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San Galeano

Practica ideales libertarios: Libertad, creatividad, solidaridad, amor,


compasión... es un "anti-sistema" o un crítico del "sistema" (capitalista, claro.)
Pese a que tiene un estilo lírico ejerce la racionalidad. (Sapere aude, atrévete a
saber. El lema del racionalismo que cita Kant en su famoso ensayo sobre la
Ilustración.)
Tiene otras particularidades de tipo anarquista: sabe que la historia, la
verdadera historia, es la historia de la gente común, la historia que no es oficial. La
historia que no es del Poder.
Entonces se lanza de lleno a rescatar esa historia oral de América. La
"historia" son las pequeñas historias que no ingresan en los libros de historia ni en
los diarios o ingresan de un modo lateral. En este sentido Galeano pretende
reescribir toda la literatura latinoamericana desde una nueva perspectiva menos
ligada a los letrados.
De modo que Galeano, que busca su propia voz después de Las venas
abiertas de América Latina, aspira -acaso como todo gran escritor- a ser anónimo,
popular.
En el mismo sentido, Galeano se aboca a la ingrata tarea de desmantelar la
retórica del poder. Tarea ingrata y descomunal la de revelar el doble lenguaje de la
propaganda global, hecho de eufemismos, mentiras, y demás velos de Maya; por
eso Galeano dice que Las venas abiertas de América Latina "ha servido para
mostrar que el subdesarrollo no es el camino hacia el desarrollo, sino la
consecuencia histórica del desarrollo ajeno."
Y da vuelta el discurso y lo pone patas para arriba, tal como entiende que
está el mundo en este momento.

Notas al paso.
Una vez tuve la oportunidad de verlo a Galeano en vivo. Yo empezaba a
estudiar letras y ya había superado mi fervor de Historias de cronopios y de famas
de Cortázar y Las Crónicas del ángel gris de Dolina.
Galeano me parecía tan cursi como Mario Benedetti. Yo estaba re fascinado
con Borges. (Digo re fascinado porque a Borges lo había descubierto tan
tempranamente como a Galeano, en la debida adolescencia.)
-Borges, curiosamente y salvando las distancias, también se interesó por
las relaciones entre los mundos de la oralidad y la literatura. Y amaba el Uruguay
entre tantas otras cosas.-
Entonces, unos años después del 2001, por intercesión divina de mi
maestra de 7mo grado Cristina Lohaiza, me incluyen en el equipo de recepción de
un recital que iba a ofrecer Eduardo Galeano en el estadio GEPU de San Luis,
organizado por el Tato Iglesias, toda una celebrity hippie progre de la universidad
puntana. (Algo que en ese momento punky de mi vida me parecía repulsivo. Ahora
no puedo menos que admirarlo.)
La cosa es que escuché a Eduardo Galeano leer sus relatos breves, solito,
con mesita y micrófono nomás. Y me emocioné hasta las lágrimas. Muy a mi
pesar. Me tuve que meter todas mis teorías literarias en el bolsillo. Las historias
"cursis" de Galeano habían sido efectivas, según la más estricta lógica borgeana,
porque me habían conmovido.
Con Juan Gelman me ocurrió exactamente lo mismo.
Lo escuché unos años después en Cba, en un Teatro Real absolutamente
colmado, leer tranquilamente sus poemas. Casi sin ningún énfasis. Algo muy
rioplatense. Tan elegante, por otra parte. Era lo más alejado de la declamación
que podamos imaginar, sin embargo el impacto emocional era increíble.
Claro, que se suponía que lo que iba a escuchar era igual al CD (¿qué es
eso?!!!), pero la experiencia de escucharlos en vivo era algo muy similar a un
recital de rock. Una experiencia única, intensa. Ritual, teatral.
Les juro que se desplomaban las plateas, en el caso de Galeano eran casi
todos jóvenes, muy jóvenes, es decir universitarios y secundarios. En el caso de
Gelman era gente de todo tipo y edad. Por ejemplo, ex guerrilleros, gente hecha
mierda, artistas, gente común...

Madrugada de septiembre de 2018. Solo sé que no sé nada, salvo una


cosa. Hay que leer (y releer) a Eduardo Galeano.

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