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Qué es ser acompañante terapéutico

La reclusión obligada de los que sufren patologías mentales ya fue. Los tratamientos que operan
en el ámbito propio del paciente ganan predicamento. Aquí emerge la figura del acompañante
terapéutico. Miriam Lenarduzzi explicó a El Día el rol que cumplen estos profesionales poco
conocidos.
Marcelo Lorenzo
- ¿Qué es un acompañante terapéutico?
Miriam Lenarduzzi:- El acompañante es un agente de salud. Es una incorporación nueva dentro de
ese ámbito. Responde a un dispositivo alternativo nuevo que trabaja con patologías complejas que
hasta el momento los métodos tradicionales no podían cubrir. Entonces se trabaja de manera
interdisciplinaria con todo un equipo que trata esas patologías que exceden el ámbito privado de la
atención.
- ¿Cuál es la historia de esta profesión?
– En Argentina en la década del 60 aparecen dos precursores, los doctores Eduardo Kalina y Jorge
García Badaracco. Este último, siendo jefe de Servicio del Hospital Neuropsiquiátrico Borda, en
Buenos Aires, crea una comunidad terapéutica. En tanto que Kalina desarrolla la figura auxiliar del
“acompañante terapéutico”. Para comprender esta creación hay que entender que antes las políticas
estaban vinculadas a pacientes que tenían distintas enfermedades mentales, y que nosotros llamamos
locura. Terminaban internados y casi sin posibilidades de recuperación.
- Es decir, el tratamiento consistía básicamente en la reclusión…
– Que terminaba, en realidad, en una exclusión. La internación institucional equivalía al aislamiento
del paciente de su familia. Frente a las enfermedades mentales había una visión psiquiátrica en la
cual predominaba un abordaje más bien coercitivo, donde además no se contemplaba la posibilidad
de que el paciente pudiese insertarse en la sociedad. Dentro de la práctica clínica psiquiátrica Kalina
hace un primer intento de sostén del tratamiento en el ámbito del paciente, incorporando un agente
que él denominó ‘amigo calificado’. Trató así a un alcohólico, una persona que finalmente pudo
reinsertarse en la vida social. A partir de esta experiencia, se ve la importancia de este nuevo agente
al que se le da un cambio en la denominación. Como la definición de amigo podía mal interpretarse,
en relación a la función que debía cumplir, se acentuaron los aspectos terapéuticos. Para el período
que estamos hablando, la figura se fue institucionalizando en la Argentina.
- Sin embargo es poco conocida…
– Es cierto. Actualmente en nuestra Provincia, por ejemplo, todavía cuesta entender el rol del
acompañante terapéutico. Quizá se deba a la poca difusión que tiene en la opinión pública.
- ¿Son pocos los egresados?
– Cuando estudié en la Facultad de Humanidades de la UADER -sede Concepción del Uruguay-
éramos varios estudiantes en la carrera. De hecho allí los egresados están trabajando. Hasta donde sé,
en Gualeguaychú son pocos los salidos del nivel terciario. Esta carrera se puede cursar también en
las sedes Paraná y Concordia de la Universidad Autónoma de Entre Ríos (UADER) y en varias
universidades e institutos del país. El movimiento universitario alrededor del acompañante
terapéutico empezó en Buenos Aires y de ahí se extendió al resto de la Argentina. La llegada al
interior es un proceso más lento, aunque sé que la matrícula se ha incrementado mucho en nuestra
región.
- ¿En qué consiste la carrera?
– En mi caso es una tecnicatura que implica tres años de cursado. Y en el último año se hace un
seminario en el cual uno trabaja concretamente con pacientes. Es decir lleva a cabo un trabajo de
campo. No obstante, sé que hay muchos cursos que se dan para acompañante terapéutico. Pero es
importante que se valore a aquel profesional salido del nivel terciario, que puede ameritar una
formación profesional. Por otro lado, creo que la ambigüedad en la definición de la función
específica, hace que profesionales de actividades relacionadas, ejerzan la función de acompañante
terapéutico sin una formación adecuada. Diría que actualmente estamos en este proceso de
legitimación y de reconocimiento de la figura del acompañante. Porque ha habido tres etapas en la
historia del acompañante. Una es de conceptualización, que se dio entre 1960 y 2000, donde se
define la práctica, y empiezan las primeras experiencias. Otra de institucionalización, entre 2000 y
2010, con la creación de la Asociaciación de Acompañantes Terapéuticos de la República Argentina
– AATRA-. Y por último la etapa de legalización, en 2010, con la reglamentación de la Ley de
Salud Mental.
Cambio de mirada
- Volviendo al rol terapéutico, ¿se puede decir que está conectado con la idea de tratar al
paciente dentro de su ámbito?
– Sí. De hecho en el año 2010 se promueve una nueva Ley de Salud Mental, que justamente tiende a
evitar las internaciones. En la década del 60 aparece ya un primer proceso de
‘desmanicomialización’, cuando se empieza a conceptualizar la enfermedad desde otro lugar.
Entonces Kalina se plantea la posibilidad de cambiar la mirada sobre lo que es la locura. Y junto con
eso diseñar un dispositivo que permitiera que esos pacientes que habían sido internados pudieran ser
externalizados. La función del acompañante, así, estaba ligada a un trabajo “extra muros”, realizando
actividades relacionadas con la contención en momentos de crisis. Este enfoque se fue consolidando
con el tiempo.
- Pero este tipo de terapia no se aconseja en todos los casos. ¿Es así?
– Generalmente se interna al paciente cuando es peligroso para sí mismo y para terceros. Pero si no
están presentes esos condicionantes, se permite la externalización. El acompañante, reitero, es esa
figura que sostiene emocionalmente al otro. Lo apuntala. Lo escucha, presta oído a su angustia, a su
padecer, y también a sus alegrías.
- Desde el punto de vista operativo, ¿quién define la estrategia de tratamiento?
– Está el profesional de cabecera que en este caso podría ser un psicólogo, un psiquiatra o un médico
clínico. Ellos llevan adelante con el equipo la definición de la estrategia en función de cada caso en
particular, en relación con la historia clínica y el tipo de patología. En este contexto se incorpora el
acompañante como una estrategia posible. Cuando hablo de equipo me refiero a que intervienen
otros profesionales, como psicoterapeutas, trabajadores sociales, y demás.
- ¿Cómo debe entenderse el concepto de sostén emocional?
– El trabajo del acompañamiento terapéutico sirve para sostener a un sujeto en sus actividades
diarias. Se busca permitir que el paciente continúe o retome sus actividades laborales, sus estudios y
sostener su inserción social en la medida en que esto sea posible.
Tipos de intervenciones
- La esfera de acción incluye las adicciones de todo tipo. ¿Es correcto?
– Claro. El acompañamiento terapéutico se ubica en relación a pacientes con distintos problemas
vinculadas a la salud mental: con riesgos suicidas, adictos, anoréxicos, bulímicos, depresivos,
psicóticos, ludópatas, ancianos socialmente aislados o pacientes que presentan dificultades en su
tratamiento (…) El acompañante se reinventa a cada momento. Está todo el tiempo repesando su
acción. Independientemente de la perspectiva teórica desde la que aborda su trabajo, está
considerando todo el tiempo caminos a seguir según las particularidades del paciente y las
circunstancias que se presentan.
- Para dar una idea del tipo de intervención, ¿qué historia concreta puede contar?
– Me acuerdo de un paciente con depresión y algunas psicopatías. Estaba en su casa y todos los
vínculos con la familia eran vínculos conflictivos. Vivía prácticamente encerrado en su habitación,
aislado de todo. Sufría crisis reiteradas, que implicaban por un lado un desgaste importante para la
familia y después reinternaciones. En un mismo año podía tener entre siete u ocho internaciones.
Luego de que se lo compensaba, volvía a la casa. En este caso, el acompañante debía tratar de
rearmar los lazos y ponerse en una actitud de escucha permanente. Se trataba de potenciar, en el
fondo, aquellas habilidades que tienen que ver con la construcción de un proyecto de vida sostenible.
- ¿No existe el riesgo de dependencia del acompañante?
– El profesional se plantea objetivos para su abordaje. Es un encuadre que tiene que ver con la
organización horaria. Hay que ir ajustando el tiempo con vistas a la ‘despedida’. Esto tiene que ver
con la desligación. Es cuando el paciente logra sostenerse por sí solo (…) Recuerdo haber leído el
caso de una chica que estuvo internada en un hospital psiquiátrico de Buenos Aires. Su situación era
de aislamiento, no hablaba con nadie, no deseaba tener contacto con nadie. Los profesionales que la
trataban habían perdido la esperanza de hacer algo por ella. Cuando se propone la incorporación del
acompañante, éste se sitúa en ese lugar de espera y de escucha. Es decir su trabajo se concentró en el
orden simbólico. Lo que hacía básicamente era llevar el mate, con el propósito de establecer algún
vínculo. Al principio la cosa no fue fácil. Al mate se lo tomaba él solo. Pero su presencia estaba
operando. Ese estar ahí abrió las puertas. Porque en un momento el paciente quiso tomar mate. Fue
la respuesta que todos esperaban.
- ¿Cuáles son hoy las patologías, en el ámbito de la salud mental, más preocupantes, según su
parecer?
– Las que afectan a los adolescentes. Hablo de drogodependencia, de trastornos alimenticios, de
trastornos de ansiedad, entre otros. Por otro lado, está todo lo vinculado a la enfermedad de
Alzheimer. Aunque habría que pensar el sentido de la incorporación en este último caso del
acompañante.
- ¿A qué se refiere?
– El acompañante es básicamente sostenimiento emocional. Inclusive en enfermedades en las que ya
no hay más nada por hacer. Enfermedades terminales. Esto tiene que ver con la elaboración del
proceso de duelo. El acompañante trabaja a nivel familiar entendiendo que se incorpora en la
cotidianeidad de la vida del paciente. Ya sea que esa cotidianeidad se dé en su casa, en el espacio de
internación o en las instituciones hospitalarias. Es, por otro lado, una fuente importante de
información para aquel que está a cargo del tratamiento. Al estar cerca del paciente puede aportar
una visión empírica de su situación.
Ficha técnica
Miriam Lenarduzzi es profesora de Psicología y Acompañante Terapéutica. Estudio en la Facultad
de Humanidades de la UADER en la sede Concepción del Uruguay.
Como acompañante terapéutica trabaja desde 2008. Actualmente da clases, en el área de psicología,
en distintos establecimientos educativos de la ciudad. A nivel terciario en el Instituto Sedes
Sapientiae y en el nivel medio en la Escuela Normal ‘Olegario Víctor Andrade’ y en el Instituto
‘José María Bértora’.
Lenarduzzi, además, tiene un postítulo de “Educación en contextos adversos”.
El nuevo enfoque sobre la internación
Los derechos básicos de las personas usuarias del servicio de salud mental y adicciones están
garantizados en la nueva legislación sancionada en 2010.
La Ley N°26.657 postula que la persona con alguna patología mental debe “ser reconocida como
sujeto de derecho, y a que se presuma su capacidad”.
En la parte atinente a la atención, habla de que “debe ser desarrollada preferentemente fuera del
ámbito de la internación, en el marco de un abordaje interdisciplinario e intersectorial”.
La internación sólo debe llevarse a cabo “cuando aporte mayores beneficios terapéuticos que el resto
de las intervenciones realizables en el entorno familiar y comunitario”.
Debe ser “lo más breve posible” y nunca se debe prescribir o prolongar “para resolver problemáticas
sociales o de vivienda”.
Debe tenderse a “mantener los vínculos y la comunicación con familiares, allegados, y el entorno
laboral y social”.
En cuanto a la internación involuntaria, la ley habla de que “sólo se aplica de modo excepcional,
sólo cuando a criterio del equipo de salud exista situación de riesgo cierto e inminente en el caso de
que no sean posibles los abordajes ambulatorios”.

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