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10/9/2018 El Sexo según San Agustín - La Celda del Monje

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EL SEXO SEGÚN SAN AGUSTÍN
El Monje Espiritualidad y Sexo, SexCuriosidades

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las enseñanzas de los evangelios. No podemos negar que desde sus
primeros años fue un espíritu curioso que indagó en los problemas
filosóficos y religiosos de los hombres de su época.
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A los veinte años, Agustín conoció a una mujer y vivió con ella más de
una década disfrutando y gozando del sexo. Sin embargo, su interés y
la atracción que le provocaban el conocimiento, lo hicieron sentirse
atraído por las divulgadas teorías maniqueistas de entonces que
dividían al mundo en dos reinos, el Divino y el Satánico. Los
maniqueos también sostenían que toda actividad sexual contribuía a
acrecentar los poderes del Mal. Agustín fue un interesado oyente de
las reuniones a las que lo convocaban y adhirió con gusto a estos
pensamientos. Aún se recuerda una de sus plegarias famosas de
entonces: “Señor, dame castidad, pero no ahora".

El sexo y los placeres de la carne siguieron interesando a Agustín


durante muchos años hasta que vivió una experiencia de conversión,
a partir de ese momento, sus reflexiones y pensamientos acerca del
mundo, de Dios y, especialmente, de la sexualidad lo convirtieron en
uno de los Padres de la Iglesia.

Agustín sostuvo que el deseo sexual era la más impura y sucia de


las maldades humanas, una manifestación clara de la
desobediencia del Hombre a los designios de Dios.

Para este gran filósofo y escritor, ningún otro placer o deseo del
cuerpo tenía el poder de nublar la razón y desarmar la voluntad como
el sexo. Se podía charlar amablemente dándose un banquete o
discutir ideas con una botella de vino enfrente, pero nada bueno se
podría argumentar bajo las oscuras influencias del deseo de fornicar.

Resulta muy interesante observar que Agustín describía al sexo como


un monstruo todopoderoso que condenaba al alma humana y al que
sólo se podía combatir con una rígida disciplina en la abstinencia. Y
aun así, nadie podía estar seguro a lo largo de su vida de haber
podido derrotar y vencer a este mal básico y continuo, a este vicio
natural con el que los hombres nacemos.

El sexo era, para él, tan sórdido y oscuro que por eso se practicaba en
secreto. En los prostíbulos, las rameras y clientes hacían sucios
juegos en la oscuridad y, en cada casa, los matrimonios, se
encerraban para acostarse juntos.

Pero tras estas afirmaciones y pensamientos se Agustín tras su


conversión ¿Qué opinaba un hombre tan importante del Imperio
Cristiano acerca del sexo marital?, él afirmaba que los matrimonios
podían ser los únicos que mantenían sexo “legal", sin embargo,
marido y mujer no evitaban caer en la vergüenza, porque la vergüenza
en el sexo era parte del rito que acompañaba el acto de la fornicación.

No obstante, Agustín y muchos cristianos de su época no olvidaban


que, en todo caso, el sexo también era una creación divina y que
nuestra anatomía lo necesitaba para la actividad natural de
reproducción humana. Por eso, fueron cuidadosos en señalar que no
siempre el sexo era pecaminoso si se lo ejercía en determinados
momentos y con la persona adecuada.

«¡Suba nuestro Esposo al leño de su tálamo, suba nuestro


Esposo al lecho de su tálamo! ¡Duerma, muriendo, y se abra su
costado, para que salga la Iglesia virgen, para que, como Eva fue
creada del costado de Adán durmiente, así sea formada la Iglesia del
costado de Cristo pendiente de la cruz! Herido su costado, “al instante
salió sangre y agua” (Jn 19,34), es decir, dos sacramentos gemelos de
la Iglesia. Agua con la que la Esposa fue purificada (Ef 5,26); la
sangre, por la que recibió la dote. Duerme Adán, para ser creada

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10/9/2018 El Sexo según San Agustín - La Celda del Monje
Eva; muere Cristo, para ser creada la Iglesia» (De Fide et Symbolo
IX 21-X 21).
Nos dice el P. Juan Antonio Ruiz, que San Agustín es muy osado
cuando compara la cruz al tálamo nupcial. Pero, justamente por eso,
nos deja una profunda y hermosa genialidad. Cuando San Pablo, en
su carta a los Efesios dice «por eso dejará el hombre a su padre y a
su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne.
Gran misterio es éste, lo digo respecto a Cristo y la Iglesia» (5, 31-
32), se está refiriendo justamente a esto que dice Agustín. El sexo es
tan sagrado, tan profundo que es un signo, una representación de lo
que Cristo mismo nos ha dado en su acto de amor más excelso: la
Cruz. Y es que, en cierta manera, ¿qué realizan los esposos si no es
morir a sí mismos dando su intimidad a la otra persona? Y de este
“morir”, ¿no sale un nuevo ser, tal y como del costado sangrante de
Cristo sale la Iglesia? Por ello, el sexo no puede ser sólo algo que se
practica un fin de semana, porque «el eros, degradado a puro
“sexo”, se convierte en mercancía, en simple “objeto” que se puede
comprar y vender; más aún, el hombre mismo se transforma en
mercancía» (Benedicto XVI, Deus Caritas Est, n. 5). No, la sexualidad
debe elevarse a un auténtico acto de amor manifestado en el marco
del compromiso serio, del respeto a la intimidad de la otra persona, de
la donación recíproca y total. Cristo nos toma muy en serio al morir en
la cruz; el ser humano no debería banalizar algo que representa su
acto más sublime de donación a la humanidad.

Observar una vida en castidad no era tarea fácil para san Agustín. En
sus Confesiones, Agustín terminaría admitiendo que nunca pudo
alejarse totalmente de la tentación y que, aun siendo un hombre
maduro, lo seguían perturbando los sueños eróticos y las ráfagas de
deseo carnal.

Por lo visto, hijos míos, Agustín fue una mente brillante en muchos
aspectos de sus teorías pero a lo que a deseo sexual se refiere la
batalla estuvo perdida desde el principio. Lo importante de toda esta
lectura es saber que nuestras concepciones, en la medida que
vamos evolucionando en conocimiento y creencias, van cambiando de
acuerdo a como nos sintamos en el momento que estamos viviendo,
tal como ocurrió con Agustín, un hombre dado a los placeres de la
carne y que por una experiencia personalmente espiritual cambio su
manera de pensar con respecto a muchos temas, en tal sentido, no
escapamos de cambiar nuestras formas de pensar, de evolucionar
para bien o para mal, pero las necesidades humanas siempre nos
acompañaran en ambos caminos.

Lo que debemos rescatar de todo, es que en la medida que


evoluciona los pensamientos, de la misma manera evolucionan las
personas; es evidente que el concepto de san Agustín sobre el sexo,
en la actualidad sería muy rechazado, ya que todo su aporte caló en
su espacio temporal, muy distinta a nuestra época, sin embargo quiero
rescatar la importancia que el dá al coito conyugal, un elemento que
se ha perdido mucho en nuestros tiempos, el cual se ha centrado solo
en el mero acto sexual, y no en la profundidad del mismo, en lo
sagrado del amor para la pareja representado en el coito, y que este
en la medida en que se practica de manera consiente unifica a ambos
en un amor puro y verdadero, sin embargo creo que el sexo fuera del
matrimonio es totalmente normal, difiero en esto con el P. Juan
Antonio Ruiz cuando menciona que las personas hemos convertido
en un objeto que podemos mercadear, me parece extremista tal
afirmación, más cuando conocemos que en el seno de la iglesia
existen muchísimos caso de aquellos que no respetan sus votos de
castidad, creo en este sentido, que el acto en sí, ayuda a las personas
a reconocer sus potencialidades, al autoconocimiento y al
reconocimiento de la otra persona, ayuda a alcanzar la madurez
sexual propia de los ciclos del ser humano y a su vez potencia la
confianza de los mismos, y aunque la biblia mencione que es un
hecho solo de hombre y mujer, para mí, el Monje, es una acción
realizable según la preferencia de cada cual, esto en el marco del
respeto y la libertades propias de cada individuo sin hacer daño a
nadie, todo en total conciencia.

Los invito entonces a seguir indagando en el tema y a compartir esta


información que sé que es de provecho para muchas personas que
buscan ampliar sus mentes con lecturas amenas como estas.

https://lacelda.co/el-sexo-segun-san-agustin/ 2/2

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