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LA PERSONA DEL ESPÍRITU SANTO / Jn.

14:16-17, 26; 15:26; 16:7, 13-14


En la exposición que hice sobre nuestra identidad evangélica, el último punto que trataba
sobre la fe en el Espíritu Santo quedó un poco corto por falta de tiempo. Algunos hermanos
me han pedido que predique sobre la tercera persona de la deidad, una doctrina que unos
enfatizan mucho y otros menos, por lo que debemos guardar un equilibrio. En el año 2012
prediqué cuatro mensajes sobre la obra del Espíritu Santo, hoy meditaremos sobre su
persona.
1 ¿Quién es el Espíritu Santo? Jn. 14:16-17
El Espíritu Santo, no es una influencia o una emanación inconsciente. Según la Biblia es una
persona distinta del Padre y del Hijo, pero formando con ellas el Dios único. Es imposible no
admitir este hecho, si aceptamos las declaraciones realizadas por Jesús con relación al
Paráclito, término que ha sido traducido por Consolador, pero que el significado debe ser
entendido como abogado, compañero, defensor o ayudador. El Espíritu Santo es la persona
indispensable a nuestro lado y en nosotros para ayudarnos a vivir una vida santa. Jesús se
refiere a él como otro Consolador o Ayudador, que el Padre debía enviar a la tierra para
reemplazar al Hijo después de la ascensión de este a los cielos para estar para siempre con
nosotros y en nosotros. Él es, pues, el otro Cristo y cualquiera que quiera usurpar su nombre
y lugar es anticristo. Dios es Espíritu, esto es verdad del Padre y del Hijo, pero la tercera
persona de la Trinidad, es llamada especialmente Espíritu para expresar el modo particular
de su actividad. Mientras que el Padre ve y ordena, el Hijo habla y se entrega, el Espíritu
aplica las voluntades del Padre ejecutadas por el Hijo y nos comunica la gracia que viene a
nosotros del Padre por el Hijo. El Espíritu nos da a cada uno individualmente, lo que el Hijo
ha obtenido para nosotros por su muerte y que el Padre, en su amor insondable, nos había
destinado desde la eternidad.
2 El Espíritu Santo en el AT
Debido a que fue derramado en Pentecostés, da la impresión que está ausente en el AT,
cuando en realidad lo hallamos en muchas ocasiones. Desde las palabras iniciales en el
primer capítulo de Génesis, el Espíritu está presente en la obra de la creación y en todas
partes (Sal. 104:30, Sal. 139:7)
[if !supportLists]2.1. [endif]El Espíritu comunica facultades especiales (Éx. 31:3). A algunos
hombres les inviste de capacidades en vista a las actividades o trabajos que les confía. Así,
por ejemplo, Yahweh llama a Bezaleel y Aholiab y llena al primero de su Espíritu y al segundo
de sabiduría para que sean los artistas que construyan el tabernáculo con todos los
utensilios necesarios para el culto, según el modelo que había mostrado a Moisés. No
podemos separar lo material de lo espiritual en la obra de Dios.
[if !supportLists]2.2. [endif]El Espíritu inviste a los dirigentes de Israel (Nm. 11:25-29, 1S.
10:5,10). Moisés reunió a los ancianos y descendió Yahweh y tomó del Espíritu que estaba
sobre el líder hebreo y lo puso en los 70 ancianos, los cuales profetizaron, incluso los que no
estaban presentes, como Eldad y Medad. Pero esto fue un acto único porque no volvió a
repetirse, no como está en la RVR-60. Ante la insolencia de Josué, Moisés respondió con un
deseo que deberíamos asumir también: que todo el pueblo fuera profeta para anunciar la
palabra de Dios. También Saúl fue investido por el Espíritu.
[if !supportLists]2.3. [endif]El Espíritu sobre los jefes militares de Israel (Jue. 3:10, 6:34,
13:25). En una época que se caracterizó precisamente por la desobediencia a Dios, vemos
como Yahweh unge a los jueces Otoniel, Gedeón y Sansón para luchar contra los enemigos
que oprimían al pueblo.
3 El Espíritu Santo en el NT
Evidentemente, el NT contiene muchas más referencias que el AT, porque la encarnación de
Cristo y el derramamiento del Espíritu Santo son los hitos que dan principio a una nueva era
que se consumará en el regreso de Cristo.
[if !supportLists]3.1. [endif] El Espíritu Santo en los evangelios. a) Juan el Bautista, mientras
predicaba en el Jordán decía: Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento, pero
el que viene tras mí (…) él os bautizará en Espíritu Santo y fuego (Mt. 3:11). Este bautismo no
podía haber tenido lugar antes de la muerte y resurrección de Cristo, acontecimientos por
los que fue inaugurado el Nuevo Pacto (Jn. 7:39). El bautismo en agua es el símbolo del
bautismo real del Espíritu con que Cristo nos ha bautizado al creer. Si el agua es símbolo de
limpieza, el fuego lo es de purificación y juicio, sin olvidar que en Pentecostés el Espíritu se
manifestó en lenguas de fuego. b) El evangelio de Lucas empieza con el anuncio del
nacimiento de Juan el Bautista, el cual sería lleno del Espíritu (Lc. 1:15), cubriendo a María
con su sombra, lo que subraya una continuidad entre el ministerio del Espíritu en el AT y
ahora en la encarnación (Lc. 1:35) y Elisabet y Zacarías serían llenos del Espíritu (Lc. 1:41,
67). c) En la tarde de su resurrección Jesús sopló sobre sus discípulos reunidos y les dijo:
Recibid el Espíritu Santo (Jn. 20:22). Pero no fue en este momento que nació la Iglesia. Por
sus palabras, Jesús transmite sus poderes a los testigos oculares de su resurrección, los
apóstoles, quienes debían ser los continuadores de su obra. Algunos han llamado a este
hecho, el Pentecostés de Juan, pero hay diferencias notables entre ambos acontecimientos.
El soplo de Jesús es como el de Dios en Adán y por eso el simbolismo es el del principio de
una nueva creación. Lo que hizo Jesús fue equipar a los apóstoles con su propio Espíritu para
una nueva etapa de ministerio en la cual servirían durante su ausencia. De ahí la comisión de
perdonar pecados por medio de la predicación del evangelio. Con esta recepción del
Espíritu, de manera intransferible, ellos debían obrar en nombre de Jesús en virtud de la
autoridad que les había conferido y formular la doctrina cristiana por inspiración divina. Es
en virtud de recibir esta investidura especial, limitada a los testigos oculares del Cristo
resucitado, que nosotros debemos recibir el NT, es decir, el conjunto de los escritos
apostólicos, donde la vida, la muerte, la resurrección, la doctrina y la moral de Cristo son
dados en detalle, como siendo la Palabra de Dios para la Iglesia, de la misma manera que el
AT lo fue para Israel.
[if !supportLists]3.2. [endif]El Espíritu Santo en los Hechos y las epístolas. De acuerdo al
mandato de Cristo, lo apóstoles permanecieron juntos esperando la venida del Espíritu para
cualificarles para la misión, que el Señor les había dado (Hch. 2:1-13). En este caso, la
investidura no era solo para los apóstoles, sino para todos los discípulos. Desde este día, la
Iglesia, cuerpo de Cristo, es también el templo del Espíritu Santo, lo cual tiene una
importancia única. Cuando alguien se cuestiona las reuniones como iglesia, hay que decirle
que peca contra el templo del Espíritu, el cual está constituido por aquellos que han nacido
de nuevo por el Espíritu Santo y han sido bautizados en un solo Espíritu hacia un cuerpo (1
Co. 12:13).
Conclusión. Esta doctrina es mucho más amplia, e imposible de abarcar en un solo mensaje.
Sin embargo, debemos asumir que el Espíritu es una persona que está activa desde la
creación, en Israel y en la Iglesia hoy. Su dirección por medio de su Palabra inspirada es
fundamental para nuestra vida espiritual.

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