosotros el más leve indicio de que aquél vivir en el mismo chalet que Krishnamurti. Él y Mary Z. ocu-
iba a ser el último adiós, la última vez que nos despediríamos paban el piso superior, mientras que yo me instalé en el piso
de él bajo el pimentero? de abajo con el doctor Parchure y Raman Patel, jefe de cocina de
Menos de dos meses más tarde, a mediados de julio de 1985, Brockwood Park, que se había encargado de preparar las comi-
se desató un incendio incontrolado en el extremo occidental del das del chalet durante todas las charlas y con quien compartiría
valle, cerca de la Maricopa Highway que, azotado por vientos esta tarea las dos semanas restantes.
fuertes y el clima caliente y seco, fue avanzando lentamente También me enteré entonces de que, después de veinticinco
hacia el extremo oriental del valle y arrasando, a su paso, la años, aquéllas habían sido las últimas charlas de Krishnamurti
Sulphur Mountain y la Black Mountain. Todo el valle se vio en Saanen. A partir de aquel momento, pues, el único encuen-
rodeado de un círculo de fuego que sopló enfurecido cinco días tro anual en Europa iba a ser el de Brockwood Park porque, de
y cinco noches, saturando el aire de una densa humareda y de este modo, no tendría que viajar tanto y podría dosificar mejor
una fina ceniza blanca que convertía al Sol en una tenue esfera sus energías.
naranja que lodo lo bañaba de una fantasmagórica luz rojiza. Los últimos días que pasé en Saanen con Krishnamurti fueron
Las últimas dos noches nos vimos obligados a evacuar Arya días muy relajados y tuvieron una exquisita sensación de apogeo.
Vihara, porque el incendio llegó a acercarse hasta pocos cente- El chalet era más pequeño que el de California, y en consecuen-
nares de metros del edificio, pero el esfuerzo de miles de va- cia mis compañeros y yo pasábamos más tiempo con Krishna-
lientes bomberos, combinado con un oportuno cambio en la di- murti, una proximidad física que intensificó mi capacidad de
rección del viento, acabó permitiendo contener las llamas. darme cuenta. Me volví agudamente perceptivo no sólo en cuan-
Milagrosamente, el incendio se apagó y el humo se disper- to a mis pensamientos y mis emociones, sino también en cuanto a
só sin llegar a provocar grandes daños: no había ninguna vícti- mis limitaciones y defectos. Y es que estar tan cerca de la llama
ma y ninguna casa había sido destruida por el fuego, pero las puede ser muy exigente y hasta angustioso, porque la naturale-
montañas y los senderos de los alrededores mostraban un aspec- za de la llama es la de carecer de centro, por lo cual tiende a po-
to desolado, un inmenso erial de tocones quemados alfombrado ner de relieve la solidez de los yoes que se hallan a su alrededor.
de cenizas negras y grises en el que había desperdigados multi- Fue entonces cuando me di más cuenta que nunca del modo en
tud de cadáveres de pequeños animales. que me comparaba con los demás, de mi deseo de ser valorado
y de la división, los celos y la envidia que todo ello provocaba.

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El florecimiento de la bondad El largo adiós
A pesar de todo ello, sin embargo, los cinco seguimos vivien-
do, durante aquellos doce días de comienzos de agosto, como si
fuésemos una familia. Recibíamos frecuentes visitas, como las Aunque en ocasiones le colocaban en el mismo saco que a
de Vanda Scaravelli que, en el pasado, había alquilado el chalet los gurús comerciales, dedicados a promocionarse a sí mismos,
Tannegg a Krishnamurti, el señor Grohe, que generosamente Krishnamurti consideraba el terreno de la espiritualidad con un
nos permitió usar su apartamento, y Asit, de la India, que casi humor maravilloso. Un tal monsieur Chatelain acababa de es-
todos los días comieron y cenaron con nosotros. cribir un ensayo satírico titulado How to Become a Top Gurú,
en el que describía de manera muy cómica lo que hay hacer
para convertirse en un exitoso gurú, como, por ejemplo, practi-
car muchas horas ante el espejo hasta ser un experto en asumir
Krishnamurti y Mary Z. abandonaron Rougemont para diri- expresiones bondadosas, dejarse una barba muy larga y trans-
girse a Brockwood Park, mientras yo iba a visitar a mi madre en mitir a sus discípulos la ilusión del progreso espiritual. Cuando
Alemania, antes de ir también a la escuela de Hampshire donde, le leyeron el libro en voz alta en Brockwood Park, a Krishna-
desde el 24 de agosto hasta el 1 de septiembre, iban a celebrar- murti le pareció tan hilarante que recomendó que fuese tradu-
se las charlas públicas de Brockwood Park. El colorido otoño se cido y difundido, llegando incluso a mencionarlo en una de sus
respiraba en el ambiente y en el follaje de los espléndidos árbo- charlas, donde lo describió como muy divertido e ingenioso.
les de Brockwood Park, y Krishnamurti parecía haber sacado
fuerza una vez más de fuentes que se nos escapaban.
Una soleada mañana me sorprendió ver a varios trabajado-
res montando una grúa amarilla junto a las dos grandes carpas Durante las cuatro charlas y las dos sesiones de preguntas y
en donde iban a celebrarse las charlas, alzando con un cabres- respuestas celebrados en la carpa se mostró en excelente for-
tante una plataforma por encima de las tiendas, desde la que ma, pero los demás días parecía frágil y enfermo, y era eviden-
una cámara filmaría las escenas. Resultó que una compañía in- te que invertía toda su energía en hablar a los miles de personas
dependiente de televisión estaba preparando un documental so- que se habían congregado a escucharle. Yo ayudaba en la coci-
bre Krishnamurti que posteriormente apareció en la serie The na de la escuela y a veces le llevaba su cena al ala Oeste del edi-
Human Factor, emitido en enero de 1986. Cuando posterior- ficio. La noche posterior a la conclusión de las charlas le llevé
mente vi el programa de media hora de duración, titulado The su cena en una bandeja a su habitación, donde había pasado el
Role of a Flower, me sorprendió la vivacidad y el buen humor día descansando. Después de llamar a la puerta y de escuchar
que Krishnamurti había desplegado durante las entrevistas. su respuesta, entré y me sorprendió descubrir las cortinas ce-
En un determinado momento respondió a la pregunta de cuán- rradas. Repentinamente experimenté una extraña timidez al verle
to tiempo creía que podría seguir hablando ante miles de per- como un niño tumbado en la enorme cama, con la cabeza des-
sonas diciendo «ya he dicho a mis amigos que, en el instante peinada apoyada en una gran almohada y sosteniendo con una
en que empiece a chochear, me impidan seguir con esto -y lue- mano un libro que se hallaba junto a él.
go, más seriamente, agregó-: pero, por el momento, todavía -Hola, señor-me dijo sonriendo lánguidamente.
me siento pletórico...». Yo le devolví el saludo.
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El florecimiento de la bondad El largo adiós

-Puede dejarla ahí, Michael -comentó, señalando la mesilla que Era evidente que él también me había reconocido, puesto que
se hallaba junto a la cama. Me resultó descorazonador verle tan continuó avanzando directamente hacia mí y dejando atrás a sus
ojeroso, cansado, viejo y exhausto. Luego permanecí junto a su compañeros. Fue como si una enorme ola me arrastrase hacia él, y
cama unos instantes, experimentando una gran quietud, aunque las únicas palabras que pude extraer de mis vacíos bancos de
incapaz de decir nada pertinente. memoria fueron: «Buenas noches, Krishnaji».
-Gracias, Michael -me dijo, levantando un delgado brazo, con -¿Qué diablos está usted haciendo aquí, Michael? -dijo, sin
una cálida sonrisa. disimular su sorpresa.
-Gracias a usted, Krishnaji -respondí entonces, abandonando la Entonces sentí una irrupción de afecto tan desbordante que
estancia. apenas si pude contener las ganas de abrazarle. En aquel momento,
él me cogió firmemente de los brazos y yo le correspondí sujetando
Después de hablar largo y tendido con el arquitecto sobre el sus delgados codos. Ahí estábamos, sujetándonos en la luz de
proyecto del gran edificio central que al año siguiente iba a ser tarde, mientras sus acompañantes todavía se reían de las palabras
construido en Brockwood Park, Krishnamurti viajó a la India a que había elegido para darme la bienvenida.
finales de octubre, acompañado del señor Grohc. Tres semanas -¡Estoy tan contento de verle, Krishnaji! -tartamudeé.
después, en noviembre de 1985, yo volé a Bombay, desde donde -¿Cómo es que ha venido, Michael?
viajé en tren hasta Varanasi, la antigua ciudad del Ganges, a la que Cuando empecé a explicárselo, repentinamente dijo:
arribé depués de un extenuante viaje de treinta horas. -Sí, ahora recuerdo que me lo dijo en Rougemont. ¿Dónde se
La Rajghat School y el Educational Center se hallan en la aloja?
confluencia entre los ríos Varuna y Ganges. Se trata de una in- Después de asegurarse de que iba a estar bien atendido, nos
mensa propiedad en la que trajina un gran número de personas. deseamos las buenas noches y se alejó, paseando con sus amigos,
Tras acomodar mis cosas en mi habitación, salí a buscar la casa de en dirección a la casa.
Krishnamurti, una construcción rodeada de hermosos árboles Cuatro días más tarde, a las nueve en punto de la mañana,
situada a orillas del río y con una excelente panorámica sobre la daban comienzo las charlas públicas de Varanasi de 1985 en una
majestuosa corriente. zona sombreada de la arboleda. En esta ocasión comenzó diciendo,
El crepúsculo se estaba aproximando, con su esplendorosa a las más de mil personas que habían acudido a escucharle, que su
riqueza de colores. Súbitamente vi una difusa figura vestida de intención no era la de ayudar a nadie.
blanco acercándose a través de la luz amarillenta y azafranada del -¿He dicho acaso algo extraño? Todos ustedes tienen un aspecto
atardecer. Era Krishnamurti, que iba acompañado de un grupo de tan condenadamente serio... -preguntó afectuosamente instantes
ocho personas, todos ataviados con los ropajes amplios después.
característicos de la India. Mi primer impulso fue el de correr hacia Desde el mismo momento en que empezó a hablar, sentí una
él como un niño, pero me contuve, puesto que no estaba seguro de alegría burbujeando en mi interior que se mantuvo durante toda la
cuáles eran las reglas de conducta adecuadas en un país que charla y perduró todo el día siguiente.
muestra una gran devoción hacia los gurús. -Las lágrimas y las risas forman parte de la sensación; el humor
forma parte de la sensación -comentó durante la segun-

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El florecimiento de la bondad
El largo adiós

da charla, y luego concluyó diciendo-: No me miren como si -El diablo está allí, en un rincón apartado... ya saben, el
estuviera loco. diablo cristiano con cuernos y cola -prosiguió, colocándose un
par de dedos en la frente para ilustrar, de ese modo, la imagen
del demonio a quienes no estaban familiarizados con esa repre-
sentación mitológica-. Dos personas están hablando en ese In-
El 22 de noviembre de 1985, Krishnamurti pronunció su fierno y una le dice a la otra:
tercera y última charla pública en Rajghat. En aquella ocasión
-Hace mucho calor aquí, ¿verdad?
se mostró muy alegre e irónico desde el mismo comienzo, y
-Sí -responde el otro-, pero es un calor seco.
preguntó al público:
Pero, cuando comenzó a reírse del chiste, advirtió que la ma-
-¿A alguien le gustaría sentarse conmigo? Les aseguro que,
yoría de la gente no respondía y entonces se dio cuenta de que
si alguien quiere, puede venir y sentarse a mi lado.
se había olvidado de mencionar el hecho crucial de que uno de
Al poco tiempo, un joven con barba estaba sentado junto a
ellos era un optimista y el otro un pesimista. Entonces miró al
él en el estrado. Hablando de diversas habilidades prácticas,
dijo: público con expresión quijotesca y preguntó:
-¿No les ha hecho gracia? Son ustedes personas curiosas.
-Aprendan una habilidad. Conviértanse en un carpintero ex-
Yo conozco montones de chistes. Éste no ha sido más que un
celente, en un fontanero excelente o en un cocinero excelente.
pequeño entremés.
En aquel instante miró hacia donde yo estaba sentado y, cuan-
Dos días después abandonó Varanasi y se fue en dirección a
do por un momento se encontraron nuestras miradas, murmuró
Madrás y el valle del Rishi.
casi imperceptiblemente: «Hola, Michael». Luego se volvió de
nuevo a la audiencia y prosiguió: A estas alturas comenzaba a ser evidente que no estaba bien,
-Tengo varios amigos que son muy buenos cocineros. Y ya que perdía peso y su energía parecía disminuir día tras día.
también conozco a grandes filósofos, psicólogos y psiquia- A pesar de ello, sin embargo, las reuniones con el personal, las
tras... y todos ellos están aquí. charlas con los alumnos y las entrevistas prosiguieron al mis-
Comentando el hecho de que, para la mayoría de nosotros, mo ritmo de siempre.
la vida es una lucha, presentó su propia versión resumida de un Durante una charla matutina con los estudiantes contó la si-
silogismo evolucionista diciendo: «Los monos luchan, así que guiente historia:
nosotros somos monos. Cierto autor muy famoso -a quien uno -Un maestro religioso solía dar cada mañana una charla a
conoció- escribió: "Quizás seamos nosotros -y no los monos- sus discípulos. Una mañana, cuando estaba a punto de comen-
quienes debiéramos estar enjaulados"». zar su charla, apareció volando un pájaro que se posó en el al-
Poco después dijo a la audiencia con una risa llena de ter- féizar de una ventana. El pájaro se puso entonces a trinar con
nura: «¡Son ustedes una pandilla de locos!» y, después de todas sus fuerzas y luego siguió cantando dulcemente unos mi-
hablar de religión, dijo: nutos. Durante todo este tiempo el maestro no dijo una sola
-¿Me permiten que les cuente un chiste? Sucede en el In- palabra, sino que se dedicó a escuchar el canto del pájaro y
fierno y el diablo está allí a lo lejos -dijo, apuntando con el cuando, finalmente, desapareció otra vez volando, se dirigió
dedo-, pero no estoy señalando a nadie. a sus alumnos y dijo: «La prédica de esta mañana acaba de
concluir».
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El florecimiento de la bondad El largo adiós

Por más enfermo que pareciera estar, siempre tenía una anéc-
dota o una historia que contar. Más tarde, durante el tercer en-
cuentro de diálogo con los profesores de la escuela del valle del Antes del amanecer del 23 de diciembre partió para Madrás,
Rishi, preguntó: «¿Me permiten que les cuente un chiste?». y pocos días después varios de nosotros nos unimos a él en Va-
-El otro día estaba viajando en avión, yendo de un lado a santa Vihar. Ya no se encontraba bien, se sentía muy fatigado,
otro, cuando alguien me preguntó: «¿De dónde es usted?». no tenía apetito y, en consecuencia, perdía peso y se hallaba
-Oh -respondí-, de por ahí. cada vez más débil. Pero ninguno de los médicos que le aten-
-En serio -insistió-, ¿es usted turco, persa o de algún país dían fue capaz de diagnosticar los síntomas de lo que parecía
musulmán? ser una enfermedad grave, lo que resultaba muy preocupante.
-No, no -respondí-. Yo soy del valle de los rishis (que debo
decirles que me parece un nombre excelente para este lugar).
-¿Y dónde está eso?
-No lo encontrará. El día de Navidad fui invitado a acompañar a Krishnamurti
en su paseo vespertino por la playa de Adyar, la misma playa en
la que, setenta y cinco años atrás, siendo todavía un niño de ca-
torce años, algunos miembros honorables de la Sociedad Teo-
El 14 de diciembre comenzó un congreso internacional so- sófica habían descubierto su aura pura y desprovista de ego,
bre educación al que asistieron profesores de todas las escuelas por lo que fue designado como el Vehículo del Señor. Una hora
Krishnamurti. Había cuatro procedentes de Ojai y otros cinco de y media antes de la puesta del Sol, tres automóviles Ambassa-
Brockwood Park. Aunque Krishnamurti sólo quería asistir como dor nos condujeron hasta allí -a mí y a otras once personas- a
un mero observador, no tardó en implicarse y en participar de través de la extensa propiedad donde tenía su sede la Sociedad
lleno, lo que elevó el nivel de los comentarios y, para nuestro de- Teosófíca.
leite, también nos alentó con varios de sus chistes. Uno de ellos En uno de los extremos atravesamos una estrecha puerta en
era una broma sobre Mysore, en el vecino estado de Karnataka, el muro que rodea la propiedad y nos adentramos en un esce-
que algunos de nosotros acabábamos de visitar: «He estado via- nario de dimensiones espectaculares, ya que la naturaleza y la
jando por toda la India y debería usted ver mis llagas». tierra se nos mostraban en todo su esplendor, revelando una be-
lleza sin fin. Desde el horizonte azul soplaba una fresca brisa,
el oleaje barría intermitentemente las arenas amarillas de la pla-
ya y los rayos oblicuos del sol poniente arrancaban al cielo, la
Durante sus últimos días en el valle del Rishi, diez o doce tierra y el océano sus colores más brillantes.
de nosotros le acompañamos a pasear entre los verdes arroza- La inmensidad del instante colmó todos mis sentidos, y du-
les y las fragantes arboledas de mangos a la polvorienta luz del rante una fracción de segundo me sentí a mí mismo como un
crepúsculo, y a pesar de su debilidad, todavía caminaba a gran- punto diminuto, ascendiendo en vertical por la inmensa super-
des zancadas por delante de todos nosotros. Este paseo con él ficie curva del globo terráqueo. En aquel mismo momento,
entre las antiguas y rocosas colinas fue un auténtico regalo. como para ubicar mi percepción en un contexto todavía más

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El florecimiento de la bondad

amplio, una esfera enorme y blanca emergió lentamente en el


Capítulo 24
horizonte oriental desde las profundidades del mar: era la Luna
llena elevándose sobre el espejo del océano. Al mismo tiempo, LOS ÚLTIMOS DÍAS
al mirar hacia el Oeste, vi el Sol poniéndose detrás de las oscu-
ras siluetas de las palmeras y los banianos.
Paseamos en grupos de a cuatro por un estrecho sendero as-
faltado que discurría paralelo a la playa, hasta que llegamos al
puente peatonal situado sobre la desembocadura del Adyar, del
que sólo quedaba un fragmento. Entonces vimos a Krishna- Ojala pudiera uno,
murti de pie al borde del puente roto, mientras sus tres compa-
ñeros se mantenían a corta distancia. Él estaba inmóvil, como al contemplar toda la belleza
un monumento al silencio, a solas ante la inmensa belleza de la
Tierra. El viento henchía sus ropas, haciéndolas aletear ruido- y el color de una hoja muerta,
samente como velas relucientes mientras observaba cómo va-
comprender profundamente,
rios pescadores de tez oscura, en taparrabos, se abrían paso en-
tre el turbulento oleaje recogiendo entre sus redes algún que
darse cuenta desde el comienzo mismo,
otro pez. Al cabo de un rato dio media vuelta, y cuando se cru-
zó conmigo, su rostro delgado y luminoso me pareció cincela- no al final, de lo que será la
do en oro. Caminaba como si se recostara en la brisa, la cabe-
llera cana ondeando al aire; me pareció que irradiaba de él pura propia muerte. La muerte no es algo
bondad.
terrible, algo que uno debiera eludir

o posponer, sino algo con lo que convivir

día tras día, y de lo que brota un

extraordinario sentimiento

de inmensidad.

J. KRISHNAMURTI
£l último diario

424
Al día siguiente, Krishnamurti se unió inesperadamente a
los invitados extranjeros y a los síndicos para almorzar en el
comedor de invitados. Verle hablar y comer entre nosotros
como siempre aplacó muestro temor de que hubiera quedado
impedido a consecuencia de una enfermedad grave y ali-
mentó nuestras esperanzas. Las charlas públicas de Madrás
empezarían el día siguiente, 28 de diciembre de 1985, por la
tarde, y todos confiábamos en que pudieran desarrollarse se-
gún lo previsto. Aquella noche, sin embargo, aparecieron va-
rios síntomas adversos que presagiaban un empeoramiento
de su salud, el más importante de los cuales era una fiebre
muy alta. Cuando Krishnamurti oyó el consejo de los doc-
tores, expresó sus preocupaciones por la gente que había he-
cho tantos esfuerzos y se había desplazado desde tan lejos
sólo para escucharle. Finalmente se tomó la decisión de seguir
con lo previsto y empezar aquella misma tarde, a pesar de la
fiebre.
Desde el mismo comienzo de la charla resultó evidente que
Krishnamurti no era el de siempre. Su postura, su expresión y
gran parte de lo que decía indicaba, más allá de toda duda, que
estaba muy enfermo. Al concluir la charla descendió de la pla-
taforma con paso vacilante y tuvo dificultades para abrirse
paso entre el océano de devotos oyentes y llegar a la casa, a
doscientos metros de distancia. Los dos directores de Ojai y
Brockwood Park se aprestaron rápidamente a rescatarle y es-
coltarle a través de la tumultuosa multitud, mientras uno de
ellos anunciaba, a modo de heraldo: «¡Abran paso, por favor!».

427
El florecimiento de la bondad Los últimos días

Contemplado desde la distancia, Krishnamurti se mostraba tem- tero, pero en esta ocasión se trató de una bienvenida desalentadora,
bloroso y aturdido, y parecía indefenso y exhausto. porque estaba demacrado y exhausto, y apenas si pudo caminar por
Al día siguiente se tomó la decisión de dar tan sólo un par de sí solo desde el coche hasta Pine Cottage. También estaba
charlas más en Madras, el 1 y el 4 de enero de 1986, y se demasiado débil para ir a almorzar a Arya Vihara y, en lugar de
cancelaron los demás acontecimientos programados, incluidas las ello, comió un poco en Pine Cottage, asistido por sus tres
charlas de Bombay. acompañantes -Mary Z., el doctor Parchure y Scott For-bes, que
Ante el carácter grave de su enfermedad, que todavía no había habían volado con él desde Madrás hasta Los Ángeles- las
sido diagnosticada, Krishnamurti dejó bien claro que quería veinticuatro horas del día.
regresar rápidamente a California por la ruta del Pacífico, y puesto Yo estaba muy ocupado preparando la comida para los resi-
que tenía la intención de llegar a Ojai en un par de semanas, yo dentes de A. V. y las visitas y apenas pude ver a Krishnamurti, pero
también debía volver cuanto antes, a fin de arreglar la cocina para el doctor P. me mantenía informado de las últimas noticias sobre su
aquella visita inesperada. Así pues, salí y compré un billete nuevo estado de salud. De vez en cuando parecía asomar algún rayo de
para el vuelo que saldría de Madrás a última hora de la tarde del 30 esperanza y la consiguiente promesa de recuperación, como cuando
de diciembre de 1985. daba cortos paseos por el camino.
Antes de marchar fui a despedirme de Krishnamurti que, Cuando, el martes 21 de enero, llevaba una bandeja con comida
recostado en una gran cama y con un aspecto muy animado, se a Pine Cottage, mi vista tropezó, al salir del naranjal, con una
mostró contento de verme y me saludó muy afectuosamente. Yo imagen de lo más sorprendente: Krishnamurti estaba sentado
me asusté al verle tan ojeroso y consumido, y me di cuenta de que inmóvil en el murete que rodea el pimentero, mientras el doctor P.
llevaba un gran esparadrapo cubriéndole la frente. y Scott se mantenían a cierta distancia dispuestos a intervenir en el
-Anoche traté de levantarme, pero resbalé y caí -aclaró de caso de que fuese necesario. Él contemplaba las colinas azules a la
inmediato al advertir mi preocupación, y luego añadió con su luz del Sol, comunicándose silenciosamente con la tierra y con algo
peculiar ingenuidad-: pero no tiene por qué preocuparse. Sólo me que se hallaba más allá de las colinas y los valles. Entonces me
golpeé la cabeza contra el borde de la cama. Está ya mucho mejor - sentí súbitamente embargado por el pudor, como si hubiera
dijo, llevándose una temblorosa mano a la herida. transgredido un espacio sagrado y presenciado el acto del amor, la
Entonces le dije que en unas horas emprendería el vuelo y me muerte y la creación. Al mismo tiempo me sentí consternado por su
despedí de él estrechando sus manos suaves y delicadas. Luego, palidez, su aspecto fatigado y su delgadez extrema. Él no pareció
con el habitual tono breve y más bien seco que asumía en las darse cuenta de mi presencia cuando atravesé de puntillas la
despedidas, sin sentimentalismo, serenamente confiado me dijo: escena, pero los otros dos me saludaron en silencio al advertir mi
«Que tenga un buen viaje, señor. Nos veremos en California». presencia.
A la mañana siguiente nos vimos obligados a internarle en la
unidad de cuidados intensivos del Hospital Santa Paula a causa de
un dolor muy intenso. Sus tres asistentes le acompañaron los ocho
Desde Madrás volé a Nueva Delhi y, desde allí, vía Europa, a días que pasó ingresado, durante los que se le realizaron las pruebas
California, a donde llegué el 6 de enero de 1986. Cinco días que acabaron confirmando que padecía un tumor maligno.
después, el 11 de enero, le recibimos de nuevo bajo el pimen-

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El florecimiento de la bondad Los últimos días

Aquellos fueron días muy dramáticos, en los que se vio so- cama, observando al paciente, el monitor y el sistema de goteo.
metido a todo tipo de pruebas con rayos X, sondas nasales, ali- Camino de la puerta, no pude evitar echar un vistazo desde una
mentación intravenosa, inyecciones de morfina, transfusiones respetuosa distancia para contemplar una imagen insólita, algo
de sangre, escáner TAC y, finalmente, un intento de biopsia he- que nunca antes había visto: a Krishnamurti dormido.
pática; mientras tanto iban llegando a A. V. amigos y responsa- Igual que un niño, pequeño y frágil, que se hubiera extra-
bles procedentes de Inglaterra, la India y otras partes del mun- viado entre las olas de lino blanco de las sábanas, respiraba,
do que se habían enterado de que sufría un cáncer pancreático aparentemente sin dolor, de una manera tranquila y regular. Su
incurable. Entonces se hizo público un informe sobre su estado pelo plateado estaba despeinado y se esparcía por la almoha-
de salud y se cancelaron oficialmente las charlas previstas da como una aureola enmarcando sus rasgos todavía hermo-
para el mes de mayo que, curiosamente, hubieran sido las pri- sos. Era una imagen tan conmovedora y degarradora que sentí
meras de Ojai en que los asistentes hubieran tenido que pagar el repentino impulso de proteger aquella vida preciosa, pero si-
la entrada. Todo estaba ya dispuesto, las entradas impresas, multáneamente me di cuenta de mi absoluta impotencia. Todos
las reservas hechas, y en consecuencia la administración se vio estamos, a fin de cuentas, sujetos a la ley de la vida que nos ata
obligada a reembolsar el dinero que había recibido. a la vejez, la enfermedad y la muerte. El mismo Krishnamurti
había bromeado a menudo al respecto citando un antiguo di-
cho italiano que reza «Tutti gli uomini debbeno morire, forse
anch'io». Cuando le preguntamos lo que significaba, respon-
A las diez de la mañana del jueves 30 de enero, una ambu- dió: «Todos los hombres deben morir y quizá yo también». En
lancia se detuvo bajo el pimentero y Krishnamurti fue llevado esa ocasión, el comentario desató nuestras risas pero ahora,
en camilla por dos enfermeros hasta Pine Cottage, donde se ha- contemplando el final de su vida, no había, para mí, nada más
bía instalado una cama de hospital y un gotero intravenoso, y ajeno que la risa.
donde estaría cuidado por personal médico las veinticuatro Mientras le miraba, dormido en su lecho de muerte, me di
horas del día. Ya no era capaz de ingerir ningún tipo de comida cuenta de que la misteriosa protección de la que había gozado
y debía ser alimentado por vía intravenosa. a lo largo de toda su vida, y de la que él mismo a menudo se
había maravillado, se hallaba todavía presente, aunque de un
modo bastante más tenue. Lo único que podíamos hacer era
contemplar en respetuoso silencio el desarrollo de su vida has-
A la una del mediodía del 1 de febrero, mientras llevaba ta su último amanecer. Me quedé allí escuchando embelesado
una bandeja a la cocina de Pine Cottage, advertí que la cama de su respiración. Luego un suave y repentino suspiro escapó de
hospital se había trasladado a la sala de estar y que junto a ella sus labios, y su cabeza -enmarcada de un blanco niveo la tez
había una percha de metal de la que colgaban varias botellas de oscura- se sacudió levemente, sacándome de mi embeleso. Me
plástico suspendidas de un brazo cromado, alimentando gota a acordé de pronto de los 25 invitados a los que tenía que aten-
gota, con un líquido claro a través de tubos transparentes, las der en el comedor de A. V. y salí de Pine Cottage a toda prisa.
venas del dormido paciente. Un enfermero con el uniforme Al entrar en la habitación atestada de personas comiendo y
almidonado inmaculadamente blanco estaba sentado junto a la hablando, experimenté el doloroso contraste entre la respira-

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El florecimiento de la bondad Los últimos días

ción suave del moribundo, en el espacioso silencio de la casa, y


la jovialidad de sus amigos. Parecían dos escenas diferentes del
mismo emocionante drama. ¿Pero teníamos acaso alguno de La tarde del 3 de febrero Krishnamurti pidió que le llevaran
nosotros la menor idea de lo que estaba ocurriendo? ¿Nos dá- al exterior en una silla de ruedas con el fin de poder contemplar
bamos cuenta de la inmensidad del acontecimiento que estába- una vez más las colinas y los árboles. Tal vez quisiera, de ese
mos presenciando y del que formábamos parte? modo, despedirse del planeta que tanto amaba ya que aquella
fue, de hecho, la última ocasión en que pudo salir al aire libre, es-
tar en compañía de los árboles y comunicarse con la naturaleza.
Todos nosotros albergábamos la esperanza irracional de que
A última hora de aquella misma tarde nos congregamos en pudiera estar experimentando una recuperación y de que, en
la sala de estar de A. V. para que el doctor P. nos informase del cualquier momento, reapareciese una vez más ante nosotros re-
estado actual de salud de Krishnamurti. A estas alturas no nos novado y pletórico como siempre.
hacíamos ya ninguna ilusión y todos éramos conscientes de la Aquella misma noche llevé la cena a las personas que esta-
inminencia de su muerte. Tal vez pudiera sobrevivir varios días, ban cuidando a Krishnamurti en Pine Cottage y, mientras atra-
semanas o hasta meses más, pero ya no había nada que pudiera vesaba a oscuras el naranjal, me pregunté si alguna vez volvería
impedir el inevitable final. Su estado cambiaba de continuo e a encontrarme con Krishnamurti y si tendría la oportunidad de
iba de un extremo a otro, desde el dolor más intenso, apenas volver a hablar con él. Me daba cierta vergüenza solicitar ver-
aliviado por la administración de morfina, hasta momentos de le, puesto que no tenía ninguna pregunta importante que hacerle,
una lucidez prístina en la claridad de la meditación. En varias ni tampoco quería imponerle las necesidades y apegos mezqui-
ocasiones nos aseguró que la administración de drogas para nos de mi ego, pero al mismo tiempo era un amigo tan esplén-
aliviar su dolor no afectaba negativamente a su cerebro y no dido que... ¿cómo podía renunciar a despedirme de él, aunque
disminuía su comprensión lo más mínimo. sólo fuera durante un par de minutos? Llevaba varios días dan-
El doctor P. nos dijo que, durante la noche anterior, Krishna- do vueltas a todas estas cuestiones y sopesé muy cuidadosa-
murti había podido dormir sin que fuera necesario administrarle mente lo que debía hacer.
ningún fármaco, que se había despertado fresco y fuerte y Después de dejar la bandeja con la comida en el mueble mos-
que, a diferencia de las últimas semanas, no había experimenta- trador de la cocina, le pregunté a Mary Z. si había alguna posi-
do ningún ataque agudo de dolor en toda la mañana. Durante bilidad de que viera un momento a Krishnamurti y, después de
todo el día había estado recibiendo a amigos y síndicos llegados una breve reflexión, envió a alguien a consultarle.
de allende los mares para presentarle sus respetos y recibir sus Al cabo de pocos instantes estaba ya en camino por el pasi-
últimas instrucciones sobre las escuelas y las fundaciones. llo que conecta el ala nueva de Pine Cottage con el ala antigua
La noche del domingo al lunes un viento fuerte bajó de las que albergaba las habitaciones de Krishnamurti. Al entrar en
montañas, se arremolinó en la maleza, azotó los árboles y silbó su dormitorio me sorprendió descubrir que casi se hallaba en
en el techo y en las esquinas de la casa como si se tratara de un la penumbra más absoluta, puesto que la habitación sólo
poderoso espíritu del aire. Fue una noche en la que parecían estaba iluminada por una luz muy tenue. Mis ojos tardaron
haberse desatado los poderes de la naturaleza. medio minuto en adaptarse, casi en silencio y sin respirar, a la

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oscuridad antes de poder orientarme y moverme por el cuarto. Aunque, contabilizado en tiempo del reloj, aquel encuentro
Ver a Krishnamurti en pijama y tumbado boca abajo en la cama sólo duró unos pocos minutos, se trató de un evento que discu-
de hospital con las piernas cubiertas con una sábana, mientras rrió fuera de los parámetros del tiempo ordinario, fuera del
el doctor P., sentado a su izquierda, masajeaba vigorosamente tiempo, en el intervalo que separa un instante del siguiente. Yo
su espalda y sus hombros era, para mí, una escena poco acos- estaba completamente desbordado por el sentimiento, cuando
tumbrada. oí que me decía muy serenamente: «siento que tenga que coci-
No se me ocurrió nada qué decir, porque hasta un saludo nar para tanta gente, Michael».
tan sencillo como preguntar «¿Cómo está usted?» se me antojó Por unos instantes me quedé mudo. Sabía que realmente sen-
ambiguo e inadecuado. Ninguno de ellos dos dijo nada tampo- tía lo que decía y, una vez más, no supe cómo responder. En-
co; así pues, atravesé en silencio las sombras de la habitación. tonces farfullé, avergonzado y casi a punto de llorar: «Oh, se-
El dolor, la compasión y también la comunión con aquel gran ñor, no se preocupe por eso».
hombre que tanto nos había dado, a nosotros, a mí y a toda la Cuando nuestras manos se separaron, aún pude percibir la
humanidad, me embargaban hasta el punto de sentir un nudo sutil luz que emanaba de él, mientras el doctor P. continuaba
en la garganta, pero al mismo tiempo me daba clara cuenta de masajeándole diestramente en un intento de liberarle del dolor
que cualquier manifestación emotiva de piedad y de pena esta- físico. Sentí nacer en mí una enorme ola de gratitud y, antes de
ban, como las lágrimas, fuera de lugar. Lo único que pude de- abandonar la habitación, sólo atiné a decir: «¡Gracias, Krishna-
cir fue: «¡Oh, Krishnaji!». ji, gracias, señor!».
Alargué mi mano y él, incorporándose ligeramente, la tomó -Adiós, señor -me respondió.
en la suya. El doctor Parchure alzó en silencio la mirada y me
dirigió una cálida sonrisa mientras continuaba con el masaje.
El tacto de la mano de Krishnamurti fue lo más delicado, lo más
suave que había sentido jamás. La piel no estaba humedecida Al día siguiente, Krishnamurti se hallaba tan inusualmente
por el sudor ni tampoco reseca; no estaba fría ni caliente; tenía bien -teniendo en cuenta lo avanzado de su enfermedad- que
la exquisita tersura de la seda y del terciopelo. el doctor Deutsch, el médico que le atendía en Santa Paula,
-¡Hola, Michael! -respondió, mirándome con unos ojos mencionó la posibilidad de que estuviera experimentando una
muy abiertos. remisión, y Krishnamurti llegó incluso a preguntar si podría
Y de pronto percibí un fenómeno singular, que, más que viajar y hablar de nuevo. Por última vez, la llama de la espe-
asustarme o sorprenderme, me inundó de un majestuoso respeto: ranza volvió a avivarse entre nosotros, desatando la inverosímil
Krishnamurti era un foco de luz. Aquel organismo casi cente- esperanza de un milagro, un hecho que transmite claramente
nario y rayano a la muerte irradiaba luz auténtica; una luz sutil los controvertidos sentimientos que acompañaron a los últimos
emanaba de él y parecía derrarmarse sobre mí mientras le mira- días de la estancia de Krishnamurti en la Tierra.
ba. El doctor P. siguió masajeando el cuerpo, y Krishnamurti y Para el 5 de febrero, la mayoría de los amigos y colaborado-
yo permanecimos en silencio con nuestras manos enlazadas, fu- res a quienes Krishnamurti quería comunicar sus últimas dis-
sionados en una amistad sin barreras, unidos en un sentimiento posiciones estaban ya en Ojai. Entre los que se alojaban en
de prístina e inmensa libertad y de sagrada inocencia. Arya Vihara y en las casas de amigos y síndicos seríamos unas

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treinta personas. Además de encargarme de la clase de Asuntos Su respuesta fue inmediata, concisa y sin ambigüedades:
del Mundo en la escuela de Oak Grove, debía preparar la comi- «Desaparecerá». Y luego, tras un instante de reflexión, con voz
da y la cena para los invitados todos los días de la semana, lo conmovedora, llena de lirismo y no exenta de cierto matiz
que me mantuvo completamente ocupado. Tal vez fue toda esa enigmático, añadió:
misma actividad la que operó como una especie de amortigua- -¡Si supiera usted lo que se ha perdido..., la inmensidad de
dor que me protegió del doloroso impacto de lo que estaba su- ese vacío!
cediendo a cien metros, al otro lado del naranjal. Durante todo Cuando me enteré de aquel comentario, me pareció muy
este tiempo me sentí como si estuviera anestesiado y contem- misterioso. Nunca me quedó claro si se referiría a que, mien-
plase desde cierta distancia las deliberaciones frenéticas del tras estamos vivos, la mayoría pasamos por alto la espléndida
resto de los invitados. De vez en cuando, sin embargo, me lle- belleza de la vida, la infinitud pura del vacío, o si se refería ex-
gaban noticias sobre su estado de salud y también podía verle presamente al hecho de que habíamos dejado pasar la oportu-
en la sala de estar de Pine Cottage cuando llevaba la comida. nidad de percibir directamente el vacío que, hasta el fin, él nos
Curiosamente, era incapaz de pensar en él y, a un nivel más había mostrado a través de sus enseñanzas y de su presencia; o
profundo, me daba cuenta de que mi conocimiento e imagina- si se refería a ambas.
ción no podían sondear siquiera la profundidad del sufrimiento Varias horas más tarde, por iniciativa propia hizo su última
que estaba soportando. declaración grabada en la que habló de la inteligencia y de la
energía que habían pasado a través de su cuerpo y lo habían uti-
lizado como canal. También dejó bien claro que, a su entender,
nadie había sido capaz de percibir la inmensidad de lo que había
Aquel mismo 5 de febrero, se intensificó de nuevo el proce- sucedido, subrayando repetidamente que ninguna de las perso-
so de deterioro. Mientras él estaba hablando con los princi- nas que le rodeaban, ni del mundo entero, había comprendido lo
pales responsables de las Fundaciones, a los que había con- que él trataba de comunicar. Fue una declaración muy chocan-
vocado, el dolor y el malestar fueron tan abrumadores que se te, especialmente para quienes habían estado más cerca de él, y
derrumbó varias veces, sollozando por la debilidad. Les rogó cuando me la contaron, me recordó vividamente una historia
que no permaneciesen en Ojai esperando su muerte, un con- que él mismo había relatado en varias ocasiones: sólo dos de los
sejo al que hicieron caso la mayoría de ellos. Obviamente, era discípulos del Buda comprendieron realmente al Iluminado y
un dilema profundo; porque, aunque no todos los presentes se los dos habían muerto antes de su nirvana último.
amasen los unos a los otros, todos estábamos indisolublemente
unidos en nuestro demasiado imperfecto amor a K.

Era la segunda semana de febrero y la mayoría de los invi-


tados habían hecho caso a sus consejos y se habían marchado.
Dos días después, uno de los síndicos ingleses le formuló una Sin embargo, en esta coyuntura, algunos de los síndicos de ul-
pregunta: «¿Qué le sucederá realmente a ese extraordinario foco tramar optaron por quedarse para observar desde la distancia
de comprensión y energía que es K después de su muerte?». su lento declive. Así fue como el número de invitados que co-

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mían y cenaban en A.V. se redujo de treinta a unos quince o Él movió los ojos en señal de reconocimiento y suspiró pe-
veinte. sadamente. Fue la última vez que le vi. Después de aquel lasti-
moso momento, deseé que su sufrimiento no tardara en con-
cluir.
El doctor P. fue dándonos cuenta del progreso de su enfer-
A primera hora de la tarde del día 10 de febrero llevé una medad con breves sesiones informativas regulares que tenían
bandeja de comida a la sala de estar de Pine Cottage. De no ha- lugar en la sala de estar. Además escribió boletines regulares
ber sido por el hecho de que Krishnamurti se hallaba grave- describiendo su situación y los colgó junto al teléfono en la
mente enfermo, la escena habría parecido la de un momento de cocina, para que todo el mundo pudiera responder adecuada-
ocio. Unas cuantas personas estaban descansando silenciosa- mente a cualquier pregunta, ya que hubo muchas llamadas te-
mente en los sillones y en los sofás, mientras el enfermero lefónicas de los medios de comunicación y de personas de todo
ayudaba a sentarse a Krishnamurti, que había permanecido el mundo que querían enterarse de su estado de salud.
tumbado en uno de los sofás colocados al efecto frente a la
chimenea, en la que, a pesar de que no hacía mucho frío, crepi-
taban algunos troncos. Durante toda su vida había mantenido
la independencia, no sólo de mente sino también de cuerpo, y Boletín n° 1, del 13 de febrero de 1986: «Krishnaji ha dor-
verle depender de los demás para el simple acto de sentarse mido bien. No ha sufrido dolores, ni ha experimentado ningún
despertó mi compasión y se me llenaron los ojos de lágrimas. malestar físico. Se siente débil y no tiene muchas ganas de ha-
Me sentí impelido a acercarme a la débil figura envuelta en blar. Su temperatura, su pulso, su respiración y su presión san-
mantas y me arrodillé a su lado. Él apenas si pudo mover la guínea se hallan dentro de los límites normales. Recibe alimen-
cabeza, pero sí que dirigió hacia mí sus grandes ojos, semejan- tación por vía intravenosa. Le gusta ver la televisión y escuchar
tes a espejos y con una profundidad insondable, a mitad de ca- las noticias».
mino, como estaban, de la vida y de la muerte, y, cuando entré
en su campo visual, lo único que se me ocurrió decir fue: «Bue- Boletín n° 2, del mismo día (Boletín médico para las perso-
nas tardes, Krishnaji». nas que se interesan por la salud de Krishnaji del 13 de febrero
Él, a modo de respuesta, levantó apenas su mano derecha y de 1986): «Krishnaji ha descansado toda la noche. Su tempera-
luego, extenuado por el esfuerzo, la dejó caer exánime. Después tura ha subido un par de veces durante breves períodos de tiem-
abrió lentamente la boca, como si tratara de mascullar algo, po. Ha estado sentado frente a la chimenea contemplando la
con una voz tan ronca como la de alguien que estuviera mu- danza de las llamas y luego ha pedido que le leyeran en voz alta
riendo de sed en el desierto y tan débil que sus palabras se vie- las noticias internacionales. Ha permanecido sentado durante
ron sofocadas por el crepitar del fuego. Entonces toqué su mano 5 o 6 horas; después se ha echado a descansar. Prosigue la ali-
levemente con las yemas de mis dedos, sintiendo apenas el pul- mentación por vía intravenosa. Complementa el sueño con pe-
so bajo la piel sedosa y, tragando saliva para superar la irrup- queñas siestas diurnas. Por la noche ha visto la televisión. Fir-
ción de piedad y dolor que me embargaban, murmuré: «Gracias, mado por el doctor P.».
señor. Adiós».

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El florecimiento de la bondad

Boletín n° 3, 14 de febrero de 1986 (Informe médico de


Krishnaji para amigos que se interesen por él [no para la pren-
sa] fechado el 14 de febrero de 1986): «Krishnaji no pasó una
buena mañana y tampoco ha pasado bien la noche, aunque no
ha padecido dolor. Por la mañana sufrió dos pequeñas crisis
que pasaron rápidamente. Ha preferido permanecer en cama en
lugar de ir al cuarto de estar. Ha tenido unos grados de fiebre
durante un corto período de tiempo. El doctor Deutsch le visitó
por la tarde y charlaron de cine, golf y esquí. Luego durmió EPÍLOGO
bien. Doctor P.».

Boletín n°4, 15 de febrero de 1986: «Krishnaji durmió bien Han pasado ya varios años desde la muerte de Krishnamurti,
y de forma continua durante ocho horas, y ha despertado fres- poco después de la medianoche del 17 de febrero de 1986. Du-
co y alerta. Estaba débil y cansado y tendía a quedarse dormido. rante todo este tiempo el cambio más notable ha sido vivir sin
No tenía mucha fiebre, pero sudaba de continuo. Por la noche Krishnamurti, el amigo de la sabiduría, el amigo de la vida y de
vio una película y bromeó con las personas que le rodeaban y la verdad. Las escuelas y fundaciones creadas en su nombre si-
luego se durmió a eso de las ocho y media de la noche». guen funcionando, aunque los síndicos, los directores y el per-
sonal han ido cambiando con el paso del tiempo. Son muchas
Boletín n° 5, 17 de febrero de 1986: «Krishnamurti durmió las cosas que han cambiado también, tanto dentro de nosotros
bien hasta las tres de la madrugada del 16 de febrero y, a partir como en el mundo en general, y muchos y constantes los desa-
de ese momento, lo pasó bastante mal. Todo el día tuvo dolo- fíos, el más importante de los cuales ha sido la pregunta de qué
res de intensidad variable a intervalos irregulares. Por la tarde haríamos, juntos e individualmente, con este bien precioso que
estaba completamente exhausto y con ganas de dormir, y final- se nos había confiado.
mente se le administró el somnífero habitual a las siete. Pasó Krishnamurti nos transmitió un legado realmente extraordi-
una hora sin poder dormir a causa del dolor, pero cuando éste nario. Considerado en términos exclusivamente cuantitativos,
remitió, cayó inconsciente y murió a las 12:10 de la madruga- podemos hablar de dos mil quinientas grabaciones de audio,
da del lunes 17 de febrero de 1986. Doctor Parchure». unas quinientas grabaciones de vídeo, cerca de cien mil páginas
de material impreso (libros y transcripciones), miles de pági-
nas de cartas y manuscritos, numerosas fotos y una considera-
ble cantidad de metraje cinematográfico, una verdadera monta-
ña, en suma, de material de archivo, la mayor parte del cual
todavía permanece inédito. Es evidente que la conservación y
publicación de todo este material es importante, tanto desde
una perspectiva histórica como desde un punto de vista prácti-
co, pero, como el mismo Krishnamurti subrayó, sus enseñan-

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Epílogo

zas son una cosa viva, mientras que los libros y otro tipo de re-
gistros no lo son.
Y eso fue, precisamente, lo que Krishnamurti nos legó, la
cosa viva, nuestra propia vida. ¿Estamos realmente dispuestos
a asumir el reto al que Krishnamurti nos enfrentó, el reto de ser
completamente libres? No sólo libres del miedo y del conflicto
-lo que obviamente tiene una importancia capital-, sino libres,
simplemente libres, incondicionalmente libres.

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