VIERNES, 12 Df JULIO Df 1968
CIENCIA DEL LENGUAJE Y POESÍA
Estructuralismo y permutación analógica UNIDAD DE LA VERDAD
RECIENTEMENTE ha alcanzado gran
difusión una tendencia que tiene
decenios de existencia: el «estructura-
lismo». Basada en el empleo del con-
cepto de «estructura» como factor
dominante, puede aplicarse a los más
diversos campos: antropología, len-
. guaje, psicología normal o patológica,
música, etc. Hay una gran bibliogra-
fía sobre la materia, desde la «An-
thropologie structurale». de Lévi-
Strauss, a «Qu'est-ce qu'une structu-
re», del lógico Stephane Lupasco,
pasando por «La Linguistique struc-
turale», de Lepschy, y obras de más
franca divulgación, como «Comprendre
le structuralisme», de J.-B. Fages.
Lupasco indica que la palabra «es-
tructura» aparece en el diccionario
etimológico de D a u z a t , en el si-
glo XIV, con el sentido de construc-
ción (del latín «struere»); pero que
ya en el «Littré», de 1880, el término
se define como «organización de las
partes de un todo cualquiera». Si el
estructuralismo pone el acento en el
factor «dinámico» y «relacional» de
los elementos de lo que fuere (obra
arquitectónica, poema, composición
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LA VANGUAKDIA ESPAÑOLA
musical, conjunto de mitos o de cos-
tumbres), también valora profunda-
mente la «serialidad» (limitación y
tendencia espontánea a la organiza-
ción) de dicho «conjunto». En el fon-
do, la idea de Schoenberg, de com-
poner partiendo de una «serie» (o
grupo) de 12 notas distintas (sin re-
petición alguna), es una concepción
estructuralista. En 1923-24, él perfec-
cionó su técnica así establecida. El
Congreso de Praga de 1929, de filó-
logos eslavos (Jakobson, Karcevsky,
Trubetzkoy) sentó principios que, a
veces, muestran parentesco con las
nociones schoenbergianas.
Lévi-Strauss, en sus estudios antro-
pológicos, ha elegido cierto número
de «estructuras universales de la men-
te», señalando que puede haber per-
mutaciones entre ellas. Volviendo a
la lengua, la escuela estructuralista,
no en bloque, pero sí por parte de
destacados representantes de ella, con-
sidera: 1) la lengua como entidad au-
tónoma; 2) admite significado psico-
lógico en los fonemas, si no en su
cualidad descriptiva, sí en la evoca-
tiva o poética. Los sonidos que elige
6 se entienda qué quiere decirse exac-
750—
495—
225—
150*—
55'—
S
175—
95*—
PUERWERRISA,13
el escritor no sólo poseen una pecu-
liar belleza, independientemente de
lo que denotan, sino que tienen «cier-
ta significación» «en sí mismos». Este
hecho se relaciona con el descubri-
miento de la «Gestalttheorie» de que
ciertas formas, colores, líneas, mate-
riales por sí mismos poseen expresión,
independientemente de la que se les
cargue, atribuya o suponga.
Otra noción estructuralista fecunda
es la de «modelo», o frase-tipo, que
corresponde, naturalmente, a una idea-
tipo, de la cual es manifestación. Ali-
neando sintagmas de este orden, se
obtienen sistemas. Cambiando el or-
den de continuidad se consiguen per-
mutaciones como las que la música
dodecafónica establece en objeto, más
aún, en principio de toda su actividad
estética y creadora. La analogía se ha
definido como «relación dé dos o más
términos que tienen un elemento igual '
entre sí». Esta igualdad puede ser tan
literal que casi identifique los dos
sintagmas (en el ejemplo idiomático).
Así: desenterrar un documento, de-
senterrar un arma. La analogía es
más sutil cuando la semejanza sus-
tituye a la igualdad de acción: de-
senterrar un documento, recordar al-
go olvidado. El sistema de analogía
permutatoria permite, de otro lado,
entender como meras permutaciones
inconscientes todas las creaciones me-
tafóricas de la lírica desde Rimbaud
y Lautréamont —o Blake— a la ac-
tualidad. Frases como: «Las puertas
de la mujer son azules», que parecen
un mero despropósito o, en el mejor
de los casos, una «imagen» (sin que
tamente con eso de «imagen»), pue-
den analizarse como fusión permuta-
toria de otras frases «normales». En
este ejemplo: «Las puertas de la casa
están cerradas. Los ojos de la mujer
son azules». Es fácil ver que un sim-
ple movimiento de cambio e inter-,
calación de los elementos: sujeto, ver-
£>o, predicado, produce tales alteracio- :
nes! La ñamada «poesía automática»
sería producida, así en un estado de
ánimo en el que el espíritu de la per-
mutación (los estructuralistas hablan
de un «inconsciente colectivo», kan- •
tiano y no freudiano, permutatorio.
matemático, serial) vencería al de
clasificación racional, «por la inten-
sidad o la diferencia de dinamismo
de los elementos de las "frases-tipo"
normales». La relación entre el es-
tructuralismo y la poesía de vanguar-
dia es, por tanto, evidente. Puede
operar de otro modo, por desarticu-
lación de morfemas y rearticulaeión:
cual en el grupo «Soledad / Sol, edad»
pio letrismo, o la poesía meramente
fónica, cual la que ya en 1917 in-
tentó Jean Cocteau para el ballet
«Parade», pueden ser entendidos por
aplicación del doble principio de «sig-
nificación psicológica del fonema» y
de «autonomía de la lengua como tal».
La permutación permite aplicar al len-
cales como el de la variación. Cabe
transmutar un poema de Bécquer,
Machado o Dante, permutando el or-
den de los versos o el de las palabras
dentro de cada verso, manteniendo la
lógica del «modelo» y el suprasentido
del «metalenguaje» obtenido. Cierto
es que esto no es aconsejable, mien-
tras quien lo practique no tenga pro-
fundas razones —pascalianas razones
irracionales— para hacerlo.
Joan-Eduardo CIRLOT
de la Academia del Faro
UN DOCUMENTAL GRÁFICO Y LITERARIO
Cambó
SETENTA AÑOS DE VIDA CATALANA
SEMANA ha iniciado, a partir del 4 de julio, una biografía,
profusamente ilustrada, de Cambó, figura «mínente de la
vida española y catalana. En el texto, debido a lia ptuma d«
Roberto Saladrigas, y en la muy importante documentación
gráfica, hallará el lector una evocación sugestiva de la vida
política, social y artística de Barcelona durante más de
•égifif I I
PSICOLOGÍA Y RELIGIÓN
QUANDO se empieza a considerar los resultados y los problemas
que surgen de la dependencia mutua entre la ciencia y la religión,
se ve uno casi obligado a reiterar la vulgar y evidente afirmación de
que la ciencia y la religión se compensan y que el verdadero cono-
cimiento del hombre y de Dios es uno. No obstante, es un hecho casi
paradójico el que el hombre se muestra tan temeroso de esta unidad
como anhelante de ella y que, por lo tanto, queda dividido interior-
mente ante sus semejantes. Dentro de esta división, sin embargo,
lucha menos consigo mismo que contra sus semejantes.
Aparentemente, la lucha por la consecución de la verdad, mientras
sea lucha humana, estará sometida a todas las debilidades propias
del hombre. A veces será una batalla para imponer el criterio, -propio
como único poseedor de la verdad, en vez de ser lo que idealmente
debería ser, el común esfuerzo por la posesión de la verdad: La ver-
dad pasa a ser inmediatamente patrimonio de todos tan pronto como
es lograda por alguien. Santa Teresa de Avila descubrió aue los direc-
tores espirituales Incapaces pueden alejar de Dios a un alma utili-
zando los mismos medios indicados para lograr la perfecta,unión con
Él. Tales paradojas no sólo son frecuentes, sino que parecen ser la
norma de nuestros métodos para la investigación de lo infinito y de
las leyes de la naturaleza.
Se ha acumulado en torno al tema una abundantísima literatura
producida por psiquiatras y teólogos. Nos referimos a la literatura que
trata seriamente el tema, no a la superficial y presuntuosa que reclama
una orientación panreligíosa o adopta una actitud panpsicológica. Tal
actitud no conduce a ninguna parte. Los ejemplos de tales actitudes
abundan. Todos conocemos el presuntuoso aserto de que la fe reli-
giosa es una reacción infantil; que el totalitarismo es una actitud neu-
rótica, etcétera. Un autor japonés concluyó: «Personalmente cíeo que
la paz mundial no será alcanzada hasta que los occidentales superen
al cristianismo y los orientales al budismo por medio del psicoaná-
lisis».
Dada la influencia enorme del psicoanálisis en la psicología y
psiquiatría contemporáneas no sería del todo ilógico concebir un,,.im-
perialismo psicoanalítico declarándose omnisciente y omnipotente. Cla-
ro que Freud no pretendió tal cosa, ¿abemos que puso como funda-
mento de su sistema psicológico la capacidad de amar al hombre* y
que hizo resaltar más que él amor al prójimo, el mero amor "Sexual
hedonista. Buscando a tientas una descripción adecuada de lo, que
entendía por amor habló de Platón y por fin declaró de modo inequí-
voco que su concepción del amor psicológicamente sano está' rnüy
cerca de la concepción de San Pablo sobre la caridad. Sin embargo,
Freud es visto por la mayoría como pansexualista y ateo del mismo
modo que Fechner como naturalista. !:':
Hay ateos infantiles y creyentes maduros y las teorías de los
psicoanalistas no son más que artificios sobre un sólido cueaspó de
conocimientos empíricos que no pueden ser despreciados y que ame-
nazan a la religión de un modo tan inofensivo como lo hizo el sistema
de Copérnico. El hecho de que los descubridores de este sólido cuerpo
3e datos empíricos Quieran entrar en el campo de la teología y>Ü8pi-
brar el positivismo y el paralelismo psicológico no debería, eii modo
alguno, preocupar al verdadero investigador de la psicología humana.
Puede añadirse que desde la II Guerra Mundial se ha difundido una
abundantísima literatura sobre la psicología religiosa y sobre ^ f ire-
lacioñes entre la psicología y la religión. El número de obraré «píe-
ciables y doctas sobre este tema general ha alcanzado actualmente
centenares y muchas están escritas por teólogos y filósofos, o por
psicólogos o psiquiatras. La sola enumeración de estas aportaciojefes
ocuparía muchas páginas. Baste decir, por lo tanto, que no conocemos
mejor reseña y síntesis de los problemas implicados en las relaciones
entre la religión y la psicología que los diversos trabajos del padre
Leonard, quien, además de reseñar toda la literatura desde William
James y MacDougall hasta Scheler y Jaspers y la más acerba Jitera-
tura existencialista relacionada con este tema, nos ha dado un me-
ditado y sucinto análisis de lo que él ha leído sin la más ligera ten-
dencia de caer en dogmatismos o formalismos.
La conformidad de opinión de aquellos para quienes la religión
no es una neurosis que tiene que ser curada y la psicología una dia-
bólica concatenación de hechos de la que hay que huir, lleva a la
conclusión de que mientras la psicología pueda proyectar mucha luz
sobre las experiencias religiosas y la fe religiosa enriquecer el fun-
cionamiento psicológico, la psicología como disciplina científica no
puede derramar luz alguna sobre las relaciones entre el hombre y
Dios. Expresémoslo con palabras del padre Leonard: «El acto religioso
es un acto intencional y está ordenado a un objeto situado más allá
del alcance de nuestra experiencia (práctica). Por consiguiente, un
estudio empírico de la afinidad entre el hombre y Dios jamás puede
alcanzar al segundo miembro de esta relación. Nosotros estamos, capa-
citados para observar solamente la reacción de la persona, sin .cono-
cer la naturaleza del estímulo que la origina».
Estas ideas sobre la relación entre psicología y religión pueden
no interesar a parte del público lector, pero no hay duda de que en
los tiempos actuales, en que se nota un verdadero confusionismo en
materia filosófico-religiosa, serán útiles para aquellos que de buena
íe se dedican a tales estudios que, indudablemente, requieren una
superior capacidad intelectual y una rectitud de intención para evitar
aquel confusionismo a que se ha llegado a pesar de la claridad diá-
fana de las conclusiones conciliares.
luis VA1ERI
medio siglo